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E L simple recuento de las obras' lite- rarias publicadas en e! curso de un año induciría a creer que la suma de ellas es el paso preli- minar para decidir del auge o del receso en que se hallan las letras de nuestro país. Sin embargo, aunque el número de títulos de autores nacionales se ha 'sostenido anualmente con nada pronunciadas fluc- tuaciones, esto no significa que su calidad -o las cualidades que nos hacen ponde- rar el trabajo de nuestros con.tempo- ráneos- se refleja de manera invariable y con similiar sentido. La producción desigual en los diversos géneros, las altas y las bajas que un mismo autor sufre en dos de sus obras temporalmente con- tiguas, la desproporción entre lo que sale de plumas noveles respecto de las de es- critores de otras generaciones, la inten- ción de un escritor que se afilia -no siem- pre con un propósito preconcebido- a una determinada corriente y otros su- puestos no menos advertibles hacen que una novela, un libro de poemas o una pieza teatral sean apreciados con medidas no de! todo justas. Por tanto, revisar el panorama de un año de literatura, cuan- do lo inmediato supone una rémora que al crítico no le es fácil dejar de lado, obliga a esforzarse por abordar el asunto con el menor cúmulo de prejuicios y con los mayores ánimos a fin de aplicar ad- jetivos que se correspondan con los libros considerados. La cuestión se agrava si observamos previamente que 1954 no ha sido, en cuanto a méritos, pródigo en las letras y, por lo mismo, resulta doblemente em- barazoso el espulgar con optimista fer- vor en la mayoría de los autores rese- ñados. Es evidente que sobre esa mayo- ría hay escritores que cumplen con acier- to el propósito que su oficio persigue, pero a la vez no es descabellado presen- tir que, entre quienes a nuestro juicio hoy no han sobresalido, hay algunos que tarde o temprano serán algo más que las informes fichas aptas para enriquecer tal "mayoría". Acaso los poetas fueron los que mayor- mente ayudaron a despejar la aridez y monotonía predominantes en nuestra lite- ratura. A sus sorpresas, la prosa apenas respondió con libros menos logrados, y su calidad no siempre fue igualada por la novela, el teatro '() la crítica. Los jóvenes, más inclinados al verso que a trasmitir ideas, duplicaron sus emociones y dieron a las prensas una cantidad apre- ciable de volúmenes. POESTA El desenvolvimiento de la personalidad lírica de Jaime Torres Bodet, desde un adolescel1te sentimentalismo hasta una firme sentimentalidad, ha cruzado por etapas en que las diferencias llegan en ocasiones a establecerse radicalmente. Bodet cantó la alegría melancó- Itca del campo y la tranquilidad c1r la casa. y al contacto de las "nue\'as" escue- las poéticas descubrió temas donde lo mecánico entrega su óbolo a la par que el mundo vegeta!. Su último libro, Fron- salta ahora por encima de su po- S1C10n antecedente y. si bien continúa ciertas melodias soslayadas en libros an- teriores, ci fra sus características en la de las emociones a expe- en que lo juvenil dejó el paso, defll11tlvamente, a una despiadada revi- sión de la vida interior. Sin llegar a Alfo1'lSO Reyes Las LETRAS MEXICANAS en 1 954 Por Alí CHUMACERO ser un "testamento", Fronteras marca, o debe marcar, el límite de la investiga- ción expresiva. Tras de ese volumen, pasados los 50 de la edad, el poeta cruza la última puerta, reconoce su patrimonio y se dispone a manejar lo que la vida Jailllc Torrrs Hodel UNIVERSIDAD DE MEneO le ha dejado. "El doble exilio", "Eterni- dad", "En la aduana", "Poesía", "Civili- zación", "La puerta", "Mar", "En un::! tumba de América", "Clínica" -poemas elegidos aquí por razones temáticas-- no son sólo las páginas que todo escritor desearía escribir sino los testimonios que comprueban que un poema es, al mismo tiempo que una "cosa", un mundo en el cual descansa la imaginación. Las ten- tativas, los ensayos, los intentos, el ries- go de las búsquedas, encuentran al fin el campo en que han de ejercitarse. Esto, que se podría llamar "madurez", no es sino el ascenso a la última confidencia. la respuesta perentoria que a mismo; tarde o temprano, ha de darse el poeta. Caso diferente es el de Octavio Paz. S emillas para un hi1'll1lO -concebido y resuelto de manera cercana a los proce- dimientos gratos al surrealismo- signi- fica en su obra, a la vez que una aventu- ra, un desacato contra la regularidad y, en cierta forma, contra el camino que hacía presumir la parte final de su úl- timo libro. Pero a un lector atento no escapará que, desde IRa'Íz del hombre (1937), Octavio Paz ha cimentado el vigor de su trabajo en la eficacia de la imagen. Pocos como él consagran tal pasión a la furia, a la alucinación de los sentidos, a la fe en la palabra como medio de interrumpir el reposo de las cosas. y la imagen, que en un principio fue metáfora o símil, en Semillas para un him- no se convierte en todo un universo ene- mistado con la pereza del diario trans- currir. La técnica aplicada a la poesía se desvirtúa y pasa a ser, así, el des- cubrimiento de la poesía. Lo que era preocupación conscirnte por el buen cui- dado clel verso, por el adorno oportuno. se transforma en un brusco clesplome elel intelecto. La razón misHla se encien- de, la earclura pierde el equilibrio y el poema es, por convicción propia, un aten- tado contra la formi'.. Con tales armas. Octavio Paz irrumpe, sin dejar caer un solo momento su privilegiado júbilo por la belleza, en otro estaclio de su poesía. Lentamente, José Cárdenas Peña se ·evade de un mundo anegado en lo senti- mental hacia la aprehensión del símbolo poético. Relall/G- del olvido es, con mucho, una !11uestra que supera sus libros anterio- res. Sobre todos, el poema que da nombre al volumen. Ahí el poeta deambula, elige el árido camino de la· elegía de su propio paso, la contemplaci<'Jn del tiempo que fluye inútilmente pero del que no se siente ajeno y, en instantes, salva un poco ele belleza, que es decir un poco de con- suelo. Es Correo lIocfurno el grupo de poemas que ha publicado Jaime Gar- cía Terrés. El hermano menor (1953) elenotó la cliversidad ele temas que ten- taban a su imaginación. En Correo noc- tilma ya rlescubre imágenes CJue desbor- clan el calor. la pasió:l y el espíritu in- tranquilo del verclade1'O poeta. Nacla im- provisado. García Terrés se aleja de la poesía fácil que se con forma Con cantar 1:1 "belleza" del mundo. y se apresta a hurgar por cuenta propia en el misterio que encubre el acontecer diario ele los hombres. Todavía impreciso, sin apurar las múl- tiples influencias, el hispanomexicano Manuel Durán publicó la Ci:tdad asedia- da en que campea un espíritu afín a las situaciones imprevistas y a las prefe- rencias por formas líricas donde la liber- tad expresiva es paralela a un peculiar sentido de observación.

