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Si bien en la actualidad la figura del corrector apare- ce en ciertas ocasiones fusionada con la del editor, su labor requiere no solo de conocimientos técnicos, sino de saberes, i.e. competencias enciclopédicas, gra- maticales y textuales, cuya aplicación exagerada o inadecuada puede, sin embargo, corromper desde los cimientos la especificidad de su tarea en tanto involu- cra, paradójicamente, dos grandes peligros: la sobre- corrección y la ultracorrección. Corregir es entonces una técnica, que se nutre de conocimientos previos y de procedimientos específi- cos, pero también es un arte, ya que no existe una única versión posible para corregir un texto. 26 P ÁGINAS DE G UARDA | Nº 1 O TOÑO 2006 María Marta García Negroni - Andrea Estrada / Saberes y competencias del corrector de estilo ¿Corrector o corruptor?

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Si bien en la actualidad la figura del corrector apare-

ce en ciertas ocasiones fusionada con la del editor, su

labor requiere no solo de conocimientos técnicos,

sino de saberes, i.e. competencias enciclopédicas, gra-

maticales y textuales, cuya aplicación exagerada o

inadecuada puede, sin embargo, corromper desde los

cimientos la especificidad de su tarea en tanto involu-

cra, paradójicamente, dos grandes peligros: la sobre-

corrección y la ultracorrección.

Corregir es entonces una técnica, que se nutre de

conocimientos previos y de procedimientos específi-

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/Saberes y competencias

del corrector de estilo

¿Correctoro corruptor?

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I . IN T R O D U C C I Ó N

La corrección de estilo se define habitualmente como el proceso de revi-sión de un texto original con la finalidad de intervenir en los distintosniveles de la composición textual. La corrección implica pues la revisiónde pruebas de galera y página o de las versiones digitales impresas detextos y gráficos en su etapa final antes de la impresión. Pero además de este nivel de intervención, existe otro referido no ya al alcance, sinoal tipo de corrección. La corrección de concepto es la revisión general deuna obra científica o técnica por parte de un especialista con la finalidadde examinar el contenido y el modo en que ha sido expuesto por suautor o autores. Se reserva, en cambio, el término de corrección de esti-lo para los otros niveles de la revisión del texto, como el ortotipográfi-co, el gramatical y el léxico.1

No es nuestro objetivo dar cuenta aquí de los avatares sufridos porel trabajo del corrector a lo largo de la historia. Pero sí nos interesa seña-lar el viraje conceptual que los tiempos y la era informática proyectaronsobre la tarea. Así, el modelo de representación de un corrector fluctúaentre el sabio meticuloso, de amplio saber enciclopédico, y el mero bus-cador de erratas, cuyo trabajo privilegia la rapidez sobre la calidad de lapublicación.

Tal como señala M. López Valdés (2001), en el mundo grecolatino,el lector o anagnostes era una figura muy apreciada, cuya tarea consis-tía en revisar la copia original elaborada por el escriba o scriptor libra-rius, enriqueciéndola con notas críticas –llamadas escolios– para el lec-tor. Durante la Edad Media, la corrección de estilo deja de ser una tareaespecífica y se fusiona con la del escriba, quien en los monasterios cris-tianos se encargaba de copiar en forma manuscrita los originales deautor. El amanuense (del lat. servus ad manum) también realizaba tare-as de corrección, y debía poseer no solo una excelente caligrafía, sinouna vasta formación enciclopédica.

La figura del corrector de estilo o castigator, separada de la del copis-ta, vuelve a surgir con el advenimiento de la imprenta. En general se tra-taba de un intelectual o al menos de un estudiante universitario con unsólido manejo del griego y del latín. Pero luego de su apogeo durante lossiglos XV y XVI, en los que muchos sabios y escritores se emplean comocorrectores en las editoriales (Febvre y Martin, 2005:163), en los siglossiguientes la tarea del corrector de estilo comienza a perder prestigio,pues su trabajo pasa a ser visto como una tarea técnica restringida espe-cíficamente a la identificación de erratas. Es recién en el siglo XX cuan-do el corrector de estilo vuelve a tener un papel preponderante y la

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1. Ambos tipos de correcciones se rea-lizan sobre las versiones digitales impre-sas o "galeradas", término que surgióen la época de Gutenberg para referir-se al texto compuesto por líneas de lamisma medida pero sin compaginar.

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corrección alcanza un nivel de especificidad tanto “desde el punto devista lingüístico, gramatical y ortográfico, como desde el semántico yléxico” (J. Martínez de Sousa, 1999:188).

