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Página | 1 «LOS MANDAMIENTOS» Marc Vilarassau Alsina, sj* Sal Terrae 96 (2008) 781-792

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Los Mandamientos - Marc Vilarassau Alsina, Sj.

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  • P g i n a | 1

    LOS MANDAMIENTOS

    Marc Vilarassau Alsina, sj* Sal Terrae

    96 (2008) 781-792

  • P g i n a | 2

    Apertura

    Se me pide una reflexin sobre los mandamientos que sea

    digerible para los jvenes. Me gustara proponer un men de

    degustacin diferente al de un cierto cristianismo de pop corn con el que pudieran estar ms familiarizados. Quiz porque me aburren ya las palomitas y el fast-food, me apetece tanto cocinar este plato difcil y atrevido. Hemos vaciado el

    mandamiento de su sentido religioso para convertirlo en un

    producto exclusivamente tico, con la idea de que sea as ms

    fcilmente digerible por la gente de nuestro tiempo.

    Para m, el reto es mostrar que el sentido tico del mandamiento

    va estrechamente unido a su sentido religioso, y que es este

    ltimo el que le confiere su ms genuino valor. Para profundizar

    en la dimensin tica del mandamiento disponemos de material

    abundante y valioso. Autores como Adela Cortina han tratado

    con gran acierto este tema y sus implicaciones en la actualidad.

    Se me va a permitir que me concentre, pues, en la dimensin

    religiosa del mandamiento.

    Yendo al grano, con este artculo pretendo bsicamente dos

    cosas. La primera es reivindicar el sentido genuinamente

    religioso del mandamiento, hijo como me siento de una

    cultura que le tiene alergia. La segunda es que con esta

    reivindicacin me gustara mostrar que el mandamiento no slo

    no constrie, sino que puede liberar al individuo de las cadenas

    sutiles de una cultura que, bajo capa de autonoma, nos impone a

    todos una misma norma, un mismo y ciego cumplimiento de una

    letra sin espritu y de una ley sin alma. Pasen entonces al

    comedor. La mesa est servida.

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    La matriz juda del mandamiento

    No se puede entender el sentido religioso del mandamiento sin

    conocer el hogar en que ste naci y se cri. El judasmo es la

    cuna del mandamiento, y de ah lo hered el cristianismo. El

    tema del mandamiento tiene en el judasmo una riqueza que

    frecuentemente nos ha pasado inadvertida. Voy a intentar

    mostrarlo con la mxima modestia y respeto.

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    Los preceptos y la ley

    En el judasmo existe la Ley, en singular y en maysculas

    (Torah en hebreo; Nomosen griego); y existen los preceptos de la Ley, en plural y en minsculas (mitzsvot en hebreo; entolai en griego). La Ley, en singular y en maysculas, comprende la ley

    del Antiguo Testamento, condensada en el Declogo; o tambin

    el conjunto del Antiguo Testamento, visto todo l como Ley.

    Mientras que los preceptos, en plural y en minsculas, son todo

    el conjunto de prescripciones que aparecen a lo largo y ancho

    de la Torah y que, de alguna manera, le dan cuerpo y concrecin en la vida del creyente: concretamente, 613, ni uno

    ms ni uno menos.

    Aunque distinguibles, el singular y el plural no son separables.

    Para un buen judo no hay respeto de la Torah sin un respeto escrupuloso de los mitzsvot. A la Torah le faltara todo si le faltara uno slo de los 613 mitzsvot que la componen. A la Torahno le sobra ni una coma: slo es perfecta si est completa, porque la Torah refleja no slo la ley que rige al pueblo judo, sino la ley que rige el universo entero. Por ello,

    aunque el contenido legal o moral de los mandamientos es

    diferente, y los hay ms importantes que otros, el sentido

    religioso del cumplimiento es el mismo. Dicho de otro modo,

    aunque puedan distinguirse por el contenido, todos los

    mandamientos se igualan en el cumplimiento. Todos vienen de

    Dios, y por esa razn son todos igualmente valiosos y vinculantes

    para el creyente.

