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Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante 1

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Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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ÍNDICE.

Capítulo 1 9

Capítulo 2 22

Capítulo 3 43

Capítulo 4 56

Capítulo 5 63

Capítulo 6 79

Capítulo 7 88

Capítulo 8 104

Capítulo 9 126

Capítulo 10 162

Capítulo 11 179

Capítulo 12 205

Capítulo 13 225

Capítulo 14 242

Capítulo 15 272

Capítulo 16 314

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

3

Capítulo 17 348

Capítulo 18 423

Capítulo 19 447

Capítulo 20 470

Capítulo 21 484

Capítulo 22 507

Capítulo 23 528

Capítulo 24 545

Capítulo 25 564

Capítulo 26 583

Capítulo 27 622

Capítulo 28 647

Capítulo 29 664

Capítulo 30 682

Capítulo 31 704

Epílogo 745

Dedicatoria 785

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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Prólogo: “No Todo lo que Se Planea Sale Bien”.

El repiquetear de los tambores sonaba una y otra vez

aquella mañana. El sol había decidido no salir a trabajar,

dejando a todo ser vivo en la penumbra aquel día. El cielo

estaba encapotado con las grises nubes, que no podían ser

sino un mal presagio. Aún así no estaba abochornado, de

hecho hacía un poco de frío a pesar de estar en la mitad del

Mar Caribe.

Las aguas turquesas bañaban las costas de una de las

muchísimas islas que tanto abundaban por aquel lugar. De

pronto, un grito desgarrador brotó desde las verdes entrañas

circundadas por la blancura de la arena.

Cadáveres y cadáveres se apilaban por doquier en el

interior de la isla. Esos pobres desgraciados eran los

tripulantes de un navío que había encallado horas antes en

la playa tras chocar contra unos arrecifes, de hecho a esas

horas seguía ahí muy quietecito en el último lugar en que

había estado.

Varios de aquellos muertos ni siquiera contaban con su

cuerpo terrenalmente, se lo habían arrebatado sus captores a

la hora del desayuno y jamás habían vuelto a ver la luz del

sol.

Los más afortunados echaban en falta tan sólo una mano o

una pierna, la cual a esas horas estaba a la espera de ser el

almuerzo de los asesinos.

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Pero… ¿quiénes eran aquellos terribles asesinos? Los

dueños de la isla, los aborígenes. Pero ellos no eran unos

indígenas cualquiera, eran caníbales declarados, el terror de

cualquier navegante que se embarcara en el mítico Caribe y

osara pasar en frente de esas costas de la isla que según

ellos les pertenecía por tradición y defendían con uñas y

dientes de cualquier invasor.

Otro gritó germino, desde los labios de un hombre, para

mayor exactitud. El dolor hacía mella en todo su cuerpo, y

eso que él no era un hombre muy afecto a doblegarse ante

la adversidad del sufrimiento ni mucho menos a demostrar

lo que sentía. Muchas veces se había llegado a decir en el

último tiempo que era invencible y, para colmo de los

males, indestructible, lo cual causaba que toda la sociedad

tuviese el desagrado de convivir con uno de los mayores

terrores del mar de aquella época.

Pero, por fin algo había conseguido hacer que entrase en

razón y descubriese que era tan humano como todos

nosotros, mis queridos lectores. Aquel fuerte y temido

hombre estaba atado a un palo con una multitud de lianas

sacadas desde el pequeño bosque que componía el interior

de la isla. La libertad lo estaba dejando de lado y, poco a

poco, comenzaba a entrar en franca agonía, la cual

solamente ingresa al cuerpo llevada de la mano por el

terror.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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Su verdugo, un aborigen nativo de la isla, no perdía el

tiempo y, de tanto en tanto, le dedicaba uno que otro golpe

con cualquier objeto contundente que encontraba y le

perforaba la piel con su lanza como le daba en gusto y

gana.

Mientras tanto, él podía ver todo lo que había ocurrido

aquella fatídica madrugada desde su verde prisión. Aunque

de tarde en tarde prefería cerrar los ojos para no mirar cómo

moría su tripulación, llevándose sus sueños junto con ella y

tirando todo aquello por lo que había luchado por la borda.

Su larga chaqueta conchovino camuflaba a la perfección la

sangre que emanaban sus heridas, algo completamente

difícil de lograr para la finísima camisa de hilo que llevaba.

Su atuendo lo completaba un pantalón del mismo color de

la chaqueta y unas elegantes botas de cuero negro.

Su mirada, a pesar de la situación en que se encontraba, no

perdía la astucia, la ira mal contenida y la arrogancia que

siempre le habían caracterizado. Eso, su extraña forma de

vestir y las múltiples armas que llevaba atadas al cinto le

delataban como un pirata. Y el hermoso sombrero negro de

ala ancha ribeteado con una pluma del mismo color hacía

ver a las claras que era un capitán.

Su verdugo decidió que por fin era la hora de acabar con su

interminable tortura y levantó el machete en dirección a su

víctima. Entonces el pirata decidió hacer algo que jamás

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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pensó que haría en su vida: deshacerse de su arrogancia y

crueldad, para tomar un rol de completa sumisión.

-¡Ayúdame, bendito mar, ayúdame! ¡Ayúdame, bendito

mar, ayúdame!-gritó voz en cuello.

De pronto, las nubes se arremolinaron y juntaron más de lo

que ya estaban, cerrando el cielo en la negrura. Uno que

otro rayo surcó las alturas encapotadas. La tierra se sacudió

con fuerza bajo los pies de todo aquel que estuviese en la

isla. Y, a lo lejos, se escuchó el embravecido rugir del mar.

Los indígenas se miraron extrañados los unos a los otros y

observaron aterrorizados al extraño personaje que gritaba

como loco. Ya lo hubiesen matado y alejado la desgracia de

sí, pero no se atrevían a hacerlo por temor a que su muerte

les acarrease una terrible maldición.

De pronto, desde la floresta, apareció una extraña mujer.

Era alta y delgada, de tez mate surcada por múltiples

arrugas, su cabellera otrora negra flameaba nívea al viento

y tenía una profunda mirada avellana. Su avanzada edad no

restaba puntos a su belleza, la cual se había acentuado más

en su juventud, aún así parecía desgastada y muy cansada.

Una túnica blanca se abrochaba en su hombro izquierdo

con una exquisita pinza de oro. Las sandalias de cuero que

llevaba puestas tenían hermosas aplicaciones de pedrería. A

sus brazos y dedos no les faltaba ni el oro ni la plata. Pese a

su exótica vestimenta, emanaba de ella un gran respeto e

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inteligencia, quizá un poco de picardía se podía ver en su

sabio mirar.

-¿Por qué? ¿Crees merecerlo, acaso?-preguntó irónica. A

pesar de la edad que tenía, su voz no perdía su melodía.

-Pues claro, soy un súbdito tuyo-dijo el hombre tras unos

segundos de silencio, en los que todos se miraron perplejos

los unos a los otros, recuperando al fin la habilidad del

habla.

-¿Quién te crees tú, simple mortal, para llamarme?-

preguntó la mujer furiosa ante el cinismo del hombre que

tenía en frente, aumentando la nota sarcástica en su voz.

-Por favor, libérame de aquí, ayúdame-dijo el hombre, con

mayor seguridad en sí mismo, midiendo su mirada con la

de la anciana. Aún así, trataba de aparentar respeto por ella,

pues sabía que eso era algo elemental en caso de querer la

salvación por parte de ella.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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Capítulo 1: “Bienvenidos a mi Mundo”.

Corría el año 2008, específicamente el mes de mayo que ya

estaba por terminar. El verano en Holanda no tardaba en

llegar y con él, las consabidas y deseadas vacaciones.

Dentro de una de las muchas escuelas secundarias de la

capital del mencionado país europeo los alumnos no

paraban de bostezar tras una mañana completa de encierro

dentro de lo que ellos calificaban como el infierno en la

Tierra.

De pronto, el celestial y adorado timbre sonó, anunciando a

su vez el final de la jornada. Ya era mediodía del día

viernes, eso quería decir que los estudiantes no tendrían que

regresar por la tarde, sino que tendrían que aprestarse para

pasar el fin de semana y, tras él, vendrían las dos últimas

semanas de clases.

-No olviden traer su tarea el martes-dijo la profesora de

Historia con una maternal sonrisa, aunque a nadie le agradó

mucho aquella idea.

Liselot, sentada en su banco al final del salón, no puso

mayor atención al anuncio hecho por su maestra, aunque,

sin embargo, una parte de su cerebro lo captó en la lejanía.

Pero lo que importaba para ella en ese momento no era la

tarea, sino otra cosa que la había tenido pendiente casi toda

la mañana, causando una concentración inusitada en ella.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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Cogió su bolso morado y echó a correr a toda velocidad con

rumbo a la salida de la sala de clases, arroyando a algunos

de sus compañeros ante su huracanado paso.

-¡Liselot! ¡Liselot!-le llamó la profesora desde el pupitre,

sin conseguir llamar la atención de la mentada muchacha.

-¡Ey, Van der Decken!-le llamó uno de sus compañeros que

todavía no ponía sus cosas en orden para hacer abandono

del salón.

Ese grito, mucho más familiar que el anterior, la devolvió a

la realidad y la hizo detenerse justo antes de la puerta. Giró

en redondo de una manera un tanto robótica y caminó un

poquito avergonzada por su actuar infantil ante la mirada de

sus compañeros. Hasta que se plantó delante de la profesora

para hablar con ella.

-¿Sí, señorita?-preguntó tratando de no parecer irrespetuosa

tras haber ignorado olímpicamente a su profesora.

-Tienes el aprobado, Liselot Van der Decken-dijo la

profesora distraídamente, mirando a su alumna por sobre

sus anteojos.

-¿Perdón?-preguntó Liss, en verdad sorprendida. Nunca

había sido buena en Historia, de hecho el único trabajo que

había desarrollado con entusiasmo había sido en anterior.

-Tu informe sobre la Edad de Oro de la Piratería me dejó

tan fascinada que decidí darte el aprobado y puntaje extra.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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Debí investigar acerca de la veracidad de la información. Es

que contenía datos tan sorprendentes. ¿De dónde obtuviste

esa información? Me imagino que de internet-dijo la

maestra, respirando de una buena vez tras haber hablado

completamente emocionada, sin detenerse por nada.

-La verdad es que siempre me ha gustado el tema y…-

Liselot no alcanzó a concluir la oración. Su IPhone había

comenzado a sonar y, tras buscarlo por todos los bolsillos

de sus jeans, pudo descubrir que estaba metida en un bello

problema.

-Disculpe, señorita, ¿le molesta si seguimos conversando

otro día?-preguntó con cara de miedo.

-Oh, no, claro que no. ¡Qué tengas buen fin de semana,

Liselot!-respondió la profesora, despidiéndose.

Entonces, Liss afirmó bien su bolso y echó a correr por los

mil y un pasillos del segundo piso de la escuela sin

detenerse hasta llegar a la escalera que daba al hall. La bajó

en volandas y sólo cuando puso pies en polvorosa se detuvo

jadeante a tomar aire.

-¿Dónde te habías metido, Liss?-le preguntó Lodewijk

acercándose a ella a través del corredor, esgrimiendo su

celular-. Tienes como un millón de llamadas perdidas mías.

Ese era su amigo Lodewijk, más conocido por ella como

Lowie. Era todo un personaje en la escuela y, ¿cómo no iba

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a serlo? Siendo punk, que al fin y al cabo es lo que era,

todos le consideraban una rareza y de las mayores,

haciéndole pasar al subconsciente colectivo del

establecimiento.

Vestía rigurosamente de negro, llevaba una multitud de

cadenas atadas al cinturón, un arete con forma de argolla se

cerraba en su oreja izquierda, delineaba sus ojos en kohl

cada mañana y su cabellera la peinaba en un artístico

mohicano que pasaba del verde al azul y del azul al negro.

La mayoría de las colegialas morían por él, pues, claro, era

el típico chico rudo al cual las leyes le importan un

pimiento y que suelen aparecer con el mejor papel en las

películas. La minoría decía, junto con la mayoría de los

chicos de la escuela, que Lowie era una aberración.

Sin embargo, todos, sin excepción alguna, miraban

envidiosos a Liselot Van der Decken, especialmente las

chicas. Ella era la que estaba más cerca del admirado

muchacho y se negaba tajantemente a entablar una relación

con él, argumentando que eran casi hermanos. ¡Qué

hubiesen dado ellas por tener esa cercanía!

-Lowie, no me hagas sentir tan mal, después de todo… te

tengo buenas noticias: ¡Conseguí el aprobado!-exclamó

ella, abrazando a su amigo y comenzando a saltar alrededor

de él, sin siquiera soltarlo.

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-A ver, a ver, a ver. Por partes… ¿Era de artes, música o

ese ramo en el que te contorsionas como gusano

moribundo?-preguntó el chico, completamente escéptico.

-No, ¡en Historia!-contestó ella, completamente feliz,

dando saltitos de alegría.

-Liselot, ¿a quién le copiaste? Ya sabes que no me gusta

que cometas los mismos errores que he cometido yo-replicó

Lodewijk cambiando su tono de voz, volviéndolo cada vez

más seco.

-A nadie, ¿acaso no me tienes fe, Lowie?-le preguntó ella

con picardía, tratando de relajar la situación.

-Sí, pero esto es imposible-se justificó el muchacho.

-No, tú no crees en mí-adujo Liss meneando tristemente la

cabeza.

Ambos adolescentes estaban tan enfrascados en su

conversación a tal medida que ni siquiera se dieron cuenta

de que la figura de alguien no muy querido se había

perfilado en el umbral y había cruzado el pasillo para

acercarse a ellos.

-Señorita Van der Decken-saludó una fría voz masculina.

-Contramaestre-saludó Liss con una leve inclinación de

cabeza y ojos asustadizos, mientras que Lowie rodaba los

ojos viendo con antelación lo que estaba por suceder.

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-Lodewijk, te he dicho una y otra vez que no me gusta que

converses con chicas y que me gusta que me esperes

puntual a la salida, ahora estás cometiendo doble falta. Eres

un peligro público, ni siquiera te puedo dejar ir a casa solo.

Vamos, ¡camina!-se burló el contramaestre de su hijo.

Tras dar un empellón a Lowie y ni siquiera molestarse en

despedirse de Liselot, el contramaestre se dirigió al auto

que conducía y, con un chirrido de neumáticos, echó a

andar.

Una media hora más tarde Liselot consiguió llegar a su casa

bañada en sudor. Podría haber subido a un micro para así

ahorrarse el calor, pero como siempre, había preferido

caminar.

Su padre al sentir el característico ruido del bolso de Liselot

al caer contra la escalera de madera tras que ella se

deshiciera de él, salió corriendo de su escritorio y fue a

recibirla a la puerta. Tras darle un abrazo se dedicó a darle

un sermón gigante. Aún así, la chica no lo tomó a mal, pues

los reproches de su padre solamente servían para hacerle

ver que se sobre preocupaba por ella y sus tardanzas.

En el intertanto las gemelas, quienes eran las hermanas

menores de Liss, se les unieron en el corredor y

comenzaron a bromear con su tema favorito: el presunto

amorío, creado por ellas mismas, entre Lowie y su hermana

mayor. Incluso decían a su padre que Liselot había tardado,

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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pues se había reunido con el chico después de clases de una

manera muy romántica.

Lamentablemente, su madre no estaba ahí para relajar la

situación, que de por sí se estaba poniendo muy tensa. De

hecho, se encontraba muy lejos, en París, presentando su

libro dedicado a la psicología de los adolescentes.

Felizmente, todo se calmó cuando la nana anunció que el

almuerzo estaba servido y la mesa dispuesta para ellos, tras

lo cual los cuatro se dirigieron a comer con gran apetito.

-¿Qué van a usar en la ceremonia?-preguntó el emocionado

padre a las gemelas.

-Pues, por supuesto lo que le guste a nuestro papá-dijo la

que era ligeramente más sarcástica y bromista.

-Por sentado que el vestido rojo-dijo la seria y antipática, la

líder del dueto.

-¿Y cómo van a compartir un solo vestido?-preguntó

Liselot con genuino interés e ignorancia, sin caer en la

cuenta de que eran dos vestidos rojos exactamente iguales.

-¡Uf! Dile a Lodewijk que no altere tus neuronas antes del

almuerzo, ¿podrías, hermanita querida?-dijo la antipática,

completamente furiosa.

-¡Ay, vamos! No te pongas así, si vences tu natural

antipatía, algún día tendrás uno, gemela-le contestó la

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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sarcástica, dándole un simpático codazo, haciendo que su

gemela se amurrase y que su padre y hermana mayor se

desternillasen de la risa.

El resto del almuerzo se lo pasaron comentando los detalles

de la ceremonia, entre esos los invitados que todo el mundo

odiaba, pero que forzosamente debían estar presentes para

darle realce al asunto. Al fin se llevaría a cabo la ceremonia

de ascenso de su padre, del que más adelante sería el

Almirante Van der Decken.

Al fin los esfuerzos del señor Van der Decken habían

rendido frutos y la Marina Holandesa le otorgaría el cargo

de almirante para trabajar con órdenes de la fragata Zeven

Provinciën, ayudando a los honestos y pobres estados del

Cuerno de África a combatir la Piratería Marítima, algo que

a Liss le desagradaba ligeramente, pues desde pequeña que

era partidaria de los piratas, tenía sus razones para serlo.

Y tras aquel tranquilo y feliz almuerzo, Niek, que así se

llamaba el futuro almirante, puso rumbo al puerto para

afinar los últimos detalles de su ceremonia.

Las gemelas subieron de inmediato a su habitación para

tener el tiempo suficiente de arreglarse exactamente

iguales, dejando a su hermana Liselot completamente sola

en la mesa.

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Cuando la nana se dispuso a recoger los platos, la

muchacha se puso de pié, recogió su bolso y subió con

rumbo a su cuarto.

Tras abrir la puerta pudo percibir una presencia ajena

dentro de su pieza, gracias a la luminosidad irradiada por

las tres ventanas.

-Hasta que al fin llegas, muchacha-le dijo una mujer,

sonriéndole pícaramente.

Efectivamente, ahí había una mujer, aunque no era una

desconocida para Liselot. Decía llamarse Naomie y era

muy alta y delgada. No pasaba de los treinta y cinco años,

así lo podía ver en la tersa piel mate y la jovial mirada

avellana. El cabello negro lo llevaba peinado con un

pañuelo y estaba vestida con una polera blanca, muy similar

a una túnica, y unos pantalones blancos holgados. Llevaba

sandalias negras y un anillo de oro en el anular izquierdo.

-Naomie, pero… ¿Tú qué haces aquí?-le preguntó Liselot

entre que asustada y sorprendida.

-Liselot, tú y yo tenemos mucho que hablar, querida-dijo

Naomie pícaramente, haciéndole un espacio en la cama a

Liss para que se sentara junto a ella a charlar.

Liselot se sentó tímidamente al lado de Naomie, mirándola

con un dejo de miedo. Honestamente no sabía explicarse

qué era lo que pasaba por su cabeza, ¿por qué ella era la

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única que veía a Naomie? ¿Acaso ella era un espectro?

¿Una amiga imaginaria? No, eso no podía ser posible, pues,

ahí estaba aquella mujer presentándose de carne y hueso

ante ella, sugiriéndole hablar.

Pero, ¿por qué siempre tenían que reunirse en su cuarto, en

lugares secretos, y no en una cafetería, por ejemplo? Eso

era algo muy extraño.

Siempre cuando ambas se encontraban charlando y alguien

entraba al cuarto de sopetón le preguntaba con quién estaba

hablando y, al decirle que la interlocutora era Naomie, no le

creían, simplemente salían dando un bufido de fastidio,

como diciendo: “Pobre niña, ¡está loca!” o, tal vez “¡Niña

tonta!”.

Ya bastantes problemas le había acarreado la presencia de

aquella extraña mujer. Un par de veces, el señor Van der

Decken había llevado a su hija al psicólogo, preocupado

por la salud mental de la muchacha. Otras veces, su madre,

quien era un poco más paciente, hablaba con ella dándole

orientación psicológica, pues ella había seguido esa carrera.

No pocas veces, en la escuela le habían dado una cita con la

orientadora para que “desahogara sus problemas”.

Sin embargo, el problema no radicaba en que la creyeran

loca, sino que había unos cuantos asuntos más graves que

aquel.

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Un par de veces la había instado a robar cosas a sus

compañeros de clase. Otras veces la había obligado a

obligar a otras personas a hacer cosas que no querían.

Gracias a Naomie se había vuelto una líder nata, una un

poco alocada, pero líder al fin de cuentas. Gracias a ella

había reafirmado su gusto por la piratería hasta el punto de

querer ser una marinera de mayor y hacer que la Marina

Holandesa y los piratas de Somalia trabaran una alianza. La

había instado a hacer multitud de locuras.

-No, yo ya no quiero seguir tus órdenes, Naomie-se excusó

Liselot.

-No me digas que no te diviertes-la instó su interlocutora.

-Sí, es divertido, me gusta de hecho lo que hacemos juntas,

pero la última vez casi causo que Frank se tirara de la

azotea de la escuela y el castigo que me llegó no fue nada

lindo-siguió Liselot con su punto de vista.

-Oh, siempre hay contratiempos, pero no te dejes llevar por

ellos tan fácilmente-continuó Naomie.

Al ver que su interlocutora titubeaba y se pensaba sus

últimas palabras, aquella extraña mujer decidió seguir

hablando hasta llegar al punto de convencerla de que seguir

con sus planes era lo mejor que podían hacer.

-Vamos, ¿por qué no escuchas a lo que vengo a proponerte

y de ahí me das tu respuesta?-le dijo Naomie.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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-Es que, no, no quiero-dijo Liselot.

-Mira, es muy simple, de hecho siempre lo has querido:

después de la ceremonia de ascenso de tu padre, ve a la

cabina de mando y pulsa unos botones verdes que hay al

lado del timón. Recuerda mis palabras: uno de ellos te

llevará a la fama-le dijo como si estuviese contando una

leyenda y quisiera mantener a sus oyentes completamente

cautivos en la narración.

-Naomie, creo que has llegado demasiado lejos. Seré todo

lo infantil que se quiera, pero no soy tonta y no me trago

eso de la fama-dijo Liselot-. Por enésima vez: no lo haré.

De repente unos suaves toquidos en la puerta, distrajeron la

atención de ambas.

-¡Liss! ¡Abre la puerta!-le pidió su hermana menor.

Liselot y Naomie se miraron directamente a la cara, hasta

que la segunda le dirigió una mirada pícara a la muchacha.

-Piénsalo-dijo.

Liselot miró hacia el otro lado y, cuando iba a contestar a

Naomie por enésima vez que no quería participar en sus

andadas, descubrió que ésta se había desvanecido

prácticamente en el aire.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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Dio un gruñido, casi un grito, de enojo y arrojó su

almohada en dirección a la puerta, luego se tapó la cara y se

dejó caer de espaldas en la cama.

-Linda manera de decir adelante-se burló la gemela

sarcástica, entrando muy ufana en la habitación.

-¡¿Qué haces aquí?!-le soltó Liss.

-Oye… ¿Tienes esmalte de uñas? El mío se acabó-le dijo la

gemela.

Liselot fue a su cajón y extrajo el frasquito, cuando se lo

pasó a su hermana, ésta dijo:

-Y apúrate en vestirte, quedan tres horas-.

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Capítulo 2: “El Día en que Todo Cambió”.

Una brisa corrió por el puerto de la capital de Holanda

aquel atardecer. Sin embargo, no consiguió mover ninguno

de los buques de fierro puro que se encontraban anclados en

las costas.

Dentro de uno de aquellos navíos de la Marina Holandesa

la música de una pequeña orquesta contratada por las

Fuerzas Armadas se oía de manera clara, las melodías

parecían susurrar a los oídos de los presentes.

Y, dicho sea de paso, la concurrencia no era precisamente

reducida. En la cubierta exterior del navío metálico,

específicamente frente al puente de mando, se agrupaba una

multitud de sillas, en las cuales ya comenzaban a ubicarse

aquellos para los cuales estaban reservadas.

En las barandillas se amontonaban los periodistas, aquellos

asistentes al evento que no habían recibido invitación

alguna, pero sin cuya presencia todo carecería de sentido

ante la opinión pública y, que el señor Van der Decken, se

convirtiese en Almirante, sería lo mismo que comenzase a

trabajar en una taberna.

Como todavía era relativamente temprano para dar inicio a

la ceremonia la gente seguía subiendo por las escalerillas

desde el muelle para tomar asiento en la elegante silla que

según su importancia les correspondía.

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La primera fila estaba ocupada por las autoridades de la

Marina Holandesa, de la Fragata Zeven Provinciën y de

Holanda.

En segunda, tercera y cuarta fila se agrupaban los marinos.

Y, en las últimas filas los familiares de quienes estaban a la

espera de un ascenso.

El sol ya comenzaba a regalar tenuemente los últimos rayos

de luz que ese día verían en tierra, mientras se encargaba de

bañar suavemente las aguas del mar que se teñían de rojo.

En ese momento tres muchachas de entre trece y quince

años descendieron de un automóvil de color negro. La que

parecía ser la mayor, con tan sólo mirar la intensidad

descendiente de la luz, se alarmó e hizo caminar a las otras

dos más de prisa.

-Liselot, es inútil, ni siquiera sabes en cuál de éstos barcos

es la ceremonia-se quejó Ivanna, quien no era sino la

gemela antipática de la cual les he hablado antes.

-Ya era hora de que probásemos de nuestra propia

medicina, Iva, nos confundimos con tanto gemelo-rió

Sophie, la gemela sarcástica.

Es que ya las tres estaban aburridas de buscar y buscar por

entre todos los navíos que estaban anclados al muelle. Lo

peor de todo es que eran siete, aproximadamente, y

exactamente iguales.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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Liselot buscaba y rebuscaba por las popas de todos, hasta

que sus ojos se iluminaron y dio dos pequeños saltitos,

claro síntoma de que habían encontrado el barco con el que

querían dar.

Liss casi rodó por el suelo al tropezar con sus tacos por

andar dando saltitos de felicidad y miró a sus hermanas,

una de las cuales se daba un golpe en la frente y rodaba los

ojos, mientras que la otra se reía y burlaba a más no poder.

Pero, eso no fue límite para ella, así que se alisó el vestido

y caminó hasta la rampla.

-Señoritas Van der Decken, gusto en saludarlas, por favor:

adelante-saludó uno de los marines, llevándose la mano

derecha a la gorra a modo de saludo y dejándoles espacio

para abordar a las tres chicas.

-Buenas tardes-dijeron las tres a coro antes de pasar.

En cosa de segundos, las tres recorrieron la estancia con la

mirada y dieron un bufido de fastidio.

-Genial, nos tocan los peores asientos-adujo Ivanna

señalando las últimas corridas de sillas, desde las cuales no

se veía absolutamente nada.

-Ve el lado positivo: podremos cuchichear con los

periodistas-replicó Sophie.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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-No tiene ningún sentido: vinimos aquí a ver a papá en su

ascenso-se escuchó la voz de Liselot.

En otra parte del barco, Lowie caminaba con aire derrotado.

Hasta que por fin su padre lo había llevado a los

famosísimos navíos de la Zeven Provinciën. Nadie sabía

aquello, pero para él era una reverenda tortura estar ahí.

Esos eran los célebres barcos que diezmaban piratas en

Somalia, a gentes inocentes que estaban en busca de la

libertad.

Liselot le había hablado mucho acerca de los piratas en el

último tiempo y él había llegado, inclusive, a generar algún

tipo de simpatía por ellos. Pero sabía que esa vida era

nefasta e irreal, que no se podía vivir de romanticismos que

habían quedado suspendidos en el aire desde hace siglos.

Pero, como acérrimo creyente en la libertad que era, podía

entenderles con toda claridad. En esos momentos se sentía

atado y sin lugar a dudas. Él no había ido a ver el asenso de

su padre a Contramaestre de la Zeven Provinciën, de hecho,

que su padre subiese de grado militar le importaba un

pimiento. Tenía que estar forzosamente en esa ceremonia

porque su progenitor así lo quería, para armarle un destino

al servicio de la Marina Holandesa.

Y él, lo último que quería era ingresar como grumete en

agosto próximo, pero sabía que tarde o temprano eso iba a

suceder, que se iba a ver vetado hasta de su propia libertad,

de la poca que le quedaba. No valía la pena preguntarse

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cuándo iba a ser, pues sabía que aquello tendría lugar muy

pronto.

Perdido estaba en sus cavilaciones, apoyado en la

barandilla, sin ninguna intención de ir a sentarse para que la

ceremonia diese inicio para luego ser domesticado por su

padre e ir a presentarse más tarde ante los oficiales de alto

rango para que le hiciesen cabida en el cartón de

reclutamiento, algo que simplemente no podía soportar.

Su mirada perdida se cruzó con la de la chica más bonita de

todo el lugar, a pesar de que todas lucían lo suficientemente

guapas en sus trajes de gala como para llamar

positivamente la atención de más de alguien.

Sus neuronas trabajaron frenéticas hasta que descubrió que

la muchacha no era nadie sino Liselot Van der Decken, su

“hermana”. Y al cabo de que debía serlo de todos modos,

porque iba acompañada de ese par de gemelas fastidiosas

que él no soportaba y que no le soportaban a él.

Ivanna y Sophie coqueteaban a cuanto ser viviente se les

cruzaba por delante, sin importar quién fuese ni a qué raza

perteneciese. Varios se la sudaban frío al pasar frente a las

muchachas quienes iban empaquetadas en un vestido

strapless rojo de raso, con unos finos tacos de mínimo doce

centímetros de alto, los cuales eran plateados, con el

cabello peinado con una tiara plateada y bolso de mano del

mismo color. Aparentaban una edad mucho mayor a los

trece años que en verdad tenían.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

27

Sin embargo, al lado de ambas estaba Liss arreglada con un

vestido plateado con tirantes, el cual le llegaba cuatro dedos

sobre la rodilla. Aquella era una pieza muy fina, pues

incluía encajes en la parte del escote y en el redondel con

que terminaba. Era ajustado hasta la cadera y desde ésta

hacia abajo se ensanchaba con un pequeño falso. El cabello

lo llevaba arreglado de manera muy simple. Sus zapatos

eran rojos, al igual que su bolso de mano.

Lodewijk respiró hondo y comenzó a caminar en dirección

a su amiga, sabiendo que las hermanas de ésta comenzarían

a aguijonearles a ambos con sus incesantes y odiosas

bromas de inmediato.

-¿Qué hay, Liss?-saludó a su modo.

Liselot silbó estupefacta. Esa era la primera vez que veía a

Lowie tan elegante, a su modo, pero elegante al fin de

cuentas. Con ese terno de raso lucía de lujo.

Al ver el pasmo de su hermana, las gemelas comenzaron

con la andanada de bromas de mal gusto que Lowie se

esperaba desde el comienzo, las cuales se detuvieron

abruptamente cuando Liselot tuvo el suficiente control de sí

misma y les dirigió una mirada asesina.

-¿Buscas tu asiento?-preguntó Lodewijk a Liselot.

-Sí, pero de seguro que nos tendremos que sentar al fondo-

dijo ella sin disimular su desencanto.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

28

-No, ustedes se tienen que sentar en primera fila, junto a las

autoridades. Liss, tu padre va a ser una autoridad y ustedes,

sus invitadas, deben sentarse junto a él, lo vi en los letreros-

dijo Lowie, haciendo gala de su eterna lógica.

En ese momento, la música orquestada dejó de sonar y

todos aquellos que estaban de pié se dirigieron a sus

respectivos asientos.

Liss y Lowie tuvieron que separarse, pues la una tendría

que ubicarse en primera fila con sus hermanas y el otro

tendría que ir a las filas de invitados, es decir, al fondo. Sin

embargo, ambos se prometieron que terminada la latosa

ceremonia se reunirían en el comedor del barco para estar

juntos en el coctel.

Primero se dio la bienvenida a todos los presentes, mientras

que los flashes de las cámaras de los reporteros eran los

únicos sonidos que mantenían despiertos a todos.

Luego se entonó el Himno Nacional de Holanda y, tras él,

Himno de la Marina Holandesa, el cual Liselot no se sabía

en absoluto y debió improvisar según lo que oía que sus

hermanas cantaban. Lowie tampoco estuvo mejor, de hecho

se había negado a aprender semejante canción y

permaneció sentado, muy ufano, de brazos cruzados, todo

lo que duró la melodía.

Después de eso inició un latoso discurso acerca del orgullo

que significaba servir a la patria y aquellas cosas superfluas

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

29

para la concurrencia, al cual todo el mundo comenzó a

cabecear. Liss no fue la excepción, de hecho se pegó uno

que otro sueñecito entremedio del aburrido montón de

palabras que oía.

Estaba segura de que quería ingresar a la Marina

Holandesa, pero no sabía que fuese tan aburrido. No sabía

que tenía que cantar canciones que ni se sabía, aunque

había puesto intención en aprenderla, ni que tendría que oír

discursos así de latosos durante todos los años que

estuviese de servicio. Bueno, ya vería qué hacer en el

momento preciso, pues ahora no tenía ni idea.

Pero, lo que la despertó definitivamente, por pura buena

fortuna, fue la música marcial. Le encantaban aquellos

temas que colocaban para los desfiles, además le fascinaban

los trajes que los soldados usaban en esas ocasiones. ¡Qué

suerte, estaba viendo uno! Sacó su cámara de video y

comenzó a grabar.

Primero que nada, los muchachos que ingresaban

definitivamente a la Marina, dejando de ser grumetes, como

soldados rasos, recibieron el derecho de incorporarse al

cuerpo marinero.

Luego se realizaron los ascensos de marineros tales como el

señor Sheefnek, el padre de Lodewijk, quien ahora ocupaba

el cargo de Contramaestre de nada más ni nada menos que

la Zeven Provinciën.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

30

Pero todos los aplausos se los llevó el ahora Almirante

Niek Manfred Van der Decken, quien tuvo que dar su

discurso como autoridad que era.

Y la temática fue la única que consiguió mantener a Liss

despierta de todos los discursos que habían tenido que

escuchar aquella velada.

El navío que sería barco insignia de su padre y la

tripulación con la que trabajaría, no sería otro sino el que

estaban ocupando en aquellos momentos para desarrollar la

ceremonia. Además, estaban haciéndose las pruebas para

probar el escudo anti torpedos que se había instalado

recientemente en el bajel.

Lo único que le entristecía era que su padre, tras la

ceremonia, tendría que partir rumbo a Somalia en una

misión para combatir la piratería en dicho lugar y que no lo

vería dentro de meses. Quizás lo mejor sería poder colarse

al barco como polizona para emprender su cruzada personal

de paz.

No tuvo mucho tiempo para pensar, pues anunciaron que

todo el mundo tendría que bajar al banquete que se

desarrollaría en el amplio comedor forrado en madera que

estaba en la cubierta A.

Cuando la ceremonia terminó, Liselot, Ivanna, Sophie y el

padre de las tres se reunieron en una de las barandillas. Tras

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

31

darse un abrazo de oso, pidieron a uno que otro de los

presentes que les tomase un par de fotografías.

Luego de eso, todo el mundo bajó definitivamente al

comedor a servirse las exquisiteces que estaban disponibles

para los comensales con los paladares más exigentes de

todo el planeta. La música bailable sonaba cortesía de la

orquesta, a la cual se habían añadido dos cantantes. Ya se

había formado grupos que conversaban animosamente, con

una copa en la mano y un trozo de pastel en la otra.

Ahí, entre las mesas de las bebidas alcohólicas, Liss divisó

a Lowie apoyado, bebiendo una copa de vino.

Las hermanas de la chica, sin tener ánimo en lo absoluto de

participar en conversaciones aburridas de políticos, se

dirigieron a la pista de baile a acaparar miradas. Liselot iba

a cumplir su promesa para con su amigo, cuando…

-¿Me oyes?-le preguntó su padre.

-¿Qué?-replicó ella, saliendo de su distracción.

-Dije que te voy a presentar con uno de mis superiores para

ver si puedes ingresar a la Marina en agosto-repitió su

padre indulgente.

Liselot midió ambas posibilidades, sabiendo que tenía dos

segundos para elegir. Por un lado, sólo tendría una

oportunidad de ingresar al servicio de la Marina de aquel

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

32

modo, pero oportunidades de hablar con Lowie en un

evento aburrido tendría muchísimas.

-Claro-dijo ella.

Tras charlar con uno de los superiores de su padre durante

media hora, su progenitor se percató de que la chica iba a

aburrirse en demasía, así que la despachó.

Tras eso, ella se dirigió al lugar en que había visto a Lowie

por última vez y, lamentablemente, seguía ahí.

-Hasta que llegas-le soltó él.

-Lamentable por las copas, ¿no? Desearía haber podido

salvarlas-dijo Liss enternecida.

Lodewijk soltó una ronca risita ante la ocurrencia de su

mejor amiga. De pronto, la música comenzó a sonar y la

chica empezó a menear las caderas al ritmo de la melodía.

Absorta en su éxtasis musical, no se dio cuenta de que se

había enredado con el mantel y dentro de dos tiempos todas

las copas salieron volando de su lugar y se quebraron. La

sonajera atrajo las miradas de estupefacción de todo el

mundo. Sin embargo, tan pronto como la música reanudó

su existencia en el ambiente, todos siguieron en lo suyo.

-¿Es así de distraída siempre?-preguntó uno de los colegas

del padre de Liselot al susodicho.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

33

-No tiene usted idea-dijo Niek, meneando vergonzosamente

la cabeza.

-¿Y usted la enseñó?-le aguijoneó uno de sus superiores.

-Desearía haber hecho de ella alguien prudente, pero como

su padre no puedo poner mano dura sin dañarla y prefiero

no ser yo quien la enriele. Después de todo, no hace mal a

nadie-se defendió el señor Van der Decken como pudo.

Por mientras, Liss tenía a Lowie tomado muy firme de la

mano y le dirigía su mirada asesina, la cual de pronto

cambió al decirle…

-Vamos a bailar, di que sí-le pidió por enésima vez.

-No-se negó Lowie.

-Pero si es salsa-se quejó ella.

De pronto, al compás de la música, su deseo se cumplió.

Verlos bailar, claro, no era una delicia, pero sí eran buenos

bailarines, pues ambos habían tomado clases de salsa desde

pequeños en la escuela.

Cuando el tema terminó, ambos volvieron a la mesa, donde

les esperaba el padre de Lodewijk.

-Ven-le bramó a su hijo con una cara nada amistosa. Al

muchacho no le quedó otra que seguirlo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

34

Entonces ahí, de pié, sola, Liselot se puso a meditar de

nueva cuenta en las palabras que Naomie le había dedicado

aquella tarde. “Uno de ellos te llevará a la fama”, esa frase

le repiqueteaba en la cabeza.

¿Qué tan cierto sería? No tenía idea. ¿Y si sucedía algo

malo? Tampoco tenía idea. No quedaba sino probar por sí

misma la verdad y la mentira en cuanto a aquel asunto.

Después de todo, nadie le necesitaba en aquel comedor,

nadie la echaba en falta. Sus hermanas estaban bailando

felices de la vida, con suerte habían recalado en ella. Su

padre estaba parloteando de lo mejor junto con Lowie, el

contramaestre Sheefnek y unos superiores, así que la había

vetado de su grupo. Y Lodewijk, bueno, Lowie tenía mucho

en que pensar, por ejemplo en cómo mantenerse despierto

ante esa conversación.

Tras comer un poco, que de ahí no se iba a ir con el

estómago vacío, miró hacia todos lados y salió del lugar,

hacia la escalera que llevaba al puente de mando.

Lowie la vio cuando hizo eso y, excusándose para ir al

baño, salió siguiéndole el rastro a su amiga.

Cuando Liselot entró a la cabina de mando todo estaba

oscuro dentro de ese habitáculo. Cuando presionó el

interruptor, todas las luces se encendieron de repente,

haciendo un extraño ruido al reactivarse el voltaje. Dio un

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

35

respingo, pero no vaciló. Al fin y al cabo, quería descubrir

qué tan ciertas eran las palabras de Naomie.

No le fue difícil ubicar el timón ni los botones de los cuales

esa mujer les había hablado, pues conocía muy bien la

estructura de un barco.

Al presionar uno de los botones, todo pareció detenerse. Se

sintió mareada.

-¿Qué haces aquí, Liss?-le preguntó Lowie al entrar.

No alcanzó a responder nada, el tiempo la encontró. De

pronto, la cabina de mando comenzó a temblar con una

fuerza inusitada, las luces comenzaron a titilar y las

máquinas se cimbraban de un lado a otro.

Liselot se afirmó como pudo de las modernas

computadoras, pero estuvo pronta a caer al suelo metálico.

Lowie corrió como pudo hasta su amiga, aunque el

movimiento no se lo permitía del mejor de los modos.

Medio caminando y medio gateando consiguió alcanzarla.

Apenas estuvo al lado de Liss, la abrazó con fuerza y se

lanzó al suelo junto con ella, protegiéndola con su cuerpo

de los objetos que caían del techo y volaban por la sala.

Cuando el movimiento cesó, ambos trataron de mirarse el

uno al otro, pero la penumbra no se los permitió. La

oscuridad era solamente quebrada por la luz verde de los

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

36

números de un reloj digital que hacía cuenta regresiva,

avisando cada vez que habían transcurrido treinta segundos

más desde el inicio del accidente.

-Tenemos que salir de aquí-adujo Lodewijk.

Uniendo la acción a la palabra, el muchacho se puso de pié

y, tras levantar a su asustada amiga del suelo, la llevó

afirmada hacia la salida de la cabina.

-¿Qué hice?-se preguntó Liss, tratando de devolverse hacia

el reloj digital.

-No lo sé-respondió Lowie, afirmándola con fuerza y

llevándosela a rastras hacia el pasillo.

Sólo el reloj de números verdes fue testigo de aquel

incidente, el cual ahora marcaba “7 horas, 31 minutos, 20

segundos”.

Cuando ambos muchachos regresaron al comedor del

barco, el panorama que ahí se encontraron no fue mucho

mejor. Las mesas yacían en el suelo, las copas estaban

quebradas, igual que la vajilla, la gente estaba aterrorizada,

todo estaba sucio. Incluso, había una herida, una pobre

viejita que había caído con el remezón al suelo y una mesa

se le había ido sobre el cuerpo.

-¿Feliz del desastre que causaste, Lodewijk?-inquirió el

Contramaestre Sheefnek a su hijo, agujerándolo con la

mirada.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

37

El muchacho no respondió, sólo se limitó a medir su mirada

con la de su padre. El Almirante miró a su hija.

-Vámonos-le dijo, sin siquiera poder disimular su mirada de

decepción para su primogénita. A ella no le hubiese costado

nada haber permanecido tranquila aquella noche, pero tenía

que arruinar la ceremonia.

El despertador de Liselot sonó muy temprano aquella

mañana, específicamente a las cuatro de la mañana. La

muchacha se refregó los ojos y parpadeó un poco.

-Ya es hora de que tu deseo se cumpla, Liselot Van der

Decken-le susurró una voz muy conocida para ella.

La chica se giró un tanto confundida y miró en medio de la

penumbra de su cuarto. Entonces descubrió que la persona

que le había hablado no había sido otra sino Naomie.

-Que los buenos espíritus soplen a tu favor durante el viaje

que ahora has de emprender, porque ahora tendrás que

batirte sola-le dijo Naomie antes de desaparecer de la vista

de la muchacha, quien iba cerrando los ojos para dormirse

de nueva cuenta.

Sin embargo, no pudo volver a dormir, pues recordó de

golpe lo que iba a hacer aquel día. Se refregó los ojos y

miró su reloj. Todavía era temprano, de hecho demasiado

temprano. Pero no podía perder el tiempo, era su única

oportunidad.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

38

Encendió la luz de la lamparita que estaba en su mesa de

noche y escogió la ropa que usaría ese día, además de las

cosas de cambio que colocaría en su bolso morado.

La noche anterior había llevado comida a su closet, la

suficiente como para alimentarse un poco en el trayecto

como polizona, el resto la obtendría gracias a Lowie, quien

había sido aceptado para emprender el viaje junto a su

padre con rumbo a Somalia y así ingresar a la Marina

Holandesa.

Juntó las cosas que consideró necesarias dentro de su

mochila y se vistió. De hecho, cuando terminaba de

observar el resultado de su trabajo frente al espejo sintió

que su padre echaba a andar el vehículo negro que

manejaba para ir al muelle, luego un marino lo llevaría de

vuelta a casa.

Bajó a tomar desayuno, pero en el último peldaño de la

escalera cayó al suelo y el sonido de su caída sonó por toda

la casa, que, dicho sea de paso, estaba en total silencio.

De inmediato se escucharon las queja de la nana y las

gemelas, tales como.

-¡Cállate, Liselot!-.

La chica no puso importancia en el asunto y fue al

refrigerador a tomar un poco de yogurt con cereales.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

39

Cuando iba a dejar su plato en el tazón del lavaplatos

escuchó desde la planta superior:

-¡Liselot no está!-.

Seguramente Ivanna había querido ir a su cuarto para

pedirle silencio a su nada amigable forma y se había topado

con la sorpresita. De inmediato se escucharon los correteos

por la escalera.

Liselot salió disparada por la puerta de la cocina para no

volver nunca más a su casa. Tras caer de bruces al suelo,

tras correr dos cuadras para huir de su hermana, se percató

de que nadie la había seguido.

Abordar el barco fue algo para nada difícil y, apenas estuvo

dentro, corrió a la cabina de mando, en la cual no había

nadie.

Bueno, eso es lo que ella creía, pues se encontró con la

sorpresa de que Lowie estaba dentro de ella.

-¿Liss?-preguntó al verla, pero de inmediato se rehízo,

sabiendo que tratándose de su mejor amiga todo era

posible.

Liselot no le contestó nada, se quedó mirándole a él y nada

más.

-Tendré que avisarle a tu padre que hay una polizona

abordo-le comunicó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

40

-No, no serías capaz, es mi sueño-contestó Liss.

-Uno muy peligroso. ¿Sabes lo peligroso que es ir a

Somalia? Podrían secuestrarnos a cualquiera de nosotros,

matarnos, abusarte, nadie sabe lo que pasará allá, recuerda

que son piratas de verdad, no los de los cuentos que te gusta

leer-le replicó Lowie.

Liselot lo miró con lágrimas en los ojos, no podía creer que

su amigo fuese a ser desleal con ella, avisándole a su padre

sobre su presencia en el barco para que perdiese la única

oportunidad que tenía de cumplir su sueño.

-Por favor, vuelve a tu casa, no te expongas a este riesgo-le

pidió Lowie, suavizando su voz.

No alcanzaron a terminar su conversación cuando tocaron

la puerta. Lowie miró a Liss a los ojos y la escondió debajo

de un piso falso que había en la cabina, tras eso hizo pasar a

quien estaba aguardando en el pasillo, que no era nada más

ni nada menos que el Almirante Van der Decken.

-Falta media hora para zarpar, muchacho-le dijo con un

cierto cariño. Había llegado a querer a Lowie casi como a

un hijo.

-Sí, señor-asintió Lodewijk, con un dejo de ira y tozudez en

la voz.

Niek miró al chico.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

41

-Recuerda que esto es por tu bien, muchacho, pues tu vida

será mejor con un título en las manos-le dijo.

-Sí, señor-asintió Lowie de nueva cuenta.

-No olvides limpiar bien ese timón-le pidió.

-Sí, señor-.

Tras eso, Niek Van der Decken salió de la estancia. Lowie

sacó a Liselot del doble fondo.

-¿Ves? Todavía tienes media hora para salir del barco y

volver a tu casa-le pidió Lowie.

-No, no volveré-se negó ella.

Enfrascados estaban en su conversación al grado que no

descubrieron a tiempo que el reloj de cuenta regresiva había

marcado cero, sólo lo supieron cuando un agudo pito sonó

en todo el navío.

De pronto, la cabina comenzó a remecerse a tal grado que

el movimiento de hace siete horas parecía de chiste. El

navío giraba como loco sobre sí mismo.

Liselot trató de mover el timón de la manera que Naomie y

su padre le habían enseñado en el sentido contrario a la

costa.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

42

Pero el remezón era cada vez más fuerte y ella comenzó a

caer, trató de afirmarse de las ruedas metálicas unidas, pero

sentía que caía.

El movimiento fue violento. Lowie saltó de su lugar, del

cual se había sostenido con esfuerzos heroicos.

-¡Liselot!-gritó justo antes de caer al suelo con su amiga en

los brazos, tratando de protegerla de los objetos que caían y

del enloquecedor movimiento de la nave.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

43

Capítulo 3: “Un Mundo Nuevo, Pero No Ideal”.

Lowie abrió los ojos con suavidad, pero sólo la penumbra

reinaba a su alrededor. Le dolía la cabeza y demasiado.

Trató de incorporarse, pero una oleada de náusea lo obligó

a recostarse de nueva cuenta y cerrar los ojos.

Un estruendo resonó por lo que él juzgó todo el barco. De

hecho eso lo había despertado antes.

Los marineros holandeses gritaban desesperados y corrían

despavoridos tratando de alcanzar la cubierta exterior.

Se aclaró la vista. En medio de la penumbra vio que la

cabina de mando estaba vacía, nadie estaba dentro, excepto

él y esa multitud de máquinas.

Intentó ponerse de pié, pero de inmediato supo que no

estaba solo. Sobre su pecho yacía su amiga Liselot, quien

dormía profundamente. Él pensó que probablemente ella

todavía se encontraba inconsciente por el remezón de hace

unos minutos.

-Liss, Liss-la llamó con el fin de despertarla.

Poco a poco la chica comenzó a aclarar su mente y a abrir

sus ojos avellana.

-Lowie, ¿qué pasó?-preguntó quedamente. Al percatarse de

que estaba literalmente sobre su amigo, su desconcierto se

acrecentó-. Lowie, ¿por qué estoy sobre ti?

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

44

El estruendo sonó de nueva cuenta y las palabras murieron

en la boca del muchacho, siendo remplazadas por unas que

estaban a la espera de ser dichas más tarde.

-¿Te sientes bien?-preguntó Lowie.

-Sí-asintió Liselot con firmeza, presintiendo que la acción

estaba cerca.

-Entonces hay que salir de aquí-adujo Lowie.

El muchacho abrió la puerta con suavidad, con el propósito

de que nadie se diese cuenta de que ambos estaban adentro

del barco y, específicamente, en la cabina de mando, el

lugar más importante del bajel.

Sin embargo, sus precauciones no tenían ningún sentido.

Todo el mundo corría por los mil y un pasillos del barco,

yendo de un lado para otro. Nadie tenía atención suficiente

como para prestársela a dos adolescentes que estaban

dentro del navío.

Lowie tomó a Liselot de la mano tal y como si ella fuese

una criatura. Y juntos echaron a correr para salir a la

cubierta principal entre la turba de alarmados marineros.

Cuando llegaron a la cubierta exterior ambos se arrimaron a

la barandilla con el impulso y lo poco y nada que vieron los

dejó un tantito sorprendidos.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

45

Al frente de ellos se encontraron con dos goletas del siglo

XVIII enzarzados en una feroz batalla.

La mente de Liselot voló rauda hacia Naomie, ¿tendría ella

algo que ver en la situación? Mientras tanto, Lodewijk no

comprendía tanto alboroto por dos barcos de ese tipo.

Miró a Liss y el desconcierto de ella le reveló sus

pensamientos.

-No comprendo para qué tanto alboroto: deben estar

grabando una película-expuso en voz alta para que Liselot

pudiese escucharlo y dejar de pensar sandeces.

Sin embargo ella seguía sin reaccionar, continuaba inmersa

en su mutismo, ese era un claro síntoma de que algo no

andaba bien: ella era de actuar sin pensar.

-Naomie-murmuró, tratando de recordar algo.

-¿Qué pasa con ella? Liss, sabes que es irreal-le dijo Lowie

con tono indulgente.

-Me dijo que si apretaba ese botón, saltaría a la fama-dijo

ella inmersa en su mutismo.

-Quizás actúes en la película-le soltó Lowie,

completamente burlón.

Pero las palabras de ambos murieron en su boca. Una bala

de cañón pasó volando por sobre sus cabezas. Con suerte

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

46

Lowie tuvo tiempo de saltar sobre Liselot, arrojándose al

metal de la cubierta.

Sin embargo, cuando pudo pararse, Liss fue hasta la bala y

supo que era una bala del siglo XVIII, al igual que los

barcos que seguían batallando frente a ellos. Naomie se lo

había enseñado. Entonces tuvo una idea que nadie pudo

sacarle de la cabeza.

-Liselot, ¿a dónde vas?-le preguntó Lowie siguiéndola

cuando ella comenzó a caminar.

-Tengo que avisarle a mi papá-replicó ella.

Cuando consiguieron alcanzar al Almirante Van der

Decken lo vieron charlando con una persona muy conocida

para ellos: el Contramaestre Sheefnek.

-El reporte-preguntó Niek.

-No pudimos activarlo, señor-respondió Sheefnek.

En eso, Liselot carraspeó nada ligeramente y su padre se

volvió a ella. De más está decir que abrió los ojos como

timones al ver a su primogénita y al mejor amigo de ésta

parados frente a él en semejante situación.

-Pero, ¿ustedes qué hacen aquí? ¿No se supone que

deberían estar en casa?-preguntó con voz incrédula,

pensando que eso era una pesadilla.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

47

-A Lowie su padre lo obligó a unirse a la Marina y yo

quiero ir a Somalia a hacer un tratado de paz-contestó su

díscola hija.

-¿Cómo que no pudieron? Nuestra única esperanza era el

Escudo Anti torpedos-preguntó Niek con la paciencia

pendiendo de un hilo, cuando recuperó la voz, sabiendo que

el destino de ambos muchachos pendía de él.

-¿Única esperanza?-inquirió Lowie enarcando

burlonamente una ceja.

-Uno de ustedes fue, uno de ustedes nos llevó a mar abierto.

Sabía que no podíamos activarlo aún, que estaba en

pruebas, pero no obedecieron. Digan, ¡¿quién fue?!-bramó

el padre de Lodewijk.

Lowie miró a su amiga, quien estaba asustada de popa a

proa y a los padres de ambos, quienes estaban uno

preocupado y el otro furioso.

-Fui yo-se echó la culpa.

Segundos después la mejilla de Lowie sentía las mil y una

sensaciones que sientes cuando alguien te da una bofetada.

-Déjalo en paz-dijeron Liselot y Niek al unísono, la una

sintiendo pena por su amigo y el otro sintiéndose muy mal

por el actuar de su subordinado y mejor amigo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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Liss miró la mejilla enrojecida de un irascible Lowie y

suspiró, diciendo “Pobre Lowie”.

-De todos modos hay que averiguar por qué nos atacan-

adujo el padre de Liss, sacando a todo el mundo de sus

cavilaciones.

-He llegado a la conclusión de que estamos en el siglo

XVIII-les soltó Liselot como respuesta, presentándoles su

descabellada idea.

La primera reacción de Lowie fue darse un palmetazo en la

frente ante la locura de su amiga. Niek miró consternado a

su hija, pensando que la salud mental de ella se iba

desvaneciendo en el aire. Mientras tanto, Sheefnek decidió

aprovecharse de la falta de cordura de la chica.

-Señor, en vista y considerando de la incompetencia de mi

hijo como marino y la demencia de vuestra hija sugiero

encerrarlos a ambos en uno de los camarotes en el

transcurso del tiempo en que se solucione esta enojosa

situación-dijo Sheefnek en el tono de voz más amable que

pudo.

Niek sabía que los argumentos presentados por su amigo

eran ciertos, puesto que Lodewijk tendía a ir en contra de la

corriente y no colaborar en los propósitos de nadie que no

fuese él mismo y que Liselot los estaría interrumpiendo a

cada rato con su exceso de sensibilidad infundada.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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-Concedido, señor-concedió con los ojos brillosos.

-¡¿Qué?!-replicó Liselot, consternada, pero entendiendo

que su padre quería protegerla.

-Gracias, ¿eh?-ironizó Lodewijk.

Tras eso, ambos muchachos fueron llevados hasta uno de

los muchos camarotes que había en la nave y, tras que los

arrojasen dentro sin ceremonias, quedaron encerrados

dentro.

-¡Ey, no es tan malo!-dijo Lowie lanzándose de espaldas a

la única cama que había en la pequeña habitación.

Una lágrima rodó por el rostro de Liselot. El chico la miró,

sabiendo que no tenía caso preguntar la razón de su tristeza:

ella estaba triste porque su padre la había dejado fuera de

sus decisiones y la había mirado como a una vil polizona.

-Oye, ¿tú qué le has hecho a mi amiga? Ya sabes, ¿qué le

has hecho a esa chica que siempre me sube el ánimo con su

humor infantil?-preguntó Lowie.

Sus palabras surtieron efecto, pues de inmediato la chica

soltó una risita y se secó las lágrimas.

-¿Por qué no les pegaste, Lowie?-preguntó con genuina

curiosidad.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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-Porque no quería que te mataran a ti, pues es obvio que

conmigo muerto iba a ser más fácil dejarte en el fondo del

mar-respondió el chico con sarcasmo justo antes de

dormirse.

Liselot se dirigió a la ventana con severos deseos de

conseguir una manera de salir del camarote en el que la

habían confinado y, ante sus ojos, el Tresaure y el Olonés

seguían batallando.

A bordo del primer navío mencionado había dos hombres

discutiendo fieramente. Uno de ellos capitaneaba el barco,

mientras que el otro era el capitán del bajel contrincante,

señal clara de que llevaba todas las de perder en aquella

batalla, pues los hombres del Olonés le habían abordado.

El capitán invasor rió roncamente al mirar el navío de la

Zeven Provinciën.

-Ríndete ya, Rackham-dijo en un inglés que dejaba mucho

que desear-. El Holandés Errante ha venido por ti, no hay

nada que puedas hacer.

El aludido miró por la barandilla y lo que vio le dejó helado

de miedo. Efectivamente ahí estaba el Holandés Errante a la

espera de que el Olonés se aburriese de atacarle y le dejase

el resto de la tortura. Pero, ¿cómo era posible no morir al

observar el bajel maldito? Bueno, si la leyenda había

llegado a saberse, uno que otro habría tenido que sobrevivir

al navío.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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-Esto te divierte mucho, ¿verdad, Nau?-inquirió mandando

sus temores al diablo-. Dime, ¿por qué no me matas?

-Porque así no sería ni la mitad de divertido-contestó Nau.

Y a la orden de “Fuego” el capitán de “El Olonés” se lanzó

sobre su adversario espada y pistola en mano, mientras que

sus hombres destruían como se les daba en gusto y gana el

Tresaure.

Pero el capitán francés no se dio por vencido solamente con

acabar con su némesis en batalla y con el navío que éste

capitaneaba, sino que también quiso hacer gala de su

crueldad y habilidad bélica al intentar vérselas con el navío

del Almirante Van der Decken.

Por su parte, el Almirante bajó consternado su catalejo. Los

cañones del Olonés tronaban sin cesar y sus balas iban

directamente al navío de la Zeven Provinciën, sin olvidarse,

claro, de ir a dar unas que otras al Tresaure.

Honestamente, la artillería del barco francés no le daba ni

frío ni calor, pues no conseguirían destruir su navío jamás.

Sin embargo, estaban consiguiendo dar un buen susto a los

suyos.

Entonces decidió unirse a la contienda. Después de todo no

tenía nada que perder, pues su artillería era una y mil veces

superior a la de aquellos barcos. Además, había visto que el

Tresaure llevaba las de perder en esa situación. De hecho

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

52

ya estaba rindiéndose, pues no atacaba al enemigo como

antes y no se batía contra el bajel holandés. Mientras que el

Olonés le estaba atacando, le estaba invitando a la batalla.

No podía permitir que acabasen con unos inocentes.

-Sheefnek, abrid fuego contra aquel navío-ordenó a su

subordinado.

-Pero señor…-trató de excusarse.

-Es una orden-dijo Van der Decken, sintiéndose mal por

tener que ordenarle algo a su amigo.

Sheefnek trató de luchar, pero la decisión ya estaba tomada

por parte de Niek Van der Decken.

Los torpedos del barco holandés volaron precisos por los

aires con rumbo al Olonés, impactando en su cubierta y en

sus mástiles.

Al ver los destrozos propinados a su nave, Nau decidió

acabar rápidamente con Rackham para poder volver a su

barco. Se sostuvo de una cuerda que había quedado

suspendida de los aparejos y disparó directo al corazón de

su enemigo. Sin embargo, el inglés consiguió evadir la bala

justo a tiempo.

Nau le dirigió una sonrisa sardónica a Rackham,

lamentando la pérdida de la última bala que le quedaba. El

capitán del Tresaure lanzó a su némesis al aire y, de haber

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

53

tenido más suerte, hubiese podido cortar la cuerda que le

sostenía.

Una vez que Nau llegó al puente de mando de su navío

llegó a cometer los desvaríos más grandes que un capitán

puede hacer, entre ellos asesinar a varios de los suyos para

azuzar a los otros a atacar con redobladas fuerzas al barco

holandés.

Así que viró, olvidando momentáneamente a Rackham y su

Tresaure, quienes giraban para hacerle frente junto al navío

de la Zeven Provinciën.

A cañonazo limpio el barco inglés lo trató de acallar, pero

solamente consiguió avivar más la llama demoniaca de la

furia que habitaba dentro de la negra alma de Nau.

Entonces dejó de cañonear nefastamente al blindado

holandés y decidió retomar su ajuste de cuentas con el

inglés.

Sin embargo, Van der Decken fue lo suficientemente audaz

como para comenzar a darle de torpedos hasta que

consiguió acabar con varios tripulantes del Olonés y con el

mástil mayor.

A pesar de su sadismo, Nau decidió emprender la retirada

hasta una isla no muy lejana para reparar su nave y luego

regresar con el propósito de hacerle saber a los holandeses

lo que realmente era bueno según él.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

54

Así que puso proa al norte y navegó a lo que más le dieron

las destrozadas velas, es decir, muy lento. Hasta que

desapareció de la vista, mientras que los cañones de Van

der Decken y de Rackham resonaban en el aire.

El capitán Rackham miró hacia el navío que calificaba

como el Holandés Errante. ¿Lo sería realmente? Lo había

defendido de las garras de Nau y eso nadie se atrevía a

hacerlo, además había conseguido alejar a su némesis en

batalla. Lo mínimo que se merecían eran los

agradecimientos.

Puso proa al navío de la Zeven Provinciën con el firme

propósito de hablar con su capitán y, en el mejor de los

casos, establecer algún tipo de provechosa alianza con

aquel poderoso hombre.

A esas mismas horas las brumas del sueño se disiparon en

la mente de Lodewijk y abrió los ojos.

Aunque hubiese preferido una y mil veces no haber

despertado jamás. Ahí vio a su mejor amiga hablando sola.

De más está decir que la había visto mil veces en aquellas

prácticas y que pensaba que simplemente ella tenía una

amiga imaginaria. Aún así, no era algo agradable.

-Pero, ¿estás segura?-preguntaba Liselot cogiendo los

imaginarios hombros de alguien-. ¡Yupi! ¡Estamos en el

siglo XVIII! ¡Conoceré a los piratas! ¡Genial!

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

55

Pero su celebración la cortó de cuajo Lowie, pues posó sus

manos sobre sus hombros y la miró severamente a la cara.

-¿Con quién hablas, Liss?-preguntó.

-Con Naomie, ¿Qué no lo vez?-le contestó Liselot, aún

alborozada.

Pero su alegría se esfumó en un tris al descubrir que

Naomie había desaparecido.

-¿Por qué siempre desaparece?-preguntó más para sí que

para Lowie.

Pero no hubo tiempo para respuestas, pues en esos

momentos ingresó uno de los tripulantes del barco para

avisarles que ya podían salir. Lowie salió disparado con

Liss de la mano, para pedirle al Almirante que la devolviese

a Holanda. Al llegar a cubierta, el capitán del Tresaure les

hizo una reverencia.

-¿Jack Rackham?-preguntó al reconocerle. Al parecer, se

cumpliría su sueño.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

56

Capítulo 4: “La Imposible Verdad”.

Al ver los ojos de estupefacción de Liselot, el capitán

Rackham sólo se limitó a sonreírle encantadoramente. Niek

ardía en celos, ¡aquel joven estaba coqueteándole a su hija

ante sus propios ojos!

De más está decir que Liss casi se desmayó. Ante ella

estaba el famosísimo capitán Rackham. Ese joven no podía

ser otro sino el afamado pirata del siglo XVIII. Parpadeó

para ver si aquello era un sueño o no, pero descubrió que

por primera vez las predicciones de Naomie eran una

realidad.

Ahí estaba ese joven de sonrisa blanca, pícaros ojos azules,

cabello casi rubio y piel morena tostada por el sol. El pelo

le caía a cascada sobre los hombros. Era alto y delgado.

Llevaba un sombrero tricornio marrón, una casaca roja,

camisa agujerada, pantalones de calicó y botas marrones.

-Aye, milady-respondió y le dedicó una sonrisa que casi

causa un ataque cardiaco a todos los presentes.

-¿El capitán del Tresaure?-preguntó Liselot sin dar crédito a

sus ojos ni a sus oídos.

-Aye, milady-respondió el capitán Jack Rackham.

Para evitar otra sonrisa y un futuro desmayo por parte de su

hija, Niek decidió cortar por lo sano. Dio un ligero

carraspeo y se acercó a Jack.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

57

-Capitán Rackham, agradezco su presencia a bordo de mi

navío, pero necesito preguntarle algo-dijo el Almirante.

-Diga usted, Almirante-contestó Rackham, intentando

disimular su extrañeza.

-¿En qué año estamos? ¿Qué día es hoy? Lo pregunto

porque usted parece del siglo XVIII-dijo Niek tratando de

aportillar la fama que Rackham se había hecho en Liselot.

-Pues eso es porque realmente estamos en el siglo XVIII,

hoy es 31 de mayo de 1715, Almirante…-indicó Jack

tratando de conocer el nombre de su interlocutor.

-Van der Decken, Almirante Van der Decken-se presentó

Niek tendiéndole la mano.

Jack palideció un tanto y retrocedió un par de pasos,

desenvainando su espada.

-Así que es verdad, así que esa es la razón, este es el

Holandés Errante, ¿no? Por eso que este navío es tan

extraño y se mueve sin la ayuda de nada, ni siquiera el

viento. Por eso que ustedes visten de esta manera tan

extraña. Por eso que se acercaron al Tresaure cuando Nau

nos estaba atacando, ¿verdad? ¡¿Verdad?!-dijo Rackham,

completamente furioso, amenazando con asesinar a

cualquiera que se le acercase más de lo necesario.

Liselot se le acercó un poco más.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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-No tema, capitán Rackham. No estamos a bordo del

Holandés Errante. Estamos a bordo de la fragata HNLMS

Evertsen. Y, acaso, ¿el otro barco era L’Olonais, del

capitán Jean-David Nau?-preguntó Liss.

-Aye, milady-respondió Rackham.

El silencio inundó a todos los tripulantes del navío,

exceptuando a Liselot, quien se puso a hablar alborozada.

-¡Yo sabía, yo sabía! No me quisieron hacer caso cuando

les dije que estábamos en el siglo XVIII, pero… ¿quién

tenía razón?-preguntó irónica.

-¡Ese hombre está mintiendo!-acusó Sheefnek-. No ha

alegado por la presencia de Liselot en el barco y…-Jack lo

interrumpió.

-No he alegado por la presencia de la chica en el barco,

porque opino que las mujeres también tienen derecho a

vivir una vida en el mar. No olvide que soy un pirata-alegó

Jack, desenvainando la espada y yéndose sobre Sheefnek.

El capitán Rackham casi pudo concretar su ataque contra el

padre de Lowie, pero el Almirante se acercó oportunamente

a ambos contrincantes y los separó antes que el asunto

pasase a mayores.

-Caballeros, caballeros, no nos vayamos a las manos.

Capitán Rackham, agradecería que usted me dijese dónde

estamos-contrarrestó Niek.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

59

-En el Caribe, cerca de New Providence-indicó Rackham

para luego añadir:-Ahora, si no puedo servirle de más, me

retiro, Almirante Van der Decken.

Y, uniendo acción a la palabra, se acercó a la barandilla

para volver a su barco. Pero Sheefnek interrumpió su

regreso a la nave.

-No tan rápido, ¿olvidas que eres un pirata? El Almirante

Van der Decken podría mandarte a ahorcar por tus

crímenes-le dijo.

-Pero no lo haré. Sin embargo, capitán Rackham, si vuelvo

a verle su suerte será diferente-apuntó el Almirante,

indulgente.

Entonces Jack se devolvió al Tresaure y zarpó. Una vez que

se hubo perdido en el horizonte, toda la tripulación del

Evertsen se miró los uno a los otros completamente

confundidos. ¿Cómo había sucedido eso? ¡Fácil! El escudo

Anti torpedos se había activado, pero como los científicos

no lo habían probado: alguna extraña reacción los había

cambiado de época.

A pesar de todo, Niek fue más rápido que su gente y pensó.

-¡Rápido! Cada cual a sus labores, vamos rumbo a la

Holanda de ésta época: nuestra gente nos ayudará-dijo.

Aún así, no tenía ni una miserable idea de dónde estaba.

Bueno, eso era la mitad del Caribe del siglo XVIII, pero:

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

60

¿Dónde quedaba New Providence? ¿De qué calaña era ese

lugar?

Entonces dispersó a su confusa gente y se dirigió a la

cabina de mando para dirigir él mismo el navío de la

manera más segura.

-Padre, ¿tú sabes dónde queda New Providence?-le

preguntó Liselot, adivinando los pensamientos de su padre.

-No, hija, pero no te preocupes: buscaré muy pronto aquel

lugar-dijo el Almirante.

-Pues, yo sí se…-dijo ella.

Su padre se la quedó mirando con su mejor cara de no

comprender nada.

-Ven a la cabina de mando y me dices-le indicó Niek.

Aún no anochecía en alta mar. Liselot se encontraba

apoyada en la barandilla de estribor. Y conversaba

claramente en voz alta con alguien, sin embargo no había

nadie a su lado. A Lowie lo habían mandado a cumplir sus

labores como marinero, su padre seguía enfrascado en la

cabina de mando desde hace un par de horas y Sheefnek

estaba dando sus órdenes a la tripulación a su déspota

manera.

-¿Tú crees?-preguntaba.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

61

-No tienes más remedio que ganarte el cariño de la

tripulación-se supone que le contestaba la otra persona.

-Creo saber cómo, Naomie-contestó Liselot dando una

pequeña risita.

Justo en ese momento pasaron junto a ella Sheefnek y dos

marineros de menor rango, quienes no pudieron evitar

escuchar la “conversación” que la chica mantenía y, tras

enarcar una ceja, se le acercaron.

-Vaya, vaya, si es la chica que nos trajo hasta esta época.

Más encima está loca. ¿Con quién habla, señorita Liselot?-

preguntó Sheefnek burlonamente.

-Con Naomie-contestó ella.

Los tres hombres rodaron los ojos y siguieron su camino.

No pasó mucho rato y la gente siguió pasando alrededor de

ella. Todos no tardaban en demostrarle su desprecio,

influenciados vilmente por Sheefnek. Algunos se burlaban

de ella, otros le dieron uno que otro golpetazo, otros

hablaban a sus espaldas.

De pronto, vieron que ella, antes de que comenzaran

siquiera a preparar la cena se puso a bailar en público de

una manera muy grotesca, cantando desafinadamente. Se

subió a la barandilla, luego pasó de mástil en mástil y no

tardó en subirse a lo más alto de uno de los radares.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

62

Su mayor problema fue cuando miró hacia abajo descubrió

con espanto que había subido como mínimo unos veinte

metros o, por lo menos, así le pareció a ella. Y comenzó a

gritar completamente aterrada.

Cuando alguien consiguió bajarla de las antenas ella sudaba

copiosamente, pero cuando sus pies tocaron el suelo se

puso a saltar y cantar.

Luego, comenzó a bailar con los nuevos éxitos de moda en

Youtube.

Cuando vio toda aquella aglomeración alrededor de algo,

Lowie se acercó al grupo y tras pasar por una multitud de

gente consiguió llegar a la improvisada primera fila y

musitó:

-Éste será un viaje muy largo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

63

Capítulo 5: “La Puerta de Nuestro Hogar Se Ha

Cerrado”.

Liselot abrió los ojos aquella mañana extrañada por el

vaivén que sentía en todo su cuerpo. Llevaban dos semanas

a bordo del Evertsen y aún no conseguía acostumbrarse al

lugar en que estaba y mucho menos a la época en que vivía

en aquellos momentos.

A pesar de eso, no era muy difícil acostumbrarse. Hasta

aquel momento todo había sido muy similar a la vida en el

siglo XXI. No se había topado con ningún otro navío ni

habían avistado tierra.

Como si eso fuese poco, Niek Van der Decken se había

apresurado a sacar el navío del Caribe, pues quería evitar a

toda costa un nuevo contacto con piratas.

Eso no había sido del todo difícil. Sus órdenes solían ser

certeras y funcionales en la práctica, además de que no se

había despegado mayormente de la cabina de mando.

Contaba a su servicio con el Contramaestre Sheefnek, quien

era muy déspota y se hacía oír con la tripulación a punta de

castigos y órdenes estridentes. Y, además, la tripulación

estaba asustada y preferían mantener sus mentes ocupadas

en algo útil, como volver a casa.

Salió de la cama con la ropa puesta. Por seguridad su padre

había decretado que todo el mundo debía dormir vestido. Se

fue a la ventana y abrió la cortina.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

64

-Buen número el que montaste ayer-le soltó burlonamente

una voz femenina que la sobresaltó.

-¡Naomie!-dijo Liselot.

Efectivamente, ahí estaba Naomie mirándola divertida con

una ceja enarcada.

-¿Sabes lo que ellos opinan de ti?-preguntó irónicamente

Naomie.

-Que estoy loca y es por tu culpa-le culpó Liselot mirando

al suelo.

-Oh, no, eso es por tu actuar-le dijo Naomie.

-Si actúo así es por tu culpa, pero no puedo evitarlo, porque

soy así-le dijo Liselot.

-Pero te estás ganando a la tripulación de este barco-le

informó.

-¿Eh?-se sorprendió Liselot.

-Consideran que eres divertida y están comenzando a creer

que no estás loca. Pero ten cuidado, hay alguien que trata

de ponerlos en tu contra y de causar la ruina de todos con

tal de conseguir poder-le previno Naomie.

Liselot se volteó hacia la ventana para observar el profundo

azul del mar, tratando de concentrar su mente y descubrir

quién era el villano de su telenovela.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

65

Cuando se dio vuelta para comunicarle sus planes a

Naomie, pero se percató de que ella ya se había ido, algo

nada nuevo.

Entonces decidió salir de su habitación para poner en

marcha su plan.

-Hay trabajo que hacer-se dijo a sí misma.

Entonces cerró la puerta de su camarote. A pesar de ser una

polizona era la hija del Almirante que comandaba la nave y

no la podían dejar durmiendo en las bodegas ni lanzarla al

mar para luego dejarla en esa época.

No tardó mucho en llegar al comedor del navío, el cual ya

se encontraba casi vacío, pues todos habían desayunado ya.

En las dos largas mesas metálicas, con suerte había cinco

rezagados conversando entre sí, acerca de la extraña

situación en que se encontraban y, por qué no, de la poca

cordura de la hija del Almirante.

La chica se sentó en la mesa contraria a la cual estaban

conversando los cinco remolones, luego de ir a buscar una

taza de café y un pan.

-¿Quién? ¿La loca?-se escuchó decir entre carcajadas a una

de las mujeres de la tripulación.

Liselot prestó atención y aguzó el oído graciosamente en

dirección al lugar del cual provenían los comentarios.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

66

-Sheefnek dice que esa chica perdió la razón hace mucho-

acotó la misma mujer que había hablado segundos atrás.

“A lapp tapp tapp, kariri kariri dinn nande den nando”,

comenzó a tararear Liss, en voz baja, la letra de la conocida

canción Ievan Polka.

-El numerito de ayer es una prueba de su locura-dijo esta

vez un hombre.

Todos sus interlocutores comenzaron a reír, algunos

mirando adrede a Liselot, quien estaba al otro extremo,

otros sin recalar en su presencia.

-¿La vieron bailar? Fue ridículo, juro que me dio vergüenza

ajena-dijo el hombre en medio de carcajadas mal

contenidas.

“¡Hey!, Nin nande den nando wara ribi diri biri den nando”,

siguió cantando Liss en voz baja, tratando de que no

hicieran mella en su ánimo aquellos comentarios. De hecho,

se notaba que no estaban haciendo ni el más mínimo efecto

en ella, pues su sonrisa destellaba y sus ojos tenían una

mirada alegre, al son de su pié que bailoteaba al ritmo de la

música bajo la mesa.

-No sé en qué estaba pensando cuando se coló aquí-dijo la

mujer.

-¡Hey!-gritó Liss, llamando todas las miradas sobre su

cuerpo-. Din nande den nando wara ribi diri biri den nando-

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

67

continuó cantando, pero esta vez en voz alta y, tras lanzar

lejos la silla y la mesa, se puso a bailar muy

exageradamente la coreografía de la canción.

Atrevida e ingenua como sólo ella sabía serlo, se acerco

bailando la coreografía hasta la mesa en la que estaban

sentados, comiendo y mirándola, los rezagados.

Aprovechando un momento en el cual se alejó hacia el

pasillo, comenzaron a hacer comentarios más burlescos

acerca de la díscola joven.

-Y así dudas que está loca y merece que la encierren en su

camarote…-dijo la mujer a un muchacho que había comido

en silencio todo ese tiempo y que estaba al margen de los

comentarios.

Por única respuesta obtuvo la absorta y embelesada mirada

que el grumete dirigía a la muchacha, acompañada de una

sonrisa impresa en los labios balbuceantes que trataban de

seguir la letra de la canción. Miró hacia debajo de la mesa,

donde vio que el pié del chico se movía de aquí para allá, al

son de la música.

-Despierta, cabeza hueca-le llamó al mundo real la mujer.

El chico la miró como quien observa a alguien que le ha

despertado del sueño más maravilloso de su vida.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

68

-Mirabas a esa loca con ojos de huevo frito, ¿te comió el

ceso acaso?-inquirió ella, evidenciando notablemente sus

celos.

-La verdad es que esa chica es más genial de lo que creí…

¡Qué personalidad!-dijo el chico sinceramente.

No había acabado de decir eso cuando saltó de su asiento y,

tratando de seguir la coreografía se acercó bailando y

cantando a Liselot. La chica le sonrió pícaramente y lo

llevó bailando hasta donde los cocineros entregaban las

bandejas de comida.

Los cocineros, más livianos de prejuicios y más osados e

indisciplinados que los marineros que viajaban en la fragata

no necesitaron oír la canción dos veces. Armados de su

batería de sartenes, ollas, cubiertos y platos comenzaron a

percutir el tema, lo cual hizo que sonara aún peor.

Los encargados de la limpieza, en un arrebato de locura, se

largaron a reír y, haciendo como que las escobas eran sus

parejas de baile en un refinado vals, comenzaron a dar

vueltas por el comedor cantando Ievan Polka.

Todos reían y aullaban como locos de contentos, relajados

y tranquilos, distrayéndose de la realidad, de la cruel

realidad que les perseguía. A excepción de un par de

amargados que permanecían sentados y en gutural silencio,

arguyendo ser más maduros que sus pares.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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Todo fluía bien hasta que…

-¡¿Qué está pasando aquí?!-tronó la voz de Sheefnek desde

las afueras del salón comedor-. ¡Todos inmediatamente a

sus labores! ¿Creen que están en este barco para

holgazanear? No ahora, no cuando tenemos a piratas cerca

de nosotros y tenemos que volver a nuestra época. ¡A

trabajar, flojos! Liselot Van der Decken, quedas encerrada

en tu camarote hasta que lleguemos a nuestra época y a

Holanda. Los que permanecieron sentados, por desleales,

irán a pulir el armamento y los radares. Quienes

participaron en este desastre, durante toda la travesía

quedaran con la tarea extra de limpiar todos los camarotes y

baños del barco. Y todos, con sus raciones reducidas a la

mitad.

Todos se quedaron mirando los unos a los otros, pasmados

y enojados.

-¡Ya escucharon, a trabajar!-tronó.

Tras eso, cogió a Liss del brazo izquierdo y la jaló

fuertemente hacia el pasillo. La insultó y regañó cuanto

quiso durante el trayecto, pero eso sólo avivó la fiereza con

la que Liss trató de ayudar a esa gente, todos necesitaban

distraerse en esos momentos, en especial con un jefe como

Sheefnek.

Abrió la puerta del camarote y la arrojó dentro sin

ceremonias. Liselot chocó su cadera contra la cama y cayó

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

70

torpemente al suelo. El golpe dolía y un par de lágrimas

brotaron de sus ojos.

-Disfruta tu estancia, loca, alborotadora-concluyó de

insultarla y cerró la puerta finalmente.

Cinco horas después…

El sol se escondía por entre los tejados de la ciudad

portuaria de Ámsterdam del siglo XVIII. Las mujeres se

tapaban con sus abanicos para no doblegarse ante el brillo

del astro rey que se ocultaba tras los tejados café instalados

por sobre las bellas y elegantes construcciones de fachada

blanca.

Los carruajes rompían el brillo del astro luminoso sobre los

adoquines de las calles y el guardia del puerto con sus

negras y lustrosas botas hacía sonar las podridas tablas del

muelle.

Las risas y las músicas eran la melodía a cuyo ritmo se

movía el jolgorio de la capital holandesa.

Pese a principiar ya la noche, el capitán y su escolta

revisaban los bergantines mercantes y hacían rodar muelle

abajo, hacia las intrincadas calles, toneles y toneles, cajones

y más cajones, llenos de mercancías.

El dinero fluía con rapidez.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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Los corsarios bajaban de sus bellos veleros, tras sabotear la

Armada Española, la Inglesa, la Francesa y la Portuguesa,

en medio de risas estridentes y lacerantes maldiciones con

rumbo a las tabernas portuarias. Esperando la compañía de

las mujerzuelas y el ron, queriendo narrar la leyenda del

Holandés Errante, historia que ni sospechaban dejaría de

ser igual.

Con el rostro amurrado y los ojos ad portas de liberar

lágrimas, se abría paso por el muelle un hombre de edad

madura. Caminaba a paso rápido, parecía llevar malas

noticias a donde quisiera que fuese.

Se ganaba todas las miradas con su caminar seguro y su

vestimenta moderna, casi del futuro.

Niek Van der Decken llegó al entablado del muelle y con

los ojos llorosos miró al astro rey que se escondía en el

horizonte. La culpa y la desesperación se leían en su rostro

desencajado.

Respiró profundo y, sin levantar ninguna sospecha por

parte del jefe de la guardia ciudadana, nadó por entre los

veleros y subió hacia su navío ayudado por uno de sus

grumetes.

-¿Por qué trae esa cara, mi Almirante?-preguntó el cínico

Sheefnek fingiendo cándida sorpresa.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

72

-La puerta de Holanda, su hogar, se ha cerrado. No queda fe

ni esperanza en estas tierras para nosotros-confesó a la

tripulación agolpada en cubierta A.

Una sombra se escabulló del tumulto sin ser vista, con fiera

decisión, en dirección a la escalerilla que conducía a los

interiores de la nave.

-¡Liss! ¡Ábreme la puerta! ¡Liss!-gritó Lowie, con un

urgimiento extraño en él.

-Estoy atrapada aquí, el contramaestre me encerró aquí-

gritó la llorosa voz de Liss desde el otro lado de la puerta.

-Maldito bastardo, condenado hijo de puta-masculló Lowie

más para sí que para Liss-. Espera, Liss, te sacaré.

Liselot, alarmada, comenzó a llorar desesperada desde el

otro lado de la puerta. Lowie así lo percibió y se aprestó a

calmarla.

-Tranquila, Liss, ya casi te saco. No pasa nada, te

necesitamos-susurró Lowie, mientras se maldecía

internamente por no guardar en un lugar seguro sus

herramientas.

Finalmente, tras encontrar su ganzúa en uno de los cien mil

bolsillos de sus pantalones, malogró la chapa hasta

conseguir que la puerta se abriese sola.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

73

Liselot sonreía radiante, tal como su amigo había previsto

que sus palabras surtirían efecto. Aún así, en su mirada

había un dejo de miedo que alertó al instinto del muchacho.

-Escucha, Liss. Tu padre viene con malas noticias desde el

Palacio. Espera, no te alarmes-dijo al ver que el rostro de la

chica se ensombrecía-. Te explicaré en el camino a qué me

refiero. Ahora necesitamos tu buen ánimo, tu fe. Por favor,

Liselot, no caigas ahora. Tú conoces ésta época mejor que

ninguno de nosotros, no hay un mejor plan que el que salga

de tu cerebro, pero necesitamos que mantengas la calma de

todos-le explicó el chico tras abrazarla.

La chica no necesitó que le repitiesen la situación ni una ni

mil veces, sonrió, esta vez segura de sí misma y miró a su

amigo a los ojos.

-¿Sabes dónde están?-le preguntó.

-Para que lo supieses, los buscaría hasta el fin del mundo-le

contestó.

La chica no necesitó saber más y, prestamente, se colgó del

brazo de su mejor amigo, dejando que éste la guiase hacia

el rumbo que quisiera darle.

Cuando llegaron a la cubierta, un montón de gente estaba

agolpada alrededor del puente de mando, cuchicheando

entre sí completamente asombrados y alarmados desde el

dedo chico del pié hasta el último de sus cabellos.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

74

A Liselot, la imagen de su consternado padre dando un

discurso a su gente acerca de cómo el gobernante de la

Holanda de la época le había cerrado todo refugio, todo

alimento, toda ayuda a su navío errante hasta que

consiguiese volver a su época, la fue a recibir de boca.

Antes de que la estupefacción hiciese mella en su amiga,

Lodewijk la empujó rápidamente a través del tumulto y se

hizo paso en medio de la aglomeración.

Cuando llegó hasta el puente de mando con la chica, el

padre de ésta y el mismo Contramaestre Sheefnek se

quedaron mirándola asombrados, siendo éste último el

primero en reaccionar.

-¿Tú, mocosa? ¿Cómo conseguiste huir?-le preguntó

Sheefnek, olvidando un pequeño detalle.

-¿Huir?-preguntó el padre de Liselot anonadado.

Los ojos de la muchacha se pusieron acuosos de inmediato

y, antes de que ella estallase en llanto y todo el plan se

fuese al fondo del mar, Lowie se adelantó un tanto.

-El Contramaestre Sheefnek la encerró en su camarote esta

mañana-sentenció el joven.

-Y supongo que tú la ayudaste a escapar-dijo Sheefnek

firmando su sentencia de muerte.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

75

-Cielo Santo, ¿cómo fue usted capaz de hacerle eso a mi

hija?-preguntó Niek levemente enfurecido, mirando con

ternura a su retoña.

-La muchacha es una alborotadora, mi Almirante…-dijo el

contramaestre dejando la frase inconclusa.

-Alborotadora o no, merece respeto. No es nuestra

prisionera de guerra como para dejarla cautiva en su

camarote-dijo Lowie, defendiendo a su amiga.

-Un “mi Contramaestre” hubiese sonado mejor en esa frase,

señor-dijo Sheefnek socarronamente-. Y a los

alborotadores-continuó clavando incómodamente su mirada

en Liss-, se les aparta del grupo. No olvidéis que por esta

muchacha, muchos han tenido que pagar un castigo por el

desorden de hoy en el desayuno-siguió alzando su voz

hacia los oyentes.

-Apoyo la moción levantada por vuestro hijo, mi

contramaestre-opinó Niek.

-Sin embargo, la muchacha está loca, no es de ninguna

utilidad para la tripulación. Solo es capaz de causarnos

problemas-dijo, clavando su filosa mirada en su propio

hijo, quien ardía de ira y deseos de defender a la muchacha

que tenía al lado.

Un murmullo comenzó a esparcirse por entre la tripulación

agolpada en cubierta. Primero despacio, luego más fuerte,

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

76

hasta transformarse en una conversación a gritos. Todos

planteaban su acuerdo a Sheefnek, quien les había

comprobado la locura y la torpeza de Liselot Van der

Decken miles de veces en la travesía. Además, por su

culpa, muchos estaban pagando un injusto castigo.

-Al menos Sheefnek no ha perdido la razón. Ahora ni el

Almirante tiene un rasgo de autoridad. ¡Míralo! Está

acabado. Además, su amor y culpa hacia la loca de su hija

lo corroe-acotó la mujer del desayuno al grumete.

-Eso, se llama amor paternal-acotó el chico enternecido.

-¿Amor paternal?-preguntó la mujer con sorna-. Sheefnek

es la autoridad ahora, a menos que quieras que la loca guíe

el rumbo de este barco.

-Esa chica no está loca, que sea alocada es algo muy

distinto y Sheefnek, él no es más que un aprovechador que

está sacando lo mejor de esta penosa situación-comentó el

grumete.

-¿No está loca? Por favor, entonces, ¿a qué se debe el

numerito de hoy en el desayuno? Recuerda que por eso

debes limpiar mi camarote y comer la mitad-le dijo ella

agriamente.

-Pero no puedo negar que gracias a eso me distraje y me

divertí como desde antes de pisar este barco. Si necesitamos

actuar con lucidez, primero necesitamos tener la mente

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

77

libre de presión. Y, el culpable es el amargado de Sheefnek,

nadie más-dijo el chico, obteniendo un bufido de la dama

por única respuesta.

En el puente de mando, nuestros cuatro protagonistas se

miraban los unos a los otros como esperando a quien

lanzaría la estocada primero.

-Muy bien, muy bien-dijo Sheefnek, ganándose el silencio

de todos.

-¡Escuchen!-se alzó la voz de Liselot-. Gracias-sonrió

dulcemente-. Sé que están cansados y que esta noticia les

ha caído peor que un… un barco sobre la espalda, pero no

pierdan las esperanzas. Primero que nada, ésta época tiene

sus reglas propias y yo las conozco, puedo compartirlas con

quien quiera aprenderlas: no puedes difamar la fe, ni

parecer una leyenda viviente, sólo atraerás miedo a tu

alrededor y nadie te ayudará, creerán que eres el demonio.

Si queremos apoyo, debemos parecer como ellos. Un lugar

que de seguro nos ayudará es Inglaterra, son los más

racionales y abiertos de mente de esta época, ellos están en

contra de la piratería, pero tienen como un millón de

corsarios en el Caribe, te alías a ellos y tienes escolta gratis,

son curiosos y seremos la monada para ellos. Debemos

navegar a Inglaterra. Sean optimistas, por favor. ¡Hagamos

algo! Todos los días, de cinco a siete de la tarde, veré en el

comedor a todos aquellos que quieran conocer esta cultura.

Además, no podemos estar tan tensos, chicos-sonrió-, taller

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

78

de baile coreano después de almuerzo hasta las cuatro en la

cubierta B. Tras mis avisos, Contramaestre Sheefnek la

tripulación es suya-retrocedió unos pasos.

Sheefnek se acercó furioso.

-¡Muchacha insolente! ¿Cómo te atreves? La tripulación

será siempre mía-rugió ante la sorpresa y susto de Liss.

-Sheefnek, compórtese-ordenó Niek-. Reunión de jefes de

secciones en el puente de mando. Dispersaos, marineros.

Mientras todos se dispersaban, el grumete se acercó a su

acompañante y le dijo:

-Sheefnek ha perdido la razón-.

Nota de Autora: No me asesinen!!!!! No era mi intensión

tardar tanto en publicar!!!!!!!

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

79

Capítulo 6: “La Verdad Tras Lodewijk Sheefnek”.

Había pasado una semana y el Evertsen navegaba

tranquilamente en dirección a Inglaterra. Las palabras de

Liselot Van der Decken habían surtido efectos maravillosos

en la tripulación y eran muy pocos los que todavía no

aceptaban su genialidad y se negaban a asistir a las “clases”

que ella impartía.

Sheefnek era uno de ellos. Estaba de muerte al ver que su

control había disminuido considerablemente ante una bien

consciente tripulación al mando de un elocuente Almirante.

Lodewijk Sheefnek se sentía orgulloso, tanto como de su

amiga como de sí mismo. Había logrado destruir a su padre.

Con una sonrisa mordaz bajó las escalerillas hasta la

cubierta C. Iba a cruzar un pasillo cuando una sombra le

cortó la inspiración y lo lanzó contra la muralla.

-¡A ti te quería encontrar!-le rugió alguien.

-Vaya, vaya, vaya… ¡Si no es el fracasado del

Contramaestre Sheefnek!-replicó Lowie con sorna.

-¡No me faltes el respeto, si fracasé es por tu culpa!-le

escupió su padre, zamarreándolo.

-No te enojes, traidor…-se mofó Lowie.

-Pudiste serle leal a ella…-replicó el contramaestre.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

80

-No iba a traicionarla, es mi mejor amiga, me siento

orgulloso de ser más leal que tú-dijo aguijoneándole con la

vista.

El contramaestre le abofeteó con fuerza, con ira desmedida.

-Pudiste serle leal a ella, pero eso no quita que asesinaste a

tu madre-replicó Sheefnek venenosamente.

De inmediato el rostro de Lowie cambió, se tornó apagado,

ensombrecido.

-¡Suéltame, hijo de puta!-bramó, clavando a su padre contra

la otra pared y echando a correr a toda velocidad hasta su

camarote.

Entró a toda prisa a la habitación y cerró de golpe la puerta.

Se acercó a la cómoda y, tras revolver un poco los cajones,

su rostro enceguecido por la locura de la ira se tornó

macilento y se iluminó con una triste sonrisa cargada de

dolor.

-¡Aquí está!-exclamó temblando de pies a cabeza.

Segundos más tarde, caía al suelo dando un horrible alarido

y cubriéndose con las manos las ropas llenas de sangre.

Liselot había tenido el desagrado de presenciar la escena y,

una vez que Sheefnek se alejó por la escalera mascullando

maldiciones contra su hijo, se puso en dirección al camarote

de Lowie.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

81

De inmediato se devolvió… ¡Lowie era un asesino! ¡Había

matado a su propia madre! ¡¿Cuánto habría sufrido ella?!

Pero… Lowie había estado llorando… ¿estaría arrepentido?

¿Sheefnek habría sido sincero? Decidió ir a verlo.

Al llegar tomó aire y decidió preguntar a Lowie qué había

pasado en realidad, por qué le había mentido. Golpeó la

puerta.

-¡Lowie! ¡Lowie, soy yo!-llamó sin obtener resultados.

Se atrevió y abrió. No alcanzó a poner un pié dentro del

camarote, cuando un extraño humo se coló por la puerta,

dándole una peculiar recibida. Avanzó un trecho y se vio

obligada a toser.

-Ándate, Liss, éste no es lugar para ti-le dijo Lowie.

-¿Qué es esto, Lowie?-preguntó atemorizada acercándose

un poco más en medio del espeso humo.

-¡Ándate, Liss! No mereces ver esto-replicó él.

-¿Qué pasó?-preguntó ella.

-¡Ándate!-gritó él, volteándose contra ella.

Un gemido de sorpresa y miedo brotó de los labios de Liss.

Lowie la había maltratado, le había gritado y asustado.

Tenía el largo cabello revuelto, los ojos y la nariz rojos. Las

lágrimas corrían por su rostro. Un tóxico cigarrillo estaba

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

82

en su diestra y una botella de cualquier cosa, al parecer ron,

en la siniestra.

Pero eso no era todo, sus brazos estaban llenos de sangre,

sus muñecas igual. Al lado había un cuchillo

ensangrentado.

-Lowie, esto me da miedo… pero no te dejaré solo-

prometió ella, sintiendo el dolor de su amigo y que lo

estaba perdonando.

-Mi viejo es una mierda, Liss-confesó con la mirada

perdida. Un gemido brotó de sus labios, era de dolor. Se

cogió las muñecas, mientras se encogía.

-Deja ver eso-solicitó Liss.

-No merezco tu ayuda-replicó un drogado Lowie.

-Ya lo sé, tu mamá murió por tu culpa-dijo ella con un

gesto de tristeza.

-Estuviste escuchando ahí todo el tiempo, ¿verdad?-

preguntó Lowie.

-¿Cómo pudiste, Lowie? ¿Cómo pudiste matar a tu mamá?

¿Por qué nunca me contaste? ¿Cómo pudiste desconfiar

tanto de mí, tu mejor amiga?-reprochó ella.

Ante la triste e ingenua mirada de reproche, Lowie se

encogió. Clavó sus ojos en el suelo, se afirmó la cabeza con

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

83

ambas manos y comenzó a llorar. Cuando consiguió

serenarse y levantar la vista aún lloraba.

-¡Ay, Liss! Si pudiera explicártelo, ¡si pudieses

comprenderlo!-gimió.

-¿Por qué el contramaestre te dijo lo que te dijo, por qué?-

preguntó ella.

-Es doloroso de contar, pero más aún de oír cuando se es

como tú-dijo él, tratando de no narrar su dolorosa historia.

-Hice una promesa, Lowie, y no pienso romperla. Además,

no quiero que sigas así, bebiendo, fumando, llorando y

sufriendo por esos horribles cortes. Confía en mí, ya estoy

grande como para escucharte-rogó ella.

-Es difícil de decir-se excusó él.

-Necesitas decirlo, Lowie. Yo por mientras te curaré esos

cortes que se ven bastante feos-dijo ella con tono de

compasión extrema.

-Está bien, era el 20 de febrero del ’92. Mi mamá ingresó

de urgencia a la clínica con una pérdida de sangre y unas

contracciones que la mataban pasados los segundos.

Ingresó al quirófano, a Sheefnek lo obligaron a quedarse

fuera. Yo ya había avanzado demasiado y no pudieron

hacerle una cesárea. El parto le quitó los últimos suspiros

de su vida y… murió…-Lowie se quebró-. Los médicos no

pudieron hacer nada y, cuando me llevaron ante Sheefnek

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

84

comenzó a odiarme: yo era el culpable de la muerte de la

mujer que amaba. Si yo jamás hubiese nacido, ella no

hubiese muerto.

-El contramaestre es un mentiroso, tú no tuviste jamás la

culpa-replicó Liss cuando recuperó el habla.

-Estamos hablando de Sheefnek, siempre me verá como el

culpable de la destrucción de su familia-contestó Lowie.

-No le digas Sheefnek, es tu papá-instó Liss.

-Mi papá-Lowie saboreó las palabras-. ¡Mi papá! Un

verdadero papá no te tiene desnudo en el antejardín en

plena nevazón, ni te hace correr tras su auto para ir a la

escuela, ni dirige tu rumbo, ni te golpea ni da de latigazos,

ni te envenena ni te obliga a beber somníferos. No, un

verdadero padre no te trata como un asesino ni un traidor

durante toda tu vida. ¡Por lo que quieras, Liss, yo era sólo

un niño! Un niño solitario y que sufrió mucho. Y no, no me

hables de perdonar, porque tú no viviste la infancia que yo

sufrí-se excusó Lowie.

-Fue… terrible-susurró Liss terminando de curar el último

rasguño.

-Y aún queda más, ¿quieres oír?-preguntó Lowie con sorna.

-Sí, todo lo que quieras contarme lo quiero oír-afirmó Liss.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

85

-Los trece años fueron un momento complicado. ¿Lo

recuerdas, Liss? Fue hace cuatro años. Cumplí trece años y

me miré al espejo. Me encontraba grande, valiente,

aguerrido, fuerte, un sobreviviente de guerra de pies a

cabeza. No quise vivir bajo el yugo de Sheefnek nunca más.

Aquella misma noche, sin despedirme de mis hermanos, me

largué. Me eché a recorrer las calles por un mes. En los

suburbios me encontré una casa Okupa. Entré y hablé con

los punks, me aceptaron. Hospedaje gratis, comida gratis…

mujeres, alcohol, riñas y drogas gratis, también. Fue

cuático, pero me sentí libre, descubrí que tenía alma y razón

propias. Estaba en lo mejor, cuando Sheefnek me vio

vestido de negro, con botas largas con tachas, collares de

púas y el cabello de cualquier color y forma. Se enojó. La

casa Okupa se remató y los punks fueron a parar a la cárcel,

de ellos nunca más oí. A veces me pregunto qué será de

ellos, qué harán, serán felices espero. Me liberaron de mis

cadenas, no cabe duda, pero no de los golpes ni seguir

viendo la muerte frente a mí todos los días-terminó Lowie.

Liselot levantó la mirada. Había estado llorando. Temblaba,

todo su cuerpo se conmovía con la triste historia de su

amigo. ¡Pensar que lo había creído un asesino!

-¿Querías oír?-preguntó Lowie con sarcasmo-. La vida es

dura, es cruel. Pero prométeme Liselot Van der Decken que

jamás sufrirás como yo sufrí ni que derramarás las lágrimas

que derramé en mi niñez ni que dejarás que te lastimen

como me lastimaron. Promételo-pidió, ella asintió-. Sólo

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

86

quiero que seas feliz, hermana, lucho por la libertad que no

tuve. Por eso boicotearía cien mil veces más esa puerta para

verte actuar como hace una semana. Eres de lujo.

Del otro lado, el atento oído de Sheefnek captaba todo y su

maquiavélica mente forjó un plan para vengarse de su hijo

traidor y la chica que amenazaba con quitarle el puesto que

tanto había soñado con obtener: Almirante, jefe de todo.

Echó una última ojeada a la puerta y bajó hasta uno de los

últimos camarotes. Golpeó la puerta educadamente. Una

mujer contestó y él ingresó.

-¿Y? ¿Qué dio, Soraya?-preguntó a la dama.

Frente a él, había una mujer de unos treinta y dos años.

Cabello castaño, ojos azules y tez mate. No muy alta y

contextura media, vestía uniforme. Le dirigió una feroz

mirada de odio.

-¿Cómo pudiste?-rugió. Al menos eso hubiese hecho si

hubiese tenido la voz que le había quitado el llanto.

-¿Qué debo suponer por eso?-preguntó él con un aplomo

inusual en su carácter.

-Positivo. ¡Dio positivo! Toda mi carrera se fue por la

borda. No puedo ni siquiera volver por tu culpa, Sheefnek.

Me embarazaste. ¿Qué harás con nuestro hijo? ¡Dime! ¿Lo

utilizarás como a mí?-reprochó ella enfurecida.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

87

-Tranquila, Soraya-le replicó melosamente sosteniéndola de

los hombros. Ella se zafó-. Amor, cálmate, les dañará a

ambos-puso una mano en el vientre de ella para darle a

entender que quería al niño… era un gran mentiroso, hay

que admitirlo-. Aún hay una salida. ¿Conservas el test?-

preguntó.

-Sí-asintió ella dándoselo.

Sheefnek lo guardó en sus ropas y trató de salir.

-Espera, ¿qué harás?-quiso saber ella.

-Sólo espera a ver cómo soluciono todo, primor-replicó él,

saliendo del camarote, dejándola a ella sola con una mano

apoyada en el vientre.

Nota de Autora: ¡Vaya! Es triste la historia de Lowie… me

saltaron lágrimas cuando la escribía. Espero que aquellos

niños que sufren no deban sufrir más, que la vida les salve

como salvó a Lowie. Y bueno… Sheefnek… ¿qué está

forjando su maquiavélica mente? Tratándose de él, todo es

posible… ¡Apuestas, apuestas! Lo único que lamento es

que el capítulo me salió demasiado corto… bueno, nunca es

bueno confundir cantidad con calidad.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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Capítulo 7: “El Rumor se Esparce y Estalla en

Inglaterra”.

-¡No!-suspiró Niek dando un alarido.

El retorcido Sheefnek se limitó a mirarlo impávido,

esperando a que sus palabras surtieran efecto.

-No puede ser… ¡No puedo creerlo!-gritó pasmado.

-Yo tampoco, sin lugar a dudas, pero lo sé de primera

fuente, la oí. Aquí… tengo la prueba, el cuerpo del delito-

dijo Sheefnek extrayendo de sus ropas un… test de

embarazo.

-¡No!-gritó Niek, cayendo de rodillas y sintiendo que no

podía controlar las lágrimas que rodaban por sus mejillas,

mientras miraba perdidamente el signo positivo.

-Tranquilo, hombre, cálmate-le dijo el falso amigo,

poniéndole una mano en el hombro-. Si tú no mantienes la

calma, ¿quién lo hará? Eres el almirante del Evertsen, no lo

olvides.

-¿Por qué, Liss, por qué?-preguntó Niek en medio de su

sopor.

Se preguntaba enloquecedoramente cómo su hija había sido

capaz de hacer eso. Para comenzar, ¿qué la habría

impulsado a cometer aquel acto? ¿Qué había despertado en

ella, una chica inocente e infantil a la hora de hacerlo?

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

89

-¿Qué haré?-se preguntó llorando.

Se preguntaba, acto seguido, qué haría. Su hija mayor, una

adolescente de quince años apenas, había quedado

embarazada. Enorme era el peso que caía sobre sus

hombros ahora, tenía que conseguir que su hija se graduase,

tenía que criar a su nieto hasta que Liselot pudiese

sostenerse de su propia billetera y mantener a su hijo.

Además, debía trabajar y ver de su familia.

Obviamente no podía dejar a su hija sola, dando a luz en

mitad de ese mundo extraño e irse como si nada. Tenía que

ayudarla.

Pero eso dolía como una herida propinada por treinta mil

estocadas y balas de cañón apuntando al mismo blanco en

su pecho, en su corazón que quería desaparecer y dejar de

latir de una buena vez, para que todos supieran que él vivía,

que el moría, que él era tan hombre y tan ser humano como

todos.

-¿Qué harás, dices?-preguntó el falso amigo con tono

autoritario, como el médico que aplica terapia de

emergencia a un paciente en medio de la crisis psiquiátrica

que sufre-. Pues debes encerrarla, castígala por tonta, se lo

merece por la barbaridad que hizo y… me avergüenza

decirlo, pero castiga a mi hijo, que es el padre. Y lleva este

barco a buen puerto de una vez, hombre-exclamó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

90

Niek se fue, con el último de sus bastiones hecho trizas. Él

pensaba que podría buscar ayuda y protección para su hija

en el maduro Lowie Sheefnek, pero él la había ayudado y,

por qué no, inducido a cometer esa estupidez. Era un

irresponsable, no podía confiar en él.

Caminó como un zombi por los pasillos del bajel y entró de

sopetón al camarote de su hija. Dentro, ella y Lowie

conversaban y reían abrazados, tendidos en la cama.

Eso fue la gota que rebasó el vaso.

Puso a su hija de un jalón de muñeca. La lastimó tanto que

ella llegó a gritar de dolor. Lowie saltó en defensa de su

amiga antes de lo que canta un gallo y eso le valió una

feroz cachetada. Ambos se miraron confusos: la agresión

provenía de quien menos se lo hubiesen pensado. Lo

miraron confundidos.

-Traidores-profirió Niek con voz sibilante.

-¿Qué hicimos, papá?-preguntó Liss asustada.

-¡Tú cállate! Sabes muy bien lo que hiciste-dijo con furia

marcada por el dolor. A Liss le dio pena ver a su padre así y

Lowie también se ensombreció un tanto-¡Y tú también!-se

dirigió a Lowie.

-¿Se lo dijo Sheefnek?-preguntó Lowie.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

91

Esa pregunta, para Niek corroboraba la respuesta que tanto

buscaba.

-Tu padre sólo me informó lo que ustedes intentan callar.

¿Cuándo hablarían? ¿Cuándo Liss cambiase de veras? Se

quedarán aquí hasta que regresemos a Holanda del siglo

XXI y no causarán más problemas. No saldrán a nada. Ya

veremos, luego como solucionar este entuerto-dijo,

cerrando la puerta con llave tras de sí.

Liss comenzó a llorar, entre que asustada y entristecida, sin

mencionar que se sentía traicionada por su propio padre.

-Tranquila, tranquila. Ya pasará esto-la consoló Liss

abrazándola cuál criatura.

-¿A qué se refiere, Lowie? ¿Por qué hace eso?-preguntó

Liss.

-No lo sé, Liss, no lo sé-contestó Lowie apretándola contra

su pecho.

Sheefnek miró desde las ventanas del puente de mando a su

superior surcar los pasillos con aire dolido y ausente.

-¿El reporte?-preguntó Niek al ingresar.

-A mediodía de Southampton, mi Almirante-respondió el

contramaestre.

-A las siete estaremos allí-repitió Niek para sí.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

92

-A esa hora habrán transcurrido sólo siete horas-replicó

Sheefnek burlón.

-¡Fuerza las máquinas entonces!-rugió con inusitada rabia

Niek-. Necesitamos llegar a Inglaterra, ¿me oyes? ¡¿Me

oyes?! La vida de la tripulación está en mis manos, los

suministros de agotan, pero lo más importante: de mí

dependen las vidas de Liselot, Lodewijk y el hijo de ambos-

concluyó.

-Es por eso, ¿cierto?-preguntó Sheefnek.

-Guárdame respeto, soy tu Almirante. Tienes permiso para

retirarte-indicó.

Sheefnek salió casi corriendo al pasillo tras saludar

militarmente, dejando tras de sí a un apabullado Almirante

Van der Decken quien, apoyando los codos en los mesones,

se agarraba la cabeza y lloraba, recordando momentos

mejores…

FLASHBACK.

-Sonreíd-dijo la fotógrafa del diario tras acceder a sacarles

una foto fuera de su trabajo.

Niek, Liss, Sophie e Ivanna se abrazaron y acomodaron

para aparecer frente al lente.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

93

El flash resonó y la fotografía salió de la cámara. Liss pagó

y todos bajaron riendo al banquete, a celebrar que Niek era

ahora un Almirante.

FIN DEL FLASHBACK.

-Eso ya no volverá más, nunca más-se repitió Niek, sólo

para romper en un mar de lágrimas de nueva cuenta.

Siete horas después…

Eran las siete de la tarde y el Evertsen echaba amarras en

uno de los elegantes muelles del puerto británico de

Southampton. Ni siquiera los primeros arreboles del

atardecer se perfilaban en el diáfano cielo azul que se cernía

sobre marineros, oficiales, fiscalizadores y ciudadanos.

El Almirante del HMNS Evertsen bajó grácilmente del

navío, estando ricamente ataviado.

Sin embargo lo que los transeúntes observaban fijamente en

aquel hombre de mediana edad no era su elevada estatura,

ni su noble porte, ni sus elegantes vestiduras por extrañas

que éstas les pareciesen, ni su seguro andar; lo que ellos

miraban tan detenidamente era su rostro lleno de amargura

y tristeza, un dolor tan ciego que lo hacía andar

inercialmente por aquellas calles, eran esas negras y

marcadas ojeras, eran aquellos ojos velados por una cortina

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

94

de lágrimas aún obstinadas en salir, era aquel rostro pálido

y sin ánimos.

Era tan contrastante ver a ese hombre tan fuerte y, por qué

no, glorioso con un rostro tan demacrado y deprimido.

Cruzó las calles casi sin fuerzas, tratando de que sus pies no

le traicionasen al andar. Lo único que necesitaba era llegar

a la Gobernación, al Municipio, a cualquier lugar que

pudiese dar una noción del poderío británico en aquella

ciudad y así, poder continuar con claras coordenadas su

camino hacia Londres.

-Ladies and gentlemen, this is our last oportunity!-escuchó

gritar a un joven muchacho de la edad de Lowie subido

sobre un barril.

Aproximadamente cien personas, hombres y mujeres, se

congregaban alrededor del chico. Todos llevaban vestiduras

muy pobres y no era para menos, él, en su ciego andar, no

había tenido noción de haberse internado en los bajos

fondos de Southampton. Se acercó vacilante, con las manos

en los bolsillos hasta el muchacho y escuchó su frenético

discurso.

-The King is here! Are you going to lose the last oportunity

we have?!-gritó.

-No!-gritó la gente alzando el puño.

-What should we have to do?-preguntó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

95

-The revolution!-gritó la gente con frenesí.

-We should start the revolution!-gritó el muchacho de

nueva cuenta.

Niek se apretujó contra uno de los derruidos muros de

adobe e intentó pasar desapercibido mientras la gente iba

alejándose poco a poco. Algunos recibían armas por parte

del muchacho, quien, cuando todos se fueron, miró hacia el

mar con un aire sombrío. De un salto bajó del barril y se

encaminó a la bocacalle mirando los arreboles del cielo.

-If you think I haven’t seen you, you’re wrong-dijo una vez

que hubo pasado de largo a Niek, sin siquiera darse vuelta.

-Where is he? Where is the King?-preguntó Niek

acercándose al chico.

-Wanna participate?-preguntó el chico.

-Aye-mintió Niek.

-I’ll tell you where-le dijo el muchacho y ambos se alejaron

por la bocacalle agazapados entre los ruinosos muros de

adobes a medio caer.

Ya había pasado más de dos horas luego de aquella

conversación y si Niek no lo hubiese sabido antes, no lo

hubiese creído jamás, simplemente. Tras merodear por las

calles de Southampton, regresó al lugar que el chico le

había señalado.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

96

De buenas a primeras no hubiese entrado. Aquel lugar

parecía una fortaleza en vez de un palacio. Pero las

indicaciones de John habían sido demasiado claras como

para que él pudiese errar la oportunidad.

Miró de nueva cuenta al palacete que se erguía frente a él.

Era la residencia del gobernador y en ella se hospedaba el

Rey, quien atraído por las noticias de que un barco extraño

rondaba las costas de sus tierras en el Caribe, había

decidido acercarse al puerto de mejor estirpe de toda su

nación.

Niek caminó tranquilamente hasta la puerta principal,

donde, tras ser interrogado por los guardias, pudo ingresar

hasta una especie de sala de estar.

-El Holandés Errante, ¿cierto?-inquirió el monarca cuando

entró al cuarto, enarcando burlonamente una ceja- Ha

amasado una interesante fama por mis costas, Almirante

Van der Decken.

Niek se reverenció frente al rey, poniendo atención en el

perfecto acento holandés de éste, sintiéndose feliz de poder

hablar en su lengua materna.

-No tanto como usted, señor-contestó no muy seguro si

estaba siendo respetuoso.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

97

-Eso es de esperarse-respondió el rey con una sonrisita

afectada-. ¿Se puede saber qué es lo que le trae por la casa

de mi fiel servidor, el Gobernador de Southampton?

-Deseo pedirle ayuda-soltó Niek inesperadamente

desesperado.

-¿Ayuda? ¿Qué me llevaría a auxiliar al diablo, que es

quien usted es?-se burló socarronamente el gobernante.

-Se lo aseguro, no soy el Holandés Errante, pese a que es el

título que mejor me definiría: soy un holandés, a cargo de

un navío que vaga sin puerto ni hogar, pero no porque se

haya ganado su derecho a errar, sino porque ha perdido su

rumbo y destino-contestó Niek, ad portas de arrojarse al

suelo alfombrado a rogarle al rey.

-¡Qué poético!-replicó el monarca riendo con sorna-. Es

natural perder el rumbo, pero no el destino, mi señor Van

der Decken.

-Pasa a ser muy natural cuando viajas en el tiempo 300

años antes de tu propio nacimiento-soltó Niek.

-Usted está de veras loco-contestó el antipático rey.

-No lo estoy, porque si lo estuviese no tendría ni idea de

que el único refugio seguro en este mundo es Inglaterra, al

menos hasta que consigamos regresar al siglo XXI-dijo

Niek.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

98

-¿Qué me obligaría a ayudarle?-preguntó el rey.

-La moral: traemos una mujer embarazada y chicos que

apenas saben navegar, que no tienen idea de cómo

defenderse en un mundo tan hostil como éste-indicó Niek.

-Mujeres… mal fario-versó el rey.

-Mal fario y todo, pero es mi hija, no puedo dejarla-la

defendió Niek, pese a sentirse muy herido por lo

acontecido.

-Debiste dejarla en manos de su marido, en especial cuando

espera un hijo de él-aconsejó el monarca.

-No está casada… tiene apenas quince años-replicó Niek

entre que triste y avergonzado.

-¿Y así y todo me exigís moral a mí?-gritó el monarca

poniéndose trabajosamente en pié, muy furioso y ofendido-.

Esa muchacha no respeta la fe, ni las normas de las

mujeres, es una prostituta y usted tampoco va mejor si no

fue capaz de educarla como se debe-dijo, haciendo honor a

la condición de puritanos que tenían los creyentes en

Inglaterra.

-Vine aquí por ayuda, no por insultos a mi familia. Si me

disculpa, ya me retiro, al ver que no he obtenido el refugio

ni auxilio que esperaba obtener de usted. Pero, ¿sabe qué?

Su visión tan puritana de la religión y las creencias no deja

de sorprenderme por lo mucho que le quita a usted y su

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

99

reino la valía de la que tanto se ufanan-dijo Niek y

poniéndose altivamente en pié se retiró gallardamente de la

sala.

Los guardias le vieron salir con la frente en alto y el rostro

contraído por la ira, se sorprendieron por el cambio que

había sufrido en menos de media hora. No había caminado

dos cuadras cuando un batallón de gente del bajo fondo,

armada hasta los dientes y por no decir hasta el tímpano, se

acercó corriendo y gritando.

Poco más atrás, en la residencia del gobernador estallaron

varias bombas y la gente se disparaba los unos a los otros.

Corrió hasta el muelle, pero, una cuadra antes de llegar, un

gemido lo alarmó sobremanera. Quebró en la bocacalle en

dirección en la que provenía el sonido y, sacando su

revólver echó a andar resueltamente. Se detuvo en seco al

ver a seis marines golpeando y disparando a un muchacho

que tendido en el suelo, trataba de defenderse pateándolos,

pero sólo conseguía soltar un gemido de vez en cuando.

Se agazapó contra una pared más prominente que las otras

y espió.

-Jhon-murmuró, descubriendo el rostro del chico agredido.

No sabía por qué, pero el muchacho le inspiraba un tanto de

ternura. Era rebelde y desenvuelto, pero se notaba que

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

100

había sufrido mucho en su corta vida. Eso no podía seguir

así.

Con la sangre fría que adoptaba sólo en medio de un

frenético combate disparó a quemarropa a los seis soldados,

quienes cayeron yertos en el acto.

-Come with me-ordenó al chico, echándoselo al hombro.

-My group! Where are them? How are them? I can’t leave

them-protestó débilmente Jhon.

-Don’t worry, don’t worry-contestó Niek, abrazándolo

paternalmente.

Con su bien avaluada carga en brazos, Niek corrió la cuadra

que restaba hasta el muelle y subió a la carrera a su navío.

-Zarpad rumbo a Bolougne-sur-mer-ordenó Niek al

Sheefnek subiendo al navío.

Sheefnek no alcanzó a dar su afirmación, ni a saludar

militarmente ni a preguntar la procedencia del muchacho,

pues dos segundos después Sheefnek había desaparecido

rumbo a su camarote con fin de curar a Jhon.

La mañana siguiente, a eso de las diez y media, Niek

golpeó suavemente la puerta de Liss.

-¿Liss, Lowie, están visibles?-preguntó al llamar.

Dos segundos después sintió un golpetazo en la puerta.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

101

-¡Auch!-gimió Liss-Siempre me golpeo con esa puerta.

Y dos segundos más tarde su medio malograda hija le abrió

la puerta.

-Hola, papá-dijo Liss, sonriendo de oreja a oreja.

En ese instante Niek sonrió, sabiendo que lo que iba a hacer

era lo correcto. No importaba cuán grande fuese su

responsabilidad ahora, siempre tendría a su hija, a las

gemelas, a su mujer y ahora se añadían dos miembros a la

familia: Lowie Sheefnek, quien había sido siempre de su

agrado, y el bebé que estaba en el vientre de Liselot.

-Siéntate, hija, tengo que hablar con ustedes-dijo, mientras

cerraba la puerta.

Liss obedeció y se ubicó junto a Lowie, quien, pese a no ser

muy afecto a las demostraciones de afecto, la rodeó

protectoramente por los hombros y estudió cautelosamente

a Niek.

El Almirante se sentó en la cama, frente a ambos jóvenes.

-Chicos, les debo una disculpa por mi actuar de ayer, no

estuvo nada bien de mi parte encerrarlos aquí. Me dejé

cegar por la ira, pues sentía que ustedes no confiaban lo

suficiente en mí y que habían sido muy irresponsables,

sólo… quería protegerlos, chicos. Especialmente a ti, Liss.

Ahora que llevas un niño en el vientre necesitas más

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

102

cuidados que antes, pero no te ayudo en nada haciéndote

sentir mal como ayer lo hice…-se disculpó Niek.

-Esperen, esperen, esperen, momento: Liss, ¿estás

embarazada?-preguntó Lowie con los ojos muy abiertos y

con su mejor cara de “esto no puede estar pasando”.

-Lowie, ya no hay que ocultar nada, ya sé que ella está

esperando y que el hijo es tuyo-se suavizó Niek.

-¡¿Qué?!-rugieron ambos chicos.

-Pero si yo no estoy embarazada, papá-se defendió Liss.

-¿Quién le contó ese embuste?-preguntó Lowie.

-Tu padre me lo dijo, Lowie-contestó Niek, pensando que

los chicos estaban tan aterrados que no reaccionaban de

otra forma sino mintiendo-y me mostró un test, incluso.

-¿Y quién le dice que ese test era realmente de Liss? Si ella

dice que no está embarazada, nadie lo sabe mejor que ella-

saltó Lowie.

-Eso quiere decir, ¿que todo fue una mentira? ¿Liss jamás

estuvo embarazada?-preguntó Niek mirando a su hija.

-Nunca lo estuve, papá-contestó ella mirándolo a los ojos.

-¿Nunca fueron pareja ustedes dos?-preguntó Niek.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

103

-Liss es como una hermana para mí y yo no cometería

incesto-abogó Lowie.

Niek entendió los hechos pero no los motivos. Ahí estaba,

jodidamente engañado por su mejor amigo y dudando de

los dos chicos en los que más confiaba.

-Chicos, perdónenme por dudar de ustedes-se disculpó-.

Jamás debí haber creído aquello.

-Descuida, papá-dijo Liss abrazándolo.

-No se preocupe, señor. Pero sólo tenga cuidado, no le crea

a mi padre… más adelante me lo agradecerá-replicó Lowie

enigmáticamente.

Niek se limitó a sonreír y no acotar nada respecto a

Sheefnek. Y, tras despedirse amablemente de los chicos y

decirles que estaban en libertad de salir de su camarote

cuando así lo deseasen, se retiró del cuarto.

Nota de Autora: Okay, ¿qué les ha parecido la treta de

nuestro queridísimo Sheefnek? A mí me parece que aquí

alguien cometerá muy pronto un parricidio (mira

acusatoriamente a Lowie). Ahí se ven.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

104

Capítulo 8: “La Muerte de Niek Van der Decken”.

Nota de Autora: Ahoi, chicos, hoy ando melancólica:

llovió, y la lluvia me pone siempre de buenas. Aún así,

decidí terminar con esto de una maldita vez y mandar todo

el caminito a Mordor al relleno de trama e ir al grano (sí,

soy Tolkiana, créanlo o no). Así que, pongan Lilium, de la

genialísima soprano nipona Kumiko Noma, especialmente

la versión en piano, saquen un pañuelo y prepárense para

llorar, porque el capítulo se nos viene triste e irreversible.

En el cielo no se veía arrebol alguno, las nubes negras se

arremolinaban las unas con las otras como una mezcla

huracanada en el cielo oscuro. El sol desaparecía por el

lado oeste disimuladamente, sin ningún alarde y a cada

palmo que descendía hacia el mar, producía un palmo más

de oscuridad.

Niek abrazó con aire ausente a su hija Liselot. Pensaba en

dónde estarían Ivanna, Sophie y su mujer. ¿Los estarían

buscando? Constantemente intentaba despertarse para darse

cuenta de que todo era una horrible pesadilla y nada más,

pero era imposible, todo era tan real como que los errores

se pagan y muy caro.

Lo peor de todo era la ausencia de una vía para poder

regresar a Ámsterdam del siglo XXI y el hecho de no haber

encontrado un refugio seguro le preocupaba sobremanera.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

105

Holanda les había cerrado las puertas por mera

superstición; Inglaterra, porque consideraba deshonroso

recibir un navío en el que viaja una madre soltera; Francia,

porque la situación superaba su intelectualidad y porque no

recibirían ninguna ganancia de dejarles entrar en el país,

incluso con el armamento del Evertsen, Francia podía pasar

a ser un reino en ruinas; España, porque el hecho de

cerrarle las puertas a alguien proveniente de una de sus

potencias enemigas los hacía sentirse los seres más felices

de la Tierra; Portugal estaba tan mal económicamente

hablando que mejor ni hacer el intento de tratar con ellos.

Definitivamente, la descripción de Holandés Errante le

sentaba como guante.

-Ve al comedor a cenar, hija. Yo te alcanzo luego-ordenó

Niek, encaminándose al puente de mando.

Liss suspiró inaudiblemente.

-Sí, papá-contestó y bajó.

FLASHBACK.

-La hora se acerca, Liselot Van der Decken-dijo una

profunda voz femenina. A Liss le pareció que provenía

desde tierra firme, en la lejanía.

Liss murmuró por lo bajo y se dio vuelta en la cama, presa

de un profundo sueño que parecía disiparse.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

106

Era tarde, de noche, podía percibirlo en el aire. No tenía

ganas de despertar. Se sentía confundida. Su padre había

perdido la última oportunidad que tenía de conseguir un

buen refugio en el siglo XVIII. El ánimo en el barco estaba

fatal.

-Sigue haciéndote la dormida, pero sabes que esto va para

ti-la regañó aquella voz.

