los tiempos de altamira: el solutrense y el magdaleniense en el centro de la región cantábrica

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  • 7/23/2019 Los tiempos de Altamira: el Solutrense y el Magdaleniense en el centro de la Regin Cantbrica

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    El pas de Altamira

    La regin cantbrica ocupa una superficie de

    2.155.630 hectreas a lo largo de la fachada norte

    de la Pennsula Ibrica, entre las desembocaduras

    de los ros Eo (Ribadeo) y Adour (Bayona). Es un

    espacio bien definido, paralelo al litoral del Mar

    Cantbrico, compuesto en lo esencial por un fren-

    te montaoso perfectamente orientado de Este a

    Oeste, formado en la Orogenia Alpina. La vertien-

    te septentrional de la regin presenta una estricta y

    repetitiva compartimentacin en cortas y estrechas

    bandas lineales deprimidas, orientadas genrica-

    mente de Sur a Norte, que se identifican con los

    valles fluviales, y una franja litoral, en general

    como llana- conformada a modo de corredor

    paralelo a la costa.

    Modelada por la accin del ltimo perodo glacial

    y por la corta pero enrgica red fluvial, la regin se

    articula, por tanto, en tres grandes unidades: la

    Marina, o franja litoral, los valles, ortogonalmen-

    te dispuestos y alineados perpendicularmente a la

    lnea costera y los macizos montaosos de la

    Cordillera Cantbrica, que cierran por el Sur este

    espacio y lo separan de la Meseta Norte y el Valle

    del Ebro.

    Por otra parte, la regin presenta dos mbitos

    morfoestructurales: el occidental (oeste y centro

    de Asturias), constituido por materiales del zcalo

    paleozoico y el oriental (Cantabria y Pas Vasco),

    compuesto por rocas mesozoicas y terciarias. El

    segundo se superpone al primero en una zona de

    contacto poco definida que ocupa el oriente deAsturias y el extremo occidental de Cantabria.

    El pas de Altamira se sita en el centro de la

    regin cantbrica, dentro de la actual Comunidad

    Autnoma de Cantabria. Presenta netamente dife-

    renciadas las tres unidades descritas, alcanzando,

    tanto la franja litoral (La Marina), como los valles

    de la zona (Saja, Besaya, Pas y Miera), los mximos

    desarrollos en extensin a lo largo de la misma.

    En general, este sector central se caracteriza por la

    presencia de relieves ondulados, con altitudes

    moderadas nunca superiores a los 600 m.Destacan, nicamente, la Sierra del Escudo de

    Los tiempos de Altamira: El Solutrense y el Magdalenienseen el centro de la Regin Cantbrica

    Ramn Montes Barqun y Pedro Rasines d

    Entorno de la Cueva de A

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    20/Los tiempos de Altamira

    Cuadro crono - cultural del

    Paleoltico Superior.

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    Los tiempos de Al

    Caburniga y Pea Cabarga, con altitudes que

    alcanzan los 569 m.

    Es un rea donde, geolgicamente, predominan

    las calizas del Cretcico, lo que ha favorecido el

    desarrollo de fenmenos krsticos, con la forma-

    cin de abundantes cavernas, en general de tama-

    os discretos, muchas de ellas utilizadas por el

    hombre durante el Paleoltico.

    La zona se encuentra actualmente fuertemente

    modificada por la accin del hombre. Hasta fechas

    recientes, apareca cubierta de potentes encinares

    cantbricos en terrenos de roquedo calizo, bos-

    quetes de robles y avellanos, y densos bosques

    galera a lo largo de los cauces de los ros. Las

    especies animales ms caractersticas siguen sien-

    do el corzo, el jabal y el ciervo, aunque ste lti-

    mo lleg a desaparecer y fue reintroducido en lareserva nacional existente en la cuenca del ro Saja,

    a mediados del siglo XX.

    El poblamiento humano de este sector de la

    regin se inici, al igual que en el resto de la

    Cornisa Cantbrica, hace algo ms de 200.000

    aos, durante el Paleoltico Inferior. Grupos de

    Homo heidelbergensis, muy similares a los recupera-

    dos en la Sima de los Huesos de Atapuerca, ocu-

    paron la franja litoral y, de manera ms puntual y

    espordica, los valles medios.

    Estas primeras ocupaciones, que se realizan prefe-

    rentemente al aire libre y siempre cerca de los ros

    o la costa, han generado una amplia red de casi

    100 yacimientos al aire libre, mas algunas ocupa-

    ciones en determinadas cuevas, como Linar,

    Covalejos y El Castillo. En estos lugares se han

    hallado industrias lticas del complejo industrial

    Achelense, entre las que son muy frecuentes los can-

    tos tallados, hendedores y bifaces, generalmente

    realizados sobre cantos rodados fluviales de cuar-

    cita y arenisca.

    Desde finales del ultimo interglaciar, hace poco

    ms de 100.000 aos, comienza a generalizarse latecnologa propia de los neandertales, el

    Musteriense, caracterizada por la presencia masiva

    de las herramientas sobre lasca: raederas, denticu-

    lados y puntas, esencialmente, en detrimento del

    utillaje pesado, propio de la fase precedente. El

    Paleoltico Medio es tambin la poca de los

    Distribucin de los yacim

    solutrenses

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    neandertales, tipo humano heredero de los hei-

    delbergensis europeos, que pobl el continente

    entre 150.000 y 30.000 aos antes del presente. Sus

    asentamientos se ubican preferentemente en cavi-dades como El Pendo, Covalejos, Linar, El Castillo

    o Morn, aunque se documentan algunas estacio-

    nes al aire libre, especialmente en relacin con la

    captacin y procesado de ndulos de slex de la

    zona costera.

