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  • Libro proporcionado por el equipoLe Libros

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  • El temor de un hombre sabio empieza donde terminaba El nombre delviento: en la Universidad. De la que luego Kvothe se ver obligado a partiren pos del nombre del viento, en pos de la aventura, en pos de esashistorias que aparecen en libros o se cuentan junto a una hoguera delcamino o en una taberna, en pos de la antigua orden de los caballeros Amyry, sobre todo, en pos de los Chandrian. Su viaje le lleva a la corte plagadade intrigas del maer Alveron en el reino de Vintas, al bosque de Eld enpersecucin de unos bandidos, a las colinas azotadas por las tormentas querodean la ciudad de Ademre, a los confines crepusculares del reino de losFata. Y cada vez parece que tiene algo ms cerca la solucin del misteriode los Chandrian, y su venganza.

  • Patrick RothfussEl temor de un hombre sabioCrnica del asesino de reyes:

    segundo da

  • A mis pacientes lectores, por consultar mi blog y asegurarme quepreferan un libro excelente, aunque me llevase algo ms de tiempo.

    A mis brillantes lectores beta, por su inestimable ayuda y por tolerar miobsesin por la confidencialidad, ray ana en la paranoia.

    A mi fabuloso agente, por ahorrarme trabajo y hacerme la vida msfcil.

    A mi sabia editora, por concederme el tiempo y el espacio para escribirun libro del que me enorgullezco.

    A mi querida familia, por apoyarme y recordarme que es bueno salirde casa de cuando en cuando.

    A mi comprensiva compaera, por no abandonarme cuando la tensinde unas revisiones interminables me converta en un monstruo

    insufrible.A mi adorado hij ito, por quererme aunque siempre tenga que

    marcharme a escribir. Incluso cuando nos lo estamos pasando engrande. Incluso cuando estamos hablando de patos.

  • APrlogo

    Un silencio triple

    maneca. En la posada Roca de Gua reinaba el silencio, un silenciotriple.

    El silencio ms obvio era una calma inmensa y resonante,constituida por las cosas que faltaban. Si hubiera habido una

    tormenta, las gotas de lluvia habran golpeado y tamborileado en la enredaderade setas de la fachada trasera de la posada. Los truenos habran murmurado yretumbado y habran perseguido el silencio calle abajo como hacan con lashojas secas del otoo. Si hubiera habido viajeros agitndose dormidos en sushabitaciones, se habran removido inquietos y habran ahuyentado el silencio consus quej idos, como hacan con los sueos deshilachados y medio olvidados. Sihubiera habido msica pero no, claro que no haba msica. De hecho, no habaninguna de esas cosas, y por eso persista el silencio.

    En la posada Roca de Gua, un individuo moreno cerr con cuidado la puertatrasera. Movindose en la oscuridad ms absoluta, cruz la cocina y la tabernacon sigilo y baj por la escalera del stano. Con la facilidad que confiere unalarga experiencia, evit los tablones sueltos que pudieran cruj ir o suspirar bajo supeso. Cada paso lento que daba solo produca un levsimo tap en el suelo. Supresencia aada un silencio, pequeo y furtivo, al otro silencio, resonante ymay or. Era una especie de amalgama, un contrapunto.

    El tercer silencio no era fcil reconocerlo. Si pasabas largo rato escuchando,quiz empezaras a notarlo en el fro del cristal de la ventana y en las lisas paredesde yeso de la habitacin del posadero. Estaba en el arcn oscuro que haba a lospies de una cama dura y estrecha. Y estaba en las manos del hombre alltumbado, inmvil, atento a la plida insinuacin de la primera luz del amanecer.

    El hombre tena el pelo rojo como el fuego. Sus ojos eran oscuros y distantes,y yaca con el aire de resignacin de quien ha perdido hace y a mucho todaesperanza de conciliar el sueo.

    La posada Roca de Gua era suya, y tambin era suy o el tercer silencio. Asdeba ser, pues ese era el mayor de los tres silencios, y envolva a los otros dos.Era profundo y ancho como el final del otoo. Era grande y pesado como unagran roca alisada por la erosin de las aguas de un ro. Era un sonido paciente eimpasible como el de las flores cortadas; el silencio de un hombre que espera lamuerte.

  • B1

    Manzana y baya de saco

    ast estaba apoyado en la barra de caoba, aburrido. Pase la miradapor la estancia vaca, suspir y rebusc hasta que encontr un trapode hilo limpio. Entonces, con gesto de resignacin, empez a limpiaruna parte de la barra.

    Pasados unos momentos, se inclin hacia delante y, entornando los ojos,examin una mota apenas visible. La rasc y frunci el entrecejo al ver lamancha de grasa que haba dejado con el dedo. Se encorv un poco ms, ech elaliento sobre la barra y la frot con mpetu. Luego se detuvo, volvi a exhalarcon fuerza sobre la madera y escribi una palabra obscena en la pelcula quehaba formado el vaho.

    Dej el trapo y avanz entre las mesas y las sillas vacas hacia las ampliasventanas de la taberna. Se qued all de pie largo rato, contemplando la callepolvorienta que atravesaba el centro del pueblo.

    Bast dio otro suspiro y empez a pasearse por la estancia. Se mova con laelegancia desenfadada de un bailarn y con la perfecta indolencia de un gato.Pero cuando se pas las manos por el cabello oscuro, su gesto revel inquietud.Sus ojos azules recorran incesantemente la habitacin, como si buscaran unasalida. Como si buscaran algo que l no hubiera visto y a un centenar de veces.

    Pero no haba nada nuevo. Mesas y sillas vacas. Taburetes vacos junto a labarra. Detrs de esta, sobre un aparador, se erguan dos barriles inmensos: uno dewhisky y el otro de cerveza. Entre los dos barriles haba una amplia coleccin debotellas de diversas formas y colores. Sobre las botellas colgaba una espada.

    Bast pos la mirada en las botellas. Se concentr en ellas y las examin largorato; fue detrs de la barra y cogi una pesada jarra de arcilla.

    Inspir hondo, apunt con un dedo a la primera botella de la hilera inferior yempez a recitar para s mientras iba contando:

    Arce. Mayo.Canta y baila.Ceniza y brasa.Del saco la baya.

    En el momento de pronunciar la ltima palabra, Bast sealaba una botellarechoncha de color verde. Le quit el corcho, dio un sorbo tentativo, arrug lacara y se estremeci. Dej rpidamente la botella y cogi otra, roja ycurvilnea. De esa tambin dio un sorbo; se restreg los labios con aire pensativo,asinti con la cabeza y verti un chorro generoso en la jarra.

  • Seal la siguiente botella y empez a contar de nuevo:

    Lana. Dama.Noche lunera.Sauce. Ventana.Luz de candela.

    Esa vez le toc a una botella transparente que contena un lquido de coloramarillo plido. Bast le quit el corcho y, sin molestarse en probar antes, verti unbuen chorro en la jarra. Dej la botella, cogi la jarra y la agit con gesto teatralantes de beber un trago. Compuso una sonrisa de satisfaccin y le dio a la ltimabotella con un dedo, hacindola sonar brevemente antes de empezar de nuevo aentonar su cancioncilla:

    Piedra. Duela.Barrica y cebada.Viento y agua

    Se oy cruj ir una tabla del suelo. Bast alz la mirada y esboz una sonrisa.Buenos das, Reshi.El posadero pelirrojo estaba al pie de la escalera. Se pas las manos, de dedos

    largos, por el delantal limpio y por las mangas de la camisa.Se ha despertado ya nuestro invitado?Bast neg con la cabeza.No ha dicho ni mu ni po.Ha pasado dos das muy agitados repuso Kote. Seguramente le estarn

    pasando factura. Vacil un momento; luego levant la barbilla y olfate el aire. Estabas bebiendo? El tono de la pregunta era ms de curiosidad queacusador.

    No contest Bast.El posadero arque una ceja.Estaba catando puntualiz Bast. Catar va antes que beber.Ah replic el posadero. Entonces, estabas preparndote para beber?Dioses minsculos, s! Y en exceso. Qu ms se puede hacer aqu?

    Bast sac su jarra de debajo de la barra y mir en ella. Confiaba en encontrarlicor de baya de saco, pero solo haba un brebaje de meln. Hizo girar elcontenido de la jarra mientras lo examinaba. Y algo con especias. Dio otrosorbo y entorn los ojos con aire pensativo. Canela? pregunt mirando lashileras de botellas. No tenemos licor de saco?

    Debe de estar por ah contest el posadero sin molestarse en mirar las

  • botellas. Deja eso un momento y escchame, Bast. Tenemos que hablar de loque hiciste anoche.

    Bast se qued muy quieto.Qu hice, Reshi?Detuviste a esa criatura del Mael dijo Kote.Ah. Bast se relaj e hizo un ademn quitndole importancia. Solo lo

    par un poco, Reshi. Nada ms.Te diste cuenta de que no era simplemente un loco dijo Kote meneando

    la cabeza. Trataste de prevenirnos. Si no llegas a ser tan rpidoNo fui muy rpido, Reshi. Bast frunci el entrecejo. Mat a Shep.

    Baj la mirada hacia las tablas del suelo, bien fregadas, cerca de la barra.Shep me caa bien.

    Todos pensarn que nos salv el aprendiz del herrero dijo Kote. Yseguramente sea mejor as. Pero yo s la verdad. Si no llega a ser por ti, esemonstruo se los habra cargado a todos.

    Eso no es cierto, Reshi lo contradijo Bast. T lo habras matado sinninguna dificultad. Lo que pasa es que yo me adelant.

    El posadero descart ese comentario encogindose de hombros.Lo que sucedi anoche me ha hecho pensar prosigui. No s qu

    podramos hacer para protegernos. Has odo alguna vez La cacera de losj inetes blancos ?

    Esa cancin era nuestra antes de que os la apropiarais, Reshi respondiBast con una sonrisa. Inspir y cant con una dulce voz de tenor:

    En caballos nveos cabalgaban.Arcos de asta y cuchillos de plata.Y a sus frentes cean, verdes y rojas,frescas y flexibles, unas ramas.

    El posadero asinti.Esa es precisamente la estrofa en que estaba pensando dijo. Crees

    que podras ocuparte mientras yo lo preparo todo aqu?Bast asinti con entusiasmo y sali disparado; sin embargo, antes de entrar en

    la cocina se detuvo y pregunt con ansiedad:No empezaris sin m, verdad?Empezaremos tan pronto como nuestro invitado haya comido y est

    preparado respondi Kote. Y, al ver la expresin de su joven alumno, seabland un poco. De modo que calculo que tienes un par de horas.

    Bast ech un vistazo al otro lado del umbral y, vacilante, volvi a mirar alposadero. Este, divertido, esboz una sonrisa.

    Si no has vuelto para entonces, te llamar antes de empezar. Y

  • ahuy entndolo con un gesto de la mano, aadi: Vete y a.

    El hombre que se haca llamar Kote realiz su rutina habitual en la posada Rocade Gua. Se mova como un mecanismo de relojera, como un carromato queavanza por las profundas roderas de un camino.

    Primero hizo el pan. Mezcl con las manos harina, azcar y sal, sinmolestarse en pesar las cantidades. Aadi un trozo de levadura del tarro dearcilla que guardaba en la despensa, trabaj la masa, dio forma redonda a lashogazas y las puso a fermentar. Con un badil retir la ceniza acumulada en elhorno de la cocina y encendi el fuego.

