memorias de un trovador: conversaciones con darnauchans

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13 En un chalet de la calle Catalogne 210, en la ciudad de Tacuarembó, el matrimonio conformado por el doctor Pedro Eduar- do Darnauchans Brum y la maestra Alicia Gladys Miralles Asplanato esperan su primer hijo para mediados de noviembre. Pero es un par- to complicado: el niño está en posición de pie. Pedro Eduardo, que realiza el postgrado de Ginecología, decide consultar a Hermógenes Alvarez, catedrático de la Facultad de Medicina. “No te arriesgues”, le dice el profesor, “mejor tráelo a Montevideo”. El futuro padre toma en cuenta el consejo y se traslada con su esposa a Montevideo. El domingo 15 de noviembre de 1953, alrededor de la 5 de la mañana nace, en el Sanatorio Ame- ricano, Eduardo Darnauchans Miralles. Años después, aquel niño, convertido ya en una de las voces más reconocibles (y queribles) de la música uruguaya, cantaría “...esa lápida mundo donde es- trené mi llanto”(*) —¿Qué pasó el 15 de noviembre de 1953? —¿El 15 de noviembre de 1953? ... Bueno, fue un domin- go? con el tiempo lo corroboré. Un domingo soleado de prima- * “Dylan”: Texto de Atilio D. Pérez (Macunaíma) musicalizado por Darnauchans. En 1982 aparece por primera vez en el disco compartido Los caballos perdidos (Sondor, Serie “E” 144.224). En 1991 es editado en la antología homónima de Darnauchans (Sondor, casete 6.696-4). En la Ruta 5 CAPÍTULO I (de “Nieblas & Neblinas”) «Era un pueblo, era un lugar de autobuses fallecidos donde había la pureza implacable del olvido»

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MEMORIAS DE UN TROVADOR

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En un chalet de la calle Catalogne 210, en la ciudad deTacuarembó, el matrimonio conformado por el doctor Pedro Eduar-do Darnauchans Brum y la maestra Alicia Gladys Miralles Asplanatoesperan su primer hijo para mediados de noviembre. Pero es un par-to complicado: el niño está en posición de pie. Pedro Eduardo, querealiza el postgrado de Ginecología, decide consultar a HermógenesAlvarez, catedrático de la Facultad de Medicina. “No te arriesgues”,le dice el profesor, “mejor tráelo a Montevideo”.

El futuro padre toma en cuenta el consejo y se trasladacon su esposa a Montevideo. El domingo 15 de noviembre de1953, alrededor de la 5 de la mañana nace, en el Sanatorio Ame-ricano, Eduardo Darnauchans Miralles. Años después, aquel niño,convertido ya en una de las voces más reconocibles (y queribles)de la música uruguaya, cantaría “...esa lápida mundo donde es-trené mi llanto”(*)

—¿Qué pasó el 15 de noviembre de 1953?—¿El 15 de noviembre de 1953? ... Bueno, fue un domin-

go? con el tiempo lo corroboré. Un domingo soleado de prima-

* “Dylan”: Texto de Atilio D. Pérez (Macunaíma) musicalizado por Darnauchans.En 1982 aparece por primera vez en el disco compartido Los caballos perdidos(Sondor, Serie “E” 144.224). En 1991 es editado en la antología homónima deDarnauchans (Sondor, casete 6.696-4).

En la Ruta 5C A P Í T U L O I

(de “Nieblas & Neblinas”)

«Era un pueblo, era un lugar

de autobuses fallecidos

donde había la pureza

implacable del olvido»

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vera... y bueno, un servidor nació ese día. El sol relucía plácido,creo que Peñarol ganó, pero no sé a qué equipo. Eso parecía serque pasaba el 15 de noviembre del ´53. El día anterior habíafestejado cumpleaños Nehru, que era el presidente de la India.No había cosas muy importantes que pasaran ese día... (se ríe).

—Exceptuando tu nacimiento...—Exceptuando este llanto que es un llanto plañidero y que

tal vez algún día cese.—Y un parto complicado.—Claro, exactamente. Esa es la explicación de que no haya

nacido en la cama donde duermo ahora, en la cama de mi abuela,donde nacieron todos mis tíos y hasta mi hermana. Yo estaba colo-cado de pie. Lo normal es que un niño al nacer esté en posición decabeza y cualquier otro nacimiento implica —sobre todo en aquellaépoca— un riesgo como el parto de pie o el de nalga y tiene algunascomplicaciones. Una de ellas, por ejemplo, sufrimiento natal. Podés,por ejemplo, generar una epilepsia que yo no generé, aunque algúntipo de taradez habré generado...

—Luego vuelta a Tacuarembó...—A los pocos días. Por algún lugar debe estar el certifica-

do de la Fe de Bautismo, en la parroquia de la Santa Cruz y confecha de finales de noviembre. Me llevar on en el viejo y queridogalgo de la Onda. La ruta 5 era aún una serpiente de tierra y youn niño bastante sano que podía viajar recién nacido. Mi padrecompartía el tiempo entre Montevideo y Tacuarembó porque teníaque terminar su postgrado. Mi madre en aquel momento era—no lo recuerdo bien— posiblemente maestra rural. No te olvi-des que estamos hablando del ´53, un toco de años atrás. Con eltiempo ella se hizo profesora. Primero de Idioma Español en elliceo de Minas de Corrales, como toda maestra, y del cual fuefundadora, al igual que mi padre. Después de Filosofía. Comomaestra había dado clases y hacía cursos cerca de Montevideoen algún lugar de Canelones o San José, eran escuelas suburba-nas, semirrurales y rurales. ‘Condenar’ a las muchachas a Ma-gisterio era algo muy típico en las generaciones pasadas hasta la

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mía inclusive, no sé si a la tuya. Las chiquilinas del interior ha-cían Magisterio y los muchachos de repente eran bancarios omilitares ¿no? Más o menos eran las opciones que por la décadadel 60 tenían las familias de clase media.

