museo del oro

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Por Clara Isabel Botero Cuervo Directora A fines de la década de 1990 se analizaron los requerimientos que tenían el Museo del Oro del Banco de la República y su colección hacia el futuro. Se identificaron como necesidades la renovación de guiones científicos con la información de las más recientes excavaciones arqueológicas, y dotar a la exhibición de una museografía contemporánea, del nivel de los más destacados museos del mundo. El proyecto arquitectónico y museográfico de la renovación y ampliación del museo fue concebido desde 1998 en dos etapas: la primera etapa conllevó la construcción de un nuevo edificio diseñado por el arquitecto Germán Samper Gnecco, quien había sido también el arquitecto del edificio tradicional del Museo, abierto en 1968 en el Parque de Santander. El nuevo edificio del Museo y sus salas de exposición se abrieron al público en diciembre de 2004. La segunda etapa consistió en remodelar el edificio de 1968 y empalmarlo con el nuevo edificio. Para llevarla a cabo, el Museo contó con un equipo de arquitectos, museógrafos y diseñadores bajo una única coordinación, lo que hizo posible un proyecto integralmente armónico entre la arquitectura y la museografía. En este nuevo espacio, amplio, moderno e integral, está contada la historia del oro y otros metales entre las sociedades prehispánicas del actual territorio colombiano. El nuevo guión científico y museográfico de la exposición fue elaborado a partir de la metáfora del proceso del metal en las sociedades prehispánicas, que lo extraían de la tierra, lo trabajaban, lo usaban, lo simbolizaban y finalmente lo regresaban a la tierra como ofrenda. La curaduría le dio forma a este concepto en cuatro grandes temas que son las grandes salas de exposición permanente: El trabajo de los metales, La gente y el oro en la Colombia prehispánica, Cosmología y simbolismo y La ofrenda. Como complemento a la exposición permanente están los servicios que permiten la profundización por parte de los

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Page 1: Museo Del ORO

Por Clara Isabel Botero Cuervo

Directora

A fines de la década de 1990 se analizaron los requerimientos que tenían el Museo del Oro del Banco de la República y su colección hacia el futuro. Se identificaron como necesidades la renovación de guiones científicos con la información de las más recientes excavaciones arqueológicas, y dotar a la exhibición de una museografía contemporánea, del nivel de los más destacados museos del mundo.

El proyecto arquitectónico y museográfico de la renovación y ampliación del museo fue concebido desde 1998 en dos etapas: la primera etapa conllevó la construcción de un nuevo edificio diseñado por el arquitecto Germán Samper Gnecco, quien había sido también el arquitecto del edificio tradicional del Museo, abierto en 1968 en el Parque de Santander. El nuevo edificio del Museo y sus salas de exposición se abrieron al público en diciembre de 2004. La segunda etapa consistió en remodelar el edificio de 1968 y empalmarlo con el nuevo edificio. Para llevarla a cabo, el Museo contó con un equipo de arquitectos, museógrafos y diseñadores bajo una única coordinación, lo que hizo posible un proyecto integralmente armónico entre la arquitectura y la museografía.

En este nuevo espacio, amplio, moderno e integral, está contada la historia del oro y otros metales entre las sociedades prehispánicas del actual territorio colombiano. El nuevo guión científico y museográfico de la exposición fue elaborado a partir de la metáfora del proceso del metal en las sociedades prehispánicas, que lo extraían de la tierra, lo trabajaban, lo usaban, lo simbolizaban y finalmente lo regresaban a la tierra como ofrenda. La curaduría le dio forma a este concepto en cuatro grandes temas que son las grandes salas de exposición permanente: El trabajo de los metales, La gente y el oro en la Colombia prehispánica, Cosmología y simbolismo y La ofrenda.

Como complemento a la exposición permanente están los servicios que permiten la profundización por parte de los visitantes: visitas temáticas, animaciones pedagógicas, audioguías en español, inglés y francés, un salón multimedia y una sala de estudio para leer e investigar sobre los temas de la exhibición, entre otros. La programación del Auditorio y de la amplia sala de exposiciones permanentes dejará ver que el museo es también un centro de investigación y de interacción académica, de divulgación, de cooperación y de alianzas estratégicas nacionales e internacionales.

El Museo del Oro es un lugar que visibiliza de manera excepcional el pasado y la memoria prehispánica de Colombia. También propone y auspicia la diversidad cultural actual. Así, la sala Exploratorio, concebida para promover la curiosidad y la interrogación, es el escenario privilegiado para que niños, jóvenes y también adultos más que adquirir conocimientos se hagan preguntas sobre quiénes somos, qué significa y cómo se estudia nuestro patrimonio arqueológico, entre muchos otros temas.

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Lea el Boletín Museo del Oro sobre la transformación

del Museo

Este web del Museo ha sido concebido como una introducción e invitación a la visita real y como una amplia fuente de información, una enciclopedia sobre el pasado prehispánico de Colombia.

Bienvenidos al Museo del Oro del Banco de la República.ç

Bienvenido al Banco de la República y a su Museo del Oro en Bogotá. Las exposiciones se renovaron totalmente en 2008, en un edificio ampliado y de magnífica arquitectura. La exposición permanente del Museo del Oro lo invita a conocer la historia del oro y otros metales entre las sociedades prehispánicas del actual territorio de Colombia. Está organizada en cuatro salas de exposición y una sala de exploración que usted puede visitar en el orden de su preferencia:

Piso 2:

El Trabajo de los metales

En la sala El trabajo de los metales se descubren los procesos de minería, beneficio y trabajo del metal que están detrás de todos y cada uno de los objetos de metal del Museo del Oro.

El orfebre, pero también el minero, transformaron los materiales que les brindaba la naturaleza para crear estas obras de arte intemporal que los hacen dignos de admiración. También entre sus antiguas comunidades fueron considerados sabios y, en ocasiones, chamanes.

La metalurgia es uno de los grandes logros de la humanidad. Desde sus inicios hace unos 9.000 años en el Próximo Oriente, el trabajo de los metales transformó las sociedades y la vida de las comunidades. Cuando el hombre descubrió la maleabilidad, dureza y resistencia del cobre, del hierro y de sus aleaciones, fabricó herramientas, armas y utensilios; cuando se maravilló ante la belleza del color y el brillo del oro y la plata, y ante la inmutabilidad del metal dorado, los usó para crear símbolos que legitimaban a sus gobernantes y recreaban a sus dioses.

La metalurgia fue inventada en épocas distintas en diversos lugares del planeta. En Anatolia, la China, la región de los Grandes Lagos de Norteamérica y en los Andes Centrales surgieron desarrollos metalúrgicos independientes y diversos. Algunos, como en Suramérica, se difundieron sobre amplios territorios.

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El arte de la orfebrería llegó desde el sur a Colombia hace 2.500 años. Los antiguos orfebres de este territorio continuaron la tradición de experimentar con el oro, el cobre y sus aleaciones, e inventaron o perfeccionaron diversas técnicas, como la fundición a la cera perdida o la soldadura por granulación. Incluso descubrieron cómo trabajar el platino, un metal que en Europa sólo pudo utilizarse en el siglo XVIII debido a sus altas temperaturas de fusión.

La metalurgia, como en general las tecnologías, se entrelaza con la cosmovisión, la política, la economía y la organización social. Cuando las poblaciones orfebres de Colombia eligieron los materiales, las técnicas de manufactura y la organización de la producción, lo hicieron no sólo bajo la influencia de requerimientos técnicos, sino también, y principalmente, por factores culturales y sociales. Pero a la vez que era un producto de ella, la metalurgia transformó la sociedad.

En algún momento de los primeros siglos de nuestra era, durante el Periodo Yotoco, entre el 200 a.C. y el 1300 d.C., un orfebre de la región Calima en el Valle del Cauca presionó siete delgadas láminas de oro sobre un caracol marino. Aún se aprecian los cuidadosos dobleces y las uniones con pequeñas grapas. La concha natural se deterioró, pero el oro conservó su forma.

Que es un metal?

Por lo general se define a los metales como elementos sólidos que comparten ciertas propiedades físicas, químicas y mecánicas que los distinguen. Además del brillo, la maleabilidad, ductilidad, dureza, tenacidad y elasticidad, son buenos conductores de calor y electricidad y tienen una elevada capacidad de reflexión de la luz.

Estas características se deben a que poseen una estructura interna cristalina con átomos dispuestos y enlazados de manera ordenada y específica, distribuidos en planos que permiten el deslizamiento de los átomos cuando se produce algún tipo de fuerza sobre ellos. La posibilidad de deslizamiento es la que permite la maleabilidad. Adicionalmente, su conductividad eléctrica se debe también a su estructura atómica: tienen un núcleo con carga positiva y electrones con carga negativa en movimiento alrededor, lo que permite la transmisión de calor y electricidad.

Sus características físico-mecánicas más importantes son:

• Maleabilidad o capacidad de poder estirarse en todas las direcciones sin romperse al ser sometidos a trabajos de laminación o de martillado. El más maleable de todos los metales es el oro y siguen en orden decreciente la plata, el aluminio, el cobre, el estaño, el platino, el plomo, el zinc, el hierro y el níquel.

• Ductilidad. Es una característica estrechamente relacionada con la maleabilidad y se entiende como la capacidad de dejarse deformar para convertirse en hilos. El orden de ductilidad de mayor a menor es: oro, plata, platino, hierro, níquel, cobre, aluminio, zinc, estaño, plomo.

• Elasticidad o capacidad de los metales de recuperar su forma inicial luego de una deformación momentánea producida por la acción de una carga.

• Dureza es la resistencia que oponen los metales a ser rayados. La presencia de impurezas (pequeñas cantidades de otros elementos) altera la dureza del metal.

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Los metales están constituidos por cristales conocidos como granos. Cuando una sustancia pasa del estado líquido al sólido se produce un proceso llamado cristalización. Los átomos se organizan para formar pequeños sólidos geométricos como cubos, octaedros, etc., que se denominan cristales y que crecen de acuerdo al enfriamiento y hasta donde se lo permite el grano o cristal contiguo; al encontrarse forman la “frontera de grano”. Durante el enfriamiento, dentro de los cristales se crean estructuras en forma de árbol llamadas dendritas que se desarrollan en diferentes direcciones en cada cristal. Si el enfriamiento se produce lentamente, las ramas secundarias de las dendritas quedan más espaciadas y el metal es más quebradizo; si el enfriamiento es rápido, las ramas se juntan, se ven más gruesas y el metal se torna más duro.

Existen tres tipos de estructura cristalina u organización de los átomos dentro de los cristales. El oro, la plata, cobre, plomo, aluminio y níquel se encuentran empaquetados de forma “cúbica centrada en las caras” (FCC, por su sigla en inglés), y por esto comparten las mismas propiedades y se dejan trabajar de formas similares.

