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Faculteit Letteren en Wijsbegeerte 2016 – 2017 Laetitia Verbeiren Multilingüismo y construcción de la identidad en las obras de Sylvia Molloy, Laura Alcoba y Paloma Vidal Masterproef voorgedragen tot het behalen van de graad van Master in de taal-en letterkunde Frans – Spaans Promotor: Prof. dr. Ilse Logie Vakgroep Letterkunde

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Faculteit Letteren en Wijsbegeerte

2016 – 2017

Laetitia Verbeiren

Multilingüismo y construcción de la identidad

en las obras de Sylvia Molloy, Laura Alcoba y

Paloma Vidal

Masterproef voorgedragen tot het behalen van de graad van Master in

de taal-en letterkunde Frans – Spaans

Promotor: Prof. dr. Ilse Logie

Vakgroep Letterkunde

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Agradecimientos

Muchas gracias a la profesora Ilse Logie por sus comentarios, consejos y correcciones que me

ayudaron enormemente a la hora de escribir esta tesina y combinarla con la formación del

profesorado. Gracias por su paciencia, su perseverancia constante y su confianza en mí.

También quisiera agradecerle a mis padres por haberme educado bilingüe. Estoy segura de que

mi fascinación por las lenguas nació en aquellos momentos en los que di clases de neerlandés

y de francés a mis muñecas o cuando nos reímos a carcajadas en la mesa con bromas

multilingües y mezclas imposibles. Gracias por hablar amor en cada lengua.

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Índice

1. Introducción......................................................................................................................................... 7

2. Vida y obra de las tres autoras y justificación del corpus ................................................................... 9

2.1 Sylvia Molloy ................................................................................................................................ 9

2.2 Laura Alcoba ............................................................................................................................... 10

2.3 Paloma Vidal ............................................................................................................................... 11

3. Conceptos teóricos ............................................................................................................................ 12

3.1 El género autoficcional ................................................................................................................ 12

3.2 El multilingüismo y la construcción de la identidad en contextos de exilio ............................... 13

3.3 Multilingüismo y experiencia traumática; la noción de lo siniestro ............................................ 16

4. Análisis de las novelas ...................................................................................................................... 19

4.1 Vivir entre lenguas de Sylvia Molloy .......................................................................................... 19

4.1.1 La dimensión autobiográfica y los personajes ...................................................................... 19

4.1.2 Los espacios ......................................................................................................................... 22

4.1.3 Lo siniestro ........................................................................................................................... 22

4.1.4 La lógica de convivencia: ¿una visión rigurosa? .................................................................. 24

4.2 El azul de las abejas de Laura Alcoba ........................................................................................ 25

4.2.1 El aprendizaje de la lengua como construcción de la identidad ........................................... 26

4.2.2 La dimensión autobiográfica: una lógica de sustitución ...................................................... 30

4.3 Más al sur de Paloma Vidal ........................................................................................................ 31

4.3.1 La dimensión autobiográfica ................................................................................................ 31

4.3.2 Los personajes: idioma e identidad ...................................................................................... 33

4.3.3 Los espacios: multilingüismo como lugar de apertura ......................................................... 37

4.4.4 Lo siniestro de la identidad ................................................................................................... 38

4.4 Mar azul de Paloma Vidal ........................................................................................................... 40

5. Comparación recapitulativa de las obras ........................................................................................... 42

6. Conclusión ......................................................................................................................................... 45

7. Bibliografía ........................................................................................................................................ 47

Número de palabras: ~ 18.693

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1. Introducción

Sylvia Molloy, Laura Alcoba y Paloma Vidal son tres autoras muy diferentes y muy similares

a la vez. Todas son argentinas – o lo fueron al inicio de su vida – y migraron a otros lugares.

Molloy estudió en Francia y fue a trabajar a los Estados Unidos, Alcoba huyó de la Revolución

Argentina y encontró la felicidad en Francia y Paloma Vidal se mudó con sus padres a Brasil

siendo niña. Es decir que, además de su exilio, es el multilingüismo el que vincula a estas

mujeres. Cada una es bilingüe o trilingüe y busca cómo manejar su identidad polifacética. En

Tongue Ties (2003), Gustavo Pérez Firmat distingue tres tipos de autores multilingües. Primero,

aquellos que conocen más lenguas pero que escriben solo en una. Es lo que encontramos en el

caso de Laura Alcoba, si bien ella acentúa que estos textos también están influenciados por la

otra lengua. Segundo, los autores que escriben unas veces en la primera lengua y otras veces en

la segunda, como Sylvia Molloy. Y, en tercer lugar, aquellos cuyos textos mezclan los dos

idiomas, categoría que empalma más bien con la obra de Paloma Vidal, a quien le gusta

autotraducirse y conservar partes de ambas lenguas en su escritura.

Queda claro que el lenguaje constituye gran parte de quiénes somos, o, como leemos en Tongue

Ties: “language acts are acts of identity. We are what we speak.” (Pérez Firmat, 2003: 2). Pero,

“being bilingual. What does it mean? Living in two languages, between two languages, or in

the overlap of two languages?” plantea Isabelle De Courtivron (2003: 1). Es esta la pregunta

que nos hacemos en esta investigación. ¿Qué significa, para estas autoras, ser bilingüe? ¿Cómo

son bilingües? ¿En qué medida este multilingüismo juega un papel en la construcción de la

identidad? No solo en la identidad de las escritoras mismas, sino también en la identidad de los

personajes que crean en sus libros. Porque “what brings together the mismatched pieces [of

their lives] is the writing process” (2003: 3) o, digamos, se construyen a través de la escritura.

Es decir que, para observar de qué manera se forma la identidad de Molloy, Alcoba y Vidal

alrededor del, gracias a o a pesar del multilingüismo, tenemos que analizar sus textos. La lengua

es igual a la identidad que podemos destacar de la escritura de las autoras. Ana Casas nos

advierte de la estrechez de miras que puede resultar del análisis de autoficciones. “Determinar

hasta qué punto una obra es más o menos fiel con respecto a una vida, o hasta qué punto la

proyección ficcional del autor hace justicia a la persona real, no aclara demasiado sobre el

funcionamiento de un texto.” (2016: 11) Así que, en este trabajo, no miraremos qué escenas de

los libros coinciden con eventos de la vida real de las autoras, sino que buscaremos, partiendo

de los textos, ejemplos literarios que revelan el punto de vista que tienen Molloy, Alcoba y

Vidal sobre el multilingüismo. Marcos Seifert observa que el objetivo de Paloma Vidal en Más

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al sur es “hacer visibles las marcas que los viajes han dejado en ella o en otros.” (2014: 284)

Es nuestra tarea, entonces, encontrar estas marcas de construcción de identidad, las huellas de

multilingüismo en las obras y exponerlas en esta tesina.

En un primer paso, proponemos echar un vistazo a la vida y obra de las autoras seleccionadas

para entender mejor sus antecedentes y justificar el corpus de nuestra elección. ¿Por qué

analizamos Vivir entre lenguas de Sylvia Molloy, El azul de las abejas de Laura Alcoba y Más

al sur de Paloma Vidal? Después seguirá una parte más teórica del trabajo en la cual

explicaremos los conceptos de autoficción, multilingüismo, construcción de la identidad y

migración. Además, nos interesará vincular al multilingüismo el concepto de lo siniestro, como

propone Molloy en su texto cuando dice que aprender una lengua es “romper con lo seguro”.

(2016: 9) Luego, presentaremos nuestro análisis de las obras, proceso durante el cual nos

focalizamos en el aspecto autobiográfico, los personajes, los espacios y los elementos siniestros,

siempre para hablar del multilingüismo y de la construcción de la identidad. Finalmente, antes

de la conclusión final, compararemos brevemente las diferentes visiones de las autoras

encontradas en los textos analizados.

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2. Vida y obra de las tres autoras y justificación del corpus

2.1 Sylvia Molloy

Sylvia Molloy nació en Buenos Aires en 1938 de un padre de familia anglo-irlandesa y una

madre de familia francesa. En su texto Entre traslados y regresos en la revista Nueve Perros

(2001) leemos que habló español como única lengua hasta los 4 años. Luego pasó al inglés con

su padre y añadió el francés a los 8 años porque era la lengua perdida de su madre. Empezó la

carrera de química en la Universidad de Buenos Aires, pero descubrió rápidamente que las

ciencias exactas no eran lo suyo, pero sí la literatura. Así decidió prepararse a una beca para la

Sorbona en París mediante un curso intensivo en el Instituto Francés de Estudios Superiores.

Una vez llegada a Francia, Molloy cursó la carrera e hizo un doctorado en literatura comparada.

Después de su graduación en 1967, regresó a la Argentina y trabajó para le revista Sur. Luego

emigró a los Estados Unidos y enseñó en la Universidad de Buffalo, en Vassar College,

Princeton, Yale y finalmente en New York University, donde se jubiló en 2010.

Molloy escribió las novelas En breve cárcel (1981) y El común olvido (2012), los relatos Varia

Imaginación (2003), Desarticulaciones (2012) y los ensayos Acto de presencia (1996), Las

letras de Borges (1979) y Poses de fin de siglo (2012). Actualmente sigue escribiendo, habiendo

publicado en 2016 su libro autobiográfico Vivir entre lenguas que nos interesará en este trabajo.

Decimos “libro autobiográfico” si bien se trata de una autoficción1 ensayística, una noción que

desarrollaremos en seguida. Molloy nos ofrece un vistazo a su vida como escritora plurilingüe,

nos presenta a su familia y a sus amigos en forma de personajes que manejan la migración y el

multilingüismo de modos muy distintos y vincula sus propias experiencias con reflexiones

teóricas.

La biografía de Sylvia Molloy ya cuenta mucho sobre la manera en la que vive su

multilingüismo. En primer lugar, parece importante subrayar que no se fue de la Argentina por

motivos problemáticos, no fue un exilio forzoso. No huyó, sino que decidió irse como joven

para estudiar afuera y emigró a los Estados Unidos para realizar su sueño literario. Además,

escribe sus libros no solo en español, sino también en inglés y en francés. Molloy lo explica

claramente en el ensayo Bilingualism, writing, and the feeling of not quite being there, que

forma parte del libro Lives In Translation de Isabelle de Courtivron.

1 «una novela o relato que se presenta como ficticio, cuyo narrador y protagonista tienen el mismo nombre que el

autor» (Alberca, 2007: 158)

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To clarify things (not to simplify them), let me say that, at this point in my life, I write fiction

in Spanish (and cannot imagine doing otherwise); criticism in English, Spanish (and, on

occasion, in French). (2003: 76)

Queda claro entonces que el multilingüismo de Molloy sigue una lógica de convivencia: el

español, el inglés y el francés son igualmente importantes en su vida; una importancia que se

notará particularmente en el texto que analizaremos a continuación. Sin embargo, al contrario

que la visión de Paloma Vidal (cf. infra), cada idioma tiene su propio dominio. Además, esto

siempre ha sido así, desde que adquirió las diferentes lenguas como niña. Lo dice ella misma

en la primera página de Vivir entre lenguas:

La adquisición de los tres idiomas no ocurrió simultáneamente sino de manera escalonada y

cada idioma pasó a ocupar distintos espacios y a teñirse de afectividades diversas, acaso

encontradas. (Molloy, 2016: 9)

Y un poco más adelante en su libro: “Cada idioma tiene su territorio, su hora, su jerarquía.”

(2016: 18) Sylvia Molloy y su hermana, como leemos en Lives In Translation (2003), se

entrenaron desde pequeñas a mantener los idiomas separados, tanto en casa como en el colegio

bilingüe. Es lo que Gustavo Pérez Firmat llama tongue ties o emotional bonds (lazos ligüísticos)

que uno puede mantener con las lenguas que habla: “Mother tongues are forked or folded into

father and sister tongues, spouse and lover tongues, friend and enemy tongues. […] Many

nonlinguistic factors, some nearly impossible to detect, shape a bilingual’s engagement with

languages, his or her diálogo de las lenguas.” (Pérez Firmat, 2003: 3)

2.2 Laura Alcoba

Como Sylvia Molloy, Laura Alcoba nació en Buenos Aires. En el artículo Elles ont choisi le

français pour écrire de Francesca Dainese (2015) leemos que nació en 1968 en una familia de

padres montoneros 2. Después de un período muy traumático durante la Revolución Argentina

(1966-1973) y el encarcelamiento de su padre, a los diez años Alcoba emigra a Francia con su

madre, donde sigue viviendo hasta ahora. Se licenció en letras en l’Ecole Normale Supérieure

de París. Actualmente enseña en la Universidad de París y trabaja como editora y traductora en

les éditions du Seuil.

Todos los libros de Alcoba han sido escritos en francés y traducidos al castellano y a otras

lenguas, porque es el idioma en el que se sienta más cómoda y más libre. En varias entrevistas

explica que escribir en francés le da la distancia que necesita para hablar de eventos

2 Organización político-militar argentina de la izquierda peronista (1970-1980)

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autobiográficos. Manèges (2007) o La casa de los conejos (2008) fue su primera novela y al

mismo tiempo la primera vez que rompió el silencio de su infancia. Luego siguió con los libros

Jardin blanc en 2009, Les passagers de l’Anna C. (2011) y Le bleu des abeilles (2015) que

analizaremos a continuación. Su última novela es La danse de l’araignée publicada hace

algunos meses. El azul de las abejas – tal como Vivir entre lenguas de Sylvia Molloy – es una

autoficción.

Nos encontramos aquí ante una situación muy distinta que la que marca la vida de Sylvia

Molloy. La emigración de Laura Alcoba fue un arrancamiento violento en su infancia después

de un largo tiempo traumático que dejó sus huellas en sus quehaceres hasta hoy en día. Más que

una lógica de convivencia de los idiomas se podría hablar entonces de una lógica de supresión

o de sustitución: el español cede el sitio al francés, lengua que le permite a Alcoba olvidar o

superar su pasado tumultuoso.

