luchando contra el destino susana mohel

75

Upload: erika-barajas

Post on 09-Aug-2015

110 views

Category:

Entertainment & Humor


7 download

TRANSCRIPT

Para ti, que eres la luz de mis ojos

Esta historia es para ti, que me impulsaste a escribirla.

Con todo mi corazón,

Susana

1

Creo que tengo un acosador

ESTA NOCHE VAS A SALIR A CENAR CONMIGO

Veo esas palabras una y otra vez titilando en la pantalla de mi celular. ¿Por

qué ese hombre no acepta un no como repuesta?

Su nombre es Benjamin Graham, lo conocí hace unos pocos días en la casa

que mi amiga Lucille comparte con su novio el banquero Maximillian Fitz-

James. El tipo es atractivo, no puedo negarlo, pero también es intenso, muy

intenso y eso me asusta.

En más de una ocasión he estado a punto de ceder ante su persecución,

cualquier mujer con dos ojos en la cara lo haría. Ben tiene un cuerpo que dan

ganas de recorrerlo con la lengua, si así es con ropa no me quiero imaginar

cómo será sin ella. A ver Paula Brown, ¿no te parece que vas en caída libre?

Está bien que hace mucho no te dan un buen revolcón, pero no hay necesidad de

mostrar el hambre.

El día que nos conocimos acababa de tener un problema grave con el último

estúpido con el que había estado saliendo, resulta que el imbécil estaba

‘felizmente’ casado, con un hijo y otro en camino. Para colmo de males

tampoco era yo la única incauta que había caído en sus redes. Ese breve

relato es sólo un pequeño ejemplo de lo que ha sido mi vida amorosa, un

desastre tras otro. ¿Por qué no puedo ser como Lucy que puso sus ojos en

el hombre indicado?

Decido ignorar el repiqueteo de mi teléfono, estoy segura que de contestar

mi respuesta sería afirmativa y terminaría en la cama con el idiota. Quien

dijo que para encontrar al príncipe azul había que besar muchos sapos

sin duda tenía el corazón más duro que una piedra, yo definitivamente no

puedo enredarme sin involucrar mis sentimientos. Y ahí precisamente está

el pequeño detalle, me enamoro con facilidad y después me estrello con la

realidad que para mí mala suerte nunca ha sido un cuento de hadas.

Afortunadamente hemos tenido bastante trabajo en la empresa, así que

menos tiempo para darle vueltas al caso Graham, espero que ante mi

rechazo el hombre se aburra y opte por dejarme en paz definitivamente.

El miércoles nada más llegar a mi oficina la recepcionista me anuncia que

tengo una entrega esperándome en recepción, salgo al encuentro de un

mensajero de gorra azul que me pasa su lector electrónico para firmar de

recibido. Cualquier mujer esperaría recibir rosas rojas, de esas que impregnan

el ambiente con su aroma. Pero no, si bien me ha mandado flores, todas son

hechas de frutas y son una cantidad con la que creo que podría alimentar a

un regimiento, son al menos seis canastas. Después el divertido encargado

me pasa un sobre rojo y se marcha divertido, dejándome con la mandíbula

casi en el suelo.

Indignada arrastro las canastas hasta mi oficina, ¿a qué hora piensa Graham

que me voy a comer todas estas cosas? Furiosa tiro el sobre al bote de la

basura mientras me desplomo en mi silla con la cabeza entre las manos. No

han pasado ni dos minutos cuando mi teléfono suena, es un nuevo mensaje

y aun sin ver la pantalla ya sé quién lo ha enviado.

Espero que disfrutes mis flores. ¿Salimos a cenar esta noche?

Estoy a punto de cambiar mi número, pero estoy segura que más tardaría

en hacer el trámite que en que él lo tuviera nuevamente, eso sin duda fue

el boca floja del novio de mi amiga que seguramente le ha facilitado la

información. Y luego tienen el descaro de decir que las metiches somos las

mujeres. Al llegar a casa le cuento lo sucedido a mi amiga, pero lejos de

solidarizarse con mi molestia estalla en una carcajada.

“No te atrevas a reírte Hixson, esto no tiene nada de divertido.”

“Bueno, no puedo dejar de reírme, pero te prometo que le preguntare a Max

si él le dio tu número de teléfono a Ben.”

“Y dile que por favor le pida que me deje en paz.” Agrego furiosa.

Mi amiga tiene el descaro de volver a reírse. “¿Ahora Maximillian es tu

mensajero?”

“A veces no eres mi persona favorita.”

“Tonta ridícula, aun así me amas.”

Pongo los ojos en blanco en respuesta a la afirmación de mi amiga, debo

reconocer que Lucy es más bien como la hermana que nunca tuve, soy

la menor de cuatro hermanos varones y nunca tuve muchas chicas a mi

alrededor, estoy agradecida por tenerla en mi vida.

“Por cierto, no olvides que el sábado iremos al concierto de Muse, Max

consiguió entradas.”

“Tendría que estar amnésica para olvidarlo, es tan emocionante, vamos a

ver a nuestra banda favorita y en unos excelentes lugares.” Hacemos un

bailecito de celebración mientras seguimos apoltronadas en los sillones.

En ese momento entra Maximillian a la salita de televisión y la diversión

termina, a mi amiga la rapta su novio casi llevándosela sobre el hombro para

su completo deleite y yo me quedo ahí pensando el idiota que me ha robado

la tranquilidad desde el domingo pasado preguntándome por qué carajo no

logro sacármelo de una vez de la cabeza.

El jueves en la mañana otra vez llega el mismo mensajero de ayer, pero ahora

trae consigo dos canastas llenas de muffins, mis compañeros de trabajo

sonríen satisfechos, ayer su desayuno fue una gran variedad de frutas y hoy

tendremos pastelitos.

Los mensajes de texto no paran de llegar y yo estoy a punto de llamarlo para

mandarlo a la mismísima mierda. Pero una voz en mi interior sutilmente me

grita que en realidad no quiero hacerlo. Reconócelo Paula, ese hombre te

gusta y te gusta mucho.

El viernes en la mañana tiemblo cuando la recepcionista me avisa que el ya

conocido mensajero me espera en la entrada. A ver que se le ha ocurrido al

hippy que se ha secuestrado mi tranquilidad desde que llego de Hong Kong.

“Oh Dios mío…” Sale de mi boca involuntariamente cuando veo al chico de

gorra azul ahí parado con lo que debe ser al menos tres docenas de globos

rojos en forma de corazón.

Y como si la situación no fuera lo suficientemente incomoda, en ese preciso

momento mi jefe entra en el vestíbulo. Me. Quiero. Morir.

Es Joshua Mc Murray, el hijo del fundador de la compañía y su actual

propietario, quien me mira casi a punto de explotar de la risa, bueno, ¿es

que me he convertido en el comediante local más popular o qué?

“¿Ya te vas a apiadar del hombre o vamos a tener espectáculos como este

todos los días?”

“Señor Mc Murray…lo siento, no ha sido mi intención importunar a nadie,

pero esto es…” Hago el intento de excusarme.

“¿Es alguien que conozca?” Pregunta con mucha curiosidad apoyándose en

la barra de la recepcionista.

“Este…”

“Se llama Benjamin Graham,” responde la inoportuna de Katherine, la

recepcionista.

“¿Benjamin Graham, de GE electrónicos?” Inquiere con asombro. “Pensé

que vivía en oriente,” hace una mueca. “Lo has hecho bien, pudiste haber

escogido mucho peor.”

“Yo no he elegido a nadie, lo conocí el domingo y desde entonces no deja

de acosarme.” Porque eso es lo que ha hecho, ni siquiera le contesto el

teléfono y él parece encontrar eso muy estimulante.

“Paula, Paulita, no hay nada que un hombre encuentre más entretenido

que un reto, las mujeres últimamente están tan desesperadas por atrapar

al primer incauto que se les atraviese que para nuestro complejo de

conquistador eso es completamente gratificante.”

“¿Entonces me he convertido en un trofeo de caza?” Levanto las cejas en

una muestra clara de enojo. “Vaya…”

“No, lo que yo estoy queriendo decir es que a todos nos gustan las cosas

difíciles, nada que sea fácil vale la pena.” Entonces aplaude un par de veces.

“Pero por hoy ya ha sido suficiente del show de Oprah, vamos a trabajar.

Lleva esos globos a tu oficina o algún lugar donde no molesten.”

Al llegar a mi escritorio veo en la pantalla del teléfono que tengo dos

llamadas perdidas y otro mensaje de texto.

Este fin de semana vas a salir conmigo, quieras o no.

En tus sueños, yo ya tengo planes para este sábado, chúpate esa Graham. Esa

sería mi respuesta ideal, pero aun así, no muevo ni un dedo para enviar el

SMS.

~~~

El sábado puntualmente estamos listos para salir, desde que mi amiga Lucille

recibió el balazo en la cadera hace unas semanas, su novio está siendo

extremadamente protector con ella así que no podemos ir a ningún lado

sin niñera. Por lo que dos hombres de seguridad nos acompañan, de cierta

forma es un alivio saber que no voy a estar sola con los dos tortolos, me

hacía sentir como un gondolero de Venecia, ya solo me hacía falta ponerme

a cantar ‘Oh sole mío’.

Pero cual será mi sorpresa cuando veo llegar corriendo hasta donde nos

encontramos a mi acosador, Benjamin Graham de alguna manera ha logrado

colarse en nuestra salida. Miro con amenazadores ojos entrecerrados a

Maximillian y Lucy hace lo mismo, él le susurra algo al oído, ella abre los ojos

y asiente regalándome un guiño y una sonrisa traviesa.

Jodida, estoy completamente jodida.

Al llegar a nuestros asientos la pequeña traidora le dice al hombre de mis

pesadillas. “Excelentes lugares Ben.”

Espérame, rebobinemos. ¿Benjamin Graham consiguió los boletos? Para mi

total asombro ha conseguido anotar varios puntos de forma instantánea.

“Un chico hace lo que puede,” responde el tranquilamente encogiéndose

de hombros, luego voltea a verme y noto que en sus ojos hay un brillo al que

no logro darle nombre.

“¿Ves? Te dije que ibas a salir conmigo hoy quisieras o no.” Maldito hombre,

¿Cómo voy a lograr sacármelo de la cabeza si hace cosas como esta?

La noche no podría estar más divertida, después de cantar y gritar hasta

quedarnos sin voz todo el concierto desde nuestros inmejorables locaciones

nos dirigimos a los vestidores para saludar a la banda. Resulta que el señor

Graham tiene sus contactos, quien sabe de dónde conoce a todo mundo

aquí, por lo que después nos invitan a acompañarlos a la fiesta que ofrecen

en la suite de su hotel. Pues yo si me apunto, la cosa se pone cada vez mejor

y no voy a hacer como el puerquito que lo llevan cargado y va chillando.

La verdad es que debo reconocer que hoy he cambiado totalmente la imagen

que tenia de Benjamin, aunque sigo pensando que es un chulito. Pero es

buena persona, coincidimos en nuestra visión ecológica y en muchos otros

intereses, a ambos nos gusta viajar, adoramos hacer rapel y andar en bicicleta.

Si bien no estoy interesada en tener una relación amorosa actualmente creo

que si podemos ser amigos. La idea me suena, definitivamente me suena.

Casi a las seis de la mañana llegamos al apartamento de nuestros amigos,

estoy agotada, pero la verdad lo que menos tengo es sueño por lo que voy a

la cocina a prepararme una taza de café, parece que ese era todo el aliento

que necesitaba mi recién adquirido amigo, porque en cuanto siente el aroma

se cuela a la cocina conmigo.

No tengo idea que hora es cuando los bostezos no me permiten seguir

hablando, entonces como el caballero que es Benjamin me acompaña hasta

la puerta de la habitación de invitados y se retira a donde quiera que vaya a

posar sus sexys huesos. Me llevo las manos a la cabeza, estoy metida en un

gran lio, con cada minuto que pasa este hombre me gusta más y no quiero.

Tengo que alejarme como quien huye de la plaga.

Más tarde, cuando nos despertamos somos desprevenidos testigos de la

escenita de celos que Lucille le hace a Maximillian, resulta que anoche una

zorra se le colgó del cuello a besuquearlo y el otro incauto se dejó manosear

tranquilamente, la prensa obtuvo fotos y hoy han salido en todos los diarios.

Lucy está que echa chispas y aunque reconozco que no era necesario que

la flacucha modelo venida a menos le dejara la barbilla llena de lápiz labial,

Max es un novio dedicado y puedo asegurar que está 200% enamorado

de ella. No creo que le interese esa mujer en lo más mínimo, aun así, mejor

dejar las cosas claras.

Para terminar de rematar la situación la atrevida mujer le manda un mensaje

de texto a Maximillian, provocando la cólera de Lucy, Ben me toma del brazo

y me saca de la cocina discretamente. Lo que menos queremos es estar

presentes cuando estalle la guerra nuclear, porque conociendo a mi amiga

ella puede ser letal cuando se lo propone.

Afortunadamente las cosas resultan bien, decidimos pasar la tarde en

central Park, primero vamos a almorzar a ‘The boat house’ y de ahí al

zoológico, somos como cuatro chiquillos divertidos por cualquier tontería.

Sin poderlo evitar me quedo mirando a Benjamin, oh Dios… que sonrisa

tiene ese hombre.

La mejor parte del día ha sido llegar de nuevo a mi casa y ver que mi amiga

ha tomado muy en serio la labor de ayudarme a olvidar lo aquí sucedido hace

unos días, el apartamento luce totalmente diferente, ha sido redecorado

de forma exquisita. Incluso han tumbado la pared que separaba la cocina

del resto del apartamento creando un confortable espacio abierto que luce

aireado, iluminado y hermoso. Definitivamente esta soy yo, como arquitecta

me siento apenada de que alguien más haya hecho esto por mí, pero la

verdad estoy tan concentrada trabajando la mayor parte del tiempo que

cuando llego a la casa lo que quiero es que alguien me consienta y no tener

que pensar en que tengo más trabajo por hacer, sin contar el desastre que

hay que limpiar.

El apartamento acaba de subir al menos un 5% de su valor, la verdad soy

una chica con mucha suerte, mis amigos acaban de aumentar de precio mi

inversión. Algunas de las cosas ya las tenía, otras son nuevas, pero todo está

tan bien ubicado que luce totalmente nuevo. Mi casa es una belleza, parece

sacada de una de esas revistas a las que soy adicta, que emoción.

Feliz y agradecida abrazo a los responsables de esta maravilla, Ben me

observa en silencio, sé que está curioso por saber que ha pasado aquí y me

muero de la vergüenza de que se entere, espero que por esta vez Maximillian

Fitz-James pueda mantener la boca cerrada y no le ande contando mis

desventuras a nadie.

~~~

El lunes me presento en la oficina con energías renovadas y mi ánimo

aumenta cuando noto que son pasadas las diez y ningún mensajero se ha

presentado con alguna sorpresita. Pero si pensaba que me había librado del

señor Benjamin Graham estaba muy equivocada.

Antes del mediodía mi jefe se planta frente a mi escritorio para anunciarme

que un nuevo cliente está esperando por mí en su oficina, me muestra

algunos planos de lo que parece ser una bodega de dos pisos, un proyecto

interesante sin duda, inmediatamente las ideas comienzan a llegar a mi

cabeza y aunque no puedo hacer una presentación formal justo ahora,

con tan poca anticipación, pero sin duda puedo salir bien parada de esta

situación.

Aliso mi falda y lista para cerrar un trato cruzo el umbral de mi puerta con

dirección a presidencia.

Cual será mi sorpresa al llegar ahí y ver sentado con una sonrisa estúpida

pegada en el rostro a mi acosador #1. Que Dios lo vea con buenos ojos,

porque en este momento estoy tentada a pedir una orden de alejamiento,

Benjamin Graham es tan sutil como un camión de carga.

Mi jefe nos mira con la diversión, él sabe porque está Ben aquí. Intento

permanecer concentrada en mi actitud 100% profesional. Modo arquitecto

activado. Dejando mi ego de lado puedo asegurar que por momentos el

objeto de mis pesadillas se queda sorprendido ante mis sugerencias, ha

traído algunas fotos, por lo que me puedo dar una mejor idea del estado

actual de la propiedad, que por cierto es deplorable.

“Podemos ir a verla ahora mismo si quieres,” sugiere el muy atrevido.

“Esa es una excelente idea,” responde mi jefe inmediatamente mi jefe,

el desgraciado conoce perfectamente la situación y se está prestado al

jueguito.

Sin tener en cuenta mi opinión Benjamin se levanta de su silla y me ofrece

su mano. “¿Vamos?”

“Yo tengo que trabajar, tengo compromisos.” Aseguro en un intento por

zafarme de esta.

“Oh no te preocupes Paula, aquí nos podemos hacer cargo.” Interviene el

recién adquirido cómplice, “Benjamin antes del festivo te haremos llegar el

contrato, para iniciar con la renovación cuanto antes.”

“Me parece perfecto Joshua,” Se despiden con un apretón de manos,

después de eso me ofrece de forma galante su brazo. “Señorita Brown.”

“Tengo que ir a mi oficina por mis cosas.” Contesto de mala gana librándome

de su agarre.

“Entonces te acompaño.” Espeta con un poco de arrogancia y se vuelve

hacia mi jefe. “Espero los papeles.”

