mario saenz - tolerancia, diversidad e imperialismo

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  • 7/25/2019 Mario Saenz - Tolerancia, Diversidad e Imperialismo

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    Tolerancia, Diversidad e Imperialismo 1

    Tolerancia, Diversidad e ImperialismoMario Senz, Le Moyne College

    La cuestin del poder imperial ha recibido bastante atencin y en algunos casos

    ha sido una preocupacin central de filsofos latinoamericanos. Esta ha sido parte de

    importantes reflexiones sobre identidad y subjetividad Latinoamericana, aun cuando

    hablamos sobre el fin de la identidad y la subjetividad como instancias centrales de

    organizacin.1En este sentido, la filososofa latinoamericana surge como una filosofa

    de la identidad, puesto que no se puede hablar con coherencia prctica sobre la identidad

    cultural y la autonoma sin enfrentar el problema de la heteronoma causada por el

    imperialismo. Ahora, discusiones sobre la identidad son, cuando filosficas, salvo

    excepciones, el producto de las reflexiones de clases en el poder o de emergentes clases

    medias. En un continente donde clasificacin racial, el tinte de la piel y coneccionesculturales a Europa han sido marcadores significantes de civilizacin, barbarie o

    salvajismo en los perodos colonial y poscolonial, reflexiones filosficas sobre la

    identidad latinoamericana a menudo parecan copiar (al nivel de conciencia) los ltimos

    desarrollos de las modas europeas intelectuales. As parecera que nuestra dependencia

    econmica y poltica en los pases del centro (primero los ibricos y despus Gran

    Bretaa, Francia y los Estados Unidos) llev a lo que Augusto Salazar Bondy llam una

    cultura de dominacin y a una dependencia ideological y cultural.2

    Ejemplos de esta correlacin de dependencias econmica y socio-cultural no son

    difciles de encontrar entre los ms importantes representantes de las clases en el poder,

    cuyos intereses estaban conectados a las clases dominantes en los pases del centro. En el

    siglo XIX el filsofo argentino Juan Bautista Alberdi se referira a Latinoamericanos

    como Europeos transplantados a Amrica.3Criticara a su contemporneo y compatriota

    Domingo Faustino Sarmiento porque ste criticaba la cultura rural argentina, n por su

    racismo contra el indio o el negro.4Sarmiento escribira con escozor sobre los mestizos a

    quienes se refera como castas intermedias todava muy visibles en Per y Bolivia, pero

    felizmente no muy visibles en nuestra nacin argentina.5De esta manera comparaba

    negativamente el a menudo forzado mestizaje que ocurri en el continente, con la

    presunta preservacin por los anglo-americanos, los franco-americanos y los americanos

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    holandeses de razas puras con sus tradiciones de civilizacin cristiana y europea

    intactas, con su sed por el progreso y su capacidad para el desarrollo.6

    Alberdi por su parte no afirm la importancia de las culturas de America. Al

    contrario, el pens que nuestras mejores esperanzas se radicaban en el lado europeo de

    nuestra civilizacin. As debemos continuar la revolucin europea en Amrica

    poblando a Latinoamrica con inmigrantes Europeos. Es por sus inmigrantes europeos,

    dice l, que la otra Amrica, la Amrica anglo-sajona, es superior a la Amrica ibrica:

    Los Estados Unidos es una nacin tan avanzada porque estn compuestos ysiempre se han compuesto de elementos europeos.

    An aqu, la inmigracin europea ha permanecido en las ciudades de lacosta; de all la superioridad, con respecto a la cultura, de la region litoral deAmrica sobre las ciudades del interior.7

    Alberdi asoci, en una relacin proporcional directa, la inmigracin de europeos a

    Amrica con el orden econmico liberal. Sus ideas sobre un mestizaje desde abajo eran

    explcitamente negativas. Contrasta por un lado los superiores orden econmico liberal e

    inmigracin europea blanca con los inferiores proteccionismo econmico y mestizaje, por

    el otro, todo esto dentro de un contexto sexista. Me parece una afirmacin clara que la

    definicin formal del estado promovida por el liberalismo era en realidad una

    preferencia muy material por un grupo sobre otros. Tambin nos sugiere que la

    dependencia ideolgica de muchos de los latinoamericanos romnticos era ms que una

    expresin de apoyo a las ideas producidas en Europa o en los Estados Unidos. Tambin

    implicaba la opresin activa y la marginalizacin de la mayora de los latinoamericanos y

    su expresiones culturales. En un pasaje de su libroEl crimen de la guerra, Alberdi

    propone libre comercio y lo que hoy llamamos globalizacin, en una sntesis con ideales

    sexistas y racistas:

    Si el sector industrial de una nacin le pide a su gobierno proteccin contra laindustria de otra nacin porque esta anatagoniza a aquella por su simplesuperioridad, entonces est sacando al gobierno de su funcin propia y esta dandoprueba de una cobarda vergonzosa.