Los orfebres prehispánicos que habitaron el territorio colombiano trabajaron especialmente el oro, el cobre y en menor proporción, la plata y el platino. En su forma nativa el oro, la plata y el cobre contienen generalmente como impurezas cantidades variables de los otros dos; el cobre puede presentarse libre de oro, mientras que el oro nativo generalmente contiene cantidades considerables de cobre.

ORO

El oro es un elemento químico de símbolo Au y de color amarillo. Tanto el nombre “oro” como su símbolo se derivan del latín aurum que se refiere al resplandor, a la luz, a dorar, dorado, áureo. La palabra “orfebre”, del francés antiguo, se deriva a su vez del latín auri faber “metalúrgico del oro”, el que fabrica oro. En la antigüedad, la principal preocupación de los alquimistas era producir oro a partir de otras sustancias como el plomo.

El oro ocurre en la naturaleza como parte integrante de las rocas. Se cree que se forma de gases y líquidos que se elevan desde el interior de la tierra, los cuales viajan a la superficie a través de fallas de la corteza terrestre. Es encontrado en vetas, depósitos, en depósitos de cobre porfírico, placeres y en menor escala en el agua del mar. Las vetas están incrustadas en las rocas, mientras que los depósitos de placeres están constituidos por partículas llamadas pepitas (independientemente de su tamaño). Estas pepitas fueron arrancadas, lavadas y cargadas desde las vetas por aguas superficiales como los ríos. Raramente encontrado en su forma pura, el oro está usualmente combinado con plata en una aleación natural llamada electrum u oro argentífero.

El oro es el metal más maleable y dúctil de todos, de ahí que se puedan obtener láminas extremadamente delgadas. También es el segundo más pesado, con una densidad de 15.6 – 18.3 g/cm3; es blando (2,5 – 3 en la escala de Moh) y tiene un punto de fusión de 1063°C. Es excelente conductor de calor y electricidad y especialmente, es incorruptible, no reacciona con ácidos ni con el oxigeno, es decir no se oxida ni pierde su brillo; sólo reacciona con el agua regia.

EL COBRE

Del latín cuprum procedente del griego Kýpros, nombre propio de la isla de Chipre, donde se obtenía este metal en abundancia. Su símbolo químico es Cu.

El cobre es conocido desde tiempos remotos y probablemente fue el primer metal utilizado para fabricar útiles. En la naturaleza existen diferentes tipos de yacimientos con diversas presentaciones dependiendo de los procesos geológicos que le dieron lugar que a la vez inciden en su manera de explotación. Unos producen cobre nativo, pero otros, por la acción de los agentes atmosféricos a través de millones de años, son depósitos de cobre oxidado: la cuprita o cobre rojo, que tiene un 90% de contenido de cobre, asociada con frecuencia al cobre nativo, y los carbonatos como malaquita y azurita.

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El cobre tiene un color rojo pardo característico, es pesado con un peso específico de 8.92 g/cm3 y es excelente conductor de calor y electricidad. Funde a 1.083°C y no se quema al aire pero gradualmente se convierte en óxido cuproso o cúprico cuando se calienta al rojo vivo. Aunque no suele afectarse por el aire a temperatura ordinaria, su exposición al aire húmedo sí ocasiona un revestimiento o pátina verde, característica de los carbonatos. Es un metal maleable y dúctil y presenta un alto grado de acritud, es decir, se vuelve quebradizo al ser sometido al martillado, debido a su rápido endurecimiento.

LA PLATA

Los alquimistas de la antigüedad la llamaban el metal Luna o Diana, por la diosa de la luna, y le atribuyeron el símbolo de la luna creciente. Su símbolo químico, Ag, se deriva de latín Argentum que significa blanquecino. En el siglo IV d.C. Hispania era el principal proveedor de este metal para el imperio romano. Para exportarla se preparaba en láminas llamadas “Plattum (láminas) argentum”. Posteriormente la pérdida del sustantivo dejó sólo a platta, y así llegó a nuestros días.

La plata es un elemento bastante escaso que se forma en rocas ígneas y metamórficas en filones hidrotermales. La mayoría de las veces se encuentra como minerales que contienen compuestos de plata. Aproximadamente tres cuartas partes de la plata producida hoy en día son un subproducto de la extracción de otros minerales especialmente del cobre, el zinc y el plomo. Su aleación natural con oro se conoce como electrum.

Los sedimentos más notables de plata pura se encuentran en México y en Perú.

Después del oro, la plata es el metal más maleable y dúctil. Es el de más alta conductividad térmica y eléctrica. Es moderadamente suave y un poco más duro que el oro. Funde a 963°C. Es lustroso, de color blanco grisáceo, y cuando se pule su brillo refleja el 95% de la luz. No se oxida fácilmente pero su superficie ennegrece a causa de pequeñas impurezas de sulfuros.

Por lo común la plata se recupera de los minerales de plata por tostación del mineral en un horno para convertir los sulfuros en sulfatos y posteriormente poder extraer químicamente la plata metálica. El proceso más común es el del amalgamado, en el cual se vierte mercurio líquido sobre el mineral triturado; el mercurio forma una amalgama con la plata, que se lava y procesa para que el mercurio se volatilice y quede libre la plata.

Otra forma de beneficiar la plata es por medio de la copelación que consiste en mezclar el metal precioso impuro con plomo: los metales se funden conjuntamente en un crisol poroso o copela (copa pequeña) hecho a menudo con cenizas de hueso. Al soplar sobre la masa fundida, el plomo y los restantes metales viles se oxidan y el óxido de plomo es en parte eliminado por el soplo y en parte absorbido por las paredes del crisol. En el crisol queda un botón de plata refinado.

EL PLATINO

El platino fue descubierto por primera vez, como metal, en Colombia; en el año de 1748 el oficial de marina español don Antonio de Ulloa y García de la Torre lo presentó en Europa. Los indígenas americanos, sin embargo, lo conocían ya dos milenios antes y lo podían trabajar por sinterización.

Su nombre proviene de la palabra española platina o plata menor, ya que inicialmente se le creía una variante de la plata. Los españoles descubrieron depósitos aluviales de este metal cuando exploraban minas en busca de oro en la región del Chocó, en la mina de Santa Lucía cerca de la población de Tadó. Allí notaron la existencia de un metal de color blanco grisáceo, imposible de fundir y con ningún uso aparente e inicialmente lo botaban de nuevo en los ríos para que, según la alquimia, terminara de madurar. Aún

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cuando algunos ejemplos llegaron a Europa, se experimentó gran dificultad para obtener una masa de platino maleable debido a su altísimo punto de fusión de 1773°C.

No es un metal muy abundante en la corteza terrestre. Por lo general se encuentra en estado metálico en forma de pepitas aleado con otros metales del grupo del platino y asociado a minerales de níquel, oro, cobre y cromo.

Los placeres más abundantes se encuentran en la región Pacífica de Colombia y Ecuador y Colombia es uno de los mayores productores del mundo.

Se trata de un metal de color blanco grisáceo, blando, dúctil, maleable, pero con un altísimo punto de fusión, lo que lo cataloga como un metal difícil de trabajar. Se expande ligeramente con el calor y tiene una resistencia eléctrica alta. Químicamente es bastante inerte, resiste el ataque con el aire, el agua, ácidos y reactivos ordinarios, y sólo se disuelve lentamente con el agua regia. Es un metal muy pesado con una densidad de 21.45 g/cm3 y símbolo químico Pt.

Sólo hasta principios de 1800, el químico Británico W.H. Wollaston pudo obtener una muestra de platino puro.

HISTORIA DE LA METALURGIA

Una historia del trabajo de los metales

La vida moderna es posible gracias a que conocemos los metales y sabemos cómo usarlos. Estos soportan nuestros edificios y puentes, nos permiten volar, navegar y desplazarnos, sustentan la producción industrial y el comercio. Con los metales medimos el tiempo, hacemos monumentos, rendimos culto, nos adornamos, producimos arte y hacemos la guerra.

Esto no ha sido siempre igual. Antiguamente no se conocían los metales. Cuando se descubrieron y se aprendió a trabajarlos cambió la vida de los pueblos. La historia de los metales se inició hace cerca de nueve mil años en el Próximo Oriente. El primer metal utilizado fue el cobre; en Palestina y Anatolia los antiguos pobladores martillaron trozos de cobre nativo para formar herramientas. En los siguientes siglos se aprendió a extraer cobre de los minerales y mezclarlo con estaño para formar bronce.

El bronce le permitió a los imperios de la antigüedad producir armas para los ejércitos de conquista. La agricultura y la artesanía tuvieron herramientas fuertes y la producción creció. Desde entonces los metales sirvieron para muchos fines. El oro y la plata adornaron a los grandes personajes y los acompañaron en sus sepulcros. El culto religioso se sirvió de ellos para elaborar ornamentos y símbolos.

Nuevos procesos técnicos hicieron posible utilizar otros metales: herramientas y armas más fuertes, edificios reforzados con ganchos y puertas con cerraduras y herrajes. El hierro le dio a las naciones que lo producían una gran ventaja; en estos reinos los gobernantes demandaron más y mejores adornos. Crecieron así, lado a lado, la metalurgia del bronce y el hierro y la orfebrería del oro y la plata.

Para el 1000 antes de Cristo casi todos los pueblos del Viejo Mundo tenían metales; desde el Mediterráneo, pasando por Persia e India, se hicieron en bronce y oro armas, instrumentos y adornos variados. Desde China la metalurgia se extendió a Japón, en donde los aceros armaron a los samuráis, y también al sureste asiático cuyos templos se coronaron con cúpulas doradas.

Para la época en que cayó el Imperio Romano los implementos de metal eran parte de la vida diaria. Ya no se podía entender el comercio sin la moneda ni las actividades cotidianas sin herramientas metálicas. Las religiones del mundo antiguo en Asia, África y Europa, recurrieron al oro y la plata para forjar los objetos sagrados. En el convulsionado mundo medieval chocaron en la guerra los metales de Occidente y los de Oriente.

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Desde 1300 los estados del occidente de África, al sur del Sahara, usaron el bronce para decorar las ciudadelas reales. Para surtir de materias primas a los herreros y distribuir sus productos se organizaron caravanas que cruzaban el desierto. Los orfebres africanos se convirtieron en maestros de la fundición; los adornos y delicadas miniaturas comunican una profunda simbología.

Los antiguos suramericanos empezaron a trabajar el cobre y el oro alrededor de 1500 antes de Cristo. Unos mil años más tarde varias culturas andinas adornaban a sus líderes con suntuosos atuendos. El oro y la plata se reservaron para los gobernantes y la religión; los objetos rituales y simbólicos comunicaban una visión del mundo que compartía toda la sociedad.

En el año 500 de nuestra era la metalurgia ya era una actividad corriente desde México central hasta el norte de Chile y Argentina. En cada región surgieron estilos propios: en México, figuras en lámina; en Centroamérica, pequeños adornos de oro; en Colombia y Ecuador, adornos de tumbaga dorada; en Perú, coloridos atuendos de cobre dorado y plateado; en los Andes del sur, placas de bronce.