Liss parpadeó, sintiendo que sus ojos pesaban tres

toneladas por lado. Se sentó semiinconsciente en la cama y

miró a su interlocutora. La luz de la luna daba directamente

en el perfecto y exótico rostro de Naomie.

-¿Qué haces aquí?-le preguntó.

-La hora se acerca, Liselot-dijo Naomie-.

-¿Ah?-preguntó Liss.

-Sé que todo parece negro, pero hasta en el más oscuro

cielo ilumina una estrella-dijo Naomie-. Aquí tú eres su

estrella, eres su única esperanza.

Dicho eso, Naomie se desvaneció en el aire, dejando a una

medio adormecida Liselot más confundida que antes.

Sólo una frase se repetía en la mente de la señorita Van der

Decken: “Eres su única esperanza”, y se desvanecía para

regresar con más fuerza, como el eco en medio de una

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

107

antigua y solitaria caverna, que así se sentía: sola en el

vasto mar.

Y era verdad… ella era su única esperanza… ella era la

única verdaderamente pirata y una pirata se entiende con

piratas, con peligros, con los secretos del mar… con los

miedos de su gente.

FIN DEL FLASHBACK.

Liss se sentó a la mesa. Ahora la gente no la miraba como

una chica loca. Las palabras de Naomie por una vez habían

sido ciertas: ella era la única esperanza de esa gente y la

tripulación la respetaba como el único faro que les restaba

en ese camino gris y tránsfugo.

Los comensales le hicieron una respetuosa genuflexión al

verla llegar y siguieron comiendo.

-Cuéntanos un chiste-pidió una chica en un rincón de la

mesa.

-No, baila algo, mejor-pidió un joven al lado de la chica

que recién había hablado y que no dudó en darle un buen

palmetazo en la nuca.

-¿Hacia dónde vamos?-preguntó un chico y todos lo

miraron como un dios de la cordura.

-¿Qué vamos a hacer si no encontramos un refugio pronto?-

preguntó alguien por allá.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

108

-¿Son muy peligrosos los piratas?-inquirió una chica algo

temerosa.

-¡Cuentos de vieja!-le gritó alguien del otro rincón.

Liss sonrió nerviosamente… ¡Vaya fama que tenía!

-¡Barco a la vista!-gritó alguien en la cubierta superior.

Sonó la alarma. Todos se miraron confusos los unos a los

otros. ¿Qué rayos podía sucederle a un barco tan poderoso

como el Evertsen? Liss se puso en pié lamentándose por

tener que dejar la cena servida. Corrió hasta la puerta del

comedor y subió las escaleras, tomando una ametralladora

en el proceso.

-¡Liss! ¡Liss!-gritó Lowie, siguiéndola y cogiendo un arma

para sí.

Llegaron a la cubierta y grande fue la sorpresa de ambos y

todos aquellos que habían subido: Frente a frente,

atacándoles, estaba L’Olonais, bajo el mando del intrépido,

demoníaco y terriblemente temible Jean David Nau.

Y no sólo eso. Ahora en el casco del navío se contaban

múltiples averías. ¿Cómo había podido dañarles? Nadie lo

sabía. Sólo sabían que la batalla se presentaba más cercana

de lo que ellos hubiesen pensado o imaginado jamás en sus

vidas desde el día que nacieron.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

109

¿Qué demonios conseguía Nau atacando a un barco más

poderoso que el suyo? ¿Qué conseguía atacando

específicamente al Evertsen? Nadie tenía ni la más remota

idea, lo único que sabían era que de un ser tan avaro y

violento como Nau no iba a estar conforme hasta ser la

única estrella en el firmamento, pese a que jamás pudiese

brillar al ser más negra que el propio cielo nocturno.

¿Quién le había indicado atacar al Evertsen? ¿Quién le

había dicho dónde estaba el Evertsen? No tenían idea, ahí

estaba el dilema, uno de ellos mismos era el traidor que se

había ido de lengua con el capitán del L’Olonais. Pero…

¿cuándo y con qué propósito? Todo era un mar de

incógnitas.

El cielo nocturno estaba completamente cerrado. Ninguna

estrella les servía de faro, sino sus propias confianzas y

virtudes. Liselot Van der Decken se arrimó a la barandilla

sin saber que los presentimientos de su padre estaban a

punto de ser ciertos cual profecía que se cumple fielmente

ante lo dicho por el profeta, ni siquiera alcanzaba a

figurarse la magnitud de éstos, ni lo que acarrearían en su

propia vida ni en la de los cientos de tripulantes de ese

navío holandés.

Niek salió del puente de mando.

-¡Quédate tú allí!-gritó escalerilla abajo saliendo

alarmadísimo a la confusa cubierta principal.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

110

Caminó un tanto y miró pasmado al horizonte marino. No

se cansaba de ver aquella aterradora imagen, pese a haberla

visto una y cien veces bajo cubierta.

-Mi Almirante-dijo Sheefnek cuadrándose frente a él-. Si

me permite, a mayor cantidad de manos propiamente

capacitadas para el mando haya en cubierta, mejor

saldremos de ésta batalla.

-Como tu Almirante, te ordeno que te quedes bajo cubierta

junto a un destacamento de los mejores timoneles del

Evertsen dirigiendo el navío en el Puente de Mando-replicó

Niek con voz suave pero decidida.

-Como ordene, mi Almirante-contestó Sheefnek

apresurándose a obedecer la orden.

Sheefnek y los hombres bajo su mando no acababan de

desaparecer por la escalerilla cuando todos los cañones del

navío francés apuntaron al Evertsen, fijando en sus miras

distintos objetivos: las antenas, la atiborrada cubierta, el

casco. Y, ante la implícita orden de “Fuego”, decenas de

balas se lanzaron contra el barco holandés dando en los

blancos con una efectividad asombrosa, causando múltiples

daños en el bajel del señor Van der Decken.

Y, sobre la misma, la situación se volvió a repetir.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

111

Sólo entonces, Lowie liberó a Liselot de la prisión humana

en la que le tenía confinada, apresándola entre su cuerpo y

la pared.

Hombres y mujeres se irguieron por igual. Alistaron sus

armas y las pusieron en posición de ataque. Todos miraron

al asombrado almirante con ojos anhelantes, rogándole la

posibilidad de entrar en acción.

-¡Fuego!-gritó Niek.

Los cientos de tripulantes que estaban en la cubierta

principal del Evertsen apuntaron los blancos de sus

finísimas y modernas armas con una precisión sin igual

hasta sus objetivos humanos que pululaban por la cubierta

del L’Olonais.

Miles de balas de metralletas y armas por el estilo salieron

volando con una fuerza sin par y fueron a dar contra los

hombres de Nau. Algunas se perdieron en el agua y otras

inflamaron los barriles de pólvora, iniciando un aterrador

incendio en el bajel del capitán francés.

Vociferando sórdidas órdenes a sus asustados hombres,

Jean David Nau giró el timón de su navío con aire maestro

y experto, no en vano era el mejor y más temido marinero

de los contrabandistas del Caribe del siglo XVIII. Llegaba a

la conclusión de que no podía quedarse en un blanco tan

fácil para el Holandés Errante mientras se incendiaba.

Tenía que conseguir un navío y rápido… ¿qué mejor que

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

112

darle de su propia medicina a aquel vil enemigo que se

atrevía a hacerle frente?

Con el orgullo fuertemente herido y la mente

completamente determinada, acercó su bajel al Evertsen sin

cesar de gritar a sus hombres que disparasen.

-Mi capitán, ¿qué haremos con la pólvora?-preguntó un

niño de aproximadamente catorce años, que no había tenido

mejor idea que iniciar su vida pirata en aquel barco temido

por los bandidos más experimentados.

-Les estoy ordenando que disparen, Garreau, ¿no alcanzas a

hacerte una idea de lo que haremos con la pólvora?-le

preguntó con aterrante sorna.

-Sí, mi capitán, pero lo más prudente sería mojarla para

evitar que se propague aún más el incendio-contestó el

niño.

Todo el mundo en el navío francés se paralizó por arte de

magia al son de un disparo. Todos miraron al mismo

tiempo hacia el puente de mando y lo que vieron los dejó

helados: ahí yacía sangrante y agónico Jacques Garreau.

-¿Mojarla y permitir al enemigo que haga lo que quiera de

nosotros? ¡No! Mejor quemarnos que dejar de disparar,

estúpida alimaña-dijo con desmedida crueldad al chico que

se retorcía de dolor.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

113

Y, sin mediar más palabras, escupió al rostro del muchacho,

quien miraba al mundo que se alejaba de su consciencia con

los ojos muy abiertos.

Tras eso, descargó dos disparos más y había un cadáver

nuevo en la cubierta del L’Olonais.

-Eso sucederá a cualquiera que pretenda desairarme y

venirme con ideas estúpidas propias de alimañas cobardes-

bramó mirando con un airecito desquiciado a sus asustados

tripulantes.

Todos se miraron los unos a los otros.

-¿Qué esperan? ¡A trabajar, alimañas inmundas y sin

cerebro, bolas de grasa buenas para nada! ¡Los destriparé

uno por uno y beberé la sangre de vuestros corazones frente

a vosotros mismos cuando estéis agónicos si merecemos

perder esta afrenta!-gritó frenético y sus hombres hicieron

un lado sus propios temores y dolores para complacer a su

inhumano capitán.

De vuelta en el Evertsen, los vítores se multiplicaban de

boca en boca. Todos celebraban la imprevista ventaja sobre

el debilucho pero poderoso navío francés. Liselot Van der

Decken y Lodewijk Sheefnek se miraron ansiosos. Ella,

pese a todo, no paraba de pensar en cuántas vidas se

estarían perdiendo en el otro bajel si ellos, con todo su

armamento ya contaban con unas cuantas bajas y sus

buenos heridos con los que cargar.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

114

Apoyados en la barandilla, con las armas dispuestas, ambos

muchachos esperaban la orden de disparar entre la horda de

marineros listos para forjar una imprevista defensa.

-¿Torpedos?-preguntó Niek en voz alta.

-Listos, mi Almirante-gritó un hombre desde un sector de la

cubierta.

-¿Lanza torpedos?-preguntó Niek de nueva cuenta.

-Listos, mi Almirante-gritó una mujer al lado del hombre

que había gritado anteriormente.

-Ángulo de 35°-ordenó Niek.

-Listo, mi Almirante-gritó la mujer.

-Cincuenta torpedos por lanza torpedo del lado de babor

sur-ordenó Niek.

-Listo, mi Almirante-gritaron el hombre y la mujer al

unísono.

-¡Disparad!-gritó Niek a los torpederos.

Quinientos torpedos salieron volando desde las avanzadas y

precisas armas para ir a dar en el punto preciso en que Niek

quería perturbar.

-¿Resultados?-preguntó Niek.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

115

-Veinte barriles más han explosionado, aproximadamente

cuarenta bajas más y serios daños en el casco a la altura de

la cubierta C, mi almirante-contestó con voz firme y un

tanto golpeada un hombre con un catalejo en la mano.

-¿Cotejáis?-preguntó Niek por radio hasta el puente de

mando.

-Afirmativo, mi Almirante, los daños indicados por Bach

son los mismos que puedo apreciar-se escuchó la voz

socarrona de Sheefnek.

-Virad 45° al poniente. Punto de apoyo proa-ordenó Niek.

-A la orden, mi Almirante-replicó el contramaestre y se

dispuso a bramar órdenes a sus hombres.

El Evertsen viró de tal modo que, cuando la polvareda se

disipó del navío en llamas, se podía ver desde allí como una

finísima uñeta, un blanco sin dudas muy difícil de acaparar

y dañar, por ende.

Gruñendo maldiciones y juramentos, Nau, obstinado como

sólo él podía serlo, navegó con sus velas medio quemadas

hasta el Evertsen, forzándolas al máximo.

Varios de los paños se rajaron por completo y el barco

quedó desestabilizado, a merced de la corriente marina. A

eso era preciso sumar que las averías comenzaban a hundir

su bajel.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

116

A los gritos, bramó órdenes de desenganchar los maltrechos

botes salvavidas y saltar hasta ellos para navegar hasta el

Evertsen.

Obstinado como era, se hubiese quemado en el L’Olonais y

a su gente con él, pero no podía dejar impune a aquel

atrevido enemigo que le retaba implícitamente a un duelo a

muerte, cara a cara, como los antiguos caballeros

medievales.

Ese hubiese sido su fin. Las gentes de Niek, al ver la

tripulación francesa tan dividida y desarmada, comenzó a

dispararle uno a uno. Al ver que diez de sus mejores

hombres habían caído, Nau dio la orden de que se volcasen

los botes y los piratas nadasen hasta el Evertsen. Pero,

sádico como era, dejó de señuelo y, por qué no, diversión a

veinte grumetes. Jóvenes e inexpertos todos, no sobrevivió

ninguno de ellos y ahora son parte de los muchos cadáveres

que abundan en el idílico y misterioso fondo del Estrecho

de Gibraltar.

A bordo del Evertsen todos celebraban la victoria sobre el

navío francés. Sin embargo a Niek Van der Decken algo no

le cuadraba y, en lugar de desaparecer sus presentimientos,

la señal del mal fario crecía en su corazón.

Algo similar sucedía a Lowie, quien abrazó a una

extremadamente feliz Liss contra su pecho.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

117

Los gritos, vivas y vítores se vieron interrumpidos de súbito

por el grito desalmado de dos docenas de hombres del

Evertsen que se despedían así de la vida, con los cuellos

rebanados.

Todos se volvieron y no hubo arma que valiese. Con el

enemigo en su propio bajel, era estúpido utilizar los lanza-

torpedos, era autodestruirse.

El metálico suelo del Evertsen se tiñó rápidamente de rojo,

valuando así las vidas perdidas de sus propios hombres que

desaparecían de la faz de la Tierra para siempre.

El efecto sorpresa duró hasta que Jean David Nau se encaró

frente a Niek Van der Decken, ofreciendo un espectáculo y

una alegoría a la bravura con su aspecto.

Por él, hubiese sacado su pistola y hubiese sido el fin de la

situación. Pero, para qué alarmar tanto a la gente. Todos se

habían lanzado a la pelea, nadie le quitaba su presa.

Desenvainó su lustrosa y sanguinolenta espada y descargó

un brutal e irascible golpe sobre el cuello de Niek.

El Almirante del Evertsen detuvo el golpe con su

ametralladora, sino, ese hubiese sido el fin del camino.

Y así, se inició una batalla de golpes en la cual ninguno de

los contrincantes se atrevía a concluir el espectáculo y

acabar con su oponente.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

118

Liselot descargó, ayudada por Lowie, un culatazo sobre la

sangrante cabeza de uno de los tripulantes del L’Olonais.

Triunfante se giró sobre sí misma, sólo para presenciar una

horrible masacre…

Conociéndola, se podría decir que con eso era suficiente

para la pobre muchacha, pero lo que más le quitó el aliento

fue la visión de su padre, al fondo de toda la escena,

peleando a muerte contra un hombre que llevaba las de

ganarle.

-Jean David Nau, capitán de L’Olonais-susurró al reconocer

al contrincante de su padre.

-Liss, no te quedes dormida, ¡lucha por tu vida!-le gritó

Lowie, batiéndose contra dos hombres que lo triplicaban en

tamaño.

-Tengo que ir con mi papá-le gritó ella, principiando a

correr torpemente por la cubierta inundada en sangre, con

su ametralladora en la mano.

-¡No, Liss, no!-le gritó Lowie y descargó dos disparos a

cada marinero, derrumbándolos en la cubierto. De

inmediato comenzó a correr tras ella. La defendería hasta la

muerte, ese fue su pensamiento y nunca se imaginó que esa

promesa era para siempre, para la eternidad…

Liselot y Lodewijk corrieron por toda la cubierta,

descargando un par de culatazos y disparos por aquí y por

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

119

allá hasta que llegaron al lugar en el que se batían a duelo

Niek y Jean, sin tener tiempo ambos mandamases de

apuntar y disparar para acabar con ese enojoso asunto.

Liselot hizo puntería y disparó, con tan mala suerte de que

Nau se movió justo cuando la bala iba a impactar en su

cuerpo. Ambos contrincantes se voltearon.

-Liselot…-murmuró Niek, aterrado y sorprendido, mirando

a la determinada muchacha que aún no bajaba el arma y al

valiente joven que la seguía, cuidándole la retaguardia.

-¡Cuidado, papá!-el grito de Liselot rasgó el aire pesado de

la cubierta del Evertsen.

Un dolor lacerante, eso sintió Niek. La espada de Jean

David Nau se había incrustado contra la frágil carne de su

costado derecho. Cayó pesadamente, sintiendo que aún

podía vivir una vida que se despedía de él, que le deseaba

un buen viaje hasta el otro barrio.

-¡Papá!-gritó Liselot, dejándose caer junto a su padre y

acunándolo contra sus rodillas.

Lowie hirvió literalmente de la rabia que le bajó y sin medir

consecuencia alguna pateó al estilo karateka la mano del

Olonés, quebrándosela y obligándole a soltar la espada.

Le dio un puñetazo y aprovechó el tiempo en coger la

espada. Sin piedad alguna, y con la rabia y el dolor

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

120

reflejados en sus ojos, incrustó el arma en el costado

derecho del capitán francés.

-Papá, no te mueras-rogó Liselot, llorando a mares.

-Liselot, ya eres una mujer-musitó Niek, acariciando la

mejilla izquierda de su hija.

Un desgarrador grito de un ensangrentado Lowie rasgó el

aire etéreo de la escena familiar. Liselot levantó la cabeza y

vio a su mejor amigo en el suelo a merced del hombre que

estaba causando la agonía de su padre. No lo dudó dos

veces y, levantando su ametralladora, disparó al pecho del

Olonés, quien cayó pesadamente al suelo, dejando libre a

Lowie, quien se puso de pié y corrió hasta los Van der

Decken. Se paró al lado izquierdo de Liselot, unos pasos

por detrás de ella, guardando un respetuoso silencio por el

hombre que moría y el alma agónica de la muchacha.

-Papá…-musitó Liss, abrazando contra su pecho a su

maltrecho padre.

-Ya puedes defenderte sola, hija-le comentó Niek

orgulloso.

-¿Qué será de mamá, de Ivanna, de Sophie y de mí si te

vas?-preguntó ella con cierto tono de reproche.

-Estoy seguro de que podrás cuidar de mi familia, hija…

tienes las agallas para hacerlo…-susurró él.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

121

-Pero sin embargo no soy tú, papá… sólo tú podías hacer

ese trabajo bien… Yo hablo con los árboles, los animales y

veo a Naomie a cada rato, cuando ustedes no la ven-se auto

malogró ella.

-Perdóname por dudar de tu cordura, hija… me quise negar

que, pese a que estabas madurando necesitabas el amigo

que en casa no tenías y necesitabas sentir tu propia vida.

Siempre fuiste lo más importante para mí…-susurró él entre

sus últimos estertores de muerte.

-Te amo, papá-lloró ella.

-Y yo te amo, hija-prometió él-. Por favor, dile a tu madre

que la amé desde siempre, que perdone por favor mi

ausencia cuando vosotras erais pequeñas. Dile a Ivanna y

Sophie que siempre las voy a amar y que perdonen el padre

ausente que fui y lo poco que ayudé a su madre cuando

ellas necesitaban un papá que las cuidase-lloró él.

-Día tras día lo haré, papá… no olvidaré esta promesa,

aunque la tenga que anotar en todas las paredes de la casa-

dijo ella.

-Estoy seguro que llevarás este navío a buen puerto y que

volverás entre honores a casa, como la genialísima

Almiranta Honorífica Liselot Van der Decken-intentó

bromear Niek, pero las lágrimas se le salieron a raudales-.

Creo en ti, hija.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

122

-¿Por qué tanta fe?-preguntó ella.

-Porque siempre fuiste la luz de mi camino, tal como

Ivanna, Sophie y tu madre-contestó él.

Liselot rompió a llorar a mares, más de lo que había estado

llorando hasta ese preciso instante. Detrás de ella,

silenciosas lágrimas corrían por el rostro de Lowie.

-Lodewijk…-se dirigió Niek al muchacho Sheefnek-.

Liselot tiene una misión: devolver este navío hasta nuestra

época, velar de mi familia y de esta tripulación. Tú también

tienes una, mi muchacho: cuidar de Liselot. Protégela, que

ella aún no madura al nivel que tú lo has hecho y necesita

de ti. Por favor, protégela.

-No necesita pedirlo por favor, señor Van der Decken…

Usted sabe que fue un padre para mí cuando más lo

necesité y que no me atrevería a dejarlo pidiendo algo sin

cumplírselo… Cuente con mi palabra. Liselot estará

cuidada por siempre, veré de ella día tras día, recordando

que no es sólo mi deseo éste, sino que es una promesa que

le hice a usted aquí y ahora-prometió Lowie.

-Confío en ti, mi muchacho… Te quiero, Lowie-dijo Niek,

con las lágrimas rodando por la camiseta de Liselot-. Dios

me está llamando, mis muchachos… recuerden que los amo

y que cualquier acción que cometí, buena o mala, fue con

afán de protegerlos.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

123

La respiración de Niek se volvió más pesada y su piel más

fría, a medida que eso sucedía, sus ojos se perdían en la

lejanía del infinito, que era hacia donde él tenía su siguiente

rumbo. Su mirada se perdió más y, tras eso, sus ojos se

cerraron.

-Papá…-llamó Liss, sin querer perder las esperanzas.

La piel de Niek se volvió un témpano y la respiración

desapareció. El aliento de la vida lo había abandonado por

siempre.

-¡Papá!-gritó desgarradoramente Liselot y se abrazó

llorando a mares al cuerpo yerto de su padre.

Lowie se acercó a pararla, sólo consiguió hincarla en una

rodilla y un montón de gritos y lamentos rogándole dejarla

ahí para la eternidad.

Liselot lloró sobre el cadáver de su padre y Lowie, sin

poder soportar más aquella desgarradora escena la paró con

fuerza y la abrazó contra su pecho. Acarició la cabeza de su

mejor amiga, mientras le susurraba al oído dulces palabras

de falso consuelo, de un consuelo que él sabía irreal y que

jamás vendría a por ella.

-¡Vaya escena!-gritó Sheefnek al llegar.

Lowie levantó la cabeza y Liselot mostró su rostro lleno de

lágrimas. A su alrededor se congregaba toda la tripulación

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

124

del Evertsen observando un respetuoso minuto de silencio

en honor de su fallecido Almirante.

Pronto sabrían que habían ganado el combate y que pocos

de los tripulantes de L’Olonais habían conseguido saltar por

la borda, llevándose al cadáver de su capitán con ellos.

Sin embargo, el rostro de Sheefnek estaba furioso y, en sus

maneras, se delataba que esa furia era por el triunfo, lo cual

muchos atribuyeron a su perenne inconformidad.

-¡Llévense el cadáver de Van der Decken, mañana se

oficiará el funeral!-bramó.

-Es Almirante Van der Decken-le corrigió su propio hijo.

-Está muerto-le corrigió.

-Aún muerto tiene más rango que tú-soltó el irreverente

Lowie para distraer a Liselot de las lágrimas que la frase

“está muerto” habían gatillado en ella.

Sin mediar más palabras, ambos muchachos dieron una

última mirada cargada de dolor y pesar al cadáver de aquel

hombre que había sido su padre y se encaminaron hacia los

camarotes a llorar su desgracia.

Sheefnek sonrió para sí. Lo había conseguido, lo tenía todo.

Como la más alta autoridad a bordo del navío, ahora el

Evertsen, el poderoso Evertsen estaba a su cargo, a sus pies,

a su servicio… ¿Qué más podía pedirle a la vida?

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

125

Se sacó el sombrero ante aquel hombre que yacía muerto y

le había considerado su mejor amigo, para encaminarse al

puente de mando ciegamente feliz.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

126

Capítulo 9: “¿Cuántas Noches Han Intentado Morir?”.

Nota de Autora:

Esta semana ha sido extraña y no por ello ha dejado de ser

triste.

Mi mundo conocido ha desaparecido. Ya no hay más LAM;

sólo hay sueños rotos, hechos trizas, dispersos en un aire

que no me atrevo a respirar.

Y sin embargo sigo viva, aún sigo viva y no sé cómo me las

arreglo para continuar viviendo cuando todos mis sueños

los perdí, que los vendí por puñados de progreso junto con

mi libertad.

Este maldito cambio de colegio me tiene de veras mal…

toda mi vida soñar con estudiar en el LAM, cumplir mi

sueño, estar menos de un año (uno activísimo, ¡qué

demonios!) y perderlo todo… De veras la vida no es justa.

Aún así no pierdo las esperanzas en volver algún día,

porque si yo no creo… ¿quién lo hará?

Bueno… ahora estoy en el Liceo Marta Donoso Espejo,

donde me siento más vacía que mochila de flaite, más rara

que boleto de micro en bolsillo de carabinero y más sola

que cueva sin osos… Definitivamente, no pertenezco ahí…

yo debería estar en el LAM… ¡Yo soy del LAM!

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

127

Bueno, bueno… estoy jodidamente depresiva y nostálgica

(maldita sea, ¡yo no soy así!), así que lean el capítulo

escuchando “Cannon in D” de Pachelbel, la máxima

expresión de mi tristeza acústica. Y, lean la Dedicatoria a

continuación escuchando Namárië, más conocido como “El

Lamento de Galadriel”, autoría de John Ronald Reuel

Tolkien en su famosísimo legendarium “El Señor de los

Anillos”. Os dejo con la Dedicatoria…

Dedicatoria:

Yo, Mariette Sparrow, más conocida por el común del

humano como Sofía Hernández, dedico el presente capítulo

de esta novela y “La Leyenda del Holandés Errante” a…

…Javiera Aceituno, para que su alegría y naturalidad

sigan siempre con ella, sacando sonrisas en quienes parecen

haber olvidado cómo reír… Javi, debo admitir que no te

conozco, pero algo que siempre me llamó la atención en ti

fue tu naturalidad y lealtad para con quienes quieres y eso

me sacó sonrisas más de una vez en tiempos difíciles.

…Paulina Acevedo, para que la madurez en su mente siga

en contacto con su espontaneidad, porque muchas veces es

necesaria esa cordura de la que muchos carecen.

…María Ignacia Álvarez, para que la sonrisa brote de sus

labios y elimine de sus ojos las sombras que son las

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

128

lágrimas, porque para mí fue una gran amiga y su amistad

es un tesoro que juro jamás dejar ir. Porque ella tiene algo

que pocos poseen: la capacidad de vivir en su corazón lo

que sus amigos son incapaces de sentir pese a estar

sufriendo esas adversidades.

…Javiera Ayala, para que su simpatía jamás desaparezca,

porque son pocas las personas que combinan en justa

medida la simpatía y la seriedad.

…Daniela Barría, para que su honestidad y su sonrisa

jamás abandonen su persona, porque esos son los dos

ingredientes mágicos en una buena amiga que es capaz de

sostener en sus brazos a la desgracia del otro.

…Víctor Cabezas, para que su personalidad nunca se

difumine en las brumas de ser distinto; porque ser distinto

es lo que los temerosos llaman defecto y los valientes,

virtud.

…Nicolás Canales, para que su mentalidad esforzada no

huya de su persona ante los latigazos de la comodidad;

porque para mí fue un puntal y compañero de interminables

jornadas, uno de los pocos que ha trabajado a la par

conmigo sin obligarme a terminar todo yo sola.

…Alejandra Cancino, para que su empatía siga siempre

en ella, porque siempre sabe qué decir para alentar a quien

está cayendo…

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

129

…Adela Casanova, para que entienda que mientras el sol

siga en lo alto, siempre habrá por qué luchar, porque un

camino sin piedras es más tedioso que aquel que es todo un

desafío. Y si llega la noche en tu camino, Ade, no te

preocupes, que el sol saldrá otra vez y podrás andar.

Cuando vengan las sombras debes descansar y meditar caso

has andado por donde querías o no.

…Javiera Castillo, para que pueda recuperarse de todas las

cosas malas que se presenten en su camino y continuar su

camino tal como hasta ahora lo ha hecho. Javiera, admito

no conocerte, no haber hablado nunca contigo y no sabes

cuánto me arrepiento…

…Juan José Cerna, para que su risa jamás se apague, para

que siga siendo un buen compañero y amigo, porque pocos

son los que aprecian el real significado de la frase

“Disfrutar la vida”. Y para que su creatividad perdure.

…Camila Correa, para que siga haciendo todas las cosas

que le gustan, porque no es fácil decidirse a aprovechar los

deseos por hacer algo, ni mucho menos la habilidad. Cami,

te deseo toda la suerte del mundo en el equipo de fútbol y

en todas las cosas que decidas hacer.

…Bryan Díaz, para que… ¡Joder! Son tantas las cosas que

podría decirte, hermanito… Por ahora sólo puedo darte las

gracias por haberme soportado, tolerado, aguantado,

ayudado y escuchado cuantas veces lo necesité. Ahora

pasas por un momento difícil… no sabes cuánto me

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

130

gustaría estar junto a ti y hacer lo mismo que cuando un

día, sin tener nada que ver conmigo, excepto cien mil

diferencias, me tendiste la mano sin esperar nada a cambio.

…Mario Díaz, para que pueda conservar por siempre en su

corazón mi agradecimiento por haberme mostrado que

había un horizonte más allá de donde yo veía una

cordillera, el supuesto final de mi camino. Para que pueda

seguir siendo siempre tan infantil y natural, porque

demuestra que es una persona que aún no cae ante lo que es

dejar de ser quien es.

…Catalina Díaz, para que su esfuerzo algún día dé frutos,

porque lo merece, porque ha sabido ser una gran persona:

esforzada, leal, alegre y madura; capaz de percibir que no

todo lo que brilla es oro.

…Javiera Herrera, para que todos sus sueños se cumplan,

porque jamás había tenido el placer de tratar con alguien

que supiese tanto de mitología y piratas y que, a su vez,

fuese creyente. Espero que su fe jamás la abandone, porque

es lo más valioso que tiene, porque le puede mostrar que

tiene el don de las palabras y los sueños… para que un día,

ambas, juntas, gritemos “¡Soñar es gratis y no te arrestan

por hacerlo!”.

…Jaime Herrera, para que entienda que es capaz de

conseguir sus sueños, que no porque sus calificaciones no

sean lo que espera, deja de ser alguien inteligente. Jaime, tú

tienes algo de lo que muchos carecemos: humildad, porque

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

131

eres capaz de reconocer todos tus defectos, pero nunca

llegues al nivel de aportillarte por ellos, de creer que eres

inferior, porque, te repito, tienes algo que muchos no.

…Diego Inostroza, para que la música jamás le abandone,

porque esa amiga jamás falla, jamás da un consejo errado y

siempre consigue liberarnos de las cadenas que nos

pretendían atar. Sólo puedo decirte ahora que tienes futuro,

que lo único que necesitas es tu teclado y tu persona,

porque ambos son uno. Mucha suerte.

…Amalia Jorquera, para que su talento nunca le

abandone, porque hacía años que no veía a alguien bailar

tan bien… Y para que la decisión nunca abandone tu

cabeza, porque se necesita valor para hacer las cosas y

enfrentar las situaciones adversas… y he de decir que tú lo

tienes.

…Camila Lara, para que su talento, inteligencia, esfuerzo

y perseverancia se vean recompensados algún día, porque

merece que se reconozcan todas sus virtudes, porque en vez

de vanagloriarse con ellas es humilde y deja los aplausos a

otros que no lo merecen tanto como ella.

…José Miguel López, para que siga siendo tan buen amigo

como lo ha sido hasta hoy, porque siempre tiene una

palabra de aliento para quien la necesita… lo digo porque

cuando yo creía que mis textos eran un desvarío, él fue mi

fiel lector y me soportó todas mis locuras… Amigo, nunca

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

132

dejes la música de lado, porque bien sabes que es la voz de

la consciencia.

…Valentina Mardones, para que su entrega a los demás

siempre cuente con la ayuda de manos amigas, porque

pocos son capaces de madurar una idea, ponerla en práctica

y entregar los resultados a otros.

…Yerko Mardones, para que sus risas no se apaguen ni en

los momentos más difíciles, porque amigos así no se

encuentran. Para que la vida y la suerte le sonrían.

…Karla Mellado, para que jamás deje de ser la persona

que es: simpática, divertida y quizás un poco tímida, tierna

de veras… para que pueda correr hasta el final del camino a

sus sueños.

…Isidora Meza, para que siempre sea capaz de expresar su

opinión, porque siempre ha sido certera y honesta. Para que

su voz pueda alzarse sobre cualquier otra y nos refleje que

el talento y el esfuerzo desembocan en habilidad.

…Nicolás Moreno, para que siempre sea capaz de ayudar a

otro cuando lo necesita, porque tiene un corazón de oro y

una cabeza también.

…Bastián Muñoz, para que sus locuras nunca se salgan de

control, para que diferencie el camino correcto del

incorrecto, para que siga sacando sonrisas, para que sea el

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

133

más vivaz de todos… porque siempre está ahí cuando se le

necesita para que la carga se aligere con una sonrisa…

…María Ignacia Muñoz, para que su buen humor la

acompañe eternamente y las lágrimas abandonen sus ojos

para siempre. Porque personas como ella: optimistas y

entusiastas no están hechas para llorar, sino que para reír.

…Ignacio Opazo, para que la ironía y la sagacidad jamás

abandonen su cabeza, porque no es sólo humor, sino que es

un reflejo de lo que somos.

…Luciano Ortiz de Zárate, para que siga siendo la gran

persona que es: leal, creativo, divertido… un compañero

que merece la pena.

…Jaime Oyarzún, para que las palabras no se acobarden a

la hora de salir de sus labios, porque su opinión merece ser

oída. Que su madurez no se disfrace en miedo ni cobardía,

porque es una pieza crucial en el puzle que el 1° “G” es.

…Fabián Pérez, para que por muchos años muchas

personas puedan gozar de su amabilidad y afabilidad;

porque personas así no quedan, con paciencia y dedicación

por lo que hacen y por su gente.

…Sofía Poblete, para que el recuerdo de ustedes me ayude

a superar el vacío que siento. Suena raro autodedicarse

algo, pero la verdad es una y no la podemos negar.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

134

…Daniela Quezada, para que su timidez, amistad, sus

risas y juegos sean refugio y guarida de amigos como yo,

errantes en sueños que se desvanecen. Gracias por todo,

Dani.

…Simón Ramírez, para que tenga el millón de amigos que

se merece.

…Natalia Rebolledo, para que el progreso se apersone

ante ella y le muestre el camino a sus sueños, porque pocos

son los que tienen ideales claros.

…Dárlyn Retamal, para que la música no abandone ni sus

gustos ni su alma, para que siga siendo la voz de su

consciencia resonando en su mente día y noche; para que

no sienta miedo de ser como es, porque pocos llegan a

formar una identidad y ella, además de eso, ha conseguido

que esa identidad, característica suya, sea lo más afable

posible. Para que la vida le muestre los buenos caminos y

no le muestre nunca más el dolor que nunca debió de haber

conocido. Porque tú, amiga, has demostrado tener “Alas de

Fuego”.

…Diego Rivas, para que entienda que no cuanto brilla es

oro, que hoy puedes ser brillante, pero que el de al lado

puede serlo sin demostrarlo. Que como hermanos no

existen diferencias, que su conocimiento es valedero

especialmente si lo comparte.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

135

…Patrick Sandoval, para que siga siendo tan perseverante

como hasta ahora ha sido; porque pese a que la vida no lo

ha tratado como merece, ha sabido salir adelante siempre

con una sonrisa en su rostro.

…Macarena Soto, para que su voz siempre sea escuchada,

para que sus ideales sirvan para construir una sociedad más

justa, en cualquier instancia; porque, ya han hecho de ella

una persona capaz de promover valores perdidos: libertad e

igualdad.

…Diego Suazo, para que siga siendo el buen amigo que es:

leal y agradable.

…Álvaro Troncoso, para que siga siendo la persona

trabajadora, esforzada, leal, agradable, divertido y buen

amigo que es; porque cuando necesité un amigo que me

hiciera olvidar los malos momentos, de una u otra forma, él

siempre lo conseguía. Gracias, Varo.

…Francisco Valdés, para que nunca olvide su proyecto de

vida y que, a su vez, nunca deje de ser la persona alegre que

es, por que de vez en cuando es necesario olvidar que

vivimos en un mundo que es más nuestra cárcel que nuestra

tierra.

…Javiera Vergara, para que la honestidad no rehúya de su

inteligencia.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

136

…Bárbara Villanueva, para que su sencillez no

desaparezca jamás con los grandes triunfos que de seguro le

depara la vida.

…Sr. Héctor Guerrero, para que siga siendo por siempre

el buen profesor que hoy en día es. Porque no sólo alimenta

cabezas, sino almas.

Todos vosotros habéis forjado el 1° “G”; yo ya no soy parte

de él, pero me voy con la frente en alto, sabiendo que luché

hasta el final por todos nosotros. Espero que ninguno más

se quede en el camino, porque soy la primera en apartarse

del rumbo.

De todo corazón les agradezco todo lo que hicieron por mí,

por haberse transformado en mi segunda familia. Les

agradezco por haberme tolerado cuando el fuego de la ira

quemaba mis labios.

Por todo gracias, muchas gracias.

Y bien… al final, la vida sigue igual, con los valientes que

han leído todo esto, los invito a leer el capítulo que, sin más

dilación, dejo con vosotros.

“Toc-toc”. El sonido seco de la puerta fue lo último que

llenó el ambiente por un par de segundos. “Toc-toc”, la

puerta volvió a sonar.

-Liselot, ¿estás ahí?-se escuchó por detrás de la puerta.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

137

“Toc-toc”, la puerta seguía siendo golpeada con

desesperación.

-Liss, sé que no quieres ver a nadie, pero es urgente decirte

algo-reclamaba la voz de un hombre joven del otro lado.

El muchacho esperó unos segundos, los suficientes como

para entender que su único interlocutor era el silencio.

-Liselot, si no te molesta voy a pasar-dijo el joven con un

cierto timbre de seriedad. Forzó la manilla y lanzó un

bufido: Ni siquiera estaba cerrada con llave aquella

habitación.

La puerta chirrió un tanto y, tras su quejido, dejó pasar a un

molesto Lowie Sheefnek.

-Liselot, sé que…-se cortó en medio de la frase y sonrió

enternecido-Oh, Liss-suspiró.

Frente a él, dormía completamente destapada bajo riesgo de

enfermarse, Liss Van der Decken.

Se acercó con propósito de taparla y velarle el sueño. Pero

cuando se acercó a ella, su rostro se ensombreció. Dos

lágrimas a medio secar por el aire tibio de New Providence

estaban en sus mejillas.

Eso, sumado al apriete en sus manos y a la posición

incómoda en que dormía le daba la impresión de que su

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

138

amiga se había vencido por el sueño cuando lloraba su

desdicha.

¿Cómo no rendirse al sueño si ahora rara vez dormía y

comía? Su amiga no era la misma.

Le acomodó las piernas, los brazos, la cabeza en la

almohada y la cubrió de una frazada. Se sentó al borde de la

cama.

Con ternura desmedida y sólo posible de ver en él hacia

Liselot, le acomodó la revuelta cabellera a su amiga y, al

intentar secarle las mejillas, un movimiento de parte de ésta

le hizo maldecirse a sí mismo por haberla despertado.

-¿Lowie?-preguntó ella febrilmente, extrañada, sorprendida

de ver a alguien fuera de su alma podrida en ese cuchitril.

-Liss-susurró él acariciándole tiernamente la mejilla.

Le dolía ver a su “hermanita” en esas condiciones; sin

sonrisa ni sueños, Liselot Van der Decken era un mal

fantasma, una cruel variación de lo que en verdad era.

-Vete, Lowie-pidió ella con las lágrimas cayendo. La voz

suave, las energías nulas, sin siquiera levantar la cabeza, los

ojos apenas abiertos.

El corazón de Lowie se partió en tres mil pedazos cuanto

menos. No… no se iría… no podía hacerlo… no podía

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

139

permitir que lo poco que quedaba de aquella muchacha tan

dulce y pura se desvaneciese en el aire.

-Esto no es tu asunto, Lowie… es sólo mío…-continuó ella.

Y tenía razón… y eso era horrible… Su amiga perdía su

inocencia y eso era lo más bello que tenía; su mente se

volvía madura, su alma y espíritu desaparecían y era lo que

él tanto se había esforzado por mantener. No, no podía

permitirlo.

-Ándate-repitió Liss, intentando esbozar una sonrisa y así

calmar a Lowie de una vez, que de otro modo no iba a

poder sacarlo de ahí en ningún maldito momento.

No, ese no era el camino correcto, pensaba Lowie. Así le

quedaba poco, muy poco… Podía ver en ese rostro lleno de

lágrimas su propio reflejo en unos rasgos femeninos otrora

alegres.

Las drogas, el alcohol, el aislamiento, la tristeza, los cortes

y la sangre serían su única compañía. Luego, cuando todo

eso fuese un juego de niños para aplacar la voz de la

consciencia y de los sentimientos, el suicidio sería un

aliado. Pero siempre estaría ahí un “amigo” para frustrar el

intento y cerrar la puerta a la única salida que había.

No, no podía permitirlo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

140

Liss intentó hablar de nueva cuenta, insistiendo con su

petitorio de que Lowie se marchase. Pero la voz del

muchacho resonó con fuerza. No, no podía permitirlo.

-Antes que digas nada, Liss… Mírame-pidió.

Liss bajó la vista.

-¡Mírame!-gritó Lowie, sosteniéndole con fuerza la barbilla

y obligándole a mantenerle la mirada.

La muchacha le observó confusa. No sabía hacia dónde iba

la situación.

-¡¿Qué ves en mí?!-preguntó a los gritos. Ese era un intento

desesperado, que podía tirar todo por la borda, pero era eso

o ver cómo su amiga se hundía en los abismos de la

desesperación y no estaba dispuesto a presenciar eso-. Una

persona opaca, verdad… ¡¿Verdad?!-Liselot lo observó

ávidamente-. ¿Sabes lo que me llevó hasta aquí? ¿Lo

sabes?... La desesperación, amiga… la tristeza…

-No sé qué rumbo intentas darle a esto-contestó Liss.

Demasiado tarde… esas palabras, tan serias, con la ceguera

de la madurez… No podía ser…

-Yo no tenía amigos, estaba solo frente a un mundo que me

atacaba y no había nada que pudiese hacer-siguió.

-No hay nada que se pueda hacer-contestó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

141

Inesperadamente, Lowie dejó su lugar al borde de la cama y

saltó hecho una fiera sobre su amiga. Sus rodillas se

pegaron al colchón, se extendió cuan largo era sobre el

torso de Liss y agarró con fuerza sus muñecas, las cuales

presionó contra la almohada.

-¡¿No hay nada que hacer?! ¿Eso es lo que opinas? ¡¿No

hay nada que hacer?!-bramó a todo pulmón-. Yo estaba

solo e intenté asirme de cualquier cuerda en el camino, tú

tienes un amigo, me tienes a mí y sabes que jamás te dejaré

sola… pero prefieres dejarte caer.

-Lowie… vete-dijo la muchacha asustada, pero sin soltar ni

una lágrima.

-“Vete”… eso me suena a mí como “Déjame hundirme

sola”-replicó Lowie.

-Y eso es lo que merezco-contestó ella.

-¡No! Ni ahora ni nunca. ¿Sabes lo que pasa allá afuera?-

preguntó Lowie.

-No, tampoco me interesa-contestó ella-. Cada cual debe

correr su carril solo.

-Es el infierno en la Tierra-dijo el joven con pasión.

-Cada cual debe batírselas solo-contestó ella con suavidad.

-¿Sabes quién está en el poder?-preguntó él a los gritos.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

142

Liselot se dedicó a menear la cabeza en negativa.

-Sheefnek, mi “santísimo” padre, el Contramaestre

Sheefnek-contestó el con ira.

-¿Y en qué parte calzo yo? ¿Tendría que importarme?-

preguntó ella.

Lowie soltó un bufido, en clara señal de que había acabado

por perder la poca paciencia que tenía por naturaleza y que

la mínima reserva que le venía quedando se había ido bien

lejos. Golpearon la puerta.

-No estoy para nadie-indicó ella.

Volvieron a golpear.

-El que se tiene que ir de aquí soy yo-contestó él, soltándola

y poniéndose en pié.

-Desde un principio-contestó ella con una mirada llena de

madurez.

Lowie iba a replicar, pero golpearon la puerta de nueva

cuenta.

-Tan sólo dime, amiga, ¿en qué parte de tu alma estás

refundida? Algún día tendrás que despertar-dijo Lodewijk

con una mirada cargada de tristeza.

Tras eso, Lowie cogió su chamarra de cuero y salió de la

habitación.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

143

-¿Qué dijo?-le preguntó un amigo que le esperaba afuera,

cadete al igual que él.

-No quiere entrar en razón-contestó Lowie completamente

abatido.

El otro chico lo miró con cara de preocupación y, por qué

no, desesperación.

-Ruego a todas las deidades del mundo que Naomie se le

aparezca ahora, porque éste es el único segundo en que la

ha necesitado-dijo Lowie.

El rostro del otro cadete metamorfoseó de la preocupación

a la extrañeza: ese pedido era lo único que podría haber

jurado que jamás oiría en su vida.

-La hora se nos acaba-se limitó a decir para no revelar sus

emociones.

Miró a Lowie, cuyos ojos estaban clavados en la puerta de

la muchacha. Su mirada fue tan insistente que Lodewijk se

la respondió.

-¿Qué piensas hacer?-le preguntó. En los ojos de Lowie se

leía la llama de la sagacidad y las ideas que nacen.

-Hay que liberar al Kraken-contestó el joven Sheefnek

achicando los ojos. Luego de eso miró el reloj-. ¡Demonios!

¡Se hace tarde!

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

144

Tras eso, ambos jóvenes echaron a correr por todo el bajel

para llegar en quince minutos a sus estaciones de trabajo

para cumplir los dichosos y estúpidos turnos que tenían

destinados, de los cuales saldrían en unas seis horas si el

idiota de Sheefnek amanecía de buenas, algo muy

improbable si no hubiera caso oír.

Quince minutos después…

-Linda, ¿por qué lloras? ¿Linda?-preguntó Lowie entrando

en la habitación en la semi penumbra.

Se acercó a la mujer que, hecha un ovillo contra una de las

máquinas del Puente de Mando, echaba rienda suelta a su

llanto.

-Linda-la llamó por su nombre, apoyando su mano en el

hombro de la mujer y acuclillándose a su lado-. ¿Qué te

pasa?-preguntó.

La mujer, de treinta años aproximadamente, se dispuso a

llorar como una niña de once años frente a su primera

desilusión amorosa en el hombro del muchacho.

Lowie la abrazó amorosamente… salía de una para caer en

otra. No toleraba ver a una mujer llorar. Unos pasos nada

amigables se acercaron a través del corredor.

-Linda, ve a hacer tu trabajo-le susurró.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

145

La mujer, medio tambaleante se puso de pie para cumplir

con sus labores. Lowie se acercó al interruptor de la luz

para cubrir la puerta.

-¿Otra vez llorando, Freeman?-se escuchó resonar la voz

del Contramaestre-. Te hace falta visitar mi cuarto.

-Ni te atrevas a acercártele-le contestó Lodewijk cortándole

el paso.

-Turno extra por subversivo, Sheefnek-contestó el

Contramaestre ofuscado, retirándose de la habitación.

Ella le dedicó una mirada agradecida.

-Perdón-musitó.

-Descuida-dijo él.

Lo normal es sonreír cuando se redime a alguien de una

culpa, pero Lowie permaneció serio.

-Linda, dime que pasa-insistió.

-No puedo hablarte de eso-dijo ella moviendo unas

palancas que regulaban la velocidad del bajel según lo que

indicaba la pauta dejada por Sheefnek.

-¿Y por qué no?-quiso saber él.

-Deberías preocuparte de tu trabajo, Lodewijk. Se nos

acaba el combustible, tu padre nos tratará peor aún si

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

146

varamos a falta de petróleo en algún punto de este

condenado sitio, han pasado cosas raras. Hemos perdido el

rumbo sin el Almirante… se nos acaban las provisiones…-

dijo nerviosa.

-¿Y…?-insistió Lowie.

-¡Tengo miedo, Lodewijk, tengo miedo!-estalló Linda.

-¿Es por eso que temes hablar conmigo?-inquirió él de

brazos cruzados, dejando que ella hiciera todo el trabajo,

total él tenía turno extra para ponerse al día.

-No-dijo ella cortante, intentando ignorarlo.

-¿Entonces…?-siguió aguijoneando él.

-Porque temo ponerme a llorar aquí mismo-confesó ella

mirándolo por una vez a los ojos.

-No hay nada que temer… no eres la única que está

desesperada-contestó él, sentándose en un taburete

metálico, indicándole que estaba lo suficientemente

cómodo como para poder oír todo lo que ella le quisiera

relatar.

-Sin embargo soy la única cobarde que se aterra y se larga a

llorar-dijo ella, bajando la cabeza y volviendo a encargarse

de su trabajo.

-Hay otros que están peor… dime-la instó él.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

147

-Tendrás un hermano-soltó ella de golpe y porrazo, con el

pequeño y tenue hilo de voz que le quedaba.

Por la mente de Lowie no se movió nada, permaneció en

silencio gutural, en blanco por unos cuantos segundos. Su

rostro palideció y sus ojos se perdieron en la oscuridad. No

pensaba en nada, esa noticia había calado hondo, cual saeta

en las profundidades de su corazón. No, no podía ser cierto.

Poco a poco recuperó el control de sus labios y la

coherencia de su mente.

-¡Traidora! ¡Cómo pudiste! ¡Te acostaste con Sheefnek!

¡Aprovechada! ¡A ver si tu amante te apoya ahora! ¿O por

eso llorabas? Te rechazó, ¿cierto?-contestó con sorna.

-Lowie, no es lo que piensas-apenas alcanzó a musitar

Linda.

-Si fue el Espíritu Santo-ironizó él-. Traidora, ¡maldita

traidora!

Lowie, tras eso, salió de la habitación hecho una furia. No

le importaban Linda, el turno, el castigo, nada. Sus

neuronas se movían frenéticas y su cerebro no procesaba.

-Vuelve aquí, por favor-le gritaba Linda desde la puerta del

Puente.

Echó a correr, no quería saber nada de nada. Tenía que

hacer algo, pero no sabía qué.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

148

Linda le vio desaparecer por las escalinatas que llevaban a

las entrañas del navío. Se sentó derrotada en el frío y duro

suelo metálico. Abrazó sus piernas como niña pequeña. El

único que podría haberla ayudado a salvar a su amiga

Sheila y el pequeño bebé que llevaba en el vientre había

arrancado ante esa situación. Se sentía una estúpida. Ella no

había sido de tomar el caso en su propia dimensión y

enfrentar la situación como se debía. Comenzó a llorar y,

muy pronto, su llanto se volvió más audible que el sollozo

que había sido.

-Señorita Freeman-le habló un suboficial, luego de haber

carraspeado ligeramente.

La interpelada levantó la cabeza, secándose las lágrimas

rápidamente con el dorso de la mano, avergonzada de haber

sido cogida en tamaño estado.

El suboficial venía acompañado de otros dos marines.

-Por estricta orden del Contramaestre debemos llevarla al

calabozo. Si se pregunta cuales son los cargos, se debe a

que éstas no son condiciones para realizar sus labores-

indicó el que anteriormente había hablado.

Entre los otros dos la levantaron del suelo y la esposaron.

Ella no hizo problema alguno y se dejó llevar dócilmente.

El suboficial se dirigió al comedor a buscar a Lodewijk

Sheefnek, quien estaba incumpliendo su turno.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

149

La puerta quedó abierta y por ella pasó una sombra que

nadie tuvo el placer de ver.

-La situación ha llegado demasiado lejos-susurró la voz

femenina a un volumen inaudible mientras salía.

Acto seguido volvió a entrar el suboficial para cumplir el

turno del hijo del Contramaestre al no encontrarle.

Liselot tosió ahogadamente unas quince veces antes de

abrir los ojos, mientras sacudía alocadamente las manos e

intentaba quitarse la cabellera de la cara. ¡Rayos! Estaba

toda empapada.

Abrió los ojos y se vio en la obligación de parpadear.

-Ya no te necesito, vete-fue lo primero que brotó de sus

labios, al percatarse que por mucho que parpadease,

Naomie seguía allí.

-¡Vaya recibimiento, querida! Primero duermes como lirón

y ahora, después de que me esfuerzo en verte los ojos, me

echas de tu cuarto-ironizó Naomie.

-¿Qué quieres? Yo ya no soy tu juguete, Naomie. Por tu

culpa lo he perdido todo-le escupió Liselot.

-Te advertí que vendrían tiempos difíciles-le recordó

Naomie, tan calma como siempre.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

150

-Pero me trucaste hasta que te fui útil, luego, ahora, cuando

soy una piltrafa humana me dejas sola… No, no vuelvas a

recoger el juguete que tiraste que ya no estoy para permitir

tus juegos-le aclaró Liselot mirando a Naomie fijamente, a

los ojos.

-Dime, ¿es esto lo que realmente sientes?-le preguntó la

morena.

-No vengas a confundirme-le rogó Liselot.

-¿En qué parte de tu alma estás refundida?-preguntó

Naomie con tono místico.

-¡Déjame en paz! ¿Qué no me ves? ¡Mírame! Mi alma está

muerta, pero mi cuerpo se niega a morir y dejarme

descansar-confesó la chica.

-Es tan simple como suicidarse-indicó Naomie.

-¡No me impulses a más locuras! Que todas las estupideces

que por tu culpa he hecho ya son suficiente, perdí a mi

padre por tu culpa, soy inválida para la sociedad… soy

inútil gracias a ti-le soltó Liselot.

-¡Vaya, querida! Es fuerte oírte, has madurado y eso es

innegable… Pero no sé si para bien o para mal… quizás

debí haber venido antes de que cayeras en la desesperación,

antes de que te dejaras ir de esta forma tan disoluta. Porque

sigues siendo la misma niña insegura que antes, pero más

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

151

madura… ¿Tan hondo te ha calado todo esto?-replicó la

mujer.

-Mi padre murió y perdí mi familia, ¿no es suficiente acaso

como para que el mapa se acabe?-contestó Liselot.

-Dime, ¿eres realmente tú misma la que está hablando?

¿Dónde está la promesa que hiciste a tu padre aquel día?

¿Eres la misma Liss que conozco: aquella que cae y se pone

de pié con la misma sonrisa en su rostro una y otra vez?

¿Esto caló tan hondo como para que perdieses incluso tu

identidad? No abogo por tus sueños, sino por ti misma…

¿Ya no quieres pelear?-continuó Naomie.

La mirada de Liselot se fijó en la pared por unos instantes,

en los cuales Naomie siguió ahí, junto a ella. Era como

despertar, sacudirse la tierra y ver la luz del día tras salir de

una tumba en la que se ha estado por años durmiendo. Esas

palabras habían tocado algo en su alma, no sabía qué, y ésta

había despertado.

-¿Te llegan mis palabras? ¿Sabes quién está al mando?-

aguijoneó Naomie para saber si eso era real o no.

-Sí, es Sheefnek-contestó ella, entendiendo lo inadmisible

de la situación.

-¿Permitirás que ese tirano siga haciendo de las suyas?

¿Torturando la gente que juraste proteger? En tus zapatos

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

152

me pararía y lucharía, que vea que no estás sola y a ver

quién se las bate mejor-indicó Naomie.

-Gracias, Naomie… pero estoy confundida, no sé qué

hacer-confesó Liselot esbozando la primera sonrisa desde el

aciago día en que su padre muriese.

-Sigue tu instinto. Aquí hay gente leal y de buena fe. Se

planea algo grande y si tú no estás allí, no será un intento

fallido, sino el fracaso definitivo del plan. Mantente firme,

no curiosees, ya has madurado como para entender lo que

digo, que pronto llegará tu hora, muchacha… muy pronto y

no puedes fallar-dijo Naomie, mientras progresivamente iba

desvaneciéndose en el aire, volviéndose polvo en el viento.

Liselot se sentó en la cama. Se destapó, hacía un calor

gutural, lo había hecho todo el tiempo, pero recién había

despertado, revivido, como para percibirlo.

Se levantó y estiró las piernas agarrotadas por la falta de

uso.

Abrió la ventana de su camarote y aspiró el aire salino… si

algo tremendo iba a venir, que viniese… ya hacía falta un

poco de aventura para moverle el piso.

La puerta de la celda se cerró herméticamente, ningún rayo

de luz traspasaba la puerta blindada. La luz titilaba y la

ampolleta se cernía de un lado para otro sobre la cabeza de

Linda Freeman.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

153

No hizo ningún escándalo, no pidió que la sacaran de allí,

nada. Se sentó en el suelo, ni siquiera le quedaban lágrimas

para llorar, le había fallado a Sheila.

Otro combo más chocó contra el vientre de Sheila.

-¡Estúpida!-gritaba Dirck Sheefnek.

Sin embargo Sheila no escuchaba casi nada, todo zumbaba

en su pobre cabeza, el dolor era demasiado.

El hombre que amaba no era lo mismo que ella había

pensado, eso lo había descubierto hace tiempo, le había

comenzado a tener un supersticioso respeto, pero ahora

entendía que eso era su terror que le avisaba que iba a venir

algo terrible.

¿Dónde estaba Lowie? Hubiese pagado oro por saberlo,

pero lamentablemente su cerebro estaba demasiado lento

como para procesar.

Conocía a Linda, sabía que ella, apenas llegase Lowie a

cumplir turno con ella le diría todo lo que estaba

sucediendo y ese chico era de temer, no tardaría ni fracción

de segundos en apersonarse ahí y ponerle los puntos a la “i”

a su díscolo padre.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

154

Quizás ni siquiera la hora daba para que él llegase a turno

aún y ella ya estaba tan desfallecida que había perdido total

sentido del tiempo.

-¡Contéstame, idiota!-gritó Sheefnek abofeteándola.

Tardó segundos en hacer que su mente procesase, segundos

que parecieron eternos.

Desde pequeña había sido sensible, quizás demasiado.

Odiaba discutir y en Dirck había encontrado la pareja

perfecta o, por lo menos, eso había creído: él era apacible,

todo lo solucionaba con palabras amorosas y detestaba

discutir tanto como ella.

Cuando había quedado embarazada había sentido miedo de

perderlo, pero cuando él se puso loco de contento ella no

cupo en sí misma de lo feliz que estaba.

Pero la noche anterior, ella había comenzado a sufrir fatigas

en el dormitorio y no había limpiado el camarote; él se

había molestado al ver que Sheila, su Sheila, no era capaz

de sobreponerse a lo típico de un embarazo.

Ella no conocía su pasado, sino hubiese atribuido todo al

recuerdo de la madre de Lowie y al miedo de volver a vivir

lo mismo, pero con ella. Hubiese estado errada de todos

modos.

Ella detestaba discutir y había acabado por regresar al

camarote que originalmente le había sido asignado.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

155

Pero esa mañana había amanecido con náuseas, desmayos y

demás. Medio alicaída había ido a hacer su turno.

Estaba consciente de que todos esos malestares no se

debían sólo a que estaba recién en su primer trimestre, sino

que a la hipersensibilidad que le producían las discusiones

y demás. Le pasaba todo el tiempo.

Ahí había descubierto que compartiría turno con Linda, su

amiga de infancia y, al entrar al Puente, fue imposible

evitar el llanto.

Le contó todo y le pidió que la ayudase. Que era necesario

pedir ayuda a Lowie. Algo se lo pedía. Ese muchacho era el

único que no temía a Sheefnek.

En eso, una oleada de náusea la había golpeado y había

expulsado todo ahí mismo, con tan mala suerte de que

Linda no había alcanzado a coger ni el trapeador cuando

Sheefnek ya estaba dentro con intenciones de inspeccionar.

Furioso había preguntado quién había hecho eso y la

respuesta hablaba por sí sola, ahí estaba Sheila pálida y

verde como un limón, transpirando alocadamente.

La había cogido de un brazo con intención de darle castigo.

Mientras ella gritaba a Linda que la ayudase, que ya sabía

qué hacer.

Luego, Sheefnek se había encerrado con ella en su

camarote, había abusado de ella más veces de las que ella

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

156

pudiese recordar, la había golpeado y dado de cintarazos.

Incluso le había golpeado en el suelo con tanta fuerza que

le había amoratado las costillas.

-¡Dime!-reclamó él.

-Perdóname, Dirck-rogó ella.

-¿Dirck? Yo ya no soy Dirck para ti-replicó él.

-Perdóneme, Contramaestre-rogó ella.

-Eso sonó mejor-le dijo Dirck dándole una bofetada sin

razón aparente.

-Por favor suélteme-pidió ella, sintiendo cómo le

flaqueaban las piernas.

-¿Suélteme qué?-incitó él, haciendo que la cabeza de la

mujer chocase contra la pared.

-Por favor, suélteme Contramaestre-rogó ella al sentir un

hilillo de sangre salir de su nariz.

-Mi hijo no es un débil…-musitó él, más para sí mismo que

para su malograda interlocutora.

Regresó la mirada a la asustada mujer. Su hijo no era débil,

claro que no: llevaba sangre Sheefnek corriendo por sus

venas. Pero esa mujer que ni siquiera controlaba su cuerpo

acabaría por volverlo una señorita.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

157

Hablaba en masculino para sus adentros, lo sabía, pero es

que era inconcebible que aquel hijo fuese una mujer, un ser

débil que era incapaz de batirse por sí solo.

-Habíamos acordado que esto-dijo, posando las manos en el

vientre de Sheila y clavando las uñas en el pequeño bultito

que comenzaba a formarse-no interferiría con tus labores,

¿no?

-Sí, mi Contramaestre-contestó ella, asustada, tragándose

las lágrimas.

-¡Compórtate como el soldado que eres y aprende a

manejar tus emociones! Acabarás por hacer de mi hijo un

débil, pero no vendrá al mundo para eso: seguirá mis pasos.

Y si tendrá una madre tan estúpida como tú, mejor

ahorrarme la desilusión-dijo.

Acto seguido golpeó el vientre de Sheila con los puños una

y otra vez.

-Es fuerte, resistirá a esto, pero debo enseñarte-dijo él, con

la mirada perdida.

Cuando se cansó de golpearle el vientre con los puños, le

amarró pies y manos, la derivó en el suelo y comenzó a

darle de patadas en la panza.

Sheila sintió un golpe más fuerte que los otros. Pensó que a

Dirck se le había pasado particularmente la mano en esa

patada. Sin embargo, el pie de su agresor estaba

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

158

completamente quieto y éste descansaba, con la respiración

muy agitada.

Otro espasmo reverberó en su vientre. Entonces entendió de

qué se trataba. Se abrazó la barriga aún plana. Dirck tomó

más impulso aún para golpearla otra vez.

-¡No! ¡Ya basta! ¡Por favor!-rogó ella.

Otro espasmo… rogó a Dios que Lowie se diese prisa. Él

era el único que tenía esa llave además de su padre, era el

único que podía detener esa situación tan aciaga. Pero,

¿quién le aseguraba que él llegase a enterarse?

Dirck tomó impulso para otro golpe, pero su pierna se

detuvo en el trayecto en el aire al ver el riachuelo de sangre

que se escurría por el pantalón de uniforme de Sheila.

La levantó del suelo de un brazo, mientras el vientre de la

mujer era sacudido por un espasmo tras otro.

Sacó llave y abrió la puerta. En el pasillo andaban dos

marines en su hora libre, de seguro camino a su camarote.

-¡Llévensela lejos de mi vista! ¡Rápido! ¡Al calabozo!-dijo,

empujando la mujer hacia los dos marines.

-Pero, mi Contramaestre, está sangrando-replicó uno de los

dos, escandalizado.

-¡Llévensela! ¿Acaso no saben obedecer órdenes?-replicó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

159

Ambos marines la sujetaron de cada lado, mientras ella

seguía sangrando, ahora sin cesar. Sintió cómo se

desmayaba cuando ellos la arrastraban técnicamente por el

pasillo.

Dirck cerró la puerta completamente ofuscado.

-¡Aloin! ¡Aloin!-dijo Lowie ingresando huracanadamente al

comedor.

Aloin, quien no era otro sino el chico que le había

acompañado anteriormente al dormitorio de Liss, escupió

un poco de café, sobresaltado al ver a Lodewijk así.

-¡Rayos! Lowie, ¿qué te pasa?-preguntó.

Miró extrañado a la silla en que había estado anteriormente

su amigo, completamente vacía. ¿Dónde se había ido?

Obvio que estaba bajo la mesa, pero… ¿por qué?

-¿Ha visto al cadete Sheefnek?-preguntó el suboficial.

-No, mi Suboficial-respondió Aloin formalmente.

El suboficial se retiró del comedor, pensando en que tendría

que hacerse cargo del Puente de Mando y del turno de la

recién aprisionada Linda Freeman.

Lowie salió de debajo de la mesa. En tiempos normales ni

siquiera se hubiese preocupado en esconderse y se hubiese

negado diez mil veces de ser necesario a la obligación de

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

160

cumplir su turno, hasta que el Suboficial se hubiese cansado

de hacerle patente su deber.

Sin embargo, eran tiempos difíciles y no podía darse el lujo

de meterse en más problemas, que con los que ya tenía ya

era suficiente.

-¿Qué bicho te picó?-le preguntó Aloin.

-Larga historia de contar, necesito que me eches una mano-

dijo Lowie volviendo a sentarse.

-Estamos en horario de turno-contestó Aloin.

-Sin embargo, me parece que sigues aquí, tomándote

tranquilamente un café-dijo Lowie enarcando burlonamente

una ceja.

-Si nos pillan será tu culpa-dijo Aloin, aún reticente a

formar parte de la aventura de Lowie. Probablemente

terminaría con turnos eternos como castigo. A Lodewijk le

importaría un pimiento, total ni siquiera sus turnos

predestinados cumplía, nadie aseguraba que se diese por

enterado de que tenía un castigo que cumplir.

-Lo tengo todo bajo control-dijo Lowie, dando un largo

trago al café de su amigo, quien miró con aire consternado

al vaso a medio vaciar.

-¿Qué tengo que hacer?-preguntó Aloin, rogando a Dios

que no fuese algo que condenase su carrera militar.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

161

-Ven, acompáñame-dijo Lowie.

Tras eso, salieron de la cafetería cuidándose de no pasar

cerca del Puente de Mando.

-¿Qué vamos a hacer?-preguntó Aloin.

-Ha llegado la hora de liberar al Kraken-respondió Lowie

enigmáticamente.

-¡Ah!-profirió Aloin, como si todo le hubiese quedado claro

de súbito, mientras seguía al experto Lowie. Tenía claro

que se metería en un problema de magnitudes. Sabía todo,

excepto qué significaba… “Ha llegado la hora de liberar al

Kraken”…

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

162

Capítulo 10: “Ha Llegado la Hora de Liberar al Kraken”.

Nota de Autora:

Bueno… mi humor ha mejorado considerablemente desde

el otro capítulo… no en vano ha pasado un mes, digo…

¡Bendito fin de semana largo! ¡Benditas elecciones!

¡Bendita música! ¡Bendita imaginación! ¡Bendito JRR

Tolkien! Bien, dejemos de bendecir para decir que en el

estúpido VK me sacaron El Señor de los Anillos: El

Retorno del Rey (ya sabéis, la película de Peter Jackson) y

no la encuentro con la versión extendida por ningún lado…

si la pillan por ahí, me la pasan, ¿savvy?

Capítulo dedicado a Valentina “Val” González, mi querida

hermanita (maldita biología que hizo que no fuésemos

hermanas) que me ha recogido con palas esta vez sin

siquiera verme… ¡Vaya! ¡Para hacer eso hay que tener un

mega conocimiento sobre alguien! Sólo quiero que sepas,

Val, que tu amistad vale mucho para mí…

Y también va dedicado a Carolyn Gutiérrez, quien ha sido

mi puntal en este nuevo curso y nuevo mundo.

Y, por último, lo dedico a mi amigo Yeison Jofré, quien

esta semana se ha graduado de Cuarto Medio.

Felicitaciones y éxito, hermano.

El tema para escuchar el capítulo es… (Redoble de

tambores)… “Barbossa is Hungry” de Klaus Badelt y Hans

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

163

Zimmer para la película Piratas del Caribe: la Maldición del

Perla Negra.

Con todos ustedes, el capítulo…

-Insisto, Lowie, no tengo idea de por qué hacemos esto-dijo

Aloin.

-Se paciente y verás-le contestó Lodewijk.

-¿A dónde vamos?-preguntó Aloin.

¿Su respuesta? Lowie le tapó la boca, puso su brazo sobre

su pecho y le empujó contra la muralla del pasillo.

El joven Sheefnek acercó su cabeza al canto de la muralla y

vio entrar en el sector de las celdas a dos marines

sosteniendo a una mujer, por su uniforme intuyó que ella

tenía grado superior que ellos.

Rebuscó en su mente… ¡Sheila! Era Sheila. Y llevaba todo

el pantalón ensangrentado, por no decir técnicamente todo

el cuerpo. Se notaba a la legua que las fuerzas le faltaban,

estaba ad portas de desmayarse. Uno abrió la puerta y

ambos entraron.

Pasado un rato salieron, ésta vez sin ella. Cerraron.

-En la celda K208. El recluso de la A172 se muestra

receptivo. Cambio-dijo uno, mientras echaban a andar.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

164

Cuando hubieron desaparecido de vista, Aloin se adelantó.

-No puedo seguir con esto-dijo Aloin, respirando

agitadamente al haberse visto casi cogido.

-Eres incapaz de luchar por lo que quieres-replicó Lowie

con aire frío.

-No, no es eso…-dijo Aloin inseguro acerca de su punto de

vista acerca de esa confusa situación.

-Entonces acompáñame-contestó Lowie.

Sin dar tiempo a Aloin para reaccionar salió del escondite y

se encaminó a la puerta de las mazmorras. Una vez en

frente de la chapa sacó de entre sus bolsillos una ganzúa

con la que se dispuso a forzar la entrada.

-¡No! ¡Ya basta! ¡Esto está yendo demasiado lejos!-dijo

Aloin.

-Confía… siente la libertad gritando dentro tuyo.

¿Consideras que realmente sientes lo que dices?-preguntó

Lowie, tras soltar un suspiro y mirar la puerta fijamente.

Con esas palabras consiguió el silencio por parte de su

interlocutor y, por ende, el tiempo suficiente para poder

forzar la cerradura. La puerta se abrió dócilmente sin emitir

ni un quejido.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

165

Ambos muchachos cruzaron una mirada y entraron, Aloin

primero y Lodewijk tras él, para dejar la puerta tal cual

estaba unos segundos atrás.

-Dijo la A172-susurró Aloin.

Lowie no dijo nada, se dirigió a paso seguro y silencioso,

como el de un elfo, hasta la celda señalada. La puerta

blindada de color gris le cortó el paso. Haciendo algo

habitual en él, sacó su ganzúa y forzó la puerta.

Le fue a recibir la imagen de un joven de diecisiete años

sentado en el suelo, con la pierna izquierda estirada y la

diestra flexionada, el brazo izquierdo sobre su rodilla;

rubio, de profundos y audaces ojos verdes, estatura regular,

cuerpo más bien fornido, ropajes pobres y aspecto

desaseado.

-Tú debes ser John-dijo Lowie tras cerrar la puerta tras

ellos.

Eso no causó que el interpelado le dirigiese la mirada.

-Lodewijk Sheefnek-se presentó extendiendo la mano-. Él

es Aloin Zwaan-continuó señalando a su amigo con el

pulgar.

Se detuvo a pensar que incluso era posible que ese

muchacho ni siquiera hablase el holandés tan bien como su

padre se vanagloriaba de haberle enseñado. Se dispuso a

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

166

hablarle en inglés, consciente de que su pronunciación era

pésima.

-John Morrison, es un placer-dijo el joven estrechando la

mano de Lowie por fin y dándoles la cara de una vez a sus

interlocutores.

Lodewijk se sorprendió por la pronunciación del muchacho.

Realmente, si era así de inteligente, aprendía tan rápido, era

mejor sacarle provecho.

-¿Qué les trae por aquí, caballeros?-preguntó mirándolos

con aire defensivo y poniéndose de pie. No mediría más de

un metro sesenta.

-Venimos a proponerte un trato-habló Lowie.

Aloin se alarmó un tanto al escuchar la conjugación de ese

verbo. “Venimos” eso quería decir que si le cortaban la

cabeza a Lowie también se la cortarían a él y lo peor es que

ahí estaba recién enterándose de aquello por lo cual había

salido del comedor, donde estaba tomándose

tranquilamente su café sin molestar a nadie… en fin, la vida

no es justa…

-¿Ah, sí?-preguntó John, intentando ser lo más impersonal

dentro de lo posible.

-Sabemos que el Contramaestre Sheefnek te tiene encerrado

aquí y sabemos el por qué-continuó Lowie.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

167

-No hay que ser un genio para descubrirlo-replicó John con

ironía.

-¡Eras libre! Llegaste libre gracias al Almirante y el

Contramaestre vio sólo un riesgo en ti, por eso te tiene aquí,

encadenado, como un dragón que necesita amansar para

poder estresar a tal nivel que cuando le necesite el ataque

sea certero. Mereces más que eso, amigo, pon atención. Tu

hora ha llegado-dijo Lowie.

-¿Y qué quieren? ¿Ser ustedes quienes liberen al dragón?-

preguntó John con sorna-.

-Escúchanos. O te unes a nosotros y obtienes la libertad, o

te quedas en las sombras y tu destino será negro, serás de

él…-dijo Lowie.

-Sean directos, no soy un mendigo a quien darle limosna-se

defendió el orgulloso John.

Su aspecto podía ser el de un mendigo, pero diecisiete años

había estado alimentando su orgullo; no dejaría de hacerlo

ahora.

-Te necesitamos. Eres el único que nos puede ayudar-

explotó Aloin entendiendo hacia dónde iba la situación.

-¿Y en qué les puede ayudar este dragón?-ironizó John.

-Lo sabes muy bien, John: motín. Eres el único que sabe

esto: el rumor se esparce y ya sabemos a quién cortar la

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

168

cabeza. Piénsalo: la libertad llama, ¿acaso no quieres ser

libre?-preguntó Lowie.

-Todo podrían hacerlo perfectamente bien sin mí-continuó

John.

-Debes escoger bando. Sabemos que quieres venir…-dijo

Aloin, siendo cortado en seco por Lowie.

-Eres un líder, no hay que ser un genio para darse cuenta.

Tienes al alma de la revolución corriendo por tus venas.

Lidera este motín y serás libre. Eres el único que nos puede

sacar de éste caos. Acepta participar y tus órdenes las

seguiremos todos-siguió Lowie con la pasión que le

caracterizaba.

-Está bien… váyanse, consigan la mayor cantidad de gente

que puedan. A la una de la mañana los quiero aquí-dijo

John.

-Un placer-dijo Lowie estrechándole la mano.

Después de eso Lowie y Aloin salieron del sector de las

celdas y dejaron todo tal cual lo habían encontrado.

Cuando ambos iban camino al comedor, Aloin volteó hacia

Lowie.

-Tu padre se entera de esto y nos mata-dijo.

-No tiene por qué saber-replicó Lowie.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

169

Seis horas después…

-Mi Suboficial-dijo Lowie.

El interpelado miró al recién llegado con cara de pocos

amigos. Ahí estaba Sheefnek, cuadrado al lado de la puerta,

muy ufano tras haberlo dejado durante seis horas a cargo de

un turno que no era ni suyo sin mediar explicación alguna.

-Cadete Sheefnek, ¿dónde ha estado que no ha cumplido su

turno predestinado?-preguntó.

Lodewijk entró en la disyuntiva de ponerse en posición de

descanso. Recordó luego que tenía que mantener las aguas

calmadas, no quería tener que perderse la primera reunión

de los amotinados. Optó por mantenerse en la fastidiosa

posición de firmes, aunque le pareciese un golpe similar al

de una bala de cañón atacando a su orgullo.

-Mi Suboficial, tenía asuntos que atender, además me he

sentido enfermo desde el día de ayer, no estaba en buenas

condiciones para venir-mintió Lowie.

-¿Y se ha sentido mejor, cadete?-preguntó el suboficial

bastante preocupado.

-Felizmente, sí-contestó Lodewijk-. Pero, por favor, no le

informe al Contramaestre.

-No se preocupe, Cadete. Ahí tiene el curso y las

indicaciones para su turno. Recuerde que si sigue

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

170

sintiéndose enfermo no debe dudar en llamarme y yo le

cubriré. Que tenga buena tarde-concluyó el Suboficial.

-Muchas gracias-dijo Lowie.

El Suboficial salió del Puente de Mando dejando solo al

muchacho, quien se puso inmediatamente en posición

relajada e intentó concentrarse en la pila de papeles y

palancas, botones y pantallas enfrente suyo.

Así transcurrió media hora en la que Lodewijk Sheefnek

estuvo a cargo del curso del navío.

¡Demonios! Había olvidado preguntarle al Suboficial por

qué no tenía compañero de turno, siempre los turnos en el

barco se hacían de a dos, sin importar la función o labor a

cumplir.

Y mucho menos iba a saber así quién era el idiota que tenía

que cumplir turno junto a él.

Así estaba en sus cavilaciones cuando sintió pasos en el

suelo metálico del pasillo de afuera. Más que rápido fingió

hacer algo productivo según la minuta que el gentil

Suboficial le había entregado cuando el rey de roma entró

en la sala.

No venía solo, venía acompañado de una llorosa Linda

Freeman. Lowie prefirió no tener que mirarla a los ojos.

Volteó la cabeza a la dama y se concentró en su trabajo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

171

Sintió que algo hablaban ella y el Suboficial, prefirió no oír

y concentrarse en lo que hacía.

Las traiciones duelen, en eso pensaba él… eso ocupaba su

cabeza sin dejar ni un milímetro para otro concepto que

viniese de fuera de su ser.

Sintió cómo chocaban las suelas de las botas de su superior

contra el suelo metálico. Alguien cerraba la puerta

blindada, seguramente se trataba de Linda.

-¿Sigues enojado aún?-escuchó cómo preguntaba aquella

suave y triste voz femenina.

Se limitó a no responder. Era lo mejor y así nadie saldría

herido. Continuó ignorándola, haciendo como si ella no

existiese, como si no hubiese nadie más en esa habitación.

Caminó de un lado a otro operando aquellas máquinas. Ella

no volvió a hablar. Así todo estaba mejor, en el silencio

gutural.

Al cabo de un rato golpearon la puerta. Linda fue a abrir,

Lowie estaba tan bloqueado que no conseguía enfocar su

cerebro fuera de su espacio corporal.

-Vienen a por ti-le indicó ella.

Sólo entonces se volvió. Sin agradecerle ni nada, salió del

habitáculo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

172

-¡Joder! Se te ve terrible-exclamó Aloin al verle salir.

-¿A qué vienes?-dijo Lowie, limitándose a no responderle

el agravio.

-Traigo noticias-indicó Aloin.

-Creí que estabas de turno-replicó Lowie con sorna,

sorprendiéndose de lo rápido que sus ideas ganaban

adeptos.

-Me he enterado de algo que de seguro nos servirá…-dijo

Aloin con aire de detective secreto.

-¿Ah, sí?-.

-Mujeres abusadas. El Contramaestre Sheefnek ha abusado

de mujeres de la tripulación desde que el Almirante murió,

incluso podría decirse que desde antes. Fíjate que cada

tanto una en una van desapareciendo de sus turnos, llevadas

por él; luego van a dar al calabozo por una semana y

después, cuando vuelven al rodaje ninguna de ellas es la

misma que antes-dijo Aloin.

-No tenemos pruebas de que realmente se las lleve para

abusarlas. Es lo obvio, pero sin pruebas estamos perdidos-

indicó Lowie, rogando a que su perspicaz amigo estuviese

errado.

-Bueno, yo sí tengo pruebas-dijo Aloin-: lo confesaron dos

cadetes que están encargados de resguardar el cuarto de

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

173

Sheefnek durante… digo… durante el acto y luego las

llevan casi con palas al calabozo. Dicen que ya no quieren

ver más sangre….-.

¡Sangre! Ahora todo calzaba. Sheila Zeeman no era una

marinera particularmente complicada, nunca se había hecho

merecedora de un castigo, pero sin embargo esa misma

mañana la había visto entrar ensangrentada a los calabozos

llevada por dos grumetes desde el pasillo que da hacia el

Camarote de Sheefnek.

-¿Quiénes son los cadetes?-preguntó.

-Vossen y Van Santen-dijo Aloin.

¡Demonios! Así que por eso llevaban a Sheila… ¡No podía

ser!

“-Vas a tener un hermano-.” Esa frase de Linda le comenzó

a repiquetear la cabeza.

Nada es lo que parece… Quizás… no, no quería ni

pensarlo.

-¿Tienes la lista de ellas?-preguntó Lowie.

-Aquí está, una a una han dicho que sí a esta noche-dijo

Aloin.

Lodewijk no puso atención a aquellas palabras, sólo leyó un

nombre: “Sheila Zeeman”.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

174

-Tengo que entrar, cualquier cosa vienes-indicó al menor.

-Claro-dijo Aloin.

Lowie no tuvo tiempo para ver cómo Aloin se alejaba a la

cafetería, entró huracanadamente al Puente.

-¡No sabes cuánto lo siento, Linda, debes ser fuerte!-dijo

abrazándola.

-Te enteraste de lo de Sheila, ¿verdad?-preguntó ella.

Él le miró con aire confuso.

-Ella tenía una relación con tu padre y quedó embarazada.

Anoche discutieron y hoy ella estaba enferma, él se

aprovechó de eso para llevarla a su cuarto… Cuando a mí

me llevaron al cuartel, ella llegó luego: había perdido a su

hijo. No te preocupes, que ya no tendrás un hermano, ella lo

perdió. Sheefnek la golpeó y… la violó-dijo Linda entre

sollozos.

¡Ahí estaba la madre del cordero! ¡Ahora todo se volvía

completamente claro frente a sus ojos! Sheila entrando en

los calabozos ensangrentada por la pérdida y la violación…

¡Maldito! ¡Una y cien mil veces maldito su padre! Y Linda

llorando por su amiga y él, el único que podía ir hasta ese

maldito camarote y acabar con la situación no había hecho

nada, sino salir huyendo antes de conocer toda la historia.

¡Cómo se odiaba a sí mismo por ello!

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

175

-¡Soy un idiota!-dijo agarrándose la cabeza con ambas

manos.

-No fue tu culpa-intentó calmarle ella, incapaz de guardarle

rencor-. Yo debí haberte dicho todo desde un principio, no

irme con rodeos.

-¡No puedo culparte! Era algo difícil de decir-dijo él

sintiéndose el ser humano más idiota de toda la Tierra sin

importar la época.

-Ahora ella está en el calabozo… No saldrá de ahí hasta la

próxima semana, creo, hasta cuando no haya indicios de la

pérdida, excepto sus traumas que deberá callar-dijo ella.

-¡Maldito Sheefnek! ¡Hijo de…!-bramó Lowie.

-Es tu padre y no hay nada que puedas hacer-dijo ella

poniéndose de pié.

-Sí, sí hay algo que puedo hacer al respecto… Ayúdame-

dijo él con aire enfermizo.

Tras eso, por media hora, ni una sola mosca voló dentro del

Puente de Mando. Linda Freeman miraba atentamente a

Lodewijk Sheefnek sin dar crédito a lo que oía. Lo creía

capaz de todo, sí, de eso no cabe duda; un muchacho liberal

como él no es de estarse quieto frente a las injusticias.

Pero… pero, no podía creerlo. Estaba dispuesto a asesinar a

su propio padre, a su propia sangre.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

176

Motín, esa palabra repiqueteaba en su cabeza.

Aquel hermético muchacho había procedido a comentarle

todos y cada uno de sus planes y eso no era de esperarse. Le

tenía confianza, eso quería decir: él no era de confesarle

una idea tan riesgosa e importante como esa a cualquier

persona.

Motín, estaba invitada a la medianoche, él iría a por ella

unos minutos antes al camarote.

Se lo había confesado y no podía fallarle. Estaba furiosa, la

sed de venganza bebía de sus labios… no, no podía dejar

pasar aquella única oportunidad.

A la medianoche de aquel aciago día ninguna estrella

titilaba en el negro cielo. Exactamente a la misma hora uno

a uno comenzó a salir de sus habitaciones y puestos de

trabajo.

Cuidadosamente velaron porque ningún puesto quedase

vacío; intentaron disimular el complot que nacía en sus

almas sedientas de justicia.

En la penumbra de los metálicos pasillos del Evertsen uno a

uno comenzó a andar, vaciando el bajel.

Cubiertas se llenaron y vaciaron sin que nadie ajeno al

movimiento pudiese detectar aquel extraño fenómeno.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

177

Y uno a uno por su cuenta llegó a la cárcel de la última sub

cubierta.

Cuando la hora se cumplió Lodewijk Sheefnek se abrió

paso por entre la muchedumbre. Ya se había armado un

cierto aire místico en aquella zona del bajel. Algunos

fumaban apoyados en las paredes, otros charlaban en voz

baja, otros bebían alcohol.

Con Aloin a su lado se aproximó a la puerta y, tras forzarla,

la abrió. Cuando todos estuvieron dentro se cercioró de

haberla dejado bien cerrada. Tras eso se encaminó a la

celda en la que estaba John Morrison. Cuando iba a abrirla,

sintió como golpeaban de la celda de Sheila.

Sin dudar abrió. Si un carcelero estaba haciéndole daño a la

mujer ya era hora de que dejara de hacerlo. Adentro sólo

estaba ella.

-Tengo algo que decir al respecto-apuntó ella sin siquiera

saludar.

Él se sentía culpable a morir, presintió una sed de venganza

en la mirada desgarradora de la mujer, no podía negarle

eso.

-Ven-indicó.

Dios sabe cómo los casi cien congregados cupieron en la

diminuta celda donde John les dio los nuevos pasos a

seguir.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

178

Y juntos llegaron a la conclusión de que Liselot Van der

Decken debía hacerse grumete… con ella de palo blanco

estaban listos para el ataque desprevenido.

Uno a uno se retiró sin ser visto. Nadie supo de ese

encuentro.

Y la mañana siguiente la mentada muchacha se presentó en

el despacho del Contramaestre Dirck Sheefnek a ofrecer sus

servicios.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

179

Capítulo 11: “Y Verás Que en la Vida Hay Que Sufrir”.

Nota de Autora:

Ahoi a todo el mundo. Mi humor ha aumentado

considerablemente gracias a vuestras lecturas, es algo de

veras muy considerado de su parte.

Además, Mägo de Oz, mi banda favorita ha sacado disco.

Se suponía que lo liberaban en Navidad, pero el domingo

01 de diciembre me enteré que lo sacaban el 03 de

diciembre. Comprenderán que me puse muy feliz. Celtic

Land es su nombre y está de veras maravilloso, nada que

ver con el disco anterior que sacaron que estaba muy malo

para mi gusto.

Así que, vayan buscando “Pagan Party”, track 07 del disco

01 de Celtic Land, porque es la canción de capítulo.

Pero, algo que me tiene de veras de malas, es que el estreno

de “El Hobbit: La Desolación de Smaug”, una película que

vengo esperando desde junio, se ha pospuesto en Chile (que

es donde vivo) del 12 de diciembre al 26 de diciembre…

¿No creen que es mucho? Bueno, igual la iré a ver, ¿qué

tanto?

Otra cosa que me ha puesto como Kraken es que para un

informe de Física para el Liceo mis compañeros de grupo

no me han enviado sus partes y he tenido que hacer todo yo

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

180

sola. Afortunadamente el profe me ha permitido separarme

del grupo.

La frase que da título a este capítulo está sacada de uno de

los versos del coro de “No Queda Sino Batirnos”, canción

que os debe tener hasta la coronilla de tantas veces que la

he puesto como canción de capítulo. Bueno, a estas alturas

debéis entender que no me pertenece, que es única y

exclusivamente de la banda española de folk metal céltico

Mägo de Oz.

El presente capítulo está dedicado a una gran amiga mía de

nombre Alejandra “Janita” Arriagada, quien cumplió

quince años el 02 de este mes. ¡Felicidades, Jan! ¡Qué

cumplas muchos años más! Y que cuando tengas algún

problema tomes el ejemplo de este capítulo: siempre hay un

plan “B”.

Otra cosa, en este capítulo hay una alusión clara al Espejo

de Galadriel… bueno... sólo por el funcionamiento del

mentado artilugio, no es que aparezca el espejo de la Dama

de la Luz, sino que aparece un objeto que permite ver

escenas de distintas épocas y personas de una forma

bastante similar. El Espejo de Galadriel no me pertenece, es

de Tolkien, pero el objeto que acabo de crear literariamente

hablando, sí ha salido de mis neuronas locas. Gracias por

leer todo esto, con vosotros “Y Verás Que en la Vida Hay

Que Sufrir”.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

181

Dirck Sheefnek azotó con una furia desmedida su vaso de

Whiskey contra el suelo de baldosas de su camarote. De

más está decir que el vidrio se hizo trizas y que todo el

líquido se derramó por cualquier parte.

Lo primero le importó un pimiento, él no era quien iba a

tener que limpiar todo ese desastre. Pero lo segundo

realmente lo puso más furioso si es que era posible enojarse

más.

-Cabeza fría, Dirck, tú eres el mejor-se dijo a sí mismo.

Caminó hasta la licorera y se sirvió otro vaso idéntico al

anterior. Bebió un par de tragos saboreando el fuerte licor.

Echó a andar como león enjaulado por el camarote y optó

por sentarse en su lustroso sofá negro de dos cuerpos.

Ya no quedaban pertrechos si no hubiese caso oír. Hacía

dos meses que había hecho abortar a Sheila. Se preguntó

qué hubiese sucedido si él no hubiese actuado de esa forma

tan vil y disoluta. Ella ya estaría de cinco meses…

Y, desde antes de eso que no se abastecían, es decir, iban

para los tres meses sin recoger provisiones.

Estaban en el Mar Caribe, lugar transitadísimo que bullía de

comercio legal e ilícito. Pero su orgullo le impedía

abastecerse de factibles piratas o convertirse en uno para

sobrevivir. Prefería morir de hambre pero con honor, si es

que algo de honor le quedaba…

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

182

Cupo en la cuenta de que se había acabado el Whiskey. Fue

a por otro y volvió a sentarse. Y ahí se quedó cavilando

sobre lo que lo había llevado a ser el desprestigiado

Contramaestre Dirck Sheefnek.

Dos meses antes…

La puerta del camarote de Dirck Sheefnek fue golpeada con

suavidad.

-Mi Contramaestre, ¿puedo pasar?-preguntó una voz que

delataba a una mujer joven del otro lado de la puerta.

-Adelante-dio su permiso, preguntándose de quien se podía

tratar a las ocho de la mañana.

Grande fue su sorpresa cuando una tímida Liselot Van der

Decken ingresó cerrando la puerta tras sí. ¡¿Qué hacía esa

joven levantada tan temprano?! ¿Por qué estaba en su

camarote? ¿Qué quería de él? Un mal presentimiento surcó

su mente.

La muchacha botó sin querer una figurita de la mesa

alcanzando a cogerla en el aire justo antes de que se hiciera

trizas. Sonrió estúpidamente dejándola en su lugar.

Todo mal presentimiento se disipó de la mente de Dirck.

Una muchacha así de infantil e idiota según su forma de ver

no era ninguna contraparte para el gran Contramaestre del

Evertsen.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

183

Dejó las cartas de navegación y el GPS sobre la mesa.

Quizás una amena charla con la jovencita disipase de su

mente la ira por el no funcionamiento del GPS y el mensaje

de “No Hay Señal”.

Solícitamente fue hasta la licorera a servirle un vaso de

Whiskey a ella también.

-No, muchas gracias-dijo ella.

Sin importar lo que ella dijese, le sirvió un vaso y le llevó

una silla, viendo en ella una potencial presa.

-Dígame, ¿qué se le ofrece, señorita Van der Decken?-

preguntó.

Liselot se alarmó por el tono de voz de su contraparte,

previendo que estaba fingiendo para ella un rol de buen

samaritano. Se alertó y deseó huir. Se hubiese ido si no

hubiese recordado las recomendaciones de Lowie. “No te

dejes engañar, mantén claro a qué vas”, le había dicho.

Tenía que hacer justicia.

-¡Modales los míos!-dijo él, siguiendo con su juego-.

Siéntese, por favor-le indicó la silla.

Cuando ella se hubo sentado, le puso el vaso de Whiskey

entre las manos. “No le recibas nada de comer ni beber,

puede intentar drogarte si adivina tus intenciones”, había

dicho Lowie.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

184

-Dígame, ¿qué puedo hacer por usted?-inquirió el

Contramaestre.

Liselot tomó aire, tratando de parecer nerviosa. No le fue

difícil, de veras estaba asustada. Estar sentada frente a ese

hombre no le gustaba nada. Pero tenía que hacer algo por

los hombres del Evertsen. Todas las esperanzas de esos

marines recaían sobre cuatro personas: John Morrison,

Aloin Zwaan, Lodewijk Sheefnek y Liselot Van der

Decken.

-Verá, Contramaestre, muchos de sus hombres han muerto,

los heridos son más que los que pueden luchar y servir…-

dijo sin alcanzar a terminar.

-¡¿Y qué puedo hacer?! ¿Aliarme con piratas?-replicó

Sheefnek con sorna, cayendo inmediatamente en su error-.

¡Oh! Lo siento, señorita, pero verá, usted viene con toda la

idea de continuar el legado de su difunto padre y eso me

descompone sobremanera, ¿por qué no, mejor…?-interrogó

quedándose en el limbo, con la idea fija de llevársela a la

cama lo antes posible.

-He venido a proponerle un trato-se le escapó.

-¿Sí?-preguntó Sheefnek con lascivia, sintiendo que la

chica se ofrecía en bandeja de plata.

Se acercó suavemente a la chica, la que se parapetó del otro

lado de la mesa que les dividía.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

185

-Sí. Me gustaría servir en el navío-dijo ella, recordando

todas y cada una de las cosas que Lowie y John le habían

dicho.

-Para qué hacer trabajar a tan bella muchacha, con vuestra

presencia sois más que suficiente-dijo, acercándose a la

muchacha que comenzaba a asustarse.

Le parecieron deliciosos esos labios curvados por la

incertidumbre, aquellos ojos sesgados por el miedo y ese

cuerpo agazapado.

-Me parece mal estar libre todo el tiempo, cuando todos

arriesgan sus vidas y corren de aquí para allá-explicó ella.

-Sed mi secretaria personal, entonces. Ya hacéis los talleres

y podéis ayudar en la cocina-dijo Dirck con una sonrisa

sardónica.

A Liselot no le gustó nadita el rumbo que tomaban las

cosas. Antes, probablemente no hubiese entendido la

indirecta, pero ahora comprendía completamente a qué se

refería el contramaestre.

-Preferiría…-fue cortada por un vozarrón.

-Viniste a pedir trabajo y te lo he dado-dijo Sheefnek

tomándola por los hombros.

-He venido a pedir que se me dé el cargo de Cadete-dijo

Liselot con voz firme y segura.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

186

Nunca supo de dónde sacó el valor para pronunciar esa

frase tan simple y tampoco supo cómo los labios del

Contramaestre cubrieron los suyos y cómo la lengua de ese

hombre tan despiadado se hundió en su boca hasta ese

momento inexperta. Abrió los ojos, asfixiada. No podía

entender, pero comenzaba a odiar por primera vez.

Afortunadamente, golpearon la puerta. El Contramaestre la

miró con un airecito cómplice y dio su permiso. Entró un

Oficial.

-Espere-dijo Sheefnek.

Fue hacia un gabinete y, de una de las muchas carpetas,

sacó una forma, garabateo los datos sugeridos y puso su

firma y timbre en la parte de debajo de la hoja.

El oficial y Liselot se miraron el uno al otro.

-Listo, vaya por el uniforme, desde ahora es la Cadete Van

der Decken y dese prisa, su primer turno es a las 9:00,

entregue el papeleo al Suboficial.-dijo extendiendo la hoja a

Liss.

Liselot salió disimulando perfectamente bien. Los ojos los

tenía llorosos, lo sabía, pero tenía que llegar a su camarote,

ir a por ropa, entregar el papel y todo antes de las nueve que

ahí le dirían en qué punta del bajel tenía el turno.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

187

¡Vaya! Estaba aprendiendo a priorizar. Y en su corazón

primaba la racionalidad y tras ella la humillación que

sentía. Humillación que no quedaría impune.

Chocó contra alguien o algo. ¡Vaya! Seguía siendo tan

despistada como siempre.

Levantó la vista. ¡Rayos! Era Lowie… ahora tendría que

abrir su herida y… el tiempo se acababa.

-Eres despistada, pero jamás miras el suelo. ¿Qué pasa?-

preguntó Lowie enarcando una ceja.

-No estoy de humor-dijo ella pasando de largo.

-No te reconozco en tus palabras-dijo Lowie.

De veras que ella tampoco se reconocía a sí misma en esas

palabras. No sabía por qué le hablaba así a Lowie, sabía

que podía confiar en él. “El tiempo se agota”, canturreó su

mente. Era la escusa más fácil, pero no era cierta. Tenía

miedo de lo que fuese a pasar, sabía que un ataque de ira en

esos momentos era lo peor que podía pasar.

Lowie la miró de pies a cabeza. Vio que llevaba un papel.

Sin más se lo arrebató y vio la firma de su padre al final de

la hoja.

-¿Qué te hizo?-preguntó con la mirada fija en los ojos de su

amiga.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

188

Liselot no se pudo contener y cayó en el hombro de Lowie.

El muchacho sintió cómo las lágrimas de su mejor amiga se

escurrían por su camisa.

Liss no era de llorar. Era sensible e infantil. Siempre

encontraba el lado bueno de las cosas, siempre se

concentraba en las cosas buenas. Expulsando lo que le

hiciera daño de sus primeras prioridades. Nunca lloraba, a

menos que fuese algo de veras grave.

La abrazó y le masajeó la espalda. Madurar era un proceso

doloroso y él lo sabía mejor que nadie. Por eso no había

querido que ella madurase, por eso ella era así de alegre,

jovial, infantil, dulce, inocente y sensible. Pero ahora se

había topado de golpe con la realidad.

No podía dejarla sola en eso…

-¿Qué te hizo?-preguntó.

-Es la persona más indecente que jamás conocí-dijo ella.

-¿Qué te hizo?-preguntó de nueva cuenta.

-Me besó-dijo ella.

Para Liss eso había sido terrible. Pero había cosas peores y

él lo sabía. Quería decir que ella seguía siendo tan sensible

e inmadura. Aún así le dio una rabia feral lo que su padre

había hecho.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

189

-No te duela lo que ese monstruo hizo. Tendrás la

oportunidad de decidir sobre su destino como él se ha dado

el lujo de decidir sobre el de todos-dijo Lowie.

Liselot se secó las lágrimas y levantó la cabeza. Lo que

Lodewijk vio entonces, no lo olvidaría jamás: en los ojos de

su mejor amiga, que hasta ahora había sido tan dulce, se

cernía el deseo de venganza, la crueldad y la ira.

-Ya verá-dijo ella.

Estaba aprendiendo a odiar. Si algo bueno quedaba en ella,

desaparecería. Tenía que detener eso. Muy útil podía ser

Liselot así, pero primero estaba el alma de su mejor amiga.

-¿Traes lo que te dije?-preguntó, para cambiar el tema.

-Sí, lo tienes en tu mano. Mi primer turno es a las nueve-

indicó ella.

Se enlazaron de los hombros y riendo echaron a andar. El

Oficial salió del camarote de Sheefnek en ese momento y el

ponzoñoso hombre saboreó su copa de Whiskey pensando

que Liselot le servía más si le daba confianza y le daba el

gusto con pequeñas cosas. Ya vería cómo vengarse de la

ralea Van der Decken.

O7 de junio de 2008…

Aliet abrió la puerta de su casa con total cansancio.

Arrastró su equipaje dentro utilizando una fuerza

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

190

sobrehumana. ¡Decidido! Cuando volviese a viajar, iría con

una sola muda. O nunca más escribiría un libro gracias al

cual la llamarían desde París para ir a promocionarlo a la

Ciudad del Amor.

Había querido ir con Niek, pero a él lo ascenderían justo en

esa época, así que había tenido que ir solita a publicitar su

libro sobre la psicología de los adolescentes. Tenía tres en

casa, era una experta.

¡Maldita sea! Nadie venía a ayudarla con todo su

cargamento… ¡Vaya gentileza!

-¡Señora Aliet!-exclamó la nana.

Sin más, aquella mujer regordeta cargó con todas las

maletas de su patrona hasta la segunda planta.

Aliet fue a la cocina a por un vaso de jugo. ¡Qué extraño!

Liselot debería de estar ahí dándole un mega abrazo y las

gemelas deberían de haber llegado a arrancársela de raíz.

-Feliz cumple, ma-dijo Sophie, quien estaba extrañamente

de pésimo humor.

-No le digas eso, cínica. ¿Qué tal la gira, ma?-preguntó

Ivanna.

-Bien-dijo Aliet.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

191

No en vano era psicóloga, podía notar a la legua cuando

algo andaba mal con alguien y aquí sus dos gemelas le

estaban ocultando algo.

Se sentó en la mesa de la cocina con su mentado vasito de

jugo de naranjas. Las gemelas se habían cargado con los

helados.

-¿Dónde está Liselot?-preguntó.

Silencio gutural…

-¿Aún no sale de clases?-preguntó.

Consultó el reloj. No, ya eran las siete de la tarde.

-¡Vamos! ¡Díganme algo!-dijo mirando alternativamente la

una a la otra.

-Dile tú, tienes más tacto-dijo Ivanna a su gemela.

-Tú eres más directa-la elogió Sophie, evidentemente

incómoda con la situación.

Tal como Sophie pensaba, Ivanna rodó los ojos y decidió

acabar el tema de una sola vez.

-Liselot y papá desaparecieron-dijo, tras tomar aire muy

hondo.

La cara de su madre fue indefinible.

-¡¿Qué?!-dijo cuando finalmente pudo recobrar la voz.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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-Desaparecieron…-repitió.

-¡¿Cómo?!-preguntó Aliet, sintiendo que la vida se le iba.

-Tras el ascenso de papá, él se fue en su barco al día

siguiente a Somalia. Lo rastrearon y, de la nada, le

perdieron el rastro. Nunca lo pudieron volver a conectar-

dijo Ivanna.

-A Liselot la sentimos esa mañana salir de casa casi

después de que papá se fue. Nunca más supimos de ella-

completó Sophie-. Nunca la volvieron a encontrar.

-Dios Santo, Dios Santo-dijo Aliet.

Las tres sucumbieron a llorar. No había esperanza ni

destino así.

A esa misma hora, pero en un lugar y tiempo

completamente distintos, Liselot se miró al espejo. Por

primera vez en toda su vida no se reconoció

Ya no llevaba su blusa de hombro caído ni sus jeans ajados,

tampoco sus zapatillas.

Una metralleta al hombro, un uniforme verde, unas botas

lustrosas y negras.

Nada de especial tenía todo aquello… excepto esa piocha y

ese listón con belcro, ambos en su pecho: Cadete Liselot

Van der Decken.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

193

No, no era la misma, definitivamente no era la misma.

-Liss, tu segundo turno-sintió que Lowie decía desde

afuera.

Tomó aire y salió rumbo a su segundo turno del día.

-Mamá…-dijo Ivanna golpeando la puerta.

-Mamá-canturreó la voz de Sophie.

La voz de ésta última intentó sonar divertida, pero la

situación vivida hace un rato le impedía serlo. La noche

caía sobre Ámsterdam y una feria de verano se iba a

inaugurar en un Boulevard de la ciudad.

Aliet abrió la puerta del cuarto que antes compartiera con

Niek. Lágrimas secas se cernían sobre sus anchos pómulos.

-Mamá, de nada sirve llorar-dijo Ivanna.

Aliet intentó secar las lágrimas con el dorso de la mano,

aunque fue inútil.

-Mamá, hoy es tu cumpleaños. ¿Qué tal te parece si vamos

a la Feria de Verano y cenamos ahí?-propuso Sophie-.

Descuida, que esta vez los pagos corren por nuestra cuenta.

Eso sólo le hizo ganarse un palmetazo por parte de su

hermana, quien hubiese indicado gustosa a su gemela que si

quería pagar ella no había problema, pero que no la

incluyese, si su madre no hubiese estado presente.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

194

-No, gracias, chicas. Id solas si queréis-dijo Aliet.

-Pero mamá-reclamó Sophie.

-¡He dicho que no!-gritó Aliet, cerrando extrañamente

furiosa la puerta tras sí.

Otro palmetazo para Sophie.

-Ya, si yo también lo siento-se disculpó.

-Por tu culpa no iré a la inauguración-le soltó su oportunista

hermana.

-Vamos, total la nana se queda con mamá-dijo Sophie.

Luego de eso el par de gemelas se emperifolló como era

usual en ellas y salió rumbo a tomar el metro y, tras hacer

como diez mil trasbordos, llegaron a un escenario gigante al

final del Boulevard.

-Interesante… espero no haber olvidado los pies en casa-

bromeó Sophie.

-Comencemos por ahí-dijo Ivanna señalando con el índice

una carpa a su diestra.

Uno de los cientos de puestos que pretendían visitar esa

noche.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

195

Liselot salió medianamente reventada de su turno nocturno.

No podía haberle tocado un mejor puesto que el de vigía en

el peor horario: comenzaba a caer la noche, no se veía nada,

le dolía la vista de tanto forzarla y no pasaba absolutamente

nada en altamar. ¡Dios! ¡Que ya se venía durmiendo!

Por precaución tomó la ruta larga. Hubiese sido muchísimo

más fácil haber cruzado por el pasillo hacia el cual daba el

camarote del Contramaestre. Pero… podía verla.

Si tenía miedo, que al cabo le preocupaba la situación,

podía pasar corriendo. Nadie dudaría que eso se atribuyera

a su aire infantil, pero todos comenzarían a preguntarse…

¿por qué ella reaccionaba así al pasar por ahí? E,

inextricablemente, comenzarían a indagar más de la cuenta.

No podía levantar sospechas y, como el flojo del

Contramaestre apenas salía de su camarote, podía tomar la

ruta larga sin mayores inconvenientes excepto cansarse

más.

Su decisión la sorprendió un tanto. Comenzó a notar que su

madurez le quitaba lo intrépida que hasta ahora había sido,

le quitaba aquella ciega valentía que antes era característica

suya.

¡Demonios! ¡Quería tirarse a dormir un rato! Llegó a su

camarote y entró. Cerró rápidamente para cerciorarse que

nadie la siguiese y se colase dentro.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

196

Se tiró en la cama y se disponía a dormir cuando su

teléfono rengueó. En voz alta se preguntó cómo a esa cosa

le quedaba batería… bueno… Sheefnek era tan obstinado

que hasta cebollas le echaba al transformador energético y

eso hacía que todos estuviesen medio muertos de hambre

pero con celulares cargados.

-¿A qué hora vienes?-se escuchó la urgida voz de Lowie del

otro lado del parlante.

-¿A dónde?-preguntó ella sin recordar nadita de nada.

-Reunión, hoy, medianoche… ¿te suena? ¡Liss! ¡No digas

qué lo olvidaste!-se desesperó Lowie.

-¡Ya voy!-dijo ella cortando.

Una vez que su IPhone acusó que la llamada había

terminado, maldijo con toda su alma… probablemente era

la primera maldición que decía en su vida y por eso le sonó

extraño.

Sin más, acostumbrada a no poder dormir, se marchó a las

mazmorras.

Sophie e Ivanna caminaron hasta la tienda señalada

anteriormente. Su madre a esas horas dormía, según les

avisó la nana por mensaje de texto. Corrieron la cortina de

la entrada.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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Encontraron adentro, en la penumbra, a una mujer. Estaba

sentada en un raido taburete en frente de una mesa en la

cual había una bandeja y un jarro de plata.

Decía llamarse Naomie. Las mentes de las chicas volaron a

su hermana… esa era una vil coincidencia del destino…

pero esta bruja sí existía. Naomie… eso decía la piocha

colgante que llevaba.

Era muy alta y delgada, de tersa piel mate. Sus ojos

avellana fulguraban ante el brillo del agua. El cabello negro

lo llevaba peinado con un pañuelo y estaba vestida con una

polera blanca, muy similar a una túnica, y unos pantalones

blancos holgados. Llevaba sandalias negras y un anillo de

oro en el anular izquierdo.

-Entrad, sin miedo-dijo su voz suave y sensual.

Ambas gemelas se miraron con sus mejores caras de “¿En

qué nos hemos metido?” y entraron.

La mujer destapó de un tirón la bandeja. Sacó agua de un

bidón y la puso en el jarro… Comenzó a entonar un antiguo

cántico en un idioma que las niñas no pudieron entender,

pues no comprendían el griego ni la adoración a la Diosa

del Mar.

Vertió el contenido del recipiente en la bandeja de plata.

Posó su mano izquierda sobre el agua, la cual tomó luz

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

198

propia, volviéndose de un plateado brillante, como una

estrella líquida, traspasando todo a su paso.

Sin apartar su mano ni su energía del recipiente se volvió a

las gemelas y dijo:

-Esta bandeja podrá mostraros eventos del pasado, del

presente y del futuro. No temáis en pensar en quién queráis

para saber lo que pasará con esa persona, si veis su futuro

podéis ayudarle a cambiarlo-dijo.

Ambas se acercaron.

-¿Queréis ver?-.

Las chicas se acercaron más.

-Depende de cuánto cueste-indicó Sophie.

-Claro que queremos-dijo Ivanna dándole un palmetazo a

su hermana.

Ambas gemelas concentraron sin querer sus mentes en su

hermana Liselot. El agua comenzó a enturbiarse,

volviéndose cada vez más plomiza. Cuando alcanzó su

punto máximo, el ambiente se puso de veras tenso.

Un par de segundos transcurrieron así y una fuerte

luminiscencia sobrevino a dicha tensión, dando la

impresión a las chicas de que la presión, llegado su cénit,

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

199

había producido una explosión dentro de la bandeja y que el

agua había estallado.

Aquellos rayos dorados iluminaron toda la estancia por

unos momentos para luego desvanecerse suavemente en el

aire.

Cuando todo volvió a su estado normal, en la superficie del

agua se vio formada la imagen de un navío que ambas

reconocieron como el Evertsen navegando frente a las

costas de Ámsterdam en un amanecer.

Ambas se sobresaltaron: resonó un estruendo y solo

pudieron apreciar el mar, era como si las aguas se hubiesen

tragado al Evertsen. Acto seguido una seguidilla de olas

perturbó la superficie del agua hasta que la imagen del mar

desapareció por completo.

Cuando el agua se tranquilizó, vieron a un hombre con

ropas del siglo XVIII en la cubierta del Evertsen frente a su

padre, le decía la fecha: 31 de mayo de 1715. Lo que ellas

no sabían era que se trataba del Capitán Jack Rackham.

Sobrevino a esa imagen lo siguiente: vieron a un hombre

maléfico sonreír. Era un pirata del siglo XVIII y él mismo

se delataba. Lo que ellas no sabían era que se trataba del

pérfido Olonés. Y acto seguido le vieron dar la orden de

disparar contra el Evertsen y oyeron los cañones de

L’Olonais resonar en el casco del navío holandés.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

200

Otra imagen se formó: su hermana Liselot disparando

frenéticamente en la borda contra el navío del pérfido

capitán que habían visto hace unos segundos.

Y vieron algo más: su padre morir en brazos de su hermana

mayor en medio del fragor de una batalla. Cerrar sus ojos,

ver a Liselot llorar desconsolada. Al lado suyo un irascible

Lodewijk mirando con sus ojos llenos de profundo odio al

pirata que yacía desmayado y que ellas reconocieron como

el que habían visto recién. Cañones resonar, ametralladoras

también y gritos desgarradores que proferían los hombres y

mujeres al morir.

Contuvieron el aliento… su padre moría y ambas podían

sentir que ya había muerto, sus corazones se lo decían.

Las lágrimas comenzaron a caer una tras otra. Naomie

quiso preguntar si deseaban seguir viendo o si ya había sido

suficiente, pero entendió que ellas necesitaban saber la

verdad de buen recaudo. Pudo ver en la penumbra de la

habitación cómo ambas hermanas se abrazaban dándose

mutuo consuelo y condolencias.

Una imagen se formó con mayor claridad y nitidez. Ambas

pudieron ver una prisión. No era una prisión cualquiera,

sino que era metálica y amplia, dentro de ella, como un

laberinto, se subdividían cada una de las celdas diminutas.

Reconocieron aquella estancia como los calabozos del

Evertsen, la vista desde las alturas cesó y sintieron como si

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

201

cayesen de golpe dentro de uno de los minúsculos cuartos.

Era como hacerle zoom a una fotografía panorámica.

Dentro de la pequeña celda se congregaban decenas de

personas, eran los supervivientes de la tripulación

holandesa. Eran más de cien, quizás. No tenían idea cómo

tantas personas eran capaces de entrar en una pieza tan

pequeña. Sus dudas pasaron a segundo plano cuando vieron

sobre el camastro a su hermana Liselot con un rostro

furibundo y maduro como jamás la habían visto. La

enlazaba por los hombros Lodewijk Sheefnek con una

expresión igualmente seria. Un paso más adelante estaba un

muchacho de origen inglés y un paso más adelante que él se

posicionaba Sheila Zeeman quien hablaba con aire serio,

casi de líder.

Justo en ese instante comenzaba a formarse un alboroto

entre los oyentes.

-¡Callaos! ¿O queréis que Sheefnek siga dejándoos sin

comida ni dignidad?-gritó la mujer. A sus palabras todos

conservaron la calma y el silencio de nueva cuenta-. Como

os decía, tengo una llave de un cuartucho abandonado. Me

la dio Sheefnek cuando éramos pareja con el fin de que le

ayudase a custodiar algunos recursos que pensaba

compartir conmigo, los cuales nunca llegaron. En

resumidas cuentas, ese cuartucho me pertenece y es lo

suficientemente amplio como para emplearlo de bodega.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

202

-¡¿De qué nos sirve una bodega si no tenemos qué guardar

en ella?!-gritó un tipo desde el fondo de la sala.

Lodewijk, Liselot y John menearon la cabeza con aire

molesto.

-Primero, cállate o baja la voz, que si sigues chillando nos

van a oír. Segundo, tengo la llave de la bodega personal de

Sheefnek, de ella podemos sacar recursos suficientes como

para abastecernos en épocas de crisis. Si comenzamos a

robarle progresivamente podríamos obtener víveres

suficientes. Armas, comida, agua, electricidad.

-Pero si nos sorprende vamos a volver a foja cero-discutió

el tipo que anteriormente había hablado, expresando así que

el plan de Sheila no lo convencía en lo más mínimo.

-Parece que usted, caballero, no está acostumbrado a las

épocas de pobreza ni a correr riesgos por un ideal-añadió el

siempre apasionado John Morrison-. Si actuamos de forma

inteligente ese tirano no habría de darse cuenta de lo que

estamos haciendo y si se percata, ¿caso nos reunimos aquí

para darle el gusto? Hasta donde yo recuerdo nos estamos

reuniendo para promover un motín, señores. Y todo se

solucionaría si cada uno de nosotros guarda en dicha

despensa comunitaria una parte de su ración diaria de

municiones y víveres. Ahora no la necesitamos, pero más

adelante sí.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

203

-Lo mismo con los recursos tecnológicos, siempre son

útiles-indicó el eternamente práctico Lowie.

-Y bien, ¿alguien se opone a lo propuesto por Sheila

Zeeman? De ser así, que proponga pues alguna idea para

suplir la falla que presente el plan de ella para que sea

aprobado por la Asamblea-indicó John.

No se movió ni una mosca.

-¿Nadie?-todos menearon la cabeza-. Se aprueba, pues.

Y, finalmente, las cansadas Ivanna y Sophie pudieron

apreciar la imagen de Sheefnek bebiendo Whiskey como si

no hubiese un mañana y rumiando oscuros planes en su

camarote.

-Bien, se ha acabado todo por hoy-indicó Naomie.

Ambas muchachas se apartaron con los ojos llorosos de la

bandeja.

-La paga es de 10 Euros-indicó.

Ivanna sacó de su bolso la mentada cantidad y se la entregó

a la pitonisa.

-Descuida, debe de ser un timo-dijo a su hermana al salir.

Recorrieron la feria y comieron con aire ausente.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

204

Dos meses después, Sheefnek bebía su Whiskey sin saber

que todo había sido observado por dos muchachas ansiosas

y sedientas de verdad. Sin saber que ese día todo iba a

cambiar.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

205

Capítulo 12: “La Decisión Ha Sido Tomada”.

Nota de Autora:

Ahoi a todo el mundo, Feliz Navidad, amigos. Espero de

todo corazón que os lo hayáis pasado bien en estas fiestas

(todavía nos falta el Año Nuevo… ¡súper!).

Estoy con el alma dividida entre la ira y la felicidad…

Ira, porque después de esperar desde junio y soportar todas

las jugarretas de la distribuidora, no he podido ir a ver “El

Hobbit: La Desolación de Smaug” al cine y he tenido que

consolarme con descargar el libro y leérmelo vía celular y

escribir un fanfic de “El Señor de los Anillos”. Si os

interesa, está en Fanfiction.net bajo el nombre de

“Foruldum”.

Y felicidad, porque al fin este lunes he salido de clases (un

poco más y celebramos Navidad en clases de Biología). Lo

bueno es que no tengo que soportar más el infierno en la

Tierra hasta Marzo próximo. Y por fin vuelven las épocas

en las que actualizo todos los días… no, no es una broma

del Día de los Inocentes, es la pura y santa verdad… ¿A

que no es maravilloso?

Bueno, el capítulo que se viene ahora es un tantito confuso,

así que coloquen todos sus sentidos alerta… Es lo que yo

llamo un capítulo decisivo, en el cual hasta la más mínima

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

206

acción, voluntaria o involuntaria, puede influir en los

destinos de todos.

No se me ocurre qué más decir… ¡Ah! La canción de

capítulo es “Si Tu Alma Has de Vender”, de la banda de

metal española “Tierra Santa”.

En este capítulo cito a las culturas Romané y Antiguo

Greca desde un punto de vista mitológico. Bueno, amigos,

todo lo que se mencione en relación a dichas culturas es

invento mío, cualquier similitud con la realidad es mera

coincidencia. No olvidar, por favor, que cito a dichas

culturas con todo el respeto posible, pues se lo merecen.

Bueno, y sin más dilación, “La Decisión Ha Sido Tomada”.

Dos meses después, 07 de agosto de 2008.

-Sophie, apaga eso-pidió Ivanna con un tono de voz más

bien molesto.

Nada, su única respuesta fue la televisión sonando a todo

volumen, o al menos así le pareció. Pero el resto todo era

silencio. El aparato sonaba como hablándole al aire. Incluso

llegó a pensar que Sophie se había quedado dormida viendo

algún programa y que ahora el aparato la había desertado a

ella.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

207

De haber sido otra persona, el simple fastidio de tener que

escuchar sobre su oreja la televisión sonando a más de las

tres de la mañana hubiese hecho que se parase y fuese a

apagarla.

Pero, dada la situación que se trataba se Ivanna, le fastidió

enormemente la idea de abrir los ojos, ya fuese para saber si

su hermana estaba despierta o para ir a cortar

definitivamente todo eso.

-Sophie, apaga la tele-ordenó con un tono que no admitía

réplicas.

No obtuvo respuesta alguna por parte de su hermana

gemela y, sin esperar más, abrió los ojos jurando que

Sophie pagaría muy caro el hecho de haberla despertado.

Se sentó en la cama y ahí vio a su gemela mirando la tele

con aire ausente sin siquiera tomarla en consideración. Se

levantó y apagó el aparato de una buena vez. Y miró a su

hermana.

-No la apagues, ¿no ves que estaba viendo?-protestó Sophie

dando señales de vida por primera vez en todo ese rato.

Ivanna puso manitas en jarra y miró desafiante a su

hermana.

-Sophie, ¿no ves que yo estaba durmiendo?-preguntó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

208

-En verdad no: estaba mirando la tele-replicó Sophie tan

suelta de cuerpo.

Ivanna se puso más furiosa que antes.

-Sophie, son las tres de la mañana y las clases comienzan

mañana a las ocho… ¡Quiero dormir!-rugió.

Tras eso apagó la luz y se fue a acostar sin siquiera dar las

buenas noches a su hermana. Una lágrima rodó por el rostro

de Sophie…

-¿Y ahora qué te pasa?-le preguntó Ivanna desde la otra

cama al sentirla llorar.

Podía ser una gemela fastidiosa, pero detestaba oírla llorar

o verla sufrir.

-Tú no entiendes nada-dijo Sophie metiéndose dentro de la

cama.

Ivanna se levantó de nueva cuenta. De veras que Sophie

tendría que ser una esclava por todo un año para poder

compensarla. Fue hasta su cama y la giró de los hombros,

obligándole a darle la cara.

Las lágrimas caían libres por las mejillas de la señorita Van

der Decken y los gimoteos eran cada vez más frecuentes en

su pecho.

-¿Vas a decirme ahora qué te pasa?-preguntó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

209

-He vuelto a visitar a Naomie-confesó Sophie.

Sólo entonces Ivanna comprendió el motivo del extraño

mutismo de su hermana.

-Sophie, ¿cuántas veces te he dicho que no vuelvas a visitar

a esa charlatana?-preguntó.

No hubo respuesta por parte de su hermana gemela.

-¿Qué viste?-preguntó.

-Sigo viendo la escena en que el señor Sheefnek se bebía su

copa de Whiskey-dijo Sophie-. Naomie dice que si una

escena continúa viéndose es porque es parte del futuro y

cuando ya no la ves más es porque ya ocurrió.

-¿Y eso qué?-preguntó Ivanna sin entender.

-¿No te das cuenta, Ivanna?-lloró Sophie-. ¿Hemos visto

alguna vez más al Evertsen desaparecer? ¿Nuestro padre ser

recibido en el pasado?

-¿Crees que fueron al pasado?-preguntó Ivanna con airecito

burlón, pareciéndole estúpida la ocurrencia de su hermana.

-¡¿No entiendes?! ¿Hemos visto otra vez más la batalla

entre el Evertsen y ese barco raro? ¡¿Hemos vuelto a ver

cómo nuestro padre muere y Liselot no puede hacer nada?!

No, ¿verdad?-replicó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

210

El rostro de Ivanna metamorfoseó ferozmente,

comprendiendo lo que su gemela quería decir: su padre

había muerto… ¿pero, qué había de Liselot?

-Es más, ¿hemos visto otra vez cómo se organizan en el

motín?-aguijoneó-. No, ¿verdad? De seguro que ese idiota

de Sheefnek sigue maltratándoles y nuestra hermana no

tuvo más que volverse soldado y amotinada bajo riesgo de

muerte.

En ese momento Ivanna concluyó de comprender todo.

-¿Pero qué podemos hacer?-preguntó haciendo gala de su

eterno pesimismo o cordura, como ella gustaba en llamarle.

-Ya le he preguntado a Naomie, especialmente cuando vi a

Sheefnek besar a nuestra hermana luego de tomarse su

Whiskey y hacer abortar a una mujer con puros golpes-

ironizó Sophie.

-¡¿Qué?! ¿Hizo qué? Tenemos que hacer algo… no te

preocupes Sophie, mañana desmontan la feria, tal vez si

vamos después de clases podamos investigar algo más-la

tranquilizó Ivanna.

-Está bien-dijo Sophie, más por calmar a Ivanna que por

real convencimiento-. Buenas noches.

Y tras eso, ambas hermanas se durmieron con los ánimos

dispuestos a levantarse tempranamente al día siguiente…

aunque fuese lo último que quisieran en sus vidas…

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

211

A las cuatro de la tarde del día siguiente sonó el timbre de

la escuela secundaria en la que ambas estudiaban. Corrieron

hasta la salida, haciendo caso omiso de todo y en la puerta

de entrada se reunieron jadeantes.

-¡Estúpido calor! Es verano y nosotras en clases…-bufó

Ivanna.

Sophie no contestó nada, demasiado afanada en disimular

su mutismo como para replicar cualquier cosa.

-¿Tienes saldo en tu celular? El mío se acabó-dijo para

romper el hielo.

-Sí, ¿para qué quieres saldo?-replicó Ivanna.

-Para mandarle un mensaje a mamá, si no avisamos que nos

pasamos a la feria puede preocuparse y no queremos darle

más problemas-dijo.

Ivanna le facilitó el móvil y Sophie tipió: “Mamá, nos

vamos con Ivanna a la feria de la plaza a ver un puesto que

queremos visitar. ¿Te llevamos algo? Si necesitas algo

mándanos un mensaje. Sophie”. Luego buscó el contacto y

pulsó enviar. Esperaron en la puerta hasta que la compañía

avisó que su madre había recibido el mensaje.

Entonces echaron a andar. Luego en el boulevard

anduvieron bastante, por primera vez en sus vidas sin

distraerse en ningún puesto de moda hasta que llegaron al

stand de la pitonisa. Respiraron hondo y entraron.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

212

-¡Vaya, queridas! No esperaba verlas tan pronto. Ya casi

cierra la feria-adujo Naomie con esa voz tan sensual suya.

-Hola-dijeron ambas chicas.

-Pero no seáis tan tímidas, ¡entrad!-dijo con una sonrisa de

oreja a oreja y poniéndose en pie. Sus caderas se

bamboleaban sensualmente a cada paso hasta la mesa en

que estaba la bandeja.

Ambas chicas se acercaron a la bandeja y tras la

parafernalia de los brillos y rayos luminosos que se

formaron antes de dar forma a la imagen (la cual dicho sea

de paso, se esperaban) se concentraron seriamente en la

superficie acuosa.