—De ahí tal vez provenga la obsesión de tu madre porquetuvieras una buena ortografía.

—Sí, más que la ortografía era el dominio, casi digital, dela Real Academia. Pero eso no tiene mucho que ver con Magis-terio. A ella le gustaba el idioma. Era una fanática de la poesía yde la literatura. La biblioteca en casa siempre fue muy frondosay eso lo aportó ella.

—Como también los discos con cuentos infantiles que es-cuchabas en aquella época.

—Claro. Recuerdo Pedro y el lobo y eran aportes de ella.Mi padre, más allá de su profesión, no llegó a entrar mucho eneso. Tenía cierto gusto por algún tipo de folklore y algún tipo detango y milonga muy específico: Atahualpa Yupanqui, OsirisRodríguez Castillo y en materia de tangos cosas muy lunfardas,curiosamente, muy porteñas. Mi abuelo paterno era francés, peromi padre era nacido en Rivera. La vieja era tacuaremboense delarga data.

—¿De qué zona de Francia era tu abuelo paterno?—De la región de Tarbes, justamente la región a la que,

pasando por Pau, llegó Lautréamont cuando partió de Montevi-deo. Sí, la familia de mi abuelo paterno es oriunda de Tarbes.Ese triángulo rarísimo que componen Pau, Auch y Tarbes.

—¿Y cómo transcurre tu infancia?—Como un niño cualquiera de clase media, un hijo de pro-

fesionales, socialmente alta, no económicamente. Un niño que siquiere tener un juguete lo tiene, que si quiere tener un libro lotiene, que si quiere tener un disco lo tiene, que si quiere ir al cinelo llevan o le dan plata para que vaya solo y le traducen laspelículas al principio porque no sabe leer. Es decir: una infanciamuy linda que se desglosa primero en Minas de Corrales, hastalos cinco años, y después en Tacuarembó. Primero en Tacuarembó

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y cuando mi padre se recibe, debe de haber sido por el año 55—mi hermana Alicia estaba por nacer— partimos hacia Minasde Corrales, que es la zona, el lugar de origen, de mi padre. Nosvamos con él, mi madre, mi hermana recién nacida y con doñaPaula, Paulina Rodríguez.

Una parra, tangerinos, limoneros, un aljibe, un patio in-menso y un cañaveral al fondo de su casa, serán los referentesen sus primeros años de infancia. Sin embargo, con el tiempo,adquirirían un sabor amargo en su vida. “Fueron años insólitos,entre endémicos y terribles”, recuerda Darnauchans.

Alicia, su hermana, nace cuando él tenía dos años. De aque-lla infancia compartida entre Minas de Corrales y Tacuarembórecuerda cuando papá Pedro, caña en mano, los llevaba a pescar.

“Recuerdo que papá me había hecho una cañita y ellospasaban horas pescando. En Minas de Corrales también ibamamá, ya después, en Tacuarembó, le dejó de interesar y yoera la única mujer que llevaban. Otras de las cosas que com-partíamos entre los tres era el fútbol — yo era más fanáticaque Eduardo— ya que papá era médico de la selección deTacuarembó. No tengo muchos recuerdos porque vivimos pocosaños juntos. Eduardo vivía por períodos en la casa de la abue-la Alicia. Los recuerdos que tengo son por períodos: Minas deCorrales, los primeros años de regreso a Tacuarembó (y quefueron muy felices), mientras concurrió al colegio San Javiery el período de los quince a los diecisiete años. Lo que recuer-do nítidamente es que se encerraba y pasaba horas leyendo yescuchando música. También jugábamos a las cartas, sobretodo a la ‘guerra’, y a un tipo de ‘futbolito’ que él hacía concartoncitos doblados, pintados como si fueran camisetas y conun botón que hacía las veces de pelota. Los domingos recortá-bamos cartones en forma de círculo y papá nos llevaba a al-gún lugar alejado y con el rifle practicábamos el tiro al blanco”.

En Minas de Corrales la situación se torna difícil para la fami-lia Darnauchans. En el año 60, Alicia Miralles —con un grupo de

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amigos y compañeros— funda un comité de apoyo a la RevoluciónCubana. La familia es marginada y amenazada por el simple hechode no simpatizar con las ideas políticas que imperaban en el pueblo.De vuelta a Tacuarembó, la familia pasa a vivir en Olimpia Pintos219. Darnauchans comparte su infancia entre la casa materna y lacasa d e su abuela Alicia Asplanato de Miralles, ubicada en Catalogne210. Comienza a concurrir a la escuela Nº 8, José Pedro Varela,hasta tercer año; cuarto y quinto los realizará en el colegio jesuitaSan Javier en régimen de medio pupilo. Asistía temprano a clase enla mañana, luego almorzaba, recreo y vuelta al salón. A las cinco dela tarde merendaba y luego de algunos “estudios”, como los llamaDarnauchans, el padre Novoa, al frente del colegio, se encargaba dellevarlo a su casa, algunas veces en moto y, la mayoría, en su camio-neta Bedford verde. Pero el lugar preferido por el joven Darnauchansera la plaza de la Cruz, con su pérgola y glicinas, ubicada en elcentro de Tacuarembó.

