los chalanes del tiburon

8
Los hijos del tiburón Érase una vez, así quiero comenzar este cuento tratando de recordar mi cercana infancia en la que mi papá me sentaba en sus fuertes piernas tomándome con mucho cariño cada vez que me visitaba. De estos recuerdos nace la imaginación de un pobre trabajador de esta grande ciudad, que no ganaba nada en su oficio de ingeniero. Y así determinó comprar una red, un barquito e irse a las playas de Oaxaca a ser pescador. Muchos días estuvo pescando, y no sacó más que cangrejos, latas vacías y oxidadas y, zapatos viejos. Al fin pensó: -Hoy es el último día que pesco. Si no saco nada, me voy y me ahorco. Lanzo las redes, y esta vez sacó en ellas a un tiburón. Conforme tuvo en su mano al hermoso ejemplar blanco gigante, le dijo este: -Llévame a tu casa; córtame en ocho pedazos y guísame y los últimos dos los sembrarás en tu jardín.

Upload: mauriziolmo7777777

Post on 25-Dec-2015

217 views

Category:

Documents


3 download

DESCRIPTION

Cuento satírico

TRANSCRIPT

Page 1: Los Chalanes Del Tiburon

Los hijos del tiburón

Érase una vez, así quiero comenzar este cuento tratando de recordar mi cercana

infancia en la que mi papá me sentaba en sus fuertes piernas tomándome con

mucho cariño cada vez que me visitaba.

De estos recuerdos nace la imaginación de un pobre trabajador de esta grande

ciudad, que no ganaba nada en su oficio de ingeniero. Y así determinó comprar

una red, un barquito e irse a las playas de Oaxaca a ser pescador. Muchos días

estuvo pescando, y no sacó más que cangrejos, latas vacías y oxidadas y,

zapatos viejos. Al fin pensó:

-Hoy es el último día que pesco. Si no saco nada, me voy y me ahorco.

Lanzo las redes, y esta vez sacó en ellas a un tiburón. Conforme tuvo en su mano

al hermoso ejemplar blanco gigante, le dijo este:

-Llévame a tu casa; córtame en ocho pedazos y guísame y los últimos dos los

sembrarás en tu jardín.

El feliz hombre hizo al pie de la letra lo que le dijo el tiburón.

A los 9 meses tuvo dos hijos con su mujer.

Eran los hermanos tan parecidos en alma, en serenidad, en aplomo, en decisión e,

inteligencia, que dieron en llamarlos “El Caballero Doble”; y queriendo el destino,

como era injusto, determinó separarlos y comenzar cada uno por su lado, uno se

fue al oeste y el otro al sur.

Después de unos días de marcha, el primero llegó a Lindavas, y halló en la

famosa villa las amargas aguas marinas de sus lágrimas. Todo el mundo lloraba,

aumentando considerablemente el nivel del mar. Nuestro caballero preguntó cuál

Page 2: Los Chalanes Del Tiburon

era la causa de aquella desolación, y supo que todos los años un fiero dragón

marino, hijo de una infernal bruja, se llevaba a una bella joven, y este año le había

tocado la suerte a la Princesa Itzel, una buena y bella jovencita, hija del Rey y una

Reyna.

Preguntó en seguida el caballero que dónde se hallaba la Princesa Itzel, y le

contestaron que a un montón de distancia en una isla.

Fue el caballero uno del Tiburón a cerciorarse al punto indicado, y halló a la

Princesa hecha un mar de lágrimas y temblando de pies a cabeza por el miedo.

-¡Vete! -gritó la Princesa Itzel al Caballero del Tiburón cuando le vio llegar-.

-No me iré -contestó el Caballero, porque he venido en barco a salvarte.

-¿Salvarme? ¿Cómo? ¡Si esto no es posible!

-Ya veremos -contestó el caballero; ¿Hay aquí un “oxxo”?

-Sí, señor -respondió con extrañeza la Princesa-. ¿A qué esa pregunta?

-Ya lo sabrás.

Y echando a escape en su caballo se montó al barco, partió para la desolada

Lindavas, volviendo a breves instantes con un inmenso espejo que había

comprado en una tienda “7eleven” ya que no había “oxxos”. Lo colocó contra el

tronco de un árbol que estaba en la playa, lo cubrió con el velo de la Princesa Itzel,

puso a esta delante, advirtiéndola que cuando estuviese cerca la fiera quitase el

velo y se escondiese tras el espejo.

No tardó en aparecer el fiero dragón marino salido de las salvajes olas como para

ser surcadas con tablas y en acercarse lentamente a aquella princesa bellísima.

