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Verdezuela Había una vez un hombre y una mujer que vivían solos y desconsolados por no tener hijos, hasta que, por fin, la mujer concibió la esperanza de que Dios Nuestro Señor se dispusiera a satisfacer su anhelo. La casa en que vivían tenía en la pared trasera una ventanita que daba a un magnífico jardín, en el que crecían espléndidas flores y plantas; pero estaba rodeado de un alto muro y nadie osaba entrar en él, ya que pertenecía a una bruja muy poderosa y temida de todo el mundo. Un día se asomó la mujer a aquella ventana a contemplar el jardín, y vio un bancal plantado de hermosísimas verdezuelas, tan frescas y verdes, que despertaron en ella un violento antojo de comerlas. El antojo fue en aumento cada día que pasaba, y como la mujer lo creía irrealizable, iba perdiendo el color y desmirriándose, a ojos vistas. Viéndola tan desmejorada, le preguntó asustado su marido: “¿Qué te ocurre, mujer?” - “¡Ay!” exclamó ella, “me moriré si no puedo comer las verdezuelas del jardín que hay detrás de nuestra casa.” El hombre, que quería mucho a su esposa, pensó: “Antes que dejarla morir conseguiré las verdezuelas, cueste lo que cueste.” Y, al anochecer, saltó el muro del jardín de la bruja, arrancó precipitadamente un puñado de verdezuelas y las llevó a su mujer. Ésta se preparó enseguida una ensalada y se la comió muy a gusto; y tanto le y tanto le gustaron, que, al día siguiente, su afán era tres veces más intenso. Si quería gozar de paz, el marido debía saltar nuevamente al jardín. Y así lo hizo, al anochecer. Pero apenas había puesto los pies en el suelo, tuvo un terrible sobresalto, pues vio surgir ante sí la bruja. “¿Cómo te atreves,” le díjo ésta con mirada iracunda, “a entrar cual un ladrón en mi jardín y robarme las verdezuelas? Lo pagarás muy caro.” - “¡Ay!” respondió el hombre, “tened compasión de mí. Si lo he hecho, ha sido por una gran necesidad: mi esposa vio desde la ventana vuestras verdezuelas y sintió un antojo tan grande de comerlas, que si no las tuviera se moriría.” La hechicera se dejó ablandar y le dijo: “Si es como dices, te dejaré coger cuantas verdezuelas quieras, con una sola condición: tienes que darme el hijo que os nazca. Estará bien y lo cuidaré como una madre.” Tan apurado estaba el hombre, que se avino a todo y, cuando nació el hijo, que era una niña, presentóse la bruja y, después de ponerle el nombre de Verdezuela; se la llevó.

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continuacion de cuentos clasicos hansel y gretel, entre otros

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VerdezuelaHaba una vez un hombre y una mujer que vivan solos y desconsolados por no tener hijos, hasta que, por fin, la mujer concibi la esperanza de que Dios Nuestro Seor se dispusiera a satisfacer su anhelo. La casa en que vivan tena en la pared trasera una ventanita que daba a un magnfico jardn, en el que crecan esplndidas flores y plantas; pero estaba rodeado de un alto muro y nadie osaba entrar en l, ya que perteneca a una bruja muy poderosa y temida de todo el mundo. Un da se asom la mujer a aquella ventana a contemplar el jardn, y vio un bancal plantado de hermossimas verdezuelas, tan frescas y verdes, que despertaron en ella un violento antojo de comerlas. El antojo fue en aumento cada da que pasaba, y como la mujer lo crea irrealizable, iba perdiendo el color y desmirrindose, a ojos vistas. Vindola tan desmejorada, le pregunt asustado su marido: Qu te ocurre, mujer? - Ay! exclam ella, me morir si no puedo comer las verdezuelas del jardn que hay detrs de nuestra casa. El hombre, que quera mucho a su esposa, pens: Antes que dejarla morir conseguir las verdezuelas, cueste lo que cueste. Y, al anochecer, salt el muro del jardn de la bruja, arranc precipitadamente un puado de verdezuelas y las llev a su mujer. sta se prepar enseguida una ensalada y se la comi muy a gusto; y tanto le y tanto le gustaron, que, al da siguiente, su afn era tres veces ms intenso. Si quera gozar de paz, el marido deba saltar nuevamente al jardn. Y as lo hizo, al anochecer. Pero apenas haba puesto los pies en el suelo, tuvo un terrible sobresalto, pues vio surgir ante s la bruja. Cmo te atreves, le djo sta con mirada iracunda, a entrar cual un ladrn en mi jardn y robarme las verdezuelas? Lo pagars muy caro. - Ay! respondi el hombre, tened compasin de m. Si lo he hecho, ha sido por una gran necesidad: mi esposa vio desde la ventana vuestras verdezuelas y sinti un antojo tan grande de comerlas, que si no las tuviera se morira. La hechicera se dej ablandar y le dijo: Si es como dices, te dejar coger cuantas verdezuelas quieras, con una sola condicin: tienes que darme el hijo que os nazca. Estar bien y lo cuidar como una madre. Tan apurado estaba el hombre, que se avino a todo y, cuando naci el hijo, que era una nia, presentse la bruja y, despus de ponerle el nombre de Verdezuela; se la llev.Verdezuela era la nia ms hermosa que viera el sol. Cuando cumpli los doce aos, la hechicera la encerr en una torre que se alzaba en medio de un bosque y no tena puertas ni escaleras; nicamente en lo alto haba una diminuta ventana. Cuando la bruja quera entrar, colocbase al pie y gritaba:Verdezuela, Verdezuela,Sultame tu cabellera!Verdezuela tena un cabello magnfico y largusimo, fino como hebras de oro. Cuando oa la voz de la hechicera se soltaba las trenzas, las envolva en torno a un gancho de la ventana y las dejaba colgantes: y como tenan veinte varas de longitud, la bruja trepaba por ellas.Al cabo de algunos aos, sucedi que el hijo del Rey, encontrndose en el bosque, acert a pasar junto a la torre y oy un canto tan melodioso, que hubo de detenerse a escucharlo. Era Verdezuela, que entretena su soledad lanzando al aire su dulcsima voz. El prncipe quiso subir hasta ella y busc la puerta de la torre, pero, no encontrando ninguna, se volvi a palacio. No obstante, aquel canto lo haba arrobado de tal modo, que todos los das iba al bosque a escucharlo. Hallndose una vez oculto detrs de un rbol, vio que se acercaba la hechicera, y la oy que gritaba, dirigindose a o alto:Verdezuela, Verdezuela,Sultame tu cabellera!Verdezuela solt sus trenzas, y la bruja se encaram a lo alto de la torre. Si sta es la escalera para subir hasta all, se dijo el prncipe, tambin yo probar fortuna. Y al da siguiente, cuando ya comenzaba a oscurecer, encaminse al pie de la torre y dijo:Verdezuela, Verdezuela,Sultame tu cabellera!Enseguida descendi la trenza, y el prncipe subi.En el primer momento, Verdezuela se asust Verdezuela se asust mucho al ver un hombre, pues jams sus ojos haban visto ninguno. Pero el prncipe le dirigi la palabra con gran afabilidad y le explic que su canto haba impresionado de tal manera su corazn, que ya no haba gozado de un momento de paz hasta hallar la manera de subir a verla. Al escucharlo perdi Verdezuela el miedo, y cuando l le pregunt si lo quera por esposo, viendo la muchacha que era joven y apuesto, pens, Me querr ms que la vieja, y le respondi, poniendo la mano en la suya: S; mucho deseo irme contigo; pero no s cmo bajar de aqu. Cada vez que vengas, trete una madeja de seda; con ellas trenzar una escalera y, cuando est terminada, bajar y t me llevars en tu caballo. Convinieron en que hasta entonces el prncipe acudira todas las noches, ya que de da iba la vieja. La hechicera nada sospechaba, hasta que un da Verdezuela le pregunt: Decidme, ta Gothel, cmo es que me cuesta mucho ms subiros a vos que al prncipe, que est arriba en un santiamn? - Ah, malvada! exclam la bruja, qu es lo que oigo? Pens que te haba aislado de todo el mundo, y, sin embargo, me has engaado. Y, furiosa, cogi las hermosas trenzas de Verdezuela, les dio unas vueltas alrededor de su mano izquierda y, empujando unas tijeras con la derecha, zis, zas, en un abrir y cerrar de ojos cerrar de ojos se las cort, y tir al suelo la esplndida cabellera. Y fue tan despiadada, que condujo a la pobre Verdezuela a un lugar desierto, condenndola a una vida de desolacin y miseria.El mismo da en que se haba llevado a la muchacha, la bruja at las trenzas cortadas al gancho de la ventana, y cuando se present el prncipe y dijo:Verdezuela, Verdezuela,Sultame tu cabellera!La bruja las solt, y por ellas subi el hijo del Rey. Pero en vez de encontrar a su adorada Verdezuela hallse cara a cara con la hechicera, que lo miraba con ojos malignos y perversos: Aj! exclam en tono de burla, queras llevarte a la nia bonita; pero el pajarillo ya no est en el nido ni volver a cantar. El gato lo ha cazado, y tambin a ti te sacar los ojos. Verdezuela est perdida para ti; jams volvers a verla. El prncipe, fuera de s de dolor y desesperacin, se arroj desde lo alto de la torre. Salv la vida, pero los espinos sobre los que fue a caer se le clavaron en los ojos, y el infeliz hubo de vagar errante por el bosque, ciego, alimentndose de races y bayas y llorando sin cesar la prdida de su amada mujercita. Y as anduvo sin rumbo por espacio de varios aos, msero y triste, hasta que, al fin, lleg al desierto en que viva Verdezuela con los dos hijitos los dos hijitos gemelos, un nio y una nia, a los que haba dado a luz. Oy el prncipe una voz que le pareci conocida y, al acercarse, lo reconoci Verdezuela y se le ech al cuello llorando. Dos de sus lgrimas le humedecieron los ojos, y en el mismo momento se le aclararon, volviendo a ver como antes. Llevla a su reino, donde fue recibido con gran alegra, y vivieron muchos aos contentos y felices.

