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COMENTARIOS REALES DE LOS INCAS Portada de la Primera parte de los Comentarios Reales, primera edición, 1609. Los Comentarios reales de los incas o Primera parte de los comentarios reales es un libro histórico-literario escrito por el primer literato mestizo peruano Inca Garcilaso de la Vega y publicado en Lisboa en el año 1609 . Es la primera parte de una nutrida obra que trata sobre el Perú prehispánico y que se complementa con una segunda parte titulada Historia General del Perú , que abarca la conquista española y el inicio de la colonia, y que fue publicada en 1617 . Es la primera gran obra de la literatura peruana y una de las más importantes del período colonial. En el campo historiográfico tuvo mucha influencia entre los historiadores peruanos y americanos, hasta mediados del siglo XIX , cuando se empezó a cuestionar su valor histórico. Publicación

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COMENTARIOS REALES DE LOS INCAS

Portada de la Primera parte de los Comentarios Reales, primera edicin, 1609.Los Comentarios reales de los incas o Primera parte de los comentarios reales es un libro histrico-literario escrito por el primer literato mestizo peruano Inca Garcilaso de la Vega y publicado en Lisboa en el ao 1609. Es la primera parte de una nutrida obra que trata sobre el Per prehispnico y que se complementa con una segunda parte titulada Historia General del Per, que abarca la conquista espaola y el inicio de la colonia, y que fue publicada en 1617. Es la primera gran obra de la literatura peruana y una de las ms importantes del perodo colonial. En el campo historiogrfico tuvo mucha influencia entre los historiadores peruanos y americanos, hasta mediados del siglo XIX, cuando se empez a cuestionar su valor histrico.

PublicacinResidente en Espaa desde 1560, Garcilaso empez en 1586 a compilar documentos, crnicas e informaciones orales sobre el Per. Desde all le enviaban noticias su to Francisco Huallpa y el caballero Garc Snchez de Figueroa. Tambin le sirvieron las cartas y las visitas de amigos y otros indianos que llegaban de Amrica, con quienes Garcilaso entablaba largas charlas. Todo esto, sumado a las crnicas de autores como Cieza, el padre Acosta y Blas Valera, as como su propia memoria que atesoraba los relatos sobre los incas que escuch de nio de boca de sus parientes maternos, amn de su propia experiencia (pues hasta los 20 aos residi en el Per), fueron las fuentes para la redaccin de su obra cumbre. Emple varios aos en darla por acabada, escribindola mayormente en Crdoba. Su proyecto consista en publicarla en dos partes, la primera dedicada a los incas y la segunda a la conquista espaola. La primera parte vio la luz pblica en Lisboa, en 1609, en una magnfica edicin realizada por Pedro Crasbeeck y dedicada a la princesa Catalina de Portugal. La segunda parte sera publicada pstumamente en 1617; no obstante, la fama del Inca Garcilaso se debe ms que nada a la parte primera, conocida universalmente como los Comentarios Reales de los IncasExplicacin del ttuloEl autor titul as a su obra como reaccin a cronistas espaoles que l consideraba no brindaban un testimonio veraz, mientras que a su juicio, la suya lo era porque haba sido escrita por un descendiente de los antiguos gobernantes peruanos, que conoca a cabalidad su lengua (quechua o runasimi). No obstante, una lectura crtica es capaz de evidenciar una versin interesada en enaltecer a los antepasados incaicos en detrimento de otros pueblos y de civilizaciones anteriores. En ese sentido, el Inca Garcilaso afirma que antes del Tahuantinsuyo, estos territorios eran algo desastroso y que el mundo preinca estuvo sumido en el oscurantismo y la barbarie (la era de la gentilidad), contradicindose a s mismo, pues en su obra menciona a grandes culturas regionales contemporneas de los incas, como la Chincha y la Chim, as como grandes centros religiosos como Tiahuanaco y Pachacmac, todas las cuales tenan un alto grado de desarrollo; pero an ms, las modernas investigaciones arqueolgicas sobre otras culturas preincas ms antiguas como la Chavn, Paracas, Moche y Nazca as como el descubrimiento de sitios como Caral, terminaron por demostrar definitivamente como errnea la apreciacin del escritor. Primera y segunda parteLa obra fue publicada en dos partes, ambas separadas en tiempo, ttulo, y contenido: en la primera 1609, en 9 libros de 262 captulos, se refiere a los hechos de los incas y su civilizacin; en la segunda, en 8 libros de 268 captulos, pstumamente publicada en 1617 como Historia General del Per, se aboca a la guerra de conquista del Per y a las guerras civiles fratricidas por los restos del imperio y sus riquezas que surgen entre los conquistadores.En la primera parte, no slo se pone de manifiesto la calidad literaria del autor, sino tambin su interpretacin del Imperio Incaico como modelo de sociedad y gobierno casi buclico y paradisaco. Muestra para la posteridad la cultura incaica desde el punto de vista de sus gobernantes Incas, de los cuales era parte Garcilaso. La obra empieza con los inicios de los Incas, y termina con lo sucedido hasta que los espaoles conquistaron el Tahuantinsuyo; la obra describe las costumbres incaicas, sus religiones, su sistema de gobierno, sus vidas, sus guerras, etc.En la segunda parte, el autor desarrolla con estilo vibrante la conquista del Per, las guerras civiles entre los conquistadores y la instauracin del Virreinato del Per, as como la resistencia de los incas de Vilcabamba, que culmina con la ejecucin del ltimo de estos, Tpac Amaru I, en la plaza del Cuzco en 1572. Incluye en sus pginas una rehabilitacin de su padre, el capitn Sebastin Garcilaso de la Vega, desprestigiado ante la Corona por haber militado en el bando del rebelde Gonzalo Pizarro.