Cuando ya estaba cerca, la Princesa Itzel, e hizo lo que el caballero le dijo; quitó el

velo, y pasando detrás del espejo, desapareció a los ojos del fiero dragón marino,

que quedó estupefacto al hallar dirigidas sus miradas a un dragón ajolotéro, salido

Page 3: Los Chalanes Del Tiburon

de las aguas negras de Xochimilco, como él. Frunció el gesto; el otro hizo lo

mismo. Sus ojos se pusieron rojos enojados y brillantes como dos rubíes; no se

quedaron pausados los de su contrario, que se pusieron como dos carbones

encendidos. Aumentó con esto su enojado y asombrado furor, y erizó sus

escamas como un puercoespín sus púas; las del otro dragón hicieron lo mismo.

Abrió una gigante boca, a no haber sido porque el amenazado, lejos de

intimidarse, abrió otra idéntica. Furioso, se abalanzó el dragón contra su contrarío,

dándose tal guamazo en la cabeza contra él espejo, que quedó aturdido; y como

había hecho lo rompió, y en cada pedazo vio una de las partes de su cuerpo

regadas en la playa, infirió de esto que con el golpe se había hecho él mismo

pedazos. Aprovechó el caballero este momento de mareo y asombro, y saliendo

instantáneamente de su escondite, con su fiel perro y su buena lanza, le quitó la

vida.

Con tal asaña de proeza en Lindavas le dieron la mano de la princesa.

En alguna ocasión de sus felices días, el caballero le dijo a la princesa Itzel -¿Qué

castillo es aquel que se ve allá a lo lejos en el horizonte lejano de otra isla, tan solo

y tan sombrío?

Sería y sin gesto alguno, la princesa le contestó: “allá vive mi madre”.

Doña “mamá de Itzel”, picada hasta el corazón, echó una truculenta mirada al

caballero en una visita, e intimándole que la siguiese, le enseñó todo el castillo, en

el que vio muchas cosas; pero no las pudo referir, porque la “mamá de Itzel” lo

llevó por un callejón oscuro, en que había una trampa, en la que cayó y

desapareció en un abismo, y su voz se fue con los ecos, que eran las voces de

otros muchos pretendientes y cumplidos caballeros.

Vamos ahora al otro Caballero (el dos) del Tiburón, que había seguido viajando, y

Page 4: Los Chalanes Del Tiburon

que fue a parar a Acueduc d´ lupe. Al entrar por las puertas de esta villa situada en

lo más alto de unos peñascos en la orilla de la playa con una hermosa vista de

veleros paseantes, los soldados marineros se formaron, los tambores batieron

marcha real al son de las olas y muchos criados de Palacio le rodearon de

riquezas marinas, diciéndole que la Princesa Petunia se deshacía en lágrimas al

ver lo que se había prolongado su ausencia de días.

Al llegar a la alcoba real, la princesa Petunia se le abalanza a los hombros

llenándole de besos y caricias mustias a su amado caballero (hermano del otro –

recordemos-) esposo, recordándole que se lo olvido pasar por el pan y la leche,

pero feliz de que volviera.

Más tarde, los súbditos marineros le informaron temerosos al caballero que su

amado y querido hermano Caballero uno del Tiburón fue al castillo de la “mamá

de Itzel” y “que no había regresado”.

Intrigado -¿Conque fuiste al castillo?– se preguntaba este.

-Sí, sí – se contestaba a sí mismo.

Así pues, en voz alta se dice a si mismo: “yo mismo voy a ir al castillo de la reyna”

a buscar a mí amado hermanito.

Al mismo tiempo sorprendida la princesa Petunia por tal afirmación le pregunta,

intrigosa, -¿a qué vas?

A lo que el caballero contesta: “pero sí de allá vengo”

-¿Y a qué fuiste?- furiosa y “celostina” arremete con singular ira gritante.

-No me es permitido decir una palabra sobre ello, hasta que vuelva allá otra vez.

-¿Piensas acaso volver a ese maldito castillo, tú, solo, y sabiendo que jamás haya

vuelto alguien de él?

Page 5: Los Chalanes Del Tiburon

Cuando se fueron a acostar puso el caballero su espada en la cama y él se quedó de pie.

-¿Por qué haces eso? -preguntó la Princesa.

-Porque he hecho promesa de no acostarme hasta que vuelva otra vez del castillo

de la “mamá de Itzel”.

Y al día siguiente montó su bridón y se encaminó hacia el castillo encantado.

-Señora senectud, -le gritaba el recién llegado-, ¿no ha venido por acá un caballero que viste así, igualito a mí?

-Sí, sí, sí -respondieron los ecos.

-¿Y qué habéis hecho con ese caballero?

-¡Matado! ¡Matado! -gimieron los ecos.

Al oír esto y al ver a la reyna que huía, el Caballero dos del Tiburón; corrió tras ella

y la atravesó con su espada de parte a parte, quedándose clavada en la reyna

corrida de sangre.

Al no saber nada de su hermano ya que había matado a la reyna, que era la única

que sabía; mato a la Princesa Itzel y él se sumergió en el mar de lágrimas,

llorando por su hermano que nunca jamás volvió a ver…

FIN.