libertad nº 50

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  • 8/2/2019 Libertad N 50

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    DICIEMBRE2008-

    ENEROBuenosA

    iresPUBLICACINDELG

    RUPOANARQUISTALIBERTAD

    PRECIO$3

    INSEGURIDAD

    FERRER,LA ESCUELA MODERNA

    LENGUAJE Y PODER

    HECHA LA LEY...

    EL MAL DE LA ECONOMAO LA ECONOMA DEL MAL

    LA CREACIN DEL DINERO

    LA BOLSA O LA VIDA!

    DEL MERCADO?

    DEMOCRACIA, 25 AOS

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    El mal de la economa o la economa del malEn Miami, Florida, una mujer de ojos llorosos relata

    cmo perdi un milln de dlares en una semana, el tra-bajo de toda una vida, porque las propiedades en que in-virti su dinero redujeron su valuacin a la mitad. No per-di las casas, s su equivalente en billetes.

    Un hombre en Los ngeles mira una pizarra consterna-do de como las acciones, que eran el componente exclusivode su fortuna, haban perdido tanto valor que en sus bolsi-llos tena ms dinero que en la Bolsa de Valores.

    La crisis financiera de EE.UU., lejos de anunciar el findel capitalismo, como esperaran los devotos del economi-cismo socialista, se resolver con algunos traspasos de for-tuna, absorcin de bancos chicos por bancos grandes o porla intervencin del Estado, volviendo a viejas pero renova-das recetas keynesianas. Los ms dbiles perecern, mien-tras que los ms fuertes resistirn, para vivir una nueva eta-

    pa. Darwinismo social liberal o paternalismo estatal inter-vencionista, segn convenga.

    De toda esta sacudida que despert al mundo de su cre-ciente, ascendente y dulce prosperidad, poco es lo que seha reflexionado, si dejamos de lado toda la fraseologa delos economistas y la de los polticos, que hoy maldicen susrecetas de la vspera. El repudiado camino de ayer, es la ta-

    bla de salvacin de hoy. La crisis neoliberal, no es ms quela transformacin de la larva en una nueva crislida estatal-

    capitalista, que parir un engendro ms fuerte y adaptado.El sistema no est en crisis, si por eso entendemos unacrisis terminal. Es tan solo una crisis de confianza. Lo queha ocurrido es que el smbolo monetario, el dinero, ha per-dido parte de su anclaje con la realidad. El dinero no repre-senta nada concreto, sin embargo es fuente de riqueza, me-dio de intercambio, un conservador/acumulador del valor.

    Es esta relacin entre el dinero y lo que representa la queha entrado en crisis, conjuntamente con las cotizaciones delas acciones en el mercado de valores. El dinero ya no re-

    presenta oro; aunque la vuelta al patrn oro- como proponela escuela econmica austraca- no sera la solucin, sinoque agravara an ms las cosas debido a su tendencia a pe-riodos de alta prosperidad seguidos por terribles crisis (co-mo el crack del 29).

    El valor del dinero en la actualidad se basa en la creen-cia subjetiva de que ser admitido por los habitantes un

    pas (y de otros pases) como medio de intercambio, comoforma de acumulacin de riqueza y como unidad contableestable. Sin este componente subjetivo, el dinero no podraser vehculo y fuente de poder, y la sociedad capitalista no

    podra funcionar en absoluto. El poder del dinero es el po-der del smbolo, enajenado por completo de lo que inicial-mente representaba.Nuestra creencia, nuestra confianza enl es su verdadero respaldo, no el oro, ni ninguna referenciamaterial.

    Cuando un boom especulativo genera una burbujaeconmica, donde el crecimiento econmico parece no te-ner lmites, se produce una crisis, es decir, explota la bur-

    buja. Entonces es que sobreviene la incertidumbre de con-fianza en el dinero o en otras formas de alienadas del valoreconmico, como son los bonos, los ttulos, las acciones ylas hipotecas. Se puede observar como el mercado de valo-res sufre cadas histricas, y pronto parece recuperarse paravolver a caer. Las fortunas cambian de mano, se producen

    quiebras masivas, recesin, desocupacin, cada de la de-manda, inflacin o deflacin segn los casos, hasta que lue-go de equilibrarse el sistema por la intervencin estatal, co-mienza un nuevo periodo de estabilidad intervencionista(y quizs, de prosperidad).

    Los que estamos por la liquidacin definitiva de este sis-tema deberamos romper los moldes de la reflexin a losque se vuelve una y otra vez. La solucin no puede pasar

    por nacionalizar la banca, o por considerar que la estatiza-cin es un paso al socialismo, o que hay que fomentar elsurgimiento del capital nacional y aliarse con una burguesalocal, o que ahora ms que nunca hay que apoyar a los mo-vimientos populares, nacionalistas y antiimperialistas (co-mo si con eso se aclarara mucho). La opcin siempre se re-duce a elegir entre autorregulacin del mercado o regu-lacin por el Estado. Las ideas y las experiencias de los se-senta y los setenta, si bien fueron truncadas por la represin,han demostrado su inviabilidad en lo que respecta a alcan-zar una revolucin comunista anrquica. Debemos pensarlas cosas desde otro punto de vista.

    Hasta qu punto debemos hacernos eco del pensamien-to econmico? El pensamiento econmico ha sido y es en

    gran medida la ideologa de los dominado-res, e incluso cuando utilizamos sus herra-mientas de anlisis desde ideologas socialis-tas, no por eso estamos avanzando en una

    perspectiva revolucionaria. Hay que decons-truir las ideas econmicas, con perdn delgalicismo posmoderno. De alguna forma,hay que volver a las fuentes de por qu bre-gamos por el socialismo y la anarqua, pre-

    guntarnos nuevamente Qu es la propie-dad?, como hizo Proudhon en su poca. O ira la mdula del asunto, como en los Manus-critos econmicos y filosficos de 1844, deun joven Marx, an impoluto de la patraadeterminista, cientificista y posteriormenteque posteriormente concibi. Debemos pen-sar la realidad de forma anti-econmica,cuestionar nuevamente el valor del dinero,hoy ms que nunca un claro medio de domi-nacin.

    El dinero es percibido por los trabajado-res como trabajo acumulado, ya que lo obtie-nen trabajando. En realidad el dinero no esnada, solo tiene valor simblico en tantofuente de poder y riqueza, y ningn valor re-al en tanto ni siquiera representa algo con-

    creto (oro, trabajo, mercaderas). El dinerose crea de la nada. El racionalismo econmi-co se basa en una ficcin en la que todos par-ticipamos, sin cuestionar sus fundamentos.La economa no es un fenmeno natural, si-no que es una actividad humana, y su estudioest sujeto a las mismas circunstancias a quelo est cualquier artefacto cultural. Y no de-

    ja de ser un subproducto de la cultura, de estar atravesadaen todos sus aspectos por la cultura especfica en la que es

    producida. La economa no es una ciencia, aunque epgonosde izquierda y derecha quieran otorgarle ese status, sino unsaber acumulado sobre un juego bastante ms complejo y

    peligroso que el ajedrez. Las diferencias a favor del ajedrez-y que lo hacen preferible- son notorias: el ajedrez no gene-ra miseria, ni explotacin, ni guerras, ni otorga premios No-

    bel, sino que produce un reducido nmero de genios y bas-tante entretenimiento sano.

    El valor que le atribuimos al dinero no se diferencia ennada del que los nativos de las islas Trobriand le otorgabana los collares y pulseras de conchas en su comercio ritualdenominadoKula, investigado por Malinowski. Estos eranfuente de prestigio y poder, y tambin surgan de la nada.Pero segn la sabidura convencional de Occidente, ese esun intercambio donde predomina la irracionalidad, a dife-rencia de las economas de mercado, donde supuestamentela racionalidad es la regla. Cada tanto, las crisis del sistemade explotacin capitalista rasgan el velo de la racionalidadeconmica y lo demuestran en toda su absurdidad, en todasu irracionalidad, su perversidad y su estupidez. Si creemosque podemos alcanzar una racionalidad econmica toman-do en nuestras manos la economa, estamos profundamenteequivocados. El pensamiento econmico es tan enemigo dela revolucin y el comunismo, como lo es el pensamiento

    poltico, donde la autogestin y la autonoma perecen bajo

    la gestin poltica mediada y la heteronoma.Toda la teora econmica desde Quesnay, Adam Smith,

    Ricardo y Marx (en parte) hasta nuestros das es hija depensar la economa desde el dinero, con escasas excepcio-nes. Esto no quiere decir que debemos ignorar el pensa-miento econmico, sino desestimarlo como una herramien-ta liberadora, como alguna vez se lo pens. En cambio, de-

    bemos reconstruir el pensamiento social, en donde cuestio-nar la existencia del dinero no sea considerado un reclamoinfantil, por aquellos que se sienten llamados a dirigir laeconoma y la poltica revolucionaria de la sociedad revo-lucionaria. Donde el valor social de los bienes sea prepon-derante, y no el beneficio econmico, que inevitablementees medido en dinero. Donde prime una racionalidad dife-rente, sobre otros valores: cuidado del medioambiente, dis-tribucin segn las capacidades y las necesidades, durabili-dad de los bienes, planificacin sanitaria y cuidado de la sa-lud. Cualquier actividad econmica capitalista sobrevive enfuncin de su rentabilidad, no de su valor o importancia so-cial.

    Hoy, los polticos nos prometen una economa real yproductiva, para desentenderse de la economa ficticia de la

    burbuja financiera, como si ambas nofueran parte de lo mismo. Cuando la

    burbuja financiera est por explotar, se elevan las tasas deinters y se enfra la economa, con el desempleo y la re-duccin del consumo consiguientes. Si hay que relanzar la

    produccin se bajan las tasas de inters y se facilitan prs-tamos e hipotecas, estimulando el crecimiento, generandoinflacin y una suba de los precios. Estas reglas bsicas dela economa, junto a la ley de la oferta y la demanda, con-ceptos como utilidad marginal, o las teoras de la maximi-zacin, constituyen casi toda la cientificidad de la eco-noma; todo el resto del saber economicista son palabras derelleno y notas al pie de los cabalistas expertos, idelogosde la explotacin, tecncratas de la bicicleta financiera.

