libro diversidad

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  • Diversidad cultural: El valor de la diferencia [texto impreso] / Brbara Negrn,

    Editor. 1 ed. Santiago: LOM Ediciones; Consejo Nacional de la Cultura y

    las Artes, 2005.

    236 p.: Cuadros; il.; 16x 21cm. (Coleccin Ciencias Humanas)

    Contiene artculos de: Mane Nett; Ignacio Walker; Jos Weinstein; Jess Martn Barbero;

    Bernardo Subercaseaux; Marcos Aguinis; Paulo Slachevsky; Ivan Bernier; James Early; Miguel Laborde;

    Ricardo Hevia; Elicura Chihuailaf; Rodrigo Araya; Esteban Valenzuela; Faride Zern; Lorenzo Agar;

    Annamari Laaksonen; Armand Mattelart; Mar de Fontcuberta; Carlos Mladinic; Natalio Hernndez; Bettie

    Vanhoudt; Nan Nmez; Jos Antonio Blasco; Cristin Leighton.

    ISBN : 956-282-795-X

    R.P.I.: 151.721

    1. Diversidad Cultural Chile Siglo 20. 2. Poltica Cultural I. Ttulo. II. Serie.

    III. Negrn, Brbara (Edit.).

    Dewey : 306.098. cdd 21

    Cutter : N394d

    Fuente: Agencia Catalogrfica Chilena

  • Diversidad cultural:

    El valor de la diferencia

    MANE NETT

    IGNACIO WALKER

    JOS WEINSTEIN

    JESS MARTN BARBERO

    BERNARDO SUBERCASEAUX

    MARCOS AGUINIS

    PAULO SLACHEVSKY

    IVAN BERNIER

    JAMES EARLY

    MIGUEL LABORDE

    RICARDO HEVIA

    ELICURA CHIHUAILAF

    RODRIGO ARAYA

    ESTEBAN VALENZUELA

    FARIDE ZERN

    LORENZO AGAR

    ANNAMARI LAAKSONEN

    ARMAND MATTELART

    MAR DE FONTCUBERTA

    CARLOS MLADINIC,

    NATALIO HERNNDEZ

    BETTIE VANHOUDT

    NAN NMEZ

    JOS ANTONIO BLASCO

    CRISTIN LEIGHTON

    BRBARA NEGRN

    (EDITORA)

  • LOM PA L A B R A D E L A L E N G U A Y MANA Q U E S I G N I F I C A SOL

    LOM Ediciones

    Primera edicin, 2005

    I.S.B.N: 956-282-795-X

    CONSEJO NACIONAL DE LA CULTURA Y LAS ARTES

    Registro de Propiedad Intelectual N: 151.721

    Diseo, Composicin y Diagramacin:

    Editorial LOM. Concha y Toro 23, Santiago

    Fono: (56-2) 688 52 73 Fax: (56-2) 696 63 88

    Impreso en los talleres de LOM

    Miguel de Atero 2888, Quinta Normal

    Fono: 7744350 / 7863568

    web: www.lom.cl

    e-mail: [email protected]

    Impreso en Santiago de Chile.

  • ndice

    Presentacin 9

    Discurso inaugural 11MANE NETT

    Discurso inaugural 15IGNACIO WALKER

    Discurso inaugural 19JOS WEINSTEIN

    Parte ISentidos, definiciones y marco jurdico de la diversidad cultural 27

    Identidad y diversidad en la era de la globalizacin 29J. MARTN BARBERO

    Diversidad cultural: el otro y el nosotros 45BERNARDO SUBERCASEAUX

    Diversidad cultural 51MARCOS AGUINIS

    Sentido e importancia de la Convencin para la Diversidad Cultural 55PAULO SLACHEVSKY

    Tratados de comercio y diversidad cultural 63IVAN BERNIER

    Patrimonio y diversidad cultural, ciudadanosy Estado en la era de la globalizacin:Reflexiones en historia, el presente y el futuro 79JAMES EARLY

  • Parte IILa riqueza de nuestra identidad: Diversidad cultural en Chile 91

    De la utopa de la igualdad a la diversa realidad 93MIGUEL LABORDE

    Culturas originarias: Integracin y desarrollo de nuestra diversidad 99RICARDO HEVIA RIVAS

    Fewla nvtrankam ta pu Che mu -feypigei.Que converse tambin la gente ahora, nos estn diciendo 113ELICURA CHIHUAILAF NAHUELPAN

    A ciudadanizar la identidad:Hacia una democracia ms pertinente 121RODRIGO ARAYA C.

    Cultura y regionalismo:El viraje a industrias regionales con soporte real 131ESTEBAN VALENZUELA VAN TREEK

    Parte IIILa inmigracin y su contribucin anuestra diversidad cultural 137

    Nuevas presencias:El aporte cultural de los inmigrantes 139FARIDE ZERN

    Inmigrantes rabes en Chile, precursoresdel nomadismo posmoderno? 147LORENZO AGAR CORBINOS

    Movimientos migratorios y cultura en la era de la globalizacin 155ANNAMARI LAAKSONEN

    Parte IVLa expresin de la diversidad: Lenguaje y medios de comunicacin 169

    Diversidad, cultura y medios de comunicacin 171ARMAND MATTELART

  • Comunicacin e identidad cultural 183MAR DE FONTCUBERTA

    Masivos... diversos... integrados... 193CARLOS MLADINIC

    Lengua materna, identidad y diversidad 197NATALIO HERNNDEZ

    La diversidad lingstica 207BETTIE VANHOUDT

    Parte VLa visin de los creadores 215

    Literatura, globalizacin y periferia: Todos bamos a ser clones 217NAN NMEZ

    Cuerpo y creacin:Aportes desde la diversidad 225JOS ANTONIO BLASCO

    Existe el realizador? 231CRISTIN LEIGHTON

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  • 9Presentacin

    El 2005 ha sido un ao de grandes avances para el principio de la diversi-dad cultural. No solo fue aprobada la Convencin para la proteccin y promocin dela diversidad de las expresiones culturales al interior de la Unesco, constituyndoseen una herramienta nica a nivel internacional, sino que el proceso de discu-sin gener un amplio y enriquecedor debate, tanto en el foro internacionalcomo al interior de cada una de las sociedades involucradas. La reflexin entorno a la diversidad cultural no solo se ha remitido a los elementos jurdicosnecesarios para su proteccin, sino que ha abarcado todos aquellos aspectosque desde la cultura valorizan las diferencias que hacen nicas cada lengua,cada manifestacin, cada comunidad, cada obra.

    En este contexto, el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, junto a laCoalicin Chilena para la Diversidad Cultural, consider fundamental propi-ciar el debate en Chile. Este libro contiene gran parte de los textos presentadoscon ocasin del Simposio Internacional sobre Diversidad Cultural, realizadoen julio de 2005. Se han conservado las presentaciones inaugurales en su ca-rcter de discurso porque ellos dan cuenta de las posturas ms significativasen torno a este tema, especialmente en momentos en que Chile estaba a pocosmeses de rechazar o aprobar la Convencin que promova la Unesco. Desdeesa lgica, este libro se inicia con el discurso de la presidenta de la Coalicin,que represent, desde la sociedad civil, la posicin del mundo de la cultura; laintervencin del ministro de Relaciones Exteriores, cuya cartera cumple unalabor fundamental en este tipo de acuerdos internacionales, y la presentacindel ministro de Cultura, quien encabezando la organizacin del Simposio,entreg el marco terico del encuentro.

    Los artculos estn agrupados en 5 partes. La primera de ellas contieneelementos tericos, histricos y jurdicos que dan el encuadre necesario paracomprender luego las especificidades de esta problemtica. En la segunda parte,ajustamos la mirada sobre el territorio nacional para analizar las tensionesexistentes en el pas: La presencia o ausencia de los pueblos originarios y lasdificultades que encuentran las regiones para poner en valor sus expresiones

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    locales son parte de las reflexiones impostergables al abordar nuestra diversi-dad cultural. La tercera parte se refiere al fenmeno de las inmigraciones quepone a prueba los principios ms esenciales de la diversidad cultural, tanto anivel mundial como nacional. Aqu podrn encontrar tanto la mirada inter-nacional como aspectos de este fenmeno en nuestro pas: discriminacin, poruna parte, y valoracin del aporte cultural, por otra.

    En la cuarta parte se agruparon los artculos referidos a la diversidad lin-gstica y los medios de comunicacin. Finalmente, el libro se cierra con lavisin de los artistas, mirada que nos parece fundamental toda vez que lacreacin est en el centro de las expresiones culturales.

    Esperamos que este libro contribuya a una mejor comprensin de estetrmino, de gran riqueza y complejidad, que nos sita en una nueva miradadesde la cual entender mejor al otro y a nosotros mismos.

    Programa Pensamiento y CulturaConsejo Nacional de la Cultura

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    Discurso inaugural de Mane NettPresidenta de la Coalicin Chilena para la Diversidad Cultural

    Presidenta de SIDARTE

    En nombre de las 22 asociaciones de la cultura que componen la Coalicin,quisiera agradecer al Consejo de la Cultura y las Artes por hacer realidad esteanhelado proyecto que hace tiempo aorbamos como Coalicin: Un encuen-tro internacional sobre diversidad cultural, con importantes expertos dedistintas disciplinas, internacionalmente conocidos, para reflexionar, debatiry sensibilizarnos con uno de los aspectos ms fascinantes de la existenciahumana: nuestra identidad cultural, en el sentido de la proteccin, fomento eintercambio de las expresiones culturales del mundo.

    Tambin queremos agradecer, muy especialmente, al ministro de Cultura,Sr. Jos Weinstein, por su compromiso y apoyo a la Convencin por la Protec-cin de la Diversidad Cultural, promovida por la UNESCO, que es un anhelodel sector de la cultura en Chile.

    La Coalicin Chilena para la Diversidad Cultural, es una agrupacin que seform en octubre del 2001, despus de un Primer Encuentro Internacional deAsociaciones Profesionales de la Cultura, en Montreal, Canad. Nos constitui-mos en un momento coyuntural, como era el de las negociaciones de acuerdoscomerciales de Chile con la Unin Europea y, al mismo tiempo, con EE.UU.,situaciones que nos enfrentaron a nuestros primeros objetivos de coordinaciny trabajo en conjunto. Con satisfaccin podemos decir que la labor realizadahasta ahora ha tenido importantes resultados, como la Reserva Cultural quelogramos en el Tratado de Libre Comercio con EE.UU. la que si bien no tienetoda la amplitud requerida garantiza el derecho de Chile a sostener sus polti-cas de fomento a la cultura y establecer mecanismos de cooperacin cultural.

    Somos a la vez parte del Movimiento Internacional de Coaliciones, quebusca dar una voz comn a las organizaciones que representan a los profesio-nales de la cultura y que agrupa a la fecha a 24 coaliciones en el mundo. Enmarzo del ao 2003 fue creado el Comit de Enlace Internacional de Coalicio-nes para la Diversidad Cultural. Las coaliciones que lo integran son: Alemania,Argentina, Australia, Blgica, Benn, Burkina Faso, Brasil, Camern, Canad,Chile, Colombia, Congo, Corea del Sur, Eslovaquia, Espaa, Francia, Hungra,

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    Irlanda, Marruecos, Mxico, Nueva Zelanda, Per, Senegal, Togo y Uruguay.Hemos asistido a 4 encuentros internacionales en donde han participado msde 60 pases en un movimiento indito de la sociedad civil.