Salimos de ahí y mientras recorremos el pasillo que conduce hasta mi lugar

de trabajo va caminando justo detrás de mí, puedo sentir sus ojos en mi

nuca y en mi cabeza puedo verlo sonreír con suficiencia, el muy idiota sabe

que me ha ganado la partida y ahora, al menos profesionalmente, estoy

atada a él.

Vamos en su coche, que siguiendo su filosofía ecológica es un modelo

hibrido, pero a diferencia de mí, que poseo un Toyota, en el que vamos ahora

es un flamante BMW negro.

Después de esquivar el tráfico de la ciudad llegamos a una bodega

abandonada que está ubicada en la zona de Tribeca, es raro encontrar

propiedades de este tipo en esta parte de la ciudad. Aquí cualquier ratonera

cuesta un dineral y ciertamente son inmuebles muy codiciados.

Cruzamos una puerta metálica, hay un amplio espacio abandonado, pero

aunque me había imaginado otra cosa está totalmente limpio, no hay basura

en ninguna parte.

“Aquí no quiero hacer gran cosa, quiero conservar este espacio como

garaje. Mi abuelo me heredó su colección de coches clásicos y me gustaría

guardarlos aquí.”

“¿Un hippy al que le gustan los carros antiguos? Ahora si lo he visto todo.”

Me burlo un poco de él, pero al voltear a verlo tiene un brillo malvado en los

ojos, me siento como un venado que ha caído en la guarida del león.

Ben me toma del brazo para subir por las escaleras, a medida que avanzamos

en nuestro recorrido el ambiente cambia, mi pulso se acelera, siento como si

fuera directo al matadero. Al llegar al amplio espacio vacío veo que mi sexto

sentido no me había fallado.

Como presintiendo lo que venía a continuación en vano hago el intento

de soltarme del férreo control que Benjamin tiene sobre mi codo, pero él

aprieta sus largos dedos y no me permite soltarme. Me da la vuelta con

bastante fuerza y me pega a la pared. En ese momento aplasta su boca

sobre la mía en un beso abrazador, este es un ataque sin cuartel, cuando

no separo los labios Ben los muerde suavemente. Oh Dios, nada que hacer,

este hombre es puro fuego y me está consumiendo.

“¿Por qué tienes que ser así, porque tengo que perseguirte para poder pasar

tiempo contigo a solas?” Me reclama.

Estoy respirando con dificultad, abro la boca para decir algo pero antes de

que siquiera un sonido pueda escaparse de sus labios ya está ahí de nuevo

para continuar con su sensual asalto. Este hombre sabe besar, lo hace con

maestría, estoy totalmente bajo su control, pero de alguna manera también

me siento segura. Es una rara combinación, estando en un lugar como este,

con un tipo que apenas conoces y totalmente a su merced, puedo gritar

hasta que se me desgarre la garganta y nadie me escucharía.

Un nuevo beso invade mi boca, él es tan fuerte y sus manos están en todas

partes logrando que la sangre en mis venas corra a la velocidad de la luz.

Entonces mete dos dedos en los botones del frente de mi camisa, gustosa

lo dejo actuar, que haga lo que se le venga en gana mientras me quite el

calor que estoy sintiendo, es como si el desierto se hubiera instalado en esta

habitación, arde.

Mi falda es un vulgar rollo alrededor de mis caderas, tengo la blusa suelta y

mejor ni me imagino en qué estado deplorable he de tener el cabello y mi

maquillaje, algo dentro de mi cabeza hace clic y mi calentura deja de tener

el control de la situación.

“Aquí no.” Afirmo con firmeza.

“Ok, aquí no. Vámonos a mi casa.” Sugiere Benjamin seductor mientras

muerde el lóbulo de mi oreja.

No le voy a mentir, “ok, salgamos de esta ratonera.”

“Oye no le digas así a mi futuro hogar.” Entonces me suelta, teniendo

cuidado de que no pierda el equilibrio

“¿En serio piensas vivir aquí? Pensé que era un cuento lo de la reforma.”

Comienzo mi intento de acicalamiento, pero mucho me temo que poco

puedo hacer.

“Bueno, fue una táctica, debo admitirlo. Pero en serio quiero vivir aquí y tú

eres buena en tu trabajo, quiero que te encargues del trabajo.”

“Bueno, gracias.” Respondo mientras termino de ajustar los botones de mi

blusa y trazo el siguiente paso de mi plan.

Bajamos las escaleras apresurados, Benjamin me lleva de la mano como

si temiera que me le fuera a escapar en algún momento si se descuida,

entonces cuando él se da vuelta para cerrar la puerta de entrada, esta se

traba y tiene que soltar su agarre. Bingo. Oportunidad perfecta para salir

pitando de aquí.

“Bye, bye Ben. Nos vemos pronto.” Y con un chiflido llamo al primer taxi

que pasa y subo en él rápidamente, antes de que el objeto de mis sueños

húmedos pueda pensar en alcanzarme.

~~~

No tengo ni cinco minutos de haber llegado a mi casa cuando mi celular

suena, sé perfectamente quien está llamando y también estoy segura que

no voy a contestar. Que se joda o mejor aún, que se busque a alguien

disponible para tener sexo, conociéndome como me conozco en menos

de 36 horas estaría completamente abducida por sus encantos y jurándole

amor eterno y dado mi largo historial de fracasos es mejor mantener las

distancias.

Me desvisto dispuesta a darme una ducha para ver si de alguna forma

logro borrar la sensación de tener sus manos sobre mi piel, mi móvil sigue

sonando al igual que el telefonillo del apartamento. Me apresuro en el

baño, bajo la lluvia de agua caliente pretendo que estoy en otro lugar, que

mis problemas no existen y por sobre todas las cosas, que no tengo un

guapísimo ecologista persiguiéndome en busca de sexo.

Pero aun con el agua cayendo sobre mi cabeza me es imposible ignorar

los fuertes golpes que ‘alguien’ le está propinando a la puerta de entrada

a mi casa. Señor bendito al paso que va logrará tumbarla antes de que me

pueda poner la toalla encima, que un hombre tan intenso como Benjamin

Graham te persiga debería ser estimulante para muchas mujeres, pero para

mí resulta agotador y hace que de alguna manera me sienta violentada, va

a tumbar la puerta como aquella vez…

2

Conociendo a Benjamin Graham

“Paula abre la puerta.” Escucho su voz cruzar la distancia que nos separa

tras cinco minutos de golpes. Opto por no contestar. “Paula Brown, sé que

estás ahí. Abre. La. Puerta.”

“¡NO!” Sale de mi boca antes que me dé cuenta mientras mi cuerpo

comienza a estremecerse.

“Déjame verte, por favor.” Entonces hay algo diferente en su petición, ya no

suena igual de resuelto.

“Benjamin, necesito que te vayas.”

“¿Por qué? Necesito verte.” Insiste.

“Pero yo no, por lo que más quieras Ben, déjame en paz.”

“Lo que más deseo eres tú, anda, abre la puerta.”

Mis pies se mueven por si solos y antes de darme cuenta estoy pegada a la

lisa superficie de madera sintiendo su pesada y agitada respiración al otro

lado. “No puedo, por favor… sólo vete.”

“Princesa, habla conmigo, dame una oportunidad. Dime que te está pasando

por la cabeza… ¿por favor?”

Todo mi cuerpo se estremece, sin poderlo evitar los recuerdos de los gritos

y las patadas comienzan a llenar mi mente, un sollozo se escapa de mi

garganta, con tanta fuerza que Benjamin se ha dado cuenta de ello.

“Paula me estás asustando, ¿qué te pasa?” Al darme cuenta de esto pongo

una mano en mi boca mientras mantengo pegada mi frente a la puerta.

“Pau te prometo que si me permites entrar no te voy a poner una mano

encima, pero por el amor del Cielo, ábreme.”

Intento mantenerme en silencio, llorando tan quedito como me sea posible,

pero él se ha dado cuenta, lo puedo escuchar gruñir al otro lado. Como un

robot sin voluntad muevo las cerraduras y lo veo ahí, su respiración agitada

y sus ojos consumidos por la preocupación. Sé que de alguna manera

está conteniéndose para cumplir su promesa, pero el estado en que me

encuentro y mi escaso atuendo no están ayudando.

“Pasa, me voy a vestir.” En silencio entra a mi salita de estar y con pasos

ligeros me dirijo a la habitación para ponerme presentable.

Me pongo lo primero que encuentro, mi cabello es un desastre, pero poco

me importa. De mi rostro mejor no hablemos.

Después de unos minutos de mirarme al espejo y conversar conmigo misma

intentando encontrar las palabras que no quiero decir regreso aun con los

ojos hinchados y lo veo caminando de un lado a otro con suma incomodidad,

las cosas entre nosotros definitivamente no están bien, un indicio claro de

porque no debemos continuar con cualquier cosa que sea ‘esto’.

“Siéntate por favor. ¿Puedo ofrecerte algo de tomar?”

“Lo único que quiero es que me digas que es lo que está sucediendo. Que

hayas salido corriendo no lo entiendo, pero lo puedo aceptar, verte en ese

estado de nervios me pone mal.”

“Ben yo…” me derrumbo en mi sillón y con la cara envuelta entre mis manos

comienzo a llorar otra vez.

Benjamin se arrodilla frente a mí y con delicadeza mueve mis manos para

que pueda mirarlo a los ojos. “¿Por qué me tienes tanto miedo? Lo que

menos quiero es hacerte daño.”

Puedo ver en sus cálidos ojos color caramelo que lo que está diciendo es

cierto, pero algo dentro de mí me detiene. “No puedo… es demasiado… tu

eres demasiado.” Insisto mientras nuevos sollozos me ahogan.

“Tienes que dejar de hablarme en lenguaje críptico porque no estoy

entendiendo nada.”

“Lo único que necesita entrar en esa cabeza tuya es que no debemos estar

juntos.”

“¿Tienes un esposo escondido bajo la alfombra?”

¿Cómo logra hacerme reír en un momento como este? “Claro que no.” Exclamo.

“Entonces explícame, porque a menos que me digas Benjamin no me gustas

y puedo decir que eso no es cierto, no veo el menor impedimento. Yo soy un

hombre libre como el viento.”

Esa es la peor parte, sólo estás en la ciudad de paso, conociéndome como me

conozco me quedaría con el corazón hecho trizas mientras te veo partir en tu jet

con rumbo a oriente.

Armándome de valor finalmente admito. “Si me gustas, pero me das miedo.”

“¿Tan feo estoy?” Aquí vamos otra vez.

“No me hagas reír Graham, esto no es un chiste.”

“En eso estamos de acuerdo, ahora dime, ¿qué es lo que te atemoriza?”

“Que no tienes ataduras y no creo que quieras tenerlas.”

“¿Cómo puedes saber lo que yo quiero? No hemos hablado de eso.”

“No se puede hablar si lo único que sabes hacer es acosarme y luego me

atacas en mi casa.”

“¿Así te sentiste?” Pregunta con tristeza mientras yo asiento en silencio.

“Paula sé que he sido directo, contundente si así quieres decirlo, pero nunca

he querido que te sientas violentada.”

“Es lo que has logrado.”

“¿Qué te hicieron?” Inquiere. ¿Será que Maximillian le dijo algo?

Me levanto y doy unos cuantos pasos, me pongo de espaldas a él mirando por

la ventana, no podría relatarle mi historia viéndolo de frente, es demasiado

vergonzoso. Un remolino de sentimientos encontrados asola mi pecho, por

una parte me quiero liberar de la carga, por otra me siento profundamente

sucia, pero en el fondo de toda esa confusión quiero que el me entienda y

me acepte aun con mi pasado a cuestas, porque soy una chica que solo ha

luchado en contra de su destino buscando un poco de amor.

Comienzo a contar haciendo acopio del poco valor que aún conservo en el

cuerpo. Una a una le cuento mis desastrosas experiencias, guardo para el

final lo peor. Algunas veces lo escucho resoplar, otras siento su pecho cálido

tras mi espalda, pero sigo en el mismo lugar sin moverme, tengo que hablar,

porque de alguna manera debo liberarme y después de eso que sea lo que

Dios quiera.

Al finalizar no puede contenerse, me toma entre sus brazos obligándome a

verlo directamente a la cara. “Paula te prometo, que no eres un juego. Nunca

lo fuiste, menos ahora, no quiero dañarte sólo quiero que me permitas

conocerte mejor y que pase lo que tenga que pasar.”

“Pensé que después de todo lo que te dije estarías corriendo tan lejos de mi

como quien huye de la peste.”

“Paula, lo que menos quiero es huir de ti, pero creo que desde ahora podemos

tomarnos las cosas con algo más de calma. ¿Podrías salir a cenar conmigo a

algún lugar sin que tenga que perseguirte?”

“Si, podemos ir a cenar, pero hoy no. Estoy francamente agotada y me duele

la cabeza.”

“¿Tienes aspirinas?” Pregunta como si tuviera la necesidad de hacer algo.

“En la alacena de la cocina.”

Entonces dando rápidos pasos busca el analgésico y un vaso con agua.

“¿Sabes que ahora necesitas comer, verdad? Te saltaste el almuerzo por

andar huyendo de mí.” Comenta con una voz llena de picardía. “Podemos

pedir comida china.”

Que Dios me vea con buenos ojos, este hombre no conoce el significado de la

palabra despacio.

“Comida china será. Por favor no olvides encargar rollitos primavera, son

mis favoritos.”

“Anotado, su alteza.”

En ese momento voy a la cocina, saco de la gaveta el menú del servicio

a domicilio y lo pongo entre sus manos cuando nuestros dedos se tocan

por más tiempo del necesario la electricidad se hace presente nuevamente.

Él también lo nota, porque intencionalmente vuelve a hacerlo, como para

dejar claro el punto, toma los papeles con una sonrisa pícara y me siento

en uno de los bancos de la barra viendo simplemente como se mueve por

mi cocina de manera tan natural, igual a que si estuviera en su propia casa.

Comemos rodeados de una atmosfera que no sabría cómo describir, por

una parte Benjamin es atento y caballeroso, por la otra es coqueto, un poco

arrogante y sexy como un demonio. Esta tarde siento que he perdido algo.

Si tontarrona, tus defensas. Pero también pienso en que puede que haya

ganado algo muy interesante.

El martes mi amiga Lucy me llama para invitarme a pasar con ellos el cuatro

de julio en la casa que Maximillian tiene en Los Hamptons, encantada

acepto, secretamente también me fascina la idea de que el nuevo objeto

de mis sueños tórridos vaya a ir también, aunque delante de nadie lo pienso

admitir. Esto tiene que ser un secreto, al menos por ahora y por el bien de

mi salud mental, debe serlo.

Lo que yo no sabía y recién me estoy enterando, es que alguien se ha metido

al apartamento de Lucille, destrozándolo completamente. La pobre está tan

aterrorizada al igual que su novio y lo peor es que tiene sospechas de que

está relacionado con el disparo que recibió hace tan sólo unas semanas. Para

no hacer el cuento largo, la pobre está entre la espada y la pared, envuelta

en una red de amor y mentiras que la tiene cada día más confundida, no

quisiera estar en sus zapatos.

Poco después de eso recibo una invitación a cenar de parte de Benjamin,

quiere que vayamos a un famoso restaurante de hamburguesas, porque

según cuenta desde que ha vuelto no ha tenido tiempo de ir. Así que con

la promesa de que tomará las cosas con calma acepto ir. Como he venido

en metro al trabajo él pasará a recogerme a eso de las seis, a ver si aguanto

hasta esa hora sin comer, hoy solo he almorzado una malteada de oreo, mi

favorita, y a estas alturas del partido me estoy muriendo de hambre.

Espero que pronto logre acostumbrarme a la impresión que causa en mi

cada vez que lo veo, juro por mi vida que es el único hombre que logra verse

sexy en un pantalón azul, una camisa de cuadros, corbata y un sweater de

botones. Haciendo una lista es algo que mi abuelo usaría, pero en Benjamin

luce como todo menos como ropa de viejito.

Mientras disfrutamos de nuestras entradas sentados en el espléndido

mezzanine del Bar Americain, Benjamin me suelta la bomba.

“¿Sabías que Maximillian me advirtió que si te hago una trastada Lucy va a

obligar a Max a que me corte los huevos para después ponerlos en la corona

de la estatua de la libertad para que se los coman las gaviotas?”

Casi me atoro con el delicioso coctel de camarones que tenía en la boca.

“¿Qué Lucy dijo que?”

“Eso mismo,” acepta con resignación pero eso le ha resultado de lo más

divertido.

“Recuerda que soy la menor de cuatro hermanos, todos ellos militares y a

una llamada telefónica de distancia, si les hubiera dicho lo que sucedió hace

unas semanas Connor Walters ese fulano sería historia.”

“Vaya, esa sí que es una advertencia. Entonces, ¿todos tus hermanos están

en el ejército?”

“No, sólo tres al igual que mi padre. Preston, el rebelde de la familia es piloto

en la FFAA.”

“Jesús bendito.” Exclama rascándose la frente. “Me imagino lo difícil que

habrá sido para cualquier chico invitarte a salir.”

“Lo fue, por eso no tuve citas hasta que me mude a NYC, a mi fiesta de

graduación me acompañaron 4 galanes uniformados.”

“¿Y a ti nunca te interesó la vida castrense?”

“Ahí sí que le habría dado un infarto al coronel Brown,” sin poderlo evitar una

sonrisa se dibuja en mi cara. “Mi padre podrá ser implacable en su trabajo,

pero en casa es otra cosa completamente distinta y yo soy su princesita.

A mí me criaron yendo a clases de pintura y de ballet, mi madre decía que

ya había tenido cuatro varones que no necesitaba otro, así que bueno, me

decidí por estudiar arquitectura. Ahora cuéntame de ti Graham, ¿estudiaste

administración?”

“No, yo estudié ingeniería electrónica y tengo un master en ecología, así

que ahora estoy intentando llevar nuestra empresa a un punto en que

combinemos ambas cosas, tu sabes, una convergencia. Las finanzas se las

dejo a mi hermana, ella lleva los números y yo me divierto con el desarrollo.

Por eso me fui a Hong Kong, me gusta ver como germina el producto desde

el punto cero.”

Ahora es él quien sonríe, sus ojos color caramelo brillantes de emoción

mientras me habla de sus nuevos proyectos, Ben tiene una visión muy

interesante no sólo de su compañía, me agrada la forma en que ve su vida

en general. Si no resulta en el terreno amoroso espero que podamos ser

amigos, es de esas personas con las que puedes conversar por horas sin

aburrirte.

“¿Vas a ir con Lucy y Max a Los Hamptons?” Pregunta cuando estamos por

llegar a mi casa.

“Si, estoy emocionadísima. La próxima semana iremos a hacer unas compras

y el jueves pasarán a recogerme muy temprano.”

“Eso es perfecto, yo también me voy a ir con ellos.” En la penumbra iluminada

por las luces de la calle veo su sonrisa mientras va conduciendo su elegante

coche. “Parece que tenemos un plan, van a ser unas vacaciones divertidas

Paula Brown.”

