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MONASTERIO DE SAN PEDRO DE ESLONZA, DESTIERRO Y ABANDONO DE UN PATRIMONIO CON ALMA
Salvo honrosas excepciones, esta es la realidad que se repite una y otra vez La historia de cualquier monasterio se fraguó a la sombra de una pequeña ermita y con un sinfín de rezos y letanías.
Después los reyes de la época lo fueron “amueblando” con riquezas de todo tipo. Y siguió creciendo y creciendo, a veces no
de muy buenos modos, hasta que la desamortización de Mendizábal lo dejó abandonado a su suerte. Aves de rapiña,
entonces, se colaron por las rendijas de las puertas sin llaves y ventanas sin cristales y, en su huida, dejaron, tan sólo, el
polvo de sus zapatos. Siguió corriendo el tiempo en su contra hasta que los habitantes más cercanos al palpitar de sus
piedras, despertando con los tañidos de sus últimos recuerdos, se afanaron en correr las cortinas de sus ojos. Fue inútil:
solo encontraron unas tierras estériles o llenas de zarzas, muñones pétreos sin orden ni concierto, una soledad
desconcertante, mil pecados entre la fría niebla y… ruinas. ¡Solo ruinas!
El Monasterio de San Pedro de Eslonza (en Santa Olaja de Eslonza, León) fue fundado por el
rey García I de León, en el año 912, teniendo
como cimientos el habitáculo de una ermita
dedicada al mártir San Vicente Levita. El lugar escogido para su alumbramiento se hallaba en el
corazón de un valle conocido por Elisonáia
(Eslonza), en medio de los ríos Porma y Esla (sin olvidarnos del cercano y pequeño río Moro). De
titularidad benedictina, y a pesar de la des-
trucción sufrida por las huestes de Almanzor en el año 988, fue el segundo monasterio más im-
portante de la provincia de León, después del de
San Benito de Sahagún. Y logró alcanzar tanta
importancia gracias a la infanta Urraca de Zamo-ra que lo volvió a reedificar en el año 1109.
Sus propiedades se extendían por toda la
provincia de León y limítrofes debido a las múltiples herencias o donaciones recibidas por
cientos de temerosos arrepentidos. Quiero decir
que, en aquellos tiempos, era muy corriente que los creyentes, al final de sus días, cedieran a los
monasterios sus más importantes posesiones,
para recibir, a cambio, las oraciones y misas de
los monjes a favor de que sus “pecaminosas” almas alcanzaran la paz del cielo. La creencia de
la intervención divina era más que evidente. El
monasterio, así, se fue haciendo “grande” en todos los aspectos. Tanto que en el siglo XVI,
una nueva reforma y ampliación de las depen-
dencias lo llevarían a su máximo esplendor. En
aquellas obras intervinieron dos excelentes ar-quitectos: Juan de Badajoz el Viejo (también es-
cultor renacentista, insigne entallador y maestro
mayor de la Catedral de León) y fray Pedro Mar-tínez de Cardeña (monje benedictino encargado
de finalizar la iglesia, que se consagró final-
mente en el año 1719). El monasterio disponía de grandes edifi-
caciones, entre las que destacaban su iglesia (con
fachada barroca), el claustro (con proporciones
muy similares al de San Marcos, de León), una torre (contigua a la iglesia, para las campanas y
el reloj), el refectorio (cubierto con bóvedas
rebajadas de ladrillos), la cocina y la bodega.
Arriba: grabado de fray Benito Jerónimo Feijoo
realizado por Moreno Tejada en el siglo XVIII
(perteneciente al archivo privado de G.F.C.). Abajo:
detalle del cuadro de Jovellanos, pintado por Francisco
de Goya
Como es lógico, disponía de los aposentos o
celdas para los monjes y para los invitados
esporádicos. Entre estos últimos cabe destacar la presencia de dos de los mayores ilustrados
españoles de su época: fray Benito Jerónimo
Feijoo (en 1698, donde impartió clases en el denominado –entonces− Colegio de Pasantes y
aprovechó para escribir una buena parte de su
obra “Teatro Crítico Español”) y Gaspar
Melchor de Jovellanos (en 1795, ejerciendo el cargo de pasante).
