libro no 397 la casa de la mezquita kader, abdolah colección emancipación obrera marzo 23 de 2013

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular! 1 Colección Emancipación Obrera IBAGUÉ-TOLIMA 2013 GMM

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La Casa de la Mezquita. Kader, Abdolah. Biblioteca Emancipación Obrera. Guillermo Molina Miranda.

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  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    1

    Coleccin Emancipacin Obrera IBAGU-TOLIMA 2013

    GMM

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    2 Libro No. 397. La Casa de la Mezquita. Kader, Abdolah. Coleccin Emancipacin

    Obrera. Marzo 23 de 2013.

    Ttulo original: Het huis van de moskee ISBN edicin en papel: 978-84-9838-184-9

    ISBN libro electrnico: 978-84-15470-12-0 (epub)

    Primera edicin en libro electrnico (epub): diciembre de 2011

    Reservados todos los derechos sobre la/s obra/s protegida/s. Quedan rigurosamente prohibidos, sin la

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    neutralizar cualquier dispositivo tcnico utilizado para proteger dicha aplicacin.

    Ttulo original: Het huis van de moskee

    Traduccin del neerlands: Marta Arguil Bernal

    Con la colaboracin de Foundation for the Production and Translation of Dutch Literature

    Copyright Kader Abdolah, 2005

    Copyright de la edicin en castellano Ediciones Salamandra, 2008

    Publicaciones y Ediciones Salamandra, S.A.

    Almogvers, 56, 7 2 - 08018 Barcelona - Tel. 93 215 11 99

    www.salamandra.info

    Versin Original: Het huis van de moskee

    Circulacin conocimiento libre, Diseo y edicin digital de Versin original de

    textos:

    Licencia Creative Commons:

    Emancipacin Obrera utiliza una licencia Creative Commons, puedes copiar, difundir

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    Autora-atribucin: Respetar la autora del texto y el nombre de los autores

    No comercial: No se puede utilizar este trabajo con fines comerciales

    No derivados: No se puede alterar, modificar o reconstruir este texto.

    Portada e Ilustracin E.O. de Imagen: De documento original

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    3 Abdolah, Kader - La Casa De La Mezquita

    Sin duda uno de los ms destacados narradores contemporneos de los Pases

    Bajos, el escritor de origen iran Kader Abdolah autor de El reflejo de las palabras ha obtenido un rotundo xito con esta nueva novela, que ha sido elegida por los lectores neerlandeses como segundo libro preferido de todos

    los tiempos.

    Durante generaciones, la poderosa familia de Aga Yan ha ocupado una

    posicin privilegiada en la tranquila ciudad de Seneyn.

    Siguiendo una tradicin secular, el clan habita un casern de treinta y cinco

    habitaciones adosado a la mezquita, una enorme y animada colmena llena de

    abuelas, nios, sirvientes, comerciantes y santones.

    Por el edificio fluyen a toda velocidad historias fascinantes, y all conviven

    el poder econmico y el poder espiritual, la religin y la vida social, las

    pasiones y los rezos. Sin embargo, todo cambia en los aos setenta, cuando

    la religin se convierte en arma poltica y pone fin a dcadas de armona. Los

    grupos de izquierdas contrarios a la occidentalizacin del pas y los

    extremistas islmicos provocan la cada del sah, y el regreso del ayatol

    Jomeini marcar drsticamente el destino de la familia.

    Epopeya familiar de marcado tono autobiogrfico, en La casa de la mezquita

    confluyen la rica cultura persa con la vida cotidiana de los iranes. Gente,

    arte, religin, sexo, literatura, cine, incluso el mundo de la radio y la

    televisin; el autor retrata, con el conocimiento que le otorga su experiencia

    personal, una sociedad islmica moderada, ligada a una sabia y frtil

    tradicin milenaria y alejada de todo radicalismo.

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

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    La Casa de la Mezquita

    Abdolah Kader

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    a Aga Yan,

    para que vayas en paz

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    6 Nun wal qalam wa ma yastarun:

    Por el clamo y lo que los ngeles escriben!

    EL CLAMO

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  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

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    Las hormigas

    Alef Lam Mim. Haba una vez una casa muy antigua llamada la casa de la

    mezquita.

    Era grande, de treinta y cinco habitaciones, y durante siglos haban vivido en

    ella familias emparentadas al servicio de la mezquita.

    Todas las estancias posean una funcin y un nombre correspondiente, como

    el cuarto de la cpula, el cuarto de fumar, el cuarto de las historias, el cuarto

    de las alfombras, el cuarto de los enfermos, el cuarto de las abuelas, la

    biblioteca y el cuarto del grajo.

    Se haba construido detrs de la mezquita, adosada a sta. En un extremo del

    patio, una escalera de piedra conduca a la azotea, desde la que se acceda al

    templo. Y en medio del patio se hallaba el houz, la alberca hexagonal para

    las abluciones antes de la oracin.

    Por aquel entonces la casa estaba habitada por las familias de tres primos:

    Aga Yan, el vendedor de alfombras, responsable del viejo zoco de la ciudad;

    Alsaberi, el imn de la mezquita, y Aga Shoya, su muecn.

    Era un viernes por la maana a comienzos de primavera. El sol calentaba

    agradablemente y el jardn ola a tierra. Los rboles tenan hojas jvenes, las

    plantas haban echado los primeros brotes y los pjaros, revoloteando de

    rama en rama, trinaban en el jardn. Las dos abuelas estaban recogiendo los

    restos de las plantas muertas el pasado invierno, mientras los nios jugaban a

    perseguirse y esconderse detrs de los recios rboles.

    De pronto, un enjambre de hormigas surgi de debajo de los viejos muros y

    cubri con un movedizo manto marrn el zagun, junto al aoso cedro.

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    9 Millares de hormigas jvenes, que por primera vez vean el sol y sentan su

    calor, se apretujaban unas contra otras.

    Los gatos de la casa las observaban a distancia desde la alberca, perplejos

    ante aquella masa fluctuante. Los nios cesaron en sus juegos y acudieron a

    ver aquel portento que avanzaba por la entrada. Los pjaros enmudecieron y,

    posndose en las ramas del granado, estiraban el cuello para seguir el

    movimiento de las hormigas.

    Abuelas! gritaron los nios. Venid a ver esto!

    Las abuelas, atareadas en el otro extremo del jardn, no los oyeron.

    Venid, venid, hay millones de hormiguitas! exclam una de las nias.

    Las abuelas se acercaron.

    Jams haba visto nada semejante! exclam una.

    Ni haba odo nada igual! se admir la otra.

    Estupefactas, las dos se llevaron las manos a la boca. El nmero de hormigas

    creca por momentos y en poco tiempo cubrieron por completo el zagun,

    haciendo imposible llegar hasta la puerta principal.

    Los nios corrieron hasta el estudio de Aga Yan, en el otro extremo del

    patio.

    Aga Yan, venga! Aydenos! Las hormigas!

    Aga Yan descorri las cortinas y mir fuera.

    Qu sucede?

    Puede venir un momento? Dentro de poco no podremos salir, las hormigas se dirigen hacia la casa. Las hay a millares!

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    10 Ahora mismo voy.

    Se ech una larga tnica por los hombros, se cal el sombrero rabe y sali con

    los nios.

    Aga Yan haba vivido muchas cosas en aquella casa, pero jams haba

    presenciado nada igual.

    Esto me recuerda al profeta Suleimn les dijo a los nios. Tiene que haber un motivo especial para que ocurra algo as o no saldran al exterior en

    masa. Si prestamos atencin las oiremos hablar entre s, aunque no sepamos

    su lenguaje. El profeta Suleimn saba hablar con las hormigas, pero yo no.

    Se dira que estn haciendo algo, una especie de ceremonia, o tal vez estn

    cambiando de hormiguero por la llegada de la primavera.

    Piensa algo! lo inst Joleb, la abuela ms joven. Haz que vuelvan a su nido o se metern en la casa.

    Aga Yan se arrodill en el jardn, se puso las gafas y estudi las hormigas de

    cerca.

    En ese momento intervino Jolban, la abuela de ms edad.

    Lee el sura en que Suleimn habla con las hormigas que haban cubierto el valle para impedirle que pasara con su ejrcito. O lee Al Namal, el sura en

    que el profeta habla con Hodhod, la abubilla, cuando el pjaro le trae una

    carta de amor de la reina de Saba.

    Los nios aguardaron la decisin de Aga Yan llenos de curiosidad.

    Lee Al Namal antes de que sea demasiado tarde y pide a las hormigas que regresen a su nido.

    Los nios miraron de nuevo a Aga Yan.

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    11 Lee la carta de amor o las hormigas se aduearn de la casa!

    Hubo un silencio.

    Traedme el Corn! mascull Aga Yan.

    Shabal, uno de los nios, fue corriendo hasta la alberca, se lav las manos, se

    las sec con un trapo colgado en el tendedero y entr precipitadamente en el

    estudio. Al poco, regres con un viejo ejemplar del Corn y se lo alarg a

    Aga Yan, quien lo hoje en busca del sura Al Namal y, detenindose en la

    pgina 377, se inclin hacia delante y empez a declamar:

    Suleimn dijo: Waqala ya ayo hanas elmana maneq altair waqala ya ayo hanas wa warthe soleiman davud waqale ya ayohanas olemana mantjal teir

    wa oteina men kolle sheian ena haza lahova alfazal almobin wa hashre

    soleiman yinude men alyen walens wal teir fahme yuzeun hatta eza atu ala

    wa ela wa danamal qalat namalato ya ayojallnamal adqalo maskanajom la

    yahtamanakom soleiman wa yanaho wa hom la yasharunwa.

    Todos miraban y callaban, todos esperaban la reaccin de las hormigas.

    Aga Yan sigui salmodiando y sopl sobre las hormigas. Las abuelas fueron

    en busca de dos hornillos y echaron un poco de esfand al fuego. Dos nubes

    de oloroso humo se expandieron por el aire. A continuacin, se arrodillaron

    en el suelo junto a Aga Yan y fueron expeliendo el humo sobre las hormigas

    al tiempo que susurraban: Suleimn, Suleimn, Suleimn, las hormigas, las

    hormigas, el valle, el pjaro Hodhod, el pjaro Hodhod, la reina de Saba,

    Saba, Saba, Saba. Suleimn, Suleimn, Suleimn, Hodhod, hormigas,

    hormigas, hormigas, hormigas.

    Los nios contuvieron la respiracin.

    De pronto los insectos se detuvieron, se hubiera dicho que escuchando, como

    si quisieran averiguar quin les cantaba y exhalaba sobre ellos aquel humo

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    12 fragante.

    Fuera de aqu, nios! Estn retrocediendo! No las molestis! los exhort Jolban.

    Los nios subieron a la planta superior y a travs de las ventanas observaron

    cmo las hormigas se replegaban.

    Muchos aos despus, cuando Shabal haba dejado el pas y viva en el

    extranjero, sola evocar los recuerdos de aquel da para sus amigos. Les

    contaba que haba presenciado con sus propios ojos cmo despus de leer el

    sura de las hormigas, stas haban desaparecido por los agujeros de los viejos

    muros como largas cuerdas parduscas.