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EL simple recuento de las obras' lite­

rarias publicadas en e! curso deun año induciría a creer que lasuma de ellas es el paso preli­

minar para decidir del auge o del recesoen que se hallan las letras de nuestro país.Sin embargo, aunque el número de títulosde autores nacionales se ha 'sostenidoanualmente con nada pronunciadas fluc­tuaciones, esto no significa que su calidad-o las cualidades que nos hacen ponde­rar el trabajo de nuestros con.tempo­ráneos- se refleja de manera invariabley con similiar sentido. La produccióndesigual en los diversos géneros, las altasy las bajas que un mismo autor sufreen dos de sus obras temporalmente con­tiguas, la desproporción entre lo que salede plumas noveles respecto de las de es­critores de otras generaciones, la inten­ción de un escritor que se afilia -no siem­pre con un propósito preconcebido- auna determinada corriente y otros su­puestos no menos advertibles hacen queuna novela, un libro de poemas o unapieza teatral sean apreciados con medidasno de! todo justas. Por tanto, revisar elpanorama de un año de literatura, cuan­do lo inmediato supone una rémora queal crítico no le es fácil dejar de lado,obliga a esforzarse por abordar el asuntocon el menor cúmulo de prejuicios y conlos mayores ánimos a fin de aplicar ad­jetivos que se correspondan con los librosconsiderados.

La cuestión se agrava si observamospreviamente que 1954 no ha sido, encuanto a méritos, pródigo en las letrasy, por lo mismo, resulta doblemente em­barazoso el espulgar con optimista fer­vor en la mayoría de los autores rese­ñados. Es evidente que sobre esa mayo­ría hay escritores que cumplen con acier­to el propósito que su oficio persigue,pero a la vez no es descabellado presen­tir que, entre quienes a nuestro juiciohoy no han sobresalido, hay algunos quetarde o temprano serán algo más quelas informes fichas aptas para enriquecertal "mayoría".

Acaso los poetas fueron los que mayor­mente ayudaron a despejar la aridez ymonotonía predominantes en nuestra lite­ratura. A sus sorpresas, la prosa apenasrespondió con libros menos logrados, ysu calidad no siempre fue igualada porla novela, el teatro '() la crítica. Losjóvenes, más inclinados al verso que atrasmitir ideas, duplicaron sus emocionesy dieron a las prensas una cantidad apre­ciable de volúmenes.

POESTA

El desenvolvimiento de la personalidadlírica de Jaime Torres Bodet, desde unadolescel1te sentimentalismo hasta unafirme sentimentalidad, ha cruzado poretapas en que las diferencias llegan enocasiones a establecerse radicalmente.~orres Bodet cantó la alegría melancó­Itca del campo y la tranquilidad c1r lacasa. y al contacto de las "nue\'as" escue­las poéticas descubrió temas donde lomecánico entrega su óbolo a la par queel mundo vegeta!. Su último libro, Fron­t~rc:;" salta ahora por encima de su po­S1C10n antecedente y. si bien continúaciertas melodias soslayadas en libros an­teriores, ci fra sus características en lav.inc~la¿ión de las emociones a expe­nel:c~a.s en que lo juvenil dejó el paso,defll11tlvamente, a una despiadada revi-

~ sión de la vida interior. Sin llegar a

Alfo1'lSO Reyes

Las

LETRASMEXICANAS

en

1 954Por Alí CHUMACERO

ser un "testamento", Fronteras marca,o debe marcar, el límite de la investiga­ción expresiva. Tras de ese volumen,pasados los 50 de la edad, el poeta cruzala última puerta, reconoce su patrimonioy se dispone a manejar lo que la vida

Jailllc Torrrs Hodel

UNIVERSIDAD DE MEneO

le ha dejado. "El doble exilio", "Eterni­dad", "En la aduana", "Poesía", "Civili­zación", "La puerta", "Mar", "En un::!tumba de América", "Clínica" -poemaselegidos aquí por razones temáticas-­no son sólo las páginas que todo escritordesearía escribir sino los testimonios quecomprueban que un poema es, al mismotiempo que una "cosa", un mundo en elcual descansa la imaginación. Las ten­tativas, los ensayos, los intentos, el ries­go de las búsquedas, encuentran al finel campo en que han de ejercitarse. Esto,que se podría llamar "madurez", no essino el ascenso a la última confidencia.la respuesta perentoria que a sí mismo;tarde o temprano, ha de darse el poeta.

Caso diferente es el de Octavio Paz.S emillas para un hi1'll1lO -concebido yresuelto de manera cercana a los proce­dimientos gratos al surrealismo- signi­fica en su obra, a la vez que una aventu­ra, un desacato contra la regularidad y,en cierta forma, contra el camino quehacía presumir la parte final de su úl­timo libro. Pero a un lector atento noescapará que, desde IRa'Íz del hombre(1937), Octavio Paz ha cimentado elvigor de su trabajo en la eficacia dela imagen. Pocos como él consagran talpasión a la furia, a la alucinación de lossentidos, a la fe en la palabra como mediode interrumpir el reposo de las cosas.y la imagen, que en un principio fuemetáfora o símil, en Semillas para un him­no se convierte en todo un universo ene­mistado con la pereza del diario trans­currir. La técnica aplicada a la poesíase desvirtúa y pasa a ser, así, el des­cubrimiento de la poesía. Lo que erapreocupación conscirnte por el buen cui­dado clel verso, por el adorno oportuno.se transforma en un brusco clesplomeelel intelecto. La razón misHla se encien­de, la earclura pierde el equilibrio y elpoema es, por convicción propia, un aten­tado contra la formi'.. Con tales armas.Octavio Paz irrumpe, sin dejar caer unsolo momento su privilegiado júbilo por labelleza, en otro estaclio de su poesía.

Lentamente, José Cárdenas Peña se·evade de un mundo anegado en lo senti­mental hacia la aprehensión del símbolopoético. Relall/G- del olvido es, con mucho,una !11uestra que supera sus libros anterio­res. Sobre todos, el poema que da nombreal volumen. Ahí el poeta deambula, eligeel árido camino de la· elegía de su propiopaso, la contemplaci<'Jn del tiempo quefluye inútilmente pero del que no sesiente ajeno y, en instantes, salva un pocoele belleza, que es decir un poco de con­suelo.

Es Correo lIocfurno el ~egumlo grupode poemas que ha publicado Jaime Gar­cía Terrés. El hermano menor (1953)elenotó la cliversidad ele temas que ten­taban a su imaginación. En Correo noc­tilma ya rlescubre imágenes CJue desbor­clan el calor. la pasió:l y el espíritu in­tranquilo del verclade1'O poeta. Nacla im­provisado. García Terrés se aleja de lapoesía fácil que se con forma Con cantar1:1 "belleza" del mundo. y se apresta ahurgar por cuenta propia en el misterioque encubre el acontecer diario ele loshombres.