    Socialistas, populistas, keynesianos y nacionalistas fes-tejan hoy el fracaso del neoliberalismo que se inici en losochenta con Tatcher y Reagan. Suponen que ahora s se hademostrado la inviabilidad del liberalismo, y el mundo seencaminar hacia un reparto ms justo de las riquezas, don-de primar la satisfaccin de las necesidades de los despo-sedos, los desocupados, los hambrientos y los sin techo.Como si su propia receta estatista no hubiese fracasado pre-viamente a la del liberalismo. En verdad ambos se necesi-tan: conforman una sola teora con dos polos opuestos, quese alternan por periodos de algunas dcadas. Ambos pensa-mientos econmicos, el intervencionismo estatal (a la iz-quierda) y el neoliberalismo (a la derecha), conforman unsistema bipartidario cuya alternancia en el poder no dejaresquicios ni alternativas, ya que ambas variantes suponen

    la existencia del Estado, la propiedad privada, el trabajoasalariado y el dinero como medio de pago. Todo lo que sederive de estos axiomas, invariablemente oscilar entre elsocialismo (o capitalismo) de Estado y el capitalismo libe-ral.

    Lamentablemente, el pensamiento econmico se haconvertido en un parsito de las teoras revolucionarias.Segn reza la ortodoxia revolucionaria de los partidos mar-xistas-leninistas, sin anlisis econmico no hay anlisis dela realidad. En el fondo, el Homo Econmicus de los eco-nomistas formalistas y liberales, ya hace mucho ha evolu-cionado a su versin marxista-leninista, de planificacin es-tatal de la economa. Ambas igualmente alejadas de una

    planificacin social de la economa.Todo el poder a los soviets y no a los partidos, recla-

    maban en Kronstadt. Los verdugos de la revolucin grita-ban, Todo el poder al partido, aplicando la Nueva Polti-ca Econmica (NEP), retorno a la senda capitalista. Loseconomistas y los polticos, de izquierda o de derecha, art-fices de la dominacin y la explotacin.

    P. Rossineri

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    Historia de la creacin del dinero

    El origen del negocio bancario se remonta a cuando el oro era el dinero real y, como tal,lo guardaba el orfebre en su almacn. Como el oro era muy pesado e incmodo de mover, eldinero en circulacin eran participaciones de este dinero metlico. Un da, el orfebre pens

    que poda cobrar inters por el prstamo de estas participaciones y para compensar empeza pagar un inters menor a los depositarios de este oro; as se inici en Europa el negociobancario.

    Este sistema tena el problema de que la posibilidad de prestar dinero estaba claramentelimitada por la cantidad de oro en circulacin; entonces los orfebres, ya convertidos en ban-queros, inventaron el sistema de reserva fraccionaria, que consiste en qu slo hay en reser-va una parte de lo que realmente se presta. O dicho de otra manera, a partir de un dinero re-al se crea dinero de la nada en una proporcin que, teniendo en cuenta que no todo el mun-do retirar su dinero a la vez, nunca pone en dificultades a los banqueros a la hora de de-volver depsitos. Esta proporcin acostumbraba a ser del 10%, es decir, 10 unidades en cir-culacin por cada unidad real de oro existente en la reserva.Este aumento del dinero en circulacin favoreci la expansin comercial en el mundo y, unavez conocida por los estados, en vez de prohibirse se regul. Para controlar el riesgo que esosignificaba si se saba que no haba dinero para devolver a todo el mundo, se cre el sistemade bancos centrales, los cuales dispondran de reservas de oro adicionales para poder pres-tar a los bancos en momentos de crisis.

    La creacin del dinero en la actualidad

    Con el tiempo, el sistema de bancos centrales y reserva fraccionaria se ha convertido enel dominante en el mundo; el oro que garantizaba el dinero en circulacin fue menguandohasta que en el 1971 se hizo desaparecer el patrn oro, es decir que se dej de usar el oro co-mo base real del dinero.

    An cambiando este aspecto fundamental del sistema monetario, los bancos centrales yel sistema de reserva fraccionaria continu, pero con unas reservas que consisten tan solo enanotaciones bancarias creadas en algn momento por los bancos centrales; reservas que sig-nifican dinero pero que no estn garantizadas por ningn dinero que tenga una base mate-rial. Eso cambia completamente la naturaleza del dinero porqu todo lo que tenemos actual-mente en circulacin sale de la nada y por tanto es un puro contrato, que slo tiene va-lor porqu todo el mundo se lo da.

    El dinero que se crea hoy en da, se crea bsicamente a partir de prstamos, es decir enforma de deuda, ya sea pblica, comercial, externa o de particulares. Y no slo eso, sino que

    cuando se devuelven las deudas, este dinero desaparece, de manera que as el sistema finan-ciero dispone de una herramienta para ampliar o reducir el dinero en circulacin.

    El dinero, lo crean los bancos centrales y los bancos privados. Slo entre el 3 y el 5% deldinero en circulacin ha sido creado por los bancos centrales, el resto lo crean los bancos pri-vados a travs de los crditos as como (y cada vez ms) a travs de complejos sistemas deespeculacin financiera.

    Los estados ante la creacin privada del dinero

    Si el dinero ya no es oro (que era la justificacin con qu se cre el sistema de bancacomercial y los bancos centrales, como responsables de guardar el oro y convertirlo en di-nero en circulacin), cmo es que siguen siendo slo los bancos los nicos que pueden cre-ar dinero? Y por qu nicamente lo hacen en forma de deuda que hay que devolverles conintereses?

    Dicho de otro modo: Por qu los Estados tienen que pagar intereses a su banco centralpara as poder financiar el gasto pblico, cuando es dinero que podran crear directamente

    los Estados en el momento de realizar estos gastos?Quizs la nica respuesta lgica que se nos puede acudir es que la banca es quin controla alos gobiernos y no al revs, verdad?

    A Mayer Rothschild, miembro de la dinasta europea de banqueros ms poderosa, se lerecuerda por una cita que rezaba: Dejarme emitir y controlar la creacin del dinero de unanacin y me dar igual quin haga las leyes

    Los intereses y la necesidad del crecimiento exponencial

    Cuando un banco concede un crdito est creando el dinero del principal del crdito, pe-ro no el dinero correspondiente a los intereses que el banco har pagar al deudor durante lavida del prstamo. Dado que todo el dinero en circulacin se crea en forma de deuda con in-tereses, podemos concluir que el dinero para devolver todos los intereses de la deuda sim-plemente no existe.

    Entonces, cmo es que el sistema financiero ha sobrevivido tanto tiempo? Fundamen-talmente por dos razones.

    1. Porque se financia con el endeudamiento creciente, es decir que el dinero en circula-cin tiene que ir aumentando constantemente para que se puedan pagar los intereses de lasdeudas y el sistema no colapse. Eso tiene que ver con como el sistema incita cada vez msa todo el mundo para que se endeude, empezando por las personas con hipotecas, prstamospersonales fciles y rpidos, tarjetas de crdito; pero tambin las empresas y los estados. Ha-blamos pues de crecimiento exponencial, de la economa y del expolio de los recursos natu-rales del planeta.

    2. Porque hay quin no devuelve el dinero principal de las deudas y slopaga el inters. ste es el caso de las deudas pblicas de los estados ms po-derosos, o de diversas empresas e instituciones poderosas que tienen unascondiciones privilegiadas; o probablemente tambin por todas las figuras to-po plizas y tarjetas de crdito, en las cuales tampoco se devuelve el dineroprincipal y el contrato se acostumbra a renovar ao tras ao de manera inde-

    finida.En todo caso, esto nos da a entender hasta que punto el sistema financiero necesita una

    deuda en aumento, y como puede llegar a estar de relacionado el aumento de las hipotecasy de los crditos al consumo con el mantenimiento del sistema financiero actual.

    Por lo tanto, dentro del contexto global todo el mundo est endeudado, y la diferencia s-lo se encuentra entre los que tienen que devolver las deudas y los que no.

    La banca y la burbuja inmobiliaria

    Si hace 15 aos era impensable que se concediera una hipoteca a ms de 15 o 20 aos,esta posibilidad se ha doblado expresamente, desde los bancos y cajas, hasta los 35 y 40 aosde hipoteca actuales. Con esta accin tan simple y a la vez perversa, la banca ha facilitado yprovocado el encarecimiento de la vivienda, ya que aumentando la capacidad de endeuda-miento de las personas ha hecho crecer los precios que tenemos capacidad de pagar.

    Eso ha beneficiado a la banca porqu, con las hipotecas, ha podido crear dinero y cobrarintereses en una cantidad muy alta y con un ndice de morosidad mnimo, gracias a la ca-racterstica de necesidad bsica de vivienda. Con el aumento de precios, ha provocado el cre-cimiento desorbitado de los beneficios de las principales constructoras e inmobiliarias delEstado y as de sus propios beneficios, ya que los principales accionistas de la mayora deestas empresas son bancos y sobretodo cajas.

    La inflacin como robo silencioso de nuestro poder adquisitivo

    En crear dinero y cobrar intereses sobre ste, los bancos estn creando inflacin, es de-cir, estn aumentando la cantidad de dinero disponible sin aumentar al mismo tiempo la ofer-ta de bienes y servicios. Si aumentsemos la cantidad de moneda en circulacin al doble sinaumentar la cantidad de productores en un modo equivalente, no nos convertiramos en eldoble de ricos, ya que, como que habra los mismos bienes, los precios tambin se doblaran.

    Esta sobre-creacin de un dinero que estamos obligados a utilizar nos afecta a todas laspersonas (seamos o no clientes de los bancos), y cuando este privilegio se mantiene en ex-clusiva por un grupo de instituciones privadas, podemos concluir que se trata de un robo le-gal por el cual el dinero pierde valor durante cada porcin de tiempo en que lo tenemos. To-do esto significa una inmensa cantidad robada.

