narrativa # 56
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Textos de: Jorge Iglesias, Juan Carlos Rozo, Roberto Almendáriz, Gina Tovar, Guillermo Osuna y Laura Pini. www.revistaelhumo.comTRANSCRIPT
EDICIÓN # 1
EDITORIAL
El humo es la continuación de un proyecto que se sembró en Jujuy, Argentina en el año 2005,
con el objetivo de profundizar el arte y la cultura. Este nuevo período para la revista tiene el
mismo objetivo, pero desde otra mirada.
La inquietud y la reflexión son el motor de este trabajo.
La revista manifiesta la necesidad de expresar la palabra, la necedad de reflexionar
constantemente sobre el quehacer literario, juzgarlo e incluso adorarlo desde cualquier forma.
El humo en este número cuenta con la presencia de Miguel Aguilar Carrillo, ganador del
premio internacional en poesía “Desiderio Macías” en la sección Un poco de, misma que
ahondaremos el trabajo de un/a autor/a.
En narrativa tenemos a Ma Isabel Gómez, narradora venezolana que nos baña las pupilas con
su cuento Una biografía o ¿cómo murió Santiago Valparaíso?
En entrevista, Roxana Arrazola nos responde un cuestionario al estilo Proust.
Rubén Falconi, joven poeta, nos muestra una breve reflexión sobre la lectura en Instrucciones
para una lectura voraz. Carlos Vicente Castro nos adorna el escenario con sus poesías: Retrato (de
Araki), Conversación grabada de un moderno ninivita, La oficina es un caballo blanco como el
día.
En la sección libro tenemos a El cementerio marino de Paul Valéry, y a Entre soles y
sombras del poeta argentino Gustavo Tisocco.
Roberto Parra nos muestra su música en los 80 años del poeta Nicanor Parra. Y en video,
tenemos la presencia de Jorge Luis Borges, reflexionando sobre el artista.
En la sección voz propia, Olga Orozco nos hace oír su poesía Punto de referencia y Carlos
Vitale en Códigos.
Lisette Rodríguez con Restos y Triste nos regala su poesía visual, su captura en la
sección Imagen.
He aquí el humo, he aquí nuestro trabajo.
Romina Cazón
UN POCO DE MIGUEL AGUILAR CARRILLO
POETA, ESCRITOR Y EDITOR
Nació en México, DF. Químico egresado de la UNAM y Diplomado en la Escuela deEscritores
(Sogem) de Querétaro. Poeta incontenible, de pluma ligera y exquisita. Desde hace más de
quince años dicta talleres de Poesía y promueve espacios de lectura y publica a autores
locales, antes con el sello Fuera de Comercio y actualmente con la editorial Caligramma.
Como editor, Miguel Aguilar ha trabajado con autores de gran valía para Querétaro, como lo
son:José Rafael Blengio Pinto, Cesar Cano Basaldúa, Carla Patricia Quintanar, Roberto
Cuevas, Gabriel Vega Real, Federico de la Vega, entre otros.
Es miembro del consejo editorial de la revista mensualSeparata, dirigida por Federico de la
Vega.
El poeta ha sido publicado en medios impresos y digitales de México y el extranjero. Es autor
de los libros: Oficios de luz (1996), Hilvanes, condición de la memoria (2002), Asuntos
Personales (2003), Prestigio de estar aquí (2004), Laberinto del cuerpo (2006), Historias (2006)
y Muchacha en la playa (2008). Su trabajo aparece antologado en “El huerto magnifico de
todos” (Salamanca, España).
Recientemente el poeta ha sido gloriado en el Premio Internacional de poesía "Desiderio
Macías" con su libro "La cosa en sí"
ALGUNOS DE SUS LIBROS
La poesía de Aguilar Carrillo tiene influencias de Quevedo y Gonzalo Rojas, de allí que su
trabajo en general es amoroso, de gran sensualidad y erotismo, cito: “Qué hacer, Señor, con
estos ojos, con esta hambruna que me sale de la piel…” (del libro Muchacha en la playa).
