mtodos de estudio del paisaje e instrumentos para su gestin

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0178 - 2006 Rafael Mata_Métodos e instrumentos Gestión Paisaje-PRO T-PAI FOR INF 1 MÉTODOS DE ESTUDIO DEL PAISAJE E INSTRUMENTOS PARA SU GESTIÓN. CONSIDERACIONES A PARTIR DE EXPERIENCIAS DE PLANIFICACIÓN TERRITORIAL Capítulo del libro El paisaje y la gestión del territorio Criterios paisajísticos en la ordenación del territorio y el urbanismo Barcelona, Diputació de Barcelona-Universidad Internacional Menéndez Pelayo, 2006, 716 pp.: 199-239. Coordinación: Rafael Mata Àlex Tarroja Rafael Mata Olmo Introducción: el marco normativo de la ordenación del paisaje en España y los instrumentos de acción paisajística Estas páginas, introductorias de las contribuciones dedicadas en este libro a métodos e instrumentos de actuación paisajística, pretenden aportar algunas reflexiones y experiencias sobre la metodología de los estudios de paisaje destinados a la acción. Se ha considerado oportuno presentar brevemente ciertos aspectos del marco normativo español en materia de ordenación del paisaje, del que emanan los instrumentos que orientan en parte los procedimientos de trabajo, desde las tareas de caracterización a la formulación de propuestas. España no cuenta con tradición en la defensa de los valores del paisaje, por más que en su legislación ambiental, urbanística y sectorial abunden las referencias al asunto, y que su política de conservación de la naturaleza tenga, desde sus orígenes, objetivos y figuras específicas para la protección de paisajes naturales valiosos. Desde los argumentos paisajísticos que inspiraron la primera ley de parques nacionales de 1916 (MATA OLMO, 2000) hasta las normas promulgadas en los dos últimos decenios por las comunidades autónomas sobre espacios protegidos, el paisaje aparece como una constante de la política conservacionista del estado y de las regiones, si bien es verdad que con un nivel muy modesto de concreción y con ausencia de un concepto claro y compartido sobre la figura de “paisaje protegido”, presente en la ley 4/89 y trasladada con algunos matices interesantes a la mayor parte de las normas conservacionistas autonómicas. Si bien es verdad que la actuación paisajística a partir de la normativa de conservación de la naturaleza se reduce a los espacios protegidos (no sólo a los “paisajes protegidos”, sino, en general, a todas las figuras de protección, y en especial a los parques), el importante aumento de las áreas protegidas, que se acercan hoy a los cuatro millones de hectáreas, hace que la política conservacionista y los instrumentos de ordenación y gestión de los espacios naturales cuenten con un potencial de intervención en materia de paisaje muy notable, y hasta ahora poco aprovechado. Esa potencialidad se acrecienta con la declaración de espacios cada vez más humanizados, modelados y gestionados por actividades agropecuarias y forestales, densamente poblados en algunos casos, y en los que, por consiguiente, el método y los objetivos paisajísticos debieran constituir criterios prioritarios de planificación e intervención. La experiencia francesa de ordenación y valorización del paisaje en los parques naturales regionales resulta en este sentido ejemplar e ilustrativa de lo que podría hacerse en los parques nacionales de España y, sobre todo, en los parques naturales, creados y gestionados por las comunidades autónomas. El territorio de los 44 parques naturales regionales franceses, que suma más de siete millones de hectáreas y una población que supera 3 millones de habitantes, sobre espacios altamente humanizados, ha sido concebido como ámbito de conocimiento y ordenación del paisaje a través de los llamados Plans de Paysage y Charte Paysagère, a los que se asocian Contrats pour le paysage (contratos con particulares y

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    MTODOS DE ESTUDIO DEL PAISAJE E INSTRUMENTOS PARA SU GESTIN. CONSIDERACIONES A PARTIR DE EXPERIENCIAS DE PLANIFICACIN TERRITORIAL Captulo del libro

    El paisaje y la gestin del territorio Criterios paisajsticos en la ordenacin del territorio y el urbanismo

    Barcelona, Diputaci de Barcelona-Universidad Internacional Menndez Pelayo, 2006, 716 pp.: 199-239.

    Coordinacin: Rafael Mata lex Tarroja

    Rafael Mata Olmo Introduccin: el marco normativo de la ordenacin del paisaje en Espaa y los instrumentos de accin paisajstica Estas pginas, introductorias de las contribuciones dedicadas en este libro a mtodos e instrumentos de actuacin paisajstica, pretenden aportar algunas reflexiones y experiencias sobre la metodologa de los estudios de paisaje destinados a la accin. Se ha considerado oportuno presentar brevemente ciertos aspectos del marco normativo espaol en materia de ordenacin del paisaje, del que emanan los instrumentos que orientan en parte los procedimientos de trabajo, desde las tareas de caracterizacin a la formulacin de propuestas. Espaa no cuenta con tradicin en la defensa de los valores del paisaje, por ms que en su legislacin ambiental, urbanstica y sectorial abunden las referencias al asunto, y que su poltica de conservacin de la naturaleza tenga, desde sus orgenes, objetivos y figuras especficas para la proteccin de paisajes naturales valiosos. Desde los argumentos paisajsticos que inspiraron la primera ley de parques nacionales de 1916 (MATA OLMO, 2000) hasta las normas promulgadas en los dos ltimos decenios por las comunidades autnomas sobre espacios protegidos, el paisaje aparece como una constante de la poltica conservacionista del estado y de las regiones, si bien es verdad que con un nivel muy modesto de concrecin y con ausencia de un concepto claro y compartido sobre la figura de paisaje protegido, presente en la ley 4/89 y trasladada con algunos matices interesantes a la mayor parte de las normas conservacionistas autonmicas. Si bien es verdad que la actuacin paisajstica a partir de la normativa de conservacin de la naturaleza se reduce a los espacios protegidos (no slo a los paisajes protegidos, sino, en general, a todas las figuras de proteccin, y en especial a los parques), el importante aumento de las reas protegidas, que se acercan hoy a los cuatro millones de hectreas, hace que la poltica conservacionista y los instrumentos de ordenacin y gestin de los espacios naturales cuenten con un potencial de intervencin en materia de paisaje muy notable, y hasta ahora poco aprovechado. Esa potencialidad se acrecienta con la declaracin de espacios cada vez ms humanizados, modelados y gestionados por actividades agropecuarias y forestales, densamente poblados en algunos casos, y en los que, por consiguiente, el mtodo y los objetivos paisajsticos debieran constituir criterios prioritarios de planificacin e intervencin. La experiencia francesa de ordenacin y valorizacin del paisaje en los parques naturales regionales resulta en este sentido ejemplar e ilustrativa de lo que podra hacerse en los parques nacionales de Espaa y, sobre todo, en los parques naturales, creados y gestionados por las comunidades autnomas. El territorio de los 44 parques naturales regionales franceses, que suma ms de siete millones de hectreas y una poblacin que supera 3 millones de habitantes, sobre espacios altamente humanizados, ha sido concebido como mbito de conocimiento y ordenacin del paisaje a travs de los llamados Plans de Paysage y Charte Paysagre, a los que se asocian Contrats pour le paysage (contratos con particulares y

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    entidades pblicas, que constituyen programas de acciones concretas). Esta iniciativa, encuadrada en una norma de 1992 sobre intercomunalidad, que dot de nuevas competencias a las comunidades de ayuntamientos en materia de planificacin territorial y de medio ambiente, e incorporada posteriormente a la Ley del Paisaje de 8 de enero de 1993 (BREDA, 1999, 44-49; VV.AA, 1995), ha hecho de la defensa y mejora del paisaje uno de los objetivos principales de la actuacin de los parques, desde las tareas de estudio y diagnstico hasta las propuestas de ordenacin y las iniciativas de aprovechamiento econmico, facilitando adems la participacin de la poblacin y de los agentes sociales en torno a la idea del proyecto de paisaje1. Junto a la normativa sobre conservacin de la naturaleza, merecen en Espaa una mencin especial en materia de paisaje las disposiciones sobre el que podra denominarse paisaje monumental, y las normas e instrumentos de planificacin urbanstica y territorial. Sobre los paisajes monumentales, en el sentido histrico-artstico de la expresin, la ms alta norma existente hoy es la Ley 16/1985, del Patrimonio Histrico Espaol; su predecesora, la Ley republicana de 1933, con paralelismos cronolgicos e intelectuales con la Ley de Parques de 1916 y con otras iniciativas coetneas en pases europeos de proteccin de lo pintoresco, adjudicaba a la Direccin General de Bellas Artes cuanto atae a la defensa, conservacin y acrecentamiento del Patrimonio histrico-artstico nacional. Para ello se creaba el Catlogo de Monumentos Histrico-Artsticos de cuantos edificios lo merezcan, como asimismo de los conjuntos urbanos y de los paisajes pintorescos que deban ser preservados de destrucciones o reformas perjudiciales (artculo 3, nfasis nuestro). Por esta disposicin, algunos espacios eminentemente naturales merecieron la declaracin de parajes pintorescos, equivalente a la de los monumentos histrico-artsticos, uno de los cuales, bien conocido -el lago de Sanabria y su entorno-, dio lugar a un litigio competencial entre las administraciones de Agricultura y Educacin (donde estaba encuadrada la Direccin General de Bellas Artes), que finalizara con el reconocimiento del Tribunal Supremo de las atribuciones de ese ltimo Ministerio en la regulacin de usos en parajes pintorescos, por ms que se tratara de un espacio eminentemente natural.

    La Ley de 1985 no habla de paisaje y s de entorno; pero esta ltima nocin tiene un claro alcance paisajstico referida a monumentos, conjuntos y sitios histricos o zonas arqueolgicas, y pone de manifiesto que la nocin de patrimonio cultural ha seguido una evolucin expansiva que ha ido desde la proteccin del monumento aislado a la del entorno urbanstico, y de ah a la proteccin de los bienes culturales dentro del ordenamiento del medio ambiente (MARTNEZ NIETO, 1993, 35). El tratamiento del entorno y con el entorno del patrimonio histrico-artstico, tanto en medio urbano como rural, constituye pues una va muy interesante de actuacin paisajstica, como puede comprobarse en multitud de emplazamientos, fachadas y siluetas de ncleos monumentales, o de zonas y monumentos arqueolgicos bien integrados y hasta caracterizadores del paisaje, como ocurre, por ejemplo, con la cultura talaytica en la isla de Menorca. Se est avanzando por esta va llena de posibilidades para la salvaguarda de los bienes culturales y del paisaje como un todo patrimonial (AMORES CARREDANO, 2002). El Plan de conservacin y restauracin integral de iglesias romnicas y entornos (nfasis nuestro) en la antigua Merindad de de Campoo (Cantabria) constituye un buen ejemplo al respecto (FUNDACIN CAJA MADRID, 2002). Tanto las disposiciones sobre conservacin de la naturaleza como las de defensa del patrimonio cultural hasta aqu comentadas se refieren a mbitos o a elementos singulares del espacio geogrfico. Sin negar sus potencialidades en materia de actuacin paisajstica, lo cierto es que poseen un campo acotado de intervencin, desbordado por la concepcin territorial de paisaje que inspira estas pginas, y que demanda poltica paisajstica para todo el territorio, desde sus configuraciones ms notables a las banales, desde las bien conservadas a las deterioradas. Por eso mismo las normas urbansticas y de ordenacin del territorio, y los instrumentos que las desarrollan, son hoy un marco adecuado para la incorporacin de

    1 Entre los muchos ejemplos disponibles de Plan de Paisaje en los parques naturales regionales, con

    mtodos de estudio, objetivos, propuestas y acciones, puede verse PARC NATUREL RGIONAL DES

    BALLONS DES VOSGES (1998): Russir un plan de paysage. Munster, Parc Natural des Ballons des

    Vosges, 24 pp.

