los origenes de roma

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 LOS ORÍGENES DE R OMA Aspectos socioeconómicos. Bajo el domino etrusco, la vida de Roma incluía un gran cambio. Roma deja de ser el viejo centro de un grupo de pueblos de pastores para convertirse en un núcleo de intereses comerciales. Base de éstos son las salinas en la desembocadura del Tíber y las relaciones con Campania. Esta bipolaridad ganadería- comercio va acompañada de un inicio de la agricultura intensiva y especializada, frente a la autarquía de las propiedades de las grandes familias ganaderas, y de un desarrollo de la artesanía. Coexisten en ese momento los viejos núcleos familiares cuya base económica es la ganadería con una agricultura de cereales de tipo secundario, que requiere un régimen de grandes propiedades. Este grupo, que mantiene su viejo derecho consuetudinario en la autoridad del  pater familias, coexiste con el urbano de los  plebeyos artesanos y comerciantes y el semiurbano de la agricultura especializada, singularmente de frutales, y de los plebeyos reunidos y estructurados según corporaciones profesionales. Frente al sistema económico de truque, grato a los ganaderos, comerciantes y artesanos utilizan como forma monetaria el lingote de cobre del peso de una libra (327 gramos) o “ as liberal ”. Comercialmente, Roma se halla unida tanto a Etruria, que exporta principalmente metales, como a las ciudades griegas del Sur, que envían sobre todo productos manufacturados suntuarios. Roma es una ciudad-mercado con ferias periódicas, nundinae, y exportadora de sal, cereales y ganado. La caída de la monarquía etrusca, aparte de lo que en ella deba verse de acción directa de las grandes familias latinas de ganaderos frente a los comerciantes y artesanos forasteros, tiene como consecuencia un cambio de la situación socio-económica. La Roma del siglo V a.C. muestra una retracción del comercio de importación, especialmente suntuario, y su actividad mercantil es eminentemente agrícola. Esto implica la ruina de los artesanos y comerciantes que, en buena parte, dedican su esfuerzo a la agricultura especializada. Surge así el conflicto entre las familias de grandes propietarios,  patricios, reunidos en  gentes, y los miembros de las antiguas corporaciones, plebeyos, carentes de tierras. Las diferencias entre unos y otros no son sólo económicas sino jurídicas. El plebeyo carece del derecho familiar propio: al no pertenecer a una  gens tampoco tiene representación en el Senado, reservado a las gentes, ni cultos propios de su familia. Tampoco se beneficia del connubio o derecho de los miembros de las gentes a contraer matrimonio entre sí. Por ello es legalmente imposible el establecimiento de un vínculo familiar entre patricios y plebeyos. Estos principios jurídicos existían antes de la monarquía etrusca, pero la actuación de los reyes parece haberse encaminado a su suavización. Por el contrario, la desaparición de la monarquía, que la tradición vincula a la implantación inmediata de la República, y la concesión de la autoridad a dos cónsules electivos, trajo consigo una agudización de los privilegios de las gentes. El término  plebeyo no tiene un significado netamente económico; indica principalmente una situación jurídica aneja a su carácter adventicio, al no pertenecer a la vieja sociedad urbana de las gentes. Este estado parece atenuado, bajo la Monarquía, con un estatuto especial, pero éste debió de ser anulado al caer aquélla. Por tanto, a las dificultades económicas ya apuntadas se unían las limitaciones jurídicas concretadas en una supresión total de los derechos políticos y una reducción de los civiles. De hecho, el plebeyo sólo podía servir militarmente (de aquí las  preocupaciones que provocan los varios intentos de los plebeyos de marcharse de Roma, las llamadas “retiradas” al  Aventino o al monte Sacro) y entablar pleitos. Por el contrario, lo

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Importante historia sobre los orígenes de la Roma.

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  • LOS ORGENES DE ROMA Aspectos socioeconmicos. Bajo el domino etrusco, la vida de Roma inclua un gran

    cambio. Roma deja de ser el viejo centro de un grupo de pueblos de pastores para convertirse en un ncleo de intereses comerciales. Base de stos son las salinas en la desembocadura del Tber y las relaciones con Campania. Esta bipolaridad ganadera-comercio va acompaada de un inicio de la agricultura intensiva y especializada, frente a la autarqua de las propiedades de las grandes familias ganaderas, y de un desarrollo de la artesana. Coexisten en ese momento los viejos ncleos familiares cuya base econmica es la ganadera con una agricultura de cereales de tipo secundario, que requiere un rgimen de grandes propiedades. Este grupo, que mantiene su viejo derecho consuetudinario en la autoridad del pater familias, coexiste con el urbano de los plebeyos artesanos y comerciantes y el semiurbano de la agricultura especializada, singularmente de frutales, y de los plebeyos reunidos y estructurados segn corporaciones profesionales. Frente al sistema econmico de truque, grato a los ganaderos, comerciantes y artesanos utilizan como forma monetaria el lingote de cobre del peso de una libra (327 gramos) o as liberal. Comercialmente, Roma se halla unida tanto a Etruria, que exporta principalmente metales, como a las ciudades griegas del Sur, que envan sobre todo productos manufacturados suntuarios.

    Roma es una ciudad-mercado con ferias peridicas, nundinae, y exportadora de sal, cereales y ganado.

