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Luis Villoro nació en Barcelona, España, el 3 de noviembre de 1922 y dejó aquel país para buscar en México lo que sería su nuevo hogar. Heredero de una Europa ilustrada, escarbó en la identidad de la España que lo vio nacer para estudiar las herramientas teóricas del existencialismo. Cuenta Juan Villoro, su hijo, que don Luis convirtió su vida en un esfuerzo intelectual de búsqueda de identidad. Comenzó su trayectoria estudiando a los primeros defensores de los indios y más tarde llegó a ser uno de los principales interlocutores de las naciones originales en el territorio que hoy se llama México. En el texto que Juan escribió: Mi padre, el car taginés, cuenta una anécdota que surge de la búsqueda del conocimiento del filósofo. En el internado jesuita en el que estudiaba en Bélgica, “mi padre creció como cartaginés, resistiendo contra el imperio, posponiendo el holocausto de la ciudad sitiada. Estudiar, saber latín, significaba vencer a Roma. Aprendería a no tener familia, ciudad, país concreto. Su guerra púnica sería abstracta, intensa, sostenida”. Luis Villoro, “el principal interlocutor de los indígenas”. César Hernández México, D.F., 15 de marzo de 2014

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1“Durante 91 años Luis Villoro cambió el mundo.”“Durante 91 años Luis Villoro cambió el mundo.”

Luis Villoro nació en Barcelona, España, el 3 de noviembre de 1922 y dejó aquel país para buscar en México lo que sería su nuevo hogar. Heredero de una Europa ilustrada, escarbó en la identidad de la España que lo vio nacer para estudiar las herramientas teóricas del existencialismo.

Cuenta Juan Villoro, su hijo, que don Luis convirtió su vida en un esfuerzo intelectual de búsqueda de identidad. Comenzó su trayectoria estudiando a los primeros defensores de los indios y más tarde llegó a ser uno de los principales interlocutores de las naciones originales en el territorio que hoy se llama México.

En el texto que Juan escribió: Mi padre, el cartaginés, cuenta una anécdota que surge de la búsqueda del conocimiento del filósofo. En el internado jesuita en el que estudiaba en Bélgica, “mi padre creció como cartaginés, resistiendo contra el imperio, posponiendo el holocausto de la ciudad sitiada. Estudiar, saber latín, significaba vencer a Roma. Aprendería a no tener familia, ciudad, país concreto. Su guerra púnica sería abstracta, intensa, sostenida”.

Luis Villoro, “el principal interlocutor

de los indígenas”.

César Hernández

México, D.F., 15 de marzo de 2014

2 “Durante 91 años Luis Villoro cambió el mundo.”“Durante 91 años Luis Villoro cambió el mundo.”

Luis Villoro fue fundador del grupo Hiperión, una corriente de pensamiento que nació bajo la tutela del exiliado filósofo español José Gaos.

Además, fue un pensador carismático, congruente con su postura crítica, fiel a sus principios de izquierda que logró reflejar la tensión que dividía a los indígenas relegados de un mundo que iba progresando por la misma dinámica que el sistema exigía.

Narra Juan, en una bella estampa de la personalidad de su padre, que cuando él, su hijo, pretendió obtener la doble nacionalidad y ser español, aquél, su “viejo” –orgulloso de sentirse mexicano- le espetó: “¿No te da vergüenza?, ¿Para qué quieres ser español? (…) ¿Te das cuenta del trabajo que nos ha costado ser mexicanos? ¿Vas a tirar todo eso por la borda?” Fue entonces que Juan entendió que México había conquistado a su padre espiritualmente.

Don Luis, reconocido como el articulador del pluralismo indigenista en México y en Latinoamérica, logró comprender las dolencias de los indígenas olvidados en los lugares más recónditos de la sociedad.

Luchó por sus derechos, compartió el entendimiento, cuestionamientos y discrepancias que llevaron al subcomandante Marcos –desde la Selva Lacandona- a impulsar el levantamiento de armas con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994, para tratar de romper con el olvido, la marginación y la exclusión social de ese grupo.

Para Juan Villoro, a través del movimiento zapatista y del diálogo con el subcomandante Marcos, su padre pasó de la reflexión al terreno de la experiencia, lo que lo convirtió en protagonista de su propio objeto de estudio.

En una de sus reflexiones en torno al tema zapatista, Luis Villoro dijo que “la revuelta de Chiapas no es sólo racial y política. Es la lucha por una democracia pluricultural, porque la cultura mexicana no se entiende sin la marca indígena”.

En su último día, don Luis llamó a su hija Renata -quien vive en España- para felicitarla por su cumpleaños. Colgó el teléfono; “luego, como quien cierra un libro cerró los ojos, y se murió, con serenidad, sin sufrir”, recordó Juan.

Hombre sabio que aceptaba su destino, porque la filosofía es una forma de vivir y en la vida existe también la muerte, durante 91 años fue un pensador consciente y responsable de su papel social, que a diario encontraba un motivo y un modo de cambiar la realidad.

3“Durante 91 años Luis Villoro cambió el mundo.”“Durante 91 años Luis Villoro cambió el mundo.”

Su partida nos deja una gran lección: que no basta entender e interpretar al mundo porque siempre hay una oportunidad para cambiarlo y mejorarlo; que todavía existen brechas de desigualdad que conforman nuestro amplio y variado mosaico de identidad nacional; que es urgente luchar en contra de las grandes diferencias porque aún persisten graves dolencias sociales arraigadas de discriminación y exclusión.