    Si bien existen fechas absolutas que informan de la

    llegada de los primeros humanos modernos desde

    hace 40.000 aos (Cueva del Castillo), parece que

    la completa sustitucin de los ltimos neandertales

    por las poblaciones modernas del Paleoltico

    Superior no concluye hasta hace unos 35.000 aos,momento a partir del cual se desarrollan el com-

    plejo industrial Auriaciense y, posteriormente, el

    Gravetiense. Estas primeras industrias del

    Paleoltico Superior muestran, primordialmente,

    dos aspectos: el desarrollo de las industrias lticas

    sobre soportes laminares y la aparicin y desarro-

    llo de las herramientas y elementos ornamentales

    sobre hueso y asta: azagayas, colgantes, etc.

    LAPOCA SOLUTRENSE(21.000-16.500AOS ANTES DEL PRESENTE)

    El Solutrense es el perodo central del Paleoltico

    Superior y se desarrolla en Europa a lo largo de

    unos 4.500 aos, entre las fases Gravetiense y

    Magdaleniense. Se caracteriza principalmente por

    la aparicin y generalizacin, entre el instrumental

    ltico, del retoque plano o invasor, especialmen-

    te aplicado a las puntas de caza fabricadas sobre

    slex y cuarcita: puntas de muesca, de hoja de

    sauce y de base cncava. Adems, podemos rese-

    ar el hecho de que el resto de las industrias lticasadquiere gran variabilidad, aumentando progresi-

    vamente los utensilios realizados sobre hojas y

    laminillas, no muy diferentes a los de las etapas

    inmediatamente anterior y posterior. En los

    momentos ms avanzados del Solutrense aparecen

    industrias lticas semejantes a las magdalenienses,

    con tendencia a la desaparicin de las

    abundancia de hojitas retocadas gene

    de dorso y mayor frecuencia de buriles

    de las piezas de dorso abatido.En lo que a la industria sobre hueso y ast

    re, se pone de manifiesto un progresivo

    de su diversidad y, sobre todo, una relat

    dancia de agujas y azagayas, siendo carac

    de este periodo las aplanadas y curvada

    bisel central, y las de seccin circular y cu

    lar con biseles en la base que presentan i

    para facilitar el agarre al astil de mader

    utensilios, como los punzones, esptulas

    nes perforados son frecuentes, aunque e

    medida.

    Clima, vegetacin y fauna

    Durante el Solutrense, el clima conoce, d

    mbito siempre fro de la glaciacin w

    dos grandes fases: el interestadio Wrm

    con condiciones ms benignas, y los co

    del ltimo estadio glacial, el Wrm IV,

    ms intenso. Hace 18.000 aos, se pr

    mximo desarrollo conocido del casqu

    rtico, que alcanz el sur de las Islas B

    Holanda y Alemania, dejando a buena

    Europa bajo condiciones periglaciares. L

    cantbrica, al igual que el resto del sud

    continente, se convirti entonces en un r

    gio para la flora, la fauna y los grupos h

    Todo parece indicar que la menor latitud

    to atemperador de las corrientes marinas

    litoral cantbrico provocaron un aumen

    presencia humana y una intensificaci

    explotacin de este territorio que cons

    esos momentos, una de las regiones cobiodiversidad de Europa.

    La bajada del nivel del mar, consecuen

    absorcin de agua por la extensin del

    Polar rtico, gener una ampliacin de

    costera cantbrica, abierta e inmediata

    borrascoso Mar Cantbrico. Esta superfic

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    Los tiempos de Al

    tapizada por brezales y praderas similares a las de

    los ambientes esteparios. El interior, ms monta-

    oso y con numerosos valles ms bien cerrados,

    mantena algunos hbitats abrigados de los vientosdel mar, recibiendo precipitaciones suficientes

    para permitir el desarrollo de manchas de arbola-

    do y bosquecillos locales. Las altas crestas y los

    valles elevados de la Cornisa Cantbrica estaban

    ocupados por glaciares y las nevadas deban de ser

    abundantes, situndose el nivel de nieves perpe-

    tuas a unos 1.500 metros de altitud en los momen-

    tos ms fros. Las laderas con fuertes pendientes y,

    especialmente, las orientadas al norte, probable-

    mente se hallaran desnudas.

    A pesar de las rigurosas condiciones climticas,este medio era rico en caza, pescado y marisco. Por

    ello, debi de tener un gran atractivo para los gru-

    pos de cazadores-recolectores, comparado con el

    ambiente menos productivo y ms spero del cen-

    tro de Europa o de la Meseta espaola.

    A lo largo y ancho de las llanuras litorales, ricas

    en pastizales, se produjo una notable expansin

    de las manadas de bisontes, caballos y ciervos,

    con la aparicin espordica de otras especies,

    como los renos, en los momentos ms rigurosos.

    La cabra monts y el rebeco eran tambin fre-

    cuentes en zonas bajas de roquedo calizo prxi-

    mas al mar. En los cortos y relativamente cauda-

    losos ros cantbricos, la presencia de salmones,

    truchas y otras especies menos aptas para el con-

    sumo era abundante, fundamentalmente, en los

    meses centrales del ao.

    La presencia de pequeos animales sensibles a los

    cambios climticos, como el topillo nrdico

    ahora su lmite meridional de expansin es

    Holanda o el molusco marino denominado

    Cyprina islandicaen la actualidad habitante del

    Mar rtico informan de las fras condicionesque reinaban en la regin.

    Los yacimientos: situacin y caracteres

    El clima debi de condicionar enormemente la

    eleccin del hbitat, como revela la ausencia deasentamientos de esta poca por encima de los 400

    metros de altitud.

    En la actualidad, conocemos un total de 22 yaci-

    mientos con evidencias solutrenses en el pas de

    Altamira (a ellos podemos sumar la cueva de La

    Llosa, con manifestaciones artsticas presumible-

    mente solutrenses, pero sin yacimiento acreditado

    de este perodo). De ellos, 19 son yacimientos en

    cavidades, y tan slo 3 se ubican al aire libre. Esta

    proporcin habra que atribuirla tanto al ambiente

    ms bien fro, que invitara a buscar refugio en lascuevas, como a la mejor conservacin del registro

    arqueolgico en las grutas.

