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© 2010 D.R. Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. MÓDULO 6 Ética periodística para el desarrollo social Introducción El periodismo está sujeto a presiones sin precedente. La concentración de la propiedad mediática, la globalización de la información, la inmediatez que caracteriza al acceso a las noticias, la influencia de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, todos estos son factores que inciden en la producción periodística y trastocan los paradigmas que conocimos hasta finales del siglo pasado. En medio de esta vorágine, los periodistas debemos afinar nuestras herramientas éticas para responder de la forma más adecuada a los nuevos dilemas que estos cambios nos presentan. La democratización de nuestras sociedades y el papel del ciudadano están en el centro de nuestra actividad profesional; de ahí que la conciencia ética de los periodistas resulta más necesaria que nunca, no sólo para ofrecer un producto informativo necesario y pertinente para nuestra comunidad, sino para estar a la altura de la nueva responsabilidad social de la prensa. Este módulo contempla un acercamiento teórico a la deontología profesional del periodista y su vinculación con la sociedad; define los elementos esenciales de la autorregulación periodística y propone una serie de categorías que clasifican los diversos instrumentos existentes en el mundo para facilitar su comprensión y, llegado el momento, su aplicación y desarrollo. La maledicencia popular afirma que los malos médicos entierran sus errores; los abogados mediocres, archivan los suyos; los ingenieros chambones ven derrumbarse sus errores. Siguiendo esa misma línea, podemos afirmar que el periodista no entierra, archiva ni desploma sus errores: los publica a 8 columnas, a la vista de todos sus lectores, de cara a la crítica social. Para el periodista profesional, que se desplaza en ese escenario tan visible, le resulta de importancia crítica reducir el margen de error y sustentar su credibilidad, en criterios y normas éticas, dictadas por su conciencia, por el medio informativo, por sus lectores y otros mecanismos sociales. Sería más simple regular jurídicamente los límites y la condiciones de su desempeño, pero algunas de sus encomiendas sociales, como el monitoreo de las conductas públicas, lo colocarían en la incómoda posición de ser evaluado y hasta juzgado por los mismos que suelen ser objeto de sus críticas editoriales. El dilema ético cotidiano que enfrenta el periodista y las alternativas que se ofrecen para la autorregulación de su profesión, se analizan en este módulo, que pretende encausar las inquietudes perennes del periodista profesional, le describe las diferentes alternativas que se practican en las sociedades democráticas y lo alienta a diseñar mecanismos de autocontrol idóneos para su medio y su comunidad. Los temas y los ejemplos pertinentes, se localizan en el periódico de hoy, en el noticiero de este mañana. Así de importante es la reflexión ética posible y deseable. En este módulo, conforme vaya avanzando en los temas, podrá llegar a la meta que es ejercer un periodismo bajo principios de ética muy puntuales.

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MÓDULO 6 Ética periodística para el desarrollo social Introducción

El periodismo está sujeto a presiones sin precedente. La concentración de la propiedad mediática, la globalización de la información, la inmediatez que caracteriza al acceso a las noticias, la influencia de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, todos estos son factores que inciden en la producción periodística y trastocan los paradigmas que conocimos hasta finales del siglo pasado. En medio de esta vorágine, los periodistas debemos afinar nuestras herramientas éticas para responder de la forma más adecuada a los nuevos dilemas que estos cambios nos presentan. La democratización de nuestras sociedades y el papel del ciudadano están en el centro de nuestra actividad profesional; de ahí que la conciencia ética de los periodistas resulta más necesaria que nunca, no sólo para ofrecer un producto informativo necesario y pertinente para nuestra comunidad, sino para estar a la altura de la nueva responsabilidad social de la prensa. Este módulo contempla un acercamiento teórico a la deontología profesional del periodista y su vinculación con la sociedad; define los elementos esenciales de la autorregulación periodística y propone una serie de categorías que clasifican los diversos instrumentos existentes en el mundo para facilitar su comprensión y, llegado el momento, su aplicación y desarrollo.

La maledicencia popular afirma que los malos médicos entierran sus errores; los abogados mediocres, archivan los suyos; los ingenieros chambones ven derrumbarse sus errores. Siguiendo esa misma línea, podemos afirmar que el periodista no entierra, archiva ni desploma sus errores: los publica a 8 columnas, a la vista de todos sus lectores, de cara a la crítica social. Para el periodista profesional, que se desplaza en ese escenario tan visible, le resulta de importancia crítica reducir el margen de error y sustentar su credibilidad, en criterios y normas éticas, dictadas por su conciencia, por el medio informativo, por sus lectores y otros mecanismos sociales. Sería más simple regular jurídicamente los límites y la condiciones de su desempeño, pero algunas de sus encomiendas sociales, como el monitoreo de las conductas públicas, lo colocarían en la incómoda posición de ser evaluado y hasta juzgado por los mismos que suelen ser objeto de sus críticas editoriales. El dilema ético cotidiano que enfrenta el periodista y las alternativas que se ofrecen para la autorregulación de su profesión, se analizan en este módulo, que pretende encausar las inquietudes perennes del periodista profesional, le describe las diferentes alternativas que se practican en las sociedades democráticas y lo alienta a diseñar mecanismos de autocontrol idóneos para su medio y su comunidad.

Los temas y los ejemplos pertinentes, se localizan en el periódico de hoy, en el noticiero de este mañana. Así de importante es la reflexión ética posible y deseable.

En este módulo, conforme vaya avanzando en los temas, podrá llegar a la meta que es ejercer un periodismo bajo principios de ética muy puntuales.

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Mapa Conceptual

 

Tema 1 ¿Qué es la ética periodística?

La siguiente frase encierra el sentido de este tema por completo:

La ética no se enseña, se construye.

¿Cómo se construye? Construcción de valores morales En el plano individual, el proceso inicia con la asimilación de valores morales que cada quien recibe en el ámbito familiar. Socialización temprana La socialización temprana permite a uno contrastarlos con la realidad de nuestro entorno particular. Así, desde esos primeros momentos, toda persona enfrenta la característica esencial de la ética: la solución de dilemas. Valores de la sociedad En el plano colectivo, las sociedades funcionan a partir de valores subyacentes que determinan la forma y el fondo de las relaciones sociales, así como todo aquello que es admitido o rechazado por la comunidad, incluso más allá del ámbito de las leyes que rigen la convivencia y los intercambios de todo tipo entre particulares.

[Revise las instrucciones para realizar la Actividad “Definición de ética” en la página web del diplomado]

Tema 2 Prensa y sociedad: responsabilidades compartidas Los orígenes y actualidad de la prensa

La prensa que hoy conocemos tiene poco que ver con aquella que el filósofo francés Alexis de Tocqueville contempló con resignación en la joven democracia estadunidense, en el primer tercio del siglo XIX, consciente de que era una suerte de mal necesario.

¿Cómo era la prensa en sus orígenes?

• Los periódicos del mundo se asumían como abanderados de ideales e intereses en pugna. • Lo mismo defendía que atacaban posiciones políticas y tomaban partido abiertamente en cada diferendo

ideológico. • Algunos medios, incluso, eran subvencionados directamente por el gobierno o por partidos políticos. • Aquella prensa respondía al espíritu libertario de la época que buscaba la máxima libertad posible fundada en la

individualidad y en la diversidad. • No es sino hasta ya entrado el siglo XX que los periodistas se cuestionan la naturaleza de su función en sociedad

e inician una autocrítica sistemática de sus métodos y contenidos.

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• Son varios los periodistas que inician la construcción de un discurso ético y llaman a la autocontención, particularmente en Estados Unidos, prefigurando un sentido de responsabilidad profesional que habría de entrar en conflicto con la creciente influencia de los propios medios en la vida de sus comunidades e incluso de sus naciones.

• Esta práctica cobra la mayor importancia a partir del riesgo latente de que los gobiernos impusieran mecanismos de regulación que acotarían el ámbito de libertades hasta entonces disfrutado por la prensa, a mediados del siglo XX. (1)

Los orígenes y actualidad de la prensa

Uno de los paradigmas de la libertad de prensa ha sido, precisamente su independencia del poder político, la cual suele ser el estandarte más importante que blande la prensa estadounidense y europea. Sin embargo, los medios en esas regiones han sido mucho menos independientes de lo que quieren hacer creer. Particularmente durante guerras, o en graves conflictos sociales internos, la prensa ha sido un aliado abierto de sus gobiernos.

Tras la crisis desatada por los ataques a Nueva York y Washington, en septiembre de 2001, nuevamente se reproduce la contradicción y la prensa estadounidense abandona el papel del que gusta presumir como "perro guardián" frente al poder, y parece más "perro faldero".