    La cada de la monarqua etrusca, aparte de lo que en ella deba verse de accin directa de las grandes familias latinas de ganaderos frente a los comerciantes y artesanos forasteros, tiene como consecuencia un cambio de la situacin socio-econmica. La Roma del siglo V a.C. muestra una retraccin del comercio de importacin, especialmente suntuario, y su actividad mercantil es eminentemente agrcola. Esto implica la ruina de los artesanos y comerciantes que, en buena parte, dedican su esfuerzo a la agricultura especializada. Surge as el conflicto entre las familias de grandes propietarios, patricios, reunidos en gentes, y los miembros de las antiguas corporaciones, plebeyos, carentes de tierras. Las diferencias entre unos y otros no son slo econmicas sino jurdicas. El plebeyo carece del derecho familiar propio: al no pertenecer a una gens tampoco tiene representacin en el Senado, reservado a las gentes, ni cultos propios de su familia. Tampoco se beneficia del connubio o derecho de los miembros de las gentes a contraer matrimonio entre s. Por ello es legalmente imposible el establecimiento de un vnculo familiar entre patricios y plebeyos. Estos principios jurdicos existan antes de la monarqua etrusca, pero la actuacin de los reyes parece haberse encaminado a su suavizacin.

    Por el contrario, la desaparicin de la monarqua, que la tradicin vincula a la implantacin inmediata de la Repblica, y la concesin de la autoridad a dos cnsules electivos, trajo consigo una agudizacin de los privilegios de las gentes. El trmino plebeyo no tiene un significado netamente econmico; indica principalmente una situacin jurdica aneja a su carcter adventicio, al no pertenecer a la vieja sociedad urbana de las gentes. Este estado parece atenuado, bajo la Monarqua, con un estatuto especial, pero ste debi de ser anulado al caer aqulla. Por tanto, a las dificultades econmicas ya apuntadas se unan las limitaciones jurdicas concretadas en una supresin total de los derechos polticos y una reduccin de los civiles. De hecho, el plebeyo slo poda servir militarmente (de aqu las preocupaciones que provocan los varios intentos de los plebeyos de marcharse de Roma, las llamadas retiradas al Aventino o al monte Sacro) y entablar pleitos. Por el contrario, lo

  • cual era de especial gravedad en circunstancias que imponan una restructuracin de la economa de los grupos plebeyos, quedaban excluidos de los beneficios de utilizacin de las tierras propiedad de la ciudad.

    La reaccin plebeya ser capitaneada por los antiguos guardianes (ediles) de los templos de las corporaciones profesionales. La lucha por la plenitud de derechos de los plebeyos constituye el centro de la historia de Roma en los primeros siglos de la Repblica. Su carcter es singularmente jurdico, pues la actuacin de los plebeyos no atiende tanto a conseguir el reconocimiento de unos derechos de tipo econmico como a una pacificacin jurdica con los derechos y deberes de los patricios. Este es el rasgo ms caracterstico de la pugna poltica de ese momento frente a la lucha de clases en los ltimos siglos de la Repblica, cuando los trminos patricio y plebeyo slo tenan un significado genealgico. Por ello slo ocasionalmente la accin de los plebeyos escogi formas violentas, como al apoyar el intento de dictadura de Espurio Casio, prefiriendo generalmente las medidas pasivas, singularmente la amenaza de abandonar Roma y fundar una nueva ciudad en el monte Sacro o en el Aventino. Las reclamaciones econmicas se reducen a dos puntos: disminucin del inters en los prstamos y el derecho a participar en el arriendo de las tierras de propiedad pblica.

    Desde el punto de vista institucional, existen dos sistemas de magistraturas: las oficiales de los patricios y las privadas de los plebeyos, que intentan sean integradas junto a las primeras. Ante estas peticiones, la actitud de los patricios se resuelve en una serie continuada de cesiones: los tribunos de la plebe, las asambleas de plebeyos (concilia), el connubio, la formacin de un sistema pblico que integran ambos sistemas de magistraturas, las bases de un derecho comn y el acceso de los plebeyos a las antiguas magistraturas de carcter patricio. Con gran habilidad, los jefes plebeyos aprovecharon las situaciones de crisis en beneficio de sus intereses de grupo. Incluso, como en Grecia, el cambio de los sistemas militares, el de las centurias frente al antiguo de pequeas unidades o manpulos, tiene consecuencias beneficiosas para los plebeyos. Hay que tener en cuenta adems que el siglo IV a.C. hizo posible una superacin de la recesin econmica del siglo precedente. Reaparece el comercio, sin limitarse a lo agrcola, aunque la industria sea secundaria respecto a la agricultura. La riqueza aumenta, aunque la fuente primaria de este aumento sea el botn de guerra y no la produccin. A fines de ese periodo, las necesidades militares imponen la acuacin de una moneda de plata basada en el sistema en uso en las ciudades del Sur.

    En estas circunstancias, la poblacin se incrementa no slo en cuanto a ciudadanos sino tambin en cuanto a la poblacin servil. La situacin jurdica del esclavo, pese a la posibilidad de emancipacin y con ella la adquisicin de la ciudadana, cambia completamente a fines del siglo IV a.C., y el esclavo deja de hallarse integrado en la familia del dueo. En el siglo II a.C., una de las bases econmicas de la sociedad romana es la utilizacin de esclavos. Ello tiene una importante consecuencia social. La vieja contienda entre patricios y plebeyos, en la que se discutan fundamentalmente derechos, pasa a ser durante el siglo II a.C. una lucha entre pobres y ricos, y ni unos ni otros vacilan en utilizar la fuerza para obtener sus objetivos y, en consecuencia, desencadenar guerras civiles. Signo econmico de ese periodo frente al desarrollo del comercio, de los grandes negocios de suministros pblicos, del arriendo de contratos estatales, y de la financiacin, es la crisis primero y la ruina despus de los pequeos propietarios, que tiene como consecuencia el aumento de los latifundios, que pueden recurrir con facilidad a la utilizacin de la mano de obra servil.

