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CuPAUAM 28-29, 2002-2003, pp. 203-226 Memoria del poder. Los monumentos funerarios ibéricos en el contexto de la arquitectura púnico-helenística. Fernando Prados Martínez Universidad Autónoma de Madrid Resumen Los monumentos turriformes son uno de los mejores soportes arquitectónicos para reflejar aspectos religiosos, rango social e ideología del poder tanto en el ámbito ibérico como en el púnico. A lo largo de este trabajo se va a tratar de aplicar un análisis metodológico e interpretativo centrado en el estudio arquitectónico, iconográfico y espa- cial de los monumentos turriformes norteafricanos para posteriormente aplicar dicha metodología a algunos ejemplos del sureste de la Península Ibérica. Creemos que este ensayo puede ser de utilidad a la hora de interrelacionar la proyección que esta manifestación arquitectónica y cultural tuvo a ambas orillas del Mediterráneo durante una misma época (siglos III y II a.C.) Palabras-clave: Arquitectura, monumento turriforme, ibérico, púnico, ideología, poder. Abstract The tower-monuments are one of the best architectonic supports to reflect religious aspects, social rank and ide- ology as much in the Iberian culture as in the Punic one. Throughout this work one is going away to try to apply a methodological analysis trim in the architectonic, iconographic and space study of North African tower-monuments later to apply this methodology to some examples of the Southeastern of the Iberian Peninsula. Let us think that this test can be of utility to interrelating the projection that this architectonic and cultural manifestation had to both borders of the Mediterranean Sea during a same time (3th and 2h centuries B.C.) Keywords: Architecture, monument-tower, Iberic, Punic, ideology, power. INTRODUCCIÓN El tema objeto de estudio se encuadra en el marco de un ambicioso proyecto de investigación que se ocupa de las manifestaciones arquitectóni- cas púnicas centrándose en los monumentos de tipo turriforme que se construyeron y que se representaron en distintos lugares del entorno geográfico dominado por la gran metrópolis nor- teafricana 1 . Para la realización del trabajo se ha aplicado, por lo tanto, una metodología diseñada para el estudio de los monumentos norteafricanos sobre algunos ejemplos –los más paradigmáticos, por razones obvias- del ámbito ibérico levantino. La razón por la que se han tomado algunos de los ejemplos más importantes radica en el buen esta- do de conservación y en la calidad de la publica- ción y de los estudios monográficos que de ellos se ha realizado. Evidentemente hubiera sido difí- cil aplicar este método de trabajo a otros monu- mentos ibéricos de los que sólo quedan vagas referencias o de los que tan sólo se tiene noticia a 1 Aproximación al estudio de la arquitectura púnica a través del análisis arqueológico de los monumentos funerarios, que se desarrolla en el Departamento de Prehistoria y Arqueología con el apoyo económico del Vicerrectorado de Investigación de la Universidad Autónoma de Madrid.

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CuPAUAM 28-29, 2002-2003, pp. 203-226

Memoria del poder. Los monumentos funerarios ibéricos en elcontexto de la arquitectura púnico-helenística.

Fernando Prados MartínezUniversidad Autónoma de Madrid

Resumen

Los monumentos turriformes son uno de los mejores soportes arquitectónicos para reflejar aspectos religiosos,rango social e ideología del poder tanto en el ámbito ibérico como en el púnico. A lo largo de este trabajo se va atratar de aplicar un análisis metodológico e interpretativo centrado en el estudio arquitectónico, iconográfico y espa-cial de los monumentos turriformes norteafricanos para posteriormente aplicar dicha metodología a algunos ejemplosdel sureste de la Península Ibérica. Creemos que este ensayo puede ser de utilidad a la hora de interrelacionar laproyección que esta manifestación arquitectónica y cultural tuvo a ambas orillas del Mediterráneo durante una mismaépoca (siglos III y II a.C.)

Palabras-clave: Arquitectura, monumento turriforme, ibérico, púnico, ideología, poder.

Abstract

The tower-monuments are one of the best architectonic supports to reflect religious aspects, social rank and ide-ology as much in the Iberian culture as in the Punic one. Throughout this work one is going away to try to apply amethodological analysis trim in the architectonic, iconographic and space study of North African tower-monumentslater to apply this methodology to some examples of the Southeastern of the Iberian Peninsula. Let us think that thistest can be of utility to interrelating the projection that this architectonic and cultural manifestation had to both bordersof the Mediterranean Sea during a same time (3th and 2h centuries B.C.)

Keywords: Architecture, monument-tower, Iberic, Punic, ideology, power.

INTRODUCCIÓN

El tema objeto de estudio se encuadra en elmarco de un ambicioso proyecto de investigaciónque se ocupa de las manifestaciones arquitectóni-cas púnicas centrándose en los monumentos detipo turriforme que se construyeron y que serepresentaron en distintos lugares del entornogeográfico dominado por la gran metrópolis nor-teafricana1. Para la realización del trabajo se haaplicado, por lo tanto, una metodología diseñada

para el estudio de los monumentos norteafricanossobre algunos ejemplos –los más paradigmáticos,por razones obvias- del ámbito ibérico levantino.La razón por la que se han tomado algunos de losejemplos más importantes radica en el buen esta-do de conservación y en la calidad de la publica-ción y de los estudios monográficos que de ellosse ha realizado. Evidentemente hubiera sido difí-cil aplicar este método de trabajo a otros monu-mentos ibéricos de los que sólo quedan vagasreferencias o de los que tan sólo se tiene noticia a

1 Aproximación al estudio de la arquitectura púnica a través delanálisis arqueológico de los monumentos funerarios, que sedesarrolla en el Departamento de Prehistoria y

Arqueología con el apoyo económico delVicerrectorado de Investigación de la UniversidadAutónoma de Madrid.

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partir de algunos elementos arquitectónicos dis-persos tales como sillares de esquina o fragmen-tos de friso con decoración escultórica y que fue-ron recogidos en el corpus monumental publicadopor el Dr. Almagro Gorbea hace ya más de dosdécadas (Almagro Gorbea, 1982)2.

Aparte de la gran cantidad de materialesarquitectónicos que pudieron pertenecer amonumentos funerarios de tipo turriforme des-aparecidos por todo el Mediodía peninsular, hayotros muchos que no han sido identificados deuna manera clara y concisa y que, por ello, no serecogen en la bibliografía al uso. Buenos ejem-plos son las declaradas tumbas tumulares y ceno-táficas de las necrópolis jiennenses de Cástulo

(Blázquez Martínez y GarcíaGelabert, 1991; García Gelabert yBlázquez Martínez, 1992, 461) y deCastellones de Ceal (Chapa Brunety Pereira Sieso, 1992, 437), las plata-formas pétreas de la necrópolis ali-cantina de Cabezo Lucero(Aranegui Gascó, 1992, 186;Aranegui et alii, 1992) o los trespodios contiguos sin una adscrip-ción clara exhumados en el Tolmode Minateda, junto a la localidadalbaceteña de Hellín (Abad,Gutiérrez y Sanz, 1993, 150). Laaparición en el entorno de estastumbas de numerosos restos arqui-tectónicos en piedra, muy abundan-tes, por ejemplo, en el caso alicanti-no3, puede relacionarse con la exis-tencia de monumentos que o bienfueron destruidos para reutilizar susmagníficos y cuidados elementosconstructivos, o bien se perdieroncon el paso del tiempo, dada suestructuración vertical, la menos

propicia de todas para resistir la erosión y lasinclemencias meteorológicas y la más cómodapara ser usada como cantera.

Han sido varios los autores que desde los ini-cios del ya pasado siglo XX reflejaron en susartículos, en sus libros o en las memorias de susexcavaciones la importancia de la presenciapúnica en los territorios del sureste de laPenínsula Ibérica4. Muchas veces incluso se exa-geró la imagen imperialista de Cartago y sudominio hegemónico de las antiguas fundacionesfenicias a través de un control político y militarefectivo y directo, aunque en ausencia de unimperio territorial. Paralelamente otros trabajos

Fig. 1 La Península Ibérica a mediados del siglo III a.C. La zona sombreada secorresponde con la hipotética extensión del “reino bárquida”.

2 En este trabajo, junto con la publicación monográficadel monumento turriforme de Huerta Mayor, cuyosrestos se conservan en el Museo Arqueológico deAlcoy, el profesor Almagro recoge los fragmentosescultóricos y los elementos arquitectónicos (sillares deesquina, fragmentos de frisos, fragmentos de cornisas yde golas) que se pueden vincular a monumentos fune-rarios de tipo turriforme. Este trabajo supone el primeracercamiento a este tipo de manifestación artística ibé-rica tras la aparición del monumento de Pozo Moro yel más completo publicado hasta entonces en nuestropaís desde el trabajo clásico de Cid Priego (Cid Priego,1949)

3 En la superficie de la necrópolis aparecen varias plata-formas realizadas con piedra de difícil interpretación.Algunas cubren enterramientos de cremación pero

otras han sido interpretadas como basamentos paraesculturas o grupos escultóricos (Aranegui et alii, 1992,11) junto a los que se han encontrado numerosos frag-mentos. Muchos de los fragmentos mencionados nopertenecen a esculturas de bulto redondo y posible-mente formaron parte de la decoración arquitectónicade algún monumento. Entre los ajuares de las tumbas,cuyos materiales se pueden fechar a lo largo del sigloIV a.C., cabe reseñar la aparición de ciertos objetos deadscripción cartaginesa como los anforiscos en pastavítrea, los amuletos egipcios y algunas joyas de oro ybronce.

4 Entre los más clásicos véase, por ejemplo, los trabajosde Nordström sobre La Escuera (Nordström, 1967) ode Lafuente Vidal sobre los motivos decorativos detipo cartaginés en la región del sureste peninsular

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negaron que esta presencia tuvieseuna especial relevancia, inmersosdentro de toda una oleada antidifu-sionista que, en gran medida, ocupóbastante espacio dentro de las publi-caciones científicas5 y que oscurecióel panorama general de la presenciasemita en suelo hispano. Las tesispaniberistas y panceltistas primero yel filohelenismo academicista des-pués, ocuparon la vanguardia de lainvestigación arqueológica en loconcerniente a la interpretación deldesarrollo tecnológico y culturalque disfrutaron los pueblos ibéri-cos6. Así pues, la importancia de lapresencia y el trasvase cultural púni-co para explicar el desarrollo deciertos aspectos sociales y religiososibéricos no fueron valorados en sujusta medida por la historiografíahasta las dos últimas décadas delsiglo XX. La situación hoy ha cam-biado y buena muestra de ello sonlas numerosas publicaciones que serealizan así como las nuevas interpretaciones oreinterpretaciones que, a la luz de los datosarqueológicos obtenidos, y, sobre todo, desde unmejor conocimiento tanto de la cultura púnicacomo de la ibérica, se han realizado últimamen-te, algunas de las cuales se han centrado en yaci-mientos ibéricos levantinos señeros como son ElOral, La Escuera, el Tossal de Manises o elCastillo de Guardamar entre otros.