    Adems, la inflacin tambin sirve para cerrar el crculo, ya que hace que el dinero slotenga un lugar fcil dnde refugiarse de la prdida de valor y este lugar es un banco. As laspersonas, y especialmente las que ahorran, estamos forzadas a protegernos de la devaluacinbuscando refugio en un banco, el cual con este nuevo ingreso podr crear ms dinero y pro-

    ducir ms inflacin haciendo que la rueda no se pare. La inflacin atrapa nuestro dinero enel sistema bancario y es el mejor incentivo que tiene para captar depositarios.

    Una de las consecuencias de este proceso es la desposesin que sufren los jubilados. Lastrabajadoras retiradas ven como aun habiendo tenido una vida entera dedicada al trabajo, alfinal de su vida productiva se encuentran con que su renta de jubilacin les da un poder ad-quisitivo cada vez ms bajo. Precisamente a la edad en qu tendran que poder gozar de to-do el esfuerzo realizado, resulta que es cuando menos tienen.

    El robo financiero en el mbito internacional.

    El financiamiento tambin interviene dentro del contexto de los intercambios econmi-cos internacionales, es decir de las importaciones y de las exportaciones de materias prime-ras y productos manufacturados. Si un pas tiene una balanza de pagos negativa, es decir quepaga ms por lo que importa que lo que cobra por lo que exporta, no podra comprar todo loque querra si no se endeudara. La deuda externa por lo tanto es consecuencia del dficit co-mercial de las empresas y el gobierno de un pas en su balanza de pagos internacionales.

    Desde despus de la Segunda Guerra Mundial este comercio internacional se hace bsi-camente en dlares y desde el 1971, cuando eliminan el patrn oro, la Reserva Federal Ame-ricana (FED), tiene total libertad para poner o dejar de poner en circulacin los dlares quequiera, ya que no tiene que dar explicaciones a nadie ni demostrar ninguna garanta; trescuartos de los mismo la banca privada de Estados Unidos, con el nico lmite de la fraccinde reserva que ha de mantener. De este modo, controlando la creacin de dlares, una mi-nora financiera (recordamos que la FED es una entidad privada) controla los valores de lasrelaciones econmicas internacionales. De esta manera EEUU puede comprar todo lo quequiera fuera, mientras que los otros pases contraen deudas que tienen que pagar. Los pode-res internacionales aprovechan esta deuda para obligar a los pases endeudados a asumir de-terminadas polticas de apertura de fronteras para las mercaderas y la especulacin finan-ciera, forzando as que los poderosos se apropien de sus producciones y recursos naturales aprecios irrisorios.

    El dinero tal y como est concebido es una herramienta a partir de la cual determinadospoderes financieros se apropian de todos los recursos naturales y humanos del planeta.

    Enric Duran

    Extractado de la revista Crisi, Barcelona, 2008.

    El 95% del dinero es creadopor bancos privados

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    Hecha la LeyEl espritu de la autoridad, de la Ley, escrita y no escrita,

    tradicin y fuerza de costumbre nos lleva a una arboleda

    comn y hace a los hombres y mujeres autmatas sin vo-

    luntad, sin independencia o individualidad () Todos no-

    sotros somos sus vctimas, y slo aquellos excepcionalmen-

    te fuertes tienen xito en romper sus cadenas, y slo par-

    cialmente.

    Alexander Berkman.

    El circo democrtico se sostiene no slo por la obediencia de-bida de su brazo represivo, sino que su legitimidad descansatambin en un sin fin de abstracciones. Entre ellas, la de quetodos somos iguales ante la ley es la ms paradigmtica porla desfachatez de su enunciado y por contener en s una con-tradiccin manifiesta. Ahora bien, se hace necesario empezara definir conceptualmente la idea de que el sistema capitalis-ta se sustenta a travs de abstracciones sociales particulares ydeterminadas.La ley, entendida genricamente, se caracteriza por tres cuali-dades reconocibles: generalidad, abstraccin e impersona-lidad; y su objetivo primario es la de normalizar actos y con-ductas. De esta manera, podemos resumirque la ley es unanorma jurdica, obligatoria y general que impone ciertaconducta como la correcta, y quien se aparte de esos estere-otipos sociales pasa a ser, indefectiblemente, un ilegal.Siguiendo el hilo argumental de las lneas precedentes, y con-cluyendo que la ley como concepto jurdico es una abstrac-cin creada que responde a determinados intereses sociales:como es posible que todos somos iguales ante la ley?Iguales a travs de una artificialidad creada por los hombres?Igualdad y Ley son dos conceptos diametralmente opuestos,nada tienen en comn, porque mientras la ley es yugo queaplasta la individualidad, aplacando los instintos de rebeldaante lo que ahoga y mata lentamente; la igualdad social es la

    posibilidad para la libertad individual y colectiva.La igualdad propuesta forzadamente por la ley jurdica nie-ga las singularidades y diversidades individuales. Mientrasque la igualdad sostenida y defendida por los anarquistas es

    Este ltimo 30 de octubre se cumplieron 25 aos del retorno de la democracia, cuandoen el ao 1983 ganaba las elecciones Ral Alfonsn, luego de la dictadura ms criminal yexpoliadora de la historia argentina. El entusiasmo que todo lo invada pronto se fue dilu-yendo y la nueva institucionalidad evidenciaba que al contrario del clebre eslogan radical,con la democracia, no se coma, ni se educaba, ni se produca, ni se curaba. Que continua-ba las mismas polticas expoliadoras de los trabajadores, el asesinato de la niez, la des-

    truccin del medio ambiente, la represin de las minoras, el encarcelamiento de la margi-nalidad que la misma sociedad capitalista genera, la desinformacin y la estupidizacin atravs de los medios informativos.

    Veinticinco aos de juicios a las Juntas militares, con Obediencia Debida, Punto Final,Indultos y la actual reapertura de todas las causas, con un ejrcito integrado a los interesesde la clase poltica moderna, que es indiferente al destino de sus ex comandantes, con unmovimiento de derechos humanos cooptado por el gobierno, apoyo y sostn de sus polti-cas.

    Veinticinco aos de destruccin de la clase productiva, de rapacera burguesa sobre losmagros salarios que pagan a los trabajadores que tienen la suerte de ser explotados y notener que prostituirse o robar para vivir. Negociados, privatizaciones, corralitos, desem-pleo, subempleo, planes para desempleados, la gran estafa a los jubilados.

    Veinticinco aos de aumento de los niveles de pobreza, de mortalidad infantil crecien-te, de desatencin a los enfermos, de generar polucin para que un puado de empresariosse ahorren lo que los pobladores de las ciudades y el campo deben invertir en curar las en-fermedades que les provocan. Marginalidad creciente, aumento de la drogadiccin y el al-coholismo, de la violencia social (violaciones, asesinatos, atracos entre quienes ms su-

    fren).Veinticinco aos de una sociedad carcelaria, una economa parasitaria, un estado crimi-nal, una justicia arbitraria, un medioambiente colapsado, una urbanidad hacinada, una sa-lud y una educacin para los privilegiados. Eso es la democracia, ms la posibilidad de ele-gir a nuestros esclavizadores y poder hacer pblica nuestra protesta, mientras nadie la es-cuche.

    S, claro, estbamos peor con los militares, de la misma forma que los alemanes estabanpeor con Hitler, los italianos con Mussolini, los rusos con Stalin, los espaoles con Franco,los indios con Coln, Corts y Pizarro, y los judos con los romanos. Parece que al habersido vctima de la furia genocida de los militares, la sociedad ha perdido todo derecho a ladisconformidad. Todava que nos despluman, nos someten y nos engaan, tenemos quecuidarnos de ser desagradecidos.

    El ex presidente Ral Alfonsn que por razones de salud no puedo asistir al festejo delos 25 aos de democracia y envi un mensaje en video- sostuvo este 30 de octubre que esimprescindible comprender que la democracia no es solo libertad sino que tambin es bs-queda de la igualdad, iremos conformando una sociedad ms libre. Luego de esta retri-ca pseudo-libertaria, preparada para confundir a los incautos, se Alfonsn se despach noen contra de los militares que asesinaron y desaparecieron a 30.000 personas y que elimi-

    naron todo disenso mediante las cmaras de tortura, no en contra de los tecncratas de laeconoma, los empresarios y oligarcas que empobrecieron a los trabajadores arrastrndolosa la miseria, no en contra de la Iglesia que bendijo la guerra, la genuflexin frente al podery el oscurantismo. De despach contra quienes buscamos la libertad, la igualdad y la justi-cia:

    Amrica latina est comenzando a dar los pasos fundamentales de una socialdemocra-cia que solamente podr concretarse si abandonamos, de una vez para todas, la idea de quees necesario construir esa democracia social sobre la base de la destruccin de todo lo queexiste, en el marco de ese neoanarquismo que se basa en el sabotaje, en la destruccin,para realizar un cambio que se cree necesario sobre la base de no tomar el poder.

    No fue una alusin al gobierno kirchnerista como pretenden los idiotas embelesados conel triunfo del capitalismo sojero agro-exportador, o el periodismo neoliberal del diarioLaNacin. Fue un claro mensaje de advertencia del viejo zorro, que juzga que el verdaderopeligro para la democracia y el capitalismo, ya no pasa por la amenaza de una dictaduramilitar, por el peligro de la subversin marxista-leninista, del terrorismo internacional o delfundamentalismo islmico. Es lo que Alfonsn llama neoanarquismo, lo que pretende des-truir al sistema. Y sus palabras no dan lugar a equvoco, ya que habla de UN CAMBIO so-

    bre la base de NO TOMAR EL PODER.Es decir, Alfonsn se refiere no solo a los revolucionarios anarquistas, a sus individua-lidades y colectivos diversos, sino tambin a los movimientos sociales que estn por fuerade los canales polticos tradicionales, que buscan soluciones autogestionadas, sin ir a men-digar a las puertas de los ministerios, se refiere a los movimientos asamblearios populares,a las formas de autoorganizacin, a los estallidos espontneos en bsqueda de justicia y alas organizaciones autnomas de los partidos polticos, la Iglesia, los sindicatos y el Esta-do.