“Nativo soy del cuerpo, de su cuerpo/ de ese centro lejano que se acerca / del antes al ahora /
en este centro sin fisura…” (del libro Laberinto del cuerpo). Pero también hay otro Miguel que
muestra un corte filosófico, en donde el replantea, cuestiona y reflexiona sobre el
conocimiento, el pensamiento y la vida toda; así lo hace en “Condición de la esperanza”,
poema publicado en Critica, (Puebla). “Existe la esperanza / ¿Existe? / Si existe la esperanza
es que se toca con los dedos / Porque lo que existe / se toca con los dedos…” En el poema
“Refutación a Kant”, Miguel Aguilar Carrillo también muestra este aspecto: “La cosa está
sobre la esa, / en el ese, / Aquello que es otra cosa /no la cosa sobre el ese / sino fuera del ese
/ es otro eso / El eso es la cosa y la esa que sostiene la cosa…” (Separata)
Con mucha fortuna, Miguel, es un poeta de palabra precisa. Representa y marca un estilo
propio, que sin lugar a duda dejará huellas imborrables, como ya lo son sus libros.
Así escribe Aguilar Carrillo
¿POR QUÉ LA CARNE , Señor, la turgencia, las células
ahítas a lo largo del camino, los secretos
lugares, la oscuridad latente
en ese centro, las pequeñas espinas
que alimentan la sangre? ¿Por qué los huesos, la albura
siempre oculta de los huesos?
¿Los órganos contrechos; esa arritmia, ese color
en el insomnio, ese perfume
lento, caminando hacía el espíritu
indeciso, el malestar de lejanía? ¿Por qué si rubio y trigueño
o pelirrojo
el centro? ¿Por qué los muslos fiables, Señor, los muslos,
como agua, leche y mirra? ¿Las rodillas,
Señor, las comisuras entre muslo y pantorrilla?
Esta rayita, Señor, no tan rayita,
Justo en el blanco, Señor, ¿por qué?
¿Por qué la oscuridad de los pezones y la línea
convexa de la espalda? Los ojos,
Señor, y las mejillas, las clavículas y el centro,
oscuridad cegada, tan hondo,
tan centro, tan profundo ¿Por qué la noche inmensa,
el infinito, en ese centro?
(del libro de Muchacha en la playa, 2008)
Aviso de ocasión
Criptas para huesos áridos y cenizas1
… polvo serán, más polco enamorado
Francisco Cervantes
La información escrita sostiene que después
de la muerte seremos habitantes de una cripta
para huesos áridos
y cenizas
Quevedo exageró:
no huesos, ceniza, polvo enamorado: destierro,
sequedad sin ruina, sin olor a plumas;
sin cobijar
sombras de semillas;
aridez en suma, corolario del bicho aquel
cuyo trabajo limpió la vida
de toda certidumbre de presagios.
1 Letrero colocado en la puerta lateral de la parroquia de San Sebastián en Santiago de
Querétaro
(del libro Asuntos Personales, 2003)
NARRATIVA
Una biografía o ¿cómo murió Santiago Valparaíso?
María Isabel Gómez Cabrera
El escritor es una ostra que,
si se la alimenta con hechos duros y se la irrita con el espectáculo de la fealdad, producirá, a modo de compensación, una perla.