HORIZONTE GEOGRÁFICO Y CULTURAL: ELPROCESO DE “PUNICIZACIÓN” DEL SURESTEDE IBERIA

Sobre el proceso de paulatina punicización delterritorio meridional de Iberia hemos de tener encuenta en primer lugar la presencia de elementosculturales de procedencia fenicia en todo el terri-torio costero desde el siglo VIII a.C. que, enmuchos aspectos, evolucionó de forma paralela a

ambos lados del Mediterráneo. Además, muchosde los influjos culturales que estamos estudiandoaparecen reflejados en algunas construccionesmonumentales “tardías” correspondientes con elperiodo que ha sido definido por los iberistascomo “Ibérico Reciente” (ubicado cronológica-mente en los siglos III y II a.C.). Precisamente esaes la cronología de la presencia de los Bárquidasen la Península y, por consiguiente, del momentode máxima recepción de novedades tecnológicasy tipológicas en el campo de la arquitectura mili-tar y representativa. Los Barca iniciaron un perio-do de gran trascendencia para explicar el enormedesarrollo cultural de la etapa final de la culturaibérica previa a la conquista romana.

El interés en la formación de un estado decorte helenístico en los territorios del sur deIberia, con los ríos Guadalquivir y Segura comoposible límite septentrional, provocó la puesta enmarcha de un complejo sistema de control terri-

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Fig. 2 Restos arquitectónicos pertenecientes a potenciales monumentos turrifor-mes (Tomado de Almagro Gorbea, 1982, 186)

(Lafuente Vidal, 1953). Más recientemente los trabajosde M. Bendala sobre la perduración cultural púnica enAndalucía (Bendala Galán, 1982, 1987, 1994 o 2000b),los de J.L. López Castro sobre la presencia fenicia enHispania en la etapa comprendida entre los siglos III yI a.C. (López Castro, 1995) o los de A. Oliver sobre lapresencia directa de cartagineses en los yacimientosibéricos (Oliver Foix, 1995) figuran entre los más des-tacados.

5 Antidifusionismo probablemente heredero de las tesis

paniberistas propias de gran parte de la historiografíatradicionalista durante la dictadura franquista.

6 El influjo etnocéntrico griego de investigadores de latalla de Schulten era muy fuerte y tan sólo algunosautores como Bonsor, Cabré (éstos en las primerasdécadas del siglo XX, antes de la Guerra Civil)Tarradell o García y Bellido valoraban la presenciafenicia y cartaginesa en los territorios por encima de lamayoría de colegas que habían sobrestimado la coloni-zación griega (léase, por ejemplo, Tarradell, 1951).

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torial y de una cuidada política de planificaciónurbana, centrado en la construcción de torres devigilancia, como aquellas célebres TurresHannibalis citadas por Plinio7 cuyos restos se quie-ren identificar con algunos recintos fortificadoshallados en algunas zonas de la campiña cordo-besa (Carrillo Díaz, 1999) y en la fundación decentros urbanos como Akra Leuke (próxima alasentamiento de Cástulo para controlar una zonade gran riqueza minera) o Qart Hadasht, la“Nueva Ciudad” (Cartagena) como gran metró-poli a la cabeza del nuevo estado. El desarrollo deeste plan que pretendió estructurar un amplioespacio geográfico no pudo haberse llevado acabo jamás sin un perfecto conocimiento delterritorio que los cartagineses solamente habríanpodido tener a partir de un bagaje geoestratégicoadquirido tras muchos decenios de intervencióndirecta en Iberia, que irían más allá de una simplepresencia comercial en algunos centros costeros.

Como se ha señalado, los Barca, príncipeshelenísticos, fueron unos líderes que trataron deimponer su proyecto estatal según los preceptosideológicos de las monarquías helenísticas quehabían emergido en el Mediterráneo desdemediados del siglo IV a.C. (Bendala, 2003, 25) Elsistema político de control territorial promovidopor los caudillos militares cartagineses se funda-mentó, además, en la ciudad, como eje de lasociedad y como marco en el que se desarrolla-ron distintos programas arquitectónicos civiles ymilitares. Además, la presencia efectiva de mili-tares cartagineses pudo provocar también lageneralización del modelo arquitectónico quedefinimos como monumento turriforme. Estehecho se comprueba en el caso norteafricano,donde este tipo de construcciones se vincularona los grandes personajes civiles miembros de laaristocracia y a los militares, como las dos clasesque ocuparon, desde finales del siglo IV a.C., lacúspide de la pirámide social cartaginesa y muyposiblemente respondió a similares impulsos enel ámbito ibérico.

La elección del sector suroriental peninsularpara centrar nuestro estudio no es, en caso algu-no, casual, ya que es ésta región la que ofrece una

máxima concentración de edificios de las carac-terísticas que se están analizando, con algunoscasos en los que se aprecian los rasgos arquitec-tónicos (tecnológicos y tipológicos) e ideológicospúnicos con gran claridad.

Además, junto con la aparición de algunosmodelos monumentales es de reseñar la impor-tancia de un territorio que circundó la capital delnuevo estado helenístico fundado por los Barca,Carthago Nova, que, tal y como se aprecia en elTossal de Manises (Olcina y Pérez, 1998, 38-40)se convirtió paulatinamente en la base para eldominio cartaginés de la zona comprendidaentre Iberia Meridional y el Levante mediterrá-neo8. A lo largo del siglo III a.C., en la ciudad delTossal de Manises (la posterior Lucentum romana)se definió básicamente su forma y estructuraciónurbana, pero la incidencia de la presencia púnicaen la zona no sólo se reflejó en las ciudades delos vivos; a escasos metros del Tossal, en lanecrópolis ibérica de la Albufereta de Alicante,los excavadores llaman la atención sobre la esca-sez de rasgos típicamente ibéricos como la pre-sencia de armamento entre los ajuares, tancorriente por otro lado en necrópolis vecinascontemporáneas a la de la Albufereta como la deCabezo Lucero (Guardamar del Segura) o LaSerreta (Alcoy). Junto a la escasez de armamentoen las tumbas aparecen también otros elementoshabituales en el ámbito funerario púnico, talescomo pebeteros de cabeza femenina, estatuillasde terracota, ungüentarios, amuletos protectoresde pasta vítrea y huevos de avestruz9.

Desde el punto de vista constructivo se hanseñalado numerosos ejemplos que relacionanaspectos arquitectónicos de algunos centros ibé-ricos surorientales de importancia con las formascaracterísticas de la edilicia púnica. A los rasgosmencionados en el yacimiento del Tossal deManises, que se corresponden con una fase dedesarrollo de la ciudad a lo largo del último cuar-to del siglo III a.C., hay que añadir los del san-tuario10 y el poblado de La Escuera (SanFulgencio, Alicante) en las mismas fechas (Abady Sala, 2001, 205 y ss.) y otros que se reflejan enaspectos tales como la estructuración de algunos

7 Plinio, (N.H. 2, 4).8 Para sus excavadores, el Tossal de Manises, ubicado a

medio camino entre dos centros de poder púnicos talescomo Cartagena e Ibiza, ocupó un espacio inmersodentro de la órbita de la dominación militar cartagine-sa que pudo provocar, a parte de la creación de unapotente muralla y de la transformación del poblado,una redistribución del hábitat de la zona que se con-centró en el nuevo núcleo fortificado, abandonandoasentamientos próximos.

9 Olcina y Pérez, 1998, 38 y 39 (contribución de F. Sala).10 Santuario ubicado en las inmediaciones de una de las

puertas de acceso al poblado de La Escuera, que fuerealizado respondiendo a un plan urbanístico preesta-blecido en un momento de ampliación del núcleohacia el sur. Para los excavadores, las trazas del edificiosólo son comparables con algunos modelos púnicostales como el templo de Kerkouane, en Túnez (Abad ySala, 2001, 260) o el de Bithia, en Cerdeña (PradosMartínez, 2002, 89). En el yacimiento apareció además

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modelos habitacionales en el poblado de El Oral(Abad y Sala, 1993; ídem, 2001). También en laprovincia de Alicante destaca el templo de laAlcudia de Elche, que erigido a finales del sigloVI a.C. fue reconstruido con una estructuraciónmuy similar a la de otros templos púnicos (comoel de Monte Sirai, en Cerdeña) a lo largo del sigloIII a.C.11 (Ramos Fernández, 1995, 13).

Aparte de lo que se pueda rastrear de la pre-sencia púnica en el sureste a través del estudiopormenorizado del registro arqueológico, existenotros ejemplos de cultura material que son muypropicios para indicar la existencia de una regiónaltamente “punicizada”. Se trata de la apariciónde varios hipogeos funerarios de tipo púnico yaen fechas posteriores a la conquista romana,como el aparecido en Cartagena (RamalloAsensio, 1989, 116) que se explica fácilmente alno caber duda de la existencia de un fuerte sus-trato cultural púnico en la que fue antigua capitaldel territorio bárquida o los aparecidos en Elche(González Villaescusa, 2001, 398) y en la necró-polis de la Albufereta de Alicante (Rubio Gomís,1986, 12). Estos ejemplos no muestran nada dife-rente a lo visto en los tipos de enterramiento des-arrollados en otros lugares de fuerte punicizacióncomo son los casos de Sabratha (Libia) ciudadque soportó culturalmente la fuerte romanización ala que fue sometida toda Tripolitania desde épocaaugustea (Bessi, 2002) o, de nuevo en nuestropaís, la necrópolis de Carmona, como otro buenejemplo de una perduración cultural púnica quesólo pudo ser efectiva a partir de un potente sus-trato cultural previo (Bendala Galán, 1982, 200).

