mujeres en conflicto con la ley

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Mujeres en conflicto con la ley UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA ESCUELA SUPERIOR DE TRABAJO SOCIAL V JORNADAS DE INVESTIGACION EN TRABAJO SOCIAL TITULO: MUJERES EN CONFLICTO CON LA LEY AUTORAS: Lic. Senatore Anatilde Ab. Bonfiglio Melina EXPOSITORA: Lic. Senatore Anatilde INSTITUCIÓN: Subsecretaría de Política Penitenciaria y Readaptación Social, Mrio. de Justicia Bonaerense EJE PROBLEMATICO: Políticas Públicas, Justicia

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Mujeres en conflicto con la ley

UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATAESCUELA SUPERIOR DE TRABAJO SOCIAL

V JORNADAS DE INVESTIGACION EN TRABAJO SOCIAL

TITULO: MUJERES EN CONFLICTO CON LA LEYAUTORAS: Lic. Senatore Anatilde Ab. Bonfiglio Melina

EXPOSITORA: Lic. Senatore Anatilde

INSTITUCIÓN: Subsecretaría de Política Penitenciaria y Readaptación Social, Mrio. de Justicia Bonaerense

EJE PROBLEMATICO: Políticas Públicas, Justicia

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Mujeres en conflicto con la ley

a ellas

“…las mujeres ante el Poder

Judicial sufrimos la aplicación de penas más

severas que el hombre, tal vez será porque a

los ojos de nuestros jueces, rompemos el

patrón de madre, esposa o hermana… somos

producto de un país quebrado”

norma r.

detenida en la unidad N° 8

los hornos

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Mujeres en conflicto con la ley

Introducción

La Subsecretaría de Política Penitenciaria y Readaptación Social depende del

Ministerio de Justicia. A su cargo se halla la responsabilidad de generar y

controlar las políticas en materia de ejecución penal, quedando bajo su órbita el

Patronato de Liberados y el Servicio Penitenciario Bonaerense.

Este trabajo pretende realizar una recuperación del problema abordado,

mujeres privadas de libertad, reconociendo al producto final de la

intervención, el Programa de Género de la Subsecretaría de Política

Penitenciaria, como instrumento de denuncia y norte de implementación de

políticas. Este programa fue el resultado de un proceso de indagación,

problematización y propuestas de abordaje desarrollado por un equipo

conformado especialmente para esta tarea, integrado por las abogadas

Mariana Mostajo y Melina Bonfiglio y la trabajadora social Anatilde Senatore.

La cárcel es, para muchos intelectuales, un intrigante laboratorio en el cual

medir y probar teorizaciones más o menos certeras, más o menos adecuadas.

Entran en el territorio más oscuro del dolor y del espanto y salen por el

luminoso mundillo académico a dar sus sesudas conferencias acerca de la

cárcel, desde múltiples líneas de análisis, sin plantearse muchos de ellos, en

ningún momento que si la ciencia no está al servicio de la transformación de las

condiciones abominables en que se debaten los sectores más desprotegidos y

castigados del sistema imperante, carece de sentido. Esto resulta altamente

funcional a un discurso del orden que construye una representación acerca de

la peligrosidad y del sujeto que porta este estigma que fundamenta la

implementación del estado penitencia, en reemplazo del estado providencia1.

Serán las mujeres presas quienes marquen para nosotros, con su palabra y su

acción, el norte de la intervención.

Desde esta inserción laboral, tuve la oportunidad de integrar un complejo

proceso de investigación/intervención que tuvo ciertas peculiaridades. Una de 1 WAQUANT L. LAS CARCELES DE LA MISERIA, Manantial,

Bs. As., 1.999

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ellas fue formar parte de una gestión política, con lo cual, los tiempos de

producción de resultados son dictados por cuestiones electoralistas.

Otra particularidad está dada por la negación constante del servicio

penitenciario bonaerense a reconocer una dependencia del poder político, al

cual embate constantemente con mecanismos de disuasión extremadamente

eficaces, dejando muchas veces la ejecución de las políticas instauradas en el

orden de lo declamatorio, en un perverso juego de hacer como sí.

La pena y sus sentidos

El desarrollo del capitalismo monopólico requiere de una transformación en sus

mecanismos de dominación; en este sentido, debe fortalecer la reconfiguración

de las instituciones de control y coerción.