Un periódico es una empresa privada que no le debe nada al público, el cual no le ha concedido ninguna franquicia. Por lo tanto, el interés público no tiene influencia. Enfáticamente, es propiedad de su dueño, quien vende un producto manufacturado bajo su propio riesgo. Esto que fue dicho en 1991, al iniciarse la intervención estadounidense en el Golfo Pérsico, es igualmente aplicable a la actual ofensiva contra Afganistán, pues entonces como ahora, en los hechos, los medios sirvieron como agentes de propaganda del gobierno difundiendo básicamente la versión oficial de la administración del presidente George Bush [padre del expresidente de Estados Unidos] sin ningún contrapeso crítico y claramente callaron u omitieron voces discordantes. Esto dificultó la distinción entre la línea política gubernamental y la línea editorial, contribuyendo así a obtener un aplastante respaldo del público a la guerra. Tal actitud corresponde plenamente con la postura adoptada por muchos medios que se consideran incluso por encima de la sociedad, como lo evidencia la tristemente multicitada expresión de William P. Hamilton, dueño del diario The Wall Street Journal. La prensa y la sociedad

En el otro extremo, la teoría de la responsabilidad social de la prensa, surgida de los embates de la Commission on Freedom of the Press, no acaba de dejar de ser una teoría y aún está lejos de ser una realidad. De hecho, muchas de las conductas aparentemente éticas de la prensa en Estados Unidos, Canadá y Europa están más bien determinadas por un sentido de autoprotección contra demandas civiles por difamación. Esta es quizá una de las mayores diferencias en las prácticas periodísticas estadounidense y latinoamericana:

• En Estados Unidos los periodistas viven bajo la mira de los abogados. • Y en Latinoamérica, son más los reporteros que viven bajo amenaza de muerte tanto por parte de sus propios

gobiernos como del crimen organizado y la guerrilla- que en riesgo de sanción judicial.

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La sociedad, por su parte, no está inerme, como pareciera en primera instancia. Tiene en sus propias manos la posibilidad de señalar públicamente a los medios que trabajan a sus espaldas o que hacen de su participación mediática el principal activo de sus intereses políticos y económicos, en los que, ciertamente la sociedad no juega otro papel que el de masa. Lo que sigue es básicamente tarea del ciudadano. Resulta indispensable que éste abandone su papel de espectador acrítico de pseudo realidades que le presentan impunemente los medios de comunicación -particularmente la televisión-, sucesos sin contenido ni explicación que son aceptados porque son vistos, aunque no se entiendan. Ante la sobreabundancia de información que caracteriza nuestra época, las redacciones transmiten hoy información sin sentido, y el espectador -ya no más receptor de información- contempla sucesos cuyo único significado descansa en la imagen o en la descripción. El ciudadano que elude su responsabilidad social de pensar y, por lo tanto, de buscar información de calidad y de discernir entre la calidad de las fuentes de información, renuncia irresponsablemente al deber cívico de resistir, de pensar, de confrontar, de defender los espacios de libertad conquistados a lo largo de la historia y que, hoy en día, están en peligro de fosilizarse en modelos globalizados de información. Esto es más que una posibilidad individual, es una opción cívica frente a la difuminación del concepto de Estado, pues todavía puede ser cierto que las instituciones constitucionales de la democracia de masas estatal-social cuentan con una opinión pública intacta, puesto que ésta sigue siendo la única base reconocida de la legitimación del dominio público. (Habermas, 1997)

Por supuesto, no toda la responsabilidad por la enajenación recae en el ciudadano. Los medios, a su vez, pueden elegir entre dos claras opciones: ser garantes e impulsores del desarrollo democrático, o ser meros agentes del control social global. En efecto, la prensa juega un papel determinante, ya sea para reproducir la "estupidización" de las masas o para generar la demanda de información de calidad en la que imprime el interés público, el contexto, la relevancia del hecho, la pertinencia social, es decir, la información veraz, el dato y el hecho comprobables, objetivos. De esta manera podemos entender lo siguiente:

1. El periodismo nació de un ser social preocupado de saber, de comprender y de relacionarse.

2. La información periodística le daba herramientas para ejercer ese papel social.

3. Luego, el periodismo se convirtió en industria y la información en mercancía.

Esto, junto con procesos culturales que alimentan el aislamiento individualista de nuestras sociedades, prácticamente cancelaron el debate público y lo sustituyeron por el entretenimiento, como ilusión que nutre la pereza cívica y anula el pensamiento crítico del receptor inhibiendo su participación activa y eficaz.

El papel de la sociedad en el desarrollo de los medios no es menor. Es notorio que en países como México la prensa de la mayor parte del siglo XX se mantuvo un paso atrás de la evolución de la sociedad a la que supuestamente servía, y fue ésta la que arrastró tras de sí a los medios, forzándolos a la apertura. Toca ahora a la prensa entender los cambios y transformarse rápidamente para asumir el papel que le corresponde en el largo proceso de consolidación democrática que le espera a Latinoamérica.

La posibilidad está abierta, si es que es cierto que "la prensa siempre toma la forma y matices de las estructuras sociales y políticas en las cuales funciona". (Siebert, Peterson y Schramm, 1956)

[Revise las instrucciones para realizar la Actividad “Dilemas éticos” en la página web del diplomado]

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Tema 3 La autorregulación periodística

En el caso del periodismo, así sea de manera intuitiva, se conoce cuál es el fin último de la ética aplicada; lo que falta definir claramente es la materia de la que se ocupa, sobre quiénes recaerán las acciones del proceso informativo y cómo se definen las múltiples formas que adquieren lo que gremialmente se les han llamado mecanismos de autorregulación.

La responsabilidad social implica, además, que los periodistas y los medios demuestren un voluntario respeto de los derechos fundamentales de los ciudadanos, y no sólo porque la ley se los mande. Finalmente, la autorregulación periodística es un elemento más en la construcción de la confianza pública en la prensa. Pero no se trata de inculcar en la sociedad una fe ciega en los medios, sino enseñarles a "entender y valorar la importancia de una prensa libre e independiente", (Kovach, 2002) compartiendo con ellos lo más posible sobre sus métodos de reporteo y sobre sus fuentes de información. El objeto de la autorregulación

El periodismo profesional pasa necesariamente por la autorregulación.

Esta idea, aceptada por teóricos del derecho y la deontología, aún no acaba de permear en todos los estratos de la prensa. Hoy es posible encontrar a muchos periodistas, editores y dueños de medios que se resisten a asumir la carga moral que les representa la ética, particularmente cuando ésta se muestra imbuida por principios filosóficos más cercanos a la moral religiosa que a la búsqueda de un bien general. La autorregulación se genera en condiciones tan diversas como las condiciones particulares de las naciones y las zonas donde se aplican. Lo cierto es que nadie puede abrogarse el derecho a imponer a los demás su propia visión de conducta moral profesional, ni siquiera de lo que debe ser o cómo debe aplicarse la ética periodística. Por eso no extraña que la Federación Internacional de Periodistas (FIP) rechace esa posibilidad. No puede ignorarse que la autorregulación ha sido un freno tradicional que los propietarios de los medios han opuesto a la amenaza gubernamental de imponerles controles legislativos que afectarían no sólo su libertad editorial para ejercer el papel de fiscalizadores del poder público, sino también al negocio que les representa el hecho de haberse convertido ellos mismos en factores de poder. No hay un modelo único de autorregulación que pueda ser copiado en todo el mundo. Los periodistas en cada país deben trabajar juntos para establecer y revisar estándares comunes de ética y profesionalismo.

No obstante, la ética periodística ha estado presente desde siempre en los medios, pero es relativamente reciente su sistematización en forma de documentos, códigos, instrumentos diversos, organizaciones e instituciones que operan públicamente. Con todo, se coincide en lo esencial con las cuatro funciones elementales de la autorregulación que Hugo Aznar (1999b) ha señalado:

• Establecer las normas éticas a que se deben sujetar voluntariamente tanto los empresarios de la información como los periodistas.

• Contribuir a crear las condiciones de normalidad -tanto en lo laboral como en lo profesional y lo social- para el cumplimiento de éstas.

• Brindar elementos de juicio crítico al público sobre el desempeño de los propios medios. • Socializar los procesos de toma de decisión en los medios y el conocimiento que deriva del diálogo ético de los

periodistas. Ciertamente, no puede concebirse una autorregulación que carezca de bases escritas que sistematicen las prácticas deontológicas comunes de cada redacción, como los códigos de ética. Precisamente, lo que hacen algunos mecanismos de autorregulación es volver operativas aquellas normas deontológicas que se imponen a sí mismos los periodistas y los medios, por ejemplo el defensor del lector y el estatuto de redacción. El involucramiento del público es pieza fundamental de la autorregulación.