Para concluir con este apartado tan solo ano-tar algunas cuestiones de carácter general: la pre-sencia púnica en los territorios de Iberia ha sidohistoriográficamente una de las razones que sehan esgrimido para explicar la rápida consolida-ción de la estructura social y política romana trasla conquista. Es bastante probable que una de lasrazones para explicar el temprano triunfo (cultu-ral y militar) de la conquista romana radicó en lapreexistencia de estructuras urbanas desarrolla-das en cuyo proceso formativo tuvo que ver lapresencia de colonos semitas fundamentalmentedesde el siglo VI a.C. (Bendala, 2003, 18) Esta

fecha, como se ha visto, fue testigo de la fase deconsolidación urbana que se inició a partir de lahegemonía cartaginesa en el Mediterráneo cen-tral y occidental, tras la caída de Tiro (mediadosdel siglo VI a.C.) y que recogiendo el testigo dela antigua metrópolis fenicia, intensificó su pre-sencia en las regiones del sur de Iberia. Siglosdespués, sobre todo durante la penetración deinflujos helenísticos de la mano de la presenciabárquida (a lo largo de la segunda mitad del sigloIII a.C.), la cultura urbana triunfó y se plasmócon la fundación de nuevos centros tales comoCartagena, Akra Leuke y otro más del que des-conocemos el nombre. Este nuevo desarrollo delos modelos urbanos mediterráneos fue abortadopor la conquista romana, materializada en estaregión suroriental hispana a lo largo de la últimadécada del siglo III a.C.

LA ARQUITECTURA MONUMENTAL PÚNICA YEL IMPACTO HELENÍSTICO

En el campo de la arquitectura púnica pocosson los restos que se pueden caracterizar comomonumentales, a excepción, claro está, de lasgrandes construcciones verticales que han sidodefinidas generalmente como “mausoleos” o“tumbas reales”. El nivel de arrasamiento demuchas de las construcciones (murallas, puertos,templos o palacios) ha impedido históricamenteel reconocimiento de una arquitectura púnicacomo tal12 y la confusión de los restos monumen-tales de época romana conservados en el territo-rio tunecino con los vestigios de la míticaCartago, la señora del mar (Prados Martínez,2004, 69 y 70).

Otra de las cuestiones que se han de aclarar esla denominación de estos modelos arquitectóni-cos como “monumentos” de forma genérica y notanto de “mausoleos”, ya que en muchos casos setrata de construcciones de tipo simbólico o repre-sentativo en las que no aparece resto o vestigioalguno de enterramiento o sepulcro, ni en elmismo edificio ni por debajo de él. Sí parecemucho más adecuada la utilización del término“monumento”, sobre todo si tenemos en cuentalos valores de recuerdo (de un personaje o de unacontecimiento) que los edificios tuvieron, junto

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un tesorillo de monedas acuñadas en la ceca deCartago, que denotan el volumen de los intercambiosjusto en el momento en que la metrópolis púnica cen-traba su interés político y económico en esta región(Sala Sellés, 1995, 288).

11 Se trata de un edificio de planta cuadrangular conunas dimensiones de unos 8 x 8 m con una torre ado-

sada en la que probablemente se realizaron cultos alaire libre. Se trata de unas celebraciones bien atesti-guadas arqueológicamente en el ámbito cartaginés.

12 Uno de los pioneros en el estudio de la cultura carta-ginesa, el escritor francés Gustave Flaubert, llegó a afir-mar que “no existe una arquitectura púnica”.

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con los estrictamente religiosos, vinculados conla idea del “nefesh” y las creencias clásicas semi-tas en la dualidad del alma y en la consecuciónde la salvación individual13.

Los consideramos monumentos turriformes yno tanto mausoleos o tumbas porque en la mayo-ría de ellos no se ha reconocido una cámarasepulcral y sí, por el contrario, unas estructurasmacizas verticales con una decoración y unoselementos que identificamos como propios delos nefesh semitas, es decir, de monumentos que,con claro carácter funerario, recordaban la exis-tencia del difunto o se constituían como la propiamorada del alma del mismo14. A pesar de que enalgunos de los monumentos se habilitaronpequeños huecos o cámaras que bien podríanidentificarse como funerarias (ver, por ejemplolas Figs. 7 y 8) no creemos que, dadas las exiguasdimensiones de las mismas, tuviesen esa finali-dad y sí, por el contrario, formasen parte de laestructura constructiva del edificio. Esta situaciónse aprecia perfectamente en el célebre monu-mento de Dougga (Figs. 13 y 14), donde tanto enel primer como en el segundo cuerpo fueronidentificadas cuatro pequeñas cámaras sin cone-xión entre sí ni con el exterior que, una vez ana-lizadas estructuralmente, se observó que funcio-naron como simples vanos de descarga y no

tanto como recintos sepulcrales15. Además, lassupersticiones y las arraigadas creencias cartagi-nesas en el mundo de la muerte impedirían per sela ubicación de restos de difuntos en una zonaelevada, accesible, al alcance de saqueadores ocuriosos, más si cabe si se trataba de figuras de larealeza o miembros de las principales dinastías.

La tumba púnica fue la morada eterna delalma; un lugar inviolable e inaccesible para losextraños; un ambiente cerrado y protegido gene-ralmente por fórmulas profilácticas de maldiciónpara todos aquellos que osasen entrar o tocar losrestos (Mazza, 1975)16. Es evidente que en algúnmonumento sí ha sido detectada durante su exca-vación una cámara conteniendo sepulcros17, perose trata de construcciones ubicadas en lugaresalejados del núcleo cartaginés, donde probable-mente se mezclaron diferentes lenguajes socio-culturales y donde los monumentos turriformesfueron dotados de un carácter sepulcral que,como hipótesis, se considera que no tuvieron losmonumentos del área púnica18.

La mayoría de los monumentos ubicados en elterritorio controlado directamente por Cartagocomo el ya mencionado de Dougga o los mauso-leos A y B de Sabratha , el de El Haouam (BouArada), el de Uzali Sar (en Henchir Djal), el deHenchir Djaouf (Fig. 8)19 (Zaghouan) y los dos de

13 Muchas veces las inscripciones que acompañan losmonumentos los definen como “nefesh” es decir, lasrepresentaciones de las “almas” de los propios difuntos.

14 El empleo del término “monumento” es el más justopara definir este tipo de construcciones, teniendo encuenta el significado griego del término y su derivaciónetimológica del vocablo “mnemo”, es decir, la memo-ria. Una arquitectura monumental, es aquella que serealiza en material imperecedero y que tiene comofinalidad principal consagrar y perpetuar la memoriade quien lo construye y de aquel al que va dedicada, loque encaja a la perfección con el tipo de construccio-nes que estamos viendo tanto en el ámbito norteafrica-

no como en el ibérico.15 En la parte superior del edificio, en el definido como

tercer cuerpo, sí aparecen dos estancias de reducidasproporciones que para algunos han supuesto el recintopara depositar urnas cinerarias. Dada la naturaleza deledificio, erigido con un mensaje honorífico, nos incli-namos a pensar en otra función para tales estancias.Para ampliar sobre estas cuestiones, ver: Poinssot, C. ySalomonson, J.W. (1959): “Le mausolée libique-puni-que de Dougga et les papiers du Comte Borgia”.Comptes Rendus de l’Académie des Inscriptions et BellesLettres, 1959. París; pp.121-131.

16 Bueno es traer aquí a colación la posible existencia deuna cámara sepulcral aérea en el caso del monumentode Pozo Moro (Chinchilla, Albacete) como últimamente

ha defendido el profesor Almagro Gorbea. Vemos pocoprobable, a efectos de lo aquí comentado, la existenciade la misma por la propia estructura arquitectónica deledificio, realizada con sillares irregulares por el interiordestinados a encajarse en una posible masa interna deemplecton y cascote poco propicia para la ubicación decámaras o espacios diáfanos.

17 Tal es el caso del mausoleo llamado de los BeniRhenane (Fig. 11), junto a la ciudad de Siga, la antiguacapital númida, que se encuentra rodeado de un con-junto de cámaras interconectadas que se han identifi-cado como mausoleo real de carácter dinástico.También el mausoleo númida conocido como Soumade Khroub (Fig. 12) atribuido al reinado de Micipsa,presenta una cámara sepulcral debajo de la estructuraarquitectónica vertical.

18 Tanto el monumento de Siga como el de Khroub(ambos en Argelia) se encuentran bastante alejados de lazona nuclear cartaginesa y se pueden relacionar con unaconcepción escatológica númida, diferente a la púnicaen ciertos aspectos y con un mayor grado de “helenisti-zación” que responde posiblemente a un modelo deorganización político-social monárquica más afín al con-cepto del principado helenístico mediterráneo.

19 Como se aprecia en la reconstrucción, la pequeñacámara descrita por el Conde italiano Borgia en 1815no se encontró conectada con el interior por lo queparece formar parte de un nicho.

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Fig. 3 Decoración parietal deuna tumba de la necrópolis real

tebana (Egipto)

Fig. 4 Propuesta de recons-trucción del monumento dePozo Moro (según Almagro

Gorbea, 1992)

Fig. 5 Meghazil “B” deAmrit (Líbano)

Fig. 6 Monumento / nefeshde el-Hermel (Siria)

Fig. 7 Monumento púnico deKsar Chenane

(Región de Mogods, Túnez)

Fig. 8 Monumento deHenchir Djaouf

(Zaghouan, Túnez) segúnPoinssot, 1963

Fig. 9 Decoraciónparietal del hipo-

geo de el-Mansourah

(Kelibia, Túnez)

Fig. 10 Decoración parietal del hipogeonº 8 de Jebel Mlezza (Cap Bon,Túnez)

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210 Fernando Prados Martínez CuPAUAM 28-29, 2002-2003

la región de Hédils, en el noroeste de Túnez (KsarRouhaha y Ksar Chenane, Fig. 7) no sólo no pre-sentan un espacio dedicado a contener un ente-rramiento sino que tampoco señalan la ubicaciónde un hipogeo subterráneo inmediatamente pordebajo de ellos. Dejamos fuera de esta relación elmausoleo de Henchir Bourgou, que se encuentraen la tunecina isla-oasis de Djerba, porque duran-te la excavación arqueológica del mismo se detec-tó la existencia de una pequeña cámara subterrá-nea ubicada debajo del edificio, en la vertical,que, pese a sus pequeñas dimensiones se podríaidentificar como cámara sepulcral20.