Hansel y GretelHansel y Gretel vivan con su padre, un pobre leador, y su cruel madrastra, muy cerca de un espeso bosque. Vivan con muchsima escasez, y como ya no les alcanzaba para poder comer los cuatro, deberan plantearse el problema y tratar de darle una buena solucin. Una noche, creyendo que los nios estaban dormidos, la cruel madrastra dijo al leador: No hay bastante comida para todos: maana llevaremos a los nios a la parte ms espesa del bosque y los dejaremos all. Ellos no podrn encontrar el camino a casa y as nos desprenderemos de esa carga. Al principio, el padre se opuso rotundamente a tener en cuenta la cruel idea de la malvada mujer. Cmo vamos a abandonar a mis hijos a la suerte de Dios, quizs sean atacados por los animales del bosque? -grit enojado. De cualquier manera, as moriremos todos de hambre -dijo la madrastra y no descans hasta convencerlo al dbil hombre, de llevar adelante el malvolo plan que se haba trazado. Mientras tanto los nios, que en realidad no estaban dormidos, escucharon toda la conversacin. Gretel lloraba amargamente, pero Hansel la consolaba. No llores, querida hermanita-deca l-, yo tengo una idea para encontrar el camino de regreso a casa. A la maana siguiente, cuando salieron para el bosque, la madrastra le dio a cada uno de los nios un pedazo de pan. No deben comer este pan antes del almuerzo -les dijo-. Eso es todo lo que tendrn para el da. El dominado y dbil padre y la madrastra los acompaaron a adentrarse en el bosque. Cuando penetraron en la espesura, los nios se quedaron atrs, y Hansel, haciendo migas de su pan, las fue dejando caer con disimulo para tener seales que les permitieran luego regresar a casa.Los padres los llevaron muy adentro del bosque y les dijeron: Qudense aqu hasta que vengamos a buscarlos. Al amanecer, casi muertos de miedo y de hambre, los nios vieron un pjaro blanco que volaba frente a ellos y que para animarlos a seguir adelante les aleteaba en seal amistosa. Siguiendo el vuelo de aquel pjaro encontraron una casita construida toda de panes, dulces, bombones y otras confituras muy sabrosas. Los nios, con un apetito terrible, corrieron hasta la rara casita, pero antes de que pudieran dar un mordisco a los riqusimos dulces, una bruja los detuvo. La casa estaba hecha para atraer a los nios y cuando estos se encontraban en su poder, la bruja los mataba y los cocinaba para comrselos. Como Hansel estaba muy delgadito, la bruja lo encerr en una jaula y all lo alimentaba con ricos y sustanciosos manjares para engordarlo. Mientras tanto, Gretel tena que hacer los trabajos ms pesados y slo tena cscaras de cangrejos para comer. Un da, la bruja decidi que Hansel estaba ya listo para ser comido y orden a Gretel que preparara una enorme cacerola de agua para cocinarlo. Primero -dijo la bruja-, vamos a ver el horno que yo prend para hacer pan. Entra t primero, Gretel, y fjate si est bien caliente como para hornear. En realidad la bruja pensaba cerrar la puerta del horno una vez que Gretel estuviera dentro para cocinarla a ella tambin. Pero Gretel hizo como que no entenda lo que la bruja deca. Yo no s. Cmo entro? -pregunt Gretel. Tonta-dijo la bruja,- mira cmo se hace -y la bruja meti la cabeza dentro del horno. Rpidamente Gretel la empuj dentro del horno y cerr la puerta. Gretel puso en libertad a Hansel. Antes de irse, los dos nios se llenaron los bolsillos de perlas y piedras preciosas del tesoro de la bruja.Los nios huyeron del bosque hasta llegar a orillas de un inmenso lago que pareca imposible de atravesar. Por fin, un hermoso cisne blanco compadecindose de ellos, les ofreci pasarlos a la otra orilla. Con gran alegra los nios encontraron a su padre all. ste haba sufrido mucho durante la ausencia de los nios y los haba buscado por todas partes, e incluso les cont acerca de la muerte de la cruel madrastra. Dejando caer los tesoros a los pies de su padre, los nios se arrojaron en sus brazos. As juntos olvidaron todos los malos momentos que haban pasado y supieron que lo ms importante en la vida es estar junto a los seres a quienes se ama, y siguieron viviendo felices y ricos para siempre. .

BlancanievesHaba una vez una nia muy bonita, una pequea princesa que tena un cutis blanco como la nieve, labios y mejillas rojos como la sangre, y cabellos negros como el azabache. Su nombre era Blancanieves. A medida que creca la princesa, su belleza aumentaba da tras da hasta que su madrastra, la reina, se puso muy celosa. Lleg un da en que la malvada madrastra no pudo tolerar ms su presencia y orden a un cazador que la llevara al bosque y la matara. Como ella era tan joven y bella, el cazador se apiad de la nia y le aconsej que buscara un escondite en el bosque. Blancanieves corri tan lejos como se lo permitieron sus piernas, tropezando con rocas y troncos de rboles que la lastimaban. Por fin, cuando ya caa la noche, encontr una casita y entr para descansar. Todo en aquella casa era pequeo, pero ms lindo y limpio de lo que se pueda imaginar. Cerca de la chimenea estaba puesta una mesita con siete platos muy pequeitos, siete tacitas de barro y al otro lado de la habitacin se alineaban siete camitas muy ordenadas. La princesa, cansada, se ech sobre tres de las camitas, y se qued profundamente dormida. Cuando lleg la noche, los dueos de la casita regresaron. Eran siete enanitos, que todos los das salan para trabajar en las minas de oro, muy lejos, en el corazn de las montaas. Caramba, qu bella nia! -exclamaron sorprendidos-. Y cmo lleg hasta aqu? Se acercaron para admirarla cuidando de no despertarla. Por la maana, Blancanieves sinti miedo al despertarse y ver a los siete enanitos que la rodeaban. Ellos la interrogaron tan suavemente que ella se tranquiliz y les cont su triste historia.Si quieres cocinar, coser y lavar para nosotros -dijeron los enanitos-, puedes quedarte aqu y te cuidaremos siempre. Blancanieves acept contenta. Viva muy alegre con los enanitos, preparndoles la comida y cuidando de la casita. Todas las maanas se paraba en la puerta y los despeda con la mano cuando los enanitos salan para su trabajo. Pero ellos le advirtieron: La madrastra, que de veras era una bruja, y consultaba a su espejo mgico para ver si exista alguien ms bella que ella, descubri que Blancanieves viva en casa de los siete enanitos. Se puso furiosa y decidi matarla ella misma. Disfrazada de vieja, la malvada reina prepar una manzana con veneno, cruz las siete montaas y lleg a casa de los enanitos. Blancanieves, que senta una gran soledad durante el da, pens que aquella viejita no poda ser peligrosa. La invit a entrar y acept agradecida la manzana, al parecer deliciosa, que la bruja le ofreci. Pero, con el primer mordisco que dio a la fruta, Blancanieves cay como muerta. Aquella noche, cuando los siete enanitos llegaron a la casita, encontraron a Blancanieves en el suelo. No respiraba ni se mova. Los enanitos lloraron amargamente porque la queran con delirio. Por tres das velaron su cuerpo, que segua conservando su belleza -cutis blanco como la nieve, mejillas y labios rojos como la sangre, y cabellos negros como el azabache. No podemos poner su cuerpo bajo tierra -dijeron los enanitos. Hicieron un atad de cristal, y colocndola all, la llevaron a la cima de una montaa. Todos los das los enanitos iban a velarla. Un da el prncipe, que paseaba en su gran caballo blanco, vio a la bella nia en su caja de cristal y pudo escuchar la historia de labios de los enanitos. Se enamor de Blancanieves y logr que los enanitos le permitieran llevar el cuerpo al palacio donde prometi adorarla siempre.Pero cuando movi la caja de cristal tropez y el pedazo de manzana que haba comido Blancanieves se desprendi de su garganta. Ella despert de su largo sueo y se sent. Hubo gran regocijo, y los enanitos bailaron alegres mientras Blancanieves aceptaba ir al palacio y casarse con el prncipe

Los Msicos de BremenErase una vez un hombre que tena un asno que llevaba muchos aos llevando sacos a un molino. Pero el pobre asno se iba haciendo viejo y perda fuerzas por momentos, de forma que ya apenas era til. As que el dueo pens deshacerse de l. Pero el asno, sospechando lo que le esperaba, se march de la casa en direccin a Bremen. All, pens, podra hacerse msico. Tras haber caminado un buen rato, el asno se encontr con un perro de caza que iba jadeando como si hubiese echado una larga carrera. Por qu jadeas as? -le pregunt el asno. Ay! -respondi el perro-, porque soy viejo y, como cada da me encuentro ms dbil, apenas puedo cazar y mi amo ha querido matarme. Por eso me he marchado. Pero cmo voy a ganarme ahora el sustento? Sabes una cosa? -dijo el asno-. Yo me dirijo a Bremen porque quiero hacerme msico; ven conmigo y hazte msico tambin. Yo puedo tocar el lad y t el bombo. El perro acept y juntos prosiguieron el camino. Al poco tiempo se encontraron con un gato con cara de pocos amigos. Dinos, qu te ha pasado, amigo? -pregunt el asno-. No pareces muy alegre. Cmo voy a estarlo, si mi vida peligra? Me estoy haciendo viejo y, como prefiero acurrucarme junto a la chimenea en lugar de cazar ratones, mi ama ha querido ahogarme. De milagro logr escapar, pero y ahora qu ser de m? Adnde voy a ir? Vente con nosotros a Bremen. Si entiendes un poco de msica, podrs hacerte msico, como nosotros. El gato acept y se uni a ellos. Los tres fugitivos pasaron por una granja en la que un gallo gritaba con todas sus fuerzasQuieres dejarnos sordos? -dijo el asno-. Qu te ocurre? Es que aunque mi canto debera ser alegre y anunciar buen tiempo para hoy, no puedo estar alegre: maana es domingo y mi ama tiene invitados. Ha ordenado a la cocinera que esta noche me corte el gaznate y me convierta en pepitoria. Por eso grito desesperado con todas mis fuerzas. Bueno!, Por qu no te vienes con nosotros a Bremen? Siempre ser mejor que la muerte que te espera. Adems tienes una buena voz y contigo podramos formar un cuarteto: vamos a Bremen a hacernos msicos. El gallo acept encantado y los cuatro prosiguieron su camino. Pero como no podan llegar a Bremen en un da, al caer el sol se detuvieron en un bosque y decidieron pasar all la noche. El asno y el perro se echaron bajo un rbol, y el gato y el gallo se subieron a las ramas. El gallo prefiri instalarse en la copa, pensando que all estara ms seguro. Antes de dormirse, mir a los cuatro vientos y le pareci divisar, no muy lejos, una pequea luz. Llam a sus amigos, cacarendoles que podra ser una casa. El asno contest: Pues en marcha! Aqu no se est nada bien. El perro, por su parte, pens que quiz all conseguira unos huesos y un poco de carne. Se pusieron en camino guiados por aquella luz que cada vez se haca mayor hasta que se encontraron ante una casa que no era otra cosa que la guarida de unos ladrones. El asno, que era el ms alto de todos, se acerc a la ventana y ech un vistazo al interior. Que qu veo? -contest el asno-. Veo una mesa repleta de exquisitos manjares y bebidas y, alrededor de ella, una pandilla de tipos con aspecto de ladrones. No nos vendra mal poder participar en el banquete -dijo el gallo. Tienes razn, pero cmo? -pregunt el asno

Se pusieron a deliberar sobre el modo de librarse de los ladrones, cosa nada fcil, pero encontraron la solucin. El asno deba colocar sus patas delanteras sobre la ventana, el perro saltara sobre el lomo del asno, el gato sobre el perro y finalmente el gallo levantara el vuelo y se posara en la cabeza del gato. Luego, una vez colocados cada uno en su sitio, el asno hara una seal y comenzaran a cantar a coro. Y as, el asno mugiendo, el perro ladrando, el gato maullando y el gallo cacareando, entraron por la ventana y los ladrones, ante tal estruendo, se levantaron de la mesa atemorizados, pensando que se trataba de algn fantasma y huyeron de la casa para refugiarse en el bosque. Los cuatro amigos se sentaron a la mesa y comieron y comieron como para ayunar durante un mes. Cuando terminaron, apagaron las luces y buscaron acomodo para dormir cada uno a su aire y conforme a su naturaleza. El asno se ech en el patio sobre un montn de paja, el perro detrs de la puerta, el gato junto al fogn de la cocina y el gallo en una percha. Pasada la medianoche, y al ver los ladrones desde lejos que ya no haba luz en la casa, el jefe de la banda dijo: No deberamos habernos asustado tanto -Y mand a uno a inspeccionar la casa. Cuando lleg y vio que todo estaba en completo silencio, entr en la cocina con la intencin de encender una vela. Al ver los ojos relucientes del gato pens que era algn rescoldo de carbn que segua encendido y acerc la mecha para encenderla. Pero el gato, que no estaba para bromas, le salt a la cara y le llen de araazos. El ladrn, horrorizado, ech a correr hacia la puerta trasera, pero all despert al perro, que salt sobre l y le mordi en la pierna. Sali entonces al patio y tropez con el asno, que, asustado, le propin una buena cozEl gallo, con tanto ruido, se despert y comenz a gritar: Quiquiriqu! El ladrn corri con todas sus fuerzas y lleg al bosque casi sin aliento. All cont lo sucedido: He visto en la casa a una bruja repugnante que me ara la cara con sus largas uas; detrs de una puerta me atac un hombre con un cuchillo y me hiri en la pierna; al llegar al patio, un monstruo negro como el carbn me golpe con un mazo mientras arriba, en lo alto del tejado, la voz del juez gritaba: Tradmelo aqu!. No s ni cmo he podido llegar. Desde entonces, los ladrones no se atrevieron a volver nunca ms a la casa. En cambio a los cuatro amigos, el asno, el perro, el gato y el gallo, les gust tanto que decidieron instalarse en ella y vivir juntos hasta el fin de sus das. Y todava todo el mundo los recuerda como los Msicos de Bremen.