“Lo que pasa que eso tiene una fuerte nostalgia, porqueera la plaza de mi madre. Son los olores de la niñez. La plazaen la que anduve en bicicleta por primera vez y donde me caícuando me sacaron la rueditas de apoyo. Parece que el apren-dizaje tiene que ser siempre con dolor ¿no? Si tú ves la zona dela plaza donde se encuentra la pérgola, tal vez no te digademasiado. Pero son piedras muy viejas y con mucha histo-ria... Mi madre y mis tíos pasaron su niñez ahí y mi abuelafue directora en la escuela Nº 8, José Pedro Varela, que quedaen la esquina. Tengo referencias muy fuertes de ese lugar, so-bre todo por el lado materno”.

—¿Cómo vivías todo eso?—Era un mundo difícil. Ser hijo de una persona como mi

madre no es nada fácil. Fue una persona que vivió una vida muyintensa. Pocos años, pero de forma muy intensa. Nunca se callólo que tenía que decir y eso a veces se paga muy caro, sobre todoen comunidades pequeñas. Ella tenía un poco del surrealismocolombiano de García Márquez. Mi padre no se metía en nada,

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era un médico que vivía únicamente para su profesión. Acompa-ñaba a mi madre si había una reunión, la dejaba y después la ibaa buscar. Yo era muy pequeño, ni siquiera estaba en la escuelatodavía cuando empezó a fraguarse toda esa cosa. Ya despuéssí, porque ingresé a la escuela en el ´59 o sea que en el ´60 yaestaba en segundo año. Y se siente un gran vacío porque ibatodos los fines de semana para Minas de Corrales, que seránunos cien kilómetros más o menos. Tenés que ir por la ruta 5hasta un lugar llamado ‘Paso Manuel Díaz’ y después doblarhacia la derecha por la ruta 29. En la escuela era un tipo normal,nunca me destaqué en nada. Cuando me mudé de Minas de Co-rrales a Tacuarembó era como pasar de una ciruela a una na-ranja. El otro era mucho más pequeño, cerrado, acotado. EnTacuarembó en todo caso pertenecía a una familia de allí, misparientes no estaban vinculados con la ‘subversión’ ni nada porel estilo, cosa que mi madre sí. A la José Pedro Varela ingresé demanera ‘ilegal’, porque no podía concurrir con cinco años. Tene-mos la escuela, la parroquia de la Santa Cruz y la plaza de laCruz, aunque su nombre oficial es plaza Bernabé Rivera. BernabéRivera... Nombre curioso si los hay. No debe haber pueblo másblanco que Tacuarembó. Así que la cruz es algo que viene te-niendo familiaridad con uno desde diferentes circunstancias ydesde muy temprano.

—¿Cómo que ingresaste a la escuela en forma “ilegal”?—Por mitad de año la maestra pregunta si sabíamos con-

tar con los dedos, cuántos años teníamos. Todos respondían seiso siete años, cuando me pregunta le digo ‘yo tengo cinco, peromi abuela dice que tenga seis’ (se ríe). Pero se ve que yo habíaengranado bien, había aprendido bien las cosas, no transgredíademasiado los cánones normales de los niños de seis años... Todami formación primaria y secundaria la hice en Tacuarembó. Mimadre no quería que yo estudiara en Minas de Corrales, porquetenía mucho miedo a los vicios ortográficos que me podía traerla aproximación al portugués, el bilingüismo de la frontera. Cues-tiones que hay que verlas bajo la óptica desde su propia obsesión

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y de la época. Vale decir: de ninguna manera puedo enjuiciar auna maestra de Primaria o a una profesora de Secundaria o a undocente cualquiera de Rivera hoy día ni en aquel momento. Erala visión que tenía mi madre y yo obedecía lo ella me mandabahacer, nada más.

—Poco a poco te convertiste en un estudioso de la literatura.—Sí. Lo que pasa es que yo era un chiquilín asmático. Nací

y moriré asmático. No tenía mucha posibilidad — exceptuandola gimnasia que me mandaban hacer y la natación— de relacio-narme con los demás niños del barrio. Era un chiquilín que norendía jugando al fútbol, no rendía jugando a los matreros, erael tipo que siempre llegaba último. No era un gordito, era sola-mente un asmático, tosía... No encontraba mayor disfrute quequedándome en casa escuchando los discos que ponía mi madre.Me ponía Pedro y el lobo eso que tú decías hoy, un preciosopoema sinfónico de Serguei Prokofiev, donde cada animal tienesu instrumento y donde las cosas más importantes tienen unamelodía con un narrador que las iba contando. En el disco queescuchaba el narrador era Santiago Gómez Cou, gran actor uru-guayo... O si no simplemente los libros que estaban a disposi-ción. Libros de Quiroga, de García Lorca...

—Fuiste nutriéndote.—Claro, aparte mi madre lo que hacía todo el tiempo era

contarme cuentos, leerme poemas, estimularme mucho la vetaliteraria. También lo musical aunque sabía muy poco, adorabala pintura y sobre todo la literatura. Era fanática de eso. Yo enla pintura quedé ahí... Aparte, como nunca fui hábil con el pincel—en realidad un tronco para las artes plásticas— más allá deque me guste o no me guste. En la literatura sí, ella me inculcó eláspid, me trasmitió la viborita y la aprisioné desde el primermomento. Siempre me gustó, desde que supe escribir, poner unadjetivo al lado de un sustantivo, buscar la comita donde va,buscar el tiempo verbal no convencional pero no transgresivo,para que la maestra en la redacción supiera que yo estaba utili-zando aquellos verbos.