~~~

El sábado vamos a ver una película y el domingo estamos invitados a cenar

en casa de Max y Lucy, porque el otro amigo de ellos, Bradley Morgan, ha

llegado a la ciudad en compañía de su esposa. Me sorprende mucho ver a

mi amiga convertida en toda una ama de casa, no sólo es el asunto de la

cena, resulta que Maximillian la ha dejado redecorar prácticamente todo el

apartamento y ella está encantada, ese hombre está más que enamorado

y aunque ella le esté ocultando la verdad de porque llegó a trabajar para él,

también lo ama con locura. Conozco a Lucille Hixson de toda la vida, nunca

mentiría en algo como eso.

Por fin me presentan al famoso Bradley Morgan, es un tipo como de dos

metros de alto que parece un jugador de futbol o algo por el estilo, pero

resulta que es un reconocido cirujano locamente enamorado de su esposa,

una delicada rubia con una vibrante personalidad y unos grandes ojos

verdes. Esa noche salgo dando tumbos de la casa de nuestros amigos, se

me ocurrió ponerme a preparar unos cosmo y aunque estaban buenísimos

se nos subieron a la cabeza con bastante rapidez. A la mañana siguiente

despierto con una resaca de marca mundial y un fuerte brazo alrededor de

mi cintura.

Dios de mi vida, no me acuerdo ni como llegué a casa, lo último que recuerdo

es de haberme subido al coche de Benjamin y entonces todo se volvió negro.

Ahora estoy en mi cama, con el pijama puesto y Ben Graham envuelto a mi

cuerpo como una enredadera.

“¿Esta es tu descripción de tomarse las cosas con calma?” Espeto a modo

de saludo.

Perezosamente levanta su cabeza y voltea a verme como si le acabara de

decir que bonito día el de hoy. “Buenos días a ti también princesa.”

“¿Por qué estás en mi cama?” Su sonrisa se hace más amplia y tengo ganas

de tumbarle los dientes uno a uno dolorosamente, mis hermanos hicieron

un buen trabajo entrenándome.

“Porque tú me pediste que no te dejara sola después de la tercera vez que

vomitaste y yo soy un hombre complaciente.”

“¿QUE YO QUE?” Inmediatamente después de haber dicho eso mi cabeza

me recuerda que no debí haber alzado tanto la voz.

“No grites, estoy a treinta centímetros.” Tiene el descaro de burlarse el

desgraciado. “Anoche después que te ayudé a llegar a tu cama me pediste

que por favor no te dejara sola. Y como el caballero que soy no me podía

negar, aparte que estaba preocupado por ti.”

“Tú no eres un caballero.” Reclamo, pero en el fondo de mi corazón me

alegra saber que se quedó a cuidarme.

Él se levanta de la cama claramente molesto. “Paula, si me hubiera querido

aprovechar de ti, lo hubiera hecho fácilmente anoche.”

“Lo siento, no fue mi intención ofenderte. Permíteme invitarte un desayuno

de disculpas.”

“Nunca antes tuve un desayuno de disculpas, pero creo que me gustará.

¿Vas a cocinar?”

“No tienes tanta suerte Graham, conozco un lugar en el que preparan los

mejores huevos benedictinos de la ciudad.”

~~~

Esa semana nos vemos casi todos los días, ahora también con la excusa de

comenzar con la reforma de la propiedad que acaba de adquirir en Tribeca,

ese edificio necesita mucho trabajo y cuanto antes empecemos más rápido

se va a poder mudar y disfrutar de él. Mi jefe anda feliz con el amplio margen

presupuestal que nos ha dado el señor Graham, los materiales ecológicos

resultan un poco más costosos que los que se usan normalmente y aunque

no pretendo aprovecharme de la situación, si resulta cómodo trabajar de

esa forma.

El fin de semana salimos a ver una obra de teatro, piensa usted que por

tratarse del distinguido personaje que me estaba invitando iríamos a ver algo

como ‘El rey león’ ‘El fantasma de la ópera’ o algo de ese calibre, pues no.

Resultamos viendo ‘Spiderman’, porque resulta que Benjamin es fanático de

las historietas de Marvel y corre el rumor que dejarán de presentarse en la

ciudad para irse a Las Vegas y por supuesto el fan #1 no se lo puede perder.

Ni una sola vez ha intentado un movimiento fuera de lugar conmigo, ni

siquiera ha tocado mis manos a menos que sea para ayudarme a bajar

del coche. Nunca había salido con un chico por tanto tiempo sin un beso

siquiera y estoy comenzando a sentirme rara. O será que después de todo

lo que le contaste el pobre hombre decidió mejor quedarse en la zona de

amigos… contigo Paulita es un territorio más seguro.

Tal y como teníamos programado después de un loco martes de compras y

el miércoles terminando todo a marchas forzadas, el jueves muy temprano

pasan por mí a bordo de una lujosa Lincoln Escalade, listos para disfrutar de

un fin de semana en la villa que Maximillian Fitz-James tiene frente a la bahía

Shinnecock.

La radiante sonrisa de Benjamin me recibe y tomo mi lugar a su lado, Max y

Lucy van en la tercera fila de asientos y frente a nosotros van sus escoltas.

El viaje transcurre sin problemas, todos vamos de muy buen humor, incluso

los chicos bromean un poco sobre la envidia de Ben hacia la situación

sentimental de su amigo.

Al llegar a la casa veo a mi amiga quedar con la mandíbula en el piso, no es

para menos, la casa es preciosa, pero ciertamente no es nada en comparación

al palacio que posee la familia Morgan a unos kilómetros de distancia.

Si yo pensaba que Max y Lucy eran empalagosos es porque no había

convivido con Brad y Lis. Oh Dios… no pueden estar más de cinco segundo

con las manos quietas, no me mal entiendan, son personas encantadoras

y me siento realmente cómoda con ellos, pero es incómodo estar con dos

parejas de enamorados siendo el cantante de la góndola. Porque resulta que

el señor ecologista parece estar escatimando recursos en el plano afectivo.

La fiesta resulta ser divertidísima, hasta jugamos voleibol, cosa que teníamos

años sin hacer. Pero lo que bien se aprende nunca se olvida. Terminamos

agitados, sudorosos y necesitados de algo frio que beber. Mataría por una

cerveza, de esas que traen en la etiqueta unas montañitas que te ponen

azules si la bebida está helada, estoy segura que aquí solo ha de haber

Budvar o alguna cosa de esas pretenciosas, así que ni me molesto en buscar,

me tendré que consolar con una limonada.

Lucy y Max llevan buen rato desaparecidos, cierta pareja que nos acompaña

creo que tiene ganas de perderse también… tortolos enamorados… de

alguna manera creo que a Ben le divierte mi incomodidad, es como si fuera

parte del juego previo.

Un rato después, cuando ya ha caído la noche necesito ir al tocador, para mi

sorpresa el objeto de mis sueños tórridos toma mi mano para acompañarme

a la pequeña cabaña en que se encuentran ubicados, rápidamente me ocupo

de lo que me trajo aquí y lavo mis manos. Al salir me quedo embobada

viéndolo, se encuentra de medio lado jugando con algo que está en el suelo.

Él aún no ha notado mi presencia, así que tengo tiempo de contemplarlo

en silencio por algunos segundos. Entonces como si leyera la línea de

mi pensamiento lentamente se da la vuelta y me regala una sonrisa que

lograría alumbrar por completo la noche más oscura, camino hacia donde

se encuentra como si un rayo me transportara, entonces justo ahí la magia

ocurre.

Escuchamos una explosión seguida por unos destellos de colores que

iluminan el despejado cielo nocturno, me ha tomado por sorpresa

trayéndome de nuevo a este mundo, no me había dado cuenta que también

tengo una sonrisa dibujada en los labios. Él toma eso como una señal y me

envuelve entre sus brazos, soy fácilmente atrapada, Ben mide debe medir al

menos más de 30 centímetros más que yo, tomándome por la cintura me

pega a su pecho y me levanta. Cuando nuestras caras se encuentran a la

misma altura sus labios tocan los míos, entonces comprendo lo que había

estado sucediendo. Todo este tiempo había luchado contra mi destino, pero

este ya estaba escrito, desde este momento y para siempre mi vida está

unida a la suya.

Abrazados terminamos de ver el show de fuegos artificiales, sus brazos son

el mejor cobijo y siento que son mi hogar. Afortunadamente al regresar

todos están tan entretenidos en sus propios asuntos que no se han dado

cuenta de que hemos estado ausentes. Mejor, menos explicaciones que dar.

Al llegar a casa mis niveles de adrenalina siguen por las nubes, así que opto

por ir al patio a caminar un rato, pero al llegar ahí me encuentro con que no

soy la única que tuvo esa idea. Con la intención de regresar a mi habitación

me doy la vuelta, en ese momento su voz me detiene en seco.

“Paula…”

“Hola Ben,” respondo intentando sonar despreocupada.

“Princesa, creo que tenemos que hablar. Sabes que lo que pasó hoy cambia

el rumbo de las cosas, ¿verdad?”

Entonces con el brazo me señala uno de los sofás que están en la terraza

junto a la piscina, me siento en el de tres puestos, intentando mantener la

distancia, pero en lugar de sentarse lejos toma el lugar que está justo a mi

lado.

“Lo sé,” admito bajando la mirada a mis manos.

“Después de lo que me contaste había decidido bajar la velocidad, llevar las

cosas con calma, pero no puedo Paula, simplemente estás cerca y no logro

mantener mis manos quietas.”

“Eso es lo que más miedo me da,” acepto. “Desde el principio todo ha sido

tan intenso, eres como una bola de nieve Graham y temo que me arrastres

contigo.”

Se acerca un poco a mí y con dos dedos, suaves pero firmes, levanta mi

barbilla. No puedo escapar de su mirada ambarina, para ser sincera no

quiero hacerlo. “Sé que soy directo y que voy por lo que quiero. Ese día

que llegue a casa de Max y te vi en la cocina supe que tenía que conocerte

mejor, al principio me intrigaste y resultaste ser todo un reto. Después de

que hablamos entendí que era lo que me gustaba de ti, es tu fuerza. Aun

muerta de miedo luchas por lo que quieres Pau, no todas las mujeres tienen

el valor de hacerlo.”

“Eso es contradictorio.” Intervengo, porque ciertamente estoy confundida.

“Es que tú, Paula Brown eres una contradicción andante, cada día creo que

te conozco un poco mejor, entonces das la vuelta y me dejas en el limbo.”

“No sé qué decir.” Intento liberarme de su agarre, pero entonces sus manos

se apoderan de mi cintura.

“Sólo di que me vas a dar una oportunidad, que no vas a salir corriendo. Por

favor Paula, déjame estar contigo, de verdad quiero conocerte, permíteme

entrar en tu vida, las puertas de la mía están abiertas de par en par esperando

que decidas cruzar el umbral.”

¿Y cómo se dice que no a un argumento como ese?

Cierro los ojos tratando de poner en orden mis desperdigados pensamientos,

respiro profundo un par de veces, al levantar mis parpados su mirada sigue

fija en mi rostro, esperando la sentencia.

“Está bien, pero tengo una condición.”

“La que quieras.” Responde sin pensarlo dos veces.

“No quiero que nadie se entere de lo nuestro, al menos no por ahora.” Su

cara de asombro lo dice todo. “No es lo que piensas,” tomo una nueva

respiración antes de continuar explicando. “Mira, mi mejor amiga es la novia

de uno de tus mejores amigos, uno al que te refieres como tu hermano,

no quiero que si las cosas no resultan entre nosotros ellos tomen partido.

Recuerda lo que te dijo Max, no dudo ni un segundo que Lucy cumpla con su

amenaza aunque no necesite de él para hacerlo, ahí donde la ves esa chiquita

tiene su genio. Quiero que cuando todos se enteren estemos seguros de lo

que sentimos el uno por el otro, es muy pronto para hablar de amor, pero

también debemos reconocer que la atracción que nos une es fuerte. Eres un

gran hombre y me encantas, aun así por primera vez en mi vida quiero tomar

las cosas con calma y cuidar mi corazón, ya ha sido destrozado suficientes

veces. Creo que vale la pena cimentar bien esto, como quiera que se llame

y darle tiempo.”

“Ok, puedo aceptar eso, pero yo también tengo mis condiciones.”

Válgame Dios. “Habla.” Contesto en un susurro apenas audible.

“No quiero que limites el tiempo que pasamos juntos, tampoco quiero que

veas a otro hombre. Como bien has dicho es pronto para hablar de amor,

pero estoy descubriendo que cuando se trata de ti soy un hombre egoísta.

No quiero a nadie más alrededor tuyo.”

“Ok, pero entonces tampoco te voy a compartir con otra vieja.”

“Pensé que eso estaba implícito en el trato.” Asegura.

“Entonces tenemos un acuerdo.” Termino sonriendo.

“Mejor aún, tenemos un compromiso.”

Y en ese momento su boca ataca la mía como si el mundo se acabara mañana

y esta fuera su última oportunidad.

~~~

Me he despertado más temprano de lo habitual, estoy segura de la razón.

Aprovechando el tiempo que tengo disponible, con toda la calma del

mundo me doy una ducha y me arreglo para bajar a desayunar, miro por la

ventana a la preciosa piscina que con este calor me está haciendo ojitos,

estoy decidiendo entre los dos trajes de baño que traje cuando alguien

toca suavemente la puerta. Abro para encontrarme la más hermosa sonrisa

dándome los buenos días.

“¿Quieres desayunar conmigo?” Pregunta Benjamin tras darme un suave

beso en los labios.

“Si, nada más espérame unos minutos mientras me termino de arreglar, no

logro decidirme entre el bikini negro o el rojo.” Él levanta la mirada para ver

ambos atuendos tirados encima de mi cama.

“El negro, definitivamente el negro.”

“Ok señor, entonces déjame sola para poder cambiarme de ropa.”

“¿En serio me tengo que ir?”

“Si, en serio te tienes que ir.” Respondo citando exactamente sus mismas

palabras.

La tarde pasa llena de risas mientras todos jugamos en la piscina, la verdad es

difícil pasar un mal rato con estas personas alrededor. Los chicos han hecho

reservaciones para ir a cenar a un lugar bonito y todas nosotras corremos a

ponernos nuestros mejores atuendos para la ocasión. Resulta comiquísimo

que Lucy, Lis y yo estuviéramos listas primero que Brad y Ben, no puedo

imaginar una sola cosa que pueda hacer en la habitación por tanto tiempo,

generalmente toma sólo cinco minutos para un hombre estar listo. En fin.

En el restaurante sigue la buena vibra entre todos nosotros, estamos

disfrutando del plato fuerte cuando Bradley interviene.

“Bueno ¿Cuáles son los planes para la próxima semana? Yo aún tengo una

semana y media de vacaciones y quiero aprovecharla bien.”

“Pues en realidad no tenemos más planes,” responde Ben. “Solo veníamos

a Los Hamptons por el fin de semana.”

“A ver Morgan, dispara. ¿Qué tienes en mente? Tú no eres de los que

pregunta sin ton ni son.” Replica Maximillian sabiendo que su amigo trae

algo entre ceja y ceja.

“Pues no es como que tengo pensado algo específico, pero estaría bien

que tal vez nos lleváramos a las chicas a algún lado, no se a Cancún o las

Bahamas.”

“El avión del banco está disponible, podríamos ir a cualquier lugar.”

“Podemos ir a mi casa.” Sugiere Ben.

“¿A tu casa en Hong Kong, no crees que está un poco lejos?” Pregunto

intrigada.