Como puede constatarse, la tarea del corrector no siempre ha sidoconsiderada en su especificidad. De hecho, aún hoy, para ciertos auto-res, el corrector carece de autoridad para hacer cambios de palabras–excepto en el caso en que el editor lo haya autorizado–, y debe limi-tarse a corregir errores flagrantes en el original. Es precisamente porello, que J. A. Tarutz (1992) considera obsoleto el trabajo del correctorde pruebas, ya que el advenimiento de la composición digital ha elimi-nado el tipiado del texto y, consecuentemente, el paso de comparaciónposterior de las dos versiones, al tiempo que ha agilizado la tarea decorrección, haciéndola más rápida y más barata. Ahora bien, si nocaben dudas acerca de que el avance de la informática ha modificado lametodología y los procedimientos propios de la corrección, no es cier-to que se trate de una actividad en extinción o, en todo caso, al alcan-ce de cualquiera que pueda manejar un programa informático. Por elcontrario, la instancia de corrección de estilo sigue siendo una prácticafundamental en las etapas de composición y edición de una obra. Y nosolo porque el corrector de estilo se erige como el nexo mediador entreel editor y el autor o el traductor, sino porque su intervención presupo-ne el manejo de competencias específicas que identifican su labor, másque con una práctica adquirida de oficio, con un saber altamente espe-cializado. En otras palabras, un corrector deberá sin duda poseer lahabilidad necesaria para distinguir erratas pero también, y sobre todo,una serie de competencias en el manejo de la lengua, la gramática y lasconvenciones ortotipográficas.

I I . CO M P E T E N C I A S E S P E C Í F I C A S D E L C O R R E C T O R D E E S T I L O

Como es sabido, el término competencia fue acuñado por NoamChomsky en 1965 para aludir al conocimiento que todo hablante-oyen-te tiene del lenguaje y a su capacidad para actuar lingüísticamente. ParaChomsky, la competencia es de tipo gramatical y mental, no tiene encuenta el uso y supone una comunidad lingüística homogénea y unhablante-oyente ideal. Dell Hymes (1972), por su parte, cuestionó esacaracterización y propuso la noción de competencia comunicativa, laque, más amplia que la lingüística, incluye todos los sistemas semióticoscon los que cuenta una comunidad sociocultural dada. Para Hymes, enefecto, el sujeto hablante no solo tiene un conocimiento de su lenguasino que además dispone de otro tipo de capacidades o conocimientos

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que le permiten saber, por ejemplo, cuándo hablar, cuándo callar, quédecir, a quién dirigirse y de qué modo hacerlo.

En estrecho vínculo con la noción de competencia comunicativa,caracterizaremos aquí las competencias específicas del corrector deestilo como el conjunto de habilidades (i.e. procedimientos y recursos)relacionado con el conocimiento del lenguaje y su uso en contexto, quedebe poseer o adquirir un corrector para poder enmendar, mejorar oenriquecer un texto con pericia y solvencia. Las competencias en cues-tión conciernen a tres grandes esferas de conocimientos por lo que, enlo que sigue, distinguiremos competencias enciclopédicas, gramaticalesy textuales.

Las competencias enciclopédicas, también llamadas competenciasculturales, están integradas por el conjunto de conocimientos implícitossobre el mundo, tanto generales como específicos, que dependen, engran medida, de la formación o el bagaje cultural del corrector. Íntima-mente relacionados con las competencias lingüísticas, por un lado, y conlas ideológicas, por el otro,2 los conocimientos enciclopédicos son losque le permitirán corregir textos especializados, pero también tomar lasdecisiones necesarias sobre sus aspectos más generales. Así, por ejemplo,un corrector solvente no dudará en especificar, si está corrigiendo untexto sobre la Fiesta de San Patricio –en el cual se alude a los orígenesromano-británicos del santo– que fue después de Cristo la era del sigloIV en que se desarrolla la historia en cuestión. Y este dato surge del sim-ple hecho de que se trata de la vida de un santo y que, como tal, solopuede haber vivido después de Cristo.

Pero la corrección no siempre resulta tan simple como en el ejem-plo, por la sencilla razón de que en ciertas oportunidades solo es posi-ble corregir o reponer datos a partir de redes conceptuales o de rela-ciones de interpretación que, según Eco, están registradas en el tesorode la intertextualidad. Por ejemplo, la palabra /gato/ posee varias defi-niciones (felino doméstico, animal adorado por los egipcios, el animalque Collodi compara en astucia y maldad con el zorro, etc.):

situadas intersubjetivamente en algún texto de esa inmensa biblio-teca ideal cuyo modelo teórico es la enciclopedia. Cada una de esasinterpretaciones define en algún aspecto qué es un gato y, además,permite conocer siempre algo más acerca del gato. Cada una de esasinterpretaciones vale y es actualizable en determinado contexto,pero la enciclopedia debería proporcionar en principio instruccionespara interpretar del modo más fructífero la expresión /gato/ ennumerosos contextos posibles (2000:132).

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2. Según C. Kerbrat-Orecchioni (1986),las competencias ideológicas se definencomo el conjunto de los sistemas deinterpretación y de evaluación del uni-verso referencial.

