los cuatro jinetes

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Es una recopilacion y version 2.0 editada , corregida y aumentada con muchas sorpresas de las primeras cien paginas de esta historieta publicada como novela grafica en Colombia

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Créditos

Colaboración y apoyo:

Isabel RodriguezFaver Rivas- fotografiasFernando VargasOscar PantojaJesus Alberto Motta

Agradecimientos:

A Mi Madre, Isa, Salomé,Maestro motta Pablo Guerra , Edna, La Jente, Darwin, Puma, Monty, Rafantiguo ,Lu-ciano , Javier, Gustavo,Verona, Apoli, Nikus, Esther, Misamores, El Lucero.

Historia y Dibujos:Jean Paul Zapata

Editor: Jesus Alberto Motta

Una Historia hecha en Colombia para Edito-rial Cultura(s). 2010, Bogotá. Todos los derechos son para Editorial Cultura(s) el autor y, 2010.

[email protected]@gmail.com

Contacto:

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al rato

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esta mujer en mi

vida, intensa y

provocadora.

inquieta con su

lenguaje, hasta el

punto de torturar

mi cuerpo. cada

susurro era una

condena, pues con-

llevaba el peso del

adios, del instante

muerto del beso

eterno. mi voz

simplemente se

apagaba cuando me

decia algo y

procuraba a toda

costa que no

sonaran las trom-

petas chistosas de

aquel concurso de

ortografia

pereirana.

dolly...

dolly.

a dolly le gustaba caminar sobre mi cerebro. cabalgaba como profesional en raros laberintos que surcaba con su

hoz.

en el preciso momento que la deseaba, se me escapaba. y cuando al final pierdo el juego y la re-chazo.... ella me desea.

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esta mujer en mi

vida, intensa y

provocadora.

inquieta con su

lenguaje, hasta el

punto de torturar

mi cuerpo. cada

susurro era una

condena, pues con-

llevaba el peso del

adios, del instante

muerto del beso

eterno. mi voz

simplemente se

apagaba cuando me

decia algo y

procuraba a toda

costa que no

sonaran las trom-

petas chistosas de

aquel concurso de

ortografia

pereirana.

dolly...

dolly.

a dolly le gustaba caminar sobre mi cerebro. cabalgaba como profesional en raros laberintos que surcaba con su

hoz.

en el preciso momento que la deseaba, se me escapaba. y cuando al final pierdo el juego y la re-chazo.... ella me desea.

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“Camino hasta la casa y dona Rosa no le abrio. Chili Le debia unos dias de arriendo. Acurru-cada llorando junto a la puerta del inquilinato, empunando un billete de veinte, murio desangrada, sin cumplir su mayoria de edad. Pero esta no es la historia que te voy a contar.”

Por un tiempo solo se la pasaba en su cuarto pintandose las unas y vi-endo tele, despues en la esquina tomando con los gamines de la cuadra; asi conocio el bazuco. Una madrugada llegaba del centro y desde la entrada del barrio dos hombres la siguieron, en la calle de la vuelta la intentaron violar, ella no se dejo y la apunalearon en un rinon.

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Después de estas tres horas de pensarlo, salgo de la residencia, cojo el carro y me voy a la cancha de tejo de Jetier, la que queda arriba cerca de Los Balcanes.

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Hace algún tiempo mi padre combatió con él y Jetier por algún suceso u otro le juro lealtad hasta la muerte. Trato de atar cabos sobre todo lo sucedido. Creo que fue la vez que en la panadería le dí el cabezazo al primo Ávila, el era uno de los protegidos de La Casa del Sur. Pudo haberlo guardado todo este tiempo y ahora quiere cobrármelas.

Pero porque putas tenían que matar a Dolly. Porque no me mata a mí y listo?? ! Oh cómo la amo, cómo la amé, nostalgia eterna desde que la dejé acostada en la cama de la residencia. Debo entrar y pregun-tar por Jetier el dueño, el me protegerá.

