m2 l6 etnocentrismo y relativismo cultural modificado

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Módulo 2 Sociedad, cultura y personalidad

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sociologia

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  • Mdulo 2 Sociedad, cultura y personalidad

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    Etnocentrismo y

    Relativismo Cultural

    Cultura Global

    Otra cuestin que merece nuestra atencin al hablar de cultura es la globalidad que ha adquirido. Esto es, podemos observar que hay muchos rasgos o prcticas culturales que parecen estar presentes en todos los rincones del planeta. Existen vnculos de dimensiones globales que incluyen flujos de bienes y servicios, flujos de informacin y flujos migratorios. Estos vnculos globales han hecho que las culturas de todo el mundo se parezcan un poco ms entre s, al menos en los aspectos ms superficiales, pero tambin han generado unas mayores diferencias. Algunas sociedades, generalmente las ms pobres, siguen relativamente aisladas y encerradas en sus propias culturas locales. Otras, por el contrario, han podido adaptarse adquiriendo, segn la tesis de la cultura global, un carcter ms flexible y cosmopolita. La siguiente foto ha sido tomada en Rusia. El local que aparece all es el primer McDonalds localizado en ese pas. Esto ejemplifica a qu nos referimos cuando hablamos de cultura global.

    Fuente: http://wappy.ws

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    El hecho de observar otras culturas nos coloca en situacin de emitir juicios sobre ellas. Antes de hablar tericamente sobre las distintas visiones que una sociedad puede tener de las culturas que no le son propias, reflexionemos sobre las siguientes preguntas: Qu rasgos culturales distinguen a la sociedad en donde t ests inserto? Qu grado de diversidad cultural puedes observar? Qu subculturas conviven y cul es la dominante? Piensa en otras sociedades y en su cultura: Te parecen negativos ciertos rasgos culturales? En qu te has basado para emitir ese juicio? Existen costumbres, valores, modos de vida que consideras inaceptables ms all de comprender que pertenecen a otra cultura?

    A continuacin, podrs observar si tu visin se acerca ms al Etnocentrismo

    o al Relativismo Cultural.

    Entendemos por Etnocentrismo al hbito de juzgar a otra cultura segn los parmetros de la propia cultura, lo cual implica el riesgo de la no comprensin del otro o de la condena fundamentada en prejuicios. El etnocentrismo acarrea un problema an ms importante: la xenofobia, es decir, el odio u hostilidad hacia los extranjeros. En nuestros das existen brotes de xenofobia en Europa, EEUU y en Japn. La explicacin de la existencia de esta fobia radica en problemas o cuestiones de ndole econmica, principalmente: los extranjeros aparecen como competidores desleales en la procura de trabajo y permiten que empleadores inescrupulosos los utilicen para disminuir sus costos. Para reflexionar sobre este tema te invitamos a realizar la lectura del texto Los inmigrantes, escrito por Mario Vargas Llosa.

    PARA PROFUNDIZAR: TEXTOS SELECCIONADOS

    Los inmigrantes

    Mario Vargas Llosa

    Unos amigos me invitaron a pasar un fin de semana en una finca de la Mancha y all me presentaron a una pareja de peruanos que les cuidaba y limpiaba la casa. Eran muy jvenes, de Lambayeque, y me contaron la peripecia que les permiti llegar a Espaa. En el consulado espaol de