PRIMERA PARTE: COMENTARIOS REALES DE LOS INCASResumen de la obraLibro PrimeroSiguiendo las pautas de los historiadores de entonces, Garcilaso empieza su relato con la descripcin fsica del mundo, aunque sin pretender extenderse en el asunto. Explica que la divisin en Viejo y Nuevo Mundo no era geogrfico sino solo dos modalidades de un mismo mundo. Explica que el clima variado del Per no solo est condicionado por su cercana a la lnea ecuatorial, sino por sus altitudes con respecto al mar. Relata tambin una historia que haba escuchado de boca de viejos conquistadores, sobre un pre-descubrimiento de Amrica realizado por el piloto espaol Alonso Snchez de Huelva, unos aos antes del viaje de Coln. Luego remite a la Historia del cronista Gmara para quienes deseasen enterarse ms sobre los viajes del navegante genovs. Otro asunto que le toma inters es la deduccin del nombre Per: refuta la suposicin de aquellos que lo consideraban derivado de la voz quechua "pirua" (pirhua o granero), o del nombre Ofir bblico; para l, deriva del vocablo "pelu" o "beru", con que los indios de las actuales costas del Pacfico colombiano y ecuatoriano designaban a ros. El nombre del Per ya era usado por los espaoles desde antes que arribaran al territorio peruano. Luego el autor seala los lmites del Per, al norte hasta el ro Ancasmayo, en los confines de Pasto y Popayn, y al sur hasta el ro Maule, en Chile; al oriente llegaba hasta la regin de los Antis o selva, territorio cuya columna vertebral lo constituye aquella nunca jams pisada de hombres ni de animales ni de aves, inaccesible cordillera de nieves, los Andes. Se intercala la historia de Pedro Serrano, un nufrago espaol que sobrevive en una isla inhspita, relato que constituye toda una joya literaria y que parece ser un antecedente de Robinson Crusoe. Finalizada las descripciones geogrficas, el autor pasa a relatar la historia del Per. Sostiene que antes de los incas los pobladores del antiguo Per eran muy primitivos y salvajes, que practicaban la idolatra, el canibalismo y los sacrificios humanos, as como costumbres sexuales nefandas como el incesto y la sodoma, y usaban venenos y hechizos, poca toda que se conoce como la gentilidad. Y que precisadamente para rescatar de la barbarie a estos habitantes el Sol envi a sus hijos, Manco Cpac y Mama Ocllo, que salieron de las aguas del Lago Titicaca con la misin de fundar una poblacin donde se hundiera una barreta de oro que llevaban consigo, lo que ocurri en la falda del cerro Huanacauri, cerca de donde se elev la ciudad Cuzco, futura cabecera del Imperio inca. Esta leyenda archiconocida es solo relatada por Garcilaso; ningn otro cronista la consigna. El autor menciona tambin otra variante de esta leyenda sobre el origen de los incas, as como la forma en que la pareja real civiliz a sus vasallos, ensendoles la agricultura, la textilera y otros oficios, as como a rendir culto al Sol como dios principal, obedecer las leyes y a abandonar sus prcticas aberrantes. Se describen tambin las insignias de la realeza inca. Manco Cpac fue pues el primer inca y antes de morir dej un testamento, encargando a sus hijos que recordaran siempre que eran hijos del Sol y que cumplieran siempre las leyes dadas por su padre, y que fueran mansos y piadosos con sus vasallos. Otro de los mandatos que diera el padre Sol era la de someter a las poblaciones primitivas por la fuerza del convencimiento, a quienes deban ofrecer, a cambio de su vasallaje, una nueva religin, nuevas leyes y costumbres para que vivieran como hombres y no como brutos. Solo en caso de que se mostraran esas poblaciones belicosas y reacias, los incas podan aplicar la fuerza de las armas. Finaliza el captulo con una explicacin del significado de los nombres reales de los incas. Libro SegundoEn este libro el autor trata sobre la idolatra de los Incas de la segunda edad, y su origen. Afirma que los incas rastrearon al Dios verdadero, que tuvieron una cruz en un lugar sagrado del Cuzco, que creyeron en la inmortalidad del alma y la resurreccin universal. Explica el significado de la palabra huaca y explica la adoracin que daban al Sol y sus sacrificios de llamas, ms no de seres humanos. Describe sus sacrificios y ceremonias, y que sus leyes religiosas fueron impuestas por el primer Inca; sobre sus leyes y la divisin del imperio en cuatro distritos o suyus (Chinchaysuyu, Contisuyu, Collasuyu, Antisuyu), y cmo registraban a sus vasallos por decurias, a la cabeza de los cuales se hallaba un decurin o chunca camayoc. Luego pasa a narrar la vida y hechos de Sinchi Roca, el segundo rey de los Incas, quien luego de dedicar las debidas exequias a su padre, sali del Cuzco en campaa hacia el sur, al Collasuyu, logrando someter por la fuerza del convencimiento a los indios puquinas y canchis. Lleg hasta el pueblo de Chuncara, a 20 leguas hasta donde su padre haba dejado los lmites de su reino. Le sucedi su hijo Lloque Yupanqui, el tercer inca, cuyo nombre significa zurdo destacado. ste sali tambin a hacer conquistas; mientras que los canas salieron y se sometieron voluntariamente, los ayaviris se resistieron, por lo que tuvieron que ser sometidos por las armas, para que sirviera de escarmiento al resto de pueblos. Luego el Inca captur la fortaleza de Pucara, cerca de la actual Puno. Tras algunos aos, Lloque Yupanqui se dirigi a la provincia de los collas, inmensa comarca en torno al Lago Titicaca, cuya poblacin se dedicaba a la ganadera de auqunidos y a la agricultura. Los collas, a fin de escapar de la suerte de los ayaviris, se reunieron en Hatuncolla (Colla la grande) y aceptaron ser vasallos de los incas. La siguiente provincia en someterse a los incas fue la de Chucuito; otros pueblos siguieron su ejemplo. Al oeste envi a sus generales, que sometieron los poblados hasta las faldas de la cordillera de los Andes, ya cercana a la costa. Acabadas las conquistas, Lloque Yupanqui regres al Cuzco y el resto de su vida los dedic a los oficios de la paz. El autor deja por un momento de lado los relatos blicos y pasa a exponer sobre las ciencias que los Incas desarrollaron. En Astrologa supieron hacer la cuenta del ao y los solsticios y equinoccios; narra tambin cmo explicaron los eclipses del Sol, y lo que hacan cuando ocurran los de la Luna. En medicina conocieron muchas yerbas medicinales; tambin tuvieron conocimientos de Geometra, Geografa, Aritmtica y Msica. En el campo de la poesa tuvieron amautas o filsofos que componan tragedias y comedias, y a los haravicus o poetas, que recitaban poesas amorosas. Finaliza el autor este libro dando cuenta de los pocos instrumentos que los indios tuvieron para realizar oficios como la metalurgia y la platera, pese a lo cual destacaron en tales artes. Libro TerceroEn este libro se relata la vida y hechos de los incas Mayta Cpac y Cpac Yupanqui. Mayta Cpac, el cuarto rey Inca, luego de visitar a sus vasallos, tal como era la costumbre de su casta, sali en campaa con 10.000 guerreros, en direccin al Collao, que por ser tierra plana pareca ms fcil de conquistar. Lleg al Desaguadero al que cruz con balsas; pas cerca de las ruinas de Tiahuanaco, que el autor describe citando a otros cronistas. El Inca se dirigi hacia la provincia de Hatunpacassa, a la mano izquierda del Desaguadero, y conquist Cac-yauiri, episodio del que se contaba la leyenda de que los collas dispararon sobre los incas sus flechas y piedras pero estas se volvieron contra ellos. Los collas, derrotados se rindieron y aceptaron ser vasallos del Inca. Conocido este suceso por los dems pueblos collas, muchos se redujeron voluntariamente, como las tres provincias de Cauquicura, Mallama y Huarina (al S.E. del lago Titicaca). Luego el Inca mand a sus maeses de campo en direccin al mar, donde invadieron la provincia de Cuchuna, cuyos pobladores se atrincheraron en un fuerte (posiblemente Cerro Bal, cerca de Moquegua) y se rindieron tras un largo sitio. All los incas castigaron severamente a quienes usaban venenos contra sus adversarios. Mayta Cpac prosigui sus conquistas y someti a otras tres provincias collas: Llaricassa (Larecaja), Sancauan (San Gabn) y Huaychu; en esta ltima sus habitantes opusieron resistencia pero luego se rindieron. Luego el Inca construy el primer puente de mimbre o colgante que en el Per se hizo, para cruzar el ro Apurmac, causando gran admiracin. Muchos pueblos se redujeron voluntariamente, atrados por la fama del Inca. Las conquistas prosiguieron, llegando hasta Parihuana Cocha (Parinacochas) y Coropuna. A Mayta Cpac le sucedi su hijo Cpac Yupanqui, que se convirti as en el quinto rey inca. Continuando la expansin del imperio, este Inca sali del Cuzco con 20.000 hombres y se dirigi al Cuntisuyu, donde conquist ms provincias. La provincia de Yanahuara se redujo voluntariamente, pero la Aymara, de naturaleza rebelde y agresiva, se neg a rendir vasallaje a los incas. Pero finalmente, al ver el podero de sus adversarios, los aymaras se rindieron, y sus curacas se vieron obligados a besar las manos del Inca. Tambin fueron sometidos los quechuas de Cotapampa y Cotanera. En la costa fueron anexados los valles de Acar, Caravel, Caman y Quilca. Por ltima vez el Inca sali en campaa hacia el Collao; en el Desaguadero mand a construir un famoso puente de paja y enea (puente colgante); y someti Chayanta, as como otras cinco provincias grandes, entre otras menores. Por su parte, su hijo, el prncipe Inca Roca, redujo muchas y grandes provincias mediterrneas y martimas, pasando por Amancay (Abancay), Nanasca (Nasca) y Arequipa. Por entonces se iniciaron los traslados de poblaciones a otras provincias, mtodo de control poltico llamado mtmac (mitimaes). Luego el autor se explaya en la descripcin de la casa y templo del Sol (Coricancha) y sus grandes riquezas, los sitios de los sacrificios y los atributos del sumo sacerdote o Ullac Umu. Finaliza el libro con la descripcin del templo del Titicaca y sus leyendas. Libro CuartoEmpieza tratando sobre la casa de las vrgenes escogidas dedicadas al Sol (Acllahuasi), sobre sus estatutos y ejercicios, la veneracin de los indios hacia las cosas que hacan las escogidas, y la ley contra los que las violasen. No solo en el Cuzco, sino en las distintas provincias del Imperio existan estas casas de escogidas; el autor desmiente que estas vrgenes eran entregadas por mujeres a los curacas y los capitanes, ya que estaban dedicadas exclusivamente al Sol y al Inca. Explica enseguida cmo se casaban los indios del comn y por qu casaban al prncipe heredero con su hermana; detalla las diferentes maneras de heredar el gobierno; cmo se criaban a los hijos; la vida y ejercicio de las mujeres casadas; cmo se visitaban las mujeres y cmo trataban su ropa. Menciona tambin la existencia de mujeres pblicas o rameras, llamadas pampayrunas, que vivan en chozas alejadas de las poblaciones y eran muy menospreciadas. Luego el autor retoma la historia de la realeza inca y se ocupa de Inca Roca, sexto rey, quien conquist muchas naciones, llegando hasta Antahuaylla (Andahuaylas), donde someti a los Chancas, etnia muy brava y guerrera que inclua a otras muchas naciones como Hancohuallu, Uramarca, Uillca (Vilcas), Utunsulla, que ocupaban los actuales departamentos de Apurmac, Ayacucho y Huancavelica, aunque se sometieron de muy mala gana y con la velada esperanza de rebelarse no bien se presentase la ocasin. De vuelta al Cuzco, Inca Roca vivi en paz algunos aos y envi a su hijo Yahuar Huaca a la conquista del Antisuyu, regin oriental colindante con la selva amaznica. Explica que el nombre de este prncipe significaba el que llora sangre y que fue bautizado as por haber llorado efectivamente sangre cuando era muy nio. Tiempo despus Inca Roca sali nuevamente en campaa dejando en el gobierno a su hijo; el inca se dirigi esta vez a la provincia de Charcas, en el altiplano andino, pero los pueblos se mostraron hostiles y especialmente los jvenes se negaron a someterse y dejar sus idolatras; sin embargo, fueron convencidos por los viejos para que acataran el vasallaje al Inca. La dominacin inca se ampli as hasta los territorios donde despus se fundaran Chuquisaca y La Paz, en la actual Bolivia. Luego Inca Roca volvi al Cuzco y descans en paz, dando leyes sabias leyes y fundando escuelas para los nobles en el Cuzco; se citan algunos de sus dichos sentenciosos, segn los recogi el padre Blas Valera. Luego de su muerte le sucedi su hijo Yhuar Huaca, que fue as el sptimo Rey, siendo ste ms hombre de paz que de guerra. Pero aun as envi un ejrcito de 20.000 hombres bajo el mando de su hermano Apumayta, con direccin al sureste del Cuzco hasta el mar, campaa que permiti la conquista inca desde la costa de Arequipa hasta Tacana (Tacna). Otra expedicin fue enviada a la conquista de algunas provincias del Collasuyu. El Inca se hallaba enfrascado en estas campaas, cuando debi afrontar los problemas causados por su hijo mayor, designado para sucederle, quien era dscolo y de mal carcter. Cansado de intentar doblegar su nimo, lo recluy en el paraje campestre de Chita, a diez km al oeste del Cuzco, ponindole al cuidado del ganado del Sol, bajo amenaza de muerte si volva a presentarse en el Cuzco. No obstante la amenaza, al cabo de tres aos el joven se present ante su padre, diciendo que tena un mensaje de parte de alguien ms grande que l. Enojado Yahuar Huaca, pero picado por la curiosidad de saber quien sera ese otro ms grande que l, recibi a su hijo, quien le cont lo siguiente: seor, sabrs que estando yo recostado hoy a medio da (no sabr certificarme si despierto o dormido) debajo de una gran pea de las que hay en los pastos de Chita se puso delante un hombre extrao, en hbito y en figura diferente a la nuestra; porque tena barbas en la cara de ms de un palmo, y el vestido era largo y suelto que le cubra hasta los pies; traa atado por el pescuezo un animal no conocido. El personaje de dicha visin, quien dijo llamarse Viracocha, le advirti que se preparaba mucha gente de armas en las provincias sujetas por los incas y de otras aun no sujetas, para marchar contra el Cuzco con la intencin de destruirla. Yahuar Huaca al or tal relato se enfureci y no quiso creerle tomando todo como inventos disparatados. Orden pues a su hijo que volviera de inmediato a Chita, amenazndolo con matarlo