microcreditos y etica

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Universidad de La Serena Facultad de Cs. Sociales y Económicas Departamento de Cs. Económicas y Empresariales Escuela de Ingeniería Comercial MICROCRÉDITOS Y ÉTICA INTEGRANTES: Daniela Aravena Camila Daudet Claudia Pastén ASIGNATURA: Ética Profesional PROFESORA: Jasna Cortés

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Departamento de Cs. Económicas y EmpresarialesEscuela de Ingeniería Comercial

MICROCRÉDITOS

Y

ÉTICA

INTEGRANTES:

Daniela Aravena

Camila Daudet

Claudia Pastén

ASIGNATURA:

Ética Profesional

PROFESORA:

Jasna Cortés

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ÍNDICE

Introducción…………………………………………………………………….…………2

¿Qué es un Microcrédito?.......................................................................................3

Modalidad de aplicación de Microcréditos en Graneen Bank……………...4 Principios y objetivos…………………………………………………………....4

Origen y Evolución del Microcrédito…………………………………………..5

Creador de los Microcréditos: Muhammad Yunus………………………..…6

Situación Actual del Microcrédito……………………………………………….……..8

Latinoamérica…………………………………………………………………....9 Situación de Chile……………………………………………………………….9

Polémica de los Microcréditos………………………………………………….….…12

Interés y Microcrédito………………………………………………….………………13

Tasas de interés para Microcréditos…………………………..……………..13 Ejemplo de cómo se fijan los intereses para un Microcrédito…………..…14

Las altas tasas de Interés de los Microcréditos………...…………………..14

Los tipos de Interés del Microcrédito………………………………..……….15

Problemas éticos de los tipos de interés………………………………………..….18

El tipo de interés justo…………………………………………………………18 Cuestiones de justicia distributiva……………………………...…………….20

Un juicio ético sobre las Microfinanzas y su Responsabilidad Social…………...23

La función social de las instituciones microfinancieras………………..….23 La responsabilidad social de las instituciones microfinancieras……..…..25

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Conclusión………………………………………………………………………..……29

Bibliografía……………………………………………………………………………..30

INTRODUCCIÓN

Desde la creación de los Microcréditos, ha permitido de miles de personas que se encuentran en la pobreza puedan valerse por si mismas y salir adelante junto a su familia, siendo este el objetivo social de los Microcréditos.

Sin embargo, la realidad que se nos muestra es algo diferente y el fin social con el cual se crearon los microcréditos ya casi se ha extinguido. Se ha ayudado a varias personas de escasos recursos, pero ¿Qué pasa con las personas que no pueden cumplir con los requisitos de los bancos?

En este trabajo, analizaremos lo que son los microcréditos, la situación en la que se encuentran y la polémica que existe entorno a ellos debido a la forma en que los bancos a nivel mundial han llevado a cabo la administración de estos créditos a las microempresas.

Finalmente, responderemos a la pregunta ¿son éticos los microcréditos o solo es una idea que dejo de ser social y se ha convertido en un negocio para los bancos?

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¿Qué es un Microcrédito?

Una de las posibles conceptualizaciones del microcrédito, al no existir un solo criterio, consiste en ser pequeños montos de dinero destinados exclusivamente al desarrollo de microempresas, a la promoción de actividades productivas y/o de servicios, destinados a la mejora de las condiciones de vida de las personas de bajos recursos, que no pueden acceder a oportunidades y servicios financieros formales.

Es decir, los programas de microcrédito son focalizados hacia un grupo poblacional conformado mayoritariamente por personas de sectores sociales más desfavorecidos o carentes de recursos, que no cumplen con los requisitos para acceder a un crédito ofrecido por los bancos comerciales.

Los Microcréditos se incluyen dentro del ámbito de la microfinanza, que abarca diversos servicios de financiación y garantías a autónomos y microempresas.

Modalidad de aplicación de Microcréditos en Grameen Bank.

Grameen Bank es una institución sin ánimo de lucro que ha salvado de la miseria a cientos de miles de sus compatriotas. El Banco funciona en la actualidad con más de 22.000 empleados que trabajan en las calles de casi 38.000 de las 68.000 aldeas y pueblos de Bangladesh, y concede préstamos a 2,3 millones de personas, de los que el 94% son mujeres pobres, siendo la tasa de devolución de los mismos del 97%.

Respecto de los microcréditos, todo gira en torno a la llamada "garantía solidaria" que consiste en prestar el dinero a las dos mujeres más pobres de un grupo de cinco que se juntan para solicitarlo, y las demás no reciben su préstamo hasta que las dos primeras lo han devuelto, de tal manera que se crea una especie de red de apoyo-presión. Si uno deja de pagar, todos pierden la posibilidad de recibir nuevas ayudas. El préstamo medio es de 75 dólares y el máximo de 300. El Banco Grameen concede millones de préstamos de los que el 97% son para mujeres sin recursos, con una tasa de devolución de casi el 99%.

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La base del sistema de los microcréditos, materializada en el banco Graneen, se centra en 'prestar a quien menos tiene'. Las oficinas y asociaciones que trabajan en el estudio y la concesión de estos préstamos no esperan que 'los clientes' acudan a sus oficinas con avales, son ellos los que buscan a los clientes.

Los receptores de los créditos también se comprometen con 16 principios no obligatorios, que se consideran valores positivos, como enviar a los hijos a la escuela, cultivar vegetales o beber sólo agua canalizada, y reciben un teléfono móvil, ya que Muhammad Yunus, Novel de la Paz y fundador del banco, cree que las nuevas tecnologías y el acceso a internet suponen una revolución para los pobres, que pasan así a tener acceso a la sociedad de la información. En la actualidad, 52 países cuentan con instituciones que conceden microcréditos con el mismo método que el empleado por el Grameen Bank.

Entre las normas que se siguen a la hora de conceder uno de estos microcréditos, se encuentra el de no financiar compañías ni pequeñas empresas. Siempre se concede un crédito a título personal. El apartado de los beneficios también difiere del sistema bancario tradicional: todos los beneficios pertenecen a los propietarios del banco, que es a su vez propiedad de los clientes, a través de dividendos. Esta es la principal diferencia respecto a un banco comercial.

Principios y objetivos

Estos se basan en los siguientes principios:

Generar empleo Impulsar proyectos

Fomentar la confianza

Fomentar y favorecer la capacidad de creación del microemprendedor

Ayudar al microemprendedor en sus inicios y durante tiempos difíciles

Apoyan iniciativas de autoempleo

Dentro de las líneas de los Microcréditos, además de las iniciativas al autoempleo, se pueden contemplar ayudas de acceso a la vivienda, asistencia sanitaria, compra de mobiliario o incluso reagrupaciones familiares. Muchos de estos créditos están pensados exclusivamente para mujeres emprendedoras y empresarias en activo.