    As, sern los abrigos y cuevas de la llanura litoral,

    con vestbulos amplios y soleados, los lugares pre-

    ferentemente elegidos para la instalacin de losPuntas solutrenses de sle

    (Cueva de Altamira)

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    campamentos, resultando ms escasos los yaci-

    mientos ubicados al interior de la regin y, an

    ms raros, los localizados al aire libre. Adems,

    stos ltimos parecen estar ms bien relacionadoscon actividades concretas de subsistencia, como la

    captacin y talla de slex o la caza, que con fun-

    ciones de residencia.

    La mayor densidad de cavidades ocupadas en el

    litoral puede tener relacin con la existencia de un

    modelado orogrfico menos tortuoso y con la pre-

    sencia de vastas zonas abiertas, salpicadas de reas

    ms resguardadas (vallejos o amplias dolinas calc-

    reas) donde el bosque caducifolio subsiste, a pesar

    de los rigores invernales de la glaciacin.

    No podemos olvidar que, debido a la recuperacindel nivel del mar, al finalizar la ltima glaciacin,

    muchos enclaves costeros quedaron sumergidos,

    lo que seguramente supuso su prdida irreparable.

    nicamente conocemos los yacimientos que se

    encontraban en reas interioresde La Marina, como

    la propia Altamira.

    Es una constante que tan solo se docum

    nivel estratigrfico por yacimiento con

    cias de este perodo, con la excepci

    cueva del Ruso I, en donde se han lodos: uno del Solutrense pleno, y otro

    momentos finales. Los niveles suelen

    sos entre 50 y 100 cm aunque

    excepciones que indican, bien una cons

    deficiente de los estratos originales,

    causas naturales (erosiones), bien que la

    ciones fueron limitadas o espordicas. L

    tos espesos, como los de La Meaza (8

    Peona de Caranceja (80 cm), Horn

    Pea (al menos 50 cm), El Pendo (+ d

    o Altamira (entre 40 y 80 cm), parecentado de la acumulacin de presencias r

    a lo largo del tiempo, ms que de una

    nencia continuada y estable.

    En ninguno de los enclaves del pas de A

    ha sido posible, hasta el momento, di

    reas de actividad cotidiana diferenc

    documentar enterramientos. Por otro l

    disponemos de dos dataciones absoluta

    obtenidas por Carbono 14, de estos yac

    La primera se obtuvo en el nivel de Altam

    un resultado de 18.540 + 540 aos ante

    sente. La segunda, procede del n

    Solutrense final del Ruso I, con una

    16.410 + 210 antes del presente.

    Las evidencias del Solutrense

    Una caracterstica comn a todos los yac

    ubicados en cavidades es la elevada conce

    de vestigios, tanto de industrias sobre pi

    o hueso, como de alimentacin (huesos y

    marinas, esencialmente). Ello parece frut

    ocupacin intensa de los asentamientos

    mente por tratarse stos de campamen

    con una funcin de hbitat semiperma

    tambin, por producirse un increment

    efectivos de la poblacin humana que

    por primera vez en la regin, la utilizPuntas de azagayas solutrenses de

    asta de ciervo (Cueva de Altamira)

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    Los tiempos de Al

    Arte solutrense: caballos y

    pintados en el techo de la

    de la Cueva de la Pasiega

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    todas las reas susceptibles, orogrfica y climti-

    camente, de ser ocupadas.

    Incluso los yacimientos interpretados como asen-

    tamientos estacionales o especializados aposta-deros de caza, estaciones en zonas de recoleccin,

    etc. registran, habitualmente, una considerable

    densidad de restos que viene a confirmar el uso

    reiterado de los mismos.

    La tabla 1 sintetiza los contenidos arqueolgicos

    conocidos en los yacimientos de la zona y la hip-

    tesis de interpretacin ms comnmente aceptada

    para cada enclave, en funcin de su ubicacin y sus

    caractersticas.

    Durante el Solutrense, se alcanza la plenitud de los

    sistemas de explotacin intensiva del territorio, apartir de una serie bastante limitada, pero muy ren-

    table, de recursos. Los cazadores-recolectores se

    especializan en la caza del ciervo, en el rea litoral,

    y de la cabra monts, en las zonas interiores de

    roquedo -a lo que hay que aadir la progresiva dis-

    minucin de la caza de grandes ungulados, como

    caballos y bvidos-. Aumenta, paulatinamente, el

    consumo de alimentos de origen marino lapas y

    caracolillos esencialmente, aunque aparecen inclu-

    so restos seos de focas y de otras especies mari-

    nas y de pescado fluvial: trucha y salmn prin-

    cipalmente. Tambin se recurra a la recoleccin de

    vegetales comestibles.

    La difusin del retoque plano frecuentemente

    bifacial, que se asocia a la fabricacin de puntas

    lticas, constituye el hito tecnolgico ms caracte-

    rstico de esta fase. De hecho, debido a que su apa-

    ricin y desarrollo coinciden plenamente con ella,

    estos proyectiles son conocidos como puntas

    solutrenses. En casi todos los yacimientos apare-

    cen en mayor o menor cantidad, siendo especial-

    mente abundantes las puntas de base cncava y, al

    final de perodo, las de muesca. Las puntas de basecncava son prcticamente exclusivas de la regin

    cantbrica y parecen ser el resultado de una adap-

    tacin tcnica a la fabricacin de puntas sobre

    materias primas de difcil talla como la cuarcita,

    muy empleada en la regin ante la relativa escasez

    de slex. La desaparicin de las puntas de retoque

    plano, asociada a otros avances, marca el

    Solutrense cantbrico.

    A las puntas debemos sumar otros tipos

    silios: buriles, raspadores y perforadorotros, y una cantidad de laminillas de bo

    do cada vez ms importante que seg

    tiene relacin con la aparicin y generaliz

    utensilios compuestos como piezas de

    hueso o asta con ranuras, donde se

    mediante el encolado con resinas de abedu

    estas pequeas piezas lticas.