si regresaba. Tres meses despus, llegaba al Cuzco la noticia del levantamiento de los feroces Chancas, quienes con un ejrcito nutrido al que se sumaron otras naciones del Chinchaysuyu, se acercaban peligrosamente al Cuzco. Atemorizado, Yahuar Huaca abandon la ciudad y se refugi en Muyna. Enterado de la noticia, su joven hijo abandon su retiro de Chita y parti presuroso al Cuzco; en el camino se encontr con su padre, a quien speramente reproch su conducta. Luego organiz la defensa del Cuzco y fue conocido desde entonces como Viracocha Inca, pues todos conocan ya sus visiones.Libro QuintoEl autor explica cmo se acrecentaban y repartan las tierras a los vasallos, la orden que tenan estos en labrar sus tierras, y la fiesta con que labraban las tierras del Inca y las del Sol. La tierra que daban a cada indio, y cmo la beneficiaban. La reparticin del agua para regar y cmo castigaban a los descuidados. El tributo que daban al Inca, y la cuenta de los orones. La provisin de armas y bastimentos que tenan para los soldados. El oro y plata y otras cosas de estima no eran tributo obligatorio, sino presentadas voluntariamente, pues solo eran tenidas como ornamentos. La guarda y gasto de los bastimentos. Daban de vestir a los vasallos. No hubo pobres mendigantes. El orden y divisin del ganado y de los animales extraos. Leyes y ordenanzas de los Incas para el beneficio de los vasallos. Cmo conquistaban y domesticaban los nuevos vasallos. Cmo provean los ministros para todos oficios. La razn y cuenta que haba en los bienes comunes y particulares. En qu pagaban el tributo. La cantidad de l, y las leyes acerca de l. Citando a Valera, detalla el orden y razn para cobrar los tributos. El Inca premiaba a los curacas que le presentaban cosas preciadas. Luego el autor retoma la historia de los incas y se ocupa del prncipe Inca Viracocha, que fue el octavo Rey. ste, luego de dejar a su padre en Muyna, volvi al Cuzco a organizar la defensa, ante la amenaza de los chancas, y recibi inesperadamente la ayuda de sus vasallos quechuas, que odiaban a los chancas pues antao haban sufrido su tirana. La batalla entre incas y chancas se libr en Sacsahuana, cerca del Cuzco, y el resultado pareca indeciso pues ambos rivales se batieron con bravura, hasta que una fuerza de aliados quechuas fueron en auxilio de los incas atacando el flanco derecho de los chancas, y estos empezaron a flaquear. Muchos lugareos se fueron tambin sumando a las fuerzas del Inca en gran nmero, tan as que tiempo despus surgi la leyenda de los puraraucas o de las piedras que se convertan en guerreros. Despus de ocho horas de lucha los incas se alzaron en triunfo; tanta sangre corri que el campo de batalla se denomin desde entonces Yahuarpampa o campo de sangre. El Inca Viracocha se dirigi a la tierra de los chancas pero se mostr generoso y no desat su venganza sobre las mujeres y nios, por lo que la poblacin qued muy agradecida. Luego retorn al Cuzco y se entrevist con su padre Yahuar Huaca, a quien desposey del imperio. El autor explica enseguida el significado del nombre Viracocha, y por qu los indios apodaron as a los espaoles: segn su versin era porque el fantasma aparecido en sueos al joven inca era barbudo y vestido con tnica, similar a la traza de los hispanos. Tambin desmiente la versin de que Viracocha era un dios superior al Sol, sino que era hijo de ste y hermano de los incas, segn la mitologa inca. En memoria a este dios, el Inca Viracocha levant un templo en Cacha, a 16 leguas al sur del Cuzco; all tambin hizo levantar una estatua de piedra que representaba a la deidad. Este templo sera despus destruido por los espaoles. Tambin en memoria de su victoria sobre los chancas, mand pintar en una pea altsima la figura de dos cndores. Acabados los festejos, el Inca sali y recorri su imperio, anexando nuevas provincias como Huaytar y los Pocras (Huamanca); luego continu sucesivamente al Contisuyu y al Collasuyu, llegando hasta Charcas, donde le sali al encuentro una embajada de indios del reino de Tucma o Tucumn, lejano en 200 leguas, los cuales le pidieron ser sus vasallos. Acabada la visita del Collasuyu, el Inca pas al Antisuyu, poblada por gentes ms rsticas. Mientras tanto, el jefe chanca Hancohuallu, no queriendo estar bajo la sujecin de los incas, decidi partir con su gente hacia la selva. El territorio despoblado por los chancas (actual departamento de Apurmac) fue repoblado con mitimaes trados de diversas regiones del imperio. El Inca Viracocha fue muy aficionado a retirarse al valle de Yucay, lugar agradable donde construy edificios; ampli tambin el templo del Sol. Vivi algunos aos de paz y tuvo con su esposa, la coya Mama Runtu, un hijo al que puso por nombre Pachactec, que significa el que transforma el mundo, nombre que al principio quiso ponerse a s mismo, pero luego se qued con el de Viracocha pues as le empezaron a llamar sus sbditos. Tambin se cuenta que vaticin la llegada de los espaoles. Fallecido, fue llorado por todos y su cuerpo fue momificado a la usanza de los incas, y cuenta el autor que vio su momia en Lima, hacia 1560, adonde fuera trasladado por los espaoles junto con los cuerpos de otros incas. Libro SextoEmpieza con la descripcin de la casa real de los Incas, sobre su fbrica y ornamento; la manera como contrahacan de oro y plata todo cuanto haba para adornar dichas casas. Los criados de la casa real y los que traan las andas del rey; las salas que servan de plaza, y otras cosas de las casas reales. Los entierros de los reyes incas, cuyas exequias duraban un ao. Las caceras solemnes o chakus que los reyes hacan en todo el reino. El sistema de correo de postas a cargo de corredores llamados chasquis. El sistema de contabilidad por hilos y nudos llamados quipus, de cuya gran fidelidad da fe el autor. Luego el autor se ocupa de las conquistas, leyes y gobierno del Inca Pachactec, noveno Rey. Este hizo una visita a su imperio, que le tom tres aos; luego envi a su hermano, el general Cpac Yupanqui, hacia el Chinchaysuyu, donde conquist a la nacin Huanta, cuyo principal centro era Sausa (Jauja). Este mismo general anex tambin Tarma y Pumpu (Bombn), hasta llegar a la provincia de Chucurpu, en los Antis (colindante con la selva amaznica). Luego las tropas incaicas se trasladaron a Ancara y Huaylas, donde castigaron merecidamente a los somticos (sodomitas) por las aberraciones que cometan. Luego se describen los edificios, leyes, y nuevas conquistas que Pachacutec orden hacer a su hermano, que esta vez llev a su sobrino, llamado Inca Yupanqui. Una nueva campaa se abri en el Chinchaysuyu, donde se someti a la provincia de Pincu, pero otros pueblos Huaras (Huaraz), Piscopampa (Piscobamba) y Cunchucu (Conchucos) se negaron con soberbia a aceptar el yugo de los incas, debiendo ser sometidos con hambre y astucia militar. Ms al norte, el curaca de Huamachuco, hombre sabio, se rindi ante los incas; en cambio los Cassamarcas se resistieron con las armas pero a la postre se rindieron. De retorno al Cuzco, Cpac Yupanqui y su sobrino sojuzgaron a los Yauyos. Luego de tres o cuatro aos de paz, los incas retomaron las conquistas, esta vez de los valles de la costa al norte de Nanasca, poblado por los yungas. Tras ocupar sin resistencia los valles de Ica y Pisco, se enfrentaron al poderoso seor de Chincha, que al frente de su sbditos resisti tenazmente hasta que no le qued otra opcin que la de rendirse. Esta fue una conquista de importancia superlativa pues el valle de Chincha era muy frtil y poblado. Luego el autor pasa a describir la fiesta principal de los incas, la rendida en homenaje al Sol o Inti Raymi, y cmo se preparaban para ella. Se detallan los ceremoniales, el sacrificio del cordero (llama), los ageros y el fuego. Tambin menciona la ceremonia del huaracu (huarachicu) o de iniciacin de los prncipes de la realeza, equivalente al armarse de caballeros. Retomando la historia de las conquistas de los incas, el general Cpac Yupanqui pidi nuevos refuerzos al Cuzco para proseguir sus conquistas sobre los yungas de la costa, refuerzos que le llegaron junto con el prncipe Inca Yupanqui, junto con el cual march contra Chuquimancu, seor de cuatro valles: Runahunac (Lunahuan), Huarcu (Huarco), Malla (Mala) y Chillca (Chilca). En Huarcu se produjo un encuentro sangriento, pero la guerra se prolong demasiado hasta que el hambre empez a acosar a los sbditos de Chuquimancu, quien presionado por los suyos se rindi a los incas. En memoria a esta conquista los incas elevaron la fortaleza de Huarcu. Continuando haca el norte, los incas invadieron el seoro de Cuismancu, que abarcaba los valles de Rmac y Pachacmac, regiones clebres por dos santuarios que daban orculos: el del dios hablador del Rmac, en la actual Lima (posiblemente la huaca Pucllana), y el del dios Pachacmac, cuyo nombre significa el que mueve la tierra al cual Garcilaso lo define como un dios no conocido, siendo su templo el ms majestuoso y adonde los indios de todas las regiones iban en romera. Cuismancu no quiso someterse a los incas y trab resistencia; finalmente los incas pactaron su sometimiento a cambio de respetar sus cultos; el autor afirma que ello se debi a que los incas reconocan tambin como deidad superior al dios Pachacmac. Tras esta conquista hubo paz por seis aos luego de los cuales los incas salieron nuevamente en campaa, esta vez para conquistar el reino del Gran Chim, en la costa norte. Esta vez las fuerzas incas estuvieron comandadas por el prncipe Inca Yupanqui y contaron con el apoyo de los yungas de Chuquimancu y Cuismancu, antiguos enemigos de los chimes. La guerra fue larga y sangrienta. Con grandes esfuerzos los incas avanzaron por Parmunca (Paramonga) y Santa, y no pudiendo doblegar la resistencia del enemigo, el prncipe inca pidi ms refuerzos, que le llegaron en nmero de 20.000 soldados, y ante lo cual el Gran Chim, viendo que era imposible resistir ms y presionado por sus propios sbditos, se rindi, sometindose en vasallaje a los incas. Cuenta el autor que en memoria de esta conquista, los incas elevaron la fortaleza de Paramonga (aunque sta es en realidad preinca). Ya viejo, Pachactec descans de las conquistas y se dedic a los oficios de paz. Construy templos del sol en las principales poblaciones de su imperio, as como casas de escogidas y depsitos o graneros. Ampli tambin el Cuzco y levant nuevos edificios. Dej su imperio a su hijo Inca Yupanqui, al que tuvo en la coya Anahuarque. Finaliza el autor este libro citando a Valera sobre otras obras de Pachactec en lo que respecta a la creacin de escuelas y sus leyes para el buen gobierno, as como algunos de sus dichos sentenciosos. Libro SptimoEmpieza mencionando las colonias que hacan los Incas, trasladando poblaciones hacia zonas despobladas. Llambase a la gente as trasladada mitimaes y por lo general se trataban de poblaciones belicosas que eran desarraigadas de su lugar de origen a fin de tenerlas vigiladas. Otra poltica de los incas era criar a los hijos de los seores o curacas en la corte del Cuzco, a fin de quechuizarlos. Luego cita el autor al padre Valera sobre la importancia de la lengua cortesana de los incas o lengua general del Per, el quechua o runasimi, en un mundo andino regionalizado donde existan muchas lenguas y dialectos. Se describe la tercera fiesta principal de los incas (la primera era el Inti Raymi y la segunda, la del huarachicu, ya mencionados en el anterior libro) que se llamaba Cusquieraymi y era tambin en homenaje al Sol; haba una cuarta fiesta importante, llamada Citua, que era dedicada a la expulsin de las enfermedades y otras penas, con un ayuno previo. Enseguida se describe la imperial ciudad del Cuzco, cuyos barrios representaban a todo el imperio; se describe el sitio de las escuelas, el de tres casas reales, y el de las escogidas, as como los barrios y casas que haba al oeste del arroyo. Luego el autor retoma la historia imperial inca y relata las conquistas de Inca Yupanqui, hijo y sucesor de Pachactec y dcimo Rey. Este Inca es incluido exclusivamente por Garcilaso en la lista real incaica, pues otros cronistas no lo mencionan. Parti a conquistar el pas de Musu (o Moxos), cruzando la provincia de los Chunchos y adentrndose ms en la selva amaznica; sobre esta expedicin orlada por los incas con proezas fantsticas, quedaban algunos rastros que los espaoles comprobaron cuando hicieron entradas en dicha provincia. El Inca intent tambin la conquista de la provincia de los chiriguanas, ms all de Charcas, pero fracas. Su siguiente plan fue la conquista del reino de Chili, al sur de sus dominios, regin poblada por los belicosos araucos (araucanos). Tras un meticuloso preparativo, se puso en marcha un poderoso ejrcito inca, que lleg a sumar 50.000 soldados y que realiz una marcha triunfal desde Atacama, pasando por Copayapu (Copiap), Cuquimbu (Coquimbo), hasta llegar al valle de Chili, que da nombre a la provincia. Luego continuaron ms al sur y llegaron hasta el ro Maulli. No contentos con haber extendido las fronteras del Imperio ms de 500 leguas de largo, los incas siguieron ms al sur, pero se encontraron con la feroz resistencia de los purumaucas. No viendo mayor beneficio en reducir a poblaciones extremadamente brutas y salvajes, los incas retrocedieron y fijaron la frontera en el ro Maulli. Luego el autor se extiende relatando el descubrimiento de Chile por obra de los espaoles, la llegada del gobernador Pedro de Valdivia, la guerra entre espaoles y araucos, la muerte de Valdivia (1554), luego de la cual los indios se mantuvieron en pie de guerra durante 50 aos y todava seguan as al momento de escribir la obra el autor, segn las ltimas noticias desgraciadas que le llegaron de Chile sobre una rebelin general en 1599. Volviendo a la historia inca, tras poner punto final a las conquistas, Inca Yupanqui llev una vida quieta hasta su muerte, por enfermedad. Dej como sucesor a su hijo Tpac Inca Yupanqui, que tuvo en la coya Chimpu Ocllo. Los ltimos captulos de este libro el autor los dedica a la descripcin de la fortaleza del Cuzco, Sacsayhuamn, y la grandeza increble de sus piedras. Considera que lo ms admirable de esta obra arquitectnica son los tres muros de la cerca, pasadas las cuales exista una plaza larga y angosta donde haba tres torreones