Volvieron a entrar a la celda que anteriormente habían

visto. Estaba con la misma cantidad de gente que la vez

anterior. Pudieron divisar a su hermana subida sobre el

camastro.

-No nos queda más que ir a New Providence-decía Liselot.

New Providence… New Providence… recordaban haber

escuchado a su hermana mencionar ese lugar… y les

sonaba a sus cuentos de piratas y demás.

-Hemos guiado el rumbo desde ahora en busca de un lugar

en que nos puedan ayudar ante un potencial motín. En

teoría, el curso del barco es nuestro. New Providence no

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

213

queda muy lejos de aquí y, ante un potencial motín, las

gentes se enterarían y nos podrían ayudar-decía ella.

-¿Y qué tiene de particular esa gente? ¿Qué los hace tan

ideales como para ser los únicos que nos pueden ayudar?-

preguntó un marino que llevaba lo que comúnmente se dice

“varios años de circo”.

-Son piratas-contestó ella con la mirada decidida.

¡Piratas! ¿En qué estaba pensando Liselot, Santo Cielo?

Mejor seguir viendo para poder enterarse de la situación y

poder tomarla en su propia dimensión.

-¿Estás loca, cierto? Ante la primera oportunidad nos

atacarán-dijo el mismo hombre, que en sus viajes a Somalia

había tenido experiencias poco gratas con los piratas que

abundaban en dichas aguas.

Un loco alboroto se hizo dentro. Ya amenazaban con

deshacerse de su espía. Liselot se excusaba diciendo que de

buen recaudo sabía que Sheefnek el único lugar que no

quería visitar era un lugar infestado de piratas: dar el golpe

en New Providence sería algo más que bueno.

-No está loca ni mucho menos-interrumpió John antes de

que Lodewijk los hiciera callar a todos y pedirle disculpas a

Liselot-. Ella ha hablado anteriormente conmigo y la idea

está aprobada. Timoneles, guíen el rumbo a New

Providence, o al menos desorienten un poco a Sheefnek

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

214

para darle una entretención que no seamos nosotros. No se

han puesto a pensar que los piratas de New Providence son

amotinados, renegados sociales que dijeron no a un capitán

injusto. Son los apropiados para ayudarnos: sentirán de

inmediato simpatía por nosotros sólo por el hecho de ser

unos amotinados y no detendrán nuestros esfuerzos como

lo haría la Marina Real, sino que utilizarían su poder en

armas y barcos para echarnos una mano.

-Una mano… claro, una mano…-dijo el mismo marinero

que había hablado antes-. Especialmente con el barco que

traemos: nos tienen miedo y ustedes lo saben, ¿no

recuerdan cómo nos han llamado? Os lo recordaré:

Holandés Errante, son supersticiosos y nos tienen miedo.

Nadie nos asegura que si llegamos a New Providence no

nos corran a palos.

-La canción ha sido cantada: timoneles, dirijan el barco a

New Providence-dijo John intransigente.

-¿No se dan cuenta?-preguntó el marino.

-Los piratas son seres que escupen hasta a los mismos

dioses. No deben de temer a nada-dijo Lowie bajando el

perfil al asunto.

-En eso te equivocas, Lowie-dijo ella, demostrando que no

había madurado del todo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

215

-¿Ven? Hasta la gestora del plan admite sus falencias-

exclamó el marino.

-Pero, a cambio les diré: New Providence es la guarida de

un amigo que, como si fuese poco, nos debe un favor: Jack

“Calicó” Rackham. Es muy respetado por ahí, ¿lo

recuerdan? Eso nos asegura la victoria-replicó Liselot.

Y tras eso, el tema no se discutió más.

Luego se mostró otra imagen: a Sheefnek golpeando a su

hermana y Lodewijk defendiendo a la muchacha.

No pudieron ver más, porque la energía sobre la bandeja se

desvaneció y pronto se pudo observar solamente el fondo

argentoso y sobre él la sombra de las olas meciéndose al

vaivén de la brisa veraniega.

-¿No hay más?-preguntó Ivanna.

Aquella visita a la pitonisa en lugar de aclararle las dudas,

sólo consiguió dejarle mayores interrogantes.

-No, no hay más-respondió la pitonisa para luego añadir-:

creo que recordáis cuál es mi paga.

Ivanna sacó el dinero de su bolso y mientras la pitonisa lo

contaba se acercó a su hermana. Su mirada heló a la

gemela. Ivanna estaba furiosa porque no había visto las

escenas que Sophie había citado la noche anterior y le había

parecido una pérdida de tiempo haber ido. Sophie se

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

216

defendió diciendo que entonces esas cosas ya habían

pasado, lo cual preocupó aún más a su hermana. Ambas

decidieron que debían hacer algo y acordaron preguntar a la

pitonisa.

-Naomie, ¿podemos hacerle una consulta?-preguntó

Sophie.

-Depende de qué se trate si os responderé o no-dijo la mujer

guiñando un ojo. Se acercó a su taburete y se sentó con la

pierna derecha encima-. Contadme.

-Sólo hemos visto cosas perturbadoras en tu bandeja:

nuestro padre murió y nuestra hermana está en peligro. Un

desperfecto en su navío les ha transportado al pasado.

Queremos ayudarle a nuestra hermana y a la tripulación y

hacerles volver hasta el presente-dijo Sophie.

-Es imposible ayudarles ya-dijo Naomie sintiéndose

particularmente tocada por lo que decían las muchachas.

Inconscientemente se puso alerta.

-Si ellos han sido transportados al pasado, ¿por qué no

podríamos ir nosotras y traerlos de regreso?-preguntó

Ivanna.

-Además de un desperfecto en el navío, un conjuro fue

obrado, es cosa de lógica, muchachas. Un conjuro que

solamente la persona que lo ofició puede desvelar-dijo

Naomie.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

217

-Tú eres una pitonisa… quizá si tú concentras tu poder en la

bandeja y ves en ella puedas saber quién lo ofició-sugirió

Sophie.

-Gemelas, entendedlo, ya no hay nada que podáis hacer.

Incluso si fueseis al pasado no conoceríais la manera de

hacerles volver, ni siquiera de tenderles una mano para

poder hacerles la vida más placentera en donde quiera que

estén-dijo Naomie.

Ambas muchachas se miraron sin convencerse del todo. La

respuesta de la pitonisa les hacía dudar y la mujer, notando

dicha insatisfacción, decidió hacerles salir de la tienda.

Era oscuro cuando Aliet despertó. En el estado depresivo en

que estaba con suerte era capaz de levantarse cada doce

horas al baño y casi a la fuerza la nana le obligaba a comer

aunque fuese un poco.

La luz parpadeante de su celular le llamó la atención. Era

un mensaje, quizás de alguien que supiera dónde estaban

Niek y Liselot. Pagaría oro por saberlo. Desbloqueó la

pantalla, pero para su desilusión no eran ni su esposo, ni su

hija mayor ni nadie que tuviese noticia alguna de ellos.

“Mamá, nos vamos con Ivanna a la feria de la plaza a ver

un puesto que queremos visitar. ¿Te llevamos algo? Si

necesitas algo mándanos un mensaje. Sophie”.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

218

Eso rezaba el mensaje. Dejó el celular en su mesita de

noche.

En otros tiempos hubiese removido Holanda completa para

ir a buscar a sus gemelas si no llegaban con lo oscuro que

se había puesto. O al menos hubiese movido toda

Ámsterdam para ir a ver si les quedaba dinero y facilitarle

un poco para que se comprasen algo.

Ahora no… Ya estaban grandes y sabían cuidarse, si no…

pues, ¿qué más daba más gente perdida en su familia?

Absolutamente nada. Y ya tenían la suficiente capacidad de

raciocinio como para poder portar dinero si querían ir a una

feria.

Se abrió la puerta principal de la casa y resonaron las voces

de Ivanna, Sophie y la nana. Las dos primeras diciendo que

querían comer algo con urgencia y la otra comentando que

los panqueques no tardarían en salir.

En otros tiempos hubiese bajado a comer junto a ellas y

hubiesen comentado entre risas la clausura de la feria, lo

que habían visto, si habían comprado algo interesante.

De hecho en otras épocas hubiese mensajeado de inmediato

a sus hijas para pedirles que la esperasen, pues quería

visitar la feria junto a ellas. No hubiese estado durmiendo a

las cuatro de la tarde.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

219

¡Exacto! ¡Ella lo había dicho! En otras épocas, no ahora.

Ahora nada le importaba, ni sus hijas, ni su profesión, ni su

higiene, ni ella misma. Sólo quería dormir, a ver si al

despertar se daba cuenta de que todo había sido una

estúpida pesadilla.

Miró la hora en su celular: eran las diez…

Más no le importó y volteó para seguir durmiendo. No tenía

idea de lo que tramaban las niñas ni del coraje que

adoptarían al descubrir el estado en que ella había

permanecido toda la tarde.

Era de madrugada ya cuando Sophie entró en su cuarto

luego de haber insistido en vano en hablar con su madre.

-He estado investigando-le soltó Ivanna cuando entró.

Le costó contener la risa: Ivanna se veía comiquísima

sentada frente al PC con su bata de levantar celeste, con el

rostro pálido y ojeroso por el sueño, bebiendo

interminablemente café, con el cabello revuelto, con esos

lentes que tanto detestaba usar y diciendo que ella, la que

jamás estudiaba, había estado investigando.

-¿Sobre qué?-preguntó corriendo una silla y sentándose al

lado de Ivanna.

Ivanna le dirigió una mirada furiosa que la hizo parecer más

cómica. Sophie intentó concentrarse en otra cosa para no

estallar en carcajadas. ¡Uy! ¡Qué considerado de su

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

220

hermana dejarle café a ella también! ¿Quién lo diría de

Ivanna? También tenía un lado amable y ella acababa de

conocerlo. Lado que, dicho sea de paso, estaba a punto de

desaparecer.

-¡¿Qué te causa tanta risa?!-le espetó Ivanna.

Nuevas carcajadas por parte de Sophie. Ivanna rodó los

ojos y decidió cambiar de tema.

-Pues, queridísima gemela-dijo con todo su retintín mordaz-

, he estado investigando acerca del conjuro del que nos

habló la tal Naomie.

-¿Y qué has encontrado, queridísima gemela?-replicó

Sophie.

Estaba tan interesada que había olvidado por completo la

cómica apariencia de su hermana y dio unos sorbitos al café

concentrándose en la pantalla.

-En varias culturas hay conjuros para ir y volver del pasado

con toda calma-dijo Ivanna-. Los más notorios son de los

griegos y de…

Eso hizo que Sophie escupiera todo su café en el teclado de

la computadora. Ivanna sencillamente omitió comentarios

ante eso. ¡Griegos! Esos viejos aburridos y racionales (al

menos así los veía ella) que le buscaban el lado científico a

todo… no, tenía que haber un error.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

221

-Sí, griegos… El conjuro de Calypso, la diosa del mar-dijo

Ivanna.

-¿No era Poseidón el dios del mar?-preguntó Sophie.

-Calypso era hija suya, era una ninfa o algo así-dijo Ivanna-

. En teoría tenía tanto poder en el mar como su padre, pero

era además una reconocida hechicera.

Sophie lanzó un silbido estupefacto, gesto que la hizo

bastante parecida a su desaparecida hermana Liselot.

¿Quién lo diría? Cada día se aprende algo nuevo.

-Pero ese es un poquito raro. De cualquier modo, llegó a la

cultura moderna-dijo Ivanna.

-¿Y quién podría oficiarlo?-preguntó Sophie.

-Cualquier persona, naturalmente. No hay que ser un genio

para poner un puesto de magia, sólo hay que conocer el

conjuro y la técnica-dijo Ivanna.

-Pero nosotras no lo conocemos-dijo Sophie.

-Pero los gitanos sí. De alguna manera se las han arreglado

para conocer todos los secretos de la mitología de

técnicamente todas las culturas. Lo tengo comprobado…-

dijo Ivanna con aire de autosuficiencia.

-¡Yo sé dónde está el campamento gitano!-dijo Sophie.

-Vamos-dijo Ivanna haciendo ademán de abrir la puerta.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

222

Sophie lanzó una carcajada grotesca, tirando todo el resto

de café en el proceso.

-¿De qué te ríes?-le preguntó Ivanna con aire fastidiado.

-¿Piensas recorrer todo Ámsterdam en camisa de dormir?-

preguntó Sophie.

Recién entonces Ivanna se percató de la razón de las risas

de su hermana. Sin decir nada, fue hasta su clóset a

cambiarse de ropa.

Cuando estuvo lista, ya eran las tres de la madrugada. ¡Otro

día cayéndose de sueño en el colegio! Bueno, todo era por

su familia, especialmente por su madre que era una piltrafa

humana ahora que su padre y su hermana habían

desaparecido.

Una gitana del campamento las fue a recibir con aire

desconfiado. Les echó la buenaventura y les dio un par de

amuletos a cambio de dinero, a ver si así les dejaban en paz

y se iban las dos forasteras.

Pero eso no deshizo los ánimos de las chicas, quienes

apelaron estar dispuestas y necesitar hablar con el jefe del

campamento.

La mujer les llevó con aire reticente hasta la tienda donde

dormía el mentado hombre, quien las recibió media hora

después un tanto furioso.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

223

Le explicaron calmamente, sin inmutarse por la furia que

despedían sus ojos, su historia. Cuando iban por la

desaparición del barco no se inmutó, pero cuando le

hablaron del Espejo de Naomie, se mostró definitivamente

más interesado.

-Es el Espejo de Grecia, viene de la cultura griega. Era

utilizado por las pitonisas de la diosa del mar, por su

oráculo-explicó.

-¿Saben usarlo? Digo… ustedes-preguntó Sophie con algo

de timidez.

-Sólo las más ancianas de aquí-dijo él.

-Entonces también conocen el Conjuro del Viajero-afirmó

Ivanna.

El hombre se mostró bastante sorprendido por la seguridad

y los conocimientos reflejados en esa afirmación.

-Dígame, ¿qué necesita?-preguntó oliendo el peligro.

-Que lo oficien para nosotras poder ir al pasado y traer de

regreso a nuestra hermana y a los hombres de nuestro

padre-respondió Ivanna cien por ciento segura de sus

palabras.

-Es arriesgado-dijo él.

-¿Qué debemos hacer?-preguntaron ambas al unísono.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

224

-Hoy las quiero en la costa a las siete de la mañana, antes

de ser posible para comenzar a esa hora el ritual. Quiero

que estén en el punto exacto donde desapareció el Evertsen-

dijo.

Sin más, las chicas regresaron a su casa sintiendo que nacía

una esperanza.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

225

Capítulo 13: “Planes Truncados”.

Nota de Autora:

¿Recordáis que ayer dije que el capítulo de ayer sería

decisivo? Bueno… el de hoy es la continuación. Es bastante

triste por lo demás, así que saquen una buena provisión de

pañuelos y pónganse a leer.

La canción para leer este capítulo es “Oh, Fortuna” de la

cantata “Carmina Burana” de Carl Orff. Como dice la

letra… la suerte es como la luna, creciente o decreciente,

completamente variable.

La puerta de Aliet fue golpeada con desesperación. Al

principio, la mujer pensó que se trataba de un sueño, pero

apenas se cercioró de que estaba completamente despierta,

se preguntó quién golpeaba de esa manera.

Por la cortina se filtraban los mortecinos rayos del sol,

alumbrando apenas la estancia. Miró la hora en su celular y

se percató de que eran las siete de la mañana.

Se puso la bata de levantar y fue a abrir. La figura regordeta

de la nana apareció del otro lado del dintel con una mirada

más bien furibunda…

-¿Qué pasa?-preguntó Aliet un tanto sorprendida.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

226

-Señora, las niñas siguen acostadas-informó la nana.

-¿Y qué con eso?-preguntó Aliet.

-Señora, hoy tienen clases-dijo la nana atónita.

-Despiértelas, pues-dijo Aliet.

-He golpeado la puerta un montón de veces y les he gritado

para adentro, pero ni siquiera les escucho la respiración-

dijo la nana.

Aliet giró sobre sus talones, fue hasta su mesita de noche y

levantó un manojo de llaves, luego enfiló hasta la

habitación de las gemelas.

Cuando consiguió abrir, grande fue su sorpresa al notar que

ninguna de las dos muchachas estaba dentro. Miró

inquisitivamente a la nana, quien le devolvió una mirada de

pasmo y se encogió de hombros señalando que ella nada

había tenido que ver en el cuento.

Entró casi con miedo, como si sus gemelas fuesen a saltarle

encima y a jugarle una broma si entraba sin tomar todas las

precauciones del caso. Vio un papel doblado sobre la cama

de Sophie. Lo desdobló y, si hubieseis sido ella, habríais

deseado jamás haber comenzado a leer lo que decía…

“Mamá”, evidentemente era la letra de Sophie, porque

Ivanna no escribía coherentemente ni su nombre, “Hemos

sabido que has estado muy triste por el asunto de papá y

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

227

Liss. Cuando fuimos a la feria, íbamos a visitar a Naomie

(una bruja que tiene un espejo muy genial para ver cosas

del pasado, el presente y el futuro) y pudimos ver que un

hechizo se llevó a ellos y al Evertsen al siglo XVIII. Han

pasado cosas realmente perturbantes. El último lugar que

ahora visitaremos será el muelle, luego de Ivanna y de mí

no se sabrá más, pero al volver, traeremos a todos ellos de

regreso. Vamos al pasado, mamá. Los gitanos nos van a

llevar. Sin más, te queremos mucho. Mejórate, ¿sí? Ivanna

y Sophie”.

Aliet apretó el papel contra su pecho. Sintió como una

lágrima rodó por su mejilla y luego más y más. La nana

entró en la disyuntiva de abrazarle o mantenerse al margen.

Quería darle su consuelo, pero ella en parte era culpable del

desvarío de las niñas al descuidarlas.

Aliet mantuvo su mirada en el vacío, en aquella habitación

que el Astro Rey comenzaba a iluminar con sus rayos

áureos. Giró sobre sus talones y salió huracanadamente con

rumbo a su habitación, cerrando estrepitosamente ambas

puertas.

Se vistió lo más apurada que pudo y salió de nueva cuenta

en volandas. Bajó al trote la escalera y azotó la puerta de

entrada. Lo siguiente que se sintió fue un motor echando a

andar y un chirrido de neumáticos que se perdió en el

ajetreo de la mañana.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

228

Aliet se bajó en el muelle sin siquiera preocuparse de cerrar

la puerta de su vehículo. Corrió hasta el bordemar

ignorando los aparatosos y cínicos saludos de los marines.

El aire de la mañana, la brisa marina que movía su chaleco

azul, las gaviotas cantando… todo le parecía nimio.

Ahí, congregados había diez gitanos, todos mayores de los

cincuenta años. Cuatro mujeres cantaban acompañando la

canción con liras. Era casi un lamento lo que sus labios

proferían afinadamente.

Los cinco varones danzaban y decían palabras en romané,

conjurando a las que creyó eran sus hijas. Al lado, sentada

sobre una roca, una mujer tenía sobre sus manos una

bandeja metálica rectangular que lanzaba destellos dorados.

Se acercó silenciosamente a dicha mujer y miró sobre ella

la bandeja. Se trataba de unas aguas que ella conjuraba para

que le mostrasen el presente, así podía oírlo en su cántico

que suavemente entonaba.

Y lo que vio la dejó en semi-coma: sus hijas se introducían

en un bosque y miró atentamente al centro de la

aglomeración… sus hijas se volvían espectros, Ivanna un

poco antes que Sophie.

Podía ver a través de sus muchachas que eran de un celeste

transparente ahora, Ivanna más tenue que Sophie.

Volvió a mirar en la bandeja: las chicas se internaban más y

más. No pensó, sólo actuó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

229

-¡Dejadles!-gritó, golpeando irracionalmente a algunos de

los que oficiaban el ritual. De inmediato, las gentes callaron

y el baile cesó con algunos de ellos derivados en el suelo.

Ivanna y Sophie caminaban quedamente, aspirando la paz

que les traía el aire marino tan cercano a donde estaban.

Sentían cómo se alejaban, cómo soltaban el ancla y

cortaban las cadenas que intentaban atarles a su vida

anterior, al camino que habían llevado inercialmente antes

de ese momento clave en sus existencias.

Podían oír las mujeres cantar y a los hombres conjurar su

viaje, podían sentir sobre sus pieles la energía de la danza

de aquellas personas: esa bella ofrenda que se sacrificaba

por ellas.

El mar sonaba a sus espaldas, oían esas voces… todo

parecía tan lejano, como un murmullo de otro mundo.

Miraron a su alrededor. Los áureos rayos que el sol

destilaba a cada amanecer se filtraban somnolientos por las

hojas de miles de olivos en una bella avenida.

Cada uno de esos olivos tenía una un letrero en el tronco

con un año y a medida que se adentraban en la avenida los

años eran cada vez más antiguos.

Se miraron… a medida que pasaban los segundos se

volvían más sólidas y visibles.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

230

-¿1715 era?-preguntó Ivanna sin atreverse a romper la paz

con su voz, sin querer cortar el silencio a su alrededor.

-Sí-respondió Sophie caminando por detrás de su hermana

y mirando todo con absorta atención.

Ambas se pararon al frente del tronco del árbol del cual

colgaba un cartel de madera y que rezaba en letras negras

1715. Extrajeron unas cuerdas armándose de valor para lo

que iban a hacer.

Tan absortas estaban en lo que hacían que dejaron de sentir

el trino de las aves, las voces que les conjuraban, los cantos

de las mujeres. Sintieron unos gritos y una voz similar a la

de su madre que decía irracionalmente que las llevasen de

regreso. Desecharon aquella posibilidad.

Ivanna comenzó a escalar primero, Sophie iba casi un

metro por detrás.

-Traedlas de vuelta, ¡brujos! ¿Qué habéis hecho con mis

hijas?-gritaba Aliet.

Pero por más que gritase, siempre iba a haber uno más que

podía cantar y seguir aquel hechizo. Ambas eran unas

delgadas capas de azul transparente que dividían realidad y

ficción.

Saltó y pescó a Sophie de las ropas y luego de la delgada

cintura. Ya no podía ver a Ivanna.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

231

Sophie gritó con toda su alma y refaló de la cuerda,

quedando sostenida solamente por sus dedos. El dolor

acometía todo su cuerpo: sus dedos se torturaban, un

hombro estaba ad portas de descolgarse y el otro brazo

intentaba sin conseguirlo poder sujetarse de la cuerda. El

cuerdo le pesaba y estaba aterrada.

Ivanna volteó de golpe al oír el sorpresivo grito de su

hermana y lo que vio la dejó helada, lo que ya es mucho

decir, pues no era de esas personas que sorprendes con

cualquier cosa.

Pero como siempre conocía sus prioridades a la perfección,

se aferró a la cuerda y bajó de cabeza a riesgo de caerse y

romperse el cráneo. No le importaba, tenía que hacer algo

rápido: Sophie se desvanecía en el aire, ya no era más que

un espectro.

Aliet cuando tocó a Sophie de inmediato vio cómo la chica

se solidificaba y comenzó a jalarla con más fuerza,

recuperando toda esperanza.

Ivanna vio como el lado derecho de Sophie ya no era más

que una transparencia azulosa, en algunos casos, inclusive

incolora. El lado izquierdo tenía un poco más de

consistencia.

Apenas consiguió darle la mano, Sophie soltó la cuerda y

su brazo derecho desapareció, empujando eso hacia abajo a

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

232

Ivanna. Ambas lanzaron un grito de terror, sintiendo que

iban a caer de un momento a otro.

Ivanna jaló desesperadamente a Sophie hacia ella, luchando

contra una fuerza oculta que arrastraba a su hermana hacia

abajo. No era tonta, sabía perfectamente bien que su

hermana no estaba cayendo por acción de la mera

gravedad: alguien la estaba reteniendo en el siglo XXI.

-¡Ivanna!-gritó Sophie a media voz, completamente

aterrada, sin saber si su voz se había debilitado por el miedo

o porque ella misma iba desapareciendo tanto como su

bravía.

Sophie podía sentir perfectamente bien cómo alguien jalaba

de su cintura hacia atrás haciéndola caer. Y ya se sentía

incapaz de sujetarse de la mano de Ivanna, porque las

manos de ambas comenzaban a desaparecer tanto como su

fortaleza.

Ivanna lo notó… ella misma comenzaba a desaparecer

ahora. Pero no iba a quebrantar su mente eso.

Aliet notó cómo ya Sophie estaba casi de vuelta,

técnicamente sólida y palpable y consigo traía a Ivanna,

quien se sujetaba a ella. Ivanna comenzaba a dejar de ser un

espectro y eso le dio más fuerzas para luchar, incluso contra

los gitanos que se le iban encima de tarde en tarde. Jaló con

otra técnica y, al comprobar que daba mejores resultados

que la anterior, hizo uso de toda su fuerza.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

233

Ambas chicas dieron un grito agudo al comprobar que

caían de la rama en la que se había estado sosteniendo

Ivanna. La caída fue de varios metros y lo único que la

frenó fue la cuerda de Ivanna, quien apenas recuperó la

capacidad de discernir se sujetó con mayor fuerza.

-¡Sophie!-gritó Ivanna al comprobar que casi no podía ver a

Sophie ni a sus propias manos.

-Ivanna, suéltame-dijo Sophie desesperada, haciendo uso de

la poca voz y cordura que le quedaba.

-¡No!-gritó Ivanna.

Sophie sentía cómo desaparecía. Primero su cuerpo, luego

el interior de éste, sus sentidos después y cómo un vacío en

su mente comenzaba a llenar lo que anteriormente las ideas

y las emociones habían ocupado.

Tenía que hacer algo para que Ivanna se quedase allí, para

que la soltase, o todo el plan que tanto les había costado

construir se iría por la borda.

-¡Escala!-le gritó a Ivanna, quien tal cual ella había

pensado, se negó.

De la nada, sacando fuerzas de flaqueza, le asestó tremendo

mordisco en la mano, lo cual le obligó a soltarle las axilas y

en el intertanto en que su hermana se quejaba se dejó caer

hacia la oscuridad.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

234

Aliet vio caer de bruces en la arena a su hija Sophie. Dio un

respingo involuntario, pero se alegró enormemente al

descubrir que estaba completamente íntegra. Pero…

¿Dónde estaba Ivanna?

La imagen de Ivanna volvía a desvanecerse. Saltó hacia ella

con intención de traerla de regreso…

“¡Escala!”… las palabras de su hermana repiqueteaban en

las neuronas de Ivanna. Bueno, si ella había sido capaz de

sacrificarse, de ir hacia lo desconocido… ¿Por qué no

habría de hacerlo ella? Al fin y al cabo, no podía tirar por la

borda la decisión que ambas habían tomado, menos si

tomaba en cuenta que dudosamente Sophie había llegado al

presente. Con esa convicción Ivanna siguió escalando con

una agilidad pasmosa en ella, justo antes de que su madre

pudiese agarrarla, convirtiéndose en las playas de

Ámsterdam en un espectro que había desaparecido…

Aliet saltó sobre su hija y sus brazos capturaron sólo aire.

Miró entre ellos y vio el vacío: Ivanna había desaparecido.

Tironeó y jaló por todos lados, esperando pescar a su hija.

Ivanna se subió hasta la copa del olivo que decía 1715 y,

una vez arriba, se rasgó la palma de la mano izquierda con

la hoja seca que estaba más arriba y luego con una rama a

medio cortar hasta que brotó suficiente sangre.

-Quiero ir a 1715-pronunció su deseo con voz temblorosa.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

235

Cuando de su mano empuñada brotó sangre que inundó los

dedos limpiamente, abrió la palma y dejó caer unas gotitas

de dicho líquido vital hasta que se escurriesen tronco abajo.

Cuando eso se cumplió. Pudo sentir unas voces femeninas

cantar suavemente en una lengua extraña y se desvaneció

en la negrura. Se sentía caer, desfallecer, pero ya no tenía

fuerzas para luchar contra nada… se dejó caer, perdiendo

por último su cansada voluntad.

Su limpia caída de espaldas levantó un poco de arena y ahí

se quedó, tirada e inconsciente.

Aliet miró con cariño a su hija. Una mirada de reproche

dirigió a los gitanos, quienes le increpaban con sus limpios

ojos el abrupto y abrumador final del conjuro.

Sin importarle nada, la levantó y se dirigió con ella en

brazos hasta el coche para luego echar a andar.

-Ha ido… la canción ha sido cantada-dijo la mujer que

había sostenido y visto en la bandeja.

Por ahora dejaremos de lado a las gemelas para

concentrarnos en Liselot y los demás. ¿Qué estaría pasando

con las gentes del Evertsen? ¿Qué sucedió con ellos el

mismo día, 08 de agosto, pero en 1715? Veámoslo…

Liselot se levantó temprano la mañana de aquel día.

Optimista como era, la llenó la idea de poder trabajar desde

temprano a la luz del día en lo que más le gustaba hacer.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

236

Hizo caso omiso del sueño que sentía. Desde pequeña,

siempre había sido remolona, pero los días sábados era

capaz de levantarse a las ocho con tal de ver los dibujos

animados que pasaban por la televisión. ¡Ah… qué tiempos

aquellos! Le bajó una risita con su ocurrencia.

Cuando terminó de vestirse no serían más de las ocho.

Técnicamente madrugar si se trataba de ella, pero le había

bajado tal ansiedad mientras dormía que no había

aguantado más y se había tirado cama abajo, a ver si

desayunando se le pasaba ese extraño asunto. Ella nunca

había sido así, pero su recién adquirido sexto sentido le

avisaba sobre un mal presentimiento que supuestamente

tenía.

No hizo mucho caso del mentado mal presentimiento. Así

que penas estuvo lista se miró al espejo. Antes le gustaba

mirarse porque le causaba un tanto de extrañeza verse así.

Ahora, porque era ver en una imagen todo su sueño hecho

realidad.

El presentimiento volvió y para aplacarlo pensó en que le

tocaba turno a las 9:30 en las bodegas. Así que decidió ir

con toda su calma a tomar el desayuno y alistarse para el

turno. Cogió la metralleta y salió de su cuarto.

El comedor estaba vacío cuando llegó a él. Bostezó a

cuanto le dio la boca y se estiró cuanto le estiraron los

brazos.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

237

-¿Tú tan temprano por aquí?-preguntó Lowie con una cara

de descompuesto que no se la podía.

-Me desperté con hambre y ansiedad y un pésimo

presentimiento-confesó ella-¿y tú?

-Turno nocturno-respondió el joven medio amodorrado.

-¿Dónde?-preguntó ella aún desde la puerta.

-Puente de mando-contestó él.

-Pero los turnos ahí cambian a las nueve-dijo ella

sorprendida.

-¡Shit!-le hizo callar él-. Mejor cállate y vente a comer.

Pasaron un rato agradable riendo y charlando juntos a la

hora del desayuno. Cuando ya faltaban cinco minutos para

que comenzara el turno de Liselot, él decidió acompañarla

hasta las bodegas.

No pudieron reaccionar, todo pasó demasiado rápido como

para darse cuenta y conectar las neuronas en un

contraataque coherente.

El Contramaestre Dirck Sheefnek le estaba esperando a

Liselot en la puerta de la bodega con una cara peor que la

que siempre traía, lo cual ya era demasiado decir.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

238

Una bofetada voló hasta el rostro de la muchacha, quien de

no haber sido sostenida por Lowie hubiese caído directo al

suelo y quedado a merced del díscolo Contramaestre.

-¡Tú!-dijo Dirck-. Debí de habérmelo esperado de una perra

como tú. Te ascendí al cargo de Encargada de Bodegas, te

traté lo mejor que pude, te di un trabajo…

-No es la gran hazaña, era tu obligación-le cortó Lodewijk

con la furia reflejada en su rostro al ver en ese estado a su

mejor amiga.

-¡No te metas!-le cortó su padre para luego voltearse a la

muchacha-. Y así es como me pagas… ¡Aliándote contra

mí! ¡Robándote mis provisiones! ¡Ya no eres de mi

confianza!

-¡Perdón!-dijo un marinero, llegando desde el pasillo y con

una voz de marcado sarcasmo-. Aquí, mi Contramaestre,

las provisiones son comunes.

-¿Quién te dijo ese embuste?-dijo Dirck.

-El Almirante, en tiempos de emergencia, todo es común:

hasta el trabajo-dijo el hombre, perdiendo toda pizca de

respeto por su superior.

-¡Yo tengo derecho a tener las mías propias!-se defendió

Dirck.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

239

-Pero no más grandes que las que tiene toda la tripulación

junta-le cortó Sheila.

-¡Tú!...-la señaló Sheefnek y sin más le asestó tremenda

bofetada-¡Tú! ¡Tú les diste las llaves! Y también… ¡El

cuarto! ¡Dejadme ir! ¡Voy a revisar el cuarto!

Y ante el pasmo y terror de todos los marineros se hizo sitio

y comenzó a encaminarse hasta “la bodega”. En un

desesperado intento por hacer tiempo, las neuronas

frenéticas de Lodewijk Sheefnek se aliaron.

Empuñó un revólver que había conseguido de una manera

más bien tránsfuga a bordo y lo apuntó hacia la cabeza de

su padre.

-Éste maltrato no puede seguir más-dijo Lodewijk.

Un grito brotó de los labios de la mayoría de los presentes:

el Contramaestre había apuñalado a su propio hijo en el

costado izquierdo… así lo testimoniaba la sangre que

comenzaba a empapar la camisa.

-Y este desplante tampoco-completó.

Sin más, dejó a su propio hijo tirado allí y se encaminó al

cuarto. Por suerte, uno de los marines había comprendido la

indirecta y se había escabullido hasta la bodega de los

amotinados a dar aviso a los que estaban de guardia de que

había que sacar las cosas lo antes posible.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

240

Constantemente, los amotinados mantenían una pequeña

guardia en la bodega ante cualquier situación. Así que no

fue cosa difícil trasladar las provisiones de camarote en

camarote. Aún así, se acercó corriendo Linda Freeman.

-¡Ya viene!-susurró muy asustada, con los ojos

desorbitados y la lengua afuera.

Sin más, en vista y considerando que aún quedaban unas

pocas cosas por sacar, trancó la puerta con uno de los trucos

que había aprendido de Lowie.

Cuando el Contramaestre hubo llegado, intentó abrirla por

todos los medios posibles y existentes en el mundo de la

cerrajería. Sin embargo, a cada vez que intentaba, más se

convencía de que eran nefastos los resultados: no podía

abrirla.

-¡Abridla! ¡Antes de que me enoje más! ¡Estáis con

castigos asegurados por toda vuestra carrera!-bramó.

Luego un gemido brotó de sus labios y cayó hacia adelante

sosteniéndose el herido hombro izquierdo. Todos voltearon

y vieron a un alicaído Lodewijk, sostenido por Aloin y

Liselot, aún apuntar su pistola.

-Recuerda… estamos en guerra, Sheefnek-dijo,

escupiéndole justo el ojo izquierdo.

-Y tú, recuerda que los que se resisten van al calabozo-dijo

Sheefnek, a lo cual dos de sus marines favoritos se

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

241

acercaron y, tras aporrear un poco a Lowie, se lo llevaron a

los calabozos.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

242

Capítulo 14: “Malas Épocas”.

Nota de Autora:

¡Ahoi a todo el mundo! Yo nuevamente… Cómo podéis ver

se me está haciendo costumbre (buena o mala, costumbre al

fin) actualizar corrido y con capítulos tristes…

Disculpen por no actualizar muy seguido… pero es que no

he tenido tiempo… El 01 tuve que actualizar Foruldum (el

fanfic del que os he hablado), el 02 y 03 estuve ocupada por

solucionar un embrollo que me tiene aún de malas, el 04 y

05 me fui de parranda tolkiana con unos amigos al cine

(dieron la saga de El Señor de los Anillos en el cine a un

precio estúpidamente bajo y no había nadie en la sala…) y

esta semana me he ido de English Camp… Se han ido

varios compañeros, así que este capítulo… ¡va dedicado a

ellos!…

En este capítulo hay alusiones claras a los Tuareg, he de

decir que respeto mucho esta cultura y que no es mi

intención ir en perjuicio de ellos. Hay citas en lenguas

Bereberes, cualquier error hacédmelo saber y con gusto lo

corregiré. A su vez, también hay una alusión a la

esquizofrenia, entiéndase que no voy en mala intención con

la gente que padece esta enfermedad, de hecho les respeto

por el sólo hecho de tener que convivir con ella.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

243

El tema del capítulo es “La Danza del Fuego” de Mägo de

Oz… este es un capítulo con un karma cargadísimo, así que

espero entiendan por qué he sugerido esta canción.

Sin más, bienvenidos a las “Malas Épocas”…

Su cerebro despertó antes que su cuerpo. Se sentía mareada

y por qué no perdida. No podía abrir los ojos, le costaba

horrores. Su cuerpo le dolía como si alguien la hubiese

aventado desde la azotea del edificio más alto del mundo

con todo abajo. Estaba boca abajo, con la cabeza ladeada a

la derecha y los brazos extendidos hasta la altura de los

codos, donde se desviaban hacia arriba.

Intentó abrir los ojos infinitas veces hasta que lo consiguió.

No hizo esfuerzos por incorporarse, sólo miró con la cabeza

pegada al suelo. Arena, sólo había arena ante su mirada.

Pensó que estaba en la costa de Ámsterdam, aún en la

penumbra. Sin embargo no había sentido en estar ahí, no

recordaba nada.

Hacía frío… no, ese no era el clima que imperaba en las

playas de Ámsterdam, mucho menos en medio de un

verano tan caluroso como el que cursaban. Mucho frío, le

calaba los huesos… fácilmente unos diez grados bajo cero

en la escala Celsius.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

244

Se levantó, todo le dolía… se vio los moretones en todo el

cuerpo, tardarían semanas en borrarse, algo simplemente

imperdonable para ella. Un ser normal se hubiese fijado en

que estaba íntegra, es decir, no se había quebrado con la

caída… ya notaría eso después.

Miró las dunas a su alrededor y los ojos casi se le salieron

de las órbitas: eso no era Ámsterdam, eso era un desierto en

alguna parte del mundo y, aunque no quería pensar en eso,

cualquier época de la historia y no necesariamente de la

humanidad…

Entendió entonces por qué estaba boca abajo, en la pose en

que solía dormir y por qué le dolía todo el cuerpo: tras el

ritual había caído en alguna parte… Entonces por fin

agradeció no haberse quebrado, aunque con sarcasmo pensó

que no le servía de mucho estar íntegra. De inmediato se

retractó… por bien de la estética y la supervivencia tenía

que estar en una pieza.

Miró alrededor, estaba todo completamente oscuro, excepto

una delicada franja púrpura en el horizonte del lado este

que intentaba iluminar el cielo. Pronto iba a aclarar… Las

sinuosas dunas cubrían toda la infinita extensión, no

importaba de qué lado mirase.

-¿Dónde estoy?-se preguntó en voz alta.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

245

Sabía muy bien que nadie iba a contestar esa respuesta; no

había nadie alrededor… o al menos eso era lo que ella

creía…

Rápidamente todo comenzó a volverse más claro y, casi de

la nada, en un recodo de una de los cientos de dunas

alrededor suyo, apareció un grupo de mujeres.

Eran tres mujeres, podía saberlo por la forma de sus

cuerpos. Aún así, por sus rostros era imposible tenerlo de

cierto. Las tres llevaban un pañuelo largo color azul añil de

una tela delgada y a juzgar por la vista, era suave.

Eran de tez color mate y llevaban un paño largo sin mangas

y de color azul a modo de vestido. Iban descalzas. Cada una

llevaba varios odres de cuero colgando de la cintura y de la

montura.

Iban montadas en asnos. La que iba al medio apuró la

marcha hasta quedar en punta de flecha. De inmediato

volteó a las otras dos y gritó en su lengua.

-Apúrense-o algo así significaría lo que dijo, pues las otras

apuraron el trote de sus asnos también.

Ese fue el momento en que la mirada de las cuatro se cruzó.

Las mujeres del desierto extrajeron sus cimitarras,

extrañadas de la presencia de una persona tan rara en un

lugar tan inhóspito, en medio del camino que recorrían día

tras día sin encontrar nada más allá de su sombra.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

246

Galoparon a toda velocidad hasta Ivanna, quien apenas tuvo

tiempo de reaccionar y echar a correr en cualquier

dirección. Las tres mujeres le siguieron a toda velocidad.

En ese exacto momento, nuestra protagonista agradeció a

todas las deidades haber practicado atletismo y haber

sentido siempre especial gusto por el ejercicio físico.

Sin embargo se sentía horriblemente cansada. Lo único que

le daba fuerzas para seguir corriendo era el hecho de que

las tres persecutoras si alargaban el brazo podrían cogerla.

En ese instante, como confabulándose con las mujeres de

esas tierras, las arenas rojizas del exuberante lugar se

levantaron revoloteando en círculos, causando una terrible

tormenta de arena. Ivanna no conseguía ver nada, con

suerte se mantenía en pie.

Sin embargo sus persecutoras, más acostumbradas al clima

del lugar, podían avanzar con un poco más de facilidad que

ella. El viento era tan fuerte que finalmente sus rodillas se

doblaron y con tan mala suerte cayó de cabeza en una roca.

Evidentemente su cuerpo cansado no pudo resistir más y

sin fuerzas se había dejado vencer ante el inclemente viento

y ante la arena que le golpeaba en todas partes; y su mente

se había nublado, no sabía por qué… se había ido a negro

tras caer.

No pasó muchos segundos hasta que la tormenta de arena

cesó por completo. Varios hombres se unieron a las tres

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

247

mujeres y se acercaron a la muchacha caída. Arrugaron el

rostro, previendo en ella un mal augurio, más aún en la

situación en que había llegado a ellos.

Sin más, la mujer que había estado en la punta de la

formación ordenó que la llevasen hasta el campamento.

A la luz del sol, colocaron en la cabeza de Ivanna una

suerte de venda por si le venía hemorragia tras el golpe. La

necesitaban viva, les servía íntegra. Había una cosa o dos

que querían saber y ella les podía decir, si no era por las

buenas, habría de ser por la fuerza… habría de ser por la

fuerza.

Amanecía en el maravilloso, inhóspito y majestuoso

Sahara. Y ellos eran los Tuareg, los Hombres Azules…

Al mismo tiempo que Ivanna despertaba y volvía a caer

casi trescientos años en el pasado, Sophie y Aliet entraron

en la casa. Por primera vez en mucho tiempo Aliet Van der

Decken daba señales de vida… Abrió la puerta y lo

siguiente que vio la nana fue a su señora cargando a Sophie,

quien venía dormida. Una hora había pasado desde el

incidente en la playa. Era obvio que ese día la muchacha no

iría a la escuela. La nana se acercó a ayudar a su señora,

quien con un gesto de la mano y voz seca le ordenó

apartarse de su camino a través de las escaleras.

Cuando Aliet abrió la puerta de la habitación de sus

gemelas, miró con profunda desazón la cama de Ivanna…

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

248

no había pasado una hora y ya se sentía un enorme vacío

sin ella.

Acostó a Sophie en su cama y no terminaba ya de hacerlo

cuando la niña despertó.

Sus ojos eran salvajes, desorbitados, uno mirando a cada

punto de la habitación. Estaba asustada, observaba todo en

silencio y completamente callada, como si sus ojos fuesen a

causar que la viesen.

Pasó la mirada una y otra vez por su madre sin verla, Aliet

lo sintió así. Se repitió una y otra vez que no podía ser

cierto, que su hija no podía haber enloquecido. Pero como

psicóloga conocía bien todos y cada uno de los síntomas de

la esquizofrenia… y su hija parecía tenerla…

De pronto y de la nada, Sophie comenzó a temblar sin parar

y mirar a su alrededor con sus ojos lo más abiertos que

podía. Comenzó a llorar a gritos.

-Hija, hija…-la llamó Aliet, mirándola a los ojos. Sin

embargo la muchacha parecía no verla, en realidad no la

veía.

Sophie se levantó de la nada y como una zombi, con los

brazos caídos y la mirada fija al frente, caminó hasta la

ventana y corrió la cortina. Había amanecido hace rato,

pero como el día había roto nuboso, recién se despejaba y

salía la luz. Sophie creyó ver que amanecía. Miró el

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

249

estacionamiento y el auto no estaba… el auto negro de su

padre no estaba.

Salió corriendo hasta la puerta gritando despavorida. Aliet

la cogió al vuelo y la chica comenzó a darle de patadas y

mordiscos, debatiéndose entre sus brazos.

-¡Suéltame! ¡Suéltame!-chillaba histérica.

-Cálmate-le ordenó Aliet.

-Ivanna, Ivanna-gritó como cuando un metalero hace un

gutural-. ¡Ayuda! ¡Un fantasma! No me suelta, no me

suelta. ¡Ayuda! ¡No puedo verle! ¡Ayuda!

-Cálmate-le ordenó Aliet.

-¡Ivanna! ¡Se ha ido! ¡No volverá! Ha amanecido y se ha

ido al pasado-comenzó a llorar.

Aliet dio vuelta suavemente a su hija y la miró a los ojos.

-Hija, estoy aquí-le dijo, intentando hacer el mayor contacto

visual con la chica.

-¡Ivanna!-gritó Sophie- ¡Ayuda!-volvió a gritar y tras eso,

fijó la mirada en su madre, viéndola por primera vez. Abrió

los ojos a todo lo que le dieron los párpados y meneó la

cabeza. Intentó separarse-¡Ivanna! ¡Ivanna! Mamá murió…

Mamá me pena… ¡Perdóname, perdóname!-gritó antes de

caer desmayada.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

250

Aliet miró a Sophie sin poderlo creer, pero preparada como

estaba para enfrentar casos de esa índole, no pudo sino

rehacerse en unos instantes. Tocó la frente de su hija: ardía

en fiebre.

Acostó a la muchacha lo mejor que pudo en la cama y se

dispuso a velarle el sueño. La nana golpeó la puerta y Aliet

dio su permiso. La mujer no había podido evitar oír los

gritos y alarmada había subido a la segunda planta. Entró a

la habitación con paso cansino, con cautela, como quien

entra de pronto en un campo minado sin saber cuando los

petardos van a estallar.

Se acercó asustadísima a Aliet sin atreverse a sentarse en la

cama de la niña, quien había caído en una suerte de sueño

comatoso.

-¿Qué fue eso, señora?-preguntó con los ojos muy abiertos.

Aliet no pudo contestar. Respiraba agitada por la boca y

miraba un punto fijo en la pared. No podía ser… no podía

ser… De pronto recordó que la nana seguía esperando una

respuesta por parte suya.

-Un ataque… Tiene esquizofrenia-dijo Aliet sin poder

creerse ni siquiera sus propias palabras.

La nana se limitó a cubrirse la boca con las manos. ¡Qué

desgracia! Primero habían desaparecido Niek junto a

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

251

Liselot, luego Ivanna y ahora enloquecía Sophie… ¿Qué

clase de maldición se cernía sobre los Van der Decken?

La muchacha dejó escapar un gemido y se dio vuelta, presa

de la fiebre. Y ahí comenzó el calvario de Aliet… juntas a

punta de sedantes trabajaron en cuidar a la muchacha hasta

la mañana siguiente.

El dolor de cabeza era lacerante, horrible. Lowie resopló

cansado y dolorido, sin poder aguantar la desesperación.

Apretó los dientes con fuerza, consiguiendo sólo sentir más

dolor. Se llevó la mano a la cabeza y sin más se incorporó.

Fue imposible refrenar la náusea que le vino, simplemente

intentó afrontarla lo más dignamente que pudo.

Cuando el ataque hubo pasado, abrió cuidadosamente los

ojos y miró a su alrededor. Entendió todo… ya llevaba dos

días ahí, en esa maldita celda. Se miró el costado: la herida

comenzaba a cerrar, sin embargo la cicatriz le tiraba. Por

pura buena fortuna no se le había infectado: llevaba días sin

bañarse, no le habían ni limpiado ni curado la herida…

Un sudor frío le perló la frente. Llevaba dos días dormido,

así lo testimoniaba su celular casi sin batería. No tenía

fiebre, pero se sentía débil y enfermo, algo sin lugar a

dudas bastante extraño en él.

-Sheefnek las va a pagar… ¡las va a pagar!-gritó en medio

de un ataque de furia, golpeando las paredes de su celda.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

252

La puerta del calabozo se abrió ruidosamente. Lowie

aquietó su respiración lo más que pudo, tratando de ser lo

más silencioso posible. Lo siguiente que sintió fueron pasos

a lo largo del pasillo metálico, a juzgar de varias personas

por lo descoordinados que iban.

-¿Lowie?-escuchó la voz de Liselot llamarle.

¿Liselot? ¿Qué hacía Liselot ahí? Prefirió mantener silencio

y resistir la tentación de hablarle.

-¿Lodewijk?-sintió la voz de Aloin, Sheila y Linda.

¿Qué hacían todos ellos ahí? Prefirió seguir manteniendo

silencio. Bien los aliados de Sheefnek podían estarle

tendiendo una trampa llevando a todos los demás ahí…

-Lowie, ¿dónde estás?-sintió la voz de Liselot de nueva

cuenta.

Sus pensamientos se volvieron certezas. Si contestaba a los

demás, probablemente sus persecutores tomarían como una

certeza el motín. Si no contestaba, no podrían corroborar

nada. Era una trampa.

-¿Dónde estará? Llevamos dos días buscándole y nunca

contesta-se escuchó la voz de Liselot.

-Bien podría haber muerto dentro de una celda. Nadie se

dará cuenta hasta que el olor sea asqueroso y tengan que

sacarle del barco por higiene-dijo Sheila.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

253

-¿Qué será de esto sin él?-preguntó Aloin.

¿Entonces de verdad estaban buscándole? ¿No era una

trampa? No podía hacerles creer que estaba muerto ni

permitir que ellos hicieran todo el trabajo. Presentía que el

motín se venía cerca.

-Habrá que avisar naturalmente a John-dijo Liselot.

-Y cobrar venganza, recordad que Sheefnek sigue débil por

el disparo-completó Sheila.

-Creo que hoy será la reunión más desconcertante de todas-

dijo Aloin.

-Sheefnek se las verá feas y a ver de qué cuero salen más

correas-añadió Linda con determinación.

¿De veras era todo eso por él? El plan no pintaba mal, claro

que no, pero no podía traicionar ahora el motín.

-Quedan diez minutos. Probemos otra vez-dijo Liselot.

-¡Liselot, estoy aquí! ¡Aloin! ¡Linda! ¡Sheila!-fue la

respuesta que Liselot no se esperó, pese a no haber perdido

la fe de encontrar a su amigo con vida. El muchacho no

cesaba de golpear la puerta.

Orientándose por dónde provenía el ruido consiguieron

llegar a la celda de Lowie y, tras no pocos intentos, la

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

254

abrieron. El muchacho apareció tras el dintel y se desplomó

de golpe sobre Aloin y Liselot.

Desde afuera sonó la contraseña y Linda se aproximó a

abrir, mientras que Sheila guiaba a los otros tres hacia la

celda de John. Una horda de personas ingresó al calabozo y

luego a la celda de John.

Todos se miraron los unos a los otros. A cada cual más

famélico, hambriento, magullado, furioso y cansado.

Lowie se aproximó al camastro con la cabeza en alto, no

importaba cuán manchada en sangre estuviese su ropa, cuán

enfermo se sintiese. No, no podía tirar por la borda sus

planes.

Todos le miraron, más no les sorprendía en lo absoluto ver

a alguien en esas condiciones: habían visto gente morir,

habían sentido la muerte soplando en sus cuellos en cada

batalla. No había de qué asombrarse.

FLASHBACK.

El Contramaestre Sheefnek, ahora auto nombrado

“Almirante Sheefnek”, sonrió sardónicamente. Aún estaba

convaleciente del disparo que le había propinado su hijo.

¿Hijo? Esa desgracia que le había quitado todo lo que

alguna vez había querido y que ahora se interponía entre él

y el éxito de sus planes.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

255

La había pasado fea: el clima del Caribe le había sentado

bastante mal, causándole fiebre durante todo el día anterior,

justamente cuando su herida estaba en proceso de curación.

Sus hombres le habían conseguido agua incluso de sus

propias raciones para ayudarle, especialmente de las

raciones de los que le habían causado el mal rato con

Liselot Van der Decken.

Bueno, ¿querían agua? Aquí tenían agua. Varios de los que

le habían causado ese problemilla, aquello que él llamaba

“motín”, habían recibido unos cuantos balazos y disparos

por parte de los marines que aún le eran fieles.

Luego, su sádica mente, que ni en enfermedad cesaba de

planear crueles planes, había ordenado a dichos marines no

dar ni agua ni comida ni cuidado alguno a aquellos

amotinados.

Los que habían sobrevivido, lo habían hecho gracias a la

dedicación de sus colegas que también eran partícipes del

motín, los cuales tampoco habían podido hacer mucho,

porque Sheefnek les había dado turnos extras y con suerte

les quedaba tres horas diarias de descanso.

Frente a él había una de las mujeres que había participado

en el enfrentamiento y había salido herida. Tenía fiebre.

Sin más, le tiró toda una cubeta de agua para despertarla.

-¡A trabajar, holgazana!-le espetó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

256

Ella apenas podía abrir bien los ojos y temblaba de frío. Sin

piedad, la levantó por la fuerza de la cama. Ella casi cae al

suelo, de no haber sido porque él la sujetó de la muñeca

izquierda.

-Tú tendrías que estar muerta, ¿de dónde conseguiste

comida para vivir?-le espetó.

-Tenía unas raciones que guardé en tiempos mejores-le dijo

ella, tratando de ser desafiante.

-Unas raciones, ¿quién lo diría? ¿Quieres saber qué pasa a

quienes guardan raciones? ¡Anda a trabajar!-le gritó en el

oído.

FIN DEL FLASHBACK.

-No estamos en condiciones de un enfrentamiento

instantáneo-comenzó la muchacha, cuando todos hubieron

puesto atención al inicio de la Asamblea y ella salió de

aquellos recuerdos desagradables-. Muchos de los nuestros

están enfermos.

Tras ella aparecieron algunos de los amotinados que habían

pasado por una situación similar a la descrita. Tosían,

temblaban, estornudaban y sudaban sin parar, apenas

podían mantenerse en pie. Sin embargo eso no consiguió

conmover a nadie, todos sabían a qué se enfrentaban

trabajando para la Zeven Provinciën.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

257

-Con buenos cuidados podrían reponerse para la próxima

semana-dijo John, mirando a la gente y comprendiendo que

la situación no podía dilatarse más, pero que tampoco podía

arriesgar a los marines enfermos a un enfrentamiento de

inmediato, porque tenían mayores probabilidades de morir

que de vivir, si es que las había de vivir.

-¿Buenos cuidados?-inquirió Sheila con ironía-. Ni siquiera

tenemos comida.

-¿Y qué ha sucedido con la bodega?-quiso saber John.

Sin más, Sheila procedió a contarle todo lo sucedido al

respecto.

FLASHBACK.

Con que algunas raciones, ¿ah? Si una simple marinera de

las últimas de cubierta había podido burlar su atención para

obtener comida, bien podrían haberlo hecho todos. Y bien

no podría haber sido de las raciones que se les repartía a

diario, sino que de su bodega privada. ¡Claro! ¡Ahí se

resolvían todos sus enigmas!

-Que aprendan que lo mal venido es mal aprovechado-

musitó con la ira sádica reflejada en los ojos de por sí

crueles.

Se dirigió medio rengueando, medio caminando con

dignidad hasta algunos de los hombres que todavía le eran

fieles. A los gritos bramó las siguientes órdenes:

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

258

-Revisen cada uno de los camarotes, todo lo que encuentren

de armamento fuera de lo estipulado, alimentos, botiquines

de primeros auxilios, me lo deben traer-sí, exacto,

recuperaría sus víveres o lo que quedase de ellos.

Sus hombres, más por obligación que por gusto en su

mayoría, se dirigieron a registrar camarote por camarote,

habitación por habitación.

Los amotinados se percataron del hecho e intentaron salvar

las provisiones que habían conseguido de todos los modos.

¿Es necesario decir que hubo enfrentamientos armados y

verbales a lo largo de todo el navío? Pues lo más probable

es que no. Pese a todo, casi no salvaron nada.

Pero… tampoco eso quiere decir que los hombres del

“Almirante Sheefnek” hayan llegado con muchos productos

ante su díscolo jefe.

De hecho, cuando Sheefnek vio cuán pocas eran las cosas

que sus hombres habían obtenido tras registrar todo el

barco, decidió tomar medidas más drásticas:

-Muy bien, entonces sólo yo y aquellos que hayan llegado

con algo en sus manos hasta mí tendremos derecho a comer

hasta que este enojoso asunto se resuelva-indicó.

FIN DEL FLASHBACK.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

259

-No nos quedó más que obedecer a esa regla. Desde hace

dos días nadie come en este barco-añadió Sheila-. Algunos

de los nuestros decidieron en un desesperado intento por

guardar las cosas, atárselas al cuerpo, pero no era una gran

cantidad de cosas, ahora no nos queda nada-concluyó el

relato.

-Sin embargo la treta nos salió peor-confesó uno que estaba

particularmente moreteado.

-Sorpréndeme-dijo John con un tono de voz marcado por la

ironía.

El hombre que había hablado anteriormente le miró con

cara de pocos amigos, demostrando que le hacía bastante

poca gracia el comentario.

FLASHBACK.

El hombre miró cómo Sheefnek doblaba la esquina de uno

de los muchos pasillos de la cubierta C y le enfrentaba. En

el pérfido rostro del Contramaestre se perfiló una sonrisa

sardónica. Detrás de él venían cinco de sus mejores

hombres.

-Regístrenlo-ordenó.

Si no hubiese sido forjado por los combates y la Guerra en

Somalia, probablemente el terror y el pánico hubiesen

acudido a su rostro: era lo que los amotinados habían

llamado un portador de provisiones.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

260

Los hombres de Sheefnek lo maniataron mientras él

intentaba oponer resistencia. Finalmente, consiguieron

reducirlo.

Entonces dos, cuatro, seis manos inescrupulosas

revolvieron por aquí y por allá, desnudándolo hasta dejarle

en ropa interior y mostrando su abdomen cubierto de

productos adheridos con cinta adhesiva. De golpe le

quitaron el montón de scotch, despellejándole e hiriéndole

la piel.

Ni siquiera un grito brotó de sus labios, permaneció

impávido, como una persona que camina por la calle en un

día en que no hay nada nuevo, ni bueno ni malo.

Su rostro no fue malformado por ninguna mueca de dolor.

Ningún cambió se apreció en su mirada. Continuó mirando

fijamente a todo su alrededor.

-Mire lo que hemos encontrado, mi Almirante-dijo uno de

los marines, mostrándole a su superior los productos que

habían obtenido.

Sheefnek observó todo lo que le estaban mostrando.

-Pásamelo-ordenó a uno de los suyos, señalándole el

cinturón del hombre. El subordinado obedeció de

inmediato.

Entonces, Sheefnek comenzó a darle de correazos al

hombre desnudo. En todas partes de su cuerpo, y cuando

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

261

digo todas, son todas. Ningún cambio hizo que el caído

variase la expresión de su rostro, ni siquiera cuando

Sheefnek le dio en su punto más débil. En ese momento,

simplemente se deslizó de los brazos de sus captores,

quedando con las rodillas casi en el suelo y los brazos

levantados como una especie de crucificado.

En ningún momento gimió, lloró, gritó, ni siquiera dio

señales de vida. No reaccionó siquiera. Sólo miró fijamente

a los ojos a Sheefnek, buscaba su mirada cada vez que

levantaba el cinturón y le azotaba. No eran unos ojos tristes,

dolidos ni sedientos de venganza. Era una mirada

inexpresiva, sin vida… no decía nada.

FIN DEL FLASHBACK.

-Admito que me sorprendiste-dijo John cuando el hombre

hubo terminado el relato.

-Por mí que el motín comience ahora mismo. Ya no queda

nada bueno en este barco que no sea esta idea-confesó el

hombre.

-¿A cuánto estamos de New Providence?-preguntó John.

-Estamos en la rada-confesó Liselot Van der Decken muy

orgullosa de su trabajo.

-Eso explica muchas cosas-confesó Aloin pegando un

bostezo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

262

-¿Si? ¿Y tales cómo?-preguntó John con su clásica

agudeza.

Aloin suspiró y se resignó a narrar la larga historia por

contar.

FLASHBACK.

Aloin estaba trabajando tranquilamente en el puente de

mando cuando el Contramaestre ingresó seguido de su

séquito y un hombre de la tripulación y del motín desnudo

y sangrante. Expresivo como era, Aloin abrió la boca de

punta a punta.

-Así que tú fuiste-dijo el Contramaestre acercándose

amenazantemente a él.

Aloin pasó saliva y sintió deseos de correr, más se obligó a

ponerse bien derecho, casi en posición de firmes.

-¡Responde!-le bramó Sheefnek.

Herido, enfermo y todo, seguía siendo igual de insoportable

que siempre. No tenía idea de cómo lo había hecho para

levantarse en tan poco tiempo y para estar ahí dando

órdenes con esa fuerza.

-Deberías darle pistas al chico-intervino el vapuleado

marinero.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

263

-Una pista, ¿eh? Trabajaréis hasta que salgamos del Caribe.

Estipúlese que el horario de descanso de toda la tripulación

será de tres horas si se lo permite los turnos hasta el día en

que regresemos a Ámsterdam del siglo XXI-ordenó el

detestable Contramaestre Sheefnek.

FIN DEL FLASHBACK.

-Así que todo era parte de un vil motín-resonó la voz de

Sheefnek detrás de todos.

El mentado y pérfido hombrecillo se abrió paso entre la

multitud. Si la celda estaba atiborrada de excesivo público,

imaginaos cómo estaría ahora si él entró con una guarnición

de sus mejores hombres, quienes no restaron espacio para

las armas, las cuales apuntaban a todo ser viviente capaz de

moverse e incapaz también.

-¿Qué diríais los ingleses ante esto, señor Morrison?-

preguntó con sorna, ya sabía que John era el jefe del motín.

-Moutiny, Captain-dijo John, sonriendo con ironía…

Por el momento dejaremos en paz a los miembros de la

tripulación del Evertsen y sus conflictos de intereses. Nos

concentraremos en Ivanna… ¿Qué habrá pasado con ella?

Bueno, ya es de noche, no le ha sucedido nada interesante

en el día, al menos eso es lo que ella cree.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

264

Ivanna despertó presa de un frío gutural. No quería abrir los

ojos, pero algo en su interior le decía que algo iba mal ahí,

muy mal.

Una luz mortecina pero insistente le daba de lleno en la

cara y le molestaba los párpados. A sus oídos llegaron risas

y cantos. La música le gustó, le llamaba a bailar, le

recordaba a las películas que había visto sobre el oriente

medio, aquellas que tanto le gustaban a Sophie… Sophie,

¿qué sería de Sophie?

El ritmo era simple, fácil de seguir, rítmico en otras

palabras. Estaba a base de un tamboril y los aplausos de la

gente. Una mujer cantaba al ritmo del tamboril en una

lengua extraña, haciendo distintos tonos, y otra cantaba a

un volumen más fuerte y en un ritmo más alegre, pero igual

en una lengua extraña.

De pronto cesó el canto y el tamboril calló. La multitud

estalló en aplausos y risas. Ivanna abrió los ojos sin

incorporarse aún. Una manta de lana azul le cubría el

cuerpo completo y estaba acostada sobre una alfombra

persa. Su cabeza la apoyaba en un cojín de cuero.

-¿Dónde estoy?-se preguntó en voz alta, para su

desgracia…

De inmediato descubrió que no estaba sola. Era una tienda

de campaña color crema muy amplia. Había lámparas de

metal esparcidas por todo el interior, las cuales exhalaban

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

265

una mortecina luz. Había tres alfombras persas y multitud

de adornos. Una botella, unos odres y unos cuencos estaban

arrumbados a una esquina.

Sentados sobre cojines había un hombre y una mujer,

ambos de mediana edad, aproximadamente unos treinta

años por cabeza. Ambos se soltaron las manos al mismo

tiempo que ella se incorporaba y quedaba medio

impresionada por la facha que ambos traían.

Ella se puso en pie mirando a Ivanna en una pose tan

desafiante que parecía una diosa. Sin embargo la chica

holandesa evaluó juiciosamente a su contraparte.

Era una mujer no muy alta y de cuerpo bien formado. Su

rostro era ovalado, iniciando en punta, ensanchándose a la

altura de los pómulos y afilándose en el mentón. Un grueso

mechón de cabellera negra le surcaba la sien izquierda

trenzado hasta unirse con el resto del pelo.

La tez era más bien clara, sin embargo se veía rojiza en la

frente, las mejillas y la nariz por acción de los polvos de

piedra que le protegían la piel.

Los ojos eran amarillentos y de pupilas castañas, estaban

enmarcados por una gruesa capa de pintura azul.

Llevaba una túnica azul añil que dejaba al descubierto los

brazos, unas bombachas hasta los tobillos del mismo color,

un turbante en la cabeza y un montón de abalorios en forma

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

266

de cruces, dameros, redes de rombos y puntas de flecha,

todos ellos de plata.

El varón continuó sentado, observando sigilosamente la

escena. Era alto y fornido. De penetrantes ojos castaños.

Era lo único que el tidjelmousts, o velo azul índigo que

llevaba en la cabeza, permitía ver de su rostro.

Llevaba una túnica de colores vivos cubierta de una manta

azul de lana. Llevaba unas bombachas azules gastadas por

el viento, la luz del sol y el polvo. Iba descalzo.

Ambas mujeres se midieron las miradas. La una con cara de

“me interrumpiste, muchas gracias” y la otra con su mejor

mirada de “¿qué rayos hago aquí?”.

El varón en vista y considerando que así podían seguir por

toda la noche sin llegar a ningún resultado, habló a su

congénere.

Ambos se zambulleron en una avivada y expresiva

cháchara de la cual Ivanna pudo entender sólo la palabra

“terbat”. Lo único que entendía era que no le servía de nada

entender lo que decían, si no conocía el significado de lo

que estaban diciendo.

Puso mayor atención a la conversación. El varón seguía

mencionando la palabra terbat, mientras la miraba y le

señalaba con cara de curiosidad. Entendió que con la

palabra “Terbat” se referían a ella y que probablemente él

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

267

preguntaba de dónde había aparecido o qué hacía ella ahí,

algo que de buena gana le hubiese gustado saber, dicho sea

de paso.

Lo que Ivanna no sabía era que en los lenguajes Bereberes

el vocablo “Terbat” quería decir “Chica”. Por lo tanto le

debemos el crédito por haber adivinado medianamente el

significado…

La mujer cortó de golpe la conversación con una frase

terminada con las palabras “Amghar idurar agadir” las

cuales significaban respectivamente “Anciano de la

montaña”.

Evidentemente se refería a que para solucionar el embrollo

detrás de Ivanna, dudas acerca de su procedencia iban

incluidas, tenían que ir a hablar con el líder del

campamento que se había tomado la montaña en que

estaban acampando.

Es obvio que para Ivanna fueron sólo unas palabras más de

la sarta de vocablos que no pudo entender en aquel lenguaje

tan rápido, difícil de entender y bien hilvanado.

Así que puso la tremenda cara de no entender nada cuando

la mujer la pescó en vilo del lado derecho y el hombre del

lado izquierdo. Su cerebro reaccionó tan rápido como le fue

posible, en su imaginación ellos incluso podían querer

cocinarla: ¡eran unos bárbaros!

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

268

Como no le apetecía ir a parar a la olla ni a la parrilla de

nadie comenzó a debatirse entre los brazos de sus captores

quienes tuvieron la adorable idea de mostrarle las

cimitarras, haciendo que ella intentase soltarse con más

ganas.

De más está decir que todos les miraron con caras raras

cuando interrumpieron al enabald del poeta a mitad de la

nueva composición con los gritos de la muchacha y su

histérico espectáculo. El cual concluyó tan pronto llegaron

a la tienda del jefe del grupo y le comentaron sobre su

problema.

Un suave susurro despertó a Aliet. Se alarmó cuando

descubrió que mientras cuidaba de Sophie se había quedado

dormida. En todo ese rato la niña podría haberse hecho

daño. Se debatió entre las ideas de incorporarse de

inmediato o quedarse ahí.

Un nuevo murmullo llegó a sus oídos. Era la voz de Sophie,

pero bastante metamorfoseada. Optó por quedarse ahí,

fingiendo que dormía para averiguar de una vez todos los

díscolos pensamientos que daban vueltas en la mente de su

hija. Tenía que admitirlo: era la única forma para poder

formular un diagnóstico y poder ayudarle con medicación y

un tratamiento propicio.

-No, día, no te apagues otra vez. ¿No ves que quiero seguir

en tu compañía? ¡No, no te vayas! Si te vas, se irá papá y

no, no quiero que se vaya papá… Te imaginas lo que sería

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

269

la luz sin él: no me serviría para poderle mirar, porque,

¿qué miraría si él no estuviese? Si te vas tú, se va él y si se

va él no te querré ver nunca más. Me recordarías mejores

tiempos. ¡No, no te vaya!-gritó.

Aliet contuvo la respiración por unos momentos… Un

diálogo así se lo podría haber esperado de Liselot, pero

jamás de alguna de sus dos gemelas.

-¡Ivanna! ¡Ivanna!-gritó Sophie-. El día quiere irse, si se va,

también se irá papá. Si uno se va, ¿de qué servirá el otro si

le seguirá?

Si Aliet no hubiese una psicóloga experimentada,

probablemente se hubiese enredado en medio de la

ininteligible cháchara de Sophie.

-¡¿Papá?!-exclamó la niña, completamente ilusionada,

viendo en su imaginación a su padre abrir la puerta e

ingresar en la habitación con su sonrisa afable de todos los

días. Algo que, dicho sea de paso, rompió el corazón de su

madre.

-¡Papá!-exclamó Sophie, completamente segura de lo que

veía. Saltó de la cama sin siquiera recalar en su madre y

abrazó el aire, con la certeza de que palpaba el sólido torso

de su progenitor.

-Papá, no te vayas hoy. Si te vas no volverás, yo lo sé. Por

favor quédate. Papá, ¿por qué no mejor te quedas a jugar a

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

270

las cartas conmigo? ¿Ascenso? ¿Es acaso eso más

importante? ¿Tu misión? Papá, tienes familia-comenzó a

gimotear-. Papá, ¿qué haremos sin ti? ¿Qué ha dicho Liss

sobre irse contigo? ¡Se irá! No, no pueden irse hoy, sino no

regresarán-comenzó a llorar de frentón-. No… ¡Papá no te

vayas! ¡Papá! ¡Papá! ¡No te vayas!-lloró y cayó sentada al

suelo, al menos eso fue lo que Aliet sintió: un golpe y ya.

A Aliet comenzaron a caérsele las lágrimas una a una. Sin

embargo guardó silencio.

-¡Día, tú tienes la culpa! ¡Si no te hubieses ido papá no

estaría por irse! ¡Maldito seas, día! Me refregarás en la cara

con tu luz que puedo ver todo excepto a él y que tú, donde

quiera que él vaya, podrás ir siempre con él. Y lo peor es

que yo no puedo ir ni hacer que se quede. ¡Lo perderé para

siempre y por siempre!-lloró-. ¡Vete, día, que ya no te

quiero! ¡No, no te vayas! ¡No te vayas sino él se irá! ¡No!

¡No!-bramó-. ¡Ivanna! ¡Ivanna!

Aliet no lo pudo soportar por más tiempo. No podía seguir

oyendo ese soliloquio. Se secó las lágrimas y se puso de

pie, caminó con aire determinado hasta su hija y se hincó

ante ella.

-Sophie-la llamó con dulzura, mirándola a los ojos y

afirmándola de los hombros.

-No llores, mi niña-le dijo, levantándole la barbilla y

obligándole a mirarla.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

271

La niña la miró aterrada.

-¡Un fantasma! ¡Es el fantasma de mamá! ¡Ivanna, el

fantasma de mamá está aquí!-gritó aterrada.

-No soy un fantasma, mi niña-dijo Aliet, sintiendo cómo se

le partía el corazón.

-¡No me toques! ¡No me toques! ¡No vuelvas! ¡Te pido

perdón, mamá! ¡Por mi culpa él se fue! Yo tenía que

seguirlo, lo sé-lloró Sophie.

-Por favor vete y no me penes más. Si me tocas me

matarás: tus ojos me llevan a la muerte. Quizá lo merezco,

debí de seguirlo. Pero tengo miedo, mucho miedo. ¡Vete!

¡Me aterra tenerte aquí, recordándome lo que te hice

perder! ¡Vete!-y sin previo aviso se desmayó.

Aliet rompió a llorar. De pronto una mano amiga se posó en

su hombro. Miró hacia arriba y la nana lloraba junto a ella.

-No hay nada que se pueda hacer-dijo Aliet.

-Lo sé, señora, lo sé. Se nos perdió-dijo la nana.

Entre ambas transportaron a la niña de nuevo a la cama y se

prepararon para una larga noche de vigilia, en lo que se

transformarían todos los días en lo sucesivo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

272

Capítulo 15: “Moutiny, Captain”.

Nota de Autora:

Ahoi a todo el mundo, Mariette Sparrow aquí… Bueno,

primero que todo les agradezco la recepción que han dado

al capítulo pasado. En aproximadamente 18 horas recibí 32

visitas al capítulo, lo cual me dejó gratamente sorprendida.

Aún así lamento la demora para haberlo publicado.

Espero que este capítulo me resulte más fácil de escribir

que el anterior, pues para ese tuve que investigar un montón

sobre la cultura Tuareg y sobre los síntomas de la

Esquizofrenia…

Por mientras, os cuento, dejaremos de lado al siglo XXI y a

Ivanna para abocarnos directamente en el Evertsen.

Si no he actualizado pronto, es porque me he puesto a leer

La Comunidad del Anillo (¡mi libro favorito, es excelente!)

y no despego la vista hasta que se pone oscurito-oscurito el

día.

Y, bueno, el tema del capítulo es “Mejor Morir en Pie”, de

la genialísima banda de metal española “Tierra Santa”…

Saludos desde… desde… mi castillo mental. Para aquellos

que se terminen el capítulo: sí, la canción que aparece

escrita es Namárië, autoría de JRR Tolkien para su capítulo

“Adiós a Lórien”, no me pertenece.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

273

-Moutiny, Captain-esas palabras aún resonaban en la mente

de Sheefnek.

Esbozó su clásica sonrisa perversa, esa pérfida mueca capaz

de causar tiritones a cualquiera. Así que eso era lo que el

inglés tenía que decir acerca de su traidora práctica, ¿ah?

Interesante…

-A ver de qué cuero salen más correas-dijo.

Los pocos hombres que mantenían firme su lealtad al

Contramaestre captaron completamente la idea. Un tenso

silencio se formó alrededor. El silencio zumbó en los oídos

de todos los presentes e invadió las mentes de cada uno.

Bramaba advertencias aún más que el ruido más fuerte de

todos. Gritaba los planes de los oponentes aún más fuerte

que lo que lo hubiese hecho el sonido más poderoso de

todos.

Y sin embargo, no oían nada. El vacío les envolvía por

completo, de cabo a rabo. Y ahí estaban: sintiendo lo que

no había y sin embargo existía.

John afirmó con la diestra su vieja pistola que estaba entre

la camisa y el pantalón, y con la izquierda sostuvo un

revólver que le habían facilitado los hombres del Evertsen.

Caminó hacia el frente del batallón. Sus hombres

retrocedieron tras él mirando fijamente a los de Sheefnek.

Ni siquiera aferraron sus armas en un instintivo gesto de

seguridad.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

274

Se miraban a los ojos y pese que sus miradas revelaban la

ira y el bloqueo mental previo a la batalla, se rogaban por

no luchar. Ni siquiera tomaron las armas para defenderse.

De nada valía. Los hombres de Sheefnek eran muchísimo

más superiores en cuanto a armamento y estrategia a ellos.

No había esperanzas, no… no las había…

… Pero por algo valía la pena luchar. Era mejor pelear y

morir con dignidad. Luchar y gritar por una libertad que no

iba a tardar en llegar, allá en el mar. No había esperanzas,

pero ese motín era la libertad.

Liselot se puso de pie y se paró a la diestra del británico, un

poco más por detrás que éste. Empuñó su espada y la

desenvainó, dejándola baja, pero desenvainada. “La única

causa perdida es la que se abandona…”, ese era su

pensamiento. Nunca conocerían el resultado de la batalla si

no peleaban.

Su metralleta colgada a la espalda. Sheefnek midió su

mirada con la de la muchacha. No era la misma muchacha

que había conocido, pero tampoco distaba demasiado de la

antigua Liselot Van der Decken: viviendo de esperanzas

inútiles y vacías que ella misma se infundía justo cuando

veía que el mundo se caía a pedacitos sobre su cabeza.

Lodewijk se paró con dificultad. Caminó con la mayor

dignidad que le fue posible hasta su ubicación. Siempre con

la cabeza erguida. Todo el cuerpo empapado en sangre,

cojeando, ardiendo en fiebre y viendo a través de sus ojos

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

275

nublados el frenesí de la batalla. Con su alicaído cuerpo

cubrió la retaguardia del lado izquierdo de John y con su

metralleta colgada a la espalda esperó el destino final. “El

último es el día por el que vale la pena vivir”, pensó.

¿Por qué Sheefnek no actuaba? ¿Tan pérfido era? ¿Qué

sentido tenía no presentar batalla de inmediato? Tenía todo

para ganar.

Aloin se puso en pie. Tembloroso. Su labio inferior tiritaba

sin pasar y sus ojos se agrandaban de par en par. El miedo,

la muerte. Conceptos aliados en aquel aciago y oscuro

momento. Conceptos que no se cansaban de atormentar su

cabeza.

Con miedo dejó su asiento, consciente de que

probablemente nunca más volvería a tomar asiento en

ninguna parte. ¿Por qué luchaba? ¡Por la libertad de la

muerte! “Y si caigo, ¿qué es la vida?”, se preguntó justo

antes de tomar posición detrás y a la derecha de Liselot.

Finalmente llegó el turno de Sheila. Anteriormente llamada

“Soraya” por Dirck Sheefnek, su enemigo. Enemigo al que

miró con toda la crudeza de la que fue capaz. Se puso de

pie disfrutando el momento.

Era, a decir verdad, una de las pocas que estaba disfrutando

del momento, quizás casi al nivel de John Morrison.

Acostumbrada desde su adolescencia a las batallas y a la

muerte, a ver a alguien y saber que mañana ya no estará, se

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

276

puso de pie y caminó lentamente, disfrutando de la lentitud

del momento.

Con su metralleta al hombro, su mirada amenazante, su

postura determinada y su sonrisa perversa era casi

comparable con las antiguas amazonas. “El descoronado

será rey”, pensó con ironía, esbozando una sonrisa más

perversa y sarcástica aún si era posible. Finalmente llegó a

la retaguardia izquierda de Lodewijk.

Y el silencio cubrió el ambiente de forma asfixiante de

nueva cuenta. Sólo el seco sonido de las botas contra el

suelo metálico lo había roto, de una forma pesada en un

comienzo y luego distrayendo a las gentes de la tensión

previa a una batalla.

Un balazo resonó en el aire. Un grito, no desgarrador, sino

sorprendido y estoico. Un golpe seco contra el suelo y el

silencio, más desgarrador que el grito, hizo sucumbir todo

rastro de cordura y racionalidad entre los amotinados y

entre los leales.

Detrás de Sheefnek apareció un hombre que sobaba su

pistola aún humeante. John miró de reojo al caído. No le

dolió de forma profunda, no sintió miedo ante aquel

anuncio; sin embargo, era la muerte de un hombre y más

que mal le importaba. Definitivamente, eso no podía quedar

así.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

277

Otro anuncio más hizo sucumbir ante el terror a toda la

gente que estaba dentro de la diminuta celda. Si la situación

seguía así, iban a morir todos apretujados sin opción alguna

a huir. ¿Qué esperaban? ¿La caída de un tercero para

disparar y pelear? Se notaba a las claras que John no daba

orden de hacer fuego porque los había traicionado… y ahí

estaban ellos: esperando las órdenes de un líder que a ellos

jamás iba a regresar.

Otra vez, John miró al hombre que disparaba detrás de su

líder. ¿Por qué Sheefnek no había ordenado que le

disparasen directamente a uno de los cinco líderes del

motín? Era obvio que eso estaba concertado de antes, pero

¿por qué no hacer un buen plan y ya?

La mirada de Sheefnek se midió a la de John. ¡Qué feliz

estaba! Había hecho caer y desesperar a la maldita

sanguijuela adolescente que tenía en frente… ¿Matarlo de

inmediato? ¿Matar a los cinco y ya? ¡¿Para qué?! No,

definitivamente no… Mejor se divertiría un rato por el mal

trago que le estaban haciendo pasar.

Sin miramientos y con rabia inaudita John disparó directo

al pecho del hombre que se ocultaba detrás del

Contramaestre. Un hombre ya era terrible, dos caídos era

demasiado. Eran vidas humanas, ¿acaso ese idiota que tenía

en frente no se daba cuenta?

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

278

Como era de esperarse, lo único que se escuchó fue la caída

del hombre. De inmediato la celda comenzó a bullir como

un panal a punto de explotar.

John se enfundó la pistola, desenvainó la espada. Miró

fijamente a su oponente.

-¡Mejor en pie morir!-gritó con toda su alma.

Sin dudarlo, saltó adelante con la espada en la mano. Los

amotinados lo siguieron sin dudarlo. El calabozo era un

caos. La celda de John era bastante grande para ser una

celda, de hecho era una celda para cinco personas, casi

como un camarote de los grandes. Sin embargo se volvía

estrecho a la hora de albergar tanta gente.

Sin lugar a dudas había sido suficiente con los amotinados

apretujándose contra las paredes metálicas durante las

Asambleas y viéndose obligados inextricablemente a abrir

la puerta de la celda y reunirse también a los alrededores de

ésta cada vez que se reunían para estar siquiera un poco

más cómodos.

Pero trasladar toda la tripulación a ese espacio era algo casi

imposible que volvía los habitáculos completamente

diminutos.

Aprovechando el efecto que había surtido su grito: un

completo desorden, John atravesó el cuello de uno de los

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

279

mandamases de Sheefnek tras haber golpeado de forma

frontal la garganta con la punta del arma.

Uno de los hombres del Contramaestre se preparó para

dispararle, pero él pudo arrancarle la mano con pistola y

todo con una certera estocada.

A cualquier persona que hubiese estado presente en ese

momento como un simple espectador le habría dado la

sensación de que eran dos ejércitos de la Era Medieval

predispuestos a chocar en el fragor de la batalla.

Eso fue exactamente lo que pasó: los cinco líderes de los

amotinados atacaron en punta y tras ellos el grueso de los

rebeldes del barco. Corrieron los pocos pasos que tenían

que andar hasta sus enemigos que les tapaban la entrada.

Por su parte, los hombres de Sheefnek permanecieron

inmutables ante ese suceso y apuntaron sus armas.

Mientras John peleaba dando el impacto de vanguardia, los

hombres del Contramaestre apuntaron y dispararon a los

amotinados que iban delante y cuando ellos cayeron,

apuntaron y dispararon de nueva cuenta.

En apenas cinco segundos, el bando de los amotinados

contaba con doce bajas, mientras que los leales echaban

sólo dos en falta.

Misteriosamente, ni bala ni corte profanó los cuerpos de

John, Liselot, Lodewijk, Aloin o Sheila; al menos no

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

280

todavía. Ellos siguieron corriendo en punta y lanzando

mandobles, abusando de su extraña suerte de seguir con

vida a pesar de haber sido los que estuvieron más cerca del

alcance de las balas.

Los amotinados estaban conscientes de que tenían que salir

de inmediato de la celda. Pasaban los segundos y más y

más de los suyos caían. ¿Qué más daba? Si se acercaban

más de la cuenta a la puerta y al pasillo del calabozo,

podrían darse por muertos por los hombres de Sheefnek,

quienes defendían fieramente ese bastión. Pero, si

cobardemente se quedaban donde estaban y no hacían

ningún esfuerzo por pelear y salir, los leales seguirían

disparando hasta acabar con todos.

Ambos grupos chocaron finalmente con fuerza. Los

amotinados fueron contenidos a la viva fuerza, lo cual les

hizo retroceder por mera inercia. Los balazos iban y los

balazos venían. Ambos grupos se mezclaron los unos con

los otros y de pronto no fueron sino un atadillo de armas,

cuerpos y cadáveres vapuleados.

Esa instancia aprovechó Liselot y dos de los amotinados.

Poco a poco habían comenzado a correrse hasta el lateral de

la celda y cuando los dos bandos se mezclaron ya estaban

del todo fuera. Corrieron hasta la puerta y golpearon hacia

adentro a los dos custodios haciéndoles caer. Consiguieron

salir hasta el pasillo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

281

Afuera había tres hombres de Sheefnek. Uno de ellos

disparó derivando a uno de los acompañantes de Liselot.

Los otros dos leales hicieron puntería, pero el otro

amotinado que quedaba disparó. Uno de los leales cayó.

Estaban nuevamente a la par. La atención se centró en el

acompañante de Liselot, quien cubrió el ángulo en que

corría la joven, quien disparó a los dos rivales apenas

estuvo bajo cubierto en el dintel de la puerta.

La única causa perdida es la que se abandona, trato de

repetirme eso hasta que yo misma me lo crea. La verdad es

que es la segunda batalla en la que me presento a pelear.

Para ser mi segundo combate, debería ser mucho más fría.

Pero no he cambiado. Hombres mueren, otros merecen

morir.

La única causa perdida es la que se abandona y yo no

abandono mis causas, no cuando recién están comenzando.

Esta va por mal puerto, lo sé, pero nadie dice que tenga que

terminar mal.

Y si termina mal… siempre hay esperanzas. Si no peleamos

jamás podremos ganar.

Corro a toda velocidad, siento cómo me siguen. Vienen tras

de mí. Ya no me dan las piernas de tanto correr, subir y

bajar escaleras. Me agazapo contra un muro para tomar un

respiro.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

282

Aprieto contra mí la metralleta. Corren… puedo sentir las

duras y apresuradas pisadas contra el piso metálico.

Aparecen del otro lado del corredor y, sin dar tiempo de

que me vean y hagan puntería, les disparo a traición.

Los dos leales caen. Ya no me siento tan cansada, sólo que

un poco terremoteada. Tiempo atrás nadie hubiese dicho

que Liselot Van der Decken pelearía, pero ¡ja! ¡Aquí me

tienen! Nadie iba a decir que Naomie me enseñaría algo,

pero ¡ja! ¡Ella era real! Nadie iba a decir que cumpliría mi

sueño, ¡pero aquí estoy!

Corro a toda velocidad al puente de mando. ¡Auch! He

chocado contra el basurero. ¡Qué asco! Huele pésimo y he

chocado contra eso… ¿Por qué siempre me caigo con todo?

Me detengo a sacudirme toda la pestilencia que traigo

encima gracias al basurero y a ponerlo en su lugar.

Oigo pisadas. ¿Qué será? ¿Qué puede ser? De veras que…

¡Ah! ¡Enemigos! ¿Por qué no salgo corriendo? Bueno… es

que Lowie me enseñó que en estos casos hay que ser tan

silenciosa como un gato. Creo que así estoy siendo ahora,

caminando con el pie plano y en completo silencio, con las

piernas extendidas.

Un paso, luego otro. ¡¿Con qué he chocado ahora?! Siento

ruidos, corren tras de mí. Corro a toda prisa, ya no me sirve

ser silenciosa. ¡Dos corredores más y llego! ¡Viva! Giro en

el pasillo y espero.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

283

¡¿Cómo van a demorar tanto?! Ya estoy por aburrirme de

esperar y salir, cuando pasan. Dejo que pasen de largo y les

disparo. Dos caídos más de Sheefnek.

Corro por el costado de los cadáveres. ¡Me he caído otra

vez! ¡Argh! ¡Me he manchado con sangre! ¡No hay tiempo,

no hay tiempo! Me pongo en pie y sigo corriendo.

¡Al fin he llegado al puente de mando! Abro la puerta con

prisa y cierro detrás de mí. Aún corriendo voy hasta la

ventana. Se ve la rada de New Providence bastante cerca y

varios barcos anclados en la bahía. En el muelle se ve gente

que mira este barco. ¡A lo mejor se escuchan los balazos!

¡A lo mejor nos van a echar una manito! ¡Qué emoción!

Golpean la puerta. ¡Justo ahora! Me gustaría observar bien

unos barcos que me llamaron la atención: estoy segura de

haberlos visto antes.

¡Van a derivar la puerta! ¡Corro hasta la mesa donde están

los instrumentos de navegación! Se me ha caído todo…

¡Vuelven a golpear!

-Van a bajarnos la puerta, Liselot-dice una de los cuatro

que estaban de turno.

Corro hasta el timón y ya no queda más, lo doy vuelta con

todas mis ganas, por mí que encallemos en la playa de New

Providence. No necesito nada para guiarme, ya estamos ahí.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

284

Se sienten disparos a todos lados, pero ¿qué más da?

Definitivamente, la única causa perdida es la que se

abandona…

El Evertsen era un completo desastre cuando Liselot Van

der Decken consiguió llegar no exenta de dificultades hasta

el puente de mando de la nave. Era la única que conocía

bien la cartografía de la zona y que a su vez sabía cómo

dirigir el curso de un barco, por ende desde los tempranos

albores del motín sus propios compañeros la había

seleccionado para dirigir el bajel hasta New Providence

ante el más mínimo indicio de batalla.

Antes de que ella pegara el tiro de gracia a quienes se

habían interpuesto entre la salida de ella y su escolta desde

el calabozo, uno de los dos leales apretó compulsivamente

uno de los botones de su radio.

Sheefnek no había sido tan burdo como para llegar y

presentar batalla con todos sus hombres al frente. Dejó a

varios de los suyos dispersos a lo largo y ancho del bajel,

pero claro: los amotinados habían sido más astutos al

reunirse cuando cuatro de los suyos estaban de turno en el

mando de la nave, dejando fuera de su alcance el rumbo.

Varios de los amotinados habían conseguido escabullirse

del círculo que se había formado en el que todos habían

estado peleando y habían conseguido rodear a los leales,

dispersando sus flancos de disparo y consiguiendo romper

las filas del Contramaestre.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

285

Pero ese no había sido el único logro de los hombres de

John Morrison, sino que varios habían conseguido salir

junto a sus contrincantes de la estrecha celda del británico y

llevar a los pasillos del calabozo sus peleas.

Eso había obligado a los hombres de Sheefnek a salir de la

celda cuanto antes si no querían ser cocinados vivos dentro

de ese abominable lugar. Lo malo es que a partir de ese

momento, las guardias en la puerta del calabozo se

reforzaron, trayendo consigo la mayor parte de los

refuerzos que habían estado en otras partes del barco, y a

los amotinados les fue imposible salir del calabozo.

John se acercó amenazadoramente a Sheefnek. No servía de

nada alargar el asunto. Le pegó un balazo, sin embargo el

Contramaestre alcanzó a agacharse para no ser alcanzado

por el proyectil. Eso no hizo sino enardecer aún más la

frenética furia del muchacho, quien se abalanzó espada en

mano contra el Contramaestre.

¡Que sufra!, eso fue lo que pensó John mientras echaba a

andar hacia él. Fue tan rápido y tan certero que el

Contramaestre del Evertsen no tuvo tiempo para reaccionar

ni preparar algún arma con que defenderse, quedando

tendido en el suelo a la espera del ataque.

John lanzó la primera estocada contra el hombro con una

furia desmedida. Entre los espasmos de dolor que sintió,

Dirck le pegó una patada en el pie derecho para

desestabilizarlo. En medio del desequilibrio que sobrevino,

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

286

John se estabilizó en el aire y dirigió su pie en un certero

golpe contra la barbilla del militar, quien le aferró la

extremidad con completa intención de derivarlo al suelo. El

británico extendió los brazos para no caer y en el proceso le

atizó una estocada en la espalda.

Un balazo pasó zumbando por su mejilla derecha y por la

pura Gracia de Dios no se le incrustó en el rostro. El

muchacho se volteó hacia atrás y se batió con dos que se le

lanzaron encima. Detrás de aquellos dos apareció un tercero

que ayudó al Contramaestre a ponerse de pie.

-Ha llegado, mi Almirante-dijo el hombre.

-Así que esa era la misión de Liselot Van der Decken…-

dijo el Contramaestre más para sí que para nadie.

-Lleva la nave a la bahía de New Providence, mi

Almirante-dijo el hombre.

-Ya sabes qué hacer en este caso, detén el movimiento-dijo

Sheefnek.

-Pero ese lugar está infestado de amotinados, mi Almirante-

protestó el hombre.

-Haz lo que te digo-ordenó Sheefnek.

-Sí, mi Almirante-confirmó el hombre.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

287

El hombre pescó a tres más y se los llevó consigo, no

exento de problemas y peleas de disparos.

El último es el día por el que vale la pena vivir… sin dudas.

Hoy probablemente es el último día de toda mi vida, pero si

es una muerte con dignidad, ha valido la pena soportar toda

clase de torturas por diecisiete años. Estoy luchando para

que sea memorable, aunque probablemente no recuerde

nada de esto desde el fondo del mar.

Así que cuatro de los de Sheefnek han conseguido

escapar… interesante, especialmente si han hablado con su

jefe…

¿Qué querrán? Es obvio que han descubierto a Liss. Hoy es

el día por el que valió la pena mi vida, no la de ella. Un tipo

trata de dispararme, pero le disparo en el hombro… errores

de la vida, debí de haberlo acabado. Me acerco a él y lo

golpeo con todas mis fuerzas y nos enfrascamos en una

lucha más física que la anterior.

Es mi idea, ¿o a todos se les están acabando las

municiones? Le pego un culatazo en la cabeza y miro a mí

alrededor. En vez de disminuir el número de los soldados

de Sheefnek, parecen aumentar y a ratos se van… Pero

ninguno había hablado con él…

Acabo con mi oponente y me pongo detrás de una puerta.

Hago puntería y aprovecho que otros más también apuntan.

Disparo cuando siento que todos disparan. ¡Ah! ¡Las mieles

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

288

del triunfo! Le di al custodio de la puerta y para mi

sorpresa, los otros cuatro también han caído.

No hay tiempo para pensar. Echo a correr hasta la salida del

calabozo y cuatro amotinados más, que han disparado

también desde detrás de las puertas blindadas de las celdas.

Nos encontramos en medio de la carrera en el pasillo.

Cuando paramos a tomar un poco de aliento al resguardo de

los dobleces de los pasillos del barco digo:

-Han descubierto a Liselot-.

-Al puente-dice una mujer echando a andar.

-No todos: tres irán a buscar armas y municiones-digo.

Linda Freeman y dos más se apartan del grupo.

-Traerán municiones hasta acá. Es arriesgado, pero tenemos

que terminar esta parte del embrollo…-me quedo con las

palabras en la boca.

Sentimos pasos en el corredor y los cuatro hombres que han

salido antes pasan al frente. Linda les hace puntería, le bajo

el arma.

-El Almirante dijo claramente que tenemos que ir a ver las

máquinas y pararlas, nada que ver el puente de mando aquí-

dice uno.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

289

-Pero el puente de mando dime que no es más importante-

dice otro-. Ya habrá tiempo para ir a la sala de máquinas.

Los otros se encojen de hombros y siguen de largo. Cuando

están lo suficientemente lejos, me vuelvo a mis

compañeros.

-Cambio de planes, dos vienen conmigo y los otros dos van

a conseguir armas y a avisar al resto-digo.

Como es de esperarse, Linda Freeman se pone de pie de

inmediato y se acerca a mí.

-Voy contigo-dice.

-Y yo-añade otra mujer de las antiguas tripulantes de la

nave, de la época en la que todo era ramas de laurel para la

Zeven Provinciën.

Los dos restantes cortan pasillos hacia el otro lado.

Nosotros subimos escaleras como locos.

El rato se me hace una eternidad. Subir y subir escaleras.

Tratamos de hacerlo lo más rápido posible dentro de los

límites de la cautela. No tenemos que olvidar que esos

idiotas vienen detrás de nosotros pisándonos los talones.

Caminar y caminar, correr y correr, subir peldaños y más

peldaños y sentir como las esperanzas desfallecen,

desaparecen.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

290

¿Esperanzas? ¡¿Qué es eso?! Es una simple utopía, nada

más. Ni fe ni nada nos puede salvar. Y acortar pisos y

escaleras, esto se viene volviendo una tortura. Lo que más

me temo es que hayan pescado a Liss, lo que más me temo.

De repente un giro brusco del curso del barco nos tira lejos

contra la pared, afirmándonos todos con todos. ¡Esos

estúpidos han llegado primero! Esto puede esperar…

Quiebro hacia la derecha y los demás me miran raro.

Irrumpo con todo en mi camarote y revuelvo el armario

hasta sacar municiones. Las reparto.

-El último es el día por el que vale la pena vivir-digo

mirándolos.

Y es sólo entonces cuando echamos a andar.

Cuando Lodewijk y su reducida compañía irrumpieron en

el puente de mando, un segundo giro abrupto se sintió en la

zona de los calabozos. No pudieron sentir el tiroteo que

había arriba, porque ya estaban lo suficientemente

enfrascados en el suyo propio. Lo único que sintieron era

que el navío comenzaba a girar sin control alguno y, la

mayoría de las veces, deshacía el curso.

John palideció. Liselot había fallado. Lodewijk, a juzgar

por su ausencia también. Fueron unos segundos de tregua

implícita en la que cada cual estaba lo suficientemente

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

291

ocupado en mantenerse firme de alguna cosa como para

poder prestar atención a su profundo instinto asesino.

Cuando todo hubo pasado, mandó voladores de luces:

ordenó que varios largasen a correr de un lado a otro. Ya no

había municiones de parte de ninguno de los dos bandos.

Entonces ordenó deponer las armas y en un hálito de

humillación los amotinados salieron de los calabozos. Tras

apalearle, Sheefnek ordenó engrilletarlo a la pared y le

dejaron en compañía de los cadáveres que había dejado esa

noche… el motín había fallado.

El barco seguía girando y, por mientras, no se sintió ningún

cambio de curso. Corriendo al puente de mando llegó Aloin

Zwaan. Sus ropas manchadas en sangre… lucía terrible,

completamente irreconocible si se le comparaba con el

chico alegre que solía ser.

Como presa de una horrible psicosis entró con la velocidad

de un aerolito y cerró la puerta tras sí, revisando la

cerradura una y otra vez.

Lodewijk, que no era muy fanático de las muestras de

afecto, se acercó a abrazarle con todas sus fuerzas.

-Tranquilo, amigo, lo peor ha pasado…-intentó calmarlo.

En otro tiempo Aloin hubiese notado la palabra amigo en la

frase, o quizás en otro tiempo esta escena no hubiese tenido

lugar en la realidad de nuestros personajes.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

292

-No, no ha pasado-dijo Aloin desesperado.

Un pesado silencio se hizo en la estancia. Entonces el

muchacho Zwaan recaló en los cuatro cadáveres de los

hombres de Sheefnek, los cuales estaban esparcidos en el

suelo. Retrocedió como si de pronto hubiese visto un

fantasma.

-Sentimos los giros allá abajo, se tomaron el barco…-dijo

con su labio inferior tiritando enloquecedoramente.

-No, no lo han hecho-dijo Lowie.

-¡Sí y esta es la última prueba!-dijo Aloin.

-Di, ¿Qué ha pasado?-pregunto Linda Freeman ad portas de

perder la paciencia.

-John ordenó deponer las armas y lo azotaron. Está

encadenado y no hay forma de sacarlo-dijo el muchacho-.

¡El motín fracasó!-gritó para luego caer de rodillas.

-¡¿Qué?!-gritó Liselot-Debe de haber algo que se pueda

hacer-dijo.

Todos se miraron como intentando encontrar una buena

idea en el rostro de aquel que tenían en frente, algo que por

supuesto no iba a suceder.

-No, ya no lo hay. Ahora es imposible acceder a John-dijo

Aloin.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

293

-Pero seguimos en pie Lowie, Sheila, tú y yo-dijo Liss

encontrando esperanzas ahí e intentando aferrarse a ellas.

-Y como líder de motín, tendrías que ser capaz siquiera de

tenerte en pie-le regañó Lowie, recobrando su tono

furibundo y medianamente arrogante.

-Eso fue lo que ordenó John: deponer las armas. Pero no le

dirás eso a nadie, el cambio de turno es a las seis, en tres

horas más, tenemos tiempo suficiente para dar el golpe

final-dijo Liselot.

-La gente está cansada, hay heridos y muertos, no puedes

planear algo así de fugaz-dijo Linda.

-Acaba lo que comienzas, solía decir el Almirante-dijo

Lowie, mirando con tierna simpatía a Liss-. Hoy haremos

honor a su palabra.

-Reorganiza los puestos. Ordena que todos saquen sus

armas y que las municiones se repartan entre todos.

¿Cuántos quedan?-preguntó Liselot.

-Aproximadamente la mitad de los nuestros y las gentes de

Sheefnek casi no tuvieron bajas-informó Aloin en medio de

su pasmo.

-Suficiente. Seis en cada puesto estratégico. El puente de

mando mantendrá la conformación que tiene en este

momento. Ya sabes: seis en sala de máquinas, bajo cada

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

294

lanzatorpedos y bajo las antenas. Además de cada puesto

que haya aquí en el barco-ordenó Liselot.

-Por mientras tienes suficiente tiempo para organizar una

compañía que te ayude a repartir el armamento y dar la

información-dijo Lodewijk y le tendió municiones-Toma:

cuídate-le puso la mano en el hombro.

-Lo juro: no voy a fallar-dijo Aloin antes de salir.

El barco estaba detenido, Sheefnek pensaba que las

máquinas habían sido cortadas de energía. Las armas había

sido depuestas en su cara: era sólo una tregua. Se enteraría

de eso cuando a la hora de entregar turnos los amotinados

no quisieran entregar sus posiciones y las peleasen, cuando

el barco comenzara a moverse en dirección a New

Providence sin que él lo pudiese detener y cuando sus

hombres comenzaran a caer. Por mientras, feliz y seguro de

su triunfo se fue a dormir.

-¡Lo reconocí!-gritó Liselot señalando con el dedo un punto

supuestamente del otro lado de la ventana.

-¿Qué cosa?-dijo Lodewijk en voz baja, acercándose a la

ventana e indicándole silencio.

-¡El barco! ¡El que tiene luz! ¡Es el Tresaure! ¡Tengo que ir

ahí, de seguro que nos ayudarán!-chilló emocionada.

Lowie se llevó el dedo índice a los labios en señal de

silencio.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

295

-No grites, Liss: te pueden oír-le indicó.

-¿Voy o no?-preguntó emocionada.

-Si no fueses, ¿tendría sentido haber navegado hasta New

Providence?-preguntó Lowie enarcando burlonamente una

ceja.

-Dame uno de los salvavidas-pidió Liselot, enfrascada en

los preparativos para su viaje.

-¿Dame? ¿Qué te hace pensar que no te acompañaré?-

preguntó.

-Que tienes cosas que hacer y una tripulación que cuidar-

respondió ella.

Y así fue como a las tres y media de la mañana del 09 de

agosto de 1715, Liselot Van der Decken se encontró de

colada andando en un bote sobre las negras aguas de la

noche de New Providence con rumbo a un barco soñado.

-Capitán, hay algo sobre el agua-dijo uno de los vigías del

Tresaure.

El capitán miró el cielo, primero: ya iban a ser las cuatro de

la madrugada. Soltó el timón y dejó sobre una mesilla al

lado de éste una botella de ron que se quitó sin muchas

ganas de los labios, un compás, unas viejas y sucias cartas

de navegación, una pluma con su tintero y un cuaderno de

tapas de cuero rojas.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

296

Caminó sin mucha prisa, pese al urgimiento que acometía a

su tripulante, hasta la barandilla y se ubicó finalmente a su

lado.

Por cierto o no, pero no conseguía ver nada. La noche

estaba cerrada.

-Entre perder tu tiempo en esto y ayudar en los preparativos

del viaje, preferiría que ayudases en los preparativos del

viaje. Recuerda que es una larga travesía: tenemos sólo el

mar por delante y partimos tan sólo dentro de dos horas-

dijo el capitán sin esforzarse en parecer enfadado. De

hecho, era reconocido entre su gente por el buen carácter y

el buen trato que tenía.

-¿No me cree, capitán?-preguntó el vigía alarmado.

Entonces sacó un faro que traían y lo levantó hasta

colocarlo sobre la barandilla. Enfocó con él hasta el bulto…

A Liselot le dio por sobre los párpados la desgastada luz de

las velas dentro del faro de vidrio. Levantó la mirada y la

luz le dio de lleno en los ojos. Miró el bajel: ya estaba

cerca.

-Es una mujer-dijo el capitán-.

-¡Una deidad del mar! ¡Debe querer que purguemos

nuestros pecados! Capitán, es la diosa Calypso…-dijo el

vigía aterrado ante la perspectiva.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

297

-La diosa Calypso, ¿dices?-preguntó el capitán largándose a

reír-. Viene sola, al parecer en son de paz. Voy a buscar la

escalerilla a ver que quiere.

-Pero capitán, ¿no vendrá de ese extraño barco que está

allá?-preguntó el vigía.

-Puede ser, pero nunca sabremos si no la recibimos. Hazle

señas-ordenó el capitán ante el pasmo de su subordinado.

El pasmo del capitán fue grande cuando una mujer con

pantalones de mimetismo (algo que ni por asomo existía en

aquella época), botas, una polera rara y una metralleta al

hombro subió medio fatigada por la escalerilla y, luego de

tropezarse un poco en la cubierta, le hizo una fastuosa

reverencia.

-Capitán Rackham, a su servicio-dijo la extraña mientras se

inclinaba.

Por unos segundos todo fue silencio y pasmo para aquellos

hombres de mar, quienes se miraron alternativamente los

unos a los otros.

-¡Mal fario llevar mujeres, capitán!-exclamó uno de los

hombres.

Entonces un recuerdo se formó en la memoria del joven

capitán. ¡Claro! ¡Cómo no había pensado antes en eso! No

podía entender cómo no había recordado eso apenas vio el

extraño barco metálico en la rada.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

298

Meses atrás, en el barco metálico que ahora él llamaba con

sarcasmo “El Holandés Errante” una muchacha le había

reconocido. Él la recordaba, porque uno de los marineros

del barco metálico había dudado de su veracidad abogando

que no había reclamado por la presencia de la joven a bordo

del bajel.

-Van der Decken…-musitó en un leve suspiro en el que se

confundían la seguridad con la duda.

-Liselot Van der Decken, capitán-dijo la joven.

-¿Evertsen?-musitó el capitán Rackham, en cuya cabeza

comenzaban a reunirse todos los recuerdos que por un

tiempo había considerado perdidos.

-Exacto, capitán-dijo la joven.

Jack Rackham instintivamente desenvainó su espada,

retrocedió cautelosamente y estudió a su adversaria

minuciosamente. Cualquiera hubiese dicho que esperaba el

minuto preciso para atacar, cualquiera hubiese pensado

cualquier cosa menos que el capitán británico estaba

haciendo tiempo para poder analizar a la muchacha con

mediana calma.

Sus hombres así lo entendieron y extrajeron de sus cintos

toda variedad de espadas y pistolas.

-Paz, capitán Rackham; paz-dijo la muchacha levantando

un poquito asustada los brazos.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

299

-Tranquilos, bajen las armas-dijo Jack volviéndose a sus

hombres y luego enfocó la mirada en Liselot-. ¿Se puede

saber qué hace una tripulante de un navío como el Evertsen

en el Tresaure?-preguntó.

-Pedir ayuda-dijo ella.

-¿Ayuda? ¿Qué clase de ayuda puede necesitar un barco tan

poderoso como aquel?-preguntó Rackham con sorna. En su

tono de voz irónico no se notaba nota alguna de la

curiosidad que tanto se esmeraba en esconder.

-Un motín: deshacernos de un capitán déspota y cruel, que

nos mata de hambre y no entiende nuestra enfermedad, que

nos ha vuelto esclavos. El Almirante Van der Decken ha

muerto y él se ha hecho con el poder, sin embargo nos ha

tratado muy mal. Esta noche hemos sido descubiertos

planeando el motín y nos ha atacado, quedamos muy mal

parados, pero todavía podemos hacer algo para

defendernos-dijo ella con los tonos de voz que suelen ser

empleados en los anuncios comerciales de las ofertas.

El capitán Rackham se adelantó aún más entre la gruesa

masa que ofrecía su tripulación y la señorita Van der

Decken. La miró fijamente a los ojos, sintiéndose tocado

con la historia de la niña. Pese al miedo que le había

producido su experiencia en el mítico Evertsen, guardaba

excelentes recuerdos del difunto Almirante Van der Decken

y la palabra “motín” le remitía a sus propios orígenes en el

mundo de la piratería.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

300

¿Cómo negarles la ayuda que necesitaban si el camino que

intentaban seguir era el de la libertad? ¿Cómo negarles el

camino que él mismo defendía a capa y espada? ¿Cómo

impedir que siguieran el mismo rumbo que él no se

arrepentía de haber escogido tiempo atrás?

Después de unos segundos de meditar lo dicho por la

muchacha y sopesar sus propias opiniones respecto al

punto, se atrevió a hablar.

-Por la memoria de su padre, hable, señorita Van der

Decken: la escuchamos-dijo en primera instancia. Su

interlocutora le miró sin ganas de repetir su historia-.

Mande, señorita Van der Decken, y obedeceremos-

completó.

-¡Gracias!-chilló ella dando saltitos de alegría-. El plan es el

siguiente…-dijo.

Tras eso, procedió a relatar lo que había sucedido con Aloin

en la cabina de mando, la idea que le habían dado y el plan

que ella pensaba seguir.

-¡¿Quién es?!-bramó Sheefnek.

La habitación estaba en completa penumbra. Volvieron a

golpear la puerta con singular urgimiento y una voz

masculina gritó su nombre y grado desde el otro lado del

dintel. Dio su permiso sin siquiera dignarse a levantarse, ni

abrir las cortinas ni colocar una cara mejor que la que todo

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

301

el mundo tiene cuando es sacado forzosamente del planeta

de los sueños.

Como si viniera una jauría de perros hambrientos detrás, un

hombre entró y cerró la puerta tras de sí. Miró asustado al

Contramaestre Sheefnek.

-¿No vas a hablar? ¿Qué se supone que haces tan temprano

en mi camarote?-le bramó al marinero.

-Motín, mi Almirante-se limitó a decir medio trabadamente

el hombre en medio de tartamudeos.

Sheefnek rodó los ojos con aire fastidiado. ¿Cuántas veces

había escuchado la frase “Motín, capitán” en el último

tiempo? Ya había entrado a perder la cuenta si consideraba

las variables del rango y el idioma…

-¡¿Por eso me despiertas?! ¡No estoy de humor para

bromas! Anoche ese tema quedó zanjado y ya-dijo

Sheefnek para darse la media vuelta y dormir.

El hombre tragó saliva, respiró hondo, hizo acopio de todo

su valor y se encaró a su superior.

-Cuando llegó el cambio de turno en el Puente de Mando,

mi Almirante, el grupo de los amotinados no quiso dejar su

puesto y nos hizo frente. Todo el barco son

enfrentamientos-dijo el hombre.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

302

-¡Inútiles! ¡¿Cómo no van a poder hacer frente a ese par de

idiotas que se creen mejores líderes que yo?! ¡Anda y da la

orden de retenerlos a balazos! Es tan fácil y no pueden

hacerlo…-dijo con aire fastidiado.

-Mi Almirante, eso no es todo: desde que se negaron hace

ya media hora a entregar el Puente de Mando… un barco

pirata se unió a la refriega y está atacando el Evertsen. Los

piratas se han aliado a los amotinados y nos tienen

confinados a los últimos niveles del barco-informó el

hombre a media voz.

-¡¿Y qué esperas?!-preguntó Sheefnek dejando al marinero

medio pasmado-. ¡Sale de aquí! Me prepararé: haremos

frente a esos piratas-dijo.

La única palabra de lo que había dicho y que realmente

merecía la pena era “piratas”. Porque si había algo que él

no podía aguantar eran los piratas; saber que los había en su

barco era motivo para una apoplejía.

El marinero salió y se dispuso a hacer guardia en la puerta

del camarote del Contramaestre Sheefnek. Miró a su

alrededor. Todo era gritos y alboroto en el barco. Gritos,

ruido, bullicio, disparos, sablazos, caídas en el suelo

metálico de quienes no se levantarían más.

Los hombres leales al Contramaestre aún conseguían

defender la escalerilla que conducía desde la cubierta

principal a la cubierta A. Pero poco faltaba ya para que los

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

303

piratas pudiesen colarse en el interior del navío y eso sería

el fin.

Minutos después salió el Contramaestre con sus armas

debidamente cargadas y su indumentaria correctamente

puesta. Caminó hasta la escalerilla.

-Por ahí no, mi Contramaestre-dijo el hombre espantado.

El hombre, tomándose por primera vez en la vida

atribuciones que por rango no le correspondían, tomó a un

irascible Sheefnek del brazo y lo hizo retroceder, trazando

él el camino que el Contramaestre habría de seguir. Una

decisión elemental en esta historia, he de decir.

Lo llevó por los intrincados pasillos del barco. Sheefnek

observó así la estela de destrucción que habían dejado las

riñas entre leales y amotinados. Llegaron hasta el que una

vez fuera el camarote del Almirante Van der Decken e

irrumpieron en él. Llegaron hasta el balcón de la habitación

y ayudándose de él, subieron hasta la cubierta. Lo primero

que Sheefnek vio fue a un muchacho de no más de

dieciocho años corriendo sin parar: iba sangrando.

Y si caigo, ¿qué es la vida? Corro y sangro sin parar. Corro

y sangro sin parar. No puedo parar, no puedo evitarlo. Ya

estoy metido en esto y por más que sepa cómo salir, ya no

puedo. Y descubro que esto no era lo que yo quería… no,

no era lo que yo quería. Yo quería el honor después de una

misión, batallas rimbombantes de las que por alguna

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

304

extraña razón sales vivo siempre sólo para recibir más

honor y aplausos. Yo quería el jugoso sueldo de fin de mes.

Pero no me daba cuenta de que eso sólo pasa en las

películas.

Y ahora, cuando ya no hay salida, me doy cuenta de que

esto no era lo que yo quería. Lowie siempre dice que la

realidad supera la ficción. Al principio me pareció

pesimista, ahora entiendo que no era más que realismo. Yo

no quería esto, ni siquiera quería aquello por lo que entré a

la Marina… eso era irreal, ¿cómo iba a quererlo?

Caigo. La herida en mi vientre no para de sangrar. Tres

balas… no sé cómo sigo vivo. Quizás sobreviví sólo para

darme cuenta de que esto no era lo que quería, no era lo que

buscaba y que por un capricho tiré mi vida lejos. ¿Lo

hubiese entendido si no lo hubiese intentado? No… no lo

hubiese entendido…

Caigo… ya no puedo seguir corriendo. Pero, ¿para qué huir

de la muerte si ya está en mí, si ya vive en mí? A las cinco

de la mañana todos ya estaban apostados en sus puestos a la

espera de la orden. A las seis los del Puente de Mando se

negaron a entregar su ubicación y la defendieron de forma

armada. Los que tenían cambio de turno dieron la alarma a

los leales y Lowie nos mandó a todos nosotros la alarma de

que ya era hora: nadie entregó sus puestos.

Entonces cundió el pánico. Balazos por aquí y allá. Los

leales corrieron por todo el barco presentando batalla y

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

305

llamando a los suyos que estuvieran libres. En eso llegaron

a la cubierta para desprogramar los radares y los mástiles:

una zona “sospechosamente” descuidada por nosotros, que

nos dedicamos a correrlos de todo el barco y llevarlos hasta

ahí.

Entonces el Tresaure, que pasaba casualmente por ahí largó

tan sólo tres cañonazos y con esos cañonazos barrió la

cubierta principal. Lowie dijo entonces que era el momento

para salir y los nuestros se reorganizaron para poder salir

algunos a pelear a la cubierta.

Los hombres del Tresaure desembarcaron y se armó la

grande. La batalla cuerpo a cuerpo más sangrienta que

jamás vi.

Entonces pasó lo inesperado: los refuerzos de los hombres

de Sheefnek no subieron a cubierta, se quedaron disparando

desde abajo. No podemos bajar, pero eso no será por

mucho: están acorralados entre los hombres de Lowie y los

piratas.

¡Joder! ¡Sangre! Toso y escupo sangre. ¡Qué miedo! ¡Ya sé

que me moriré! Pero eso lo deja aún más en claro. ¿Por qué

no puedo morirme y ya? ¿Parar de sufrir?

Veo todo blanco. ¿Será el color de la muerte?

-Aloin-siento que me llama la voz de mi madre.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

306

En la blancura veo su rostro blanco y su pelo rubio y largo

flotando al viento.

-Mamá-siento que digo.

Ella me llama y me habla. Me dice que no sufra más. Algún

día volveremos a vernos, no será ni hoy ni mañana ni

cuando el Evertsen vuelva a casa. No será cuando mis

hermanos sostengan su mano y le digan las mismas cosas

que ella me dice ahora, cuando ella esté viejita y su tiempo

se acabe.

Pero si ella está viva, ¿cómo puede llamarme? ¿Cómo

puede hablarme si yo muero?

Es una tarde de verano. Soy sólo un niño de cinco años.

Estamos solos en el jardín con el perro, mis hermanos están

en un campamento y papá está trabajando. Persigo a mi

perro y me caigo. Rompo a llorar, duele mucho.

Duele mucho, pero no como estos tres balazos me duelen

ahora.

-Aloin, ¿qué haces?-me dice ella recogiéndome

amorosamente del suelo.

-Jugaba a los soldados-digo en mi media lengua, llorando.

-¿Y el perro es un enemigo?-pregunta ella.

-Sí-enfatizo yo-. Y tengo que perseguirlo…-digo yo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

307

-Mira, se ha rendido-me dice ella.

Se ha rendido, sí. Pero no todos los enemigos se rinden, eso

lo he aprendido ahora, recién.

Ella me sienta en la banqueta cerca de ella y me revisa la

rodilla. Me la limpia y me la parcha como tantas veces ya

lo ha hecho.

-¿Qué lees?-pregunto mirando su tremendo libraco.

Ella va a contestarme que lee El Señor de los Anillos, de

Tolkien, su favorito. Pero yo tomo inquietamente el libro y

me pongo a correr las páginas.

-¿Qué es esto?-pregunto señalando un poema escrito en un

idioma que no conozco. Con suerte conozco un poquito de

holandés escrito.

Ella va a contestarme, pero un tirón en la rodilla me saca

nuevas lágrimas con renovado ímpetu.

Y sigo llorando hasta ahora, cuando mis días se acaban.

Pero ya no lloro sólo por el dolor.

Miro que el rostro de mamá de nuevo me mira, sus cabellos

flotan al viento y sus labios se curvan en una sonrisa.

Comienza a cantar.

Ai! Laurië lantar lassi súrinen!

Yéni únótime ve ramar aldaron,

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

308

Yéni ve linte yuldar vánier

Mi oromardi lisse-miruvórea.

Su voz me calma, mis lágrimas se secan. La miro como un

niño pequeño, tal cual la miraba aquella vez. Ya el dolor va

desapareciendo, mi percepción del medio va

desapareciendo. Caigo en la calma. Las palabras se gastan

en el poema vuelto canción y entiendo que si caigo, ¿qué es

la vida? Nada, ya no es nada.

Ya no me preocupa ni la vida ni la muerte, he caído. ¿Qué

más da? Llega a la última estrofa, sí, quizá yo encuentre

Valimar… ojalá… Adiós, mamá… adiós a todos. Y ella me

contesta cantando, se despide de mí… no lo hubiese sabido

aquella vez.

Namárië! Nai hiruvalye Valimar.

Nai elye hiruwa. Namárië!

Un hombre se detuvo al lado del recién fallecido Aloin. Era

el capitán Rackham. Miró al jovencito. Se agachó y le cerró

los ojos. Hizo el símbolo de la cruz con las manos. Cuando

se incorporó vio llegar por la borda a alguien muy conocido

para él y no precisamente por lo bueno: el Contramaestre

Sheefnek.

-Así que el muy desgraciado sigue vivo…-bramó

preparándose para hacer puntería.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

309

Uno de sus hombres se le acercó en el fragor de la batalla

junto a Sheila Zeeman.

-¿Y qué hacemos, capitán?-preguntó el pirata.

-Pagarle con la misma moneda. Ordena a los tuyos ir a la

borda y bajar hasta los hombres de Sheefnek que siguen en

el interior del barco-dijo Rackham mirando a su subalterno.

-Sí, capitán-dijo el fiero hombre y se encaminó a los suyos.

Rackham apuntó a Sheefnek sin percatarse que Sheila

seguía así. Cuando iba a hacer fuego la mujer le bajó el

arma.

-A este me lo arreglo yo-le dijo la mujer y él, como buen

caballero que era, no pudo estar más de acuerdo.

Y la mujer echó a andar…

Así que el descoronado será rey, ¿ah? Yo no estaría tan de

acuerdo, Sheefnek. Digamos que no es tan fácil como crees.

¿Pensabas que nadie te saldría al paso? Recuerda las cosas

por las que me hiciste pasar. Sí… todavía guardo rencor y

me aseguraré que aquel que se ha tomado un poder que no

le pertenece, jamás acceda por completo ni por ley a ese

poder. No me importa si has de quedarte en el pasado para

la eternidad como nuestro hijo que te encargaste de matar,

de hecho te lo mereces. O si cuando regresemos tu cuerpo

parece petróleo en el fondo del mar. No me interesa lo que

te suceda… no, eso es mentira: claro que me interesa. Me

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

310

interesa que lo que te suceda sea lo peor que le pudiese

ocurrir a cualquiera: ¡te lo mereces! Y me encargaré de ser

la que dé la nota alta.

Así que me miras con tu cara de sabértelas todas para

seguir en tu papel de ¿almirante? Pero a mí no me engañas.

Podrás estar todo lo campechano que quieras, pero tu

mirada te delata: tienes el mirar de los cobardes, que buscan

asustados todos los rincones para encontrar aunque sea un

agujero de ratones para esconderse.

Alzo el arma. Me miras. Podría matarte ahora, pero no:

quiero que sufras, quiero estar cara a cara contigo y

escupirte todo lo que siento, que sufras todo lo que me

hiciste pasar alguna vez.

Corres. Juegas al gato y al ratón. Quieres esconderte y

disparar sin ser visto: eres un cobarde, ¿sabías? Veamos…

juguemos a ver quién mata a quién. Pero te puedo asegurar

que el descoronado no será rey.

Mientras Sheila caminaba hacia Sheefnek cargando su arma

y se recitaba a sí misma todo lo que le diría a su ex amante

y todo lo que pensaba de él, la mitad de los hombres del

Tresaure que seguían vivos sobre cubierta se deslizaron

fuera de ésta.

Los leales a Sheefnek que estaban en las sub cubiertas no

tuvieron idea de nada de eso.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

311

Silenciosos como gatos los hombres del Contramaestre del

Tresaure bajaron hasta los balcones y las ventanas de las

sub cubiertas del navío holandés con ayuda de las cuerdas

que siempre llevaban consigo. Forzaron las ventanas y

entraron en los camarotes. Luego forzaron las puertas y

salieron al pasillo principal hasta subir a la altura de la

escalerilla que llevaba a la cubierta principal.

Silenciosos y cautos como eran se acercaron lo más que

pudieron hasta los leales que continuaban disparando

absortos y seguros desde la abertura. Las dagas cortas y los

cuchillos fulguraron. Los fríos metales se ubicaron en los

cuellos de los holandeses y con un corte profundo a la

orden del contramaestre salieron empapados de sangre.

Los hombres leales Sheefnek cayeron uno a uno, sin

embargo ninguno gritó. La sorpresa no les dio ni para eso.

En un minuto disparaban y al otro caían sin consciencia

para no recobrarla nunca más.

Los pesados cadáveres retumbaron en el suelo y algunos de

los leales lo notaron. Eran los que estaban adelante y

alcanzaron a reaccionar. Algunos dispararon, pero la corta

distancia les causó problemas para apuntar. Entonces se

enzarzaron en una lucha de combos y culatazos hasta que

los piratas los ensartaron uno a uno.

De aquellos leales hombres no queda sino el recuerdo el día

de hoy: ninguno sobrevivió.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

312

Sheefnek alcanzó a ver la masacre a sus hombres, iba

huyendo de Sheila cuando acertó a pasar por la escalerilla

principal y no pudo hacer nada por ayudar a sus hombres.

Vio cómo caían uno a uno y cómo los piratas gritaban

sórdidos y guturales. Cómo los filibusteros avanzaban más

y más hasta estar a casi un paso de distancia de él.

Entonces entendió que ya nada podía hacer. Justo a tiempo

para que los piratas no le viesen, salió corriendo disparado

hasta la barandilla más cercana. Con el impulsó con suerte

alcanzó a aferrarse. Miró el mar de tonos turquesa y azules.

Tragó hondo. Sintió cómo lo observaban. Detrás suyo

corrían Rackham y Sheila con las armas en alto, listos para

disparar. Se subió a la barandilla. No, ya no había

esperanzas para él.

Respiró hondo. La única causa perdida es la que se

abandona y él estaba abandonado su causa… pero, de todos

modos, si se quedara, ¿no tardaría en venir la muerte? El

último es el día por el que vale la pena vivir… sí… aquel

había sido un día bárbaro. Si caía, ¿qué era la vida?