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    Lima les negaron la visa, pero una agencia especializada en casos como el suyo les consigui una visa para Italia (no saban si autntica o falsificada), que les cost mil dlares. Otra agencia se encarg de ellos en Gnova: los hizo cruzar la Costa Azul a escondidas y pasar los Pirineos a pie, por senderos de cabras, con un fro terrible y por la tarifa relativamente cmoda de dos mil dlares. Llevaban unos meses en las tierras del Quijote y se iban acostumbrando a su nuevo pas. Un ao y medio despus volv a verlos en el mismo lugar. Estaban mucho mejor ambientados y no slo por el tiempo transcurrido; tambin, porque once miembros de su familia lambayecana haban seguido sus pasos y se encontraban ya tambin instalados en Espaa. Todos tenan trabajo, como empleados domsticos. Esta historia me record otra, casi idntica, que le escuch hace algunos aos a una peruana de Nueva York, ilegal, que limpiaba la cafetera del Museo de Arte Moderno. Ella haba vivido una verdadera odisea, viajando en mnibus desde Lima hasta Mxico y cruzando el ro Grande con las espaldas mojadas. Y celebraba cmo haban mejorado los tiempos pues su madre, en vez de todo ese calvario para meterse por la puerta falsa en Estados Unidos, haba entrado haca poco por la puerta grande. Es decir, tomando el avin en Lima y desembarcando en el Kennedy Airport, con unos papeles eficientemente falsificados desde el Per. Esas gentes, y los millones que, como ellas, desde todos los rincones del mundo donde hay hambre, desempleo, opresin y violencia cruzan clandestinamente las fronteras de los pases prsperos, pacficos y con oportunidades, violan la ley, sin duda, pero ejercitan un derecho natural y moral que ninguna norma jurdica o reglamento debera tratar de sofocar: el derecho a la vida, a la supervivencia, a escapar a la condicin infernal a que los gobiernos brbaros enquistados en medio planeta condenan a sus pueblos. Si las consideraciones ticas tuvieran el menor efecto persuasivo, esas mujeres y hombres heroicos que cruzan el Estrecho de Gibraltar o los Cayos de la Florida o las barreras electrificadas de Tijuana o los muelles de Marsella en busca de trabajo, libertad y futuro, deberan ser recibidos con los brazos abiertos. Pero, como los argumentos que apelan a la solidaridad humana no conmueven a nadie, tal vez resulta ms eficaz este otro, prctico. Mejor aceptar la inmigracin, aunque sea a regaadientes, porque, bienvenida o malvenida, como muestran los dos ejemplos con que comenc este artculo, a ella no hay manera de pararla. Si no me lo creen, pregntenselo al pas ms poderoso de la tierra. Que Estados Unidos les cuente cunto lleva gastado tratando de cerrarles las puertas de la dorada California y el ardiente Texas a los mejicanos, guatemaltecos, salvadoreos, hondureos, etctera, y las costas color esmeralda de la Florida a los cubanos y haitianos y colombianos y peruanos y cmo stos entran a raudales, cada da ms, burlando

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    alegremente todas las patrullas terrestres, martimas, areas, pasando por debajo o por encima de las computarizadas alambradas construidas a precio de oro y, adems, y sobre todo, ante las narices de los superentrenados oficiales de inmigracin, gracias a una infraestructura industrial creada para burlar todos esos cernideros intiles levantados por ese miedo pnico al inmigrante, convertido en los ltimos aos en el mundo occidental en el chivo expiatorio de todas las calamidades. Las polticas anti-inmigrantes estn condenadas a fracasar porque nunca atajarn a stos, pero, en cambio, tienen el efecto perverso de socava las instituciones democrticas del pas que las aplica y de dar una apariencia de legitimidad a la xenofobia y el racismo y de abrirle las puertas de la ciudad al autoritarismo. Un partido fascista como Le Front National de Le Pen, en Francia, erigido exclusivamente a base de la demonizacin del inmigrante, que era hace unos aos una excrecencia insignificante de la democracia, es hoy una fuerza poltica respetable que controla casi un quinto del electorado. Y en Espaa hemos visto, no hace mucho, el espectculo bochornoso de unos pobres africanos ilegales a los que la polica narcotiz para poder expulsar sin que hicieran mucho lo. Se comienza as y se puede terminar con las famosas caceras de forasteros perniciosos que jalonan la historia universal de la infamia, como los exterminios de armenios en Turqua, de haitianos en la Repblica Dominicana o de judos en Alemania. Los inmigrantes no pueden ser atajados con medidas policiales por una razn muy simple: porque en los pases a los que ellos acuden hay incentivos ms poderosos que los obstculos que tratan de disuadirlos de venir. En otras palabras, porque hay all trabajo para ellos. Si no lo hubiera, no iran, porque los inmigrantes son gentes desvalidas pero no estpidas, y no escapan del hambre, a costa de infinitas penalidades, para ir a morirse de inanicin al extranjero. Vienen, como mis compatriotas de Lambayeque avecindados en la Mancha, porque hay all empleos que ningn espaol (lase norteamericano, francs, ingls, etc.) acepta ya hacer por la paga y las condiciones que ellos s aceptan, exactamente como ocurra con los cientos de miles de espaoles que, en los aos sesenta, invadieron Alemania, Francia, Suiza, los Pases Bajos, aportando una energa y unos brazos que fueron valiossimos para el formidable despegue industrial de esos pases en aquellos aos (y de la propia Espaa, por el flujo de divisas que ello le signific). Esta es la primera ley de la inmigracin, que ha quedado borrada por la demonologa imperante: el inmigrante no quita trabajo, lo crea y es siempre un factor de progreso, nunca de atraso. El historiador J.P. Taylor explicaba que la revolucin industrial que hizo la grandeza de Inglaterra no hubiera sido posible si Gran Bretaa no hubiera sido entonces un pas sin fronteras, donde poda radicarse el que quisiera -con el nico requisito de

