michel-foucault_lingüística y ciencias sociales

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Lingüística y ciencias sociales [Conferencia y debate organizados por la sección de lingüística del Centre d’études et de recherces économique et sociales de la universidad de Tunes 1968.] El tema que abordaré será: ¿Cuáles son los problemas que la lingüística en su forma moderna puede introducir en el pensamiento, en la filosofía y si uds quieren, más precisamente, en las ciencias humanas? Frecuentemente se expone la tesis siguiente (así en la Antropologie structurale de Lévi-Satrauss): la analítica del lenguaje en Saussure y sus sucesores, es decir la lingüística estructural, viene de alcanzar [acaba de alcanzar], en el curso del siglo XX, eso que se podría llamar “un umbral de cientificidad”. Este umbral de cientificidad se hizo manifiesto [se hizo posible], por un lado, por las técnicas de formalización de las que, de ahora en adelante, la lingüística es susceptible; por otro, por la relación que ella mantiene con la teoría de la comunicación, con la teoría de la información en general, y en tercer lugar, por sus recientes relaciones con la biología, la bioquímica, la genética, etc.; y por último, por la existencia de un dominio técnico de aplicación en el que las máquinas de traducir no son más que un ejemplo. La lingüística habría franqueado cierto umbral, emergiendo de las ciencias humanas cerca de las ciencias naturales, del dominio del conocimiento interpretativo al del conocimiento formal. La lingüística habría pasado del lado de la verdadera ciencia, es decir, de la ciencia verdadera o mejor de la ciencia exacta. Segunda tesis que se encuentra frecuentemente: a partir del momento en el que la lingüística habría abandonado su vieja pertenencia y su antigua familiaridad con las ciencia humanas, ella se habría encontrado, en relación con estas ciencias humanas, en una posición de modelo a seguir y aplicar, y, al mismo tiempo, las ciencias humanas, muy naturalmente, buscarían reunirse con la lingüística en esta nueva forma de cientificidad que ella habría encontrado al fin. Así se habría instaurado una suerte de comino obligado, la lingüística del lado de las ciencias exactas y todas las ciencias humanas tratando de reunirse con la lingüística en el nivel normativo de las ciencias exactas. Esto es lo que ocurriría, particularmente, con la sociología, la mitología en tanto que análisis de mitos, con la crítica literaria, etc. Se pueden criticar estas hipótesis corrientemente admitidas. Se puede asegurar que no es de hoy que las ciencias sociales reclaman a una ciencia del lenguaje algunas cosas como una forma o un contenido del conocimiento. Después de todo, desde el siglo XVIII las ciencias sociales demandaron apoyo [pidieron ayuda] al análisis del lenguaje. Tomaré algunos ejemplos. Simplemente abramos el Discours préliminaire de l’Encyclopédie de D’Alambert: él explica que si hace un diccionario que tenga la forma del alnálisis de una lengua, lo hace en la medida de que quiere levantar un monumento que podrá permitir a las generaciones

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Page 1: Michel-Foucault_Lingüística y Ciencias Sociales

Lingüística y ciencias sociales [Conferencia y debate organizados por la sección de lingüística del Centre d’études et de recherces économique et sociales de la universidad de Tunes 1968.]

El tema que abordaré será: ¿Cuáles son los problemas que la lingüística en su forma moderna puede introducir en el pensamiento, en la filosofía y si uds quieren, más precisamente, en las ciencias humanas?