La decadencia de este monasterio se inició
con la desamortización de Mendizábal, en el año 1836. Y con ella, como una plaga, apareció el
saqueo y la destrucción. Los restos se subastaron
al mejor postor (40.000 reales de vellón abonó
por él D. Juan Francisco Calderón) y llegó al siglo XX… con heridas de muerte.
AMBIENTACIÓN LITERARIA, HISTORIA
DE DOS FOTOGRAFÍAS Y ALGO MÁS.
Un buen día, bajando de otro de los
monasterios de la zona (San Miguel de Escalada), descubrí el palpitar de estas piedras.
Entré en su corazón y la nostalgia se apoderó del
mío. No supe por qué, pero un escalofrío
recorrió mi piel viendo aquellos huesos descarnados, condenados a dormir a la
intemperie. De repente, un grajo, ese bicho negro
que tanto abunda en León, surcó el cielo y rompió el silencio con su graznido de muerte.
¿Iglesia, claustro, bodegas, establos…? No. Allí
solo hallé un reguero de sangre que vomitaban
las piedras heridas por el arma que carga la
indiferencia. Frío y sudor. Sudor frío que llevan las pesadillas a las puertas del miedo. ¿Miedo a
qué? ¿Por qué? ¿Cuándo?
Años más tarde, todavía, buscando voz a las dudas, encontré una respuesta al ver dos
imágenes (fotografías) realizadas por el Marqués
de Santa María del Villar: miedo a que las
piedras cuenten la maldad de los hombres, antes de que se acerque la verdad más pura a llenar las
horas vacías de interminables preguntas. ¿Por
qué una familia rica, asturiana para más señas, vendió al mejor postor (un obispo) el patrimonio
de un pueblo por 100.000 jodidas pesetas? ¿Por
qué una parte de ese mismo pueblo colaboró en
el “despiece de tan bonito trofeo” para subirlo a unas camionetas antes de que la cuarta luna
llorara de desconsuelo? ¿Por qué, ante semejante
escarnio, la lluvia, los ríos cercanos, la nieve y las lágrimas de los pájaros no enterraron bajo el
agua tanta desdicha? ¿Por qué?
Es comprensible que los monjes, alguno de ellos, confundieran la justicia con la venganza (y
llevaran a la horca, frente a la iglesia, a más de
un inocente). Entiendo que los lugareños y
vecinos de éstos y los de más allá estuvieran “cabreados” por llenar, durante años, las arcas
del monasterio con sus sudores y las cocinas con
los frutos de su esfuerzo. Bien. ¿Y qué? ¿Con qué derecho se viste de lujo un hogar dejando sin
combinación (y sin bragas) a otro más pobre?
1ª Fotografía del Marqués de Santa María del Villar, izquierda, publicada en la revista “La Estrella del
Mar” en el año 1937. Derecha: mismo ángulo, de G. Fdez. Castañón, 2011
Que alguien me responda cuanto antes
porque, con sinceridad, creo que las imágenes hablan a gritos pidiendo justicia: si el pasado se
hubiera olvidado, y si, a mediados del siglo XX,
se hubieran instalado nuevos techos a todo el recinto monacal, se habría conseguido mantener
en pie la historia de un pueblo.
¿Y ahora qué? De poseer un jardín, allí, en
cuanto la primavera se llena de rosas para embellecer las tardes con revoloteos de bellas
mariposas, solo quedan espinas. Y, en cuanto el
invierno busca una disculpa para encender el fuego de los braseros, allí solo quedan cenizas de
un árbol caído. ¡Qué pena!
* * *
En mayo de 2011, no sin grandes esfuerzos,
y procedente de Santander, conseguí que me enviaran el artículo original, con dos fotografías,
que, en el año 1937, Diego Quiroga y Losada
−Marqués de Santa María del Villar− publicó en
la revista “La Estrella del Mar”. Entonces, el monasterio seguía teniendo algo de “vida” a
pesar de que las ruinas eran patentes. Hoy…
Hoy, a este lugar, se le considera… (que cada lector diga lo que piense y añada un adjetivo
para corroborar su enfado).