“Pues pueden ir a visitarme cuando quieran, pero no. Me refería a la villa que

mi hermana y yo compramos en St. Maarten.”

“Ahora sí parece que tenemos un plan.” Responde Brad.

“Es una buena idea, nos podemos ir el domingo si quieren.” Sugiere

Maximillian.

“¿Y porque no mañana?” Pregunta Brad.

“Porque mañana Lucy y yo tenemos un compromiso, además todos tenemos

que ir a recoger nuestros pasaportes y demás cosas, nosotros solo trajimos

equipaje para el fin de semana.”

“Y yo tengo que llamar a mi jefe, puedo pedirle una semana sin goce de

sueldo.” Agrego, este paseo no me lo pierdo por nada del mundo.

“Pues parece que está decidido, nos vamos el domingo a St. Maarten. Eso

me dará tiempo de arreglar las cosas, tengo que llamar para que tengan

todo listo para nosotros.” Termina Benjamin.

“Voy a programar el vuelo para el domingo a las siete de la mañana, recuerden

que es un vuelo largo y es mejor llegar temprano, y el que no llegue a tiempo

se queda.” Advierte Maximillian usando su mejor tono de mando.

“Entonces yo mejor me voy a dormir a tu casa, no sea que me quites las

llaves y me dejes anclado en tierra.” Ben se burla un poco, pero estoy segura

que sabe que eso seguramente si pasaría.

“Es buena idea, todos dormimos en la casa mañana en la noche. Brad y Ellise

en la habitación de huéspedes, Paula en el sofá cama que hay en mi estudio

y Ben, ni modo mi hermano, a ti te toca dormir en el sofá de la salita.”

“Como si fuera la primera vez que duermo ahí, mientras tenga una almohada

por mi está perfecto, no me complico la vida.”

“¿Regresan ustedes con nosotros a NY mañana?” Le pregunta Maximillian

a Brad.

El primero mira a su esposa y después contesta. “Mmm… creo que nosotros

nos iremos más temprano, debemos hacer algunas cosas antes de poder

irnos.”

“Entonces nos vemos a las ocho y media de la noche en el apartamento,

pero que sea a esa hora Morgan.”

“Si hombre, nos vemos a las ocho y media mañana en la noche.” Advierte y

termina la conversación.

Y así, tan fácil como planear una visita al supermercado de la esquina hemos

programado unas vacaciones de ensueño en el Caribe.

Después de madrugar para tomar nuestro vuelo en el jet de Maximillian por

fin llegamos a la casita que Benjamin tiene en St. Maarten. Inocente de mí

que pensaba que esto sería una casa de madera de dos habitaciones y una

sala de tres al cuarto. Pues no. Resulta ser una hermosa villa de al menos

500 metros cuadrados con las vistas más espectaculares.

Lo bueno es que eres el pobre del grupo.” Le digo a nuestro anfitrión

mientras nos acercamos a donde se encuentran Max y Lucy contemplando

el paisaje.

“¿Cómo así?” pregunta mi amiga.

“Pues que aquí el señor Graham me dijo que él no tenía casa en los Hamptons

porque era pobre, que eso era para los ricos como Brad y Max, pero mira la

sorpresita que tenía bajo la manga. Esto es precioso.”

“Si, pero no es todo mío, lo compramos entre mi hermana y yo.”

“Aun así es una delicia poder venir al menos alguna vez en el año, ya

quisiéramos nosotros los del proletariado poder disfrutar de algo así a

nuestra conveniencia.” Agrego.

“Eso sí, aunque desde que me fui a oriente casi no vengo.” Explica restándole

importancia.

“¿Hace cuánto que compraron la casa?” Pregunta Lucille.

“Unos tres años, mi hermana quería un lugar al que venir a relajarse y traer

a los niños. Vamos y les mostraré las habitaciones.”

Somos interrumpidos por un escandaloso Bradley que grita. “Yo quiero la

que tiene cama con dosel.”

“Idiota…” Se ríe Ben.

“Yo quiero la que esté más alejada de la de Brad, suelen ser bastante

expresivos.” Espeta Maximillian.

“¿Ahora quién es el pendejo?” Responde Bradley.

“Pendejo el que duerma al lado de tu cuarto.”

“Idiota y envidioso.” Contesta Bradley. Si no supiera que así se llevan

normalmente entre ellos creo que ya estaría en el avión de regreso a Nueva

York.

“Aquí las paredes son lo suficientemente gruesas para que todos durmamos

tranquilos, así que relájense, estamos de vacaciones.” Contesta mi

ecologista en tono conciliador mientras nos dirigimos a nuestras respectivas

habitaciones.

Resulta que Benjamin me ha nombrado su invitada de honor concediéndome

el uso de la habitación principal, es una suite muy grande y cómoda, intento

protestar pero soy rápidamente silenciada.

“Ben pero esto no es necesario, mira, todos los demás duermen con sus

parejas, mejor déjales la alcoba a ellos.”

“Ya te lo dije princesa, este será tu cuarto mientras estés en esta casa y no

acepto quejas.”

Afortunadamente después de levantarnos temprano y de viajar por más

de cinco horas todos están molidos e inusualmente silenciosos, así que

tenemos tiempo de darnos unos buenos arrumacos en la privacidad del

sofá que está en mi suite. Las cosas están subiendo de temperatura cuando

alguien llama a la puerta, inicialmente lo ignoramos, pero ante la insistencia

Ben va a ver que se ofrece.

Resulta que era el ama de llaves para avisarnos que el almuerzo va a ser

servido en quince minutos en el comedor que está en la terraza, lo que

nos deja con muy poco tiempo para ‘maniobrar’. El objeto de mis sueños

tórridos me deja anhelante y deseosa ahí tirada en el mullido sillón con una

promesa.

“Terminaremos esto más tarde.” Y que tiemble Roma porque aquí hoy va a

haber acción.

Después de comer aprovechamos que todos están muy entretenidos

tomando el sol a un lado de la piscina y nos vamos a dar una vuelta a la

playa. La verdad es que no sé si es el calor o el ambiente que rodea las

vacaciones pero desde que estoy aquí las manos me pican por atacar a los

sexys huesos de Benjamin. ¿Será que ando tan urgida?

Al regresar todos nos miran con picardía como si intuyeran que escondemos

algo, pero me voy a hacer la loca, como si aquí nada estuviera pasando.

Para la hora de la cena Ben ha pedido que dispongan todo en la playa, así

que disfrutamos del atardecer en la orilla del mar disfrutando de los más

deliciosos manjares. Pero no puedo concentrarme en nada que no sean las

palabras de Ben. “Terminaremos esto más tarde”, resuena en mi cabeza una

y otra vez.

Me siento como una adolescente ansiosa por su primer beso, aunque en

este caso espero recibir más de uno, claro está. A medida que la noche se

cierne sobre nosotros Ben se nota más nervioso aunado al hecho de que

nuestros amigos están lo mas de animados tomando cervezas mexicanas y

comiendo langosta como para irse a hacer lo que deberían dejarnos hacer

justo ahora. Mientras intento distraerme participando en la conversación

levanto la mirada, para encontrarme unos ojos color caramelo fijos en mí.

Bien, creo que ambos estamos en la misma tesitura, esto pinta cada vez

mejor.

Lis bosteza y todos toman eso como una señal de que es buena hora

para irnos a la cama, exactamente es ahí a donde me quiero dirigir pero

no precisamente a dormir. Nos quedamos solos en la playa, me sorprendo

cuando en lugar de dirigirnos a la casa Ben me toma entre sus manos y nos

tumbamos sobre una de las sillas que trajeron para la cena, su boca ataca la

mía sin dar tregua, apenas puedo respirar ante su embate. Soy prisionera de

sus brazos pero el hecho de no tener escapatoria francamente ha dejado de

ser importante, me quiero rendir y ver hasta donde me lleva esta aventura.

La Paula temerosa que se posa sobre mi hombro me aconseja que no me

deje vencer, que levante mis murallas y me resguarde, sin embargo mi parte

traviesa me dice que me relaje y disfrute, que este hippy tiene algo que me

invita a confiar. ¿Será que si? Bueno, ya estamos aquí. ¿Qué podría resultar

mal?

Estoy envuelta en una nube de excitación cuando unos fuertes brazos

se apoderan de mi figura abrazándome para llevarme a mi habitación,

gentilmente posa en la cama y prende la lámpara que está sobre la mesita

de noche. Pero justo en ese momento siento que su cuerpo se tensa, está

haciendo acopio de su autocontrol para poder marcharse, sin embargo yo

no quiero que lo haga.

“Ben…quédate.” Le digo tomándolo por el brazo para detenerlo.

El voltea a verme más que sorprendido. “Paula no tienes idea de lo que estás

diciendo.”

“Si Benjamin, quédate conmigo.”

Inmediatamente se deshace de su camiseta para postrarse sobre mí. “Espero

que sepas lo que estás haciendo Paula Brown, porque este tren ya ha partido

de la estación y no se va a detener hasta que estés gritando.”

Santa Pacha bendita.

“Si quieres que esto pase tienes puesta demasiada ropa.” Afirma mientas

me mira.

“Entonces deberás hacer algo al respecto,” contesto valiente, pero la verdad

es que hay temor en mi voz, este hombre es demasiado y yo me siento

como una inexperta. Soy demasiado flaca, demasiado blanca, demasiado

poca cosa para un hombre que es un 11.

Una a una quita las prendas que estaba luciendo hasta quedar

completamente desnuda y a su merced, parte de mi quiere salir corriendo

muerta de vergüenza al estar tan expuesta, la otra quiere quedarse entre

sus brazos para siempre y descubrir el juntos el mundo de posibilidades que

acaba de abrirse.

Fuego, literalmente fuego liquido es lo que corre por mis venas mientras

Benjamin besa mi piel, cada parte de ella. No hay ni un solo lugar por el que

sus labios, su lengua o sus dientes hayan dejado desatendido. Se alimenta

de mí como un hombre hambriento y yo estoy más que encantada de ser

su sustento.

Hay una masa gelatinosa y jadeante sobre la cama, bueno, esa soy yo.

Nunca, ni en mis más locos sueños calientes imaginé que este guapísimo

ecologista tuviera dentro semejante fiera escondida bajo la piel, lo único

que puedo hacer para responderle es algunas veces clavar mis uñas en sus

hombros, otras en su cabello, a lo que él responde con risitas que resuenan

en la habitación.

Sus palmas recorren cada tramo de mi piel, sus expertos dedos me queman,

marcando cada una de mis células dejando una huella perenne.

“No tienes ni idea en lo que te has metido… estoy hambriento de ti.” Santo

Dios, ¿cómo puede decir cosas como esta y esperar que yo siga respirando?

Entonces emite un gruñido mientras estampa su boca con la mía en un beso

devorador, la intensidad de Benjamin es desbordante, es como hacerle una

grieta a una presa, una fuerza de la naturaleza.

“Si…” es lo único que alcanzo a susurrar, pero él no necesita mi permiso,

soy una muñeca de trapo entre sus manos. Él es todo fuerza y control, y me

maneja a su antojo.

La electricidad se apodera de la atmosfera en la alcoba anticipando la

explosión que estoy segura viene a continuación. No tengo idea como he

terminado sentada a horcajadas sobre Ben, pero la sensación es divina,

su cincelado pecho en contra del mío, puedo sentir cada una de sus

ondulaciones, cada uno de sus movimientos mientras recorre mi torso con

sus dedos, lengua y labios. Mi cadera se mueve al son de la suya, rozando el

centro de mi deseo con la cordillera que se yergue dentro de sus pantalones.

“Levántate,” ordena tras unos minutos.

Dudo unos segundos aturdida por tantas sensaciones, entonces una

palmada resuena. Me ha pegado, el imbécil me ha pegado una nalgada, pero

lo peor del cuento es que lejos de molestarme eso me excita más, el calor

se expande por mi cuerpo como una ola. Benjamin se da cuenta y llama mi

atención volviendo a palmear el mismo lugar. Esta vez logro juntar algo de

fuerza y hago lo que me ha mandado.

Mientras él se deshace de su pantalón y boxers yo literalmente me quedo

con la boca abierta, si pensaba que era grande he sido bastante austera en

esa declaración, no tengo ni la menor idea que voy a hacer con el gigante

Goliat que se alza orgulloso en la unión de sus piernas.

Como si pudiera leer mi mente me toma por las caderas guiándome de

regreso al lugar en donde estaba, con el gigante de fuego ardiendo entre

nosotros. Estoy conteniendo el aliento muy segura de lo que viene a

continuación, me voy a quemar en su hoguera y voy gustosa caminando

de la mano de mi dulce verdugo quien guía la entrada de mi cuerpo hasta

donde el suyo me aguarda expectante listo para la batalla.

“¡Ben!” Un grito sale de mi garganta mientras caigo.

“Eso es princesa, quiero escucharte, tus gritos y jadeos son míos. Dámelos

Paula, entrégame toda la furia que llevas dentro.” Espeta mientras su agarre

se afianza en mis caderas, estoy bailando para él, pero también es él quien

lleva el ritmo.

“Me quemas.”

“Siempre supe que sería así, eres fuego líquido.”

Me siento como una burbuja de vidrio a la que están soplando sin parar,

esto es demasiado, él es demasiado, temo romperme y no poder volver a

ser yo misma de nuevo.

“Quiero…” Estoy volando cada vez más alto, pero él sigue sin dejarme

encontrar el tan anhelado límite.

“Yo sé exactamente lo que quieres princesa, pero no hay prisa, tenemos

toda la noche.”

“Pero…” intento protestar haciendo acopio de las pocas fuerzas que me

quedan, este hombre es apabullante y después de todo lo que ha pasado el

día de hoy mi estado físico está seriamente comprometido.

“Si te vas me llevarás contigo y no deseo que esto termine tan pronto.”

Susurra en una voz grave antes de morder el lóbulo de mi oreja.

“Ben por favor.” Ruego otra vez.

“No, aquí quien lleva las riendas soy yo.” Afirma con convicción. “Puede que

estés arriba, pero yo mando Paula, el control es mío.”

“Si…” me rindo fácilmente, es tan sencillo caer en su hechizo.

Estoy centrada en las sensaciones que me otorga su magnífico cuerpo, sus

anchos hombros llenando mi campo de visión, el mundo más allá de eso se

ha vuelto difuso, justo en este momento mi sistema solar gravita alrededor

del sol, Benjamin Graham sin duda es el astro rey.

Un grito que apenas logro reconocer como mi voz rasga el silencio, “princesa

cada vez que te escucho mi voluntad se viene abajo, quiero que toques el

cielo conmigo.” Entonces una nueva palmada calienta mi trasero. “¡Ahora!”

No hubiera podido parar aunque quisiera, había cruzado el punto de no

retorno hace mucho rato, ni siquiera puedo recuperar el aliento después de

esto, tengo las cuerdas vocales destrozadas a causa de mis alaridos, jamás

me había considerado una mujer escandalosa, pero definitivamente cuando

mi cerebro vuelva a funcionar debo hacer el recuento de los daños.

“Eres perfecta, no hay otra palabra para describirte.”

“Estoy muy lejos de serlo.” Respondo mientras me desplomo contra su

pecho, levantando mi boca hacia su cuello.

“Es cierto, la perfección es poca para describirte, eres mucho mejor que eso

y eres mía, lo supe desde que te vi ese domingo en la cocina de Max.”

“No digas cosas como esas, es demasiado, sobre todo considerando lo

que acabamos de hacer.” Me quejo con pesar, nunca he esperado el para

siempre. Ciertamente Ben tampoco lo ha prometido.

“Precisamente por eso puedo hacerlo. Estás conmigo ahora y no pienso

dejarte ir.”

Sin darme tiempo a más protestas su boca invade la mía y nos desplomamos

entre los cuatro postes de la gran cama con nuestras extremidades

entrelazadas. Pronto pierdo la certeza de donde termina mi cuerpo y

comienza el suyo, todo lo que interesa aquí es que somos extensión el uno

del otro. Para ser sincera me quisiera perder, pero tengo tanto miedo, nunca

he pensado que mi nombre esté al lado del ‘para siempre’, jamás he creído

merecerlo, mis anteriores fracasos son una prueba latente y dolorosa de

ese hecho. Pero una voz grita dentro de mi ser que viva el presente, que

me abrace a él, porque es lo único que tengo. Con esa convicción me dejo

llevar.

“Ben, tienes que irte.” Le digo intentando despertarlo en cuanto me doy

cuenta de la hora que es.

“No…” gruñe una protesta mientras se hunde nuevamente en la almohada

apretando mi cuerpo contra el suyo con uno de sus fuertes brazos.

“Benjamin necesito que te vayas a tu cuarto, en poco tiempo va a amanecer

y no quiero que nadie se dé cuenta de que pasaste la noche conmigo.”

Entonces parece que la cordura ha regresado, pues se levanta apoyándose

en el cabecero mostrando su hermoso torso desnudo con la suave sabana

de algodón cayendo sobre su regazo. “¿Qué es lo que tanto te molesta,

porque nadie puede saber que estamos juntos?”

“Ya te lo dije, tu mejor amigo es el novio de mi mejor amiga. No quiero que

nos veamos arrastrados porque ellos tengan una relación, mucho menos

que tengan problemas por nuestra causa.”