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Inicialmente, el objetivo del Banco Grameen era que el 50 % de los beneficiarios fuesen mujeres, pero a medida que el proyecto avanzó, las mujeres representaron más del 90 % de los destinatarios de los microcréditos. Yunus observó que, aunque la tasa de devolución de los préstamos era prácticamente la misma entre hombres y mujeres, en comparación los hombres tendían a satisfacer primero sus necesidades, mientras que las mujeres solían beneficiar a sus familias mucho más, empezando por sus hijos, continuando por sus hogares y atendiendo después otras necesidades.

Origen y Evolución del Microcrédito

En 1974, cundo la hambruna asolaba a Bangladesh, Muhammad Yunus buscaba soluciones para reducir la pobreza desarrollando varios programas económicos rurales. Este veía que los campesinos pasaban serias dificultades sin poder recibir préstamos bancarios sin avales ni garantías.

Así concebía el Microcrédito sin más garantías que la confianza, un crédito solidario para que las personas sin recursos pudieran emprender un negocio independiente y productivo. Pronto comprobó como un préstamo pequeño podía cambiar sustancialmente las posibilidades de estas personas.

El primer préstamo que dio fueron 27 dólares de su propio bolsillo para una mujer que hacía muebles de bambú, de cuya venta los beneficios repercutieron en sí misma y en su familia. Sin embargo, los bancos tradicionales no estaban interesados en hacer este tipo de préstamos, porque consideraban que había un alto riesgo de no conseguir la devolución del dinero prestado.

A mediados de la década de los setenta, los primeros organismos que comenzaron a dar o a organizar microcréditos fueron ONG. A principio de los ochenta estos organismos comenzaron a ver frutos de este proceso, muchos de ellos comenzaron a darse cuenta que este esfuerzo podría ser sostenible porque la recuperación de cartera (deudas) era casi perfecta. A partir de que estas organizaciones encuentran el punto de equilibrio (suficientes microcréditos para pagar los costos fijos) el crecimiento de estos programas explota.

En los setenta el modelo era sostenido a través de donaciones de filántropos alrededor del mundo y la coordinación era a través de ONGs. En la década de los ochenta el modelo cambió un poco; las ONG crearon alianzas estratégicas con bancos locales para que estos proporcionasen el financiamiento mientras que

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ellos proporcionarían las garantías y la coordinación de los recursos. A partir de los noventa este último modelo también evolucionó. Los bancos involucrados en el proceso se dieron cuenta que era un negocio rentable y comenzaron a desarrollar mecanismos para servir este mercado.

Creador de los Microcréditos: Muhammad Yunus

Muhammad Yunus (Bangladesh, 1940) es un economista indio, creador del microcrédito y fundador del Banco de los Pobres. Musulmán no practicante, estudió Ciencias Económicas en Nueva Delhi y amplió estudios en Estados Unidos con becas de las instituciones Fullbright y Eisenhower y de la Universidad de Vanderbilt (Tenesee). Retornó a su país en 1972 para dirigir el departamento de Economía de la Universidad de Chittagong, poco después de que Bangladesh obtuviese la independencia.

Conviviendo con los campesinos de la región de Jobra (Bangladesh), Yunus se dio cuenta que la pobreza se perpetuaba porque dejaba a los pobres fuera de la economía. Los bancos tradicionales no concedían préstamos a aquellos que no pudiesen ofrecer garantías, y ello generaba un círculo vicioso de pobreza.

Yunus creó el concepto del microcrédito el día que decidió ayudar a unos cuantos campesinos que vivían cerca de la Universidad de Chittagong y que, tras una gran hambruna que asoló el país en 1974, estaban pasando por graves dificultades. Elaboró una lista de 42 personas seriamente endeudadas que, en total, debían menos de 27 dólares. Cada uno de ellos recibió la cantidad que adeudaba sin otra condición que la de concentrarse en su trabajo y la de devolver el dinero cuando pudiera.

El éxito de su acción le llevó a crear, en 1976, el Banco Grameen, con la intención de prestar dinero a personas que no tenían acceso a los créditos bancarios tradicionales, dado que no cumplían las condiciones requeridas habitualmente en concepto de aval para garantizar el reembolso de la suma prestada. El banco se creó para conceder créditos únicamente a las personas más desfavorecidas, convirtiéndose éstas en accionistas de la entidad.

Yunus ha sido nombrado doctor honoris causa por más de diez universidades de todo el mundo y ha recibido una veintena de premios, como el Ramón Masagay (Filipinas), Aga Khan de Arquitectura (Suiza), Pfeffer de la Paz, Fundación Mundial para la Alimentación y Fundación Gleitsman (todas éstas en Estados Unidos). En

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octubre de 1995 fue galardonado con el Premio por la Libertad 1995, concedido por la Fundación Max Shemindheiny de la Universidad suiza de St. Gallen.

En octubre de 1997 el fundador del Banco de los Pobres recibió en París (Francia) el premio Internacional UNESCO-Simón Bolívar 1996, por su contribución a la libertad, la independencia y la dignidad del pueblo de Bangladesh. Fue propuesto para el premio Nobel de economía por el presidente Bill Clinton. El 19 de junio de 1998 se le concedió el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, que compartió con el ex jesuita Vicente Ferrer, el médico Joaquín Sanz Gadea y el misionero Nicolás Castellanos.

En octubre de 2006, Yunus y la institución por él creada, el Banco Grameen, eran galardonados con el premio Nobel de la Paz “por su lucha por una economía justa para las clases pobres”. Lo que algunas décadas atrás parecía una idea imposible se vio así reconocido con la concesión del premio.

En la Cumbre Global del Microcrédito celebrada en Halifax, Canadá, en noviembre de 2006, Yunus afirmó que su objetivo era que antes del año 2010 el 100 % de la población en situación de extrema pobreza de Bangla Desh tuviera acceso a microcréditos para iniciar así su prosperidad económica. En palabras del propio economista, “si los más pobres no tienen acceso a su primer dólar, no van a ser capaces de generar otro”. En el marco de la misma cumbre, señaló que no sólo no se oponía a que los bancos tradicionales entrasen en el territorio del microcrédito, sino que venía animándolos a hacerlo desde 1976 aunque, eso sí, con el temor de que estas entidades financieras buscaran el lucro de los microcréditos en detrimento del servicio social que deberían prestar.

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Situación Actual del Microcrédito

El éxito del modelo Grameen ha inspirado esfuerzos similares en otros países en vías de desarrollo e incluso en países industrializados como los Estados Unidos. Muchos, aunque no todos los proyectos de microcréditos, emulan el énfasis de Yunus en que las prestatarias sean mujeres. Casi el 95 por ciento de los préstamos del Banco Grameen se han otorgado a mujeres, que sufren de forma más pronunciada la pobreza y que, en buena medida, es más probable que reviertan sus ganancias para servir las necesidades de toda la familia.

El Banco Mundial estima que existen unas 7.000 instituciones microfinancieras, sirviendo a unos 16 millones de pobres en países en desarrollo. En noviembre de 2002, más de 2000 delegados de 100 países se congregaron en la Cumbre del Microcrédito en Nueva York, donde se marcaron el objetivo de llegar en el 2005 a 100 millones de prestatarios de las familias más pobres del mundo, con créditos para el autoempleo y otros servicios financieros y de negocios. Este objetivo ha obtenido el apoyo de instituciones financieras de gran envergadura y de importantes líderes internacionales. El Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas proclamó el 2005 como el Año Internacional del Microcrédito.