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—Tal vez eso haya sido el embrión del songwriter?—Es posible, no lo sé. Eso es una cosa que surge mucho

después... Yo había escrito una canción... Esa es otra historiaporque proviene de una guitarra Giannini brasileña que me re-galó mi padre cuando cumplí nueve años. En casa no había pia-no, ni tampoco se podía comprar. De manera que la burguesíade la que te estoy hablando es un poco relativa: una cosa es sermédico de pueblo y otra, muy diferente, es ser estanciero. Unacosa es poder comprarte libros y pagar pasajes de ómnibus parair a Montevideo a ver una obra de teatro y otra cosa es comprarun piano perfectamente inútil para que, por las dudas, a un niñole guste o no tocarlo. No para decorar porque mucho lugar tam-poco había. La guitarra me la regaló mi viejo por el año ´62.

—Te referís a tu vieja siempre como un gran estímulo.—Sí, en aquella época era una persona muy estimulante

para mí.—¿Y desde el lado de tu padre?—Papá bancaba, era una persona de apoyo, de soporte. Él

no estaba muy de acuerdo con que no fuera un buen deportista,no compitiera a la par con los demás, bueno... mi físico no habíasalido del todo bien. Hacía lo posible para que — con gimnasia,haciendo barras, natación— el físico bancara mi vida con cier-tas aptitudes para competir con los demás. Mi padre no era unintelectual pero, no obstante, no odiaba a los intelectuales, notenía ningún problema con ellos. Se la bancaba manso, le gusta-ba comer un asado, tomar un vinito y, sobre todo, fumar. Era ungran fumador, un catador de tabacos. Podía tener naco, tabaconegro, rubio, de pipa, tabaco negro francés, rubio yanqui, rubioinglés; todo sobre la misma mesa. Era un catador.

—Sin embargo te impregnaste de cultura francesa. ¿Vienepor el lado de tu viejo?

—No, porque mi viejo es un tipo que nunca hizo ostenta-ción de su cultura. Esa cultura francesa, paradojalmente, pro-viene de mi madre y digo paradojalmente porque su apellido pro-viene de Cataluña. Los Miralles no eran, gente recién venida.

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Eran fundadores de ahí, gente humilde que nunca tuvo campo.Ser empleado público del interior entre fines del siglo pasado yprincipios de este siglo equivalía, obviamente, a ser colorado yposiblemente un masón. Mi familia no lo era, podía haberlo sido,pero no lo fue. Más o menos es el background que uno tiene.Aunque reconozco que tengo muchísimo de la cultura portugue-sa, de la cultura gaucha. Las primeras palabras cariñosas querecuerdo de bebé las escuché en portuñol. Esa cultura francesaque, como tú bien decís, me marcó tanto, proviene de mi madre,que me hacía escuchar cuando era niño por ejemplo “Les FeuillesMortes”. Eso a nivel artístico me marcó mucho. Sí, por partematerna era familia con una gran devoción e interés por la cul-tura. Cosa que la familia de mi padre, proviniendo de Francia,no tenía. Mi abuelo paterno, don Teófilo, no era una personaque se pudiera decir, de ninguna manera, que fuera un analfabe-to o un ignorante. Pero era una persona hosca, una persona quehabía resignado su vida a trabajar el campo y se fundió. Unapersona que se dedica a trabajar el campo y no roba ocontrabandea, estando cerquita del Brasil, se funde. Otros her-manos de mi abuelo viajaron a Francia. El se quedó ahí, sumer-gido, chapoteando en el barro. Tomando su cañita con mate y sumanta de asado a las seis de la mañana.

Sin poder realizar una actividad física regular debido alasma, el niño se refugia en la biblioteca familiar. Comienza aleer Prehistoria y Oriente, Grecia y Roma y Edad Media de SeccoEllauri y Baridón. Se siente seducido por el Antiguo Egipto,Babilonia y los asirios. Y sueña con ser arqueólogo. Hasta queun día, su tío Basilio Antonio Miralles (Pitingo) le dice: “Vas atener un problema muy grande. En esa zona se ha trabajado deforma intensa durante muchos años. Casi no hay nada por des-cubrir, está todo descubierto. Si vas a la Facultad de Humanida-des a estudiar arqueología te van a mandar a buscar cosas de loscharrúas...”.

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La pragmática explicación del tío echó por tierra la voca-ción de arqueólogo y egiptólogo y decide ser visitador médico.La explicación no guarda misterios: por ese entonces su casa erafrecuentada por visitadores médicos que lo entretenían contán-dole cuentos, mientras esperaban ser atendidos por su padre: “Meparecía una profesión magnífica, porque eran gente muy diver-tida. Sabían silbar como diferentes pájaros, hablar distintos idio-mas, cantar canciones...”, reflexiona Darnauchans.

—¿Cuál fue el libro que más impactó durante tu niñez?—La isla del Tesoro, de Robert Louis Stevenson. No me acuer-

do si lo voy a decir bien, pero había un versito que cantaban lospiratas que decía: ‘Siete hombres cargan el ataúd del muerto / y unabotella de ron’. Era una canción que aparecía en ese libro. Y porsupuesto: Emilio Salgari, un gran inventor de paisajes; de paisajesimposibles. Hoy diríamos: ‘Está dentro del pasaje de la literatura, node la realidad’. Una cosa que adoré durante mi infancia fueron loslibros de Monteiro Lobato, casi desconocidos en la actualidad. Erauna edición que Losada hizo para los que fuimos niños en los cin-cuenta y en los primeros sesenta...