    El gobierno no ha sido establecido para el bienestar de este o ese gremio,sino para el bien del estado en su totalidad. El gobierno no es el protector delos comerciantes o los productores; es solo el guardian de las leyes, las cuales

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    protegen a todos por igual en la satisfaccin de su derecho de vivir baratamente,algo ms precioso que producir y vender caro.

    Limitar o restringir la entrada de bellos productos de afuera para queproductos domsticos inferiores puedan ser vendidos a un alto precio es lo mismoque ponerle obstculos a la entrada de hermosas mujeres extranjeras para que as

    las mujeres feas nativas se puedan casar mejor; es lo mismo que no permitirhombres rubios al pas porque los mulatos, quienes forman el fondo de la nacin,seran rechazados por su inferioridad por las mujeres.8

    Esta conjuncin de liberalismo laissez faire, racismo y sexismo podra parecer

    conjuncin arbitraria y accidental de discursos, disciplinas y perjuicios los cuales estamos

    a unos pocos pasos de transcender en el movimiento contemporneo hacia la

    globalizacin y un renacido liberalismo econmico.

    Pero yo pienso que Alberdi estableci una conjuncin empricamente verdica. El

    sexismo, el racismo y el liberalismo econmico se nutrieron el uno de los otros en

    procesos mutuos de legitimacin. El liberalismo econmico necesitaba en Latinoamrica

    una ideologa deshumanizante que simultneamente formalizara la igualdad de humanos

    descarnados mientras que institucionalizase el contenido prejuiciado de sus prcticas

    contra el indio, el negro y el pobre. Esto se ve en la defensa decimonnica de los

    derechos individualesbase ideolgica de la usurpacin de los derechos de las personas

    indgenas a sus tierras, cultura y sustento en, por ejemplo, el altiplano guatemalteco

    donde habitaban pueblos sendentarios o las tierras patagnicas por donde se movanpueblos nmadas.

    fue el primer filsofo latinoamericano que analiz sistemtica y extensivamente

    esa actitud intelectual de negacin enajenada de la realidad interna como una tentativa

    de negar el ser en s en nombre de la conciencia para otro. Al fin y al cabo, los

    latinoamericanos eramos, de acuerdo a Alberdi, Europeos nacidos en Amrica.9Este

    proyecto de occidentalizacin, en vez de sobrepasar el pasado colonial y las

    circumstancias nacidas de l, estaba destinado a recrearlo de otras maneras como una

    forma de dependencia en la supuesta filosofa universal, pero en realidad en un

    pensamiento eurocntrico.

    Zea ha propuesto lo que l llam un proyecto asuntivo: es decir, una asimilacin

    del pasado y nuestra circunstancia americana como nuestra, en vez de continuar tratando

    de cortarnos tajante y formalmente de ellos. Basndose en las enseanzas del espaol

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    trasterrado Jos Gaos, quien haba sido estudiante de Jos Ortega y Gasset antes de la

    victoria del fascismo en Espaa, el yo ideal (el segundo yo de la definicin

    Ortegueana, yo so yo y mi circunstacia10) se separa del yo circunstancialun yo

    que no aparece como yo, sino mas bien como lo del sujetomi circunstancia. Como

    veremos ms adelante hay un yo escondido en esa circunstancia, que no es slo el

    primero, sino un yo alteroel zapatista, el chavista, por ejemplo. Bajo esas

    condiciones, argumenta Zea, la definicin de Mayz Vallenilla del latinoamericano como

    una entidad en expectativa11se mantiene en vigor: El latinoamericano es incapaz de

    asimilar el pasado en cuanto est proyectado hacia el futuro, es verdad, pero slo como

    un ser en expectativaesperando el desarrollo del futuro pero incapaz de hacerlo

    propio.12Roger Bartra de manera sarcstica compara este anlisis de esa forma de ser en

    expectativa, es decir, en vista a un ideal completamente despegado de la realidad, con elajolote que madura antes de su transformacin metamrfica.13

    Pero no est claro quin es el yo (o el nosotros intersubjetivo, ya que Zea est

    haciendo referencia a la idea de una identidad cultural autntica) en este proyecto para

    reclamar nuestra identidad. El latinoamericanismo de Zea, su crtica a la interferencia

    fornea en los asuntos latinoamericanos, particularmente por los Estados Unidos, es

    laudable. Fue en el siglo XX una de las afirmaciones ms influyentes sobre nuestra

    identidad que recuperaba elementos importantes de nuestra historia intelectual. Pero topa

    con su lmite cuando los retos a la identidad latinoamericana vienen desde Latinoamrica,

    especficamente de esos sectores que no forman parte de la historia visible del estado-

    nacin.

    Zea ha mostrado poca paciencia por una tolerancia que simplemente aguante,

    soporte, as como uno tolera una medicina o un tratamiento. En vez, el ha llamado

    por el derecho a ser diferente. Ms que tolerante, dice Zea, uno tiene que aceptar

    como propia la diversidad de otros, de la misma manera que otros aceptan la diferencia

    propia.14Es decir, propone la solidaridad a cambio de la tolerancia. Pero la solidaridad

    tambin tiene sus lmites si no se sustancializa. As, su aceptacin de la diferencia lleg a

    su lmite cuando el Ejercito Zapatista de Liberacin Nacional interrumpi en 1994 la

    celebracin neoliberal de la entrada de Mxico al primer mundo con el Tratado de Libre

    Comercio, ret la en ese entonces sabidura convencional sobre los beneficios para todos

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    del sistema capitalista, la privatizacin y las barreras comerciales al libre flujo del gran

    capital y demand la redistribucin de la tierra y autonoma poltica para el indgena.