Todavía impreciso, sin apurar las múl­tiples influencias, el hispanomexicanoManuel Durán publicó la Ci:tdad asedia­da en que campea un espíritu afín a lassituaciones imprevistas y a las prefe­rencias por formas líricas donde la liber­tad expresiva es paralela a un peculiarsentido de observación.

UNIVERSIDAD DE MEXICO

Tomás Díaz Bartleh reunió sus hastaahora más logrados poemas en Con dis­plicencia de árbol. Canciones de ausenciase llama un bello libro de Luis Ríus. Porsu parte, José Pascual Buxó hizo Tie'/1i­po de soledad. Vicente Magdalena ensa­va certeramente la ironía en La se'manaociosa. Tufic Marón Rage comenzó conSombra en la sangre, acompañado debreves glosas del poeta español PedroGarfias. Versos y prosas poéticas sonlos Días santos de Héctor Azar. MaríaAmparo Dávila ratifica sus aptitudesen Perfil de soledades y M editacioncs ala orilla del sueño. Otro tanto hicieronConcha Mojica en Mirilla, Juana Melén­dez de Espinosa en Rio sin orillas, yMaría Dolores Olivares en Revelac-ión.J osette Simó reaparece con un sentidolibro de Sonetos, y Margarita Michelenademuestra su personal sabor lírico enLa tristeza terrestre. De A. Silva Villa­lobos leímos Gajos de sombra, que esbozalaudables aciertos. Tres títulos -Ocultavoz, Anima Victrix, Sinfonía de la Re­volución- juntó en un solo volumen Fe­lipe Sánchez de la Fuente. Pleno de sen­timiento y de sensibilidad, Othón LaraBarba imprimió su Blanco amor. Poemassociales forman el Haz de palomas de Ho­racio Espinosa Altamirano. Igualmentede protesta social es M adre del hombreele Hernán Laborde. i Tengo derecho allli muerte!, de Adolfo Anguiano Vala­dez, recoge versos revolucionarios. Sal­vador Cruz logra hermosos momentosen Imagen de tu voz y otros poemas.Crisanto Cuél1ar escribió un Canto lírico aFernando Ramírez de Agllilar, periodistadesaparecido no hace muchos años. Lospoemas provincianos de Aji tierra bajoel sol los escribió Tito Ortega. De JoséLuis González son Los tres caminos delslle1"io. Vicente Guerrero publicó Por laSerna infinita. Después de años de ausen­cia lírica. Fernando de la Llave retornacon Esclava de los .lucilOS. Arcadio N 0­

guera editó Brújula de sueños. Teoríasavanzadas, en cuanto a la rima, aplicaJ osé Guillermo en Versos al revés de unha/ubre derecho. De Navidad, RamónGálvez regaló a sus amigos con Lal1i11a M oratín, y Herminio Ahumada conPax Animae. Este último también im­primió Sombra fiel. Más volúmenes depoesía: Visiones de Patmos, de SamuelAguilar Sarmiento; Rimas eróticas, der,uis Arvelais Pozos; Décimas a Dios(tercera edición), de Guadalupe Amor.

Angel María Garibay

JosJ Gaos

Tres antologías merecen recordarse: laque prolgó Julio C. Treviño, Artlología deMascarones; la que, bajo el signo de larevista Abside, presentó a Ocho poetasmexicanos; y la que del corrido nacionalpreparó Vicente T. Mendoz<l. La prime­ra fue organizada con poemas de alum­nos de la Facultad de Filosofía y Letrasde nuestra Universidad (entre otros, Je­sús Arellano, Héctor Azar, Rosario Cas­tellanos, Dolores Castro, Miguel Guardia,José P. Buxó, Margarita Paz Paredes,Luis Ríus, César Rodríguez Chicharro,Jaime Sabines, Tomás Segovia y Celedo­nio Serrano Martínez), y la segunda-aparecida con fecha 1955- con compo­siciones de Alejandro Avilés, RobertoCabral del Hoyo, Rosario Castellanos,Dolores Castro, Efrén Hernández, Ho­norato Ignacio Magaloni, Octavio N 0­

varro y Javier Peñalosa. La última -Elcorrido mexicano- es una recopilaciónpresentada con gusto y con orden litera­no.

Entre los extranjeros radicados en Mé­xico, el mejor libro fue U. Z. llama alespacio del colombiano Germán PardoCarcía.

NOVELA, CUENTO, RELATO,RECUERDOS

Li'. novela mexicana no se familiarizatodavía con el empleo de técnicas avan­zadas, provenientes por lo común de lasliteraturas de lengua inglesa. El proce­dimiento que suele adoptarse es el tra­dicional, consistente en no hacer violen­cia contra el t;empo ni cortar escenasen n11 punto pi'.ra después, páginas ade­lante, \'olver sobre la acción. En La cruzdel Sureste, en cambio, Alberto Boni fazN uña se arriesga a relatar distintosargu111ento~ en varios planos, a interrum­pir y a insertar capítulos, sin menoscabode la unidad de la historia. Bien planeada,bien escrita, esta novela clestaca entre lasproducidas durante e! año.

A la vez que !a literatura, RamónRubín se interesa por describir en sustextos la vida primitiva de las comuni­bdes indígenas. J_a hrulna '0 vnelvecZlJf es un relato anovelado que pone demanifiesto, al correr de la acción, las nor­mas sociales persistentes en los gruposhuicholes que habitan una vasta regióndel país. Escrita con efectividad, logracolmar sus propósitos.

Recuerdos de infi'.ncia ayudaron a Ser­gio Magaña a escribir !,-l molino de aire,su primera novela. BIen contado, apo­yándose sobre todo en el diálogo, el ar­gumento asocia la sencillez y los buenosmomentos. Alberto Quiroz, en El pro-

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fesor MentholáthulIl, recoge sus expe­riencias escolares y denuncia muchas delas aventuras en que tomó parte durantesu infancia. Con seurlónimo (Santos Ca­ballero) y amenidad, Manuel Toussaintescribió Las aventuras de Pipiolo en elbosque de Cha.plll!e/,cc Patricia Cox edi­tó el BatallólI de Sall Patricio, basada.en acontecimientos de la il1\'asión norte­americana que padecimos hace poco másde un siglo. Archibaldo Burns se iniciócan una bien desa rrollada novela corta,Fin. . .. , que anima :1 l'spnar ele él lamadu ración de un eseri tor. 01 ra novelacorta es Lilus Kilnts, de Elena Ponia­towska, muy ,celebrada por la crítica.Una historia sucedida l'n el trópico de!Golfo de México publicó Manuel Gon­zález Calzada con el título 42 qrados a lasombra,. Miguel Angel Cevallos, sin apar­tarse de sus reflexiones filosóficas, edi­tó Un hombre perdido ell el universo.La Revolución mexicana dió motivo aotra novela, ¡Canchola era de a caballo!de José Valdovinos Garza. Novela breve,casi capítulo de memorias. es Pr·imavera1nuda del hispanomexicano Tomás Se­gavia. 1<rancisco L. Urquizo no olvidósus temas predilectos en Viva Madero.María Luisa Ocampo, además de publicarcon Salvador Ortiz Vielales una Guía,de bibliotecas en el Distrito Federal, au­menta su bibliografía con Ha 'muerto elDr. Benavides. Rodolfo Benavides re­creó las memorias de un espíritu enRumbos humanos. Relatos novelescos hayen La barca de oro de Guillermo Heim­pel. Se dió a conocer el Sarape blancode Ralph Bell, y Erasmo Ancira publicóChóquim c01n-a-mújie, el tumbador deestrellas. Hermosa es la edición de DoñaBárbara, del venezolano Rómulo Galle­gos, editada en México en ocasión de los25 años del libro y de los 70 de su autor.La más notable novela de escritor espa­ñol en México es Las buenas intencionesde Max Aub.