    Y a continuacin fue a la taberna y prendi la lea en la chimenea de piedranegra que ocupaba la pared norte, despus de barrer la ceniza del inmenso hogar.Bombe agua, se lav las manos y subi una pieza de cordero del stano.Recogi encendajas, entr ms lea; golpe el pan, que empezaba a subir, y loacerc al horno ya caliente, de pronto ya no haba nada ms que hacer. Todoestaba preparado. Todo estaba limpio y ordenado. El posadero pelirrojo se quedde pie detrs de la barra; su mirada fue regresando poco a poco de la distanciapara concentrarse en la posada, en aquel momento y en aquel lugar, y acabdetenindose en la espada que colgaba en la pared, por encima de las botellas.No era una espada especialmente bonita, ornamentada ni llamativa. Eraamenazadora, en cierto modo. Como lo es un alto acantilado. Era gris, sinmelladuras y fra al tacto. Estaba tan afilada como un cristal roto. Tallada en lamadera negra del tablero haba una nica palabra: Delirio .

    El posadero oy unos pasos pesados en el porche de madera. El pasadortraquete ruidosamente sin que llegara a abrirse la puerta, y a continuacin seescucharon un retumbante Hola! y unos golpes.

    Un momento! grit Kote. Se apresur hacia la puerta principal y gir laenorme llave metida en la resplandeciente cerradura de latn.

    Al otro lado estaba Graham, con la gruesa mano en alto, a punto de llamar denuevo. Al ver al posadero, en su rostro curtido se dibuj una sonrisa.

    Ha tenido que abrir hoy Bast por ti otra vez? pregunt.Kote sonri, tolerante.Es buen chico continu Graham. Un poco nervioso, quiz. Pensaba

    que hoy no abriras la posada. Carraspe y se mir los pies un momento. Nome habra sorprendido, dadas las circunstancias.

    Kote se guard la llave en el bolsillo.La posada est abierta, como siempre. En qu puedo ay udarte?Graham se apart del umbral y apunt con la barbilla hacia fuera, donde

    haba tres barriles junto a una carreta. Eran nuevos, de madera clara y lustrada,y con aros de metal reluciente.

  • Ya saba que anoche no podra dormir, y aprovech para terminar elltimo. Adems, he odo decir que los Benton vendrn hoy con las primerasmanzanas tardanas.

    Te lo agradezco.Los he apretado bien, para que aguanten todo el invierno. Graham se

    acerc a los barriles y, orgulloso, golpe uno de ellos con los nudillos. No haynada como una manzana de invierno para que el hambre no duela. Mir aKote con un destello en los ojos y volvi a golpear el barril. Duela. Lo hascaptado? Las duelas del barril?

    Kote gru un poco y se frot la cara.Graham rio para s y pas una mano por los brillantes aros de uno de los

    barriles.Nunca haba hecho un barril con cercos de latn, pero me han quedado

    bien. Si ceden un poco, me avisas y los ajustar.Me alegro de que hay as podido hacerlos dijo el posadero. En el stano

    hay mucha humedad. El hierro solo aguantara un par de aos sin oxidarse.Tienes razn coincidi Graham asintiendo. La gente no suele pensar a

    largo plazo. Se frot las manos. Me echas una mano? No quiero que se mecaiga uno y te deje marcas en el suelo.

    Se pusieron a ello. Bajaron dos barriles al stano, y el tercero lo pasaron pordetrs de la barra; cruzaron la cocina y lo dejaron en la despensa.

    Despus los dos hombres volvieron a la taberna y se quedaron cada uno a unlado de la barra. Hubo un momento de silencio mientras Graham recorra con lamirada la estancia vaca. En la barra faltaban dos taburetes, y donde deberahaber habido una mesa quedaba un espacio desocupado. En la ordenada taberna,esas ausencias llamaban tanto la atencin como los huecos en una dentadura.

    Graham desvi la mirada de una parte del suelo muy bien fregada, cerca dela barra. Se meti una mano en el bolsillo y sac un par de ardites de hierro sinbrillo; casi no le temblaba la mano.

    Srveme una jarra pequea de cerveza, quieres, Kote? dijo con vozspera. Ya s que es temprano, pero me espera un da largo. Tengo que ay udara los Murrion a recoger el trigo.

    El posadero sirvi la cerveza y se la puso delante sin decir nada. Graham sebebi la mitad de un largo trago. Tena los bordes de los prpados enrojecidos.

    Mal asunto, lo de anoche dijo sin mirar al posadero, y dio otro sorbo.Kote asinti con la cabeza. Mal asunto, lo de anoche . Lo ms probable era

    que Graham no hiciera ningn otro comentario sobre la muerte de un hombre alque haba conocido toda la vida. Aquella gente lo saba todo de la muerte.Sacrificaban ellos mismos sus animales. Moran de fiebres, de cadas o defracturas que se complicaban. La muerte era como un vecino desagradable: nohablabas de l por temor a que te oy era y decidiera pasar a hacerte una visita.

  • Excepto en las historias, por supuesto. Los relatos de reyes envenenados, deduelos y guerras antiguas no causaban ningn problema; vestan a la muerte conropajes exticos y la alejaban de tu puerta. El crup o una chimenea que seincendiaba podan resultar aterradores; el juicio de Gibea o el asedio de Enfast,en cambio, eran diferentes. Las historias eran como oraciones, como conjurosmusitados a altas horas de la noche cuando caminabas solo en la oscuridad. Erancomo amuletos de medio penique que le comprabas a un mercachifle por lo quepudiera pasar.

    Cunto tiempo va a quedarse por aqu ese escribano? pregunt Grahamal poco rato, y su voz reson dentro de su jarra. Quiz debera pedirle que mepusiera por escrito algunas cosas, por si acaso. Frunci un poco la frente. Mipadre siempre los llamaba codicilios . No recuerdo cul es su verdaderonombre.

    Si se trata de bienes tuyos de los que tiene que ocuparse otra persona, sellama transmisin de bienes dijo el posadero con naturalidad. Si se refiere aotras cosas, se llama mandamus de ltimas voluntades.

    Graham mir a su interlocutor y arque una ceja.Al menos eso es lo que yo tengo odo dijo el posadero bajando la mirada

    y frotando la barra con un trapo blanco limpio. El escribano mencion algo deeso.

    Mandamus murmur Graham con la jarra muy cerca de la cara.Creo que le pedir que me escriba unos codicilios y que los legalice como mejorle parezca. Mir de nuevo al posadero. Supongo que seguramente habrotros interesados en hacer algo parecido, en los tiempos que corren.

    El posadero frunci el ceo, y al principio pareci un gesto de irritacin. Perono, no era eso. De pie detrs de la barra, ofreca el aspecto de siempre, y suexpresin era plcida y cordial. Asinti ligeramente.

    Coment que se levantara hacia medioda seal Kote. Estaba unpoco alterado por lo que pas anoche. Si aparece alguien antes de esa hora, metemo que no lo encontrar.

    No importa dijo Graham encogindose de hombros. De todas formas,hasta la hora de comer no habr ni diez personas en todo el pueblo. Dio otrosorbo de cerveza y mir por la ventana. Hoy es un da de mucha faena en elcampo, y eso no tiene vuelta de hoja.

    El posadero se relaj un tanto.Maana todava andar por aqu, as que no hay necesidad de que vengan

    todos hoy. Le robaron el caballo cerca del vado de Abbott, y est buscando otro.Graham aspir entre dientes expresando compasin.Pobre desgraciado. En plena poca de cosecha no encontrar un caballo

    por mucho que busque. Ni siquiera Carter ha podido sustituir a Nelly despus deque aquella especie de araa lo atacara junto al Puente Viejo. Sacudi la

  • cabeza. Parece mentira que pueda ocurrir algo as a solo tres kilmetros de tupropia casa. Antes

    Graham hizo una pausa.Divina pareja, parezco mi padre! Meti la barbilla e imprimi aspereza

    a su voz: Cuando yo era nio, las estaciones guardaban un orden. El molinerono meta el pulgar en el platillo de la balanza y cada uno se ocupaba de susasuntos .

    En el rostro del posadero se insinu una sonrisa nostlgica.Mi padre afirmaba que la cerveza saba mejor y que los caminos tenan

    menos roderas dijo.Graham sonri, pero su sonrisa enseguida se descompuso. Mir hacia abajo,

    como si le incomodara lo que se dispona a decir:Ya s que no eres de por aqu, Kote. Y eso no es fcil. Hay quien piensa

    que los forasteros no saben ni la hora que es.Inspir hondo; segua sin mirar al posadero.Pero creo que t sabes cosas que otros ignoran. T tienes una visin ms

    amplia, por as decirlo. Levant la mirada y, con seriedad y cautela, la claven el posadero; tena ojeras por la falta de sueo. Estn las cosas tan malcomo parece ltimamente? Los caminos se han vuelto peligrosos. Hay muchosrobos y

    Graham hizo un esfuerzo evidente para no dirigir la vista a la parte de suelovaca.

    Todos esos impuestos nuevos nos hacen pasar muchos apuros. Los Graydenestn a punto de perder su granja. Esa especie de araa Dio otro trago decerveza. Estn las cosas tan mal como parece? O me he vuelto viejo, comomi padre, y a todo le encuentro un sabor amargo comparado con cuando eranio?

    Kote se entretuvo frotando la barra, como si se resistiera a hablar.Creo que las cosas siempre van mal de un modo u otro declar. Quiz

    sea que solo nosotros, los mayores, nos damos cuenta.Graham fue a asentir, pero frunci el entrecejo.Pero t no eres may or, no? Siempre se me olvida. Mir de arriba abajo

    al pelirrojo. Es decir, te mueves como un viejo y hablas como un viejo, perono lo eres, verdad? Calculo que tendrs la mitad de mis aos. Lo mirentornando los ojos. Qu edad tienes, por cierto?

    La suficiente para sentirme viejo contest el posadero con una sonrisaque denotaba cansancio.

    Graham solt una risotada.Pero no la suficiente para hacer ruidos de viejo. Deberas andar por ah

    persiguiendo mujeres y metindote en los. Y dejar que los viejos nos quejemosde lo mal que est el mundo y de cmo nos duelen los huesos.

  • El anciano carpintero se separ de la barra empujando con ambos brazos yse dirigi hacia la puerta.

    Volver para hablar con tu escribano cuando paremos para comer. Y noser el nico. Hay muchos que querrn poner por escrito algunas cosas de modooficial si tienen ocasin.

    El posadero inspir y expuls el aire despacio.GrahamEl carpintero, que y a tena una mano en la puerta, se volvi.No eres solo t dijo Kote. Las cosas van mal, y me dice el instinto que

    van a empeorar. A nadie le hara dao prepararse para un crudo invierno. Y quizasegurarse de que podra defenderse, en caso de que fuera necesario. Seencogi de hombros. Al menos eso es lo que me dice el instinto.

    Graham apret los labios formando una lnea fina. Luego inclin una vez lacabeza con gesto serio.

    Bueno, me alegro de no ser el nico que lo intuye. Entonces forz unasonrisa y empez a arremangarse la camisa al mismo tiempo que se volva haciala puerta y deca: Pero hay que aprovechar mientras se pueda!

    Poco despus de eso, pasaron los Benton con un carro lleno de manzanastardanas. El posadero les compr la mitad de las que llevaban y pas una horaescogindolas y almacenndolas.

    Meti las ms verdes y ms firmes en los barriles del stano; las coloc concuidado y las cubri con serrn antes de clavar la tapa. Las que maduraranpronto las llev a la despensa, mientras que las que tenan algn golpe o algnpunto marrn las cort en cuartos y las meti en una gran tina de peltre parahacer sidra con ellas.

    Mientras seleccionaba y guardaba, el hombre pelirrojo pareca contento.Pero si alguien se hubiera fijado, quiz habra visto que, si bien tena las manosocupadas, su mirada estaba lejos de all. Y si bien tena una expresin serena,casi agradable, no haba alegra en ella. El posadero no tarareaba ni silbabamientras trabajaba. No cantaba.