fuertes, el del medio circular y los de los flancos cuadrados. Menciona a los cuatro maestros mayores de la fortaleza y relata la historia de la piedra cansada, un inmenso bloque ptreo que no lleg a su destino. Libro OctavoEn este libro el autor relata las conquistas de Tpac Inca Yupanqui, undcimo Rey, cuyo nombre significa el que relumbra o resplandece. Empez por preparar la conquista de los Chachapuyas o Chachapoyas, situada al oriente de Cajamarca, pero previamente deba someter a la provincia de Huacrachucu (que significa tocado o sombrero de cuerno), cuyos habitantes resistieron con las armas hasta que acataron ser vasallos del Inca. Luego se relata la conquista de los primeros pueblos chachapoyas, llamados tambin chachas, quienes trabaron brava resistencia en Cntur Marca y Cassamarquilla. Los incas prosiguieron la conquista de otros pueblos y naciones brbaras, que eran ms propiamente dicho behetras habitadas por gente muy salvaje y bestial. Una vez sujetos a los incas, estos se encargaron de civilizarlos, tan as, que dos de esas provincias, Cascayunca y Huancapampa, llegaron a ser de las mejores del imperio. Otras tres provincias belicosas y tenaces, Cassa, Ayahuaca y Callua, que fueron conquistadas despus. Luego Tpac Yupanqui se dedic a visitar su imperio, ordenando levantar en varios puntos grandes edificios como casas reales, depsitos, casas de escogidas, etc. pasado algunos aos reemprendi las conquistas: la siguiente provincia en ser anexada fue la de Hunucu, en la sierra central del Per, cuyo principal centro (Huanucopampa) se convirti en la cabecera de muchas provincias. Luego se aprest a realizar la conquista de la provincia de los Caaris, gente belicosa y valiente, en el actual territorio de Ecuador. De camino hacia all, someti a la provincia de los Paltas, indios que se deformaban la cabeza y en cuyo territorio cultivaban unos frutos muy preciados llamados tambin paltas (aguacates). Llegado al pas de los caaris, el Inca hizo a estos los requerimientos acostumbrados, es decir les dio la opcin de rendirse pacficamente o de tomar las armas para medirse con las suyas; los caaris, luego de deliberar entre ellos, aceptaron someterse. Los incas construyeron en ese pas canales, acequias, as como edificios; especialmente se engalan con muchas construcciones Tumipampa, que se convirti en la cabecera de la regin. Luego continuaron las conquistas de otros pueblos, entre ellos los huancavilcas, hasta llegar a los confines del reino de Quito. Tras algunos aos de quietud, Tpac Inca Yupanqui organiz la conquista de Quito, reino extenso y muy rico, para lo cual apercibi 40.000 soldados que se concentraron en Tumipampa. Pero el rey de Quito era muy brbaro y tosco, y por ende muy belicoso, y sin ms, rechaz los requerimientos del Inca. Los quiteos resistieron durante mucho tiempo trabando varios combates indecisos con las tropas del Inca. Viendo ste que la guerra se prolongaba demasiado, orden a su joven hijo Huayna Cpac que se ejercitase en la milicia y le encomend el mando de 12.000 hombres. Trasladado al frente de lucha, Huayna Cpac se destac pese a su juventud y fue ganado poco a poco el reino de Quito, al punto que su padre decidi volver a descansar al Cuzco, dejndole el mando de la campaa. La conquista de Quito dur tres aos, y se cuenta que el rey quiteo muri de pena al ver perdido la mayor parte de su reino. Huayna Cpac prosigui las conquistas marchando ms al norte; conquist la provincia de Quillacenca y lleg hasta Pastu, Otauallu y Caranque, quedando en esos parajes fijaba la frontera septentrional del Imperio. Rematada as las conquistas de las provincias del norte, Huayna Cpac regres al Cuzco a dar cuenta a su padre, siendo recibido en triunfo. El autor cuenta que el prncipe cas tres veces, y nombra a sus esposas: Pillcu Huaco, Raua Ocllo y Mama Runtu; la primera no le dio hijos y las restantes fueron consideradas al mismo tiempo como coyas o reinas legtimas y dieron descendencia. Pasado algn tiempo de quietud y sosiego, el Inca Tpac Inca Yupanqui enferm gravemente e hizo su testamento, dejando el imperio a su hijo Huayna Cpac. Su cuerpo fue embalsamado segn la costumbre inca; el autor vio su momia en el ao de 1559, y segn l, pareca tener vida. Luego Garcilaso hace una larga enumeracin descriptiva de las riquezas naturales nativas del Per: los animales mansos y bravos, las mieses y legumbres, frutas y aves, piedras y metales preciosos. Trata sobre el maz (que en la lengua del Per se llamaba zara; maz es nombre de origen caribeo), y una semilla llamada quinua que los espaoles llamaron mijo, as como otras semillas como los purutus (frijoles) y el tarwi (chocho); de las legumbres que se cran debajo de la tierra (papas, ocas, batatas); de las frutas de rboles mayores (pepinos, guayabas, pacaes, paltas, lucmas); del rbol mulli y del pimiento o uchu (aj), este ltimo infaltable en los potajes nativos; del rbol maguey y de sus propiedades; del pltano, pia y otras frutas sabrosas; de la preciada hoja llamada cuca o coca, y del tabaco; del ganado manso y las recuas que haban (se refiere a las llamas y alpacas); del ganado bravo (guanacos, vicuas, tarucas) y otras sabandijas (zorros, zorrillos, vizcachas), as como leones (pumas), osos, tigres, micos y monas; de las aves bravas de tierra y agua bravas y mansas; de las perdices, palomas y otras aves menores; las diferentes especies de papagayos y su mucho hablar. Menciona y describe tambin a cuatro ros famosos: Amazonas o Ro Grande, Apurmac, Maran y el Ro de la Plata o Paraguay; as como el pescado que se cra. Finaliza tratando sobre las esmeraldas, turquesas y perlas, el oro y la plata, el azogue, y cmo se fundan los metales antes de los espaoles.Libro NovenoEmpieza el autor narrando las grandezas y magnanimidades de Huayna Cpac, el doceavo soberano inca, quien inici su reinado haciendo una visita general a su imperio. Tuvo por entonces un hijo, al que despus llam Huscar Inca, cuyo nombre, que significa soga o maroma (Huasca), fue debido a que en homenaje a su nacimiento su padre orden hacer una pesada cadena de oro de 700 pies de largo. Huayna Cpac tuvo otro hijo, llamado Atahualpa, quien, segn afirma Garcilaso, naci en Quito, siendo su madre la hija del rey quiteo sometido (aunque ahora se puede asegurar que en realidad naci en Cuzco y que fue hijo de una coya cuzquea). Enseguida se detallan las conquistas de Huayna Cpac, que someti pacficamente a diez valles de la costa entre Pacasmayo y Tumbes, para despus regresar a Quito, donde pas dos aos construyendo edificios. Luego volvi a ponerse en campaa y se dirigi a Tmpiz o Tumbes, habitada por gente regalada y viciosa, quienes de buena gana aceptaron la dominacin inca; all el Inca construy una fortaleza, un templo de sol y una casa de escogidas. Luego castig a los indios huancavilcas que en el reinado de su padre haban matado a las autoridades incas. Luego de hacer otra visita al Imperio, Huayna Cpac se dirigi contra la isla de la Pun, cerca de Tumbes, donde reinaba un reyezuelo llamado Tumpalla, quien acept ser vasallo del Inca, aunque de mala gana y con el propsito de rebelarse a la menor ocasin. En efecto, al momento en que las autoridades incas pasaban en barcas hacia la isla, fueron atacados intempestivamente por la gente de Pun y arrojados al mar, siendo asesinados a golpes usando como garrotes sus propios remos. La respuesta de Huayna Cpac no se hizo esperar y el castigo contra los de Pun fue terrible: los principales rebeldes fueron ejecutados de diversas formas: unos fueron degollados, otros ahorcados y algunos descuartizados. Otra rebelin protagonizaron los Chachapoyas, al este de Cajamarca; contra quienes march enseguida Huayna Cpac, pero antes de llegar a su destino un cortejo de mujeres chachapoyas, encabezadas por la que fuera concubina de su padre Tpac Inca Yupanqui, rog por el perdn de los suyos, esgrimiendo muchas razones que convencieron al Inca. Luego Huayna Cpac se dirigi a la costa del actual Ecuador, donde someti a pueblos primitivos, como los Manta, que adoraban a una esmeralda y que practicaban la sodoma y otras prcticas sexuales nefandas. Luego de someter a otros pueblos, el Inca continu ms al norte, hasta llegar a Passau, ya debajo de la lnea equinoccial, poblado de gente ms salvaje y bruta todava. Ante tan desoladora visin, Huayna Cpac retrocedi, pues consider que aquellos salvajes no merecan tenerlo por seor. Luego Garcilaso, citando al cronista Cieza, trascribe una leyenda de gigantes que supuestamente habitaron la punta de Santa Elena y cuyos restos seos podan aun verse en su tiempo. Cuenta tambin que durante una fiesta del Inti Raymi, el Inca se atrevi ver al Sol en plena ceremonia, lo que fue tomado por mal presagio por los indios. Durante otra visita que hizo a sus reinos, se enter de la sublevacin de los Caranques, nacin situada en los confines del reino de Quito, que como salvajes que eran, mataron y se comieron a las autoridades del Inca. Huayna Cpac mand su ejrcito contra los rebeldes, quienes fueron sometidos y castigados merecidamente: unos 2000 fueron degollados y arrojados en una laguna que desde entonces se llam Yahuarcocha o laguna de sangre. Cuenta enseguida el autor que Huayna Cpac decidi darle el Reino de Quito a su hijo Atahualpa, pues era su preferido, y que Huscar, que era el legtimo heredero del Imperio, acept la voluntad paterna. Menciona tambin los dos caminos incas que surcaban transversalmente el Imperio, uno de la costa y el otro de la sierra (el Cpac an), y sobre las noticias que Huayna Cpac tuvo de los espaoles que por entonces recorran la costa norte del Imperio; tambin sobre las seales vistas en el cielo que anunciaron por entonces la cada del Imperio Inca y el cambio radical de la forma de la vida andina que se avecinaba. Finalmente, Huayna Cpac enferm y muri, y en su testamento orden a sus sbditos que obedecieran a los extranjeros invasores que ya se acercaban, pues stos eran poderosos e imbatibles, de acuerdo a una profeca antigua, que aseguraba que tal suceso ocurrira tras el duodcimo Inca. Luego, el autor describe las animales, plantas y otras cosas que los castellanos trajeron al Per: las yeguas y caballos, cmo los criaban al principio, y lo mucho que valan; las vacas y bueyes, y sus precios altos y bajos; los camellos, asnos y cabras, y sus precios y mucha cra; las puercas y su mucha fertilidad; las ovejas y gatos caseros; los conejos y perros castizos; las ratas y la multitud de ellas; las gallinas y palomas; el trigo; la vid y el primero que produjo uvas en el Cuzco; el vino, y el primero que lo hizo en el Cuzco, y sus precios; el olivo y sobre quien lo llev al Per; las frutas de Espaa y la caa de azcar; las hortalizas, flores y yerbas; el lino, esprragos, biznagas y ans. Luego menciona los nombres nuevos para nombrar a las diversas generaciones nacidas en el Per: criollo, mestizo, mulato, cholo, entre otros. Retomando la historia inca, el autor cuenta que una vez muerto Huayna Cpac, reinaron sus dos hijos unos cuatro o cinco aos en paz: Huscar como Sapa Inca y Atahualpa como rey de Quito. Sin embargo, Huscar se dio cuenta del error de su padre de dar a Atahualpa el gobierno de una inmensa provincia del norte, pues as quedaba bloqueada la ampliacin de la frontera norte por parte de la casta cuzquea, pues en el resto de las fronteras se haba llegado a lmites infranqueables, como el mar, las selva y el territorio al sur del Maule, poblado de salvajes. Tambin entrevi que tal particin del imperio contradeca el mandato del primer inca Manco Cpac, que solo admita un imperio incaico nico. Con tales razones, Huscar invit a su hermano que fuera al Cuzco para que jurara como su vasallo, en aras de un inters mayor como la unidad del Imperio. Atahualpa, con astucia, simul acatar la orden, pero pidi permiso para llevar consigo a miles de sus vasallos, a fin de celebrar fastuosamente las exequias de su padre, lo que Huscar, sin sospechar malicia, acept. Secretamente, Atahualpa orden a sus generales que organizaran batallones y que le siguieran sigilosamente en su marcha al Cuzco; solo cuando ya estaba cerca del Cuzco orden a sus tropas que enarbolaran sus insignias y marcharan en orden de batalla contra Huscar. Sus principales maeses de campo eran Challcuchimac y Quisquis; sus tropas superaban los 30.000, mayormente soldados experimentados en las ltimas guerras de conquista realizadas por Huayna Cpac. Huscar, sorprendido, convoc a sus tropas pero ya era tarde y solo pudo reunir unos 10.000 de los suyos y otras tropas del Contisuyo, que eran inexpertas, mientras otras con ms experiencia y nmero, las del Collasuyo, tardaran en llegar por su lejana. Hubo una serie de encuentros, hasta que la batalla definitiva se dio cerca del Cuzco, en Quepaypampa, donde los atahualpistas triunfaron, merced a su mayor nmero y experiencia militar. Aquel campo se conoci despus como Yahuarpampa o campo de sangre. El mismo Huscar fue capturado y atado. Atahualpa, por naturaleza crudelsimo, orden una matanza de toda la familia de su hermano, sin respetar nios ni mujeres; se describe la manera espeluznante cmo se cumpli esta orden, aunque algunos de la casta cuzquea lograron salvarse, entre ellos, segn cuenta Garcilaso, estuvieron su madre y su to, Isabel Chimpu Ocllo y Francisco Huallpa Tpac Yupanqui, que por entonces eran unos muchachos. Pero la ira de Atahualpa se ceb tambin con los criados de la casa real y poblaciones enteras fueron diezmadas. Otro en salvarse fue el que despus sera prncipe Manco Inca, otro de los hijos de Huayna Cpac. La crueldad de Atahualpa fue tan extremada que en tiempos de la conquista espaola todava los supervivientes de la masacre guardaban odio profundo hacia quien consideraban un inca advenedizo o auca (traidor) y hasta dudaban si en realidad era hijo de Huayna Cpac, ya que su conducta contrastaba con la natural piedad y benevolencia de los antiguos incas. Es por ello que Garcilaso, que tena tambin sangre inca, no incluye a Atahualpa en su lista de los reyes incas. Finaliza el libro contando su autor que por el ao 1603 se enter que existan todava ms descendientes de la sangre real de los Incas, que suplicaban entonces a Su Majestad espaola excepciones de tributos y se quejaban de otras vejaciones que se les hacan.

