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Por Margarita Peña
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estable". En esta novela atemporal -aveces es junio, a veces es abril- secumple la sentencia de Butor: "Los ohjetos son 1011 huesos del tiempo." Enefecto, en Los peces, son los objetos losque articulan, lqs que vertebran, por asídecir,la materia gelatinosa del relato.Para acceder a la categoría de objetose efectúa la despersonalizaci6n de loshumanos: "Pero say un motivo ricoarticulado", dice la protagonista, "quese coloca al calce de los recados amorosos ..." adelgazando aquéllos en extremo su identidad corpórea: "que sisólo soy un acto del pensamiento". Y selleva a término la cosificaci6n de los seres vivos: "Los peces son frutas ama·rillas ..." Por lo demás en el juego deuna realidad paradójicamente mutabley acartonada, no es difícil que las cosasadquieran caracteres humanos: "Romaentonces jadea ..."; "El aire es raso,sin imaginaci6n." Deshumanización, cosificación, o el movimiento reversible, humanización son tres constantes de estaexperiencia a medias imaginada, a medias autobiográfica que es Los peces.y también el' énfasis en la esencia de losobjetos: "la ciudad se desmorona poruno de sus cantos". Es decir, la ciudadse convierte en libro, se re-cosifica. Lavisión del mundo como un enorme de·p6sito de objetos en movimiento, que sedá al autor en un momento de hiperestesia prolongada conf"mna la calidad depoema de este relato. Como en los mejores simbolistas, la revelación, el conocimiento son alcanzados por Sergio Fer·nández a través del letargo, o de laextrema lucidez, su antítesis.
El manejo de la palabra (que no sólova a calificar, sino que va a expresarpor entero a este universo) es como enninguna de las novelas anteriores de
el cual se efectúa la dislocación de larealidad -íntima, artificial- recreada,y el plano del "significante", el nivel enque se expresa esta dislocación, el territorio de las palabras. Imaginando untriángulo en el que dos vértices estuvieran representados por la idea y por lapalabra, el tercero sería el de los objetos, a los que los dos primeros respectivamente, se refieren o expresan. Lospeces es así, -más que otras novelasrepletas de elementos que interfirieranen la pureza del esquema- un grantriángulo de agudos y desnudos vérticeslos cuales vendrían a rematar tres ladosexuberantemente entretejidos de implicaciones múltiples. Implicaciones abundantes más que nada en el ámbito delos nombres, de las palabras; y en el delas cosas, de los objetos.
Contrariamente a la obra de ficciónque de modo fundamental reproduceun conflicto (o conflictos), como Lasbuenas conciencias de Carlos Fuentes,por ejemplo; o a la que crea un personaje, como La muerte de ArtemioCruz, del mismo Fuentes, o a la que ventila atmósferas usualmente cerradas, como Al filo del agua, de Yáñez, Lospeces establece un universo recargadode objetos que se transmutan en palabras. Quizá sea la estrecha relación entre el autor-protagonista y las cosas queéste va señalando, poniendo de relieve(que no descubriendo, porque han estado a la vista siempre) a lo largo deun interminable vagabundeo, lo que hallevado al propio Sergio Femández aaceptar en una entrevista reciente quesu relato es, en cierta medida, "la alegoría de la salvación ontológica del hombre". La naturaleza "objeta!" de Lospeces se manifiesta en variadas formas.Los objetos que conforman el dl"coradoposeen sus características propias. A veces recuerdan las construcciones entrevistas en una litografía antigua, rígidosy estáticos como todo lo que está definitivamente dispuesto. Otras, el decorado se convierte en paisaje fugazmenteanimado a través del espejo mental delnarrador. Por un curioso fenómeno óptico parecería que la ciudad -Romase dispersara en las cosas y al mismotiempo las reuniera en sí misma. Loselementos de esa especie de escenografíacalcinante y calcinada por una imaginaria canícula establece entre ellos relaciones profundas. Se hallan ligadospor una necesidad recíproca, y en términos de Michel Butor, podría decirseque "se coagulan en una fantasmagoría