La metalurgia en la Colombia prehispánica fue, ante todo, orfebrería. En dos mil años surgieron muchos estilos diferentes y se fabricaron miles de piezas para el ritual y la ofrenda. Los indígenas manejaron con maestría el oro, el cobre, la tumbaga y el platino. La conquista europea, en 1500, truncó este desarrollo y causó la desaparición de la producción orfebre.

En los últimos 300 años la producción de metales ha tenido un gran avance. La gran industria usa millones de toneladas de metales cada año; también las sociedades no industriales consumen cada vez más metales para los más variados propósitos. La historia de la humanidad en los últimos nueve mil años es la historia de los metales: con ellos hemos construido el mundo en que vivimos.

TERRITORIOS DE BRONCE; TERRITORIOS DE ORO Y COBRE

En Perú y Ecuador se han encontrado las primeras evidencias metalúrgicas de Suramérica : pequeñas láminas martilladas de oro y de cobre nativos que datan del 1500 a.C. Hacia esta época gobernantes de sociedades andinas empezaban a construir su poder con el uso de elementos suntuarios como los adornos de orfebrería.

En el sur de Suramérica primó la manufactura de objetos a partir de láminas martilladas en cobre y sus aleaciones de bronce. En el territorio colombiano las primeras evidencias son trabajos de oro martillado del 500 a.C. Aquí se desarrollaron complejas técnicas como la fundición a la cera perdida y las aleaciones de oro y cobre, que pasaron luego a Centroamérica y el Caribe.

-MINERIA Y BENEFICIO

Los mineros fueron especialistas respetados y estimados por conocer los secretos de la tierra y los medios para extraer los metales. Los orfebres ostentaron también una condición doble, al combinar en su trabajo conocimientos técnicos y sobrenaturales; muchos de ellos ejercieron como líderes religiosos y políticos.

Oro, cobre y, en menor proporción, platino y plata, fueron los metales usados en épocas prehispánicas en el territorio colombiano. Gracias al intercambio de productos, muchos pueblos que no practicaban la minería podían adquirir los metales necesarios para su trabajo orfebre.

Las zonas montañosas del país son las más ricas en oro, en tanto que en el territorio colombiano el platino existe en yacimientos aluviales del Chocó, Cauca y Nariño. El cobre se obtenía a partir de minerales como la malaquita, la azurita o la calcopirita, frecuentes en las capas geológicas de las cordilleras. Hay cobre nativo en la Serranía de Perijá, en Antioquia y en el sur del país.

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En la naturaleza el oro presenta con frecuencia impurezas de plata y otros metales: es un oro argentífero. Los contenidos de plata afectan tanto su color como sus propiedades físicas y químicas. No parece haber existido una minería específica de la plata, aunque es probable que hubiera sido explotada en Nariño.

Las herramientas de los antiguos mineros fueron hachas y martillos de piedra y barras de madera con puntas endurecidas al fuego: sirvieron para desprender gravas y piedras de los ríos y para excavar las minas de veta. Al igual que hoy en día,las arenas auríferas se lavaban con bateas de cerámica o madera y mediante movimientos circulares. Los pequeños granos de oro y platino, más pesados, permanecían en el fondo.

En la naturaleza es posible hallar los metales en estado nativo, listos para ser trabajados. Sin embargo, como en el caso del cobre, es más frecuente encontrarlos como minerales y óxidos que se deben fundir al fuego dentro de hornos en atmósferas reductoras, es decir sin oxígeno, para extraer el metal. Este proceso es el beneficio de los metales.

Para el beneficio se construían hornos en lo alto de las montañas, donde las corrientes de aire avivaran el fuego. También se usaron hornillas portátiles de cerámica. Con cañas de guadua rematadas por tubos de cerámica se soplaba el carbón para mantener las altas temperaturas. Algunos sopladores con rostros evidencian la importancia simbólica de las transformaciones del mineral en metal.

El metal se fundía en crisoles de arcilla, con carbón y fundentes que ayudaban a extraer las impurezas: quedaban lingotes redondos o tejuelos listos para trabajar. También en los crisoles se mezclaban metales para obtener aleaciones como la tumbaga, combinación de oro argentífero y cobre.

Que son la mineria la metalurgia y el beneficio

En la naturaleza son muy escasos los metales puros, casi todos se encuentran asociados químicamente con otros elementos formando compuestos conocidos como minerales. El mineral o conglomerado de minerales útil para la obtención de metales se conoce con el nombre de mena y se llama yacimientos a los sitios donde se encuentran acumuladas las menas.

En las menas los minerales se encuentran combinados con elementos como azufre, cloro u oxígeno para formar sulfuros, silicatos, cloruros, carbonatos u óxidos. Los carbonatos de cobre, por ejemplo, son verdes vistosos (malaquita) o azules (azurita) o de color rojo fuerte (cuprita). Al estar expuestos en la superficie son fácilmente visibles.

A pesar de su escasez, ocasionalmente se encuentran concentraciones de metales nativos en la corteza terrestre en áreas relativamente pequeñas; este es el caso del oro, la plata, el cobre y metales del grupo del platino. Los yacimientos de cobre nativo más grandes, famosos y con evidencias de producción de larga data son los de la Isla Royale en los Grandes Lagos de Norteamérica.

Los metales pueden encontrarse concentrados (yacimientos masivos), en vetas o en yacimientos sueltos (gravas en el lecho de los ríos) también conocidos como placeres.

La minería consiste en la extracción selectiva de minerales y otros materiales a partir de la corteza terrestre, con frecuencia en grandes cantidades para recuperar sólo pequeños volúmenes del producto deseado. En la actualidad se reconocen cuatro tipos básicos de métodos de minería:

Minas de superficie o explotaciones a cielo abierto. Constituyen la inmensa mayoría de las minas de todo el mundo

Minas subterráneas a las que se accede a través de galerías o túneles

Pozos de perforación

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Minería submarina o dragado

Dentro de la minería de superficie algunos técnicos ubican las minas de placer. Los placeres son depósitos de minerales mezclados con arena o grava. Suelen estar situadas en los lechos de los ríos o en sus proximidades, en terrenos aluviales, de ahí que también se le conozca como minería de aluvión. La naturaleza de los procesos de concentración que dan lugar a los placeres, permiten que en estos depósitos se obtengan materiales densos y ya liberados de la roca circundante. Esto permite un proceso de extracción y limpieza relativamente sencillo que se limita al movimiento de tierras y al empleo de sistemas sencillos de recuperación física del metal. Los ríos y arroyos pueden recuperar sus niveles de agregados siempre y cuando las condiciones geológicas y medioambientales no cambien río arriba.

Los placeres se explotan de forma industrial mediante el dragado con máquinas mecánicas pero suelen ser explotados artesanalmente con el uso de una batea de madera para recoger la arena y la grava y limpiarla. Al hacer girar agua, arena y pequeños granos de oro, éstos por ser más pesados tienden a quedar en el fondo de la batea y son detectados por el minero.

La minería subterránea correspondiente a los metales es minería de roca dura. Es necesaria cuando la mena se encuentra a gran profundidad y para llevarla a la superficie se requieren pozos y túneles.

Se presume que en un principio no se utilizaron túneles o socavones para la minería, si no que se exploraba la montaña buscando la zona en la que la veta llegaba a la superficie. En algunos casos se encuentran los metales nativos en la superficie. Se piensa que la metalurgia se inició con el trabajo del cobre, precisamente debido a los llamativos colores de los minerales de las menas que lo contienen, los cuales pudieron haber inducido al hombre a recogerlos y a tratar de elaborar con ellos objetos semejantes a los que hacían con otras piedras.

La metalurgia es el arte de extraer metales de sus menas, refinarlos y prepararlos para su uso. El proceso consiste en modificar la naturaleza química de los minerales para separar el metal de sus compuestos sulfúricos, óxidos, silicatos o carbonatos. Estos métodos dependen mucho del tipo de mena y de su composición química; en algunos casos este es un proceso mecánico, por ejemplo, cuando el oro se recupera de su núcleo pulverizándolo y después pasándolo por lavado en agua.

Los metales obtenidos por los diferentes métodos de metalurgia extractiva por lo general contienen impurezas tales como otros metales, elementos no metálicos, pequeños restos de escoria y gases disueltos. La remoción de tales impurezas es el refinamiento o beneficio de los metales y es necesario para permitir que el metal sea trabajado posteriormente. Muchas de las propiedades de los metales importantes para el orfebre (maleabilidad, ductilidad, brillo, color, dureza, etc.) se ven afectadas o favorecidas por las impurezas. El oro recuperado en los procesos extractivos generalmente contiene cantidades significativas de cobre, plata y trazas de metales del grupo del platino; para la refinación de cierto punto en adelante, se necesitan procesos más complicados como la electrólisis.

El separar y extraer los metales de las concentraciones de minerales es un trabajo delicado y que requiere mucha destreza. Se hace en la actualidad en casas de fundición o refinerías y los métodos empleados incluyen la pirometalurgia, electrometalurgia e hidrometalurgia. En épocas prehispánicas se utilizaron métodos que incluían la acción del fuego o pirometalurgia. Lograr obtener cobre fue un gran paso en el origen de la metalurgia, debido al proceso dispendioso que significa la reducción del cobre a partir de los minerales. Para el oro el proceso es más fácil.

Los carbonatos suelen estar en la parte superior de los afloramientos minerales y su reducción es relativamente sencilla, por lo que se piensa que éstos debieron ser los primeros minerales que el hombre aprendió a reducir. El proceso consiste en moler los carbonatos, mezclarlos con carbón de leña y dispuestos en el interior de un crisol o de

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una vasija de cerámica refractaria introducirlos en un horno u hoguera para fundirlos; el carbón junto con el calor producen la descomposición de gases de carbono (monóxido y dióxido de carbono) y el cobre queda libre (como metal líquido puro) y se deposita en el fondo del crisol formando un botón. Este es el proceso conocido como reducción. Los desechos líquidos adicionales se conocen como escoria.

Las menas más profundas formadas por sulfuros requieren procesos más dispendiosos. Los sulfuros deben ser sometidos a tostación o calentamiento al aire. Por acción del calor el azufre de los sulfuros se desprende y pasa a formar óxidos de azufre (anhídrico, sulfuroso y sulfúrico), mientras que el cobre se oxida y forma óxidos de cobre como la cuprita y tenorita. La tostación debe seguir hasta que se desprendan todos los gases y entonces los óxidos resultantes se pueden reducir al mezclarlos con carbón y someterlos a calor, en un proceso igual al de la reducción de carbonatos.

Las temperaturas necesarias para realizar a cabalidad estos procesos de reducción o fundición dependen de los puntos de fusión de cada metal. El oro funde a 1063°C; el cobre, a 1083°C, la plata a 963°C y el platino a 1773°C.

