luz a medias en el siglo xxi

1
EL ESPECTADOR / JUEVES 21 DE AG OSTO DE 2 01 4 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ 24 / 25 EL ESPECTADOR / JUEVES 21 DE AG OSTO DE 2 01 4 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ La lucha de un pueblo por tener energía Luz a medias en el siglo XXI Aunque el Gobierno ha creado proyectos de energías convencionales y renovables, los habitantes de Isla Fuerte, en el Caribe colombiano, aún no han podido estar conectados por completo. La casa bioclimática, alimentada por ener- gía solar, hace las ve- ces de biblioteca. / Fotos: Sergio Silva ~~~~~~~~~~~~~~~~~~ un compromiso para vivir mejor Isla Fuerte es un trozo de tierra somnoliento. Es un pedazo de sel- va de tres kilómetros cuadrados que poco a poco se ha ido tragando el mar, que pasó de ser un retazo desconocido del golfo de Morros- quillo al que los turistas llegaban por puro azar a un pequeño paraíso que han ido parcelando algunos cachacos. Aquí, en este corregi- miento de Cartagena donde el ve- rano es arrollador y las temperatu- ras sobrepasan los 30 grados centí- grados, no hay alcantarillado, ni agua ni luz. O mejor, sí los hay pero a medias. Agua en pozos profundos y luz de 6 de la tarde a 6 de la maña- na. Y eso es suficiente para que buena parte de los 2.000 habitan- tes estén satisfechos. Así hayan te- nido que ver a pedazos el Mundial. Al fin y al cabo, la energía eléctrica sólo la vinieron a conocer hace cin- co años. Ese enero de 2009 hubo alhara- ca. Por primera vez el Gobierno, con ministro, alcaldesa cartage- nera y medios a bordo, había acce- dido a sus peticiones. Había apro- bado un Conpes que permitía la instalación de una planta de gas que dio luz a unas 300 familias y permitió que unos cuantos en- cendieran el televisor y varios ventiladores para paliar el calor y alejar, de paso, a las bandadas de mosquitos que salen cuando se esconde el sol. Fue un logro con sabor a alivio y a progreso. Así sólo haya sido, como sigue siendo hoy, de 6 de la tarde a 6 de la mañana. “Sólo imagínese una cosa. Ima- gínese el hecho de tener una li- cuadora. De no tener, como ha- bíamos hecho siempre, que tritu- rar o moler la fruta para poder ha- cer un jugo. Y además poder to- márselo frío porque aquí no siem- pre hubo hielo. Antes lo traían en- vuelto en fique y en cáscara de arroz desde Lorica. El bloque costaba $500. Pero no siempre se conseguía. A veces tocaba pasar el calor con esa tibieza”. El recuerdo es de Amira, una mujer de 33 años, dos hijos y cuer- po moldeado. Es morena y no se despega de una sombrilla amarilla con la que ataja el sol. “Le pongo otro ejemplo: ¿Sabe usted qué es estudiar con una lámpara de gas to- da la noche? ¿Y que uno al día si- guiente vaya al colegio con los ojos cansados?”. Pero esa vez, el gas sólo les cam- bió la vida a pedacitos. Pronto, quien debía aprobar el subsidio que financiaba el 90% del mante- nimiento, dejó de hacerlo. Y a ellos, ya organizados en una cooperativa capacitada por el Sena, no les que- dó más remedio que pedir fiado el gas a Cartagena. Y asumir los cos- tos del carro que transporta las pi- petas hasta Lorica y Paso Nuevo por más de cuatro horas. Y pagar también el bote que luego de 45 mi- nutos las llevaba por mar desde ese caserío hasta las playas de Isla Fuerte. ¿El costo? Alrededor de $42 millones al mes. “Quedamos con una deuda de más de cien millones. Pero para pagar no tenemos un peso. ¿De dónde? Por eso fue que luego ins- talaron las plantas de ACPM. Y después las de energía