la pasión por los objetos enel mundo de la palafJr;,
Los peces (1968), la más reciente novela de Sergio Fernández constituye enrelaci6n con las anteriores -Los signosperdidos (1958), En tela de juicio(1964) - la evidencia de dos conquistas: la definitiva del oficio de novelista, y aquélla de la libertad absoluta para escribir una obra en términos dedesenajenaci6n total. Esto último, tomando en cuenta los dos libros mencionados así como una tradici6n literarianacional que, pese a las varias influencias europeas localizables en su obra,Sergio Fernández no podía eximirse dellevar a cuestas. Los peces es una novela-poema sin interrupciones, sin paréntesis, sin etapas; un lento fluir delidioma en el que el movimiento se opone a la quietud; una morosa disquisiciónsusceptible de ser interrumpida y reanudada sin que sufra mengua en su esencia de discurso novelado. El autor haabolido la anécdota; se ha desentendidode los acostumbrados personajes en tresdimensiones que nos heredaron españoles, franceses, ingleses y en una perspectiva cercana, mexicanos como Azuelay Yáñez; se ha dejado regir por la sensibilidad más que por la idea o por elsentimiento. ¿Qué ha quedado despuésde la destrucción del mito "novela"?Un tema: el de la caminata; un decorado: la ciudad que presencia actoscutáneos; una atmósfera, hasta ciertopunto onírica. Literatura pura, que esexclusivamente invención, que se apoyafundamentalmente en la palabra, quepor primera vez (si pensamos en los libros anteriores), prescinde de la realidad extraliteraria. Los peces, novela evidentemente vanguardista, confirma lodicho por Emir Rodríguez Monegal ensu ensayo "Las consecuencias de unatradición viva": "Los latinoamericanoshan descubierto que la solución del problema de la identidad nacional o continental no puede establecerse desde afuera como una justificación sino debeprovenir del interior y tomar la formade una búsqueda." En este sentido, ysiguiendo a Rodríguez Monegal, podríadecirse que la novela de Sergio Fernández es el libro que lee una "generación"de lectores cada vez más interesada enlo latinoamericano y menos preocupadapor las novedades extra-nacionales. Lageneración que cree en Fuentes, en Elizondo, en Sáinz y en José Agustín.
Aplicando con un criterio amplio losconceptos saussurianos, sería posible distinguir en Los peces el plano del "significado"; plano de la idea, terreno en
Editorial Joaquín MortizLas dos Orillas
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el carácter de construcción intelectual-elaborada. Ahora bien, "idea" en laacepción que la palabra tendría, porejemplo, en una obra de tesis, se encuentra escasamente en Los peces, en dondedominan las sensaciones y los sentimientos. Apenas en forma esporádica, el pensamiento conformado como juicio afloraen la resaca de esa imaginería formalque es la obra. Cuando la protagonistainquiere: "¿quién habrá de caer en elseno moralmente privado del infierno?"escuchamos el juicio ético del autor.Igualmente, en torno a la ética giranlas especulaciones, las lucubraciones calenturientas de la mujer, que comienzay acaba preconizando una lascivia yuna lujuria tan ontológicas como metafísicas. Por medio de las sensaciones seconoce el mundo y se le trasciende. Y,ocasionalmente, por medio de los sentimientos: de soledad, de incomunicación.
En el nivel del casamiento de lo conceptual con lo fonnal, la novela llegaa proponer símbolos. A veces nos remite a lo llanamente freudiano, en imágenes como la del fálico as de bastosque circula por algunas páginas. Otras,nos conduce hasta una simbología cristiana primitiva con el pez, que es la fe,o el pelícano, que simboliza la eucaristía.
Heterogénea en sus componentes íntimos: herejía, escatología, sexo, Los peces encierra quizás más que nada, fantasía que se nutre de pensamientomágico el cual, según ha confesado elautor, "es, por decirlo de algún modo,su denominador común".
Sergio Fernández: Los peces, Nueva Nan'ativa Hispánica, Joaquín Mortiz, México, 1968,171 pp.