¿Cuántos no habían muerto ya? La vida no era nada. Y era

obvio… el descoronado jamás sería rey: sólo sería un

impostor.

Saltó y sintió un disparo resonar. Cayó al agua e impactó

como una bala de cañón en ella. Perdió la consciencia. No

supo más.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

313

-No dispares, ya se habrá desgreñado con los arrecifes-le

dijo Rackham a Sheila, bajando el arma disparada de ésta.

Leales, amotinados y piratas, todos se fueron a babor a

mirar el charco creciente en el agua. Entre los leales cundió

el pánico: ya no tenían líder. Uno a uno tiraron sus armas al

suelo, las cuales fueron tomadas por los amotinados y los

piratas. Se descolgaron dos botes salvavidas, que en eso

caían todos los leales que quedaban vivos, y se los obligó a

salir del navío sin nada.

-¿Y las provisiones?-preguntó Rackham cuando subió el

último.

-No es un marroning común: ellos pueden elegir su rumbo

y salvarse, tienen los botes-dijo Liselot apareciendo tras él

y convenciéndolo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

314

Capítulo 16: “Alguien Que Solía Conocer”.

Nota de Autora:

Ahoi a todo el mundo, disculpen la tardanza en subir

capítulo, pero he estado un poquito ocupada estos cuatro

días actualizando los dos fanfics que estoy escribiendo:

“Foruldum” y “Más Allá de los Sueños”, en los que venía

debiendo el capítulo desde principios de mes y ya me

estaban matando.

Bueno, ya he dejado contentos a mis lectores de

Fanfiction.net y puedo ponerme a tipiar el capítulo dieciséis

de La Leyenda del Holandés Errante. Si no actualizo

pronto, se debe a los siguientes motivos: me estoy

terminando de leer La Comunidad del Anillo, estoy

actualizando los fanfics o me he puesto a ver películas, lo

cual es algo muy probable tratándose de mí…

La canción para este capítulo es “Somebody I Used to

Know” del australiano Goyte.

Capítulo dedicado a dromedario81 por regalarme el primer

comentario que he recibido en varios meses. Añado mis

respetos a los Tuareg y a quienes padecen esquizofrenia.

Aquella mañana abrió los ojos con el sol en la cara. En un

inicio desesperó. No sabía en qué parte estaba, sólo

entendía que la luminiscencia del astro rey se colaba por

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

315

entre la suave y gastada tela de una carpa en la que estaba.

Se preguntó qué hacía ella en esa carpa de tonos ocres y

con ornamentos tan bellos, como los que aparecían en las

teleseries que retrataban el Oriente Medio.

La mente se le aclaró. Recordó haber sido llevada a rastras

ante el líder del grupo de nativos en el que estaba

prisionera. El anciano la miró de arriba abajo, eso recordó.

Recordó la mirada conocedora y a la vez asustada que el

hombre no había podido disimular. Recordó las frases que

intercambió con la pareja, frases que no había podido

entender y la mirada preocupada que le dirigía a cada

fonema.

Sintió de pronto el viento llegarle de golpe al rostro y

entumecerla pese a estar con el cuerpo cubierto por la

colcha de lana. El polvo intentó colársele por los ojos y

estornudó.

Sintió que la voz de la mujer de la noche anterior le hablaba

con dureza, firmeza, casi rabia. No entendió nada de lo que

le dijo, pero ¿qué importaba? Aunque le entendiese, no

podría descifrar su significado.

El frío le caló los huesos, poco acostumbrada como estaba

al viento de aquellas zonas desérticas. Se arrebujó con la

tapa aún más. La mujer avanzó hasta ella y se la arrancó

con violencia. Le gritó algo más.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

316

Ivanna entendió que probablemente se refería a que debía

levantarse. Así lo hizo. La mujer le colocó un lienzo de

tono azul en las muñecas y se lo ató con saña hasta hacerle

doler. Sintió cómo la sangre se le agolpaba en las muñecas

y las manos se le helaban.

La mujer le colocó la mano izquierda a la altura de los

omóplatos y con la derecha le retuvo de la amarra que antes

le había puesto. La empujó y la hizo caminar, sacándole de

la tienda. Al salir, el viento la recibió en la cara y los

múltiples fragmentos de los rayos del sol la cegaron por

unos instantes, en los cuales su carcelera no tuvo piedad y

la hizo caminar a los tropezones.

Recién despuntaba la mañana y hacía un frío horrible.

Varias mujeres se afanaban en encender una fogata a la

mitad del campamento. Algunos muchachos y muchachas

vertían hojas de té en agua fría dentro de unos odres,

botellas y tarros metálicos de color negro. Los hombres

fueron en grupo a ordeñar las vacas y las camellas para

poder tener leche caliente a esas horas de la mañana. El día

despuntaba entre los Tuareg. Algunas mujeres ya volvían

montadas en asnos tras ir a buscar agua a los pozos.

Cuando el fuego estuvo listo todos comenzaron a acercarse

más para así mitigar el frío, cubiertos con gruesos

charlones. La mujer llevó a Ivanna hasta el tumulto y la

sentó sobre un atado de bolsos, dejándola a cargo del

hombre de la noche anterior.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

317

El viento helado hizo tiritar a Ivanna. Llevaba ropa de

verano: una camiseta azul de tirantes, shorts verdes y

zapatillas. El hombre la miraba, pero no decía nada. Las

mujeres pusieron a calentar sobre unos trípodes el té, el

cual estuvo muy pronto listo para ser servido.

El hombre fue a por dos. Dejó ambos tarros en el suelo, dijo

algo frotándose los brazos por el frío y la desató. Le puso

entre las manos un tarro de estaño que llevaba una insignia

grabada a un lado. East India Trading Company rezaba el

logo grabado.

Ivanna pensó. Recordaba haber oído hablar de esa

Compañía. Bueno, el nombre era en inglés. ¡Ah! Esa había

sido una compañía de comercio en Inglaterra. Eso

significaba, que la tribu con la que estaba tenía tratados

comerciales con los ingleses y que tenían que saber hablar

inglés para poder entenderse con los británicos. Quizás si

les hablaba en inglés y se daba entender que no iba a

atacarles, podrían ayudarla y dejarla ir. Lo malo es que

nunca había sido muy ducha con los idiomas, inglés

incluido.

Con esas ideas se bebió su té y luego, tímidamente, hizo

acopio de todo su valor para decir:

-May I talk to the leader?-.

El varón se mostró confundido, así lo demostró su cara. La

mujer al volver le preguntó qué le pasaba y él atinó sólo a

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

318

decir que la muchacha hablaba de una forma muy parecida

a esos tipos esclavizantes con los que hacían negocios. La

mujer le dirigió una mirada enardecida a la chica, quién

sólo atinó a repetir su pregunta en un inglés no muy fluido.

La mujer optó por llevarla donde el líder, no porque

entendiese lo que decía, sino que porque él era el único de

los presentes que entendía esas lenguas extrañas de los

forasteros que les recibían mercancías en el mar.

Dejó el recipiente en el suelo arenoso, ató a Ivanna de

nueva cuenta con el paño azul y la llevó hasta el líder.

La mañana del 10 de agosto de 2008 Aliet vio el amanecer.

Sentada en la banqueta a la cabecera de la cama de Sophie

no pudo evitar dirigir sus pensamientos a Ivanna. Por

supuesto que ella no sabía que su hija estaba despertando

técnicamente a la misma hora en mitad del Sahara en un

campamento Tuareg y que intentaba hacerse entender con

ellos.

¿Dónde estaría Ivanna? ¿Habría perdido la razón al igual

que Sophie? ¿Cómo estaría? ¿Tendría para comer? ¿Estaría

buscando la forma de regresar? ¿Estaría viva? Su alma de

madre le hacía plantearse todas esas preguntas sin respuesta

y rogar desesperada e impotentemente que su hija estuviese

bien, poder volver a verla, a abrazarla, decirle que no

importaba ya que fuesen una familia de tres y no cinco.

Se puso de pie para abrir la cortina y poder apreciar mejor

la salida del sol. Los pájaros cantaban sin cesar y la

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

319

habitación estaba más luminosa, ese era el único indicio del

amanecer. Abrió la cortina y todo se volvió más claro.

Regresó a la banqueta y desde ahí observó el despunte de

los primeros rayos del sol.

El destello áureo bañó con sus tonos de oro todo

Ámsterdam y la habitación de Ivanna y Sophie Van der

Decken.

Sophie se removió inquieta en la cama y curvó de su lado

derecho. Arrugó el rostro y abrió los ojos.

Abrió los ojos a todo lo que le dieron y gimió

completamente asustada. Lanzó un chillido angustiado y

aterrado. Corrió hacia la ventana.

-¡No! ¡Es de día, de día!-gritó afirmándose de la baranda-.

No… ya se ha ido, ¡se ha ido!... Se fue anoche… No, ¡día,

ayúdame a detenerlo!-rogó y de la nada, su rostro se

ensombreció, revelando una personalidad pérfida-. ¡No! El

día no hizo nada ayer para evitarlo, quería acabarse y se

acabó. ¡Día testarudo! ¡Vete!-gritó con frenesí, como si

estuviese discutiendo con su peor enemigo-. ¡No quiero

verte! ¡Me haces ver todo lo que perdí y no me ayudaste a

retener! ¡Día egoísta! ¡Tú les puedes ver! ¡Ahora están

lejos! ¿Por qué no te tardaste? Así se hubiesen ido después

y yo hubiese podido detenerles. Pero no, como yo no brillo

como tú, no me ayudas. ¡Arrogante! ¡Arrogante! ¡Vete! Ya

no te quiero más por aquí, tu luz no me hace ver lo que yo

quiero ver.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

320

Enmudecida, consternada y conmovida hasta lo más

profundo de su alma, Aliet se puso de pie. Ahora Sophie

lloraba como una niña pequeña con pataleta y lanzaba

puñetazos contra el aire, gritándole al día que se fuese, que

se acabase, que ya no le servía, que no quería que le causara

más envidias.

Caminó hasta su hija. A veces no sabía qué hubiese sido

mejor: dejarle ir junto a Ivanna y que se perdiesen en un

destino incierto al otro lado del mundo, o haberle rescatado

de ese camino para hacerle caer en la locura. Fuere como

fuere no podía protegerla… no, ya no podía protegerla.

Protegerla hubiese sido evitar su locura.

Se paró detrás de Sophie, quien no paraba de llorar. Le tocó

el hombro. Su expresión era amable y compungida, casi

culpable, pero los ojos de Sophie no lo vieron así. Para la

muchacha, la mirada de su madre estaba cargada de odio.

Sus cabellos volaban con un viento frío. Estaba pálida y

emanaba un aura de poder y crueldad. Alrededor de ambas

todo se veía borroso y grisáceo.

La chica retrocedió espantada, meneando la cabeza en un

gesto de constante negativa. Su madre la asió de los

hombros con ambas manos. Para Sophie, Aliet sacaba de

una capa negra los huesos descarnados y sin piel que ahora

eran sus brazos. Eran fuertes, muy fuertes, no podía

separarse de ellos. De pronto, para su percepción, su madre

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

321

se comenzó a volver una calavera de aspecto aterrante y

que intentaba cogerla de todas las formas posibles.

Retrocedió asustadísima hasta que chocó contra la pared y

la ventana. Miró del otro lado del vidrio y sólo vio un vacío

muchísimo más profundo que la distancia que le separaba

de la primera planta en realidad. Y desde atrás de su

espalda y a sus pies la envolvía un vacío negro como la

noche sin estrellas ni luna.

-Hija, ven a mí, no te alejes-le susurró Aliet.

La chica meneó la cabeza completamente aterrada. La voz

de su madre era vacía y sin vida; grave y descarnada,

preñada de odio y crueldad.

-¡No me lleves!-chilló despavorida y pataleó y batió los

brazos para zafarse-. ¡No quiero morir! ¡No me lleves! ¡Me

llevarás al infierno! No, una eternidad de sufrimientos por

dejarle ir sería demasiado. Estoy arrepentida, me siento

culpable, ¡culpable! Mamá, déjame en paz, ¡vete! ¡Vete!

Anda a descansar, te pido perdón, pero no me lleves al

infierno que ya cargo con mi culpa-gritó para largarse a

llorar amargamente.

Aliet no lo pudo soportar más y la abrazó con toda su alma.

Ese fue el éxtasis de la desesperación de Sophie, quien

viéndose atada a un castigo demoníaco por su propia madre

que era un espíritu del mal ahora, se quedó completamente

quieta, jadeando.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

322

-Vete, por favor-rogó llorando.

-¡Cállate, Sophie!-le dijo su madre-. Tienes que descansar,

yo te voy a curar, yo te voy a ayudar y seremos felices

como antes-dijo entre lágrimas.

Sophie no atinó a contestar, eso sonaba demasiado

sarcástico para ella, que antes había sido la chica de humor

más negro que Aliet hubiese podido imaginar. Era

demasiado irónico, era una condena demasiado cruel para

ella. Ya no le quedaban fuerzas para rebelarse a tan pérfido

juicio y prefirió nadar dentro de los mares de su palacio

interior.

Aliet la transportó hasta su cama, completamente

sorprendida por su cambio de humor: había pasado de ser

extrovertida y gritar y desesperar a estar en un estado de

introspección y calma. Eso no quería decir que fuese una

sorpresa grata, como erudita del área que era, tenía

conocimiento de las variables de la esquizofrenia y

entendió que la enfermedad no hacía sino comenzar para

crecer cada día más y más y pasear de una modalidad a otra

para volverse inatrapable e inalcanzable de curar.

Aliet, conmovida y enternecida con su hija a más no poder,

la arropó con calma y dulzura y comenzó a acariciarle la

cabeza y a juguetear con los cabellos rubios y sedosos entre

sus dedos.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

323

Los minutos que siguieron fueron una completa tortura para

la pobre Sophie. Veía cómo su madre, un espectro horrible

y poderoso para sus ojos la acariciaba, la tocaba y todo eso

sin que ella lo pudiese evitar. Sentía en esos dedos

descarnados la energía de la muerte y las miles de torturas

infernales. Sentía cómo cada fibra de su ser, como cada

cabello de su cabeza y cada célula de su cuerpo absorbía

esa pócima de maldad. Percibía cómo se volvería un

espectro cruel, demoníaco y torturador para con la gente si

continuaba absorbiendo esa dosis de maldad. Pero ya no

había nada que pudiese hacer para evitarlo, ya no podía

hacer nada por resistir. Eso es lo más malo del mal: es

terriblemente poderoso y las gentes no pueden hacer nada

por resistírsele, ya sea porque conquistó sus almas con

dulces y zalameros ofrecimientos o porque la conquistó con

las armas de la más pérfida crueldad. Así lo veía ella.

La mujer se apersonó ante la carpa del líder de la caravana

de los Tuareg, se coló dentro y tras saludarle

respetuosamente y decirle unas palabras en la lengua targuí

se retiró, dejando a Ivanna dentro maniatada y a solas con

el anciano.

Él se sentó en un montón de cojines, la muchacha

permaneció de pie y cuando ya estuvo cómodo para oírle le

indicó con un gesto que comenzase a hablar.

Al ver el gesto, Ivanna Van der Decken sintió una oleada de

nervios por primera vez en sus trece años de vida. Tomó

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

324

aire y dejó que las palabras en inglés fluyeran en su boca,

deseando que en ningún momento de la plática le sucediese

la difícil y penosa situación de no saber cómo decir algo.

-Hola, mi nombre es Ivanna Van der Decken, tengo trece

años y soy de Holanda-se presentó más por romper el hielo

que por cualquier otra cosa.

El hombre se acomodó el turbante que sólo permitía verle

los ojos y se dirigió a ella:

-¿Dónde queda Holanda?-preguntó en un inglés con acento

y poco fluido.

Ella tomó aire, sintiendo que aquella conversación sería una

tortura si ninguno de los dos interlocutores conocía bien la

lengua en la que intentaban comunicarse.

-Cerca de Inglaterra-contestó a sabiendas de que el hombre

sí sabría más o menos de dónde le estaba hablando.

De inmediato sintió deseos de darse una bofetada mental: el

líder de la caravana se mostró bastante molesto cuando ella

mencionó la palabra Inglaterra. Si no fuesen tan buenos

comerciantes los ingleses, no dudaría en cortar todo vínculo

con esos tiranos.

-Pero no vengo de parte de ellos, no se preocupe. ¿Sabe

usted que mi situación es de veras complicada?-preguntó en

un desesperado intento de calmar los ánimos. El hombre

demostró interés por lo que ella decía y sintiéndose un poco

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

325

más satisfecha continuó, sin saber cómo explicaría los

detalles mágicos de su historia-. Mi papá es navegante y

soldado, como era tan bueno en su trabajo decidieron

dejarlo a cargo de un barco y al día siguiente de que lo

premiaron tuvo que partir a un lugar muy peligroso. Mi

hermana mayor quería ir a ese lugar en una misión de paz y

se metió en el barco a escondidas de mi padre-dijo y tomó

aire para lo que vendría luego.

El líder de la caravana Tuareg la miró con cara de

aburrimiento y de no entender cuál era el problema tan

grande al cual se refería la extraña muchachita que tenía en

frente. Ivanna lo notó y se aprestó a continuar.

-Pero el barco era muy tecnológico y la tecnología que tenía

no la habían probado aún. Mi hermana sin querer activó esa

tecnología-hizo una pausa e hizo acopio de todo su valor

para relatar lo que vendría-. Señor, yo provengo de tres

siglos en el futuro-soltó con los ojos cerrados y deseando

terminar pronto de decir esa frase.

Está de más decir lo obvio: el líder de la caravana Tuareg

abrió los ojos como charolas y todo rastro del aburrimiento

que antes había evidenciado se disipó como polvo en el

viento. Saltó de los cojines como si estos hubiesen

comenzado de un momento a otro a arder en llamas.

Desenfundó la cimitarra y manteniendo la mirada y el arma

apuntadas hacia la muchacha holandesa dijo:

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

326

-Esto debe ser obra del diablo…-confesó con pasión-. Y

como servidor de Alá y Mahoma debo acabar con esta

pérfida obra-dijo antes de lanzarse sobre la muchacha.

Por una fracción de segundos, Ivanna Van der Decken

deseó estar en Holanda y en el siglo XXI, tranquilamente

en clases y jamás haber visto en el Espejo de Grecia junto a

su hermana.

-¡Paz! ¡Paz! ¡Paz, señor! No vengo con mala intención,

vengo sólo a pedirle ayuda-gritó con los ojos cerrados sin

deseo alguno de ver si el hombre continuaba con

intenciones de atacarle.

-¿Pedir ayuda?-se mofó él-. ¿Crees que un servidor de Alá

y del Profeta le prestaría ayuda a una emisaria del mal? ¡Ni

lo sueñes! Por ahora me podrás decir que eres una pobre

niña indefensa, pero los emisarios del diablo toman las

formas más exquisitas para tentar a las almas más débiles…

¡Y yo no soy débil!-dijo para volver a apuntar el arma y

colocarla en el cuello de la desesperada muchacha.

-¡Paz, se lo suplico!-pidió desesperada pero sin soltar ni una

sola lágrima-. ¡Sólo vengo por ayuda! Le juro por Dios que

no le acarrearé a usted ni gozo ni desgracia-juró.

-¿Lo juras por Él?-preguntó-. ¿Por qué no por Alá?-

preguntó perspicaz.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

327

-Porque yo no creo en Alá, yo creo en Jehová-le dijo la

muchacha.

La honesta respuesta conmovió al anciano Tuareg y

enfundó el arma. Bien la muchacha podría haberle dicho

que lo juraba por Alá y zafarse de todo el enredo, pero

había sido honesta, algo que él valoraba por encima de

cualquier creencia. Sumado a eso estaba que ella era de una

religión hermana a la suya.

-Le escucho-dijo arrojándose a los cojines de nueva cuenta.

La muchacha suspiró aliviada y se dispuso a proseguir su

historia.

-Mi hermana mayor activó la tecnología que no había sido

probada y esa tecnología reaccionó enviando el barco con

tripulación y todo, trescientos años en el pasado. Eso

sucedió hace dos meses ya y nos enteramos de que habían

viajado trescientos años en el tiempo cuando mi hermana

gemela y yo vimos en un espejo de una adivina,

desesperadas por la desaparición de nuestro papá y nuestra

hermana. Eso fue hace dos días. Nos enteramos así también

de que nuestro padre había muerto y que nuestra hermana

corría peligro junto a la gente del barco. Entonces

conseguimos transportarnos al pasado para venir a

ayudarles. El problema es que mi mamá se enteró e

interrumpió el ritual, mi hermana quedó en el futuro y yo

viajé hasta caer aquí ayer-terminó su confesión.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

328

El hombre la sopesó con la mirada y, tras deliberar

mentalmente, le miró a los ojos:

-¿Qué pueden hacer los Tuareg por ti?-preguntó.

Ivanna no pudo evitar suspirar y dejar caer los hombros en

un gesto de relajación y tranquilidad.

-¿Hacia dónde van?-preguntó ella.

-La costa oeste del desierto-dijo él.

-¿A cuánto de viaje está?-preguntó ella.

-Tres meses, muchacha, pero aún no me has dicho qué

podemos hacer por ti-dijo.

-Déjenme viajar con ustedes, por favor. Necesito seguridad

y comida si pretendo salir con vida de aquí. Luego de que

lleguen a la costa no me verán más. A cambio, prometo

ayudarles a hacer negocios con los británicos al llegar a la

playa y ayudarles a ustedes en las tareas que me

encomienden-dijo y como un pantallazo le llegó el recuerdo

de su juramento y añadió:- Con las manos, no magia.

-Un placer hacer tratos con usted-dijo él, estrechándole la

mano y desatándola.

Ivanna Van der Decken sonrió complacida, por aliado no

tenía ni más ni menos que al líder de la caravana Tuareg

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

329

con la que estaba viviendo. Con semejante protección, nada

malo podría sucederle hasta llegar a la costa.

De más está decir que Aliet no tenía ni idea de que su hija

Ivanna había estado en ese mismo instante bajo peligro de

muerte, a riesgo de morir decapitada por uno de los

mismísimos Hombres Azules.

Cuando se cansó de acariciar la cabellera de Sophie, se

puso de pie y se sentó en la banqueta a observar con un ojo

más crítico a su hija.

Interiormente, Sophie sintió un alivio enorme cuando aquel

espectro dejó de infectar con su pérfida maldad su cabellera

y su mente, cuando se alejó de ella y dejó de tocarle. Sin

embargo su felicidad y calma hubiesen sido mayores y

completas si el mencionado espectro de su madre se

hubiese ido, si hubiese desaparecido de la habitación

dejándole en paz. Pero no, parecía que eso sería imposible:

allí estaba atormentándole de nueva cuenta, sentada de

pierna encima y sin quitarle la vista de encima. No podría

vivir en calma si no quitaba aquella bestia, aquel demonio

de su camino. Tendría que acabar con él a toda costa, sería

lo mejor para ella deshacerse del espíritu metamorfoseado

de su madre.

La nana caminó por el pasillo que conducía hasta la

habitación de las gemelas. Se sorprendió enormemente.

Hacía aproximadamente una hora que había amanecido y

hace un día Sophie había armado un alboroto feral a esa

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

330

misma hora. Sin embargo, aquella mañana entre sueños

había sentido un pequeño escándalo y luego de unos

minutos, absolutamente nada. El silencio inundó sus oídos.

Caminó y golpeó la puerta. Aliet dio su consentimiento y la

mujer ingresó en la habitación. Se sorprendió enormemente

de que todo estuviese completamente calmo y que, sin

embargo, la muchacha estuviese despierta.

Sophie estaba sentada sobre su cama y cubierta de las tapas.

La frazada evidenciaba por los bultitos que ambas piernas

estaban completamente extendidas. Estaba con la espalda

completamente derecha, pero separada varios centímetros

del respaldo de la cama. Las manos entrelazadas a diez

centímetros de altura de las piernas y los brazos extendidos

hacia adelante. Miraba fijamente al frente a la altura de la

televisora. Sus ojos vedados por la cortina de la demencia

reflejaban que estaba navegando sus mares interiores: en un

completo estado de introspección.

La nana intentó cubrir su pasmo para la niña, pero al darse

cuenta de que para la chica la sala parecía vacía de más

gente que ella misma, no dudó en expresárselo a la madre.

-¿Qué le sucede a la niña, señora Aliet?-preguntó en voz

baja.

-Es otro tipo de esquizofrenia. El paciente vive en un estado

de introspección y silencio. No habla, no come, no hace

nada. Si respirar fuese voluntario, no respirarían. No se

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

331

mueven. Su consciencia está activa, pero su aspecto físico

es terriblemente dañado por la enfermedad. En el caso de

Sophie ni siquiera es posible decir que su consciencia esté

activa, porque ya ves cómo razona ahora-le explicó Aliet a

la nana.

La mujer del servicio doméstico se limitó a asentir aún

medio pasmada, entre que asustada y sorprendida.

Aliet notó con tristeza cómo ya ni se cubría la boca. En

aquellos días habían cambiado tantas las cosas y todo había

sido culpa de su depresión y de la falta de atención que

había brindado a sus gemelas después de que se enterara de

la desaparición de Niek y Liselot. Si les hubiese puesto

atención, no hubiesen hecho el ritual para poder viajar al

pasado y estarían las tres juntas, sanas y bien… dentro de lo

posible.

-¿Qué quiere desayunar, señora?-preguntó la nana,

sacándola de sus cavilaciones.

-¿Yo? Lo de siempre. Para Sophie lo mismo, ¿podrías

traerle jurel?-preguntó.

-En seguida-contestó la mujer, preguntándose por qué jurel

a la hora del desayuno.

Se retiro tras hacer una genuflexión con la cabeza y Aliet

volvió a cerrarse en sí misma: como su hija lo hacía ahora.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

332

De más está decir que Ivanna se sentía feliz de la alianza

que estaba forjando, por pura buena suerte no conocía la

situación en que estaban ni su gemela ni su madre, sino

hubiese caído en la desesperación y no hubiese sido capaz

de reaccionar de buen modo a su confusa plática con el

líder.

Lo que sí sabía de cierto era que ahora que estaba desatada

tenía que salir, estaba en completa libertad de ir y venir por

entre el campamento Tuareg, tenía obligaciones al igual

que todos sus miembros, etc.

-Ve por tus cosas. El campamento se levantará y partiremos

dentro de una hora. Esta noche se te asignará una tienda

para dormir-la despidió el anciano.

Ivanna caminó a por sus cosas. La mujer le dirigió una

mirada extrañada al verla salir tan campante y sonriente de

la tienda de su líder, quien se limitó a indicarle con un gesto

que la muchacha era libre de ir y venir cuando quisiera, era

técnicamente una más.

De la nada, la gente comenzó a levantar las carpas y a

enrollaras, hasta volverlas un atado de tela duro y firme,

con algunos troncos en el centro, con los cuales luego

volverían a dar forma a su hogar. En unos sacos y telas

comenzaron a empacar las pocas pertenencias que tenían en

sus tiendas hasta que pronto no quedó rastro del

campamento. La temperatura ascendía rápidamente, así que

algunas personas se acercaron a apagar la fogata.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

333

Unos muchachos de no más de doce años fueron no muy

lejos, hasta el afarag o corral y liberaron las vacas, bueyes,

los camellos, cabras, ovejas y uno que otro caballo.

Entre todos se dispusieron a cargar a los animales e incluso

algunos pudieron subirse para andar el trecho del día

montados.

Ivanna observó extasiada los camellos, que eran los que

más abundaban. Todos ya iban cargados. Un grupo de

hombres adultos arreaba el resto del rebaño y las mujeres

cargaban la nimia cosecha que habían obtenido en esa seca

estación de lluvias. Todos abrigaban las esperanzas de que

al llegar más a la costa algunos de los suyos tuviesen una

buena plantación para poderse abastecer.

Los camellos llevaban sobre su joroba unas preciosas sillas

bordadas, sobre las cuales ya había un jinete en la mayoría

de los casos. Notó que estaban castrados y que llevaban la

nariz agujerada. Por los agujeros de la nariz pasaba una

cuerda de cuero, la rienda.

Algunos llevaban incluso dos personas y un buen

cargamento de cosas, tales como las rudimentarias tiendas,

odres de agua, pertenencias de los jinetes y demás.

Alrededor de Ivanna algunas personas ya comenzaban a

traspasarse los caballos. Se preguntó por qué hacían eso.

Bueno, es obvio también que ella no sabía que hasta doce

personas podían ser propietarias de un mismo caballo y

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

334

que, dependiendo de la cantidad de partes del animal que

les perteneciese, tenían que rotar el uso de éste en un mes o

tres. Varios habían hecho rotación al iniciar la temporada

de lluvias, hacía un mes, y ya tenían que despedirse de su

medio de transporte. Algo bastante injusto si se considera

que igual tenían que alimentarlo… Eran bienes escasos en

el árido desierto.

Las mujeres, en su mayoría, iban montadas en asnos. Los

más pobres del campamento, también. Aún así, la mayoría

de los mencionados animales iban cargados a más no poder,

cada uno llevaba palos, estacas, varios odres de agua y las

especias que pretendían comercializar al llegar a la costa.

Un hombre se acercó a Ivanna y le tocó el hombro, la chica

viró asustada. Él levantó los brazos, en un gesto de paz y le

señaló un camello que sostenía de las riendas, invitándola a

subir.

Ella agradeció con un genuflexión de la cabeza e intentó

subir, sin conseguirlo. Él la cogió de la mano y le ayudó a

impulsarse hasta que la tuvo sentada, completamente

segura, sobre la montura.

Él la guió de las riendas y su mirada le indicó a ella que le

estaba sonriendo. Anduvieron así hasta llegar a una extensa

fila de quizá doscientas personas. Y la caravana comenzó a

moverse lentamente al bamboleante, suave y seguro paso

de los camellos, asnos y caballos.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

335

Dejaban atrás el sitio donde ellos habían acampado desde

inicios de julio en busca de unas buenas lluvias y una buena

cosecha. El líder y su clan se aproximaron a la vanguardia y

guiaron la caravana a paso seguro. Llegaron a una

confusión de dunas, ya apartándose del claro y las

montañas de roca sólida en la cual había estado. El viento

sopló de este a oeste y la caravana viró según los canales

que formaba la arena, pese a estar mezclándose de un sitio a

otro.

Bordearon una duna pequeña y enfilaron por detrás de ella,

por la parte que ella pretendía cortarles. Siguieron así la

cordillera de dunas. Las ondas en la arena les eran

conocidas, indicaban la dirección en que había soplado el

viento y ellos, conocedores del clima y de los vientos de la

época del año en que vivían, sabían guiarse por ellas.

Las dunas del lado norte se volvieron más pequeñas hasta

desaparecer. Ni una montaña se veía. El sol golpeó

poderoso como siempre. Eran no más de las nueve de la

mañana y ya habría quizá veinticinco o treinta grados de

temperatura. La luz del astro rey perfiló las sombras de la

gente en la arena rojiza del flanco izquierdo. Las dunas y

las ondas de la arena se encargaban de deformar esa

imagen, entregándola difusa a quienes veían su reflejo. Así

lo entendió Ivanna y dejando de mirarse en la arena miró

hacia el frente, concentrándose en el camino y los nuevos

peligros que habría de enfrentar…

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

336

A esa misma hora, pero en la rada de New Providence,

Liselot Van der Decken se reponía de la batalla campal que

había vivido hacía tan sólo unos instantes. Tomó aire y se

observó las heridas. Ninguna era de gravedad, por fortuna.

Sus armas estaban gastadas y hubiese mentido

soberanamente si hubiese dicho que le quedaba aunque

fuese una bala sin usar. La verdad, se le había acabado hace

rato.

Alarmado por el ruido y por el desequilibrio que se había

producido en el navío con la caída de los botes salvavidas y

la retirada de los leales, Lowie Sheefnek subió con los

suyos a cubierta. Los piratas también subieron a la luz del

sol.

-¿Funcionó?-formuló la pregunta más absurda de su vida.

Jack Rackham le salió al encuentro.

-Aye, muchacho-le dijo palmeándole el hombro

amigablemente.

Detrás de Rackham apareció Liselot Van der Decken.

-¡Liss!-Lowie no pudo evitar la interjección al ver a su

mejor amiga en semejante estado.

La muchacha estaba cubierta de sangre y polvo. Había

permanecido con los piratas durante todo el motín, por eso

no se habían visto y él incluso la había dado por perdida.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

337

Corrió hasta ella y la apretó contra su cuerpo. Ambos

gimieron de dolor ante el contacto. Él, para distender el

ambiente, deshizo el abrazo y la miró a los ojos.

-¿Estás bien?-preguntó preocupado.

-Sí, lo estoy-contestó ella.

-No, no lo estás; estás herida-dijo él, jurándose matar al que

le hubiese dejado en esas condiciones.

-¿Qué me dices de ti, Lowie? Igual estás herido-dijo ella,

sintiéndose preocupada.

La verdad, es que el aspecto de Lowie era terrible: tenía

ambos flancos heridos, un brazo baleado, ardía en fiebre

por las heridas, estaba deshidratado y parecía a punto de

desmayarse. El frenesí de la batalla había pasado y con él,

la adrenalina se iba.

John Morrison subió la escalera a paso cansino. Lucía aún

peor que Lowie. A través de la rasgada camisa blanca se

perfilaba la espalda lacerada por el látigo. Ardía en fiebre,

su frente y sus mejillas rojas y la mirada perdida así lo

evidenciaban. Tenía los flancos heridos por cuchillos y un

par de balas que no sabía cómo no le habían hecho

desmayarse le habían perforado. El sudor le pegaba el

cabello a la cara. Pero eso no era lo más terrible: como un

collar se perfilaba en el borde inferior de su cuello una fina

herida de cuchillo. Estaba perdiendo mucha sangre.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

338

Lentamente llegó hasta Lowie, Liselot y Rackham.

Afirmándose los costados se detuvo resoplando. Liss se

cubrió la boca completamente alarmada y sorprendida.

Hasta ellos llegó Sheila junto a unos de sus hombres,

enfundando campechanamente el arma. De pronto, todos

los amotinados y los piratas estuvieron en cubierta.

Sin embargo esa era una batalla en la que no había ni

vencedores ni vencidos. No, quizá sí había vencidos y esos

no se dividían ni en amotinados ni piratas ni leales, en esa

afrenta todos eran vencidos.

A Liselot Van der Decken aquella le pareció la peor

masacre que jamás hubiese visto en su vida. Chorros de

sangre mojaban y se secaban en las barandillas, los

lanzatorpedos, los escudos, las antenas y los mástiles, el

piso, las escalerillas, todo. La mayoría de las cosas estaban

rotas a su alrededor. Las armas yacían en el suelo tiradas,

inutilizables. Había hendiduras por todos lados. Y lo más

terrible: los cadáveres de amotinados, leales y piratas se

esparcían por toda la cubierta y la muchacha estimó que

probablemente así sería a lo largo y ancho de todo el bajel.

Le entristeció enormemente ver cómo los sobrevivientes al

motín, piratas y amotinados, se paseaban de un lado a otro

con aire lúgubre por entre los cadáveres y se detenían al

lado de este o aquel intentando descifrar los rasgos ahora

irreconocibles tras la batalla para cerciorarse de que no era

alguien querido. Todos guardaban esa esperanza: de que

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

339

sus amigos estuviesen sanos y salvos en alguna parte del

navío. Sin embargo la ocultaban en lo más profundo de su

ser, la realidad era más fuerte: si no habían aparecido

charlando y moviéndose, habrían de estar muertos.

Le fue imposible describir luego cómo había evitado las

lágrimas que le produjo ver cómo algunos piratas y

tripulantes del Evertsen lloraban alrededor de varios

amigos. Les cerraban los ojos y hacían la señal de la cruz.

Hacían como si estuviesen durmiendo. Les hablaban como

si estuviesen vivos y sus palabras les fuesen a despertar.

Vio en el fondo a Linda Freeman llorar ante el cadáver de

un hombre que no era sino su hermano menor, muy querido

por ella y que había resultado ser leal a Sheefnek. Pese a la

falta de consciencia de él, ella continuaba queriéndole y le

rogaba que despertase.

Lodewijk se movió despacio. Las bajas de ambos bandos

eran enormes, pero el grupo que contaba con más muertes y

heridos graves era el de los amotinados. Se habían visto

reducidos a la quinta o sexta parte de lo que en un

comienzo habían sido.

Caminó a paso lento por una especie de camino que había

entre varios cadáveres. Todos o al menos la mayoría tenían

los ojos abiertos y eran de leales a Sheefnek. Miraba sin

ver. Liselot le siguió despacio, desde unos pasos por detrás

para asegurarse de que no le vería caer.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

340

De pronto un cadáver con los ojos cerrados llamó la

particularmente la atención de Lodewijk. Miró el rostro y

negó con la cabeza. No, no podía ser. No podía ser que una

persona tan inocente estuviese muerta. Se dejó caer de

rodillas ante el cuerpo. Liss corrió hacia él, pensando que

había perdido el equilibrio. Lowie tomó desesperado el

pulso de la persona en frente de él para no encontrarlo.

-Aloin-susurró-. ¡No!-exclamó en un murmullo apenas

perceptible.

Gritó como jamás había gritado en su vida. Era un grito de

rabia, de impotencia. Apretó los puños, los cuales se

erguían al cielo a la altura de los codos pegados al tronco.

Liselot se detuvo en seco y contempló conmovida y

asustada la escena. Por supuesto que reconoció a Aloin.

Por primera vez en su vida, Lodewijk Sheefnek se atrevió a

llorar en público y no en silencio como solía hacerlo a

solas, sino que a todo volumen. Lloró desconsolado, porque

aunque no quería reconocerlo, quería muchísimo a Aloin y

se había jurado a sí mismo protegerlo. No quería

reconocerlo, pero lo consideraba un gran amigo, un

compañero de correrías. En su tiempo no había querido

reconocer que su interés por él iba más allá de querer

manipularle para derrocar a Sheefnek. No había querido

reconocer que con su inocencia y su ternura, al igual que

Liselot, se había ganado su corazón.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

341

Había fracasado miserablemente en su intento por proteger

al muchachito dulce, ingenuo e inocente que era Aloin.

Liselot se acercó un poco más y puso su mano izquierda en

el hombro izquierdo de Lowie. Con la diestra hizo la señal

de la cruz con sumo respeto y tristeza. Lodewijk se quedó

así un rato: llorando a todo lo que da, con la mano derecha

aferrando la mano izquierda de Aloin y la surda afirmando

la mano de Liselot.

De pronto comenzó a susurrar una oración católica, lo

suficientemente audible como para que Liselot pudiese

escucharle pasmada. Desde que se volviese ateo hace unos

cinco años, Lowie había renegado todo tipo de cristianismo.

Le acompañó, rezando ella también.

Un aullido de pasmo corrió como reguero de pólvora por

toda la tripulación. Lowie y Liss voltearon sólo para toparse

con un desmayado John que estaba siendo transportado

escaleras abajo por dos hombres.

Eso fue demasiado para Lowie; las heridas, el motín, el

fragor de la batalla, descubrir a su amigo muerto y ahora

quedarse sin líder era más de lo que su cuerpo podía resistir

y sin quererlo, cayó en un sueño comatoso. Liss se lo quedó

mirando pasmada y sacando fuerzas de flaqueza ordenó a

dos más que pasaban por allí que lo llevasen escaleras

adentro y le atendiesen las heridas.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

342

¿Dónde estaba Sheila? Ahora que se le necesitaba, no

aparecía por ninguna parte. Caminó a tranco rápido, algo

raro en ella, hasta Rackham.

-No tenemos líder, la otra jefa de amotinados no sé dónde

está y necesitamos atender a los enfermos y sepultar los

muertos. ¿Crees que debería dar la orden?-le preguntó entre

que tímida y asustada.

-Da la orden, es hora que te prepares para ser su digna

capitana-le dijo él sonriéndole.

Sin esperar la respuesta de la pasmada muchacha, se subió

en la barandilla y vociferó ante el miedo de ella:

-¡Caballeros, déjense de lloriquear y escuchen a su jefa que

tiene algo que comunicar!-y añadió cuando todos se

hubieron volteado-. Gracias-e indicó con un gesto de la

mano a Liselot que era tiempo de hablar.

-¡Atención todos! Todo aquel que pueda tenerse en pie, de

un paso al frente-gritó, no muy segura de lo que hacía.

Tanto piratas como amotinados obedecieron al mandato y,

tras ponerse de pie, dieron un paso al frente.

-Uno, dos, tres…-por unos segundos lo único que se

escuchó fue el leve murmullo de la voz de Liss que los

contaba uno a uno atentamente.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

343

Cuando ya iban a volver a cuchichear entre ellos, ella

volvió a tomar la palabra. En total había veinticinco

hombres sanos en cubierta, contándolos a ella y a Rackham.

-Bien. Los dividiré en dos grupos. El primero de doce y el

otro de once. Los doce que están a la izquierda irán con

Jack a curar y cuidar de los enfermos. Los otros vendrán

conmigo y me ayudarán a preparar a los caídos para un

pequeño funeral y darles sepultura en el mar-indicó.

De inmediato el reducido grupo se dividió en dos y

siguieron a sus respectivos líderes.

No fue tarea sencilla para los hombres que fueron con

Rackham el hecho de ver tantas heridas que desarmaban

sus estómagos, ni tener que limpiarlas ni bajar fiebres ni

bajar heridos ni nada.

Al cabo de unas tres horas se habían organizado en turnos

bajo el mando del pirata británico para cuidar de las gentes

que estaban en las sub cubiertas.

A su vez, los hombres de Liselot descubrieron entre los

caídos a varios marineros desmayados y heridos, pero con

vida. De inmediato se los llevaron a Rackham, quien se

había atrincherado en el comedor para brindar el mayor

espacio posible a los enfermos y poder tenerlos juntos para

atenderlos.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

344

En el intertanto de ese rato, los hombres bajo el mando de

Liselot limpiaron las heridas de los caídos y los

adecentaron, sin importar al bando al que perteneciesen en

vida. Los limpiaron del polvo. Colgaron crucifijos a sus

cuellos y los envolvieron en sábanas blancas que

encontraron en el depósito del bajel.

Algunos bajaron a New Providence a conseguir flores y un

párroco. Adornaron el bajel con flores blancas y colocaron

los cuerpos en fila. La mayoría de los hombres saludables

bajo cubierta subió al funeral al cabo de cuatro horas.

Cantaron al inicio el Himno Patrio de Holanda, el Himno

de la Zeven Provinciën y el Himno de Inglaterra fue

entonado por Rackham y sus tripulantes para venerar a los

piratas caídos.

Se procedió a orar, pedir por la recepción de las almas en el

Paraíso, a entonar cánticos religiosos y a dedicar palabras a

los fallecidos.

Luego, dos hombres, uno del Evertsen y otro del Tresaure

se acercaron a la fila. Las sábanas estaban acomodadas de

tal modo que permitían ver los rostros. El primer caído era

un amotinado del Evertsen: Aloin. Liselot se acercó a la

borda y dedicó unas palabras al muchacho. Cuando

terminó, el párroco arrojó agua bendita al rostro del chico,

hizo la señal de la cruz en la frente y tapó la cara con la

sábana. Los dos hombres arrojaron el cadáver al agua, la

cual chapoteó suavemente. Luego venía un pirata del

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

345

Tresaure, la única variación fue que ahora Jack Rackham

fue quien habló a su tripulante, no Liselot. Así fue hasta

que concluyeron con el último.

Los asistentes, vestidos con las mejores galas que tenían de

uniforme, se repartieron las flores y comenzaron a

arrojarlas al mar. Los cuerpos flotaban, las flores le

seguían, se hundían y desaparecían, polvo en el viento eran.

Que el hombre recuerde que del polvo viene y al polvo

volverá.

Con ese pensamiento, Liselot Van der Decken regresó a su

camarote y se miró al espejo. Se encontró cambiada.

¿Quién era ella ahora? No se reconocía. Y la única

respuesta que encontró viable para darse a sí misma era que

ella era alguien que solía conocer… ya no lo era. Había

cambiado tanto que ya no se conocía a sí misma. Tenía mil

facetas, mil aristas que le tomarían muchísimo tiempo

reconocer, modelar y aceptar. Solía ser dulce, infantil,

alocada e inocente. Completamente reconocible y simple de

carácter. Ahora era toda una guerrera, una marinera digna

de la Zeven Provinciën que le había denegado un lugar en

su dotación. Era una líder nata que peleaba en un motín con

tal ferocidad que era imposible reconocer a la chica tierna

que solía ser. Ya no era de juegos, había madurado. Su

personalidad ya no era sencilla de entender y hasta su

aspecto lo revelaba.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

346

Algo similar sucedía con su hermana Ivanna a esa misma

hora, al mediodía. Con el campamento Tuareg se habían

detenido a almorzar. Pensaba quién era ella, era alguien que

solía conocer y era algo desesperante no reconocer la

personalidad que solía atribuirse con tanta naturalidad en sí

misma. Solía ser arrogante, irónica, burlesca y frívola.

Ahora sin embargo estaba viviendo austeramente, pasando

hambre y calor, viviendo con gente que no conocía y le

merecía respeto, implorando por su vida hacía tan sólo unas

horas. No se quejaba, no tenía cara para quejarse y eso era

lo que más la extrañaba. Se esforzaba por complacer a los

demás y eso la volvía irreconocible.

Aliet almorzaba a esas horas en el cuarto de sus gemelas y

se planteó la misma cuestión y llegó a la conclusión de que

era alguien que solía conocer. Lo más triste era ser una

psicóloga, cambiar y ser incapaz de reconocerse. Solía ser

ejecutiva, una buena madre, alegre y paciente, amable.

Ahora había pasado por todos los matices de la depresión y

la culpa hasta llegar a ser ahora alguien dependiente del

humor de su hija Sophie, triste y de un profundo

sentimiento de culpa por lo que había sucedido. Una

persona apagada.

Algo similar se podía aplicar a Sophie. Había pasado de ser

una chica alegre, bromista, dulce y de un fuerte humor

sarcástico y contagioso, a ser una muchacha apagada y que

vivía aterrorizada por los matices de su enfermedad que

había relegado su consciencia hasta donde ni ella misma la

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

347

veía. Su madre decía que no la conocía, que era alguien que

solía conocer.

Lo mismo se aplicaba a Niek, quien había pasado de ser el

activo Almirante del Evertsen a un cadáver en el fondo del

mar.

Cualquiera que hubiese visto al clan Van der Decken ahora

hubiese sonreído triste y hubiese dicho “Ellos son alguien

que yo solía conocer”.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

348

Capítulo 17: “La Leyenda del Holandés Errante”.

Nota de Autora:

Ahoi a todo el mundo. Estoy locamente feliz, en menos de

una hora de estar publicado, kpalomar ha comentado el

capítulo anterior, con una de las críticas más completas que

he recibido en el último tiempo (algo que no se da mucho

en esta página acostumbrada a reviews cortos como

telegramas). Desde ya, muchas gracias por comentar.

Bueno, hace dos capítulos ya venimos tomando el ritmo de

lo que será este libro y ahora, con este capítulo, ya

entramos de lleno en la historia. Ya lo sé, les debe parecer

un poco largo un prólogo de dieciséis capítulos y un

prólogo, es decir 190 páginas… pero era necesario.

¿Qué más puedo decir? Bueno, me terminé de leer La

Comunidad del Anillo (excelente libro, especialmente los

capítulos “El Puente de Khazad-dûm” y “La Disolución de

la Comunidad”). Mi mamá haciendo limpieza encontró

viejos cuadernos míos llenos de textos que pronto subiré y

partituras que creía perdidas.

La canción del capítulo es “La Leyenda del Holandés

Errante” de la banda Tierra Santa. En ese nombre está

basado el título de esta novela. Comprenderán que le viene

un piquito al capítulo, ¿eh? Sin más, a leer…

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

349

Liselot aspiró el aire salino en la barandilla. Era el

crepúsculo. Le pareció increíble cómo se había

acostumbrado a la vida en el mar y a descifrar los misterios

que éste escondía. Por la posición del sol le pareció que ya

estaba por anochecer.

Miró el océano y se entristeció de pensar que esa sería

ahora la morada de los caídos. No le importaba de qué

bando hubiesen sido, lo triste era que ellos jamás podrían

volver a la Holanda del siglo XXI.

Quiso entrever los cadáveres enfundados con sábanas en su

última cama, en su último descanso. De más está decir que

no pudo hacerlo.

Una sonrisa adornó el dulce rostro, no sonaba tan malo

tener como última morada el mar…

Concentrada como estaba en mirar el mar, no se percató del

sonido de botas chocando contra el piso metálico de la

cubierta.

-Milady-la llamó una voz masculina.

Liselot dio un pequeño respingo sintiéndose asustada y a la

vez sorprendida. En medio de su pasmo dio media vuelta y

miró a su interlocutor.

-Capitán Rackham, ¡me asustó!-saludó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

350

-Mis disculpas, milady. Pero John reclama su presencia en

el camarote-le indicó.

-¿Ahora?-preguntó ella de mala gana, sintiendo cómo sus

deseos de quedarse ahí por horas mirando el mar se iban

por la borda cabeza abajo.

-Aye, ahora-dijo Rackham, preguntándose por qué una

pregunta tan absurda.

-Gracias-contestó ella sonriendo y echó a andar, dejando a

su interlocutor muy plantando al lado de la barandilla.

Le costó dar con el camarote que le habían asignado a John

a última hora; hasta la noche anterior él había tenido que

dormir en una celda y evidentemente esa ya no era su

habitación.

-¿Todavía no va, milady?-preguntó Rackham

sobresaltándola de nueva cuenta.

-No encuentro el camarote-confesó ella.

-Venga conmigo-le ofreció ella.

Mientras iban camino al comedor, Rackham iba poniéndola

al tanto de las condiciones en las que se encontraba el

enfermo. La noche anterior, luego del amago de motín, le

habían dado de latigazos y al estallar de nuevo la

insurrección, unos amotinados habían conseguido entrar de

nuevo en la celda y lo pudieron sacar. Cuando iban a

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

351

llevarlo a un camarote con el fin de curarlo, los

interceptaron unos hombres fieles a Sheefnek y en medio

de la balacera, John se había visto obligado a pelear. Luego,

en la confusión recibió balazos, estocadas y continuó

peleando hasta que cayó en cubierta.

A cada palabra del capitán inglés, Liselot ponía una cara de

dolor peor a la anterior, completamente conmocionada por

las malas condiciones en las que se encontraba John. Su

corazón puro y bondadoso la hacía negarse ante la idea de

que él fuese a morir.

Finalmente la tortura concluyó para la muchacha y Jack se

silenció. Caminaron el último trecho: bajar una escalera y

andar un pasillo lateral hasta cruzarse con un corredor

grande e ir hasta el fondo. Todo eso en completamente

silencio. Se detuvieron ante la puerta del comedor y el

único sonido que acalló el silencio fue el tintineo metálico

de las llaves de dicho cuarto.

Jack Rackham abrió la puerta y caballerosamente permitió

el paso de la chica. Entonces Liselot Van der Decken probó

y conoció una nueva forma de dolor, una tortura

completamente nueva para su sensible corazón. Se cubrió la

boca completamente sorprendida. Dos finitas lágrimas se

escurrieron de su rostro. Ahí yacía, en una cama justo al

frente suyo, John Morrison. Ella lo había visto en cubierta

sangrante, herido, afiebrado e inclusive desmayado. Y aquí

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

352

estaba igual, sólo que con el rostro pálido y la mirada

perdida.

¿Cuál era la diferencia que la había puesto tan mal? Él ya

no se movía y en la mente de Liselot Van der Decken el

movimiento era sinónimo de vida. No importaba si una

persona estaba enferma (o al menos no era tan terrible) si

esa persona se levantaba de la cama todos los días y hacía

su vida normal.

Pero aquí él yacía acostado, sudado, desangrándose sin que

nadie lo pudiese remediar y mirando al vacío, sin moverse,

esperando en una pasmosa quietud a las negras alas de la

muerte que no tardaría en cubrirle con su sórdido y temido

manto de brumas y olvido.

Jack cerró la puerta y apoyó su mano izquierda en la

espalda de Liselot y empujó suavemente a la muchacha

hacia adelante. Ella caminó pasmada y llorando sin poderlo

evitar.

Se arrodilló al lado de la cama del joven británico y le tomó

la mano. Con la otra mano le hizo una caricia en la frente,

secándole el sudor.

-No nos asustes así, John. Tú vas a vivir, tú te vas a

recuperar. Ahora tienes que descansar…-le dijo ella.

-Esto se acabó, Liselot. Sé que me voy a morir ahora y me

alegro de eso-confesó él esbozando un gesto de puro dolor.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

353

-¡Oh, pobre John! No debes pensar así, en morir no hay

ninguna alegría-dijo ella.

-La vida es un viaje y la muerte también lo es, pero de una

forma completamente distinta-dijo él.

-No, no es un viaje, es vegetar y tú mereces ser feliz,

sonreír, llenarte de vida-dijo ella.

-No pedí tu presencia aquí para que me dijeras lo que debo

pensar o hacer-dijo él, cortante.

Liselot se asustó por su tono de voz y cuando hubo

recuperado los estribos de su cabeza, se acercó de nuevo a

la cama.

-¿Entonces para qué me llamaste si no querías esperanzas?-

preguntó ella. La pregunta suena furiosa, pero en realidad

iba con genuina curiosidad.

-No confundas una cosa con la otra, por supuesto que hay

esperanza. De los cinco eres la única que está en

condiciones de ser capitana del Evertsen. Sheila ha

desaparecido, no se le ha visto por aquí-dijo él.

-Ni yo tampoco le he visto-contestó ella-. Espera, ¡¿dijiste

la capitanía?! Pero si tú eres el líder de los amotinados, tú

eres el que tiene que ser el capitán.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

354

-Ella ha desaparecido, Lodewijk está enfermo, Aloin ha

muerto y yo moriré, por eso no puedo ser capitán-dijo él

con su mejor cara de fastidio.

-¡Pero si no morirás!-gritó ella.

-Escucha-dijo él febrilmente-. Tienes que prometerme que

serás una buena capitana-ordenó él.

-No morirás-negó ella.

-¡Promételo!-exigió él y su mirada comenzó a perderse y

nublarse-. Promete que no permitirás que el esfuerzo de

anoche se pierda.

-No morirás-negó ella.

-¡Prométemelo!-pidió para luego tener un acceso de tos-.

Promete que mi muerte no será en vano-rogó con la voz

velada por la tos y los ojos muy abiertos.

Luego de eso le vino un nuevo acceso de tos. Y a medida

que el pecho subía y bajaba sibilante, la sangre comenzó a

emanar de la boca. Rackham y los médicos de a bordo del

Evertsen y el Tresaure se acercaron a apartar a Liselot y a

atender al muchacho.

Liselot permaneció impávida, en shock, mientras los

médicos atendían al muchacho. Se negó a prometer que

sería una buena capitana. Hacerlo era confirmar la muerte

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

355

del muchacho. De un segundo a otro Rackham cerró los

ojos de John e hizo la señal de la cruz en el aire.

Liselot meneó la cabeza sin poderlo creer.

-Oremos, caballeros, por esta alma que sea bien recibida en

el Paraíso-pidió el pirata.

Entonces Liselot comprendió todo y una punzada de culpa

le recorrió todo el cuerpo al no haber dado cumplimiento al

último deseo que John había formulado en vida. Se largó a

llorar. Se unió al ruedo de hombres que rezaban el Padre

Nuestro por la memoria del británico. Y mientras rezaba,

hablaba para sus adentros, como si estuviese conversando

con John:

-Te lo prometo, John, te lo prometo. Por favor discúlpame,

no era mi intención hacerte sentir mal. Te prometo que el

motín de anoche y tu muerte no serán en vano-.

Se quebró ante la mención de la muerte. No había nada en

el mundo a lo que Liselot Van der Decken le temiese más.

Lloró sin poderlo remediar.

-Tú has quedado a cargo, Liselot. Manda y obedeceremos-

dijo Rackham.

La muchacha lloraba sin poderse controlar. Había quedado

a cargo, lo que tanto había querido, pero el pobre de John lo

había perdido a todo. Quiso sentirse feliz de ser la capitana

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

356

del Evertsen, pero algo en lo más profundo de su interior le

impidió poder formular frase alguna.

En vista de eso, Jack tomó la palabra:

-Que alguien vaya a New Providence a buscar al párroco.

Busquen sábanas blancas que estén limpias, en su defecto

vayan a comprarlas. Arreglen de nuevo la cubierta. Limpien

a John y prepárenlo para su funeral-ordenó estoico aún ante

la mención de la palabra funeral.

Liselot se quedó clavada ahí como una tonta. Todos

comenzaron a moverse y a irse a cumplir con las órdenes

dadas por el Calicó. Miró a su derecha y recién ahí notó que

Lodewijk estaba en la cama continua a la de John.

El pecho subía y bajaba rítmicamente por debajo de las

sábanas. Caminó hasta allí sin saber si sentirse feliz o no.

Por un lado Lowie vivía, pero parecía estar tan muerto

como John.

Apartó esas ideas de su cabeza. Por supuesto que Lowie

viviría. Él al lado de John parecía estar completamente sano

y hasta ileso.

Se sentó a la cabecera de la cama y apartó unos cabellos de

la cara del joven.

-Tú vivirás, ¿verdad Lowie? Tú no puedes morir. No, no

vas a morir-dijo y se quedó en completo silencio

acariciando el rostro de su mejor amigo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

357

Miró hacia todos lados y siguió mirando. Estaba en shock,

en medio de un mutismo. Era optimista, sabía que les iría

bien en eso. Pero… no quería pensar… no, no podía

pensar…

Ivanna bostezó cansada cuando vio que el sol pasaba de ser

una enorme moneda roja y anaranjada que tocaba el suelo a

una fina lámina que se fusionaba con el terreno árido.

Dejó escapar otro bostezo cuando todo vestigio del astro

rey desapareció y las áridas tierras del Sahara obtuvieron un

tinte rojizo mezclado con gris, cada vez más acercándose a

lo negro.

Sin embargo, pese a su enorme cansancio, la caravana ni

siquiera recaló en ello y todos siguieron andando tal cual no

hubiese sucedido absolutamente nada.

Los camellos eran animales sumamente resistentes que

podían andar varios kilómetros al día y todavía podían

andar más. Las gentes de la caravana estaban

acostumbradas a cubrir varios kilómetros diarios en sus

extenuantes marchas así que no se detendrían hasta que el

frío fuese insoportable y encontrasen un terreno para poder

montar el campamento, a menos que comenzaran a acechar

los animales salvajes.

El aullido de un zorro, lobo o algo parecido la sacó de sus

cavilaciones y la dejó helada de miedo. Hombres y mujeres

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

358

charlaban y llevaban sus armas listas para poderse

defender.

Otro aullido sirvió para alarmarla por completo y aterrarla

de una punta a otra de su ser. El hombre que llevaba las

riendas del dromedario le dirigió una mirada confiada y

tranquilizadora, le apoyó la mano izquierda en el hombro

derecho como diciéndole “Tranquila, nada te pasará si

estoy aquí”.

Siguieron andando. Un poco más lejos les alcanzó el siseo

de una serpiente a la que no pudieron ver y el piar de un

ave. El líder de la caravana se detuvo en seco. Comenzaba a

hacer un frío congelador en el desierto.

Ordenó encender la fogata, que los muchachos encerraran

con unas estacas a los animales y que se ordeñase las ovejas

y cabras.

Las gentes siguieron las órdenes y armaron sus tiendas.

Pronto todos estuvieron alrededor de la fogata bebiendo té

caliente y escuchando las historias del poeta y su secretario.

Poco después unas mujeres se pusieron a cantar. A medida

que la velada seguía algunos se iban retirando a descansar.

Sin siquiera proponérselo, Ivanna se quedó dormida y el

líder, al verla así, decidió que la llevasen hasta su tienda.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

359

La puerta del comedor del Evertsen se abrió dejando paso a

Jack Rackham.

-Milady, ya todo está listo-dijo sonriéndole a la muchacha.

Liselot se puso de pie. Dos hombres levantaron el cadáver

de John Morrison, el cual estaba ya debidamente

adecentado. Le envolvieron en una sábana blanca, la cual

torcieron de tal modo que el rostro del fallecido quedase al

descubierto y la tela quedase colgando a sus espaldas como

una capucha con la cual le cubrirían al finalizar el funeral.

Cuando estuvo listo, le llevaron en una camilla con ruedas

hasta el pasillo. Liselot dio una última caricia a la cabellera

de Lowie, quien seguía tan dormido como cuando ella

había ingresado en el cuarto y ni se inmutó cuando la joven

se puso de pie.

Jack Rackham le ofreció galantemente el brazo y los cinco

abandonaron el comedor.

En la cubierta principal del Evertsen la luna comenzaba a

fulgurar con sus tonos de plata en lo alto del cielo. Liselot

calculó que serían las once de la noche aproximadamente.

Afuera esperaba la mayor parte de los piratas del Tresaure y

de los amotinados del Evertsen. El mismo párroco que

había estado durante el día en el bajel holandés les esperaba

junto a una mesa adornada con un mantel blanco y con la

imagen de Jesucristo en la Cruz.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

360

La camilla se detuvo al frente del clérigo, dejando al

muchacho muerto a su merced. Liselot, Rackham y los dos

hombres retrocedieron unos pasos y se persignaron.

El clérigo comenzó la ceremonia con oraciones y cantos.

Algunas palabras también y pronto a todo eso sucedieron

unos versículos de la Biblia. Cuando estaban por terminar

dio la palabra a Liselot para que pudiese despedir a John en

nombre de su difunto padre que lo había salvado de la

muerte y de los amotinados.

Cuando eso estuvo listo. Se acercó con agua bendita, la cual

roció en el rostro del yaciente muchacho. Hizo la señal de

la cruz, cubrió el rostro con el resto de la sábana e indicó a

los dos hombres que habían empujado la camilla que se

acercasen. Ellos obedecieron y levantaron a John Morrison

en vilo. Se acercaron a la barandilla y lo arrojaron a las

aguas, las cuales chapotearon ruidosamente al impacto.

-¡Vuela alto, John!-se escuchó a Liselot gritar.

Pasaron unos segundos imperceptibles, de aquellos que

estorban.

-¡Vuela alto!-secundaron los hombres del Evertsen y del

Tresaure.

Todos se agolparon en la barandilla y arrojaron flores al

mar, inclusive el párroco, quien fue despedido de la nave

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

361

tan pronto fue posible devolverlo a tierra firme sin

entorpecer el funeral de John.

Cuando Liselot se decidió a retirarse hasta su camarote vio

entre la multitud la mirada acusatoria de Sheila. La miró

extrañada. Sheila la verdad estaba todavía en la frenética

personalidad que adoptaba para cada combate y no le

importaba discutir con nadie. Todavía estaba enardecida.

Sabía que nada le iba a afectar.

Corrió hasta Liselot y la encaró.

-Si crees que tú eres la indicada para hacerte cargo de la

capitanía, estás muy equivocada-le dijo.

-John me dejó a cargo, sé que podré hacer lo mejor por

ustedes-indicó con verdadera fe.

Sheila bufó descreída.

-Pues no tienes nada de experiencia, alguien con

experiencia es lo que necesitamos para poder salir adelante-

le replicó-. Y de los jefes de los amotinados soy la única

que tiene esa característica.

Liselot se detuvo dubitativa. Esa era la pura y santa verdad

y no la podía negar. Ella quería lo mejor para las gentes del

barco, no le importaba si eso significaba dejar su mayor

sueño de lado. Entendió que Sheila tenía la razón. Alzó la

cabeza sonriente. Era una sonrisa sincera y dulce.

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-Entonces lo mejor sería mañana convocar la Asamblea y

que ellos elijan a alguien. ¡De seguro serás la capitana!

Mañana nos reunimos para organizarla a la hora de

almuerzo, nos vemos-se despidió tan campante.

Esa reacción dejó muy plantada y quietecita a Sheila quien

rayaba entre los límites de lo descreído al ver que no le

rebatía y el hecho de sentirse burlada ante una frase así.

Conocía a Liselot, pero esas palabras de parte de una

contendora sonaban irremisiblemente a burla.

Rackham pasó por el lado suyo. Era obvio que había

escuchado la conversación que ella y Liselot habían

mantenido recién. Burlón enarcó una ceja y se tocó el

sombrero en señal de respeto. Ella bufó fastidiada, pero ya

no quería discutir más, porque empezaba a presentar los

primeros síntomas de la jaqueca infernal que le venía tras

sostener un alegato con alguien. Sin más se retiró a su

camarote.

A eso de las diez de la mañana, Liselot dormía

plácidamente hasta que un estruendo resonó a su alrededor

y de pronto sintió todo completamente mojado.

Arrugó el rostro y palpó inconscientemente, casi por

instinto, la sábana debajera de la cama. La sintió

completamente mojada. Sin abrir los ojos aún, se palpó las

ropas, las cuales encontró en el mismo estado. Abrió los

ojos de golpe.

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Frente a sus ojos estaba Naomie de pie, sonriente a más no

poder, como un niño que ha hecho una travesura que se

había propuesto cometer hace mucho tiempo. Y sostenía un

balde de casi cinco litros, el cual ya había vaciado su

contenido.

Liselot se sentó en la cama, la cual ya tenía descorridas la

sábana encimera y las tapas. Se apartó los cabellos mojados

del rostro y largó una risita. La verdad sea dicha, hasta a

ella le parecía graciosa la situación y como le encantaba

mojarse y todo lo que llevara agua, no se molestó. Eso

suplía el enojo que le producía ser sacada abruptamente de

sus sueños y más aún saber que no tenía qué ponerse pues

ese uniforme era la única ropa que tenía. Le causaba hasta

gracia el hecho de tener que andar mojada todo el día dando

vueltas por el barco. Un bostezo suyo la trajo a la realidad.

-Naomie, ¿por qué siempre me despiertas así?-preguntó con

una pequeña risilla.

-Es que no hay otra forma de despertarte y hacer que

conserves tu buen humor-le dijo la mujer sonriente.

En lugar de sentirse molesta por la broma, se largó a reír

nuevamente. Cuando estuvo calma otra vez, Naomie se

dispuso a hablar.

-Me enteré de que estás dispuesta a dejarle el cargo de

capitana a Sheila Zeeman-le dijo con un aire que fue

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imposible de definir, rayaba casi en lo burlesco,

decepcionado y molesto.

-Así es-confesó Liselot sin siquiera inmutarse por el cambio

de actitud por parte de su compañera-. La tripulación

necesita ser capitaneada por alguien con experiencia y

liderazgo, y la única que reúne esas características es

Sheila. Estoy segura de que será una excelente capitana y

de que todos estaremos bien a cargo de ella-dijo.

-Hablas como si ella fuese la gran solución a todos los

problemas del Evertsen-bufó Naomie.

-Y lo es-dijo Liselot completamente convencida.

-¿Y qué queda de ti, Liselot Van der Decken?-preguntó

Naomie- ¿Qué queda de tu sueño de convertirte en capitana

de un barco alguna vez?

-Bueno, ella es mucho mejor que yo. Además, aquí lo

importante es que la gente esté bien. Ya veré cómo me las

arreglo para una vez ser capitana de un barco-dijo ella.

Naomie percibió el punto débil de dicha confesión y se

dispuso a darle como caja.

-¿Y acaso no te gustaría que ésta fuese aquella vez?-

preguntó.

-Me encantaría-confesó sonriente.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

365

-¿Y entonces?-preguntó Naomie.

-No, no, es que esta vez no es posible-dijo Liselot sin

perder su sonrisa.

Naomie se sobó la frente, consciente de que esa sería una

charla un tanto difícil de mantener. Pronto encontró el

argumento perfecto y sin evidenciar que ya tenía una

estratagema en mente, se dispuso a ponerlo en marcha.

-Yo creo que tú serías mucho mejor que ella-le confesó.

-Ella lleva casi doce años al servicio de la Marina y fue

líder del motín. Yo llevo sólo unos meses-dijo Liselot.

-Sin embargo, gracias a ti pudieron triunfar en el motín. Te

lo haré fácil, Liselot, ¿acaso tú crees que ella conoce los

secretos del siglo XVIII? Sólo piénsalo, tus conocimientos

son muy valiosos-le dijo.

-Podría ser su consejera…-musitó Liselot.

-Pero ella jamás tomaría en consideración tus opiniones al

respecto. La conoces, si la obstinación tuviese nombre,

sería Sheila Zeeman. Y si no te escucha, no podrías aplicar

lo que sabes y todos los planes de sobrevivir aquí, se irían

por la borda. La experiencia la hace el tiempo y tú en estos

meses ya eres una marinera hecha y derecha. Sólo piénsalo,

¿permitirás que lo que sabes quede en el olvido?-preguntó

Naomie.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

366

Liselot bajó la vista, como meditándolo. Aún así, esos

motivos que comenzaban a colarse en su consciencia no le

parecían del todo convincentes. Cuando iba a levantar la

mirada con el fin de replicar algo, descubrió que Naomie se

había vuelto polvo en el viento.

Iba a reclinarse en la cama para seguir durmiendo cuando

golpearon la puerta. Caminó y la abrió. Del otro lado del

dintel apareció Jack Rackham, quien la miró de arriba

abajo.

-¡Milady!-exclamó presuroso sin saber él mismo si era un

saludo o una interjección que no había podido evitar al

verla vestida y completamente mojada. Tardío inclinó la

cabeza para disimular su sorpresa.

-Capitán Rackham, ¿qué le trae por acá?-preguntó ella con

genuina sorpresa.

-Venía a avisarle, milady, que Lodewijk reclama su

presencia en el comedor-adujo el pirata inglés.

Liselot abrió los ojos sin poderlo evitar. Si Lodewijk

reclamaba su presencia en el comedor, quería decir que

estaba despierto, que había despertado, que estaba vivo,

¡que no había muerto!

Con esos felices descubrimientos salió de su camarote

corriendo, empujando al Calicó hacia el costado izquierdo

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justo a tiempo, casi botándolo. Corrió con una alegre

sonrisa en el rostro hasta perderse en el pasillo.

-Milady…-musitó Jack enarcando una ceja y sin reponerse

de la sorpresa que le había causado la reacción de la chica.

Cerró por fuera el camarote de Liselot y se dispuso a

seguirla o en su defecto a ir hasta el comedor.

Liselot Van der Decken ingresó en el comedor con la

velocidad de un aerolito. Corrió hasta una de las camas que

estaban al frente de ella desde la cual su amigo la miraba

con la extrañeza pintada en el rostro.

-¡Lowie, Lowie, Lowie!-gritó alegremente mientras

extendía los brazos preparándose para darle a su amigo un

tremendo abrazo del oso.

No bien estuvo arrodillada al lado de la cama de Lowie, lo

apresó entre sus brazos estrechándolo con desmedida

fuerza.

-¡Auch, Liselot!-se quejó Lowie al sentir cómo los brazos

de su mejor amiga apretujaban sus heridas a medio cerrar y

las incómodas cicatrices-. ¡Ay, eso duele!-se quejó

probando un nuevo nivel de dolor mientras su amiga reía

alegremente sin soltarlo-. ¡Liselot, me mojaste!-se quejó al

descubrir la pegajosa sensación del agua a medio secar en

los brazos desnudos de Liss.

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Liselot se separó de él sin poder parar de reír y lo

contempló sonriente.

-Liselot, no sé si te habrán enseñado esto, pero la ropa se

lava cuando no la llevas puesta-le dijo en tono burlesco,

como venganza por sus costados que aún le dolían.

Sin molestarse en lo absoluto, Liselot largó una alegre y

sonora carcajada.

-¿Por qué estás así de mojada?-le preguntó palpándole las

mangas de la blusa.

-Esta es la manera en la que Naomie suele despertarme-

contestó Liselot en medio de carcajadas y con un leve tono

sarcástico que no le venía.

Lodewijk bufó fastidiado y descreído. Aquí iba otra vez

tratando de hacer que su mejor amiga comprendiese que

Naomie no existía. Prefirió focalizarse en aquello que le

había hecho llamarla, bueno, además de saber que ella no

estaba cortándose las venas porque él aún no despertaba.

¡Ah, sí, ya se acordaba de eso!

-¿Cómo es eso de que piensas dejar a Sheila a cargo de la

capitanía del barco?-le reclamó.

-Bueno, ella sería mejor capitana que yo, eso está claro:

tiene mucha experiencia-enfatizó en la u de mucho- y fue

líder del motín. Igual, yo podría ser su consejera, como sé

de piratas podría servir de algo.

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-Oye, Liselot, ¿acaso no te das cuenta de que Sheila te está

manipulando? ¿No te das cuenta de que sólo quiere poder?-

le reclamó Lowie completamente furioso, tanto como del

actuar ingenuo de Liselot como del aprovechado accionar

de Sheila.

-¡Otro más con la misma cantinela!-bufó Liselot-. Parece

que te pusiste de acuerdo con Naomie, ¿sabías que para eso

me fue a despertar?-preguntó.

Lowie bufó de nueva cuenta. ¡Otra vez Naomie estaba en el

cuento! Por la manera en que la mencionaba Liselot ya

comenzaba a él a parecerle real. Se dio una bofetada

mental, se suponía que él era el cable a tierra de Liss, que

era más cabal y realista que ella.

-Liselot, Naomie no es real-le dijo con suavidad-. Y

además, ¿acaso tú no querías ser la capitana del Evertsen?

Me lo dijiste un millón de veces y de veras yo creía que con

ayuda de gente experta hubieses sido una bastante buena-le

dijo Lowie.

-¿De verdad?-preguntó Liselot sorprendida de que alguien

le considerara más que una jovencita alegre y con poco

tino.

-De verdad-confirmó él, sonriéndole afablemente.

-No lo sé, la decisión ya está tomada-dijo ella.

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-Mira, Liss, hagamos algo. Sheila me dijo que pensaban

hacer una Asamblea hoy en la tarde para resolver la nueva

organización del barco-Liselot asintió-; pues bien, que ellos

voten entre ustedes dos cuál prefieren que sea la capitana y

la que quede en segundo puesto que sea la consejera y

contramaestre y asunto resuelto-concluyó Lowie.

-De seguro que votarán por ella-dijo Liselot.

-No lo creas, Liss: tú fuiste quien nos llevó a ganar el

motín. Si no hubieses ido a parlamentar con los piratas del

Tresaure, Sheefnek todavía estaría aquí. Tú eres la que

conoce los secretos para poder salir con vida de aquí, no

ella-opinó Lowie.

-¡Gracias, Lowie!-exclamó Liselot abrazando de nueva

cuenta a Lowie.

Lowie sintió miles de punzadas de dolor en todo su cuerpo

y una mueca dolorosa se perfiló en su rostro.

-¡Así no, Liss, que duele!-se quejó.

Y Liss se apartó de él riendo y con una sonrisa agradecida

en el rostro, la cual se le contagió pronto a él.

El resto de la mañana pasó rápidamente entre risas y

anécdotas graciosas para Lowie y Liselot. La muchacha

felizmente no tuvo que darle la noticia acerca de la muerte

de John, ya que Sheila Zeeman con su poco tacto se la

había soltado de golpe y el joven sólo había podido

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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aceptarla. Es imposible decir que le sentó de maravillas: al

fin y al cabo habían sangrado hombro a hombro junto a

John; pero pudo enfrentarla mejor que el deceso de Aloin.

-Milady, ¡aquí le encuentro!-exclamó Jack Rackham

entrando en la improvisada enfermería.

-¡Capitán Rackham!-le saludó Liss.

-El almuerzo para aquellos que se puedan tener en dos pies

lo servirán en el otro comedor-indicó él-. En menos de

cinco minutos estará listo.

-¡Gracias, capitán!-exclamó ella.

Haciendo una venia a la dama y a su amigo, Rackham

volvió a abandonar el comedor.

No transcurrieron ni dos minutos cuando sintieron una fina

voz femenina.

-¡Liselot, aquí te encuentro!-dijo.

Lowie y Liss voltearon hacia la voz y vieron caminar hacia

ellos a Sheila, quien recién ingresaba en la “enfermería”.

Lodewijk, muchísimo más calculador y observador que

Liselot, estudió a Sheila de pies a cabeza. La verdad se le

veía muchísimo más sutil que lo que había estado el día

anterior con la cadete Van der Decken y lo que había estado

esa mañana con el cadete Sheefnek.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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Lucía dulce, casi rayando en lo maternal y sutil. Podría

decirse que estaba hasta arrepentida y frágil. Aún así, su

bipolar carácter no convencía a Lowie ni en lo más mínimo,

al menos no en esta situación.

-¿Vamos a almorzar, Liss?-preguntó Sheila de una manera

que convenció a su interlocutora- Recuerda que quedamos

de planificar la Asamblea ahora.

-Las acompaño-intervino Lowie levantándose penosamente

de la cama.

-¿Puedes venir?-preguntaron ambas al unísono.

-Por supuesto-dijo él irguiéndose lo más dignamente que

pudo.

Así las cosas, los tres marcharon juntos al comedor.

Honestamente a Sheila no le molestaba la presencia del

muchacho, no le importaba lo que él tuviese que decir

acerca de sus planes para la Asamblea.

Ni Liselot ni ella podían adivinar que él intentaría torcer el

rumbo de la Asamblea de esa noche: Sheila no tenía idea,

porque ni sabía que él y Liselot habían armado un nuevo

plan; Liselot no sabía, porque para ella simplemente su

irascible amigo ya estaba muy molesto de permanecer en

cama y quería acompañarles a comer, lo cual era algo muy

positivo para ella.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

373

Caminaron hasta la puerta y si Lodewijk no hubiese sido

tan orgulloso hubiese pedido de buena gana a Liss que lo

llevase a la rastra. Luego caminaron hasta el otro comedor

justo cuando comenzaban a correr la ventanita que

comunicaba con la cocina y la fila se comenzaba a armar.

Sheila se quedó marcando el puesto, mientras que Liselot

acompañaba a Lowie a guardarles puesto y él se quejaba de

que podía hacer la fila junto a ellas. Entre las dos

recogieron todos los platos para los tres y fueron a sentarse

junto a Lowie. Entonces el muchacho desató su filosa

lengua y a Sheila Zeeman no le quedó sino aceptar la idea

de que ella no sería capitana del Evertsen de buenas a

primeras, sino que habría una votación.

Cuando varios estuvieron congregados comiendo, ellos tres

ya habían fijado todos los detalles de lo que sería la

Asamblea, la cual para mantener la objetividad e

imparcialidad sería presidida por Lodewijk Sheefnek.

Entonces fijaron el lugar y la hora.

Lodewijk, se dejó ayudar a regañadientes por Liselot y

Sheila para subirse a una silla. Cuando estuvo seguro y

firme arriba llamó la atención de todos y dio el anuncio de

que ese día a las cinco y media de la tarde, la hora de

descanso de la mayoría de la tripulación, se reunirían en el

mismo comedor y tendrían una Asamblea.

Jack Rackham se ofreció a custodiar el navío desde el

Tresaure mientras daban la Asamblea, así todos podrían

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

374

asistir. En vista y considerando toda la confianza y ayuda

que les había brindado el capitán británico, Liselot, Sheila y

Lodewijk optaron por tomar la opción.

Terminó el almuerzo, prosiguió la tarde, se arreglaron

mesas y sillas, siguió andando la tarde hasta que llegó las

cinco y media de la tarde.

Uno a uno los miembros de la tripulación comenzaron a

entrar en el segundo comedor del Evertsen y a ubicarse en

sillas al frente de una mesa larga, detrás de la cual había

tres puestos ya predispuestos para Liselot Van der Decken,

Sheila Zeeman y Lodewijk Sheefnek.

Cuando ya estuvieron todos reunidos, Lodewijk se puso de

pie.

-¡Silencio, hagan silencio!-gritó a todo lo que le dieron sus

lacerados pulmones.

Se encogió ante el dolor, pero se obligó a mantener estoico.

Al menos sus esfuerzos rindieron resultados, porque los

cuchicheos entre los miembros de la tripulación cesaron y

todos voltearon al frente, como escolares ante los retos de

un profesor, para escuchar lo que tenían que decir.

-Han sido convocados aquí, porque es preciso resolver

quién tendrá la capitanía del barco y la organización que

habrá dentro de la tripulación. Ustedes mismos eligieron

cinco representantes o líderes, de los cuales sólo dos están

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

375

en condiciones de tomar dicho cargo. John Morrison,

nuestro representante máximo, falleció el día de ayer por

complicaciones con sus heridas del día anterior. Aloin

Zwaan murió en combate en pleno motín. Y yo mismo

todavía me encuentro convaleciente y considero que sería

mejor como consejero o contramaestre que como capitán-

expuso el muchacho.

Un ruido sordo de cuchicheos comenzó a formarse entre los

sobrevivientes de los amotinados del Evertsen.

-¡Silencio!-gritó Lowie-. Por ende, de los cinco, sólo Sheila

Zeeman y Liselot Van der Decken están en condiciones de

enfrentarse a dicha responsabilidad con éxito. La primera,

es decir, Sheila, porque cuenta con una vasta experiencia a

servicio de la Marina Holandesa y Liselot por sus

conocimientos del siglo XVIII y la piratería de esta época,

lo cual nos sería muy útil si consideramos el aspecto de la

supervivencia. Además, ambas salieron prácticamente

ilesas del motín y tienen capacidad de liderazgo. Sin

embargo, si alguien tiene otro candidato sería bueno que lo

hiciera saber ahora.

No se sintió ni el vuelo de una mosca.

-¿Alguien tiene otro candidato?-preguntó explícitamente- A

la cuenta de uno… dos… tres… ¿Nadie?-preguntó.

Todos menearon la cabeza en signo de negativa.

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376

-Muy bien, entonces ¿podemos iniciar la votación?

¿Alguien se opone?-preguntó.

Todos volvieron a menear la cabeza.

-Muy bien, partiremos por acá-señaló la fila que estaba en

el extremo derecho, específicamente al tripulante que

estaba adelante.

-Liselot-dijo él.

Marcaron un voto para Liselot en la pizarra. Y Lodewijk

señaló ahora a una mujer que estaba detrás del tripulante.

-Liselot-dijo ella.

Otro voto, ahora señaló a un hombre.

-Sheila-dijo él.

Se marcó un voto para Sheila y así prosiguieron las

votaciones por largo rato hasta que se concluyó sin que

ninguno de los tres votase, tal como se había estipulado.

Lodewijk pidió que cada uno llevase su cuenta de los votos

mientras él iba contándolos.

-Por treinta y dos votos sobre dieciocho, Liselot Van der

Decken queda nombrada como capitana del HNLMS

Evertsen, Sheila Zeeman queda nombrada consejera y yo

como Contramaestre, ¿alguien se opone?-planteó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

377

Esperó el tiempo razonable para que sonaran las primeras

protestas.

-¿Nadie? Muy bien-dijo para ser interrumpido por la

mismísima Sheila.

-Felicitaciones, Liselot, pero necesitamos una prueba de

que vayas a ser una buena capitana-dijo Sheila

consiguiendo intimidar a la muchacha.

-¿Qué tipo de prueba sería?-intervino Lodewijk.

-Una prueba que nos corrobore que trabajará para que

podamos volver al siglo XXI, no creo que haya una sola

alma aquí que quiera permanecer de por vida en este

desdichado lugar y en esta condenada época-dijo la mujer.

Lowie iba a intervenir cuando Liss se decidió a hablar.

-Mañana mismo partiré a New Providence con un grupo de

cinco compañeros a visitar la casa de alguna bruja o

tarotista o lo que sea. El Caribe se caracteriza por ser un

lugar lleno de misterios mágicos y los piratas por ser

supersticiosos y creer en esas cosas. New Providence reúne

ambas características-dijo-. Además yo conozco alguien

que nos podría ayudar si se lo propusiera-dijo pensando en

Naomie sin pronunciar ese vedado nombre.

Sheila bufó derrotada y descreída. Lodewijk previendo que

la situación no conducía a nada se puso de pie y dijo:

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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-¿Alguien se opone?-preguntó.

-¡No!-gritó la tripulación.

-Capitana Van der Decken, escoja los compañeros que irán

con usted mañana-dijo volviéndose a Liselot y haciendo

una venia.

La joven, entusiasmada con su nuevo cargo se puso de pie y

señaló con el dedo a cinco personas, tres hombres y dos

mujeres para que fuera un número parejo.

Ninguno de los cinco elegidos se opuso al designio y tras

dos horas de extenuante cháchara se dio por fin por

levantada la Asamblea.

Sheila no quedó conforme completamente con los

nombramientos, pero comprendió que tenía que fingir que

todo iba bien. Por lo menos, no la había dejado fuera del

todo.

Se sintió feliz de tener una memoria privilegiada y recordar

quienes eran los dieciocho que se habían puesto de su lado.

Sin más, se sirvió la cena en el Evertsen y la flamante

capitana indicó los turnos de la noche y cómo los

organizarían. Una vez que comenzaron fue al Tresaure a

agradecer la buena voluntad del Capitán Rackham.

La mañana del día siguiente llegó rápido. Los compañeros

que habían sido designados por Liselot para acompañarle a

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

379

tierra se habían organizado con su capitana la noche

anterior y se levantaron un poco temprano para cumplir su

cometido.

Liselot, como era de esperarse en ella se quedó dormida y

despertó cuando faltaban apenas tres minutos para tener que

reunirse en la cubierta principal con sus tripulantes. Se

levantó en un arranque de urgimiento, se adecentó un poco

las ropas, cogió su celular que había estado vibrando desde

hacía media hora por la alarma y dejó su cama sin hacer.

No se preocupó ni en cerrar la puerta. Salió corriendo,

cerciorándose de llevar sus armas y sus municiones. Corrió

por los pasillos enmarañados del navío y para el dolor de su

corazón no pudo pasar a desayunar al comedor que ya

comenzaba a llenarse de un delicioso aroma a tostadas y

café.

Siguió corriendo, arroyando a algunos de sus tripulantes y

algunos de los piratas del Tresaure que iban y venían.

Sin embargo, ahí estuvo, puntual a las nueve y media de la

mañana en la cubierta principal reuniéndose ante el círculo

de cinco amotinados. Se detuvo en seco, con una mano en

el vacilante pecho, respirando agitadamente y con lo que se

dice la lengua afuera.

Sus cinco tripulantes apenas pudieron contener la risilla que

les vino al ver a su díscola capitana en dichas condiciones.

Para no perder más tiempo, Liselot pidió un bote salvavidas

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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y una vez que estuvo desenganchado pudieron abordarlo e

ir hasta New Providence.

El viaje hasta el muelle de la mencionada isla duró casi tres

cuartos de hora que pasaron inadvertidos para nuestros

protagonistas que charlaban alegremente y sin parar.

-¿Crees que los hombres de Sheefnek hayan buscado

refugio en New Providence?-le preguntó uno de los varones

a Liselot.

Liss no se molestó siquiera en contestarle. Enfrascada en

mirar el sol del Caribe que caía como plomo en las aguas

turquesas que ondeantes hacían subir y bajar el bote, ni le

escuchó.

-Capitana…-dijo el mismo hombre tratando de llamar la

atención de Liselot.

De nuevo no obtuvo más respuesta que es silencio. Liselot

observaba embelesada y absorta cómo las aguas turquesa se

unían a la playa de blancas arenas.

-Hora de desembarcar-dijo cuando el botecito chocó

suavemente contra la arena.

Fue la primera en tocar tierra firme ante las miradas

extrañadas de sus tripulantes que se preguntaban por qué no

le había contestado a uno de ellos, es más, por qué parecía

no haberle oído. Al parecer algo fallaba en la mente de la

capitana Van der Decken.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

381

Ellos no le hicieron ascos a la idea de bajar a tierra firme y

descendieron ordenadamente. Amarraron el bote salvavidas

a una estaca que se encontraba clavada en la arena.

Liselot contempló absorta el paisaje. Era una isla

honestamente paradisiaca. El muelle de New Providence

era precioso. Se componía de aproximadamente veinte

ramplas que estaban unos metros internadas en el mar,

sostenidas de pilotes redondos y firmes de madera.

En algunas de esas ramplas había barcos amarrados cuyas

cubiertas bullían de energía, vida y trabajo. También había

alrededor estacas en las cuales se encontraban amarrados

esquifes.

El encargado de uno de los tantos puertos de la isla de New

Providence se acercó junto al escriba a Liselot y sus

acompañantes. Se detuvo en seco al ver las ropas de los

recién llegados y la composición de la nave en la que

venían.

Con un hálito de desconfianza se plantó frente a ellos.

Liselot, conocedora de lo que tenía que decir, se desató la

lengua.

-Capitana Liselot Van der Decken y compañía-se presentó.

-¿Procedencia?-preguntó el encargado.

-Holanda-dijo Liselot y por una sabia razón de guardo lo de

“el siglo XXI”.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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-Y dígame, capitana Van der Decken, ¿y este es su navío y

esta su tripulación?-preguntó el hombre con un mohín

burlón más por curiosidad que por cualquier otra cosa.

-Oh, no, por supuesto que no. Mi barco y mi tripulación

están en la rada-explicó ella.

-¿Propósito de su visita, capitana Van der Decken?-

preguntó.

-¿Cuánto debemos pagarle?-preguntó ella.

-Cinco chelines-contestó él.

-Le damos diez y nuestro propósito puede irse al diablo-

contestó ella mostrándole el dinero contante y sonante.

El hombre, pirata al fin y al cabo, no pudo sino tentarse con

la oferta y mandó al diablo al control rutinario. Recibió el

dinero, les inventó algo en la planilla y los invitó

amablemente a adentrarse en las intrincadas callejuelas de

la isla.

Cuando ya se hubieron alejado lo suficiente del hombre y

su escriba, el tripulante del Evertsen que había hablado

hace un rato volvió a tomar la palabra con esperanzas de

que esta vez su capitana le pusiese aunque fuera un mínimo

de atención.

-Capitana, ¿cree que los hombres de Sheefnek hayan

buscado refugio en New Providence?-preguntó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

383

-No… New Providence es nido de piratas y Sheefnek les

llenó la cabeza diciéndoles que era malo aliarse con piratas

y bla, bla, bla-contestó ella.

Esa respuesta no conformó a su tripulante, quien pensaba

que por muy un mal tugurio que fuese New Providence era

un buen refugio. Además, ellos ya no tenían a Sheefnek

cargoseándoles con que no podían aliarse a piratas, eran

libres de buscar refugio donde se les antojase, donde les

quedase más cerca y al alcance de la mano, lo cual se

traducía en hacer el corto camino hasta la isla que era el

trozo de tierra más cercano a kilómetros a la redonda.

Aún así se guardó toda su opinión y se preocupó de

cuidarse de las balas locas que volaban a la orden del día.

Las callejuelas eran o de tierra o de piedra bolón. Las

carretas iban y venían cargadas de frutas, armas, verduras,

ropa, minerales y cuanta cosa a uno se le podía pasar por la

cabeza.

En las veredas de piedra, bajo sendos toldos de colores

gastados por el sol se agolpaba la gente con varios cajones

de frutas y verduras haciendo negocios con sus clientes

regateros.

La gente iba y venía por las calles y las veredas. Las casas

eran de madera y cada una tenía un letrero de algún

negocio. Esta decía barbería, esa taberna y aquella sastrería.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

384

Un par de cuadras más hacia el norte, es decir hacia el

centro de la isla, se ubicaba la plaza y alrededor de esta

estaba la gobernación, la Iglesia y los negocios principales.

Tomando el sol de la mañana, que no por eso era más débil,

algunos piratas con mala facha jugaban sobre una mesa a

las cartas y proponían sendas apuestas.

Algunas mujeres de mala muerte les servían vino, ron o

algún otro licor que fuese de su agrado, se sentaban en sus

piernas y se ponían melosas.

Alguno que otro se molestaba por el resultado del juego,

tiraba lejos la mesa, cogía las apuestas y salía disparado,

desatando una riña.

-Es increíble, no son ni más de las diez y tanto de la

mañana y ya hay riñas por todos lados. Ni Eyl era así-dijo

una mujer arrugando el rostro disgustada.

Pronto el hombre descontento era reducido por sus pares, se

devolvía el dinero mal habido y todo quedaba olvidado.

Nadie llegaba a matar a nadie, recién era de día, todavía no

era sino un ensayo general de lo que vendría a la noche.

Además había niños y mujeres por todos lados.

Liselot se guardó su comentario de que eso era parte del

encanto de la piratería y de los puertos que la apoyaban

abiertamente.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

385

Guió a sus tripulantes por las bulliciosas e intrincadas

calles. Pronto se dio cuenta de que ellos eran la comidilla

de las mujeres chismosas y de los filibusteros de mar,

quienes les miraban, cuchicheaban entre sí y hacían como si

no les hubiesen visto.

Quebraron hacia el oeste dos cuadras antes de llegar a la

plaza. Anduvieron en dicha dirección unas cinco cuadras y

siguieron andando hasta que salieron de la ciudad y se

adentraron en un bosque tropical.

Adentro todo era verdor. Había posas por doquier tras la

reciente lluvia que había mojado la isla. Las lianas colgaban

y el techo verde se volvía aplastante. Aligeraron blusas y

ropas, sin embargo estaban que morían de calor.

Los guacamayos y distintas aves volaban de aquí para allá

con su alegre canto. Las telas enredadas en las plantas

sostenían en sus enmarañados hilos enormes arañas.

Las plantas venenosas y sus exuberantes flores flanqueaban

los caminos que se formaban improvisados entre palmeras

y toda clase de árboles tropicales.

Enormes hormigas llevaban de aquí para allá hojas de

árboles en su cotidiano trajín.

No se dieron cuenta de cuando el bosque tomó un aire

siniestro, pero evidentemente notaron en un momento que

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

386

todo se oscurecía un poco y ya parecía demasiado solitario

e intimidante.

Liselot les guiaba sin vacilar, sin sentir miedo. Conocía ese

bosque tropical como la palma de su mano sin haberlo

visitado jamás. Entre los vacíos senderos que se formaban

entre un árbol y otro les hacía andar.

Caminaron un kilómetro derecho, de repente doblaron hacia

el noreste y anduvieron en diagonal al camino antes trazado

por dos kilómetros. Liselot arrugaba el rostro en cada rato

en una evidente señal de que no conseguía encontrar

aquello que tanto andaba buscando. De repente aguzó el

oído derecho de una forma un tanto graciosa.

La compañía de seis miembros se detuvo en seco sin

entender por qué. De pronto hasta ellos llegó el suave

sonido de agua corriendo y chocando contra algo, lo más

lógico era pensar que había piedras en su camino.

Guiándose por el sonido del agua, Liselot viró hacia su

derecha, hacia el este, ligeramente un poco hacia el sur.

Abriéndose paso con cuchillos y machetes rompieron

algunas lianas y sujetándose cuidadosamente de otras

avanzaron en dicha dirección.

En ese camino anduvieron aproximadamente unos

seiscientos metros. De pronto se toparon con un delgado

reguerito cristalino que corría vertiginosamente por los

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

387

desniveles de la piedra que le armaba su caudal. Alrededor

todo era musgo y maleza.

Haciendo la clásica figura de la rosa de los vientos con sus

brazos, Liselot consiguió orientarse. Esbozó una sonrisa

triunfal y siguió la línea que trazaba el canal hasta perderse

en la espesura, sin cruzar aún hasta la otra orilla.

Se internaron aún más en dirección al norte y el este,

siguiendo fielmente el cauce del agua. Liselot pensó que

ahora tendría otra cosa más que agradecer a Jack Rackham,

si la noche anterior no le hubiese visitado y no le hubiese

planteado su dilema, estaría a esas horas completamente

perdida.

Su estómago comenzó a rugir, indicándole que ya habían

pasado del mediodía. A eso se sumaba que ni había

desayunado. Sacó su celular de uno de los miles de

bolsillos que tenía su pantalón y, además de corroborar que

estaba técnicamente sin batería, supo que eran las dos de la

tarde. Presintiendo que quedaba poco para llegar a destino

planteó hacer un alto.

-Lo mejor será que paremos-dijo deteniéndose

abruptamente y volviéndose a sus tripulantes.

Sus hombres también tenían hambre así que no hicieron

ningún asco a la idea de detenerse.

-Almorcemos-dijo ella, sentándose en el suelo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

388

Ellos sacaron de sus mochilas algunos víveres que habían

traído consigo y recién en ese momento se percató de que

no había traído su mochila.

-¿Me das?-le preguntó al hombre preguntón de hace un

rato.

Él la quedó mirando con una expresión consternada y

confundida. ¡Esa era su comida, ella tenía la suya!

-Es que… olvidé mi mochila…-se excusó ella con un

poquito de vergüenza.

Él abrió los ojos como charolas. ¡Joder! ¡¿Qué clase de

capitana era ella?! Bueno, no era momento para expresar su

controversial opinión, dividió su ración en dos y le entregó

una de las mitades.

-Gracias-dijo ella con una enorme sonrisa y comenzando a

paladear su comida como el mejor de los manjares de

dioses del mundo.

A eso de las dos y media guardaron todas sus pertenencias

y se levantaron del suelo para seguir con su camino.

Siguieron el cauce del hilo de agua hasta que llegaron a un

claro.

No había árboles ni detrás ni a un lado ni al otro. De la otra

orilla tampoco había árboles en un buen trecho. La luz solar

caía a plomo sobre ese vacío, cegándolos y quemándoles la

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

389

piel. El cielo azul se perfilaba limpio, sin ninguna nube

sobre ellos.

Cruzaron el reguero afirmándose los unos en los otros y

Liselot se mojó completa, porque refaló en una piedra y

cayó al agua.

Sus hombres la levantaron preguntándose qué clase de

capitana tenían y llegaron a la otra orilla. Del otro lado, al

final del claro se perfilaba una loma cubierta por pastos

amarillentos y medio muertos. Estaba truncada de frente a

ellos y estaba abierta en una suerte de túnel de roca viva.

Era muy estrecho y bajo, como de un metro cincuenta de

alto.

Era siniestro. A su alrededor había osamentas de gente y

animales, ropas medio raídas por el tiempo. Unas telarañas

colgaban alocadamente de un extremo al otro. Los seis se

adentraron pensando que era un lugar casi como los de las

películas de terror. Cuando estuvieron dentro notaron que

todo rastro de luz había desaparecido terminantemente.

Caminaron un largo trecho de un camino flanqueados por

las cuatro puntas de roca oscura dentro de la negrura. Y a

medida que avanzaban el lugar les parecía más siniestro.

Anduvieron así unos dos o tres minutos hasta que chocaron

contra una puerta de madera desvencijada que les cortaba el

túnel que había dado como mil vueltas.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

390

Mordiéndose los labios, Liselot golpeó la puerta. Sus

tripulantes se miraron entre ellos: esa acción revelaba la

locura de su capitana, ¡vaya estupidez creer que alguien

vivía en tan siniestro lugar! Pero algo los dejó más

anonadados que lo anterior: desde el otro lado del madero

se sintió un ruido de cosas cayendo, pasos y alguien

mascullando un par de malas palabras con furia.

La puerta se abrió de golpe y del otro lado del dintel

apareció una extraña anciana. Era alta y delgada, de tez

mate surcada por múltiples arrugas, su cabellera otrora

negra caía nívea sobre los hombros y tenía una profunda

mirada avellana. Su avanzada edad no restaba puntos a su

belleza, la cual se había acentuado más en su juventud, aún

así parecía desgastada y muy cansada.

Una túnica blanca se abrochaba en su hombro izquierdo

con una exquisita pinza de oro. Las sandalias de cuero que

llevaba puestas tenían hermosas aplicaciones de pedrería. A

sus brazos y dedos no les faltaba ni el oro ni la plata. Pese a

su exótica vestimenta, emanaba de ella un gran respeto e

inteligencia, quizá un poco de picardía se podía ver en su

sabio mirar.

Liselot sonrió sorprendida. Sabía que en el mítico mar

Caribe y sus islas se alojaban centenares de hechiceras,

brujas y demás, muchas aplicando las extrañas artes del

vudú. New Providence no era la excepción, lo sabía de

cierto. Conocía miles de historias de la época que se

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

391

narraban sobre brujas que habitaban en el bosque de la isla,

todas ciertas y basadas en crónicas de renombrados

viajeros. Jack Rackham era uno de ellos y le había dicho

cómo llegar a ese extraño lugar.

Sin embargo su sonrisa entre que sorprendida y complacida

delataba que jamás en su vida había imaginado encontrarse

con tan peculiar personaje. La persona más extraña que

conocía era Naomie. Su mente voló rauda hasta Naomie. Sí,

ahora que lo pensaba bien, aquella mujer que tenía en frente

tenía un inconfundible aire a Naomie.

-¿Qué quieren?-preguntó la mujer con voz áspera y segura,

casi con rabia.

Sabía de cierto lo que estaban buscando. Lo sabía desde el

día anterior, pero se veía obligada a interpretar tremendo

papelón para dejar feliz al público. Sabía de cierto que no

les daría en el gusto.

-¿Naomie, es usted?-preguntó Liselot suavemente, casi con

timidez.

¡Naomie! ¡Verdad que ella también se llamaba Naomie!

Tantas coincidencias… pero era imposible que esta Naomie

fuese la misma que ella conocía. La otra era sólo una

extraña mujer que se le aparecía de tarde en tarde y

desaparecía de forma tan inusitada como había llegado.

Ahora que lo pensaba bien, tampoco sabía por qué se le

aparecía. Sacudió la cabeza para apartar aquellas ideas de

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

392

su mente. La otra Naomie era joven, esta era terriblemente

vieja. No, no era la misma.

-Sí, ¿qué buscan?-preguntó con la misma voz áspera e

impaciente que antes.

-Verá, tenemos un tremendo problema y sabemos que sólo

usted es capaz de ayudarnos. Venimos de parte de Jack

Rackham-indicó Liselot.

-¡Ah, Rackham!-el rostro de la mujer se iluminó, esbozó

una sonrisa sarcástica y su carácter se volvió sorprendente y

considerablemente más amable- ¡Pasen! ¡Pasen!-les hizo un

gesto con la mano y se hizo a un lado para permitirles el

paso.

Los tripulantes del Evertsen intercambiaron miradas

confundidas y se aprestaron a seguir a Liselot quien ya

estaba dentro de la extraña vivienda.

Del otro lado de la puerta, el túnel se ensanchaba hasta ser

una suerte de bóveda con tantas divisiones de piedra como

una casa común y corriente. La parte más grande de dicha

bóveda era utilizada por Naomie como sala y estudio para

practicar sus negras artes. Una cortina de conchitas

separaba ese ambiente de un túnel que permanecía en la

penumbra. Otro umbral perfilaba otro ambiente igual de

oscuro.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

393

La mujer cerró la puerta tras el paso del último y les indicó

con un elegante gesto de la mano que se sentasen en unos

desvencijados sofás alrededor de una mesa de madera

adornada solamente con un enorme reloj de arena al centro

que regalaba una extraña luz. Su parte superior estaba casi

vacía por completo a excepción de unos pequeños granos.

Ellos obedecieron al gesto mientras ella iba hacia otro

ambiente. Del techo pendía una enorme araña barroca que

regalaba una gastada luz a falta de velas prendidas. Ellos se

sentaron tiesamente, como temiendo que si recargaban

demasiado la espalda les caería un conjuro. No hablaron,

ninguna palabra se dijo en esos segundos que parecían

estorbar. Un ruido de cristales y demás cosas

entrechocándose se sintió venir desde el otro lado y la

anciana apareció entre una confusión de botellas de ron.

Caminó hasta ellos y a cada uno le depositó una botella en

el regazo, reservándose un recipiente para sí.

Se miraron los unos a los otros con una cara de confusión

aún mayor, ni locos iban a beber de esas botellas con el

antecedente que tenían de la mujer. La anciana se sentó en

una silla frente a ellos y se echó un trago de la fuerte bebida

entre pecho y espalda. Cuando consideró que estaba lista

para iniciar la plática, hizo un gesto con la mano y habló.

-Y bien, querida, dime, ¿cuál es tu problema?-preguntó

mirando directamente a Liselot para luego volver a pegar

los labios al gollete de la botella.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

394

-Pues, Naomie, nosotros venimos de tres siglos en el

futuro-le soltó sin conocer ninguna forma más sutil de

narrar su problema.

Los tripulantes del Evertsen que la acompañaban se dieron

una palmada en la frente o rodaron los ojos ante la poca

inteligencia de la chica que supuestamente tenía que

guiarlos. Naomie se tiró a atragantar con el líquido, enarcó

la ceja izquierda y abrió los ojos en señal de sorpresa.

-¡Vaya! Interesante historia-dijo e hizo un gesto con la

diestra para que siguieran narrándole la situación-.

Cuéntame todo, prometo no interrumpir hasta que estés

lista.

Entonces, Liselot procedió a narrar toda la historia. El

ascenso de su padre, lo cual le inundó los ojos de lágrimas,

pero no lloró; su conversación con la otra Naomie, a lo cual

su interlocutora enarcó ligeramente una ceja, pero se

guardó toda observación; su flamante idea de obedecer a lo

dicho por la otra Naomie en lo que respectaba a accionar

los botones de los escudos anti torpedos que no habían sido

probados aún.

Luego narró el estruendo que ella y Lowie sintieron en la

cabina de mando, el extraño encuentro con Jack Rackham

en la cubierta del Evertsen cuando el Tresaure y L’Olonais

batallaban, encuentro mediante el cual conocieron la

extraña situación en que se encontraban.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

395

En ningún momento omitió las conversaciones con la otra

Naomie y las cosas que le instó a hacer, junto a los

resultados de dichas acciones. Tampoco omitió lo sucedido

tras la muerte de su padre, eso incluía la tiranía de Sheefnek

y el motín.

-Como verás-dijo acostumbrándose a tratar

confianzudamente a Naomie-, lo que más queremos es

volver al siglo XXI, con nuestras familias. Queremos

volver a casa y sabemos que tú eres la única que puede

ayudarnos. Puedes oficiar algún conjuro que nos transporte

en el tiempo. ¡Descuida! Te pagaremos lo que sea con tal

de poder regresar-dijo Liselot cerrando su confesión.

La anciana de inmediato se envaró y saltó de su silla como

si esta hubiese comenzado de pronto a arder en llamas.

-¡No!-gritó sorprendiendo a sus interlocutores, quienes

comenzaron a analizar la posibilidad de que la mujer no

estuviese en completo uso de sus facultades.

Ella miró consternada el pequeño desastre que había

causado y se obligó por mero asunto de orgullo el resto de

la reacción. Se compuso las ropas, recobró su semblante

cuerdo y serio y habló con un tono de voz firme y a su vez

amable, que intentaba inspirar sinceridad.

-No, eso es imposible. Ustedes no es que no puedan volver,

es que no deben volver-dijo ante las miradas confundidas

que le dedicaron los acompañantes de Liselot y se volvió a

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

396

la muchacha-. Por algo la otra Naomie te instó a hacer

tantas cosas y por eso hay alguna fuerza superior que les

transportó hasta aquí. No pueden volver: ya están aquí y

deben cumplir su misión.

El rostro de Liselot se alumbró por el entusiasmo.

-Entonces, ¿si cumplimos nuestra misión podremos

volver?-preguntó Liselot. Su interlocutora iba a darle una

nueva respuesta cuando ella formuló otra pregunta- ¿Cuál

es nuestra misión?

-No puedo saberlo. La otra Naomie tampoco lo sabe-le

cortó toda ilusión-. Sólo ese poder superior lo sabe-se

volvió a Liss-, ella sólo se ha comunicado contigo, por eso

se ha comunicado contigo-le dijo.

-¿Eso quiere decir que no podremos volver?-preguntó

Liselot sin saber si sentía emoción o consternación.

-Exacto-contestó la mujer.

Todos se miraron con un dejo de incredibilidad y

consternación.

-¿Si la dejamos aquí a ella podremos irnos nosotros?-

preguntó uno de los más cobardes de sus acompañantes.

Los otros cuatro comenzaron a considerar la idea, mientras

que Liselot lo miraba con una cara que quería decir

“Gracias, yo también te quiero, amigo”.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

397

-Oh, no. Por supuesto que no. Ustedes también son

necesarios en ese plan-contestó Naomie cortándoles todo

dejo de esperanza de poder volver.

-Pero, ¿puedes ayudarnos?-preguntó Liselot de nueva

cuenta.

-Puedo, sí; pero no debo-contestó la mujer y previendo que

ese diálogo no les conducía a nada se puso de pie-. Bien, si

no hay nada más que hablar, retírense-solicitó.

-Pero, por favor…-rogó Liselot y fue cortada de cuajo.

-¡He dicho que no haré nada porque ustedes regresen al

siglo XXI! ¡Han sido traídos hasta aquí porque tienen una

misión que cumplir! ¡Una misión que les ha dado un poder

superior a mí! Podría hacerles volver, pero no me

interpondré entre ese poder y ustedes, ni por todo el dinero

del mundo lo haré. ¡Así que váyanse! ¡En cinco minutos los

quiero fuera de mis dominios!-gritó en un arranco de furia,

extendiendo los brazos.

Un viento muy fuerte comenzó a remolinearse y a azotar de

aquí para allá en ese espacio cerrado. Se sintió el rugir del

mar que nunca habían sentido estando tan internos en la

isla. La sala se oscureció de pronto, siendo el reloj de arena

lo único que brillaba.

La anciana se volvió gigante de pronto, tomando unas

dimensiones enormes e imponentes. Su mirada fiera llegaba

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

398

a ser aterrante y de su cuerpo emanaba una fuerte sensación

de poder.

-Váyanse-les dijo con una voz fuerte que les inspiraba aún

más respeto.

Sin iluminar apenas la sala les indicó que debían irse. Ellos

se pararon uno a uno creyendo que de pronto habían

perdido la razón. Dejaron las botellas sin tocar siquiera en

la mesa en la cual estaba el reloj de arena y se apresuraron a

retirarse de la vista de la extraña anciana.

Caminaron a paso rápido a través de las mil y una vueltas

que tenía el pasillo. Todavía eran escépticos a la idea de

que algo fuese a suceder si no salían de la cueva, pero no

convenía cargarse el odio de semejante mujer.

Cuando salieron ya caía la tarde. Liselot miró su celular, el

cual milagrosamente seguía con batería. Eran las cinco y

media de la tarde.

El viaje de regreso fue más penoso que el anterior. Se

orientaron por la posición del sol y decidieron seguir el

reguero hasta que desembocase en la costa ya de regreso al

muelle.

Esas fueron las únicas palabras que cruzaron en todo el

trayecto en el que pasaron por todos los colores del

atardecer. Primero la claridad, luego los tonos dorados de la

tarde, después esos mismos tonos áureos tatuados con las

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

399

negras sombras del contraste de los cuerpos, finalmente la

oscuridad. La aterradora y ciega oscuridad. Llegaron al

muelle cuando ya era de noche y subieron nuevamente al

Evertsen cuando eran más de las once de la noche.

Medio rengueando y medio caminando Lowie se acercó lo

más rápido que pudo a la borda cuando vio el bote

acercarse. Y cuando Liselot hubo puesto pies en polvorosa

se negó a soltarla.

-Liss-susurró-. Me tenías preocupado-confesó en medio de

un suave regaño.

Y cuando se dignó a soltarla se les acercó uno de los

hombres del Evertsen.

-Capitana, si no llegaban ya partíamos a buscarles a la isla-

confesó.

Liselot le sonrió agradecida y ya iba a abrazarle cuando una

voz femenina le cortó la inspiración.

-Pero afortunadamente no tuvimos que poner en práctica mi

plan-dijo Sheila agriamente.

Lowie la miró a la cara con su mirar seco, se preguntaba

qué demonios pasaba con la otrora simpática, dulce y

maternal Sheila. Liselot alzó la vista para encarar a su

interlocutora y le agradeció con la mirada la preocupación.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

400

-Liselot Van der Decken, no sé en qué estabas pensando-le

soltó furiosa y comenzó con el discurso que por tantas

horas había estado pensando y planeando una y otra vez-.

Primero rompes el trato que teníamos de que me entregarías

la capitanía. Luego te proclamas capitana sin siquiera tener

la experiencia necesaria para poder tomar el cargo.

Después, cuando te pido una prueba para que nos

compruebes que eres una capitana idónea me dices lo más

disparatado que a alguien con sentido común se le pudiese

ocurrir: mañana iré a ver con una bruja si puede conjurar el

barco para volver al siglo XXI. Necesitamos algo cabal,

necesitamos a alguien cabal, no a alguien que crea que una

maga barata va a ayudarnos, la magia no existe, la ciencia

sí. Sentido común; ¡ah! Lo olvidaba: tú no tienes sentido

común. Luego, cuando te propones a hacer tu disparatado

plan, te desapareces por todo un día dejándonos sumamente

preocupados, desprotegidos y sin una guía. El día de hoy

fue muy complicado, pero tú no sabes nada, vienes recién

llegando-le gritó.

Los rostros de Liselot y Lowie se desfiguraron, el de la

primera por la sorpresa y la tristeza, el del segundo por la

furia que le azotó como un huracán.

-¿Sabes que hoy las heridas de muchos de los nuestros se

infectaron? ¿Sabes que hubo que amputar a muchos? ¡Por

supuesto que no lo sabes! Ni siquiera te preocupaste de si

había antisépticos ni ningún tipo de medicamento para

curar las heridas, limpiarlas, bajar fiebres. Sólo para que te

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

401

hagas la idea, hoy mientras te ausentabas a hacer nada, dos

de los nuestros murieron-le soltó sin ninguna anestesia-. La

situación es realmente complicada: no tenemos

medicamentos, no tenemos comida, no tenemos agua, no

tenemos combustible, ¡no tenemos nada! ¿Y sabes quién

tuvo que hacerse cargo de tu barco y de tu gente mientras tú

no estabas? ¡Yo! Porque, ¿sabes qué? Yo soy la que sabe

mandar, yo soy la que sabe hacerse cargo de ellos, yo soy la

verdadera capitana, ¡yo debería ser la capitana, no tú!-le

gritó.

-Sheila, Sheila, Sheila-dijo Lowie irónicamente-. Tus

delirios de grandeza son realmente admirables-dijo con

todo el sarcasmo del que fue capaz para luego añadir-: ¡por

lo patéticos que son!

Ella bufó y rodó los ojos.

-Y además te escudas en este palurdo…-se burló.

Lowie era lo que se dice todo un caballero aunque lo

disimulara bastante bien. Detestaba ver a una mujer llorar o

sufrir. No era de esos que corrieran sillas a las mujeres para

que se sentaran, ni esos que les servían el vino ni los que les

abrían la puerta del auto, pero detestaba ver a una mujer

llorar y era capaz de cualquier cosa por ayudarla. Sin

embargo cuando perdía los estribos cualquier rastro de

caballerosidad se iba de viaje a Plutón y era capaz de pelear

con una dama como si se tratase de un hombre.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

402

Y esta vez es preciso decir que perdió los estribos. Caminó

a paso seguro y decidido hasta Sheila, la asió de los

hombros y la estampó contra una de las antenas con toda la

fuerza de la que fue capaz. Iba a apretar aún más y a

golpearla cuando se escuchó una voz desesperada.

-¡Para, Lowie, para! ¡Déjala! ¡Suéltala!-gritó Liselot

sujetando a su amigo de los brazos.

Y la única persona a la que Lowie respetaba al punto de

obedecer era Liselot Van der Decken. Soltó suavemente a

Sheila y retrocedió un par de pasos, los suficientes como

para que ella se despegase de la antena.

-Liselot, dime al menos que conseguiste que esa bruja nos

transporte al siglo XXI e íntegros, ¿o es eso mucho pedir?-

dijo en un son de completa burla.

Liselot miró a todos los rostros inquisitivos observándola y

sólo pudo soltar un monosílabo.

-No-dijo en un tono de voz apenas audible.

-¡Más fuerte, marinera! ¿Acaso no te crees nuestra

capitana?-le espetó Sheila.

-No-dijo Liselot a un volumen más audible.

-¿Ves? Perdiste tu tiempo, era algo estúpido, una causa

perdida. En lugar de pasar tu tiempo…-dijo Sheila y fue

cortada de cuajo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

403

-Capitana Van der Decken-dijo un grumete que fue

fulminado con la mirada por Sheila-. Dos grumetes allá

abajo han comenzado a delirar por la fiebre y sus heridas

están completamente infectadas. Pronto la infección pasará

al cuello y al tronco. Necesitan atención médica urgente,

capitana-le apremió el muchacho haciéndole una venia.

La noticia cayó como un balde de agua fría a Liselot quien

retrocedió atontada un par de pasos. Lowie apoyó su mano

en el hombro de la chica a modo de muestra de compañía y

apoyo. Ella se percató de lo mala capitana que era, de que

había estado perdiendo su tiempo.

-Sheila, tienes razón. Mejor capitana que tú no habrá. Tú

eres la capitana ahora-admitió-. Pero ahora navegaremos

hasta New Providence y haremos que los heridos se

atiendan, eso es lo más importante. Luego hay que ir a

buscar provisiones y reparar averías. Buscar consejo.

El rostro de Sheila se iluminó.

-Ya escucharon a Liselot. Ahora yo soy capitana. Están

bajo mis órdenes. No iremos a New Providence,

llamaremos al médico de a bordo del Tresaure y veremos

qué pasa-dijo Sheila.

Sin embargo ahí seguían todos tan campantes, nadie hacía

ni amago de ir a buscar al médico de a bordo del Tresaure.

-¿Qué esperan?-preguntó Sheila con ademán furioso.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

404

-A ti no te obedeceremos-dijo el grumete que había llegado

con las mañas nuevas ante el pasmo de Sheila-. Mande y

obedeceremos, capitana Van der Decken. Ella en ningún

momento se preocupó de los heridos, sólo mandó sin saber

lo que hacía. Tenía la solución tan cerca y jamás la tomó-

dijo el muchacho.

-Eso es porque ella era capitana y yo no podía tomarme sus

atribuciones. Además, recuerden que ella se desapareció

todo el día-se defendió Sheila.

-Las excusas no sirven ahora, varios de los nuestros

corrieron riesgo vital y nadie dio solución. La capitana

estaba buscando una solución a nuestro problema. Por eso,

capitana Van der Decken, no piense en deshacerse del

cargo: mande y obedeceremos-dijo una mujer quien no era

sino Linda Freeman.

Sheila abrió los ojos de par en par cuando descubrió que

quien había hablado recién era su mejor amiga. Por

supuesto que tomó dicha acción como un atrevimiento y

como una deslealtad.

Por su parte, viendo que nada sacaba con querer entregar el

cargo a Sheila si ellos confiaban en ella como su capitana,

Liselot se contentó.

-Entonces, pongan rumbo al muelle de New Providence y

preparen todo para el desembarco de los heridos.

Contramaestre Sheefnek, tú quedas a cargo de que todo se

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

405

cumpla y desarrolle bien a bordo. Ahora, quienes fueron

conmigo a la isla, acompáñenme a buscar de anticipado un

médico-dijo haciendo amago de volverse.

-Descuide, capitana Van der Decken-resonó la voz de Jack

Rackham, segura detrás de la muchacha-. Conozco un buen

médico que atiende a dos cuadras del muelle y sé de un

carretillero que podría transportar los heridos hasta su casa

a un precio muy módico. Las gentes de New Providence

son generosas, de seguro que si él no está transportando a

estas horas varios de ellos se ofrecerán a colaborar aunque

sea con cucharas-dijo.

Ante eso, Liselot no pudo negarse a la ayuda de Jack.

-Capitán Rackham, muchas gracias. Regrese a su navío, si

no le molesta necesitaremos de su ayuda unos días-dijo ella.

-Por supuesto que es un placer-contestó él aprestándose a

desaparecer por la borda.

Liselot corrió escalerillas abajo hasta el puente de mando

para encargarse ella misma de dirigir el curso. Al mismo

tiempo, el ahora Contramaestre Lodewijk Sheefnek llamaba

a gritos a los mejores timoneles y eléctricos a ayudar a su

capitana. Todos se aprestaron a tomar sus puestos para

apurar la marcha. Sin embargo la falta de combustible hizo

que anduvieran con la misma rapidez que el Tresaure.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

406

Liselot tomó con seguridad el timón y lo dio vuelta con aire

conocedor. En momentos como esos agradecía haber

conocido a Naomie, su amiga. Gracias a ella y a las

lecciones extraoficiales de su padre había sido capaz de

aprender el manejo de un barco y de la cabina de mando,

había aprendido a trazar cursos. Además, gracias a esa

extraña mujer había despertado su interés por la piratería

caribeña y por las islas que servían de refugio a los

filibusteros. Gracias a eso conocía New Providence de una

punta a la otra y sabía exactamente dónde desembarcar.

Ambos barcos toparon suavemente con las ramplas del

muelle de la isla…

… Entonces el agua del Espejo de Grecia se enturbió hasta

reflejar el rostro de la anciana mujer que lo empleaba para

poder espiar a los hombres del Evertsen y del Tresaure.

No se convenció de que no había nada más que ver hasta

que las aguas se volvieron tan oscuras como el ambiente a

su alrededor. Se apartó un poco decepcionada del artilugio.

-Así que Rackham está con ellos…-musitó aún

meditabunda.

Se apartó un poco más aún. Todo a su alrededor estaba tan

oscuro. No había más luz que la que emanaba de su reloj de

arena, luz que prefería no estuviese ahí para recordarle que

todo tiene un final alguna vez y que la mayoría de las veces

ese final está cercano.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

407

No había más compañía que su propia voz interior, que sus

propios demonios e ideas.

…Y al fin y al cabo era vieja, muy vieja. Sentía cómo todo

su cuerpo se volvía polvo con la misma facilidad con que la

arena caía de un polo a otro en su reloj.

-El tiempo se acaba-susurró.

Con aire decidido caminó en medio de total penumbra hasta

uno de los muchos estantes que contenían sus extraños

artilugios de brujería. Había desde partes de animales,

tierra, extraños bebedizos y frasquitos con líquidos de

colores fosforescentes.

La mayoría de los líquidos irradiaba un poco de luz según

el color del cual eran. Escogió con mano vacilante uno de

los frascos.

-¡Esto se acabó!-exclamó.

Con todas sus fuerzas, las cuales eran muy superiores a lo

que se esperaría de su avanzada edad, arrojó el frasco

contra el suelo. El vidrio se quebró en mil pedazos,

liberando un líquido azul que se escurrió libre por las

quebraduras del suelo alrededor de los pies de la anciana.

Un suave humo azulado comenzó a subir y a cubrir toda la

estancia. El cuerpo de Naomie quedó completamente

cubierto por una espesa cortina azulada y volátil que hacía

imposible verla. La cortina comenzó a retirarse hasta el

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

408

suelo y en cosa de segundos ya hubo desaparecido todo

vestigio del extraño líquido. Entonces la mujer había

desaparecido por completo de la estancia, dejando

abandonado su hogar y sus pertenencias.

Tanto el Evertsen como el Tresaure tocaron puerto al

mismo tiempo. El Capitán Rackham saltó ágilmente por la

rampla, siendo secundado por su tripulación. Anduvo por el

muelle hasta llegar al Evertsen y tendió caballerosamente

su mano a la Capitana Van der Decken para ayudarla a

desembarcar. Pronto ambos navíos se vaciaron a excepción

de los desafortunados que tuvieron que quedar de guardia.

-¿No hay encargado del muelle?-preguntó Liselot.

-No, no lo hay-contestó Jack campante.

-Entonces, no podremos desembarcar-se escandalizó ella.

-Recuerde, capitana Van der Decken, estamos en New

Providence, no en Londres-le respondió él tan campante.

Jack Rackham se alejó por el muelle chiflando y llamando a

los gritos.

-Liss, insisto, yo podría quedarme a cargo de la guardia-

dijo Lowie-. Y tú también, New Providence no es lugar

para ti.

-Nada de eso, tú estás herido y en este lugar no nos pasará

nada-contestó ella.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

409

Tuvieron que cortar su conversación que no llevaba a

ninguna parte porque en ese momento Jack se acercaba con

un grupo de hombres que andaban a carreta y le pagaba uno

a uno, mientras conversaba animadamente con ellos.

-Cuenta de la casa, capitana-dijo guiñando un ojo a Liselot

quien casi se desmaya.

En eso comenzaron a tomar en vilo a los heridos y a

subirlos a las carretas. Cuando todos estuvieron arriba se

encaminaron en procesión hasta la casa del médico.

Efectivamente, a dos calles hacia el norte y luego una al

este se encontraba la casa del médico. Se trataba de una de

las pocas construcciones de calidad en todo el pueblo. Era

bastante amplia, así que no le incomodó verse envuelto en

semejante invasión a esas horas de la noche, mucho menos

si dicha invasión le traía una suma de dinero más bien

apetecible.

Hizo los tratos monetarios correspondientes con Liselot y

Jack, mientras que sus numerosos sirvientes y ayudantes

acarreaban los heridos hasta las habitaciones de la amplia

segunda planta. Se estipuló que por seguridad de los

heridos permanecerían en la casa del médico dos miembros

del Evertsen y dos del Tresaure (entiéndase de los sanos).

Cuando todo estuvo listo, el galeno se encargó de echar

cortésmente a los capitanes y a toda su prole.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

410

Cuando estuvieron fuera, Liselot miró la luna llena con su

color de plata y su fulgor luminoso. Ninguna nube cubría la

superficie de la isla desde las alturas ni tampoco sus

alrededores marítimos. No corría ni viento ni brisa, sólo se

sentía el salino aire marino acosando las narices.

Eso era lo único que permitía saber que estaban en las

cercanías del mar, porque el sonido de las aguas era

imposible de sentirse. Los balazos, las maldiciones, los

gritos, las groserías, las carcajadas estridentes eran lo que

se sentía.