Y el enfado continúa, ha de continuar necesariamente viendo otras siete imágenes
escalofriantes. Un antes y un después de lo que
era y ahora no es; de la grandeza que fue y de lo que queda de aquello (nada). Nada más que
vergüenza para propios y extraños; para ricos y
pobres; para los que expoliaron y ahora ven en
sus hogares unas piedras que, a sus ojos, les queman los dedos. Vergüenza para los
gobernantes que consintieron y para los que,
todavía (los de mayor poder), no hacen nada para remediar lo remediable. ¿A qué esperan?
2ª Fotografía del Marqués de Santa María del Villar, arriba, publicada en la revista “La Estrella del
Mar” en el año 1937. Abajo: mismo ángulo, de G. Fdez. Castañón, 2011
Vista aérea del Monasterio de San Pedro de Eslonza (1946). Fotografía realizada por la Academia Básica del Aire y cedida por la Biblioteca Pública de León (de su base de datos “Conocer aquel León")
Arriba, a la izquierda, portada de la iglesia (y algo más) hacia 1935, y a la derecha, manteniendo la misma perspectiva, los restos que quedan en la actualidad. Abajo, a la izquierda, una parte del claustro: cuatro naves con cinco arcos de medio punto cada una y diez en la superior y galería con bóvedas ojivales, y a la derecha, desde el mismo ángulo, el cielo por montera, y por adornos… zarzas (fotografía realizada en el verano de 2011)
Primerísimo primer plano de los restos del Monasterio de San Pedro de Eslonza (imagen publicada en un periódico nacional −1953−, perteneciente al archivo de G.F.C.). Obsérvese como,
todavía, existían cuatro de las cinco imágenes (alguna de ellas “decapitada”), y obsérvese, a la derecha, una blanquísima columna (entrada al convento) perteneciente a la antigua ciudad de
Lancia. Bajo estas líneas, una nueva fotografía muestra una zona del interior, en la que se veían tres columnas estriadas (hoy en el crucero de la iglesia de Renueva) con sus arcos todavía en pie.
HORA DE GRITAR LA VERDAD
En el año 1931 el monasterio de San Pedro
de Eslonza es declarado Monumento Histórico-Artístico Nacional. O lo que lo mismo, para que
se entienda: en el año 1931 el Estado Español
(Ministerio de Instrucciones Pública y Bellas Artes) “protege” a este monasterio –es un su-
poner− de los dientes afilados de los predadores.
Por una extraña circunstancia (política y re-
ligión se unen de nuevo para…), en el año 1947, el entonces obispo de León, don Luis Almarcha
Hernández, compra a la familia propietaria del
monasterio (familia Estrada), por 100.000 pese-tas (que al parecer no pagó) la fachada barroca
de la iglesia, la fachada renacentista aledaña, la
puerta renacentista de entrada al claustro, varios
arcos también renacentistas y alguna otra “cosilla” (que los que “dicen saber” indican que
–unas vidrieras− se perdieron por el camino).
Durante los años 1947 a 1948, con el bene-plácito de la autoridad competente, se desmon-
taron, piedra a piedra, las fachadas y arcos y, con
ellos, se hizo otra iglesia en la ciudad de León: la iglesia de San Juan y San Pedro de Renueva.
Primera y única pregunta: ¿para qué cojones
(con perdón) sirvió la declaración de Monu-
mento Histórico Artístico Nacional a este mo-nasterio que SOLO, después de sus propietarios
−por supuesto−, correspondía a los vecinos del
pueblo de Santa Olaja de Eslonza? La respuesta es así de objetiva: para NADA.
Fachada (cuerpo central) correspondiente al monasterio
de San Pedro de Eslonza, hoy incrustada en la iglesia de
San Juan y San Pedro de Renueva (León)
Portada renacentista, realizada para el monasterio de
San Pedro de Eslonza por el arquitecto Juan de
Badajoz. Entonces comunicaba la iglesia con el claustro,
estando situada cerca del presbiterio, en la pared del
mediodía. Hoy es la segunda puerta de entrada de la
iglesia de San Juan y San Pedro de Renueva (León)
Portada renacentista (el rosetón no formaba parte de
ella), del siglo XVI y estilo dórico, del monasterio de San
Pedro de Eslonza. Situada a la derecha de la fachada
principal de su iglesia, hoy se encuentra en el lateral
izquierdo de la iglesia de San Juan y San Pedro de
Renueva (León), totalmente olvidada (necesita una
urgente restauración), maltratada, sin uso, sin gracia
Portada de la Sala Capitular, hoy en la fachada
izquierda de la Iglesia de Renueva (León). Puesta allí sin
ningún sentido, condenada a la indiferencia.