    La casa de la mezquita

    Alef Lam Ra. Pasaron los aos. Nunca volvi a salir aquel desorbitado

    nmero de hormigas de debajo de los muros centenarios. Del suceso no

    qued ms que un breve recuerdo. En la casa ancestral, la vida segua su

    curso. Al anochecer, las abuelas trajinaban en la cocina como las dems

    mujeres. Faltaba poco para que llegase el imn Alsaberi y tendran que

    prepararlo para la oracin de la noche.

    El viejo grajo sobrevol la casa y emiti un graznido. Un carruaje se detuvo

    en el portal y Jolban sali a abrirle la puerta al imn.

    El anciano cochero salud a la abuela y sigui su camino. Era el ltimo

    cochero, pues el ayuntamiento haba prohibido la circulacin de caballos en

    la ciudad y subvencionaba taxis a todos los que obtuvieran el permiso de

    conducir. Pero haba un cochero entrado en aos que no lograba aprobar el

    examen y, por mediacin de la mezquita, se lo autoriz a trabajar al servicio

    del imn, pues Alsaberi consideraba impuros los taxis y no le pareca

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    13 apropiado que un religioso anduviese por la ciudad en uno de aquellos

    vehculos como si fuese un ciudadano corriente.

    Alsaberi llevaba un turbante negro, lo que indicaba que era descendiente del

    profeta Mahoma, y vesta una larga aba, la tnica marrn de los religiosos.

    Haba asistido a la ceremonia nupcial de una destacada familia de la ciudad,

    y bendecido el matrimonio. Los nios saban que no deban acercarse

    demasiado al imn pues, todas las noches, cientos de personas se situaban

    detrs de l para rezar. Nadie poda tocarlo antes de la oracin.

    Salam! lo saludaban los nios a coro.

    Salam! responda el imn con una sonrisa.

    Aos atrs, cuando Alsaberi llegaba a la casa con una bolsita de golosinas, se

    la entregaba a una de las nias; entonces, todos los cros echaban a correr

    mientras l prosegua su camino hacia la biblioteca. Pero ahora que los nios

    haban crecido ya no salan a su encuentro, de modo que el imn les daba las

    golosinas a las abuelas para que ellas se encargaran de repartirlas.

    En cuanto el imn Alsaberi llegaba a la casa, las abuelas se lavaban las

    manos en la alberca y acudan presurosas a la biblioteca para acompaarlo al

    bao.

    Todo suceda en silencio. Una de las abuelas le quitaba con cuidado el

    turbante de la cabeza y lo dejaba sobre la mesa, mientras la otra lo ayudaba a

    despojarse de la tnica y la colgaba en el perchero. El imn no haca nada

    por s mismo, ni siquiera tocaba la ropa.

    Esto no puede seguir as solan quejarse las abuelas a Aga Yan. Lo que hace y nos exige no es normal ni bueno. Nunca habamos tenido un imn

    as en la casa. Bien est que quiera ir limpio, pero esto pasa de castao

    oscuro. Ni siquiera toca a sus propios hijos, y slo come con una cuchara que

    lleva siempre en el bolsillo. No podr seguir as por mucho tiempo.

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    14 Las abuelas le contaban a Aga Yan todo lo que suceda en la casa, hasta los

    secretos que nadie ms poda saber.

    En realidad, las abuelas no eran las verdaderas abuelas de la familia sino dos

    sirvientas que llevaban all ms de sesenta aos. Eran an un par de

    jovencitas cuando el padre de Aga Yan las llev a la casa y all se quedaron.

    Nadie saba de dnde venan y ellas nunca hablaban de su pasado. No haban

    estado casadas, aunque todos saban que las dos mantenan relaciones

    secretas con el to de Aga Yan: siempre que l iba de visita, eran suyas.

    Las abuelas formaban parte de la casa, igual que el viejo grajo, el cedro y los

    stanos. Una de ellas haba criado al imn y la otra a Aga Yan, ambas eran

    las confidentes de este ltimo y se encargaban de velar por las costumbres de

    la casa.

    Aga Yan era vendedor de alfombras y posea la tienda ms antigua del zoco

    de Seneyn, donde tena ms de un centenar de empleados a su servicio.

    Asimismo, contaba con un equipo de siete dibujantes dedicados

    exclusivamente a crear los motivos de sus tapices.

    El zoco es una ciudad dentro de la ciudad; se puede acceder a l a travs de

    varias puertas. Es un laberinto de callejas cubiertas con techos abovedados, e

    innumerables tenderetes se apian unos junto a otros.

    Durante siglos, los zocos haban sido el principal centro econmico del pas.

    En sus locales se instalaban miles de mercaderes que, desde tiempos

    inmemoriales, comerciaban con telas, oro, grano, alfombras y metales

    labrados. Los vendedores de alfombras, en particular, haban desempeado

    un papel crucial en la historia del pas.

    Gracias a su privilegiada posicin, Aga Yan tena en sus manos las riendas

    de la mezquita y el zoco.

    Las alfombras de la tienda de Aga Yan lucan esplndidos dibujos y

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    15 asombrosos colores. Los tapices que llevaban su marca valan su peso en oro y

    no estaban al alcance de cualquiera. Los comerciantes especializados los

    encargaban con mucha antelacin para sus clientes de Europa y Amrica.

    Aquellas alfombras eran inigualables. Nadie saba de dnde procedan

    aquellas figuras inalcanzables o cmo era posible lograr tan hermosa mezcla

    cromtica. Aqul era el secreto de la casa y el que le daba un gran prestigio a

    la tienda.

    No haban llegado an los tiempos en que cada casa tena su propio cuarto de

    bao; no obstante, la ciudad contaba con varios baos pblicos muy

    espaciosos. Fieles a la tradicin familiar, los hombres de la casa de la

    mezquita iban siempre a la casa de baos ms antigua, donde haba un lugar

    reservado para el imn. Pero Alsaberi no quera ni or hablar del asunto y se

    negaba en redondo a poner un pie en aquel lugar donde, a buen seguro,

    encontrara decenas de hombres lavndose a la vez. Se pona enfermo slo

    de imaginarse desnudo delante de los dems. Por esa razn, Aga Yan acab

    contratando un albail para que construyese un cuarto de bao en el interior

    de la casa. El albail slo tena experiencia en la construccin de baos

    tradicionales, de modo que se limit a hacer un agujero en la estancia

    contigua a la biblioteca e improvis una curiosa baera para el imn.

    Aquella noche, como de costumbre, Alsaberi se sent sobre la piedra

    cubierto con sus largos calzones blancos, mientras una de las abuelas le

    echaba una jarra de agua caliente por la cabeza.

    Fra! Fra! exclam el imn.

    Pero las abuelas no se inmutaron. Joleb empez a frotarle la espalda con

    jabn y Jolban sigui vertindole agua por los hombros despacio, para no

    salpicar.

    Despus de enjuagarle el jabn del cuerpo, lo ayudaron a meterse en la poco

    profunda baera. Alsaberi se tumb y permaneci bajo el agua un buen rato.

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    16 Cuando volvi a salir, tena el rostro ceniciento. Las abuelas lo ayudaron a

    incorporarse, le pusieron una toalla sobre los hombros y otra alrededor de la

    cintura, y luego lo acompaaron hasta la estufa, donde se desprendi con

    renuencia de los calzones mojados y se puso rpidamente otros limpios. Las

    mujeres le secaron la cabeza y le pusieron la camisa, ocultndole las manos

    en las mangas. A continuacin, lo acompaaron de nuevo a la biblioteca.

    Lo sentaron en una silla y le supervisaron las uas bajo la luz. Una de las

    abuelas le recort una puntita de la ua del ndice. Terminaron de vestirlo, le

    pusieron el turbante y las gafas, y con un pao le sacaron lustre a los zapatos.

    El imn estaba listo para ir a la mezquita. Jolban se dirigi al cedro donde

    estaba colgada la vieja campana y la hizo sonar. La campana estaba

    destinada al conserje de la mezquita. En cuanto el hombre la oa, apareca en

    la azotea, bajaba la escalera y se diriga a la biblioteca pasando por delante

    del cuarto de huspedes.

    Nunca vea a las abuelas, pues stas se ocultaban detrs de los anaqueles de

    libros al verlo entrar en la estancia, pero siempre las saludaba y ellas le

    devolvan invariablemente el saludo. Despus, el conserje coga los libros

    que el imn haba dejado preparados encima de la mesa y lo escoltaba hasta

    la mezquita. Andaba siempre delante del religioso para que ningn perro

    pudiera acercarse a l; era la persona de confianza de Alsaberi, el nico,

    aparte de las abuelas, que poda tocarlo, alcanzarle algo o tomar algo de su

    mano. El conserje iba tan limpio como el propio imn. Tampoco l

    frecuentaba los baos de la ciudad, era su mujer quien lo lavaba en casa

    metido en una gran cuba.

    Delante de la mezquita haba un corrillo de hombres esperando para

    acompaar a Alsaberi hasta la sala de oracin; eran los mismos que siempre

    ocupaban la primera fila detrs del imn. En cuanto lo vean llegar, lo

    saludaban: Alabado sea el profeta Mahoma!

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    17 Los numerosos fieles que haban acudido para la oracin se hicieron a un lado

    para dejar paso al imn.

    Alsaberi ocup su lugar y el conserje dej los libros a su lado, sobre una

    mesita.

    Slo quedaba esperar a que llegara el muecn, el hombre que desde el ltimo

    peldao del antiguo almimbar se pona en pie y voceaba: Alaho akbar!

    Haye alal salat! Al es grande! Preparaos para la oracin!

    En cuanto lo vean subir los peldaos del almimbar, todos saban que la

    oracin haba comenzado.

    El muecn era el ciego Aga Shoya, primo de Aga Yan. Tena una hermosa

    voz. Tres veces al da se encaramaba a uno de los minaretes de la mezquita y

    convocaba a los fieles a la oracin: Haye alal salat!

    Lo haca de madrugada, antes de la salida del sol, a las doce del medioda y

    al atardecer, tras el crepsculo. Nadie lo llamaba ya por su nombre sino que

    le haban otorgado el ttulo honorfico de Muecn y hasta su familia lo

    llamaba as.

    Alaho akbar! grit.

    Todos se pusieron en pie y se situaron de cara a La Meca.

    En teora, un ciego no poda ocupar el puesto de muecn, pues era preciso

    que viera cundo el imn se inclinaba hacia delante, cundo posaba la frente

    en el suelo y cundo volva a enderezarse. Pero Aga Shoya no necesitaba la

    vista para saber esas cosas, bastaba con que el imn alzara un poco la voz en

    seal de advertencia.

    Muecn tena un hijo de catorce aos llamado Shabal y una hija, Shahin, que

    ya estaba casada. Su esposa haba fallecido de una grave enfermedad y l no

    haba querido casarse de nuevo. Sin embargo, eso no le impeda mantener

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    18 relaciones espordicas con algunas mujeres de las montaas. De cuando en

    cuando, Muecn se pona su mejor traje, se calaba el sombrero, coga el bastn

    y desapareca por unos das. Durante su ausencia, su hijo Shabal lo sustitua

    en sus funciones de almudano, suba al minarete y llamaba al azan.