    Defendemos el principio de diversidad cultural con el objeto de preservarla capacidad que tienen los Estados y los gobiernos para desarrollar e imple-mentar sus polticas culturales, es decir poner las polticas culturales al abrigode las negociaciones comerciales.

    Los que trabajamos en cultura buscamos fortalecer las culturas locales ypotenciar el intercambio entre las naciones. Porque sin intercambio no haydiversidad cultural.

    A pesar de la cantidad de inmensas promesas que anidan en el seno de laglobalizacin, ella es una amenaza a la diversidad si no hay un equilibrio entre losintereses comerciales y el respeto a la vida y a las culturas. La lgica globalizado-ra tiende a estandarizar los productos, las normas y las lenguas basndose en elcomercio, que tiende a reducirlo todo a simple mercanca.

    Para que la globalizacin no se convierta en una fuerza imparable queignore valores y sin ms finalidad que ella misma, desde el ao 2003 la UNES-CO ha trabajado una Convencin Internacional que establezca los principiosesenciales de la diversidad cultural y consagre el derecho fundamental de losEstados y gobiernos a adoptar polticas necesarias para su sostn, reconocien-do la doble naturaleza de los bienes y servicios culturales. Hoy estamos adportas de incorporar esa pieza fundamental, que elevar a la cultura al mbitojurdico internacional, ms all de las declaraciones de buenas intenciones.

    La propuesta de texto a ser votado en la prxima Conferencia General deOctubre del 2005 ha sido fruto del trabajo de un grupo de expertos y de tresreuniones intergubernamentales que se han desarrollado en Pars con la parti-cipacin de ms de 130 pases. Si bien esta Convencin no tiene toda la fuerza yalcance que nosotros quisiramos, no podemos dejar de sealar que constituyeun paso histrico, un gran avance para la cultura en el orden jurdico interna-cional. Sera lamentable que los pases solo 6, entre ellos el nuestro quereservaron su posicin sobre algunas de las clusulas de esta Convencin, opta-sen al fin por no adherirse.

    La adopcin de este instrumento es crucial para la diversidad cultural, yaque se instaurara por primera vez en el mbito internacional derechos y obli-gaciones de los Estados en relacin a la existencia de las culturas de los pueblos.

    La Convencin deber ser adoptada por los pases pertenecientes a la UNES-CO, y una vez aprobada, los pases debern ratificarla para entrar en vigor encalidad de instrumento internacional. ste servir como contrapeso a los acuer-dos comerciales internacionales, permitiendo que la cultura y su intercambio

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    sean considerados en todas sus facetas y no solo en tanto mercanca. Si esto nosucede, se acelerar la constante erosin de la capacidad de cada pas paramantener y desarrollar sus polticas culturales.

    Antes de finalizar quisiera reiterar la importancia de que Chile, durante elperodo de negociacin, adopcin y ratificacin de la Convencin, se abstengade tomar compromisos de liberalizacin en negociaciones comerciales quelimitaran la aplicacin de la Convencin de la UNESCO. Toda la Humanidadpodr beneficiarse durante generaciones de la riqueza que puede representarla diversidad de nuestras culturas y nuestra identidad. As como las personasrequieren de los derechos humanos, los pueblos requieren de una Convencinvinculante, fuerte y slida, que permita promover los principios de las cultu-ras, defender y fomentar sus expresiones, estimular su intercambio y reforzarla solidaridad cultural a nivel internacional.

    El desarrollo de un instrumento como la Convencin Internacional para laDiversidad Cultural en el seno de la UNESCO constituye un paso imprescindi-ble para establecer un equilibrio entre las diversas perspectivas del quehacerhumano.

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    Discurso inaugural de Ignacio WalkerMinistro de Relaciones Exteriores de Chile

    Constituye un alto honor para m poder dirigirme a ustedes en el marco deeste Simposio Internacional sobre Diversidad Cultural. Agradezco muy sin-ceramente a los organizadores la invitacin que se me ha extendido.

    Creo que no existe un mejor lugar para reflexionar sobre cultura y diversi-dad que desde la propia universidad. Esta es, por definicin, el espacio dondese desarrolla un conocimiento superior sobre las ciencias y las artes, con unavocacin universal, sobre la base del dilogo y la libre confrontacin de lasideas. La universidad es tambin el espacio donde tienen lugar y se desarro-llan las diferentes manifestaciones culturales y donde se realiza el traspasogeneracional del conocimiento superior y de la cultura.

    Pero el tema que nos rene no es la cultura en general sino la diversidadcultural. La sola conjugacin de estos vocablos implica reconocer que es posi-ble verificar la existencia de diferentes modos de vida, costumbres y estadios,en el desarrollo del conocimiento y de las artes, de las ciencias y la industria, yen un espacio y tiempo determinado, pudiendo verificarse la coexistencia dediversas culturas.

    Una muestra de lo que entendemos por diversidad es este mismo simposio.En este foro estn representados los actores centrales de la vida cultural, elgobierno, la sociedad civil y acadmica, los que hemos sido llamados a traba-jar para promover y alcanzar un verdadero encuentro entre las diversas esferasy acciones del mundo de la cultura.

    En lo personal, creo que la diversidad es un valor en s mismo que debemosincentivar y proteger. Asimismo, es necesario unir el concepto de diversidad alos de pluralismo y tolerancia.

    Tras haber conocido la cara del totalitarismo y el autoritarismo a lo largodel siglo XX, los que aun campean en ciertas latitudes, y frente a los nuevosfundamentalismos que se levantan amenazantes en los albores del siglo XXI,comprometiendo la libertad humana, la diversidad, el pluralismo y la tole-rancia, surge la necesidad de afirmar el valor de la persona humana, de sudignidad y derechos, especialmente en cuanto a su vocacin y libertad detiempo. La reflexin en torno al concepto de diversidad cultural se da en el

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    contexto de la globalizacin, con sus luces y sus sombras, y sus propias con-tradicciones, pero tambin sus grandes posibilidades.

    Dentro de los contrastes y desafos de la globalizacin aparece, por cierto,el tema de la cultura. Cada da surge con ms fuerza la necesidad de que laparticipacin en la sociedad globalizada no signifique una prdida de la pro-pia identidad, de la cultura, de su riqueza y diversidad. Existe el temor de queesta tendencia global pueda generar un alto grado de homogeneizacin en losestilos de vida de las diferentes regiones del planeta. Existe el peligro de queuna globalizacin monocolor pueda conducir a visiones que en definitiva aho-guen o comprometan la libertad. Porque eso es en definitiva la diversidadcultural, la afirmacin de la libertad humana frente a cualquier pretensintotalizadora, incluida la posibilidad de una globalizacin monocolor.

    A este respecto, me remito a las palabras del socilogo francs Alain Turaine,quien nos recuerda que debemos garantizar el derecho a la diferencia frente alas amenazas planteadas por una globalizacin que se pueda regir solamentepor consideraciones econmicas o comerciales.

    En el mundo actual es imperativo proteger la diversidad y el pluralismo, yparalelamente debemos fomentar el dilogo multicultural, teniendo en mentevalores bsicos como son el respeto y la tolerancia. Hablo de diversidad, depluralismo y de tolerancia, porque creo que estn indisolublemente unidos.

    El pluralismo es la valoracin positiva de la diversidad en su enorme rique-za y no solo como la constatacin de un simple hecho. La tolerancia es ladisposicin autntica y verdadera de buscar activa y deliberadamente la partede verdad que existe en el otro. No es esa tolerancia pasiva que encontramos enalguna corriente filosfica, que opta por no inmiscuirse en la vida del otro, refu-gindose en la realidad del individuo como una suerte de ente soberano, sinoaquella tolerancia activa de la cual nos habla, por ejemplo, en nuestro medio, elfilsofo chileno Humberto Giannini, y que consiste precisamente en buscar laparte de verdad que existe en el otro.

    La diversidad cultural es la valoracin positiva de la persona humana ensu vocacin ms profunda, teniendo como base la libertad. La afirmacin y lavaloracin de la diversidad, incluida la diversidad cultural, no debe llevarnosa renunciar a un principio de unidad, desde lo filosfico a lo poltico, abarcan-do todas las dimensiones de la vida humana. Unidad en la diversidad, podraser el principio que proclamamos para evitar que la diversidad devenga ensimple diferenciacin o dispersin. Solo tiene sentido valorar la diversidad sisomos capaces de hacerlo a partir de un principio de unidad, que sea consis-tente con una autntica y verdadera comprensin de la vocacin humana ensu sentido ms profundo.

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    En este marco conceptual que hemos descrito someramente, podemos apre-ciar lo que recoge, por ejemplo, el Informe del Programa de Naciones Unidaspara el Desarrollo del 2002, en cuanto a que todas las prcticas, valores, ideas,representaciones e imgenes que se producen en nuestra sociedad, constitu-yen nuestros acervos que nos dicen quines somos y, eventualmente tambin,hacia dnde vamos, es decir, cmo podemos proyectarnos en un futuro colec-tivo, en un proyecto de pas. Esta es la forma en que podemos participardecisivamente en el mundo sin perder lo propio y contribuir al mismo tiempo,desde nuestra propia identidad, a la riqueza de la cultura global.

    La Convencin para la Proteccin de la Diversidad Cultural, a la que se hahecho referencia, y de la cual Chile es signatario, representa una oportunidadpara reafirmar el valor de las expresiones culturales como parte del patrimo-nio universal y tambin destacar su papel en el desarrollo de nuestrassociedades. Un instrumento jurdico de esta naturaleza ciertamente contri-buir a la configuracin de un orden global que necesariamente debe considerar,en el sentido ms profundo, el respeto de las identidades y la unidad en ladiversidad.

    Deseo en esta ocasin reafirmar la prioridad que asigna Chile a la cultura ya la proteccin de la diversidad, en la definicin de la sociedad que queremos.En relacin al controvertido Artculo 20 de dicha Convencin, sobre el cualnuestro pas formular una reserva, bsicamente para estudiarla con mayordetenimiento y considerando entre otros, la presentacin dirigida al Presi-dente de la Repblica por la Coalicin Chilena por la Diversidad Cultural.Deseo sealar que el gobierno del Presidente Lagos ha decidido levantar dichareserva, a partir de una interpretacin coherente y sistemtica de dicha dis-posicin consigo misma, con el resto de la Convencin y con otros acuerdossuscritos por Chile.

    As, esperamos ratificar como un todo la Convencin sobre DiversidadCultural en el prximo mes de octubre. La poltica exterior de nuestro pas esparte de la concepcin sobre la diversidad, es decir, Chile ha asumido el mul-tilateralismo como principio gua de la poltica exterior chilena. Esto se traduceen que no solo reconocemos la existencia de una multiplicidad de pases en lacomunidad internacional, sino tambin reconocemos que esos pases repre-sentan sistemas y culturas que desean preservar sus caractersticas y, a lavez, ser parte de un dilogo intercultural que permita un entendimiento entreculturas y civilizaciones, que favorezca la estabilidad, la paz y el desarrollo.