El día en que nació, no lloró. La culpa lo vistió de luto y me dejó en brazos de un padre
militar, frío y terco como Los Andes, quien lo alejó del mar. Nunca vio el puerto de
Valparaíso. Apenas sepultaron a su madre, el gigantesco container militar cargado de
muebles con olor a mujer lo mudó a Chile, donde creció. Su padre escogió Medicina en
la Pontificia Universidad Católica y la culpa eligió de nuevo por él. Cinco años más
tarde, en la primera clase de Psiquiatría Clínica, el maestro leyó Canción de amor de la
joven loca de Sylvia Plath, y conoció el mar: Una bocanada de agua salada le cerró la
garganta y lo invadió de risa y llanto, lloró y rió, a carcajadas y arcadas de llanto, hasta
que vomitó una pelusita fría, espumosa, llena de caracolas y cangrejos. La vida tenía
que estudiarse desde otra parte del cuerpo. Dejó Medicina y leyó a Lezama, que le
enseñó la playa en un tokonoma; a Zurita, que le abrió el infinito Desierto de Atacama;
y buscando a Manoa de Montejo, huyó a Caracas. El mar de la Guaira era una grisácea
sabana que poco le recordaba el océano de su garganta. Sus ojos verdes se reflejaron
en la salada pestilencia de la catástrofe acontecida hacía unos pocos meses. Bajó a
Caracas, donde borraría definitivamente el rostro decepcionado de su padre bailando
salsa en El maní es así; y la culpa, esa mujer extraña que lo amamantó durante el 189
Aniversario de Valparaíso, mientras su padre estaba en las Ceremonias Solemnes, se
volvió sumisa. Cinco años después, con el cabello negro pegado a la cara por el calor húmedo
del valle, bebería cerveza en El león. La Casa Rómulo Gallegos lo había forjado como
escritor rodeándolo de figuras solemnes: Se detuvo temblando ante La Hoyada de
María Antonieta Flores; corrió gozoso hasta una Guaira desconocida bañada en ron:
Ricardo Azuaje le explicó que la catástrofe de Vargas había sido, en realidad, producto
de la imaginación de dos amantes que se herían. Y bajo la tutela de muchos otros
obstinados de las letras, leyó, leyó, leyó, como un náufrago sacia su sed una vez
llegado a tierra. Cada vez que leía, la garganta se le cerraba y un borbotón de agua
salada le salía de la boca, cada vez más claro, más preciso, más atinado: Como un
guijarro lanzado a los dientes del imbécil, Santiago lanzaba las palabras en cientos de
hojas blancas como la espuma del mar que añoraba sin haberse metido en él. Así conoció a Clarita, desde lo alto de las escalinatas de El león; desde lo alto
del pensamiento que lo carcomía; desde lo alto de una impostura de poeta maldito
vestido de negro en un día soleado y azotado por los treinta y cuatro grados de
humedad salvaje. La vio caminar por la plaza y ella, mujer al fin y al cabo, lo bajó de lo
alto de las escalinatas, lamió sus pensamientos y lo transformó: Santiago Valparaíso,
escritor, ya era hombre. Siguiendo la marea, se mudaron juntos a México. La gigantesca constelación
que se tejía con las luces de las ciudades flotando en el mar se le atoraba en la
garganta. Pronto tuvo que aprender a escribir artículos para magazines, reseñas de
cumpleaños y fiestas sociales, esquelas y anuncios clasificados. El vómito dejó de
aparecer, y cuando lograba conseguir una arcada, de su boca salía bilis, sangre y una
pelusa amorfa. A pesar de eso, siguió leyendo. En México tenía a tantos obstinados:
Paz, Rulfo, Arreola, Pitol, Gorostiza, Sabines; que se hinchaba de mar y la risa y el
llanto cerraban su garganta sin que tuviera la oportunidad de arquearse para ver el
charquito de espuma fría y limpia aparecer sobre el papel. Así fue como Santiago
Valparaíso se convirtió en Altazor y fue cayendo a los treinta y tres años sobre el
mundo de las responsabilidades. La asfixia y la culpa le habían devuelto su condición
humana. Consciente de ello, renunció a toda obligación: Leyó, leyó, leyó como sacian
su sed los caballos luego de atravesar el desierto; se nutrió de los grandes y de los
chicos, de los borrachos de las cantinas y de los principiantes, de aquéllos que
quisieron contar o descontar una historia. Así, Valparaíso comió, leyó y releyó
esperando que en la lectura saliera el sílice para crear el guijarro más ovalado, mejor
pintado de gris acero y el más liso, que le permitiera estrellarse contra los dientes de
aquel que lo leyera. Leyó, releyó y se arqueó aguardando el temblor de la náusea, y
luego las arcadas, la risa y el llanto, y luego, la helada pelusa llena de caracolas y
cangrejos. Clara lo dejó. Valparaíso siguió leyendo y esperando el vómito. Cuando
abrió el último libro que encontró, sintió la arcada recorriéndole la espina dorsal, del
coxis al cuello, del bajo vientre a la garganta, y de un latigazo su cuerpo se inclinó
hasta vaciarse por completo. A Clara, mujer al fin y al cabo, la invadió la culpa. Regresó al hogar y encontró a
Santiago colgado desde lo alto de una cuerda con la mirada verde clavada en el suelo:
Cientos y miles de páginas frías como un guijarro, perfectas, azules, llenas de
caracolas y cangrejos. Esa misma tarde, el padre de Santiago Valparaíso, perdía los
dientes.