—Y tu imaginación volaba.—Mucho. Lo que pasa que La quinta del benteveo amari-

llo, donde transcurría la historia, quedaba en un lugar inciertoentre San Pablo y Rio de Janeiro. Había personajes fabulosos,como el Vizconde de la Mazorca —un muñeco realizado conuna mazorca de choclo animado—, Emilia, una muñeca de trapomuy caprichosa, Perucho, Naricita, doña Benita, la negraAnastasia... y de repente los tipos aparecían en la Grecia de laépoca de Pericles.

—Vivías en un mundo de fantasía.—Eso me pasa hasta ahora. Es mi gran problema con la

vida, doy paso a la imaginación porque la realidad es muy ram-plona. Esto es muy duro para la gente que está conmigo... Tengoque tener una casa... un teléfono... un televisor... un sillón que nose rompa... y en definitiva esas cosas a mi no me interesan dema-

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siado. Sí me pongo a pensar cómo llegaron al Pireo, Perucho,Naricita o la negra Anastasia me voy a quedar pensando en esoy cómo se transportaron al siglo V A.C.. Iré con ellos y me voy aolvidar de pagar la factura de Antel. Eso es un gran problema.

—¿Cómo nace el contacto con la música?—El contacto con la música estuvo desde siempre por-

que se ve que yo tenía ‘oreja’. A mí nunca me gustó estudiarmúsica. En Tacuarembó no había conservatorios de guitarra,sí los había de piano. Hice unos intentos con un excelentemaestro, el doctor Grau Vera, pero no me interesaba poner-me la guitarra con un banquito bajo el pie izquierdo. Me gus-taba sacar temas, pero mi gran problema era afinar la guita-rra. Un pastor protestante de apellido Mora —por el cual ten-go una enorme gratitud— que vivía cerca de la casa de miabuela durante un verano me apuntó los acordes en un cua-derno y empecé a practicarlos.

—¿Qué canciones escuchabas?—Tenés que pensar que, fundamentalmente en aquella

época, hubo una eclosión de folklore argentino, con la granrevolución que implicó a nivel discográfico y de difusión enArgentina consecuencia, se sabe, de la voluntad del peronismo,no sé si de Perón. Había una invasión impresionante de con-juntos y aparte venía la revista “Folklore” con los acordespara sacar los temas. Tocaba el “Sapo cancionero”, “Zambade mi esperanza”, pero lo que me pasó siempre es que me gus-taba crear variantes. Si por ejemplo la canción pasaba de Rea La, yo hacía un pasaje por Sol antes de llegar a La. El pro-fesor me decía que no estaba mal, quiero decir que él no mecastró como tantas profesoras de piano castraron a sus alum-nos. No me interesaba sacar canciones, lo que me interesabaera hacer mis propias versiones. Hasta que un día me di cuen-ta de que estaba componiendo.

—¿Por esa época ya concurrías los domingos a misa?—Rigurosamente. Era algo que provenía por la parte de

mi madre.

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—Tu madre era una especie de “variopinta”.—Mi madre, como diría Dylan, era una mezcla de confusio-

nes. Era un persona que se debatía entre un cristianismo profundo—y específicamente católico— un existencialismo, más a lo Camusque a lo Sartre y, por otro lado, un marxismo prosoviético. Si vossumás estas cosas te va a dar, sobre todo en esa época, algo muycurioso. No sé, tendría que hablar con ella otra vez y preguntarlecómo hizo para soportar vivir así. Y cada tanto le venía algún tipode ‘variaza’ — no te olvides que estábamos en el Norte— sobre elculto umbandista. No solía ir a los cultos pero de repente mandabaun par de medias, una remera... Aparte de que tenía un racionalismometódico cartesiano. Una cosa que si querés explicarla no vas a poder.

El muchacho que concurre al liceo de Tacuarembó duran-te la mañana no se resigna a la vida tranquila y rutinaria que leha tocado en suerte. Necesita crearse otra realidad, “su” reali-dad. La música, el cine, la literatura y el teatro, serán los cami-nos que transitará en una ciudad desolada que nada tiene paraofrecerle. Con el grupo de teatro “El Sótano” —integrado poralumnos del liceo— actúa en “Tu cuna fue un conventillo”.

Cierto día, junto al poeta Eduardo Milán, se acerca hastael Club Tacuarembó, donde el grupo de teatro independiente “ElJuglar” ensayaba “El debut de la piba”, un sainete de RobertoLino Cayol, dirigido por Miguel Angel Gioia. En la obra,Darnauchans personifica a Venancio e interpreta la canción “Por-que me se da la gana”. Con el mismo grupo realizaría, tiempodespués, “La morsa” de Luigi Pirandello. La obra se llamó “Enun cerco sutil”; Eduardo interpretó el personaje de Andrés Fabre,al tiempo que cantaba una canción titulada igual que la obra.

Gioia, en ese entones director del grupo teatral “El Juglar”,recuerda al adolescente Eduardo:

“Darnauchans se acercó junto a Milán cuando está-bamos ensayando el sainete ‘Entre bueyes no hay corna-das’. Su pasaje por el teatro fue muy grato. Tenía, desde

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adolescente, esa característica del verdadero artista: unmundo propio que luego exteriorizó. Hay una anécdotacuando hicimos ‘El debut de la piba’. Íbamos a realizarlaen el Club Ciclista Sexta Sección, en las afueras de la ciu-dad, y Darnauchans se vistió tal como el personaje lo re-quería, de comienzos de siglo llevando, incluso, un hermo-so reloj de oro. El tema fue que tuvimos que regresar sinhaberla hecho: no había ido nadie. También recuerdo quehicimos un Pirandello, ‘La morsa’, que se llamó ‘En uncerco sutil’. El título fue entresacado de un monólogo quehay al final de la obra y que justamente decía Darnauchans.Siempre se mostró muy interesado y eso se nota en las ac-tuaciones que desarrolla en Montevideo, donde incorporaelementos teatrales. Era un muchacho extrovertido a pesarde los graves problemas familiares que tuvo que padecer yque sin duda influyeron en su arte. Pienso que es el únicotrovador que hay en el país. Y un creador nato”.