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Los diversos mecanismos no sólo deben ser públicos, sino que los hay también que permiten la participación directa de lectores y auditorio, mediante la fiscalización de los propios medios, a través de los consejos de ética y los observatorios de medios, por citar algunos. Básicamente, el objeto de los mecanismos de autorregulación es:

• La elaboración de un producto informativo no sólo de calidad, sino con una gran pertinencia social. • Con un contenido que cumpla con la función de la prensa en democracia. • Que es proporcionar a la sociedad información suficiente, veraz y oportuna que permita la participación razonada

de los individuos en la toma de decisiones de su comunidad. La autorregulación periodística es incluso un instrumento de defensa de las libertades de expresión e información como valores universales de la democracia, siempre que se encuentren amenazadas. Esta es la base, precisamente, de la teoría de la responsabilidad social de la prensa. La inmensa mayoría de los códigos éticos nacionales e internacionales así lo consignan, e imponen con ese fin una serie de estándares mínimos en las prácticas periodísticas cotidianas -con una decidida orientación hacia el interés público- como la precisión, la veracidad y el equilibrio informativos, tendencia que siguen claramente los documentos de este tipo en Latinoamérica. El sujeto y la autorregulación

Todo sujeto es un "ente dotado de derechos y obligaciones derivados de un sistema normativo determinado". (Villanueva, 2000). Para los fines de este curso, se encuentran dos sujetos claramente definidos por el propio proceso informativo.

1. El periodista y los medios 2. Las fuentes de información y el público

El periodista y los medios A lo largo de los años, diversos autores han señalado que:

"La deontología periodística, particularmente traducida en códigos, acrecienta el prestigio de la profesión"(Aznar, 1999a); Villanueva, (1999). Podría considerarse que así es, pero esta resulta una posición un tanto utilitaria. No es menos cierto que: "La ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo, como el zumbido al moscardón", a decir de Gabriel García Márquez.

La autorregulación es una consecuencia natural y hasta deseable del ejercicio profesional, ético y responsable. Es por esto que se puede decir que: Ninguna conducta profesional es ética por sólo pregonarlo. La ética periodística, ésta no se agota en las normas de conducta profesional recogidas en los cientos de códigos deontológicos que existen en el mundo, sino que se construye todos los días. Así, el prestigio de la prensa -digamos, el indispensable cimiento de su credibilidad- está a prueba en las decisiones periodísticas que debe tomar cotidianamente. Todo el edificio de los derechos y obligaciones del periodismo que descansa sobre las decisiones periodísticas puede derrumbarse con una sola mala decisión. La ética periodística no puede quedar solamente restringida al ámbito de la conciencia individual de periodistas y editores que, si bien resulta indispensable, no alcanza a todo el proceso de producción informativa. Incluye, por supuesto, a la empresa informativa, que es la que provee a los periodistas de la infraestructura necesaria para difundir la información que recaban y procesan, y que tiene el poder último para determinar la orientación ideológica de los contenidos, pero que además lucra con su actividad.

La deontología periodística, es una construcción colectiva. Pero ni siquiera los periodistas pueden, por sí mismos, prever todos los escenarios hipotéticos de su actividad, pues a fin de cuentas trabajan con un bien público, que es la información, y la prensa no es titular exclusivo de este que también es un

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derecho. Los individuos que integran la sociedad son los titulares de la libertad de expresión y del derecho a la información. Por tanto, la construcción de la deontología periodística debe contemplar a la sociedad en su conjunto. Algunos mecanismos de autorregulación constituyen en sí mismos fuentes de información ética no sólo para los periodistas, sino para la propia sociedad. (Aznar, 1999a). Es el caso de los códigos éticos no destinados al estricto consumo interno en las redacciones, sino a su difusión por parte de los medios, lo cual permite al público conocer los compromisos morales y profesionales de la prensa, y hacerlos exigibles mediante el contraste con sus prácticas reporteriles y editoriales. Otros mecanismos de autorregulación abren a los medios a la participación directa de la sociedad, como los consejos de ética. Y la propia sociedad, una vez organizada, también puede y crea sus propios organismos de fiscalización de la prensa, como es el caso de los observatorios de medios. Es claro entonces que el periodismo sólo se explica a sí mismo a partir de su relevancia social. Las fuentes de información y el público

Quienes trabajan en la prensa saben que comparten muchas de las cualidades de los escritores e incluso llegan a tomar prestadas algunas técnicas de redacción literaria para que los relatos periodísticos ganen fuerza expresiva. Entre las diferencias y las semejanzas se pueden encontrar las siguientes:

1. A fin de cuentas, los periodistas cuentan historias y, al hacerlo, buscan también sus propias formas de expresión,

su propia voz.

2. A diferencia de novelistas, poetas, cuentistas y ensayistas, ningún periodista escribe para sí mismo.

3. Todos escriben necesariamente para que alguien los lea, los escuche o los vea. Y ese alguien es la sociedad.

4. La sociedad misma es el objeto noticioso de la prensa, ya sea a partir de historias sobre algunos de sus individuos

o de grupos de estos, o bien instituciones públicas y organismos de la sociedad civil.

El periodista escribe sobre la gente, sobre lo que hace, sobre lo que le pasa. Y, sobre todo, elige reportar y destaca información sobre sucesos que tienen relevancia para el interés público, entendido éste como aquello que tiene pertinencia social, es decir, que afecta a la vida de la sociedad. Así, partes de la sociedad se convierten también en fuentes de información que merecen del periodista un trato respetuoso, justo y equilibrado. Especial atención merecen algunas fuentes de información como por ejemplo:

Un funcionario público, un político profesional, un representante popular electo o un miembro destacado de la sociedad civil como fuentes de información tradicionales.

Una persona que se dedique a casi cualquier otra actividad privada.

Son objeto natural de la labor de fiscalización de la prensa, y por tanto aprenden y se acostumbran al trato casi cotidiano con reporteros, editores, fotógrafos y camarógrafos

Como otros individuos de la sociedad, no tienen mayor contacto con ellos que no sea a través de los propios medios, cuando las personas leen un periódico o una revista, y escuchan o ven un noticiario radiofónico o televisivo; pero rara vez en su vida enfrentarán a un periodista

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El contenido y la autorregulación

Hay diferentes formas de ver la ética periodística: • Como una herramienta más para hacer un buen trabajo que no conlleva el problema de resolver dilemas

constantemente. • Como una utopía, ya que pone en lo más alto un ideal profesional. • Como la base de códigos éticos, ya que fija las exigencias mínimas que se pueden esperar de un periodista. • Como la base de la autorregulación que idealmente, nace del diálogo ético al interior de una redacción y adquiere

su legitimación en los códigos deontológico. Es desde este punto que se construyen los demás mecanismos que garantizan su cumplimiento.

• Como una base de consenso mínimo en la redacción. En la elaboración de reglas de comportamiento ético para una redacción, no se debe ignorar la participación de reporteros, editores, redactores, correctores, secretarios de redacción, fotógrafos, diseñadores, articulistas, editorialistas, columnistas e incluso algún colaborador destacado.

Un diálogo ético real, efectivo, sólo puede fructificar en aquellos medios donde la conciencia y la responsabilidad profesional

alcance a toda la pirámide jerárquica. Un código deontológico puede y debe surgir del acercamiento entre posiciones que

ocasionalmente entran en conflicto.

Aquí se defiende el involucramiento pleno del cuerpo periodístico en la discusión axiológica y el diseño de las normas deontológico de cada medio, no sólo porque aquél deberá aplicarlas, sino porque cada una de las partes involucradas en el proceso informativo cotidianamente enfrenta dilemas sobre los que deberá tomar una decisión siempre periodística y además, con demasiada frecuencia, ética. Crear un diálogo ético para una empresa periodística implica una larga discusión, en la que todos sus integrantes pueden y deben aportar algo. El consenso obtenido:

• Garantiza la legitimidad de una conducta ética buscada. • Interioriza las bondades de un desempeño profesional. • Facilita tanto la prevención como la sanción de conductas reprobables de cualquier miembro de una

empresa periodística determinada. • Permite una constante revisión de los diversos mecanismos de autorregulación mediante la incorporación

del aprendizaje ético traducido en nuevas y mejores normas.

[Revise las instrucciones para realizar las Actividades “Solución de dilemas” y la actividad 1 “Comprensión de objeto, sujeto y contenido de la autorregulación periodística” en la página web del diplomado]

Tema 3 Los mecanismos de autorregulación periodística

Categorías

Los mecanismos de autorregulación son: "Instrumentos sistemáticos que permiten llevar a la práctica los criterios éticos de una redacción particular".

Algunas de sus características son:

• Pueden alcanzar a un grupo de medios o a un conjunto de periodistas agrupados en alguna organización empresarial o profesional. En ambos casos, se requiere el consenso de las partes para asegurar su plena vigencia.

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• Conllevan participación social cuando el propio medio le abre sus puertas, o bien cuando, organizada motu propio, desarrolla instrumentos de vigilancia y crítica sobre los medios, convirtiéndose en elemento de fiscalización.

• Algunos de estos mecanismos son impuestos por el Estado, a través de leyes, lo cual representa un contrasentido, pues se pierde la característica esencial de la autorregulación: ser un acto voluntario, y se convierten en instrumentos de control.

A partir de esta somera descripción, proponemos seis categorías para catalogar los diversos mecanismos de autorregulación existentes, en función de su origen, más que de su integración.