SEGUNDA PARTE: HISTORI GENERAL DEL PER

Comentarios reales Segunda Parte: Ide Inca Garcilaso de la Vega

EL VALOR DE LAS COSAS COMUNES ANTES DE GANAR EL PERDe las cosas comunes diremos en particular solas tres, que bastarn para que sean testigos de lo que vamos probando, y no dir ms, por que se excuse la prolijidad que causaran los innumerables que deste jaez pudiramos decir. El primer testigo sea que una dehesa que hoy es mayorazgo de los buenos de Extremadura, en la ciudad de Trujillo, que vale cada ao ms de ocho mil ducados de renta, la compraron los antecesores de los que hoy la poseen en doscientos mil maravedes de principal, y esto fue poco antes que se ganara el Per. El segundo testigo sea que en esta ciudad de Crdoba, un hombre noble que falleci en ella pocos aos antes que se descubrieran las Indias, en su testamento, entre otras cosas, manda que se haga cierta fiesta a Nuestra Seora, y que la misa sea cantada, y que predigue a ella un religioso de la orden del divino San Francisco, y que se le d de limosna para que coma aquel da el convento treinta maravedes. La renta de las posesiones que para esta obra pa y para otras dej mandadas vala entonces cuatrocientos y cincuenta maravedes. Los cofrades de aquella fiesta, que son los escribanos reales, viendo lo mucho que la renta ha crecido, dan de limosna al convento (de ms de cincuenta aos a esta parte) cantidad de veinte a treinta ducados, subiendo unos aos al nmero mayor, y otros bajando al nmero menor; y ha habido ao de dar cuarenta escudos en oro, que son diez y seis mil maravedes, en lugar de los treinta maravedes que el testador mand; porque ha crecido tanto la renta, que este ao de mil y seiscientos y seis rentan las posesiones en dinero y en ddivas ms de novecientos ducados. El testigo tercero sea, que en la ciudad de Badajoz, naturaleza de mi padre, hay cuatro mayorazgos, entre otros muchos que all hay, los cuales fund despus de viuda una mujer noble en cuatro hijos, la cual fue seora de una villa cercada con siete leguas de trmino, y de muchas dehesas muy buenas. La villa le quit el rey Enrique Tercero, por el buen gobierno, a ttulo de que por ser mujer y haber guerras entonces entre Portugal y Castilla, y estar la villa cerca de la raya, no podra defenderla; diole en juro perpetuo cuarenta y cinco mil maravedes diole en juro perpetuo cuarenta y cinco mil maravedes de renta, que en aquel tiempo rentaba la villa. Habr sesenta aos que se vendi en ciento y veinte mil ducados, y hoy vale ms de trescientos mil. Dir el que ahora la pose con ttulo de seor lo que vale de renta, que yo no lo s. Aquella seora dej este juro al hijo mayor por mejorarle, y a los otros tres dej a cuatro y a cinco mil maravedes de renta en dehesas; hoy les vale a sus dueos ducados por maravedes, y antes ms que menos; y al que fue mejorado, por ser su mayorazgo en juro, no le ha crecido una blanca, que si fuera en posesiones no fuera lo mismo. De la propia manera ha crecido el valor y precio de todas las dems cosas que se gastan en la repblica, as de bastimento como de vestido y calzado, que todo ha subido de precio de la manera que se ha dicho; y todava sube, que el ao de mil quinientos y sesenta, que entr en Espaa, me costaron los dos primeros pares de zapatos de cordobn que en Sevilla romp a real y medio cada par, y hoy, que es ao de mil seiscientos y trece, valen en Crdoba los de aquel jaez, que eran de una suela, cinco reales, con ser Crdoba ciudad ms barata que Sevilla. Y subiendo de lo ms bajo, que es el calzado, a lo ms alto de las cosas que se contratan, que son los censos, digo que aquel ao de mil quinientos sesenta se daban los dineros a censo de diez mil maravedes por mil de renta; y aunque cuatro aos despus, por buena gobernacin, los mandaron subir a catorce mil el millar, este ao no los quiere tomar nadie (si son en cantidad y han de ser bien impuestos) menos de a veinte mil el millar; y muchos hombres, seores de vasallos, viendo la barata han tomado y toman censos a veinte mil el millar para redimir los que tenan de a catorce mil. Dems de lo que se ha dicho, es cosa cierta y notoria que dentro de pocos das que la armada del Per entra en Sevilla, suena su voz hasta las ltimas provincias del Viejo Orbe, porque como el trato y contrato de los hombres se comunique, y pase de una provincia a otra, y de un reino a otro, y todo est colgado de la esperanza del dinero, y aquel imperio sea un mar de oro y plata, llegan sus crecientes a baar y llenar de contento y riquezas a todas las naciones del mundo, mercedes que nuestro Triunvirato les ha hecho. (Francisco Pizarro, Diego de Almagro y Hernando de Luque).