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Pero ¿qué decisión tomar, si se está corrigiendo la biografía del poetaAntonio di Marco y, por ejemplo, entre las obras de su autoría, se con-signa Una temporada en babia? ¿Cómo interpretar la palabra “babia”?¿Como sinónimo de “distracción” o como Babia, el territorio ubicadoen las montañas de León, España? En este caso, lo más conveniente seráque el corrector se remita en primera instancia al autor y, si no es posi-ble, acuda a la biblioteca, pero no a su biblioteca ideal –la enciclopediaa la que alude Eco– sino a la real y, más específicamente, al sector quecontiene los denominados materiales de referencia.

Los materiales de referencia incluyen todos los libros de consulta alos que el corrector puede “referir” sus dudas, sean éstas terminológi-cas, gramaticales o temáticas. En relación, específicamente, con las últi-mas, los diccionarios especializados por temas (literatura, lingüística,religión, comidas, periodismo, edición, etc.) pero, sobre todo, las enci-clopedias resultan sin duda herramientas muy valiosas. En efecto, comoafirma J. Sabor (1978), la importancia de este último tipo de materialde consulta:

[...] está determinada, principalmente, por la amplitud de su plan,que le permite ser utilizada para las más variadas clases de consultas.Su utilidad es fundamentalmente informativa, pero se extiende aotros campos, en especial el bibliográfico y biográfico, en los cualesespecialmente en el segundo puede competir a veces con repertoriosespecializados (p. 38).

Habrá de tenerse en cuenta, sin embargo, que la enciclopedia –comotoda obra de referencia– está sujeta al inexorable paso del tiempo, pro-blema que en la actualidad ha sido salvado gracias al advenimiento deInternet en cuyas versiones en línea, estas obras pueden mantener conti-nuamente actualizados sus contenidos.

Las competencias gramaticales aluden al conocimiento de las normasque rigen los distintos componentes del código lingüístico y a la capaci-dad del corrector de intervenir en los distintos niveles de la estructuraoracional, lo que a su vez generará procedimientos específicos de correc-ción. Siguiendo a E. Benveniste (1974 [1964]) distinguiremos tres nive-les básicos.3

1. N I V E L F O N E M Á T I C O

Nivel inferior cuya unidad mínima –el fonema– es una entidad seg-mentable, sin significado en sí misma pero que permite distinguir signi-ficados. De allí que la sustitución del fonema /r/, por /p/ y /n/ dé como

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3. En su artículo "Los niveles del análi-sis lingüístico", E. Benveniste distingueen efecto tres niveles: los inferiores, elintermedio y el último. Los dos nivelesinferiores del análisis son el nivel fone-mático, o el de las unidades segmenta-bles mínimas (los fonemas), y el meris-mático, que corresponde al de las uni-dades no segmentables (los merismas orasgos distintivos). Sustituibles enambos casos, estas unidades se inte-gran en unidades más elevadas (losmerismas se combinan en el fonema yel fonema se define como constituyen-te del morfema). El nivel intermediocorresponde al nivel del morfema (for-mas libres o ligadas): sus unidades sedescomponen en unidades fonemáti-cas del nivel inferior y, en su condiciónde unidades significantes, se integranen el nivel superior. Finalmente, esteúltimo nivel es el de la oración. SegúnBenveniste, con ella se franquea unlímite pues se abandona la lenguacomo sistema de signos.

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resultado diferentes unidades léxicas: rata, pata, nata con significadostambién diferentes.

El nivel fonemático opera su vez en dos niveles: el fónico y el gráfi-co, según se trate de lengua oral o lengua escrita. En este último caso, launidad mínima es la letra o el grafema. Ahora bien, la materialidad grá-fica de la lengua impone ciertas reglas –de acentuación,4 de ortografía,uso de mayúsculas, abreviaturas, etc.– que deben ser respetadas comogarantía de inteligibilidad. Los procedimientos vinculados a este nivel decorrección corresponden a la ortotipografía y, además de los ya señala-dos, podemos agregar los relacionados al uso correcto de: versalitas, ver-sales o minúsculas iniciales, letra redonda o texto normal, comillas, etc.y con la revisión de: notas, citas bibliográficas, bibliografía, cronologí-as, índices, glosarios, páginas o elementos que presentan característicasparticulares en la edición (sobrecubierta, cubierta, anteportada, porta-da, páginas de crédito o de derechos, copyright, ISBN, ISSN y depósitolegal, dedicatoria, epígrafes, tablas, foliación o paginación, cabeceras,colofón).

El corrector de estilo, entonces, deberá poseer un solvente dominiode la competencia fonemática para poder corregir lo que, siguiendo a M.A. Álvarez Martínez, denominaremos barbarismos, es decir las faltas“contra la pronunciación correcta5 de una palabra, o contra los acci-dentes gramaticales o incluso contra la ortografía” (2000:537).