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    objetivos y criterios paisajsticos referidos a todo el territorio; porque, en teora al menos, el mbito de actuacin de los instrumentos citados, desde el planeamiento municipal a las figuras de planificacin regionales y subregionales propias de la ordenacin territorial, comprometen a todo el espacio geogrfico; y porque, adems, a esas escalas se constituyen habitualmente las identidades paisajsticas y resulta viable y til la incorporacin de la participacin pblica en el desarrollo del proyecto de paisaje. Nos hemos ocupado ya en otra ocasin de las posibilidades que para la ordenacin del paisaje ofrece la legislacin urbanstica (MATA, GMEZ Y FERNNDEZ, 2001, 31-32), desde la primera Ley del Suelo de 1956 a los textos reformados posteriores y a los que en los ltimos aos han aprobado las comunidades autnomas. Se trata de normas de aplicacin directa y de planificacin especial (MARTNEZ NIETO, 1993), que en general han dado poco juego hasta la fecha2, pese a que uno de los objetivos de los Planes Especiales es justamente la proteccin del paisaje, para conservar determinados lugares y perspectivas, y a que el paisaje se seala tambin en la normativa estatal y autonmica entre los criterios para la clasificacin de suelos rsticos o no urbanizables de especial proteccin. Menos se ha hablado hasta ahora de las virtualidades que para la defensa del paisaje presentan las disposiciones de ordenacin del territorio, de las que se han dotado ya todas la comunidades autnomas (algunas en segunda generacin, como Navarra), y del desarrollo de las mismas. En este terreno es preciso diferenciar entre el contenido paisajstico de las normas generales que regulan la planificacin territorial, y las determinaciones de los instrumentos que las desarrollan. Resulta imprescindible atender a estos ltimos, pues el legislador ha decidido en todas las comunidades autnomas atribuir a dichos instrumentos el grueso de la capacidad de ordenacin. Las referencias al paisaje en las leyes de ordenacin del territorio de las CC.AA (o de ordenacin del territorio y urbanismo, ms recientemente) son, cuando se producen, genricas y poco precisas, e incluidas siempre dentro del captulo general de criterios ambientales y de conservacin de la naturaleza y de los recursos. Con contadas excepciones, como la recientemente aprobada Ley de la Comunidad Valenciana de Ordenacin del Territorio y Ordenacin del Paisaje o el texto refundido de Canarias (de las Leyes de Ordenacin del Territorio y de Espacios Naturales de Canarias, aprobado por Decreto Legislativo 1/2000), las normas regionales de planificacin territorial no han contribuido a superar el estado de indefinicin jurdica que afecta al paisaje, ni han concretado tampoco objetivos especficamente paisajsticos para los instrumentos de ordenacin. La frmula ms extendida es la que utilizan, por ejemplo, las leyes de Aragn o Illes Balears, en las que los factores, elementos o riqueza paisajstica, junto a valores ambientales, ecolgicos, socioculturales e histrico-artsticos (Ley de Aragn, 2.c) constituyen criterios para la indicacin de zonas o reas que merecen ser sustradas de la urbanizacin y reguladas de acuerdo con los valores que se pretenden salvaguardar. En ese sentido, la tcnica jurdica apenas difiere de la que es propia del urbanismo para el suelo no urbanizable, con la salvedad de que en el caso de la ordenacin del territorio la defensa de los valores ambientales y especficamente paisajsticos- debe concretarse en instrumentos de mbito regional y subregional, una escala, como se ha dicho, adecuada para la ordenacin y puesta en valor del paisaje. En el panorama legislativo autonmico de ordenacin del territorio se da tambin algn caso en el que, si bien el paisaje no figura entre los objetivos generales de la planificacin, s que se lo menciona entre los contenidos de los instrumentos de ordenacin regional o subregional. En la Ley andaluza de 1994, la alusin expresa al paisaje, concretamente a su proteccin y mejora, se produce en relacin con los contenidos mnimos de los planes de ordenacin del territorio de mbito subregional. stos debern proceder seala el artculo 11.c de la citada norma- a la indicacin de las zonas para la ordenacin y compatibilizacin de los usos del territorio y para la proteccin y mejora del paisaje de los recursos naturales, y del patrimonio histrico y cultural, estableciendo los criterios y las medidas que hayan de ser desarrolladas

    2 La planificacin especial ha constituido, no obstante, la va para la formulacin de los instrumentos de

    ordenacin y gestin (Planes Especiales) de reas protegidas en Catalua (vase en esta obra el artculo

    de Carles Castell) y las Illes Balears (ANEI), declaradas a partir de la legislacin urbanstica.

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    por los distintos rganos de la Administraciones Pblicas. La alusin a Andaluca est justificada porque, adems de su significativa contribucin a la elaboracin de la Carta del Paisaje Mediterrneo (germen de la Convencin Europea del Paisaje de 2000), es hoy de las pocas comunidades autnomas que cuentan ya con algunos planes de ordenacin del territorio de escala subregional aprobados, en los que el paisaje recibe un tratamiento especfico como valor y recurso, en sintona con la Directriz de paisaje del Avance del Plan de Ordenacin del Territorio de Andaluca (POTA, 2000). En otros planes o directrices regionales ya aprobados, el tratamiento del paisaje es desigual y, en todo caso, secundario cuando se produce. Las alusiones ms explcitas aparecen en las Directrices de Ordenacin del Territorio del Pas Vasco (1997), en las de las Illes Balears (1999) y en las Directrices recientemente aprobadas de Canarias (2003). En el Pas Vasco, el paisaje constituye uno de los apartados de la Directriz del Medio Fsico y una de las denominadas categoras de ordenacin del suelo rstico; no obstante, su consideracin se reduce a elementos fsicos visualmente destacados y de dominante geomorfolgica (cimas rocosas, acantilados sin cubierta vegetal, etc.). No obstante el desarrollo de la planificacin territorial en el Pas Vasco merece dos comentarios en relacin con el paisaje. En primer lugar, algunos planes de escala subregional Planes Territoriales Parciales segn la denominacin establecida por la ley vasca de ordenacin del territorio de 1990- estn incorporando objetivos paisajsticos (salvaguarda, accesibilidad y valorizacin) a partir de estudios relativamente detallados sobre la diversidad del paisaje, como ocurre en los PTP de Gernika-Markina y el Duranguesado, an en Avance (DIPUTACIN FORAL DE VIZCAYA, 2003). Por otra parte, uno de los instrumentos de planificacin de carcter sectorial, el denominado Plan Territorial Sectorial Agroforestal y del Medio Natural, aprobado inicialmente (GOBIERNO VASCO, 2005), incluye un interesante anexo sobre el paisaje, con objetivos y recomendaciones para la integracin paisajstica de las actividades en el medio rural. Los estudios previos de las Directrices de Ordenacin Territorial de las Illes Balears (DOTIB), aprobadas por ley del Parlament en 1999, estn ciertamente impregnados de paisaje, asunto al que se dedica un captulo completo, con un mtodo de anlisis que combina los aspectos morfolgicos y los visuales, en relacin con las panormicas desde las principales carreteras. Sin embargo la formulacin normativa de las DOTIB no trasluce la sensibilidad paisajstica que sustenta los citados estudios previos. Cierto es que las Illes Balears cuentan desde la aprobacin de la Ley de Espacios Naturales de 1991 con una figura, la de reas Rurales de Inters Paisajstico, de alto potencial para la defensa y gestin de los valiosos paisajes rurales del Archipilago. Pero las DOTIB no han ido ms all, de modo que la declaracin de paisajes rurales protegidos debe hacerse conforme a lo que establece la citada norma de 1991. Veremos a continuacin que los Planes Territoriales Insulares (concretamente el de Menorca), sobre los que recae buena parte de la capacidad de planificacin, han otorgado al paisaje un peso sensiblemente superior al de las DOTIB. Aceptando la pertinencia de abordar la gestin del paisaje en el seno de la ordenacin del territorio, sin menoscabo del papel que corresponde a las polticas sectoriales, se suscita inmediatamente una cuestin metodolgica o de enfoque que est recibiendo respuestas variadas por parte de las administraciones estatales y regionales con alguna experiencia en la materia. Me refiero a la posibilidad de incluir las propuestas y proyectos paisajsticos en instrumentos globales de planificacin territorial, o, por el contrario, a la de elaborar directrices o planes especficamente paisajsticos. En el primer caso, la ordenacin del paisaje constituira uno de los aspectos de la planificacin, mientras que en el segundo, las propuestas paisajsticas seran recomendaciones con diverso alcance normativo para las polticas sectoriales y, sobre todo, para los instrumentos de planeamiento municipal y territorial. La experiencia europea reciente ofrece ejemplos en uno y otro sentido, dependiendo ms, a mi modo de ver, de la tradicin y de la trayectoria de la poltica paisajstica en cada estado, que de las ventajas de una u otra forma de proceder3.

    3 Vanse los casos de Francia, Alemania, Reino Unido, Holanda y Suiza, a cargo de M.A. Breda, P.

    Mazzoli, P. de Dono, A. dal Sasso y A. Canzzani, en la obra Polotiche e Cultura del paesaggio.

    Esperienze internazionali a confronto (2000), editada por L. Scazzosi.