No obstante, el movimiento del microcrédito ha recibido ciertas críticas de quienes piensan que algunos programas de préstamo solicitan intereses demasiado elevados. Además, existe la preocupación de que los fondos que se usen para microcréditos se deriven de otros fondos necesarios como la sanidad, programas de abastecimiento de agua, o educativos. Los créditos pueden permitir a pobres mejorar su situación, pero estos préstamos no eliminan otras necesidades básicas sociales en infraestructuras y servicios. Otros inconvenientes que se han criticado a los microcréditos son la incapacidad de ayudar a los más pobres de entre los pobres o la dependencia que se genera hacia los microcréditos.

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Latinoamérica

En Latinoamérica existe un sin número de entidades dedicadas al microcrédito. Inclusive en Colombia existen varias organizaciones involucradas en este tema (Cooperativa Emprender, Finamérica, Fundación Santo Domingo, etc). No existen mecanismos para promocionarlos.

Estas son organizaciones que dan préstamos a individuos de bajos recursos económicos o por debajo de la línea de pobreza. La razón por la que este tipo de organizaciones han florecido en Latinoamérica es por sus altos niveles de rentabilidad que hacen que sea una operación sostenible. No solamente ONG están involucradas en esto sino también bancos convencionales. En países como Ecuador, Bolivia (FIE, BANCO LOS ANDES, ECOFUTURO) y Perú, bancos convencionales (Banco Solidario, Banco Sol y Mi banco) han logrado expandirse en el país a través de un modelo de negocio que presta servicios a la población de bajos recursos económicos.

Situación de Chile

En Chile se caracteriza principalmente por:

Montos pequeños entre 100 y 400 dólares. Plazos por lo general pequeños entre cuatro y ocho meses.

Dado que se trata de montos más pequeños y la necesidad de resultar económicamente viable, las tasas del microcrédito son superiores al promedio del mercado y también a las del crédito a la microempresa.

Se basa en bancos comunales, de entre 18 y 25 personas, donde todos sus integrantes son avales solidarios del préstamo.

En el año 2009 el Ministerio De Planificación (Mideplan) y el Fondo de Solidaridad e Inversión (Fosis) dieron a conocer las instituciones que otorgan microcréditos en las quince regiones del país.

Tales entidades (trece en total, entre las cuales hay bancos, cooperativas y fundaciones) resultaron elegidas en proceso licitatorio y gozan de un subsidio del Estado con el fin de mejorar las condiciones del crédito.

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Estas instituciones son las siguientes:

Banco Estado (las quince regiones); Banco BCI Nova (las quince regiones);

Banco Santander Banefe (las quince regiones);

Fundación Fondo Esperanza (Tarapacá, Antofagasta, Atacama, Valparaíso, O’Higgins, Maule, Bío Bío, Araucanía, Los Ríos, Los Lagos y Metropolitana);

Cooperativa Chilecoop (Atacama y Coquimbo);

Financoop (Coquimbo, Valparaíso, Maule y Metropolitana);

Cooperativa CAC Limarí (Coquimbo);

Cooperativa CAC Coocretal (Coquimbo, Valparaíso, O’Higgins, Maule y Metropolitana);

Credicoop (Valparaíso, O’Higgins, Maule, Bío Bío, Araucanía y Metropolitana);

Oriencoop (Valparaíso, O’Higgins, Maule, Bío Bío, Araucanía, Los Lagos y Metropolitana)

Fundación WWB Finam (Metropolitana);

Fundación Banigualdad (Metropolitana)

Fundación Contigo (Metropolitana).

Existen tres instituciones dedicadas al microcrédito, las cuales trabajan en base a donaciones: Banigualdad, Prodess y Fondo Esperanza. Con ellas se fiancian tanto las colocaciones como los costos de operación, siendo esta última la que cobra una tasa por debajo de la Tasa de Interés Máximo Convencional (TIMC).

La medida se enmarca dentro del Programa de Acceso al Microcrédito, anunciado en marzo del 2009 por la presidenta Michelle Bachelet, para estimular

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el apoyo bancario y no bancario orientado a microempresarios y segmentos más vulnerables de la economía.

La inversión del gobierno alcanzo los 540 millones de pesos (algo más de 957 mil dólares), con lo que se propicio unas 16.500 operaciones crediticias.

El fondo está dirigido a microempresarios que no excedan los 70 UF mensuales (“unidades de fomento”, una unidad económica fijada mensualmente por el Banco Central de Chile), lo que equivale aproximadamente al millón y medio de pesos (unos 2.260 dólares).

Según estimación del Fosis, existen en Chile un total de 1.692.199 personas pobres no indigentes, lo que constituye el 10,5 por ciento de la población.

Sin embargo, los programas de microcrédito no están apuntando a la parte más pobre de la población y pareciera que los bancos comerciales y las ONGs dedicadas al microcrédito no tienen mayor diferencia de un banco tradicional. Por lo que existe un espacio grande para diseñar incentivos para que las instituciones dedicadas al microcrédito expandan sus servicios hacia los sectores más pobres. El caso de Chile es especialmente fértil para políticas de este tipo ya que anualmente el Estado licita una cantidad considerable de fondos para que los bancos comerciales los presten a los sectores más pobres de la población, evidentemente, estos fondos no están llegando a ellos vía los bancos. En cambio, las ONGs que no participan de estas licitaciones, si los están haciendo aunque aun en una proporción menor.

Al respecto la literatura “pro” microcrédito plantea que este puede beneficiar al grupo más pobre de la población ayudándolos a salir de su estado de carencia casi absoluta. Por otra parte, existe también una bibliografía que cuestiona la efectividad del microcrédito como instrumento para atacar la pobreza planteando que éste sólo llega a un grupo que esta por sobre la línea de la pobreza.

El impacto de los microcréditos en general ha sido evaluado como positivo, siendo mas positivo para los clientes de banco que para los clientes de ONGs. Una explicación para ello puede estar en lo mas exigente que son los bancos tanto en le proceso de selección como en el proceso de cobranza. Esta mayor presión puede ser el aliciente para motivar a los microempresarios a hacer su mejor esfuerzo.

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Polémica de los Microcréditos

A pesar de los éxitos del sistema de microcréditos, se han realizado algunas críticas al mismo, que se resumen en las siguientes:

Sus principales beneficiarios no son los más pobres, vulnerables y excluidos en los países en desarrollo.

La idea matriz sobre la que se cimentan los microcréditos –los pobres pueden gastar indefinidamente más de lo que tienen- genera una falsa comprensión de las verdaderas causas de los desequilibrios sociales y económicos en el mundo y la manera de abordarlos, pero también de la arquitectura institucional global instaurada para entender y afrontar estos problemas humanos.

El discurso emergente de los microcréditos se basa en la idea de que es el mercado bancario el que se tiene que encargar de la pobreza.