    Al trmino de la oracin, un grupo de hombres del zoco acompaaba al imn

    Alsaberi a casa.

    Aga Yan sola quedarse un rato ms en la mezquita para charlar con los

    fieles y casi siempre era el ltimo en marcharse.

    Aquella noche haba estado hablando con el conserje sobre la reparacin de

    la cpula. Cuando se dispona a volver a casa, su sobrino Shabal lo llam.

    Aga Yan, podra hablar un momento con usted?

    Pues claro que s, muchacho.

    Le importara que fusemos a dar un paseo a orillas del ro?

    Al ro? Pero en casa nos estn esperando para cenar.

    Lo s, pero es importante.

    Echaron a andar hacia el ro Sefiyani, que discurra plcidamente cerca de

    all.

    No s cmo empezar, no es preciso que me conteste enseguida.

    T dirs, hijo.

    Se trata de la Luna.

    La Luna?

    Bueno, de la Luna no. De la televisin, del imn.

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    19 La televisin? La Luna? El imn? Qu intentas decirme?

    Bueno, quiero decir que un imn debera saber un poco de todo. Tiene que estar al corriente de las cosas que pasan en el mundo. Alsaberi siempre est

    leyendo libros de su propia biblioteca, libros antiguos de hace siglos, pero

    nunca lee los peridicos. No sabe nada de la Luna, por ejemplo.

    Explcate mejor, qu es lo que Alsaberi debera saber de la Luna?

    Hoy se habla en todas partes de la Luna. En el colegio, en el zoco, en la calle, pero en nuestra casa jams se habla de esos temas. Tiene idea de lo

    que va a suceder de aqu a pocas horas?

    No, qu va a suceder?

    Esta noche el hombre llegar a la Luna y usted ni siquiera lo sabe. Quiz no les importe ni a usted ni a Alsaberi, pero los americanos van a plantar su

    bandera en la superficie de la Luna y el imn de nuestra ciudad no est

    enterado. Jams habla de eso en sus sermones. Esta noche debera haber

    dicho algo de lo que va a pasar, pero resulta que no tiene ni idea, y eso no es

    bueno para nuestra mezquita. En la mezquita se debera hablar de las cosas

    que interesan a la gente.

    Aga Yan lo escuchaba pensativo.

    Lo malo es que ya he hablado de esto con Alsaberi continu Shabal, pero no quiere ni or hablar del asunto. No cree en esas cosas.

    Y qu opinas t que deberamos hacer?

    Esta noche retransmitirn por televisin la llegada del hombre a la Luna. Me gustara que el imn y usted fuesen testigos de ese acontecimiento

    histrico.

    Cmo?

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    20 Viendo la televisin!

    Quieres que veamos la televisin? pregunt Aga Yan, estupefacto. Quieres que el imn de nuestra ciudad se siente delante de uno de esos

    chismes? Sabes lo que me ests pidiendo, hijo? Desde la llegada de ese

    aparato, les hemos advertido a los fieles desde el almimbar que no lo vean,

    que no escuchen a ese sah corrupto, que no miren a los americanos. Y ahora

    t me pides que veamos cmo Estados Unidos planta su bandera en la Luna?

    Sabes de sobra que estamos en contra del sah y de los americanos que lo

    devolvieron al poder. No queremos ver la cara del sah y la bandera de los

    americanos en nuestra propia casa. Por qu quieres sentarnos ante un

    televisor? Ese aparato no es ms que un arma de los americanos, as es

    como combaten nuestra cultura y nuestras creencias! He odo decir muchas

    cosas malas de ese aparato, de los programas perniciosos que enferman el

    espritu.

    Lo que dice no es del todo cierto, tambin se emiten cosas interesantes, como lo de esta noche. Tiene que verlo! El imn tiene que verlo!

    Precisamente porque estamos en contra del sah y de Amrica, debemos ver

    su televisin. Esta noche los americanos llegarn a la Luna. Usted es el

    hombre ms importante de la ciudad y debera ser testigo. Pondr una antena

    en el tejado.

    Poner una antena en nuestro tejado? Maana la ciudad murmurar a nuestra costa. La gente ir por ah diciendo: Habis visto la antena en el

    tejado de su casa?

    Nadie se enterar.

    La peticin de Shabal haba turbado a Aga Yan. El muchacho conoca bien

    las reglas de la casa, pero se atreva a defender sus ideas. Haca tiempo que

    Aga Yan haba descubierto aquella virtud en su sobrino y lo admiraba por

    ello.

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    21 Aga Yan tena dos hijas y un hijo cinco aos menor que Shabal, pero vea en su

    sobrino a la persona que habra de sucederlo al frente del zoco. Procuraba

    mantenerlo al corriente de los asuntos importantes de la casa, lo quera como

    a un hijo propio y lo educaba para que algn da ocupara su lugar.

    A la salida del colegio, Shabal iba siempre directamente a la tienda de Aga

    Yan. ste le contaba las novedades del zoco, le informaba de las decisiones

    que haba tomado y le consultaba las que pensaba tomar.

    Y ah estaba Shabal, hablndole de la televisin y la Luna. Aga Yan

    sospechaba que aquella idea era propia de Nosrat, su hermano menor, que

    viva en Tehern.

    En cuanto llegaron a la casa, Aga Yan fue a ver a las abuelas y les dijo:

    Cenar con el imn en la biblioteca, tengo que hablar con l. Que nadie nos moleste.

    Luego se encamin a la biblioteca, donde encontr al imn leyendo un libro,

    sentado en el suelo sobre su alfombrilla. Se acomod a su lado y le pregunt

    qu lea.

    Es un libro sobre Jadiya, la esposa de Mahoma. En aquellos tiempos, Jadiya posea tres mil camellos, lo que hoy en da equivaldra a unos tres mil

    camiones. Una riqueza exorbitante. Ahora lo entiendo. Mahoma era joven y

    pobre. Jadiya era una mujer madura y rica. l necesitaba los camellos de ella,

    sus camiones, para poder llevar a cabo su misin concluy el imn esbozando una sonrisa.

    Pero no puedes explicarlo de ese modo objet Aga Yan.

    Por qu no? Todas las mujeres queran a Mahoma por esposo, por qu si no eligi a la viuda Jadiya que le llevaba casi veinte aos?

    Las abuelas entraron con dos fuentes redondas. Las dejaron en el suelo

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    22 delante de los hombres y volvieron a salir.

    Shabal me ha hablado de la Luna coment Aga Yan mientras coman. Cree que deberamos mirarla.

    Mirar la Luna? pregunt el imn.

    Dice que el imn de la ciudad debera estar al corriente de los acontecimientos que suceden en el pas, en el mundo. Cree que no est bien

    que no leas los peridicos y que slo te intereses por los libros antiguos de tu

    biblioteca.

    El imn se quit las gafas y las limpi con el borde de su larga camisa blanca

    con aire pensativo.

    S, Shabal ya me ha dicho todas esas cosas a m tambin.

    No creas que los reproches se dirigen slo a ti, yo tambin me doy por aludido. ltimamente, slo nos ocupamos de las cuestiones de nuestra fe,

    pero en la mezquita tambin deberan tratarse otros asuntos, como los

    hombres que esta noche llegarn a la Luna, por ejemplo.

    No estoy de acuerdo observ el imn.

    Cree que deberas verlo. Quiere traer un televisor a la biblioteca.

    Te has vuelto loco, Aga Yan?

    Es listo y confo en l. Sabes que es un buen chico. El asunto quedar entre nosotros y no durar mucho. En cuanto acabe, volver a llevarse el

    aparato de aqu.

    Si los ayatols de Qom llegaran a enterarse de que hemos tenido un televisor en casa

    Nadie tiene por qu enterarse. sta es nuestra casa y nuestra ciudad, nos

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    23 corresponde a nosotros decidir cmo se hacen las cosas aqu. El chico tiene

    razn. Dice que casi todos los fieles que acuden a la mezquita han comprado

    un televisor. Tambin es cierto que la televisin no est permitida en esta

    casa, pero no podemos encerrarnos entre estas cuatro paredes y cerrar los

    ojos a lo que pasa en el resto del mundo.

    A travs de la cortina de la cocina, las abuelas vieron a Shabal en la

    penumbra, dirigindose a la biblioteca con una caja.

    Shabal salud al imn y a Aga Yan al entrar y, sin ms prembulos, sac un

    pequeo televisor de la caja y lo puso sobre una mesita que haba junto a la

    pared. Despus extrajo un cable muy largo y enchuf un extremo en la parte

    posterior del aparato. Con el otro extremo en la mano, sali al exterior y

    subi por la escalera que conduca a la azotea, donde un rato antes haba

    instalado una antena porttil. Conect el cable a la antena, lo ocult bien y

    volvi a bajar.

    Acto seguido, cerr con llave la puerta de la biblioteca y puso dos sillas

    delante del televisor.

    Pueden tomar asiento cuando gusten les dijo.

    En cuanto el imn y Aga Yan se hubieron acomodado en las sillas, encendi

    el aparato y apag la luz.

    Baj un poco el volumen y les hizo una breve introduccin.

    Lo que van a ver ahora est sucediendo en este preciso instante en el espacio. El Apolo XI se aproxima a la Luna y se dispone a aterrizar. Es un

    momento histrico. Miren, ah est. Dios mo!

    El imn y Aga Yan se inclinaron hacia delante y observaron cmo el Apolo

    XI intentaba el alunizaje. Se hizo un profundo silencio.

    Algo est pasando en la biblioteca le susurr Jolban a Joleb, algo

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    24 importante que ni siquiera t y yo podemos saber.

    El chico se ha encaramado por la escalera hasta la azotea, ha escondido algo y ha vuelto a bajar corriendo. Han apagado la luz. Qu estarn haciendo ah

    a oscuras?

    Vamos a ver.

    Se acercaron con suma cautela.

    Mira! Hay un hilo que baja desde el tejado.

    Un hilo?

    Fueron de puntillas hasta la ventana pero las cortinas estaban echadas. Con

    mucho tiento, pasaron por delante de la ventana y llegaron a la puerta. Una

    misteriosa luz plateada se colaba a travs de los resquicios.

    Pegaron la oreja a la puerta.

    Imposible oyeron decir al imn.

    Increble oyeron decir a Aga Yan.

    Miraron por la cerradura, pero slo atisbaron aquella inslita luz que

    inundaba la estancia.

    Decepcionadas, volvieron sobre sus pasos y desaparecieron en la oscuridad

    del patio.

    Noruz

    Con la primavera llega tambin el nuevo ao persa, el Noruz.

    En sus orgenes, el Noruz era una fiesta regia que se celebraba con gran

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    25 pompa en los palacios de los primeros reyes persas, al inicio de la nueva

    estacin.

    Los preparativos empiezan dos semanas antes con una limpieza a fondo de la

    casa. Para dar la bienvenida a la primavera se plantan semillas de trigo de las

    que brota el sabz, y los padres compran ropa y zapatos nuevos a sus hijos

    para visitar a sus parientes, especialmente a los abuelos.