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Que haces acá chico?, sólo le debo favores a tu padre,

no a tí. Vete.

Jetier era un hombre escuálido pero activo, de son-risa amplia, barbilla partida, sombrero y camisa graciosa. Era una aspiración a Clásico en nues-tros tiempos, pero con un toque de irreverencia que los seductores poseen. Su mirada era tierna, sin quitarle que también escondía una vil prest-ación para asuntos del crimen, siempre miraba a la negra,como pidiéndole permiso. Nina, su grande e inmortal compañera, bazuquera, hábil con los cuchillos y excelente besadora. Su habilidad en la cocina se extendió en el manejo criminal de los cuchillos. Además, ella había amenazado matarlo si la abandonaba.

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Caramba, El mismo hijo de Júpiter que viene a visitarnos, cuéntame ¿qué te hizo descender del Olimpo donde te la pasas? ¿Robaron tu carro? ¿Atacaron tu casa? ¿Ya no tienes cómplices que te ayuden en tus caprichos? ¿Te atracaron y ahora vienes a mí sin respecto alguno a pedirme que mate yasesine por ti?o...me equivoco en lo que te digo?

No.

Negrita Tráeme dos tequi-las. No. Mejor tráeme una botella y mira que chicas hay por ahí...

Jetier mira la mano y la comienza a tomar con amor, la acaricia. Mateo mira a distintos lados, alcanza a ver como la negra habla con varios personajes de la mesa, en ella están: el apuesto Monty, el Chino y Pepiyo, hombres de brillante calaña.

Pienso que es una venganza. Algo que tienen contra mí. Alguien. Creo que aun está vivo

y me busca.

No digas idioteces. Cállate y más bien escucha. Viniste acá para que te ayude a encontrar a quien te hizo esto o quien se lo hizo a ella? Estas son las reglas: tú te callas yo hablo, dime sí o no con la cabeza.

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¿!!Crees que porque estoy en este barrio de mierda y falto de oportunidades no sé dónde estoy? Llegan un día a tu casa y te cortan la cabeza frente a todo el pueblo.

Ve a casa y báñate después pasa por nosotros. Llamaré a mi hermano Trompier, para que traiga los instrumentos con los que haremos esto.

Y tú me muestras una mano como si no conociera esos métodos. Los que buscas también son peones como nosotros, que tienen sueldo como nosotros o de una u otra forma tienen que conseguir el pan.

No los justifico. Ser el brazo criminal de fuerzas tan benévolas, que no te imaginas lo que está por detrás de esta cortina de violencia televisiva.

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Pasa el día, saben que tienen que llegar por la madrugada pero el camino es largo y deciden esperar toda la tarde con dos botellos y seguir derecho para llegar a tiempo. Mateo espera pacientemente hora tras hora en la cabina de su carro,fumando cigarrillo mientras ve las cosas que pasan a través de su ventana.Comienza a lloviznar en un frio cielo azul grís. Estallan en los cristales las gotas , como estrellas fugaces transparentes. Son las siete de la mañana y todos llegan puntuales. Inician su camino, un sonido de piano triste atraviesa los oídos de Mateo mientras entre el auto escuchan y canta reggaetón a todo volumen. A l voltear una esquina, en camino los detiene la policía,la negra se altera y se pone picante,comienza a sabotear a un teniente, este los hace requizar baúl. Los capturan y les dan ocho años de cárcel, por porte ilegal de armas.

