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LIBRO-12 Lupiáñez Romero José Antonio

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Page 1: LIBRO-12ñez.com/libro-12.pdf · Y retumban con más frecuencia los truenos Y son más frecuentes las lluvias. y de mi ánimo desaparece enseguida la fe en las palabras pues ya el

LIBRO-12 Lupiáñez Romero

José Antonio

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. . . 1 ¿Qué hecho sonoro es este? ¿De dónde sale ahora esta voz ronca? Es el fin de una suave batalla de amor. Nadamos desnudos en un lago de placer como muchos otros. Hicimos nudos con frágiles hilos fáciles de romper. Y construimos gruesos muros pero sobre bancos de arena. Ahora, somos perlas frías e imperfectas Estamos en orillas opuestas y nos miramos sin vernos. Se ha disuelto suavemente toda aquella pasión como el hielo en nuestros vasos, fue un instante. ¡Cuánto mal hace el paso del tiempo! No lo olvidaré nunca. . . . 2 Una vez tuve el mismo sueño durante meses enteros, que me deparaba, tal vez junto al suyo, innumerables sensaciones. De noches de verano, de lujo, de vuelos de plumas, de fuentes, de música, de alegría, y de muchos instantes de felicidad. Y se detenía el tiempo. Era inaudito, me sentía completamente cautivado, o así lo quise creer. Soñaba con llegar a conocer la alegría, yo, que siempre estuve ciego al amor, y enardecido, tiraba besos a las estrellas. El sueño lo tenía todas las mañanas, justo antes de despertar y duraba solo un instante. Hasta que una mañana el gentil azor generoso fue fulminado trágicamente. ¡Cuánto mal hace el paso del tiempo! Tampoco esto lo olvidaré nunca.

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. . . 3 Es más fuerte que yo esta espera, corren lentísimos los minutos que entristecen la separación. ¡Otro minuto, otra hora de desconsuelo! No oigo nada fuera pero sí escucho en mi interior como se acelera mi corazón. Con justa e insensata soberbia lo digo: ¿Es que no va a llegar nunca la hora de verte? ¡Malditas sean las esperas! Recuerdo con ternura los momentos en que nos amamos, Gentil gota de miel, veneno y remedio contra ese dulce veneno tan amado que arde en mis labios desde el primer beso. junco, brasa, fuego, cima del mundo, espejo, basta un solo reflejo tuyo para cegarme como ciega el Sol. Primavera eterna, nardo, ramo de rosas, te lo digo: eres la mayor gloria del orfebre. No quedará esta espera sin premio. lo sé cierto. Ella consintió mi amor y una constelación de delicias, como palomas, me elevan desde entonces como lo haría un sueño. Estoy atado a ese deseo con tal fuerza, y junto a ella discurre el tiempo con tanto placer que, aunque estuviera esperando mil años, me parecerían, al verla, solo un momento. Y esa es la razón. Por eso espero, por toda la intensidad con que vivo estos momentos previos. Ya se empieza a oscurecer el aire, pronto llegará quien es mí mayor consuelo. . . .

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4 Donde quiera que voy la claridad desaparece, a mí me sigue la destrucción. Hasta la Luna, tan brillante, y tan redonda, que antes daba luz plateada, ahora luce con jirones de un modo grotesco. Cada vez son más frecuentes las rayas que cruzan y arañan el cielo, y retumban con más fuerza los truenos cargados de gritos. He perdido la fe en mí mismo y antes de dormir muchas veces me paro a pensar si será esta mi última noche. Y me quedo completamente inmóvil mientras mi mente se introduce en una especie de delirio, semejante a la embriaguez. y empiezo a revolverme en la cama, y veo a la mentira, tal como es, vieja, sucia, e infértil, y a su amante, la mezquindad reinando en el mundo. Y se incrementa mi ansiedad hasta hacerse infinita, y se convierte el desasosiego en miedo antes de rendirme al sueño. Yo ya no creo en las palabras pues el lenguaje se usa para cometer traiciones, como hice yo una vez. Ay, donde quiera que voy me sigue la oscuridad. Recuerdo haber tenido un solo momento de lucidez en la vida. ocurrió en mi adolescencia. un día, poco antes de ponerse el Sol, mientras la claridad iba desapareciendo del cielo ella brillaba con una luz extraña. -Voy a recompensarte, lo deseo - me dijo con emoción en la voz. Os resumiré lo que pasó. Su cuerpo era una llama equiparable a un fuego devorando un bosque, y yo era como un árbol frondoso.