Frecuentemente se expone la tesis siguiente (así en la Antropologie structurale de Lévi-Satrauss): la analítica del lenguaje en Saussure y sus sucesores, es decir la lingüística estructural, viene de alcanzar [acaba de alcanzar], en el curso del siglo XX, eso que se podría llamar “un umbral de cientificidad”. Este umbral de cientificidad se hizo manifiesto [se hizo posible], por un lado, por las técnicas de formalización de las que, de ahora en adelante, la lingüística es susceptible; por otro, por la relación que ella mantiene con la teoría de la comunicación, con la teoría de la información en general, y en tercer lugar, por sus recientes relaciones con la biología, la bioquímica, la genética, etc.; y por último, por la existencia de un dominio técnico de aplicación en el que las máquinas de traducir no son más que un ejemplo. La lingüística habría franqueado cierto umbral, emergiendo de las ciencias humanas cerca de las ciencias naturales, del dominio del conocimiento interpretativo al del conocimiento formal. La lingüística habría pasado del lado de la verdadera ciencia, es decir, de la ciencia verdadera o mejor de la ciencia exacta.

Segunda tesis que se encuentra frecuentemente: a partir del momento en el que la lingüística habría abandonado su vieja pertenencia y su antigua familiaridad con las ciencia humanas, ella se habría encontrado, en relación con estas ciencias humanas, en una posición de modelo a seguir y aplicar, y, al mismo tiempo, las ciencias humanas, muy naturalmente, buscarían reunirse con la lingüística en esta nueva forma de cientificidad que ella habría encontrado al fin. Así se habría instaurado una suerte de comino obligado, la lingüística del lado de las ciencias exactas y todas las ciencias humanas tratando de reunirse con la lingüística en el nivel normativo de las ciencias exactas. Esto es lo que ocurriría, particularmente, con la sociología, la mitología en tanto que análisis de mitos, con la crítica literaria, etc.

Se pueden criticar estas hipótesis corrientemente admitidas. Se puede asegurar que no es de hoy que las ciencias sociales reclaman a una ciencia del lenguaje algunas cosas como una forma o un contenido del conocimiento. Después de todo, desde el siglo XVIII las ciencias sociales demandaron apoyo [pidieron ayuda] al análisis del lenguaje. Tomaré algunos ejemplos. Simplemente abramos el Discours préliminaire de l’Encyclopédie de D’Alambert: él explica que si hace un diccionario que tenga la forma del alnálisis de una lengua, lo hace en la medida de que quiere levantar un monumento que podrá permitir a las generaciones futuras conocer aquello que fueron las costumbres, los saberes y las técnicas del siglo XVIII. Dicho de otro modo, es para dar cuna imagen, un perfil, un cuadro o un monumento de la civilización y de la sociedad del siglo XVIII que la Encyclopédie fue construida como un diccionario de palabras. Se puede citar también un texto que Schelegel escribió alrededor de 1807 a propósito de la lengua y de la sabiduría de las Indias, donde analiza, a la vez, la sociedad, la religión, la filosofía y el pensamiento de las Indias a partir de la especificidad de su lengua. Es preciso recordar también cómo Dumézil, que no es lingüista sino filólogo, ha llegado

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actualmente a reconstruir la estructura social y religiosa de algunas sociedades indoeuropeas a partir de análisis filológicos.

No pongo en cuestión el hecho de que la lingüística transformacional o la lingüística estructural alcanzaron un alto nivel de cientificidad, pero me parece que, desde el siglo XIX, las ciencias del lenguaje alcanzaron un grado de exactitud y de demostratividad más elevado que todas las otras ciencias sociales o humanas juntas. Desde principios del siglo XIX, gente como Rask, Schelegel, Grimm establecieron un dominio coherente de hachos filológicos: las líneas generales, los métodos de análisis y muchos resultados no se pusieron en cuestión durante todo el siglo XIX.

Y no es ni la sociología de Augusto Comte, 40 años más tarde, no la de Durkheim, 80 años más tarde, las que podrían presentar más adquisiciones como las leyes de la evolución fonética o el sistema de parentesco de las lenguas indo-europeas. Dicho de otro modo, que las ciencias del lenguaje sean de un nivel de cientificidad superior a las otras ciencias humanas es un fenómeno que data de dos siglos atrás. Por eso no creo que se pueda decir, de manera tan simple, que las ciencias del lenguaje y las ciencias de la sociedad entraron en relación actualmente, porque las ciencias del lenguaje pasaron en su primara forma por un régimen superior y las ciencias sociales quieren reunirse en este nivel. Me parece que las cosas son un poco más complicadas.