solar que son, en últimas, las que usted vino a conocer”. Quien habla es Justi- no, amable y de cuarenta y tantos, líder de la cooperativa y esposo de Leris Zúñiga. De vez en vez se palmotea los brazos, la cara y los pies para evitar que se lo traguen los zancudos. Energía solar a medias Antes de que Justino y Leris terminen de contar su historia aclaran una cosa. Están infinita- mente agradecidos con el Ipse, el Instituto de Planificación y Pro- moción de Soluciones Energéti- cas para las Zonas No Interconec- tadas. Lo dicen para que su relato no sea entendido como una críti- ca. Hay algo de temor. “Sólo esta- mos agradecidos”, repiten. ¿Có- mo no? Después de todo, gracias ellos vieron la luz. Gracias a ellos dejaron de alumbrarse con velas mientras, sentados en los por- ches, oían relatos de los más vie- jos. Y oían también Kalimán , una de las tantas novelas que repro- ducían los viejos radios de pilas. Después del gas, continúan, vi- no el ACPM. Su costo era menor: $18’600.000. La logística, la mis- ma: de Cartagena a Lorica, de Lo- rica a Paso Nuevo, de Paso Nuevo a Isla Fuerte. Primero en camión, luego en bote. (A veces a algunos les gusta imaginar qué sucedería si el corregimiento perteneciera al departamento de Córdoba, si fueran una dependencia de Mon- tería, que está a un par de horas. Todo, tal vez, sería un poco más simple. Pero eso, en verdad, poco importa ahora). De las plantas de ACPM saltaron a un par de seguidores solares, cada uno con 58 paneles. Se los instala- ron hace unos tres años buscando una alternativa de energía sosteni- ble que evitara, entre otras cosas, que dos o tres negros macizos y for- tachones tuvieran que echar a ro- dar mensualmente los 45 tanques azules con sus 60 galones de com- bustible. Los empujaban y los ha- cían rodar desde la playa hasta la subestación de energía. Casi un ki- lómetro de caminos escarpados, con cuestas pequeñitas y pedrego- sas. Son desniveles por los que se asoman algunas tuberías rotas. Un recuerdo amargoso de cuando ha- ce cuatro años vinieron funciona- rios cartageneros con la idea de ha- cer un acueducto. Cavaron pozos de 48 metros de profundidad junto a un par de tanques elevados in- mensos. Pero pasaron por alto el hecho de que estas tierras carecen de energía, necesaria para las mo- tobombas que extraen el agua. “Una chambonada”, en palabras de Miguel, un vallecaucano de 60 años que hace 40 llegó a esta isla. Con esos paneles solares tam- bién hubo algarabía. Parecía ser la solución definitiva. Al menos lo fue hasta hace un año, cuando se dañó una pieza de no más de 70 centíme- tros de largo llamada Sunny Island. “Desde entonces —dice Justino— nos han dicho que la van a traer. Pe- ro se demora un poco porque tie- nen que importarla de Europa. Así que, por ahora, volvimos a trabajar con ACPM. Hasta noviembre cuando nos instalen las nuevas plantas que nos prometieron. Ya hicimos lo más difícil: que nos do- naran el terreno”. Y eso implica mayor costo y a ve- ces menos energía. “Poco a poco hemos tenido que reducir las horas del servicio. Porque estas dos plan- tas —del tamaño de un furgón cada una— soportan 135 kilovatios. Y una está dañada desde enero. De exigir mucho corremos el riesgo de que la otra se funda”. Energía a cuenta gotas Pero en estos suelos, que los an- tioqueños llaman el paraíso, la idea de los paneles solares ha em- pezado a calar de forma paulati- na. A la par que se montaron los principales se establecieron unos cuantos más: uno alimenta el cen- tro de