    Las mujeres se ocupan de todos los detalles y slo cuando todo est

    dispuesto se toman un tiempo para s mismas.

    En la casa, las abuelas estaban muy atareadas preparndola para el Noruz con

    la ayuda de un par de sirvientas. La anciana peluquera haba llegado para

    acicalar a las mujeres, cortarles el pelo y depilarles las cejas y la cara.

    Llevaba ms de cincuenta aos cumpliendo con aquel ritual. La primera vez

    que pis aquella casa no deba de tener ms de diez o doce aos y

    acompaaba a su madre como aprendiza. Ms tarde, cuando su madre muri,

    ocup su lugar y se convirti en la persona de confianza de las mujeres de la

    casa.

    El da que ella llegaba, los hombres tenan prohibida la entrada en aquella

    parte de la casa. Durante todo el da se oan las risas de las mujeres, que

    deambulaban por las estancias y el patio sin el velo y con las piernas al aire.

    Las abuelas las malcriaban sirvindoles el narguile, limonadas y otras

    golosinas.

    La peluquera las pona al corriente de los chismorreos de la ciudad.

    Frecuentaba las casas de las familias ricas y conoca a fondo las cosas que

    interesaban a las mujeres. Siempre llevaba consigo un viejo maletn con

    perfumes, tintes, maquillaje, tijeras y horquillas, que venda a sus clientas.

    Eran artculos vistosos y distintos de los que podan comprarse en el zoco de

    Seneyn. La peluquera tena un hijo que trabajaba en Kuwait y, siempre que

    volva a casa de visita, le llevaba una maleta llena de productos de belleza

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    26 para vender.

    Aquel da, la peluquera haba ido especialmente a peticin de Fagri Sadat, la

    esposa de Aga Yan. Fagri Sadat era una mujer respetada en los crculos

    privilegiados de la ciudad. A veces ayudaba a las abuelas en la cocina, cosa

    ropa para sus hijos y, mientras stos fueron pequeos, les lea cuentos. A

    decir verdad, leer era su mayor ocupacin, sobre todo libros y revistas

    femeninas que su cuado Nosrat le traa de Tehern.

    Cuando haca buen tiempo, Fagri Sadat cazaba pjaros. Las abuelas la

    ayudaban a sacar del stano la jaula trampa, un gran cesto de mimbre que

    fabricaban especialmente para el tamuz, el final del verano. La tapa de la

    trampa estaba atada con una cuerda a un largo palo. Fagri Sadat esparca

    grano por el suelo del patio y luego se sentaba en una silla junto a la alberca,

    a esperar la llegada de los pjaros.

    La bandada de aves llegaba volando desde el otro lado de las montaas y

    haca un alto en el patio de la casa. En cuanto los pjaros entraban en el cesto

    picoteando las semillas, Fagri Sadat daba un tirn a la cuerda y la tapa se

    cerraba atrapando a sus presas, luego los trasladaba con presteza al cuarto de

    los pjaros, donde durante unos das los observaba en sus jaulas, les daba de

    comer, les hablaba, estudiaba sus plumas, las dibujaba y, por fin, los

    liberaba.

    Mientras ella se ocupaba de los pjaros, los dems hablaban y se movan por

    la casa con mayor sigilo del habitual.

    La peluquera acababa de depilar las piernas de Fagri Sadat cuando el viejo

    grajo se pos en el alero del tejado y grazn anunciando sus noticias. Nadie

    saba la edad del grajo, pero deba de tener ms de un siglo, porque Aga Yan

    haba ledo algo acerca de l en un antiguo archivo de la mezquita. El grajo

    formaba parte de la casa, lo mismo que la cpula, los minaretes, la azotea, el

    centenario cedro o la alberca a la que iba a beber.

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    27 Fagri se incorpor al verlo y lo salud:

    Salam, grajo! Traes buenas noticias? Quin est de camino? Quin viene a visitarnos?

    Anocheca ya cuando lleg el conserje de la mezquita seguido del imn

    Alsaberi, que iba ataviado con ropas festivas. Tenan por costumbre entrar

    por la puerta principal, pero aquel da haban subido por la escalera de la

    mezquita y estaban cruzando la azotea en direccin a la casa. Tal vez lo

    hicieron por la primavera. En esa estacin, los tejados de las casas, hechos

    con una clase especial de barro y una mezcla de plantas del desierto,

    desprendan un delicioso aroma.

    Tengo tiempo para echarme un rato? No me siento muy bien anunci Alsaberi a las abuelas nada ms llegar al patio.

    S repuso Jolban. An tiene media hora. Aga Yan todava no ha venido. En cuanto llegue, comeremos todos juntos en el saln de los das de

    fiesta y, a las doce en punto, saldremos al patio para la oracin de Ao

    Nuevo. Dentro de poco nos pondremos a extender las alfombras. Ir a

    despertarlo a tiempo.

    Un taxi se detuvo en el portal y los nios salieron corriendo a la calle.

    Ha llegado el to Nosrat! corearon.

    Desde la ventana de su cuarto, en la segunda planta, Fagri Sadat vio que

    Nosrat no estaba solo, sino que lo acompaaba una joven. Se puso el velo y

    baj a recibirlos. Cuando Nosrat entr en la casa con la mujer se produjo un

    silencio. La joven no llevaba velo, slo un pauelo de cabeza que dejaba al

    descubierto buena parte del cabello. Las abuelas no daban crdito a lo que

    vean.

    Cmo se atreve ese desvergonzado a traer a casa a una mujer vestida as!

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    28 se escandaliz Jolban.

    Quin ser? pregunt Joleb, picada por la curiosidad.

    Qu s yo, una fulana.

    Zinat Janum, la esposa del imn, se sum al grupo acompaada de su hija

    Sediq, y lo mismo hizo el ciego Muecn. Shabal observ a la mujer a travs

    de la ventana y se dijo que su to era muy valiente atrevindose a llevar a una

    muchacha como aqulla. Admiraba a Nosrat por no someterse a las

    costumbres y desafiar constantemente las viejas normas de la casa.

    Era la primera vez en la historia de la casa que una mujer sin velo o, cuando

    menos, sin un velo apropiado, cruzaba el umbral. Todos la miraban. Deban

    saludarla o no? Qu pensara Aga Yan?

    Acababa de oscurecer, pero a la luz de las farolas las abuelas observaron que

    la mujer llevaba medias de nailon transparentes que dejaban sus piernas al

    descubierto.

    Nasrin y Ensi, las hijas de Aga Yan, besaron efusivamente a su to Nosrat.

    Permitidme que haga las presentaciones dijo Nosrat. sta es mi prometida Shadi.

    Shadi sonri y salud a las muchachas.

    Vaya, es una noticia maravillosa! exclam Nasrin. Cundo se ha prometido, to? Por qu no nos haba dicho nada?

    Qu es eso de que est prometido? rezong Jolban echando la cortina. Est mintiendo, se no se casar en la vida. Se ha trado a esa fulana de Tehern slo para divertirse. Dnde se habr metido Aga Yan?

    Tiene que impedrselo.

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    29 Fagri Sadat bes a la mujer de Tehern.

    Shadi, qu nombre ms bonito. S bienvenida a nuestra casa.

    Dnde est Aga Yan? Y Muecn? quiso saber Nosrat. Y por dnde andan el imn y Shabal?

    Aga Yan todava no ha vuelto a casa, pero Alsaberi debe de estar en la biblioteca le inform Zinat.

    Voy a darle una sorpresa dijo Nosrat encaminndose a la biblioteca.

    Fagri Sadat llev a Shadi al cuarto de huspedes y las dems mujeres las

    siguieron.

    Las abuelas se quedaron en la cocina esperando a Aga Yan. No le quitaban

    ojo a la puerta y en cuanto sta se abri, las dos corrieron a darle la noticia a

    coro.

    Ha venido Nosrat!

    Estupendo, justo a tiempo para celebrar el Ao Nuevo! As que mi hermano menor no me ha olvidado del todo. Nuestra fiesta ser ms

    entraable an coment satisfecho.

    Pero hay algo ms precis Jolban con semblante preocupado.

    Qu?

    Ha trado consigo a una mujer.

    Y dice que es su prometida aadi Joleb.

    sas son buenas noticias. Por fin ha sentado la cabeza.

    No eches las campanas al vuelo dijo Jolban.

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    30 La mujer no lleva velo, slo un diminuto pauelo de cabeza.

    Y lleva pantis sigui Joleb en un susurro.

    Y eso qu es?

    Los pantis son unas medias tan finas y transparentes que parece como si una no llevara nada. sa es la clase de mujer que nos ha trado a casa. Que

    Dios nos proteja! Por suerte ya haba anochecido cuando llegaron. Imagnate

    que Nosrat se hubiese paseado con ella por delante de la mezquita a plena luz

    del da; maana la ciudad entera murmurara: Hay una mujer con pantis en

    la casa de la mezquita!

    Es suficiente les dijo Aga Yan con calma. Hablar con l. Quiero que le deis una calurosa bienvenida a la mujer, dejadle un par de calcetines

    normales. Y si maana quiere ir a la ciudad, prestadle un velo. Hay muchos

    velos bonitos en la casa. Regaladle uno.

    Dudo mucho que sea su prometida; para m que se trata de una de sus amiguitas murmur Jolban.

    No podemos estar seguros de que as sea objet Aga Yan. Slo podemos esperar que se trate de su prometida. Dnde est?

    En la biblioteca o en el cuarto de Muecn, supongo.

    Aga Yan saba que su hermano no rezaba y que siempre estaba en contra de

    las creencias y costumbres de la casa, pero esperaba que en esa ocasin

    Nosrat se comportara debidamente en vista de que haba trado a una mujer

    con l.

    Todo saldr bien las tranquiliz y se encamin al cuarto del ciego Muecn.

    A comer! anunci Jolban.

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    31 Nios! Nias! A comer! grit Joleb.

    Los hombres entraron en la sala ataviados con sus trajes de fiesta; las mujeres

    ya estaban sentadas a la derecha del espacioso comedor.

    Fagri Sadat present a la mujer de Tehern a Aga Yan, al imn y a Muecn.

    Bienvenida, hija ma! la salud Aga Yan. No sabamos que Nosrat llegara a casa con su prometida, de lo contrario habramos organizado una

    fiesta. Aunque, bien mirado, ya es una fiesta especial tenerte entre nosotros.

    El imn Alsaberi la salud con aire circunspecto. Entonces Fagri Sadat se la

    present a Muecn riendo.

    Tenemos entre nosotros a una mujer de Tehern; es distinta de las mujeres de nuestra ciudad y no se parece en nada a las de la montaa que t conoces.

    Se llama Shadi y es muy hermosa. Tiene unos bonitos ojos oscuros, pelo

    castao, unos dientes blancos y relucientes y una sonrisa adorable. Y esta

    noche lleva un precioso velo de color blanco con florecillas verdes que le

    han regalado las abuelas. Qu ms quieres saber?

    As que es muy guapa! exclam Muecn riendo. No esperaba menos de Nosrat.