De Los días enmascarados de Carlos1<uentes se dijo y escribió más que de losotros libros en prosa. Aficionados y pro­fesionales de las letras emitieron opi­niones sobre este j oven escritor. Suscuentos fueron comentados con la mismapasión que si se tratara de :ma obr,ade didáctica literaria o de desatmos poh­ticos. Aunque todos concuerdan en "10bien escrito", los desidentes han exi­gido al autor el abandono. de lo ~ue es,por definición, la tendenCIa que el pre-

Juslino Terl1állr/r.:

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fiere: la de la fantasía, que se solaza enhermanar realidad e imaginación, condetrimento de la responsabilidad de!literato ante la sociedad. El que e! pri­mer libro de un joven haya suscitadotanta curiosidad revela que se trata de unverdadero escritor. Para mí, la debilidadde L.os días enmascarados subsiste preci­samente en eso que su título descubre.Frente a los hechos que relata, hay dema­siada "inteligencia", apoyada en la preci­sión y en la abundancia de lugares pococomunes. Pero, a la vez, sus páginas com­prueban la auténtica voluntad de quienhurga en el secreto literario de los acon­tecimientos que preocupan su pluma. Laclaridad de las influencias, imperiosas entodo autor reciente, dejará franco el pa­so al resuelto escritor que ya empieza aser Carlos Fuentes.

En El ardiente verano, Mauricio Mag­dalena recoge algunos cuentos escritosen otras· épocas, donde reelabora temasdel bajo mundo de nuestra sociedad, lomismo de la capital que de provincias.Magdalena los sabe contar con sabor li­terario. Acaso el último de ellos, ViernesSanto en 1xtapalapa, sea el que mayor­mente justi fique la publicación de El ve­rano ardiente.

A la invención, Emmanuel Carballoagrega la ironía y, cuando es oportuno,cierto espíritu rebelde que presta elsingular tono de su Gran estorbo la es­peranza. La brevedad de Las ratas y, otroscuentos, de Guadalupe Dueñas, no im­pide decir que la autora dispone del sen­tido orientador que la hace entrar dies­tramente en el tipo de relato que ha pre­ferido. Verna Carleton de Millán publicópáginas de interés bajo e! título La nlU­jer que quiso ser infiel. Los Cuentos deindios de Ramón Rubín se unieron porla semejanza de los temas ahí desarrolla­dos. Nos sorprendió Ermilo Abreu Gó­mez con su San Francisco, escenas a lasque no es ajeno lo puramente lírico.Mientras Artemio de Valle Arizpe hacíala segunda edición de Por la vieja calza­da de Tlacupan y publicaba sus Papelesalllarillos, Angel Bassols Batalla, parafinalizar el año, terminó con unos Re­latos '/l/,exicanos. Con una advertencia deJosé Vasconcelos, se hizo la reedicióndelos Cuentos macabros de Alejandro Cue­vas. Hondura psicológica hay en El fosode F. A. Marín. Genaro Alamilla A. hizopúblicas unas Carta·s a mi sobrino semi­narista, .Maravillas de un colmenar esun cuento infantil de Blanca Lydia Treja.En Almas atorlllentadas, Marín RamosContreras concilió su novelas psicológi­cas. De Elías Kesselbrenner se dió aconocer la serie El pingo en el trópico.El peruano Manuel Mejía Valera juntócuentos, pensados con malicia, en La eva­sión. Finalmente, el español Ismael DiegoPér~z, después de redactar un Cantinflas,gema del hUl1wr y del absurdo, publicóNm'raciones y leyendas, y Max Aub nosdió textos de buen sabor lírico en Algu­nas prosas.

Otros libros de ficción, más o menoscercanos a la realidad, son La tierra sinDios de Concha Villarreal. Los alambra­dos, de Luis Córdoba, a quien inspi róla emigración de los campesinos mexica­nos a los Estados Unidos. Juan Cercasd.e Juan Becerra González, Sola de MaríaJosé de Chopitea, y Sala de espera" ame­nas escenas nacidas de la práctica de laDftalmología, ciencia de que es profesio­'nal Teódulo Manuel Agundis.

Alfonso Reyes hizo un pequeño volu­men con el príncipio de sus memorias,

Ortal'io Pa.~

111(/.'1: AllV

Carlos Fuentes

UNIVERSIDAD DE MEXICO

un primer capítulo de evocación familiarque permite a su magnífica prosa recons­truir amorosamente los orígenes del es­critm' en la provincia natal. Los recuerdosremotos, aquelIos que podrían parecercasi impersonales pues son comunes atodas las infancias, cobran en Reyes elrigor de la precisión y se alzan, comotodo lo que esa pluma toca, a la mayordignidad literaria. Parentalia se llamael libro, y es ya un prometedor esbozo delo que será una obra fundamental entrelas muchas que ha escrito el ilustre polí­grafo.

Apareció la segunda edición de un her­moso libro, Un ni17ío en la. Revoluciónmexicana, de Andrés Iduarte. GuillermoContreras se refirió a Silvestre Revuel­tas, genio atormentado. José Juan Tabla­da en la intilllidad, de Nina Cabrera deTablada, nos da una imagen del creadordel jaikái en México. La biografía Ga­briel Le,,¡,va 1,ozano la escribió ErnestoHiguera: Ermilo Abreu Gómez reme­mora afanes infantiles en el tomo ·inicialde su autooiografía titulado La del albasería . . " con prólogo del chileno Ricar­do A. Latcham. Realidades y deseos quenada tienen que ver con la infancia con­formaron el libro Guatemala, genio y fi­.01lra, de Fedro Guillén. De José AntonioSaldívar F. son las semblanzas y anéc­dotas de Chapingo: Siete 'veranos entreparéntesis. El Lázaro Cárdenas de Wil­liam C. Townsend, biografía de intencio­nes progresistas. fue traducido al es­pañol. Diego Córdoba ordenó un Mi­randa, soldado del infortunio, además depublicar anteriormente una Presencia :vpoem.as de Juana de Ibarbourou, y MateoHernández Barroso recordó anécdotas ehistoria de Madrid en El oso y el 11W­

droíio.