    La cultura es la esencia del desarrollo humano. Las sociedades multicultu-rales ofrecen oportunidades que enriquecen la experiencia humana, perodebemos evitar la amenaza de una uniformidad que atente contra los valores

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    que caracterizan a cada grupo humano. Los Estados tienen el deber de partici-par activamente en este mbito, protegiendo y promoviendo una oferta culturalamplia, no solo garantizando las identidades y patrimonios tradicionales, comoaqu se ha dicho, sino tambin de todos los sectores contemporneos de la crea-cin artstica.

    La diversidad cultural solo ser posible si permite que todos los pases,independiente de su nivel de desarrollo, tengan la capacidad de expresar ycautelar los elementos que configuran su identidad. Nuestra preocupacin enfavor del dilogo y la diversidad de las culturas en el mundo, es que stasrequieren necesariamente de una accin concertada a nivel internacional y deun trabajo multilateral. Este es el sentido con que Chile ha promovido unaConvencin que permita preservar las ms diversas expresiones culturales anivel internacional.

    El proyecto de Convencin legitima las polticas culturales y propicia lacooperacin internacional, reafirma el cumplimiento de las obligaciones in-ternacionales y, al mismo tiempo, impone que las partes signatarias, al aplicare interpretar sus obligaciones internacionales y al negociar nuevos acuerdos,tomen en consideracin la diversidad cultural. Esto constituye un avance sinprecedentes en el derecho internacional.

    Vivimos un momento en que es urgente promover un mayor entendimien-to y dilogo cultural, y es indispensable que la comunidad internacional asumaresponsablemente la necesidad de avanzar en la realizacin de valores uni-versales y compartidos de la cultura humana, donde la tolerancia, la diversidady el pluralismo constituyan la esencia de toda convivencia libre y democrti-ca. Tengo la conviccin de que el Bicentenario encontrar un Chile mscomprometido culturalmente con nuestra identidad y as podremos, desde lonuestro, participar mejor y contribuir al progreso de la humanidad. Muchasgracias.

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    Discurso inaugural de Jos WeinsteinMinistro de Cultura

    Un saludo a las personas que nos acompaan en esta sala y a los que nos vena travs de sus computadores gracias a la transmisin online que estamos reali-zando de esta conferencia. Quisiera tambin agradecer la importantecolaboracin de la Coalicin Chilena para la Diversidad Cultural y de la Uni-versidad Catlica, quienes nos han acompaado en la organizacin de esteseminario.

    El Consejo de la Cultura y las Artes no se limita a realizar actividadesculturales o a repartir fondos concursables y hacerlos crecer, con toda la im-portancia que ello tiene. Como instancia nueva de gobierno encargada de lacultura, tenemos un rol esencial que cumplir en el debate cultural que se rea-liza en el pas. Creemos que esa tambin es una tarea relevante y en ella hemostratado de contribuir.

    En ese debate cultural se participa y se alienta de distintas maneras, entreotras, generando informacin nueva sobre el estado de la cultura de nuestropas. En ese sentido hemos hecho la Encuesta de Consumo Cultural y Uso delTiempo Libre en la Regin Metropolitana y ahora estamos extendiendo esteinstrumento de medicin a las doce regiones del pas. Esto, con el fin de obte-ner una especie de radiografa sobre la relacin real de nuestra ciudadana conla cultura, para mejorar, a partir de esa base, nuestras estrategias.

    Tambin se colabora en este debate cultural generando propuestas, comoha sido la formulacin de un documento de poltica cultural hacia el Bicente-nario que hemos llamado Chile quiere ms cultura. Se trata de definiciones depolticas para el perodo 2005 - 2010 que han permitido que muchas personasy grupos comiencen a reflexionar sobre la forma de fomentar la cultura en elmediano plazo, y no solo pensando en el da a da.

    Otra forma de colaborar es abriendo espacios de informacin y debatecomo la revista Pausa, cuyo cuarto nmero se lanza hoy, o creando instanciastales como este simposio.

    Me gustara afirmar que una de las tareas del Consejo, a nuestro juicio, esjustamente generar reflexin, ayudar al debate nacional y mejorar su nivel.

  • 20

    En ese sentido, se cre el Programa Pensamiento y Cultura, del que formaparte este seminario y cuya tarea es aportar aire fresco al debate nacional ytraer nuevos anlisis que permitan generar renovadas ideas. Por este motivoson tan importantes los expositores internacionales, porque nos permiten re-flexionar sobre estos temas, ponindonos en sintona con las grandesdiscusiones sobre cultura que se dan en el mundo.

    Ya hemos hecho tres de estos encuentros anteriormente: partimos con De-recho de Autor: desafos y acciones, seguimos con Industrias Culturales: unaporte al desarrollo, y a inicio de este ao hicimos un gran seminario sobreSentidos de la Educacin y la Cultura. Por la importancia que tiene en elmundo actual el concepto de diversidad cultural es que iniciamos hoy esteSimposio. A fin de este ao 2005 realizaremos el ltimo de esta serie de semi-narios que tratar sobre Cultura y Televisin, porque creemos que tambines un mbito clave para la reflexin y para ver cmo en otras latitudes estnresolviendo de mejor manera esta posibilidad de que la TV sea, efectivamente,un vehculo para llevar cultura y arte a nuestras ciudades.

    Creemos que es muy significativo que este simposio se efecte a pocos mesesde que se realice la Trigsimo Tercera Conferencia de la UNESCO, debido a queese organismo internacional deber tomar una decisin importante respecto decmo seguir avanzando en la proteccin de la diversidad cultural en el mundo,como es la aprobacin de un instrumento internacional que lo permita.

    Desde hace algunos aos vengo siguiendo de cerca la labor de la UNESCO,antes en el mundo de la educacin y ahora en el de la cultura, pero pocas veceshe visto tanto inters y movilizacin por una conferencia de este organismo.Se han realizado muchos e importantes seminarios y encuentros, tanto nacio-nales como internacionales. Hace dos semanas se realiz en Madrid unencuentro de 50 ministros de Cultura del mundo para debatir respecto de laConvencin para la Proteccin de la Diversidad Cultural. La propia UNESCO,entre la conferencia del 2003 y la del 2005, ha realizado tres reuniones conexpertos de ms de 130 pases para discutir sobre la Convencin de manera deir llegando a puerto respecto del texto definitivo. Estamos en un momento enque todas las energas del debate internacional sobre cultura estn puestas enlograr la aprobacin de este instrumento, convirtindose en un tema de enor-me actualidad.

    En la ltima reunin de expertos se lleg a acuerdo en el sentido de formu-lar un documento final, aunque siempre mejorable, pero esencialmenteapoyado por la gran mayora de los pases. Ese documento es el que se somete-r a votacin en octubre.

  • 21

    Por eso es tan importante lo que acaba de sealar el ministro de RelacionesExteriores, en el sentido de que Chile va a votar a favor de la Convencin yesperamos que la gran mayora de los ms de 180 pases que participan de laUNESCO tambin lo hagan. Es decir, que despus de ello, tengamos una Con-vencin a favor de la diversidad cultural aprobada, que luego sea ratificada ennuestro pas, as como en otros, de manera de tener un instrumento ms po-tente en estas materias. Hoy, lo que existe es solo una declaracin de intenciones,pero una Convencin es un instrumento normativo internacional, que tieneotras atribuciones y que permite regular mejor la proteccin de la diversidadcultural en el mundo moderno.

    Con ello se le da otro rol a la UNESCO y esta Convencin pasa a tener, comoen el caso del patrimonio, otras funciones que hoy no existen. Esto ya ha ocu-rrido en otras reas, como es el caso del medio ambiente, en que en las ltimasdcadas ha habido movimientos mundiales a favor de ponerle algunas cotas aeste proceso de globalizacin y tambin algn equilibrio a la economa, de talmanera que no se constituya en una globalizacin salvaje, sino en un procesoque respete el medioambiente y las culturas.

    En el caso de nuestro pas hay que decir que tanto la sociedad civil como losartistas y creadores han jugado un rol clave para que en estos aos de rpidainsercin econmica en el mundo, Chile haya tenido la prudencia de ingresar aesa globalizacin poniendo siempre una diferenciacin en la cultura, firmandosus tratados con clusulas de reserva o de excepcin, y participando activa-mente en este debate internacional como es el de la UNESCO. Ha habido unacoherencia que permite al pas respirar tranquilo en el sentido de darle a lacultura un mbito especial, y en eso, insisto, ha sido clave la existencia de laCoalicin Chilena para la Diversidad Cultural. Tambin ha sido de real impor-tancia la voz de artistas e intelectuales llamando la atencin sobre estos temas,que no eran inmediatamente entendibles en los tratados de libre comercio. Cuan-do se discuta un Tratado de Libre Comercio, la discusin inmediata giraba entorno a los sectores econmicos que podran resultar perjudicados y a las exi-gencias de modernizacin de la produccin econmica que traeran aparejadoslos acuerdos. Sin embargo, la preocupacin sobre las consecuencias en la cultu-ra no era tan evidente. En este sentido cobra mucha importancia el rol de alertatemprana que cumpli la sociedad civil y que encontr una acogida favorableen el gobierno.

    La apuesta que estamos haciendo es bastante clara y consiste en alertar yalentar una suerte de crculo virtuoso, respecto del papel de la cultura en estemundo que se globaliza.

  • 22

    La cultura necesita un tratamiento especial en el mundo globalizado, antelas alianzas econmicas y ante la apertura comercial. La cultura no debe sertratada como el resto de las producciones econmicas del pas, porque no esuna mercanca ms. Debe ser considerada con especial cuidado, necesita otroestatus, porque en ella estn nuestras races y esencia.

    Como consecuencia de ese estatus especial, la cultura requiere del desarro-llo de polticas pblicas a favor de ella en dos sentidos: Por una parte, normarciertas clusulas y formas de intercambio entre las culturas que no sean igua-les a las del comercio; y en segundo lugar, alentar acciones puertas adentro, enel propio pas, que sean especficas y claramente resguardadas en favor de lacultura. Adicionalmente a ello, estas polticas pblicas deben generar ciertasbarreras de contencin para no poner en riesgo nuestra identidad, en trmi-nos de aculturacin, al ser pasados a llevar por industrias culturales que tienenun peso distinto, o por agencias culturales o medios de comunicacin quepueden arrasar lo nuestro si no somos capaces de protegerlo adecuadamente.

    Hay pases que han resuelto estos temas de distintas formas. Algunos hanpuesto cuotas de pantallas, otros han encontrado maneras especiales de in-centivar su produccin local. El pas no debe ser ingenuo, toda vez que estfrente a potencias de difusin e industrias culturales enormemente ms pode-rosas que las nuestras, lo que hace necesaria una contencin que resguarde lasraces propias. Al mismo tiempo se necesitan instrumentos de fomento y de-sarrollo de las propias potencialidades.