PulgarcitoErase un pobre campesino que estaba una noche junto al hogar atizando el fuego, mientras su mujer hilaba, sentada a su lado. Dijo el hombre: Qu triste es no tener hijos! Qu silencio en esta casa, mientras en las otras todo es ruido y alegra! Hermanita, tengo sed; si supiera de una fuentecilla ira a beber. Me parece que oigo el murmullo de una. No bebas, hermanito, te lo ruego; si lo haces te convertirs en tigre y me despedazars! Es tal como lo habamos deseado, y lo querremos con toda el alma. No bebas, hermanito, te lo ruego; si lo haces te convertirs en lobo y me devorars! Un da en que el leador se dispona a ir al bosque a buscar lea, dijo para s, hablando a media voz: Si tuviese a alguien para llevarme el carro!. Hermanito, te lo ruego, no bebas, pues si lo haces te convertirs en corzo y huirs de mi lado! Tranquilzate, mi lindo corzo; nunca te abandonar! Hermanita -dijo-, djame ir a la cacera, no puedo contenerme ms! Y tanto porfi, que, al fin, ella le dej partir. Pero -le recomend- vuelve en cuanto anochezca. Yo cerrar la puerta para que no entren esos cazadores tan rudos. Y para que pueda conocerte, t llamars, y dirs: Hermanita, djame entrar!. Si no lo dices, no abrir. No importa, padre. Slo con que madre enganche, yo me instalar en la oreja del caballo y lo conducir adonde t quieras. Hermanita, breme, quiero volver a salir! Cuando son la hora convenida, la madre enganch el caballo y puso a Pulgarcito en su oreja; y as iba el pequeo dando rdenes al animal: Arre! Soo! Tras!.Todo march a pedir de boca, como si el pequeo hubiese sido un carretero consumado, y el carro tom el camino del bosque. Pero he aqu que cuando, al doblar la esquina, el rapazuelo grit: Arre, arre!, acertaban a pasar dos forasteros. Pero la hermanita tuvo un gran susto al ver que su cervatillo vena herido. Le resta la sangre, le aplic unas hierbas medicinales y le dijo: Aqu hay algn misterio! asinti el otro. Sigamos el carro y veamos adnde va. Pero el carro entr en el bosque, dirigindose en lnea recta al sitio en que el padre estaba cortando lea. Al verlo Pulgarcito, gritle: Padre, aqu estoy, con el carro, bjame a tierra! Entonces me morir aqu de pesar -respondi el corzo-. Cuando oigo el cuerno de caza me parece como si las piernas se me fueran solas. Acosadlo hasta la noche, pero que nadie le haga ningn dao. No respondi el padre, es la nia de mis ojos, y no lo dara por todo el oro del mundo. Pero Pulgarcito, que haba odo la proposicin, agarrndose a un pliegue de los calzones de su padre, se encaram hasta su hombro y le murmur al odo: Padre, dejadme que vaya; ya volver. Entonces el leador lo cedi a los hombres por una bonita pieza de oro. Dnde quieres sentarte? le preguntaron. Ponedme en el ala de vuestro sombrero; podr pasearme por ella y contemplar el paisaje: ya tendr cuidado de no caerme. Hicieron ellos lo que les peda, y, una vez Pulgarcito se hubo despedido de su padre, los forasteros partieron con l y anduvieron hasta el anochecer. Entonces dijo el pequeo: Dejadme bajar, lo necesito. Bah!, no te muevas le replic el hombre en cuyo sombrero viajaba el enanillo.No voy a enfadarme; tambin los pajaritos sueltan algo de vez en cuando. No, no protest Pulgarcito, yo soy un chico bien educado; bajadme, deprisa! El hombre se quit el sombrero y deposit al pequeuelo en un campo que se extenda al borde del camino. Peg l unos brincos entre unos terruos y, de pronto, escabullse en una gazapera que haba estado buscando. Buenas noches, seores, podis seguir sin m! les grit desde su refugio, en tono de burla. Acudieron ellos al agujero y estuvieron hurgando en l con palos, pero en vano; Pulgarcito se meta cada vez ms adentro; y como la noche no tard en cerrar, hubieron de reemprender sus caminos enfurruados y con las bolsas vacas. Cuando Pulgarcito estuvo seguro de que se haban marchado, sali de su escondrijo. Eso de andar por el campo a oscuras es peligroso djose; al menor descuido te rompes la crisma. Por fortuna dio con una concha de caracol vaca: Loado sea Dios! exclam. Aqu puedo pasar la noche seguro. Y se meti en ella. Al poco rato, a punto ya de dormirse, oy que pasaban dos hombres y que uno de ellos deca. Cmo nos las compondremos para hacernos con el dinero y la plata del cura? Yo puedo decrtelo grit Pulgarcito. Qu es esto? pregunt, asustado, uno de los ladrones. He odo hablar a alguien. Parronse los dos a escuchar, y Pulgarcito prosigui: Llevadme con vosotros, yo os ayudar. Dnde ests? Buscad por el suelo, fijaos de dnde viene la voz respondi. Al fin lo descubrieron los ladrones y la levantaron en el aire: Infeliz microbio! T pretendes ayudarnos? Mirad respondi l. Me meter entre los barrotes de la reja, en el cuarto del cura, y os pasar todo lo que queris llevaros.Est bien dijeron los ladrones. Veremos cmo te portas. Al llegar a la casa del cura, Pulgarcito se desliz en el interior del cuarto, y, ya dentro, grit con todas sus fuerzas: Queris llevaros todo lo que hay aqu? Los rateros, asustados, dijeron: Habla bajito, no vayas a despertar a alguien! Ms Pulgarcito, como si no les hubiese odo, repiti a grito pelado: Qu queris? Vais a llevaros todo lo que hay? Oyle la cocinera, que dorma en una habitacin contigua, e, incorporndose en la cama, psose a escuchar. Los ladrones, asustados, haban echado a correr; pero al cabo de un trecho recobraron nimos, y pensando que aquel diablillo slo quera gastarles una broma, retrocedieron y le dijeron: Vamos, no juegues y psanos algo. Entonces Pulgarcito se puso a gritar por tercera vez con toda la fuerza de sus pulmones: Os lo dar todo enseguida; slo tenis que alargar las manos! La criada, que segua al acecho, oy con toda claridad sus palabras y, saltando de la cama, precipitse a la puerta, ante lo cual los ladrones tomaron las de Villadiego como alma que lleva el diablo. La criada, al no ver nada sospechoso, sali a encender una vela, y Pulgarcito se aprovech de su momentnea ausencia para irse al pajar sin ser visto por nadie. La domstica, despus de explorar todos los rincones, volvise a la cama convencida de que haba estado soando despierta. Pulgarcito trep por los tallitos de heno y acab por encontrar un lugar a propsito para dormir. Deseaba descansar hasta que amaneciese, y encaminarse luego a la casa de sus padres. Pero an le quedaban por pasar muchas otras aventuras. Nunca se acaban las penas y tribulaciones en este bajo mundo! Al rayar el alba, la criada salt de la cama para ir a dar el pienso al ganado.Entr primero en el pajar y cogi un brazado de hierba, precisamente aquella en que el pobre Pulgarcito estaba durmiendo. Y es el caso que su sueo era tan profundo, que no se dio cuenta de nada ni se despert hasta hallarse ya en la boca de la vaca, que lo haba arrebatado junto con la hierba. Vlgame Dios! exclam. Cmo habr ido a parar a este molino? Pero pronto comprendi dnde se haba metido. Era cosa de prestar atencin para no meterse entre los dientes y quedar reducido a papilla. Luego hubo de deslizarse con la hierba hasta el estmago. En este cuartito se han olvidado de las ventanas dijo. Aqu el sol no entra, ni encienden una lucecita siquiera. El aposento no le gustaba ni pizca, y lo peor era que, como cada vez entraba ms heno por la puerta, el espacio se reduca continuamente. Al fin, asustado de veras, psose a gritar con todas sus fuerzas: Basta de forraje, basta de forraje! La criada, que estaba ordeando la vaca, al or hablar sin ver a nadie y observando que era la misma voz de la noche pasada, espantse tanto que cay de su taburete y verti toda la leche. Corri hacia el seor cura y le dijo, alborotada: Santo Dios, seor prroco, la vaca ha hablado! Ests loca? respondi el cura; pero, con todo, baj al establo a ver qu ocurra. Apenas puesto el pie en l, Pulgarcito volvi a gritar: Basta de forraje, basta de forraje! Pasmse el cura a su vez, pensando que algn mal espritu se haba introducido en la vaca, y dio orden de que la mataran. As lo hicieron; pero el estmago, en el que se hallaba encerrado Pulgarcito, fue arrojado al estercolero. All trat el pequen de abrirse paso hacia el exterior, y, aunque le cost mucho, por fin pudo llegar a la entrada.Ya iba a asomar la cabeza cuando le sobrevino una nueva desgracia, en forma de un lobo hambriento que se trag el estmago de un bocado. Pulgarcito no se desanim. Tal vez pueda entenderme con el lobo, pens, y, desde su panza, le dijo: Amigo lobo, s de un lugar donde podrs comer a gusto. Dnde est? pregunt el lobo. En tal y tal casa. Tendrs que entrar por la alcantarilla y encontrars bollos, tocino y embutidos para darte un hartazgo. Y le dio las seas de la casa de sus padres. El lobo no se lo hizo repetir; escurrise por la alcantarilla, y, entrando en la despensa, se hinch hasta el gollete. Ya harto, quiso marcharse; pero se haba llenado de tal modo, que no poda salir por el mismo camino. Con esto haba contado Pulgarcito, el cual, dentro del vientre del lobo, se puso a gritar y alborotar con todo el vigor de sus pulmones. Cllate! le deca el lobo. Vas a despertar a la gente de la casa. Y qu! replic el pequeuelo. T bien te has atiborrado, ahora me toca a m divertirme y reanud el gritero. Despertronse, por fin, su padre y su madre y corrieron a la despensa, mirando al interior por una rendija. Al ver que dentro haba un lobo, volvironse a buscar, el hombre, un hacha, y la mujer, una hoz. Qudate t detrs dijo el hombre al entrar en el cuarto. Yo le pegar un hachazo, y si no lo mato, entonces le abres t la barriga con la hoz. Oy Pulgarcito la voz de su padre y grit: Padre mo, estoy aqu, en la panza del lobo. Y exclam entonces el hombre, gozoso: Loado sea Dios, ha aparecido nuestro hijo! y mand a su mujer que dejase la hoz, para no herir a Pulgarcito. Levantando el brazo, asest un golpe tal en la cabeza de la fiera, que sta se desplom, muerta en el acto.Subieron entonces a buscar cuchillo y tijeras, y, abriendo la barriga del animal, sacaron de ella a su hijito. Ay! exclam el padre, cunta angustia nos has hecho pasar! S, padre, he corrido mucho mundo; a Dios gracias vuelvo a respirar el aire puro. Y dnde estuviste? Ay, padre! Estuve en una gazapera, en el estmago de una vaca y en la panza de un lobo. Pero desde hoy me quedar con vosotros. Y no volveremos a venderte por todos los tesoros del mundo dijeron los padres, acariciando y besando a su querido Pulgarcito. Dironle de comer y de beber y le encargaron vestidos nuevos, pues los que llevaba se haban estropeado durante sus correras.