Juan BañuelosESPEJO HUMEANTE128 págs. $ 20.00
Rafael AlbertiROMA, PELIGRO PARA CAMINANTES128 págs. $ 20.00
Efraín HuertaPOESíA, 1935·1968236 págs. $ 50.00
M. A. Montes de OcaPEDIR EL FUEGO88 págs. $ 20.00
(del grupo de exégetas que dirige Georges Poulet) relativo a las "marcas estiüsticas pertinentes" en su ensayo "Stylistique des Fonnes ..." se ajusta demodo general y esquemático, a lo quees el lenguaje en Los peces. Señala Antoine que "existe una especie de capalingüística media que representa el usobanal del idioma para los fines de lasimple comunicación utilitaria. Sobreesta capa media se inscriben, como enrelieve, los hechos de vocabulario ode sintaxis, o de retórica, que son otrastantas variaciones en relación con lanonna común, gracias a las cuales elartista se remonta al plan del arte, esdecir, de la expresividad". Me pareceque esto podría aplicarse a Sergio Fernández en tres tiempos : a] Parte, comocualquier autor, de un "uso banal" delidioma, es decir, se halla expectante ante un sinnúmero de posibilidades idiomáticas diferentes; b] al elegir determinados "hechos de vocabulario, de sintaxis o de retórica", se aleja de la"norma común" y construye. su propioidiolecto, personal e intransferible;c]las "variaciones" o "marcas estilísticaspertinentes", que forman parte de suidiolecto, le permiten remontarse al "pIano del arte, de la expresividad". Enresumen, el lenguaje de Sergio Fernández, su literatura, se conquistan a ellasmismas, a partir de lo que Antoine considera "los clichés de la palabrería cotidiana y los tópicos de la escrituraadmitida".
Para cerrar el triángulo formado porlos objetos y las palabras, no restan sino las ideas, que conforman el sustrato de los dos términos anteriores. Lasideas expresadas por las palabras en relación con determinados objetos confieren a la novela, por su especial trabazón,
Sergio Femández, casi perfect? Co~ L,0speces nos aproximamos a Wlttgenstem,para quien "el significad;o"de u~ palabra es su uso en lenguaje • Sergto Fernández dota a las palabras de ~~ic~dos nuevos mediante un uso SU1 genens.A)0 largo de párrafos que se ensamblansin una secuencia lógica evidente, el hiloconductor se localiza en el vocablo, casisiempre despojado de sus acepciones romunes. La mayor parte de las vecesello se logra mediante el cambio semántico, fundamentalmente a través de lametonimia y de la metáfora. En cuantoa la primera, abundan en el texto losperiodos en los que las palabras abstractas adquieren un significado concreto.Un ejemplo de lo que podriamos llamar"metonimia nominal" porque lo concreto está representado por nombrespropios, es la enumeración siguiente:"Por eso grito que Antonio es mi límite,Gabriel mi antecedente, yo la inteligencia que se viste de luto y entre los tresla gala en el sombrero." ¿Se pediríauna concreción mayor que esa inteligencia ''vestida'' o esos "límites" y "antecedentes" que en un acto de travestismose convierten en sendos varones? Por loque respecta a la metáfora, basta referirse a la más obvia en esta prosa: lametáfora sinestética. En un pasaje dicela protagonista: "y noto que el sonidode las campanas podrá ensancharse sedimentándose encima de la saliva quechispea". Siendo frecuentísimas en poesía las sinestesias que asocian la vistacon el oído, con el olfato o con el gusto, no lo son tanto las que,. como ésta,ayuntan el oído y el gusto y que por ellome parece original. El sonido se transfOllDa en la reminiscencia del sabor delcobre que se aposenta, ensanchándose,en la boca, la cual alberga a una salivaansiosa.Amenudo Los peces da testimonio de
metáforas que aproximan términos pordemás lejanos: "... la tela que me envuelve se me pega a la espalda porquesu material es satinado en parte y enparte riguroso -" ascendente". SergioFernández concede aquí la razón a André Bretón cuando éste opina que "Comparar dos objetos lo más lejos posibleuno de otro en cuanto al carácter ojuntarlos. .. de una manera repentinaysorprendente ... , es la más alta tareaa.la que la poesía puede aspirar." Perolo "satinado", por un lado y lo "rigur~ y ascendente" por otro, no tienenpor qué ser surrealistas. Sin afiliarse aninguna escuela en particular, lo quehace Sergio Fernández es, simplemente,llevar el lenguaje a sus últimas consecuencias.
En ocasiones el autor. juega con laesperanza que el lector cObija de advertir en la expresión fo~ un chispazode realidad que le sea familiar. Buscamos un asidero que no existe; no hayclaves para la interpretación en ténninosfáciles y cotidianos. De ahí, quizás, la etiqueta de "críptico" que se le ha colgado al texto en alguna reseña.
Un comentario de Gérald Antoine
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