salud; otro, una casa biocli- mática que hace las veces de bi- blioteca, y otro más permite que un centro de acopio tenga energía para congelar los cien kilos de pargo o los cincuenta de camarón que de vez en vez traen en neveras de icopor los pescadores. Hay 15 congeladores. Cada uno alberga 150 kilos. Hoy, sin embargo, todos están vacíos. El panel del centro de salud mantiene activa la nevera donde se guardan las vacunas, pero es insuficiente para poner a funcio- nar los ventiladores de los tres consultorios y el equipo de odon- tología. Las consultas generales se hacen al aire libre. Citologías y procedimientos más delicados se realizan en uno de esos cuartos, cuyas ventanas no alcanzan si quiera para asomar la cabeza. En la biblioteca, una construc- ción hecha en mata de corozo y piedra, hay luz para que los niños lean, se asocien con esas enciclo- pedias empolvadas que les dejan los turistas. Con uno que otro li- bro de ciencias naturales y mate- máticas aplicadas. La abren los sábados. La dirige Isabel Cristina, una paisa de más de 60, simpática, cordial y ojerosa. Hoy es martes. Son las 6 p.m. y acaba de llegar la luz. De golpe Is- la Fuerte parece tener vida. Los pocos almacenes y tiendas están abiertos. Una que otra casa de concreto tiene internet. Hay gen- te andando en bicicleta. Aquí, en este pedazo de Caribe repleto de mangos, naranjos y nísperos no se permiten los carros ni las motos. Sólo bicicletas y mulas. Hay mú- sica. Hay bullicio. » Emgesa, en alianza con la Fundación Mamonal y empresas de la zona industrial de Mamonal (Bolívar), está desarrollando dos proyectos de responsabilidad social en Cartagena, enfocados en la capacitación para la gestión del riesgo y un programa de educación ambiental. Con el programa Combas se busca la creación o el fortaleci- miento de los comités comunitarios de emergencia y el fortalecimiento de los consejos municipales de gestión del riesgo con las poblaciones vulnerables por efecto de los fenómenos naturales, a través de talleres, simulacros y la entrega de suministros. Por otra parte, el programa Revivo busca promover una conciencia ambientalmente responsable bajo criterios de sostenibilidad, así como formular una política pública a largo plazo en el Distrito de Cartagena en el tema ambiental. ENTREGA 2 SERGIO SILVA NUMA [email protected] @SergioSilva03 Hace un año no funcio- nan los pá- nales sola- res que alumbraban a la comuni- dad. Financiera del Desarrollo Aliados: Cambio climático y energías renovables ISAGEN está comprometida con la atenuación del cambio climático y con el desarrollo de fuentes alternas de energía renovable, mecanismos de desarrollo limpio y de eficiencia energética. En 2012, la producción de energía hidroeléctrica disminuyó 14% con relación a 2011, situación que se explica por cambios en la hidrología de las cuencas aportantes. En este contexto, la conformación de un portafolio de proyectos de energía renovable, que incluye proyectos hidroeléctricos, eólicos y geotérmicos, como el Hidroeléctrico Sogamoso y el Parque Eólico Guajira, evidencian la decisión de la empresa de diversificar su portafolio de generación, orientado a la mitigación y atenuación de los potenciales efectos del cambio climático. Ante la au- sencia de acueducto, los habitan- tes recogen agua de po- zos profun- dos y la transportan en mulas. Respaldo: Dirección técnica: DE LAS PLANTAS DE ACPM SALTARON A 58 PANELES SOLARES. LOS INSTALARON HACE UNOS TRES AÑOS BUSCANDO UNA ALTERNATIVA DE ENERGÍA SOSTENIBLE. Crónicas