La cárcel es hoy, la mayor intromisión que el estado realiza en la vida de las

personas. Los argumentos para garantizar el consenso que permita tal acción

alcanzan un amplio espectro de argumentaciones, yendo desde la teoría de la

pena como castigo en sí misma hasta la teoría finalista, que, desde una

perspectiva que se autodefine como humanista, intenta recuperar una mirada

integradora del problema. El debate queda cercenado si no se develan las

coordenadas sociohistóricas en las que tal análisis se inscribe.

Si durante el período de acumulación productiva la cárcel operó como

reaseguro de la norma, los nuevos vectores de la cuestión social obligan a

repensar seriamente su utilidad hoy.

Con una concentración colosal de la riqueza en un sector cada vez más

restringido, la clase trabajadora ha comenzado a construir su identidad en torno

a la incertidumbre acerca del futuro. Entre la sumisión y la resistencia, una

creciente franja de la población se halla hoy en conflicto con la ley. No siendo

objeto central de este trabajo un análisis pormenorizado de la cuestión, sólo me

detendré en enunciar someramente las razones centrales para esta situación:

La inclusión de cláusulas penales en contratos comerciales que hasta

hace poco solo se dirimían en el ámbito civil por lo cual hoy se puede

tener una causa penal por conectarse ilegalmente a algún servicio

público elemental como la luz.

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Mujeres en conflicto con la ley

La desocupación genera y agudiza estrategias de sobrevivencia ligadas

con actos punibles tales como el trabajo sexual, el hurto y el comercio de

drogas a pequeña escala.

Borrados los límites tolerables de la corrupción institucionalizada, la

construcción del estado de impunidad fortalece la legitimación de ilícitos,

en particular, los delitos contra la propiedad privada.

Los grupos de lucha, conformados por las diversas expresiones del

movimiento de desocupados, cuentan, cada vez más, con compañeros

procesados y/o penados en el marco de la criminalización de la protesta

social.

La configuración de un problema político-sanitario, como es el consumo

de estupefacientes, en un problema delictivo, llena las cárceles de

consumidores y promueve el crecimiento del mercado a gran escala.

¿Qué rol le cabe a la cárcel, como institución punitiva, en este contexto?

Sería de una ingenuidad banal pensar en términos normativos para

comprender sus objetivos y sus alcances. Metodológicamente, resulta

claramente insuficiente tensar el deber ser institucional, Constitución y Reglas

Mínimas2 mediante, con lo que la apariencia de realidad3 muestra.

El crecimiento exponencial de la población encarcelada lleva al límite la

capacidad de absorción de los diversos sistemas (instituciones de menores,

penitenciario provincial, federal y comisarías).

Hasta aquí, podemos hablar tanto de hombres como de mujeres.

Estas generalidades l@s igualan.

Sin embargo, hombres y mujeres recorren el camino hacia la cárcel de modos

diversos, significan la pérdida de la libertad de modos particulares, transitan el

proceso de detención en condiciones materiales y subjetivas desiguales y

atraviesan la puerta hacia la calle de manera diferente.

De hadas y brujas

2 Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos, Departamento de Información Pública, N.York, 19843 KOSIK K., DIALECTICA DE LO CONCRETO, MIMEO CETS, 1998

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Mujeres en conflicto con la ley

Hablar de las mujeres privadas de la libertad requiere delimitar objetivamente el

entramado ético, ideológico y político desde el que se construyen las prácticas

vinculadas con este tema.

Las precisiones deben remitir, entonces, a los pilares teóricos que sustentan el

entramado de un asunto de doble negación: negación de una identidad

particular, en términos de género y negación de la privación de la libertad como

sanción hacia las mujeres en conflicto con la ley.

Harari y Pastorino4 plantean que el derecho tiene género, reafirmando su

hipótesis mediante un estudio de caso, del que se desprende que el poder

judicial se sigue pronunciando según viejos modelos sociales, operando como

instrumento de control social sobre las mujeres, fortaleciendo los pares

binarios: frígida-ninfómana, madre-prostituta, hada-bruja; el imaginario produce

prácticas que cristalizan estos estereotipos asegurando un desigual reparto de

poder en términos de género.