    Esa es la ecuacin. No solo contener sino hacer surgir lo propio. No hafaltado la oportunidad en que hemos visto abordar la diversidad cultural soloen el sentido del resguardo del pasado, del patrimonio histrico, o de nuestrasms antiguas tradiciones. Cuando se est protegiendo la cultura y estamospidiendo polticas pblicas para ello, nos referimos a una cultura viva enconstante desarrollo. Nuestras potencialidades culturales deben ser alenta-das como algo vivo. En ese sentido, hacer crecer la cultura no solamente significabasarnos en nuestra historia, en nuestras races, sino tambin apropiarnosdel entorno mundial y de sus nuevas tendencias. Nadie est proponiendo unacultura del refugio, sino la posibilidad de resguardar y potenciar nuestra iden-tidad, con los ojos bien abiertos al mundo.

    El crculo se cierra con la certeza de que este impulso a la cultura en Chiletendr un beneficio para nuestra insercin en el mundo. Es decir, no solo deci-mos que debemos considerar la cultura en un estatuto especial, con polticaspblicas de contencin y de fomento, sino que tambin debe tener un impactofavorable en la insercin de Chile en el mundo. Ah se cierra este crculo vir-tuoso, porque no nos cabe duda de que Chile lograr insertarse mejor si tiene

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    una identidad cultural propia. Baste ver cmo, con motivo del centenario dePablo Neruda, en el 2004, en ochenta pases se hicieron ms de 600 actividadesrecordando esa gran figura de nuestra poesa, y cmo fue posible inscribir elnombre de Chile en el mapa. Las nuevas generaciones ya no solo nos ven comoun pas productor de cobre, vino y salmones, sino que descubrieron nuestrafisonoma particular, que nos la ha dado, entre otros, nuestro gran poeta. Sinduda, esa fue una gran accin de poltica exterior que ayud a la presencia deChile en los foros polticos y en el desarrollo exportador. Ese es el crculo vir-tuoso al que aspiramos.

    El hecho de adherir a la Convencin y a los principios de identidad culturalque tiene este crculo virtuoso tiene tambin un conjunto de demandas internas.

    Primero, nos obliga a ciertas tareas en polticas pblicas, a ser coherentescon lo que planteamos, en el sentido de que si queremos que se respeten todaslas culturas, entre ellas la nuestra, debe ocurrir lo mismo fronteras adentro. Esnecesario ver cmo logramos que en Chile se respete la diversidad culturalque existe, la de nuestros pueblos originarios, la de los nuevos grupos quellegan crecientemente a Chile con su aporte cultural, especialmente de Latino-amrica, y las distintas minoras que componen Chile. Nuestro pas tiene laenfermedad del centralismo y debe hacerse cargo de ello. Por eso, cuandodecimos que apoyamos la Convencin afuera, tambin tenemos que ver cmoevitamos la discriminacin en los instrumentos, para que dentro de nuestrasfronteras esa diversidad cultural tambin se exprese y sea respetada.

    Segundo, adherir implica apoyos claros a nuestras industrias culturales.Si decimos que ellas corren el riesgo de ser arrasadas si no logramos ponerlecoto a una globalizacin excesiva y sin lmite, debemos ofrecer, al mismo tiem-po, buenas herramientas de trabajo y de apoyo. En algunos casos lo hemoslogrado, pero en otros, menos. Por lo tanto, el desafo es enorme para el pas encuanto a la forma en que va encontrando buenas herramientas para apoyarnuestras industrias culturales, en el cine, en el libro, en la msica, y en lasartes visuales. Y as, en adelante, cmo es capaz de encontrar ese conjunto deherramientas que nos permitan desplegar realmente nuestra identidad na-cional a travs de industrias culturales fuertes.

    En tercer lugar, existe una tarea mayor que es la formacin de pblico.Cmo logramos que nuestros ciudadanos valoren ms la cultura, lo propio yse comprometan con la creacin nacional actual y pasada. El desafo mayor esplantearse cmo nuestra educacin es capaz de dar esas seales y formar aciudadanos que realmente valoren, creen y apoyen sus artes, sus letras, sucultura, su patrimonio; o cmo los medios de comunicacin le dan un adecua-do espacio a la creacin nacional, cosa que sabemos que hoy no hacen

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    suficientemente. El hecho de que nuestras radios trasmitan un 10% de msicanacional nos demuestra que no estamos haciendo bien las tareas en ese plano.A nivel local debemos lograr que los municipios integren ms a los ciudada-nos en las dinmicas culturales, especialmente a los de escasos recursos.

    Por ltimo quisiera sealar un cuarto aspecto que creo es muy importanteentender. Cuando uno plantea esta discusin a favor de la identidad culturaldel pas y la necesidad de alentarla, uno pide diversidad cultural, pero almismo tiempo pide alentar su propia identidad. La identidad cultural de Chi-le no es una isla, por lo tanto deben darse espacios culturales mayores y en esesentido nosotros pertenecemos, especialmente, a uno. Se trata del espacio ibe-roamericano. No es contradictorio cuando planteamos un gran impulso a laidentidad chilena, junto con un gran impulso a la identidad iberoamericana.Ese es nuestro espacio cultural comn. Por eso es tan importante que busque-mos el desarrollo de nuestras industrias culturales en conjunto con lasiberoamericanas, que logremos acuerdos de coproduccin como estamos lo-grando con el cine, pero tambin codistribucin, de tal manera que nuestraspelculas sean hechas en conjunto con Argentina, Espaa, Mxico o Brasil,pero que tambin esos pblicos comiencen a ver ms nuestros filmes y noso-tros veamos ms los de ellos, de tal modo de fortalecer un espacio culturalcomn. Lo anterior no es contradictorio sino potenciador de nuestra identi-dad cultural, que se da en una historia, con otros.

    Finalmente quisiera hacer mencin a un breve extracto de Gabriela Mis-tral que dice relacin con lo que he tratado de exponer. Lo que me interesadejar instalado es que defender la identidad no es solo defender una esencia,una historia, sino que tambin es defender un presente que se est constru-yendo. Quisiera leer brevemente lo que ella dice respecto de los smbolos denuestros emblemas patrios:

    Los chilenos tenemos en el cndor y el huemul de nuestro escudo, unsmbolo expresivo como pocos, y que consulta dos aspectos del espritu: lafuerza y la gracia. Por la misma duplicidad, la norma que nace de l es difcil,equivalen a lo que han sido el sol y la luna en algunas teogonas, o la tierra y elmar, a elementos opuestos, ambos dotados de excelencia y que forman unaproposicin difcil para el espritu. Mucho se ha insistido, lo mismo en lasescuelas que en los discursos gritones, en el sentido del cndor y se ha dichopoco de su compaero herldico, el pobre huemul apenas ubicado geogrfica-mente. Yo confieso mi escaso amor al cndor, que al fin solamente es un hermosobuitre. Me quedo con ese ciervo, con el huemul no explicado siquiera por lospedagogos. El huemul quiere decir la sensibilidad de una raza, sentidos finos,

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    inteligencia vigilante, gracia y todo esto es defensa de espolones invisiblespero eficaces del espritu. Mucho ms ha lucido en nuestros hechos, y yo estoyporque ahora luzcamos otras cosas que tambin tenemos, pero en las cualesno hemos hecho hincapi. Bueno es espigar en la historia de Chile los actos dehospitalidad que son muchos, acciones fraternas que llenan pginas olvida-das, la predileccin del cndor sobre el huemul acaso nos haya hecho muchodao. Algunos hroes nacionales pertenecen a lo que llaman la orden del cn-dor. El huemul tiene paralelamente los suyos y el momento es bueno paradestacar esto. Muchas gracias.

  • PARTE I

    Sentidos, definiciones y marco jurdicode la diversidad cultural

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    Identidad y diversidaden la era de la globalizacin

    J. MARTN BARBEROExperto en Medios de Comunicacin y Cultura de Colombia

    1. Trastornos de la identidad social vivida

    En la velocidad y brutalidad de sus movimientos, la globalizacin comien-za a hacer visibles algunos de los rasgos societarios de la mutacin queatravesamos. Y entre ellos el que mayor visibilidad alcanza es el que produceel paso de una sociedad integral a otra dual. Por integral entendemos una socie-dad que buscaba integrar en ella al conjunto de la poblacin, pues necesitabaa todos en cuanto trabajadores ya que el trabajo era la base de su explotaciny de la expropiacin de plusvala. As se vio a s misma la sociedad capitalistahasta la cada del muro de Berln, acontecimiento a partir del cual la globali-zacin se despliega develando un nuevo modelo, el de la sociedad dualcompuesta de integrados y excluidos en la que el mercado moviliza nuevaslgicas, que son las de conexin/inclusin y desconexin/exclusin en el msbsico de los niveles de lo social1 . Si la sociedad integral se caracterizaba porser eminentemente salarial, industrial, regulada, conflictual y negociadora, lasociedad dual puede ya caracterizarse como terciaria, informatizada, desre-gulada, menos conflictual y muchsimo menos negociadora. Estamos puesante una sociedad estructuralmente fracturada, en la que el divorcio entreEstado y sociedad se hace cada da ms fuerte y visible. El Estado est hoymucho ms moldeado por las reglas de juego que ponen el Fondo MonetarioInternacional, la Organizacin Mundial del Comercio y el Banco Mundial, quepor las necesidades y demandas de su propia sociedad. Esto, en Amrica Lati-na, est significando la tendencia hacia un Estado no solo reducido y casiimpotente sino adems desubicado e incoherente, y a una sociedad que casisin excepciones ve degradarse da a da su calidad media de vida, agrandarsela tasa de poblacin abandonada a su suerte y estrecharse la poca clase media

    1 G. Gimnez, y R. Pozas (coord.) Modernizacin e identidades sociales, UNAM, Mxico, 1994;

    D. Mato (coord.) Polticas de identidad y diferencias sociales, Faces/Ucv, Caracas, 2003.

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    que tenamos2 . Pues aunque el divorcio entre Estado y sociedad no es un pro-blema solo latinoamericano, aqu se agrava porque se trata de un divorcioviejo que ha venido ahondndose y tornando casi ingobernables buena parte denuestros pases.

    En un segundo plano, encontramos lo que el filsofo recin fallecido, PaulRicoeur, denominaba el vaciado de densidad simblica que sufre desde hace aos lapoltica, esto es su incapacidad de convocar y mantenernos juntos, y la impo-sibilidad entonces para mediar entre las macrolgicas de la economa y las dinmicas de losmundos de vida. La poltica, nos advierten desde hace tiempo A. Touraine, Ch.Mouffe y Z. Bauman3, ha convertido el proceso moderno de racionalizacin queplanteara Weber en otra dualizacin de la sociedad: de un lado, el mundo de lopblico identificado con el hombre y de otro lado, el de lo privado, identificadocon la mujer, con lo domstico. El racionalismo machista ha reservado lo seriopara las tareas del hombre colocando el resto de la vida en un afuera4 de suracionalidad y privando de racionalidad propia a las dinmicas claves de lasidentidades colectivas e individuales, que hacen y deshacen los mundos devida de la gente. Hoy, la poltica aunque haya comenzado a acoger entre susdirectivos a mujeres se hace cmplice de la dualizacin de la sociedad en lamedida en que se muestra incapaz de mediar entre las fuerzas la economa y losmovimientos de la identidad.