“¿Problemas de qué?”

“Mira, nunca me he hecho falsas expectativas, sé perfectamente lo que es

esto y para donde va. A mí no me engañas.”

“Pero si ya te he dicho…”

“Pero es que nada, te me vas a tu cuarto.” Intento empujarlo, pero él es

como una montaña a la que nadie puede mover en contra de su voluntad.

“Bueno, si quieres que te complazca debes darme un incentivo para hacerlo.”

Dice mientras se inclina sobre mí.

Me siento tan pequeña, completamente indefensa. “Oh.” Sale de mis labios

más como un gemido que una protesta.

“Si, oh.” Entonces todas esas quejas quedan silenciadas, tanto en mi voz

como en mis pensamientos.

Horas más tarde despierto en una gran cama vacía, sé que he sido yo quien

lo ha sacado volando. Estoy segura que he hecho lo correcto, aunque

mi corazón se niegue a aceptarlo, debo construir algunas barreras a mí

alrededor. Benjamin es un hombre muy intenso, tengo que protegerme,

porque temo que si no lo hago poco quedará de mí cuando esta aventura

termine.

Pasamos el día paseando por Marigold, Ben hace muy difícil el poder

mantenerme alejada de él, la diablilla sobre mi hombro dice que me entregue,

que me deje llevar, aun así tengo que resistir a sus encantos, pero oh Dios,

que complicado resulta. Esto es un agujero de gusano que me transporta a

otra dimensión que me es totalmente desconocida. ¿Será que estuvo mal

que le pidiera que se quedara conmigo anoche? Mil dudas asaltan mi mente

pero no tengo una respuesta.

¿Qué vas a hacer, Paulita? En buen lío te has metido.

3

Esta es mi nueva realidad

Esa noche vamos a bailar después de cenar en un conocido restaurante

que el objeto de mis fantasías nos ha recomendado, ahí se convierte en un

reto mantener mis manos alejadas de él. Max y Lucy se han marchado ya

hace rato, supongo que a seguir con la fiesta en privado. Brad y Lis son otra

cosa, parece que cuando están juntos no pueden acercarse lo suficiente,

creo que es la pareja más bonita que he visto alguna vez, no es amor lo

que brilla en sus ojos, es algo mucho más grande que eso. Desearía que

alguna vez alguien me mirara de la misma manera, con absoluta veneración,

incluso pienso que sus movimientos han sido creados para ajustarse al otro

y encajar perfectamente, son la pareja perfecta.

La seducción es difícil de resistir en la pista de baile, su cuerpo moviéndose

contra el mío en un candente ritmo que resulta hipnotizante, sus manos

en mi cintura mientras mi espalda se pega a su pecho en tanto Robin

Tickle canta sobre líneas desdibujándose, veo de nuevo mis fronteras

desvaneciéndose lentamente. Puedo sentir su respiración en mi oído, lo que

me lleva a toda velocidad al borde en que pierdo la razón y la capacidad de

pensar con claridad.

En ese momento algo nos interrumpe, volteo para ver a Bradley decirle

algo a Ben mientras sostiene la mano de Ellise, lo veo asentir y voltear a

verme antes de decirme en una voz de mando que ahora conozco bien.

“Nos vamos.”

Sin darme derecho a réplica me conduce poniendo su larga mano en el

hueco de mi espalda por la abarrotada pista de baile. Al salir el chofer nos

recibe con la puerta del coche abierta, y subimos para ocupar la tercera fila

de asientos.

Brad y Lis van delante de nosotros abrazados, ella posa su cabeza sobre su

hombro en un gesto que denota intimidad y absoluta confianza. Benjamin

aprovecha mi descuido para subir la mano por mi muslo, sus dedos tienen

tanto poder que inmediatamente me hace sentir vulnerable, de nada han

servido mis murallas, parece que fueron hechas de paja, como la primera

casa del cuento de los tres cochinitos, el lobo llega y con un aliento la

derrumba dejándolo sin resguardo.

Entramos en la lujosa urbanización donde se encuentra su casa de verano y

entonces susurra en mi oído. “Esta noche volverás a ser mía y ahora no voy

a permitir que me saques de tu cama, mi lugar está donde tu estés.”

Lo miro idiotizada incapaz de responder, pero mi mandíbula casi me llega

al hombro ante el asombro de su seguridad, Benjamin tiene total confianza

en sí mismo y en el hecho de que irremediablemente y a pesar de luchar soy

completamente víctima de su encanto.

Al llegar a casa Brad sube las escaleras de la entrada llevando a Lis en brazos

y luego se pierden en la oscuridad del corredor dejando sólo una estela de

murmullos sofocados tras de ellos.

Fructificando de mi distracción, una mano me toma por la cintura

perdiéndome en la intensidad, galaxias luminosas se despliegan ante mis

incrédulos ojos, si pensaba que lo de anoche había sido la velada más intensa

de toda mi vida cuan equivocada estaba, eso no hace más que mejorar.

~~~

En la mañana somos los primeros en salir a desayunar, si bien he dejado

que Benjamin amaneciera en mi cama no quiero ser tan evidente, una cosa

es que sea una facilona con él, otra es que el resto del mundo tenga que

enterarse. Entonces ni modo mijito, toca madrugar. Bueno, es un decir, nos

hemos levantado pasadas las diez de la mañana.

Estamos sentados en la mesa esperando por el desayuno cuando los Morgan

salen tomados de la mano de su habitación muy sonrientes, toman asiento

después de saludarnos animadamente y ordenan la comida.

“¿Ya le contaste?” Le pregunta Bradley a Ben indicándome con un

movimiento de cabeza.

“No, aun no, ¿ya Lis sabe?” Responde mi ecologista.

“Estaba esperando hablar contigo primero.”

Nosotras estamos ahí pero también nos hemos quedado totalmente fuera

de la conversación, nos miramos la una a la otra con el signo de interrogación

en un gran anuncio de neón sobre nuestras cabezas, ¿qué se trae este par?

Ellos saben lo que están haciendo, pues sonríen indulgentes al voltear a

vernos. “Es que resulta que anoche Max le propuso matrimonio a Lucille.”

Comenta Brad con clara emoción.

“Oh Dios… eso es…”

“Maravilloso,” agrega Lis terminando mi frase. Realmente lo es, pero también

es un gran problema, Lucy guarda un gran secreto y no sé cómo se lo tome

Max cuando se entere.

Como si supieran que estamos hablando de ellos precisamente, en ese

momento la feliz pareja sale de su cuarto, no se puede negar que aun con

secreto de por medio ellos están perdidamente enamorados y que un aura

resplandeciente los arropa, los ojos de mi amiga fulguran con amor y los de

su ahora prometido reflejan el sentimiento.

Mientras se aproximan los recibimos como se merecen, con gritos y aplausos,

todos estamos muy felices por ellos. Lucy nos muestra emocionada su anillo

de compromiso, resulta que la hermosísima pieza de joyería perteneció a la

fallecida madre de Maximillian y él ha querido ofrecérselo como muestra de

la magnitud de su compromiso.

Después que se desvanece el fervor inicial todos procedemos a comer la

fruta que nos han traído en relativa calma, pero no soy tonta, este trio algo

se trae, sus miradas revelan complicidad. Aun sin decir una palabra sé que

están tramando alguna travesura.

“Bueno chicas,” dice Brad finalmente levantándose de la mesa. “Hoy es día

de celebración, así que tenemos una sorpresa. Comiencen a recoger sus

cosas porque nos vamos de aquí.”

“¿Cómo? si acabamos de llegar.” Argumenta Lis.

“Y te acabas de ganar cinco azotes en el trasero.” Responde él silenciando

sus quejas.

“Bueno como Brad es incapaz de terminar de hacer un anuncio coherente,

lo hare yo.” Dice Ben poniéndose de pie de una forma que me hace pensar

que va a dar un discurso. “Los tres hemos alquilado un yate para irnos de

paseo por las islas, salimos esta noche, así que si tenemos que recoger todas

nuestras pertenencias y alistarnos para nuestro crucero privado.”

“SIIIIIIIIIIIIIIII.” Me levanto como propulsada por un resorte envolviendo su

cuello con mis brazos y propinándole un beso. “Eres el mejor Benjamin,

estás para comerte con nutella.”

En cuanto las palabras salen de mi boca me arrepiento de haberlo hecho,

actué inconscientemente sin tener en cuenta el auditorio que tenemos,

volteo a verlos avergonzada, pero los infames sueltan una sonora carcajada.

Maximillian se levanta y pone las manos sobre los hombros de mi ecologista.

“¿Pensaban que somos idiotas o qué? Hace rato nos dimos cuenta de lo que

está pasando entre ustedes. Es más, tenemos pruebas irrefutables.”

“¿Cómo que pruebas irrefutables?” Inquiero en un ahogado susurro.

Entonces Lucy toma la palabra levantando su cámara. “Pues el día que

llegamos fuimos a la playa y los vimos. Y les tomamos una foto muy

romántica, por cierto.”

No podemos hacer más que mirarnos horrorizados nos han cachado como

a un par de adolescentes traviesos.

“¿Además con semejante algarabía que tenían el otro día que esperaban?”

Agrega divertido Bradley y creo que me he puesto en 15 tonos de escarlata.

“¿Nos escucharon?” Esto cada vez se pone peor.

“Claro, si estamos en la misma casa, es más, creo que hasta en NY los podían

escuchar.” Responde Maximillian aumentando mi vergüenza.

Afortunadamente después de eso traen el desayuno y el tema cambia al

reciente compromiso de nuestros amigos y al crucero que emprenderemos

en unas cuantas horas.

Aprovechando un momento en que nos hemos quedado solas le pregunto

a Lucy por lo que le ha estado ocultando a su novio. “Ay Pau, eso me tiene

tan angustiada. Intenté contárselo en Los Hamptons pero no pude, ahora

él me ha prometido que hablaremos cuando regresemos a NY, así que a la

primera oportunidad que tenga en casa hablaremos largo y tendido de todo

este asunto.”

“Si amiga, hazlo antes que la bomba te estalle en la cara, han pasado

muchas cosas y cada vez el riesgo es mayor.”

Justo en ese instante somos interrumpidas por todos los demás que vienen

como en estampida sobre nosotras para tirarnos en la piscina. Pasamos el

resto de la tarde alternando entre la playa y la piscina, hasta que es tiempo

de ir a recoger nuestros tiliches para nuestra siguiente etapa del viaje.

Decir que lo que nos está esperando en el muelle es un bote es hacerle

muy poca justicia, esa cosa es una casa flotante, con mi ojo de arquitecta

le calculo al menos unos 140 pies de largo, al subir a bordo después de

sortear las habitaciones me quedo maravillada. El barco es esplendoroso, es

una hermosa combinación de lujo y modernidad conseguida con muy buen

gusto. Hemos quedado de últimos en la dichosa rifa, así que nos corresponde

el camarote más pequeño, pero no hay el más mínimo motivo para quejarse,

la habitación es cálida y preciosa, paredes revestidas en una rica madera

de color claro nos reciben y una cama king size que se ve perfecta para

hacer travesuras. Además un amplio ventanal por el que disfrutaremos de

las vistas que el barco tiene para ofrecernos. No podría estar más contenta

con el resultado, el estar aquí ya es en sí mismo un privilegio.

Después de cinco días de recorrer el caribe en este lujoso yate es momento

de volver a la realidad de la ciudad, así que vamos en el avión de Maximillian

viajando con rumbo al norte. El tiempo no ha sido favorecedor con nosotros

y el vuelo es bastante movidito, para cuando tocamos tierra todos estamos

completamente agotados. Afortunadamente mañana o mejor dicho, hoy es

domingo y podemos descansar, mi camita me llama a gritos.

“Mi chofer está esperando por nosotros, tú te vienes a mi casa.” Gruñe

Benjamin en mi oído.

“Oye, ¿pero qué te estas creyendo tú? Yo me voy a mi apartamento, quiero

descansar. Si no quieres o no me puedes llevar le pido el favor a Lucy.”

“Princesa, eso no es una pregunta, simplemente te lo estaba avisando.

Camina que ya el coche aguarda.”

“Yo no voy a ninguna parte.” Ja, ¿y este que creía? Que chasqueaba los

dedos y ya estaba abierta de piernas, ¡pues no!

“Mira Paula, estoy agotado y no tengo ganas de discutir, te voy a llevar así

tenga que cargarte sobre mi hombro, tú eliges, por las buenas o por las

malas.”

“Quiero descansar.” Protesto haciendo un puchero.

“Lo haremos, pero contigo entre mis brazos, así que camina.”

Estoy demasiado agotada para pelear, así que cedo, por ahora. Pero que ni

piense el hippy este que por muy guapo que esté voy a dejar que diga que

tengo o no que hacer, que conste en el expediente. Las despedidas no son

muy largas, con este sueño ni quien quiera hacerlo largo. Quedamos en

reunirnos de nuevo el martes para decir adiós a Lis y Brad que vuelven a Los

Ángeles, así que con esa promesa aquí se rompió una taza y cada quien para

su casa. O para la casa de su secuestrador, en mi caso.

Benjamin vive en un apartamento que según me cuenta, alquiló amueblado

y está ubicado en Soho, es pequeño pero es muy confortable y espacioso,

a estas alturas del partido no me interesan mucho los detalles, yo lo único

que quiero es que me diga dónde está la cama, necesito 12 horas seguidas

de un sueño reparador.

Es mi primera vez aquí y de alguna manera no tengo idea sobre qué

esperar, a ver el señor control que quiere que haga. La respuesta a mi muda

interrogante llega cuando toma mi mano, me conduce hasta el refrigerador

para tomar dos botellas de agua y de ahí hasta la habitación.

“¿Quieres algo más?” Inquiere antes de cerrar la puerta.

“Una ducha y una cama.” Respondo cansada.

“Eso tendrás,” sin más preámbulo nos encaminamos hasta el moderno baño

de mármol que está adjunto a la habitación principal, en cuanto llegamos

ahí se apoya en el lavamanos y ordena. “Quítate la ropa.”

“¿Perdón?”

“Escuchaste bien Paula, quítate la ropa.”

“¿Pero para qué?”

Exasperado se rasca la cabeza. “Odio el olor de la ropa sucia acumulada,

quiero llevar nuestras cosas al cuarto de lavado para tener la ropa limpia,

eso es todo.”

“¿Te vas a poner a hacer la colada ahora?”

“No es ningún trabajo, es sólo cuestión de orden, puedo dejar incluso la

lavadora programada para una hora especifica de la mañana, ya te dije, no

me gusta el olor a ropa sucia ni el desorden.”

“Ok…” susurro lentamente quitándome cada una de mis prendas lentamente.

Santo Dios, este hombre tiene OCD. (Desorden obsesivo compulsivo)

En cuanto sale del baño decido relajarme mientras pueda y disfrutar de la

comodidad que ofrece la amplia ducha. Abro la llave del agua ajustándola a la

modalidad de lluvia tropical y dejo que el vapor me envuelva. Definitivamente,

esta es la vida que me merezco, a ciegas busco el jabón pero una mano

toma mi muñeca deteniéndome.

“Déjame hacerlo a mí.” Ya se ha puesto manos a la obra con la esponja entre

sus manos pone un poco del jabón orgánico y hace espuma, suavemente la

esparce por todo mi cuerpo haciendo que desde este día y para siempre los

baños tengan un nuevo significado.

~~~

Despierto en una gran cama que no conozco, demoro unos segundos es

caer en cuenta de donde estoy, esta no es mi casa, es el apartamento de mi

sexy ecologista. Pero a mi lado sólo encuentro el lecho vacío. Ahogo mi cara

en su almohada que aun huele a él, algo fresco y limpio, como limón y Ben.

Mi nuevo perfume favorito.