En 1968 debuta cantando en el programa “El club de las11” que se emitía los domingos a las 11 de la mañana en CW153,Radio Tacuarembó. En esa misma emisora hace las veces de disc-jockey, media hora por semana, en el programa “Happening”que comenzaba a las 14 horas.

Mario Crespi, amigo desde la infancia, fue uno de los quelo acompañó en su incursión en radio realizando comentariosmusicales, que extraían, fundamentalmente, de las revistas ar-gentinas “Pin Up” y “Cronopios” y , posteriormente, de la pri-mera época de “Pelo”. Junto a Crespi en bajo, Gustavo Baisónen guitarra, Eduardo Milán en batería forma lo que sería su pri-mer grupo: “The Glass of Water”. En este período, Crespi setransformará en el compañero inseparable de Darnauchans ensus primeras experiencias musicales.

“A Eduardo lo conocí cuando teníamos ocho o nueveaños y luego, por la aproximación de la letra inicial denuestros apellidos, en el liceo fuimos los cuatro años com-pañeros de clase. Fuimos y somos muy amigos, a pesar de

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las enormes diferencias políticas que siempre mantuvimos.Pasábamos horas escuchando a los Beatles en un viejo toca-discos que tenía en su casa. Recuerdo que comíamos péta-los de rosas como forma de acercarnos al Flower Power(risas). Él empezó a tocar la guitarra cuando iba al colegioSan Javier. Eso le valió el apodo de ‘el sapo’, porque laprimera canción que aprendió, y que pasaba cantando, erael ‘Sapo cancionero’. Cuando estábamos en tercero de liceoconoció la música de Antoine —creo por intermedio de quienera nuestro profesor de literatura, Washington Benavides—que luego sería una de sus grandes influencias”.

Para Gustavo Baisón, también integrante de “The Glassof Water”, los recuerdos se tornan borrosos en la lejanía.

“Yo no recuerdo si lo conocí en mi niñez o en la adoles-cencia. Venía a cantar al escalón de la puerta de mi casa lacanción ‘San Francisco’ de Scott MacKenzie, en plena épocadel Flower Power. El se paseaba en moto, —tenía un ciclomo-tor Honda 50cc.— , con camisas con motivos búlgaros. Eraun bicho raro dentro de lo que era Tacuarembó. ¿Quién iba ausar camisas floreadas en aquella época? (risas). Tenía unaguitarra eléctrica e íbamos a acampar a lo de su abuela. Sírecuerdo una anécdota cuando cursábamos cuarto de liceo.Cierto día salimos a repartir unos volantes del sindicato delfrigorífico que estaba en huelga. Le entregamos un volante aun policía de particular y nos siguió. Nosotros salimos co-rriendo y a Eduardo lo alcanzó en la puerta de la casa de laabuela, lo encañonó y finalmente lo llevó a la comisaría. Alotro día se había enterado todo el liceo”.

De la corta experiencia de “The Glass of Water”, Crespirecuerda:

“Las pocas actuaciones que hicimos fueron a nivel ab-solutamente familiar. Yo no sabía, ni sé tocar, pero recuerdoque me enseñaron ‘Sympathy for the Devil’ de los Rolling

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Stones. El primero en irme fui yo y después él. El recuerdo quetengo de Eduardo es el de un gran amigo, un tipo muy com-pinche con una niñez muy marcada por la enfermedad de lamadre. El padre, el doctor Darnauchans, era un ser excepcio-nal, muy querido aquí en Tacuarembó. Esos médicos de fami-lia, lamentablemente quedan pocos, que van a la hora que seaa ver un paciente y muchas veces de forma gratuita. En esetiempo su abuela Alicia fue un gran apoyo. Yo lo admiro porser una persona que está totalmente fuera del sistema, unapersona que no sabe manejarse con cheques, ni con tarjetas decréditos (risas). Es un tipo tan recto, tan honesto, que su traba-jo musical nunca se comercializó”.

El 21 de setiembre de ese mismo año se afilia a la Unión deJuventud Comunista (U.J.C.). Un entrañable compañero de pri-maria, Jesús “Mono” Valerio, con quien comparte la militancia,recuerda al adolescente Darnauchans con su guitarra colgandobajo el brazo, donde no perdía oportunidad de cantar cuandohabía algún acto del Partido Comunista.

“Lo conocí en segundo año de escuela, la maestra sellamaba Elbia Fernández. Después nos volvimos a encontraren Secundaria y en preparatorio de Medicina fuimos compa-ñeros en primero y segundo. En esos tiempos compartimosuna relación bastante íntima. Éramos militantes de la Juven-tud Comunista, nos jugábamos enteros por los ideales, veía-mos la revolución a la vuelta de la esquina. Como compañeroera excelente, fraterno... Recuerdo que... él no va querer quecuente esto (se lo nota visiblemente emocionado).... Yo no tra-bajaba y a veces estaba corto de ropa. Muchas veces me diouna camisa, un par de zapatos. Siempre fue un tipo muy soli-dario, muy humano. Eduardo fue el primero en afiliarse en el´68, yo me afilié un año después. Eran momentos difíciles, seveía que la situación política se degradaba cada vez más,cada vez había menos democracia. Es decir: el ‘pachecato’ ytodo lo que sucedió cuando se empezó a reprimir y a matarestudiantes. En Tacuarembó era un medio difícil no sólo por