Hoy más que nunca tenemos en nuestras manos la oportunidad para que todos como sociedad reunamos los ideales y valores que dieron sustento a nuestro país, y día con día, trabajar para hacer de México una mejor nación.

De la pluma de Juan Villoro y con su autorización, compartimos el artículo: Última lección, publicado el día 7 marzo de 2014 en el diario Reforma, en donde el hijo rememora la vida de su padre en un tono que se antoja iluminado por Bloch y por Rilke:

“En algún momento los niños se preguntan a qué se dedican sus padres. Saber que el mío era filósofo no me llevó muy lejos. Pedí más datos y explicó que estudiaba “el sentido de la vida”.

“Mis compañeros tenían padres con oficios comprensibles: un médico, un piloto, un vendedor de alfombras. Cuando les dije que el mío buscaba el sentido de la vida pensaron que se trataba de un vago que iba de cantina en cantina.

“Nada más lejos de la realidad. El pensamiento sólo tiene días hábiles y los de mis padres estuvieron llenos de libros, seminarios, cátedras. Recuerdo una conferencia suya en un auditorio de la UAM-Iztapalapa. De pronto se fue la luz. Él acalló el rumor del público diciendo: “Afortunadamente, las palabras y las ideas son luminosas en sí mismas”, y continuó sin perder el hilo del discurso.

“Muerto en miércoles de ceniza, Luis Villoro Toranzo nació en 1922, en Barcelona. Comenzó su trayectoria estudiando a los primeros defensores de los indios y la concluyó convertido en uno de sus principales interlocutores. En 2012 recibió en Morelia un homenaje de la comunidad purépecha en el que fue llamado “Tata” y donde una mujer le dijo: “Gracias a usted no me da vergüenza de ser india”.

“A través del movimiento zapatista y el diálogo con el subcomandante Marcos, pasó de la reflexión al terreno de la experiencia. Como en una parábola clásica, se convirtió en protagonista de su objeto de estudio.

“Uno de los episodios más conmovedores del medio siglo mexicano fue la donación popular para pagar las indemnizaciones de la expropiación petrolera. El país entregaba collares, llaves y herramientas a cambio de un recurso natural. En esas jornadas, mi padre donó su máquina de escribir. Fue un gesto decisivo: no le bastaba interpretar el mundo; quería cambiarlo.

“Viajó a Cuba, militó en las juventudes socialistas, estuvo en la creación del Partido Popular, colaboró en la revista El Espectador (insólito espacio de disidencia política), fue miembro de la Coalición de Maestros en el 68, fundó el Partido Mexicano de los Trabajadores. Alternó la lucha política con sus iniciativas culturales y académicas: perteneció al grupo Hiperión, inventó planes de estudio para la UAM, creó la revista Crítica y, como embajador ante la UNESCO, luchó porque las estatuas saqueadas al Partenón volvieran a Grecia.

“Su cordialidad lo llevaba a tratar a los desconocidos como si los conociera. Discreto en las reuniones, disertaba sobre pedido acerca de cualquier tema. Nunca lo oímos decir una mentira, ofender a alguien o contar un chisme.

“Era un modelo de integridad pero sabía divertirse. Le gustaban los Raleigh sin filtro, el chocolate, el vino, la loción Aqua Velva, el despegue de un avión (en el aire se sentía libre), el futbol, las calles de París, la música clásica, algunas novelas y casi todas las mujeres.

4 “Durante 91 años Luis Villoro cambió el mundo.”“Durante 91 años Luis Villoro cambió el mundo.”

“El tiempo perfeccionó su rostro: parecía un Quijote pintado por Velázquez en pos de un molino de viento. Pasaba la mañana en cama, leyendo La Jornada y El País. Al saludarlo le preguntaba: ‘¿Qué posibilidades hay de cambiar el mundo?’ Él sonreía, pero contestaba en serio: encontraba a diario un motivo y un modo de cambiar la realidad.

“Cuando terminó mi acto de ingreso al Colegio Nacional, me senté a su lado y preguntó: ‘¿Qué planes tienes?’. Yo estaba aturdido: mi único plan era dormir. ‘¿No estás escribiendo nada? ¡Haz planes!’. Una vez más él ya estaba en el futuro.

“‘La filosofía es una preparación para la muerte’, escribió Montaigne. Mi padre enfrentó la suya con serenidad, acompañado del amor de Fernanda Navarro, rodeado de los búhos que coleccionó a lo largo de su vida, pendiente de sus cuatro hijos, esperando un nuevo escrito de Alfredo López Austin, Pablo González Casanova o Roger Bartra, una visita de mi madre, Memo Briseño o Margo Glantz.

“No quería padecer la indignidad del dolor ni someterse a abusos médicos. Sin ayuda externa, deseaba irse en el momento justo.

“El miércoles era el cumpleaños de mi hermana Renata. Habló con ella, colgó el teléfono y cerró los ojos como quien cierra un libro. El maestro daba su última lección.

“Nos va a hacer mucha falta: estas atropelladas líneas ya son testimonio de su ausencia.

“A veces fue acusado de ‘romántico’ o ‘idealista’, como si pudiera haber exceso en esas virtudes. Su despedida fue la confirmación de sus argumentos. Lo acompañaron estudiantes de muchas épocas, luchadores sociales, académicos, miembros de comunidades indígenas, cómplices de sus reiteradas utopías.

“Durante 91 años Luis Villoro cambió el mundo.”