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    El mandamiento ms importante

    En la tradicin rabnica existe, de todas maneras, una cierta

    gradacin de los mandamientos segn su importancia, un

    intento de reducirlos y de condensarlos. Un conocido pasaje del

    Talmud de Babilonia (Makkot 24,A) da prueba muy elocuente

    de ello:

    Rabbi Simelai dijo: Seiscientos trece son los

    mandamientos que fueron impartidos a Moiss. 365

    preceptos negativos, que corresponden al nmero de das

    del ao solar, y 248 preceptos positivos, que corresponden

    a las partes del cuerpo humano (...) David los redujo a

    once: Seor, quin puede residir en tu santuario?

    Quin puede habitar en tu santo monte? Solo el que vive

    sin tacha (1) y hace lo bueno (2); el que dice la verdad de

    todo corazn (3); el que no habla mal de nadie (4); el que

    no hace dao a su amigo (5) ni ofende a su vecino (6); el

    que mira con desprecio a quien desprecio merece (7), pero

    honra a quien honra al Seor (8); el que cumple sus

    promesas aunque le vaya mal (9); el que presta su dinero

    sin exigir intereses (10); el que no acepta sobornos en

    contra del inocente (11). El que as vive, jams caer (Sl

    15,1-5).

    Isaas los redujo a seis, porque est escrito: El que

    procede rectamente (1) y dice la verdad (2), el que no se

    enriquece abusando de la fuerza (3) ni se deja comprar

    con regalos (4), el que no hace caso a sugerencias

    criminales (5) y cierra los ojos para no fijarse en el mal

    (6) (Is 33,15).

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    Miqueas los redujo a tres, porque est escrito: El Seor ya

    te ha dicho, oh hombre, en qu consiste lo bueno y qu es

    lo que l espera de ti: que hagas justicia (1), que seas fiel y

    leal (2) y que camines humildemente con tu Dios (3) (Mi

    6,8).

    Isaas vino otra vez y los redujo a dos, porque est escrito:

    El Seor dice: Practicad la justicia (1), haced lo que es

    recto (2) (Is 56,1).

    Vino Ams y los redujo a uno, porque est escrito: As

    dice el Seor a los israelitas: Acudid a m, y viviris (Am

    5,4).

    El rabino Jess participa tambin de esta discusin sobre la

    importancia gradual de los mitzsvot tal como queda plasmada en la pregunta que le dirige otro rabino en la sinagoga: Rabino, cul es el mandamiento ms importante de la ley? (Mt 22,36). Y la posicin de Jess no es unvoca. Por un lado, defiende el

    cumplimiento de la Ley hasta la ltima coma (Mt 5,19); por otro,

    establece diferencias no slo en el contenido, sino tambin en el

    cumplimiento. As, pagar el diezmo de las hierbas aromticas es

    secundario con respecto a otros aspectos centrales de la Ley,

    como son la justicia y la misericordia (Mt 23,23). Este

    rabinofree-lance parece poner en cuestin la identidad religiosa de los mitzsvot en el seno de la Torah. Pero qu es lo que Jess pretende en realidad?

    Sentido religioso del mandamiento

    A Jess no le interesa tanto cul es el mandamiento ms importante, sino qu eslo ms importante del mandamiento. Dicho de otro modo, qu es lo sustancial, lo

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    esencial del mandamiento?; qu es lo que hace que el

    mandamiento sea algo profundamente espiritual y, por lo mismo,

    algo profundamente humanizador? Dicho de otro modo, qu

    Dios se nos revela en los mandamientos?

    El mandamiento es voz

    Si hay una premisa bblica bsica, es que Dios habla un lenguaje

    audible e inteligible para el hombre. Dios no se relaciona con el

    hombre a travs de la vista, sino a travs del odo. El hombre no

    ve a Dios ms que indirectamente, a travs de sus obras. Pero s

    puede or la voz de Dios, que le habla en la intimidad, si se dan

    las condiciones para la escucha. La teofana visin de Dios es propiamente, en la Biblia, una teofona audicin de Dios. El hombre no se sita frente a Dios como un vidente, sino como un

    oyente.