    Cuando hubo seleccionado la ltima manzana, cruz la cocina con la tina depeltre y sali por la puerta trasera. Era una fra maana de otoo, y detrs de laposada haba un pequeo jardn privado, resguardado por unos rboles. Koteech un montn de manzanas cuarteadas en la prensa de madera y enrosc latapa hasta que esta empez a ofrecer resistencia.

    A continuacin se arremang la camisa hasta ms arriba de los codos, asi elmango de la prensa con sus largas y elegantes manos y lo hizo girar. La tapadescendi, juntando primero las manzanas y luego triturndolas. Girar y asir.Girar y asir.

  • Si hubiera habido all alguien mirando, se habra fijado en que aquel hombreno tena brazos blancuchos de posadero. Cuando haca girar el mango de madera,se le marcaban los msculos de los antebrazos, duros como cuerdas retorcidas.En la piel se le dibujaba un entramado de cicatrices viejas. La mayora eranplidas y finas como las grietas del hielo invernal. Otras eran rojas y terribles, ydestacaban en su piel clara.

    Las manos del posadero asan y giraban, asan y giraban. Solo se oan elcruj ido rtmico de la madera y el chorrito lento de la sidra al caer en el cubo quehaba debajo. Aquella operacin tena ritmo, pero le faltaba msica; y la miradadel posadero era ausente y cargada de tristeza, los ojos de un verde tan plidoque casi parecan grises.

  • C2

    Acebo

    ronista lleg al pie de la escalera y entr en la taberna de la Roca deGua con su cartera de cuero colgada del hombro. Se par en elumbral y vio al posadero pelirrojo encorvado sobre la barra,examinando algo minuciosamente.

    Cronista carraspe y entr en la estancia.Disclpame por haber dormido hasta tan tarde dijo. No suelo Se

    interrumpi al ver lo que haba encima de la barra. Ests preparando unatarta?

    Kote, que estaba haciendo el reborde de la tarta con dos dedos, levant lacabeza y, poniendo nfasis en el plural, dijo:

    Tartas. S, por qu?Cronista abri la boca y la cerr. Desvi la mirada hacia la espada que

    colgaba, gris y silenciosa, en la pared, detrs de la barra, y luego volvi adirigirla al posadero, que plisaba meticulosamente el borde de la tapa de masaalrededor del molde.

    Y de qu son? pregunt.De manzana. Kote se enderez y, con cuidado, hizo tres cortes en la tapa

    de masa de la tarta. Sabes lo difcil que es preparar una buena tarta?Pues no admiti Cronista, y mir alrededor con nerviosismo. Dnde

    est tu ay udante?Esas cosas solo Dios puede saberlas respondi el posadero. Es muy

    difcil. Me refiero a hacer tartas. Nunca lo diras, pero el proceso conlleva muchotrabajo. El pan es fcil. La sopa es fcil. El pudin es fcil. Pero la tarta escomplicada. Es algo que no descubres hasta que intentas hacer una t mismo.

    Cronista asinti distradamente, sin saber si se esperaba alguna otra cosa de l.Se descolg la cartera del hombro y la dej en una mesa cercana.

    Kote se limpi las manos en el delantal.Sabes esa pulpa que queda cuando prensas manzanas para hacer sidra?

    pregunt.El bagazo?Bagazo! exclam Kote con profundo alivio. Eso es, el bagazo. Qu

    hace la gente con l, despus de extraer el zumo?Con el bagazo de uva se puede hacer un vino flojo contest Cronista. O

    aceite, pero para eso necesitas mucha cantidad. Pero el bagazo de manzana nosirve para gran cosa. Puedes usarlo como fertilizante o mantillo, pero no es muybueno. La gente se lo echa como alimento al ganado.

    Kote asinti con aire pensativo.

  • No pensaba que lo tiraran sin ms. Por aqu lo aprovechan todo de unaforma u otra. Bagazo. Hablaba como si saboreara la palabra. Es algo queme tena preocupado desde hace dos aos.

    En el pueblo cualquiera habra podido decrtelo replic Cronista,desconcertado.

    Si es algo que sabe todo el mundo, no puedo permitirme el lujo depreguntarlo dijo el posadero frunciendo el entrecejo.

    Se oy una puerta que se cerraba y, a continuacin, unos alegres y distradossilbidos. Bast sali de la cocina cargado de pinchudas ramas de acebo envueltasen una sbana blanca.

    Kote asinti con gravedad y se frot las manos.Estupendo. Y ahora, cmo? Entrecerr los ojos. Son esas mis

    sbanas buenas?Bast mir el bulto que llevaba en las manos.Bueno, Reshi dijo despacio, eso depende. Tienes sbanas malas?Los ojos del posadero llamearon airados durante un segundo; luego Kote

    suspir.Supongo que no importa. Estir un brazo y separ una larga rama del

    montn. Muy bien, y qu hacemos con esto?Bast se encogi de hombros.Yo tampoco s qu hacer, Reshi. S que los Sithe salan a caballo con

    coronas de acebo cuando perseguan a los bailarines de pielNo podemos pasearnos por ah con coronas de acebo en la cabeza dijo

    Kote con desdn. La gente hablara de nosotros.Me da igual lo que piensen y digan estos pueblerinos murmur Bast, y

    empez a trenzar varias ramas largas y flexibles. Cuando un bailarn se meteen tu cuerpo, eres como un ttere movido por hilos. Si quieren, pueden hacer quete muerdas la lengua. Levant la corona, inacabada, y se la puso sobre lacabeza para comprobar la medida. Arrug la nariz. Pincha.

    Segn las historias que he odo dijo Kote, con el acebo tambin se lospuede atrapar en un cuerpo.

    No bastara con que llevramos hierro? pregunt Cronista. Los otros doslo miraron con curiosidad desde detrs de la barra, como si casi se hubieranolvidado de su presencia. No s, si es una criatura mgica

    No digas criatura mgica le espet Bast. Pareces un nio pequeo.Es un ser fata. Un Faen, si quieres.

    Cronista vacil un momento antes de continuar.Si esa cosa se metiera en el cuerpo de alguien que llevara encima algo de

    hierro, no le hara dao? No saldra inmediatamente?Pueden hacer. Que te muerdas. La lengua repiti Bast, separando las

    palabras como si hablara con un nio particularmente estpido. Una vez dentro

  • de ti, pueden utilizar tu mano para sacarte los ojos con la misma facilidad conque arrancaras una margarita. Qu te hace pensar que no podran quitarte unapulsera o un anillo? Mene la cabeza y se mir los dedos mientras entrelazabahbilmente otra rama de acebo, de un verde brillante, en la corona que sostena. Adems, yo no pienso llevar hierro.

    Si pueden salir de los cuerpos dijo Cronista, por qu el de anoche nosali del cuerpo de aquel hombre? Por qu no se meti en alguno de nosotros?

    Hubo un largo silencio, y entonces Bast se dio cuenta de que los otros dos loestaban mirando.

    Me lo preguntas a m? Solt una risita incrdula. No tengo ni idea.Anpauen. A los ltimos bailarines de piel los cazaron hace cientos de aos. Muchoantes de mi poca. Yo solo he odo historias.

    Entonces, cmo sabemos que no salt? pregunt Cronista despacio,como si hasta preguntarlo le diera apuro. Cmo sabemos que no sigue aqu?Estaba muy tieso en la silla. Cmo sabemos que ahora no est en alguno denosotros?

    Pareci que muriese cuando muri el cuerpo del mercenario dijo Kote. Lo habramos visto marchar. Le lanz una mirada a Bast. Se supone quecuando abandonan el cuerpo toman la forma de una sombra oscura o de humo,no es as?

    Bast asinti.Adems seal, si hubiera salido del cuerpo, habra empezado a matar

    gente con el nuevo cuerpo. Eso es lo que suelen hacer. Van saltando de un cuerpoa otro hasta que no queda nadie con vida.

    El posadero mir a Cronista y compuso una sonrisa tranquilizadora.Lo ves? Quiz ni siquiera fuera un bailarn de piel. Quiz solo fuera algo

    parecido.La mirada de Cronista delataba espanto.Pero cmo podemos estar seguros? Ahora mismo podra estar dentro del

    cuerpo de cualquiera de los vecinosPodra estar dentro de m dijo Bast con desenvoltura. A lo mejor solo

    estoy esperando a que bajes la guardia y entonces te morder en el pecho, justoa la altura del corazn, y me beber toda su sangre. Como si succionara el jugode una ciruela.

    Los labios de Cronista dibujaban una delgada lnea.No tiene gracia dijo.Bast levant la cabeza y mir a Cronista con una sonrisa maliciosa,

    mostrando los dientes. Pero haba algo inquietante en su expresin. La sonrisaduraba demasiado. Era demasiado radiante. Y Bast no miraba directamente alescribano, sino ligeramente hacia un lado.

    Se qued quieto un momento; sus dedos ya no trabajaban, giles, entre las

  • verdes hojas. Se mir las manos con curiosidad y dej caer la corona de acebosin terminar sobre la barra. Su sonrisa se apag poco a poco y dej paso a unsemblante inexpresivo; ech un vistazo a la taberna, como embobado.

    Te veyanf? dijo con una voz extraa. Sus ojos, vidriosos, reflejabanconfusin. Te-tanten ventelanet?

    Entonces, movindose a una velocidad asombrosa, Bast se lanz haciaCronista desde detrs de la barra. El escribano salt de la silla, apartndose de unbrinco. Derrib dos mesas y media docena de sillas antes de tropezar y caer alsuelo, moviendo los brazos y las piernas desesperadamente en un intento dellegar hasta la puerta.

    Mientras se arrastraba, muerto de miedo, plido y horrorizado, Cronista lanzuna rpida mirada por encima del hombro, y vio que Bast no haba dado ms detres pasos. El joven moreno estaba de pie junto a la barra, doblado por la cinturay temblando muerto de risa. Con una mano se tapaba la cara, y con la otraapuntaba a Cronista. Sus carcajadas eran tan violentas que apenas poda respirar.Al cabo de un momento tuvo que sujetarse con ambos brazos a la barra. Cronistaestaba furioso.

    Imbcil! grit mientras se pona de pie con dificultad. Eres eres unimbcil!

    Bast, todava falto de aire por la risa, levant los brazos y, casi sin fuerzas, hizover que araaba el aire, como un nio que imita a un oso.

    Bast lo reprendi el posadero. Venga. Por favor. Pero si bien el tonode Kote era severo, la risa se reflejaba en sus ojos. Le temblaban los labios,tratando de no dejar escapar una sonrisa.

    Ofendido, Cronista puso las sillas y las mesas en su sitio, golpendolas contrael suelo con ms fuerza de la necesaria. Cuando por fin lleg a la mesa a la queantes estaba sentado, tom de nuevo asiento, con la espalda muy tiesa. Paraentonces Bast volva a estar detrs de la barra, con la respiracin agitada y muyconcentrado en el acebo que tena en las manos.

    Cronista lo fulmin con la mirada y se frot la espinilla. Bast sofoc algo que,tericamente, habra podido ser una tos.

    Kote rio para sus adentros y sac otra rama de acebo del fardo, aadindolaal largo cordn que estaba trenzando. Levant la cabeza y mir a Cronista.

    Antes de que me olvide, creo que hoy vendr gente a solicitar tus serviciosde escribano.

    Ah, s? Cronista pareca sorprendido.Kote asinti y dio un suspiro de irritacin.S. La noticia ya ha empezado a correr, no podemos hacer nada.

    Tendremos que ocuparnos de ellos como podamos. Por suerte, todo aquel quetenga dos buenas manos estar trabajando en el campo hasta medioda, de modoque no tendremos que preocuparnos por eso hasta

  • Los dedos del posadero, que manejaban las ramas de acebo con torpeza,partieron una rama, y una espina se le clav en la y ema del pulgar. El pelirrojono se inmut ni maldijo en voz alta; se limit a fruncir el ceo y mirarse lasmanos mientras se formaba una gota de sangre, roja como una baya.