Upload: wwfcolombia

Post on 27-Dec-2015

7 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: LUZ A MEDIAS EN EL SIGLO XXI

Publicacion = El Espectador, Sección = , Color = , Fecha = 20/08/2014, Hora = 02:47:27 p.m., Página= 24-25, Usuario = hamaya

EL ESPECTADOR / JUEVES 21 DE AG OSTO DE 2 01 4

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~24 / 25EL ESPECTADOR / JUEVES 21 DE AG OSTO DE 2 01 4

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

La lucha de un pueblo por tener energía

Luz a mediasen el siglo XXIAunque el Gobierno ha creado proyectos de energías convencionalesy renovables, los habitantes de Isla Fuerte, en el Caribe colombiano,aún no han podido estar conectados por completo.

La casa bioclimática,alimentada por ener-gía solar, hace las ve-ces de biblioteca./ Fotos: Sergio Silva

~~~~~~~~~~~~~~~~~~

un compromiso para vivir mejor

Isla Fuerte es un trozo de tierrasomnoliento. Es un pedazo de sel-va de tres kilómetros cuadradosque poco a poco se ha ido tragandoel mar, que pasó de ser un retazodesconocido del golfo de Morros-quillo al que los turistas llegabanpor puro azar a un pequeño paraísoque han ido parcelando algunoscachacos. Aquí, en este corregi-miento de Cartagena donde el ve-

rano es arrollador y las temperatu-ras sobrepasan los 30 grados centí-grados, no hay alcantarillado, niagua ni luz. O mejor, sí los hay peroa medias. Agua en pozos profundosy luz de 6 de la tarde a 6 de la maña-na. Y eso es suficiente para quebuena parte de los 2.000 habitan-tes estén satisfechos. Así hayan te-nido que ver a pedazos el Mundial.Al fin y al cabo, la energía eléctricasólo la vinieron a conocer hace cin-co años.

Ese enero de 2009 hubo alhara-ca. Por primera vez el Gobierno,con ministro, alcaldesa cartage-nera y medios a bordo, había acce-dido a sus peticiones. Había apro-bado un Conpes que permitía la

instalación de una planta de gasque dio luz a unas 300 familias ypermitió que unos cuantos en-cendieran el televisor y variosventiladores para paliar el calor yalejar, de paso, a las bandadas demosquitos que salen cuando seesconde el sol. Fue un logro consabor a alivio y a progreso. Así sólohaya sido, como sigue siendo hoy,de 6 de la tarde a 6 de la mañana.

“Sólo imagínese una cosa. Ima-gínese el hecho de tener una li-cuadora. De no tener, como ha-bíamos hecho siempre, que tritu-rar o moler la fruta para poder ha-cer un jugo. Y además poder to-márselo frío porque aquí no siem-pre hubo hielo. Antes lo traían en-vuelto en fique y en cáscara dearroz desde Lorica. El bloquecostaba $500. Pero no siempre seconseguía. A veces tocaba pasarel calor con esa tibieza”.

El recuerdo es de Amira, unamujer de 33 años, dos hijos y cuer-po moldeado. Es morena y no sedespega de una sombrilla amarillacon la que ataja el sol. “Le pongootro ejemplo: ¿Sabe usted qué esestudiar con una lámpara de gas to-da la noche? ¿Y que uno al día si-guiente vaya al colegio con los ojoscansados?”.

Pero esa vez, el gas sólo les cam-bió la vida a pedacitos. Pronto,quien debía aprobar el subsidioque financiaba el 90% del mante-nimiento, dejó de hacerlo. Y a ellos,ya organizados en una cooperativacapacitada por el Sena, no les que-dó más remedio que pedir fiado elgas a Cartagena. Y asumir los cos-tos del carro que transporta las pi-petas hasta Lorica y Paso Nuevopor más de cuatro horas. Y pagartambién el bote que luego de 45 mi-nutos las llevaba por mar desde esecaserío hasta las playas de IslaFuerte. ¿El costo? Alrededor de$42 millones al mes.