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    cumplir la ley-, meter o sacar su dinero, abrir o correr empresas y contratar empleados o emplearse. El prodigioso desarrollo de Estados Unidos en el siglo XIX, de Argentina, de Canad, de Venezuela en los aos treinta y cuarenta, coinciden con polticas de puertas abiertas a la inmigracin. Y eso lo recordaba Steve Forbes, en las primarias de la candidatura a la Presidencia del Partido Republicano, atrevindose a proponer en su programa restablecer la apertura pura y simple de las fronteras que practic Estados Unidos en los mejores momentos de su historia. El senador Jack Kemp, que tuvo la valenta de apoyar esta propuesta de la ms pura cepa liberal, es ahora candidato a la Vicepresidencia, con el senador Dole, y si es coherente debera defenderla en la campaa por la conquista de la Casa Blanca. No hay entonces manera alguna de restringir o poner coto a la marea migratoria que, desde todos los rincones del Tercer Mundo, rompe contra el mundo desarrollado? A menos de exterminar con bombas atmicas a las cuatro quintas partes del planeta que viven en la miseria, no hay ninguna. Es totalmente intil gastarse la plata de los maltratados contribuyentes diseando programas, cada vez ms costosos, para impermeabilizar las fronteras, porque no hay un solo caso exitoso que pruebe la eficacia de esta poltica represiva. Y, en cambio, hay cien que prueban que las fronteras se convierten en coladeras cuando la sociedad que pretenden proteger imanta a los desheredados de la vecindad. La inmigracin se reducir cuando los pases que la atraen dejen de ser atractivos porque estn en crisis o saturados o cuando los pases que la generan ofrezcan trabajo y oportunidades de mejora a sus ciudadanos. Los gallegos se quedan hoy en Galicia y los murcianos en Murcia, porque, a diferencia de lo que ocurra hace cuarenta o cincuenta aos, en Galicia y en Murcia pueden vivir decentemente y ofrecer un futuro mejor a sus hijos que rompindose los lomos en la pampa argentina o recogiendo uvas en el medioda francs. Lo mismo les pasa a los irlandeses y por eso ya no emigran con la ilusin de llegar a ser policas en Manhattan y los italianos se quedan en Italia porque all viven mejor que amasando pizzas en Chicago. Hay almas piadosas que, para morigerar la inmigracin, proponen a los gobiernos de los pases modernos una generosa poltica de ayuda econmica al Tercer Mundo. Esto, en principio, parece muy altruista. La verdad es que si la ayuda se entiende como ayuda a los gobiernos del Tercer Mundo, esta poltica slo sirve para agravar el problema en vez de resolverlo de raz. Porque la ayuda que lega a gnsters como el Mobutu del Zaire o la satrapa militar de Nigeria o a cualquiera de las otras dictaduras africanas slo sirve para inflar an ms las cuentas bancarias privadas que aquellos dspotas tienen en Suiza, es decir, para acrecentar la corrupcin, sin que ella beneficie en lo ms mnimo a las vctimas. Si ayuda hay, ella debe ser cuidadosamente canalizada hacia el sector privado y sometida a una vigilancia en todas sus instancias para que

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    cumpla con la finalidad prevista, que es crear empleo y desarrollar los recursos, lejos de la gangrena estatal. En realidad, la ayuda ms efectiva que los pases democrticos modernos pueden prestar a los pases pobres es abrirles las fronteras comerciales, recibir sus productos, estimular los intercambios y una enrgica poltica de incentivos y sanciones para lograr su democratizacin, ya que, al igual que en Amrica Latina, el despotismo y el autoritarismo polticos son el mayor obstculo que enfrenta hoy el continente africano para revertir ese destino de empobrecimiento sistemtico que es el suyo desde la descolonizacin. Este puede parecer un artculo muy pesimista a quienes creen que la inmigracin -sobre todo la negra, mulata, amarilla o cobriza- augura un incierto porvenir a las democracias occidentales. No lo es para quien, como yo, est convencido que la inmigracin de cualquier color y sabor es una inyeccin de vida, energa y cultura y que los pases deberan recibirla como una bendicin.