Esta lápida fundacional se encontraba encima de
la portada renacentista (imagen superior derecha de la
página anterior). Su texto, traducido, es el siguiente:
“AÑO DE 1547, DÍA 9 DEL MES DE ABRIL, DIEGO
LUCIO ABAD Y JUAN DE BADAJOZ, ARQUI-
TECTO, ERIGIERON ESTE EDIFICIO DESDE SUS
MISMOS CIMIENTOS”. Hoy se encuentra en el lado
opuesto de dicha portada (en el interior, arriba) de la
iglesia de Renueva. Menos mal que la tienen a oscuras
porque, en su nuevo emplazamiento, la mentira, además
de evidente, es una clara denuncia de… ¿su expoliación?
Entre el primero y segundo cuerpo de la fachada
principal se encuentra esta cartela, cuyo texto no tuvo
en cuenta el obispo Almarcha (referente a la pulcritud).
Dice así: “LA FAMA DE UNA OBRA SE DISTINGUE
POR LA PULCRITUD Y EL ARQUITECTO. ERIGI-
DA EL AÑO DE 1711. ARQUITECTO PEDRO MAR-
TÍNEZ. FRAY ANTONIO TOBAR.”
El obispo Almarcha, para unos el máximo
preservador de las ruinas del monasterio de San
Pedro de Eslonza; para otros −entre los que me encuentro, como es obvio− el gran destructor del
mismo, cumplió sus sueños con la realización de
la iglesia de San Juan y San Pedro de Renueva, y con ellos… pudo colocar en la torre derecha de
la misma su tarjeta de… ¿humildad? (el escudo
de “su reinado” en la tierra que, al menos para
mí, chirría de manera vergonzante). Esta iglesia –en mi opinión− es contranatural; es el máximo
exponente de un cúmulo de grandes pecados
(expoliación, soberbia, avaricia y… alguno más). Pecados graves, en cualquier caso, que,
“matando” a toda una comarca (Eslonza),
dejaron huérfanos de su patrimonio a los vecinos
de Santa Olaja de Eslonza. El obispo Almarcha no leyó el contenido de
este cuarteto, y si lo leyó no hizo caso alguno:
NADIE PASE A AQUESTA CASA QUE NO JURE POR SU VIDA
SER MARÍA CONCEVIDA
SIN PECADO ORIGINAL Una inscripción con la que se encontraban
las personas que accedían por la portería del
monasterio de San Pedro de Eslonza, esculpida
sobre un pequeño arco que daba al claustro. Cuarteto atribuido al abad Fray Plácido (abad del
monasterio durante el período 1601-1604).
En fin, el obispo Almarcha no tuvo en cuenta la importancia del monumento y, en vez
de reparar los daños in situ (tenía poder para
ello), lo que hizo –en mi modesta opinión− fue usar su poder (mucho poder) para dejar tirado en
la cuneta la declaración estatal de “Monumento
Histórico Artístico Nacional” (¡que ya es poder!)
y cumplir, así, con “su capricho” mundano: hacer “su” gran obra y llenarla de “sus” escudi-
tos para ¿glorificar “su” reinado en la tierra?
(pecador). Lo que hizo, duela a quien duela, fue destruir el monumento de San Pedro de Eslonza
por completo, arruinarlo definitivamente al
ubicar una gran parte de él en un lugar ajeno a su
nacimiento. Lo que hizo fue acelerar las ruinas del MONUMENTO (la iglesia de Renueva, que
yo sepa, no lo es) y convertir, a cambio, un lugar
con encanto y mucha historia, en un pedregal con zarzas donde los “roedores” siguieron
acechando su exquisito “queso” para llevárselo a
sus oscuras guaridas.
PATRIMONIO DEL MONASTERIO:
¿QUIÉN LO VENDIÓ? ¿DÓNDE ESTÁ?