    Segn sostena Bakunin, La pasin por destruir, es una pasin creadora. Pero el sen-tido de la frase de Bakunin es dialctico: la destruccin del poder es un acto que crea, ge-nera, posibilita a la anarqua y al socialismo. Y tambin, la praxis revolucionaria creadora,el prefigurar en nuestras organizaciones y en nuestras existencias colectivas e individualesla sociedad a la que aspiramos, es un acto destructivo contra el poder. Cada espacio de anar-qua construye y destruye a la vez, ya que si no destruimos el poder del Estado y del Capi-tal, no puede existir el anarquismo. No es posible la coexistencia -ni pacfica, ni belicosa-con ninguna forma de poder poltico, econmico o religioso.

    Entre la Democracia y la Dictadura (de derecha o de izquierda) existe la continuidad queforja el Estado. Entre la Democracia y la Anarqua no existe continuidad posible, y tampo-

    co entre el anarquismo y cualquier idea de Estado o de Poder.Y eso lo sabe bien Ral Alfonsn, prcer de la democracia, cono de la poltica, maestro

    del engao, fabricante de miserias y conformismos.

    P. Rossineri

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    El gran enemigo del lenguaje claro es la falta de sinceri-dad. Cuando hay una brecha entre los objetivos reales ylos declarados, se emplean casi instintivamente palabraslargas y modismos desgastados, como un pulpo que expul-

    sa tinta para ocultarse. En nuestra poca no es posiblemantenerse alejado de la poltica. Todos los problemas

    son problemas polticos, y la poltica es una masa de men-tiras, evasiones, locura, odio y esquizofrenia. Cuando laatmsfera general es perjudicial, el lenguaje debe pade-cer.(George Orwell)

    Friedrich Nietzsche sostiene que la verdad es unamultitud en movimiento de metforas, metonimias,antropomorfismos: en una palabra, un conjunto derelaciones humanas que, elevadas, traspuestas yadornadas potica y retricamente, tras largo uso elpueblo considera firmes, cannicas y vinculantes: lasverdades son ilusiones de las que se han olvidado

    que lo son, metforas ya utilizadas que han perdido

    su fuerza sensible, monedas que han perdido su ima-

    gen y que ahora entran en consideracin como me-

    tal, no como tales monedas1. De esta forma, la ver-dad sera una instancia producto de un pacto socialentre los hombres, establecida como valor social yaque los vincula entre s por una pretensin o necesi-dad: determinar la verdadpermite abstraer la menti-ra. Y diferenciar la verdad de la mentira es me-nester en la obsesin de los poderosos por naturalizarhbitos y costumbres particulares, en normas y reglasgenerales. Debido a ello, legislar el lenguaje, dotarlode reglas semnticas y sintcticas, proporciona las pri-meras leyes de la verdad.

    De esta manera, no es un exabrupto intelectual inten-tar ligar al lenguaje con el poder, familiarizndolo conconceptos tales como hegemona, dominacin,intereses culturales; por el contrario, parece ser unejercicio inevitable si damos por hecho la premisa deque el lenguaje como construccin social es un con-cepto histrico, multideterminado por elementoseconmicos y culturales. Y ms si tenemos en cuentaque la fundacin de la Real Academia Espaola, slopor citar un ejemplo para darle fuerza a nuestra idea,fue una necesidad que el poder poltico de la coronaespaola tuvo que llevar a cabo para homogeneizar almundo hispanoparlante y de esa forma oponerse aotros poderes culturales del resto de Europa o EstadosUnidos. De ah el conocido lema de la vieja institu-cin de limpiar, fijar y dar esplendor a la lengua.En el siglo XXI el concepto de verdad est estrecha-mente vinculado a los medios masivos de informa-cin, siendo la televisin el principal soporte, y almundo virtual de Internet. Lo que no fue dicho por losmass-media no tiene existencia real, todo debe pasarpreviamente por el fragmentado y fragmentario pris-ma de los medios de informacin, pues en ellos seconstruye la verdad, o sea, la realidad cotidiana. Deah que aquella cita de Nicols Maquiavelo sostenidaall por el 1530, en su obra El Prncipe de que elprncipe prudente debe elegir en sus estados a hom-bres sabios, nicos con permiso para decirle la ver-dad y slo respecto a lo que l les pregunte, est cru-

    damente vigente en la sociedad actual de la omnipre-sencia estatal en cualquier manifestacin de vida. Elpoder material se complementa a la perfeccin con elembrujo de la persuasin. El polica se camufla y semimetiza en el ciudadano responsable y atento que

    encarna el periodista moderno del denominado cuar-to poder (y viceversa).Es innegable de esta forma que con el correr de los

    aos, y como consecuencia del acelerado desarrollode las tecnologas aplicadas a la informacin/comuni-cacin, la escalofriante realidad descripta por GeorgeOrwell en, por ejemplo, su obra 1984, donde lospensamientos, sentimientos y acciones de los protago-nistas son constantemente manipulados y controladospor el poder central encarnado en el INGSOC, tieneatisbos reconocibles en nuestra sociedad altamente in-formatizada. Borrar de la mente y del hbitus2pensa-mientos y acciones negativas que obstaculicen el nor-mal funcionamiento del modelo dominante, fijar cul-turalmente los valores de la burguesa como natural-mente propios del desarrollo social para poder repro-ducirlos generacin tras generacin y legitimar un dis-curso particular con el solo objetivo de perpetuar laexplotacin y opresin desde el plano persuasivo es elmotor y razn de ser de la comunicacin/informacinde la era de las tecnologas aplicadas. Mientras desdelas polticas econmicas de los estados se beneficia ysalvaguarda al capital financiero, en las cabezas delciudadano medio retumban una y otra vez las apo-logas del consumismo que los medios repiten hasta elhartazgo para que la rueda siga girando.Y, mientras tanto, desde distintos enfoques tericos seformulan ingeniosamente infinidad de conceptos paradefinir la preponderancia alcanzada por los medios deinformacin y sus tecnologas aplicadas. Es comnescuchar hablar de aldea global, galaxia Gutem-berg, cibercultura, ciberespacio, sociedad in-

    formatizada, etc. Sin embargo, ninguno de esos nue-vos conceptos hace hincapi en el aspecto opresivo yexcluyente en la relacin medios de informacin-po-der/receptores-opinin pblica.Siguiendo esta lnea argumental es que creemos quedebe ampliarse el espectro al analizar al Poder y susimplicancias sociales. Quedarnos meramente con laconcepcin material del Poder es no reconocer quehoy da el terreno simblico adquiere crucial impor-tancia al momento de adjetivar la vida en sociedad. Oalguien hoy duda de que el poder econmico puedeperpetuarse reproducindose a travs de la domina-cin en el cuerpo social? Y como lo logra si no esapelando al poder simblico?El Poder, y las relaciones emanadas de l, se nos im-

    ponen de diferentes maneras. Llevar el anlisis msall de la concepcin material de la dominacin socialse hace imperioso al momento de interpelar y analizaral Poder. Reconocer que las condiciones que hacenverdaderas las cosas tambin son determinadas porla discursividad, es un primer paso para comprenderla fuerza de lo simblico en la cotidianidad.

    Gastn.

    1Nietzsche Friedrich. Introduccin teortica sobre la verdad yla mentira en el sentido extramoral.2 Hbitus: Estructuras estructuradas predispuestas a actuar co-

    mo estructuras estructurantes. Se desarrollan como guionesmentales. Es la historia hecha cuerpo, es lo social incorpora-do. Es a la vez historia individual e historia colectiva. (Ver Elcapital simblico. Bourdieu Pierre)

    Lenguaje y Poderuna igualdad social que reconoce las dife-rencias en las necesidades y capacidadesde los hombres y mujeres como indivi-dualidades concretas, imposibilitando queesas diferencias se conviertan en poder.Siguiendo a Mijail Bakunin en Dios y elEstadopodemos agregar que: las dife-rencias individuales no tendran conse-cuencias, porque la desigualdad de hechoest perdida en la colectividad cuando nopuede aferrarse a alguna institucin o fic-cin legal.La Ley es la excusa de los poderosos paralavar sus sucias conciencias y justificarseante el resto de los mortales. Es quien le-gitima todo un entramado social de explo-tacin y opresin. Y ojo aquellos que sedignen mnimamente a cuestionarla! Yaque su racionalidad no tendr en cuentanada con tal de mantener el buen funcio-namiento social. Y para ello contar conun nmero importante de instituciones y

    fieles sirvientes para velar por sus sacro-santos cdigos de conducta. Y cuando ellono alcance siempre habr un polica dis-puesto a corregir con su arma.La Ley normaliza, modela, configura alciudadano ideal. Vaca al hombre de ini-ciativa individual, ajustndolo a estereoti-pos sociales de convivencia. Aceptarla, esaceptarse parte del rebao. Negarla esconvertirse en un ilegal. Ante esta disyun-tiva: es preferible ser un mutilado? O esdeseable animarse a romper las cadenas yser un ilegal, un reo de sus normas? Paraser claro en mi respuesta, y no dejar atis-bos de incertidumbre ante el dilema plan-teado, me limito a transcribir extractos deun escrito de Ricardo Flores Magn titu-lado Los ilegales.

    El verdadero revolucionario es un ilegalpor excelencia. El hombre que ajusta susactos a la Ley podr ser, a lo sumo, un buenanimal domesticado, pero no un revolucio-nario.La Ley conserva, la revolucin renueva.Por lo mismo, si hay que renovar, hay queempezar por romper la Ley.Pretender que la revolucin sea hecha den-tro de la Ley, es una locura, es un contra-sentido.

    La Ley castra, y los castrados no puedenaspirar a ser hombres.Las libertades conquistadas por la especiehumana son la obra de los ilegales de todoslos tiempos que tomaron las leyes en susmanos y las hicieron pedazos.La expropiacin se hace pisoteando la Ley,no llevndola a cuestas. Por eso los revolu-cionarios tenemos que ser forzosamenteilegales. Tenemos que salirnos del caminotrillado de los convencionalismos y abrirnuevas vas.Rebelda y legalidad son trminos que an-dan a la grea. Quedan, pues, la ley y el or-den para los conservadores y los farsantes.