El hecho nuevo sería más bien que la lingüística viene de dar a las ciencias sociales posibilidades epistemológicas diferentes de aquellas que les ofreció hasta ahora. Es el funcionamiento recíproco de la lingüística y de las ciencias sociales lo que permite analizar la situación actual –mucho más que el nivel de cientificidad intrínseco de la lingüística. Nos encontramos situados delante de un hecho constante: es el viejo desnivel epistemológico entre las ciencias del lenguaje y las otras ciencias humanas. Pero, lo propio de la situación actual es que este desnivel epistemológico toma una nueva forma. Es de otra manera que actualmente la lingüística puede servir de modelo a las otras ciencias humanas.

Voy a enumerar ahora una serie de problemas que la lingüística, en su forma moderna, plantea a las ciencias humanas. La lingüística estructural no se asienta sobre una colección empírica de datos individuales (raíces, flexiones gramaticales, palabras), sino sobre unos ensamblajes sistemáticos de relaciones entre elementos. Ahora bien, estas relaciones tienen algo remarcable: en sí mismas, en su propia forma, sin son independientes de los elementos sobre los que se apoyan; en esta medida, son generalizables, sin metáfora alguna, y pueden eventualmente transponerse a otros dominios además de los elementos que serían de naturaleza lingüística.

Se podría encontrar la misma forma de relación no solamente entre unos fenómenos, sino entre los elementos de una narración y entre los individuos que coexisten en una misma sociedad. Porque la forma de la relación no está determinada por la naturaleza de los elementos sobre los que ella se apoya, la posible generalización de la relación nos pone en presencia de dos series de problemas importantes:

1. ¿Hasta qué punto las relaciones de tipo lingüístico pueden ser aplicadas a otros dominios y cuáles son estos otros dominios en los que pueden ser transpuestas? Es necesario tratar de ver si tal o cual forma de relación puede volver a encontrarse en otra parte, si puede, por ejemplo, pasar del análisis del nivel fonético al análisis de los relatos, de los mitos, de las relaciones de parentesco, etc. Todo este es un inmenso campo de desciframiento empírico al cual todos los investigadores en el dominio de las ciencias humanas están convocados.

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2. ¿cuáles son los vínculos que existen entre las relaciones que se pueden descubrir en el lenguaje o en la sociedad en general y aquello que llamamos “relaciones lógicas”? ¿cuál es el vínculo que puede haber entre estas relaciones y el análisis lógico? ¿Podemos formalizar enteramente en términos de lógica simbólica ese conjunto de relaciones? El problema que aparece y que es a la vez por un lado filosófico y por otro lado puramente empírico, es en el fondo aquel de la inserción de la lógica en el corazón de lo real. Este es un problema filosóficamente y epistemológicamente muy importante. Antaño la racionalización de la empírea se hacía sobre todo gracias al descubrimiento de una cierta relación, la relación de causalidad. Pensábamos que habíamos racionalizado un dominio empírico cuando habíamos podido establecer una relación de causalidad entre un fenómeno y otro. Pero ahora, gracias a la lingüística, se descubre que la racionalización de un campo empírico no consiste solamente en descubrir y poder asignar precisamente estas relaciones de causalidad, sino de sacar a la luz todo un campo de relaciones que son probablemente relaciones de tipo lógico. Ahora bien, éstas no son relaciones de causalidad. Nos encontramos en presencia de un formidable instrumento de racionalización de lo real, aquel del análisis de las relaciones, análisis que probablemente es formalizable y se percibió que esta racionalización tan fecunda de lo real no pasa más por la asignación de un determinismo o de una causalidad. Creo que este problema de la presencia de una lógica que no es la lógica de la determinación causal está actualmente en el corazón de los debates filosóficos y teóricos. La recuperación, la reactivación, la transformación de los temas marxistas en el pensamiento contemporáneo gira en torno a esto: así el retorno a Marx o las investigaciones sobre Marx de tipo althusseriano muestran que el análisis marxista no está ligado ala asignación de una causalidad; ellas tratan de liberar al marxismo de una especie de positivismo en el cual algunos querrían encerrarlo y que como consecuencia destaca una causalidad primaria para reencontrar en ella algo como una lógica de lo real –aunque ésta lógica no sea la dialéctica en sentido hegeliano del término. Hubo que tratar de liberar a Marx de un positivimsmo elemental donde lo habían encerrado, por un retorno a los textos, a los conceptos de la alineación, al período hegeliano, por toda una comparación con la Fenomenología del Espíritu. Ahora bien, esta dialéctica hegeliana no tiene nada que ver con todas esas relaciones lógicas que estamos en tren de descubrir empíricamente en las ciencias de las que hablamos. Eso que tratamos de volver a encontrar en Marx, es algo que no es ni la asignación determinista de la causalidad, ni la lógica de tipo hegeliano, sino una análisis lógico de lo real.