  • A mediados del siglo II a.C., tras una centuria de guerras victoriosas, Roma haba conseguido concentrar todas las riquezas acumuladas durante los siglos pasados por los grandes Estados mediterrneos. A ello se une el cuasimonopolio de los centros de produccin de metales preciosos. Esta riqueza se concentra en sectores concretos, parte en las familias senatoriales puesto que plebeyos o patricios pertenecen al Senado y ejercen cargos militares o mandos en provincias y, en consecuencia, pueden participar en el botn y parte en los equites, o caballeros, que monopolizan las actividades financieras ms lucrativas, singularmente el arriendo de las propiedades de Roma, sean minas o tierras pblicas, y las contratas de obras pblicas o de suministros. El aumento de precios, pese a la garanta de ciertos suministros baratos como el trigo, es incontenible. Los ricos son ms ricos y los pobres ms pobres, lo cual se manifiesta en el creciente lujo como signo externo ms evidente, y las formas proteccionistas, como el suministro de trigo barato, tienen por consecuencia la ruina de los agricultores incapaces de competir en precios y sin medios para cambiar los cultivos. Se establece una subordinacin del pobre (que contina siendo ciudadano y tiene derecho al voto) al rico que, a la espera de cargos pblicos que le permitan aumentar sus riquezas, no vacila en comprar sus votos.

    Roma, superpoblada, no ofrece trabajo a sus habitantes; ni a stos, como se advierte en el intento de los Gracos de facilitar tierras a los pobres fundando ciudades en el Norte de Italia o reconstruyendo Cartago, resulta grata la idea de alejarse de Roma. El conflicto social se centra entre los pobres y los ricos singularmente, pues otros ricos no dudan en sumarse a los pobres para utilizarles en beneficio de sus intereses polticos y econmicos; tal es el caso de los pertenecientes a las familias (nobilitas) de origen plebeyo o patricio con antepasados magistrados. Un tercer elemento en discordia es el de los equites que, en su conflicto con la nobilitas, oscilan entre los grupos ms factibles de satisfacer sus deseos, concretamente la participacin en el juego poltico y el mantenimiento de las formas institucionales que les permiten enriquecerse con la actividad financiera ya apuntada. A estos elementos en discordia se unen en Italia los grupos carentes de la ciudadana romana y perjudicados paulatinamente por la cesin de las tierras pblicas a los contratistas y latifundistas o los colonos de los Graco. Su peticin ms urgente, independientemente de su situacin econmica, es la concesin de la ciudadana, recurriendo para ello a medios violentos (guerra social) o al apoyo de los distintos jefes polticos, sin penetrar en su ideologa. Cambio manifiesto de ello es la constitucin, con Mario, de un ejrcito profesional, cuyos componentes reciben de sus jefes en el momento del licenciamiento parcelas cuyo arrendamiento baste para mantenerles. sta es la poltica seguida por Mario, Sila, Pompeyo, Csar y Augusto, recurriendo incluso a las concesiones fuera de Italia.

    Esta crisis socio-econmica no es susceptible de reformas circunstanciales que atiendan ms a los sntomas que a las causas. Es evidente en este sentido el fracaso de Sila o de los jefes revolucionarios. Exige la conversin de un sistema poltico de concepcin ciudadana en otro estatal, bien por un cambio del sistema institucional (caso de Csar), bien por una aparente restructuracin del mismo (Augusto), que vara su sustancia conservando su apariencia. Frente al hecho del poder personal, que ya soara Escipin Emiliano, se restablece la permanencia aparente de la autoridad del Senado, en cuanto depositario del poder del pueblo. Este mantenimiento es slo posible en cuanto el sistema, aparte el cansancio provocado por decenios de guerra civil patente o latente, impone un equilibrio de intereses; el Senado, con la posibilidad de carreras de funcionarios adecuadamente remuneradas; los caballeros, que anan a sus antiguos intereses, restructurados, nuevas posibilidades de carrera; el ejrcito, con concesiones de tierras en mbitos provincial, y los

  • pobres, favorecidos por un sistema de concesiones alimentarias y una poltica laboral mediante trabajos pblicos en la propia Roma. As se resuelve la vieja crisis poltica, econmica y social de los siglos II-I a.C., fundamentalmente interna, puesto que no interrumpe la expansin territorial de Roma, y tambin moral en cuanto es expresin de la desaparicin de los principios solidarios, de familia o de grupo, de la vieja sociedad romana. Esto no impide que ciertos aspectos, singularmente la disparidad econmica, se mantengan. La riqueza de Roma es sobre todo adventicia, que no se basa en medios de produccin propios.

    Los orgenes de Roma. La tradicin sobre el nacimiento de Roma es sobradamente conocida y en parte encaja en el mbito de los nostoi griegos (tradiciones sobre hroes fundadores de ciudades tras la guerra de Troya) en el caso de Eneas, fundador de Alba Longa. Los dos hermanos fundadores, Rmulo y Remo, su pelea, la alianza de Rmulo con Tacio, seor del Capitolio. Lo mismo puede decirse de los sietes reyes (Rmulo, Numa Pomplio, Tulio Hostilio vencedor de Alba Longa, Anco Marcio, Tarquino Prisco, Servio Tulio y Tarquino el Soberbio), el episodio de Lucrecia, la cada de la Monarqua, Bruto, etc. La realidad es distinta, pero estas tradiciones muestran en parte cierto fondo histrico, pero que no refleja completamente la complejidad de los hechos. En el siglo VIII a.C., aparece en Roma una serie de poblados de gentes que proceden, posiblemente, de la zona de los montes Albanos, unidos a grupos sabinos. Nos hallamos, por consiguiente, en el momento en que la tradicin situaba la fundacin de Roma: 21 de abril de 752 a.C., aunque las fuentes discrepan en algunos casos. Rmulo y Tacio son los nombres que indican esta unin de latinos y sabinos.