Las excavaciones realizadas en todos ellostampoco han detectado entradas a tumbas subte-rráneas en las proximidades, tal y como sucedeen el caso de las tumbas denominadas Meghazilsde Amrit, en el actual Líbano (Fig. 5). En lasconstrucciones de Amrit, los monumentos, elmenos en principio, sí funcionaron como señali-zadores o cipos funerarios, aunque las investiga-ciones efectuadas recientemente no ubican losmonumentos exactamente en la vertical de lossepulcros y dudan de que se tratase de construc-ciones coetáneas, planteando que los Meghazilsserían anteriores a la excavación de los hipogeos(Sartre, 1989). De esta forma se resolvería el pro-blema de la modernidad de los ajuares de lastumbas (no anteriores al siglo VI a.C.) y el arcai-cismo estructural y decorativo de los monumen-tos verticales.

Muy diversos y numerosos han sido los luga-res citados como origen de este tipo de edificios.Estos han sido, por lo general, ubicados entre lamitad septentrional de Siria, el sur de Anatolia ylas tierras de Mesopotamia. Los zigurats iraniosjunto con las pirámides escalonadas egipcias, quepresentaban estructuras verticales con claroscomponentes ideológicos religiosos y funerarios,han sido comúnmente señalados como prece-dente directo. Algunas decoraciones parietales

de la necrópolis real de Tebas (Egipto) muestranunos modelos de sepulcros que parecen mostrarun precedente directo indiscutible; en ellos apa-recen algunos rasgos comunes a las posterioresconstrucciones púnicas tales como las cornisascon golas egipcias, las falsas puertas enmarcadasy los coronamientos piramidales (Fig. 3). Se hanmencionado también las tumbas turriformes dela región de Xantos (Anatolia sur-occidental)como posible precedente arquitectónico e ideo-lógico de estos monumentos, así como los que sedesarrollarán ya posteriormente en época hele-nística en esta misma zona y en toda la costaoriental del Egeo. Similares estructuralmente ytambién indicadas como precedente ha sido lallamada “tumba de Hiram” (Ksar Hiram), enFenicia, o la tumba de Ciro en Pasargada, com-puestas en ambos casos por una especie de gransarcófago pétreo elevado sobre un podio a su vezcolocado sobre un basamento escalonado. Estemismo esquema sepulcral se manifiesta en laregión de Licia en torno al siglo VI a.C., dondese realizaron enterramientos en sarcófagos ubica-dos sobre grandes pilares verticales que, en sudecoración arquitectónica, imitaban otros másantiguos realizados en materiales perecederos21.La estructura y la localización de estos modelosde sepulcro se ha señalado comúnmente comoorigen de los sepulcros helenísticos monumenta-les posteriores, cuyo modelo pasó desde AsiaMenor a Grecia continental algunos siglos des-pués, así como de los llamados “pilares estelaibéricos” (Izquierdo Peraile, 2000).

En el Próximo Oriente, pero en un ámbitomás meridional, otras construcciones del áreasiria se asemejan bastante desde el punto de vistaestructural a los monumentos norteafricanos: setrata de los edificios de Burg el Bezzak22, en lasproximidades de Amrit y el monumento-mne-meiôn de el-Hermel (Fig. 6). Este último presentauna estructura muy similar a los edificios púnicos

20Akkari-Weriemmi, J. (1986): “Reconnaissances archéo-logiques et découvertes d’un mausolée libyco-puniqueà Henchir Bourgou, près de Midoun ( Jerba)”. Actes duColloque sur l’Histoire de Jerba. Abril 1982. Túnez; pp.1–10 e ídem (1985): “Un temoignage spectaculaire surla présence libyco-punique dans l’île de Jerba: Le mau-solée de Henchir Bourgou”. REPPAL, Revue des EtudesPhéniciennes et Puniques et des Antiquités Lybiques I.

Institut National du Patrimoine. Túnez; pp. 189-196.21

Sobre los sepulcros de torre licios ver: Demargne, P.(1958): Fouilles de Xanthos. Tome I. Les Piliers Funéraires.París; ídem, (1989): Fouilles de Xanthos. Tome V. Tombesmaisons, tombes rupestres et sarcophagues. París, y Shapur

Shahbari, A. (1975): The Irano-Lycian Monuments.Teherán. Los monumentos corresponden a grandespersonalidades sociales pertenecientes a las florecien-tes dinastías locales y tienen un carácter tanto triunfalcomo conmemorativo.

22 A unos dos kilómetros del santuario conocido comoMa’bed de Amrit, en el Líbano, se encuentra esta torrecompuesta por dos prismas cúbicos de 8,08 m de ladounidos por una cornisa con gola egipcia. La estructurapresenta sillares monumentales de hasta 5 x 2 m y unremate superior en forma de pirámide. No tiene cáma-ra en el interior y en los muros tan sólo presenta dospequeños loculi, no aptos, en principio, para la deposi-ción de ningún contenedor funerario.

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y se caracteriza por la incursión de un conjuntode relieves en la zona media del primer cuerpocúbico que representan diversas escenas de cace-rías reales. La ubicación espacial del edificio y sucarácter simbólico anticipan la interpretacióncomo “memorial” que se aprecia en los ejemplosnorteafricanos23. De cronología más tardía (fina-les del siglo II a.C.) tenemos el monumento deHamrath, en el sur de Siria, que se compone deun gran cubo macizo de 9 m de altura realizadoen sillares con un remate piramidal. Presenta unaplaca con un epígrafe, realizado ya en caracteresgriegos, que alude a una “estela” (que podemostraducir como nefesh semita).

La materialización arquitectónica del“nefesh” se puede observar también en el casode las tumbas nabateas de Petra excavadas en laroca. Sobre algunos de los hipogeos funerariosfueron erigidos cipos verticales y, en algún caso,se tallaron sus representaciones en las paredeslaterales y en las jambas de ingreso a las cámaras.Una vez más asistimos a la repetición del mismomodelo. En el caso de Petra aparecen cubos cua-drangulares separados de un gran piramidónsuperior por una cornisa muy volada que sobre-sale bastante. Estas tallas van acompañadas deotras que reflejan altares de cuernos o betilos queno se pueden confundir entre sí. Las inscripcio-nes en lengua nabatea que acompañan las tallasmencionan las almas de los difuntos (nefesh). Enel caso de la llamada “tumba de los Obeliscos”ubicada en la zona de la Bab el-Siq, aparecencuatro elementos verticales piramidales sobrebasamento encima de una misma cámara sepul-cral que simbolizan los “nefesh” de los cuatrodifuntos que fueron sepultados en el interior(Amadasi Guzzo y Equini, 1997, 140).

También en el marco cultural fenicio-púnicoexisten un grupo de pilares estela o cipos funera-rios que, aunque en reducidas dimensiones, pre-sentan el mismo esquema originario de cubo

rematado por una pirámide. Algunos han sidohallados en asentamientos del Mediterráneo cen-tral, como es el caso de Tharros (QuatrocchiPisano, 1977, 67). Otras estelas de tofet fenicias ypúnicas parecen representar en sus esquemascompositivos los monumentos turriformes queestamos viendo. Esto se da principalmente en lasmás antiguas, anteriores a la generalización delesquema de la tumba-templo o capilla represen-tadas a escala en los naiskoi24, ya siguiendo clarosesquemas helenísticos.

La ubicación física de los monumentos tam-bién responde a unas necesidades concretas: aligual que los llamados lugares altos semitas o lastorres “funerarias” del área sirio-palestina, losmonumentos se colocaron en zonas elevadas, enladeras o en puntos próximos a cursos de agua,con claras connotaciones religiosas relacionadascon la purificación del alma a través del agua25.Algunos monumentos ibéricos compartieron unasimilar disposición que, muy probablemente,respondió a los mismos impulsos y necesidades.Basta con acercarnos a los mapas topográficospara ubicar los monumentos o para rastrear en latoponimia moderna los lugares en los que seconstruyeron (Pozo Moro, Pozo Cañada, lagunade Pétrola...). Por otra parte, la verticalidad y laubicación espacial de los mismos, al tiempo quemantenían un claro componente religioso-ritualy funerario según el caso, actuaban como señali-zadores de propiedad, al ubicarse en líneas divi-sorias de aguas, en zonas fronterizas y en puntosbien visibles. Un buen ejemplo de lo comentadolo tenemos en la llamada “Colina de las TresCabezas” en las proximidades de la ciudad dePalmira (Sartre, 1989). Allí aparecen tres grandesmonumentos que, sin presentar cámara funera-ria, fueron identificados como nefesh o cenota-fios26, sin que se les pueda dar otro valor relacio-nado con aspectos defensivos o de señalización(faros en tierra para indicar a los caravaneros lasrutas de acceso a la ciudad27).

CuPAUAM 28-29, 2002-2003 Memoria del poder 211

23 El monumento de el-Hermel, aislado, sin relaciónalguna con asentamientos humanos o necrópolis, seubica sobre una colina, en una zona fronteriza poten-ciando de esta forma sus valores representativos y pro-pagandísticos.

24 Uno de los más espectaculares y mejor estudiados esel de Thuburbo Maius (Túnez), del siglo II a.C. Estoscipos arquitecturales se colocaban generalmente comoexvotos en los santuarios fenicios y púnicos.

25 Que tuvieron relación con los sacra de los cultos enhonor a Melkart, dios que con carácter anual moría yrenacía, y cuyos ritos se realizaban junto a altares esca-lonados, verticales, en proximidad a cursos o pozos deagua.

26 Algunas de estas tumbas de Palmira presentan epígra-fes que citan el término “mnemeiôn” seguidos de laspartículas de propiedad y del nombre del difunto.

27El hecho de que aparezcan tres construcciones con

iguales características en esta colina próxima a la ciu-dad siria de Palmira lleva a pensar a los especialistasque se trate de monumentos similares a los que esta-mos tratando en el trabajo o a algún tipo de altares defuego, como los representados junto a los mausoleos enlas pinturas del hipogeo de Djebel Mlezza (Cap Bon,Túnez) y no tanto de torres defensivas o faros, dadoque al ubicarse tres juntas, se estorbarían entre sí paradesempeñar esa función.