“Quedamos con una deuda demás de cien millones. Pero parapagar no tenemos un peso. ¿Dedónde? Por eso fue que luego ins-talaron las plantas de ACPM. Ydespués las de energía solar queson, en últimas, las que usted vinoa conocer”. Quien habla es Justi-no, amable y de cuarenta y tantos,líder de la cooperativa y esposo deLeris Zúñiga. De vez en vez sepalmotea los brazos, la cara y lospies para evitar que se lo traguenlos zancudos.

Energía solar a mediasAntes de que Justino y Leris

terminen de contar su historiaaclaran una cosa. Están infinita-mente agradecidos con el Ipse, elInstituto de Planificación y Pro-moción de Soluciones Energéti-cas para las Zonas No Interconec-tadas. Lo dicen para que su relatono sea entendido como una críti-ca. Hay algo de temor. “Sólo esta-

mos agradecidos”, repiten. ¿Có-mo no? Después de todo, graciasellos vieron la luz. Gracias a ellosdejaron de alumbrarse con velasmientras, sentados en los por-ches, oían relatos de los más vie-jos. Y oían también Ka l i m á n , unade las tantas novelas que repro-ducían los viejos radios de pilas.

Después del gas, continúan, vi-no el ACPM. Su costo era menor:$1 8 ’600.000. La logística, la mis-ma: de Cartagena a Lorica, de Lo-rica a Paso Nuevo, de Paso Nuevoa Isla Fuerte. Primero en camión,luego en bote. (A veces a algunosles gusta imaginar qué sucederíasi el corregimiento pertenecieraal departamento de Córdoba, sifueran una dependencia de Mon-tería, que está a un par de horas.Todo, tal vez, sería un poco mássimple. Pero eso, en verdad, pocoimporta ahora).

De las plantas de ACPM saltarona un par de seguidores solares, cadauno con 58 paneles. Se los instala-ron hace unos tres años buscandouna alternativa de energía sosteni-ble que evitara, entre otras cosas,que dos o tres negros macizos y for-tachones tuvieran que echar a ro-dar mensualmente los 45 tanquesazules con sus 60 galones de com-bustible. Los empujaban y los ha-cían rodar desde la playa hasta lasubestación de energía. Casi un ki-lómetro de caminos escarpados,con cuestas pequeñitas y pedrego-sas. Son desniveles por los que seasoman algunas tuberías rotas. Unrecuerdo amargoso de cuando ha-ce cuatro años vinieron funciona-rios cartageneros con la idea de ha-cer un acueducto. Cavaron pozosde 48 metros de profundidad juntoa un par de tanques elevados in-mensos. Pero pasaron por alto elhecho de que estas tierras carecende energía, necesaria para las mo-tobombas que extraen el agua.“Una chambonada”, en palabrasde Miguel, un vallecaucano de 60años que hace 40 llegó a esta isla.

Con esos paneles solares tam-bién hubo algarabía. Parecía ser lasolución definitiva. Al menos lo fue

hasta hace un año, cuando se dañóuna pieza de no más de 70 centíme-tros de largo llamada Sunny Island.“Desde entonces —dice Justino—nos han dicho que la van a traer. Pe-ro se demora un poco porque tie-nen que importarla de Europa. Asíque, por ahora, volvimos a trabajarcon ACPM. Hasta noviembrecuando nos instalen las nuevasplantas que nos prometieron. Yahicimos lo más difícil: que nos do-naran el terreno”.

Y eso implica mayor costo y a ve-ces menos energía. “Poco a pocohemos tenido que reducir las horasdel servicio. Porque estas dos plan-tas —del tamaño de un furgón cadauna— soportan 135 kilovatios. Yuna está dañada desde enero. Deexigir mucho corremos el riesgo deque la otra se funda”.

Energía a cuenta gotasPero en estos suelos, que los an-