    Tercer plano, la sensacin creciente de impotencia entre los individuos, omejor, la mezcla de frustracin, desconfianza social e impotencia poltica. Lasensacin que se experimenta es cada da menos dimensiones de mi vida de-penden de m y lo que es ms angustiante an, tampoco entiendo de quindependen ahora. Pierdo el trabajo porque alguien en un lejano pas tom deci-siones que provocaron la reduccin o el cierre de la empresa en la que trabajaba,un alguien a quien no he conocido ni conocer nunca. Si me encuentro con que deahora en adelante ya no tengo acceso a la salud o a la educacin pblica, o veobrutalmente reducidas mis posibilidades y el monto de la pensin, es porquecambiaron unas reglas de juego que me llegan formuladas en un lenguaje que nisiquiera entiendo. Y as, son cada vez ms los individuos que se sienten atrapa-dos entre la imposibilidad de trabajar o de ganar un salario digno, y la

    2 M. Chossudovsky. Globalizacin de la pobreza y nuevo orden mundial, UNAM/Siglo XXI,

    Mxico, 2002; M. Svampa (edit.). Desde abajo. La transformacin de las identidades

    sociales, Biblos, Buenos Aires, 2000; M. Lpez Maya (edit.), Lucha popular, democracia y

    neoliberalismo, Nueva Sociedad, Caracas, 1999.3 A.Touraine. Qu es la democracia, F.C.E., Mxico,1998; Ch. Mouffe, El retorno de lo poltico,

    Paidos, Barcelona,1999; Z. Bauman, En busca de la poltica, F.C.E. Buenos Aires, 2001.4 La cursiva es del editor.

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    imposibilidad de entender qu es lo que de veras est pasando. Todo lo cual seagrava para los adultos mayores, cuyo mundo sienten que se viene abajo puesest cambiando todo, desde la mayora de las que fueron sus costumbres hastalas palabras con las que se dirigen a ellos los jvenes.

    Manuel Castells completa ese mapa de cuestiones vitales, trastornado porlos movimientos de la globalizacin, al plantear que si la mayora de la gente yano puede buscar el sentido de su vida en lo que hace, o sea en el trabajo y en lapoltica, no tiene ms remedio que buscarlo en lo que es, que es lo nico que lequeda: su ser hombre, mujer u homosexual, blanco, indgena o negro; budista,cristiano o musulmn. Es por eso que la identidad, que fuera durante los ltimosdos siglos una dimensin clave del lazo social, se ha convertido en una de losmotivos ms fuertes de desgarramiento de ese mismo lazo al expresarse, tantoindividual como colectivamente, en forma de implosin exacerbada: como sisolo me sintiera yo desalojando al otro, rebajndolo, expulsndolo de mi mundode pertenencia. As, la emergencia de los fundamentalismos identitarios es par-te de la forma en que los sujetos individuales y colectivos reaccionan a la amenazaque sobre ellos deja caer una globalizacin ms interesada en los instintos bsicosimpulsos de poder y clculos estratgicos que en las sociabilidades. Una glo-balizacin que tiende a disolver la sociedad en cuanto conflictiva comunidadde sentido sustituyndola por un neutro mundo interconectado por los flu-jos y redes de la informacin que moviliza hegemnicamente el valor-mercado:Lo compartido por hombres, mujeres y nios es un miedo, profundamenteasentado, a lo desconocido, que se vuelve ms amedrentador cuando tiene quever con la base cotidiana de la vida personal: estn aterrorizados por la soledady la incertidumbre en una sociedad individualista y ferozmente competitiva5 .

    Esas son hoy las fuerzas que alimentan un fundamentalismo preado, almismo tiempo, de enfurecidas resistencias implosivas y de afiebradas bsque-das de sentido. Resistencias al proceso de individualizacin y a la atomizacinsocial, a la intangibilidad de unos flujos que, en su interconexin, difuminan loslmites de pertenencia y tornan inestables las contexturas espaciales y tempo-rales del trabajo y de la vida. Bsqueda de una identidad social y personal que,aun basndose en imgenes del pasado, proyecta en el futuro la necesidad desuperar todo lo que el presente tiene de insoportable. Frente a la elite que habitael espacio atemporal de las redes y los flujos globales, las mayoras en nuestrospases, viven aun el espacio/tiempo local de sus culturas y, frente a la lgica delpoder global, se refugian en las muy diversificadas lgicas del poder comunal.

    5 M. Castells. La era de la informacin, vol. 2, Alianza, Madrid,1999, p. 49.

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    Nos hallamos, de un lado, ante la explosin de los fundamentalismos identita-rios y, del otro, ante la fragilidad de la identidad individual y una crecientefragilizacin de toda identidad6 . Pues, al mismo tiempo que la identidad desatafortsimas formas de aglutinacin social cuya justificacin se halla en unalarga historia de humillaciones y falta de reconocimiento de derechos mselementales la identidad individual se fragmenta y debilita tornndose suma-mente precaria. Con esto, la idea mantenida durante siglos, respecto de que lamedida de una personalidad era la fidelidad a s misma, est dejando de tenersentido hoy: A qu o a quin se trata de ser fiel? La idealizada unidad del sujetocartesiano moderno, que tena como nico referente a la razn, se perdi hacetiempo. Lo que nos queda hoy, especialmente entre la gente joven, es una subjeti-vidad tensionada por una pluralidad de referentes que la rigidizan y fragmentan,y que posibilitan una identidad polimorfa y flexible que les permite ser al mismotiempo locales en unos gustos y globales en otros, sin dejar de sentirse naciona-les. Pero que a la vez los expone a los fortsimos desanclajes y a las desgarradurasms paralizantes, pues aunque el transitar por diferentes identificaciones a lolargo del da les es ms fcil a los jvenes que a los adultos, esa facilidad no lesahorra las tensiones y los desgarros, la confusin y la incoherencia.

    Hay un mbito en el que se hacen ya visibles las tendencias ms decisivas delcambio sociocultural: el del trabajo y, no solo en sus condiciones de ejercicio, sinotambin en la mutacin que experimenta el sentido mismo del trabajo humano7 .Fue a mediados de los aos setenta, y especialmente con la crisis del precio delpetrleo, cuando comenzaron a percibirse dos cambios que trastornaran el mun-do del trabajo: el aumento en la terciarizacin del empleo y la legitimacin de suprecariedad. Desciende drsticamente el nmero de trabajadores en los mbitos dela gran industria tradicional minera, aceras, metalmecnica, agrcola, etc.mientras se acrecientan los puestos de trabajo en los campos de la educacin, lasalud, la seguridad, el comercio, y se abren o potencian otros campos, tales como,la informtica, la asesora, la investigacin y la gestin. Con el aadido de que losempleos creados en los ltimos cuatro campos no pasan a ser ocupados por losdesocupados de las industrias tradicionales ya que se trata de nuevos oficios.

    6 Un mapa de esas cuestiones lo he trazado en J. Martn-Barbero. Identities: traditions and

    new communities. Media Culture & Society Vol. 24, London, 2002; y tambin en mi

    trabajo: Desencuentros de la socialidad y reencantamientos de la identidad, Anlisis N 29,

    Barcelona, 2002.7 R. Sennet. A corrosao do carcter. Consecuencias pessoais do traballo no novo capitalismo,

    Record, Rio de Janeiro,1999; U. Beck. Un nuevo mundo feliz. La precariedad del trabajo en

    la era de la globalizacin, Paidos, Barcelona, 2000.

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    La contradiccin que moviliza la nueva situacin se halla enunciada en lanocin misma de flexibilidad. De un lado, ella denomina un rasgo fuerte delproceso de emancipacin el paso de la hegemona que durante siglos mantu-vo la potencia muscular al predominio creciente de la destreza mental peroella nombra, tambin, la precarizacin del empleo tanto en trminos de la dura-cin del contrato de trabajo como en las prestaciones salariales en salud,pensin, formacin, etc. Esto convierte a la flexibilidad en el dispositivo deenganche del trabajo en las nuevas figuras de empresa8 , especialmente a travsde los cada da ms frecuentes grupos/proyecto y los crculos de calidad,en los que el empleado es puesto a competir con su grupo de compaeros ycada grupo con otros grupos dentro de la misma empresa. De ese modo lainnovacin introducida por el trabajador o empleado es aceptada solo y en lamedida en que ella incida en un mejoramiento de la competitividad de unaempresa con otras y del propio trabajador con sus compaeros de trabajo,elevando as la competitividad al rango de condicin primera de existencia de laspropias empresas. Y sometido a la frrea lgica de la competitividad, el trabajosufre una fuerte mengua del vnculo societal espacial y temporal entre eltrabajador y la empresa, afectando profundamente la estabilidad psquica deltrabajador. Al dejar de ser un mbito clave del reconocimiento social de smismo, el trabajo pierde tambin su capacidad de ser un lugar central designificacin del vivir personal, del proyecto y el sentido de la vida9 .

    Estamos ante una desconcertante paradoja: las empresas reclaman profesio-nales con proyectos e iniciativa en circunstancias que la sociedad, en su conjunto,produce hoy individuos inseguros, llenos de incertidumbre y con fuertes tenden-cias a la depresin, al estrs afectivo y mental. Hasta el mbito mismo de trabajoest dejando de ser un espacio clave de comunicacin, de reconocimiento social des mismo y, por tanto, de afirmacin personal. Nos encontramos ante un doblecambio radical: el trabajo significaba estabilidad del sujeto por el tiempo largo queduraba su empleo, sinnimo de tiempo de la vida, y por tanto mbito de proyectos devida: y segundo, el trabajo significaba solidaridad social por la pertenencia a comu-nidades de oficio empresa, sindicato, otras asociaciones gremiales en cuyombito el trabajador experimentaba la duradera vitalidad del lazo social. Cance-lada la estabilidad del trabajo y rotas las solidaridades de oficio, cualquier tipo deidentidad del sujeto, individual o colectiva, ya no ser lo mismo.

    8 P. Drucker. La sociedad postcapitalista, Sudamericana, Buenos Aires, 1999.9 C. Dubar. La crise des identits: interprtation dune mutation, PUF, Pars, 2000.

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    2. Transformaciones de la identidad culturalcompartida

    Dos procesos estn transformando radicalmente el lugar de la cultura ennuestras sociedades de fin de siglo: la revitalizacin de las identidades y larevolucin de las tecnicidades. Los procesos de globalizacin econmica e in-formacional estn reavivando la cuestin de las identidades culturales tnicas,raciales, locales, regionales hasta el punto de convertirlas en dimensin pro-tagnica de muchos de los ms feroces y complejos conflictos internacionalesde los ltimos aos. Al mismo tiempo, esas mismas identidades, ms las degnero y las etarias, estn reconfigurando la fuerza y el sentido de los lazossociales, y las posibilidades de convivencia en lo nacional y en lo local. Por suparte, lo que la revolucin tecnolgica de este fin de siglo introduce en nues-tras sociedades no es tanto una cantidad inusitada de nuevas mquinas sinoun nuevo modo de relacin entre los procesos simblicos que constituyen locultural y las formas de produccin y distribucin de los bienes y servicios.Un nuevo modo de producir que, asociado a un nuevo modo de comunicar,convierte al conocimiento en una fuerza productiva directa.