Sería una manera de privatizar la pobreza.

Encubren las verdaderas causas de la pobreza y el subdesarrollo y convierten a los pobres en responsables últimos y directos de su situación.

Son un arma eficaz para desmantelar el compromiso político y ético que tenemos.

Sirven para desactivar las políticas de cooperación internacional transformándolas en políticas de bancarización y convirtiendo la pobreza en deuda eterna.

La transformación de pobreza en deuda, defendida por los partidarios de los microcréditos, se apoya en un darwinismo social según el cual aquellos que estén en situación más precaria y vulnerable lo están porque no han querido o podido endeudarse.

El endeudamiento hace mucho más vulnerables a quienes menos tienen.

Dicen que los microcréditos son tan buenos que su morosidad es bajísima, lo que demuestra que los pobres siempre pagan. Con esta tesis se les

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exigen unos valores morales muy superiores a los del resto de la población mientras que a los no pobres se les permite no ser tan buenos pagadores.

Además, el propio Grameen Bank, que declara una tasa de devolución del 98% en sus informes, cuenta con otros informes que la morosidad es del 25%… hasta el punto de imponer seguros sobre los familiares de los endeudados para que, en caso de fallecimiento, sean los dolientes quienes asuman el pago de los créditos contraídos.

El argumento de que los microcréditos convierten a los pobres en responsables de su propio desarrollo los convierte a su vez en culpables de su supervivencia, anulando el papel de los Estados, gobiernos y comunidad internacional.

América del Sur es un referente mundial de las microfinanzas, en especial los países de Bolivia y Perú, quienes son los destacados en este sector, presentando niveles de rentabilidad, eficiencia, solvencia, etc. Las principales instituciones de promoción del microcrédito esta a cargo ONG como Acción Internacional, Fundación Magdala y Planet Finance, las cuales se caracterizan por la acumulación de experiencias de expertos de todo el mundo.

Interés y Microcrédito

Tasas de interés para Microcréditos

El monto del interés varía según el país y según quien presta el dinero, y varía entre el 20% hasta incluso un 140%. Según los prestamistas, el nivel de la tasa de interés es alto debido a los costos involucrados en el proceso.

Para asegurar el acceso permanente de los pobres a los servicios financieros que ellos necesitan, las instituciones financieras tienen que cubrir sus costos y obtener una ganancia que pueda ser reinvertida y genere crecimiento. Si no pueden cubrir sus costos, las instituciones financieras que atienden las necesidades de clientes pobres tendrán que depender de las subvenciones otorgadas, probablemente realizarán operaciones hasta que esas subvenciones se agoten (es decir, durante un plazo limitado) y sólo prestarán asistencia a un pequeño número de clientes. Esas instituciones, además, suelen prestar más

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atención a los objetivos de los donantes o del gobierno que a las necesidades de los clientes.

Ejemplo de cómo se fijan los intereses para un Microcrédito

De un estudio de los sitios de internet donde se facilitan los préstamos y de recientes libros sobre el tema de la microfinanciación, queda bien en claro que la renta que se paga es muy alta. Un campesino que obtiene un pequeño préstamo para comprarse por ejemplo una vaca, paga en Kenia un 70% de intereses.

10% de interés para el prestamista, por ejemplo un banco holandés30% costos de operación, como pago de personal, computadoras, oficinas10% de fondo de previsión para cubrir riesgos de inflación5% para amortización de deudas no pagadas5% para cubrir riesgos de bajas en el precio de las divisas10% de ganancia----------70 % de interés total

Las altas tasas de Interés de los Microcréditos

Los costos elevados de los microcréditos no implican que los préstamos a los clientes pobres entrañen un riesgo inherente más alto. En realidad, los buenos programas de microcrédito suelen plantear menos riesgos de incumplimiento que los bancos comerciales normales. Los costos son elevados en razón de que la concertación de transacciones pequeñas suele conllevar gastos mayores debido a que requiere una interacción personal, y también porque las IMF utilizan ese contacto personal en reemplazo de las garantías formales o los sistemas computarizados de calificación de créditos. Los costos de un préstamo pequeño serán siempre superiores, en términos porcentuales, a los de un préstamo de mayor magnitud. Las tasas de interés deben cubrir tres tipos de costos:

El costo de los fondos para représtamo

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El costo del riesgo (pérdidas de préstamos irrecuperables)

Los costos administrativos (la identificación y selección de los clientes, el procesamiento de las solicitudes de préstamo, el desembolso de los préstamos, la cobranza de los reembolsos y el seguimiento de los incumplimientos).

Los tipos de Interés del Microcrédito

Uno de los puntos que más polémica suelen provocar en la discusión sobre los microcréditos es el nivel de los tipos de interés cobrados por los mismos, que suelen ser muy altos, a veces superiores al 100% anual. Los argumentos que suelen darse para justificarlos son los siguientes:

1) Las alternativas abiertas a los clientes de microcrédito se caracterizan también por tipos de interés muy altos (por ejemplo, los prestamistas informales y las casas de empeño pueden cobrar tasas del 20% diario). Se trata, no obstante, de productos distintos: el microcrédito financia capital de un negocio, que no puede pagar tipos de interés tan altos durante períodos de tiempo largos, a diferencia del crédito informal, que cubre necesidades urgentes y muy breves.

2) Es probable que la rentabilidad de las microempresas en países en vías de desarrollo sea muy alta, sobre todo en el sector informal de la economía, que no está sujeto a impuestos, regulaciones y restricciones legales. Por ello, «la mayoría de los clientes [de las entidades microfinancieras] devuelven sus préstamos y vuelven a pedir nuevos préstamos una vez y otra: este patrón de conducta demuestra la convicción de los clientes de que los préstamos les permiten ganar más que los intereses que deben abonar. Con todo, la objeción a los tipos de interés altos se basa en que muchos clientes, probablemente los más pobres, no podrán pagarlos.

3) El tipo de interés nominal puede ser alto si la inflación esperada es alta, como ocurre a menudo en los países en vías de desarrollo. Pero lo

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relevante para las decisiones de crédito es el tipo de interés real (descontada la inflación esperada)

4) El tipo de interés real es alto porque incluye la prima de riesgo: el prestamista considera la probabilidad de que un crédito no le sea devuelto, total o parcialmente, y eleva el tipo de interés cargado a todos los créditos, para cubrir la pérdida esperada. Y aunque la tasa de devolución de los microcréditos suele ser muy elevada, el colectivo de prestatarios sigue siendo de alto riesgo, especialmente por su vulnerabilidad a perturbaciones externas (malas cosechas, desastres naturales, epidemias, desempleo, etc.). Y no hay instrumentos para cubrir esos riesgos, sea individualmente (por falta de historial financiero de los deudores potenciales), sea colectivamente (no hay instrumentos de cobertura adecuados).