TEATRO

Pocas obras de autores nacionales fue­ron llevadas a escena y menos aún seeditaron. De El solterón, de Xavier Villa­urrutia -que no fueinduido en su Poe­sía j' teatro colllpletos-, se hizo una edi­ción correcta. Rafael Solana publicó, Lasislas de oro. La consabida sapiencia lite­raria de Juan José Arreola renace enLa hora de todos, un acto no exento decrítica social. Las cosas simples es unaprometedora obra de Héctor Mendoza.Sergio Magaña reaparece, aprovechandoun tema de importancia nacional e his­tórica, escribió su Jt,foctezuma 11. Fueeditada en revista y puesta en escenala Escuela de cortesanos de vVilberto Can­tón. Alfredo Pereña hizo una comedia entres actos: La escoba verde. De regreso ala literatura, esta vez con una obra tea­tral, Bernardo J. Gastélum publicó unapieza en tres actos: Castillos en el aire.El español SinduIfo ele la Fuente apro­vechó los años que vivió en Madrid pararevivirros en El Ruedo de Calatrava.Una paráfrasis de Mácbcth o el asesinodel sueíio, anteriormente llevada a escena,nos dió en 195-1- el poeta León Felipe.Del teatro traducido, nada igualó a Ana"la Valor", del alenián Eertolt Brecht.

En 195-1- se lleva ron al cabo, nutrida­Illente, los primeros concursos de autoresy de grupos teatrales elel Distrito Fe­deral y ele provincias, bajo el patrociniodel Instituto Nacional de Bellas Artes.En el primcTo, la mejor obra fué De~

pués, '/lada de Carlos Ancira, y obtu­vieron merecida mención Los mios deprueba de María Luisa Algarra y El jui­cio de AH redo Pacheco Buenrostro. En

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UNIVERSIDAD DE MEXICO 11

tonio Peñalosa recogió la obra completadel autor en Frallcisco GOllzó/e.i:. Boca­lIegra, S/t vida 3' SI/. obra, y la precedióde un estudio que ordena los clatos cono­cidos y agn'ga los que habían permane-cido furtivamente en la tradición fami­liar del poeta. Además ele publicar sudiscurso ele entrada en la Academia Me­xicana ele la Lengua. Al fonso MéndezPlancarte revaloró acuciosamente a Sal­7'ado'r Díaz .11 iníll, poeta V a.rtífice. Conel titnlo ,Ilfollso J<eyes, ni.le~tro máximoescritor fue motivo de un e~tudio departe de Luis Garrido. Lo~ nlriados as­pectos dl' la obra de ]{e)"('s son consi­derados ahí con juicio t' información.:\lgo de !l'oría literaria y de ensayo cri­tico contiene la Tcoría dc la palabra ele.1 osé López Bermúdez. Nota~ bibliogril'ficas v obsl'1'vaciol1('~ relatil'i" a las Ie­tras r¿'lllle Manu('1 Conzftkz Calzaela enIlolllbres '\' libros. ].a tncera ~l'1'ie deen~ayos d~ Olidas cortas es <k I'~duardoI.uquín. Prt'parados pOI' Andrl's Henes­trosa, aparecieron dos folkto~: Del 1170­

vimiellto literario eJl I\léxico de PedroSantaciJia, y d Allnl.1I1 futugráfico eleHilarión Fl'Ías y Soto. La prinlL'l'a y úni­ca edición anterior de la IT~('ña de San­tacilia es eh: 1868; d Albullt fotográficoestá tomado cid periódico l.a Orquesta.asimismo del año 1868. L"onardo Pas­que\ compiló, prologó y comentó lasdispersas Prosas de Salvador Diaz Mi­rón. Como tesis para recibir el grado demaestra en artes en español -en la Es­cuela de Verano de nuestra Universi·dad-, Carril' OdeH Muntz publicó, enreducida edición. Luis G. Urbiua, cro­nista. A la vez hizo una cuidadosa se·lección de las Crónicas crollláticas queese ilustre poeta mexicano entregaba pe­riódicamente al diario El Universal, de1924 a 1930. En esta selección, CarrieOdell J\1untz incluye una crónica queUrbina escribió a propósito de Las ca··lles de México de Luis González Obre­gón. Es uno ele los pocos .textos en. queel autor habla de su Origen hUl11tlde,que no siempre gustaba de reconocer.Martín Luis Guzmán publicó su discur­so de entrada en la Academia Mexicanade la lengua: A punte para ulta persoJla­lidad. Salvador D'íaz Mirón 110 fue unasesino es un alegato de Gabriel Cháza­ro. Radiografía y disección de SalvadorDíaz Mirón lo escribió José Carrillo.Otr~ tesis -de maestra en letras- sonr.as heroínas de la novela 11/e-ricana del~'iglo XIX de Teresa Rulfo y de 1\osenzweig. Comprende desde los personajesde Fernánde,' de Lizardi hasta los deMariano Azuela. Jesús Za\'ala prologóy anotó ~oesía, teatro, (>1'0.1'0: epis:olm'iodesconoCIdos de Manuel Jase Othon. Sereeditó -en la Biblioteca del EstudianteCniversitario-. con introducción deFrancisco Monterde. Gra'/lde:::a l1/.exiw­na y fragmentos del Siplo de Oro :v elfjernardo de I3ern::¡"c1o ele Balhuena. Ma­ría Edmée Alvarez mostn') la lengua eS­.haiiola o través de se/crtos autores 111e­xicanos. El problema (k f.l libro .\' ladifusión cultural en México fu" trata·do por Joaquín Almendro~ Jilllénez con~;uf¡ciente conocimiento de cau~a. CarlosBlanco Aguinaga preparó un porl11('1]o­rizado e inteligente estudio sohre [j 1/0­

muna, teórico del lenguaje. En su Brevehistoria del 1II0dernisl1/o. editada C'11 Mé­xico, el dominicano Max HenríquezLJreña se refiere con abundancia a losantecedentes y al florecimiento de es:!escuela literaria en nuC'stro país. Conlógica e información. d arg('lltino Enri·

HUEVA EDICiÓN: PO«­

AGUSnN MILLARES C.U.LO

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MEXJCOPONDO DE CULTURA ECONONJCA

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PUCEDI()() DE UNA NOT1CIAACERCA DE LA INTa.OOUCCION DE LA IMPIU!HA [N JUXICO

CATALOGO RAZONADO DE LIBROS IMPRESOS EN MtXICODE q}9 A 1600.

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BIBLIOGRAFIA

MEXICANADEL SIGLO XVI

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tal modo al autor del Fausto, que en finde cuentas conciben una imagen sospe­chosa de fidelidad a la persona y a suscostumbres. Como "Goethe era un poetade la experiencia inmediata", Reyes pre­fiere seguir sus pasos, en la vida y en laobra, y encontrar el justo medio en queel escritor de su tiempo es, paralelamen­te, el hombre afín a su época. Otros li­bros de Alfonso Reyes fueron las re­ediciones de El suicida y El cazador, yla aparición de la segunda serie de M~ar­ginalia.