    La Monarqua. Aun aceptando las fechas tradicionales (752-509 a.C.) es imposible admitir que el nmero de reyes se redujera a siete, lo cual supondra una cifra media de ms de treinta aos de reinado. El nmero de reyes debi de ser mayor, pero lo que de ellos cuenta la tradicin alude, en parte, a hechos ciertos. La destruccin de Alba Longa, atribuida a Tulio Hostilio, parece cierta, as como la primaca de Roma, en esa poca, en la Liga Latina. El puerto en Ostia y el puente sobre el Tber, atribuidos a Anco Marcio, aluden al comercio de sal entre Roma y el Centro de Italia, gracias a las salinas de la desembocadura del Tber. El etrusco Tarquino Prisco, conocido tambin por leyendas etruscas, se refiere quiz a un personaje histrico o, simplemente, simboliza a los condottieri de Etruria que en el siglo VII a.C. emprendieron la conquista de Campania y, ms concretamente, insiste en el hecho cierto del dominio etrusco en Roma. En el caso de Servio Tulio vemos un claro deseo de atribuir a su poca medidas administrativas y usos que en buena parte no son anteriores al siglo IV a.C.

    Finalmente, la cada de la Monarqua alude a un hecho ms complejo: el colapso del poder etrusco en Campania, que choc con Cumas y la guerra emprendida. Del mismo modo que los etruscos se apoyaban en aliados indgenas, Cumas procur atraerse la ayuda de los latinos, en cuyo territorio se encontraba la lnea de comunicacin vital para sus relaciones con Etruria. La guerra, con diversa fortuna, se prolong hasta el 474 a.C., en que la escuadra etrusca fue derrotada en Cumas. Ya a fines del siglo IV a.C. los latinos luchaban contra los etruscos.

    En este marco hay que situar la cada de la Monarqua en Roma. La fecha tradicional no parece que pueda mantenerse; probablemente debe situarse este acontecimiento casi medio siglo ms tarde, en todo caso despus de la batalla naval de Cumas. Tampoco es necesario suponer que esta crisis poltica se manifestara violentamente. Por la misma poca se observa en las ciudades etruscas la sustitucin del poder real por el colegiado de

  • magistrados, en cierto momento anuales, pertenecientes a la aristocracia. Lo mismo pudo suceder en Roma, y hay que observar que los poderes religiosos del Rey fueron mantenidos en el cargo sacerdotal de rex sacrificulus, a semejanza del arconte-rey ateniense. La especializacin de funciones en el mando militar, religioso y jurdico-administrativo pudo facilitar el cambio que redujo el poder real a mera ficcin.

    La Repblica. La inseguridad sobre los acontecimientos de los dos primeros siglos de la Repblica es absoluta. Las fuentes escritas insisten en atribuir a ese momento muchos acontecimientos que forzosamente son posteriores. As mismo los nombres de los primeros cnsules son una reconstruccin de un genealogista del siglo IV a.C., con el propsito de ennoblecer a las familias ilustres de su poca. Tampoco es cierta la inmediata introduccin de la magistratura colegiada y anual de los dos cnsules, sino por pretores, iudices, o por el recurso a la magistratura extraordinaria, dictator, que hallamos en otros pueblos itlicos.

    El nacimiento de la Repblica implic un aumento de poder del sector aristocrtico de la sociedad romana, patricios, en detrimento de los plebeyos. Se plantea, como se ha observado en repetidas ocasiones, un fenmeno anlogo al de las ciudades griegas en el siglo VII a.C. El origen de los plebeyos es un problema. Se ha querido ver en ellos ncleos de antiguos esclavos libertos y forasteros, o un grupo tnico distinto; se ha hablado de sabinos o de gentes desplazadas procedentes de las ciudades conquistadas por Roma; otros los han supuesto un grupo etrusco. Existe una diferencia de base econmica; los patricios son ganaderos, y los plebeyos agricultores, artesanos y, en cierto momento, comerciantes. En todo caso, la lucha entre patricios y plebeyos no es de clases por motivos econmicos, sino por una paulatina igualdad jurdica. El arma de los plebeyos no es la violencia sino la amenaza de escisin, trasladarse a una ciudad propia en las proximidades de Roma (Aventino, monte Sacro), que habra privado a sta de toda posibilidad de mantenimiento.

    El primer triunfo de los plebeyos fue la creacin de un magistrado propio revestido de varias inmunidades, el tribuno de la plebe, que, segn la tradicin, aparece en el 493 a.C. Otro triunfo fue la codificacin del Derecho, Ley de las Doce Tablas (450 a.C. segn la tradicin romana, probablemente ltimo tercio del siglo V a.C.) y, por el mismo tiempo, una valoracin social basada no en el origen sino en la fortuna que, como en Grecia en los siglos VII-VI a.C., permita adquirir un equipo militar de hoplita.

    En poltica externa, Roma tuvo que mantener su primaca en la Liga Latina (segunda mitad del siglo V a.C.) y luchar contra otros pueblos, sablicos, sabinos, volscos y ecuos, as como en localidades etruscas de la otra orilla del Tber (fines del siglo V a.C.). Pese a sus victorias, Roma sufri una desagradable sorpresa en los primeros aos del siglo IV a.C., con motivo de la toma de la ciudad por los galos (celtas senones procedentes del valle del Po), de la cual la leyenda recuerda el episodio como el fracasado ataque al Capitolio, cuya resistencia es un tanto dudosa, y el precio pagado a su jefe, Brenno, para que abandonara la ciudad. A este desastre sigui un periodo de desrdenes. Roma fue gobernada por un colegio de tribunos. Coincidi con ello la expansin de los latinos hacia Campania, donde se fundaron nuevas ciudades: Signia, Norba, Cora, etc.; por el mismo tiempo (381 a.C. segn la tradicin), Tsculo se convirti en municipio romano, y Roma ampli su territorio en el rea costera al sur del Tber. Los desrdenes polticos se calmaron con una disposicin, leyes licinias, favorables a los plebeyos; un cnsul deba ser patricio y otro plebeyo (hacia el 266 a.C.). Un nuevo ataque galo, esta vez con la ayuda de los ecuos de Tibur (Tvoli), dio lugar a que se reforzaran los vnculos entre Roma y los latinos. Este periodo, mitad del siglo IV a.C, representa una etapa de gran expansin de Roma, guerras con las ciudades etruscas de Tarquinia y Cerveteri, alianzas con los ecuos de Palestrina y

  • Tibur, con los samnitas, con los etruscos de Cerveteri y, finalmente, con Cartago (hacia el 348 a.C.).