Con respecto a la puntuación, el corrector deberá ser consciente deque si bien los signos comenzaron a ser utilizados sistemáticamente enla Edad Media como indicadores para la lectura en voz alta (Calsamigliay Tusón, 1999:96), el texto escrito fue adquiriendo una autonomía talque la puntuación pasó a cumplir otras funciones, como la de organiza-ción gramatical y lógica del sentido.6 Por otra parte, la puntuaciónopera como organizadora de la información en capítulos, párrafos, ora-ciones, etc. y contribuye a caracterizar los distintos tipos textuales. Talcomo señala M. Stern (2004:28):

[...] un texto que hace un uso intenso de paréntesis, puntos y coma,dos puntos y guiones puede desplegar con mayor precisión la inte-rrelación de las diversas ideas que expone y elaborar una complejared de conexiones y relaciones jerárquicas, tal como ocurre en loscasos de los textos filosóficos, ensayísticos o científicos.

Es cierto, por otra parte, que los signos de exclamación e interrogaciónse relacionan estrechamente con la entonación,7 que las comas, los guio-nes largos y los paréntesis permiten enmarcar incisos primarios y secun-darios connotados o no,8 y que ciertos signos como las comillas o las

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4. Para un enfoque cognitivo de laacentuación de los monosílabos, resultainteresante el artículo de GarcíaJurado, M.A., A. Signorini y C. Borzi (s/f)“La acentuación gráfica de los mono-sílabos: una interpretación cognitivo-prototípica”. En: <http: www.educ.ar/educar/superior/biblioteca_digital>.

5. Algunos barbarismos asociados a lapronunciación defectuosa y que luegopueden reflejarse en la escritura son:a) vicios en la pronunciación y escritu-ra de ciertos diptongos y de ciertosgrupos consonánticos complejos:*mostro por monstruo, b) confusión /l/y /r/: *tergopol por telgopor, c) para-goge o adición de sonidos al final deuna palabra: vistes, nadies, d) metáte-sis o cambio de lugar de algún sonidoo sílaba: *dentrífico por dentífrico,*plesbicito por plebiscito, e) casos deconfusión de sonidos debido a falsasetimologías: *destornillarse de risa pordesternillarse de risa (por asociacióncon “tornillo”).

6. Para un estudio sumamente intere-sante y sugerente de la puntuación enespañol, véase Millán, J. A. (2005).

7. Se tendrá en cuenta aquí que, talcomo señala M. T. Serafini (1992), lossignos de puntuación no siemprereproducen en el escrito las pausas y laentonación del discurso hablado. Paraun estudio de esas diferentes fun-ciones (puntuación mínima, clásica yenfática), podrá consultarse Serafini,M.T. (1992:239-242).

8. En la medida en que el fragmentoentre comas se integra plenamente enla oración, las comas acotan incisos pri-marios. Los guiones largos y los parén-tesis delimitan, en cambio, segmentosmás desvinculados, sintáctica y semán-ticamente, del resto (Figueras, 2000).

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rayas cumplen funciones polifónicas e introducen otras voces en la super-ficie discursiva señalando la alteridad constitutiva de todo discurso.9

Incluso la puntuación regula las inflexiones de la lectura en voz alta pero,a pesar de que existen distintas concepciones en cuanto a la relación entrela oralidad y la escritura,10 ambos códigos –oral y escrito– son indepen-dientes, es decir dos manifestaciones posibles del código lingüístico.

2. N I V E L M O R F O L Ó G I C O

La unidad mínima –el morfema– es inferior a la palabra o coincidentecon ella y posee significado en sí misma.

Las competencias del corrector en este nivel le permitirán corregiradecuadamente los errores de género y número, de concordancia sus-tantivo-adjetivo, de uso de los artículos, de morfología verbal, entreotros, así como también atender a los problemas referidos a la forma-ción de palabras (por derivación, composición, derivación impropia oderivación delocutiva), y a los neologismos, préstamos, calcos y extran-jerismos.

En relación con estos últimos aspectos, señalaremos que la incorpora-ción de nuevos términos al vocabulario y de nuevas acepciones para tér-minos ya existentes resulta una realidad innegable y necesaria en una len-gua moderna estándar. Tal como señala M. A. Álvarez Martínez (óp. cit.):

Al fin y al cabo, la lengua no es un organismo muerto, ni un objetoacabado y perfecto que haya que preservar en una urna o en unmuseo, sino que está viva, en constante movimiento. Por ello no puedeser absolutamente acotada, de modo que las normas o reglas de com-portamiento que se establezcan tienen que ser flexibles e ir adaptán-dose a las alteraciones que experimenta la propia lengua (2000:536).