    Ligada a sus dimensiones tecno-econmicas, la globalizacin10 pone en marchaun proceso de interconexin a nivel mundial, que vincula todo lo que instrumental-mente vale empresas, instituciones, individuos al mismo tiempo que desconectatodo lo que no vale para esa razn. Este proceso de inclusin/exclusin a escalaplanetaria est convirtiendo a la cultura en espacio estratgico de compresin de las tensionesque desgarran y recomponen el estar juntos, y en lugar de anudamiento de todas sus crisispolticas, econmicas, religiosas, tnicas y estticas. De ah que es desde la diversidad culturalde las historias y los territorios, desde las experiencias y las memorias, desdedonde no solo se resiste sino se negocia e interacta con la globalizacin, y desdedonde se acabar por transformarla. Lo que galvaniza hoy a las identidadescomo motor de lucha es inseparable de la demanda de reconocimiento y de sentido11. Niel uno ni el otro son formulables en meros trminos econmicos o polticos, puesambos se hallan referidos al ncleo mismo de la cultura en cuanto mundo del

    10 Dos textos claves para nuestro planteamiento han sido: M. Santos. Por uma otra globalicazao,

    Record, Rio de Janeiro; y N. Garca Canclini. Desiguales, diferentes y desconectados, Gedisa,

    Barcelona, 2004.11 Ch.Taylor. Multicultualismo.Lotte per il riconoscimento, Feltrinelli, Milan,1998; ver tambin:

    N. Fraser, Redistribucin y reconocimiento en Justitia interrupta. Reflexiones crticas desde

    la posicin postsocialista, Siglo del Hombre, Bogot, 1998; y el ltimo libro de P. Ricoeur:

    Parcours de la reconnaissance, Stock, Pars, 2004.

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    pertenecer a y del compartir con. Razn por la cual la identidad se constituye en unade las fuerzas ms capaces de introducir contradicciones en la hegemona de larazn instrumental con que nos domina el mercado.

    La explosin de las identidades

    Antes que se convirtiera en tema de las agendas acadmicas, el multiculturalis-mo nombra el estallido con que las comunidades culturales responden a laamenaza que lo global proyecta sobre la diversidad y las contradictorias din-micas que moviliza. Esto es la resistencia como implosin y a la vez como impulsode construccin, pues la globalizacin exaspera y alucina a las identidades b-sicas, a las identidades que echan sus races en los tiempos largos. Lo que hemosvisto en Sarajevo y Kosovo es eso: una alucinacin de las identidades que luchanpor ser reconocidas pero cuyo reconocimiento solo es completo cuando expul-san de su territorio a todos los otros encerrndose sobre s mismas.

    Tambin en los pases democrticos se produce, actualmente, una fuerteexasperacin de las identidades, como la que se manifiesta en el trato de enemi-go que los ciudadanos de los pases ricos dan a los inmigrantes llegados delsur. Como si al caerse las fronteras, que durante siglos demarcaron los diver-sos mundos, las distintas ideologas polticas, los diferentes universos culturalespor accin conjunta de la lgica tecno-econmica y la presin migratoriahubieran quedado al descubierto las contradicciones del discurso universalis-ta, de las que tan orgulloso se ha sentido Occidente. Entonces cada pas ocomunidad de pases, cada grupo social y hasta cada individuo, necesitarnconjurar la amenaza que significa la cercana del otro, de los otros, en todas susformas y figuras, rehaciendo la exclusin no solo en la forma de fronteras sino dedistancias que vuelvan a poner a cada cual en su sitio. Pero en la profundaambigedad del revival identitario no solo habla la revancha, ah se abrencamino otras voces alzadas contra viejas exclusiones. Si el inicio de muchosmovimientos identitarios es de reaccin y aislamiento, tambin lo es su funcio-namiento como espacios de memoria y solidaridad, y como lugares de refugioen los cuales el individuo busca una tradicin moral12 . Es desde ah que se proyec-tan alternativas comunitarias y libertarias, capaces incluso de revertir el sentidomayoritariamente excluyente que las redes tecnolgicas tienen para las mayo-ras, transformndolas en potencial de enriquecimiento social y personal.

    Entender esta transformacin en la cultura nos est exigiendo asumir que iden-tidad significa e implica, hoy, dos dimensiones diametralmente distintas y

    12 R. Bellah. Habits of the Heart, p. 286, Berkeley, University of California Press, 1985.

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    hasta ahora radicalmente opuestas. Hasta hace muy poco decir identidad erahablar de races, de raigambre, territorio y de tiempo largo, de memoria simb-licamente densa. De eso y solamente de eso estaba hecha la identidad. Pero deciridentidad, hoy, involucra tambin si no queremos condenarla al limbo de unatradicin desconectada de las mutaciones perceptivas y expresivas del presen-te hablar de migraciones y movilidades, de desanclaje e instantaneidad, deredes y flujos. Antroplogos ingleses han expresado esa nueva identidad a tra-vs de la esplndida imagen de moving roots, races mviles, o mejor, races enmovimiento. Para mucho del imaginario substancialista y dualista que todavapermea la antropologa, la sociologa y hasta la historia, esa metfora resultarinaceptable y, sin embargo, en ella se vislumbra alguna de las realidades msfecundamente desconcertantes del mundo que habitamos. Pues como afirma elantroplogo cataln Eduard Delgado, sin races no se puede vivir pero muchasraces impiden caminar.

    El nuevo imaginario relaciona la identidad menos con esencias y mucho mscon trayectorias y relatos. Para lo cual la polisemia en castellano del verbo contarse torna largamente significativa. Contar significa tanto narrar historias como sertenidos en cuenta por los otros. Lo que entraa es que para ser reconocidos nece-sitamos contar nuestro relato, pues no existe identidad sin narracin ya que stano es solo expresiva sino constitutiva de lo que somos13. Para que la pluralidad delas culturas del mundo sea polticamente tenida en cuenta es indispensable que ladiversidad de identidades pueda ser contada, narrada. Y ello tanto en cada uno desus idiomas como en el lenguaje multimedial que hoy los atraviesa mediante el doblemovimiento de las traducciones de lo oral a lo escrito, a lo audivisual, a lo hipertex-tual y de las hibridaciones, esto es de una interculturalidad en la que las dinmicasde la economa y la cultura-mundo movilizan no solo la heterogeneidad de losgrupos y su readecuacin a las presiones de lo global sino la coexistencia al inte-rior de una misma sociedad de cdigos y relatos muy diversos, conmocionandoas la experiencia que hasta ahora tenamos de identidad. Lo que la globalizacinpone en juego no es solo una mayor circulacin de productos sino una rearticula-cin profunda de las relaciones entre culturas y entre pases, mediante unadescentralizacin que concentra el poder econmico y una desterritorializacinque hibrida las culturas.

    Lo complicado de la estructura narrativa de las identidades es que hoy ellase halla trenzada y entretejida a una diversidad de lenguajes, cdigos y me-dios que, si de un lado son hegemonizados y rentabilizados por lgicas de

    13 A ese respecto: Homi K. Bhabha (Ed.). Nation and narration, Routledge, London, 1977; Jos

    Miguel Marinas. La identidad contada, en Destinos del relato al fin del milenio, pp. 66-73,

    Archivos de la Filmoteca, Valencia, 1995.

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    mercado, de otro lado abren posibilidades de subvertir esas mismas lgicas apartir de las dinmicas y los usos sociales que del arte y de la tcnica llevan acabo las redes culturales. Por ms que los apocalpticos del ltimo Popper aSartori atronen con sus lgubres trompetas nuestros ya fatigados odos, laverdad es que la densidad de las visualidades y sonoridades de las redes noresponde solo a los intereses del mercado y a una supuesta decadencia mo-ral, sino que son tambin el lugar de emergencia de un nuevo tejido social yun nuevo espacio pblico. Ah est el Foro Social-Mundial de Porto Alegresubvirtiendo el sentido que el mercado capitalista quiere dar a Internet ycontndonos, por esa misma red, los extremos a que est llegando la desigual-dad en el mundo. Mientras Microsoft y otros buscan monopolizar las redes,un montn de gente, que conforman en s mismas una minora estadsticapara la poblacin del planeta, constituyen tambin una voz disidente conpresencia mundial cada da ms incmoda al sistema y ms aglutinante deluchas y bsquedas sociales, de puesta en comn de experiencias sociales,artsticas y polticas.

    La tecnicidad que estructura la globalizada sociedad de lainformacin

    El lugar de la cultura en la sociedad cambia cuando la mediacin tecnolgi-ca14 de la comunicacin deja de ser meramente instrumental para espesarse,densificarse y convertirse en estructural. La tecnologa remite hoy, no solo y notanto, a los aparatos sino a nuevos modos de percepcin y de lenguaje, a nuevassensibilidades y escrituras. Radicalizando la experiencia de des-anclaje pro-ducida por la modernidad, la tecnologa deslocaliza los saberes modificandotanto el estatuto cognitivo como institucional de las condiciones del saber y lasfiguras de la razn15 . Esto est conduciendo a un fuerte emborronamiento de lasfronteras entre razn e imaginacin, saber e informacin, naturaleza y artifi-cio, arte y ciencia, saber experto y experiencia profana. Al mismo tiempoafrontamos una perversin del sentido de las demandas socioculturales que en-cuentran, de algn modo, expresin en las tecnologas de informacin ycomunicacin. Se trata de una creciente oleada de fatalismo tecnolgico que,en su combinacin con el ms radical pesimismo poltico, lo que busca eslegitimar la omnipresencia mediadora del mercado. Pero ello no puede, sin embargo,

    14 M. Castells. La era de la informacin, Vol.1, Alianza, Madrid,1997; J. Echeverra. Los

    seores del aire,Telpolis y el Tercer entorno, Destino, Barcelona, 1999.15 G. Chartron. Pour une nouvelle economie du savoir, Presses Universitaires de Rennes, 1994.

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    desvalorizar lo que de estratgico entraa una mutacin tecnolgica que haentrado a configurar un nuevo ecosistema comunitivo.

    La experiencia audiovisual, trastornada por la revolucin digital, apunta ha-cia la constitucin de nuevas temporalidades ligadas a la compresin del espacio y lainformacin, y tambin hacia la emergencia de una visibilidad cultural convertidaen escenario de una decisiva batalla poltica contra el viejo poder de la letra mediantela alianza entre las oralidades y visualidades culturales que entrelazan memo-rias e imaginarios. Los imaginarios de la virtualidad y la velocidad estn tambindando nuevas formas a las tradiciones culturales. Ah se sita la reflexin deArjun Appadurai16, para quien los flujos financieros, culturales o de derechoshumanos se producen en un movimiento de vectores que hasta ahora fueronconvergentes por su articulacin en el Estado nacional pero que en el espacio de loglobal se transforman en vectores de disyuncin. Es decir, que aunque son coet-neos e isomorfos, en cierto sentido, esos movimientos potencian, hoy, sus diversastemporalidades con los muy diversos ritmos que los cruzan en muy diferentesdirecciones. Esto constituye un desafo colosal para unas ciencias sociales quesiguen siendo todava profundamente monotestas, creyendo que hay un princi-pio organizador y compresivo de todas las dimensiones y procesos de la historia.Claro que entre esos movimientos hay articulaciones estructurales, pero la globa-lizacin no es ni un paradigma ni un proceso, sino multiplicidad de procesos que,a la vez que se entrecruzan, caminan en direcciones bien distintas.

