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MARÍA MADRE NUESTRA P. ÁNGEL PEÑA O.A.R. LIMA – PERÚ 2008

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MARÍA MADRE NUESTRA

P. ÁNGEL PEÑA O.A.R.

LIMA – PERÚ 2008

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MARÍA, MADRE NUESTRA

Nihil Obstat P. Ignacio Reinares

Vicario Provincial del Perú Agustino Recoleto

Imprimatur Mons. José Carmelo Martínez

Obispo de Cajamarca

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ÍNDICE GENERAL INTRODUCCIÓN ........................................................ PRIMERA PARTE - Devoción a María .....................Textos bíblicos................................................................María y los primeros cristianos ................................Dogmas marianos ........................................................María, mediadora universal ........................................Otros títulos marianos.................................................El himno Akathistos ...................................................María y los musulmanes ............................................María y algunos santos .............................................. SEGUNDA PARTE - Devociones a María ...............El Rosario ....................................................................El Ángelus ................................................................La medalla milagrosa .................................................El escapulario del Carmen .......................................Las tres avemarías ....................................................Los cinco primeros sábados .....................................Otras devociones ....................................................... TERCERA PARTE - Amor a María ...................

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Belleza de María .......................................................Las sonrisas de María ..............................................Las flores de María ..................................................Los perfumes de María ............................................María es nuestra madre ............................................Nos defiende del maligno ........................................Oraciones y poesías a María ...................................Contrabando en el cielo .............................................. CUARTA PARTE - A Jesús por María .................Apariciones y milagros de María ...........................Convertidos por medio de María ............................Consagración a María ...............................................Reflexiones ................................................................Invoca a María ............................................................Alabanzas a María .................................................... CONCLUSIÓN ......................................................... BIBLIOGRAFÍA ......................................................

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INTRODUCCIÓN

Este es un libro dedicado a la Vir-gen María. En él deseo expresarle mi cari-ño, que viene desde mi más tierna infan-cia. Por experiencia puedo decir que nunca me he arrepentido de amarla y que, cuanto más la amo, más amo a Jesús. Por eso, quiero presentar este libro con el deseo de que todos los que lo lean puedan amarla también cada día más y amar también cada día más a Jesús.

Comenzaré dando algunos funda-

mentos de la devoción mariana con textos bíblicos, doctrina de la Iglesia, citas de santos... También expondré algunas de las principales devociones a María, con ora-ciones y poesías, todo ello confirmado con muchos ejemplos, que puedan ratificar la

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eficacia de la devoción a María. La última parte trata de María como camino para llegar a Jesús. A Jesús por María. Por me-dio de María, encontraremos siempre a Jesús, como lo encontraron tantos conver-tidos y tantos santos a lo largo de los si-glos.

Les deseo a todos un amor grande y

profundo a María. Que su ternura y amor maternal iluminen sus vidas para que pue-dan encontrar por medio de Ella a Jesús, el amigo que siempre nos espera, en la Euca-ristía.

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PRIMERA PARTE

DEVOCIÓN A MARÍA

En esta primera parte, deseo funda-mentar la devoción a María con textos bíblicos y con la enseñanza de la Iglesia y de los santos. María ha estado siempre en el corazón de la Iglesia y, desde el día de Pentecostés, ha sido la Madre de la Iglesia que ha velado por Ella para ayudarla en los momentos difíciles de crisis y confu-siones para guiarla hacia Jesús. TEXTOS BÍBLICOS

Son muchos los textos del Antiguo Testamento, en que los escrituristas y los grandes santos han visto la presencia de María. Hay textos en los que aparece co-

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mo anunciada o en figura nuestra Madre María.

Ella es prefigurada por Judit, que

corta la cabeza de Holofernes, jefe del ejército de los enemigos del pueblo de Dios, al igual que María pisa la cabeza de Satanás. Igualmente, Ester prefigura a María, porque siendo reina, obtiene que su pueblo no sea exterminado; al igual que María, reina del universo, con su interce-sión, consigue que el pueblo de Dios no sea destruido sino salvado. También el arca de la alianza es figura de María, por-que el arca contenía la presencia de Dios y ¿qué mejor arca que María, que llevó en su seno al Hijo de Dios? María también es prefigurada por aquella nube del profeta Elías. Una nube como la palma de un hombre, que sube del mar... Poco a poco, se fue oscureciendo el cielo por las nubes

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y el viento, y se produjo una gran lluvia (1 Reg 18, 44-45). María es como esa nube pequeñita, aparentemente insignificante, pero que produce una gran lluvia de ben-diciones sobre toda la tierra. Y es dulce y tierna con sus hijos como aquella brisa suave, que acarició a Elías (1 Reg 19, 12). Otra figura de María es la escala de Jacob por donde subían y bajaban los ángeles de Dios (Gén 28,12). Porque ella es el cami-no más corto y fácil para llegar a Jesús y, por tanto, al cielo. Veamos ahora algunos textos, que los santos interpretan referidos a María:

- Pondré enemistad entre ti y la

mujer. Ella te aplastará la cabe-za (Gén 3, 15). Así lo traduce san Jerónimo, inspirado por Dios, en la traducción latina Vulgata, la traducción oficial de

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la Iglesia durante siglos. María aplasta la cabeza de la serpiente infernal, porque contra Ella no puede nada, ya que es purísima e inmaculada, sin el más mínimo pecado.

- ¿Quién es esta que sube del de-

sierto, apoyada en su amado? (Cantar 8, 5). Este texto lo refie-ren a su Asunción a los cielos, pues María sube de esta tierra de desierto, apoyada en su amado Jesús.

- Toda hermosa eres, amada mía,

y no hay mancha en ti (Cantar 4, 7). ¿De quién podría decirse que es inmaculada, sin mancha, sino de María?

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- Ella es resplandor de la luz eter-na, el espejo sin mancha de la actividad de Dios, imagen de su bondad... Es más hermosa que el sol, supera todo el conjunto de estrellas y, comparada con la luz, sale vencedora (Sab 7, 26-29). ¿Quién podría ser más her-mosa que el sol sino María?

- Ella, siendo una, lo puede todo (Sab 7, 27). ¿Quién lo puede to-do con su poderosa intercesión sino María? Ella, como dicen los santos, es la omnipotencia supli-cante. Todo lo puede con su in-tercesión.

- Dios me creó en el principio de

sus caminos y antes de sus obras más antiguas. Desde la eterni-dad fui ungida, antes que la tie-

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rra existiese... Bienaventurado quien me escucha y vela a mi puerta cada día. Porque el que me halla, encuentra la vida y al-canzará el favor de Dios. Y, al contrario, el que me pierde, a sí mismo se hace daño, y el que me odia, ama la muerte (Prov 8, 22-36).

- Yo soy la madre del amor her-

moso y de la santa esperanza. Venid a mí los que me deseáis y saciaos de mis frutos. Porque recordarme es más dulce que la miel y poseerme es más rico que un panal de miel... El que me es-cucha jamás será confundido y los que me sirven no pecarán (Eclo 24, 24-30).

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- He aquí que una virgen dará a luz un niño y le pondrá por nombre Emmanuel (Is 7, 14). ¿Quién ha sido, a la vez, Virgen y Madre fuera de María? Así lo confirma Mt 1, 23, citando este texto.

- Ella es el jardín cerrado, la

fuente sellada (Cant 4, 12), que guarda sus aguas totalmente pu-ras sólo para Dios, porque es virgen.

- Ella es la puerta cerrada de que

habla Ezequiel 44, 1-3: Me llevó luego a la puerta de afuera del santuario, que daba a oriente, pero la puerta estaba cerrada; y me dijo Yahvé: Esta puerta ha de estar cerrada, no se abrirá ni

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entrará por ella hombre alguno, porque ha entrado por ella Yahvé, Dios de Israel. Por tanto, ha de quedar cerrada. Según los santos Padres, esta puerta es fi-gura de María, siempre virgen, pues está totalmente reservada y consagrada a Dios.

Otros autores, siguiendo a san Jeró-

nimo, han visto a María en Isaías 11, 1: Y brotará un retoño del tronco de Jesé y una flor surgirá de sus raíces. Este texto lo interpretaban los judíos del tiempo de Jesús, referido al Mesías. San Ireneo dice textualmente: La Virgen, que concibió a Cristo, era el retoño (Demonstratio 59). También san Hipólito habla de que el re-toño del tronco de Jesé era María, porque Jesé era el padre de David y María era de la descendencia de David. Por eso, dice

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que la flor que surge de sus raíces es Jesús y el retoño es María (Benedictiones Isaac et Iacob I). Lo mismo afirma Tertu-liano (Adversus Marcionem III, 17, 3-4).

María es hermosa como la luna,

resplandeciente como el sol (Cant 6, 10). Y a ella le dice Dios: Ábreme, hermana mía, amada mía, paloma mía, inmaculada mía (Cant 5, 2). Ella es terrible como un ejército formado en batalla (Cant 6, 4). Es terrible contra Satanás, pues le aplasta la cabeza. Hay un texto en el que María apa-rece terrible contra el maligno. Es en Da-niel 2. Allí aparece una estatua grande y de aspecto terrible. La cabeza era de oro puro, su pecho y sus brazos de plata, su vientre y caderas de bronce; sus piernas de hierro y sus pies, en parte de hierro y en parte de barro. Representa esta estatua al rey de las cosas materiales, a Satanás,

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que quiere reinar en el mundo. Pero una pequeña piedra, desprendida, no lanzada por mano humana hirió a la estatua en los pies de hierro y barro, destrozándola. Creemos que esta piedrecita, se refiere a María, que siendo tan humilde y pequeña, sin embargo, puede derrotar el poder de Satanás.

Y, si vamos al Nuevo Testamento,

san Lucas nos habla maravillas de María en los dos primeros capítulos de su Evan-gelio. Empieza con las palabras del ángel que rezamos en el avemaría, palabras di-vinas y evangélicas, que debemos repetir frecuentemente. El ángel le dice de parte de Dios: Alégrate (Dios te salve) llena de gracia, el Señor está contigo (Lc 1, 28). María es llena de gracia, totalmente pura y bella; o, como decimos también, inmacu-lada por un privilegio especial de Dios,

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que en virtud de los méritos de Jesús, la previno de las consecuencias del pecado original y así fue inmaculada desde el primer momento de su concepción.

Su prima santa Isabel le dice, inspi-

rada por el Espíritu Santo, o mejor dicho, le dice el Espíritu Santo por boca de su prima: Bendita tú eres entre todas las mu-jeres y bendito es el fruto de tu vientre (Lc 1, 42). Y María, inspirada por Dios, dice: Todas las generaciones me llamarán bienaventurada (Lc 1, 48).

Por otra parte, Jesús desea que

amemos a María y nos la ha dado como madre al decirnos: Ahí tienes a tu Madre (Jn 19, 27). Son palabras dirigidas a cada uno de nosotros, como siempre se ha in-terpretado. De este modo, María queda

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constituida por Jesús como Madre de to-dos y cada uno de los hombres.

Su poder de intercesión ante Jesús,

queda manifestado con toda claridad en las bodas de Caná, cuando Jesús hace su primer milagro, sólo porque se lo pide su madre, manifestando así su voluntad de hacerla siempre feliz y concederle todo lo que pida (Jn 2).

Y ahora que Ella está en el cielo

como una reina, coronada de doce estre-llas, como dice el Apocalipsis, nos ayuda contra el poder del maligno. Fue arrojado el dragón grande, la serpiente antigua, llamada diablo y Satanás... Se paró el dragón delante de la mujer, que estaba a punto de dar a luz, para tragarse a su hijo en cuanto naciese. Y dio a luz un varón que ha de apacentar a todas las naciones

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con vara de hierro (Jesús)... Y el dragón se dio a perseguir a la mujer (María), que había dado a luz a su hijo varón. Pero le fueron dadas a la mujer dos alas de águila grande... Se enfureció el dragón contra la mujer y se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, a los que guardan los man-damientos de Dios y mantienen el testimo-nio de Jesús (Ap 12). En este capítulo, aparece María como una mujer inundada de sol, como en Sab 7, 26-29, donde se dice que es más hermosa que el sol y un espejo sin mancha (inmaculada). Se pre-senta como el arca de Dios en el cielo. Se abrió el templo de Dios, que está en el cie-lo y apareció el arca de la alianza (Ap 11, 19). A María le dan dos alas de águila grande (sabemos que las águilas son los enemigos mortales de las serpientes, a quienes matan aplastándoles la cabeza, como hacen María con Satanás), pero el

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diablo no se da por vencido y trata de ven-garse en los hijos de María, es decir, en aquellos que guardan sus mandamientos y mantienen el testimonio de Jesús (Ap 12, 17).

Por eso, ella es un arma poderosa

para defendernos del maligno, que siem-pre nos ataca para apartarnos de Jesús. Ahora bien, María y Jesús son insepara-bles y juntos los encontraron los pastores y los magos. Por eso, si nosotros queremos amar a Jesús, debemos amar también a María. A Jesús por María, al igual que el discípulo amado, que estuvo junto a la cruz de Jesús con María, acompañándola y desde aquella hora la recibió en su casa (Jn 19, 27), es decir, la recibió en su co-razón como a una madre de verdad, como le había dicho Jesús. De la misma manera, si nosotros amamos a Jesús, debemos re-

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cibir a María en nuestro corazón como nuestra verdadera madre.

Además, Él nos dice: Yo Jesús... soy

la estrella brillante de la mañana. Y el Espíritu y la esposa dicen: Ven (Ap 22, 16). Es decir, el Espíritu Santo y su esposa María, quieren que venga Jesús a reinar en el mundo. Y ése debe ser también nuestro deseo: que Cristo reine y llegue a ser el Rey de Reyes y el Señor de los Señores (Ap 19, 16) de nuestra vida y del mundo entero. Por María, llegaremos más fácil-mente a Jesús. Ella es la estrella de Belén, que nos lleva siempre hacia Jesús.

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MARÍA Y LOS PRIMEROS CRIS-TIANOS

El amor a María no es un invento tardío o una superstición introducida por el emperador Constantino. Ya hemos visto los textos del Evangelio. Y, si leemos el libro de los Hechos de los Apóstoles, ve-remos que aquellos primeros cristianos del siglo I: Perseveraban unánimes en la ora-ción con María, la madre de Jesús (Hech 1, 14). No podían vivir solos, necesitaban del apoyo y del amor maternal de María, para no equivocarse en la fe. Y María les daba ejemplo y acudía con ellos a la misa diaria. Dice el texto: Diariamente acudían unánimes al templo, partían el pan en las casas (partir el pan o fracción del pan era la palabra usada en aquel tiempo para hablar de la misa) y tomaban su alimento con alegría y sencillez de corazón, ala-

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bando a Dios en medio del general favor del pueblo. Y cada día, el Señor iba incor-porando a los que habían de ser salvados (Hech 2, 46-47).

Y el amor que los apóstoles y aque-

llos primeros cristianos tenían a María, como madre de Jesús y madre suya, se lo transmitieron a las generaciones sucesivas. A este respecto, debemos citar a los San-tos Padres, que son los escritores cristia-nos de los ocho primeros siglos (también se considera entre ellos a San Bernardo, aunque es del siglo XII). Ellos fueron san-tos y transmitieron la verdadera fe desde el principio, y la Iglesia con su autoridad aprobó su doctrina, citándolos continua-mente como testigos privilegiados de la tradición cristiana primitiva. Ellos son, hasta ahora, como la memoria viva de la auténtica doctrina católica, tal como se

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vivía en los primeros siglos. Ellos nos transmiten lo que siempre y en todas par-tes se creía en aquellos tiempos, lo cual es fuente segura para saber cuál es la verda-dera fe que Jesús enseñó. Ellos compusie-ron el Credo (resumen de las verdades de la fe), fijaron con claridad el canon de las Escrituras y precisaron la doctrina católica al luchar contra los herejes. Ellos son los garantes y testigos de la auténtica doctrina católica y, por eso, algunos concilios y Papas, incluso hoy, acuden a ellos para confirmar sus enseñanzas. En el concilio de Calcedonia, en el año 451, se comienza diciendo: Siguiendo a los Santos Padres... Pues bien, nosotros también acudiremos a estos Santos Padres para confirmar la doc-trina sobre la Virgen María.

Ya en el siglo I, san Ignacio de An-

tioquía, en sus escritos, habla de María

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como madre universal, recalcando su vir-ginidad perpetua y su maternidad divina. A este respecto, digamos que en el siglo II ya había imágenes de María, pues se han encontrado cuatro imágenes de la Virgen con el niño en las catacumbas de santa Priscila de Roma. En este mismo siglo, se ha descubierto también la inscripción Ave María en la iglesia-sinagoga de Nazaret, construida sobre la casa de José y de Mar-ía. Sobre esta iglesia, usada por los prime-ros cristianos, se había construido una iglesia bizantina. Sobre la iglesia bizanti-na, los cruzados habían construido otra iglesia. En el siglo XVIII, los padres fran-ciscanos habían construido otra iglesia más grande y, actualmente, en el mismo lugar donde habían sido construidas estas iglesias, sobre la misma casa de José y María, está construida la gran basílica de la Anunciación, que es obra del arquitecto

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italiano Giovanni Muzio, y que fue consa-grada el año 1969.

Antes de construir la actual basílica

y al echar abajo la anterior iglesia, el gran arqueólogo bíblico padre Bellarmino Ba-gatti aprovechó para excavar y descubrir algunos datos interesantes. En la primitiva iglesia-sinagoga de los primeros cristianos de Nazaret, el padre Bagatti encontró la inscripción en griego Kaire Maria, Ave María. Otro escrito, en antiguo armenio decía: Virgen bella.

El padre Bagatti le dijo personal-

mente a Vittorio Messori: Tenemos la prueba de que la invocación a María nace con el cristianismo mismo y en el mismo lugar donde habitaba María. Gracias a las excavaciones realizadas, el católico sabe que, recitando el rosario, se enlaza a

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una cadena iniciada en Nazaret mismo. Una cadena de oración comenzada por alguno que había conocido a la Madre de Jesús, cuando para todos no era más que una joven como tantas otras1.

En el siglo IV, ya se celebraban en

Roma cuatro procesiones en honor de María y se celebraba la fiesta de la purifi-cación, además de la Anunciación. En Si-ria, desde el año 370, se celebraba la fiesta de la virginidad de María. En el siglo V se comenzó a celebrar la fiesta de su Nativi-dad; en el siglo VI, la fiesta de la Asun-ción; y en el siglo VII, la fiesta de la In-maculada Concepción.

Pero ¿qué significa el nombre de

María? El nombre de María era muy 1 Messori Vittorio, Ipotesi su Maria, Ed. Ares, Milán, 2005, p.

216.

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común entre las mujeres judías en tiempos de Jesús. María en hebreo se escribe Mrym y es pronunciado Miryám. Muchos autores han considerado que Miryám tiene un origen egipcio, pues María, la hermana de Moisés, había nacido en Egipto. Myr en egipcio, según se ve por los jeroglíficos antiguos, significa amada. Por otra parte, yam sería la abreviación del nombre de Dios, que para los judíos era Yahvé. En este caso, María significaría amada de Yahvé.

Pero otros estudios piensan diferen-

te. Según las excavaciones practicadas en Ugarit, en Medio Oriente, se ve que el al-fabeto ugarítico, que es cuneiforme, es bastante parecido al alfabeto hebreo. Al-gunos han considerado de estos descubri-mientos que la raíz Mrym es equivalente a la hebrea marom, que significa excelsa.

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Según ellos, María significaría La Excelsa, es decir, la más alta y excelsa de las cria-turas. Ambos significados parecen coinci-dir, pues la amada de Dios es, a la vez, la más excelsa y hermosa de todas las criatu-ras.

De todos modos, sea cual sea su

significado etimológico, lo importante es saber que, para nosotros, el nombre de María, que tantos millones de mujeres y de hombres cristianos llevan, es un nom-bre que nos inspira amor y confianza en la madre de Jesús y madre nuestra.

DOGMAS MARIANOS

Son cuatro los dogmas definidos hasta ahora sobre María: Su Maternidad divina, su Virginidad perpetua, la Inmacu-

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lada Concepción y su Asunción a los cie-los.

a) MARÍA , MADRE DE DIOS La expresión Madre de Dios (theo-

tokos en griego), según algunos autores, la habría usado ya Orígenes en el siglo II. De lo que no hay ninguna duda es de que la empleó Alejandro de Alejandría (Epist ad Alexandrum Constantinopolitanum 12; PG 18, 568) en el siglo III. Ya en este siglo III era frecuente denominar a María como madre de Dios. También se sabe que antes del concilio de Efeso (año 431), existía ya en Jerusalén y en Constantinopla una fies-ta a María, Madre de Dios. San Atanasio, en el siglo IV, emplea muchas veces el término madre de Dios2 y engendradora de

2 De virginibus 2, 2, 7; PL 16, 209.

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Dios3. Del siglo III, hacia el año 250, es una oración que se conserva en un papiro de Manchester en Inglaterra:

Bajo tu protección nos acogemos santa Madre de Dios, no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras ne-cesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro. Oh Virgen gloriosa y bendi-ta. La Iglesia copta de Egipto sigue rezan-do esta oración desde el siglo III y, al fi-nal, dice literalmente: Tú, la sola pura y bendita, asegurando que María es la única totalmente pura, santa y bendita del género humano. Pero, como vemos, se dice tam-bién con toda claridad Madre de Dios.

Esta doctrina de María, Madre de

Dios, fue definida solemnemente como dogma de fe en el concilio de Éfeso en el 3 Quae Deum generaverat: Expositio Evangelii secundum Lucam

10, 130; PL 15, 1837.

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año 431. San Cirilo de Alejandría, que presidió el concilio, escribió: Me admiro de que haya alguien que pueda poner en duda, si la Santísima Virgen deba ser lla-mada Madre de Dios; porque, si Nuestro Señor Jesucristo es Dios, la santa Virgen su madre, es forzosa e innegablemente Madre de Dios. Ésta es la fe que nos han enseñado los apóstoles, ésta es la doctrina de nuestros padres. No que la naturaleza del Verbo o la divinidad haya tomado principio de María, sino que en ella ha sido formado y animado de un alma ra-cional el sagrado cuerpo, al cual el Verbo se ha unido hipostáticamente, lo que hace decir que el Verbo nació según la carne. Así en el orden de la naturaleza, aunque las madres no tengan parte alguna en la creación del alma, no deja de decirse que

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son madres del hombre en su totalidad y no que solamente lo sean de su cuerpo4.

El Papa Juan Pablo II decía: María

es verdaderamente la madre de Dios; puesto que la maternidad abarca toda la persona y no sólo el cuerpo. De este mo-do, el nombre theotokos (madre de Dios) viene a ser el nombre propio de la unión con Dios, concedido a la Virgen María5.

b) LA VIRGINIDAD PERPETUA DE

MARÍA María fue virgen antes del parto, en

el parto y después del parto, es decir, siempre. En el siglo II, san Justino es el primer teólogo en llamar a María La Vir-

4 Carta I, 27-30. 5 Carta apostólica mulieris dignitatem Nº 4.

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gen, como si fuese su nombre propio6, confesando, implícitamente su virginidad perpetua. Lo mismo podemos decir de san Ireneo, Orígenes y san Hipólito, que tam-bién llaman a María La Virgen. Orígenes habla de la virginidad perpetua de María al decir que no existe otro hijo de María, si-no Jesús, según la opinión de aquellos que juzgan rectamente sobre Jesús7.

San Clemente Alejandrino (+215)

habla claramente de la fe de la Iglesia en la virginidad perpetua de María y habla de la relación existente entre María y la Igle-sia. En los primeros Credos, que se remon-tan al tiempo de los apóstoles, se dice que Jesús nació de una virgen, lo cual también parece indicar lo mismo. En el siglo IV, san Atanasio fue el gran defensor de la 6 San Justino, Apología I. 33. 7 Comentario al Ev. de san Juan, I, 4.23.

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virginidad de María y lo mismo san Epifa-nio de Salamina, san Efrén y san Juan Crisóstomo (In Matth. Hom 5, 2-3). San Atanasio escribió: Jesús, hecho carne, es engendrado en los últimos tiempos de san-ta María siempre Virgen (símbolo de Ale-jandría, atribuido a san Atanasio).

San Hilario de Poitiers, en un escri-

to del año 356, dice que algunos de su tiempo negaban la virginidad de María y los llama individuos sin religiosidad, completamente alejados de una enseñanza espiritual. Los principales opositores fue-ron Helvidio y Bonoso, pero contra ellos escribió san Jerónimo. En 383 escribió una carta Adversus Helvidium, donde da ar-gumentos de la Escritura y de la tradición. Bonoso fue condenado por los obispos del Iliricum en una célebre carta, cuyo autor,

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según algunos, pudo ser el Papa san Siri-cio.

San Jerónimo escribió otra carta

famosa contra Joviniano (Adversus Iovi-nianum), donde aplica a María las palabras del Cantar de los cantares y dice: Mi her-mana, mi esposa, es un jardín cerrado, una fuente sellada (Can 4, 12) y dice: Cristo es Virgen y la madre del Virgen es Virgen también para siempre, es Virgen y Madre (carta 49). San Agustín habla mu-cho de María como virgen perpetua, sobre todo, en sus sermones 188 y 189.

San Ambrosio tiene un texto hermo-

so sobre la virginidad perpetua de María. Dice: Que escuchen el símbolo (Credo) de los apóstoles que la Iglesia romana guar-da y custodia intacto... Ésta es la virgen que concibió en su seno, ésta es la virgen

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que dio a luz un hijo... Porque Isaías no dijo solamente que una virgen concebiría, sino también que daría a luz un hijo. Aho-ra bien, ella es la puerta del santuario, la puerta oriental que permanece siempre cerrada y de la que se dice que nadie atravesará, sino solamente el Dios de Is-rael (Ez 44,2). Ésta es la puerta bendita de María; de ella se escribió: El Señor pasará a través de ella y se cerrará des-pués de su paso, porque concibió virgen y dio a luz siendo virgen (carta 42). Y la llamaba la siempre Virgen (aeiparthenos en griego).

A partir del siglo IV, quedó para to-

dos clara la doctrina de la virginidad per-petua de María, que fue definida como dogma de fe en el concilio tercero de Letrán en el año 649 con estas palabras:

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Si alguno, contra la opinión de los Santos Padres, no afirma que la santa e inmaculada María, siempre virgen, es verdaderamente madre de Dios..., que dio a luz sin perder su integridad, conservan-do inmune su virginidad, sea anatema.

Lutero y Calvino defendieron abier-

tamente la virginidad perpetua de María y Lutero definió como locos y villanos a quienes negaban esta creencia. Un siglo después, la confesión de fe de los calvinis-tas confirmaba esta verdad de que María había sido virgen en el parto, antes del parto y después del parto. Esto mismo afirman los ortodoxos.

c) INMACULADA CONCEPCIÓN Desde el siglo II, aparecen fórmulas

claras de la íntima unión de Cristo con

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María en la lucha contra el diablo. Y va-rios autores como san Ireneo, san Epifa-nio, san Cipriano, san Isidoro Pelusio y san Justino ven a María en el Gén 3, 15: Ella te aplastará la cabeza, para indicar que nunca el diablo tuvo dominio sobre ella y, por tanto, intuyen que no tuvo el pecado original, siendo así inmaculada. La comparación que hace san Pablo entre Adán y Cristo, les hace ver el paralelismo entre Eva y María. María es la nueva Eva, la segunda Eva, por quien nos viene la vi-da.

Dice san Ireneo: Como Eva se hizo

desobediente y se hizo causa de muerte para ella y para todo el género humano, así María se ha hecho para ella y para todo el género humano causa de salva-ción... Lo que había atado la desobedien-cia de Eva, fue desatado por la obediencia

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de María y lo que ató Eva por su incredu-lidad, lo desató la Virgen María por su fe8. Desde el siglo IV, es común llamar a María la toda santa (panagia en griego), purísima y santísima. Después del concilio de Éfeso, en el siglo V, aclaman a María con el título de resplandeciente santidad universal, lo cual significa de alguna ma-nera que es inmaculada.

Sobre esta doctrina, hay un texto

muy hermoso de san Efrén (siglo IV) que dice: María es mucho más pura que los rayos del sol... Tú, Señor, y tu madre sois los únicos que en todo aspecto sois perfec-tamente hermosos, pues en Ti, Señor, no hay mancilla ni mácula en tu madre (Poemas de Nísibe 27).

8 Adversus haereses 3, 22, 4.

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San Proclo, patriarca de Constanti-nopla (+446), decía: Jesús nació sin man-cha de la que Él mismo se preparó sin mancha alguna... María es el orbe celes-tial de una nueva creación en la que el sol de justicia (Cristo) siempre brilla y así ha alejado de su alma (de María) la oscuri-dad de la noche del pecado9.