    Las abuelas entraron con un pequeo hornillo encendido y echaron un poco

    de esfand al fuego, que desprendi una nube de delicioso y fragante humo.

    Las muchachas se levantaron para traer las viandas de la cocina.

    No esperamos a Ahmad? pregunt Alsaberi.

    Te pido mil perdones repuso Aga Yan, pero al ver a Nosrat se me olvid darte el recado. Ahmad me ha llamado al zoco para decirme que no

    podra venir esta noche. Al parecer, celebran su propia fiesta en Qom.

    Ahmad era el hijo de Alsaberi. Tena diecisiete aos y estaba cursando sus

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    32 estudios cornicos en Qom con el poderoso ayatol Jolpayejani.

    Las abuelas haban preparado un esplndido banquete de Ao Nuevo y todos

    permanecieron largo tiempo sentados a la mesa.

    Despus de la cena, sirvieron los dulces preparados especialmente para la

    ocasin. Las mujeres haban rodeado a Shadi y le hacan preguntas sobre

    Tehern y las mujeres que all vivan. Shadi les haba trado regalos: laca de

    uas, carmn, pantis y elegantes sujetadores. Viendo que all estaban de ms,

    los hombres decidieron retirarse a otro saln.

    Era casi medianoche cuando una de las abuelas anunci:

    Seoras! Querran ir a prepararse para la oracin de Ao Nuevo?

    Nosrat se inclin hacia Shadi.

    Adnde vamos? le pregunt ella.

    Dentro de poco todos irn a rezar, pero a m no me van esas cosas y por eso no participo le susurr al odo. Quiero que vengas conmigo a la biblioteca de la casa.

    Por qu, qu vamos a hacer ah?

    Ya lo vers dijo tomndola de la mano.

    Sin soltar a Shadi del brazo, Nosrat rode el cedro a hurtadillas, fue hasta la

    biblioteca y abri la puerta con cautela.

    Por qu no enciendes la luz?

    No hables tan alto, las abuelas oyen y ven todo. Si se enteran de que estamos aqu, aparecern de pronto como un par de espritus dijo Nosrat en voz muy baja mientras empezaba a desabrocharle los botones de la blusa.

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    33 No hagas eso! Aqu no! musit ella y lo apart con un suave empujn.

    l la sujet por la cintura, la estrech contra s y le subi la falda.

    No, aqu no, este lugar me da pavor.

    No debes sentir pavor sino emocin; el espritu ancestral de nuestra casa se esconde entre estos libros. Durante setecientos aos, los imanes de la casa

    han hecho de este lugar un espacio dedicado a la oracin. Es un lugar

    sagrado, han pasado muchas cosas aqu, pero esto todava no, y yo quiero

    hacerlo contigo. Quiero aportar algo hermoso a la historia de esta habitacin.

    Oh, Nosrat! gimi ella.

    l encendi la vela que haba sobre el escritorio del imn.

    Dnde se han metido todos? Daos prisa, el imn ya est listo! rezong Jolban desde el patio donde haban extendido dos grandes alfombras para la

    oracin. Slo faltaba Nosrat y la mujer de Tehern.

    Ya te lo dije, es un desvergonzado, pone en evidencia a la mezquita en cuanto se le presenta la ocasin, pero no pienso permitrselo. Debe estar

    presente en la oracin! se empe Jolban.

    Dnde se habrn metido?

    Ambas clavaron los ojos en la biblioteca. Los cristales temblaban.

    Estaran confundidas?

    No, hasta las cortinas se movan.

    Las abuelas se acercaron a la puerta con sigilo, pero no se atrevieron a

    abrirla. Se arrodillaron con cautela delante de la ventana y miraron a travs

    del resquicio de la cortina. Atisbaron la luz de la vieja vela que nunca se

    encenda y, hacindose visera con las manos, escrutaron el interior con ms

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    34 atencin.

    Los anaqueles fluctuaban a la luz de la vela. Las dos se asustaron por lo que

    vieron y se incorporaron de golpe.

    Qu deban hacer? Decrselo a Aga Yan? No, no sera prudente en una

    noche tan sealada. Qu deban hacer entonces con el pecado imperdonable

    que Nosrat estaba cometiendo en la biblioteca?

    Callar, se dijeron la una a la otra con la mirada.

    Su deber era callar, del mismo modo que otras abuelas quiz tuvieron que

    hacerlo en el pasado. Necesitaban un corazn muy grande para poder guardar

    todos los secretos inconfesables de la casa.

    As pues, no haban visto ni odo nada.

    El imn haba empezado la oracin. Todos se haban situado detrs de l y

    estaban postrados en direccin a La Meca. Las abuelas se sumaron

    discretamente al grupo de mujeres. La casa se sumi en el silencio y slo se

    oy la voz del imn:

    Alah nurus smavat wal arzo masalu nurihi kamishkatin fihal es luz.Su luz se asemeja a un nicho en el que hubiera una llama.El cristal es como una

    estrella brillante.Lo alimenta el aceite de un olivo bendito.El aceite casi se

    enciende por s solo.Luz sobre luz.Jaljal

    Las nias de la casa crecieron y a algunas les lleg la hora de casarse. Pero

    cmo iban a tomar esposo si ningn hombre haba llamado a la puerta para

    pedir su mano?

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    35 En Seneyn, los forasteros no se presentaban en una casa de improviso para

    proponer en matrimonio a una de las hijas de la familia; aqulla era una tarea

    reservada a las mediadoras: ancianas casamenteras que se encargaban de

    poner en contacto al hombre con la familia de la mujer. Aquellos encuentros

    solan celebrarse en las fras veladas invernales.

    Algunas familias no necesitaban casamenteras. Las mujeres se arrebujaban

    en sus velos, los hombres se calaban el sombrero y juntos se plantaban en la

    casa de alguna familia que tuviera una hija adolescente. Los padres con hijas

    casaderas estaban permanentemente a la espera de que llamaran a su puerta

    en el momento menos pensado, por eso los visitantes nunca los encontraban

    desprevenidos.

    En aquellas veladas se hablaba largamente del oro y las alfombras que la

    novia aportara como dote; y de la casa, el terreno o tal vez la suma de dinero

    que el novio debera entregar a su prometida en el caso de que finalmente el

    matrimonio no llegara a celebrarse.

    En cuanto los hombres llegaban a un acuerdo, las mujeres se encargaban de

    ultimar los dems detalles, que solan centrarse en el vestido de la novia y las

    joyas que sta recibira durante la ceremonia.

    Los relojes-brazalete femeninos eran el ltimo grito en el zoco de Seneyn y

    todas las novias deseaban lucir uno de aquellos elegantes accesorios.

    Si los vecinos vean por las ventanas la luz encendida de una casa hasta altas

    horas de la noche, saban que la familia estaba negociando una boda. Los

    salones estaban caldeados y los cristales empaados por el humo de los

    narguiles. Pero aquellas largas veladas invernales tambin podan resultar

    desazonadoras para las familias con hijas casaderas que teman que nadie

    llamara a su puerta.

    En la casa de la mezquita, Sediq, la hija del imn, estaba en edad de casarse.

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    36 Todos aguardaban en silencio: quiz llamaran a la puerta, quiz sonara el

    telfono. Pero el invierno casi haba terminado y an no se haba presentado

    nadie.

    Las hijas de la casa de la mezquita lo tenan muy difcil para encontrar un

    buen partido, pues no estaba al alcance de todos pedir su mano. Una chica de

    ciudad poda elegir entre un carpintero, un albail, un panadero, un

    funcionario del ayuntamiento, un maestro de escuela o un joven que acabase

    de entrar a trabajar en la compaa ferroviaria. Pero aqullos no eran

    candidatos adecuados para una hija de aquella casa.

    El rgimen del sah era corrupto, por tanto, nadie que trabajara para el Estado

    poda aspirar a casarse con ellas. Tal vez un maestro, aunque, a decir verdad,

    los nicos candidatos aceptables eran los hijos de importantes comerciantes.

    El invierno pas y las muchachas que no haban recibido ninguna propuesta

    matrimonial saban que tendran que esperar un ao ms. Por suerte, la vida

    no siempre se cie a las tradiciones y a veces elige sus propios derroteros. Y

    as sucedi; una noche llamaron al timbre.

    Quin es? pregunt Shabal, el hijo de Muecn.

    Yo son una firme voz masculina desde el otro lado de la puerta.

    Shabal abri la puerta y vio bajo la luz amarillenta de la farola a un joven

    imn con un llamativo turbante negro. Lo llevaba ligeramente ladeado y ola

    a perfume de rosas. Luca una tnica de imn, larga y oscura, y se notaba que

    era la primera vez que se la pona.

    Buenas noches salud el joven imn.

    Buenas noches contest Shabal.

    Me llamo Mohamed Jaljal.

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    37 Encantado de conocerlo. En qu puedo servirlo?

    Deseara hablar con el imn Alsaberi, si es posible.

    Lo lamento mucho, pero es muy tarde y el imn no recibe visitas a estas horas. Si lo desea usted, puede verlo maana en la mezquita.

    Pero es que querra hablar con l ahora.

    Puedo saber de qu se trata? Quiz yo pueda ayudarlo.

    Deseo hablar con l sobre su hija Sediq.

    Por un instante Shabal no supo qu decirle, pero enseguida recobr la

    compostura.

    En ese caso ser mejor que hable con Aga Yan. Ir a anunciarle su visita.

    Shabal dej la puerta entreabierta y se dirigi al estudio de Aga Yan, que

    estaba escribiendo en su cuaderno.

    Hay un joven imn en la puerta. Dice que viene a hablar de la hija de Alsaberi.

    Has dicho que est en la puerta?

    S, dice que quiere hablar con el imn.

    Lo conozco?

    Yo dira que no. Es un imn un tanto extrao, no es de la ciudad. Huele a rosas.

    Hazlo pasar le pidi Aga Yan mientras recoga el cuaderno y se pona en pie.

    Pase usted le dijo Shabal al imn, y lo condujo hasta el estudio de Aga

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    38 Yan.

    Buenas noches. Me llamo Mohamed Jaljal. Llego en mal momento?

    No, claro que no. Sea usted bienvenido. Sintese por favor lo invit Aga Yan al tiempo que le estrechaba la mano.

    Aga Yan se dio cuenta de que, en efecto, no se trataba de un hombre comn.

    Le agrad ver que llevaba un turbante negro como los imanes de la casa, lo

    que significaba que era descendiente del profeta Mahoma.

    Aga Yan posea un antiguo pergamino con el rbol genealgico de la familia,

    que se remontaba hasta el profeta Mahoma, y en l estaban todos los

    nombres del linaje masculino de la casa. Aquel pergamino y el anillo del

    santo Al se hallaban conservados en una urna especial en la cmara del

    tesoro de la mezquita.

    Le apetece un t? pregunt Aga Yan.

    Al poco apareci Jolban con el servicio de t y un platito de dtiles, y le

    entreg la bandeja a Shabal, que puso la taza y los dtiles delante de Jaljal.

    Cuando el muchacho se dispona a abandonar la estancia, Aga Yan lo

    detuvo.