    Gastn.

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    Esas situaciones de presentacin dialctica que parecenejemplificar en trminos simples y maniqueos la unidad yla lucha de los contrarios inducen fcilmente a error: eso esprecisamente lo que ocurre en la Bolivia de nuestros das, enla cual, por la radicalizacin y la gravedad de los aconteci-mientos ocurridos luego del referndum revocatorio del mesde agosto, dara la impresin que los anarquistas debi-ramos hacer a un lado nuestras concepciones de fondo ytomar inmediatamente partido por la menos mala de lasdos y slo dos fracciones en pugna; una disyuntiva falazpero conocida en la agitada historia de nuestro movimientoy que en algn momento se conoci como doctrina del malmenor. Simplemente a modo de ejercicio, puede decirseque estamos con los departamentos autonomistas y con sufalso e hipcrita discurso descentralizador y tal vez hastafederalista o nos plegamos al proyecto de cambios pro-gresistas y hasta revolucionarios encarnado en estos mo-mentos por las instituciones del Estado y por el Movimientoal Socialismo (MAS) del presidente Evo Morales; nos aline-amos con las bandas racistas de la Unin Juvenil Cruceistay con los crmenes incalificables del prefecto de Pando y sussicarios o suscribimos a pies juntillas la quimera de construiren tierras bolivianas un capitalismo autctono que algunasimaginaciones desbordantes han querido adjetivar como

    andino-amaznico. Ahora seriamente: si sas son las op-ciones puede plantearse otra alternativa -as sea por ra-zones de salud mental- que perseverar inclaudicablemen-te en la forja de un camino propio? La respuesta quizs re-sulte obvia pero no lo es tanto si se piensa que tal vez algu-nos compaeros puedan sentirse tentados de seguir esa op-cin que no nos satisface por entero pero que ciertas opinio-nes ms o menos extraviadas entienden -mediante una ab-surda concepcin evolutiva y lineal de la historia, refutadauna y mil veces- que constituye un camino de avance lentopero seguro hacia la realizacin de nuestros objetivos fina-listas. Opcin sta que resulta menos sorprendente en la me-dida que recordemos que en nuestro trajinar han habido y to-dava hay, muy confusamente, anarco-batllistas, anarco-pe-ronistas, anarco-castristas, anarco-guevaristas, anarco-cha-vistas, anarco-masistas y cien mediatizaciones y adulteracio-nes ms. Ergo, se trata ahora de pensar las razones y las for-mas para seguir siendo, sin demasiados miramientos ni con-

    cesiones, rabiosa e intransigentemente anarco-anarquistas;en la actual coyuntura boliviana y en cualesquiera otras quese nos presenten por cuentagotas o en tropel, de aqu en ms.

    Ni en un lado ni en el otro

    Ajustar cuentas con los autonomistas de la llamada MediaLuna es relativamente sencillo. Basta pensar que reclamoscomo autonoma, descentralizacin y federalismo ad-quieren sentido en funcin de las relaciones de poder enlas que se inscriben y no en tanto consignas que puedan serentendidas como si no se tratara de otra cosa que de fen-menos atmosfricos. Es por eso que, a pesar de la familiari-dad que hayamos de experimentar con tales conceptos, nopodemos dejar de percatarnos que los mismos carecen desentido a partir del momento en que los pronuncian sujetostan oscuros como Rubn Costas, Branko Marinkovic o Car-los Dabdoub; desde el instante en que nos enteramos que

    detrs de ellos no hay ningn desvelo principista sino que losmismos se esgrimen como un eficaz elemento de justifica-cin ms all del cual no tardan en aparecer los intereses ylas estrategias reales: mantener la estructura latifundistasobre las tierras ms productivas del pas, incrementar laapropiacin regional de la renta petrolera y gasfera y de-tener o al menos aminorar los movimientos migratoriosde los campesinos ms pobres del altiplano hacia elOriente. Qu grado de sinceridad y conviccin puede haberdetrs de la reivindicacin autonmica cuando los susodi-chos se oponen expresamente y con enrgica desfachatez alas autonomas indgenas o a cualquier aplicacin del mismoprincipio que se ubique territorialmente por debajo de supropio nivel de poder? En ese contexto, entonces, la auto-noma pasa a ser una invocacin hueca, sin sustancia y cuyosbeneficios se limitan a garantizar el margen de maniobra dela clase econmica y polticamente dominante en el Orien-te boliviano. Todo esto es absolutamente transparente: tanto

    como puede serlo esa distincin necesaria segn la cual la li-bertad tiene resonancias distintas en la boca del preso que enla del carcelero.Por aadidura, en este conglomerado de fuerzas no dej de

    hacer su infaltable acto de presencia el embajador de losEE.UU., dejando claras as las preferencias y los favoritis-mos de la superpotencia global; una superpotencia glo-bal que, precisamente por su condicin de tal, no puede de-jar de evidenciar sus inclinaciones en los conflictos internosde prcticamente cualquier pas del planeta y no puede dejar

    de hacerlo en funcin de sus propios intereses y estrategias.1

    Intereses y estrategias que, en este caso, coinciden msfuertemente con las de los autonomistas de la MediaLuna, como lo dej de manifiesto de modo irrefutable la tor-pe campaa de injerencias en la que incurriera el embajadorPhillip Goldberg y que culminara con su ms que razonableexpulsin. Nada de lo cual puede hacernos olvidar esas du-plicidades diplomticas que no impidieron hasta el momen-to que Bolivia tambin contara -entre otros gestos de cor-dialidad hacia el gobierno de Evo Morales y al igual queColombia, Per y Ecuador- del llamado sistema de prefe-rencia andina, que facilita las exportaciones libres de aran-celes hacia los EE.UU. a cambio de su colaboracin en laspolticas anti-drogas.En funcin de lo dicho habr que mantener entonces unaactitud de simpata, expectativa, indiferencia o pasividadfrente al proyecto que asume el Estado central boliviano apartir del acceso al gobierno del MAS y cuya codificacin

    normativa se resume en la reforma constitucional aprobadapor la Asamblea Constituyente en noviembre del 2007 y to-dava a la espera del referndum correspondiente? En esen-cia, el proyecto masista de refundacin del Estado bo-liviano se fundamenta en un socialismo tan apcrifocomo la autonoma de los anteriores y que en realidadno se propone otra cosa que el desarrollo de un capitalis-mo autctono al que se le ha colocado el pintoresco gen-tilicio de andino-amaznico y en una mayor demo-cratizacin de la sociedad mediante el incremento de losderechos de las culturas de ascendencia precolombina.Esto supone, por un lado, la apropiacin de un porcentajecreciente del excedente capitalista con miras a su aplicacinintra-estatal, ya sea en trminos de inversin como en mate-ria redistributiva; y, por otra parte, tambin un reparto de lastierras productivas para su explotacin por las comunidadesoriginarias, carentes hoy incluso de una decorosa sustentabi-lidad alimentaria. De la democracia directa y el socialismo,

    ni noticias, por supuesto. Y no slo eso sino que adems nisiquiera puede decirse que el gobierno masista haya forza-do una mejora sustancial en las condiciones de vida y traba-jo de la gente, como tampoco puede decirse que el mismohaya emprendido un consistente proceso de reformas del Es-tado neoliberal que hered en enero del 2006. En este cam-po, el gobierno no tiene nada para exhibir y slo ha reaccio-nado frente a la movilizacin social autnoma -y lo ha hechoen ms de una ocasin- con el recurso al que apelan todos losgobiernos cuando las situaciones escapan a su control: la re-presin.A todo esto, es imprescindible traer a colacin un hecho dela mayor importancia y es que, as como los autonomistasde la Media Luna contaron con la abierta o solapada anuen-cia de los EE.UU., el gobierno masista concit -frente a laagudizacin del conflicto, incluyendo la expulsin del em-bajador norteamericano- el inmediato respaldo de la UNA-SUR, cuya declaracin del 15 de setiembre proclama que lospases miembros rechazan enrgicamente y no reconocerncualquier situacin que implique un intento de golpe civil, laruptura del orden institucional o que comprometa la integri-dad territorial de la Repblica de Bolivia. No es extrao quea este nivel haya primado la posicin de la diplomacia brasi-lera que es la que ha venido marcando el ritmo y las orienta-ciones de la poltica sudamericana en los ltimos aos. Me-nos extrao parecer todava si se tiene en cuenta que Brasiles uno de los principales inversores externos en territorio bo-

    liviano y que Bolivia es su principal proveedor de gas. 2 Bra-sil consigue as, por segunda vez en el ao -ya lo haba lo-grado en ocasin del conflicto entre Colombia y Ecuador enel mes de marzo- llevar adelante sus posiciones sin recurrir alos organismos en los cuales EE.UU. mantiene presencia ypredominio. Si se quiere una ilustracin grfica y simplistadel perfil que parece estar adquiriendo la poltica sudameri-cana de nuestros das, podra decirse que, mientras Chvez

    vocifera y libra sus guerras de video-game, Lula aprovechapara tomar decisiones concretas sobre el teatro real de ope-raciones.Si intentramos ahora arrojar una mirada de conjunto sobrelas dos grandes fuerzas en pugna no podramos dejar de ob-

    servar que el conflicto no enfrenta otra cosa que dos proyec-tos de desarrollo capitalista con orientaciones y respaldos so-ciales divergentes. De un lado tenemos una clase regional-mente dominante que pretende negociar por su cuenta lascondiciones de integracin al capitalismo globalizado entanto gran proveedor de soja al mercado internacional y encuanto custodio de las riquezas forestales o los yacimien-tos petroleros y gasferos radicados en su rea de influenciaas como de las generosas reservas de hierro del Mutn quehoy son explotadas por la empresa hind Jindal Steel & Po-wer. Este antagonista cuenta adems -y es una completa im-prudencia olvidarlo- con una importante base social sedu-cida por el regateo con el Estado central en torno a la recau-dacin impositiva y por la disfuncional pero operante y an-cestral escisin cultural entre los collas del altiplano y loscambas de los llanos. Del otro lado, mientras tanto, tene-mos una clase tecno-burocrtica en ascenso que pretende ad-ministrar con criterios de equidad un desarrollo capitalistaautctono que se articula a las mil maravillas con la bsque-da de mayores mrgenes de maniobra en el contexto glo-bal para el capitalismo regional latinoamericano; un pro-yecto con orientaciones, directivas y ritmos que han encon-trado en el Estado brasilero a su buque insignia. Y, por su-puesto, este antagonista cuenta tambin no slo con un res-

