literatura anarquismo degeneracion

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Monstruosidad, peligrosidad y degeneración: literatura y anarquismo en el inicio de la nación argentina César Martín Barletta Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Estudiante Prof. En Ciencias de la Educación. Introducción En este escrito me propongo indagar las representaciones vinculadas a los grupos anarquistas que fueran justificadas bajo una diversidad de argumentos, entre ellos, étnicos, raciales y sexuales, sustentados en las miradas eugenésicos y criminológicos de los intelectuales de fines del s. XIX. La discriminación y estigmatizacion a la cual fueron sometidos estos grupos permaneció y se actualizó en el imaginario social de la Argentina durante el siglo XX no pudiendo ser vista como una novedad histórica dado que la discriminación esta presente ya en la cultura colonizadora latino-americana que, a partir de la conquista de América, tuviera como foco a los indios, los negros y los habitantes de las zonas rurales. De esta manera, los discursos fundantes y orientadores de la escolarización en Argentina se construyeron sobre la base de tensiones dicotómicas y jerarquizadas, dando por supuestas la superioridad de una serie de normas y prácticas (modernas, racionales) sobre otras (premodernas, irracionales). Así: El extranjero, judío, tano, ruso, gallego seguidos de diversos epítetos, sería tratado con procedimientos de clasificación semejantes a los utilizados antes con nativos y luego con los “cabecitas negras”. El racismo, cuidadosamente acariciado por la oligarquía, impregnó a todas las capas sociales, sirviendo para el enfrentamiento y fragmentación de los sectores subalternos entre sí. Penetró el lenguaje pedagógico y es aún hoy uno de los elementos determinantes de las distinciones educativas que producen circuitos desiguales de escolarización y distribución de la cultura(Puiggrós, 1996: 105).

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Page 1: Literatura anarquismo degeneracion

Monstruosidad, peligrosidad y degeneración:

literatura y anarquismo en el inicio de la nación argentina

César Martín Barletta

Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Estudiante Prof. En Ciencias de la Educación.

Introducción

En este escrito me propongo indagar las representaciones vinculadas a los grupos

anarquistas que fueran justificadas bajo una diversidad de argumentos, entre ellos,

étnicos, raciales y sexuales, sustentados en las miradas eugenésicos y criminológicos de

los intelectuales de fines del s. XIX. La discriminación y estigmatizacion a la cual

fueron sometidos estos grupos permaneció y se actualizó en el imaginario social de la

Argentina durante el siglo XX no pudiendo ser vista como una novedad histórica dado

que la discriminación esta presente ya en la cultura colonizadora latino-americana que, a

partir de la conquista de América, tuviera como foco a los indios, los negros y los

habitantes de las zonas rurales. De esta manera, los discursos fundantes y orientadores

de la escolarización en Argentina se construyeron sobre la base de tensiones

dicotómicas y jerarquizadas, dando por supuestas la superioridad de una serie de normas

y prácticas (modernas, racionales) sobre otras (premodernas, irracionales). Así:

“El extranjero, judío, tano, ruso, gallego seguidos de diversos epítetos, sería tratado

con procedimientos de clasificación semejantes a los utilizados antes con nativos y

luego con los “cabecitas negras”. El racismo, cuidadosamente acariciado por la

oligarquía, impregnó a todas las capas sociales, sirviendo para el enfrentamiento y

fragmentación de los sectores subalternos entre sí. Penetró el lenguaje pedagógico y es

aún hoy uno de los elementos determinantes de las distinciones educativas que

producen circuitos desiguales de escolarización y distribución de la cultura” (Puiggrós,

1996: 105).

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El 1900 es un momento histórico en el cual la literatura y las incipientes Ciencias

Humanas se funden en textos médicos - ficticios que narran lo social describiendo,

convenciendo y probando que la disfuncionalidad individual es reflejo de la

anormalidad social para todos aquellos que no puedan plegarse al proyecto hegemónico

o se opongan abiertamente a él. La formación discursiva hegemónica articula una

amplia gama de dispositivos médico - legales, psiquiátricos y culturales con la cual se

identificará el futuro de la sociedad negando a los sujetos el certificado de “salud

mental” por no acomodarse a la regla. Si hasta entonces el modelo sarmientino de

“Civilización y Barbarie” era el apropiado para el análisis de la realidad nacional, será

el higienismo, a través de las nociones de lo salubre y lo insalubre, el elegido/construido

para luchar contra un invisible enemigo que amenaza al cuerpo nacional e impone la

idea de la sobrevivencia social. Así, los mecanismos de exclusión y expulsión se

corroboran sobre aquellos que podrían “enfermar” al resto de la población y que son

representados como irresponsables, peligrosos, criminales, homicidas y/o suicidas,

simuladores de locura, hijos ilegítimos o degenerados1.