Para fundir y separar los metales de la ganga o materiales adicionales considerados como inservibles, es necesario lograr las temperaturas suficientes para derretir los metales deseados. En la actualidad, las menas se calientan (calcinan) en hornos en presencia de carbón (coke) y es usual el uso de fundentes como la piedra caliza para facilitar la fundición.

Las Tecnicas de la Orfebreria

La orfebrería es el arte de labrar objetos en metales preciosos. Los orfebres materializaron su destreza y su conocimiento sobre las características físicas y químicas de los metales en la gran diversidad de técnicas de manufactura usadas en la orfebrería prehispánica de Colombia.

A martillo y fuego; el martillado

La metalurgia de los Andes peruanos se caracterizó por el énfasis en la producción de objetos por martillado. Esta preferencia tecnológica era una elección cultural que no dependía de las propiedades de los metales ni de la ignorancia sobre otras técnicas, pues los orfebres conocían de la fundición, que llevaban a cabo antes del martillado. La tradición andina se extendió por el territorio colombiano y en particular entre las sociedades del suroccidente del país.

Para fabricar láminas los orfebres golpearon tejuelos sobre lajas o yunques de piedra. Utilizaron martillos de distintas formas, materiales, tamaños y pesos, de acuerdo con la aleación, la dimensión del objeto o la fase del trabajo.

Al ser martillado, el metal se torna quebradizo y tiende a fracturarse: los orfebres debían calentarlo al rojo vivo y enfriarlo sumergiéndolo en agua. Este proceso, el recocido, que se repetía muchas veces, permitía seguir golpeando la lámina hasta obtener el grosor y tamaño deseados.

Lajas y pulidores de piedra se usaron para alisar las láminas y obtener superficies uniformes. Cinceles de piedra o de tumbaga endurecida por martillado fueron empleados para delinear y recortar la forma final del objeto.

La alta maleabilidad del oro hace posible fabricar láminas delgadas y flexibles para elaborar objetos de formas, tamaños y calibres variados.

La plata se usó solamente en el altiplano nariñense, por la influencia cultural de los Andes Centrales. Con aleaciones de cobre y plata se elaboraron narigueras, orejeras, recipientes y diademas.

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Los adornos y utensilios de cobre martillado fueron, por lo común, más pesados y gruesos que los de oro o de plata. Los adornos martillados en tumbaga, aleación de oro y cobre, suelen tener paredes delgadas y superficies muy pulidas.

Repujado y Calado

El artífice esbozaba con buriles los diseños decorativos en la cara posterior de la lámina. Luego, con la ayuda de cinceles, repujadores y punzones, presionaba y resaltaba el motivo por ambas superficies hasta obtener volúmenes, mientras apoyaba el objeto sobre algún material blando o sobre formas talladas en arcilla, madera o hueso.

Los diseños con vacíos o calados se obtuvieron recortando las láminas con la ayuda de cinceles metálicos y líticos.

MINEROS Y ORFEBRES UN RELATO DESDE SUS INSTRUMENTOS DE TRABAJO

En épocas prehispánicas los mineros se procuraban el oro, el cobre y el platino lavando las arenas auríferas de los ríos que bajaban de las cordilleras, en especial de la Central y la Occidental. También explotaron vetas en las montañas.

Los españoles que los vieron trabajar tras la Conquista contaron en sus escritos y crónicas que los indígenas eran expertos en estos trabajos; que usaban bateas de madera y cerámica para aclarar el agua y la arena de los ríos, que construían acequias, canales y acueductos para desviar las aguas y llevarlas hasta los sitios de extracción; que quemaban y rozaban potreros para hacer aflorar los depósitos auríferos y recoger el metal en las raíces de las plantas carbonizadas; que atravesaban redes y mallas en los ríos correntosos para atrapar las pepas grandes del metal; que abrían socavones de hasta seis metros de profundidad y que para romper las peñas en busca del oro las calentaban con grandes hogueras y las bañaban luego con agua fría.

Los instrumentos mencionados para la perforación eran la coa o macana con la punta endurecida al fuego y rudimentarias pero efectivas herramientas talladas en piedras duras. En canastos de fibras vegetales se transportaba la tierra y el material aurífero.

Hachas, martillos o barretones de piedra sin duda pudieron servir para abrir socavones y canales y seguir las vetas de los metales. Hoy los arqueólogos podemos identificar certeros vestigios de las actividades mineras cuando dentro de las tumbas, el difunto, presumiblemente un minero, fue enterrado junto con pepitas o chicharrones de oro o con oro en finas lentejuelas, producto del bateaje.

El oro obtenido en forma de chicharrón o pepita era triturado en morteros de piedra con la ayuda del agua de arroyos cercanos. Los minerales de cobre tenían que ser fundidos junto con otras sustancias para separar el cobre metálico de otras impurezas. Esto se realizaba en hornos construidos en las laderas de las montañas para aprovechar las corrientes de aire, de manera que éstas ayudaran a mantener el fuego. En hornos cavados en la tierra el fuego era mantenido por la acción de varios indígenas que se turnaban en la tarea de soplar a través de cañas verdes, delgadas y largas con los extremos protegidos del calor por tubos cerámicos o toberas. Las toberas presentan diferencias de color y de diámetros en sus extremos. Algunos son cilíndricos con un borde en forma de cono y otros tienen forma de conos alargados unidos por su base. Dos de la colección del Museo del Oro están decoradas con rostros humanos.

No sólo se fundió en hornos cavados en la tierra, también en hornillas o braseros portátiles que estaban en uso en la época de la Conquista. Hechas en cerámica, están formadas por una base dentro de la cual se soplaba por un tubo al que se ensamblaba una caña, y tienen varios pequeños orificios por donde el aire pasaba de la parte inferior a la superior a través de las brasas de carbón vegetal. El aire a presión avivaba así el fuego para obtener las temperaturas superiores a los 1063° necesarias para la fundición.

Los minerales se fundían dentro de crisoles de cerámica refractaria, al fondo de los cuales quedaban pequeños tejuelos o lingotes redondos y planos del metal listo para ser

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trabajado. Fundiendo en un crisol oro argentífero y cobre se creaba la aleación que conocemos como tumbaga.

Los orfebres de la Cordillera Oriental, del Altiplano Nariñense y de la Sierra Nevada de Santa Marta usaron piedras duras, resistentes y muy lustrosas como utensilios de trabajo. En piedras negras y verdes con diferentes composiciones de minerales de hierro, basaltos u obsidianas, tallaron yunques, punzones, cinceles, repujadores y pulidores. En algunos de estos artefactos se ven ralladuras doradas que delatan su uso en el trabajo de los metales. La colección del Museo del Oro tiene al menos un martillo tallado en el hierro de un meteorito para aprovechar el peso y dureza de este metal. Martillos los hubo de diferentes tipos de piedra, tamaños y formas, según el tipo de lámina que se necesitara hacer, el avance del trabajo e incluso la aleación del metal trabajado, puesto que el oro se podía martillar mucho más fácilmente que la tumbaga, que es relativamente dura.

Cinceles, punzones y repujadores también se hicieron en metal para cortar y repujar las láminas metálicas haciendo presión sobre ellas. Era usual que fueran de tumbaga o incluso de cobre endurecidos a golpes de martillo hasta quedar más duros que el material sobre el que se trabajaba. En muchas ocasiones un solo instrumento tenía doble función o se usaba engastado en mangos de madera.

Además de los martillados y repujados, gran cantidad de adornos y recipientes fueron hechos por la técnica de la fundición a la cera perdida. El orfebre limpiaba, colaba y amasaba la cera obtenida de los panales de abejas sin aguijón para hacer modelos con la forma que deseaba darle a las figuras de metal. Sobre mesas de piedra estiraba la cera con rodillos de piedra para volverla láminas o hilos que cortaba con cinceles, cuchillos y espátulas de piedra o metal. Estos utensilios le servían también para alisar y pulir la figura delicadamente armada en cera. Para crear un molde el orfebre cubrió luego cada uno de sus modelos de cera con arcilla, primero muy líquida y mezclada con carbón molido, luego más consistente. Una vez seca la arcilla, calentó el molde: la cera se derritió y salió por unos canales dejados para ese efecto, y su lugar —y su forma— fueron ocupados por el metal fundido que el orfebre vertía desde el crisol. Alguna forma de pinza debieron usar los metalurgos para tomar el crisol de entre las brasas ardientes y llevarlo hasta el molde con el metal fundido.

Hay un largo camino entre la veta o las arenas auríferas y el objeto ya pulido, retocado y bruñido que el orfebre podía mostrar con orgullo a su cacique y su comunidad, o depositar, como ofrenda, en lo profundo de un bosque o en las aguas de una laguna. Ese camino está registrado en las mútiples herramientas que preserva la colección del Museo del Oro.

SINTERIZACION

En América, la metalurgia del platino sólo se dio en la región de Tumaco - La Tolita, en la Costa Pacífica de Colombia y Ecuador. Como su elevado punto de fusión de 1.775ºC no les permitía fundirlo, los orfebres desarrollaron la sinterización: al calentar gránulos de platino mezclados con oro, este último se derrite y atrapa el platino; el tejuelo resultante se puede trabajar por martillado. En el microscopio metalográfico se ve cómo los granos de platino están atrapados por el oro fundido.

Los orfebres del suroccidente colombiano combinaron partes de oro y de platino sinterizado para crear adornos bicolores.

DE LA CERA AL METAL: FUNDICION A LA CERA PERDIDA

La orfebrería prehispánica del territorio de la actual Colombia se distinguió en Suramérica por el predominio de la fundición a la cera perdida. Los orfebres fueron maestros en crear adornos y recipientes que modelaban en cera con sus manos y luego

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transformaban en metal. La cera se obtenía de las colmenas de abejas sin aguijón, o abejas angelita. En Colombia, las diversas especies se encuentran desde el nivel del mar hasta los 3.400 metros, especialmente en los bosques húmedos.

Con el recurso de modelar una forma en cera de abejas y mediante un molde trasladar la forma al metal, los orfebres crearon gran variedad de objetos: representaciones realistas o abstractas, finos tejidos metálicos o pesados adornos.

Las huellas digitales impresas en algunos colgantes de metal hicieron pensar a los europeos que los indígenas amasaban y modelaban directamente el oro. Las huellas quedaron en los modelos en cera usados en el vaciado a la cera perdida.

El oro funde a 1.063°C y el cobre a 1.083°C. Al fundirse juntos cambian sus propiedades y su punto de fusión puede bajar hasta 850°C. Su aleación se denomina tumbaga o guanín, término este último que le daban los taínos de las Antillas mayores.

En cera se modelaba la figura deseada. Al modelo se le adicionaban rollos del mismo material que, una vez derretida la cera, dejarían los conductos por donde fluiría el metal.

El modelo en cera se recubría con capas de arcilla para formar el molde. El molde ya seco y duro se calentaba para derretir la cera y extraerla.