Las hornacinas (cinco en total) de la portada barroca del monasterio de San Pedro de Eslonza
están vacías. Sus esculturas se fueron “perdien-
do” con el transcurrir de los días.
Imagen del apóstol San Pedro, hoy en la torre de la
iglesia de Villanueva del Condado, “condenado” a mirar
de forma permanente el tejado de la propia iglesia
Arriba, o en el segundo cuerpo de la portada
de la iglesia, a la izquierda, se encontraba la
imagen de San Bernardo (derribada y destruida, siendo sus restos robados). En el centro se
ubicaba la imagen del apóstol San Pedro (hoy
puesta en un “nicho” sin gracia, arriba, en la torre de la iglesia de Villanueva del Condado). Y
a la derecha tenía su trono San Benito (en
propiedad particular, en Mansilla de las Mulas).
En las dos hornacinas inferiores se encon-traban las imágenes del mártir San Adriano, a la
izquierda, y de Santa Natalia (su esposa), a la
derecha. Ambas en paradero desconocido. Lo anteriormente expuesto es lo más llama-
tivo, porque, a decir verdad, y se tiene constancia
de ello, el declive del patrimonio se inició en el
mismo momento en el que se empezó a cumplir la Desamortización de Mendizábal: los propios
monjes se llevaron todo cuanto pudieron con-
sigo: libros, cuadros, objetos singulares, etc. Una segunda parte de su destrucción se inició con las
sucesivas ventas del recinto y las herencias
correspondientes: todos querían desprenderse de aquellos objetos que tuvieran valor o que signi-
ficaran una importante fuente de ingresos. La
tercera etapa de su destrucción masiva se debió a
los continuos robos y saqueos. Quien más o quien menos de los lugareños –y de eso también
hay constancia− se llevó un trocito de columna,
una hornacina, un capitel o, simple-mente, un
montón de piedras para su casa. Ni que decir
tiene que todavía hay libros o pergaminos de este
monasterio en viviendas particulares. Los grandes objetos, aquellos de más valor
(cuadros, vidrieras, esculturas, relicarios, el reloj
de la torre, el púlpito, el coro…) están repartidos por toda la provincia de León, incluso llegaron
hasta Madrid. Resultado: cerca de treinta pobla-
ciones (que se sepa) tienen en su poder alguno de
los objetos de este monasterio. Son las siguientes (relacionadas en el libro “San Pedro de Eslonza”,
de Aurelio Calvo): Mellanzos, Santa Olaja,
Villarmún, Palazuelo de Eslonza, Villafañe, Cifuente, León (Colegio de las Carbajalas y
Museo Arqueológico Provincial), Madrid (Igle-
sia Parroquial de San Martín), Villamañán, Se-
cos, Villarratel, Villanueva, Vega de Infanzones, Mellanzos, Castrillo del Porma, Villimez,
Villabúrbula, Puente Villarente, San Felismo,
Valdesogas de Arriba, Mansilla de las Mulas, Villafalé, Valdabasta, Villanueva del Condado y
Nava de los Caballeros.
¿Expoliación, robo, destierro o adquisición legal? Que cada cual llame por su nombre lo que
tiene en su poder. Lo que es evidente es que el
patrimonio del monasterio de San Pedro de
Eslonza, una gran parte de él, desapareció de forma ilegal (irregular, si se prefiere);
desapareció (en algún caso) para siempre. Aquel
que existe, todavía, ¿qué se puede hacer con él?
El pueblo de Palazuelo de Eslonza dispone de varios
objetos procedentes del monasterio, entre ellos, este
cuadro, “El Cristo”. Una excelente copia antigua del
Cristo de Velázquez
FRAY BENITO JERÓNIMO FEIJOO,
LOS GUZMANES, UNA COPLA, LA
NEVERA Y LA HORCA Quiero volver a insistir sobre la importancia
de este monasterio con dos nombres propios
(Fray Benito Jerónimo Feijoo y Pedro Núñez de Guzmán), una canción popular y dos edificios
“singulares”: la nevera y la horca.