tioqueños llaman el paraíso, laidea de los paneles solares ha em-pezado a calar de forma paulati-na. A la par que se montaron losprincipales se establecieron unoscuantos más: uno alimenta el cen-tro de salud; otro, una casa biocli-mática que hace las veces de bi-blioteca, y otro más permite queun centro de acopio tenga energíapara congelar los cien kilos depargo o los cincuenta de camarónque de vez en vez traen en neverasde icopor los pescadores. Hay 15congeladores. Cada uno alberga150 kilos. Hoy, sin embargo, todosestán vacíos.

El panel del centro de saludmantiene activa la nevera dondese guardan las vacunas, pero esinsuficiente para poner a funcio-nar los ventiladores de los tresconsultorios y el equipo de odon-tología. Las consultas generalesse hacen al aire libre. Citologías yprocedimientos más delicados serealizan en uno de esos cuartos,cuyas ventanas no alcanzan siquiera para asomar la cabeza.

En la biblioteca, una construc-ción hecha en mata de corozo ypiedra, hay luz para que los niñoslean, se asocien con esas enciclo-pedias empolvadas que les dejanlos turistas. Con uno que otro li-bro de ciencias naturales y mate-máticas aplicadas. La abren lossábados. La dirige Isabel Cristina,una paisa de más de 60, simpática,cordial y ojerosa.

Hoy es martes. Son las 6 p.m. yacaba de llegar la luz. De golpe Is-la Fuerte parece tener vida. Lospocos almacenes y tiendas estánabiertos. Una que otra casa deconcreto tiene internet. Hay gen-te andando en bicicleta. Aquí, eneste pedazo de Caribe repleto demangos, naranjos y nísperos no sepermiten los carros ni las motos.Sólo bicicletas y mulas. Hay mú-sica. Hay bullicio.

» Emgesa, en alianza con la FundaciónMamonal y empresas de la zona industrialde Mamonal (Bolívar), está desarrollandodos proyectos de responsabilidad social enCartagena, enfocados en la capacitaciónpara la gestión del riesgo y un programa deeducación ambiental. Con el programaCombas se busca la creación o el fortaleci-miento de los comités comunitarios deemergencia y el fortalecimiento de losconsejos municipales de gestión del riesgocon las poblaciones vulnerables por efectode los fenómenos naturales, a través detalleres, simulacros y la entrega desuministros. Por otra parte, el programaRevivo busca promover una concienciaambientalmente responsable bajo criteriosde sostenibilidad, así como formular unapolítica pública a largo plazo en el Distritode Cartagena en el tema ambiental.

ENTREGA 2

SERGIOS I LVANUMA

ss i l va @ e l e s p e c t a d o r.co m@ S e rg i o S i l va 03

Hace un añono funcio-nan los pá-nales sola-res quea l u m b ra b a na la comuni-dad.

Financiera del Desarrollo

Aliados:

Cambio climático y energías renovables

ISAGEN está comprometida con laatenuación del cambio climático ycon el desarrollo de fuentes alternasde energía renovable, mecanismosde desarrollo limpio y de eficienciaenergética. En 2012, la producción deenergía hidroeléctrica disminuyó14% con relación a 2011, situación quese explica por cambios en lahidrología de las cuencas aportantes.En este contexto, la conformación de

un portafolio de proyectos deenergía renovable, que incluyeproyectos hidroeléctricos, eólicos ygeotérmicos, como el HidroeléctricoSogamoso y el Parque EólicoGuajira, evidencian la decisión de laempresa de diversificar su portafoliode generación, orientado a lamitigación y atenuación de lospotenciales efectos del cambioc l i m á t i co.

Ante la au-sencia dea c u e d u cto,los habitan-tes recogenagua de po-zos profun-dos y lat ra n s p o r t a nen mulas.

Re s p a l d o: Dirección técnica:

Libertad y Orden

DE LASPLANTAS DE ACPM

SALTARON A 58PA N E L E S

SOLARES. LOSINSTALARON HACE

UNOS TRES AÑOSBUSCANDO UNAALTERNATIVA DE

ENERGÍAS OST E N I B L E .

Crónicas