Por lo tanto, en su tarea, el corrector deberá tener en cuenta tanto losfenómenos relacionados con la neología formal (creación de nuevaspalabras ex nihilo, o a partir de elementos léxicos existentes mediantelos procedimientos de sufijación, prefijación y composición, o por acro-nimia, siglación y préstamos)11 como los relativos a la neología semán-tica (creación de lexías complejas, por conversión de categoría gramati-cal de un determinado lexema, por metáfora).

Así pues, y si es cierto que una lengua sin neologismos es una lenguamuerta, y una lengua sin arcaísmos es una lengua sin historia, es condi-ción fundamental para el corrector el conocimiento de los distintos pro-cedimientos de formación neológica y, por lo tanto, de la morfología dela lengua. También lo será el manejo de los criterios de aceptabilidad que

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8. En la medida en que el fragmentoentre comas se integra plenamente enla oración (i.e. guarda estrecha relaciónsintáctica y semántica con el resto), lascomas acotan incisos primarios. Losguiones largos y los paréntesis delimi-tan, en cambio, segmentos más des-vinculados, sintáctica y semánticamen-te, del resto. Según C. Figueras(2000:144), mientras que los parénte-sis suelen enmarcar informaciónsecundaria no connotada, los guioneslargos encierran “incisos que interrum-pen el hilo discursivo para introducircomentarios subjetivos, valoraciones,aclaraciones sugerentes o irónicas”.

9. En efecto, tal como señala J.Authier (1981, 1995), al circunscribirun punto de heterogeneidad, lascomillas indican la homogeneidad delresto que queda así, por diferencia, acargo del locutor. Éste aparece puescomo alguien que domina las pala-bras, que es capaz de tomar distanciay de emitir un juicio sobre ellas en elmomento mismo en que las utiliza.

10. Para un enfoque general de lasdistintas concepciones y modelos de larelación entre el código oral y el escri-to, ver Cassany, D. (1987). En el mismosentido, también podrá consultarseBlanche-Benveniste, C. (1998).

11. Como sostiene Álvarez Martínez(óp. cit., p. 544), los préstamos dicenmucho acerca de la capacidad de adap-tación y de las circunstancias históricasy culturales que rodean a una lengua.Es habitual distinguir entre préstamospropiamente dichos, extranjerismos ycalcos. Ejemplos de préstamos son,entre otras, las palabras “fútbol”,“interviú”; de extranjerismos, las pala-bras football o background, que deben,por lo tanto, ir en bastardilla; de calcos,“balompié” (del inglés football), “perrocaliente” (del inglés hot dog) o “media-luna” (del francés croissant).

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rigen para los vocablos en el plano general de la lengua o en los reper-torios terminológicos. Según L. Guilbert (1975), dichos criterios puedenresumirse de la siguiente manera: a) desde el punto de vista fonético yortográfico, cuando el neologismo se adapta a la lengua de llegada (porejemplo, la palabra “escáner”); b) desde el punto de vista morfosintác-tico, cuando el neologismo sirve para la formación de derivados (porejemplo, “escanear”, “escaneado”); c) desde el punto de vista semánti-co, cuando comienza a desarrollar nuevos sentidos y se vuelve polisémi-co (por ejemplo, “escáner” se aplica tanto al dispositivo que explora unespacio o imagen y los traduce en señales eléctricas para su procesa-miento, como al aparato médico que produce por medio de un determi-nado método de exploración –rayos X, ultrasonido o resonancia mag-nética– una representación visual de las secciones del cuerpo). Otroejemplo del mismo orden es el del término ‘flash’ [en el DRAE (vigési-ma primera edición) figura ‘flas’; en la versión en línea (vigésima segun-da edición), se consigna ‘flash’] del inglés “destello de luz”, que se apli-ca tanto al dispositivo fotográfico para iluminar una escena, como a unrecuerdo retrospectivo, a una idea repentina, o a una noticia de últimomomento. Flash, por otra parte, ha comenzado ya a formar derivadosen el español coloquial y, aunque todavía no aparecen registrados en losdiccionarios, resultan habituales en el español del Río de la Plata, “flashear” que significa “impactar” (referido por ejemplo a la bellezafísica) y “flasheado” que, tal como es utilizado actualmente por los ado-lescentes, sirve para descalificar a alguien que se encuentra bajo los efec-tos de las drogas.

En síntesis, al conocimiento calificado y solvente de la estructurajerárquica de la palabra, el corrector de estilo competente deberá sumarla reflexión sobre la motivación intrínseca de la lengua en la formacióne incorporación de palabras nuevas y en el desarrollo de significadosnuevos para términos ya conocidos.

3. N I V E L S I N T Á C T I C O

Este último nivel del análisis gramatical es el correspondiente a la oración.Según Benveniste (óp. cit.), se franquea aquí un límite y entramos en unnuevo dominio: el de la lengua considerada no ya como sistema de signossino como instrumento de comunicación, cuya expresión es el discurso.