    El posadero, arrugando la frente, se llev el pulgar a la boca. Su expresin y ano era risuea, y tena la mirada dura e inescrutable. Dej a un lado el cordn deacebo sin terminar, con un gesto tan deliberadamente desenfadado que casi dabamiedo.

    Volvi a mirar a Cronista y, con una voz absolutamente calmada, agreg:Lo que quiero decir es que deberamos aprovechar el tiempo antes de que

    nos interrumpan. Pero antes, supongo que querrs desayunar algo.Si no es mucha molestia contest Cronista.En absoluto dijo Kote; se dio la vuelta y entr en la cocina.Bast lo vio marchar con gesto de preocupacin.Tendras que apartar la sidra del fuego y ponerla fuera a enfriar le grit

    . La ltima tanda pareca mermelada y no jugo. Ah, y he encontrado unashierbas ah fuera. Estn encima del barril del agua de lluvia. Mratelas, a ver sisirven para la cena.

    Una vez solos en la taberna, Bast y Cronista se miraron largamente porencima de la barra. El nico sonido que se oy fue el golpe de la puerta trasera alcerrarse.

    Bast le hizo un ltimo arreglo a la corona que tena en las manos y la examindesde todos los ngulos. Se la acerc a la cara como si fuera a olerla; pero enlugar de eso, inspir hondo llenando los pulmones, cerr los ojos y sopl sobre lashojas de acebo, tan suavemente que estas apenas se movieron. Abri los ojos,compuso una sonrisa adorable de disculpa y fue hacia Cronista.

    Toma. Ofreci la corona de acebo al escribano, que segua sentado.Cronista no hizo ademn de cogerla, pero Bast no borr la sonrisa de sus

    labios.No lo has visto porque estabas muy entretenido cay ndote dijo con voz

    queda, pero cuando has salido corriendo, se ha redo. Ha soltado tres buenascarcajadas desde lo ms hondo del vientre. Tiene una risa maravillosa. Es comola fruta. Como la msica. Llevaba meses sin orla.

    Bast volvi a tenderle la corona de acebo sonriendo con timidez.Esto es para ti. Le he puesto toda la grammara que tengo. Se mantendr

    viva y verde ms tiempo del que imaginas. Cog el acebo de la manera adecuaday le he dado forma con mis propias manos. Est cogido, tej ido y movido con unpropsito. Alarg un poco ms el brazo, como un nio tmido entregando unramo de flores. Tmala. Es un regalo que te hago de buen grado. Te lo ofrezcosin compromiso, impedimento ni obligacin.

    Cronista, vacilante, estir el brazo y cogi la corona. La examin dndole

  • vueltas con las manos. Entre las hojas verde oscuro haba unas bayas rojas queparecan gemas, y estaba hbilmente trenzada, de manera que las espinasapuntaban hacia fuera. Se la coloc con cuidado sobre la cabeza y comprob quese ajustaba muy bien al contorno de su frente.

    Aclamemos todos al Seor del Desgobierno! grit Bast, sonriendo ylevantando las manos. Luego solt una risa jubilosa.

    Una sonrisa se asom a los labios de Cronista mientras se quitaba la corona.Bueno dijo en voz baja al mismo tiempo que bajaba las manos hasta el

    regazo, significa esto que estamos en paces?Bast lade la cabeza, confuso.Cmo dices?Me refiero a lo que me dij iste anoche Cronista pareca incmodo.Bast pareca sorprendido.Ah, no dijo con seriedad, negando con la cabeza. No. En absoluto. Me

    perteneces, hasta la mdula de los huesos. Eres un instrumento de mis deseos. Ech un vistazo hacia la cocina, y su expresin se torn amarga. Y y a sabesqu es lo que deseo. Hacerle recordar que es algo ms que un posadero queprepara tartas. La ltima palabra fue casi un escupitajo.

    Sigo sin saber qu puedo hacer y o repuso Cronista, removindose en lasilla y desviando la mirada.

    Hars todo lo que puedas replic Bast en voz baja. Lo hars salir dedentro de s mismo. Lo despertars. Esto ltimo lo dijo con fiereza.

    Puso una mano en el hombro de Cronista y entrecerr ligeramente los ojosazules.

    Le hars recordar. Lo hars.Cronista vacil un momento; luego agach la cabeza, mir la corona de

    acebo que tena en el regazo y asinti con una leve inclinacin.Har lo que pueda.Eso es lo nico que todos nosotros podemos hacer dijo Bast, y le dio una

    palmadita amistosa en la espalda. Por cierto, qu tal el hombro?El escribano lo hizo girar, y el movimiento pareci fuera de lugar, porque el

    resto de su cuerpo se mantuvo rgido y quieto.Dormido. Fro. Pero no me duele.Era de esperar. Yo en tu lugar no me preocupara. Bast le sonri

    alentadoramente. La vida es demasiado corta para que os preocupis por cosassin importancia.

    Desayunaron: patatas, tostadas, tomates y huevos. Cronista se sirvi una racinrespetable, y Bast comi por tres. Kote iba haciendo sus tareas: fue a buscar mslea, ech carbn al horno para prepararlo para cocer las tartas y verti en

  • jarras la sidra que haba puesto a enfriar.Estaba llevando un par de jarras de sidra a la barra cuando se oyeron unas

    pisadas de botas en el porche de madera de la posada, ms fuertes que unosgolpes dados en la puerta con los nudillos. Al cabo de un momento, el aprendizdel herrero irrumpi en la taberna. Pese a tener solo diecisis aos, era uno de loshombres ms altos del pueblo, y tena unos hombros anchos y unos brazosgruesos.

    Hola, Aaron dijo el posadero con serenidad. Cierra la puerta, quieres?Entra mucho polvo.

    Cuando el aprendiz del herrero se dio la vuelta para cerrar la puerta, elposadero y Bast, sin decirse nada y actuando perfectamente coordinados,escondieron con rapidez casi todo el acebo debajo de la barra. El aprendiz delherrero se dio la vuelta de nuevo y vio a Bast jugueteando distradamente conalgo que habra podido ser una pequea guirnalda inacabada. Algo con quemantener los dedos ocupados para combatir el aburrimiento.

    Aaron no dio muestras de haber notado nada raro cuando se apresur hacia labarra.

    Seor Kote dijo, emocionado, podra prepararme unas provisiones deviaje? Agit un saco de arpillera vaco. Carter me ha dicho que usted sabraa qu me refiero.

    El posadero asinti.Tengo pan y queso, salchichas y manzanas. Le hizo una sea a Bast, que

    agarr el saco y se dirigi a la cocina. Adnde va Carter?Nos vamos los dos dijo el chico. Hoy los Orrison van a vender unos

    aojos en Trey a, y nos han contratado a Carter y a m para que losacompaemos, y a que los caminos estn muy mal y todo eso.

    Trey a musit el posadero. Entonces no volveris hasta maana.El aprendiz del herrero deposit despacio un delgado sueldo de plata sobre la

    brillante barra de caoba.Carter confa en encontrar tambin un sustituto para Nelly. Pero dice que si

    no encuentra ningn caballo, quiz acepte la paga del rey.Carter piensa alistarse? pregunt Kote arqueando las cejas.El chico sonri con una extraa mezcla de regocijo y tristeza.Dice que no tiene alternativa si no encuentra un caballo para su carro. Dice

    que en el ejrcito se ocupan de ti, que te dan de comer y que ves mundo. Laemocin se reflejaba en la mirada del joven, cuya expresin se debata entre elentusiasmo de un nio y la seria preocupacin de un hombre. Y ahora y a no tedan un noble de plata por alistarte. Ahora te dan un real. Un real de oro.

    El rostro del posadero se ensombreci.Carter es el nico que se est planteando alistarse, verdad? Mir al chico

    a los ojos.

  • Un real es mucho dinero admiti el aprendiz del herrero, con sonrisafurtiva. Y la vida es dura desde que muri padre y madre vino a vivir aqudesde Rannish.

    Y qu opina tu madre de que te alistes en el ejrcito?El chico se puso serio.Espero que no se me ponga usted de su lado protest. Cre que lo

    entendera. Usted es un hombre, sabe que un hombre debe cuidar de su madre.Lo que s es que tu madre preferira tenerte en casa, sano y salvo, que

    nadar en una baera de oro, muchacho.Estoy harto de que la gente me llame muchacho le espet el aprendiz

    del herrero, ruborizndose. Puedo ser til en el ejrcito. Cuando los rebeldesjuren lealtad al Rey Penitente, las cosas empezarn a mejorar otra vez. Notendremos que pagar tantos impuestos. Los Bentley no perdern sus tierras. Loscaminos volvern a ser seguros. Entonces su expresin se entristeci, y por uninstante su rostro dej de parecer joven. Y entonces madre no tendr queesperarme, angustiada, cada vez que yo salga de casa aadi con voz lgubre. Dejar de despertarse tres veces por la noche para comprobar los postigos delas ventanas y la tranca de la puerta.

    Aaron mir al posadero a los ojos y enderez la espalda; al dejar deencorvarse, le sacaba casi una cabeza al pelirrojo.

    Hay veces en que un hombre tiene que defender a su rey y su pas.Y Rose? pregunt el posadero con voz suave.El aprendiz se sonroj y baj la mirada, avergonzado. Volvi a dejar caer los

    hombros y se desinfl como una vela cuando el viento deja de soplar.Seor, lo saben todos?El posadero asinti al tiempo que esbozaba una sonrisa amable.En un pueblo como este no hay secretos.Bueno dijo Aaron con decisin, esto tambin lo hago por ella. Por

    nosotros. Con mi paga de soldado y con lo que tengo ahorrado, podr compraruna casa para nosotros, o montar mi propio taller sin tener que recurrir a ningnprestamista miserable.

    Kote abri la boca y volvi a cerrarla. Se qued pensativo el tiempo que tarden inspirar y expirar lentamente, y luego, como si escogiera sus palabras conmucho cuidado, pregunt:

    Sabes quin es Kvothe, Aaron?El aprendiz del herrero puso los ojos en blanco.No soy idiota. Anoche mismo hablbamos de l, no se acuerda? Mir

    ms all del hombro del posadero, hacia la cocina. Mire, tengo quemarcharme. Carter se pondr furioso si no

    Kote hizo un gesto tranquilizador.Te propongo un trato, Aaron. Escucha lo que quiero decirte, y entonces

  • podrs llevarte la comida gratis. Desliz el sueldo de plata sobre la barra haciael muchacho. As podrs utilizar esto para comprarle algo bonito a Rose enTrey a.

    De acuerdo dijo Aaron asintiendo con cautela.Qu sabes de Kvothe por las historias que has odo contar? Qu aspecto

    crees que tiene?Aparte de aspecto de muerto? dijo Aaron riendo.Kote compuso un amago de sonrisa.Aparte de aspecto de muerto.Dominaba todo tipo de magias secretas respondi Aaron. Saba seis

    palabras que, susurradas al odo de un caballo, le hacan correr ciento cincuentakilmetros sin parar. Poda convertir el hierro en oro y atrapar un ray o en unajarra de litro para utilizarlo ms tarde. Saba una cancin que abra cualquiercerrojo, y poda romper una puerta de roble macizo con una sola mano

    Aaron se interrumpi.En realidad depende de la historia. A veces es un buen tipo, una especie de

    Prncipe Azul. Una vez rescat a unas muchachas de una cuadrilla de ogrosOtra sonrisa apagada.Ya. pero en otras historias es un cabronazo continu Aaron. Rob

    magias secretas de la Universidad. Por eso lo echaron de all, sabe? Y no lepusieron el apodo de Kvothe el Asesino de Reyes por lo bien que tocaba el lad.