El metal líquido se vaciaba en el molde. Tomaba así la forma del modelo.

Una vez frío el molde, era necesario romperlo para sacar la pieza metálica.

Retirado el objeto del molde se le cortaban los conductos y el embudo, y se pulía; en algunos objetos se advierten aún sus huellas.

UNIONES QUE CREAN FORMAS

En algunas sociedades los orfebres prefirieron crear volúmenes a partir de láminas martilladas que ensamblaron con la ayuda de alambres, clavos o dobleces. También experimentaron hasta descubrir cómo podían unir partes calentando las superficies o usando sustancias que favorecían las uniones entre los metales.

Con la maestría de los artífices el oro adoptaba las formas de modelos previamente labrados en madera, hueso o arcilla. Las láminas repujadas eran unidas o ensambladas entre sí para producir volúmenes. El modelo solía ser retirado, aunque podía permanecer bajo el metal.

Una SOLDADURA: LA GRANULACION

Delicadas cuentas de collar, narigueras y anillos fueron elaborados uniendo diminutas esferas de oro por el sofisticado proceso de granulación.

Las pepitas se pegaban con un pegamento orgánico mezclado con óxidos de cobre. Al fuego, el pegamento se carbonizaba y el cobre contribuía a unir las esferas a una temperatura menor a su punto de fusión, lo que evitaba su deformación.

En un molde de cerámica refractaria hallado en la región Calima, el oro fundido en sus concavidades formaba las pepitas que luego eran unidas por granulación.

TEXTURAS BRILLOS Y COLORES

El color, el brillo, la textura y el olor fueron propiedades muy apreciadas entre las sociedades antiguas y desempeñaron un papel primordial en sus tecnologías.

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Para controlarlas, los orfebres desarrollaron diversas técnicas e innovaciones metalúrgicas, como la creación de una gama de aleaciones con un amplio rango de colores, o sofisticados procesos de acabado que aportaban nuevas tonalidades y contrastes a las superficies.

Al calentar un objeto de tumbaga, el cobre presente en la aleación se oxida y forma en la superficie una mancha oscura. Con ácidos vegetales el artífice removía el cobre oxidado hasta dejar una delgada capa superficial rica en oro, que pulía para lograr un dorado intenso.

Un trébol llamado chulco, Oxalis pubescens, era usado para obtener el ácido oxálico con el cual se retiraban los óxidos de la superficie de las piezas oxidadas por el fuego. Con el uso o el tiempo, el dorado superficial de estos objetos ha sufrido desgaste y deja ver su interior de tumbaga.

En objetos como los discos de Nariño se obtenían contrastes de colores raspando en ciertas zonas la delgada capa de dorado superficial para descubrir el color rojizo de la aleación. Al atacar la superficie de los objetos con una pasta de sales o ácidos se la volvía porosa y mate. Otras partes, previamente protegidas con resinas, permanecían brillantes.

Adornos que reflejan la luz fueron pulidos y bruñidos cuidadosamente por los orfebre con pulidores de piedra y de otros materiales; otros objetos se dejaron sin pulir y atrapan la luz. Los orfebres de la Cordillera Oriental, por ejemplo, no pulieron los objetos destinados para ofrendas.

REPARACIONES ANTIGUAS

Los artefactos de orfebrería eran bienes muy apreciados entre las sociedades prehispánicas, tanto por los significados e historias que contenían como por el material, conocimiento y destreza involucrados en su trabajo. Por esta valoración, muchos de estos objetos fueron reparados por los orfebres.

Algunos, deteriorados por el uso intenso, fueron recompuestos con alambres, cintas o remaches; otros, con desperfectos de manufactura, se repararon con nuevos vaciados de metal, o, como en las orejeras de filigrana de las Llanuras del Caribe, zurciendo el tejido con hilos metálicos.

EL PASO DEL TIEMPO Y LOS METALES

El tiempo y la naturaleza intentan recobrar los materiales utilizados por el orfebre. La mayoría de los metales y sus aleaciones, excepto el oro, suelen sufrir grandes transformaciones con el uso y, después, durante su entierro.

El cobre presente en las aleaciones prehispánicas reacciona con la humedad y las sales del suelo para producir óxidos, en un proceso conocido como corrosión. En el Museo, las oficinas de conservación y restauración buscan frenar este deterioro para preservar nuestro patrimonio.

El tejido de la estera que cubría a un difunto en el valle medio del río Cauca quedó impreso en la capa de óxidos del reverso de este pectoral. Por el anverso se ven las huellas de su collar de semillas.

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LA GENTE Y EL ORO La colección del Museo del Oro, iniciada en 1939 por el Banco de la República, nos acerca a la vida social y cultural de los grupos humanos que vivieron en Colombia desde hace 2.500 años hasta la conquista europea. ¿Quiénes eran estas personas?, ¿cómo vivieron?, ¿cuáles eran sus creencias y tradiciones?, ¿cómo se relacionaban con el medio ambiente?

La sala La gente y el oro en la Colombia prehispánica propone un recorrido de sur a norte por nuestro país para conocer los climas, los ambientes y las antiguas sociedades y culturas que vivieron sobre la cadena montañosa de los Andes y los litorales del Pacífico y del Caribe, las regiones donde antiguamente se trabajaron los metales.

Los objetos de orfebrería (y cerámica, madera, piedra, concha, textil…) se exponen en amplias vitrinas. Parecen flotar en el aire, gracias a los soportes de acero que los separan del fondo traslúcido de la vitrina, y están perfectamente iluminados con tecnología de leds. El visitante logra entonces una relación personal e íntima con cada uno de estos objetos centenarios y puede interrogarlo, explorarlo y disfrutarlo.

Cuando visite el Museo, pruebe a alquilar una audioguía que le dará aún más información y comentarios de la que está disponible en los textos ubicados en paneles y vitrinas. Al recorrer las siguientes páginas web, y tal como sucede en el museo, usted podrá profundizar en algunos temas o pasar rápido frente a otros. El botón 'Atrás' de su navegador le ayudará a retomar el camino.

Desde el pánel inicial a San Agustín y Tierradentro

América fue poblada hace 20.000 años por cazadores y recolectores venidos del Viejo Mundo. Luego de ocupar este territorio, con el tiempo desarrollaron la agricultura y vivieron en aldeas y ciudades.

La metalurgia, descubierta hace 3.500 años en el Perú, se expandió hasta llegar a la costa sur de Colombia. Desde 500 años antes de Cristo hasta la conquista española el trabajo metalúrgico floreció en el área andina y en los litorales. Con más de una docena de estilos diferentes, se elaboraron miles de objetos en diversos metales.

El trabajo metalúrgico fue común entre las sociedades con líderes políticos y religiosos permanentes que gobernaban sobre grupos de aldeas. Sin ser estados, estos cacicazgos alimentaron su numerosa población con una agricultura eficiente, centrada en el cultivo del maíz o la yuca, y un buen suministro de caza y pesca. Gracias a los excedentes de alimentos, algunas personas se dedicaron a actividades especializadas, como la minería y la orfebrería.

La producción metalúrgica estuvo al servicio de los gobernantes, quienes la utilizaron para reforzar su prestigio y hacer visible su autoridad. Estos objetos sagrados y simbólicos expresaban una compleja filosofía que trataba del origen del mundo y de la humanidad, explicaba el devenir del universo y justificaba las relaciones sociales y naturales. La gente común empleó numerosos adornos sencillos. Los metales sirvieron, además, para fabricar herramientas y ofrendas.

Nariño, La gente y el oro en el antiplano nariñense

Dos vitrinas representan la arqueología de los Andes de Nariño, en el sur del país, y dan pie para iniciar un recorrido por distintas regiones del territorio colombiano en épocas anteriores a su descubrimiento y conquista por Europa. En el fondo traslúcido de la

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vitrina, una silueta difusa muestra cómo entre las sociedades de la América prehispánica era costumbre ataviarse con adornos de metal: en la frente una diadema, en la nariz nariguera, orejeras en las orejas y al pecho collares y pectorales. Dos atuendos muy oxidados son lo primero que encuentra el visitante: están fechados hacia el año 500 después de Cristo. Permanecieron enterrados por 1.500 años en las tumbas de quienes los usaron en vida y se vistieron con ellos para su viaje hacia la muerte. Son láminas de cobre recubiertas con una fina laminilla de oro fundida: su tecnología de elaboración única en Colombia indica al ojo experto del arqueólogo la presencia de contactos e influencias que llegaban desde el Perú. También la concepción dualista del mundo, expresada por los objetos de oro, cobre y plata expuestos en la segunda vitrina, es una tradición cultural andina.

TUMACO; la gente y el oro en la costa pacifica

El mapa que introduce las siguientes dos vitrinas marca nuestra entrada a las llanuras de la costa del Pacífico, frontera con el vecino Ecuador. En ambos países se encuentran los vestigios de las sociedades del período Inguapí, entre los que abundan las cabezas maravillosamente modeladas de figurinas en arcilla que fueron decapitadas en algún tipo de ritual. Una canoa y las casas construidas sobre montículos recuerdan el ambiente acuático que ocuparon estas gentes. Los pequeños y delicados adornos que usaban contrastan con un enorme mascarón de oro fino expuesto en la vitrina del frente: éste tiene la forma de la cabeza de un jaguar, el animal de piel dorada tan significativo dentro de la religión de los indígenas americanos, el chamanismo.

CALIMA; la gente y el oro en la region calima

Una amplia sala acoge tres períodos sucesivos de la historia humana en los alrededores del actual lago Calima. La vitrina dedicada al período Ilama, entre 1500 y 100 a.C., tiene cerámicas cuyas formas de personas y animales capturan la atención; las del período Yotoco, de 200 a.C. a 1200 d.C., contienen grandes narigueras, pectorales y máscaras de oro fino; en la del período Sonso hay un tronco de árbol que fue labrado y utilizado como sarcófago en el año 1250 de nuestra era. Para comparar, pensemos que hacia 1500 antes de Cristo se iniciaba la civilización griega; las tribus de Israel vivían en Egipto y sólo en 1250 a.C. ocuparon Palestina guiadas por Moisés; en el 79 a.C. una erupción del Vesuvio destruyó Pompeya; en 1250 d.C., cuando se enterró a un cacique en este sarcófago, Europa peleaba en las cruzadas y se construía la catedral de Notre-Dame en París.

SAN AGUSTIN Y TIERRADENTRO; la gente y el oro en la region del alto magdalena

En San Agustín, el valle de La Plata y Tierradentro vivieron sociedades contemporáneas con las de Calima y relacionadas con ellas. En algunos objetos de oro fino, como las diademas, puede verse esa relación, como también en las alcarrazas, que son recipientes de cerámica con dos vertederas. Las estatuas de piedra que han hecho famoso a San Agustín datan del período Clásico Regional, entre 1 y 900 d.C.; una estatua original se descubre en un pequeño recinto al fondo de esta sala. Hay también una reconstrucción de uno de los hipogeos de Tierradentro, que son grandes cámaras excavadas en las cumbres de las montañas, donde se colocaban urnas con huesos humanos retirados de un primer entierro, a semejanza de los osarios en las criptas de nuestras iglesias.