    Zea, quien haba propuesto un mestizaje de culturas, de pasado y presente, y

    abogado incansablemente por una identidad cultural independiente, no pudo ni tolerar ni

    solidarizarse con este otro mestizaje construdo y dirigidodesde abajo. Lo vio, primero,

    como una manipulacin paternalista y racista por una izquierda poltica

    desilusionada que no quera que Mxico se uniese a las filas de una modernidad

    incluyente representada por el TLC, el neoliberalismo y, en su economa pero no en su

    poltica, el liberalismo social del entonces gobierno de Carlos Salinas y su llamado

    Programa Nacional de Solidaridad. Es notable que Zea en una conferencia que l dio en

    la Argentina durante el supuesto salto de ese pas al primer mundo cuando era

    presidente Menem, repiensa la vieja relacin que l haba establecido entre igualdad ylibertad como una entre solidaridad y libertad.15

    Segundo, los zapatistas eran un extrao ejrcito de enmascarados poderosamente

    armados, seguidos de un grupo grande de gente con sus caras descubiertas pero, por

    supuesto, mal armados. Estaban obligados a ser mrtires por la causa?,16se pregunta

    Zea. Zea llega hasta el punto de sugerir que los zapatistas estaban en alianza con intereses

    imperialistas anti-TLC en los Estados Unidos de la misma calaa como esos que

    apoyaron al pirata estadunidense William Walker en el siglo XIX.17

    Pero, tercero, el resentimiento y deseo de revancha de los zapatistas y quienes los

    apoyan son ciegos al hecho que el racismo estructural contra el indgena ha, de acuerdo a

    Zea, desaparecido:

    La mestizacin, que insisto no es simplemente racial, ha disuelto la lucha delIndio contra el blanco.

    En Mxico el proletariado as como el burgus o el patrn son pura ysimplemente mexicanos; el primero ha dejado de ser indgena y el segundo de ser

    criollo. Con el fin de la fase armada de la Revolucin Mexicana, las institucionesque fueron esenciales para la transformacin de Mxico han sido animadas pormexicanos. El observador extranjero, y un extranjero tendr que ser, ser capaz dever solo diferencias raciales, pero estas no corresponden a diferencias sociales,polticas o econmicas. Es simplemente una cuestin de las diferencias propias acualquier nacin donde hay pobres y ricos, proletarios y patrones, dominadores ydominados.18

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    Aunque es verdad que hay una clase dominante en Mxico, me parece un error

    rechazar esos anlises o movimientos sociales que toman en serio la existencia del

    racismo en pases latinoamericanos como Mxico, como si ellos fueran el producto de

    observadores forneos. Solo unos pocos aos antes del levantamiento zapatista,

    organizaciones indgenas como el Comit de la Libertad Indgena, el XiNich (que quiere

    decir hormiga en Maya Chol) y conocido en espaol como la Coordinadora de

    Organizaciones Sociales Indgenas del Norte de Chiapas, o el Comit de Defensa de la

    Libertad en Amatn, Chiapas, eran organizaciones en el sur de Mxico que protestaban

    por la libertad de presos polticos y por el respeto de los derechos humanos del indgena

    mexicano con marchas y plantones, y se organizaban en la lucha por autonoma poltica

    indgena.19

    La rebelin zapatista era en un aspecto la culminacin de este proceso de luchacontra explotacin de clase y racismo estructural que aquejaban y aquejan a Mxico,

    estos dos ltimos quizs tan por debajo de la pantalla de radar de la intelectualidad de la

    Revolucin Mexicana institucionalizada como el sexismo lo ha sido para las izquierdas

    ortodoxas. El EZLN representaba un nuevo estadio en la lucha. Como dijo uno de los

    representantes de XiNich, En ese ao de 1994 una pequea luz empez a nacer para el

    indgena que pensaba que l no tena derechos.20

    Los zapatistas representaban filosficamente un reto a la subjetividad mexicana

    que manejaba la maquinaria de identidad cultural que haba sido construda en oposicin

    a la enajenacin del intelectual de su ser latinoamericano.21Polticamente, era un reto al

    estado-nacin que haba de organizar el proyecto mexicano pero que, de hecho,

    amenazaba destruir los viejos retazos del tejido de bienestar social cosido en ese

    compromiso histrico entre varias clases sociales (bajo el liderazgo de la burguesa) que

    fue la Revolucin Mexicana de 1910-1917; y por tanto, econmicamente, retaba los

    intereses del gran capital.