Mecanismos de Autorregulación

Internos

Principios editoriales Código de ética Comité de ética Defensor del lector Estatuto de redacción

Empresariales

Consejo de ética

Gremiales

Colegio de periodistas

Sociales

Observatorio de medios

Mixtos

Media Accountability System

Estatales

Consejo de Prensa

En cualquier caso, los mecanismos de autorregulación varían de medio en medio y de país en país. No existe una sola redacción ni un solo país donde existan todos a la vez. El alcance mismo de estos mecanismos también está determinado por las condiciones particulares de desarrollo político, económico, social y cultural del lugar donde se aplican.

Mecanismos internos

Mecanismos internos se entienden como:

Los mecanismos desarrollados por el propio medio, ya sea por iniciativa de la parte empresarial, de la periodística o -idealmente- de ambas.

Suele incluir alguno de estos:

• Principios editoriales • Código de ética • Comité de ética • Defensor del lector • Estatuto de redacción

Para que un medio pueda ser considerado como autorregulado, debería contar con alguno de esos instrumentos como mínimo, aun cuando se encuentran casos en que operan dos o más de estos como consecuencia de un desarrollo ético lógico.

Los alcances y límites de cada uno de estos mecanismos varían de acuerdo con:

• El contenido de los mismos. • El momento en que fueron creados. • La participación mayor, menor o nula de la redacción en

su diseño. • Las particularidades de cada instrumento. • Sobre todo la capacidad real de aplicación y la fuerza

vinculante con que cuenten.

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No es lo mismo un código de ética que un comité de ética, pues mientras el primero simplemente recoge las normas

deontológicas voluntarias a que deberán sujetarse moralmente empresa y periodistas, el segundo vela por su cumplimiento, y

analiza y emite juicios y resoluciones sobre situaciones conflictivas concretas.

Principios editoriales

Por elemental congruencia, el primer obligado a cumplir con sus propios principios editoriales es el empresario periodístico;

además, tiene la tarea de hacerlos cumplir también a su redacción, Aznar (1999) aunque esto no puede ocurrir ni de manera

automática ni mucho menos por burda imposición.

Toda autorregulación periodística inicia por los principios editoriales de cada medio. Ahí quedan plasmados: el ideario y los objetivos de un periódico, revista, estación de radio o de televisión, les dotan de identidad propia y un compromiso moral voluntariamente asumido frente a sus lectores o auditorio, dentro de un contexto político y del desarrollo social de su entorno inmediato Particularmente entre los periódicos y revistas más importantes de Latinoamérica, la manifestación pública de sus respectivos principios editoriales no sólo quedó consignada en su primera edición, sino que estos reflejan también la coyuntura en que surgen. Es el caso, por ejemplo, del semanario mexicano Proceso, que declaró en su editorial inaugural:

En medio de señales ominosas, entre las cuales la información y la crítica pública pudieran parecer exóticas o peligrosas, Proceso asume el compromiso de brindarlas. Ellos comentan: "Nos empeñamos en hacerlo porque estamos persuadidos de que es importante contribuir a que la nación se conozca a sí misma para que a partir de su propia conciencia pueda delinear su porvenir justo y libre".

Se ha señalado ya que:

Los principios editoriales no implican la subordinación acrítica de la redacción a la voluntad arbitraria de la empresa.

Consecuentemente

La orientación ideológica del empresario, los accionistas y los directivos -reflejada normalmente en el contenido editorial del medio- debe someterse a los principios elementales del periodismo.

Esto deja claro que el alcance y los límites reales de este mecanismo derivan de:

La voluntad del empresario periodístico para sujetarse a los principios que él mismo proclamó de un inicio.

El mismo dueño del medio -o nuevos dueños, si cambia de propiedad-, puede verse tentado a modificarlos en un momento dado, pues está en todo su derecho de hacerlo cuando así le convenga; no obstante, cualquier modificación en sus principios editoriales debe expresarse públicamente, pues está moralmente obligado a difundirlo como ejercicio de responsabilidad social.

En algunas fechas simbólicas -como lo es un aniversario- muchos de los medios impresos latinoamericanos suelen publicar algún editorial en el que recuerdan parte de las líneas básicas que les han guiado, pero esto no puede ser plenamente considerado como un refrendo de su ideario y objetivos, primero porque en todo caso representa un ejercicio de memoria incompleto, y, segundo, porque es más bien común que ese editorial responda a alguna coyuntura política, social o económica de la agenda pública de su ciudad, país o región. Este defecto -si así se le puede llamar- puede ser corregido de manera práctica debido a que casi cualquiera de éstos tiene la posibilidad de contar con una versión en línea de sus ediciones o al menos un portal institucional, y ahí nada les impide colocar de forma destacada un enlace hacia una página electrónica que contenga sus principios editoriales.

La dirección del enlace puede además imprimirse de forma permanente en el aviso legal o en el directorio de un periódico o revista -o bien transmitirse en un cintillo de pantalla de televisión o en las identificaciones de la estación de radio-, permitiéndole así a cualquier lector o al auditorio acceder a ese documento en cualquier momento y juzgar por sí mismo la congruencia o alejamiento de la línea editorial del medio.

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Los principios editoriales realmente no dejan de ser más que: Un enunciado más bien demasiado general de propósitos ideológicos y deontológicos que no contemplan infinidad de situaciones particulares de conflicto ético a los que se enfrentan cotidianamente los periodistas ni aportan elementos concretos para resolverlos en beneficio del ciudadano.

Por ello, los principios editoriales necesitan ser reforzados mediante el establecimiento o adopción de un código de ética, donde se recojan las prácticas habituales de la redacción frente a dilemas éticos propios de esta profesión e intereses extraperiodísticos de dueños y directivos que -tanto unos como otros- amenazan la credibilidad del medio.

Códigos de ética

Los manuales de estilo normalmente son de consumo interno, es decir, no son documentos de consulta pública, aunque hay algunos ejemplos de manuales o libros de estilo que son editados y comercializados en librerías, por ejemplo:

• El País (Libro de estilo) • Proceso (Manual de estilo)

Los códigos de ética adoptan varias formas y tienen diversos alcances, dependiendo de quiénes participan en su origen. La forma más primaria se encuentra en los manuales de estilo. Algunos de ellos, conocidos como manuales de "segunda generación". Incluyen ya algunos conceptos elementales, sin llegar a constituir verdaderos códigos de ética. Algunos medios, además, han llegado a difundir versiones a través de Internet, como la agencia de noticias EFE (http://www.efe.com/), que ofrece como servicio la herramienta "Vademécum de Español Urgente" (http://www.fundeu.es/eUrgente.aspx?frmOpcion=VADEMECUM), una suerte de diccionario que no presenta entradas para voces deontológicas. Este Manual de Español Urgente, que va ya por la 18.ª edición, nació de la preocupación de la Agencia Efe por conseguir un equilibrio entre un español vivo y actual y una lengua libre de extranjerismos superfluos y de usos empobrecedores. Hoy la Fundación del Español Urgente, Fundéu BBVA, recoge el testigo de Efe y trabaja para actualizar este manual para que periodistas, publicistas, redactores de informes y en general cualquier persona que requiera una guía ágil y nada restrictiva, encuentren en él una valiosa ayuda que le pueda aclarar y corregir su expresión oral o escrita.

En realidad, son relativamente pocos los diarios y revistas que cuentan con un código de ética explícitamente elaborado para sus redacciones; menos aún los que, además, los exponen al público. Esto no significa que los medios que carecen de un código deontológico sean ajenos a la ética; del mismo modo que el mejor de éstos es no garantía per se, su ausencia no impide una conducta profesional rigurosa. Algunos manuales o libros de estilo pueden considerarse de "tercera generación". Estos manuales incorporan apartados especiales con declaraciones de principios y hasta jurídicos mucho más elaborados, al punto de añadir, por ejemplo, el estatuto del defensor del lector (u ombudsman), como lo hizo The Washington Post, o el estatuto de redacción en El País, en 1990. Aznar encuentra en estos manuales tres niveles de responsabilidad ética del periodismo: lingüística, deontológico e ideológica, concediéndoles un sentido de evolución lógico. (Aznar, 1999ª)

De forma implícita o explícita, los códigos de ética periodística supranacionales y aquellos creados dentro de Estados democráticos de derecho apuntan a la responsabilidad social del periodista como el eje en torno al cual gira el compromiso moral con valores superiores, como es el derecho humano a la información y a la libre expresión; con valores ideológicos, como el concepto mismo de democracia, e incluso con valores jurídicos, como el derecho a la privacidad.

Las organizaciones profesionales, así como las personas que participan en la formación profesional de los periodistas y demás agentes de los grandes medios de comunicación que les ayudan a desempeñar sus tareas de manera responsable, deberían acordar particular importancia a los principios de la presente declaración en los códigos que establezcan y por cuya aplicación velan.

Muchos códigos éticos son creados por encargo del empresario mediático y sus directivos, sin que exista un diálogo ético previo en las redacciones. Esto:

• Suele condenar estas iniciativas al papel de catálogo de buenas intenciones, en el mejor de los casos.

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• Genera un mero instrumento de relaciones públicas destinado a aparentar frente a la sociedad que se tienen verdaderos compromisos que más bien suelen ignorarse en el quehacer periodístico y editorial cotidiano, pues los intereses del dueño suelen sobreponerse a cualquier principio de responsabilidad social periodística.