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Me llaman Juan. Soy uno de los cuatro, tal ves, el más tímido. Esta noche me quedo con Mateo en esta mesa, mientras Marcos y Totó bailan. Me gusta escuchar. Aunque no dejo de pensar en la naturaleza honesta de la estúpidez. Esto no me hace exento de también sentirme estúpido. Aunque no debería sentirlo tanto, soy desven-tajado, un chico en un barrio de hombres, en el Barrio es así y esto en vez de preocuparme me alegra, pues si estuviera en un mundo domi-nado por las mujeres; existirían menos Mateos, sería todo menos chistoso... Un cenicero brilla y distingo otro cigarrillo, otro instante desnudo de nicotina. Se me antoja una orinada. Ahora La cruz de huequitos, cada vez está más pálida y craquelada, rebota un sonido conocido toda mi vida. Saliendo del baño me encuentro con un hombre que obstruye la siguiente puerta, lo-gro alzar la cabeza y no es el baño de mujeres, pensar borracho no es pensar, el pensamiento no concuerda con lo que propone mi cerebro, y sobre todo si pienso que estoy pensando mientras en realidad recuerdo esto. El hombre vuelve a empujar mi hombro, me indica que debo girar e irme. No entiendo nada más. Como un re-lámpago logro reaccionar a sus intentos de per-suadirme y antes que siga hablando le propino un excelente puñetazo. Es un corto espacio entre los dos, el hombre se desmaya y parece ahora más borracho que yo.Cae sobre mi cuerpo hasta seguir su camino al piso. Llegan cinco hombres con armas que parecen sacadas de una historia de un guionista

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de Medellín. Trato de decirles con mi mirada que no les tengo miedo. Los enfrento. En todo este tiempo no había sentido náuseas y estas vuelven ahora. Aunque mal sentado alcanzo a meter la cabeza en mis rodil-las; hay muchas hormigas en el piso. Estoy muy borracho. De mi boca lentamente salen babas, ahogan las hormigas. En un maremoto de mi saliva. Me pasan las náuseas, me pongo de pie y mi cabeza es embestida por el ambiente. El blanco rechina más, dando un efecto de cámara lenta en los manes que me apuntan. Escucho la música del padrino y una voz detrás de la puerta chillona. Tráiganlo, dice la voz ahora, todo es borroso. Un ruido de radio se interrumpe por una ronca voz nasal, que dice un nombre: Russo, ya voy patron. El tubo frío de un revólver en la nuca me guía a la puerta. Paso descuidado encima del cuerpo que mande a dormir hace unos minutos... Un hombre grita” malparido le quebraste el cuello”. La habitación misteriosa resulto ser un pequeño salón que huele a requezón de mico.Con sombra de hollín en sus esquinas y olor a tabaco que impregna los cojines de los asientos que hay en cada pared y sus espejos. En el centro hay un pequeño escritorio de madera con dos lámparas de pie como acompañantes. Quien habla ahora por teléfono y que centra toda mi atención es un hombre pequeño, un poco rubio que trata de hablar rápido mientras besa continuamente un cigarrillo. Todo es silencio excepto por su voz gritando y discutiendo en esta llamada telefónica. Creo que era su madre. Pienso en que estará

haciendo ahora la mía. Hace de nuevo otra llamada y ordena a unos hombres que se detengan en cualquier intención , algo sobre unos protegidos de él. Creo que mi madre tal ves estará limpiando un tapete mientras escucha alguna canción que le gusta, ó ,ve la tele mientras cose en su pequeña maquinita. Esta tarde tenía un bolsillo roto del pantalón y lo pude arreglar sólo. Creo que lo más difícil de las máquinas de coser es enhebrarlas, de resto es fácil hacer un buen vestido.

Russo mueve sus manos con gracia mientras encoge sus hombros. Si no hablara por teléfono, pensaría que esta al frente la persona a la que habla. Después cuelga y se dirige a mí. Una voz melodiosa y pausada con acento extranjero, conjugada con una mirada pequeña y escondida entre sus párpados caídos con unas veci-nas cejas rojas.Cortas. Expresivas. Me grita: ¡Siéntese!- el megáfono humano a unos nueve, metros de mi. y yo, preocupado por mí , que de lo borracho parezco su abuela, siento que hace cinco minutos no respiro, sentado en esta banca, trato solo ser amablemente impersonal. Bueno, le respondo.