Por aquí y por allá hombres bebían de una botella y de otra

hasta caerse. Por aquí y por allá las bellas taberneras y sus

clientes iban hasta la misma perdición que acarrea la

seducción de una noche. Aquí y allá las gentes corrían

escapando de las balas, riendo, como si se tratase de un

juego de niños. Riñas estallaban en cada esquina y se

disolvían tan rápido como habían comenzado, pero no

siempre sin heridos ni gente que echar en falta. Las

apuestas, las canciones rudas, ese era el peculiar y seductor

ambiente que ofrecían las noches de New Providence para

quien quisiera embeberse de ellas.

-¿Y ahora a dónde vamos?-preguntó Liselot volviéndose a

Jack.

Honestamente estaba encandilada por el pícaro aire que

ofrecía la isla, con cada diversión, con cada sujeto, estaba

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

411

fascinada. No le importaba el riesgo ni el peligro que

representaba permanecer más de un minuto en la isla.

-¿Alguien tiene hambre?-preguntó Jack.

Todos se miraron con sus mejores caras de que la pregunta

era la más obvia que hubiesen escuchado en sus vidas. Eran

más de las doce de la noche: ¡por supuesto que tenían

hambre!

-¡Yo!-contestó Liss infantilmente.

-A la taberna pues, la cena va por cuenta de la casa-dijo él.

Como sus huéspedes eran un tanto llamativos, decidió ser

él quien los guiase por las intrincadas calles de la isla, las

cuales se transformaban en un tugurio, un infierno y quizá

un paraíso por las noches.

Les llevó por las calles menos llamativas y transitadas hasta

que dieron vuelta toda la isla y llegaron a una calle donde

parecía agolparse todo el pueblo. Cualquiera hubiera dicho

que esa era una noche de fiesta, pero así eran todas las

noches en dicho lugar.

Jack se detuvo frente a una puerta y la empujó

confianzudamente sin siquiera haber golpeado antes. Todos

le siguieron sin siquiera mediar palabra.

Adentro la música, los gritos, los cantos, las risotadas

exageradas y nada decentes, las conversaciones casi a

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

412

chillidos, los sablazos y los balazos eran el sonido que

ambientaba.

El amoblado y el inmueble eran completamente de madera.

Dentro la luz era brillante, amarillenta y a su vez apagosa

en algunas partes a falta de candelabros y velas.

Al fondo del recinto había un pequeño tablado donde

tocaba un grupo de piratas que al parecer tenían sus buenas

habilidades con la música. Uno de ellos cantaba una vieja y

alegre tonadilla que los más espabilados de la concurrencia

coreaban y percutían con las manos; otros dos tocaban

violines, un cuarto tocaba un desvencijado piano a mal traer

y con la mitad de las teclas que debería tener, un quinto

tocaba una guitarra y un sexto atacaba una flauta.

La parte central era una pequeña pista de baile donde ahora

nadie bailaba, pero que a la hora de los valses se llenaba de

acaramelados bailarines que danzaban a los trompicones

dizque el alcohol se les había subido a la cabeza.

A ambos lados, de una punta a la otra se congregaba una

multitud de mesas, todas redondas, con cuatro o cinco

asientos alrededor y un velón al medio. En la mayoría se

apretujaba ya grupos de piratas y prostitutas que charlaban

a los gritos entre risotadas con una botella de cualquier licor

fuerte y con un buen plato de comida.

A ambos extremos, derecho e izquierdo, se encontraba una

barra donde se sentaban los solitarios de la concurrencia a

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

413

llorar sus penas a las taberneras que limpiaban copas y

vasos, repartían comida y extraían de una pequeña bodega

por detrás del mostrador las botellas que comenzaban a

mermar.

En los fondos oscuros se agrupaban las mesas de los

apostadores, que con botella de ron en mano, veían la

estrategia perfecta para robarse el dinero los unos a los

otros de una forma que estuviese dentro de la legalidad del

juego.

Dos borrachos se cruzaron de una punta a otra de la pista de

baile dándose de sablazos de ciego y persiguiéndose.

Luego, cuando cruzaron al otro lado, fueron chocando

contra todas las mesas y desarmando todo, arrasando con

una quebrazón de botellas y platos, acompañados de una

lluvia de maldiciones. El “juego” acabó cuando un

hombretón se levantó, les dio una bofetada a cada uno y

ellos se calmaron visitando el suelo de cerca.

-Bien, bienvenidos a mi tugurio favorito-opinó Jack

frescamente armándose de valor para entrar al local.

Liselot descargó una pequeña risilla, ajena de que había ido

a meterse a la boca del lobo. Jack les indicó que buscasen

mesa y pronto todos estuvieron riendo alrededor de una

tabla en grupos. Liselot fue a sentarse junto al

Contramaestre del Tresaure y unos grumetes de dicho

barco. Junto a ella se sentó Linda Freeman. Aún así,

quedaba un puesto desocupado.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

414

-¿Para quién es?-preguntó ella.

El Contramaestre enarcó una ceja ante tanto detallismo.

-Para el Capitán-indicó.

Pronto se vieron envueltos en una amena charla, divertidos

a más no poder. A lo lejos vieron acercarse hasta ellos a

Jack, quien se sentó a la mesa refregándose las manos.

-¡Listo! Pedí cena y alojamiento para todos-indicó.

-¿Eso incluye…?-preguntó Liselot sin alcanzar a terminar

la frase.

-Exacto, eso incluye a tu tripulación, milady-contestó él.

-¡Gracias!-exclamaron Liselot y Linda al unísono.

No pasó mucho rato hasta que se les acercó una mujer. Era

joven, no superaba los veinte años de edad. Rubia, de

cabello largo. De grandes ojos verdes y bien maquillados

con kohl. Era de tez clara, se evidenciaba con las áreas que

el rubor no alcanzaba a cubrir. El maquillaje en sí era

exuberante y sobrecargado. No muy alta y de cuerpo bien

torneado. Vestía un blusón blanco de manga corta que

dejaba los hombros al descubierto. Lo llevaba ajustado con

un corsé rojo sangre de cuero que llevaba tirantes del

mismo material unido al cuerpo con argollas de plata, iban

cruzados en la espalda. Adelante llevaba el cordado de

cuero negro ajustado a la altura de los pechos dejados libres

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

415

por la hechura y cubiertos con el solo blusón. Llevaba un

faldón largo capuchino desgastado por el uso y botas

negras.

Depositó la bandeja que llevaba en la mesa y repartió los

platos en los comensales. Colocó las botellas al medio y las

descorchó. Miró provocativamente a Jack y le guiñó el ojo.

-¿Algo más, capitán Rackham?-preguntó.

-No, nada por el momento, Jane-contestó él, a lo cual la

muchacha se retiró.

Comenzaron a comer en completo silencio, atormentados

por el hambre que habían tenido que sobrellevar callados

durante horas. Cuando la mitad de su plato estuvo vacío, el

capitán Rackham se detuvo en su loca carrera de

mandíbulas y se echó para atrás en su silla, saboreando la

exquisita sensación de ya no sentir hambre. Estiró el brazo,

tomó su botella y se echó un largo trago entre pecho y

espalda.

-Y dígame, milady, ¿cuál es su problema?-preguntó cuando

ya hubo vaciado la cuarta parte de su botella de un solo

trago.

Liselot alzó la mirada e intentó tragar rápido la gran

cantidad de comida que tenía en la boca y abultaba sus

mejillas. Intentó pasar el trago con un poco de ron, pero le

salió peor: era tan fuerte que se atragantó. Cuando ya

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

416

estuvo lista, miró a su protector con un gesto de extrañeza:

ya le había dicho lo que él quería oír. Sin embargo, se

dispuso a contarle todo lo que tenía que decir.

-Bien, después de el ascenso de mi padre, el Al…-inició,

pero fue cortada de cuajo por Jack.

-No, no, eso no-dijo él meneando la cabeza-. Contadme

cuál es vuestro verdadero problema-dijo él.

-Somos del siglo XXI y no sabemos cómo volver-se

aventuró Liselot con un gesto de timidez.

-Tampoco. Quiero saber cuál es el problema principal en

este mismo instante-exigió él quitándose la botella de los

labios.

-Sobrevivir-dijo Liselot como quien intenta jugar a las

adivinanzas y cree haber dado en el blanco.

-¡Eso!-gritó Jack, indicándole que había acertado-.

Sinceramente-dijo tomando un tono y mohín más serio-, no

me esperaba que Naomie se negara a ayudarles a ustedes,

pero ella misma ha admitido que hay un modo de volver al

siglo XXI, por ende alguien más que ella puede conocer el

hechizo y oficiarlo.

-Sheila dijo que quizá la ciencia…-se aventuró Linda.

-La del siglo de ustedes puede que sea capaz de hacer algo,

pero ¿qué tal si no lo hace?-preguntó él-. La de esta época

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

417

es completamente incapaz de ayudarles. Aquí ustedes

tendrán que acostumbrarse a ser vistos o como locos o

como servidores del mal, si saben a qué me refiero, cuando

digan que han viajado tres siglos en el tiempo, porque aquí

esto es a lo sumo obra de magia-dijo él.

El rostro de Linda se deprimió de inmediato al dar con que

no había opción de volver. Ella lisa y llanamente no creía

en la magia, para ella eso no existía, era solamente una

bella utopía, y no siempre era bella. La ciencia del siglo

XVIII sencillamente no podía ayudarles y la del siglo XXI

ya habría abandonado la búsqueda hace meses.

-Es evidente que hay alguien que puede desarrollar el

conjuro, pero sepamos nosotros en qué punta del mundo se

encuentra en este preciso instante-dijo Jack a lo cual Liselot

le clavó fijamente la mirada y Linda se removió nerviosa-.

¡No desesperéis! Hay que ir a buscar a esa persona, es

evidente, pero necesitáis pasar desaparecidos o protegeros

de los daños que la gente puede haceros por lo distintos que

sois-dijo y luego miró a Liselot-: milady, ¿tenéis alguna

idea para poder proteger vuestro barco?

-Sí, volvernos piratas-dijo Liselot.

-Necesitáis más-dijo él-. Recordad que aquí sois vistos

como obra de magia y nosotros, los piratas, somos un

poquito supersticiosos. No digo que no puedas ejercer

nuestro “honrado” oficio; varios de nosotros te ayudaremos,

pero varios intentarán acabar contigo por mero miedo y

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

418

somos peligrosos, he de decirlo. Pero tú tienes una

salvación: tienes un poder que ni mágico ni nada, pero sí es

muy grande y está en tu apariencia. Producirá un miedo tan

profundo entre tus enemigos que no se atreverán ni a

alzarse en armas contra ti-dijo él con una sonrisa pícara

para luego añadir-: Dime, milady, ¿has oído hablar sobre la

Leyenda del Holandés Errante?-preguntó con una mirada

pícara.

Liselot, aún sin entender, no se tardó en contestar. Aquella

era una de sus historias favoritas dentro de las miles de

leyendas que conocía.

-Sí-contestó asintiendo con la cabeza infantilmente-. En mil

seiscientos…-comenzó y fue interrumpida de inmediato por

Jack.

-Un hombre condenado por un poder superior al suyo a

vagar sin rumbo ni hogar, sin siquiera guardar la esperanza

de poder topar la tierra tan deseada, su casa, nunca más-dijo

Jack sombríamente.

El pirata se reclinó hacia atrás en su asiento y bebiendo de

su botella. Cuando consideró que estaba listo para continuar

su historia y manifestar su punto enarcó una ceja en

dirección a Liselot, se secó los labios con la manga y

continuó en vista y considerando que la chica no hacía

acuse de recibo de la real intención que él tenía.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

419

-Y dime, milady, ¿qué eres tú? Eres una muchacha

condenada por un poder superior, desconocido para

nosotros junto a sus reales intenciones, a tener que vagar

sin rumbo ni hogar en un lugar que no te pertenece, en una

época que no es la tuya. Y dime caso no estoy en lo

correcto, por favor: ¿acaso las esperanzas no comienzan a

abandonar a tu gente ya? ¿Acaso no comienzan todos a

dudar de que regresen a casa algún día si no hay un camino

disponible?

Liselot abrió los ojos de par en par, sorprendida de lo que le

correspondía oír ahora, comprendiendo lo que cada palabra

quería decir. No contento con eso, Jack prosiguió con su

cháchara.

-Por ese poder superior, el capitán Van der Decken fue

convertido en un verdadero terror para la gente-y ahora

adoptó un tono más exaltado-. Y si me equivoco, por favor

corrígeme. ¿Acaso no eres tú el terror de nuestra gente?

¿Acaso tu barco no saca los miedos de los más

supersticiosos y los más realistas con su forma distinta y su

propulsión sin velas, tan moderna, de fierro? ¿Acaso no es

tu apariencia un punto de debate y de miedos, de confusión

y de extrañeza para todos? Si me equivoco, por favor

corrígeme. No te has propuesto darnos miedo, pero ya tu

condena de viajar tres siglos en el tiempo te convierte en un

bicho raro demasiado temido por las diferencias que te

separan de nosotros-.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

420

Liselot dio un trago a su ron como captando recién su punto

a favor y en contra. Podía entender lo que Jack quería decir,

pero algo en ella se negaba a dar miedo a la gente.

-Por esa misma condena, el Holandés Errante fue

abandonado por su propia tripulación y por sus propios

pasajeros. Y dime, milady, ¿acaso no hubo un motín hace

un par de días en el que más de tres cuartos de la

tripulación de tu Evertsen te dejó?-.

Liselot abrió los ojos, lisa y llanamente anonadada. Ya ni

siquiera el ardor del ron le causaba nada ante tamaña

noticia.

-Y él fue seguido por quienes ese poder superior condenó

junto a él a ser el terror de los mares. ¿Acaso no es tu

reducida tripulación una condenada también?-preguntó

Jack.

Liselot y Linda nada dijeron. Los grumetes conversaban

distraídamente entre sí y el Contramaestre del Tresaure

sonreía pícaramente a su capitán.

-Y estás condenada a vagar sin rumbo y hogar hasta el fin

de los tiempos o hasta que se seque el mar, no hace falta

que tengas una peste o nada parecido: la misma gente te

echará de los puertos por mero miedo-dijo él, a lo cual las

mujeres se envararon-. ¡Tranquilas! ¡New Providence

siempre recibe a los renegados!

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

421

Ese consuelo evidentemente no calmó los ánimos de las

mujeres de Evertsen, pero sirvió para silenciarlas.

-Y vámonos al inicio de la historia. El capitán Van der

Decken deseaba fervientemente algo: navegar por siempre;

y el poder superior le cumplió su deseo. ¿Acaso no estás en

las mismas? ¿No pediste una y mil veces según lo que me

cuentas poder vivir en el siglo XVIII y ser una pirata?-.

Ante eso, Liselot nada dijo. Linda le dirigió una ligera

mirada de reproche como molesta por el deseo pedido. Jack

y sus hombres sonrieron.

-¿Acaso el título de La Holandesa Errante no te viene bien,

Liselot Van der Decken? ¡Si hasta en el apellido te pareces

al desdichado capitán!-opinó Jack, poniendo sobre la mesa

su último argumento.

Liselot carraspeó, bebió un trago y le miró a los ojos.

-Entonces, ¿tendría que hacerme pasar por el holandés

Errante?- preguntó fascinada.

-Aye, ¿te gusta la idea?-preguntó Jack.

-¡Me encanta!-exclamó Liselot loca de alegría y con una

sonrisa de oreja a oreja.

Entonces Jack se puso de pie con lo que quedaba de su

botella, lo cual era dicho sea de paso menos de lo que nadie

puede imaginarse y sonriente como siempre exclamó:

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

422

-¡Atención, atención!-.

Las gentes se volvieron a mirar acusatoriamente al

interruptor de su diversión, quien ni siquiera se inmutó por

las malas caras que le dirigieron.

-Alcen sus copas y botellas, ¡y brindemos por la capitana

Van der Decken, la Holandesa Errante!-gritó.

-¡Salud!-coreó la gente, más por tener algo por qué brindar

que por saber lo que se estaba tejiendo.

Todos entrechocaron las copas, vasos y botellas y pronto

todo fue algarabía nuevamente. Entonces Jack se sentó con

una sonrisa triunfal y miró pícaramente a Liselot.

-Ahora sí te lo puedo decir: bienvenida a New Providence,

milady-dijo para luego chocar su botella en un brindis con

las gentes de su mesa.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

423

Capítulo 18: “La Muerte Alcanza a Sophie Van der

Decken”.

Nota de Autora:

Primero que todo, queridos lectores, sé que no hay excusa

posible, factible y reproducible que justifique mi

irresponsabilidad en no actualizar en diez meses (¡ay,

Señor, ha sido una tortura!). He estado desocupada y

perdiendo mi tiempo, lo admito. La jornada escolar

completa es un asco, una constante pesadilla. Primero, hay

que ver lo que es levantarse temprano para estar de 8 am a

5 pm encerrada entre las mismas cuatro paredes haciendo

nada… para mí el peor castigo de todos es levantarme

temprano, imaginaos lo infeliz que soy.

Segundo, los profes al tener más horas para pasar sus

materias, hacen de sus clases un fatal y lento aburrimiento,

basándose en repasos de materias vistas literalmente, hace

cinco años. Es un total relleno de trama. Tercero, no queda

tiempo para nada, porque salgo súper tarde, llego a casa

más tarde aún y me acuesto lo más temprano posible para

estar medianamente coherente la mañana siguiente. Cuarto,

los fines de semana mi vida cambia radicalmente; si en la

semana no hago nada, para los fines de semana me mandan

toneladas de tarea inútil sobre los mismos temas vistos

desde Básica. Así que, no puedo escribir de corrido –menos

publicar-, sólo en el cuaderno de borrador durante las

clases.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

424

Me da rabia como no tenéis idea: mis compañeros y mis

profes me miran como una diosa del conocimiento –cosa

que detesto que hagan, porque no lo soy- por mis buenas

notas…. Algo muy fácil de conseguir en el ambiente

mediocre en el que estoy inmersa -el cual realmente da asco

y pena-: no me esfuerzo ni un cuarto de lo que es mi

capacidad y obtengo notas excelentes; pero no he aprendido

nada, porque no me enseñan nada nuevo.

Digo que no me esfuerzo nada, porque no estudio y no

presto atención en clase, dedicándome a leer todo el día. De

hecho, este año he leído más que ningún otro. Algunos de

los libros que he leído son:

-El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey (el cual se ha

tornado mi libro favorito… rayaré peor que con la

Comunidad del Anillo).

-Breve Historia de los Vikingos (con datos muy curiosos, re

buena la investigación que hicieron y muy ameno el

relato… amo los nórdicos, he de decirlo… cultura

fascinante como esa, además de los celtas y los mapuches,

no he encontrado).

-Breve Historia del Rey Arturo (me dejó gusto a poco, se

iba más que nada en las investigaciones por localizar y

encontrar Camelot, pero de Arturo 40 páginas y era).

-Ana y la Sibila (primer libro sobre los romanos que me

gusta… el autor realmente hizo un gran trabajo… logra un

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

425

ambiente muy similar a Las Crónicas de Narnia, si tenéis

parientes adolescentes y queréis culturizarlos un poco es

muy recomendable).

-El Niño del Pijama a Rayas (es realmente de sobrada decir

que lo leí, porque lo abandoné antes de la página 30…

realmente no me gustó es lento y repetitivo…).

-Saga Las Crónicas de la Torre, es decir, El Valle de los

Lobos, La Maldición del Maestro, La Llamada de los

Muertos y Fenris el Elfo (excelentes libros, trama muy bien

hecha, llena de sorpresas y detalles ocultos… magistral la

narración. Las escenas de pelea un poco flojas, pero lo

demás es excelente. Mi libro favorito de la saga fue Fenris

el Elfo, es que…. Amé a Fenris, es sin duda alguna un gran

personaje).

Y, además de leer, he escrito y dibujado un montón. Estoy

ideando un Legendarium y he avanzado bastante

redactando trozos de las distintas historias y poemas que lo

componen y dibujando a los personajes. Me gustaría daros

un adelanto, pero sería spoiler.

Bien, entrando en tierra derecha, el capítulo que escribiré a

continuación (por continuación se puede entender días,

semanas o incluso meses) es el más fuerte que he pensado y

escrito hasta ahora. Es verdad, la muerte alcanzó a Sophie,

pero no como os lo esperáis, sino que mil veces peor.

Reitero, es un capítulo muy fuerte del cual no sé si salga

cuerda… ya sabéis, es Sophie y su locura… a veces me

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

426

pongo mucho en su piel y sus razonamientos torcidos me

llevan…. Y en este capítulo se llevarán el protagonismo y

la palma junto a los fuertes sucesos que habrá, claro.

Por eso el tema del capítulo es Bohemian Rhapsody- uno

de mis temas favoritos, cuya letra e intensidad melódica me

hacen enloquecer tanto como este capítulo lo hará-, de los

fantásticos Queen.

Este capítulo está dedicado a Weissturner y va en

agradecimiento a su amistad…. Sólo puedo decir que para

mí es un excelente padre literario.

Sin nada más que decir, con vosotros, el día en que la

muerte alcanzó a Sophie Van der Decken.

¿Es esta la vida real? ¿O es sólo fantasía llamando el

tiempo de mi vida a su fin? No hay escape de la realidad.

Abro los ojos y veo…

…Veo por primera vez la derrota, la culpa, el miedo, la

desesperación. Me desespero, siento deseos de huir, pero la

realidad me alcanza, me asfixia, no puedo huir de ella.

Podría subir a la baranda y saltar, perderme en el agua y en

menos de cinco minutos me habría borrado del mapa, pero

no me da el coraje. No es que la baranda del HMNLS

Seven Provinciën sea excesivamente alta y yo sufra de

vértigo y que por eso me dé un pánico horrible saltar, no,

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

427

eso sería lo de menos… es más, creo que sería mejor así,

me merezco chillar de pánico, pero ¿acaso no lo estoy

haciendo justo ahora? Oh, entonces me merezco sufrir aún

más: llorar y chillar hasta que el miedo sea sólo un

pasatiempo y la muerte parezca estúpidamente dulce, pero

todavía no me parece así. ¿Debería eliminarme ahora? Sería

una tortura morir y merezco sufrir, caer para siempre…

quizá sea lo correcto.

Me acerco a la baranda. La aferro con las dos manos. Está

helada, creo que el cubito de hielo con que chocó el Titanic

estaba más caliente que la baranda. No importa. Vuelvo a

afirmarme bien, no sea que me vaya de espaldas y no pueda

subir… para luego caer. Un pie primero, otro después.

Pierdo el equilibrio. Cierro los ojos, entonces tu imagen

aparece frente a mis ojos. ¿Es que estando cuerda tu

fantasma no va a dejarme en paz, mamá?... Me arrepiento,

lo juro. ¿Sabes? No quiero seguir mirando, me da terror.

Quiero saltar, sólo saltar. Abro los ojos, miro al cielo y

veo… veo que no merezco que tu fantasma me deje en paz,

veo que soy sólo una pobre chica que ha cometido un

horrible error…

Caigo, me desvanezco. No siento fuerzas, ya el valor no es

lo único que me falta para lanzarme y acabar con todo. Sólo

una mano me une a la baranda y a la esperanza, ¿acaso

merezco conservar esperanzas? Cierro los ojos, ya no

quiero ver, quiero morir, sólo morir. Lloro, siento que

lloro… digo siento, porque ya en cierta forma no soy yo y

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

428

sólo percibo a lo lejos, muy a lo lejos, lo que estoy

viviendo. Desearía estar loca, que esto no estuviese

sucediendo más que en mi imaginación y tener la esperanza

de algún día volver, despertar.

El capitán Van Allen y tres miembros de su tripulación

presenciaban la escena desde una distancia prudencial, sin

poder siquiera creer lo que estaba sucediendo. Eran

hombres de acción y habían visto cosas horribles, pero eso

no les era indiferente.

Al frente de ellos, a varios metros de distancia, con su

mano derecha teñida en sangre, Sophie Van der Decken se

aferraba a la muerte con la misma esperanza con que la

gente se aferra a la vida. De rodillas, la cabeza inclinada

hacia abajo y cubierta con el cabello desgreñado… esa era

la imagen que la otrora fantástica Sophie Van der Decken

tenía para ofrecerles.

-¿Dónde estás?-gritó entre desgarradores llantos la

muchacha y el capitán Van Allen y sus hombres no

pudieron evitar sentir una enorme compasión por la chica.

-Tengo miedo, ven-rogó llorando-. ¡Cómo quisiera que

pudieras venir!-gimió.

Tuvieron que hacer enormes esfuerzos para evitar que los

ojos se les llenasen de lágrimas. Sophie había recuperado la

cordura al precio que hace que la mayoría de la gente la

pierda por completo… era un precio demasiado elevado

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

429

para una jovencita de su edad. La muchacha se dio cuenta

de la mirada de los hombres y en un vago intento por

conservar su dignidad gritó:

-¿Qué miran? Yo no necesito de su compasión-.

El corazón de los hombres se encogió al oír eso. La

muchacha agachó nuevamente la cabeza y siguió llorando a

los gritos.

-Mi capitán-inquirió uno de los hombres temerosamente,

sabiendo muy bien lo que seguía.

-Proceda-contestó el capitán.

El marinero echó a andar hacia la adolescente seguido por

los otros dos soldados, el capitán fue el último en tomar aire

y encaminarse con el mismo rumbo.

Llegaron hacia Sophie sin que ella se diera cuenta. Los dos

marines que habían permanecido en silencio la levantaron

del suelo ante su pasmo, sosteniéndole cada uno de un

brazo. Mientras tanto aquel que había hablado sacaba unas

lustrosas esposas y su mandamás sacaba fuerzas de

flaqueza.

-Sophie Van der Decken-comenzó el capitán-, quedas

detenida bajo el cargo del delito de homicidio, en

resolución serás llevada en custodia de este navío hacia

tierras holandesas para tu juicio.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

430

Las esposas se cerraron alrededor de las muñecas de Sophie

con un sonoro “clanck”. La joven ni siquiera se debatió en

las manos de sus captores, miraba fijamente al frente, en

completa calma.

-Ejecúteme. Acabe con mi vida. Me lo merezco-pidió la

chica con la voz ronca de tanto llorar y una profunda

entereza que pasmó al capitán.

-No está en mis facultades hacerlo, señorita Van der

Decken-dijo el capitán cuando consiguió rehacerse.

-¿No lo está? Es capaz de asesinar a miles de hombres en

el Cuerno de África, ¿y dice que no es capaz de acabar con

mi vida?-inquirió Sophie exaltada-. ¡Deme eso!-dijo al

tiempo que intentaba quitarle el revólver a su captor, quien

fue más hábil y no le dio oportunidad de acercarse.

Luego de un ligero forcejeo la muchacha se calmó,

sumergiéndose en una total languidez. En el fondo de su

alma, Sophie sentía que su razón iba y venía, a ritmos

superlativos; y ya comenzaba a comprender que

dondequiera que soplara el viento, impulsándola en la barca

del destino, no le importaba; nada le importaba de verdad.

Decidió entregarse a sus captores, pasara lo que pasara

habría de morir algún día, ¿no? Vivir esa vida sería su

calvario, su cuerpo sería sus barrotes y los años y la

costumbre se cansarían de empuñarlos, de intentar librarse

de ellos, dejando la determinación en el pasado, ni siquiera

en el recuerdo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

431

-Andando-dijo el capitán Van Allen.

Sophie se dejó arrastrar suavemente por sus captores sin

prestar atención a nada, lo único que le demostró que no

estaba en cubierta fue que la suave y fresca corriente de aire

se cortó, dando paso a un aire viciado del interior de la

nave. Anduvieron por varios pasillos de la Cubierta A hasta

llegar a la escalera que descendía al nivel siguiente. Los

recuerdos se agolparon incluso en el rostro de Sophie.

“Sophie, no; no, por favor, Sophie, no… ¡Sophie, no lo

hagas!”. Aún podía oír la sinfonía de gritos de una

desgarrada voz femenina, un golpe seco en el frío suelo

metálico. Aún podía ver el horror reflejado en su propio

rostro y las puertas correr alrededor de sus ojos.

-Es el camarote de mi madre, ¿verdad?-preguntó

deteniéndose de golpe.

-Así es, señorita-respondió el capitán con rostro contrito.

-¿Podría recluirme aquí?-preguntó Sophie.

El capitán se adelantó, sacó llave y abrió la puerta.

-Adelante, señorita-dijo.

Sophie entró con paso cansino y miró de un lado a otro. El

capitán la soltó de sus amarras, salió de la habitación, echó

llave. Y lo último que sintió Sophie antes de caer en la

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

432

vorágine de las memorias fue los pasos de los marines

alejarse por el corredor.

Mamá, solamente te he asesinado… Creo que las lágrimas

comienzan a correr por mis mejillas. Puedo sentir mis

dedos enredarse en el filo, cortarse, la sangre correr… y es

horrible. Mis dedos en el arma y tú ya estás muerta. Mamá,

la vida ha recién comenzado, pero he enloquecido y lo he

echado todo a perder. Mamá, puedo jurarte que no es por

verte llorar, que desearía no haberlo hecho. ¡Oh, por Dios!

Siento cómo se me nubla la cabeza… ya he sentido esto

antes, puedo reconocerlo. No quiero reconocerlo, quiero

que se vaya…. No quiero morir, pero sé que no tendría que

haber nacido jamás. Sé fuerte, mamá…. Perdóname…

Perdóname… Se fuerte, sigue adelante… ya nada más

importa, sólo seguir adelante.

¿Puedo llorar en tu hombro? Eres comprensiva, sé que me

dejarás… sé que me perdonarás, pero, ¿lo merezco? Quiero

merecerlo, por hoy, sólo por hoy.

En medio de la penumbra yacía el cuerpo inerte de Aliet:

sangrando, fría, con una expresión de horror y pánico en el

rostro. Sophie, con la culpa mordiéndole el cuello, se dejó

caer de rodillas al lado del cadáver de su madre y le aferró

la mano derecha.

-Perdóname-dijo en voz alta, gimoteando, llorando. Le besó

la mano y la bañó con sus lágrimas.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

433

Se tendió al lado de Aliet y se abrazó a ella, colocándose

boca abajo, con los labios sobre el hombro frío y cetrino de

su madre. Siguió llorando hasta que el silencio reinó en el

camarote…

… La luz del frío sol otoñal se filtraba a raudales por la

cortina del cuarto de Sophie Van der Decken. La

muchacha dormía, tranquilamente, en su cama, sin dar más

señales de vida que una suave respiración que hacía que la

colcha subiese y bajase de forma rítmica. Se escucharon

pasos apresurados por la escalera de madera de la casa y, de

repente, la suave nube que cubría la consciencia de la

muchacha se descorrió, sin embargo, no llegó a abrir los

ojos…

No voy a ver, he decidido que no voy a ver. Ya no quiero

ver, no quiero, no puedo. Desde hoy eso me alejará del

mal… si yo no veo, no podré saber que está aquí. Tampoco

quiero ver la luz del sol, no puedo verla, me hace daño,

mucho daño. Me recuerda que papá no está aquí, que no

volverá, que se fue y que murió. ¡Morir! ¡Qué horrible!

Ojalá pudiese volverlo a ver… no, no puedo desear eso.

-¡Suzanne!-.

Oh, no, es el fantasma, mi madre está aquí otra vez.

-¡Suzanne, ven!-.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

434

Vuelve a gritar. Sus chillidos del infierno me ponen de

malas, peor que a Ivanna, lo cual ya es terrible. La puerta se

abre, oh, no… Siento sus pasos en el piso, uno, luego otro;

pasan segundos infinitos, el tiempo parece no correr, ¿será

que me ha llevado con ella? ¡No! ¡No! Me desespero…

Mantén la calma, Sophie.

-Hija, ¿ya estás despierta?-pregunta con un tonito burlón.

La siento sentarse al lado mío en la cama. Inspiro aire… no,

ya no puedo respirar, no voy a respirar. Si respiro notará

que estoy con vida, que aún vivo, y no va a detenerse hasta

que me haya llevado junto a ella al infierno. Por mi culpa

murió papá y ella cayó… no va a detenerse hasta que se

vengue de mí.

No voy a moverme. Ninguna fibra de mi cuerpo se mueve.

Tampoco respiraré, no abriré los ojos. Será como si

estuviese muerta. Muerta… qué horrible… Pero debo

hacerlo, quizá así se tranquilice y deje de molestarme.

-Señora Aliet, no se mueve… Debe hacer algo-dice

Suzanne.

Suzanne… ya ni siquiera cuento con ella, se ha unido a ese

maldito fantasma. Ni siquiera puedo confiar en ella.

-Ven conmigo, Suzanne-dice el fantasma.

Aguzo el oído y siento cómo ambas se van y cierran la

puerta. No pasa mucho el tiempo y oigo pasos otra vez.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

435

-Señorita Sophie-canturrea Suzanne.

De seguro cree que con eso va a lograr engatusarme, ¿tan

tonta fui en el pasado?

-Le he traído desayuno-canturrea otra vez.

¿Desayuno? Genial… ahora los venenos del demonio

reciben nombre de desayuno… Se sienta al lado mío, de

seguro cree que el aroma y la tentación harán el resto y que

con eso mi madre me tendrá a su merced, sin voluntad

alguna. ¿Dije “merced”? Creo que me tragué un

diccionario… ¡Dios mío! ¡Qué rico huele! Son tostadas,

café y creo que galletitas de chocolate. ¡No! ¡No puedo! Si

lo hago, moriré, seré de ellos. Me contengo y, al cabo de un

rato, se rinde. Se para y abre la puerta.

-Nada, señora Aliet. No reacciona-dice con voz gastada.

El fantasma entra nuevamente, su aire siniestro lo inunda

todo.

-Creí que con el aroma iba a reaccionar, que iba a comer

algo, siquiera-dice con acento de fracasada.

¡Ay, Suzanne! ¡Cómo si no me hubiera dado cuenta! Al

parecer tus neuronas son menos por cada año y, venga, que

ya son más de sesenta…

El fantasma se sienta en una banqueta. Me da un

calambre… quiero gritar de dolor, pero no puedo. Quiero

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

436

recoger la pierna, pero no puedo. Quiero siquiera apretar

los ojos, pero tampoco puedo hacerlo.

-Ella cree que soy un fantasma-dice el espectro con su voz

de ultratumba, gutural, horrible.

¿Creer? ¡Por Dios! Eres un fantasma… no hay nadie a

quien engañar…

-¿Un fantasma?-pregunta Suzanne, siempre tan lenta de

entendederas, como si ella no lo viera…

-Sí, un fantasma-dice el espectro con voz frustrada, casi

triste.

-Pero, ¿por qué un fantasma?-insiste Suzanne.

¡Por Dios, Suzanne! No hay necesidad de fingir, no hay que

jugar a las escondidas cuando tienes al otro jugador al

frente.

-¿Sabes por qué llegaste aquí, Suzanne?-pregunta el

fantasma.

-Porque la casa era un chiquero cuando llegué, necesitaban

alguien que limpiara-dice la nana escandalizada, para ella

todo se reduce a un plumero y una escoba.

-Ojalá fuese sólo eso. Hace diez años, tres días antes de

Navidad, Niek se embarcó en una misión, una de las

primeras de la Zeven Provinciën en Somalia. El día 22 por

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

437

la tarde nos sentamos con las niñas a ver la televisión,

estaban dando un programa que a ellas les gustaba, cuando

de repente hubo un comunicado del noticiero que decía que

la caja negra del barco en el que viajaba Niek había salido

del alcance de la central. Seguimos mirando la tele, no me

atreví a explicarle a las niñas qué pasaba, aunque ellas

debieron de haber presentido que era algo muy malo,

porque repetían “¿Papá, papá?” mientras señalaban la

pantalla con los deditos. Una media hora después salió otro

comunicado que decía que lo habían encontrado hundido y

que todos los tripulantes o ya los habían encontrado

muertos o estaban desaparecidos, Niek estaba entre los

desaparecidos. Siguieron buscando toda la noche y, en la

mañana del 23, cuando estábamos tomando desayuno, vino

un comandante de la fragata. Le pedí a las niñas que se

fueran a su pieza, pero ya conoces a Liselot, se las arregló

para venir con sus hermanas a oír a escondidas y, ¿sabes lo

que me dijo el comandante cuando se suponía que las niñas

no tenían que estar, no tenían que oír? Me dijo que Niek

estaba muerto-.

-¡Pero señora Aliet! El señor apareció al final, yo tuve el

gusto de conocerlo-.

¡Ay Suzanne! Usa un poco la cabeza… es obvio que mi

papá sobrevivió luego…. Maldito fantasma, por su culpa

me estoy inundando por dentro. Soy una montaña y hay dos

ríos enormes, pero esos ríos son mi condena. Cuando estoy

triste esos ríos corren y avisan a todos, pero si ahora corren

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

438

el fantasma sabrá que estoy viva y no puede saberlo. Pero

hubo un terremoto y ahora los ríos están corriendo hacia

adentro, puedo sentir cómo mi cuerpo se moja. Estoy

llorando por dentro y cada parte del interior de mi cuerpo

está estilando. Esos recuerdos son demasiado fuertes como

para enfrentarlos.

-Niek sobrevivió… llegó luego de Año Nuevo. Pero, ¿sabes

lo horrible que fue pasar esa Navidad con las tres niñas

sabiendo que su padre estaba muerto? Por eso llegaste aquí,

Suzanne, porque descubrí que era demasiada la presión

para mí-.

Suzanne no dice nada… parece estar muda, creo sentir

cómo llora. ¡No! ¡Ahora me inundaré por dentro y por

fuera! ¡No hay salvación! Pero si me muevo, si corro, si

respiro, el fantasma lo notará. Me voy a ahogar…

-¿Recuerdas lo que pasaba con Sophie cada vez que Niek se

iba?-pregunta el fantasma.

-Era terrible, señora. Gritaba, chillaba, pataleaba, lloraba…-

.

-Era horroroso. ¿Recuerdas cuando había que ir con ella a

un funeral? Se quedaba en estado catatónico cuando había

que despedirse del difunto en el ataúd. No podía moverse y

temblaba de pies a cabeza, y cuando podía moverse salía

huyendo y lloraba al grado de que había que salir de ahí.

Ella siempre creía que su papá iba a morir en las misiones,

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

439

le escondía las cosas para que no fuera, le decía incluso al

despedirse cosas como…-.

-…No te vayas y no te mueras nunca-interrumpe Suzanne.

-Le tomó un pánico horrible a la muerte. Esa Navidad sin

su papá fue terrible-.

-Quizá…-se atreve a decir Suzanne, su primer pensamiento

coherente, pero se traba por mero respeto a la mitad.

-Anda, dilo, Suzanne, con confianza. Quizá el último

tiempo que estuvo cuerda le parecí un fantasma… yo estaba

muerta en vida-.

¿Parecer un fantasma? Anda, ya te moriste… ¿Cuerda? ¿Yo

loca? ¡Ay, por Dios! Y se supone que Suzanne seguirá

jugando este juego…

-Le tomó miedo a morir y a la gente muerta… bueno, a los

muertos quizá no tanto como miedo, pero sí le daban

mucha pena-.

-Y al agua, señora Aliet-interrumpe Suzanne.

-¿También lo recuerdas? ¿Recuerdas la clase de natación?

Fue un desastre…-.

Sé que siguen hablando, puedo percibir a lo lejos la voz del

fantasma, de ese espectro demoniaco. Pero ya no oigo lo

que dice. El agua me cubre. Sólo escucho el sonido del

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

440

agua, las olas van y vienen, chocan en mi cabeza y se alejan

para chocar en las paredes. Siento todo mojado, siento

como si me hundiera. Sólo puedo escuchar eso. ¡Oh, no!

¡El agua va a cubrirme la cabeza! ¡No puede ser! Empieza a

entrarme en la nariz y vuelve salada el agua de mis ríos. Mi

mundo comienza a cambiar, se acerca a la destrucción y no

puedo moverme. No puedo hacer un terremoto, eso alertaría

al fantasma. El agua zumba en mis oídos y ya no oigo nada.

Comienzo a adormecerme. Ya no le tengo miedo a la

muerte… Moriré ahogada, ¿qué peor?...

…Sophie despertó cuando el agua comenzaba a cubrirla y

ahogarla con un sobresalto, dando en la cuenta de que todo

había sido un sueño. Sus manos atolondradas fueron a dar

contra el cuerpo frío de su madre, empapado de su propio

sudor frío, mojando la piel que se perfilaba ya cetrina,

amarillenta, a la luz de los pocos rayos de la luna que

entraban por la ventana del camarote.

Jadeando de pavor se sentó a horcajadas, al lado del

cadáver de Aliet. Jadeando de terror intentaba mantener su

mente en el presente, mientras que las palabras se

arremolinaban en su consciencia y los recuerdos

difuminaban la delgada línea entre el ayer y el hoy.

-Retírate… déjame a solas con mi hija-dice el fantasma con

una voz fingidamente dulce.

-Sí, señora Aliet-dice Suzanne haciendo caso en el acto…

siempre fue una total inocente.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

441

La puerta se cierra tras Suzanne, sus pasos se alejan

taconeando esos viejos zapatos negros y, cuando ya es

imposible escucharla, el fantasma se pone nuevamente de

pie, taconea disfrutando el paso del tiempo, de los segundos

inolvidables y horribles que transcurren. Se acerca a mí y

me jala de los hombros hacia arriba. Siento que respiro;

entonces un fuego horrible, un humo maloliente, asqueroso,

lleno de podredumbre, comienza a carcomerme. Primero es

un leve calor, luego las quemaduras son insoportables y los

bosques comienzan a arder en llamas, ardo en llamas. El

fuego se eleva, me intoxico en el humo. Las quemaduras

son horribles. Podría sumergirme de nuevo en el agua y las

quemaduras se apagarían. Se apagarían para siempre…

Pero no puedo… si me sumerjo en el agua sabrá que vivo.

-Sé que estás viva-dice con su voz espectral-. Sé que no has

muerto… Aunque intentes hacerme creer lo contrario, no

olvido mi venganza. Te quemas, ¿verdad?-me aprieta con

más fuerza-. ¿Deseas el agua, verdad? Pues bien, yo te daré

agua… desde hoy vendrás conmigo a vivir al mar. Caerás,

caerás, caerás. Odiarás el agua, sentirás que te ahogas, pero

no podrás morir… desearás hacerlo, pero no podrás.

Porque, ¿sabes una cosa? ¡Te maldigo! ¡Desde hoy y

contando te maldigo! Querrás volver incluso al fuego o

morir de una vez, pero no podrás, porque tendrás primero

que sufrir todo lo que sufrió tu padre al morir, toda la culpa

de Liselot y mi dolor… y no sólo eso, estarás condenada

por una eternidad a buscar su cuerpo y traérmelo a mí, si no

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

442

lo buscas, el ahogo será suficiente como para hacerte

enloquecer. Nos subimos al Zeven Provinciën esta misma

tarde, zarpamos y que la justicia esté de mi lado-…

… La mente de Sophie volvió de repente a la realidad y el

terror se apoderó de ella. Ahora podía recordar cada palabra

que su madre había dicho y podía recordar también cómo

su distorsionada razón las había torcido una a una. Aliet

sólo había querido ir en busca de Niek, sin saber si él estaba

vivo o muerto, con una cruda certeza en que él estaba

muerto. Encontrarlo vivo, creía ella, era lo único que

devolvería a Sophie a la normalidad… y la propia Sophie

había echado todo a perder…

Esa misma tarde habían zarpado con ayuda del capitán Van

Allen, dizque Aliet había insistido una y un millón de veces

desde que se hubiese enterado de la desaparición de Niek y

Liselot, y que, además, Van Allen hubiese descubierto unos

vestigios del Evertsen supuestamente con el radar del

Zeven Provinciën.

Sophie miró a su madre de nueva cuenta…

-¡No, Sophie, no!-aún podía oír los gritos resonar en sus

oídos, podía sentir la desesperación de su madre, podía

sentir entre sus dedos el frío metal del cuchillo, podía aún

esforzarse en enterrarlo cuán profundo pudiese y podía

percibir el metálico aroma de la sangre, sangre roja, sangre

fresca, manando del cuello de su progenitora. Podía ver el

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

443

terror en sus ojos, podía ver su figura enloquecida reflejarse

en esos ojos.

Una lágrima rodó por la mejilla de Sophie: lo había perdido

todo, todo en la vida… y a su madre se lo había quitado

todo.

Todo había comenzado hace tres horas atrás, cuando el Sol

aún brillaba en el desteñido cielo otoñal. Aliet entró en el

camarote. Tomó amorosamente las manos de su hija, la

destapó y le colocó el abrigo sobre los hombros. Dijo

algunas palabras, sin embargo en la mente de Sophie el

fantasma dijo unas completamente diferentes.

-Vamos a cubierta, hija, el aire fresco te hará bien. Ahí nos

espera el capitán Van Allen para darnos noticias de tu papá-

dijo con ternura.

-Ven a cubierta, es hora de que Van Allen y yo te

mandemos a buscar noticias de tu padre-dijo el fantasma.

Pero Sophie no perdió la oportunidad. Podía sentir el pavor

apoderándose de cada una de sus venas. Era el miedo que

necesitaba para que el frenesí y el valor le nublasen la vista

y pudiese acabar con ese fantasma de una vez por todas,

sino, no lo haría jamás. Llevaba días maquinando la idea

sin dar señal alguna de vida.

De improviso, metió la mano en su pantalón de dormir,

extrajo un cuchillo que había conseguido escamotear,

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

444

apenas sí una fina daga. De improviso, lo dirigió hacia el

brazo del fantasma.

Los gritos se confundían en sus oídos, eran una sinfonía

irresistible. El espectro intentó quitarle la daga, rasguñarle

con sus garras infernales. Le mutiló la mano derecha. Su

madre intentó acariciarle el rostro embravecido, le cortó la

muñeca izquierda.

Aliet dio unos pasos al frente que le valieron sendos cortes

en los tobillos.

-¡No me mires!-gritó Sophie, sintiendo los furiosos ojos

blanquecinos del fantasma observarle con su estampa

maldita.

Acto seguido apuñaló cada ojo. Sin embargo, el espectro

aún respiraba, sacaba tentáculos, brazos, sólo podía matarle

para ser libre. Le apuñaló el cuello, pero dio en la cuenta de

que no podía cortarle la yugular, sólo veía pútrida sangre.

Le apuñaló el pecho.

-Sophie…-jadeó Aliet.

-Maldita…-gimió el fantasma.

Sintió cómo la mente del espectro aún no moría, cómo

formulaba otra maldición. Tenía que darle muerte antes de

estar maldita. Con todas sus fuerzas tomó impulso, apretó

el cuchillo con ambas manos y lo clavó en la frente de su

madre, quien cayó muerta en el acto.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

445

-¡La maté!-celebró Sophie.

Entonces, la vocecilla cuerda que había en su interior dijo:

-Los fantasmas ya están muertos, ¿cómo pudiste matar

uno?-.

La duda se apoderó de su ser, más era curiosidad y una fina

hebra de temor enredándose en su corazón. Entonces

aquella voz decidió consumar sus palabras venenosas:

-¿No será que siempre estuvo viva y tú no quisiste verlo?-

preguntó.

Lo que sigue se puede definir como un terremoto. Trozos

de paredes cayendo. El plateado espectral se transforma en

los colores del atardecer entrando por la ventana. Los ojos

ya no son blancos, sino teñidos en sangre. Su madre ya no

es un espectro del demonio, sino que vuelve de súbito a ser

su dulce madre, con la huella del terror teñida en el rostro.

Las cortinas que cubrían su razón se descorren y quiere

huir, siente deseos de huir. Entran en el camarote Van Allen

y tres hombres más, probablemente alertados por los gritos

de Aliet. Entonces aprovecha la confusión y corre,

sencillamente corre.

Mi consciencia regresa al presente. La luna está en lo alto.

¿Dónde estará Ivanna? Ojalá que haya sido más valiente

que yo… bueno, siempre fue un hueso más duro de roer.

Mamá, perdóname… perdóname por ser un error. Tomo el

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

446

cuchillo, no sé cómo no se lo llevaron, ¿es mi idea o en la

Marina son todos unos ineptos? Ineptos útiles, por lo

demás.

Me corto la mano derecha para no volver a aferrar un

futuro. Me mutilo la izquierda para no cometer malas

acciones otra vez y que la locura no me vuelva a llevar.

Ambos tobillos me los corto para no andar una vida que no

merezco. Me perforo el hombro derecho para no tener la

fuerza de dañar a nadie más en lo que me queda de vida.

Podría quedarme así y desangrarme, mamá… no tardaría en

morir, pierdo mucha sangre. Pero entonces te miro y tu

imagen me aterra. Entonces me ensarto el cuchillo en los

ojos. La ceguera, la sangre y el pánico me dominan.

Entonces no puedo más. Me armo de valor y me paso el filo

del cuchillo por la garganta, cerca de la barbilla, de forma

horizontal y, remato, en la yugular derecha. Todo se va a

negro…

La puerta se abrió y la bandeja con la cena recién servida y

humeante cayó a los pies del grumete.

-¡Capitán, capitán!-gritó. En ese camarote había dos

cadáveres en vez de uno: Sophie Van der Decken se había

suicidado y yacía sobre su madre…

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

447

Capítulo 19: “Sobrevivir”.

Nota de Autora:

Hallo, meine schatz! Tiempo sin pasarme por acá, ¿eh?

Demasiado para mi gusto… sin embargo eso es algo que

pronto pienso remediar… Hoy he salido de clase, sí, hoy…

el día 13 de enero… cuando por lo general a estas alturas

llevo veinte días cuanto menos de vacaciones: este año

tendré sólo seis semanas, mi pobre cerebro está casi

amoreteado…

Pues, este verano será muy distinto a todos los otros: habrá

muchos menos capítulos que en cualquier otro… Será como

pasar de clases a clase y vosotros sabéis que cierta personita

no me deja escribir en el año lectivo (cosa que no respeto

siempre, así que igual hay esperanzas). Este verano,

además, tengo muchas más actividades que en cualquier

otro verano:

Empiezo el próximo lunes con el campamento científico,

durará una semana y será muy genial… aunque no podré

escribir, como dice el dicho: una cosa por otra.

Estoy planeando una película que quiero hacer. Ya descubrí

qué es lo que quiero en esta vida: seré cineasta. Mi primera

película se llamará La Dama del Lago y ahora estoy

preparando su guión, el cual me está tomando mucho

tiempo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

448

La música de ese film es mía, ahora sólo me queda grabarla

en varios instrumentos y mezclarla, si captáis el

sarcasmo…

Me estoy dedicando mucho a ver películas (es natural

después de varios meses de tener la cabeza cuadrada en

tareas), chatear (algo no muy normal, detesto Facebook,

pero hay sitios bastante interesantes y mis amigos siempre

tienen una cosa que dos para contar) y leer (tengo una lista

tan larga de libros pendientes para leer como la de películas

para ver).

Fuera de eso, estoy estudiando alemán, un idioma muy

divertido y sencillo; pero que como todo aprendizaje toma

tiempo.

Y, como si el listado fuera breve, estoy dibujando los

personajes de mi película (es de fantasía medieval y no hay

recursos ni para locaciones, vestuarios ni efectos… será un

poco arcaico, como sería el cine medieval si hubiese

existido la cinematografía en aquella época).

No tengo nada más que decir, excepto que os he extrañado

un montón… El tema del capítulo es Carry On (Continuar)

de Angra, ya verán que le viene de perilla a lo que quiero

decir…. Ahora, os deseo que lo disfrutéis.

-Liselot, tenemos un pro…-dijo Lowie-blema-completó de

inmediato cuando se dio cuenta de que no había ninguna

persona, aparte de sí mismo, en la cabina de mando.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

449

-¡Oh, demonios! ¡Justo ahora!-dijo dándose la media vuelta

y echando a correr, sin siquiera molestarse en cerrar la

puerta.

Estiró sus largas piernas y corrió por todo el barco… justo

en ese minuto se le ocurría a su mejor amiga desaparecer

como por arte de magia. Cuando ya pensaba que incluso

sacar su GPS era una buena idea, la encontró parada

aferrada a la balaustrada mirando con consternación hacia

el calmo mar. De inmediato se regañó a sí mismo,

considerando que la idea de ocupar el GPS luego de tres

años desde que se le acabara la pila era una soberana y

gloriosa estupidez… tres años… cualquiera se hubiese

detenido a pensar que tres años era demasiado tiempo, pero

no él: había un asunto más importante que resolver.

-Liselot, tenemos un problema-repitió en voz alta y firme.

-¡Uy, Lowie! Iba a pedirle el favor a alguien de que te

avisaran que vinieras. Se nos cayó la última gallina que nos

quedaba de a bordo-dijo Liselot.

Si Lodewijk no hubiese conocido a Liselot desde hacía

tanto tiempo, de seguro le hubiese sorprendido la respuesta

que ella le había dado; ahora no le tocaba siquiera.

-Espero que no hayas mandado a nadie a buscarla… con

esos arrecifes es más fácil contar los segundos que vives

que los que mueres-replicó enarcando una ceja: conocía tan

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

450

bien a Liselot que no le extrañaba que hubiese mandado a

algún marinero a buscar al ave.

-Debí dejarla ir…-dijo con un dejo de tristeza. Ya no era

aquella chica de dieciséis años, ahora tenía diecinueve, pero

seguía siendo exactamente igual de compasiva que antes, ni

batallas ni calabozos ni torturas ni visitas a la horca habían

podido con su humor.

-¡Qué bien!-dijo Lowie sinceramente complacido de la

madurez recién adquirida por su mejor amiga. Iba a darse

vuelta cuando algo captó su personal interés-. ¿Al menos

dejó huevos?-preguntó.

-No, señor, ¡y eso es lo peor! No tenemos nada para el

desayuno-exclamó un marinero ya bastante viejo como para

preocuparse del desayuno… era de esos que el propio

Lowie hubiese creído forjado en acero, pese a que sabía por

experiencia propia que nunca se acababa de conocer a la

gente.

-No hay nada que comer-completó Liselot-: no tenemos

huevos, no hay carne, no hay leche, recuerda que se nos

murió la cabra hace dos semanas.

-Estamos a un paso de New Providence, no pueden quejarse

ahora-replicó Lowie, queriendo darles a entender que,

como quedaba poco para llegar a la mentada isla, quedaba

muy poco también para poder conseguir comida. Sin

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

451

embargo sus palabras no pudieron con la mentalidad

cerrada de la mayoría de los marineros:

-¿Quién te dice que estamos cerca, muchacho?-preguntó un

hombre que, de hecho, tendría que haber jubilado hace tres

años, pero que por lógicas circunstancias seguía trabajando

a bordo.

-Las Cartas de Navegación lo explican con claridad, ¿no?-

replicó Lowie, enarcando burlonamente una ceja.

-Oh, muchacho, tú sabes que aún no me acostumbro…-

contestó el hombre con su son más amistoso.

-¡Oh, verdad que sin GPS estás muerto! ¡Liss, llevamos tres

años navegando con un cadáver!-se burló el chico.

Se hubiesen enfrascado en una pelea sin fin para ver quién

ironizaba mejor si Liselot no se hubiese hartado de la

situación:

-¡Basta!-exclamó, evidenciando en su tono de voz que no

quería saber nada de discusiones a bordo, menos si no había

comida, puesto que corrían riesgos de una disputa masiva y,

por qué no, el motín y la desorganización.

-Disculpe, mi capitana-murmuró el marinero.

-¡Ay, venga, Liss! ¡No seas…!-exclamó Lowie.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

452

-Tienes la razón, Lowie, estamos a menos de dos días de

viaje de New Providence-le corroboró.

-¿Acaso no íbamos a Tortuga, capitana?-preguntó el

hombre.

-¿Qué no era que llorabas porque no hay comida?-le cortó

Lowie-. Decídete o lloras por la comida o por el destino al

que vamos, pero sólo puedes llorar por una a la vez.

-Aquí hay algo raro: no me convenceré de que no vamos a

Tortuga hasta que lo vea en ese mapa-dijo el hombre,

cerrado como sólo él sabía serlo

Viendo que el hombre no iba a ceder, Liselot decidió cortar

la situación.

-Lowie, trae por favor las Cartas-pidió con suavidad.

-Mi capitana, no sé leer esas Cartas, ¿cómo podré saber que

no me están engañando?-inquirió el hombre.

Lodewijk Sheefnek, Contramaestre del HMNS Evertsen,

Navío de la Zeven Provinciën de Holanda, ahora devenido

a barco pirata apodado como El Holandés Errante por el

común del marinero del siglo XVIII, prefirió mantener la

lengua detrás de los dientes, muy consciente de los

innumerables beneficios que a menudo le traía tragarse sus

opiniones. Por único comentario agrandó los ojos,

pensando que no tendría sentido engañar al hombre, que ese

era exactamente el motivo por el cual no le mentían. Nadie

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

453

notó ese gesto. Volteó en la dirección opuesta, con el único

fin de no ver ni escuchar más la conversación. Rodó los

ojos y, cuando los re-enfocó, vio un punto en el horizonte,

mucho más grande que la última vez que lo había visto.

Aguzó la vista y vio que se acercaba cada vez más rápido.

Entonces recordó el motivo por el cual había subido a la

cubierta principal. No se dio tiempo a sí mismo de pensar

por qué había olvidado su objetivo; era una persona que

sabía perfectamente cómo priorizar sus necesidades, y

ahora su primera y principal necesidad era advertir a Liselot

acerca de ese barco, algo le daba mala espina al respecto.

-Liss-dijo, al tiempo que giraba sobre sus talones. Liselot ni

siquiera lo tomó en cuenta, mientras que revisaba la

limpieza de los Lanza-Torpedos. Camino a paso decidido y

alzó la voz, llamando al fin la atención de su amiga-: ¡Liss!

¿Ves aquello?-preguntó señalando un punto en el horizonte.

-No veo nada-dijo ella, forzando la vista.

Lowie volvió a contemplar el horizonte y vio, preocupado,

cómo el barco-que ya no tenía duda alguna de que ese

punto era un barco-se acercaba cada vez más rápido. Algo

en su interior le decía a gritos que debían reaccionar rápido,

al menos más rápido que aquellos marineros.

-¡Ven!-dijo tomándola de la mano, sin siquiera dándole

tiempo a reaccionar y la guió, al trote, por la intrincada

cubierta.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

454

-¿A dónde me llevas?-preguntó ella, sin embargo no obtuvo

respuesta. Eso no pudo sino preocuparla. Si Lowie quería

estar seguro para hablar sobre algo, ese algo tenía que ser

muy serio.

El muchacho se coló por la puerta que él mismo había

dejado abierta minutos antes y la hizo entrar. Activó el

generador y segundos después encendió un complicado

visor que reemplazaba en gran medida a los antiguos

catalejos, puesto que tenía una mejor definición y un mejor

alcance. Su único contra era que funcionaba mediante

electricidad, algo que los marines más experimentados del

Evertsen habían sabido sortear perfectamente, puesto que,

en su mayoría habían tenido que sobrevivir en condiciones

extremas y, por ende, habían aprendido a generar energía

hasta con lo más mínimo. La pantalla finalmente mostró,

con una claridad infinitamente mejor, la imagen del mar.

Sin perder tiempo, Lowie lo enfocó. Tras unos pocos

segundos, se distinguió claramente la imagen de un barco

de casco de madera podrida y agujereada, velas raídas por

el sol y la salinidad, y cubierta principal que bullía de

actividad. Lowie sencillamente se dedicó a esperar con aire

satisfecho la primera reacción de Liselot.

-¿Un barco? Lowie, no hagas escándalo por un barco-lo

regañó Liss entre risas.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

455

Como era de esperarse, Lowie le mantuvo la mirada y

achicó los ojos, dándole a entender que faltaba algo más en

todo lo que ella estaba diciendo.

-Voy a ver qué necesitan, ¿te vienes conmigo?-le preguntó

ella ad portas de voltear.

Lowie se mantuvo en su lugar, tal y como si estuviese

pegado con cemento ahí, y enarcó una ceja.

-Podríamos comerciar con ellos: cuando lleguemos a New

Providence no podemos llegar con las manos vacías, hay

mil cosas que vamos a necesitar-continuó ella.

Lowie enarcó la otra ceja, dando a entender que no estaba

para nada conforme con la respuesta de Liselot.

-¿Aún no lo notas?-preguntó y, sin dar tiempo a Liss para

que replicara-Ven, fíjate mejor-dijo al tiempo que la hacía

observar en la pantalla. Esperó un tiempo considerable,

pero Liselot era incapaz de procesar nada-. Se acercan a

nosotros y mira con qué rapidez: no nos tienen miedo-dijo,

como si fuera lo más obvio del mundo y ella le respondió

con una mirada que quería decir que no le encontraba

sentido alguno a sus conjeturas-. ¿No te parece al menos

algo raro?-preguntó él.

-¡Oh, vamos, Lowie! ¡No vas a querer levantarle la Jolly

Roger a todo el mundo!-replicó ella, comprendiendo a

medias la intención de su amigo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

456

-En serio, dime que no te parece raro que se acerquen a

nosotros tan suelto cuerpo cuando todos nos tienen miedo-

dijo él completamente frustrado.

-¡Quizá los conocemos!-exclamó ella.

-Y de hecho, creo que tienes razón, Liss… ¿acaso ese barco

no te suena extrañamente familiar? A mí me da pésima

espina…-comentó Lowie.

Y lo que decía él era completamente cierto. Nadie en su

sano juicio iba a acercarse al Evertsen: en el transcurso de

esos tres años se habían hecho una interesante fama como

el Holandés Errante, una de las leyendas más extendidas en

la época y, por lo demás, bastante temida. Si había algo que

caracterizaba a los piratas, además de su arrojo y, en

algunos casos, de su crueldad, era lo supersticiosos que

podían llegar a ser. Nunca iban a acercarse al Evertsen, para

ellos sus miedos eran algo prioritario… pero ahí estaba esa

embarcación acercándose decididamente a ellos.

No tuvo tiempo para reaccionar. Una explosión retumbó y

un silbido rasgó el aire, acto seguido un crujido y un golpe

seco resonaron. A estos sonidos se les unió de inmediato la

algarabía proveniente de todas las cubiertas, especialmente

de la principal, gritos de marineros quejándose y

expresando su alarma.

Ambos muchachos se acercaron a la pantalla, Lowie

siempre asiendo de los hombros a Liss en un vano intento

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

457

por protegerla. El velero había quedado hecho trizas

después de haber disparado. En la cubierta principal dos

cañones móviles humeaban, evidenciando que el navío

había disparado dos balas. De inmediato Lodewijk razonó

que la persona que comandaba ese navío no había querido

dañar su propio bajel disparando más cañones, puesto que

con haber utilizado sólo dos gran parte de la subcubierta B

y las barandillas estaba destruida, sin mencionar, claro, que

se había roto varios de los amarres del velamen y que, por

ende, se había afectado el curso. Sin embargo, ese capitán

debía de ser lo suficientemente sádico como para poder

anteponer su sed de tomar el Evertsen por sobre la

seguridad de sus marineros y de su propio bajel, sin

mencionar que justamente los estaba atacando a ellos y que

se acercaba cada vez más de prisa, poniéndose a una

distancia prudencial para poder batallar sin autodestruirse.

-Lowie, yo conozco ese barco-dijo Liselot con apenas un

hilo de voz.

No hubo tiempo para completar la frase. Un nuevo

cañonazo retumbó en el aire. Además de sádico, ese capitán

debía de ser un completo imbécil, razonó Lowie, puesto

que el velero se veía dañado en al menos cinco partes más

desde la proa (la cual estaba hecha un desastre de palos

cayendo en un completo desorden) y el cordaje se había

destrozado a tal grado que la vela y el mástil de proa habían

caído antes de entrar siquiera en franco combate. Eso

pensaba, al tiempo que tomaba a Liselot de la muñeca:

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

458

-Vamos a cubierta-dijo, mientras echaba a andar con ella a

lo largo del pasillo.

-¡El Evertsen necesita un timonel!-exclamó ella.

-En eso estamos de acuerdo-consintió él, sin embargo echó

a andar sin siquiera considerar lo que Liselot decía.

Llegaron hasta la cubierta principal. Lowie consideró que

de verdad ese capitán debía de ser un total idiota. Había

disparado a lo loco al casco metálico del Evertsen y lo

único que habían hecho las balas había sido rebotar e ir a

causar más destrozos a su navío de origen. Ni siquiera

habían tocado al barco holandés. Todos razonaron que una

maniobra inteligente hubiese sido disparar hacia las

barandas para romperlas y barrer con la tripulación de

cubierta. El velero se colocó de tal forma de que enfocó

toda la batería de estribor hacia el Evertsen y, los diez

cañones dispararon al mismo tiempo. El casco del mentado

navío se destrozó, quedando las bodegas de armas y el

camarote de los marineros al descubierto. Ese hombre

además de sádico y un tanto imbécil debía de estar loco.

Todos vieron el barco girar rápidamente, apenas hubo

disparado. Sin embargo, eso no le valió a la hora de recibir

de regreso sus propias balas, que habían rebotado en el

Evertsen. Sólo una mínima parte del velero se salvó de los

daños, y esa parte fue la proa-la cual recordemos que ya

estaba a medio destrozar cuando disparó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

459

Esta vez el extraño capitán del barco a velas intentó una

nueva maniobra y, a medida que giraba su malograda popa,

las portezuelas del casco a la altura de lo que quedaba

visible de la proa-ahora tan delgada desde la punta del

Evertsen como una navaja- se abrieron, rezumando agua y

trozos quebrados de madera que cayeron al mar. Con una

lentitud de muerte aparecieron tres cañones, posicionados

estratégicamente en forma de triángulo, de un negro

lustroso. El agua terminó de caer en unos instantes de

espanto y los tres cañones resonaron al unísono y las balas

cayeron con una precisión gutural en la cubierta holandesa,

barriéndola. Rompieron la barandilla metálica de babor, la

cual se fragmentó en decenas de cuchillas que fueron a

impactar contra los marineros que estaban en primera línea

y no alcanzaron a huir. Ellos gritaron de dolor, pero nadie

sufrió más que los cinco desafortunados que recibieron con

sus cuerpos todo el golpe de las tres balas y que cayeron

arrastrados al mar entre la barandilla opuesta y las balas.

Los gritos se dejaron oír por toda la cubierta.

-¡Órdenes, capitana!-preguntó un hombre de alrededor de

cincuenta años, buscando desesperadamente el rostro de

Liselot, dizque Lodewijk la tenía atrapada contra su cuerpo

luego de los disparos.

Liselot consiguió soltarse de los brazos de Lodewijk y miró

al hombre a los ojos.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

460

-Reconozco ese barco-dijo con voz sombría, contrayendo la

mandíbula y con los ojos llenándose de lágrimas.

Tanto Lodewijk como el hombre la miraron un tanto

extrañados por su reacción.

-¿Recuerdan a L’Olonais?-preguntó ella con la mirada

clavada en el velamen a medio romper.

A Lowie la quijada casi se le fue al suelo y, de inmediato,

la ira comenzó a hacer de las suyas: primero en su corazón

y su mente, y luego poseyendo cada vena de su ser.

-Debemos actuar, debemos hacer algo, ¡ya!-exclamó

volteándose a ver a Liselot.

La única respuesta que recibió fue la mirada impávida de la

muchacha. Sintió deseos de hacerla reaccionar.

-Ordena que ocupen los Lanza-Torpedos: tenemos los

generadores con suficiente carga para resistir-dijo.

-Sin embargo nos quedaríamos sin electricidad para el resto

del camino a New Providence y llegaríamos casi

muriéndonos de hambre-dijo ella.

-Nuestra única esperanza está en atacar a distancia-dijo.

Ella le devolvió una mirada llena de serenidad, la cual lo

dejó pasmado: su querida amiga había cambiado.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

461

-Quiero tener un barco que poder tomar-dijo ella pasando

de largo.

Y todos supieron que ella no había querido añadir: cuando

mate a Nau. Era demasiado piadosa como para permitirse a

sí misma decir eso. Lowie reaccionó de inmediato y,

caminando con sus largas zancadas a lo largo y ancho de la

cubierta, pregonó voz en cuello:

-¡Suelten los Lanza-Torpedos! ¡No los carguen! ¡Vayan a

por armas! ¡Traigan los arpones! ¡Prepárense para un

abordaje!-.

-¡Freeman! ¡Lleva un destacamento de tus mejores

timoneles al puente de mando! ¡Russell! ¡Lleva a tus

mejores hombres a defender la escalerilla a las sub

cubiertas y los alrededores del puente!-gritó Liselot.

-¡Sí, mi capitana!-exclamó una mujer de no más de

cuarenta años que lucía una piocha que decía “Teniente

Russell” para retirarse de inmediato con al menos diez

hombres, a quienes distribuiría entre los balcones, los

pasillos y la escalerilla.

De inmediato se acercó Linda Freeman.

-¡Órdenes, capitana!-pidió, mientras se acercaba el equipo

de marineros que solían trabajar con ella en este tipo de

situaciones.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

462

-No muevas el Evertsen a menos que sea necesario. No

avances hasta L’Olonais ahora, déjalo que se acerque sin

problemas-indicó.

-Con su respeto, capitana, si no viramos, van a causar serias

averías-dijo Linda.

-Déjalos acercarse, defiende bien el puente. Cuando estén a

nuestro lado, entonces te dejo en libertad de acción hasta

que se determine lo contrario-dijo Liselot con aires de

importancia.

Linda y sus hombres se cuadraron militarmente ante su

capitana y se retiraron a la carrera hasta su puesto. Todos en

la cubierta principal vieron cómo L’Olonais estaba ya a la

mitad de la distancia que le había separado del Evertsen al

último disparo y apuntaba los tres cañones de proa junto a

una nueva batería improvisada en la cubierta A. Las

respectivas balas salieron eyectadas y retumbó un sonido de

cristales rotos por todo el barco. Un grito se alzó desde el

casco y, tras tanto tiempo en el rubro, todos supieron que

quien había lanzado el alarido estaba muerto. El navío

completo tembló desde la popa hasta la proa, se sintió un

chirriar de cables y las luces de la escalerilla que conducía a

las subcubiertas se apagaron, el bajel quedó en penumbras.

Se sintió el derrumbe de algunas placas de metal,

probablemente los marineros del puente de mando habían

quedado incomunicados con el exterior. Lowie se allegó

hasta el inicio de la escala.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

463

-¡Hola! ¡¿Hay alguien?!-gritó a todo lo que le dio la voz.

-¡Sí, mi contramaestre!-gritó un hombre desde abajo, pese a

que ambos no podían verse, porque un enorme bloque de

metal había caído entre los dos, imposibilitando el paso.

-¿Tienes comunicación con el Puente de Mando?-exclamó

Lowie.

En ese momento se acercó Liselot, movida por genuina

curiosidad.

-¿Qué haces?-preguntó.

-¡Sí, mi Contramaestre!-exclamó el hombre.

-Ve y dile a Linda que intente mover el barco, con los

derrumbes me temo que podrían haber muerto los motores-

dijo.

-¡No! ¡¿Qué haces?!-exclamó Liselot-. El plan se arruinará-

se lamentó.

-Necesitamos saber si podremos huir de necesitarlo, Liss.

Es mejor empezar a trabajar en las fallas ahora que cuando

ya no podamos hacer nada-dijo él.

-Anda-dijo Liselot en dirección al hombre.

Esperaron unos minutos que les parecieron de muerte hasta

que volvieron a sentir pisadas en los escalones. L’Olonais

estaba inextricablemente cerca.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

464

-Linda probó, pero no pudo hacerse nada. Los motores

están seriamente dañados, dos de los seis están

completamente destruidos-informó.

Siguió un silencio más mortífero aún. Lowie y Liselot se

miraron directamente y, cuando ella iba a preguntar qué

iban a hacer, sonó un estruendo desde el barco francés.

Ambos se voltearon. Ya ni siquiera querían voltear a ver

cómo las balas volaban hacia ellos. Sin embargo tuvieron

que mirar dos veces, pues eran incapaces de darle crédito a

sus ojos. Una lengua de fuego consumía L’Olonais desde la

galera y, ahora envolvía el casco completo y amenazaba

con carcomer furiosamente las barandillas y la cubierta

principal, con el Puente de Mando incluido. Las flamas aún

no llegaban al velamen, sin embargo comenzaban a quemar

los mástiles. Sin embargo los cañones no humeaban y

ninguna bala viajaba en dirección al Evertsen.

-Cambio de planes-dijo Liselot empujando en vano el

bloque de metal.

-¿Qué haces?-preguntó Lowie apartándola de su cometido.

-Debo llegar al Puente-dijo ella.

Tanto ella, como Lowie y el hombre del otro lado

forcejearon un buen rato hasta conseguir abrir una brecha,

por la cual ambos pasaron. Corrieron a lo largo del pasillo

hasta llegar al Puente de Mando. Irrumpieron dentro y, de

inmediato, enfocaron la pantalla hasta L’Olonais. Hicieron

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

465

infinitos zoom hasta captar la cubierta y lo que vieron los

dejó sencillamente sorprendidos. Un hombre de pantalones

de calicó y camisa de seda se batía contra el Olonés.

-¡¿Jack Rackham?!-exclamó Liselot-. ¿Pero qué hace ahí?

Y efectivamente era Jack quien se enfrentaba a Jean David

Nau a espadazo limpio. La cubierta ardía alrededor de ellos

mientras dos grupos de marineros reñían entre sí. Ya había

bastantes bajas. El grupo minoritario, que tenía una

apariencia desvencijada, como si hubiese estado en prisión

varios días y no hubiese comido ni dormido bien en

suficiente tiempo, acorralaba a otro al medio de la cubierta.

El mástil mayor cayó al centro, rompiéndola. Los marineros

que estaban al medio cayeron a los camarotes, los cuales

estaban completamente calcinados.

-¡Rápido, Lowie! ¡Hay que desprender los botes!-exclamó

Liselot, corriendo hacia la cubierta A. Lodewijk la siguió

de inmediato, gritando la misma orden a cuanto tripulante

se le cruzara de por medio.

Cuando ambos llegaron a la cubierta principal Jack

Rackham y sus hombres ya comenzaban a saltar desde

L’Olonais hasta el Evertsen. Los botes cayeron a plomo

contra las verde azuladas aguas del Caribe. Liselot y

Lodewijk en persona fueron quienes recogieron al pirata

británico, quien no bien les hubo abrazado a modo de

saludo les dijo:

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

466

-Los errores se pagan caro, muchachos, tengan en cuenta

siempre eso-.

Lodewijk, mucho más perspicaz que Liselot, supo de

inmediato que el hombre hablaba en serio:

-¿Por qué lo dices, Rackham?-preguntó.

-Capitán Rackham, sigo siéndolo, muchacho. Es una larga

historia de contar, de esas que merecen ser contadas en una

buena cantina de New Providence-añadió sonriéndole a

Liselot, quien ya alucinaba con la idea de regresar a la isla-.

Sabía que podía arriesgar mi pellejo por ustedes-comentó

mientras se sentaba en el bote salvavidas, al tiempo que

dejaban atrás al navío en llamas-. Aunque me esperaba una

participación más activa por parte de ustedes-dijo con

sorna.

-Los motores se han…-Liselot quiso explicarse, pero

Lodewijk la interrumpió.

-No aquí, Liselot-dijo, señalando con la cabeza el barco

quemándose.

-¿Ha perdido muchos hombres, capitán Rackham?-preguntó

ella en cambio.

-¿Ahora? No… todos han salvado el pellejo… han sido

muy inteligentes esta vez-comentó él, mientras pasaba una

mirada por su tripulación recién rescatada.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

467

No bien hubieron puesto un pie en cubierta, Lodewijk se

decidió a indagar más.

-¿Cuáles son los errores que se pagan caro, capitán?-

preguntó mientras enarcaba burlonamente una ceja.

-Todos, naturalmente, muchacho. Todos-enfatizó luego de

dudar un poco, al tiempo que unos hombres ayudaban a

Liselot a subir a su propio barco-. Y bien, mi querida dama,

qué ha pasado con esos motores.

-Algunos se han destruido, otros las conexiones se han roto.

Sin los motores no podemos echar el barco a andar-contestó

ella.

-Naturalmente, eso me esperé-respondió él, muy ufano,

pese a que de motores no tenía ni idea-. Vamos a verlos…

¡Eh, muchachos!-exclamó a su tripulación, que ya estaba

reunida a bordo del HMNS Evertsen- ¡Vamos a echarle una

manito a la dama!

Sin decir una palabra más, se dirigió seguido por su

reducida tripulación hacia los interiores del barco. Liselot

hubiese querido guardar la poca iluminación que les

quedaba para otra oportunidad, pero Lowie y Jack

insistieron en trabajar toda la noche aunque se quedaran sin

luz para otra oportunidad. Así, al amanecer, los motores

estuvieron reparados y el Evertsen se puso nuevamente en

movimiento.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

468

-Le recomendaría, mi dama, limpiar el casco. Si estuviese

limpio, no tendría que forzar el motor-comentó Jack

mientras bebía un café junto a Liselot en la cubierta, luego

de que ella se quejara con preocupación de que el motor

pronto volvería a colapsar.

-Es de las cosas que pensaba hacer en New Providence-

contestó ella.

-Bien pensado, es de las cosas buenas que ofrecen sus

arrecifes… de las pocas cosas buenas que ofrecen…-

ironizó él.

Recién dos jornadas y media de ardua navegación más

tarde llegaron a la mentada isla. Como en dicho lugar

reinaban la anarquía y el total desenfreno no tuvieron que

pasar un peaje. Dejaron el barco atracado en el muelle ante

el recelo de la gente. Liselot quiso pasar al mercado, pero

como ya estaba anocheciendo, el capitán Rackham guió al

grupo hasta la taberna que habían visitado tres años atrás.

Abrió la puerta y el mismo penetrante aroma a ron de hace

tres años salió a recibirlos como una bofetada.

-Me sorprende que este antro siga funcionando-comentó

Jack y Lowie no pudo estar más de acuerdo. Entraron

furtivamente. Ya comenzaban las riñas-. ¡Eh! ¡Tabernera!

¡Dos jarras de ron!-exclamó y llegó una señorita con el

pedido-. ¿No te niegas, verdad?-preguntó a Liselot, quien

por respuesta inició el juego de quien se bebía primero la

jarra, aunque quedó un tanto ahogada ante el recelo de

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

469

Lowie-. Así me parece…-dijo guiándolos a la mesa- podría

decirte de inmediato lo que he venido a advertirte, pero

toda reunión es mejor con un poco de ron y una buena

historia al iniciar, después de todo, ya van tres años.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

470

Capítulo 20: “Una Historia Que Merece Ser Contada”.

Nota de Autora:

Al fin siento cómo esta historia se aclara ante mis ojos y es

la sensación más fabulosa que he sentido en mucho tiempo.

Siempre tenía todo claro hasta que se organizaran luego del

motín (estamos hablando del capítulo 17), pero luego de

eso era como tirar una cortina adelante mío… como cuando

la lluvia está demasiado fuerte y se forman cortinas de agua

y uno no ve nada al otro lado. El capítulo pasado me costó

mucho escribirlo por ese mismo motivo: no sabía cómo

empezar ni tampoco cómo iba a terminar. Era la clase de

improvisación que no me gusta hacer (porque cuando

escribo improviso muchos de los detalles de lo que estoy

relatando), porque me suena casi a rellenar, a escribir sólo

por hacerlo. Lo bueno, es que ahora escribiré consciente de

que tiene un sentido lo que escribiré.

Capítulo 20… cómo pasa el tiempo, ¡y las páginas! Ya

vamos en 257 páginas… ni yo me lo creo…

Pues, últimamente no he hecho nada que no sea escribir, así

que no tengo nada que contar, sólo que quiero sacar

capítulos como loca…

La canción del capítulo es “Fogata de Medianoche” del

excelente grupo de Folk Celta Peregrino Gris, son de Costa

Rica y me traen alucinando desde el invierno… este tema

es bastante alegre, así que calzará con el aire festivo del

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

471

capítulo y su aire a ron, festejo, historias que merecen ser

contadas y demás. Sin más, les dejo leer en paz.

Lowie y Liselot se sentaron en frente a Jack, quien ya había

colocado campechanamente las piernas sobre la mesa. La

mesera llegó de inmediato con una bandeja en la que

portaba tres botellas de ron y algo de comer, retirándose ni

bien hubo dejado esas cosas. El hombre de mar tomó una

de las botellas del gollete y le dio un trago largo, mientras

sus interlocutores lo observaban expectantes. Lodewijk

consideró que había transcurrido suficiente tiempo de

silencio.

-¿Y bien?-preguntó a Jack, quien miraba la botella como a

través de una ensoñación… ¡se sentía tan bien estar de

vuelta en casa!

El capitán Rackham reaccionó a sus palabras.

-Ya he dicho… las reuniones sociales son mejores cuando

empiezan con una buena historia… ¡Ustedes inician! ¿Qué

ha sido de sus vidas a lo largo y ancho de estos tres años?-

quiso saber Jack y, sin más, se llevó la botella a los labios.

Lowie y Liss que le conocían ya lo suficiente supieron que

de ese estado de beber cuánto se le fuese a las manos no

concluiría hasta que ellos hubiesen terminado su historia,

era la señal que les solía dar para que comenzaran.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

472

A Lowie le hubiese gustado haber sido él quien narrase lo

que habían vivido en ese tiempo. No era que desconfiase de

Jack, ya suficiente había hecho por ellos como para

comprobarles que era un aliado y, por qué no, un amigo.

Sin embargo, desconfiado como era, de seguro se hubiese

un detalle que dos: las tabernas de New Providence no eran

el lugar ideal como para hablar de temas privados… era una

lástima que la mencionada isla se fuese en puras tabernas.

Para su desgracia y, por qué no, recelo, fue Liselot quien

tomó la palabra.

Para su tranquilidad, durante esos tres años no había

sucedido nada de importancia. La última vez que se habían

visto, se habían despedido con un fuerte apretón de manos

y un gran abrazo a las puertas de esa misma taberna, y pese

a que Liselot había insistido al Calicó y a sus hombres en

que viajaran un trecho junto a ellos, Jack y su tripulación

habían declinado la oferta al tiempo que les deseaban un

buen viaje. Esa misma tarde la capitana Van der Decken

había zarpado de New Providence a bordo del HMNS

Evertsen, navío que antes comandara su fallecido padre el

Almirante Niek Van der Decken.

Como no había conectividad, los teléfonos, radares y todos

los medios de comunicación que portaban a bordo de la

nave estaban inoperativos, puesto que a pesar de que

encendían y funcionaban, a la hora de necesitar señal

dejaban de prestar utilidad. Habían aprendido a

comunicarse sin internet ni conexión telefónica.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

473

No todo era malo: habían aprendido a generar electricidad

con materiales distintos al petróleo-en tiempos de

necesidad, empleaban incluso su propia comida con esos

fines-, así que, gracias a los generadores, los refrigeradores,

la iluminación, los motores, las pantallas y toda la

tecnología seguía siéndoles de gran utilidad, incluso de

ventaja. En momentos de enfrentarse a otro barco ocupaban

aún los Lanza-Torpedos y, pese a que ahora ocupaban

cualquier cosa como proyectil menos un torpedo, les eran

de ayuda.

Habían sobrevivido a numerosos combates, tanto contra la

Armada de diversos reinos-entre ellos España, Portugal,

Inglaterra y un largo etcétera- como asaltos a navíos

mercantes, de los cuales obtenían tanto como provisiones

como productos para comerciar en Tortuga, New

Providence y otros puertos amigos.

Muchos de esos puertos amigos los fueron haciendo en el

camino. Habían conocido desde la mítica Sudáfrica hasta

Singapur. Siempre manteniendo claro su objetivo: poder

volver a casa. Habían visitado hechiceras de los más

recónditos lugares de la Tierra conocida hasta ese minuto,

sin embargo todas eran incapaces de devolverles a su lugar

de origen: una fuerza superior a ellas se los impedía.

Nunca habían olvidado su objetivo, nunca antes de haber

cumplido un año exacto de infructuosa búsqueda. Ese día

uno de los tripulantes había sugerido activar el Escudo Anti

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

474

Torpedos. No hay que olvidar que ese era el artilugio que,

una vez operado por Liselot hacía tanto tiempo, les había

transportado tres siglos al pasado. Todos se habían

mostrado muy conformes con la idea. Liselot, sintiéndose

una total tonta había presionado el botón que correspondía

a dicho implemento. El cielo despejado se había nublado de

inmediato y una fuerte tormenta eléctrica estalló. Los más

avezados en ciencia llegaron a la conclusión de que el

artefacto funcionaba en base al Campo Magnético, algo que

cobraba cada vez más sentido a medida que la tempestad se

fortalecía y que los truenos y relámpagos comenzaban a

surcar el cielo. Un rayo había conectado con la cima de la

antena y, en pocos segundos, tanto la antena, el escudo

como el control estaban completamente destruidos. La

tormenta cesó y el cielo se aclaró.

-Espero que haya funcionado-deseó un marinero.

Minutos después alguien gritó:

-¡Barco a la vista!-.

Todo fue mal desde entonces. El mentado navío era, a

juzgar por su apariencia, un velero del siglo XVIII. Se

acercaron a la baranda e hicieron señas a la gente que lo

tripulaba. No pasó mucho rato hasta que ambas cubiertas

estuvieron comunicadas y pudieron preguntar la fecha. El

capitán los miró extrañado y les dijo el día que era… era

exactamente el mismo día que antes de experimentar con el

Escudo Anti Torpedos… seguían donde los habían

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

475

dejado… no habían ni retrocedido ni regresado en el

tiempo.

Ese mismo día, todos perdieron la fe, uno a uno y, poco a

poco, olvidaron su objetivo de regresar al siglo XXI. Poco a

poco comenzó a gustarles su nueva vida, aquella que

durante tanto tiempo habían criticado y despreciado. Y así

habían llegado hasta el presente.

-La verdad es que no ha pasado mucho. Ya conoces la

rutina-bromeó Liselot al concluir la historia-. Luego nos

atacó el Olonés y nos rescataste tú… por cierto, nos

gustaría saber cómo llegaste a sus mazmorras-añadió.

-No es una historia muy digna de ser escuchada la suya,

capitana Van der Decken, ¿o es que no está bien contada? –

se burló el Calicó.

-Entonces espero que usted tenga una mejor historia que

contar, sino esta será una reunión muy lamentable, ¿no le

parece?-acotó Lowie con ironía.

-En eso estamos de acuerdo-concordó Jack.

Pasaron unos instantes de incómodo silencio en el cual cada

uno se dedicó a consumir sus alimentos. Cuando ya

estuvieron lo suficientemente cómodos como para terminar

de ponerse al tanto, Lowie enarcó una ceja:

-¿Y bien? Estamos esperando la historia… queremos saber

cómo llegaste a las mazmorras de Nau-aguijoneó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

476

-¡Oh, es una larga historia de contar!-exclamó el capitán

Rackham con una sonrisita afectada, dando al fin inicio a la

narración de sus aventuras.

Pues la verdad era una y nadie la podía negar. Aquella

mañana de 1715, cuando se habían despedido a las puertas

de la misma taberna en la que ahora comían y bebían hasta

reventar, no había tenido precisamente claro su rumbo. El

tiempo había corrido y, al cabo de unos meses, la

tripulación que los marineros del Evertsen había conocido

se había marchado de la isla enrolada en nuevos navíos.

Como el dinero comenzaba a escasearle, había vendido su

barco: The Tressaure, en una subasta oficiada en la isla, el

cual había salido bastante bien pagado y, según las últimas

noticias que había tenido, con curso a costas de las Indias

Orientales.

Sin embargo, como buen pirata que era -retirado del rubro,

pero pirata al fin y al cabo- se había dedicado a frecuentar

durante medio año las mejores tabernas de la isla, a

emborracharse como una cuba y a acostarse con las mujeres

más estupendas que dichos burdeles tenían para ofrecerle.

Y, para cuando 1716 había comenzado, estaba pobre como

una rata, sin una sola moneda sobre el cuerpo. En un inicio,

como todo filibustero, había sido capaz de aguantarlo y

había seguido su vida tal cual lo había hecho hasta ese

momento. Sin embargo, cuando había comenzado marzo de

ese mismo año su persona era una maraña de deudas y

entuertos económicos, y no había un solo comerciante en

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

477

New Providence que lo pudiera tolerar; varios ya le

amenazaban de muerte.

Entonces se había decidido recién a buscar empleo.

Hubiese querido hacerse con la capitanía de un navío, la

falta de dinero no era problema, nadie había dicho que lo

compraría, sin embargo, no le convenía si consideraba que

ese era el único puerto amigo que le quedaba y que, para

los remates, era en el que vivía.

Había llegado a la conclusión de que era mejor hacerse un

simple tripulante de un barco común y silvestre, de esos

que tanto pululaban por esos parajes… el amotinamiento

era la vía regia para la capitanía, eso lo sabía por

experiencia propia. Así que se había decidido a recorrerse

el muelle de New Providence de una punta a la otra durante

dos semanas, teniendo resultados infructuosos.

Un día había llegado a su casa –una modesta casucha del

barrio bajo, pareada a las otras construcciones de la calle,

no os imaginéis un gran palacete, que no lo es- el

gobernador de New Providence. Siendo una isla, las

noticias corrían con gran velocidad y, en muy poco tiempo,

no había un solo habitante que no estuviese enterado de las

novedades. Por ende, el mentado hombre se había enterado

de que Rackham buscaba urgentemente un empleo y, como

él regía bajo la enseña del poderoso Imperio Británico, no

le convenía en lo absoluto tener más piratas en su

jurisdicción.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

478

Como Jack era un hombre que bordeaba los 45 años y, sin

embargo, no tenía menoscabo físico –por eso entiéndase

que estaba entero, algo muy difícil si consideramos que su

oficio era la piratería, que seguía siendo ágil y que estaba

psiquiátricamente cuerdo-, podía considerarse el hombre

perfecto para lo que él quería ofrecerle: tenía experiencia de

sobra y, además, estaba entrenado para llevar una vida de

acción.

Lo que el hombre quería ofrecerle era trabajo como

informante y marinero de la Royal Navy para cazar a los

piratas y corsarios franceses, quienes estaban en franca

guerra contra Inglaterra desde hacía ya suficiente tiempo.

Eran piratas al igual como él lo había sido, sin embargo

como todo filibustero, veía primero su propia conveniencia

y luego la ajena.

Así fue como Jack Rackham se enroló en la Marina

Británica como salvoconducto de primer orden y terminó

como Contramaestre bajo las órdenes del Capitán Charles

Vane a bordo de HMS The Ranger. Navegó tranquilamente

bajo su mando todo 1716, 1717 y, ya iban a cerrar 1718…

El ajetreo había comenzado temprano aquel día. La mañana

del 23 de noviembre de 1718 los tripulantes de The Ranger

habían avistado no muy lejos un navío francés. Debido al

fuerte patriotismo que profesaban al ser marineros de la

Armada sintieron deseos de tomar la nave gala. El objetivo

de sus misiones siempre había sido capturar barcos pirata

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

479

de procedencia francesa, sin embargo, para ellos tanto

como los mercantes como los militares de dicha nación

entraban en esa poco favorecedora categoría.

Inicialmente habían pensado que era un navío mercante,

por ende el capitán Vane no había tardado en dar la orden

de atacarlos. Sin embargo, a medida que se acercaban,

notaron que era un buque de guerra. Vane ordenó huir y,

pese a que la tripulación no quería acatar ese mandato, se

vio en la obligación de obedecer. Sin embargo, eso lo

crucificó.

La mayoría de sus hombres, aún molestos por el cobarde

actuar de esa mañana, se reunieron durante la noche y, a la

mañana siguiente perpetraron un motín liderados por el

Contramaestre Rackham, quien por lo pronto volvió a ser

capitán. ¿Qué sucedió con Vane? Fue abandonado en una

isla desierta junto a los pocos tripulantes que le fueron

leales… algo que no les valió de mucho, por lo demás.

Desde entonces, aburridos por la rutinaria vida que

llevaban, izaron la Jolly Roger con todas sus ganas y

adoptaron una nueva vida. Se dedicaron al asalto de

pequeñas naves –conscientes de lo poco preparados que

estaban aún para emprenderla contra bajeles de otras

proporciones- y saltaron de puerto en puerto.

-Ahora la flota británica nos persigue-acotó Jack.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

480

-No creo que en un mes se hayan enterado-replicó Lowie,

menospreciando como siempre la forma de vida de la

época.

-Puede que Su Majestad-dijo Jack con mohín burlón- no se

haya enterado aún de esta traición, pero eso no quita que la

flota de Port Royal me esté pisando los talones.

Ante eso Lowie no tuvo nada que acotar y la historia

continuó.

El capitán Rackham podría haberse preocupado de sus

propios asuntos y no haber vuelto jamás a ver a Liselot Van

der Decken, de hecho ya tenía suficientes problemas como

para preocuparse de los ajenos, sin embargo algo le decía

que el asunto era importante. Apenas unos días después del

motín se había enterado en la interesante Isla Tortuga de la

presencia de un tal Contramaestre Sheefnek en el Mar

Caribe. En una primera instancia había pensado en Lowie,

sin embargo, las descripciones coincidían en un hombre

maduro y arrogante, tal como él recordaba al padre de

Lodewijk, aquel hombre contra el que se habían amotinado

los marineros del Evertsen tres años atrás.

Se dedicó un día entero a saltar de taberna en taberna –que

en la isla había muchas por recorrer- para captar suficiente

información del hombre, presintiendo que su presencia

precedía a algo muy serio, no en vano había dejado de oír

por tanto tiempo de él, llegando a creerlo muerto luego del

motín. No obtuvo mayor información de su cometido, pero

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

481

sí fue capaz de encontrarse en el muelle a alguien muy

conocido: Jean David Nau, capitán de L’Olonais.

Arrastraba detrás de sí a una muchacha de apariencia altiva,

ella no superaría los dieciséis años de edad. Algo le inspiró

a seguirle, instinto quizá. Conocía lo suficientemente bien a

Nau como para saber que algo tramaba, pese a que la

escena no salía de lo común –era bastantemente normal

verlo arrastrando detrás de sí con cuerdas o cadenas a algún

pobre desdichado, a menudo mujeres o esclavos-. Hubiese

abandonado su cometido a mitad de camino si el francés no

se hubiese detenido y no hubiese dicho en dirección a uno

de sus hombres:

-Lleva esto a Sheefnek de inmediato-al tiempo que le

entregaba un mensaje.

El hombre se apresuró a desaparecer sin siquiera reparar en

la presencia de dos hombres que aguardaban en la

penumbra de la calle.

-Pronto vas a estar en tu nueva casa… Sheefnek estará

complacido-dijo con sorna en dirección a la muchacha, y

podríamos detenernos a detallar todos los improperios que

le dirigió, pero no valdría la pena.

La mención al hombre que tanto buscaba sumado a la

imagen de esa pobre desdichada le dieron una completa

perspectiva de la situación. Se volteó en dirección al

marinero que le acompañaba, quien ahora ejercía de

Segundo al Mando.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

482

-Sigan a L’Olonais-dijo.

-¡Sí, mi capitán!-exclamó el hombre al tiempo que Jack se

alejaba-. ¿No viene usted, capitán?-preguntó.

-¿Acaso lo crees?-preguntó Jack mientras se perdía en la

penumbra.

Acto seguido se coló a las mazmorras de L’Olonais, donde

estaba la muchacha que había visto antes en la calle.

Sostuvo una interesante charla con ella y, cuando

anochecía, divisó a su propio barco a través de un boquete.

Se despidió educadamente de la joven, prometiéndole que

volverían pronto a verse, y se escapó del bajel. Al cabo de

unos minutos estaba nuevamente al amparo de su propio

navío.

A la mañana siguiente dos barcos se reunían delante suyo:

L’Olonais y el catalejo le decía que el otro iba capitaneado

por quien fuera antes el Contramaestre Dirck Sheefnek. Se

unieron ambas cubiertas por una plancha, la muchacha pasó

a la cubierta –y luego a las mazmorras- del navío de

Sheefnek, hubo dinero y apretones de manos de por medio.

Como había planeado, Rackham atacó ambos barcos, sin

embargo The Ranger terminó hundido en el fondo del

océano y su tripulación en las mazmorras de L’Olonais. Así

transcurrió el tiempo hasta el encuentro con el HMNS

Evertsen.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

483

-Dime ahora, ¿te suena una Ivanna Van der Decken? Está

en grave peligro…-.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

484

Capítulo 21: “Los Recuerdos que Había Sepultado”.

Nota de Autora:

Ahoi, ¿qué va? Sé que esto es extraño… tercera vez que los

saludo el día de hoy… Me encanta esta sensación. El día de

hoy ha sido uno de los más maravillosos de mi vida, he

escrito todo el día y se siente muy bien… He publicado dos

veces… de verdad se nota que quería puro escribir cuando

saliera de clases. Pues no voy a rellenarles más ni a llorarles

mis penas, me limitaré a decirles que el tema del capítulo es

“Letter to Dana” de una de mis bandas favoritas, me refiero

a Sonata Arctica, la cual es de Finlandia. Esta canción es de

esas que puedo escuchar una y otra y otra vez, sin parar, y

embeberme de su letra, de su significado tan triste y tan

bonito a la vez. Disfrútenlo, es lo único que puedo

desearles.

Una semana después: Me he topado con tres sorpresas, dos

gratas y una non-grata. La primera es grata: los tres últimos

capítulos que he subido (18, 19 y 20) han recibido 30, 27 y

24 visitas respectivamente, lo cual es algo

considerablemente bueno para mí. La segunda es non-grata:

los tres capítulos están evaluados con una, sólo una,

estrella… es triste ver que me maté trabajando sólo para

eso… prefiero pensar que es Foggwill –o como se escriba-

que ha vuelto con sus archi-conocidas intenciones de

joderme la pita.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

485

La tercera sorpresa fue muy grata: alguien dejó un

comentario, por lo demás positivo, en mi libro de visitas, en

una época en que yo pensaba que Mariette Sparrow no le

importaba a nadie. Pues, mis respetos y agradecimientos a

Biyu, quien es el cuentero que ha comentado mi Libro de

Visitas… estimado, siempre sé perseverante, yo tendría que

haberme rendido hace rato, La Leyenda del Holandés

Errante me ha tomado mucho tiempo y disyuntivas y, de

haber decidido no seguir, hoy no recibiría tus felicitaciones

por mi trabajo, que es algo que aprecio mucho. Me alegro a

montones de que te haya gustado La Rosa de los Vientos,

es una gran canción, hace un tiempo era mi favorita…

ahora de Mägo de Oz te recomiendo No Queda Sino

Batirnos y, bueno, de más está mencionar el disco en que

sale La Rosa de los Vientos: Gaia I, aunque en general la

trilogía de Gaia y su respectivo disco de Epílogo son de lo

más recomendable que tiene esta banda.

Hum… ¿qué más puedo contar después de una semana de

desaparecida? ¡Que se pasen por el Facebook de Chile Va!

UTalca, ahí están posteadas en la sección de Publicaciones

–abajo, a la izquierda- mis bitácoras y las de otros chicos.

Podría detenerme mucho en esta nota de autora acerca de lo

genial que fue esta experiencia, tan bien organizada… pero

no es la idea, si estáis aquí es porque queréis leer de Liselot,

Lowie, el odioso Sheefnek, el genialísimo Jack Rackham y

la re-aparecida –de quien yo creo os habíais olvidado-

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

486

Ivanna. Así que, si queréis saber qué tal estuvo, leed las

bitácoras.

Antes de despedirme, quiero decir que dedico este capítulo

a todos los chicos y chicas que hicieron esto posible y tan

genial.

Y, no sólo a ellos. Ayer, vía WhatsApp una estudiante de

psicología me dio su crítica acerca del progreso de la

Esquizofrenia en nuestra querida Sophie Van der Decken –

a quien espero que extrañéis, porque yo la extraño mucho-

y me ha dicho que le resultó una total confusión de mundos

el capítulo 18 –en el cual Sophie y Aliet mueren- y que,

además, le ha gustado, porque así es la evolución de esta

enfermedad en los casos más graves. Me he sentido

bastante orgullosa, porque eso era exactamente lo que yo

quería lograr. Así que, un saludo a Carolina, la susodicha

estudiante de psicología. Pues, mi teoría personal –creo que

nunca lo sabré de cierto- a por qué Aliet nunca medicó a

Sophie es porque venía recién saliendo de una depresión,

por no decir que aún estaba inmersa en ella, y aún no podía

pensar con claridad. Después de que Niek, Liselot e Ivanna

desaparecieron ella tenía muchas cosas en qué pensar y

nunca fue capaz de priorizar, ni entender que ayudar a

Sophie era más importante que esperar a su familia sin

hacer nada.

Ahora sí, con vosotros, el capítulo…

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

487

Lowie, más por instinto que por otra cosa, rodeó con los

brazos a Liselot, mientras ella se sentía desfallecer. Sin

embargo su cabeza reacomodó su lista de prioridades.

-Debes de estar bromeando-fue lo primero que consiguió

articular.

-Me temo que no, mi dama-fue la respuesta de Jack.

Liselot sintió cómo se desvanecía cada fibra de su cuerpo y

el ánimo la dejaba de a poco.

-Oh… Ivanna-murmuró.

Sintió cómo todos los recuerdos que durante tres años se

había empeñado en callar, volviendo a sus padres y

hermanas una visión muy lejana, retornaban a su cabeza

luego de un sueño muy profundo. Se sintió mal… se sintió

una vil traidora… Se hubiese desmayado si Lowie no

hubiese intervenido:

-Eso es lo que venías a advertir, ¿cierto?-.

Hubo un silencio de muerte entre los tres, que sólo Liselot

se atrevió a romper.

-¿Cómo es que llegó aquí? ¿Bajo qué peligro está?-

preguntó.

-Mi dama, no creas que te conté la historia de la señorita en

las mazmorras de Sheefnek sólo por que sí. Nosotros

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

488

manejamos el azar-respondió Jack extendiendo los brazos y

haciendo un gesto que demostraba que la explicación era

demasiado obvia como para decirla.

Liselot sintió que ahora sencillamente moriría. No podía ser

posible. Había visto suficiente mundo como para

comprender lo que estaba pasando. Ivanna, aquella mocosa

que solía hacerle bromas pesadas y a quien se había

empeñado en olvidar, estaba ahí y en peligro. Y no bajo

cualquier peligro, sino que estaba bajo la garra de los dos

hombres más crueles de ese momento: el sanguinario Jean

David Nau y el frío Dirck Sheefnek. ¿Cómo había llegado

ahí? ¿Cuándo había llegado ahí? ¿Con qué objetivo? Por

tres años había estado todo bien… ahora Ivanna tendría

dieciséis años ¡Cómo pasaba el tiempo de rápido! ¿Cómo

sería físicamente? ¿Qué le gustaría hacer? No pudo evitar

que una sonrisa se le escapase al pensar en su hermana

luego de tanto tiempo… ¿para qué la querría Naomie?

¿Cuál era el sentido de todo eso? Durante tantos años se

había confiado, había creído que Naomie la había dejado en

paz y que felizmente de que todo había terminado. Había

tenido la fe de que en casa ya no les lloraban ni a ella ni a

su padre y que ahora todos eran felices de nuevo, quizá con

la espina clavada en el fondo del corazón, pero que se

realizaban y que ella y su padre se desvanecían, lentamente,

como el humo de un cigarrillo, en las sombras de los

retratos de la sala. Había creído que había sido lo mejor, en

el fondo de su corazón. Sin embargo, luego de tres años,

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

489

cuando creía que su vida era casi perfecta, su mundo se

ponía de cabeza.

-¿Mi madre y Sophie están bien? ¿Están en Holanda? ¿En

casa?-preguntó… aún no quería caer en la realidad ni sudar

frío.

-No lo sabe de cierto… las ha buscado por tres años sin

encontrarlas… supone que están en Holanda en el siglo

XXI… prefiere no contemplar la probabilidad de que hayan

muerto-contestó Jack.

Muertas… eso era justo lo que faltaba… su cerebro procesó

por arte de magia, nadie se hubiese esperado que ella

razonara en ese estado de pánico.

-¿Hace tres años, dices?-preguntó.

-Aye, milady-respondió Jack con esa voz mística y

enronquecida por el ron que tanto le caracterizaba.

Por primera vez en tres años, desde que muriese su padre,

maldijo con su alma a Naomie y sintió lo que era la primera

vez que odiabas a alguien otra vez…

-¿Por qué tres años?-preguntó.

-No se preocupe en pensar, mi dama… si lo hace no

sabemos qué historia saldrá de su cabeza-aconsejó Jack y,

definitivamente, tomó la palabra.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

490

En agosto de hace tres años, tus hermanas Sophie e Ivanna

salían de la escuela y, al pasar cerca de la Plaza, notaron

que los empleados del municipio se afanaban en montar el

escenario principal de la feria que todos los años en

Ámsterdam, ¿lo recuerdas? El ambiente era festivo por

todos lados, estoy seguro de que lo recuerdas. ¿Te imaginas

lo triste que es llegar a casa y ver que tu mamá está tan

triste que ni siquiera baja a almorzar? Ellas sintieron que

necesitaban hacer algo…

Un día iban tranquilamente por la feria, mirando puesto por

puesto y se encontraron, de pronto, con una maga. Decía

llamarse Naomie y portaba una bandeja de plata, la cual

llenaba de agua… ella decía que si observabas en ese

Espejo verías reflejos del pasado, el presente y el futuro.

¡Ah! ¡Naomie! ¡Te suena ese nombre! Si quieres maldecirla

con toda tu alma, no dudes en hacerlo, yo te ayudo. Es por

ella que estás aquí… pero nunca olvides que también es por

algo.

¿Quieres saber qué es lo que vieron tus hermanas ahí?

Vieron cómo su padre moría y su hermana mayor era

besada de forma indecorosa por el contramaestre Sheefnek.

¿Te duele? ¡Pues eso no es todo, milady! Descubrieron que

ese Espejo se llamaba el Espejo de Grecia y era

ampliamente conocido por los gitanos de un campamento a

las afueras de tu ciudad… hablaron con los gitanos y ellos

decidieron oficiar un conjuro para traerlas al siglo XVIII…

lamentablemente a mitad del rito tu madre llegó a detenerlo

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

491

todo y consiguió devolver a Sophie al siglo XXI, al menos

eso cree Ivanna, pues fue la única que llegó hasta aquí.

Aterrizó en el desierto del Sahara una madrugada, ella

recuerda que ya iba a amanecer… es un milagro que no se

haya congelado… El caso es que sobrevivió, pidió ayuda a

los Bereberes del desierto y los acompañó en su caravana

hasta llegar a la costa occidental de África. Ahí se subió en

un barco tras otro siguiendo cada noticia que tenía de ti…

hasta que tuvo la mala fortuna de repetir su nombre en una

taberna.

Van der Decken… ese apellido le quedó dando vuelta en la

cabeza a Jean David Nau… en un inicio pensó que eras tú,

mi querida dama. Un tal Dirck Sheefnek lo había

contratado para darte caza, sabía que tú no accederías a

tratar con él y que nuestro amigo aquí presente conocía

cada treta de su padre… pero ante el Olonés o es la prisión

o es la muerte. Es un tirano y uno inquebrantable. Mandó

un mensaje y supo que no te llamabas Ivanna, ni que eras

rubia ni despampanante, pero sí supo que tenías una

hermana y que Dirck Sheefnek la quería sí o sí para su

haber. Como estaba bajo paga no tuvo problema en ir tras

ella… pero no sabía que yo había salido de New

Providence movido por la curiosidad de oír de él luego de

tres años de ignorar su paradero.

Fue así cómo conocí a tu hermana Ivanna en las mazmorras

de L’Olonais… reaccionó de inmediato a tu nombre.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

492

Tenemos una aliada en el bando contrario, Liselot, una muy

poderosa. Ella haría cualquier cosa por ti, ya no le importa

hacer ni más ni menos: lleva tres años padeciendo todo lo

que consideraba imposible por seguir tus huesos. Y debes

saber que el enemigo no le hará nada. ¿Crees que ellos te

buscan sólo porque sí? Tu hermana les sirve mejor viva que

muerta. Incluso correrán a cumplir sus deseos, saben que

sin ella todo su plan se desmoronará.

Jack vació por completo su botella, no quedó ni una gota

en el interior del recipiente. La golpeó contra la

desvencijada mesa de madera, demostrando a viva voz que

se la había acabado y que quería otra. Estiró los brazos en

forma de cruz y los posó detrás de su nuca. Un silencio

tenso envolvió la mesa. Una jovencita se acercó a reponer

la botella y se marchó.

-¿Por qué la tienen?-preguntó Liss. La botella que tenía en

la mano se hizo pedazos, toda ella temblaba sin parar.

El Calicó se limitó a enarcar la ceja con un cierto aire

burlón. Lodewijk le dedicó una mirada asesina,

recomendándole que se guardara todos los comentarios que

no iban con fines productivos. Acto seguido le dirigió una

mirada cargada de duda. Por tres años se había olvidado de

su padre, su peor pesadilla, y resulta que ahora, de la nada,

volvía a aparecer. Eso no iba a ser bueno para el Evertsen,

para nada bueno de hecho; era mejor saberlo de sentado que

quedarse con la duda.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

493

-Dos personas dijeron el nombre de Naomie demasiado

cerca de quien no debían-dijo Jack.

Liselot se removió nerviosa en su silla. Tres años después

ese maldito nombre, una y mil veces maldito, seguía

penándola; ¿por qué? ¿Con qué fin? ¿Qué podía ella darle a

Naomie que antes no le hubiera dado? Lodewijk la rodeó

con el brazo atrayéndola hacia sí.

-Tranquila-dijo Jack con un sonsonete irónicamente festivo-

, alégrate, que una de ellas no has sido tú.

Poco a poco los hombros de Liselot fueron relajándose.

-¿A quién podría interesarle el nombre de un fantasma?-

ladró Lowie.

-A otra persona que haya conocido a ese fantasma-dijo Jack

jugueteando con el gollete de la botella.

Lowie le dirigió otra mirada asesina con toda su alma. Jack,

que conocía a la perfección al muchacho, sabía interpretar

su mímica y reconoció la duda.

-Jean David Nau no tuvo un último encuentro con la tal

Naomie, eso le oí decir y es de hecho lo último que se

pregona entre los puertos de Inglaterra, me extraña que no

lo sepáis-opinó con un tono de voz sarcásticamente

afectado.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

494

Lodewijk prefirió no pensar en cómo Jack había llegado tan

recientemente a los puertos de Inglaterra y sus chorromil

tabernas para enterarse de las novedades. Ante eso, prefirió

concentrarse en cómo había llegado a saberse.

-Y supongo que mi padre le mostró el esqueleto al perro-

ironizó.

-Siempre me admiré de tu inteligencia, muchacho, quiero

que lo sepas-ironizó.

Entonces Lodewijk vio con toda claridad cómo el cuadro se

conformaba ante sus ojos. Su mente voló a los movidos

puertos mercantes de Inglaterra, específicamente a

Liverpool.

Era un mediodía común y corriente de otoño, no más de dos

meses atrás. En una de las tantas tabernas que pululaban en

el muelle un hombre macizo y bajo almorzaba. Tenía el

ceño fruncido y se limitaba a consumir su sopa de pollo con

gesto malhumorado. Un hombre irrumpió en la taberna

abriendo la puerta de un solo portazo. La campanilla

tintineó con ganas. El mismo hombre, quien no era sino un

muchacho que no sobrepasaba los veinticinco años, largó

una risotada con ganas y palmeó la espalda de otro que

estaba en la barra, bebiendo una cerveza. Ambos se

abrazaron con aire festivo. Su poderoso acento francés

llamó la atención de aquel hombre de mediana edad y gesto

malhumorado que bebía sopa de pollo, y, como no tenía

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

495

nada mejor que hacer, se dedicó a seguir su conversación

con el oído bien puesto.

-¿Qué haces por aquí, Jean Pierre?-preguntó el joven que

estaba en la barra, corriéndose en el taburete para hacerle

un espacio al amigo.

-La tripulación atracó aquí-dijo Jean Pierre.

El amigo pareció atorarse con su cerveza, le dirigió una

mirada llena de pánico y trató de contestar algo coherente.

-¿Ahora navegas de honesto?-preguntó.

-Eso debes ver-respondió Jean Pierre un poco nervioso.

-¿Quién?-preguntó el amigo con total y sincera curiosidad.

-El Olonés-contestó Jean Pierre.

El amigo se atragantó otra vez, tosió un poco y se dedicó a

regañar a Jean Pierre por un buen rato, preocupándose de

hacerle notar lo loco que estaba por navegar con semejante

hombre. Cuando se aburrió de ese monólogo que estaba por

irritar al otro, se decidió a preguntar algo más cuerdo.

-¿Qué están haciendo aquí?-inquirió en voz baja.

-Dime, amigo, ¿Has oído hablar de una tal Naomie?-

preguntó Jean Pierre cuidándose de hablar lo más bajo

posible.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

496

-Han pasado muchas mujeres por mi vida y ninguna se

llamaba Naomie… ¡qué nombre más raro!-exclamó el

amigo.

-¡Anda, grandísimo animal, no me refiero a eso!-exclamó

Jean Pierre golpeándole el pectoral-. Hablo de una

hechicera, una de temer. Dicen que viste como las Antiguas

Griegas, ¿recuerdas la Academia de Marsella? Como las

mujeres del mural-aclaró.

-La del medio era hermosa-suspiró el amigo, al tiempo que

Jean Pierre le golpeaba el pectoral otra vez.

-Aparece y desaparece a voluntad de los lugares. Da

grandes consejos y maneja la magia al nivel de ser capaz de

mantenerte con vida cuando estás muriendo y transportarte

de un lugar a otro. Sólo que no siempre lo hace cuando lo

necesitas… muchas veces te hace el favor porque en

realidad ella necesita algo de ti. Y no te esperes verla a

voluntad: puedes conocer a alguien que hable con ella, que

esté hablando con ella justo aquí y ahora y no verla en

ningún momento-dijo Jean Pierre con un especial

magnetismo en la voz.

-Entonces supongo que El Olonés tuvo un enredo con esa

mujer-acotó el amigo.

-No podría decirlo mejor… y la busca con desesperación

para hacerla pagar-dijo Jean Pierre con el mismo

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

497

magnetismo que había empleado antes para describir a

Naomie.

Tanto como él y su amigo ordenaron el almuerzo y, un

hombre de mediana edad, macizo y aspecto malhumorado,

que comía una sopa al tiempo que prestaba atención a su

plática esbozó una sonrisa maliciosa.

De alguna parte le sonaba el nombre Naomie… de cierta

mocosa que le había quitado el barco que le pertenecía por

derecho y que atribuía a una mujer mágica todo lo que

sabía y tenía. El amigo de Jean Pierre se levantó de la barra,

se despidió con un palmeo en la espalda. La clientela del

mediodía comenzó a irse hasta que quedaron solamente

Jean Pierre y el hombre.

Jean Pierre se despidió con un apretón de manos de la

posadera y, cuando estaba haciendo amago de salir, un

apretón en su brazo le detuvo. Sacó sin pensar una daga y

una llave de karate lo redujo.

-Así que te llamas Jean Pierre y navegas para El Olonés-

susurró la voz, con un fuerte acento holandés-. Mi nombre

es Dirck Sheefnek, soy capitán del HMNS Evertsen y sé

todo lo que necesitas saber de una tal Naomie… una mujer

que hace magia y es vista sólo por quien quiere que la

vea… ¿te interesa?

Ambos hombres salieron de la taberna. Afuera comenzaban

a arremolinarse las nubes de una de las primeras lluvias

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

498

otoñales. Se subieron a un barco, un velero. Jean Pierre

golpeó la puerta del Puente de Mando y, tras informar a su

brutal capitán que alguien le esperaba, se apresuró a

retirarse.

Los ojos del capitán de L’Olonais se salieron de sus órbitas

apenas vieron al hombre que le aguardaba. ¿Acaso no era

aquel el mismo Contramaestre papanatas que hace tres años

le había impedido tomar El Holandés Errante? Sacó el sable

de su funda y estaba por asestar el golpe cuando Dirck sacó

la voz:

-Paz, amigo… ¿te suena el nombre Naomie?-preguntó con

aparente seguridad, aunque en su interior estaba muerto de

miedo.

La espada detuvo su trayectoria. Se detuvo, pero no bajó.

Dirck, agradeciendo la oportunidad que tenía de hablar

antes de ser rebanado en pedacitos, comenzó a exponer sus

términos:

-Yo sé que buscas a esa tal Naomie, de hecho tú y yo

buscamos a la misma persona: Liselot Van der Decken. Esa

muchachita, hija de mi difunto almirante, de quien he

sabido hace poco que sigue con vida, navegando en el

Evertsen, tenía contacto con Naomie. De hecho, eran muy

amigas… si alguien sabe dónde ubicarla, es Liselot-dijo.

El brutal capitán del temido navío francés bajó la guardia.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

499

-De hecho, tú la buscas por la tal Naomie… y yo la busco

porque quiero volver a mi tiempo y a mi país… quiero

regresar al siglo XXI: no soporto vivir aquí. Así que, vengo

a proponerte un trato…-dijo Dirck.

-¡Habla, te escucho!-exclamó Nau, enfundando

definitivamente su espada.

-Bien, muy bien… Yo te doy todas las indicaciones para

que encuentres a Liselot, te la describo de pies a cabeza y te

digo todo lo que necesitas saber para encontrarla. Entonces

tú la traes hasta aquí y…-no alcanzó a completar la idea.

-Si tanto la buscas, ¿por qué no vas a por ella tú mismo?-le

ladró Nau.

-Porque si yo voy a por ella sencillamente no vendrá… sabe

lo que quiero-dijo Dirck-. Te propongo un trato: te la

describo de pies a cabeza, tú la traes, obtienes los datos de

Naomie y yo cómo obtener a casa y, además, te quedas el

Evertsen… ¿qué dices?

Y ante tal desperdicio de palabras tan bien dichas, Jean

David Nau no tuvo nada que decir, excepto que estaba de

acuerdo totalmente.

Pasaron los meses y, en el proceso, se encontraron una tal

Ivanna Van der Decken, la carnada ideal para atraer a

Liselot, capturarla y acabarla. Oportunidades así se tienen

sólo una vez en la vida.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

500

-Mi muchacho… tienes una imaginación prodigiosa…

conoces muy bien al cerdo de tu padre-dijo Jack cuando

ambos terminaron de construir el relato de cómo habían

dado con la pobre e inocente Ivanna –inocente en todo este

asunto, claro-.

Lodewijk se limitó a omitir los comentarios al respecto y se

concentró en lo que realmente importaba. Miró a su amiga

y preguntó:

-¿Y? ¿Qué vas a hacer?-.

Liselot, que aún estaba en estado de shock, mirando al

frente y temblando, reguló su cabeza y se limitó a decir:

-Iré a buscarla-fortaleciendo su voz en grado superlativo.

-Eso es justo lo que quieren. Al final no tendrán compasión

ni contigo ni por ella-dijo Lowie intentando hacerla entrar

en razón.

-¡Eso no me importa, iré a buscarla!-dijo Liselot, era

primera vez que Lodewijk y Jack la oían gritar-. ¡Lowie,

ordena que de inmediato vayan a por provisiones!

¡Zarparemos mañana cuando suba la marea!

Se puso de pie de inmediato, tomando sus pertenencias y

dejando la botella a medio vaciar en la mesa. Lowie la

sostuvo del brazo y la miró completamente orgulloso de la

mujer en que se había convertido.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

501

-Si alguien muere aquí, soy yo… Yo entraré al refugio de

Sheefnek… Jack y yo tenemos detalles acerca de los cuales

hablar largo y tendido-dijo.

-No será ni aquí ni ahora… es una conversación en la cual

voy a participar… tengo mis dudas al respecto de muchas

cosas-dijo ella.

-No puedo estar más de acuerdo-dijo Lowie al tiempo que

la soltaba.

-¡Atención todos! ¡Pónganse de pie! ¡Mañana zarpamos

con la marea alta! ¡Pónganse a trabajar!-exclamó.

Sus marineros, ya demasiado confundidos como para acotar

cualquier cosa, se limitaron a ponerse de pie, pagar la

cuenta y largarse lo antes posible a la espera de órdenes

más completas.

Cuando cerró la puerta del local, Liselot Van der Decken

sintió cómo sus ojos liberaban las lágrimas que había

contenido por espacio de casi una hora.

Ivanna, mi querida Ivanna… nuestro padre murió, fue una

horrible noche… No me gustaría molestarte más, ya soy

una suficiente molestia. Esperaste que volviéramos, pero te

aburriste y viniste a por nosotros.

Podría querer que mis oídos me traicionaran, pero lo que ha

dicho Jack es cierto, no tiene razón para mentir. Creo que

sencillamente mi corazón no puede resistirlo….

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

502

-¡Liselot!-escuchó a Lodewijk gritar. El muchacho corría

detrás de ella.

Volteó para verlo al tiempo que él la agarraba del brazo y

susurraba Liss. Sintió cómo las lágrimas rodaban por su

mejilla y los dedos de su mejor amigo las secaban.

-¿A dónde vas, Liss?-preguntó él.

-Al mercado, voy a comprar provisiones-contestó ella.

-No puedes ir tú sola, Liss-le dijo él, mirándola con ternura.

-Cierto… tienes razón-afirmó ella con una triste sonrisa.

Lowie la afirmó de los hombros y echó a andar con ella,

siempre pensando que era una idea pésima ir a esa hora al

mercado, especialmente para una mujer… pero sabiendo

que ella no se quedaría tranquila hasta que todo estuviese

listo para partir. Un grupo de marineros se les unieron, un

poco sorprendidos por el diametral cambio de ánimo de

Liselot.

Ivanna, hermanita… ¿mamá ha muerto? Por favor

respóndeme, dime que no. ¿Sophie está bien? ¿Dónde están

ellas? ¿Dónde estás tú? Sé que desearías que yo regresara a

casa, sé que quizá me odiarás de por vida porque papá

murió. Por favor perdóname, prometo que no haré más

estas cosas ni que te obligaré nunca más a esperar día tras

día a que yo, Liselot estuviera a tu lado, yo, Liselot, que

partí de casa sin querer para nunca volver.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

503

No puedes sorprenderme más, hermanita… nunca me

hubiese esperado que estuvieses aquí. Desearía que jamás

hubieses venido. Sería mejor eso: no vernos más, que verte

engrilletada en esas paredes que tanto me ha costado dejar.

¿Por qué te ha costado tanto dejarme ir?

-Ella me odia-dijo Liselot.

-¿Quién?-preguntó Lodewijk.

-Ivanna-contestó Liselot con las lágrimas cayéndole.

-No lo creo… de otra forma jamás hubiese llegado aquí-

dijo Lodewijk acariciándole el hombro.

-Quiere vengarse-contestó ella sin poder evitar que se le

quebrara la voz.

-Ella sabe que es tu fantasma: te da pánico, pero también te

trae esperanzas-contestó Lodewijk.

Liselot lo levantó la mirada y Lodewijk bajó los labios

hasta el oído de su mejor amiga.

-Si ella ha llegado hasta aquí es porque sabe cómo hacerlo,

¿no crees?... ¿Quién te dice que no sabe cómo recorrer el

camino hacia atrás?-preguntó.

La esperanza surgió en los ojos de Liselot. El comercio

bullía a su alrededor. Sus hombres compraban una cosa,

luego la otra. Emprendieron el camino de regreso al muelle.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

504

-Me olvidé por tanto tiempo de ella. Quise sepultar a mi

madre, a Ivanna… a Sophie-murmuró-. Y aquí están otra

vez. Ellas sufrieron, ellas lloraron. Ellas me buscaron,

Lowie. Sophie e Ivanna quisieron venir; Ivanna llegó. Se ha

sacrificado. Lleva tres años aquí, sola, ¿sabes lo que son

tres años? Con mucha suerte sigue viva. Quizá cuánto ha

sufrido... quizá ya ni siquiera es la misma. Ellas se

dedicaron a buscarme, ellas no me olvidaron… y yo me

dediqué a olvidarlas… Me dediqué a no estar…

Llegaron al muelle. Entre los arrecifes de coral los hombres

de Jack Rackham limpiaban el casco metálico del Evertsen,

dejándolo libre de conchas marinas habitadas o sin

animales en su interior. Los marineros holandeses

especializados en el manejo de las máquinas accionaban las

válvulas, turbinas, hélices y motores que salían del casco de

la nave para poderlos limpiar de forma más rápida.

-¡Capitana Van der Decken!-le gritó uno de los piratas de

Jack, portando una enorme bolsa-. El casco estaba lleno de

mariscos. Son suyos. Véndalos para obtener mejores

provisiones. Que tenga buen viaje-dijo el hombre y, acto

seguido, volvió a limpiar con su cuchilla el casco con

renovadas ganas.

La Capitana Liselot Van der Decken se quedó parada donde

la habían dejado, pasmada. Tantas cosas habían pasado en

apenas dos días. La imagen de Ivanna volvió a aparecer en

su cabeza.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

505

Creo que con esto ya has dicho que me esperarías por

siempre, debes saber que en mi nueva vida está mi puntal…

deben dejarme ir, deben olvidarme… yo ya soy pasado.

Debes mentir a mamá, es pecado, lo sé; con esto te meto en

un lío, pero te prometo que será el último. Tú no me has

encontrado y no volverás a buscarme antes de que el sol se

ponga detrás de mi tumba.

-¡Milady!-exclamó Jack, perturbándola nuevamente.

-¿Sí, Jack?-contestó apenas sí con un hilo de voz.

-Las provisiones han llegado-dijo él, señalando con una

mano a sus hombres y a los marineros holandeses que

subían por una rampla hasta la cubierta y luego la bodega

del Evertsen tanto animales, como forraje para ellos, y

agua, muchísima agua.