2.3 Paloma Vidal

La tercera autora que nos interesará en este trabajo es Paloma Vidal, que igualmente nació en

Buenos Aires, en 1975. Ya emigró a Brasil cuando tenía dos años. En 1999 se licenció en letras

y en 2006 en filosofía, ambas carreras cursadas en la Universidad Federal de Río de Janeiro.

Actualmente enseña teoría literaria en la Universidad Federal de San Pablo.

Vidal escribe sus novelas en portugués. Su primer libro A duas mãos data de 2003. Luego siguen

entre otros Mais ao sul (2008), que tradujo personalmente al español bajo el título Más al sur

en 2011, Algum lugar (2009) y Mar azul (2012), este último texto fue traducido al castellano

por Guillermina Torres en 2015.

Por tercera vez, hallamos una respuesta distinta frente al alejamiento de la lengua materna en

el contexto del exilio. En el caso de Paloma Vidal no se trata de una migración digamos

universitaria ni de una fuga por razones políticas. Adopta el portugués como idioma de su nuevo

país y sigue hablando español en casa con su familia hispanohablante. Es más: asimila ambas

lenguas y autotraduce sus propios libros. A diferencia de Molloy y Alcoba, Vidal logra adoptar

una lógica de yuxtaposición, de comparación de sus dos idiomas. Tiene una apertura hacia la

traducción que Alcoba no se permite por el dolor que conlleva la lengua española y que Molloy

no encuentra por el propio dominio de cada idioma. Por esta razón decidimos comparar las

autoficciones de estas tres autoras. Elegimos como punto de partida lo que tienen en común: su

patria, la Argentina, y su multilingüismo por consecuencia de su migración. Arrancamos desde

allí para analizar sus diferentes respuestas a la construcción de la identidad.

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3. Conceptos teóricos

3.1 El género autoficcional

En primer lugar, en esta parte más teórica de nuestro trabajo, queremos aclarar brevemente la

noción de la autoficción, porque no puede ser una coincidencia que los tres textos que

analizaremos tienen este género en común. Leemos en El yo fabulado de Ana Casas (2016) que

la palabra autoficción apareció por primera vez en 1977, explicada por el autor francés Serge

Doubrovsky como un “género mestizo”, una “ficción de acontecimientos estrictamente reales”.

(2016: 7) Desde ahí, partió en todas las direcciones posibles, dejando atrás un concepto muy

ancho apropiado para “textos de muy diversa índole, que tienen en común la presencia del autor

proyectado ficcionalmente en la obra.” (Casas 2012: 11) Así, El azul de las abejas de Laura

Alcoba “nació de ciertos recuerdos persistentes, aunque muchas veces confusos; de un puñado

de fotografías y de una larga correspondencia de la que no subsiste más que una voz: las cartas

que mi padre me envió de la Argentina.” (Alcoba 2015: 125) Damos el nombre de autoficción

ensayística a Vivir entre lenguas de Sylvia Molloy, porque coincide lo que cuenta sobre el

funcionamiento de los idiomas con lo que sabemos sobre su propio multilingüismo de diferentes

entrevistas y ensayos. Sin embargo, más que de una autoficción, en este caso se trata igualmente

de una reflexión sobre la lengua. En Más al sur de Paloma Vidal, el género aparece más

sutilmente, puesto que se trata de diferentes cuentos. De todos modos, podemos hablar de una

autoficción por los pasajes en los que narra sobre la migración a Brasil y el aprendizaje del

portugués que, de una forma u otra, seguramente ha experimentado la propia narradora.

Luego, es importante ver que el género de la autoficción está directamente y estrechamente

vinculado con la construcción de la identidad. Como flota entre la novela y la autobiografía,

encarna perfectamente el sentimiento de la identidad fragmentada que encontramos dentro de

la obra de nuestras autoras multilingües. Ana Casas dice que el género autoficcional muestra

bien la “problematización del yo unívoco” y la “apreciación del yo como un ser disgregado y

múltiple, incapaz de mantenerse fiel a su pasado o de tener una unidad única.” (2012: 13) Si el

multilingüismo revela una identidad troceada, tema que analizaremos en este trabajo, queda

claro que la autoficción, que contiene en sí la “idea de construcción, de artefacto” (2012: 39) es

el género adecuado para abordar este tema. La identidad fragmentada se muestra en la estructura

del texto mismo.

Además, “la narrativa autoficcional permitiría al autor hablar de sí mismo y de los demás con

mayor libertad.” (2012: 17) Es lo que vemos claramente en el caso de Laura Alcoba. En el

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momento de contar por primera vez su historia personal, podríamos decir que se encuentra con

dos problemas: la lengua española la bloquea y el género resulta cuestionado. No se atreve a

escribir una autobiografía por la desconfianza que tiene en la veracidad de sus recuerdos de

niña, pero tampoco quiere escribir una novela ficcional porque finalmente, después de tantos

años, desea narrar lo que vivió en la Argentina y migrándose a Francia. Son, entonces, la lengua

francesa y la autoficción los elementos que le dan esa libertad necesaria para contar su historia

al mundo, para reconstruirse a través de la escritura y para olvidar un poco, como lo dice de

manera tan bonita en el prólogo de La casa de los conejos:

Si al fin hago este esfuerzo de memoria para hablar de la Argentina de los Montoneros, de la

dictadura y del terror, desde la altura de la niña que fui, no es tanto por recordar como por ver

si consigo, al cabo, de una vez, olvidar un poco. (2008: 12)

En los textos de Paloma Vidal se arrima otra razón para elegir la autoficción como género de

su escritura. Ella decide contar su historia desde diferentes puntos de vista, incluyendo en su

libro varios cuentos que muestran diversas formas de manejar la migración y el multilingüismo.

Ana Casas explica esta decisión de la manera siguiente: “La aptitud polifónica de la novela, su

capacidad para multiplicar los puntos de vista, es, en efecto, uno de los rasgos que puede

presentar la autoficción, subvirtiendo así la unidad del sujeto que se presupone a los textos

autobiográficos.” (2012: 35-36) Dicho de otro modo, Vidal mezcla la unidad del sujeto de la

autobiografía con los múltiples puntos de vista que aparecen típicamente en la novela. Así,

puede contar las diferentes facetas de sus experiencias personales.

3.2 El multilingüismo y la construcción de la identidad en contextos de exilio

La cuestión de la identidad del migrante es un “hot topic” entre los autores de hoy en día.

Muchos manejan conceptos tales como exilio, migración, transculturación, era

posmonolingual y multilingüismo. Donde la transculturación engloba el “intercambio que

caracteriza todo contacto cultural” (Mertz-Baumgartner, 2005:13), el exilio tiene una

connotación más ambigua. Por un lado, el exilio siempre está acompañado de una ruptura. Uno

deja su país natal, pero tampoco pertenece al nuevo mundo donde llega. Se podría hablar de

una “no-pertenencia” (2005:13). Por otro lado, sostiene Mertz-Baumgartner, el exilio muchas

veces significa también una liberación. Se huye de circunstancias insostenibles y se abre camino

a diferentes perspectivas, a una visión más objetiva del mundo. Ahora, cuando pasamos al

concepto de multilingüismo, ocurre algo interesante. Al buscar una definición de esta noción en

el diccionario en línea de la Real Academia Española, leemos que el multilingüismo es la

“coexistencia de varias lenguas en un país o territorio.” Un poco desconcertados por esta

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explicación, buscamos la palabra bilingüismo, que significa según la RAE el “uso habitual de

dos lenguas en una misma región o por una misma persona.” Dicho de otro modo, una persona

no podría hablar más de dos lenguas; el multilingüismo solo se utiliza para hablar de lo

geográfico. Esta conclusión refleja la visión de muchas personas. Sin embargo, la lingüista

Guadalupe Valdés subraya que, contrariamente a lo que se cree frecuentemente, la mayoría de

la población global es bilingüe o multilingüe. Pero es verdad que existen diferentes definiciones

del término. Valdés distingue dos grupos de lingüistas:

Some researchers have favoured a narrow definition of bilingualism and argued that only those

individuals who are very close to two monolinguals in one should be considered bilingual. More

recently, however, researchers who study bilingual and multilingual communities around the

world have argued for a broad definition that views bilingualism as a common human condition

that makes it possible for an individual to function, at some level, in more than one language.

The key to this very broad and inclusive definition of bilingualism is ‘more than one’. 3

Queda claro que las autoras analizadas en este trabajo son multilingües del primer tipo. Las tres

crecieron con diferentes lenguas desde pequeñas y hablan perfectamente dos o tres idiomas.

Adoptamos entonces la primera definición del multilingüismo: una persona multilingüe es

quien está cerca de dos o más monolingües dentro de una persona. Es evidente que, al analizar

la construcción de la identidad, no consideramos bilingües a los hispanohablantes que pueden

comprar un pan en un supermercado inglés.

Dijimos del término exilio que expresa tanto un sentimiento de no-pertenencia como una

liberación. Lo mismo podría decirse del multilingüismo: hablar distintas lenguas no solo

multiplica las experiencias y amplía horizontes, sino que también divide el alma de la persona

bilingüe. Leemos en la introducción de Tongue Ties de Gustavo Pérez Firmat (2003) que el

bilingüe está tironeado entre idiomas en conflicto. Actualmente celebramos sobre todo las

ventajas del multilingüismo, pero hace falta recordar que no siempre fue así. Un lingüista

francés como Maurice Grammont ha pretendido que el bilingüismo era una forma de

esquizofrenia: para estar psíquicamente sana, una persona necesitaría limitarse a una sola

lengua. (2003:6) Y Sylvia Molloy lo describe claramente en su Vivir entre lenguas: “A pesar

de que tiene dos lenguas, el bilingüe habla como si siempre le faltara algo, en permanente estado

de necesidad.” (Molloy, 2016:23) Es como si el bilingüe dividiera su alma en horrocruxes4: en

3 https://www.linguisticsociety.org/resource/multilingualism [consulta: 22/05/2017] 4 En Harry Potter de J.K. Rowling, un horrocrux es un objeto en el que alguien ha ocultado una parte de su alma

con el objetivo de ganar la inmortalidad.

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cada idioma deposita una parte de su alma, de su identidad. En Lives In Translation se plantea

la misma pregunta: “Are there disadvantages to being a traveler between languages, a double,

triple or even quadruple agent crossing frontiers of identity?” (De Courtivron, 2003: 2)

La (re)construcción de la identidad del migrante, especialmente después de un exilio

traumático, es entonces algo muy delicado. En este estudio nos interesa aclarar qué papel puede

jugar el multilingüismo en este proceso. ¿Facilita la construcción de la identidad, visto que los

diferentes idiomas pueden ofrecer distintas perspectivas, experiencias, diferentes contactos con

personas? ¿O sería el multilingüismo una dificultad suplementaria en la construcción de la

identidad, porque además de la no-pertenencia del exilio, también despedaza la identidad del

bilingüe? De todos modos, el multilingüismo refuerza las ventajas y las desventajas de la

migración. Es un ensanchamiento de los horizontes desde el punto de vista geográfico y

lingüístico, pero también una división del alma entre la patria y el país de acogida y entre los

diferentes idiomas del migrante. Estos dos aspectos aparecen también en la introducción de

Isabelle De Courtivron:

The lifelong struggle to reconcile the different pieces of the identity puzzle continues to be a

painful and constantly renegotiated process. All the more so, perhaps, when the fragmentation

exists in that most intimate of sites – language. […] But none [of the bilingual writers in this

collection] regrets the emotional and literary enrichment that being bilingual has brought them.

(2003: 2)

Otra noción interesante para este capítulo es la noción de la ruina. Cuando Badagnani habla de

una “estética de las ruinas” como “la necesidad de reconstruir la identidad”, pensamos

inmediatamente en el caso de Laura Alcoba, para quien fue importantísimo “decir “basta” un

día y empezar a hablar. O escribir.” (Castro & Forné, 2015: 67) Sin embargo, Sylvia Molloy

distingue entre una ruina y algo que está en ruinas. (Molloy, 2009: 52) Aquí surge la pregunta:

¿La identidad es una ruina? ¿Es algo que se puede reconstruir después de una migración y de

un cambio de lengua? ¿O la identidad de un migrante, de un bilingüe, está en ruinas para

siempre? ¿Es imposible reconstruirla? ¿Solamente se puede suponer o rememorar una identidad

única? Si se puede construir una identidad, aunque haya una discordia entre países y lenguas

después de la migración, si tenemos esperanza, nos preguntamos ¿Cómo? Quizás por volver a

la patria, por la reconciliación de las diferentes identidades adoptadas o por dejar el pasado

completamente atrás. Molloy evoca también la respuesta de “simulating a ruin” (2009: 59): dar

a la identidad, la patria, la lengua materna, el estatuto de ruina puede ofrecer paz. Si nada está

como antes, si de todos modos no queda nada del yo del pasado, será más fácil despedirse. Aquí

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también, como en el apartado anterior, nos interesarán las diferentes visiones de nuestras

autoras. Allí donde los personajes de Sylvia Molloy vuelven a Buenos Aires para reconstruirse,

Laura Alcoba parece encontrar consuelo en el renunciamiento a la lengua española como lengua

de escritura. Para ella, la nueva identidad está en la inmersión francesa – la madre de la pequeña

protagonista en El azul de las abejas no tiene nada más que elogios para la inmersión lingüística,

como veremos adelante. Paloma Vidal, por su lado, encuentra un equilibrio entre su identidad

argentina y brasileña traduciendo sus propios libros.