5) Las instituciones de microfinanzas necesitan fondos, que pueden obtener de donantes públicos o privados (a coste bajo o nulo), de los fondos de la propia entidad (con un coste de oportunidad más o menos competitivo) o de financiación externa (con un coste también, que lleva incorporada la prima de riesgo de la entidad, reflejo de la prima de riesgo de sus clientes, entre otros factores). Por la naturaleza de sus operaciones y el riesgo inherente a las mismas, esas entidades no suelen tener acceso a fondos baratos de inversores nacionales o internacionales, y muchas de ellas tampoco llevan a cabo operaciones de banca al por menor (depósitos), que podrían proporcionar fondos más baratos. En consecuencia, los tipos de interés cobrados deben cubrir esos costes de financiación, elevados y volátiles.

6) Los tipos de interés deben cubrir también los costes de operación y de transacción, que suelen ser muy elevados: los clientes están, a menudo, lejos de los núcleos urbanos; las visitas a los mismos son frecuentes, y las reuniones, largas; los costes administrativos (de estudio y decisión, monitorización y ejecución) no son inferiores a los de una entidad financiera tradicional, pero la cuantía de los créditos es muy reducida, de modo que difícilmente se cubren los gastos fijos del negocio, y la cuantía de los créditos no proporciona economías de escala (es tan caro gestionar un microcrédito de 100 dólares como uno de 10.000, y no hay economías de escala en el número de clientes). Y la falta de historial de los clientes potenciales dificulta el uso de técnicas bien conocidas por los bancos comerciales y más eficientes, como la evaluación (scoring) automatizada de

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los créditos. Además, las estructuras administrativas de bastantes entidades no son adecuadas para minimizar los costes de operación, de modo que su eficiencia puede ser muy pobre, sobre todo en las entidades pequeñas gestionadas sin fines de lucro.

7) Las entidades de microcrédito pueden enfrentarse a costes adicionales, si no tienen éxito en su iniciativa, mientras que sus ventajas pueden desaparecer, en caso de éxito, por la entrada de nuevos competidores.

La conclusión de todo lo anterior es que los altos tipos de interés de los microcréditos pueden estar justificados por la estructura de costes de los prestamistas y por el riesgo de los prestatarios. Con todo, son unos tipos elevados, sobre todo teniendo en cuenta que hay también otros costes que recaen sobre los prestatarios, como los de monitorización de los miembros de su grupo (incluyendo el tiempo dedicado a las reuniones), el ahorro forzado, a menudo un seguro de vida, etc.

El tipo de interés que cobra una entidad a un microemprendedor estará situado entre un tipo mínimo y otro máximo. El primero vendrá dado por el punto muerto de las operaciones del prestamista, es decir, será aquel para el que sus ingresos serán iguales a sus costes financieros, operativos y de transacción. Dependerá, pues, de sus fuentes de financiación, su organización administrativa (número y dispersión de las oficinas, por ejemplo), sus técnicas operativas, sus costes de transacción (préstamos de grupo o individuales), etc. Algunas de esas variables se escapan al control de la entidad, pero otras dependen de ella, de una forma relacionada con las dimensiones técnicas (financieras y operativas) de su estrategia, pero también con su misión y la concepción que tenga de su responsabilidad social: por ejemplo, puede reducir sus costes de operación ofreciendo préstamos de mayor cuantía a clientes con más recursos, pero esto puede ir contra su misión. El tipo de interés mínimo o de punto muerto marca el nivel por debajo del cual la entidad no operará, porque incurrirá en pérdidas y comprometerá su continuidad en el negocio –y si cubre esas pérdidas con subvenciones o donaciones, lo que está señalando es que su tipo de interés mínimo es más bajo, porque obtiene algunos de sus fondos a un coste reducido o nulo.

El tipo de interés máximo que se podrá cobrar en una operación será aquel por encima del cual el microcrédito no resulta rentable para el prestatario. Depende,

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pues, de variables que controla el deudor, pero la estrategia de la institución microfinanciera será también relevante: el volumen del préstamo, el tipo de interés y el ritmo y cuantía de las cuotas de devolución del crédito influirán en la demanda.

Problemas éticos de los tipos de interés

El tipo de interés justo

Llegados a este punto, podemos distinguir dos niveles de problemas, todos ellos de naturaleza técnica, económica y, a la vez, ética, en las decisiones sobre los tipos de interés que las entidades de microfinanzas fijan en sus créditos.

1) Dado el diferencial entre el tipo de interés mínimo que exige la entidad y el tipo máximo que el deudor está dispuesto a pagar, ¿cómo se debe establecer el tipo justo para cada operación?

2) El tipo de interés que establezca la entidad tendrá como efecto excluir a posibles clientes, porque a ese tipo la operación no será rentable para el prestatario. ¿Genera esto algún deber moral para la entidad de microcrédito? Y, relacionada con esta cuestión, la política que siga la entidad financiera tendrá también efectos (externalidades sociales o efectos spillover) sobre la comunidad, aumentando el nivel de producción y empleo, reduciendo la pobreza, difundiendo el conocimiento empresarial y tecnológico, etc. ¿Existen deberes específicos para las entidades microfinancieras por esta razón?

La primera pregunta es una variante del problema del precio justo, y pertenece a la justicia conmutativa. ¿Cuál debe ser el precio justo (en este caso, el tipo de interés justo) que se establece en una operación concreta? En un mercado abierto, en que el demandante tenga acceso a créditos de distintos prestamistas, la competencia entre éstos tenderá a acercar el tipo de interés al mínimo señalado

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antes (el de punto muerto para la entidad de microcrédito). En este caso, el problema ético dejará de ser relevante. Pero en el mercado de microcrédito, la competencia suele ser limitada, de modo que el tipo de interés que se establezca estará, probablemente, por encima del mínimo, entre los límites señalados antes, de acuerdo con el poder de negociación relativo de ambas partes y como el poder de los demandantes será pequeño si el mercado es poco competitivo, es probable que el tipo resultante se acerque al tipo máximo. ¿Cómo hay que proceder en este caso?

De acuerdo con la teoría aquí mencionada, el tipo de interés justo vendrá dado por un estándar sustantivo, no por factores circunstanciales, como la existencia o no de libertad para contratar y un consentimiento libre e informado de las dos partes, o por las condiciones del proceso de negociación entre ellas.

El estándar fundamental de justicia conmutativa es la “equivalencia de valor”, recogida en “la estimación común de los hombres” tal como se fija en un mercado abierto, porque «los precios del mercado (abierto) reflejan:

El valor que muy diferentes personas dan a un producto (un crédito, en nuestro caso) (que reflejará más próximamente su utilidad inherente para satisfacer necesidades humanas en un contexto social dado)

La abundancia o escasez del producto (el crédito) y el coste de producirlo eficientemente

Las expectativas de todos los que participan activamente en el mercado, acerca de las circunstancias que pueden afectar en el futuro a esos factores.

