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I De ínsula a península, de isla a tierra firme, de cabo San Antonio a cabo Catoche, de La Habana a Campeche, Sisal o Progreso no media más que un breve paso, el Canal de Yucatán, que con sus escasas ciento cincuenta millas marinas permite la entrada al Golfo de México para convertirse en puerta del nuevo mundo. En efecto, a Cuba y a la península de Yucatán las separa el mismo mar ondulante que va y que viene, el Mediterráneo de América, con el batir de las mismas olas, las mismas corrientes y mareas que suben y bajan y que, durante la temporada de junio a noviembre, obedece los mismos ritmos que puede enfurecerlo en tono huracanado para golpear una u otra orilla sin ningún miramiento como las atacaron también sin la menor conmiseración con- quistadores, piratas, corsarios, bucaneros, filibusteros, indieros, negreros y yanquis. Dos tierras hermanas, dos tierras muy jóvenes sobre el planeta, dos tierras alegres, musicales y sufridas, dos tierras de guerras, revoluciones y canciones, dos tierras en conflicto que se han ayudado desde siempre, de la península hacia la ínsula con galli- nas, zapatos, sal, pescado, cordajes, maíz, hojas para la picadura del tabaco, cochinilla para teñir, cacao e indios así como de la ínsula a la península con vinos, azúcar y ron, aceites, tabaco, telas europeas y negros africanos. La villa de San Cristóbal de La Habana o San Francisco de Campeche o la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Mérida han sido ciudades hermanas y vecinas, seguras y cordiales cuando el mundo era menos ancho y más aje- no y, cuando la propia patria se tornaba adversa, sus ciu- dadanos las contemplaban como refugios cercanos y fraternales. Hace ya muchos siglos Cuba y Yucatán se separaron una de la otra como dos células, como si una se hubiera convertido en una balsa de piedra para nave- gar por el Caribe mientras la otra, fija a tierra, la viera partir o como si se hubiera perdido una pieza del rom- pecabezas que quedó flotando en el Caribe. REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO | 41 Cuba y Yucatán Hernán Lara Zavala El Caribe, el Mediterráneo de América, guarda múltiples secre- tos en su historia. Las relaciones políticas, imaginarias y sim- bólicas entre Yucatán y Cuba son tratadas aquí por Hernán Lara Zavala, cuyo más reciente libro, Península, Península, fue galardonado con el Premio Elena Poniatowska 2009. Las figuras de José Martí, Fidel Castro, El Che Guevara, Felipe Carrillo Puerto, entre otras, desfilan en este texto que destila ron y buen tabaco. A Gonzalo Celorio A José Díaz

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I

De ínsula a península, de isla a tierra firme, de cabo SanAntonio a cabo Catoche, de La Habana a Campeche,Sisal o Progreso no media más que un breve paso, elCanal de Yucatán, que con sus escasas ciento cincuentamillas marinas permite la entrada al Golfo de Méxicopara convertirse en puerta del nuevomundo. En efecto,a Cuba y a la península de Yucatán las separa el mismomar ondulante que va y que viene, el Mediterráneo deAmérica, con el batir de las mismas olas, las mismascorrientes y mareas que suben y bajan y que, durante latemporada de junio a noviembre, obedece los mismosritmos que puede enfurecerlo en tono huracanado paragolpear una u otra orilla sin ningún miramiento comolas atacaron también sin la menor conmiseración con-quistadores, piratas, corsarios, bucaneros, filibusteros,indieros, negreros y yanquis. Dos tierras hermanas, dostierras muy jóvenes sobre el planeta, dos tierras alegres,

musicales y sufridas, dos tierras de guerras, revolucionesy canciones, dos tierras en conflicto que se han ayudadodesde siempre, de la península hacia la ínsula con galli-nas, zapatos, sal, pescado, cordajes, maíz, hojas para lapicadura del tabaco, cochinilla para teñir, cacao e indiosasí como de la ínsula a la península con vinos, azúcar yron, aceites, tabaco, telas europeas y negros africanos.La villa de San Cristóbal de LaHabana o San Franciscode Campeche o la Muy Noble y Muy Leal ciudad deMérida han sido ciudades hermanas y vecinas, seguras ycordiales cuando el mundo era menos ancho y más aje-no y, cuando la propia patria se tornaba adversa, sus ciu-dadanos las contemplaban como refugios cercanos yfraternales. Hace ya muchos siglos Cuba y Yucatán sesepararon una de la otra como dos células, como si unase hubiera convertido en una balsa de piedra para nave-gar por el Caribe mientras la otra, fija a tierra, la vierapartir o como si se hubiera perdido una pieza del rom-pecabezas que quedó flotando en el Caribe.