3.3 Multilingüismo y experiencia traumática; la noción de lo siniestro

Según Sylvia Molloy “la mezcla, el ir y venir, el switching [de lenguas] pertenece al dominio

de lo unheimliche que es, precisamente, lo que sacude la fundación de la casa.” (2016: 15) Una

declaración notable que verificaremos con ejemplos concretos en el análisis de las

autoficciones. Sin embargo, Molloy no es la única autora que vincula el multilingüismo con lo

siniestro o lo ominoso. En lo que sigue, intentaremos entonces aclarar esta noción cargada.

La primera vez que lo unheimliche fue investigado psicológicamente fue en 1906 por Ernst

Jentsch. Sin embargo, es el ensayo de Sigmund Freud de 1919 el que elaboró la noción tal como

la conocemos actualmente. Explica Freud que “lo ominoso es aquella variedad de lo terrorífico

que se remonta a lo consabido de antiguo, a lo familiar desde hace largo tiempo. […] La palabra

alemana “unheimlich” es, evidentemente, lo opuesto de “heimlich” (íntimo), “heimisch”

(doméstico), “vertraut” (familiar); y puede inferirse que es algo terrorífico justamente porque

no es consabido (bekannt) ni familiar.” (1919:1) Dicho de otro modo, algo que es ominoso tiene

una familiaridad, pero difiere un mínimo de lo que conocemos; lo que le da a uno este

sentimiento de peculiaridad y de malestar. Encontramos esa misma definición en el estudio The

Uncanny de Nicholas Royle: “the uncanny is a peculiar commingling of the familiar and

unfamiliar.” (2003:1) Royle focaliza además en la relación que tiene lo ominoso con la lengua,

la literatura, la identidad; aspectos de la problemática que nos interesan particularmente en

nuestra investigación. En primer lugar, leemos que “we ourselves speak a language that is

foreign” (2003:19). La lengua que hablamos está empapada de lo ominoso: por un lado, nuestro

idioma forma parte de nuestra identidad, es lo que revela quiénes somos y de dónde venimos.

Por otro lado, y es un poco paradójico, la lengua materna no es nuestra a priori. Todos hemos

aprendido una lengua como niños y es completamente arbitraria la elección del idioma. Un niño

chino no ha decidido que el chino será su lengua materna y tardará algún tiempo en hablar de

“su lengua” y hacer la distinción entre los diferentes idiomas. Según los lingüistas holandeses

Goorhuis y Schaerlaekens, a esta fase se la llama la fase de diferenciación, y se sitúa entre los

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dos años y medio y los cinco años. A esta edad se desarrolla la conciencia metalingüística de

los niños. “Empiezan a reflexionar filosóficamente sobre la naturaleza y el propósito de su

lenguaje, descubren que existen diferentes idiomas y hacen preguntas sobre la arbitrariedad del

signo.” (1994: 69, nuestra traducción) O sea que la lengua, que, aparte de nuestra apariencia

física podría ser lo que conocemos mejor de quiénes somos, no es innata ni podemos controlarla

perfectamente. Lo que experimentamos como tan familiar, no lo es del todo. Y esto es

precisamente la definición de lo siniestro:

Unconscious thoughts, memories, desires and fears make our consciousness a kind of text in

translation: the language of everyday life is a subject to forms of editing, distortion, censorship,

slippage, misinformation, translation, transposition and wordplay of which we are necessarily

unaware. (Royle, 2003: 20)

Concluimos que la teoría de Freud – y de muchos autores posteriores – ayuda a entender la

razón por la cual el multilingüismo puede concebirse como una experiencia traumática por lo

complejo que es añadir otras lenguas a una lengua que ya es peculiar y a una identidad ya

agrietada.

Una forma típica en la que se manifiesta lo ominoso a lo largo de la historia es muchas veces la

figura del doble. Aunque al inicio se utilizaron gemelos como fuente de hilaridad y de gracia –

pensamos en las comedias llenas de malentendidos de Molière por ejemplo – y el doble pasa a

ser una garantía de inmortalidad, el doble se vuelve siniestro cuando la identidad ya no es única,

sino que “se proyecta fuera del yo como algo ajeno.” (Freud, 1919: 8) La razón por la cual la

visión cambia de la inmortalidad a la pérdida y la muerte de la identidad, se lee en el ya

mencionado estudio de Royle: “the double is the uncanny harbinger of death. One may want

one’s double dead, but the death of the double will always also be the death of oneself.” (2003:

190) Es decir que lo que al principio es algo positivo – el doble asegura la inmortalidad de mi

identidad después de la muerte – se vuelve siniestro cuando comprendemos que el doble no

solo nos roba nuestra identidad única, sino que además moriremos simultáneamente porque

somos de alguna manera idénticos.

Ahora, ¿cómo relacionar estos razonamientos sobre lo siniestro con el multilingüismo? En

primer lugar, como se trata de autoficciones en nuestra investigación, podríamos decir que el

doble está presente en el género mismo de los libros. La autoficción contiene automáticamente

la figura del doble en el autor y el protagonista, que parecen ser la misma persona, pero con una

pepita de siniestro porque sigue siendo una ficción. Es decir que, durante la lectura, nunca

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sabemos de quién se trata, si es una parte autobiográfica o ficticia. Esto se debe a lo que llama

Manuel Alberca el “pacto ambiguo” de la autoficción. (2007) Como ya explicado antes, el

género autoficcional flota entre la autobiografía y la novela. Existe, entonces, una ambigüedad

fundamental dentro del género por la combinación del pacto autobiográfico, que promete la

veracidad de lo contado, y del pacto novelesco, con el que el autor se distancia de los personajes

y acontecimientos, como explica Ana Casas en La autoficción, reflexiones teóricas (2012). Por

parte del lector, sigue “una lectura simultánea, que sería al mismo tiempo autobiográfica y

ficcional” (2012: 23) dejando atrás un sentimiento misterioso de ignorancia permanente.

Además, leemos en The Uncanny que la literatura de hoy en día juega en particular con los

“disturbances of identity” – lo que en el caso de Molloy, Alcoba y Vidal se debe especialmente

a su migración y multilingüismo.

Una última pista que proponemos es la del multilingüismo mismo como doble. Si decidimos

que las dos lenguas de una persona bilingüe aparecen como dobles, ¿por qué no surgiría una

tensión ominosa entre los idiomas? O, diciéndolo en las palabras de Sylvia Molloy y cerrando

el círculo: “adquirí otra lengua, que es otra manera de romper con lo seguro”. (2016: 9)

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4. Análisis de las novelas

4.1 Vivir entre lenguas de Sylvia Molloy

Escrito en 2016 en español, Vivir entre lenguas es un texto en que Sylvia Molloy reflexiona

sobre la lengua y el multilingüismo mediante relatos de bilingües conocidos y fragmentos de

sus experiencias personales. En este apartado de nuestro trabajo, proponemos un análisis de las

escenas que muestran la manera en la cual Sylvia Molloy maneja su bilingüismo y la

construcción de su identidad, focalizándonos en los personajes y los espacios.

4.1.1 La dimensión autobiográfica y los personajes

Aunque Vivir entre lenguas parece un texto autobiográfico y ensayístico por el narrador en

primera persona y las reflexiones casi teóricas sobre el multilingüismo, también aparecen

personajes con otras visiones y maneras de manejar las diferentes lenguas y la búsqueda de la

propia identidad. Vale la pena analizarlos y compararlos desde el prisma de la convivencia que

atribuimos a Sylvia Molloy.

En primer lugar, nos concentramos en la abuela de la protagonista quien, como primera

generación de inmigrantes ingleses, tuvo muchas dificultades para aprender el español y más

aún para aceptar que sus hijos se convirtieran en argentinos, se casaran con gente argentina y

hablaran castellano con sus nietos. Molloy observa que “el inmigrante y el hijo del inmigrante

se piensan en términos de lengua, son su lengua.” (2016: 10) Por eso, al igualar la lengua con

la identidad, enseñar el español como primer idioma a los nietos es como negarles la identidad

inglesa. Para la abuela, entonces, el multilingüismo no es una apertura a diferentes culturas,

sino el rechazo de un pasado, del verdadero origen, de una identidad única y completa.

En segundo lugar, tenemos los padres de la protagonista. El padre es bilingüe inglés y español,

la madre es hija de franceses, pero nunca aprendió el francés. Este monolingüismo en una

familia donde el bilingüismo es la norma, es muy interesante. La madre es vista como una

enferma, una incapacitada, “lingüísticamente desamparada”. (2016: 13) Será para curar el mal

de su madre, para rectificar un error, para reconstruir su identidad, que nuestra protagonista

querrá aprender el francés:

Porque el francés era el idioma que mi madre había perdido quise, desde muy temprano,

recuperarlo en su nombre. No quería que mi padre fuera bilingüe y mi madre no. (2016: 14)

Aquí pasa entonces lo contrario de lo que comentamos a propósito de la visión de la abuela. El

multilingüismo, para Sylvia Molloy – porque en realidad no se muestra el punto de vista de la

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madre misma sino por persona interpuesta – es una ventaja, un enriquecimiento y el

monolingüismo es una limitación. Encontramos la misma explicación cuando se habla del

personaje de la amiga monolingüe: “Para el monolingüe no hay sino una lengua desde donde

se piensa en un solo mundo, y lo distinto siempre se da – si es que se da – peligrosamente: en

traducción.” (2016: 31) Y la traducción es peligrosa porque, por un lado, siempre se pierde algo

del sentido original y, por otro lado, el monolingüe es dependiente del otro, del traductor y no

puede controlar lo que llega hasta él.

Un tercer personaje importante que nos instruye sobre el multilingüismo, es la amiga que sufre

de Alzheimer. Guardando en mente que Sylvia Molloy adopta la lógica de convivencia de sus

tres idiomas y que da entonces la misma importancia a cada uno, nos sorprende un poco el

capítulo en el cual reflexiona sobre la lengua de la senilidad. “Si no reconoce a la gente, ¿cómo

reconocería su propia lengua, alienada, acaso amenazadora?” (2016: 50) Significa que, aunque

ponga sus tres idiomas en el mismo nivel y los hable igualmente bien, tiene en cuenta que uno

de ellos podría revelarse un día como su única lengua materna. Al mismo tiempo, como prueba

de la lógica de convivencia, realmente no sabe qué lengua será:

Me pregunto cuál será la lengua de mi senilidad, si en ella caigo, y en qué lengua moriré. ¿Seré

trilingüe o en los desechos que emita primará una lengua sobre las otras? Por otra parte, me

alivia el hecho de que, por una vez, no tendré que elegir. (2016: 29)

Otra manera completamente diferente de manejar el bilingüismo es la que encontramos en el

personaje del poeta y autor uruguayo-francés Jules Supervielle. Él expulsa completamente el

español de su vida, hasta el punto de imponer el francés a su esposa uruguaya que “hablaba con

muchísimo esfuerzo, como si se hiciera violencia, no era ella misma.” (2016: 51) Todo esto

porque pensaba que “el escritor solo puedo serlo en una lengua”. Entendía que la lengua está

estrechamente vinculada con la identidad y estaba dispuesto a hacer todo lo posible para obtener

el rótulo de poeta francés, incluso a costa de la identidad de su mujer. Sin embargo, se lee en

Tongue Ties que es imposible para un autor bilingüe eliminar totalmente uno de sus idiomas:

Even in writers who write in only one language, the other language (be it their “second” or their

“first”) exerts a determining if often tacit pressure. […] The absent or lost language shapes the

writer’s transactions with his vehicular tongue. (Pérez Firmat, 2003: 8)

Jules Supervielle es consciente de esto, pero dice que “el español solo subsiste en ráfagas” y

que “cierra para el español sus puertas secretas que llevan al pensamiento, a la expresión y al

alma.” (Molloy, 2016: 51, nuestra traducción)

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Esta opinión de solo poder escribir en una lengua es compartida por muchos autores. Uno de

ellos es William Henry Hudson, quien también aparece como personaje en Vivir entre lenguas.

Él logra construir su identidad y su vocación de autor no antes de que haya elegido uno de sus

idiomas, el inglés, sobre el otro, el español: “nunca manifiesta deseos de escribir ni vislumbra

su futuro como escritor. Eso vendrá más tarde, cuando se aposente en otra ciudad y (casi) en

una sola lengua: cuando decide ser un escritor inglés.” (2016: 59) Notamos que Molloy acentúa

la palabra “casi”, porque, como acabamos de comentar para Supervielle, Hudson también se

dio cuenta de que no podía expulsar del todo el castellano de su vida. Al contrario, era

consciente de que su bilingüismo constituía una riqueza y utilizaba el castellano para no perder

el hilo. Como fue su lengua más fluida “cuando escribía y no encontraba una palabra en inglés

la remplazaba inmediatamente por la palabra en castellano para así poder seguir la narración.”

(2016: 58) No obstante, no quita que encuentre su verdadera identidad en el momento que

escoge el inglés.

Un último personaje que queremos comentar es el de Calvert Casey, un novelista cubano-

estadounidense, mediante el cual Sylvia Molloy nos cuenta algo sobre el problema de la “no-

pertenencia” de migrantes y de bilingües que ya vimos aparecer en el texto de Mertz-

Baumgartner. Leemos:

Se suicidó tomando una sobredosis. Esto lo sé. Pero cada vez que pienso en su muerte en Roma,

me imagino que se arroja del piso más alto de un edificio, como quien necesita aterrizar por fin

en algún lado. (2016: 63)

Como el migrante está dividido entre dos lugares, el bilingüe siempre está dividido entre dos

lenguas. Vimos reaparecer repetidamente el alivio cuando uno ya no tiene que elegir: Sylvia

Molloy que se imagina senil y, por fin, monolingüe; William Henry Hudson que encuentra su

identidad de escritor inglés; y aquí en la muerte de Casey, llegado accidentalmente en algún

lado. Así, la cita de Edward Said sobre el exilio también valdría para el multilingüismo. O,

mejor dicho, cuando el exilio está acompañado de un cambio de lengua, el sentimiento

expresado por Edward Said es el doble de grande.

