martin baro - desideologizacion

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    IZTAPALAPA

    ResumenLas ondiciones o bjetivas,en particular las estruc-

    turas econmicas, la hegemona norieamericana y lasfuerzas militares constituyen los tres impedimentosprincipales para la vigencia de regfmenes dem ocrtico sautnticosen Lainoamrica;peroson quizs las condi-ciones subjctivas~asque representan un obstaculo msinmediato, ya que cierran el universo de sentido de lasmayoras populares, enajenando su marco de referenciae inhibiendo posibles movimientos de cambio. lapsicologa .social le compete, por su propia naturaleza,propiciar un procesode desideologizacin, es decir, dedesenmascaramientode u n sentido comn que justi-fica y viabiliza subjetivamente la opresin de los pue-blos. Es te sentido comn tradicionalmente se ha apoya-do en esquemas religiosos que, en la actualidad, vansiendo sustituidospor esquemas de democracia formalal estilo norteamericano, las ms de las veces vacios desentido en las con diciones latinoamericanas. Un queha-cer desideologizador requiere que la psicologa soc ial:

    a) Asum a la perspectiva de las mayoras oprimidas.b) Desarrolle investigaciones sistemticas sobre larealidad de esas mayorfas.c) U tilice en forma dialt?ctica ese conocimiento, com-prometindose en los procesos histricos de libera-cin popular.

    1.Losobstcubs a lademorrsdaw LanoantricsDem ocracia, nos dice el diccionario, es aquel sis-

    tema de gobierno enque el pueblo o la plebe ejerce lasoberana (Casares, 1971,pg.264 . oberana es elejercicio o la posesin de la autoridad suprema e inde-

    pendiente pg. 774 . Habr entonces democracia, alm e n o s en el sentido original del trm ino, all donde u npueblo posea y e j e m la autoridad suprema e inde-pendiente para regir su vida y su destino. Con siste, portanto, la democracia en u n sistema de regulacin de lavida social en el cual el poder y la autoridad de gobernarreside en losmismos sujetos gobernados.Lo mponanteno est p o r consiguiente, en las formas a travs de la5cuales se ejerza ese poder, o en los mecanism os median-te los cuales se determine ese e jercicio ; la esencia de lademocracia estriba en el ejercicio del gobierno por elmismo pueblo gobernado.1.1. La realidad iatinoamericana

    la luz de este criterio inicial, podemos examinar,asse a someram ente, a realidadde lospases latinoamc-ricanos. Me limitar al rca de Ccntroamrica que, ade-msde serme la msCamiliar, me parece paradigmticabajo m uchos aspecto s. Dcjando de lado Bc liu: que, porrazones histricas y culturales, constituye u n fenmenoaparte,cinp pases conforman la tradicional unin cen-troamericana: Co sta Rica , ElSalvador, Guatemala,Hon-duras y Nicaragua. Cules son los rasgo s ms distinti-vos de estos cinco pases?a) Una estructura econ mica subdesarrollada,depen-diente, desigual e injusta, que hace que mientrasuna lite minoritaria acapare la mayora de losrecursos nacionales, las grandes mayoras se en-cuentren en situaciones de miseria y marginali-dad.b) Reglmenes polticos de carcte r autoritario represi-vo, cimen tados sobre la oligarqua e conmica ydirigidos por mililares o por fachadas civiles, for-

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    malmenle elegidas en votaciones ms o menos rep-resentativas; ms o menos libres, pero que no pro-porcionan po der real.c) Un control hegemnico de losEstados Unidos sobrelas determinaciones fundamentales de los sistemaseconmico poltico en funcin de la seguridadnacional norteamericana.d) Importantes movimientos d e oposicin popular quevan de los sindicatos costarricenses a la insurgenciapoltico-militar salvadorea.orsupuesto, esta caractcrizacin no toma en cuenta osmuchos factores diferencialcs que hay entre los cincopases. Actualmente. los principales sedan, por un ladso,entre los pases bajo frula militar casi total(ElSalvador,Guatcmala Honduras) y Costa Rica, con suagonizante

    parlamcntarismo y s u acelcrada militarizacin: y, porotro, enire estos cuatro pases, com o bloque controlad:opor Estados Unidos, y Nicaragua quc, para salvar surevolucin popular y su indepcndencia, tambiCn ha ir:-nido que militarizarsc.Sobre el trasfondo dc esta situacin econmica,poltica y social, la rcalizacin dc cleccioncs constituyeun mecanismo formal, las ms de las veces sin mayorsignificacin ni irascendcncia, sobre todoc uand o son losmilitarcs y el gobierno norleamcricano osque, en 1tim.ainstancia. van a establcccr cl vcrcdicio sobre la valide:zdcmocritica dc los pmces os clcctorales.