El anarquismo se presenta en el campo cultural y social cuestionando la representación

dominante del mundo a través del lenguaje y la imagen, pretendiendo convertirse en un

modelo alternativo tanto al de la elite tradicional como al de la cultura popular. Hacia el

anarquismo se dirigieron distintos sistemas de control que atravesaron el cuerpo social y

conformaron el cuerpo de los “Otros” clasificando, jerarquizando y ordenándolo en

nuevas posiciones de sujeto que ponen en circulación miedos fantásticos. Ahora bien,

estas ficciones paranoicas que señalan al “Otro” como fuente de decadencia nacional

deben entenderse bajo una mirada atónita de la oligarquía ante el avance en los reclamos

y en las conquistas, no sólo de la clase trabajadora sino también de una incipiente clase

media. Anarquistas con sus banderas rojas por las calles de la ciudad, socialistas en el

Parlamento y la Revolución Radical de principios de siglo plantean un contexto de

acción colectiva y de movilización de masas antes inexistente que es contestado por la

clase dominante de manera rotunda.

Desarrollo

1 Entre los autores de la época encontramos estas denominaciones en libros como: “En la sangre” (1887), “Pot-pourri. Silbidos de un vago” (1882) y “Sin Rumbo” (1885) de Eugenio Cambaceres; “Juvenilla” (1884), de Miguel Cané; “La simulación de la locura” (1903) de José Ingenieros, entre otros.

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El tratamiento del espacio en la arquitectura de la ciudad de Buenos Aires de la Belle

Époque dentro de la ciudad oligárquica, expresará la polarización social y la

materialización del enfrentamiento entre los barrios bajos y los palacetes de los grandes

bulevares2. Es dentro de la ciudad, donde se produce lo que David Viñas señala como

“el drama anarquista”, que no es sino una representación de un drama mayor. Es que la

urbanización capitalista latinoamericana del 900 comienza a ser el escenario de la

conformación de una nueva clase social, la clase trabajadora, y de la confrontación de

clases.

Desde mediados del siglo XIX las ciudades latinoamericanas comenzaron a

experimentar numerosos cambios no sólo en su arquitectura y fisonomía sino también

en su estructura social. Acompañada por una serie de innovaciones tecnológicas (como

es el caso de la construcción de edificios de la administración pública centralizada en

Buenos Aires, trazado de calles, ampliación de avenidas, remodelación de la Plaza de la

Victoria, instalaciones eléctricas y de agua en los barrios centrales, creación del puerto y

de nuevas líneas de ferrocarriles y tranvías) y un aumento vertiginoso de la población,

debido al masivo arribo de inmigrantes, el paisaje urbano se ofrece completamente

renovado. Las diferentes formas de habitar la ciudad y transitar por ella, posibilitará el

surgimiento de nuevas tramas culturales urbanas, como así también otras formas de

percepción y subjetividad. Sumado a ello, este es el momento de la consolidación y

especialización del campo intelectual mediante el surgimiento de un mercado editorial

local, caracterizado por la oferta de libros y revistas políticas, culturales y literarias de

gran tirada, y por la profesionalización y diversificación de la figura del escritor. En este

orden de cosas puede decirse que:

“la cultura argentina de comienzos de siglo era una cultura altamente textual, entre

otras razones por el impulso alfabetizador que había desplegado la escuela pública

desde fines del siglo XIX. Ello había posibilitado la conformación de un amplio

espectro de público lector, que sentaba las bases para la constitución de un auténtico

2 En este sentido, “Viñas distinguió claramente entre clases sociales que habitaban distintas zonas de la ciudad: el sur obrero, bárbaro y sodomita, y la calle Callao, eje del espacio de la clase patricia liberal”, a esos espacios correspondían ideologías anarquistas o clericales que se encontraban en profundo enfrentamiento agudizando la escisión (Salessi, 2000:190).