It is the unhealable rift forced between a human being and a native place, between the self and

its true home: its essential sadness can never be surmounted. (2000: 357)

Muestra esta dualidad que encontramos a lo largo de nuestro trabajo: el balanceo entre dos

lugares, entre dos lenguas, la identidad fragmentada, pero también la oscilación entre la

autobiografía y la novela en el género de la autoficción.

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4.1.2 Los espacios

Como ya se ha dicho y repetido, Sylvia Molloy maneja el multilingüismo según una lógica de

convivencia: cada idioma tiene su propio dominio. Sin embargo, no solamente cabe decir que

cada idioma dispone de determinados campos semánticos, sino que también tiene su propio

interlocutor: “La casa reproduce las divisiones en la novela familiar: español con la madre,

inglés con el padre. Mezcla (cuando no te oyen) entre hermanas, como una suerte de lengua

privada.” (2016: 19) Esta cita conecta bien con la observación de Gustavo Pérez Firmat ya

mencionada bajo 2.1: “Mother tongues are forked or folded into father and sister tongues,

spouse and lover tongues, friend and enemy tongues.” (2003: 3) El español sería en el caso de

Molloy el “mother tongue”, el inglés el “father tongue” y la lengua mezclada el “sister tongue”.

Además, volvemos a encontrar la lógica de convivencia en los espacios utilizados en Vivir entre

lenguas. El colegio bilingüe de su infancia, por ejemplo, es la aplicación más física de la

convivencia de lenguas: “El colegio de mi infancia se divide en dos mitades, inglés por la

mañana, español por la tarde.” (2016: 18) Cada idioma tiene asignada su hora y, aún más, está

estrictamente prohibido mezclarlos o hablar español antes del mediodía. Una observación

importante que tenemos que hacer aquí es que la lógica de convivencia que adopta la autora

adulta podría entonces descender de su infancia y del desarrollo del multilingüismo en su

escuela y en su familia. Si hoy en día es primordial para ella delinear bien el alcance de cada

lengua es posiblemente porque lo ha aprendido de esta manera cuando era niña. Es esencial

tener esta observación en mente, porque volverá también bajo los análisis de las obras de Alcoba

y Vidal.

4.1.3 Lo siniestro

Un primer ejemplo de lo siniestro en Vivir entre lenguas emana de una cita de George Steiner,

el autor y crítico francés-estadounidense, sobre la traducción.

“El viaje de ida y vuelta puede dejar al traductor a la intemperie (unhoused). No se encuentra

del todo cómodo, ni en el idioma propio ni en el idioma o los idiomas que domina. […]

Conocidos traductores hablan de una tierra de nadie.” […] Pienso luego escribo: si pierdo el

punto de apoyo, pierdo mi casa. (2016: 56-57)

Lo mismo vale para el multilingüismo en general. El sentimiento de no-pertenencia reina,

justamente porque la lengua es igual a la identidad y que la identidad está entonces repartida

entre los diferentes idiomas. La imagen de la pérdida de la casa, la sensación de estar

“unhoused”, es muy significativa y siniestra: basta con pensar en las casas embrujadas evocadas

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en libros y películas de la tradición gótica que juegan precisamente con esa idea. La casa, que

es a priori un lugar acogedor, familiar, íntimo y cómodo, se vuelve un espacio amenazante. En

el caso del multilingüismo, aparece particularmente cuando entra la posibilidad de no

pertenecer, de quedarse afuera. El bilingüe busca un paradero fijo, pero está fundamentalmente

inestable, flotando entre las lenguas y las identidades, como observa Anthony Vidler en The

Architectural Uncanny:

Nostalgia for a fixed abode inevitably falls into the paradox of all nostalgia, that consciousness

that, despite a yearning for a concrete place and time, the object of desire is neither here nor

there, present or absent, now or then. It is, as the philosopher Vladimir Jankélévitch put it, caught

in the irreversibility of time, and thus fundamentally unsettled. (1992: 66)

Sin embargo, la imagen de la casa se utiliza también como apertura a la lengua, a un lenguaje

de tiempos pasados, para encontrar una parte de la identidad ocultada profundamente. Es lo que

ocurre en el capítulo titulado Habla casera. La protagonista de Vivir entre lenguas cuenta

cuánto le costó volver a una casa en Buenos Aires. Probablemente por el sentimiento de ya no

pertenecer a su ciudad de nacimiento y por el miedo de encontrar un lugar – y una identidad –

en ruinas, se mudó de un hotel a otro hasta que finalmente compró un apartamento, pero

solamente como “lugar de paso”. Es ahí donde no descubrió que no pertenecía, sino que

redescubrió un mundo lingüístico caído en el olvido:

Lo que no preví era que esa nueva casa mía – porque eso es, después de todo, por provisoria que

sea – iba a permitirme recobrar viejos hábitos lingüísticos y adquirir otros nuevos, reanudar el

vocabulario de lo cotidiano, más específicamente, de lo casero. Es como jugar a la casa, después

de más de cuarenta años de no tenerla, hacer listas de lo que hay que comprar en el almacén,

deleitarme ante las nuevas marcas que ofrece el supermercado. (2016: 46-47)

La figura del doble ya comentado antes también hace su apariencia en Vivir entre lenguas. Lo

encontramos en el capítulo Bilingüismo inmigrante en la figura de José Ramírez Salguero, un

obrero de la construcción salvadoreño que trabaja en los Estados Unidos, y sus hermanos que

todos se llaman José. Lo que llama la atención es que, aunque tengan el mismo nombre y la

misma profesión, su bilingüismo difiere.

Si José es algo bilingüe, sus hermanos y compañeros lo son menos. Eso ha dado origen a un

idioma intermedio, donde la sintaxis es española pero el vocabulario técnico, sobre todo el que

se refiere a materiales de construcción desconocidos en El Salvador, es en inglés o algo que se

le asemeja. (2016: 38)

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Lo que este pasaje muestra una vez más es el vínculo solidísimo entre el lenguaje y la identidad.

Los personajes pueden descender de la misma familia, tener el mismo nombre, vivir en el

mismo lugar y ejercer la misma profesión; lo que finalmente hace que su identidad sea única es

su modo de manejar la lengua. Parecen la misma persona hasta que abren la boca y empiezan a

hablar.

Sin embargo, a pesar del vínculo entre lengua e identidad, está claro que el nombre propio

también desempeña un papel enorme en la cuestión de la personalidad. El nombre, tal como el

acento, revela el origen de una persona, aun cuando los padres se han esforzado por buscar un

nombre que funcione en ambos idiomas. Así, tratamos de nuevo con el doble siniestro: son

nombres que parecen familiares, que pretenden ser idénticos, pero que en realidad son

traducciones y nunca van a funcionar en las dos lenguas.

A menudo he oído declarar a los futuros padres que quieren un nombre que funcione en los dos

idiomas, con mínima adaptación, sin que sea necesario traducirlo. Pongamos por caso

Tomás/Thomas, u Olivia/Olivia, o Ana/Anna, o Martín/Martin. (Por ejemplo, nada de

Hermenegildos, de Duncans) […] Acaso sea atendible este esfuerzo por elegir estos nombres

passepartout, como el personaje de Julio Verne, para facilitarle la vida al hijo que va y viene

entre culturas. Pero en términos más amplios ningún nombre funciona “en los dos idiomas”.

Siempre es necesario traducirlo. […] Mis padres decían que nos habían dado un solo nombre de

pila para no complicarnos la vida. Pero se equivocaban: para el bilingüe la complicación es la

vida misma. (2016: 39 y 42)

4.1.4 La lógica de convivencia: ¿una visión rigurosa?

La pregunta con la cual Sylvia Molloy termina su libro es “¿en qué lengua soy?” Si bien cierra

su texto con esta frase y deja la respuesta pendiente, esta preocupación forma el hilo rojo a

través de todas sus reflexiones. Busca definir su identidad como plurilingüe al tiempo que busca

una manera para manejar su multilingüismo. Como ya se ha anunciado en la parte introductoria

sobre las autoras, hemos denominado la visión de Molloy “una lógica de convivencia”, de

acuerdo con la cual cada uno de sus idiomas tiene su propio dominio. Esta es la visión que

hemos intentado someter a prueba mediante ejemplos del libro mismo en nuestro análisis.

Para terminar este capítulo, queremos tocar el grado de rigidez de la visión de Sylvia Molloy.

Particularmente a la luz de las últimas páginas formuladas en Vivir entre lenguas, nos

preguntamos si esta lógica de convivencia es tan infalible como la describimos antes. La autora

explica que, en efecto, cada idioma tenía su propio dominio – como se ha analizado en los

diferentes personajes y escenas – pero que la escritura en inglés ha causado un pequeño cambio

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en esta lógica de convivencia. El inglés, poco a poco, fue alcanzando el estatuto de lengua de

expresión escrita que antes le estuvo exclusivamente reservado al español. Asciende de “lengua

de la vida cotidiana del exilio” a “lengua de recuerdo”.

“Exile is about telling a story”, dice Alicia Borinsky. Pero, quería saber yo, ¿en cuál de mis

idiomas? Escribía fragmentos, con algo de culpa, en los tres. […] Cuando escribí mis textos en

español, tamicé – el verbo no es excesivo – lo que quería decir a través de mis lecturas. Cuando

decidí escribir en inglés el ejercicio fue muy otro. Me preparé para la tarea como quien se entrena

para un concurso. Hasta entonces el inglés estaba destinado, en su versión más pragmática, a la

vida cotidiana del exilio: en su versión excesiva, no utilitaria, a los afectos, presentes y pasados.

[…] Fue, de algún modo, un ejercicio autobiográfico, no solo por el tema – se trataba de un libro

sobre autobiografías – sino porque el inglés era lengua de recuerdo, el recuerdo de mi padre. Me

traduje. (2016: 74-75)

Sin embargo, es importante señalar que el primer texto que Molloy escribió en inglés y del cual

habla en esta cita fue At Face Value: Autobiographical Writing in Spanish America publicado

en 1991. Podemos concluir entonces que Sylvia Molloy mantuvo la lógica de convivencia de

manera sistemática durante más de cincuenta años de su vida antes de que paulatinamente

empezara a mezclar los dominios, introduciendo el inglés en el ámbito de la escritura en

español. Tampoco podemos tomar esta observación al milímetro, visto que, a pesar de los

progresos hechos, siguió escribiendo principalmente en castellano y que los dos textos

publicados en inglés son textos más bien académicos. La ficción – la escritura más personal –

sólo parece estar al alcance del español. Cuando Molloy dice que “uno siempre es bilingüe

desde una lengua, aquella en la que uno se aposenta primero, aquella en la que uno se reconoce”

(2016: texto de solapa), suponemos, tomando en consideración nuestros ejemplos y análisis,

que para ella sigue siendo el castellano. Cabe referir una vez más a la citación de Lives in

Translation ya mencionada en la introducción: “At this point in my life, I write fiction in

Spanish (and cannot imagine doing otherwise) [and] criticism in English, Spanish (and, on

occasion, in French).” (Molloy, 2003: 76)

4.2 El azul de las abejas de Laura Alcoba

Laura Alcoba escribió El azul de las abejas en francés en 2013. El libro fue traducido un año

más tarde por el autor argentino Leopoldo Brizuela. En esta novela, seguimos al narrador

autodiegético, una niña argentina que tiene 8 años al inicio de la historia y que emigra a Francia

con su madre en 1979, dejando atrás la Argentina en plena dictadura y a su familia, incluido su

padre encarcelado en La Plata. Comparte con los lectores su proceso de aprendizaje del francés,

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su inmersión en el nuevo país, la construcción de su identidad de mujer bilingüe y la relación

que mantiene con su padre mediante las cartas que se escriben durante un periodo de dos años.

En lo que sigue, nos focalizaremos de nuevo en el vínculo entre el multilingüismo y la identidad,

tal como se manifiesta en diferentes escenas, en los personajes y en los espacios de El azul de

las abejas.

4.2.1 El aprendizaje de la lengua como construcción de la identidad

Lo que llama la atención en la novela de Laura Alcoba es que el proceso del aprendizaje del

francés siempre va de la mano con la construcción de la identidad de la niña. De esta manera,

proponemos una segmentación en cuatro etapas que llamaremos la preparación, la

desmovilización, la inmersión y el triunfo. Ya desde la primera frase se nota este vínculo entre

idioma e identidad: “Mi viaje comenzó en alguna parte detrás de mi nariz” se refiere a los

sonidos nasales de la lengua francesa y “mucho antes de salir de la Argentina” concierne al

exilio, a la fuga de la dictadura. El viaje en esta segunda parte de la frase es el camino que

recorre hacia la reconciliación con los traumas vividos en su patria.

La preparación

En cuanto a la preparación para el aprendizaje del francés, la niña ya toma clases de lengua en

la Argentina con su maestra Noémie. Mediante las indicaciones de su edad, el lector puede

inferir que tarda aún dos años en partir realmente para Francia: “Toi aussi, tu as huit ans ?”