Ese día no hacemos mucho, aparte de dormir y comer pizza sobre la cama,

este último hecho me sorprende muchísimo, pero vaya que el señor orden

y limpieza tampoco es que sea tan inflexible. A eso de las cinco de la tarde

y después de rogar bastante, por fin vamos a mi apartamento a recoger lo

necesario para ir mañana a trabajar. Aprovechando que estamos cerca, lo

invito a cenar al restaurante italiano que está cerca de mi casa, ese al que

acostumbrábamos venir Lucy y yo, afortunadamente Ben no se incomoda

por la modestia del lugar y la velada resulta bastante agradable.

~~~

“¿Estás en tu casa?” Pregunta la voz llorosa de mi amiga Lucille al otro lado

de la línea.

“Voy en camino, ¿por qué?” Esto me preocupa, estoy segura por dónde van

los tiros aquí.

“Ya lo sabe Pau, Max ya lo sabe… él…él…” Solloza incapaz de terminar la

frase.

“Ay Lu, cuantas veces te lo dije, tardaste demasiado en decírselo y ahora la

bomba te ha estallado en la cara.”

“No me regañes, ahora sólo necesito un lugar para quedarme, ¿puedo ir a

tu apartamento?”

“Nos vemos en unos minutos, te voy a estar esperando.”

Acabo de abrir mi puerta cuando entra la llamada de Benjamin, aquí también

estoy segurísima del motivo, yo he sido cómplice de mi amiga.

“¿Tu sabías esto?” Pregunta en un tono bastante fuerte.

“Si Ben, desde el principio,” respondo con la verdad. “No podía decir nada,

Lucy es casi mi hermana, no era mi secreto para compartir.”

“Bueno, en eso tienes razón.” Escucho como suelta un pesado suspiro.

“Hablamos más tarde princesa, en este momento voy a entrar a la oficina de

Max, está vuelto loco.”

“Ok, Lucille va a estar en mi casa.”

Nos despedimos y poco tiempo después llega mi amiga convertida en un

mar de lágrimas, no es para menos, la situación es angustiosa y de verdad

que me duele que tenga que pasar por todo esto. Conozco a Lucille Hixson

hace años, si de algo puedo estar segura es de que es una buena persona,

aparte de que está perdidamente enamorada de Maximillian. La noche la

pasamos en el sofá, mientras Lucy llora a moco tendido su pena, según me

cuenta Ben, Maximillian está en las mismas. Espero que en algún momento

se den la oportunidad de hablar, mi amiga está pensando en tomar medidas

bastante drásticas y conociéndola como la conozco es perfectamente

capaz de llevarlas a cabo.

Es martes en la noche y la señorita Hixson no aparece en mi apartamento,

llamo a su padre y este me informa que está con él, lo cual me tranquiliza.

Nicholas es un hombre sensato y seguramente conseguirá hacerla entrar

en razón, espero que ocurra antes de que le dé una cirrosis a Max, porque

desde que ella se fue no ha hecho más que beber todo el whisky que se

le ha puesto enfrente. Bradley y Benjamin están muy preocupados por la

situación.

Para cuando llega el fin de semana hemos decidido ir por Lucy y traerla

a rastras si es necesario. La situación ha pasado de castaño a oscuro,

Maximillian se está hundiendo en un abismo de alcohol que parece no tener

fin y los chicos temen lo peor, parece ser que él tiene una historia a cuestas

y que esta recaída le está pegando duro.

Pero al llegar a su casa nos encontramos con un cuadro que no esperábamos,

Lucille está decidida a alejarse, por más que le hemos insistido sigue aferrada

a su necedad y lo peor es que está enferma. Parece que ha perdido varios

kilos y su rostro ha perdido la lozanía, eso sin contar con los tremendos

círculos oscuros que tiene bajo sus ojos. Tengo que hablar con Nicholas

Hixson, si alguien puede meterla en cintura ese es él, así que después de

dejar su casa nos dirigimos al hospital.

El doctor Hixson está tan preocupado como nosotros, además nos asegura

que está haciendo su mejor esfuerzo por convencer a su hija, pues sabe lo

mucho que sufre. También queda muy preocupado al enterarse del estado de

Maximillian, así que nos despedimos con la promesa de mantener contacto.

Los días siguen y la situación sólo empeora, Lucy no contesta el teléfono ni

su padre tampoco, Max sigue bebiendo como si le regalaran el trago y para

terminarla de rematar ahora tiene a Isabella Catalano metida en su cama.

No sé qué tiene esa mujer que me da repelús, Ben dice que la conocen

hace muchos años, pero simplemente hay algo en ella que no me inspira

confianza.

~~~

Varias semanas después, cierto sábado, estamos disfrutando de una

mañana relajada. Después de un dulce y agitado despertar me pongo una

de las camisetas de Ben para ir a la cocina a hacer algo para desayunar, él

me acompaña vestido solamente con el pantalón de su pijama y así, entre

besos y arrumacos intento hacer unos waffles. Para completa consternación

de ambos el timbre de la puerta suena, ambos nos miramos con el ceño

fruncido, por regla general nadie viene a visitar, por lo que Benjamin piensa

que puede ser uno de sus vecinos.

Corre al cuarto a ponerse una camiseta y vuela a abrir la puerta, después de

unos segundos y cuando estoy con la espátula en el aire veo entrar a una

señora mayor seguida de un hombre altísimo de pelo blanco y tras de ella, otra

mujer con dos chicos, que según mis cálculos deben ser preadolescentes.

El pánico me recorre de la cabeza a los pies, cinco desconocidos me han

cachado semidesnuda y cocinando para mi novio.

“Tú debes ser Paula,” dice la señora. “Yo soy Nina Graham, la madre de

Benjamin.” Que alguien me mate, por favor.

¿Quién quiere conocer a los padres de su novio en semejante forma tan

incómoda? Ciertamente yo no, esto debería ser diferente, tendría que

conocerlos en una cena en un restaurante elegante, estando preparada y

sobre todo VESTIDA.

La cosa se pone peor aun cuando uno por uno los miembros de la familia

Graham pasan a saludarme como si fuera lo más normal del mundo y yo

parezco una estatua de hielo, me quedo ahí parada con la boca abierta

mientras ellos siguen lo que parece ser un recorrido turístico lo más de

entretenido.

Tras unos minutos más de desasosiego, por fin logro irme a la intimidad de

la habitación no decido entre estar aliviada, avergonzada o furiosa. Apurada

intento recuperar algo de mi dignidad y me baño en minutos, ciertamente

el agua caliente disipa mucho de mi enojo, pero la furia asesina vuelve a

mi cuando me estoy poniendo los zapatos y veo entrar en la habitación a

Benjamin seguido por su madre.

“¿Qué cara…?” No alcanzo ni a terminar la frase cuando me envuelve en sus

brazos y me planta un beso en la frente.

“Querida, no te preocupes,” interviene Nina Graham. “Sé que los hemos

tomado por sorpresa, pero no tienes nada de lo que avergonzarte, jamás

había visto a mi hijo tan feliz.” Termina con una sonrisa.

“Pues…” mascullo tan colorada como un tomate.

“No tienes nada de lo que avergonzarte, si por algo nos caracterizamos

los Graham es por no complicarnos mucho la vida. Ven, ahora si invítanos

a un café y déjanos conocerte mejor, Benjamin no hace más que hablar

maravillas de su princesa.”

Me cepillo el cabello a toda velocidad y salgo a la sala, donde ya mi sexy

ecologista ha dispuesto un refrigerio para su familia. Benjamin es muy

parecido a su padre, aunque tenga los ojos y el cabello de Nina, ambos

tienen la misma contextura y también son igual de altos. Otra cosa en

común es su actitud relajada y la filosofía ecológica con la que llevan su

vida, el señor Graham dice que eso se debe a que vivió en los 60’s.

Caroline, su hermana, es la mujer más despampanante que he visto alguna

vez, parece súper modelo, posee una figura envidiable y la piel de una

porcelana, si a eso le sumamos un travieso sentido del humor resulta la

mujer perfecta. Pero dice su madre que no me deje llevar por las apariencias,

que debajo de esa mascara de sofisticación se esconde una verdadera bruja,

de la cual Bill, su esposo y sus subordinados en la empresa pueden dar fe.

Esa tarde, mientras estamos almorzando, Nina le pide a Ben que le cuente

lo ocurrido con Maximillian, ambos están de acuerdo en que el tema es

preocupante y que hay que hacer algo al respecto, el problema es que sin

poder encontrar a Lucille no vemos ninguna salida viable.

Esa semana se pone aun peor cuando nos enteramos del supuesto

compromiso de Maximillian con la gigantona de los pelos desteñidos, se

supone que van a salir en la portada de la revista ‘People’ para anunciarlo,

sólo espero que mi amiga esté viviendo en Tombuctú y que el magazín no

llegue a sus manos. Oh Dios…

Para el miércoles llega Benjamin con la gran noticia de que Maximillian nos

ha invitado a todos el viernes a cenar para celebrar.

“Ni lo sueñes.” Ha sido mi respuesta tajante.

“Pau, ella no es mala persona, todos la conocemos desde hace mucho

tiempo. Dale la oportunidad, además ella ha estado ahí para Max desde que

tu amiga lo dejó.”

Bueno, si de ponerse cada quien en su bando se trata… “Pues menos, team

Lucille Forever. Si quieres ir, es tú problema, yo no pienso asistir a esa cena.”

Paula en modo ‘primero mueves a la pared que a mí’, activado.

“Princesa, Maximillian ha sido mi amigo toda la vida, es casi mi hermano.

Tengo que apoyarlo.”

“Bueno, lo acabas de explicar. Así Lucy no esté aquí ella es mi hermana y a

esa cena Paula Brown no va. Punto final.” Exclamo cruzándome de brazos.

“¿Esa es tu decisión?” Pregunta levantando las cejas indignado.

“Esa misma y como tienes ese compromiso, este fin de semana me voy a

dormir a mi casa.”

“Paula, una cosa no tiene que ver con la otra.” Intenta excusarse.

“Pues en mi cabeza si,” digo sin emoción mientras comienzo a recoger

algunas cosas básicas y a ponerlas en mi maleta de mano.

Ben no hace ningún intento por retenerme y yo tampoco hago amago

por quedarme, puede que ellos hayan terminado y que no tenga ni la más

remota idea de donde se ha refundido mi amiga. Pero aunque ausente ella

siempre será mi hermana del alma.

El resto de la semana me concentro en terminar los planos para la

remodelación del apartamento del ecologista traidor, confieso que no tengo

ni cinco de ganas de hacerlo, pero tengo un contrato de por medio que me

obliga a hacerlo. Ni modo, me tienen amarrada de pies y manos.

El viernes a eso de las seis de la tarde, cuando estoy llegando a mi casa

del trabajo recibo un mensaje, hablando del rey de Roma… el hippy que se

asoma.

La cena es a las 8,

¿Alguna esperanza de que quieras venir?

Ni siquiera me tomo la molestia de contestarle, que se vaya a su cena con

sus hermanos. A la pobre Lis la llevan casi a rastras, con eso de que Brad

es quien manda en la casa no ha podido negarse. Ya le preguntaré por el

chisme, a ella la peliteñida le cae tan bien como a mí.

No dan las nueve cuando unos golpes que conozco bien resuenan en la

puerta. Como venga a buscarme para llevarme a la dichosa cenita, Benjamin

Graham III va a saber quién es Paula Brown. Por mi cabeza no cruza la idea

ni de pasarme un cepillo por el cabello, si lo que ha venido a buscar es pelea,

pues pelea va a encontrar. Mientras camino a la puerta voy poniéndome

mis guantes de box imaginarios y para cuando llega el momento de girar la

perilla ya estoy hecha una furia. Pero al abrir y ver su cara todos mis planes

de batalla se vienen al piso, Ben luce contrito y más que eso, sumamente

preocupado.

“Tenías razón,” eso sale de su boca sin preámbulos.

“No entiendo, ¿qué ha pasado?” Me muevo abriendo la puerta para dejarlo

entrar, él acepta mi muda invitación y ambos nos acomodamos en mi mesita

de comedor.

“Con Isabella, no entiendo cómo pude ser tan ciego. Bradley me lo había

dicho, de hecho ellos sólo fueron por apoyar a Maximillian, hoy me he

convencido. Esa mujer es una víbora, que diferencia con Lucy, son personas

completamente distintas.”

“¿Qué te hizo cambiar de parecer?”

“Sabes que tenía tiempo sin ver a Max, él ha cambiado muchísimo, es como

si fuera su sombra. Esa mujer lo alienta a beber de una manera grotesca y

hoy para rematar tuvo la desfachatez de hacer un comentario sarcástico

sobre el estilo de vida de Lis y Brad. Esa fue en pocas palabras la gota que

derramó el vaso.”

“Santo Dios, ¿Max que hizo?”

Ben hunde su cabeza entre las manos antes de contestar. “Mi pobre

hermano está tan perdido en el alcohol que apenas se dio cuenta que algo

estaba ocurriendo, Bradley estaba realmente furioso y con justa razón.”

“Que penosa situación…” escapa de mi boca en un susurro.

“Perdóname princesa, de verdad creo que debo prestarle atención a tu

sexto sentido.” Exclama acercándose a mí.