Comentarios reales Segunda Parte: IIde Inca Garcilaso de la Vega

LA SANGRIENTA BATALLA DE LAS SALINASRodrigo Orgez, como bravo soldado que era, apercibi su gente bien de maana, y puso en escuadrn los infantes, con sus mangas de arcabuceros a una mano y a otra del escuadrn, aunque sus arcabuceros eran pocos, y muchos de los de su contrario, que fueron los que le destruyeron y vencieron. Los capitanes de la infantera era Cristbal de Sotelo, Hernando de Alvarado, Juan de Moscoso, Diego de Salinas. La gente de a caballo reparti en dos cuadrillas; en la una fueron Juan Tello y Vasco de Guevara, y en la otra Francisco de Chaves y Ruy Daz. Orgez, como caudillo, quiso andar suelto con su compaero Pedro de Lerma, con achaque de gobernar el campo; pero su intencin no era sino tener libertad para pasarse de una parte a otra buscando a Hernando Pizarro para encontrarse con l. Su artillera puso a un lado del escuadrn, donde pudiese ofender a sus enemigos. Puso por delante un arroyo que pasaba por aquel llano y una cinaga pequea que all hay, entendiendo que fueran pasos dificultosos para sus contrarios.Pedro de Valdivia, que era maese de campo, y Antonio de Villalba, sargento mayor, ordenaron su gente por los mismos trminos que Rodrigo Orgez la suya. Pusieron el escuadrn con muy hermosas mangas de arcabuceros, que fueron los que hicieron el hecho. Hicieron dos escuadrones de a cien caballos contra los de Orgez. Hernando Pizarro con su compaero, que se llamaba Francisco de Barahona, tom la delantera del un escuadrn de los caballos, y Alonso de Alvarado la de los otros. Gonzalo Pizarro, como general de la infantera quiso pelear a pie. As fueron a encontrarse con los de Almagro, y pasaron el arroyo y la cinaga, sin contradiccin de los enemigos, porque antes de pasar, les echaron una rociada de pelotas que les hizo mucho dao, y aun los desorden de manera que con facilidad pudieron romperlos; porque los infantes y caballos se retiraron del puesto donde estaban por alejarse de la arcabucera. Lo cual visto por Orgez, desconfiando de la victoria, mand jugar la artillera, y una pelota que entr por el escuadrn contrario llev cinco soldados de una hilera, que los atemoriz de manera que si entraran otras cuatro o cinco, desbarataran del todo el escuadrn. Mas Gonzalo Pizarro y el maese de campo Valdivia se pusieron delante, y esforzaron los soldados y les mandaron que con la pelotas que llevaban de alambre tirasen a las picas de los contrarios, que les hacan ventaja en ellas. Porque los de Almagro, a falta de arcabuces, se haban armado de picas, y queran los de Pizarro quitrselas, porque sus caballos rompiesen el escuadrn ms de cincuenta picas, como lo dicen Agustn de Zrate y Francisco Lpez de Gmara.Las pelotas de alambre (para los que no las han visto) se hacen en el mismo molde que las comunes; toman una cuarta o una tercia de hilo de hierro, y a cada cabo del hilo hacen un garabatillo como un anzuelo pequeo, y ponen el un cabo del hilo en el un medio molde, y el otro en el otro medio; y para dividir los medios moldes ponen en medio un pedazo de una hoja de cobre o de hierro delgado como papel, luego echan el plomo derretido, el cual se encorpora con los garabatillos del hilo de hierro, y sale de pelota en dos medios divididos, asidos al hilo de hierro. Para echarlos en el arcabuz los juntan como si fuera pelota entera; y al salir del arcabuz se apartan, y con el hilo de hierro que llevan en medio cortan cuanto por delante topan. Por este cortar mandaron tirar a las picas, como lo dicen los historiadores; porque con las pelotas comunes no pudieran quebrar tantas picas como quebraron. No tiraron a los piqueros por no hacer tanto dao en ellos; quisieron mostrar a sus contrarios la ventaja que en los arcabuces les tenan.Esta invencin de pelotas llev de Flandes al Per el capitn Pedro de Vergara con los arcabuces que all pas. Yo alcanc en mi tierra algunas dellas, y en Espaa las he visto y las he hecho, y all conoc un caballero que se deca Alonso de Loaya, natural de Trujillo, que sali de aquella batalla herido de una pelota destas, que lo cort la quijada baja con todos los dientes bajos y parte de las muelas; fue padre de Francisco de Loaya, que hoy vive en el Cozco, uno de los pocos hijos de conquistadores que gozan de los repartimientos de sus padres. La invencin de las pelotas de alambre debieron de sacar de ver echar los pedazos de cadena que echan en las piezas de artillera para que hagan ms daos en los enemigos. Volviendo al cuento de nuestra batalla, decimos que Rodrigo Orgez y su compaero Pedro de Lerma, viendo el dao que la arcabucera haba hecho en los suyos, arremetieron con el escuadrn de caballos en que iba Hernando Pizarro a ver si pudiesen matarle, que era lo que deseaban, porque la victoria de la batalla ya la vean declinarse al bando de sus enemigos. Pusironse bien enfrente dl y de su compaero, que por las seas de las ropillas de terciopelo naranjado, eran bien conocidos. Arremetieron con ellos, los cuales salieron al encuentro con grande nimo y bizarra. Rodrigo Orgez, que llevaba lanza de ristre, encontr a Francisco de Barahona, y acert a darle en el barbote (en el Per, a falta de celadas borgoonas, ponan los de a caballo barbotes postizos a la celadas de infantes con que cubran el rostro); la lanza rompi el barbote, que era de plata y cobre, y le abri la cabeza, y dio con l en el suelo, y pasando adelante atraves a otro la lanza por los pechos, y echando mano al estoque, fue haciendo maravillas de su persona; mas dur poco, porque de un arcabuzazo le hirieron con un perdign en la frente, de que perdi la vista y las fuerzas.Pedro de Lerma y Hernando Pizarro se encontraron de las lanzas, y porque eran jinetes, y no de ristre, ser necesario que digamos cmo usaban dellas. Es as que entonces y despus ac, en todas las guerras civiles que los espaoles tuvieron, hacan unas bolsas de cuero asidas a unos correones fuertes que colgaban del arzn delantero de la silla y del pescuezo del caballo, y ponan el cuento de la lanza en la bolsa, y la metan debajo del brazo, como si fuera de ristre. Desta manera hubo bravsimos encuentros en las batallas que en el Per se dieron entre los espaoles, porque el golpe era con toda la pujanza del caballo y del caballero. Lo cual no fue menester para con los indios, que bastaba herirles con golpe del brazo y no de ristre. Despus del primer encuentro, si la lanza quedaba sana, entonces la sacaban del bolsn, y usaban della como lanza jineta. Damos particular cuenta de las armas defensivas y ofensivas que en aquella mi tierra se usaban, para que se entienda mejor lo que furemos diciendo. Volviendo al encuentro de Hernando Pizarro y Pedro de Lerma, es as que por ser las lanzas largas, y blandear ms de lo que sus dueos quisieran, fueron los encuentros bajos. Hernando Pizarro hiri malamente a su contrario en un muslo, rompindole las coracinas y la cota que llevaba puesta. Pedro de Lerma dio al caballo de Hernando Pizarro en lo alto del copete; de manera que con la cuchillada del hierro de la lanza cort algo del pellejo, y rompi las cabezadas, y dio en lo alto del arzn delantero, que (con ser la silla de armas) lo desencaj y sac de su lugar, y pasando delante la lanza rompi las coracinas y la costa, y hiri a Hernando Pizarro en el vientre, no de herida mortal, porque el caballo, del bravo encuentro de la lanza se delom a aquel tiempo, y cay en tierra, y con su cada libr de la muerte al caballero que a no suceder as se tuvo por cierto que pasara la lanza de la otra parte. En este paso, loando ambos historiadores las proezas de Orgez, dicen casi unas mismas palabras; las ltimas de Agustn de Zrate en aquella loa son las que siguen: "Y cuando Rodrigo Orgez acometi, le hirieron con un perdign de arcabuz en la frente, habindole pasado la celada, y l con su lanza , despus de herido, mat dos hombres, y meti un estoque por la boca a un criado de Hernando Pizarro, pensando que era su amo, porque iba muy bien ataviado". Hasta aqu es de Zrate. Sobre lo cual es de advertir que quien dio en Espaa la relacin desta batalla debi de ser del bando contrario de Hernando Pizarro, porque en su particular la dio siniestra. Que dijo que Hernando Pizarro visti a un criado suyo con las vestiduras y divisas que haba dicho que sacara el da de la batalla, para que los que le buscasen (mirando por el criado ataviado) se descuidasen dl. En lo cual le motej de cobarde y pusilnime; y esta fama se divulg por toda Espaa, y fue al Per; y el Consejo Real de las Indias, para certificarse deste particular, llam a un soldado famoso que se hall en aquella batalla de don Diego Almagro, que se deca Silvestre Gonzlez; y, entre otras cosas, le pregunt si en el Per tenan a Hernando Pizarro por cobarde. El soldado, aunque de bando contrario, dijo, abonndole, todo lo que de Hernando Pizarro y de su desafo, y de Orgez, y de los compaeros, hemos dicho que era la pblica voz y fama de aquella batalla. Esto pas en Madrid en los ltimos aos de la prisin de Hernando Pizarro, que fueron veinte y tres; y el soldado cont a m lo que le pas en el Consejo Real de las Indias. El que ech la mala fama, para darle dolor, dijo que era criado el que decimos que era su compaero. Dijo que iba muy ataviado, y fue verdad, porque llevaba la misma divisa de Hernando Pizarro, que era la ropilla de terciopelo naranjado muy acuchillada. Quit de la verdad, y aadi de lo falso en hacer criado al que era compaero. Viendo los suyos a Hernando Pizarro cado, entendiendo que era muerto, arremetieron con los de don Diego de Almagro, y los unos y los otros pelearon bravsimamente con mucha mortandad de ambas partes, porque se encendi el fuego ms de lo que pensaron, y se hirieron y mataron con grandsima rabia y desesperacin, como si no fueran todos de una misma nacin, ni de una religin, ni acordndose que haban sido hermanos y compaeros en armas, para ganar aquel imperio con tanto trabajo como lo ganaron. Dur la pelea sin reconocer la victoria mucho ms tiempo del que se imagin, porque los de Almagro, aunque eran muchos menos en nmeros, eran iguales en valor y nimo a los de Pizarro, y as resistieron la pujanza de los enemigos y la ventaja de los arcabuces, a costa de sus vidas, vendindolas bien hasta que se vieron consumidos, muertos y heridos, y los que pudieron volvieron las espaldas. Entonces se mostr ms cruel la rabia con que haban peleado; que aunque los vieron vencidos y rendidos, no los perdonaron, antes mostraron mayor sea.

Comentarios reales Segunda Parte: IIIde Inca Garcilaso de la Vega

EL MARQUS HACE REPARTIMIENTO DEL REINO Y PROVINCIA DE LOS CHARCAS, Y GONZALO PIZARRO VA A LA CONQUISTA DE LA CANELASosegada la guerra, y los indios puestos en paz, hizo el marqus repartimiento dellos en los ms principales espaoles que se hallaron en aquella conquista; dio un repartimiento muy bueno a su hermano Hernando Pizarro, y otro a Gonzalo Pizarro, en cuyo distrito se descubrieron, aos despus, las minas de plata de Potos, en las cuales supo a Hernando Pizarro, como a vecino de aquella ciudad (aunque l estaba ya en Espaa), una mina que dieron a sus ministros para que le enviasen plata della. La cual sali tan rica, que en ms de ocho meses sacaron della plata acendrada, finsima, de toda ley, sin hacer otro beneficio al metal ms de fundirlo.Aadimos esta riqueza aqu porque se me fue de la memoria cuando tratamos de aquel famoso cerro en la primera parte de estos comentarios. A Garcilaso de la Vega, mi seor, dieron el repartimiento llamado Tapacri. A Gabriel de Rojas dieron otro mucho bueno, y lo mismo a otros muchos caballeros en espacio de ms de cien leguas de trmino que aquella ciudad entonces tena, del cual dieron despus parte a la ciudad que llamaron de la Paz.No valan aquellos repartimientos entonces cuando se dieron sino muy poco, aunque tenan muchos indios, y eran de tierra muy frtil y abundante, hasta que se descubrieron las minas del Potos; entonces subieron las rentas a diez por uno, que los repartimientos que rentaban a dos, tres, cuatro mil pesos, rentaron despus a veinte, treinta y cuarenta mil pesos. El marqus don Francisco Pizarro, habiendo mandado fundar la villa que llamaron de la Plata, que hoy se llama ciudad de la Plata, y habiendo repartido los indios de su jurisdiccin en los ganadores y conquistadores della, que todo fue ao de mil y quinientos y treinta y ocho y treinta y nueve, no habiendo reposado an dos aos de las guerras civiles y conquistas pasadas, pretendi otras tan dificultosas y ms trabajosas, como luego se dir. Con la muerte de don Diego de Almagro qued el marqus solo gobernador de ms de setecientas leguas de tierras que hay Norte Sur, desde los Charcas a Quitu, donde tena bien que hacer en apaciguar y allanar las nuevas conquistas que sus capitanes en diversas partes hacan, y en proveer de justicia y quietud para los pueblos que ya tenan pacficos; pero como el mandar y seorear sea insaciable, no contento con lo que tena, procur nuevos descubrimientos, porque su nimo belicoso pretenda llevar y pasar adelante las buenas andanzas que hasta all haba tenido.Todo nueva que fuera de los trminos de Quitu y fuera de lo que los reyes Incas seorearon, haba una tierra muy larga y ancha donde se criaba canela, por lo cual llamaron la Canela. Parecile enviar a la conquista de ella a su hermano Gonzalo Pizarro, para que tuviese otra tanta tierra que gobernar como l; y habindolo consultado con los de su secreto, renunci la gobernacin de Quitu en el dicho su hermano, para que los de aquella ciudad le socorriesen en lo que hubiese menester, porque de all haba de hacer su entrada, por estar la Canela al levante de Quitu. Con esta determinacin envi a llamar a Gonzalo Pizarro, que estaba en los Charcas ocupado en la nueva poblacin de la ciudad de la Plata, y en dar orden y asiento para gozar del repartimiento de indios que le haba cabido. Gonzalo Pizarro vino luego al Cozco, donde su hermano estaba; y habiendo platicado entre ambos la conquista de la Canela, se apercibi para ella, aceptando con muy buen nimo, la jornada, por mostrar en ella el valor de su persona para semejantes hazaas.Hizo en el Cozco ms de doscientos soldados, los ciento de a caballo, y los dems infantes; gast con ellos ms de sesenta mil ducados. Fue a Quitu, quinientas leguas de camino, donde estaba Pedro de Puelles por gobernador. Por el camino pele con los indios que andaban alzados; tuvo batallas ligeras con ellos; pero los de Hunucu le apretaron malamente, tanto, que, como dice Agustn de Zrate, libro cuarto, captulo primero, le envi el marqus socorro con Francisco de Chaves.Gonzalo Pizarro, libre de aquel peligro y de otros no tan grandes, lleg a Quitu. Mostr a Pedro de Puelles las provisiones del marqus su hermano; fue obedecido. Y como gobernador de aquel reino aderez lo necesario para su jornada: hizo ms de otros cien soldados, que por todos fueron trescientos y cuarenta, los ciento y cincuenta de a caballo, y los dems infantes.Llev ms de cuatro mil indios de paz cargados con sus armas y bastimento, y lo dems necesario para la jornada, como hierro, hachas, machetes, sogas y maromas de camo, y clavazn para lo que por all se les ofreciese.Llevaron asimismo cerca de cuatro mil cabezas de ganado de puercos, y de las ovejas mayores de aquel imperio, que tambin ayudaron a llevar parte de la municin y carguo.Dej en Quitu por su lugarteniente a Pedro de Puelles, y habiendo reformado y dado nueva orden en ciertas cosas que tenan necesidad de reformacin, sali de Quitu por Navidad del ao mil y quinientos y treinta y nueve. Anduvo en buena paz y muy regalado de los indios todo lo que dur el camino, hasta salir del imperio de los Incas. Luego entr en una provincia que los historiadores llamaban Quixos. Y porque en esta jornada de la Canela, Francisco Lpez de Gmara y Agustn de Zrate van muy conformes, contando los sucesos della casi por unas mismas palabras, y porque yo las o a muchos de los que en este descubrimiento se hallaron con Gonzalo Pizarro, dir, recogiendo de los unos y de los otros, lo que pas.Es as que en aquella provincia de los Quixos, que es al norte de Quitu, salieron muchos indios de guerra a Gonzalo Pizarro; mas luego que vieron los muchos espaoles y caballos que llevaban, se retiraron la tierra adentro, donde nunca ms parecieron. Pocos das desto tembl la tierra bravsmamente, que se cayeron muchas casas en el pueblo donde estaba. Abrise la tierra por muchas partes; hubo relmpagos, truenos, rayos, tantos y tan espesos, que se admiraron los espaoles muy mucho; juntamente llovi muchos das tanta agua, que pareca que la echaban a cntaros; admirles la novedad de la tierra, tan diferente de la que haban visto en el Per. Pasados cuarenta o cincuenta das que tuvieron esta tormenta, procuraron pasar la Cordillera Nevada; y aunque iban bien apercibidos (como aquella Sierra sea tan extraa), les cay tanta nieve y hizo tanto fro, que se helaron muchos indios, porque visten poca ropa, y sa de muy poco abrigo. Los espaoles, por huir del fro y de la nieve, y de aquella mala regin, desampararon el ganado y la comida que llevaban, entendiendo hallarla dondequiera que hubiese poblacin de indios. Pero sucediles en contra, porque pasada aquella Cordillera tuvieron mucha necesidad de bastimento, porque la tierra que hallaron (por ser estril) no tena habitadores. Dironse priesa a salir della, llegaron a una provincia y pueblo que llamaban Zumaco, puesto a las faldas de un volcn, donde hallaron comida; pero tan cara, que en dos meses que all estuvieron no les ces de llover jams ni slo un da, con que recibieron mucho dao, que se les perdi mucha ropa de la que llevaban de vestir.En aquella provincia llamada Zumaco, que est debajo de la Equinocial, o muy cerca, se cran los rboles que llaman canela, la que iban a buscar. Son muy altos, con hojas grandes como el laurel, y la fruta son unos racimos de fruta menuda, que se cran en capullos como de bellota. Y aunque el rbol y sus hojas, races y corteza huelen y saben a canela, la ms perfecta canela son los capullos. Por los montes se cran muchos rboles de aquellos, incultos, y dan fruto; pero no es tan bueno como el que sacan los indios de los rboles que plantan y cultivan en sus tierras para sus granjeras con sus comarcanos; mas no con los del Per. Los cuales nunca quisieron ni quieren otras especies que su uchu, que los espaoles llaman all aj, y en Espaa pimiento.