    Dios habla, por tanto, en los mandamientos, que son

    las palabras que llevan suvoz. La voz de Dios se hace audible en la palabra de los mandamientos. Por eso quien guarda los

    mandamientos es como si hiciera vibrar las cuerdas vocales de

    Dios, siendo la voz el soporte fsico de la palabra, que es

    espiritual. Es por ello por lo que la palabra de Dios no se lee, sino que se proclama en medio de la asamblea: es la voz de Dios la que resuena en la voz del lector para que pueda ser de

    nuevo acogida por los oyentes como lo que es: palabra de Dios.

    El mandamiento recibido como voz nos muestra cul ha de ser la

    actitud del hombre ante la Palabra: una actitud de atencin y de

    disponibilidad. El hombre ha de esperar a que Dios hable y ha

    de esperar en silencio, en forma de receptculo. Si se

    impacienta y se llena con otras voces, no oir la voz de Dios

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    cuando se produzca, o confundir sta con otras voces. Cunto

    miedo le tenemos a la Palabra de Dios...!; cunta pereza mental

    y religiosa para captar su sentido...!; cunta precipitacin para

    hacerle decir slo aquello que estamos dispuestos a escuchar...!

    No debe extraarnos que Dios calle y nos deje a merced de

    nuestros monlogos vociferantes.

    El mandamiento es anillo

    Las normas estn para ser cumplidas, pero el mandamiento est

    para ser guardado. El mandamiento se repite como un mantra, se saborea (Tu promesa es ms dulce a mi paladar que la miel a mi boca: Sl 119,103); se canta (Tus leyes han sido mis canciones en esta tierra, donde soy un extranjero: Sl 119,54). El mandamiento se guarda como el anillo que recuerda una Alianza

    y la renueva. El amante se deleita en el anillo cuando la amada

    est ausente, lo acaricia, le da vueltas, lo besa, como los

    futbolistas cuando marcan un gol. Guardar el mandamiento es

    guardar la alianza, darle vueltas, acariciarla, besarla.

    El mandamiento, como expresin de la alianza, es estable y

    permanente. Resiste el paso del tiempo y los embates del

    desnimo, las fluctuaciones del alma e incluso la mirada oblicua

    del absurdo. No porque est fuera del tiempo, sino porque lo

    consagra, porque dice del tiempo lo que es eterno. Hay algo en

    nuestra vida que permanece fiel, aunque nosotros vayamos y

    vengamos; algo slido, que nos da equilibrio y nos devuelve las

    coordenadas cuando las hemos perdido; algo no negociable, un

    punto de no retorno que marca los lmites de nuestra humanidad

    y su proyecto: los lmites que la disgregan si se sobrepasan, pero

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    tambin aquellos hacia los que conviene no dejar nunca de

    tender si no se quiere dejar el proyecto a medias. No robars,

    no matars, no codiciars el bien ajeno... marcan los lmites

    negativos de la humanidad. Honrar al padre y a la madre, amar

    al prjimo como a uno mismo... marcan los innegociables lmites

    positivos de nuestra humanizacin. En los mandamientos Dios

    nos devuelve, dignificado, lo que es nuestro, para que no lo

    olvidemos. Los mandamientos son una consagracin de la

    memoria de la humanidad y su proyecto.

    El mandamiento es promesa

    El mandamiento no es una premisa, sino una promesa. Lo

    explico. Pongamos, por ejemplo, esta premisa: si no comis, no

    viviris. En este caso, el comer no es un mandamiento, sino una

    necesidad, porque el comer es una premisa del vivir. El

    mandamiento, en cambio, propone una condicin extrnseca al

    objetivo que se persigue: Para que no mueran, debern lavarse las manos y los pies. sta ser una ley permanente a lo largo de los siglos para Aarn y sus descendientes (Ex 30,21). De hecho, no pasara nada si uno no se lavase las manos; pero

    entre el lavarse las manos y el vivir, el mandamiento crea un

    vnculo nuevo que se justifica por s mismo, que se entiende, ya

    no simplemente como premisa, sino como promesa: lavarse las

    manos es un gesto gratuito que remite al Seor de la vida. As,

    un gesto rutinario, saludable, conveniente... se convierte en una

    accin de gracias innecesaria pero indispensable. Es

    precisamente esta condicin de exigencia innecesaria pero

    indispensable la que distingue el mandamiento y le confiere su

    sentido religioso.