Por su acento pude percibir que su corazón se asienta en la soledad de las tinieblas, como una pequeña y subterránea maldad escondida en las formas y las palabras. Me pregunta el por qué de golpear a uno de sus

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de Medellín. Trato de decirles con mi mirada que no les tengo miedo. Los enfrento. En todo este tiempo no había sentido náuseas y estas vuelven ahora. Aunque mal sentado alcanzo a meter la cabeza en mis rodil-las; hay muchas hormigas en el piso. Estoy muy borracho. De mi boca lentamente salen babas, ahogan las hormigas. En un maremoto de mi saliva. Me pasan las náuseas, me pongo de pie y mi cabeza es embestida por el ambiente. El blanco rechina más, dando un efecto de cámara lenta en los manes que me apuntan. Escucho la música del padrino y una voz detrás de la puerta chillona. Tráiganlo, dice la voz ahora, todo es borroso. Un ruido de radio se interrumpe por una ronca voz nasal, que dice un nombre: Russo, ya voy patron. El tubo frío de un revólver en la nuca me guía a la puerta. Paso descuidado encima del cuerpo que mande a dormir hace unos minutos... Un hombre grita” malparido le quebraste el cuello”. La habitación misteriosa resulto ser un pequeño salón que huele a requezón de mico.Con sombra de hollín en sus esquinas y olor a tabaco que impregna los cojines de los asientos que hay en cada pared y sus espejos. En el centro hay un pequeño escritorio de madera con dos lámparas de pie como acompañantes. Quien habla ahora por teléfono y que centra toda mi atención es un hombre pequeño, un poco rubio que trata de hablar rápido mientras besa continuamente un cigarrillo. Todo es silencio excepto por su voz gritando y discutiendo en esta llamada telefónica. Creo que era su madre. Pienso en que estará

haciendo ahora la mía. Hace de nuevo otra llamada y ordena a unos hombres que se detengan en cualquier intención , algo sobre unos protegidos de él. Creo que mi madre tal ves estará limpiando un tapete mientras escucha alguna canción que le gusta, ó ,ve la tele mientras cose en su pequeña maquinita. Esta tarde tenía un bolsillo roto del pantalón y lo pude arreglar sólo. Creo que lo más difícil de las máquinas de coser es enhebrarlas, de resto es fácil hacer un buen vestido.

Russo mueve sus manos con gracia mientras encoge sus hombros. Si no hablara por teléfono, pensaría que esta al frente la persona a la que habla. Después cuelga y se dirige a mí. Una voz melodiosa y pausada con acento extranjero, conjugada con una mirada pequeña y escondida entre sus párpados caídos con unas veci-nas cejas rojas.Cortas. Expresivas. Me grita: ¡Siéntese!- el megáfono humano a unos nueve, metros de mi. y yo, preocupado por mí , que de lo borracho parezco su abuela, siento que hace cinco minutos no respiro, sentado en esta banca, trato solo ser amablemente impersonal. Bueno, le respondo.

Por su acento pude percibir que su corazón se asienta en la soledad de las tinieblas, como una pequeña y subterránea maldad escondida en las formas y las palabras. Me pregunta el por qué de golpear a uno de sus

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juan rodeado y amarrado1.

hombres.Le dije que tan solo me defendí. Desde pequeño tuve vocación para la guerra, en el batallón en el que presté servicio, jugaba a pelear con lo demás soldados. Es un hecho el que sabía pelear, físicamente cuerpo a cuerpo, no le temía a ningún hombre vivo. Me echaron de muchos colegios y siempre fue por tabiques rotos y quejas de niños llorones. No daba permisiones en cuanto al orgullo, en cuanto a mi nombre se tratará y mi voz solo la oían pocos. Tenía más acción que palabra y no buscaba nunca problemas.