    paldo ciudadano confirmado electoralmente en ms de unaoportunidad sino tambin con la capacidad agitativa de aque-llos movimientos sociales que el gobierno, a travs del MAS,ha conseguido cooptar y mantener dentro de su esfera de dis-ciplinas. A este panorama cabe agregarle el rol cada vez msactivo de las Fuerzas Armadas, agazapadas detrs de una po-sicin de apariencia neutral e institucionalista pero crecien-temente inclinadas a cumplir funciones de arbitraje y, even-tualmente, si las situaciones futuras as lo requirieran, atransformarse en un protagonista de primer orden dentro dela encrucijada estatal.Ni la revolucin ni el socialismo ni la capacidad innego-ciable de la gente para decidir su propia vida tienen algoque ver con esta supuesta polarizacin. Sin embargo, nofaltarn quienes estn dispuestos de todos modos a mostrarindulgencias y blanduras con el masismo en tanto ste seaal menos capaz de mantener una conducta consistentementeanti-imperialista. Pero este anti-imperialismo recidivan-

    te no es hoy ms que un eco demorado y extemporneo deuna Guerra Fra que ya termin y no puede ser calificadams que como fetichista esa estrategia poltica que se solazaun da s y al siguiente tambin perorando contra los EE.UU.sin integrar siquiera mnimamente a sus anlisis aquellas in-versiones externas de procedencias mltiples -desde Brasil ala India pasando por Francia y Espaa- y que condicionan ydilatan tanto como cualquier otra, incluyendo la de los capi-talistas nacionales, la capacidad de los explotados por vol-verse de una buena vez dueos de su propio trabajo. De talmodo, ni siquiera ese anti-imperialismo rampln, queparece haber retomado a destiempo sus viejos fueros delos aos 60 y 70, puede presentrsenos como justificacinde un actor poltico-social que no merece contar connuestro beneplcito ni con nuestro silencio.

    Movimientos sociales e izquierda revolucionaria

    No obstante la polarizacin reseada, las situaciones suelenser ms complejas y cualquier anlisis mnimamente perspi-caz nos informa que casi nunca es posible reducir y simpli-ficar los antagonismos a dos y slo dos actores en condicio-nes de actuar como representantes de las diversidades sub-yacentes. Por lo pronto, es de constatar que los movimientossociales bolivianos han bregado con resultados dispares pormantener su protagonismo en el escenario poltico y, si bienes inocultable la aproximacin al gobierno de una buena par-te de ellos, tambin es de sealar que sectores importanteshan renunciado a ser cooptados por el Estado y no han podi-do ser asimilados en el formato clientelar que es caractersti-co en estos casos y que tan buenos resultados le ha dado, porejemplo, a los gobiernos argentino y venezolano. De tal mo-do, la independencia de los movimientos sociales no debeentenderse como un todo y tampoco como definitivamenteconstituda sino en tanto terreno en disputa, con claroscurosy altibajos que se plantean segn las diversas distancias man-

    tenidas respecto al gobierno. Por lo pronto, no es lo mismola Federacin de Cocaleros del Trpico de Cochabamba -quepocos meses atrs confirm a Evo Morales como su secreta-rio ejecutivo- que la constelacin de grupos, de diferente ti-

    BOLIVIA HOY: ANARQUISTAS, A PESAR DE TODO

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    po pero generalmente de base territorial, cuya organicidady cuya dinmica no se encuentran directamente referidasa las polticas de Estado salvo para enfrentarlas. E inclu-so, es slo a mitad de camino entre ambos extremos que ha-bremos de encontrarnos, por ejemplo, con la mtica pero de-bilitada Central Obrera Boliviana, que en estos momentos seperfila como la materializacin social colectiva de la llama-da agenda de octubre. Pero no hay en Bolivia -como no lohay en ningn pas de Amrica Latina- ningn elemento deunificacin en abstracto: lo proletario queda seriamentepuesto en tela de juicio toda vez que se recuerden los agudoschoques habidos en octubre del 2006 entre mineros asalaria-dos y mineros cooperativistas, lo campesino tambalea si sepiensa que algunas organizaciones guaranes se han opuestoa la toma de tierras en el Oriente por parte de pobladoresprocedentes del altiplano y lo indgena se desvanece si re-paramos en que el propio proyecto de reforma constitucionalprev en su artculo 5 el reconocimiento nada menos que de36 lenguas originarias diferentes como expresin de comu-nidades que no pocas veces rivalizan entre s.En este contexto, la izquierda setentista y de pretensin re-volucionaria queda atrapada en su tozudo etapismo, en superimida concepcin del Estado y en su negativa a admitirque el mundo y la regin ya no son los mismos que eran me-dio siglo atrs. Siendo as, esta izquierda no puede plantear-le al gobierno otra alternativa general que no sea el cumpli-miento de sus compromisos electorales previos, agotndose

    en la agenda de octubre y concentrando todas sus energasen la liberacin nacional o en la segunda independencia;una consigna de los aos 60 del siglo pasado que ni siquierafue correcta en aquel entonces. Lo que queda planteado deeste modo es una doble escena: por un lado, la gestin delEstado, como consecuencia de la distribucin electoral delos cargos institucionales y de la dinmica correspondiente;y, por el otro, la movilizacin social orientada prevalente-mente a reclamar cambios en esa gestin que eventualmentevuelven a remitir a la centralidad del Estado y en definitivaa la noria electoral. Mientras tanto, una tercera escena to-dava borrosa, dispersa, inestable y de escasa visibilidadremite sobre todo a la completa autonoma de los movi-mientos sociales y al trazado no de una agenda de reali-zacin estatal que se extrave en el mercado de los pro-gramas poltico-partidarios sino de un conjunto de prc-ticas contra los mil poderes establecidos y por estable-cerse; prcticas capaces de activar mltiples insumisio-

    nes y rebeldas, capaces de generar haceres autogestiona-rios propios, capaces de reunirse transversalmente y ca-paces de confluir en reales alzamientos colectivos. En de-finitiva, eso fue lo que ocurri en abril del 2000 y en octubredel 2003, en que los movimientos sociales libraron dos Gue-rras que iban ms all del Agua y del Gas respectivamentepara plantarle cara al Estado mismo.

    Anarquistas, a pesar de todo

    No es una novedad para nadie que el movimiento anarquis-ta es abrumadoramente minoritario en Bolivia y en cualquierotro lugar del planeta y que seguramente habr de seguirsindolo por un buen tiempo ms. Pero reconocer esto notiene nada de original porque as ha sido siempre y en todaspartes, salvo en algunos pases y durante las dcadas de au-ge del anarcosindicalismo. No obstante, es de sealar que losaos ms recientes han escenificado en un lado y en otro una

    reaparicin cierta del movimiento anarquista; una reapari-cin lenta, temblorosa, que no modifica todava nuestra si-tuacin de debilidad relativa y con infinidad de problemaspor resolver pero s firmemente apoyada en la capacidad delpensamiento y las prcticas libertarias para ofrecer respues-tas profundas a muchos de los interrogantes y conflictos denuestro tiempo y para encarnar en un mismo set la crtica ra-dical del poder, la recuperacin de la utopa y la fuerza delalzamiento cotidiano. Este resurgimiento libertario es natu-ralmente alentador y un importante punto de apoyo sobre elcual reanimar nuestros sueos ms preciados, pero tambinexige ser transitado de modo tal que nos permita emergerfortalecidos de las muy diversas situaciones en curso; en Bo-livia y en cualquier otra parte.Bolivia, por supuesto, cuenta con claves propias y distintivasque slo los compaeros que tienen all su arraigo mili-tante estn en condiciones de descifrar y en las que serasumamente atrevido de nuestra parte incursionar displicen-

    temente. Aun as, creemos que es posible entablar intercam-bios respetuosos a partir de ciertos criterios generales de or-den metodolgico que con toda probabilidad revistan entrelas pautas comunes, no nacionales y que trascienden la si-tuacin boliviana propiamente dicha pero que tambin all

    tienen un lugar.Lo primero que hay que decir ya fue insinuado desde el prin-cipio mismo de estas reflexiones y consiste en descartar elanarco-cualquiercosismo como una alternativa saludable ypromisoria. Adoptar una posicin y un compromiso anar-quistas no es lo mismo que ponerse un vistoso traje de fies-ta cuando el espectculo poltico ofrece un espacio para lasextravagancias; ser anarquista implica saber de buenas aprimeras que habrn de mantenerse relaciones escasa-mente placenteras con todo aquello que pueda estar aso-ciado con el principio de autoridad; incluso en sus for-mas blandas y supuestamente provisorias o transicio-nales. Ms an: optar, si las hubiera, por aquellas materia-lizaciones menos peligrosas, menos malas o menos cruelesdel principio de autoridad es una forma de reconocerlo comotabla de salvacin as sea ocasionalmente y renunciar, portanto, a aquello que constituye precisamente nuestra raznde ser. En tal sentido, bien puede sostenerse que ser anar-quista, sin complejo de minora, es tambin un acto de or-fandad salvaje y de orgullosa conviccin de todos aquellosque individual y/o colectivamente se niegan a ser segundo-nes y acompaantes de procesos ajenos y cuya disposicinbsica consiste en dar vida a procesos propios y genuina-mente emancipadores. Parece lgico suponer que, al menosentre anarquistas, esto debera constituir un punto de partiday un entendimiento comn.Por otra parte, intuir un proceso propio y darle vida no