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    Jess denuncia la dureza de corazn que se encuentra en la

    base de nuestra relacin con la ley como premisa (Mt 19,8).

    Nosotros solemos rebajar la ley al mnimo para poder cumplirla

    como si fuera el mximo. Para Jess, el mandamiento es siempre

    un mximo, porque no se basa en nuestra fidelidad, sino en la

    fidelidad de Dios. Nosotros siempre estamos lejos del

    mandamiento, y no es el esfuerzo las obras lo que nos acerca,

    sino la gracia. Jess le devuelve al mandamiento su condicin de

    mximo: no mximo cumplimiento por parte del hombre, sino

    mxima fidelidad por parte de Dios. No es el hombre quien se

    acerca a Dios por el cumplimiento, sino Dios quien se acerca al

    hombre en el mandamiento.

    De ah que el mandamiento, propiamente, no se cumple, sino

    que se guarda. O, dicho de otro modo, no nos sita fuera de la

    ley el hecho de no cumplirla escrupulosamente porque eso es

    imposible para el hombre, sino el hecho de no guardarla, de no

    encaminarnos hacia ella, de no seguir su estela en humildad (Mi

    6,8). Jess, pues, se aleja por igual del rigorismo como de la

    laxitud y nos sita en unas nuevas coordenadas, no basadas ya

    en la norma, sino en el amor.

    Un cristianismo sin mandamiento?

    No s si por conveniencia o por desgana, la verdad es que

    solemos vivir una simplificacin ideolgica de nuestra fe, una

    reduccin empobrecedora de sus credenciales ms genuinas: las

    que Jess present en su tiempo y tuvo que defender frente a

    los zelotas, por la izquierda, y frente a los fariseos, por la

    derecha. Unos lo festejaban por su rigorismo tico y por las

    posibilidades que ofreca su carisma natural a la causa de la

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    liberacin del pueblo judo. A los otros, por un lado, les

    sorprenda la autoridad que emanaba de su conocimiento de la

    Torah y, por otro, les incomodaba la libertad que mostraba

    frente a las sagradas tradiciones heredadas de los antepasados.

    Tanto los unos como los otros acabaron desengaados.

    Hoy tambin basculamos entre el zelotismo y el farisesmo.

    Unos reducen el cristianismo a cuatro valores ticos barnizados

    de evangelio. Otros lo reducen a la defensa a ultranza de sus

    tradiciones y sus instituciones frente a los embates del enemigo.

    Los primeros convierten el cristianismo en una tica ms; los

    segundos, en una identidad y una casta. En ambos casos, tenemos

    un cristianismo sin vinculacin religiosa a Dios, un cristianismo

    sin verdadero culto en espritu y en verdad, un cristianismo, en

    definitiva, sin mandamiento.

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    Pero no son stas las dos nicas vas de simplificacin y

    empobrecimiento de la fe cristiana; hay formas nuevas y ms

    sutiles de llegar a un punto parecido. Son los intentos de

    reducir el cristianismo a un mnimo comn mltiplo que lo haga

    compatible, por un lado, con la secularizacin de la sociedad y,

    por otro, con la pluralidad religiosa. Por un lado, tendramos el

    intento de identificar el cristianismo a una tica de mnimos,

    liberada de los mximos del mandamiento. Por otro, trataramos

    de conseguir una espiritualidad qumicamente pura, resultado

    de una destilacin perfecta de las mejores esencias espirituales

    de las diferentes tradiciones religiosas, liberadas, eso s, de los

    particularismos culturales que las lastran. Los dos intentos, me

    atrevo a juzgar, empiezan bien, pero acaban mal.

    Una tica sin mandamiento?