    La generalizacin de las agujas de cos

    hueso y el progresivo aumento de las

    sobre asta incremento limitado por la i

    cia de las puntas lticas de retoque planotro hecho destacado desde el punto de v

    cultura material. Entre las azagayas dest

    su frecuente aparicin, las de seccin cir

    bisel en la base, y las biapuntadas de apla

    central, por ser casi exclusivas de este per

    Formas de vida

    A partir de la distribucin de los yacimie

    las evidencias recuperadas en los mismos

    ble un mnimo acercamiento a los modo

    sistencia de los grupos humanos del per

    cuales exponemos a continuacin.

    Se ocupan la totalidad de las reas que, b

    ficamente, renen condiciones adecuad

    bajos y rea litoral, principalmente). Son

    bajas y prximas al mar, las ms inte

    habitadas, mientras que las reas ms in

    abruptas se utilizan estacionalmente, seg

    en los meses de primavera y verano.

    Determinadas cavidades, estratgicamente

    en el territorio litoral y con amplios y soletbulos, son reiteradamente ocupadas, ap

    una serie de pequeos yacimientos tanto

    como, en menor medida, al aire libre, dise

    en zonas particularmente estratgicas, bie

    explotacin estacional de recursos, bien pa

    tura de especies animales concretas (tabla A la derecha Tabla 1:

    Yacimientos Solutrenses.

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    Los tiempos de Al

    Yacimientos Solutrenses

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    Se deduce, a partir de lo anterior, la existencia

    de una estudiada y compleja estrategia de explo-

    tacin del medio, con movimientos estacionales

    por reas relativamente pequeas pero muy

    productivas.

    La especializacin en la caza de ciervos en La

    Marina y zonas bajas de los valles, de cabras en

    zonas de roquedo, as como la recoleccin de

    moluscos marinos, se incrementa a lo largo de

    esta fase. La recoleccin de vegetales, a pesar

    de su importancia, pudo verse condicionada

    por las limitaciones de un paisaje vegetal sujeto

    a fuertes degradaciones climticas, donde las

    praderas debieron de adquirir un notable pro-

    tagonismo en detrimento de las zonas

    ms frtiles.

    La difusin y perfeccionamiento de las

    coser informa de la existencia de artesa

    cionadas con la fabricacin de ropas, re

    y tiendas de piel.

    En definitiva, el Solutrense supone el in

    poca de plenitud de las sociedades de ca

    recolectores que poblaron la regin c

    durante el Pleistoceno y la consolidaci

    formas de vida que permitieron, tanto en

    como en el Magdaleniense, alcanzar las

    cotas de bienestar y progreso tecnolgico

    das en los tiempos paleolticos.

    Arte solutrens e: Cierva y caballo

    pintados (Cueva del Pendo)

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    Los tiempos de Al

    Los artistas solutrenses

    El arte de esta etapa supone un puente entre los

    inicios de la expresin plstica, constatados alcomienzo del Paleoltico Superior (Auriaciense y

    Gravetiense), y la eclosin de las grandes manifes-

    taciones artsticas del posterior perodo

    Magdaleniense, momento en el que se alcanzar el

    cenit del arte de los pueblos cazadores europeos. A

    lo largo del Solutrense irn surgiendo y desarro-

    llndose muchos de los recursos tcnicos y estils-

    ticos que permitirn la creacin de obras artsticas

    de la calidad de los bisontes de Altamira o las

    espectaculares representaciones sobre asta y hueso

    propias de las fases finales del Paleoltico.Prcticamente todos los yacimientos del entorno de

    Altamira han proporcionado objetos decorados

    sobre asta, hueso y diente. En estas decoraciones,

    son especialmente frecuentes los motivos

    geomtricos en colgantes y objetos utilitarios y

    otros de uso desconocido, sindolo algo menos las

    representaciones de animales y signos. En cualquier

    caso, este arte mobiliar parece estar ms relacionado

    con el adorno personal y la vida cotidiana que con

    el simbolismo de tipo religioso. Entre los elementos

    ms representativos podemos citar varias esquirlas

    seas con grabados incisos finos de lneas paralelas

    y en damero, el colgante denominado

    tradicionalmente Venus de El Pendo (fig. 32 del

    catlogo) y los colgantes, sobre hueso hioides de

    caballo, de Altamira (fig. 26 del catlogo).

    Ms escaso es el arte rupestre, posiblemente por-

    que slo se produjo en las cavidades que acogieron

    ritos de corte espiritual. En lo esencial, se caracte-

    riza por el dominio del color rojo, el empleo de los

    trazos simples y los realizados con puntos tam-

    ponados, la ejecucin de figuras animales a par-

    tir de la extensin del pigmento por la paredtcnica de la tinta plana y la generalizacin de

    los grabados realizados a buril, habitualmente de

    trazo simple y nico. Los temas ms representati-

    vos son, por este orden, los crvidos, especial-

    mente las ciervas, los caballos, las cabras y, en

    menor medida, los bvidos, rebecos y otras espe-

    cies animales. Los signos cuadrilteros, los realiza-

    dos con lneas de puntos y, con menor frecuencia,

    el resto de signos son, asimismo, habituales en

    estos conjuntos. La representacin de manos,caracterstica de fases presolutrenses, tambin se

    documenta puntualmente. Es el caso de las manos

    negativas, en negro, y las positivas, en rojo, del sec-

    tor derecho del techo de Altamira.

    A pesar de que actualmente existen algunas bases

    slidas para retrotraer la cronologa -presuntamen-

    te solutrense-, de ciertas representaciones de la

    cueva de La Garma (sector III), del conjunto del

    friso de las pinturas de El Pendo, quizs de La

    Llosa, e incluso, de las pinturas rojas del Salitre,

    caracterizadas por la aparicin de animales realiza-dos a partir de tintas planas, tamponados y trazos

    babosos de color rojo, hasta fechas que alcanzan

    el Gravetiense pleno, tendemos a considerar estos

    conjuntos parietales como partes de un mismo

    grupo artstico pre-magdaleniense. Dentro de ste

    no se documentan rupturas estilsticas ni temticas

    importantes y s una notable filiacin y cierta con-

    tinuidad, tanto en los temas como en tcnicas

    desde, al menos, el final del Gravetiense hasta las

    postrimeras del Solutrense.