Relacionados con su competencia en este nivel, los errores que elcorrector deberá corregir son los llamados solecismos. Definidos comoerrores de sintaxis o como usos incorrectos de ciertas expresiones, lossolecismos incluyen desde problemas de concordancia sujeto / verbo, de

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régimen verbal, de consecutio temporum, hasta los relacionados con eluso del gerundio, de los pronombres relativos, de las preposiciones yconjunciones, pasando por cuestiones relativas a las pasivas con ‘se’ y alas impersonales, así como también a la pronominalización de los obje-tos directo e indirecto, entre otros. El conocimiento de la sintaxis ora-cional (concordancia, régimen y construcción) y de la función sintácticade cada una de las clases de palabras12 resultan competencias funda-mentales en este nivel de corrección.

Pero si bien el corrector de estilo debe atender a la normativa vigen-te, no por ello debe permanecer ajeno a los usos que, aun consideradosincorrectos por la norma académica, son el resultado de la evoluciónconstante de la lengua. Resulta fundamental entonces que actualice sussaberes y conocimientos con respecto, por ejemplo, a ciertos errores noestigmatizados y sumamente frecuentes como el queísmo (cf. Estoy segu-ra que todo saldrá bien), el “que galicado” (cf. Fue allí que lo encontré)tachado de “crudo galicismo” por A. Bello, o el uso de le en función deobjeto directo (cf. Nunca le vi tan triste), los clíticos caníbales13 (cf. Perosi ese cuento ya se los conté ayer) y el “le” inmovilizado en singular (cf.Para dejar de robarle a los jubilados). Su actitud también deberá serabierta y cuidadosa frente a la cada vez más alta frecuencia del presente(en lugar del imperfecto) del subjuntivo en los verbos regidos o subordi-nados en oraciones del tipo El ministro negó que sus colaboradores acep-taran/acepten coimas,14 o incluso frente a la alternancia cada vez más asi-dua entre el condicional simple y el imperfecto del subjuntivo en las posiciones condicionales de segundo tipo, como por ejemplo en Si *ten-dría/tuviera plata, no trabajaría.15

Las competencias textuales constituyen el tercer tipo de habilidades yconocimientos que un corrector de estilo capacitado debe poseer, y se rela-cionan no ya con el nivel oracional sino con el de la organización textual.

Siguiendo a Halliday y Hasan (1976), definiremos al texto como unaunidad de significado y no de forma. No se trata pues de una entidad gra-matical (como la cláusula o la oración) sino de una unidad de lenguaje enuso. En tanto acontecimiento comunicativo, el texto debe cumplir conciertas normas de textualidad, las que, según De Beaugrande y Dressler(1997), son la cohesión, la coherencia, la intencionalidad, la aceptabili-dad, la situacionalidad, la intertextualidad y la informatividad. Ahorabien, si todas estas normas funcionan como los principios constitutivosde la comunicación textual,16 dos resultan particularmente relevantespara la tarea del corrector: la coherencia y la cohesión, y ello en la medi-da en que, centradas en el texto y en la distribución de la información,designan operaciones enfocadas hacia los materiales textuales.17

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12. Sobre este punto, podrá consultar-se el siempre actual “Las clases depalabras en español como clases fun-cionales” de A. M. Barrenechea y M.V. Manacorda de Rosetti (1969).

13. Para una explicación de los clíticoscaníbales (así llamados porque uno deellos sustrae rasgos que le pertenecenal otro) relacionada con las consecuen-cias de la pérdida del vosotros en elespañol de América véase CompanyCompany, C. (1997).

14. Sobre la consideración de la rele-vancia del rasgo +/-pasado del subjun-tivo en contextos como el menciona-do, podrá consultarse el interesantetrabajo de Suñer, M. y J. Padilla Rivera(1990).

15. Al respecto, podrá consultarseLavandera, B. (1975).

16. En efecto, como afirman DeBeaugrande y Dressler (1997:35), si untexto no satisface alguna de estas nor-mas, no puede considerarse que esetexto sea comunicativo.

17. Relacionados con la constitucióndel texto, los términos “coherencia” y“cohesión” se utilizan a menudo co-mo sinónimos (cf. por ej., Charolles,1978) o como incluidos uno en el sen-tido del otro (para Calsamiglia y Tusón,1999, por ejemplo, la cohesión es unamanifestación de la coherencia). Esque la relación entre ambas propieda-des es muy estrecha. De hecho, si bienno puede asegurarse que un texto co-hesivo sea necesariamente coherente,un texto coherente es normalmentecohesivo.