(2014 : 10) se convierte en “Moi j’ai neuf ans. Et toi ?” (2014 : 11) y “Toi aussi, tu as dix ans,

pas vrai ?” (2014: 14). Las clases son motivadas de la siguiente manera:

Un adulto me dijo que tenía que empezar cuanto antes y aprender muy rápido si no quería

sentirme completamente perdida a mi llegada a París. (2014: 9)

Para comprender hondamente la construcción de su identidad, es importante saber que la niña

del inicio de la novela es una niña llena de miedo. Ha vivido traumas, su padre está encarcelado,

su madre ya se fue a Francia y ella tiene que esperar. Una escena significativa que muestra la

vida de la chica del primer capítulo es cuando va a visitar su padre:

Uno en verdad pierde el día entero. Porque hay que formar fila ante la puerta de la cárcel.

Después hay que pasar la requisa de una señora que permanece en silencio mientras las mujeres

se desvisten bajo su mirada vigilante, tal como nosotras lo hicimos tantas veces, mi abuela y yo,

una junto a la otra. No habla, esta señora, porque supone que las mujeres que han entrado en su

cabina saben desde hace mucho cómo deben comportarse antes de ser palpadas. Y tiene razón.

(2014: 11)

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Mientras hace visitas repugnantes a su padre, mientras falta a la escuela e intenta vivir en el

silencio y el miedo a la represión, se prepara para el día en que finalmente podrá empezar a

reconstruir su identidad y dejar atrás unos años oscuros fantaseando sobre su nueva vida en

Francia. Cuenta a todas sus amiguitas que vivirá en París, les describe la Torre Eiffel y

Notredam y aprende sobre personajes franceses que comen croissants y crepes, deseosa de

unirse con su madre en la Ciudad de las Luces.

La desmovilización

A la segunda etapa la llamamos “la desmovilización” porque la niña descubre que tiene que

distanciarse de su pasado para ceder el sitio a la nueva lengua y a la curación de los hechos

traumáticos. En términos lingüísticos, se trata de perder su acento hispánico. Explica Orianne

Guy en Carnets :

Pour s’approprier cette nouvelle langue, la fillette donne le sentiment de se détacher de son corps

trop empreint de la langue espagnole. Son corps doit se défaire de ses repères linguistiques

appartenant au passé pour laisser place aux repères du présent. (2016: 206)

La propia niña es muy consciente de que su acento revela su verdadero origen y que no puede

integrarse por completo si no lo pierde. Lo experimenta realmente como un obstáculo en su

aprendizaje del francés. O, como lo dice Sylvia Molloy en Vivir entre lenguas: “Hablar con

acento delata al hablante: no se es de aquí.” (2016: 61)

Mi acento, después de la vergüenza, continúa. Eso es lo que me pone tan nerviosa y a veces

también me enfurece tanto. Quisiera borrarlo, hacerlo desaparecer, arrancarlo de mí a este acento

argentino. (Alcoba, 2014: 34)

La escena que llama más la atención en cuanto al acento es la escena que se desarrolla en la

biblioteca. Nuestra protagonista quiere tomar prestado el libro Les fleurs bleues del autor

francés experimental Raymond Queneau, pero su acento revela que el francés no es su lengua

materna. “Por culpa de mi acento, suelo pasar por tonta; no hay nada que me irrite más.” (2014:

72) La bibliotecaria se pone a articular de manera exagerada, deletrea casi lo que dice, intenta

convencerle de que sería mejor para ella leer Le petit Nicolas. Sin embargo, la niña se mantiene

en sus trece y consigue finalmente que pueda llevar su libro a casa; un libro que tendrá que

terminar cueste lo que cueste para mostrar a la bibliotecaria que sí era capaz de leerlo.

Para poder hablar de la desmovilización en cuanto a la construcción de la identidad, es

importante distinguir entre la autora y la niña de la novela. De Laura Alcoba, la autora, sabemos

que el acto más libertador es escribir. Pudo distanciarse de su pasado una vez que empezó a

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escribir, en francés, sobre los acontecimientos de su infancia. Explica en varias entrevistas5 que

el francés es para ella la lengua en la que se puede expresar, en la que se siente más cómoda,

mientras que el español – aunque no totalmente echado de su vida – siempre está liado un poco

al miedo, al terror, al silencio. Sin embargo, la niña de la novela se aleja del pasado hablando

en francés con sus amigos latinos del Blanc-Mesnil y leyendo los libros que discute con su

padre en la nueva lengua.

Como mi padre sabe que a mí también me gusta mucho leer, pensó que podríamos leer ciertos

libros los dos al mismo tiempo. Él los lee en español – el reglamento de la prisión le prohíbe

leer en otros idiomas – mientras que yo, en el Blanc-Mesnil, leo en francés alguno de esos libros

que él tiene en la celda. Eso me sirve de tema de conversación para nuestras cartas semanales,

y al mismo tiempo avanzo mucho en mi aprendizaje de la lengua francesa. (2014: 22)

Luis e Inés son portugueses, Ana es española; pero entre ellos hablan siempre en francés. Con

ellos me siento menos incómoda al momento de hablar. (2014: 36)

Es como una fase intermedia: todavía no está completamente integrada, no se separa totalmente

de su pasado y de su identidad latina frecuentando niños franceses, pero tampoco se queda

estancada en ella, puesto que hace el esfuerzo de hablar en francés con los hispanohablantes.

Se trata de una pequeña apertura hacia su nueva identidad, un paso hacia la etapa de la

inmersión.

La inmersión

En la etapa de la inmersión será importante sumergirse por completo en la lengua y la vida

francesas, como le explica su madre:

Mi madre espera de mí que demuestre su teoría del “baño lingüístico”, y que así me abra camino

lo más rápido posible. Si ocurriera lo contrario se decepcionaría, y yo también. Creo incluso que

me resultaría humillante después de todo lo que mamá me dijo acerca de la importancia de mi

primer “baño de francés” tenía que lograrlo. (2014: 33)

La protagonista se enamora del idioma con sus letras silenciosas y sus sonidos nasales y se hace

amiga de algunas chicas francesas: “Qué orgullosa me puse. Al fin tenía una amiga francesa,

una chica de mi edad. Había encontrado a una francesa de verdad, y hasta habíamos hablado,

Astrid y yo.” (2014: 55) Otro momento clave de su inmersión es su excursión de esquí con una

familia francesa. Todavía no ha llegado el triunfo del dominio completo del francés: “me

5 Alcoba en una entrevista con Pierre Ducrozet, 2014, como leído en « Parcours identitaire au travers des langues

dans Le bleu des abeilles de Laura Alcoba. » de Orianne Guy (2016).

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preguntaba qué distancia me separaba de un idioma francés completamente mío. ¿Llegaré a

tenerlo algún día?” (2014: 96) pero, aun así, es una semana exitosa. La niña se da cuenta de

que “el francés del Blanc-Mesnil servía también para Meudon” (2014: 96), no habla una sola

palabra de español durante todo el paseo – tampoco con el compañero chileno Eduardo – y

puede conversar sin problemas con la familia francesa. Además, por fin tiene esta experiencia

de Francia con la que soñaba durante sus clases de francés con Noémie en la Argentina. “Ésa

fue la primera impresión que tuve, la de haberme metido en la ilustración de un libro.” (2014:

98)

Además, estamos en espera de las primeras menstruaciones de la chica, que será la culminación

de su nueva identidad. Sin darse cuenta, en este punto en el libro ya recorrió un largo camino

desarrollándose. La escena de la Señorita ya anuncia entonces el fin de la historia, la etapa del

triunfo en la cual se familiarizará con el francés y encontrará su propia identidad.

Hablaban de mí, pero lo hacían como si yo no estuviera allí delante… quizá porque sin darme

cuenta había empezado ya a ser otra. Estaba a punto de hacerme señorita como se dice en la

Argentina. (2014: 91)

El triunfo

La última etapa, la del triunfo, cobra forma en tres escenas claves. En primer lugar, y es el

momento más importante, la niña logra pensar en francés en vez de traducir mentalmente lo

que quiere decir. Se despierta y pregunta algo a su madre en francés. “Sin darme cuenta, y sin

quererlo. Pensé y hablé en francés al mismo tiempo.” (2014: 118) Según Orianne Guy, este

momento por la mañana temprano es importantísimo, porque la niña está completamente

relajada. Dice: “Le personnage principal est entre la veille et le sommeil, c’est-à-dire en « lâcher

prise » de son corps et de son esprit. (2016: 212) Solo entonces puede soltar la presión de lograr

la inmersión y de reconstruir su identidad y las palabras libertadoras salen naturalmente de su

boca.

En segundo lugar, pensar en francés está liado directamente a la quinta foto que ella envía a su

padre. Él tiene permiso para colgar cinco fotos en su célula, a condición que cumplan con las

condiciones estrictas. Para la quinta imagen, pidió a su hija mandarle una foto de ella con su

madre posando delante de la casa. Durante mucho tiempo, la niña ignoró la petición de su padre

y no se atrevió a hacer lo que pedía. Primero tenía que conformarse personalmente con su nueva

identidad, su nueva vida en Francia y su nueva lengua, antes de que pudiera registrar este

proceso en una foto que sirviera como evidencia:

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No sé qué relación habrá tenido esto con mis tuberías, pero sé que sólo después de haber logrado

deslizarme por ellas pude elegir la quinta foto que él tanto me reclamaba. (2014: 120)

Finalmente, en tercer lugar, la narradora logra terminar la lectura de Les fleurs bleues. Aunque

confiesa no haberlo entendido todo, ha podido demostrar que la bibliotecaria se equivocó.

Triunfa e incluso escribe un breve comentario del libro en una de las cartas a su padre. La última

frase resume el libro de Queneau, pero también su aprendizaje, su camino y la novela de Laura

Alcoba:

Un manto de lodo cubría aún toda la tierra; pero ya, aquí y allá, asomaban pequeñas flores

azules. (2014: 123)

A pesar de las dificultades, los traumas, el pasado tumultuoso, la separación del padre, el acento

argentino, aparecen las pequeñas flores azules en forma de cartas y libros, amistades,

vacaciones, y, en la lengua francesa tan bonita. La niña ya recorrió un largo camino hasta aquí,

pero también es solo el comienzo. Por fin puede empezar su nueva vida.

4.2.2 La dimensión autobiográfica: una lógica de sustitución

Como ya se ha mencionado en la introducción, también El azul de las abejas es una autoficción

basada en los recuerdos de infancia de Laura Alcoba, las fotos que tiene y las cartas que su

padre le envió semanalmente desde la cárcel argentina a Francia. Explica Alcoba en un epílogo

al final de su libro: “Durante más de treinta años las había conservado conmigo, pero no tuve

el coraje ni la fuerza de releerlas. Lo hice durante la primavera francesa del año 2012.” (2014:

125) A partir de lo que sabemos sobre la autora (que siempre escribe en francés, que nunca se

autotraduce, que el español todavía tiene algo de lengua de trauma), hemos calificado su manera

de manejar el multilingüismo de “lógica de sustitución”. Reemplazó su lengua materna por el

idioma en el que por fin pudiera respirar. Sin embargo, como observa Orianne Guy, tenemos

que matizar un poco más este comentario, porque “Laura Alcoba écrit des articles en espagnol

mais préfère la langue française pour ce qui a trait à sa production littéraire.” (2016: 204)

De todos modos, la lógica de sustitución no fue elegida conscientemente por la autora para

olvidarse del pasado. Por analogía con lo que hemos visto en el análisis de Sylvia Molloy, la

visión de Alcoba sobre el bilingüismo también se ha formado a lo largo de los años, y estuvo

influenciada por su entorno directo. Así, las escenas en las cuales la madre de la niña desea para

su hija que hable bien la nueva lengua, que tenga amigos franceses, que vaya a la escuela

francesa Jacques Decour o que experimente ese “baño lingüístico” durante la semana en las

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montañas nos muestran que Alcoba aprendió la “lógica de sustitución” desde muy temprano de

su madre.

Porque hay escuelas para los chicos que no hablan bien el francés. La directora no dejó de

recordárnoslas al principio de aquella cita, pero mi madre le respondió algo que yo ya sabía: que

eso estaba fuera de discusión, que ella no quería que yo fuera a esas escuelas. (2014: 33)

Por eso, cabe concluir que la lógica de sustitución de Laura Alcoba no fue adoptada de un día

para otro, sino que entendió la importancia de la inmersión nada más llegar a Francia y que,

poco a poco, encontró la paz y el espacio necesarios para crecer y desarrollarse. La propia autora

lo explicó en un debate en el Salon du livre de Paris sobre escritura y traducción: “Alcoba parle

de la langue française comme d’une grand-mère, d’une « langue grand-maternelle », qui à partir

de son enfance a fait « grandir » l’auteure. Le français n’a jamais été appris, mais toujours «

parlé », tout simplement. […] L’adaptation à la nouvelle langue lui a donné une insoupçonnable

liberté de s’exprimer. (Dainese, 2015: 373)

4.3 Más al sur de Paloma Vidal

En esta parte del trabajo, analizaremos la obra Más al sur de Paloma Vidal, que la autora

escribió en portugués en 2008 y autotradujo al español en 2011. Más al sur consiste en tres

grandes partes: una nota a la edición argentina por Paloma Vidal en la cual explica y justifica

el proceso de la autotraducción, un apartado llamado Viajes en el cual la protagonista – el

narrador en primera persona – cuenta la historia de sus abuelos, de sus padres y de su propio

camino, y una parte titulada Fantasmas que recoge diferentes relatos, cuyo hilo rojo siempre es

la migración de los personajes y la búsqueda de su identidad.