TOLIMA; la gente y el oro en el valle del magdalena

Lo más notorio de los objetos arqueológicos del valle del Magdalena es el diseño: los pectorales que esquematizan la figura humana mediante ángulos rectos son reconocidos en el mundo entero. En el espaldar de una silla funeraria la figura humana alcanza su forma más esquemática: la de una X. Las cerámicas rojas con motivos pintados en negro se muestran por primera vez en el Museo del Oro; otra vasija retoma la forma de ancla que es la cola enroscada del jaguar casi irreconocible en el pectoral que está a su lado. Las orejeras de oro son murciélagos y numerosos dijes y colgantes parecen insectos o aves, pero son mezclas de animales o, incluso, de formas geométricas.

QUIMBAYA; en el cauca medio

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Los objetos de esta región ocupan dos salas y son de dos períodos de ocupación humana en la “Zona Cafetera”. Cerca del panel incial están los objetos del período Temprano, entre 500 a.C. y 600 d.C. Impresiona su buena manufactura y la calidad estética del diseño. Enfrente y en el otro extremo brillan pectorales circulares y planos, con figuras repujadas que representan hombres transformados en lagartos. Estos son del período Tardío, de 800 a 1600 d.C.

Sigue una vitrina que contiene un conjunto de objetos tardíos del Alto Cauca. Se conocen como de estilo Cauca y son combinaciones de unas pocas partes, como en un juego matemático. A la derecha hay una rana y a la izquierda aves con partes humanas, o humanos con picos y alas de aves, pero con patas de rana.

ZENU; en las llanuras del caribe

En las extensas llanuras del norte del país una forma de vida perduró por más de un milenio. Las llanuras se anegan cuando en las cordilleras es época de lluvia, ocho meses al año; esto que representa un grave problema para los cultivos, el transporte y las viviendas, fue convertido en una ventaja por las sociedades que desde el 200 a.C., por lo menos, optaron por una vida anfibia y construyeron un sistema de canales que les permitió dominar las inundaciones, aprovechar su limo fértil y movilizarse en canoas.

Piso 3

COSMOLOGIA Y SIMBOLISMOLas cosmologías ubicaban la sociedad y su entorno en el universo. Todas las cosas adquirían un lugar y un sentido, y se entrelazaban en un profundo simbolismo. Los mitos contaban que al inicio de los tiempos, los creadores dieron a la gente lo necesario para la vida.

La sala Cosmología y simbolismo atesora varios de los objetos maestros de las colecciones del Museo del Oro del Banco de la República —por cierto, en el interior de una bóveda de seguridad. Pero el valor que se guarda aquí es el del pensamiento indígena que le dio un sentido y una razón de ser a estos magníficos objetos.

No podemos conocer qué pensaban exactamente las sociedades de hace milenios, y seguramente, como sucede entre los indígenas de hoy, hubo una gran variedad en sus maneras de concebir el mundo y la existencia, en sus cosmologías. No obstante, entre los actuales pueblos amerindios existen similitudes en las formas y contenidos del pensamiento simbólico. También hay encuentros entre el simbolismo de los indígenas hoy y los objetos de sus antepasados de hace 500 o 2.000 años. Lo invitamos a explorar otras realidades, ajenas al pensamiento occidental y no por eso menos lógicas, ya que responden a experiencias distintas de la relación con el entorno, y a procesos de vida propios.

LAS IMÁGENES DEL COSMOS

as sociedades orfebres prehispánicas desarrollaron formas particulares de entender el mundo. Con ellas ordenaron su entorno y lo llenaron de contenidos simbólicos. Estas cosmologías dieron respuestas a los problemas centrales de la existencia, como la muerte, la enfermedad y el significado de la vida. Imbuidas de un profundo sentido religioso, convertían el universo, la sociedad y sus creaciones en realidades sagradas, mientras establecían entre los hombres y sus ancestros un vínculo esencial para la continuidad de las tradiciones. Los metales, y en especial el oro, simbolizaron las fuerzas fertilizadoras del sol y expresaron el origen divino del poder de los gobernantes.

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Caciques, sacerdotes y chamanes fueron los encargados de guardar, transmitir y renovar las representaciones cosmogónicas. Dotados con capacidades y sensibilidades especiales, eran sometidos desde niños a largos procesos de aprendizaje sobre la mitología, las plantas sagradas, la astronomía y las prácticas rituales. Con sus palabras, gestos y objetos como herramientas, realizaban un trabajo simbólico que transformaba el mundo para garantizar la reproducción de la naturaleza y el bienestar de la sociedad. A su lado, los orfebres, mediante una labor técnica y a la vez mágica, transmutaban los metales en objetos con significados culturales.

Muchas de las creencias y prácticas religiosas de las sociedades indígenas actuales tienen profundas raíces en su pasado milenario y fueron comunes a diversos pueblos. Gracias a estas tradiciones, documentos de la conquista y la colonia e investigaciones arqueológicas, conocemos sobre los sistemas de pensamiento de las sociedades orfebres. Estas poblaciones produjeron cosmologías diversas, pero también presentaron ideas similares como resultado de sus encuentros y de antiguas raíces culturales compartidas.

Los pensadores prehispánicos, entre quienes había mujeres y hombres, desarrollaron técnicas corporales para meditar y comunicarse con el mundo sobrenatural. Al sentarse en determinadas posturas adquirían estados de intensa concentración y evocaban conceptos cosmológicos

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Las cosmologías prehispánicas narraban sobre el origen, el devenir y la estructura del universo; le asignaban un lugar y un sentido a todos los seres y establecían un orden en sus relaciones. Entre algunas sociedades el cosmos se representaba conformado por varios niveles o mundos superpuestos, conectados e interdependientes; a ellos se asociaban determinados colores, olores, animales, plantas y espíritus.

El universo se manifestaba en una dimensión material visible y en otra espiritual, poderosa y oculta para la mayoría de la gente.

Según numerosas cosmologías americanas, el universo estaba conformado por tres mundos. Los hombres habitaban el mundo intermedio, mientras dioses, ancestros y otros seres sobrenaturales moraban en el superior o en el inframundo. El nivel superior y el inframundo se concebían con características opuestas y complementarias, como claro/oscuro, masculino/femenino, seco/húmedo. El mundo del medio, el de la gente, combinaba elementos de los otros dos.

Las sociedades orfebres clasificaron la fauna, la flora y otros seres en categorías basadas en diversos principios como su forma, hábitat, comida y uso cultural. Plasmaron estas taxonomías en sus objetos. Las aves simbolizaron el mundo de arriba. Gente, jaguares y venados personificaron el intermedio. Los niveles inferiores se representaron con murciélagos, caimanes, serpientes y otros habitantes de los orificios de la tierra.

Entre los pueblos amerindios la sociedad se concibe unida a la naturaleza. Gente, animales, plantas y espíritus conforman una gran sociedad cósmica en la que sostienen relaciones idénticas a las de los humanos.

EL SIMBOLISMO DE LOS CACIQUES

Un rico simbolismo de tabúes, objetos e ideas rodeaba a caciques, cacicas y otros dignatarios. Se les consideró descendientes de divinidades y relacionados con seres poderosos como el

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jaguar. Estaba prohibido mirarlos a la cara y con frecuencia sus pies no debían tocar el suelo; tenían varias esposas, sirvientes y grandes casas rodeadas por empalizadas, eran llevados siempre en andas y sólo ellos usaban ciertos adornos o comían determinados alimentos. Cuando morían se les momificaba y depositaba en grandes tumbas o en sus cercados, que desde entonces se convertían en santuarios.

Esmeraldas, plumas de guacamaya, conchas marinas, resinas y otros bienes foráneos daban prestigio a los caciques. Llegaban desde lugares lejanos, desconocidos y míticos, por largas cadenas de intercambio. El oro se asociaba con el sol por su color, brillo intenso e inmutabilidad. Los adornos dorados expresaron el origen celestial y divino del poder de los gobernantes.

Los caciques usaban posturas corporales y gestos diferentes a los de sus subalternos. Los significados de estas posturas y gestos manifestaban sus vínculos con seres y niveles superiores. Al cubrirse con oro, el cacique se apropiaba de las fuerzas seminales y procreadoras del sol. Encarnaba en esta tierra los poderes de esa deidad del mundo superior. En algunas sociedades, los caciques y capitanes, al finalizar su largo entrenamiento en templos especiales, podían horadarse la nariz y las orejas para usar narigueras y orejeras.

EL CUERPO ROPAJE Y LA TRANSFORMACION

En muchas cosmovisiones amerindias no existe una diferencia radical entre humanos y no humanos. Personas, animales, plantas, rocas y objetos son gente; distintos tipos de gente, dotados con un alma o espíritu. La gente-danta, la gente-pescado y las demás viven en comunidades, cosechan, tienen sus casas y bailan como los hombres. Cada tipo de gente tiene una forma particular de ver el mundo, una perspectiva propia determinada por su cuerpo, un cuerpo-ropaje removible y cambiable a voluntad. Ponerse plumas, adornarse o pintarse significan mudar el cuerpo-ropaje y transformar así la perspectiva frente al mundo.

La persona ataviada con atuendos de animales, ancestros o espíritus míticos, incorporaba los nombres, capacidades y características de esas especies o seres. Mujeres-ave, hombres-vampiro y hombres-serpiente revelan un universo de transmutaciones. Transformada en hombre-vampiro, la persona observaba el mundo al revés; como mujer-ave, trascendía a otras dimensiones del cosmos.

Con una “segunda piel” compuesta de adornos, pinturas y ropajes, los danzantes ingresaban a otra realidad y temporalidad. Percibían el mundo con ojos de cocodrilo, colibrí, planta, ancestro o divinidad.

Mediante la transformación en aves como cóndores, águilas, tucanes y loros se adquirían vistosos picos y plumajes, al igual que extraordinarias facultades: alto vuelo, visión aguda y destreza en la cacería. Según antiguos mitos, en el comienzo de los tiempos unas aves negras, chamanes ancestrales, trajeron en sus picos la luz a la tierra y a los primeros clanes les entregaron sus territorios. Los sacerdotes y chamanes, algunos vistos como genuinos hombres-aves, realizaban un vuelo mágico a través del universo. Su parafernalia con figuras de aves les daba poderes para emprender estos largos viajes.

Algunas sociedades enseñaron a hablar a los papagayos para reemplazar a veces con ellos a las víctimas de los sacrificios. Para estos grupos, el lenguaje transmutaba a estas aves en humanos.