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La coherencia puede definirse como la organización estructurada de lainformación lógico-semántica de un texto. En este sentido, un texto seráconsiderado coherente si su estructura significativa –tanto en lo concer-niente a las relaciones de las palabras entre sí dentro del mismo textocomo a las que ellas mantienen con el contexto– resulta temática y lógi-camente consistente, al tiempo que pragmáticamente interpretablemediante la activación de las inferencias necesarias a partir de los conoci-mientos previos. En efecto, como afirma G. Reyes (1999:130), “interpre-tar un texto es un proceso doble. Por un lado, descodificamos los signoslingüísticos, atribuyéndoles significados. […] Por otro, inferimos todo loque no está dicho”. Pero si ningún texto dice explícitamente todo, ello nosignifica que puedan producirse en él saltos lógicos que impidan su correc-ta interpretación. Tampoco resultan apropiados los cambios constantes detópico o la presencia de informaciones irrelevantes o redundantes. De allíque el corrector de estilo deba focalizar su atención en que las relacionessemánticas entre las distintas partes resulten evidentes y en que la traba-zón lógica del texto quede garantizada por una adecuada argumentación.También deberá asegurarse de que el texto tenga claramente un tema cen-tral y controlar que la información nueva que propone sea relevante y quela información conocida quede correctamente presupuesta.

Por su parte, la cohesión es un concepto semántico que se refiere alas relaciones de sentido existentes dentro del texto. Dado su carácterrelacional, la cohesión ocurre cuando la interpretación de un elementodel discurso es dependiente de la de otro. No es pues la existencia de unaclase particular de ítems lingüísticos lo que define la cohesión, sino elestablecimiento de relaciones semánticas entre ellos dentro del texto.Ahora bien, si la cohesión es una relación semántica, ella se manifiestaa través del sistema léxico-gramatical de la lengua. Por ello, el correctorcompetente prestará especial atención a la apropiada utilización de losrecursos gramaticales y de los procedimientos léxicos para el estableci-miento de lazos cohesivos que aseguren el necesario entramado textual.Respecto de los recursos gramaticales, sus competencias textuales lepermitirán verificar entonces la correcta utilización de las referenciasanafóricas y catafóricas –tanto pronominales como demostrativas ycomparativas–, de las formas de sustitución (i.e. reemplazo de un ítempor otro) y elipsis (i.e. sustitución por cero), y de los conectores textua-les (aditivos, adversativos, causales, de reformulación parafrástica y noparafrástica, de organización textual, etc.) que especifican la manera en que lo que sigue resulta conectado con lo anterior. En relación con los aspectos vinculados al vocabulario, su preocupación se centrará en losmecanismos de reiteración (repetición, sinonimia, superordinación,

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palabras generalizadoras) y colocación o asociación de ítems léxicos quecoocurren con regularidad en los discursos.

Debe señalarse aquí que, a diferencia de los errores ortotipográficos oincluso morfosintácticos, los descuidos y las fallas en los aspectos relati-vos a la coherencia y cohesión textuales pueden entorpecer la lectura eincluso la comprensión del texto. Como señala M. Garachana(2000:185), “una estructuración inapropiada de la información puedeplantear importantes dificultades de interpretación”. En consecuencia, esimportante que el corrector sea cuidadoso en este nivel para garantizarque el contenido que se quería comunicar haya quedado plasmado nosolo con corrección grafémica y sintáctica sino también y sobre todo conuna distribución informativa equilibrada, lógicamente estructurada a lolargo del texto y cohesivamente enlazada en la superficie lingüística.

Pero el texto no solo ha de ser coherente y cohesivo. También deberáser adecuado a la situación comunicativa en la que se produce, al géneroal que pertenece y al tema de que trata. Y aquí la elección de la variedaddialectal (estándar o dialectal) y del registro (general o especializado; for-mal o informal; más objetivo o más subjetivo) juega un rol primordial. Enefecto, dado que en las palabras y en sus combinaciones radica la capaci-dad de comunicar de un texto, la selección de un léxico preciso, riguroso,rico y elegante redundará en su eficacia comunicativa. El dominio porparte del corrector de esta competencia, que le permitirá la corrección de“vulgarismos o impropiedades léxicas”, pero también de palabras pocoadecuadas, vagas, reiteradas, ambiguas o incorrectamente combinadas,requiere pues que conozca la especificidad de los géneros y de las secuen-cias discursivas y cuente, además, con materiales de consulta específicos.Resultan así de vital importancia para su tarea de corrector, los dicciona-rios de uso general (como por ejemplo, el Diccionario de uso del españolde María Moliner, el Diccionario de la Real Academia Española, o elClave. Diccionario de uso del español actual), los manuales y los libros deestilo (como el Manual del español urgente de la Agencia EFE, o elManual de estilo y ética periodística de La Nación, por mencionar solodos), los manuales de dudas (entre otros, el reciente y completísimoDiccionario panhispánico de dudas de la RAE), los diccionarios de sinó-nimos (como el Diccionario de sinónimos y antónimos del grupo editorialOcéano) así como también los repertorios terminológicos (entre otros,Diccionario terminológico. Sociología, Diccionario terminológico.Lingüística, Léxico de los deportes olímpicos, o sitios de consulta en la redtales como, para el área de medicina http://www.iqb.es/diccio/p/a.htm) yfinalmente, los diccionarios ideológicos, que contienen palabras ordena-das por ideas y permiten encontrar términos de significado conceptual-

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mente próximo (como el Diccionario ideológico de la lengua española dela serie Vox y el Diccionario Redes dirigido por I. Bosque). Y es que corre-gir y pulir el estilo de un texto también implica cuidar que el vocabularioempleado resulte adecuado, preciso y cortés (i.e. no discriminatorio) paracada situación comunicativa textual.