Con el segundo tomo de la Historiade la poesía náhuatl, Angel María Ga­ribay K. -ingresado en 1954 en la Aca­demia Mexicana de la Lengua- termi­na la publicación de esa extraordinariaobra. En algunos aspectos, es un librofundamental que viene a dar por termi­nada la latente discusión acerca de laexistencia o no existencia cle nuestra li­teratura precortesiana.

Con oportunidad del centenario ddHimno Nacional mexicano, Joaquín An-

el concurso de provincias, al que concu­rrió la mayoría de la Federación, resul­taron premiados: Héctor González Mo­rales, de Saltillo, Coah., por la direcciónde La muje1' legítima de Xavier Villa­urrutia; Jorge VilJaseñor como autor, conUI/a mujer para la lluvia; como grupoteatral, el Círéulo Artístico Literario deMartínez de la Torre, Ver., dirigido porNemesio de la Torre, con la obra Bajola luz de las estrellas,. Lourdes Valdés,de SaltilJo, Coah., como la mejor primeraactriz (en la Sara de J,a mujer lrgítimadirigida por González Morales); Salva­dor Domínguez, del estado de Veracruz,como primer actor (en el Carlos de Dosboletos para México).

Luis G. Basurto y Carlos Solórzanoestrenaron obras. El primero, la piezateatral Toda una da1'l'lG, y el segundo Elhechicero. El Teatro Universitario ob­tuvo dos éxitos con Seis personajes enbusca de autor de Luigi Pirandello, vEdipo de Sófocles. Se repuso La carrt~d~ cristal de Francisco Monterde. El pre­mIO que anualmente otorga el diario ElNacional, correspondiente a 1953. se en­tregó a Luisa Josefina Hernández. pOI'Botica Modelo que también fué llevadaa escena. Otros estrenos dignos de aten­ción: La casa sin ventanas de Julio Guz­mán, Luces del crucero de Blanca de Re­tana, La M oiiitos de Chouchette Torres,La ilustre cuna y Debiera haber obispasde Rafael Solana, Susana y los jóvenesde Jorge Ibargüengoitia, Frontera juntoal 'IIwr -escenificación de la novela conel mismo título- de José MancisidOl',El hacedor .de dioses -basado en uncuento de Francisco Rojas González­de Barbachano Ponce.

Es de notarse el empeño que una casaeditorial ha puesto en imprimir librosdidácticos relacionados con las artes tea­trales. El estudiank no sólo confiará enlas lecciones del maestro sino que ten­dra la oportunidad de conocer directa­mente lo que se ha hecho o se hace en elextranjero. Finalmente, digamos que Ar­mando de María y Campos. crítico deesta clase de actividades, editó La Virgenfrente a las candilejas o El teatro guada­lupano, y sus crónicas periodísticas -de19-1-6 a 1950- en El teatro está sie111.preen enslS . ..

Por razones tipográficas y bibliográ­ficas, fue un acontecimiento la reediciónde la Bibliografía mexicana del sigloXVI de Joaquín García Icazbalceta,notablemente enriquecida por Agustín Mi­liares Carla. La primera edición (1886)es, por su rareza y composición, una joyade nuestra bibliografía. Icazbalceta descri­bió en eIJa 118 impresos, número queMillares Carla -aprovechando investi­gaciones propias y de otros estudiosos­hace ascender a 180. Además, MillaresCarla completa el enorme acervo de da­tos que acerca de la imprenta en Méxicoempezó a reunir Icazbalceta a partir delaño 1846. Con este volumen, el Fondode Cultura Económica celebró los pri­meros 20 años de su fundación y quisoasí rendir homenaje a la imprenta me­xicana.

Ni crítica ni biografía escueta haceAlfonso Reyes en su Trayectoria de Goe­the. No pres'enta tampoco un Goetheabstracto, ajeno al mundo de su tiempoy, de otra parte, sus propósitos tambiéndesdeñan esa tendencia que, por desqui­te, lleva a los críticos a "humanizar" de

BIBLIOGRAFIA, CRITICA

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que Anderson Imbert, en su Historia dela literatura lúSpanOCfI'l¡.ericalla, incluyelas letras mexicanas desde sus orígeneshasta los momentos actuales. Se impri··mió una segunda edición de un importan­te libro, Las corrientes literarias en laAm.érica hispánica, de Pedro HenríquezUreña. Otro volumen de Max Aub fueLa poesía rspaiiola contemporánea, re­dactada con juicios que no son los quecomúnmente se aceptan acerca de los poe­tas de las generaciones maduras en laPenínsula.

Entre los escasos libros dedicados alas artes plásticas, s'eñalaremos cuatro,que salvan ai rosamente esa especialidaddurante el año: Coatlicuc oe J ustinoFernández, La catedral }' las iglesias dePuebla de Manuel Toussaint, La arqui­tectura de M hico en el siglo XVI dePablo C. de Gante, y El grabado enmadera de Paul W csthehn. Este últimodedica dos capítulos a estudiar el gra­bado en México y las técnicas de estam­pado precortesiano.

Admirable por su información, por elorden como fue concebido y por la ame­nidad con que está escrito es el vastoestudio La música en la cultura. gricga,de Adolfo Salazar.

HISTORIA

Como es costumbre, la historia apor­tó numerosos títulos en tocios los órde­nes. Sólo enumeraré los sobresalientes.Con prólogo y notas cle Manuel Gonzá­lez Ramírez se juntaron los principalesPlanes políticos :v ot1'OS documentos dela Revolución mexicana. Un Anecdotariode la Revolución publicó Justino N. Pa­lomares. Tiempos pasaoos recordó J.Andrés Lara en Prisioncro de callis­tas 'V cristcros. Nuevamente, Eula­lia G'uzmán retorna al tema que ha col­mado sus satisfacciones antropológicas ehistóricas al reunir Pntebas JI dictáme11.es.sobre la autenticidad dc los restos deCuauhtémoc. Un análisis de las ideas auese movían en torno a la Independen~iamexicana constituyen las Imágenes histó­ricas de Hidalgo, de Juan HernándezLuna. Con el nombre general Figuras }'Episodios de la Historia de M hico, Al­fonso Trueba 'Urbina escribió sobre mu­chos temas: Hernán Cortés, los jesuítas,Gastón de Raousset, etc. Pablo C. More­no nos dió una Galería Heroica de M hi­ca. Con prólogo de Guillermo Iban'a, J e­sús Romero Flores publicó México, his­toria de lino. gran ciudad. Leopoldo La­ra Torres se arriesga a dar a conocerimportantes Documentos para la historiade la prrsccllóón religiosa f1t M hico. DeRamón Mencloza Meclina es Contorno dela historia dc Yucatán. Se imprimió unaedición cle A s·í fuc Iuárez, cle Pablo Pri­da Santacilia. Alfonso Caso hizo una In­terpretación del Códice Gómez de Oroz­ca. Apareció una interesante C,'óllica dela aventura de Rouset- Boulbon en So­nora, por Horacio Sobarzo. La importan­te Biblioteca Talisciense sólo editó unlibro, correspOJ;diente al número 12 de lacolección: Hidat.r¡o, el joven teólogo; Ana­les de la vida del Padrc de la Patria, cleAgustin Rivera. La historia, la sociologby la filosofía se clan la mano en La géne­sis de la conciencia libcral en México, deFrancisco López Cámara, que hace el aná­lisis de las ideas corrientcs durante laépoca de nuestra Indepcndencia. DonM elchor Ocampo, reformador de M é­xico es un documentado estudio de JoséC. Valadés. Hasta el año 1946 se extien-

de el Compendio de historia de. NIéxicode José Bravo Ugarte. El destmo y lahistoria de Luis Terrazas es el tema de, .. y México se refug·ió en el dcsiertode José Fuentes M~res.. .'