    Hemos visto antes que la tendencia a separar el sentido religioso

    del mandamiento de su sentido tico es de factura antigua. Se ha

    dado de diversas formas a lo largo de toda la historia. En la

    actualidad, cuntos cristianos se definen hoy en da como

    creyentes no practicantes? Manera de decir que suscriben la

    dimensin tica del mandamiento, pero prescindiendo de su

    dimensin religiosa. Signo de una sociedad progresivamente

    secularizada, como la nuestra.

    En nuestra sociedad se da un fenmeno an ms interesante: a

    medida que aumenta la secularizacin, aumenta tambin la

    diversidad cultural y religiosa de la sociedad. Cmo lograr,

    entonces, que convivan pacficamente estos dos datos que

    parecen ser los rasgos caractersticos de la sociedad moderna?

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    Cmo ir integrando pacficamente en una misma sociedad, con

    unas mismas normas de convivencia igualmente vinculantes para

    todos, las diversas identidades y prcticas religiosas que la

    integran? Cmo conseguir unos mnimos ticos y civiles que

    faciliten la convivencia, sin que por ello sofoquen los mximos

    religiosos y espirituales de los individuos y las comunidades?

    En cualquier caso, una tica civil que responda positivamente a

    tamao desafo no puede ser una tica basada en promesas, sino

    en premisas. Ha de ser necesariamente una tica de mnimos

    basada en principios unvocos y vinculantes para todos. Y es

    bueno que as sea. Tal como la define Adela Cortina, una tica civil consiste en un conjunto mnimo de valores tal que, si no es compartido por los ciudadanos de una sociedad pluralista, la convivencia entre ellos se hace imposible (tica civil y religin, PPC, p. 14). Como queda de manifiesto en esta definicin, se trata de una tica definida en negativo, ms que en

    positivo, obligada a dibujar el lmite el mnimo, ms que el

    horizonte el mximo. sta es su virtud, pero tambin su

    desdicha. Una tica civil basada en mnimos ticos es tan

    necesaria para la convivencia como insuficiente para la felicidad.

    La felicidad pertenece, a nuestro modo de ver, al mbito del

    sentido, del exceso, del mximo... de lo religioso. Y eso slo se

    puede dar si se invita al individuo, no slo a cumplir a mnimos la norma, sino a guardar a mximos el Mandamiento.

    Una espiritualidad sin mandamiento?

    Actualmente se habla mucho de la diferencia entre

    espiritualidad y religin. Hay un cierto consenso en que lo

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    importante es la espiritualidad la experiencia personal y

    subjetiva de Dios, mientras que la religin la dimensin

    colectiva y objetiva de esa experiencia no es ms que una

    rmora del pasado. Se propone una espiritualidad sin

    mandamiento para un mundo sin religin. Pero as no se

    responde a la cuestin que recorre este artculo de principio a

    fin: cmo puede pervivir y ser compartida una experiencia

    espiritual si no es objetivada de alguna manera? Cmo evitar

    que esa experiencia se diluya sin una instancia objetiva que le

    sirva de estmulo y de contraste? No necesitamos reivindicar

    de forma creble el sentido positivo y hasta cierto punto

    necesario del mandamiento?

    Quin, sino el mandamiento, le dice al espritu cules son sus

    lmites y cul su horizonte? Quin, sino el mandamiento, es la

    instancia crtica capaz de desenmascarar un espiritualismo que,

    so pretexto de buscar a Dios, acaba buscndose a s mismo?

    Quin, sino el mandamiento, le puede dar a la espiritualidad

    esa dimensin comunitaria y celebrativa que la aleje por igual

    del solipsismo y del elitismo? Quin, sino el mandamiento, le

    ensea a la espiritualidad que, por mucho que deseemos ver a

    Dios, lo primero y principal es aprender a escucharlo? Quin,

    sino el mandamiento, le recuerda a la espiritualidad que ese

    trayecto que nos acerca a Dios lo inici l mucho antes de que

    nosotros nos pusiramos tmidamente en camino?