Vallamos ahora al problema de la comunicación. La filología del siglo XIX trabajaba sobre unas lenguas determinadas; la lingüística, a partir de Saussure, trabaja sobre la lengua en general como los gramáticos del siglo XVII y XVIII. Pero la diferencia que hay entre la lingüística estructural y el viejo análisis cartesiano de la lengua y la Gramática general, es que la lingüística saussuriana no considera la lengua como una traducción del pensamiento y de la representación, ella la considera como una forma de comunicación. Así considerada, la lengua y su funcionamiento suponen:

- unos polos, emisores de un lado y receptores del otro;

- unos mensajes; es decir, series de acontecimientos precisos;

- unos códigos o reglas de construcción de estos mensajes que permiten individualizarlos.

En primera instancia, el análisis del lenguaje, en lugar de ser remitido a una teoría de la representación o a un análisis psicológico

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de la mentalidad de los sujetos, se encuentra ahora en camino con todos aquellos análisis que permiten estudiar los emisores y los receptores, la codificación y la decodificación, la estructura de los códigos y el desenvolvimiento de los mensajes. La teoría de la lengua se encuentra entonces ligada al análisis de todos los fenómenos de la información. Es importante abordar esto a causa de la muy alta posibilidad de formalizar y de matematizar los análisis lingüísticos, luego de ver aparecer una nueva definición de aquello que podemos llamar lo colectivo. Lo colectivo en esta nueva perspectiva no será más la universalidad del pensamiento, es decir, una suerte de gran sujeto que sería una suerte de conciencia social o una personalidad base, o un “espíritu del tiempo”. Lo colectivo, ahora, sería un conjunto construido por unos polos de la comunicación, por unos códigos que efectivamente se utilizan y por la frecuencia y la estructura de unos mensajes que son enviados. En un primer intento, la lingüística se encuentra entrando en connivencia con los análisis que se sustentan sobre los códigos y mensajes intercambiados entre moléculas que constituyen el núcleo de las células vivientes. Los biólogos saben, poco más o menos, que el código y la forma mensaje implican los fenómenos de la herencia que se inscriben en el núcleo de las células genéticas. Ustedes ven también, al mismo tiempo, que la lingüística se encuentra ligada a las ciencias sociales de una nueva manera, en la medida en que hoy lo social pude ser definido o descrito como un conjunto de códigos y de infor4maicones que caracterizan a un grupo dado de emisores y receptores. Fenómenos como los de la moda, la tradición, la influencia, la imitación, que después de Tarde aparecen como fenómenos a analizar en términos exclusivamente psicosociales, pueden ser ahora leídos a partir de un modelo lingüístico. En este mismo orden de ideas, es necesario hablar del problema del análisis histórico. Tenemos el hábito de decir que la lingüística se apartó de la filología adoptando el punto de vista de la sincronía y abandonando el viejo punto de vista de la diacronía. La lingüística estudiaría el presente y la simultaneidad de una lengua, entonces la filología estudiaría los fenómenos lineales de la evolución de un estado a otro.