Comentarios reales Segunda Parte: IVde Inca Garcilaso de la Vega

LA MUERTE DEL MARQUS DON FRANCISCO PIZARRO Y SU POBRE ENTIERROSintiendo el ruido que los del Chili llevaban, algunos indios del servicio del marqus entraron donde estaba, y le avisaron de la gente que vena, y de qu manera vena. El marqus, que estaba hablando con su alcalde mayor, el doctor Velzquez, y con el capitn Francisco de Chaves, que era como su teniente general, y con Francisco Martn de Alcntara, su hermano materno, y con otros doce o trece criados de casa, con el aviso de los indios sospech lo que fue. Mand a Francisco de Chaves que cerrase la puerta de la sala y de la cuadra donde estaban, mientras l y los suyos se armaban para salir a defenderse de los que venan. Francisco de Chaves, entendiendo que era alguna pendencia particular de soldados, y que bastara su autoridad a apaciguarla (en lugar de cerrar las puertas como le fue mandado), sali a ellos y los hall que suban ya la escalera. Y turbado de ver lo que no pens, les pregunt diciendo: Qu es lo que mandan vuestas mercedes?. Uno dellos le dio por respuesta una estocada. l, vindose herido, para defenderse ech mano a su espada; luego cargaron todos sobre l, y uno dellos le dio una cuchillada tan buena en el pescuezo, que como dice Gmara, captulo ciento y cuarenta y cinco, le llev la cabeza a cercn, y rod el cuerpo la escalera abajo. Los que estaban en la sala, que eran criados del marqus, salieron a ver el ruido, y viendo muerto a Francisco de Chaves, volvieron huyendo como mercenarios, y se echaron por las ventanas que salan a un huerto de la casa; y entre ellos fue el doctor Juan Velzquez con la vara en la boca, porque no le estorbase las manos, como que por ella le hubiesen de respetar los contrarios. Los cuales entraron en la sala, y no hallando gente en ella, pasaron a la cuadra. El marqus, sintindolos tan cerca, sali a medio armar, que no tuvo lugar a atarse las correas de una coracinas que se haba puesto. Sac embarazada una adarga y una espada en la mano. Salieron con l su hermano Francisco Martn de Alcntara y dos pajes, ya hombres, el uno llamado Juan de Vargas, hijo de Gmez de Tordoya, y el otro Alonso Escandn. Los cuales no sacaron armas defensivas porque no tuvieron lugar de poderlas tomar. El marqus y su hermano se pusieron a la puerta, y la defendieron valerosamente gran espacio de tiempo, sin poderles entrar los enemigos. El marqus, con gran nimo, deca a su hermano: Muera, que traidores son. Peleando valientemente los unos y los otros, mataron al hermano del marqus, porque no llevaba armas defensivas. Uno de los pajes se puso luego en su lugar, y l y su seor defendan la puerta tan varonilmente, que los enemigos desconfiaban de poderla ganar; y temiendo que durara mucho la pelea vendra socorro al marqus y los mataran a todos tomndolos en medio. Juan de Rada y otro de los compaeros arrebataron en brazos a Narvez, y lo arrojaron la puerta adentro para que el marqus se cebase en l, y entre tanto entrasen los dems. As sucedi que el marqus recibi a Narvez con una estocada y otras heridas que le dio, de que muri luego. Entre tanto entraron los dems y los unos acudieron al marqus, y los otros a los pajes. Los cuales murieron peleando como hombres y dejaron mal heridos a cuatro de los contrarios. Viendo solo al marqus, acudieron todos a l, y le cercaron de todas partes; l se defendi buen espacio de tiempo como quien era, saltando a unas partes y a otras, trayendo la espada con tanta fuerza y destreza, que hiri malamente a tres de sus contrarios; pero como eran tantos para uno solo, y su edad pasaba ya de los sesenta y cinco aos, se desalent de manera que unos de sus enemigos se le acerc y le dio una estocada por la garganta, de que cay en el suelo pidiendo confisin a grandes voces; y cado como estaba, hizo una cruz con la mano derecha, y puso la boca sobre ella; y besndola expir el famoso sobre los famosos don Francisco Pizarro, el que tanto enriqueci y engrandeci y hoy engrandece la corona de Espaa y a todo el mundo, con las riquezas del imperio que gan; como se ve, y como atrs en muchas partes hemos dicho. Y con todas sus grandezas y riquezas acab tan desamparado y pobre, que no tuvo con qu, ni quien lo enterrase. Donde la fortuna en menos de una hora igual su disfavor y miseria al favor y prosperidad que en el discurso de toda su vida le haba dado.