    Puedes quedarte.

    Shabal tom asiento en un rincn.

    Jaljal se llev un dtil a la boca y bebi un sorbo de t. A continuacin, se

    aclar la garganta y sin ms prembulos se dispuso a hablar.

    Vengo a pedir la mano de la hija del imn Alsaberi.

    Aga Yan, que acababa de llevarse el vaso a los labios, volvi a dejarlo sobre

    la mesa, sin probarlo siquiera, y mir de soslayo a Shabal. No estaba

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    39 preparado para una propuesta tan directa. Tampoco era habitual que el hombre

    acudiese solo para pedir la mano de la hija de la familia. La tradicin mandaba

    que fuera el padre del novio quien tomara la iniciativa. Pero Aga Yan era un

    hombre de mundo y contest con calma:

    Nos alegramos de recibirlo. Puedo preguntarle dnde vive y qu ocupacin tiene?

    Vivo en Qom y he completado mi formacin de imn.

    Con qu ayatol ha estudiado?

    Con el gran ayatol Almakki.

    Almakki? repiti Aga Yan con sorpresa. Tengo el honor de conocer personalmente al ayatol. Al or el nombre de Almakki, supo de inmediato que el joven religioso perteneca a una corriente revolucionaria contraria al

    rgimen del sah. El nombre Almakki era prcticamente sinnimo de

    oposicin religiosa clandestina. As pues, aquel joven imn que llevaba el

    turbante un poco ladeado y se haba perfumado con agua de rosas no era

    neutral en asuntos de poltica. A qu se dedica usted por el momento? Lo han destinado a una mezquita?

    No, todava no, pero no me falta trabajo como suplente en las mezquitas de distintas ciudades. Cuando un imn cae enfermo o est de viaje, me

    llaman para sustituirlo.

    Entiendo. Aqu tambin sucede a veces, pero tenemos un suplente fijo. Se trata del imn de la aldea de Yeria. Es de confianza y siempre que lo

    necesitamos acude de inmediato. Habra querido preguntarle dnde vivan sus padres y por qu no lo haba acompaado nadie de su familia para pedir

    la mano de la hija de Alsaberi, pero se abstuvo. Saba que el joven imn le

    replicara: Soy mayor de edad para saber con quin me caso. Me llamo

    Mohamed Jaljal y mi ayatol se llama Almakki. Qu ms necesita usted

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    40 saber?. De qu conoce a nuestra hija? La ha visto alguna vez?

    No, pero mi hermana s la ha visto. Adems, el ayatol Almakki me la ha recomendado, ha escrito una carta para usted le inform mientras sacaba un sobre de su bolsillo y se lo entregaba.

    Si el joven llevaba consigo una carta del ayatol, Aga Yan no tena ya nada

    que objetar. Si Almakki haba dado su aprobacin a aquella unin, no haba

    ms que hablar. El asunto estaba zanjado.

    Desdobl el papel con solemnidad. La carta del ayatol rezaba as:

    En el nombre de Al.Aprovecho que Mohamed Jaljal va a visitarlo, para

    enviarle mis saludos.Wasalam AlmakkiEn aquella breve misiva haba algo

    extrao que Aga Yan no acert a discernir. Ciertamente no era una

    recomendacin, y tampoco una disuasin, slo era una simple constatacin.

    El ayatol no deba de estar muy impresionado con Jaljal o, de lo contrario,

    habra sido ms explcito. Sin embargo, el joven imn llevaba consigo una

    carta de Almakki y ese detalle por s solo ya significaba mucho. Aga Yan la

    guard en el cajn.

    Tengo que pensar un poco en el siguiente paso. Podramos acordar lo siguiente: hablar de este encuentro con el imn Alsaberi y con su hija.

    Despus concertaremos una cita y usted vendr aqu con su familia, con su

    padre. Le parece bien?

    De acuerdo dijo Jaljal.

    Shabal acompa a Jaljal a la salida y regres al estudio.

    Qu opinas t, Shabal? le pregunt Aga Yan.

    Me parece un hombre especial, es listo. Eso me gusta.

    Tienes razn. Te fijaste en cmo se sentaba? No se puede comparar con

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    41 esos imanes provincianos. Pero tengo mis reservas.

    Qu reservas?

    Es muy ambicioso. El ayatol no dice nada concreto de l en su carta. Lo menciona pero no le dedica ni un solo comentario. Intuyo un fondo de duda

    en su carta. Seguro que Jaljal no es un mal partido, pero entraa un riesgo.

    Ser apropiado para nuestra mezquita? Alsaberi es blando, pero tengo la

    impresin de que este joven imn es duro.

    Qu quiere decir con eso?

    Est Alsaberi despierto an?

    Shabal separ las cortinas para mirar.

    An se ve luz en la biblioteca.

    Quiero que este asunto quede entre nosotros de momento. No debe llegar a odos de las mujeres, entendido? le advirti Aga Yan, y sali de la estancia en direccin a la biblioteca.

    Llam a la puerta y entr. Alsaberi se hallaba sentado sobre su alfombrilla

    leyendo un libro.

    Cmo te ha ido el da? le pregunt Aga Yan.

    Normal repuso Alsaberi.

    Qu ests leyendo?

    Un libro sobre la actuacin poltica de los ayatols en los ltimos cien aos. Parece que nunca han vivido tranquilos, siempre han encontrado algo

    contra lo que oponerse. Y siempre se las han ingeniado para hacerse con el

    poder. Este libro es como un espejo en el que me veo reflejado. No tengo

    nada en contra de la poltica, pero soy incapaz de ejercerla. No me siento

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    42 preparado para esa clase de asuntos y eso me hace sentir culpable.

    Alsaberi hablaba con inusitada franqueza y Aga Yan percibi que haba ido a

    verlo en un momento importante.

    S que en Qom no estn satisfechos conmigo. Temo que si sigo callando, la gente se vaya a otras mezquitas y la nuestra se quede vaca.

    No debes preocuparte por eso lo tranquiliz Aga Yan. Al contrario, habr ms gente que venga a nuestra mezquita si sabe que no te metes en

    poltica. Los fieles que acuden al templo son gente normal. La mezquita es

    su casa, llevan toda la vida viniendo a rezar y no van a cambiar de la noche a

    la maana. Te conocen demasiado bien para hacer algo as y tambin te

    respetan demasiado.

    Pero el zoco aadi el imn, el zoco siempre ha sido el centro de la vida poltica, tambin lo dice este libro. Los zocos han tenido un papel

    decisivo en la historia de los dos ltimos siglos y los imanes siempre los han

    utilizado como armas. Si los comerciantes del zoco cierran sus tiendas, todos

    saben que sucede algo excepcional, algo muy importante. S que el zoco no

    est contento conmigo.

    Aga Yan saba perfectamente a lo que Alsaberi se refera. Tampoco l estaba

    satisfecho con el imn, pero no poda destituirlo slo porque el hombre fuese

    dbil de carcter. Alsaberi era el imn de la mezquita y seguira sindolo

    hasta su muerte. Saba que se oan quejas en el zoco; que los principales

    comerciantes esperaban ms movimiento en la mezquita, pero qu poda

    hacer l si Alsaberi no daba ms de s? No haca mucho que Aga Yan haba

    recibido una invitacin para ir a Qom. All le haban dejado claro que la

    mezquita deba corregir su postura. Queran or voces clamando contra el sah

    y sobre todo contra los americanos. Aga Yan les haba prometido que

    conseguira una mezquita ms activa, pero saba bien que Alsaberi no era el

    hombre adecuado para ello.

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    43 Qom era el centro del mundo chi. Todos los grandes ayatols vivan en Qom,

    y desde all dirigan a los dems clrigos. La mezquita de Seneyn era una de

    las ms importantes del pas y, precisamente por eso, los ayatols esperaban

    ms iniciativa por su parte. Qom haca preguntas, Qom planteaba exigencias,

    pero, mientras Alsaberi estuviera al frente de la mezquita, no haba nada que

    Aga Yan pudiera hacer. Tal vez por eso Almakki haba enviado a aquel

    joven imn a la casa.

    Aga Yan cambi de tema.

    Tengo una sorpresa para ti. Y adems tiene relacin con el libro que ests leyendo.

    Qu sorpresa es sa?

    Alguien ha venido a pedir la mano de tu hija.

    Quin es?

    Un joven imn de Qom! Discpulo del ayatol Almakki.

    Almakki? repiti el imn, sorprendido, y dej el libro sobre la alfombra.

    No teme la poltica, va bien vestido, se le ve seguro de s mismo y lleva un turbante negro un poco ladeado coment Aga Yan sonriente.

    Cmo es que nos quiere a nosotros? A mi hija, quiero decir...

    En esta ciudad, todos saben que tienes una hija casadera. Y cualquiera puede pedir su mano, pero creo que a este joven imn le interesa no slo tu

    hija, sino tambin la mezquita y tu almimbar.

    Cmo dices?

    Bueno, ya sabes que tratndose de Almakki la poltica siempre anda por

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    44 medio.

    Tenemos que pensarlo bien antes de darle una respuesta. Hay que aclarar si viene por nuestra hija o por la mezquita.

    Lo haremos, pero no temo los cambios. Y tampoco le doy la espalda a las cosas que se cruzan en mi camino. No creo en el azar. Ese hombre no ha

    llamado a nuestra puerta porque s; encaja muy bien en esta casa. La

    mezquita ha tenido algunos imanes muy fervorosos en el pasado. Ir

    personalmente a Qom para hablar con Almakki. Si l nos lo recomienda

    como persona y como esposo, le dar nuestra bendicin. Llamar a tu hijo

    Ahmad. No estudia en la misma madraza que Jaljal, pero es bastante

    probable que lo conozca.

    Haz lo que creas conveniente, pero s cauteloso. Asegrate de que no se trata de un matrimonio poltico-religioso. No quiero dar mi hija a cualquier

    imn. Debemos asegurarnos de que sea un buen hombre. Quiero un buen

    partido para ella. No deseo dejarla en manos de los ayatols.

    No tienes nada que temer lo tranquiliz Aga Yan.

    ltimamente no me siento muy bien. A menudo me invade la tristeza. Me he vuelto ms miedoso, temo por todo, especialmente por la mezquita, a

    veces ya no s de qu hablar durante el sermn del viernes.

    Ests cansado. Por qu no vas a pasar unos das a Yeria? Llvate a las abuelas y descansa all una semana. A ellas tambin les vendr bien. Hace

    mucho tiempo que no han estado en la aldea. Te mortificas con las normas

    que t mismo te impones. Nadie es tan riguroso con su aseo personal como

    t, te aslas de todo el mundo; no podrs seguir as por mucho tiempo. Ve a

    Yeria, quiz dentro de poco tendrs un flamante yerno sobre el que puedas

    apoyarte de vez en cuando lo anim Agan Yan, y abandon la biblioteca con una sonrisa.

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    45 Al da siguiente, Aga Yan llam a Qom y habl con Ahmad.

    Conoces a Mohamed Jaljal?

    De qu lo conoce usted?

    Ha venido a pedir la mano de tu hermana.