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mercado editorial caracterizado por la diversidad de sus ofertas: así, mientras los

sectores de elite o de las clases dominantes podían encontrarse con una literatura

moderna, de autores extranjeros o de autores locales que comenzaban a escribir en

consonancia con las tendencias dominantes en Europa, los sectores populares se

encontraban con una literatura destinada a ellos, en ediciones masivas de gran

difusión”(Retamoso, 2002; 2)

En la conjunción de estos procesos Buenos Aires surge como escenario propicio para el

nacimiento y desarrollo de una forma literaria que, ante las transformaciones de la

“cuestión social” será la encargada de representar “lo real”, reduciendo al mínimo la

ficción. De esta manera, se consolida el imperio realista que tendrá tantas vertientes

como cantidad de adeptos, teniendo como finalidad establecer una estrecha vinculación

entre la obra literaria y la realidad. Relación que se logrará a través de una minuciosa

caracterización de ambientes, seguida por una descripción de sujetos y tipos sociales

generalizables dentro de un espacio real y localizable, con un calendario preciso.

El realismo tuvo como gran aliado al naturalismo de principios del siglo XX cuyas

profundas raíces higienistas hicieron posible la unión entre literatura y medicina. Así,

enfermedad, escritura, ciudad y nación se articulan en la construcción/demostración de

las voces y hechos de los sujetos que la habitan. El naturalismo tendrá como principal

objetivo representar la verdad con una clara intención pedagógica. Esa alianza

impulsará el recurso a mecanismos paranoicos para identificar la Otredad, desarrollando

explicaciones que dan cuenta de la confluencia entre patologías y conspiraciones tanto

sociales como biológicas que amenazaban la vida social. Desesperados relatos que

hacen del país un organismo y, de la sociedad, un cuerpo. Discursos naturalistas-

positivistas y nacionalistas se entrecruzan para describir e imponer un modelo de nación

liberal-racista que, al mismo tiempo, permite una ciudadanía restringida, a la vez que

detecta, revela y excluye a los “otros” que vienen a contagiar/enfermar el cuerpo.

La “nación imaginada” sufre una metamorfosis en tiempos de consolidación del Estado

argentino, resultando en un segundo tipo de nacionalismo etnolinguistico, “el cual vino

a decir que los límites de la nación, cuya identidad ahora se derivaba de supuestas

afinidades lingüísticas y raciales, debía coincidir con los del Estado político”

(Nouzeilles, 2000: 19). Una “nación étnica” adopta explicaciones raciales en base a

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informaciones sociales como principios de traducción omniexplicativos que otorgan

legitimidad a una amplia cadena de significantes de discriminación. El nacionalismo

étnico de la Argentina del 900 expresa una noción de un nosotros sano (varón, racional,

criollo y heterosexual) y de un otro patológico (mujer, emocional, inmigrante y

homosexual) que estigmatiza y expulsa contra su voluntad.

Peligrosos, degenerados e invertidos

Como señala Benigno Lugones, periodista y escritor de principio de s. XX, la empresa

naturalista será la posibilitadora de indagar sobre la vida de los sectores populares

detectando anomalías y peligros. Este discurso elegido por médicos y escritores tratará

de localizar en los cuerpos el origen de las diferenciaciones raciales, sexuales y sociales,

así como su tratamiento. La finalidad es la legitimación del orden social imperante y el

control de las situaciones potencialmente conflictivas a través de la constitución de una

trama discursiva basada en las teorías de la degeneración y la regeneración, por un lado,

y los principios evolucionistas, por el otro. Así, fue posible ficcionalizar la figura de un

sujeto sano y de un sujeto enfermo, construir nociones de otredad y diferenciaciones

entre lo normal y lo patológico. De este modo, la literatura realista – naturalista basará

sus presupuestos en torno a las narrativas que predicen y previenen el problema del

peligro social. Son discursos que se nutren de vertientes moralizantes y de miedo, cuya

función es detectar el peligro social y oponerse a él. Peligro que no vendrá de “fuera de

la civilización”, sino que ya se encuentra “entre nosotros”, y al que se dirigirá toda una

maquinaria institucional política y juríca.

La noción de criminal sufre una metamorfosis que la instala ya no dentro de la

realización del acto propiamente dicho, como un asesinato o una violación, sino dentro

de las posibilidades reales de consecución. Es a partir de fines del s. XVIII donde

Foucault marca la aparición del “sujeto peligroso”. La peligrosidad radicará en la

familiaridad afectiva y la cercanía del acto criminal: no estamos hablando de asesinatos

por hambre o venganza entre familias o estados, sino de atroces crímenes que se

cometen irracionalmente dentro del ámbito familiar. Será entonces la incipiente

psiquiatría quién se ocupe de buscar y encontrar explicaciones a ello. Por otro lado, el

discurso higienista de fines de s. XIX al ocuparse de las condiciones de salubridad de

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los individuos, será la encargada de complejizar la noción de peligrosidad, al detectar y

localizar a aquellos sujetos que pudieran enfermar al cuerpo social.