    Lo que se convierte para Appadurai en la exigencia de construir, pero aescala del mundo, una globalizacin desde abajo, que no es ms que el esfuerzo porarticular la significacin de esos procesos justamente desde sus conflictos. Arti-culacin que ya se est produciendo en la imaginacin colectiva presente en loque l llama las formas sociales emergentes, desde el mbito ecolgico al labo-ral, y desde los derechos civiles a las ciudadanas culturales. En esa lucha juegaun papel estratgico la imaginacin social, pues la imaginacin ha dejado de ser unasunto de genio individual, un modo de escape a la inercia de la vida cotidianao una mera posibilidad esttica, para convertirse en una facultad de la gente delcomn que le permite pensar en emigrar, en resistir a la violencia estatal, enbuscar reparacin social, en disear nuevos modos de asociacin, nuevas for-mas de cooperacin que cada vez ms trascienden las fronteras nacionales.Appadurai escribe textualmente: Si es a travs de la imaginacin que hoy elcapitalismo disciplina y controla a los ciudadanos contemporneos, sobre todoa travs de los medios de comunicacin, es tambin la imaginacin la facultad a

    16 A.Appadurai. La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la globalizacin,

    Trilce/ F.C.E.,Buenos Aires, 2001.

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    travs de la cual emergen nuevos patrones colectivos de disenso, de desafecciny cuestionamiento de los patrones impuestos a la vida cotidiana. A travs de lacual vemos emerger formas sociales nuevas, no predatorias como las del capi-tal sino formas constructoras de nuevas convivencias humanas17 .

    3. El nuevo sentido de la diversidad desde la

    interculturalidad

    La diversidad18 ha dejado de significar la mera afirmacin de la pluralidadbanalizada hasta su perversin en el eclecticismo del todo vale o en lapostmoderna identificacin de la diferencia con la fragmentacin para pasara hablar de la alteridad. Ello en tres modos: primero, la alteridad en cuantoabierto desafi de las culturas subalternas, de la otredad, a las culturas hege-mnicas Oriente a Occidente, el Islam al Cristianismo, las culturas locales alas nacionales-; segundo, la alteridad evidenciando que no puede haber rela-cin honda entre culturas sin que en su dinmica se produzcan conflictos; ytercero, la alteridad obligndonos a asumir la imposibilidad de reconocer ladiferencia cultural por fuera de su profunda conexin con la desigualdad so-cial y la discriminacin poltica, esto es poniendo en primer plano laindispensable aleacin entre derechos culturales y sociales. En pocas palabras,la diversidad cultural nos enfrenta hoy a pensar e intervenir en las distintasformas de asimetra y de dominacin que perduran y se renuevan en las con-temporneas formas de neutralizacin, funcionalizacin y destruccin de loque, desde la alteridad, nos mueve el piso desestabilizando tanto nuestras acos-tumbradas culturas polticas como lo que hemos entendido por polticasculturales. De lo que se deriva la necesidad ineludible de asumir que lo que ahest en juego no son los meros marcos culturales de la poltica sino que lasdimensiones polticas de toda relacin entre culturas: la explcita lucha tanto contra la

    17 A. Appadurai. Grassroots Globalization and the Research Imagination, Public Culture

    N 30, p. 7, Duke University Press, 2000.18 UNESCO. Diversit culturelle. Patrimoine comun, identits plurielles, Pars, 2002; Consejo

    de Europa. Sueos e identidades.Una aportacin al debate sobre cultura y desarrollo en

    Europa, Interarts/Pennsula, Barcelona,1999; B. Klinsberg y L.Tomassini (comp.). Capital

    social y cultura: claves estratgicas para el desarrollo, BID/F.C.E., Buenos Aires, 2000;

    Convenio Andrs Bello. Amrica Latina: un espacio cultural en un mundo globalizado,

    Bogot, 1999; CAB. El espacio cultural latinoamericano. Bases para una poltica cultural

    de integracin, F.C.E., Santiago de Chile, 2003; y los documentos del actual debate en la

    UNESCO sobre el Proyecto de Convencin sobre la proteccin de la diversidad.

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    intrumentalizacin de la cultura en cuanto recurso econmico o poltico19

    como contra el exotismo paternalista que impregna aun buena parte de la rela-cin entre Estados y, especialmente, en la relacin Norte/Sur. Aun vivimos enuna relacin que convierte a nuestras culturas en sujetos pasivos, percibidosdesde su identificacin con lo extico en la imagen de lo precolombino o lo rural,o con comunidades atrasadas bajo la imagen de la pedigea mano tendida, y noen cuanto culturas que constituyen estratgicos actores de la contemporanei-dad e interlocutores de t a t con cualquier otra cultura del planeta.

    Aqu no cabe el antiguamente virtuoso termino medio. O la poltica y lacooperacin cultural sirven para alentar la autogestin creativa y la capaci-dad de interlocucin de nuestras muy diversas culturas nacionales, regionalesy locales entre s y con las del resto del mundo, o estamos ante una relacin quelo que de veras hace es conservar aparte a nuestros pueblos ponindolos enconserva. Ya sea convirtindolos en reserva ecolgica con la que oxigenar lascontaminadas ciudades del Norte, o en reserva de mitos y tejidos, de sonidos eimgenes de un remoto e intocable pasado a los cuales esas sociedades puedanvisitar en esta exaltada hora de la mundializacin para alimentar su nos-talgia por lo original, o bien para expropiar a nuestras culturas limpia,cientficamente, de sus saberes medicinales o sus diseos textiles. No nos enga-emos, mirados desde el actual contexto geopoltico, los cambios de modelo enla cooperacin internacional son a la postre el paso de la pseudoneutralidadcon que la diplomacia ocultaba los verdaderos intereses coloniales que la guia-ban, a una poltica cultural con la que se conjura la mala conciencia de las nacionesricas al tiempo que se utiliza la cultura para esquivar impuestos o hacer inter-nacionalmente ms rentables las inversiones financieras. Y ello no por maldadde las naciones del Norte sino por las lgicas que mueven a los bloques econ-micos que se reparten el mundo, y por nuestra tenaz complicidad, la activacomplicidad de nuestros Estados y la pasiva de nuestras sociedades.

    Pero la diversidad no opera hoy solo como clave de desenmascaramientode lo que aun queda de colonialismo e interesado exotismo en la cooperacin,sino que se hace tambin actuante a otro nivel: el de la multiplicada diversifi-cacin cultural de los actores. Nos encontramos ante diversas figuras de lopblico hoy no acta de igual modo ni con el mismo enfoque la institucionalidadnacional del Estado, por ejemplo los ministerios, que las instituciones municipa-les, lo regional que lo local y lo barrial y de lo privado, pues se despliega enactores tan distintos como las grandes industrias culturales que compiten en el

    19 G. Judice. El recurso de la cultura.Usos de la cultura en la era global, Gedisa, Barcelona,

    2002; VV.AA. La cultura es capital, Fin de siglo, Montevideo, 2002.

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    plano global frente a las pequeas, o medianas en algunos casos, que con fre-cuencia buscan la parcera de las instituciones pblicas. Adems, est lainmensa gama de asociaciones independientes de artistas y otros trabajado-res culturales, y toda la diversidad de organizaciones sociales y grupalidadescomunitarias. La multipolaridad de sus actores20 ha hecho estallar el antes estati-zado y centralizado mbito de lo cultural, y ello se hace especialmente notorioen la cooperacin desde abajo que alientan las mil iniciativas provenientes del,cada da ms plural mundo de los ciudadanos. Estamos ante la aparicin denuevas formas de ciudadana que sealan la creciente presencia de estrategiastanto de exclusin como de empoderamiento ejercidas en y desde el mbito de lacultura. Estas ciudadanas culturales no solo inscriben las polticas de identi-dad dentro de la poltica de emancipacin humana, sino que replantean afondo el sentido mismo de la poltica poniendo en evidencia hasta qu puntolas instituciones liberal-democrticas se han quedado estrechas para acogerlas mltiples figuras de la diversidad cultural que tensionan y desgarran anuestras sociedades, justamente, porque no caben en esa institucionalidad.Desgarradura que solo puede ser suturada con una poltica de extensin de losderechos y valores a todos los sectores de la poblacin que han vivido porfuera de la aplicacin de esos derechos, sean mujeres o minoras tnicas, evan-glicas u homosexuales. Frente a la ciudadana de los modernos que sepensaba y se ejerca por encima de las identidades de gnero, de etnia, de raza o deedad, la democracia esta necesitada hoy de unas ciudadanas que se hagancargo de las identidades y las diferencias abandonando la ilusoria bsquedade la reabsorcin de la diversidad en un todo unificado, sea ste la nacin, elpartido o la religin. La diversidad se incopora realmente a la cooperacin cultural soloen la medida en que sta hace posible el desplazamiento del protagonismoestatal al de los ciudadanos y sus comunidades territoriales desde el mbitoms local al ms general, posibilitando que sea de ah de donde partan lasiniciativas y se lleven las riendas de la cooperacin tanto en lo nacional comolo internacional. Que no se nos malentienda: no se trata de sustituir al Estadosino de reinstituirlo o reinstitucionalizarlo ciudadanamente en trminos de respeto ala iniciativa de las comunidades y de estmulo a sus oficios fiscalizadores.

    El segundo eje sobre el que pivota el nuevo mapa de la diversidad es el de lacomunicacin y la informacin. Los tradicionales actores de la cooperacin han tar-dado demasiado tiempo en enterarse que la comunicacin es dimensin constitutiva de

    20 R.Weber. Los nuevos desafios de la cooperacin cultural europea, Pensar Iberoamrica

    No. 2, OEI, Madrid, 2002-2003; E. Nivn. La cooperacin cultural como proceso de la

    globalizacin: una visin desde Amrica Latina, Pensar Iberoamrica No.2.

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    la vida cultural, pues una cultura esta viva solo mientras es capaz de comunicar,esto es, de intercambiar e interactuar con otras culturas. Pero eso choca, y demanera bien fuerte, con lo que ha sido la clave tanto de la concepcin de cultu-ra hasta no hace mucho, como de la formacin que nos ha enseado a afirmary reconocer lo propio solo a costa de negar y desvalorizar al otro y lo otro. Porotra parte, la relacin constitutiva entre cultura y comunicacin se acentahoy cuando algunas de las transformaciones culturales ms decisivas queestamos viviendo provienen de las mutaciones que atraviesa el entramadotecnolgico de la comunicacin, mutaciones que, al afectar la percepcin quelas comunidades culturales tienen de s mismas, de sus modos de construir lasidentidades, adquieren envergadura y temporalidad antropolgicas. La actualreconfiguracin de nuestras culturas indgenas, locales, nacionales, respondehoy especialmente a la intensificacin de la comunicacin e interaccin de esas comunida-des con las otras culturas del pas y del mundo. Desde dentro de las comunidades losactuales procesos de comunicacin son percibidos como otra forma de amenazaa la supervivencia de sus culturas la larga y densa experiencia de las trampasa travs de las cuales han sido dominadas carga de recelo cualquier exposicinal otro pero al mismo tiempo la comunicacin es vivida por las comunidades rurales ourbanas como la posibilidad de romper la exclusin, como experiencia de interaccinque, si comporta riesgos, tambin abre nuevas figuras de futuro, lo que estconduciendo a que la dinmica de las propias comunidades tradicionales des-borde los marcos de comprensin elaborados por los folcloristas y no pocosantroplogos: hay en esas comunidades menos complacencia nostlgica con lastradiciones y una mayor conciencia de la indispensable reelaboracin simbli-ca que exige la construccin de su propio futuro21 .