Comentarios reales Segunda Parte: Vde Inca Garcilaso de la Vega

DON DIEGO DE ALMAGRO SE HACE JURAR POR GOBERNADOR DEL PER, ENVA SUS PROVISIONES A DIVERSAS PARTES DEL REINO, Y LA CONTRADICCIN DELLASEl marqus falleci, como se ha dicho, por la demasiada confianza de Francisco Chaves, que no cerr las puertas como le fue mandado; que a cerrarlas, mientras los contrarios las rompan, tuvieran lugar de armarse los que con el marqus estaban; y quiz sobrepujaran a los de don Diego. Pues siendo no ms de cuatro, que eran el marqus, y su hermano, y sus dos pajes, y mal armados, mataron cuatro, como dicen los autores, y hicieron otros; de creer es que si estuvieran bien apercibidos, bastaban los cuatro y los otros que se echaron por las ventanas a defenderse de los enemigos y aun a vencerlos, que cuando no alcanzaran la victoria, pudiera llegar el socorro con tiempo. Mas cuando la desgracia viene, mal se remedia por consejos humanos. El negro que Gmara dice que mataron los de Almagro fue que sintiendo el tropel que traan peleando con el marqus, subi por el escalera arriba y ayudar a su seor, o morir con l; y cuando lleg a la puerta sinti que ya lo haban muerto; quiso echar el cerrojo por defuera para dejarlos encerrados y llamar la justicia; yendo el negro juntando las puertas, acert a salir uno de los de dentro, y sintiendo la intencin del esclavo arremeti contra l y lo mat a estocadas. Fueron siete los que murieron por parte del marqus, y entre ellos un criado de Francisco Chaves. Luego salieron a la plaza los de Almagro con las espadas ensangrentadas cantando la victoria. As acab el buen marqus, ms por negligencia y confianza de los suyos, que no por la pujanza de sus enemigos. Con el alboroto de su muerte se levant un gran ruido por toda la ciudad: unos, que gritaban diciendo: Aqu del rey, que matan al marqus. Otros que a grandes voces decan: Muerto es ya el tirano, y vengada la muerte de don Diego de Almagro. En esta vocera y confusin salieron muchos del un bando y del otro, cada cual a favorecer su partido, y en la plaza hubo muchas revueltas y pendencias, donde hubo muertos y heridos; mas luego cesaron los del bando del marqus con la certificacin de que era muerte. Los de Chili sacaron a don Diego de Almagro el mozo a la plaza, diciendo que no haba otro rey en el Per sino don Diego de Almagro. El cual, sosegaba la revuelta de aquel da, se hizo jurar del cabildo por gobernador de la tierra, sin que nadie osase contradecirlo, aunque todos los del cabildo eran del bando contrario; pero no os nadie hablar ni contradecir lo que pedan los victoriosos. Quit los ministros que haba de la justicia, y puso otros de su bando. Prendi los hombres ms ricos y poderosos que en la ciudad de los Reyes haba, porque eran del bando contrario; en suma, se apoder de toda la ciudad. Tom los quintos del rey, que era una grandsima suma la que estaba recogida. Lo mismo hizo de los bienes de los difuntos y de los ausentes, y bien lo hubo menester todo para socorrer a los suyos, que estaban tan pobres como se ha dicho.Nombr a Juan de Rada, por su capitn general. Hizo capitanes a Juan Tello de Guzmn, natural de Sevilla, y a Francisco de Chaves, deudo muy cercano del otro Francisco de Chaves que mataron con el marqus; que eso tienen las guerras civiles, ser hermanos contra hermanos. Nombr tambin por capitn a Cristbal Sotelo, y nombr otros ministros de guerra. A fama destas cosas acudieron a la ciudad de los Reyes todos los espaoles que por tierra andaban vaganzos y perdidos; y as hizo don Diego ms de ochocientos hombres de guerra. Envi a todas las ciudades del Per, como fue al Cozco, Arequepa, a los Charcas y, por la costa abajo de la mar, a Trujillo, y la tierra adentro a los Chachapuyas, a requerir y a mandar absolutamente que le recibiesen por gobernador de todo aquel imperio. En una o en dos ciudades le obedecieron ms por miedo que por amor, porque no tenan fuerzas para resistir a cincuenta hombres que don Diego envi a ellas; las dems ciudades resistieron, como luego diremos.En el Per es comn lenguaje decir la costa abajo y las costa arriba, no porque haya cuesta que subir y bajar en la costa, que en figura redonda no la puede haber, sino que se dice la costa abajo por al nueva navegacin que el viento sur hace en aquella mar a los que vienen del Per a Panam, que es como decir cuesta abajo, porque corre all siempre aquel viento. Y al contrario dicen costa arriba yendo de Panam al Per, por la contradiccin del mismo viento, que les hace ir forcejeando como si subiesen cuesta arriba. Juan de Rada provea todo lo que se ha dicho, en nombre de don Diego, muy absolutamente, sin dar parte a los dems capitanes y compaeros que haban sido en la muerte del marqus; de lo cual naci envidia y rencor en todos los dems principales, y trataron de matar a Juan de Rada.Sabido el motn, dieron garrote a Francisco de Chaves, que era el principal de la liga, y mataron a otros muchos, y entre ellos a Antonio de Orihuela, natural de Salamanca, aunque era recin llegado de Espaa, porque supieron que por el camino haba dicho que eran unos tiranos; y l fue tan mal mirado en su salud, que habindolo dicho se fue a meter entre ellos.Uno de los ministros de don Diego envi por la costa a tomar la posesin de aquellos pueblos y hacer gente para su vala, y tomar armas y caballos a los vecinos seores de indios, que favorecan la contraria, que todos los ms eran sus enemigos, fue un caballero llamado Garca de Alvarado. El cual fue a Trujillo, quit el cargo de justicia a Diego de Mora, aunque era teniente de don Diego de Almagro, porque supo que avisaba de todo lo que pasaba a Alonso de Alvarado, que era del bando contrario.Y en la ciudad de San Miguel degoll a Francisco de Vozmediano, y a Hernando de Villegas, y hizo otros grandes desafueros; y mat en Hunucu a Alonso de Cabrera, mayordomo que haba sido del marqus don Francisco Pizarro, porque juntaba algunos compaeros para huirse con ellos al bando del rey.Otro ministro de don Diego, llamado Diego Mndez, fue a los Charcas, a la villa de la Plata, donde hall el pueblo sin gente, porque los vecinos de l se haban ido por unas partes y por otras a juntarse con los de la ciudad del Cozco para ser con ellos de la parte del rey, como luego veremos. Diego Mndez tom en aquella villa mucho oro que los vecinos tenan escondido en poder de sus indios; los cuales en comn son tan flacos, que por cualquiera amenaza que les hagan descubren todo lo que saben.Tom asimismo ms de sesenta mil pesos de plata acendrada de las minas que llamaron de Porco, que entonces an no eran descubiertas las de Potos. Confisc y puso en cabeza de don Diego de Almagro los indios y las haciendas que eran del marqus don Francisco Pizarro, que eran riqusimas. Lo mismo hizo de los indios del capitn Diego de Rojas, y de Peranzures, y de Gabriel de Rojas, y de Garcilaso de la Vega, y de todos los dems vecinos de aquella villa, que todos los ms eran amigos de los Pizarros. Otro mensajero envi a la provincia de Chachapuya, donde andaba Alonso de Alvarado pacificndola. El cual, luego que vio las provisiones de Diego y sus cartas, aunque en ellas le haca grandes promesas si le obedeca, y grandes amenazas si le contradeca, dio por respuesta prender al mensajero, y persuadir a cien espaoles que consigo tena que siguiesen y sirviesen a Su Majestad, y con el consentimiento dellos alz bandera. Y aunque don Diego le escribi con otros mensajeros, nunca le quiso obedecer; antes respondi que no le recibira por gobernador hasta ver expreso mandato de Su Majestad hasta entonces se haba hecho. Todo esto hizo Alonso de Alvarado confiado en la aspereza de aquella provincia, que, como otras veces hemos dicho, es aspersima, y esperaba Alvarado, aunque tena poca gente, defenderse hasta que se juntasen otros del bando de Pizarro a servir al emperador, que bien saba que haban de acudir muchos; y as estuvo esperando lo que sucediese, haciendo llamamiento a la gente que por la costa hubiese. Donde lo dejaremos por decir de otros que hicieron lo mismo. Los mensajeros que con las provisiones y poderes de don Diego de Almagro fueron al Cozco, no se atrevieron a hacer de hecho insolencia alguna como haban hecho en otras partes, que aunque en aquella ciudad haba muchos de su vala, haba ms del servicio del rey, y eran hombres ms principales, ricos y poderosos que tenan reparticiones de indios; y los de don Diego eran pobres soldados recin entrados en la tierra, que deseaban semejantes revueltas para medrar ellos tambin. Eran alcaldes a la sazn en aquella ciudad Diego de Silva, ya otra vez por mi nombrado, hijo de Feliciano de Silva, natural de Rodrigo, y Francisco de Carvajal, que despus fue maese de campo de Gonzalo Pizarro.Los cuales, habiendo visto las provisiones, por no irritar a los del bando de don Diego a que hiciesen algn destino, respondieron, y todo el cabildo con ellos, no contradiciendo ni obedeciendo; y dijeron que para hecho tan solemne era necesario que don Diego enviara poder ms bastante del que envi, y que luego que lo enviase lo recibiran por gobernador. Esto dijeron con determinacin de no recibirle, mas de entretenerle para que hubiese tiempo y lugar de juntarse los que de su bando estaban ausentes, que los ms estaban fuera de la ciudad en sus repartimientos y minas de oro, que casi todos los repartimientos del Cozco las tienen.

Comentarios reales Segunda Parte: VIde Inca Garcilaso de la Vega

EL AUTOR DICE CMO SE HABA GONZALO PIZARRO CON LOS SUYOS.CUENTA LA MUERTE DE VELA NEZ.LA LLEGADA DE FRANCISCO CARVAJAL A LOS REYES.EL RECIBIMIENTO QUE SE LE HIZOYo conoc a Gonzalo Pizarro de vista en la ciudad del Cozco, luego que fue a ella, despus de la batalla de Huarina hasta la de Sacsahuana, que fueron casi seis meses, y los ms de aquellos das estuve en su casa, y vi el trato de su persona en casa y fuera de ella. Todos le hacan honra como a superior, acompandole doquiera que iba, a pie o a caballo, y l se haba con todos, as vecinos como soldados, tan afablemente, y tan como hermano, que ninguno se quejaba de l; nunca vi que nadie le besase la mano, ni l la daba aunque se la pidiesen por comedimiento: a todos quitaba la gorra llanamente, y nadie que lo mereciese dej de hablar de vuesa merced. A Carvajal, como lo hemos dicho, llamaba padre; yo se lo o una vez que estando yo con el gobernador, que como a nio y muchacho me tena consigo, lleg a hablarle Francisco de Carvajal; y aunque en el aposento no haba quien pudiese orle sino yo, se recat de m, y le habl al odo de manera que aun la voz no le o. Gonzalo Pizarro le respondi pocas palabras; y una de ellas fue decirle: Mirad, padre. Vile comer algunas veces, coma siempre en pblico; ponanle una mesa larga, que por lo menos haca cien hombres; sentbase a la cabecera de ella, y a una mano y otra, en espacio de dos asientos, no se asentaba nadie; de all adelante se sentaban a comer con l todos los soldados que queran, que los capitanes y los vecinos nunca coman con l, sino en sus casas. Yo com dos veces a su mesa, porque me lo mand, y uno de los das fue el da de la fiesta de la Purificacin de Nuestra Seora; su hijo del marqus, y yo con ellos, comimos en pie todos tres en aquel espacio que quedaba de la mesa sin asientos , y l nos daba de su plato lo que habamos de comer; y vi todo lo que he dicho, y como testigo de vista lo certifico. Los historiadores debieron de tener relatores apasionados de odio y rencor, para informarles lo que escribieron. Tambin le notan que llevando todos los quintos, y rentas reales, y los tributos de los indios vacos, y de los que andaban contra l, que todo vena a ser ms que las dos tercias partes de la renta del Per, no pagaba la gente de guerra, y que la traa muy descontenta; y cuando le mataron, no dicen que le hallaron tesoros escondidos: donde se ve adltero, con gran encarecimiento de su delito, como es razn que se acriminen casos semejantes, principalmente en los que mandan y gobiernan.Volviendo a nuestra historia, es de saber que en el tiempo que Gonzalo Pizarro estuvo de esta vez en la ciudad de los Reyes, acaeci la desgraciada muerte de Vela Nez, hermano del visorrey Blasco Nez de Vela, que la caus el capitn Juan de la Torre, el cual se haba casado aos antes con una india, hija de un curaca de los de la provincia de Puerto Viejo. Los indios, vindose favorecidos con el parentesco de aquel espaol, estimndolo ms que a sus tesoros, le descubrieron una sepultura de los seores sus antepasados, donde haba ms de ciento y cincuenta mil ducados en oro y esmeraldas finas. Juan de la Torre, vindose tan rico, dese huirse de Gonzalo Pizarro, y venirse a Espaa a gozar de sus riquezas; mas parecindole que segn los delitos que contra el servicio de Su Majestad haba hecho (porque fue uno de los que pelearon las barbas del visorrey, y se las puso por medalla), no vena seguro, tent a Vela Nez para que se huyese con l en un navo de los que en el puerto haba, para que en Espaa, l y sus deudos le apadrinasen y favoreciesen, por haberle sacado de poder del tirano, y teniendo ya el consentimiento de Vela Nez, por hablillas y novelas que se inventaron, de que Su Majestad confirmaba la gobernacin a Gonzalo Pizarro, mud parecer, porque siendo as no quera perder la gracia y amistad de Gonzalo Pizarro, de quien esperaba grandes mercedes; y porque Vela Nez, o otro por l no descubriese a Pizarro al trato que con l haba hecho, que fuera causa de su muerte, quiso ganar por la mano al que lo hubiese de descubrir, y as dio cuenta de ella a Gonzalo Pizarro, por lo cual cortaron la cabeza a Vela Nez, y hicieron cuartos a otro sobre ello, aunque se murmur que Gonzalo Pizarro lo haba hecho ms por persuasin del licenciado Carvajal, que no por gana que tuviese de matarle; porque siempre Pizarro sospech de la blanda condicin de Vela Nez, que antes haba sido incitado que incitador. As acab este buen caballero, por culpa de un traidor que lo fue de todas maneras. Francisco de Carvajal, teniendo das antes nuevas de la ida de Gonzalo Pizarro a los Reyes, y mandato suyo, vino de los Charcas a juntarse con l a la misma ciudad. Sali Gonzalo Pizarro, buen rato fuera de ella a recibirle; hzole un solemne y triunfal recibimiento, como a capitn que tantas victorias haba ganado, y tantos enemigos haba desperdigado. Dej Carvajal en la villa de la Plata a Alonso de Mendoza por capitn y teniente de Gonzalo Pizarro; trujo consigo cerca de un milln de pesos de plata, de lo que haba sacado de las minas de Potos, y de los indios vacos, de que tuvo bien que gastar Gonzalo Pizarro; donde le repiti Carvajal lo que en la carta le haba escrito acerca de hacerse rey. Dejarlos hemos a ellos y todos sus ministros y amigos, particularmente los vecinos de las ciudades de aquel imperio, ocupados en la paz y quietud de los indios y espaoles que en l haba, y en el aumento de la santa fe catlica, en la doctrina y enseanza de los naturales, y en el aprovechamiento de sus haciendas, y del comn de los mercaderes y tratantes, que con las guerras y revueltas pasadas no osaba nadie granjear ni mercadear, porque todo andaba a peligro de qu