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    En el segundo de los sentidos mencionados se sita la Ley de Proteccin, Gestin y Ordenacin del Paisaje de Catalua, de 2005, al establecer las denominadas Directrices del Paisaje, que acertadamente se vinculan a los Planes Territoriales Parciales (instrumentos reglados de ordenacin territorial de mbito subregional) y a los Planes Directores Territoriales, como determinaciones que precisan e incorporan normativamente los objetivos de calidad paisajstica a los citados Planes. Algo parecido hace la Ley de Ordenacin del Territorio y Proteccin del Paisaje de la Comunidad Valenciana al establecer un Plan de Accin Territorial del Paisaje, que deber aprobar la Generalitat y en el que, adems de identificar y proteger los paisajes de relevancia regionales en el territorio valenciano, se establecern directrices y criterios de elaboracin de estudios de paisaje, de su valoracin y de su consecuente proteccin (art. 11). Por su parte, en Canarias, como desarrollo del texto refundido de las leyes de Ordenacin del Territorio y de Espacios Naturales Protegidos (Decreto Legislativo 1/2000, de 8 de mayo), las Directrices de Ordenacin General y las Directrices de Ordenacin del Turismo de Canarias (DOGyDOTCa), aprobadas en 2003, y algunos Planes Insulares de Ordenacin, adoptan tambin figuras especficas de ordenacin paisajstica, como las Directrices de Ordenacin del Paisaje para todo el Archipilago (Captulo II de las DOGyDOTCa) y los Planes Territoriales Especiales del Paisaje, para mbitos insulares o supramunicipales, como el que recientemente adjudic para su redaccin el Cabildo Insular de Tenerife de acuerdo con las determinaciones establecidas en el Plan Insular de Ordenacin del Territorio de la isla (PIOT). La Regin de Murcia, por ltimo, ha optado tambin por la elaboracin de estudios y propuestas de Directrices de Paisaje para cada una de sus comarcas, con la intencin de incorporarlas despus a los instrumentos reglados de ordenacin del territorio para esos mismos mbitos.

    Del estudio del paisaje a la accin paisajstica. Cuestiones generales de enfoque Los plurales sentidos del paisaje, sus distintas escalas y la diversidad de objetivos de los anlisis y proyectos paisajsticos explican el carcter muy abierto de la metodologa del paisaje y la variedad de instrumentos, explcita o implcitamente paisajsticos, destinados a la ordenacin de sus valores y de sus transformaciones. Es difcil marcar con precisin la frontera entre los aspectos tericos y metodolgicos, y entre stos ltimos y los instrumentales y operativos, cuando el conocimiento del paisaje se concibe como parte de un proceso prospectivo que debe conducir a la accin. Mis consideraciones sobre mtodos e instrumentos de ordenacin del paisaje se sitan, pues, en el mbito de la investigacin aplicada comprometida con la accin, y son consecuentes con el concepto de paisaje territorial e integrador (en su contenido y en la convergencia de saberes que lo abordan) que he planteado en la primera parte de este libro. Es ya un lugar comn iniciar un ensayo como ste sobre metodologa del paisaje aludiendo a su polisemia y a la variedad de enfoques disciplinares. Esta circunstancia se considera incluso, desde el punto de vista de la intervencin poltica, una fortaleza del concepto, como expresin de la complejidad del territorio y de los mltiples agentes e intereses que intervienen en la arena territorial. No obstante, cuando el tratamiento del paisaje ha de salir del mbito acadmico y del estimulante terreno de la investigacin y la especulacin disciplinares, para satisfacer una demanda social de calidad paisajstica asumida polticamente, es necesario construir un mtodo que responda con intencionalidad y rigor a los objetivos buscados; unos objetivos que, tras la aprobacin de la Convencin Europea del Paisaje, se refieren no slo a la proteccin de los sitios excepcionales o muy valiosos, sobre lo que se cuenta ya con cierta prctica, sino tambin, a la gestin de los paisajes habituales y cotidianos, y a la recuperacin o a la creacin de nuevos paisajes en determinadas circunstancias. Aqu reside uno de los retos mayores de la cuestin paisajstica en la actualidad, especialmente en lugares como Espaa con escasa tradicin en la materia: en responder con mtodos e instrumentos adecuados a los requerimientos sociales de paisaje, capaces de frenar e invertir los procesos de prdida de carcter y de calidad paisajstica del territorio. Y

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    eso lleva necesariamente, por una parte, a un esfuerzo de interdisciplinariedad en las tareas de conocimiento y valoracin del paisaje, y por otra, a la formulacin de un proyecto pedaggico y tcnico de naturaleza eminentemente prospectiva que, sin negar otro tipo de aproximaciones, aborde la explicacin de la materialidad del paisaje y de sus representaciones culturales como parte de un proceso que debe terminar en la accin. El asunto no es sencillo. Responder de modo pertinente a la salvaguarda de los valores del paisaje en el territorio -en todos los territorios- no es una cuestin que pueda improvisarse. La premura es siempre mala compaera de cualquier iniciativa poltica y tcnica, en especial sobre un asunto como el paisaje, con escasa apoyatura social todava y con una posicin dbil frente a otras polticas y tcnicas de actuacin. Sin embargo, justamente por eso mismo, es necesario aunar esfuerzos en la elaboracin y difusin de un mtodo de trabajo que, sobre todo en las escalas que son propias del urbanismo y la planificacin territorial (local y regional), sustente la toma de decisiones juiciosas para el mantenimiento del carcter de los paisajes y la integracin de los cambios que inevitablemente han de producirse. Van siendo algunos documentos de ordenacin del paisaje de los pocos elaborados hasta ahora en Espaa, y otros desarrollados en pases de nuestro entorno con ms tradicin paisajstica, las iniciativas que manifiestan mayor voluntad de convergencia metodolgica y de plantear el proyecto paisajstico como un camino que conduce del carcter y de los problemas del paisaje, a la propuesta, en sus plurales dimensiones de defensa, gestin y creacin. Pareciera que la demanda de poltica de paisaje suscita la interdisciplinariedad y la elaboracin de un saber de saberes paisajsticos, que hasta ahora, sin el acicate del compromiso con la intervencin, han manifestado escasa voluntad de convergencia. Se trata de un proceso de aprendizaje a partir de lo que han hecho otros, que no excluye, sino al contrario, mejoras e innovaciones, pero que debe construirse y avanzar sobre la experiencia adquirida, evitando en lo posible esa imagen muy extendida en los foros paisajsticos de que todo est siempre por hacer, una imagen que debilita la accin, que desmoviliza a quienes tienen la responsabilidad poltica y tcnica de abordarla, y que perjudica en ltima instancia a la salvaguarda de los valores del paisaje. Estas pginas se nutren, por ello, de la experiencia paisajstica de agencias pblicas que anan anlisis y accin, como ha ocurrido en los ltimos decenios en el Reino Unido con The Coutryside Agency y Scottish Natural Heritage (SWANWICK, 2003a; SCOTTISH NATURAL HERITAGE-THE COUNTRYSIDE AGENCY, 2002) o Coutryside Council for Wales. Resultan tambin provechosos los resultados que comienzan a conocerse del magno proyecto Politiques Publiques et Paysages. Analyses, valuation, Comparaisons, puesto en marcha por el Ministerio de Ecologa y Desarrollo Sostenible de Francia entre 1998 y 2003 (LUGINBHL, 2004). Como no es menor tampoco la experiencia italiana (CLEMENTI, 2002; CANEVARI y PALAZZO, 2001), holandesa (SASSO, 1999) o suiza (OFEFP, 2003) en materia de planificacin paisajstica. Las enseanzas de esos trabajos han inspirado algunos documentos de ordenacin del paisaje de escala subregional que hemos tenido ocasin de elaborar en los ltimos aos y a cuyos mtodos e instrumentos nos referiremos ms adelante, junto a documentos similares realizados por otros equipos en distintas comunidades autnomas. Un repaso de la trayectoria reciente de la cuestin paisajstica en el entorno europeo desde el punto de vista metodolgico permite concluir, a mi juicio, dos hechos importantes y estrechamente relacionados entre s: en primer lugar, la formulacin y consolidacin de una autntica poltica paisajstica, con una voluntad crecientemente integradora de los mltiples sentidos del paisaje, vinculada sobre todo a la sostenibilidad territorial y a la calidad de vida de la gente, y sustentada en la participacin pblica; y en segundo lugar, la formacin paulatina de una comunidad cientfica y tcnica, no homognea ni consolidada todava, pero comprometida con la tarea del conocimiento, la divulgacin y la intervencin paisajstica y con el desarrollo de una metodologa interdisciplinar, prospectiva y operativa. Sin olvidar la necesidad de incorporar criterios y objetivos paisajsticos a las polticas sectoriales de mayor capacidad modeladora del territorio, como la de infraestructuras, la agraria o la forestal, estas pginas se refieren prioritariamente a los mtodos e iniciativas propios de los instrumentos urbansticos de las escalas local y regional, es decir, los planes municipales y los de ordenacin del territorio de mbito supramunicipal, as como a otro tipo

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    de documentos especficamente ocupados de la ordenacin del paisaje, escasos todava en Espaa, y que bajo la denominacin genrica de directrices de paisaje, emanan de la legislacin urbanstica, de la de planificacin territorial, y, en algn caso, de normas especficamente paisajsticas. Son estos instrumentos, tanto los territoriales como los especficamente paisajsticos, los que requieren mtodos de anlisis y diagnstico capaces de producir propuestas no slo para la proteccin de lo ms valioso, sino para la gestin de la generalidad de los paisajes que definen la identidad del territorio, y para la recuperacin y creacin de aquellos especialmente deteriorados o degradados. Esa necesidad de intervenir en todo el paisaje, aunque con objetivos y procedimientos diferentes segn su estado, y de incorporar adems la percepcin y las aspiraciones de la poblacin, est conduciendo hacia un mtodo de estudio cada vez ms interesado en conocer el carcter del paisaje y sus dinmicas, y cada vez menos preocupado por el mero ejercicio de cuantificar su valor para proteger lo ms valorado, prescindiendo del resto, de lo aparentemente banal, corriente o deteriorado. Lo hemos dicho ya; todo el territorio requiere poltica de paisaje y por eso es fundamental un anlisis detenido de su carcter, del que pueda derivarse la toma juiciosa de decisiones. La experiencia britnica en ese sentido a lo largo de los ltimos tres decenios es reveladora. Durante bastantes aos, especialmente durante los setenta, en el Reino Unido se centr la atencin en la idea de la evaluacin del paisaje (landscape evaluation4), en la medicin de aquello que hace a un paisaje mejor que otro. El nfasis en las aproximaciones supuestamente objetivas, cientficas y a menudo cuantitativas para la determinacin del valor del paisaje (landscape value), que llegaron a estar muy de moda5, provocaron un alto grado de desilusin con este tipo de trabajos y fueron muchos los que consideraron inadecuado reducir algo tan complejo como el paisaje a una serie de valores numricos y frmulas estadsticas (SWANWICK, 2003b). Los cambios en la forma de hacer de la Coutryside Commission se advierten ya en la dcada siguiente, de modo que a mediados de los ochenta se formula la herramienta del landscape assessment con un conocido estudio piloto en Mid Wales Upland y otros posteriores, en los que adquiere un creciente protagonismo la tarea de descripcin y clasificacin del carcter del paisaje (landscape character), es decir, de lo que hace a un rea distinta o diferente de otra (y no necesariamente ms valiosa que otra). La experiencia adquirida en esos aos se concretara en un documento metodolgico y prctico en Escocia (COUNTRYSIDE COMMISSION FOR SCOTLAND, 1992) y en otro algo posterior de la Countryside Commission inglesa (1993). En el ltimo decenio se ha fortalecido la idea de landscape character como concepto central del anlisis y la accin paisajstica a todas las escalas, emergiendo y consolidndose como principal instrumento paisajstico el Landscape Character Assessment (LCA), debiendo entenderse este ltimo trmino, a veces utilizado o traducido al castellano como evaluacin, como el proceso que permite formarse una opinin fundada sobre el carcter del paisaje tras haber sido estudiado cuidadosamente. De la consolidacin del LCA en la prctica actual de la Countryside Agency quisiera destacar cinco aspectos principales en los que fundamentar un mtodo extrapolable a otros territorios, atento siempre a sus peculiaridades:

    - El inters por el carcter del paisaje (de cada paisaje), es decir, por lo que hace a un paisaje diferente de otro, y la necesidad de su estudio en profundidad.