San Agustín, hablando del pecado

original, con el que todos nacemos dice: excepción hecha de la santa Virgen María a la cual, por el honor del Señor, pongo en lugar aparte, cuando hablo del pecado (De nat et gr I, 37, 47).

San Juan Damasceno, en el siglo

VIII, dice: Oh hija santísima de Joaquín y Ana..., fuiste conservada sin mancha, co-

9 Oratio 6 de laudibus S. Mariae: PG 68, 758 A.

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mo esposa de Dios, para que por tu natu-raleza fueses la madre de Dios10.

En las apariciones de María en 1830

en París a santa Catalina Labouré, aparece, aplastando la cabeza de la serpiente (Gen 3, 15), con estas palabras: Oh, María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos. Se dice: Oh, María, sin pecado concebida (es decir, inmaculada). La misma Virgen María, en las aparicio-nes de Lourdes, en 1858, dijo a santa Ber-nardita: Yo soy la Inmaculada Concep-ción, confirmando así la definición dogmática del Papa Pío IX que había defi-nido esta doctrina en 1854, con estas pala-bras:

10 Hom in nativ B.V. Mariae, 7; PG 96, 671.

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Declaramos, pronunciamos y defi-nimos que la doctrina que sostiene que la bienaventurada Virgen María en el primer instante de su concepción, por privilegio y gracia especial de Dios y en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano, fue preservada de la mancha de pecado original ha sido reve-lada por Dios y ha de ser por tanto, firme y constantemente creída por todos los fie-les11.

Aquel día, 8 de diciembre de 1854,

en el momento en que el Papa Pío IX dio lectura a la bula Ineffabilis Deus, procla-mando el dogma de la Inmaculada Con-cepción de la Virgen María, ocurrió algo sobrenatural: un rayo de luz, proveniente de lo alto, inundó su frente. “Un fenómeno

11 Bula Ineffabilis Deus del 8 de diciembre de 1854.

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fuera de lo común, porque en ninguna época del año y, menos en la estación in-vernal, podía venir un rayo de ninguna ventana de la basílica vaticana, llegando hasta el ábside donde se encontraba el Papa. Sor Julia Filippani, que estaba pre-sente en la basílica de San Pedro durante la ceremonia y muy cercana al Papa, dijo con toda seguridad: “Aquella luz fue atri-buida universalmente a una causa sobre-natural. El rayo de sol que envolvió de improviso la majestuosa frente de Pío IX, precisamente en el momento que se leía el texto de la definición dogmática, era como la sonrisa de Dios, como una respuesta del cielo a la tierra”.12

De hecho, el mismo Papa comentó a

unas religiosas su experiencia personal: 12 Sensonetti Vincenzo, L’Immacolata concezione, Ed. Piemme,

2004, p. 45.

45

“En ese momento, Dios me dio un cono-cimiento tan claro y tan profundo de la pureza total de la Virgen, que me sentí abismado con aquel conocimiento y por mi alma se desbordaron unas delicias ine-narrables, delicias que no se pueden com-parar con nada de este mundo. Debo afirmar que, de no haber sido asistido en aquellos momentos por una gracia o ayu-da especial, yo hubiera muerto entonces de la dicha que sentía, bajo el impacto de aquel conocer contemplativamente la in-comparable hermosura de la Virgen In-maculada”.

46

d) ASUNCIÓN DE MARÍA Sobre la Asunción de María, hay

escritos del siglo IV, llamados Transitus, donde se habla del tránsito de María en cuerpo y alma al cielo, es decir, de su Asunción. Así lo afirma el Transitus, es-crito por el seudo Melitón a finales del siglo IV, donde habla de la resurrección definitiva del cuerpo de María. También en el siglo IV se encuentra el testimonio de san Epifanio, que admite la posibilidad de que su cuerpo glorificado esté en el cie-lo. En el siglo VI, ya se celebraba la fiesta de la Dormición en Jerusalén y, hacia el año 600, en Constantinopla. Y del siglo VIII hay hermosas homilías sobre la Asunción, nombre que parece más antiguo que el de Dormición. Entre los autores de estas homilías están san Modesto, san Germán de Constantinopla, san Andrés de

47

Creta y, especialmente, san Juan Damas-ceno.

Sobre la Asunción de María nos di-

ce san Gregorio de Tours en el año 590: Los apóstoles se repartieron por di-

ferentes países para predicar la palabra de Dios. Más tarde, la bienaventurada María llegó al fin de su vida y fue llamada a salir de este mundo. Entonces, todos los apóstoles vinieron a reunirse en la casa de María y, al saber que debía salir de este mundo, permanecieron todos juntos ve-lando. De repente, el Señor apareció con sus ángeles, cogió su alma, se la entregó a Miguel, el arcángel, y desapareció. Al amanecer, los apóstoles tomaron el cuer-po, lo pusieron sobre una camilla y lo co-locaron en una tumba, velándolo mientras esperaban la venida del Señor. Y, de nue-

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vo, se presentó el Señor, de repente, y mandó que el santo cuerpo fuera levanta-do y llevado al paraíso sobre una nube. Allí, reunido con su alma, se llena de gozo con los elegidos de Dios y disfruta de las bendiciones de la eternidad, que nunca terminarán13.

San Juan Damasceno (675-749) es-

cribió: Era preciso que aquella que, al ser madre, había conservado intacta su virgi-nidad, obtuviera la incorrupción de su cuerpo después de morir. Era preciso que quien llevó en su seno al Creador hecho niño, habitara en los divinos tabernáculos. Era preciso que la madre de Dios poseye-ra las cosas de su Hijo y que, por todas las criaturas, fuera ella venerada como sierva del Señor y madre de Dios14. 13 Lib. 1 miraculorum: in gloria martyrum c.4. 14 Homilía sobre la dormición de María, 278.

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Como dogma de fe, fue definido por

el Papa Pío XII el año 1950, diciendo: Pa-ra gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos, ser dogma de re-velación divina que la inmaculada madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial15.

Como dato curioso, podemos anotar

que, cuando los protestantes oyeron hablar de que el Papa Pío XII iba a proclamar el dogma de la Asunción de María, muchos de ellos protestaron. Decían: ¿Dónde está eso en la Biblia? Y creían que esa defini-

15 Bula Munificentissimus Deus del 1 de noviembre de 1950.

50

ción iba a terminar con el ecumenismo católico. Sin embargo, ocurrió lo contra-rio; a partir de la definición del dogma de la Asunción, comenzó un nuevo amanecer del ecumenismo católico. Además, uno de los que más protestaron, el gran teólogo Max Thurian de la Comunidad de Taize (Francia), se hizo católico y muy amante de María, muriendo como sacerdote cató-lico, precisamente, en la fiesta de la Asun-ción de 1996.

Otro dato interesante es lo que cuen-

ta en sus Memorias la que fue durante cua-renta años ama de llaves del Papa Pío XII. El dogma de la Asunción iba a ser pro-clamado el 1 de noviembre de 1950. Ella dice:

“El 30 de octubre de aquel año de

1950, a la vuelta de su paseo por los jar-

51

dines vaticanos, nos contó Pío XII que, mientras paseaba, vio un espectáculo raro en el cielo. El sol estaba todavía bastante alto y parecía una bola oscura de amarillo pálido, rodeada de un resplandor muy bri-llante. Delante del sol se mecía una nube-cilla tenue y clara. El sol se movía ligera-mente como balanceando a derecha e iz-quierda sobre su eje, y en su interior se observaban unos movimientos continuos. El conjunto ofrecía una vista maravillosa y se podían fijar los ojos en él sin deslum-brarse.

Al día siguiente domingo, fuimos

expectantes al jardín, pero no vimos nada. El Santo Padre nos preguntó:

- ¿Lo han visto? Hoy ha ocurrido lo

mismo que ayer.

52

El mismo espectáculo lo vio tam-bién el día de la promulgación dogmática, así como en la octava”.16

De esta manera, Dios quería bende-

cir al Papa, que vio en cuatro oportunida-des el milagro del sol, que representaba a María, la mujer vestida de sol del Apoca-lipsis.

MARÍA, MEDIADORA UNIVERSAL

Esta doctrina no es dogma de fe, pe-ro muchos santos, a lo largo de los siglos, han considerado que María era la ecónoma de Dios y que todas las gracias y bendi-ciones que recibimos de Dios, las recibi-mos por medio y por manos de María. No es que esto debiera ser necesariamente así. 16 Pascalina Lehnert, Al servicio de Pío XII, Ed. BAC, Madrid,

1984, p. 156.

53

Simplemente, es el designio de Dios. Él ha querido que todas las gracias y méritos, que Jesús nos ha conseguido con su pasión y muerte, sean distribuidos por manos de la madre universal: María.

Decía san Ireneo en el siglo II: Mar-

ía ha sido constituida causa de salvación para todo el género humano17. Orígenes afirma: Como el pecado comenzó por una mujer, así el principio de la salvación vino por otra mujer (Homil in Luc 8, 1) y aña-de: A la desobediencia de Eva, se contra-pone la obediencia de María; a Eva, fuen-te de maldición y sufrimiento para todo el sexo femenino, se contrapone María, que comunica bendición y alegría a todas las mujeres y en particular a las vírgenes18.

17 Adv. haereses 3, 22, 4; PG 7, 959. 18 In Luc fragm 12; Hom in Mt 1, 5.

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San Germán de Constantinopla (+733) decía: Verdaderamente, no hay límite en tu grandeza, oh María. No hay saciedad en tu ayuda ni hay número en tus grandes beneficios. Nadie es salvado, sino a través de ti, oh toda santa; nadie recibe un don, sino por medio de ti; a nadie se otorga la gracia, sino por ti. Por eso, ¿quién no te proclamará bienaventurada?, ¿quién no te enaltecerá? Gloria a ti, que has recibido del que es tu Hijo y tu Dios, dones magníficos y maravillosos por los que te honrarán todas las generaciones19.

San Luis María Grignion de Mont-

fort dice: El Altísimo la ha constituido te-sorera única de todos sus tesoros y única dispensadora de sus gracias... Afirmo que, dadas las cosas como son, habiendo Dios

19 Homilía sobre el cíngulo y los santos pañales.

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querido comenzar y acabar sus mayores obras por medio de la Santísima Virgen desde que la formó, es de creer que no cambiará jamás de proceder: es Dios y no cambia ni en sus sentimientos ni en su manera de obrar... Por eso, es justo repe-tir con los santos: de María nunca se habla bastante. María no ha sido aún ala-bada, ensalzada, honrada y servida como se debe. Merece aún mejores alabanzas, respeto, amor y servicio20.

San Pablo de la cruz: María es la te-

sorera de todas las gracias. San Bernardo es el santo por excelencia de la mediación universal de María. Dice: María es la me-diadora universal de todas las gracias. Toda gracia que Dios da a los hombres, pasa de Dios a Cristo, de Cristo pasa a 20 Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen Nº 44,

15 y 10.

56

María y por María se nos da a nosotros21. La voluntad de Dios es que todo lo reci-bamos por medio de María (homilía en la Natividad de María 4-7).

San Bernardino de Siena (1380-

1444): Éste es el proceso en la distribu-ción de las gracias divinas: de Dios fluyen a Cristo, y de Cristo a su Madre; y de ella a toda la Iglesia. No vacilo, por ello, en decir que ha recibido jurisdicción sobre las gracias que se administran por sus santas manos22.

San Alfonso María de Ligorio: Dios

quiere que todas las gracias, que han sido, son y serán dispensadas a los hombres hasta el fin del mundo por los méritos de Jesucristo, sean dispensadas por las ma- 21 Sermón 6. 22 Sermo de nativitate B.V. Mariae, c.8.

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nos y por la intercesión de María23. Ella es la tesorera de todas las gracias que Dios nos quiere dispensar (Visitas al Santísimo 25).

Esta misma doctrina de María, me-

diadora de todas las gracias, nos la enseña la Iglesia a través de la enseñanza de los Papas.

Pío IX decía: Dios ha encomendado

a María el tesoro de todos sus bienes, pa-ra que todos sepan que por Ella se obtiene toda esperanza, toda gracia y toda salva-ción24.

León XIII, en su encíclica sobre el

rosario, Supremi apostolatus (año 1883) dice: María es guardiana de nuestra paz y 23 Las glorias de María, cap 5. 24 Encíclica Ubi primum del 2 de febrero de 1849.

58

dispensadora de las gracias celestiales. En su encíclica Octobri mense (1891) di-ce: Por voluntad de Dios, nada del inmen-so tesoro de todas las gracias que el Señor ha acumulado, nos viene si no es por Mar-ía... ¡Qué grande es la sabiduría y la mi-sericordia reveladas en este designio de Dios! María es nuestra gloriosa interme-diaria... Ella es la poderosa madre del Dios omnipotente.

San Pío X (1903-1914) en su en-

cíclica Ad diem illum dice: María mereció ser, de manera dignísima, la reparadora del mundo perdido y, por consiguiente, la dispensadora de todos los dones que Jesús adquirió para nosotros con su muerte y sangre. No negamos que la distribución de estos dones pertenece por derecho propio y estricto a Jesús, pero fue concedido a esta augusta Virgen ser, junto con su

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unigénito Hijo, la más poderosa mediado-ra y conciliadora de todo el mundo. Así, Cristo es la fuente... María es el canal, es el cuello por el cual el Cuerpo está unido a la Cabeza, y la Cabeza envía su poder y fuerza al Cuerpo. Porque ella es el cuello de nuestra Cabeza, por medio del cual todos los dones espirituales se comunican a su Cuerpo.

Benedicto XV concedió a los obis-

pos del mundo, que se lo pidieron, la gra-cia de celebrar el oficio litúrgico y la misa de María, mediadora de todas las gracias, según el rescripto de la Sagrada Congre-gación de ritos del 12 de enero de 1921.

Pío XI (1922-1939) en la carta

apostólica Cognitum sane dice que ella es la tesorera de todas las gracias.

60

Pío XII en la encíclica Mediator Dei (1947) afirma: Dios quiso que todo lo tu-viéramos por medio de María.

Pablo VI en la encíclica Mense malo

(1965) dice: María ha sido constituida por Dios administradora y dispensadora ge-nerosa de los tesoros de su misericordia.

Juan Pablo II en una catequesis, da-

da el 6-IX-1995, decía: María, como me-diadora maternal nos transmite los dones divinos, intercediendo continuamente por nosotros.

OTROS TÍTULOS MARIANOS

Además de las cuatro definiciones marianas que hemos anotado y del título

61

de mediadora universal, hay otros muchos títulos que la Iglesia le ha dado a María a lo largo de los siglos.

El más importante es el de ser Ma-

dre de todos los hombres, madre universal o madre espiritual. Ya san Ignacio de An-tioquia en el siglo I, y san Ireneo y san Justino en el siglo II, hablan de María co-mo madre de todos y, concretamente, co-mo madre de los vivientes.

En el siglo II hay una hermosa frase

de Orígenes: Nadie puede comprender el Evangelio, si no ha reclinado su cabeza sobre el pecho de Jesús y no ha recibido de Él a María como madre25.

25 In Jn I, 6; citado por J. Quasten, Patrología I, BAC, Madrid,

1961, p. 379.

62

San Ambrosio decía: Eva es llama-da madre de la raza humana y María es la madre de la salvación (carta 63). San Jerónimo afirma: La muerte vino por Eva, y la vida por María (carta a Eustaquia 22). Es interesante anotar que, desde el siglo II, la mayoría de los escritores cristianos hace el paralelismo entre Eva y María, al igual que san Pablo hace el paralelismo entre Adán y Cristo. A María la llaman la nueva Eva o segunda Eva.

A este respecto, enseña el Catecis-

mo de la Iglesia católica: Numerosos Pa-dres y doctores de la Iglesia han visto en la mujer, anunciada en el protoevangelio (Gen 3, 15) a la madre de Cristo, es decir, a María como la nueva Eva (Cat 411).

El Papa san Pío X escribió: ¿No es María la madre de Cristo? Ella es, por tanto, también nuestra Madre... La bien-

63

aventurada Virgen es, a la vez, Madre de Dios y de los hombres. Siempre se ha visto la maternidad universal de María en el texto: Ahí tienes a tu madre (Jn 19, 27). El Papa Pío XI habló sobre la maternidad universal de María en más de 50 ocasio-nes.

En el concilio Vaticano II se dice:

Porque María fue asunta al cielo, no ha dejado su misión salvadora sino que, con su múltiple intercesión, continúa obte-niéndonos los dones de la salvación eter-na... Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de abogada, auxiliadora, socorro y mediado-ra (Vaticano II, Lumen gentium 62).

Otro título muy usado, desde el si-

glo VII, es el de Reina. Ya el Papa Martín I (+655) se refiere a María como reina y

64

emperatriz. El Papa Pío XII es el Papa por excelencia de la realeza de María, el que más veces y con más fuerza habló de Mar-ía como reina.

San Pío X y Juan Pablo II son los

Papas que más han hablado de la consa-gración al Inmaculado Corazón de María.

El Papa Juan Pablo II dice que Mar-

ía merece el título de Sede de la sabiduría (Veritatis splendor 120). Pablo VI la nombró Madre de la Iglesia.

Al final del concilio de Éfeso se sa-

luda a María como resplandeciente santi-dad universal y como santísima. En ese mismo año 431, en una homilía después del concilio, se dice:

65

Te saludamos María, madre de Dios, tesoro venerable del mundo entero, luz jamás extinguida... Templo jamás des-truido, que contiene al que no se puede contener... Por ti es exaltada la Trinidad, por ti se alegran los cielos, por ti se rego-cijan los ángeles y arcángeles; por ti se alejan los demonios; por ti llega el santo bautismo a los que creen, por ti se han fundado las Iglesias de todo el universo y por ti son guiados los pueblos a la conver-sión26.

Y todo esto sin contar los nombres

que le damos en las letanías o los que le dan a María en cada lugar o región del mundo entero. Veamos también los nom-bres que los orientales le dan desde el si-glo V en el famoso himno Akathistos. 26 Suárez Pío, Mariología, Ed. Centro mariano monfortiano,

Lima, 1988, p. 280.

66

EL HIMNO AKATHISTOS

Este famoso himno de la liturgia bi-zantina, del patriarcado de Constantinopla, es del siglo V y en él se manifiesta un gran amor a María con las expresiones más hermosas. Este himno fue compuesto en honor de la Anunciación. Akathistos signi-fica (no sentado), porque se cantaba de pie como señal de alegría y respeto a María. Solía cantarse completo con las 24 estro-fas, en griego, el quinto domingo de Cua-resma. En otras oportunidades, se cantaba la cuarta parte. Veamos algunas de las ma-ravillas que se dicen de María.

Cantaré alegremente un himno a la Reina Madre y me presentaré con alegría para honrarla y para cantar sus privilegios...

67

Salve, ¡oh perfume del Rey univer-

sal, purísima Virgen salvación del mundo! Salve, ¡oh Madre de Dios!, fuente

copiosa y viviente. Salve, ¡oh Aurora espléndida, que

nos has dado al sol, que es Cristo! Salve, ¡oh puerta única, por la cual

sólo ha pasado el Verbo! Salve, ¡oh altura inaccesible, oh profundidad inescrutable, incluso para los ojos de los ángeles! Salve, trono del rey, porque llevas

contigo al que sustenta todas las cosas. Salve, ¡oh escalera celestial, por la

que Dios descendió a la tierra! Salve, ¡oh puente que pasa a los

mortales de la tierra al cielo!27

27 Carol J.B., Mariología, Ed. BAC, Madrid, 1964, p. 193.

68

Tú, la Madre Virgen, eres la defensa de las vírgenes y de todos cuantos a ti acuden, pues así te hizo el Señor de toda la tierra y del cielo. ¡Oh, la sin mancha! ¡Ave, columna de sa-grada pureza! ¡Ave puerta de la salvación eterna!28 Entonando himnos a tu parto, el universo te canta como templo vi-viente, oh Reina. El Señor te hizo toda santa (panagia) y gloriosa, y nos ha enseñado a alabarte29. Durante el canto de este himno, el

celebrante de rito oriental, ortodoxo o católico, acostumbra a incensar el icono de María varias veces y después lo besa. Co-mo ceremonia final, se postra delante de la 28 Estrofa 19. 29 Estrofa 23.

69

imagen y la inciensa y besa de nuevo. El himno del Akathistos es para los cristianos orientales como el rosario para los católi-cos de rito latino: la mejor expresión de amor a María. MARÍA Y LOS MUSULMANES

Karl Barth, un famoso teólogo pro-testante, dijo y repitió muchas veces que la Mariología (tratado de María) era un tu-mor que había que extirpar del catolicis-mo, como si el amor a María fuera anti-bíblico y, por tanto, supersticioso y malo. Pero todo el amor de todos los hombres que han existido, existen y existirán, no se acercará ni un poquito al amor de Dios por María, que la escogió desde toda la eterni-dad para ser la madre de Jesús. ¿Y cuánto la amaba Jesús? ¿Acaso no quiere Jesús

70

que amemos a su Madre? ¿No hizo su primer milagro, porque ella se lo pidió, aunque dijo que no había llegado su hora?

Los judíos que, desde el siglo pri-

mero rechazaron a Cristo, siguen recha-zando también a María, como si hubiera sido una mujer vulgar y pecadora. Los hermanos protestantes la respetan, pero no la aman. Sin embargo, Lutero sí la amaba, aunque no creía en su Inmaculada Con-cepción, pero sí creía firmemente en su virginidad perpetua y la llamaba Madre de Dios.

Los musulmanes le tienen a María

un respeto muy especial. Hay un texto islámico antiguo que dice: Todo hijo de Adán, al nacer, es tocado por Satanás, salvo el hijo de María y su madre. Todos los musulmanes recuerdan un hadith o di-

71

cho de Mahoma, considerado como reve-lación, que se refiere a su hija Fátima: Tú serás la patrona de las mujeres en el pa-raíso, después de María. Fátima será la segunda, después de María.

El nombre de María aparece en el

Corán, el libro sagrado de los musulma-nes, 34 veces. Y en el Corán, en la sura 19, que lleva como título Sura de María, se defiende el honor de María, como vir-gen y madre, en contra de las difamacio-nes, de los judíos. Se dice que María es el único caso en que una virgen engendra a un gran profeta por obra de Dios. Ni si-quiera de la madre de Mahoma se dice es-to.

Según una creencia musulmana,

María acompaña el alma de las mujeres musulmanas bienaventuradas al paraíso. Y

72

muchos musulmanes la invocan y asisten a santuarios, especialmente dedicados a ella, sobre todo en Egipto, Indonesia, Malasia, India y Argelia. Según el Corán 3, 42: Los ángeles dijeron: María, Dios te ha escogi-do y purificado. Te ha escogido antes que a todas las mujeres del universo.

Si ellos la aman, ¿no la amaremos

nosotros, que creemos que Jesús es Dios y que Ella es purísima, santísima, inmacula-da y madre de Dios? MARÍA Y ALGUNOS SANTOS

73

Todos los santos sin excepción han sido especiales devotos de María, pues hay una misteriosa relación entre el amor a María y la santidad. Por eso, decía san Ambrosio: El que pretenda ser santo sin la intercesión de María, pretende volar sin alas. ¡Y qué bellas palabras tiene san Agustín para hablar de María, y lo mismo san Jerónimo, san Atanasio y otros santos del siglo IV!

Teodoro de Ancira (+446) escribía:

Así como quien se pone bajo una cascada se moja de pies a cabeza, así la Virgen, Madre de Dios, fue enteramente ungida por la santidad del Espíritu Santo, que descendió sobre Ella. Y desde entonces, Ella acogió al Verbo de Dios, que co-menzó a vivir en la perfumada cámara de su seno virginal.

74

San Fulgencio (468-533) afirma: María es la escala celestial por la que Dios ha bajado a la tierra y los hombres suben a Dios.

San Anselmo (1034-1109): De Mar-

ía puedes decir lo que quieras con tal de no decir que es Dios y te quedarás corto... Es imposible que se pierda un verdadero devoto de María30.

San Buenaventura (1221-1274):

Dios no podía hacer cosa más grande que María. Podría hacer un mundo más gran-de, podría hacer un cielo más grande, pe-ro no podía haber hecho una madre más grande que María... Yo jamás vi a ningún santo que no fuera devoto de María.

30 Orat 52; PL 158, 956.

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San Bernardo (1090-1153): ¿Temes a Dios? Arrójate en los brazos de María.

San Juan de Ávila (1500-1569):

Más quisiera estar sin pellejo que sin de-voción a María.

Beato Rafael Arnáiz (1911-1938):

¡Qué grande es Dios, qué dulce es María! ¿Cómo es posible vivir sin amar a Dios, sin soñar con el cielo? Oh hermano queri-do, honrando a la Virgen, amaremos más a Jesús. Poniéndonos bajo su manto, comprenderemos mejor la misericordia divina. Invocando su nombre, parece que todo se suaviza y poniéndola como inter-cesora, ¿qué no hemos de conseguir de su hijo Jesús? No trato de decirte nada nue-

76

vo. Solamente quería que, de mi parte, te llegara al corazón una palabra: María31.

El Papa Juan Pablo II decía: Cuanto

más consagrada esté un alma a la Santí-sima Virgen, tanto más lo estará a Jesu-cristo32.

La Virgen María es la más perfecta

criatura salida de las manos de Dios. Es tan buena, tan sencilla, tan delicada, tan prodigiosamente humilde y pura, que se la quiere sin querer. Su paso por el mundo apenas fue notado por sus contemporáne-os, pero fue la más bella flor del universo, a quien acompañaban los ángeles y a quien servían los serafines. ¡Bendita sea

31 Carta a su tío Leopoldo en Hermano Rafael, Obras completas,

Monte Carmelo, Burgos, 1993, pp. 699-700. 32 Carta apostólica Rosarium virginis Mariae Nº 15.

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María y benditos nosotros que nos gloria-mos de ser sus hijos!

Es impensable encontrar un santo

que no sea devoto de María. Por eso, decía Henry Newman, el gran convertido inglés que, si esta devoción fuese mentira, sería Dios mismo quien nos ha engañado, pues viene desde el principio de la Iglesia. Si, por ejemplo, el Papa Pío IX se engañó al declarar dogma de fe la Inmaculada Con-cepción de María, después de haber con-sultado a todos los obispos del mundo y de haber sido una doctrina defendida por la inmensa mayoría de teólogos y santos a lo largo de los siglos; si cuatro años después, en 1858, se engañó la vidente de Lourdes a quien la Virgen dijo: Yo soy la Inmacu-lada Concepción... Si esto fuese posible, ¿cómo Dios habría permitido que la men-

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tira fuese difundida por toda la Iglesia, siendo Él la misma Verdad?

Por eso, podemos decir, sin temor a

equivocarnos, que la devoción a María es parte indispensable de nuestra fe católica y que ningún santo del Nuevo Testamento ha llegado a serlo sin el amor a María y podemos suponer que así lo será en el fu-turo. Por eso, decía san Luis María Grig-nion de Montfort (1673-1716): Creo, per-sonalmente, que nadie puede llegar a una íntima unión con el Señor y a una fideli-dad plena al Espíritu Santo sin una unión muy estrecha con la Santísima Virgen. Ser verdadero devoto de María es señal segu-ra e infalible de predestinación 33.

33 Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen Nº 40-

44 .

79

SEGUNDA PARTE

DEVOCIONES A MARÍA

En esta segunda parte, vamos a ver las principales devociones a María, espe-cialmente: el rosario, cinco primeros sába-dos, ángelus, medalla milagrosa, escapula-rio del Carmen... EL ROSARIO

Desde los primeros tiempos del cris-tianismo, los fieles rezaban la primera par-te del avemaría; son palabras divinas, ins-piradas y evangélicas, que llenaban su co-razón de alegría al alabar a María con pa-labras que el mismo Dios nos enseñó. Porque el ángel Gabriel le dijo a María de parte de Dios: Alégrate (Dios te salve) lle-

80

na de gracia, el Señor está contigo. Y el Espíritu Santo por boca de su prima Isabel le dijo: Bendita tú eres entre todas las mu-jeres y bendito es el fruto de tu vientre.