    En esta lnea, os propongo esta reflexin de un clebre sabio

    judo de nuestro tiempo:

    No existe el misticismo en abstracto, es decir, un

    fenmeno o experiencia independiente de otros fenmenos

    religiosos. No existe un misticismo qumicamente puro, sino

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    el misticismo de un sistema religioso en particular:

    misticismo cristiano, musulmn, judo... y as sucesivamente.

    La muy difundida idea del mstico como un anarquista

    religioso que no siente ninguna lealtad ni compromiso hacia

    su religin no est confirmada por la historia. sta

    demuestra, en realidad, que los grandes msticos fueron

    fieles discpulos de las grandes religiones (Gershom Scholem).

    Por fieles discpulos no debemos entender aqu seguidores

    ciegos y aborregados, sino todo lo contrario: personas a

    quienes la religin ha dado alas y personas para las que el

    mandamiento ha producido su ms preciado fruto, a saber, la

    autntica libertad. Porque eso es lo que hace el mandamiento:

    libera a quien lo guarda; lo libera de los otros dolos que exigen

    sumisin; lo libera para el bien, para la justicia y para el amor,

    las nicas prescripciones que, en lugar de someterte, te hacen

    ms libre.

    Sentido cristiano del mandamiento

    Sea como sea y venga de donde venga la inercia que pretende

    separar la dimensin religiosa del mandamiento de su dimensin

    tica y espiritual, cmo intenta el cristianismo evitar esa

    separacin empobrecedora?; cmo guardar el mandamiento sin

    perder su fundamento?; cul es la propuesta unificadora que

    Jess nos propone en el Evangelio?; cul sera, si es que la hay,

    la perspectiva especficamente cristiana del mandamiento?

    San Pablo supo explicar mejor que nadie lo peculiar de esa

    nueva perspectiva que Jesucristo haba abierto sobre el

    mandamiento. Es cierto que el aspecto religioso de la Ley es

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    insuficiente, pero tambin lo son el aspecto moral y espiritual

    por s solos. La moral y el culto, la tica y la espiritualidad, sin la

    gracia, son letra muerta y pura hybris de cara a la salvacin. No son las obras ni los sacrificios los que nos abren a la salvacin,

    sino la fe. No es la profesin de lo polticamente correcto ni el

    dominio de los efectos iniciticos del incienso aromtico lo que

    salva, sino el saberse amado incondicionalmente por Dios.

    San Pablo est reivindicando, a su manera y delante de sus

    interlocutores, el sentido religioso del mandamiento, tal como

    lo venimos explicando. Para Pablo est ms claro que para

    ningn otro que esto de la salvacin no puede ser de ninguna

    manera una premisa, sino estrictamente una promesa. Slo

    as se puede percibir, sin reducirlo, todo el alcance del

    mandamiento nuevo que Jess nos da: el mandamiento del amor.

    Slo el amor une lo que los hombres tienden a separar; slo el

    amor condensa y resume lo que el mandamiento ampla; slo el

    amor guarda a la perfeccin lo que Dios propone a travs del

    mandamiento. Pero entonces surge la siguiente pregunta.

    Puede el amor ser objeto de un mandamiento?

    Si somos coherentes con todo lo escrito hasta el momento,

    deberemos concluir que s, y ms que cualquier otra cosa.

    Mandamiento quiere decir aprendizaje y proyecto: aprendo a

    hacer aquello a lo que estoy obligado, lo intento una y otra vez,

    me veo muy lejos y, a pesar de todo, cada vez ms atrado, ms

    decidido, ms animado. Dios nos manda el amor, no puede ser de

    otra manera; nos lo propone como deber, como proyecto y como

    sentido de nuestra vida.

  • P g i n a | 17

    Por lo tanto, el amor puede ser objeto de un mandamiento,

    porque el amor autntico es exigente. Porque, ms que un

    sentimiento, el amor es un convencimiento. Nos produce un

    saludable hormigueo interior, pero tambin abre heridas y nos

    hace sufrir. Estarais de acuerdo si dijramos que el sentido de

    nuestra vida es amar cada vez ms y cada vez mejor? Pues si

    estamos de acuerdo con este proyecto de vida, ahora tenemos

    que ver cmo lo ponemos en prctica. Hace falta que el amor

    pase, de ser un principio general, a ser una realidad concreta. El

    mandamiento es la dimensin realista del amor, su dimensin

    pedaggica, porque a amar se aprende amando. San Pablo

    dice que la Ley es el pedagogo cuya funcin y sentido es

    conducirnos al amor. El amor es el cumplimiento perfecto de la

    Ley. Por eso, cuando hay amor, y slo entonces, toda ley est

    de ms.