    Una vez ms atacaron los galos, sin xito; en el 343 a.C. Roma y los latinos intervendran en Campania como aliados de Capua y Cales (Calvi Risorta) contra los samnitas. Consecuencia de ello fue la llamada primera guerra samnita. El triunfo de la campaa dio lugar, por desacuerdo en la posesin de Capua, a una guerra entre Roma y los latinos. Cont aqulla con la alianza de los samnitas y, despus de tres aos de guerra, venci a sus enemigos incorporndose la totalidad del Lacio y transformando en municipios Ariccia y Lanuvio. Un nuevo ataque galo tuvo lugar en el ltimo tercio del siglo IV a.C. Tras ste se estableci una tregua de treinta aos entre Roma y los galos.

    LA LUCHA POR LOS DOMINIOS DE ITALIA. La segunda guerra samnita, hacia el 328

    a.C., estall como consecuencia de la ocupacin de la ciudad latina de Fregallae (cerca de Ceprano). La plaza tena singular importancia debido a su situacin en el camino de Roma a Campania. Consecuencia de ello fue la alianza con Npoles, tambin sitiada por los samnitas, y con Luceria (Lucera) en Apulia. Como resultado primero de estas operaciones ocurri el desastre del defiladero de Caudium (Montesarchio) y la capitulacin de un ejrcito romano (horcas caudinas). Roma reocup Fregallae, traz nuevas vas de comunicacin va Apia (312-310 a.C.) y se incorpor la zona norte de Campania. Una nueva guerra en Etruria, frente a una liga de ciudades dirigida por Tarquinia, y otra con los pueblos montaeses, marsos, ecuos y hrnicos, concluy, de una parte, con la paz de los samnitas y, de otra, con la incorporacin del territorio ecuo y hrnico. Estas guerras permitieron a Roma crear durante el siglo IV a.C. un gran ejrcito e incluso una escuadra, 310 a.C., que fracas en un ataque contra Pompeya. En el tratado con Cartago de 306 a.C., Roma heredaba el papel de tradicional aliada que antao tuviera Etruria, debiendo reconocer los cartagineses la primaca de Roma sobre la Italia peninsular. Por el mismo tiempo, Roma inici su poltica internacional con un tratado con Rodas. Todos estos cambios fueron acompaados de reformas de tipo poltico-constitucional que sealaron el progreso de la plebe, censo segn la fortuna mobiliar, acceso de los plebeyos a los altos cargos sacerdotales, reconocimiento de los acuerdos de los plebiscitos y reforma agraria.

    En el 299 a.C., una nueva invasin de galos dio lugar a una alianza de los enemigos de Roma; tercera guerra samnita. Roma, aliada de Clusium (Chiusi), consigui dominar Umbra y, en el frente de Campania, someter a Lucania. Dos nuevas colonias, Minturno y Sinuessa, aseguraron el dominio de las comunicaciones de Campania. La victoria de Sentino (295 a.C.) asegur el final de la guerra. En los aos siguientes, Roma se incorpor el Piceno y el territorio sabino, y tena ya las manos libres para aduearse del Sur de Italia. Esta poltica deba verse favorecida tanto por las discordias entre las ciudades griegas como por la presin de pueblos sablicos en Campania que hicieron de ella la aliada natural de aquellas ciudades. Un conflicto de origen comercial motiv la lucha entre Roma y Tarento, y la llegada a Italia de las tropas de Pirro, rey del Epiro (281 a.C.). Tras victorias fulminantes, como la de Heraclea, debidas a la superioridad tcnica de los ejrcitos helensticos, Pirro se declar fautor de una poltica panhelnica en la Magna Grecia y protector de la independencia samnita. Frente a los xitos de Pirro, la alianza entre Roma y Cartago dio sus resultados; Pirro march a Sicilia, de la que se adue, aparte el territorio de Lilibeo (Marsala), en poco tiempo, pero la derrota de Benevento y los conflictos griegos, singularmente con Antgono, le obligaron a regresar a Grecia. En el 272 a.C. Roma ocupaba Tarento, y en el 268 a.C. se fundaba una colonia latina en Benevento.

  • Esta guerra significaba la entrada de Roma en el juego de intereses que caracterizaba la poltica mediterrnea a principios del siglo III a.C. En el 272 a.C., Roma estableci tratados con el Egipto lgida, iniciando una poltica que deba hacer de Roma, en pocos aos, duea del Mediterrneo oriental. Pese a sus dificultades, la guerra contra Pirro no haba significado una minusvalorizacin de Roma, pero detuvo y retras muchos de los aspectos de su poltica de expansin, singularmente la conquista de Etruria, en curso al iniciarse las hostilidades con el rey del Epiro. Episodios principales fueron la toma de Cerveteri (273 a.C.) y la de Bolsena (265 a.C.) y la definitiva pacificacin del territorio falisco. En la zona adritica, la conquista se hizo efectiva con la toma de Asculum (Ascoli) y la fundacin de Rmini en el 268 a.C.