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Cuba yYucatán

Hernán Lara Zavala

El Caribe, elMediterráneo de América, guardamúltiples secre-tos en su historia. Las relaciones políticas, imaginarias y sim-bólicas entre Yucatán y Cuba son tratadas aquí por HernánLara Zavala, cuyomás reciente libro,Península, Península, fuegalardonado con el Premio Elena Poniatowska 2009. Lasfiguras de José Martí, Fidel Castro, El Che Guevara, FelipeCarrillo Puerto, entre otras, desfilan en este texto que destilaron y buen tabaco.

A Gonzalo CelorioA José Díaz

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II

Ese sábado en la noche del año de 1955 que la guaguase detuvo en el pueblo de Valladolid con rumbo a Mé-rida y se subió un hombrón de más de uno ochenta deestatura, el grupo de jóvenes maestras de educaciónpreescolar que venía de Tizimín sintió un raro nervio-sismo que se manifestó con risillas, tosecitas y miradasfurtivas. Desde su lugar cada una de las profesoras lofue siguiendo con la vista mientras él buscaba asientocon el anhelo de que el hombre aquel se sentara a sulado. Pero el desconocido de cabello rizado, cabeza ga-cha para no tocar el techo, peinado hacia atrás y con unbigotillo a la Arturo de Córdova pasó mirando perspi-caz a uno y otro lado del autobús hasta que por findecidió tomar asiento junto a Lía, una joven de cabellocastaño y nariz recta y prominente, hija de una conoci-da familia deMérida que, comomuchas de sus compa-ñeras, viajaba diario a Tizimín a impartir clases en al-gún kínder pues en la capital ya no había vacantes. Líaera la segunda hija de la familia Cámara Blum; su her-mana Socorro, la mayor, no se había interesado por losestudios y desde hacía años se ocupaba en ayudarle a sumadre en las labores del hogar; Lía, que desde niña sereveló como alumna destacada, había concluido ya lacarrera de educadora y hacía sus pininos en el kínderOtilia López en Tizimín. Ligia, la hermana menor to-davía estudiaba secundariaperoyamanifestabauna enor-me facilidad para tocar el piano que aprendió de oído

de tan sólo observar a su hermana Lía tomar clases conuna profesora particular.

Cuando el desconocido se sentó junto a Lía sus com-pañeras se volvieron a mirarla con picardía y complici-dad aunque ella no hizo el menor caso y permaneció se-ria mirando su reflejo por la ventana con la nariz al aire.Al poco rato él inició la conversación que duraría todo eltrayecto hasta Mérida. Ese hombre, que en principiodijo llamarse AlejandroGonzález, no era otro que elmis-mísimo Fidel Castro que había viajado clandestinamentede La Habana a Yucatán para indagar por dónde podríaembarcarse rumbo a Cuba con el anhelo de derrocar aFulgencio Batista luego del fallido golpe al cuartelMon-cada el 26 de julio del año de 1953. La estancia de Fidelen la península fue secreta, relativamente breve y azaro-sa y el escritor JoaquínTamayo ha escrito unamagníficacrónica en su libro La fiesta de la anécdota en la que rela-ta los pormenores de ese viaje y el romance que sostuvoFidel con Lía que, aunque no pasó a mayores, dejó unaprofunda huella en la vida sentimental de ambos perso-najes. Resulta claro que durante ese viaje Fidel no podíadistraerse con una aventura amorosa así que dedicó lamayor parte del tiempo a indagar sobre la profundidadde los mares en diversos puertos de la península, a bus-car una embarcación que sirviera a sus propósitos y a es-tablecer relaciones con otros cubanos radicados enYuca-tán así como con yucatecos simpatizantes con su causa.De acuerdo con Joaquín Tamayo durante esa mismaocasión coincidió en algún momento con el Che Gue-vara que vino a Yucatán a pasar una segunda luna demiel conHilda Gadea, su primera esposa. Juntos, Fidel,el Che eHilda recorrieron las principales ruinas de la zo-namaya para luego tomar caminos separados con la con-signa de encontrarse en algún lugar estratégico deMéxi-co y proseguir su lucha.

De Mérida Fidel Castro viajó a la ciudad de Cam-peche rumbo a Veracruz. De ahí partió a Nueva Yorkdonde organizó una exitosa campaña con los cubanosrefugiados en Estados Unidos y en la que logró reunir160 mil dólares. De Nueva York regresó a Campechepara visitar los principales astilleros de la zona en buscade una embarcación que pudiera servir a sus propósi-tos. No la encontró allí ni en Yucatán sino en Tuxpan,Veracruz, donde, segúnTamayo, tuvonoticias de unbar-co varado en el río con bandera mexicana que le com-pró a un norteamericano de nombre Robert B. Eriksoncon parte del dinero que había reunido enNueva York.Fue así, según la interesantísima crónica de Tamayo,como Fidel y su guerrilla zarparían en el legendarioGranma rumbo a Cuba entre el 24 y 25 de noviembrede 1956 para iniciar su revolución contra Batista. Yu-catán fue pues la primera tierra mexicana en la que Fi-del puso pie cuando se exilió de Cuba después de haberestado en prisión.