“Vaya Graham, hasta que dices algo sensato.” Y sin darle tiempo a decir

nada más lo envuelvo entre mis brazos y nos fundimos en un beso de esos

que te dejan patidifusa.

~~~

El tiempo literalmente vuela, ahora estamos casi en navidad con la novedad

de que en unos pocos días mi novio se podrá mudar a su recién remodelado

apartamento. Ha quedado precioso, un espacio amplio iluminado por

amplios ventanales en forma de arco que hace la luz brillar sobre el reluciente

piso de madera. Bueno, realmente no lo es, es un conjunto de materiales

reciclados que mi ecologista pidió específicamente al hacer la reforma, aquí

hemos tenido que invertir muchísimo tiempo ‘puliendo’ lo existente, pero

ha valido la pena. El resultado no podría ser más satisfactorio.

Pero como todo en mi vida, nada funciona a la perfección. Tengo un retraso

y estoy comenzando a sudar petróleo nada más de imaginar lo que eso

significa, no tengo ni idea de cómo se lo voy a decir al señor Graham y

mucho menos que voy a hacer si mis sospechas llegan a ser ciertas.

Ya ha llegado el día rojo señalado en el calendario y con la tonta excusa de

que me está dando gripa me voy a mi casa. Benjamin hace el intento de irse

para cuidarme, pero lo paro en seco y como se supone que precisamente en

estos días me huye como quien huye de la peste, pues bueno.

Al llegar a casa busco entre las cajas de mis pastillas con desesperación,

horrorizada me doy cuenta que me he saltado muchísimas dosis, creo que al

menos me he perdido la mitad. Santo Dios, esto no puede estar pasándome…

¿Por qué a mí? Ahora sí que Ben me va a mandar a la mismísima porra con

un boleto sólo de ida.

La noche avanza y yo no he podido pegar el ojo, ni siquiera tengo con quien

hablar de mi problema. Lis y yo nos hemos vuelto muy cercanas, pero no sé

si sea correcto decirle. Si llamo a mi madre lo siguiente es que seguro mis

hermanos se enteran y ahí sí que recogería a Benjamin en cuadritos. Cuanto

extraño a mi amiga, ¿Lucille Hixson, donde estás?

No tengo la menor idea a qué hora me he quedado dormida cuando suena mi

celular. Es Ellise, ¿será que se le perdió el reloj o que piensa que cambiamos

de horario? Que madrugón.

“No vas a creer lo que te tengo que decir.” Ese es su saludo.

“Primero que nada, buenos días señora Morgan.” Contesto con muy poco

humor.

“Oh, lo siento Pau, pero cuando te diga olvidarás toda la cortesía. Adivina

quien apareció.”

“No tengo la menor idea.” Y la verdad, no estoy de humor para jueguecitos.

“Lucy apareció anoche, ¿puedes creerlo?”

Quedo sentada en la cama. “Espérame, ¿estamos hablando de la misma

Lucy que tú y yo conocemos y que lleva meses desaparecida?”

“Esa misma.” Asegura con convencimiento. “Pero ahí no paran las sorpresas.”

“Oh Dios, ¿aún hay más?”

“Si, agárrate de la silla, esto es fuerte. Lucy está embarazada, dice Brad que

debe tener entre cinco y seis meses.”

“¿Max ya lo sabe?”

“Si, debe estar ahora mismo con ella.”

“Esto es increíble…”

Lis sigue con la conversación y me cuenta todo lo sucedido con Nicholas,

quedamos en ir más tarde a verla al hospital, ahora si tengo que llamar a mi

hippy.

“¿No que estabas enferma?” Exclama en cuanto lo hago participe de mis

planes.

“Benjamin mi mejor amiga acaba de aparecer, ¿no pensarás que me voy a

perder esta oportunidad de verla de nuevo, y si se vuelve a ir?”

“Como si Maximillian fuera a permitirlo.” Responde en un bufido.

Hacemos planes, pasará a recogerme en un rato, primero debo reportarme

en la oficina y de ahí iremos todos al hospital.

Horas después aun no lo puedo creer, mi mejor amiga ha regresado y

Maximillian se va a encargar de que no se vuelva a ir, mi vida vuelve a estar

completa. Ahora tengo que solucionar este problemita del retraso y asunto

resuelto. Yupiiiiiiii esta sí que será una feliz navidad.

Después de dos días de estarlo pensando mucho he decidido hacer una cita

con esa ginecóloga que las chicas tanto recomiendan, si esto resulta ser

cierto entonces quiero saber a ciencia cierta que opciones tengo. Así que

por una vez en mi vida hago lo que otros me sugieren y me comporto como

ellas dicen, una persona adulta.

Envuelta en la bata que la enfermera me ha facilitado puedo decir que

literalmente estoy temblando, esto es aterrador. Quisiera que mi novio

estuviera aquí conmigo tomando mi mano, tan mortificado como yo lo

estoy o tal vez un poco alegre por el rumbo que pueda tomar nuestra vida,

¿por qué soy tan cobarde? Ojala hubiera podido reunir algo de valor para

contárselo.

Mientras me meten allá por donde te contaba la sonda para la ecografía

siento que voy a vomitar, y cuando la doctora Montgomery dice con arto

entusiasmo. “Estás embarazada, aquí está tu bebé.” Mi mundo se vuelve

negro y creo que por unos breves momentos pierdo el conocimiento.

Ahora la gran pregunta es… ¿Qué voy a hacer? Bueno, afortunadamente

tengo mucho en lo que distraerme. Resulta que Lucy y Max se van a casar el

21, con una boda exprés que organizar hay muy poco tiempo para perder,

hemos estado corriendo para conseguir el vestido de la novia, los vestidos

para nosotras, que afortunadamente son de un color decente y no nos han

hecho uniformar. Fiel a su estilo, mi amiga ha optado por tener consideración

de sus damas de honor, hay novias que más que vestidos quiere disfraces.

Lucille me ha sugerido darle una tarjeta a Ben con la foto del bebé para

navidad, creo que eso voy a hacer. Le había comprado hace más o menos

un mes un abrigo Burberry que pensaba regalarle, pero bueno, se lo puedo

obsequiar cualquier otro día, navidad debe ser especial. En mi cabeza una y

otra vez le pido a Dios, ese que he tenido tan olvidado que mi novio asuma

bien la noticia de que vamos a ser padres, estoy aterrada, petrificada, pero

bueno es inevitable el resultado.

“Quiero organizar una cena para inaugurar el apartamento el 26. ¿Qué te

parece?” Comenta Ben dos noches antes de navidad mientras estamos en

la cocina terminando de lavar los platos.

“Me parece perfecto, ahora dime. ¿Quieres que prepare algo especial?” Sin

saberlo me acabas de dar la oportunidad perfecta.

“La verdad tenía pensado contratar un chef, alguien que nos descomplique

la vida.”

“Ok, yo me puedo encargar de la contratación. ¿Ya pensaste que tipo de

comida quieres?”

“Algo sencillo, puede ser italiana.”

“Muy bien, eso me facilita muchas las cosas, ya sé a dónde ir.” Al restaurante

en donde solía cenar con mi amiga Lucille, “no voy a contratar a un cocinero,

voy a pedir la comida lista para hornear y de ahí yo me haré cargo.”

“¿Estas segura?” Pregunta con una sonrisa en los labios.

“Sip, 100%”

“Esta es tu casa Paula Brown, aquí puedes hacer las cosas como tú quieras.”

No me ha puesto una mano encima y ya soy una masa jadeante parada en

el piso de la cocina.

“Gracias, eso significa mucho para mí.” Más ahora por el hecho de que

estamos esperando un hijo.

Posa un suave beso sobre mis labios. “Para mí también, para mí también.”

Y dicho esto se marcha hacia la habitación. Me quedo ahí mirando su espalda

mientras camina y creo que soy la mujer más feliz del mundo, hace unos

cuantos meses por mi cabeza nunca habría pasado la idea de enamorarme de

esta forma, Ben me ha dado algo que nadie me había dado antes, seguridad.

Le puedo decir que lo amo segura de que aunque las palabras no salgan de

su boca, sus ojos y sus manos hablarán por él, nunca antes me había sentido

la elegida y ahora lo soy. Soy la chica que se ha ganado el premio mayor de

la lotería.

Para cuando la noche de la cena llega estoy nerviosísima, tengo todo

listo, he preparado un video que tengo guardado en mi iPad con algunas

imágenes nuestras y al final, la foto que la ginecóloga tomó de nuestro

pequeño pedazo de cielo.

Todo transcurre a las mil maravillas, tal y como estaba planeado. Hasta que

escucho salir estas horribles palabras de la boca de Ben.

“El 3 de enero me regreso a Hong Kong.”

¡Que alguien me mate, por favor!

4

Si la vida me da limones, intentaré hacer limonada

No puedo creer lo que acabo de escuchar. ¿Qué Benjamin se va a Hong Kong

en menos de una semana y me lo suelta precisamente en la cena delante de

todos nuestros amigos?

Lo mato, lo mato, lo mato y después me mato yo.

Como puedo recojo los trozos de mi dignidad y salgo corriendo hasta la

cocina, pero pronto me doy cuenta que no estoy sola. El hombre que me

acaba de destrozar el corazón ha tenido el descaro de seguirme. ¿Bueno

Paulita, que esperabas? Esta es, después de todo, su casa.

“Tu…”

“Princesa, déjame explicarte.”

“¿Qué me vas a explicar pedazo de idiota, que me dejas en una semana?”

“Paula las cosas no son como te las estás imaginando.” Espeta de vuelta.

“Claro que no son como me las estoy imaginando, si así hubiera sido, no

le habría entregado mi corazón a un hijo de puta que se va al otro lado del

océano dejándome vuelta mierda aquí.”

“Paula.” Tiene el descaro de levantarme la voz, pero para gritona, YO.

Después de gritarnos lo muy enojados que estamos siento que el aire se

acaba en este lugar, el techo se me está viniendo encima, tengo que salir de

aquí ahora mismo.

Bajo esas escaleras que conozco bien, como un tornado, pero al apoyarme

en la puerta simplemente me desvanezco, comienzo a llorar lo que bien

podrían ser las cataratas del Niagara hasta que una mano se posa sobre mi

hombro. Es Lucy.

“Pau…” La abrazo con la fuerza que aún me queda en el cuerpo y sigo

llorando.

“¿Por qué me hizo esto Lucy? ¿Por qué ha jugado así conmigo?” Pregunto a

modo de reclamo una y otra vez.

“Amiga estoy segura que Ben te quiere, vamos regresa y habla con él, pero

tienes que dejarlo que también te diga lo que siente, aparte tu no le has

contado lo del embarazo.”

“Y es que para colmo me lo tira en la cara delante de ustedes, como si fuera

una proeza, yo pensaba que esta cena era para otra cosa.” Como anunciar

un compromiso o algo para el estilo. Estúpida que fuiste Paula, sólo fuiste un

entretenimiento pasajero, Benjamin regresa a hacer su vida y tú no tienes cabida

en ella.

“Eso pensábamos todos, pero mira, no creo que la intención de Ben haya

sido humillarte enfrente de nosotros, ven vamos y terminas de escuchar lo

que tiene que decir.”

“No Lucille, ni loca entro de nuevo a su casa.”

“Paula creo que es lo mejor, sigue mi consejo y entremos.” Me podré estar

congelando, pero yo a esa casa no vuelvo a entrar.

“¿Quieres que siga tu consejo como aquel día que fuimos a buscarte para

que hicieras lo mismo con Max?” Sé que estoy siendo innecesariamente

sarcástica, ¿pero que esperaba?

“Si Pau y mira todo el sufrimiento que nos pudimos haber evitado si te

hubiera hecho caso, no hagas lo mismo que yo amiga, ven entra. Esto no se

trata sólo de ti.”

“Ya dije que no, me voy a mi casa.”

Intento salir a la calle a tomar un taxi cuando la autoritaria voz de Maximillian,

en plan hermano mayor me detiene. “Ven Paula, te vas con nosotros al

apartamento.”

“Max… ustedes están recién casados, lo último que quieren en casa es a una

despechada que les haga mal tercio.”

“De todo eso que has dicho solamente es cierta la primera parte. Eres

parte de nuestra familia y la familia se apoya.” Vaya, como dice mi amiga,

ese hombre tiene el don de la palabra. “Acompáñanos, el coche está aquí

mismo.”

Aun sin querer, me trepo en la parte trasera de la lujosa camioneta Lincoln

que Maximillian tiene esperando por ellos. Al llegar a su casa todo me sigue

recordando al hippy traidor, aquí lo conocí, ahora pienso que debí seguir a

mis instintos ese día, yo tendría que haberme alejado como quien huye de

la lepra y en este momento no estaría así de jodida con el corazón vuelto

mierda y esperando un hijo.

Un hijo.

¿Qué carajo voy a hacer yo con un hijo? No tengo ni la menor idea del

camino que voy a tomar y como si las cosas no fueran lo suficientemente

malas mi amiga, en su afán de consolarme me ha instalado en el cuarto que

va a ser de su bebé, la cabeza me da vueltas. Aquí hay una cuna, muñecos de

peluche y cualquier cosa que haya podido imaginar que una criatura pueda

necesitar. Pero sobre todo, ese niño que viene en camino va a crecer en un

hogar rodeado del amor de sus padres.

Padres. ¿Cómo les voy a explicar esto a los míos? Mi papá seguramente va a

querer descuartizar a Benjamin y aunque creo que se lo merece, bien podría

darle un infarto. Y mis hermanos… ya me los imagino planeando alguna

cosa descabellada, tengo que admitir que de cierta manera me alegro que el

bellaco ecologista se marche a oriente, así su seguridad estará garantizada.

Logro quedarme dormida mientras Lucille sigue acariciando mi espalda, en

la madrugada me despierto con el cuerpo aun sacudido por los sollozos y un

dolor de cabeza de marca mundial. Voy a la cocina a buscar un advil o algo

para matar esta tortura, pero cuando abro el envase recuerdo que no tengo

idea cual es la dosis adecuada para no hacerle daño a mi hijo. Este niño que

sin desearlo viene a cambiar mi vida de manera radical, pero en el fondo

de mi muy maltratado corazón algo se ilumina al pensar en un pequeñito

regordete y calvo que me sonríe con su boca desdentada.

Para el 30 de diciembre en la mañana ya no puedo más, Benjamin ha intentado

comunicarse conmigo de todas las maneras posibles y tiene convertido el

hogar de los Fitz-James en un jardín botánico. Exagerado como siempre ha

enviado flores de fruta, globos y plantas. Al perro no lo castran dos veces,

esta vez no voy a caer. Chúpate esa Graham. Definitivamente me tengo que

ir a mi casa, así que escapo de las sobreprotectoras garras de Lucy y me

dirijo a mi apartamento. Al llegar ahí voy directamente a mi cuarto, necesito

un baño largo y caliente, pero mientras observo mi casi vacío guardarropa y

las prendas que tiene Ben en mi closet tomo una decisión. Tengo que poner

tierra de por medio y la idea de llorar en los brazos de mi madre, como si

fuera una adolescente, ha comenzado a parecerme muy atractiva.

Actuando rápido y sin darme mayor oportunidad de meditarlo tomo lo

primero que se me atraviesa y lo aviento en una maleta. Acto seguido

compro el boleto en línea y llamo a un taxi. California, ahí voy.

Nueve agotadoras horas después estoy aterrizando en la capital del cine,

pero todavía no puedo descansar, me espera algo más de una hora de

camino hasta Rancho Santa Margarita, el lugar donde viven mis padres.

Al llegar ahí estoy francamente agotada, salir del coche me cuesta más

trabajo del que creía, abro la puerta de la casa con mi llave de repuesto y mi

madre literalmente se queda de piedra al verme.

“Válgame Dios Paula, menudo susto me has dado. ¿Por qué vienes así sin

avisar y en ese estado?” ¿Qué, tan mal me veo?

Después de darle un buen abrazo y darle las gracias a Dios porque ninguno

de los hombres Brown se encuentra en casa le cuento a mi madre todo lo

sucedido en estos últimos días.

“Hija quiero que pienses bien, es tu futuro el que está en juego. Podemos ir

a ver a mi médico, tal vez él pueda darte opciones.”

“¿A qué opciones te refieres?”

“No tienes que ser madre si no estás preparada o dispuesta a serlo. Es tu

cuerpo y puedes decidir sobre él.”

Bueno, en eso tiene la razón. ¿Pero terminar con mi embarazo? No había ni

siquiera pensando en eso.

No tienes por qué decidir ahora, voy a llamar al doctor Wagner y a hacer una

cita para lo antes posible.”

“Mamá pero es que…” Intento detenerla, pero después de darle un par de

vueltas rápidas llego a la conclusión de que mi madre puede tener razón.

Tengo opciones, no tengo que seguir con este embarazo si no es lo que

quiero para mi vida. Sin embargo no estoy nada segura de que esa sea la

decisión correcta, ¿y si me arrepiento todos los días que me quedan por

haberla tomado?

¿Pero y si sucede lo contrario, si me doy cuenta en unos meses de que este

asunto de la maternidad no es para mí? Voy a estar sola en NY con una

criatura a la que no tengo la menor idea de cómo voy a cuidar, trabajando

de sol a sol para mantenernos y sin un padre que me apoye. Porque no le

pienso decir al hippy infame que estoy esperando, si algo me quedó claro

con todo lo ocurrido es que ese imbécil no se merece ni siquiera respirar el

mismo aire que yo. Sí señor.

Entre mi madre y yo acordamos no hacerle participes a la parte de la fami-

lia Brown que lleva la testosterona, obviamente ellos están extrañadísimos

con mi intempestivo viaje, pero inteligentemente optan por no preguntar

mucho. Seguramente mi madre los tiene bien advertidos, bueno, ser la niña

de la casa debería tener alguna ventaja.

El primer día del año mi amiga Lucy me llama a recordarme la traición del

hippy, pero con lo que ella no contaba es con la noticia de que tengo cita

con el ginecólogo temprano en la mañana. Pero al llegar al consultorio del

médico simplemente no lo pude hacer, sé que va a ser muy complicado,

que es un gran reto y que no estoy segura de salir avante, aun así no puedo

callar la voz de mi conciencia gritándome que esto es lo correcto. No puedo

terminar con la vida de un ser humano por miedo o cobardía, hay miles de

madres solteras habitando el planeta, siendo felices con sus retoños, no voy

a ser ni la primera ni la última. Sin embargo voy a poner todo mi empeño en

ser la más feliz y que este pequeño bandido crezca siendo un niño sano y

dichoso. Mi madre intenta disuadirme, insistiendo en que al menos escuche

lo que el doctor Wagner tiene que decirme, pero he tomado una decisión y

nadie me va a hacer cambiar de parecer.

Después de una triste despedida de mi familia regreso a una aún más triste

ciudad de Nueva York, el sol se ha puesto en el horizonte, llevándose a

oriente a la luz de mis días. Intento distraerme de la mejor forma que puedo,

trabajando y huyendo de mis amigos. No les he contado ni a Lis ni a Lucy

que no di por terminado mi embarazo, entre menos información tengan

ellas menos riesgo corro de que el infame ecologista se entere, porque

conociendo a los esposos de mis amigas más tardaría el gallo en cantar que

Benjamin en enterarse de mi estado de gravidez.

Pero todo cambia en el momento en que a Max lo detienen, el mundo de mi

amiga Lucy se viene abajo, ella me necesita a su lado, tengo que dejar de

pensar en mí y en mis lamentos e intentar ser una roca para ella.

Al día siguiente mientras estamos preparándonos para cenar en el

apartamento de Max y Lucille, el objeto de mis pesadillas arriba de Hong

Kong y me quedo paralizada al verlo. Disimulo tanto como puedo intentando

disfrazar mi dolor con una máscara de enojo, sé que es patético, pero bueno

no le voy a dar el gusto de verme llorando por los rincones. Ni que fuera tan

importante el muy idiota.

Tras terminar de cenar y cuando estoy recogiendo mis cosas para marcharme

a casa Benjamin aparece muy solícito dispuesto a llevarme. Rendida bajo

la coercitiva mirada asesina de Ellise acepto el aventón, pero que ni crea

el estúpido este que le voy a dirigir la palabra, si quiere ser mi chofer,

bienvenido sea, pero más allá de darle las gracias de Paula Brown no va a

conseguir absolutamente nada.

Galante como siempre me abre la puerta de su coche y espera a que me

acomode en la cómoda silla de cuero, mientras vamos en camino puedo

sentir su mirada en mi cuello en tanto yo me dedico todo el trayecto a mirar

por la ventana. Al llegar al edificio en que vivo finalmente parece haber

encontrado el valor de decirme algo, pero no me interesa escuchar cualquier

cosa que tenga que decirme. ¿Qué esperaba, que ahora que está de vuelta

en la ciudad me vuelva a convertir en su conveniente juguete sexual? Pues

no, está muy equivocado si piensa que porque regresó me voy a abrir de

piernas para él, no tendría tanta suerte.

Me bajo corriendo del BMW y al entrar en el complejo de apartamentos le

advierto al conserje que no deje pasar al señor Graham, necesito apartarme,

realmente lo necesito. Al llegar a casa mis fuerzas se desvanecen y me hundo

en un mar de lágrimas con la espalda pegada a la puerta del apartamento.

En ese momento mi teléfono comienza a sonar insistentemente, obviando

el hecho de que ‘animal’ de Neón trees resuena en el oscuro espacio que es

mi sala de estar, sé perfectamente quien está llamando.

Imbécil.

Al despertar y para rematar mis males, los primeros síntomas del embarazo

hacen su aparición, volteo en el escusado todo el contenido de mi estómago,

creo que he devuelto hasta lo que había comido hace tres días. Según

mis amigas era una chica con mucha suerte porque hasta ahora no había

sentido los estragos de mi nueva situación, pero las condenadas nauseas

parecen venir con ganas de cobrarse la deuda con intereses incluidos. Qué

barbaridad, juro por Dios que es la última vez que me embarazo, mi pequeño

bandido será hijo único.

Con el pasar de los días y a fuerzas de tenernos que ver a diario debido a la

penosa situación que enfrentan nuestros amigos creo que estoy asimilando

el hecho de que Benjamin y yo llevemos vidas separadas, duele verlo al otro

lado de la mesa y no poderlo tocar, pero me he ido resignando a que esta es

nuestra irremediable situación. Los hechos no han cambiado, yo vivo en NY

y el hippy traidor vive en Hong Kong, punto.

Me resulta divertidísimo ser incluida en la pequeña emboscada que le

tenderemos a Lucy para darle la noticia de que su esposo sale hoy del

injusto confinamiento al que estaba sometido. Maximillian ha planeado

un encuentro romántico en la cima de la ciudad, me encantan estas

confabulaciones. Además, mientras ellos tienen su romántico reencuentro,

nosotros arreglaremos una fiesta de bienvenida en el apartamento. Por fin

algo de alegría.

Con lo que yo no contaba es con que en plena fiesta y cuando me dirigía

a la cocina para buscar algunos hielos para mi limonada, Benjamin, Lucy

y Max estuvieran confabulando en mi contra. Conspiradores. No puedo

escaparme, me tienen acorralada, así que no me queda más remedio que

enfrentarme a la situación.

Mientras los Fitz-James se escabullen como ratas que huyen de un barco

a punto de hundirse, Ben me mira con esos hermosos ojos color caramelo

llenos de furia, estoy segurísima que es plenamente correspondido de mi

parte, entonces empieza sin más preámbulos.

“¿Me quieres explicar porque tengo que enterarme de que estás embarazada

en boca de otras personas y por accidente?” Espeta enojado.

“No, realmente no.”

“Paula eso no fue una cortesía. Quiero que me expliques ahora mismo que

es lo que está pasando.”

“Pues fíjate que no se me da la gana, yo soy más libre que América y tú no

me vienes a dar órdenes, Graham. ¿Qué te has creído?”

“El padre de tu hijo.” Ups, punto para el traidor.

“Pues fíjate que no, este bebé es sólo mío, nadie te ha llamado porque no

eres necesario.” Ja, que creías, tarado.

“Mira Paula Brown, estoy a punto, así de cerca.” Junta el dedo pulgar e

índice de su mano izquierda, indicando un minúsculo espacio. “De perder la

paciencia, no juegues conmigo si es que no quieres arrepentirte.”

“¿Qué no juegue contigo? Pues sería una buena manera de cobrarme los seis

meses que tu estuviste haciendo lo mismo conmigo. ¿Qué, ya es divertido

estar al otro lado de la ecuación y ser la victima?”

“Yo nunca he jugado contigo princesa.” Asegura en voz neutra.

“¿No, estás seguro de eso?” Pregunto levantando las cejas incrédula en

tanto cruzo los brazos sobre mi pecho.

“Completamente.” Él jura que le creo.

“Mira, es irremediable el hecho de que estoy embarazada, de la misma

manera que no puedo negar que eres el padre de la criatura. Pero de ninguna

forma eso quiere decir que te necesite o te quiera en mi vida.”

“Paula, no puedes hacer esto sola, ni siquiera querías a ese niño. Sé muy

bien que pensabas abortarlo.” Méndiga Lucille, si fuiste tú la bocona me vas

a tener que ver con mi rabia asesina en todo su esplendor.

“¿Crees que no me puedo hacer cargo del bebé o que no lo quiero? Te voy

a probar lo contrario. Ahora si vas a conocer a la verdadera Paula Brown.”

Con toda la calma del mundo, actuando con frialdad, tomándolo por

sorpresa, dejo el vaso sobre la pulida superficie de mármol y antes de que

pueda reaccionar para detenerme salgo de la cocina como un cohete. Esta

conversación ha terminado y para probar ese hecho estoy dispuesta a

contratar un abogado si es necesario.

Salgo como bala del apartamento agradecida de que al parecer nadie sigue

mis pasos, pero mientras espero impaciente a que el ascensor haga su arribo

una fuerte y elegante mano se posa sobre mi hombro.

“Princesa de verdad necesito que hablemos.” Ruega aparentando algo de

calma.

“Bueno, te jodes, porque yo no necesito nada de ti, Graham.” Contesto sin

dignarme a voltear a verlo siquiera.

“¿Es que ya no me amas?” Mierda, ¿por qué hace preguntas como esa? Mis

murallas se desvanecen como pompas de jabón.

“No,” respondo presurosa mientras presiono nuevamente el botón de

llamado del elevador. ¿Por qué se tarda tanto esta maldita cosa?

“Mírame y vuélvelo a negar.”

Envalentonada giro la cabeza para enfrentarlo, pero lo que veo ahí me deja

sin aliento y me enoja al mismo tiempo. Él es tan hermoso y yo en realidad lo

he extrañado tanto, incapaz de sostener su ardiente mirada por más tiempo

cierro los ojos. Esto es como la solución del avestruz, pero no tengo más

remedio, es esto o echarme a llorar en sus brazos como una desesperada.

No tengo idea de donde ha quedado la materia gris que se supone debía

ocupar el espacio ahora vacío de mi cráneo cuando él roza suavemente sus

labios con los míos. Es una suave caricia, pero juro que hasta los dedos de

los pies se me han encogido ante la sensación, es maravilloso. Un jadeo

incrédulo se escapa de mi boca, conocedor de mi cuerpo Benjamin toma

eso como una luz verde y usando su lengua fuerza a la mía a salir a su

encuentro.

Pronto me encuentro con la espalda apoyada contra la pared mientras mi

cerebro registra el sonido de llegada del ascensor. Enredo mis dedos entre

las hebras sedosas de su cabello y abrazados entramos en el confinado

espacio, no tengo idea si alguien más viaja con nosotros, realmente no me

importa. Tal vez me vaya a arrepentir más tarde o tal vez mañana, pero

ahora todo mi ser anhela su contacto, soy como un náufrago moribundo

que acaba de ser rescatado de una minúscula isla desierta. Estoy sedienta

de él, hambrienta por sus besos, enloquecida por sus caricias.

De alguna forma conseguimos llegar a su casa y a su cama, entonces todo

eso que había estado reprimiendo durante semanas sale a flote, es enojo,

es rabia e indudablemente es amor. Bailamos toda la noche una danza

acompasada con los gritos ahogados de mi propio placer, fundiéndonos

uno en el otro desesperados, quiero dejar mi huella en toda su piel, deseosa

de marcar cada una de sus células para que le sea imposible olvidarse de

esta chica que lo adora. Maldita sea, ¿por qué tengo que ser tan débil?

Al amanecer me siento como un fideo mustio y lánguido en las blancas

sabanas de suave algodón orgánico que cubren el lecho, no tengo fuerza

ni para pestañear, Benjamin ha sido particularmente exigente e intenso

conmigo, la parte vanidosa de mí ser se vanagloria en ese hecho. Todas

las demás me urgen a tomar mis cosas y salir corriendo tan pronto como

pueda, eso si tuviera las fuerzas necesarias para hacerlo.

“¿Ahora si podemos hablar o quieres que Goliat te amanse otra vez?”

Pregunta travieso mientras pone un mechón de mi despeinado cabello tras

mi oreja.

“Deja a tu amiguito tranquilo, ¿de qué quieres que hablemos?”

Abre los ojos con una expresión de inconformidad. “¿Y todavía lo preguntas?

Pues de nosotros, tenemos muchísimas cosas que decirnos.”

“Ben, lo que ha pasado no cambia nada, tú tienes una vida y yo tengo la mía.

El que esté embarazada no te compromete a nada.”

“Santo cielo Paula ¿qué tienes en la cabeza, en serio crees que esto no

significa nada para mí?”

“Estoy segura que significa algo para ti, pero no puedo asegurar que eso sea

suficiente.”

“Hay muchas cosas que quiero decirte…” afirma poniendo la mano por

primera vez sobre mi vientre ya no tan plano, se ha comenzado a evidenciar

que mi pequeño bandido está creciendo dentro de mí. “La noche de la

cena…”

“No me recuerdes eso, por favor Benjamin.” Respondo frustrada. “Mejor

cuéntame cómo te enteraste de mi embarazo.”

“Fue por casualidad, a Bradley se le fue la boca, pero por favor no le digas

nada a Lis, ella es muy capaz de mandarlo a dormir al sofá de la sala por

una semana.” Con la punta del dedo traza el camino que sigue desde mi

ombligo con dirección al sur. “A pesar de que tenía ganas de ahorcarte en

ese momento también fui el hombre más feliz del mundo.”

“No sabía que querías tener una familia, nunca hablamos al respecto.”

“Te di muchas señales, muchas veces, otras simplemente estaba esperando

a que tú actuaras y luego…”

“Benjamin es que eres un misterio para mí, muchas veces esperas que yo

adivine lo que tienes en la cabeza como esa noche, para ser un controlador

te explicas muy mal.”

“¿Alguna vez en tu vida me vas a dejar terminar de hablar?” Contesta con

humor.

Pongo los ojos en blanco antes de finalmente decir. “Está bien, pues.”

“Paula organicé la velada porque quería pedirte que te fueras a vivir conmigo

a Hong Kong,” ahora sí que me he quedado muda, un gemido ahogado sale

de mi boca en señal clara de asombro. Ben sigue acariciando mi abdomen

mientras continúa hablando como para sí mismo. “Hay un proyecto muy

grande de reforma de la planta, estamos cambiando muchas cosas, entre

ellas el área administrativa, quería que tú lideraras ese proyecto, pero nunca

tuve oportunidad de decirte todo. Nunca me permitiste hablar contigo.”

Un nudo de lágrimas se ha formado en mi garganta, he sido tan necia

y tan estúpida, casi mato a mi hijo a causa de mi terquedad. Me siento

completamente derrumbada y avergonzada, no tengo ni idea de cómo

responder a esto.

“He estado cargando esto conmigo durante semanas, albergando la

esperanza de que quisieras volver conmigo.” Se vuelve para sacar una

cajita de terciopelo negro de su buró y la abre ante mis incrédulos ojos. Un

precioso anillo de diamantes centella posado en su estuche, es hermoso, un

diseño muy arquitectónico que parece antiguo.

“Lo mandé a hacer antes de navidad, esa noche pensaba entregártelo en

frente de nuestros amigos. No pensaba proponértelo de esta manera, pero

ya que te tengo aquí tranquila no pienso desaprovechar la oportunidad.”

Se levanta de la cama para hincar la rodilla en el suelo. “¿Paula Brown, me

harías el honor de convertirte en mi esposa?”

Me llevo las manos a la boca en un intento por contener la emoción.

Entonces la respuesta sale de mis labios.

“No.” ¿Qué? ¿Quién dijo eso?

“¿No?” Inquiere asombrado y yo diría que hasta un poco indignado.

“No Benjamin, no pienso casarme contigo de esta manera, tenemos mucho

que resolver antes de tomar una decisión tan trascendental.”

“¿Y el bebé?”

“El bebé se queda dónde está muy bien resguardado. Nada pasa con él.”

“Entonces vamos a hacer un trato.” Sugiere mientras se levanta. “Quédate

con el anillo, cuando estés segura de casarte conmigo póntelo, así sabré

que tengo el sí que tanto ansío escuchar.”

“Entonces tenemos un trato.”

Agrego estirando mi mano con la intención de estrechar la suya, pero en

lugar de eso mi sexy cuasi prometido aprovecha la ventaja que le ofrece

la grandeza de su anatomía y se yergue sobre mi atrapándome entre sus

piernas y brazos. Estoy presa, indefensa y lo peor es que no pienso resistirme,

aunque quisiera no podría hacerlo.