El Decreto Reglamentario 1373/62, vigente hoy como reglamentación de la

ejecución penal refuerza esta aseveración: “serán consideradas faltas graves

de conducta la negligencia manifiesta para el cuidado de su hijo o la rudeza

inmotivada en el trato para con él. La reincidencia en estos hechos traerá como

accesoria a la sanción disciplinaria la inmediata separación del menor para

quien se arbitrarán las medidas conducentes a su guarda con la debida

intervención del juez de menores”, cabe destacar que este reglamento, vigente

hoy, data del año 1.962.

Esta regla no incorpora, como tampoco lo hacen las normativas más actuales,

una intervención de tipo preventiva en la vinculación madre-hijo, con miras a

fortalecer esta relación, habida cuenta de las trayectorias de violencia que

muchas mujeres portan, así como el propio impacto que el encierro genera en

las personas.

Este artículo permite conocer qué se espera de las mujeres, no sólo con sus

hijos alojados en el penal, sino con los que la visitan: ser madres las califica en

sí mismas.

4 Acerca del género y el derecho, Harare y Pastorino, en EL DERECHO EN EL GENERO Y EL GENERO EN EL DERECHO, H. Birgín, Ed. Biblos, Bs. As. 2000

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Las explicaciones acerca de las causas del delito en las mujeres pendulan

entre la perversión y el desvío. Descalificadas en el deber ser, es preciso

marcar la norma y apresurarse a rotular el tipo de patología psicosocial que las

perturba: “a qué nivel de degradación cae la mujer a veces (…) pierde todo

sentido de vergüenza, de modestia, de autorespeto, de gentileza, toda su

femineidad convertida en violencia, cruel…”5

Negando toda referencia al encierro, el estereotipo de la mujer privada de

libertad la define hoy como hace dos siglos atrás; cada jefe de unidad

consultado al respecto, manifestó preferir una cárcel con 1.000 varones a un

anexo6 con 35 mujeres; del paternalismo protector al desprecio, cada

aseveración dejó por fuera la diferencia de géneros.

¿Cómo opera esta negación en las prácticas cotidianas? La muestra más

flagrante resulta en la falta total de provisión de toallas femeninas para la

población. Como artículo suntuario, debe ser proporcionado por la propia

interna, sea mediante su peculio7, destacando que menos de un 20 % de la

población femenina trabaja o mediante el aporte de quienes la visitan, aún

sabiendo que menos de un 30 % recibe visitas.

Para la psicóloga Liliana Martínez8, “la realidad carcelaria promueve la

emergencia de síntomas corporales que pueden sostenerse en el tiempo o

desaparecer afuera… conlleva reducción del espacio y hacinamiento… la

iluminación es escasa y la falta de colores… podría pensarse como ´llevar una

vida gris´… la audición se ve sometida a un incremento de estímulos

sonoros… lo olfativo y lo gustativo también sufren modificaciones… la tensión y

el alerta se traducen en tensión muscular… el malestar que se silencia y se

niega retorna por alguna vía; el cuerpo es una de ellas”

La constante comparación de las mujeres recluidas con la población general es

otro indicador de esta negación; desde el programa de Género se implementó

5 Maudsley, LAS CARCELES DE MUJERES, citado en CUERPO, FEMINEIDAD Y PELIGRO6 nominación con la que se reconoce a los apartados para mujeres en cárceles masculinas7 peculio: salario penitenciario, consistente en unos 20 pesos por mes, por jornadas de 6 a 8 horas diarias de trabajo, cinco días a la semana.8 MARTINEZ LILIANA, LOS EFECTOS DE LA CARCEL EN LA SUBJETIVIDAD DE LAS MUJERES PRIVADAS DE LIBERTAD, ensayo presentado en las Jornadas: “Buenas prácticas penitenciarias”, Bs. As. ´03

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un sub programa, cuyo único objetivo era garantizar para cada niño alojado en

el penal la celebración de su cumpleaños y para la totalidad, el poder participar

en el festejo. Hasta entonces, la madre del homenajeado decidía a qué chicos

invitaba, en sintonía con sus propias relaciones intra carcelarias. El argumento

del personal para sostener y fomentar esta discriminación se argumentaba

diciendo que en cada casa, cada madre decidía a qué niños del barrio iba a

invitar y esto debía ser respetado en el penal.

La discusión con las internas madres puso de manifiesto que todas habían

sufrido la discriminación hacia sus hijos en algún cumpleaños. Se trabajó sobre

la particularidad de estar detenidas y las escasas ocasiones de celebración que

tiene para compartir con los pequeños, tras lo cual acordaron propiciar el

festejo compartido.