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Felipe Carrillo Puerto y Sam Dreben en las fuerzas zapatistas, 1911

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III

Si Fidel y el Che se interesaron por conocer ChichénItzá y Uxmal en el año de 1955 no debieron haber sidoajenos a la visita que Martí hiciera a esas ruinas en unode sus viajes a Yucatán. En efecto, tras su exilio en Euro-pa, el 26 de enero de 1875 José Martí tomó en NuevaYork un vapor que portaba el significativo y sugerentenombre de “City of Mérida” que lo llevaría hasta Vera-cruz de donde supuestamente partiría rumbo a La Ha-bana a la que debía arribar el 31 de enero con la inten-ción de pasar allí unos cuantos días. Pero todo pareceindicar que las autoridades españolas no le permitieronla entrada yMartí tuvo que conformarse conmirar nos-tálgicamente su tierra desde altamar antes de transpor-tarse al Puerto de Progreso para instalarse por unos díasen Mérida. Durante su primera estancia en Yucatán,Martí, como lo consigna Carlos Bojórquez Urzaiz ensu importante libro Cubanos patriotas en Yucatán, co-noció a varios ilustres personajes de la península entrelos que se cuentanAlfredoTorroella y los hermanos Juany José Peón Contreras que habían fundado en 1869 la“Junta Patriótica Cubana de Mérida”, que congregabaa la mayoría de los cubanos exiliados en la capital delestado y a los simpatizantes yucatecos con la guerra deindependencia cubana.

Por esos años sucedió que el arqueólogo norteame-ricanoAugustus Le Plongeondescubrió la primera piezaescultórica a la que bautizaría con el nombre de Chac-Mool. La ocultó en el monte con la intención de sus-traerla del país y llevársela a los Estados Unidos peroJuan Peón Contreras, que a la sazón se desempeñabacomo Director del Museo Yucateco, se enteró del casoy ordenó la expropiación de la pieza la cual le fue nacio-nalizada para que en el año de 1877 se trasladara deChichén Itzá aMérida con el fin de exhibirla en la callede la Mejorada, frente al templo de la Tercera Orden,para gusto y alborozo del pueblo yucateco. Dio la felizcasualidad de que José Martí, luego de haber pasadodos meses en La Habana utilizando el seudónimo deJulián Pérez a partir de su segundo nombre y apellido—como lo haría Fidel con su alias de “Alejandro”—emprendió otro viaje a Yucatán camino a Guatemalapara de ahí dirigirse a la Ciudad de México a casarsecon Carmen. En una carta a Manuel Mercado escribeal referirse a Yucatán: “Ésta es tierra esmaltada de car-dos pero sembrada de buenos corazones”.

Tal parece que gracias a la polémica suscitada por eldescubrimiento del Chac-Mool Martí logró captar, enun prodigiosomomento de revelación durante su breveestancia enYucatán, la importancia y el significado de lacultura maya así como su relación con sus anhelos deuna América unida, única y soberana.No es difícil ima-ginar lo que habrá pasado por la mente del poeta y pa-

triota al escuchar las explicaciones y los comentarios deJuan Peón Contreras describiendo esa impresionantefigura de piedra de expresión hierática, serena y miste-riosa a la vez en posición semirrecostada, con el torso le-vantado y las piernas recogidas, mirando de lado a lon-tananza y sosteniendo entre susmanos, sobre el vientre,un raro objeto donde parecen concentrarse un círculoy un cuadrado para significar así la presencia del sol. Laescultura aparenta recibir la bendición del astro rey enel plexo solar donde se concentra toda la fuerza de unacosmogonía y una visión del mundo asaz compleja, ela-borada y precisa.Tan definitivo fue el impacto que ejer-ció esa pieza en la sensibilidad deMartí, que en uno desus más imaginativos autorretratos dibujó la figura del“hombre solar” oChac-Mool y sobrepuso su propio ros-tro al ídolo, acaso significando que se concebía a sí mis-mo como una suerte de “síntesis de la civilización ame-ricana”. Fue también gracias a los festejos en torno alChac-Mool que Martí tuvo oportunidad de conocertambién al profesor Rodolfo Menéndez de la Peña cu-bano radicado en Izamal que se convirtió en su fuertealiado en la futura guerra de independencia.

Martí visitó las ruinas de Yucatán y escribió sobreellas diversos artículos e incluso se manifestó en favordel pueblo yucateco cuando el gobierno de la Repúbli-ca Mexicana, en un acto claramente centralista, deci-dió que el Chac-Mool fuera transportado al MuseoNacional de la Ciudad de México en lugar de dejarloen el museo regional de Mérida como parte del patri-monio cultural de la zona.