    Los conjuntos ms representativos de cronologa

    Solutrense, en la zona que analizamos, son: La

    Meaza, el sector derecho del gran techo de

    Altamira, parte de los conjuntos de El Castillo y La

    Pasiega, El Pendo, La Llosa, el sector III de La

    Garma, El Salitre, y quizs Cualventi, es decir, un

    total de 10 de los 22 yacimientos conocidos. Un

    caso aparte lo constituye la cueva de Las

    Chimeneas, la cual, hasta fechas recientes, ha sido

    considerada solutrense desde un punto de vista

    tanto tcnico como estilstico y, sin embargo, una

    datacin absoluta por Carbono 14 ha situado en el

    Magdaleniense Inferior.Al margen de los conjuntos, quiz ms antiguos,

    de La Garma y El Pendo, la mayor concentracin

    de este perodo se registra en las cavidades de La

    Pasiega (galeras A, B y C), El Castillo y, muy espe-

    cialmente, en el sector derecho del gran techo de

    Altamira, donde encontramos un gran conjunto

    Recreacin de los cazador

    recolectores del Paleoltico

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    12/21

    30/Los tiempos de Altamira

    de caballos realizados en tinta plana y tamponado

    todo ello en rojo algunos animales comple-

    mentarios, cabra y bisontes, y varios signos realiza-

    dos con puntos rojos. En los restantes casos noshallamos ante pequeos paneles dominados, bien

    por los signos (La Meaza, La Llosa), bien por

    los temas animales ms frecuentes (Salitre). En

    algunas grutas, como Cualventi o Alto del

    Peajorao, no se conoce con precisin su compo-

    sicin temtica, al tratarse de restos muy perdidos

    o manchas informes.

    LAPOCA MAGDALENIENSE

    (16.500 10.800 AOSANTES DEL PRESENTE)

    El Magdaleniense es un perodo cultural definido

    a partir de los tipos de herramientas de piedra y,

    sobre todo, de asta y hueso que se han conserva-

    do. En realidad, hay una continuidad entre las

    fases ms tardas del Solutrense y las primeras del

    Magdaleniense. A menudo, los niveles magdale-

    nienses ms antiguos se depositan directamente

    sobre los ltimos solutrenses. Apreciamos las

    diferencias a travs de las dataciones absolutas, de

    la presencia de determinados fsilesgua (ele-

    mentos caractersticos de un perodo) y d

    peculiaridades de sus industrias. Nada

    pensar en un cambio drstico en sus fo

    vida y subsistencia; ms bien se produce latina evolucin tecnolgica que ir acel

    durante las ltimas fases del Pleistoceno

    En la industria ltica, el inicio del Magd

    supone la desaparicin del retoque plano

    rstico del Solutrense. Aunque los instr

    ms frecuentes son los raspadores y lo

    existe una notable diversidad de tiles, el

    para realizar las tareas propias de su m

    vida: grabar, descuartizar los animales

    cortar la carne y el cuero, curtir las piele

    rarlas para coserlas, trabajar la madera, eel asta de ciervo, etc. Su forma es simila

    las etapas inmediatamente anteriores. Pa

    rar estos objetos se extraen lminas de

    medio o grande a partir de ncleos, habi

    te de slex y en menor medida de cuarcit

    nologa basada en la produccin y ret

    pequeas lminas tiende a incrementar

    fases ms recientes del Magdaleniense y,

    mente, en el perodo siguiente, el Azilien

    Pero lo que verdaderamente carac

    Magdaleniense es la variedad de tiles

    perfeccin tcnica y con frecuencia de

    realizados sobre hueso y asta: esptulas

    puntas de azagaya para la caza, arpone

    pesca, punzones y agujas para coser,

    para el adorno personal, bastones pe

    etc. La decoracin de estos objetos se

    motivos geomtricos aunque, en ocas

    graban bellas figuras de animales que

    ejemplares ms refinados, llegan a c

    autnticas obras de arte. Este tipo de de

    es ms frecuente en los artefactos de may

    cin e incluso en objetos sin aparentetil, como huesos planos o placas de pie

    Bisontes europeos

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    13/21

    Clima y Paisaje

    Todo el Magdaleniense discurre en el ltimo tramo

    de la glaciacin de Wrm, dentro del perodo

    denominado Tardiglacial. Es un clima riguroso en

    el que se suceden momentos frescos y hmedos

    con otros ms fros y secos. La alternancia de estos

    episodios produjo sucesivos descensos y elevacio-

    nes del nivel del mar que se tradujeron en varia-

    ciones en la posicin de la lnea de costa. En los

    momentos ms crudos, sta retroceda hacia el

    norte y quedaba al descubierto una franja litoral

    que, entonces, era ocupada por el hombre y cuyos

    yacimientos se encuentran, en la actualidad,

    sumergidos en el mar.

    Durante esta poca, el pas de Altamira ofreceuna notable diversidad de biotopos y microclimas.

    En pocos kilmetros se pasa de la zona litoral,

    receptora de la influencia ocenica, a los parajes de

    montaa. Los valles, en ocasiones profundos y tor-

    tuosos, alteran el sentido de los vientos y causan

    una sucesin de solanas y umbras.

    El paisaje vegetal se transformaba al tiempo que lo

    hacan las condiciones ambientales. En general,

    fue abierto, dominando las grandes extensiones de

    landas y praderas. Los escasos rboles y arbustostendan a concentrarse en manchas boscosas y

    bosquecillos desarrollados en los lugares ms favo-

    rables para su crecimiento, aprovechando las varia-

    ciones de la orografa y los microclimas.

    Todo ello propici el desarrollo de una fauna rica

    y variada. Como en el Solutrense, los ciervos y, en

    las regiones ms abruptas, las cabras monteses fue-

    ron las especies ms cazadas, seguidas del caballo,

    los grandes bvidos, el rebeco, etc.