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el peligro físico, que lo había, sino por ser un medio chicodonde las condiciones de lucha se endurecen. Recuerdo unaanécdota: cuando los tupamaros matan a Dan Mitrione noso-tros estábamos en segundo año de preparatorio y la Asocia-ción de Estudiantes local convocó a un paro protestando porla muerte de Mitrione. Nosotros concurríamos en el turno dela mañana donde la mayoría del estudiantado responde alparo. Los únicos que entramos a clase fuimos Eduardo, CarlosGamba y yo. Y los profesores dieron clase para nosotros tres.Hay otra anécdota que pinta el espíritu de Eduardo y que meconsta lo ha mantenido a lo largo de los años. Vino aTacuarembó el embajador yanqui mister Sayre y nosotroscolocamos una bandera de Viet Nam en la Catedral comoseñal de repudio. Cuando llegó lo recibimos, además, conabucheos y volanteadas. Terminamos en un calabozo con unestudiante de UTU que no conocíamos y que nada tenía quever con la militancia. El muchacho nos dice: ‘yo no sé por quéme detuvieron, yo no hice nada’. Eduardo le pregunta: ‘¿y vosno andabas con unos libros bajo el brazo? Bueno, te detuvie-ron por eso’. También tuvimos enfrentamientos, cuando salía-mos de pegatina, con los integrantes de la J.U.P. (JuventudUruguaya de Pie). Otro hecho que pinta la solidaridad de Eduar-do fue cuando estábamos preparando un examen de químicacon nuestro profesor José Gil y yo tenía un problema de saludy no tenía medios económicos para atenderme. Sin que le pi-diera nada, al término de la clase me llevó atenderme al con-sultorio de su padre. Don Pedro me atendió con mucha cordia-lidad y de forma desinteresada. Hay una imagen que recuerdonítidamente: es en el Festival de la Canción Joven en el ClubTacuarembó cantando: “Manuel Flores va a morir / eso esmoneda corriente / morir es una costumbre / que suele tener lagente...”( *).

* “Milonga de Manuel Flores”, poema de Jorge Luis Borges musicalizado porDarnauchans, incluido en su primer disco Canción de Muchacho. Años más tardeSADAIC (Sociedad Argentina de Actores y Compositores), a petición de MaríaKodama, viuda de Borges, le prohibiría tocarla en vivo.

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La “bienvenida” al embajador norteamericano tuvo unfinal predecible: Darnauchans, junto a otros veinte compañe-ros —la mayoría menores de edad—, terminó detenido en laseccional 1ª de Tacuarembó. “Saludo a la Inteligencia poli-cial de aquella época. Al famoso espía del sombrero verde, elhombre de Inteligencia que también hacía el seguimiento delos hombres que contrabandeaban. Usaba un sombrero ver-de... ¿Cómo para pasar desapercibido, no?... (risas). Despuésvenía mi padre a sacarme, porque era menor de edad. Estabadeseando ser mayor, para ir en cana tranquilo, para que él notuviera que ir a sacarme. Iba en cana muchas veces al mes...En realidad en esa época acumulé mucha cana. De todas ma-neras, personas que piensan como yo, y que por suerte somosmuchas, aunque algunos compañeros se hayan entregado,cansado y bajado de la bicicleta, de la vieja motocicleta de lavida. Nosotros seguimos andando en ella. Por lo pronto va-mos a tener que seguir colgando banderas del Viet Cong enalgún tipo de campanario. No para humillación, sino parahonor del campanario. El cura Mario entendió muy bien eso.Por algo guardó celosamente esa bandera y la entregó a quientenía que entregarla. Yo tenía un ciclomotor y estaba encar-gado de llevar al fotógrafo del “El Popular”. Aparte quieroaclarar que no éramos sólo los comunistas que estábamos eneso, había mucha más gente...”, dispara Darnauchans.

Atilio D. Pérez (Macunaíma) lo conoció en el caluroso yfermental verano del ´69. Una foto de Donovan, pegada en elestuche de la guitarra que por ese entonces tenía Darnauchans,fue la excusa para entablar una relación que perduraría con elcorrer de los años en Montevideo.

“Fundamentalmente compartíamos los dos el afecto,la admiración por Dylan y particularmente por Donovan.Era un tipo flaco, alto, de pelo muy largo. Una imagen queestá bastante distanciada de la que tiene el Darno. Recuer-do que la primera vez que nos conocimos nos sentamos enel cordón de la vereda a hablar de las cosas que nos gusta-

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ban. Yo, que venía de Montevideo y que tenía esa especiede soberbia de una ciudad capital, me quedé sorprendidoque un muchacho de Tacuarembó, casi de mi misma edad,conociera la misma música que yo y que además me pre-sentaba otra gente que estaba en la vuelta”.

—¿Qué recuerdos tenés de Secundaria?—Tuve la suerte de tener profesores excepcionales; tipos

que por tres vintenes, supongo que era eso lo que les pagarían,no iban a pasar la lista y a echarte de clase si tirabas una tiza.Por el contrario, te daban una serie de cosas que interesaban enlas materias. Era el caso de Química o Física, en Matemáticastenía buenos profesores, pero nunca estuve interesado en losnúmeros. Claro que lo que más me atraía era Historia, Filosofía,y sobre todo, Literatura e Idiomas...

—¿Qué le ofrecía en esa época Tacuarembó a un adoles-cente?