    LA POCA DE LAS GUERRAS PNICAS. La proyeccin de Roma en el mundo

    mediterrneo como primera potencia cobra un especial significado a partir de la primera guerra Pnica, que cort la que hasta entonces haba sido tradicional alianza con Cartago. La prueba fue dura para Roma, pero sus resultados confirmaron su significacin como gran potencia mediterrnea. Las nuevas conquistas, Sicilia primero, Crcega y Cerdea despus, como consecuencia de su mediacin y neutralidad en la guerra de los mercenarios, significaban que Roma no poda estar ya ausente de todo conflicto que pudiera acarrear un cambio en el orden poltico del Mediterrneo occidental. Muy pronto, Roma deba intervenir tambin en el Mediterrneo oriental. La guerra ilrica (225 a.C.) fue en cierto modo una expedicin de castigo para proteger la libertad del comercio romano y a las ciudades griegas de Corf y Apolonia. De esta guerra naci un Estado vasallo de Dalmacia, gobernado por Demetrio de Faros. Este Estado apenas tuvo continuidad, puesto que en el 219 a.C. fue incorporado por los romanos, que dos aos antes ya haban intervenido en Istria. Poco antes Roma, aliada de Egipto, haba estado a punto de intervenir en la guerra contra Siria. Esta definitiva intromisin en los complejos asuntos del Oriente helenstico deba ser, en cierto modo, una consecuencia de la segunda guerra Pnica; pero esto no exclua la expansin de Roma en la Italia continental e insular.

    El dominio de Cerdea y Crcega exigi difciles campaas (238-225 a.C.) paralelas a otra contra los ligures y los galos, derrotados en el 225 a.C., tras un fulgurante ataque que les permiti llegar hasta Clusium, en cabo Talamone (225 a.C.). La alianza con los vnetos y Gnova permiti el avance romano hasta el valle del Po. Las colonias de Piacenza y Cremona fueron fundadas en el 218 a.C. Una nueva va, la Flaminia, una este territorio con Roma y sealaba el camino de una futura expansin. En parte, sta deba verse facilitada por la crisis social, pero tambin interrumpida por los acontecimientos de la segunda guerra Pnica. sta deba mostrar cunto haba de slido, y cunto de precario, en el sistema de alianzas y federaciones que Roma haba utilizado para mantener su dominio en Italia. Su fallo principal no era, o no era tanto, lo aparente de su autonoma, sino la poltica, acentuada desde el 268 a.C., de diferenciacin de derechos entre Roma y los latinos, singularmente los llamados nuevos, y entre stos y el resto de los itlicos, lo cual haca prcticamente imposible, al contrario de tiempos anteriores, la obtencin de la ciudadana romana, asequible, en cambio, a los libertos. Singularmente se demostr cun insegura era la sumisin de las ciudades de Campania, griegas e indgenas, de Sicilia y de ciertos territorios de conquista reciente como los Abruzos, Bruttium, y el carcter internacional de esta lucha, que una a todos los enemigos de Roma y a cuantos podan temer su desarrollo. La guerra se extendi a otros territorios, decidindose en cierto modo en Espaa.

  • LA LUCHA POR EL DOMINIO DEL MEDITERRNEO. La llamada primera guerra

    Macednica es consecuencia directa de la segunda guerra Pnica y la poltica ilirica de Roma. Macedonia deseaba ocupar este territorio, y Anbal se lo concedi tras la mediacin de Demetrio de Faros. No obstante, Anbal nunca recibi el apoyo del ejrcito macedonio en Italia, pues ste se agotaba en pequeas luchas en el mbito griego, singularmente contra la Liga etolia. Todos los enemigos de Macedonia, como los etolios o Prgamo, se aliaron a Roma. Tras diez aos de lucha (215-205 a.C.), se lleg a una paz que acordaba el reparto del territorio ilrico entre Roma y Macedonia. Ello bastaba para sealar la intervencin de Roma en cuantos conflictos pudieran afectar al mundo griego. Por otra parte, las garantas al reino de Numidia exigidas por Roma en su tratado de paz con Cartago y su voluntad de permanencia en Espaa anunciaban las orientaciones de la poltica internacional de Roma despus del 203 a.C. Asimismo iniciaba un periodo, desastroso a la larga, de poltica dura con los aliados itlicos, singularmente los que haban adoptado la causa de Anbal. La destruccin de Capua era un claro ejemplo de cuanto podan esperar quienes se apartaban de las directrices establecidas en Roma. Las nuevas alianzas (Rodas, Prgamo, la Liga aquea) y las antiguas (Egipto) iban a determinar la poltica de Roma en Oriente frente a los dos enemigos: Macedonia y Siria.

    Los intereses de los aliados, en un primer momento, ms que los propios de Roma, originaron la llamada segunda guerra Macednica, cuyo motivo oficial fue el mantenimiento del orden de cosas establecidos al finalizar la primera. Incluso quienes, como Prgamo, eran partidarios de la paz o preferan permanecer neutrales (Liga aquea) tuvieron que intervenir en la guerra (200-196 a.C.), que signific la supremaca naval de Roma y el triunfo de la legin sobre la falange en Cinoscfalos (197 a.C.). Con ello terminaba el prestigio de los ejrcitos helensticos, herederos de las glorias militares de Filipo y Alejandro.

    La proteccin de Egipto, en periodo de regencia, y de Prgamo, motiv una nueva guerra contra Siria (192-188 a.C.), que quebr el prestigio militar de Antoco III. Con ello Roma volva a luchar en Grecia y en el nuevo frente asitico. La paz de Apamea seal la presencia de Roma en Asia, aunque los territorios se cedieran a Prgamo y Rodas, y la desmilitarizacin de Siria. Asimismo la Liga etolia fue reducida al papel de aliada de Roma. Sede el punto de vista econmico, esta guerra fue un xito y, en cierto modo, seala el comienzo de un fuerte cambio en la vida romana. Al mismo tiempo, Roma poda sentirse lo bastante fuerte como para dictar la poltica que deban seguir los pequeos Estados, al imponer al rey de Bitinia la expulsin de Anbal. Pero esta primaca requera la anulacin de Macedonia, cuyo rey Perseo no se resignaba a aceptar las clusulas del tratado de paz que concluyera la segunda guerra macednica. Su poltica, al contrario de la de Filipo V, atendi a asegurarse el apoyo de los sectores populares.