Precisamente porque el precio de mercado refleja sensiblemente todos esos factores, no hay un índice mejor del valor de ese producto [el crédito] en un tiempo y lugar determinados» El estándar a que nos referimos aquí no es abstracto, sino que depende de las circunstancias geográficas, históricas, culturales, institucionales, etc.: no se puede afirmar que un tipo de interés es justo o no si no se tienen en cuenta esas circunstancias62. Por tanto, ese estándar ofrece un criterio objetivo, pero su aplicación dependerá de la valoración (necesariamente subjetiva) de esas circunstancias por la entidad prestamista: el nivel de riesgo del

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prestatario, los costes de financiación y de operación de la entidad, la existencia de alternativas de financiación adecuadas, el grado de desarrollo del país, etc.

Ese estándar no depende del coste (total o marginal) del prestamista, es decir, del tipo de interés mínimo al que la entidad de microcrédito estará dispuesta a prestar; ni, consiguientemente, de la cuantía del beneficio obtenido por el prestamista64. Y tampoco depende de la rentabilidad esperada por el prestatario, es decir, del tipo de interés máximo que estará dispuesto a pagar: por tanto, la cuantía del beneficio que el prestatario espere obtener, como diferencia entre la rentabilidad de su microempresa y el coste del crédito, tampoco será relevante para la determinación del tipo justo.

A la vista de todo lo anterior, no se puede afirmar que un tipo de interés mayor que el tipo mínimo sea injusto, a no ser que el prestamista intente aprovecharse de la ignorancia del prestatario o de su especial necesidad, o que recurra a violencia, fraude, engaño, etc., y siempre que preste un servicio efectivo y aporte valor al cliente65. Y, en concreto, no hay razones de justicia conmutativa que obliguen a la entidad microfinanciera a actuar de acuerdo con el criterio de beneficencia, es decir, a bajar el tipo de interés hasta aproximarlo al mínimo necesario para cubrir sus costes.

En todo caso, es posible que una entidad financiera no sea capaz de fijar, en cada caso, el tipo de interés que sería justo, de acuerdo con los criterios señalados antes, y es probable que opte por fijar un tipo más alto (por precaución ante un posible aumento del riesgo de sus clientes, o para poder presentar beneficios elevados que atraigan a nuevos inversores, o para disponer de una base financiera para ampliar sus operaciones, o, simplemente, por su afán de lucro). En tal caso, sus beneficios extraordinarios deberían someterse a algún tipo de restricción moral: quizá deba reducir el tipo de interés para todos o algunos de sus clientes, o destinar esos beneficios extraordinarios a actividades sociales (incluyendo la expansión de la actividad para reducir sus costes y llegar a más clientes), etc.

Cuestiones de justicia distributiva

Como hemos mencionado antes, la fijación de un tipo de interés, si no es muy bajo, dejará fuera a posibles clientes, bien porque sus micronegocios tengan rentabilidades privadas muy reducidas, bien porque no están en condiciones de afrontar el pago de intereses y la devolución del nominal al ritmo y en la cuantía

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que señala la entidad de microfinanzas. Esto presenta un problema que tiene, como es lógico, una dimensión moral, y que se relaciona con el que también hemos mencionado antes: si la entidad fija un tipo de interés demasiado alto, el impacto del microcrédito sobre la comunidad, región o país puede ser reducido, menor quizá de lo que se podría esperar de una entidad con una clara función social. Pero se trata de problemas distintos del que hemos discutido en el apartado anterior, porque invocan argumentos de justicia distributiva 68. Ya señalamos antes que no hay razones de justicia conmutativa por las que el prestamista deba ofrecer tipos de interés más bajos a aquellos clientes que quedarían excluidos del microcrédito si los tipos fijados fuesen los de “la común estimación de los hombres” en el mercado abierto. Pero, ¿hay alguna razón de justicia distributiva?

A diferencia de la justicia conmutativa, que busca la igualdad en la relación entre ambas partes, la distributiva trata de manera desigual a una de ellas: en nuestro caso, reconoce un cierto derecho de las personas menos favorecidas a tener un acceso preferencial al microcrédito, sea porque los tipos de interés sean más bajos, sea porque las condiciones de devolución sean más favorables, etc.

La cuestión relevante aquí es quién debe cargar con el coste de ese acceso preferencial. Hay varias respuestas posibles.

1) Los otros clientes de la institución microfinanciera, que soportan tipos de interés más altos, para proporcionar con ellos un subsidio cruzado a los más necesitados. Esto tiene lugar también en otros mercados (algunas compañías de transporte ofrecen servicios a bajo coste en líneas de baja rentabilidad, financiándolos con los beneficios obtenidos en las líneas más rentables), pero plantea dificultades económicas (la eficiencia económica se puede ver perjudicada si los clientes que tienen proyectos más rentables y con menos riesgo deben soportar tipos más altos), y morales (no está claro que sea éticamente preferible que los relativamente pobres subvencionen a los más destituidos).

2) Otros stakeholders públicos o privados (gobiernos, fundaciones, organizaciones internacionales, etc.), que facilitan financiación gratuita o a bajos tipos de interés, subvenciones a fondo perdido o servicios gratuitos a las entidades de microcrédito, para que éstas puedan reducir los tipos de interés que cobran y extiendan así sus servicios a un número mayor de

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posibles beneficiarios. Esta solución trasladaría las cuestiones de equidad a esos otros stakeholders.

3) Las propias instituciones financieras, de modo coactivo: por ejemplo, mediante el establecimiento de un límite al tipo de interés que pueden cobrar por sus microcrédito. Pero esto equivale a un impuesto sobre la actividad financiera, que resulta ineficiente.

4) La entidad financiera, dedicando voluntariamente una parte de sus beneficios a subvencionar los microcréditos a los más necesitados, del mismo modo que dedica otra parte de sus beneficios a obras sociales, de filantropía, etc.

Se trata, en definitiva, del ejercicio de la responsabilidad social corporativa, entendida como compromiso voluntario73, de naturaleza ética (Argandoña, 2008): una voluntariedad ante la ley o la norma social, que no es una discrecionalidad, en el sentido de que se puede llevar a cabo o no, según el capricho de la entidad. La entidad puede sentirse “obligada” a ello por razones morales, no legales o regulatorias, que dependen «de nuestro interés por vivir una vida humana buena, con modelos e ideales abiertos a las posibilidades humanas», es decir, que no dependen de la existencia de una ley o del poder coactivo del Estado, o «de las normas sociales y de la justicia retributiva y compensatoria»74, ejercida mediante un juego de premios y castigos.

De este modo, la responsabilidad social corporativa puede ser voluntaria y, al mismo tiempo, normativa, obligatoria (enforceable) para el prestamista, porque «la obligatoriedad de la norma [moral] depende, en primer lugar, de la constitución moral de los individuos, esto es, de la estructura interna de sus motivaciones, muy anterior a cualquier sistema exógeno de obligatoriedad». En todo caso, en una entidad de microfinanzas con una misión definida (luchar contra la pobreza y la exclusión, promover el desarrollo económico, ayudar a los colectivos necesitados), es esa misión la que definirá cuál será la actuación más adecuada.