    Cronologa y perodos

    El Magdaleniense se desarrolla en la regin cant-

    brica durante casi seis milenios (16.500 - 10.800

    aos antes del presente). En este vasto intervalo

    temporal no slo se produjeron modificaciones en

    el clima, sino que la cultura humana evolucion

    Los tiempos de Al

    Distribucin de los yacim

    magdalenienses

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    14/21

    32/Los tiempos de Altamira

    continuamente, adaptndose a nuevas circunstan-

    cias, lo que ha permitido a los prehistoriadores dis-

    tinguir varias etapas.

    En su primer momento, el Magdaleniense Inferiorarcaico, las condiciones ambientales son de transi-

    cin entre el final de una fase muy hmeda y el

    comienzo de un perodo seco y de temperaturas

    ms severas. De esta poca, tenemos evidencias

    en la cueva de Rascao donde, al margen de la

    desaparicin de las puntas solutrenses, son carac-

    tersticas las azagayas de base monobiselada y

    decoracin en espiral.

    El Magdaleniense Inferior, rico en raspadores

    nucleiformes y azagayas de seccin cuadrangular y

    base en monobisel, es una fase bien representadaen la Cornisa Cantbrica. Se extiende entre el

    16.500 y el 14.000 antes del presente. Para

    Altamira, esta fue una poca de esplendor, la cueva

    fue ocupada con frecuencia durante ms de dos

    milenios, y el santuario rupestre se enriqueci con

    la creacin de las famosas pinturas policromas

    que continan causando sorpresa y admiracin al

    hombre actual.

    Los cazadores-recolectores tambin viv

    otras cavidades del entorno inmed

    Altamira. En la cuenca de los ros Saja y

    cueva de Hornos de la Pea fue ocupadaestos momentos antiguos del Magdaleni

    el valle del Pas, las magnficas condicion

    hbitat de la Cueva del Castillo, tal y com

    da desde haca ms de cien mil aos, seg

    yendo a los grupos paleolticos, que dej

    estratigrafa arqueolgica de este mom

    ms de 1,5 m de espesor. En la zona lito

    taron intensamente la cueva del Juyo, do

    mularon un ingente depsito de restos c

    res de huesos de ciervo. Hacia el interior

    ron, sobre todo en la primavera y veranoje abrupto de la cueva de Rascao, cazan

    rentemente cabras y pescando salmones

    en el ro Miera. La cueva de la Garma (

    tambin sirvi de refugio a las ban

    Magdaleniense Inferior.

    El Magdaleniense Medio (14.000 13.0

    es una fase ms corta que ha dejad

    nmero de yacimientos. Existen eviden

    Buriles magdalenienses de slex

    (Cueva de La Pila)

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    cueva de La Garma y, probablemente, en las de

    Altamira, Rascao, El Castillo y El Juyo.

    El Magdaleniense Superior-Final (13.000 -

    10.800 B.P.) se caracteriza por la progresivaabundancia de tiles microlticos, el incremento

    del porcentaje de buriles y la presencia de arpo-

    nes sobre asta de ciervo de una y dos hileras de

    dientes y de azagayas de doble bisel. En esta

    etapa, ya no se habita la cueva de Altamira que

    haba sido cerrada por el derrumbe del techo de

    la entrada. No obstante, crece el nmero de cue-

    vas ocupadas, tal vez coincidiendo con un

    aumento demogrfico: Sovilla, El Linar, La Pila,

    El Castillo, El Pendo, Morn, Rascao, La Garma

    y, quiz, El Pilago.

    El Poblamiento

    El estudio de los yacimientos arqueolgicos mag-

    dalenienses nos permite conocer su distribucin

    en el territorio, cules se utilizaron para vivir, cu-

    les fueron santuarios rupestres, cules participaron

    de ambas actividades y cmo los hombres y muje-

    res de esta poca respondieron a los retos que la

    vida les planteaba.

    Presumiblemente, los asentamientos al aire libre,

    sobre todo, campamentos menores, de paso o

    especializados, no debieron de ser raros. Sin

    embargo, sus restos han sido borrados por la ero-

    sin o enterrados. Fueron las cuevas y abrigos los

    lugares que ofrecan el mejor amparo ante las

    inclemencias del tiempo y los preferidos como

    campamentos residenciales y logsticos.

    La continuidad con el patrn de poblamiento

    anterior es evidente. Los magdalenienses habita-

    ban preferentemente la zona costera; seguramen-

    te por disponer de mejores comunicaciones tanto a lo largo del corredor litoral como para

    adentrarse hacia el interior de la regin a travs de

    los valles fluviales, contar con un clima menos

    riguroso que en las zonas de montaa y disponer

    de mayor riqueza de recursos para la subsistencia.

    Los yacimientos magdalenienses coinciden en

    numerosas ocasiones con los solutrenses. Suelen

    localizarse cerca de la orilla actual del mar, en las

    crestas o en colinas de las llanuras costeras y en

    los valles fluviales bajos.De este modo, las sociedades magdalenienses ocu-

    paron la franja costera, remontaron los cauces flu-

    viales y alcanzaron zonas de montaa. Vivieron,

    no slo en la Cueva de Altamira, sino tambin en

    otras cavernas situadas en el entorno (tabla 2).

    El apreciable incremento de yacimientos magdale-

    nienses respecto a los solutrenses acaso est mar-

    cando, siempre dentro de la baja densidad de

    poblacin propia de todo el Paleoltico, un cierto

    crecimiento demogrfico, que se acentuar en los

    momentos finales del perodo.

    El arte del Magdaleniense

    El arte paleoltico evoluciona y alcanza durante el

    Magdaleniense su apogeo, tanto en sus manifesta-

    ciones parietales como muebles. Las obras de arte

    mobiliar son ms abundantes que en cualquier otro

    Los tiempos de Al

    En la pgina s iguiente ta

    Yacimientos Magdalenien

    Puntas de azagayas magd

    de asta de ciervo (Cueva

    218

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    34/Los tiempos de Altamira

    Yacimientos Magdalenienses

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    Los tiempos de Al

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    36/Los tiempos de Altamira

    perodo anterior, sobre todo en algunas estaciones

    privilegiadas, como El Pendo, que ha proporciona-

    do una de las mejores colecciones de todo el

    Paleoltico europeo: bastn perforado decoradocon ciervo, ciervas y quido (fig. 38 del catlogo);

    bastn perforado con cabra en visin frontal;

    hueso grabado con caballo en el anverso y serpen-

    tiforme en el reverso; hueso con caballo y bvido;

    compresor con caballo (Foto. 12); colgante decora-

    do denominado bramadera del Pendo (fig. 39 del

    catlogo); colgante con representacin de pez (fig.