4.3.1 La dimensión autobiográfica

Para reflexionar sobre la dimensión autobiográfica de Más al sur, nos interesa particularmente

el paratexto Nota a la edición argentina con el que Vidal empieza el volumen y que muestra

tan minuciosamente el punto de vista que ella adopta sobre el multilingüismo. La primera frase

que escribe es la siguiente: “El libro que sigue fue escrito en portugués y traducido por mí al

castellano. La operación significó volver a vivir una inquietud que quizás sea su motivo mismo:

¿qué lengua me pertenece?” (Vidal, 2011: 9) Esta inquietud hace pensar inmediatamente en el

estudio de Gustavo Pérez Firmat ya mencionado antes, en el cual el escritor cubano-americano

reconoce el miedo de los escritores de perder su lengua materna debido a una migración: “Since

several of them [writers] were exiles, the traces of a second language in their writings increased

their awareness of displacement and made them fear the loss of their mother tongue.” (2003: 5)

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La cuestión de la lengua es, a su vez, una cuestión de identidad ya que “language acts are acts

of identity. We are what we speak [or write]”. (2003: 2)

Vidal sigue reflexionando sobre la lengua que utiliza para escribir y concluye que es “una

lengua con interferencias que me [le] permitieron crear un espacio entre nacionalidades.” (2011:

10) Busca entonces la lengua – y la identidad – que mezcla sus dos pertenencias o, como

comenta muy bien Marcos Seifert de la Universidad de Buenos Aires en su artículo La

extranjería como extimidad, “La búsqueda es, entonces, la de mantener las huellas sumándolas

a las de una nueva trayectoria que introduzca la pluralidad, un contenido plurilingüe

intermitente, dentro de la unidad de los relatos”. (Seifert, 2014: 283) Estas huellas que dejaron

la escritura y la traducción en el libro de Vidal, las marcas de su trayectoria, son precisamente

las marcas de construcción de una identidad mezclada que proponemos detectar en los textos

analizados en este estudio. Marcos Seifert observa que, para hacer visibles estas marcas de los

viajes de los personajes migratorios, Vidal utiliza dos estrategias. En primer lugar, utiliza el

vaivén entre el castellano y el portugués como prueba de que la traducción misma significa un

viaje entre lenguas. En segundo lugar, intenta metaforizar su trayectoria sirviéndose de hechos

científicos sobre la migración de los pájaros. Además, otros datos oficiales sobre emigrantes e

inmigrantes tienen la función de llenar los vacíos de su relato, las zonas que por el momento

son inaccesibles para ella: “Intento escribir sobre ese dolor, pero no puedo. Aún no ha llegado

el momento.” (2011: 46) Estos datos oficiales, tales como las descripciones de acontecimientos

reales como el régimen militar argentino en la página 37 o los atentados en Londres de julio de

2005 en la página 49, refieren explícitamente a recuerdos colectivos. Ana Casas explica que

esto también es una característica del género autoficcional:

[Los autores] emprenden así una búsqueda que va del cauce introspectivo – en el que prima la

representación de lo íntimo – a formulaciones que se vinculan a la memoria colectiva y el

testimonio. (2016: 13)

Es decir que, por un lado, Vidal introduce estos elementos generales para llenar los silencios

donde todavía no logra escribir su historia personal. Por otro lado, intenta hacer visibles las

marcas de la construcción de su identidad pasando de lo colectivo a lo íntimo y jugando así con

el pacto ambiguo de la autoficción. Son personajes ficcionales aquellos que viven los eventos

históricos que todos conocemos. De esta manera, la autora aparece en el relato de ficción y se

asegura de que el lector mantenga los pies en el suelo. Cada vez que empieza un fragmento con

“Leo que…”, nos extrae de la narración y aclara que se trata de una ficción contada por un

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autor. En el ejemplo siguiente, la narradora explica claramente este juego entre lo ficcional y lo

factual que maneja.

Imagino una trama de partidas y desde ahí empiezo a desentrañar mi ficción. Partiendo una vez

más, escribo, y me doy cuenta de que la pura fantasía, con sus posibilidades infinitas, no alcanza

para esta historia. Es real, escarbada en los libros y en la memoria. […] Empiezo a escribir y

trato de no hundirme en el pantano de los relatos familiares. Me quedo apenas con las fotos y

algunos recuerdos. Porque la mayor parte será inventada, en una aventura narrativa […] (2011:

41-42)

Es una forma de metaficción: el hecho de escribir se tematiza y escribir es como crearse una

nueva casa. Lo que permite reconstruir su identidad no son solamente las estadísticas y los datos

exactos a través de los cuales Vidal cuenta su historia personal, sino también la escritura en sí.

Esta constatación la confirman tanto Ana Casas en los rasgos que destaca del género mismo de

la autoficción, como Isabelle De Courtivron, que determina este fenómeno en las obras de los

autores bilingües que analizó: “What brings together the mismatched pieces [of their lives] is

the writing project.” (2003: 3)

Finalmente, Paloma Vidal enfatiza que realmente ha traducido el libro y que no lo ha reescrito,

“lo que significó tomar cierta distancia.” (2011: 11) Como el proceso de escritura, en portugués,

fue un largo camino, una conquista, una liberación, tuvo que tomar una distancia frente a su

texto para no perder la marca de la trayectoria que fue el motivo del libro en primer lugar. “Lo

que más me marcó en esta nueva trayectoria fue enfrentarme a las imposibilidades del

bilingüismo.” (2011: 11) Aunque aquí remite a las escenas intraducibles como las interferencias

del castellano, también podríamos interpretar esta frase desde un punto de vista más bien

emotivo, como lo explica Pérez Firmat:

This is why no translation is more treacherous tan self-translation. Although a biscriptive writer

may be able to translate himself, he cannot translate into one language his relation with the other.

(2003: 14)

4.3.2 Los personajes: idioma e identidad

A la hora de analizar a los personajes, es obvio que hace falta empezar con el inicio. El inicio

del libro también es el inicio genealógico, porque el primer personaje que hace su entrada en el

libro es el abuelo de la protagonista. La historia del abuelo se cuenta en el marco del camino

que recorrió desde Barcelona a la Argentina justo antes de la Primera Guerra Mundial. Lo que

llama la atención en esta parte es el fracaso del viaje de regreso a España, el sentimiento de ya

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no pertenecer allí. Vuelve la imagen de la ruina que nos presentó Sylvia Molloy y que evocamos

bajo 3.1.

Y entonces siempre que viajaba le mandaba postales a mi abuelo moribundo, un hombre que

había atravesado el Atlántico hacia una tierra de promesas y había hecho el camino de vuelta

apenas una vez para decirle adiós a algo que casi no conocía. […] Mi abuelo nació en 1904 en

Barcelona, Cataluña, España. Un siglo después acá estoy yo, intentando imaginarme su partida

del puerto de esa ciudad a los diez años, algunos meses antes del inicio de la Primera Guerra

Mundial, y su retorno más de sesenta años después a una Barcelona que le pareció deslumbrante,

pero que ya no le pertenecía. (2011: 20-21)

La identidad española del abuelo está en ruinas. Se da cuenta de que nunca más la ciudad de

Barcelona le pertenecerá como la conocía, pero tampoco es de Buenos Aires. Le quedan

entonces dos opciones: o bien adopta la identidad argentina, o bien adopta una identidad híbrida.

Algunas páginas más adelante se evoca la decisión que finalmente tomó:

En 1947, el año que nació su hijo menor, mi abuelo decidió que había llegado el tiempo de

naturalizarse. Fue una decisión madurada durante muchos años, desde que las imágenes de

Barcelona empezaron a borrarse de su memoria, como si esa vida hubiese sido vivida por otro.

(2011: 25)

Aunque no hay cuestión de multilingüismo dentro del personaje del abuelo, es un buen ejemplo

de construcción de identidad después de una migración y nos damos cuenta de la dificultad

cuando se añade encima un cambio de lengua. Sin embargo, nos llama la atención un pequeño

fragmento al final del capítulo sobre el abuelo, en el cual más allá del castellano, del portugués,

de España, de la Argentina, de Brasil, de los recuerdos y las identidades, es el silencio que une

al abuelo a su nieta: “Por pudor no traté de conocerlo más, y si al escribir estas líneas veo

lagunas que él hubiese podido llenar, percibo también cuánto en ese momento el silencio nos

unió.” (2011: 28) Dentro de estos personajes que vivieron cada uno una migración y que dejaron

partes de su identidad en los diferentes lugares, el silencio significa el único estado que supera

esta ruptura y en el que pueden unirse sin obstáculos.

La próxima ruina que destacamos se encuentra en el capítulo sobre los padres de la protagonista.

Ellos se mudaron a Brasil cuando la narradora era niña y, al escribir su libro, se da cuenta de

que aquella época, aquel lugar no le pertenece. Aunque se sienta tanto argentina como brasileña,

entiende que no comparte la misma identidad argentina que sus padres. Exactamente como le

pasó al abuelo, comprende que esta parte de su historia está en ruinas y que solo quedan los

recuerdos de esa vida lejana.

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Me cuesta creer que hubo una vida antes de nuestra venida. […] Tantas veces estuve en Buenos

Aires y podría haber ido hasta el edificio donde vivíamos para ver con mis propios ojos, pero

nunca se me ocurrió. Ahora me doy cuenta de que fue por creer que ese pasado pertenecía a mi

madre y a mi padre, no a mí. (2011: 33)

Sin embargo, pese a haber dejado atrás y soltar aquella época, también entiende que es

importantísimo para la comprensión de su identidad hallar las marcas que dejó el viaje a Brasil

en sus padres y en ella.

¿Estaremos constituidos de restos de palabras que nos afectan y permanecen en nosotros como

marcas indestructibles, surcos que abren derroteros definitivos que nunca están desiertos? (2011:

35)

Aquí, Vidal hace la comparación con el aprendizaje de una lengua: quiere entender el viaje

como se entiende una nueva lengua, “nunca absolutamente, siempre con vacíos de sentido,

expresiones que se pierden, fonemas que se confunden.” (2011: 31) Sigue analizando el

lenguaje de la niña, que le sirve de ayuda a la madre completamente perdida en el nuevo país.

Su lengua tiene como función hacerle compañía durante el viaje solitario y más tarde será ella

quien lleva el portugués a casa, palabra por palabra. Cuando se hace la pregunta “¿Cómo sería

yo si no supiera hablar portugués?” (2011: 33), notamos que, una vez más, la lengua se equipara

a la identidad y sabemos que su aprendizaje personal también ha influido en la identidad de sus

padres. Además, observamos que pasa lo mismo que en el caso de Sylvia Molloy, quien

aprendió la lógica de la convivencia de sus idiomas desde muy temprano en el colegio bilingüe

y en su familia y como en el de Laura Alcoba, quien rechazó el español para dar espacio a la

inmersión, según el deseo de su madre. De la misma manera, la lógica de yuxtaposición de las

lenguas nació cuando Paloma Vidal era niña, en el contexto familiar. Nunca se han separado

los idiomas de manera tan estricta como en la vida de Molloy, sino que desde el principio ella

misma trae el portugués dentro de su casa hispanohablante y, ya como chica, focaliza en la

autotraducción de palabritas para aprender la nueva lengua y enseñarla a sus padres.

En el tercer capítulo conocemos a la protagonista en la época en que vivió en Londres, un lugar

que nunca logró hacer suyo. Después de los atentados de julio de 2005, que experimentó de

muy cerca, se pregunta qué hace allá y decide buscar su felicidad “más al sur”. Nos encontramos

entonces otra vez con la cuestión del pertenecer y repetidamente surgen las dudas: “¿Dónde

estoy? La ciudad jamás va a ser mía. Voy a ser siempre una extranjera.” (2011: 44) Al mismo

tiempo, la protagonista reflexiona sobre la posibilidad de heredar la urgencia por migrar cuando

se encuentra con un hombre que nunca viajó fuera de la Argentina y disfruta el hecho de que él

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no conoce su “verdadero origen”. Sin embargo, no le hace pensar que sea posible pertenecer a

un único lugar, tener una única identidad o hablar perfectamente una única lengua, sino que

pone en duda la idea de la posibilidad de un verdadero origen. Si el hombre no observa que la

narradora es de la Argentina, a lo mejor significa que no lo es, pero que es una nómada pura.

Paro después de escribir “verdadero origen”. El encuentro con él hizo trizas esa idea. Hasta ese

momento me equilibraba precariamente entre dos identidades, pero había un equilibrio – Buenos

Aires era una imagen al fondo y Río de Janeiro era el primer plano donde se desarrollaba mi

vida. Cuando me preguntaban sobre mi nacionalidad decía que era una falsa argentina. (2011:

47)

Además, esta cita muestra claramente lo que queremos decir cuando, en la primera parte de este

trabajo, hemos llamado al multilingüismo de Paloma Vidal una “lógica de yuxtaposición”. Es

la metáfora de la foto que propone: una yuxtaposición de un fondo y un primer plano. Sus dos

lenguas aparecen siempre juntas y sus identidades argentina y brasileña están inseparablemente

conectadas. Visto de esta manera, no nos debería sorprender para nada que autotradujo su libro,

puesto que ya desde el inicio se escribió con las dos lenguas en mente. Vidal obviamente tuvo

que elegir un idioma para la escritura física, pero a la sombra del portugués se escondió el

castellano esperando su turno para revelarse, como leemos en su introducción: “No hacerlo

[traducir el libro] sería no asumir que muchas veces escuchaba el texto en castellano.” (2011:

10)

En la tercera parte del libro, titulado Fantasmas, después de la Nota a la edición y de los tres

capítulos agrupados bajo Viajes, se reúnen nueve pequeños relatos de migración a distintas

edades, por diferentes motivos y a diversos lugares. Nos encontramos con una mujer que regresa

a la Argentina para volver a ver a su mejor amiga de infancia, con un soldado norteamericano

en el ómnibus que se va para Irak, con alguien que vuelve a su patria para enterrar a su padre,

con migrantes italianos y una abuela de Montevideo. Pase lo que pase, todos se encuentran entre

dos mundos y buscan a qué lugar pertenecen. Aunque la mayoría de los relatos será analizada

más adelante porque nos interesa sobre todo el uso de los espacios, nos detendremos un ratito

en ese personaje de la abuela de Montevideo en la historia titulada Tiempo de partir. En este

cuento, lo que llama la atención es la diferencia entre las generaciones; particularmente la

diferencia en las visiones que tienen la abuela y su nuera sobre la lengua. La anciana se mudó

de Montevideo a Brasil para estar con sus nietos y “para enseñarles a hablar español”. (2011:

17) Sin embargo, llegó a ocupar un lugar intermedio. Después de veinte años, ya no pertenece

a Uruguay, pero tampoco logra internalizar la identidad brasileña y el idioma portugués.