    No hablar en serio! exclam Ahmad, perplejo.

    S, hablo en serio. Qu puedes decirme de l?

    Es muy popular en Qom, aunque yo no lo conozco personalmente. Es muy elocuente y tiene las ideas muy claras. No se parece en nada a los dems

    imanes que conozco, pero no sabra decirle cules son sus intenciones.

    T qu opinas? Crees que puede ser un marido adecuado para tu hermana?

    Qu puedo decir yo, es difcil opinar; por lo que s, es un tipo duro. El nico imn que mi hermana conoce es mi padre y est convencida de que

    todos los clrigos son como l.

    Para m lo ms importante es que tu hermana sea feliz a su lado reconoci Aga Yan.

    Slo puedo decirle que es un joven bueno y listo, pero no me atrevo a afirmar que vaya a ser un buen esposo para ella.

    Creo que con eso me basta, Ahmad.

    A continuacin, Aga Yan llam a la residencia del ayatol Almakki y

    concert una cita con l. El jueves a primera hora de la maana el chfer de

    Aga Yan se plant delante del portal y lo condujo hasta la estacin.

    Enfundado en un abrigo largo y con sombrero, Aga Yan se ape y entr en el

    monumental vestbulo. En cuanto el jefe de la estacin lo vio llegar, apag el

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    46 cigarro y sali a su encuentro.

    Muy buenos das tenga usted. Feliz viaje! dijo educadamente.

    Ensah Alah dijo Aga Yan. Si Dios quiere.

    Aga Yan iba a subir al largo tren de color marrn, que haba llegado a la

    estacin haca media hora procedente de los confines meridionales del pas,

    en el golfo Prsico, y que no tardara en reanudar su trayectoria rumbo al

    este, hasta la frontera con Afganistn. El tren haca muchsimas paradas a lo

    largo del recorrido. A Aga Yan le esperaban tres largas horas de viaje.

    El vestbulo de la estacin estaba lleno de viajeros y de personas que iban a

    recibir a alguien. Vio a numerosos hombres con sombrero y a mujeres con

    abrigos largos, y repar en que muchas de ellas no llevaban velo. Cada vez

    que viajaba en tren constataba cunto haba cambiado la fisonoma del pas.

    Las gentes que venan del sur parecan mucho ms desenvueltas y distintas

    de los habitantes de Seneyn. Algunas mujeres iban con la cabeza

    descubierta e incluso con los brazos desnudos. Haba mujeres con sombrero,

    mujeres con bolso, mujeres que rean, que fumaban. Aga Yan saba que

    todos aquellos cambios se deban al sah, que no era ms que el siervo de los

    americanos. Estados Unidos estaba socavando las creencias del pas y nadie

    poda hacer nada para evitarlo.

    El jefe de la estacin lo invit a su despacho, le ofreci un vaso de t recin

    hecho y, cuando lleg la hora de partir, lo escolt personalmente hasta un

    compartimento especial, reservado para los pasajeros importantes.

    Tres horas despus, Aga Yan divis la cpula del mausoleo de Ftima y el

    tren se adentr en la estacin de Qom.

    Cuando el viajero llegaba a Qom, tena la impresin de entrar en otro mundo.

    Las mujeres iban tapadas con velos negros, todos los hombres llevaban barba

    y all donde mirara los imanes eran omnipresentes.

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    47 Aga Yan se ape del tren. Por todas partes se oa la voz de los muecines que,

    desde los minaretes de las mezquitas, declamaban el Corn por los altavoces.

    No haba ni un solo retrato del sah, pero grandes telas colgaban de las

    paredes con fragmentos del Corn. El sah nunca se acercara a esa ciudad.

    Tampoco los diplomticos americanos se arriesgaban a pasar por Qom, ni en

    coche ni en tren.

    Qom era el Vaticano de los chies, la ciudad sagrada del pas donde se

    hallaba enterrada santa Ftima. La cpula de oro de su tumba refulga como

    una joya en el centro de la ciudad. Aga Yan tom un taxi hasta la mezquita

    del ayatol Almakki. Eran exactamente las doce del medioda cuando se

    ape del vehculo a las puertas del templo.

    El ayatol apareci con sus discpulos, jvenes imanes que lo acompaaban

    hasta el lugar de oracin. Al ver a Almakki, Aga Yan inclin la cabeza con

    reverencia. El ayatol le tendi la mano y Aga Yan se la estrech, luego lo

    sigui hasta el lugar de oracin y ocup un lugar en la primera fila.

    Concluido el rezo, Aga Yan se arrodill junto al ayatol.

    Bienvenido sea! Qu le trae por aqu? le pregunt el ayatol.

    En primer lugar deseaba ver su bendito rostro y en segundo lugar vengo para hablar de Mohamed Jaljal.

    Era mi mejor discpulo. Y cuenta con mis bendiciones coment el ayatol.

    Siendo as, s todo lo que debo saber concluy Aga Yan, lo bes en el hombro y se incorpor.

    Pero aadi el ayatol.

    Aga Yan volvi a sentarse.

    Siempre busca su propio camino.

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    48 Qu quiere decir el ayatol con eso? inquiri Aga Yan.

    Bueno, pues que no se limita a seguir al rebao.

    Entiendo.

    Le deseo un feliz matrimonio y un buen viaje de vuelta le dijo el ayatol estrechndole la mano.

    Aga Yan estaba satisfecho con lo que el ayatol le haba dicho acerca de

    Jaljal. Le haba expresado su aprobacin. Y sin embargo, en su fuero interno

    segua sintiendo una gran inquietud.

    De nuevo en casa, llam a Shabal a su estudio.

    Shabal, podras pedirle a Sediq que venga?

    Cuando Sediq oy que Aga Yan quera hablar con ella, supo que se trataba

    de algo importante.

    Sintate. Va todo bien? le pregunt Aga Yan.

    S, todo va bien.

    Escucha, hija, ha venido un hombre a pedir tu mano.

    A Sediq se le demud el rostro y hundi la barbilla en el pecho.

    Se trata de un imn.

    Sediq mir a Shabal y ste le sonri.

    Es un imn joven y brillante la anim el muchacho.

    Sediq sonri.

    He ido a Qom y me he entrevistado con su ayatol. Me ha hablado muy

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    49 bien de l. Tambin tu hermano lo ve con buenos ojos. Qu opinas t? Te

    gustara casarte con un imn?

    Sediq call.

    El silencio no est permitido en una peticin de matrimonio. Debes darme una respuesta le record Aga Yan.

    Es un imn muy apuesto. Llevaba una tnica impecable y unos relucientes zapatos marrn claro. Su aspecto era irreprochable le asegur Shabal sonriente.

    Aga Yan hizo como si no hubiera odo los comentarios de su sobrino, pero a

    Sediq, que s los haba odo, se le escap otra sonrisa.

    Adelante pues musit tras una larga pausa.

    Quiero aadir una cosa ms. Es muy distinto de tu padre. Es discpulo del ayatol Almakki. Te dice algo ese nombre?

    Sediq desvi la mirada hacia Shabal.

    No es un imn de pueblo le aclar el chico.

    Te espera una vida agitada e incluso difcil le advirti Aga Yan. Crees que podrs vivir as?

    Qu cree usted? repuso ella, despus de meditar la respuesta.

    Por una parte, es un honor llevar esa clase de vida; por otra, puede convertirse en un infierno si uno no logra adaptarse.

    Podra hablar primero con l?

    Por supuesto! exclam Aga Yan.

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    50 Una semana ms tarde, Shabal condujo a Jaljal al cuarto de huspedes, donde

    haba una fuente con fruta fresca y t recin hecho. A continuacin, fue en

    busca de Sediq e hizo las presentaciones.

    Sediq salud al imn y permaneci de pie junto al espejo de pared. l le

    pregunt si no deseaba tomar asiento y ella se afloj un poco el velo para que

    pudiera verse mejor su cara. Shabal los dej a solas y cerr la puerta con

    suavidad.

    Las abuelas se haban apostado junto a la alberca y no perdan detalle. Fagri

    Sadat haba espiado a Jaljal a travs de la ventana de la segunda planta y

    Zinat Janum, la mujer de Alsaberi, permaneca en su habitacin rezando para

    que su hija tuviera un buen matrimonio. Era lo nico que poda hacer, pues

    nadie le peda nunca su opinin. Lo que ella pensara no contaba para nada.

    En aquella casa quien tomaba las decisiones era Fagri Sadat.

    Las hijas de Aga Yan estaban escondidas detrs de las cortinas para poder

    echar un vistazo a Jaljal en cuanto saliera del cuarto de huspedes.

    El encuentro entre Jaljal y la futura novia dur poco menos de una hora. A su

    trmino, la puerta de la estancia se abri dejando paso a una Sediq radiante.

    Mir a las abuelas y subi a la planta superior.

    Shabal acompa a Jaljal al patio.

    stas son las abuelas de la casa.

    Fagri Sadat sali a saludarlo.

    Y sta es la esposa de Aga Yan, la reina de la casa brome Shabal.

    Jaljal la salud sin mirarla siquiera. A continuacin, todas las muchachas

    fueron desfilando ante el religioso y una vez estuvieron hechas las

    presentaciones, Shabal lo acompa al zoco para que Aga Yan pudiera

    hablar con l.

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    51 Al cabo de unos das, Aga Yan recibi a Jaljal y a su padre en su estudio.

    Alsaberi tambin estaba presente. En aquella ocasin, su charla fue muy

    distinta de las conversaciones matrimoniales al uso, pues no se malgast ni

    una sola palabra en hablar de oro o de dinero. La novia le dara al novio un

    ejemplar del Corn con tapas de oro y abandonara la casa paterna con un

    velo blanco y un libro del poeta medieval Hafiz. Pero todo el mundo saba

    que las familias ricas de la ciudad no dejaban que sus hijas llegaran a su

    nuevo hogar con las manos vacas, sino que se daba por sentado que la

    dotaran de todo lo necesario. Despus, la conversacin se centr en la

    mezquita, la biblioteca, los libros, los viejos stanos, el ciego Muecn y, por

    supuesto, el centenario cedro de la casa. Por fin, se fij el da de la boda.

    Mobarak ensah Alah dijeron los hombres y sellaron el acuerdo con un apretn de manos.

    Cuando todo estuvo arreglado, Sediq entr en la estancia con una fuente de

    plata y cinco tazas de t.

    La boda se celebrara el da del nacimiento de santa Ftima. Es uno de los

    das ms hermosos del ao; hara calor, pero el viento que soplaba de las

    montaas se encargara de refrescar agradablemente el ambiente. Apetecera

    estrechar a la novia entre los brazos y acurrucarse bajo la fina colcha estival.

    En ese perodo, casi todo el mundo dorma en las azoteas, y en los tejados se

    vean muchas tiendas de campaa de un blanco translcido. Eran las tiendas

    de las parejas de recin casados. Celebraran una fiesta a la que invitaran a

    las principales familias de la ciudad y del zoco. No era una boda cualquiera,

    se casaba la hija del imn Alsaberi. Tampoco el novio era un maestro de

    escuela o un funcionario del registro civil, ni siquiera era un comerciante,

    sino un imn con turbante negro llegado de Qom.