    1.2. bstdculos la democraciaSin duda, las condiciones objetivas sealadasconstituyen los principales obstacu los para la vigencia

    de regmenes democrticos en os pases centroameriwi-nos. Mientras existan unas estructuras econmicas que

    ponen en las manos de unos pocosun inmenso poder,es ingenuo pensar que esa oligarqua poderosa va aabdicar de la posibilidad de imponer sus intereses alresto de la poblacin. La bsoluta cerrazbn, por ejemplo,del gran capital salvadoreo a ceder uno solo de susprivilegios o a hacer la ms mfnima concesin a lasdemandas populares, cerraz6n qu e ha precipitado al pafsen la guerra civil que ya dura m s d e cinco aos, es unaclara indicacin de que no puede haber una demo craciamientras se den unas condiciones que generan seme jan-tes diferenciales de poder social.El otro gran ob stculo objetivo para el establcci-miento de la democracia en los pases centroamericanoslo representa el control hegem6nico de los Estados Uni-dos sobre el rea Resulta paradjico que el pas que msse precia de su sistema demo crtico y que, posiblemcn-te, sea uno d e los que m ejor ha articulado un rgimen derepresentacin popular para el ejercicio del poder en supropio territorio, resulte el ene migo m ayor d e la verda-dera democracia en los pascs que considcra como supatio trasero . a doctrina de la seguridad nacional ,entendida como una confrontacin total y totalizadoracon la Unin Sovitica, hace que elgobierno norteame-ricano trate de impedir cualquier cambio, p or razonableque sea, que pueda llevar a los pases latinoamericanoshacia una m ayor independencia respecto a su dominiohegemnico y, por lo tanto, a una aproximacin a lasuperpotencia enemiga. Como lo demuesira el caso deCuba y parece con firmarlo el caso de Nicaragua, estalgica confliciiva se convierte ocasionalmente en unaserfful-f l i ing prophecy, una profeca que provoca elcumplimiento de lo que anuncia. Pero, en cualquier caso,la lgica doctrinaria d e la seguridad nacional fundamen-ta una poltica que prefiere aferrarse a las dictaduras msrepresivas antes que arriesgar cualquier solucin quchuela a socialismo. Un Pinochet, asesino pero capitalis-

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    ta, siempre ser mejor que un Allende, demcrata perosocialista; un Somoza pronorteamericanosiempre serpreferible a u n Ortega nac ionalista.Un tercer obstculo objetivo para la instauracinde la democracia en los pases centroamericanos loconstituye el gremio militar Si una cierta f m a dedemocracia ha podido existir hasta hace poco en CostaRica, es en buena medida porque no tena ejrcito; y sialgo esta contribuyendo al derrumbe total del rgimenexistente es su acelerado proceso de militarizacin,precipitado p r la crisis econmica y la presin nortea-mericana. En El Salvador, en 1972,una coalicin departidos d c oposicin, precisamenie encabezada porquicnes hoy constituyen la cabeza del gobierno (elingeniero Jos Napledn Duarte) y de la oposicin (eldoctor GuillermoManuel Ungo), iriunC6 en las eleccio-w s presidenciales, para ver inmediatamente arrebatadosu iriunfo por la Fuem de las armas en favor delcandidato oficial, qu e era un militar (ver H emnd ez-Pi-co y Jerez, 1972 .Por supuesto,el poder de los milita-res depende de quienes lo alimentan, que sonprecisamente los otros dos grandes obstaculizadores dela democracia en los pases centroamericanos: la oligar-qua econmica y la hegemona norteamericana. En elcaso de El Salvador, por ejemplo, es claro que sin lamasiva ayuda de los stados Unidos, el ej&cito yahabra sido derrotado p r la alianza insurgente de fuer-zas democrtico-revolucionarias.Juntoaeslos lresgrdndesobsl~ulosobjeiivos araeldesarrollode a democracia en lospases centroameri-cano s, existen otros obstculos,que podramos calificarcomo subjelivos o mtersubjetivos, cuya importancia esciertamentemenor, pero nopor ellodespre ciable. e tratade todoesemundo de la cullura yde la concienciacolec-tiva, el universo de los smbolosy de las ideologas.Esimportanie~eludirdealismos, que conceden prioridad a