La Reina de Las AbejasAll en aquellos tiempos hubo un rey que tena dos hijos, que se fueron en busca de aventuras, lanzndose a todos los excesos de la disipacin, por lo que no volvan a su casa paterna. Fue a buscarlos su hermano menor, al que llamaban el Simple, pero cuando los encontr comenzaron a burlarse de l, porque en su sencillez pretenda saber dirigirse en un mundo donde se haban perdido ellos dos, ellos dos que tenan mucho ms talento que l. Habindose puesto en camino juntos encontraron un hormiguero. Los dos hermanos mayores queran llenarle de tierra para divertirse viendo la ansiedad de las hormigas que correran por todas partes cargadas con sus huevos; pero su hermano el Simple les dijo: Dejad en paz a esos animales; no consentir que les hagis dao. Poco despus encontraron un lago en el que nadaban no s cuantos patos. Los dos mayores queran coger un par de ellos para mandarlos asar, pero el menor se opuso diciendo: Dejad en paz a esos animales; no consentir que los mate nadie. Marchse el corzo brincando. Qu bien se encontraba en libertad! El Rey y sus acompaantes descubrieron el hermoso animalito y se lanzaron en su persecucin; pero no lograron darle alcance; por un momento creyeron que ya era suyo, pero el corzo se meti entre la maleza y desapareci. Al oscurecer regres a la casita y llam a la puerta. Dejad en paz a esos animales; no consentir que los quemis. Los tres hermanos llegaron por ltimo a un castillo cuyas caballerizas estaban llenas de caballos convertidos en piedras, y en las que no se vea a nadie. Atravesaron todas las salas y llegaron al fin delante de una puerta cerrada con tres cerraduras. En medio de la puerta haba un pequeo postigo por el que se vea una habitacin; desde l distinguieron a un hombre de poca estatura y cabellos grises que estaba sentado delante de una mesa.Llamaron una y dos veces sin que les oyera en la apariencia; a la tercera se levant, abri la puerta y se adelant hacia ellos; despus, sin pronunciar ni una palabra, los condujo a una mesa que estaba llena de toda clase de manjares, y en cuanto hubieron comido y bebido, llev a cada uno a una alcoba diferente. Por la maana se present el anciano al mayor de los hermanos y mandndole por seas que le siguiera, le condujo delante de una mesa de piedra, en la que estaban escritas las tres pruebas que era necesario hacer para desencantar el castillo. Consista la primera en buscar en el musgo, en medio de los bosques, las mil perlas de la princesa que estaban all sembradas; y si el que las buscaba no las haba encontrado todas antes de ponerse el sol sera convertido en piedra. El hermano mayor pas todo el da buscando las perlas; pero, cuando lleg la noche, apenas haba encontrado ciento, y fue convertido en piedra como estaba escrito en la mesa. El hermano segundo acometi la aventura al da siguiente, pero no fue ms afortunado que su hermano mayor; apenas encontr doscientas perlas y fue convertido en piedra. Lleg por ltimo su vez al tercero, que era el Simple. Comenz a buscar las perlas en el musgo; pero como esto era muy difcil y muy largo, se sent en una piedra y se puso, a llorar. Hallbase en esta situacin, cuando el rey de las hormigas a quien haba salvado la vida lleg con cinco mil de sus sbditos, y estos pequeos animales no necesitaron ms que un instante para encontrar todas las perlas y reunirlas en un montn. La segunda prueba consista en sacar la llave del dormitorio de la princesa, que estaba en el fondo del lago. Cuando se acerc el joven, los patos, a quienes habla salvado, salieron a su encuentro, se sumergieron en el agua y le llevaron la llave.Pero la tercera prueba era la ms difcil; consista en saber cul era la ms joven y la ms hermosa de las tres princesas dormidas. Las tres se parecan completamente y la nica cosa que las distingua era que antes de dormirse la mayor haba comido un terrn de azcar, mientras que la segunda haba bebido un sorbo de almbar, y la tercera haba tomado una cucharada de miel. Pero la reina de las abejas, a quien haba salvado el joven del fuego, vino en su socorro; fue a oler la boca de las tres princesas, y se qued parada en los labios de la que haba comido la miel; el prncipe la reconoci as. Entonces se deshizo el encanto, sali el castillo de su sueo mgico, y todos los que se hallaban convertidos en piedra tomaron la forma humana: El supuesto Simple se cas con la ms joven y ms hermosa de las princesas, y fue rey despus de la muerte de su padre. En cuanto a sus dos hermanos, se casaron con las otras dos hermanas.

Los Siete CuervosHaba una vez, hace ya mucho tiempo, un matrimonio que tena siete hijos y ninguna hija. Esto era siempre motivo de pena para aquellas buenas gentes, porque les hubiera encantado tener una nia. Y con tanto fervor anhelaban su llegada, que por fin un da tuvieron la inmensa alegra de acunar una hijita entre sus brazos. La felicidad del buen matrimonio fue entonces completa, porque adems dos siete hermanitos adoraban a la pequea. Pero, desdichadamente, la nia no pareca tener muy buena salud. Y a medida que pasaba el tiempo, desmejoraba cada vez ms. Hasta que un da se puso tan mal, que los padres no dudaron de que su hijita se mora. Pensaron entonces que haba que bautizarla, y para ello era preciso traer agua del pozo. Tomad vuestros baldes -dijo el padre a los siete nios-, id al pozo, y volved cuanto antes. Los muchachos obedecieron. Tomaron sus baldes y partieron corriendo. Estaban ansiosos por ayudar a su padre, y en su ansiedad, cada uno quera ser el primero en hundir su balde en el pozo. Se lanzaron atropelladamente sobre el mismo, con tanto aturdimiento y tan mala fortuna, que los baldes escaparon de sus manos y cayeron al fondo del pozo. Los muchachos quedaron desolados. Se miraban uno a otro, sin saber qu hacer ni qu decir. Dios mo! -exclam uno de ellos, por fin-. Qu le diremos ahora a pap? No podemos volver a casa sin el agua. En su desesperacin, trataron de sacar los baldes del pozo; pero todo fue en vano. No pudieron lograrlo, y atemorizados al pensar en el enojo con que los recibira su padre, se quedaron meditando, sentados junto al pozo. Si volvemos sin el agua -dijo uno de ellos-, nuestro padre se sentir tan enojado que nos castigar duramente. Es muy cierto -aadi otro-.Y no le faltar razn. No debimos ser tan atolondrados... -suspir un tercero. Nadie tiene la culpa -aadi el cuarto-. Si los baldes se han cado al pozo, ha sido solamente una desgracia. S -coment el quinto-, pero pap y mam estn demasiado afligidos para que atiendan nuestras razones. Yo no me atrevera a volver a casa -se lament el sexto, casi a punto de llorar. Es intil que nos lamentemos -concluy el sptimo-. La cosa no tiene remedio. Todo lo que nos queda por hacer, es ver de qu manera podemos salir de este embrollo. Mientras tanto, en la casa, el padre se impacientaba ante la tardanza de los muchachos. Se asomaba a la ventana y miraba el camino, tratando de descubrirlos. Pero el camino estaba desierto y los muchachos no volvan. Ah! -dijo el pobre hombre de pronto-. Seguramente que esos siete holgazanes se han quedado jugando. Es imposible, de otra manera, que tarden tanto en volver del pozo con el agua. Y nuevamente volva a pasearse, y otra vez se asombraba a la ventana para mirar al camino. Pero lleg un momento en que su desesperacin por la tardanza de los muchachos fue tanta y tan grande, que sin poder contenerse exclam: Perezosos! Ojal se convirtieran en siete cuervos! No imagin nunca lo que poda suceder. Apenas haba dicho esas palabras, cuando sinti un aleteo sobre su cabeza; levant los ojos, y con gran espanto vio contra el cielo azul siete cuervos negros que volaban sobre la casa. Grande fue su desesperacin y la de su mujer cuando comprendieron que aquellos siete cuervos eran sus siete hijos. Pobres nios! -deca el padre afligido, viendo que los cuervos, despus de volar un rato sobre su cabeza, partan hacia el horizonte. Pobres nios! Y qu ser ahora de nosotros? Pero el dao ya estaba hecho, y no poda remediarse.La mujer trat de consolarse. Es intil ya que pensemos en ellos -le dijo-. Quiz algn da vuelvan. Pero por ahora, pensemos en nuestra hijita que est aqu, y tratemos de salvarla. El buen hombre comprendi que su mujer estaba en lo cierto. Y tantos cuidados prodigaron a la nia, que afortunadamente la pequea no muri. Pasaron los aos, y la nia que fuera tan delicada, creci sana y fuerte. El matrimonio viva feliz con el cario de su hija, pero el padre sola quedarse a veces pensativo mirando hacia el cielo, como si esperara algo; y un buen da le dijo su mujer: Oye, marido. Es preciso que la nia no sepa la historia de los siete cuervos; de modo que debemos cuidarnos mucho. Nada ganas con pasarte las horas junto a la ventana. Yo confo en que ellos volvern quizs algn da. Pero mientras tanto, olvidemos aquello. El padre asinti. Y de este modo, como jams le hablaron sus padres de los siete hermanos, la nia no supo nunca la triste historia. Pero un da en que conversaba con una vecina, escapsele a sta el secreto. Qu bonita eres! -dijo la mujer; y aadi atolondradamente-: Es lstima que tus hermanos que tanto te queran no estn aqu para verte. La nia se qued pensativa, y en seguida pregunt: Mis hermanos? Debis estar equivocada. Yo nunca he tenido hermanos. De quin hablis? La buena mujer comprendi que haba hablado por dems y que su charlatanera iba a provocar un disgusto en casa de sus vecinos. Pero ya no haba manera de retroceder. Ante las preguntas de la nia, se vio obligada a contarle la triste historia del encantamiento de sus hermanos, debido a la maldicin de su padre cuando ella era apenas una niita recin nacida.As fue cmo la pequea supo que, un poco a causa suya, sus siete hermanos estaban ahora convertidos en siete cuervos. Entonces sinti tal afliccin que decidi hablar a sus padres. La pobre gente comprendi que ya no poda ocultarle la verdad. Es cierto todo lo que te ha dicho la vecina -dijo la madre, afligida-. Pero hace ya mucho tiempo, mucho tiempo, y nunca hemos vuelto a verles. Entonces dijo la nia: Pues yo he de ir a buscarles. Soy culpable de que los pobrecitos estn ahora convertidos en siete cuervos, y es preciso que los encuentre para que puedan volver a casa. Pero no sabemos dnde estn! -exclamaron los padres-. Cmo hars para encontrarles? La nia se qued un momento pensando. Sus padres tenan razn: sera muy difcil saber dnde habitaban ahora los siete cuervos encantados. Pero despus de un instante, exclam: No s todava cmo har para encontrarles. Preguntar y preguntar hasta dar con ellos. Y el da que eso suceda, volver a casa con mis hermanitos. Los padres, comprendiendo que la nia estaba decidida, no se opusieron a su partida. La mam le prepar una cesta con merienda para el viaje, y entregndole su anillo de bodas como recuerdo, la despidi en el camino. La nia ech a andar, y despus de mucho caminar, sin hallar sea alguna de sus hermanos, lleg al fin del mundo. Ya no le quedaba otra cosa que hacer que lanzarse al espacio; y la nia, siempre en busca de los siete cuervos, lleg al sol. Aqu no vas a encontrar a nadie -le dijo el sol de mal modo-. Cualquiera que pretendiera quedarse ms de un minuto, se morira abrasado. Y como el sol arda y le quemaba los pies, la niita huy presurosa del ardiente astro.Pens que quiz estuvieran los cuervos en la luna, y hacia ella se encamin Aqu no vas a encontrar a nadie- le dijo la luna con indiferencia-. Cualquiera que pretendiera quedarse ms de un minuto, se morira congelado. Y como all haca demasiado fro, temblorosa y helada volvi la nia a la tierra y se puso a llorar. En ninguna parte poda encontrar a sus hermanitos. Pronto comprendi que nada ganara con sus lgrimas, de modo que, secando sus ojos, se dispuso a emprender otra vez el camino. Pero ya no saba adnde ir. Mir otra vez hacia el cielo, y crey ver que las estrellas le hacan guios amistosos. Llena de esperanza, volvi entonces hacia el cielo. Y las estrellas la recibieron con grandes muestras de alegra. Aqu est! -decan alborozadas-. Aqu est la gentil niita que ha recorrido el mundo en busca de sus hermanos! Ved qu buena y hermosa es. Y una de ellas, la ms luminosa de todas, aquella que llaman el Lucero del Alba, sali a su encuentro. Dulce nia -le dijo-. Has sido tan buena al recorrer todo el mundo en busca de tus siete hermanos, que mereces una recompensa. Tus hermanitos, los siete cuervos encantados, viven en la cumbre de una montaa de cristal, en un castillo. Pero jams podrs entrar all si no llevas para abrir la puerta este trocito de madera que estrellas me han dicho que vivan aqu. Es verdad -respondi el gentil enano-, pero en este momento mis amos han salido. Sin embargo, como no tardarn en volver, si quieres puedes pasar a esperarlos. Es posible que se alegren de verte, pero nunca reciben a nadie. La nia no se hizo repetir la invitacin y entr en el castillo. Cruz el amplio vestbulo, y el enano la condujo al comedor, donde se vio frente a una gran mesa puesta para siete cubiertos.Como despus de su largo viaje la nia tena hambre, dijo al enano: Podra servirme algo de lo que hay sobre la mesa? Estoy muy cansada y tengo hambre y sed. S -dijo el enano-. Come y bebe si quieres. Y como la nia no quera privar a ninguno de los siete cuervos de su racin, prob nada ms que un bocado de cada plato y bebi un sorbo de cada vaso. Pero no advirti que el anillo de bodas de su madre rod de su dedo y cay al fondo de uno de los vasos. De pronto se sinti afuera un aleteo de pjaros y la nia se levant presurosa. Escndeme -dijo al enano-; no quisiera que tus amos los siete cuervos me vieran todava. El enano la hizo ocultar tras una cortina, y poco despus se vio entrar por la ventana a los siete cuervos. Se pos cada uno junto a su plato, y comenzaron a te entrego. La nia, llena de alborozo, le agradeci el obsequio. Y despidindose de las buenas estrellas, parti otra vez en busca de sus hermanos. Pronto alcanz a ver la gran montaa de cristal, que brillaba en medio de la tierra. Ah est el castillo -se dijo la nia- y pronto estar junto a mis hermanos. Momentos despus se hallaba frente a la puerta del castillo. Era aquella una puerta pesada y enorme, muy difcil de mover; pero, cosa rara, su cerradura era muy chiquita: del tamao del trocito de madera que Estrella del Alba entregara a la nia. La pequea busc la valiosa astilla en sus bolsillos, y con inmensa pena hall que la haba perdido. La pobre nia se ech a llorar. Toda su tarea quedaba perdida. Qu hara ahora? Pronto comprendi, como antes, que llorando no conseguira resolver su delicada situacin; y otra vez sec sus ojos. Pens un largo rato.Mi dedo ndice -se dijo- tiene casi el mismo tamao que el trocito de madera que me dio la buena estrella. Es posible que con l pueda abrir la puerta del castillo. Prob a hacerlo; hizo rodar el dedito en la cerradura, y la puerta se abri. Qu alegra sinti la nia! Frente a ella apareci entonces un enano que la salud con gran reverencia. Bienvenida seas a esta casa -le dijo-. Qu deseas? Quiero ver a los siete cuervos -contest la nia sin temor-. Las estrellas me han dicho que vivan aqu. Es verdad -respondi el gentil enano-, pero en este momento mis amos han salido. Sin embargo, como no tardarn en volver, si quieres puedes pasar a esperarlos. Es posible que se alegren de verte, pero nunca reciben a nadie. La nia no se hizo repetir la invitacin y entr en el castillo. Cruz el amplio vestbulo, y el enano la condujo al comedor, donde se vio frente a una gran mesa puesta para siete cubiertos. Como despus de su largo viaje la nia tena hambre, dijo al enano: Podra servirme algo de lo que hay sobre la mesa? Estoy muy cansada y tengo hambre y sed. S -dijo el enano-. Come y bebe si quieres. Y como la nia no quera privar a ninguno de los siete cuervos de su racin, prob nada ms que un bocado de cada plato y bebi un sorbo de cada vaso. Pero no advirti que el anillo de bodas de su madre rod de su dedo y cay al fondo de uno de los vasos. De pronto se sinti afuera un aleteo de pjaros y la nia se levant presurosa. Escndeme -dijo al enano-; no quisiera que tus amos los siete cuervos me vieran todava. El enano la hizo ocultar tras una cortina, y poco despus se vio entrar por la ventana a los siete cuervos. Se pos cada uno junto a su plato, y comenzaron a comer De pronto, uno de ellos exclam: Parece como si alguien hubiera comido en mi plato y bebido en mi vasoPues, y en el mo! -dijo otro. Y en el mo, y en el mo! -gritaban todos los cuervos a un tiempo, en medio de un agitado batir de alas. Y cuando el ltimo de ellos mir su vaso, advirti que algo sonaba en el fondo del mismo. Miraron todos, y con gran sorpresa vieron en el vaso el anillo de bodas de su madre. Primero se quedaron mudos de asombro. Pero en seguida comprendieron que aquello que pareca un milagro no tena sino una explicacin. Y dando grandes aleteos de alegra, comenzaron a gritar alborozados: Nuestra hermanita ha venido a buscarnos! Nuestra hermanita ha venido a buscarnos! Al orles, sali la nia de su escondite y comenz a besar a los cuervos. Y sucedi que a medida que los besaba, los feos pjaros negros se fueron convirtiendo en apuestos jvenes. Los hermanos se abrazaron, locos de contento. No podis daros una idea de lo feliz que me siento -dijo la pequea-. Os he buscado tanto, que me parece imposible haberos encontrado a todos sanos y salvos. Y nosotros, hermanita -dijeron ellos- nunca sabremos cmo agradecerte lo que has hecho por encontrarnos. Ahora, lo que debemos hacer es volver cuanto antes a casa. Imaginaos la alegra que sentirn al veros pap y mam! Al recordar a sus padres, los jvenes desearon vivamente volver al viejo hogar. Se despidieron del enano, y al cabo de un largo viaje llegaron los siete muchachos y la nia a la antigua casa, donde los padres los recibieron alborozados.