—Ir al cine Rex y al City los domingos de tarde. Esta erami única gran diversión, exceptuando la lectura y la música, yaque al principio teatro no conocía. Desde niño el cine fue, parami, la única gran salvación y me gratificaba durante toda la se-mana, siempre que pudiera aguantar hasta el otro domingo conlas películas que había visto en la matinée y la vermouth. Megustaban las películas fantasiosas y las de romanos donde apa-recía cierto Zeus y algún Aquiles. Era el punto de fuga, tal vezporque era necesario, ante esa realidad que tan grotesca. Mimadre ya estaba enloqueciendo y había una real necesidad deevasión. El cine constituía esa realidad doble, dual: gente quesimula ser otra cosa.

—¿Ya existía esa impronta artística?—En ese tiempo estaba el embrión de la generación que

habían implantado, entre otros, tres poetas de Tacuarembó: WalterOrtiz y Ayala, Washington Benavides y Circe Maia. En el liceo,Maia fue mi profesora de Filosofía y Benavides de Literatura.Esa impronta que tú decís se da en la ciudad de Tacuarembó. Un

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lugar muy aislado, como en el medio del desierto. Televisión nollegaba, radios muy pocas —y más bien las argentinas— eintercomunicación con otros lugares prácticamente no existía.Eso genera, si sos una persona sensible y te gusta la poesía, lamúsica y el cine, y no tenés nada y te querés salvar crearte unmundo propio, acorazarte en él y tramitarlo con las personasque tenés afinidad. Es una forma de no morir. Otras dos víasbásicas para no perecer son ponerte a tomar caña blanca brasi-leña o, la más peor de todas, asimilarte al medio y ascender a lainmensa mediocridad local.

—La sumatoria del entorno familiar y ese Tacuarembódesolado dan como resultado este Darnauchans.

—Totalmente. Aparte, el entorno familiar genera seudó-podos, mi vieja generaba seudópodos que se entroncaban con elde otras personas que no tenían por qué ser intelectuales, sim-plemente eran gentes sensibles. Hacíamos un asado, escuchába-mos música, venía un pintor, comentaba algo de Montevideo yyo escuchaba atentamente, intentando respirar lo más posibleaquella visión, porque ya en aquella época el otro aire no meinteresaba demasiado. No podía jugar y tuve que agarrar paraotro lado.

—Tu adolescencia coincide con un espíritu muy significa-tivo que vivió el mundo: el mayo francés, el triunfo de la revolu-ción cubana, el socialismo, el movimiento hippie.

—(Sonríe) El mundo era posible, había una cosa que se llama-ba esperanza. El siglo XX supuestamente iba dar la gran flor. Habíadiferentes apuestas de cuál era la flor, estoy hablando dentro de laizquierda. Por supuesto que había otras apuestas, creo que ya habíasido eliminada, como apuesta, la de Hitler, aunque haya rebrotes deese jardín abominable. En la segunda mitad del ´60 y diría hasta el´72 este país, por ejemplo, estaba lleno de esperanza, de posiblescaminos, de utopías impresionantes. Una mezcla de Pegasos conIcaros. Hasta que la realidad fue demasiado dura, demasiado oscu-ra: a Icaro no le dio para pagar las alas y a Pegaso no le dio paracomer la alfalfa y poder volar.

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—¿Componías en esos tiempos?—Componía desde los primeros años de Secundaria, in-

clusive canciones que hasta ahora estoy tocando. Componía pe-queños pasajes melódicos que nunca me olvidé, porque siemprecompuse de cabeza. Una canción de esa época, que compuse conotra letra y luego fui variando es “Nieblas & Neblinas”. Can-ción pacifista, típica de aquellos años, que la cambié a nivel delmodo, estaba en modo mayor y la pasé a modo menor. El títulode la canción surge de una frase hecha de cualquier noticiero:‘Nieblas y neblinas matinales’. Era una mirada a esa infanciaprimera en Minas de Corrales, donde todo acechaba y no sabíapor qué. La mirada a ese niño que, a pesar de sus padres, no sesiente protegido.

—¿Ya conocías a Dylan?—Primero lo conocí por revistas y semanarios, más tarde

por discos aunque era muy difícil conseguir un disco de Dylan enUruguay porque, meramente, no estaban editados por orden.Había aparecido una antología en el ´68 que se llamaba Poeta oprofeta que tenía la tapa de Bringing It All Back Home.

—Y vos querías ser arquero...—Me hubiera gustado... Además es un puesto muy solitario

¿no? Como esa figura romántica del creador del siglo XIX, desarro-llada luego por Dostoievski y toda esa barra. Que tal vez sea muydiscutible, pero que es la imagen que yo tenía de esa época, del hom-bre incomprendido. Andá a saber... tal vez todos mis problemas sehubieran solucionado en otro entorno y en otra circunstancia histó-rica. Pero no sé. De hecho mi vida fue así y se generó por el entornoque me tocó vivir: una familia de clase media alta, donde no se tirabamanteca al techo, pero sí libros. Mi padre trabajaba de sol a sol. Almorir no dejó un mango. Mientras vivió apenas se pudo comprar unWolkswagen del ´63. Había médicos que ya habían cambiado variasveces de auto; no hablo con ninguna animadversión ni resentimientohacia ellos, simplemente eran intereses y necesidades diferentes. Élse quedó ahí como un personaje de Faulkner, como aquel predicadorde “Luz de agosto”.

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Darnauchans enciende un cigarrillo y aspira hondo. Tomaun trago de cerveza y se queda mirando un punto imaginario enla pared, como si ésta fuera una gran pantalla donde se proyec-taran imágenes de su adolescencia. Los ojos, grandes y tristes,adquieren otro brillo. No es difícil imaginar que siente nostalgiade aquellos tiempos.

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