    Si usramos el trmino tolerancia en uno de sus sentidos tcnicos (adems del

    sentido ideolgico de una comunidad de comunicacin formal, usando as los trminos

    del debate Dussel-Apel, abierta a todos una vez que sus diferencias reales han sido

    abstradas), podramos quizs decir que los zapatistas representaban una desviacin

    inaceptable de la tolerancia permitida por el sistema de produccin ideolgica.

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    La enajenacin de sus circunstancias americanas que Zea not en los intelectuales

    del siglo XIX, de tal manera que el sujeto se encontraba dirimido entre un yo ideal y el

    yo circunstancial, surge de nuevo pero en un sentido ms radical. Porque el yo que

    habla no es, en y para s, el yo circunstanciales decir, el horizonte pragmtico mo.

    Es un yo circunstancial slo para el yo ideal, eurocntrico. sto introduce un

    elemento de tensin, una lucha por el reconocimiento no prevista por Hegel, para quien

    fue una lucha entre iguales la que llev a la desigualdad (la dialctica de amo y esclavo).

    En vez de eso, nos encontramos con una lucha por el reconomiento entre desiguales, una

    lucha asimtrica en la cual o se preserva elstatus quoo se le transforma incluyendo la

    diferencia suprimida, en este caso en el dilogo nacional, de acuerdo a los trminos

    definidos por esa diferencia (por ejemplo, en nuestro caso, satisfaciendo las demandas

    radicales de los grupos indgenas por autonoma) y alcanzando igualdad material (nosimple la igualdad formal del mercado y el da de las elecciones). Pero as como el

    dilogo nacional no puede aceptar al oprimido como interlocutor en condicin de igual

    a igual, hay tambin poca tolerancia por parte de la mquina capitalista por la igualdad

    material, ya que eso requerira un fin a las privatizaciones y una reconstruccin del estado

    para garantizar educacin, salud y vida digna para todos.

    Si observamos lo que la ideologa dominante nos ensea a tolerar desde la

    conquista de Amrica por naciones europeas hasta la presente conquista del mundo por

    los Estados Unidos, notamos una yuxtaposicin de relaciones contradictorias de inclusin

    y exclusin, libertad y opresin, desarrollo y dependencia. Aprendemos entonces a vivir

    en el intersticio abierto por un order opresor en nombre de una libertad ideal en la cual al

    oprimido no se le acepta como igual en su humanidad concreta como dice Zea.

    Hay por supuesto un mundo de diferencia entre la invasin espaola y el ejercicio

    estadounidense de poder supremacista. Pero las obvias diferencias no deben borrar el

    hecho que el mundo moderno nace ideolgicamente con la primera conquista: Un

    sistema-mundo con un centro primero en Europa y despus la OTAN con un papel cada

    vez ms determinante para los Estados Unidos y una periferia de la cual Amrica fue la

    primera, como Immanuel Wallerstein, Enrique Dussel y otros han mostrado. La conquista

    de Amrica fue catastrfica desde todo punto de vista, excepto el ms cnico, sobre lo que

    quiere decir progresar y desarrollarse. De acuerdo a Enrique Dussel, las justificaciones

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    que se usaron para esta conquista y colonizacin son en muchos aspectos

    procedimentalmente similares a las usadas hoy por los Estados Unidos en sus propias

    conquistas.22As por ejemplo, dice Dussel que Gins de Seplveda, humanista espaol,

    justific a mediados del siglo XVI la conquista de Amrica por, primero, la supuesta

    civilizacin superior de Europa, segundo, el proceso llamado civilizatorio iniciado por la

    conquista (el cual podra ser frenado slo con terribles consecuencias para el

    conquistado), tercero, la justificacin de esta guerra como una admirable defensa de los

    indios inocentes quienes haban estado siendo asesinados por sus propios gobernantes,

    pero tambin, cuarto, la culpabilidad no del conquistador, sino del conquistado por la

    violencia de aquel sobre este. Era una violencia necesaria que le enseara al Indio a ser

    civilizado.23

    Las fuerzas de la necesidad y la educacin iban pues juntas, como de costumbre.El sacrificio de millones (y fueron millones, bsese uno en los nmeros bajos de

    Rosenblat de 3, 4 millones de muertes en 130 aos, o 25 % de la poblacin total para este

    autor, o los nmeros altos de 100 millones en 160 aos de acuerdo a Dobyns, o 60

    millones de 65 millones de habitantes cuando comenz la conquista en los clculos de

    Lucena), quienes murieron, nos dice Gustavo Gutirrez por la desnutricin y el hambre,

    nuevas enfermedades, guerras de conquista, trabajos brutales, suicidio, separaciones

    sexuales forzadas y violaciones, as como la prdida del apetito por la vida, fue

    justificado por el bien de los sobrevivientes y sus descendientes.24

    Hoy muchos sufren una suerte parecida. En Irak, los Estados Unidos desplazan un

    sentido similar de superioridad civilizatoria; los miles de irakes muertos han muerto por

    su propio bien comoirakes (aunque no como humanos); al conquistador se le debe

    igualmente alabar por su conquista. Pero no solo Irak est recibiendo una leccin

    pedaggica en las maneras imperiales. Los pases latinoamericanos han tambin

    experimentado ese sentido de aparente misin civilizatoria con la cual las clases

    dominantes venden sus campaas militares, el derrocamiento de gobiernos, sus

    conquistas de las tierras de otros pueblos, el robo de los recursos econmicos de otras

    gentes, la explotacin del trabajo de los que de verdad trabajan. Cuando los Estados