    U P r n O l l

    HERMANO CHlhIALTECO

    ~~~ ~~~~ ~ ~~los valores y principios ideales sobre la divisin del tra-bajo o las relaciones grupales. Esnecesario, asimismo,evitar reduccionismos psicologistas, que asignan a laspersonas causalidades propias de lascstructuras socia lcs.Pero no conviene tam poco caer en el matcrialisrno ec-nomicista o en el sociologismo m ecanicista, y negar elpapel que desempena en la vida humana la cultura o linflujo parcialmente aut6nom o que la co ncienc ia colec-tiva puede tener en los procesoshiscdricos.

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    La desideologizacdn como aporte

    Cada ordenamiento socia l exige la elaborac i6n dleun universo simb lico que cumpla vanas funciones cr-ticas para susupervivencia y reproduccin: a) Darle u nsentido frente a losgrandes interrogantesde la existenciahumana; b) Justificar su valor para todos los sectores diela poblac in; c Permitirsu interiorizacin normativa enlos grupos y personas. Es elan, que me estoy refiriendoa las principales funciones que se suelen asignar a unlaideologa. Cabe aadir que, al ejercer estas fudciones, Ilaideolog a operativiza y oculta al mismo tiempo los inte-reses de las clases dominantes, generando u n falsaconciencia, un distorsin entre la configuracin de Ilarealidad y su representacin en la conciencia de losgrupos y personas.Desde u n punto de vista psicosocial, el terrenoprivilegiado de la ideologa dominante en u n ordcnsocial es el del sentido comn o , como dice G arfinkel(1976, pg. 76), la cultura comn . El sentido comnest constituido por todos aquellos presupuestos quehacen posible la vida cotidiana, la interaccin norma:lentre las personas, aquellos elementos que se asumencomo obvios y por ello mismo nunca o rara vez 6;esometen a cuestionamiento y revisin. Todo lo que e nuna sociedad se estima como de sentido comn esidenticado con lo natural , situndolo de esta manerapor encima de las vicisitudes histricas. Cuando l sexigencias objetivas de un sistema soc ial logran articii-lame com o exigencias subjetivas de sentido comn quese traducen en hbitos, rutinas y roles estereotipado:s,puede afirmarse que ese sistema ha echado races (verReich, 1933-1 5).aculturade ospueblos latinoam ericanosno cons-tituye la raz bsica de su subdesarrollo, com o parecenafirmarciertos enfoques psicologistas verDurn, 1978).Sin embargo, s es cierto que esa cultura logra cerrar iduniverso de sentido en el que losgrupos y laspersonas s;e

    mueven, disiorsionando la percepcin de la realidad einhibiendo as los procesos de cambio. Es claro que elfaialismo latinoamericano, ya sea referido a u n presuntoorden natural o a la voluntad de Dios, ha bloqueadoimportantes d inamismos histricos. Por ello la concien -tizacin promovida por el m todo de a lfabetizacin dePau loFre ire(l97 0)o. ms recientemente, porla reflexiny praxis cristiana de las comunidades eclesiales de base(verLafe, 1983),h n contribuidoa desencadenarmovi-mientos de liberacin popular que han conm ovido loscimientos de los regmenes establecidos.2. La tarea de la psicologa social

    Los psic6logos sociales poco o nada podemoshacer frente a los tres grandes factores objetivos queimpiden el desarrollo de la democracia en los paseslatinoamericanos. Sin embargo, algo y quizs muchopodamos hacer respecto a los factores que hemos Ilama-do subjetivos o intersubjetivos.a psicologa social es aquella disciplina cuyoobjetivo estriba en examinar lo que de ideolgico hay enel comportam ientohumano, tanto de las personas com ode los grupos (Martn-Bar, 1983, pgs. 1-20). Asu-miendo que toda accin humana signilicativa es unintento por articular los intereses sociales con los intere-ses individuales, a la psicologa social le correspondeestudiar ese m omento en que lo social se hace individualy el individuo se hace social. Se trata, por tanto, deanalizar los influjos socia les, intergrupaleso intcrperso-nales, referidos a una historia concreta, a una c ircunsian-cia y situacin muy especficas; y en ese co ntexto, todoinflujo social constituye, en mayor o menor grado, lamaterializacin de aquellas fuerzas e intereses de lasclases que componen una determinada formacin social.