Ma Isabel Gómez Cabrera (Venezuela 1980) Narradora.
ENTREVISTA
a Roxana Arrazola
(poeta y artista plástica, Ciudad de México 1975)
¿Cuál es el defecto propio que deplora más? La intermitencia. ¿Cuál es su mayor extravagancia? Si el silencio es una extravagancia... ¿Cuál es su idea de la felicidad perfecta? Algunos aromas, ciertas voces, destellos y palabras ¿Cuál es la virtud más sobrevalorada socialmente? Una virtud nunca ha de ser sobrevalorada. ¿Qué talento desearía tener? El equilibrio del funámbulo. ¿Cuándo y dónde ha sido más feliz? Mi felicidad iniciaba donde la tapia en casa de la abuela materna, mi felicidad vestía de largo y preparaba pellizcadas con salsa roja y crema, aprendí del maíz y del aroma a tortilla requemada siendo muy pequeña, aunque no fue sino hace un par de años, que fue consciente de ello. ¿Cuál es su posesión más atesorada? La desposesión. ¿Qué palabras o frases usa más? "Celebro" "Se escribe con tinta invisible para comprobar lo invisible" ¿Cuál es su héroe de ficción favorito? Boz (Boz light year) ¿Cuál es su mayor miedo? Perder la imaginación.
¿Cuál es su estado mental más común?
Como un pistón en movimiento.
POESÍA Retrato (de Araki) Véanla ahí, modosa, la muy puta,
con esa fiebre contenida de mal
signo. El color encendido en sus pezones
llama a la intoxicación, a la alegre
descomposición de la bisutería
que aguarda en un cuarto sin número.
Breve instante el que alumbra
aquel posible gesto ante el control
en peligro de convertirse en relente, humo
después de la histeria. Qué ingenuidad
la exaltada tela de subidos tonos
sobre su piel blanca, digamos mórbida, si no
amorosa en un tacto deshabitado.
La oficina es un caballo blanco como el día ¿Estamos solos en medio del blanco desierto? Paredes, escritorios, clips, camisas de fuerza, así un vómito monotono. La oficina cabalga a trote como un teclado, un caballo blanco de redoblado paso interminable. ¿Estamos ensillados en el día que come piedras y pienso? Hasta el aire está acondicionado. Si dejas de creer, una abeja extravía el soporífero sabor de su celda… ¿Importa morir como un bicho aplastado por un cuaderno a rayas? ¿Y si la blancura llama con esa intensidad que sólo conocemos los coleópteros? No, no. El suicidio no es para pronoicos atareados en la astrología, rogando por que la muerte pase a segundo plano, a última instancia, en las penúltimas páginas del balance, la estrategia. El plano que sigo ahora es el que me deslumbra.
Carlos Vicente Castro (Guadalajara, 1975). Autor del libro Carcoma (2006). Coeditó, con Timo Berger,Luces intermitentes. Nueve poetas recientes de Alemania (2009). Es editor de la revista de poesíaMetrópolis.
IMAGEN
Restos
Triste
Lisette Rodríguez, fotógrafa (Celaya, Gto, 1978). Estudió en la Escuela Activa de Fotografía, plantel
Querétaro. Ha expuesto su trabajo en San Miguel de Allende, en la Galería de Carlos Muro, de forma
colectiva y ha publicado en la revista Punto de vista.