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“Ninguno de los tres [nietos] quis aprender esta lengua que agora ya no me pertenece.” (2011:

117) Se manifiesta entonces en la lengua intermedia que usa, mezclando el castellano y el

portugués, y nombrada “esa lengua imaginaria” por su nuera. Marcos Seifert hace una

observación pertinente sobre esta denominación. Comenta que esta “lengua imaginaria” podría

ser un elemento metadiscursivo del vaivén entre las dos lenguas que caracteriza el libro entero

– y la vida misma de Paloma Vidal.

Finalmente, el último protagonista del último relato saca la conclusión del destino de sus

antecesores, resumiendo lo “entre lenguas”, lo “entre identidades” y lo “entre dos mundos”

como un lugar donde no hay fronteras. Así, se podría decir que todos estos personajes

migratorios y multilingües no tienen en común que no pertenecen a ningún lugar, sino que

pertenecen a todos los lugares – o a cualquier lugar. Tienen en común las ganas de volar, que

se dijeron hereditarias, y “durante el vuelo, jamás advierten las fronteras que van atravesando.”

(2011: 125)

4.3.3 Los espacios: multilingüismo como lugar de apertura

En este apartado queremos comentar las escenas y los espacios del volumen que permiten una

unidad, un encuentro de las dos lenguas. Hemos dicho y repetido que Paloma Vidal yuxtapone

los idiomas y hemos visto dentro de cada personaje que busca las diferentes maneras de unir

las lenguas y las identidades. Ahora presentaremos algunos ejemplos de espacios que funcionan

como lugares de apertura y que favorecen la hospitalidad del multilingüismo.

La primera escena digna de comentario se desarrolla en un jardín público de un barrio de Río

de Janeiro donde se reúnen los habitantes, y, sobre todo, los de proveniencia italiana.

Son seres de otro lugar y de este. Adoptaron el portugués y adoptaron este barrio, pero al

atardecer, cuando la conversación se agota y antes de que el Museu da República se cierre para

los visitantes, entonan canciones en italiano, que algunos intrusos, como yo, aquí sentada,

escuchan con asombro y admiración. (2011: 116)

Aquí, el espacio del jardín permite la reunión de personas de diferentes orígenes y es la canción

italiana, el multilingüismo, que despierta las emociones de asombro y admiración en la

protagonista de la historia. El uso de los distintos idiomas tiene la virtud de abrir camino a una

escena casi mágica de encuentro intercultural y el jardín forma un pequeño mundo intermedio

entre el portugués y el italiano, donde ya no importan la lengua, el acento, la proveniencia.

Todos pertenecen al jardín público. Todos pertenecen a la música.

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Otro espacio significativo es el espacio corporal del tango en el tercer relato de Fantasmas. A

veces, cuando no bastan las palabras, puede ser el silencio que une a la gente. Ya lo vimos en

el primer capítulo del libro, cuando la protagonista se sentía unida con su abuelo a través del

silencio y lo encontramos otra vez aquí. Como el jardín público del barrio en Río de Janeiro y

la música de los italianos, el silencio y el tango permiten crear un lugar de encuentro. Los

personajes se sobrepasan, emergen de su identidad y conectan en un nivel más profundo del

que la lengua admite.

Nuestra relación pendía de los silencios, suyos y míos, que nos unían en un mundo aparte, donde

había solo dos cuerpos y el tango. Todo estaba contenido allí. No había espacio para palabras.

[…] A cada clase nuestros cuerpos escenificaban una nueva trama. Ya no éramos nosotros

mismos. […] El tango llenaría el espacio entre nosotros. (2011: 78-79)

Hablando de mundos intermedios, hace falta mencionar el espacio del ómnibus que aparece

varias veces en los relatos de Vidal. Naturalmente el ómnibus es un ambiente entre dos lugares,

ya que vincula una partida y una llegada y llena el espacio entre ambos. Además, es un espacio

que une personas, porque, a pesar de las diferencias de origen de los viajeros, tienen

precisamente esto en común: el punto de partida, el viaje y el lugar de llegada.

4.4.4 Lo siniestro de la identidad

Lo siniestro en el texto de Paloma Vidal se pone sobre todo de relieve en las escenas de ciudades

en ruinas, cuando se mezcla la familiaridad de un lugar abandonado hace mucho tiempo con el

sentimiento de ya no pertenecer. Así, el capítulo más siniestro debería ser la historia titulada

“Así es la vida” en la cual la protagonista regresa a Buenos Aires para volver a encontrarse con

Inés, la hija de la hermanastra de su padre – este nombre ya muestra el choque entre

identificación y extrañeza, como observa Marcos Seifert en La extranjería como extimidad

(2014). Todo el relato está lleno de sensaciones misteriosas y de esta dualidad entre familiaridad

y extrañez: cuando camina en la ciudad tan conocida, pero al mismo tiempo tan distante, cuando

ve a Inés, pero esta no la reconoce y cuando le pide teñir su pelo y no se atreve a revelar su

verdadera identidad.

¿Qué esperaba? No sabe muy bien. Un viaje al pasado, quizás. Una súbita identificación con un

espacio un día muy familiar. En cambio, encuentra un barrio que no la recibe, que ni siquiera

nota su presencia. […] Ningún pensamiento más allá de la sensación de no pertenecer a sí

misma. (2011: 58-62)

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De ahí también la noción de “extimidad”6 que propone Seifert para analizar los relatos de

Paloma Vidal. Se encuentra en todo lo que hemos comentado hasta aquí: en las escenas

siniestras, en el vaivén entre el portugués y el castellano, en los espacios en ruinas y en los

árboles genealógicos que se construyen de los personajes dispersos. Además, este concepto de

“extimidad” hace pensar en lo que ya comentamos bajo 4.3.1: Vidal busca intencionalmente

estos puntos de contacto entre lo exterior y lo interior porque quiere “alcanzar lo propio por

medio de lo ajeno” (Seifert, 2014: 287) Se crea un espacio seguro entre lo exterior y lo interior,

entre lo propio y lo ajeno, entre la autobiografía y la novela, entre Brasil y la Argentina, entre

el portugués y el español. Y es en este entre-lugar, en la escritura, donde puede reconstruir su

identidad.

Otra cosa siniestra que llama la atención son los múltiples pesadillas y ataques de angustia y de

terror que pasan revista en Más al sur. El primer personaje que lucha con estos demonios es el

abuelo, después de haber migrado de Barcelona a Buenos Aires.

Casi tres años habían transcurrido desde la llegada cuando, una mañana de abril, no bien

despertó, mi abuelo vio proyectada en la pared de su cuarto una serie de imágenes de sombras

y de luz, una especie de calcomanía incolora, un claroscuro que formaba un dibujo poco definido

en el fondo blanco. Quizás una cabeza con hombros, una figura imprecisa que le pareció familiar

y le trajo a la mente la pregunta: ¿hermano muerto? Las imágenes no aparecieron más, pero

luego vinieron los terrores nocturnos, la misma trama repetida oscuridad tras oscuridad: ¿qué

lugar es este? ¿qué hacés acá? ¿quién sos? (2011: 24)

Primero, vemos claramente la definición de lo siniestro en este fragmento: “una figura

imprecisa que le pareció familiar.” Luego, es importante observar que las pesadillas están

directamente vinculadas con las preguntas sobre el lugar y la identidad. En tercer lugar, parece

curioso que las angustias aparecen solo tres años después del traslado del abuelo. Podríamos

decir que es en este momento cuando se da cuenta del aspecto descascarillado de su identidad

barcelonesa y empieza el conflicto, la crisis de identidad debida a la migración.

Lo mismo le pasa varias veces a la narradora. Primero, cuando era niña y se mudó de Buenos

Aires a Río de Janeiro.

Algunas noches la angustia me domina y entonces es imposible dormir. Me queda la puerta de

mis padres y la esperanza de que me amparen en su cuarto. Sé que mi mamá no lo va a permitir,

6 La extimidad es un concepto de Jacques Lacan y se define como la tendencia a hacer pública la intimidad de

uno.

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pero igual golpeo. Espero. Abre la puerta. Sé que va a querer llevarme de vuelta a mi cuarto.

Imploro. No cede. Me desespero. Trata de calmarme. Sé que desde este punto no hay retorno.

Nos adormecemos las dos juntas en mi cama. (2011: 35)

Sin embargo, no terminaron las crisis en este momento. Explica que abre los ojos en la noche,

haciéndose exactamente la misma pregunta que su abuelo: ¿dónde estoy? y que su novio tiene

que pararla para que no se escape. Además, “las fugas se intensificaron con la mudanza a

Londres.” (2011: 44) El momento siniestro culminante sigue rápido, cuando su pareja fallece

en los atentados de 2005. De nuevo aparecen estas preguntas: “¿Qué hago acá?” “¿Cómo

seguir?” y añade que no puede “decir una sola palabra en la lengua extranjera que me rodeaba.”

(2011: 50) Podríamos decir que es la muerte de su novio la que le convenció de la necesidad de

quitar Londres, pero, una vez más, las pesadillas y los impulsos de escaparse van de la mano

con el sentimiento de no-pertenencia. Es decir que, aún más que la errancia que dice haber

heredado, está la necesidad de volver para pertenecer a un lugar y encontrar su propia identidad

que viene de su familia. Además, en esta última frase citada, el problema de la otra lengua

aumenta la sensación de no formar parte del mundo en el que se encuentra la narradora. Así que

tanto la migración a un lugar desconocido como verse rodeada por una lengua extranjera y el

sentimiento de haber perdido la propia identidad evocan la sensación de lo siniestro en forma

de pesadillas y ataques de angustia.

4.4 Mar azul de Paloma Vidal

En este trabajo no analizaremos de manera exhaustiva el libro Mar azul de Paloma Vidal

(aparecida originalmente en portugués en 2012), porque hemos privilegiado Más al sur, que

contiene más elementos autobiográficos y nos pareció interesante por la autotraducción y su

concentración en el multilingüismo. Sin embargo, queremos mencionar que muchos ejemplos

que aparecen en Más al sur se pueden encontrar también en Mar azul, aunque de forma más

escondida y novelesca.

Mar azul empieza con una parte dialogada entre dos chicas de 13 años: la protagonista y Vicky.

En la segunda parte del libro, la protagonista tiene 70 años y trata de encontrar paz leyendo los

cuadernos de su padre que la abandonó cuando ella era adolescente y escribiendo su propia

historia. Vale la pena hacer un análisis completo de esta novela enigmática en la que se

confunden los personajes como la tinta de la protagonista confluye con la tinta de la escritura

del padre, pero nos concentramos aquí en las escenas de multilingüismo que pueden aclarar aún

más las diferentes lógicas multilingües que se pueden adoptar.

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Sobre todo, llama la atención la diferencia entre el padre y la protagonista en cuanto al

aprendizaje del portugués:

Rápidamente mi pensamiento empezó a funcionar en la nueva lengua. […] Mi padre partió sin

prepararse y sus cuadernos son la prueba de un corte que sobre el final bloqueaba aún más su

mente. La otra lengua fue siempre su enemiga, una intrusa. En mi caso fue un arrebatamiento,

porque desde el primer instante creí que estas palabras, esta cadencia, este modo de nombrar el

mundo serían míos en cierta medida. Especialmente determinadas palabras me hacían ser

diferente y yo quería aceptar esa revolución intima. (2015: 81)

La experiencia del padre es principalmente negativa y hace pensar en el personaje de la abuela

de Montevideo en Más al sur. Ambos no logran interiorizar la nueva lengua ni la nueva

identidad. Por la emigración ya no pertenecen a la Argentina y a Uruguay, pero tampoco

consiguen adoptar el idioma portugués para integrarse de verdad en Brasil. Así, se encuentran

entre dos mundos y entre dos identidades no reconciliables; lo que tiene consecuencias trágicas.

Ignoramos el desenlace del relato sobre la abuela de Montevideo, pero nos imaginamos el

estancamiento cuando después de veinte años todavía no habla la lengua del país que la acogió

– lo que provoca el descontento de la nuera – sin que pueda volver a Montevideo. Lo mismo

vale para el padre de esta novela, que vivió un corte y un bloqueo debido al cambio de idioma.

El multilingüismo es en estos casos fuente de una deconstrucción de la identidad.

La vivencia de la hija protagonista es completamente opuesta y se parece mucho más a la

experiencia que tuvo la narradora de Laura Alcoba. Aquí, el multilingüismo es construcción de

la identidad y la nueva lengua permite una libertad, un alivio, una “revolución íntima”

fundamental. Adoptar el portugués – o el francés en el caso de Alcoba – admite tomar cierta

distancia del español, de la carga eventualmente traumática que lleva, de la identidad y del

pasado conectados a este idioma. Además, hay que resaltar que las dos visiones contrarias ante

el multilingüismo que acabamos de ver dentro de estos personajes ya se pueden observar en el

léxico elegido. Hay una gran diferencia de carga semántica entre la “nueva lengua” y el

“arrebatamiento” de la protagonista y la “otra lengua”, “enemiga” e “intrusa” del padre. Tal

como en Más al sur, Paloma Vidal nunca – o pocas veces – nombra los idiomas. Por ejemplo,

en la frase “Se chacoalhasse, diría en esta lengua que tanto me gusta.” (2015: 138) Podría ser

porque en su caso no importa de qué lengua se trata. Es la segunda lengua que resulta tan difícil

para el padre, pero tan emancipadora para la protagonista, ya sea portugués, francés, chino o

árabe.