Fueron, entonces las agentes penitenciarias quienes reprocharon la acción

institucional, hablaban de discriminación, arguyendo que con sus magros

sueldos muchas veces no podían agasajar a sus chicos, en tanto, éstas, que ni

siquiera deberían ser madres, tiene fiesta y regalo “de arriba”, otra vez la falsa

igualación que permite negar la diferencia.

Algunas precisiones numéricas

A lo largo de esta exposición se irán marcando las múltiples desigualdades que

en términos de género se advierten con claridad, proporcionando para las

mujeres un plus en el castigo.

La población femenina privada de su libertad en cárceles bonaerenses se ha

exponencialmente. En el año 1.984 había 127 detenidas. Para el 2.003,

sumaban 646, de las cuales sólo un 16 % se halla penada, es decir, con

sentencia firme. El resto se halla aún sometida a proceso.

Los datos demográficos no dan cuenta de la complejidad de la situación. Se

acercan algunos elementos a modo de ilustrar numéricamente la cuestión:

El 16 % tiene menos de 21 años, muchas de ellas ingresaron con causas de

menores, debido a que no existen institutos de máxima seguridad para

menores mujeres, el 37 % tiene entre 22 y 30 años, casi la misma proporción

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se halla en la franja siguiente, 33 % entre 31 y 40, mientras que mayores de 40

suman el 14 %.

Del primer grupo, los delitos se vinculan con robos y hurtos, de los 3 homicidios

consignados, 2 lo fueron en ocasión de robo.

La edad analizada en relación con el tipo de delito, permite observar que las

mujeres menores de 30 años están acusadas por delitos contra la propiedad,

básicamente robo y hurto, en tanto en las mayores de 30 priman los delitos

contra las personas tales como homicidio, lesiones, amenazas y abandono de

persona.

La inmensa mayoría proviene de los partidos más densamente poblados,

destacándose entre ellos los siguientes partidos: Lanús, Lomas de Zamora,

Quilmas, Morón, San Martín y La Plata.

El nivel de escolaridad formal es básico. Si bien la educación aparece como

uno de los derechos fundamentales al tiempo que representa una estrategia de

disminución del conflicto –toda vez que para obtener el permiso de estudio se

debe tener una conducta buena, en términos penitenciarios9 - acceder a los

ámbitos escolares se restringe aún más para las mujeres que tienen consigo a

sus bebés, debido a que se les permite ingresar con los niños al aula y

tampoco pueden encomendar su cuidado a otras compañeras. Si bien existe

una guardería, ésta se halla extramuros y admite a los pequeños a partir de los

6 meses; algunas madres, apegadas en extremo a sus niños, se niegan a

permanecer sin ellos varias horas al día.

Contexto de surgimiento de la demanda

En el mes de enero de 2.003, un grupo de mujeres alojadas con sus hijos en la

cárcel de Los Hornos, inicia una protesta cuyo objeto es modificar el

reglamento que determina que a las 10 de la noche, cada interna debe ser

encerrada en su celda, lo cual implica que aquellas madres que no

amamantaran y no contaran con un termo debían dar la leche a los bebés tal

9 La regulación de la conducta responde a cánones absolutamente subjetivos, por lo que su evaluación es siempre una incertidumbre, aún para los funcionarios del área.

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como se encontrara al momento de la ingesta, lo cual se traduce en la mayoría

de los casos, en leche en mal estado.

Un mes más tarde, un grupo de reclusas inicia una propuesta pidiendo con

suma urgencia la atención médica correspondiente para una de las jóvenes,

que, enferma de SIDA y con defensas muy bajas, exhibía un cuadro febril que

no cedía. La respuesta en este caso, fue una violenta represión, con balas de

plomo incluidas y el traslado a la cárcel de mayor seguridad, temido espanto de

los rebeldes.

A partir de aquí, el equipo organizó un intenso programa de trabajo, tendiente a

describir y caracterizar la situación desde las diversas perspectivas.