-¿En ese saco hay suficiente como para una cabra?-

preguntó ella con la voz muerta.

Jack se agachó a ver y arrugó la nariz con disgusto.

-Una cabra, un novillo y una nueva gallina ponedora-

confirmó.

-Y charqui y más agua, cuánto menos-acotó Lowie

acercándose a ver.

Luego de dudar un poco, Jack se echó el saco al hombro.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

506

-Dentro de una hora tendrás eso y mucho más-acotó

guiñando el ojo y alejándose en la bruma de la madrugada.

Liselot suspiró preocupada, mientras se alistaban los

últimos preparativos…

-Pronto todo estará listo para ir tras la caza de Ivanna Van

der Decken-suspiró.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

507

Capítulo 22: “La Caza Por Ivanna Van der Decken”.

Nota de Autora:

¡Ahoi a todo el mundo! ¿Cómo están ustedes? Me es muy

grato saludarlos ahora, cada vez más seguido,

especialmente ahora que los venía extrañando cada vez

más.

Pues, primero que todo, quiero dedicar este capítulo a

alguien muy muy muy importante para mí. En estos dos

días de amistad –porque sí, nos conocemos de hace muy

poquito, hace apenas una semana, y somos amigos

propiamente tal desde hace apenas dos días- nos ha tocado

vivir cosas muy fuertes, realmente dolorosas; y nos hubiese

resultado muy difícil continuar si no nos hubiésemos tenido

el uno al otro. Martín, querido pequeño Hobbit, tu amistad

es muy importante para mí, gracias por ser mi amigo y

darme tu confianza y, sobretodo, tu cercanía y seguridad.

Eres una gran persona y me siento muy feliz de haberte

conocido. Quiero que sepas que siempre estaré ahí para ti,

pequeño Hobbit… gracias por todo…

Bueno, luego del minuto lacrimógeno de esta nota de

autora, quiero deciros que sí, han sido días muy fuertes –y

si estoy ahora coherentemente escribiendo esto, lo repito,

es gracias a Martín-, la he pasado quizá un poco mal y han

pasado cosas tristes. Si alguno de vosotros aprecia a

Mariette Sparrow aunque sea un poco, le pediría por favor

que investigue todo lo que pueda acerca de la Parálisis del

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

508

Sueño –y me lo haga saber, por supuesto-, creo que me está

pasando y no es nada agradable.

Bueno, luego de haberme puesto tan sentimental y haber

duchado gratuitamente al teclado –que ni culpa tenía en

todo esto-, paso a decir que me quedó algo por contestar a

la estudiante de psicología del capítulo anterior… ella me

preguntó por qué Aliet no volvió a contactar a los gitanos

que oficiaron el conjuro al ver cómo nuestra pequeña,

querida y adorada Sophie –a quien sigo extrañando

mucho… su sarcasmo me alegraba el día… quizá volvamos

a verla en algún flashback… quién sabe- se agravaba en su

estado mental. De paso con decirle que es una excelente

pregunta, aprovecho de contestarle que fue porque ella

siempre fue una intelectual –algo que se evidencia en su

estatus profesional al inicio del libro- y aparte, siempre fue

muy racional. Nunca creyó en la magia. Lo que no se

explica con ciencia no vale para Aliet –o no valía, mejor

dicho… en paz descanse-. Aparte ella seguía teniendo un

cierto recelo hacia los gitanos, no iba a buscarlos aunque le

pagaran su peso en oro.

Bueno, no quiero aburriros más, mis queridos lectores,

espero que disfrutéis este capítulo…porque acá entramos en

la última parte de esta historia –no os preocupéis, no la

cortaré así como así, aún quedan muchos nudos por atarse y

aún tenemos que ver cómo se las arregla Liselot para vivir

en el siglo XVIII-. Quiero que sepáis que me ha costado

mucho escribir esta historia, hay veces en que le encuentro

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

509

cada vez menos sentido… desmentidme vosotros si me

equivoco…

Bien, ahora que ya he terminado de lloraros mis penas, paso

a deciros que el tema del capítulo es –redoble de tambores-

¡Khazad-Dûm Bridge! Autoría del genial, increíble,

asombroso y fantástico Howard Shore para una de mis

películas favoritas, una que es sencillamente fabulosa: El

Señor de los Anillos, la Comunidad del Anillo. Hechas

todas las recomendaciones, poneos a leer.

P.S.: Si me tardo mucho en subir el capítulo, es que

sencillamente no pude con mi genio y desperdicié una

noche de pura escritura con la brillante idea de ver El Señor

de los Anillos: El Retorno del Rey, es que… es mi película

favorita, ¡no puedo evitarlo! Cuidaos, recordad que sois

importantes para Mariette.

P.S. 2: La película estaba mal grabada, cuando pasé la

primera hora comenzó a quedarse pegada fotograma a

fotograma. Fue horrible, primera vez que la Carga de los

Rohirrim en los Campos de Pelennor no me hizo tiritar. Sin

embargo como futura cineasta esta experiencia me ha sido

muy útil, porque he notado detalles técnicos que de otra

forma jamás en mi vida hubiese notado. Saqué la película

del DVD antes de que Aragorn llegara con los montañeses

en los barcos de los Corsarios de Umbar, porque

sencillamente me aburrí de ir tan lento y no temblar en mi

escena favorita –sí, la Carga de los Rohirrim es mi escena

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

510

cinematográfica favorita- , y puse el Cable porque era

demasiado temprano como para ir a acostarme. Me

encontré en el TNT Piratas del Caribe: En Mareas

Misteriosas –creo que así se llama la cuarta película-. No

hay palabras para describir mi desilusión; esa sencillamente

no era una película de piratas y Jack Sparrow no es ese

hombre astuto y genial a quien le robé el apellido… quizá

más adelante haga una crítica de este film. Lo mejor –y

único bueno- de la película es el final. En fin, no os jodo

más… esta nota de autora se está haciendo demasiado

larga. Quizá me demore mucho en subir el capítulo porque

no sé cómo desarrollarlo, así que voy a acuñar la sabia frase

de “No importa el destino, sino el viaje” e improvisar.

Saludos, Mariette.

Aprovecho de responder a Stracciatella su comentario:

Pues, amigo, cuando quieras puedes leer los capítulos, están

aquí. Respecto a lo impaciente, bueno, no me sorprende que

saltes de nota en nota, las hago demasiado largas… veré la

forma de acortarlas. Gracias por darme ánimos para

continuar, el tuyo es el primer comentario que he recibido

en casi un año y no quieres ni ver cómo salté del asiento al

ver que alguien me había escrito. Y el final aún no te lo

puedes desvelar, porque aún no está… ¿o te referías a cómo

acaba el capítulo?

También contesto a mente_veloz: ¿También te gusta Sonata

Arctica? Son realmente geniales. ¿Cuál es tu tema favorito?

Pues, espero que el resto de los capítulos te interesen al

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

511

igual que este. ¿De verdad tu primer libro que leíste fue de

piratas? ¡Son la mola! Siempre me han gustado esas ideas.

Me siento honrada y feliz porque te haya recordado aquel

libro de forma tan grata…

Liselot sintió cómo unos pasos se acercaban a ella a través

del suelo metálico del pasillo, sin embargo no levantó la

cabeza. Con un ojo chequeaba las coordenadas que le

mostraba el computador encendido –el cual no le servía de

mucho, porque no era capaz de mostrarle su posición

actual- y con el otro ojo intentaba fijarse en una de las

tantas cartas de navegación que tenía abiertas y

desordenadas sobre el mesón.

Con una herramienta del programa computacional intentó

fijar el curso, pero, tras varios intentos sobre el detallado

mapa se aburrió, apagó el aparato y se concentró sobre las

cartas de una buena vez.

-Siempre he opinado que es mejor ocupar el computador, te

da más información-opinó Lodewijk apoyado

cómodamente en el marco de la puerta.

-¡Lowie! ¡Me asustaste!-exclamó Liselot.

Sin decir nada, Lodewijk se acercó a la computadora y la

encendió de nueva cuenta. Liselot tomó un compás y se

concentró otra vez en la carta de navegación, haciendo girar

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

512

el instrumento sobre las rutas dibujadas arcaicamente en el

mapa.

-¿Tortuga?-preguntó Lowie mirando atentamente los trazos

imaginarios que su amiga dibujaba en la carta.

Por toda respuesta, Liss movió la cabeza en afirmativa.

-Era demasiado obvio…-dijo Lodewijk-. Nau podrá ser

todo lo arriesgado que quiera, pero está bajo las órdenes de

mi padre, quién será todo lo que se le antoje menos un

imbécil.

-Quieren que vaya hasta ellos, el lugar más obvio es

Tortuga. Es donde Jack les vio por última vez, era obvio

que nos vendrían con el cuento-respondió ella.

-Recuerda que quien tiene a Ivanna no es Nau, sino

Sheefnek… él no se te va a dar en bandeja de plata, mucho

menos va a ir a Tortuga y mucho menos aún si no sabe

dónde estás. Quien sabe dónde estás es el Olonés y es una

verdadera suerte que no haya venido tras de ti-dijo él.

-Es un verdadero milagro-confirmó ella.

-Llámalo como quieras…-concedió Lowie, un poco

molesto al oír la palabra “milagro”-. Ya hemos probado la

mano de Nau en batalla y, aunque queramos arrancarle la

cabeza ahora, tenemos que rescatar a Ivanna primero y no

podemos trenzarnos con él ahora. Cuanto menos, tenemos

que aprovechar la ventaja que sacamos por destruirle su

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

513

barco. No podemos ir a Tortuga. Lo que debemos hacer

es…-dijo y se detuvo un poco a mover el cursor del

computador para enseñarle a Liselot un nuevo rumbo que

creía mejor- ir a Inglaterra.

Liselot de haber estado bebiendo algo se hubiese

atragantado y de buena gana, pero conociendo como

conocía a Lodewijk en parte ya no le sorprendía tal acto de

osadía de su parte... pero tampoco era que le pareciera una

idea muy brillante acercar hasta la Armada más peligrosa el

barco más extraño y conocido del momento, ni entregar su

cuello en bandeja de plata al rey de turno.

-No sé si lo recuerdas, Liss, pero… Jack mencionó la

palabra Liverpool-dijo Lowie con un brillo pícaro en la

mirada y la clásica sonrisa sínica que esbozaba al

mencionar un plan que probablemente saldría mal.

-Sí-respondió ella.

-Ahora bien, dime, querida amiga… ¿dónde queda

Liverpool?-preguntó Lowie.

-Oh, rayos, Lowie…-fue lo único que se limitó ella a

opinar-. Nadie nos dice que siga ahí… quizá nos

acercaremos por nada.

Un silencio sordo se apoderó de ambos. Lodewijk seguía

enfrascado en su idea de que ir a Inglaterra y matar a su

padre, sin Nau cerca, era la mejor opción; era demasiado

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

514

intrépido como para pensar lo contrario. Por su parte,

Liselot no hacía sino pensar en lo descabellada que era la

idea de su mejor amigo, aunque una parte de su corazón le

decía que lo que más quería en esa vida era deshacerse de

ese problema de una vez por todas… y saber que Ivanna

estaba bien.

-Cuanto antes, tenemos que salir del Caribe-dijo ella.

-¿Hacia dónde piensas tomar?-preguntó Lowie.

-Hacia el este. Nunca hacia el norte: están los Estados

Unidos y los españoles son presa fácil para Nau. Ni

tampoco hacia el oeste ni el sur: la ruta comercial es

demasiado concurrida-dijo ella.

-Acertado. ¿Por eso debo entender que ya no piensas ir

hacia Tortuga?-preguntó Lowie enarcando agudamente una

ceja.

-No sabría decirte… Podría quizá alejarme hacia el este,

luego bajar hacia el sur y tomar entre República

Dominicana y Puerto Rico para entrar en el Caribe, vadear

Haití y llegar a Tortuga-dijo ella, señalando la ruta con el

dedo índice.

-En ese caso, te conviene mejor entrar entre Turks &

Caicos y Haití. Es territorio inglés y francés: Nau no quiere

nada que ver con su patria y los ingleses lo único que

quieren es cocinarlo, no va a pasar por ahí. Aparte, te queda

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

515

a menos de media jornada, a unas horas y eso. Si pasas por

Puerto Rico, es territorio español y recuerda lo que acabas

de decirme… y si tienes que huir el trecho es muy largo-le

aconsejó Lowie.

-Lo que sí está claro es que iremos hacia el este hasta que

salgamos hasta el meridiano 56° para salir de la ruta

comercial y no chocar con barcos españoles-dijo ella.

Lodewijk de repente estalló en carcajadas. Liselot sonrió

sin poderlo evitar y le dirigió una mirada de duda.

-Parece mentira: nosotros huyendo de barcos españoles-dijo

Lodewijk entre risa y risa.

Al comprender el chiste, ella comenzó a carcajearse

también. Aún meneando la cabeza, giró el timón y se quedó

quieta vigilando la rueda y mirando atentamente la pantalla

de la computadora y la carta de navegación. Lodewijk

enarcó una ceja.

-¿Y?-preguntó el muchacho.

Ella le devolvió la mirada al tiempo que él se cruzaba de

brazos.

-Tienes que comer algo-dijo él.

-Me quedaré cuidando el timón… toda la noche-dijo ella.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

516

-Sabía que lo dirías-rió Lodewijk-. Aquí tienes-dijo

tendiéndole unas galletas disecadas.

Así anocheció y transcurrió toda la noche. Cuando

comenzaba a llegar la madrugada, Lowie y Liselot se

pusieron a cabecear sin poderlo remediar hasta que se

quedaron inefablemente dormidos.

-¡Barco a la vista!-ese grito resonó por todo el barco.

Ambos inspiraron aire violentamente y corrieron hacia la

pantalla del computador para intentar emplearla como

catalejo. Sintieron pasos en el pasillo de metal y Lodewijk

echó instintivamente a Liselot hacia su espalda para

protegerla con su cuerpo. Un hombre de su propia

tripulación entró corriendo.

-¿Por qué no ha dado la alarma, capitana?-preguntó

jadeante.

Lodewijk se volcó a la pantalla de la computadora.

-¡Liss, ya se ve!-exclamó Lodewijk.

Tanto la muchacha como el tripulante se acercaron a la

carrera al visor.

-¡Mira, Liss! Pasaje libre hasta Liverpool-exclamó

Lodewijk con sonsonete sarcástico.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

517

El muchacho corrió el cursor y señaló, a la altura del Nido

del Cuervo del barco que observaban, una bandera británica

que flameaba con el escaso viento de esa mañana. Los ojos

de Liselot se agrandaron de dicha, sentía cómo una idea,

una muy buena idea, comenzaba a gestarse en su mente.

-¡Izad la Jolly Roger!-exclamó y salió corriendo.

-¿La Jolly Roger?-preguntó Lodewijk.

-Capitana, puede ser un barco de la Armada-acotó el

marinero.

-¡Sólo lo sabemos si izamos la Jolly Roger!-exclamó ella-.

¿Aún queda combustible en los lanza torpedos?

-Para un barco como ese, sí-opinó Lodewijk mirando con

desprecio el bajel británico.

Liselot salió corriendo, seguida de cerca por Lodewijk y el

marinero.

-Liss, el Evertsen necesita un timonel-dijo Lodewijk,

confundido por el actuar de su mejor amiga, quien solía

pelearse por el rol de timonel.

-Necesito dar las órdenes-exclamó ella, corriendo adelante.

Lodewijk puso los ojos en blanco, la cogió del brazo y, sin

mediar palabra, la llevó de regreso al Puente de Mando.

Tomó un aparato similar a un micrófono conectado por

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

518

cableado a los parlantes distribuidos en todo el barco,

especialmente en la cubierta. Apretó un botón, se escuchó

un chirrido y se lo puso a Liselot en la mano, quien sonrió

tontamente, admitiendo a su peculiar manera que, en su

excitación, la idea jamás se le hubiese ocurrido.

-¡Linda Freeman, con tu sección, al Puente de Mando!-

exclamó tímidamente-. Atención tripulantes de cubierta,

¡Izad la Jolly Roger!

Se escuchó un grito feral en la cubierta y luego un ajetreo

que nadie hubiese sido capaz de entender.

-Subiré a cubierta a vigilar que se obedezcan las órdenes-

dijo Lodewijk y dio la media vuelta. Ya estaba por irse

cuando giró levemente la cabeza-: recuerda no gritarlas por

Alta Voz cuando estén muy cerca, mándame un mensajero-

le recordó y, acto seguido, se marchó del Puente de Mando,

dejando a Liselot completamente sola.

Cuando Lodewijk subió a la cubierta se encontró con Linda

Freeman y sus hombres corriendo a acudir al llamado de

Liselot.

-¡Fuerza y honor!-gritó ella.

-¡Fuerza y honor!-contestó él eufórico, la adrenalina

comenzaba a subírsele a la cabeza y pronto entraría en un

estado de casi coma muy parecido al de los míticos

Berserkers.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

519

La mujer y su compañía desaparecieron por la escalerilla

que conducía a la subcubierta. Sólo entonces Lodewijk

levantó la mirada y se encontró con la épica escena de tres

hombres izando la pesada bandera de pura tela negra con

dos sables cruzados bajo un cráneo descubierto. Dos tirones

más a la cuerda blanca y, aquel amanecer, la Jolly Roger de

Jack Rackham ondeó al viento en lo más alto del HMNS

Evertsen.

Al tiempo que Linda Freeman y su gente irrumpían en el

Puente de Mando con fin de ayudar a Liselot a maniobrar

más rápido las máquinas, pero, sobre todas las cosas,

proteger la principal dependencia del barco.

-¡Russel! ¡A la sala de máquinas!-exclamó Liselot a través

del micrófono.

-¿Piensas usar la maquinaria de vapor, capitana?-preguntó

Linda.

-No, sólo la eléctrica… pero deben saber que este barco nos

pertenece-dijo Liselot.

-¿No piensas dejar que se acerquen, o sí?-preguntó Linda,

enarcando una ceja.

No pudo seguir hablando. En ese momento las siete almas

que había en el Puente de Mando se concentraron en el

visor de la computadora. El barco de procedencia británica

viraba. Liselot hizo un zoom y captó al aterrorizado

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

520

capitán, catalejo en mano, bramando órdenes de virar. El

timonel hacía todo lo que podía en seguir aquel mandato,

dando vueltas desesperadas a la raída rueda de madera. Dos

colegas se acercaron a ayudarlo. Finalmente el viento sopló

por detrás de la vela del Mástil Mayor. Sin embargo la

algarabía no carcomió a la tripulación: sabían

perfectamente lo que vendría. Así que se dedicaron a huir a

todo lo que les dio.

-¿Eso es todo?-preguntó Linda.

-¡Zeeman!-exclamó Liselot a través del micrófono, por toda

respuesta-. ¡Lleva un cuarto de la tripulación al interior del

barco y repártelos entre los camarotes! ¡Lowie! ¡Quédate

con un cuarto en los Lanza-Torpedos! ¡La otra mitad espere

órdenes al centro de la cubierta! ¡Vayan a por armas a la

bodega en grupos! ¡Espadas, metralletas y arpones!

Liselot soltó el botón cuando estaba jadeante y volvió a

concentrarse en la pantalla. El navío británico huía

inefablemente.

-¿Eso es todo?-volvió a preguntar Linda.

Liselot se limitó a no contestar, demasiado concentrada en

sus planes para la batalla como estaba. En la pantalla el

barco seguía alejándose y, pese a que podía oír cómo los

pasos iban y venían por la cubierta principal acarreando

armas y por los pasillos guiados por sus respectivos líderes

hasta sus posiciones de combate, también podía sentir cómo

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

521

el frenesí de la batalla comenzaba a congelarse poco a poco

y era una sensación dolorosa de describir, ver cómo la épica

se desvanecía lentamente y la emoción de la escaramuza se

perfilaba ahora lejana. Primero había gritos de batalla,

disparos al aire, movimiento de objetos pesados de un lado

a otro, instrucciones por parte de Linda, Sheila, Lodewijk y

la señora Russell; pasos, carreras de un lado a otro, puertas

abriéndose y cerrándose. Luego los gritos se silenciaron y

todo se hizo de forma mecánica. Luego los objetos pesados

y los disparos dejaron de sentirse y quedaron sólo los pasos.

Luego siguió el silencio, primero intrigante, luego sombrío,

lleno de olvido. Fue entonces cuando Liselot juzgó que era

suficiente tiempo. Miró la pantalla y el velero se veía ahora

lejano.

-¡Lowie! ¡Arría la Jolly Roger! ¡Iza la bandera roja!-

exclamó Liselot.

Se escuchó un grito de euforia a lo largo y ancho de todo el

barco. Lodewijk corrió hacia el mástil y, con su pura

fuerza, arrió la bandera negra y, en su lugar, subió una

bandera roja que amenazaba con teñir de sangre el mar del

Caribe aquella mañana, aquella bandera roja juraba que el

fuego ardería otra vez. Liselot suspiró; esperó unos

instantes más, el bajel británico ya se perdía.

-¡Ahora! ¡Avancen! ¡Tras ellos!-exclamó eufórica-.

Propulsión: electricidad. Carbón está de repuesto.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

522

La maquinaria del puente de mando se encendió. Los

cientos de botones en aquel cuarto emitieron luz, las

bobinas sonaron, los generadores se activaron y la energía

corrió libremente por todo el barco. El HMNS Evertsen

comenzó a moverse a gran velocidad, guiado firmemente

por Liselot Van der Decken, quien dividía su atención entre

la pantalla del computador y el timón.

Pronto estuvieron a menos de cien metros del navío inglés

y Liselot pudo ver la cara de espanto de éste, quien obligó a

sus hombres a ir más y más rápido. El Evertsen ahora le

seguía los talones y amenazaba con estar, en menos de un

minuto, a su lado. Los británicos comenzaron a echar toda

clase de cosas al agua y, entre lo que ellos consideraban un

lastre estaba un velamen completo de repuesto, con su

respectivo mástil. Liselot observó bien y notó que

correspondía al Palo Mayor.

-¡Que recojan ese velamen!-exclamó en dirección a Linda.

-¡Sí, mi capitana!-exclamó la mujer lo más fuerte que pudo

para acto seguido salir corriendo en dirección a la Cubierta

Principal.

El velamen flotó hacia el Evertsen, exactamente hacia

babor. Liselot interpuso su barco entre el aparejo y el navío

inglés. No bien escuchó que ya lo habían recogido y que

toda la tripulación estaba a salvo, luego de bajar algunos en

un bote para engancharlo con arpones y subirlo, siguió

avanzando.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

523

No tardó muchos segundos en posicionar el Evertsen

baranda contra baranda del otro bajel. Los cinco cañones de

babor dispararon al mismo tiempo. Liselot giró su navío en

diagonal, de tal modo que las balas del barco inglés pasaron

de largo, al tiempo que los británicos emprendían la huida.

Pudo ver cómo quedaba en diagonal al Palo Mayor y sin

dudarlo, gritó:

-¡Disparen al Palo Mayor!-.

Los certeros Lanza-Torpedos de la popa dispararon al

unísono y, el Mástil Mayor del bajel inglés, cayó quebrado

a un metro de altura de su base y destrozado más arriba.

Las velas y las jarcias cayeron en desorden sobre los

marineros y, poco a poco, siguiendo el peso de la punta del

mástil de madera, algunas cayeron al mar, enredando y

confundiendo a los tripulantes, algunos siguieron su camino

hacia el agua.

Aprovechando esa confusión en la cubierta principal del

barco, Liselot dijo a Linda, quien ya volvía:

-¡Te quedas a cargo!-.

Y, tomando su metralleta y sus municiones en volandas

salió finalmente del Puente de Mando y corrió por el pasillo

todo a lo largo, asegurándose de llevar su espada y un

arpón. Cuando llegó a la cubierta principal, algunos

marineros ingleses habían conseguido desenredarse y se

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

524

acercaban a los cañones con intención de disparar la otra

bala que les quedaba.

-¡Lanza Torpedos a las metralletas!-exclamó Liselot.

-¡Dejen los Lanza Torpedos, tomen las metralletas!-

exclamó Lodewijk haciendo lo mismo. Sus hombres

obedecieron-. ¡A quienes disparan en los cañones!-

exclamó, su gente escogió un blanco, mientras los ingleses

intentaban desesperadamente alistar los cañones, solos,

pues su cubierta aún era un desastre-. ¡Disparen!-gritó

Lodewijk.

Cientos de balas barrieron la baranda de babor del navío

británico y, está de más decir, que ningún cañón fue

disparado aquella vez. Al menos la quinta parte de la

tripulación británica pereció y, aprovechando que la

cubierta inglesa era aún un desastre, Liselot arreó a la mitad

restante de la tripulación hasta la baranda.

-¡Arpones!-exclamó.

Los arpones volaron hasta la barandilla británica y se

afirmaron de forma diestra y segura.

-¡Listos!-exclamó la tripulación.

-¡Al abordaje!-gritó ella, impulsándose hasta el navío

británico. Cincuenta y tres personas volaron hasta él y

cuando llegaron, las cosas se pusieron realmente feas.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

525

Liselot corrió hasta el capitán del navío, seguida por un

grupo de su tripulación, quienes se encargaron de abrirle

paso a punta de metralleta, un arma desconocida para

aquellos hombres, quienes no pudieron evitar temblar de

miedo. Un par de disparos al aire pudieron con el ánimo de

la mayoría de los británicos y, aquellos que dispararon la

única bala de sus pistolas, se vieron enfrascados en una

pelea de espadas de la cual casi no salieron vivos. Sólo la

compasión de la Holandesa Errante pudo evitar que fueran

asesinados.

Un grupo intentó proteger a su capitán, pero con un par de

golpes dejaron a Liselot el paso libre. Entonces ella se

adelantó y le hizo una elegante reverencia, acto seguido

desenfundó su espada invitándolo a pelear. Él se adelantó

con un temblor en las piernas y desenvainó su florete.

Las armas se cruzaron y ella le concedió el primer golpe. El

hombre dio una estocada que no hizo ni retroceder ni

menguar a Liselot, quien decidió dar una sucesión de

golpes rápidos, desde arriba y abajo, en diagonal, los cuales

dieron con ralentizar los movimientos de su oponente,

quien retrocedió sin poderlo siquiera evitar, confundido y

cansado.

Ella lanzó una estocada, la cual él alcanzó a frenar. Estaban

forcejeando con las armas, cuando ella posicionó su espada

encima de la del británico y, con un rápido movimiento, le

obligó a bajarla. Y, sin siquiera dejarlo reaccionar, le

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

526

golpeó con la espada la mano derecha. El hombre se vio

obligado a soltar su arma. Ella se adelantó y le colocó el

filo en el cuello.

-Clemencia… ¡Clemencia!-exclamó el hombre y, uno a

uno, los tripulantes de su navío que quedaban con vida,

arrojaron sus armas al suelo, las cuales fueron recogidas por

los marineros holandeses.

Liselot soltó el cuello del hombre y recogió la espada que

antes había salido volando.

-Tengo un plan para vosotros…-exclamó-. Si lo cumplen,

los dejaré libres en Inglaterra y les devolveré el barco, y soy

una mujer de palabra. Si optan por no hacerlo, es tiempo

que vayan asumiendo lo que es el Marrooning y que me

quede su barco…-dijo, luego miró al capitán-. ¡Nombre!

-Capitán Harold Sebastian Jones-respondió el hombre.

-Capitán Jones, ¿cuál es el nombre del barco?-preguntó.

-The Queen of Sea-respondió el hombre.

-Hablaremos largo y tendido, capitán Jones-dijo Liselot-.

Por ahora, The Queen of Sea pasa a mi haber. ¡Teniente!-

exclamó en dirección a uno de sus tripulantes- Ordene que

remolquen The Storm. ¡Westermann! Encárguese de que

los tripulantes de The Queen of Sea sean llevados a las

mazmorras y se les de desayuno.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

527

-¡Sí, mi capitana!-exclamaron tanto el teniente como el

señor Westermann. En menos de una hora ambos

cometidos habían sido realizados, entonces Lodewijk y

Liselot se encontraron en la cubierta,

-¡No vuelvas a hacer eso!-la regañó Lodewijk

-Cada paso se concreta, para que concluya la caza de

Ivanna Van der Decken-.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

528

Capítulo 23: “Y Serán Herederos del Mar”.

Nota de Autora:

¡Ahoi a todo el mundo! ¿Cómo estáis vosotros? Yo estoy

bien, con mucho calor por acá –treinta y tantos grados en la

escala Celsius-. Estoy re-feliz por los comentarios que he

recibido por el capítulo 21, hacía poco más de un año que

no recibía comentario alguno y, más que mal, eso mella

hasta el más fuerte de los ánimos.

Pues, no pienso rellenaros más con mis asuntos de escritora

de vacaciones. El tema del capítulo es Vikingos, de la

genialísima banda española de Power Metal Tierra Santa –a

la cual realmente admiro-. El título de este capítulo se basa

en un verso del coro –específicamente el verso que canto…

grito… con más ganas- el cual está lleno de emoción y

épica. Saludos desde Chile.

El día pasó lentamente y la noche finalmente cayó. La luna

se levantó en el cielo, rodeada por su séquito de estrellas.

La medianoche llegó y los folios cambiaron al unísono al

día 05 de enero de 1719. La noche siguió andando. El

viento corría, era una buena fortuna que ese fuese el

invierno del Caribe.

Hacía horas que Liselot se había marchado a dormir, sin

embargo no podía hacerlo. Se daba vuelta de un lado a otro.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

529

La excitación de esa jornada no la dejaba descansar en paz,

la preocupación por Ivanna de mutilaba y las dudas por el

futuro la condenaban.

Aún no había revisado The Queen of Sea. Sólo sabía que

era un barco mercante, de origen británico y capitaneado

por un tal Jones. ¿Qué transportaba? Misterio. ¿Hacia qué

puerto iba? Más misterio. ¿Por qué la Armada Británica no

custodiaba el barco al momento del ataque? El misterio

crecía en grado superlativo. Eso olía irremediablemente a

estafa. Sin embargo, Ivanna la necesitaba y no podía perder

esa exclusiva oportunidad de ir en su ayuda… después de

todo, si el plan estaba bien pensado, nada podía fallar.

Por primera vez en tres años extrañó a Naomie. No porque

le quisiera ni porque le agradasen sus ideas, sino porque

siempre la orientaba por el camino que necesitaba ir. Por

primera vez en tres años pensó que era necesaria. Por

primera vez en tres años deseó tenerla ahí presente, con su

voz irónica, su mohín burlón y sus palabras sabias

diciéndole qué era lo que tenía que hacer.

Pensó que, pese a lo mucho que la odiaba por estar detrás

del aciago destino de su familia, lo mejor en ese momento

era hacer una tregua. Se paró de la cama y caminó hasta la

ventana. Se sentía ansiosa. ¿Qué diría al cabo de tres años

de mutuo silencio? ¿Tres años en los que ella había

olvidado a Naomie y Naomie parecía haberla dejado de

lado? Caminó hasta el centro del camarote.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

530

-Naomie-dijo con voz suave, imperante, pero nunca fuerte-,

aparece-.

Esperó unos momentos, unos instantes que parecieron

eternos. Sin embargo, nada sucedió. Sólo podía sentir el

viento repiquetear contra el casco metálico de la nave. El

aire no se enrarecía, no se escuchaba una voz. No sucedía

absolutamente nada. Sintió cómo la frustración y la ira

acometían contra ella. Hizo de tripas corazón y continuó.

-Naomie, no puedes dejarme así-dijo con tono de voz

firme-; ¡Aparece!-exclamó.

Nuevamente sólo el aire le contestó. De haber sido alguien

dada a la ira hubiese arrojado las cosas lejos, roto un objeto

que dos y gritado a destajo. Sin embargo, era alguien

pacifista y de carácter dulce. Se sentía frustrada y utilizada,

y la tristeza le acometía al saber que su hermana menor

corría peligro.

No, definitivamente no. Ya no podía confiar en Naomie ni

siquiera un minuto más de su vida. Dolía asumirlo, pero

estaba mejor sin ella. No sabía qué clase de extraño conjuro

le había arrojado, pero sabía de cierto que no podía permitir

que pesara sobre toda su familia. Si aún podía salvar a su

madre y a sus hermanas, estaba bien por ella: volver ya no

le importaba.

Tres años habían pasado. Tres años en que, pese a que el

dolor había bebido de sus labios al estar lejos, eran tres

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

531

años en que mutuamente se habían dedicado a olvidarse y,

aunque Ivanna estaba ahí para probarle lo contrario, armar

una nueva vida. Ella ya era feliz a bordo del Evertsen, se

sentía libre, realizada y completa: su sueño había cobrado

vida, ¿qué más podía pedirle a la vida? Por su parte estaba

segura de que su madre y Sophie también lo habían hecho.

Con devolverles a Ivanna bastaba. Un beso, un adiós, la

última conversación y la última despedida, un hasta

siempre y partir de vuelta hacia donde el destino quisiera

llevarla. Ellas entenderían. Quizá llorarían un poco, bueno,

¿quién no la haría bajo esas circunstancias? Ella se haría un

mar de lágrimas, eso estaba de sentado. Las extrañaría y la

extrañarían, pero luego caería la suave cortina del olvido

para siempre, bordada en nostalgia y dulzura. Después de

todo, si regresaba a casa, ¿tendrían de qué hablar? ¿Habría

una vida en común? No… por supuesto que no.

No, ya no podía contar más con Naomie. Tendría que salir

del embrollo ella sola y ya sabía cómo.

Salió de su camarote y caminó a paso decidido a lo largo

del pasillo. Amaba ese barco, siempre tan lleno de vida. A

veces le daba por pensar que era una antigua ciudadela que

jamás dormía: no importara la hora que lo recorrieras,

siempre había alguien despierto y no era precisamente una

única persona, sino muchos más: bebiendo, platicando,

muchos en los turnos nocturnos, algunos festejando

cualquier cosa que se les pasara por la cabeza. Siempre te

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

532

encontrarías con alguien en los pasillos que te sonreiría y te

invitaría a una copa, sin importar la hora.

Era de madrugada, sin embargo por los pasillos aún

andaban muchos marineros. Los más antiguos al servicio

de la Armada se cuadraban ante ella, otros le preguntaban

qué hacía despierta tan tarde y otros sencillamente la

saludaron amistosamente y le ofrecieron una copa. Ella

rechazó todas esas potenciales conversaciones y siguió con

su camino. Subió la escalerilla y salió a cubierta. Afuera la

temperatura sobrepasaría los veinte grados. Caminó hacia la

parte más alta, sin embargo entre la concurrencia que a esas

horas fumaba y trabajaba en la cubierta no divisó a quien

buscaba.

Todos la vieron entrar sobre la misma y caminar con el

paso errático hasta la Cabina de Mando. Quienes trabajaban

a esa hora ahí –para sus desgracias sin una gota de alcohol

ni un miserable cigarro ni nada que les distrajera- apenas si

levantaron la cabeza. Entre ellos estaba Lodewijk en el

puesto del vigía, con los ojos clavados en la pantalla de la

computadora que hacía de catalejo a través de diversas

cámaras. Era de vista aguda y uno de los más detallistas de

la tripulación, por eso casi siempre le asignaban el turno de

noche: en el HMNS Evertsen no existía la caballerosidad de

esperar al alba para atracar.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

533

-¿No deberías estar dormida a esta hora?-le preguntó el

muchacho apenas ella puso un pie al lado de su asiento, sin

siquiera despegar la mirada del computador.

-Sí, pero-dijo ella con voz vacilante-. ¿Recuerdas la

conversación del otro día?-preguntó sabiendo ahora

perfectamente cómo comenzar la plática. Lodewijk ni

siquiera la tomó en cuenta-. He tomado una decisión-

confesó con voz firme.

-¿A las cuatro de la mañana? Liss, por favor. Tómate un

tiempo y razónalo con calma, a estas horas quizás qué has

decidido-dijo Lodewijk con su acostumbrado sarcasmo.

-Y voy a necesitar que me ayudes-terminó ella haciendo

caso omiso de la acotación de su mejor amigo.

Lodewijk por primera vez en toda la conversación despegó

la vista de la pantalla y la miró, entre que sorprendido por

tal muestra de tozudez y decisión y sereno.

-Anda, te escucho-fue lo único que se limitó a decir y,

desde ese momento no volvió a posar la vista en la

computadora.

-¡Venga, muévanse, vagos!-gritó Lodewijk a toda voz,

arreando con mal gesto en la cara a todos los que no

estaban trabajando en el barco y que sin embargo

merodeaban de buena gana en los pasillos.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

534

Liselot miraba sorprendida el cambio de actitud de su mejor

amigo, bastante complacida por tenerlo de su lado, mientras

él arreaba a la tripulación hacia la baranda y procedía a

darles órdenes. Tomó nota mental de decirle por enésima

vez que no fuera tan brusco con los marineros, sin embargo

al ver que la actitud algo agria de Lodewijk traía resultados,

se ahorró los comentarios.

Cuando la tripulación se hubo marchado a realizar su

cometido, ambos se miraron y rieron a carcajadas, como

cuando eran aquellos pequeños cómplices que solían hacer

travesuras juntos. A su alrededor los marineros iban y

volvían llevando y trayendo velas sin usar, el mástil que

habían recogido la mañana anterior, jarcias, cuerdas y

linternas de toda clase. Los martillos y clavos a más de

alguno trajeron recuerdos de casa.

Estuvieron hasta el mediodía claveteando el Palo Mayor y

arreglando las jarcias. Cuando hubieron terminado,

Lodewijk dijo a Liselot:

-Es hora de tu parte, Liss-y la miró con cierta frialdad, aún

sin convencerse de que él mismo estuviese patrocinando

eso.

Liselot inspiró profundo, sin notar las disyuntivas de

Lodewijk. Y caminó a paso seguro hasta las mazmorras,

acompañada por tres marineros. A la carrera se les unió

Lodewijk, quien sin mediar palabra se puso a andar al lado

de Liselot, quien no pudo evitar sonreír. Llegaron a las

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

535

mazmorras y los marineros liberaron al capitán Jones. Lo

condujeron hasta un salón, donde, tras servirle el té, entró

Liselot custodiada por su amigo de infancia.

-Capitán Jones, quiero hablar con usted-dijo ella en el tono

más solemne que pudo intentar.

-En nombre de mi tripulación, vengo a exigir que nos libere

en el puerto más cercano que tenga la Corona. No

queremos nada que ver con…-dijo el capitán lo más serio

que podía aparentar.

-¡Tú no eres quién para exigir nada!-dijo Lodewijk saltando

desde atrás con la metralleta lista para disparar a la cabeza

de Jones.

-¡Lowie!-exclamó Liselot sorprendida y asustada ante el

cambio de actitud de su amigo, tomándolo rápidamente del

hombro.

-¿Qué?-preguntó él molesto-. Admítelo, Liss, sería más

fácil si lo quitamos de una vez de en medio.

-¡No, Lowie!-exclamó ella asustada-. Por favor, vuelve a tu

lugar-susurró.

Lodewijk volvió a custodiar el sitial de su amiga con la

metralleta cruzada y el ceño fruncido.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

536

-Justo a eso venimos, capitán Jones: a negociar-dijo Liselot,

recuperando al fin la calma-. Dígame, ¿qué transporta en

The Queen of Sea?-preguntó.

-¿Por qué tendría yo que decirle eso?-preguntó el capitán

Jones.

-Hum… interesante opinión. ¿Qué tal si te devolvemos por

dos días a tu celda, sólo, sin luz ni comida? ¡Creo que eso

podría cambiar bastante de opinión!-exclamó Lodewijk con

sarcasmo y marcada crueldad.

-¡No, Lowie, no!-intervino ella.

-¿Qué transporta, capitán Jones?-volvió a preguntar ella.

El hombre la miró con aire altivo y permaneció mudo e

impasible. Lodewijk sintió cómo la sangre le hervía ante tal

desprecio a Liselot. Sin que nada lo pudiera detener saltó

hacia adelante metralleta en mano.

-Dime, tú has visto esto matar, ¿verdad?-preguntó sobando

la metralleta con aire enfermizo.

El hombre, pese a estar muerto de miedo, recordando cómo

varios de sus hombres habían muerto por causa de tan

extraño artilugio, le mantuvo la mirada así como el silencio.

-¿No? Pues… te haré una demostración-dijo y, tras apretar

el gatillo, las balas comenzaron a salir hacia el suelo una

tras otra, traspasándolo y sonando con una fuerza brutal.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

537

-¿Te ha gustado?-preguntó Lodewijk-. Si no hablas, la

siguiente demostración es en tu cabeza… o quizá en un

brazo, o una pierna-dijo palpando las partes mencionadas

con el cañón del arma-, para que te desangres lento y nos

digas la verdad. ¿Eh? ¿Qué te parece? ¡Liss! ¡Repite la

pregunta!-gritó.

-Capitán Jones, le pregunto por tercera vez-dijo Liselot

sintiendo cómo la voz se le quebraba y le temblaban las

piernas-. ¿Qué transporta en The Queen of Sea?-preguntó.

-Ébano-contestó- y oro-dijo con lentitud.

Lodewijk no habrá sido avezado a la historia de la Edad

Moderna, pero sabía que en las colonias inglesas no había

ébano, lo cual lo volvía muy preciado en Gran Bretaña y el

oro… bueno, era oro, siempre iba a ser perseguido.

-Por faltarle el respeto a mi capitana, te has quedado sin tus

mercancías-le escupió Lodewijk.

-¡Eso no es justo! ¡Capitana, no lo es!-reclamó el capitán

Jones.

-Capitán Jones, su mercancía queda fuera de toda

negociación que hagamos, ha pasado a ser mía-dijo ella.

-¡No lo permitiré!-reclamó el hombre parándose del

asiento.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

538

Lodewijk bufó, puso los ojos en blanco y le apuntó el arma

justo al pecho.

-¿Decías?-preguntó con tono aburrido-. Si te quedas bien

tranquilo puedes salvar la vida y quizá algo más-le dijo.

El capitán Jones, blanco como un papel volvió a sentarse y

a prestar atención a la capitana Van der Decken.

-Ahora bien, capitán Jones, tu tripulación y tú van a volver

a The Queen of Sea y seguirán las órdenes que se

desprendan del Evertsen-dijo ella.

-Volveremos a Inglaterra a demandarlos lo antes posible-

exclamó el capitán.

-Creo que no tendrás que molestarte en eso: creo que usted

ha notado la dotación de tecnología que hay en este barco…

la mitad de nuestra tripulación se irá a The Queen of Sea y

tendrá contacto constante con el Evertsen. Ante cualquier

intento de rebelión, los replegarán de inmediato y el

Evertsen aparecerá en el horizonte-dijo Lodewijk-. ¿Alguna

duda?

Media hora después las mazmorras del HMNS Evertsen

abrían sus puertas, las celdas eran forzadas y cincuenta y

cinco hombres de origen británicos salía, con las muñecas

amarradas y los ojos vendados, guiados por marineros

holandeses. Las últimas luces del ocaso se fundían con el

brillante horizonte marino. Los cincuenta y cinco

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

539

marineros, guiados por más de setenta hombres cruzaron la

plancha. El palo mayor desplegó el velamen, sonó un

silbato… comenzaba la verdadera aventura.

Liselot tomó el mando de la nave de inmediato, mientras

Lodewijk se encargaba del Evertsen. El muchacho vio

cómo su mejor amiga tomaba el timón y daba órdenes,

entre ellas, que el capitán Jones fuese encerrado en su

camarote hasta nuevo aviso. Luego se disponía a dar

indicaciones a los marineros mercantes, más diestros en el

uso y manejo del velamen que los hombres holandeses,

quienes se limitaban a vigilar todas y cada una de sus

acciones de cerca, siempre con la metralleta cruzada en el

pecho, cuidando cualquier amago de motín que hiciera la

tripulación.

Finalmente, a las 10 de la noche, Lodewijk informó a su

mejor amiga que era libre de partir cuando lo deseara. El

velamen se hinchó con el viento. Se elevó el ancla y The

Queen of Sea, guiada por la curtida mano de Liselot Van

der Decken partió rumbo al horizonte. Lodewijk la vio

partir, sintiéndose impotente de detenerla. The Queen of

Sea desapareció de la vista de todos. El joven bajó hacia la

Cabina de Mando y observó principalmente en el visor.

Antes de que el barco británico desapareciera por completo,

el HMNLS Evertsen se puso suavemente en movimiento,

siempre piadosamente desde lejos, expectante, protegiendo

a su capitana y a sus compañeros que tripulaban en nave

ajena.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

540

Primero ambos bajeles anduvieron en línea recta, siguiendo

el Paralelo 24°N, un poco por encima del Trópico.

Anduvieron sin novedad alguna hasta la quinta mañana.

Lodewijk, quien no despegaba la vista ni día ni noche del

visor de la computadora, captó un par de millas por delante

de The Queen of Sea, donde el barco británico no alcanzaba

a ver, una goleta de casco impecablemente limpio.

De inmediato el bajel le llamó la atención, sin embargo, le

fue aún más llamativo cuando notó una bandera negra con

una calavera al medio, cruzada por dos huesos. Corrió a

apretar la alarma. La sirena sonó por todo el barco en cosa

de segundos. Al cabo de menos de un minuto, un marinero

ingresó corriendo en la Cabina de Mando. Se cuadró y

esperó órdenes de su Contramaestre.

-El barco en que viaja la capitana Liselot corre peligro de

ser atacado por piratas-dijo Lodewijk.

El marinero se lo quedó mirando con expresión de no

entender. Llevaban tres años tratando con piratas,

relacionándose con ellos, practicando el mismo oficio que

ellos. No comprendía por qué ahora le preocupaban tan

seriamente a Lodewijk.

-¿No te das cuenta? Viajan en un barco mercante, de seguro

ya saben qué transporta y no van a dudar en tirárseles

encima-le dijo Lodewijk.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

541

-¿Y cuál es el problema, mi Contramaestre? Este barco

rinde 29 nudos, ellos sólo van a doce. Sin que se lo esperen

estaremos encima de ellos. Y si no alcanzáramos a llegar a

tiempo, estoy seguro de que la capitana Liselot se

encargará-dijo el marinero.

-Si los tocaran sería su perdición… Liselot se vería entre

dos flancos: los marineros que se le van a querer amotinar y

los piratas de ese barco-dijo-. No resistirían-susurró más

para sí que para su interlocutor.

Cuando pareció despertar de su extraño ensueño miró al

marinero, una mueca de profunda rabia se perfiló en su

rostro: si alguien moriría sería él, no Liselot.

-¿Qué estás esperando?-le bramó al tripulante-. ¡Da la

alarma! ¡Que se preparen para pelear!

El hombre salió disparado a seguir las órdenes del

Contramaestre Lodewijk Sheefnek, quien tomó el timón

para hacerse cargo personalmente de guiar el barco a toda

velocidad. Se encendieron los motores a gas y petróleo… y

la nave dio su pasmosa velocidad de 29 nudos. Sin

embargo, cuando ya iban a mitad del camino y pensaban

que The Queen of Sea ya veía a sus atacantes, incluso al

Evertsen, un tripulante ingresó corriendo en la cabina de

mando.

-Contramaestre, hemos captado un barco con el sonar-dijo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

542

Lodewijk estaba por enarcar la ceja y decirle que era algo

obvio, porque estaban cerca The Queen of Sea y sus rivales,

que incluso estaba errado, porque eran dos barcos los que

debía captar, no uno.

-No se trata de Queen of Sea, ya los dejamos atrás, están al

lado de babor. Ni tampoco es el barco que usted ha visto en

línea recta al este. Es uno hacia el norte, mi Contramaestre-

dijo el marinero.

Lodewijk fue en volandas a la pantalla del sonar y,

efectivamente, se veía avanzando hacia el otro barco un

navío extra. De inmediato pensó en que era una flota pirata,

como las que solía verse entre los franceses. Si llegaba a ser

así, Liselot estaba perdida. Sin embargo, cuando activó el

visor y, guiándose por el sonar y las coordenadas que este

indicaba, pudo ver el mentado barco, fue aún peor: era un

navío a cargo de la Armada Británica. Si llegaba a estallar

la batalla, ese barco acudiría alarmado y, si llegaban a

abordar The Queen of Sea, detectarían a Liselot de

inmediato y la colgarían sin más. No podía permitir eso.

Viró al norte desesperado. Si alguien moriría en esa travesía

sería él, pero primero tenía que poner a Liselot a salvo. Así

fue cómo Lodewijk se enfrentó a uno de los principales

navíos de la Corona Inglesa con sólo la mitad de la

tripulación. Sin lugar a dudas, tenían una grandiosa

instrucción militar, porque fueron capaces de rehuir de los

torpedos del Evertsen, que los atacaron desde una distancia

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

543

enorme. Huyeron más hacia el norte, llevando al bajel

holandés en medio de una activísima ruta comercial, de la

cual supieron sacar provecho, robando a destajo. Por otra

parte, mantuvieron atrás a piratas y a la intrincada pasada

de barcos militares de diversos países, controlando a los

filibusteros que a su vez perseguían a los mercantes que

pasaban obligadamente por ese paralelo.

Se dedicaron a limpiar el camino de The Queen of Sea

durante cinco días, hasta que, a la onceava madrugada, sus

pares les avisaron que estaban en el meridiano 24°O, listos

para virar hacia el norte, dizque no querían chocar contra

África.

Fue entonces cuando el Evertsen viró hacia el este e ingresó

en el Mar Mediterráneo, apenas sí un poco, podría decirse

que quedó en la desembocadura del Estrecho de Gibraltar,

patrullando que los piratas árabes que traficaban esclavos o

intentaban luchar en España no atacaran a The Queen of

Sea.

Pese a que ambos barcos por un tema de distancia no

consiguieron verse en lo absoluto, viajaron

sincronizadamente hacia el norte hasta que alcanzaron el

paralelo 53°N al mismo tiempo, al anochecer del día

décimo séptimo.

Mientras el frío viento invernal hacía de las suyas en la

intersección entre el paralelo 53° de latitud norte con el

meridiano 24°O, Lodewijk Sheefnek y Liselot Van der

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

544

Decken dieron la orden de intercambiar pasarelas entre

ambos navíos.

Lodewijk la esperaba en la cubierta principal, pese al frío.

Y, apenas la vio venir corriendo no pudo evitar estrecharla

entre sus brazos pese al impacto. Luego de compartir

vituallas y ciertas especies que habían hurtado, ambos

barcos siguieron su rumbo.

Ambos bajeles anduvieron hacia el este, el Evertsen bajó un

poco al sur con fin de vadear el continente europeo a

voluntad, especialmente Francia, que al ver una bandera

británica ondeando en un mástil podría sentir férreos deseos

de cañonear ese velamen hasta que el barco que lo portara

fuese incapaz de moverse y huir.

The Queen of Sea anduvo derecho hasta el meridiano 3°O y

la madrugada del día 28 de enero de 1719 The Queen of

Sea tocó puerto lentamente en la idílica Liverpool, donde

todo el mundo cabe en una única ciudad.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

545

Capítulo 24: “Venganza a la Sheefnek”.

Nota de Autora:

Estimados… hoy debería estar feliz… me han llegado

comentarios, varios, y me he sentido un poco famosa –sé

que es tonto, lo sé-, sin embargo, hay dudas que me mutilan

–y deudas del corazón, como diría la canción-.

Para comenzar no sé si alcance a terminar esta historia este

verano y eso es algo que me mata, permitidme decíroslo. La

sola idea de que seguiré estancada en esta historia –la cual

me fascina- ya me pone de mal humor. No es que no quiera

seguirla, es que sencillamente quisiera abocarme a otras y

no puedo, soy demasiado obsesiva como para escribir dos

cosas al mismo tiempo, o es una o es la otra. Quiero

terminar la Leyenda del Holandés Errante incluso por

vosotros mismos, para que podáis leerla con calma y

completa, sin quedaros en la mejor parte y tener que esperar

diez meses por la continuación –que, comprendo, no es

nada agradable-.

Bien… por otro lado, me he enterado de que la caza de

perros callejeros es legal en Chile desde hace… hum…

hoy. ¡¿Qué clase de estúpido país es este?! ¡Dios mío! ¡Me

siento avergonzada de mi propio país! ¿Hemos vuelto a la

Edad Media, acaso?

Este capítulo va dedicado a mi pequeño hermanito

adoptado por mí misma –y que tan dulcemente me ha

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

546

adoptado como su hermana mayor-; me refiero a Thomas,

quien recientemente estuvo de cumpleaños y, sin embargo,

por diversos motivos, no fue precisamente un cumpleaños

feliz. Hermanito, te quiero mucho, tú no estás solo.

Recuerda: Sigue tus pasos y encontrarás que todos los

caminos ocultos se esconden en tu cabeza, sólo necesitas tu

orgullo para llegar. Sigue adelante, hay un sentido para la

vida, el cual alguna vez habrás de encontrar; sigue adelante,

es tiempo de olvidar los remanentes del pasado. (Como

siempre, parafraseando a los geniales Angra).

Ahora sí, para cerrar esta nota de autora –que me está

saliendo muy larga, una página, imaginaos… al parecer no

conozco el significado de la frase “nota de autora breve”-

propongo que oigáis la canción Nerón, de los geniales

Tierra Santa. Esta canción hay gente a la que le cae, aunque

no me creáis. Un ejemplo es mi padre, a quien, para no

decirlo de una forma tan fuerte, lo detesto… Esta canción

refleja tal cual es él: loco, necio e ingrato; cobarde sin tierra

ni cielo. Sutil ignorante, farsante, sin alma ni honor.

A eso de las 4 de la mañana del día 28 de enero el puerto de

Liverpool comenzaba a activarse para lo que sería la

jornada normal de trabajo. Los barcos comenzaban a zarpar

con la marea alta, ya fuese con destinos lejanos o

simplemente a pescar los pequeños botes. Otros barcos, que

habían permanecido en la rada, comenzaban a allegarse al

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

547

muelle para que el Inspector de turno charlase con el

capitán, quien declararía la mercancía que llevaban, la cual

iría a dar a los cientos de almacenes que tanto pululaban en

las calles cercanas a la costanera.

Entre todos esos bajeles a la espera de ser registrado, había

una corbeta de casco marrón, no en muy buen estado,

probablemente había entrado en servicio a inicios de siglo.

Llevaba el velamen arriado, no necesitaba utilizarlo, y en la

parte más alta del Nido de Cuervo, ahora vacío, flameaba

con el cortante viento invernal, una bandera británica. El

navío era comandado por un hombre de rasgos que, pese a

que no lo volvían una belleza, eran demasiado hermosos

como para ser masculinos. Cada tantos metros algún

miembro de su tripulación seguía el mismo patrón de

características, sin embargo se encargaban de esconder sus

rostros consideradamente debajo de las sombras que

prodigaba el tricornio. Nada en ellos llamaba la tripulación,

excepto eso.

Cuando llegó el turno de la revisión, el Inspector le saludó

con un cordial apretón de manos, mientras sus dos

ayudantes se quedaban atrás a la espera de órdenes.

-Nombre del navío-preguntó el Inspector, acomodándose

los lentes, mientras uno de sus hombres se adelantaba con

una pluma y un tintero.

-The Queen of Sea-respondió el capitán con voz suave.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

548

-Quién lo comanda-leyó el Inspector con voz impersonal.

-Capitán Jones-dijo el capitán y, para deleite de los

presentes, añadió con una reverencia-, a su completo

servicio.

-¡Vaya, capitán Jones!-exclamó el hombre reacomodándose

los lentes- ¡Lo recordaba diferente! Ahora podría decirse

que está usted rejuvenecido-se atrevió a bromear.

-Oh, es de las maravillas que ofrece África-exclamó el

capitán-.

-¡¿África?!-se sorprendió el otro de una tierra que

consideraba yerma.

-Sí, África-corroboró el capitán-. Hay una especie de barros

que, al probarlos en la piel, tienen un efecto rejuvenecedor.

El Inspector hizo un gesto de aprobación y siguió leyendo

el formulario:

-Mercancía para declarar-.

-Ébano y oro-dijo el capitán.

-¿Y ese barro milagroso no?-preguntó el Inspector, mezcla

de desilusión e intriga casi de detective.

-Lamentablemente no esta vez. Primero tengo que ver si lo

necesita la población-se excusó el capitán, para luego

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

549

añadir elegantemente y con ademán de desesperación-: ¿se

imagina usted si yo lo trajera y nadie quisiera comprarlo?

-Mejor para usted-añadió el Inspector en gesto de broma-:

tendría la Fuente de la Juventud en su propia casa.

-¡Oh, tonterías! Tendría la Fuente de la Juventud en casa,

pero me iría a la bancarrota-replicó el capitán.

-Tiene usted razón-le concedió el Inspector, para añadir con

gesto conciliador-; piensa usted como todo un mercante.

Acto seguido, el Inspector le dio la cifra que debía pagar

por el concepto de los impuestos –que, dicho sea de paso,

eran cada día más elevados en el Imperio Británico y sus

variados territorios de Ultramar-, le cortó la factura, le

aconsejó unos almacenes portuarios donde podía

comercializar sus productos –sabía de cierto que el capitán

Jones los conocía, pero era su trabajo recomendárselos- y se

retiró a registrar otro navío, luego de desearle una muy

buena venta.

De inmediato, los marineros de The Queen of Sea

comenzaron a arrojar rampla abajo por el muelle los

barriles llenos de ébano y oro, que eran en sí una suma

gloriosa. Al mismo tiempo, el capitán Jones ingresó en el

camarote principal acompañado por varios de sus hombres.

En ese lugar le esperaba un caballero atado de manos y

pies, amordazado y, como si eso fuera poco, amarrado a la

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

550

cama, quien le dirigió una mirada nada amable cuando

entró. Era sino, el verdadero capitán Jones.

-Este favor será difícilmente olvidado, capitán Jones-dijo su

impostor, quien no era sino Liselot Van der Decken-.

Espérennos aquí, aún hace falta su paga-dijo, dándose la

media vuelta y saliendo a la Cubierta Principal.

Y, mientras bajaba del barco, no pudo evitar admitir que la

idea de los barros milagrosos había sido una gran idea…

lástima que no existían… Tocó tierra firme, por primera

vez en 25 días y ayudó a 17 de sus tripulantes a reordenar la

mercancía para ir a negociarla a distintos almacenes, de los

cuales, al salir, llevaba una buena suma de dinero… y

barriles vacíos a cuestas.

Ya aclaraba cuando regresó a The Queen of Sea. Ingresó de

sopetón al camarote del capitán, mientras sus hombres

acomodaban los toneles vacíos.

-Capitán, Jones, vengo a proponerle un trato-dijo sin

tomarse el tiempo ni de cerrar la puerta.

El hombre la miró, poniendo los ojos en blanco. Ella,

conociendo la estratagema perfecta, dejó caer

elegantemente de sus dedos, a chorros, el dinero. Las

monedas tintinearon con su sonido característico sobre la

superficie de madera de la mesa de noche. Él abrió los ojos

cuán grande pudo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

551

-Este dinero, va de paga por habernos… hum… proveído

del tan necesario transporte-continuó ella.

Él miró su suntuosa paga, sin poderse creer tanta maravilla.

-Sin embargo, usted seguirá atado en lo que tardamos en

volver. No queremos por nada del mundo que nos deje

atrapados aquí-replicó ella.

Él volvió a mirar las monedas, tan brillantes, tan hermosas.

Era horrible ver la paga que tanto había anhelado y seguir

miserablemente atado en su cama; poseerla, pero no tener

ningún poder sobre ella.

-Si todo sale como esperamos, esa es sólo la mitad-

continuó Liselot.

Los ojos del hombre se agrandaron desmesuradamente.

Aquello y sumada la otra mitad no sería ni la mínima parte

del total de la ganancia, pero ver el dinero, contante y

sonante, era maravilloso, era mil veces mejor que saber que

estaba guardado en las bóvedas del banco.

-Que tenga buen día-le deseó su interlocutora para salir

nuevamente y dejar cerrada la puerta por la que apenas sí se

filtraba luz, al parecer afuera sería un día nublado.

-¡Vámonos!-exclamó con su recién adquirida voz

masculina, al tiempo que cuatro hombres salían de las

entrañas de la cubierta para acompañarla.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

552

Siguieron la pista de Dirck Sheefnek, aquella misma que

habían perseguido durante la madrugada. Llegaron a una

bonita posada en el interior de la ciudad. No sería lo más

elegante del mundo, pero tampoco era una taberna de mala

muerte en los suburbios. Liselot bufó… ciertamente no se

esperaba menos de Sheefnek. Entraron y, sin siquiera

saludar al posadero, buscaron la habitación en la que habían

oído que se hospedaba. La abrieron de golpe. Ni una mosca

se sintió volar ahí dentro. Pisaron suavemente el piso

crujiente de madera, sólo eso se oía. Sacaron sus

metralletas, que habían guardado tan pulcramente al interior

de sus ropas.

-¡Ya estoy aquí! ¡Dime! ¿Qué quieres de mí?-gritó Liselot

voz en cuello, más porque no sabía qué decir. Todos sus

demonios, de una u otra forma, se habían vuelto realidad.

Sin embargo, no salió nadie, ni se escuchó risa burlona

alguna.

-Señor, dígame, ¿qué busca?-exclamó a sus espaldas el

posadero, quien recién llegaba a toparse con esa escena.

-Busco a un tal Dirck Sheefnek-dijo recuperando su voz

masculina.

-Ha dejado la habitación temprano, señor. Ciertamente, se

hospedaba justo aquí-dijo el posadero, asustado.

-¿Ha dicho a dónde iba?-preguntó Liselot.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

553

-No, señor, no ha dicho nada. Apenas sí ha dejado la paga-

dijo el hombre.

-Sin embargo, volverá en alguna hora, ¿o no?-dijo Liselot

intentando ser lo más amable posible con el pobre hombre.

-Me temo que no, señor. Se ha ido para no volver. Fue

bastante extraño, ahora que lo recuerdo. Vino un hombre,

envuelto en una capa completamente negra por la

madrugada y ha dicho que quería pasar. Sin embargo se fue

a los pocos minutos. Creí que no le había gustado la

habitación que le di. Y, no pasó mucho rato, señor, hasta

cuando el caballero Sheefnek se fue-explicó el posadero,

sobándose nerviosamente las manos.

Los cinco marineros del Evertsen se miraron enarcándose

mutuamente las cejas; sabían de cierto que jugar al gato y al

ratón con Dirck Sheefnek no era algo principalmente

divertido. Liselot se adelantó y sacó de su bolsillo unas

cuantas monedas.

-Tome, señor, esto va por todas las molestias que le hemos

hecho pasar…y porque podríamos apostar que Sheefnek no

le pagó todo-dijo Liselot.

El posadero tomó las monedas con manos temblorosas y

miró asombrado a Liselot. Después de todo, ese caballero

no era tan malo como parecía.

-Muchísimas gracias, señor-dijo a medio tartamudear.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

554

Tras eso guió a Liselot y a sus hombres hacia la salida y,

apenas cerró la puerta de la posada los cinco se miraron.

-Y qué hacemos ahora-preguntó Liselot.

Ellos se encogieron de hombros: si la capitana no sabía,

nadie lo sabría.

No muchos días atrás –apenas si unos cinco- un barco, una

goleta de casco impecable atracó de medianoche en una

ensenada que nadie conocía en las cercanías de la propia

Liverpool. El casco era impecablemente limpio, marrón.

Llevaba una raída bandera británica, aunque ninguno de sus

marineros se sentía identificado con esa bandera en lo

absoluto. Todos bajaron del bajel y se dirigieron a la ciudad

portuaria con fin de disfrutar de una buena botella de ron en

alguna buena taberna. Así que, al resguardo de las sombras,

se ocultaron de los soldados del rey y entraron sin más a

descansar de un buen viaje con buenas ganancias. Todos se

sentaron, algunos dispersos y otros en solitario en la barra.

-¿Hermano?-preguntó un jovencito de unos catorce años a

un marinero de cerca de veintidós.

El susodicho marinero volteó y, no exento de sorpresa vio

ahí parado a su hermano menor.

-¿Pete?-preguntó achicando los ojos, diciéndose a sí mismo

que no podía ser cierto.

-¿Arthur?-volvió a preguntar el muchachito.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

555

-¡Pues claro que soy yo, Pete!-exclamó Arthur.

Ambos hermanos se abrazaron felices de verse otra vez.

Habían creído que jamás se volverían a encontrar luego de

la decisión de Arthur de volverse pirata para llevar el pan a

casa.

-¿Qué haces por acá?-preguntó Peter, sin poder creer del

todo que frente a él estaba su, por tanto tiempo perdido,

hermano mayor.

-Los suburbios de Liverpool son ideales para que The

Storm desaparezca la mercancía y haga aparecer el dinero,

¿no crees, Pete?-preguntó el hermano mayor enarcando una

ceja.

-Es peligroso, Arth-dijo Peter, empleando el apodo por

tanto tiempo olvidado.

-Mi vida está hecha de peligros, Pete-replicó Arthur.

-¿Y alguna buena historia?-preguntó Peter, queriendo

volver a ser un niño aunque fuera por una vez y dejar de

pensar en que tenía que economizar todo lo posible el

dinero que enviaba su hermano.

Arthur sonrió, podría decirse que enternecido. Después de

todo, Peter seguía siendo el niño pequeño que había dejado

hace cinco, casi seis años.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

556

-Conocí a la Holandesa Errante-dijo sabiendo que esa

historia interesaría a su hermano.

La frase surtió su efecto, el muchacho abrió los ojos de par

en par, sin siquiera atreverse a mirar a la cara a Arthur.

-Y hay que admitir que esa mujer se bate bien-dijo

asintiendo con la cabeza.

En ese momento apareció la tabernera. Una mujer de

cuerpo escultural, pero de unos modales nauseabundos.

Colocó dos botellas en la barra.

-¿La Holandesa Errante?-preguntó enarcando la ceja, para

luego estallar en carcajadas-. Sólo existe el asqueroso del

Holandés Errante y eso sólo en el caso de que creas en

cuentos de vieja-dijo la mujer.

-No lo creo, Jane-dijo Arthur, quien conocía de toda la vida

a aquella señora-, vi el Evertsen, peleé contra el Evertsen.

Lo raro es que la Holandesa Errante no estaba en su barco,

sino que en otro-dijo él, mientras Jane decidía quedarse a

escuchar la historia.

El muchacho le miró y Arthur comenzó a narrar.

-Estábamos en medio del Atlántico y asaltamos un barco

mercante francés. Detrás de nosotros llegó la Armada. ¡Por

favor! Era una estupidez… les robamos a sus enemigos y

nos atacan a nosotros. Estábamos huyendo y encontramos

una corbeta inglesa: The Queen of Sea. Asombrosamente,

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

557

el barco de la Armada dejó de perseguirnos. Como era un

barco mercante, decidimos atacar. Pero se batían demasiado

bien. Al momento del abordaje nos devolvieron casi a

patadas a The Storm y en medio de la cubierta estaba ella,

la capitana Van der Decken. Seguimos avanzando y unos

días después, el Evertsen nos avistó y empezó a

cañonearnos. Eran como balas, pero nunca había visto nada

parecido. Vimos en cubierta y ella no estaba…-dijo Arthur,

terminando de narrar.

Los días pasaron y Jane, la tabernera, contó la sorprendente

historia de su cliente una, otra y otra vez. Hasta que un

hombre la escuchó e interesado por la noticia de que Liselot

Van der Decken andaba cerca, fue a hablar con el capitán

de The Storm a proponerle un interesante trato.

Volviendo al presente, un grumete holandés llegó corriendo

hasta Liselot.

-¡Capitán!-exclamó para mantener las formas-. Le esperan

en The Queen of Sea.

Como no tenían nada más que hacer, se dedicaron a

seguirlo de regreso al barco.

Cuando llegaron, varios marineros británicos hicieron una

reverencia a la capitana Van der Decken. Se ofrecieron a

formar parte de su tripulación y sacarle 15 nudos a ese

barco –lo cual era una cifra más que suficiente para la

época-. Ella, en medio de su prisa, pensó que diez hombres

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

558

de mar, de apariencia ruda y trabajada –a las claras, piratas-

eran justo lo que necesitaba para ir tras los huesos de

Sheefnek. Entonces, entre frases ambiguas, logró

sonsacarles que ellos sabían que un tal Sheefnek había

dejado el Archipiélago esa mañana y que sabían

perfectamente en qué barco viajaba. Les importaba porque

les debía dinero, al parecer. Ellos eran justo lo que

necesitaba, no cabía duda.

Al partir, le dijeron que tomara por una ensenada, que por

ahí había tomado el barco, el cual hacía la misma ruta

siempre, ellos lo sabían bien. Ella fue y encontró un barco

atracado, nada anormal. Siguió andando; sin siquiera saber

que era perseguida.

Quince días después, el 10 de febrero, The Queen of Sea

tocaba nuevamente las cálidas aguas del Caribe, dejando

atrás la frialdad de Inglaterra.

Una noche que Liselot no estaba de turno en el Puente de

Mando, uno de los nuevos marineros de su tripulación

estaba a cargo de guiar el timón mientras ella dormía

tranquilamente. El marinero giró la rueda de madera y, de

pronto, un estremecimiento recorrió el navío de popa a

proa.

-¡Capitana! ¡Capitana!-exclamó un marinero.

Liselot, alarmada ya por el remezón de hace unos minutos,

abrió la puerta.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

559

-¡Hemos encallado en un arrecife!-explicó el desesperado

marinero-. La quilla está rota y el agua ha empezado a

filtrarse. En no más de dos horas nos habremos hundido -.

Liselot comprendió la urgencia del momento. Ese barco no

tenía botes salvavidas, en realidad, no tenía botes de ningún

tipo. Y estaban en mitad de la nada. El Caribe era una plaga

de islas, en ese momento no estaban cerca de ninguna. En

cubierta ya lanzaban bengalas en distintas direcciones. No

tardó en aparecer en el horizonte un barco bien conocido

por todos: The Storm.

-¡Todos a los cañones!-exclamó Liselot, pensando que

aquel barco no ayudaría en nada. Tendrían transporte, pero

serían prisioneros. Más esperanzas estaban en cañonearlo y

poder tomarlo. Sin embargo ningún marinero se movió

excepto los hombres del Evertsen-. ¡Es The Storm! ¡Nos

hará trizas si no actuamos rápido!-gritó frenética… había

esperanzas… quería aferrarse a ellas.

Los marineros del Evertsen, ni lerdos ni perezosos, tomaron

las balas y comenzaron a apuntar los cañones. Sin embargo

se encontraron con la brillante sorpresa de que la pólvora

estaba mojada, los cañones sucios y las balas no estaban en

condiciones de ser disparadas.

-Capitana, la artillería no es opción-dijo un hombre.

-Está bien, al timón entonces-exclamó subiendo en

volandas las escaleras al Castillo de Popa-. ¿De qué lado se

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

560

filtra el agua, Brath?-preguntó con las manos ya en la

rueda-. ¡Brath!-exclamó, sin embargo el hombre

permaneció impasible, como si no hubiese escuchado

absolutamente nada-. Está bien-dijo, no estaba en su

intención presionar a nadie, nunca lo estaría-. ¡Vossen!

¡Vaya a la última cubierta y tráigame el informe!-exclamó.

El susodicho Vossen se cuadró y exclamó:-¡A la orden,

capitana!-. De inmediato corrió hacia la escalerilla que

llevaba a las entrañas de la nave. Sin embargo, un puñetazo

en su cara lo detuvo, dejándolo tendido en el suelo,

inconsciente. Liselot miró confundida al pirata que había

noqueado a uno de sus hombres más fieles, preguntándose

por qué. Sospechando lo que sucedía, una grumete del

Evertsen corrió hacia la escalerilla, pero no había recorrido

más que unos metros cuando un balazo le perforó el cuerpo

de un lado a otro, dejándola tendida, muerta, en un charco

de sangre.

Los marineros del Evertsen se lanzaron a la batalla

metralleta en mano: esos hombres, además de desleales, ya

no les servían sino para causar problemas. Un cañón tronó

y una bala atravesó el timón de The Queen of Sea,

dejándolo hecho trizas. Liselot alcanzó a apartarse a tiempo

del mentado artilugio.

Los piratas holandeses se vieron entre dos fuegos: las balas

de cañón de The Storm y la batalla cuerpo a cuerpo en The

Queen of Sea. De pronto las balas de metralleta se les

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

561

acabaron y esos pesados artilugios sólo fueron lastre, que

les impidió pelear correctamente con las espadas. Al final,

no sólo se vieron superados en número, ni abordados por

los piratas británicos, sino que además en medio de un

círculo de gente que los apuntaba y amenazaba con

asesinarles con sólo apretar un gatillo. Antes no les hubiese

importado entregarse sin más a la muerte, pero tenían una

misión por cumplir: había alguien, perdida en alguna parte

del mundo, que les necesitaba y no podían abandonarle a su

suerte.

Uno a uno, los veinte marineros que consiguieron salvar la

vida, incluida la capitana Liselot, comenzaron a arrojar las

espadas y las metralletas, y cualquier arma que llevasen

sobre el cuerpo. Acto seguido los amordazaron y amarraron

de pies y manos para transportarlos con mayor docilidad a

The Storm.

Una vez a bordo de The Storm fueron llevados a las

bodegas, de las cual les sacaron dos días después. La luz

día, luego de tanto tiempo separados de ella, terminó por

cegarle, especialmente su bello resplandor sobre las aguas

azul verdosas del mar. Los dividieron en grupos de a cuatro

y se les entregó, a cada grupo, una pistola con una única

bala y una pequeña bolsa con comida que no alcanzaría

para más de dos jornadas. Si no morían de hambre,

acabarían por matarse mutuamente por aquel escuálido

alimento.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

562

El último grupo en salir de las entrañas del barco fue el de

la capitana Van der Decken.

-Capitana, capitana, capitana-rió el capitán de The Storm

con sorna-. Creo que hay una cosa que dos que no sabes.

Y eso era por supuesto algo obvio. Aquella vez, en

Liverpool, se le había acercado un hombre llamado Dirck

Sheefnek, atraído por la noticia de que sus marineros se

habían enfrentado a la capitana Van der Decken, quien

viajaba a bordo de The Queen of Sea. Ese hombre le había

ofrecido una gruesa suma de dinero si le informaba cuando

ella llegara a la ciudad –que sus informantes ya le habían

dicho que ella estaba muy cerca de Liverpool- y que la

siguieran, la enfrentaran y la retuvieran hasta abandonarla

en una isla desierta, con la menor cantidad de tripulantes.

Ella sintió unos férreos deseos de darle una buena bofetada,

de esas que le voltearían la cara de un lado a otro a

cualquiera. Sin embargo, no alcanzó siquiera a levantar la

mano. Entre dos hombres la tomaron en andas y la dejaron

en la borda, de la cual la lanzaron sin ningún amago de

caballerosidad. Luego lanzaron a sus compañeros y las

pocas pertenencias que llevarían a la isla, la cual estaba

apenas sí a unos pocos metros.

Apenas llegaron a la orilla, rezumando agua, The Storm

soltó amarras. Sin embargo, no llegó muy lejos: de entre los

recodos de aquel archipiélago aparecieron tres barcos con

bandera británica, sin duda eran tres goletas de la

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

563

invencible Royal Navy. Dos barcos siguieron a The Storm,

que se dio a la fuga de inmediato. La nave insignia fue

directamente a la isla en que estaba Liselot. Uno de los

marines holandeses quiso disparar, pero su capitana le

detuvo. Los hombres británicos bajaron y, lo primero que

vieron, fue el inconfundible rostro de la Holandesa Errante.

Dieron un respingo de deleite.

Y si vas a la última isla, te encontrarás con una reconocida

pirata que vale la pena capturar y ahorcar… eso le había

dicho Dirck Sheefnek en Londres cuando le había pedido

que fuera a seguir a The Storm.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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Capítulo 25: “Todo Destino Busca a su Dueño”.

Nota de Autora:

No tengo novedades, mis estimados, así que paso derecho

al capítulo…. Quizá para la próxima nota de autora os

tenga una lista de las mejores películas que he visto en mi

vida y el personaje que me moló de cada una… Y que he

visto buen cine, he visto buen cine…

Bien, para no alargar más esto, colocaré como sugerencia la

canción Hoist the Colours de Hans Zimmer para Piratas del

Caribe: En El Fin Del Mundo.

Una Semana Después…. Bueno, después de una semana sin

veros, creo que os merecéis una explicación: el domingo

pasado me picó un bicho de dudosa procedencia y el muy

infeliz me dejó el tobillo que ni les cuento… tuve que hacer

reposo varios días y no pude escribir…. Pero eso ya pasó y

heme aquí, de regreso. Otra cosa, la frase que da título a

este capítulo me la dijo muy sabiamente mi sandía, mellon,

estimado enano, amigo Dumi, a quien va dedicado este

episodio.

Las rejas oxidadas de la celda se abrieron

quejumbrosamente, dando paso a la figura de un hombre

fornido que se perfiló a la apagosa y nimia luz del sol que

apenas si entraba por el ojo de buey que las inclemencias

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

565

del tiempo habían cincelado en la raída muralla. El hombre,

vestido impecablemente con el traje rojo de la Marina

Británica hizo una señal a dos de sus pares, al parecer de

menor rango que él, para que lo esperaran en el pasillo,

mientras que él ingresaba en la celda taconeando

lentamente, con deleite, en el piso de madera.

Liselot Van der Decken no quiso mirarlo a la cara,

sencillamente no podía, ¿es que acaso alguno de vosotros

miraría de buen grado a quien será vuestra muerte? Dos de

sus tres acompañantes alzaron la barbilla y miraron al

soldado con arrogancia, el otro, al igual que ella, prefirió

mantener los ojos cerrados y no mirar, sencillamente

ignorarlo todo, fingir que seguían durmiendo, quizá así la

muerte dolería menos.

El hombre siguió andando claramente hacia Liselot y, sin

previo aviso, le dio una feroz cachetada que a ella la hizo

respingar y abrir los ojos de golpe. Acto seguido se sintió

una confusión de grilletes moviéndose furiosamente: eran

los tres compañeros de Liselot que habían reaccionado y no

pensaban en lo absoluto en quedarse de brazos cruzados

mientras ese hombre la agredía, por supuesto que la

defenderían. Sin embargo, atados como estaban, no podían

hacer mucho al respecto y el hombre sonrió triunfalmente.

-El pasaje se le ha acabado, capitana Van der Decken-dijo,

pronunciando con especial sarcasmo la palabra “capitana”.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

566

Liselot no alcanzó a darse cuenta de en qué minuto el

soldado británico dirigió una fugaz mirada hacia afuera, ni

de cuando los dos militares que aguardaban del otro lado de

la reja entraron, ni cuando le quitaron los grilletes que la

adosaban a la pared sólo para colocarle unos nuevos. La

operación se repitió tres veces más, momento en que los

cuatro piratas holandeses fueron arrastrados con celeridad

hacia afuera.

-¿Dónde estamos?-preguntó Liselot armándose de valor.

El hombre largó una risita burlona.

-Espera y verás, capitana-fue la respuesta.

Llegaron a la cubierta del navío. El viento les golpeó en la

cara. Volver a respirar. Recuperar la vista. Todo era tan

maravilloso. Era recordar los sentidos tan largamente

olvidados por un lapso de casi un mes en el cual sólo hubo

mala comida, humedad y una higiene miserable. Liselot

parpadeó con fuerza para aclararse la vista. Sintió cómo iba

a desmayarse, no supo si era por las malas condiciones de

vida que llevaba hasta ese momento o porque la sorpresa la

había dejado anonadada. La bajaron a ella y a sus hombres

de la cubierta a empellones.

-Conque el Támesis, ¿no, capitana?-le preguntó uno de sus

hombres, prudencialmente en su lengua mater.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

567

Y no podía ser otra cosa. El río de Londres, con su activa

navegación fluvial era el lugar donde estaban. El comercio

los envolvería si no estuviesen siendo vigilados y rodeados

por una gruesa rueda de marineros del rey. Ahí estaba el

célebre Palacio de Buckingham y más allá estaba la Torre

de Londres, lugar en el que ya habían estado antes y del

cual no traían recuerdos muy gratos…. bueno, de hecho

nada gratos… Liselot supo de inmediato que iban a intentar

ejecutarla, pero Lodewijk estaría ahí y lo evitaría… no era

un instinto nada más… era, sin presumir, una de las piratas

más buscadas por Inglaterra, a esas alturas todo el Reino

Unido sabría que la llevaban de regreso a la horca.

-¿Cree usted que vengan, capitana?-preguntó el mismo

hombre.

-No quiero creer que vengan, si lo hago, será su muerte-

confesó ella.

-¿Y qué le da la seguridad que vendrían?-preguntó él.

Fue el único momento en que la joven volteó hacia él y le

miró a la cara.

-Maestre, cuando uno cree en algo, es porque su alma tiene

la certeza de que es real-dijo.

No tuvieron más tiempo de seguir platicando. Un soldado

empujó a Liselot hacia un carruaje completamente negro,

metálico y medio corroído por la humedad del puerto

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

568

fluvial. La subieron y cerraron la portezuela enrejada. Las

ruedas chirriaron contra el suelo de piedra de la ciudad.

Liselot dejó de sentir el ruido del agua, el viento en su

rostro y de oír el graznido de las gaviotas que tanto había

extrañado. Pasaron por el Palacio de Buckingham y, no

mucho tiempo después, chocaron con un imponente edificio

compuesto de varias alas, la más importante era una amplia

y alta torre de impecable color blanco: la Torre de Londres,

de donde los pocos que salían con vida iban a dar a Trenton

o a la mismísima Colina de la Torre, de donde ya no

volvían a mirar el mundo nunca más.

La bajaron con rudeza y, tras subir una escalera tras otra,

abrieron una desvencijada puerta de madera, la cual, con un

crujido, dejó a Liselot entrar. Le quitaron los grilletes y la

dejaron dentro, sola, sumida en la total oscuridad, sin

siquiera una ventana.

En un inicio, Liselot se sentó en el camastro que le habían

dado. No caería en la desesperación, no podría hacerlo.

Lowie vendría, estaba segura. Entonces surgió ante ella la

imagen de Lodewijk, su mejor amigo, pereciendo en la

horca. Era sólo su imaginación, pero no pudo evitar un

estremecimiento corriendo por todo su cuerpo: él era la

persona que menos merecía la muerte luego de todo lo que

había hecho por salvarla. Sin embargo, eso sería lo que

sucedería si él llegaba a aparecerse el día que fueran a

ejecutarla y ella no podría hacer nada por evitarlo. No podía

sino evitar pensar en él, evitar pensar en el Evertsen, evitar

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

569

desear que la rescataran, era mejor que eso no sucediera: no

quería poner en riesgo a nadie más por su culpa.

El tiempo siguió pasando… en otro tiempo hubiese tenido

esperanza de que vendrían. Ahora no, ya no quería tenerla;

quizá, después de todo, era completamente lógico e

imposible, lo más probable es que en el Evertsen no

hubiesen tenido cómo enterarse de su pronta ejecución.

Quizá, en otro tiempo, hubiese entrado en pánico. Después

de todo, esperanza no es sinónimo de tranquilidad. Hubiese

sido inevitable sentir miedo, como la primera vez en que

había estado en la Torre. Quizá hubiese llorado… pero su

vida había dado vueltas y, en gran parte, había endurecido

su corazón consigo misma, aprendiendo a resguardar gran

parte de sus emociones. Con los demás era otro asunto,

seguía siendo la misma Liselot de siempre: fácil de

enternecer y emocional, fácil de conmover. Había visto

demasiadas cosas en los últimos casi cuatro años como para

que eso pudiera sorprenderla y aterrarla. La cárcel, los

secuestros, los tiroteos, la muerte… ya estaba

acostumbrada. Pero era quizá un poco difícil de aceptarla,

sobrellevarla estando sola, porque debía admitir que gran

parte de sus esperanzas estaban puestas en los demás.

Le pareció ver, en lo más profundo de su corazón una

noche oscura, lluviosa, horrible. La cubierta del Evertsen

lavándose, el mar embravecido, la gente batallando. Su

padre sobre sus rodillas, el rostro cada vez más pálido:

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

570

-Lleva el Evertsen a casa-decía.

Y, como a través de una ensoñación, desapareció. Liselot se

quedó anonadada: había roto una promesa, eso no podía

quedarse así. Pero, ¿qué hacer? Encerrada ahí era imposible

reaccionar.

La hora siguió pasando y Liselot perdió sencillamente la

noción del tiempo. ¿Sería de día? ¿Estaría anocheciendo?

¿Sería de día otra vez? No tenía idea.

En lo más profundo le pareció ver a Ivanna… le había

fallado sin siquiera poderlo evitar. Cada destino busca a su

dueño y ella no tenía ninguna trascendencia en eso, no

podía cambiarlo aunque quisiera. Si tan sólo tuviera en ese

momento una idea, una maldita idea, todo sería diferente…

El agua impactó con brutal fuerza contra el cuerpo de

Liselot, helándola. La muchacha abrió los ojos.

-¡Arriba, haragana!-le exclamó un soldado.

Liselot se levantó del camastro, pensando que era increíble

que hubiese podido quedarse dormida en una situación

como esa. Tendría que haber permanecido despierta,

tendría que haber pensado alguna idea, ¡no podía traicionar

su promesa ni abandonar a Ivanna de esa forma!

Un soldado se acercó a cerrarle los ojos con una venda y

otro le colocó un grillete alrededor de las muñecas, las

cuales mantuvo siempre adelante. Sin más comenzaron a

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

571

arrastrarla por las escaleras, cada tanto tiempo tropezando y

obligándola a ponerse de pie sin miramiento alguno a punta

de azotes y golpes. Cuando llegaron abajo, la subieron a un

carro que aguardaba abajo.

Durante todo el trayecto Liselot escuchó las hortalizas y

gritos desalmados de la gente deseándole la muerte y que se

fuera al infierno luego de perecer. Varios huevos podridos y

tomates fueron a impactar contra su cuerpo. No tardaron

mucho, sin embargo, en llegar hasta la Colina de la Torre,

localizada al norte de la prisión. Cuando la bajaron, los

insultos siguieron por largo rato y los proyectiles en modo

de verdura también.

El verdugo la subió al patíbulo, al menos eso sintió ella,

porque percibía cómo la forzaban, con nada de delicadeza,

por cierto, a subir gradas de madera crujiente y que

amenazaba con ceder en cualquier momento. Una vez

arriba le quitaron la venda. Sólo entonces pudo ver la

cuerda, la horrible y maldita cuerda colgando del gancho, la

trampilla que cedería en el momento inoportuno, la

multitud al frente suyo amenazándola y acusándola de

haber asesinado familias, destruido vidas y un largo

etcétera. A sus lados estaban los tres desafortunados

compañeros que habían tenido la mala suerte de haber

estado con ella hasta el final.

-Hasta siempre, capitana, si tuviera un sombrero me lo

quitaría ante usted… por supuesto, si tuviera las manos

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

572

desatadas-dijo un hombre de sobre cuarenta años en su

holandés natal, jugando con la ironía para no quebrarse ante

el momento. ¡Era tan horrible morir entre el odio! No pudo

evitar, incluso, sentir un poco de culpa.

-Un placer servirla, capitana. Hubiera muerto de buen grado

por usted y hubiese peleado a su lado hasta el final-dijo otro

hombre de la misma edad, pero ligeramente más serio y

formal.

-No hay nada que agradecerle, por su culpa vamos a morir-

dijo el tercero.

-La muerte sólo es de paso, muchacho-intentó calmarle el

primero.

-Él tiene razón-intervino Liselot por primera vez en la

conversación-: si no los hubiese forzado a venir, no estarían

aquí ahora…es más, si no hubiese accionado ese botón…

nada de esto estaría sucediendo-dijo ella.

-No se culpe, capitana: Sheefnek es el que tendría que

colgar de esta cuerda…-dijo el segundo.

En ese preciso momento llegó el clérigo de turno hasta el

patíbulo y pidió que bajaran los cuatro delincuentes para

poderles dar el último sacramento.

Liselot fue la segunda en bajar. Sintió cómo una riña

estallaba en el público, riña que pronto se volvió un

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

573

griterío. Dirigió una mirada fugaz y sus ojos se posaron en

los de otra persona.

-¿Lowie…?-murmuró, sin poder creer que los ojos que se

clavaban con tanta seriedad en los suyos pertenecieran a su

mejor amigo, quien estaba ahí protegiéndole.

La obligaron a continuar. Detrás de una tarima el clérigo les

esperaba con expresión amable.

-Dime, hija, ¿hay algo que quieras confesar?-preguntó en

dirección a Liselot.

Liselot, pensando que sencillamente había alucinado al

creer que había visto a Lodewijk contestó:

-Traición, he traicionado a mi familia, a mi padre no le

cumplí y a mi hermana la abandoné a su suerte-dijo y

continuó explayándose.

Sin embargo, Liselot no tuvo mucho tiempo de continuar:

un torpedo impactó contra el patíbulo incendiándolo por

completo. La gente comenzó a gritar y a buscar al culpable,

quien, desde luego, supo ocultarse para no ser notado.

Mientras el patíbulo ardía en llamas y los soldados se

exaltaban y la gente gritaba despavorida, dispararon, desde

distintas partes, proyectiles, que impactaron en el fuego y

estallaron en bellos colores: eran juegos de artificio.

La gente comenzó a aplaudir de buen grado y a acercarse

en masa para poder observar mejor. Mientras el público se

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

574

divertía con los fuegos de artificio que eran disparados

desde los árboles que había en las cercanías y envolvía cada

vez más a los militares, diversas personas provenientes del

Evertsen infiltradas entre la muchedumbre se acercaron a

los soldados ingleses y los apuñalaron uno a uno hasta que

se abrieron paso detrás de la tarima.

Pero, ¿qué había pasado con las confesiones? Pues, al

comenzar a gritar la gente y al notar que detrás de ellos la

tarima ardía en llamas, amenazando con sepultarlos, el

clérigo y sus ayudantes se quitaron los trajes y dispararon al

verdugo y sus colegas ante el pasmo de Liselot.

-No nos olvidaríamos de usted, capitana-dijo Linda

Freeman, cogiéndola del brazo.

La sacó de ahí, mientras sus colegas se encargaban de los

otros marineros. Una vez afuera, Lodewijk, ya reunía al

resto de la tripulación, dando la señal de que era momento

de irse de ahí: disparó un fuego de colores y, cuando la

gente ya iba a voltear, de cada árbol dispararon artilugios

de igual naturaleza contra el ardiente patíbulo, continuando

el espectáculo. De inmediato los marineros se allegaron

hacia Lodewijk. El muchacho, al girar, vio que llevaban a

Liselot hacia él y no pudo contenerse en correr hacia ella y

sujetarla contra su cuerpo. Cuando vieron que estaban todos

partieron rumbo al Támesis, donde les esperaba un bajel

muy parecido a The Storm y a The Queen of Sea, y

subieron sin que nadie hiciera intento alguno por evitarlo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

575

En cosa de un par de horas estarían en aguas abiertas y

podrían volver a bordo del Evertsen.

Contra la voluntad de Liselot, fue Lodewijk quien dirigió el

barco, abogando que la muchacha estaba muy débil como

para hacerse cargo del mando. Así que no tuvo mejor idea

que sentarla en cubierta frente a un buen plato de ensalada

que habían conseguido y aliñado en mucho limón, y

explicarle cómo es que la había encontrado contra todo

pronóstico.

El día 12 de febrero, apenas su grupo fue abandonado en

una de las tantas islas desiertas del sector, uno de los

marineros del Evertsen sacó de entre sus pertenencias que

no le habían quitado su celular. Por suerte aún encendía. De

entre sus ropas extrajo un drone en miniatura y plegable

que solían ocupar en las misiones de espionaje con su

respectivo cable y joystick. El aparato comenzó a elevarse

y, guiado por su dueño dejó de enfocar la isla de la que

había salido, comenzó a filmar el área. Sin embargo no

pasó mucho tiempo hasta que cayó en tierra tras un

piedrazo arrojado por un marinero que estaba en la costa de

la isla que el aparato sobrevolaba. El hombre se lo quedó

mirando dubitativo, sin embargo, cuando comenzaron a

apurarlo para que subiera abordo no pudo evitar tomarlo

pensando que era una total rareza la que había encontrado.

Al día 25 de febrero se perfilaba brumoso, eran apenas sí

las primeras horas de la mañana. Iban tranquilamente

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

576

pasando por el Canal de la Mancha cuando un navío de

casco completamente metálico y antenas del mismo

material los interceptó. En la parte más baja de la proa

llevaba en letras que antes habían sido blancas la

inscripción HMNLS Evertsen y una bandera pintada de

colores gastados, ya imposibles de ver. En el mástil mayor

–en realidad era un radar- se izó furiosamente la Jolly

Roger.

La tripulación inmediatamente sucumbió ante el pánico. No

tenían preparación militar: eran mercantes que

transportaban caña de azúcar, café y materias primas

provenientes de América Central e intentaban comerciar en

Dinamarca, aunque navegaban bajo la estampa francesa.

El capitán, sabiendo que nada más podían hacer, decidió

izar la bandera blanca. El Evertsen navegó la poca distancia

que les separaba y sus marineros les abordaron. El que

parecía ser el capitán, un muchacho de apenas si veinte

años, se acercó al mandamás francés seguido por un

compañero.

-¿Qué transportan?-preguntó el compañero, traduciendo la

pregunta de su mandamás, quien no era sino Lodewijk

Sheefnek.

-Caña de azúcar, café-respondió el capitán francés

lentamente.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

577

Se acercó un marinero, quien no era sino el que había

recogido el drone hasta ellos.

-Tío, puedo ayudarte-le susurró al capitán.

-No intervengas, muchacho-le respondió el capitán a su

sobrino.

-Tío, fíjate, la inscripción es la misma-dijo el muchacho

descubriendo el drone de entre una pañoleta de seda y

mostrándole una inscripción que rezaba HMNLS Evertsen,

la misma que el capitán juzgó que estaba en la proa del

navío que les atacaba.

El tío del muchacho le arrebató el objeto de entre las manos

y lo miró con más cuidado.

-Me lo entregas y tienes pase libre, aquí no ha pasado nada,

¿qué dices?-preguntó el compañero de Lodewijk por orden

de este último, preguntándose qué mosca le había picado al

contramaestre del Evertsen para ser tan caritativo.

El capitán del navío francés se vio en la obligación de

acceder y dejar a los holandeses en libertad de retirarse de

su barco sin represalias.

En la comodidad de la Cabina de Mando, Lodewijk

encendió la cámara del aparato, rogando a todas las

deidades en las que no creía –recordemos que era ateo- para

que la máquina funcionara luego del feo golpe en el agua y

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

578

los malos cuidados de esos marineros que habían pensado

que era un simple trasto, artilugio del demonio.

Para su felicidad, el visor se encendió y pudo revisar el

video más reciente. Se veía cómo se alejaba de una isla en

la cual había cuatro marineros, pudo reconocer incluso al

dueño del aparato. Luego seguía por entre las islas y se

acercaba a un barco del cual lanzaban al agua a nada más ni

nada menos que a Liselot. Sin embargo, la muchacha volvía

a aparecer sana y salva en la playa en compañía de tres

marines más. Apenas sucedía eso, el navío The Storm –eso

rezaba la popa- daba la vuelta.

Sin embargo, The Storm no alcanzaba a virar

completamente cuando aparecían tres bajeles de bandera

británica, con completa apariencia de aquellos que

navegaban para la Royal Navy. Volvía a virar, ahora hacia

babor y se escabullía a toda velocidad entre el

Archipiélago, seguido de cerca por dos de los barcos recién

llegados.

Pero, la nave insignia se dirigía con toda calma hacia la

isla en que habían dejado a Liselot y a sus tres

acompañantes. Se bajó un grupo de soldados de la Corona

Inglesa y tomaron a su mejor amiga y sus hombres como

prisioneros a bordo del mentado bajel, que soltó amarras de

inmediato, de regreso al lugar del que venían.

Ahí se escuchaba un golpe y la pantalla se iba a negro.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

579

Lodewijk se había agarrado la cabeza con ambas manos,

eso lo recordaba muy bien. Desde ese momento había

ordenado navegar a toda prisa hacia Londres. Conocía el

barco y la zona en que había ocurrido el incidente.

Todo había ocurrido en las primeras islas del Caribe, en su

ala oriental, casi fundiéndose con el Atlántico, dirección en

la que había partido el barco. Y no era para menos. Ese

capitán que aparecía en la grabación tenía fama de llevar a

todos sus prisioneros hacia Londres, no importaba dónde

los encontrase, para juzgarlos ahí. Una prisionera como

Liselot ya estaba sentenciada a la horca, no había salvación.

Así que la ahorcarían en Londres, probablemente en la

Colina de la Torre, y luego exhibirían su cuerpo en una

jaula a la entrada del Támesis.

Ordenó ir a toda prisa hasta que tocaron puerto en la costa

marítima más cercana a Londres, evitando, por supuesto,

ser visto por la invencible Armada. Entró en la primera

taberna que encontró.

-¿Irás a la ejecución?-escuchó que un hombre le preguntaba

a otro.

La tabernera le sirvió cerveza a los marineros holandeses,

quienes asintieron con la cabeza. Lodewijk se sentó en la

barra con aire distraído para poder escuchar mejor.

-¿Ejecución?-respondió el otro.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

580

-¡Ay, muchacho, tú siempre tan distraído! ¿No te enteraste

de que hoy trajeron a la Holandesa Errante?-le preguntó el

que había hablado primero.

-¿La Holandesa Errante?-preguntó el otro a punto de

atragantarse con lo que quiera que estuviera bebiendo,

palideciendo severamente.

-Sí, hombre. La han traído hoy por la mañana, a primera

hora, en uno de los barcos de Su Majestad y de inmediato la

han encerrado en la Torre de Londres. La ejecución será

mañana al amanecer-contestó el primero en hablar.

Lodewijk no necesitó saber más. Juzgó que hubiese pasado

suficiente tiempo para no levantar sospechas, en el cual se

bebió su cerveza y esperó que sus hombres hicieran lo

propio. Luego, sin más, se puso de pie, pagó la cuenta por

completo a la tabernera –quien se sorprendió de que aún

hubiera gente honrada en este mundo- y reunió a su gente

que, disciplinadamente, acudió al llamado.

Salieron al aire fresco de la madrugada, ya eran pasadas la

una de la mañana.

-¿Qué hora es?-preguntó Lodewijk.

-La una y veinte de la madrugada, mi Contramaestre-dijo

un marinero.

-¿A qué hora amanece acá en estas fechas?-preguntó

Lodewijk.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

581

-A las ocho, mi Contramaestre-le contestó el mismo

marinero.

Sabiendo que tenía poco más de seis horas para poder llegar

a Londres y pensar algo decente, Lodewijk decidió tomar la

ruta del río para entrar en la ciudad. Si bien un barco es más

llamativo de noche, sería más rápido.

Vieron un bajel –obviamente de bandera británica y la

flama de la East India Trading Company-, específicamente

una goleta de la cual bajaban sendos rollos de seda.

-Con esto le pagamos a la tabernera-dijo un marinero.

Acto seguido bajaron todos los marines y se fueron rumbo

a la taberna de la cual venían Lodewijk y sus hombres.

Cuando juzgaron que no había más movimiento en la nave,

la abordaron y, tras dar un buen golpe a los vigías, a

quienes arrojaron al agua, partieron río arriba.

A bordo, Lodewijk había descubierto los fuegos de artificio

y había maquinado todo su inteligente plan.

No habían pasado muchas horas cuando entraron en la

hermosa ciudad de Londres. Aún no amanecía. El tráfico

fluvial era técnicamente nulo, así que nadie reparó en su

presencia.

-¿Qué hora es?-preguntó Lodewijk.

-Las seis de la mañana-respondió el vigía.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

582

-Deténganse aquí-ordenó al entrar en el muelle fluvial de la

ciudad.

En la confusión de navíos arrojaron el ancla y, cuidándose

de no ser vistos, desembarcaron. Pasaron por todos aquellos

lugares que habían deseado no ver nunca más, incluida la

Torre de Londres, frente a la cual Lodewijk se estremeció

de sólo pensar las mil penurias que pasaría su amiga en

esos momentos. Luego llegaron a la Colina y tomaron sus

posiciones con suficiente tiempo antes de la Ejecución.

-Y ahora, tenemos que volver al Caribe-dijo Lodewijk sin

permitir que Liselot le diera siquiera las gracias, era una

persona a la que le gustaban los aplausos, pero no quería

vanagloriarse frente a ella-: hay gente que rescatar.

-Tienes razón, Ivanna puede esperar-respondió ella mirando

el horizonte.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

583

Capítulo 26: “Hasta Aquí Llega Mi Mapa”.

Nota de Autora:

Hola, estimados, luego de tres días sin tocar siquiera el

teclado de mi computadora, comprenderán que estoy

deseosa de volver a tratar con vosotros, especialmente

cuando el verano se acaba –vuelvo a clases en dos semanas,

de las cuales siempre dedico una a repasar, aunque odio

hacerlo, arreglar mi sitio web y retomar la flauta luego de

dos meses de ni mirarla de tan concentrada que he estado

escribiendo- y muy pronto no nos volveremos a ver. Quizá

La Leyenda del Holandés pase un cuarto verano sobre mi

escritorio, ¿quién sabe?

Pero prefiero no seguir torturándome con preguntas inútiles

y cumplir con lo que he prometido. ¿Recordáis que la Nota

de Autora anterior había prometido que os haría una lista de

las mejores películas que he visto en mi vida –que he visto

mucho buen cine- y el personaje que me moló de cada una?

Pues, aquí os va:

-La primera, obviamente, es mi favorita: El Señor de los

Anillos, el Retorno del Rey. He divagado con la almohada

largas jornadas para escoger el personaje que me moló de

esta película, porque hay dos que de verdad me dejaron

helada. Así que, os diré quiénes son: Aragorn, que

realmente me fascina, y Éowyn, a quien admiro muchísimo.

Ambos me identifican en gran medida.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

584

-El Señor de los Anillos: Las Dos Torres; definitivamente

es Sméagol con todos sus dramas existenciales.

-El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo. Frodo

Baggins, mi personaje favorito de toda la trilogía, tanto del

libro como de las películas, y la Dama Galadriel, quien

sencillamente es maravillosa, poderosa, bella, audaz… en

fin, no hay palabras para describirla.

-Piratas del Caribe: La Maldición del Perla Negra, película

que por largo tiempo fue mi favorita –antes de descubrir,

por cierto o no, al Señor de los Anillos-. De esta fabulosa

película de aventuras rescato al genial, increíble, asombroso

y pícaro Capitán Jack Sparrow, personaje que apenas lo vi

en la primera escena supe que era mi versión masculina y

adulta –sí, señores, ese es el motivo por el cual Mariette se

apellida Sparrow-.

-Piratas del Caribe: El Cofre del Hombre Muerto. Esta

película nunca, por a, b, c, d y triple z motivo la he podido

ver completa –siempre veo el inicio y el final-, pero a quien

destaco de esta película es a la misteriosa Tía Dalma.

-Piratas del Caribe: En el Fin del Mundo. Esta película,

debo admitir, que la primera vez que la vi no entendí nada

de hacia dónde iba y me enredé de lo lindo, pero después de

verla cada vez que la pasaban por la tele –que gracias a

Dios la pasaron muchas veces en ese tiempo- logré

comprender la maraña de estrategias y me pareció

sencillamente brillante. Me costaría escoger un personaje,

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

585

pero si tengo que mencionar a alguno sin duda elijo a

Barbossa. ¿Por qué Barbossa? Bien, la interpretación me

pareció fabulosa, su guión fue muy acertado y el rol que

jugó en la trama me dejó boquiabierta.

-El Hobbit: Batalla de los Cinco Ejércitos. Debo admitir

que cuando fui al cine a verla con unos amigos estaba con

emociones encontradas: por un lado, no me la quería perder

por nada del mundo, y por el otro sentía una profunda

desilusión. La trilogía del Hobbit que hizo Peter Jackson no

fue de mi agrado, sabedlo, pero esta película podría decir

que le faltó muy poco para eclipsar a El Retorno del Rey –

que ya sabéis es mi favorita-. No sólo fue un acertadísimo

cierre para la trilogía cinematográfica –salvándola de mis

dardos, entre otras cosas-, sino que es una gran película. De

este film me encantó Bardo, de hecho mi escena favorita es

protagonizada por él –cuando asesina al dragón Smaug,

otro personaje de mi agrado, con ayuda de su hijo Bain-.

-Goethe! Sí, habéis leído bien: me he saltado del cine épico

medieval al cine romántico, y esto no es algo que se dé

todos los días –odio el cine romántico, para que una

película de esa categoría esté en mi listado, ha de ser muy

buena-. Me pareció sencillamente conmovedora, muy bien

ambientada y me pescó del inicio al fin, tanto emocional

como mentalmente. El personaje que resalto en esta ocasión

es el propio Goethe, la interpretación del actor que

escogieron fue fantástica, el personaje es sencillamente un

genio, frenético, romántico, atrevido y no cae en la

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

586

galantería ni la estupidez. Ignoro si así era el verdadero

Goethe, pero el personaje es genial, sencillamente genial.

-La Ladrona de Libros. Sí, yo, la que dice que no le gustan

las películas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial,

he puesto esta película en mi listado. El personaje que

resalto es Max Vandenburg, quien me parece sencillamente

adorable, asustado pero a la vez valiente y siempre

colocando a los demás en los primeros puestos de sus

prioridades sin importar cuán necesitado esté. Aparte, en lo

personal, me recuerda a un amigo muy querido, si está

leyendo, sabe a quién me refiero.

-Las Crónicas de Narnia: El Príncipe Caspian. ¿Tengo que

explicar por qué encuentro a Caspian sencillamente

maravilloso? Pues, además de traer una historia realmente

triste a sus espaldas, es valiente, pero a su vez se siente

perdido y reacciona de maneras geniales… la interpretación

del actor por lo demás estuvo a la altura de un personaje

que me gustó tantísimo al leer el libro.

-Las Crónicas de Narnia: La Travesía del Viajero del Alba.

Acá hay más personajes que resalto. Son tres: Eustace,

Lucy y Edmund. Así que… el ganador es… ¡Lucy

Pevensie! Su conflicto personal me pareció bien adaptado y

su personalidad me agrada bastante.

-Braveheart. Esta es de las pocas películas que puede

ufanarse de haberme hecho llorar alguna vez en la vida. De

aquí rescato a William Wallace, no creo que alguien sepa

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

587

con exactitud cómo era el verdadero William, pero sí sé de

cierto las cosas geniales que hizo por su país en vida, lo

épico y admirable que es… y también sé que el actor

consiguió transmitirme eso, al grado de que estuve

muchísimo tiempo consiguiendo datos biográficos sobre el

verdadero William Wallace y la Escocia de la Edad Media.

Pues, creo que esas son las películas que más me han

gustado… no creo recordar alguna otra pieza de cine que

me haya parecido fantástica tanto tiempo después de

haberla visto –es normal encontrar una película o muy

buena o muy mala cuando uno la acaba de terminar de ver,

pero si esa emoción persiste en el tiempo, es porque

realmente lo es- ni hay personajes que me parezcan tan

memorables como los que he mencionado… Así que, con

tres páginas de extensión, ha terminado este especial sobre

las “Películas y Personajes Que Molaron A Mariette

Sparrow”.

Bien, ahora no me queda sino recomendaros una buena

canción para que escuchéis mientras leéis este capítulo. El

tema de esta ocasión es La Luz, de Peregrino Gris. Este es

el tema que me gustaría que sonara en mi funeral el día

que… bueno, ya sabéis, tendré que tener un funeral alguna

vez, puede que me crea elfa pero no lo soy –aunque espero

que ese día sea muy muy lejano-. Y, tal como he dicho, es

la música ideal para un funeral, así que ya sabéis qué se nos

viene: un capítulo triste, lastimero, lleno de muertes

deprimentes, de esas que rompen el corazón y que por lo

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

588

demás son completamente inevitables. Os deseo desde lo

más profundo de mi ser que disfrutéis el capítulo y que os

guste La Luz de Peregrino Gris. Cuidaos todos vosotros.

Liselot aspiró ansiosa el aire salino que ofrecía la cubierta

principal del HMNLS Evertsen, navío que antes

perteneciera a su padre y que ahora estaba bajo su completo

mando. Lodewijk, su mejor amigo, se le unió sin siquiera

mencionar palabra: había demasiadas cosas en qué pensar,

demasiadas preocupaciones, como para siquiera decir algo.

El dulce aire caribeño la había abandonado durante poco

más de un mes –la primavera de 1719 se perfilaba cercana,

apenas sí dos días faltaban para el 21 de marzo- y ese

tiempo había sido suficiente para olvidarlo. Nunca había

pensado que las cosas serían tan dolorosas en su retorno ni

tan distintas a como las había imaginado. Solía pensar que

regresaría con Ivanna y que serían felices. Solía pensar que

la enviaría de regreso a casa y que todo sería pronto

olvidado.

Caminó hacia el interior de la nave. Lodewijk se limitó a

seguirla. Ambos llegaron a la Cabina de Mando.

-¿El reporte?-preguntó el muchacho.

Liselot en cambio se dirigió al visor de la computadora para

analizar la trayectoria que el navío llevaba para sacar sus

propias conclusiones.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

589

-Ya entramos en su jurisdicción, capitana-le comentó por

ironía el marinero encargado del timón.

Y eso era cierto, ya estaban en el archipiélago donde ella y

los tres tripulantes que en ese minuto estaban a cargo de la

Cabina de Mando –a excepción de Lodewijk, claro está-

habían sido vilmente abandonados por la gente de The

Queen of Sea y The Storm. Decidieron que se detendrían en

la primera isla que encontraran, cosa que por cierto

cumplieron.

De pronto, cuando Liselot juzgó que no podía hacer el

navío avanzar en dirección a la playa de la isla sin arriesgar

la quilla a sufrir perforaciones, los motores se apagaron al

unísono. Un silencio de muerte envolvió al HMNLS

Evertsen luego de una semana de huir a toda velocidad y

con ese molesto ruido constantemente acompañándoles…

un silencio de muerte quebrado por las gaviotas y el suave

oleaje. Todos los marineros subieron a la Cubierta

Principal. Uno de los botes salvavidas cayó a plomo sobre

las aguas verde azuladas del Caribe, las cuales sonaron

ruidosamente al recibirlo. Liselot y Lodewijk fueron los

primeros en bajar y, desde el mismo esquife, comenzaron a

recibir mediante cuerdas provisiones y paquetes con

implementos de primeros auxilios, es decir, todo lo

necesario para explorar el trozo de tierra con toda seguridad

y poder actuar con rapidez de encontrar a algún tripulante

con vida. Acto seguido bajaron otros cinco tripulantes que

acompañarían a la Capitana y a su Contramaestre.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

590

Durante el trayecto entre el Evertsen y la isla nadie

pronunció palabra alguna, todos estaban demasiado

expectantes como para hablar. Se limitaron a empuñar los

remos, dizque estaban en plan de reservar el poco

combustible con que contaban a bordo, así que el único

sonido que escucharon fue el golpeteo de dichas

herramientas contra el agua. Algunos se miraban entre sí

con esperanza, mientras que otros mantenían la vista fija o

en su origen o en su destino: deseando regresar y no tener

que enfrentarse a los horrores que verían. Era natural y ya

casi no les tocaba tener que presenciar el sufrimiento ajeno,

pero no podían soportar el de aquellos que consideraban

más cercanos que sus propias familias, con quienes habían

tenido que compartir y convivir para aprender a sobrevivir

en el medio más hostil que hubiesen tenido que estar

inmersos jamás.

De pronto el esquife topó con algo firme, pero a la vez

blando, deteniéndose de golpe.

-Llegamos-anunció Lodewijk, apeándose de la nave,

tomando meramente su mochila, sin siquiera esperar a

nadie ni tomar carga extra.

Liselot, quien había mantenido la mirada clavada

firmemente en la isla, pareció espabilarse, así que tomó su

mochila e intentó cargar con un pesado maletín de primeros

auxilios, el cual fue a dar de lleno contra el suelo apenas

bien ella lo hubo levantado. Lodewijk se le acercó y tomó

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

591

el maletín de mal grado. Todos se bajaron de la pequeña

nave, la cual pronto estuvo libre de toda carga.

Se detuvieron a observar y les fue imposible evitar una

expresión de desilusión y de soledad: ¡Aquel inhóspito

lugar parecía estar abandonado desde siempre! Unos pasos

por detrás de ellos el mar azul verdoso era libre, luego se

fundía a la isla en una delgada franja oscura y aparecía ante

nuestros protagonistas la blanca explanada de arena fina

que cubría la playa poblada de rocas. Un par de metros por

delante se perfilaba el linde de un bosque, del cual no

provenía ningún sonido. El límite era tupido, resguardado

primero por helechos y en la segunda fila palmeras y toda

clase de enmarañados árboles de fuerte color verde, por

detrás de los cuales todo se volvía oscuro y siniestro.

Liselot anduvo de aquí para allá entre las rocas cuando

recién consiguió recobrarse de la extraña sensación de

sentirse pequeña y cohibida, desprotegida ante un

desmedido peligro. No había signo alguno de vida en esos

parajes.

-De seguro han ido a refugiarse a la selva, con este calor ni

modo quedarse aquí-dijo Liselot, creyendo de todo corazón

sus palabras.

Como no tenían nada mejor que hacer, se dedicaron a

seguir a su impetuosa capitana a través de un pequeño

camino por el cual cabía una persona medianamente baja –

motivo por el cual se veían obligados a andar en fila india,

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

592

apretujando sus armas lo más que podían para evitar que se

enredaran en las lianas y las telas de araña que les cercaban

a modo de túnel-.

-Las cortaron hace poco-dijo Lodewijk en voz alta-: hay

gente viviendo en esta isla.

Todos sintieron cómo la esperanza habitaba nuevamente en

sus corazones, pero, de inmediato, sintieron un ligero

escalofrío: ¿qué clase de gente sería la que encontrarían en

el interior del bosque? Nadie les aseguraba que serían sus

compañeros. A su alrededor yacían hojas cortadas a la

mitad, aún verdes; y a sus lados, casi rozando sus rostros,

podían ver las ramas rotas aún sin secarse.

-Miren: hay sangre-dijo Lodewijk.

Y, efectivamente, un charco de sangre viciada con manchas

blancas, ya seca y de mal olor, estaba a sus pies y en las

hojas cortadas en lo que podían ver hacia adelante. Todos

se miraron confundidos ante aquel extraño rastro y, con las

dagas prestas y las armas de fuego pequeñas preparadas,

continuaron caminando, cuidándose de no hacer más ruido

del que ya habían hecho. De pronto un alarido se alzó en el

aire.

-¿Qué fue eso?-preguntó Liselot.

Lodewijk, luego de hacerla callar con un gesto silencioso,

se acercó a su oído con suavidad.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

593

-Alguien agoniza-le susurró, asegurándose de abrazarla

bien firme previendo que ella querría ir corriendo lo más

rápido posible en dirección a la persona que se encontraba

en aquel lamentable estado.

-¡Hay alguien con vida!-exclamó ella alborozada haciendo

amago de salir corriendo en dirección al alarido.

Siguieron andando hasta que Liselot tropezó y tuvieron que

sostenerla a viva fuerza. Le susurraron que tuviera cuidado

y hubiesen seguido andando si no hubiesen notado que lo

que la había detenido era una bota, una más dura que una

vacía. Removieron la vegetación, llena de unas extrañas

flores blancas, y descubrieron a un hombre sentado en el

suelo y con la espalda apegada a un tronco. Abrieron la

boca de par en par al notar que era un miembro de su

tripulación.

El médico de a bordo le tomó el pulso. Luego palpó la

cabeza y el vientre. Luego olió los labios y meneó la

cabeza.

-Me sorprende que esté tan bien conservado con esta

humedad-confesó. Todos entendieron qué quería decir con

ese eufemismo, pero no quisieron asumirlo en lo absoluto,

especialmente Liselot, que miraba insistentemente a quien

hubiese sido su tripulante-: está muerto-completó el

médico.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

594

Todos se abrazaron con impotencia, especialmente

Lodewijk y Liselot, quienes no lo podían creer.

-¿Qué es eso?-preguntó ella con su natural curiosidad.

Entre las lágrimas le había parecido ver una mano blanca

entre los muros de enredadera.

Todos la miraron y luego vieron la mano, quedando

pasmados y un tanto asustados. Lodewijk los vio con un

gesto burlesco y se encaminó, cortando con un machete la

hierba. Grande fue la sorpresa de todos cuando vieron

espalda contra espalda a dos mujeres que vestían el

uniforme de la Zeven Provinciën. Lodewijk tosió.

-Estas están tiesas y podridas de hace rato-exclamó,

volviendo hacia Liselot.

-No me convenceré hasta que el médico lo compruebe-dijo

ella.

El médico, movido por interés científico más que por

cualquier otra cosa, se acercó a ambas damas. Les tomó

pulso y, tras aplicar diversas pruebas, confirmó que

llevaban muertas una semana a causa de un

envenenamiento. Todos pensaron que era el fin del camino

cuando sintieron un alarido de dolor desde las entrañas de

la isla. Aún quedaba alguien con vida. Liselot hizo de tripas

corazón y partió hacia dónde provenía el sonido.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

595

Anduvieron por espacio de unos minutos y, al llegar,

encontraron la desgarradora escena de un hombre,

tripulante del Evertsen, tendido en el suelo, escupiendo

sobre sí mismo sangre mezclada con una sustancia blanca.

La fiebre hacía presa de él y sudaba copiosamente. Apenas

los vio parpadeó cancinamente, sin permitirse creer que

habían ido a buscarle.

-Aléjense de mí-dijo cuando pudo articular palabra.

-Venga con nosotros, esté tranquilo-le dijo Liselot,

arrodillándose a su lado al tiempo que el médico hurgaba en

su maletín.

-No pierdan su tiempo-dijo.

-Aún se puede salvar-respondió la muchacha.

-Estoy envenenado-confesó el hombre.

-¿Qué ha consumido?-preguntó el médico.

-De… esas… flores-dijo el náufrago.

El médico observó las flores que el vacilante dedo del

militar le indicaba. Meneó la cabeza, sabía de cierto que

hacían efecto rápido, en cosa de minutos. Se colocó los

guantes y vio los rastros blancos en los desperdicios del

hombre. Volvió a menear la cabeza: en cosa de minutos

estaría muerto. Todos lo sabían, era de esas cosas que se

aprendían luego de vivir tanto tiempo en el Caribe.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

596

-Usted sabía que eran venenosas, ¿por qué lo hizo?-

preguntó el médico.

-Hace… poco más de una semana…, los tres…

compañeros… con que fui… abandonado en esta isla…

vinieron a la selva… no había comida… había que…

buscar…-dijo antes de sufrir un acceso de tos-. Ayer… los

vine a buscar… y los encontré… envenenados…

-Ellos sabían, ¿por qué harían algo así?-preguntó Liselot.

-Cuando el hambre te enloquece… el veneno es la mejor

comida… capitana-contestó el hombre.

Todos guardaron respetuosamente silencio, entendiendo el

dolor del hombre y sintiendo que la tristeza los carcomía.

-Cuando los vi así… ¿cree que quise… vivir… sólo… y

siempre… aquí?-preguntó el hombre a Liselot.

-Pero, hemos venido a buscarle-respondió ella.

-¿Cree usted… que yo… imaginaba eso?-preguntó él.

-No-concedió ella.

De pronto el hombre comenzó a toser y, tras ahogarse

sucesivamente, su mirada se clavó en el cielo velado por el

entramado de ramas que se entretejían. Lo remecieron, le

tomaron el pulso. Estaba muerto.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

597

-En paz descanse y en Gloria esté, por los siglos de los

siglos, Amén-dijo el médico.

Liselot, arrodillada como estaba, rompió a llorar, mientras a

su alrededor el conmovido doctor organizaba las primeras

plegarias para que el alma del marinero fuese bien acogida

en el Reino de los Cielos. Lodewijk la ayudó a ponerse de

pie y así estuvieron todos, guardando respetuoso luto por

sus cuatro colegas perdidos.

-No merece descansar así…-susurró Liselot-. Ellos merecen

algo mejor.

-Tiene razón, capitana-reaccionó uno de los marineros,

haciendo amago de comenzar a cavar una tumba.

Pronto otros hombres se le unieron y nadie comentó nada al

respecto.

-¡¿Están locos?!-les gritó Lodewijk, deteniendo de repente

las faenas, dejando boquiabierta a Liselot-. Aún hay gente

esperando, no podemos dedicarnos sólo a los muertos.

-Ellos siguen con vida, pueden esperar-dijo Liselot a media

voz.

-¿Y si con la espera les quitaras la poca vida que les

queda?-preguntó el muchacho, haciéndola reaccionar.

Acto seguido cambiaron de planes y, tras echarse el cuerpo

al hombro, partieron de regreso. Cuando pasaron por donde

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

598

habían encontrado los otros cadáveres también los tomaron

y los llevaron de regreso al Evertsen.

Lo primero que vieron los marineros del Evertsen cuando

Liselot y su gente regresaron fue a un grupo de personas en

fuerte estado de shock, en mutismo. Lodewijk, un poco más

frío de mente que su amiga, ordenó que se preparara a los

cadáveres con la mayor seguridad y cuidado posibles para

un pronto funeral esa misma noche –la cual se perfilaba

cerca, era el atardecer del 19 de marzo de 1719-.

Se preparó los cuatro cuerpos de la forma más higiénica

posible y, cuando el sol se puso por completo, se

encendieron velas en toda la borda del navío y se despidió a

los compañeros caídos en desgracia de la forma más

respetuosa posible, pese a que no había ningún clérigo

presente. Se les envolvió en sábanas blancas y se les arrojó

al mar, donde se hundieron lentamente hasta que ni siquiera

la claridad del agua permitió a los tripulantes verlos. Todos

suspiraron… hacer ese tipo de funerales se les estaba

volviendo una muy mala costumbre.

Las velas se apagaron, se desinstaló el altar provisorio, los

pocos que tenían aunque fuese algo de apetito cenaron

insípidamente. Las luces del navío poco a poco se fueron a

negro y ahí quedó, bañado en sombra, el HMNLS Evertsen,

pareciendo realmente el barco fantasma que tanto fingía

ser.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

599

La mañana siguiente fue muy diferente a aquella triste

noche. Todos se despertaron muy temprano y echaron a

andar la nave para avanzar hacia la siguiente isla que veían,

bastante cerca, en menos de una hora de navegación

estuvieron ahí. Les parecía que habían despertado de un

largo, profundo, doloroso y lejano sueño. Tocaron tierra

nuevamente a bordo del esquife en que habían estado el día

anterior.

De inmediato supieron que no había nada útil que se

pudiera hacer: los cuatro marineros yacían muertos a sus

pies. La vegetación en la isla era escasa, apenas sí un par de

palmeras y helechos. Una pequeña hoguera a medio

derrumbar se ubicaba al frente de ellos y databa de varios

días, quizá semanas, que no era encendida.

-¡Vaya, vaya, vaya! ¡Pero mira qué tenemos aquí, Liss!-

exclamó Lodewijk.

Todos se miraron entre sí desconcertados.

-Pues creo que aquí ya no tenemos nada que hacer-dijo el

muchacho con sorna.

-No me convenceré de qué les ha pasado hasta que el

médico lo diga-respondió ella, forzándose a creer que los

marineros continuaban con vida.

-¡Por favor, Liss! ¡Están tiesos de hace semanas!-exclamó

Lodewijk.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

600

El médico no tardó en acercarse y confirmar lo lógico: los

cuatro marineros llevaban semanas muertos. La noticia no

les golpeó tanto como la vez anterior: o es que ya estaban

acostumbrados a la imagen de sus colegas muertos en las

circunstancias más descabelladas y horribles, o es que

sencillamente esta vez la causes mortis no era tan chocante.

Lodewijk no pudo evitar bufar con sorna al ver lo

acontecido, aunque una parte de sí sintió compasión ante lo

acontecido, tendrían que haber estado muy desesperados

como para hacer algo así. Los cuatro aparecían con varias

heridas corto punzante en el cuerpo, especialmente en el

torso. La sangre seca así lo evidenciaba. Los cuatro

llevaban un cuchillo en la mano.

Dos de los muertos habían caído cerca de la playa con el

pecho atravesado por un cuchillo de hoja redondeada,

forjada maquiavélicamente para que la sangre del herido

drenara más rápido y así asegurarse de que pronto sería un

muerto. Los otros dos eran casos más serios: estaban

abrazados, pero no precisamente como una muestra de

afecto. Sujetaban la espalda del otro para clavarle el arma

en el pecho y en el abdomen, respectivamente, y así,

presionando vengativamente sus cuerpos, pasaron a la otra

vida. Detrás del que estaba abajo –y parecía haberse llevado

la peor parte en la pelea- había un cofre, cuya tapa abierta

chocaba con la espalda del caído. Lodewijk, con su ojo

entrenado y experto, pudo dar testimonio de que la

cerradura del cofre había sido forzada, motivo por el cual el

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

601

portador de la llave había defendido el contenido hasta el

final de su vida, colocándolo tras su espalda.

Probablemente la desesperación y el hambre había hecho

que los otros tres pensaran en asaltarlo, o que él estuviese

haciendo un mal uso de las provisiones y los demás

pensaron en quitarle las llaves. Cualquiera fuese el motivo,

una riña había estallado entre todos por la posesión del

cofre; riña que les había llevado a la muerte.

-Llévenlos, por favor, al barco: esta noche les daremos

sepultura en el mar. En paz descansen-fijo Liselot, tomando

por sí misma uno de los cuerpos, tarea en la que le ayudó

uno de los tripulantes, quien al final terminó llevándolo

hasta el esquife solo.