Pero, ¿tienen las instituciones financieras autoridad para tomar este tipo de decisiones? La justicia distributiva suele atribuirse a los que están dotados de autoridad pública, lo que no es el caso de las empresas. Sin embargo, en el caso que aquí consideramos, es la empresa la que está constituida en autoridad a la

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hora de fijar distintos tipos de interés para distintos clientes, atendiendo no sólo a criterios económicos (capacidad de pago, urgencia de la demanda), sino también éticos. Además, la teoría de la responsabilidad social corporativa atribuye a las empresas privadas, de alguna manera, esa tarea, al admitir que pueden adoptar decisiones que hacen referencia al bien común de la comunidad.

Un juicio ético sobre las Microfinanzas y su Responsabilidad Social

¿Son éticas las microfinanzas? La respuesta de muchos gestores, expertos, políticos, clientes y observadores es, sin duda, afirmativa: la finalidad o la intención que anima a las entidades de microfinanzas es buena, lo que las legitima moralmente. Y, sin embargo, esto suscita, al menos, dos preguntas más. Primera: ¿qué finalidad justifica moralmente a una entidad de microcrédito? Y segunda: ¿basta la intención o la finalidad para que todas sus actividades sean moralmente correctas?

La función social de las instituciones microfinancieras

¿Qué finalidad puede justificar moralmente a una empresa financiera? Esa justificación nos parece que depende de su función social que, a su vez, viene definida por: 1) una dimensión o “misión” interna, y 2) otra externa.

1) La dimensión interna de la función social dependerá de los objetivos que buscan los miembros de la empresa (propietarios, directivos y empleados) cuando aportan sus recursos (dinero, trabajo, conocimientos, capacidades, etc.).

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Podemos resumirlos en la satisfacción de ciertas necesidades (definidas en un sentido muy amplio: remuneración, conocimientos, desarrollo de capacidades, adquisición de virtudes, relaciones humanas…), pero no de cualesquiera necesidades, sino precisamente de aquellas que les impulsan a participar en esa organización.

Por tanto, la misión interna de una empresa vendrá definida por el “para qué” de su actividad para con sus miembros, es decir, cómo contribuye a la satisfacción de aquellas necesidades que impulsaron a sus miembros a unir sus esfuerzos en una tarea conjunta: cómo remunera al trabajo y al capital aportados; cómo ofrece satisfacción, conocimientos, capacidades, etc., a los directivos y empleados; cómo consigue esto de forma sostenible, y cómo lo consigue de manera eficiente (con beneficios, si se trata de una empresa de negocios). Todo esto es propio de toda empresa, no importa cuáles sean sus productos y sus mercados, e incluso de toda organización humana.

2) Esas personas que forman parte de la empresa lo hacen porque ésa es la única o la mejor manera de conseguir un resultado conjunto, que cada uno por separado no podría conseguir, o conseguiría de modo ineficiente. Por tanto, la dimensión externa de la función social de la empresa será el otro “para qué” de esa actividad conjunta: qué necesidades de qué personas de fuera de la organización (clientes, proveedores, comunidad local, etc.) trata de satisfacer mediante la producción de bienes y servicios (incluyendo, en su caso, otros “bienes” o “males” no directamente buscados, como la contaminación, la congestión del tráfico, el desarrollo del conocimiento y otras formas de contribución, positiva o negativa, al bien común de la sociedad). Y esa vertiente externa sí es específica de cada tipo de empresa, y diferente, por tanto, en una agencia de viajes, un fabricante de bebidas alcohólicas o un hospital.

¿Cuál es, pues, la función social externa específica de una institución financiera? La economía nos responde que es proporcionar servicios de intermediación que facilitan el flujo del ahorro hacia la inversión. Un intermediario financiero emite pasivos (capital propio, depósitos y otros pasivos) que coloca entre los ahorradores (directamente o a través de otros intermediarios), y compra activos (proporciona crédito) a los que planean llevar a cabo una inversión o comprar otro activo, de modo que tanto los pasivos como los activos resulten atractivos para sus clientes.

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Esta función social se irá concretando a la hora de aplicarla, y variará entre unos intermediarios y otros. Por ejemplo, un banco comercial ofrece a los ahorradores una amplia gama de activos con diferentes caracteres de vencimiento, liquidez, rendimiento, moneda de denominación, etc., para que puedan colocar su riqueza de la forma más adecuada para ellos, incluyendo el acceso a un sistema de pagos eficiente con bajos costes de transacción (cajeros automáticos, domiciliación de pagos, transferencias, tarjetas de crédito, etc.). Esta función contribuye, pues, al bienestar de las familias y empresas, facilitando su gestión de la riqueza con niveles aceptables de liquidez, rendimiento y riesgo. En el otro lado de la función de intermediación financiera, el banco pone los recursos recibidos de los ahorradores al alcance de los que desean llevar a cabo inversiones (créditos, préstamos, compra de bonos), con una amplia gama de características de coste, plazo, garantías, etc. Y, por supuesto, la manera de concretar esa misión externa será distinta para un hedge fund, una compañía de seguros o una entidad de crédito al consumo.

La responsabilidad social de las instituciones microfinancieras

De acuerdo con esta gama de funciones, podemos definir, entre otras, las siguientes responsabilidades de las instituciones financieras frente a sus stakeholders externos y frente a la sociedad:

1) La transformación de plazos de las colocaciones de ahorro (a corto plazo, a menudo a la vista) a la inversión (a plazos más largos).

2) La provisión de liquidez a los ahorradores, que pueden convertir sus activos en dinero con más o menos facilidad.

3) Un sistema de pagos eficiente (relacionado con la función de provisión de liquidez).

4) El control y la reducción del riesgo para el ahorrador. Esta tarea la lleva a cabo cada entidad mediante la gestión de sus activos y pasivos (diversificación de carteras, gestión por especialistas, escala de las operaciones, monitorización de los deudores, cobertura de riesgos en los mercados derivados, etc.), pero tiene también una vertiente social, referida al conjunto del sistema financiero, que se lleva a cabo mediante medidas de regulación, supervisión y control (mercados de derivados financieros, agencias de valoración, bancos centrales, reguladores financieros, etc.).

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Esta función incluye la adecuada valoración y gestión del riesgo de los deudores (el problema de la selección adversa; el control del uso del crédito por el deudor, para que optimicen sus posibilidades de devolución (el problema del riesgo moral) 80; la monitorización del grado de éxito del proyecto del prestatario (el problema de la auditoría), y el cumplimiento del contrato por el deudor (el problema de la ejecución del contrato o enforcement).

5) La consecución de bajos costes de transacción, gracias a las economías de escala y de alcance, la estandarización de las operaciones y la especialización de las instituciones.

6) La promoción del ahorro mediante la oferta de una amplia gama de instrumentos de diferentes plazos, riesgos y rendimientos.

7) La promoción de la inversión, ofreciendo vías de crédito en condiciones de plazo y coste que resulten adecuadas para los prestatarios potenciales.

8) La provisión de servicios de gestión de activos y asesoramiento a sus clientes.

Como consecuencia de todo lo anterior, una institución que cumpla con esas responsabilidades estará contribuyendo, en mayor o menor medida, a la atención de las necesidades de las familias y las empresas, incluyendo el acceso al crédito y a otros servicios financieros, y a la mejora del nivel y calidad de vida de la comunidad, y al crecimiento y a la estabilidad económica del país.