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    Hay que preguntarse, por ejemplo, no tanto si la presen-cia de otras personas inhibe la ayuda o diluye la respon -sabilidad individual en abstracto (Latan6 y Darley,1970),cuanto p rqu en un determinado grupo o socie-dad la presencia de personas (todas o algn tipo enparticular?) inhibe la ayuda (todo tipo de ayuda?),mientras que en otro grupo o sociedad la estimula yexige. La lamada accin prosocial adquiere unsen tidomuy distinto cuando se la considera en abstracto o alincrior de una sociedad homognea, que cuando se laconsidera en concrcto o al interior de una sociedaddividida cn clases sociales, en la quc lo mismci quebcncficia a unos perjudica a otros.Si a la psicologa social le com pete el estudio de loideolgico en el comportamiento humano, su mejoraporte al desarrollo de la democracia en los pases lati-noamericanos con sistir en desenmascarar loda idcolo-ga antipopular, es decir, aquellas formas de sentidocomn que operativizan y justifican un sistema socialexplotador y opresivo. Se trata de poner al descubiertol o que dc enajenador hay en esos presupuestos en quese cnrai-za la vida cotidiana y que fundamentan la pasi-vidad, la sumisin y el atalismo.Tradicionalmente, el universo simblico que ali-mentaba el scntido comn de los ceniroamcricanos erade naturaleza religiosa: lascosas eran com o eran por lavoluntad de Dios, y quines eran los humanos pardcscudnar esa voluntad o pedirle cuentas al Creador.Quedaba siempre el consuelo de que Dios arreglara lascosas en el otro mund o compensarla a los pobres porsu sufrimiento, obediencia y resignacin. Todava haymucho de este fatalismo religioso en la cultura de lospueblos centroamcncanos, hoy estimulado por aquellass e c m fundamentalistas provenientes de los EstadosUnidos que, com o el dlar, ponen toda su confianza cnDios, pero reciben un sustancioso apoyo logstico v

    financiero de las agencias norteamericanas y de losgobiernos del rea (ver Domnguez and Huntington,1984 .A medida que, desde la celebracin del ConcilioVaticano y la Conferencia Episcopal de Medellin,amplios sectoresde a Iglesia han rechazado las formasms bu rdas de fatalismo religioso e incluso han impul-sado la liberacin histrica de las estructuras que op ri-men a los pueblos c omo una exigencia intrnseca de lare cristiana, la elaboracin ideolgica de los interesesdominantes ha ido modificando su universo simbblico.La nueva ideologa constituye una espec ie de catecismode las democracias en regimen de seguridad nacional ,bajo el prcsupuesto implcito d e que todo lo que provie-ne de Estados Unidos constituye la norma adecuadade que lo que es bueno para la seguridad nacional deEstados Unidos e s bueno para nucstros pafses. El papeldel crucifijo lo asume el d6lar; ya no son las encclicaspapales, sino los discursos de Reagan los que definen elbien y el mal; en lugar de los santos, aparecen KojakMichael Jackson; y, en vez de novenas y misas, secelebran elccciones. Todo lo cual, al parecer, resultacompatible y hasta requiere que losejercitas se convier-tan en cuerpos policiales y en verdaderas maquinariasrepresivas contra sus propios pueblos, a los que mantie-nen alienados o aterrorizados, sin perm itir que el males-tar social promueva m s camb ios que aquellos asimila-bles por el sistema.Frente a estas forma s ideolgicas que justifican lasituacin de opresin estructural p r referencia a Dios ala seguridad nacional, a la psicologa social le toca latarea de desideologizar. Desideologizar significa desen-mascarar ese sentido comn enajenador que encubre losobstculos ob jetivos al desarrollo delademocracia y oshace aceptables a las personas. Ahora bien, iqu hacerpara desarrollar esta tarea desideologizadora en nuestras

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    La derideologizacin como porte ..