Por su parte, Lodewijk cerró el cofre lo mejor que pudo con

sus negras artes para no perder su valioso contenido –luego

de tanto tiempo sin abastecerse, toda provisión era bien

recibida y agradecida-, y se lo echó al hombro.

-Un funeral más y pareceré cura-dijo Lodewijk de mal

modo apenas se allegó a Liselot.

-Si sus muertes sirven para volverte cristiano, al menos

hablaremos de ellas con alegría-dijo ella caminando hacia

el esquife.

Y por un instante muy fugaz, Aloin volvió a la memoria de

Lodewijk. Aloin y su triste muerte, Aloin… la única

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

602

persona que había hecho que el escéptico Lodewijk

Sheefnek dijese una plegaria cristiana en su vida.

-Ven-le dijo Liselot a viva voz desde la pequeña nave,

volviéndolo a la realidad.

No pasaron muchos minutos hasta que estuvieron de

regreso en el Evertsen.

-¡Traigan sábanas blancas, ya conocen la rutina!-exclamó

Lodewijk apenas pisaron la nave.

-Linda, por favor guía la nave, hoy no desayuné-dijo

Liselot apenas tocó la cubierta.

Linda no alcanzó siquiera a cuadrarse cuando la muchacha

ya estaba corriendo escalerilla abajo para ir a por unas

galletas secas –y de un sabor no muy agradable-, un poco

de charqui para colocar sobre las masitas y un tarro con el

mínimo de agua. Cuando regresó, Linda iba recién camino

a la Cabina de Mando.

Liselot se sentó e intentó compartir su desayuno con

Lodewijk, quien se negó tajantemente a comer del plato de

su amiga: prefería morirse de hambre antes de quitarle su

comida. En silencio, a excepción de alguna frase esporádica

por parte de la muchacha, los envolvió. Una humareda se

alzó en la lejanía, varias islas más allá en ese archipiélago,

sus buenas millas más allá. Sin embargo nadie lo analizó,

nadie lo pensó… sencillamente lo dejaron pasar.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

603

-¡Capitana!-exclamó uno de los marineros que trabajaba en

la Cabina de Mando en los turnos junto a Linda Freeman.

Se detuvo jadeante frente a ella y, cuando recobró el

aliento, habló-. Se acaba de desatar una hoguera frente a la

nave, ¿le parece sólo una coincidencia que sea cuando

estamos a punto de pasar?-le preguntó sin siquiera poder

disimular una mirada de franca esperanza.

Liselot agrandó los ojos y se puso de pie de un salto,

dejando su comida en la cubierta y corriendo escalerilla

abajo con la velocidad de un aerolito. Cuando vio a través

de la pantalla vio que, desde una de las islas, en la playa

que daba hacia el Evertsen, se alzaba el humo de una

hoguera.

No pasaron ni siquiera un par de minutos cuando estuvieron

ahí.

-¿Capitana?-preguntó uno de los marineros, el único que les

esperaba junto a la hoguera.

Se la quedó mirando pasmado. Caminó con paso vacilante

hacia sus compañeros que acababan de bajar del esquife.

No podía creer que sus ojos no lo hubiesen engañado a la

hora de encender esa hoguera. Se detuvo a escasos

centímetros de Liselot. Le palpó los hombros, gesto que

ella devolvió a modo de salud.

-¡Capitana!-exclamó el hombre con júbilo y lágrimas de

emoción en los ojos-. ¡Vengan! ¡La capitana llegó!

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

604

¡Vengan!-gritó hacia la pequeña selva que se formaba hacia

el corazón de la isla, haciendo eufóricos gestos, en parte

descontrolados por el mareo.

Pasaron unos minutos en que no apareció nadie. Los

tripulantes que estaban en mejores condiciones lo miraron

con lástima, pensando que la cordura del hombre se había

ido en ese tiempo a vivo sol. Sin embargo, al cabo de un

rato aparecieron un hombre y una mujer cargando a un

compañero que deliraba y sudaba, presa de la

deshidratación. Liselot se los quedó mirando pasmada, a

punto de llorar.

-¡Están vivos!-exclamó, abrazándose a Lodewijk. Cuando

consiguió recobrar el dominio sobre sí misma miró a su

tripulación que se abrazaba mutuamente con los recobrados

colegas-. Al bote, no hay tiempo que perder.

Sin que hubiera necesidad de que les repitieran la orden, los

tripulantes del HMNLS Evertsen regresaron al esquife, esta

vez junto a los náufragos. Y no tardaron en llegar

nuevamente a bordo de la nave. Ni bien se hubieron

refrescado y fueron atendidos por el médico militar, los tres

marinos en mejores condiciones –recordemos que el cuarto

no estaba muy bien de salud y debía guardar reposo-

dirigieron sus pasos hasta la Cabina de Mando.

-Ustedes no deberían estar en pie-les regañó dulcemente su

capitana.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

605

-Capitana Van der Decken, nuestros agradecimientos y

respetos-dijo la mujer del grupo.

-¿Qué se les ofrece?-preguntó ella.

-¿Hacia dónde piensa trazar el curso?-preguntó el hombre

que les había recibido.

-Hacia el oriente, popa-respondió ella-: aún falta un grupo

por encontrar.

-¿Dónde encontró los otros?-respondió el otro hombre.

-Dos grupos antes que ustedes, luego ustedes y al final

íbamos nosotros-respondió ella.

-Entre nosotros y usted, hacia occidente, vimos que

abandonaron otro grupo-respondió la mujer.

-Pues, rumbo a proa-dijo Liselot.

Guiada por los náufragos, en menos de quince minutos

estuvo en la isla en que decían que estaba el resto de su

perdida tripulación. Liselot tomó aire profundo antes de

subirse al esquife por última vez. Y soltó todo ese aire de

golpe con la impresión apenas puso un pie en la isla.

Ahí yacía un hombre de raza negra con el pecho abierto a lo

largo y con su corazón en la mano a medio podrir.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

606

-El Olonés ha estado aquí-dijo Lodewijk con la voz más

ronca de lo normal, claro signo de la gran impotencia que

sentía.

Liselot se abrazó a él, colocando su rostro en el pecho de su

amigo para evitarse a sí misma ver semejante horror. El

hombre de raza negra estaba desmembrado: le faltaban la

pierna y el brazo izquierdo, heridas que estaban llenas de

hormigas e insectos. Como señal de respeto le cerraron los

ojos, que aún estaban abiertos.

-Aquí no hay nadie, Liss-dijo Lodewijk.

Ambos muchachos se sentaron una roca.

-¿Capitana? ¿Contramaestre?-sintieron una voz

resquebrajada, sin poder evitar sobresaltarse.

Giraron la cabeza y lo que vieron fue más horrible aún: uno

de sus tripulantes más ancianos yacía en el suelo, con la

boca ensangrentada y en la diestra la mano izquierda a

medio morder de la desafortunada víctima del Olonés.

Estaba completamente desnudo. Le habían cortado de la

rodilla hacia abajo y, como no había recibido atención

médica luego de la amputación, el primer tramo del muñón

estaba gangrenado. Sus manos estaban atadas, motivo por

el cual tenía la espalda llena de cortes y horrorosas heridas

que se había infringido a sí mismo al arrastrarse por las

piedras y la arena para movilizarse de un lado a otro.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

607

-¿Subteniente?-musitó Lodewijk.

-¡Dios Santo! ¿Qué le ha sucedido?-preguntó Liselot.

-Jean Nau, Jean Nau-dijo el subteniente con su voz

resquebrajada y su gesto enfermizo.

-Te lo dije-susurró Lodewijk mirando a Liselot, quien

seguía con su mirada aterrorizada sobre el hombre.

-Vino cuando llevábamos un tiempo aquí… se llevó a mis

compañeros… los amarró en su cubierta… entonces… me

ató las manos… y obligó a uno de sus hombres a recostarse

sobre mi pecho… me sujetó… los pies… y me cortó las

rodillas… con un hacha… su tripulante se paró… y amarró

mis pantorrillas… con una cadena… y dijo que las

colgarían… a la celda en que ellos estarían… si es que aún

viven… pero antes de irse… bajó a ese pobre hombre… y

le abrió el pecho con un cuchillo… y le arrancó el

corazón… le dio una mordida… y se lo puso en la mano…

cuando se fue… sentí hambre… ¡Me alimenté de ese pobre

hombre!... ¡Soy un monstruo, capitana, un monstruo!-

exclamó el subteniente, rompiendo a llorar.

Todos temblaban ante semejante relato y no sabían por

quién sentir más lástima: sus compañeros esclavos del

capitán Nau o su subteniente que había tenido que ver

semejantes horrores –y vivir otros tantos, como esas heridas

gangrenadas que se veían dolorosas- o la pobre víctima que

era un mero señuelo de la presencia del Olonés en esa isla.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

608

-¡Llévenlo al bote!-exclamó Lodewijk, siendo de todos el

más fuerte, o al menos el que podía controlar mejor sus

emociones-. ¡A ambos!-exclamó, señalando al hombre de

color que nada de culpa había tenido en el asunto, gesto que

Liselot le agradeció sobremanera.

Todos subieron al esquife y cuando regresaron al Evertsen

nadie necesitó que Liselot o Lodewijk ordenasen llevar al

herido a la enfermería, pues lo hicieron de forma

automática. La muchacha se refugió en el pecho de su

amigo y rompió a llorar a mares.

-Se va a salvar, aún está vivo-le dijo utilizando aquella

lógica que le era tan conocida con mero fin de consolarla.

-Tienes razón-contestó ella, enderezándose del pecho de

Lodewijk y secándose las lágrimas con la manga de la

chaqueta que empleaba para protegerse del sol caribeño.

De fondo el sol se escondía y ninguno de los tripulantes del

HMNLS Evertsen podía siquiera intentar imaginarse el

torbellino de emociones que tendrían que enfrentar en el

transcurso de la noche y la mañana siguientes, partiendo

por la despedida que le dieron al hombre que Jean David

Nau había sacrificado en la isla, quien merecía digno y

humano descanso, aunque fuese en el mar.

La noche fue desesperante tanto como para Liselot –y

consiguiente Lodewijk, quien no tenía ninguna intención de

dejarla sola- como para el médico de a bordo del Evertsen,

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

609

quien tuvo que debatirse entre ayudar a tres náufragos que

tenían las típicas complicaciones que acarreaba semejante

abandono –aunque en un grado muy leve-, uno que padecía

una deshidratación muy grave y un quinto hombre que

presentaba unas amputaciones muy infectadas que debían

ser curadas lo antes posible para no arriesgar la vida del

paciente.

A eso de las cinco de la madrugada, cuando ya comenzaba

a clarear y todos podían dar fe de que la primavera

conseguía poco a poco torcerle el codo al invierno –

estación que casi ni se notaba en el Caribe- los tres

náufragos que podían al menos andar por sí solos se

apersonaron en la enfermería pues no podían con la

preocupación que sentían por su cuarto compañero.

-Aún me pregunto por qué está tan deshidratado, qué

consumió para estar así-dijo el galeno.

-Agua salada, doctor-dijo la mujer del grupo.

-¿Pero no me dijiste que todos habían bebido agua salada

para mantenerse con vida?-preguntó el doctor, quien

conocía a la perfección los beneficios que traía consumir

agua de mar.

-Sin embargo él se excedió: la sed lo enloquecía y, cuando

comenzó a deshidratarse no tuvimos otra opción que seguir

suministrándole-contestó la mujer.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

610

El doctor no pudo sino menear la cabeza de preocupación.

Esos beneficios se conseguían sólo si se era moderado en el

consumo de la mencionada agua, sino se corría riesgo de

incluso morir por deshidratación y diversas enfermedades

que generaba tal concentración de minerales en el cuerpo.

Si hubiese sido moderado como los otros tres, ahora gozaría

también de una salud envidiable: habría mantenido una

temperatura aceptable de su cuerpo, el tracto digestivo

estaría en buenas condiciones y la sangre correría de buena

manera.

Meneando la cabeza fue hasta su gabinete y sacó una bolsa

conectada a una serie de tubos, gasa, agujas y dos frascos.

-¿Se pondrá bien, doctor?-preguntó la mujer sin intentar

disimular la preocupación que sentía.

-El suero hace milagros, señora-le contestó el galeno.

Sin embargo el médico no alcanzó a abrir los frascos y

mucho menos vaciar su contenido en la bolsa. Un

desgarrador alarido proveniente de la cama del lado los

sobresaltó a todos, evidenciando que el paciente se había

despertado.

-Un momento-le susurró el doctor a las visitas, quienes se

hicieron a un lado.

El hombre atravesó la habitación hasta el otro paciente.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

611

-A ver, ¿qué te pasa a ti, hombre?-exclamó en tono

imperativo para disimular lo nervioso que se sentía.

Apartó las miserables gasas de los muñones en que

terminaban las piernas cercenadas del hombre. Las telas

estaban empapadas por la supuración y llenas de los hongos

que comenzaban a cubrir las pútridas carnes del tripulante,

a quien no había podido limpiar del todo. Mientras llegaba

a la conclusión de que lo mejor que podía hacer era

amputar aún más arriba y cauterizar las heridas, pensó que

era un milagro que el anciano se hubiese salvado después

de tanto tiempo con semejante veneno corriendo por su

sangre.

-Amigo-le dijo tras estudiar una postrera vez las heridas-,

ahora te voy a llevar al pabellón, tengo que cortarte eso-le

dijo con la voz más calma que pudo.

-No-se quejó apenas con un gemido el hombre.

-Tendré que darle a él la dosis de calmante-se excusó ante

los amigos de su deshidratado paciente, quienes accedieron

de inmediato.

-¡No!-gritó el hombre, consiguiendo por fin llamar la

atención del galeno-. ¿Acaso usted querría vivir mutilado?-

preguntó lastimeramente.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

612

-Lo preferiría ante morir de esa forma-le retrucó el doctor,

mientras preparaba el bisturí y toda la implementación que

necesitaría.

-¿Vivir siendo un lastre? ¿Una planta? ¿Un mástil que

olvidarán ante el primer peligro que se les cruce?-preguntó

el anciano.

-Escúchame-dijo el doctor con la voz más relajada que fue

capaz de forzar-: soy un doctor, salvo a la gente, no puedo

atentar contra su vida.

-¿Pero qué te dice tu ética?-le reclamó el viejo.

El médico bufó, pensando seriamente que aquella charla era

insostenible, que no llevaba a ningún lado y que lo mejor

que podía hacer en ese momento era operar al pobre

hombre.

-Mande a llamar a la Capitana y al Contramaestre-exclamó

el viejo.

-Eso es imposible, hombre, están durmiendo-replicó el

fastidiado doctor.

-¡Yo iré!-exclamó la mujer, sin poder aguantar más tanta

miseria.

Al cabo de unos minutos la náufraga reapareció

acompañada por la capitana Liselot Van der Decken, quien

se obligó férreamente a no mirar las piernas del hombre.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

613

-Hola, subteniente, ¿qué tal está?-saludó con la esperanza

de contagiarle algo de su alegría.

El pobre hombre procedió a explicarle su situación.

-En suma, capitana, necesito que autorice que acaben con

mi vida-dijo a modo de conclusión.

Liselot no pudo evitar sentir un estremecimiento a lo largo

de todo su cuerpo. Era horrible sentir tanta responsabilidad

sobre sus manos, tener que jugar a ser Dios por un rato y

con algo tan fuerte como la vida de una persona, siendo por

lo demás tan férrea defensora de la vida.

-¿Capitana?-preguntó el pobre hombre con lágrimas en los

ojos.

Entonces Liselot comprendió que ella podía ser la más

férrea defensora de la vida que jamás hubiese visto el

mundo, la persona que más temblara ante una muerte en la

historia de la humanidad, pero no era nadie como para

obligar a alguien a vivir sólo porque ella creyese de todo

corazón que se salvaría y viviría feliz en los años sucesivos,

no en semejante situación.

-¿Está usted seguro, subteniente?-preguntó con la voz

vacilante, con la esperanza puesta en que el hombre viese

ante sí la confianza de que podría tener una nueva

oportunidad.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

614

-Sí, capitana-dijo el hombre con lágrimas de franco

sufrimiento.

Liselot sintió cómo los ojos se le aguaban, pero se obligó a

mirar a través de las lágrimas. Sintió cómo se le formaba un

nudo en la garganta, pero se forzó a hablar. Esa era la

última orden que había pensado que daría a alguien en su

vida, se sentía morir, se sentía una asesina y, por sobre

todas las cosas, sentía que estaba traicionando todas sus

esperanzas y principios, y que con la decisión que estaba

tomando se las negaría a quien más las necesitaba.

-Está bien. Entonces autorizo al doctor aquí presente a

inyectarle una sobredosis de sedante-dijo con la voz

muerta, obligándose a esbozar una triste sonrisa de

despedida en dirección al herido-. Doctor, le pido que lo

haga usted, porque yo no sé cómo-se excusó en dirección al

médico, sabiendo cuánto le costaría a él tomar esa jeringa,

llenarla con la sobredosis y aplicarla.

-No se preocupe, así se hará, capitana-respondió el galeno,

forzándose a ocultar sus emociones, algo que no pasó

desapercibido para Liselot. Acto seguido abrió uno de los

frascos que antes había querido volcar en la bolsa y fue a

por una jeringa.

-¡¿Acaso se han vuelto locos?!-se quejó el enfermo,

abriendo una llama de ilusión en los corazones de Liselot y

del doctor, quizá quería seguir viviendo-. No pueden

privarlo del sedante-dijo señalando al otro paciente-. A mí

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

615

mátenme como matarían a un criminal: denme el tiro de

gracia.

Todos se quedaron mudos de la impresión, incapaces de

moverse, de articular palabra, de percibir y de sentir.

-Capitana, deme el tiro de gracia usted-dijo el hombre,

dejando a Liselot helada-, por favor.

Temblando, Liselot dirigió su mano hacia su cinto y dio

gracias a Dios cuando descubrió que no llevaba ni su

pistola ni sus municiones, mucho menos la metralleta –

aunque la hubiese portado y cargada, no hubiese sido capaz

de sacrificar así a un compañero-. Recordó que las había

dejado en la Cabina porque justamente no le servían sin

municiones.

-Lo siento, pero no traigo ni mi arma ni municiones-se

excusó frente al hombre, dando gracias en su interior como

nunca en la vida lo había hecho.

-Pero sin embargo trae esa bonita daga-replicó el hombre,

clavando la mirada en la vaina diminuta que Liselot solía

atarse a la cintura.

La muchacha, con la mano temblándole

enloquecedoramente, tomó la empuñadura de la daga que

tiempo atrás le hubiese obsequiado Jack luego de un

combate.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

616

-Bien, usted me va a clavar esa daga en el cuello, me va a

decapitar-le ordenó el subteniente.

Liselot se quedó como una estatua: fría e inmóvil, en el

acto.

-Señora-dijo el hombre en dirección a la tripulante que

había ido a buscar a Liselot al turno para llevarla a

semejante escena-, ¿podría quitarse esa bonita cruz suya y

sostenerla frente a mis ojos mientras muero?-preguntó.

-Sí, señor-dijo la mujer, quitándose la cadena con manos

temblorosas, sintiendo que en ese lecho de muerte tan

peculiar y sobrecogedor no había necesidad de llamarle

subteniente, ahí todos eran simples humanos. Cuando

desenredó la cadena la sostuvo tan firme como pudo para

que el hombre viera el crucifijo.

-Bien, capitana, es hora… desenvaine y máteme- dijo el

hombre con la mirada clavada en el rostro de Liselot. Las

manos de la muchacha temblaron enloquecedoramente,

sentía que a sus dedos le faltaban fuerzas-. Pero antes,

¿puedo pedirle un favor?

-Dígame-dijo Liselot obligándose a no derramar las

lágrimas que se agolpaban en sus ojos.

-Sonría, capitana: quiero morir con un ojo en el Niño Dios

y el otro en esa bonita sonrisa suya, esa sonrisa que me hizo

creer que existían la esperanza y el futuro-pidió.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

617

-Claro-dijo Liselot forzándose a esbozar una sonrisa triste.

-Bien, diré mis últimas oraciones y usted clavará la daga

con todas sus fuerzas-dijo el hombre, el silencio otorgó-.

Padre Nuestro, que estás en el Cielo, Santificado sea tu

Nombre. Venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad así

en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de

cada día, perdona nuestras ofensas así como también

nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes

caer en la tentación y líbranos del mal, Amén. Señor, te

pido en nombre de tu hijo Jesús que recibas bien mi alma

en tu Reino y perdones todos los pecados que en vida

cometí, partiendo por este. Mídeme con tu vara: la única

justa. Amén-dijo con la mirada clavada en el crucifijo. Un

ojo se desvió levemente hacia la sonrisa que la capitana

Van der Decken se obligaba a mantener-. Es hora, capitana.

Liselot afirmó la empuñadura con dedos temblorosos.

Desenvainó, el ruido metálico llenó la estancia y ella sintió

ese silencio de muerte. Colocó el arma sobre el hombre y se

admiró de la bravía de aquel que había sido cercenado por

otro filo y que ahora ni siquiera se estremecía. Posicionó la

hoja sobre el cuello y, con un movimiento rápido, el

subteniente estaba muerto. La sangre brotó del fino corte.

El médico se acercó a tomarle el pulso.

-Roguemos por su alma, damas y caballeros: ya no está con

nosotros-dijo el galeno, cerrando los ojos del difunto.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

618

De inmediato la sonrisa forzada desapareció del rostro de

Liselot, quien salió corriendo y llorando a gritos. Acertaba

a pasar por ahí Lodewijk luego de un largo turno en la

Cabina de Mando del cual acababa de ser relevado y se

dirigía a desayunar para luego dormir todo lo que pudiera

dormir. Vio a su amiga correr con la velocidad de un

aerolito.

-¡Ey, Liss!-exclamó sin siquiera alcanzar a terminar la

frase, pues ella impactó con toda su fuerza en su pecho,

llorando a los gritos.

-Liss, ¿qué pasó?-preguntó.

No necesitó ni siquiera que la muchacha abriera la boca:

entre dos hombres sacaban el cuerpo del subteniente de la

enfermería. Aquello era de esperarse. Podía entender ahora

la reacción de Liselot: ella siempre se ponía mal cuando

uno de los suyos moría. En ese momento ella abrió los ojos,

sólo para ver el rostro ceroso de aquel hombre. Cayó al

suelo de rodillas, gritando y derramando copiosas lágrimas.

Lodewijk, mientras la afirmaba en su caída, vio el cuello

cortado prolijamente, aún sangrante.

-Liss, ¿qué…?-preguntó nuevamente, pero no alcanzó a

terminar de formular la pregunta, su amiga le interrumpió.

-Yo lo maté, Lowie-dijo ella.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

619

-¿Tú qué?-preguntó él sin poderlo procesar: su mejor amiga

era cualquier cosa menos una asesina.

En ese momento acertó a salir el médico, quien felizmente

había escuchado la plática entre ambos.

-Fue como el tiro de gracia: él se lo pidió-dijo, dejando

mucho más tranquilo al muchacho-. Y te aconsejo que le

des agua y un buen calmante si no quieres que ella ocupe la

cama vacía-añadió dándole una buena palmada a Lowie

para seguir andando a lo largo del pasillo: necesitaba

despejarse.

Una semana después el HMNLS Evertsen volvió a vestirse

de luto, tiñendo su Cubierta Principal de negro y blanco,

tonos bañados con la espectral luz de las velas que se

afirmaban en la borda y en el altar provisorio que ya eran

profesionales en montar y desmontar.

El médico de a bordo se sentía muy culpable por no haber

podido salvarle. Pero su paciente había llegado casi muerto

a sus manos: su sistema digestivo no funcionaba, sus

riñones estaban paralizados –por lo cual sus desperdicios

internos estaban dentro del cuerpo- estaba famélico pese al

suero suministrado, había pasado recientemente una grave

deshidratación de la cual nunca se había podido recuperar.

Pero eso no era lo peor de todo: el escorbuto era otra vez el

ave negra sobre la cual montaba la muerte.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

620

Habían presenciado suficientes casos de escorbuto como

para que les sorprendiera, sin embargo era el segundo

enfermo de ese mal en la tripulación –y el único muerto-.

Ese era el motivo por el cual siempre llevaban una

tremenda provisión de limones y cítricos a bordo de la nave

–y recomendaban a todos los marineros que consideraban

amigos a seguir el ejemplo. Pero en una isla desierta en

medio del Caribe, famélico y desmayado por la

deshidratación era imposible consumir siquiera el jugo de

limón aunque hubiese existido en aquel paraje.

Luego del funeral la desconsolada tripulación se dispersó y

se dedicó a seguir con sus labores para poder llegar lo antes

posible a la idílica isla de New Providence, la cual quedaba

más cerca que lo esperado, y así dejar atrás todas las

tragedias que les envolvían.

No bien pisaron la isla se dirigieron al centro de la ciudad,

rumbo a la taberna, para comer por primera vez en meses

una comida decente, beber, divertirse, olvidar y dormir en

una cama cómoda.

-Te encargo a Liselot-le dijo Lodewijk a Linda.

-¿A dónde vas?-preguntó ella.

-A buscar a Jack-respondió él-: Liss lo necesita.

Sin embargo volvió una media hora después donde los

había dejado.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

621

-No está en New Providence desde la última vez-bufó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

622

Capítulo 27: “Un Maquiavélico Plan”.

Nota de Autora:

Hola estimados, he calculado cuántos capítulos nos quedan

y, contando éste, faltarían 5 y un epílogo para el final. Se

perfila en el destino que La Leyenda del Holandés Errante

no seguirá pasando veranos sobre mi escritorio ni inviernos

dándome vueltas en el cerebro una y otra vez.

No tengo mucho más por contar. Así que os diré solamente

que el tema del capítulo es Ancha es Castilla, autoría de mi

banda favorita: Mägo de Oz. Cuidaos, que estéis bien.

Los tres hombres sintieron cómo un objeto caía al agua y

chapoteaba ruidosamente. A juzgar por la potencia del

sonido y por lo mucho que se había desestabilizado la nave

por su caída, había de ser un objeto muy grande y pesado.

El bajel forcejeó en vano por seguir la corriente, o al menos

el camino que inercialmente había trazado, y lentamente se

detuvo atado al punto de caída del objeto.

Se detuvo… el ancla había caído… habían llegado a algún

puerto, habían hecho lo que jamás pensaron que volverían a

hacer: pisar tierra. Eran noticias fabulosas y alentadoras,

que hubiesen llenado de júbilo cualquier corazón. Sin

embargo ellos ni siquiera se dirigieron la mirada, parecían

ni siquiera haber percibido que el barco había tocado

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

623

puerto. Dos de ellos, quienes tenían los ojos cerrados,

permanecieron con los ojos cerrados, uno al parecer

durmiendo sin dar señales de vida, y el otro despierto,

escrutando cada rincón de su envenenada alma y sus

pérfidos pensamientos, vacíos de sentimiento alguno. El

tercero permaneció con la vista clavada en la pared de

madera carcomida y putrefacta, revisando cada milímetro

en la lejanía de aquel muro que se clavaba en cada rincón

de su memoria y consciencia, impidiéndole recordar nada

más.

Los tres habían perdido la noción del tiempo, ya no sabían

hacía cuánto estaban dentro de esa maldita celda al fondo

de un barco tan aborrecido en el pasado y que ahora se

tornaba en la única llave para la libertad, ya no recordaban

cuándo habían visto la luz del sol ni sentido la libertad por

última vez en sus vidas. Les parecía que habían nacido

entre esas tres rejas y aquella pútrida pared que delimitaba

el interior de la nave con el océano. Podía ser un día o

podían ser años, no tenía sentido recordarlo. Tampoco

había memoria alguna de cuándo habían navegado con su

tripulación por última vez, al servicio de Liselot.

¡Ah, Liselot! ¡Qué nombre más odiado! ¡Lo aborrecían!

Darían todo lo que estuviese a su alcance con tal de

vengarse de la odiada muchacha. Aquella maldita capitana

que les había puesto en semejante trance. ¡Todo por su

culpa, su maldita culpa! Ella era la culpable de que ellos

estuviesen en el barco de su mayor enemigo, su principal

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

624

némesis. Ella era la culpable de que hubiesen tenido que

tratar por primera vez con aquel hombre. Ella era la

culpable de que estuviesen en esa situación, si ella no

hubiese apretado ese maldito botón hace casi cuatro años

no vivirían ahora el sueño del loco, no vivirían encerrados

en su mundo sin poder escapar. ¡Qué darían por vengarse!

¡Qué darían por acabarla!

Por su culpa ya no sabían qué día era, ya no tenía sentido

contabilizar las horas. Por su culpa habían perdido el

sentido de la orientación, ya eran simples trastos

transportados por una voluntad superior de un lugar a otro

sin siquiera saber dónde estaban. Por su culpa ahora todo

carecía de sentido, todo era un rotundo y simple sinsentido

y no había significado para sus vidas. El único sentido era

acabarla.

Su carcelero había sido astuto: les había retenido y en

condiciones de vida paupérrimas, lo suficiente como para

que guardaran un profundo resentimiento y rencor hacia

Liselot por ponerles en semejante situación, pero pese al

gran odio que les guardaba –el cual era recíproco, eso es

innegable- les había proveído de mejor alimentación y

había suplido sus necesidades básicas bastante mejor en

comparación para con otros de sus prisioneros… lo

suficiente como para comprometerles a obedecerlo. Era un

hombre impaciente, pero por sobre eso era maquiavélico:

cuando valía la pena, era capaz de esperar. Y en esta

ocasión la espera había merecido indudablemente la pena.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

625

¡Qué vergüenza! ¡Ellos cayendo como vulgares seguidores

del enemigo! ¡Cómo se reiría él al oírlos aceptar sus

pérfidos términos! Pero ya no podían más, ya no podían

soportar, no, no podían, la sed de venganza bebía de sus

labios azuzada por el más negro odio.

Se sintieron pasos bajar por los escalones, desearon de todo

corazón que quienquiera que estuviera bajando por ahí

cayese directo a la otra cubierta y se quebrase ojalá el

cerebro.

-No estoy dispuesto a pagarte aún: no has cumplido con tu

parte del trato-dijo una aplomada voz masculina.

-¡Maldita escoria! Cuando digo que vas a pagarme es

porque lo harás-bramó una voz con fuerte acento francés

que ya les era bastante conocida luego de esas semanas-: lo

que hay adentro es muy valioso, ¡¿me entiendes?! Y si no

quieres pagarlo, perfecto, no lo hagas, pero los mataré y

será tu perdición-le amenazó iracundo.

La otra voz guardó silencio prudencialmente, al parecer

conocía a la perfección el carácter irascible de su

interlocutor.

-¡Vaya, Nau! ¡Nunca me dijiste que la sorpresa era tan

maravillosa!-exclamó la voz-. ¡Qué gusto verle, señor

Misdorp!-saludó con ironía al único que tenía los ojos

abiertos de los tres rehenes.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

626

El hombre se quitó lentamente la mano de la frente y miró

de reojo a quien antes fuera su jefe, sopesando que

encontrarlo en semejante situación era mucho más que una

coincidencia del destino.

-Señor Sheefnek-saludó inclinando ligeramente la cabeza.

-Coronel Sheefnek, al servicio de la East India Trading

Company, para ser más exactos-corrigió el aludido,

disfrutando como siempre de vanagloriarse frente a otros.

-Coronel-se corrigió el señor Misdrop.

-Tenías razón, Nau… toma lo que necesites, a estos me los

llevo yo-dijo Sheefnek.

No pasaron muchos minutos hasta que los tres recién

llegados bajaron por el muelle sentados –en calidad de

prisioneros de Sheefnek, por supuesto- en un elegante

carruaje, propiedad de este último.

-Diga, señor Misdrop, ¿qué haría usted por su libertad?

Debe ser agotador ser siempre el rehén y esclavo de todos,

he oído que Nau no atiende muy bien a sus huéspedes…-

dijo Sheefnek con fría y bien calculada ironía.

-Le responderé con otra pregunta, mi Coronel: ¿de qué le

sirve un rencoroso prisionero si puede tener a un fiel

sirviente?-retrucó Misdrop.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

627

-De nada, por supuesto-respondió agria y rápidamente su

interlocutor-. Y acá tengo tres… un triple gasto inútil de

alimentación y vigilancia… uno que podrían pagar con sus

servicios-.

-Pues, estamos a su entero servicio, Coronel-respondió

Misdrop.

El tiempo siguió transcurriendo y pronto se cumplió un mes

de la llegada de los tres hombres que antes habían servido a

bordo del HMNLS Evertsen, quienes ahora se

desempeñaban como secretarios de alta confianza del

Coronel Sheefnek –quien les había dado el cargo más por

saber lo eficientes e inteligentes que eran que por confiar

realmente en aquellos que una vez, hace cuatro años, se

habían amotinado en su contra sin siquiera dudarlo-.

La puerta del despacho, en el centro de la recién formada

colonia, fue golpeada con celeridad y el señor Misdrop en

persona fue quien abrió, permitiendo el paso al recién

llegado, quien sin siquiera saludar se adentró en la oficina

de Sheefnek.

-Señor, ¿qué le trae por acá?-preguntó Sheefnek con esa

falsa careta amable suya.

-Coronel, vengo a dar aviso de que mi barco ha regresado al

muelle, Dios sabe cómo, con la tripulación casi intacta-dijo

el hombre apenas deteniéndose para respirar.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

628

-¡Vaya! ¿Y a dónde fue “The Ocean Angel” a dar un

paseo?-preguntó Sheefnek burlonamente, soltando una

risita absurda.

-No importa a dónde, sino con quién, Coronel-rebatió el

hombre secamente, ganándose que Sheefnek enarcara una

ceja-. ¡Piratas, Coronel, piratas! El barco regresó, la

tripulación podría decirse que también, pero la mercancía

desapareció sepa Dios dónde-.

-Lo importante es que The Ocean Angel regresó, ahora

¿qué quiere que hagamos nosotros?-preguntó Sheefnek

demostrándole que poco y nada tenía que ver en el asunto.

-¿Cómo que qué quiero? Pues, que busquen mi mercancía,

era seda pura ¡valiosísima! ¡Y fuegos de artificio! Y que los

recuperen. Por lo pronto me gustaría recibir indemnización

por parte de la East India Trading Company, pues fueron

ustedes quienes colocaron esa tripulación incompetente a

transportar mi mercancía. Y me gustaría que en lo sucesivo,

pusieran a mi servicio a una tripulación realmente

competente, pues acabo de concluir mi última producción

que está lista para la venta-exclamó furioso el mercader.

-Comprendo-respondió Sheefnek con envidiable aplomo-.

Veremos qué podemos hacer al respecto-completó

señalando que la cita había llegado a su fin.

Sin despedirse siquiera, el mercader salió por donde había

llegado. Si no hubiese caminado con la vista nublada por la

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

629

furia, hubiese visto que otro hombre, más apesadumbrado –

y amable, por lo demás- entraba en el despacho del

Coronel.

-Buenas tardes, caballeros-saludó apenas Misdrop le abrió

la puerta-, ¿está el Coronel Sheefnek?-preguntó, siendo

conducido de inmediato a la mentada oficina.

-Capitán Jones-saludó Sheefnek sin siquiera levantar la

cabeza.

El capitán de The Queen of Sea emergió de las sombras y

se quitó el sombrero en señal de respeto, procediendo a

contar toda su aventura con la capitana Liselot. Sheefnek le

escuchó con vivo interés hasta que juzgó que era el minuto

preciso para interrumpir.

-Usted dijo que transportaba café, oro y caña de azúcar-

afirmó, atemorizando al hombre que se castigó por haberse

ido de la lengua-. ¿Acaso la East India Trading Company le

autorizó para comerciar esos productos en Escandinavia?-

aguijoneó-. No tengo papeles que lo prueben-dijo fingiendo

que revisaba en su escritorio.

-Coronel, usted tiene razón. Sin embargo, no pido que se

me reembolse lo que conseguí en el Caribe: quiero que me

indemnicen por mi producción de seda que en esos

momentos también transportaba… jamás creí que la

encontrarían con lo protegida que la tenía-exclamó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

630

-Así es la capitana Van der Decken, capitán Jones-concedió

Sheefnek escupiendo con particular odio la palabra

“capitana”-. Por sus actos ilegales, de piratería-puso

especial énfasis en esa palabra, consiguiendo amedrentar a

su interlocutor-, le propongo que pierda su producción esta

vez… a menos que por quejarse demasiado quiera ir a dar a

prisión-propuso.

-Es usted muy amable, Coronel Sheefnek-contestó Jones,

cerrando el trato.

-A su servicio-sonrió Sheefnek sínicamente, indicándole

que era hora de irse.

Cuando salió a la calle aún se sorprendía de lo amables que

eran los secretarios del Coronel –por sentado, más gentiles

que este último- al invitarle a beber esa noche. Y aquella

noche se sorprendió aún más al salir de la secretísima

taberna al oír de boca de esos tres estrafalarios hombres -a

quienes ni siquiera recordaba- que le proponían el brillante

negocio de que el dueño de la seda que se había perdido a

bordo de The Ocean Angel le diese la autorización de

vender su más reciente producción –y obviamente le

facilitara la nave, pues la suya estaba hecha un desastre en

el fondo del Caribe-. Era un negocio brillante del cual todos

sin duda saldrían ganando… ellos eran tan gentiles… No le

sorprendió aceptar por supuesto… Y no le sorprendió

tampoco reunirse de forma clandestina varios meses

después con el señor Misdrop a orillas del mar una noche,

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

631

que éste le entregase unas cartas de navegación y le dijera

antes de subir a bordo de The Ocean Angel:

-Tenga cuidado en Marruecos, se dice que la capitana Van

der Decken busca a su hermana perdida en esas costas. Si la

avista, regrese de inmediato-.

Las noches de New Providence no eran aburridas,

definitivamente no lo serían jamás. Eso pensaba la capitana

Liselot Van der Decken acompañada por su fiel tripulación

en la taberna a la cual Jack Rackham les había llevado la

primera vez que habían pisado la autodenominada

República Pirata. Bebió suavemente de su botella de ron.

Corría mayo de 1719, dos meses después de las diversas

tragedias vividas en su fallido intento de recuperar a su

hermana menor. La tripulación curada de los traumas

experimentados en aquel tiempo había derrotado al

nerviosismo y al cotilleo, motivo por el cual volvía a ser

silenciosa como de costumbre.

La música sonaba fuerte, las risas retumbaban, las apuestas

y maldiciones afloraban en cada rincón y, por supuesto, ahí

estaba la principal entretención de Liselot: las estruendosas

conversaciones ajenas, listas y dispuestas para ser

escuchadas y repetidas. Dio un nuevo sorbo a su botella y

prestó atención a unos marineros que se decía acababan de

llegar de lejanas tierras circundantes al Mediterráneo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

632

-¿Has oído la nueva?-le preguntó uno de los recién llegados

a un amigo que había permanecido todo el tiempo en New

Providence.

-¿Qué nueva voy a oír entre mar y mar?-le espetó el otro.

-Ha reaparecido la hermana de la Holandesa Errante-dijo el

recién llegado, mientras el otro se atragantaba sin saber si

era por la sorpresa o el terror, sin embargo alrededor nadie

se envaró tanto como Liselot.

-¿Dos Van der Decken?-preguntó el otro aterrorizado

apenas pudo articular palabra, causando una estruendosa

risa en su interlocutor-. ¡Que el Cielo nos ampare! ¡Esto es

el Armagedón!-exclamó, ofendiendo un tanto a Liselot y

causando más risas en el otro-. ¿Y cómo supiste la noticia?-

preguntó cuando pudo calmarse un poco.

-Es lo que se cuenta en Libia… y en todas las costas, cada

puerto donde recalamos en Europa y África se narra la

misma historia: Ivanna Van der Decken, la dichosa

hermana de la gloriosa Liselot, Holandesa Errante,

consiguió liberarse de las mazmorras del tal Sheefnek, un

maldito desgraciado que la tuvo como rehén y tendrá que

vérselas con la maldición que pesa desde ya sobre él,

cortesía de la Holandesa Errante-dijo dándose aires de

importancia y, sin saber, que detrás suyo Liselot hubiese

estado dando saltos y gritos de alegría de no haber sido

firmemente afirmada por Lodewijk, quien velaba que ella

no hiciera nada estúpido.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

633

-¿Y qué sigue?-preguntó el oyente de la historia tratando de

pensar en cualquier cosa menos la maldición que pesaría

sobre Sheefnek.

-Pues, muchacho apurón, la tal Ivanna está en Marruecos,

¿dónde creías que iba a estar? Luego de liberarse de

Sheefnek volvió con sus antiguos compañeros los

Bereberes y espera en las costas todas las noches que

aparezca su hermana… algunos dicen que ella ya va de

camino-terminó el otro.

Los marineros brindaron y siguieron platicando, esta vez de

otros temas que no interesaron en lo más mínimo a Liselot.

La muchacha volteó en cámara lenta, sin poder aún

procesar lo dichosa que se sentía: su hermana era libre,

estaba a salvo y esperaba por ella.

-¿Oíste, Lowie?-preguntó alborozada, casi a chillidos. El

muchacho arqueó una ceja, dándole a entender que había

escuchado lo mismo que ella-. Ivanna es libre-repitió sin

poderlo creer, ganándose una sonrisa de su interlocutor-.

¡Venga! ¡Hay trabajo que hacer!-dijo justo antes de ponerse

en pie y salir corriendo.

Agradeciendo que aún no comenzaba la temporada de

huracanes de aquel año, atravesaron el Caribe como en

enero y, al cabo de once días exactos, estaban en el

principal puerto habilitado por la East India Trading

Company en las costas de Marruecos, país gobernado en

aquellos momentos por una dinastía autóctona, la cual se

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

634

encargaba de preservar sus estrafalarias y exóticas

costumbres pese a la presencia de los comerciantes

extranjeros.

Así fue cómo la mañana de un 13 de mayo de 1719, pese a

que ningún libro de historia lo diga, Liselot Van der

Decken desembarcó en Marruecos.

-Tengo hambre, Lowie, vamos a la taberna-propuso la

muchacha luego de pagar al barquero que los había

transportado desde el lugar donde habían dejado el Evertsen

hasta la orilla.

-¿No crees que es mejor buscar a Ivanna?-preguntó el chico

con un dejo de ironía.

Liselot se cubrió los ojos del lacerante sol y volteó a mirar a

su amigo.

-Dicen que ella espera de noche-se burló, remarcando las

palabras “de noche”.

Lodewijk iba a replicar que dudosamente a Ivanna le daría

el valor para pasar la noche ahí a la intemperie, pero optó

por decir:

-Fuere como fuere, las tabernas son buen lugar para

encontrar información-aunque nadie supo si ironizaba o no.

Salieron doblemente desilusionados del establecimiento: no

había pista alguna de Ivanna y la comida no les había

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

635

gustado en lo absoluto… sin embargo era mejor eso que

nada…

Así que dedicaron toda su mañana a buscar a Ivanna

guiados por el intrépido Lodewijk, a quien le importaba un

pimiento llamar la atención y ser atacado en semejante

lugar. Apenas dos horas después del mediodía llegó una

gloriosa caravana de los Hombres Azules a través de las

dunas de arena y entró en la ciudadela que parecía

construida sobre torreones y cimientos del mismo material,

formando fabulosos y simétricos arcos que se desprendían

desde las figuras geométricas del piso de cerámica hacia el

límpido y brillante cielo azul.

Fueron con ellos y gracias a su líder supieron que Ivanna

estaba en Arabia –lugar en el que estarían en menos de dos

días-. No bien se despidieron del buen hombre –quien

recordaba con mucho cariño a la hermana de Liselot- les

pareció ver a un hombre que portaba la enseña de la East

India Trading Company y decidieron que, antes de que esos

comerciantes buenos para nada comenzaran a hacer

preguntas fuera de foco, lo mejor que podían hacer era

regresar al Evertsen y partir rumbo a Arabia.

Una vez a bordo de su querida nave levaron las anclas y

pusieron proa a Arabia.

-¿Cómo piensas entrar en Arabia?-preguntó Lodewijk a

Liselot mientras dirigían el curso del bajel. Al notar que

ella no comprendía la pregunta, volteó los ojos y repitió-.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

636

Puede que hayas conseguido entrar así en Marruecos, pero

en Arabia no estarán los Bereberes para ayudarte.

-Pues, tendremos que camuflarnos-respondió ella como si

fuese lo más obvio y fácil del mundo.

-¿Y cómo?-preguntó Lodewijk secamente.

Y, a medida que su amiga le respondía, el muchacho

pensaba cada vez más y más que era la idea más absurda

que jamás hubiese escuchado. Revoleó los ojos fastidiado

ante semejante plan, pero de ese acto de burla pudo sacar

algo en limpio.

-¡Ey, Liss! ¿Ves lo que yo veo?-preguntó a medio reír.

La muchacha siguió hablando de su plan en espacio de unos

segundos, hasta que su cerebro cayó en la cuenta de que ese

no era el tema de conversación del momento y miró en la

pantalla.

-Lowie, ese es el barco en el que me sacaste de Londres-

dijo ella pasmada, preguntándose qué rayos hacía ese barco

ahí.

A bordo de The Ocean Angel el capitán Jones vio con

espanto cómo, a través de la delgada línea del horizonte,

aparecía el Evertsen. Había sentido que como conocía a la

capitana Van der Decken no sentiría miedo de navegar las

mismas aguas que ella merodeaba: conocía sus tácticas y

sabía que saldría ileso. Sin embargo, la realidad era muy

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

637

diferente: no sentía miedo, sino pavor. Ordenó huir a todo

lo que diera la nave, no podía caer en esas manos otra vez.

-¿Qué esperas? ¡Toma la nave!-exclamó Lodewijk a su

amiga, preparando de antemano sus armas.

-Los seguiremos y los llevaremos a Libia-dijo ella.

El plan sonaba descabellado, pero al llegar a la costa libia el

capitán Jones huiría, no le quedaba otra opción sino esa.

Y así fue, al caer la noche, el capitán Jones vio una delgada

franja de tierra aparecer en el horizonte, engrosándose cada

vez más y, en menos de media hora, ya estaba en tierra. Era

un sitio apartado –no mucho, apenas unas millas- de la

ciudad más cercana, pero le dio igual. Ordenó abandonar la

nave y dejó ahí, sin más, los productos que la East India

Trading Company enviaba a la jurisdicción del Coronel

Sheefnek a modo de paga por la seda que acababa de

comerciar.

Un par de horas después, luego de hostigosa persecución, la

capitana Van der Decken –acompañada por Lodewijk,

quien estaba seguro de que nunca más la dejaría sola a

bordo de un barco ajeno- y una porción de su tripulación

abordaron The Ocean Angel, topándose con la agradable

sorpresa de que en las bodegas recién cargadas estaban

todos los implementos que necesitaban para adentrarse sin

problemas en el mundo islámico.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

638

Navegaron a bordo de la nave cuatro noches durante las

cuales surcaron las costas egipcias –incluso remontaron un

río de dicho país hacia el sur para poder cruzar rumbo a

Arabia- y, a la cuarta mañana, los paradisiacos muros del

primer puerto árabe aparecieron frente a sus ojos. La

blancura de la arena era fascinante, parecía brillar como un

segundo sol a la potente luz del Astro Rey que hacía hervir

todo a su paso. Como en un pequeño oasis de un par de

escuálidos pastos de un verde fuerte y rebosante de vida se

erguían varias palmeras, que rodeaban la ciudad,

alimentadas por la vitalidad de una fuente natural de agua

en torno a la cual se reunían varias especies de animales y

plantas –incluidos los dátiles, base de la comida de la zona-.

Las puertas de la ciudad –la cual se situaba en una punta de

la costa- estaban abiertas de muro a muro y permitían a los

viajeros y navegantes presenciar las transitadas y coloridas

calles que guardaban esos muros de marfil delimitados en

arcos finamente delimitados con bellas figuras geométricas

y relieves del mismo material.

The Ocean Angel tocó grácilmente puerto en los muelles de

piedra y fue revisado de cabo a rabo por los guardias

árabes, quienes al no notar nada particularmente extraño –

excepto la presencia de varias mujeres a bordo, asunto que

les llamó en parte la atención, pero no hicieron alarde- les

dieron pase libre para comerciar sus productos en la ciudad.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

639

Bajo el pretexto de ser mercaderes que viajaban

acompañados por sus familias –explicando así la presencia

femenina a bordo de la nave- los tripulantes de la nave

desembarcaron y entraron en la ciudad, recorriendo sus

lujosos patios y corredores de cerámica negra con diseños -

especialmente cruces- en rojo y blanco enmarcados en las

construcciones y arcos de mármol puro.

Llegaron, con la mercancía marroquí al hombro, casi al

mediodía al mercado, es decir, la hora de mayor afluencia

de público. La gente que iba a por comida entraba en las

rústicas tabernas de piedra –las mujeres obviamente

acompañadas por sus maridos, pues no se les permitía

entrar solas en esos establecimientos- o se dirigía a los

puestos dedicados a las especias provenientes de las cuatro

puntas del reino y sus homólogos a lo largo y ancho del

Oriente Medio y el Sahara.

Se delimitaba el área de cada puesto con varas de madera a

modo de pilares y cadenas, entre los cuales se tendía paños

de vistosos colores, la mayoría de las veces transparentes.

Los mercaderes atendían en el suelo, sentados en mullidos

cojines de exóticos colores y diseños, de los cuales pendían

hebras de hilo, colocando la mercancía en paños similares.

Se acercaban y arrodillaban a comprar mujeres cubiertas

con burkas negras o velos coloridos que les cubrían el

cabello y el rostro, dejando a la vista sus sensuales ojos

delineados en kohl, a la par de hombres con turbantes en la

cabeza.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

640

Imitando a los otros comerciantes, e intentando ser lo más

respetuosos posibles para no llamar la atención, Liselot,

Lodewijk y su tripulación se dedicaron a vender toda la

tarde para no levantar sospechas –sería demasiado extraño

que gente que portara mercancía de buena calidad no la

vendiese- y conseguir el suficiente dinero para entrar en

alguna taberna.

Cuando cayó la noche y el mercado comenzaba a cerrarse,

entraron en el establecimiento más cercano. A Lodewijk no

le gustaba cómo miraban esos hombres a Liselot, nunca

podría gustarle que le miraran con esa combinación de

desprecio y lujuria, considerándola una mujer de dudosa ley

sólo por entrar a comer y servirse una copa. Tampoco podía

soportar verla vistiendo esa burka que cubría todo su

cabello y el cuerpo completo hasta los tobillos, dejando a la

vista sólo su rostro y manos, las cuales debía preocuparse

de guardar lo más posible para no llamar la atención de los

varones del recinto. Varias veces estuvo a punto de saltarle

encima a algún tipo que intentó propasarse con ella, sin

embargo su misma capitana se encargó de mantenerlo

tranquilo e insistirle que sólo debía preocuparles conseguir

rastro de Ivanna. Así que el muchacho se apresuró lo más

posible en recabar toda la información de la que fue capaz

al tiempo de que otro grupo gastaba todo el dinero

conseguido en provisiones. Grande fue su desilusión

cuando los lugareños les dijeron que Ivanna no estaba ahí; y

grande fue su sorpresa al enterarse de que ellos sabían

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

641

dónde estaba; y mayor aún fue su frustración al saber que

debían viajar al este, siempre al este, si todavía guardaban

alguna esperanza de encontrarla.

Pronto supieron que el viaje hasta ese momento era en vano

–excepto la optimista Liselot, quien se sentía feliz de al

menos tener una pista sobre el paradero de su hermana

menor-. No les quedaba sino obedecer las instrucciones, así

que esa misma noche abordaron nuevamente The Ocean

Angel y siguieron camino. Primero bordearon Arabia

Saudita por el Mar Rojo, luego entraron en territorio

marítimo yemení y cruzaron, al final de la Península

Arábiga, el Estrecho de Bab el Mandeb, el cual separaba

tierras Africanas de las Asiáticas. Fue una total ironía,

porque al salir a mar abierto, antes de llegar al Mar Arábigo

debieron pasar el Golfo de Adén y, por ende, Somalia, el

país al que la capitana Van der Decken había deseado ir en

tal medida para no medir el futuro desastre que causaría en

cientos de vidas. Luego de atravesar todo el Océano Índico

de oeste a este, diez días después de salir de Arabia, estaban

en destino bordeando las costas del Pacífico.

Apenas bien hubieron tocado puerto en el muelle, arribó un

hombre portando la enseña de la East India Trading

Company.

-Seáis quienes seáis vosotros, estáis bajo arresto-comenzó

al tiempo unos soldados se aproximaban a engrilletar a los

tripulantes del Evertsen-. Actúo en nombre del Coronel

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

642

Dirck Sheefnek, quien está a cargo de esta jurisdicción de

la cual habéis robado este navío que estaba bajo pesquisa

desde hace semanas y haber traficado la paga que se le dio

a su antiguo capitán por la mercancía mediada por mi

Coronel, quien ha sufrido los principales perjuicios-.

Por desleal que suene, los marineros que estaban en las

últimas filas saltaron al mar y se perdieron en las inquietas

aguas y Lodewijk, en vista de que pronto vendrían a por él,

lanzó a Liselot al océano justo antes de que le ataran las

manos.

Tanto la capitana como los pocos marineros que salvaron

ilesos de la captura de la buscada nave –y su tripulación

falsa- buscaron a sus pares por espacio de cuatro días, en

los cuales no supieron nada de ellos.

La cuarta noche, en la taberna de puerto –un extraño antro

más clandestino que cualquier otro que la capitana Van der

Decken hubiese pisado en su vida, lo cual es mucho decir,

pues era regido por nativos, quienes no tenían derecho

alguno según los británicos a abrir su propio negocio- la

capitana se encontraba bebiendo uno de los licores

autóctonos de la zona y pensando fríamente en qué lugar de

la basta jurisdicción podían estar sus colegas prisioneros –

evitándose a sí misma pensar que quizá ya no estaban con

vida- cuando una persona muy conocida se sentó delante

suyo en la mesa y se dispuso a fumar pipa.

-¡¿Señor Misdrop?!-exclamó la muchacha.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

643

-Capitana-saludó el hombre de mirada triste.

La joven volvió a mirarle sin convencerse de que al menos

uno de sus tres tripulantes desaparecidos desde hace meses

había sido encontrado.

-¡Gracias a Dios le encuentro! Ha tenido sentido viajar para

encontrarle-exclamó.

-¿Encontrarme? No, capitana, merezco quedarme aquí-

respondió tristemente el hombre.

-¡Pero es un prisionero aquí!-se escandalizó la joven.

-Merezco serlo-respondió él, a lo cual la capitana le miró

sin comprender-: escuche, capitana, yo sé dónde están el

contramaestre y los demás.

-Lléveme ante ellos y le prometo que será libre, ni

Sheefnek ni Nau tendrán poder sobre usted si regresa al

Evertsen-le prometió ella.

-¡No, capitana! Usted no entiende…-se lamentó el hombre-.

Si sé dónde están ellos, es porque fueron capturados por mi

culpa… mía tanto como de Bakker y de Waas.

-¿Ellos están a salvo?-preguntó la capitana ilusionada.

-Sí, aunque no merecemos estarlo. Capitana, cuando Nau

nos trajo aquí sentíamos mucho rencor hacia usted y

aceptamos el primer trato que Sheefnek nos ofreció con tal

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

644

de no estar en prisión: queríamos poder para vengarnos de

usted por meternos en esta situación. Él nos puso a trabajar

de secretarios y, un día, hace casi más de un mes, llegó un

hombre quejándose de haber perdido su barco por su

culpa… ¿Recuerda usted al capitán Jones? Era él. Sin

embargo, Sheefnek se negó a reembolsarle el valor de lo

que transportaba. Hubiese parado ahí la situación si unos

minutos antes no hubiese estado otro comerciante en el

despacho diciendo que había recuperado su nave “The

Ocean Angel” la cual eso sí venía sin nada de su

producción –y tampoco el dinero: la nave había sido

atacada por piratas en Londres, quienes tomaron el barco

anduvieron unas millas, robaron los artículos y lo dejaron a

la deriva-. Decidimos que la mejor forma de vengarnos era

atraerla hasta acá para que el propio Sheefnek la ajusticiara:

acá es imposible escapar excepto si alguien pretende

ayudarla, pero con toda su tripulación tras las rejas es una

misión imposible.

Entonces esparcimos el rumor de que su hermana Ivanna

estaba en Marruecos: recuerde, sólo los miembros de la

tripulación del Evertsen supimos de boca de Rackham,

quien jamás lo diría a otra persona, que su hermana había

trabajado con los Bereberes… sólo uno de nosotros podía

esparcir el rumor de que ella había vuelto con ellos-dijo

enfatizando las últimas palabras-. Sabíamos que era el

único anzuelo que la atraería hasta aquí. Y, calculando que

la noticia se supiera en New Providence y que usted ya

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

645

viniese de camino, le pedimos a Jones que fuera hasta

Marruecos.

Sabíamos que la única forma de culparla era que la

cogiesen in fraganti en algo. ¿Qué mejor que a bordo de un

barco que ha saqueado dos veces, el cual había estado

capitaneado por un hombre que fue derrotado por usted dos

veces y con mercadería de uno de los más importantes

Coroneles de la Compañía Británica? Pues, sin duda, nada.

La idea era que usted viese el barco y que le dijesen que

Ivanna estaba en Arabia, rumor que también esparcimos a

su debido tiempo, al igual que ella estaba hacia el este…

necesitaría camuflarse y un barco como este sería mucho

mejor que el Evertsen para estos fines. Usted tomaría el

barco y nosotros, calculando eso, daríamos aviso al Coronel

Sheefnek que la nave estaba desaparecida. Entonces

redoblarían la vigilancia hasta encontrarla, pues

transportaba fina seda, un producto que a él le importa

muchísimo. Y, con la vigilancia redoblada, aparecería usted

en la rada siguiendo el rumor… y sería juzgada-concluyó el

insensible señor Misdrop.

Liselot, pese a estar acostumbrada al juego de quien

traiciona mejor a quien, estaba anonadada.

-¿Y qué le hace ahora arrepentirse?-preguntó.

-Vi las horribles torturas a las que sometieron a mis

compañeros en prisión: yo quería castigarla a usted, no a

ellos… pero ustedes por separado no son nada-contestó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

646

-¿Cómo sé que puedo confiar en usted?-preguntó Lodewijk

al interior de la celda tras oír la historia.

-Es la única forma de huir de aquí-le contestó Misdrop

abriendo la reja.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

647

Capítulo 28: “Alianza”.

Nota de Autora:

Hola gente, estoy asustada: me quedan pocos capítulos por

escribir, pero me queda menos tiempo aún… ¡Dios! ¡Si

tuviera que dejar uno o dos capítulos pendientes hasta el

próximo verano me sentiría fatal! Así que prefiero escribir

todo lo que pueda escribir y no rellenar con notas inútiles

que sólo una persona lee… Pues en este capítulo entra un

personaje que tendrá una gran trascendencia en el final, de

hecho, en parte, es ella quien provoca que las cosas vayan a

terminar de cierto modo.

Pues, en honor a ella –sí, es mujer; y sí, vivió en la vida

real- el tema de capítulo es el tema principal del videojuego

“Assassin’s Creed IV”, que no tengo una maldita idea de

qué se trata, sólo sé que ella fue ocupada como un

personaje y que la música es realmente buenísima. De más

está decir que yo no lo compuse, su autor es Brian Tyler, a

quien hoy gritamos ¡Larga Vida!

La noche del dos de septiembre los tripulantes del HMNLS

Evertsen tocaban puerto al fin en el único trozo de tierra al

que podían llamar con toda confianza hogar. Al fin todas

las penurias habían desaparecido, los temores habían

acabado. Por fin, al fin, en casa otra vez. La brisa húmeda

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

648

de finales del verano salió a recibirlos en la cara. ¡Se sentía

tan bien regresar a New Providence otra vez!

Caminaron por sus calles sintiendo por primera vez en

meses que les era permitido dejar el Evertsen en un muelle

sin correr riesgo de ser tomados en prisión ni de tener que

regresar corriendo a la nave.

Luego de que el señor Misdrop liberara de la cárcel a la

tripulación de Liselot –incluido el Contramaestre- les

condujo a las afueras de la ciudad, donde les dio un mapa,

provisiones y dinero suficiente –lo había obtenido tras

vender la mercancía que ellos habían traído de Marruecos-

para regresar a la seguridad del Evertsen. Sin embargo, no

todo era tan maravilloso como sonaba: habrían de hacer la

travesía a pie, pues las costas del continente estaban

firmemente resguardadas y apenas les viesen serían

capturados de nueva cuenta. Tardaron dos meses –hasta el

01 de agosto de 1719- atravesar todo el continente asiático,

pasar la zona norte de la Península Arábiga y recorrer de

este a oeste el Desierto del Sahara por completo –con ayuda

de los gentiles Bereberes, por supuesto- y llegar a la costa

de Marruecos donde les esperaba, entre las dunas lejanas al

Puerto, el HMNLS Evertsen.

Apenas pusieron un pie en cubierta los tripulantes

intercambiaron noticias con sus compañeros que habían

estado a bordo y cargo de la nave durante todo ese largo

tiempo –quienes, de paso sea dicho, llegaron a pensar que

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

649

nunca más se volverían a ver-. Ese mismo día pusieron proa

de regreso a New Providence, con fin de olvidar sus

fugaces aventuras –que causaban una profunda frustración

en Liselot, quien ante la preocupación de su gente se pasaba

las horas o en la Cabina de Mando en el timón o frente a

una mesa clavando y desclavando su daga, una y otra vez,

con la vista fija en la hoja reluciente y rechinando los

dientes de tensión-.

Sin embargo, el destino no se los iba a dar tan fácil.

Consiguieron salir de la costa marroquí y atravesar el

Océano Atlántico sin ningún problema, pero al entrar en el

Caribe los había tomado un huracán fortísimo que por poco

hizo zozobrar la nave. Semejante mal tiempo ralentizó un

viaje que tardaría apenas sí doce días a un lapso de un mes.

Gran parte de las islas del idílico Caribe estaban en ruinas y

las Bahamas, con la República Pirata incluida, no eran la

excepción en lo absoluto.

De aquí para allá se veía gente transportando bloques de

adobe y limpiando las destrozadas calles. Los filibusteros

apenas bajaban de su nave partían en ayuda para reconstruir

su querido refugio, desde las tabernas que tanto amaban y

frecuentaban al grado de considerar inconcebible la vida en

New Providence sin ellas hasta la casa de aquella mujer que

acababan de ver sin saber por qué sus ojos se habían posado

en ella. Y luego, cuando transportaban suficientes adobes y

palos de madera, y los dejaban a medio clavetear para que

llegara otro a seguir la labor sin terminar, partían de regreso

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

650

al navío en el cual acababan de llegar y bajaban, con ayuda

de otro, sendos cofres en los que traían su botín. Dejaban en

el suelo el cofre y lo abrían permitiendo que el gentío se

llevara las ropas y los alimentos que habían obtenido de su

mal oficio.

En ese terrible escenario vieron venir corriendo a un

muchacho, un poco menor que Liselot, quizá de unos

diecisiete años, con una enorme sonrisa.

-¡Liss!-exclamó alborozado apenas impactó contra ella en

un fuerte abrazo.

-¡¿Rembrandt?!-exclamó ella apartándolo para verlo mejor

y luego devolviéndole el abrazo.

A través del hombro de Liselot el muchacho miró feliz a

Lodewijk y le guiñó un ojo a modo de saludo. Lodewijk se

limitó a tocarse la base de la cresta de gallo como si fuese

un sombrero. Rembrandt era un tipo un tanto extraño y le

tenía cierto recelo –nunca había sabido muy bien con qué

ojos lo miraba el muchacho y era un tema complicado para

él-, sin embargo, como férreo creyente en la libertad que

era no podía evitar cierta simpatía por el joven y quizá un

instinto por protegerlo… en gran medida le recordaba a

Aloin y aún sentía que le debía algo por haberlo utilizado

tanto y luego haberlo dejado morir sin más.

Rembrandt había nacido en Holanda –claro está, en el siglo

XVIII- y, como había quedado huérfano muy pequeño, se

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

651

había visto en la obligación de conseguirse el pan de cada

día él solo –no siempre por buenos medios-. Un día la

policía vecinal lo había encontrado robando. La condena

había sido la horca. Cada vez que contaba la historia

coincidía en ese momento al decir que no recordaba cómo

había huido de las Provincias Unidas pues se encontraba

helado del miedo y apenas coordinaba sus actos, aunque

todos pensaban que sencillamente no quería dar a conocer

su secreto, algo por lo cual no se atrevían a culparlo. Como

todo proscrito y fugitivo de la ley, había sido bien recibido

en New Providence y, unos años atrás, había conocido a

Liselot y a Lodewijk, quienes al ser de los pocos

holandeses en la isla, se habían identificado de inmediato

con él, haciendo buenas migas.

-¡Te tengo una buena noticia, Liss!-exclamó Rembrandt.

-¿De qué se trata?-preguntó ella feliz de que al menos

hubiese alguna buena nueva en esa isla destruida. Lodewijk

se limitó a enarcar irónicamente una ceja.

-Hay una boda-comentó el chico.

-¿Sí? ¿Y quién se casa?-preguntó ella con genuina

curiosidad. Su única respuesta fue el silencio y que las

mejillas de Rembrandt enrojecieran aún más que lo que ya

estaban tras la carrera a través de toda la isla-. ¡Oh, Dios

mío!-exclamó Liselot comprendiendo todo-. Con… con…-

intentó continuar, pero la felicidad adormilaba a su

memoria de por sí mala.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

652

-Con William-respondió Rembrandt sin siquiera levantar la

vista.

-¡Oh, Dios mío!-volvió a exclamar Liselot y, tras dudar un

poco, le dio un abrazo bien apretado al tiempo que le decía-

: ¡Felicidades!

Cuando se separaron, Lodewijk y Rembrandt quedaron

viéndose frente a frente. Lodewijk, por no ser descortés, le

tendió la mano:

-Felicidades-dijo.

Sintió el apriete de la mano de Rembrandt. Trémulo,

nervioso, escurridizo, sudoroso. Le recordó a la candidez de

Aloin… como siempre. Separó el contacto y, antes de que

el muchacho entendiera por qué y qué sucedía, le abrazó

con todas sus fuerzas, creyendo que en ese abrazo pedía

perdón a Aloin. Nunca había sentido interés ni por Aloin ni

por Rembrandt, para él sólo eran amigos que, cuando se

daba cuenta de lo entrañables e importantes que se tornaban

en su vida, lo abandonaban. ¿Algún día le sucedería así con

toda la tripulación del Evertsen? Prefirió no pensarlo. Ellos

no eran amigos, eran familia. Era su última oportunidad

para devolver el gesto que prejuiciosamente había negado

al muchacho… al menos la última sin una espada dirigida a

su cuello. Ambos se separaron sorprendidos. Liselot por

primera vez en semanas sonreía.

-¿Cuándo será?-preguntó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

653

-Es… de hecho… en realidad tendría que estar ahora ahí-

dijo el muchacho tímidamente.

-¿Y qué haces aquí?-exclamó Lodewijk.

-Vi el Evertsen venir y salí corriendo… quiero que sean mis

testigos… ¿podrían?-preguntó aún más tímidamente que

antes.

Su única respuesta fue que dos personas se colgaron de sus

brazos y lo llevaron a viva fuerza hasta donde vivía el único

notario en la isla que no se impresionaría ni traumaría con

una boda de esa naturaleza.

Adentro les esperaba William. Un año atrás, Rembrandt se

había obsesionado férreamente con la idea de ser pirata, así

que se había enrolado con Jack Rackham. A bordo había

conocido a un marinero británico quince años mayor que él

y se habían enamorado perdidamente. El resultado estaba

ahora, con ambos firmando el reconocido contrato de

Matelotage, en el cual se comprometían a compartir sus

bienes, cuidar el uno del otro y pelear siempre juntos.

Cuando todos estaban en medio de la fiesta, ahogados de

borrachos, Liselot llegó a la lógica conclusión de que si

Rembrandt, tripulante del barco de Jack, estaba en New

Providence, el mismo Jack tenía que estar en la isla.

-¿Dónde está Jack?-le preguntó apenas le vio.

-Mejor ni hablar de él-respondió Rembrandt.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

654

-¿Por qué?-preguntó ella preocupada.

-Ha caído en desgracia-respondió el muchacho,

excusándose acto seguido para detener aquella charla.

Consciente de que bajo esas prerrogativas nadie le diría

palabra alguna sobre el paradero y la situación actual de

Jack, se decidió a salir, así que sin que ninguno de los

novios lo notara fue a buscar a Lodewijk y, con todo el

dolor de su alma porque de verdad quería quedarse en la

fiesta, pidió a su amigo que la acompañara.

-Además, la tripulación debe estar preocupada-dijo ella.

Lodewijk revoleó los ojos. No entendía por qué demonios

Liselot no se permitía ser por una vez en la vida, después de

todo, no se solucionaría nada encontrando a Jack, todas las

desgracias habían sido, eran y serían. ¿Por qué no

quedarse? Aún así, prefirió ir con ella antes de dejarla

marchar sola por las calles en ruinas con tanto marinero

loco suelo. Llegaron a la misma taberna de hace ya cuatro

años. El muchacho bufó fastidiado. Eso se estaba volviendo

rutina.

Liselot paseó la mirada por lo alto, intentando descubrir a

Jack entre la multitud sin verlo. Se sentó y, tras beber unos

sorbos, llevó su mano hasta el borde de la bota militar. Sus

dedos finos rozaron apenas el borde, mientras ella clavaba

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

655

la mirada en el canto de la desteñida mesa de madera

apenas claveteada. Sus dedos afirmaron algo frío y duro,

sin notarlo, jaló la pieza hacia arriba, descubriendo una

impecable hoja de plata. Clavó con todas sus fuerzas la hoja

en el borde de la mesa. Sin embargo nadie notó su cambio

de actitud. Todos reían, hablaban a gritos y por lo demás no

era la única que se dedicaba a eso en solitario. Desclavó

con todas sus fuerzas la hoja y volvió a clavarla en otra

parte de la punta. Volvió a desclavarla. Miró el filo

prolijamente afinado. Hizo puntería y arrojó la daga casi

con rabia. Volvió a sacarla. Se reclinó en la silla crujiente y

volvió a arrojar la pieza de plata una y otra vez. Lodewijk

la vio preocupado. La muchacha volvió a apoyarse en el

respaldo de la silla y miró la hoja de su daga

pensativamente, girándola sumida en sus cavilaciones.

Inspiró aire profundo. Echó un poco atrás el arma, afirmó la

empuñadura y con el dedo índice hizo puntería. Iba a

arrojarla cuando una mano más tosca que la suya la sujetó

firme pero tiernamente. Levantó la vista y vio a Lodewijk.

-Mira, Liss, ¿quién está ahí?-preguntó con un tono de voz

que evidenciaba que sabía de sobra quien estaba en el lugar

que señalaba.

Liselot agudizó la vista y a la tenue luz de las velas vio una

chaqueta de calicó cuyos colores se desgastaban por el uso

y por el barro captado durante todos esos días. Volteó la

cabeza alborozada a ver a Lodewijk y, guardando

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

656

definitivamente la daga, caminó hacia la otra mesa, seguida

de cerca por su amigo.

-¿Qué hay de nuevo?-preguntó alegremente sentándose

frente a Jack, quien dejó la botella en la mesa y levantó la

mirada yendo de hito en hito, quedándose completamente

mudo por un rato: eran demasiadas emociones para el

mismo día.

-¡Un capitán lejos de su barco! Esto es nuevo-exclamó

Lodewijk.

-Ya no me dedico a la navegación-dijo Jack, ganándose que

ambos muchachos se miraran entre sí pensando que eso no

tenía coherencia-. Obtuve el Perdón Real.

Gracias a Dios ni Liselot ni Lodewijk estaban bebiendo

nada, sino Jack hubiese recibido una ducha gratis.

-¡¿Y para qué quieres tú eso?!-le preguntó Lodewijk.

-Mejor dirás para quién-contestó Jack, yéndose de la lengua

sin poderlo evitar.

Ambos iban a estallar en burlas, sin embargo el semblante

triste y resignado del otrora pirata les cortó la inspiración.

-¿Qué pasó?-preguntó Liselot, siempre más dada a los

sentimentalismos.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

657

Entonces Jack procedió a narrar que el día 15 de mayo tocó

puerto en New Providence. Anochecía, así que como de

costumbre se dirigió a la taberna de siempre. Al entrar

había algo diferente, muy diferente. Pese a que las riñas en

ese lugar estaban a la orden del día, la de aquel día era más

encarnecida que de costumbre: era por una mujer.

Dos borrachos se disputaban el derecho de pasar la noche

con una mujer vestida de hombre. Pese a aquella apariencia

poco usual, notó que la mujer era una total belleza. Los

hombres seguían riñendo y la dama, sin dar previo aviso, se

levantó de la mesa en que ella había estado tranquilamente

bebiendo antes de que ellos se empecinaran en tenerla,

desenvainó una espada y, a sangre fría, acabó con ambos.

Varios ebrios y mujeres de mala vida se fueron en contra de

ella, arrepintiéndose en el acto.

Cuando los ánimos se calmaron, fue a sentarse junto a la

mujer. Decía llamarse Anne Bonny y era sencillamente

fascinante: de ademanes quizá un poco masculinos, gestos

rudos, habla vulgar, actitud ruda, mentalidad dada a la más

férrea e idílica libertad, y además de todo, sensual. Era

demasiado atrayente para ser cierto. Sin siquiera

proponérselo terminó por enamorarse de Anne. Pasaron los

meses y, entre sus idas y vueltas cada vez más breves para

verla más seguido, se enteró de que era casada con un

informante del Gobernador de New Providence, quien

estaba de viaje y hacía meses no volvía a casa, no sólo

desencantándola sino volviéndola alguien totalmente infiel.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

658

Una noche se decidió a instarla a abandonar a su marido

para irse con él, seguro de que no tenía cómo sacársela de

la cabeza. Grande fue su sorpresa cuando ella aceptó. Así

pasaron de ser simples amantes que compartían la alcoba a

ser enamorados declarados mutuamente.

Al día siguiente, Jack Rackham fue a casa del gobernador

de New Providence para conseguir el Perdón Real, seguro

de que de nada le servía dedicarse a la piratería si estaba

lejos de Anne. El gobernador sabía de cierto cómo Jack

había conseguido su nuevo barco… pero también sabía de

cierto que odiaba con toda su alma al capitán Vane, así que

se hizo el de la vista gorda y firmó el Perdón de Jack.

Junto con Anne habían decidido que apenas James –que ese

era el nombre del marido de la joven- pisara el puerto, Jack

se acercaría a hablar con él y le pagaría por un divorcio.

Dos días atrás James Bonny había regresado a casa y Jack

se había acercado a hablar con él, quien se había negado sin

dudarlo… y no sólo eso: había ido a hablar con el

gobernador de la isla en menos de unos minutos para

ponerlo al tanto de las infidelidades de las que había sido

perjuicio. De más está decir que Anne estaba condenada

para ser azotada en la plaza pública en dos días más, eso es

lo mínimo que le harían considerando el temperamento de

los lugareños.

-Estoy desesperado-confesó el hombre, sorprendiendo a

Liselot y a su amigo, quienes permanecieron en total

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

659

silencio-. Podría robarme un barco, sin embargo ese día

nadie asegura que alcancemos a llegar con vida a la orilla.

-De eso no te preocupes, nosotros nos hacemos cargo-dijo

Liselot sin mediar palabra con su gente-. Tú busca el barco

indicado y espéranos mañana a esta hora con tu tripulación

y Anne en la orilla. El resto lo hacemos nosotros.

Jack enarcó la ceja, consciente de que nada era gratuito.

-¿Por qué tanta benevolencia, capitana?-preguntó

agriamente.

Aquella respuesta ofendió a Liselot un poco, pues ambos

capitanes se habían mantenido siempre unidos en casos de

necesidad y no había precio por una amistad como esa.

-Somos amigos porque compartimos los enemigos-

respondió ella.

Tanto Lodewijk como Jack se sorprendieron por una

respuesta como esa. Si hubiese dicho sólo “Somos amigos”

hubiese sido lo que se esperaban, pero lo que había agregó

los sorprendía y en cierta forma los asustaba.

-Es bajo paga, ¿me equivoco?-preguntó Jack enarcando la

ceja, comprendiendo que nadie lo ayudaría por voluntad y

nada más.

-Ganancias compartidas, capitán Rackham-corrigió ella-:

somos enemigos jurados de la East India Trading Company

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

660

y de Nau, sería una deslealtad no tenderle la mano a quien

me defendió de ellos.

-¿Qué tienes ahora contra ellos?-preguntó Jack entre risas,

con genuina curiosidad por saber en qué lío estaba metida

la muchacha.

-Tienen a Ivanna-fue la escueta respuesta.

-¡Vaya, qué sorpresa! No lo sabía-fue la irónica

contestación por parte de su interlocutor.

-El Caribe es la zona donde ellos tienen puesto su principal

ojo comercial, y la zona en que tú y yo operamos. Mi plan

es destruirlos al grado de que no se vuelvan a parar-fue la

sorprendente respuesta.

Una parte del corazón de Lodewijk se hizo trizas al oír eso:

había llegado demasiado tarde para ayudar a su mejor

amiga… ella era cruel. Por su parte Jack jamás hubiese

pensado en oír algo así de una chica tan piadosa e inocente,

siempre dispuesta a ayudar y que nunca destruiría a nada o

a nadie.

-Para liberar al prisionero hay que romper los barrotes,

usted me lo dijo una vez, capitán Rackham-se defendió al

notar la dolida y anonadada mirada de sus amigos.

-Hay que volarlos en pedazos-le corrigió Jack, siendo

detenido por la mirada asesina que Lodewijk le clavó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

661

-Ivanna es la prisionera de la East India Trading Company,

la liberaré… y para eso tengo que desbaratar su flota en el

Caribe y llegar hasta el Coronel Sheefnek… con ellos en el

suelo podré liberarla-dijo la joven.

-¿Qué ha pasado contigo, Liselot?-fue la pregunta de Jack.

La muchacha procedió a narrar sus más recientes aventuras

en Asia, sin poder evitar que el pirata notara el dolor que

anidaba en su voz ante la traición de sus antiguos

tripulantes y el dolor por no poder ayudar a su hermana, de

quien no sabía sino que estaba prisionera de la firme

telaraña de la East India Trading Company, la cual se tejía a

lo largo y ancho del mundo conocido, conduciéndola a

andar a tientas y decidir volar a toda la Compañía para

poder llegar a la raíz del problema.

-Comprendo… entonces el invencible HMNLS Evertsen

protege a mi nave tanto en su huida como en su travesía

clandestina, nos aliamos, somos una flota… y yo me hago

cargo de hincarle el diente a la Compañía de las Indias

Orientales hasta que no tengan qué vender… entonces

viene Sheefnek y se despide de la vida… no está mal…

acepto-dijo Jack Rackham.

-Nunca te arrepentirás-respondió ella sonriendo a todo lo

que da, sin saber lo equivocada que estaba.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

662

A la noche siguiente, antes de la madrugada, Jack Rackham

esperaba a Liselot y a su tripulación. De pronto los vio

aparecer.

-¡Anne!-exclamó.

Aunque ella fuese vestida como un hombre –y de hecho

completamente caracterizada como uno, al grado de que

nadie pensaría que era una mujer- la reconocería siempre.

Le agradeció a Liselot con la mirada por haberse atrevido a

buscarla en su casa –él ni que se le ocurriera podía

acercarse-. Los tripulantes del Evertsen se despidieron de

ambos y fueron hasta su nave, esperando que llegara la

tripulación de Jack. No pasaron muchos minutos hasta que

aparecieron los hombres de The Revenge y saludaron a su

capitán y a su segundo de a bordo –Jack y Anne habían ido

juntos a reclutar gente gracias a un plan que había tenido

Liselot para sacar a la joven de su casa al mediodía, por eso

la gente estaba acostumbrada a Boon-.

Abordaron The Revenge y ambos barcos zarparon sin

problemas. Entre ambos se dedicaron a hacer que la East

India Trading Company sudara frío con su presencia en

Cuba y México, pues pese a que Inglaterra y España eran

enemigos jurados desde tiempos inmemoriales, los

británicos se abastecían de productos de la zona gracias al

amistoso comercio entre los mercantes españoles y la

Compañía de las Indias Orientales.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

663

A finales del mes de noviembre de 1719, Anne anunció que

estaba embarazada y no tuvo más remedio que permanecer

con unos amigos que Jack había hecho en Cuba –nadie sabe

cómo había conseguido encontrar un puerto amigo en el

país al que más atacaba-. Sin embargo la criatura, una niña,

nació a los siete meses de gestación y para junio de 1720 la

Contramaestre Bonny volvía a subir a bordo de The

Ranger, cortada de tristeza de haber perdido a su hija y

consciente de que a bordo de la nave todos conocían a

causa de su desgracia la verdadera identidad de la segunda

al mando –a quien habían creído siempre un hombre-… lo

que no sabía era que se había ganado el total respeto de

aquellos caballeros de fortuna que la habían ayudado a

escapar de un terrible castigo en New Providence y que no

la defraudarían por nada en el mundo, ni a ella ni a su

capitán.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

664

Capítulo 29: “La Última Batalla de Jack Rackham”.

Nota de Autora:

¡Hola, gente! Segundo saludo que me pego hoy. La verdad,

esta nota quizá me salga más larga que las últimas. Pero es

que esta es la lista de quejas de una escritora de veranos -

¡Vaya definición!-. Es un poco frustrante matarme

escribiendo para terminar esta historia este verano y a la

vez escribir capítulos dignos de ser leídos –porque si es

sólo por terminar, pues, podría escribir capítulos de una

página y re malos, pero no es la idea- para recibir apenas

actualizo un voto de una estrella. ¿Qué sentido tiene dar

una estrella? ¿Decir que soy mala escribiendo? Pues, si es

por eso, quien la dio vendría pintando peor, porque ni

siquiera se da la lata de articular una opinión decente.

Pero en fin, no seguiré quejándome de vosotros, me quejaré

de mí. Sí, sé que el capítulo anterior es decepcionante –y en

gran medida-: luego de tanto bombo y platillo por la

aparición de Anne Bonny, ¡Y venga, que al final no tuvo ni

participación! Sin embargo, soy honesta cuando digo que

de ella y de su aparición dependerá el final, ella es quien

lleva los palillos ahora.

Pues, como curiosidad podría deciros que pensaba hacer de

la última media página del capítulo 28 un capítulo diferente

–sí, ese iba a ser mi capítulo 29-, pero descubrí que no tenía

nada para contar largo y tendido y que al final iba a ser

relleno y no hay tiempo para relleno –y aunque lo hubiera,

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

665

tampoco es la idea-, así que opté por reducirlo a la mínima

expresión e hice dos en uno.

Pues, esto ha sido la nota de autora del día de hoy. El tema

de capítulo es “Mi Nombre Será Leyenda” de la banda

Tierra Santa, espero que lo disfruten, es de verdad muy

importante para mí, porque me recuerda la época en que

empecé a escribir una historia. Pero no es sólo por ese

motivo, ni tampoco es porque calza a la perfección con lo

que quiero transmitir en este episodio. Sino que es un

tributo a Jack Rackham, personaje histórico que me fascina

y a quien espero haber plasmado lo mejor posible –ese es

otro motivo por la nula intervención de Anne Bonny: no sé

cómo plasmarla aquí a ella, aún no, por lo menos-. Pues

Jack se lleva en este capítulo todo el protagonismo. Para

mí, de verdad, él es una leyenda y una de culto.

Anne Bonny miró entre las brumas de la mañana una

bandera flamear en lo alto de un mástil. Era lo que faltaba,

sin duda, era lo que faltaba. Afirmó aún más la empuñadura

de la espada, la cual solía llevar desenvainada incluso a

bordo del barco. Miró la cubierta, la cual se encontraba

vacía a excepción de un par de borrachos que dormían la

mona de un mástil a otros, varios de ellos llegando a colgar

sus hamacas de un palo a otro. Dirigiendo el timón estaba

Mary Read, una muchacha inglesa que habían reclutado a

mediados de julio.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

666

-¿También lo viste?-preguntó Mary.

-Aye, Mark-contestó Anne con la mirada clavada en la

bandera británica que flameaba orgullosamente en lo alto

del mástil mayor de la otra nave-. Tendremos una asquerosa

visita de esos cerdos-anunció.

Y no estaba equivocada en lo absoluto. Allá, entre la bruma

otoñal de noviembre, una goleta de la Royal Navy acercaba

impertérrita hacia The Revenge. Los habían avistado. Los

hombres estaban preparados para la guerra.

Ambas mujeres disfrazadas de hombres barrieron con la

vista la cubierta de su barco para ver si estaban en iguales

condiciones de pelear. De inmediato supieron lo que tanto

se temían: no lo estaban ni siquiera por soñar. El escenario

a lo largo y ancho de la nave era patético. De seguro el

capitán del navío de guerra británico ya lo habría notado a

través de su catalejo y a esas horas serían el hazmerreír de

sus enemigos.

-Voy a hablar con Jack-dijo Anne.

Mary no contestó nada, sabía que cuando su amiga se

proponía algo, lo cumplía tarde o temprano. Se limitó a

desearle suerte con la mirada: sólo ella podría quitarle la

borrachera a su capitán esa mañana. Anne se puso de pie y

bajó el Castillo de Popa para luego ir hasta el camarote

principal, el único que miraba a la Cubierta Principal. Sin

siquiera golpear, entró.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

667

-¿En qué lío me he metido?-se preguntó Mary.

Sinceramente, si hubiese estado obligada a responderse esa

pregunta, no hubiese sabido cómo contestarla.

Su vida, hasta mediados de julio de ese año estaba escrita

de basta y sobra. Era hija ilegítima. Su madre, hasta antes

de que ella naciera, era una mujer casada con un marinero,

con quien pronto tendrían un retoño; sin embargo, la

criatura había muerto horas luego de nacer sin que su padre

–quien estaba en alta mar- ni nadie más llegase a saberlo.

Su madre, pasados los meses, se había vuelto a enamorar y

había nacido Mary. Para su gran alivio, nunca volvió a

saber de su desaparecido marido.

Sin embargo, pronto su fortuna comenzó a menguar. Así

que decidió viajar a Londres y hacer pasar a Mary por aquel

hijo que había tenido junto a su esposo e ir a probar fortuna

con la herencia que pronto dejaría su veterana suegra. La

anciana, feliz de que tenía un nieto –y más aún de saber que

era precisamente un varón- se comprometió a darles una

suma semanal para hacerles la vida más llevadera.

Lamentablemente, aquella situación de mediana bonanza

no duró mucho tiempo y cuando Mary –que para ese

entonces se hacía llamar Mark- tenía trece años de edad, su

abuela paterna murió. La joven, más acostumbrada a la

ruda vida de un muchacho de los arrabales que a la de una

chica, no tuvo problema en buscar un empleo en Londres,

hasta que, ilusionada con la idea de aventuras en el mar, se

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

668

enroló en un barco de la Armada. Desembarcó cinco años

después en Alemania, donde peleó en el ejército británico

en la guerra que se desarrollaba en esos parajes.

La vida había dado múltiples vueltas haciendo que

regresara a la marinería, esta vez con fin de embarcarse a

las Indias Occidentales, decisión que la llevó a navegar por

dos años seguidos en un barco de piratas que habían

conseguido el Perdón Real, convirtiéndose en honestos

mercantes.

Pero su vida había dado un total giro aquella mañana de

mediados de julio: la nave en que viajaba fue capturada por

The Revenge, cuyo capitán se aseguró de robar toda la

mercancía que pudo para luego hundirla. Como era una

buena persona, acogió a los mercantes en su barco,

obligándolos a formar parte de su tripulación. Varios se

negaron, entonces el Capitán Rackham se ofreció

gentilmente a dejarlos en tierra –lo cual vendría a significar

abandonarlos en la primera isla que encontrara-. Sin

embargo, Mary Read, quien era una mujer inteligente se

decidió por enrolarse al servicio de The Revenge.

Había vivido muchas cosas a bordo, algunas buenas y otras

escalofriantes. No pudo evitar recordar aquel frío sudor que

recorrió su espalda cuando supo que Anne había

descubierto su verdadera identidad femenina. Grande había

sido su sorpresa cuando Anne le había mostrado que

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

669

también era mujer. Desde entonces los momentos

escalofriantes fueron suavizados con la mutua compañía.

Y así había llegado el mes de octubre. La última vez que

habían visto a las gentes del Evertsen había sido hace unos

tres días, cuando estos les habían avisado que acababan de

entrar en territorio jamaicano; después de aquella escueta

conversación, dicha nave se había perdido de vista.

Dos días atrás iban navegando tranquilamente, con la

bodega llena de los productos que habían robado, los cuales

iban de lo más variado, partiendo por pescado escamoteado

a los asustados lugareños que buscaban una forma de vivir,

hasta la seda más fina conseguida cortesía de los barcos

mercantes de la East India Trading Company que iban y

venían por la zona buscando y llevando mercancía. El peso

extra los forzaba a ir un poco más lento.

Un estruendo tras otro sonaron en la cercanía, alertando a la

tripulación que estaba extrañamente sobria. Los barcos

mercantes no disparaban si no necesitaban hacerlo –y

aunque lo necesitaran, lo evitaban a toda costa,

especialmente si se encontraban ante un barco que no

llevaba bandera-, así que forzosamente tenía que tratarse de

la Royal Navy. Ya era hora. Los últimos navíos de la

Compañía de las Indias Orientales que habían atacado no

llevaban escolta, en general las patrullas de la zona parecían

estar dormidas desde hacía meses. Sin embargo, si

estuvieran escoltando a alguien, se enfocarían en defender y

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

670

no en atacar –por ende, no se escucharían esos estruendos-.

Una bala de cañón pasó rozando la borda y, de seguro, la

hubiese destrozado si el diestro timonel de The Revenge no

hubiese girado justo a tiempo para que el proyectil pasara

de largo para caer unos metros más allá en el agua.

-¡Piratas a babor!-exclamó el vigía desde el nido del

cuervo.

Todos los ojos sobre cubierta se posaron en babor. El

capitán Rackham, quien era el timonel de turno, dejó el

mando de la nave a cargo de un marinero que le

acompañaba en el Puente y sacó de inmediato su catalejo

para enfocar a babor. Efectivamente, una de las tantas

variantes de la Jolly Roger se hizaba impertérrita y

orgullosa en lo más alto del palo mayor de una embarcación

que avanzaba a toda prisa hacia ellos. Jack dirigió su

catalejo hacia la cubierta enemiga. Distinguió a alguien que

le era ingratamente conocido. Primero abrió los ojos cuan

grandes pudo, luego alzó las cejas y finalmente dejó

escapar una risita irónica justo antes de bajar el catalejo.

-Jean Nau-susurró el nombre de su jurado enemigo.

-Órdenes, capitán-preguntó uno de los marineros.

Jack sonrió y, sin pensárselo dos veces, contestó

alegremente:

-Icen nuestra bandera, muchachos-.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

671

Acto seguido volvió a tomar el control de su tan preciada

nave al tiempo que a través del palo mayor comenzaba a

subir lento pero seguro el emblema del cráneo con los

sables cruzados bajo él, albos y relucientes, sobre un fondo

negro que auguraba la muerte a quien tuviese el infortunio

de ver esa enseña.

La contestación de la nave enemiga tampoco se hizo

esperar. La cima del mástil mayor volvió a estar limpia y,

antes de dar tiempo a nada, un trapo completamente rojo

flameó en lo alto. Y, al mismo tiempo, las portezuelas de la

quilla se abrieron, descubriendo el paso para la artillería

oculta en el casco de la nave, la cual apareció rezumando

litros y litros de agua y tras la cual se afanaban decenas de

piratas para preparar las balas de cañón que volaron apenas

estuvieron listas en dirección a The Revenge. El navío

francés más voló que navegó hacia su presa, que se detuvo

en el mismo punto que antes, girando sobre sí misma para

evitar los proyectiles, que nuevamente fueron a dar al mar

sin hacer daño alguno en su objetivo.

-Órdenes, capitán-preguntó el mismo tiempo cuando todo

consiguió calmarse en la cubierta de The Revenge.

-Vamos a la batalla-contestó Jack con la mirada fija en el

casco enemigo y sosteniendo firmemente el timón.

-¡Atención! ¡Todos a sus puestos!-gritó Adam Bonny,

quien no era sino Anne-. ¡Prepárense para pelear!

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

672

-¡Izad la bandera!-bramó un hombre ya mayor con la

bandera roja en sus brazos.

-¡Todas las manos a cubierta, sarta de cobardes!-exclamó

Mark Read eufórico hacia el boquete que unía la cubierta

principal con las otras.

De inmediato todos se aprestaron a obedecer las órdenes

que estaban recibiendo. Los hombres comenzaron a salir

desde el casco de la nave con sus armas al hombro y

tomaron sus puestos en la borda.

-¿Algún plan?-le espetó Adam.

-Aye-respondió el capitán con una sonrisa-. Quiero que

disparen a los boquetes de la artillería.

-¡Preparen los cañones!-exclamó Adam, orden que cuatro o

cinco marineros se encargaron de repetir a viva voz,

mientras otros limpiaban los cañones y colocaban balas

listas para ser disparadas.

Jack afirmó el timón con una mano y con la otra sostuvo el

catalejo, con el cual observó la frenética actividad en la

subcubierta enemiga a través de dichos boquetes. Parecían

ir y venir en busca de balas y pólvora. Limpiaban los

cañones. Los cargaban. No alcanzaba a verse bien, los

boquetes eran muy pequeños.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

673

-¡Apunten a la artillería de subcubierta!-exclamó Adam. La

orden se repitió en todo el barco-. Tú das la orden-dijo

mirando fijamente a Jack.

El capitán continuó observando la actividad de subcubierta

de la nave de Nau. Aún no se encendían los cañones.

-¡Fuego!-gritó a todo pulmón.

-¡Fuego!-repitió Adam.

-¡Fuego!-repitieron a viva voz los piratas encendiendo las

mechas.

Resonó un estruendo y las balas volaron desde The

Revenge hacia la nave francesa. Abriendo aún más los

boquetes de subcubierta que dejaban salir las balas de

cañón. Las tablas saltaron lejos, cayendo prontamente al

mar. La polvareda fue tremenda y el desorden en el casco

aún más, podía verse un par de heridos y un cañón que

había volado en pedazos. También había un incipiente

incendio en un montón de pólvora.

-¿Eso es todo?-preguntó burlonamente Adam al ver que,

durante el desastre de la subcubierta, los marineros de la

cubierta principal enemiga se organizaban con los cañones

que tenían a su disposición, los cuales comenzaban a

cargar.

-No-fue la escueta respuesta-. ¡Armas de fuego! ¡Las quiero

en cubierta!

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

674

Inmediatamente varios de sus piratas acudieron a la orden,

posicionándose entre los cañones, portando arcabuces y

armas de ese tipo, las cuales apoyaron en la borda a la

espera de órdenes.

-Apunten a la Cubierta Principal-ordenó.

Todos afinaron la puntería para asegurarse de dar al punto

indicado por su capitán.

-Elijan su blanco, quiero un blanco humano-exclamó.

-¡Apunten al primer hombre que vean!-gritó Adam, dando

prisa a la situación.

Jack esperó unos momentos, más de los que tardaron sus

hombres en obedecer la orden.

-¡Fuego!-gritó de repente.

-¡Fuego!-repitieron Adam y varios hombres a lo largo de la

borda para asegurarse que todos acatarían la señal.

Su única respuesta fue un estruendo, cientos de balas

viajando directamente a la Cubierta Principal de la nave

enemiga, las armas de sus hombres humeando. Enfocó el

catalejo hacia el destino de las balas. Podía escuchar cientos

de desgarradores gritos y, efectivamente, los marineros más

cercanos a la borda y a los cañones habían sido alcanzados

por los proyectiles. Sangraban profusamente, se

contabilizaban un par de bajas. Enfocó hacia el Puente de

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

675

Mando. Ahí Jean Nau perdía por completo el control.

Apuñaló a un hombre, a otro a punta de cuchillo lo llevó

hasta el timón y bajó. Observó ahora en la subcubierta. El

enardecido Olonés gritaba –probablemente insultos- y

asesinaba a su propia tripulación para azuzar a los

sobrevivientes a apurarse en disparar sus cañones.

-¡Apártense!-gritó.

-¡Armas de fuego, aléjense de la borda!-gritó Adam. La

orden fue de inmediato acatada.

-¡Carguen los cañones!-ordenó Jack.

Los marineros encargados de ese tipo de artillería

prepararon de inmediato los cañones.

-Están listos-anunció Adam.

Jack movió ligeramente la cabeza a modo de afirmación y

mantuvo la vista fija en el catalejo.

-Apunten a su primer objetivo-ordenó a media voz.

-¡Ya escucharon!-gritó Adam a viva voz-. ¡Apunten a

artillería de subcubierta!

De inmediato obedecieron la orden, esperando alerta para

en cualquier momento encender las mechas. En la otra nave

limpiaron los cañones, los cargaron. Iban a ir a por cerillas

para encender fuego.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

676

-¡Fuego!-gritó Jack a viva voz.

-¡Fuego!-gritaron Adam y los demás desgarrándose las

cuerdas vocales en el proceso.

Una andanada de balas volaron al mismo tiempo e

impactaron en sus objetivos cuando los cañones de la nave

enemiga estaban recién disparando, motivo por el cual los

hicieron explotar y un enorme incendio envolvió esa ala de

aquella subcubierta, amenazando con volar la nave.

-¡Artilleros fuera!-gritó Jack evaluando los daños hechos en

la cubierta ajena.

Sus hombres obedecieron.

-¡Armas de fuego!-ordenó-. ¡Elijan blanco y prepárense

para disparar!-exclamó aprovechando que unos hombres en

cubierta querían acercarse a la borda-. ¡Fuego!-gritó cuando

consideró prudente.

Sin embargo, las balas de sus hombres no dieron casi en

ningún blanco, puesto que el barco del Olonés viró y, con

todas sus fallas, puso proa en el sentido contrario.

-¡Retírense!-exclamó Jack, indicando que lo más prudente

era alejar The Revenge en la dirección opuesta para evitar

represalias. Sus hombres obedecieron, sin embargo ante sus

ojos la nave enemiga se volvió un punto cada vez más

pequeño y distante, hasta que desapareció.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

677

Esa noche The Revenge tocó puerto en la localidad

jamaicana de Nigril Bay, donde se dedicaron a beber y

celebrar en la cantina de puerto toda esa noche, el día

siguiente y por supuesto la otra noche. Festejaron hasta el

cansancio la excelente “cosecha” que habían hecho en su

última travesía –habían conseguido excelentes mercancías-

y, lo más importante especialmente para Jack: haber hecho

que, de una vez por todas, el arrogante y cruel Olonés se

rindiera y además huyera de ellos. Era una hazaña que no se

conseguía todos los días.

-¿Has sabido algo de Liselot?-le preguntó Anne a Jack con

un tono algo resentido la segunda noche.

El beodo capitán estalló en una carcajada que ni él mismo

pudo aguantar mucho tiempo.

-Se ha perdido-contestó.

Anne enarcó la ceja dándole a entender que no estaba de

bromas.

-¡Muchachos! ¡De vuelta a la nave! ¡Vamos a alta mar a

esperar a la capitana Van der Decken que no recuerda el

camino a casa!-exclamó alegremente, ganándose una buena

horda de quejas por parte de su tripulación, que no tuvo

más opción que seguirlo.

De más está decir que como la tripulación estaba tan ebria

no había existido poder en el mundo capaz de despertarlos

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

678

cuando subió la marea, así que Mary y Anne habían tomado

el mando de la nave ellas solas.

-¿En qué lío me metí?-volvió a preguntarse Mary.

-¿Has sabido algo de Liselot?-le preguntó Jack, apareciendo

en el Castillo de Popa al tiempo que se arreglaba el

sombrero y la camisa.

-Nada-contestó Mary concentrándose en el timón, el cual

no pensaba en pasar por nada del mundo al ebrio capitán.

-Nos ha abandonado-sólo Anne se atrevió a decir la obvia

pero aterrante verdad.

Mary se limitó a continuar con las manos en el timón,

mientras el capitán se debatía entre mirar a Anne

asesinamente –conocía desde hace cinco años a la capitana

Van der Decken; si sabía que en el mundo alguien no lo

traicionaría, ese alguien era ella- y sentir desesperación: sin

la ayuda del Evertsen nada podrían hacer contra la Royal

Navy.

-¿Y, capitán?-preguntó un ebrio marinero subiendo al

Castillo de Popa.

Aquello alejó los malos pensamientos de la mente de

Rackham, quien se concentró en el alegre ambiente de sus

hombres que comenzaban a subir a la cubierta. Jack intentó

enfocar en vano el catalejo en el Albion –ese era el nombre

de la nave británica que se les acercaba cada vez más-, pero

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

679

las manos y la vista le bailaban; ¡Maldita borrachera!

Desistió de sus inútiles esfuerzos cuando HMS Albion

estaba a la par de The Revenge.

-¡Capitán Rackham, deténganse!-gritó un hombre

elegantemente vestido con el uniforme azul de la Armada

del Rey.

Una horda de carcajadas estalló a bordo del navío pirata.

-¡Soy el capitán Jonathan Barnet, al servicio de Su

Majestad el Rey Jorge I!-exclamó el hombre causando

burlas en el enemigo-. ¡No tienen forma de huir!-exclamó

provocando las carcajadas incluso del capitán Rackham-.

¡Ríndanse de forma pacífica y no dispararemos ni una bala!

¡Nadie saldrá herido!-.

Todos a bordo de The Revenge estaban que no podían más

de risa, todos excepto Anne Bonny y Mary Read quienes

sopesaban que la situación se saldría muy pronto de las

manos.

-¡Mataperros!-gritó un pirata.

-¡Imbécil!-gritó otro.

-¡Marinero de agua dulce!-exclamó otro desde el fondo,

que de lejos, fue el insulto favorito de todos, quienes se

dedicaron a corearlo una y otra vez y a gritarlo, mientras

otros inventaban uno nuevo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

680

-¡Corsario!-gritó otro con todas sus fuerzas, resultando ser

el más ofensivo que no incluía ordinarieces.

-¡Traidor!-exclamó otro a raíz del insulto anterior.

Y, ante semejante desorden que se armó en la cubierta, uno

de los piratas decidió hacerla de oro: fue a por una bala de

cañón que aún rodaba de allá para acá en las tablas, fue a

uno de los cañones y la disparó sin más, haciendo un

boquete en la primera subcubierta del Albion. Esa acción

causó risas en todos sus compañeros, incluido su capitán.

-Al parecer no entienden, Contramaestre-suspiró el capitán

Barnet en dirección al hombre que estaba a su lado.

-Órdenes, capitán-preguntó el Contramaestre.

-Usted ya sabe cómo proceder-dijo el capitán.

Sin que nadie a bordo del barco pirata lo notara en lo

absoluto, los cañones de HMS Albion fueron cargados y

disparados. Una andanada tras otra fue disparada hasta

borrar la sonrisa de los filibusteros, quienes vieron con

espanto el timón hecho pedazos en el suelo, la borda de

estribor destrozada, al igual que todo ese lado de la nave y

el desvanecido palo mayor, que apenas se sostenía en lo

alto gracias al cordaje que lo enredaba a los otros mástiles.

Sin embargo supieron rehacerse gracias a su estado de

ebriedad que los volvía tan inconscientes.

-¡Canalla!-gritó un pirata.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

681

-¡Carne de horca!-bramó otro, causando estruendosas

carcajadas ante la ironía que suponía el mote.

El capitán Barnet rodó los ojos, notando que así la situación

no cambiaría jamás. Decenas de arpones provenientes del

Albion fueron a clavarse en las barandas que estaban en

condiciones. Fue entonces cuando los beodos piratas

notaron que no había vuelta atrás. Uno a uno corrieron a

refugiarse a los interiores de la nave, dejando solas a Mary

y a Anne. Mary le hizo una seña a su colega y ambas fueron

a posicionarse ante el boquete que conducía a las entrañas

del barco con fin de detener a los hombres de Barnet en su

loca carrera hacia la tripulación del capitán Rackham.

Ambas pelearon fieramente, pero llegó el momento en que

las apresaron.

-Tenemos a sus tripulantes-dijo Barnet, al tiempo que Jack

y su gente subían a cubierta desperdigando en el camino

espadas, arcabuces y dagas.

-Nos rendimos-dijo Jack arrojando las armas-: tú ganas-

agregó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

682

Capítulo 30: “Honor a los Caídos”.

Nota de Autora:

Hola gente, ¿cómo estáis todos vosotros? Yo bien,

gracias… quizá un poco nerviosa. Nos quedan dos

capítulos –contando este-, el epílogo y será la hora de decir

adiós. Anoche me quejaba de que me habéis valorado mal

los últimos capítulos. Ahora, gracias a Yvette27, una

usuaria de la página, he descubierto que ese punto no tiene

relevancia… le agradezco a ella, si está leyendo esto, por

hacerme notarlo.

Pues, la frase que da título a este capítulo sé que la deben

de haber dicho muchos reyes, reinas, hombres, mujeres,

soldados, filibusteros y demás en períodos de guerra o

enfrentamientos. No está patentada. No tendría que dar

créditos. Pero me es imposible no rendirle tributo a la

escena en que la oí por primera vez y me paralizó por

completo. Me refiero a la escena de los festejos en el

Sagrario, luego de la batalla de Helm’s Deep, en la película

El Retorno del Rey –no recuerdo si sale en el libro-. Están

en la ceremonia y, para concluir, el rey Théoden la dice con

fin de brindar por los hombres que dieron su vida en

Cuernavilla. Para mí fue muy impactante cuando la oí –

aparte que la escena estaba muy bien hecha-. Mis respetos

al actor que interpretó a Théoden –condenada memoria la

mía que no recuerdo el nombre-, los guionistas y el director

del film.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

683

Pues, ahora que he hecho mis descargos, os digo que el

tema del capítulo es Last Man Standing de la banda de

power metal Hammerfall, la cual proviene de mi deseada

Alemania. Que lo disfrutéis.

La campana de la catedral del pequeño asentamiento

británico de Saint Jago –en nuestros días Spanishtown,

querido lector- sonó nueve veces, anunciando que eran las

nueve de la mañana en punto, no habían segundos de más

ni segundos de menos.

Era un día nublado, de eso nadie podía tener duda. Las

personas que tanto pululaban en las activas calles de

Jamaica podían ver cómo la niebla costera y el inusual frío

no se iban pese a que la hora seguía avanzando ya muy

lejos de la madrugada.

En el fuerte de la ciudad, una construcción únicamente en

aquellos tiempos reciente, hecha a base de piedras

elegantemente instaladas y entrelazadas, de lustroso tono

grisáceo, los soldados montaban la guardia encaramados en

altas torres, vestidos con sus elegantes trajes rojos. En el

patio principal la gente, tanto como de alcurnias como del

bajo pueblo se preparaban para lo que sería el evento

sensacional de la jornada y probablemente que daría de

hablar por bastante tiempo. Los hombres del rey caminaban

de una atalaya a otra sin temer a nada: uno de los temores

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

684

de los jamaicanos ya había sido barrido de los mares, lo

cual era un logro.

Avanzando un poco más a través de la explanada de

cemento que era el patio principal, la vista chocaba contra

un muro de adobe y cubierto por cuantiosos barrotes, era un

lugar de difícil acceso. Pero era aún más difícil salir que

entrar… era la prisión de Saint Jago, custodiada

celosamente por los guardias.

Adentro de dicha construcción se distribuían en un piso y

un subterráneo las celdas de los reos, de raídas paredes de

adobe a medio carcomer por la humedad y los embistes del

clima y el tiempo. Se podía entrever entre ladrillo y ladrillo

pastos secos que habían brotado de la nada. El piso era de

tierra y a una de las orillas de acumulaba un montón de paja

que hacía las veces de cama y retrete para los prisioneros.

Adelante estaban los barrotes infranqueables y cada tanto

había un carcelero atento a cada movimiento de los pobres

diablos que habían caído ahí. Eran ligeramente más

afortunados aquellos que contaban con una celda en el

primer piso, pues tenían un pequeño ventanuco que les

permitía mirar hacia el patio y nada más.

Nuestro protagonista se bajó del montón de paja. Ya no

quería seguir mirando. ¿Cuántas veces en su vida se había

burlado feralmente de la muerte? ¿Cuántas veces había

dicho que no le importaba? Ya ni siquiera era capaz de

recordarlo. No podía seguir mirando. Allá afuera la gente se

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

685

reunía, poco a poco iban llegando al son de aquellas

infernales campanadas. No se detenían… ya eran nueve…

ya era la hora. ¿Cómo había llegado? Se sentó en el suelo.

Aquella noche no había dormido. ¿De qué servía dormir si

venía el descanso eterno a por él? El cielo brumoso parecía

desearle lo peor. ¿Tanto había pecado? Pronto lo sabría.

Sintió las pisadas de unas lustrosas y pesadas botas de

cuero y suela. Escuchó el tintineo de unas llaves. No quería

ver. Cerró los ojos, los apretó con fuerza. Aspiró aire. Ese

sería el último suspiro de toda una vida.

-¡Arriba!-le bramó el carcelero con aire burlón. El hombre

apenas si abrió los ojos y se los clavó hasta lo más

profundo-. Te ha llegado la hora, Rackham.

Jack Rackham abrió los ojos cuanto pudo y respingó

ligeramente. Siempre había especulado con ese momento,

pero nunca había creído que llegaría de forma tan simplona.

-Quiero ver a alguien-dijo antes de que el carcelero

introdujese la llave en la cerradura.

-Pides demasiados favores-bufó el militar.

-¡Venga! ¡No te cuesta nada! Quiero ver a Anne… por

favor, ¿podría ver a Anne? ¿Despedirme de ella?-preguntó.

El carcelero esbozó una sonrisita cínica y se largó a reír a

carcajadas. Jugueteó con las llaves y deshizo sus pasos,

dejando a Jack solo nuevamente.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

686

-Que lo alargues no significará que no venga-se mofó otro

prisionero.

El capitán Rackham ni siquiera se dignó a mirarlo. En lo

más profundo de su corazón le deseó lo peor sin

arrepentirse. Anne… ella era lo único que necesitaba para

sortear esa pesadilla. Estaba seguro que en ella encontraría

todo el consuelo que necesitaba para pasar el mal trago de

la muerte. Se sintió pasos en el corredor y apareció el

carcelero acompañado por una hermosa mujer vestida de

varón, con la mirada furibunda y destilando sensualidad.

Jack sintió un nudo en la garganta: sabía que pese a su

actitud pétrea, ella sufriría con eso, ¡cuánto daría por

ahorrarle ese sufrimiento!

-Dijo que querías verme-adujo ella con la voz insensible al

ver que ninguno de los dos decía nada.

-Anne… yo… te…-¡demonios! La tenía por fin frente a sí y

no sabía qué decirle-. Anne, te amo-le confesó: era la

última vez que la vería, era la única oportunidad que tenía

para decirlo. Ella siguió impasible, no pudo evitar sentir un

dejo de desilusión ante esa actitud-. Anne, me gustaría

poder estar por siempre contigo…que esto no estuviese

pasando-declaró.

La mujer le escrutó de arriba abajo, tomándose su tiempo

antes de responder.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

687

-Jack, cuánto lo siento. Pero si hubieses peleado como un

hombre no tendrías que morir colgado como un perro-le

espetó dando la media vuelta sin siquiera esperar al militar.

Los minutos que siguieron fueron lo suficientemente

infernales para el pobre Jack como para desear

fervientemente la muerte. Las burlas de los otros

prisioneros se sucedían una tras la otra sin darle sosiego.

Apareció el carcelero de nueva cuenta y le dirigió una

mirada irónica, la cual el antiguo capitán enfrentó con

dureza y dignidad.

Salieron al patio. El capitán no pudo evitar sentir un

estremecimiento al ver tanta gente de todas las clases

sociales reunidas deseando y esperando su muerte. A un

costado del patíbulo le esperaba el fraile, quien le dio el

último rito.

El verdugo lo subió a trompicones hasta el patíbulo. Sus

pies desnudos palparon la falsa seguridad de la trampilla.

La cuerda colgaba frente a él, lista para actuar.

-John “Calicó Jack” Rackham-comenzó el juez que lo había

condenado a muerte desde un pódium. La gente hizo

mediano silencio y por unos instantes pareció que dejó de

arrojarle hortalizas y piedras-. Se le acusa de…

Jack sencillamente se perdió el discurso. No estaba de

humor para oír esas cosas. “Liselot”. No pudo evitar pensar

en ella. ¿Y si la Holandesa Errante estuviese allí? No tenía

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

688

idea de qué había pasado con ella. Se suponía que el

Evertsen les protegería de esos ataques, sin embargo no

habían aparecido por ninguna parte y les habían dejado a la

deriva. ¿Y si ella les hubiese traicionado? ¡No! ¡No podía

pensar eso! Ella aparecería, sí, iba a aparecer y liberarlos a

él y a su tripulación. Paseó la mirada con gesto irónico,

sabedor de una verdad inexistente, sobre la multitud,

buscándola. No la encontró. ¡Ella aparecería! En cualquier

minuto iba a aparecer, debía tener paciencia.

Sintió sobre sí todas las miradas de la concurrencia. Sus

oídos se aclararon. El juez ya no hablaba. ¡Dios! ¡Iban a

ahorcarlo! Tenía que hacer tiempo para que Liselot pudiese

llegar. Sí… tenía que hacerlo. El verdugo se adelantó a

colocarle la cuerda en el cuello, pero antes de que pudiese

siquiera rozarla, Jack miró con ira a la gente.

-¡Maldito sea aquel que encuentre mis tesoros!-bramó a

todo pulmón, con toda la rabia contenida-. ¡Porque no hay

barco que encima pueda cargarlos todos!-concluyó.

La gente se miró entre sí indignada ante semejante

insubordinación.

-¡Ahórquenlo!-exclamaron a coro.

Y el verdugo, como si hubiese estado esperando esa orden,

tomó la cuerda, la colocó entorno al cuello de Jack. Fueron

segundos de muerte. ¿Por qué tardas, Liselot? Se preguntó

el pirata. El militar accionó la palanca y el Calicó sintió

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

689

cómo sus pies pisaban el vacío. Fue cosa de instantes.

Cayó. Pero su caída la frenó la maldita soga, cerrándose

contra su cuello.

Sintió cómo le faltaba el aire. Liselot, ven. Boqueó

intentando respirar y no pudo. ¿Dónde estás? Sintió cómo

se le tapaban los oídos, por unos instantes no escuchó las

cosas que le decían aquellos que ni siquiera lo habían

conocido. Ven, por favor ven. La vista se le nubló, ya no

podía ver las cosas que le arrojaban ni el ademán cruel de

aquellas personas. Liselot, ¿me has traicionado? La cabeza

comenzó a zumbarle, amenazando con explotar en

cualquier minuto. Abrió los ojos intentando mirar. Paseó la

vista por entre la gente y no la vio. Un dolor profundo,

semejante a mil cuchillos congelados y envenenados

impactando contra su pecho lo acometió. No podía ser.

Sintió cómo iba a perder el sentido. Me ha traicionado. Y, a

medida que cerraba los ojos y perdía la consciencia, sintió

un dolor lacerante en su cuello.

El sonido fue espantoso. Algo quebrándose y luego la

cabeza del capitán Jack Rackham colgando inerte hacia

abajo. La gente vitoreó de anticipado. El verdugo se

aproximó al pirata.

-¡Está muerto!-exclamó.

La gente exclamó de felicidad, vitoreando y abrazándose.

Gritaron el nombre del encargado de la jurisdicción.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

690

Anne Bonny por primera vez en muchísimo tiempo agachó

la cabeza y sintió cómo los ojos se le volvían agua.

Sujetada firmemente por dos carceleros con quienes les

había dejado el militar que había llevado a su capitán a la

horca, no quiso seguir mirando: el dolor era demasiado

firme, demasiado constante, demasiado cruel y lacerante

como para seguir sintiéndolo. La ira creció rápida y voraz

en su joven corazón y ahí, frente al cadáver de Jack, juró

que se vengaría.

Dos días después el HMNLS Evertsen fondeó cerca de la

ciudad de Port Royal. Sin embargo la capitana Liselot Van

der Decken no necesitó ver mucho: en uno de los tantos

islotes que antecedían el puerto yacía colgado, dentro de

una jaula, su amigo inseparable e incondicional, Jack

Rackham. Preguntó con un nudo en la garganta qué había

sucedido y se enteró de que en Saint Jago él y su tripulación

habían sido ahorcados, ninguno había salvado la vida.

Cerca de un mes después estaban Liselot y Lodewijk en el

puerto de New Providence. La muchacha aún no conseguía

deshacerse de la tristeza que la acometía: se sentía culpable,

no lo podía evitar. La vida de Jack había estado en sus

manos y lo había traicionado… y no sólo a él, sino a toda

su tripulación. Vieron venir una flota de cerca diez naves,

todas con la bandera británica flameando en el nido del

cuervo, y con el distintivo correspondiente a las colonias de

Norteamérica.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

691

-¡Vaya! ¡Hombrecillos del rey!-exclamó Lowie con mohín

burlesco. Y no fue el único que lo hizo: en una isla

reconocidamente pirata había que ser un mercante muy

iluso para irse a meter.

Los mercantes descargaron lo que traían y, cuando

terminaron de declarar en el puerto, se fueron hasta los

interiores de la ciudad. El capitán quedó solo en el muelle.

Comenzó a caminar distraídamente hacia Liselot y

Lodewijk, quienes no le tomaron mayormente en cuenta.

Liselot respingó de pronto al sentir el frío contacto de una

hoja de metal en su cuello.

-Tú y yo tenemos mucho de qué hablar-dijo una voz.

De inmediato escuchó cómo se destrababa un arma: era

Lowie saliendo en su defensa.

-Tranquilo, que también nos conocemos-repitió la voz.

Liselot alzó la cabeza, cuidando cada movimiento de su

cuello.

-¡Adam!-preguntó reconociendo en el acto a Anne en su

disfraz masculino.

Y, ante las últimas luces del ocaso de aquel día que nunca

en la eternidad Liselot habría de olvidar, una sonrisa curvó

en un rasgo mordaz aquellos labios que no perdonaban,

haciendo que el fuego del temor se apoderase de los

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

692

corazones de sus interlocutores, aquella sonrisa vaticinaba

el final del camino.

-Las buenas historias merecen contarse en las tabernas y

con un buen tarro de ron-dijo Adam sin dejar de lucir

aquella sonrisa sardónica que era capaz de helar la sangre.

A Liselot le pareció retroceder en el tiempo y oír a Jack, su

querido Jack, decir aquellas mismas palabras, pero con una

ironía de lejos más agradable. Sintió una mirada potente al

lado suyo: eran los ojos de Lodewijk que le indicaban que

no fuese, que no cayera en la trampa. Tragó saliva e inspiró,

sabiendo que muy pronto todo habría terminado.

-Vamos-dijo con apenas un hilo de voz… le parecía

recordar la humana sensación del miedo y no sabía hasta

qué punto le gustaba recordar que ante todo era una mujer,

una muy joven e inexperta.

-Así me gusta-dijo Adam ensanchando aún más aquella

horrible mueca y poniéndose a la cabeza del grupo.

Lodewijk se forzó a caminar, a seguirla… se preguntó por

qué Liselot había hecho semejante estupidez, pero ella no

volteó jamás… en el fondo su corazón ya le hablaba de que

aquella era la despedida y esa sonrisa sardónica era

demasiado más de lo que sus ojos podían aguantar, pero el

reproche en la mirada de quien era su mejor amigo y

confidente superaba lo que su corazón pudiese soportar.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

693

Entraron en la taberna, una vez más de tantas otras. El

mismo aire místico de siempre, ahora vacío y cruel. Adam

se sentó y colocó los pies arriba de la mesa, invitando a los

otros a imitarle. Liselot y Lodewijk se sentaron

tímidamente al tiempo que llegaban sendas jarras de ron.

Ya no había salvación. Un gesto de la mano de quien fuera

la pareja de su principal protector indicó a Liselot que era el

momento de hablar y ay de ella si se guardaba algo.

Recordó aquel día hace meses atrás en que avistó una flota

naval, recordó cómo le avisó a Jack lo que veía y cómo fue

tras aquellos barcos de inmediato a cumplir su pacto con el

Calicó sin saber que, en medio de dar cumplimiento a su

misión, jamás volvería a verle. Recordó la férrea batalla

que dio por alejarles de la costa y, especialmente, del navío

de Rackham y sus labios se movieron frenéticos al son de

los fonemas en la remembranza del hundimiento de las

mentadas naves como decisión final.

Recordó el hielo que recorrió su espina dorsal en aquel

momento y cómo, sin tardanza, puso proa a Jamaica…. Y

recordó sus amargas lágrimas al ver el cuerpo de su amigo

colgando sin vida en una jaula: la libertad de la vida se

había ido volando. Recordó su desesperación al preguntar

qué había sucedido y recordaba en el frenesí de su

respiración que la tripulación por completo había

desaparecido de la faz de la Tierra… ¿Qué hacía Adam ahí?

No podía saberlo…

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

694

-¿Qué hago aquí?-preguntó Adam levantando las cejas por

debajo del sombrero que disimulaba su rostro a la luz de las

velas-. Vengarme-respondió ante el temor de Liselot-. Soy

un instrumento de la venganza-completó, sólo causando

más temblores en la espina dorsal de quien fuera su

compañera de viaje. Sonrió sardónicamente…. Aunque

apestara a sarcasmo no quería causar más daño a aquella

muchacha, su deuda estaba saldada-. ¡No tiembles!-ordenó

casi con rabia para luego añadir con suavidad-: No es de ti

de quien quiero vengarme.

-¿De quién?-preguntó Liselot.

-¿A quién venían escoltando los tipos de la Armada?-

preguntó Anne con tono burlesco, intentando razonar con

Liselot.

-El Olonés-dijo Liselot lo más rápido y marcado que pudo,

sintiendo cómo sus entrañas sangraban al pronunciar aquel

pútrido nombre que había acabado por destruir su vida.

-¿Y bajo las órdenes de quién iba?-preguntó Anne de nueva

cuenta.

Liselot cerró los ojos con fuerza e inhaló aire… sentía que

no podía seguir con eso. Lodewijk se limitó a sentir cómo

sus entrañas se contraían y cómo su mandíbula se apretaba

al grado de no saber cuándo comenzaría a quebrarse.

-Sheefnek-dijo Liselot con ira visceral.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

695

Anne se deleitó una vez más ante el dolor, ante la sensación

de su interlocutora de que muy pronto su alma acabaría por

envenenarse.

-Aye… Sheefnek-repitió Adam.

Lodewijk no lo pudo tolerar. Detestaba ver cómo su amiga

sufría, pero detestaba aún más ver cómo aquella mujer que,

ahora sabía a las claras necesitaba su ayuda, se deleitaba

desgarrándole el alma en mil pedazos y, en el fondo, le

dolía abrir una vez más su herida interna, ¿es que acaso

nunca acabaría por librarse de aquel hombre, de su sombra?

¿Nunca?

-Nos has dicho por qué estás aquí, pero no cómo llegaste

hasta aquí-soltó de repente el muchacho.

-Oh, esa es una larga historia de contar…-dijo Anne.

-Y merece ser contada en una taberna-afirmó Lodewijk

interrumpiéndole de cuajo. Ahora él llevaba la batuta del

asunto y se sentía decidido a matar… si aquella era la

noche en que se jugaba su destino, vería todas las cartas del

mazo antes de tomar la opción.

Y Anne no tuvo más remedio que decidirse a hablar de una

vez por todas. No había transcurrido más de una semana

desde la muerte de Jack y ella estaba abatida,

completamente. La venganza era la única fuerza en este

mundo que la motivaba a vivir, toda su vida había sabido

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

696

que algún día sería así y siempre había pensado que el

momento había venido hace mucho… pero nunca se sabe lo

que es el verdadero huracán hasta que se está dentro de él y

no se puede salir. Sentía deseos de maldecir a Jack por

haber transado su vida a cambio de la suya, ¿no hubiese

sido más fácil morir y ya? A esas alturas no hubiese sabido

nada, pero tenía que llegar Jack con su instinto heroico,

renegar de un juicio justo a cambio de salvarle la vida. Y

para más remate el pedazo de imbécil de ella y Mary habían

dicho que estaban embarazadas y con eso se habían

asegurado nueve meses de garantía para despedirse de este

mundo. A veces se preguntaba por qué había dicho

semejante estupidez y no había caminado al cadalso con

dignidad.

En la celda de al lado podía escuchar a Mary desgañitarse

de dolor y a ratos delirar con esas fiebres que se había

pescado… al parecer había sido medianamente cierto lo que

había dicho al juez.

Las puertas se abrieron. Pasó el carcelero. Abrió las rejas de

su celda. Por una vez en la vida ese hombre no musitó ni

medio comentario lascivo hacia ella. La mujer se adelantó

decidida y sacando fuerzas desde la más profunda ira

contenida que sólo la venganza alimenta impulsó el brazo

para abofetearle. Pero una mano firme se agarró hace su

muñeca al grado de amenazar con romperla.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

697

-No harás esto más difícil de lo que ya es-dijo una voz de

hombre mayor, desgastada por los años y la decepción.

Volteó y sólo pudo ver a su padre: aquel hombre a quien

tanto daño había hecho y por el cual no sentía ni un asomo

de remordimiento. Si hubiese sido una mujer ligeramente

más débil se hubiese desmayado ahí mismo, pero no lo era.