    La alternativa lgica al etnocentrismo es el relativismo cultural, que implica mirar o considerar los rasgos de otra cultura desde esa misma cultura y no desde la propia. Esto no es nada fcil. Se debe conocer en profundidad la otra cultura para hacer valoraciones reales y no considerar que todo es vlido slo porque pertenece a otra cultura, o que ciertos rasgos culturales son o no aceptables en relacin con el lugar en donde se produzcan. Por ejemplo, la costumbre de circuncisin del cltoris a las mujeres africanas, causa de flagelo y de muerte para muchas, es cuestionable ms all de que encuentre algn argumento de sustento en el relativismo cultural. Te propongo, a continuacin, profundizar la temtica a travs un fragmento del texto Obstculos a la interpretacin universalista de los derechos humanos, escrito por Natalia Ribas Mateos, investigadora del Laboratorio Mediterrneo de Sociologa de Francia.

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    PARA PROFUNDIZAR: TEXTOS SELECCIONADOS

    El relativismo cultural ante la universalizacin occidental

    Natalia Ribas Mateos

    [] Si por un lado tenemos todos aquellos argumentos que justifican los obstculos de las culturas no-occidentales respecto a la universalidad de los derechos humanos, por otro lado existe otra tendencia ms flexible en la interpretacin universal, es decir, la de aquellos autores que se basan en el concepto de relativismo cultural. El relativismo se entiende aqu como la doctrina que defiende la falta de una

    verdad universal y atribuye a los valores ticos una vigencia local y temporal determinada. Este concepto de relativismo tiene sus orgenes en la disciplina antropolgica, as como en el relativismo moral filosfico. Cuando se aplica el concepto de relativismo cultural en el dilogo intercultural, ste se utiliza como una forma de reaccin ante los estereotipos etnocentristas y los procesos de aculturacin. El relativismo cultural comprende las diferentes sociedades a partir del criterio de distancia cultural. Como hemos mencionado anteriormente, cuando uno pretende ubicar la universalidad de los derechos humanos en el marco de la diversidad cultural, se constata cmo la mayor parte de las culturas no occidentales no disponen del concepto de derechos humanos desde una perspectiva legal y declaratoria, o bien no la aplican por igual a todos los derechos humanos. Sin embargo, si podemos afirmar que este concepto legal no existe, ello no implica que estas culturas no tengan las mismas reivindicaciones en su concepto, es decir, los derechos en su esencia existen en todas las sociedades a pesar de que no estn expresados como tales. As pues, el supuesto obstculo que implica la falta de un reconocimiento legal en su propia tradicin no puede ser considerado como una justificacin para no afirmar la universalidad de los derechos humanos. No obstante, esta diversidad de caminos s abre aqu un nuevo debate, es decir, el debate fundado sobre el cuestionamiento de las disparidades relativas a los valores y a los principios, aqu est entonces el quid de la cuestin: la bsqueda de un ncleo comn de valores y de principios. Para intentar establecer esta bsqueda de un ncleo comn en general, se afirma la coexistencia de diferentes sistemas de valores, de principios y de

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    normas que pueden poner en duda la existencia de una concepcin nica de dignidad humana. Es precisamente respecto a esta dificultad en establecer una concepcin nica de la dignidad humana que se suelen poner tres tipos de ejemplos de los posibles obstculos. Generalmente se alude a tres tipos de prcticas relativas a una discriminacin de gnero hacia las mujeres: 1) el infanticidio infantil, sobre todo en algunas regiones de la India, 2) la circuncisin femenina o la mutilacin genital femenina, sobre todo en pases del frica subsahariana y 3) el inferior estatuto de las mujeres, sobre todo en los pases rabo-musulmanes. Estos tres casos son los ejemplos ms flagrantes que nos hacen ver la dificultad de entender la universalidad desde la constatacin de la diversidad de valores y de tradiciones. Lo que la complejidad de estos casos deja entrever es que la bsqueda de una identificacin de unos derechos comunes para el conjunto de la humanidad requiere de un doble proceso: 1) por una parte, de un proceso de reinterpretacin intracultural, es decir, dentro de cada cultura (como se ver en el caso de Marruecos), viendo adems que esta cultura est en cambio, no es esttica y que adems debe entenderse dentro de unos ejes socioeconmicos en constante transformacin, y 2) por otra parte, un proceso de interpretacin y anlisis intercultural, lo que pone de manifiesto que todava falta por recorrer un largo camino de obstculos. Una vez se puedan comprender estos dos procesos, vistos de una forma un tanto simplificada, desde un contexto interno y externo, se podr pasar ya a buscar el objetivo ltimo: la bsqueda de un ncleo comn. ste posibilita identificar una base de actuacin en defensa de una entidad abstracta, que desde perspectivas muy divergentes muchas personas quieren preservar: la dignidad humana (Feliu, 1999).