    La sonrisa desapareci de los labios del posadero, que asinti con la cabeza.Cierto. Pero cmo era?Era pelirrojo, si se refiere a eso dijo Aaron frunciendo un poco el ceo

    . En eso coinciden todas las historias. Un diablo con la espada. Era sumamentelisto. Y adems tena mucha labia, y la empleaba para salir de todo tipo deaprietos.

    El posadero asinti.Muy bien dijo. Y si t fueras Kvothe, y sumamente listo, como t

    dices, y de pronto pagaran por tu cabeza mil reales de oro y un ducado, quharas?

    El aprendiz del herrero sacudi la cabeza y se encogi de hombros; no sabaqu responder.

    Pues si yo fuera Kvothe dijo el posadero, fingira mi muerte, mecambiara el nombre y buscara un pueblecito perdido. Entonces abrira unaposada y hara todo lo posible por desaparecer del mapa. Mir al joven. Esosera lo que yo hara.

    Aaron desvi la mirada hacia el cabello del posadero, hacia la espadacolgada sobre la barra y, por ltimo, de nuevo a los ojos del hombre pelirrojo.

    Kote asinti lentamente, y entonces seal a Cronista.

  • Ese hombre no es un escribano como otro cualquiera. Es una especie dehistoriador, y ha venido a escribir la verdadera historia de mi vida. Te has perdidoel principio, pero si quieres, puedes quedarte a or el resto. Esboz una sonrisarelajada. Yo puedo contarte historias que nadie ha odo nunca. Historias quenadie volver a or. Historias sobre Felurian, sobre cmo aprend a luchar con losadem. La verdad sobre la princesa Ariel.

    El posadero tendi un brazo por encima de la barra y toc el del chico.La verdad es que te tengo aprecio, Aaron. Creo que eres muy espabilado,

    y no me gustara nada ver cmo echas a perder tu vida. Respir hondo y miral aprendiz del herrero con intensidad. Sus ojos eran de un verde asombroso.S cmo empez esta guerra. S la verdad sobre ella. Cuando la hayas odo, y ano estars tan impaciente por marcharte corriendo a pelear y morir en ella.

    El posadero seal una de las sillas vacas de la mesa, junto a Cronista, ycompuso una sonrisa tan fcil y tan adorable que pareca la de un prncipe decuento.

    Qu me dices?Aaron mir muy serio al posadero por un momento; su mirada subi hacia la

    espada, y luego volvi a descender.Si de verdad es usted No termin la frase, pero su expresin la

    convirti en una pregunta.S, lo soy de verdad afirm Kote con amabilidad.En ese caso, puedo ver su capa de ningn color? pregunt el aprendiz

    con una tmida sonrisa.La sonrisa adorable del posadero se qued rgida y crispada como un vidrio

    roto.Confundes a Kvothe con Tborlin el Grande dijo Cronista desde el otro

    extremo de la habitacin, con toda naturalidad. El de la capa de ningn colorera Tborlin.

    Aaron se volvi y mir al escribano con gesto de desconcierto.Entonces, qu era lo que tena Kvothe?Una capa de sombra respondi Cronista. Si no recuerdo mal.El chico se volvi de nuevo hacia la barra.Pues puede ensearme su capa de sombra? pregunt. O hacer algn

    truco de magia? Siempre he querido ver alguno. Me contentara con un poco defuego, o con un relmpago. No quiero que se canse por mi culpa.

    Antes de que el posadero pudiera dar una respuesta, Aaron solt unacarcajada.

    Solo estaba tomndole un poco el pelo, seor Kote. Volvi a sonrer, msabiertamente que antes. Divina pareja!, jams en la vida haba hablado conun mentiroso de su talla. Ni siquiera mi to Alvan poda soltarla tan gorda con esacara tan seria.

  • El posadero mir hacia abajo y murmur algo incomprensible.Aaron tendi un brazo por encima de la barra y puso su ancha mano sobre el

    hombro de Kote.Ya s que solo intenta ayudar, seor Kote dijo con ternura. Es usted un

    buen hombre, y pensar en lo que me ha dicho. No ir corriendo a alistarme.Solo quiero estudiar bien mis opciones.

    El aprendiz del herrero sacudi la cabeza, contrito.De verdad. Esta maana todos me sueltan alguna. Mi madre me ha venido

    con que tiene tisis. Rose me ha dicho que est embarazada. Se pas una manopor el cabello y chasc la lengua. Pero lo suy o se lleva la palma, he dereconocerlo.

    Bueno, es que Kote consigui forzar una sonrisa. No habra podidomirar a tu madre a la cara si no lo hubiera intentado.

    Si hubiera escogido cualquier otro detalle, quiz me lo habra tragado repuso el chico. Pero todo el mundo sabe que la espada de Kvothe era de plata.Desvi la mirada hacia la espada colgada en la pared. Y tampoco sellamaba Delirio. Se llamaba Kaysera, la asesina de poetas.

    El posadero se estremeci un poco al or eso.La asesina de poetas?S, seor confirm Aaron asintiendo con obstinacin. Y su escribano

    tiene razn. Llevaba una capa hecha de telaraas y sombras, y anillos en todoslos dedos. Cmo era?

    Cinco anillos llevaba en una mano: de piedra, hierro, mbar, madera yhueso.

    En

    El aprendiz arrug la frente.No me acuerdo del resto. Deca algo del fuegoEl hombre pelirrojo adopt una expresin insondable. Mir hacia abajo, hacia

    sus manos, extendidas y posadas sobre la barra, y al cabo recit:

    En la otra, invisibles, otros cinco:una sortija de sangre, el primero;de aire, tenue como un susurro, el segundo;el de hielo encerraba una grieta,con un fulgor dbil brillaba el de fuego,y el ltimo anillo no tena nombre.

    Eso es dijo Aaron sonriendo. No tendr ninguno de esos anillos

  • escondido detrs de la barra, verdad? Se puso de puntillas e hizo como si seasomara.

    Kote esboz una sonrisa avergonzada.No. No tengo ninguno.Ambos se sobresaltaron cuando Bast dej caer un saco de arpillera sobre la

    barra con un golpazo.Creo que con esto habr comida suficiente para dos das para Carter y para

    ti, y quiz hasta sobre dijo Bast con brusquedad.Aaron se carg el saco a la espalda y se dirigi hacia la puerta, pero titube y

    mir a los dos hombres que estaban detrs de la barra.No me gusta pedir favores. El viejo Cob me ha prometido que cuidar de

    mi madre, peroBast sali de detrs de la barra y fue a acompaar al chico hasta la puerta.Seguro que estar bien. Si quieres, yo puedo pasar a ver a Rose. Mir al

    aprendiz con una sonrisa lasciva en los labios. Solo para asegurarme de que nose siente sola, ya sabes.

    Se lo agradecera mucho repuso Aaron, aliviado. Cuando me he ido lahe dejado un poco compungida. Le ira bien que alguien la reconfortara un poco.

    Bast, que ya haba empezado a abrir la puerta de la posada, se qued quieto ymir, incrdulo, al corpulento Aaron. Entonces mene la cabeza y termin deabrir.

    Bueno, buen viaje. Psalo bien en la gran ciudad. Y no bebas agua.Bast cerr la puerta y apoy la frente en la madera, como si de pronto se

    sintiera muy cansado. Le ira bien que alguien la reconfortara un poco ? repiti con

    incredulidad. Retiro todo lo dicho alguna vez de que ese chico sea listo. Sevolvi hacia la barra mientras apuntaba con un dedo a la puerta cerrada. Esodijo con firmeza, sin dirigirse a nadie en particular, eso es lo que pasa portrabajar con hierro todos los das.

    El posadero chasc la lengua y se apoy en la barra.Ya ves lo que queda de mi labia legendaria.Bast dio un resoplido de desprecio.Ese muchacho es un idiota, Reshi.Y debera sentirme mejor porque no he sabido persuadir a un idiota, Bast?Cronista carraspe dbilmente.Parece, ms bien, un testimonio del gran papel que has hecho aqu dijo

    . Has interpretado tan bien al posadero que ya no pueden concebir que seasalguna otra cosa. Abri un brazo abarcando la taberna vaca. Francamente,me sorprende que ests dispuesto a arriesgar la vida que te has construido aqusolo para impedir que el muchacho no se aliste en el ejrcito.

    No es un gran riesgo dijo el posadero. No es una gran vida. Se

  • enderez, sali de detrs de la barra y fue hasta la mesa a la que estaba sentadoCronista. Soy responsable de todas las muertes de esta estpida guerra. Solopretenda salvar una vida. Por lo visto, ni siquiera de eso soy capaz.

    Se sent enfrente de Cronista y continu:Dnde lo dejamos ayer? Si puedo evitarlo, prefiero no repetirme.Acababas de llamar al viento y de darle a Ambrose una muestra de lo que

    le esperaba dijo Bast desde la puerta. Y lloriqueabas como un bobo por tuamada.

    Yo no lloriqueo como un bobo, Bast protest Kote levantando la cabeza.Cronista abri su cartera de cuero y sac una hoja de papel que tena tres

    cuartas partes escritas con letra pequea y precisa.Si quieres, puedo leerte lo ltimo.Kote tendi una mano.Recuerdo tu clave lo suficientemente bien para leerlo por m mismo dijo

    cansinamente. Dmelo. Quiz me ayude a refrescar la memoria. Mir aBast. Si vas a escuchar, ven aqu y sintate. No quiero verte rondando.

    Bast fue correteando hasta la silla mientras Kote inspiraba hondo y lea laltima pgina de la historia que haba relatado el da anterior. El posadero guardun largo silencio. Sus labios temblaron un instante, como si fueran a fruncirse, yluego dibujaron algo parecido a la dbil sombra de una sonrisa.

    Asinti con aire pensativo; todava segua mirando la hoja.Haba dedicado gran parte de mi corta vida a intentar entrar en la

    Universidad dijo. Quera estudiar all antes incluso de que mataran a mitroupe. Antes de saber que los Chandrian eran ms que una historia para contaralrededor de una fogata. Antes de empezar a buscar a los Amy r.

    El posadero se reclin en el respaldo de la silla; su expresin de cansanciodesapareci y se torn pensativa.

    Crea que cuando llegara all, todo sera fcil. Aprendera magia yencontrara respuestas para todas mis preguntas. Crea que todo sera sencillocomo en los cuentos.

    Kvothe sonri, un poco abochornado, y su expresin hizo que su rostropareciera asombrosamente joven.

    Y tal vez lo habra sido, si no tuviera tanto talento para crearme enemigos ybuscarme problemas. Lo nico que yo quera era tocar mi msica, asistir a lasclases y buscar mis respuestas. Todo lo que quera estaba en la Universidad. Lonico que quera era quedarme all. Asinti para s. Por ah es por dondedeberamos empezar.

    El posadero le devolvi la hoja de papel a Cronista, que, distrado, la alis conuna mano. A continuacin, Cronista destap el tintero y moj la pluma. Bast seinclin hacia delante, expectante, sonriendo como un nio impaciente.

    Kvothe pase la mirada por la estancia observndolo todo. Inspir hondo y de

  • pronto sonri. Y por un instante no pareci en absoluto un posadero. Tena los ojosintensos y brillantes, verdes como una brizna de hierba.

    Preparados?

  • L3

    Suerte

    os bimestres de la Universidad siempre empezaban igual: con el sorteode admisiones, seguido de todo un ciclo dedicado a exmenes. Eranuna especie de mal necesario.

    No pongo en duda que, al principio, ese proceso fuera razonable.Cuando la Universidad era ms pequea, imagino que los exmenes deban deser autnticas entrevistas. Una oportunidad para que el alumno mantuviera unaconversacin con los maestros sobre lo que haba aprendido. Un dilogo. Unadiscusin.