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    52 Arusi

    Lleg el arusi, el da de la boda. Zinat Janum llam a su hija a su cuarto y

    cerr la puerta.

    Ests contenta de casarte con Jaljal? le pregunt despus de darle un beso.

    No s

    Debes alegrarte, es un hombre apuesto y tu padre dice que muy ambicioso.

    Eso es precisamente lo que me da miedo.

    Yo tambin estaba asustada cuando me cas con tu padre; todas las muchachas sienten miedo al irse a vivir con un hombre al que no conocen,

    pero, en cuanto estis juntos, vers como tus temores se disipan. Al fin y al

    cabo, todas las muchachas deben casarse y abandonar la casa paterna.

    Zinat Janum consolaba a su hija con palabras tranquilizadoras, pero en lo

    ms profundo de su ser tambin albergaba dudas, aunque no supiera por qu.

    En aquel preciso instante, volvi a embargarla una desagradable desazn,

    pero no permiti que Sediq lo notara.

    Todava no puedo creerlo. Suspir.

    Qu no puedes creer?

    Pues que te hayas hecho tan mayor, que ests a punto de casarte e irte de casa.

    Por qu pareces tan triste?

    Zinat tena los ojos anegados en lgrimas.

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    53 Lloro por tu felicidad musit, y bes a su hija.

    Desde el da en que Sediq naci, Zinat tuvo miedo de perderla. Miedo de

    encontrrsela muerta de pronto en la cuna, en el jardn o en la alberca. La

    infancia de la pequea fue una poca lgubre para ella. La atenazaba la

    angustia y por las noches no se atreva a acostarse, sabiendo que le esperaban

    espantosas pesadillas.

    Zinat Janum era sobrina del imn Alsaberi y tena diecisis aos recin

    cumplidos cuando se cas con l. Tuvieron una hija, Ozra, cinco aos mayor

    que Sediq, que al cumplir los dieciocho aos se cas con un pariente de Zinat

    y se fue a vivir con l a Kashn. La pareja tena tres hijos.

    Despus, Zinat tuvo un varn, Abas, que pronto se convirti en la esperanza

    de la familia como futuro sucesor de Alsaberi al frente de la mezquita. Pero

    un caluroso da de verano sucedi algo terrible mientras Zinat estaba en casa

    sola con el nio. Abas empezaba a dar sus primeros pasos y se diverta

    siguiendo a los gatos de la casa con su andar vacilante. En un momento dado,

    Zinat subi a su habitacin y se olvid por completo de l. Slo al reparar en

    el silencio, asom la cabeza por la ventana, pero no vio a Abas por ninguna

    parte. Corri escaleras abajo y vio los gatos junto a la alberca. En el agua

    flotaba el cuerpo de su hijo. Dando voces, Zinat intent sacarlo del agua.

    Unos instantes despus aparecieron varios hombres en la azotea de la

    mezquita y corrieron en su ayuda. Intentaron agarrar al nio por el vientre,

    pero fue en vano. Zinat grit. Cogieron al nio por los pies y lo sacudieron,

    pero tampoco eso sirvi de nada. Zinat grit. Encendieron fuego y acercaron

    al nio a las llamas. Pero era demasiado tarde. Zinat grit. Los hombres

    dejaron al nio en el suelo y lo cubrieron con el velo de su madre. Abas, la

    esperanza de la casa, haba muerto.

    Nadie le reproch a Zinat lo sucedido, pero ella se retir a su habitacin,

    destrozada. Aga Yan fue a hablar con ella.

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    54 Zinat, yo acepto la voluntad de Dios y t debes hacer lo mismo.

    En la casa nadie habl ms de Abas. Durante meses, todos lloraron su prdida

    en silencio, pero nadie hablaba de l. Zinat interpret aquel mutismo como

    un castigo, un duro castigo.

    Al ao siguiente, tras quedarse embarazada de Sediq, Zinat decidi salir por

    fin de su habitacin y ayudar a las abuelas en la cocina. Pero hubieron de

    pasar dos aos ms y el nacimiento de Ahmad para que Zinat volviera a

    erguir la espalda y retomara su vida anterior.

    Sin embargo, ya fuera por culpa del accidente o no, el caso fue que Zinat no

    volvi a encontrar su lugar en la casa. Viva a la sombra de Fagri Sadat y se

    senta una mujer de segunda clase. Si le hubiera sucedido algo as a Fagri

    Sadat, a buen seguro que Aga Yan le habra brindado todo su apoyo y habra

    hecho lo imposible para mitigar su dolor. Pero Alsaberi era dbil. Nunca le

    recrimin nada a Zinat, pero tampoco le ofreci su consuelo en aquellos aos

    difciles. Jams la abraz ni tuvo palabras de nimo para ella. Y sabido es

    que si tu propio marido te deja de lado, los dems hacen lo mismo; si tu

    marido no se fija en ti, nadie te ve. Y eso era precisamente lo que suceda en

    aquel momento: su hija estaba a punto de casarse y nadie le haba pedido su

    consentimiento.

    No importa se dijo Zinat mirndose al espejo y enjugndose las lgrimas. Ya llegar mi hora.

    En la casa reinaba el ajetreo. Haban colgado en el patio una larga cortina, la

    misma que solan utilizar en la mezquita para separar a los hombres de las

    mujeres durante la oracin. Haban extendido por el suelo costosas alfombras

    y los hombres de la mezquita haban forrado las paredes con tapices que

    contenan jubilosos textos sagrados.

    De las ramas de los rboles colgaban retazos de satn verde con versos de los

    maestros poetas. Haban hecho venir de Qom a un recitador capaz de

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    55 conmover a la gente declamando un rtmico sura del Corn.

    Aga Yan se haba puesto su traje nuevo y haba ido al barbero. Le gustaba ir

    aseado y bien vestido, y gracias a Fagri Sadat era uno de los pocos

    mercaderes del zoco que dedicaba algo de tiempo a cuidar de su aspecto. Su

    criado se ocupaba de que los zapatos estuviesen siempre bien lustrados, y las

    abuelas le planchaban las camisas.

    Eres el hombre ms apuesto de la ciudad bromeaba a veces Fagri Sadat. Cuando vas recin afeitado y con ese sombrero, nadie dira que sabes el Corn de memoria.

    El imn an estaba en la biblioteca. Ms tarde, cuando todos los invitados

    hubiesen llegado, se dejara ver un rato, pero no tardara mucho en retirarse

    de nuevo con sus libros.

    La fiesta haba comenzado. Las principales familias y los prohombres de la

    ciudad haban ido llegando a la casa. Los hombres se situaban en el lado

    derecho del patio, junto al aoso cedro, y se sentaban en las sillas dispuestas

    alrededor de la alberca; las mujeres seguan hacia delante y desaparecan

    detrs de la gran cortina, donde se acomodaban en los hermosos y fragantes

    jardines que Am Ramazan, el jardinero de la casa, cuidaba con esmero.

    Nadie haba llevado consigo a sus hijos pequeos, lo que era poco usual.

    Segn la costumbre, los ms chicos solan ser los primeros invitados de

    cualquier festejo, y no ocurri as en aquel da nico. Los invitados fueron

    agasajados con t y los mejores dulces de la panadera, y tanto los hombres

    como las mujeres fueron rociados con perfume de rosas sobre las manos.

    Jaljal suscitaba mucha curiosidad, sobre todo entre el sector femenino.

    Un coche se detuvo en el portal y el alcalde se ape de l. Aga Yan fue a

    darle la bienvenida y los dos hombres tomaron asiento junto a la alberca. Al

    rato lleg un segundo coche y todo el mundo supo que se trataba del novio.

    Aga Yan sali a recibirlo y lo acompa hasta donde estaba el alcalde, que

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    56 se puso en pie para felicitarlo, pero Jaljal hizo como si no lo viera o no lo

    reconociera. Lo tena por un siervo del sah y jams se avendra a sentarse a su

    lado, y menos an a estrecharle la mano. El alcalde volvi a sentarse como si

    no hubiera ocurrido nada. Aga Yan no presenci el incidente, pues en aquel

    momento se hallaba conversando con otro invitado.

    Alrededor de las tres lleg el funcionario del registro civil acompaado de

    dos ayudantes con barba que portaban sendos libros bajo el brazo. Los tres se

    sentaron a la mesa donde poco despus se firmaran las actas matrimoniales,

    abrieron los libros y dio comienzo la ceremonia oficial. En ese instante se

    oyeron murmullos al otro lado de la cortina.

    Salam Fateme, salam bar Fateme! corearon las mujeres.

    Todos los asistentes supieron que la novia haba llegado y que haba tomado

    asiento frente a la mesa donde los funcionarios del registro civil seguan

    escribiendo.

    La novia estaba ms hermosa que nunca. Llevaba un vestido de un blanco

    marfileo y un velo verde claro con flores rosa. Se haba puesto rmel y se

    notaba que se haba depilado las cejas; as aparentaba ser una mujer joven,

    ms que la muchacha que an era.

    El funcionario pidi la partida de nacimiento de la novia. Aga Yan sac unos

    papeles del interior de la chaqueta y se los entreg. El hombre anot

    pacientemente todos los datos en su grueso libro y a continuacin se dispuso

    a hacer lo propio con los del novio.

    Jaljal busc en sus bolsillos pero no sac nada, susurr algo al odo de su

    padre y rebusc en la cartera. Todo el mundo tena la mirada fija en l y

    esperaba que sacara los papeles, pero no los llevaba consigo.

    Los he olvidado admiti Jaljal.

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    57 Al otro lado de la cortina, donde estaban las mujeres, el revuelo fue notorio.

    La situacin era inaudita.

    Lleva algn otro documento que pueda acreditarlo? le pregunt el hombre del registro civil tras meditar unos instantes.

    Jaljal volvi a rebuscar en los bolsillos y habl quedamente con su padre.

    No, no tena ningn otro papel que lo acreditara.

    Los murmullos arreciaron a ambos lados de la cortina. Aga Yan observ al

    alcalde y not recelo en sus ojos, luego cruz miradas con algunos hombres

    destacados del zoco: no, nadie aprobaba aquella situacin. Cmo era

    posible que alguien quisiera casarse y se olvidara de los documentos

    necesarios? Todos aguardaban la reaccin de Aga Yan. ste tema que Jaljal

    lo hubiera hecho a propsito. Quiz de ese modo quera forzar a la familia a

    casarlo con su hija sin que se llevara a cabo el registro oficial del

    matrimonio. Tal vez sa era la costumbre en las zonas rurales: el imn de la

    aldea recitaba el sura del matrimonio, la novia consenta, el novio tambin y

    con slo estos requisitos quedaba franqueado el acceso del novio al tlamo.

    En casos de matrimonios as, el hombre poda tomar varias esposas. Pero en

    las ciudades ya no se daban aquellas costumbres y menos an en una familia

    distinguida como la de Aga Yan.

    Tal vez hayas olvidado los papeles en casa de tu padre le sugiri Aga Yan.

    No, no lo creo. Estn en Qom.

    Aga Yan se sent al lado del alcalde y