De hecho es verdad que el punto de vista de la lingüística estructural es sincrónico, pero el punto de vista sincrónico no es ahistórico y, razón más fuerte aún, él no es un punto de vista anti-histórico. Elegir la sincronía no es elegir el presente contra el pasado, la inmovilidad contra la evolución. El punto de vista sincrónico que está ligado con la lingüística estructural no niega la historia por un cierto número de razones:

1º. Lo sucesivo no es más que una dimensión de la historia; después de todo, la simultaneidad de los acontecimientos no es menos un hecho histórico que su sucesión. Es preciso no identificar la historia y lo sucesivo, como se hace ingenuamente. Es necesario admitir que la historia es tanto la simultáneo como lo sucesivo.

2º. El análisis sincrónico que hacen los lingüistas no es de ningún modo el análisis de la inmovilidad y de lo estático, sino que es en realidad el análisis de las condiciones del cambio. En efecto, la pregunta es: ¿cuáles son las modificaciones a las que todo lenguaje debería someterse para que solamente uno de sus elementos sea modificado? ¿cuáles son las correlaciones necesarias y suficientes de la totalidad de relaciones de la lengua para que una sola modificación sea obtenida? Dicho de otro modo, el punto de vista sincrónico no es un corte estático que negaría la evolución, es, al contrario, el análisis de las condiciones en las que una evolución pude producirse. Entonces, el viejo análisis de la sucesión hacía la pregunta: ¿un cambio dado, cuál puede ser la causa?, el análisis sincrónico hace la pregunta: ¿para que un cambio pudiese ser obtenido, cuáles son los otros cambios que deben estar igualmente presentes en el campo de la

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contemporaneidad? Se trata, entonces, de una manera diferente de analizar el cambio, y no de una manera de negar este cambio en beneficio de la inmovilidad.

Si aquel análisis de la asignación de causalidad no está más presente como tema director, se puede remarcar que sólo el análisis sincrónico permite localizar algo que sea como una asignación causal. Para que la investigación de la causalidad no se pierda en una niebla –contabilidad más o menos mágica, es necesario definir primero cuales son las condiciones que definen el cambio.

Este análisis de la condiciones necesarias y suficientes para que un cambio local intervenga es igualmente necesario y casi indispensable para poder transformar este análisis en una intervención práctica y efectiva, porque el problema que se plantea es de saber aquello que será necesario cambiar si quiero cambiar alguna cosa en el campo total de las relaciones. Lejos de que el análisis sincrónico sea anti-histórico, él nos parece mucho más profundamente histórico, ya que él integra el presente y el pasado, permite definir el dominio preciso donde podrá repetirse una relación causal y permite, por último, pasar a la práctica.

Todo esto está ligado, creo, a un renovamiento de las disciplinas históricas. Tenemos el hábito de decir que las disciplinas históricas están actualmente retrasadas, y que no tienen que aspirar al nivel epistemológico de disciplinas tales como la lingüística. Ahora bien, me parece que en todas las disciplinas que estudian el cambio una importante renovación se produjo: se introdujeron las nociones de discontinuidad y de transformación. Unas nociones como las del análisis de las condiciones correlativas del cambio son bien conocidas por los historiadores y los economistas. Entonces el problema que se les plantea a los especialistas en ciencias humanas es utilizar el ejemplo de la lingüística en el interior de las ciencias humanas y sociales en un análisis riguroso del cambio y la transformación. En todo caso ello no significa desviarse hacia análisis lingüísticos como si estos fueran incompatibles con una perspectiva histórica.