    Pero la Universidad ya tena ms de mil alumnos. No haba tiempo paradiscusiones. En lugar de eso, los alumnos se sometan a una batera de preguntasque solo duraba unos pocos minutos. Dado que las entrevistas eran muy breves,una sola respuesta incorrecta o un titubeo demasiado largo podan tener un graveefecto en tu matrcula.

    Antes de las entrevistas, los alumnos estudiaban obsesivamente. Y despusbeban para celebrarlo o para consolarse. Como consecuencia de ello, durante losonce das de admisiones la mayora de los alumnos andaban nerviosos yexhaustos, en el mejor de los casos. En el peor, se paseaban por la Universidadcomo engendros, plidos y ojerosos por haber dormido poco, por haber bebidodemasiado o por ambas cosas.

    A m, personalmente, me pareca extrao que todo el mundo se tomara aquelproceso tan en serio. La mayora de los estudiantes eran nobles o miembros defamilias adineradas de comerciantes. Para ellos, una matrcula cara no era msque un inconveniente, pues los dejaba con menos dinero de bolsillo para gastar encaballos y prostitutas.

    Yo me jugaba mucho ms. Una vez que los maestros haban determinado unamatrcula, no haba forma de cambiarla. De modo que si me ponan unamatrcula demasiado alta, no podra entrar en la Universidad hasta haber reunidosuficiente dinero para pagarla.

    La primera jornada de admisiones siempre tena un aire festivo. No haba clases,y el sorteo ocupaba la primera mitad del da. Los desafortunados alumnos queobtenan las horas ms tempranas se vean obligados a pasar por el examen deadmisin pocas horas despus.

    Cuando llegu, ya se haban formado largas colas que serpenteaban por elpatio, mientras que los alumnos que ya haban sacado sus fichas iban de un ladopara otro, quejndose de la hora que les haba tocado y tratando de venderla,

  • intercambiarla o de comprar otra.Como no vea a Wilem ni a Simmon por ninguna parte, me puse en la

    primera cola que encontr e intent no pensar en el poco dinero que llevaba enmi bolsa: un talento y tres iotas. En otra poca de mi vida, eso me habraparecido una fortuna. Pero no era suficiente, ni mucho menos, para pagar mimatrcula.

    Repartidas por el patio haba carretas donde se vendan salchichas y castaas,sidra caliente y cerveza. Me lleg el olor a pan caliente y a grasa de unacercana. Tena montones de pasteles de carne de cerdo para quienes pudieranpermitirse ese lujo.

    El sorteo siempre se celebraba en el patio ms grande de la Universidad. Lamayora lo llamaban la plaza del poste, aunque unos pocos cuyos recuerdos seremontaban ms all se referan a ella como el Patio de las Interrogaciones. Yola conoca por un nombre an ms antiguo: la Casa del Viento.

    Me haba quedado contemplando unas hojas que se arrastraban por losadoquines, y cuando levant la cabeza vi a Fela mirndome. Estaba en la mismafila que y o, unos treinta o cuarenta puestos por delante de m. Me sonri concalidez y me salud con la mano. Le devolv el saludo; ella dej su sitio y vinohacia m.

    Fela era hermosa. La clase de mujer que no te sorprendera ver en uncuadro. No tena la belleza elaborada y artificial que tanto abunda entre lanobleza; Fela era natural y sin afectacin, de ojos grandes y labios carnosos quesonrean constantemente. Aqu, en la Universidad, donde haba diez veces mshombres que mujeres, ella destacaba como un caballo en un redil de ovejas.

    Te importa que espere contigo? me pregunt colocndose a mi lado.No soporto no tener a nadie con quien hablar. Sonri, adorable, a los dosjvenes que iban detrs de m. No me estoy colando aclar. Solo heretrocedido unos puestos.

    Ellos no pusieron ninguna objecin, aunque no dejaban de mirarnos. Casipoda orles preguntndose por qu una de las mujeres ms encantadoras de laUniversidad iba a dejar su puesto en la cola para ponerse a mi lado.

    Era una pregunta lgica. Yo tambin senta curiosidad.Me hice a un lado para dejarle sitio y nos quedamos un momento codo con

    codo, sin decir nada.Qu vas a estudiar este ao? pregunt.Fela se apart el cabello del hombro.Supongo que seguir trabajando en el Archivo. Qumica, tambin. Y

    Brandeur me ha invitado a apuntarme a Matemticas Mltiples.Demasiados nmeros dije estremecindome un poco. A m no se me

    dan nada bien.Fela se encogi de hombros, y los largos y oscuros rizos de cabello que

  • acababa de apartar aprovecharon la oportunidad para volver a enmarcar surostro.

    Cuando le coges el truco, no es tan difcil como parece. Ms que nada, esun juego. Me mir ladeando la cabeza. Y t, qu hars?

    Observacin en la Clnica dije. Estudiar y trabajar en la Factora.Simpata tambin, si Dal me acepta. Seguramente tambin le dar un repaso ami siaru.

    Sabes siaru? me pregunt, sorprendida.Un poco respond. Pero segn Wil, mi gramtica da pena.Fela asinti; luego me mir de reojo mordindose el labio inferior.Elodin tambin me ha pedido que coja su asignatura dijo con una voz

    cargada de aprensin.Elodin tiene una asignatura? pregunt. Crea que no le dejaban dar

    clases.Empieza este bimestre me explic Fela mirndome con curiosidad.

    Crea que te apuntaras. No fue l quien propuso que te ascendieran a Relar?S, fue l confirm.Ah. Se turb un poco y, rpidamente, aadi: Seguramente es que

    todava no te lo ha pedido. O quiz prefiera darte clases individuales.Le quit importancia con un ademn, aunque me dola pensar que Elodin me

    hubiera descartado.Con Elodin nunca se sabe dije. Si no est loco, es el mejor actor que

    he conocido jams.Fela fue a decir algo; mir alrededor, inquieta, y se acerc ms a m.

    Nuestros hombros se rozaron, y su rizado cabello me hizo cosquillas en la orejacuando, en voz baja, me pregunt:

    Es verdad que te tir desde el tejado de las Gavias?Chasqu la lengua, un poco abochornado.Es una historia complicada dije, y cambi de tema con bastante torpeza

    . Cmo se llama su asignatura?Fela se frot la frente y solt una risita de frustracin.No tengo ni la menor idea. Dijo que el nombre de la asignatura era el

    nombre de la asignatura. Me mir. Qu significa eso? Cuando vay a aRegistros y Horarios, figurar como El nombre de la asignatura ?

    Admit que no lo saba, y a partir de ah era fcil que empezramos acompartir historias sobre Elodin. Fela me cont que un secretario lo habaencontrado desnudo en el Archivo. Yo haba odo que una vez se haba pasado unciclo entero pasendose por la Universidad con los ojos vendados. Fela haba odoque se haba inventado todo un idioma. Yo haba odo que haba empezado unapelea en una de las tabernas ms srdidas de los alrededores porque alguien sehaba empeado en decir la palabra utilizar en lugar de usar .

  • Esa tambin la haba odo yo dijo Fela riendo. Pero en mi versin, eraen la Calesa y se trataba de un baronet que no dejaba de repetir la palabra adems .

    Ni nos habamos dado cuenta y ya estbamos en los primeros puestos de lacola.

    Kvothe, hijo de Arliden dije.La mujer, con aburrimiento, tach mi nombre, y extraje una ficha lisa de

    marfil de la bolsa de terciopelo negro, abatida, medioda , rezaba. Octavo dade admisiones, tiempo de sobra para prepararme.

    Fela sac tambin su ficha y nos apartamos de la mesa.Qu te ha tocado? pregunt.Me mostr su pequea ficha de marfil. Prendido, cuarta campanada. Fela

    haba tenido mucha suerte: era una de las ltimas horas que podan tocarte.Caramba, enhorabuena.Fela se encogi de hombros y se guard la ficha en el bolsillo.A m no me importa. No estudio mucho. Cuanto ms me preparo, peor lo

    hago. Solo consigo ponerme nerviosa.Entonces deberas cambiarla. Seal a la masa de alumnos que

    pululaban por el patio. Seguro que hay alguien dispuesto a pagar un talentoentero por esa hora. Tal vez ms.

    Es que tampoco se me da muy bien regatear dijo ella. Cualquier fichaque saque me parece buena, y me la quedo.

    Como ya habamos salido de la cola, no tenamos ms excusa para seguirjuntos. Pero a m me agradaba su compaa, y ella no pareca estar deseandomarcharse, as que nos pusimos a pasear por el patio sin rumbo fijo, mientras lamultitud hormigueaba alrededor de nosotros.

    Tengo hambre dijo Fela de pronto. Te apetece que vay amos a comeralgo?

    Yo era dolorosamente consciente de lo vaca que estaba mi bolsa de dinero. Sime empobreca un poco ms, tendra que meter una piedra dentro para que elviento no la agitara. En Ankers coma gratis, porque tocaba el lad. Por eso,gastarme el dinero en comida en otro sitio era un disparate, sobre todo estandotan prximos los exmenes de admisin.

    Me encantara dije sinceramente. Y luego ment: Pero tendra queechar un vistazo por aqu para ver si hay alguien que quiera cambiarme la hora.Soy un regateador empedernido.

    Fela se meti la mano en el bolsillo.Si necesitas ms tiempo, puedes quedarte mi hora.Mir la ficha que Fela sostena entre el ndice y el pulgar, y sent una fuerte

    tentacin. Dos das ms de preparacin habran sido un regalo del cielo. Y si no,poda sacar un talento vendiendo la ficha de Fela. Quiz dos.

  • No quiero que me regales tu suerte dije con una sonrisa. Y te aseguroque t tampoco quieres la ma. Adems, y a has sido muy generosa conmigo. Me ajust la capa con gesto harto elocuente.

    Fela sonri y estir un brazo para acariciar mi capa con el dorso de la mano.Me alegro de que te guste. Pero por lo que a m respecta, todava estoy en

    deuda contigo. Se mordi el labio inferior, nerviosa, y luego baj la mano.Promteme que si cambias de idea me lo dirs.

    Te lo prometo.Volvi a sonrer, hizo un gesto de despedida y ech a andar por el patio. Verla

    caminar entre la multitud era como ver moverse el viento sobre la superficie deun estanque. Solo que en lugar de provocar ondas en el agua, los jvenes girabanla cabeza para verla pasar.

    Todava la estaba mirando cuando Wilem lleg a mi lado.Bueno, y a has acabado de flirtear? me pregunt.No estaba flirteando desment.Pues deberas dijo l. Qu sentido tiene que espere educadamente,

    sin interrumpir, si desaprovechas las oportunidades como esta?No es lo que te imaginas dije. Solo es simptica conmigo.Evidentemente dijo l, y su marcado acento celdico enfatiz an ms

    el sarcasmo de su voz. Qu te ha tocado?Le mostr mi ficha.Un da ms tarde que y o. Me ense la suy a. Te la cambio por una

    iota.Titube.Venga insisti. T no puedes estudiar en el Archivo como el resto de

    nosotros.Lo mir, un poco ofendido.Tu empata es apabullante.Reservo mi empata para los que son lo bastante listos para no enfurecer al

    maestro archivero replic. A la gente como t solo les ofrezco una iota. Laquieres o no?

    Tendran que ser dos dije escudriando el gento, buscando a alumnoscon cara de desesperados. Si puede ser.

    Wilem entrecerr sus oscuros ojos.Una iota y tres drabines ofreci.Me volv hacia l y lo mir atentamente.Una iota con tres dije. Y la prxima vez que juguemos a esquinas, vas

    de pareja con Simmon.Wilem solt un bufido y asinti. Intercambiamos nuestras fichas y met el

    dinero en la bolsa. Un talento con cuatro . Ya estaba un poco ms cerca. Pensun momento y me guard la ficha en el bolsillo.