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212 Fernando Prados Martínez CuPAUAM 28-29, 2002-2003

Otro tema que no queremos dejar pasar poralto por ser uno de los más característicos de losejemplos monumentales púnicos es el del aisla-miento. En ninguno de los casos mencionadoslas construcciones se encuentran en zona denecrópolis y, si lo están, es porque se comenzó aenterrar en las proximidades con posterioridad,como sucede, por ejemplo, en El Haouam28. Enlos alrededores de este monumento han apareci-do numerosos restos de sarcófagos de piedra conuna cronología posterior a la de la edificación delmonumento (Ferchiou, 1978, Fig. 2; Stucchi,1987, 279). La explicación a este hecho es que loslugares donde se levantaron estas construccionesfueron considerados una especie de santuarios y,conocido el valor sagrado de los mismos, bienpudieron convertirse en lugar de peregrinación.La carga simbólica de estos hitos arquitectónicosprovocó que actuasen como elementos santifica-dores del espacio. Así, de este modo, se transfor-maron en los emplazamientos perfectos para ubi-car tumbas alrededor. Es un hecho bastante habi-tual en todos los modelos orientales de este tipo,el desarrollo de un proceso de sacralización dellugar donde fueron erigidos. A ello ayudó bas-tante la elección de lugares elevados, cercanos afuentes naturales de agua, en puntos visibles ybien comunicados. Esta cuestión bien pueda ayu-darnos a interpretar la necrópolis que circundó,en una época posterior, el monumento de PozoMoro. Seguramente la monumentalidad del edi-ficio, la temática de su programa decorativo yotros rasgos religiosos como su ubicación dentrode un temenos o espacio sagrado, provocó la lle-gada de peregrinos y la conversión de lo que fueconcebido como un centro de representación, demanifestación de prestigio y de recuerdo, en unsantuario. Así, el monumento de Pozo Moro san-tificó el territorio circundante y éste último seconvirtió en el lugar más propicio para la ubica-ción de enterramientos, los cuales se extendieronhasta época tardorromana (Almagro Gorbea,1982b, 233) un proceso similar, por lo tanto, alque acabamos de referir del ámbito cartaginés.

La arquitectura vertical de estos modelos, yacon anterioridad al impacto de la “helenistiza-ción” fueron los vehículos principales para el“peregrinaje de las almas” desde la tierra, cuan-do éstas se liberaban de su prisión corporal yascendían hasta el mundo astral. De todo esteproceso nos informan los distintos programasiconográficos de corte orientalizante representa-dos en los monumentos: sirenas, esfinges y kuroi

con valor apotropaico que vigilan las esquinas delmonumento y que ayudan al alma a franquearlos peligros de vientos y demonios (como enDougga, Sabratha o Parque de Elche); aves y vic-torias aladas con valor psicopompo que desde lacúspide transportan el alma y dioses que vencena fieras simbolizando la victoria del difunto sobrela muerte y la consecución de la vida eterna(como en Uzali Sar o en Pino Hermoso).

La repartición territorial entre cartagineses ygriegos de la isla de Sicilia a partir del siglo IVa.C. trajo consigo una adopción de numerososelementos culturales griegos en Cartago. A partede las consabidas influencias griegas en el campode las creencias religiosas, la lengua o la organi-zación del ejército, por citar algunas, aparecieronotros rasgos técnicos que se manifestaron pro-fundamente en el campo de la arquitectura y dela decoración arquitectónica. Además, si tene-mos en cuenta que este fenómeno de acultura-ción y sincretismo tuvo lugar en el momento demáximo apogeo de la cultura helenística quesacudió todo el Mediterráneo, resulta más senci-llo comprender las transformaciones que pade-ció una sociedad tan tradicional y conservadoracomo la cartaginesa.

Evidentemente, los monumentos funerariosturriformes, a la vanguardia de la arquitecturapúnica en cuanto al desarrollo de nuevos plante-amientos tecnológicos, adoptaron paulatinamen-te las novedades arquitectónicas que llegabandesde el Mediterráneo Central y desdeAlejandría. Desde el punto de vista funcional yarquitectónico el esquema constructivo de losmonumentos fue variando, revistiéndose exter-namente pero manteniendo el mismo lenguajeideológico tradicional oriental. Los monumentosque se construyeron una vez caída Cartago y yadurante la dominación romana, desde mediadosdel siglo II a.C., presentan todos cámaras fune-rarias. En algunos de ellos se refleja una mezclaentre los antiguos nefesh semitas y los mausoleos-templos de época helenística. Lo mismo sucedióen los monumentos construidos por parte de lasdinastías númidas como en el Mausoleo Real deSiga (Fig. 11) o en la Souma, junto a la localidadargelina de Khroub (Fig. 12) que presenta, en susegundo cuerpo, una especie de templete que seasemeja mucho más a las estructuras helenísticasdel mausoleo de Halicarnaso de Caria o deTolemaida, en la región de Cirene, que a losmodelos tradicionales orientales.

28 Un monumento que se encuentra ubicado a unos 30km al sur de Bou Arada, en una de las regiones de

mayor presencia e influencia cultural púnica de todoel territorio de la actual Túnez.

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CuPAUAM 28-29, 2002-2003 Memoria del poder 213

Fig. 11 Mausoleo Real deSiga (Argelia) (según

Rakob, 1979)

Fig. 12 Soûma de El-Khroub (Argelia) (según

Rakob, 1979)

Fig. 13 Monumento de Dougga(Túnez) (según Stucchi, 1975)

Fig. 14 Monumento de Dougga(Abril de 2004)

Fig. 15 Evolución del perfil de las cornisas de gola (actuali-zado a partir de Rakob, 1979)

Fig. 16 Monumento delArenero del Vinalopó

(Monforte, Alicante). MuseoArqueológico de Elche

(Alicante). La flecha señala laubicación del grabado

Fig. 17 Modelo arquitec-tónico grabado en el

monumento de Monforte(según Ramos, 1992)

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No estamos de acuerdo en que los modelosarquitectónicos que hemos estudiado fueran edi-ficios pertenecientes a un lenguaje arquitectónicohelenístico realizado por arquitectos norteafrica-nos que interpretaron las formas canónicas delarte griego a su manera (Coarelli y Thébert,1988) sino que se trataría de un tipo de construc-ción típicamente púnica en origen, derivada dela tradición arquitectónica monumental deOriente, a la que se fueron adicionando diferen-tes componentes greco-mediterráneos. Dichamanifestación constructiva fue revestida de unadecoración arquitectónica y de un lenguaje ico-nográfico acorde con los nuevos tiempos, con losnuevos gustos y con claros influjos de la arqui-tectura helenística alejandrina y siciliota. Al res-pecto cabe reseñar cómo se aprecian rasgos téc-nicos remarcables procedentes tanto de la funda-ción de Alejandro Magno en Egipto como de lagran isla mediterránea, dado el enorme foco cul-tural que supuso la primera para todo el norte deÁfrica y la proximidad geográfica y la presenciapúnica en la costa occidental de la segunda.

LOS MODELOS IBÉRICOS

El arte ibérico demuestra su conexión directacon círculos y talleres de otras grandes culturasmediterráneas desde épocas antiguas, tal y comose aprecia en el caso del monumento turriformede Pozo Moro (Chinchilla, Albacete). Para M.Bendala la ejecución del monumento de PozoMoro demuestra la temprana conexión entre lacultura ibérica y ciertas “expresiones de comple-jidad y madurez urbanas en los ambientes másdesarrollados del Mediterráneo” (Bendala Galán,2003, 23). Las interpretaciones realizadas sobreel monumento de Pozo Moro justifican la proce-dencia del modelo arquitectónico desde la zonade Fenicia-Siria, a través de la construcción, enun lugar estratégico del interior peninsular, de unmonumento que presenta una estructura arqui-tectónica y una decoración escultórica de claraadscripción orientalizante (Almagro Gorbea,1978, 1982b, 1983b).

La cronología que se propone para el edificioalbaceteño (en torno al 500 a.C. y que pudo seranterior29) basada en el estudio del ajuar de lasepultura es, en cualquier caso, previa a la apari-

ción de los mausoleos turriformes del área grie-ga, lo que desacredita cualquier vinculación delorigen de los monumentos turriformes medite-rráneos con el ámbito griego o con la fenomeno-logía arquitectónica helenística plasmada por vezprimera en el célebre Mausoleo de Halicarnaso,señalado tantas veces como precedente (Coarelliy Thébert, 1988). Se trataría, por lo tanto, de unmodelo que responde a los influjos constructivosy decorativos aportados a través de la presenciacomercial fenicia en la Península Ibérica desde elsiglo VIII a.C. y que manifiesta la existencia deeste tipo de monumentos en el área levantina delMediterráneo desde fechas antiguas.

El estudio de la gola egipcia que recorre eledificio separando el cuerpo inferior del segundocuerpo (ver la parte central de la Fig. 4) que pre-senta una disposición bastante vertical, denotaun influjo directo de los modelos orientales arcai-cos, herederos directos de los esquemas cons-tructivos egiptizantes (Prados Martínez, 2000, 171y ss.). Las golas egipcias empleadas por la arqui-tectura púnica (siglos VI –III a.C.) y púnico-númida (siglos II-I a.C.) tanto en los modelosnorteafricanos como en el caso de la torre malte-sa de Zurrieq (Prados Martínez, 2000, 175) semuestran evolucionados, mucho más volados yno tan verticales (ver la evolución del perfil delas golas desde los modelos egipcios en la Fig.15). Así pues, si nos centramos en el análisis esti-lístico de la gola del monumento de Pozo Morocomo fósil director, debemos encuadrar el edifi-cio en una cronología siempre anterior a la adop-ción por parte de los arquitectos ibéricos de losfundamentos arquitectónicos púnicos y previo,por lo tanto, al momento de contextualización delos monumentos turriformes ibéricos en el marcode la cultura arquitectónica púnico-helenísticaque venimos defendiendo a lo largo de este tra-bajo.

Si el análisis de la gola de Pozo Moro denotasu arcaísmo, la gola del denominado pilar-esteladel Arenero del Vinalopó (Monforte del Cid,Alicante) reconstruido en el Museo Arqueoló-gico de Elche, demuestra todo lo contrario (Fig.16). En este caso se trata de una cornisa cóncavahecha de una pieza con una curvatura e inclina-ción muy acentuada, bastante similar en su sec-

29 Los rasgos estilísticos de los relieves, la aparicióndurante la excavación de sillares de esquina con leonesde menor tamaño pertenecientes al segundo cuerporeempleados sobre el basamento cubriendo un ente-rramiento, así como el uso de unos modelos de golasegipcias muy verticales, muy propias de fases arcaicas,

plantean la hipótesis de la reutilización de un edificiomás antiguo. Para profundizar sobre la discusión cien-tífica en torno a la cronología del edificio remitimos ala lectura de un trabajo reciente (Prieto Vilas, 2000,334 y ss.)