Más libros de hlstona y de CienCIasafines: Fray Juan José de la Cruz y Mo­ya, Historia de la sa·nta JI apo~t~lica pro­'¡;incia dc Predicadores de M eX1CO en laNueva España, con introducción de Ga­briel Saldívar. Segunda edición de lasCrónicas de M'ichoacán -para la Biblio­teca del Estudiante Universitario-, conestudio preliminar de Federico Gómez deOr02co. Segunda edición de las Relacioneshistóricas de Carlos Sigüenza y Góngora-también para la Biblioteca del Estudian-

Héctor Mendo:::a

El/lilio Obl'egón

(Fotografías de Ricardo Sala:::ar)

te Universitario-, con prólogo de Ma­nuel Romero de Terreros. Pedro de AI­varado, Relación hecha. a H ernando C01'­

tés, en que se refiere las guerras y batallaspara pacificar las provincias del antiguoreino de Goathemala. Se hizo una ediciónde la Historia antigua y de las culturasaborígenes de México, de Manuel Orozcoy Berra. La cultura y la historia prehispá­nicas d·e una región mexicana, La Mixte­ca, fueron excelentemente estudiadas porBarbro Dahlgren de Jordán. De JustoSierra O'Reillv, Marte R. Gómez pro­logó el Segundo libro del Diario de miviaje a· los Estados Unidos (La pretend'i­da cesión de la península de Yucatán aun ,rJobierno extranjero). La organiza-

UNIVERSIDAD DE MEXICO

ción uremial en la Nueva' España, deb ,

1521 a 1861, cs estudiada con acoplOde documentos por Manuel Carrera Stam­pa en Los gremios mexicanos. Esta nota­ble monografía está prologada por el sa­bio español Rafael Altamira.

FILOSOFIA, OTI-(OS LIBROS

Las ideas siguen siendo en Méxi~oasunto de profesores; cuando no empe.node impreparados. La falta de estudJ(:~s

sistemáticos da oportunidad de emitir Opi­niones -en mesas redondas y conferen­cias- acerca de temas cuya discusión,se supone, debería fundal~~ntarse en ~o­

nacimientos menos superfICIales. MarXIS­tas y existencialistas, que en nuestro paísno se han puesto de acuerdo en nada, .sonquienes mejor pasión ponen en poler~llzar

por medio de la prensa o en discutir enla tribuna, mientras los profesores se ale­jan a la grata compañía que les deparael aula universitaria. El existencialismo,que debería ser una actitud, se convierteentr·e nosotros en un sistema de fórmulasaplicables a cualquier cuestión de índolecultural, y las ideas de J ean-~aul Sar~rea que se ha acogido la mayona de la JU­ventud sostienen y dan pábulo a muchasde sus intervenciones públicas. Algo es,sin embargo, que hoy los jóvenes defien­dan con ideas lo que, tarde o temprano.demostrarán con su obra literaria.

La Universidad, por supuesto, es elnúcleo casi único donde se cultiva la filo­sofía. 'Uno de sus profesores más illls-

d.. 1

tres, José Gaos, aban ona p.rovISI?l1a.-mente la cátedra para orga111zar ltbrosque mucho nos enseñan acerca de la si­tuación de las ideas en nuestro país. Elaño 1954, publicó la Filosofía mexicanade nuestros días seri·e de ensayos en tor­no de libros y personalidades. de los. úl­timos lustros. Otro libro senctllo, onen­tador es el del norteamericano PatrickRom~nel1, La formación de la mentalidadmexicana (1910-1950). David N, Arcemedita Sobre lo existencial 'V otros iS1101.0s.De Luis Abad Carretero, -tuvimos Unafilosofía del instante, en que discute te­mas fundamentales de la época contem­poránea. De Luis M. Altamirano, enotras tendencias, se editaron Panegíricosy sermones, y Antonio Gómez Rob1e.dodió a conocer su traducción de la Et~ca

nicomaquea de Aristóteles, a la que p~so

un amplio prólogo que es una maCIzaintroducción a algunas de las ideas aris­totélicas. En esta sección de filosofía,cabrían también algunos libros reseñadosarriba. Por ejemplo: La génesis de laconciencia liberal en México de LópezCámara, y las Imágenes históricas deHidalgo de Hernández Luna. ,

Con datos desconocidos, FranCISCoCuevas Cancino abordó un tema de sin­gular interés para Hi,:panoamérica enRoosevelt y la Buena Vecindad. Variosautores se juntaron (Arturo García For­mentí, Mauricio Magdalena, SalvadorAzuela, Pedro de Alba, Miguel AlvarezAcosta, Luis Noyola Vázquez, AlejandroQui jano, Esteban Baca Calderón, etc.)en El Evangelio de la Patria. La indus­trialización de México atrajo a ManuelGermán Parra. Guillermo Ibarra publicóun discurso, Dos revoluciones: dos C01'IS­tituciones. Del ex Presidente de Guate­mala Juan José A révalo se reimprimió t'nMéxico un acusador estudio, Guatemala,la Democracia y el Imperio, en que haceconsideraciones sobre la "mala vecindad",determinante en la caída del Gobiernoprogresista de su país. Temas parecidosson los de Auscultación hispanoamericanrr.

UNIVERSIDAD DE MEXICO "

del costarricense Vicente Sáenz. RómuloGallegos reunió en volumen un. grupo desus prosas dispersas, con. el tttulo, Unaposición en la vida. El, literato ~0~11l110Gallegos demuestra aqUl sus convl~~lOnes

y sus experiencias en la lucha polItlca.

NOTICIAS VARIAS

El año estuvo nutrido de conferenciassobre temas culturales. Jaime Torres Bo­det disertó en El Colegio Nacional acercade Stendhal, Dostoievski y Pérez Gal­dós. La Universidad preparó un ciclo conel título general Los Grandes Temas deNuestro Tiempo. Tomaron parte, entreotros, José Gaos, Octavio Paz, Wences­lao Roces, Pablo González Casanova, Al­berto Barajas, José Pascual del Roncal,Carlos GraeH ... La Universidad tam­bic:n. en el aula mayor de El Colegio de

(1';1'111' de la I'lÍ!I, 2)

111su1a1'oidad.