Por último, la lingüística permitió analizar no sólo el lenguaje, sino los discursos, quiero decir que ella permitió estudiar aquello que podemos hacer con el lenguaje. Así, el análisis de las obras literarias, de los mitos, de los relatos populares, de los cuetos de hadas, de textos histórico-religiosos, etc. Se puede ahora hacer todos éstos análisis teniendo en cuenta aquello que fue obtenido en la descripción misma del lenguaje. El postulado que no es admitido definitivamente, sino que es siempre revisado, es entonces: ¿ya que las obras literarias, los mitos, los relatos populares, etc., son hechos con el lenguaje, ya que es la lengua la que sirve de material a ellos, no se puede reconocer, en todas estas obras, unas estructuras que son similares, análogas, o, en todo caso, que serían descritpibles a partir de las estructuras que se pudo encontrare en el material mismo, es decir en el lenguaje?

Resumiendo todo esto diría que la lingüística se articula actualmente con las ciencias humanas y sociales por una estructura epistemológica que le es propia, y que le permite hacer aparecer el carácter de las relaciones lógicas en el corazón mismo de lo real, hacer aparecer el carácter sino no universal por lo menos extraordinariamente extendido de los fenómenos de comunicación que van de la microbiología a la sociología, hacer aparecer las condiciones del cambio gracias a las cuales se pueden analizar los fenómenos históricos y, por último, emprender al menos el análisis de aquello que podríamos llamar las producciones discursivas.

Discusión

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S. Garmandi: Foucault subrayó el hecho de que la sincronía no se opone en modo alguno a la diacronía. Yo mismo traté de mostrar, en mi exposición, cómo los métodos de análisis estructural sincrónico aprovecharon los estudios lingüísticos de tipo diacrónico. La explicación diacrónica de los hechos lingüísticos cesó de ser, en efecto, el estudio de elementos aislados que se transforman en otros elementos aislados para convertirse en el estudio de movimientos de conjuntos en correlación sincrónica y su transformación en otros conjuntos en correlación sincrónica y esto en cada punto de esta transformación.

Pero quisiera preguntarle a Foucault sobre la definición de la sincronía. Foucault dice que la sincronía es la explicación de las condiciones del cambio. Dicho de otra manera, para que halla un cambio, para que un elemento cambie ¿qué es preciso que tenga como relación sincrónica en un estado dedo de la lengua?

Ahora bien, para los lingüistas la descripción sincrónica de un estado dado de la lengua no es tanto la descripción de posibilidades de cambio como la descripción de las condiciones de funcionamiento de une estado de la lengua en un momento dado de su desarrollo. Es más bien el estudio diacrónico que, en lingüística, se ocupa de definir las condiciones del cambio, buscando saber cómo, a partir de un elemento que cambia, toda la estructura de la lengua cambia y tratando de establecer las repercusiones que provoca un elemento que cambia sobre todos los otros elementos de la estructura lingüística, tanto aquellos que son comparables como aquellos que no lo son.

Foucault: Ud. quiere decir: aquello que los lingüistas analizan es el hecho de que un cambio que se produce comporta en la lengua un cierto número de otros cambios. Ahora bien, yo no creo que esto sea exactamente lo que los lingüistas hacen. Los lingüistas dicen: sea un estado A de la lengua, estado caracterizado por un cierto número de rasgos. Sea ahora un estado B en el cual se constata que hubo tal cambio y que en particular el elemento A fue transformado en A’. En este momento los lingüistas constatan que este cambio es siempre correlativo de otro (B en B’, C en C’, etc.).

El análisis estructural no consiste entonces en decir: el cambio de A en A’ produjo la serie de cambios B en B’, C en C’, sino: no podemos encontrar el cambio de A en A’ sin que halla igualmente el cambio de B en B’, C en C’, etc.