• Otras veces, el enunciado de compromisos morales carecen de viabilidad práctica pues no corresponden a la realidad social y política del entorno de la sociedad a la que sirve el medio.

Se adolece de los recursos materiales que garanticen su independencia empresarial y editorial, particularmente en naciones en vías de desarrollo. Cuando un código deontológico es fruto del diálogo ético de una redacción -incluyendo, por supuesto, a directivos y empresarios-, o de un grupo de periodistas asociados en alguna organización profesional, entonces:

• La vinculación es plena. • Se trata de un compromiso voluntariamente asumido por consenso. • Se presume que se han contemplado desde la congruencia con la línea editorial del medio hasta las

características particulares de la empresa periodística. • Lo mismo la realidad política, social, económica y cultural del lugar donde se edita el medio.

En algunas ocasiones los códigos éticos son impuestos de manera no consciente y por eso en ocasiones son ignorados.

Un buen ejemplo de un exitoso código deontológico son los Principios y compromisos éticos del diario mexicano El Imparcial, editado en la ciudad de Hermosillo, Sonora. [Revise las instrucciones para realizar la actividad “Comparar códigos supranacionales” en la página web del diplomado]

Comité de ética

Para conocer las características de un comité de ética o consejo de ética:

1. Están integrados por personal de la redacción. 2. Evalúan el comportamiento ético de un medio a través de la valoración de los contenidos de información y

comentarios editoriales que éste publica. 3. Detectan violaciones al código de ética del medio. 4. Investigan las causas que las propiciaron la violación. 5. Emiten recomendaciones para evitar faltas al código. 6. Pueden encontrar un dilema ético que escape a las previsiones del código de ética, lo que les permite abrir una

discusión deontológica en su redacción para evaluar la situación concreta y llegar a la mejor solución posible. 7. Permiten enriquecer el acervo ético del medio y pueden sugerir algo que pueda ser incorporado a su código

deontológico.

Esto convierte al comité de ética en:

• Un asesor, dispuesto a contribuir en la resolución de conflictos particulares, alimentando la confianza de la redacción en su trabajo y alentando el diálogo ético entre los periodistas y directivos.

• Una ventaja comparativa es cuando no se limitan a la supervisión deontológica de los contenidos editoriales, sino que abarcan al departamento de publicidad, lo que evita la publicación de desplegados que invadan la vida privada o injurien a las personas, por ejemplo.

• Ante las dificultades para integrar un comité de ética eficaz, otro mecanismo de autorregulación -incluso más común de encontrar- es la figura del defensor u ombudsman del lector, quien cumple con esas y otras funciones dentro de un medio.

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El defensor del lector

El defensor del lector básicamente: Recibe e investiga quejas de los lectores del periódico o de la audiencia de estaciones de radio y televisión sobre la precisión, equilibrio y buen gusto en la cobertura periodística. Él o ella recomiendan remedios apropiados o respuestas para corregir o clarificar las notas.

Conocido también como ombudsman, se define la figura del defensor del lector.

Es una persona contratada específicamente para representar los intereses del público ante un medio y gestionar sus quejas particulares por coberturas y tratamientos periodísticos determinados. El defensor del lector puede ser un miembro activo de la redacción, alguien que se ha jubilado como reportero o editor, o incluso una personalidad externa al periódico o revista, con un elevado perfil de credibilidad y autoridad moral, condición indispensable para generar confianza tanto hacia dentro como hacia fuera del medio.

El defensor del lector básicamente: Recibe e investiga quejas de los lectores del periódico o de la audiencia de estaciones de radio y televisión sobre la precisión, equilibrio y buen gusto en la cobertura periodística. Él o ella recomiendan remedios apropiados o respuestas para corregir o clarificar las notas.

En el resto de Latinoamérica hubo experiencias fallidas, como en el diario Chileno La Época, hasta mediados de 2002, sólo había defensores del lector en los diarios ecuatorianos Hoy y El Telégrafo; el diario El Nuevo Día, de Puerto Rico; La Prensa, de Panamá; El Deber, en Bolivia, y El Nacional, en Venezuela.

El alcance de la figura del defensor del lector latinoamericano tiene diverso acento. A veces está más ligado a una voluntad empresarial de cambio -lo que puede limitarle si se le percibe sólo como instrumento de control-, o a un interés de apariencia; otras, al desarrollo de una conciencia ética de la redacción, lo que ofrece una evidente probabilidad de éxito mayor. En esto, mucho tiene que ver la calidad y autoridad moral de quien desempeña el cargo.

En ocasiones, la creación del cargo de defensor del lector no sólo es intrascendente, sino que puede significar una burda maniobra de apariencias y relaciones públicas.

Para saber más...

En el terreno práctico, el defensor del lector no trabaja solo, requiere de la colaboración de la redacción, mediante la comprensión de sus funciones, y de los directivos de su medio, que en todo momento deben respetar la autonomía de sus juicios deontológico. Sin esto, el cargo puede ser no solamente nominativo y su imagen un membrete, sino que también puede convertirse en un foco de conflicto interno por carecer de la indispensable legitimidad para llamar a cuentas a los periodistas por lo que hacen o no hacen y por lo que escriben o no escriben. En cualquier caso, el futuro de la figura del defensor del lector en Latinoamérica depende de una generalización de la conciencia ética de los periodistas y de una buena educación deontológica del gremio, a lo que pueden contribuir en mucho las universidades donde se forman ya las futuras generaciones de reporteros y editores, incluyendo en su malla curricular la materia de ética periodística. Afortunadamente, empezamos a encontrar algunas acciones regionales encaminadas a alentar el diálogo ético entre los periodistas, como la reunión de defensores del lector latinoamericanos, en noviembre de 2002 en la ciudad mexicana de Guadalajara, organizada por la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano que preside Gabriel García Márquez.

Un apoyo básico del defensor del lector sería la implantación del estatuto de redacción en los medios latinoamericanos, un mecanismo que -en los países europeos donde existe- reconoce los derechos profesionales del periodista dentro de la empresa informativa.

En México la figura de "defensor del lector", resultó efímera en los diarios El Economista y Crónica, de la Ciudad de México, y Pulso de San Luis, en San Luis Potosí; sólo se conserva en los periódicos del Grupo Editorial Noroeste, en Sinaloa, y del Grupo Editorial Multimedios: Milenio Diario de la Ciudad de México, Diario de Monterrey, Opinión de Torreón, Diario de Tampico y Público de Guadalajara; además, Canal 22, una frecuencia de televisión pública, creó al defensor del televidente en septiembre de 2007.

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Mecanismos empresariales

Las empresas periodísticas tienen una responsabilidad social ineludible que si bien depende en mucho de la conciencia ética de sus periodistas, ésta no siempre puede resolver de forma autónoma algunos conflictos éticos particulares sin el concurso decidido de la dirección editorial y empresarial del medio, particularmente cuando el trabajo periodístico llega a afectar intereses políticos y económicos que podrían volverse contra la integridad de algún miembro de la redacción o contra la estabilidad e incluso sobrevivencia de la propia empresa. Del otro lado, una postura deontológica laxa o inconsistente de dueños y directivos de medios puede alienar la conciencia ética de sus periodistas al punto de fomentar la irresponsabilidad y perder el rumbo de toda conducción profesional, editorial y empresarial. Cuando esto último ocurre, la empresa periodística no sólo pierde credibilidad -y con ésta, mercado-, sino que, cuando dicha conducta es común entre un segmento importante de los medios de un país, aumenta la vulnerabilidad del sector frente a las presiones políticas, como la historia periodística reciente nos demuestra en países como Inglaterra, Alemania y Estados Unidos. De ahí que las empresas periodísticas estén llamadas a ser las principales promotoras de una deontología informativa que responda a las características particulares del medio, a la realidad de su entorno y a las condiciones objetivas de trabajo de cada medio.

La autorregulación periodística requiere de una conciencia deontológica gremial y empresarial que sólo puede estar orientada hacia la satisfacción de un derecho social: la información. Pero si esto no bastara, cabe apuntar un propósito más pragmático: el negocio informativo.

El efecto es en cascada:

Mayor credibilidad significa Aumento de lectores o auditorio Más ingresos

El profesionalismo, el respeto a la esencia de la profesión y una elevada conciencia ética se traducen en un producto periodístico de alta calidad que satisface la también necesidad social de información de la comunidad específica a la que sirve el medio para gestionar mejor sus propias relaciones en todos los ámbitos. La sociedad finalmente prefiere aquellos medios que se distinguen por servirle y, con ello, genera un fenómeno de mercado positivo para las empresas informativas a las que premia con elevados volúmenes de circulación efectiva y de auditorio, lo que a su vez convierte al medio en un vehículo publicitario atractivo para el propio mercado.

Esta ecuación es demostrada por el éxito empresarial de los principales periódicos del mundo.