~~~

Los días pasan y nuestra rutina vuelve a ser lo que era antes de la gran

hecatombe, prácticamente estoy viviendo en el apartamento que yo misma

remodelé y decoré, con la pequeña diferencia de que le he prohibido a

mi hippy decir alguna palabra sobre el estado actual de nuestra relación.

Ya tenemos suficientes cosas encima como para agregarle la presión de

nuestros amigos, así que aunque intentó protestar, a Benjamin no le quedó

más remedio que terminar aceptando a lo que le pedía.

A medida que el tiempo avanza secretamente me siento cada vez más

confiada, creo que realmente Benjamin si me ama y creo que podemos

llegar a un compromiso. ¿Pero cómo puedo decirle que si me voy a casar

con él sin parecer una regalada?

Llevo varias noches pensando en eso, pero una cierta mañana al abrir el

cajón de mi ropa interior la cajita negra llama poderosamente mi atención, la

abro y saco la preciosa joya. Incapaz de resistir a la tentación tomo el anillo

y me lo pongo en el dedo anular de la mano izquierda, se siente tan bien, no

es por el hecho de llevar un diamante, podría ser un circón y hacerme sentir

de la misma manera, es lo que representa.

Envalentonada vuelvo a la cama en que mi hippy sigue durmiendo boca

abajo llevando sólo unos pantalones de algodón, su espalda luce totalmente

apetecible enmarcada por las blancas sabanas de nuestro lecho. Me acerco

a él y con mis dedos comienzo a trazar suavemente el croquis de su tan

delineada anatomía, rápidamente Ben se da la vuelta y veo sus pupilas que

ahora parecen oro líquido brillar exclusivamente para mí. A toda velocidad

toma mis manos entre las suyas, pero se detiene al notar a mi nuevo

accesorio favorito, entonces una sonrisa se dibuja en sus apetecibles labios.

“¿Esto significa que…?” Pregunta con los ojos llenos de emoción clavados

directamente en los míos.

“Eso significa exactamente lo que tú quieres que signifique.”

“¿Te vas a casar conmigo?” Inquiere una vez más.

“Sí.” Respondo con timidez.

“Dímelo otra vez.” Ordena cada vez con más alegría.

“Me voy a casar contigo, Graham.”

“¿Y todo lo que tenías que pensar, los asuntos que querías resolver?”

“Los iremos resolviendo.”

“Oh princesa…”

No tengo ni la menor idea como puedo respirar mientras él me besa, mi

ecologista está siendo más exigente conmigo que cualquier otro día. Pero

no me quejo, por mí, que haga con mi cuerpo lo que se le antoje, al cabo

quien sale ganando en esta ecuación soy yo, porque si algo tiene el padre de

mi hijo es que es el amante más generoso que alguna vez conocí.

Celebramos nuestro compromiso de la mejor manera que sabemos, esa que

te deja relajada, sudorosa y sonriente. Dejamos todos nuestros asuntos

resueltos antes de dirigirnos al baby shower de mi amiga Lucille, al felicitarla

un poco más temprano le contamos de nuestra nueva situación sentimental,

para estas alturas seguramente ya todos deben estar perfectamente

enterados de lo que sucede con nosotros. Estoy segurísima de eso, 100%.

Mientras estamos sentados en la mesa disfrutando del almuerzo de

celebración, pienso en lo que es mi vida en este momento. Las piezas del

rompecabezas finalmente han encajado, creo que es momento de relajarme

y dejar de luchar contra el destino, porque puedes golpear, puedes patear e

incluso puedes gritar, pero jamás podrás escapar de él.

Fin

Epílogo

Entro en la abarrotada capilla que hemos mandado construir en medio

nuestro jardín, él está ahí esperando al final del pasillo envuelto en un tuxedo

que le queda como un guante, levanta la mirada y sonríe pero sé bien que

no es a mí a quien espera ver, está nervioso y se nota, cambia su peso de un

pie a otro y le guiño un ojo intentando infundirle algo de confianza, aun a

más de 10 metros de distancia puedo sentir su amor y su entrega.

Ocupo mi lugar en la primera banca, mientras tomo la mano de Luca, mi

hijo menor. Al embarazarme de Thiago creí que iba a ser hijo único, pero por

cerca de 6 años seguía quedando embarazada cual coneja, renegando de

mi mala memoria para recordar cosas tan sencillas como tomar mi pastilla

anticonceptiva y peleando con Benjamin por conseguir mantenerme en ese

estado de forma casi permanente. Afortunadamente a mi esposo se le dio

por hacerse la vasectomía, porque de no haberlo hecho, en lugar de cinco

hijos, tendría veinte.

La música empieza a sonar, ella ha llegado, hoy se casa Athena, mi hija.

Volteo al otro lado del pasillo para ver a mi amiga Lucille tomada de la mano

de su marido mientras ambos miran al altar llenos de orgullo hacia donde

se encuentra él, ese chico que vi nacer y que creció ante mis ojos para

convertirse en un gran hombre, ese que no se dio cuenta de que estaba

perdidamente enamorado de ella hasta que fue arrancada de nuestro lado y

que por cuatro meses sufrió en carne propia nuestro dolor. Maximillian hoy

deja de ser el hijo de mi amiga para convertirse en mi yerno.

Las puertas se abren, el momento ha llegado, la veo parada en el umbral

mirando hacia delante de la forma en que siempre quise que lo hiciera,

con una sonrisa en los labios y emoción en sus ojos. Mientras su padre la

conduce por el pasillo ella luce como un ángel caminando entre las nubes,

resplandeciente en su hermoso vestido de novia.

Los pasos se hacen largos, pero finalmente Ben entrega la mano de su

princesa y toma el lugar que estaba vacío a mi lado izquierdo. Mientras que

el oficiante nos da la bienvenida, mi marido me dice ‘te amo’ al oído, miro al

cielo y agradezco porque mi vida finalmente está completa.

Agradecimientos

Gracias a mi esposo, que ha sido mi apoyo constante, sin él nada de esto

sería posible. Para mi princesa, que es mi fan #1, ella siempre tiene una

sonrisa y una palabra de ánimo.

También gracias a mis amigas, que hacen alegre mi día a día y que me

acompañan aún en los momentos más difíciles.

Debo confesar que cuando comencé a escribir esta historia no pensé que

les fuera a gustar de la manera que lo hizo, gracias por apoyarme con tanto

cariño y leer mis travesuras, ha sido por ustedes que decidí escribir Luchando

contra el destino. Gracias.

Con todo mi corazón,

Susana

Esta versión es un regalo para mis queridos lectores, queda prohibida su venta o

alquiler. La distribución de este material es gratuita dentro de los términos que la

autora autorice.

Todos los derechos reservados

© Susana M. Mohel 2014