H. Skik: Quisiera decir en principio que la lingüística estructural de ningún modo excluye la diacronía. En Francia, el primer gran trabajo de lingüística estructural y de fonología dejó una obra de diacronía y no de sincronía: se trata del trabajo del actual maestro de la fonología francesa, M. André Martinet, trabajo que se titula Économie des changements phonetiques y que retoma toda la historia de los cambios fonéticos que habían sido estudiados en el siglo XIX en la intersección de la filología y la gramática histórica.

Entonces, desde este punto de vista, la lingüística está enteramente en la historia.

Para responder a Garmadi yo diría que la descripción sincrónica de la lengua que hablamos en una momento dado no permite solamente definir las condiciones del cambio fonético, sino que permite también ver los cambios que están produciéndose –o que son susceptibles de producirse.

Esto pude ser paradojal ya que es preciso apelar a dos nociones muy importantes en lingüística estructural:

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1. la noción de neutralización: en el francés parisiense se distribuyen dos e: la é cerrada (en el artículo “les”) y la è abierta (en “lait”); se diría que é y è se oponen.

Pero el análisis de la lengua nos muestra que esta oposición no se realiza más que en una sola posición: en la sílaba final.

En todas las otras posiciones, el locutor no tiene la opción entre é y è: él debe utilizar obligatoriamente una o la otra (é en una sílaba abierta terminada por una vocal: été; è en una sílaba cerrada terminada por una consonante: cette).

Se dirá que la oposición é-è se neutraliza fuera de la sílaba final.

Tenemos el derecho de pensar que una oposición que tiende a neutralizarse en la mayor cantidad de posiciones es una oposición bastante frágil y por lo tanto amenazada de desaparecer en más o menos largo plazo.

2. la noción de rendimiento funcional: pero para apreciar de una manera más precisa la solidez de una oposición y sus posibilidades de mantenerse, la lingüística recurre a otra noción muy importante, pero cuya utilización desafortunadamente no es todavía muy corriente, porque no se arribó al reconocimiento verdaderamente operatorio: la noción de rendimiento funcional de una oposición.

Esta consiste en analizar el rendimiento de una oposición en la lengua, es decir, el número de veces en el que se tiene necesidad de esta oposición para distinguir unas palabras y hacerse comprender.

Por ejemplo, si se toma en el francés la oposición “an-on”, no vemos ningún esfuerzo en acumular las palabras que no se distinguen más que por algunos de estos sonidos (bon y banc, blond y blanc, son y sang...).

Por el contrario, difícilmente podríamos encontrar más que treos o cuatro pares que no se distingan más que por la oposición “in-un” (brin, brun, ain, un...)

Se dirá que el rendimiento funcional de la oposición “an-on” es muy fuerte, y que el de la oposición “in-un” es muy débil.

(...) Se podría decir que esta oposición es muy frágil y corre el riesgo de ser eliminada, vista su poca utilidad (efectivamente constatamos en Francia que la mayor parte de las personas no hacen esta distinción “in-un” y dicen “inélève” y no más “unélève”).

Estos ejemplos tienen el objetivo de mostrar: que la misma descripción sincrónica, definiendo la estructura de la lengua en custión, mostrando los puntos frágiles, puede ser una descripción dinámica y abierta sobre la historia pasada y porvenir de esta lengua.

F. Satambouli: Me siento un poco incómodo de tomar la palabra en una asamblea de lingüistas, pero es necesario jugar el juego, y ya que el tema de nuestro encuentro es “Lingüística y ciencias sociales” voy a intentar hacer algunas consideraciones en tanto que sociólogo.

Estuve muy interesado por las observaciones del profesor Foucault, sobre todo aquellas que se refieren a la posición del estructuralismo respecto de la historia. El estructuralismo viene a decirnos, ésta forma con sistema y fuerza, lejos de oponerse al cambio, es decir a la historia, no es más que una modalidad del análisis del cambio, una modalidad que de alguna manera le permite rendir cuentas.