En condiciones sociales normales:

Mecanismos de autorregulación

+ Buen periodismo

= Buen negocio

Esto tendría que ser suficientemente atractivo para que un empresario mediático considere en su mejor interés mantenerse alejado de prácticas y decisiones editoriales contrarias a la deontología informativa. Si este clima se extiende, entonces están dadas las condiciones para que un conjunto al menos representativo de los principales medios consideren la posibilidad de sumar esfuerzos a través de la constitución de un consejo de prensa que les permita juzgar por sí mismos si la conducta particular de cada uno de sus miembros se ajusta a las normas éticas que se han dado.

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El estatuto de redacción

El estatuto de redacción abandona cualquier reivindicación de carácter gremial para abogar por el derecho profesional de los periodistas a hacer oír su voz en la conducción de una empresa informativa. (Aznar, 1999a) Un documento paradigmático es precisamente el Estatuto de redacción del diario español El País, aprobado en 1980, el cual delimita los campos específicos en que habrá de regir dicho contrato: naturaleza del estatuto, principios editoriales del medio, cláusula de conciencia, secreto profesional, dirección del medio y comité de redacción.

Se entiende como estatuto de redacción a:

• Una serie de acuerdos para regular las relaciones profesionales entre periodistas y directivos y empresa, que es pactado por los propietarios de un medio de comunicación y la redacción que trabaja en éste pactan estamos hablando entonces de la creación de un estatuto de redacción.

Su marco de aplicación es interno, como lo ilustra el principio 32 de la resolución 1.003 del Consejo de Europa y el estatuto de redacción del diario español El País.

Dicha regulación al interior de los medios debe hacerse "con independencia de los requerimientos normales en las relaciones laborales", y considerando las relaciones profesionales de la redacción con la dirección y la sociedad editora, "con independencia de las sindicales y laborales".

Y es que a diferencia de cualquier contrato laboral -ya sea éste individual o colectivo-, el estatuto de redacción no pertenece al ámbito tradicional de las relaciones obrero-patronales regidas por las leyes laborales.

El estatuto de redacción, tiene la validez de cualquier contrato firmado entre particulares y su incumplimiento puede ser reclamado por cualquiera de las partes en la jurisdicción civil.

No obstante, en países como España, incluso pueden servir para precisar algunos puntos de la relación laboral. (Escobar Roca, 2002). El antecedente directo de esta figura se encuentra en las sociedades de redactores franceses de los años sesenta, con la siguiente diferencia.

Los estatutos de redacción:

• Dejan constancia de los derechos y obligaciones tanto de los profesionales como de la empresa informativa. • Representan una posibilidad de comunicación y participación efectiva en la toma de decisiones editoriales e

incluso ejecutivas que afectan a toda la empresa informativa.

Los medios de comunicación gestionan un producto que pertenece a la toda la sociedad: la información, y los periodistas aportan procesos intelectuales y éticos individuales en la elaboración de los medios, lo que explica la naturaleza de los estatutos de redacción.

[Revise las instrucciones para realizar la Actividad 3. “Identificación de mecanismos de autorregulación internos” en la página web del diplomado]

Mecanismos gremiales

Entre los periodistas suelen darse diversas formas de organización. Las más de las veces, se reúnen en torno a asociaciones de periodistas de diverso orden:

Organismos gremiales. Que pretenden representar a núcleos más amplios de trabajadores de medios a nivel regional

Federación Latinoamericana de 7 de junio de 1976 Ciudad de México

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Periodistas (FELAP)

Centro Latinoamericano de Periodismo (CELAP) 25 de mayo de 1995 Panamá

Organismos profesionales.

Sindicato de Trabajadores de La Jornada (SITRAJOR) México

Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA) Argentina

Cuando los periodistas comparten intereses particulares específicos, suelen crear asociaciones civiles especializadas En la mayoría de los casos, estas asociaciones agrupan a periodistas de los más diversos medios, tanto impresos como electrónicos. Dos ejemplos podrían ser:

Centro de Periodistas de Investigación (recientemente desaparecido)

Constituido como asociación civil sin fines de lucro el 29 de abril de 1999, en la Ciudad de México, aunque operaba desde 1996 como el capítulo mexicano de la organización estadounidense "Investigative Reporters and Editors" (IRE)

Sociedad Iberoamericana de Periodistas en Internet (SIPI)

Formalizada en el 7 de noviembre de 2001 en Pucón, Chile, luego de realizar congresos académicos en Costa Rica y México.

Excepto algunos sindicatos, la afiliación a este tipo de organizaciones es libre y voluntaria, y no es raro que implique el pago de una cuota anual de membresía.

Lo más común es que la actividad de estos grupos se centre en la organización de encuentros, congresos, seminarios y talleres de actualización y capacitación profesionales. El activismo en defensa de la integridad de los periodistas, incluso prestando asesoría legal, -como la mexicana Red de Protección a Periodistas y Medios de Comunicación (RED), que desde el 9 de diciembre de 1997 agrupa a ocho organizaciones no gubernamentales de derechos humanos y de periodistas.

También existen agrupaciones de carácter empresarial, tanto nacionales como regionales como:

Asociación de Editores de los Estados (AEE) Constituida en México, en mayo de 1934

Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) Constituida en La Habana, Cuba, en 1943 (sede actual está en Miami)

En general, la deontología periodística suele ser una de las preocupaciones constantes de estas organizaciones, que cumplen así con una función invaluable al alentar el diálogo ético entre los profesionales, en beneficio de la sociedad toda. Pero existe otra forma de organización que reúne todas las características anteriores -excepto la representación obrero-patronal-, aunque es la más controvertida de todas: el colegio profesional de periodistas.

Colegio de Periodistas

El tema de la colegiación es el que más divide la opinión de los periodistas latinoamericanos. En su mayoría estas instituciones son producto de la intervención estatal, que hacen obligatoria la afiliación de los profesionales, con lo que se ganan la percepción de ser organismos de control, igual implica la toma de posición hacia una de los dos extremos que han polarizado una discusión tan vieja como el propio periodismo:

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¿Es éste un oficio o es una profesión?

La colegiación obligatoria es de la misma forma defendida, por quienes consideran que es una forma de reconocer al periodismo como una profesión que exige una formación universitaria especializada, digna de compartir el estatus social del que gozan otras profesiones liberales como la medicina, la abogacía, la arquitectura, etcétera.

Del otro lado de la discusión, están quienes abogan por el libre ejercicio del periodismo a toda costa, independientemente de que se cuente o no con estudios profesionales en este campo, para lo cual apelan a la tradición histórica de formación empírica, a la especialización técnica de cada parte del proceso de producción informativa, y, sobre todo, a la cualidad intelectual y casi artística de esta actividad. El argumento aparentemente más sólido que suelen ofrecer quienes defienden esta posición es que el periodismo implica el máximo ejercicio de un derecho fundamental: la libertad de expresión.

Para saber más...

Sobre esta crisis de identidad alrededor del periodismo, Enrique de Aguinaga opina, "la entusiasta ingenuidad de los estudiantes de periodismo", misma que él ha identificado entre varias generaciones de sus propios alumnos del curso de doctorado "Libertad de expresión y profesión periodística" que imparte en la Universidad Complutense de Madrid. Dicho en sus propias palabras: "La profesión periodística se confunde con el oficio periodístico, con la empresa periodística, con la libertad de expresión e información, con la literatura, con la política y con el propio periodismo". Con más de medio siglo de experiencia como reportero y ocupando cargos directivos en medios impresos españoles, este veterano periodista y catedrático -presidente del Instituto de Estudios Madrileños y miembro de número de la Real Academia de Doctores- recuerda que en 1994 la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados llamó a comparecer a "catorce prohombres del periodismo, de la empresa, de la enseñanza y del derecho español", para formularles una pregunta:

• "¿Quién es periodista?".

Luego de tres días de deliberaciones, no hubo respuesta contundente.

El propio Aguinaga, en un ejercicio de lucidez irónica, escribió:

"Treinta señas para identificar periodistas"

Tres de ellas son de llamar la atención, por certeras: 1.- El periodista es aquel que es empleado como tal. De modo que, en definitiva, el periodista es creado por la empresa. Lo que equivale al supuesto de que los arquitectos fueran creados por los constructores. [...] 18.- El periodista, si no ha estudiado la índole de su oficio (que es lo corriente), ignora su condición de ruedecilla de un reloj que cumple con exactitud sus rotaciones sin saber la hora que es. [...] 19.- El periodista, si ha estudiado la índole de su oficio (cosa que no ocurre necesariamente en las facultades de periodismo), sabe que tiene la independencia del pez en la pecera y que darse con los morros en el vidrio no conduce a nada.

El empirismo que ha permeado profusamente al periodismo latinoamericano contribuye sensiblemente al discurso que ha matizado la importancia de la profesionalización periodística, particularmente cuando la práctica reporteril no ha sido acompañada de cuestionamientos axiológicos que le permitan trascender su condición de oficio.

Uno de los convocados a resolver este dilema, Jesús de la Serna, presidente de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE), atinó a decir: "Intentar definir al periodista en estos momentos me parece que es absolutamente imposible. Según la Constitución, todos los ciudadanos españoles son periodistas".