    Un mandamiento suavsimo

    El amor es un munus suavissimus, un mandamiento suavsimo, una dulce exigencia. El mandamiento nos recuerda que el amor lo

    tenemos que poner ms en las obras que en las palabras, y que

    ponerlo en las obras no es fcil: pide mucha abnegacin y mucha

    determinacin. Pero es suavsimo, porque la fuerza necesaria

    para llevarlo a la prctica viene de Dios, de la fuerza y la

    determinacin con que l nos ama. Algunos dicen que lo primero

    es amar a los dems; despus vendr el amor a Dios. Como si el

    amor a Dios fuera secundario y prescindible. Amar a Dios

    significa amar su amor, la manera y la radicalidad con que Dios

    ama, porque el amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que l nos am primero (1 Jn

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    4,10). En este sentido, el amor a Dios es el alma del amor

    humano. Sin el amor a Dios, nuestros amores flaquean y pierden

    el alma, acaban fcilmente convertidos en puro voluntarismo y

    en ideologa.

    El amor a Dios hace mucho ms exigente y radical el amor

    humano: lo hace posible a partir del reconocimiento justo y

    lcido de que para nosotros ese tipo de amor es imposible. sta

    es la razn de que el amor pueda y tenga que ser objeto de un

    mandamiento. Slo si Dios lo manda, el amor verdadero es

    posible en nuestro mundo, porque Dios nos da previamente lo

    que despus nos manda. Como dice uno de los versculos del

    himno judo El Da del Perdn, de la Liturgia de Ao

    Nuevo, el precepto y la prctica son de Dios, que vive eternamente. Dicho de otro modo, Dios nos promete aquello que ya nos ha dado; y slo porque l ha cumplido ya su parte de

    la promesa, podemos intentar cumplir nosotros la nuestra.

    Despedida y cierre

    Nos quedar siempre est pregunta: es acaso posible vivir sin

    mandamiento? Vivir sin reglas quiz sea posible, aunque no s si

    demasiado conveniente para uno mismo y para los que le

    rodean; pero, en todo caso, no me parece posible vivir sin

    mandamiento, sin una orientacin positiva que tire de nosotros

    cuando estamos eufricos y cuando estamos cansados, cuando lo

    vemos y cuando no lo vemos; en definitiva, algo slido donde

    apoyar nuestras opciones y donde anclar nuestra ansia de

    sentido y de felicidad.

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    El amor es el sentido y la felicidad que Dios nos propone con el

    mandamiento, y por eso, porque de veras lo quiere, nos lo

    manda. Hay muchas maneras, muchos caminos, muchos gestos,

    muchas traducciones concretas, muchas prcticas posibles que

    nos ayudan a obedecerle; y, en este sentido, hay muchos

    mandamientos. Aunque eso no nos hace olvidar al contrario:

    nos lo hace ms evidente que en realidad el Mandamiento es

    uno y nico: la voz de Dios, el anillo que nos la recuerda y la

    promesa de su cumplimiento definitivo.

    Empezaba el artculo con la promesa de un plato difcil y

    atractivo. No s si lo habr conseguido, pero me sentira

    satisfecho si, despus de leerlo, nos quedara al menos este

    regusto en el paladar: el mandamiento no es algo que Dios nos

    da; es Dios mismo quien se nos da en el Mandamiento. Y si Dios

    mismo es el Mandamiento, cmo no bamos a tratar de

    guardarlo nosotros?

    http://www.franciscanos.es/index.php/jovenes/recursos/fraternidad-boaxente/792-llos-

    mandamientosr

    [03/08/2014]