  • No vas a seguir negociando? me pregunt Wil.Negu con la cabeza.Creo que me quedar con esta hora.Por qu? me pregunt frunciendo el entrecejo. Qu vas a hacer con

    cinco das, salvo ponerte nervioso y jugar con los pulgares?Lo mismo que todos dije. Prepararme para el examen de admisin.Cmo? Todava tienes prohibido entrar en el Archivo, no?Existen otras formas de preparacin dije con aire misterioso. Wilem

    solt una risa burlona.Eso no suena nada sospechoso dijo. Y luego te preguntas por qu la

    gente habla de ti!No me pregunto por qu hablan dije. Me pregunto qu dicen.

  • L4

    Por el mosaico de tejados

    a ciudad que haba ido creciendo alrededor de la Universidad con elpaso de los siglos no era muy extensa. En realidad era poco ms queun pueblo grande.

    Sin embargo, el comercio prosperaba en nuestro extremo del GranCamino de Piedra. Los comerciantes llegaban con carretas llenas de materiasprimas: brea y arcilla, gibatita, potasa y sal marina. Traan artculos de lujocomo caf de Lenatt y vino vntico. Traan tinta negra y brillante de Arueh,arena pura y blanca para nuestras fbricas de vidrio, y muelles y tornillosceldicos de delicada elaboracin.

    Cuando esos comerciantes se marchaban, sus carretas iban cargadas deartculos que solo podas encontrar en la Universidad. En la Clnica hacanmedicinas. Medicinas autnticas, no aguachirle coloreada ni panaceas depacotilla. El laboratorio de alquimia produca sus propias maravillas, de las queyo solo tena un vago conocimiento, as como materias primas como nafta,esencia de azufre y doblecal.

    Quiz mi opinin sea tendenciosa, pero creo que es justo decir que lamay ora de las maravillas tangibles de la Universidad salan de la Artefactora.Lentes de vidrio esmerilado. Lingotes de tungsteno y acero de Glantz. Lminasde pan de oro tan finas que se rasgaban como el papel de seda.

    Pero hacamos muchas ms cosas. Lmparas simpticas y telescopios.Devoracalores y termgiros. Bombas de sal. Brjulas de trifolio. Una docena deversiones del torno de Teccam y del eje de Delevari.

    Quienes fabricbamos esos objetos ramos los artfices como y o, y cuandolos comerciantes los compraban, nosotros nos llevbamos una comisin delsesenta por ciento de la venta. Esa era la nica razn por la que yo tena algo dedinero. Y como durante el proceso de admisiones no haba clases, tena pordelante todo un ciclo para trabajar en la Factora.

    Me dirig a Existencias, el almacn donde los artfices nos proveamos deherramientas y materiales. Me sorprendi ver a un alumno alto y plido de piejunto a la ventana; pareca profundamente aburrido.

    Jaxim! Qu haces aqu? Este no es trabajo para ti.Jaxim asinti con aire taciturno.Kilvin todava est un poco enfadado conmigo dijo. Ya sabes, por lo

    del incendio y eso.Lo siento dije. Jaxim era Relar, como yo. Habra podido estar

  • realizando un montn de proyectos propios. Verse obligado a ocuparse de unatarea de tan baja categora como aquella no solo era aburrido, sino que humillabaa Jaxim pblicamente al mismo tiempo que le costaba dinero y le impedadedicarse a estudiar. Como castigo, era considerablemente riguroso.

    De qu andamos escasos? pregunt.Escoger los proy ectos que realizaras en la Factora era todo un arte. No se

    trataba de fabricar la lmpara simptica ms luminosa ni el embudo de calorms eficaz de la historia de la Artificera. Si nadie los compraba, no te llevaras niun penique abollado de comisin.

    Haba muchos trabajadores que ni siquiera se planteaban esa cuestin. Podanpermitirse el lujo de esperar. Yo, en cambio, necesitaba algo que se vendierarpidamente.

    Jaxim se apoy en el mostrador que nos separaba.Caravan acaba de comprar todas tus lmparas marineras dijo. Solo

    queda esa tan fea de Veston.Asent. Las lmparas simpticas eran perfectas para los barcos. No se

    rompan fcilmente; salan ms baratas, a la larga, que las de aceite, y no tenasque preocuparte por si le prendan fuego al barco.

    Hice unos clculos mentalmente. Poda fabricar dos lmparas a la vez,ahorrando algo de tiempo al duplicar el esfuerzo, y estaba casi convencido deque se venderan antes de que terminara el plazo para pagar mi matrcula.

    Por desgracia, las lmparas marineras eran un trabajo tremendamentemontono. Me esperaban cuarenta horas de labor concienzuda, y si haca algunachapuza, no funcionaran. Entonces mi esfuerzo no habra servido de nada, y solohabra conseguido endeudarme con Existencias por los materiales que habradesperdiciado.

    Sin embargo, no tena muchas opciones.En ese caso, creo que har lmparas dije.Jaxim asinti y abri el libro de contabilidad. Empec a recitar de memoria

    lo que necesitaba:Necesitar veinte emisores medianos. Dos juegos de moldes altos. Una

    aguja de diamante. Un matraz. Dos crisoles medianos. Cuatro onzas de zinc. Seisonzas de acero fino. Dos onzas de nquel

    Jaxim asenta con la cabeza mientras iba anotndolo todo en el libro.Ocho horas ms tarde, entr por la puerta principal de Ankers oliendo a

    bronce caliente, brea y humo de carbn. Era casi medianoche, y la tabernaestaba casi vaca, con la excepcin de un puado de bebedores concienzudos.

    Pareces cansado observ Anker cuando me acerqu a la barra.Estoy cansado confirm. Supongo que ya no queda nada en la olla,

    verdad?Anker neg con la cabeza.

  • Hoy estaban todos muy hambrientos. Me quedan unas patatas fras quepensaba echar en la sopa de maana. Y media calabaza cocida, creo.

    Hecho dije. No tendrs tambin un poco de mantequilla salada?Anker asinti y se apart de la barra.No hace falta que me lo calientes dije. Me lo llevar a mi habitacin.Regres con un cuenco con tres patatas de buen tamao y media calabaza

    dorada con forma de campana. En el centro de la calabaza, de donde habaretirado las semillas, haba una generosa porcin de mantequilla.

    Tambin me llevar una botella de cerveza de Bredon dije mientrascoga el cuenco. Tapada, porque no quiero derramarla por la escalera.

    Mi habitacioncita estaba en el tercer piso. Despus de cerrar la puerta, le dicon cuidado la vuelta a la calabaza, puse la botella encima y lo envolv todo conun trozo de tela de saco, formando un hatillo que podra llevar bajo el brazo.

    A continuacin abr la ventana y sal al tejado de la posada. Desde all solotena que dar un salto para llegar a la panadera del otro lado del callejn.

    El creciente de luna que brillaba en el cielo me proporcionaba suficiente luzpara ver sin ser visto. Y no es que me preocupara mucho que alguien pudieraverme. Era cerca de medianoche, y las calles estaban tranquilas. Adems, esasombroso lo poco que la gente mira hacia arriba.

    Auri me esperaba sentada en una ancha chimenea de ladrillo. Llevaba elvestido que y o le haba comprado y balanceaba distradamente los pies descalzosmientras contemplaba las estrellas. Su fino cabello formaba alrededor de sucabeza un halo que se desplazaba con el ms leve soplo de brisa.

    Pis con cuidado al centro de una plancha de chapa del tejado. La planchaprodujo un sonido hueco bajo mis pies, como un lejano y melodioso tambor. Auridej de balancear los pies y se qued quieta como un conejillo asustado.Entonces me vio y sonri. La salud con la mano.

    Baj de un salto de la chimenea y vino corriendo hasta m, la melenaondeando.

    Hola, Kvothe. Dio un pasito hacia atrs. Hueles mal.Compuse mi mejor sonrisa del da.Hola, Auri dije. T hueles como una muchacha hermosa.S coincidi ella, jovial.Dio unos pasitos hacia un lado, y luego otra vez hacia delante, de puntillas.Qu me has trado? me pregunt.Y t, qu me has trado? repliqu.Ella sonri.Tengo una manzana que piensa que es una pera dijo sostenindola en alto

    . Y un bollo que piensa que es un gato. Y una lechuga que piensa que es unalechuga.

    Entonces es una lechuga inteligente.

  • No mucho dijo ella con una risita delicada. Si fuera inteligente, porqu iba a pensar que era una lechuga?

    Ni siquiera si fuera una lechuga? pregunt.Sobre todo si fuera una lechuga dijo ella. Ya es mala pata ser una

    lechuga. Pero peor an pensar que se es una lechuga. Sacudi la cabeza contristeza, y su cabello sigui su movimiento, como si flotara bajo el agua.

    Abr mi hatillo.Te he trado patatas, media calabaza y una botella de cerveza que piensa

    que es una hogaza de pan.Qu piensa que es la calabaza? me pregunt con curiosidad,

    contemplndola. Tena las manos cogidas detrs de la espalda.Sabe que es una calabaza dije. Pero hace ver que es la puesta de sol.Y las patatas?Las patatas duermen dije. Y me temo que estn fras.Auri me mir con unos ojos llenos de dulzura.No tengas miedo me dijo; alarg una mano y pos brevemente los dedos

    sobre mi mejilla, y su caricia fue ms ligera que la caricia de una pluma.Estoy aqu. Ests a salvo.

    Haca fro, as que en lugar de comer en los tejados como solamos hacer, Aurime guio hasta la rej illa de drenaje de hierro y entramos en el laberinto de tnelesque se extenda por debajo de la Universidad.

    Auri llevaba la botella en una mano y sostena en alto un objeto del tamaode una moneda que desprenda una suave luz verdosa. Yo llevaba el cuenco y lalmpara simptica que haba fabricado y o mismo, esa que Kilvin haba llamado lmpara para ladrones . Su luz roj iza era un extrao complemento a la azulverdosa, ms intensa, de Auri.

    Auri se meti por un tnel con tuberas de diversas formas y tamaos quediscurran junto a las paredes. Algunas de esas tuberas de hierro, las msgrandes, transportaban vapor, y pese a estar forradas de tela aislanteproporcionaban un calor constante. Auri, con cuidado, puso las patatas en el codode una tubera a la que haban arrancado la tela convirtindola en una especie dehorno.

    Utilizando mi tela de saco como mesa, nos sentamos en el suelo ycompartimos la cena. El bollo estaba un poco duro, pero era de frutos secos ycanela. El cogollo de lechuga estaba sorprendentemente fresco, y me preguntdnde lo habra encontrado. Auri tena una taza de t de porcelana para m, y undiminuto cuenco de limosnas de plata para ella. Sirvi la cerveza con tantasolemnidad que pareca que estuviera tomando el t con el rey.

    Guardamos silencio mientras cenbamos. Esa era una de las normas que y o

  • haba ido aprendiendo por ensay o y error. No poda tocarla. No poda hacermovimientos bruscos. No poda hacerle ninguna pregunta que fuera niremotamente personal. No poda hacer preguntas sobre la lechuga ni sobre lamoneda verde. Si lo haca, Auri se escondera en los tneles, y despus pasaradas sin verla.

    La verdad es que ni siquiera saba su nombre. Auri era el que y o le habapuesto, pero en mi corazn pensaba en ella como mi pequea Fata lunar.

    Auri coma delicadamente, como siempre. Sentada con la espalda recta,daba pequeos bocados. Tena una cuchara, y la utilizamos por turnos paracomernos la calabaza.

    No has trado tu lad me coment cuando hubimos terminado de comer.Esta noche tengo que irme a leer dije. Pero pronto lo traer.Cundo?Dentro de cinco noches dije. Para entonces y a habra hecho el examen

    de admisin, y no hara falta que siguiera estudiando.Auri arrug su carita.Cinco das no es pronto dijo. Pronto es maana.Cinco das es pronto para una piedra argument.Pues entonces toca para una piedra dentro de cinco das replic ella. Y

    toca para m maana.Creo que t puedes ser una piedra durante cinco das razon. Es mejor

    que ser una lechuga.S admiti ella sonriendo.Despus de terminarnos la manzana, Auri me guio por la Subrealidad.