    As estall la tercera guerra macednica, que concluy, tras la derrota de Pidna, con la independencia de Macedonia, la humillacin de Etolia y el inicio de la decadencia comercial de Rodas ante la competencia de Delos. Incluso el fiel aliado pergamnico qued desautorizado con el tratado entre Rodas y los glatas. Siria fue humillada en su intento de aduearse de Egipto y, en adelante, la poltica romana favoreci a los rivales de los Selucidas, incluso a los partos, o pretendiente al trono que pudiera contribuir a debilitar el antao poderoso Estado. La rebelin de Macedonia (149 a.C.) apoyada por la Liga aquea signific, tras la toma de Corinto, la incorporacin de Grecia como Provincia romana (146

  • a.C.). Poco despus, Atalo III cedi su reino de Prgamo a Roma (133 a.C.), que instituy con l la provincia de Asia.

    Los asuntos de Occidente se desarrollaron de modo parecido; se reanud la incorporacin del territorio del Norte de Italia, de Liguria, hasta alcanza prcticamente parte del territorio alpino. La lucha en Espaa continu pese a las dificultades registradas desde el 154 a.C. en Lusitania y Celtiberia y los desastres de Numancia. En este grupo de campaas debe incluirse la tercera guerra Pnica, que, si supuso la desaparicin de Cartago (146 a.C.), tambin motiv la presencia de Roma en los asuntos africanos, tanto en la proteccin de Numidia como en la creacin de la provincia de frica proconsular.

    LOS CONFLICTOS SOCIALES. Roma fue gobernada durante este periodo por el Senado.

    De hecho, los cnsules actuaron como ejecutivos del mismo. Paralelamente, se acusa el conflicto entre la nobleza senatorial y el partido popular, cuyos jefes son generalmente miembros de la nobleza. En algunos casos, como con Escipin el Africano, pudo pensarse en tendencias monrquicas. La lucha no es ya por derechos, como la antigua entre patricios y plebeyos, sino entre ricos y pobres. La nobleza senatorial puede enriquecerse en los gobiernos de las Provincias, los agricultores se arruinan, los caballeros practican la especulacin financiera, y Roma se ve invadida por una masa de desvalidos que dependen para su sustento ya del erario pblico ya de la venta de sus votos. Entre nobleza senatorial y plebe urbana se mueve el tercer grupo de los caballeros, que por su fortuna podan decidir el problema. Su adhesin, bajo Csar, al partido popular fue una de las causas principales del triunfo de ste.

    La crisis social intent resolverse con el reparto de las tierras pblicas usufructuadas por la nobleza y asignando a los desvalidos parcelas en Italia y en Provincias. Esta poltica, que daaba los intereses de los itlicos carentes de la ciudadana romana, agudiz sus reclamaciones. Ello ocasion (91-88 a.C.) la llamada guerra social, de igual modo que la oposicin entre nobles y populares desemboc con Cinna en la guerra civil. La muerte de Mario y la demagogia de Carbon deba concluir con la llegada de Sila y el ejrcito de Asia tras una prolongada lucha en Italia (83-81 a.C.) que se extendi a Espaa con Sertorio y a frica. Sorprende que en tales circunstancias no se paralizara la actividad exterior de Roma, que mantuvo en Oriente las difciles campaas contra Mitrdates VI, en Occidente el inicio de la conquista de las Galias, la ocupacin de las Baleares, excepto Ibiza, aliada desde la segunda guerra Pnica, la derrota de los cimbrios por Mario en el 102 a.C. (batalla de Aquae Sextiae), en los Balcanes la sumisin de Tracia en el 100 a.C., y en frica la prolongada guerra de Yugurta (111-105 a.C.), que signific la definitiva sumisin de Numidia y el protectorado sobre Tripolitania.

    LAS GUERRAS CIVILES. Vencedor Sila (82 a.C.), fue nombrado dictador con el

    propsito de restaurar el viejo sistema senatorial. Con su abdicacin (79 a.C.), se plantearon de nuevo los viejos problemas agravados por la ausencia de hombres capaces de enfrentarse con ellos en el mbito senatorial. Sertorio y sus gentes, pese a las amnistas, mantuvieron la lucha en Espaa hasta el 72 a.C.; en Italia continuaban las conspiraciones y los conflictos sociales, como la rebelin de Espartaco. El enfrentamiento a los piratas requiri una vasta operacin confiada a Pompeyo, seguida de nuevas campaas contra Mitrdates la tercera guerra y las campaas en el Bajo Danubio (74 a.C.). En Roma, las luchas por el poder y las conspiraciones se suceden (la de Catilina en el 66 y 63 a.C.), as como los escndalos

  • administrativos (Yerres, Lculo), que los xitos orientales (derrota de Mitrdates y de Tigranes de Armenia, creacin de las provincias del Ponto y Bitinia, etc.) lograron mitigar.

    En el 60 a.C., los principales polticos, Csar, Pompeyo y Craso, llegaron a un mutuo acuerdo en su actuacin poltica. Este pacto ha sido llamado primer triunvirato. No hubo en este caso un efectivo reparto del poder como en el segundo triunvirato, tras la muerte de Csar (43 a.C.), sino un compromiso de ayuda recproca en los problemas polticos eleccin de Csar como Cnsul, solucin de los problemas financieros de Craso y aprobacin de la poltica de Pompeyo en Asia seguida de una garanta de provincias propias, desde el 56 a.C.: las Galias para Csar, las dos hispnicas para Pompeyo, y Siria para Craso. Csar conquist las Galias. En Oriente, aparte la ocupacin de Chipre y la intervencin en la sucesin al trono de Egipto, su poltico se vio rematada por la derrota y muerte de Craso frente a los partos (53 a.C.). Pompeyo, desde Roma, intent consolidar su poder, lo que le llev a ser, en el 52 a.C., cnsul nico o princeps y a fomentar una poltica contraria a Csar. Era obvio que ste no poda renunciar a su ejrcito hasta que Pompeyo no hiciera otro tanto con el suyo. Un ao de intiles discusiones sobre este tema, entre Csar y el Senado, concluy con el paso del Rubicn (49 a.C.). Pompeyo, cuyo ejrcito se hallaba en Espaa, renunci a la resistencia y huy a Oriente. Csar, como dictador, entr en Roma, march pronto a Espaa y en una breve campaa deshizo el ejrcito de Pompeyo en Lrida.