    - El establecimiento de relaciones estrechas entre el carcter y la dimensin histrica del paisaje.

    - La vinculacin del estudio y caracterizacin del paisaje a la emisin de juicios y toma de decisiones, aunque con plena autonoma de la primera fase analtica del proceso.

    - El nfasis en el potencial de uso del paisaje a diferentes escalas.

    4 En el sentido de cantidad de valor de algo, en este caso el paisaje, distinto del concepto de assessment,

    que se impondr aos despus (Oxford Advanced Dictionary, 2003, pp. 428 y 61). 5 Se convirti en una referencia obligada el Manchester Landscape Evaluation Study. ROBINSON et alii

    (1976).

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    - La necesidad de incorporar a los agentes sociales implicados en la construccin y el uso del paisaje.

    Un mtodo ajustado a la escala de estudio del paisaje y coherente con los objetivos de accin paisajstica En los instrumentos de accin paisajstica, el mtodo de estudio del paisaje, ms all de enfoques disciplinares, no puede ser ajeno a los objetivos del proyecto de actuacin y a la escala a la que ste se plantea. Para territorios regionales y, sobre todo, subregionales y locales, cuando el estudio forma parte de instrumentos de ordenacin o planeamiento, o de directrices especficamente paisajsticas, el mtodo debe implicar:

    Un diseo coherente con el concepto de paisaje asumido, con los objetivos de calidad paisajstica que se pretenden y con el alcance normativo y el nivel de detalle que hayan de tener las propuestas.

    Un proceso continuo que va del conocimiento de la diversidad paisajstica a las determinaciones y regulaciones en materia de paisaje, y que ha de pasar necesariamente por las fases de (1) identificacin y caracterizacin de la diversidad del paisaje, (2) diagnstico y evaluacin de la calidad paisajstica, (3) formulacin de objetivos y estrategias y (4) establecimiento de directrices, lneas de actuacin y medidas concretas, con la concrecin normativa que en cada caso proceda.

    Un tratamiento integrado de los componentes que configuran la identidad de cada paisaje, de modo que la informacin paisajstica supere el estadio de los inventarios compartimentados de elementos ambientales, socioeconmicos y culturales, que an es fcil encontrar en los pliegos de condiciones de tcnicas de los estudios de paisaje, para convertirse en un anlisis intencionado de los componentes autnticamente estructurantes del carcter de cada paisaje.

    Un procedimiento capaz de relacionar e integrar las configuraciones de la diversidad paisajstica y la visin del paisaje, en su doble vertiente de acceso a la contemplacin del paisaje y de evaluacin de su fragilidad.

    Un camino para la integracin de la materialidad constitutiva del paisaje y sus representaciones sociales y culturales, tanto en la fase de caracterizacin como en la de atribucin de valores.

    Un proceso continuo de participacin pblica, mediante distintos mtodos ajustados a la extensin, la estructuracin social y los recursos del proyecto, pero que en todo caso debe incorporarse a todas las fases de desarrollo del documento, desde las de caracterizacin dinmica y el diagnstico a la de planteamiento de objetivos y propuestas de actuacin.

    El compromiso con la accin, la experiencia acumulada en ese terreno en los tres ltimos decenios y el relativo consenso en torno a un concepto del paisaje territorial y perceptivo, integrador y participativo como el que tras diez aos de trabajos ha formulado la Convencin de Florencia, permite dibujar un mtodo que nos atrevemos a calificar de convergente, y que es preciso seguir formalizando como fundamento de la accin pblica y privada sobre el paisaje. En ese mtodo que ahora sintetizaremos se advierte ya cierto grado de acuerdo en el enunciado y desarrollo de las fases de anlisis que deben culminar en la formulacin de los objetivos y medidas de ordenacin del paisaje; y se observa tambin el manejo de una serie de nociones y conceptos, como el de unidad de paisaje en la fase de caracterizacin, o los de diagnstico y valoracin del paisaje, que aunque utilizados todava con sentidos y contenidos distintos segn pases, administraciones y especialistas, pueden constituir interesantes mbitos de convergencia de los plurales modos de explicar el paisaje. En este terreno la coherencia necesaria entre mtodos e instrumentos est jugando a favor de unos y otros, propiciando por una parte la sistematizacin del anlisis y diagnstico paisajstico de acuerdo con los objetivos de ordenacin, y favoreciendo, por otra, la delimitacin y formalizacin de un campo especfico y diferenciado de actuacin paisajstica, sobre la base su caracterizacin y valoracin.

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    La metodologa territorial del paisaje, es decir, aquella que pretende una lectura comprensiva de la diversidad de configuraciones del territorio para la tutela de sus valores y la gestin de sus cambios (por encima de nfasis ecolgicos, geogrficos o perceptivos), sigue en la actualidad un proceso explicativo que pasa sucesivamente por tres fases:

    - Una primera de identificacin y caracterizacin del paisaje, que se ocupa tanto del significado de sus elementos constitutivos o estructurantes 6, como de su expresin en fisonomas diferenciadas, a las que tiende a denominarse unidades de paisaje, o expresivamente character areas en el proceder de la Countryside Agency britnica, o simplemente paisajes. Dependiendo de la escala y de los objetivos, la tarea de identificacin y caracterizacin suele dar lugar a tipologas y taxonomas, con el establecimiento de agregaciones de paisajes en tipos, grupos o conjuntos, o a la divisin de la unidades de paisaje en subunidades. - La segunda fase incluye todos aquellos aspectos conducentes a la valoracin del paisaje y a la determinacin de su capacidad para acoger e integrar los cambios de uso e implantaciones de diversa naturaleza que pudieran producirse sobre el mismo. Se trata de una fase crucial para el establecimiento de objetivos y de medidas de accin paisajstica; descansa en el trabajo previo de caracterizacin, y constituye un proceso bastante ms complejo que la mera evaluation, o atribucin de valores numricos a elementos del paisaje, para alcanzar un sumatorio que diferencia niveles de inters paisajstico altos, medios y bajos. El sentido de la valoracin tiene ms que ver con la primera de las acepciones que el Diccionario de la Lengua Espaola atribuye a ese vocablo, es decir, el acto de estimacin del grado de utilidad o aptitud (del paisaje) para satisfacer las necesidades o proporcionar bienestar o deleite. Un asunto discutible es si el anlisis de las tendencias y de los cambios debe formar parte de la fase de caracterizacin o de esta segunda de valoracin. Lo importante, en cualquier caso, es que se trata de un asunto muy importante, con una proyeccin fundamental en los objetivos y propuestas. - La tercera y ltima fase debe establecer, a partir de la caracterizacin y valoracin, los objetivos paisajsticos generales y las directrices y lneas de actuacin para el logro de tales objetivos, diferenciando, de acuerdo con las indicaciones de la Convencin de Florencia, iniciativas para la proteccin de determinados mbitos, unidades o elementos del paisaje, criterios para la gestin paisajstica y, en su caso, intervenciones para la recuperacin o la creacin paisajstica. En esta ltima fase es necesario definir el alcance jurdico de las determinaciones paisajsticas de acuerdo con la naturaleza del instrumento de ordenacin previsto (un plan territorial regional o subregional, una figura de planificacin de carcter sectorial, unas directrices especficamente paisajsticas, un plan especial o un plan de ordenacin municipal) y su coordinacin con polticas sectoriales de incidencia paisajstica, as como con otros planes de carcter territorial en los que la ordenacin del paisaje se integra como un elemento ms de planificacin.

    La identificacin de la diversidad y del carcter de los paisajes Los mtodos de estudio del paisaje para la accin paisajstica, tanto los dedicados a la ordenacin y gestin de sus valores, como los de naturaleza ms proyectiva o de diseo tradicionalmente asociados a la arquitectura del paisaje- coinciden hoy en la necesidad de leer y entender el carcter de cada paisaje. La lectura comprensiva se lleva a cabo a travs del conocimiento de los componentes y las reglas que rigen su materialidad evolutiva reglas histricas en muchos casos-, y mediante la identificacin y caracterizacin de las configuraciones que expresan, a diferentes escalas, la diferencia de un paisaje respecto de sus vecinos.

    6 Esos elementos estructurantes del paisaje equivaldran a las structures paysagres de la Ley del paisaje

    francesa de 1993.

