mi vida soñada

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Un día en el Islam Hola soy Halía, una chica musulmana de lo más normal, bueno, para mi familia no lo soy; os voy a contar mi historia. Un día me disponía a ir a rezar y en el camino hacia la mezquita me encontré con un cristiano, no sabía qué hacía allí pero nuestras miradas se cruzaron y fue amor a primera vista, y encima, para colmo, de tan embobada que me quedé, me tropecé y me caí, ¡qué vergüenza!, pero tuve que seguir mi camino. La verdad es que nunca había estado enamorada de esa manera, me sentía muy especial al sentir aquel cosquilleo en el estómago. Como de mi casa a la mezquita hay un largo camino pude pensar en lo ocurrido, intenté olvidarme de él, porque ya sabéis, una musulmana nunca puede casarse con un cristiano, ya que los hijos tienen que salir con la religión del padre. Lo dicho, intenté olvidarme de aquel chico. Cuando salí, creía que me había olvidado de él pero, para mi suerte, me lo volví a encontrar y me empezó a seguir hasta mi casa,. Allí finalmente se armó de valor y me preguntó que si quería quedar con él para dar una vuelta; yo soy una musulmana orgullosa de mi religión y jamás rompería una regla del Corán, pero en este caso se puede decir que el corazón fue más fuerte que el cerebro, ya que acepté tímidamente. Quedamos la tarde del día siguiente y, cuando paseábamos por el parque, surgió el amor y me besó. Allí me di cuenta

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Page 1: Mi vida soñada

Un día en el IslamHola soy Halía, una chica musulmana de lo más normal, bueno, para mi familia no lo

soy; os voy a contar mi historia. Un día me disponía a ir a rezar y en el camino hacia la

mezquita me encontré con un cristiano, no sabía qué hacía allí pero nuestras miradas se

cruzaron y fue amor a primera vista, y encima, para colmo, de tan embobada que me

quedé, me tropecé y me caí, ¡qué vergüenza!, pero tuve que seguir mi camino.

La verdad es que nunca había estado enamorada de esa manera, me sentía muy especial

al sentir aquel cosquilleo en el estómago. Como de mi casa a la mezquita hay un largo

camino pude pensar en lo ocurrido, intenté olvidarme de él, porque ya sabéis, una

musulmana nunca puede casarse con un cristiano, ya que los hijos tienen que salir con la

religión del padre.

Lo dicho, intenté olvidarme de aquel chico. Cuando salí, creía que me había olvidado de

él pero, para mi suerte, me lo volví a encontrar y me empezó a seguir hasta mi casa,.

Allí finalmente se armó de valor y me preguntó que si quería quedar con él para dar una

vuelta; yo soy una musulmana orgullosa de mi religión y jamás rompería una regla del

Corán, pero en este caso se puede decir que el corazón fue más fuerte que el cerebro, ya

que acepté tímidamente.

Quedamos la tarde del día siguiente y, cuando paseábamos por el parque, surgió el amor

y me besó. Allí me di cuenta de que quería pasar el resto de mi vida a su lado. Sé que

todo esto parece un poco alocado pero así surgió todo, quedamos un día, y otro, y

otro… y ahí fue cuando supimos realmente que nos amábamos de forma leal y en ese

momento empezamos a salir coma pareja, yo lógicamente no les quise decir nada a mis

padres, ya que había roto una regla del Corán; ellos no se sentirían nada orgullosos de

mí al saber todo esto, por lo que decidí no contárselo a nadie.

Un día misteriosamente se enteraron y mis padres quisieron atraparme para que dejara a

mi chico que por cierto se llama Abdul. Como nos amábamos tanto no queríamos

separarnos ya que por esos momentos ya estábamos empezando a hablar sobre formar

una familia juntos y todo era perfecto, excepto por la diferencia de religión, así que para

que mis padres no me obligaran a hacer eso emprendimos una huida. Una cosa que no

había dicho es que yo vivía en la Meca y mi huida emprendió desde la Meca hasta la

ciudad de Medina. Todo esto de la huida parecía la Hégira de Mahoma y cada vez que

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lo pienso me hace mucha gracia y lo veo como un homenaje a Alá por lo tanto me

siento muy orgullosa.

Sé que todo esto parece demasiado pero mis padres son unos musulmanes muy

drásticos. Una vez en Medina Abdul decidió cambiarse de religión ya que era la única

manera en la que podíamos casarnos. A día de hoy, ocho años más tarde, vivimos en la

Meca, en una humilde casita sin nada en especial, estamos casados, tenemos un hijo y

estamos esperando el segundo. Y, ahora sí, esta es la Vida que siempre soñé tener.