    El eje de la comunicacin introduce en las polticas culturales y las activi-dades de cooperacin una profunda renovacin del modelo de comunicabilidad,pues del unidireccional, lineal y autoritario paradigma de la transmisin de infor-macin hemos pasado al de la red, esto es al de la interaccin y la conectividad,transformando la mecnica forma de la conexin a distancia por la electrnicadel interfaz de proximidad. Nuevo paradigma que se traduce en una poltica queprivilegia la interactividad, la sinergia entre muchos pequeos proyectos porsobre la complicada estructura de los grandes y pesados aparatos tanto en latecnologa como en la gestin. Es precisamente a la luz de esta nueva perspec-tiva conceptual y metodolgica de la comunicacin que adquiere su verdadera

    21 Ver E. Snchez Botero, Justicia y pueblos indgenas de Colombia, Univ. Nacional/

    Unijus,Bogot,1998; A.G. Quintero Rivera. Salsa, sabor y control,Siglo XXI, Mxico,1998;

    R.M. Alfaro y otros, Redes solidarias, culturas y multimedialidad, Ocic-AL/ UCLAP, Quito,

    1998.

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    envergadura la redefinicin de la cooperacin como prctica de la interculturali-dad, es decir, de una relacin entre culturas ya no unidireccional y paternalistasino interactiva y recproca, pues en lugar de buscar influir sobre las otras,cada cultura acepta que la cooperacin es una accin transformadora tanto dela cultura que la solicita como la de la que responde, y de todas las otras quesern involucradas por el proceso de colaboracin.

    As es como funciona la ms nueva y, quizs, una de las ms fecundasfiguras de la cooperacin hoy: la de las redes culturales22 animadas cotidiana-mente por artistas, gestores, formadores e instituciones municipales ycomunidades barriales. Con la enorme ganancia que entraa el que una de lastareas asumidas por muchos de los nuevos actores es la de veedores ciudada-nos, empeados en la fiscalizacin de los proyectos y las decisiones de las queparten, de los dineros y de los tipos de intercambio promovidos por la coope-racin internacional. Las redes culturales se estn convirtiendo en el nuevo espaciopblico de intermediacin entre actores diversos de un mismo pas, entre actoresdel mismo mbito polticas, gestin, formacin en diversos pases, o bienmovilizando transversalidades y transdisplinariedades que enriquecen des-de el campo poltico, el trabajo acadmico y, desde el de la creacin artstica, alcampo poltico. Estamos ante la posibilidad histrica, no solo tecnolgica sinociudadana, de renovar radicalmente el entramado poltico de la cooperacincultural tejiendo redes que enlacen cada da ms el mundo de los artistas ytrabajadores culturales con el de instituciones territoriales y las organizacio-nes sociales. Y lo vamos a necesitar, pues solo densificando y potenciando almximo el tejido de los actores sociales e institucionales de nuestras culturas,y creando a lo largo del mundo alianzas lo ms anchas posibles, podremoshacer frente a la ofensiva de desmovilizacin poltica e instrumentalizacincultural que la globalizacin del miedo y las nuevas industrias de la seguri-dad han emprendido ya.

    22 21. S. Finquelevich (coord.). Ciudadanos a la red! Los vnculos sociales en el ciberespacio,

    Ciccus/La Cruja, Buenos Aires, 2000; J.L. Molina, El anlisis de redes sociales: una

    introduccin, Bellaterra, Barcelona,2001; VV.AA. Redes, gestin y ciudadana, OCLAC-

    ABYAYALA, Quito, 2002.

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    Diversidad cultural: el otro y el nosotrosBERNARDO SUBERCASEAUX

    Historiador de la Cultura

    Universidad de Chile

    La diversidad es una idea de poca, y como tal, hay que mirarla desde cercapero tambin desde lejos a pesar de que se nos ha repetido que en la era de laglobalizacin la nacin ha perdido vigor, en trminos de constitucin de unnosotros la nacin sigue siendo un espacio significativo y es por lo tanto en sumbito que conviene pensar la diferencia. Nos interesa citar dos textos que alsituarlos uno al lado del otro permiten desplegar las dificultades de la convi-vencia entre lo heterogneo. Un texto de Federico Nietzsche y un poemamapuche annimo de tradicin oral.

    No debemos hacer caso dice Nietzsche a los que se lamentan de la prdi-da de las costumbres locales (trajes, usos, fueros, dialectos, etc.). Solo a ese precionos podemos elevar a los fines generales de la humanidad, al saber fundamentoy al goce de lo no vernculo, en suma, solo as dejaremos de ser brbaros(Algunas observaciones sobre Cultura, Estado y Educacin, 1874-1877).

    Todos los mundos son uno solo dice el poema mapuche todo est hechode lo mismo: los dioses, los espritus, las estrellas, las plantas, las piedras, lasgentes. Todo cambia y se mueve pero no muere; nuestro espritu es como unrbol: nace, crece, florece y da semillas, nunca terminaremos de vivir porquesolo cambia la cscara de la semilla.

    Se trata, en el caso de Nietzsche, de los valores que Occidente ha canoniza-do como universales, del humanismo que supone una concepcin universaldel hombre, y en el poema mapuche, de la voz del particularismo cultural; elafuera y el adentro, lo poltico ilustrado y lo cultural endogmico, dos polosque se repelen, un nosotros y un otro que incluso pueden cambiar de lugar. Setrata de dos lgicas o matrices distintas que concurren a perfilar lo nacional, yque conforman campos discursivos tambin diferentes. Uno de cuo ilustra-do, francs, que desde Rousseau entiende a la nacin como una comunidad deindividuos libres que consiente en ser gobernada como una unidad, vale decirla percibe como una unidad poltica y como una territorializacin del poder; yotro que desde Herder y el romanticismo alemn entienden a la nacin como

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    una comunidad de costumbres, de cultura y de lengua. Por una parte, entonces, elconcepto de nacin-contrato, base de la democracia liberal moderna, y, por otra,el concepto de nacin-herencia, una suerte segn Herder de comunidad pre-poltica. Por una parte una matriz de vocacin cvica, racionalista y universal eldictum de Nietzsche y, por otra, una matriz que rescata la singularidad cultural,la idiosincrasia, el poema mapuche. En el curso de la modernidad ha primado latensin y un atrincheramiento en uno u otro de estos polos. Se trata del viejoconflicto entre el particularismo cultural o tnico versus los valores que la fe o larazn occidental han canonizado como universales, asunto que de alguna mane-ra ya est presente en las disputas en que particip Fray Bartolom de las Casas.Corresponde tambin a la tensin moderna entre el derecho a la igualdad, alprogreso y al sapere aude de Kant y el derecho a la diferencia y a la tradicin localpropiciada por el movimiento sturm und drang y por los romnticos alemanes. Enestos atrincheramientos que en la realidad histrica suelen ser maniqueos, y en lafalta de articulacin de las dos lgicas la poltica y la cultural reside a nuestrojuicio uno de los problemas de la idea de la diversidad en la poca de la globaliza-cin. La metfora de la mano y el guante resulta til para ejemplificar la necesidadde articulacin entre estas dos lgicas, una mano que sea capaz de movilizar susdistintos dedos culturales es una posibilidad muy distinta a la del mitn, guantecon un solo dedo que en el pasado, desde el atrincheramiento en lo poltico comofue en nuestros pases la nacin de ciudadanos inmoviliz o rigidiz a los otros.

    Conviene, para desplegar el asunto, revisar dos posturas al respecto: unareflexin contempornea que se atrinchera en el polo ilustrado, y que provienede un intelectual argentino-espaol vinculado a la Universidad de Barcelona,y otra que corresponde a las reflexiones de Ernest Renan en el siglo XIX, apropsito del conflicto entre Francia y Alemania por las provincias de Alsaciay Lorena, postura que, a diferencia de la anterior, intenta una articulacinentre las dos matrices. El barcelons Horacio Vzquez-Rial percibe el multi-culturalismo y la defensa de la diversidad como una coartada contemporneadel racismo23. Es la ideologa dice llamada a justificar en el plano terico laperduracin de divisiones entre los seres humanos, de exclusiones y de laexplotacin derivada de ghettos tnicos... ha servido para hacer olvidar elderecho a la igualdad, en nombre del derecho a la diferencia. Establece unafiliacin directa entre la defensa de la diversidad actual y la reaccin antiilu-minista de los romnticos alemanes en el siglo XVIII. Su estrategia es establecer

    23 Horacio Vzquez-Rial. Lo multicultural como mitologa y como coartada del racismo.

    Scripta Nova, Revista Electrnica de Geografa y Ciencias Sociales, 94, U. de Barcelona, 1

    agosto, 2001.

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    un antagonismo irrevocable entre ambas matrices. Mientras de la Ilustracindice procede la idea de la igualdad universal, del romanticismo proviene la dela particularidad nacional. Si por un lado la Ilustracin est asociada a lo racio-nal y a la nocin de progreso, por otro, el romanticismo lo est a lo irracional, alo instintivo, a lo hereditario y a lo esencial. La matriz ilustrada propende alcosmopolitismo y a lo universal, en tanto que la romntica sera relativista.Mientras el iluminismo busca todo lo que los hombres (y mujeres) tienen decomn, el romanticismo enfatiza dice todo lo que tienen de diferente. En cadapolo el autor instala nombres y cumbres; por una parte Newton, Montesquieu,Voltaire, Kant, Hegel y Marx; y, por otra, los artfices de la exaltacin particula-rista: Herder, Bonald, De Maistre, Scheller, Toynbee, Spengler, Max Sller, laantropologa estructuralista desde Levy Strauss hasta Marshal Sahlins yHeidegger (a quien Hannah Ahrendt consideraba el ltimo romntico).

    Segn Vzquez-Rial la negacin de la nocin de humanidad y su sustitucinpor la de un conglomerado de culturas abre la brecha de la diferencia. Paraaceptar que una raza es superior o inferior a otra, tengo que aceptar primero queson diferentes. Al diferenciarlos dice los separo de la idea de humanidad. Deah a afirmar que una raza es superior o inferior a otra hay solo un paso. Lo quese llam raza hasta 1945 dice se llama ahora cultura, es la denominacinpolticamente correcta de una aberracin que hunde sus races en la reaccinantiiluminista de los romnticos alemanes. El atrincheramiento en el polo ilus-trado y el maniquesmo lleva al autor a hacer afirmaciones insostenibles, comopor ejemplo equiparar los conceptos de raza y cultura. Incluso la polarizacinmaniquesta lo lleva a una visin equvoca de la propia Ilustracin. Hay pensa-dores ilustrados como Giambatista Vico que no calzan en su esquema.

    El paradigma ilustrado no siempre ha sido como piensa Vzquez Rialigualitario. En Hispanoamrica la construccin de las naciones bajo el paradig-ma ilustrado tuvo un carcter excluyente, producto del recorte y cierre quetuvo ese modelo a