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5. Comparación recapitulativa de las obras

En este capítulo comparativo de recapitulación, proponemos enumerar una última vez todos los

aspectos discutidos en nuestro análisis de las obras para yuxtaponer las diferentes visiones de

Sylvia Molloy, Laura Alcoba y Paloma Vidal.

En primer lugar, hemos hablado de los personajes en las diferentes obras. En Vivir entre lenguas

de Molloy, encontramos una visión negativa en cuanto al multilingüismo en el personaje de la

abuela. Para ella, como la lengua es igual a la identidad, ver crecer sus nietos en la lengua

española es una pura negación de su identidad inglesa. El multilingüismo es, en este caso,

percibido como el rechazo del pasado y del verdadero origen de la familia. Completamente

opuesto es el punto de vista de los padres. Ellos ven el multilingüismo como una ventaja, un

enriquecimiento para sus hijos, quienes adoptan esta visión positiva. Molloy aprenderá el

francés para curar el monolingüismo de su madre. A diferencia de estos hijos, quienes abrazan

la riqueza del multilingüismo, todos los personajes con los cuales nos encontramos después

tienen la idea de que es importante elegir solo una lengua para poder construir su identidad. De

esta manera, Jules Supervielle impone el francés en su hogar, porque su sueño es ser poeta

francés; William Henry Hudson encuentra su vocación de escritor en el momento en el cual

elige el inglés ante el español; y la amiga con Alzheimer le provoca a Molloy una reflexión

sobre cuál de sus lenguas será su lengua materna en la hora de su senilidad.

Los personajes en Más al sur de Paloma Vidal son más problemáticos porque es un libro en el

cual se representa esta búsqueda de la identidad, esta verdadera lucha que causa el exilio dentro

de cada uno. Así, la narradora recorre un largo camino de búsqueda de las marcas que dejaron

el viaje a Brasil en sus padres para encontrar su propia identidad. Se hacen las mismas preguntas

sin parar: ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? ¿Quién soy? También en el personaje de la abuela

de Montevideo se ve este conflicto. Ella se encuentra entre dos lenguas (y habla realmente un

idioma mezclado) y entre dos identidades y parece que no hay una solución posible. El único

que resuelve el tema en Más al sur es el abuelo de la narradora, quien decide que su identidad

española está en ruinas para siempre y adopta la nacionalidad argentina. Aquí, como en los

últimos personajes de Vivir entre lenguas, la mejor idea para construir su identidad parece ser,

finalmente, dejar una de las dos.

En El azul de las abejas de Laura Alcoba, no hablamos de los diferentes personajes porque se

focaliza sobre todo en la niña narradora. Sin embargo, vemos aparecer el mismo punto de vista

una vez más: para reconstruir su identidad después del exilio y de los traumas vividas en la

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Argentina, necesita hacerlo en la lengua francesa. De esta manera, observamos cuatro etapas

sucesivas en el libro. Primero, la preparación del aprendizaje del francés en la Argentina antes

de migrar a Francia, que le abrirá camino a la construcción de la identidad. Espera

impacientemente el momento en que por fin pueda empezar su restablecimiento. Segundo,

hablamos de la desmovilización. La niña entiende que es necesario distanciarse del pasado y

del español para ceder el sitio al francés y a este proceso de construcción interna, lo que resultará

en una lucha con su acento hispánico. En tercer lugar, vimos cómo se sumerge por completo en

la lengua y la cultura francesa, haciéndose amigos franceses y viajando a la sierra con una

familia autóctona. Finalmente, la última fase es la del triunfo, cuando logra pensar en la nueva

lengua, enviar la quinta foto al padre y terminar la lectura del libro que tomó prestado en la

biblioteca.

A continuación, después de haber comentado a los personajes, hablamos de los espacios en las

obras. En el texto de Molloy, observamos que, en los espacios utilizados, cada idioma siempre

tiene su dominio propio. Así, en casa, la narradora habla inglés con su padre, español con su

madre y una mezcla con su hermana y en el colegio la regla fue inglés por la mañana y español

por la tarde. Sin embargo, los espacios en El azul de las abejas siempre arriman la limitación a

una única lengua. En la cárcel, están prohibidas las cartas en otras lenguas que el español, en la

casa se habla español y en la escuela sólo francés, por el deseo de inmersión que tiene la madre

para su hija. Finalmente, con Paloma Vidal el proceso aún es otro. Los espacios en Más al sur

son más bien lugares de apertura, de relación, mundos intermedios que elogian el

multilingüismo. Se ve en el jardín público donde se reúnen los habitantes del barrio alrededor

de los italianos, en la clase del tango donde la música y el contacto físico sobrepasan la

diferencia de lengua de dos personas y el ómnibus, entre-lugar por excelencia.

En cuanto a lo siniestro, encontramos ejemplos en los textos de Molloy y Vidal. En Vivir entre

lenguas, lo ominoso está en la figura de la casa – o, más bien, en la falta de hogar, en el

“unhoused” y el sentimiento de “no-pertenencia” que reina dentro de los personajes migrados.

Además, observamos la figura del doble en el personaje de José, donde la lengua forma su

identidad cuando comparte todos los demás aspectos con sus hermanos – el nombre, la

proveniencia, la profesión y el domicilio. En Más al sur, Paloma Vidal juega constantemente

con lo siniestro y con la figura del doble, como ya vimos en los espacios llamados intermedios.

Marcos Seifert habla de la “extimidad” y observamos claramente esta lucha entre lo propio y

lo ajeno, entre lo interior y lo exterior, entre las diferentes identidades y lenguas y en el género

mismo de la autoficción. Además, recordamos las pesadillas y las angustias de los personajes

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que revelan las preguntas de identidad, de no-pertenencia y de multilingüismo que les

preocupan tanto.

Por fin, todo esto alude a las visiones sobre el multilingüismo que atribuimos a las autoras

mismas. En el caso de Sylvia Molloy, hablamos de una lógica de convivencia en la cual sus

idiomas están al mismo nivel, pero cada uno tiene su propio dominio. Sin embargo, se pregunta

ella misma si uno no es bilingüe a partir de una sola lengua, que, según lo que analizamos sería

para ella el español. Además, observamos un pequeño cambio con el inglés que recibió por una

sola vez los privilegios del castellano a la hora de escribir una autobiografía como recuerdo

para su padre. A Laura Alcoba, le asignamos la lógica de sustitución, porque encontró su

identidad y la libertad necesaria para escribir sus memorias eligiendo el francés en vez del

español. Para Paloma Vidal, optamos por la lógica de yuxtaposición, porque pone el castellano

y el portugués el uno al lado del otro, a veces mezclando las lenguas y las pertenencias y

buscando en la escritura un espacio intermedio donde puede construir su identidad. Y

descubrimos, sobre todo, que estas diversas lógicas se desarrollaron para cada una de nuestras

autoras desde pequeña. Molloy aprendió a mantener sus idiomas separados en casa y en el

colegio. Estaba estrictamente prohibido mezclar o cambiar de dominio. La madre de Alcoba

insistió mucho en la inmersión, en el baño lingüístico total para que su hija se integrara en

Francia. Y, finalmente, leímos que Vidal trajo como niña palabritas de portugués a casa para

aprender y enseñar la lengua a sus padres. Desde el inicio de su vida en Brasil yuxtapuso los

idiomas.

A pesar de estas visiones tan diferentes a primera vista, cabe sacar a la luz el hilo rojo que tienen

en común estas obras. Los ejemplos sacados de los textos, las informaciones sobre las vidas de

las autoras y la manera en la cual escriben han sido pruebas de sendas lógicas de convivencia,

sustitución y yuxtaposición. Sin embargo, la conclusión de cada una es la misma: uno siempre

es bilingüe desde una lengua. Alcoba privilegia el francés, Molloy admite sentirse más cómoda

en español cuando escribe sus textos literarios e incluso Vidal muestra, a través de sus

personajes, la misma inquietud de una identidad fragmentada que solo puede construirse en un

entre-lugar donde puede mezclar un poco las cosas o rechazando una de las dos pertenencias.

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6. Conclusión

En este trabajo hemos intentado demostrar el vínculo estrecho que existe entre lengua e

identidad, analizando diferentes puntos de vista sobre el multilingüismo que aparecen en las

autoficciones de las autoras argentinas Sylvia Molloy, Laura Alcoba y Paloma Vidal.

Pero, ¿por qué se trató de autoficciones? Primero, hemos observado que la autoficción es un

género que flota entre la novela y la autobiografía. Por eso, parece ser el género adecuado para

estas obras que hablan de la construcción de la identidad fragmentada. Segundo, Ana Casas

explica que “la narrativa autoficcional permitiría al autor hablar de sí mismo y de los demás

con mayor libertad.” (2012: 17) Es, entonces, el género perfecto para escribir su propia historia

y búsqueda sin estar limitado por el pacto de veracidad de la autobiografía. Vimos

particularmente en la obra de Alcoba que esto fue importantísimo a la hora de narrar por primera

vez los traumas que vivió sin acordarse necesariamente de cada detalle. En tercer lugar, permite

– también a diferencia de la autobiografía – contar acontecimientos desde múltiples puntos de

vista. Vimos, sobre todo en la obra de Molloy y Vidal, que los varios personajes revelan las

diferentes facetas de su propia visión.

Después, relacionamos el concepto de lo siniestro al multilingüismo. Es Sylvia Molloy quien

observó que “la mezcla, el ir y venir, el switching [de lenguas] pertenece al dominio de lo

unheimliche.” (2016: 15) Comentamos que la lengua es igual a la identidad. Gustavo Pérez

Firmat dice en Tongue Ties que “language acts are acts of identity. We are what we speak.”

(2003: 2) Entendimos que la lengua es ominosa, entonces, porque debería ser igual a nuestra

identidad, es lo que conocemos mejor de quiénes somos, pero no es nuestra a priori y tampoco

la controlamos. Es decir que la lengua tiene algo de familiar, pero no lo es cuando buscamos

las palabras, balbuceamos, cometemos errores. Además, detectamos a la figura del doble,

manifestación por excelencia de lo siniestro, en diferentes aspectos del análisis. En primer lugar,

se nota en el género mismo de la autoficción. El autor parece ser igual al protagonista, pero no

estamos siempre seguros de si se trata de una parte ficticia o factual. Segundo, existe una tensión

ominosa entre las dos lenguas de una persona bilingüe y entre las dos pertenencias – o incluso

identidades – del migrante, una tensión que nos propusimos analizar en los textos de Molloy,

Alcoba y Vidal. El ejemplo más claro es la búsqueda de Paloma Vidal de este entre-lugar entre

las dos lenguas, las dos pertenencias, las dos identidades, entre lo propio y lo ajeno o lo interior

y lo exterior. A través de la autoficción y de la autotraducción, esta autora busca cómo quitar

este sentimiento ominoso de su multilingüismo, busca cómo “desominosar” y unificar su

identidad, digamos.

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Finalmente, vinculamos el exilio al multilingüismo. Cuando la identidad queda bajo fuego

debido a una migración y que una persona tiene el sentimiento de no pertenecer a ningún lugar,

hemos dicho que se amplifica aún más con un cambio de lengua. El multilingüismo es como el

exilio, divide el alma en fragmentos. Sin embargo, no podemos olvidar el otro lado. Tal como

el multilingüismo, el exilio significa también una liberación, una apertura a otros mundos y, por

tanto, un enriquecimiento enorme. A pesar de esto, es imperativo preguntarse si la identidad,

después de la migración y el cambio de idioma, es solamente una ruina que puede reconstruirse

o si está en ruinas para siempre. Queda claro, a través de los ejemplos que encontramos en las

obras de nuestras autoras, que ellas no se rindan, pero que adoptan diferentes estrategias para

reconstruir su identidad fragmentada. Los personajes en los textos de Sylvia Molloy vuelven a

la patria para volver a encontrarse, la niña en El azul de las abejas rechaza por completo su

identidad hispana y la lengua castellana para ceder el sitio al francés y los personajes de Paloma

Vidal buscan a unificar los fragmentos en un entre-lugar.

Concluimos, entonces, por un lado, viendo confirmada nuestra hipótesis inicial. Los textos

analizados han demostrado que Sylvia Molloy sigue una lógica de convivencia de sus lenguas,

Laura Alcoba sustituye el español por el francés y Paloma Vidal yuxtapone sus idiomas,

autotraduciéndose y mezclando el castellano y el portugués. Desde pequeñas, estas mujeres

aprendieron cómo manejar su multilingüismo y lo siguen haciendo siempre de la misma

manera, también en sus escrituras. Sin embargo, la investigación nos obligó a matizar nuestra

hipótesis, porque en un nivel más profundo la visión resulta ser la misma. Es lo que Molloy

entendió desde el inicio: siempre se es bilingüe desde una lengua. (2016: texto de solapa) Es

decir que, aunque adopte la lógica de convivencia de sus lenguas, elige el español para escribir

sus textos ficcionales y más personales. Y aunque Vidal siga la lógica de la yuxtaposición,

vimos, a través de sus personajes, que mezcla y compara sus idiomas justamente para

unificarlos y encontrar este mundo intermedio en el cual puede construir una identidad única y

propia.

Por lo tanto, terminamos este trabajo como lo hemos empezado. Sylvia Molloy, Laura Alcoba

y Paloma Vidal son tres autoras muy diferentes, pero a la vez muy similares.

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