    Recorrimos el Vias en silencio, avanzamos saltando por Brincos y entramos enTrapo, un laberinto de tneles donde soplaba un viento lento y constante.Seguramente yo habra podido encontrar el camino, pero prefera que Auri meguiara. Ella conoca la Subrealidad como un calderero sus fardos.

    Wilem tena razn: me haban prohibido entrar en el Archivo. Pero siemprehe tenido un don para meterme en sitios donde no debera meterme. Qu se le vaa hacer.

    El Archivo era un edificio inmenso, un bloque de piedra sin ventanas. Pero losestudiantes que haba dentro necesitaban aire para respirar, y los librosnecesitaban algo ms que eso. Si el aire fuera demasiado hmedo, los libros sepudriran y les saldra moho. Si el aire fuera demasiado seco, el pergamino seresecara y se hara pedazos.

    Me haba llevado mucho tiempo descubrir cmo entraba el aire en elArchivo. Pero no me resultaba fcil acceder a l, ni siquiera despus deencontrar el modo adecuado. Tena que arrastrarme por un tnel muy largo yangustiosamente estrecho, con el suelo de piedra sucia, durante un cuarto dehora. Guardaba una muda de ropa en la Subrealidad, y despus de solo una

  • docena de viajes, las prendas ya estaban destrozadas y tenan las rodillas y loscodos casi completamente desmenuzados.

    Aun as, era un precio que vala la pena pagar por acceder al Archivo.Si me descubran, lo pagara mucho ms caro. Como mnimo me enfrentara

    a la expulsin. Pero si no haca bien el examen de admisiones, y si me imponanuna matrcula de veinte talentos, sera lo mismo que me hubieran expulsado.Tena mucho que perder, pero tambin mucho que ganar.

    De todas formas, no me preocupaba que me descubrieran. La nica luz quehaba en Estanteras era la que llevaban los alumnos y los secretarios. Esosignificaba que en el Archivo siempre era de noche, y yo siempre me hemanejado bien en la oscuridad.

  • L5

    El Eolio

    os das avanzaban lentamente. Trabajaba en la Factora hasta que seme quedaban los dedos entumecidos, y despus lea en el Archivohasta que mi visin se volva borrosa.

    El quinto da de admisiones termin por fin mis lmparasmarineras y las lleve a Existencias con la esperanza de que se vendieran deprisa.Me plante empezar otro par, pero saba que no tendra tiempo de terminarlasantes de que se cumpliera el plazo para pagar la matrcula.

    As pues, me dispuse a ganar dinero por otros medios. Acord tocar un dams en Ankers, y eso me procur bebidas gratis y un puado de monedas queme dieron algunos clientes agradecidos. Fabriqu piezas sueltas en la Factora,artculos sencillos pero tiles como engranajes de latn y planchas de vidrioreforzado que poda vender de nuevo al taller obteniendo un pequeo beneficio.

    Despus, como esas pequeas ganancias no iban a ser suficiente, hice doslotes de emisores amarillos. Acostumbrado a fabricar lmparas simpticas, su luztena un agradable color amarillo, muy parecido al de la luz solar. Costabanbastante dinero, porque para barnizarlas se requera el empleo de materialespeligrosos.

    Los metales pesados y los cidos voltiles no eran los nicos ni los mspeligrosos: los peores eran los extraos compuestos alqumicos. Haba agentesconductores que te traspasaban la piel sin dejar ninguna marca y que luego tecoman el calcio de los huesos sin que te dieras cuenta. Otros sencillamente sequedaban escondidos en tu cuerpo durante meses, latentes, hasta que empezabana sangrarte las encas y se te empezaba a caer el cabello. Comparado con lascosas que fabricaban en el laboratorio de alquimia, el arsnico pareca taninofensivo como el azcar del t.

    Yo pona muchsimo cuidado, pero mientras trabajaba en la segunda tanda deemisores, se me rompi el matraz, y unas gotitas de agente conductor salpicaronel vidrio de la campana de gases donde estaba trabajando. Ni una sola gota llega tocarme la piel, pero una aterriz en mi camisa, ms arriba de los largos puosde los guantes de cuero que llevaba puestos.

    Movindome despacio, utilic un calibrador que tena cerca para levantar lacamisa y apartarla de mi cuerpo. A continuacin, con dificultad, recort aqueltrozo de tela para eliminar toda posibilidad de que me tocara la piel. Ese incidenteme dej tembloroso y empapado de sudor, y decid que haba mejores manerasde ganar dinero.

    Sustitu a un compaero en su turno en la Clnica a cambio de una iota; ayuda un comerciante a descargar tres carretas de cal, a medio penique la carreta.

  • Ms tarde, esa misma noche, encontr a un puado de feroces jugadoresdispuestos a dejarme entrar en su partida de aliento. En el transcurso de dos horasme las ingeni para perder dieciocho peniques y algunas monedas pequeas dehierro ms. Me dio mucha rabia, pero me obligu a levantarme de la mesa antesde que las cosas empeoraran.

    Despus de tanto esfuerzo, an tena menos dinero en mi bolsa que cuandohaba empezado.

    Por suerte, todava me quedaba un as en la manga.

    Me fui a pie a Imre por el ancho camino de piedra.Me acompaaban Simmon y Wilem. Wil haba acabado vendindole a buen

    precio su hora a un secretario desesperado, de modo que tanto l como Simhaban hecho el examen de admisin y eran libres como pjaros. A Wil leimpusieron una matrcula de seis talentos con ocho, mientras que Sim no parabade regodearse con sus cinco talentos con dos, una cifra increblemente baja.

    Yo llevaba un talento con tres en la bolsa. Era un nmero desfavorable.Manet completaba nuestro cuarteto. La despeinada melena entrecana y las

    ropas arrugadas, que componan su atuendo habitual, le daban cierto aire deperplej idad, como si acabara de despertar y no recordara dnde estaba. Lehabamos pedido que nos acompaara en parte porque necesitbamos a uncuarto para jugar a esquinas, pero tambin porque considerbamos que eranuestro deber sacar al pobre hombre de la Universidad de vez en cuando.

    Juntos, atravesamos el ro Omethi por el alto arco del Puente de Piedra, yllegamos a Imre. Eran los ltimos das del otoo, y yo llevaba mi capa paraprotegerme del fro. Tambin llevaba el lad cmodamente colgado a la espalda.

    Llegamos al centro de Imre, cruzamos un gran patio adoquinado y pasamosal lado de la fuente central, llena de estatuas de stiros que perseguan ninfas. Nospusimos en la cola de entrada del Eolio, donde nos salpicaba la rociada que elviento arrastraba de la fuente.

    Cuando llegamos a la puerta, me sorprendi ver que Deoch no estaba all. Ensu lugar haba un hombre serio y de escasa estatura con el cuello grueso. Elhombre levant una mano.

    Ser una iota, joven dijo.Perdn. Apart de mi hombro la correa del estuche del lad y le mostr

    el caramillo de plata que llevaba prendido en la capa. Seal a Wil, Sim y Manet. Vienen conmigo.

    El hombre examin mi caramillo con desconfianza.Pareces muy joven dijo desviando la mirada hacia mi cara y

    escudrindola.Es que soy muy joven repuse con toda naturalidad. Eso forma parte

  • de mi encanto.Muy joven para tener y a tu caramillo aclar l, convirtiendo su

    afirmacin en una acusacin razonablemente educada.Vacil. Era cierto que pareca mayor de lo que era, pero solo aparentaba algo

    ms que los quince aos que tena. Que yo supiera, era el msico ms joven delEolio. Normalmente eso jugaba a mi favor, pues me confera el valor de lonovedoso. Pero en ese momento

    Antes de que se me ocurriera nada que decir, o una voz que vena de la cola.No miente, Kett. Una joven alta que llevaba un estuche de violn me

    salud con la cabeza. Se gan el caramillo cuando t estabas fuera. Puedesfiarte de l.

    Gracias, Marie dije mientras el portero nos indicaba que podamosentrar.

    Encontramos una mesa cerca de la pared del fondo con buenas vistas delescenario. Pase la mirada para ver quin haba por all, y disimul la familiarpunzada de desencanto al comprobar que Denna no estaba.

    Qu ha pasado en la puerta? pregunt Manet mientras mirabaalrededor, observando el escenario y el alto techo abovedado. Paga la gentepara entrar aqu?

    Lo mir.Llevas treinta aos estudiando en la Universidad y nunca habas estado en

    el Eolio?Ya, bueno. Hizo un ademn impreciso. He estado ocupado. No suelo

    venir a este lado del ro.Sim rio y se sent a la mesa.Cmo te lo explicara, Manet? Si la msica tuviera una universidad, sera

    esto, y Kvothe sera un arcanista con todas las de la ley.Mala analoga dijo Wil. Esto es una corte musical, y Kvothe es un

    miembro de la nobleza. Nosotros vamos montados en su carro. Por eso hemostolerado tanto tiempo su fastidiosa compaa.

    Pagan una iota solo para entrar? Manet no sala de su asombro.Asent. Manet dio un gruido que expresaba su incomprensin y mir

    alrededor, fijndose en los nobles elegantemente vestidos que pululaban por elbalcn superior.

    Mira por dnde dijo. Hoy y a he aprendido algo.

    El Eolio todava no se haba llenado, as que matamos el tiempo jugando aesquinas. No era ms que una partida amistosa, a un drabn la mano, doble por unfarol; pero con lo arruinado que estaba, cualquier apuesta era arriesgada. Porsuerte, Manet jugaba con la precisin de un reloj de engranajes: nada de trampas

  • fuera de lugar, nada de intentos alocados, nada de corazonadas.Simmon pag la primera ronda de bebidas y Manet, la segunda. Cuando

    empezaron a atenuarse las luces del Eolio, Manet y yo y a llevbamos diezmanos ganadas, sobre todo gracias a la tendencia de Simmon a apostar porencima de sus posibilidades. Me guard la iota de cobre con sombra satisfaccin. Un talento con cuatro .

    Subi al escenario un msico mayor que yo. Tras una breve introduccin porparte de Stanchion, toc una conmovedora versin de El ltimo da de Taetncon la mandolina. Sus dedos, giles, rpidos y seguros, se desplazaban conautoridad por las cuerdas. Pero su voz

    Con la edad se deterioran muchas cosas. Las manos y la espalda cobranrigidez. La visin empeora. La piel se vuelve spera y la belleza se apaga. Lanica excepcin es la voz. Si se cuida bien, con la edad y con el uso continuado lavoz no hace otra cosa que ganar suavidad. La de aquel hombre era dulce comoun vino de miel. Al terminar su cancin, recibi un aplauso caluroso, y al cabo deun momento volvieron a encenderse las luces y se reanudaron lasconversaciones.

    Entre una actuacin y otra hay un descanso expliqu a Manet. Paraque la gente pueda hablar y pasearse y pedir sus bebidas. Ni Tehlu con todos susngeles podra protegerte si hablaras durante una actuacin.

    No temas, no te har quedar mal dijo Manet, enfurruado. No soy tanbrbaro.

    Solo era un aviso bienintencionado dije. T me adviertes de lospeligros en la Artefactora. Yo te advierto de los peligros de este local.

    Su lad era diferente observ Wilem. No sonaba como el tuy o. Y erams pequeo.

    Reprim una sonrisa y decid no darle importancia.Esa clase de lad se llama mandolina expliqu.Vas a tocar, verdad? me pregunt Simmon, removindose en la silla

    como un cachorro impaciente. Deberas tocar aquella cancin que compusistesobre Ambrose. Tarare un poco, y luego cant:

    La