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Con eso lo digo todo. Me demostró una y otra vez que estaba vivo. No diré más. Solo que yo estaba un poco asustado y que no lo entendí bien del todo. Pero se incrementaron las rayas que arañan el cielo. En mi tiempo fui un gigante con un deseo despreciable de poseerlo todo. Olvidé las reglas que rigen la vida y causé grandes estragos. Y no puedo quitarme esa pena. ¡Infinidad de veces he sentido vergüenza! Por la frialdad de mis sentimientos, y la falta de compasión me he merecido el desprecio de los demás. Me parezco al Sol cuando llega al horizonte y declina y hace que el aire enrojezca. Pero aún tengo forma humana, y aunque soy yo quien me niego a mí mismo como si ya no tuviera vida, aún hay días en que me siento un ser vivo y que mi destino está ligado al de la tierra. Ya no me atraen estos tiempos que no paran de correr y de repetir: Seguid el orden, bendecid la paz y gozad felices. ¡Ahora tengo necesidad de justicia, no de risas! La deseo fervientemente, Y no soy yo solo. Delante del inmenso árbol de la vida, viendo el lugar que ocupa la humanidad, hecha de barro, sobre todos los demás seres vivos, me siento entristecido en un mundo donde no existe el altruismo, ni la bondad. Sí, infinidad de veces he sentido vergüenza. ¿Falta mucho todavía para que esto se acabe? . . . 5 Tengo un aspecto extraño, descuidado, ya no me adorno. Sé que me queda poca vida

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y me he abandonado. Solo salen de mi boca palabras torpes, apenas perceptibles y mezcladas con gemidos. me extingo lentamente y pronto voy a entrar en la oscuridad. Un prodigio me amenaza, es una cosa legítima que está en la constitución de todos los vivos. Yo lo soporto con paciencia pues me he ido acostumbrando, no sin algún esfuerzo. Y aún tengo suerte, pues si miro atentamente hacia atrás veo algún día con luz. Llegué a la tierra con muchos deseos. procuraba vivir a la luz del día, siempre me gustó ver salir el Sol cada mañana y pronto tomé conciencia de las cosas, las veía claras pues a la luz estaban. ¡Qué bien estaba todo! Pero, durante mucho tiempo escuché tantas mentiras y desoí tantas verdades. Hasta que una tarde horrible se me rompió el alma. y empezó mi ocaso, un brusco descenso desde lo más alto hasta el abismo de la tristeza donde habité mucho tiempo. Perdí la Esperanza, perdí la fuerza de voluntad, perdí la identidad. mi ánimo decayó del todo, y la bondad de mi corazón. Caí en las garras de la melancolía. Y empecé una lucha continua contra la tristeza. Mientras todos parecían contentos en mí aumentaba la ansiedad, y el miedo. Había llegado el nivel más bajo de la condición humana, hasta donde están enterrados los ojos salidos de las cuencas vacías de los ciegos, mirando la nada. Todo se había acabado para mí. Las leyes que allí rigen me ataron con crueldad.