Russo con una intensa verborrea me relata lo que es la vida, algunos hombres más que están en el cuarto, detrás de sus gafas negras, no dejan de ocultar la aprobación sobre todo lo que dice. Después de cinco minutos de discurso comienzo a aburrirme de nuevo, las palabras bajan como en arroyuelo en una canal transparente y predecible. La soledad, en este momento, parece tener carácter comunitario. Los rostros se languidecen en la industria del dolor que es la espera. Entre nacer y morir transcurre nuestra espera. Como una llamada a un triage, del hospital del Tunal. Me acomodo en la silla. Bruscamente toman mi brazo, lo desnudan y lo amarran a la silla. Ninguno de los dos hombres me mira. Acostumbrados a la muerte, perdieron la alegría de la vida; para la enfermedad siempre hay cura y se fascinan con la idea del poder y la tortura ajena, por esto como rémoras acompañan las acciones violentas de cualquier estúpido con dinero que carezca de pudor para hacerle daño al prójimo. Esto no va más allá de un oficio.Me dice un man del

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al lado.Lo miro detrás de esas gafas negras, que parecen más una venda en los ojos de bailarina de mago, solo existe un aspirante a Mafio. No puedo dejar de fijar en la gran marca de hollín y tizne en la parte alta del rincón de la pared. Tal vez alguien fue quemado víctima de algún tipo de torturación. No sé porque se me ocurren tantas guevonadas. Ahora recuerdo que estoy amarrado, no logro volver en sí. Aló...aló... Ahh..¿Qué es lo que hago aquí? me pregunto, estoy sentado al frente, mientras encienden un cigarrillo que pedi hace un momento. ¿Qué edad tiene? Veintiuno? – ¿Veintiuno?, contesto-. Y viene entonces la pre-gunta más estúpida, siendo esta la única vez que Russo me mira la cara: ¿Cómo te sientes? Mal Doc. Siento un dolor brazo – en ese momento me deja de mirar- debe ser por el bailao que le diste a mi chico, dice. No, yo le digo, que va desde el hombro hasta acá, en el codo, es como una picada que me quema.

Pasados cinco minutos de preguntas sin sentido, y respuestas aún más desfasadas. Russo se ríe y se voltea al fondo de la habitación donde la luz de la lámpara no llega, de un closet en metal que hay saca un ma-chete ensangrentado y oxidado. No niego que ya me siento más cómodo y trato de relajarme. Creo que la intención de todo este discurso es saber que dentro de unos pocos momentos me van a matar. Comienzo a descifrar a Russo. Un hombre que da muchas vueltas al lenguaje como si fuera agua que lo sanara; trataba

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de bañarse en auto elogios descuidados de modestia fingida para auscultar su necesidad de crueldad. Lo uti-lizaba como método para ganar respeto entre todos. Dominaba el verbo y la acción. En la acción era sencillo e inescrupuloso. Me habla de su hermano en silla de ruedas y sus nuevas metralletas, mientras me pasa el machete por la parte izquierda de la nuca. Me dice sus recuerdos como verdugo en las guerrillas de Europa y como eran las cosas con su madre antes de llegar al Barrio. Un vallenato suena y uno de los hombres le sube un poco, sabiendo la música que le gusta a su patrón. Trato de moverme de mi asiento y Russo me da un planazo con el machete. Me dice que si quiero hacer algo por él y que por eso más bien me va matar. Le digo que es un tonto porque sabe que solo puede hacer esto mientras yo estoy amarrado en esta silla, se caga de la risa y me dice que le debo, que no tengo mas que majadería en mi. Un hombre leporino entra rápido y cambia todo el panorama. “Ha arribado la policía”. Es chistoso porque en un principio no entendí lo que dijeron. Creí escuchar “Llego la poesía”. El cuarto era otro, ahora con luz prendida y mucho movimiento. La poesía inquieta a la gente, pensé dentro de mi.