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ción a la que decora el Medracén en Numidia(Fig. 15) y a la que aparece en un monumentoibérico próximo hallado en la Alcudia30.

La gola del monumento de Monforte del Cidno es su único referente arquitectónico punicizan-te: las cuatro caras del pilar están decoradas conun tipo de molduras arquitectónicas denomina-dos generalmente “falsas puertas”, un tipo deco-rativo bastante habitual en el mundo púnico, deraigambre egipcia (Fig. 3) que se realiza tantosobre las estelas como sobre los monumentosturriformes (ver, por ejemplo, falsas puertas enlas Figuras 11, 12 y 13). Este tipo de decoraciónarquitectónica tiene vinculaciones con el mundode la muerte y con la concepción de ultratumbafenicio-púnica, y posiblemente apareció deco-rando fachadas de templos, santuarios y palaciosfenicios orientales enmarcando los vanos deacceso y las ventanas, como un tipo de encuadrearquitectónico muy característico realizado abase de molduras rectangulares superpuestascolocadas de forma escalonada ascendente desdeel vano (Bondì, 1978). De su utilización tenemosejemplos desde época fenicia arcaica (siglos IX-VIII a.C.) en marfiles procedentes de Nimrud oen las estelas del tofet de Salambó (Cartago).

Aparte de la característica gola y la decora-ción de “falsas puertas”, en el monumento delArenero del Vinalopó aparece un rasgo punici-zante más: se trata de la representación en una delas molduras de un monumento turriforme deltipo clásico cartaginés de dos cuerpos cúbicosseparados entre sí por una cornisa y con rematepiramidal (ubicado en la zona señalada por unaflecha en la Fig 16 y en detalle en la Fig. 17). Larepresentación de este monumento grabado enla roca ha sido interpretada como un esquemaarquitectónico realizado como croquis para laconstrucción de algún monumento de las carac-terísticas que estamos comentando (RamosFernández y Ramos Molina, 1992, 22; CasteloRuano, 1995, 206).

La interpretación que se le ha dado a la repre-sentación del monumento en el pilar deMonforte bien podría ser válida de no sumarseen contra un par de factores importantes; poruna parte, el esquematismo, la sencillez de lostrazos y lo poco propicio del soporte en el que

está grabada la construcción turriforme en elmonumento alicantino no parecen indicar enmodo alguno que pudiese funcionar como cro-quis arquitectónico de un tipo de construccióncompleja. Para que así fuese se desarrollaría undiseño apoyado en un proyecto constructivo pre-concebido y en un avanzado trabajo de cantería(basado en las labores de elección, extracción,traslado, retoque y colocación de los bloques) yde decoración escultórica. El segundo factor encontra está en la ingente cantidad de paralelos deeste tipo de sencillas representaciones de monu-mentos funerarios a lo largo de las zonas ubica-das en el área de influencia cartaginesa. En elárea púnica norteafricana se representaron habi-tualmente los monumentos en las paredes de loshipogeos funerarios púnicos y en las de loshaouanet o hipogeos líbicos31. En ambos casos losmotivos se representaron tanto pintados comograbados o esculpidos. Los modelos más senci-llos fueron simples cuadrados pintados con unalínea sobre un basamento escalonado y remata-dos por un triángulo (como en el-Guetma) pasan-do por otros más complejos que esquematizaronelementos arquitectónicos (como los de Sidi AliJebali o el-Mansourah, Fig. 9). Otros modelos serealizaron de una forma mucho más realistacomo en el caso de los de Jebel Zabouj, dondefueron representados incluso prótomos de caba-llo en los acroterios o los del hipogeo nº 8 deJebel Mlezza, en las proximidades de Kerkouane(Fig. 10) donde se destacaron otros detalles arqui-tectónicos como los nichos. En muchas ocasionesestas representaciones de monumentos fueronacompañadas de otros símbolos religiosos (gene-ralmente signos de Tanit y caduceos) y motivosvegetales, geométricos y en algún caso humanos,siempre en relación con la concepción religiosapúnica sobre la muerte y la salvación (Fantar,1970; Longerstay, 1985 y 1995).

Se ha puesto de manifiesto que la apariciónde monumentos turriformes pintados o esculpi-dos en el interior de las cámaras sepulcrales sedebió a la imposibilidad por parte de las familiasde los difuntos de construir –por motivos econó-micos- un monumento como tal, por lo que seveían obligados a representarlos así, como partede un acto simbólico. A pesar de esa afirmaciónla representación del monumento turriforme no

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30 Algunos fragmentos de este monumento de entre losque destaca la cornisa se han reconstruido en una saladel Museo Monográfico del yacimiento iberorromanode la Alcudia (Elche, Alicante).

31 (Bonniard, 1929; Deyrolle, 1903, 1903b, 1904, 1909)Estas publicaciones se encuentran dispersas y han

podido ser consultadas en la Biblioteca del Instituto deArqueología Clásica de la Universidad Marc Bloch(Strasbourg-II). Desde aquí desearíamos expresar, porello, nuestro sincero agradecimiento a su Director, elprof. Thierry Petit, por facilitarnos el acceso a los fon-dos.

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implicó en caso alguno una mejor o peor situa-ción económica o política de la familia, ya quebastaba con la colocación de cipos de piedracúbicos rematados por pirámides de pequeñotamaño, como los de Tharros, en Cerdeña(Quatrocchi Pisano, 1977, 67) para completar elproceso simbólico. El hecho era que ese monu-mento representado, al igual que el que se cons-truyese, era un símbolo cuya finalidad era la deasegurar la salvación de las almas a través de laarquitectura vertical, que conectaba los dos mun-dos, el de los vivos y el más allá. El monumentovertical era el “nefesh” del difunto, su parte delalma que residía en la tierra; no sólo era elrecuerdo sino el difunto en persona. Además, laestructura vertical ayudaba a que el “rouah”, laparte del alma que ascendía, alcanzase su mora-da eterna en el cielo, su “beatitud divina” (PradosMartínez, 2003b).

La aparición de este tipo de representacióntendría el mismo valor y pertenecería al mismolenguaje simbólico que podía tener un ave, unasirena, un barco o un delfín pintado en las pare-des de una tumba. Un buen ejemplo que corro-bora esta hipótesis lo tenemos en una estelaromana del siglo I d.C. procedente de Kef benFredji conservada en el museo arqueológico deAnnaba (Argelia) en la que en el frontón triangu-lar que corona el epitafio bilingüe latino y neo-púnico de un tal Saktut32 aparecen representadosa la misma escala un signo esquemático de Tanit,un creciente lunar, un disco solar y cuatro ele-mentos clásicos relacionados con el traslado delalma al más allá y la victoria sobre la muerte: lacorona de laurel, un ave con las alas desplegadas,el caduceo de Hermes y un monumento funera-rio (Stucchi, 1985, 499). En esta estela funerariael monumento turriforme, del tipo clásico concuerpo cúbico sobre basamento escalonado, confalsa puerta decorando la fachada y rematadopor una pirámide, se interpreta dentro del mismolenguaje simbólico que el resto de los elementos:no es la representación de la tumba que no pudotener el difunto sino un símbolo más para asegu-rar la salvación, el vehículo vertical necesariopara permitir la ascensión del alma y su repre-sentación simbólica entre los vivos, testigo de supresencia y recuerdo de su existencia.

Además, estas representaciones aparecen enuna estela perteneciente a un indígena “romani-

zado” que junto con su epígrafe bilingüe que levincula con sus antepasados, asocia diferentessímbolos religiosos púnicos y grecorromanos conuna clara y justificada intencionalidad: la de ase-gurarse la salvación particular. En el caso de larepresentación en el monumento del Vinalopó,bien podría servirnos una similar lectura, sobretodo si tenemos en cuenta que se representósobre una construcción que muy posiblemente seubicó en un contexto funerario. Parece pues quecon la representación esquemática del monu-mento turriforme en una de las paredes del pilar-estela ibérico (quien sabe si por parte de algúnpariente) se pudo tratar de asegurar de unamanera más firme si cabe la salvación del almadel difunto, un hecho característico en ambientespúnicos tal y como se ha visto.

Conservado a pocos metros del pilar estela deMonforte del Cid, en el mismo recinto delMuseo Arqueológico de Elche (Alicante) se con-serva la reconstrucción del monumento turrifor-me hallado durante las excavaciones arqueológi-cas en el Parque Infantil de Tráfico de Elche (Fig.20) que identificaron un espacio sagrado o teme-nos de planta oval realizado con piedras y frag-mentos escultóricos reutilizados33, algunos de loscuales pertenecieron a un monumento turrifor-me fechado, según los excavadores, a finales delsiglo V a.C. (Ramos Fernández y Ramos Molina,1992) y que permaneció en pie sin decoración enel centro del recinto sagrado, lo que trae a cola-ción de nuevo lo comentado sobre el papelsacralizador del espacio de este tipo de construc-ciones y que habíamos visto en el caso ibérico dePozo Moro y en el púnico de el- Haouam.

Una esfinge esculpida en piedra caliza se aso-cia al monumento como un elemento de altovalor apotropaico y psicopompo. Tiene unas dimen-siones de 120x64x32 cm y consta de claras con-notaciones estilísticas y simbólicas de tipo púni-co. La propia ubicación de un animal míticoalado en las esquinas del edificio denota por unaparte su valor defensivo de los cuatro ángulos delmonumento y por otra, sus propiedades propi-ciatorias para trasladar el alma del difunto haciael más allá. De hecho, en la grupa de la esfingeaparece la representación del espíritu del difun-to. Por otra parte, la figura que se ubica delantedel pecho de la esfinge y que la dirige en su trán-sito es una diosa alada de tipo isiaco, cartaginesa

32 “Estela funeraria de Sactut, hijo de Ihimir, muerto alos 70 años” (C.I.L. VIII, 5220)

33 Alineados formando una estructura oval que enmar-caba una plataforma de arcilla que sellaba abundantesfragmentos de cerámica ibérica arcaica y que pertene-

cieron a uno o varios monumentos. Entre los restosaparecieron una esfinge y restos de otra, un busto mas-culino, un toro y varios fragmentos de cuadrúpedos(Ramos Fernández y Ramos Molina, 1992, 25).