    alude a otra cosa que a la definicin de prcticas de lu-cha contra toda forma de poder de unos hombres sobreotros y de hacerlo aqu y ahora; incluso aceptando que notodas las formas de poder tienen la misma importancia, lamisma gravedad o la misma capacidad de derivacin. Desdeun punto de vista anarquista no tiene sentido alguno esa vi-sin etapista segn la cual en este momento histrico no haylugar ms que para el enfrentamiento de la oligarqua agro-exportadora y el capital imperialista, esperando confiada-mente medio siglo para habrselas con el capitalismo na-cional, una centuria entera para ajustar cuentas con la buro-cracia estatal y as sucesivamente; en una secuencia evolu-cionista e imaginaria que jams habr de acontecer. Menossentido tiene todava suponer que los pases latinoamerica-nos atraviesan hoy por una etapa histrica tan siquiera pare-cida a la de 200 aos atrs y que, ahora s, una nueva gene-racin de caudillos militares criollos genuinamente naciona-listas se encargar de expulsar a las tropas extranjeras y

    habr de forjar nuestra segunda y definitiva independencia.3Y todo esto carece de sentido por cuanto ignora la enormecomplejidad de las tramas de poder que nos abruman y lasmuchas genealogas que las explican, reduciendo los anta-gonismos a la simple oposicin colonia-metrpoli y disol-viendo mgicamente el mare mgnum de conflictos en suexpresin ms sencilla y tericamente tranquilizadora; y, loque es peor, dilatando la conquista de una vida en libertad,de una vida socialista, para el tiempo de las calendas griegas.Una constatacin adicional consiste en el reconocimiento deque un proyecto anarquista es lo suficientemente especficocomo para no admitir mediatizaciones y lavativas. Adoptaruna posicin rotundamente anti-capitalista, anti-estatista yanti-autoritaria no puede querer decir que se est dispuesto atransar a mitad de camino para acabar sosteniendo posicio-nes semi-socialistas y semi-libertarias: algo que general-mente se presenta ntimamente asociado con esa expectativasin confirmacin conocida de que es posible un entendi-miento completo con otras fuerzas de intencin revolucio-naria; un entendimiento que slo podra plasmarse previaprdida definitiva de nuestra personalidad constitutiva o me-diante una resignada e indefinida postergacin. Sin embargo,lo que s resulta factible es procesar entendimientos par-ciales que tengan que ver con planes de accin concretos,labrados de cara a las organizaciones de base y en su se-no, como expresin de solidaridades y luchas comparti-das. Pero, incluso as, ello no puede querer decir que habre-mos de estar dispuestos a mixturar nuestra identidad terica,ideolgica, poltica, organizativa y de accin en aras de unaunidad o de una inexorable y mecanicista acumulacin defuerzas que estaran por encima de nuestras concepciones.Esas concepciones -que son las que nos constituyen en tantoanarquistas- slo pueden sobrevivir y desarrollarse en tantono las transformemos en objeto de mediatizacin y negocia-cin puesto que son el signo mismo de nuestra existencia co-

    mo movimiento.De lo que se trata, entonces, es de asumir y defender a raja-tabla, a ultranza, un proyecto propio e intransferible; y se tra-ta de hacerlo en el seno mismo de las relaciones de poder -de todas las relaciones de poder-, en torno a las cuales, pre-cisamente, es que se constituyen los movimientos sociales.

    No hace falta discutir que en el contorno de dichas rela-ciones, el pensamiento y las prcticas anarquistas se ubi-can decididamente como resistencia al poder; y no pararevertirlo, dulcificarlo, sustituirlo o duplicarlo sino sim-plemente para negarlo y hacerlo aicos en una conviven-cialidad revolucionaria propia de hombres y mujeres li-bres, iguales y solidarios. Es la riqueza y diversidad de mo-vimientos de los sin-poder la que puede, a travs de la auto-gestin de sus luchas, hacer realidad esa quimera; sin queimporte demasiado ahora conocer al detalle los avances y losretrocesos, las pulsaciones vertiginosas o las construccionespaulatinas. Es en esa malla de dominaciones y resistenciasque habr que moverse en Bolivia tanto como en cualquierotro lugar: contra la explotacin del trabajo, contra el pa-triarcado, contra los sacerdocios avejentados, contra los sa-beres monoplicos, contra las instituciones militares, contrael racismo, contra la depredacin de la naturaleza y contratantas otras cosas que es preferible detener aqu mismo cual-quier intento de enumeracin.Nadie ha dicho, por supuesto, que se trate de un viaje de pla-cer y tampoco creemos que alguien lo haya pensado de esemodo alguna vez. Asumirse como anarquista es un bochor-no casi por definicin; es un riesgo, una irreverencia y unaosada que difcilmente pueda esperar la inmediata aproba-cin de la tribuna. Somos pocos por ahora, es cierto, pero esono debilita esas convicciones asumidas libremente y que s-lo pueden ser defendidas con el mayor de los entusiasmos.

    En tanto anarquistas elegimos enfrentarnos al Estado, al ca-pital y a la autoridad en general; y eso no es otra cosa queuna desvergenza y un motivo de orgullo, nuestro descaro ynuestra nica condecoracin. A las polarizaciones y radicali-zaciones ajenas respondemos con nuestras propias polariza-ciones y nuestra propia radicalizacin, convencidos que talvez se trate de un camino circunstancialmente estrecho peroque al menos es inconfundiblemente nuestro. Sabemos queen Bolivia hay compaeros que piensan de este modo y ellosmerecen ahora y siempre la ms franca solidaridad del mo-vimiento anarquista internacional; una solidaridad que cubretambin a todas aquellas luchas que tengan por norte unmundo en el que la libertad sea la exclusiva voz de mando.De eso se trata, cueste lo que cueste; y precisamente por esosomos anarquistas, a pesar de todo.

    Daniel Barret

    (Colaboracin)

    1 Detrs de esta afirmacin se encubre una crtica a la trilla-da teora del imperialismo de factura sovitica que no serposible discutir en este momento. Desde nuestro punto devista, dicha teora es utilizada hoy casi de modo reflejo portodava vastos contingentes de izquierda sin reparar en quela misma no slo no puede dar cuenta del actual sistema in-ter-estatal de relaciones de poder sino que produce, comoefecto de arrastre, errores estratgicos garrafales. Sin embar-go, debera ser obvio que impugnar una concepcin amplia-mente superada por el proceso histrico no implica ni por uninstante eximir de responsabilidades a los sucesivos gobier-nos de los Estados Unidos ni a las agencias ejecutoras de suspolticas sino ubicarlos en un marco conceptual diferentepreviamente liberado de los esquematismos panfletarios deuso corriente. Para una consideracin algo ms detenida quela actual, vase nuestro trabajo Anarquismo, anti-imperia-lismo, Cuba y Venezuela: un dilogo fraternal (pero sin con-cesiones) con Pablo Moras enhttp://lahaine.org/index.php?blog=3&p=11497 .2 Ciertos clculos sitan la incidencia brasilera en la eco-noma boliviana en el entorno del 20% de su Producto Bru-to Interno. Por cierto, esta articulacin de los capitales brasi-leros debera ser distinguida en un anlisis ms fino de aque-lla que se vislumbra en la actuacin de las agencias guber-namentales de los EE.UU.: una distincin que la teora delimperialismo, aplicada al bulto y sin bemoles, no suele ex-hibir.3 Ya hemos hecho mencin antes a lo errneo de suponer laexistencia necesaria de una etapa de liberacin nacional ycorresponde enfatizar ahora en que tal supuesto se vuelvems anacrnico an en el tiempo de una economa de flujosy altamente internacionalizada. Por aadidura, en el caso bo-liviano, hasta el propio reformismo oficial plasmado en la

    nueva constitucin considera que el pas constituye un Es-tado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunita-rio, por muy enrevesada que sea dicha expresin.

  • 8/2/2019 Libertad N 50

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    SECON

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    CAPITAL FEDERALSalta y 15 de NoviembreBrasil 1142: entrada Est.Brasil 1110: kioscoBrasil 390: kioscoChile 594: kioscoBolivar y MorenoBolivar 225: kioscoAv. de Mayo 575: kioscoC. Pelegrini y ViamonteCorrientes 1312: kioscoCorrientes 1587: kioscoCorrientes 1555:LiberarteCorrientes y Scalbrini OrtizCorrientes y Av. DorregoPlaza Houssay:puestode libros GonzaloPueyrredn 91: kioscoH.Yirigoyen1784: kiosco

    Rivadavia 1779: kioscoRivadavia 3860: kioscoRivadavia y CampichueloPlaza Primera Junta:kiosco entrada al subteF. Lacroze 4169: kioscoGalera Comercial F.Lacroze: kioscos de co-lumnas 24 y 25Freire y EcheverraCabildo 1072:El AlephCabildo 1580: kioscoEcheverra 1685: kioscoTriunvirato 4316: kiosco

    Triunvirato 4774: kioscoConstituyentes 5516De los Constituyentes yAlbarellos: kioscoConstituyentes 6175Beragaa 2325: kioscoGriveo y Artigas: kioscoArtigas y Cabezn: kioscoRamn Falcn 3577

    SubtesEst. Constitucin, subteC: kiosco andn centralEst. Av. de Mayo, subteC: kiosco andn RetiroEst. Lima, subte A:andn a Plaza de MayoEst. Diag. Norte, subte

    C: kiosco andn RetiroEst. Congreso: andn aPrimera JuntaEst. Miserere, subte A:kioscos de andenesEst. Primera Junta: kios-co de andnEst. Alem, subte B: kioscoEst. Pueyrredn: kioscosde ambos andenesEst. Bolivar, subte E:kiosco de andnEst. Carranza, subte D:kiosco andn a Catedral

    Est. Palermo: kiosco

    TrenesEst. Constitucin: hallcentral altura andn 11Est. Retiro, FC Mitre:entrada andenes 4-5Est. Retiro, FC Belgrano:kiosco de andnEst. Retiro, FC SanMartn: kiosco hall centralEst. Palermo: kioscoandn a ChacaritaEst. Once: hall centralEst. Caballito: andn 1Est. Flores: kioscos deambos andenesEst. Chacarita: Corrien-tes y la vaEst. F. Lacroze, FC Ur-quiza: kiosco andn 5Est. Liniers: kiosco Ma-laber, salida del tunelEst. Pueyrredn: andna Retiro: kioscoEst. Rivadavia: andn aa Tigre, kiosco

    AVELLANEDAAlsina 20, El AlephMitre 634, local 9:Roc-ka RollaLas Flores 87:Ficciones

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    LA PLATADiag. 77 y Plaza Italia:El

    AlephCalle 12 n 1244:El AlephCalle 7 e/ 59 y 60:Li-

    brera de la CampanaCalle 6 e/48 y 49:El AlephEst. La Plata: kiosco salidaPlaza San Martn: Feriade difucin Libertaria,

    jueves desde 16 hs.