    Unidos han saqueado, robado, invadido y anexado, la proteccin de la democracia y la

    tolerancia por los derechos humanos ms bsicos no fueron o son el denominador comn

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    en esos ataques. Porque hubo varios casos en los cuales los Estados Unidos estaban

    derrocando regmenes democraticamente elegidos, tales como el de Arbenz en

    Guatemala, Goulart en Brasil, Bosch en la Republica Dominicana, Allende en Chile. No

    era ese denominador comn tampoco la guerra fra. La guerra de los Estados Unidos

    contra Mxico, las invasiones de Cuba y Puerto Rico, as como la de Nicaragua,

    ocurrieron antes de la Guerra Fra. Sera difcil demostrar en mi opinin que la Guerra

    Fra era, por ejemplo, el aliciente verdadero del derrocamiento de Arbenz en Guatemala,

    guado en ese entonces por el Secretario de Estado John Foster Dulles, para quien el

    principal riesgo en ese asunto tena mucho que ver con su posicin de accionista y

    representante legal en la United Fruit, preocupada por las leyes aprobadas por Arvalo y

    Arbenz que le daban derechos sindicales a los trabajadores de dicha compaa. Sospecho

    que la Guerra Fra fue ms excusa que motivacin en este caso como los eventosposteriores al golpe parecen demostrar.

    De cualquier manera, hubieron de acuerdo al Departamento de Estado de los

    Estados Unidoes, 103 intervenciones militares estadounidenses en otros pases alrededor

    del mundo entre 1798 y 1895, claramente no casos de mentalidad de la Guerra Fra. De

    acuerdo a Howard Zinn, esta cuenta de intervenciones militares fue presentada por el

    Secretario de Estado de la Administracin Kennedy ante el Congreso en 1962 para

    justificar un ataque militar contra Cuba.25

    El nmero elevado de estos incidentes no hacen de los Estados Unidos un imperio

    accidental, un amante de la democracia o un campen de la tolerancia. Asumiendo, en mi

    opinion sin bases slidas, que los Estados Unidos nacieron libres a pesar del asesinato de

    indgenas, el robo de sus tierras, la imposicin de esclavitud sobre Africanos y Afro-

    Americanos, el linchamiento de Afro-Americanos e Hispanos y la segregacin (todas

    estas durante tres cuartas partes de su existencia comon estado-nacin), estas invasiones y

    ocupaciones fueron a menudo representadas en trminos otros que las alocuciones

    retricas de la democracia. En 1898, el Washington Post escribi en uno de sus

    editoriales:

    Una nueva conciencia parece habernos sobrevenidola conciencia de lafuerzay con ella un nuevo apetito y el deseo de mostrar nuestra fuerza.Ambicin, inters, hambre de tierra, orgullo, el simple gozo de pelear,

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    cualesquiera que fuere, nos sentimos animados por una nueva sensacin. Estamoscara a cara con un extrao destino. El sabor de Imperio est en la boca del pueblode la misma manera que el sabor de la sangre est en la jungla. 26

    Pero esta voluntad de poder yjouissanceen la violencia deben ser vistas dentro

    del contexto econmico en el cual un excedente de productos, como dijo el Presidente de

    ese entonces William McKinley, necesitaba mercados. No obstante, no slo se buscaban

    nuevos mercados. Los Estados Unidos tambin estaban hambrientos por trabajadores,

    materias primas y su transformacin en capital, en suma, por una plusvala que pudiese

    ser transformada en ganancias. La relacin de dominacin establecida entre los Estados

    Unidos y sus colonias continu viejas relaciones de dependencia entre las regiones del

    centro y aquellas de la periferia.

    De all el inmenso reto que los movimientos indgenas y otros movimientos degrupos materialmente excludos representan en la Latinoamrica de hoyun reto que las

    lites estn tratando de gestionar hacia la inexistencia reduciendo esas voces de

    resistencia a una mera circunstancia o situacin que debe ser enfrentada. En Mxico, ese

    yo circunstancial es el yo de los zapatistas, el yo indgena organizado quien habla

    por otra clase de mestizaje. En Guatemala ha sido el yo pblico de Rigoberta Mench

    pero tambin el de muchas otras mujeres indgenas quienes hablan por un tipo diferente

    de colectividad y pluralidad que el que fue impuesto hace 500 aos cuando Alvarado

    derrot a los Kiche y despus otras naciones mayas y Diego de Landa orden quemar

    sus libros, o la impuesta por el liberalismo que rob sus tierras, o la impuesta por

    tradiciones extremadamente machistas y patriarcales en las comunidades o en el seno de

    la izquierda ortodoxa. El mismo yo que se rebela a ser la circunstancia de unos pocos

    se ha manifestado recientemente en Ecuador, Bolivia y Venezuela contra las burguesas

    locales pero tambin y necesariamente contra una superpotencia que se ha dedicado ha

    destruir revoluciones en nombre de una civilizacin global caracterizada por el

    crecimiento de la desigualdad econmica y la generalizacin de la pobreza (2,500

    millones) y la pobreza extrema (1,200 millones).