    10 del catlogo)... Podemos mencionar otras bellas

    obras halladas en el pas de Altamira: el contor-

    no recortado de cabeza de cierva del Juyo (fig. 34

    del catlogo); el hueso con grabado de caballo deLa Pila (fig. 35 del catlogo); el bastn perforado

    con ciervo de Cualventi (fig. 37 del catlogo); el

    bastn perforado con ciervo del Castillo (fig. 36 del

    catlogo); la esptula de hueso decorada con cabra

    monts de La Garma; los omplatos co

    del Castillo (fig. 33 del catlogo); las plaq

    arenisca de Sovilla (una con cabeza de cab

    con una lnea crvico-dorsal de cuadrpedLos artistas se esforzarn por acercar la im

    los animales a la realidad, adoptando la p

    va adecuada (especialmente patente en l

    mentas), el despiece en el interior de la fig

    marcar el lmite entre superficies de disti

    racin o longitud de pelaje) e introducien

    sos tcnicos como el grabado estriado o l

    nacin de dos colores. Resulta, ahora,

    cuente que en los perodos anteriores la a

    de pintura y grabado, el empleo de ste

    de trazo simple repetido, la representacicuatro patas de los animales -incluyendo

    como ollares, ojos y boca- y el equilibrio

    lneas que configuran las siluetas (pectora

    crvico dorsal, extremidades, etc.).

    Arte magdaleniens e: fragmento de

    hueso con caballo grabado (Cueva del

    Pendo)

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    19/21

    Los tiempos de Al

    Arte magdaleniense : biso

    (Cueva de La Pasiega)

    A veces, ciertos procedimientos de despiece se

    aplican en funcin de la especie animal. En los

    caballos pueden aparecer lneas de divisin en el

    extremo de la cara que aislan el morro, o bien sedistribuye la zona interior a travs del despiece en

    M que marca el lmite entre el rea ventral y el

    resto del tronco. Sin embargo, en las cabras, el des-

    piece ventral suele ser rectilneo. Los bisontes pue-

    den llevar una lnea oblicua, extendida desde las

    patas anteriores a la cola que individualiza la giba o

    la pelambrera del cuello, seguida de una peculiar

    barbilla apuntada. Estos bvidos portan, habitual-

    mente, una lnea que se extiende desde el ojo al

    nacimiento del cuerno y la oreja.

    En el Magdaleniense proliferan los santuariosrupestres: Altamira, El Castillo, La Pasiega, Las

    Monedas (Puente Viesgo), Chimeneas (Puente

    Viesgo), Las Aguas (Novales), El Linar (La Busta),

    Sovilla, Hornos de la Pea (Tarriba), La Garma....

    Tras este perodo de florecimiento, el arte parietal

    se desvanece y no se encuentran rastros de l en la

    poca aziliense.

    El Magdaleniense: un estilo de vida

    Conocemos la vida de los cazadores-recolectores

    magdalenienses gracias a los restos de sus activida-

    des descubiertos en las cuevas que ocuparon.

    Pudo existir hbitat al aire libre, como sucedi en

    otros lugares de Europa, pero en la regin cant-

    brica no se ha encontrado ninguna evidencia.

    En los vestbulos de las cavernas, iluminados por

    la luz diurna y protegidos de las inclemencias

    meteorolgicas, desarrollaban las tareas cotidia-

    nas. En este entorno acogedor, acondicionaron

    el espacio y distribuyeron sus quehaceres, regu-

    lando, segn el ciclo solar, el ritmo de sus activi-dades. El calor y la luz de los hogares, especial-

    mente a partir del crepsculo, aglutinaran la vida

    del grupo. Al final de la jornada, este ambiente

    recogido y sugestivo posiblemente anim la con-

    versacin y la transmisin oral de las tradiciones

    y las leyendas ancestrales.

    Las cornamentas de los ciervos y los huesos eran

    la materia prima para fabricar instrumentos meti-

    culosamente pulimentados, como punzones para

    perforar las pieles, delicadas agujas para coser ypuntas de azagaya para la caza. Tallaban piedras de

    slex y cuarcita, entre otras, convirtindolas en efi-

    cientes herramientas: raspadores, buriles, perfora-

    dores, cuchillos, raederas, denticulados, muescas,

    laminillas de dorso, etc. Debieron de aprovechar

    tambin la madera para fabricar un diversificado

    instrumental aunque, debido a su carcter perece-

    dero, su conservacin es excepcional.

    Las pieles de los animales abatidos eran secadas,

    una vez retirada la grasa de la cara interna con ras-

    padores de piedra, en bastidores de madera. Mstarde, se curtan con ocre y otras sustancias.

    Finalizado este proceso servan para confeccionar

    ropa, zurrones, etc.

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    38/Los tiempos de Altamira

    Los magdalenienses se preocuparon de completar

    su vestimenta, atavindola con diversos objetos

    como dientes, manifestando predileccin por los

    caninos atrofiados de ciervo, y las conchas perfo-radas que se cosan a la ropa o formaban parte de

    llamativos collares.

    La caza, la pesca, el marisqueo y la recoleccin de

    vegetales les proporcionaban el sustento. En el

    terreno cinegtico, los magdalenienses se especia-

    lizaron en la cacera del ciervo y, en las reas mon-

    taosas, de la cabra. Otras especies, como el bison-

    te, el caballo e, incluso, el rebeco fueron captura-

    das, aunque con menos frecuencia. Se aprovecha-

    ban ntegramente: carne, grasa, tutano, tendones,

    cuero, astas, huesos... Tambin se increment laexplotacin de diversos recursos como la pesca

    fluvial, sobre todo, de salmones y truchas, y el

    marisqueo, con preferencia por lapas (Patella vulga-

    ta) y caracolillos (Littorina littorea) de buen tamao.