    El islam: el ejemplo paradigmtico de las

    complejidades universalistas En el mundo rabo-islmico el debate sobre la universalidad de los derechos humanos ha estado considerado desde muchas escuelas diferentes de pensamiento: el liberalismo, el marxismo, los movimientos islamistas. Las diversas escuelas han extrado conclusiones divergentes sobre la relacin entre el Islam y lo que se entiende hoy en da como derechos humanos. El punto central de este debate ha girado en torno a la compatibilidad de la tradicin la herencia musulmana y los derechos humanos, basada sobre todo en un enfoque analgico ms que en un enfoque de ruptura entre el islam y los derechos humanos. Muchos de estos trabajos se han dedicado a desentramar la cuestin de la compatibilidad aplicando las nociones abstractas inherentes a la doctrina musulmana, subrayando adems la existencia de tradiciones histricas

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    muy diferentes. Las claves de este debate que nos puedan parecer desde Espaa una curiosidad explicativa para dificultar el debate, es el corazn mismo de los procesos de cambio social en muchos pases rabo-musulmanes. Como sealan Gema Martn (1993: 153); Laura Feliu (1999), la introduccin de la modernidad ha estado aceptada por los pases rabo-musulmanes, pero slo en su vertiente material y no en su vertiente cultural, precisamente por suspicacia al posible desafo a unas estructuras tradicionales profundamente enraizadas. Esta construccin de la suspicacia respecto a la invasin cultural fornea utiliza a su vez el legado de la resistencia poltico- ideolgica de la poca colonial y del imperialismo, importante germen en la construccin de los movimientos nacionalistas en el mundo rabe. Hoy en da esta resistencia es significativa en ciertos sectores de sociedades como la argelina y en parte, como veremos luego, la marroqu, recuperando una antigua divisin del mundo entre Dar al harb (la casa de la guerra, los pases no islmicos) y Dar al islam (la casa del islam, los pases islmicos). La respuesta, desde una posicin estrictamente acadmica, a la situacin de obstculo ideolgico entre los derechos humanos universales y la concepcin islmica de los derechos es doble. Segn Feliu (1999), podemos distinguir dos tipos de literatura: 1. Una abundante literatura que pretende demostrar que el derecho islmico y los derechos humanos son compatibles. En este sentido, Arkoun se suele referir a las usurpaciones o a los trabajos de bricolaje ideolgico para referirse a las doctrinas o a las interpretaciones cornicas que se han elaborado a posteriori, a sabiendas de que el lenguaje cornico es un lenguaje eminentemente simblico. 2. Otro tipo de literatura que subraya como el pensamiento islmico, redactado en el contexto de una estructura social tribal y de unas costumbres propias de un tiempo concreto, entra en contradiccin y difiere en numerosos puntos con los derechos humanos internacionalmente reconocidos. Los dos ejemplos ms destacados de esta incompatibilidad son los siguientes: primero, que el islam entiende que los derechos son corolarios (consecuencia inmediata) de los derechos que se tienen con Al; segundo, el islam sita los derechos y las necesidades de la comunidad por encima de los derechos de los individuos. El individuo se encuentra en un segundo plano ante la comunidad de creyentes (umma), ofreciendo la identidad a travs de la religin. A partir de esta doble literatura distinguimos los argumentos de los que se refieren a un ncleo de derechos compatibles y aqullos que se refieren a un ncleo de derechos incompatibles. Los que hablan de compatibilidad