Se limitó a seguirlo dócilmente a la salida, su libertad

esperaba.

Los días que siguieron fueron negros y aciagos. Primero el

regreso a casa a través del mar, su bienamado mar que

ahora odiaba con el alma. Luego volver a instalarse en

aquella finca que había jurado nunca pisar otra vez.

Después el rumor sobre su posible embarazo, que caldeó

aún más los ánimos, pero que una buena curandera del

pueblo supo desmentir a rajatabla. Y finalmente, lo peor

que ya se veía venir: hace dos semanas su padre la había

comprometido con un hombre acaudalado, con fin de

olvidar todas las fechorías que ella había cometido en su

corta vida. Y no había sido difícil encontrar un fino

caballero interesado, portador de un buen apellido y una

buena fortuna a su haber, después de todo, Anne era una

mujer joven de hermosa e indómita sensualidad y acreedora

de una de las mejores herencias de la zona.

Sucedió entonces que su padre, consciente del

temperamento de su hija decidió dejar su herencia

inmediatamente al nombre de su prometido: en cualquier

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

698

minuto Anne lo asesinaría por haberla puesto en semejante

situación. Lo que él no sabía era que ella, bajo el nombre de

Adam, estaba trabajando en la notaría del pueblo. Como sus

reuniones con el prometido de la muchacha solían ser

precisamente a escondidas de esta, no le extrañaba ni

preocupaba en lo absoluto la ausencia por su parte. Sólo se

preocupaba de dejar un par de esclavos para que la

vigilaran durante sus salidas, pero ellos no solían reportarle

nada.

Y claro, ¿qué iban a reportarle si ella, primero los había

seducido y ahora les pagaba el dinero contante y sonante

que recibía gracias a su disfraz masculino?

Y ahora, sin tener siquiera idea, tenía al escribano

acompañado por un muchacho un tanto agrio de carácter

llamado Adam Roosvelt, quien era su ayudante y apuntaba,

sin dejar de dedicarle infundadas y crueles miradas, el

contrato que dejaba al prometido de su hija como su

heredero universal.

Dos días después su flamante mansión era un total

desbarajuste. Pero había amanecido enfermo y no podía

hacer nada por evitarlo, algo parecido a una especie de

veneno le afectaba, sin embargo la curandera ya había

dicho que el efecto duraría poco tiempo. Cuando rumiaba

su desgracia en la cama pensando que poco tiempo ya era

demasiado en una situación así, apareció su mozo de

cámara, pálido como un muerto y palideció más al verle.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

699

-Con el permiso del señor-dijo-, se comenta en los pasillos

que ha muerto.

-¿Cómo es posible eso?-.

-La curandera lo ha dicho. La señorita viste ya el luto y su

prometido ha dado efecto a la herencia-dijo el criado.

-¡¿Qué?!-exclamó el pobre hombre-. Llama a mi hija de

inmediato.

No pasaron muchos minutos hasta que apareció Anne en el

dintel, vestida efectivamente de negro. Su rostro no

denotaba ninguna emoción.

-Así que estás vivo-se limitó a decir.

-¡Claro que lo estoy!-exclamó su padre indignado-. Y el

canalla de tu prometido…

-…A dado efecto a la herencia-completó ella clavándole

sus fríos ojos de hielo.

-Está desvalijando la casa, ¡nuestra casa!-se quejó él

aireado-. Y no sólo eso: me ha dado por muerto. ¿Sabes lo

que significa? ¡Socialmente soy un inválido!

Anne estaba ad portas de dar una de sus agrias y sardónicas

respuestas cuando volvió a aparecer el mozo de su padre en

la alcoba.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

700

-¡Mi señor!-exclamó-. Y con el permiso de la dama… ¡No

hay nada que disuada a vuestro heredero de su accionar! Le

he dicho de todas maneras que usted está vivo, pero hace

caso omiso-dijo desesperado.

-¡¿Heredero?!-exclamó ella.

-Anne, no es momento para una de tus escenas de celos-le

cortó su padre.

-¡Has puesto nuestra familia en manos de un oportunista!-

exclamó antes de salir corriendo y tomar en volandas un

cuchillo de mesa.

No corrió mucho hasta que en el hall vio a quien sería muy

pronto su marido.

-Anne, mi querida Anne-dijo él intentando tranquilizarla-.

Que me mates no solucionará lo de tu pobre padre-dijo con

franca lástima-. Mi pésame.

Sin embargo, eso no logró disuadir a la mujer, quien hizo

un intento de clavarle el cuchillo en la yugular, pero sin

éxito.

-Tranquila-dijo él, ahora con más firmeza. Como ella

siguiera peleándole, le dio un empujón que la aventó lejos.

No bien se hubo puesto de pie, ella echó a correr a las

caballerizas y montó en dirección al pueblo, camino en que

se perdió de vista de todos aquellos que intentaban aún

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

701

seguirla con la mirada. Al anochecer regresó de nueva

cuenta a su casa, la cual encontró completamente vacía.

-Anne, ¡ya vuelves!-exclamó su prometido con franca

preocupación.

Por toda respuesta, ella le apuntó con su viejo revólver.

-Anne, matarme no te servirá de nada: sólo serás mi

heredera cuando te cases conmigo-intentó persuadirla.

Por toda respuesta ella desapareció como una sombra,

como una tétrica sombra.

Al día siguiente ella estaba en los astilleros de quien fuera

una vez su padre, vigilando el cargamento de los productos

de la plantación.

-¡Anne! ¡Exijo una explicación!-demandó él.

-Tú no eres nadie para exigirme nada-replicó ella.

-¡Soy el hombre a quien le usurpaste su herencia!-exclamó

él.

-¿Quién dijo que lo he hecho?-lo negó ella ufanamente.

-¡Mi herencia no está en el banco! ¡Y tus esclavos se están

llevando las cosas de mi casa!-le espetó él.

-Oh, efectivamente-dijo ella contoneándose sensualmente.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

702

-¡Aún no estamos casados! Mi herencia sería tuya a partir

de ese momento-reclamó él.

-¿Y quién dijo que no lo estamos, primor?-dijo ella sacando

de entre su corsé un papel que no era nada más ni nada

menos que su acta de matrimonio.

-¡Usurpadora!-exclamó él quitándole el papel y

rompiéndolo en dos.

-¡Vaya! ¡Favor que me haces!-dijo ella.

-Esto ni siquiera está en la escribanía-protestó él.

-Y doy gracias por ello-ironizó ella.

-Y aun así tendría que estar muerto para que tuviera efecto-

volvió a reclamar él.

-Entonces hagámoslo legal-contestó Anne y lo único que se

escuchó en el muelle fue un disparo y luego los sonidos de

una flota de barcos, una grande, al zarpar.

Lo que sucedió después es sencillo de describir: Anne

empleó su herencia mal habida en pagar a los marineros

mercantes que antes trabajaban para su padre y los oficiales

que los custodiaban para que desempeñasen esa labor para

ella durante todo el tiempo a seguir. Así habían llegado a

New Providence a vender su botín y dejar contenta a la

tripulación.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

703

-¿Y qué necesitan del Evertsen?-preguntó Lodewijk

alzando las cejas.

-No necesito nada, más bien ustedes necesitan saldar su

deuda para conmigo-dijo ella a la defensiva.

Lodewijk sonrió sardónicamente, sabía que Anne no lo

quería admitir, pero necesitaba del Evertsen para proteger a

su flota, después de todo los había convertido en piratas…

y entre piratas lo más temido es la traición… y por

desgracia, también lo más abundante.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

704

Capítulo 31: “A las Costas de la Muerte”.

Nota de Autora:

Hola, mis bienamados. Antes de que comencéis a darme de

tomatazos (que admito, me los merezco todos y cada uno),

debo de daros una excusa decente a por qué no he

publicado en… cinco meses (joder, ¡qué rápido que pasa el

tiempo!). Pues primero mi madre me puso a estudiar una

semana antes de regresar a clases (y pude actualizar el

capítulo pasado porque me dio el último domingo de

vacaciones libre). Luego de eso entré a clases y todo mi

tiempo libre (de por sí escaso, muy escaso) lo dediqué a

estudiar mi amada química y a aprender alemán. El primero

de junio, luego, comenzó el paro de profesores y hasta el

domingo pasado estudié química hasta aburrirme (a quién

engaño, la química no podría aburrirme así pasaran un

millón de años). Me di libre dos días (me lo merecía, ¿no?)

y me puse a estudiar matemáticas (aunque he estado bien

vaga, estudio un día y holgazaneo el siguiente)…

finalmente no he podido con mi genio y me he puesto a

escribir. Os pido disculpas por la tardanza.

¿Os soy franca? Estoy aterrorizada. El último capítulo… el

episodio que llevo más de dos años pensando, aquel que se

reproduce una y otra vez en mi cabeza y no sé cómo

escribirlo… Debo admitir que yo misma estoy descolgada

de mi historia, quizá me tarde otro poco más en repasarla

para hacer que las estrategias tengan coherencia entre sí y

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

705

salga algo realmente inolvidable de aquí. ¿Os soy franca?

Estoy llorando… me da pavor terminar esto, siento como si

una parte de mí misma se estuviese desvaneciendo… nunca

más volveré a ver a Liselot ni a mi adorado Lodewijk (de

todos mis personajes es mi favorito) ni a las gemelas ni a la

sensual Naomie ni al brujo maldito de Sheefnek ni al

adorable Aloin (admitid que era tierno)… bueno, al menos

no en la historia original… tengo una serie de Altern

Universe ya a medio trazar, es que es imposible separarse

de personajes que uno ha querido tanto durante dos años y

medio así como así.

En fin, ya ha concluido el minuto sentimental de Mariette

Sparrow, espero que disfrutéis este capítulo y que al final

merezca la pena tanto esfuerzo, tanta espera y sobre todo,

tanto tiempo. El tema de capítulo, nunca creí que llegaría el

día en que diría esto, después de tanto reservarlo para esta

ocasión, es “A Costa da Morte” de Mägo de Oz.

No sé qué más deciros, sólo que os quiero muchísimo y que

os agradezco montones haber compartido al otro lado de

una laptop momentos sin duda tan importantes para mí…

Gracias por todo, nos volveremos a encontrar algún día…

Espero disfrutéis este capítulo y luego el epílogo.

Casi cinco meses después…

¡Valar morghulis, estimados individuos! ¿Qué ha sido de

vuestras vidas? La buena de Mariette ha estado bien,

gracias por preguntar… En realidad estoy con

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

706

recuperaciones, hasta el 15 de enero del año que viene –el

sueño de mi vida, a que no….- y, pues, en vista y

considerando de que ya no tengo ni pruebas ni clases

decentes –a menudo ni siquiera profesores ni compañeros

en la sala-, he decidido dar, oficialmente por cerrado mi año

escolar y… vosotros sabéis lo que significa… ¡Oh, sí! ¡Le

habéis acertado! Eso significa que comienza la temporada

literaria 2015-2016, señores; y no significa sólo eso,

significa además que Mariette Sparrow estará de cabeza

frente a la computadora tipeando todas sus deudas –que

vaya que son varias; terminar La Leyenda del Holandés,

escribir fanfics, terminar otros tantos fanfics, pasar al

computador todo lo que escribí en papel este año, empezar

el segundo volumen de Brisingamen… ¡Oh, joder, que me

he ido de la lengua! En fin, ¿queréis que siga?- y que

terminará La Leyenda del Holandés Errante –que ya era

hora, ¡joder!-.

Así que, sin más preámbulos, me pongo a releer –que

después de tantos meses uno ya se olvida de en qué parte de

la historia iba y, pues, si queremos que tenga sentido la

estrategia, las figuras bélicas y demás… hay que releer al

menos cinco capítulos hacia atrás-. Y quizá algún día, de

aquí a final de diciembre –y que os doy mi palabra de

escritora, fijaos lo que es eso- esté el capítulo que tanto

hemos esperado –al menos yo, no sé vosotros… pero al

menos a mí me sigue causando una ansiedad impresionante

este episodio…-. Así que, sin más, tened paciencia y…

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

707

disfrutad… Valar morghulis, todos los hombres deben

morir…

Cinco días después… He tenido que leerme desde el

capítulo diecinueve para poder coger nuevamente los hilos

de la historia –os aviso que este capítulo poco y nada tendrá

que ver con los anteriores, era más que nada para no

contradecirme en el relato- y finalmente he terminado… la

hora se acerca.

P.S.: Y hoy, en recomendaciones cinematográficas de

Mariette Sparrow tenemos (redoble de tambores) ¡Drácula:

Untold! (fanfarria y aplausos) pedazo de película aquella,

que en serio, tenéis que verla.

DOS SEMANAS DESPUÉS….

No he cumplido mi palabra, lo sé… pero… aquí está el

capítulo. Paso a recomendaros también “El Manicomio de

Eliza”, vedla, tenéis que hacerlo.

La niebla cubría completamente todo. La bruma, de un

color blanquecino, parecía envolver el ambiente, ser una

nueva forma de aire. Era imposible ver apenas a medio

palmo de distancia. La neblina, húmeda, daba la impresión

de que se colaba en los ojos, y tampoco es que sirviese de

mucho mantenerlos abiertos.

La quietud era abrumante, desesperante, presagiaba la

tormenta y hacía correr el pavor en la sangre de los

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

708

hombres. No había viento. No había sol. No había luna. No

había siquiera un miserable claro de luz en el aire. Las velas

flácidas, los cascos apenas moviéndose. Ni un ruido, ni un

graznido, ni un chapoteo. Ni siquiera una lejana respiración

se percibía en el ambiente. Todo quieto. Todo blanco. La

neblina envolviéndolo todo.

-Nunca los mares de China fueron así-dijo Lodewijk parado

en la proa junto a Liselot, arrebujado en su cazadora de

cuero negro, lo único que le quedaba de su antigua vida.

-Ni siquiera en invierno-afirmó ella. Ambos guardaron

silencio.

Lodewijk saltó proa abajo y sus pasos firmes, duros,

chocando contra la cubierta metálica del Evertsen, fueron lo

único que resonó en el abismo imperante, como un tambor

acompasado el día del Juicio Final. Liselot bajó acto

seguido. De por sí era peligroso estar en la borda en esa

extraña niebla, estar sola en esas condiciones, sin nadie de

quien aferrarse, era un suicidio. Siguió a Lodewijk al trote

para no perderle de vista y caminó a su lado sin mediar

palabra. Cruzaron la trampilla hacia las subcubiertas y

entraron en la Cabina de Mando. Dentro trabajaban Linda

Freeman y su equipo haciendo todo lo posible por seguir

las instrucciones que traían de la otra nave, e intentando no

perder contacto con el resto de la flota. El muchacho

caminó hacia el ventanal y miró la insondable blancura a su

alrededor.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

709

-¿No te parece raro, Liss?-preguntó, aunque su pregunta

más parecía una afirmación que una verdadera pregunta.

Liselot caminó hacia él y miró a través del vidrio esperando

que él completara lo que quería decir, lo cual no sucedió.

-Sí, lo es-dijo mirando la niebla rellenar cada espacio libre.

Todo era demasiado extraño, tanto que había acabado por

acostumbrarse a ese ambiente enrarecido y le costaba

imaginar a lo que Lodewijk quería llegar.

-¡Ay, Liss!-dijo Lodewijk con aire pausado, por primera

vez en años la tristeza cubría su mirada. Volteó a mirarla-.

¿Acaso no has pensado en qué clase de locura nos hemos

venido a meter?-las palabras, una a una se retuvieron en la

garganta de la jovencita; su amigo avanzaba hacia ella, con

un aire grave que hacía mucho tiempo no le veía, sus ojos

eran el cuervo de un mal presagio-. Liss-dijo él

acomodándole el cabello detrás de la oreja-, ¿te has

preguntado alguna vez qué estamos haciendo?- su voz se

fortaleció sin perder su dulzura- ¿Qué hacemos siguiendo

órdenes de otra persona? ¿Dónde vamos a acabar luego de

todo esto?- Liselot prefirió no contestar, una verdad volaba

entre esas palabras; Lodewijk era la única persona capaz de

hacerla callar-. Liss, ¿sabes siquiera a dónde vamos?

La última nota de aquellas palabras tan ciertas resonó en el

aire. Los ojos de Lodewijk aún encerraban tristeza, ya casi

resignación, como no los hubo en mucho tiempo, desde su

niñez, cuando era un crío solitario y larguirucho que apenas

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

710

si tenía una amiga, una amiga de nombre Liselot… una

amiga que ahora era incapaz de dar una respuesta. Y es que,

¿qué respuesta le iba a dar? ¿Acaso quedaba una verdad sin

decir? Entre sus millones de preguntas, Lodewijk había

dado todas las respuestas, le había mostrado que estaban

llegando al límite de su mapa, pero esta vez era un mapa

que no podrían expandir; era el límite de todo y algún día

tenía que llegar, ¿pero por qué tan pronto? ¿Por qué así?

-Disculpen-sonó la voz de contralto de Linda Freeman,

quien se había acercado a ellos sigilosamente. Sus ojos

también encerraban dolor. Ese fue el momento en que

Liselot notó que la mirada de quienes por muchos años

fuesen sus camaradas y familia se habían apagado. En

aquellas pupilas sólo galopaba la resignación de cumplir

con el deber para el cual habían sido educados, la

resignación que se ve en los ojos de quien quiere escapar,

pero no sabe hacer otra cosa que no sea obedecer. Y, para

su desgracia, ese fue el momento en que notó el destino al

que los había arrastrado, con sólo su voluntad, sin siquiera

notarlo, al sellar ese trato con Anne Bonny; pero ya era

demasiado tarde, ya no servía de nada.

-¿Sí?-escuchó, como a través de una burbuja, la voz ronca y

fría, que tanto le gustaba, de Lodewijk.

-Seguimos en contacto con la flota de la capitana Bonny,

nos ha indicado virar al norte-dijo. Por unos segundos toda

la cabina pareció detenerse y, de la nada, Liselot se

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

711

encontró con al menos dos pares de ojos mirándola

expectante.

-¡Claro! Seguid el curso-dijo a Linda, quien se alejó a

obedecer la orden, que no hacía más que arrojarlos un

pasito más a su infierno. Si había una mínima posibilidad

de huir, Liselot acababa de hacerla arder. Lodewijk se

volteó a mirarla cuando quedaron solos otra vez y en los

ojos de su amiga había algo que le partió el alma: madurez,

finalmente, Liselot Van der Decken había despertado.

La joven salió del puente de mando, nadie de quienes

trabajaban en ese lugar en esos momentos pareció notarlo:

estaban demasiado ocupados en cumplir sus nefastas

órdenes. Su amigo la siguió, más por instinto que por

cualquier otra cosa: cuando la tristeza la embargaba, las

pocas veces que lograba hacerlo, nadie mejor que él podía

saber que era capaz de las locuras más escalofriantes que

pudieran pasársele por la mente y, a menudo, ella era su

propia víctima. Ambos entraron en el camarote de la joven

capitana, el muchacho cerró la puerta tras de sí y se limitó a

sentarse en la cama –deshecha como siempre- junto a ella y

abrazarla en completo silencio. Estuvieron así unos minutos

que les parecieron eternos. Cuando toda esa extraña

aventura parecía ser sólo los vapores de una extraña droga

desvaneciéndose a su alrededor, Liselot se paró, con la

mirada fija al frente y caminó hacia un punto de la

habitación presa del pasmo, como si estuviera viendo una

alucinación.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

712

-¿Liss?-preguntó Lodewijk, parándose tras ella ligeramente.

-¿Naomie?-susurró la voz de Liselot, parecía provenir de

otro mundo, mientras se llevaba la mano a la boca. De

inmediato la muchacha sufrió un cambio de ánimo

totalmente radical-. ¿Y tú qué haces aquí? ¡Vete! ¡Fuera!

¡Fuera!

-Liss-susurró Lodewijk al oído de su mejor amiga,

sintiendo una profunda lástima por la salud mental de ella.

Nunca sabría explicar qué le forzó a mirar a ese punto que

él juzgó de vacío con tanta rudeza.

-¡Vete de aquí! ¡Ya no quiero tus presagios!-gritó la

muchacha gesticulando poderosamente al espectro.

-Liss-susurró Lodewijk en su oído-, por algo está aquí-el

dolor le partía el corazón, el poco que creía que le

quedaba… él no era de hierro como parecía ser incluso a

sus propios ojos.

-Di, rápido tus mentiras; antes de que me arrepienta de

oírlas-dijo Liselot, su voz era agria, intentando contener la

ira que amenazaba con crecer en su corazón.

Lodewijk la miró, pensando que su amiga había acabado

finalmente por perder la razón.

-Sophie-la cara de Liselot mostró el pánico que ella sentía,

Lodewijk tuvo que sostenerla para que ella no cayese-. Eso

no es posible-negó con la cabeza-; no, no es posible-hizo

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

713

una pausa, la mujer parecía decirle algo-. Encuentro

increíble eso… oh, por-Liselot se tapó la boca y unas

lágrimas asomaron de felicidad en sus ojos mientras ella

dejaba escapar una risita y daba unos pequeños saltitos-,

¿cuándo? ¿Cuándo volveré a verla?-sus ojos reflejaron

desilusión-. ¡Naomie, ven! ¡Naomie, no te vayas! ¡Claro

que haré todo lo que Sophie me diga, pero ven!

La joven miró con frustración el espacio, ahora vacío, que

hace unos segundos ocupara su extraña amiga que sólo ella

podía ver y que tantos problemas le había traído.

-Se ha ido-dijo Liselot, volviendo a ver a Lodewijk-, como

siempre-completó, intentó que su voz sonara iracunda,

quizá así la hiciera regresar, pero nada lograba camuflar su

felicidad.

-Ya volverá-dijo Lodewijk intentando sonreírle.

-Pero, ¿oíste? ¡Volveré a ver a Sophie! ¡Volveremos a

casa!-exclamó alborozada, el brillo volvía a sus ojos.

-Liss, creo que debo recordarte que yo no puedo oír a

Naomie, tampoco puedo verla; sólo tú puedes-le aclaró

Lodewijk, intentando hacerla entrar en razón, ya que le

parecía demasiado doloroso dejarle de una buena vez en

claro que nunca volverían a casa y que, prácticamente

estaba loca. “Supongo que así empiezan”, pensó con

tristeza.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

714

Liss ni siquiera se dignó contestar, salió corriendo a dar

renovadas órdenes a su tripulación: debían seguir la nave de

Anne Bonny a toda costa, a toda prisa; nunca perderla de

vista. Renovó los aires en el puente de mando, actualizó y

volvió más frecuentes y masivos los turnos y las cuadrillas,

la vida en la nave se agilizó otra vez. Y así pasaron los días,

uno a uno. El ánimo ya había caído y la esperanza había

sucumbido con él. Los turnos se hacían por obligación,

porque ya no se podía hacer otra cosa; y Liselot… y Liselot

seguía infatigable en la proa, oteando el horizonte,

convencidísima de que dependía estrictamente de seguir a

la capitana Bonny su regreso al siglo XXI, era un requisito

previo, su última misión, en el siglo XVIII para finalmente

poder volver, ver a Sophie otra vez y jurarle que esa

pesadilla de una vez por todas ya había terminado.

Una noche, cuando Lodewijk intentaba hacerla bajar de la

proa para llevársela, casi a la rastra, a su camarote, ella

divisó algo en el agua, una tela blanca al parecer. No

hubiese pasado a mayores, si, en el puente de mando, Linda

Freeman no hubiese hecho sonar las sirenas.

-¡Hombre al agua!-ese grito se escuchó por toda la cubierta.

La capitana y el contramaestre del Evertsen corrieron bajo

cubierta a ver por las miras de alta definición y,

efectivamente, una persona flotaba en el agua pero, no era

cualquier persona.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

715

-¿Sophie?-preguntó Liselot con los ojos abiertos como

platos y partió corriendo a la cubierta al tiempo que se

sacaba todas las prendas que podrían hacerle peso a la hora

de nadar.

-¡Den la orden de que la saquen del agua! ¡El equipo de

primeros auxilios, rápido, a cubierta! ¡Moverse!-gritó

Lodewijk mientras corría desenfrenadamente hacia su

amiga. Logró alcanzarla justo antes de que ella se lanzara al

mar en busca de su hermana y, sin que ella pudiese

detenerlo, saltó de la proa para sacar a esa jovencita de las

olas.

-¡Lowie!-el grito de Liselot se escuchó por toda la nave al

tiempo que la gente del equipo de primeros auxilios corrían

hacia la baranda; hizo falta la fuerza de varios hombres para

evitar que la díscola muchacha saltara tras su hermana y su

mejor amigo.

En los brazos de Lodewijk la chica, mucho más

desarrollada de lo que él la recordara, despertaba con el

grito de su hermana mayor. Parpadeó para quitarse el agua

de los ojos y tosió para evitar la inminente asfixia que la

había hecho caer inconsciente. Fijo la vista en el rostro del

joven –mucho más maduro de lo que era capaz de

recordarlo- y pestañeó varias veces sin poder creer lo que

sus ojos estaban viendo.

-Oh, no… las alucinaciones han comenzado otra vez-dijo

presa del pánico y removiéndose nerviosa en los brazos del

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

716

joven, dificultándole la tarea de nadar, con ella y todo,

hasta el Evertsen.

-Tranquila, estás a salvo ahora-le susurró él, reteniéndola

firme entre sus brazos. Su voz era mucho más dulce de lo

que siquiera podía recordarla-. Ahora aférrate de mí-le dijo

y ella le obedeció, alucinación o no, no le quedaba otra

opción-, ya vamos a llegar a la nave-siguió consolándola.

Cuando Sophie Van der Decken puso los pies en cubierta y

miró a su alrededor, fue como si hubiese viajado cinco años

en el futuro.

-Mentira-susurró.

-Bienvenida al HMNLS Evertsen, Sophie-le susurró

Lodewijk sujetándola de los hombros.

Y, cuando la muchacha posicionó la mirada al frente

hubiese tenido total certeza de que había vuelto a perder la

razón si no se hubiese sentido tan tranquila, en su mente ya

no estaba la frenética desesperación ni ese vertiginoso

torrente de ideas bamboleantes que la arrastraban de un

punto a otro en una vorágine que era incapaz de detener. Su

mandíbula inferior tembló, una lágrima rodó por su mejilla:

era Liselot, su hermana mayor.

El cuerpo convulso y sollozante de Sophie fue a impactar

con la fuerza de una bala de cañón contra Liselot, quien la

envolvió en un abrazo. Le sorprendía esa reacción de su

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

717

hermanita; las gemelas y ella siempre habían sido

demasiado diferentes, mientras ellas se tenían la una a la

otra en sus locuras, ella estaba perdida en su imaginación y

platicando con Lowie; nunca fueron muy cercanas, mucho

menos de piel… el afecto era algo que no se expresaban, al

menos no las gemelas a ella.

-No es como esperaba verte, Sophie-le dijo mientras le

acariciaba el cabello, en un vago intento de calmarla.

-¿Y entonces cómo?-sollozó la chica.

-En casa, con mamá-dijo Liselot sonriente.

-Mamá-Sophie intentó sonreír, pero una lágrima, causa del

remordimiento rodó por su mejilla-. Han pasado tantas

cosas, Liss-dijo mirando largamente a los ojos a su hermana

mayor. Se separó de ella y caminó hacia la borda-. Debes

seguir ese barco, ¿me oyes?-señaló la nave de Anne Bonny

y, entre lágrimas añadió-: ¡síguelo, te lo suplico!

No alcanzó a decir más: se desmayó. Lodewijk la alzó en

brazos y Liss, sin perder tiempo, lo llevó hasta su camarote:

quería hospedar a su hermana lo más cerca de sí posible.

No quería admitirlo, pero no era sólo porque la extrañara y

quisiera recuperar el tiempo perdido, sino que porque la

llegada de su hermana justo en esos momentos era

demasiado extraña y sospechosa y cualquier información

que pudiese darle sería bastante bien apreciada.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

718

-¡Qué cambiada que está!-exclamó Lodewijk cuando la

tendió en la cama de Liselot.

-Bastante-afirmó su amiga, asintiendo con la cabeza-. Me

quedaré a cuidarla-exclamó.

-Yo voy a ver el puente de mando, deben estar locos con

esto-bufó Lodewijk poniendo los ojos en blanco.

Liselot se quedó con su hermana toda la noche y, cuando ya

amanecía, unas manos apenas un poco más finas que las

suyas la remecieron del costado.

-¡Sophie, lo siento, me quedé dormida!-exclamó sentándose

en la cama.

-Liss, tengo algo que confesarte-resonó la voz triste de

Sophie en la oscuridad.

-¿Qué cosa?-preguntó ella preocupada.

-Liss… yo maté a mamá-confesó esa voz triste y rasgada

por el tiempo y la experiencia.

-¿Que tú qué?-exclamó Liselot.

-Yo maté a mamá-repitió esa voz, aún más rasgada por el

pavor y el asombro con que Liselot se había dirigido a ella.

De inmediato pudo percibir la furia de su hermana mayor.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

719

-Liselot, de que tú sigas a Anne Bonny depende nuestra

libertad… no sacas nada con odiarme ni matarme: lo

muerto ya no puede volver a morir-recitó.

A velocidad de vértigo, como Ivanna cinco años antes, se

embebió de su relato para evitar una muerte casi segura. Le

confesó todo a Liselot. Le confesó lo que habían visto ella e

Ivanna en el Espejo de Grecia, de su intento por viajar a su

lado para llevarles de regreso a su tiempo, de la

desaparición de su gemela, de su locura, de cómo había

asesinado vilmente a su madre inmersa en sus delirios y de

cómo había recuperado la razón sólo para suicidarse

después de autoflagelarse inmisericordemente.

A esas alturas del relato, Liselot Van der Decken estaba en

shock sin poderlo remediar, pero no era todo: ahí recién

había comenzado el calvario de su hermanita. Todas las

almas de las personas que morían en alta mar iban a dar

necesariamente a los dominios de Calipso, en la Isla de

Ogigia, y de ahí nadie podía escapar a menos que fuese

expresa voluntad de la ninfa, lo cual no era algo bueno.

-El espectro de mamá, en mis delirios, me decía que sería

mi tormento, que me ahogaría una y mil veces antes de

poder encontrar a padre y… lo fue-una lágrima rodó por la

mejilla de Sophie.

La insensible ninfa había puesto a Aliet en contra de su hija

y había tornado su vida en Ogigia un terrible tormento. Era

el espectro de sus delirios, pero esta vez era real. Entonces,

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

720

cuando no aguantó más, hizo un pacto con aquella extraña

criatura: ella iría a por Ivanna, no tenía idea de por qué

Calipso la requería, pero la llevaría a su presencia; y, a

cambio, la hija de los dioses reuniría a su padre y a su

madre, y les permitiría vivir el resto de la eternidad juntos.

Pero, para asegurarse de que cumpliría su palabra, la señora

de la isla retuvo a Aliet en sus mazmorras y condenó a

Sophie a oír esa voz, esa enferma voz de su madre, llena de

locura y odio en cualquier lugar, en cualquier momento.

-Ahora puedo oírla-dijo, las lágrimas cayeron una a otra.

-Dile que estamos juntas-le sonrió Liselot, apoyando su

mano en el hombro de su hermanita-: eso la hará feliz;

¿puedes?

-No, no puedo. Sólo puedo oír su voz en mi cabeza, una y

otra vez, sin parar, pero no puedo decirle nada-sollozó

Sophie.

-Ven aquí-susurró Liselot, abrazándola fuertemente y

sacándole una ligera risa. En eso estaban cuando los

primeros rayos del alba inundaron la habitación.

-Es por eso que debes ir junto a la flota de la capitana

Bonny: ella quiere vengarse- Liselot miró a su hermana

anonadada-. Me lo dijo Calipso-acotó Sophie con timidez-.

Yo sé la ubicación exacta de Sheefnek: él tiene a nuestra

hermana, puedo dártela para que guíes la flota… vas a

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

721

necesitar a todos los hombres de Anne para poder liberar a

Ivanna.

-Ya no se trata sólo de liberar a Ivanna-le dijo Liselot

mordiéndose el labio inferior.

-Para nosotros ya lo es… ¿o vas a vender nuestra libertad?-

preguntó Ivanna y lo único que vio Liselot fueron esos ojos,

libres de todo velo o ironía mostrando límpidamente la

verdad: tenía razón, el único motivo de estar ahí era por la

libertad de toda su familia.

Ambas se pusieron de pie, la mañana era una realidad, una

envolvente realidad y salieron rumbo al puente de mando.

Ese era el momento en que acabaría por decidirse el destino

de muchos. Si alguien les hubiese dicho, cinco años atrás,

que se convertirían en personas tan solemnes, que tendrían

en sus manos el futuro de tanta gente, no lo hubiesen

creído… quizá toda advertencia, al fin y al cabo, hubiese

sido en vano después de todo.

-Es sospechoso, ¿no crees? No deberíamos fiarnos de este

cambio tan abrupto del clima-les dijo Lodewijk

uniéndoseles en el pasillo.

-Al fin se despeja para poder navegar… la ruta está más

clara-Sophie no pudo evitar sonreír: al fin se acabaría su

suplicio.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

722

Siguieron las instrucciones de Sophie durante cuatro días y

cuatro noches, hasta que, al albor de la quinta mañana se

alzó una voz por toda la cubierta del Evertsen:

-¡Nave a la vista!-.

Liselot, Lodewijk y Sophie se abalanzaron sobre la

barandilla de proa y, efectivamente, había una nave,

irguiéndose en medio del océano, aún en la lejanía, apenas

una miniatura a la distancia. Parecía salida de los

mismísimos abismos del mar.

-¿Bandera?-preguntó Liselot aguzando la vista, con el

aliento aún contenido por la extraña y repentina visión.

No obtuvo respuesta, las sirenas se alzaron por toda la nave

y el pánico atenazó las entrañas incluso de los más

intrépidos. Los tripulantes comenzaron a correr de un punto

al otro buscando sus armas: ya no había honor en la batalla,

tampoco frenesí; sólo terror.

-Es de la East India Trading Company-dijo una tripulante

corriendo desde la subcubierta hacia su capitana.

La sangre se congeló en las venas de Lodewijk Sheefnek;

volvía a ser una triste víctima del pasado, ardiendo en las

llamas de lo que pudo ser y no fue; volvía a ser una víctima

fácil de viejos fantasmas.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

723

-Dirck Sheefnek-masculló el nombre con odio, con ira

visceral. Subió sobre la barandilla, aferrado de uno de los

cables; haciendo peligrosamente equilibrio.

-¿Qué haces?-se asustó Liselot.

-Calculo-fue la frívola respuesta que recibió sin que

siquiera la miraran a los ojos. Lodewijk volteó a mirarla

después de todo-. Calculo que si salto exactamente en este

mismo instante, tardaré una hora, quizá una hora y diez en

llegar a esa nave maldita…-sus ojos tristes se fijaron en el

vacío-y todo habrá terminado.

-Lowie, ¿qué piensas hacer?-le preguntó ella sin intentar

siquiera disimular su terror.

-¡Capitana!-exclamó un marinero corriendo hacia ella-. La

capitana Bonny solicita audiencia.

Las brumas del amanecer se despejaron. El navío de

apariencia fantasmagórica adquirió una imagen mucho más

real, nítida. Y, desde la popa del Evertsen, se alzó una flota

de diez bajeles, al frente de los cuales iba uno que lucía

orgullosamente la Jolly Roger que antes creara Jack

Rackham: era The Doom, nave insignia de la Capitana

Anne Bonny, obtenido tras un descarado robo a su padre en

su propio hogar, con el cual había alcanzado la isla de New

Providence y, tras saltar de subasta en subasta, se había

hecho de los otros nueve y sus respectivas tripulaciones

que, atraídas por la perspectiva de un saqueo sin límites la

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

724

habían seguido sin dudas hasta las lejanas aguas de China.

Una tabla unió las cubiertas de The Doom y del Evertsen y

una mujer se acercó a ellos.

-La nave de Dirck Sheefnek, ¿no es así?-su sensual voz,

que parecía conocer cada secreto de este mundo y

contando, llenó el tenso espacio. Sus ojos, pícaros y fríos

se clavaron en Sophie, causándole un temblor en la espina

dorsal.

-Sí, lo es-la jovencita se obligó a alzar la voz fuerte y clara.

Le respondió sólo la risa cruel de aquella mujer.

-Y el Olonés está cerca, ¿no es así?-preguntó burlonamente.

Su mirada hacía creer que por la más mínima verdad que se

le ocultase, se pagaría muy caro… y la vida era un precio

muy bajo.

-Torciendo la rada-contestó Sophie, esa mirada no la

atormentaba más. Esa carcajada volvió a sonar.

-¡Bien! ¡Prepárense para la batalla!-exclamó Anne,

haciendo amago de bajar a la subcubierta.

-¡No tan rápido!-exclamó Lodewijk. Anne volteó,

arqueando una ceja y haciendo amago de responder con su

lengua de espinas; Lodewijk no se inmutó-. Iré a rescatar a

Ivanna a la nave de Sheefnek; luego podrán pelear las

guerras que les plazca y hacer que la sangre tiña cuantos

mares exista-dijo mirando la costa china que comenzaba a

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

725

aparecer detrás de las brumas que ya se disipaban tras el

navío de bandera de la Compañía de Comercio y, sin más,

saltó del Evertsen.

-¡Maldito desgraciado!-bramó Anne, viendo cómo su plan

se lanzaba por la borda junto al muchacho.

Lodewijk Sheefnek nadó infatigablemente, intentando ser

lo más invisible posible desde la nave británica. Sentía el

agua tibia bañarle el cuerpo y amenazando con hundirlo. Su

rostro se sumergía y ya no podía evitarlo. Sus brazos ya no

se movían. La metralleta a sus espaldas pesaba como mil

piedras atadas a su consciencia; pero nada pesaba más que

las lágrimas, aquellas cálidas lágrimas que rodaban de sus

ojos: el fin de todos los caminos había llegado, la venganza

estaba delante de él y se preguntaba por qué tenía que

terminar todo.

Alcanzó el casco de madera. Arriba la cubierta bullía de

actividad; los cañones eran movidos de un lado a otro y las

linternas apagadas. Se aferró de la tabla con un brazo y

miró hacia atrás; el Evertsen no se veía, la flota tampoco;

sonrió, al menos la última de todas las decisiones que había

tomado Liselot en su vida era sabia. Escaló hasta que llegó

a un exquisito ventanal abierto. Los bordes eran de mármol

y tenía ribetes en oro, la vida a su padre se le había dado

bien. Se preguntó acaso no sería injusto que sólo los

momentos de su muerte estuviesen marcados por el

sufrimiento y el dolor. Se aferró al balcón y a sus suaves

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

726

barandillas de madera perfectamente barnizadas. Apenas

sus ojos sobresalían y miró hacia adentro; no había nadie.

Alcanzó el suelo de mármol y atravesó los ventanales,

cruzó el camarote y llegó al pasillo. En el pasillo no había

nadie, como había supuesto: la vida de un barco mercante

se iba en cubierta. Caminó sigilosamente hasta que llegó a

la subcubierta C. Abrió la puerta y la cerró con un crujido.

Sólo sus pasos resonaron dentro. Las repisas le cerraban el

camino a un lado y al otro. Los barriles rellenaban el

espacio al igual que la oscuridad, la férrea oscuridad,

apenas cercenada por la fría luz que entraba por un ojete

cuadrado de veinte centímetros. Recorrió la larga bodega

hasta la punta y, en un rincón, vio relucir una cabellera

rubia, una cabellera de mujer. El rostro no se veía, estaba

volteado hacia la pared, y el cuerpo temblaba bajo una

delgada y rasgada tela burdeo, sucia por el paso de los años.

Arqueó una ceja y caminó. La figura, delgada se encogió al

oír el repiqueteo de las botas contra el suelo de madera. Se

agachó junto a ella y le tomó la barbilla con la punta de los

dedos.

-Lo sabía-susurró triunfalmente con una sonrisa-: Ivanna

Van der Decken.

Los ojos de la muchacha se abrieron enormemente y abrazó

al joven. Lloró a gritos sin poderlo evitar y algo se rompió

en el corazón de Lodewijk mientras le acariciaba la espalda.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

727

-Debemos irnos de aquí-le dijo ayudándola a ponerse de pie

toscamente.

-No has cambiado nada-dijo ella con una sonrisa.

Ambos salieron hacia el pasillo y cruzaron escalerillas, una

tras otra, hasta que llegaron al elegante camarote por el cual

Lodewijk había entrado en la nave. La puerta se abrió desde

dentro.

-¡Adelante!-exclamó una voz de hombre y, poco a poco, la

pesada puerta de madera reveló la figura de un varón de

aproximadamente cincuenta años, de estatura y complexión

media y vestiduras que lo delataban como un importante

miembro de la East India Trading Company. Un cañonazo a

coro sonó peligrosamente cerca, aunque nadie al interior de

esa nave se dio por aludido, el remezón no llegó nunca,

sólo el silencio, los gritos desde el exterior y un cañonazo

en respuesta. Eran los albores de un combate. Los ojos de

Ivanna parecieron salirse de sus órbitas, reflejando la

sorpresa y el terror de que era presa. Lodewijk caminó

hacia adelante, interponiendo su cuerpo entre el de la

muchacha y el de aquel hombre que ambos conocían y

bien, muy bien.

-¡Vaya, vaya!-los taconazos solitarios de las botas de

Lodewijk sonaron en el suelo de madera. Afuera a coro

diez cañones disparaban sus balas, al menos es fue lo que el

oído le permitió calcular. Rodeó petulantemente el cuerpo

del hombre sin despegarle la vista de encima. Algo en su

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

728

interior temblaba, su respiración se aceleraba. Una risa

maníaca y socarrona salió de sus labios, desconcertando a

Ivanna y valiéndole una mirada fría y ruda por parte de ese

sujeto que tenía al frente-. ¡Nos volvemos a encontrar! ¿No,

Sheefnek?-su mirada se volvió gutural, como venida de los

mismísimos infiernos y, sin previo aviso le dio un

derechazo, tumbándole junto a la puerta. La furia comenzó

a salir a raudales y la euforia a hacerse dueña de sus venas,

de cada mililitro de su sangre; su frente se llenó de un sudor

frío, el terror que hace unos momentos sintiera comenzaba

a desaparecer.

-Tú aún no aprendes lo que es la vida, ¿verdad?-exclamó

Dirck Sheefnek con la ira pintada en los ojos. Afirmándose

de la puerta se irguió nuevamente y escupió sangre directo

al rostro de su hijo-. ¡Ay, pobre muchacho!-se burló, al

tiempo que esquivaba un nuevo puñetazo de Lodewijk, esta

vez dirigido a su cuello. Lo golpeó en la nuca-. Siempre

supe que serías un cuervo y que querrías arrancarme los

ojos.

Dirck Sheefnek no perdió el tiempo y llovió a golpes sobre

el cuerpo del muchacho que, a duras penas sólo se

esforzaba en proteger a Ivanna del alcance de los puñetazos

y las patadas. Ya comenzaba a sangrar, pero no gritaba.

Concentrado en la pelea sólo sabía una cosa: no podía

rendirse; el que ganase, sería el que viviría. La muchacha

gritaba a cada golpe que impactaba en el cuerpo del joven.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

729

-Piensa muy bien lo que vas a hacer: cualquier cosa que

hagas podría acabar con la vida de tan encantadora

jovencita-se burló fascinado Dirck, mostrando toda la

felicidad de la que era capaz su negro corazón. Le gustaba

ver el mundo arder, debía admitirlo.

Dirigió un puñetazo hacia la mandíbula inferior de

Lodewijk, pero su hijo detuvo la trayectoria con su puño

derecho y, con un magistral movimiento de su muñeca,

aquel puño que se irguiese unos segundos antes tan

amenazadoramente en su contra, fue a dar una vuelta sobre

el hombro de su padre, en redondo, y luego a la espalda,

arrancándole un grito de dolor. Un codazo quiso ir a dar a

su vientre, pero, lo detuvo con aquel mismo brazo que aún

retenía, posicionándose al lado de su padre a quien, en cosa

de segundos tenía inmovilizado. Los pasos resonaron por el

pasillo, los gritos de Ivanna no se aplacaban. Una patada

impactó contra sus piernas, pero permaneció estoico, sin

ceder ni medio palmo. Dirck, haciendo caso omiso del

dolor que le laceraba, giró dándole un rodillazo en la

entrepierna, obligándole a soltarlo y, en el proceso, le dio

un cabezazo, haciéndole sangrar ligeramente en la pierna.

-¡Lodewijk! ¡Debes volver al Evertsen!-gritó Sheila

aferrada desde el marco superior de la barandilla y saltando

a la seguridad del balcón, atrayendo en el acto la mirada

anonadada de Dirck sobre sí.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

730

El joven desenfundó sus dos revólveres y disparó a

quemarropa a los hombres que pretendían llevarse a Ivanna,

quien resistía lanzándoles cuchilladas a las venas de la

ingle. Tras eso, enfundó el arma que llevaba con la mano

izquierda y cogió del brazo a Ivanna, arrastrándola al

interior del camarote, felizmente Sheefnek se había salido

de la puerta atraído como un marinero hacia una sirena por

la voz de quien antes fuera su amante. Sin dejar de apuntar

a su padre, llevó a la muchacha hacia el alcance de Sheila.

-¡Llévatela de aquí!-exclamó, empujando a Ivanna a los

brazos de Sheila. Dirck se acercó, haciendo amago de

tomarla y el joven no se tentó el corazón a la hora de

dispararle a su propio padre en el hombro, peligrosamente

cerca del cuello. La pistola aún humeaba cuando gritó-:

¡Ahora!

Lo secundó la risa maníaca de su padre y un machetazo en

la cuerda en que bajaban Sheila e Ivanna hacia la seguridad

de un bote con motor que lucía orgullosamente la insignia

del HMNLS Evertsen. Ambas cayeron en la seguridad de la

cubierta casi por arte de magia.

Cerca, vadeando la rada, combatían a muerte los diez

barcos de Anne Bonny contra El Olonés, que comenzaba a

hacer agua y se debatía sólo impulsado por la euforia y

estupidez de su capitán. A medio camino entre ese combate

y la nave de la East India Trading Company, el Evertsen

dirigía ataques a diestra y siniestra, a una distancia

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

731

prudencial que le asegurara huir y proteger a esa pequeña

embarcación que transportaba a parte de su tripulación. En

la popa de la nave holandesa el mar comenzaba, lentamente

a embravecerse.

-Tú estás loco-le acusó Lodewijk dándole un puñetazo en la

muñeca, obligándole a soltar el arma, la cual cayó al mar-.

Prefieres saciar tus deseos sádicos, sin nunca darte cuenta

de que eres un simple mortal y que quienes te sirven son

también simpes mortales.

-Te equivocas… estoy muy consciente de que soy un

simple mortal-sonrió torcidamente antes de continuar-, pero

hoy no es el día en que moriré y, si llegara a serlo, tú te

vienes al infierno conmigo.

Esa aseveración movió algo en la consciencia de Lodewijk.

Morir… no, ese día él no iba a morir. Con la velocidad de

vértigo extrajo una daga en su bota. “Para liberar al

prisionero, hay que romper los barrotes”, por una vez en la

vida le encontró razón al dueño de esa daga y la descargó

con todas sus fuerzas en el pecho de su padre. Dirck

comenzó a reír, de nueva cuenta. Esa herida tendría que

haberlo matado, pero los propósitos superiores hacen a los

hombres aferrarse a la vida. El propósito de su padre era la

venganza y el odio, destruir todo lo que había logrado y

hacerlo arder hasta que no quedaran más que cenizas.

Desclavó su daga y volvió a apuñalar a aquel hombre, o al

menos eso intentó, porque Dirck logró detener la

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

732

trayectoria del arma con el brazo. Lodewijk no perdió la

oportunidad y clavó la daga con todas sus fuerzas

haciéndole una herida bastante profunda. No esperaba que

su padre le diera una bofetada con el brazo malogrado,

quedándose con su puñal en el proceso enterrado. Mientras

el joven volvía a levantarse, el ex-oficial de la Zeven

Provinciën no perdió el tiempo y lo tomó desde el cuello

con ambas manos, arrastrándolo a la barandilla.

-Tú me quitaste todo lo que alguna vez quise-le acusó con

sus ojos inyectados en ira.

Una bala sonó y voló desde abajo, tiñendo el vientre de

Lodewijk de muerte. “Es el fin”, pensó mientras la sangre

se congelaba en sus venas y sus pupilas se dilataban. El

hombre al frente suyo jadeó y se puso pálido. Tastabilló un

par de pasos, liberándole de su agarre. La cabeza de

Lodewijk se nubló.

-¡Apúrate!-escuchó la voz de Sheila desde el esquife.

Caminó hacia ese hombre que tantos problemas y

sufrimientos le había causado en vida; tenía herido el

pecho.

-Ahora me quitas la vida-se burló enloquecido, si los jadeos

se lo hubiesen permitido, hubiese reído.

Lodewijk se preguntó acaso no era mejor dejarlo morir,

lentamente. Sería una tortura, un real sufrimiento y bien se

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

733

lo merecería; pero era tanto el daño que le había hecho que

no podía dejar esa historia de su vida sin un punto final. Su

brazo, como si tuviese vida propia, se alzó y, al tiempo que

liberaba un grito desgarrador, la daga fue a clavarse en el

cuello de su padre. La sangre manó limpiamente y, con un

movimiento magistral de su mano, la cabeza de Dirck

Sheefnek se separó de los hombros, dejando la East India

Trading Company en Catay sin un general.

-¡Lodewijk, ven!-escuchó el grito desesperado de Ivanna

Van der Decken. A sus espaldas resonaba el embravecido

oleaje que zarandeaba la nave de un lado al otro.

Con una de las piezas más peligrosas de su juego ya

eliminadas, con el mapa un poco más limpio esa batalla,

Lodewijk Sheefnek retrocedió sin quitar la vista del hombre

que le había dado la vida y a quien acababa de decapitar. Su

mandíbula inferior temblaba enloquecedoramente, las

lágrimas comenzaron a salir sin control de sus ojos. Se

aferró a la barandilla, apoyándose en ella de espaldas, a sus

pulmones les costaba ya captar el aire.

-¡Lodewijk!-el grito de Sheila alzándose entre el rumor de

las olas fue lo último que escuchó antes de caer al mar.

“Así que esto es estar muerto”, pensó cuando recuperó la

consciencia. No se atrevió a abrir los ojos, por miedo a

romper la magia del momento. Se sentía tan bien acabar

con uno de sus demonios. El oleaje lo mecía casi con rabia

de un lado al otro, pero no le preocupaba. Poco a poco,

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

734

comenzó a percibir más y más una mano sosteniendo la

suya, eran unos finos y suaves dedos de mujer. Abrió los

ojos y grande fue su sorpresa cuando chocaron con la

preocupada mirada de Ivanna Van der Decken.

-Te desmayaste-le informó la joven.

La primera reacción de Lodewijk fue inspeccionarse la

herida que tenía en el vientre… la cual no encontró.

-La bala de Sheila no te alcanzó-le dijo.

-Es algo que siempre quise hacer-comentó Sheila desde la

popa, dirigiendo el curso de la embarcación.

Lodewijk entornó la vista hacia ella y no pudo evitar

estallar en una febril carcajada, entendiéndolo al fin y al

cabo, todo.

-Ya ha sido suficiente de risas maníacas hoy, Lodewijk-le

reprendió Sheila.

-Gracias-le sonrió Lodewijk, una de las pocas sonrisas

sinceras que se le han visto en esta vida-: me salvaste la

vida.

-Gracias a ti por dejarlo lo suficientemente vivo como para

poder dispararle y que no haya sido en vano-respondió ella,

sacándole una ronca carcajada al muchacho quien,

tomándola desprevenida, le dio un abrazo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

735

-Nos hemos deshecho de nuestro principal demonio-dijo

Lodewijk.

No tuvieron tiempo de seguir charlando. Una ola se alzó

con un hambre voraz hacia la embarcación y sus

tripulantes. Con suerte bastó la fuerza de Lodewijk y de

Sheila para mantener el curso estable. Y así las olas

siguieron alzándose una y otra vez; el agua comenzó a

hervir.

-¡Un volcán!-exclamó Sheila.

Lodewijk no contestó, estaba demasiado ocupado en notar

que eso era prácticamente un maremoto al revés: las olas

gigantes en lugar de dirigirse a la costa china, se dirigían

mar adentro, en todas direcciones.

-¡Miren!-exclamó Ivanna señalando con el dedo hacia el

Evertsen. Lo que vieron los marineros holandeses los hizo

enmudecer: una nave que conocían demasiado bien y que,

por cierto, había aparecido como por arte de magia,

acababa de lanzar feroces cañonazos hacia la cubierta,

barriéndola, los militares caían al agua sin parar y la sala de

máquinas estaba incendiada.

-¡The Storm!-exclamó Lodewijk y, con renovados impulsos

se condujeron hacia su nave madre.

Cuando subieron a bordo lo que vieron les heló la sangre.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

736

-¡Naomie!-el grito horrorizado de Sophie hizo que la sangre

se les helara en las venas.

-¿Naomie?-repitió Liselot, su voz reflejaba incredulidad.

Una encantadora risa de mujer fue su respuesta.

-¡Ay, mi querida Liselot! ¡Me extraña que en todos estos

años no me hayas reconocido! ¿Nunca te preguntaste por

qué la vidente de New Providence estaba tan empecinada

en que no volvieras al siglo XXI?-se escuchó la misma voz

que había reído momentos antes.

El silencio se hizo. Lodewijk supuso que su amiga estaba

demasiado impresionada como para decir algo. Sólo la

exclamación de Sophie se dejó oír.

-¡¿Ivanna?!-.

-¡¿Sophie?!-respondió la aludida, abriendo los ojos como

platos. A ciencia cierta, no sabía qué le sorprendía más:

volver a ver a su hermana gemela después de cinco años o

ver dos barcos que hacía unos momentos se lanzaban

feroces cañonazos ahora compartían pasarelas y la que

parecía ser capitana de la nave enemiga parlamentaba con

sus hermanas.

-¡Oh, vaya!-exclamó la mujer, una anciana alta y delgada,

de pícaros ojos avellana y cabellera blanca por la edad, que

vestía una elegante túnica blanca cerrada con una pinza de

oro, calzaba sandalias de cuero con pedrería y lucía

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

737

hermosos brazaletes de plata y oro-. ¡Qué eficiente

resultaste ser, querida Sophie!-exclamó dando un aplauso

complacida mientras todos se quedaban viendo

acusatoriamente a Sophie-. Mi querida Liselot, ya no quiero

ni necesito más, desaparezco de tu vida para siempre-una

sonrisa se formó en los labios de Liselot; Lodewijk, más

suspicaz, enarcó una ceja-. Ya obtuve lo que quería: tus dos

hermanas-el semblante de Liselot palideció notoriamente-.

Ahora podrás volver a casa-sonrió la mujer.

-¿Para qué las quieres?-preguntó Liselot sintiendo cómo no

le salía la voz del pánico que sentía.

-Siempre quise alguien que pudiese seguir mi legado, aquí:

mi tiempo se acaba-dijo la mujer displicentemente.

-Entonces tómame a mí-dijo Liselot, arrancando una

exclamación de sorpresa por parte de toda la tripulación.

-¡Oh, no! ¡Claro que no, querida!-exclamó la anciana-. Tú

ya has cumplido tu deuda, no sería justo-dijo con suavidad.

-Ellas nunca contrajeron una deuda-dijo Liselot señalando a

sus hermanas que se miraban con cara de póker-. Ellas

nunca tuvieron ninguna relación con que yo te viera.

La mujer fingió pensar antes de decir:

-Muy bien, si tanto insistes, presta a esto mucha atención-y

recitó-:

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

738

Oh, Liselot; oh, Liselot

Tú a la cruenta batalla has de llegar;

Sola y sin generales te has de presentar.

Una vida has de tomar;

Si es la correcta sólo una,

Dos, si es la errada, serán.

Tu sangre gran valor puede tener,

Y muchas almas, polvo en el viento ser.

Cuando terminó de recitar aquella extraña profecía, miró a

Liselot a los ojos, la mirada más limpia que le dirigiera en

tantos años de conocerse.

-¿Lo harás?-preguntó.

-Sí-apenas susurraron los labios de Liselot. La joven, acto

seguido, se subió al primer bote salvavidas que encontró

enganchado-. Córtalo… por favor-ordenó a Lodewijk.

-No tienes que hacerlo si no quieres-le dijo el muchacho en

susurros, adelantándose con un machete.

-Es la vida de mis hermanas o la mía… se los debo-dijo.

-Entonces buen viaje-dijo él en voz alta, sintiendo por

primera vez en su vida rabia contra Liselot. Cortó las

cuerdas y el esquife tocó suavemente las aguas. Cuando

Liselot iba a disponerse a navegar, le dijo-: ¡Liss!-y al

tiempo que ella volteaba a mirarle exclamó-: ¡Vuelve a

casa!-y meneó la mano en señal de despedida.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

739

Cuando Liselot llegó, media hora más tarde, al costado del

Olonés, tuvo la total certeza de que la decisión de Anne

Bonny había sido la equivocada. De nada había servido

haber puesto en riesgo la vida de Lodewijk yendo a atacar

al aliado del barco al que él se había subido a rescatar a

Ivanna; perfectamente podrían haber esperado. Se subió, en

medio del incendio que lentamente llevaba la nave al fondo

del océano, y batallando por el control del timón –algo

inservible a esas alturas- encontró a Jean David Nau y a

Anne Bonny. Desenvainó la espada y se lanzó al combate,

apuñalando por la espalda al capitán de la nave francesa.

-¡Pensaba haberme deshecho de esta cría de mierda! ¡Ni

follándomela hasta desangrarla muere esta perra!-exclamó,

quitando su atención de Anne y saltando hacia Liselot,

quien se ubicó al lado de la capitana de The Doom.

-Mataste a mi padre, no podrías deshacerte tan fácil de mí-

le respondió Liselot con una seriedad que nadie hubiese

creído capaz en ella.

Alrededor se escuchaban los últimos gritos de los hombres

al ahogarse en las encrespadas aguas. Los últimos hombres

saltaban de la nave, habían quedado solos, acompañados

únicamente por el crepitar de las llamas, el calor infernal de

aquella braza flotante, y por el rugir del mar.

-¡A mí no me saques esa mierda del honor, puta malnacida!

¡Las hembras como tú caen después de varias noches en mi

cama!, ¿te hago probar?-preguntó, lanzando la última sílaba

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

740

al mismo tiempo que una estocada dirigida al cuello de la

joven, que fue detenida justo a tiempo por la espada al rojo

vivo de Anne Bonny.

La atención del sádico pirata retornó a la capitana de la

flota que había hecho trizas su nave. Le lanzó una estocada

a las piernas, Anne alcanzó a saltar lejos, cerca de unos

barriles de pólvora que hacía mucho ardían en llamas.

Liselot regresó a la turbia pelea justo cuando Nau, usando

su fuerza bruta, estaba a punto de arrancarle el corazón a la

capitana Bonny de una sola puñalada. Logró atravesarle el

hombro y hubiese podido alcanzar el pecho y el corazón si

él no se hubiese movido, lanzando su espada lejos, justo al

lado de los barriles incendiados. Anne, aprovechando que

Jean tenía el brazo inutilizado, le cortó la mano,

imposibilitándole el uso de la espada. Un fuerte bofetón, de

la mano sana, la lanzó también junto a los barriles.

-¡Liselot!-gritó Anne, justo al tiempo que gateaba sobre su

espalda alejándose del alcance del loco Olonés. Liselot

tomó el sable del pirata francés y corrió hacia ambos, pero

ya era tarde: él, tomando a sangre fría un hierro al rojo vivo

que antes había servido para asegurar las tablas de los

barriles de pólvora, había quemado el cuello de la capitana

Bonny, disfrutando ver cómo la piel se desprendía de la

carne, y la carne del hueso, para al final atravesar las

vértebras con un sonido enloquecedoramente melodioso

para sus oídos.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

741

Liselot observó, por la espalda del hombre, el cuello

decapitado y calcinado de su amiga y la mano humeante del

capitán Nau. No lo pensó dos veces e hizo aquello que

había pensado hacer: apuñalarlo. Esta vez no falló, dio justo

en el corazón y ese sádico hombre, su pesadilla mayor por

cinco años, cayó muerto a sus pies. Se cubrió la boca y las

lágrimas no tardaron en brotar, en honor a Anne Bonny.

-¡Ay, mi querida Liselot!-escuchó a Naomie decir a sus

espaldas-. ¡Has fallado miserablemente, querida!

-¿Qué es lo que realmente querías?-preguntó entre

lágrimas.

-No has peleado sola, tampoco sin generales; has tomado

dos vidas, en vez de una, y una de ellas era la equivocada.

Sólo tu sangre tiene real valor ahora-le dijo mirándola con

un dejo de lástima-. Ven, acompáñame-le hizo una seña

para que le siguiera por los pocos rincones de la cubierta

que no estaban quemándose. A sus pies las aguas se

mecieron aterradoramente y las rocas bajo ellas temblaron;

las olas se dirigieron en todos los sentidos posibles,

haciendo frente a ambas un círculo. Poco a poco, comenzó

a emerger una roca, volviéndose cada vez más alta.

-Has roto con todas mis esperanzas, querida Liselot-le dijo

la mujer sin disimular ni su dolor ni su lástima.

-¿Quién eres?-preguntó Liselot.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

742

-Mi nombre no es Naomie, mi nombre es Calipso, soy hija

del gran Poseidón; y esta isla que estas presenciando, es la

gran isla de Ogigia-señaló. La isla se alzó cada vez de una

forma más poderosa, las olas amenazaron con arrojar la

nave al fondo del océano-. La única forma de salvarte es

saltar a la cima-dijo saltando a lo que parecía ser la punta

de una roca, pero que en realidad era el sitio más alto de la

isla que, poco a poco, comenzaba a descubrirse; Liselot la

siguió-. No soy inmortal. Apenas soy una ninfa. La dueña

del océano, sin duda, pero una ninfa. Mi hora está a punto

de llegar, moriré dentro de muy poco. Lo que has visto en

el siglo XXI, tú y tus hermanas, es apenas una encarnación

de lo que fui en mi momento de gloria. Busco a un sucesor,

a alguien que se haga cargo de la isla de Ogigia y acoja acá

a todas las personas que mueran en el mar. En un inicio,

Jean David Nau, la vida que debías tomar, pactó conmigo:

dijo que dejaría atrás todos sus vicios y sería mi fiel

seguidor, pero continuó matando por voluntad y deporte…

al final no sabía cómo deshacerme de él. Pensé en un

hombre que amara el mar: Jack Rackham parecía perfecto,

pero… ¿Cómo acercarme a él? Decidí que por mis medios

no lograría conmoverlo pero, a través de ti… sí que lo

haría… se hicieron amigos, grandes camaradas, iban a

acabar con Nau y él, por tu libertad y derecho de volver a tu

hogar sería capaz de dejar su vida de infernales vicios y ser

el gobernador de Ogigia, pero… murió y, en parte por culpa

tuya. ¿Quién me quedaba? Anne Bonny, nada le queda en

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

743

esta tierra y, acaba de morir… un muerto no puede dar

órdenes, has de saberlo bien.

-¿Y qué quieres de mis hermanas? Una de ellas está muerta,

ya no puede entorpecer tus planes-preguntó Liselot.

-Una está muerta, pero sí puede entorpecer mis planes… Si

ambas te llevaban hasta el Bosque de los Tiempos, todo

este sacrificio hubiese sido en vano: las dos podrían haberte

llevado de regreso a casa, ir contigo… y yo no tendría un

sucesor-contestó Calipso.

-Te quedamos Ivanna y yo-se sorprendió.

-Sí-confirmó Calipso.

-Seré tu sucesora-afirmó Liselot.

-En el fondo, siempre lo quise-confesó Calipso-; pero de

todos eras la más imposible.

-A cambio deja regresar el Evertsen a casa; a Lodewijk y

todos los demás… y a mi familia-negoció.

Unos pasos sonaron en la gravilla.

-Hija, lo muerto no puede volver a morir-escuchó por

primera vez, en cinco años, la voz de su padre. Abrazó a

Niek como durante tantos años había deseado hacerlo y

estalló en llanto en su hombro.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

744

-Nosotros de aquí no nos movemos-escuchó la suave voz

de Aliet.

-¡¿Mamá?!-exclamó, creyendo que era una alucinación.

-Tu familia ha hablado, Liselot; Niek, Aliet y Sophie están

muertos; sólo a Ivanna le corresponde volver; un lugar de

los muertos no es para los vivos, no si no van a gobernar-

dijo Calipso. Se abrazaron. Una de ellos volvería a casa.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

745

Epílogo: “Una Sombra de Aquello que Fui”.

Nota de Autora:

Señoras, señores, hemos llegado al final. El capítulo

anterior me dejó con un sabor agrio en la boca, ¿será que lo

pensé por mucho tiempo y en el camino lo idealicé? Pues,

fuere como fuere, este capítulo será distinto (y triste, muy

triste, al menos para mí lo es. Este epílogo está centrado en

la figura de un personaje casi mítico, centro de todas mis

adoraciones y pasarán unas cuantas cosas muy interesantes

en torno a este sujeto… ¿Os hacéis una idea de quién es?

¿Sí? ¿No? Venid y averiguadlo. La verdad, hay muchas

cosas que desearía decir, pero no es el momento indicado:

el momento lacrimógeno es la dedicatoria y estamos

golpeando a su puerta.

Este capítulo contiene una escena que, el día que logre

dirigir una película basada en esta novela, la rodaré

poniendo de fondo el tema “The Children”, compuesto por

Ramin Djawadi para el décimo episodio de la cuarta

temporada de Game of Thrones, pensé en colocar ese tema,

de hecho, como tema de capítulo, pero quedaba muy corto

y reflejaba el espíritu sólo de una escena, no de todo el

capítulo. Así que, el tema de este episodio será… “Replica”

de la banda finesa Sonata Arctica. Como bien dice la letra:

“Nada es lo que parece ser / soy una réplica / sólo una caja

vacía / ya no soy yo / sólo una réplica de mí mismo”. ¿A

quién le sucederá eso? Pues, averigüémoslo…

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

746

Capítulo dedicado a Carolina, quien ayer dio un examen

muy importante en su carrera –deseémosle buena suerte- y

porque mañana es su cumpleaños; además, es una de mis

más fieles lectoras.

El hombre se acercó a la playa, solo. A sus casi setenta y

cinco años era una soberana locura salir sin compañía

alguna, vistiendo completamente de negro, con el cinturón

y la chaqueta llenos de tachas y hebillas y luciendo una

mohica que pasaba del verde al azul y del azul al negro,

tonos que ni el tiempo había conseguido borrar. La gente lo

miraba de hito en hito y él se dedicaba a ignorarlos

olímpicamente. Se dispuso a caminar por la orilla…

conocía los bancos d aquella blanca arena mejor que a su

mano.

Miró con nostalgia hacia el mar… allí había estado el

muelle… no, había estado más allá de aquellas palmeras.

Le parecía verlo aún, edificándose en apenas unos palos de

madera mal claveteada, con tablas de menos, raídas y

quemadas por el tiempo, soportando estoicamente los

embistes de las verde-azuladas aguas del Mar Caribe. Le

parecía ver, amarrados apenas sí por una podrida soga, los

bajeles; las blancas, a veces beige, velas desplegadas,

ondeando libres, hinchadas, deseando navegar y, aunque

sonara a ironía, aún podía ver las banderas tan diferentes

entre sí ondeando al viento, siendo el único símbolo de la

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

747

añoranza que esos rudos marineros podían llegar a sentir

por su patria y hogar.

Después de todo, aunque apestase a sarcasmo y sonara a

impertérrita mentira, nadie quería ser ciudadano de la

República Pirata; aunque fuese imposible de creer, todos

querían una vida de paz junto a la familia que habían

intentado mantener y habían acabado por dejar atrás.

Siguió caminando. Aquella arboleda no era como la

recordaba, el bordemar estaba muy cambiado… ¿tan fuerte

era el paso del tiempo? Se sentó en una roca, apartado de

todo, sólo el incesante sonido de las rocas con él,

haciéndole compañía, brindándole su apoyo. Sacó unas

hojas de marihuana y preparó un cigarrillo. Sonrió con vaga

tristeza. Alguien hubiese rechazado esa actitud, pero ese

alguien no estaba ahí para verlo; de hecho le sorprendía

recordar a ese alguien después de tantos años y era por ese

alguien por quien encendía ese cigarrillo y lo fumaba tan

lentamente, para mitigar el horrible dolor que carcomía a su

corazón, ¿por qué era tan humano extrañar?

Retrocedió cuarenta años en el tiempo y los últimos años de

su vida corrieron como una vorágine frente a sus ojos. Pudo

ver el rostro de un muchacho de apenas 22 años y sonrió…

¿Tan inocente había sido? Pudo ver sus propias lágrimas,

recorriendo lentamente su piel, sus mejillas, milímetro a

milímetro, en cámara lenta. Pudo ver sus ojos horrorizados,

presa del pánico y la incredulidad.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

748

-No, no puedes hablar en serio, Liss-había dicho, aún

recordaba su voz quebrada y cómo se había meneado su

cabeza en negativa, en un vano intento por persuadir a

Liselot de que estaba a punto de cometer el error de su vida.

Ella le había sonreído, le parecía aún ver esa sonrisa, tan

blanca, tan límpida, tan ingenua; Liselot apenas era una

niña, dejándose arrastrar a un destino funesto sin siquiera

oponer resistencia, totalmente confiada de que aquello que

le ordenaban era lo correcto.

-Tranquilo, Lowie; todo va a estar bien-dijo Liselot.

-¡No, esto tiene que ser una broma!-gritó Lodewijk

agarrándose la cabeza a dos manos, desesperado-. ¡Tú no

puedes estar hablando en serio, Liss! Después de todos

estos años… no quieres volver a casa-dijo, atragantándose

con las palabras, aún le costaba comprender lo que ella

acababa de decirle: no tenía sentido alguno y esa era la

verdad de las cosas.

No era sencillo de comprender. Media hora atrás estaba a

bordo del Evertsen, gritando como un imbécil,

desaforadamente, al ver el Olonés y todo a su alrededor

arder en llamas. Creer que Liselot, después de haberla

protegido y servido por tantos años, estaba muerta no era

fácil para él; por eso, su corazón se había hinchado de

esperanza al verla en la cima de aquella extraña isla. Sin

pensarlo dos veces había trazado el curso hacia allá. Había

sido un momento impresionante haber visto a los cinco Van

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

749

der Decken reunidos. Apenas tocaron tierra en las blancas

arenas de Isla Ogigia, toda la tripulación del Evertsen saltó

bajo la nave y Sophie e Ivanna, al ver a sus padres y su

hermana mayor abrazados, corrieron a la cima –todavía no

muy alta- y se unieron a ellos.

Lodewijk caminó tras ellas con la vista clavada en las

rocas, marcando cada paso, viviendo cada segundo de una

realidad finita. Pudo escuchar los grititos de alegría de

Sophie e Ivanna, las risas, los llantos de los Van der

Decken y se sintió inefablemente solo; ¿quién era él sino un

muchacho sin padres, sin familia, sin hogar? Por una vez en

la vida se preguntó si realmente tenía sentido regresar al

siglo XXI; quizá todo había sido en vano. ¿A qué volvería?

¿Qué encontraría si no repudio?

-Tu familia ha hablado, Liselot; Niek, Aliet y Sophie están

muertos; sólo a Ivanna le corresponde volver; un lugar de

los muertos no es para los vivos, no si no van a gobernar-

escuchó la voz de aquella extraña anciana que había visto

en la cubierta del Evertsen y luego en la cima de la isla.

Sintió cómo se le paralizaba el corazón. Caminó cada vez

más lento, apenas levantando los pies; los tripulantes de la

nave se esparcieron por todo aquel trozo de tierra mientras

el mar cedía cada vez más espacio. Clavó la vista en el

suelo, los ojos se le hacían agua. Se preguntó por unos

momentos si acaso todo ello tenía sentido, si no estaban

todos locos o si no estaban demasiado desesperados como

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

750

para seguir las órdenes de una trastornada. Una trastornada

que planeaba bien, demasiado bien.

-¡Lodewijk!-escuchó el alegre grito de una voz masculina.

Su orgullo le obligó a que sus ojos se secaran en apenas

milésimas de segundos y levantó la mirada. Lo había visto

al desembarcar, pero aún le quitaba el aliento. Una sonrisa

involuntaria se formó en sus labios. Niek Van der Decken

caminó a paso jovial hacia él, siempre sonriente, tal como

le recordara. Y no bien le alcanzó le atrajo hacia sí en un

paternal abrazo, el más tibio que recibiera Lowie en toda su

vida-. Has cumplido tu palabra, muchacho-le dijo apenas

separándose, sólo sus ojos encontrándose-: la has protegido,

ha sobrevivido sana y salva-en la mirada de Niek había

orgullo y agradecimiento.

-No ha sido nada, señor Van der Decken-apenas pudo

articular Lodewijk recordando aquella aciaga noche, esa

triste promesa, los corazones desgarrados y el destino negro

cerniéndose sobre ellos. Su corazón se estremeció, deseó

poder llamar a aquel hombre sencillamente <<Padre>>.

-Sé lo que pasó-dijo Niek con seriedad, refiriéndose a

Dirck. Sus ojos eran graves y tristes y en ellos se leía una

palabra más: hijo.

Una sonrisa triste afloró en los labios de Lodewijk,

finalmente comprendía que siempre había tenido un padre:

Niek Van der Decken. Quien fuera el almirante de la Zeven

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

751

Provinciën lo atrajo nuevamente hacia su pecho y posó

protectoramente una mano en su espalda y otra en su nuca.

-Gracias, muchacho-susurró apenas en su oído. Los brazos

de Lodewijk se cerraron en torno a esa espalda tan querida.

Quizá al fin estaba en casa.

Se separaron y aquella extraña mujer, que decía llamarse

Naomie, tomó la palabra:

-Vengan, dejémoslos a solas: Liselot y Lodewijk tienen

mucho de qué hablar-dijo. Lodewijk percibió en aquellos

ojos avellana malicia, una crueldad que le oprimía sin que

quisiera el pecho, pero no supo darse cuenta de qué era. La

mujer se adelantó a descender de la cima y Niek, Aliet,

Ivanna y Sophie la siguieron. Por unos momentos pareció

que sólo les acompañaba la canción de las olas, ya ni

siquiera el ruido de aquellos pasos contra la gravilla.

Lodewijk sonrió a su peculiar manera.

-Liss, ¿sabes? He entendido una cosa-dijo mientras miraba

abstraído las figuras que hacía el océano al retroceder y

descubrir la roca. Se sentó en una piedra antes de continuar-

. Este es mi hogar-sonrió, no podía sentirse más feliz.

Liselot se sentó a su lado-. Después de tantos años,

comprendí que este es mi hogar, que nunca debí intentar

irme de aquí. Liss… ya no quiero volver al siglo XXI-

confesó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

752

La sonrisa de Liselot pareció congelarse y su rostro

palideció notoriamente.

-Lowie-su voz tembló-, lo que acabo de hacer, lo hice por

ti-confesó. El rostro de Lodewijk reflejó su confusión.

Liselot tomó aire antes de continuar-: para que pudieras

volver a casa.

-Pero, Liss-Lodewijk sonrió, hubiese sido un mentiroso si

hubiese negado la ternura que le producía aquella actitud

por parte de su amiga-: éste es nuestro hogar.

-Me refiero al siglo XXI-dijo y ahora sintió una punzada en

el vientre porque sencillamente no sabía cómo le diría lo

siguiente a Lodewijk-. Lowie… maté al Olonés e hice un

pacto: me quedaré aquí, a cargo de esta isla, para que tú,

Ivanna y los demás puedan volver a casa.

El rostro de Lodewijk palideció, sus pupilas se dilataron

por el espanto; sintió cómo le faltaba el aire.

-No, no puedes hablar en serio, Liss-dijo, mientras se le

quebraba la voz y meneaba la cabeza en negativa.

-Tranquilo, Lowie; todo va a estar bien-dijo Liselot,

sonriendo ampliamente.

-¡No, esto tiene que ser una broma!-gritó Lodewijk

agarrándose la cabeza a dos manos, desesperado-. ¡Tú no

puedes estar hablando en serio, Liss! Después de todos

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

753

estos años… no quieres volver a casa-dijo, atragantándose

con las palabras.

Se hizo el silencio gutural entre ambos, apenas quebrado

por el último fonema que aún vibraba en el aire. De

repente, la tierra tembló bajo sus pies. Por una vez en la

vida, fueron los ojos de Lodewijk los que se abrieron

desaforados, presa del terror y Liselot permaneció impávida

ante el peligro. El mar retrocedió a una velocidad de

vértigo, descubriendo una seguidilla de prados verdes y

construcciones de piedra blanca, alba, que brilló ante los

débiles rayos de aquel día gris, y que dejaba sus puertas y

ventanas cubiertas de suaves linos de diversos colores. Las

aguas siguieron su retroceso hasta que se detuvieron

finalmente tras una playa de blancas arenas.

De entre las edificaciones de piedra caliza comenzaron a

salir personas; hombres, mujeres, niños, ancianos, de

diferentes razas y culturas. Se sentaban al borde de las

cuevas y salían de las entrañas de la tierra. Lodewijk, en

medio de su impresión, pudo ver un penacho rojo de algún

desafortunado romano, más allá los tatuajes azules de un

celta, un poco más cerca el velo de una mujer árabe y junto

a ella el turbante de un hindú; en el otro rincón divisó un

uniforme militar de los Estados Unidos, como aquellos que

usaban los soldados en la Guerra de Vietnam, al lado

distinguió lo que creyó un vestido medieval, verde musgo y

con las mangas anchas, apenas un poco más lejos el hacha

de un vikingo en cuyo pecho se leían aún las bendiciones

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

754

de Tyr y, junto a él, una reluciente armadura de un

caballero juramentado.

Sus ojos barrieron la isla en toda su extensión. En ella

convergían y reían en conjunto, como vecinos de toda una

vida, gente de todas las razas y épocas; y salían a raudales

aún más.

-Liss, ¿qué es esto?-sus ojos recorrían la extensión una y

otra vez, su corazón se encogía del pánico.

-Es isla Ogigia. Naomie en realidad no se llama Naomie: es

la ninfa Calipso y este es su hogar. Antes de morir, necesita

encontrar un sucesor para que cuide de esta isla y sea

guardián de los océanos. Toda esta gente es la que ha

muerto en altamar…-hizo un incómodo silencio, aunque

Lodewijk sabía bien lo que seguía-: juré protegerlos a

cambio de que el Evertsen pueda volver a casa… con toda

la gente que transporta.

El silencio volvió a envolverlos, sólo roto por unas pisadas

en el suelo de gravilla.

-¿Y bien?-escucharon la voz de Calipso. Liselot volteó a

verla, Lodewijk se consumía en la ira y fue incapaz de

desclavar la vista de las rocas-. Honra tu parte del trato,

Liselot: saca a los vivos de Isla Ogigia.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

755

Un estremecimiento recorrió la espina dorsal de Lodewijk

y, entonces, volteó a mirar a Calipso como si lo hubiese

picado un escorpión.

-Sólo los muertos pueden estar aquí-afirmó febrilmente-;

pero los muertos sí… ¡Mátenme! ¡Mátenme y dejen que me

quede en este lugar!

-¡No!-interrumpió Liselot; la sangre corría

vertiginosamente por sus venas, el sudor la empapó

mientras sentía cómo su plan se aventaba por la borda-. El

Evertsen necesita un capitán… ¿Lo podrías llevar a casa

por mí?-preguntó, las lágrimas querían salir.

-Esta me la vas a pagar, Van der Decken-afirmó Lodewijk

mirándola a los ojos. Aunque en su mirada no había nada

de rencor. No había nada en el mundo que pudiese negarle

a su mejor amiga, aún si eso atentase contra su sueño de

tener un hogar. La abrazó, fuerte y dulcemente, más de lo

que nunca lo hubiese hecho; y le besó la frente, con toda la

calidez de la que fue capaz. Liselot sollozó en su hombro y

se aferró a él en un infantil intento de retenerle junto a sí-.

Nos volveremos a encontrar-afirmó separándose finalmente

de Liselot, en esa afirmación se escondía una pregunta. Liss

asintió con la cabeza, las lágrimas rodaron por su rostro y

por los dedos de Lodewijk que le secaban las mejillas-.

Hora de volver a casa-afirmó él y comenzó a bajar de la

cumbre.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

756

Caminó hacia el muelle. Los habitantes de Ogigia le

abrieron paso y, tras su espalda cerraron filas. Tras de sí

podía sentir los pasos de Liselot, tenía que obligarse a no

voltear, sabía que si lo hacía, no sería capaz de regresar a

casa. Sentada en los maderos, al lado del Evertsen, ya listo

para zarpar, encontró a Ivanna. Sentados junto a ella

estaban sus padres y su gemela; Liss se les unió y las

lágrimas los ahogaron. Frente a ellos el ocaso teñía de rojo

el horizonte. El sol, como una vela encendida titilaba y se

escondía en el mar de China hasta que éste pareció

tragárselo. Sólo las nubes, tintadas de sangre y dolor les

observaban, a sus espaldas galopaba la noche y las

sombras. Sintió lástima por Ivanna como nunca la había

sentido, cuando eran unos críos solían odiarse… unos críos,

se mofó mentalmente; ellos no habían crecido, habían

madurado. La remeció del hombro izquierdo, la chica

reaccionó a su tacto cálido.

-Hora de volver a casa-intentó sonreírle y le tendió la mano.

Un grito desgarrador salió de los labios de Ivanna y los Van

der Decken volvieron a aferrarse los unos a los otros en un

desesperado intento de no volver a separarse, mientras

lloraban a gritos. Liselot y Niek lo empujaron al abrazo,

hasta que el viento frío y la oscuridad los envolvieron,

entonces tomó de la muñeca a Ivanna y, contra su propia

voluntad y la de ella, la subió a bordo del Evertsen.

-Todos están a bordo-le informó Sheila.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

757

-Gracias-susurró. Sus ojos se enrojecían pero no por el frío.

El portal en las aguas volvió a abrirse, Naomie, la gran

maga de todas las magas usó su poder y abrió un agujero

gusano y el barco navegó tranquilamente, dejando atrás las

costas de la isla hasta que sólo les rodeó el mar.

El cigarrillo se empequeñeció en la mano de Lodewijk

hasta que terminó inhalando humo de casi sus propios

dedos. Sonrió con ironía, lo apretó y lo aventó contra las

rocas. Contempló por unos momentos más el quieto Mar

Caribe y se puso de pie. Caminó por el bordemar hasta que

se internó nuevamente en la ciudad: New Providence estaba

muy cambiada, cada día le sorprendía más. Recorrió

nuevamente las bulliciosas calles, ganándose de nuevo

todas las miradas de los transeúntes, hasta que llegó al

Barrio Cívico. Intentó orientarse. Se mezclaban cafés,

bares, teatros, galerías de arte, cines y un museo sobre la

Edad de Oro de la Piratería en ese sector de la ciudad.

Había entrado en ese museo varias veces, la primera de ella

se había horrorizado por la cantidad de mentiras que ahí

decían, de cómo mitificaban el oficio de ser un pirata y lo

romantizaban a niveles insospechados. La dura realidad

había sido diferente, muy diferente. Recordó cómo aquella

vez estuvo a punto de ir a hablar con el encargado y

romperle la mandíbula a golpes por embustero hasta que su

novia lo había tranquilizado diciéndole que no tenía sentido

intentar siquiera hablar con ese tipo, porque ante cualquier

argumento que pudiera darle, sería tratado como un

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

758

lunático. Esa vez se había jurado que nunca más volvería a

ese lugar, sin embargo había regresado una y otra vez por

algo llamado masoquismo puro, o al menos eso era lo que

le gustaba a él decir; porque, en realidad, le agradaba ir:

volvía más fácil recordar viejos tiempos y, todo aquello que

se recuerda con dulzura, es bueno recordarlo. Sin embargo,

esta vez no iba al museo a sufrir por el incremento

sostenido de mentiras que ahí se decían acerca de su noble

oficio, esta vez iba a una de las galerías de arte.

Entró en la primera galería que encontró en esa calle. Era

de mañana, así que estaba prácticamente vacía, a excepción

de críticos de arte y los expositores. Se detuvo observando

cada uno de los cuadros, algo que en su juventud hubiese

catalogado como una pérdida de tiempo. Ahora, unos

cuantos años más viejo, podía decir que nada era una

pérdida de tiempo si se le daba un sentido… y si se hacía

algo que no tenía sentido, pues, ese ya era un caso serio.

Observó incluso los marcos de madera, algunos de bronce,

con calados, repujados y tallados. A mitad del recorrido

llegó ante la obra de un anciano. Se rió mentalmente al

catalogarlo de anciano, él ya no era precisamente un

muchacho… pero seguía estando en ventaja frente a la vida.

El hombre era delgado y bajo, le calculó unos noventa años,

usaba unos lentes que parecían cubrirle al menos la mitad

de la cara y estaba perennemente encorvado, o eso parecía.

Le saludó asintiendo con la cabeza y se concentró en la

pintura. Su cuerpo comenzó a temblar e inconscientemente,

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

759

su mandíbula inferior bajó al tiempo que los ojos se le

volvían agua.

-¿Pasa algo, señor?-preguntó el anciano con voz cascada.

-¿Conoció usted a este hombre?-preguntó Lodewijk sin

despegar la mirada de aquellos ojos celestes que le miraban

desde la pintura.

-Todo el mundo lo conoce-dijo el anciano con

exasperación, dando a entender que por mera cultura

general, era obvio que a quien le preguntase quién era el

hombre de la pintura sabría responder.

-¿Habló usted con él alguna vez?-Lodewijk parecía no salir

de su trance.

-Nunca; mi hermana tuvo el placer de hablar con él una

vez, era periodista y le tomó esta fotografía cuando lo

ascendieron a Almirante-el viejo pareció perderse en una

ensoñación de tiempos mejores; ¿cuándo había perdido su

época de gloria? Prefería no saber eso-. Yo sólo la adapté e

intenté hacer una buena pintura.

-Ese hombre era mi padre-dijo Lodewijk ante el suspiro de

admiración del artista; una sonrisa se formó en sus labios y

volteó a mirar al anciano pintor-. O al menos eso intentó-

dijo. A sus espaldas Niek Van der Decken sonreía en la

cubierta del HMNLS Evertsen aquella tarde de mayo de

2008 que precedía al día del desastre que marcaría para

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

760

siempre sus vidas. El autor del retrato tartamudeó un

halago, pero fue incapaz de formular algo coherente-.

¿Cuánto cuesta?-preguntó.

-Cincuenta dólares, se lo dejo en cuarenta y cinco-graznó el

viejo pintor.

Lodewijk sacó de su bolsillo un grueso portadocumentos y

le tendió unos billetes, al tiempo que descolgaba la pintura

por sus propios medios.

-¡Pero, señor!-exclamó el artista-. Aquí hay sesenta-le

tendió el excedente.

-Y no mereces menos-aclaró Lodewijk ya con el cuadro

descolgado y se llevó la mano a la cresta de gallo a modo

de despedida.

Siguió andando por ese pasillo lleno de pinturas, pero ya no

pudo concentrarse en ninguna más sino en aquella que

llevaba entre los brazos. Exactamente igual a esa fotografía

que estaba en su billetera, sólo que en aquella además

aparecían Liss, Ivanna y Sophie.

Esa fotografía había sido lo primero que había visto al

despertar aquella noche de 2013 en el hospital y, durante

meses, había sido lo único que le había evitado caer. Esa

noche encontró todo oscuro a su alrededor a excepción de

algunas luces verdes que titilaban indicando valores que no

supo reconocer. El miedo se apoderó de él. ¿Qué hacía

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

761

quieto, dormido, en semejante lugar? Intentó incorporarse,

pero no pudo, una serie de mangueras y catéteres se lo

impidieron, mientras las gotas del suero se deslizaban

lentamente hacia su vena. Con la poca luz de la calle que

entraba a través de las ventanas y que emanaba de esos

aparatos, vio lo único que al parecer le pertenecía: su

billetera. Estiró la mano y, entre sus dedos, se deslizó

aquella fotografía. No tuvo tiempo de permanecer en el

shock en que había entrado; la luz se encendió de enseguida

y entraron al menos cuatro personas: un médico, dos

enfermeras y un cuarto individuo en discordia que catalogó

olímpicamente de sujetavelas.

Entre los cuatro le explicaron –o al menos eso intentaron-,

que miembros de la Armada Holandesa habían encontrado

el HMNLS Evertsen después de cinco años de desaparecido

a la deriva en las costas de Rotterdam la mañana del lunes

de la semana pasada. Inmediatamente habían dado la

alarma a los altos mandos de la Marina y se habían

acercado a la nave; grande había sido su sorpresa cuando

encontraron a parte importante de la tripulación –al menos

más de lo que nunca esperaron- viva y en buen estado de

salud, sólo que inconscientes por lo que parecía ser una

deshidratación que les venía apaleando de un buen tiempo.

También encontraron objetos y artículos de procedencia

bastante extraña, pero se abstuvieron de formular teorías

locas y optaron por llevar a los sobrevivientes a distintos

recintos asistenciales de inmediato. La mañana siguiente,

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

762

cuando la Zeven Provinciën quiso subir a registrar la

embarcación, ésta había desaparecido sin dejar rastro,

afortunadamente nadie iba a bordo. Lodewijk, por unos

momentos, obvió el evidente hecho de que no recordaba

ninguna de esas cosas que le estaban narrando –su

consciencia desaparecía cuando el Evertsen había llegado a

mar abierto- y sonrió al pensar que Liselot no había querido

separarse de su amada nave y que en esos momentos la

tendría fondeada en Ogigia.

-¿Qué día es hoy?-preguntó.

-Martes-contestó el médico de cabecera mientras preparaba

una inyección.

-¿He dormido una semana?-preguntó impresionado.

-Has estado inconsciente por la deshidratación una semana-

le corrigió el médico-. Tienes que cuidarte.

Aquella noche, después de esa conversación, había

continuado durmiendo. ¡Y vaya que lo apreciaría después!

Los días que siguieron fueron inquietantes y agobiadores

para todos los viajeros del Evertsen; los periodistas, uno a

uno, se agolpaban para conseguirles una entrevista y no les

dejaban en paz. Sin embargo, ninguno de ellos pronunció

palabra y huyeron magistralmente de la Marina Holandesa.

Una semana después, Lodewijk era un ser libre y no tenía

dónde ir. Todos sus camaradas, todos sus compañeros de

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

763

travesía, tenían un hogar, tenían una familia: él no tenía

más familia que la tripulación del Evertsen. Bajó las

escaleras del hospital, peldaño a peldaño, lentamente. ¿Qué

haría con su libertad? Cuando llegó a la recepción a firmar

el alta médica dos hombres se le acercaron. Los saludó por

inercia llevándose la mano a la base de la cresta de gallo y

siguió caminando.

-¿No nos reconoces, Lowie?-preguntó suavemente el

mayor, le calculó treinta años.

Si Lodewijk no hubiese sido un hombre lo suficientemente

fuerte, se hubiese desmayado ahí mismo: aquel era su

hermano Camiel y, el tipo que estaba al lado de él era su

otro hermano, Hendrieke, que por la época rondaría en los

veintiséis años. Camiel le dio un fuerte abrazo.

-Ya firmamos el acta, hermanito-le dijo, mientras lo

guiaban a un auto negro del cuál no tenía precisamente

buenos recuerdos: aquel era el auto de su padre.

-Nos hubiese gustado mucho que padre estuviera aquí-dijo

Hendrieke mientras echaba a andar pausadamente por las

calles de Ámsterdam-. Pero con volver a verte a ti, basta…

En ese momento, Lodewijk se sintió la peor persona del

mundo: había privado a sus hermanos de volver a ver a su

padre. Ambos nunca habían estado en buenos términos;

pero sus hermanos no tenían la culpa de ello. Hendrieke y

Camiel habían amado a su padre, aún lo amaban; y Dirck

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

764

los amaba a ellos, eran los niños de sus ojos. Aún podía

recordarlos, jugando en el jardín y podía recordarse a sí

mismo marginado de esos juegos, sentado en un rincón. En

un comienzo había odiado a sus hermanos, ellos no eran

buenos con él, dejaban que padre lo maltratara y lo

mantuviera lejos de sus diversiones. Recordó una vez en

que Camiel y Dirck discutieron por ese motivo, y su

hermano mayor, como era de esperarse, terminó con un feo

castigo. Ahora, que ya tenía veintidós años sobre el cuerpo

no podía culparlos: ¿alguien puede culpar a un niño por

evitar el desprecio de su padre? ¿Podía él, que había hecho

todo lo humanamente posible por ganarse su afecto,

juzgarlos? No, por supuesto que no.

Se sintió un monstruo, y las atenciones de Camiel, siempre

sobreprotector, como lo había sido incluso cuando eran

pequeños, y los cuidados de Hendrieke, quien desde la

niñez había sido afectuoso con él, siempre a escondidas de

Dirck, no hacían más que recordárselo. Por las noches ya

no dormía, tampoco comía, para frustración de sus

hermanos. Cada gesto de ellos por ayudarle a salir del

precipicio en que caía más y más no hacía sino recordarle

aquella garganta ensangrentada, aquel hombre

bamboleándose por ese balcón con los pasos de una

persona ebria por los licores de la muerte, con el hombro

dislocado por las llaves que le había hecho. Cada abrazo de

Hendrieke y cada cita al psicólogo que le agendaba Camiel

no hacían sino llevarle de regreso a ese duelo a muerte, a

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

765

esa cabeza separada del cuerpo de aquel desgraciado que no

era sino su padre. No había tenido opción, eso intentaba

recordar; pero sí la había tenido: era la vida de su padre o la

suya, podría haber dado la suya y todos hubiesen sido más

felices; quizá aquel terror que era Dirck sólo era un terror

para él. Se preguntaba qué hubiese sucedido si, bajando de

esas escaleras en el hospital, sus hermanos hubiesen visto a

su padre en lugar de él. Hubiesen sido mucho más felices,

esa era la respuesta que se daba a menudo. Habrían

entendido mucho más que él no había sobrevivido, es

mucho más comprensible que los débiles caigan; y lo

hubiesen podido superar mucho más… hubiesen vuelto a

ser una familia, él no era parte de esa familia, no después

del daño que les había hecho a ellos que eran sangre de su

sangre.

Una noche, mientras bebían un vaso de whisky antes de irse

a dormir y conversaban, decidió confesar. Sus hermanos,

que sabían que tenía serios problemas con la bebida, o que

al menos los había tenido en su adolescencia, vigilaban

constantemente el nivel de la botella.

-Yo tengo la culpa de que no haya vuelto, padre-dijo con

voz grave, nadie supo si lo hacía para romper el incómodo

silencio que se había formado entre los tres o para construir

uno mayor. Hendrieke quiso intervenir, dándole como

siempre su consuelo-. ¡No! Yo soy el culpable-continuó-.

Si quieren matarme, háganlo: están en su derecho; yo ya no

quiero seguir viviendo-confesó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

766

-Lodewijk, no puedes dejarte caer así-intentó animarle

Camiel.

-¡Yo lo maté!-dijo; ese era un grito desesperado por hacer

que comprendieran que era un criminal.

-¡Hora de dormir!-exclamó alegremente Hendrieke,

intentando ayudarle a parar; debía de pensar que estaba

demasiado ebrio.

-¡Aléjate de mí!-exclamó Lodewijk, desesperado: aquel

tacto, aquel cariño, no hacía sino herirlo más. Sentía que su

hermano no merecía tocar a alguien tan sucio, tan maldito

como él.

-Tienes razón-dijo Camiel-: está demasiado borracho.

-¡No es hora de nada, maldita sea!-bramó Lodewijk

parándose, el vaso medio lleno cayó al suelo, quebrándose

en mil pedazos-. Yo maté a su padre-remarcó cada sílaba,

sibilante-. ¿Qué parte de eso son incapaces de entender?

El silencio se hizo en la habitación.

-¿Lo dices en serio?-preguntó Camiel, siempre el más serio

de los tres.

Lodewijk, haciendo uso de toda su paciencia, lanzó un

bufido. Cuando se calmó, tomó la botella entre las manos y,

tras echarse un buen trago, procedió a contarles dónde

había estado esos cinco años, con lujo de detalles les

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

767

explicó todo lo que había hecho. Y, cuando llegó al relato

de cómo había matado a Dirck Sheefnek, tuvo que tragarse

media botella para continuar, pero no se ahorró ningún

detalle.

-Esa mañana me tiré al agua a rescatar a Ivanna Van der

Decken. Llegué a una nave de la East India Trading

Company, su nombre no lo sé, pero ahí Sheefnek la tenía

secuestrada. Cuando la vi… nunca podré describir lo que

sentí, tan flaca, tan frágil… no era la Ivanna que recordaba.

Cuando intentamos huir, él nos salió al paso-su voz

remarcó con furia sibilante la afirmación al recordar a su

padre-. Dos hombres intentaron retenerla mientras yo me

batía contra él, intentando abrirnos paso. Me hubiese

matado a los golpes, pero Sheila llegó y…-.

-¡¿Sheila?!-exclamó estupefacto Camiel al oír mencionar a

la pareja de su padre.

-Sí, Sheila-Lodewijk le clavó los ojos, detestaba que lo

interrumpieran a mitad de una historia-. Ella se la llevó…

entonces los dos nos quedamos solos, frente a frente; él

haciendo sus últimos intentos para evitar que ellas lograran

escapar. Entonces, ya no pude más-esa mirada tan fría, tan

gélida que hace unos segundos le dirigiera, se volvió pura,

como el más limpio de todos los ventisqueros-, ¿cómo

podría dejar todo el rencor atrás? ¿Cómo podía irme sin

hacerle pagar todo el daño que me hizo? ¿Cómo podía dejar

libre de volver a casa a alguien que no lo merecía? ¿Cómo

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

768

podía dejar en libertad a un criminal?-su mirada se perdió

en los recuerdos, en la bruma de aquella pelea, aún

meciéndose en su mente-; no podía. Me batí a duelo contra

él; lo vi pelearme, con el brazo dislocado por las llaves que

le hice, lo vi sangrar, vi sus ojos enceguecerse por la locura.

Tan loco estaba en mi venganza que no me di cuenta del

riesgo que corría, estuvo a punto de lanzarme al mar.

Cuando lo tuvo a tiro, Sheila le disparó, justo al pecho.

Nada podría haberme producido tanto placer como ver

aquella bala, negra, gruesa, clavársele en el pecho, ponerse

roja, marrón y volver a ser negra de tanta sangre; ¡nada me

parecía más hermoso que ver esa sangre gotear! Lo vi

retroceder, ya sin fuerzas para hacer nada. Matarlo era

hacer traición; ¡¿pero cómo puedes ser un caballero cuando

tu rival no lo es?! No, no era suficiente-meneó la cabeza,

los ojos totalmente fuera de sus órbitas-. No era suficiente

para un niño que no tuvo padres, sólo odio; ¡No era

suficiente pago por todas las noches que me dejó desnudo

mientras nevaba! ¡Por todos los golpes que me dio cuando

intentaba abrazarlo!-sus ojos se llenaron lágrimas, que

rodaron por sus mejillas; Hendrieke intentó abrazarlo, pero

Lodewijk lo rechazó de un empujón-. ¡Que no me toques!

Yo soy tan indigno como él de cualquier muestra de amor.

¿Pero lo hubiese creído un niño que sufrió, que fue

torturado? ¡No! Me lancé sobre él y le abrí el cuello: nada

me ha parecido tan hermoso como esa sangre. Tan roja, tan

espesa, corriendo brillante por su garganta y aposándose en

el suelo, parecía una cascada, se veía mágica. Y luego lo

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

769

degollé… ver su cabeza separada de los hombros es lo que

me ha producido más alivio en toda mi vida, hasta que me

encontré con ustedes… los obligué a no tener padre, igual

que yo; y eso es siempre lo que más me ha dolido-por unos

momentos lo único que se escuchó en la habitación fue la

respiración de los tres.

-Te entendemos-le sonrió Hendrieke, reprimiendo el

impulso de abrazar a su hermanito.

-No te preocupes-dijo Camiel con la mirada triste.

Esa noche se fueron a acostar y Hendrieke y Camiel no

pudieron siquiera sospechar el efecto que esas palabras

tendrían en su hermano menor. Los meses se sucedieron

uno tras otro y, para impotencia de ambos, Lodewijk se

encerró en el que fuera su cuarto, impidiendo paso a

cualquier persona. Desde afuera se escuchaba las botellas

caer, una tras otra, o a veces, estrellarse contra la puerta o

una muralla y luego resonaba un grito desgarrador. Por las

rendijas de las paredes y de la puerta, a cualquier hora, todo

el día y todos los días, se colaba un humo espeso que olía a

hierba. Sabían que su hermano apenas comía y dormía, y

que pasaba la mayor parte del día drogado y borracho. Ya

no sabían de dónde sacaba más botellas de ron y vodka y

pastillas de todo tipo.

Lodewijk sentía que se hundía, pero ya era incapaz de salir

del precipicio en que se encontraba. La oscuridad lo

envolvía, pero ya no tenía sentido luchar contra ella. Era un

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

770

asesino; había matado a su familia. A su madre, para nacer,

le había arrebatado la vida, a una mujer inocente y buena,

que no había alcanzado a conocer… el mundo hubiese sido

más feliz si ella estuviese viva en vez de él; los Sheefnek

serían una familia, una hermosa familia, posiblemente su

padre estaría ya jubilado de la Marina y se dedicaría a

viajar con su madre.

Sheefnek… esa era otra historia. Lo había matado por un

mal recuerdo por un rencor infantil. Sheefnek sólo para él

había representado una amenaza; sí, le había hecho daño a

más gente, no podía olvidar a Sheila, pero ellos jamás se

hubiesen conocido si su madre no hubiese muerto y… ella

estaba muerta por su culpa. Y, por ese asesinato, vil

asesinato, paranoia, mejor dicho, había matado en vida a

sus dos hermanos, privándoles de una familia: ellos no eran

una familia, eran tres extraños con el mismo apellido

viviendo bajo un mismo techo.

Las visiones se sucedían una de otra; ya era incapaz de

distinguir qué era una alucinación y qué era cierto. Pero

siempre volvía a Isla Ogigia, una y otra vez; ese asesinato

se reproducía sin parar en su mente, día y noche, en un

infernal e infinito loop. Luego recordaba ese anochecer,

cómo Calipso había ido, junto a su fantasmal tripulación a

bordo de The Storm, que al final de cuentas era su nave, y

se habían internado en el océano, hundiéndose poco a poco,

convirtiéndose en parte de él. Se preguntaba a menudo si

ella no habría ido a parar también a la Isla, pero ahora como

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

771

una habitante más y… entonces caía en la cuenta de que

Sheefnek, muerto en altamar, también estaría ahí y que

algún día se volverían a encontrar. Ese día le haría saber

todo su odio y no podría hacer nada por huir de ese castigo,

lo tenía merecido, siempre lo había tenido merecido.

Una mañana, una voz de mujer se dejó oír en la planta baja.

-Vengo a ver a Lodewijk-dijo.

-No está muy bien-escuchó la voz de Hendrieke.

Había sonreído burlonamente, sentándose en la cama con

un cigarrillo en la mano.

-Lo presumí-había dicho la mujer-: no le he visto en las

interrogaciones, hace una semana nos vienen citando a

todos a la oficina de la Zeven a declarar.

-No está en condiciones de ir a declarar, de hecho por

decreto de demencia ha quedado exento-contestó

Hendrieke, se escuchó el crujido de la puerta al cerrarse.

-¡¿Demencia?!-exclamó la mujer, evidentemente

impresionada.

-Dice que viajaron al pasado-la voz de Hendrieke se

entristeció-. Dice que Sheila disparó a nuestro padre; ¡eso

es imposible! ¡Ellos se amaban! Y no contento con todas

esas locuras, dijo que él lo mató. Sabemos que lo odiaba,

pero no sería capaz. Lo peor es que no hay nada que

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

772

podamos hacer por él: se ha encerrado en su cuarto a beber,

drogarse, no come ni duerme. Tampoco podemos citar un

psiquiatra ni hacer que uno lo vea, cada día está más

agresivo.

-¿Puedo pasar a verlo?-preguntó nuevamente la mujer.

-No te lo recomendaría-dijo Hendrieke con suavidad.

-Ver a alguien de la travesía puede que le haga bien-sugirió

ella.

-Ve-pudo casi ver la sonrisa esperanzada en los labios de su

hermano-: buena suerte.

Escuchó pasos en la escalera. Se volteó dando la espalda a

la puerta, aferrando con la mano derecha el cigarro. La

puerta se abrió, ni siquiera se molestó en mirar.

-¡Es increíble como el eje sensación-percepción hace

cambiar las cosas!-exclamó la mujer, cerrando la puerta tras

de sí-. ¿No es así, Lodewijk?

Lodewijk volteó a mirar a la mujer y encontró ante sí a

nada más ni nada menos que Ivanna Van der Decken. Algo

le pareció muy gracioso y largó una socarrona carcajada.

-La vida es una mierda, Ivanna-dijo finalmente, dando una

calada al cigarrillo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

773

-Lo mismo puede decir tu vida de ti-le contestó ella,

sentándose al borde de la cama.

Lodewijk largó una sonora risotada nuevamente. Extrañaba

de veras tener una conversación inteligente con alguien.

-¿Me das?-preguntó mirando el cigarro.

-¿Qué quieres?-preguntó Lodewijk, parándose y caminando

bamboleante, evidentemente ahogado de borracho, por su

cuarto-. Vodka, hidromiel, ron-levantó triunfalmente cada

botella. La única respuesta de Ivanna fue quitarle el

cigarrillo, darle una calada y devolvérselo.

-¿Sabes? Hacía tiempo quería verte-le confesó ella-. Sabía

que ibas a estar mal, pero nunca tan hundido.

-¿Qué quieres de mí?-preguntó Lodewijk a la defensiva:

cada vez que alguien, por mucho tiempo quería verle, ese

alguien quería algo en concreto.

-Quiero que huyas conmigo-soltó ella de repente.

-¡Qué romántica proposición, señorita Van der Decken!-se

burló Lodewijk.

-¡No seas idiota, Lodewijk!-exclamó ella.

-Y, ¿se puede saber qué gatilla una decisión tan incorrecta

en una señorita como usted?-se burló él, pasándole el

cigarrillo.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

774

-Tú salvaste mi vida, ahora a mí me toca salvar la tuya-dijo

ella con total convicción antes de dar una buena cuenta del

porro; Lodewijk enarcó la ceja y supo de inmediato que no

le convencía-. La Zeven Provinciën quiere obligarme a

declarar… mi caso es el más sospechoso de todos: no

estaba a bordo cuando la nave zarpó, desaparecí meses

después y… ¡heme aquí!

Lodewijk enarcó una ceja y oprimió una carcajada: la

situación de Ivanna le parecía hilarante.

-Quiero librarme de ellos, para eso necesito huir de

Ámsterdam… ¿Quieres venir conmigo?-al ver que

Lodewijk no contestaba, lo aguijoneó-. No pretendes

quedarte encerrado en este cuarto burlando a tus hermanos

de por vida, ¿o sí?

Lodewijk alzó una botella de vodka, la destapó y se echó un

buen trago.

-¿Cuándo?-fue la sencilla pregunta.

-Tengo dos boletos para hoy al tren de la medianoche,

rumbo a Groningen-dijo.

-¿Tienes donde quedarte?-le preguntó Lodewijk.

-No, pero no te preocupes, ya encontraremos…-dijo ella.

-Tengo amigos allá, dos días en su casa no creo que sea

demasiada molestia-dijo él pasándole una botella de ron.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

775

-Bien… Tampoco traigas muchas cosas, es algo rápido

y…-continuó ella.

-¿Tengo cara de tener más que esto?-abrió los brazos

señalando la habitación en toda su extensión. Ella guardó

silencio, si respondía se sentiría humillada. Él alzó la

botella otra vez-. ¡Esto merece un brindis!

Aquella noche, a las doce, huyeron a Groningen. Lodewijk

se sentía como un niño otra vez, de pronto volvía a tener

trece años y volvía a escaparse de la casa. Sus hermanos se

llevarían un susto impresionante, pero prefería que fuese

así; las despedidas y cursilerías varias no eran para él,

prefería que decantaran las aguas. Llegaron a destino en la

madrugada y fueron a buscar la casa de los amigos de

Lodewijk, punk como él, díscolos como él, algo

estrafalarios, libertinos y ruidosos; la clase de gente que él

sabía de cierto no le parecería bien a Ivanna, ¡grande fue su

sorpresa cuando la descubrió yéndose de juerga con esos –

buenos- tipos! Ella, sin duda, había cambiado. Estuvieron

allí dos días, hasta que encontraron un pequeño

apartamento para arrendar.

Con el paso del tiempo e instado por la joven, ingresó en

una clínica de rehabilitación para desintoxicar su cuerpo de

las drogas. Llevaba años consumiendo cuanta cosa se le

pasaba por delante, era un milagro que estuviera vivo. El

tratamiento duró seis meses, demasiado largo, doloroso y

tortuoso para su gusto. Cabe mencionar que nunca logró

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

776

dejar la hierba y algunas pastillas del todo, tampoco el

alcohol, pero ahora la mayor parte del día la pasaba sobrio

y lúcido, lo cual para Ivanna era un logro.

Cuando volvió al apartamento, con una óptica nueva de su

vida, de sus sueños y de las cosas que había logrado, Ivanna

Van der Decken adquirió un cariz mágico para él: siempre

sonriente, instándole desde su estudio –había ingresado a

un sistema de clases secundarias con exámenes libres- a

seguir, a crear, a hacer lo que fuera que pasaba por su

mente. Esa jovencita, que tan desagradable le había

parecido durante su adolescencia, se convirtió en su

principal amiga y aliada. Y, sin que siquiera pudiera darse

cuenta, se había enamorado de ella. Al principio sintió

miedo, no sabía lo que era amar; era una sensación que lo

aturdía, lo enloquecía, amenazaba con hundirlo, pero

cuando estaba a punto de caer, ella aparecía y le tendía su

mano para sacarlo a flote de nuevo. Era un vicio. Así que,

una noche, confundido y con un latente temor al rechazo,

fue hacia ella y se declaró.

-Démonos una oportunidad-fue la increíble respuesta que

recibió.

Una oportunidad que funcionó bastante bien, por lo demás.

A ella sucedieron peleas, oportunidades, nuevas discusiones

y otras oportunidades hasta que no les cupo duda de que su

relación tenía cimientos sólidos. Entonces decidieron lo

impensado: casarse. Entonces, Lodewijk, contra la

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

777

costumbre, tomó el apellido de su esposa: Van der Decken,

y Sheefnek, con todo lo que representaba y los negros

retazos de su pasado, se perdió para siempre. Varios años

después, concibieron a su único hijo: Niek, a quien

llamaron así en honor al hombre que había sido un padre

para los dos.

Lodewijk traspasó los umbrales del hotel sonriendo y se

dirigió a su habitación: la vida no había sido tan mala con él

como había pretendido hacerle creer. Dejó el cuadro sobre

su cama, su esposa estaría fascinada con él.

Bajó las escaleras, tenía costumbre de usar las escaleras y

llegó al hall.

-¡Wooo!-escuchó exclamar a una voz juvenil-. ¡Lodewijk

Van der Decken!

Volteó a ver y vio, corriendo hacia él a un empleado del

hotel, un camarero de aproximadamente dieciocho años.

Tenía algo que le recordaba a Aloin. El jovencito se detuvo

justo frente a él.

-Disculpa, ¡pero eres el mejor músico que he oído jamás!-

exclamó con vehemencia, mientras sus colegas se

descostillaban de la risa-. ¡Escucharte tocar con tu banda

me salvó la vida!-continuó.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

778

-Créeme que a mí también me salvó la vida-Lodewijk

contestó sonriendo, esta vez no se burlaba, sino que algo en

su corazón ardía de orgullo.

-¡Son realmente impresionantes! La primera vez que los oí,

quedé impactado. Esas guitarras, la batería tan potente, la

voz desgarradora, las letras. Son una crítica contra la

sociedad, que nos intenta hacer creer que nuestra vida no

vale la pena, ¿verdad?-preguntó ansioso de obtener la

aprobación de Lodewijk, quien asintió. Cada tanto lo

detenían jovencitos y hombres más o menos pasados en

años a felicitarle por su banda, y siempre tenían el mismo

efecto arrollador en él-. Los tengo incluso en mi mochila-se

quitó la mochila negra para enseñarle una fotografía

bordada en el género negro, era la carátula de quinto disco,

En las Alas de la Muerte. Ante esa muestra de fanatismo no

pudo sino reír de genuino placer, sacándole una sonrisa al

muchachito-. ¿Te tomarías una foto conmigo?-preguntó, a

lo cual Lodewijk no pudo menos que aceptar.

El chico insistió en que imprimieran la fotografía para que

se la firmara, como no llevaba prisa, accedió. Y, mientras el

papel se teñía con la imagen de ambos, se detuvo a hablar

con él para contarle su experiencia, cada vez que podía, la

narraba. Luego de que había salido del centro de

rehabilitación, sus amigos en Groningen le habían

propuesto formar una banda. Recordaban aquellos días,

diez años atrás, en que cantaban y tocaban y se iban de

juerga perenne en la casa Okupa. Y recordaban la voz

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

779

descarnada, la euforia de Lodewijk. Consiguieron una sala

de ensayo –luego de la primera práctica, los vecinos del

edificio no quisieron tenerlos más tocando música punk

cerca de ellos a todo volumen y pasada la hora de las

noticias-, como no tuvieron para pagarla tuvieron que irse a

ensayar a un bar y así se volvieron conocidos hasta que

sencillamente causaron furor en el verano de 2018, ellos

eran Ogigia.

La foto se imprimió, Lodewijk la firmó y volvió a salir del

Hotel. Cada vez que Ogigia salía de gira no perdía la

oportunidad de agendar un concierto en New Providence,

esa isla le había dado mucho y no podía no visitarla, era su

forma de pagarle. Afuera, en la calle, el sol pegaba fuerte.

Deseó que Niek e Ivanna, que habían ido con él esa vez, se

hubiesen echado bloqueador solar antes de ir a la playa.

Sonrió; ellos entenderían.

Llegó a los altos roqueríos, casi pequeñas montañas, de la

cara norte de New Providence, detrás de ellas se oía el mar.

Su vista chocaba en las piedras negras y brillantes,

cubiertas de musgo, y más arriba en el cielo azul,

perfectamente despejado. Subió las rocas, que parecían

estar ahí formando una suerte de escalera, y, haciendo un

último y agotador esfuerzo, llegó a la cima. El viento

ligeramente más fresco y arremolinado de las alturas le

llegó al rostro y le agitó el pelo y la ropa perfectamente

negra. Sonrió y cerró los ojos, dejando al aire bailar por su

cara y llenarle los pulmones. Abrió los brazos, disfrutando

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

780

de la deliciosa sensación; se sentía liviano como un pájaro,

el viento le impulsaba hacia atrás, a volar.

-¡Soy libre!-gritó a viva voz, con ese timbre descarnado tan

característico suyo. Una sonrisa se formó en sus labios. Su

única respuesta fue el repiquetear de las olas al fondo del

precipicio, allá abajo, y unas pisadas en la roca. No le

importó que alguien le viera así y volvió a gritar-: ¡Soy

libre!

-Soy libre-en un susurro gastado pareció formarse la voz

del mar; le pareció una soberana locura, un imposible.

-¡Soy libre!-esta vez se desgarró los pulmones en un grito

que traía lo más profundo de su espíritu.

-¡Soy libre!-gritó una voz de mujer, esa voz sabía a mar,

Lodewijk la recordaba bien.

-Liselot-susurró, mientras una sonrisa se formaba

dulcemente en sus labios; volvían los sonidos de su

juventud.

-¡Soy libre!-gritó con todas sus fuerzas una voz de hombre,

un hombre joven. El rostro de Lodewijk demostró sorpresa,

su corazón se conmovió en la vorágine de mil recuerdos.

-Aloin-susurró. En ese nombre había más que un recuerdo,

un tributo a un amigo que no había podido salvar.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

781

-¡Soy libre!-gritó una voz de mujer, la reconocería hasta el

último de sus días como la de Sheila Zeeman.

-¡Soy libre!-se escuchó la socarrona voz de un hombre que

creía olvidado: John Morrison.

A sus pies, las olas parecieron rugir. Abrió los ojos

alarmado por la extraña alucinación que acababa de tener.

Pero no, ahí estaban, sonriéndole desde las aguas. Los otros

cuatro líderes de los amotinados del Evertsen se alzaban

entre el océano, sus cuerpos parecían hechos de mar.

Nadaron grácilmente hacia los pies del risco, sin dejar de

mirarle; parecían ser el espíritu mismo del océano,

haciendo cabriolas bajo él, meciéndose con la suave música

de las olas y de la playa. Sintió la firme tentación de ir junto

a ellos. Sonrió con picardía, alzando una ceja. Cerró los

ojos y se balanceó un poco hacia adelante. Unos peñascos

cayeron al vacío, sus pies aún pudieron afirmarle en la

cima.

-¡Padre, no!-rugió la voz agitada de Niek; quien corría

intentando llegar al punto más alto de los roqueríos.

Lodewijk pareció no oírle, una parte muy recóndita de su

cerebro lo escuchó, pero no le importó; no procesó que era

su hijo quien le hablaba. Abrió los ojos y el deseo de unirse

a la danza de aquellos espíritus del mar fue más fuerte;

tomó aire y se dejó caer en el vacío.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

782

-¡Padre!-el grito agónico y desgarrador de Niek no llegó a

sus oídos.

El chapuzón no lo sintió. Liselot, Aloin, Sheila y John le

salieron al encuentro, nadando alegremente a su alrededor.

Se giró, yendo de hito en hito; intentando reconocer los

rasgos de unos y otros.

-¡Padre, no!-el grito de Niek acarició sus oídos que parecían

estar sordos.

Miró a Liselot, tan dulce como la recordara siempre;

sonriéndole. Sus ojos se dirigieron al frágil espectro en que

se constituía Aloin, intentando perennemente de volverse

más rudo de lo que en verdad era; lo estrechó en sus brazos.

-¡Ayuda! ¡Mi padre se ahoga!-gritó Niek, desesperado.

¿Qué podría llevar a su padre a suicidarse? ¿A dar ese

mortal salto que le había visto dar?

Los gritos de su hijo parecían ser música en los oídos de

Lodewijk. Se dirigió a Sheila; ya no tenía los rasgos de la

anciana a cuyo funeral había asistido diez años antes, a

quien recordaba subiéndose alegremente a bordo del

crucero que le arrebataría la vida. Volvía a ser la enérgica,

sardónica y algo calculadora mujer que recordara viajando

a bordo del Evertsen.

-¡No!-lloró Niek, cada vez le faltaba más la voz.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

783

Giró apenas un poco más y distinguió a quien catalogara

como su principal rival y, a su vez, su mayor aliado en su

juventud: John. Ambos asintieron fríamente con la cabeza,

aunque en sus labios se formó la sonrisa que crecería en los

labios de cualquier persona que sabe que su amigo ya no se

separará más de su lago.

-¡Nada hacia la orilla, padre!-le rogó la voz descarnada de

su hijo desde las alturas, pero no supo reconocerla; no supo

ver lo que él veía.

Los otros cuatro giraron frenéticamente a su alrededor, a

una velocidad de vértigo, como en las rondas que suelen

hacer los niños. Le costaba distinguirlos. Seguían la

maravillosa música de las olas; quiso bailarla él también;

comenzó a girar con ellos, en círculos, en todas las

direcciones, sintiendo que al fin su espíritu era libre.

-¡Por favor!-suplicó en un llanto la voz de Niek, apenas

audible.

Su cuerpo comenzó a cambiar, sus brazos ondearon,

espumantes; comenzaba a convertirse en parte del mar, a

acoplarse en aquella danza con él. Giró, deseoso de ser uno

con el océano, anhelando que su alma pudiera ocupar esa

inmensidad.

-¡No!-ese grito resonó en sus oídos, se hundía cada vez

más, se fundía con las aguas, ya no sentía el frío del océano

lamer su piel: ya no tenía piel. Las aguas cubrieron su

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

784

rostro, su nariz, sus ojos. Su consciencia se fue a negro.

Entonces ya no supo más. << ¡No!>> ese grito aún vibraba

en el aire y en el mar.

FIN.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

785

Dedicatoria de La Leyenda del Holandés Errante:

El día ha llegado. El telón se ha bajado; los papeles

desaparecen, ya no hay un rol por cumplir. La historia

concluye y ya es sólo pasado tejiéndose en nuestras cabezas

hoy y por siempre. Las luces se apagan y ya todo es vacío

para no volverse a llenar. Hoy se ha terminado de escribir

La Leyenda del Holandés Errante, mi tercera novela. Pero

es imposible cerrar a sangre fría dos años con diez meses y

dieciséis días de sueños y trabajo. Aún me faltan cosas por

decir, así que envueltos en la inmortal << Alas de Fuego >>

de Tierra Santa nos reuniremos por última vez en torno a

las últimas palabras que se tejerán en esta historia.

Dedico La Leyenda del Holandés Errante

A la primera persona en quien reconocí las Alas de Fuego:

Mi madre.

Porque más allá de cualquier cosa

Esta es una historia que habla de

Resistir, luchar y nunca perder la fe.

Su temple y experiencia,

Perseverancia y valor,

Me enseñaron lo necesario

Para jamás un objetivo abandonar.

Dedico también este relato al Tío Eduardo,

Esta familia ya no es de tres, es de cuatro;

Y le quiero agradecer por su apoyo, por su complicidad

Y por formar parte de nuestras vidas:

Esta casa no es lo mismo sin él.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

786

Este libro también es para Mustafá,

Solo un perro, muchos dirán;

Pero la familia es la familia,

Y él, desde hace mucho, es parte de ésta.

A ellos tres les doy gracias por ser mi familia.

En el camino he conocido a mucha gente

Cuyos destinos de han unido con el mío.

¿Cómo no mencionar al increíble 1° “G”,

Ahora 4° “G” del Liceo Abate Molina de Talca?

¿Cómo omitir a esos geniales compañeros?

Podría decir que no los recuerdo,

Podría fingir que no los conocí;

Pero ellos no sólo se adjudicaron el capítulo noveno,

Ni esta historia,

En la cual quise plasmar la unión

Que siempre les caracterizó,

Sino que son dueños también de mi amistad.

No puedo evitar mencionar a Dárlyn,

Aquella que de las cenizas resurgió;

No puedo decir que no conocí a Bryan,

Más que un amigo, un hermano.

No puedo omitir tampoco a José,

Brillante –e insistente- amigo y lector.

Tampoco puedo obviar mis respetos a

Varo, Adela y a la Chica Pirata.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

787

Puedo viajar a una sala de clases,

Ir al pasado

Y retornar a los felices años de preadolescencia.

Puedo ver a Val,

Genial amiga que siempre estuvo conmigo.

Puedo ver a Jan,

Que ya no esté cerca nuestro

No significa que no sea nuestra amiga.

Puedo ver a Thom,

Pequeño hermano menor

Cuyo destino debe aprender a andar.

Podría quedarme en ese pequeño universo

Y no estaría mal;

Sería un sueño.

Puedo seguir viajando,

Ir al futuro.

Veo a Yeison,

Aquella especie de mentor

Que tomó cuerpo en uno de los más entrañables amigos

Que jamás he tenido.

Puedo dejarle ahí y seguir andando.

¿De eso se va la vida?

Somos actores que subimos y bajamos

Del tablado del destino

Y Dios es el gran guionista.

Veo luego a Carolyn,

Genialísima cómplice

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

788

Y guía en un nuevo mundo.

La dejaremos en paz y seguiremos viajando.

Veo luego a La Rama Culta…

Veo a Ed,

Un genio en ciernes;

A Lipe,

Alguien siempre dispuesto a compartir;

A Dieguito,

Un artista innato;

A Manu,

El tipo más místico que he conocido;

A Tam, a Tithen,

A Nat y a Magda,

Las hermanas que he encontrado

En un mundo que me era desconocido;

A Dumi,

Sencillamente, el mejor enano del mundo;

A Ariela,

A quien extraño;

A Morrie,

Cuyas conspiraciones me gusta compartir;

A Jaz,

A quien sus deseos por descubrir el mundo

La llevarán lejos.

Todos ellos son grandes amigos,

Son los que quedan,

Esas voces que resuenan,

Pese a que no las oigas.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

789

Aparecen también,

A la berma del camino,

Gabriel,

El encantador licántropo,

Fantástico amigo

Que pese a haber sufrido en esta vida,

Batalla por ponerse de pie,

Continuar

Y ser el mejor.

Gracias por tu ejemplo, Lobo.

Se perfila bajo una farola

La silueta de Mati,

Quien cumple un excelente papel

Como hermano mayor.

Se vislumbra, finalmente, Martín,

Quien representa el significado

De la verdadera amistad.

La Leyenda del Holandés Errante

Hubiese sido imposible de realizar

Sin lectores como:

Azel, Morgund y Duqueuviedo;

ChristianPriArri, Quilapan y Dromedario 81;

Kpalomar, Mente_Veloz y Stracciatella;

Ticaa, Sheisan e Ivette27

Y todos aquellos que permanecieron en las sombras.

Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante

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La Leyenda del Holandés Errante es para todos vosotros:

Familia, amigos y lectores.

Dichas estas palabras,

Puedo despedirme de Liselot,

Lodewijk,

Y tantos otros.

Al fin, y de una buena vez,

Dejémosles ir en paz.