Otro personaje que ha intervenido en el dilema es el prestigiado periodista Juan Luis Cebrián, consejero delegado de El País, de plano declaró: "No tengo una definición de periodista".

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Un diputado resumió las 14 exposiciones así: Acepto lo que todos los comparecientes casi unánimemente y los propios compañeros de la Comisión estamos constatando: que es imposible e indeseable intentar dar una definición de periodista

1524 Surgen pregoneros nombrados por el Cabildo para dar a conocer las noticias a los vecinos de la ciudad de México. Posteriormente surgen las "Actas de Cabildo", las "Hojas Volantes" y los primeros impresos de una a dos hojas

1720 Aparece en España, el sustantivo "periodista"

1722 El primer periódico La Gaceta de México y Noticias de la Nueva España

1920 La primera escuela de periodismo en el mundo surge en Estados Unidos

1928

(aprox)

En Europa la profesionalización se establece en este periodo entre la I Guerra Mundial (1914-1918) y la II Guerra Mundial (1939-1945). (Soria 1989)

1965 Walter Lipmann declaró ante el International "Press Institute", que "el periodismo es todavía una profesión subdesarrollada".

1991 El Diccionario de Ciencias y Técnicas de la Comunicación (Benito, 1991) no incluye una sola entrada para la voz periodista, aunque lo maneja como una sub-voz.

La Real Academia Española no contribuye a resolver esta discusión, dada la pobreza de la definición que ofrece de las voces "periodismo" y "periodista". Por periodismo la Academia entiende el "ejercicio o profesión de periodista", pero por periodista se refiere a la "persona que compone, escribe o edita un periódico" o "la que tiene por oficio escribir en periódicos". Compárese con la cuarta acepción de la voz médico: [...] "El que se halla legalmente autorizado para profesar y ejercer la medicina", a la cual atribuye categoría de "ciencia y arte".

El periodismo es un arte antiguo, sí, pero es una profesión nueva que requiere la construcción de una teoría sólida; esa es la diferencia real entre oficio y profesión, no la expedición de un título universitario que, para colmo de males, suele avalar apenas las capacidades técnicas mínimas del recién egresado periodista para su incorporación al sistema industrial que les emplea.

El desconocimiento de los propios periodistas sobre la dimensión científica del periodismo -que debería resolverse ahí donde se forman futuras generaciones de profesionales: en las universidades- abona las discrepancias sobre la naturaleza de esta actividad y sobre su pertinencia social, Confundido no solamente el oficio con la profesión, sino la profesión con la industria, algunas cosas suceden en Latinoamérica.

La sola posibilidad de encontrar regulado el ejercicio del periodismo mediante leyes que exijan la titulación universitaria y la colegiación o titulación profesional obligatoria -como las que se promovieron hace pocos años en Nicaragua, Ecuador y Panamá- causa algo más que un simple escozor entre los dueños de los medios y lleve a organizaciones como la Sociedad Interamericana de Prensa a oponerse abiertamente. La efectividad de esta discusión sobre la defensa de la libertad de empresa radica en que se apoya en la creencia de que una libertad absoluta no sólo es deseable sino también posible.

Al margen de maniqueísmos, el fondo del debate sobre la naturaleza profesional o artesanal del periodismo se encuentra en el conflicto que se produce cuando se pretenden clarificar los límites jurídicos del ejercicio de la libertad de expresión, valor supremo de cualquier sistema de libertades.

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No en balde, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha expresado que:

Toda persona tiene derecho a comunicar sus opiniones por cualquier medio y forma. La colegiación obligatoria o la exigencia de títulos para el ejercicio de la actividad periodística, constituyen una restricción ilegítima a la libertad de expresión. La actividad periodística debe regirse por conductas éticas, las cuales en ningún caso pueden ser impuestas por los Estados.

Sin ignorar que toda libertad termina oponiéndose a otra, y que su conciliación requiere de un contrato social, es claro que existen límites a la intervención del Estado, so pena de padecer autoritarismos. Es por ello que la anterior declaración fue la base para que Costa Rica abrogara la ley que obligaba a la colegiación profesional de los periodistas, luego de que el gobierno de ese país requiriera una opinión consultiva a este organismo de la Organización de Estados Americanos.

Mecanismos sociales

El periodismo ha sido considerado tradicionalmente como un vigilante del poder público. Los periodistas incluso nos regodeamos de nuestro papel de "perro guardián". Esta visión no es gratuita, ni mucho menos. La historia reciente nos muestra ejemplos de periodistas realizando investigaciones que develan casos de corrupción y autoritarismo, que alumbran los oscuros pasadizos de la toma de decisiones gubernamentales o que exponen atrocidades que se habían mantenido ocultas. El caso paradigmático de la cobertura del diario estadounidense The Washington Post del caso Watergate, en los años 70, que derivó en investigaciones del Congreso de ese país y en la renuncia del presidente Richard Nixon. El reportaje de las GAL, publicado en el diario español El País, que puso en evidencia los recursos ilegales e ilegítimos que aplicó el gobierno español en su guerra sucia contra ETA.

En Latinoamérica se encuentran a cientos de periodistas que han documentado desde el autoritarismo y corrupción del poder político hasta las actividades criminales de grupos de poder de la ultra-derecha y de pseudo-izquierdas, destacando diarios y revistas, por ejemplo:

Proceso México

Caretas Perú

Cronos El Espectador El Tiempo

Colombia

Página 12 Argentina

La Prensa Nicaragua

La Prensa Panamá Muchos periodistas han tenido que marchar al exilio, víctimas de acoso, amenazas y atentados; otros, incluso han pagado con la vida por ejercer su profesión, como el argentino Rodolfo Walsh, el colombiano Guillermo Cano y el mexicano Manuel Buendía, sólo por mencionar a los más recordados. Todos han compartido un elevado compromiso con la tarea básica del periodista en democracia, o mejor aún, cuando ésta se encuentra en riesgo o de plano ausente: hacer que el poder rinda cuentas.

Cuando el periodista deja de lado su papel de vigilante, cuando traiciona la esencia de su profesión, cuando sirve al poder así sea por el adormecimiento y enajenación de su conciencia crítica, surge la pregunta:

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¿Quién vigila al vigilante?

La respuesta no es simple. Ya se ha señalado cómo los gobiernos aprovechan percepciones públicas sobre la pérdida de credibilidad de los medios para impulsar consejos de prensa con el objeto de controlarlos, pero esto no es más que una expresión de fuerza del propio poder político para contener no sólo excesos, sino eventualmente aciertos de la prensa en su labor de fiscalización.

En realidad, mucho del principal y más efectivo trabajo crítico sobre los medios ha provenido de los propios periodistas. En materia de derecho a la información, como titular y sujeto pasivo que es de éste, la sociedad se ha organizado para crear sus propios instrumentos de vigilancia y crítica sobre los medios, convirtiéndose en elementos de fiscalización de la industria informativa.

Por ejemplo, el estadounidense George Seldes (1890-1995), que durante casi todo el siglo XX desnudó a la industria periodística de su país, denunciando las maniobras de los dueños de los medios que les permitieron acumular cada vez más poder. En Latinoamérica, destaca la persistencia del veterano periodista brasileño Alberto Dines. Estos personajes han hecho escuela en sus respectivos ámbitos de influencia, y son referentes obligados para nuevos críticos de medios y para defensores del lector. Pero todo esto -nuevamente- no basta.

Observatorios de medios

El papel desempeñado por los observatorios de medios.

Definidos por sectores interesados de la propia sociedad -algunas veces con una agenda dictada por sus legítimos intereses particulares, otras con una visión más amplia sobre la función del periodismo en democracia-, los cuales dedican tiempo y recursos para constituir y operar organizaciones especializadas en dar seguimiento al desempeño de las empresas mediáticas.

En Estados Unidos primero surgió el crítico de medios y, después, la figura del ombudsman del lector. Más tarde se organizarían las primeras experiencias del llamado media-watching, reproduciendo la experiencia de organizaciones de consumidores que, para proteger sus intereses, financiaban modelos de control de calidad de productos y servicios disponibles en el mercado, e incluso verificaban la veracidad de la publicidad comercial que se difundía a través de los medios. (Bertrand, 1997).

Los diferentes observatorios de medios se pueden ejemplificar con estos casos:

1. Organizaciones de control de calidad

a. Fairness & Accuracy in Reporting

b. Media Research Center

c. Mediachannel.org

2. Publicaciones especializadas

a. Columbia Journalism Review

b. American Journalism Review

c. Pulso del Periodismo

d. Sala de Prensa

3. Organizaciones con participación de sociedad civil y periodistas

a. Observatoire de la Presse

b. Observátorio da Imprensa

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4. Observatorios creados por profesionales

a. Observatorio de Medios (integrado por académicos)

b. Observatorio Político y Social de Medios (integrado por periodistas)

5. Iniciativas de monitoreo de medios de comunicación con agendas definidas, según los intereses de las

agrupaciones que los sostienen

a. Cotidiano Mujer

b. Observatorio de medios de comunicación. Proyecto Comunicación y Género/SUR Profesionales

c. Agencia de prensa digital Dissnet

La veloz concentración de los medios en el mundo entero creó fórmulas masificadoras que debilitan el espectro de opciones, lo que puede comprometer al propio sistema democrático en sociedades desprovistas de sólidas instituciones culturales, a menos que sean creados mecanismos capaces de impulsar alternativas eficaces.