    Bajo estas condiciones, es importante afirmar un liberarse de dependencia y

    dominacin externa, como se hace en concepciones historicistas de la identidad

    latinoamericana ( la posicin de Zea), pero al mismo tiempo tambin cuestionar el

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    significado de esa identidad en relacin a la colonizacin interna y la desigualdad

    econmica. En latica de la liberacin en la edad de la globalizacin y la exclusinpor

    Enrique Dussel se representa una liberacin de marginados o explotados desde una

    afirmacin originaria de sus vidas formalmente excludas y materialmente negadas por

    sistemas de dominacin. Es por eso que la afirmacin de las vidas negadas por sistemas

    contemporneos de dominacin requieren la reconstruccin econmica y poltica desde

    las vctimas de esos sistemas pero como constructores de nuevas comunidades y prcticas

    de liberacin. Filosficamente, la afirmacin que Dussel hace de lo negado por sistemas

    de dominacin pasa por tanto de ser una filosofa de la identidad a una de la alteridad.

    Desarrollos recientes en la filosofa latinoamericana han incorporado una crtica

    anti-capitalista o altermundialista de la globalizacin con una afirmacin de la diferencia

    para as tratar de buscar, de acuerdo a Mnica Re, los puntos comunes de dos tipos deparadigmasun paradigma de la igualdad y otro de respeto a las diferencias por razn de

    gnero, orientacin sexual y etnicidad.27Notablemente, precisamente por esa tentativa de

    articular estos dos paradigmas sintticamente pero con fluidez, una abertura hacia

    comunidades de comunicacin no-hegemnicas y contra-hegemnicas se ha desarrollado.

    Este me parece que ha sido el caso con el pensamiento filosfico de Dussel desde los 80,

    el cual ha asimilado el historicismo latinoamericano pero al mismo tiempo ha criticado el

    tipo de historicismo que sobrevala las producciones culturales e ideolgicas que no

    cuestionan el clasismo y el racismo contemporneos. Trata de empezar n desde el punto

    zero,28sino desde los rostros de los oprimidos y marginados29los cuales tambin tienen

    su historia. Para hacer esto se deben elaborar los aspectos crticos de la racionalidad pre-

    originaria y material:

    El juicio tico de la razn crtica negativa es trans-sistmico y si el sistema de lacomprensin del Ser (en el sentido Heideggeriano) es ontolgico, sera entoncespre- o trans-ontolgico: Es un juicio que procede de la realidad negada de lasvctimas en referencia a la totalidad ontolgica de un sistema tico dado. En estesentido ms all del ser (si el ser es el fundamento del sistema), existe laposibilidad de la afirmacin de la realidad las vctimas.30

    Me parece a m un error, por lo tanto, entender la filosofa analctica de

    liberacin como anti-histrica. Lo que Dussel critica no es tanto la historicidad sino la

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    historia de exclusin y opresin. Al mismo tiempo se busca recuperar la realidad

    encubierta por discursos hegemnicos: En suEl encubrimiento del Indio, Dussel se

    refiere a los momentos de conquista y colonizacin y cmo stas excluyeron de la

    comunidad hegemnica de comunicacin a sujetos histricos quienes, como tales, han

    en ciertas coyunturas formado el bloque social del oprimido y hecho revoluciones

    polticas.31

    Estas transformaciones polticas son eventos histricos dramatizados por aquellos

    cuya historicidad ha sido negada por el sistema. Pero la negacin de su historicidad no es

    en s verdica puesto que no corresponde con la realidad de las diferentes maneras con las

    cuales han resistido, incluyendo esas discontinuidades o rompimientos caractersticos de

    las revoluciones. Estas transformaciones, para usar la terminologa de Dussel,32no son

    un recomenzar desde un zero histrico, pero s momentos de crisis los cuales si sonexitosos llevan al Otro al poder, aunque hasta ahora tambin siempre han llevado a

    nuevas contradicciones sistmicas. La reflexin terica sobre la praxis de estos sujetos

    histricos no es tampoco un filosofar desde un punto zero histrico, sino que puede ser la

    afirmacin metodolgica del momento analctico de la dialctica: Es decir, la afirmacin

    de lo que es negado por el sistema. Existencialmente, es la validacin de la vida del

    oprimido, una tolerancia subversiva si se quiere decir de esa manera.33

    Hay de esta manera un corte transversal en el anlisis del sistema social

    cuestionado para revelar discursos y subjetividades sumergidas. La metfora de la

    espacialidad puede aplicarse como lo hizo Ofelia Schutte en un ensayo de hace varios