    sociedades? Tres puntos nos parecen esenciales al res-pecto:a) Asum ir la p erspectiva del pueblo;b) Profundizar el cono cimien to de su realidad; yc) Com prometerse crticamen te en u n proceso que dal pueblo el poder sobre su propia existencia y

    destino.a) En primer lugar, es necesario que el psiclogosocial y aun la misma psic ologa social asuman la p ers-pectiya del pueblo. S i lo que se busca es el gob ierno delpueblo, habr que situarse en el punto de vista de esepueblo, que es el de lasmayoras oprimidas. Esto quepuede parecer simp le u obvio no lo es en modo alguno,y menos para nosotro s, cientfficos s ocia les, enseflados.y

    acostumbrado s por el paradigma experimental a inser-tamos en los p ro ca o s humanos desde el nivel de mxi-mo control. Pero pretender que vamos a contribuir aldesarrollo de la democracia, es decir, del gobierno delpueblo, sin siquiera conocer cmo e ve la vida desdelos ojos del pueblo mismo, constituye una preiensihhermenuticay epistemolgicamentefalsa. Mal podie-mos desenmascarar la ideologa dominante si no nossalimo s desu m bito, aunque no se msque como pasometodolgico.b En segundo lugar, debemos realizar un inves-tigaci6n sistem tica de lodos aquellos mecanism os quemantienen a nuestro pueblo enajenado frente a supropiarealidad. Si algo nos ha mostrado la guerra civil de ElSalvador a los cientficos sociales es lo poco que conocamos (y conocemos) a nuestro pueblo, y no tento ensus rasgos de hecho co mo en sus potencialidadeshisl-ricas. Poco es lo que podemos decir sobre los sectommayo ritarios de nuestras pobla ciones, ms all de queson fatalistas, religiosas y machisas. Nada sabemos

    sobre todas aquellas virtudes q ue subyacen a su situa-cinde permanente emergencia crtica o sobre su capa-cidad de solidaridad para no abandonar a los ms mise-rables de losmiserables. Que el pu eblo salvadorefiohayalogrado organizarse sin ms recursos que su pobreza nims ayuda que su unidad, y as haya pu esto en jaqu e almismo im perio norteamericano, constituy e algo imp re-decible con nuestros m odelos sobre los pobres o nues-tros conocim ientos sobre la mo vilizacin social. Desdela perspeciiva popular, la investigacin debe darnos nos610lo que nuestros pueblos son de hecho sino, sobretodo, lo que pueden y quieren llegar a ser.c Finalmente, la desideologizacin supone uncompromiso crtico que revierta al propio pueblo elconoc imien to adquirido. Todo co nocim iento supone unpoder, y mal estaramos sirviendo la cau sa de la demo -cracia si ese poder adquirido mediante la investigacinlo dejramos en las manos de quienes no com parten losintereses populares. Nuestro conoc imien to debe servircomo un espe jo donde el pueblo pueda ver reflejada suimagen y adquirir as esa m nima distancia crtica que lepermita objetivar su realidad y transformarla. as pala-bras generadoras que util iz el m todo alfabetizador deFreire constituyen u n modelo sobre cmo el conoci-miento puede servir para la desideologizacin: son pa-labras que reflejan la realidad de hecho, sacadas deluniverso simb blico de las prop ias personas, del sentidocomn de su vida cotidiana, pero que se devuelvendialogal, que es dialcticam ente,a la misma comunidadpara desenmascarar a realidad que expresan y abrir laspuertas hacia su transformacin.Cmo operativizar estas tres tareas es algo quedepende de l situacin concreta de cada pas. Posible-mente una de las mejores maneras como esto puederealizarsees a travs de un sistem tico seguimiento del opinin p blica, que no es lo mismo que la opinin

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    que se hace pblica o que s publica en los medios decomunieacidn (vase Ma rtln-Barb , 1985).Sin embargo,cualquiera qu sea la forma concreta que se adopte, elpunto centra l radica en la vinculacin que como psic-logos sociales es iablemmos c o n el pueblo Si en verdadlo que queremos es contribuir al desarrollo de la demo-cracia, es decir, ayudar a que el pueblo se gobierne a smismo, lo primero qu debemos hacer s asumir susintereses como propios. Slo entonces nuestros ojospodrn descubfir no slo los velos que obnubilan laconciencia popular y le impiden asum ir las riendas de supropio destin o, sino los velos que cubren tambin nues-tro propio conocimiento y no nos pcrmiten contribuirsignificativamente a las luchas populares por la justicia,la paz y la democracia.

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    Aires, Paidr, (1 5)(Originalmenfe publicadaen

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