Mientras estamos en la celda , todos comemos y discuten sobre equipos de fútbol. Un hombre pide que le dé mi presa de pollo y yo me quedo callado mientras me la como. La celda es fría y no tengo ningún

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aliado, los murmullos de muchas voces parecen poblarla más que los cuerpos. Todos silenciosos esperando mi respuesta, creo que es un enviado de Russo, desde el otro extremo de la celda. El hombrecillo insiste, buscando la manera vulgar y grosera de llamar mi atención. Lo golpeo y cae al suelo. Después de este acto su hermano me ataca por la espalda y quiere romper mi cuello, nos separan entre gritos de varios hom-bres y en un descuido lo golpeo cayendo al suelo de un solo jab en la quijada. Todos se separan y quedan atentos mirándome, retándome con temor, como el único enemigo. Pienso de nuevo en la naturaleza de la estupidez. Sus bocas abiertas contemplando cuerpos en el piso, Russo me abraza y me lleva a la esquina de la celda.“ Ven chico, quieres morir rápido? No sé qué diablos te pasa con la vida, pero uno no puede estar repar-tiendo puños gratis así... Hay que pelear de verdad, la verdadera lucha es por la comida. Lo que tienes en tus puños es oro puro y yo se como hacerte ganar mucho dinero. En cuatro o cinco peleas ya serías millonario, porque te desgastas con estos guevones”.

Después me muestra la palma de su mano en acción de amistad. Me dice que solo ofrece su mano una vez, que me perdona lo de el hombre que golpee en su discoteca y que la amistad de él es eterna, mientras también le sean leales. El policía abre la reja y deja salir a Russo y sus hombres junto conmigo. Mientras

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ruso aconsejando1.

me voy la mayoría se pegan a la reja diciéndole halagos a Russo, como gritarle aun Mesías mientras se va en un burro. “Patrón, no nos olvides Patrón. Afuera de la estación reposan parqueadas tres camionetas mercedes de color negro con unos nuevos guardaespaldas. En la camioneta que conduce “el negrote”, nos dirigimos hacia el norte del barrio. Russo no me habla nada y termina por dormirse.

Me siento como una veleta que el viento lleva. Como un gallo de pelea que está siendo probado por el destino.

En mi barrio hay un millón de personas que se unirían para firmar unánimemente el que una mujer de la farándula se desnude,al mismo tiempo, hay sólo 13 mil que se unen para firmar el que no se privatice el agua. Es un lugar de intensas contradicciones, frivolidad, miedo, políticas cívicas, gente, personas, individuos, personalidades, personajes, gamines, desplazados, civiles, y algunos soñadores. Consume todo, en el deseo de vender y de revender, imagen, mundo, cuerpos, conceptos, símbolos, leyes, noticias, información; Conven-ciones, convenciones estilísticas, miradas, posiciones de transformacion en los mundos, peros , mentiras y gentío.

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Ahora recuerdo los paseos con mis amigos, entre alegres y grises, con el justo amargo y con el justo humor. Dar un paseo por mi barrio es recorrer las filas de la uniformada diversidad que todos aceptamos. Se es lo que se ve. Y si buscas profundidad, estas condenado al silencio. La Casa del Sur no era tan grande como el Barrio, pero aquí es donde me ha tocado vivir. En las calles que bien o mal, gracias a su cultura y sociedad, he sentido el paso del tiempo, mis cambios, mis momentos y mi encuentro con otros. Metrópolis, la ciudad de Hierro, la ciudad cristal, nada de esto se le parece. Es una comunidad silente y desmembrada. Dar un paseo en la noche en la ciudad puede significar para muchos la muerte y para otros dinero. Dar un paseo en la mañana, es integrarse al frenesí demoníaco del caos, el estréss, la incertidumbre del atropello ciuda-dano. La gente corriendo a los buses alimentadores, llenos como sacos de arroz, la rutina del transporte y la indiferencia hacia el espacio personal, los buses de transporte masivo donde la política es que “Barrio es de todos”, pero muy pocos son sus dueños. Pavimentar, como si lo único que transitaran fuesen gallinas. Esquinas y alcantarillas ahuecadas, sucias, herrumbradas, corroídas sin ningún tipo de señalización ni semáforos. Viviendo en un lugar apretado, deshabitado de alegría, lleno de luz amarilla y ruido de paredes que lloran. De oscuridades de esquina con olor a bazuco.