Circunstancias v hechos diversos.que no hemos sa'bido o no hemospodido conjurar, har..llevado a nues­tra literatura a una sitüación de in­sularidad, de aislamiento' en el con­cierto universal de la cultura, in­compatible con el desarrollo y lamadurez que ambicionamos. Enprimer lugar, debe mencionarse unacircunstancia puramente externa alas letras, y de orden político y eco­nómico, que ha contribuído a crearesta situación. Recibe el nombre de"barreras aduanales". las que sibien están encaminadas a protegeraspectos fundamentales de nuestraeconomía, redundan en perjuicio denuestra cultura. Salvo contadas ex­cepciones, no podemos vend~r, sinriesgo de pérdida, nuestros hbros alos países extranjeros -que nece­sitan divisas disponibles de dólarespara poder pagarnos-, y sólo po­demos comprar libros extranjerossi dejarnos salir nuestros pocos dó­lares y pagamos altos impuestos ycomisiones a los distribuidores y li­breros. Con esto protegemos indu­dablemente nuestra propia industriaeditorial y de paso nuestra economíageneral. Pero el hecho es que, ade­más de recibir el daño de estas coac­ciones externas, por propia inicia­tiva, cerramos aún más nuestromundo con un violento afán nacio­nalista, con un ciego orgullo que noslleva a proclamar, en todos los to­nos y en todos los órdenes, la sup:e­maCÍa de lo nuestro, y aun nos 111­

duce a desestimar cualquier juicioexterno que contradiga nuestraexaltada patriotería.

Hemos llegado así a la organiza­ción de un pequeño universo priva­do que, para nuestra república delas letras y las artes, cuenta con suspropios mitos, con su propia tablade valores y de rangos, a los que no

México, ofn:ciú otra serie sobre la lite­ratura fantástica en la Argentina, conJuan José Arreola, Enl111a Susana Sperat­ti Piñero y Ana María Barrenechea. Conmoti YO de la sexta feria del libro, Alfonsol~eyes inició -hablando acerca de Juan]~uiz de Alarcún- otro ciclo de conferen­cias, que remató José Lnis Marlínez conun texto sobre Femández c!l; Lizardi.

En los diarios, ]~osa Castro y ElenaPoniatowska publicaron entrevistas conescritores, Grandes fiestas se ce!l;braronpor los 70 años de León Felipe y deRómulo Gallegos. La Nueva Revista do:F'ilología, Hispá1lica, qne publica El Co­legio de México. recordó -con un nú­mero especial- la memoria de AmadoAlonso, que fuera director <le esa publi­cación. En su librería, Emilio Obl-egól~

organizó periódicamente cocteles en ho­nor ele escritores, por distintos motivos:la aparición de un libro, un ingreso en

LEALTADA LA

TRADICIüNdudamos, incluso, en darles un al­cance universal. Hemos renunciadopues, fatal y ~oluntariamente, a unacirculación universal, con sus ries­gos y sus consecuencias, porque sen­timos que es más cómodo ser nos­otros nuestros propios jueces y por­que nos bastamos a nosotros mis­mos. Pero ocurre, un día u otro, quede fuera nos llegan voces tan cliso­nantes como autorizadas, que des­cubren nuestro error y echan portierra nuestros queridos mitos. Yocurre también que los valores quehemos declarado universales sólo loson para nuestro cerrado universo,pues todos, fuera de nosotros, losignoran.

Padece ciertamente nuestro orgu­llo siempre que incursionamos fue­ra de nuestra corte; de ahí que meparezca tarea imprescindible e in­mediata la de procurar tanto esaconfrontación de nuestras obras conlas de la comunidad universal a laque pertenecemos, como en generalel restablecimiento de una doble co­rriente, hacia fuera y hacia dentro,de nuestra cultura.

No es ésta la ocasión para ana­lizar con detenimiento y profundi­dad la cuestión relativa a si es unhecho <') no que nuestra cultura, y enespecial la literatura, haya alcanza­do ya una autonomía, una plenitudv una madurez. La impresión de;l1UChos, que comparto, es de que es­tamos justamente en el umbral deesa madurez. y con ello basta parael presente objeto. Pues bien: si esamadurez o principio de madurezexiste, una de las principales prue­bas que su verificación nos exigees la de someter nuestras creacio--

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la Academia Mexicana de la Lengua, 'Ia\'isita al país de un escritor extranjero.dc. Finalmente, señalemos una películacinematográ fica, Raíces, que b,Lsa sustemas en cnentos tomados de El dioserode Francisco Rojas González.

Tal es el resumen, a muy grandes ras­gos, de lo que se hizo t'n la cnltura mexi­cana durante 1954. Podría hablar de lasrevistas --casi t~das en manos júveni­les-; de las discusiones a soto voce aque dieron motivo tanto los conceptosrevaloradores que Emmannel Carballoescribió en el diario Novedades como losartículos periodísticos y las conferenciasde Octavio Paz; de los comentarios a<;<I­¡orados de UIlO y otro bandos: el quepostula un arte "al servicio de" y el quelucha por la "libertad" del artista. Porquede todo hubo. Pero el temor de agregar10 prolijo a lo somero de esla reseña 111('

induce ;\ pn'f',l'ir el punto final.

'2

nes a una circulación univcrsal. tanamplia y generosa como sea posihlc.Necesitamos esforzarnos porqucnuestras obras se prueben en el jui­cio del mundo, y no sólo en el nues­tro, complaciente y prevenido; y co­rrelativamente, es preciso que per­damos de una vez por todas el mie­do a disolvernos -a disolver nue.s­tra nacionalidad cultural- si ace])­tamos una robusta circulación tini­versal en nuestros intereses intelec­tuales y en nuestras propias COf}­ciencias, que al fin, su madurez mis­ma los llevará a asimilar los jugosque les sean provechosos y puedan·fecundarlos, y a expulsar los quefueren dañinos para su peculiar eco­nomía interna.

No es extraño a la furia naciona­lista que padecemos el afán desnl~­

dido, que periódicamente nos haaquejado, de extranjerizamos. Elcurso de nuestra historia cultur;tlindependiente, es un flujo. y reflujoentre el impulso nacionaJista y elextranjerizante o cosmopolita. Y elreciente impacto de la Revoluciónfué precisamente. en este aspect9.una profunda afirmación nacionalen contra de lo que nos era ajeno ypostizo. Nada más saludable que es­te volver siempre a nuestras pro­pias fuentes y afirmarnos en nues­tras propias raíces, a condición deque no per.damos, por ello. el senti­do de la realidad que nos trascien~le

y a condición también de que no n,osarrastre a los extremos pernicios~)s

de un aislacionismo. Justament~.uno de los más seguros signos denuestra madurez será el perder deuna vez por todas el miedo o la in­sensata devoción por lo extranjero.La salud y la fortaleza de nuestracultura vendrá tanto de la profun­didad de nuestras raíces como de laaltura y de la amplitud de la~ fron­das, abiertas para todos los aIres delmundo.'