La Oca de OroUn hombre tena tres hijos, al tercero de los cuales llamaban El zoquete, que era menospreciado y blanco de las burlas de todos. Un da quiso el mayor ir al bosque a cortar lea; su madre le dio una torta de huevos muy buena y sabrosa y una botella de vino, para que no pasara hambre ni sed. Al llegar al bosque encontrse con un hombrecillo de pelo gris y muy viejo, que lo salud cortsmente y le dijo: Dame un pedacito de tu torta y un sorbo de tu vino. Tengo hambre y sed. El listo mozo respondi Si te doy de mi torta y de mi vino apenas me quedar para m; sigue tu camino y djame -y el viejo qued plantado y sigui adelante. Se puso a cortar un rbol, y al poco rato peg un hachazo en falso y el hacha se le clav en el brazo, por lo que tuvo que regresar a su casa a que lo vendasen. Con esta herida pag su conducta con el hombrecillo. Parti luego el segundo para el bosque, y, como al mayor, su madre lo provey de una torta y una botella de vino. Tambin le sali al paso el viejecito gris, y le pidi un pedazo de torta y un trago de vino. Pero tambin el hijo segundo le replic con displicencia: Lo que te diese me lo quitara a m; sigue tu camino! y dejando plantado al anciano, se alej. No se hizo esperar el castigo. Apenas haba asestado un par de hachazos a un tronco cuando se hiri en una pierna, y hubo que conducirlo a su casa. Dijo entonces El zoquete: Padre, djame ir al bosque a buscar lea. Tus hermanos se han lastimado -contestle el padre-; no te metas t en esto, pues no entiendes nada. Pero el chico insisti tanto, que, al fin, le dijo su padre: -Vete, pues, si te empeas; a fuerza de golpes ganars experiencia.Diole la madre una torta amasada con agua y cocida en las cenizas. Y una botella de cerveza agria. Cuando lleg al bosque se encontr igualmente con el hombrecillo gris, el cual lo salud y dijo: Dame un poco de tu torta, y un trago de lo que llevas en la botella, pues tengo hambre y sed. No llevo sino una torta cocida en la ceniza y cerveza agria -le respondi El zoquete-; si te conformas, sentmonos y comeremos. Y se sentaron. Y he aqu que cuando el mozo sac la torta, result ser un magnfico pastel de huevos, y la cerveza agria se haba convertido en un vino excelente. Puesto que tienes buen corazn y eres generoso, te dar suerte. Ves aquel viejo rbol de all? Pues crtalo; encontrars algo en la raz -. Y con estas palabras, el hombrecillo se despidi. El zoquete se encamin al rbol y lo derrib a hachazos, y al caer apareci en la raz una oca de plumas de oro puro. Se la llev consigo y entr en una posada para pasar la noche. El dueo tena tres hijas, que, al ver la oca, sintieron por ella una gran curiosidad, y el deseo de poseer una de sus plumas de oro. La mayor pens: Ser mucho que no encuentre una oportunidad para arrancarle una pluma, y, un momento en que el muchacho sali de su cuarto, sujet la oca por un ala; pero los dedos y la mano se le quedaron pegados a ella. Pronto acudi la segunda, con la idea de llevarse tambin una pluma de oro; pero no bien toc a su hermana qued pegada a ella. Finalmente, fue la tercera con idntico propsito, y las otras le gritaron: Aprtate, por Dios Santo, aprtate! Pero ella, no comprendiendo por qu deba apartarse y pensando que si sus hermanas estaban all, tambin ella poda estar, se acerc y, apenas hubo tocado a la segunda, qued asimismo aprisionada sin poder soltarse.Y as tuvieron que pasarse la noche pegadas a la oca. A la maana, El zoquete, cogiendo el animal bajo el brazo, emprendi el camino de su casa, sin preocuparse de las tres muchachas, que lo seguan quieras o no, haciendo eses, segn le llevaban a l las piernas. En medio del campo se encontraron con el seor cura, quien, al ver la comitiva, dijo: No os da vergenza, descaradas, correr de este modo tras este joven en despoblado? Os parece decente? Y sujet a la menor por la mano con intencin de separarla; pero no bien la toc, qued a su vez enganchado y hubo de participar tambin en la carrera. Al poco rato acert a pasar el sacristn, y, al ver al seor cura que segua a las muchachas, sorprendido dijo: Y pues, seor cura, adnde va tan de prisa? Se ha olvidado de que hoy tenemos un bautizo? -y corriendo hacia l, lo cogi de la manga, quedando asimismo sujeto. Trotando as los cinco, topronse con dos labradores que, con sus azadones al hombro, regresaban del campo. Llamlos el cura, pidindoles que lo desenganchasen, a l y al sacristn; pero no bien hubieron tocado los hombres a este ltimo, helos tambin aprisionados! Y ya eran siete los que corran en pos de El zoquete y su oca. Poco despus llegaron a una ciudad, cuyo rey era padre de una hija tan seria y adusta, que nadie, haba logrado hacerla rer. Por eso el Rey haba hecho pregonar que dara la mano de la princesa al hombre que fuese capaz de provocar su risa. Al enterarse de ello, El zoquete, arrastrando todo su squito, se present a la hija del Rey, y al ver ella aquella hilera de siete personas corriendo sin parar una tras otra, se ech a rer tan fuerte y tan a gusto, que no poda cesar en sus carcajadas.Entonces El zoquete la pidi por esposa. Pero el Rey, al que no gustaba aquel yerno, opuso toda clase de objeciones, y, al fin, le dijo que antes deba traerle a un hombre capaz de beberse todo el vino que caba en la bodega de palacio. Pens el joven en su hombrecillo del bosque y fue a pedirle ayuda. Y he aqu que en el mismo lugar donde cortara el rbol vio sentado a un individuo en cuyo rostro se pintaba la afliccin. Preguntle El zoquete el motivo de su pesar, y el otro le contest: Sufro de una sed terrible, que no puedo calmar de ningn modo. No puedo con el agua fra, y aunque me he bebido todo un tonel de vino, qu es una gota sobre una piedra ardiente? Yo puedo remediar esto -djole el joven-. Vente conmigo y te prometo que bebers hasta reventar. Y as diciendo, lo condujo a la bodega real, donde el hombre la emprendi, bebe que te bebe, con las voluminosas cubas, hasta que ya le dolan las caderas, y antes de que se hubiese terminado el da, haba vaciado toda la bodega. El zoquete acudi nuevamente a reclamar su novia; pero el Rey, irritado al pensar que un mozalbete que todo el mundo tena por tonto se hubiese de llevar a su hija, psole una nueva condicin. Antes deba encontrar a un hombre capaz de comerse una montaa de pan. No se lo pens mucho el mozo, sino que se dirigi inmediatamente al bosque, y en el mismo lugar que antes, encontr a un hombre ocupado en apretarse el cinturn y que, con cara compungida, le dijo: Me he comido toda una hornada de pan. Pero, qu es esto para un hambre como la que yo tengo? Mi estmago sigue vaco, y no me queda ms recurso que apretarme el cinturn para no morirme de hambre. Djole El zoquete muy contento: Vente conmigo y te vas a hartar.Y lo llev a la corte del Rey, el cual haba mandado reunir toda la harina del reino y cocer con ella una enorme montaa de pan. El hombre del bosque se situ enfrente de ella, empez a comer, y, al ponerse el sol, aquella enorme mole haba desaparecido. Por tercera vez reclam El zoquete a la princesa; pero el Rey, buscando todava dilaciones, le exigi que le trajera un barco capaz de ir por tierra y por agua. En cuanto llegues navegando en l -djole-, mi hija ser tu esposa. Nuevamente se encamin el muchacho al bosque, donde lo aguardaba el viejo hombrecillo gris con quien repartiera su torta, y que le dijo: Para ti he comido y bebido, y ahora te dar el barco. Todo eso lo hago porque fuiste compasivo conmigo. Y le dio el barco que iba por tierra y por agua; y cuando el Rey lo vio, ya no pudo seguir negndose a entregarle a su hija. Celebrse la boda; a la muerte del Rey, El zoquete hered la corona, y durante largos aos vivi feliz con su esposa.