LOS HOMBRES FELINOS

El jaguar fue un símbolo asociado a la religión y al poder desde tiempos inmemoriales en América. Evidencias materiales y textos revelan que personajes de alto rango tenían nombres alusivos a felinos, utilizaban atavíos elaborados con sus pieles, se pintaban sus manchas y llevaban colas y uñas largas. En los templos se guardaban sus cráneos mientras fieras imágenes felinas hacían de guardianes. Las crónicas narran que caciques y sacerdotes se transformaban en “grandes gatos” y que durante las ceremonias se comunicaban con otros espíritus de jaguares.

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El chamán-jaguar veía con ojos de felino a su entorno: a los demás jaguares como humanos y a las personas de su comunidad como presas: una situación peligrosa y temible para la gente. El dignatario transformado en jaguar adquiría fuerza, agilidad, agresividad, visión aguda y astucia. Con ellas actuaba para proteger y curar a su gente o vengarse de sus enemigos.

Los collares y otros adornos de felino transformaban a la persona en un auténtico predador. Rugía como un trueno, resollaba y desafiaba con sus garras, mientras su espíritu erraba por el bosque en busca de una presa.

OFRENDAS Y SACRIFICIOS PARA LOS INMORTALES

Las cosmogonías indígenas asignan un origen sobrenatural a lo que acontece en el universo: una catástrofe es provocada por un espíritu enfurecido; la enfermedad es enviada por un chamán enemigo, y en la reproducción de los animales intervienen sus dueños invisibles. Para controlar estas fuerzas peligrosas y ambivalentes, los hombres obraban acorde con la ley de los ancestros y realizaban ofrendas y sacrificios: dádivas de oro, esmeraldas, coca, aves y seres humanos, alimentos espirituales que agradaban a los inmortales.

Los sacerdotes depositaban las ofrendas en lugares sagrados de comunicación con los otros mundos. Los espíritus les habían revelado antes el contenido, lugar y tiempo apropiados para el regalo. En recios postes, a la entrada de los cercados, se practicaban sacrificios humanos. La víctima, amarrada en lo alto del madero y flechada, alimentaba con su sangre la casa-cuerpo viviente del cacique.

La guerra tuvo diversos propósitos, como apropiarse del espíritu del vencido, su nombre, estatus y cantos. Capturar la calavera del enemigo demostraba la bravura del guerrero.

La cacería, la guerra, el sacrificio y la muerte eran entendidos como actos de depredación destructiva y a la vez creativa: una vida se engendraba a partir de otra que se inmolaba

LOS DESTINOS DE LAS ALMAS

La muerte era entendida como una transformación en otro ser o un renacimiento. Las almas de algunos reencarnaban en un descendiente, un oso, un árbol o una piedra. Para otros, los difuntos renacían en las tumbas, cuevas o túmulos, y permanecían cerca de sus deudos interviniendo en sus vidas; éstos les hablaban y atendían. Las momias de algunos caciques fueron exhibidas en ceremonias y en la guerra, en donde con sus poderes protegían a la comunidad e infundían valor a los guerreros.

Los caciques difuntos, cubiertos de oro y a veces momificados, se guardaban en montículos, templos, cuevas y otros sitios especiales. Estos lugares visibles manifestaban los vínculos de los actuales dignatarios con ancestros memorables. Los adornos y máscaras funerarias de oro, el metal sagrado inmutable al tiempo, inmortalizaban con su poder simbólico a los caciques para que continuaran participando en la vida de la comunidad

Las urnas funerarias representaban úteros donde el muerto renacía en un nuevo ser. Los huesos de los difuntos, por ser las partes duraderas del cuerpo, simbolizaban la continuidad de la vida social.

LAS PLANTAS DEL CONOCIMIENTO

Las sociedades prehispánicas manejaron un vasto conjunto de plantas, algunas con importantes usos religiosos. Plantas sagradas como el tabaco, la coca, el yagé, el yopo y muchas más fueron empleadas por los chamanes para adentrarse en la dimensión espiritual de la realidad y visitar los otros niveles del cosmos. El consumo de estas plantas, junto con ayunos, sonidos, efectos lumínicos y movimientos corporales repetidos, inducía el estado de trance que hacía visible lo invisible y enseñaba los secretos y poderes del universo.

Los chamanes y sacerdotes eran expertos en el procesamiento y consumo de la flora sagrada, en sus usos culturales y en reconocer a los distintos espíritus encontrados en

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los trances. Los aspirantes a sacerdote eran entrenados por maestros ancianos y sabios. Pasaban años encerrados en templos y cuevas sin ver la luz del sol, sometidos a dietas sin sal ni ají y a muchas otras restricciones.

El chamán, bajo el efecto de las plantas de poder, conectaba los diversos mundos. Viajaba por el del medio, el superior y el inframundo, para poner en comunicación a todos sus seres.

La coca fue utilizada en rituales de adivinación, curación de enfermedades y ofrendas. Como alimento espiritual, las plantas sagradas debían ser ofrecidas por los hombres a sus dioses. En la Región Andina se cultivaba la coca novogranatense o colombiana. Para optimizar el efecto estimulante, sus hojas secas se mezclaban en la boca con la cal guardada en el poporo.

El yopo, un potente alucinógeno extraído del árbol Anadenanthera, llegaba de los Llanos Orientales. Se inhalaba con una cucharita o un hueso de ave desde bandejas decoradas con animales que evocaban las transformaciones experimentadas.

Una amplia variedad de cuencos, cucharas, inhaladores y bandejas fue empleada en el consumo de las diferentes preparaciones del tabaco, el yagé, el yopo y demás plantas de los dioses.

MITOS Y RITUALES PARA RENOVAR EL MUNDO

Los mitos relataban las historias del origen del universo y la cultura en un pasado remoto. Explicaban la génesis del mundo, de los astros, la gente y los animales, y cómo los grupos sociales habían obtenido su territorio, las herramientas, los instrumentos musicales y las reglas de matrimonio. Los rituales recreaban la mitología. Los danzantes, con sus máscaras y atavíos, se transformaban en los creadores o en los ancestros y revivían, durante los bailes, las hazañas de los primeros tiempos; hacían que el pasado primordial retornara al presente.

Según una tradición milenaria, la pareja ancestral se transformó en dos serpientes y regresó a su laguna de origen. En los mitos es frecuente este retorno al escenario y circunstancias del inicio. La serpiente con una cabeza en cada extremo aparece asociada al sol como símbolo de su oscilación eterna entre dos puntos opuestos en el horizonte, movimiento desde el cual brotaba la vida.

Las mitologías evocaban criaturas insólitas como serpientes de varias cabezas o seres conformados por diversas especies: venado, serpiente, felino y humano. Eran ancestros polimórficos, chamanes transformados o héroes milenarios.

En vasijas con escenas de danzantes con máscaras espeluznantes de colmillos prominentes y mandíbulas enormes los antiguos taironas representaron sus templos transformados en microcosmos primordiales.

El tiempo era concebido de forma cíclica o en espiral, a imagen de eventos repetidos en la naturaleza como los movimientos de los astros, la reproducción de los animales y el periodo de las mujeres.

Las metamorfosis de algunos animales, como los insectos y los batracios, representaron el ciclo incesante de vida, muerte y renacimiento al que estaban sometidos todos los seres.

Las flautas, maracas y silbatos reproducían los sonidos de los animales, los fundadores o los ancestros. En los rituales, la música creaba el ambiente propicio para internarse en el tiempo mítico.

TECNOLOGIAS Y ARTIFICES COSMOLOGICOS

Los pueblos amerindios otorgaron también significados a los materiales, herramientas y técnicas de sus tecnologías, y atribuyeron poderes especiales a los orfebres y otros transformadores de la materia. Los materiales se entendieron como principios de vida o seres en formación, que los artesanos, con su trabajo y el uso del fuego y sus instrumentos, y a la

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manera de los demiurgos, ayudaban a transmutar o a madurar. Los hornos y crisoles se asimilaron a úteros y a otros lugares de peligrosas transformaciones; en ellos se hacían ofrendas y rituales para asegurar los procesos.

Los espejos y otros objetos de obsidiana, pirita, cuarzo y metales fueron instrumentos mágicos, adivinatorios y proféticos. Por sus cualidades reflectoras, se creía que comunicaban con los mundos y seres sobrenaturales. La simetría y el equilibrio de las formas y los diseños de los objetos expresaban la preocupación por la búsqueda del balance de propiedades y fuerzas en el cosmos.

Una filosofía sagrada del brillo dio sentido a los objetos culturales lustrosos y a los fenómenos luminosos de la naturaleza. Generó una estética particular al privilegiar ciertos materiales y acabados. Durante las ceremonias, las placas colgantes de los adornos producían destellos de luz y sonidos metálicos que favorecían la transformación de los participantes y su comunicación con los dioses.

Con frecuencia los tonos rojizos se vincularon con la sangre, el calor, la transformación y lo femenino; los verdes, con la regeneración, el florecimiento y la vegetación; los blancos y amarillos, con el semen y el sol.

La plata y el cobre, con colores y superficies vulnerables al paso del tiempo, se pensaron en concordancia y armonía con la luna, el embrión humano y otras entidades cambiantes y cíclicas de la naturaleza. Al extraer, beneficiar, combinar y trabajar los metales, los mineros y orfebres controlaron y manipularon a la vez sus propiedades materiales y espirituales. Como creadores y transformadores se asociaron a los dioses.

LA CASA Y OTRAS METAFORAS DEL COSMOS

Los pueblos prehispánicos proyectaron sus imágenes del universo en cuevas, cerros y lagunas; en el cuerpo humano, y en casas, vasijas y otros artefactos. Los templos y los cercados de los caciques se pensaron como réplicas sagradas del cosmos: sus pisos y techos se identificaban con los mundos superpuestos, y las puertas con los canales que los comunicaban, mientras los postes representaban el eje y los soportes cósmicos. En su interior, sacerdotes y gobernantes registraron los movimientos de los astros para programar las actividades colectivas y realizar ceremonias orientadas a conjurar el caos y la destrucción.

Los cercados o viviendas de los caciques rodeadas por empalizadas se imaginaron como un organismo viviente. La puerta era su boca, el poste central, su esqueleto, y el camino ceremonial, su estómago

- POPORO

Efemérides. El 22 de diciembre de 1939 el Banco de la República adquirió el objeto prehispánico que daría inicio a la colección del Museo del Oro, el Poporo Quimbaya, pieza maestra de orfebrería que actualmente se encuentra exhibida en la sala Cosmología y Simbolismo, en Bogotá. Vea algunas fotos del Poporo en el siguiente álbum:

Con este poporo encontrado en Antioquia en el siglo XIX, el Banco de la República inició en 1939 su Museo del Oro. Imita un fruto de calabazo cuyas formas redondeadas se relacionaron con el cuerpo femenino.

El muy conocido poporo quimbaya que motivó la creación de la colección arqueológica del Banco de la República fue elaborado a la vez con núcleo y en dos fundiciones sucesivas. Una gammagrafía muestra los orificios remachados de los tabiques usados para soportar el núcleo, pero en ella se ve además una parte negra más densa en la base, que en la superficie del objeto muestra al análisis visual un cambio de color.