I I I . A M O D O D E C I E R R E

“¿Corrector o corruptor?”, se preguntan algunos autores cuando “nego-cian” los cambios que el corrector les propone para sus textos. Y es quela tarea de corregir involucra dos grandes peligros que surgen, paradó-jicamente, del conjunto de habilidades caracterizadas en este artículocomo competencias enciclopédicas, gramaticales y textuales. Porque laaplicación exagerada de tales procedimientos puede constituirse a su vezen fuente inagotable de nuevos errores y entonces corromper desde loscimientos la especificidad de la tarea.

El corrector no debe olvidar que su trabajo está supeditado al delautor, por lo que debe evitar sobrecorregir y ultracorregir. En el primercaso, en el que la intervención en los textos ajenos no busca mejorar losaspectos que se apartan de la normativa canónica, sino simplementehacer prevalecer sus preferencias estilísticas y personales, se produciráninevitablemente desajustes tanto intratextuales como interpersonales.

En el segundo, el de la ultracorrección, el riesgo consiste en corregirlo correcto. Como se ha dicho, el trabajo de la corrección se apoya en lanorma, es decir que la adecuada discriminación entre los usos correctosy los incorrectos es de vital importancia para el “buencorregir”. Sinembargo, es necesario considerar que la aceptabilidad de las normasvaría no solo diacrónicamente sino de comunidad en comunidad: elcorrector debe tomar conciencia de que muchos errores que se cometenen un momento histórico terminan finalmente siendo aceptados por lanorma vigente debido a que el uso y el consenso social así lo imponen.

Ultracorregir entonces, implica aplicar sobre un error un criterio yaperimido en el tiempo o bien realizar una transposición errónea de lanormativa vigente. Los niños suelen ser fuente inagotable de este tipo deerrores, como cuando se refieren al barrio de “*Recolecta” por intuirequivocadamente que en “Recoleta” se está elidiendo algún sonidocomo en “*coletivo”. En otro nivel, suele ser un caso muy común deultracorrección “*este aula”, en lugar de “esta aula”, en el cual seextiende en forma equivocada al pronombre demostrativo, la regla delcambio de determinante femenino por masculino ante sustantivo feme-nino con ‘a’ tónica inicial.

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Si bien en la actualidad la figura del corrector –tal como señalamosal principio– aparece en ciertas ocasiones fusionada con la del editor, sulabor requiere no solo de conocimientos técnicos, sino de saberes obte-nidos gracias a una sólida formación cultural, al modo de la que poseí-an los copistas o amanuenses, originarios correctores, cuyo trabajo eru-dito y minucioso era una instancia obligada en la reproducción de unaobra e, incluso, un valor agregado a su calidad y precio de venta.

Pero no solo eso, en la actualidad, el corrector debe poseer un ampliodominio de las competencias lingüísticas que hemos explicitado en esteartículo y aún más, estar dotado del criterio profesional y personal paraadecuarse a las distintas circunstancias laborales que le permitirán apli-carlas de modo conveniente.

Corregir es entonces una técnica, que se nutre de conocimientos previosy de procedimientos específicos que son factibles de ser adquiridos conla práctica. Pero también es un arte, ya que no existe una única versiónposible para corregir un texto.

M a r í a M a r t a G a r c í a N e g r o n i es doctora en Ciencias

del Lenguaje por la École des Hautes Études en Sciences Sociales (1995), investi-

gadora independiente del CONICET, Profesora Asociada Regular de Corrección de

Estilo (UBA) y directora del proyecto UBACYT F127 “Análisis de los aspectos

microdiscursivos del discurso académico. Aplicación a la comprensión, produc-

ción y corrección de textos específicos”. Sus líneas de investigación se inscriben

en el marco de la semántica argumentativa y del análisis del discurso.

A n d r e a E s t r a d a es licenciada en Letras, posee el Diploma de

Estudios Avanzados en Lengua Española y Lingüística General, es Jefa de Trabajos

Prácticos de la cátedra de Corrección de Estilo (UBA), profesional adjunta de la

Carrera de Apoyo a la Investigación del CONICET e investigadora del proyecto

“Análisis de los aspectos microdiscursivos del discurso académico. Aplicación a la

comprensión, producción y corrección de textos específicos” dirigido por María

Marta García Negroni (UBACYT).

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