Sobre Fray Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) ya hablé en otro apartado de este artículo;
en esta ocasión, en concreto, lo haré porque en
su obra “Teatro Crítico Universal (9 volúmenes, 1726-1740) hace referencia a su estancia en el
monasterio de San Pedro de Eslonza. Y lo hago,
rescatando dos de sus textos. El primero, muy
curioso, se refiere a la “Racionalidad de los brutos”, publicado en el tomo III, discurso 9,
capítulo VI. Dice así:
Finalmente (dejando otros muchos argumentos) probaré la racionalidad de los
brutos con una acción observada en algunos,
que aunque no es de las comunes, por ser también singular la prueba, merece tener aquí
lugar. Aristóteles en los Problemas dice que el
acto de contar, o numerar, es tan privativo del
hombre, que ningún otro animal es capaz de él; en que da bastantemente a entender, que este
acto pide proceder de principio racional. Sin
embargo, se han visto brutos que cuentan los
días de la semana, y observan su curso, y serie.
En nuestro Colegio de San Pedro de Exlonza,
distante tres leguas de la Ciudad de León, hubo en mi tiempo un pollino que apenas hacía otra
jornada que una cada semana los Jueves,
montado de un criado que llevaba las cartas del Colegio a la Estafeta de aquella Capital. El buen
pollino no estaba bien con este paseo; y
llegando el día Jueves indefectiblemente se
escapaba de la caballeriza, y se ocultaba cuanto podía para excusar la jornada, lo que nunca
hacía otro algún día de la semana. En que
también era admirable la sagacidad, y maña de que usaba para abrir la puerta, precisando en
fin a que la noche antes del Jueves se le cerrase
con llave.
En “Cartas eruditas y curiosas”, tomo I, carta vigésima, relativa a “Remedios de la
memoria”, Fray Benito Jerónimo Feijoo vuelve a
nombrar el monasterio y alrededores (Mansilla de las Mulas) de la siguiente forma:
Estando en nuestro Colegio, de Pasantía,
de San Pedro de Exlonza, ocurrió quejarme de lo mucho que padecía de fluxiones reumáticas,
en una conversación, en que se hallaba presente
un Cirujano de Mansilla, Lugar poco distante de
aquel Monasterio, el cual, oyéndolo, ofreció enviarme unas píldoras capitales, que componía,
o tenía el Boticario de aquel Lugar, y las había
experimentado admirables para confortar la cabeza. Acepté el remedio, y le usé por tres
veces, tomando ciertas dosis de las píldoras al
tiempo de acostarme. Eran purgantes; pero además de este efecto, experimentaba el de que
la mayor parte del siguiente día tenía duplicadas
fuerzas mi Memoria. No trate de inquirir la
composición de las píldoras, pareciéndome, que no valía esta pena un beneficio de tan corta
duración, que aun no se extendía a veinticuatro
horas, después de tomado el medicamento; y para muy repetido tenía el inconveniente de la
purgación.
Por otra parte, se hace necesario nombrar,
aunque de forma muy breve, la importancia del monasterio debido a los enterramientos que en él
se hacían. Así, pongo de ejemplo lo encontrado
sobre la familia Núñez de Guzmán y, más en concreto, sobre Pedro Núñez de Guzmán (señor
de Guzmán, Aviados y Boñar). En la colección
de Velázquez, tomo VI, se lee lo siguiente: “…los Guzmanes y Señores de Toral y de
Boñar… Aquí tenían estos señores una Cassa y
Castillo fuerte, del qual derribó el Rey don
Pedro, quando cercó en él a Pero Núñez de Guzmán, el qual se le dió sobre su palabra y
después le atenazó y quitó la cabeza. Está este
Cavallero en San Pedro de Eslonza…”.
En el libro “San Pedro de Eslonza”, de
Aurelio Calvo, encuentro también lo que sigue:
“…Ramiro Núñez de Guzmán, clavero de Calatrava, dejó a este Monasterio el palacio de
Villafañe y otras heredades porque le sepultasen
en la capilla de Nuestra Señora según habían hecho con sus padres y hermanos”.
En cuanto a las coplas o canciones
populares que hacían, para bien o para mal,
referencia al Monasterio he de decir que he encontrado varias. Una de las más curiosas, la
que se cantaba, al parecer, con demasiada
frecuencia, era ésta:
Somos del Valle de Eslonza
y vasallos del Convento
donde nos dan el sustento
y predican la verdad.