El Rey Pico de Tordo

Tena un rey una hija que era hermosa por encima de toda ponderacin, pero tan orgullosa y soberbia, que no encontraba ningn pretendiente de su gusto: Uno tras otro, los rechazaba a todos y, encima, se burlaba de ellos. Un da, el Rey dispuso una gran fiesta e invit a todos los mozos casaderos de varias leguas a la redonda. Fueron colocados en fila, por orden de rango: en primer lugar, los reyes; despus, los duques, los prncipes, los condes y barones, y, finalmente, los caballeros. Pasles revista la princesa, pero a cada uno tuvo algo que objetar. ste era demasiado gordo: Vaya tonel!, exclamaba. El segundo, demasiado larguirucho: Flaco y largo no tiene garbo. El tercero, demasiado bajo: Gordo y bajo, un estropajo. El cuarto, demasiado plido: Parece la muerte!. El quinto, demasiado rojo: Vaya gallo!. El sexto no era bastante derecho: Lea verde, secada detrs de la estufa. Y, as sucesivamente, en todos descubra algn defecto. Pero de quien ms se burl fue de un bondadoso rey, que figuraba entre los primeros y cuya barbilla era un poco saliente: - Ja, ja! - exclam la princesa, soltando la carcajada -, ste tiene una barbilla que parece el pico de un tordo. Por lo que, en adelante, le dieron el sobrenombre de Pico de tordo. El viejo rey, empero, viendo que su hija no haca sino mofarse de todos los pretendientes y humillarlos, irritse de tal manera que jur casar a su hija con el primer mendigo que llegase a su puerta. Al cabo de pocos das presentse un organillero que, despus de cantar al pie de las ventanas, pidi limosna. Al enterarse el Rey, dijo: - Traedme a ese hombre! Compareci ante l el pordiosero, todo sucio y harapiento, cant ante el Rey y la princesa y, cuando hubo terminado, pidi una recompensa. Djole el Rey:- Me ha gustado tanto tu cancin, que voy a darte a mi hija por esposa. Asustse la princesa, pero el Rey le dijo: - Jur casarte con el primer mendigo que se presentara, y voy a cumplir mi juramento. No valieron splicas; fue llamado el cura.Pasaron luego por un prado, y ella volvi a preguntar:- De quin es este grande y verde prado? - Del rey Pico de tordo, a quien has despreciado. Si lo hubieses querido, ahora tuyo sera. - Ay, desdichada de m! Por qu a Pico de tordo no le dije que s?.Y al llegar a una gran ciudad, pregunt ella de nuevo: - De quin es esta ciudad tan bella y populosa? - Del rey Pico de tordo, que te pidi por esposa. Si lo hubieses querido, ahora tuya sera. - Ay, desdichada de m! Por qu a Pico de tordo no le dije que s?. - Basta! - dijo en esto el mendigo.- No me gusta que ests siempre deseando a otro hombre. No soy yo bastante para ti? Al fin, llegaron a una casa pequesima. Y ella pregunt: Santo Dios, vaya casita extraa! De quin puede ser esta cabaa?. Respondi el msico: - Es mi casa y la tuya, donde viviremos. La princesa hubo de inclinarse para franquear la puerta, tan baja era. - Dnde estn los criados? - pregunt ella- Criados? - replicle el mendigo.- Tendrs que hacer t lo que quisieras que te hiciesen. Enciende fuego enseguida, pon agua a calentar y prepara la comida. Yo estoy cansado. Pero la hija del Rey no entenda de cocina, ni saba cmo encender fuego, y el mendigo no tuvo ms remedio que intervenir para que las cosas saliesen medio bien. Despus de su parca comida furonse a dormir, y, por la maana, l la oblig a levantarse muy temprano, pues deba atender a los quehaceres de la casa. As vivieron unos das, consumiendo todas sus provisiones, y entonces, dijo el hombre: Mujer, gastar y no ganar nada, no puede ser. Tendrs que trenzar cestas. Sali el hombre a cortar mimbres y los trajo a casa. La joven empez a trenzarlos, pero eran duros y le lastimaban las delicadas manos. - Bien veo que no sirves para esto - dijo el marido. - Mejor ser que hiles, tal vez lo hagas mejor. Instalse ella y se esforz en hilar; pero la recia hebra no tard en herirle los dedos, haciendo brotar la sangre. - Ya lo ves - djole el hombre. - No sirves para ningn trabajo. Mal negocio he hecho contigo! Probaremos a montar un comercio de alfarera. Irs al mercado a vender ollas y pucheros. - Dios mo! - pens ella. - Si aciertan a pasar por el mercado gentes del reino de mi padre y me ven all sentada vendiendo cacharros, cmo se burlarn de m! Pero no hubo ms remedio; o resignarse, o morirse de hambre. La primera vez, la cosa fue bastante bien, pues la hermosura de la joven atraa a la gente, que pagaba lo que ella peda, e incluso algunos le dieron el dinero sin llevarse la mercanca. El matrimonio vivi un tiempo de lo ganado, y, al terminarse el dinero, el hombre se procur otra partida de ollas y cazuelas. Situse la princesa en un ngulo de la plaza, y expuso los objetos a su alrededor. De pronto acercse a caballo un hsar borracho; iba al trote y, metindose en medio de los cacharros, en un momento los redujo todos a pedazos. Echse la joven a llorar y, angustiada, no saba qu hacer. - Ay, qu ser de m! - exclam. - Qu va a decir mi marido! Corri a su casa y le explic el percance. - A quin se le ocurre ponerse en el ngulo de la plaza con vasijas de barro? - increpla el marido.- Bueno, djate de llorar, bien veo que no sirves para ningn trabajo serio. He estado en el palacio de nuestro rey a preguntar si necesitaban una asistenta de cocina, y me han prometido ocuparte. As te ganars la comida. Y ah tenemos a la princesa convertida en asistenta de cocina, ayudando al cocinero y encargndose de los trabajos ms rudos. Se meti unos pucheritos en los bolsillos, y en ellos guardaba lo que le daban de las sobras, lo llevaba a su casa y de aquello coman los dos. Corri que deba celebrarse la boda del hijo mayor del Rey, y la pobre mujer, deseosa de presenciar la fiesta, se coloc en la puerta de la sala. Cuando, ya encendidas las luces, empezaron a entrar los invitados - si uno bellamente ataviado, el otro ms, - ella, al ver tanta pompa y magnificencia, acordse, con amargura, de su suerte, y maldijo su orgullo y soberbia, culpables de su humillacin y miseria. De los manjares tan apetitosos que eran trados y llevados por los camareros, y cuyos aromas llegaban hasta ella, los criados le arrojaban de vez en cuando unos bocados, que la mujer guardaba en sus pucheritos, para llevarlos a casa. Entr el Prncipe, vestido de terciopelo y seda, con cadenas de oro alrededor del cuello, y, al ver a aquella hermosa mujer, de pie junto a la puerta, tomla de la mano para bailar con ella. Pero la princesa se resisti, asustada, pues reconoci en el doncel al rey Pico de tordo, su ex-pretendiente, al que rechazara y ofendiera con sus burlas. De nada le sirvi su resistencia, pues l la oblig a entrar en la sala. Rompisele la cinta con que ataba sus pucheros, y stos cayeron al suelo, desparramndose la sopa y dems viandas. Todos los presentes Prorrumpieron en carcajadas y burlas, quedando ella avergonzada y deseando que la tierra se abriese bajo sus pies. Corri a la puerta para huir, pero, en la escalera, un hombre la alcanz y la oblig a retroceder. Al mirarlo ella, encontrse de nuevo con el rey Pico de tordo, el cual le dijo afectuosamente: - Nada temas; yo y el msico con quien has estado viviendo en la cabaa, somos el mismo hombre. Por tu amor me disfrac as, y el hsar que te rompi la me cansa fui tambin yo. Todo lo hice para humillar tu orgullo y castigarte por tu soberbia, que te incit a burlarte de m. La princesa, llorando amargamente, dijo: - Fui muy injusta y no merezco ser tu esposa. Pero l le replic: - Tranquilzate. Todo pas, y ahora celebraremos nuestra boda. Y las camareras entraron y le pusieron preciosos vestidos; vino su padre y toda la Corte acudi a felicitarla por su casamiento con el rey Pico de tordo, y entonces s que todo fueron fiestas y alegra. Ojal hubisemos estado t y yo! Juan Sin Miedo

Hace mucho, mucho tiempo, vivan en una pequea aldea un anciano padre con sus dos hijos. El mayor de ambos era trabajador y llenaba el corazn de su padre de alegra, pero el otro slo le brindaba sinsabores y no sacaba provecho de l. Un da el padre llam al menor de sus hijos, que se llamaba Juan, y dirigindose a l dijo: - Hijo mo, sabes que no tengo mucho que dejaros a tu hermano y a ti, y sin embargo an no has aprendido ningn oficio que te sirva para ganarte el pan. Dime: qu te gustara aprender? Padre - contest Juan -, muchas veces oigo contar relatos que hablan de monstruos y batallas, y al escucharlos la gente dice: "qu miedo pas", o "me qued helado de terror", o incluso: "fue espantoso, estbamos aterrorizados". - Padre, quiero aprender lo que es el miedo porque nunca he sentido algo as. - Estoy hablando de tu porvenir!, - dijo el anciano encolerizado - y t quieres aprender lo que es el miedo? Aunque no creo que sirva de nada, marcha a aprenderlo, si lo deseas, pero no con mi apellido. Juan recogi sus cosas, se despidi de su hermano y de su padre, y emprendi su camino. Cerca de un molino encontr a un sacristn con el que entabl conversacin. Al presentarse y darse cuenta de que no poda utilizar su apellido, decidi que su nombre sera en adelante Juan Sin Miedo. - Juan Sin Miedo? Extrao nombre! - Se admir el sacristn. - Ver, nunca he conocido el miedo, he partido de mi casa con la intencin de que alguien me pueda mostrar lo que es. Quiz pueda ayudarte: cuentan que ms all del valle, muy lejos, hay un castillo encantado por un malvado mago.El monarca que all gobierna ha prometido la mano de su linda hija a aquel que consiga recuperar el castillo y el tesoro. Hasta ahora, todos los que lo intentaron huyeron asustados o murieron de miedo. - Quiz, quiz all pueda sentir el miedo. Despus de mucho caminar, vislumbr a lo lejos las torres ms altas de un castillo en el que no ondeaban banderas. Al acercarse a la aldea prxima, vio que una de las casas luca los estandartes reales. "Sin duda el rey reside ahora aqu" - Pens. Dos guardias reales cuidaban la puerta principal. Cuando le preguntaron, contest: - Soy Juan Sin Miedo, y deseo ver a vuestro Rey. Quiz me permita entrar en su castillo y sentir al fin eso que llaman miedo. El ms fornido le acompa al Saln del Trono. El monarca expuso las condiciones que ya haban escuchado otros candidatos: Si consigues pasar tres noches seguidas en el castillo, derrotar a los espritus y devolverme mi tesoro, te conceder la mano de mi amada y bella hija y la mitad de mi reino como dote. - Se lo agradezco, Su Majestad, pero yo slo he venido para saber lo que es el miedo. "Qu hombre tan valiente, qu honesto", pens el rey, "pero ya guardo pocas esperanzas de recuperar mis dominios,...tantos han sido los que lo han intentado hasta ahora..." Juan sin Miedo se dispuso a pasar la primera noche en el castillo. Le despert un alarido impresionante. - Uhhhhhhhhh! - Un espectro tenebroso se deslizaba sobre el suelo sin tocarlo. - Quin eres t, que te atreves a despertarme? Un nuevo alarido por respuesta, y Juan Sin Miedo le tap la boca con una bandeja que adornaba la mesa. El espectro qued mudo y se deshizo en el aire. A la maana siguiente el soberano visit a Juan Sin Miedo y pens: "Es slo una pequea batalla. An quedan dos noches".Pas el da y se fue el sol. Como la noche anterior, Juan Sin Miedo se dispona a dormir, pero esta vez apareci un fantasma espantoso que lanz un bramido: Uhhhhhhhhhh! - Quin eres? Contesta! - El fantasma arrastraba una cadena con una bola de metal. Juan Sin Miedo cogi un hacha que colgaba de la pared, y cort la cadena que arrastraba la bola. Al no estar sujeto, el fantasma se elev y desapareci. El rey le visit al amanecer y pens: "Nada de esto habr servido si no repite la hazaa una vez ms". Lleg el tercer atardecer, y despus, la noche. Juan Sin Miedo ya dorma cuando escuch acercarse a una momia espeluznante. Y pregunt: - Dime qu motivo tienes para interrumpir mi sueo. Como no contestara, agarr un extremo de la venda y tir. Retir todas las vendas y encontr al mago: - Mi magia no vale contra ti. Djame libre y romper el encantamiento. La ciudad en pleno se haba reunido a las puertas del castillo, y cuando apareci Juan Sin Miedo el soberano dijo: "Cumplir mi promesa!" Pero no acab aqu la historia: Cierto da en que el ahora prncipe dorma, la princesa decidi sorprenderle regalndole una pecera. Pero tropez al inclinarse, y el contenido, agua y peces cayeron sobre el lecho que ocupaba Juan. - Ahhhhhh! - Exclam Juan al sentir los peces en su cara - Qu miedo! La princesa rea viendo cmo unos simples peces de colores haban asustado al que permaneci impasible ante espectros y aparecidos: Te guardar el secreto, dijo la princesa. Y as fue, y an se le conoce como Juan Sin Miedo.