Recipientes como el budare, los canastos, el banquito y el poporo, y artefactos tecnológicos

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como el telar y el huso, son algunas de las metáforas-objeto empleadas en el mundo indígena actual —y tal vez también en el pasado— para “encarnar” de manera condensada la totalidad o parte de la estructura y funcionamiento del cosmos. Estas metáforas sirven para que las personas interioricen y recuerden los marcos cosmológicos, y sigan las formas de vida y pensamiento ideales, o tradicionales, establecidas en ellos. Actúan así como soportes materiales de la memoria cosmológica, como “artefactos mnemotécnicos” con un papel fundamental en la transmisión de la herencia cultural del grupo y en la continuidad de la sociedad.

Pero “los objetos cosmológicos” no son sólo artefactos de memoria; son también con frecuencia instrumentos sagrados con poderes para modificar el mundo. Muchos de los artefactos de orfebrería fueron símbolos cosmológicos de primer orden entre las sociedades prehispánicas; por su brillo, colores, olores y perdurabilidad, metales como el oro, el cobre, la plata y el platino fueron medios privilegiados para la elaboración de objetos cargados de significados relacionados con la visión del mundo a los cuales se les atribuyeron poderes especiales.

La “casa” (maloca, vivienda unifamiliar, templo, etc.) es un símbolo o metáfora al parecer universal entre las sociedades indígenas para pensar el cosmos. Casa y cosmos se conciben como idénticos: dos espejos, reflejo uno del otro. Con frecuencia el cuerpo humano, la chagra (o sembrado), el territorio y algunos objetos materiales forman con estos dos símbolos una larga cadena de metáforas: la casa —por ejemplo— es un cuerpo y el cuerpo una casa; el cosmos, un poporo, y el poporo, un cosmos…

El cosmos es así representado como una gran casa, la primera y arquetípica, construida en el inicio de los tiempos. En su interior se alojan los diferentes cielos y tierras, en donde a su vez existen casas habitadas por los seres propios de cada mundo, como la casa o casas de la gente del grupo social o etnia, ubicada generalmente hacia el centro del nivel medio.

En su estructura y funcionamiento, la casa de la gente en este mundo es concebida asimismo a la manera de un microcosmos. Su forma, partes y andamiaje reproducen el armazón de la gran casa-cosmos: el techo replica los cielos; el piso, la tierra de los humanos; las puertas, los orificios por donde entra y sale el sol todos los días; el poste central, su axis mundi. La ubicación de la gente dentro de la casa y su comportamiento están regidos por esta misma metáfora: los rituales, por ejemplo, se realizan en el centro de la maloca, el lugar del “ombligo” del mundo donde habita la etnia. El funcionamiento de todo en su interior a lo largo del tiempo (el día, el mes, el año, etc.) está ordenado por los recorridos del sol, los ciclos de algunas estrellas y demás elementos que se piensa rigen el macrocosmos.

Muchas de estas casas son verdaderos observatorios astronómicos en cuyo interior se registran los movimientos de los astros y otros fenómenos celestes, a partir de los cuales se hacen predicciones sobre el clima, se calcula el tiempo y se programan las actividades económicas y rituales. Su orientación y construcción son objeto de gran cuidado y precisión. Por todo esto son a menudo edificaciones sagradas, viviendas de los especialistas religiosos y escenario de la mayoría de las ceremonias religiosas.

Entre los muiscas y otros grupos como los del Cauca Medio, el “cercado” o casa del cacique era un lugar público, centro político y religioso, con una estructura arquitectónica elaborada y construido con participación de toda la comunidad. Era un símbolo del poder del cacique y al mismo tiempo de toda la sociedad. En su interior se llevaban a cabo ceremonias de diversos tipos, entre ellas sacrificios humanos. Era también un centro de actividades económicas como el mercado, era lugar de defensa o fortaleza militar y el centro o núcleo alrededor del cual se ordenaban las casas de la demás gente de la comunidad. Era en suma centro ceremonial, sede de gobierno y fortificación para la defensa. También cumplía una función como elemento de prestigio del cacique frente a otros caciques y a su gente. En el caso del “cercado” muisca, éste estaba provisto de una “carrera” o calzada que comunicaba con un santuario, y en donde se celebraban “procesiones” y otras ceremonias.

Las metáforas con relación a la casa forman un eje importante del pensamiento simbólico. La casa representa también un cuerpo humano, generalmente el de una deidad, como la Creadora: algún lugar de ella simboliza el útero, y la puerta de entrada, su sexo; las vigas, sus

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costillas; el tejido del techo, su piel, y la gente la fertiliza con ofrendas o rituales llevados a cabo en su interior. El cuerpo humano, a su vez, se imagina armado a la manera de una casa.

LA OFRENDALos objetos de orfebrería prehispánica no fueron simples adornos, sino los símbolos de la religión de los indígenas prehispánicos, el chamanismo

La sala de la ofrenda, en el tercer piso del Museo del Oro, alude al sentido de este arte religioso, en un ambiente de penumbra donde seis vitrinas cilíndricas conectan cielo y tierra. La Balsa Muisca, el objeto que simboliza el mito y la ceremonia del Dorado, introduce el tema de la ofrenda que realizaba el cacique o el chamán para promover o restaurar el equilibrio del mundo.Al final del recorrido una persona lo detendrá y le indicará que espere. Cuando una pared se abra, usted asistirá a un evento de luz y sonido que se quedará grabado en su memoria. Ni el web ni los más novedosos monitores de computador sirven para describir o contar lo que usted sentirá cuando visite físicamente el Museo. ¡No deje de venir a conocerlo!

Enseguida, la Sala de Consulta ofrece a los visitantes la oportunidad de disfrutar el video Poporo, realizado en 2004 por el artista Luis Cantillo, inspirado en los objetos del Museo. Esta obra de arte digital recibió el primer premio de la Bienal de Videoarte del BID en Washington y el segundo premio en el festival FILE 2004 de Sao Paulo, Brasil. También se puede consultar el sitio web del Museo y, próximamente, la base de datos con la información completa de los objetos de las colecciones.

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El metal transformado por los orfebres regresa a su lugar de origen. Toma la forma del chamán-ave que vuela por los mundos del medio, de lo alto y lo profundo. Asume la postura del chamán sentado que en el trance alucinatorio descubre los secretos del cosmos y controla las fuerzas que regulan la vida.

Los objetos de metal vuelven a la tierra como regalos a los dioses. Dotados de profundos significados religiosos, son ofrendados en lagunas y cuevas para restablecer el equilibrio del mundo. Se cierra así el ciclo del metal que, manipulado por los hombres, les sirve para manejar el universo.

EL VUELO CHAMANICO

El hombre canasto

Los chamanes adoptan distintas posturas durante los trances. Sentados con los brazos enlazando las rodillas, consiguen estados de concentración. Algunos grupos indígenas llaman a esta postura "de canasto", por la semejanza con este recipiente, y creen que los aprendices guardan allí las enseñanzas de sus maestros.

El chamán-ave en vuelo

El chamán alcanza estados alucinatorios en los cuales siente que se transforma en un ave y realiza largos vuelos. Unos creen transfigurarse en cóndor, otros en colibrí o garza. El chamán muisca de Ubaque contaba a los españoles que podía volar hasta la ciudad de Santa Marta.

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La comunicación con los espíritus

El chamán vuela a otras dimensiones del cosmos para comunicarse con los espíritus. Les consulta sobre las enfermedades y el futuro, aprende cantos y bailes, y negocia peces y animales de cacería con sus "dueños";. El contacto con los dioses es su principal fuente de sabiduría y conocimiento.

Los atavíos del chamán

Los chamanes usan máscaras, coronas de plumas y objetos imbuidos de poderes y significados. Sus maracas y varas sonajeras reproducen los animales, las plumas de garza purifican el cuerpo y los bastones con figuras alojan a los espíritus que ayudan en los rituales.

Las aves, íconos del chamán

Las aves son símbolos primordiales del chamán. Con ellas comparte la capacidad de volar. Como ellas, ve a grandes distancias, comunica la tierra con el cielo y participa en la reproducción de la naturaleza. Sus coronas y otros adornos de plumas expresan esta identificación.

Los auxiliares del chamán

Los chamanes cuentan con espíritus animales y seres fantásticos que los asisten. Aves poderosas como la tijereta de mar y el gallinazo rey les ayudan a volar; peces voraces destruyen las enfermedades, y guacamayas y loros llevan sus recados.

LA OFRENDA

La BALSA DE LA OFRENDA

Cada cierto tiempo los muiscas realizaban grandes ceremonias en las lagunas de los páramos. Los pueblos se congregaban bajo la dirección de sus caciques y sacerdotes para hacer ofrendas a los dioses. Según dice la leyenda, en algunas de estas ocasiones se celebraba el ritual de El Dorado: un cacique muy poderoso, acompañado por sus sacerdotes, entraba en una balsa al medio de la laguna y arrojaba oro y esmeraldas a las aguas.

La figura de oro encontrada en Pasca, Cundinamarca, parece representar esta tradición.

CORRER LA TIERRA

La laguna de Guatavita era el principal centro de ofrendas religiosas del territorio muisca y el punto de partida de lo que los españoles llamaron “Correr la tierra”: jóvenes de los pueblos de la Sabana y los valles vecinos se reunían al amanecer en sus orillas y partían para recorrer a gran velocidad un camino que los conducía por las lagunas de Guasca, Siecha, Teusacá y Ubaque. En cada uno de estos sitios hacían ofrendas y regresaban luego, también a la carrera, para concluir en Guatavita ya entrada la noche.

SALA DE LA OFRENDA

En el universo los principios naturales y sobrenaturales están en equilibrio. Hay hombres y también mujeres, a la sombra sigue la luz, a la lluvia la sequía, a lo silvestre se opone lo domesticado y al mundo de arriba el de abajo. Cuando el equilibrio se rompe sobreviene el caos; fuerzas incontenibles se apoderan del universo, ruge el terror y amenaza el desorden.

Entonces los hombres sabios intervienen para devolver el orden al mundo; por medio de las ofrendas sagradas, restauran el equilibrio y hacen que la vida siga su curso.

Los mamos o sacerdotes de la Sierra Nevada de Santa Marta cantan en la Sala de la Ofrenda. El oro es sagrado para ellos, y lo visitan para hacer ofrendas, como lo hacen también en la Laguna de Guatavita. Su música ancestral, que se llama yanka, se acompaña con instrumentos tradicionales como el sonajero de semillas, el caracol macho, el caracol hembra y el tambor tradicional.

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Mamos que intervienen en el canto:

Seukukui - Nolberto TorresYareimacu - Julio TorresBunchanabin- Jesús IzquierdoMenyabin - Luis Guillermo Izquierdo.