La organización creada por Alberto Dines (1996) en Brasil "Observátorio da Imprensa" retomó la experiencia francesa, pero

uno de sus mayores impulsos fue el hecho de que este periodista había participado en el primer Observátorio da Imprensa, nacido en Portugal justo tres meses antes de la fundación del Observatoire de la Presse. Ambas organizaciones lusófonas mantienen sólidos lazos de cooperación.

El Observátorio da Imprensa es una entidad civil, no gubernamental, no corporativa y apartidista que, junto con otras organizaciones de la sociedad civil brasileña, pretende dar seguimiento al desempeño de la prensa de ese país. Para ello, se ofrece como una suerte de foro para que lectores, televidentes y radioescuchas -organizados en asociaciones independientes de las organizaciones periodísticas- se involucren y manifiesten en un proceso comunicacional del que, convertidos en simples consumidores sin voz, suelen ser sujetos pasivos.

El propio Alberto Dines (1996)explica que: Los medios masivos de comunicación son preponderantemente producidos por empresas privadas cuyas decisiones atienden legítimamente las directrices de sus accionistas. Sin embargo, el producto periodístico es incuestionablemente un servicio público que cuenta con garantías y privilegios específicos previstos en varios artículos de nuestra Constitución, lo que presupone la existencia de imperiosas contrapartidas en materia de deberes y responsabilidades sociales.

El principal medio de difusión del Observátorio da Imprensa es una publicación en línea, del mismo nombre, desarrollada por el Comité Gestor da Internet no Brasil.

Existen secciones dentro de publicaciones impresas o electrónicas de algunas universidades que analizan la conducta de los medios de sus regiones y países.

• La sección llamada "Observatorio de Medios" en la revista electrónica Nuevapauta de la Escuela de Periodismo de la Universidad Bolivariana, en Chile.

• Una columna llamada "Observatorio de Medios" en el periódico de la Universidad de Tolima, en Ibagué, Colombia

Estas publicaciones alientan a la formación de futuros críticos de medios y defensores del lector, y esto se empieza a percibir en las aulas universitarias, como es el caso de la Corporación Universitaria Autónoma de Occidente, en Cali, Colombia, que imparte una materia llamada Observatorio de Medios en el séptimo semestre de la carrera de Comunicación Social y Periodismo, según su programa de estudios vigente.

[Revise las instrucciones para realizar la Actividad 4. “Identificación de otros mecanismos de autorregulación” en la página web del diplomado]

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Mecanismos mixtos

Todo mecanismo de autorregulación requiere -en mayor o menor medida- de la decidida participación de la sociedad, sin la cual su eficacia es relativa, por decir lo menos. La observación crítica de la actuación de los medios por parte de la sociedad civil es el eje en torno del cual gira la posibilidad de que los medios abandonen las prácticas de comunicación unidireccionales que les han caracterizado históricamente y asuman al lector, radioescucha y televidente como los actores principales de todo proceso social, cultural, económico y político.

Media Accountability System

El sistema de rendición de cuentas de los medios (o MAS, como le llamaremos aquí, por el acrónimo en inglés de Media Accountability System) fue propuesto en el seminario Organising Media Accountability en 1996. Organizado en Praga por el Consejo de Europa y la UNESCO, mezcla diversos mecanismos internos y externos a los medios, dándole un papel preponderante al público. El concepto mismo no ha sido plenamente entendido y asumido en Europa, en parte porque no tiene equivalente en la mayoría de los idiomas, y a lo que más se acerca es a la idea de responsabilidad social. Su principal promotor, Claude-Jean Bertrand, profesor emérito en el Instituto Francés de Prensa, centra el objetivo del MAS en:

• El control de calidad del producto periodístico. • En ofrecer "buen servicio", equiparándolo a la ética periodística. • Bajo el argumento de que la idea de calidad "no huele a moralidad, que irrita a algunas personas, además

de que una corporación [periodística] no puede tener un sentido moral".

Bertrand le atribuye al control de calidad una connotación positiva, en el sentido que "les ha significado un gran prestigio y ganancias a los manufactureros japoneses". (1997)

En el esquema de Claude-Jean Bertrand, el control de calidad de los medios puede realizarse por los propios dueños de los medios, los profesionales que trabajan en ellos y por los usuarios, ya sea por separado o en conjunto, a través de diversas combinaciones. Y va más allá. En diversos textos, Bertrand ha identificado más de 30 mecanismos -varios de los cuales ya han sido descritos en este curso- entre los que destacan:

1.

Espacios visibles de correcciones 7.

Comités de enlace con grupos con los que entra en conflicto

2.

Secciones de cobertura de medios 8.

Encuestas y grupos de enfoque

3.

Comités de revisión 9.

Incorporación de miembros de la sociedad en consejos editoriales

4.

Auditorías éticas o comités de evaluación de contenidos 10.

Sociedad de lectores

5.

Sociedad de redactores 11.

Medios de medios

6.

Cuestionarios sobre precisión y equilibrio 12.

Asociaciones de consumidores de medios

Las propuestas de autorregulación de Bertrand son dignas de consideración, particularmente porque alcanzan al titular universal del derecho a la información, que son los individuos que integran la sociedad, siempre desde una perspectiva independiente de los gobiernos.

[Revise las instrucciones para realizar la Actividad “Media Accountability System” en la página web del diplomado]

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Mecanismos mixtos

Existen casos en que el Estado interviene directamente estableciendo por ley mecanismos de control.

Tal es el caso de los colegios de periodistas latinoamericanos señalados antes, pero aún más grave que esto es la posibilidad siempre abierta de que los gobiernos impongan consejos de prensa que, más que asegurar una conducta responsable de los medios, alentarían formas encubiertas de censura mediante sanciones por cualquier manejo informativo que se aleje de criterios de sometimiento al poder. Y aun cuando existiera la remota posibilidad de que algún gobierno -después de subordinar a los medios al escrutinio de sus visores- pudiera resistir la tentación de avasallamiento y cumpliera un papel digno y aceptable dentro de los marcos deontológico mínimos que son internacionalmente aceptados, esto equivaldría a dar un trato de menor de edad no sólo a los periodistas -suponiendo que estos fueran incapaces del esfuerzo del juicio personal-, sino incluso a la propia ciudadanía. Esto equivale a renunciar a una madurez social que desarrolle valores democráticos sólidos y suficientes para distinguir entre los diversos niveles de calidad de la oferta mediática que se le ofrece y de entre la que puede elegir de forma libre y, por supuesto, también responsable. Tal distorsión en una sociedad democrática ocurre en Dinamarca, donde fue creado un consejo de prensa en 1992 por una de las leyes de prensa más intervencionistas que ha visto Europa. Aznar (1999b)

Caso de la experiencia británica

La experiencia del Consejo General de Prensa británico ilustra lo anterior. Creado en 1953, bajo la presión que le representó el informe de la Primera Comisión Real sobre la Prensa, su mediocridad quedó en evidencia tras el juicio adverso de una Segunda Comisión Real sobre la Prensa y, en 1962, transformó su estructura y nombre para llamarse simplemente Consejo de Prensa. El cuestionamiento permanente a este organismo no cesó durante los 70 y 80, agravado por la irrupción en el mercado de la prensa sensacionalista. En 1990, el Informe de la Comisión Calcutt exigió la refundación del consejo privado y amenazó con sustituirlo por un consejo estatal si en año y medio no era capaz de conseguir una verdadera autorregulación de la prensa. De nuevo reaccionaron los empresarios mediáticos y crearon lo que actualmente se conoce como la Comisión de Quejas sobre la Prensa (PCC, por las siglas en inglés de Press Complaints Commission). Desde entonces, este consejo ha funcionado de forma más aceptable para el gobierno, aunque ni de lejos se ha sacudido la presión del Estado y del mercado. Aznar (1999a).

El marco ideal de un consejo de prensa sería el consenso de empresarios mediáticos y de periodistas, dispuestos ambos a someterse al escrutinio de la sociedad civil, para que preponderantemente sea ésta -y no sólo el Estado- la que ejerza una función de vigilancia del papel de la prensa en democracia. La Comisión de Quejas sobre la Prensa británica se ha acercado a este objetivo con las reformas de fondo que ha realizado en la última década del siglo XX. Lo mismo puede decirse del Consejo de Prensa de Minnesota. Pero gran parte de la prensa en el mundo se mantiene más cerca de la autocomplacencia que de la autorregulación y, consecuentemente, sigue expuesta a ofensivas gubernamentales de control. El conflicto entre valores y derechos es latente.