Esta primera parte del avemaría, sin

el nombre de Jesús, ya era común rezarla en el siglo VI. Algunos dicen que el Papa san Gregorio Magno (540-604) fue quien la difundió, pues en su tiempo aparece una antífona del ofertorio de la misa del do-mingo IV de Adviento, con esas mismas palabras del avemaría. En el siglo VII, se encuentra en una oración en Luxor, alto Egipto; pero es hacia el año 1000, cuando es totalmente popular y todo el mundo la recita de memoria, especialmente en los conventos. En el sínodo de París de 1198 se ordena a los sacerdotes que reciten con el pueblo las oraciones del padrenuestro, credo y avemaría. En el siglo XIV es

81

cuando aparece ya en muchos lugares la primera parte con el nombre Jesús (Bendi-to es el fruto de tu vientre Jesús) y tam-bién la segunda parte: Santa María madre de Dios ruega por nosotros pecadores aho-ra y en la hora de nuestra muerte. Amén. En el siglo XV las cofradías marianas di-funden el avemaría completo por doquier.

Por otra parte, desde los primeros

siglos, los monjes que sabían leer, recita-ban en comunidad los 150 salmos de la Biblia. Los que no sabían leer, rezaban en su lugar 150 padrenuestros. En el siglo XII, en vez de los 150 padrenuestros, co-menzaron a rezar 150 avemarías. A esto se llamaba el salterio de María o salterio ma-riano, aunque el avemaría se rezaba sola-mente en su primera parte. Gracias a la predicación de santo Domingo de Guzmán (1170-1221) y sus hermanos dominicos, el

82

rezo del salterio mariano se propagó por todas partes. Por eso, algunos consideran a santo Domingo como el fundador del rosa-rio.

Pero fue Alano de Roche (+1475),

quien organizó el rosario en misterios de diez avemarías precedidas de un padre-nuestro, siguiendo en esto al cartujo Enri-que de Kalcar (+1408), que había propues-to rezar 150 avemarías divididas en 15 de-cenas, precedidas de un padrenuestro. También Alano de Roche propuso meditar en cada decena algún misterio de la vida de Jesús o de María. Y así se fue difun-diendo el rezo del rosario, como así se llamó ya desde el siglo XVI, en vez de salterio mariano como antes se llamaba.

Por fin, en 1569, el Papa Pío V en

su bula Consueverunt Romani Pontífices

83

estableció la forma de misterios gozosos, dolorosos y gloriosos como definitiva para toda la Iglesia. El mismo Papa en 1572, a raíz de la victoria de Lepanto contra los musulmanes, ocurrida el 7 de octubre de 1571, estableció la fiesta de Nuestra Seño-ra de las Victorias, que el Papa Gregorio XIII la cambió por el nombre de fiesta de Nuestra Señora del Rosario, y comenzó a celebrarse el 7 de octubre, que actualmen-te es el día mundial del rosario.

Cuando María se aparece en Lour-

des (1858) y en Fátima (1917), reza el ro-sario con los videntes y exhorta a rezarlo todos los días. Y los Papas, especialmente desde el siglo XIX, lo han recomendado encarecidamente. Juan Pablo II escribió la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae (Rosario de la Virgen María) el año 2002, donde añade los misterios, llamados lumi-

84

nosos. El mismo Papa en esta carta apostólica dice:

El rosario es mi oración predilecta.

¡Cuántas gracias he recibido a través del rosario en estos años! ¡El que propaga el rosario se salva!

El rosario es una oración que se

presta particularmente para reunir a la familia... Rezar el rosario por los hijos y, mejor aún, con los hijos, educándolos desde su tierna edad para este momento cotidiano de intervalo de oración de la familia, es una ayuda espiritual que no se debe minusvalorar... Tomad con confianza entre las manos el rosario, descubriéndolo de nuevo a la luz de la Escritura... ¡Oh rosario bendito, dulce cadena que nos une con Dios, vínculo de amor que nos une a los ángeles, torre de salvación contra los

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asaltos del infierno, puerto seguro en el común naufragio, no te dejaremos jamás! Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía. Para ti el último beso de la vida, que se apaga; y el último susurro de nues-tros labios será tu suave nombre: oh Re-ina del Rosario, oh Madre nuestra queri-da, oh Refugio de los pecadores, oh Sobe-rana consoladora de los tristes. Que seas bendita por doquier hoy, y siempre, en la tierra y en el cielo.

Y les decía a los jóvenes: “No se

avergüencen de rezar el rosario a solas, mientras van al colegio, a la universidad o al trabajo, por la calle y en los medios de transporte público; habitúense a rezarlo entre ustedes, en sus grupos, movimientos y asociaciones. No duden en proponer el rezo en casa, a sus padres y a sus herma-nos, porque el rosario renueva y consolida

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los lazos entre los miembros de la familia. Esta oración los ayudará a ser fuertes en la fe, constantes en la caridad, alegres y perseverantes en la esperanza”.

En cuanto a las letanías, que se re-

zan al terminar los cinco misterios del ro-sario, se llaman lauretanas o loretanas, porque desde la mitad del siglo XVI se cantaban en el santuario de Loreto. Las letanías actuales son fundamentalmente las mismas que se cantaban entonces y que fueron aprobadas por el Papa Sixto V, concediéndoles indulgencias con la bula Reddituri del 11 de julio de 1587. Algunos autores dicen que ya en el siglo XII exist-ían formularios con las principales de es-tas advocaciones, aunque algunos Papas han añadido algunas con el paso del tiem-po. Pío IX añadió Reina concebida sin pe-cado original, después de la proclamación

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del dogma de la Inmaculada Concepción. León XIII añadió Reina del Santísimo Ro-sario y madre del buen consejo. Benedicto XV: Reina de la paz. Pío XII, después de la proclamación del dogma de la Asun-ción, añadió: Reina asunta a los cielos. Y Juan Pablo II: Madre de la Iglesia.

Las letanías son expresiones de

amor a María, alabanzas por ser Virgen, Madre y Reina de todos nosotros. Y cuan-to más la alabemos, más contento estará Jesús. Por eso, hay un dicho antiguo que dice: De María nunquam satis (Todo lo que hablemos de María, nunca será sufi-ciente). Siempre podemos decir más y ala-barla más. El mismo Dios nos dio ejem-plo, al enseñarnos la primera parte del avemaría y decirle: Llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu

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vientre... ¿Podemos decir algo más grande de María? Como decía san Anselmo, con tal de no decir que es Dios, todo lo demás se quedará corto.

Nuestra Madre, la Virgen María, le

hizo algunas promesas en 1480 al beato Alano de Roche:

- Prometo mi especialísima pro-

tección y grandes beneficios a quienes devotamente recen el ro-sario, que será para ellos un es-cudo fortísimo contra las ase-chanzas del maligno.

- El alma que se me encomiende

por el rosario se salvará. Los verdaderos devotos del rosario no morirán sin los auxilios de la Iglesia.

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- A los que propaguen el rosario

los socorreré en todas sus nece-sidades.

- Y los libraré muy pronto del

purgatorio, gozando en el cielo de una gloria singular.

- La devoción del rosario es señal

cierta de predestinación a la glo-ria.

También al venerable padre Hoyos,

jesuita español, apóstol de la devoción al Corazón de Jesús, le dijo María: Hasta ahora, ninguno se ha condenado ni se condenará en adelante, que haya sido verdadero devoto del rosario.

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Para mí, personalmente, uno de los momentos más emocionantes de mi vida fue asistir al rezo del rosario en distintas lenguas en la procesión de las antorchas en el santuario de Lourdes e, igualmente, el rezarlo en el santuario de Fátima. Fueron momentos inolvidables de vida eclesial, unido a gentes de todas partes del mundo y unidos todos a Jesús por medio de Mar-ía. Por supuesto que, desde joven, nunca dejo de rezarlo todos los días y para mí es una fuente inagotable de bendiciones. Y esto lo han comprobado muchas personas, que dan testimonio de ello.

Scott Hahn, un gran teólogo presbi-

teriano convertido al catolicismo, un día rezó su primer rosario. Y dice: Lo recé muchas más veces y, tres meses más tarde, me di cuenta de que desde el día en que yo había comenzado a rezar el rosario, aque-

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lla situación mía, aparentemente imposi-ble, había cambiado. ¡Mi petición había sido escuchada! Y volví a tomar el rosa-rio, que no he dejado de rezar desde aquel día34.

Muchos hermanos protestantes di-

cen que el rezo del rosario no es bíblico, porque Jesús prohibió repetir oraciones. Y citan el texto de Mateo 6, 7; donde Jesús dice que cuando oren, no sean habladores como los gentiles, que piensan que serán escuchados por su mucho hablar. Algunos traducen como vana repetición, en vez de no sean habladores. Pero, al rezar el rosa-rio, no hacemos vanas repeticiones, sino repeticiones útiles y maravillosas con las mismas palabras divinas que Dios nos en-seña en el padrenuestro y en la primera 34 Hahn Scott y Kimberley, Roma, dulce hogar, Ed. Rialp, Ma-

drid, 2003, p. 84.

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parte del avemaría. ¿Será vana repetición el repetir palabras divinas que Dios mismo nos ha enseñado?

Por eso, dice Scott Hahn: Mi mujer

nunca se cansa de oírme decir “te quie-ro”. Mi madre no se cansa de oír que le agradezco que me haya criado... Dios tampoco se cansa nunca de oírnos repetir toda la serie de frases, que han sido vene-radas como oraciones por la Escritura y la Tradición cristiana. Los no católicos repiten mucho las palabras: Amén, Alelu-ya y Alabad al Señor35.

Por eso, reza el rosario. A esto es a

lo que animo a los católicos y a todos los cristianos de buena voluntad. Reza el ro-sario y date cuenta de que cada recitación 35 Hahn Scott, Dios te salve, Reina y Madre, Ed. Rialp, Madrid,

2003, p. 153.

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te está conectando con las cosas perma-nentes, alejándote de lo transitorio y efí-mero. Saca tiempo para rezar el rosario, cuando estés en la sala de espera de un médico o en un atasco a la hora punta del tráfico... Las cuentas del rosario y tus oraciones son más reales que los coches que hay delante de ti y que los bocinazos que están sonando36.

El padre Patrick Peyton, sacerdote

norteamericano de origen irlandés, fue el gran apóstol del rosario y fundador de la Cruzada del rosario. Durante los años 40, consiguió que cientos de emisoras trans-mitieran el rezo del rosario en USA. En los años 50, realizó una serie de películas sobre el rosario con actores y actrices fa-

36 ib. p. 159.

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mosos. Con ocasión de una entrevista, di-jo:

Dios nos ha dado en María un rega-lo tan grande que, por más que nos esfor-cemos, nunca lo apreciaremos suficiente-mente. Un día un pastor evangélico me dijo: “Padre, háblenos por favor de la Virgen María. Háblenos del rosario. Por-que yo, les envidio a ustedes católicos por tener una forma tan estructurada de ora-ción. ¿No podría escribir algo sobre el rosario para nosotros los evangélicos?”.

El padre Peyton respondió: La

razón para hacerme sacerdote ha sido, ante todo, la Santísima Virgen a través, especialmente, del rosario familiar... Dos años antes de mi ordenación me puse en-fermo: los médicos diagnosticaron tuber-culosis. Me llevaron a la enfermería. Es-taba mal de cuerpo y alma... Uno de mis

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profesores de la universidad de Notre Dame, padre Cornelio Hegarty, vino a verme y durante media hora me habló de la Virgen María, y me convenció de pedir-le la salud. De María recibí la salud, y su amor me liberó de la enfermedad, deján-dome volver feliz a mi vocación. Fui orde-nado sacerdote. Por Ella moriría en agra-decimiento y le daría un millón de mun-dos, si los tuviera. La Cruzada del rosario en familia ha sido el medio que Dios me ha concedido para manifestarle mi grati-tud37.

Cuando el Papa Juan XXIII recibió

en audiencia privada a la hija de Kruscev, el primer ministro de Rusia, el Papa le pi-dió que le pronunciara en ruso el nombre de cada uno de sus hijos. Después le obse- 37 Peyton Patrick, Por qué me hice sacerdote, Ed. Sígueme, 1959,

pp. 68-72.

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quió un rosario (aunque sabía que ella era oficialmente atea) y le dijo: Sé que usted quiere mucho a sus hijos. Por eso, le doy un rosario, que para nosotros los católi-cos tiene una maravillosa relación entre una madre y su hijo Jesús, y recuerda los momentos tristes y alegres de su vida a través de los misterios. Son la mejor ma-dre y el mejor hijo de todos los tiempos: la Virgen María y Jesucristo. La hija de Kruscev lloró de emoción.

- En mayo de 1959, fue liberado de

las prisiones soviéticas el general del ejér-cito italiano Etevoldo Pasolini, comandan-te de la división Vicenza. Entrevistado por los periodistas sobre su primer encuentro con su familia, dijo que la primera noche estuvo hablando mucho tiempo con su es-posa. Cuando su esposa se quedó dormida, él sacó el rosario de su bolsillo y empezó a

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rezarlo. Y dijo así: ¿Qué otra cosa podía hacer? Aquel rosario había sido para mí una fuente de esperanza durante mi cauti-verio y ahora tenía que rezarlo para agradecerle a Dios mi regreso a casa.

- El famoso científico italiano Gui-

llermo Marconi, que fue el primero que realizó transmisiones de telegrafía sin hilos y fue premio Nóbel de física de 1909, cuando celebró sus bodas, fue reci-bido por el Papa, que le obsequió a él y a su esposa un rosario. Y, cuando estaba moribundo, quiso que transmitieran a su esposa el siguiente mensaje: He muerto con el rosario en la mano y besando el santo crucifijo.

- El famoso Peter Koch, oficial de

las SS alemanas, que fue el terror de Roma durante la segunda guerra mundial, fue

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condenado a muerte. En los últimos días de su prisión, le escribió una carta al Papa Pío XII, pidiéndole perdón por sus críme-nes. El Papa envió a uno de sus secreta-rios, Monseñor Nasalli Rocca, y le dijo: Vaya a ver al señor Koch y dígale que yo lo perdono y, como prueba de mi bendi-ción, déle este rosario.

Cuando llegó el sacerdote a su celda

y le comunicó la bendición del Santo Pa-dre, el condenado se conmovió y le dijo: No soy digno de tocar este rosario del Pa-pa con mis manos ensangrentadas. Póngamelo al cuello usted mismo. Y Koch murió con el rosario al cuello y rezando el avemaría. Estamos seguros de que Dios lo recibió en su seno por intercesión de Mar-ía.

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- Daniel O´Connel, el famoso esta-dista católico irlandés, libertador de Irlan-da, cuando viajaba por todo el país para organizar a sus compatriotas con el fin de obtener la independencia, invitaba a todos a rezar el rosario. Solía decir que, para el triunfo de su causa, confiaba más en el rezo del rosario que en sus discursos.

- El conocido estadista italiano Al-

cide De Gasperi escribía en su libro Car-tas desde la prisión: En 1927 fui detenido por mis ideas políticas, fundamentadas en la doctrina social cristiana. Allá, en la dura celda, en los momentos de soledad, escribí a mi familia estas palabras: Antes de acostarme leo Las Confesiones de san Agustín y, luego, ya en cama, rezo el rosa-rio, pensando que ustedes y las niñas están rezando a esa hora; así me uno a ustedes en oración con María.

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- En la guerra civil española (1936-

1939), la ciudad de Toledo había sido ocupada por los comunistas; pero quedaba por dominar el Alcázar de Toledo, que había sido la Academia militar para oficia-les. Allí se refugiaron un total de 1.100 hombres con 800 mujeres y niños. Los atacantes los cercaron con 10.000 solda-dos, pero no pudieron vencerlos. ¿Por qué? Los 1.100 hombres del Alcázar eran soldados de María, se habían consagrado junto con su coronel Moscardó a María y Ella, la vencedora de mil batallas, los de-fendió hasta el último momento. Huma-namente, es inexplicable cómo pudieron resistir 71 días de asedio. Pero María ve-laba por ellos. Organizaron el rosario per-petuo, día y noche, ante la imagen de la Virgen. Dos veces al día se reunía toda la guarnición para rezar el rosario y así pu-

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dieron resistir a pesar de que dinamitaron el Alcázar con cargas explosivas subterrá-neas, a pesar de la falta de agua y de ali-mento y de que se acababan las municio-nes.

A los 72 días de asedio, el general

Franco les mandó ayuda y fueron libera-dos. Al ser preguntado el coronel Mos-cardó cómo había sido posible vencer en lucha tan desigual, decía: Preguntádselo a María. Ella era la Generala del Alcázar. Ella daba valor a nuestros corazones. Ella fue la que nos salvó.

- Dino Segre, cuyo seudónimo es

Pitigrilli, escribió muchas novelas famo-sas, traducidas a los principales idiomas del mundo. Como estaba alejado de Dios y de la Iglesia, en sus escritos transmitió sus sentimientos anticristianos. Pero, al con-

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vertirse, escribió: He encontrado la fe. An-tes yo creía que Dios, el poder de la ora-ción o la comunión de los santos eran co-sas de la imaginación... En el pasado, los veinte mil libros de mi biblioteca, en los que había buscado en vano la verdad, no me la dieron. Un día, el obispo Monseñor Angel Jelmini, administrador apostólico de Lugano, al despedirse, después de una larga conversación, me dijo: Reza a la Virgen, es tan buena... Desde entonces, rezo a la Virgen y tengo la prueba de su poderosa intercesión. Y el rosario que an-tes creía que era unas simples cuentas en-sartadas para tener ocupados los dedos, se transformó para mí en algo al que acu-do cuando tengo necesidad de consejo y de consuelo. María me ha salvado38.

38 Barbieri, En intimidad con la Virgen, Ed. Paulinas, Bilbao,

1960, p. 100.

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- A san Clemente Jorfabuer, popular misionero redentorista de Alemania, un día lo vieron preocupado, buscando algo en el hospital. Una hermana religiosa le preguntó:

- ¿Qué busca? - Se me perdió mi arma con la que

me defiendo. - ¿Cuál es su arma? - Mi rosario. Ayúdeme a encon-

trarlo. Cuando voy a visitar a un enfermo, voy rezando por su conversión. Con el rezo del ro-sario he obtenido maravillosos favores de conversión de muchos que iban por mal camino.

- El padre Francesco Napoletano,

que vivió muchos años con el padre Pío de Pietrelcina, decía: Llevaba siempre consi-

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go el rosario, o enrollado en la mano o en el brazo como si fuera una sarta de perlas o un escudo de defensa. Tenía rosarios en todas partes, bajo la almohada, en la me-sita de noche, en los bolsillos, dondequie-ra... Era el religioso del rosario. Conside-raba el rosario como su arma predilecta contra toda clase de enemigos39.

- Cuando Federico Ozanam, funda-

dor de las Conferencias de san Vicente de Paúl, tenía 19 años, fue enviado por sus padres a estudiar a la universidad de París. Allí tuvo la suerte de conocer al gran científico André Ampère. Y dice: Un día, en que estaba triste y abrumado por mis problemas, entré en la iglesia de san Es-teban para tranquilizarme. La iglesia es-taba en silencio y casi vacía. Arrodillado 39 Napoletano Francesco, Padre Pío, el estigmatizado, Ed. San

Giovanni Rotondo, 1977, pp. 244 ss.

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humildemente delante del altar, estaba un hombre rezando el rosario. Me acerqué y pude reconocer a Ampère. Después de contemplarle unos momentos, me retiré, profundamente conmovido y más cerca de Dios. El rosario de Ampère me había con-vencido más que mil sermones de la im-portancia de Dios y de la oración. Y así pude volver a recobrar mi fe perdida40.

El famoso arzobispo de Nueva York

y gran predicador de la televisión nortea-mericana Fulton Sheen, dice: “El rosario es un medio de oración incomparable. In-sisto mucho en sus efectos espirituales, porque me son bien conocidos. He visto salvarse milagrosamente a jóvenes gra-vemente heridos en accidentes; he visto una madre en peligro durante el parto, 40 Corredor García Antonio, Anécdotas marianas, Ed. Apostolado

mariano, Sevilla, 1989, p. 77.

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librarse de la muerte propia y salvar a su hijo; he visto alcoholizados que se han vuelto sobrios; vidas licenciosas que se han espiritualizado; descarriados que han vuelto a la fe; familias sin hijos que han sido bendecidas con la deseada prole; soldados que han salido ilesos del comba-te; angustias espirituales superadas; pa-ganos que se han convertido.

Conozco un judío, que durante la

guerra mundial se escondió con otros cua-tro soldados austriacos en el hoyo produ-cido por una bomba. Pedazos de metralla saltaban por todos partes. De repente, una bomba mató a los cuatro compañeros. El judío tomó el rosario de uno de éstos y empezó a rezarlo. Lo sabía de memoria por haberlo oído rezar muchas veces. Al terminar la primera decena, le pareció que debía salir de aquel embudo. Se

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arrastró por el barro y suciedad y se me-tió en otro agujero. En aquel momento, estalló otra bomba en el hoyo que había dejado.

Al final de cada decena, fue tras-

ladándose de refugio, y cuatro explosiones se sucedieron en los hoyos abandonados por él. Salvó su vida y en agradecimiento se propuso dedicarla a Nuestro Señor y a Nuestra Santísima Madre. Terminada la guerra, hubo de pasar por nuevos sufri-mientos: su familia había sido aniquilada por Hitler, pero él mantuvo su promesa. Lo bauticé el año pasado y ahora está es-tudiando para sacerdote.

Aprended a santificar todos los ins-

tantes de vuestra vida. Lo podéis hacer mediante el rosario. Mientras vais por la calle, rezad el rosario escondido en la

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mano o en el bolsillo; conduciendo el co-che, pueden ayudaros las divisiones del volante para contar las decenas. Mientras esperáis que os saquen comida o la llega-da de un tren; cuando estáis quietos detrás de un mostrador o cuando os toca viajar, podéis rezar el rosario… Si queréis convertir a alguien, enseñadle a rezar el rosario. Acaecerá una de dos cosas: o de-jará de rezarlo u obtendrá el don de la fe”.41

- Un milagro especial de Dios por

intercesión de María tuvo lugar el 6 de agosto de 1945, a las 8.15 a.m. Un bom-bardero norteamericano lanzó la primera bomba atómica sobre Hiroshima, a menos de un kilómetro de distancia de la iglesia Nuestra Señora de la Asunción de los pa- 41 Sheen Fulton, Nuestra madre, Ed. Paulinas, Madrid, 1953, pp.

78-80.

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dres jesuitas. En un radio de 1.5 km, mu-rieron 80.000 personas y, en los siguientes 15 años, otras 150.000 por los efectos de la bomba. La iglesia de los jesuitas quedó totalmente destruida, pero la residencia, que estaba al costado, quedó en pie, aun-que con graves daños. Allí vivían cuatro sacerdotes jesuitas alemanes: Hugo Lassa-lle, Kleinsorge, Cieslik y Hubert Schiffer. Todos sobrevivieron. Pero lo más asom-broso fue que no tenían rastros de la ra-diactividad de la bomba. El padre Schiffer fue examinado e interrogado por 200 científicos japoneses y no podían explicar-lo humanamente. Por eso, el padre Schif-fer, en sus conferencias a lo largo de Esta-dos Unidos, decía siempre que la razón era que en aquella casa había algo diferente a las demás: Allí se rezaba el rosario todos los días.

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El padre Lassalle, que era el párroco y que vivió hasta 1990, edificó con permi-so del Papa Pío XII, una catedral en el lu-gar donde estaba su iglesia y, actualmente, es la sede del obispo de Hiroshima. Esta catedral fue terminada en 1954 y es un monumento a todas las víctimas de la bomba atómica y un símbolo a la paz y al amor entre todos los hombres. La catedral se llama world peace memorial cathedral.

- Otro milagro ocurrió el 24 de di-

ciembre de 1985 en el pueblo Fuente del Maestre (Badajoz-España). La niña Rosa Paz Barrios, después de recorrer varios hospitales de Badajoz, Sevilla y Madrid fue desahuciada. El diagnóstico era ence-falitis pos-sarampionosa, tetraparexia, co-ma, deterioro progresivo, alteraciones del ritmo respiratorio y respiración atáxica. Los últimos meses había perdido los sen-

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tidos y la movilidad y vivía a base de oxí-geno y suero.

Aquel día de Navidad, a las diez de

la noche, estaba su madre y una vecina, rezando el rosario por su curación, como todos los días; cuando, de pronto, despertó como de un sueño profundo, se sentó en la cama y pidió de comer. Su madre le quitó las sondas y le trajo un plato de lentejas, que se comió tranquilamente, después de meses que no comía absolutamente nada. Este milagro fue publicado por todos los medios de comunicación de España.

- El 12 de abril de 1999, un avión

fokker-50 de la compañía Avianca en vue-lo de Bucaramanga a Bogotá, en Colom-bia, fue secuestrado por el ejército de Li-beración nacional (ELN). En ese vuelo, fue secuestrada la religiosa Sor Josefina,

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sierva de María, ecuatoriana, con 39 pasa-jeros más. Los terroristas forzaron a aterri-zar el avión en un terreno pantanoso y obligaron a todos a entregar su documen-tación y a bajar. Emprendieron una cami-nata casi sin tregua durante ocho días. Los secuestrados compartían todo, hasta el pla-to y la cuchara, y se animaban mutuamen-te. En esas circunstancias, la hermana Jo-sefina fue como el ángel enviado por Dios. Los animó a rezar y todos los días rezaban juntos el ángelus, cantaban el padrenuestro y rezaban el rosario. Incluso, algunos gue-rrilleros se interesaron por aprender algu-nas oraciones que ella les escribía en sus cuadernos. Cuando los separaron en dos grupos, ella regaló su rosario a un compa-ñero del otro grupo, que sabía rezarlo, para que siguieran rezándolo. El rosario fue la fuerza de unión, que les daba esperanza en medio de aquellos difíciles momentos has-

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ta que, por fin, llegó la liberación el 7 de mayo y todos dieron gracias a Dios por medio de María, que los había salvado de la muerte. - En el pueblo italiano de Marciano di Romagna hay una gasolinera atendida por una anciana mujer, que lleva atendien-do desde hace 50 años. Se llama Prudencia Palazzi. Todos los choferes y camioneros la conocen y se detienen a charlar con ella, pues derrocha simpatía y cordialidad. Es amiga de todo el mundo. Pero tiene una particularidad: les reparte a todos un rosa-rio para que la Virgen los acompañe, y los proteja de los peligros y bendiga a los ni-ños. Así lo hace día tras día. Más de tres mil coches y camiones ostentan en su ca-bina el rosario de Prudencia como un tro-feo de su amistad en la carretera. Pruden-cia no sólo regala rosarios, también reza

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por todos sus amigos y clientes. En una ocasión, fue al santuario de Loreto para encomendárselos a la Virgen. Incluso, el Papa Juan Pablo II la recibió un día en Audiencia y le dijo:

- Muy bien, hija mía, adelante. Con la manga del surtidor y el rosario de la Virgen ganarás el cielo para ti y para tus amigos los automovi-listas. Que Dios te bendiga.42

El rosario es la síntesis de todo el Evangelio

(Pablo VI) 42 Tomado de Relatos de santa María, de Ismael Bengoechea,

Cádiz, 1984, p. 192.

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EL ÁNGELUS

El Ángelus es una oración en honor de María, que comienza: El ángel (ange-lus) del Señor anunció a María... Se rezan tres avemarías tres veces al día: al amane-cer, al mediodía y al atardecer. Esta devo-ción comenzó en la Edad Media. Al atar-decer, se tocaba la campana en los conven-tos e iglesias para indicar a todos el fin del trabajo del día; y, en esos momentos del toque de la campana, se rezaba tres ave-marías para saludar a María, recordando la Encarnación de Jesús. Ya en 1269, en el Capítulo General de los franciscanos, pre-sidido por san Buenaventura, se ordena a los religiosos a animar a los fieles a recitar tres avemarías al triple toque de la campa-na por las tardes, al terminar el trabajo dia-rio. Hacia fines del siglo XIII, en varios lugares, se acostumbraba ya a tocar la

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campana por la mañana para indicar el comienzo del trabajo; y también comenzó así la costumbre de rezar tres avemarías por la mañana, como se hacía por la tarde, en honor de María, conocida como estrella de la mañana.

Hacia fines del siglo XV, ya se hab-

ía extendido la costumbre, en algunos lu-gares, de tocar la campana también al me-diodía de los viernes para recordar la pa-sión del Señor. El Papa Calixto III ordenó tocar la campana todos los días al mediod-ía, al igual que en la mañana y en la tarde, y rezar un padrenuestro y tres avemarías, pidiendo a Dios ayuda para la defensa de la cristiandad, amenazada por los turcos. Y los Papas desde el siglo XIV, apoyaron esta devoción, concediendo indulgencias. El Papa Alejandro VI, en 1500, ordenó

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que esta costumbre del Ángelus se exten-diera por todo la Iglesia.