    aos cuando comparaba las filosofas de la liberacin de Zea y Dussel.34Pero de la

    metfora de la espacialidad no se puede deducir que hay un abandono de la temporalidad

    o la historicidad en el pensamiento de Dussel. Se puede argumentar, por el contrario, que

    hay una yuxtaposicin quismica de la temporalidad y la espacialidad, en el sentido que

    se preserva el ir y venir contrarios de ese par de conceptos: No slo se va de la historia al

    espacio creado por esa historia (con la consecuente sumersin de otras historias), sino que

    tambin se va desde las vidas en exterioridad hacia sus historias (con el consecuente

    rompimiento de las barreras creadas para s por las clases dominantes). Por lo tanto, la

    pulsin analctica que anima la afirmacin de lo que es negado por el sistema como el

    momento necesario que precede lgicamente a la negacin de la negacin es

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    Tolerancia, Diversidad e Imperialismo 13

    precisamente el momento de una construccin alternativa de la historicidad en trminos

    de un pasado encubierto, el presente negado (qua presencia del oprimido como

    oprimido) y el futuro imaginado como horizonte utpico. Mientras que Dussel est de

    acuerdo con la crtica que hace Zea a la razn formalista que usa al formalismo y la

    construccin de cultura y gnero como algo meramente accidental,(44)35Dussel se

    mueve hacia la articulacin de una racionalidad materialista en la cual prcticas

    discursivas y sus reglas de validez forman parte de una arquitectnica que echa races en

    la afirmacin de la vida del sujeto humano en comunidad, lo cual es hoy parte del

    horizonte utpico desde el cual se critica la sistmica negacin del Otro/la Otra en su

    exterioridad.

    La figura de tolerancia que emergera de esta construccin del Otro/la Otra es

    fundamentalmente distinta de una que toma la totalidad existente como algo dado. No esuna cuestin de una ms fcil o difcil tolerancia, pero de un paradigma diferente. No es

    una cuestin de aceptar como iguales a aquellos con los cuales se dice que se compite por

    recursos limitados; al contrario, es buscar ms all de la mera tolerancia, pero tambin de

    este lado de la caridad, las formas de empoderar como iguales y distintos a aquellos

    excludos y oprimidos por el sistema. En este caso se comenzara con una tolerancia

    construda sobre las bases de un disenso originario en la crtica a comunidades de

    comunicacin basadas en la exclusin sustancial de las pobres y los excludos. Se va ms

    all de la tolerancia tcnica, aquella que gestiona la aceptacin del Otro/la Otra y se busca

    encauzar el proceso hacia una armona de intereses en base a intereses negados en

    bsqueda de nuevas prcticas y teoras colectivas, en camino hacia la solidaridad la cual,

    como los cubanos han demostrado, es efectiva slamente desde abajo.

    1Los trminos de Santiago Castro Gmez en referencia al estado moderno. Ver SantiagoCastro Gmez, No Longer Broad but Still Alien is the World: The End of Modernityand the Transformation of Culture in the Times of Globalization, en Mario Senz, ed.,

    Latin American Perspectives on Globalization: Ethics, Politics, and Alternative Visions(Lanham, MD: Rowman & Littlefield Publishers, 2002), 33.

    2Augusto Salazar Bondy, Existe una filosofa de nuestra Amrica?(Mxico: Siglo XXIEditores, 1968), 86.

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    3, The Latin American Mind, James Abbott and Lowell Dunham, trads. (Norman:University of Oklahoma Press, 1963), 47; Leopoldo Zea,El pensamientolatinoamericano(Barcelona: Editorial Ariel, 1976, 3aedicin), 102.

    4

    Juan Bautista Alberdi,Proceso a Sarmiento (Buenos Aires: Ediciones Caldn, 1967),33; publicado tambin como Juan Bautista Alberdi,La barbarie histrica de Sarmiento(Buenos Aires: Ediciones Pampa y Cielo, 1964), 26-27).

    5Domingo Faustino Sarmiento, Conflicto y armona de las razas en Amrica, enDomingo Faustino Sarmiento,El pensamiento vivo de Sarmiento, Ricardo Rojas, ed.(Buenos Aires: Editorial Losada, 1944, 2a. edicin), 174.

    6Sarmiento, Conflicto y armona de las razas en Amrica, 214.

    7Juan Bautista Alberdi, Bases y puntos de partida para la organizacin poltica de la

    Repblica Argentina,enEl ensayo en hispanoamrica, Alberto M. Vzquez, ed.(Mexico and New Orleans: Ediciones El Colibr, 1972), 54.

    8Juan Bautista Alberdi,El crimen de la guerra (Buenos Aires: Rodolfo Alonso Editor,1975),70-1.

    9Juan Bautista Alberdi,Accin de la Europa en Amrica. Citado en Zea, The LatinAmerican Mind, 47 y en Zea,El pensamiento latinoamericano, 103.

    10Ver Jos Ortega y Gasset,Man and People, William R. Trask, trad. (New York: TheNorton Library, 1963), 62ss.