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También es un barrio bonito, donde cada día se construye un Zigurat nuevo que nos habla de progreso. Donde las “T” de construcción dirigen la mancha del paisaje. Donde el progreso y los resultados son la meta última y el medio mayor, esto contagia a todos, a ricos y a pobres. Unos somos ambiciosos, otros no lo somos. Otros son más ambiciosos, y son los que quitan los sueños y resaltan las injusticias buscando alentar la guerra. También viene la frustración económica, como provocadora de violencia y crimen en los mismos lugares donde vive la gente que produce el dinero (que no disfrutan). Tambien la Tele y los espectáculos pagados por la Alcaldía, para coordinar la idea de que los recursos del Barrio son bien distribuidos. Hay algunas ventajas de ser de un lado o de otro. Hay algunos en un lado que se limpian lo sucio con seda, otros utilizan papel aluminio (usado) ò lo que se encuentre para limpiar su mente. La concepción del bienestar es una concepción circunstancial, y mientras las mentes sigan domadas en sistemas de bienestar personal cuantificable y domesticado, las diferencias persistirán en este lugar. Mi estupidez se amaina cuando cruzamos un portón alto con reja. Ya amanece fuera de los autos. No sé si pude dormir bien, el caso es que me desperté de nuevo en un sofá blanco, asustado por sonidos de cucharas y platos. La señora está sirviendo el desayuno en una pequeña mesita delicada frente a mí.

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Ahora Russo brota de un cuarto con una levantadora ridícula y cantando una canción en un idioma que no distingo, se hace al lado mío y lee cómodamente el periódico. Después me cuenta sobre el. Es un hombre mitad paisa, mitad eslovaco. Creció en Bosnia y a los 30 años vino acá al barrio. Todo el pasado en su ciudad natal es un misterio. Sé por él que su madre es una mujer paisa que estudiaba idiomas en Moscú y se relacionó con algúno de allá y de ahí salió este retoño con tan buen gusto al vestir. Pienso que La gran mayoría de los hombres no tienen opinión, solo relatan hechos sencillos como formas heroicas y simbólicas de su propia vida. Todo depende de los intereses y a través de ellos se construyen castillos de plastilina. La vida intelectual en el barrio es un verdadero misterio.

Salgo al plató y hay equipos de gimnasia con los que comienzo a jugar un rato. Después de un tiempo siento que las máquinas son como prótesis y me detengo en los ejercicios. Algo en una esquina. Un par de guantes.Hace días no utilizo guantes de Box, ya no me gusta mucho la pelea, pensándolo bien, debería buscar otras fronteras.Trabajar en la tele o algún lugar donde tenga que fingir que peleo, ser actor quizás.

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Antes de que comiences a leer todo esto, que no comentes a nadie de lo que leas o sientas con esta vai-na. La vida en la cárcel es muy distinta a la del Barrio, no mejor, no peor. Simplemente distinta. Si quieres un pan, al menos tienes la libertad de elegir la panadería, adentro no. Lo que más extraño son mis compa-ñeros y mis amigos, lo chistes tontos con los que jugábamos, el aire fresco de una mañana en el potrero, la sonrisa ingenua escondida en las palabras, la carne al de-sayuno, el hombre vendiendo mazamorra en la calle etc. Hoy todos los recuerdos advienen mientras escucho un violonchelo y el Barrio se configura en otros colores, tratando de decirme algo: que nunca es-tuve aquí. Al final supe que Jetier era com-padre de Ruso y que nos sapío la vuelta de la Casa del sur. Nos tendió la más sencilla de las trampas y se deshizo de algunos ton-tos incluyéndome a mí. Ahora debe estar mejor apadrinado por la Casa del sur, ser el dueño de esa zona. Y Ahora Dolly, Hoy estas aquí y te escapas en un cajon. ¿Quien