El sujeto peligroso es el nuevo enemigo del orden y del progreso de la sociedad,

construido en la relación entre discursos e instituciones que configuran los dispositivos

médicos y legales. Es así como toda la literatura naturalista se entremezcla con casos

clínicos con el propósito de analizar las conductas y los cuerpos de los criminales a fin

de anticipar futuras acciones delictivas de los protagonistas y de su descendencia. El

carácter biográfico de las novelas expone la importancia concebida a la herencia

genética a través de la cual las degeneraciones son transmitidas. Esos elementos

biográficos, que en nada pueden ser vinculados con los delitos, constituyen “especies

de reducciones anunciadoras, escenitas infantiles, escenitas pueriles que son ya algo

así como el análogo del crimen” (Foucault, 2000: 40). Las producciones literarias se

ocuparán de mostrar la realidad social a partir de la descripción de los caracteres de los

delincuentes, como así también de aquellos que para no caer en las instituciones de

castigo y encierro, simulan su locura. Y en esa descripción, que tiene sus raíces en los

genes, en las condiciones sociales de vida, en la infancia, en la trayectoria escolar y en

los sitios urbanos por donde circula el sujeto, está marcado su destino de condenado,

porque “describir su carácter de delincuente, describir el fondo de las conductas

criminales o paracriminales que arrastró con él desde la infancia, es evidentemente

contribuir a que pase del rango de acusado al status de condenado” (Foucault, 2000:

34).

La enfermedad y el contagio del cuerpo social son previsibles y están delatadas por las

características del sujeto peligroso, una fuerza instintiva hacia el mal de la cual no

puede escapar porque es herencia y se hace deseo. El deseo de crimen siempre es

correlativo de una falla, una ruptura, una debilidad, una incapacidad del sujeto, todas

ellas definidas por “nociones como ininteligencia, falta de éxito, inferioridad, pobreza,

fealdad, inmadurez, falta de desarrollo, infantilismo, arcaísmo de las conductas,

inestabilidad” (Foucault, 2000: 33). La función de esta literatura será poner en

evidencia como el sujeto se parecía a su crimen aún antes de cometerlo y demostrar la

monstruosidad que se esconde detrás de todo delito.

Los monstruos del Libro extraño

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Francisco Antonio Sicardi (1856 - 1927) publica, entre 1894 y 1902, su Libro extraño,

una extensa obra que remite a varias particularidades del libro y de su autor. Sicardi es

hijo de inmigrantes, de clase social baja, que sin embargo rompe con la trayectoria

esperada y se diploma en Medicina en la Universidad de Buenos Aires. Unido en

matrimonio con una mujer perteneciente a la clase alta porteña, se hace merecedor de

una importante reputación como médico y como escritor. Su apodo, “el loco Sicardi”,

conjugaba el barrio de Once donde nació y su filiación a la alta burguesía porteña.

Poseedor de una imagen de rareza y genialidad, remite a esa posición extraña dentro del

espacio social, donde se hallaban presentes tanto su origen inmigratorio (y las

posibilidades degeneracionistas) como su respetado ejercicio profesional.

La elección del nombre de Libro extraño refiere a la forma de escritura en la que los

personajes hablan en tercera persona pero también comentan, leen y dialogan

constantemente; extraño, por la cantidad y variedad de historias presentes que hacen de

él “una genealogía de la nación”; extraño, por la cantidad de personajes marginales con

sus recorridos urbanos. En él se entremezcla de forma visible la medicina y la literatura.

Sicardi se contornea entre los límites del realismo y del naturalismo, apela a la

genealogía familiar, a la herencia y a todos los saberes médicos de su tiempo:

“¿Cómo es el Dr. Fulano?...

No es extraño, desde que estamos en la década del análisis y del detalle. Eso es

bueno, entre otras cosas, tiene este progreso del arte, porque siquiera enseña, con

quién tiene uno que habérselas y en lo que se refiere a este gremio, debemos

congratularnos, porque los sumos pontífices de la literatura han declarado, que no

puede escribirse hoy, si no se sabe medicina” (Sicardi, 1894; 12).