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Y viví en la oscuridad, mi enemiga, con el resto de los videntes ciegos. Pero no me quejaba. Con un sentimiento extraño y una gran desesperación, como quien navega sin rumbo por un mar lleno de peligros, a veces oía un canto en medio del dolor que me decía que aún podía ser feliz, que volvería la calma, y que me sentiría a salvo. ¿Quién produce con palabras imágenes tan bellas, e invisibles en la oscuridad? y ¿Quién con un cuerpo alado no desea volar? Luego te conocí y te tuve y tú a mí, pero no fuimos felices mucho tiempo. Ahora no quisiera mendigar que no se repitan las cosas. Recordaré los días felices, lejanos, vagamente, semejantes al brillo tenue de las estrellas en la negrura donde habitaba. Siempre estarán presentes en mí. ¿Qué más les quedará por ver a mis ojos? ¿Lo que veían los ojos secos de los videntes ciegos? . . . 6 En la arboleda siempre verde, a donde tantas veces fuimos, lo descubrimos todo por primera vez. Nos besábamos, generosos, haciendo círculos perfectos con los labios. Era el despertar del amor. En aquellas tardes de mayo, junto a la estatua majestuosa de mármol, que nos correspondía con una gentil sonrisa. Las ramas de los árboles se mecían con la brisa mientras los pájaros cantaban con notas excitantes y armoniosas durante nuestros instantes de suprema dulzura, Así avanzaba lentamente la tarde que presagiaba una noche de maravillas. Enseñadme un escenario más bello, Un espectáculo más perfecto. ¡Ah! cuanto echo de menos aquella armonía y aquel deseo infinito de amar. Pero ¿Cuánto dura el amor? y

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¿Cuánto dura un diamante? ¿y las perlas? ¿Y una sonrisa esculpida en mármol blanco? Lo bello cuando no es inanimado es siempre incierto. ¿Qué ha quedado de todo aquello? Regiones vacías en mi mente, niebla densa y sombras en mi memoria, recuerdos vagos, Un vuelo furtivo y grato por las ondas del tiempo, un ligero perfume, y el aire oscuro del desamor. Todo son ya flores marchitas, y hojas caídas. sin embargo, la estatua sigue sonriendo, con una sonrisa blanca, en silencio. ¿Quién no ha llorado sin ningún motivo alguna vez? . . . 7 La desdicha la conozco bien, y también el cuerpo con dolores. Ser abandonado aún joven por caminos tortuosos, sin fortuna, ha hecho mella en mí. Con cuánta razón se refleja en mis gestos. Pero aun así sigo soñando, -ahora hablo de mi espíritu-, que es fundamental en mi vida. Durante demasiado tiempo he tenido las ventanas cerradas, como si hubiera algo que ocultar. Por qué soy así sigue siendo un enigma para mí. ¿Ha merecido la pena? solo de joven conocí la felicidad, desde entonces no la he vuelto a sentir jamás, todos mis esfuerzos por recuperarla han resultado inútiles. Hoy, se desvaneció ese deseo y ya no la busco. Maltratar ahora mi propia memoria hasta volver los recuerdos irreconocibles es de las cosas peores, e indigno, pero mi mente desdichada, ¡qué bien lo sabe hacer!

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Los infelices estamos mal preparados para sobrevivir, nosotros no sabemos cómo actuar en el mundo real, nuestra vida es imposible reducirla a los instintos básicos, demasiado humanos, demasiado superficiales. En la realidad, y alejados de todo lo invisible, sentimos que nuestro pulso late sin fuerza. . . . 8 No me pongas a prueba con preguntas y obligarme a decir contra mi voluntad lo que no quiero, es doloroso. Sí, carezco de suerte y me compadezco a mí mismo. Habita mi cabeza en un lugar donde nadie quiere ir ni oír nombrar. Así es ese sitio de espantoso. Y por eso, esta noche, en el jardín, sobre esta alfombra benévola de verdor, bajo el manto de estrellas, junto al hermoso álamo, cierro los ojos tan pronto como he vuelto a revivir el recuerdo. La causa de mi dolor. Infeliz y sin consuelo, junto al frio mármol de un sepulcro, vuelvo a dormir y sueño que no despierto. Mi amada, se fue mi vida y yo aún sigo vivo. Sed benévolos, recuerdos, reuníos con ella en los astros, afortunados, que no comparten con nosotros la muerte y nos aventajan en fortaleza. Celebro el esplendor de la noche, más querida para mí que la luz del Sol, que alimenta mi esperanza de romper la cadena. Sombría noche, he sido débil. Bien fácil es descubrir lo que deseo: Estar fuera del tiempo, No seguir pensando en ella. Olvidar este lugar donde tuvo lugar mi desdicha. abandonar la búsqueda, ella ya goza de una vida eterna. Esta es la razón de mi locura. Aun así, no sé si podré salvarme, Preguntaré:

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¿Puedo esperar algo peor? Los llanos, y los montes y los ríos, y los Continentes, y la Tierra entera están por encima del tiempo, también lo están los hechos pasados. En mi cama cayó un rayo, abrasándome con su fuego el día que llegaste a ella. . . . 9 El viento se ha calmado y las nubes negras, y bajas, e inmóviles se confunden con el humo de las fábricas. Pronto habrá tanta oscuridad que será imposible ver algo con claridad. El ruido ensordecedor de los martillos retumbando en mis sienes, el rumor ronco y constante de los motores, las enormes grúas subiendo y bajando pesadas piezas de metal, el trajín de los hombres, que en mi imaginación ya no son hombres, sino chispas que surgen de las espirales de humo. junto con La vorágine de máquinas y personas moviéndose sin parar, el humo, el calor, y la masa borrosa de luces chillonas y ruido, hacen que cada tarde, a las cinco, aumente mi deseo de alejarme. Y ya lejos, nace en mi mente otro mundo fabuloso que oculta ese y me proporciona algo de placer. Allí veo como la noche coloca lentamente las estrellas. Y disfruto contemplando toda esta inmensidad durante horas. Hasta que el sueño me vence. Cuando la luz se separa de la oscuridad, me despierto. A mí me gusta levantarme al amanecer. y veo cómo se despierta la vida, lentamente, con su incomparable variedad y belleza. e imagino como fue el primer día de la Tierra, como salió el Sol y ascendió majestuoso por primera vez. Todas estas imágenes se mezclan en mi imaginación. Y veo desaparecer toda la suciedad. Este es para mí el mejor momento del día. Me gusta sentir esos instantes de paz todas las mañanas antes de volver al trajín del mundo y ocupar el día haciendo mi trabajo en la fábrica. Y me acuerdo de las montañas y de los bosques, tan amados por mí, y de los ríos y de los océanos. Y me compadezco de todos nosotros al ver cómo hemos llegado a causarle a la Tierra tanta tristeza. Y me estremezco. Y pido justicia con todo mi corazón. Nadie se puede imaginar cuanto amo a la Naturaleza y a todos sus seres. y sé que estos tiempos tan oscuros, que desprecian la vida,

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no serán lo bastante largos como para acabar con ella. Y sé que hay Esperanza, y aunque no sea yo, siempre hay alguien que vuelve sano y salvo de una batalla por muy cruenta que esta haya sido. . . . 10 Madre tierra, envía avisos a todas partes: Nil y e Pr en de de hij Pr be y u fu pa las he gl ba m hu tor he a H qu po Ci bl vir. Lo diré sin ninguna duda: me parecen acertados. Hiere ver la imagen viva del Sol oculto por grasientos vapores. Vergüenza da. ¡Hasta la lluvia ensucia! Existe el mal ¿quién podrá negarlo? multitud de veces se le ha visto caminando por la Tierra, borracho de poder, arrogante y siempre renovado, e invencible. Son los consejos de administración, la tela de araña urdida por la codicia, que anualmente celebran ruidosamente la ruina de la Tierra. Algo más devastador, algo más odioso. Más penoso que una furiosa tempestad, así de implacables y terribles son sus ataques. Acostumbrados al lujo, ellos no conocen el sufrimiento. A quien aún tenga la mente sana Se le llenarán de tristeza los pensamientos. Tierra, Arruinada, destrozada, hollada por los buscadores de tesoros, rescata la vida de los rotos de tanta riqueza. Pronto, envía avisos a todas partes. Y a mí me los mandas al corazón a que corran por mis venas con cada gota de mi sangre. Ya no sirve ser imparcial, ¡tiembla, Tierra! Enfebrecida sacude los cimientos de estos tiempos. Que el miedo despierte la mente. Hazlo, pues es tan grande el peligro, que es lícito este remedio tan penoso para combatir la maldad. Si al menos se parara el tiempo que pasa sin sonrojarse, o mi corazón por el peso de la incertidumbre. Pero, ¡cómo se incumplen mis deseos!