    La recoleccin de vegetales, seguramente, fue muy

    importante en su dieta pero, dada su efmera pre-

    servacin, apenas ha dejado rastro en el registro

    arqueolgico. No obstante, el estudio de dos dien-

    tes recuperados en la cueva del Rascao apunta

    hacia la importancia de los recursos vegetales en la

    alimentacin cotidiana.Vivan congregados en bandas de cazadores-reco-

    lectores. Es decir, agrupaciones itinerantes, con

    escaso nmero de personas, apenas unas decenas,

    unidas por lazos de parentesco, con tendencia a la

    distribucin igualitaria de los bienes, en las que

    existira un liderazgo informal.

    El trabajo se repartira, muy posiblemente, segn

    la edad, el sexo, la habilidad y la posicin de cada

    miembro del grupo. La supervivencia era una tarea

    en la que todos participaban: hombres y mujeres,

    adultos y nios. La mayora de los adultos eran

    jvenes, siendo poco habitual la supervivencia por

    encima de los cuarenta o cincuenta aos.

    Desconocemos dnde y cmo enterraban a sus

    muertos. En nuestras latitudes, a diferencia de

    otras regiones de Europa, no se han encontrado

    enterramientos de esta poca, ni en cuevas, ni al

    aire libre.

    Nos hallamos, en el momento lgido de l

    paleolticos: su rgimen de vida haba alc

    madurez. Eran seminmadas y sus mov

    por el territorio fueron ms fluidos y plabuscando, en cada circunstancia, los lug

    propicios en funcin de los desplazamien

    animales que les servan de alimento

    dems recursos disponibles. El pasillo lit

    valles de los ros servan de vas de comu

    rigindose, los traslados, por ciclos esta

    As, las zonas de montaa, adecuadas pa

    tura de especies adaptadas a una orograf

    ta, como la cabra, se ocuparan en prim

    verano, cuando las temperaturas se mode

    poca en que el salmn remonta el curros para el desove atraera a los hombres

    riberas, mientras que los perodos de ma

    invitaran a acercarse a la costa para pr

    marisqueo con mejor rendimiento. Las

    das de maduracin de los diversos frutos

    marcaran el viaje hacia reas fecunda

    recoleccin de cada uno de ellos.

    Estas actividades econmicas no siempre

    el traslado de toda la banda, sino que s

    organizar partidas que explotaban puntua

    recurso y regresaban al campamento basecompartiran con el resto del grupo.

    Esta dinmica de asentamientos por el

    hizo que no fuera uniforme el sistema d

    las cuevas. Unas, como El Castillo, ampli

    situadas en lugares estratgicos algo eleva

    dominio visual del territorio y control de

    mientos de la caza y otros grupos huma

    guardadas de las crecidas de los ros, pr

    zonas de aprovisionamiento de materia

    con agua y copiosos alimentos en su ento

    an campamentos base, poblados duran

    parte del ao. Otras, ms pequeas, ubica

    a recursos estacionales, como Rascao,

    partidas menos numerosas en intervalos

    po ms cortos. Seran campamentos sat

    culados en torno al campamento base

    desempear distintas funciones: campam

    paso para muy cortas estancias, campam

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    trabajo para el abastecimiento de materia ltica,

    caza, recoleccin, etc. Ciertas cavernas de hbitat

    cuentan con manifestaciones artsticas parietales

    pero otras no. Adems, existen grutas con arterupestre sin vestigios de habitacin (Chimeneas y

    Monedas), por lo que parece que su nica funcin

    fue la de santuario.

    Quiz, los grupos locales de un amplio territorio

    se reuniesen peridicamente en unidades residen-

    ciales importantes, aprovechando la concentra-

    cin de recursos en puntos precisos, como las

    zonas de paso de manadas en sus movimientos

    migratorios, en determinadas pocas del ao.

    Estos sitios de agregacin de las bandas tal vez

    poseyeran una especial significacin simblica yacogieran ciertas celebraciones. Serviran para el

    intercambio no slo de productos, tcnicas y

    experiencias, sino tambin de personas, lo que

    evitara problemas de endogamia y consanguini-

    dad. Algunos prehistoriadores piensan que

    Altamira pudo ser uno de estos lugares.

    El ocaso de los tiempos glaciares

    Hace unos 10.000 aos, durante el perodo cultu-ral Aziliense, acababa la ltima pulsacin fra de la

    glaciacin de Wrm y con ella el Pleistoceno.

    Comenzaba entonces el perodo en el que nos

    encontramos actualmente: el Holoceno.

    El clima experiment un cambio decidido hacia

    condiciones menos rigurosas. De este modo, las

    temperaturas ascendieron y aument la pluviosi-

    dad, avanzando los bosques y transformndose el

    paisaje vegetal. Los rboles propios de clima oce-

    nico colonizaron los valles y las laderas de las

    montaas. Los animales mejor adaptados al fro

    migraron hacia latitudes septentrionales o se extin-

    guieron, mientras proliferaron otros, como el

    corzo o el jabal, ms favorecidos por los ambien-

    tes templados y boscosos.

    La cultura cambi, acomodndose a los nuevos

    tiempos y adquiriendo nuevas estrategias de super-

    vivencia. El mundo espiritual, los mitos y creencias

    de los cazadores-recolectores del Paleoltico

    Superior se diluyeron y su formidable arte, expre-sin primigenia del genio creador humano, qued

    dormido en el subsuelo y en las paredes de las

    cavernas. El gran libro de la Historia haba pasado

    una de sus pginas ms pasionantes.

    1 Ver captulos de Altuna, J. y Carrin, J. S.; Dupr, M.

    en este mismo libro.

    Notas

    Arte magdaleniens e: caba

    pintados (Cueva de Las M

    lostiempostexto29.qxd 11/09/2002 16:43 Pgina 39