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    La tarea de caracterizacin, en la que debe sustentarse cualquier proyecto de paisaje, adquiere, pues, un papel central, porque la intervencin paisajstica ha de velar por el mantenimiento, la mejora y el realce del carcter de cada paisaje, y, en el caso de una actuacin creativa, concebirla y desarrollarla sobre la base del conocimiento profundo de los mecanismos de produccin y de transformacin de los paisajes afectados (CEPAGE, 2004:20). El nfasis en el carcter del paisaje como objeto de la accin paisajstica, de todo aquello que hace a cada parte del territorio distinta de otra, al margen de su calidad o valor, est promoviendo estudios sistemticos de caracterizacin del paisaje. En este aspecto la escala condiciona grandemente la naturaleza del estudio paisajstico, ms all incluso del alcance operativo de sus posibles determinaciones. A escalas pequeas, para el tratamiento de territorios medios y grandes, los mtodos estn dirigidos, preferentemente, hacia la identificacin, caracterizacin y expresin grfica y cartogrfica de la diversidad paisajstica del territorio. Por su escala, son estudios habitualmente realizados por equipos de especialistas, basados sobre todo en el conocimiento experto, en el manejo de bases cartogrficas y de datos, y en el trabajo sistemtico de campo, pero con dificultades obvias para incorporar la participacin pblica e, incluso, para un tratamiento exhaustivo de las dinmicas y de la calidad del paisaje. La Countryside Agency ha reconocido, en relacin con la propuesta tipolgica de The Character of England, que se trata de estudios top-down (de arriba abajo), pero con la virtualidad de ofrecer una panormica de la diversidad paisajstica para un gran territorio y de servir de marco a estudios de identificacin de mayor detalle, concretamente a los Landscape Character Assessments de las demarcaciones subregionales y locales (THE COUNTRYSIDE AGENCY-SCOTTISH NATURAL HERITAGE, 2002, captulos 2 y 6). Un procedimiento similar ha guiado la obra Regional Distribution of Landscape Types In Slovenia (MARUSIC, J. y JANCIC, M., 1998) o el Atlas de los paisajes de Espaa (MATA OLMO y SANZ HERRIZ, 2003), de cuya metodologa se ocupa un texto de este mismo libro. Lo deseable sera que este tipo de contribuciones de identificacin y caracterizacin a pequea escala integrase a los de escala mayor; pero esa posibilidad depende, en una medida importante, de cmo estn distribuidas las competencias en materia territorial dentro de cada estado y de cules sean los niveles de cooperacin y coordinacin entre las distintas administraciones pblicas. En cualquier caso, si por razones diversas no es factible la integracin de las distintas escalas de estudio, siempre queda la posibilidad de complementariedad de los trabajos de caracterizacin, impulsados frecuentemente por administraciones regionales con competencias en materia de paisaje (BRUNET-VINCK, 2004). En estas pginas y en este libro interesan sobre todo, como ya se ha sealado, los trabajos de caracterizacin que forman parte de iniciativas de accin paisajstica. Sin negar la conveniencia de estrategias de paisaje para grandes territorios, sobre la base de estudios de escala casi siempre superiores a 1:100.000, la atencin se centra ahora en mbitos y en proyectos subregionales o comarcales que para sus determinaciones suelen trabajar a escalas entre 1:50.000 y 1.25.000. Esa es tambin la escala pertinente para los estudios de caracterizacin, sin perjuicio de que en determinadas circunstancias y en relacin con ciertos elementos o paisajes singulares convenga trabajar con mayor detalle. En el mtodo de identificacin y caracterizacin, la experiencia aconseja abordar por una parte los elementos constitutivos o estructurantes del paisaje en el conjunto del espacio objeto de ordenacin, y por otra, lo que es propiamente la diversidad paisajstica del territorio, expresada en unidades o reas de carcter o simplemente en paisajes-, que resultan de una particular articulacin y organizacin de los elementos citados. Se trata de un proceso metodolgico de intencionalidad paisajstica que desarticula las tramas constitutivas y estructurantes del paisaje y las reintegra despus en unidades de paisaje. Por la experiencia adquirida hasta ahora, el estudio de los elementos constitutivos del paisaje debe atenerse, en esta fase de caracterizacin, a dos criterios metodolgicos principales:

    - En primer lugar, debe ser un estudio intencionado, con un objetivo claramente paisajstico, interesado por el reconocimiento y la interpretacin de los caracteres estructurales del paisaje, es decir, de aquellos elementos dotados de relativa

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    estabilidad y permanencia, y expresivos de la identidad paisajstica de los lugares. No valen, pues, los inventarios prolijos y compartimentados propios de los estudios ambientales o de medio fsico, que an es habitual encontrar en los pliegos de condiciones tcnicas de los instrumentos de ordenacin paisajstica, sino el estudio de componentes naturales y culturales paisajsticamente relevantes; eso facilita la tarea posterior de identificacin y caracterizacin de las unidades, al tiempo que suele tener una proyeccin en la parte propositiva del documento, en la medida en que algunos objetivos de calidad y propuestas de actuacin suelen referirse a tales elementos estructurantes. - En segundo lugar, es tambin conveniente que el tratamiento de los elementos relevantes constitutivos del paisaje se refiera al conjunto del territorio objeto del proyecto, pues, de esa forma, es posible sealar algunos rasgos generales de la identidad del paisaje del mbito de ordenacin como un todo, por encima de su diversidad interna que en un momento posterior se concretar en las unidades de paisaje.

    Por todo lo dicho, el ndice del estudio de elementos configuradores del paisaje debe decidirse en cada caso, de acuerdo con la naturaleza de cada territorio y los objetivos que se persiguen. En la propuesta metodolgica de identificacin del paisaje llevada a cabo en Italia dentro del convenio suscrito entre el Ministero per i Beni e le Attivit Culturali y la Sociedad Italiana de Urbanistas para el desarrollo de la CEP, los elementos se entienden como recursos identitarios del paisaje de la comarca o rea de intervencin; se organizan en recursos fsico-ambientales, recursos histrico-culturales y recursos sociales y simblicos, interesando tanto su caracterizacin individualizada, como las relaciones funcionales entre ellos, en un intento de ofrecer una panormica de la personalidad del paisaje del conjunto territorial (CARAVAGGI, 2002:312-316). La informacin procedente del proceso de participacin pblica resulta muy til en esta fase de caracterizacin, orientando y enriqueciendo el anlisis; la gente en general o los expertos seleccionados no suelen tener dificultad a la hora de sealar los elementos ms caractersticos del paisaje de su comarca o de su municipio, sobre todo cuando el territorio considerado tiene cierta unidad e imagen paisajstica, como ha ocurrido en el trabajo llevado a cabo en el rea Metropolitana de Murcia. Cuando el mbito de estudio supramanicipal es ms extenso y diverso, la experiencia nos indica que los elementos caracterizadores del paisaje en opinin de la gente suelen referirse al propio municipio o al territorio ms cercano, de manera que la encuesta del paisaje resulta ser tambin una buena va para medir el nivel de pertenencia comarcal y el grado de conciencia de comarca que la poblacin tiene. Eso es lo que se concluye de la encuesta llevada a cabo en la comarca del Noroeste de de la Regin de Murcia, dentro de la elaboracin de sus directrices de paisaje (vase en este mismo libro, FERNNDEZ MUOZ). A modo de ejemplo, incluimos a continuacin la relacin de elementos estructurantes del paisaje de la Huerta de Murcia identificados y analizados en el documento de propuesta de directrices de paisaje para el rea Metropolitana de Murcia, y, a continuacin, los elementos que permiten caracterizar el paisaje de la misma zona, segn los resultados del proceso de participacin pblica, que en este caso consisti en un Delphi de paisaje, desarrollado con un panel de 47 expertos, agentes locales y usuarios, mediante tres cuestionarios sucesivos. La informacin procedente del primero de ellos sobre caracterizacin del paisaje (elementos caracterizadores, reas ms representativas y puntos de visin) aliment sustancialmente la parte analtica del documento sobre el carcter y la diversidad del paisaje del rea.

    Elementos estructurantes del paisaje de la comarca de la Huerta de Murcia

    - Las variables climticas significativas para el paisaje: un clima mediterrneo semirido con precipitaciones irregulares y concentradas.

    - Litologas superficiales, geoformas y procesos geomorfolgicos como infraestructura de la configuracin del paisaje y su organizacin visual: el Segura, la llanura de inundacin, los conos de deyeccin, los cerros y

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    cabezos, las sierras y glacis perimetrales. - Las infraestructuras ligadas a la regulacin y al aprovechamiento del

    agua. Obra hidrulica, organizacin del espacio regado y patrimonio. - Los cultivos y aprovechamientos agrarios. Su trama morfolgica y jurdica

    en el espacio. La configuracin del parcelario y sus relaciones con la base fsica del paisaje.

    - El paisaje vegetal asociado a la red hidrogrfica e hidrulica, y al parcelario y la explotacin agrcola.

    - El sistema de asentamientos en un paisaje intensamente urbanizado y definido por la rururbanizacin: la jerarqua del sistema (la ciudad, las pedanas, los pueblos-cabecera municipal, el hbitat disperso agrario, industrial y residencial)

    - La infraestructura viaria, elemento morfolgico y funcional de conexin de los componentes del paisaje; va de transformaciones y de acceso al paisaje.

    Anlisis, diagnstico y propuestas sobre el paisaje del rea Metropolitana de Murcia (Comarcas de la Huerta de Murcia y de la Vega Media). Consejera de Turismo y Ordenacin del Territorio de la Regin de Murcia (2001-2002), 3 vols. I: 9-103.

    En la primera fase del proceso de consulta pblica, la respuesta a la pregunta sobre los elementos que permiten caracterizar el paisaje dio lugar a la siguiente lista, ordenada de mayor a menor, que guarda una relacin bastante estrecha con los asuntos del ndice del documento de elementos estructurantes del paisaje7. La nica discrepancia significativa se refiere al papel del relieve en el paisaje, que lo tiene y mucho a juicio del estudio tcnico, pero que ha sido escasamente destacado en la consulta pblica, quizs porque la planitud de la llanura aluvial y el contraste con los escarpes perimetrales es una realidad que por lo obvia, no suscita atencin especial, o por el hecho muy extendido (lo hemos comprobado en otros procesos de consulta) de que la llanura es la falta de relieve.

    Elementos que permiten caracterizar el paisaje de la Huerta (participacin pblica)

    1. Cultivos citrcolas y hortcolas 2. Regado e infraestructura de riego 3. Presencia del ro Segura 4. Hbitat rural caracterstico 5. Minifundismo de la propiedad 6. Urbanizacin dispersa 7. Clima rido 8. Contraste con entorno rido 9. Diversidad 10. Luz, color, olor especial 11. Carcter histrico 12. Caminos de huerta 13. Huertanos 14. Prcticas rurales tradicionales 15. Presencia de elementos naturales 16. Relieve 17.

    Fuente: Anlisis, diagnstico y propuestas sobre el paisaje del rea Metropolitana de Murcia (Comarcas de la Huerta de Murcia y de la Vega Media). Consejera de Turismo y Ordenacin del Territorio de la Regin de Murcia (2001-2002), 3 vols. II, El Delphi del paisaje de la Huerta de Murcia: 4-35.

    7 Informacin ms detallada sobre este particular en la contribucin de Santiago Fernndez Muoz en esta

    misma obra.