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El verte girar y girar desde lejos es un consuelo para mí. Y me doy cuenta de que esa visión, alimenta la última esperanza. sin duda. Y pienso: deja que me quede contigo a reposar en tu seno. . . . 11 Tengo en mí una razón muy importante: de niño, sobre una piedra, se derramó sobre mí la gracia. cayó de lo alto agua mojándome la cabeza. Desde entonces me es muy fácil soportar el dolor. . . . 12 Siempre estoy procurando evitar tus reproches que ya me han alcanzado otras veces. el peor vicio que una mujer puede albergar y que te obliga a cegarte. Cuando te ocurre hay sobre la tierra leyes nuevas. Así que me pongo en pie de un salto y me voy, como el que huye de sí mismo. También podría haberme ido antes, pues estoy cansado de luchar contra ellos en vano y creo que han estropeado mi vida. Sufro el castigo de tus chillidos. no te cansas nunca, dentro de un círculo espantoso soporto en silencio la violencia de tu voz. Que llegues a ser feliz Pero dejémoslo, que se vaya ya. Cuando habitas en la región serena de tu ser, con los ojos limpios y vacíos de rencor, Y el cuerpo lleno en abundancia de manantiales de paz. No te basta con eso. La sensación de merecer un castigo me persiguió durante un tiempo, pero no me compadezco. Ahora, con orgullo. soy una fortaleza inaccesible, Y puedo mirarte a la cara. Una sensación nueva que no puedes comprender, Un sentimiento nacido de la desesperación.

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Te lo diré, no paras de censurar sin ver, sin escuchar. ¿Qué otro viéndose así insultado, de mirar a la cólera cara a cara puede callar sin que arda en su pecho el fuego? ¿Que no me acerque a ti? ¿¡Qué quieres!? Cuando habitas en la región furiosa de tu ser, con los ojos negros llenos de rencor, te falta poco para llegar al delirio. Pareces un ser sin juicio. Te lo digo: ¡No, me, grites! Con nada de lo que digas gritando conseguirás nada. . . . 13 ¡Qué insensatez! ¿Yo en el papel de verdugo? ¿Yo implacable? ¿Incluso cruel? Ya he perdido parte de la memoria, pero sí recuerdo mi falta de arrogancia anterior. Mi debilidad fue tan grande que me obligaba a obedecer las leyes de mi tiempo, y aún no sé por qué. Ahora no le tengo miedo al futuro, y veo las cosas claras con una luz blanca y limpia. Las leyes que me ataban ya no me atan, y he encontrado alivio en el afecto, y en ese modo suave y paciente de dejar transcurrir el tiempo. Es el dulce far niente. no hay palabras mejores para describirlo. Este es mi nuevo estribillo.: “Más tiempo que perder, ¡mejor!” Sí, ya no le tengo miedo al futuro. Se puede ver en mi humildad y en mi deseo de no herir a nadie, ni siquiera de palabra. No me faltarán las fuerzas para disfrutarlo. . . . 14 ¿Por qué la entrada es tan estrecha? En torno mío merodeaba una cierva que andaba suelta, y enseguida comencé el ataque.

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Unos días antes de conocerla estos fueron los signos: había una niebla fría en tierra, y en el mar, viento, y naufragios. De noche hubo una luna llena, pero a las doce perdió su naturaleza serena, se mostró con resplandores rojizos, y se volvió translúcida. Y a la mañana siguiente el Sol se salió de su órbita. Pero no hice caso y me dispuse a confiar. El día de la primera intimidad nevaba mientras le pronunciaba fabulosos juramentos. los copos caían abundantes sobre nosotros, Y continuaron cayendo durante mucho tiempo. Ver esa escena blanca, con ella, a solas, me hizo inmune al dolor y me predispuso a seguir confiando. El arco aún está tenso y tengo la frente despejada y bella, y la soberbia pasada de la juventud ha muerto en mi corazón, así que sigo dispuesto a seguir confiando. Pero en este pensamiento mío hay un argumento en contra.: El Sol, el solitario, que se complace por tener tantos amantes, se está comportando como un enemigo mío. ¿Por qué no sale para mí? . . . FIN de LIBRO-12