Se planificaron entrevistas con los referentes de cada sección del Servicio

Penitenciario involucrada en el tema y se recorrieron las cárceles destinadas al

alojamiento de mujeres: Los Hornos, Romero, Bahía Blanca, San Nicolás,

Mercedes y Azul. En cada una de ellas, se procedió a instrumentar una

encuesta semiestructurada, con el objeto de indagar sobre los problemas

identificados por el personal penitenciario, en relación a las mujeres detenidas;

se mantuvieron entrevistas en profundidad con los referentes de las áreas de

salud, asistencia social, educación, trabajo y disciplina.

Simultáneamente, se indagó en la bibliografía existente con respecto al tema,

se inició un mapeo de la situación a nivel latinoamericano en primer término,

para ampliarlo luego al contexto occidental global.

Se consideró prioritario conocer la propia perspectiva de las mujeres, pero al

mismo tiempo, se estimó necesario trabajar sobre los preconceptos del propio

equipo y fortalecer el encuadre de trabajo antes de encontrarnos con las

detenidas, habida cuenta de la ansiedad con que la población espera la

intervención de agentes externos al propio servicio penitenciario.

Se efectuaron entrevistas individuales y colectivas, propiciando el encuadre

informal, como contracara de la rigidez institucional.

Nosotras y los otros

La mayoría de las mujeres entrevistadas inició el relato de la pérdida de la

libertad aludiendo a situaciones vinculares: siguiendo a sus parejas, siendo

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cómplices de padres y hermanos, resolviendo violentamente una situación de

maltrato familiar, víctimas o victimarias, en relación con el varón, poniendo de

manifiesto el desigual reparto de poder; la calificación laboral es menor que la

del hombre, de niñas han debido ser madres de sus hermanos, siendo muchas

de ellas madres en la adolescencia.

Atravesar el portón del penal marca a fuego en la piel el estigma de la

deshonra, de allí en más, justifican en muchos casos el destrato que reciben,

entendiendo que es parte del castigo por no responder a la norma.

Antes que optar por la prostitución, muchas prefieren el robo, viendo en esta

acción un gesto de dignidad frente al varón que las usa y las denigra.

Solo una cárcel ha sido pensada para las mujeres, escapando a la arquitectura

cuadrada y gris, imperante en las unidades masculinas. El resto son anexos,

con lo cual queda claro el lugar que ocupa la mujer, espacios reducidos, donde

se hallan hacinadas. En las comunidades terapéuticas con modalidad

residencial no había, previo al Programa, cupo para mujeres, como tampoco lo

había en el único hospital penitenciario; no existían, tampoco, unidades de

régimen abierto o semiabierto. Las mujeres reciben a sus visitas con un bolso

preparado: alimentos, ropa, algún juguete de manufactura casera, piden

permiso para bañar y despiojar a sus hijos, revisan sus cuadernos; los hombres

reciben de sus visitas las provisiones para la semana. Cuando se forman

parejas de detenidos, a la visita intercarcelaria, es la mujer quien lleva la

comida, para lo cual cuentan con el apoyo del cocinero, quien refuerza esta

obligación de la mujer de atender a su hombre, sin importar las condiciones.

Forman familias y parejas, la homosexualidad es más un clamor desesperado

de afecto que una opción sexual en sí.

La situación de los niños alojados con sus madres constituyen todo un tema en

sí mismo: no existen estudios serios acerca del impacto de nacer y crecer

privado de la libertad, en un contexto altamente agresivo como el del penal; no

existe un presupuesto específico para sus necesidades, lo lúdico no forma

parte de las prioridades para las autoridades penitenciarias, para los pequeños

alojados en los anexos del interior, salir del penal se constituye en una

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aventura que puede suceder a los 3 ó 4 años, no existiendo guarderías ni

programas de salidas.

Recuperar la libertad implica un desafío enorme: estigmatizadas, en muchos

casos institucionalizadas, rotos los vínculos pre existentes, entre el

resentimiento y la culpa, desandan el camino buscando a sus afectos,

buscando el paradero de sus hijos, intentando recuperar el afecto y transitar el

sinuoso trayecto del retorno a una sociedad que las expulsó.