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    subrayan el concepto universal de la dignidad y la fraternidad, la igualdad entre los miembros sin distincin de raza, color o clase, el respeto al honor, la reputacin y la familia, la presuncin de inocencia o la libertad individual. Los que hablan de incompatibilidad sealan el respeto a la vida y a la dignidad de la persona, el respeto del domicilio o el derecho de asilo, la pervivencia de ciertos castigos corporales (hudud) y la libertad individual a la sumisin (Muslim= sometido). Precisamente, los que hablan de incompatibilidad hacen referencia a dos situaciones concretas: la exclusin de los creyentes no musulmanes y la discriminacin de la mujer. Una vez abierto el debate sobre la incompatibilidad o compatibilidad en la bsqueda de un ncleo comn, podemos encontrar la respuesta en el caso del islam. La respuesta clave a nuestra cuestin se fundamenta bsicamente en la interpretacin que se haga de la Chara o ley musulmana. Este cdigo jurdico, base jurdico-social de la sociedad musulmana, se ha mantenido prcticamente inalterado desde el siglo XII, precisamente cuando se cerr la va de iytihad, es decir la va de la interpretacin, del esfuerzo de interpretacin. Este inmovilismo en la interpretacin de la ley pudo ser superado por los movimientos reformistas del siglo XIX en los pases rabo-musulmanes a partir del movimiento de Nahda (renacimiento). ste movimiento pretenda recuperar el atraso comparativo del mundo musulmn respecto al mundo occidental a travs del esfuerzo de reinterpretacin de los principios islmicos, tomando como base el islam primitivo. Hoy en da todava podemos encontrar una lnea heredera de estos esfuerzos reformistas dentro del pensamiento musulmn. No obstante, esta lnea reformista se encuentra en oposicin directa con aquellos movimientos islamistas que reclaman una aplicacin estricta de la Chara. El auge de estos movimientos fundamentalistas (que van al fundamento del texto, sin dejar paso a una reinterpretacin) es la expresin ms clara de los procesos de re tradicionalizacin (que se hacen extensibles a los sistemas jurdicos) experimentados en las sociedades rabo- islmicas a partir de los aos ochenta. Esta situacin es la que nos ayuda a comprender por qu el debate que nosotros proponemos es todava un debate inacabado hoy en da.

    La otra cara de la moneda: la discriminacin a la

    mujer como base del estereotipo occidental El caso escogido para poder mostrar este anlisis en profundidad acerca de las complicaciones que conlleva la interpretacin universalista de los derechos humanos (el tema del islam respecto al estatuto jurdico de la mujer en el contexto de la supuesta transicin en Marruecos), tiene

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    tambin una lectura no slo desde las circunstancias de los pases de origen de los inmigrantes en Espaa, sino tambin desde la construccin de estereotipos en Espaa. Precisamente la discriminacin a la mujer es uno de los estereotipos ms extendidos con los que tiene que vivir la comunidad marroqu en Espaa, tal como se hizo patente en los actos de violencia de El Ejido en febrero de 2000. Si desde la antropologa clsica se haba intentado destacar la idea del Mediterrneo como un mosaico de culturas al mismo tiempo que en base a la idea de unidad (el concepto del honor y la persistencia de una estructura de parentesco comn, as como la cuna de las religiones monotestas), parece que en cierta forma los debates se abren hoy sobre nuevas cuestiones que tienen que ver con estas posibles incompatibilidades. La primera fractura en ese Mediterrneo es la manera estereotipada en la que nos miramos los unos a los otros. Es decir, la pretensin que muchas veces se tiene en esta orilla del Mediterrneo de reducir a los de enfrente al exclusivo elemento religioso, en este caso el islam, como desde la otra orilla, de reducir Occidente al materialismo, nutriendo el discurso del islamismo poltico (Ribas, 2000). Es un estereotipo bastante extendido en Espaa la idea de los rabo-musulmanes como fanticos, fundamentalistas, agresivos y discriminadores con respecto a las mujeres, caractersticas que se asumen globalmente para toda la comunidad musulmana. En razn de la amenaza que el islam signific para el orden cristiano entre los siglos VII y XVII, el mundo musulmn ocupa frente a aqul un puesto central, cualitativamente distinto del de las dems civilizaciones no europeas. El estereotipo de la mujer rabo-musulmana, que representa la quinta esencia de la alteridad, es un elemento de anlisis interesante en la deconstruccin de los discursos culturalistas. Estos discursos utilizan elementos estereotipados basados en referencias sobre la discriminacin de gnero como base de las incompatibilidades culturales, utilizando a su vez toda una serie de referentes histricos sobre los cuales se produce una construccin sobre las supuestas sociedades atrasadas*.

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    Bibliografa

    Macionis, J. y Plummer, K. (2000). Sociologa. Madrid, Espaa: Prentice

    Hall.

    Ribas Mateos, Natalia, El relativismo cultural ante la universalizacin occidental Biblioteca Digital de la Universidad Autnoma de Barcelona. Disponible en: http://ddd.uab.cat/record/393?ln=es