Dicho esto, la pregunta que me hago es relativa al grado de utilidad operatoria del concepto de estructura, pero esta vez no en la lingüística sino en sociología. La aproximación estructural se reveló altamente positiva con respeto al sujeto y en relación con la praxis

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conciente de los individuos y de los grupos, en sociología, ciencia de las sociedad actual y de su porvenir, la aproximación estructural no va de suyo y se enfrenta a numerosas dificultades.

Si es verdad que la aproximación estructural se refiere a la dimensión inconsciente de los fenómenos para dibujar la lógica que les subyace y si es verdad que puede también privilegiar con éxito éste nivel en lingüística y en etnología, ella no puede hacerlo tan fácilmente en sociología como en historia. En efecto, si los hechos sociales son susceptibles de un tratamiento científico, ellos no pueden serlo totalmente, pues quedan marcados por una parte de indeterminación que la problemática estructuralista no parece aún haber reducido.

Todo pasa como si el estructuralismo experimentara las dificultades desde que opera sobre el presente. Por el contrario, desde que opera sobre lo que se sedimentó y permanece relativamente separado de los individuos y de las colectividades que viven los hechos sociales, históricos y otros, el análisis estructural es concluyente. Lo vemos con Lévi-Satrauss en etnología, donde esta forma opera con éxito en sociedades que han sido calificadas de “frías” y que han desaparecido; se opera sobre lo que queda, principalmente los mitos. Lo vemos también con la “arqueología del saber” de Foucault que para analizar y rendir cuenta del pensamiento occidental, lo hace a partir de tres momentos de su historia pasada, a saber: el renacimiento, el período clásico, y el período moderno, guardándose bien, por lo menos por el momento, de pronunciarse claramente sobre el período contemporáneo. esta dificultad que el estructuralismo siente al dar cuenta del presente constituye, en nuestra opinión, sus limites en sociología.

En conclusión, el estructuralismo en tanto método de conocimiento científico queda limitado en sus aplicaciones y es parcial en su tratamiento del hombre en tanto que ser social. Historia, individuo y libertad, noción de duración, de ruptura, de cambio, nuevas versiones del hombre y nuevas configuraciones de las formaciones socio-económicas, tantas preguntas que quedan por hacer por el estructuralismo y a las cuales no parece haber aportado todavía respuestas satisfactorias.

M. Seklani: estoy contento de escuchar a los lingüistas afirmar una vez más que la lingüística, cualquiera sea su campo de investigación y sus métodos, no es la filología y tampoco el análisis literario. No es suficiente dominar unas lenguas para creerse lingüista. Por sus preocupaciones, sus problemas, sus métodos y su contenido, es una ciencia social por excelencia, al menos en el estado en que se encuentra actualmente. Lo que contribuye, al menos lo espero, a levantar ciertos equívocos. Querría de todas formas contribuir en este debate con algunas precisiones sobre las relaciones entre lingüística y ciertas ciencias sociales, como la sociología y la demografía.

En ocasión de este encuentro podemos hablar de dos grandes temas: podemos preguntarnos si la lingüística esperó un grado de cientificidad superior al de las otras ciencias sociales, al punto de que pueda proponerles su metodología y sus conceptos, dado que hoy la lingüística expone sus propios métodos a través del estructuralismo ¿la lingüística y las ciencias sociales pueden enriquecerse mutuamente desde el punto de vista de sus métodos respectivos?

La historia del pensamiento científico muestra sin embargo que cuando una disciplina se compromete en la vía científica ella llega tarde o temprano a hacerlo enteramente.

Los modelos lingüísticos que trataban de precisar las formas de intercambio de signos o de comunicación posible entre individuos (el lenguaje), entre elementos de una máquina (sistemas analógicos,

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traducciones automáticas) o entre otras entidades, recurren a la teoría de la información y se someten al empleo de nociones tomadas de la termodinámica, es decir que las nociones de medida cuantitativa (entropía) comprometen cada vez más estas disciplinas con la vía científica y por aquí aumentan su grado de cientificidad.