En el análisis de la función social de las instituciones financieras que acabamos de llevar a cabo no hemos distinguido entre entidades gestionadas para la consecución de un beneficio y entidades sin fines de lucro. Todas ellas llevan a cabo esa función social, que es, en primer lugar, una responsabilidad económica (en cuanto que sus características se derivan de un modelo económico de funcionamiento del sistema financiero), pero que es también una función social (por su impacto en la sociedad y en los distintos stakeholders) y ética (en cuanto que el cumplimiento de esa función forma parte de los deberes morales de la entidad, también para ser coherente con lo que la sociedad espera de ella).

¿Cambia algo en esta función social cuando nos referimos a entidades que actúan en países en vías de desarrollo? En principio, su visión de la

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responsabilidad social no tiene por qué cambiar: esa entidad abrirá depósitos a los que pagará un tipo de interés competitivo respecto del de otras instituciones, concederá créditos con las garantías y en las condiciones habituales, y llevará a cabo las demás funciones sociales explicadas antes. Y esa institución se estará comportando éticamente82. La ética no es una cuestión de blanco o negro, sino que admite una amplia variedad de calificaciones –aunque es admisible que, por debajo de cierto nivel mínimo, se pueda afirmar que una acción, decisión o política es inmoral o no ética.

Aunque también es verdad que esa entidad debería estar en condiciones de identificar las responsabilidades sociales específicas que se derivan de las peculiaridades de esos países. Porque en ellos, como vimos antes, un gran número de ciudadanos no tiene acceso a los servicios financieros; los mercados y los intermediarios están muy poco desarrollados, de modo que la gran mayoría de las operaciones se canalizan a través de la banca tradicional o de la microbanca, y los problemas humanos y sociales son mucho más agudos: situaciones de pobreza extrema, grandes desigualdades en la distribución de la renta, asimetrías en las oportunidades de colectivos como mujeres, indigentes y discapacitados, dificultades para iniciar y sostener un proceso de crecimiento, etc.

Por tanto, más allá de lo que digan las leyes, cada entidad definirá y asumirá todas o algunas de esas responsabilidades específicas, concretándolas en un conjunto de políticas voluntarias y muy variadas, como el ofrecimiento de créditos a tipos de interés bajos para colectivos desfavorecidos, o la ampliación de su red de oficinas para llegar a más clientes aunque sus costes aumenten más que proporcionalmente, o la intensificación de su acción social, financiándola con cargo a beneficios. Esto es lo que, en definitiva, llevaron a cabo las entidades de microfinanzas en sus comienzos, introduciendo unas novedades, los microcréditos, que permitían hacer llegar los servicios financieros a personas antes excluidas, contribuyendo así a la solución de problemas personales (pobreza, dificultades para el desarrollo de capacidades y para la autonomía personal, etc.) y sociales (estancamiento económico, desigualdades en la distribución de la renta, etc.).

Como ya hemos señalado antes, la respuesta de las entidades de microcrédito al reto de sus responsabilidades sociales ha sido muy variada. Algunas de ellas se limitaron a cumplir como intermediarios financieros ordinarios, manteniendo como objetivo prioritario la rentabilidad privada; otras trataron de hacer compatible la consecución de una rentabilidad satisfactoria con la atención preferente a

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colectivos necesitados, aunque no necesariamente a los más necesitados; otras acentuaron su objetivo social, aunque tratando de cubrir sus gastos financieros y operativos, y otras, en fin, pusieron énfasis en sus responsabilidades sociales hacia los más necesitados, sin importarles incurrir en pérdidas, que financiaron con donaciones y subvenciones. Podemos decir, pues, que todas cumplen, al menos en principio, la función social genérica de las instituciones financieras, definida antes, pero el grado en que asumen responsabilidades específicas es distinto en cada caso, en función de cómo haya definido cada entidad, voluntariamente, su misión externa (qué necesidades de qué personas intenta satisfacer).

Cada observador tiene, pues, derecho a manifestar sus preferencias por un modelo u otro de microcrédito, y apoyar esas preferencias en argumentos económicos y técnicos (sostenibilidad, eficiencia), sociales (outreach) y éticos (asunción de las responsabilidades propias de la institución). Es legítimo abrir un debate sobre esas preferencias, pero a la hora de juzgarlas se deben tener en cuenta los objetivos de sus propietarios y gestores, la visión que tengan de su entidad y de su entorno, y los condicionantes externos de su actividad (regulación, papel del gobierno, acceso a fondos financieros, etc.).

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CONCLUSIÓN

Hoy en día, la idea de que los Microcréditos están para ayudar a las personas pobres que no pueden salir adelante por sus propios medios se encuentra en tela de juicio. Las personas se encuentran con deudas que no pueden pagar y los bancos exigiendo cada vez mas requisitos para poder entregarlos dejando de ser una ayuda a las personas que mas lo necesitan, sino que solo a aquellos que cumplen con lo que los bancos solicitan, perdiéndose cada día mas el fin de la creación de los microcréditos.

El endeudamiento masivo de la población mas pobre por el que apuestan los microcréditos no puede presentarse como la solución a los problemas de la pobreza y el subdesarrollo en el mundo, y mucho menos como una muestra extrema de libertad y progreso. Mas bien parece que asistimos a un proceso de extensión de la economía bancaria y financiera entre los sectores mas pobres, curiosamente los que han estado excluidos de ella hasta la fecha.

El objetivo social, humano y económico que se atribuyo a las microfinanzas en sus principios les dio un halo de respetabilidad que han mantenido a lo largo de las décadas. Pero, con el paso del tiempo, han surgido también las críticas. Por una parte, los modelos han ido evolucionando, se han perdido o desdibujado algunos caracteres que lso hacían mas atractivos (como la garantía conjunta de los créditos), se han mantenido otros caracteres que ya resultaban discutibles en sus comienzos (como lo altos tipos de interés), y las instituciones microfiancieras han puesto cada ves mas énfasis en la sostenibilidad económica de sus operaciones, lo que ha llevado a algunos a pensar que estaban falseando su función social y su contenido ético. Por otra parte, algunos se preguntan si los resultados están a la altura de las expectativas que levantaron en su día.

Sin embargo a lo anterior, debido a que el fin de los microcréditos de ayudar a personas pobres aun existe, siguen siendo éticos, por lo que la pregunta que deberíamos hacernos es ¿son éticas las instituciones que entregan los microcréditos? En este caso todo depende del concepto que realmente tengamos de ética y a que institución se la apliquemos, ya que así como existen instituciones sin fines de lucro, también existen otras que desean una retribución por la ayuda entregada.

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Bibliografía

- Andres Lozano, Analisis a la Industria del Microcrédito- Antonio Argandeña, La dimension Etica de la Microfinanzas, 2009

- Mundo Microfinanzas 2009, www.mundomicrofinanzas.blogspot.com

- Tu Microcrédito, www.tumicrocredito.com

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