Los santos han practicado esta de-

voción y siempre la han recomendado por ser una muestra de amor a María, la madre querida, que siempre nos ama y protege. Actualmente, se ha perdido esta costumbre en muchos lugares. Ya no se toca la cam-pana en las ciudades y tampoco en muchos pueblos. Por eso, sería recomendable re-tomar estas buenas costumbres de nuestros mayores, porque todo lo que signifique amor a María no quedará sin recompensa y ella, como buena madre, velará por no-sotros en nuestras necesidades.

Como experiencia personal, puedo

decir que, cuando estaba de párroco en Arequipa, grabé con mi voz el rezo del Ángelus y todos los días lo ponía al co-

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menzar el día, al mediodía y al atardecer para que todos lo oyeran a través de los altoparlantes. De esto ya han pasado vein-te años y todavía se sigue oyendo todos los días el Ángelus con mi grabación. ¿Cuántas bendiciones Dios habrá dado a mis feligreses a través de esa grabación? Sólo Él lo sabe, nosotros sólo debemos poner de nuestra parte todo lo que poda-mos para alabar a Dios por medio de Mar-ía. LA MEDALLA MILAGROSA

Nuestra Madre la Virgen se apare-ció el 18 de julio de 1830 a Sor Catalina Labouré, y volvió a aparecérsele el 27 de noviembre del mismo año con las manos extendidas, irradiando mucha luz y con una serpiente a sus pies, teniendo a su al-

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rededor escritas las palabras: Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos. Después, desapare-ció la Virgen y apareció un óvalo grande con una M, coronada por una cruz y deba-jo dos corazones: el de Jesús, rodeado de espinas, y el de María, atravesado por una espada. Doce estrellas rodeaban el conjun-to. La Virgen dijo: Haz acuñar una meda-lla como la de este modelo; todos los que la lleven recibirán grandes favores; serán abundantes las gracias para quienes la lleven con confianza.

He aquí el origen de esta medalla, a

través de la cual Dios ha hecho tantos mi-lagros, que el pueblo la ha llamado con razón medalla milagrosa. En esta medalla, se proclama ya el dogma de la Inmaculada concepción, que fue definido el año 1854, 24 años más tarde. Las palabras de la me-

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dalla dicen: Oh María, sin pecado conce-bida, es decir, inmaculada, sin mancha de pecado original. Además, tiene a la ser-piente a sus pies, para indicar que ella, como dice el Gén 3, 15, aplasta la cabeza de la serpiente infernal, el diablo. Y en ella aparecen unidos, como inseparables, los Corazones de Jesús y de María. Y todo rodeado de doce estrellas, en el reverso de la medalla, como la mujer rodeada de doce estrellas del Apocalipsis 12.

Es interesante, al respecto, conocer

que la bandera oficial del Parlamento eu-ropeo tiene doce estrellas sobre un fondo azul. Muchos no conocen su origen. Cuando en 1950 se convocó a un concurso abierto a todos los artistas del viejo conti-nente para escoger la bandera de la futura Europa unida, el joven artista alemán Ar-sene Heitz hizo el boceto escogido, que

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ahora es la bandera oficial de Europa. La bandera fue elegida oficialmente el 8 de diciembre de 1955, un día mariano por excelencia, fiesta de la Inmaculada Con-cepción. El artista aclaró por qué había escogido las doce estrellas con fondo azul como bandera: Inspirado por Dios, tuve la idea de hacer una bandera azul sobre la que se destacaran las doce estrellas de la medalla milagrosa de Rue du Bac de París43. Arsene Heitz dijo también que era muy devoto de María, que rezaba el rosa-rio todos los días y que, cuando se con-vocó al concurso, él estaba leyendo la his-toria de santa Catalina Laboure y se dio cuenta de que, en la medalla milagrosa, la Virgen mandó grabar su imagen, rodeada de doce estrellas como la Virgen del Apo-calipsis. 43 Citado por De Fiores Stefano, Los caminos del espíritu con

María, Ed. San Pablo, Madrid, 1997.

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Cuando alguien le hizo notar al res-

ponsable de la Comisión de calificación Paul M.G. Levy, un judío, que no eran do-ce los miembros de la Unión europea en ese momento, él dijo que doce era el símbolo de plenitud como aparece en la Biblia. Por tanto, fue escogida por un jud-ío sin motivos confesionales, pero pode-mos decir que no fue una casualidad que la bandera de la Unión europea, basada en la medalla milagrosa, sea la bandera de María, porque ella vela sobre Europa co-mo una madre. Y aunque no todos la reco-nozcan como Madre, Ella sí los reconoce a todos como hijos.

Uno de los milagros más espectacu-

lares realizados por medio de la medalla milagrosa es la conversión de Alfonso de Ratisbona. Era un banquero judío muy ri-

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co, que estaba a punto de casarse. Su ami-go Teodoro de Bussiers, convertido del protestantismo, le había dado una medalla milagrosa para que la llevara consigo y le había recomendado que rezara la oración Acordaos de san Bernardo. Él aceptó por unos días por complacerle, y el 20 de ene-ro de 1842, entrando en la iglesia de san Andrés de Roma, de pronto, se le apareció la Virgen. No le dijo nada, pero él lo en-tendió todo. Dice:

Si alguien me hubiera dicho en la

mañana de aquel día: te has levantado judío y te acostarás cristiano; si alguien me hubiera dicho eso, lo habría mirado como al más loco de los hombres. Si al mediodía, un tercer interlocutor se hubie-se acercado y me hubiera dicho: Alfonso, dentro de un cuarto de hora adorarás a Jesucristo, tu Dios y Salvador y estarás

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prosternado en una pobre iglesia; y te golpearás el pecho a los pies de un sacer-dote, en un convento de jesuitas donde pasarás el carnaval, preparándote para el bautismo, dispuesto a inmolarte por la fe católica; y renunciarás al mundo, a sus pompas, a sus placeres, a tu fortuna, a tus esperanzas, a tu porvenir; y, si es preciso, renunciarás a tu novia, al afecto de tu fa-milia, a la estima de tus amigos, al apego de los judíos. ¡Y sólo aspirarás a servir a Jesucristo y a llevar tu cruz hasta la muer-te! Si algún profeta me hubiera hecho una predicción semejante, sólo habría juzgado a un hombre más insensato que ése: ¡al hombre que hubiera creído en la posibili-dad de tamaña locura! Y, sin embargo, ésta es hoy la locura, causa de mi sabidur-ía y de mi dicha44. 44 André Frossard, ¿Hay otro mundo?, Ed. Rialp, Madrid, 1981,

pp. 32-36.

126

Y Alfonso de Ratisbona lo dejó todo

y se hizo sacerdote y llegó a ser un santo: san Alfonso de Ratisbona. Hoy, en la igle-sia de san Andrés de Roma puede leerse: El 20 de enero de 1842, Alfonso de Ratis-bona de Estrasburgo, vino aquí judío em-pedernido. La Virgen se le apareció como la ves. Cayó judío y se levantó cristiano. Extranjero, lleva contigo este precioso recuerdo de la misericordia de Dios y de la Santísima Virgen.

Veamos un caso reciente. El señor

Patrick Neger, su esposa Elisabeth y sus dos hijos, Pathy de tres años y Ludovic de veintitrés meses, visitaron el santuario de la Virgen de la medalla milagrosa en la calle Du Bac de París, donde compraron unas medallas milagrosas, que se pusieron al cuello. Allí mismo encomendaron a

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Dios y a María su viaje a España, que rea-lizarían al día siguiente, 26 de noviembre de 1983, en la aerolínea colombiana Avianca.

A la mañana siguiente, se levanta-

ron felices para emprender el viaje y se dirigieron al aeropuerto Charles de Gaulle de París. Tomaron el avión de Avianca con destino a Madrid; pero, cuando el avión se encontraba muy cerca del aero-puerto de Barajas, en Madrid, perdió altu-ra y cayó incendiándose. Murieron 183 pasajeros; solamente hubo 8 sobrevivien-tes. Entre ellos, toda la familia Neger. Pa-trick salió por los aires al caer el avión a tierra y se desmayó. Recuerda: Cuando volví en mí, me encontré en medio del campo rodeado de trozos del avión. Pa-recía una pesadilla, pero no lo era. En esto, pude ver la silueta de una mujer con

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dos niños. Era mi esposa con mis dos hijos. Todos estábamos vivos. Ciertamen-te, la Virgen María no defraudó nuestra confianza en ella y nuestra familia siem-pre considerará el estar vivos como un milagro de María.

Veamos otros casos en que el amor

a María, manifestado a través de una sim-ple medalla, puede hacer auténticos mila-gros.

Cuenta el padre Trilles, misionero

de la Congregación del Espíritu Santo en Gabón, que un día de 1907, acompañado de unos catequistas, se dirigió a Abal; pe-ro, no conociendo el camino, llegaron a Ufanga, en dirección opuesta a Abal. Co-mo ya era tarde, pidieron alojamiento en casa de una anciana pagana, llamada Ethu. Ella les sirvió plátanos cocidos y ellos,

129

después de la frugal cena, se pusieron a rezar el rosario, mientras Ethu escuchaba acurrucada junto al fuego. Terminado el rosario, la anciana preguntó al sacerdote:

- ¿Tú has rezado el avemaría, ver-

dad? - Sí, abuela. Entonces, ella rompió a llorar y a

decir: - ¡Ah, hijo mío, pobre hijo mío! Y les contó que hacía veinte años

había regresado su hijo muy enfermo de un país lejano. Antes de morir, le dijo:

- Mamá, yo me voy al cielo; pero

quiero que un día vengas tú tam-bién conmigo. Yo no puedo en-

130

señarte lo que debes hacer y lo que he aprendido de los blancos. Toma esta medalla que llevo al cuello, y di todos los días: Ave María.

Mostró la medalla de la Virgen, a

quien todos los días, como le había dicho su hijo, le decía: Ave María.

Entonces, el padre Trilles le explicó

quién era María y las principales verdades de nuestra fe católica. A la mañana si-guiente, ella asistió a misa y rezó con ellos el rosario. Y, después de unos días de pre-paración, se bautizó con el nombre de María. Ese mismo día, ella se fue a la tumba de su hijo a rezar el avemaría repe-tidas veces. A la mañana siguiente, murió, apretando entre los dedos la medalla de la Virgen y repitiendo el avemaría.

131

Dios había permitido que se equivo-

caran de camino para poder ir a evangeli-zar y bautizar a aquella anciana, que pudo así morir como cristiana45.

En 1866, el volcán Etna de Italia es-

talló y lanzó ríos de lava ardiente. El pue-blo de Nicolosi estaba en grave peligro. Enviaron un mensaje a san Juan Bosco, pidiendo consejo, y él les dijo: Colocad medallas de María Auxiliadora alrededor del pueblo y rezad. Yo también rezo por vosotros.

La lava se quedó a las afueras del

pueblo. Faltaban 300 metros para que arrasara el pueblo y se detuvo. Hoy se puede ver todavía la masa acumulada y 45 Padre Trilles en Anales de la Propagación de la fe, enero de

1908.

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seca que ha quedado allí para el recuerdo de las generaciones venideras. Este hecho fue publicado por el periódico anticlerical de la época llamado Gazzetta di Catania. EL ESCAPULARIO DEL CARMEN

La devoción a la Virgen del Carmen es una de las más populares de la Iglesia y comenzó a extenderse por Europa, a partir del siglo XIII, cuando los ermitaños, que vivían en el monte Carmelo de Palestina, huyendo de las persecuciones de los mu-sulmanes, llegaron a Europa. El hecho fundamental de la devoción ocurrió el 16 de julio de 1251. La Virgen, nuestra Ma-dre, se apareció al general de la Orden de los carmelitas san Simón Stock y le dio el escapulario como señal de su protección y característica de su Orden. Por eso, la fies-

133

ta de la Virgen del Carmen se celebra cada año el 16 de julio.

María le dijo a san Simón Stock: Recibe, hijo mío, muy amado, el escapula-rio de tu Orden, privilegio para ti y para todos los carmelitas. Quien muriere vis-tiéndolo, no padecerá el fuego del infier-no. A partir de ese momento, el escapula-rio se extendió incontenible por toda Eu-ropa y los Papas fomentaron su devoción, que lleva la promesa de salvación para quienes lo lleven con devoción en la hora de la muerte.

En las apariciones de María en la

Salette (Francia), aprobadas por la Iglesia, se apareció en 1878 como Virgen del Carmen con el escapulario. La última de las apariciones de Lourdes fue el 16 de julio, fiesta de la Virgen del Carmen. Y en Fátima, en la ultima aparición del 13 de

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octubre, se apareció también como Virgen del Carmen.

Sobre la importancia del escapulario

hay muchos testimonios que demuestran su eficacia. Veamos algunos.

San Claudio de la Colombière cita

el caso de una mujer joven que quiso sui-cidarse, arrojándose a un río, pero no pod-ía ahogarse hasta que se quitó el escapula-rio.46

Cuando hicieron el reconocimiento

de los restos de san Alfonso María de Li-gorio a los 28 años de su muerte, todos sus

46 Sermones de san Claudio de la Colombière, tomo IV, Ed.

Clermont, 1884.

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vestidos están deshechos, pero el escapu-lario estaba entero y en perfecto estado.47

El obispo Doroteo Valbuena Álva-

rez, prefecto apostólico de Esmeraldas, Ecuador, relata: En un pueblo de las Pla-yas de la Prefectura apostólica, fui con el padre Eulalio a celebrar la fiesta de la Virgen del Carmen. En la capilla se pro-dujo un fuerte incendio y yo lancé mi es-capulario a las llamas, quedando colgado de una viga. Allí se detuvieron las llamas, quedando ilesa la imagen de la Virgen del Carmen y la misma capilla. Sólo se que-maron algunas telas que adornaban el altar” 48

47 Informe del padre Berruti en su obra El Espíritu de san Alfonso

María de Ligorio, cap. 17. 48 López-Melús Rafael María, Vestid el escapulario, Ed. Amacar,

Onda (Castellón), 2001, p. 213.

136

- En la revista La semana católica de Madrid, número 22, de septiembre de 1889, se relata un suceso de la vida de Don Francisco Javier Zaldúa, ex-presidente de la República de Colombia. No era un buen cristiano y había tomado parte en la expulsión de los jesuitas de su país y en otros asuntos en contra de la Iglesia católica. Pero tenía un hijo, muy devoto de la Virgen, que llegó a ser sacer-dote. Este hijo sacerdote hacía todo lo po-sible por alcanzar la conversión de su pa-dre, pero no lo conseguía.

Y, estando ya desahuciado y cerca

de la muerte y sin quererse confesar, el hijo consiguió que aceptara colocarse el escapulario de la Virgen del Carmen. Ese mismo día, el padre decidió confesarse y afirmar su fe católica, que durante años

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había perseguido; expirando después de recibir la sagrada comunión.

- En la revista La lectura popular de

Orihuela (Alicante-España), del 5 de fe-brero de 1896, el director Adolfo Clarava-na publicaba la siguiente noticia:

Hace unos días ha ocurrido en Ro-

jales, pueblo de esta provincia de Alican-te, un hecho singular. Una niña de tres años se extravió a media tarde del sábado 18 de enero (año 1896). La buscaron por todas partes, pero no apareció. La noche fue una de las más frías del año, pero no la encontraron. Al día siguiente por la tarde, unos tíos de la niña la vieron junto a un precipicio de muchos metros de pro-fundidad, cortado casi verticalmente. Al acercarse, ella se levantó tranquilamente

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y, al preguntarle qué había pasado, si había tenido mucho frío, respondió:

- No he tenido frío, porque ha es-

tado conmigo una mujer y me tapaba con el delantal.

Trasladada la niña al pueblo, se ce-

lebró al día siguiente una misa de acción de gracias. Y la niña, al entrar en el tem-plo y ver la imagen de la Virgen del Car-men, exclamó:

- Mamá, esa es la mujer que me

tapaba con el delantal. Terminada la misa, fue a la casa del

párroco y, al entrar en el despacho, donde había un cuadro de la Virgen del Carmen, de nuevo la niña dijo:

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- Esa es la mujer que me tapaba con el delantal.

Ya no cabía la menor duda de que

había sido la Virgen, quien la había pro-tegido con su escapulario del Carmen, que la niña llamaba delantal.

- En la ciudad de Antequera (Espa-

ña), el día 13 de noviembre de 1924, la señora Rosario Narbona estaba barriendo la cocina, cerca de la cual había un pozo de agua. Su hija de corta edad cayó al po-zo. En ese momento desgarrador, la señora invocó con toda su alma a la Virgen Mar-ía. Avisaron al padre de la niña que se me-tió al pozo, donde creía que la encontraría ahogada, pues habían pasado ya unos quince minutos del suceso. Pero vio con asombro que la niña estaba tranquila, aga-rrada a un tubo. La niña dijo que una seño-

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ra muy hermosa le había tomado sus mani-tas y se las había puesto sobre aquel tubo, acariciándola y diciéndole que no tuviera miedo. Todos creyeron que había sido la Virgen del Carmen, por llevar la niña el santo escapulario. Los padres de la niña publicaron este suceso milagroso el 27 de enero de 192649.

- Un joven marinero, natural de Sa-

lamanca (España) y domiciliado en la ca-lle Fontana Nº 6, había ido a su casa du-rante las Navidades de 1948 y, antes de regresar de nuevo a su trabajo de marine-ro, quiso que el sacerdote le impusiera el escapulario de la Virgen del Carmen. Se lo impuso el Padre Manuel Ibáñez. Antes de despedirse, el sacerdote le dijo que fuera siempre muy devoto de la Virgen del 49 Tomado de Milagros del santo escapulario de Fray Juan

Fernández Martín.

141

Carmen, patrona de los marineros, y que la invocara en los momentos difíciles.

Así fue. A los cinco días ya estaba

en aguas de Cádiz a bordo del Artabro. La mar estaba gruesa y con fuerte marejada. Era noche cerrada, cuando el joven mari-nero tuvo la desgracia de caer desde cu-bierta al mar, sin que nadie se percatara del hecho. El barco se alejó rápidamente del lugar y se quedó solo entre las olas en medio de la borrasca. Entonces, le pidió ayuda a la Virgen con todo su fervor. Así estuvo diez terribles horas de angustia has-ta que una ola gigante lo lanzó a tierra.

María lo había salvado por llevar con devoción el escapulario. Y él, agrade-cido, publicó este suceso milagroso en el periódico La Gaceta, de Salamanca50. 50 Tomado del libro de Fray Antonio Corredor, María en ejem-

plos, Ed. Apostolado mariano, Sevilla, 1986, pp. 81-82.

142

- Terry Ross, de 23 años, era sar-

gento de alpinistas escoceses, en la segun-da guerra mundial. Al momento de des-embarcar en Normandía, se dirigió con sus compañeros a eliminar una estación de radio en Bruneval. Una explosión lo dejó inconsciente y recobró el conocimiento en el hospital. Al decirle los médicos que no recuperaría la vista, se puso a llorar des-consolado. Pero, en un momento de calma, se agarró del escapulario del Carmen, que llevaba al cuello, y empezó a rezar ave-marías.

En ese momento, sintió que una

mano apretaba la suya y una voz dulce de mujer le decía:

- Terry, ¿me llamas?

143

- No, no estaba llamando a nadie; pero, hermana, por favor, hága-me compañía un rato, porque me siento horriblemente solo.

Y Terry empezó a desahogarse y a

contarle sus problemas y lo triste que se sentía al pensar que nunca más iba a poder ver. ¿Qué sería de su futuro? Poco a poco, se tranquilizó y se quedó dormido. Cuando despertó, la venda de los ojos se había caí-do y se dio cuenta de que podía ver de nuevo. Los médicos acudieron a hacerle un examen riguroso y se dieron cuenta de que había ocurrido un milagro. Entonces, él pidió ansiosamente que viniera la en-fermera que estaba anoche de servicio. Pero le dijeron que no había habido nin-guna enfermera. Sin embargo, él sabía que no había sido un sueño y que, rezando el avemaría, ella se había acercado para con-

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solarlo. Por eso, quedó convencido de que había sido la misma Virgen María, que lo había curado milagrosamente51.

- El cardenal Enrique y Tarancón,

cuando era obispo de Solsona (España), publicó una pastoral sobre el escapulario, donde da fe del siguiente suceso:

En 1938, en plena guerra civil, me

tocó asistir espiritualmente a quienes iban a ser ejecutados. Había uno muy culto que no quería saber nada de confesarse. Des-pués de hablar con él una media hora, me dijo:

- Mire, padre, yo le agradezco

sinceramente lo que está hacien-

51 Tomado del Mensajero del Corazón de Jesús, Buenos Aires,

1944; relato recogido por W. Obrien, periodista canadiense en la segunda guerra mundial.

145

do por mí, pero no voy a confe-sarme. Yo he perdido la fe.

- ¿Me permitiría, al menos, que le impusiera el escapulario del Carmen?

- No tengo ningún inconveniente. A mí no me dicen nada esas co-sas; pero, si con ello le voy a complacer, puede hacerlo.

Le impuse el escapulario y me retiré

a orar por él. Él fue a sentarse en un rincón de la celda. Aún no habían pasado ni cinco minutos, cuando oí como una es-pecie de rugido y unos sollozos fuertes y entrecortados, que me alarmaron. Entré de nuevo en la celda y vi a aquel hombre que me decía entre lágrimas:

- Quiero confesarme, quiero con-fesarme. No me merezco esta

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gracia de Dios. La Virgen me ha salvado.

Poco antes de la ejecución, me

abrazó y me besó, mientras decía: - Gracias, padre, gracias por el

bien inmenso que me ha hecho. En el cielo rogaré por usted. Gracias, ¡hasta el cielo!

- Otro suceso parecido sobre el efec-

to maravilloso de llevar el escapulario lo cuenta el que sería beato obispo Manuel González, cuando él era capellán del asilo de ancianos de Málaga en 1903. dice:

Había un anciano, a quien todos los

demás llamaban el judío por su carácter reservado y hosco. Siempre se estaba que-jando y estaba molesto con todo el mundo.

147

Tampoco asistía a misa ni comulgaba nunca. Pero una mañana, después de tan-to hablarle, conseguí que me aceptara el escapulario de la Virgen del Carmen y que siempre lo llevara consigo.

Un buen día, recibo aviso urgente

de que el judío se había tirado por las es-caleras, y miro hacia arriba, al último pi-so, y veo a un grupo de ancianos, tirando de un hombre, amarrado a la cintura y colgando sobre el hueco de la escalera. ¿Qué había pasado? El judío, en un arranque de desesperación, se había tira-do de la parte más alta de la escalera; pe-ro, cuando ya su cuerpo estaba todo en el aire, se salió el cordón del escapulario y, como si fuera una cadena, se enredó entre sus dedos y la muñeca, formando un círculo con el brazo alrededor de uno de los hierros de la baranda y lo había rete-

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nido y dejado colgado en el vacío del último piso. Entonces, empezó a gritar y acudieron para ayudarlo, admirados por el gran prodigio que su celestial protecto-ra la Virgen María había realizado. No hay que decir que el judío dejó de serlo y el poco tiempo que después vivió, fue un buen cristiano. LAS TRES AVEMARÍAS

En las Revelaciones de santa Matil-de se lee que la Virgen María le dijo con relación a su petición frecuente de que la asistiera en la hora de la muerte:

Sí, lo haré; pero quiero que por tu

parte me reces diariamente tres avemar-ías, conmemorando en la primera el poder recibido del Padre eterno; en la segunda,

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la sabiduría con que me adornó el Hijo y, en la tercera, el amor de que me colmó el Espíritu Santo52.

Esta devoción de las tres avemarías

fue recomendada por algunos Papas como Pío IX, que las rezaba cada día después de cada misa. Y esta costumbre de rezar tres avemarías después de la misa, la extendió el Papa León XIII a todos los sacerdotes de la Iglesia. Muchos santos también aconsejaron esta devoción, especialmente, san Leonardo de Puerto Mauricio y san Alfonso María de Ligorio.

¡Cuántas personas han podido com-

probar en su propia vida la eficacia de esta devoción de las tres avemarías! Un peque-ño obsequio, ofrecido a María, nos puede 52 Libro de la gracia especial o Revelaciones de santa Matilde,

capítulo XLVII.

150

obtener la salvación, aunque sólo sea un avemaría. Veamos algunos ejemplos.

- Un famoso sacerdote, que tanto

escribió en la prensa francesa, con el seudónimo de Pierre L´Ermite, contaba el siguiente suceso como auténtico:

Un maestro impío había descristia-

nizado a sus alumnos en los diferentes lu-gares en que había sido profesor. Al lle-gar la segunda guerra mundial, se unió a un grupo de fugitivos. Pero los muchos sufrimientos que debía soportar en los montes, lo llevaron a la desesperación y decidió quitarse la vida. Se separó de sus compañeros y se sentó junto a un árbol, sacando su revólver, con el que quería darse muerte. Pero, en ese momento, acordándose de una costumbre que había tenido en su infancia y que había olvidado

151

durante 40 años, comenzó a rezar tres avemarías. Apenas terminó de rezarlas, sintió una fuerza sobrenatural y desechó la idea del suicidio uniéndose a sus com-pañeros. A partir de ese momento, co-menzó una auténtica vida cristiana, que procuraba inculcar a todos los que encon-traba. Las tres avemarías de última hora, le habían obtenido la gracia de la vida y de la conversión53.

- En 1959, el padre redentorista Luis

Larrauri confesó a un mudo. Dice así: Después de haber dirigido una misión po-pular, el hijo de un caballero me suplicó que fuera a confesar a su padre, que lle-vaba tres meses mudo y estaba gravísimo por efectos de una embolia. Fui a su casa

53 Didier de Cre, Les trois Ave marie, tomo II, p. 234.

152

y entré en la habitación del enfermo. Le dije:

- Esté usted tranquilo, yo le haré

preguntas y usted me responde sí o no con la cabeza.

Entonces, el caballero rompió a llo-

rar. Y con voz alta y distinta se confesó. ¡Yo no salía de mi asombro! Y él me dijo:

- Padre, usted va a comprender in-

mediatamente por qué hablo en estos momentos. Desde los diez años tomé la costumbre de rezar por la mañana y por la tarde las tres avemarías, que me aconseja-ron los misioneros. Desde los ca-torce años, perdí toda práctica re-ligiosa, menos las tres avemarías. Ningún día las omití, pidiendo

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también la gracia de no morir sin hacer una buena confesión, por-que necesitaba confesarme bien desde mi primera comunión a los ocho años…

Al terminar la confesión, quedó

mudo otra vez. A las doce de la noche, de ese mismo día, había muerto en la paz de Dios.54

- Un misionero del Perú contaba

que, en 1967, hizo una visita turística a un pueblecito de la cordillera de los Andes. Al regresar, el coche se averió en un pe-queño poblado perdido en la inmensidad de aquellos montes. Mientras el mecánico arreglaba el coche, se le acercó un hombre

54 Bengoechea Ismael, Relatos de Santa María, Cádiz, 1984,

p.97.

154

de mediana edad que, dirigiéndose a él, que llevaba sotana, le dijo:

- Padrecito, le ruego venga con-

migo a mi casa, porque mi ma-dre anciana está muy enferma y quiere un sacerdote. El sacerdo-te más próximo está a 300 km de aquí y no hay tiempo para ir a buscarlo, porque puede morirse en cualquier momento.

Al llegar el sacerdote a su casa, la

anciana le dijo que, durante toda su vida, le había pedido a Dios la gracia de no mo-rir sin confesión, rezando tres avemarías por esta intención. Y Dios le concedía ahora esa gracia por medio un sacerdote, que se había detenido en el poblado por efecto de una avería, que Dios había per-mitido, para ayudar a aquella anciana a

155

morir bien confesada y preparada para el viaje a la eternidad. Ciertamente, las tres avemarías, rezadas todos los días a la Vir-gen, le habían obtenido esa gracia de Jesús por intercesión de María55.

- Otro misionero, párroco en el

Cuzco (Perú), decía: En mi extensa parro-quia y con la colaboración de los cate-quistas, he difundido la devoción de las tres avemarías. En junio de 1969, pasé por una hacienda muy alejada ,cuyo due-ño era anciano. Había sido seminarista, pero se había unido a su esposa sin casar-se por la Iglesia. Aproveché la visita para dejarle una estampa sobre la devoción de las tres avemarías, recomendándole que las rezara todos los días.

55 Valadez Jiménez Ángel, Corona de estrellas, Málaga, 1985, p.

157.

156

A fines de octubre, vinieron a bus-carme para que fuera con urgencia a visi-tarlo, porque estaba muy grave y quería recibir los sacramentos. Me dijo que hab-ía rezado todos los días las tres avemarías y que quería confesarse y casarse con la bendición de Dios. Media hora después del matrimonio y de recibir la comunión, murió en la paz de Dios.