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    Junto a los elementos estructurantes del paisaje, el estudio de la diversidad paisajstica se concreta habitualmente en las denominadas unidades de paisaje. Se trata de un concepto de uso frecuente y creciente, cuya definicin y tratamiento metodolgico no est, sin embargo, definitivamente cerrado (PREZ-CHACN, 2002). Caben, entre otros, entendimientos de signo ecolgico, morfolgico o visual, que ponen el acento, respectivamente, en las relaciones funcionales del mosaico de manchas del territorio (FORMAN, 1995; TERRADAS, 2003: 66-67), en la fisonoma y en el orden de la configuracin territorial, o en la articulacin espacial de las panormicas y las cuencas visuales (TVAR, 1996). La definicin integradora de paisaje de la Convencin de Florencia y numerosas experiencias de ordenacin paisajstica desde una perspectiva territorial conducen hacia un concepto de unidad de paisaje que, adems de claro y operativo en el marco cada proyecto, debera expresar ante todo el carcter y la identidad de cada paisaje a una determinada escala. Una unidad de paisaje debiera ser, pues, aquella combinacin de elementos que genera una fisonoma particular, una organizacin morfolgica diferenciada y diferenciable que hace a una parte del territorio distinta de otra. Este entendimiento de unidad de paisaje implica que la dimensin paisajstica del territorio reside en su particular fisonoma, en una determinada disposicin y articulacin de las partes que componen la faz del territorio y le otorgan su peculiar carcter. El nfasis en lo morfolgico -en la configuracin- a la hora de identificar y caracterizar unidades de paisaje no es ajeno, ms an cuando el paisaje se aborda con intencin de actuar, al funcionamiento y a las relaciones de los elementos que modelan la forma, y a la organizacin visual de las fisonomas. Lo funcional (o, si se quiere, lo sistmico) y lo perceptivo constituyen aspectos fundamentales en la explicacin y en la prognosis de la diversidad paisajstica expresada en unidades de paisaje. As debe entenderse el Convenio Europeo, cuando seala que el carcter del paisaje resulta de la accin de factores naturales y/o humanos y de sus interrelaciones. Nuestra propuesta de anlisis de la diversidad paisajstica en unidades del paisaje, a partir de la experiencia en proyectos territoriales, consiste, pues, en partir de la forma como base del carcter, interpretar dinmica y funcionalmente cada configuracin atendiendo a las relaciones de sus principales elementos constitutivos (naturales, de usos del suelo e histrico-patrimoniales) y considerar los aspectos visuales en relacin con cada unidad de paisaje (capacidad de emisin y recepcin de vistas, puntos y recorridos de observacin, intervisibilidad con otras unidades y con el conjunto del territorio, fragilidad), y no al contrario. Es decir, se opta por una identificacin de la diversidad del paisaje basada en su carcter y no en cuencas visuales, por ms que las cuestiones de visibilidad deban ser tratadas en el marco de cada unidad paisajstica. La concrecin de la diversidad paisajstica del territorio en unidades de paisaje o en character areas, como prefiere decir la Countryside Agency, constituye un paso muy importante en cualquier proyecto territorial de paisaje. La metodologa del proyecto italiano al que ya se ha hecho referencia denomina a la cartografa de estas unidades mapa del patrimonio paisajstico. Y no le falta razn, porque las unidades, las distintas reas de carcter paisajstico son, en buena medida, el autntico valor patrimonial del territorio desde el punto del paisaje, sin menoscabo del inters concreto de elementos o conjuntos paisajsticos sobresalientes. El nmero de unidades de paisaje depender en cada caso, adems de la escala, de la naturaleza del territorio. No obstante, en espacios de centenares o de pocos miles de kilmetros cuadrados, dimensiones habituales de las comarcas y de las reas objeto de instrumentos de ordenacin de mbito subregional, lo recomendable es un nmero no excesivamente alto, de varias decenas de unidades. A ttulo de ejemplo, en la comarca del Noroeste de la Regin de Murcia, con casi 2.000 km2, el estudio de caracterizacin para su propuesta de Directrices de Paisaje ha identificado 58 unidades, que se agruparon posteriormente en 10 tipos; en la isla de Menorca, dentro del Plan Territorial Insular, fueron 22 las unidades en una extensin de casi 700 km2, y 15 en el rea Metropolitana de Murcia sobre algo ms de 300 km2, incluidos sus bordes montaosos.

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    Aunque las unidades desempean un papel fundamental en la fase de anlisis de la diversidad del paisaje, cabe preguntarse sobre su implicacin en la parte propositiva del documento de ordenacin. La experiencia en este aspecto ofrece respuestas diversas. La unidad de paisaje no suele tener una traslacin directa a la propuesta de proteccin del plan, salvando el caso de algunas de reducido tamao, muy homogneas y de alta calidad en su conjunto, que podran dar lugar a suelos rsticos o no urbanizables de proteccin por sus valores paisajsticos. La manera ms habitual de proceder con unidades de paisaje de alta calidad es considerarlas y tratarlas como reas o zonas de alto inters paisajstico, con las propuestas y regulaciones que la salvaguarda de dicha calidad requiera, pero sin necesidad de que toda su superficie deba clasificarse como no urbanizable protegido, entre otras razones porque dentro de un mbito paisajstico valioso caben habitualmente distintos usos y clasificaciones urbansticas. As hemos procedido en las directrices de paisaje de varias comarcas de la Regin de Murcia, planteando reas de Alto Inters Paisajstico con propuestas y lneas de actuacin especficas, entre las que se considera la clasificacin como suelos no urbanizables de proteccin especfica de determinados lugares, de acuerdo con el artculo 65 de la Ley del Suelo de la comunidad autnoma (los Rincones del Segura en la Huerta; unidades de paisaje integradas en los tipos Sierras forestales, Barrancos, Altiplanos agrcolas, Vegas tradicionales y Ncleos monumentales y sus entornos en la comarca montaosa del Noroeste). Independientemente del inters que merezca cada unidad de paisaje por su calidad, una vez asumido el principio general de que slo en circunstancias excepcionales una unidad podr dar lugar a clasificacin directa de suelo, la cuestin es si las propuestas de proteccin y gestin han de plantearse o no por unidades de paisaje. En nuestra experiencia de los ltimos aos hemos procedido de las dos formas. Por ejemplo, en el PTI de Menorca, las directrices y acciones directa e indirectamente paisajsticas se han referido a todo el territorio o partes de l, y a elementos paisajsticos relevantes, pero no a cada una de las 23 unidades de paisaje que fueron identificadas y caracterizadas en la fase de anlisis territorial8. Por el contrario, en las directrices de la Regin de Murcia, probablemente porque el documento es especficamente paisajstico y no cuenta con las sinergias de iniciativas sectoriales propias de un plan territorial, se han planteado objetivos y propuestas diferenciadas atendiendo al carcter y estado de los tipos de paisaje comarcales. Esa es la opcin de algunos planes italianos de coordinacin territorial, como el ya mencionado de Siena, en el que la definicin de unidad de paisaje se incorpora a la normativa del Plan9, junto a una relacin de las mismas y el establecimiento de objetivos generales y de criterios de gestin por unidad de paisaje, tras su caracterizacin sinttica, incluida tambin dentro del articulado. Se trata de una manera de proceder coherente con el protagonismo que va adquiriendo el carcter del paisaje como objeto de la accin paisajstica; puesto que la diversidad del paisaje se manifiesta en el carcter, la dinmica y la calidad de cada una de sus unidades constitutivas, es lgico que se acte de modo diferenciado sobre cada una de ellas o sobre los tipos que las agrupan. Esa es tambin la tendencia en Inglaterra y Escocia en los LCA y la ms previsible con el afianzamiento del concepto territorial de paisaje que preconiza la Convencin de Florencia. En el proceso de identificacin y de caracterizacin de las unidades de paisaje, junto al trabajo de campo y a la descripcin y articulacin de sus elementos constitutivos a partir de bases cartogrficas y estadsticas10, es importante llamar la atencin sobre el modo de

    8 No obstante, el Consell Insular consider pertinente incluir el mapa de las unidades de paisaje y las

    fichas de caracterizacin, dinmica y valoracin de las mismas entre los anexos del Plan, constituyendo

    as parte sustantiva del mismo (art. 4 de la Normativa), como prueba de la fundamentacin paisajstica

    del PTI. 9 Art. H13. La unidad de paisaje: aspectos definitorios. La unidad de paisaje son mbitos territoriales

    complejos y articulados por la morfologa y formas de uso del suelo, dotadas de una especfica identidad

    histrico-cultural y caracterizadas por problemticas especficas en orden a la gestin y a la

    reproducibilidad (reproducibilit) de los recursos naturales y antrpicos en ella presentes, as como a los

    asuntos de recualificacin del sistema de asentamientos y del desarrollo sostenible (PTC SIENA, 2000: 51). 10

    Mediante formas de tratamiento diversas, entre las que ganan peso los Sistemas de Informacin

    Geogrfica paisajsticos (THE COUNTRYSIDE AGENCY-SCOTTISH NATURAL HERITAGE, 2003)

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    denominar los paisajes y el papel de las ilustraciones fotogrficas. En el primer sentido, nuestra experiencia en el Atlas de los Paisajes de Espaa, que ha debido nombrar ms de 1.200 unidades de paisaje, 116 tipos y una treintena de asociaciones de tipos (vase en este libro, SANZ HARRIZ) ha pretendido ser breve y al mismo tiempo expresiva del hecho paisajstico nombrado, atendiendo generalmente y es una gua para trabajos a escalas de mayor detalle- a la combinacin de forma de relieve, cobertura vegetal o uso del suelo ms significativo y toponimia en relacin con un ncleo, un accidente geogrfico o, cuando ha sido posible, de una comarca. La Gua del Landscape Character Assessment ha llevado a cabo un esfuerzo de sistematizacin de las denominaciones y calificativos para nombrar y calificar los aspectos configuradores (geologa, formas del relieve, usos del suelo y asentamientos) y estticos del paisaje que, salvando las distancias geogrficas entre el Reino Unido y otros territorio, resultan de utilidad (THE COUNTRYSIDE AGENCY-SCOTTISH NATURAL HERITAGE, 2002:34 y 42). Junto a las descripciones escritas y a la cartografa y los bloque-diagramas, la fotografa desempea un papel muy importante en la caracterizacin de la diversidad del paisaje y en su divulgacin entre la gente. Las fotos no son meras ilustraciones, sino parte integrante de la interpretacin, por lo que deben responder a la configuracin del paisaje, a las distintas escalas de visin en superficie (panormicas, planos medios y primeros planos), a sus cambios estacionales si se producen y, en los casos que se estime necesario, a reproducir elementos o patrones representativos del paisaje. La funcin comprensiva debe primar, en este tipo de trabajos, sobre la espectacularidad o el efectismo, de manera que son ms tiles las imgenes realmente observables desde itinerarios y atalayas frecuentados y accesibles, que las fotos areas. Resultan tambin de mucho inters las fotografas y las postales histricas, tanto para ilustrar dinmicas, como para recuperar imgenes culturales y acercar a la poblacin a la historia del territorio (LUGINBHL, 1994: 13-19). La dinmica, las tendencias y la fragilidad del paisaje En el proceso fundamental de diagnstico del paisaje, que implica conocer su estado y valorar su calidad, es muy importante atender a las dinmicas y a las tendencias paisajsticas. La idea de cambio y la de diacrona son, como hemos sealado ya en otras pginas de este libro, consustanciales a la nocin de paisaje. El paisaje es dinmico y cambiante, porque dinmicas son tambin las relaciones entre sus componentes y porque cambiantes son las miradas y los filtros culturales de quienes lo contemplan; de ah la necesidad de considerar el tiempo, histrico y reciente, en la compresin de la diversidad paisajstica y en las propuestas para su gestin. No obstante, en el diagnstico paisajstico interesa especialmente el tratamiento de las tendencias actuales y, en concreto, de aquellas que ocasionan las prdidas ms intensas de carcter y de integridad. El conocimiento de tales tendencias, sus orgenes, y sus efectos sobre elementos y configuraciones del paisaje son esenciales para el establecimiento y la gradacin de las iniciativas de proteccin, gestin y ordenacin paisajstica que la Convencin considera. La participacin pblica y el trabajo de campo son, en esta materia, imprescindibles una vez ms. La participacin pblica en sus diversas formas, especialmente a travs de paneles de expertos como propone el mtodo Delhi, de encuestas en profundidad y de talleres, es muy til para identificar y caracterizar a los agentes sociales y las actividades que implican mayor presin sobre el paisaje e impactos ms negativos, pero al mismo tiempo para obtener reacciones y respuestas con las que hacer frente a los impactos, tanto por parte de las instancias polticas como de las actitudes individuales como de los particulares. Junto a mtodos ms o menos sofisticados de cuantificacin de cambios de uso a partir de fotografa area o imgenes satelitales, con sus correspondientes matrices, el trabajo de campo resulta insoslayable para medir el alcance fisonmico y autnticamente paisajstico de las transformaciones y para estimar las tendencias a partir de la evolucin de los sectores productivos, las actividades e implantaciones de ms incidencia paisajstica. El peso concreto de sectores y actividades es variable segn territorios, aunque suelen estar presentes la