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Fig. 18 Elementos arquitectónicos delmonumento de Huerta Mayor (Alcoy).Museo Arqueológico de Alcoy (Alicante)

Fig. 19 Propuesta dereconstrucción del

monumento de HuertaMayor (Alcoy) según

Almagro Gorbea, 1982

Fig. 20 Monumento delParque de Elche (MuseoArqueológico de Elche)

Fig. 22 Esfinge del monu-mento del Parque de Elche

(según Ramos, 1992)

Fig. 23 Sarcófago femenino del MuseoNacional de Cartago (Túnez)

Fig. 24 Estela púnica del tofetde Cartago (Museo Nacional,

Túnez)

Fig. 21 Propuesta de reconstruccióninformática del monumento de Elche;

sobre un basamento escalonado se ubicancuatro esfinges, una en cada esquina y se

duplica la altura.

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por su tocado, por su vestido adornado con unaflor de loto y su postura, que se puede identificarcon Astarté (Fig. 22). Las alas plegadas sobre elcuerpo de la diosa son muy similares a las queaparecen cubriendo el cuerpo de una figurafemenina representada en un sarcófago (llamadode Isis) conservado en el Museo Nacional deCartago (Fig. 23) y a algunas figuritas femeninasen terracota procedentes de Cartago y del san-tuario ibicenco de Es Cuieram. A parte del carac-terístico modelo femenino cartaginés existe otroelemento más que vincula la figura y toda lapieza en sí con la iconografía púnica: se trata dela mano derecha desproporcionada en relacióncon la izquierda y con el resto de la figura y quese extiende a lo largo del cuerpo sosteniendo lasalas plegadas (ver detalle en Fig. 22). La repre-sentación de manos –generalmente diestras- detamaño desproporcionado es un motivo que apa-rece con profusión en las estelas púnicas deCartago34. Se trata de la representación de lamano de los dioses que señalan el camino aseguir por el alma (se colocan orientadas haciaarriba) y se interpretan como el vehículo deunión entre dos mundos, el de los vivos y el delos muertos (Fig. 24). También se han interpreta-do estas manos como símbolos de bendición yprotección del alma por parte de la divinidad. Enel caso de la esfinge de Monforte, es la propiadiosa –Astarté- la que extiende su mano paraindicar el camino a seguir, que en este casoacompaña con la ubicación de su cuerpo delantede la esfinge que porta al difunto, para indicarlela dirección que ha de tomar para alcanzar la sal-vación.

Por otra parte, la reconstrucción que se pre-senta en la actualidad en la sala central delMuseo Arqueológico de Elche no indica con cla-ridad ni la composición que tuvo que tener eledificio ni la altura total (Fig. 20). A pesar de laperceptible falta de elementos constructivos,planteamos por cotejo con otros monumentos laexistencia de un basamento escalonado y no deun podio, así como una mayor altura y anchurade las hiladas del cuerpo central del monumen-to, que, dada la naturaleza de los sillares encon-

trados y el análisis de los paralelos, tuvo que estarrealizado mediante la técnica de soga y tizón,más propicia para dotar de consistencia a unaestructura vertical de estas características. Porúltimo, la ubicación de la esfinge no parece tam-poco adecuada y, si pensamos en un edificio demás anchura y elevación, hemos de pensar quetuvo que haber tres esfinges más, una en cadaesquina del monumento, acrecentando su valorprotector. Además se puede confirmar la existen-cia de cuatro esfinges por la aparición de frag-mentos de otro animal que mira hacia el ladocontrario de la primera descrita anteriormente ydel que se recogieron algunos fragmentos, desta-cando una garra idéntica a las de la primeraesfinge, con dedos alargados y varias pulseras(Ramos Fernández y Ramos Molina, 1992, 67).Parece poco probable la colocación de sólo dosesfinges, una a cada lado, tal y como muestra lareconstrucción actual, mirando en sentidosopuestos y sí en cambio la ubicación de cuatro,cubriendo las cuatro esquinas y de las que de dosno han llegado restos hasta nosotros.

En el Museo Arqueológico de Alcoy se con-servan fragmentos de al menos otros dos monu-mentos turriformes de las mismas característicasde los que estamos analizando. Los elementosarquitectónicos que mencionamos ya fueronestudiados con detalle hace años por el profesorAlmagro y publicados en la revista Trabajos dePrehistoria (Almagro Gorbea y Rubio, 1980;Almagro Gorbea, 1982). Uno de ellos está com-puesto por un sillar de arenisca decorado conrelieves procedente de Pino Hermoso (Orihuela,Alicante) y los otros, dos sillares esculpidos pro-cedentes de Huerta Mayor (Alcoy, Alicante).

El gran bloque de arenisca procedente dePino Hermoso y que apareció descontextualiza-do durante las labores agrícolas35 está roto en suparte central y en su extremo izquierdo, conser-vando bien el ángulo derecho. Mide 107x48x28cm y presenta dos grapas en forma de tau en laparte superior del mismo y unos motivos escul-pidos en el frente36. La disposición de las decora-ciones escultóricas llevan a pensar que se trata deun friso corrido con decoraciones perteneciente

34 Se trata de un motivo realizado sobre las estelas deCartago que no se representa en otras estelas púnicascomo las que se realizaron en Susa o en Sicilia.

35 Procedente de una finca llamada “San Leopoldo”, enel término alicantino de Orihuela, junto al río Segura.

36 Este hecho ha sido clave para la identificación delsillar como parte de un monumento turriforme ya quela realización de este tipo de ensamblajes conlleva laexistencia de otros sillares de idéntico módulo que

debieron ir unidos a estos. Asimismo, inmediatamentepor encima de esta hilada tuvo que ir otra de dimen-siones similares que supuso la continuación en sentidovertical de la escena esculpida. Las dimensiones enanchura y en altura del sillar (107x48 cm) reflejan queel friso del monumento al menos midió un metro dealtura, lo que indica el grado de monumentalizaciónque tuvo que tener el edificio cuando se erigió com-pleto y que tuvo que superar los 5 m de altura.

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a un monumento funerario de tipo turriforme. Elrelieve decorativo se encuentra dividido en lazona central por la representación de un troncode palmera que se identifica con el árbol de lavida y que se trata de un motivo muy claro detipo punicizante con buenos paralelos en otrosrelieves pétreos como los de Osuna y Marchena,y en el reverso de algunas acuñaciones moneta-les cartaginesas. En la parte izquierda aparece uncaballo alado que se dirige en sentido opuesto ala palmera central y en la derecha una figurahumana alada que camina hacia la derecha.Todas las figuras están incompletas ya que elsillar que cerró la escena y que perteneció a lahilada superior no se ha conservado.

La interpretación propuesta por sus investiga-dores es la de la representación de un ser mítico,en este caso un caballo alado (con el mismo valorque una sirena o una esfinge alada) que trans-porta al difunto al más allá y el hecho de que elser mítico sea un caballo es porque se sincretizael valor psicopompo con la heroificación ecuestre(Almagro Gorbea y Rubio, 1980, 356). La tallade caballos en estos contextos entra en relacióncon los mitos de heroización en el más allá a tra-vés de la victoria del difunto sobre la muerte y sesuelen representar con escenas de jinetes sola-res37 asociados a caballos que son muy caracterís-ticas también en el mundo púnico (Blázquez,1966; Fantar, 1970).

La falta de contexto arqueológico de la piezaimpide dotarle de una cronología exacta, perolos paralelos técnicos (grapas en forma de tau) eiconográficos (caballos y figuras aladas, palmera-árbol de la vida) son muchos y permiten incluir-la en el último tercio del siglo III a.C., durante elmomento de presencia militar y política púnicaen la región, lo que explica y caracteriza cadauno de los rasgos estudiados en el marco de laarquitectura púnico-helenística.

El monumento de Huerta Mayor (Alcoy) con-serva tan solo dos bloques de grandes dimensio-nes que fueron encontrados en 1920 durante lasexcavaciones en el yacimiento (Fig. 18) en unazona hoy ubicada en pleno casco urbano alcoya-no. Dichos bloques estaban posiblemente reutili-

zados conformando una pequeña estancia. En elentorno aparecieron varios sillares más de gran-des dimensiones que no fueron recuperados yque sin duda pertenecieron al mismo monumen-to. Para C. Visedo Moltó, su descubridor, se tratóde un monumento romano al igual que para E.Llobregat38, en cambio, la naturaleza y el carác-ter indígena de los relieves llevó a M. Almagro aincluirlo dentro del grupo de monumentos turri-formes ibéricos (Almagro Gorbea, 1982). De losdos bloques, uno formó parte de la esquina de lacornisa del edificio y el otro de dos metopas delmismo (ver su reconstrucción en la Fig. 19). Lacornisa está formada por un bloque de140x36x53 cm que tiene tallado en relieve unafigura femenina yacente y en posición centralcon una manto que le cubre la cabeza. Conservala mitad izquierda del cuerpo y en la mano sos-tiene una doble flauta o aulós. En el otro seg-mento, en ángulo y unida cabeza con cabeza conla figura anterior, aparece una cabeza femeninaformando parte de la decoración de la otra facha-da; en este caso contamos con la representaciónde la cabeza femenina velada que falta en la otraparte, por lo que se puede reconstruir la figuracompleta de una auletris con los vestigios de lasdos.

El otro bloque, de unas dimensiones de62x49x27 cm está decorado con dos metopasque presentan de nuevo figuras femeninas. Laparte superior del bloque presenta la mortaja deuna grapa en forma de tau. La metopa ubicada ala izquierda muestra la imagen en relieve de unamujer ataviada con una túnica que se mesa o tirade sus largos cabellos, por lo que se identificacon una plañidera. En la metopa derecha la figu-ra femenina, vestida igualmente, presenta loscabellos peinados hacia atrás cayendo sobre laespalda39.

La comparación de este edificio con otros delos ámbitos ibérico y púnico proporciona datospara proponer una reconstrucción bastante apro-ximada. El edificio probablemente estuvo con-formado a partir del clásico esquema que esta-mos viendo para la gran mayoría de los tiposturriformes, es decir: basamento escalonado,

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37 Los jinetes que decoran los acroterios del monumentode Dougga son probablemente los más célebres (Fig.13) junto a éstos, aparecen jinetes y prótomos de caba-llo en las esquinas de monumentos representados en elinterior de tumbas púnicas y púnico-líbicas como lasde Jebel Zabouj, en Túnez (Longerstay, 1985).