Mintras que las novelas realistas escritas durante las primeras décadas del S. XX están

enfocadas en la problematización de los inmigrantes en general, la particularidad de

Libro extraño es que la elección radica en presentar de una clase particular de

inmigrantes: los anarquistas. Estos últimos se encuentran en la zona del mal dentro de

la novela, sobre todo a partir de su personaje principal, Germán Valverde. Otro

personaje, Carlos Méndez, así se va a expresar cuando habla sobre el anarquista:

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“no apruebo la conducta de algunos agitadores que perturban la conciencia del obrero

y que los alejan del trabajo y del ahorro, creando en su espíritu débil utopías

peligrosas. Lo que yo he observado en estos suburbios no tiene objeción posible. Todo

trabajador con virtud forma su hogar y levanta después en poco tiempo, su alegre

casita llena de sol… No se descuide los obreros. Aquí esta todo por hacer. Los que

aconsejan el ocio y la rebelión no aman a la patria, alejan su progreso… Son

indolentes, viven del odio y de la envidia” (Sicardi, 1894; 44)

El sujeto anarquista es peligroso no sólo por su conducta desviada sino y sobre todo

porque tiene la capacidad de “transmitir” las mismas conductas en los trabajadores. El

anarquista es el monstruo social que conjuga peligrosidad y perversión, desde el

momento que rompe el pacto societal. El monstruo social se diferencia del monstruo

natural, en el sentido que es un monstruo político. Es aquel que pone en tensión el orden

societal a través de su accionar revolucionario o subversivo y disruptivo, “el criminal es

quien, tras romper el pacto que ha suscripto, prefiere su interés a las leyes que rigen la

sociedad a la que pertenece. Vuelve entonces al estado de naturaleza, porque ha roto el

contrato primitivo” (Foucault, 2000: 96)

Los anarquistas -plantea Sicardi en su novela- son seres deambulantes, no tienen un

lugar, no se encuentran dentro del orden de lo social, no son siquiera personas, son

como fantasmas, es decir, que no se los reconoce como parte de la sociedad. Los crotos

pertenecen al mundo natural del afuera, habiendo transgredido toda norma social y

cultural, “grandes nómades que giran en torno al cuerpo social pero a los que éste no

reconoce como sus integrantes” (Foucault, 2000: 99). Así los reconocemos en el Libro

extraño cuando relata que:

“más que personas así tirados sobre los pisos desnudos, buscando el sueño que no

llega, o durmiendo inconscientes sobre sus delitos, parecen espectros con el rostro y el

cuerpo escuálido en sus funestas demacraciones, una legión de larvas que no hubiera

tenido nunca semblanza humana, los deshechos vivientes de un mundo que hubiera

desaparecido, la tétrica concepción de un Dios demente y brutal” (Sicardi, 1894; 130)

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Es el monstruo porque desafía todos los principios de constitución de las modernas

naciones capitalistas, es decir que rompe el pacto social por abajo, a través de la

revuelta y el nomadismo. El criminal se vuelve monstruoso, y esa monstruosidad del

anarquista tiene sus orígenes en rasgos hereditarios y ambientales:

“hay cierta garra fatal que, desde la cuna, enferma el alma de muchos y que hace que

desde el punto de vista de la maldad se asemejen los hombres en todos los gremios… Y

por eso, porque el mal está en todos los gremios que la cuestión social no se arregla”

(Sicardi, 1894; 45.)

No todos los trabajadores ni todos los inmigrantes son portadores del mal, sólo aquellos

a los que se puede relacionar sus características hereditarias y rasgos fisiológicos a

posiciones político – ideológicas consideradas revolucionarias y desafiantes del orden

establecido. Ese sería el cuadro sintomatologico que diagnosticaría y sentenciaría al

sujeto peligroso y del cual habría que defender a la sociedad. Esta perspectiva entiende,

como muestra este fragmento de una pericia psiquiátrica citada por Foucault (2000;

p.15), que “los seres de su especie, en suma, nunca se sienten muy bien asimilados al

mundo al que llegaron; de allí su culto de la paradoja y de todo lo que genera

desorden”. Ambiciosa metáfora del incipiente Estado, Libro extraño, ficcionaliza “lo

raro” de la vida social argentina previa al Centenario.

Bibliografía

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Buenos Aires.

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http://rephip.unr.edu.ar/bitstream/handle/2133/733/Vanguardias%20periodismo%20y%

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� Rosa, Nicolás. (2006) Relatos críticos. Cosas, animales, discursos. Santiago

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� Salessi, Jorge. (2000): Médicos, maleantes y maricas. Beatriz Viterbo Editora,

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http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/05818329800503862979079/p000

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� Viñas, David (2009 b): “Argentina: el lugar de los malones rojos y de la

inversión de la dicotomía liberal” En: Anarquistas en América Latina. Paradiso,

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