El Joven GiganteUn labrador tena un hijo tan grande como el dedo pulgar. Nunca creca, y en muchos aos su estatura no se aument ni en un solo dedo. Un da que iba su padre a trabajar al campo, le dijo el pequeillo: Padre, quiero ir contigo. Venir conmigo? dijo el padre; qudate ah! Fuera de casa no serviras ms que para incomodar; y adems podras perderte. Desea tener un hermoso palacio, con jardn y todo lo que le corresponda. Y apenas haban salido las palabras de los labios del nio, apareci todo lo deseado. Al cabo de algn tiempo, le dijo el cocinero: Estando all se apareci un gigante muy grande que vena del otro lado de las montaas: Mira, el coco, le dijo su padre, que quera meter miedo a su hijo para que fuera ms obediente; viene a cogerte. Pero el gigante, que haba odo esto, lleg en dos pasos al surco, cogi al enanito y se le llev sin decir una palabra. El padre, mudo de asombro, no tuvo fuerzas ni aun para dar un grito. Crey perdido a su hijo, y no esper volverle a ver ms. El gigante se le llev a su casa, y le cri por s mismo, y el enanito tom de repente una gran estatura, creci y lleg a ser parecido a un gigante. Al cabo de dos aos el gigante fue con l al bosque, para probarle, le dijo: Cgeme una varilla. El muchacho era ya tan fuerte, que arranc de la tierra un arbolito con races. Pero el gigante se propuso que creciera todava ms, y llevndosele consigo, le cri todava durante otros dos aos. Al cabo de este tiempo, haban aumentado de tal modo sus fuerzas, que arrancaba de la tierra un rbol aunque fuera muy viejo.Pero esto no era suficiente para el gigante; le cri todava durante otros dos aos, al cabo de los cuales fue con l al bosque, y le dijo: Cgeme un palo de un tamao regular. El joven arranc de la tierra la encina mayor del bosque, que dio un horrible estallido, no siendo este esfuerzo ms que un juego para l. Est bien, dijo el gigante, ya ha concluido tu educacin. Y le llev a la tierra donde le haba cogido. Hallbase ocupado en labrar su padre, cuando se acerc a l el joven gigante y le dijo: Ya estoy aqu, padre mo, y hecho todo un hombre. El labrador, asustado, exclam: No, t no eres mi hijo, yo no te quiero; mrchate. S, yo soy vuestro hijo. Dejadme trabajar en lugar vuestro. Yo arar tan bien y mejor que vos. No, no, t no eres mi hijo, y t no sabes arar; mrchate. Pero, como tena miedo al coloso, dej el arado y se puso a alguna distancia. Entonces, el joven, cogiendo su instrumento con una sola mano, se apoy encima con tal fuerza, que la reja se hundi profundamente en la tierra. El labrador no pudo dejar de gritarle: Si quieres arar, no debes profundizar tanto, pues te saldr muy mal el trabajo. El joven desenganch entonces los caballos y se enganch al arado, diciendo a su padre: Id a casa, y decid a mi madre que me prepare una comida abundante; entretanto acabar de arar esta tierra. El labrador fue a su casa y se lo dijo todo a su mujer. En cuanto al joven gigante, ar toda la tierra, que tendra muy bien dos fanegas, por s solo, y enseguida la rastrill arrastrando dos rastrillos a la vez. Cuando hubo concluido fue al bosque, arranc dos encinas que se ech al hombro, y colgando en la una los dos rastrillos, y en la otra los dos caballos, lo llev todo a casa de sus padres con la misma facilidad que si fuera una paja.Cuando entr en el patio, su madre, que no le conoca, exclam: Quin es ese horrible gigante? Es nuestro hijo, dijo el labrador. No, dijo ella, no es nuestro hijo; nuestro hijo, ha muerto ya. Nosotros no hemos tenido nunca ninguno tan grande: el nuestro era muy pequeito. Y dirigindose a l: Mrchate, le grit; nosotros no te queremos. El joven no la contest. Llev los caballos a la cuadra, les dio heno y avena y los cuid perfectamente. Despus, cuando hubo concluido, entr en el cuarto, y sentndose en el banco: Madre, dijo, tengo hambre, est pronta la comida? S, respondi, y puso delante de l dos platos muy grandes, llenos hasta arriba, y que hubieran bastado para comer ella y su marido durante ocho das. El joven se comi todo; enseguida pregunt si haba algo ms. No; eso es todo lo que tenemos. Eso apenas ha bastado para abrirme el apetito; necesito otra cosa. La madre no se atrevi a negarse: puso a la lumbre una marmita muy grande, llena de tocino y se le dio en cuanto estuvo cocido. Vamos, dijo, ahora ya se puede tomar un bocado. Y se lo trag todo sin que se le quitase el hambre. Entonces dijo a su padre: Veo que en casa no hay lo que necesito para comer. Buscadme una barra de hierro, bastante fuerte, que no se rompa encima de mi rodilla y me ir a correr el mundo. El labrador estaba admirado. Enganch los dos caballos al carro y trajo de la fragua una barra de hierro tan grande y tan gruesa que apenas podan arrastrarla los dos caballos. El joven la cogi y la rompi en su rodilla como una paja; tir los pedazos a un lado. El padre enganch cuatro caballos, y trajo otra barra de hierro, mucho ms grande y fuerte que la primera. Pero su hijo la rompi tambin encima de la rodilla, diciendo: Esta tampoco vale nada, traedme otra ms fuerte.El padre enganch por ltimo ocho caballos y trajo una que apenas podan arrastrarla todos ellos. En cuanto la cogi el hijo en su mano, rompi un poco de una punta; y dijo a su padre: Ahora veo que no podis procurarme una barra de hierro como la que necesito. Me marcho de vuestra casa. Para correr el mundo se hizo herrero. Lleg a una ciudad donde haba un herrero muy avaro que no daba nunca nada a nadie y quera guardrselo todo para l solo. Se present en la fragua y le pidi trabajo. El maestro se admir de ver un joven tan vigoroso, y cont con que dara buenos martillazos y ganara bien su dinero. Cunto quieres de jornal? Le pregunt. Nada, respondi el otro, pero cada quincena cuando pagues a los dems quiero darte dos puetazos, que quedars obligado a recibir. El avaro qued muy satisfecho del contrato, que le ahorraba mucho dinero. Al da siguiente el oficial forastero fue el que dio el primer martillazo cuando el maestro llev la barra de hierro, ardiendo; la dio tal golpe, que el hierro se rompi, y salt, y el yunque se hundi tan profundamente en el suelo que no pudieron volverle a sacar. El maestro, incomodado, le dijo: No sirves para el oficio, porque pegas muy fuerte; qu quieres que te d por ese martillazo que has pegado? No quiero ms que darte un puntillazo, uno solo. Y le dio tal puntillazo, que le hizo saltar por encima de cuatro carros de heno. Despus busc la barra de hierro ms gruesa que pudo hallar en la fragua, y cogindola como un bastn, continu su camino. Un poco ms lejos lleg una granja, y pregunt a su dueo si necesitaba algn criado. S- le respondi, necesito uno. T me pareces un muchacho muy vigoroso y que sabes ya tu obligacin.Pero cunto quieres de salario? Le respondi que no quera salario y se contentaba con darle todos los aos tres trompis, que se obligara a recibir. El extranjero se alegr mucho de este contrato porque era tambin muy avaricioso. Al da siguiente habla que ir a buscar madera al bosque, los otros criados estaban ya de pie, pero nuestro joven se hallaba aun en la cama. Uno de ellos le grit: Levntate, que ya es hora, vamos al bosque y es preciso que vengas con nosotros. Id delante, le contest bruscamente, yo estar de vuelta mucho antes que vosotros. Los otros fueron a buscar al amo y le dijeron que el criado nuevo estaba todava acostado y no quera ir con ellos al bosque. El amo les dijo que fueran a despertarle otra vez y le dieron orden de enganchar los caballos. Pero nuestro hombre les volvi a responder: Id delante, que yo estar de vuelta antes que vosotros. Todava estuvo acostado dos horas; al cabo de este tiempo se levant y despus de haber cogido dos fanegas de guisantes y hacerse un buen cocido que comi tranquilamente enganch los caballos para conducir la carreta al bosque. Para llegar a este sitio haba que pasar por un camino que se hallaba en una hondonada; hizo pasar primero la carreta, despus, deteniendo los caballos volvi atrs, cubri el camino con rboles y malezas, de modo que no era posible pasar. Cuando entr en el bosque los otros volvan ya con sus carretas cargadas, y les dijo: Id delante, que yo estar en casa antes que vosotros. Sin andar ms, se content con arrancar dos rboles enormes que ech en su carreta, y despus se volvi por el mismo camino. Cuando los hall detenidos y sin poder pasar delante de los rboles que haba preparado con aquel objeto les dijo: Si os hubierais quedado en casa esta maana como yo, habrais dormido una hora ms, y no entrarais esta noche otra ms tardeY como no podan avanzar sus caballos, los desenganch, los puso encima de la carreta, y cogiendo l mismo la lanza en la mano, carg con todo como si fuera un puado de plumas. Cuando estuvo al otro lado: Ved, les dijo, como llego mucho antes que vosotros; y continu su camino sin aguardarlos. Al llegar cogi un rbol en la mano, y le ense al amo, diciendo: No es este un hermoso tronco? El amo dijo a su mujer: Este es un buen criado: si se levanta ms tarde que los dems, tambin est de regreso antes que ellos. Sirvi al granjero durante un ao. Cuando ste expir y recibieron su salario los otros criados, quiso tambin cobrarse el suyo. Pero el amo, atemorizado a la perspectiva de los golpes que tena que recibir, le suplic en el acto se los perdonase, declarndole que prefera ser l mismo su criado y cederle la granja. No, le respondi, yo no quiero la granja, soy criado, y quiero continuar sindolo, pero lo que se ha convenido debe ejecutarse. El granjero le ofreci darle todo lo que quisiera, pero fue en vano, pues responda siempre: No. Le pidi un plazo de quince das para buscar alguna escapatoria. El otro consinti. El arrendatario reuni entonces a todos sus criados y les pidi su parecer. Despus de haber reflexionado por mucho tiempo, respondieron que con un criado semejante nadie estaba seguro de su vida, y que matara a un hombre como a una mosca. Fueron, pues, de parecer que se le hiciera bajar al pozo, so protesto de limpiarle, y en cuanto estuviera abajo, echarle encima de la cabeza una porcin de piedras de molino que estaban all cerca, de modo que le matasen en el acto. El consejo agrad al arrendatario y el criado se apresur a bajar al pozo. En cuanto estuvo en el fondo, le arrojaron aquellas enormes piedras creyendo que le desharan la cabeza, pero l les gritaba desde abajo: El consejo agrad al arrendatario y el criado se apresur a bajar al pozo.En cuanto estuvo en el fondo, le arrojaron aquellas enormes piedras creyendo que le desharan la cabeza, pero l les gritaba desde abajo: Echad las gallinas de ah, araan en la arena, y me cae en los ojos, me han cegado. El arrendatario hizo spcha! spcha! como si echara las gallinas. Cuando concluy y subi el criado. Mira; le dijo, qu hermoso collar. Era la mayor de las piedras que tena alrededor del cuello. El criado segua exigiendo su salario, pero el arrendatario le pidi otros quince das, decidido a reflexionarlo. Sus criados le aconsejaron enviase al joven a un molino encantado, para moler el grano durante la noche, pues nadie haba salido vivo al da siguiente. Este consejo agrad al arrendatario, y en el mismo instante envi a su criado al molino a llevar ocho fanegas de trigo y molerlas durante la noche, porque estaban ya haciendo falta. El criado ech dos fanegas de trigo en su bolsillo derecho, dos en el izquierdo, se carg cuatro en una alforja, dos por delante y dos por detrs, y march corriendo al molino. El molinero le dijo que poda muy bien moler de da y no de noche, pues todos los que se aventuraban a ello, haban aparecido muertos a la maana siguiente. No morir yo; idos a costar, y dormid sin cuidado. Y entrando en el molino empez a moler el trigo como si no se tratase de nada. Hacia las once de la noche entr en el cuarto del molinero, y se sent en un banco. Al cabo de un instante se abri la puerta por s misma y se vio entrar una mesa muy grande, en la que se colocaron por s solos una multitud de platos y de botellas llenos de las cosas ms exquisitas, sin que pareciera nadie para llevarlos. Los taburetes se colocaron tambin alrededor de la mesa, sin que se presentase nadie, pero el joven vio al fin dedos sin mano ni nada que iban y venan a los platos, y manejaban los tenedores y los cuchillos.Como tena hambre y le olan bien los manjares, se sent tambin a la mesa y comi con apetito. Cuando hubo concluido de cenar y los platos vacos anunciaron que los invisibles haban concluido tambin, oy claramente que apagaban las luces y se apagaron todas de repente. Entonces, en la oscuridad, sinti en su mejilla una cosa parecida a un bofetn, y dijo en voz alta: Si empiezas, empiezo yo tambin. Recibi sin embargo un segundo y correspondi entonces. Los bofetones dados y devueltos continuaron toda la noche, y el joven gigante no se qued atrs en el juego. Al amanecer ces todo. Lleg el molinero y se admir de hallarle vivo todava. Me he regalado bien, dijo el gigante: he recibido bofetones, pero tambin los he dado. El molinero se puso muy contento, porque ya estaba desencantado su molino; quera dar al joven gigante mucho dinero para recompensarle. No quiero dinero, le dijo, tengo ms del que necesito. Y echndose sus sacos de harina a las espaldas, volvi a la granja, y declar al arrendatario que estaba concluida su comisin y quera su salario. El arrendatario estaba asustado; no poda estar quieto en un lugar, iba y vena por el cuarto, y las gotas de sudor le caan por el rostro. Para respirar un poco abri la ventana; pero antes que tuviera tiempo de desconfiar, le dio un puntilln el criado, que le hizo salir volando por la ventana y subir por el aire, en que continu hasta perderse de vista. Entonces dijo el criado a la arrendataria: Ahora os toca a vos, pues vuestro marido no ha podido recibir el segundo puntilln. Pero ella exclam: No, no, a las mujeres no se las pega. Y abri la otra ventana, porque la corra el sudor por la frente, pero recibi un puntilln que la ech a volar por el aire, ms alto todava que a su marido, porque era mucho ms ligera.Su marido la gritaba: Ven conmigo. Y ella le responda: Ven conmigo t, pues no puedo ir yo. Y continuaron flotando en el aire, sin conseguir reunirse, y quiz flotan en l todava. En cuanto al joven gigante, cogi su barra de hierro y se puso en camino