38 Visedo Moltó, C. (1959): Alcoy, geología, Prehistoria.Alcoy. Por el contexto en que aparecieron los frag-

mentos arquitectónicos fueron interpretados como deépoca romana y sólo a partir del estudio detallado deMartín Almagro han sido incluidos dentro de losmonumentos ibéricos.

39 Para una revisión más detallada de los dos fragmentosarquitectónicos con decoración escultórica remitimosal trabajo de M. Almagro (1982), en especial las recons-trucciones de las páginas 164, 167 y 171.

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cubo macizo de planta cuadrangular y remate detipo piramidal. De la coronación del monumen-to se conoce una gola de 36 cm de altura con unbaquetón de unos 10 cm. La altura propuestatotal a partir del análisis metrológico es de unos5m (Almagro Gorbea, 1982, 173).

La iconografía de las representaciones se ins-cribe en el marco de la cultura ibérica, sobretodo la figura femenina que lleva en su mano ladoble flauta, muy parecidas a las conocidas imá-genes de los relieves de Osuna o de la plástica dela Serreta, en el mismo término municipal que laque nos ocupa. La representación de las plañi-deras es más inusual y tiene sus precedentes yparalelos en el mundo fenicio y griego siempreen contextos funerarios. Los relieves de sirenasque acompañan muchos monumentos en elmundo clásico, con claro valor psicopompo, por-tan instrumentos musicales para guiar el alma deldifunto al más allá. La cronología propuesta parael conjunto, a partir de comparaciones con para-lelos arquitectónicos, se puede encuadrar grossomodo entre finales del siglo V y el III a.C.(Almagro Gorbea, 1982, 183)

PROPUESTA INTERPRETATIVA Y CONSIDERA-CIONES FINALES

Sea en el norte de África o en el sureste ibéri-co, la arquitectura vertical de carácter monu-mental responde a unos mismos impulsos y semanifiesta a través de un mismo lenguaje. No setrata de unas realizaciones que respondan aimpulsos gratuitos, sino que responden a actos ya necesidades individuales (de representación deun personaje como modelo de la sociedad) ocolectivas (de representación y legitimación deuna familia, de una dinastía o de un grupo social)que identifican su uso. Cada monumento tuvouna función particular y la lectura de los mismosfue similar en ambas orillas del Mediterráneo; laconcatenación de los diferentes elementos arqui-tectónicos y la relación de éstos con el total deledificio y con el espacio en el que se ubicaronrestituyó una condición parecida a la de una len-gua: los elementos comentados y su relación conel espacio fueron usados como signos lingüísticosque dotaron al conjunto del monumento de sig-nificante y significado. Así se ha podido realizar

una lectura de los mismos a varios niveles y sehan podido analizar las concomitancias entre losmodelos ibéricos y púnicos como si de un análi-sis gramatical o sintáctico se tratase. Esa ha sidola mejor garantía para la realización de este expe-rimento, de este ensayo que de momento ha tra-tado de plantear varias hipótesis de trabajo sobrelas que se podría trabajar con firmeza para des-arrollar en un futuro nuevos planteamientos queabriesen una nueva luz sobre el desarrollo de lacultura púnica y su hibridación con otras culturastales como la líbica-beréber, la sarda o la ibérica.

En el tipo de arquitectura que estudiamosconvergen simbolismo religioso, rango social ypoder político manifestando el interés por asegu-rar la salvación del alma y los valores de propie-dad y legitimidad respectivamente. Todos ellosbasados en el desarrollo de una arquitecturamonumental que constó de una iconografíaintencionada y que se ubicó en un entorno geo-gráfico que fue elegido conscientemente. Laarquitectura vertical ayudó al traslado del almacomo hemos visto, pero al tiempo se transformóen un hito espacial para señalar propiedad ofrontera. Las iconografías sagradas combinaronsu valor simbólico y funerario con la legitima-ción religiosa –heroizada, divina- del personaje aquien iba dedicado el edificio. Por último, la elec-ción de un lugar elevado bien visible y en vérti-ces o marcas divisorias de aguas, junto a pozos,fuentes o manantiales, provocó, seguro queintencionadamente, su transformación en señali-zación de propiedad o, puede que en algún caso,fronterizo40. En resumen, la edificación de unmonumento turriforme conllevaba cumplir conlas creencias religiosas, mantener vivo el recuer-do de un difunto, legitimizar a través de la heroi-zación o divinización del personaje en cuestiónel papel dentro de la sociedad de su familia o desu grupo y delimitar físicamente un territorio.Pocos soportes arquitectónicos fueron tan propi-cios y tan útiles, sin necesidad de crear espaciosinternos. Desde luego se trató de una manifesta-ción similar a la que se vio después con la gene-ralización en época romana de la construcciónde arcos honoríficos, que funcionaron comosoportes propagandísticos, como monumentosconmemorativos y como sepulcro en algún caso.

Todas estas cuestiones son defendibles en el

40 Así es como se entienden los dos monumentos levan-tados por Cartago en honor a los hermanos Filenos(Ribichini, 1991; Devillers, 2000). Por una parte estándedicados a dos héroes que dieron su vida por lapatria en la lucha por expandir el territorio púnico porel Este, pero a la vez se ubican en la frontera entre el

territorio cartaginés y Cirene, en la región del Golfo deSirta (hoy Libia). De su valor fronterizo tenemos cons-tancia, por ejemplo, en la Tabula Peutingeriana (Bosio,1983)en la que se describen como “Arae philaenorumfines Affricae et Cirenensium”.

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caso púnico, ahora bien; con los nuevos plantea-mientos y centrándonos en una explicaciónabierta, hay que ver si los mismos impulsos ymotivaciones se pueden vislumbrar en el casoibérico. Hay que ver la carga de simbolismo reli-gioso, rango social y poder político que pudierontener los monumentos ibéricos que tantas conco-mitancias, desde el punto de vista arquitectónico,guardan con los púnicos, para ver si pueden ubi-carse dentro de una misma familia, compartien-do idénticos contextos y formando parte de unamisma “cultura arquitectónica”.

Para acabar, queremos hacer hincapié en unaspecto trabajado ya por algunos autores y quebien podemos aplicar para entender mejor elproceso sobre el que se ha venido tratando a lolargo de estas páginas: se trata de los fenómenosde convivencia entre diferentes grupos de pobla-ción sin manifestarse entre las mismas socieda-des procesos de aculturación forzosa (ChapaBrunet, 1997)41, puede que más propios de lainteracción entre indígenas y colonos semitas enAndalucía Occidental que en la región del sures-te peninsular. Con esta interrelación de indígenasiberos, indígenas descendientes de los colonosfenicios, colonos beréberes (libios) y cartagine-ses42 en un mismo entorno geográfico y en elmismo marco sociopolítico fundamentado en lacultura urbana como base del proceso, es dondese pudo conformar el caldo de cultivo necesariopara la aparición de los modelos arquitectónicosmonumentales que se han ido viendo en los quese mezclaron varios lenguajes. Estos lenguajesdistintos son los que ofrecen hoy varias lecturas yninguna desechable.

Si como parece entenderse hoy día la emigra-ción de los libiofenicios o “fenicios de Libia”43 dela que nos informan las fuentes (DomínguezMonedero, 1995, 223 y ss.) fue un fenómeno tar-dío, poco relevante y casi inscrito cronológica-mente al periodo de las Guerras Púnicas, no sepuede negar la instalación de colonos africanosen Iberia con anterioridad a los conflictos bélicoscon Roma e incluso aceptar que Cartago realizó

fundaciones y aportes poblacionales a un territo-rio ya colonizado de antiguo sin que se manifes-tase un proceso de ocupación o conquista (LópezPardo y Suárez Padilla, 2002, 118).

Algunos de los datos que se han extraído nodejan de ser sorprendentes. Al observar la exten-sión geográfica de los monumentos ibéricos y delos elementos arquitectónicos relacionados resul-ta curioso ver como no hay ningún resto más alláde los ríos Guadalquivir y Segura como límiteseptentrional (ver los mapas en las Figuras 1 y 2).Los restos se reparten por las zonas turdetanas ybastetanas andaluzas y, fundamentalmente, en elárea edetana y contestana del Levante, exacta-mente en las zonas señaladas generalmentecomo de mayor presencia militar y política púni-ca desde finales del siglo IV y a lo largo de todoel III a.C. (Fig. 1) Ningún indicio de la construc-ción de estos modelos ha aparecido hasta elmomento en zonas de expansión de la culturaibérica tan importantes como el noreste peninsu-lar o el sur de Francia donde, evidentemente, lapresencia púnica fue puntual en función del des-arrollo de los enfrentamientos con Roma funda-mentalmente en las dos últimas décadas del sigloIII a.C. y donde los influjos técnicos procedentesdel foco de Massalia y las factorías griegas fueronmás fuertes.

Aplicando un modelo analítico similar al delestudio de los monumentos púnicos, aparecennuevas hipótesis de trabajo y se generan nuevosplanteamientos sobre el papel que, en determi-nadas zonas costeras e interiores de Iberia tuvoCartago y su cultura más allá de la conquista, dela política imperialista, de la presencia militar ode los contactos comerciales. Se trata de unascuestiones sobre las que tantas veces se han apo-yado los argumentos difusionistas basados en lairradiación cultural de la capital púnica. Losdatos aportados incluyen cada vez con más fuer-za a algunos de los monumentos (funerarios oconmemorativos) ibéricos en el contexto de laarquitectura púnica y púnico-helenística. Conello se abre un nuevo panorama en el marco dela arquitectura monumental ibérica y se ampliael horizonte de estudios sobre la ProtohistoriaPeninsular y en concreto sobre la cultura ibéricaen el escenario de las interrelaciones entre socie-dades mediterráneas previo a la unificación cul-tural promovida por Roma.

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41“...las comunidades púnica e ibera que compartieron el asen-

tamiento (en este caso se refiere a Villaricos) convivieronen ausencia de una aculturación forzada por el elemento car-taginés o de una relegación del ibérico a la periferia, comohabría sido propio de un sistema imperialista de dominaciónterritorial” (Chapa Brunet, 1997, 147)

42 Conformando éste último el grupo más minoritario,compuesto principalmente por la elite político-militar.

43 Fenicios procedentes de Libia o indígenas africanossemitizados.

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