    Ya cnsul (48 a.C.), y aunque sin escuadra, dirigi sus pasos a Oriente para destruir el ejrcito de emigrados y tropas de Estados vasallos que haba formado Pompeyo. En Farsalia se decidi la campaa. Pompeyo emprendi una peregrinacin en busca de refugio y nuevos aliados hasta alcanzar Alejandra, en plena guerra civil entre Cleopatra VII y Ptolomeo XIII, donde fue asesinado (48 a.C.). A poco, la escuadra de Csar tocaba en Alejandra. Su intento de mediacin en el conflicto familiar ptolemaico tuvo por consecuencia que soportara un difcil sitio y pasara el invierno en aquella ciudad, hasta la llegada de socorros. Despus, el dictador por segunda vez, vence en Asia a Farnaces, hijo de Mitrdates VI. De nuevo en Roma fue elegido cnsul por cinco aos. Otra brillante campaa le permiti destruir al ejrcito senatorial formado en frica (batalla de Thapsus, 46 a.C.), y al volver a Roma fue nombrado por el Senado dictador durante un periodo de diez aos y cnsul por otros tantos. En realidad, la frmula, utilizada despus por Augusto, era una introduccin a la monarqua.

    Pero los pompeyanos continuaban porfiando hasta el extremo de organizar en Espaa una gran rebelin dirigida por Cneo y Sexto Pompeyo, que Csar consigui vencer con grandes dificultades en Munda (45 a.C.). Durante unos meses, pudo actuar en Roma su plan de reformas polticas, financieras y una gran campaa contra los partos. Sus reformas de grandes planes de obras pblicas, que deban cambiar el urbanismo de Roma, fueron truncadas por la muerte; apenas inici su poltica de fundacin de ciudades que deba mitigar la situacin de los pobres en Roma y asegurar el porvenir de los veteranos de sus ejrcitos. Su muerte no asegur el triunfo del derrotado partido pompeyano. Slo Sexto Pompeyo mostr ciertas dotes como almirante frente a las escasas cualidades polticas de los magnicidas. Csar, aun muerto, mantuvo la fidelidad del partido popular, que puso sus esperanzas en Marco Antonio y, ms tarde, en su sobrino e hijo adoptivo Octavio, el futuro Augusto, lo suficientemente hbil para atraerse, tras la derrota de los magnicidas en Filipos (42 a.C.), un sector del grupo pompeyano.

    Durante dos aos, los que todo lo deban a Csar, como Octavio, Antonio o Lpido, no dudaron en aliarse con sus asesinos en la lucha por el poder. Ms hbil, Octavio se uni

  • al Senado e incluso a Bruto (44 a.C.). Un conflicto con el Senado permiti un acuerdo entre Octavio, Lpido y Antonio (43 a.C.), el segundo triunvirato, esta vez sancionado oficialmente por el Senado (fines del 43 a.C.) con el encargo de ordenar el Estado y con un reparto de Occidente entre los tres jefes, tras el acuerdo de Bolonia, renovado despus de la victoria de Filipos, en perjuicio de Lpido, cuyo poder quedaba limitada al frica, una compensacin Sicilia, Crcega, Cerdea y Acaya para Sexto Pompeyo, y la divisin de Oriente y Occidente entre Antonio y Octavio (paz de Miseno). Una larga guerra (39-36 a.C.) permiti eliminar a Sexto Pompeyo y reducir a Lpido a la condicin de particular. frica pas a Octavio sin que Antonio recibiera beneficio alguno, aparte de campaas en Oriente afortunadas contra los partos (39-38 a.C.) y en Armenia (34 a.C.), o desgraciadas contra Palmira y los partos (36 a.C.), y el dudoso prestigio de la creacin de nuevos reinos vasallos o de Estados, utilizando territorio romano, para los hijos de su unin la reina Cleopatra.

    Esta poltica pareca orientarse no en beneficio de Roma sino dirigida a un renacimiento del reino lgida, argumentos magnficos para la propaganda de Octavio y desprestigio de M. Antonio. En el 32 a.C. caduc el poder de los triunviros, en realidad duunviros, y Octavio aprovech la ocasin para arreciar la propaganda contra Antonio. Italia y todas las provincias occidentales prestaron juramento de fidelidad a Octavio. La guerra, oficialmente contra Cleopatra, no fue brillante. M. Antonio escogi posiciones precarias (Ambracia), que le obligaron a retirarse para ser vencido en Actium (31 a.C.). Una rebelin de soldados oblig a Octavio a interrumpir su campaa y regresar a Italia. Al ao siguiente inici el ataque a Egipto desde Siria y Cirenaica. La rendicin de Alejandra y el suicidio de M. Antonio (30 a.C.), seguido del de la reina Cleopatra, sealaban el fin del periodo duunviral y el inicio del Imperio. Egipto fue anexionado a Roma pero no como Provincia sino, en cierto modo, propiedad de Octavio como sucesor de los Lgidas. El poder de Octavio princeps, que en el 27 a.C. recibira el ttulo de Augusto, deba transformarse en poco tiempo en Imperio hereditario.

    Bibliografa BALLESTER, R.: Historia de Roma, Barcelona 1963. HUERGON, J.: Roma y el Mediterrneo occidental hasta las guerras Pnicas, Barcelona 1971. PIGANIOL, A.: Historia de Roma, Buenos Aires 1967. SUREZ FERNNDEZ, L.: Historia de Roma, Bilbao 1967. Por Alberto Balil, en Gran Enciclopedia Rialp, 1991.