Cuando una mujer recupera la libertad es día de fiesta en el penal, lo dicen los

rostros maquillados, la cumbia que suena más fuerte, si cabe y las palmas que

se baten como si la vida se fuera en ello, despedir a la compañera las acerca

un poco a la propia libertad

El Programa de Género

Por la diversidad de actores involucrados, fue preciso determinar las áreas más

vulneradas identificadas como esferas de intervención posible, desde la

Subsecretaría: identidad, familia y salud10:

Área familiar: Un estudio en perspectiva de género permite identificar un

primer nivel de análisis vinculado con la producción de sentidos y la asignación

de significados presente en toda construcción de imaginarios sociales con

respecto a la homologación de la mujer con el rol materno. El mito

mujer=madre remite a un deber ser profundamente entronizado en la cultura

occidental y su matriz se resquebraja frente a la diversidad de lo real. En esta

diversidad, distintos elementos se potencian: historias intra e inter

generacionales de desarraigo, abandono familiar, violencia simbólica y física,

donde la vertebración de la estructura familiar, en tanto producción y

reproducción cotidiana se asienta sobre la responsabilidad de la madre. Así,

mujeres que no han vivenciado el rol de hijas, que no han podido decidir

cuándo y cómo ser madres, se ven exigidas a interpretar una tarea tan

compleja como la maternidad sin los mínimos recursos materiales y simbólicos

para ello. Esta exigencia que en muchos casos no se condice con el capital

indispensable para desarrollarla, se ve agravada por la situación de detención,

10 Se transcriben a continuación los fundamentos de cada área del Programa

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Mujeres en conflicto con la ley

durante la cual su capacidad para ser lo que socialmente se espera que sean,

se convierte en un elemento de más de su calificación, traduciéndose en un

monto de angustia que genera trastornos para sí misma y para la convivencia

con sus pares.

Otro aspecto central a considerar es la interrupción vincular que la detención

provoca al interior de los grupos convivientes. Muchas mujeres encuentran en

la detención una barrera insalvable para la continuidad de los lazos familiares.

Sea porque sus familias están desintegradas, sea porque los recursos

económicos son precarios para sostener la frecuencia indispensable de los

encuentros, cada vez es mayor la proporción de mujeres que no reciben visitas

y que desconocen dónde y cómo se encuentran sus afectos.

Estas situaciones de desencuentros se potencian en el marco de un encierro

que promueve la revisión de los vínculos, acrecentando la culpa y la

desesperanza.

Área Salud: para muchas mujeres de los sectores populares, el propio cuerpo

es un espacio inexplorado, el desentenderse del mismo es una estrategia de

sobrevivencia, a partir de la seria dificultad que encuentran en la provisión de

satisfactores tales como la alimentación de calidad y la salud en términos

preventivos. Con el crecimiento en términos cuali-cuantitativos de la pobreza,

cada vez es más frecuente que los sectores pobres estructurales y aún los

empobrecidos desoigan las demandas de su propio cuerpo ante la

imposibilidad de obtener respuestas. Las mujeres que conforman la población

penal proviene de estos sectores y comparten estas dificultades. La detención,

por su parte representa, si no se toman los recaudos indispensables, una

instancia riesgosa de transmisión de algunas patologías, al tiempo que provee

una situación ideal para la difusión de normas de salud y criterios

indispensables para el cuidado del cuerpo.

Cuestiones subjetivas como la autoestima y la propia desvalorización se

entrecruzan con elementos concretos como el desconocimiento o la falta de

recursos para ocuparse de sí mismas.

Área Identidad: la trayectoria vital de estas mujeres las ha confrontado con

situaciones extremas que las ha llevado a silenciar y/o desdibujar su propia

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identidad femenina en pos de una dura supervivencia. La masculinización, la

autoagresión en sus diversas formas, la tergiversación de su propia historia,

operan como mecanismos de defensa que las contienen al tiempo que las

segregan con más intensidad.

Conocerse, reconocerse, aceptarse son principios elementales para iniciar un

proceso real de integración. La propia estima es el soporte que posibilita la

aceptación de los demás, la resignificación de la mirada sobre sí mismas es el

paso inicial para incluirse en la sociedad con un proyecto posible. Para ello,

recuperar sus aptitudes y capacidades es tan preciso como fortalecer sus

debilidades. La identidad adquiere, entonces, una importancia vital.

Expresarse, poner palabras a lo callado, desnaturalizar lo obvio, conocerse, en

definitiva, aceptarse es trazar un puente hacia la aceptación de los otros.

Traducir en acciones este puñado de buenas intenciones es una tarea ardua

que ha sido apenas esbozada, con pequeños avances y grandes retrocesos.

Cerramos el año de gestión con un motín por demás violento, con la sensación

de haber apenas iniciado un camino.

La Plata, 2.004

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