El Gato y El RatnCuentan que hubo una vez un ratn que se convirti en el mejor amigo de un gato. Tanto le quera y tal amistad y cario haba trabado con l, que el gato le ofreci la posibilidad de convivir juntos en una pequea casita. -Lo primero que debemos hacer- avis el gato, -es asegurarnos de que no pasaremos penalidades en invierno y que no nos faltar comida. El ratn accedi encantado a la propuesta, y despus de haberse instalado en la casita, convinieron en comprar un pucherito y llenarlo de grasa para cuando vinieran los duros fros de enero. -Para que no haya problemas, ni caigamos en la tentacin de comerlo antes de tiempo -previno el gato, -lo esconderemos en la iglesia. Bajo el altar estar a buen recaudo. As lo hicieron, y cuando volvieron a la casa, el gato coment al ratn: -Ves? De esta forma, no tendrs que salir a buscar comida por la calle en invierno, arriesgndote a caer en una ratonera. Y escuchando estas palabras, el ratn pens en cunto le quera su compaero. Plcidamente pas el tiempo en la casa en la que el gato y el ratn hacan vida en comn. Pero cierto da, al gato le entraron unas ganas irrefrenables de catar la manteca, y minti al ratn: -Me han invitado al bautizo del gatito de mi prima y debo ausentarme. No me esperes hasta esta tarde -Advirti al ratn. E inmediatamente ech a correr hacia la iglesia, comindose toda la parte superior de la grasa del puchero. De vuelta a casa, el ratn, curioso, pregunt por el nombre del pequeo gatito ahijado: -Le hemos puesto Empezado -Contest el gato. -Vaya un nombre ms raro! Seguro que no viene en el santoral -Se extra el ratn.No veo qu tiene de particular ese nombre - continu el gato, -Tu abuelo se llamaba Robamigas, que tampoco es muy comn. Al cabo de unas semanas, el gato volvi a sentir ganas de probar el exquisito bocado que guardaban en la iglesia e invent una nueva mentira: -Mi prima ha tenido otro gatito y lo van a bautizar. Hoy volver tarde. -Dijo al ratn. Y de nuevo corri hasta el altar donde ambos escondan el puchero y comi hasta dejar slo la mitad. Cuando, al regresar a la casita, el ratn se interes por el nombre del gatito, el felino le dijo: -Se llama Mitad -Y el roedor no pudo dejar de extraarse ante las costumbres familiares de su compaero. -Ciertamente, eligen unos nombres bien raros para sus vstagos. De nuevo el gato sinti ganas de comer del pucherito, y otra vez minti al ratn dicindole que deba acudir al bautizo de un gatito nacido de su prima. Al preguntar el ratn sobre el nombre del pequeo gatito, el gato le dijo: -Le hemos llamado Terminado. -Bueno! -Exclam el ratn -ste s que es el nombre ms raro de todos! Y por fin lleg el invierno, todas las calles se cubrieron de blanco y las invadi el fro. La comida empezaba a resultar difcil de encontrar y el ratn pens que haba llegado el momento de recurrir a las reservas almacenadas en el pucherito de la iglesia. Pero al llegar al altar y destapar el puchero Estaba vaco! No haba ni rastro de la manteca all almacenada! Ahora lo entiendo todo! -Dijo el ratn, -Cada vez que faltabas de casa me estabas demostrando lo que t entiendes por amistad, y ahora comprendo de dnde venan los extraos nombres de los gatitos: Empezado, Mitad y Terminado... Y antes de que pudiera acabar la frase, el gato se lo zamp entero, afirmando que para cada uno, la amistad es algo muy diferente.

Del Ratoncito, el Pajarito y la SalchichaErase una vez un ratoncito, un pajarito y una salchicha que haban formado sociedad y un hogar y llevaban mucho tiempo viviendo muy bien y maravillosamente en paz y sus bienes haban aumentado admirablemente. El trabajo del pajarito consista en volar todos los das al bosque y llevar lea a casa. El ratn tena que llevar el agua, encender el fuego y poner la mesa, y la salchicha tena que cocinar.Pero al que bien le va siempre le apetece hacer cosas nuevas! Y un da el pajarito se encontr por el camino con otro pjaro y le cont, elogindola mucho, la maravillosa vida que llevaba. El otro pjaro, sin embargo, le dijo que era un desgraciado que haca el peor trabajo mientras los otros dos se pasaban el da muy a gusto en su casa. Que cuando el ratn haba encendido su fuego y llevado el agua se meta en su cuartito a descansar hasta que le decan que pusiera la mesa. Y que la salchichita se quedaba junto a la olla mirando cmo se haca la comida y que cuando se acercaba la hora de comer no tena ms que pasarse un poco por el pur o por la verdura y ya estaba todo engrasado, salado y preparado. Y que cuando el pajarito llegaba finalmente a casa y dejaba su carga ellos no tenan ms que sentarse a la mesa y despus de cenar dorman a pierna suelta hasta la maana siguiente, y que eso s que era pegarse una buena vida.Al da siguiente el pajarito, instigado por el otro, se neg a volver al bosque diciendo que ya haba hecho bastante de criado y ya le haban tomado bastante por tonto y que ahora tenan que cambiarse y probar de otra manera. Y por mucho que el ratn se lo rog, y tambin la salchicha, el pjaro se sali con la suya, y se lo echaron a suertes, y a la salchicha le toc llevar la lea, al ratn hacer de cocinero y al pjaro ir por agua.Y qu pas? Pues la salchichita se march por lea, el pajarito encendi el fuego y el ratn puso la olla, y los dos se quedaron solos esperando que volviera a casa la salchichita con la lea para el da siguiente. Pero la salchichita llevaba ya tanto tiempo fuera que los dos se temieron que no haba ocurrido nada bueno y el pajarito vol un trecho en su busca. No muy lejos, sin embargo, se encontr con un perro en el camino que haba tomado por una presa a la pobre salchichita, la haba atrapado y la haba matado. El pajarito protest mucho y acus al perro de haber cometido un crimen manifiesto, pero no hubo palabras que le valieran, pues el perro dijo que le haba encontrado cartas falsas a la salchicha y que por eso haba sido vctima de l.El pajarito, muy triste, recogi la madera y se fue a casa y cont lo que haba visto y odo. Estaban muy afligidos, pero decidieron poner toda su buena voluntad y permanecer juntos. Por eso el pajarito puso la mesa, y el ratn hizo los preparativos para la comida y se puso a hacerla. Igual que haba hecho antes la salchichita, se meti en la olla y se puso a remover la verdura y a escurrirse entre ella para darle sabor; pero antes de llegar a la mitad tuvo que pararse y dejar all el pellejo y con ello la vida.Cuando el pajarito fue y quiso servir la comida all no haba ya ningn cocinero. El pajarito, desconcertado, tir la lea por todas partes y lo busc y lo llam, pero no pudo encontrar a su cocinero. Por descuido el fuego lleg hasta la lea y provoc un incendio; el pajarito sali rpidamente a buscar agua, pero entonces se le cay el cubo al pozo y l se fue detrs y ya no pudo recuperarse y se ahog.

Los Enanos MgicosHaba un zapatero que, a consecuencia de muchas desgracias, lleg a ser tan pobre que no le quedaba material ms que para un solo par de zapatos. Lo cort por la noche para hacerlo a la maana siguiente