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cristiano

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- Los que te temen, me vern, y se alegrarn; Porque en tu palabra he esperado.

Salmos 119:74

La mirada de Jess

El relato bblico nos ilustra algunos casos puntuales en los que el Seor Jesucristo mir de manera especial a algunas mujeres y sali al encuentro de su necesidad.

1. La mujer adltera a quienes todos queran apedrear (Juan 8:1-11)

Un tumulto pretende perturbar a Jess y tenderle una trampa, una mujer descubierta en adulterio se convierte en la excusa perfecta para probar al Seor. La ley y la sociedad de ese tiempo saban qu hacer con una mujer en esa situacin: deba morir apedreada. Jess mir mas all que aquellos hombres legalistas, vio un alma atormentada y la necesidad de perdn y restauracin.

l no consinti ni aprob el pecado de ella, pero confront a los pretendidos justicieros con su propia hipocresa. Entonces, ante la turba acusadora que se retira humillada, le dice a la mujer: Ni yo te condeno; vete, y no peques ms (v. 11).

Aquella alma desesperada, encontr vida en el mismo lugar donde le esperaba la muerte.

2. La mujer con hemorragia (Mar. 5:25-34)

En su tiempo, una mujer con este padecimiento era considerada inmunda y se la apartaba de la sociedad. Como una extranjera en su ciudad, sin contacto fsico con su propia familia y sin tener a quin recurrir; en su debilidad, cobr nimo y audazmente se mezcl con la multitud para acercarse a Jess. Si tocare tan solamente su manto (v. 28), pens.

En cuanto logra hacer ese contacto efmero, casi imperceptible Jess lo advierte, la busca con la mirada, y le habla con ternura y compasin, porque reconoci la necesidad de ella:

Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote (v. 34).

Jesucristo es el mismo hoy, tiene el mismo poder, tiene la misma voluntad de satisfacer tu necesidad, Su mirada est sobre ti y l nunca abandona a los que lo buscan

(Sal. 9:10b).10 En ti confiarn los que conocen tu nombre, Por cuanto t, oh Jehov, no desamparaste a los que te buscaron.

3.La mujer con el frasco de alabastro (Luc. 7:36-39)

Dice la Biblia que la sociedad solo la conoca como la pecadora, sin embargo, a pesar de que todos la miraban mal, no le import presentarse humildemente en la casa de Simn, romper su precioso frasco de alabastro, llorar a los pies de Jess, y junto con el perfume de tanto valor para ella, derramar tambin su alma lastimada por la vida.

Ese llanto que la expone es mal interpretado por los que estn presentes en la escena; pero Jess, que miraba su corazn, saba cunto necesitaba de Su misericordia. Entonces all, frente a todos aquellos observadores, le ofrece perdn y restauracin, declarando que ella fue la nica que reconoci al Seor en toda Su dignidad; por eso la oportuna ofrenda de aquel perfume fue aceptada por el Salvador. Tu fe te ha salvado, ve en paz (v. 50).

Una entrega total a Jesucristo, precede a una restauracin total del alma.

4. La viuda de Nan (Luc. 7:11-17)

Era una mujer viuda con un solo hijo varn, quien por serlo, tena la responsabilidad de proveer para las necesidades bsicas de su madre. l era la descendencia, la provisin, su seguridad y el amor de su corazn. Todas las esperanzas del futuro se cristalizaban en ese hijo. Pero esta viuda iba de camino, porque ese, su nico hijo varn, haba muerto y con l, el sentido de su vida. Cuando lo enterrara, dejara all todo lo que tena: amor, provisin, seguridad; ms todo lo que esperaba del futuro: compaa en la vejez y trascendencia. Era la imagen misma de la desolacin.

Jess detuvo Su marcha, la mir y se compadeci de ella dicindole: No llores (v. 13) y tocando el fretro, el joven volvi a la vida y ella recuper todo aquello que crea perdido.

No yo te condeno.Queda sana de tu azote.Tu fe te ha salvado.No llores.

Perdn. Restauracin. Salvacin. Consuelo.

Seguramente cada una de ustedes han tambin conocido la mirada de Jess y Su manera maravillosa de actuar en nuestra vida. Quiz pasaste por valles oscuros o cimas peligrosas y comprobaste que la mirada de Jess estuvo siempre sobre ti. Por tanto, ests preparada para dar a otros de lo que recibiste, como recomienda Pablo diciendo: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Seor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolacin, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos tambin nosotros consolar a los que estn en cualquier tribulacin, por medio de la consolacin con que nosotros somos consolados por Dios (2 Cor. 1:3-4).

Quitemos la mirada de nosotras mismas. Miremos a nuestro alrededor, a la necesidad de los dems. Imitemos a Jess.