Una vez más, María había demos-trado que el pequeño obsequio de las tres avemarías lo tomaba muy en serio, para recomendar a sus devotos ante el tribunal de Dios56.

- Un misionero redentorista contaba

que, en 1959, envió la estampa con la de-voción de las tres avemarías a diez mil enfermos. Al poco tiempo, le llamaba un

56 La devoción de las tres Avemarías, Madrid, 1975, pp. 39-40.

157

hombre ilustre en el mundo de las Letras y de la Jurisprudencia, al que conocía desde hacía ocho años. Le dijo que quería confe-sarse, después de más de cincuenta años. El misionero le preguntó:

- ¿Por qué? - Desde que recibí su carta, tomé

la estampa y empecé a rezar las tres avemarías. Y esta mañana he sentido el impulso de confe-sarme.

Y el padre dice: Lo confesé y, al

mes exacto, moría de repente con la alegr-ía de estar bien confesado, pues se había confesado de nuevo dos días antes de mo-rir 57.

57 Tomado de la revista Miriam de julio-agosto de 1959.

158

- En 1968, en Rusia, se recrudeció la persecución contra los cristianos. El obispo católico de cierta diócesis, tuvo que huir precipitadamente, vestido de campe-sino. Al llegar la noche, se acercó a una casa de campo para pedir alojamiento. Era un matrimonio con varios hijos pequeños, lo acogieron bien y le ofrecieron de cenar. Le informaron que el anciano padre de uno de ellos estaba muy enfermo desde hacía algunos días. Al día siguiente, antes de despedirse, el obispo, que estaba de incógnito, pidió saludar al anciano enfer-mo. Entonces, el anciano le dijo, sin saber quién era:

- Mire usted, yo sé que estoy muy

grave, pero sé que por ahora no moriré. Soy católico y todos los días he rezado tres avemarías a la Virgen María para que, a la

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hora de mi muerte, sea asistido por un sacerdote, que me prepa-re a bien morir. Y, como todavía no hay sacerdote, por eso, estoy seguro que todavía no voy a mo-rir.

Emocionado, el obispo le dijo que él

era el obispo de aquella diócesis y que podía confesarlo y darle la unción de los enfermos. Incluso, celebró la misa y le dio la comunión.

De esta manera, la Virgen María

premiaba a aquel buen creyente con la gracia de una muerte santa. Había permiti-do que el obispo perseguido llegara, preci-samente, a su casa para premiarle por su

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devoción. A los dos días, murió en la paz de Dios58.

- Un sacerdote jesuita estaba confe-

sando en el templo del Pilar de Zaragoza, cuando vio que un oficial del ejército se arrodillaba a los pies de la sagrada ima-gen. Parecía que tenía problemas, pues estaba un poco inquieto y turbado. Des-pués de un rato, se retiró. Pero, después de unos minutos, volvió de nuevo a arrodi-llarse frente a la imagen de María. Tam-bién se retiró, después de unos momentos de oración; pero regresó igualmente al ca-bo de unos minutos. Cuando se levantó la tercera vez, fue directamente al confesio-nario. Allí le contó al sacerdote lo que le había pasado. Vivía muy alejado de Dios y de la Iglesia, pero nunca había dejado de

58 La devoción de las tres Avemarías, Madrid, 1975, pp. 53-58.

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rezar tres avemarías cada día tal como le había encargado su madre antes de su muerte, y había venido a Zaragoza a visi-tar el templo del Pilar, para cumplir tam-bién una promesa que le hizo a su madre.

Al arrodillarse ante la imagen, había

oído claramente que la Virgen le decía: Confiésate. Había querido salir de la igle-sia, pero regresaba, impelido por una fuer-za superior. Y otras dos veces más oyó la voz: Confiésate; a la tercera, ya no pudo resistir más y se acercó a confesarse, des-pués de 36 años.

Después de confesarse, recibió la comunión. Y después se pasó la tarde, re-zando rosarios, hasta que el sacristán se vio obligado a avisarle que iban a cerrar el templo. En este caso, como en otros mu-

162

chos, el obsequio de las tres avemarías obtuvo para él la gracia de la conversión59.

- El hermano Macario era el cate-

quista de los niños de la parroquia. Un día les habló de la devoción de las tres ave-marías para asegurar la salvación eterna. Desde aquel día, el niño Juan Alberto em-pezó a rezarlas todos los días. Pasaron los años y llegó a la universidad, donde el ambiente poco propicio a la religión le hizo abandonar la fe y vivir alocadamente con malos amigos. Sólo le quedó la cos-tumbre de las tres avemarías, que seguía rezando mecánicamente cada día.

Un día del mes de mayo, pasaba

junto a la puerta de un templo y sintió de-seos de entrar. Le agradó el ambiente de 59 Nazario Pérez, en la revista Propagador de las tres Avemarías,

octubre de 1966.

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tranquilidad y recogimiento del lugar. A la salida, entabló amistad con un señor de mucha cultura con el que siguió viéndose en los siguientes días, para hablar de las cosas de la religión. Y así, poco a poco, con su ayuda fue recuperando la fe. En-tonces, se dio cuenta de que la devoción de las tres avemarías le había salvado su fe y comenzó una vida cristiana de comunión frecuente y rezo del rosario. Hasta que sin-tió deseos de entregar su vida a Dios y propagar por el mundo la devoción a Mar-ía. Entró en el Seminario y con la gracia de Dios llegó al sacerdocio en la Orden de los carmelitas descalzos con el nombre de padre Juan Alberto de los Cármenes60. LOS CINCO PRIMEROS SÁBADOS 60 Testimonio tomado de la revista Miriam, julio-agosto de 1959,

Sevilla.

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Otra importante devoción a María

es la de comulgar cinco primeros sábados de mes seguidos. Nuestra madre la Virgen le dijo a Lucía de Fátima el 10 de diciem-bre de 1925: Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres in-gratos me clavan continuamente con sus blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di a todos aquellos que durante cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la santa co-munión, recen el rosario y me hagan quince minutos de compañía, meditando en los misterios del rosario con el fin de desagraviarme, que yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gra-cias necesarias para la salvación.

El 13 de junio de 1929, estando en

la capilla del convento de Tuy (España),

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tuvo una visión de la Santísima Trinidad. Dice Lucía: Vi en la parte superior de la cruz un rostro de un hombre con el cuerpo hasta la cintura y, sobre el pecho, una pa-loma de luz; y clavado en la cruz, el cuer-po de otro hombre. Un poco por debajo de la cintura, suspendido en el aire, se veía un cáliz y una hostia grande, sobre la cual caían algunas gotas de sangre, que corr-ían a lo largo del rostro del crucificado y de una herida en el pecho. Escurriendo por la hostia, estas gotas caían dentro del cáliz. Bajo el brazo derecho de la cruz, estaba Nuestra Señora. Era Nuestra Seño-ra de Fátima con su Inmaculado Corazón en la mano izquierda. Bajo el brazo iz-quierdo había unas letras grandes: “Gra-cia y misericordia”.

Comprendí que me era mostrado el

misterio de la Santísima Trinidad y recibí

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luces sobre este misterio que no me es permitido revelar. Después, Nuestra Seño-ra me dijo: Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre que haga, en unión con todos los obispos del mundo, la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, prometiendo salvarla por este medio. Son tantas las almas que la justicia de Dios condena por pecados cometidos contra Mí, que vengo a pedir reparación: “Sacrifícate por esta intención y ora”.

Esta consagración de Rusia al Co-

razón Inmaculado de María, en unión con todos los obispos del mundo, la hizo el Papa Juan Pablo II el 25 de marzo de 1984, pero María nos sigue pidiendo a ca-da uno consagrarnos a su Inmaculado Co-razón para que estemos bien protegidos bajo su manto maternal. Y pide también reparación. Como decía a los tres niños de

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Fátima el 15 de agosto: Rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, por-que hay muchas almas que van al infierno, porque no hay quien se sacrifique ni ore por ellas. OTRAS DEVOCIONES

Son incontables las maneras con las que los fieles católicos han manifestado su amor a María a través de los siglos. En primer lugar, han puesto a María diferen-tes nombres según los distintos lugares. A veces, estos nombres se refieren al lugar de las apariciones como en Fátima; o a lo que representa la imagen del lugar como la Virgen de la mano o de la manzana... Lo cierto es que los nombres de María son incontables como incontables son las muestras de amor de sus hijos. Como diría

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san Luis María Grignion de Montfort: To-da la tierra está llena de su gloria, espe-cialmente, entre los cristianos que la han escogido por tutela y patrona de varias naciones, provincias, diócesis y ciudades. ¡Cuántas catedrales no se hallan consa-gradas a Dios bajo su devoción! ¡No hay iglesia sin un altar en su honor, ni comar-ca ni región donde no se dé culto a alguna de sus imágenes milagrosas, donde se cu-ra toda suerte de enfermedades y se obtie-ne toda clase de bienes! ¡Cuántas cofrad-ías y Congregaciones en su honor! ¡Cuán-tos Institutos religiosos colocados bajo su nombre y protección! ¡Todos publican sus alabanzas y proclaman sus misericor-dias!61.

61 Tratado de la verdadera devoción de la Santísima Virgen Nº 9.

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Y, en cada iglesia, se hacen triduos o novenas en su honor. Sobre todo en los días especiales de su fiesta patronal o en las fiestas eclesiales importantes como la Inmaculada Concepción, la Natividad de María o la Asunción...

El mes de mayo es el mes especial

consagrado a María y, en muchos lugares, hacen homenajes especiales en honor a María. Recuerdo, cuando era niño, que en la escuela el maestro dirigía durante este mes de mayo las Flores de María, cantan-do alguna canción y rezando algunas ora-ciones. Actualmente, en la parroquia don-de resido en Lima, todos los días del mes de mayo tenemos el rosario de la aurora, al amanecer, por las calles de la parroquia. Y así en cada lugar y de acuerdo al entu-siasmo de los fieles, se tienen especiales actos de honor a María en este mes.

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El mes de octubre es el mes del ro-

sario y se recomienda muy especialmente el rezo del rosario, sobre todo, en familia. En muchas parroquias, se reza todos los días antes de la misa de la tarde. Y en al-gunas, durante este mes de octubre, se reza todos los días el rosario en algunos par-ques públicos para incentivar a los fieles, que no acostumbran ir mucho a la iglesia.

Todo lo que hagamos por María es

poco. Y ella no lo olvidará. Como buena madre lo tendrá presente en el momento de nuestra muerte y sentirá gran alegría de poder decir a su hijo Jesús: Éste es mi hijo querido, que rezaba el rosario o las tres avemarías, llevaba mi medalla o el esca-pulario, o me ofrecía flores con amor. Re-cuerdo que, en mi parroquia de Arequipa, algunas prostitutas iban a la iglesia y se

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quedaban rezando en la última banca, co-mo si tuvieran temor de acercarse mucho al altar para que no las conocieran. Y le daban al sacristán, de vez en cuando, ra-mos de flores para la Virgen o, a veces, algún velo especial para la imagen.

El día de la fiesta de nuestra patrona

la Virgen de Chapi, el 1 de mayo, la sacá-bamos en procesión. Algunos con su fe sencilla, se colocaban debajo del manto de la Virgen como una señal sensible de que-rer su protección y bendición. Otros en-cendían velas en su honor u ofrecían flo-res, misas... Otros colocaban a sus hijos pequeñitos ante la Virgen para ofrecérse-los.

¡Qué bello es el gesto de las madres,

que, al nacer sus hijos, van ante una ima-gen de María para consagrárselos y po-

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nerlos bajo su protección! Así he visto hacerlo a mi hermana Inés y así he visto hacerlo a muchas madres en el Perú ¡Que Dios las bendiga, pues estos detalles no pasan desapercibidos para María!

¡Cuántas personas habrán sido sal-

vadas por María por este detalle de haber sido consagradas de niños o por haber hecho alguna vez, personalmente, su con-sagración a María! Incluso por rezar la oración Acordaos de san Bernardo o por una sola avemaría o por una flor, o una canción.

- Se cuenta en la vida de san Fran-

cisco de Sales (1567-1620) que, siendo joven estudiante en París, sufrió graves tentaciones de desesperación. Le parecía que se iba a condenar. Pero un día se fue a una iglesia y, al arrodillarse ante una ima-

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gen de la Virgen, vio allí escrita la oración Acordaos de san Bernardo. La rezó con devoción y desapareció la tentación para siempre. Por eso, siendo sacerdote y obis-po, por todas partes, repartía y hacía rezar esta hermosa oración.

- El sacerdote Vicente Palloti (1765-

1854) se enteró de que en una pobre vi-vienda del Trastevere de Roma, moría de tuberculosis un joven de treinta años, co-nocido anticlerical, que había amenazado con matar al sacerdote que se atreviera a acercarse a su casa. Como no tenía familia alguna, le atendía por caridad una buena anciana.

Un buen día, el padre Palloti,

habiéndose enterado de que el joven había hecho su primera comunión en el Oratorio de Ponterotto, fundado por él, quiso inten-

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tar convertirlo. Para conseguirlo, le propu-so a la anciana que le prestase sus ropas para ir disfrazado, sustituyendo así a la anciana. Dicho y hecho.

Se presentó en la casa del joven ves-

tido de anciana y le dijo que su compañera no había podido venir, y él venía a susti-tuirla. Después de atenderle un poco y arreglar la habitación, le preguntó si tenía inconveniente de dejarla rezar en voz baja el rosario sin molestarlo. Sacó una estam-pa de la Virgen de Ponterotto y la puso en su mesilla, y se puso de rodillas a rezar el rosario.

El joven, a la vista de aquella ima-

gen, se sintió conmovido y miraba la ima-gen y suspiraba. De pronto, preguntó:

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- ¡Oh si estuviese aquí uno de aque-llos sacerdotes de Ponterotto! - ¿Queréis que venga un sacerdote? - No, aborrezco a los curas, quiero uno de Ponterotto. Y fue contando cómo había hecho

sus ejercicios espirituales en Ponterotto para su primera comunión y que le había prometido a la Virgen, delante de aquella imagen, ser siempre bueno. Pero después había renegado de la fe, llevando una vida de pecado y odiando a los curas y a la Iglesia. Sin embargo, aquella imagen de la Virgen de Ponterotto le había tocado el corazón y quería confesarse con un cura de Ponterotto.

Entonces, el padre Palloti se quitó el pañolón de la cabeza y le dijo que él era sacerdote de Ponterotto. El muchacho se confesó, besó la imagen de la Virgen y

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murió sereno y tranquilo en los brazos de María. El padre Palloti llegó a ser un san-to, hoy lo conocemos como san Vicente Palloti.62

- En la vida del santo cura de Ars,

san Juan María Bautista Vianney, se dice que, en una ocasión, inspirado por Dios, se dirigió a una viuda, que entraba por prime-ra vez en la iglesia parroquial y le dijo:

- Señora, su plegaria ha sido oída.

Su esposo se ha salvado. Y como aquella señora no dijera na-

da, le siguió diciendo: - Recuerda que, un mes antes de

morir, su esposo cogió del jardín

62 Tomado de Bengoechea Ismael, o.c., pp. 69-70.

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de su casa la rosa más bella y le dijo: Llévala al altar de la Vir-gen. María no lo olvidó y le con-siguió de su Hijo Jesús el arre-pentimiento final y la salva-ción63.

- Mi amigo, el padre José Cupers-

tein, párroco en una parroquia de Lima, me contaba cómo cuando era todavía de religión judía, fue la noche del 24 de se-tiembre de 1982 a cenar con sus padres al restaurante Agua Viva, dirigido por laicas consagradas. A la entrada, le impactó una linda imagen de María y, por un impulso interior, le pidió que ayudara a su padre enfermo. Al final de la cena, las hermanas cantaban el Ave María y eso le emocionó

63 Eugui Julio, Anécdotas y virtudes, Ed. Rialp, Madrid, 1987, p.

461.

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mucho. A raíz de la fecha, todos los meses mandaba un ramo de flores para la Virgen.

Y María lo recompensó más de lo

que podía haber imaginado. Al poco tiem-po, sintió deseo de hacerse católico y, más tarde, el deseo de ser sacerdote. A pesar de algunas dificultades, pues había sido casa-do y tiene dos hijos, pudo recibir la orde-nación sacerdotal el 7 de octubre de 1993. Todo comenzó por un ramo de flores, ofrecido con amor todos los meses a Mar-ía. Actualmente, el padre José es un ena-morado de María, pues su conversión se la debe a ella.

- Durante la guerra civil española

(1936-1939), en el barco Cabo Quilates, anclado en el puerto de Bilbao, se encon-traba preso el sacerdote José María Lum-breras. Un jefe, a quien llamaban Muela,

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era su verdugo y martirizador. Con golpes y amenazas lo obligaba a levantar el puño y a cantar la Internacional. El sacerdote sufría y callaba hasta que fue asesinado el 25 de setiembre de 1936.

Cuando las fuerzas del general

Franco tomaron Bilbao, Muela huyó a Santander y allí lo apresaron. Lo llevaron a Bilbao y lo condenaron a muerte por to-dos sus crímenes. Alguien preguntó, si quería un sacerdote antes de morir. El sa-cerdote fue a visitarlo a la celda. Aquel hombre estaba pensativo; pero, al entrar el sacerdote, le dijo que quería confesarse y asistió a la misa y comulgó con mucha devoción, después de pedir perdón a todos a quienes había ofendido y torturado a lo largo de su vida.

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Cuando llevaron al Muela ante el pelotón de fusilamiento, no se desesperó como hacían otros. Pidió cinco minutos de vida.

- ¿Para qué los quiere? - Para cantar a la Virgen antes de

morir. Se los concedieron. Muela, el terri-

ble Muela, levantó su voz y de sus labios brotó la canción La Dolorosa, que más de una vez había cantado a la Virgen. Tal vez era la única canción religiosa que sabía, pero resonó en el patio de la cárcel como una hermosa oración de despedida. El amor a la Virgen le había salvado de la desesperación. Y al rumor de aquella can-ción, la Virgen vendría a su encuentro pa-

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ra llevarse al hijo pródigo, que volvía a casa64.

- El gran escritor francés Charles

Peguy decía: La Virgen me ha salvado de la desesperación... Durante 18 meses no podía recitar el padrenuestro. No podía decir: Hágase tu voluntad. No podía, no podía rezarlo, porque no podía aceptar de verdad su voluntad sobre mí a causa de mi enfermedad. Fue terrible. Yo no podía de-cir de verdad y con sinceridad: Hágase tu voluntad... Entonces, recé a María. El avemaría es el último recurso, porque no hay nadie que no pueda rezarla65.

¡Cuánto puede hacer una simple

avemaría o unas flores ofrecidas con

64 Elía Marcos José Alfredo, Educar en valores, p. 309. 65 De una carta escrita por Peguy en 1909 a Joseph Lotte.

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amor! Veamos un caso real de la primera guerra mundial.

En el mes de mayo de 1918, un sol-

dado alemán estaba en el frente francés y una tarde se dirigió a una fuente para to-mar agua. Era mediodía y había algunos cadáveres de soldados muertos junto a la fuente. Junto a la fuente había una imagen de la Virgen María y él se puso de rodillas a rezar. Lo que no sabía es que había quince soldados franceses apuntándole a pocos metros, pero no quisieron disparar-le, al ver que estaba rezando como buen católico a la Virgen María. Después de rezar, como creía estar solo, se metió a la piscina de la fuente para darse un baño. Al salir, sintió miedo, sin saber por qué; se colocó el uniforme, cortó unas flores y se las colocó a la imagen de la Virgen para

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pedirle su protección y, después, se alejó a toda prisa hasta llegar a sus trincheras.

Al regresar, sus compañeros le dije-

ron que había tenido suerte, pues se había equivocado de fuente y que en aquella fuente había franceses que ya habían ma-tado a varios compañeros. Entonces, se dio cuenta del milagro de María. Los fran-ceses estaban allí y no le habían querido disparar al verle tan devoto, rezando a María.

Después de la guerra pudo encontrar

a un sargento francés que le contó lo suce-dido:

En los arbustos, que rodeaban la fuente, estábamos ocultos dos sargentos y quince soldados franceses. Nuestro centi-nela lo vio venir a usted y llevó el dedo al gatillo. Pero le ordené silencio por si no

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venía solo. Un soldado seguía todos sus movimientos con una ametralladora. Us-ted casi nos ve, cuando estaba cortando flores para la Virgen. Pero esperamos a ver lo que hacía. Cuando se arrodilló a rezar, el soldado de la ametralladora la dejó a un lado. Se le agrandaron las pupi-las al ver a un alemán, rezando tranqui-lamente a la Virgen en el campo de bata-lla. Luego, usted se marchó mientras se-guimos apuntándole. Cuando usted des-apareció, salimos a ver a la Virgen. Yo tomé una flor y la guardé en mi cartera. Aquí está, la he conservado siempre, por-que no sólo la Virgen salvó su vida, sino también la nuestra. Apenas usted había desaparecido, cuando cuatro proyectiles pesados cayeron sobre los arbustos, don-de unos segundos antes habíamos estado

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ocultos, pero ahora estábamos junto a la imagen. Sólo perdimos el equipo66.

- El padre Pío de Pietrelcina amaba

mucho a María. El 19 de setiembre de 1968, cuatro días antes de su muerte, le regalaron un bellísimo ramo de rosas. El padre Pío extrajo la más bella y se la en-tregó a un amigo espiritual, que estaba en ese momento con él y que ese mismo día debía regresar a Nápoles, y le dijo que depositara esa rosa ante el altar de la Virgen del Rosario de Pompeya. El padre Gerardo de Flumeri dice que aquella ro-sa, en vez de marchitarse, estuvo fresca y olorosa sobre el altar hasta el día de la muerte del padre Pío; al morir, la rosa también se cerró, volviendo a su primitivo estado de capullo67. 66 Elía Marcos José Alfredo, o.c., pp. 284-285. 67 Napoletano Francesco, o.c., pp. 251-252.

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- Hay una leyenda medieval que habla de un titiritero que, deseando amar más a Dios, se hizo monje en un monaste-rio. Pero él se sentía triste, porque no sabía leer y no podía rezar como los demás monjes en aquellos grandes libros. Sin embargo, cada día inventaba algo para honrar a la Virgen. Un día esperó a que todos los frailes fueran a dormir y, cuando se quedó solo en la capilla del convento, se puso a ofrecer a Jesús y a la Virgen una sesión de sus habilidades de titiritero, dan-do volteretas y haciendo otros malabares. Dice la leyenda que el Superior, al oír rui-do, salió a ver qué pasaba y ya le iba a llamar seriamente la atención, cuando se dio cuenta de que Jesús y María estaban sonriéndole con amor desde sus imágenes del altar. Por eso, amemos a Jesús con María; amemos a María para amar más a

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Jesús. Con Jesús y María nuestra vida será más segura y feliz.

Otras devociones importantes son

peregrinaciones a santuarios famosos ma-rianos, donde se siente de modo especial la maternal protección de María. El hecho de hacer un largo camino, aunque sea con medios modernos, ya es un esfuerzo que Ella sabe valorar; mucho más si se hace un largo camino a pie para ofrecerle ese sacri-ficio. En los grandes santuarios marianos se dan incontables conversiones y mila-gros. Nunca me olvidaré de mi visita a Lourdes, a Fátima o al santuario de El Pi-lar. Allí es donde más cerca he sentido la presencia de Dios, especialmente en la mi-sa. Porque, como diría san Josemaría Es-cribá de Balaguer: Para mí, la primera devoción mariana es la santa misa. Cada día, al bajar Cristo a mis manos, se re-

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nueva su presencia real entre nosotros con su cuerpo, sangre, alma y divinidad: El mismo cuerpo y la misma sangre que tomó de María... Por eso, el trato con Jesús en la misa me trae necesariamente al trato con Maria su madre, que está siempre presente en la misa. Quien en-cuentra a Jesús, encuentra también a la Virgen sin mancilla68.

El fundador del Opus Dei amaba en-

trañablemente a María y, cada vez que pa-saba junto a una imagen de María, la salu-daba y le sonreía con cariño. Un día fue a rezar a la basílica de la Virgen de Guada-lupe en México. A su lado, había una se-ñora rezando sin saber quién era él, pero se admiró del gran amor que manifestaba a

68 De La Virgen en el libro de Aragón, Zaragoza, 1976.

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la Virgen. Y esta señora les decía a todos: No hacía más que mirarla y sonreírle.

Cuando él estaba para morir, entró

en su habitación, miró con inmenso cariño la imagen de la Virgen de Guadalupe y murió, como siempre había vivido, miran-do y sonriendo a María.

¡Qué hermoso sería, si nosotros

también miramos a María con cariño en cada una de las imágenes que encontramos a nuestro paso! ¡Ojalá que nuestra mirada sea un saludo cariñoso y vaya acompañada de una sonrisa como el hijo que se alegra de encontrarse con su madre! ¡Y ojalá que, en el último momento de nuestra vida, también miremos a María para que, de su mano, Ella nos presente a su hijo Jesús!

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TERCERA PARTE

AMOR A MARÍA

En esta tercera parte, queremos hablar de la belleza de María y de su ter-nura. Ella es purísima, la más bella y her-mosa criatura que jamás Dios haya creado, más hermosa que los querubines y serafi-nes, más bella que las estrellas y que todas las flores juntas de todos los tiempos. Ella es más resplandeciente que el sol, Ella es nuestra madre y nos ama y nos sonríe. Por eso, todo lo que la amemos será poco, porque Ella se merece siempre mucho más. BELLEZA DE MARÍA

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Ya hemos hablado, al principio de este libro, que María es la resplandeciente santidad universal, la Santísima, purísima y llena de gracia, la más bella criatura creada por Dios. Pero también su cuerpo es inmensamente bello. Por eso, veamos lo que nos dice la vidente de las apariciones de La Salette en Francia, aprobadas por la Iglesia. Dice la vidente Melania sobre la aparición del 19 de setiembre de 1846: La vista de la Virgen era por sí sola un paraí-so cumplido. Tenía en sí todo lo que podía satisfacer, pues la tierra quedaba olvida-ba... La voz de la bella señora era dulce, encantaba, alegraba el corazón. Mi co-razón parecía saltar o querer ir a su en-cuentro para derretirse con ella. Los ojos de la Santísima Virgen no pueden descri-birse con lenguaje humano. Para hablar de ellos sería preciso ser un serafín, haría falta la palabra del mismo Dios, de ese

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Dios que ha hecho a la Virgen Inmacula-da, obra maestra de su poder. Parecían mil y mil veces más bellos que los brillan-tes, que los diamantes, que las piedras preciosas, y brillaban como dos soles. Eran dulces, la dulzura misma, en sus ojos se veía el paraíso. Cuanto más la miraba más la quería ver; y cuanto más las veía, más la amaba y la amaba con todas mis fuerzas69.

Bernardita, la vidente de Lourdes,

decía de María: La Virgen es bella, tan bella que quien la vea una sola vez, querrá morir para volver a verla; tan be-lla que, cuando se la ha visto, ya no hay corazón que pueda amar cosa alguna de la tierra.

69 Gouin Abate, Profecías de Nuestra Señora de la Salette, Ed.

Villena, Madrid, 1977, p. 83.

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Marta Robin, la famosa mística francesa, dictó un texto en 1942 en el que dice: El rostro de María es de una belleza incomparable, dulcemente luminoso. La Santa Virgen me maravilla por su belleza, por sus gestos me atrae y me retiene. Al verla, no se piensa en caer de rodillas, sino en volar hacia ella, no para rogar, sino para expresar un sentimiento de re-conocimiento y amor... Una luz dulcísima emana de la Santa Virgen, sobre todo, de su rostro y la envuelve discretamente con un velo de luz.

Vicka, una de las videntes de María

en Medjugorje (ex-Yugoslavia), dice: La Virgen se presenta como una maravillosa joven de unos veinte años más o menos, con el vestido largo y siempre con un velo en la cabeza. Ojos azul cielo, cabellos li-geramente ondulados, de color negro; los

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labios y los pómulos son suavemente son-rosados, su rostro alargado y hermoso. Su voz es más bella que la de los ángeles. Cuando habla, es como si cantara. Es en verdad una voz maravillosa...

Un autor moderno dice sobre María: A su paso, el ambiente se transforma, la tristeza se disipa, las tinieblas ceden a la luz y la vida se viste de colores. No es lo mismo estar con María que sin Ella. No es lo mismo rezar el rosario que no rezarlo. La Virgen es la primera sonrisa gozosa y purísima de Dios. Ella resume todas las sonrisas que nacen de Dios. Ella podría ser llamada la sonrisa de la creación70. LAS SONRISAS DE MARÍA 70 Orozco Antonio, Mirar a María, Ed. Patmos-Minos, México,

1983, p. 240.

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Santa Teresita del Niño Jesús cuenta que, cuando tenía 9 años y estaba grave-mente enferma, se le apareció la Virgen. Dice: La Santísima Virgen me pareció hermosa, tan hermosa que nunca había visto nada tan bello. Su rostro respiraba bondad y ternura inefables. Pero lo que me llegó hasta el fondo del alma fue la encantadora sonrisa de la Santísima Vir-gen71. Pero muchas veces Nuestra Madre ha sonreído a sus hijos a lo largo de la his-toria. Un caso extraordinario ocurrió en los Estados pontificios el año 1796. las sonrisas de María comenzaron el 25 de junio de ese año en Ancona (Italia), cuan-do una imagen de María, de la catedral de la ciudad, conocida bajo el título de Reina de todos los santos, comenzó a tomar vida, abriendo y cerrando los ojos, mirando con

71 Autobiografía, MA fol 30.

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amor a los presentes y sonriendo. En una oportunidad, hasta brilló durante todo el día con luz sobrenatural. La imagen era un cuadro pintado de la Virgen, de unos cin-cuenta centímetros. Ese fue el comienzo de la serie de prodigios, que conmovieron a los Estados pontificios durante nueve meses y que no tienen parangón en la his-toria del cristianismo.

El 9 de julio, las sonrisas comenza-ron en Roma y se sucedieron en otras ciu-dades, dentro de los Estados de la Iglesia. Esto produjo una avalancha de confesio-nes y conversiones nunca antes vista. Mu-chos, incluso protestantes y musulmanes, se convertían. Se organizaron misiones populares, procesiones y oraciones públi-cas, día y noche, ante las imágenes vivien-tes que miraban con amor a los devotos y sonreían.

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En total, fueron por lo menos 122 imágenes, 2 de santos (san Antonio de Pa-dua y san Liberato), dos crucifijos y el re-sto, imágenes de la Virgen. Eran imágenes pintadas o esculpidas, que se encontraban en capillas, casas particulares, calles y pla-zas públicas, a la vista de todos.

De estas 122 imágenes, 101 eran de

la misma ciudad de Roma y las 21 restan-tes, de otras ciudades. Las autoridades eclesiásticas hicieron una investigación, reducida a 26 de las 101 imágenes mila-grosas de Roma, y el 28 de febrero de 1797 concluyeron con el veredicto del cardenal Vicario de Roma de que todas esas imágenes eran verdaderos milagros vivientes. Lo mismo sucedió con las in-vestigaciones llevadas a cabo en las otras ciudades. En Roma, se estableció que to-dos los años, el 9 de julio, se celebrara una

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fiesta para conmemorar el inicio de estos milagros en dicha ciudad. Actualmente, esta fiesta se celebra todavía en el santua-rio de la Virgen del Archetto, donde co-menzaron los prodigios, y se celebra el domingo más cercano al 9 de julio.

Es interesante anotar que estos mi-

lagros ocurrieron en víspera de la ocupa-ción de los Estados pontificios por los ejércitos de Napoleón, que llevaron cauti-vo al Papa Pío VI a Francia, donde murió; y que llevaron a cabo una serie de atrope-llos, matanzas, violencias, violaciones y saqueos por doquier. Esta invasión co-menzó el 8 de febrero de 1797, unos ocho meses después del comienzo de los mila-gros en Ancona. Y todos los testigos des-tacaron que esta oleada de milagros vi-vientes, era una prueba más de la presen-cia viva de María en medio de sus hijos y

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signo de su protección maternal. Como si les dijera: No tengan miedo, pase lo que pase, yo estaré con mi hijo Jesús, para protegerlos; confíen en nosotros. María los miraba a todos con amor y les sonreía como una buena madre, para darles con-fianza y fortaleza ante la adversidad72.

Otro caso de sonrisas de María su-cedió a la vista de todo el mundo, a partir del 2 de abril de 1968 hasta setiembre de 1970, en la cúpula exterior de una iglesia copta en Zeitun, un suburbio del Cairo, en Egipto. Era una iglesia dedicada a la Vir-gen María, en el lugar donde, según la tra-dición, la Sagrada Familia había hecho un descanso en su huida a Egipto.

72 Puede leerse el libro de Vittorio Messori y Rino Cammilleri,

Gli occhi di Maria, Ed. Rizzoli, Milán, 2003.

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Los primeros que vieron la apari-ción fueron cinco obreros musulmanes, que creyeron que se trataba de una mujer que quería suicidarse, y telefonearon a la policía y, después, tocaron la puerta de la iglesia para avisar al párroco. Pero María saludaba a todos, sonriendo. Pronto se re-unieron miles de personas. Los musulma-nes recitaban los versículos del Corán, que se refieren a María, los protestantes ento-naban el Magnificat, los ortodoxos ento-naban letanías a María en griego litúrgico y los católicos cantaban himnos marianos. Han sido las apariciones más ecuménicas de la historia y donde se dieron muchas curaciones y conversiones entre todos. Sobre las apariciones, existen fotos y fil-maciones, y muchos miles de personas que todavía pueden dar testimonio.

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En estas apariciones, muchas veces, venía sola, vestida de blanco; otras veces venía con el niño Jesús. En dos oportuni-dades, vino con el niño Jesús y san José. Normalmente, se aparecía de noche, pero también de día. En ocasiones, quitaron la luz eléctrica del lugar y se la veía con una luz sobrenatural maravillosa, rodeada de ángeles. La duración de cada aparición era entre un cuarto de hora a dos horas o más. El 8 de junio de 1968 la aparición duró desde las nueve de la noche hasta las cua-tro de la mañana. No estaba siempre en el mismo lugar, sino que se desplazaba para que la gente la viera mejor desde los dis-tintos lugares. A veces, se inclinaba para saludar a la gente o se arrodillaba ante la cruz, se santiguaba, y sonreía a todos.

Era realmente un espectáculo im-

presionante, pues había noches en que se

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reunían hasta 100.000 personas a la vez. La Virgen era muy bella, según dicen to-dos, y parecía una joven de unos catorce años.

La Virgen no habló en ningún mo-

mento, porque todavía no era la hora de decir a los musulmanes que es la madre de Dios, pues ellos no creen que Jesús es Dios. Tampoco podía decir a los orto-doxos que era la Inmaculada Concepción, pues ellos no aceptaban este dogma, ni podía decir a los protestantes que Ella era la inmaculada, siempre Virgen, Madre de Dios. Pero se presentaba a todos como una madre, que quiere la paz para sus hijos.

El obispo copto afirmó sobre estas

apariciones: La venida de María ha salva-do la paz, preservando Egipto de una gue-rra civil, pues el presidente Nasser, bus-

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cando un chivo expiatorio con ocasión del desastre sufrido en la guerra del 1967 con Israel, había organizado una campaña contra los cristianos, acusándolos de trai-dores y de ser responsables del desastre. Las apariciones crearon un clima de paz entre todos73.

Estas apariciones fueron reconoci-

das como sobrenaturales por el Patriarca copto de Egipto y por el Patriarca católico. Realmente, en estas apariciones masivas, una vez más, María se presenta como ma-dre de todos, sonriendo a todos, haciendo milagros a todos y queriendo la paz y la unión entre todos. No era casualidad que Zeitun significara olivo, el árbol símbolo de la paz. Además, se apareció rodeada de palomas blancas, que también son símbolo

73 Messori Vittorio, Ipotesi su Maria, o.c., p. 498.

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de la paz. Por otra parte, ella misma, en algunas ocasiones, se aparecía llevando en la mano un ramo de olivo, claro símbolo de que quería la paz para todos. Y a todos, sin excepción, sonreía, porque todos son sus hijos. LAS FLORES DE MARÍA

Ocurrió en Bra, provincia de Cuneo, en la diócesis de Turín (Italia), el 29 de diciembre de 1336. Aquel día, en la tarde, Egidia Mathis, una joven esposa próxima a dar a luz, pasó por las afueras del pueblo junto a una imagen de la Virgen que esta-ba sobre un pilar y, en ese momento, dos soldados se acercaron a ella con intención de violarla. Ella se agarró desesperada a la imagen de la Virgen, pintada sobre el pi-lar, pidiendo ayuda; y, de repente, de la

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imagen salió un relámpago de luz que asustó a los soldados, que huyeron. Allí mismo se le apareció la misma Virgen María, que la consoló durante unos minu-tos, asegurándole que había pasado el pe-ligro. Desaparecida la Virgen, al momen-to, dio a luz junto al pilar, sin ayuda de nadie. Después, fue a pedir ayuda a la casa más cercana. Ella contó lo sucedido y mu-cha gente se acercó al lugar de la apari-ción; y todos vieron algo extraordinario, el pilarcito estaba rodeado de numerosas flo-recitas blancas, a pesar de estar en pleno invierno. En torno a aquel lugar milagroso se desarrolló una devoción que llevó a la construcción de un santuario.

Pues bien, el hecho sobrenatural,

que todavía sorprende a los sabios, es que aquella misteriosa aparición de flores blancas en pleno invierno, se sigue suce-

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diendo desde entonces hasta la fecha sin explicación natural alguna. Se repite desde hace más de 670 años y constituye un enigma científico. La planta que florece es la que comúnmente se llama endrina, que suele florecer normalmente a partir de marzo o abril en Europa y, sin embargo, florece en diciembre. Científicos italianos han estudiado este caso y no han podio encontrar ninguna causa razonable ni en el terreno ni en corrientes subterráneas o en energías electromagnéticas. Solamente en el invierno entre 1877 y 1878 no se veri-ficó la floración en diciembre. Apareció el 20 de febrero. Precisamente el día en que fue elegido Papa León XIII. ¿Coinciden-cia?

La floración, de ordinario, solamen-

te dura unos diez días, pero en el invierno de 1898 y 1899 se prolongó por más de

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tres meses, coincidiendo con la exposición pública de la sábana santa de Turín, duran-te la cual fue fotografiada por primera vez por el fotógrafo Segundo Pía y mostrando al mundo el verdadero rostro de Jesús. El año 1973, la floración se adelantó mucho y permaneció hasta la primavera siguiente.

Precisamente, ese año, el 23 de no-

viembre, fue la primera vez que la sábana santa era presentada al mundo por televi-sión. Otros fenómenos extraordinarios se manifestaron durante la exposición de la sábana santa en 1978, cuando millones de peregrinos pudieron verla, entre ellos el cardenal Wojtila, que ese mismo año fue nombrado Papa con el nombre de Juan Pablo II.

¿Qué nos querrá decir nuestra ma-

dre con esas flores, que florecen fuera de

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tiempo y sin causa natural alguna? ¿Será, al igual que las rosas que hizo florecer en Guadalupe (México) en pleno diciembre de 1531, una señal más de su amor y pro-tección sobre sus hijos? ¿No nos estará queriendo decir como a Juan Diego: No tengas miedo, no estoy yo aquí que soy tu madre? LOS PERFUMES DE MARÍA

La Virgen María (Nuestra Señora de Laus) se apareció en 1664 en Saint-Le-Laus (Francia) a Benita Rencurel, unas pastorcita de diecisiete años de edad, mientras rezaba el rosario. Se le apareció otras veces, enseñándole las letanías y pi-diendo que las rezara todas las tardes en la iglesia. Un día le dijo que buscara una ca-pilla en Laus (que significa lago). Fue a

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buscarla por las montañas hasta que la en-contró por un maravilloso perfume que despedía el lugar. Era una capilla antigua, dedicada a María. Y allí la esperaba la Virgen. A partir de ese día, subía todos los días a encontrarse con Ella durante dos o tres horas. La Virgen, como una madre cariñosa, le fue enseñando y aconsejando como una maestra de educación humana y religiosa. Después, le pidió la construcción de un santuario allí mismo y la prepara-ción de los peregrinos para la confesión y comunión. A partir de la Pascua de 1666, comenzaron a salir de la capilla unos fuer-tes y agradables perfumes que atrajeron a mucha gente y así comenzaron las pere-grinaciones constantes, con las consecuen-tes conversiones y curaciones. En la actua-lidad, hay un importante santuario en el lugar. Los peregrinos se arrodillan ante el Santísimo y ungen sus dedos con el aceite

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de la lámpara, pues según dijo María a la vidente: El contacto con este aceite, en una actitud de fe, producirá curaciones físicas y espirituales.

La Virgen María se le siguió apare-

ciendo a Benita a lo largo de toda su vida, durante 54 años, hasta que murió a los 71 años, en 1718, rodeada de la veneración y gratitud de todos. Era terciaria dominica y, hasta su muerte, atendió personalmente a los peregrinos. También recibió aparicio-nes de Jesucristo, de algunos santos y de ángeles. Murió en olor de santidad en 1872. El Papa Pío IX la declaró Venera-ble, sierva de Dios. Actualmente, se ha retomado el proceso de beatificación y esperamos que pronto será beatificada. Está enterrada delante del altar mayor del santuario, exactamente debajo de la

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lámpara, de cuyo aceite se sirven los devo-tos para las unciones.

Pero lo más asombroso de este lugar

son los maravillosos perfumes que todavía se pueden percibir después de tantos años. Es un caso único y excepcional en la his-toria. Francois Muizón, que ha hecho una investigación reciente sobre este fenóme-no, dice: No podemos suponer que se trate de un engaño, nadie puede provocar tales perfumes en circunstancias y lugares tan diversos. No se trata de un hecho que pro-viene de fuentes olorosas naturales, dado que estos efluvios de buen olor se sienten en toda estación, de día y de noche, dentro y fuera del santuario. No se puede consi-derar tampoco que se trate de autosuges-tión, delirio, o histeria. Son numerosísi-mos los testimonios de la permanencia de

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estos olores a través de los siglos, en tiempos y culturas diversas74.

Los perfumes de María son señales

claras de su presencia viva en medio de nosotros. Ella, como madre, está siempre pendiente de nosotros sus hijos. MARÍA ES NUESTRA MADRE

Jesús nos la entregó por Madre des-de la cruz, cuando nos dijo a cada uno en la persona de san Juan: Ahí tienes a tu ma-dre (Jn 19, 27) Y Ella ha cumplido su mi-sión y sigue cumpliéndola hasta el fin del mundo. A pesar de los pecados de sus hijos, sigue esperándolos hasta el final. A veces, como en Siracusa (Italia) en 1953 o

74 Messori Vittorio, Ipotesi su Maria, o.c., p. 438.

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en Akita (Japón) en 1975 o en Civitavec-chia (Italia) en 1995, llora hasta lágrimas de sangre para hacernos entender cuánto sufre por los pecados de sus hijos, que van por el camino de la perdición eterna.

María es madre y lo seguirá siendo

eternamente y, por más que la hayamos traicionado con nuestros pecados, sigue amándonos a pesar de todo. Lo importante es no desconfiar de su amor y acercarnos a Ella a pedirle perdón. ¡Qué torpe fue Judas que no fue capaz de acercarse a María para pedirle perdón y ayuda! Con toda seguri-dad, Ella lo hubiera llevado hasta la cruz y Jesús le hubiera perdonado su traición, pero prefirió ahorcarse, porque desconfió del perdón de Jesús y no se atrevió a acer-carse a pedir ayuda a su Madre, que lo es-taba esperando.

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Un hombre le escribió una carta a Monseñor Tihamer Toth, en la que le de-cía: La vida me ha zarandeando mucho. Me despojó de mi padre y de mi madre y de mis hermanos. Todos murieron, y desde la edad de 14 años me quedé solo y huér-fano, y echo de menos el amor de una ma-dre.

Sin embargo, no me siento huérfa-

no, porque ya en mi tierna edad, amaba con delirio a la Virgen bendita y puedo afirmar con verdad que siempre me alentó su grandísimo amor maternal; he sentido sus caricias que quitaban de mi frente las arrugas de la tristeza y los surcos del pe-sar. La Madre Virgen me acompañó hasta hoy por mi camino. Siempre ha estado a mi lado en lugar de mi madre. Por tanto, nunca he tenido motivo de quejarme, nun-ca me faltó el amor maternal. Siempre me

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sentí seguro entre los brazos de la Virgen Santísima y nunca he quedado defrauda-do, porque en todos mis males, en todos mis sufrimientos y dolores, siempre ha es-tado Ella junto a mí y nunca me ha dejado solo75.

- Santa Angela de Foligno en su Li-

bro de las admirables visiones y consola-ciones, cuenta su visión de María. Dice: Un día, durante una procesión, se me apa-reció la bienaventurada Virgen. Ella de-rramaba con amor dulcísimas y grandes bendiciones sobre sus hijos e hijas. Se in-clinaba sobre ellos y los besaba uno a uno en el pecho; a unos por menos tiempo, pe-ro a otros llegaba a besarlos, abrazándo-los. ¡Cuánto nos ama nuestra Madre!

75 Tihamer Toth, La Virgen María, Ed. Rialp, Madrid, 1988, p.

80.

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- Fray León, compañero de san Francisco, tuvo una visión que se ha hecho famosa. Vio a toda la gente reunida en una llanura para el juicio final. Y apareció una escalera roja y, en la parte superior, Jesu-cristo con rostro de juez airado. San Fran-cisco invitaba a todos a subir por la escale-ra al cielo, pero las personas, cuando iban a mitad de los escalones, miraban hacia arriba y les entraba tanto miedo al juicio del Señor que se caían. Entonces, apareció una escalera blanca y, en su parte superior, la Santísima Virgen, sonriente y amable. La gente empezó a subir por la escalera y, al mirar hacia lo alto, se animaban al ver el rostro bondadoso de María. Incluso, Ella les alargaba el manto y les daba la mano para subir al cielo. Y así entraban en el cielo sin mayor dificultad. María es co-mo la escalera de Jacob, la escalera del cielo, el camino más fácil, más rápido y

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más seguro para llegar al cielo, donde Jesús nos espera para hacernos felices por toda la eternidad.

- Cuenta santa Brígida en su Reve-

laciones que un día el Señor le rogó que pidiera a un sacerdote que fuera a visitar a cierto enfermo para que se confesara. El sacerdote lo visitó, pero el enfermo le dijo que no necesitaba confesarse. El Señor le insistió a santa Brígida que le dijera al sa-cerdote que fuera más veces a visitarlo para que se confesara. Al final de muchas visitas, aceptó confesarse y le dijo al sa-cerdote que hacía 60 años que no se con-fesaba y había decidido no confesarse más. Pero que aquellos días había sentido un gran deseo de confesarse. A los pocos días, moría santamente.

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El Señor le habló a santa Brígida y le dijo en una visión: Mi madre me suplicó mucho por este pecador, porque, a pesar de ser tan débil, sin embargo, se enco-mendaba a ella cada día. Por eso, le con-cedió la gracia de la conversión, pero re-za por él, porque su pena en el purgatorio es grande76.

- Sebastián Elcano, el primer hom-

bre que dio la vuelta al mundo, era muy devoto de la Virgen María. Antes de salir la expedición, durante muchos días, iba ante el altar de Nuestra Señora del Coral en Sevilla para orar por el éxito de la em-presa. Salió el 27 de setiembre de 1519 con 236 marineros. Después de tres años de grandes peligros y aventuras, llegaron a Sevilla solamente 18. Y Elcano fue a ofre-

76 Libro de las Revelaciones II, c. 24.

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cer ante el mismo altar de la Virgen una ofrenda de flores, conchas y caracoles de todos los países visitados, en su recorrido alrededor del mundo. Y decía: Con María todo es posible. María ha sido una madre para mí en los momentos difíciles. Atri-buia el éxito del viaje a la protección de María.

- Se cuenta del libertador Simón

Bolívar que, en 1828, viajaba de Bucara-manga a Bogotá (Colombia) muy entriste-cido por los agravios que le habían hecho sus enemigos políticos en la Convención de Ocaña. Además, estaba enfermo de tu-berculosis. En todo el viaje no había hablado ni una palabra. Iba triste y tacitur-no por aquellos difíciles caminos. Al fin, llegaron a Chiquinquirá donde está el fa-moso templo de la Virgen María, patrona de Colombia, y pidió permiso para que-

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darse a rezar junto al famoso cuadro de la Virgen.

Se puso de rodillas y se tapó la cara

con las manos, para que nadie le viera llo-rar. Había ido a contarle sus problemas a María. Y cuentan sus compañeros que, al salir, estaba lleno de alegría y que el resto del viaje estuvo muy risueño y alegre. Había confiado sus penas a María y Ella había cambiado su tristeza en alegría. En recuerdo de este hecho, hay una lápida en la entrada del santuario de Chiquinquirá.

- En el diario francés La Croix del

12 de setiembre de 1915, salía la siguiente noticia: En el campo de batalla yacía gra-vemente herido un soldado francés y, jun-to a él, también gravemente herido un sol-dado alemán. El francés sacó, con mucho esfuerzo, un crucifijo de su bolsillo, lo

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besó y empezó a rezar el avemaría en latín. El alemán también se unió y rezó el avemaría con él. Después, el francés le tendió el crucifijo, el alemán lo besó, se dieron la mano y así unidos y rezando el avemaría murieron. El amor a María había unido en la muerte a dos enemigos, que murieron como hermanos, hijos de la misma madre.

- En la ciudad de Chota (Perú) había

un ladrón de ganado, que era el terror de la comarca por ser también un asesino. En una oportunidad, fue emboscado por un grupo de campesinos, que lo dejaron me-dio muerto. Su mujer lo llevó como pudo al hospital de Chota, pero los médicos no le daban muchas esperanzas de vida. En-tonces, su madre, que era una buena mujer y muy devota de María y que siempre lo había encomendado a la Virgen, corrió a

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la parroquia a buscar a un sacerdote. El padre Severiano de Cáceres, a quien co-nozco, acudió al hospital a ver al mori-bundo. Y se quedó admirado al reconocer a aquel famoso delincuente, que le decía arrepentido: Padre, confiéseme, porque quiero cambiar de vida. Se confesó y, al poco rato, murió. En este caso, las oracio-nes de la madre habían obtenido al hijo el arrepentimiento y la conversión en los últimos momentos.

- El santo Pío de Pietrelcina escribía

en una carta: ¡Cuántas veces he confiado a esta Madre las penosas ansias de mi co-razón agitado y cuántas veces me ha con-solado! ¡Cuánto me quiere! Lo he llegado a comprobar muchas veces, de manera bien elocuente, al despuntar este hermosí-simo mes de mayo. ¡Con qué cuidado me ha acompañado esta mañana al altar! Pa-

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recía que no tenía que pensar en otra cosa sino sólo en mí, a fin de llenar mi corazón de santos afectos. Quisiera tener una voz tan fuerte que pudiera con ella invitar a todos los pecadores del mundo a amar a María. Quisiera tener alas para volar por todas partes e invitar a todas las criaturas a amar a Jesús y a María77.

San Josemaría Escribá de Balaguer,

el fundador del Opus Dei, amaba mucho a María y nos dice: “Esta mañana volví so-bre mis pasos, hecho un chiquitín, para saludar a la Señora (Virgen María) en su imagen de la calle Atocha, en lo alto de la casa que allí tiene la Congregación de san Felipe. Me había olvidado de saludarla: ¿qué niño pierde la ocasión de decir a su

77 Epistolario I, carta 76.

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Madre que la quiere? Señora, que nunca sea yo un ex-niño”78.

“Esta mañana, al levantarme, me

vestí y comencé mi meditación. Pues bien, entre seis y media a siete menos cuarto, vi, durante bastante tiempo, cómo el rostro de mi Virgen de los Besos se llenaba de alegría, de gozo. Me fijé bien: creí que sonreía, porque me hacía ese efecto, pero no se movían los labios. Muy tranquilo le he dicho a mi Madre muchos piropos… En fin, que mi Señora, Santa María, ha hecho un mimo a su niño”.79

José Luis Martín Descalzo contaba:

Hace ya muchos años, durante el pontifi-cado de Pío XII, una mañana, cuando

78 Vásquez de Prada Andrés, El fundador del Opus Dei, vol. I,

Ed. Rialp, Madrid, 1997, p. 341. 79 Ib. p. 469-470.

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desayunaba yo en la cafetería de un hotel de Roma, se me acercó una muchacha ja-ponesa y, en un francés tan tartamudeante como el mío, me preguntó si yo era sacer-dote. Cuando le dije que sí, me dijo a boca de jarro: “¿Podría explicarme usted quién es la Virgen María?” Sus palabras me sorprendieron tanto que sólo supe respon-der: “¿Por qué me haces esa pregunta?” Y aún recuerdo sus ojos, cuando me ex-plicó: “Es que ayer he oído rezar por primera vez el avemaría y no sé por qué me he pasado toda la noche llorando”.

Entonces, tuve que ser yo quien le

explicara que también yo necesitaría pa-sarme llorando muchas noches para poder responder a esa pregunta… “María es un misterio. Sí, un misterio que invita más a llorar de alegría que a hablar. ¿Cómo hablar de María con la suficiente ternura,

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con la necesaria verdad? ¿Cómo explicar su sencillez sin retóricas y su hondura sin palabrerías? ¿Cómo decirlo todo sin in-ventar nada?”80

Por eso, amemos a María con todo el corazón. Decía san Juan Bosco: Repa-sad las páginas de la tradición cristiana, interrogad las historias del cristianismo en todos los reinos y países del universo y por doquiera encontraréis a María, vi-niendo en socorro de sus afligidos hijos. La devoción a María es signo de predesti-nación. Que Ella sea tu guía y la estrella que te conduzca hasta Dios. Que sea para ti la Madre amorosa que te consuela y te lleva de la mano hacia JESÚS. NOS DEFIENDE DEL MALIGNO 80 Martín Descalzo José Luis, Vida y misterio de Jesús de Naza-

ret, Ed. Sígueme, Salamanca, 1996, p. 79.

227

María nos defiende del poder del

maligno, que siempre está al acecho para hacernos pecar y alejarnos de Dios. Y, en caso de pecar, Ella, como buena madre, nos busca y nos espera para presentarnos arrepentidos ante Jesús.

San Alfonso María de Ligorio cuen-

ta en el libro Las Glorias de María la fa-mosa historia de Teófilo, escrita por Euti-quiano, patriarca de Constantinopla, testi-go ocular de esta historia y confirmada por san Pedro Damián, san Bernardo, san Buenaventura y otros.

Era Teófilo arcediano de la Iglesia

de Adana, ciudad de Cilicia, y tan estima-do por todos que el pueblo lo quería por obispo. Pero algunos malévolos lo calum-niaron y él concibió tal sentimiento contra

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ellos que fue a buscar a un brujo para que, invocando a Satanás, hiciera daño a sus adversarios. El brujo le dijo que pri-mero debía él renegar de Jesús y de María y ponerlo por escrito. Y Teófilo lo firmó con tal de conseguir sus deseos de ven-ganza.

Pero el obispo, al poco tiempo,

dándose cuenta de que le habían calum-niado sin motivo, le pidió perdón y lo re-puso en su puesto. Entonces, Teófilo se dio cuenta de su gran error y con gran re-mordimiento empezó a llorar amargamen-te. ¿Qué hacer? Se fue a una iglesia y, postrado ante una imagen de la Virgen, le rogaba y le pedía perdón. Así estuvo cua-renta días, hasta que una noche la Virgen se le apareció y le dijo:

229

- ¿Qué has hecho, Teófilo? ¿Has renegado de mí y de mi Hijo? ¿Has vendido tu alma al diablo? Consuélate, pediré por ti.

Animado con esto, siguió rogando y

llorando para obtener el perdón de Dios. Al cabo de nueve días, se le volvió a apa-recer la Virgen María y le dijo:

- Dios te ha perdonado, sé fiel y

agradecido. Pero siguió pidiendo hasta conse-

guir que Dios hiciera aparecer el escrito que había firmado, en el que renegaba de Jesús y de María, para quemarlo y así po-der quedar tranquilo, y ser hasta el fin de sus días muy agradecido a Dios por medio

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de la Virgen, que le consiguió así la sal-vación81.

El padre Carmagnola cuenta que,

asistiendo en la cárcel a una mujer que había sido acusada injustamente, le pidió que perdonara a su denunciante. Pero ella le dijo que eso nunca lo haría. Parecía que era imposible hacerle comprender la im-portancia del perdón para que pudiera vi-vir sin odios y sin deseo de venganza. Por fin, el sacerdote le dio una estampa de la Virgen y le dijo que le rezara para que pu-diera perdonar o, al menos, que le diera algunos besos para obtener esa gracia. A los dos días, la prisionera tenía un brillo especial en los ojos. Y le dijo:

81 Las glorias de María, Ed. apostolado de la prensa, Sevilla,

1977, p. 155.

231

- Padre, la Virgen me concedió el milagro de poder perdonar. Ahora rezo por la persona que me calumnió y siento como si un peso de mil toneladas se hubiera quitado de mí. Me siento ligera y en paz. ¡Qué grande es el poder de la oración por intercesión de María!

San Juan Bosco llamaba a la devo-

ción a María, la bancarrota del diablo y decía que la obra salesiana descansaba so-bre el amor a María. Por eso, afirmaba que podía abandonar muchas devociones, pero no el rosario. Un día, el político y escritor italiano Massimo D´Azeglio lo visitó y le dijo que era hora de terminar con el rosa-rio en sus escuelas. Pero Don Bosco le contestó con firmeza: Prefiero renunciar a

232

su amistad a dejar de rezar el rosario en nuestras escuelas.

El 20 de agosto de 1862 tuvo un

sueño inspirado por Dios. Vio en un pra-do, donde jugaban los jóvenes, una gran serpiente de siete u ocho metros de largo y muy gruesa. Pero un desconocido persona-je celestial le dijo: Agarra una cuerda y amarra la cabeza de la serpiente, sujetan-do la cuerda a un peral y a una ventana. El personaje metió la cuerda en una cajita y, cuando la volvió a abrir, formaba las palabras Ave María. Y le dijo: Mira la serpiente, representa al demonio y la cuerda el avemaría o, mejor el rosario, que es una serie de avemarías, con las cuales se puede vencer y destruir a todos los demonios del infierno.

Pero la serpiente se desesperaba de estar amarrada y se iba muriendo, poco a

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poco, soltando pedazos de carne, que al-gunos chicos comenzaron a comer, cayen-do al suelo envenenados. El personaje de dijo: Hay dos remedios para curarlos del veneno: el yunque y el martillo. El marti-llo significa la confesión y el yunque la comunión. Es necesario hacer uso de estos dos medios para librarnos del maligno.

En las apariciones de María en

Medjugorje, decía a los videntes: Recen mucho y hagan que el rosario esté siempre en sus manos como una señal para Sa-tanás de que ustedes me pertenecen... Lle-ven sobre sus personas cosas benditas, pónganlas en sus casas y vuelvan al uso del agua bendita.

El obispo Andrea Gemma, obispo

exorcista de Isernia (Italia), decía: Satanás no puede soportar el rezo del rosario... He

234

visto cómo, con frecuencia, una gota de agua bendita echada a la cabeza del po-seído, produce una reacción furibunda con exclamaciones de intenso dolor... Lo mismo digo del rosario bendito y de las reliquias de los santos... Así he compren-dido que la Iglesia ha hecho muy bien en multiplicar bendiciones de objetos y per-sonas y lugares82.

San Luis Orione les decía a los

miembros de su Congregación el 4 de di-ciembre de 1937: Estamos en la novena de la Inmaculada. Es tan grande el privilegio de la Inmaculada Concepción que este privilegio ha desatado en el demonio una inmensa rabia y odio. Por eso, cuando se quiere saber, si una persona está poseída por el demonio, un medio fácil es hacerle 82 Gemma Andrea, Io, vescovo esorcista, Ed. Mondadori, Milán,

2002, pp. 148-150.

235

repetir: Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos. Los posesos dicen el Gloria al Padre, di-cen el Avemaría, pero esta jaculatoria no la quieren repetir... Una posesa decía al-gunas letras: ía... cado... vida; pero no repetía la jaculatoria entera... Por eso, cuando seáis sacerdotes, si os llaman para hacer exorcismos, os doy una señal clara para reconocer si son o no endemoniados; pues podría ser histerismo o pueden darse extraños fenómenos nerviosos o enferme-dades que la ciencia puede explicar y, a veces, curar. La señal es: Si repite la jacu-latoria: “Oh María, sin pecado concebi-da, rogad por nosotros que recurrimos a Vos”, estad tranquilos, no está poseído, es una enfermedad; pero, si no la repite, es-

236

tad seguros que el diablo ha tomado do-minio de su cuerpo83.

Un día, en pleno exorcismo, el po-

bre paciente estaba en el colmo de su de-sesperación a causa de que le echaba agua bendita, lo ungía con óleo bendito y, sobre todo, invocaba a María. Entonces, empezó a llorar, volviendo la cabeza hacia la imagen de María, y dijo: “Ella lo hace todo”.

La historia de veinte siglos de cato-

licismo no es más que una resplandeciente confirmación de esta soberana decisión de Dios: Todo por María. Sentirlo decir por el demonio ha sido una de las más gran-des alegrías de mi vida religiosa y sacer-

83 ib. pp. 156-157.

237

dotal y la confirmación de un programa de vida, que es mío desde siempre84.

84 ib. p. 162.

238

ORACIONES Y POESÍAS A MARÍA

Buenos días, Reina y Madre, te pido tu bendición para pasar bien el día sin ofender al Señor.

Eres mi Madre del cielo; a Ti, Jesús me entregó; cuida de mí con cariño y dame tu bendición.

*******

Adiós, Madre, buenas noches,

que me voy a descansar. Te pido un sueño tranquilo

y un alegre despertar. Si hoy en algo te he ofendido,

me tienes que perdonar; mañana seré mejor

con tu auxilio maternal.

239

*******

Bajo tu protección nos acogemos,

santa Madre de Dios, no deseches las súplicas,

que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peli-

gro, oh Virgen, gloriosa y bendita.

(siglo III)

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se oyó decir que algu-no de los que han acudido a vuestra pro-tección e implorado vuestro auxilio haya sido desamparado de Vos. Animado por esta confianza, a ti acudo, oh Madre Vir-gen de las vírgenes; y, aunque agobiado bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia sobe-

240

rana. ¡Oh Madre de Dios y Madre nues-tra!, no despreciéis mis humildes súplicas; antes bien, escuchadlas y acogedlas favo-rablemente. Amén.

(San Bernardo)

Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles, Salve, raíz; salve, puerta, que dio paso a nuestra luz. Alégrate, Virgen gloriosa, entre todas las más bella;

salve, oh hermosa doncella, ruega a Cristo por nosotros.

*******

Bendita sea tu pureza, y eternamente lo sea,

pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza.

241

A ti, celestial princesa, Virgen, sagrada María, te ofrezco en este día, alma, vida y corazón.

Mírame con compasión, no me dejes Madre mía.

*******

Virgen sin mancha como el sol hermosa. Virgen más pura que la luz del alba, flor de las flores, del amor estrella,

Virgen María. Madre de Dios, Virgen María.

Tuyo siempre quiero ser, y en la pena, en la alegría,

sólo a ti pertenecer.

*******

Dulce madre, no te alejes, tu vista de mí no apartes.

242

Ven conmigo a todas partes y solo nunca me dejes.

Y ya que me quieres tanto, como verdadera madre,

haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu santo. Amén.

*******

¿Te acuerdas madre, cuando yo de niño, soñando en tus ternuras me extasiaba?

¿Te acuerdas con qué fe, madre amorosa, cada mañana en cándidos excesos deshojaba a tus plantas una rosa,

impregnada primero con mis besos?

¿Te acuerdas, cuando al pie de tus altares, juré por siempre amarte, madre mía?

¿Te acuerdas, cuando envuelto en mis pe-sares,

a tu regazo maternal corría?

243

Oh madre, si te amé siempre en la vida con alma ingenua, con amor tan puro...

Piensa: mi corazón nunca te olvida, y yo siempre te amaré.

*******

Préstame, Madre, tus ojos

para con ellos mirar, porque si con ellos miro nunca volveré a pecar.

Préstame, Madre, tus labios

para con ellos rezar, porque si con ellos rezo

Jesús me podrá escuchar.

Préstame, Madre, tu manto para cubrir mi maldad,

pues cubierto con tu manto

244

al cielo he de llegar.

Préstame, Madre, tu Hijo para poderlo yo amar. Si tú me das a Jesús,

¿qué más puedo desear?

Ésta será mi gran dicha por toda la eternidad.

*******

María.

¡Cuántas veces he dejado mis besos sobre una estampa,

besos que tú has recibido en el fondo de tu alma! Al mirarte he sonreído y mi sonrisa callada

ha despertado en tus ojos el amor de tu mirada.

245

¡Cuántas veces he sentido tu presencia sosegada

en el centro de mi alma! Quisiera decirte, Madre,

cosas bellas que engalanan, pero tú eres tan bella, que no necesitas nada. Déjame poner mis ojos

en esos tus ojos. ¡Guapa! y sentir que tú me quieres y que tu amor me regala

la ternura de tu Hijo, nacido de tus entrañas.

Gracias, Madre de mi alma. Gracias, por tu compañía. Gracias por esa sonrisa y la luz de tu mirada.

*******

246

CONTRABANDO EN EL CIELO

Haciendo Dios un día la visita en el cielo acostumbrada,

notó que cierta gente no tenía una faz suficientemente pura,

y que se hallaba como avergonzada con esas almas de inefable albura.

A san Pedro - se dijo - ¿qué le pasa?

Tal vez su edad no escasa, el carácter le habrá debilitado;

preciso es sermonearle al descuidado guardián; que se le llame... Y, al instante,

en raudo y limpio vuelo, un ángel fue y lo halló bien sentado,

y con el ojo alerta, muy tranquilo en el suelo,

al lado de la puerta.

Yo vengo, san Pedro, a reemplazarlo

247

un momento siquiera, pues el buen Dios lo quiere interrogar.

Y san Pedro corrió, y con severa actitud, el Señor lo reprendió,

diciéndole: ¡No, no! esto no puede ser, tú estás dejando

entrar gente manchada a esta mi pura celestial morada.

Me confundes, buen Dios, respondió Pe-

dro, pues yo vivo en la puerta siempre en vela,

como perenne y listo centinela, y, a pesar de mi edad tan avanzada, no se me pasa, por descuido nada;

créeme, buen Señor, no soy culpable, pues yo soy en mi puesto inexorable,

y ningún muerto ha entrado en esta corte sin traer el debido pasaporte.

Cálmate, dijo Dios; probablemente

248

se nos está engañando. Mira abajo, ¿conoces esa gente?

Oh mi buen Dios, te digo francamente jamás por mí fue vista,

que no están en mi lista, que no son en verdad de nuestro bando;

y que indudablemente aquí se me está haciendo contrabando;

pero yo te prometo, buen Señor, coger pronto al traidor:

y si no, con dolor del alma mía, te renuncio, Señor, la portería.

San Pedro echó después con gran cuidado

mil vueltas a las varias cerraduras, y, cuando estuvo bien asegurado

de que no había rendija ni aberturas por donde penetrar pudiera un alma,

y estando ya la noche un poco entrada, se sentó en plena calma

a vigilar la celestial portada.

249

Más, ¡oh gran maravilla! De repente,

y sin saber por dónde, cómo y cuándo, vio que una intrusa gente

al cielo y de rondón se iba colando. San Pedro, entonces, inmediatamente mandó llamar a Dios para que viera

lo que estaba pasando, y cuando hubo llegado, el buen portero le hizo señas a Dios que se escondiera

allí, sin hacer ruido y que tuviera oído agudo y ojo muy certero.

Y qué cuadro el que vieron, ¡admirable!

Por fuera del recinto habían quedado muchas almas que Pedro, inexorable,

había en su puerta rechazado, porque no habían traído al paso el pasaporte íntegro y cumplido; y esas almas tan tristes exhalaban

tan amargos gemidos,

250

y quejas de tan gran melancolía, que la Virgen María,

de ellas compadecida y no sufriendo que en vano así esa gente la implorara,

a los muros del cielo se subía y desde allí, creyendo

que por la noche nadie la veía, uno a uno iba alzando con inmensa alegría,

haciendo así a san Pedro contrabando.

Como san Pedro ya se vio triunfante, probada su inocencia,

al buen Señor le dijo muy campante: ¡Al menos le hará Usted una advertencia! Más el buen Dios que había reconocido de los muros del cielo, allá en la altura,

a su Madre, tan dulce, bella y pura, le respondió con sin igual dulzura:

¿Para qué? ¡Tú sabes cómo es Ella! (Eusebio Robledo)

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CUARTA PARTE

A JESÚS POR MARÍA En esta cuarta parte, queremos hacer entender que María no es la meta, sino el camino para llegar a Jesús. Nadie lo ha amado tanto ni lo podrá amar como María. Nadie mejor que Ella nos puede enseñar a amar a Jesús. A Jesús por María. Esto lo pueden decir por experiencia tantos con-vertidos. Igualmente, muchas apariciones de María a lo largo de los siglos han teni-do como principal objetivo la conversión de los pecadores para llevarlos a Jesús. Recordemos que María y Jesús son inseparables y que, si queremos encon-trarnos realmente con ellos en persona, debemos acudir a la Eucaristía, donde siempre nos espera Jesús con María.

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APARICIONES Y MILAGROS DE MARÍA

¿Por qué se aparece nuestra madre tantas veces a lo largo de la historia? Por-que sus hijos, los hombres, van por el ca-mino de la perdición y Ella, como buena madre, se preocupa y desea alertarlos para que cambien de vida y vuelvan a Jesús. Y para confirmar la veracidad de sus apari-ciones, Dios realiza innumerables mila-gros por intercesión de María. Y esto, no sólo en los famosos santuarios de Guada-lupe (México), Lourdes, Fátima, Loreto o El Pilar, sino también en infinidad de otros lugares, pues en todos los países hay algún santuario mariano importante, donde se puede ir en peregrinación y donde se pue-de palpar sensiblemente la presencia y el

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amor de María, que nos invita a la conver-sión, al rezo del rosario y al amor sincero a Jesús Eucaristía. En Lourdes, se apareció nuestra madre a santa Bernardita en 1858 y le di-jo: Yo soy la Inmaculada Concepción, confirmando así el dogma definido cuatro años antes por el Papa Pío IX. Desde en-tonces, han sido innumerables los mila-gros realizados por medio de María. Allí existe una Comisión internacional de médicos, compuesta por 30 especialistas, de distintos países y de distintas religio-nes, para estudiar los casos documentados, remitidos por la Oficina médica de Lour-des. Esta Comisión internacional se reúne una vez al año para estudiar unos 50 casos nuevos entre los 2.500 hechos extraordina-rios, que suceden cada año. Pero para ser estudiados, hace falta que haya pruebas

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contundentes de cómo estaba el paciente antes y después de su curación. Para que una curación sea considerada inexplicable para la ciencia, es preciso que se com-pruebe que haya sido instantánea y que sea duradera a lo largo de los años. Hasta la fecha, solamente han sido considerados como inexplicables, y aceptados por la Iglesia como verdaderos milagros, sesenta y siete casos. En Fátima, nuestra madre se apare-ció a tres pastorcitos: Lucía, Jacinta y Francisco; a partir del 13 de mayo de 1917. Allí pidió el rezo del rosario y Ella misma, al igual que en Lourdes, rezaba el rosario con los niños. El más famoso mi-lagro de Fátima es el milagro del sol, ocu-rrido el 13 de octubre de 1917, como con-firmación de las apariciones, y que fue visto por unas 100.000 personas hasta a 50

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km de distancia. Y para que nadie pudiera decir que todo había sido producto de una sugestión colectiva, las ropas de la gente, que estaba mojada, porque había llovido todo el día, quedó totalmente seca, al igual que el suelo de los campos, lo cual no puede ser fruto de ninguna sugestión men-tal. En este milagro, el sol danzó por algunos minutos, girando verticalmente sobre sí mismo, irradiando luces de todos los colores, mientras la gente creía que era el fin del mundo y clamaba a Dios miseri-cordia. Otro de los famosos santuarios del mundo es el de Loreto, en Italia. Según la tradición, el 10 de mayo de 1291, la santa casa de José y María, que tenían en Naza-ret y que había sido transformada en una

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pequeña iglesia por los apóstoles, fue ese día trasladada milagrosamente por Dios a Tersato en Dalmacia, según consta en el documento Historia tersattana. Allí estu-vo 3 años, siete meses y cuatro días. El 10 de diciembre de 1294, de nuevo, fue tras-ladada milagrosamente a las cercanías de Recanati (Italia) y, al poco tiempo, al lugar actual de Loreto. El ingeniero Nanni Monelli ha pu-blicado un libro La santa casa di Loreto, la santa casa di Nazareth, donde llega a la conclusión de que no pudo ser construida en la región de Italia, donde se encuentra, pues esas técnicas de construcción sólo se daban en Palestina. Por otra parte, se ha comprobado que el lugar donde fue colo-cada, fue sobre una carretera o camino muy transitado y, además, sin cimiento alguno. Por otra parte, según excavaciones

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arqueológicas realizadas, resulta que el lugar donde estuvo la casa de María en Nazaret tiene una misteriosa correspon-dencia con las dimensiones de la casa de Loreto. Está construida con piedras tos-camente labradas, que, examinadas quími-camente, se revelaron idénticas a las pie-dras utilizadas en Nazaret en tiempos de Cristo. De hecho, los Papas, después de es-tudiar los acontecimientos, establecieron desde el siglo XIV la fiesta de la traslación de la santa casa. El Papa Pío XI dijo, des-pués de ver las conclusiones de los cientí-ficos: En cuanto a la autenticidad de la santa casa, tenemos muchas buenas razo-nes para admitirla y ningún argumento serio para poder negarla85.

85 Pace Giuseppe, Miracolosa traslazione a Loreto della dimora

della Santíssima Annunziata, Ed. Centro mater divinae gratiae, Rosta (Turín).

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Y, como una confirmación de la traslación milagrosa, Loreto ha sido siem-pre uno de los lugares de mayores mila-gros del mundo. Ya el Papa Gregorio XI, en un Breve del 12 de noviembre de 1375, habla de muchos milagros que allí el Altí-simo se digna manifestar. Allí fue curado en 1456 el famoso predicador franciscano san Giacomo della Marca. En 1464 fue curado Pietro Barbo, futuro Papa Pablo II. En el siglo XVII fue curado Jean Jacques Olier, fundador de la Sociedad de san Sul-picio. En 1840 fue curado de epilepsia Ja-cob Libermann, judío convertido al catoli-cismo y fundador de la Sociedad del Espí-ritu Santo para las misiones de África. Muchos de los numerosos milagros han sido recopilados, después de ser estudia-dos con rigor médico-científico, y han sido

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publicados por el doctor Pierluigi Cavator-ti en su libro Le guarigioni a Loreto. Del santuario El Pilar de Zaragoza, en España, es famosísimo, en el mundo entero, el milagro llamado de la resurrec-ción de la carne, que podemos resumir brevemente así: Entre las diez y once de la noche del 29 de marzo de 1640, mientras dormía en su casa de Calanda, a Miguel Juan Pelli-cer, un campesino de 23 años, le fue resti-tuida repentina y definitivamente la pierna derecha que había sido hecha pedazos por la rueda de un carro y que le había sido amputada cuatro dedos por debajo de la rodilla a finales de octubre de 1637, es decir, dos años y cinco meses antes, en el hospital público de Zaragoza.

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El joven Juan Pellicer era muy de-voto de la Virgen y todos los días se ungía su muñón con el aceite de la lámpara de la Virgen del Pilar, pues estuvo mucho tiem-po, pidiendo limosna a las puertas del san-tuario. Este milagro está bien documenta-do por las autoridades de la época, empe-zando por el arzobispo de Zaragoza, que consultó a cientos de testigos, que lo co-nocían y que firmaron un acta notarial ante el notario real de Mazaleón, Miguel An-dreu. El acta original se encuentra expues-ta actualmente en el despacho del alcalde de Zaragoza. Con relación a América Latina, po-demos decir que su catolicismo tiene des-de su mismo origen un tinte eminentemen-te mariano. Colón descubrió América en la nao Santa María y, todas las tardes, la tri-pulación de las tres naves cantaban la Sal-

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ve a María y rezaba la oración: Bendita sea la luz y la santa Veracruz, y el Señor de la verdad y la santa Trinidad. Bendita sea el alba y el Señor que nos la manda. Bendito sea el día y el Señor que nos lo envía. Amén. En cada país, hay un santuario ma-riano nacional y muchos de ellos tienen origen, si no milagroso, por lo menos ex-traordinario. Y en todos ellos se cuentan infinidad de favores y gracias extraordina-rias, incluidos verdaderos milagros, que Dios hace a sus fieles por medio de María. El santuario más famoso es el de la Virgen de Guadalupe en México. Su historia fue escrita por el escritor indígena Antonio Valeriano en su obra Nican Nopohua, en lengua náhualt, a los doce años de las apa-riciones de María al indio Juan Diego.

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De todos es conocido el milagro de la Virgen de Guadalupe, que dejó su ima-gen impresa milagrosamente en la tilma del indio Juan Diego, hoy san Juan Diego, el año 1531. Los científicos no pueden explicar que haya sido pintada directamen-te, sin tanteos ni rectificaciones, con una técnica desconocida. Según en premio Nóbel de química Richard Kuhn, los colo-rantes de la imagen no pertenecen al reino vegetal, mineral ni animal. Pero lo más asombroso es que en los ojos de la Virgen, de 7 milímetros, están pintadas microscó-picamente unas 15 personas bien distintas y con las perpectivas perfectas en ambos ojos. Cosa imposible de pintar en el siglo XVI, pues solamente se ha podido descu-brir este prodigio en el siglo XX, cuando Aste Tonsmann aumentó en un ordenador los ojos de la Virgen unas 2.500 veces.

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Allí, en México, la Virgen le dijo a san Juan Diego: Yo soy la siempre Virgen, santa María, Madre de Dios; ratificando así con sus milagros que Ella es la siempre Virgen y Madre de Dios. Hay muchísimas más apariciones de María en este continente americano. En tiempos recientes, están las de San Nicolás de los Arroyos en Argentina. Allí se apa-reció María a Gladys Quiroga a partir de 1983, pidiendo el rezo del rosario, la ado-ración al Santísimo Sacramento y la misa y comunión frecuentes. También pide la consagración a su Inmaculado Corazón y dice: Siendo consagrados a mi Corazón Inmaculado, pertenecéis también a mi Hijo (13 de octubre de 1988). El obispo del lugar aprobó las apariciones y se ha construido allí un gran santuario mariano.

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También en la finca Betania, a 12 kilómetros de Cúa (Estado Miranda), en Venezuela, se apareció a María Esperanza de Bianchini, madre de 7 hijos, desde el 25 de marzo de 1976. Aquí ha habido apa-riciones masivas. El obispo Pío Bello tam-bién las aprobó y dijo: Después de haber estudiado con empeño las apariciones de la Virgen María en Finca Betania y de haber pedido asiduamente al Señor el dis-cernimiento espiritual, declaro que, a mi juicio, dichas apariciones son auténticas y tienen carácter sobrenatural. Apruebo, por tanto, oficialmente que el sitio donde las mismas han acaecido sea considerado como lugar sagrado y que el mismo sea tenido como meta de peregrinaciones y como lugar de culto en el que puedan rea-lizarse actos litúrgicos.

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En toda América latina se venera a María con especial devoción y son innu-merables los milagros recibidos por los pobres y sencillos, que acuden a Ella en demanda de ayuda y protección. CONVERTIDOS POR MEDIO DE MARÍA Hay muchos ateos, judíos y protes-tantes, que se han convertido a nuestra fe católica por medio de María y han encon-trado en Ella el camino a Jesús. Evidente-mente, cada conversión es un camino úni-co y personal; pero, ciertamente, la mano de María, como madre amorosa, no está ajena de ninguna conversión, aunque su influencia no aparezca siempre con toda claridad. ¿Quién podría estar más intere-sada en que amemos a Jesús sino María?

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¿De mano de quien vienen todas las gra-cias recibidas de Dios, sino de María, que es la mediadora de todas las gracias? El 10 de marzo de 1615, iba a ser ahorcado por su fe católica el padre Ogil-vie en Glasgow, Inglaterra. Al ver a miles de espectadores ante él, tomó el rosario, que era lo único que le quedaba, y lo arrojó con mano fuerte en medio de la in-mensa multitud para que alguien pudiera recogerlo. El rosario vino a dar en el pe-cho de un joven húngaro calvinista, llama-do Juan Keckersdorff, que viajaba en plan de recreo y se hallaba allí por casualidad. Se sintió emocionado y el recuerdo del rosario lo persiguió por todas partes hasta que un día abjuró en Roma de su herejía,

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haciéndose católico. Y solía repetir que debía al rosario su conversión86. El 7 de noviembre de 1823, fue ahorcado en Madrid el general Rafael Riego. Antes de morir, quiso confesarse y, al preguntarle por qué quería confesarse, él respondió: Mi vida entera ha sido un tejido de iniquidades, pero, si a obra alguna debo atribuir el que Dios se compadezca de mi alma, no hallo más que un recuerdo. Cuando era niño, mi santa madre me lle-vaba todos los días a la capilla del Rosa-rio de Santo Domingo de Oviedo, y allí, de rodillas, rezábamos el rosario a la Santí-sima Virgen. Murió mi madre y, desde en-tonces, sea como recuerdo de cariño a 86 Eugui Julio, Anécdotas y virtudes, Ed. Rialp, Madrid, 1987, p.

466.

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ella o como resto de mi devoción a la Santísima Madre de Dios, jamás he deja-do de rezarlo. Antes de morir, escribió, firmó y leyó la siguiente protesta: Yo Rafael de Riego, preso y estante en la Real cárcel de esta corte, hallándo-me en mi cabal juicio, creyendo como fir-memente creo todos los misterios de nues-tra santa fe, propuestos por nuestra Ma-dre Iglesia, en cuyo seno deseo morir, mo-vido imperiosamente por los avisos de mi conciencia, que durante más de 15 días ha obrado poderosamente en mí, quiero ma-nifestar en todas partes, donde haya podi-do llegar mi memoria, que muero resigna-do en las disposiciones de la divina Provi-dencia, cuya justicia adoro y venero, pues conozco los delitos que me hacen acree-

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dor a la muerte. Por eso, así como he pe-dido y pido a Dios perdón de todos mis crímenes, igualmente imploro la clemen-cia de mi santa religión, de mi Rey y de todos los pueblos e individuos de la na-ción87

- En una sesión del Congreso católi-co, celebrado en Lille (Francia), un sacer-dote inglés contó lo siguiente:

En una ciudad de Inglaterra residía

una familia anglicana. El más pequeño de los hijos, aprendió de unos amigos católi-cos el avemaría. Una tarde, lo recitó delan-te de su madre y ella lo reprendió para que nunca más volviera a mencionar aquellas alabanzas a María, pues era una mujer como las demás. Un día, el niño, leyendo 87 Capánaga Victorino, La Virgen en la historia de las conversio-

nes, Ed. Uriarte, Zaragoza, 1934, pp. 133-134.

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el Evangelio de san Lucas, encontró que el ángel le decía a María: Dios te salve, llena de gracia, el Señor está contigo... Y su prima Isabel, llena del Espíritu Santo, le decía también: Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre (Lc 1).

Entonces, el niño le dijo a su madre: - Mamá, el avemaría está en la

Biblia, ¿Por qué no se puede re-zar?

La madre, por toda respuesta, le dijo

que no volviera a sacar el tema. Pero el niño le daba vueltas a su cabeza, pensando que María no podía ser una mujer como las demás, pues Ella era la mamá de Jesús.

El niño creció y, a los trece años, es

una velada familiar defendió su idea de

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que María no era como las demás mujeres, pues el Evangelio dice que Ella es llena de gracia y que todas las generaciones me llamarán bienaventurada (Lc 2). Años después, el joven entró en el ejército y se convirtió al catolicismo. En unas vacacio-nes, fue a visitar a su hermana, quien le dijo que preferiría ver muertos a su hijos antes que verlos católicos. Pero, en aque-llos días, uno de sus hijos sufrió una grave enfermedad y su hermano le dijo que reza-ra con devoción el avemaría para pedir la salud por intercesión de María. Al fin, ella accedió. Al día siguiente, el niño estaba curado con gran sorpresa del médico, que lo consideraba como un milagro. A los tres meses, su hermana, con su esposo e hijos, se hizo católica. Y el hermano, de-jando la vida militar, entró al Seminario y llegó a ser sacerdote. Y terminaba dicien-do:

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- Y ese sacerdote soy yo. Padre

Tuckwell88.

- Una religiosa contemplativa me escribió el siguiente testimonio: A prime-ros de julio de 1979, estaba en mi casa, con permiso de Roma, para atender a mi madre enferma. Un día tuvimos que inter-narla en el hospital a causa de una afec-ción cardíaca y bronquial. La pusieron en una habitación con otras dos pacientes. Una se llamaba María y tenía 36 años. La otra tenía 40. Ambas estaban muy aleja-das de Dios y tenían carteles pornográfi-cos en la habitación, cosa incomprensible en un centro público.

88 Citado por el padre germán G. Suárez en la revista El triunfo de

María y en el libro Corona de estrellas de Ángel Valadez Jiménez, Málaga, 1985, pp. 12-15.

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María tenía hepatitis contagiosa y nadie la visitaba. Había pertenecido al partido comunista y había sido una ver-dadera líder, dando mítines; pero se había dado al licor, al punto de llegar a beber 40 vasos de vino blanco cada día. Hasta que un día cayó enferma y tuvieron que internarla en el hospital. Pero sus amigos comunistas la abandonaron a su suerte y nadie se acordaba de ella ni la visitaba.

Yo procuré hacerme su amiga y em-pezó a hacerme confidencias de sus orgías con sus amigos, cuando estaba sana y cómo ahora se sentía triste por estar abandonada de todos. Un día le sugerí que se confesase para encontrar la paz perdida, pero me dijo: No quiero saber nada de curas, no me hables de ellos. Otro día le dije, si podía colocar una estampa de la Virgen de Fátima en la mesilla de mi

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mamá y me lo aceptó con gusto. Al otro día, les pedí a las dos si podíamos sintoni-zar la radio durante 25 minutos para oír el rosario, que las religiosas de mi con-vento transmitían todos los días. Accedie-ron, porque me estaban tomando cariño. Así que empezaron a rezar el rosario conmigo todos los días. Como a mi mamá la visitaban dos sacerdotes muy buenos, uno de 74 años y otro de 91, les conté el caso y ellos inten-taron acercarse a ver si se confesaba. Pe-ro nada. Ellos me dijeron: “Contigo, quizás se confiese, pero con nosotros ni vernos de lejos”. Tenía verdadero odio a los sacerdotes en su corazón. Entonces, le pedí que llevara la medalla de la Virgen en su cadena, llena de otros amuletos, y accedió. Le llevé también dos postales, una de la Virgen de Fátima y otra de

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Jesús en la agonía, y las colocó en su me-sita. De nuevo, le rogué que se confesara, pero nada. Mi mamá fue dada de alta y regre-samos a casa. Pero regresé a los pocos días a visitarla y ya no tenía las revistas pornográficas. Y, por fin, según me dijo el capellán, la víspera de la fiesta de la Asunción se confesó. Y, al poco tiempo, murió. Según me dijo su compañera, se había colocado al pecho con esparadrapo las dos postales que yo le había regalado. Pero antes de morir había podido comul-gar durante varios días. Murió el 6 de septiembre de 1979. Nadie preguntó por ella, y a los tres días la enterraron. La compañera me dio dinero para mandar celebrar una misa por su eterno descanso.

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Como vemos, la Virgen María nun-ca falla. Cuando parecía imposible que se confesara, la Virgen por medio del rosario y de la medallita, consiguió con su inter-cesión ante Jesús, la salvación de esta al-ma, que parecía perdida para siempre. Los convertidos por medio de María son innumerables. Pueden leer mis libros Ateos y judíos convertidos y Regresando a casa. CONSAGRACIÓN A MARÍA Consagrarse a María significa po-nernos en sus manos, a su servicio y dis-posición. Y Ella nos guiará hacia Jesús. Consagrarnos a Ella significa dejarse lle-var sin condiciones, sabiendo que Ella co-noce mejor el camino y que podemos dormir tranquilos en sus brazos de madre.

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Consagrarse a María significa vivir per-manentemente en su Inmaculado Corazón, dentro del Corazón divino de Jesús. Es dejar que Ella actúe por medio de noso-tros. Es como prestarle nuestra lengua para que hable por nosotros y nuestro corazón para que ame a los demás por nuestro me-dio. En una palabra, es vivir en unión total con María para que podamos llegar a de-cir: Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí por medio de María. Por eso, un con-sagrado a María debe confiar plenamente en Ella y dejarse llevar por Ella sin condi-ciones. Todos sabemos que el lema del es-cudo del Papa Juan Pablo II era Totus tuus (todo tuyo); palabras colocadas debajo del anagrama de María. Él aprendió a consa-grarse a María en los escritos de san Luis María Grignion de Montfort. Este santo

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propone, como el camino más rápido para llegar a la santidad y como un secreto para los más esforzados, el consagrarse a María como esclavos, es decir, entregarnos to-talmente a Ella, para que por medio de Ella seamos totalmente de Jesús. Esta doctrina de la esclavitud ma-riana, que a algunos parece un poco tras-nochada, no lo está, porque entregarnos y consagrarnos a María, siempre será el me-jor medio para vivir enteramente con Jesús, en Jesús y para Jesús. Decía el Papa Juan pablo II: El acto de consagración en la situación de esclavitud indica una de-pendencia singular y una confianza sin límites. En este sentido, la esclavitud, la no libertad, expresa la plenitud de la li-bertad, de la misma manera que el Evan-

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gelio habla de la necesidad de perder la vida para encontrarla en su plenitud89. Esta doctrina de la consagración total a María, es una doctrina tan elevada y maravillosa que el diablo no quería que se publicara. Cuando san Luis María Grig-nion de Montfort escribió su libro Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, profetizó, inspirado por Dios, que el demonio haría todo lo posible para des-truir este escrito. Dice así: Preveo claramente que muchas bes-tias rugientes llegan furiosas a destrozar con sus diabólicos dientes este humilde escrito y a aquel de quien el Espíritu San-to se ha servido para redactarlo, o sepul-tar al menos estas líneas en las tinieblas o

89 Czestochowa, 4-VI-1980.

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en el silencio de un cofre a fin de que no sea publicado. Atacarán incluso a quienes lo lean y pongan en práctica90. Eso fue precisamente lo que sucedió en la realidad, pues el manuscrito quedó escondido en un cofre durante los días difíciles de la Revolución francesa. Un misionero lo encontró en 1842. Pero falta-ban unas 96 páginas al comienzo y no se sabe cuántas al final. Sin embargo, la pro-videncia de Dios quiso que se conservara lo esencial de la obra, donde se habla de la esclavitud mariana para gloria de Dios y santificación de las almas. Por eso, nosotros podríamos suscri-bir las palabras de este gran santo que di-ce: Todos los días, del uno al otro confín

90 Ed. Centro mariano Montfortiano, Lima, p. 84.

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de la tierra, en lo más alto del cielo y en lo más profundo de los abismos, todo pre-gona y exalta a la admirable María... To-da la tierra está llena de su gloria, parti-cularmente entre los cristianos, que la han escogido por tutela y patrona de varias naciones, provincias, diócesis y ciudades. ¡Cuántas catedrales no se hallan consa-gradas bajo su advocación! No hay iglesia sin un altar en su honor, ni comarca ni región donde no se dé culto a alguna de sus imágenes milagrosas, donde se cura toda suerte de enfermedades y se obtiene toda clase de bienes... Es, por tanto, justo y necesario repetir con los santos: “María no ha sido aún alabada, ensalzada, hon-rada y servida como se debe. Merece aún mejores alabanzas, respeto, amor y servi-cio” 91.

91 ib. pp. 10-12.

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El corazón me ha dictado cuanto acabo de escribir con alegría particular para demostrar que la excelsa María ha permanecido hasta ahora poco amada y que ésta es una de las razones de que Je-sucristo no sea todavía conocido como debe serlo. De modo que, si el conoci-miento y el reinado de Jesucristo debe ex-tenderse en el mundo, como ciertamente sucederá, esto sucederá como consecuen-cia necesaria del conocimiento y reinado de la Santísima Virgen. Quien lo trajo al mundo la primera vez, lo hará resplande-cer también en la segunda92. Este gran santo recomienda, para asimilar y vivir cada día más intensamente nuestra consagración, repetir continua-

92 ib. p. 13.

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mente: Soy todo tuyo, Reina mía, Madre mía y cuanto tengo tuyo es. Es importante repetir ésta u otra fórmula de consagración diariamente para asimilarla más y más ca-da día, pues llegar a ser totalmente de María y de Jesús es un proceso de toda la vida. Veamos algunas fórmulas de consa-gración más conocidas: Oh, María, Madre mía, yo me con-sagro del todo a Vos y en prueba de mi filial afecto, te consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra, todo mi ser y ya que soy todo tuyo, Oh Madre de bondad, guardadme y defendedme como a cosa y posesión vues-tra. Amén.

284

*******

Soy todo tuyo para siempre, Madre mía,

y te doy mi corazón, pidiéndote la gracia de que nunca,

renuncies a este don. Si acaso en un momento de locura,

lo llego a reclamar, dime que es tuyo para siempre, Madre,

y no lo quieres dar. Y, si ciego insistiere en la demanda, antes que devolverme el corazón, ¡arráncame la vida, Madre mía, pero nunca renuncies a este don!

*******

¡Oh Señora y Madre mía! Con filial cariño vengo a ofrecerte en este día

285

cuanto soy y cuanto tengo. Mi boca para cantarte, mi voz para bendecirte, mi corazón para amarte,

mi vida para servirte. Acepta, Madre, este don, que te ofrenda mi cariño,

y guárdame como a un niño cerca de tu Corazón.

Que nunca sea traidor al amor que hoy me enajena

y que desprecie sin pena los halagos de otro amor.

Que, aunque el dolor me taladre y haga de mí un crucifijo,

que yo sepa ser tu hijo y sienta que eres mi Madre. En la dicha, en la aflicción, en la pena, en la alegría, ¡mírame con compasión, no me dejes, Madre mía!

286

Ahora bien, no solamente podemos consagrarnos nosotros personalmente a María. También es muy importante que consagremos a nuestros seres más queri-dos y a otras personas o sus trabajos y co-sas importantes. Consagrarlos es como ponerlos bajo el manto de María para que Ella los cuide y proteja con una especial protección. Por eso, es muy hermoso, cuando las madres consagran a sus hijos al nacer.

Ser de María para ser de Jesús. Pertenecer a María para pertenecer a

Jesús. Amar a María, para amar a Jesús.

¡A Jesús por María! MARÍA Y LA EUCARISTÍA

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María, como buena madre, nos lleva a amar a Jesús, que nos espera en la Euca-ristía. María fue el primer sagrario vivien-te de Jesús. El día de la Anunciación fue el día de su primera comunión real, pues Jesús se hizo presente en su vientre, no sólo como Dios, sino también como hom-bre. Y, en cada misa, celebrando el gran misterio de la Redención, siempre se en-cuentra María. El Papa Juan Pablo II de-cía: María... está presente cada domingo en la Iglesia. ¿Cómo podría ella, que es la Madre del Señor y Madre de la Iglesia, no estar presente por un título especial, el día, que es, a la vez, día del Señor y día de la Iglesia?... De domingo en domingo, el pueblo peregrino sigue las huellas de María y su intercesión materna hace par-ticularmente intensa y eficaz la oración que la Iglesia eleva a la Santísima Trini-

288

dad93. María guía a los fieles a la Euca-ristía94. En cada misa, María ve en cada sa-cerdote a su Hijo Jesús y se lo ofrece. Además, cada misa es la renovación del misterio de la Navidad, es la actualización del nacimiento de Jesús en medio de noso-tros y ¿cómo podría hacerse presente Jesús sin su madre? Por eso, junto a cada hostia consagrada, está presente María, como una madre que acompaña siempre a su Hijo divino, pues ambos son inseparables para siempre. El primer amor de María fue Jesús y Él está presente en la Eucaristía. Por eso, su primer amor ahora es Jesús Eucaristía. De ahí que nuestra primera devoción ma-riana debe ser Jesús Eucaristía. Si quere- 93 Dies Domini Nº 86, 94 Redemptoris mater 44.

289

mos encontrar a María, para hablar perso-nalmente con Ella, no necesitamos ir muy lejos, a santuarios lejanos; donde más cer-ca la encontraremos es en la Eucaristía: en cada misa celebrada o en cada sagrario. Santa Catalina Labouré dice que, cuando se le apareció María el 18 de julio de 1830: Después de haberse postrado ante el sagrario, María fue a sentarse en el sillón... Fue el momento más dulce de mi vida. Me es imposible explicar lo que entonces experimenté... Ella me explicó cómo debía comportarme en las pruebas de la vida. Luego, con la mano, me indicó el altar (sagrario) y me dijo que debía arrodillarme y abrir allí mi corazón, que en ese lugar encontraría todo el consuelo que necesitaba.

290

En las apariciones de Medjugorje, en la ex-Yugoslavia, ha recomendado la adoración al Santísimo y la misa diaria en la medida de lo posible . San Juan Bosco, un enamorado de María y de Jesús Eucaristía, escribe en sus Memorias: Si los hombres pudiesen per-suadirse del gran consuelo que, en el mo-mento de la muerte, produce el haber sido devotos de la Virgen, todos buscarían mo-dos nuevos de rendirle especiales honores. Será Ella, precisamente, la que con su Hijo en brazos constituirá contra el ene-migo del alma nuestra auténtica defensa en la última hora. Ya puede el infierno entero declararnos la guerra; con María al lado, el triunfo será nuestro... Tú sé siempre de los verdaderos devotos de la Virgen, y añade a esto la frecuencia de los

291

sacramentos de la confesión y la comu-nión. Uno de sus sueños más famosos es el sueño de las dos columnas, que contó el 30 de mayo de 1862: Un mar agitado por las olas y, en medio del mar, un barco mu-cho más alto y grande que muchos otros, que están a su alrededor, queriendo des-truirlo con sus espolones y sus cañones. El barco lo guía el Papa en medio de la tem-pestad y de las naves enemigas (que signi-fican los enemigos que desean destruir la Iglesia guiada por el Papa). En medio del mar, hay dos columnas a las que se dirige el gran barco. Una columna con una esta-tua de la Virgen y la inscripción Auxilio de los cristianos y la otra más alta y más gruesa con una hostia grande con el cartel Salud de los creyentes.

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Cuando el Papa logra llegar a las dos columnas y se aferra a ellas, se calma la tempestad y todos los enemigos con sus naves quedan destruidos, viniendo una gran calma. Las dos columnas o pilares de nuestra fe son la Virgen y la Eucaristía, obedeciendo al Papa, que guía a la Iglesia a amar a Jesús y María por asegurar nues-tra fe. REFLEXIONES ¿Te consideras hijo de María? ¿La amas? ¿Cuánto amas a María? A María nunca la amarás bastante. No tengas mie-do de amarla demasiado, porque cuanto más la ames, más amarás a Jesús. Ten de-talles de ternura con María. La ternura es el amor hecho poesía. ¿Alguna vez le has ofrecido una flor en alguna de sus imáge-nes? ¿Le has cantado alguna bella can-

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ción? ¿Has visitado algún santuario de María? ¿Has recibido algún favor especial de Ella? ¿Le rezas el rosario cada día? ¿Al menos, llevas el escapulario del Carmen o rezas como mínimo un avemaría diaria? ¿Has cumplido alguna vez la devoción de los cinco primeros sábados de mes? ¿Has confesado y comulgado en su honor en sus fiestas? ¿Procuras que tu alma esté limpia y pura? ¿Evitas espectáculos indecentes y obras deshonestas por su amor? ¡Cuánta pureza inspira María en los corazones jóvenes, que están envueltos en tantas ten-taciones de la vida moderna! Acude a María, conságrate a Ella, ponte bajo su manto y pídele con fervor la virtud de la pureza y de la fidelidad, para cumplir bien los deberes de tu estado. ¡Que tu alma siempre esté hermosa para Ella!

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Un día, un conocido pintor quiso hacer un hermoso cuadro de la Virgen María y, buscando un rostro bello, descu-brió a una joven de bellas facciones, a quien le pidió posar en su taller. Pero ella le dijo: Hoy no puede ser. Si usted quiere, iré mañana. Al día siguiente, acudió a la casa del pintor y le dijo: Ayer no podía hacerlo, porque, tratándose de la Virgen Inmaculada, no podía posar en pecado. Hoy me confesé y me siento menos indig-na. María nos inspira pureza y, además, fortalece nuestra fe católica contra aque-llos que la rechazan. Recuerdo que en mi parroquia de Arequipa había una señora que se había convertido en evangélica, pe-ro siempre conservaba su amor a María, y todas las semanas iba a rezar ante una imagen de María a la iglesia de La Mer-

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ced. Un día, sus compañeros evangélicos fueron a su casa y vieron una imagen de María. Le dijeron que debía tirarla al basu-rero, pues era un ídolo y se iba a condenar por ello; pero ella no aceptó y se retiró de su Iglesia evangélica por conservar la imagen y el amor a María. La conocí des-pués de haber regresado a la Iglesia católi-ca y ser responsable de uno de los grupos de la parroquia. María había salvado su fe católica y se la había fortalecido más de lo que jamás pudo haber imaginado. Jörgensen, el famoso escritor danés, cuenta cómo en una iglesia de Dinamarca se conservó durante muchos años el amor a María. En tiempos de la Reforma protes-tante, en aquella iglesia, los reformadores habían blanqueado la pared, donde había un mural precioso de la Virgen María. Pe-ro, durante generaciones, los fieles seguían

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haciendo una reverencia en aquel lugar donde había estado la imagen de María. Después de muchísimos años, nadie sabía por qué hacían aquella reverencia ante la pared; pero, cuando restauraron aquella iglesia, pudieron descubrir de nuevo que allí estaba oculta una hermosa pintura de María, y ellos, sin saberlo, seguían la cos-tumbre de honrar a María como lo habían hecho sus antepasados católicos. Por esto, quisieron que aquella pintura de María se conservara como un tesoro de su tradición y su fe en María se revalorizó, porque aho-ra sí sabían por qué hacían aquella reve-rencia. María les había conservado ese amor a Ella, que los acercaba a la fe cató-lica. ¡Ojalá la amemos tanto que no pase un solo día sin ofrecerle ese ramo de flores de amor de las avemarías del rosario! Es la mejor oración para comunicarnos con ella.

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Así se lo dijo una niña de seis años a su madre. Estaba la mamá, hablando dema-siado con una de sus amigas. Y, al termi-nar de hablar, la niña le dice:

- Mamá, ¿por qué hablas tanto con tus amigas? ¿Por qué no hablas con la Virgen maría?

- Porque no tengo su teléfono. Entonces, la niña se fue a su habita-ción y le trajo un rosario, diciendo: - Mamá, aquí está el teléfono de

la Virgen. Cuando tú rezas el ro-sario, Ella te escucha.

Otra niña enfermita, le pedía a su madre todos los días, antes de dormir, que le contara el cuento. Y su madre rezaba con ella un misterio del rosario. Para la

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niña era como un cuento con el que se dormía en paz. Para la madre era como entregar a su niña a María para que dur-miera en sus brazos. Un día, un niño de tres años, llama-do Gabriel, después de haberse curado de una grave enfermedad, fue llevado por sus padres al santuario de la Virgen de Chi-quinquirá, patrona de Colombia, para darle gracias por su curación. Mientras todos rezaban, Gabrielín miraba atentamente a María. De pronto, gritando, dijo:

- Mamá, mamá, la Virgen me está sonriendo.

Un niño no miente. Por eso, pode-mos creer que, en este caso real, María le sonrió a Gabriel y a toda su familia al ver-

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los tan devotos, rezando ante su imagen, agradeciéndole por la salud del niño. ¡Ojalá que María nos sonría también a nosotros! Piensa que cada vez que rezas el rosario o le ofreces una flor o le cantas una canción, te está sonriendo, sonríele tú también, especialmente cuando recibas la comunión. Pídele que te acompañe en esos momentos, con todos los ángeles y santos para darle gracias a Jesús. Y María y Jesús harán de tu corazón un cielo y te darán amor, alegría y esperanza para seguir ade-lante en el camino de la vida. El filósofo norteamericano Emerson dice que un día bochornoso de verano su-bió a un autobús. Cansado y sin humor, iba realizando su viaje. Con el mismo so-por y sin pensar en nada, estaban senta-dos también los demás viajeros del coche,

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cuando en una de las paradas, subió una mujer joven con su hijito, de cabellos ru-bios y ojos azules. Apenas se hubieron sentado en un rincón del coche, cambió del todo el humor de los pasajeros. Como si todas las preguntas, sonrisas, carcaja-das del inocente niño, trajesen el aire del paraíso perdido a los hombres cansados por el camino fatigoso de la vida. Y la madre sostenía con tanto encanto y amor a su hijito, y le hablaba con tal cariño, que la mirada de todos se clavaba en ellos y un calor extraño derretía los corazones, sumidos antes en la indiferencia. Pues bien, el autobús que los astró-nomos llaman Tierra, iba corriendo hacía ya millares de años, con millones y millo-nes de pasajeros: hombres agotados, mal-trechos, sumidos en la indolencia, que ni sabían adónde iba el coche..., cuando un

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día, hace dos mil años, subió a él una madre joven, teniendo en los brazos a su hijito rubio y sonriente; y, apenas ocupó un asiento en un rincón del coche, allá en la cueva de Belén, el alma de los viajeros se sintió caldeada por un fuego jamás sen-tido; y el corazón, antes indiferente, reci-bió nuevas fuerzas como por ensalmo, con una paz y una ternura desconocidas. Y, desde aquel día, la Madre y el Hijo viajan siempre con nosotros e irradian un encan-to indecible y una fuerza de aliento, que refrigera las almas cansadas en las luchas de la vida95. INVOCA A MARÍA

95 Tihamer Toth, La Virgen María, Ed. Rialp, Madrid, 1988, p.

10.

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Dice san Bernardo: ¡Oh tú, cual-quiera que seas, que te sientes llevado por la impetuosa corriente de este mundo y fluctúas entre borrascas y tempestades! No apartes tus ojos del resplandor de esta estrella. Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la estrella, invo-ca a María. Si te zarandean las olas de la so-berbia, la ambición, la calumnia o la en-vidia, mira a la estrella, invoca a María. Si la ira o la avaricia o la concupiscencia de la carne sacude violentamente la nave-cilla de tu alma, mira a la estrella, invoca a María. Si turbado por la enormidad de tus pecados, confundido por lo indigno de tu conducta, aterrorizado por el miedo al juicio divino, empiezas a hundirte en el

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abismo de la tristeza o en la sima de la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en la incertidumbre, piensa en María, invoca a María. Que su nombre nunca se aparte de tus labios y jamás abandone tu co-razón. Siguiéndole no perderás el rumbo, rezándole no desesperarás, pensando el ella, evitarás cualquier error. Si ella te sostiene, no caerás. Si ella te protege, na-da tendrás que temer. Si ella te conduce, no te cansarás. Su nombre es María96. María es venerada y querida en todo el mundo. Hay millones de peregrinos y devotos que caminan por la tierra con su imagen al cuello. Ella está presente en sus corazones como madre y como amiga. Mi-llares de poetas y de sabios de todos los 96 San Bernardo, Alabanzas a la Virgen, Super missus, 2da,

homilía 17.

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tiempos le han dedicado sus mejores obras. Los artistas la han plasmado en formas y estilos innumerables, tratando de transmitir su fe y su esperanza. Pueblos enteros se han acogido a su protección y lo siguen haciendo, y le han puesto nombres, a cada cual más hermoso. Ella es como la luz del alba que anuncia el Sol divino, que viene a darnos esperanza y sentido a nues-tras vidas. María es la mujer que dijo SI a Dios y nos marca el camino de la felicidad. Con Ella llegaremos a Jesús, y con Jesús ten-dremos la felicidad de Dios en medio de nosotros. ¡Alabado sea Jesús y bendita sea María, nuestra Madre! Hermano, reza con devoción el avemaría. ¡Si pudieses oír la inmensa ga-ma de matices de tantos devotos de María

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que en el mundo entero recitan cada día el avemaría! Te quedarías asombrado. Lo mismo rezan el avemaría los marineros, que luchan contra la tempestad en medio del océano, que los hijos afligidos ante el lecho de muerte de su madre. Lo rezan los soldados que van a entrar en batalla al igual que los romeros que acuden piadosos a los santuarios marianos para cantar ala-banzas a María. Lo mismo reza el avemar-ía la ancianita que no puede caminar, co-mo el fogoso atleta que sube a las cum-bres, buscando nuevos horizontes. Sí, el avemaría es la oración que Dios inventó para alabar a María. Por eso, los hijos de María deben rezarla todos los días para pedir ayuda a la madre del cielo. Cuando rezas el avemaría, los cielos sonríen y los ángeles se alegran, mientras que los de-monios tiemblan y huyen. Reza el avemar-

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ía y obtendrás cada día inmensas bendi-ciones de Dios.

Ave, María, prepárame para el gran viaje.

Ayúdame a soltar sin miedo las cuerdas, que me amarran al puerto...

Arregla tú misma los trámites del pasaporte.

Si tú le pones la visa, ya no tendré nada que temer, al llegar a la

frontera.

Ayúdame, madre, a saldar con arrepentimiento

las últimas deudas, que todavía tengo, con la justicia de Dios.

Consígueme los beneficios

de la amnistía divina.

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Pon en regla mis papeles y a la hora de mi muerte,

espérame junto a la puerta, para que, al llegar y tocar, esté seguro que esa puerta se abrirá para acogerme

y así entrar contigo al paraíso.

Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de

nuestra muerte. Amén.

ALABANZAS A MARÍA Reina y Señora mía, Madre de Jesús y Madre mía. Tú eres la Reina de todo lo que existe y por ti vino Jesús a la tierra para salvarnos. Tú eres purísima, santísi-ma e inmaculada. Tú eres la llena de gra-

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cia y te mereces todo mi amor, mi alegría y mi alabanza. En Ti pongo mi esperanza. A Ti acudo en mis penas en demanda de tu gracia. A Ti que eres mi consuelo y mi abogada. A Ti quiero expresarte, en nombre de todos, mis mejores deseos y alabanzas. ¡Bendita seas María, en nombre de todos los católicos del mundo y de todos los cristianos que te aman! ¡Bendita seas por los musulmanes, y también por todos los hombres de buena voluntad, que te quieren y respetan¡!Te alabo en nombre de todos los hombres que han existido, existen y existirán! ¡Por los judíos y por los pecadores, por los que te aman y por los que no te conocen o te rechazan! ¡Ala-bada seas en la tierra y en el cielo! ¡Te alabo en nombre de todos los santos, que

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viven contigo felices en el cielo! ¡Y tam-bién en nombre de mi ángel y de todos los ángeles y arcángeles, de los querubines y serafines, y de todas las potestades del cielo! ¡Bendita seas María! Yo, como pobre pecador, te alabo en su nombre y te glorifico sin cesar para que toda mi vida sea un canto continuo de alabanza en tu honor. ¡A ti, la alabanza y el honor, la gloria y el amor, para siempre en la tierra y en el cielo! Te alabo, madre y reina mía, en nombre de todo el universo y, por tu medio, quiero también rendir gloria y amor a Jesús, mi Señor y mi Dios, en unión con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

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Oh María, inmensidad del cielo, fundamento de la tierra,

profundidad de los mares, luz del sol. Belleza de la luna,

esplendor de las estrellas del cielo... Tu seno llevó a Dios,

tus manos tocaron al que es intocable.

Tu vida, llena de luz, iluminó las estrellas

e ilumina nuestras vidas con la luz de tu amor.

Gloria a Ti, Madre de Dios. Gloria a Ti, Madre del alma.

Gloria a Ti, Virgen María. Amén.

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CONCLUSIÓN Después de haber analizado deteni-damente algunos aspectos de la devoción a María, podemos decir, como hijos orgullo-sos, que vale la pena amarla con todo nuestro corazón y que, por mucho que la queramos, nunca la amaremos bastante. Si el mismo Dios quiso hacerla su madre, pura e inmaculada, ¿qué más podemos de-cir nosotros de Ella? Diciendo que es Ma-dre de Dios, estamos diciendo todo lo que podemos decir, pues por su unión con Jesús, recibe todos sus privilegios y pre-rrogativas. Por su íntima unión con la di-vinidad de Jesús, recibió también, la gra-cia de ser inmaculada, de ser siempre vir-gen, asunta a los cielos, mediadora de to-das las gracias y madre de todos los hom-bres. ¿Hay más que podamos decir de María? Todo lo que digamos es poco. Por

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eso, el pueblo cristiano canta con fuerza y alegría la canción: Salve, salve, cantad a María, que más pura que tú solo Dios, solo Dios. Para terminar, quisiera decir que, cada vez que invocamos a María para pe-dirle ayuda, su hijo Jesús se alegra y todo lo que Ella le pide a nuestro favor, Jesús nos lo concede, si es lo que más nos con-viene. Jesús se siente contento de hacer feliz a su madre, concediéndole todo lo que le pide. Por eso, vayamos a Jesús por María y no quedaremos nunca defrauda-dos. A Jesús por María. Que Dios te bendiga por medio de María. Saludos de mi ángel.

Tu hermano y amigo del Perú.

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P. Ángel Peña O.A.R.

Agustino Reco-leto

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