    11Ernesto Mayz Vallenilla,El problema de Amrica (Caracas: Editorial UniversidadCentral de Venezuela, 1959); passage in Qu es eso de filosofa latinoamericana?Germn Marqunez Argote, ed. (Santaf de Bogot: Editorial el Buho, 1983, 2 a.edicin),77-83.

    12Zea,El pensamiento latinoamericano, 22-23. Ver mi anlisis acerca de la apropriacinque Zea hace de la concepcin de Ortega y Gasset sobre el yo como yo y micircunstancia, en Mario Senz, The Identity of Liberation in Latin American Thought:Latin American Historicism and the Phenomenology of (Lanham, MD: LexingtonBooks, 1999), 72-106.

    13Roger Bartra,La jaula de la melancola(Mxico: Editorial Grijalbo, 1987)

    14Leopoldo Zea, Derecho a la diferencia: Ms all de la tolerancia, enFin del siglo XXCenturia perdida?(Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1996), 48 y 54.

    15Zea, El fantasma de los marginados, enFin del siglo XX Centuria perdida?30-31.

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    16Zea, Chiapas, Yunque de Mxico para Latinoamrica, enFin del siglo XX Centuriaperdida? 105.

    17Zea, Chiapas, Yunque de Mxico para Latinoamrica, enFin del siglo XX Centuria

    perdida?108.18Zea, Chiapas, Yunque de Mxico para Latinoamrica, enFin del siglo XX Centuriaperdida?99.

    19Ver los testimonios reunidos por Jess Roldn en suAmatn y XiNich. La lucha noviolenta contina por la paz con justicia(Mxico: SERPAJ, 1996).

    20Testimonio de Francisco Gonzlez Gutirrez, en Roldn,Amatn y XiNich, 90.

    21Ver Roger BartrasLa jaula de la melancola. Identidad y metamorfosis del mexicano,

    20ss.22Enrique Dussel,El encubrimiento del Indio: 1492. Hacia el origen del mito de lamodernidad (Mxico: Editorial Cambio XXI, 1994, 2aedicin), n. 32, 59.

    23Dussel,El encubrimiento del Indio: 1492, 87ss.

    24Gustavo Gutirrez,Las Casas: In Search of the Poor of Jesus Christ(Maryknoll, NY:Orbis Books, 19), Appendix.

    25Howard Zinn, A Peoples History of the United States: 1492 to the Present (NewYork: Perennial Classic, HarperCollins, 2001), 298. Howard Zinn menciona algunas:1852-1853 en Argentina (los marines invadieron); 1853 en Nicaragua, 1853-1854 enJapan cuando el notorio Commodore Perry forz a Japn a abrir sus puertos al comercioestadounidense y de nuevo por Perry contra las islas Ryukyu Bonin mientras esperabauna respuesta de Japn; 1854 en Nicaragua; 1855 en Uruguay; 1860 en Angola; 1894 enNicaragua.

    26Citado en Zinn, A Peoples History of the United States, 299.

    27Mnica Re, Mujeres, medio ambiente y desarrollo sustentable, enLibertad,Solidaridad, Liberacin, Dorando J. Michelini et al., eds. (Ro Cuarto, Argentina:Ediciones del Icala, 2003), 365.

    28, Actual Situation and Perspectives of Latin American Philosophy of Liberation, ThePhilosophical Forum, 20 (Fall-Winter, 1988-1989): 43-61, 49: An cuando ella [i.e., lafilosofa analcticaMS] niega la formulacin explcitamente, se cree a s mismacomenzar desde un cierto cero cuando rechaza la historia de la filosofa latinoamericanacomo filosofa puramente imitative y repetitiva, como una mera justificacin dedominacin Eurocntrica.

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    29Dussel,El encubrimiento del Indio: 1492, 181ss.

    30Enrique Dussel,tica de la liberacin en la edad de la globalizacin y la exclusin

    (Madrid: Editorial Trotta, 1998), 300.31Dussel,El encubrimiento del Indio: 1492, 181.

    32Dussel,tica de la liberacin en la edad de la globalizacin y la exclusin, 533.

    33Enrique Dussel, Tesis provisorias para una filosofa de la liberacin (1980), enEnrique Dussel,Praxis latinoamericana y filosofa de la liberacin[Bogot: EditorialNueva Amrica, 1994, 2ndedition (1983)], 35. Hay un importante cambio en el nfasiscon respecto a la relacin entre analctica y dialctica en el pensamiento de Dussel. En1972 la disjuncin entre ambas era exclusiva, aunque el contraste era algo suavizado por

    referencias al pensamiento de Feuerbach. Para Feuerbach, nos recuerda Dussel, haba unadialctica verdadera y otra falsa; la primera tena apoyo analctico, de acuerdoDussel (un movimiento ana-dia--lctico, dice l) por su punto de partida dialgico(186).

    34Ofelia Schutte, Crisis de identidad occidental y reconstruccin latinoamericana,Nuestra Amrica, IV, 11 (Mayo-Agosto 1984), 61-68: 66.

    35Zea,Fin de siglo xx. Centuria perdida?84ss.