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    LOMAS DEZAMORAEst. Lomas de Zamora:kioscos ambas entradas

    BanfieldEst. Banfield: lado oesteTemperleyEst. Temperley: kioscosde andn 3-4 y andn 2

    ESTEBANECHEVERRAEst. Monte Grande:kiosco andn 2El Aleph

    TRES DE FEBREROEst. Ciudadela: de andnAmeguino y Av. AmricaEst. Caseros, FC SanMartn: andn a RetiroEst. El Palomar: a Retiro

    LA MATANZAVilla MaderoEst. Madero, andn CatnSan JustoAlmafuerte 3109, esq.Yrigoyen: kioscoCiudad EvitaAv. Maciel y Av. CristianaLaferrereLpez May 3086 esq.Av. Luro: kioscoHonorio Luque y Ruta21, primer sbado decada mes, desde 16hs:

    mesa de propaganda.Villa InsuperableLisandro de la Torre (exRoglos) 1301, kiosco

    GONZLEZ CATNRuta 21 y Cuyo (Equiza):kiosco frente estacin

    MORNEst. Haedo: andn centralEst. Morn: andn Moreno

    ITUZAINGOEst. Ituzaingo, Rivadavia21800: kiosco

    MERLOAv. Rivadavia y JuncalEst. San Antonio de P-

    dua: local 21 de libros yrevistasLibertadEva Pern (R. 21) y Es-trada: kiosco de plaza

    MORENOEst. Moreno: andn centralTimoteo Gordillo 1306:local del UAZO

    HURLINGHAMEst. W. Morris: kiosco

    SAN MIGUELPlaza de San Miguel,esquina Mitre y Pern,domingos desde 17 hs:puesto de propagandaanarquista.

    SAN MARTNEst. Migueletes, FC Mi-tre: andn RetiroEst. Malaver: andn RetiroEst. Chilavert: a RetiroEst. San Martn: a RetiroJos Len SurezEst. Jos L. Surez:andn Retiro

    VICENTE LPEZEst. Munro: andn RetiroVlez Sarfield 4800, kioscoEst. Villa Adelina:andn a Retiro

    MALVINASARGENTINASRuta 197 y vas de Est.Pablo Nogus: kioscoEst. Gran Bourg: vereda

    PILAREst. Pilar: andn a Retiro

    SAN ISIDRO

    Est. Bolulogne, FC Bel-grano: andn Retiro

    SAN FERNANDOEst. Victoria: andn 3 aCapilla del Seor

    TIGREEst. Tigre: andn Retiro

    ZRATEAv. Anta 27: kiosco

    CHASCOMSPlaza Independencia (Mi-tre y San Martn): mirco-les desde 18 hs:puestode Organizacin Liber-taria.

    MAR DEL PLATAAv. Edison y 12 de Oc-tubre: kioscoSan Luis 1745:Alejan-dra LibrosSan Martn 3140:

    Broadway LibrosCorrientes 1731:Li-brera Quin esChesterton?Alberti 3101:Libros

    Horacio

    BAHA BLANCASaavedra 113:Librera

    RaicesBrown 426:LibreraKlasOhiggins 71, loc. 22:

    Del AngelSan Jun y 12 de Octu-

    bre, 1: CEHumZelarrayan 584: kioscoVillarino y BeruttiDonado 373Fitz Roy y ChiclanaVieytes y Juan MolinaGrupo AnarquistaBahiense:[email protected]

    SAN JUNFacultad de CienciasSociales, Complejo IslasMalvinas, mircolesdesde 17hs:puesto depropaganda anarquista.

    JUJUYPlaza Belgrano, sbadosde 16 a 19 hs:puesto depropaganda.

    Desde muy pequeos en la institu-cin llamada familia, los padres nosreproducen el status patriarcal queellos sin saber tambin sufrieron.Comienzan a entrenarnos a base decomparaciones con los hermanos enfuncin de una atroz competenciapara demostrar quien es el mejorde los hijos y si somos hijos nicostratarn que salgamos a imagen y se-mejanza de ellos, si se encuentranbien posicionados econmicamente,pero si forman parte del proletariadobuscarn formarte para que aspires ala burguesa. Cuando nos eligen unaescuela delegan en el estado o laiglesia la solidificacin de la forma-cin sumisa para reclutarnos comoeslabn en la cadena reproductora dedesigualdades sociales que es el sis-

    tema capitalista. Es la educacin ofi-cial la que intentar desde nuestra in-sercin en la sociedad consumistamantenernos alienados, cubriendolos cerebros con tradiciones patriti-cas, mentalidad nacionalista, moralreligiosa y nuevos vanguardismostecnolgicos, obstaculizando el de-sarrollo de la inteligencia solo paraque quede activa en pos de agigantarel amplio bienestar del patrn y lasincalculables riquezas de las transna-cionales o en el caso que sigamosuna carrera profesional, terminar es-clavos de hospitales o consultorios

    del poder judicial o un estudio. En elpasado existieron iniciativas de unaeducacin alternativa a la educacinoficial: las escuelas racionales. Estasestuvieron fuertemente influenciadaspor la experiencia de la escuela mo-derna de Barcelona, dirigida por eleducador cataln Francisco Ferrer iGuardia a comienzos del siglo ante-rior. Aqu en Argentina tambin tu-vieron como fin, mediante una orien-tacin pedaggica basada en el ates-mo, la ciencia, la razn y una amplialibertad entre alumnos y educadores

    que exclua el sistema de premios ycastigos, la transformacin radical

    de los individuos para de esta formaestar concientemente preparados pa-ra iniciar un proceso revolucionario.Tuvieron un relativo xito en la pri-mera dcada en el marco de las so-ciedades de resistencia y los centrosanarquistas. Un ejemplo de stas ex-periencias fue la escuela Los Co-rrales en Parque Patricios, iniciativadel grupo de propaganda del mismonombre, pero estas alternativas edu-cativas se fueron diluyendo con elpasar de los aos debido a la grandesproporcin de medios y materialcon respecto a la enseanza estatal.En el presente, desde hace algunosaos, se encuentran en funciona-miento los denominados bachillera-tos populares. Estos son otorgadospor la pluralidad del actual Estado

    a entidades, partidos polticos, agru-paciones u otras organizaciones enun intento de ampliar y facilitar elespectro educativo, entregando ttu-los oficiales. Tambin en la actuali-dad felizmente estn naciendo pro-yectos para la recreacin de en-seanza libre o racional. Es intere-sante que estas iniciativas pedaggi-cas racionales intenten nuevamentehacer mecha en la sociedad, ojalque esta vez comprendiendo quesiempre va a ser necesaria una edu-cacin alternativa a la oficial parauna formacin racional y conciente

    en las personas, pero mas all de losresultados que logren socialmenteestas experiencias, ser verdadera-mente imprescindible la estimula-cin y la propagacin de las ideas encamino a la revolucin social quedestruya todo tipo de autoridad,competencias econmicas y creen-cias abstractas, adems una vez de-rribado por completo el capitalismo,se hallarn terminadas las contradic-ciones que durante su proceso im-pedan a los individuos llegar a su li-beracin integral.

    N.B.

    Educacin y estimulacin revolucionaria. Ferrer,la Escuela Moderna

    Morir no es slo sucumbir; es perecer tambin en la memoria o el re-cuerdo, que pueden hacer vivir aun un tiempo ms o menos largo des-pus de la muerte; es desaparecer sin dejar nada tras s; nada importan-te, viviendo o vibrando en la humanidad sobre cuya radiacin o cuya es-

    tela los hombres ensayen a caminar o marchen decididamente a noblesy potentes destinos. Es perder, borradas por la muerte, las letras del nom-bre; ser, sin ruido ninguno, como un pedruzco arrojado al abismo, y co-mo si nunca se hubiera existido... Cuntos millones y millones caen yhan cado as! Han juzgado, mientras vivan, que las letras del nombre loeran todo, o lo eran los ttulos sociales, o la efigie acuada en las mone-das o levantada en las plazas como estatua, que es la ltima palabra dela consagracin oficial. Intil! Esta consagracin se parece ms que to-do a la muerte total y absoluta. Si ser grande, enorme el bosque de es-tatuas levantado en todos los pueblos por la consagracin oficial! Sloson mrmoles; en stos han muerto completamente los consagrados.Quin hojea las hojas secas de la crnica?...Viviendo y vibrando en la humanidad hay muchas cosas; otras, estn enella germinantes o pugnando por hacerse luz desde mucho tiempo. Elque las recoge durante su vida, dejar despus de su muerte un surco, es-

    tela, camino... Si sucumbe o es sacrificado por ellas, ya las sintetizar,ya no morir ms; con las letras de su nombre ser ellas mismas, comocon las gotas de su sangre, pag o fu exigido por ellas... As es Ferrer,hermanos, la misma educacin racionalista, la misma Escuela Moderna.Guyau, deca: El libro es un ojo siempre abierto que la misma muerteno alcanza a cerrar. La educacin racionalista, la Escuela Moderna, esun ojo de Ferrer siempre abierto sobre nosotros, que la misma muerte noha alcanzado a cerrar.

    Teodoro Antill

    (extrado de Salud a la Anarqua! La Antorcha 1924)