fué? saberlo será un posible alivio a mi tristeza. Pero no es así, no estás y el Barrio es distinto.No sé que era La Casa del Sur, si un mito o una fantasía, lo más cercano que estuve a ella eran unas cinco cuadras. En el tucho. La Casa estaba vigilada por metaleros mariachi, quienes con mo-tosierra hacían sentir la justicia en el Barrio. Justa-mente discuto la existencia de la Casa. Nunca supe de su existencia , tan solo crecí con la ley del Barrio. Quien era el dueño de La Casa del sur? Podría yo?!, persiguiéndome mientras jugaba al mujeriego, al buscador de tesoros. Me mani-

fiesto como psicólogo de mi clon robot. Y ya lo veía , el barrio no era el mismo, las

peluqueras carton Prepago, los niños jugaban a “Capitán de ladrones”, el chance lo venden con megáfono, las cantinas Gospel, en fin,la tele sin chistes. Ahora, las miradas son secretas y las esquinas habitadas con silbí-dos. un valioso cofre de la liber-tad tomada, tras los muros de una carcel, cada día, cada aguacero, cuando baten los tombos.Cada escape en el camino. Hasta que pasen cuatro años.

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Antes de que comiences a leer todo esto, que no comentes a nadie de lo que leas o sientas con esta vai-na. La vida en la cárcel es muy distinta a la del Barrio, no mejor, no peor. Simplemente distinta. Si quieres un pan, al menos tienes la libertad de elegir la panadería, adentro no. Lo que más extraño son mis compa-ñeros y mis amigos, lo chistes tontos con los que jugábamos, el aire fresco de una mañana en el potrero, la sonrisa ingenua escondida en las palabras, la carne al de-sayuno, el hombre vendiendo mazamorra en la calle etc. Hoy todos los recuerdos advienen mientras escucho un violonchelo y el Barrio se configura en otros colores, tratando de decirme algo: que nunca es-tuve aquí. Al final supe que Jetier era com-padre de Ruso y que nos sapío la vuelta de la Casa del sur. Nos tendió la más sencilla de las trampas y se deshizo de algunos ton-tos incluyéndome a mí. Ahora debe estar mejor apadrinado por la Casa del sur, ser el dueño de esa zona. Y Ahora Dolly, Hoy estas aquí y te escapas en un cajon. ¿Quien

fué? saberlo será un posible alivio a mi tristeza. Pero no es así, no estás y el Barrio es distinto.No sé que era La Casa del Sur, si un mito o una fantasía, lo más cercano que estuve a ella eran unas cinco cuadras. En el tucho. La Casa estaba vigilada por metaleros mariachi, quienes con mo-tosierra hacían sentir la justicia en el Barrio. Justa-mente discuto la existencia de la Casa. Nunca supe de su existencia , tan solo crecí con la ley del Barrio. Quien era el dueño de La Casa del sur? Podría yo?!, persiguiéndome mientras jugaba al mujeriego, al buscador de tesoros. Me mani-

fiesto como psicólogo de mi clon robot. Y ya lo veía , el barrio no era el mismo, las

peluqueras carton Prepago, los niños jugaban a “Capitán de ladrones”, el chance lo venden con megáfono, las cantinas Gospel, en fin,la tele sin chistes. Ahora, las miradas son secretas y las esquinas habitadas con silbí-dos. un valioso cofre de la liber-tad tomada, tras los muros de una carcel, cada día, cada aguacero, cuando baten los tombos.Cada escape en el camino. Hasta que pasen cuatro años.

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