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    agricultura (intensificacin o abandono), la actividad forestal (especialmente a travs de procesos de deforestacin o forestacin, sin obviar los de aprovechamiento ms o menos ordenado de las masas), la urbanizacin en sus diversas formas, niveles de intensidad y funciones, las grandes infraestructuras y, a escalas ms prximas, otras implantaciones como las derivadas de la actividad extractiva, las redes energticas y de telecomunicacin o las que tienen que ver con el tratamiento de los residuos. Desde la ecologa del paisaje se han planteado vas para la gestin de la dinmica del paisaje utilizando conceptos como los de obsolescencia y disfuncin (WOOD & HANDLEY, 2001), que han inspirado, por ejemplo, la propuesta de gestin del Plan Especial de Ordenacin del Cam de Cavalls en Menorca, incluido entre las acciones para el Fomento del acceso al paisaje y de la sensibilizacin social a travs del conocimiento y la divulgacin, del PTI de la isla. Cabe preguntarse sobre la escala y el momento procedimental de abordar el diagnstico paisajstico. Las experiencias, en este sentido, son variadas, aunque todas parecen confluir hacia un mismo objetivo final de valoracin y de determinacin de la calidad del paisaje. En todo caso, algunos criterios y recomendaciones pueden extraerse de lo hecho hasta ahora. El diagnstico, y concretamente el conocimiento y la previsin de las tendencias, puede hacerse a escala de cada unidad de paisaje, como se ha planteado en la experiencia de la Countryside Agency o en la Distribucin regional de los tipos de paisaje de Eslovenia (MARUSIC y JANCIC, 1998); pero tiene tambin mucho sentido abordarlo para los elementos estructurantes del paisaje y a escala de todo el mbito objeto de ordenacin porque, al menos segn nuestra experiencia, los procesos de cambio de mayor significado paisajstico suelen actuar a escala territorial, transformando las distintas tramas del paisaje, aunque con distinta incidencia en cada unidad de paisaje. Por otra parte, la contribucin de la participacin pblica en este aspecto suele tambin incidir en procesos de cambio de mbito comarcal. Sirvan como ejemplo el ndice de las dinmicas del estudio de propuestas paisajsticas para el rea Metropolitana de Murcia y los cambios ms destacados en el Delphi de la Huerta.

    Grandes asuntos del diagnstico paisajstico. El caso de la Huerta de Murcia

    El deterioro de los paisajes del agua: el encauzamiento y la prdida de valor paisajstico del Segura; los meandros abandonados; el estado de las infraestructuras hidrulicas y del sistema de regado tradicional

    La urbanizacin de la Huerta, un proceso extendido y creciente, con diferentes patrones morfolgicos y niveles de intensidad: la densificacin del poblamiento tradicional, aspecto fundamental del cambio paisajstico; la impresin del continuo edificado en el paisaje; distintos patrones espaciales de rururbanizacin e implicaciones en las propuestas de ordenacin paisajstica.

    La transformacin de los usos agrcolas: reduccin del carcter agrcola de la Huerta; retroceso de los esquilmos hortcolas y avance de los ctricos; expansin de los aprovechamientos agrcolas en las unidades de paisaje de borde.

    La falta de gestin del paisaje como recurso territorial:

    - Degradacin y abandono de construcciones de inters patrimonial de la Huerta. - Ausencia de itinerarios paisajsticos y de miradores. - Deterioro de los miradores existentes, de sus accesos y entornos.

    Fuente: Anlisis, diagnstico y propuestas sobre el paisaje del rea Metropolitana de Murcia (Comarcas de la Huerta de Murcia y de la Vega Media). Consejera de Turismo y Ordenacin del Territorio de la Regin de Murcia (2001-2002), 3 vols. II, pp. 37-68.

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    Otro aspecto que admite distintas opciones es el momento de proceder al anlisis de las tendencias del paisaje. Est bastante extendida la prctica de abordar las dinmicas paisajsticas tras el estudio de los elementos estructurantes y la identificacin de las unidades de paisaje. Los procesos y las tendencias formaran parte de un momento posterior dentro del gran captulo de la valoracin o evaluacin del paisaje, que precede a la toma de decisiones. As se hace, por ejemplo, en el proyecto metodolgico sobre Il caso Camerino, de la Sociedad Italiana de Urbanistas, en el que la carta dei procesi (el mapa de los procesos) sigue a la de los elementos (risorce identitarie), las unidades (contesti paesistici locali) e incluso a la de los valores (carta dei valori). Pero por nuestra experiencia en paisajes muy dinmicos, el conocimiento de las tendencias cabe tambin plantearlo en la primera parte del anlisis, en la del estudio de los elementos configuradores del paisaje y de sus unidades, porque el cambio forma parte del propio paisaje y ayuda a entender su carcter. En todo caso, es conveniente expresar cartogrficamente las dinmicas y los proyectos y acciones en curso que afectan al paisaje; el mbito de las unidades de paisaje puede resultar expresivo y til para prever la incidencia de trasformaciones y proyectos sobre el carcter de cada paisaje, pero la escala de todo el territorio es, generalmente, la ms adecuada para este tipo de salidas grficas en la medida en que los procesos de cambio y numerosas actuaciones afectan al espacio geogrfico en conjunto, por encima habitualmente de los lmites de sus unidades. El cruce de la calidad del paisaje con las presiones que gravitan sobre el mismo y los impactos producidos o previsibles conducen al tratamiento de la fragilidad del paisaje. Es un asunto de inters para la ordenacin paisajstica, tanto para el establecimiento de reas de proteccin y criterios de integracin, como para la indicacin de mbitos con capacidad de acoger usos del suelo -incluidos los desarrollos edificatorios- sin impactos apreciables. En la experiencia de la Countryside Agency del Reino Unido se han utilizado las nociones de capacidad y sensibilidad (capacity & sensitivity), en ocasiones empleadas como sinnimos, para significar (SWANWICK, 2003b), por una parte, el grado en el que un tipo o unidad de paisaje puede acoger cambios sin efectos significativos en su carcter (capacity), y, por otra, la mayor o menor vulnerabilidad a la prdida de carcter de un paisaje (de algunos de sus elementos constitutivos o del conjunto) como consecuencia de determinadas presiones (sensitivity). En los proyectos de ordenacin del paisaje en Espaa el uso de la nocin de fragilidad y los mtodos para su estimacin se han asociado a las aproximaciones ms visuales (ESCRIBANO y otros, 1987), de modo que fragilidad podra entenderse casi como sinnimo de la idea de visual sensitivity, ampliamente experimentada en diversos Landscape Character Assessments en Inglaterra y Escocia. No obstante, la propia experiencia britnica, y en cierto modo tambin la acumulada en Francia, Suiza u Holanda en materia de vulnerabilidad del paisaje, aporta hoy un cuerpo de conocimientos y de mtodo que, aunque no cerrado, resulta til para el tratamiento de un asunto ineludible en la accin paisajstica, tanto en las de carcter ms estratgico, propias de documentos de ordenacin subregionales, como en las que han de abordar los efectos de un determinado uso o implantacin sobre un paisaje concreto. En ese ltimo sentido son de inters las precisiones que diversos trabajos de The Countryside Agency y de Scottisch Natural Heritage han planteado en torno al concepto de Landscape Sensitivity11 insistimos, el ms prximo en Espaa al de fragilidad del paisaje12-. Aunque es evidente que las nociones de sensibilidad o de vulnerabilidad del paisaje tienen una dimensin claramente visual, se ha considerado oportuno diferenciar, dentro de los estudios e instrumentos que atienden prioritariamente a la salvaguarda del carcter del paisaje, entre la sensibilidad general del paisaje y la sensibilidad en relacin con un tipo especfico de cambio o de presin. A su vez, dentro del primer tipo de sensibilidad o fragilidad y esto es importante- debe distinguirse la sensibilidad del carcter del paisaje (landscape

    11

    Hay que tener presente que en el Reino Unido, la cuestin de landscape sensitivity y landscape

    capacity es abordada especficamente, adems de por Landscape Character Assessment Guidance, por el

    documento Guidelines for Landscape and Visual Impact Assessment, difundidos casi al mismo tiempo. 12

    En el sentido de que puede deteriorarse con facilidad (segunda acepcin del diccionario de la RAE).