Nos enseñan el trabajo
y a ser “mu” buenos cristianos
y a tratarnos como hermanos
con respeto y caridad.
Por último, en este caso por ser otro tipo de
curiosidades que manifiestan la importancia, la tradición o la cultura de este monasterio, me
referiré a la confirmación o existencia de una
horca/patíbulo frente a la iglesia, como quedó
dicho (los monjes tenían jurisdicción propia y, por lo tanto, potestad para juzgar y condenar), y
me referiré a la “nevera” (edificio para guardar
la nieve durante el invierno y utilizarla durante el verano) que, en este caso, según me informó
Carlos Cueto del Río, los monjes se servían de
ella únicamente para “alimentar” a un manantial cercano durante la época estival. De ambas
cuestiones (horca y nevera) daré cuenta en el
texto, que copio de forma literal, del libro de
Aurelio Calvo, ya mencionado en varias ocasiones. Dice así: “La nevera, toda de piedra
‘que se hizo, según reza un Libro de Cuentas,
fuera, junto a la horca, amplia y muy capaz, que llevará, dice, ocho mil arrobas de nieve’.”
Interesante, sin duda, la confirmación de estos
datos.
AGRADECIMIENTO PÚBLICO
Este artículo no
sería el mismo sin la información y las
explicaciones in situ
que recibí de una persona conocedora,
amante y defensora de
la historia de este
monasterio. No sería lo mismo sin las palabras
que escuché de viva
voz de Carlos Cueto del Río (en la fotografía).
COLOFÓN
Antes de dar por finalizado este trabajo,
consideré oportuno ponerme en contacto con el ayuntamiento de Gradefes, municipio al que
corresponden las ruinas del monasterio de San
Pedro de Eslonza, con el fin de conocer su futuro más inmediato. Su alcaldesa, Ana Isabel Ferreras
Díez, me demostró ser otra persona defensora de
lo que queda del monasterio y, con determinada
pasión, me informó de lo siguiente: 1º El ayuntamiento de Gradefes, mediante
donación (diciembre de 2010), ha obtenido la
titularidad de la parcela del monasterio. 2º Este ayuntamiento ha firmado un conve-
nio de colaboración con la Fundación Masaveu
Petterson, por la que recibe de esta entidad
30.000 €, que se emplearán para el vallado de la parcela y la realización de Becas para el Estudio
Histórico del Edificio, para el Estudio arqueoló-
gico y para acometer la planimetría del mismo. 3º El ayuntamiento de Gradefes, tras
presentar un proyecto al Ministerio de Cultura a
cargo del 1% cultural, recibe de Fomento 176.000 € que servirán para ejecutar la
excavación arqueológica de la antigua Iglesia y
de la totalidad del Claustro, además de la
consolidación propia de las ruinas.
Recibo con entusiasmo estas explicaciones,
porque parece que algo, por fin, se va a hacer para que no sigan chirriando tanta pasividad y
desamparo frente a lo que queda (más bien poco)
del monasterio de San Pedro de Eslonza. Un monasterio por el que han pasado grandes hom-
bres de las letras y del arte. Esta circunstancia,
en otras provincias, sería motivo más que sufí-
ciente para no dejarlo morir. Las ruinas claman al cielo, pero no es menos cierto que todavía
sería peor no tenerlas. Convendría −según mi
parecer− que una parte de su rico patrimonio desperdigado se reuniera en un aula o museo
permanente. Que volvieran, en definitiva, todos
los cuadros, esculturas, relicarios, libros, etc.
(todo aquello posible) a un lugar de dominio público para que el pueblo, único propietario de
la cultura y de la historia, pudiera beneficiarse de
ello. ¡Tienen que volver al pueblo! Los políticos tienen que conseguirlo. No es difícil. Es cuestión
de buena voluntad. No se puede ni se debe per-
mitir un segundo más esa ausencia. Y es que, ya que el “cuerpo total” de este monasterio es impo-
sible recuperarlo, al menos se debe conseguir un
trozo de su “alma” para que perdure, entre noso-
tros, por los siglos de los siglos. Si nos llama-mos, y somos, racionales, no es mucho pedir.
© GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN