manuel rueda - la criatura terrestre

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lIalluel Rueda LA CR1 ./1 T{ R-4 TERRESTRE i --'114 c. _ a .-.. .. ILa. -

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La alta y sostenida calidadde la poesía de Manuel Ruedaes verdaderamente ejemplar.Hasta el presente, quesepamos, muy pocos poetasdominicanos han logradomantener su labor literaria,con esa dignidad, ni conese fervor intelectual, conque este montecrísteño universalemprende cada diasu rígoroso quehacer poético.Casi podríamos decir,sin temor a equivocarnos,que un afán depurador y selectivode sus mayores fondoslíricos y humanos, alientaconstantemente la ebullíciónde su espiritu creador.Pues desde su iniciaciónen este conspicuo menester,que fue hecho público durantela vigencia de la revistaliteraria "La PoesíaSorprendida" su poesía haido adquiriendo una sóliday diamantina claridad quesólo debe ser comparadacon las más nítidas lucesde la poesía contemporánea,tanto nacional como extranjera

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  • lIalluel Rueda

    LA CR1./1 T{ R-4TERRESTRE

    i --'114 c. _ a.-.. .. ILa.

    -

  • La alta y sostenida calidadde la poesa de Manuel Rue-da es verdaderamente ejem-plar. Hasta el presente, quesepamos, muy pocos poe-tas dominicanos han logra-do mantener su labor litera-ria, con esa dignidad, ni conese fervor intelectual, conque este montecrsteo uni-versal emprende cada diasu rgoroso quehacer poti-co. Casi podramos decir,sin temor a equivocarnos,que un afn depurador y se-lectivo de sus mayores fon-dos lricos y humanos, alien-ta constantemente la ebull-cin de su espiritu creador.Pues desde su iniciacinen este conspicuo menester,que fue hecho pblico du-rante la vigencia de la re-vista literaria "La PoesaSorprendida" su poesa haido adquiriendo una sliday diamantina claridad queslo debe ser comparadacon las ms ntidas lucesde la poesa contempornea,tanto nacional como extran-jera.

    Franklin Mieses Burgos

    Entre poetas de la ms al-ta categora podria figurarnuestro Manuel Rueda. LaRepblica aoaso no habaproducido antes un artistade tan absoluta maestria enla factura del verso, y talvez no exagero al decir quees el nico gran sonetistaque hemos tenido, a pesarde haberse escrito, aislada-mente, sonetos muy buenos.

    Flrida de Nolasco

    Rueda no es poeta de sus-pirillos, a Dios gracias, y na-da tiene de ingenioso, lasgracias le sean dadas a Diosmil veces ms. Es herederode aquellos viejos poetas ol-vidados, muchos de ellosbien olvidados, de la granpica, que cantaron hroes

  • y batallas, ros horribles ymontaas ms horribles to-dava. Los poetas, puede de-cirse, que se sumaron y cre-cieron en el empeo delGngora de las Soledadesy del Polifemo. Pero la pi-ca de Rueda es "pica in-terior".

    Hctor Inchustegui Cabral

    Manuel Rueda, el jovenpoeta dominicano, nos pa-rece una especie de liberta-dor, uno que avienta, sinproponrselo, a los invaso-res y con su sola presenciava pasando renovada a tra-vs de las noches, una anti-gua luz, esa que slo po-seen, a veces, los muy j-venes.

    Hernn Diaz Arrieta"Alone"

    "El Mercurio", Santiago deChile"

  • Derechos reservados conforme la ley

    Copyrigh 1963 by Manuel Rueda.

    Editora del Caribe C. por A.

  • Este volumen contiene una seleccin de la labor potica re~lizada por m desde 1945 hasta 1960. Salvo alguna que otra pu-blicacin en peridicos y revistas, estos poemas han permaneci-do inditos hasta ahora por diversas razones, entre las que pre-valece mi proverbial falta de prisa.

    He tratado de mostrar en esta seleccin los aspectos 'JJ mo-dalidades ms caractersticos de mi poesa durante los aos men-cionados, agrupndola de acuerdo a sus temas y sin seguir unorden cronolgico en la presentacin de los poemas o de laspartes.

  • 1tll C,illfu'll 7e-,e,dtre

  • A mi madre

    Alguien supo mi nombre, antes, mucho antesde que naciera yo. Alguien sabade m cosas que aun sigo ignorandoperdido como estoy entre m sueoy este ilusorio amago de conciencia.Mucho antes de mi carne algn temblortocaba mis sentidos solos, quietosen la infinita esencia de luz mixta.Como un perfume al aire, as me ergua.Como msica al tiempo, as me daba.Como esplendor a soles prometidosme entreabria y sangraba, sujetandomis mpetus, mis formas, mis palabras,neto en la ciencia de 10 bien amado.Rayo sobre la copa remecientey cabeceante, ntima de sesta,flecha que en el silencio disparadaiba a dar en un blanco de manteles,de fruta, pan y besos, de quietudesdominicales donde el perro erala dejadez del ser en su descanso.Como un fino bordn la abeja, el vuelotaladrador de moscas y cigarras.Orquesta silenciosa como el sueovago de los sonidos verdaderos.Un redoblar del agua, unos violinesde recatado fuego verde, cantos

    -9--

  • y olas a ese fondo del mar graveque suena detenido en el azulprofundo, en la velocidad profundaque no mueve siquiera ni una gota.Msica y siesta. Haba que descenderall, atravesar aquel silenciopalpitante y caer entre sus redescomo un pjaro ms o una dolientesemilla que estallara en carne y oro.y ca sobre un vientre. Era la esposael surco, la mujer, la red y el lazo,el silencio profundo y convenido,la msica entreabierta y empinndoseen el tiempo, la primavera en vuelo,en avidez de copas y arreboles.Era la madre, la quietud sagradade un recinto cuyo arco lo hace el cielo,las claras, religiosas galerasdonde la rosa huele y huele el trbolmarino, y palpa el aire con delicalos intocables muros, los telaresligeros que grabando algunas letrastiemblan de mi, me encierran en sus hilos,cogen mi corazn con sus colores,un dolor que era mo desde antescuando aquellas agujas me sangrabanen el espacio puro y prometido.Entonces me apoyaba en algn hombroy miraba, con alma desoladay vida, aquella carne que esperabami huella, ese conjuro de varnque iba a empinar la tierra misteriosahasta entregarle el cielo o esta ausenciatriste y sin bordes que ya he sidoantes de m y ser despus de todo.Te visitaba, madre, te escoga,bendecida entre todas las mujeres,y te tocaba el nudo de la gracia,los pesados silencios donde un astrode sangrienta dulzura se acendraba.Te recorra dentro, fuera, dentro,

    -10-

  • daba palpos a sedas interiores,embestidas en dulces galenasde rumor y de esencia. Como frutosguardados en bandejas de alabastro,como tierra abonada a los sonidos,as oa lades en corrientesde plata reclinados. Y volcanesserficos: toda la geologa,los perfiles del astro, el mar, el mar,meciendo tu riqueza de navoque no arriba, que mece, que es caderaazul, que es pecho azul, que es muslo azul,gil sobre otro muslo tembloroso.Esa eclosin del agua, esa praderade diamante que late, esos espesosfondos donde la luz es el esfuerzode la velocidad y de la sombraen un ltimo golpe de premura,han espesado el germen hasta el grito,hasta tallar el hueso, el esqueletoamargo. All: es dureza la distancia,blancura el mpetu de la gaviotay la ola quietud, vuelo, esperanza.Oh esqueleto del mar, blancor intensoy escondido [Oh mar, de ti salacomo los viejos fsiles, a hacermeuna carne a la luz grata del cielo,chorreando gotas claras y veloces.y otra vez las bodegas, los silencios.y entonces los ramajes, el arribofrutal, las bendiciones. Y el esposollevndote, hacindote ms plenaslo con la mirada, con la vozque escurra a tus pechos como mieldorada, apresurndote con vagascaricias, mientras duermes. S, dormidacon claridad y respirando al bordedel da, hecha de carne que no cesa,mientras tu vientre es alto territoriocruzado por los sueos en bandadas.En esa hora, all, yo estoy despierto,

    -11-

  • retiro algunas bojas, me incorporoy siento que estoy solo, que no hay nadiejunto a m y que me han dejado a oscurasen un mundo de cscaras, de sangre,de tenebrosos muros visceralespor los que trepo en vano, me revuelvo.Duermes? La soledad me coge el alma.El secreto es el signo del que nacey ahora, mientras doy en una puerta,mientras duermes, mientras la frente elevo,me preparo a vivir, a ser 10 solo,a. establecer mi ruta con los puosenormes y los ojos enclavadosen 10 alto, sintiendo cmo callatu carne, cmo cielo y tierra callanmientras voy a nacer, quedar, morirme.Porque s que alguien llama, que alguien velallamndome, ponindome unos nombresamistosos. Le temo, pero a l llego.Bajo su fuerza estoy. No 10 conozcopero s que l me sabe aqu, me esperacon los brazos desnudos, [verdaderos!Dar al hombro a las rfagas: nacer.Pasar por entre un cerco de doloreshasta dar con la luz. Alguien cantabay lloraba. Me izaban a la vidacon vendas, me extraan de la tierracomo a una piedra dulce y soolienta.Levantaba los brazos y era el cielo,los follajes secretos que entreabrande pronto sus caminos donde sloyo pasaba, absoluto, sin recuerdos,ceido a una tormenta, a un confusorevuelo de cobijas y relmpagos,anegado en la sangre y en la leche,buscando con los pies la santa tierraque me haba subido por los poroshasta darme el sabor que haba en mi lenguaantes de todos los sabores, antes,como 10 que me sube en una oleadade verdad cuando canto y estoy solo,

    -12-

  • y amo y me olvido y canto y busco al hombrepor SU olor y llevndolo a mis labiossiento que me completo, que era esolo mo, mi sabor, la tierra entera.Ese sabor lo traje. Fueron luegolos alimentos. Fue la luz primerojunto al sabor a leche, sangre y miedo.Junto al sabor de tierra que ya habaen mi boca nutrido, fue el hallazgode la luz y la leche en los mellizosvasos que en el amor se rebozaban.y me aprend la vida en aquel blancoroco paladeado, gota a gotaextrayendo delicia de pezonesadoloridos, hondos recipientespor mi voracidad trizados, cuencosque perdieron belleza entre mis labios.Brazos me levantaron e hice el viajecantado, sostenido, aupado, en ruedade parientes, de un valle a una montaa,de un regazo a otros senos resprantes,pataleador, ligero, amonestadopor varones barbados, por muj eresque dejaban caer en mis orejasfrases de amor, palabras desvadas,cual si quisieran penetrarme pronta-mente, marcarme con sus seas, dara mi cuerpo el color de sus afanes.Silabeador, gorjeante, sorprendidoentre tantos confusos y domsticosritos de buen vivir. Sent a los seresdesde el amanecer, y an dormidos,extendindose en brazos y quejumbres,peinndose sin ojos, slo dedossonmbulos bajando por las greas.Me aprend la palabra y abr el tiempocon ella. Mi poder! El s y el no,las silabas y el mundo conquistado.Fui el nombrador de cosas ya nombradas.Vi utensilios y escobas. Golondrinas.Bes el pan y le d mi aprobacin

    -1S-

  • a las frutas y sorprend sealesde ternura y suprema connivenciaen las cosas. El orden y el desordeneran bellos. Los rboles estabanen su sitio y dispersos por las casa,escudrindonos, o bien dejndonosun envo de flor en el regazo.Sentame seguro con el perroal lado, y el parral y la ds.ancaalIado y el buen fuego trabajandoy la piedra en el aire, sin caeran. Era el momento decisivode mirar y decirle a todo: "Espera",y de saber cun bueno era que nadanos esperase. [Oh mundo renovado!Por dnde estaba el agua entonces? Dndeflua de otros senos ptreos, ella,la arrulladora y gil, la dormidade s, del propio son, de l despertada,donante y gananciosa: aire, luz, suelo,fundidos en el sorbo que nos quemay anonada? De dnde provena,viajera? Huraa y mansa, mas vertiendosu cantinela en viejos tinajonesque exudaban frescura, el agua muertade no ser por la queja de su entraa,por el silbido agudo de sus ecos,su diapasn vibrado por el aire.As el jarro la toca, y iqu gemido!Luego le conoc: los derroteros,los boscajes y brechas, sus nidalesde emplumado animal que borbotea,sus cavernas que huelen a lucirnagasdonde el cuerpo se pudre si se aquietay donde el pensamiento echa su mohosecular. El silencio es hondo y blandoall, duerme en los vellos secretsimos,hunde el gris en el hueso y lo amedrenta.Llegu entonces al rio de mi infancia.Volv entonces al mar: hombres y barcos,lucha del horizonte con mis ojos.

    ~14-.

  • La gaviota y el pez, las blancas velas,los cabeceantes botes, (sus vaivenesa flor de agua), cun lentos y vacos!,y el sol duro en la calma fluctuadoraQu cosa era esperada por la tcitaladera fluvial? Qu entre las rocosasderivaciones y las sacudidasdel oleaje? Alguien deba venir?Si alguien salir, al fin, hacia qu lados?Fue la historia del agua lo que tuve,su secreto temblando en ese vasoprimero, natural, que alguien le dabaa mi garganta cada dia. Gocede agua y de canto que mi sed queda.y me puse a crecer junto a lps aguas.Algo pasaba sobre m: era el aire.Algo pasaba sobre m: era el tiempo.El cauce apresurado de los hombres,la corriente incolora que los sumeen la noche otra vez, entre los valles,en oscuras orillas donde se oyealetear a los monstruos, en caminosdonde los reyes postran su coronay el mendigo se sienta a descansar,a descifrar el viento entre sus ropas.Quin mova la copa de los aos?Hojas negras, doradas, mortecinas.Tardes de primavera entre las hierbasmordisqueadas, avaras estacionesdonde el nio era el nico habitantetropezndose el cielo en sus)Jarreras,a nubes que se olvidan de sus rostrosy se borran con fcil desencanto.Nio solo en el viento que lo arrastra.Nio entre los insectos congregadosy los consejos de la tierra toda,solo y curioso de su mundo, solo,entregndose a flores, bestezuelas,catalogando sus fragantes goces,sus pequeos dolores habituales.Tiene la culpa el viento que 10 arrastra.

    -15--

  • Son ventanas y l mira el torbellinoque inquieta el valle. Mralo acodadoen el alfizar familiar, sintiendoun impulso radiante, una batallade msculos que estrenan su impaciencia,que lo obligan a ver y a resistircon furia, con deseos de entregarsea la ruta, a la hirviente caravanade jvenes, de seres invitantesportadores de rosas y banderas.Fue saber que saba hombres y mujeresdiseminados por la tierra, serescon su destino en las espaldas, hijosde los caminos y de las montaas.Fue saberlo y dolerle el coraznal punto. Fue saberlo y contemplarse,tener vergenza de sus languideces,de los leves pauelos y los albostrajes almidonados, del zapatocrujiente y lucidor de los domingoscuando las nias vuelan y sonrenen bandadas de pliegues y oriflamas,picoteando los granos, arrobadasen el ro sonoro que las llevaa crecer entre flores y carmines.Qu era aquello sino la eterna luchapor ser jvenes siempre, por teneraleteando la dicha junto a lmparascrepusculares? La familia enteraempeada en hacernos otro sueloque el de abajo, y los hombres caminandosobre la tierra. Y en la casa aromasde naranja y canela, y l~rosalesen las macetas, y el canario piandojunto al pano, y los hombres verdaderossobre la piedra, afuera, a sol y viento,combatidos y duros, con sus llagaslamidas por el polvo y la intempere.En la casa los ngeles y lejos,cerca, los hombres, las criaturas hurfanas,la cratura terrestre, verdadera ...

    -1'6-

  • Yo he mirado sus ojos una tardeen que pasaban negros milenariosescupiendo y cantando. Los he vistoorinar y tumbarse junto a hembrasoprmdoras, sin saber qu signohacan con sus cuerpos enlazadoscomo tristes relmpagos ansiosos.He mirado a los viejos y a los nios,a los mendigos razonables y a loslocos que piden pan y luego sientenextraeza de aquel pobre mendrugoque les colma la mano, cual si aquellono fuera ms que el cruel escamo leode un tesoro esperado desde siglos.Dime, loco, qu miras por detrsde mi hombro? Y el loco mira entoncessu mano acribillada y canta coplas,dcimas que susurran como dardos.Canta y baila entre el polvo que lo acoge.Oh visin de la tierra! Turbio amigoque me has obsesionado desde siempre,danzante de la barba endurecida,piedra que el torbellino resucita,piedra que habla de Dios, de amor, de muerte,piedra que danza en vilo hacia el ceepsculo.Quin te ense esa lengua agridulzona?Pedro, Juan o Jos. Piedra te llamo.Eres eterno. Me hablas. Te he escuchado,oh viejo que perduras por mirarmems all de mis hombros de muchachodonde el vaco aullante y silenciosoesperaba mis formas, mis pudores,los ropajes que yo deba quitarmeda a da hasta hacer saltar el hombre,ese habitante dado al desencanto.Yo te siento danzar mientras mi madreme dice que ya es hora de partirel pudn, de atender los invitadosque me ensalzan y aplauden, de dejarmebesar por cuantas madres me conozcan.y la casa se enciende y oigo risas,

    17-

  • -es mayor el vaco que me encierra-,y all lejos t ruedas, piedra eterna,hacia tu sitio baj o las estrellas.Ese vaco me hizo silenciosoy colrico. Noches hubo entoncesde desazn. Tocbame las carnescon extraeza de ser yo, y distinto,otro abrindose paso con cautela,con miedo de decir: "Este es mi nombre",de proclamarlo, porque no era tiempode abandonar el lecho y de marcharmea la vida, a la mar, al desamparo.Mientras hubiera sueos, duerme-velasy parientes al lado, respirandoo aventando con faldas maanerasla oscuridad y los remordimientos,mientras contara el agua sus monedasde plata en las techumbres oxidadasy arrullantes, no habra escape, nuncapodra aquel decirme con denuedo:"Aqu estoy, yo soy ste, caminad,dejad ese sepulcro a los que lloransus muertos y emprended el viaje, ahora".Yo empec a ver el rostro de los mios.Existan. Vivan de morirsesobre comodidades extinguidas,sobre almohadones que ya nadie usabay salones cerrados donde, nicohusped, se enseoreaba el polvo, el lentopolvo de la provincia que filtrabapor las paredes con sus alas finasy aquietbase all en los paolonesbordados por difuntas, en los labiosapenas sonredos de los diosesfamiliares: matronas olvidadas,generales valientes cuyos actosde valenta hundironse en la historia.As pasaba el polvo como un pocode olvido ms. Y yo entreabra apenaslos cortinajes para verlos, quietosen sus tumbas de hoy y descubra

    -18-

  • la muerte turbadora entre sus rostros,la ganancia de un da de existencia.La. muerte. Doble muerte. Oh nubladosrecuerdos! Slo a veces estas puertaseran abiertas con sigilo, pocoa poco como si la luz turbasela paz de estas reliquias, como si ellafuera la realidad temida. Entoncesse quedaban los vivos y los muertosfrente a frente, mirndose, escrutndose,ms ya nada tenan que decirse.Ni el dolor responda. Ya eran ecosde un sollozo perdido, muertos, muertos,y los vivos sabiendo ese secretose apresuraban ms, se levantabande las sillas, turbados, atildandosu indiferencia y mudos y en puntillasdel umbral de sus tumbas se alejaban.Muertos mios, sabed que yo soy unoque os espiaba en la noche el paso lento,las rfagas de amor de vuestros pechos,cuando pasbas oprimiendo el vientrede los armarios, tabla a tabla oyndooscaminar, avanzar hacia los lechos,abrigando esperanzas de un contacto.Os oa llegar a las paredesque elevsteis, tocarlas y besarlasy volveros al sitio de costumbre,a vuestras empolvadas aureolas.Por la muerte yo supe que haba prisade vivir. Yo crecia abriendo al "otro"el camino. Grababa algunas letrasen los troncos. Dejaba mis sealesen la arena y haca confidenciasa las aves, que luego comprendan.Vino el cuerpo a sentir sus punzaduras,a reir con sus ropas, a dolersede los contactos ordinarios, rudosy suaves. Un revuelo de embestidas,de alusiones secretas, de opulencias.Tumbarse era la meta. Sentir duras

    -19-

  • costras y la hinchazn de las races.Tumbarse y ver el cielo, sus escorzosen la nube que pasa, mensajeradel volumen. Deseos que eran cmulosdisueltos en premuras, en altivasurgencias desdeosas del momento.Nubes arriba, en fuga, y en el cuerpoperennidades, luchas, disolvencias,besos que van a ser, no son y mueren.Troncho una flor y es savia. Hundo el dardoen el seno del verde y es esperma.En mi boca saliva virgen, mielesy olas en los testculos, y sangre,lquidos clidos que atravesabanentre abejas furiosas y aluviones.Cmo dolan las manos embriagadas,dando sazn a frutos perentorios,socavando, tanteando, aligerando,enfureciendo al ngel, demorandoa la bestia hasta el sbito alarido!Sent voces llamarme y fue la culpamedida por el sobresalto. Vieronal hombre en m, de pronto, o todavalos engaaba el nio en sus rubores?Me puse entonces mscaras, disfracesque encubrieron mi estigma, mis laboresde muchacho en los cuartos solitarios,en los baos, envuelto.por la duchaconsentidora que entregaba al fango,al hondo sumidero, los residuosque caan de m como las pielessucesivas y bellas de mis das.Nada claro. Ni el corazn ni el almaen sus lmites; Nada verdadero.Oscuridad y selvas al acecho.Emboscadas, traiciones, desafos.El tambor redoblando entre las hojasy t, diablo, surgiendo con tus colasencarnadas, con patas de animaly cornamenta florecida, echandopor los belfos espumas y mentiras.

  • El tambor redoblando y t de pieoponiendo tu ltigo a la msica,invencible desde antes de la lucha.T teimponias rojo, gualda, rojo,verdinegro de rostro, espejijunto,cascabeleando por las calles rotasde pnico mientras se oan puertassucesivas abrindose, cerrndose,entre aldabones sordos. Eras dueoy seor de mi pueblo, monstruo aciagoen los altares de febrero, machooropelesco y fnebre, virily neutro, mevitable frenesque prenda en los leos de un mal ao.Todo quieto y de pronto tu llamadodesafiador de la miseria, haciendoentrechocar las piedras cuando entrabasa tu reino borrado, a tus plazuelas.Fuimos unos y otros y ninguno.y nos visti la muerte a cada cualde prisa y como pudo, intercambiandorisas, sexos, trocando unas verdades.Rostros blanqueados, mscaras ardientesy voraces. Tuvimos gran urgenciade renovar reliquias y medallas,de tocarnos el pecho con imgenesbendecidas tres veces. Eso hicimostodava algn tiempo. Slo entonces,en medio del estruendo, sonreimosde pronto, y sin siquiera sospecharlodijimos nuestros nombres, sorprendidosde que acudieran, fieles, a nosotros.El cielo estaba azul y las montaas,recin lavadas por la lluvia, abransus entraas al sol, fuertes y jvenes.Yo me mir la cara en los espejosy supe que era el da de partiratravesando huertos apagados,vlendo las sillas rotas, los granerosllenos de ratas grises y tinieblasy los secos parrales retorcidos.

    -21-

  • supe que era la hora porque el llantonos haba gastado el alma, el ojoadormido en paredes carcomidas.Junto al mar, y las lentas mecedorasimpulsaban su carga en el vaco,afirmacin y negacin en soly sombra de Quedar y de perderse.Ida y vuelta, ida y vuelta y yo mirando,esperando el momento en que las olasse detuvieran, en que la mecidaacabara en mitad de una sonrisa.Dnde estaba la poca del fuegoy de la doma de los potros? Dndelas excursiones cuando haba mantelesblancos sobre la hierba y cestos llenosde la abundancia de la tierra y deldescanso: leche, pan, almibaradasfrutas y los crujientes caramelos?Dnde estaban? Oh diablo, dnde estabas,fustigador, hiriente, parecidoal amor con tus colas encarnadas?Febrero era fugaz, y t, tranquilo,ignorante del mal que desatabas,ignorante del bien, te consumasen tu lecho de hasto, en tu sepulcromiserable y oscuro, visitadopor mendigos, por perros y palomas.y entr a una selva oscura. Era de nochey haba fieras rondando. Y haba hombresrondando. Y en lo alto y en lo hondo,oscuro y claro, yo volv los ojoshacia ti, pueblo mo arrinconado,mi pasado, mi flor, mi blanca sombra,donde apoy los pies y puse el labio,donde dorm diez aos al amparode un regazo y la clida montaa.Yo pas por los arcos de tu piedra,pueblo enterrado en lluvia y en olvido,y sent que mis muertos renacan.

    -22-

  • II

    C(JIr ti~,6 " lit 11'~Ir i er

  • Estos Cantos de la Frontera se han mantenido por aosestrechamente ligados a mis inquietudes, como problema de grarves conseC'Uencias geogrficas y espirituales. La frontera, nuestrafrontera, se ha ido fusionando poco a poco a la vida y al sentir denuestro pueblo que la lleva hondo dentro de sue preocupaciones.Es una lnea real que diVlide en dos, adems de la tierra, la liber-tad espiritual del isleo. Si puede hablarse con propiedad de una"mentalidad de isla", tambin es cierto que existe una Umentali-dad de frontera" ante la que se estrellan nuestras ms urgentesnecesidades de expresin. Por ello creo que tenemos en el rayano,ese tipo indeoiso que fluctu siempre entre dos patrias colindan-t68 sin tener fuerzas para decidirse por ninguna, un extraordina-rio smbolo de nuestra tierra, nica e indivisa hasta que el hom-bre la marc con el oprobio necesario de una lnea.

    No todos los poemas que corresponderan a esta seccin pue-den hallar cabida ahora en eme libro; slo aparecen en l los des-tinados a cantar la vida sencilla del hombre en aquellas regiones.Los dems vern la luz en su oportunidad y a ellos, si an lasfuerzas me alcanzaren, irn agregndose otros, reveladores deesa epopeya desgarradora de nuestras luchas fronterizas.

  • CANTO DE REGRESO A LA TIERRA PROMETIDA

    1

    Medias montaas,medios ros,y hasta la muertecompartida.

    El medioda partede lado a lado al hombrey le parte el descanso,parte la sombra en dosy duplica el ardor.

    Sabes adndevamos? Sabesqu pas es el tuyotan fragante y que tieneuna lnea de resecasmiserias,una pobre cortezaresbalando en los rosperdidos,bajo los silenciosos cambronales?

    El viajero cantaba,mas yelo cun mudoqueda a la vera del desastre.

    -2'1-

  • Busca su voz entre los fnebresdespojos,mira entre los basurales del suburbioel trozo de esperanzaconvertido en el vidrio opacode las botellas.

    Busca su ilusin en el mbardel ron escupido al filode la muerteentre dos tierras enemigas,en el ro materno,ro de lutoen el que dos brazadasno caben.

    Oye al viajero reposar,pedir clemenciabajo los rboles.

    Oye al pobre poeta,un corazn entero,-tan entero!-,cantar en mediode las heridassin comprender la marca de la tierra,sin probar de su fruto dividido.

    n

    Sabes, hermano, adndenos conduce esta rutallena de paralticosguardianes?

    Entra ahora de manode tu guia.Mira el reseco parasosilenciosoy pasa

  • y miray sientela advertencia del solsobre tus lomos,el fusil contra el sol,contra la piedra,la muerte al sol,el sol lleno de sombray de miseria.

    Sube al sitialde las piedras,a la fra luna de ayercuando reasdel brazo de Evapreguntando por el venado,por la luz y por la hojarecln verdecida,cuando tu cama era!a libertad, el rumorde las olas contra tus duros piesde hombre dichosoy tu amor el faro rojo,la ventana al abismoen donde se posabael aletearde las gaviotas.

    Entra a tu reino,Adny mira el rbol santorodeado de minas,de alambradas.

    Queda esto y cun pococomo toda heredad!

    Mira tu parasoentre dos fuegos,nido de serpienteselsticas

    -29-

  • y a los hombres que han olvidadosus atributos,sus amores,su acrisolada descendencia,para apuntaral horizonte.

    m

    Medias montaas,medios ros,la media muerte atravesadacomo un sol seco en la garganta.

    Trata de dormir ahora,de entregarel nico prpado a tu sueoinconcluso.

    Trata de dormir.Tratemos de dormirhasta que nos despiertenleadores robustos,hombres de pala y cantoque hagan variar el cursode nuestra Pesarosaisla amada,de nuestro desquiciadoplaneta.

    As cantando,as,a mitad del camino de regresosin encontrar la patria prometida.

  • LA CANCrON DEL RAYANO

    1

    La tierra era pequea y yo no tena otro oficio que el derecorrerla,

    que el de tumbarme a voluntad hasta que de los terronesparduscos me brotaran los hijos.

    La tierra era pequea, pero grande mi pisada como laembestida del mar en la orilla

    y de mis huellas cargbanse los huertos,los jardines donde las flores olan a sudor y a besos de

    hombre descansado,tmidas flores que yo entrelazaba con mis vellos, porque

    el cielo estaba ahy mis espaldas eran fuertes como los caminos y las

    montaas de la tierra.

    A veces sucedanse juegos y locas carreras a lo largo dela costa, pero me detena el mar.

    El slo era mi valla y yo me asemejaba a l en poderlo yansia de lo libre.

    Entre el cielo y el mar yo me mova con mi pequea tierraen hombros, y ambos nos sotenamos.

    Mi tierra respetada, oliendo como un grano de inciensoen medio de las inmensidades abiertas y azules,

    acomodando la hoj a de la gusima y el cedro,amontonando ofrendas, en un mpetu joven de pulpas

    chorreadoras.Mi tierra llena de bestias petrificadas al caer el soly de blancas, lentas garzas, que planeaban. sobre ellas,ingrvidas como el humo o la ventisca.

    -31-

  • Yo asaba los cabritos y limpiaba mi boca en cadamujer o fruto.

    Yo era el varn, la tierra hecha dos pies firmes y andadores.Yo era el varn dulce, aguerrido.El hombre alegre paseando en un mundo sin derrota.

    Pero vino el final y no lo supe.Pero vino el final y yo dormido, hartazgo y contentura.y fue as. Yo dormido. Y alguien trazando sobre m esa linea,diciendo, "t sers dividido para siempre".Un brazo aqu y el otro all. A m, al ambidextro,que hada arrodillar a un toro mientras acariciaba a una

    criatura.

    y el corazn, en dnde? Y dnde esta cabeza bramadoraque reconoce a sus hijos por la marca de la frente,esos hijos que nunca ya podr besar por que la boca ha

    quedado en otro sitioy slo un ojo permanece all, reconocible, con que llorarlos

    pobrementey lavarlos de sus estigmas de extranjeros.

    El mundo estaba entero y helo aqu abierto en dos mitades,obediente y podrido por el rasguo de una espada,sumido en la anchura del mar y de los cielos que van

    a desplomarse.

    11

    Ahora estoy desterrado del Edn, sobre la roca dura,atento a mis entraas,

    roto mi corazn en dos pedazos de odio y abandono.Ahora yo vivo aqu, en este despeadero donde mi grito reptacomo una serpiente en un nido de espinas,melanclico y receloso, con las piedras de arrimo o cabecera,oyendo, a la hora del crepsculo, el gemido de las aves en los

    cayos lejanos.Fui castigado por una hora de sueo y ahora es intil

    dormir o adormecerse,porque ni ojos, ni brazos, ni piernas, me conocen;

    --32--

  • porque no hay direccin, ni tiempo, ni descendencia al ladoque hagan posible el cntico a media voz, entretejido con lluvia,como cuando uno se sienta a morir en su pradera reconfortado

    por el dolor de los que deja,por el ltimo parpadeo de las estrellas amigables.

    "Tal vez un da debas comerciar con la tierra,"decidrte y cantar himnos en lenguas diferentes."Levntate, -me dcen-, y empua tus banderas,"confndelas en un haz de promesas o rencores."Rene tu corazn en metrallas y en hogueras, campo abajo,"saluda tus rosantguos,"la techumbre de las selvas que an pueden reconocer a

    su habitante".

    Me dicen, mas estoy en este campo donde las piedras sevoltean una a una,

    sin prisa y sin alardes,perdda toda esperanza de resurreccin.y nada sino el viento de cada da me estremeceeavando oscuras trochas en la noche de nadie.

  • ORBITA DE LA ENEMIGA

    ((Empero la serpiente era astuta . . ."GENESIS 3

    Ella era un rayo de plata contra los cambronales en sombra.Su piel tornasolaba recin lavada por las ltimas lluvias.De seguro estuvo all toda una larga nochedetenida por el fragor de la tormenta que araaba las copas

    enloquecidas,sintiendo aquella imagen que restallaba encima,la sorprendente afinidad que unala al relmpago.

    Arriba era el derrumbe, el taladrar potente de una selvaque advena con infinitas pulsaciones de clera.Arriba era aquel fuego reptando por encima de rboles inmensosbuscando el olor de los maderos jvenes,el suave tronco antiguo por el que habra de descenderotra vez, otra vez, hasta dar con la oculta compaera,esa dctil mentira que quedaba al resguardorememorando el borde opulento de un pasadodesde el cual an la tierra de Dios se estremecia.

    All estaba, rotunda, en dejadez hermosa,en su nido de espinas y doblegados ramajes,demandando complicidad a las recias criaturas que eludan

    recelar.Casi inocente, con el embotamiento de una espada a la que una

    empuadura faltase.Nadie supo decir que ella aguardaba, meditabunda,con su metal reciente y reluciente en medio de la bienhechora

    frescura.

    -34-

  • Era la tregua, al fin, mas ella entonces deslizbase,circular y retrctil, en un cerco solemne y aguerrido,avanzando entre el tumulto de las piedras que ahora le rehuanhasta que all, de pronto, bajo palios de verdor y confianza

    descubra la casay descansando en ella al hombre: su presa favorita.

    Despus ya no haba nada: la huella de esa muerte en todoslos caminos.

    ~35-

  • CANTOS DE LA FRONTERA

    1

    AlU donde el Artibonito corre distribuyendo la hojarascahay una linea,un fin,una barrera de piedra oscura y claraque infinitos soldados recorren y no cesan de guardar.

    Al pjaro que cante de este ladouno del lado opuesto tal vez respondera.Pero sta es la fronteray hasta los pjaros se abstienen de conspirar,mezclando sus endechas.

    Quizs el viento un da puede traer residuos,algn papel sin nombre entre las hojas que resisten.Es entonces cuando el ojo de la bestia se dispone a mirary el viga traspasa a su arma las primeras contracciones

    de alerta,prontamente metlico,apuntando contra la quietud que se encorva, gravosa.

    II

    Fino el tambor como un polvillo oscuro que se filtrara enla distancia.

    Hogueras. Y el tambor, -'PUlso y retumbo--, a favor de lagaguas apagadas,

    --36-

  • moviendo el seno puntiagudo, rutilante de amuletos.y el grito de los buhos que en la noche pierden la dreccny nos rozan con alas y conjuros.

    Vamos al fin,vamos al bo-de de la tierraa danzar con las doncellas secretasque nos aman en sueos.

    Blanco y negro, la piedra oscura y claradonde el reptil se desenvuelve,meditabundo,con sus anillos sincopados y trmulos.Negro y blanco y un hlito de muerte all rondando,de un horizonte a otro, llamando y respondiendo,hasta que no hay vestigio de maldad o recuerdo.

    ID

    Ro, calmoso ro donde he visto la sombra del extraoagrandarse,

    sosteniendo la lanza y un collar de dientes blanquecinos.En la otra orilla l bebe y chapotea como los cocodrilos

    encharcadosy me mira, reduciendo su proeza al silencio.Ro calmoso y rojo, persuadido apenas por nuestras jvenes

    brazadas.Toda una larga noche hendimos estas aguas sin dejar de

    sabernos,solos y sofocados por la 'proximidad, hasta que el da caey l queda inmvil, fresco y clido,besado por la asombrosa noche que lo acoge.

    * *

    (En dnde ests, hermano, mi enemigo de tnto tiempoy sangre?

    Con qu dolor te quedas, pensndome, a 10 lejos?)-37-

  • De pronto vi las hoscas huestes que descendan, aullandoy arrasando.

    Vi la muerte brilladora en la punta de las lanzas.Vi mi tierra manchada y te vi sobre ella,desafiador,la brazada soberbia sobre el caaveral que enmudecey la ronda de hogueras donde al anochecer bailabasinvocando a tus doses sanguinarios,hombre que me miraste un da de calor y agobiante crepsculoall donde el Artibonito, dviddo,da a cada orilla su mitad de alivio y hojarasca.

    y yo supe que nunca habria esperanza para ti o paranosotros,

    hermano que quedaste una noche, a lo lejos,olvidado y dormido junto al agua.

    IV

    Fue un gran da aquel da. Tropas rigurosas y banderasflameando, haciendo seas, en un aire comn y de tregua.

    Era domingo y despus de oT los himnos y discursos,despus de batir palmas, los seores presidentes se abrazaron.

    Hubo noms que el tiempo, en algn sitio,de levantar los brazos, sonrer al hombre que pasabay miraba todavia con temor, y al que temiamos.

    Luego los dignos visitantes, sin traspasar las lneas,retirronse al ritmo de msicas contrarias,-reverencias y mudas arrogancias-.y volvimos a dar nuestros alertas,a quedar con el ojo sooliento sobre los matorrales encrespados.y volvimos a comer nuestra pobre racin, solos, lentamente,all donde el Artibonito corre distribuyendo la hojarasca.

  • CONOCIMIENTO DE LOS PAJAROS

    1

    De dnde vienen todos estos pjaros,en pos de qu verdor prometidoa volar entre las rectas bayonetasy los corceles rgidos?

    De dnde vienen estos pjaros a cantarsobre el balido de las cabras mordisqueadoras?De qu reino en anuncio,con cantos de dulzor y esperanza?

    n

    iLos pjaros!Sabamos de ellos por el viento,por la hoja que cae y se levanta,por el color de arriba y por la nube que anday entrega todo lo que sabe.

    Sabamos de los pjaros porque en el corazncantaban su alabanza deseos en bandadas,aleteos de dolor,ruidos de dicha,slabas con plumajes y colores.

  • Sabamos de los pjaros porque habamos nacldoaqu, mirando el cielo,y en el calor oscuro de las manos haba un hueco,tibio como sus nombres y esperando.

    m

    Pero estos pjaros, qu dicen?,qu nombran?, quin los traea la tierra de ahoracon gargantas que estrenan su mensaje?

    IV

    Aqu est junto a m,junto a ti,junto a nosotros,peehergudo y ufano sobre la tierra clida,su canto como el chorro que viene de una oculta cisterna,o como el parpadeo de una estrella en lo alto.

    Aqu est,su proftica lengua de buen cantor dando el anuncio,diciendo: "Aqui veris la ciudad y el buen humo madrugando,aqu veris al hombre abrir la puertapara llamar a sus hermanos".

    Mas de pronto el soldado lo conminacon la mirada. Mas de prontolas bayonetas, las recias alambradas,el disparo en que caen los horizontes destrozados.

    Mas de pronto la sangrey todas las plumas prestas y encendidascayendo como un puro meteoro de amordesde los cielos en desbande.

  • vQuin orden la muerte de este Pjaroque apenas si pesaba en el aire dichosode la primer maana, este pjaro que horada,con su plomo en la entraa,la costra del planeta?

    Quin ordena la huidade todos los pjaros del mundo?

    VI

    Aydame, oh hermano,a rescatar el nombre de los cielos en el po.Aydame a cantar con el idioma del vientotoda la libertad que necesita un pjaropara vivir entre los hombres.

    VII

    De dnde vienen todos estos pjaros?Adnde van? Qu dicen?Qu dicen mientras queda la tierracon el negro estandarte?

    Los pjaros dicen que s, que 51,pero se evaden.Los pjaros dicen que 51, que s,pero no vuelven los msmos,

    --41-_

  • GARZA SOLA

    Yo conozco esa garza. Esa garza me mira,atentamente fina, como si demostraseque ella tambin me reconoce. Nos miramosmientras se desentiende el da alrededorde mi cautela, impacientando sloel plegado plumaje donde el color es froy las gotas parecen abandono.

    Yo conozco esa garza y ella me reconoce.Nos encontramos hoyo hace ya tiempoal iniciarse aquel otooen que el mundo cay de nuestra mano,cuando animales, rboles y aves,pusieron su barrera entre los hombres.

    Sin embargo nos queda esa mirada,rpida y asombrosa como un restode lenguaje, en la sbita amistadde nuestra tarde.

    --42---

  • DONDE EL VERDE DICE SU PALABRA

    I

    Dnde estarn los nios a estas horas?

    Trabaj mi verdor, secretamente.Bajo el sol rudo mi esfuerzo de rbol gigante.Mis amplios brazos implorando la lluvia que no acudira,el frescor de los ros que permanecen lejos,el riego de los hombres que sufren o se olvidan.

    La oracin de mis brazos en la noche. Y las estrellascumplen.

    y mi raz despierta y escucha el soplo quedo,el rumor de esa luz que deposita en la entraa su

    preciada sonrisa,gotas de aceptacin donde se afinca mi premura.

    Trabaj mi verdor con las estrellas y ahora entregomis lcidos umbrales,

    mi escintilar profundo en la noche sin nombre,la constelacin de mis ramas cubiertas de rumor,yen las agudas hojas penden las promesas.

    n

    Dnde estarn los hombres a estas horas?

    Aqu, bajo mi copa, deseara ver al pueblo solazndose.Deseara ser yo todo la seal,

  • un signo verde para el este y el oeste,una cancin que no pudiera ya dejar de oirsea travs de las lneas y de las hendiduras de la tierra,una cancin y un signo para el blanco y el negro y el tostado,para los amarillos y los rojos,porque en cada ramilla cargada habr un pjaro de aqu--om, si -,lID pjaro afirmando su cancin,coronndose con aire de los cuatro lados,garganta fiel al centro de su tiempo.

    ID

    Dnde estar mi pueblo en esta hora de soledad y debochorno?

    Dnde estarn las hembras que braman cubiertasde vergenza,

    los ancianos que mueren apoyados contra los troncosde las gusimas

    buscando un tnel maternal, una cobija frescapara renacer en algn campo prometido?

    Dnde estarn los nios y los jvenes,los portadores de hachas y de hondas,los hombres del fusil y el tambor,los vendedores de granos y miel silvestre,los trenzadores del mimbre y el danzante,los que acarician el sexo de sus hijos y oprimen a sus mujeres

    durante la siesta,los que merodean y encienden fogatas,los que trafican con el ron y cuelgan amuletos en sus

    cuellos,la procesin que viene de lejos arrastrando sus hbitos

    desconocidos y sus diosespara volcarlos bajo el amparo de mis frondas?

    IV

    Soy el rbol, este nudo de verdor trabajado.Apenas si comprendo lo que abora sucede.

    4f-

  • Siglos de amor y veo la tierra sola.Nadie esperaba el verde de mi entraa,el doloroso verde que extraje rogando a las estrellas,suplicndole al rayo y a la nubehasta dar con mi nombre de rbol y mi apellido de rbol,hasta lanzar a las piedras el reto de mis frutos.

    Espero an. Y el Hombre?El viento me habla de soledady apenas si en la sombra alguien detiene su fatigapara contar unas monedas antes de echar el lazoy agarrarse al sosiego de mis ramas.

    v

    Pero en esta gruta mvil nacer el hijo del hombre.Madre, descarga en mi tu acrisolada promesa,

    tindete a mi vera y da tu grito de triunfo sobre laespecie.

    Yo ser tu estandarte.Sangre y leche dar por ti a ese hijo hinchiendo mis races.Pondr una hojilla nueva entre sus dedos trabadosy lo ungir del man de los cielos y el roco.y yo ser su padre solitario.Ser su padre fuerte en medio del desierto.y amar mi verdor,y crecer como un animal puro sobre el ardido territorio ...

    Madre: yo estoy aqu. Detente en mis umbrales.Soy el rbol de una infancia que an no acontece.y tiemblo. Y me preparo al posible nacimiento,al vagido de esa criaturapor la que cielos y tierras dirn su ltima palabra.

    -45-

  • MATERNIDAD

    Entonces vi a una madre conversar con la tierra.

    Qu haces, di, qu haces, contando cada piedracomo se cuentan das?

    Qu esperas en la puerta de la casa techada con cenizaen donde cae el tiempo a bocanadasdesprendiendo las hojas cadavricasque vienen a morir sobre tu falda?

    Qu esperas de esta luz? Nadie te llamay sin embargo pareces escuchar baj o el sol y la muerteel trabajo profundo de la vida,la punzadura seca en el centro de la piedra,el desperezamento triunfal de la semilla.

    Una llamada que parte de tu vientre,una respuesta que tu vientre recoge con secretopreparndose a abrir tus interiores.

    Fue necesario un surco y tus .arrugas dieron la medidade la fecundidad.y el hombre que pasaba abri tus piernasendurecidas por el sol,tu seno lacerado por el fulgor de las espinas.Dej el fusil un da reclinado en la puertay bebi en la trizada tinaja el amor tuyo,los besos olvidadosy mordi el sacramento de tus dientescuajados ennegaciones y suspiros.

  • y all quedaste, tierra y mujer, doblegada por el temblordel trueno,

    por el oficio duro del amor,por el disparo joven de la semilla,por el sorbo bebido que devolvi frescuras a tu cuerpo,ese sorbo que haba en tu greda amarillenta,porque ha de saltar agua donde unos labios la demandan.

    y te ha pasado Agosto, el cejijunto Octubre, y te hasbaado

    en la luna de Enero, entre los pinos,mirando la hondonaday te he visto al pasar como quien mira un tronco,como quien mra piedrasin saber que una oculta primavera circulaba en tus venasdebajo de tu silencio milenario.

    y te he visto el rostro oscuro y la carne tremantesin comprender hasta este da de redondez y de campana,hasta este da de tinaj ones rojos y de arroyos profundos,hasta este da que huele aganado y a trigo,a perdn,a inteligencia de montaa que va a depositarse.

    y me puse a cantar, a esperar, a cantar siempre,porque haba una madre en medio delcaniinoexigiendo a la tierra.

  • Pensad en m,Pensad en m antes de que me veisdesnudo por la primera vezy al acecho de toda realidad

    Escuchad el ruido de msoosnacer en lo profundo.

    Sera bueno que.pensrasen lo que ha de ser mi costumbre entre vosotros:esta turbulencia de aire en claustros,de fiebre en cobijas speras.

    Sabed quin soy.No os dejis engaar por la desvalidezde mi primera entrada en el mundo.

    Escuchad, escuchad a mi corazn en su retiroensanchado ya por un sonido,un labio,un deseo que toca contra ese nudo de inocencia

    Escuchad a la nada expuesta al riesgode crearme para siempre.

    Hay una intencin pura: la vida.Sueos como quien quiere ver el maral final de unos corredores.

    48

  • Vedme vencer al ngel eegoque en su rueca de pudor me hlla.Poner la gota de sangrecontra la blancura de su tnica.Ahuyentarlo, peso puro en el aire recin respiradodonde pronto arder la primera blasfemia.

    Fria parentela sin nombre,cunto amo ya esa luz,la noche que me har nostlgico por esto,un rostro que s moy algunas palabras en un ordenque an no me es posible conocer.

    Os amo, os amo y sin embargono os amar lo justo,ni en goce ni el dolor, hasta encontraroslibremente y perdidos por la tierra.

  • SE CONSTRUYE UNA CASA

    1

    Esta es mi casa. Mrala cmo lucha contra el vientoy la nada.

    Mi casa hecha de races de algarrobos y de plumillasde ruiseores

    cuando el gran martillo de la necesidad golpeaba y golpeabay la olla en el clavo, oscilante, era movida por el hambre

    y la nochemientras todos los nios, los viejos nios de entonces,nos dormamos con la esperanza del calor.

    Sin embargo reamos a las pardas lombrices y a laslucirnagas de ojos elctricos.

    Nos aferrbamos a los pechos de las hembras y mambamosla ambrosa de la leche y la miel

    con nuestras bocas alcritas por entre las grietas desus decados encantos.

    All abajo los hombres excitaban sus muslos entre lostroncos que caan en un lento cabeceode impotencia.

    Luego venan los cantos a ritmo de garlopa y cepillo,la sangre diurna del hombre que volva, hecha slaba,

    a nuestros pechos glorificantes.Cmo brillaba entonces la pared en el ventolCmo se levantaba entonces del tamao del padre

  • y con la misma anchura y calor de su mano!Los clavos eran sueo. La materia, reposo.Esa sola pared se alzaba silenciosa como el pecho ms

    fuerte de los mos.Rompa la noche altiva. Desmenuzaba el viento en silbos

    y canciones.Interrumpa la hosca intemperie con fortaleza y erguimiento,tan alta que absorbamos, junto a su base recia y pura,

    el respirar de las estrellas.

    Los hombres moriran, pero quedaba ese apoyo paracolgar la toca de la viudedad,

    para decirles a los hijos: "Tocad y fortaleceos".

    Todo el hogar all en esa pared erguida contra el viento,con sus vigas desnudas para las primeras palomas,con el sitio marcado de la lmpara, dando ya la penumbraque necesitan desde siempre el amor en voz baja y la oracin.(La penumbra como el pecho del padre, clida a vellos

    y a sudory a ternura entre dientes y a respiro de hombre sobre

    la carne amada.La penumbra como el costado de la esposa,henchida de su soplo terrestre, de su savia terrestre

    y matinal).

    Quin toca el muro blanco de bendicin? Quin losostiene entre el cielo y la tierra

    y dice: "De ahora en adelante slo aqu morars,al abrigo del vicio y la intemperie,entre pjaros elocuentes y enredaderas cautelosas,con el corral y la huerta, entre la parra cabeceantey el perro que saluda desde el umbral.Aqu haris mi morada, el recinto donde la inteligencia

    de Dios sonreir a sus criaturas".

    La fiera, desde su madriguera, olfatee este muroy sepa que no hay esperanza a su embestida.

    --51-

  • y el gaviln salvaje y planeador, con la garra en la nubeembravecida, divise el muro

    y entienda que aqu acaba su codicia.

    II

    y se afirm la puerta y batieron las ventanas.y se encendi la lmpara en el mismo corazn de la sombraEsa fue la seal para los vivos: el que pasaba lejos vi

    la casay aor su resguardo. El hermano brumoso, al otro lado,supo que an no haba llegado la hora del enconoy se sent a esperar junto a las alambradas.

    Vimos subir los rboles llenos de docilidada trabajar el verde en hojas parpadeantesy debajo del difcil verdor, color de piedra nueva,vimos el grupo de los contertulios cuya voracidad no

    haca mengua,vimos a los hijos nuestros sonrer a la abundanciadejando caer en la tierra canciones y semillas.

    Deba haber muchachas y corderos en los portales,malvas y enredaderas en trabazn de olor sobre las cabelleras

    color de cobre,trabajo y despreocupacin, tristeza y sueo, enfermedad

    y nacimiento,la muerte all tal vez, pero nunca el descanso.Siempre el cielo animoso dejando una parcela de azul

    sobre los techos,un pequeo jardn ante la puerta que se entorna.

    --52-

  • l.-EL PEQUEO DIOS

    Este nio vive en los potreros rodeado por el amanecery los caballos piafantes.

    Sus ojos siempre abiertos han aprendido el cielo y el colorde las montaas.

    Sabe de memoria el nombre de las estrellas grandesy pequeas.

    Cuenta los das buenos y los malos como se cuentanpalomas y gavilanes.

    Este nio vive entre caballos giles y altanerosmeditando en el movimiento misteriosode las cosas vivas o lejanas

    y ya salta sobre las ancas sudorosas en donde todo seredondea en un galope suelto que aproximaa la dicha,

    como se queda acodado en la ventana oyendo girar la tierrasobre sus goznes de silencio.

    Cuando llega la noche y cae dormido, juega otra vezcon los caballos,

    siente que los cabalga en una pradera diamantina,que ellos corren veloces, mas inmviles, fustigados

    'Por el fulgor marino y el oleajehasta que sabe, de pronto, que l es otro: un dios

    en vilo sobre tierras ms altas.

    --53-

  • 2.-BIOGRAFIA

    Bernardo era el panadero de mi pueblo.Bernardo sabia conversar con la harina,enamorarla, darle besos,suaves palmadas que le entreabran la sonrisatoda llena de hoyuelos,hasta que la dejaba mansa y con pechos delicados.

    Fra doncella que l depositaba,consentidor y avaro,en sus habitaciones ardorosaspara vestirla de decoro.

    Bernardo tena una novia hecha de harina en flor,de flexible cintura y dorada cortezapor donde a veces enseabael corazn caliente de la miga.

    Luego venan los hombres,y de la novia aquella de los perfectos pechos abrasadosslo quedaba encima de la mesala soledad de unas monedas.

    Bernardo era el 'panadero de mi pueblo,el panadero triste y hacendosoque cada da renovaba su amor. se lo inventabacon manos imperiosas y fuertes.

    Bernardo se pareca mucho a Dios.

    --"54-

  • 3.-NIA AL VIENTO

    A la pequea Nieves

    Lo ms puro es el vientosobre una nia. El viento que la guardatemblando de su ser como los ngelesalrededor de la promesa. El vientoque ha nacido con ellaaunque ella es la menor,-menos cierta y con unos poderes suscitados-,porque una nia es siempre ms pequeaque el viento que la forma.

    Lo ms puro es el viento que transcurresobre una nia. Lo ms frgilel viento por las sienes de una niao queriendo tocar su corazncomo un ovillo de seda en la tormenta.

    Lo distante es el hombre, su sueo desvalidolo oscuro opuesto al sueo de una nia,al centro de una nia, a las manos con soly viento raudo de una nia,con pajarillos nuevos y deseosque no saben morir.

    -55-

  • 4.-A UNA MUCHACHA HALLADAEN LA FRONTERA

    A{oza tan ferr.nosanon vi en la frontera

    Marqus de Santillana

    Muchacha, alrededor de tu cuerpo vive un enjambrede mujeres doradas

    que se envuelven en brumas silenciosas.Ellas esperan el momento de posarsey apenas si te inclinas, -el busto se hinche bajo tu

    corpio y los labios sonren-,cuando un oleaje de lascivia te extremecey alguien que no eres t se pone a vivir con tus alientos,una mujer cuyo nombre es Jacinta o Rosala,y haces el gesto de echar una moneda entre tus senosenseando los dientes hmedos y voraces entre la boca besada.

    o te deslizas hacia el camino y levantas la miradadonde una ramilla verde tiemblay quitas del lagrimal la partcula de orocon que la paciencia del polvo acecha tu lgrima inseguray entonces eres aquella que un muchacho espera en algn

    sitio,un muchacho tranquilo que est cuidando cabras en el montedestrenzado la voluta de un silbido en el aire delgado.

    A veces cuando vienes hacia mi y tus grandes manosde campesina

  • se desnudan una de otra y quedan solas a merced de mi amor,de mi dulce morosidad de amante que se desentiende de ti,que retrocede como el arco antes de que alguien lo dispare,eres la dura plenitud de las races,la semilla que pronto debe ser fecundaday una madre dulcsima se apodera de tu cuerpo virgneoy se ahonda un momento tu regazoy de pronto tu silencio tiene un sabor de leche tibiabebida en tazones agrietados.

    Oh muchacha, si destrenzas tu pelo sobre las aterciopeladaspiedras del arroyo

    alguien revuela junto a las hebras donde el color de loscaobos resbala,

    una criatura desnuda y libre que corre y palmoteaacoplada a la desnudez de la corriente,

    hacindome ver la cera sonrosada y los hoyuelos.All la espuma enrosca su secreto,entreabrindote, rama blanca de juveniles florescencias,desgajndote en jaspeados rebrillos de felicidadhasta que caes bajo mi mordedura de varn y lloras.

    y entonces caen tus lgrimas y eres, y te palpo y te prueboy sabes a la tierra cuando el mar la penetra.Lloras y est la tierra bajo la naciente humedad,tu doncellez entera aromando antes de precipitarse a mis

    brazos.

    y quin eres entonces en medio del enjambreque te hurta de m

    y te burla a la perfeccin de mi acento?Quin eres, muchacha, quin que tu deseo ya no me

    lo digacuando toda tu carne queda sin memoria,abandonada a mis cuidados, reconvinindome con lgrimas?

    --51-

  • 5.-EL HIJO DEL HOMBRE

    Hijo del pedregal, criaturade ojos voraces,dime tu nombre de bestezuela recelosa,t, nio de las dos tierras y los mares amargos,nio de sal y de huracanes,nio de sal y sol,de tierra entredormida donde la serpiente se escurre,dame tu corazn como daras esa lgrimaque te escuece los prpados abiertos,dame tu vida como esa voz que no has odo en tu labio

    todavaporque es temprano an,porque ella an rastrea entre tu sangrela soledad, el aire, el sacrificio,porque ella es la semilla que crecer hasta el fruto

    convenido.

    Hijo del hombre y del celestehuracn, hijo de la lucirnagay del sombro valle,moreno como el sol de cada da,criatura silenciosa como una piedra jovenque los vientos lanzaran al corazn de la montaa,t eres el heredero,el conquistador t eres,el que unir la tierra con la tierra.y a los cielos dar la estrella entera.

    .-58-

  • Yo te veo pasar por el quemadorecinto, con los pies de mbary la mirada en maana.y te veo buscar a tus hermanosque corretean por el mar que es buen maestro,meterte entre las olas como una piedra erranteque adelantara el porvenir,el alma de los tuyoscuyo clamor es luz,fragua de movimiento con sonido.

    Hijo del mar, la tierra te levanta.La tierra es tuya, hijo de la tierray del oleaje. La palabra es lo tuyoy hay que decirla en pie como se diceel viento por las hondonadas,como se dice el sol de la maanacon roco y con fuego,como se suspende en el aire la gaviotafresca de sal y espuma.

    Pero an no es el tiempo. Te queda corto el traje,las palabras pequeasa tu paladar de orillas grandes.Tienes el ojo joven y adulta la mirada.Porque an hay enigmas y cruces que abrazar,un ao al que quitarle las escamas,un viento que segar lanzando el camo y la cola del

    "pjaro",un animal que abrir para sorberle el grito,un dolor que cuidar hasta aprenderlo.

    T contars las cabrasy pondrs nombres a los meses iguales.Los llamars por sus caprichos como si fueran tus

    hermanos.y jugars con ellosacomodando soles,lunas,tempestades,hasta encontrar de pronto entre la noche

  • de un da como todos el relmpago justo,la seal de los surcos venideros.

    Hij o del porvenir: el tiempo es tuyo,la tierra del maana que no puede partirse porque sangra,porque el hijo de Dios est con ellamuerto y resucitado,vivo y muertoy vivo, otra vez, porque es eternala sangre y es eterna la tierra que ha regado.

    y eterno sers t, piedra de los hondones,juventud del planeta amanecido.

    .-60-

  • AMBITO y PENUMBRA

  • HORMIGAS

    Imprecisa en lo terso, cada una asaltadapor un presagio, una lluvia asiduaconvocada en la intimidad de los paredones.Hormigas, oh escritura minuciosaque el enfermo traduce, recogesonrindole a su muerte que ellas llevan-dulce amistad- por pasadizos de mentira.Innegables. Asimismo tan efmerasy a punto de ser un percance, un hallazgoen medio de lo imaginario. Formacin del afn,bellas incertidumbres que se expresan borradas,desligndose espacio por tan profusa actividadde verbo o consecuencia unnime.Suben, bajan, tropiezan; ellas asciendencon el bro inocente de las profundidades,dos, cien, mil y la extraeza de tenerse,una frente a ninguna. Digo melancola,amor, piedad y hormigas. Digo hormigascomo mi nmero en pleno destino,el disgregado esplendor. (Y todas correnalteradas por un gran ruido de ejes, silenciosocomo la noche del planeta en el vaco).Pequeas y cun dignas de comprensin, ellasque saben la hora del derrumbey se aprestan en el borde de los bronces.Tnta eternidad, diminutos orculos!Hay soles del enfermo donde yo me debatolevemente irradiado contra las almohadas.

  • AlU son sus mensajeras, su partculael sueo que asen arriba o depositansobre el prpado en sombra. Hasta sentir en m,en m sangre, las fieles sujeciones,las patas con grave roco del cielo, que cruzandepositando una luz mnima de gran horizonte.

    -64-

  • ODA AL CIEMPIES

    En la quieta manera de unos dasllorados con seguridady la parra que hablaba del buen tiempo,eras la flecha impuraaguzada en el cieno,un martilleo de sorderacomo el pecado de las flores,la partcula llenade vida amarga y que encontrabaal hombre en su carrera.

    Urdas en el polvo,gastabas tu madera pobre,articular, ardiente.As el ngel se cambia en una suertede insectos alocados:as una infancialimada por tu miedo, tus tenazascomo el primer peligroque an nos era bello.

    [Invitante, el desvn! El cofre henchidode collares que todas nuestras muertasportaron en gargantas inseguras;los trajes militares conservadoscon la sangrienta dignidadde un caballero en su batalla.

    --65-

  • Lo familiar que andesde sus tumbas sonreasalvando una memoria,la oscura circunstancia de algn cuerpo.y t, principio tan tenazde esa muerte que despus comprendimosen parecidos signes,con mayores cautelasy que entonces brotaba,de pronto, en un alberguede apariencia dormida,exilndose en tibias compaas:telas, altares, graves utensiliosque no tuvieron tiempo de advertir.

    Muerte que repta,mide con vara corta y :"~ quebranta.Cientos de pies, oh t, y ningn camino.T que no abordas el esfuerzosino en mcula, en estrago de anillosincipientes, clera pardaal acecho de hojas que no cesan.

    Eras la muerte, aquella, la pequea:una muerte de ropas sosegadasuna raz mordida por un diente,hiedra furiosa, ltima,de lo que hemos amado.

    -66-

  • VISITA A UN CEMENTERIO ABANDONADO

    No en este sol que cae sobre las piedraspodramos detenernosa descubrir la huella de algn nombre.El ha aplanado el mbito y desciende, puro peso vibrante,sobre letras confusas y blancores annimos,hasta agobiar sus brillos, sus enconos de claridada los que ni el silencio presta apoyo.

    Como una eternidad sobre los huesos uniformes.Todo definitivo, estable, atadocon reciedumbre a la inevitable solidez,soportando el abrumador peso del cielo,la inconmovible gracia de algunas avesque cantan sin consecuencia ni ufana.

    La podredumbre aqu no es el follaje,la asfixiante estacin donde las flores se consumen,pesadamente ardiendo con memoria.Toda esta muerte ha muerto coronadade silenciosa indiferencia. Y ya no es pavorosocolocar el ojo contra el vaco,tocar la nada con el labioy llenarla de verbo centelleante.

    Slo 10 destrudo duracomo el grave soporte de una paza la que faltan sus estrellas,su persistencia de ngeles revoloteandoen los alrededores de la culpa.

    -67-

  • Aqu no toca el ngel, ni cruza estos caminosborrados por las hojas resecas.Quin oye el roce de sus plantascuando ni an la brisa alcanzaa desordenar la invencible inmovilidad del paraje?

    El ngel no se atreve, -lazo del hombre con su Dios-,en este yacimiento de la materia eterna,en esta ciudad libre edificada por la muerte laboriosaantes de ser ausencia. No sometida a cambio,ni a promesa, ni a beatitud alguna.Porque ni el cielo es necesario,porque ni el sol ya puede refundir un tomo,ni la noche levantar un fuego.Porque ni el canto ni las lgrimas encuentran el camino,porque slo la piedra es absolutay Dios es quien la toca en unos bordes.

    Como si la verdad cayera iluminndonos,petrificndonos al roce de lo que no sucede,cansamos esta nada llena de monumentos,este vaco lleno de sol gloriosodonde slo es posible, ---{l'equea concesin hacia nosotros-,la rpida flor silvestrey la asombrada inadvertencia de los lagartos alocados.

    -ea-

  • ELEGIA

    En memoria de Filomena Tavres

    Oh muerta, t no sabas que el mar era un regreso,una ola sin tregua lamindonos la puerta.

    T habas atravesado el mar y el te volvi a nosotrosconfindote a estos brazos que ahora no podrn ms

    que guardarte,a estos fros crespones a los que el ardor de tu aventura

    arrebuja.

    Muerta con sonrisa marcada por la espuma,sostenida en sal como una gaviota,un poco azul a causa de la velocidad y la cada.

    Debajo de la via familiar,en el patio dorado por tu infancia y las avesahora duermes, y el clamor sube a darte la bienvenida.

    Hueles bajo la parra y te vemos el signo:un mirar de criatura sumergida, rpidamente inmvil,apoyada en la atmsfera con vaguedad y ausencia.

    Muerta libre, vendada sobre los blancos tmulosdel oleaje,

    mecida y transportada a esta provincia seca.

    ~9-

  • T, cuya muerte :1'ue como la forma ms pulcra de volver.T, a quien el impulso de su fuga trajo otra vez

    aqul, cansadamente,como si las hojas necesitasen de ti: blanco racimo.

    Oh muerta que ahora vuelves, pequea y en tiempode adultez,

    rfaga azul sometida a su sitio de costumbre.

    -70-

  • RECLAMO DE LA MUJER FRENTE AL FANTASMA

    1

    APARICION

    Llegas al fin, te evades, majestad de criaturaque sobrelleva la muerte con clculo y dominio,envuelta en aire viable que ya no se respira.

    Oh ser fuera de ruta, te sobrevive algn deseo,una respiracin flotando a la derivacomo un [azmin envuelto en el calor,o una hoja, an verde, de este lado?

    Algo con viejas lgrimas te colma y transparentacontra la noche dcildonde apenas te sientes conocido.

    No podra una luz atravesarte,a ti mismo que giras sin asiento preciso,desfallecido en soplos de tu muerte.

    Te articula esa muerte o la memoria?An nos duras, y apenas si esta nochede alta tierra. consiente.

    -71-

  • II

    TRANSITO

    Pero antes de partir, dars la sea?Nuestro mutuo convenio sellado no ha de serpor un solo mensaje inteligible?

    Tal vez partes urgido, raudo como una exhalacinque se desnivelara hacia el pronto amanecer.Oh duda, duda ma, bello espectro que amo, por mi carne!Te llaman antes de que me toques con el signoen el que toda yo ardera, comprendiendo?

    Cmo, si te sintieras rodeado, esplenderas!De m esplenderas, turbia hij a que oteasobre este acantilado de los muertos,atenta y a tientas, una vez y otra vez,movindome en pozos de aire froo erguida en los rincones de la casa.As, roda por la medianoche, por el mar,donde los ruidos habitan provocando un ms alldel que a sus horas nos conversan.

    Hacia un pasado caes, resbalas de nosotros.Nada prometes. Tan slo una mujer,-la que esconde el futuro cierto como su entraa-,te fatiga. Dolor, oh dolor, t eres la red engaosaque nos lleva, alzados y continuos,escarnio de la muerte y consuelo tardo.

    Partes. T oyes el futuro que yo exijoy te hundes sin respuesta, para no renacer.

    III

    FUGA

    Cun bello, -triste-, este decoro de hoy para borrarteno sujeto a la prdida. Te vas hasta los ltimos

    -72-

  • delineamientos del astro, sombre tardao soledad que el hombre no rene. Ya en el albaalguien enhebra un campanariosobre la niebla pensada de la hora.Una gravosa laxitud de dos mundosrepica y nos doblega. Quin murmura?iOh noche ma, exange,cun bello as morir siendo el aire la fosa!

    -73-

  • POEMA DE LOS LUTOS

    I

    Al fin t ests aqu, ciega del luto,ciega de llanto ciego, hembra dcil,negros penachos y tristes ataduras,recostada en ceniza como en ltimos besos imposibles.

    Oh t con la mirada pesada de una lpiday el corazn en gotas,cabellera huda hacia los cuatro puntos del cielo ululante,el pecho como cestos que cargaran frutos perdidos y cidos,la nariz modulando, y cun sola,de la muerte que mueves para respirar.

    T, que viajas de lo rojo a lo negro,vestida y desvestida en la tiniebla,olvidada como un signo en la pared de antao.

    No eres t lo que queda de esta ruina?A veces yo te he visto flotando por lo alto,por lo lvido y alto de las azoteaslo mismo que en la proa de un navioque te condujera al centro de la tierra.En pie sobre tu casa como sobre la mansa costumbre

    de un cadver,rencorosa y armada de poderes sombros,ondeando tus criaturas verdaderas en el claro silencio intacto,casi superfluo, del amanecer.

  • II

    Pasas, embistes con silencios.Andas para que la muerte se acuerde de ti.Pero la muerte no se acuerda.

    No piensas en tus pies. Nuestros zapatosdejan una presin lvida en el pavimento.Hacemos poca huella.An con hierro y sombra y danza sobre los acantiladoshacemos un rumor de poca monta.An en el muladar, teniendo a Job contra la orejay a Lzaro apegado al olfato,no podemos conmover. Somos lo simple,precioso como un grano y otro entre s.Una tolvanera en los sauces que lloran, pero alegran

    desde lejos.Los pedregales lastimados, giles baj o unas aguas que

    transcurren.Las tumbas de negros brocales y aullantes precipiciosadonde baja la luna con sigilo:claras, tersas y annimascuando el sol es el signo de la realidad que nos ama.

    Turba de negros velos, qu hacis como los cuervosdonde morir no importa, donde ser es convenir:una paloma volando entre arqueros,la piedad, el trigo a la altura de una mano,una paloma en aire hacia el origen de sus notas?

    La vida puede ser triste, pero la muerte es inocente.Unica y tarda, llega despus,su sol envuelto en anuncios preclaros.y estn nuestros sombreros prontos,las sombrillas rientes y el agua en la baera,la flor cubierta y el cardo despoj ado.

    ID

    Sube hasta el mar, oh hembra sin consuelo.Mide la dimensin y el ahogado te dar sus respuestas.

    -75-

  • Anda sobre las barcas destrozadas,sobre la sangre, insuficiente en el azul.

    Desata la muerte que has tenido que soliviantaren la ms pequea de tus venas.Vers cmo ren los das y la orilla se colma de un

    brazo dulceque apresa unos cuerpos libresy de hechura reciente por la tierra.

    Al fin t ests aquy empiezas a vivir para nosotros.

    -76-

  • AMBIT y PENUMBRA DE LA ECHADORADE CARTAS

    Ella ha extendido sus fardos en la mesa y como unaviajera, vacila.

    Qu va a existir all, debajo, a mostrarsecomo un camino que a la inversa debemos recorrer?

    Mi vida est de espaldas a la desnuda mesa, ms de pronto unavisin se enreda entre los dedos de la murmuradora.

    Alguien voltea aquellas cartas y una porcin de historia seentreabre al airoso presente.

    Alguien que da a sus manos ese oscuro temblor donde el misteriodesliza unos anillos.

    Fervorosas y enlutadas muj eres, piden, urgen a la bienrecaudada intimidad

    que acude, llena de poderos olvidados, a coronarse en elincienso sucio de la alcoba.

    Dime el secreto, dmelo. Entrname esas puertas yentrgame al fantasma conocido, pero excitante,

    al abuelo que truena, reclinado en los troncos de los manzanosjvenes.

    Yo conoc tu voz en otro mundo, mujer, muerte larvada quesusurras con tus ochenta aos de tierra

    y me miras aqu, a travs de la vela parpadeante y lasgarrafas llenas de ultraterreno roco.

    Templo arrugado por el dolor ajeno, milenaria criatura cuyodolor se cuenta por sombras y luces reflej adas,

    y cuyo corazn resuena como en tabla de pino la codiciablemoneda.

    -77-

  • Rectos son tus servicios, mediadora de turno. Mas yo heexistido en tanto para que t te acuerdes,

    me reduzcas a esta suave proeza labial,a este bisbiseo de rezo con el que mis letargos se entremezclan

    a los tuyos?Sacudidora del rbol fabuloso que deja caer hojas escritas sobre

    esta mesa muda,donde Adn rubio y Eva morena quisieran presentrsenos

    todava enrojecidos por la culpa,padres atormentados que nos daban el pan de cada da, crujiente

    y untado de mantequilla, que comamosmirando el valle de verdes eficaces para la memoria.Sudor de nuestros padres, culpa nuestra, de nuestras presumidas

    inocencias que ahora nos obligan a la lgrima tarda,confusamente hallada a la sombra del dolor ido o recordado.

    Dnde logr esa espada, o ese basto solemne que en turegazo se me enfra?

    Fuerza y amor, cuerpos de heridas dulces e incesantes dondelos besos se perdan como el coloquio fnebre sobrelas lpidas.

    La cascada del oro que lo compraba todo, menos el pan aquel.Dime el secreto, dmelo, Casandra parda de los dormidos ojos

    almendrados,cuyos astros refulgen con la diligencia de una promesa a

    media voz,en la cabellera donde, pavesas o cenizas, caen, sostenedores

    del castigo.

    Mueve esas hojas, sacdelas al viento y deja al errtilmanzano contristado en la nieve.

    No oyes gemir a un nio entre la nieve, entre la turbulenciade tus pechos resecos como yesca que no encuentrala chispa?

    No lo oyes acendrar esa gota de leche por la que sus labiossorberan todo pecado?

    No oyes al leador echar abajo un bosque y entrecruzarmaderos?

    -78-

  • Djame libre, djame libre el corazn para aprender mi horaen la luz de los cielos que mueven su promesa.

    Recoge mi pasado, entrecrzalo, mzclalo, suspndelo, esprceloa la piedad buena del viento que lo consuma todo.

    Dej a la infancia sola, la nica carta sola, rodando para siempreentre el fuego y la nieve.

    Todo est aqu, vivo, en tus ojos que me reconocen. Hoyes ayer.Ayer es para siempre.

    (As todo acababa. Quedaban la lamparilla ardiendo y unascuantas mujeres que se santiguaban con el aguamuerta de los pozos.

    Quedaba all ese naipe marcado y riguroso, entre velones rigldoee imgenes aletargadas).

    -78-

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  • POE:MA y OHACION

    I

    Un poema debe ser semejante y distinto a otro poema.Un solo poema debe decirlo todo,la sucesin de la vida y de la muertecuando rugen afuera los halagos que deberian destrozarnos,o cuando cae la mano ruda y vibrantecon su golpe indoloro contra los omplatos.

    Un poema debe ser una splica a Dios y un ments a loshombres.

    El rescoldo en torno al cual los seres hurfanos se encuentransorprendidos de estar lejos y juntos.

    Un poema debe hablar del da y de la hora presente,con benevolencia o con ira,odiando o bien despedazndose con las entraas a flor de tierra.Gritando o sollozando.Un poema debe estar al lado de tu hermano cuando lo quieran

    mancillar,al lado de tu hij o cuando no te responda,junto a tu casa, alerta, como los perros y echado en el umbralpor donde pasa el rufin, el hipcrita y el carnicero.

    Un poema debe tener prisa de acariciar o embestir.y debe ser paciente. Estamparse y decirse y repetirseincesantemente en el hombre que nos mira y no sabe,darse a beber cual leche nutritiva y ardienteen los labios de los recin nacidos.

  • Un poema debe renunciar a toda recompensa.Un poema debe tener dos pies para andar l solo por la tierra

    sin miedo a perderse.Dos pies y una memoriapara que la verdad no muera en este mundo.

    y esto es la libertad. Y esto es la libertad.Poder un da decirla como quien canta una estrofa.

    II

    He aqu mi boca, Dios, he aqu mi mano.Que cuanto yo diga o escriba T slo me lo dictes,T en quien la vida se recuesta como en su nica memoria.Yo s que T me diste la palabra para que fuera tu emuladory le. pusiera nombre a las criaturas,y cantara junto a ellas,arrebatado en el soplo de tu alabanza.

    Esta palabra, mrala, cun clara y sin embargoapenas si ya sirve para decir una mentira digna de crdito.La digo y la volteo,y en el blancor anhelante de la pgina expira para siempre.

    Velar es necesario toda una larga nochehasta que la culpa nos abrase las entraas.Aqu estamos, oh Dios; ya que no ests con nosotrosperrntenos al menos el hallazgo de tu nombrecomo las bestezuelas que encuentran una vid en la montaay mordisquean las hojasy desparraman los racimos con torpeza.

    As te nombro, a Ti, verdad ma que no llega a colmarme.He aqu mi boca, Dios, he aqu mi mano,mata en ellas mentira y simulaciny que yo denuncie el hecho que ha torcido el curso majestuoso

    y habitual de mi mano cuando escribe.

  • AUSENCIA DE DIOS

    Descframe T que conoces el alto vuelo de las palomasy de la hondura extraes la solitaria piedra humedecida.Exactitud del nmero que modera el avasallador empuje

    de la lgrima.Temperador en blancos y azules ltimos, lavados,cuando el cielo nos sella, lapida nuestras arreboladas

    insistenciaspresionndonos a fuerza de silencio inaudito.Oh Reunidor de nuestros 'pobres, mezquinos ruidos de

    agonizantes!Soy como esos sonidos que un arco endeble desconsuela,un esfuerzo del dolor por alcanzarse en la promesa,un delirio de entraas recogidas a pleno albor de concienciay que alguien, algo, suma a la guerra, al estrpito, al divagar

    sombro,absorbiendo noche cuando las estrellas, ms que con luz,

    -porque seguimos cegos->,acompaan con la callada msica que viene de tus manos.

    Soy como esos sonidos que buscan una oreja para explicarse.Contra mi propia orej a existo, modulado.Dicho, pero no comprendido; gravitando en la jadeada

    atmsfera,spera y clara como en el interior de las campanas.Agudo y sin elevacin; elaborado, mas no veloz,a semejanza de pjaros ciegos que rinden sus plumajes

    en los impenetrables cercos.

    -85-

  • Casi resbalo de tu lengua con la modulacin de los rbolesque meditan en la gravedad del crepsculo

    cuando la noche podra ser esa gran pausa en que la luznos mira a trechos

    por los mil agujeros que nuestras flechas le han abierto,una gran pausa sombra donde la aurora, ms livianos y en

    pie, nos sorprendiera.

    Oh Dios, oh Caracol en donde nuestras voces se confundenen un ruido de mares tambaleantes.

    Oh Caracol - Oreja, Tmpano azul en donde hasta el grano quecae repercute y atruena.

    Dime cul es mi sitio en el concierto, cmo debo sonar enesta gama que circula desde lo vago a 10tremendo;

    cul es el soplo justo, la presin, el nfasis, la gracia,el alcance, la pulsacin, el tono;

    si slo hay este cuerpo, cielo y tierra insistiendo sobrela dbil cuerda,

    soplando contra los orificios de la flauta.y nada ms que el polvo susurra a toda hora,el polvo de la tierra, lleno de granos de oro, - su gloria

    o su miseria -,velo de viuda debajo del cual seguimos encubiertos.

    ***

    No me preocupas T .sino porque nos oyes.Fuente de la armona en quien no debe sumarse lo discorde.Sin embargo, qu otra msica puedes or T?T, en quien la creacin tom forma de oreja,bordes curvos por donde caeran las distancias susurradas,el Tiempo en su asidura de aguas despendose,la sangre sujeta al trompeteo de la caza en los bosques

    consagrados,o a las hlices de los aviones que entre las nubes silbanusurpando los altos pedestales de tu justicia.

    No hay armona desde que el hombre opuso su palabra a latuya,

    -86-

  • desde que el hombre opuso su palabra a la de otro hombrecualquiera.

    Mas somos tu exigencia. Ests despierto? Escuchas.Somos el prolongado desacuerdo entre tu ansia y tu reposo,la pequeez amada, tu nostalgia de vallas, de cauces,

    de soportes.Lo que te duele: el Hombre, que bien pudo haber sido

    tu infanciaque ahora llega con retraso de varias eternidades a

    instalarse a tu diestra,tu hijo que eres T, Hijo del Hombre.

    Soy tu infancia tambin. Soy tu desarmona primera.Tu candor, el triste balbuceo que exiga regazos,

    alimentos y cruces,antes de que la piedra te entregase, fortalecida en un

    silencio del que an guarda memoria.Estamos en la piedra como en lo ms secreto, guardando

    el paso tuyo,adorando los viejos moldes que te cubrieron como un capullo

    ptreoy rodaron sin Ti, conservando la huella de tus alados pies.

    Nos comemos tus formas. Adoramos las tnicas eternasSomos la piedra.

    Somos tu ausencia que en la piedra prevalece.El tiempo nos arrastra y chocamos. Damos la buena lumbreque necesita el cuerpo para amarse, mirarse, acariciarse,bailar en los salones al comps de la propia algaraba.

    T ests arriba, s. Triunfas de tus ropajes y nos amaspor eso.

    Eres el melanclico, y nosotros, tocando aquella piedra,nos sentimos llamados,

    alzados hacia el ltimo vaco que confina en tus plantasverdaderas.

    Oh Nostlgico, oh Puro, oh Majestuoso. Ensanos aestallar,

    -87-

  • a aventar estas cscaras.Rompe la piedra oscura en donde vive nuestro grito agazapado.j Sgnanos con tu rayo!

    * * *

    Cantaremos tus cantos hasta que fatiguemos tu memoria.Te invocaremos hasta que no tengas ms remedio que acudir.Pero, cmo? Qu hars? Bajas y te acomodas a tus formas.Tus tnicas se yerguen y te vedan nuevamente.Llegas y slo algunas bestias puras se incorporan,algunos cuerpos que han aprendido a exigir y a temblar.

    Tendras que ir al desierto donde la piedra sigue como Tla dejaste:

    partida en dos y sin alegoras humillantes.Mas nuestros brazos no te alcanzaran. Ni te oiramos el son,las aconsonantadas urgencias de tus silbos,porque tu voz aqu es silencio, un infinito dulce y discreto

    como el Tiempo.

    Descenderas de tu cruz sin que te viesemas sangrar.Volveras a la miseria como a una de tus llagas.Junto a Ti y con la sed siempre despierta seguiramos.Somos los perseguidos de la sed. El agua no la colma: la

    renueva.Labios y surtidores se disputan en Ti.Crecen ros y con ellos orillas calcinadas.Se fecundan, y el estrago se ensancha con la ddiva.

    El barro hace mi anhelo. Aunque T ests all, al otrolado de la puerta, la pared es anhelo

    y T, al fin, al trasluz, esa hoguera que quema con dulzuradonde toda respuesta arde y se desconoce.

    Sera el nico modo de llegar hasta Ti, el desconocerlepara que nos destruyas a tu modo,

    -88-

  • nuestro olvido a favor de Ti, hasta que tiemblen nuestros huesos,suenen con tu imprevisto llamamiento,con tu msica total a la que entonces no sabramos oponernost

    * * *

    La destruccin! Tal vez el hombre en ella es ms veloz queT, divinidad pausada.

    Tal vez el rayo no alcanzar a caer con mayor celeridadque la mano de estas criaturas encendidas.

    Un da T construyes y el hombre se est quieto. Miray espera. Sabe que nada a Ti lo iguala.

    Pero halla la muerte all, en el barro poderoso, en latierra dormida que espera la raz,

    y la sirve a su antojo. Y entre el sosegado y amplioir y venir de tu brazo

    urde su 'propia condenacin, tijeretea en los valles sobrelos cuerpos afanosos,

    acude al macabro festn donde su carne es devorada.

    T construyes un da y descansas un siglo antes de quetu mano haga la enmienda,

    antes de que presiones la masa blanda de tus figurasque se suben al pedestal, soberbias e inacabadas,

    * * *

    Antes que T a nosotros, llegamos uno a otro porque estamosms prximos

    y nos hemos unido en las tinieblas en donde todo movimientooprime,

    en donde todo amor es un debate de cuerpos que se niegansus verdades, a oscuras,

    entre ruidos de ropas, labios que entrechocan de soledad,de besos que se asemej an al rencor.Qu hacemos en esa hora de libertad sino es alzar la manoy amar para morirnos, para sobrevivirnos un momento,amar para olvidarnos de Ti, para ignorarnos?

    -89-

  • Qu amor tan triste es ste que no sabe decir tu nombrea solas,

    amor que anda y echa sombra y se esconde y se refrenay se extrava como el cordero en los zarzales!

    No llega hasta tu odo como el barrunto de unas olasen la deslumbradora eternidad de tu descanso,

    esa irritacin cruda del ocano humano cuyo ronco bramidoayuda a dormitar?

    Descansas, oh Incontaminado, oh Rotundo.Vivimos en tu ausencia. Los desterrados somos de tu Paraso,imagen, semejanza en busca de la igualdad apetecida,tiempo que hacemos dentro del absoluto Tiempo tuyo.

    * * *

    Eres lo congregado en la luz escogida del domingo(donde toda la luz es hueco tuyo, presencia de tu ausencia).en el que siempre el hombre canta tu gloria inexplicable.La luz pura y dormida donde cada figura es hueco amadopor el que T, si quisieras, pasaras.

    Es tu domingo aqu, Seor. S que me oyes,que tiemblas en la hora, en su trasluz de gracia.S que me oyes. S que soy un escndalo mayor que la pata

    de la mosca contra los arrobados vitrales,que el diente del gusano mordiendo el borde de la losa.

    y sin embargo entro a tu casa, me arrastro como un insectocon mi niez intacta bajo el crujiente caparazn,me arrastro con un poco de roco an en los tentculosy me detengo en un secreto arrepentimiento de m mismoy veo tus imgenes mirarme torvamente,veo el agua negrseme en las pilas marmreasy me dejo agobiar en este nido de la magnificenciamientras la msica asciende con todo el silencio tuyo

    reunido entre sus notas,mientras un solo dedo sobre el teclado es negaciny msica e incienso, trenzados en lo alto, se me entreabren,irisados y crepusculares como plumas litrgicas.

    -90-

  • [Oh Dios, yo escucho la armona mesurada de tu casay nada es ms triste que el rumor de las monedas que ahora

    piden ser perdonadas!

    * * *

    "-Edifica mi iglesia sobre piedra. Sobre ti edificar, Pedro,mi iglesia.

    Piedra en la piedra soy. Suave curva. Ladera en que resbalanlos mundos uno a uno".

    Vengo a la piedra, Dios, a lo roca ms firme que rojeade tu fuego.

    La piedra en carne viva, la entraa arriba, expuesta a lasflagelaciones de la altura.

    Estas vetas son nuestras, estas sales, este xido quecircula por las venas ciclpeas.

    Somos la piedra alzada en mpetu volcnicoa golpes de delirio y subterrneas efusiones.Somos la piedra roja, el geolgico asombro de tu propia

    estructuradonde tus lentas manos alzaron cordilleras y el abandono

    de los valles.Somos tu fuego, Dios, y la sed de tu fuego,lo que vive de pie mirando tus estrellas primerizassellado por la nieve del cielo que en sordo cataclismo cae,

    vuelta tenacidad e indiferencia.Somos tus semejantes, oh Dios. Estamos solos como T.Heridos como T. Rodeados como T de nieve y viento, en

    delirante nada.Oyendo aqu a la altura del corazn el latido que asombra,los estremecimientos de la extraa corteza que dormita,el lento deshelarse de tus aguas en tumulto que arrastra,el despertar ya verde de la montaa paridoray vienen multitudes con tambores y pfanos de gloria,suben a tus altares sangre fresca, cabritos encendidos,racimos que se exprimen en las fisuras de tus lpidasen donde entonces seras el Hambriento, el Dios que nos

    despierta, -si es que estabas dormido--,en un aliento grande, cuyo desperezarse hace la primavera

    sin ruindad y sin mcula.

    -91.......

  • Mira los cuerpos, mralos, ioh recin despertado cuyatumba susurra!

    Es tu Resurreccin y las doncellas te alaban danzando sobrelos crepitantes capullos,

    danzando con la raz apretada entre sus pechos,acordadas al son de los propios deseos que retornan.

    Mranos danzar esta ronda mientras sientes la nieve,el miserable abandono en que nos sumes.Cualquier mirada tuya sera la respuesta!Acurdate ahora. Aqu. Oblgate a nosotros en esta hora

    inmensa de presente rotundo.Nada sabemos de lo prometido. Qu haras con tus viejas

    seales,con tu Verbo colmado, si maana ninguno aqu estuviera,si tu pobre criatura ya se hubiera cado al polvo inmemorial

    a cuyo seno ni T descenderas?Dnde encontrarnos, dime, dnde recuperarnos cuando nada

    seamos,ni un pequeo repliegue de tu tnica,si ahora que nos oyes no te acuerdas, no acudes?

    Parte la piedra en dos y vers cmo late.Ahora, ahora, aqu. .. jO nO-3 sepultas para siempre!

    -92-

  • SOLEDAD DEL ESPOSO

    1

    Jos, Jos, quin eras,viejo varn de clara tnica y envarada azucena,oliente por la sombra, recto y oliente al fondo,con bondadosa eternidad que se entornara,descubrindose, sobre la cabecilla del infante.

    Quin eras t, quietsimo,padre a la izquierda de la familia prosternada,sorbiendo beatitud o rehusndola,siempre de pie, con reciedumbre dulce y majestuoso aislamiento.

    Quin eras para Dios, de cuya barba hilbase la tuya,del silencio que el Verbo tremolaba en su descanso.Barba tupida como el Padre echaste.T eras el ms solo.Solo en tu Dios y para Dios.De tu Dios solo.

    Quin eras para El que se acercaba a ti con mano rotunday apremiante,

    exigindote paz, consentimiento,demandando una tregua en el cerrado cerco de los hombrespara entregar su dony derramarse en la brecha que t permitiras.

    Lleno de Dios, pero de ti vaco.

    --93-

  • Colmado, mas sin darte.Eras el hombre, el hombre a quien los cielos dieron un da

    el hijo,la ddiva en la mano mutilada.Llora, Jos, la sangre que tu Dios te cuajara en aquella

    de pechos intocados.T eres el hombre solo. De Dios y para Dios. De tu Dios solocomo una copa de oro enterrada en ceniza.

    De Dios a ti se anuncia la profunda amistad,la connivencia de la cual t quedabas ignorantecon tu simplicidad inmensa de criatura.

    T no dudabas, silencioso.Estabas ah creyendo con esforzada fe.Creas ah, perplej o, t, el nco a quien El ha llamado padre.T, el que lo ensearas, al Omnisciente.T, el que lo levantaras, al Grande.T, el que lo alimentaras, al Dador.T, el que lo acunaras, al Inmenso.

    Ir

    ;,Qu hablaron Dios y t junto a la puerta de la casa pequeay recogida

    por la que transitaba ella, la fiel, tmidamente,con su costumbre de joven gacela asustadiza?

    Qu orden tremenda t acataste all, en aquel dade gracia y abandono, que te viste en vergenza y apartado

    decoro,temblando de un secreto que tu corazn acallaba,tu cuerpo escarnecido de vejez que nada prometa fuera de la

    obediencia?

    y quedaste sumiso, recogido al enigma ineludibley remotsimo

    que te elevaba encima de la mansa intocadacercndola de alientos, de presurosos cuidas,movindole la sombra fresca del da lleno de oro,como si fueras t la viga ms alta de tu casa.

    -94-

  • y piensas que t mismo deberas decirte estas palabras.Es que el Padre ha bajado a ti, te ha dicho: "Haz t mi parte,"t,Jos, viejo barbado de la tierra,"mi semejante en soledad,"t, que has atinado el ademn que hiciera un da yo"sobre las hebras plateadas de la barba"cuando meditaba el trabajo de este mundo al que ahora me

    envo."Semejante a m mismo t meditas,"mientras que la elegida va y viene en torno tuyo,"la ansiosa, en cuyo vientre ya aletea la bienaventuranza,"cargada de mi como de un pjaro conforme."Estos sern, Jos, nuestros dolores".

    IU

    Te encierras en la sombra, sin embargo.j Cmo espa el Maligno tu soledad de aromosa madera,la turbacin que te hace mansoy te despierta all, sobre la cama, a media noche,donde Mara es un incienso que se exhala turbndote,emanando en la trenza oscura los tmidos calores de su sueo!

    Alguien dice a tu odo una palabra.Una serpiente abrasadora sube a tu corazn y lo remueve."Si t eres el esposo, si Dios es el esposo,"no eres acaso Dios, Dios en la sombra,"que no toca a Mara y que la premia?"

    Qu dice esta serpiente de cavilacin en tu odo?Dnde te escondes t, para que no te alcance el pensamiento

    tremendo?En qu piedra reclinaras t la frente, en qu roca

    o desiertolleno de aire seco y tiniebla contrita, adonde fueras a

    olvidar;a qu sitio llegaras, que no vieras al nio persuadindote,tuyo, tuyo, contigo, carne de tu desvelo silencioso,hasta que all, sobre la cruz, volteado el labio, clamara

    por el Otro,

    -95-

  • aquel Otro, tu igual, tu semejante,al que t suplantaste y en el que t quedaste suplantado,al que abrira los brazos otra vez:en el Padre su padre de la tierra.

    Hijo el ms amoroso, que mira sobre ti como si el Cielo,ensendose en l, te recordara la promesa no dicha ni exigida,como si el pacto en ti no fuera ms que en tu propia soledad

    cumplido,una ms grande soledad en la tuya de siempre.

    Entonces El as se habra expresado, hacindote el ms solo.Solo en tu carne sin malicia.Solo en la sumisin de la doncella bienamada.Solo en el hijo solo.Solo en tu amor de Dios.De tu Dios, solo.

    IV

    y quedas, olvidado, con la regla en el aire,midiendo, martilleando las tablas, reunindolasen un manojo rspido de anticipadas cruces,ayudado por ngeles de tu propio dominio.

    De cun recia madera extraes la confianza![Cmo pules la fe, la extiendes, la renuevas,sosegado varn de la ancha mano laboriosa,por el que todo bosque volva a resonar con inmediata altura!

    Jos, Jos, viejo varn de clara tnica y envarada azucena,quedaste replegado, firmemente sumiso,sin que acaso se allegue hasta ti otra cosa que un humano vaco,el hueco de unas leves palabras olvidadas.Santo el ms escondido, con su corona lelansma,oscuro en la penumbra del retablo, como apretado henosobre el que resollaran su anhelo algunas bestias.

    Escoges el olvido. Te sumes, te aniquilas.El hijo es sombra para ti. La madre es sombra.

    . -96-

  • "l el milagro ese velo de piedad que t echarassobre el mundo, como una gloria triste.

    Sombra a ti, para ti, varn segn el corazn de Dios,padre virgen segn la regla del Altsimo,a quien la muerte levant sobre el nevado Hermnpara esperar en Dios, en s, en sombra trina,la llegada triunfal del Unignito.

    Renuncias y te quedas aqu, al fondode la imag