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    character sesitivity), es decir, la que tiene que ver con la configuracin del paisaje como un todo, con su calidad e integridad, con la vulnerabilidad al cambio de cada uno de sus elementos constitutivos y de su aspecto esttico, de la sensibilidad visual (visual sensitivity) del paisaje, que afecta a su visibilidad y a su capacidad potencial para mitigar los efectos visuales de cualquier cambio que pudiera tener lugar. La visibilidad, como bien sabemos, estar en relacin con la forma y disposicin del relieve y, en detalle, con la capacidad de apantallamiento de la cubierta vegetal, pero tambin con la cuanta de la poblacin que previsiblemente percibir los cambios del paisaje, es decir, con lo que hemos denominado nivel de frecuentacin del paisaje, tanto por razones de visita como de desplazamiento habitual. Nuestra experiencia en instrumentos de ordenacin del paisaje de escala subregional, dentro de figuras de planificacin territorial integral o en forma de directrices especficamente paisajsticas, nos lleva a afirmar que para esos mbitos lo ms conveniente es abordar lo que la prctica en Inglaterra ha denominado general landscape sensitivity, o fragilidad general del paisaje, resultado de la consideracin conjunta de la fragilidad del carcter o intrnseca a su configuracin, elementos y calidad, y la fragilidad visual. Esa fragilidad general, que no responde a ningn cambio de uso o implantacin concretos, puede representase cartogrficamente y referirse a las unidades de paisaje o a subunidades y patrones ms reducidos. En los estudios para la propuesta de directrices de paisaje de las comarcas del Noroeste, Altiplano y rea Metropolitana de Murcia (Regin de Murcia), la estimacin de la fragilidad y su correspondiente cartografa se ha realizado para cada una de las unidades de paisaje, por considerarlas, a la escala de trabajo adoptada (1:25.000), suficientemente homogneas en su carcter y visibilidad como para recibir un valor de fragilidad (alto, medio o bajo) referido al conjunto. Aunque la estimacin de la fragilidad general no atiende, como se ha dicho, a un cambio de uso o impacto en concreto, lo cierto es que las directrices de los documentos de ordenacin plantean habitualmente restricciones genricas para los paisajes o reas de ms alta fragilidad en relacin con las implantaciones ms habituales y de ms alta capacidad de perturbacin (red elctrica de alta tensin, parques elicos, instalaciones radioelctricas, canteras, etc.). En este sentido es en el que sensibilidad o fragilidad y capacidad pueden entenderse como trminos intercambiables. No obstante, las recomendaciones de carcter estratgico o las limitaciones de obligado cumplimiento de un instrumento de ordenacin del paisaje en materia de fragilidad (o, sensu contrario, de capacidad de parte del territorio para acoger usos de alta incidencia paisajstica), no evita la necesidad de estudios de fragilidad especficos y con el detalle que sea preciso para determinados usos e implantaciones13. En este aspecto, el procedimiento estara ms prximo al de la Evaluacin de Impacto Ambiental, pero atendiendo a las cuestiones de contenido esenciales del General Landscape Sensitivity, es decir, yendo ms all de la pura fragilidad visual (visual sensibility) y considerando la incidencia sobre el carcter del paisaje. En esa lnea se ha trabajado en la Estrategia de Energa Renovable de la Regin Suroeste de Inglaterra (LAND USE CONSULTANTS, 2003) y ese fue tambin el criterio que nos gui en la redaccin del Plan Especial de Antenas de Telefona Mvil antes mencionado. Calidad y valor. Observaciones desde el carcter de los paisajes La tarea de determinar la calidad del paisaje es delicada y compleja, pero necesaria en las iniciativas de ordenacin paisajstica; compleja porque son numerosos los factores que intervienen en la configuracin y en el uso de cada paisaje y, por tanto, numerosos tambin las propiedades que permiten juzgar su valor; delicada porque, en la medida en que el paisaje resulta de la percepcin de las fisonomas del territorio, la atribucin de valor est cargada de imgenes y de filtros culturales, cambiantes en el tiempo y en el espacio, y segn

    13

    De esa forma procedimos, por ejemplo, en la redaccin del Plan Especial de antenas de telefona mvil

    de Menorca (CONSELL INSULAR DE MENORCA, 2002), considerando, adems de la fragilidad

    general del paisaje (mritos intrnsecos y visibilidad del paisaje), los mbitos de mayor accesibilidad en

    relacin con las carreteras ms frecuentadas y las implantaciones ya existentes con capacidad de acoger,

    sin impactos significativos, las instalaciones de la red.

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    grupos sociales. La informacin procedente de la participacin pblica es en este aspecto esencial para conocer las preferencias, relacionarlas con los distintos agentes, grupos y prcticas sociales, y confrontarlas con el juicio experto, del que no puede prescindirse. Por la experiencia adquirida en los ltimos tiempos en Europa y por la nuestra propia, el asunto de la valoracin debiera adems tener presente tres cuestiones principales:

    En primer lugar, que los valores que se atribuyen al paisaje no son universales, sino que se identifican y asignan en cada contexto territorial, es decir, atendiendo a la realidad de cada lugar, al carcter e integridad de su paisaje, y a las formas de aprecio y uso social del mismo; quiere eso decir que, al margen de paisajes especialmente significados y reconocidos, que requeriran un tratamiento especfico ms propio de las polticas de conservacin que de las territoriales, la valoracin paisajstica cabe para todo tipo de territorios, rurales o periurbanos, turstico-litorales o de montaa.

    En segundo trmino, que la determinacin de la calidad tendra que considerar los aspectos especficamente paisajsticos del territorio, es decir, todo cuanto el paisaje incorpora a la realidad territorial, en la que estn tambin presentes otras propiedades merecedoras de valoracin e intervencin. Queremos decir con ello que el proceso de calificacin14 del paisaje, especialmente dentro de instrumentos de ordenacin globales, no debera convertirse en un cajn de sastre en el que se consideren todos los aspectos ambientales, culturales y hasta productivos presentes en el territorio (como se hace, por ejemplo, con las denominadas unidades ambientales o unidades territoriales de sntesis), sino prioritariamente aquellos que definen el carcter de la configuracin de paisaje, su estado y su visin.

    Por ltimo, que esta manera de abordar la calidad del paisaje, atendiendo ante todo a su carcter y al estado de conservacin del mismo, es, a nuestro modo de ver, la de ms clara proyeccin en los objetivos y en las propuestas y medidas de los proyectos territoriales del paisaje.

    Por todo ello, sin ignorar otras formas de proceder y sin entrar en el detalle de los atributos valorables, nos parece que para la determinacin de la calidad del paisaje como carcter e imagen del territorio, cuatro son los aspectos o grupos de aspectos que requeriran mayor atencin:

    (1) La estructura ecolgica del paisaje, es decir, la configuracin morfolgica de los ecosistemas y su disposicin en el territorio. (2) En segundo lugar, lo que denominamos coherencia del paisaje, es decir, el grado de adecuacin de la forma paisajstica, su funcionamiento y su gestin a las condiciones geoecolgicas y a la evolucin histrica del territorio15; es el aspecto ms prximo a la idea de carcter, y tiene la virtud de integrar las dimensiones natural y cultural del paisaje y de hacerlo funcionalmente; (3) En tercer lugar, la integridad del paisaje, referida al mantenimiento y al estado de conservacin de sus partes constitutivas y del paisaje como conjunto; (4) Por ltimo, los aspectos estticos y los visuales o escnicos del paisaje.

    14

    En el sentido de apreciar y determinar las cualidades del paisaje (DLE). 15

    Coherencia en castellano significa (primera acepcin del Diccionario de la Lengua Espaola, DLE)

    conexin, relacin o unin de unas cosas con otras, sin implicar valoracin alguna. En lengua inglesa, coherence define la situacin en la cual todas las partes de algo se acomodan o se disponen bien

    conjuntamente (the situation in wich all the parts of something fit together well). Ese es el sentido de

    coherencia, incoporado por la Agencia Europea del Medio Ambiente entre los criterios de valoracin de

    la calidad del paisaje, que aqu adoptamos; es una nocin relativamente prxima a la de armona

    (conveniente proporcin y correspondencia de unas cosas con otras en la primera acepcin del DLE), utilizada tambin en la valoracin del paisaje

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    Estos factores insistimos- son, a nuestro juicio, los que de mejor manera definen la calidad del paisaje en relacin con su carcter. No obstante, se consideran tambin otros aspectos que tienen ms que ver con el aprecio social, con la identidad o con determinadas imgenes culturales que con la propia calidad del conjunto paisajstico en trminos ecolgicos, histricos, visuales y estticos. Se valora positivamente, por ejemplo, la presencia de elementos patrimoniales construidos en el paisaje (un molino, una presa histrica, un conjunto arqueolgico, un edificio religioso, etc.); asociados con frecuencia a esos elementos patrimoniales o a acontecimientos histricos, algunos paisajes se cargan tambin de valores religiosos, mitolgicos y simblicos, al margen de cual sea la calidad del conjunto; y, por ltimo, es habitual tambin que en la valoracin de los paisajes se considere tanto la representatividad, o sea, la capacidad de un componente paisajstico o de un paisaje de expresar de modo muy fiel el tipo de paisaje al que pertenece, como la rareza o singularidad, es decir, la presencia de rasgos y elementos raros en el paisaje o de un paisaje extrao como conjunto. Sabemos bien por trabajos realizados que la calidad y la atribucin de valores al paisaje, en los trminos que acaban de sealarse, no siempre son coincidentes, y plantean por ello la necesidad de integrar y complementar, para la accin paisajstica, las contribuciones de la participacin pblica y del juicio experto. En ocasiones los niveles ms altos de aprecio y valoracin social coinciden con los de calidad paisajstica estimados por los expertos. En otras, por el contrario, el alto valor otorgado socialmente a un paraje, a un elemento o a un paisaje como conjunto recae sobre reas fuertemente degradadas, que han perdido coherencia y valores estticos. El trabajo en distintas comarcas de la Regin de Murcia, o el que recientemente hemos iniciado sobre la puesta en valor del paisaje del rea de molinos de viento en Campo de Criptana, son ilustrativos a este respecto y dan indicaciones para el establecimiento de objetivos de calidad y para la intervencin paisajstica. En la Huerta de Murcia, por ejemplo, el elemento y el conjunto ms valorado del paisaje en el proceso de participacin pblica es el rea de la presa de la Contraparada, aeja pieza hidrulica que parte las aguas del Segura y las deriva hacia las dos acequia mayores de ambas mrgenes del ro; tanto la obra en s como la unidad de paisaje de la que forma parte constituyen uno de los mbitos ms degradados y marginales de la Huerta, requiriendo, justamente por ese desajuste entre alto valor y baja calidad una accin prioritaria de recuperacin paisajstica. Sin salir de la Huerta, los denominados Rincones del Segura, unidad de paisaje configurada dentro de los profundos meandros del ro antes de su encauzamiento, expresiva del ms viejo tejido huertano y coherente con el proceso histrico de modelado del paisaje de la llanura de inundacin, es un paisaje de calidad en el contexto comarcal por su genuino carcter y aceptable estado de conservacin, que goza al mismo tiempo de alta valoracin social. La coincidencia de calidad y alto valor recomiendan para este paisaje acciones de conservacin activa, que mantengan (protegiendo) y realcen (mejorando) sus valores. Los molinos de la Sierra homnima en Campo de Criptana integran un conjunto patrimonial de sobresaliente valor cultural y simblico, asociados a la obra de Cervantes y a la imagen de La Mancha de El Quijote; despiertan, sin duda, un alto aprecio local y forneo, pero forman parte de un paisaje que, en parte por abandono, y en parte por la implantacin de determinados usos y actividades, ha perdido parcialmente su carcter y coherencia como paisaje manchego en el que los molinos adquieren todo su sentido. Proteccin y restauracin del conjunto molinero, ordenacin del frente urbano de Campo de Criptana en contacto con la Sierra y del uso pblico de la zona, y criterios de gestin y recuperacin de la unidad de paisaje ms amplia en la que los molinos se integran son las lneas maestras de actuacin que prev el Plan Especial en marcha. Objetivos, propuestas y determinaciones El conocimiento del carcter del paisaje y la estimacin de su calidad estn orientados a la accin, es decir, al establecimiento de objetivos paisajsticos propios de cada realidad territorial, y de las directrices y lneas de actuacin precisas para alcanzar tales objetivos. La

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    CEP, recogiendo en parte la experiencia de la poltica y de los instrumentos de ordenacin del paisaje de los ltimos tiempos, define en su artculo 1.d, los denominados objetivos de calidad paisajstica, es decir, la formulacin por parte de las autoridades pblicas competentes, para un determinado paisaje, de las aspiraciones de la poblacin en cuanto se refiere a las caractersticas paisajsticas del entorno en el que viven. En la prctica, los objetivos de calidad, muy dependientes en su conteni