Bojórquez Urzaiz ha estudiado a fondo el impor-tante papel de Yucatán en la consolidación de la guerrade independencia cubana y la contribución y apoyomoral y material con los que muchos clubes revolucio-narios de Yucatán contribuyeron en favor de la lucha,primero contra España, después contra los EstadosUni-dos y luego contra la tiranía deBatista. Permítaseme aquícitar una de las tantas frases de Martí en favor de Yu-catán, pronunciada en Guanabacoa en ocasión de los

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CUBA Y YUCATÁN

Carrillo Puerto después de ser fusilado, 1924

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actos fúnebres de AlfredoTorroella y consignada en el li-brodeHerreraFranyuttiMartí en México: “Mérida es tie-rra de ojos negros y jazmines blancos; echa al mar playasde palmas como para recibir mejor a sus hermanos…”.

IV

La relación entre nuestros pueblos ha sido siempre deunaa otra orilla y las mentes progresistas de Cuba y deMé-xico han encontrado eco y continuidad allende el mar.Éste es el caso del interesantísimo episodio ocurrido enla península de Yucatán después de la Revolución Me-xicana que se conoce como el ensayo socialista duranteel régimen de Felipe Carrillo Puerto quien tomó pose-sión como gobernador del estado de Yucatán el primerode febrero de 1922 y que de alguna manera representaotro hito dentro de la historia de nuestras revoluciones.El gobierno de Carrillo Puerto duró tan sólo veintidósmeses pues fue asesinado cuando tenía cuarenta y nueveaños. Era Carrillo Puerto un hombre distinguido, alto,de buena presencia, mirada inteligente y excelente ora-dor, tanto en español como enmaya lo cual le permitiócomunicarse con todos los estratos de la sociedad pe-ninsular, sobre todo con las mayorías humildes de Yu-catán como ningún otro político lo había hecho antes.Zapatista de formación, Felipe Carrillo Puerto iniciasu carrera política en Yucatán una vez que el generalSalvador Alvarado entra a la península y logra someteral estado y a su oligarquía a los nuevos cauces de la Re-

volución Mexicana después de haber librado las bata-llas de Halachó y Blancaflor en el año de 1915. A par-tir de ese momento empieza a suceder en Yucatán unaserie de hechos históricos sin precedente como el Pri-mer Congreso Feminista de la República Mexicanacelebrado en la ciudad de Mérida, los dos CongresosObreros de Yucatán que tuvieron lugar en las ciudadesdeMotul e Izamal y la fundación del Partido SocialistaObrero creado por un grupo de trabajadores y profe-sionistas, apoyado por el propio general Alvarado ycuya junta directiva la integraron personas de oficiostan dignos y diversos que iban desde peluquero, fe-rrocarrilero y farmacéutico hasta profesor normalista,maestro y periodista, todos bajo la presidencia de FelipeCarrillo Puerto. Fue dentro de este partido que Carri-llo Puerto empezó a destacar y a partir de allí inició suascendente y vertiginosa carrera política. Con la elec-ción de Carlos Castro Morales como gobernador delestado de Yucatán, Carrillo Puerto cambió el nombredel Partido Socialista Obrero al de Partido SocialistaYucateco, con lo cual extendió su fuerza política alintegrar a la población campesina que era la más aban-donada y la más numerosa en la península además deatraer la atención y el interés de la clase media progre-sista y simpatizante de las causas sociales. El partido fuecreciendo y luego del Congreso de Izamal de 1921 seconstituyó en Partido Socialista del Sureste que llegó aaglutinar a cerca de setenta mil afiliados. En el año de1920 Felipe Carrillo Puerto salió electo diputado y en1921 se postuló como candidato a Gobernador del Es-tado para el cuatrienio 1922-1926. Entre sus conten-dientes se encontraba el propio Salvador Alvarado, perola fuerza política que Carrillo Puerto había adquiridodentro del Partido Socialista del Sureste logró minarlointernamente de modo tal que Alvarado decidió reti-rarse de la campaña y volver al Distrito Federal. Así, el6 de noviembre de 1921 Felipe Carrillo Puerto gana laselecciones para Gobernador de Yucatán por el PartidoSocialista del Sureste. Triunfa por abrumadora mayo-ría sobre sus contendientes obteniendo además la ma-yor parte de las diputaciones y ayuntamientos del esta-do con lo cual se convierte en un auténtico caudillopues había sido luchador social, líder campesino y jefeindiscutible de un partido que apelaba a la clase des-protegida. Carrillo Puerto se encontraba entonces ensu máxima plenitud para construir el primer gobiernosocialista de Yucatán y de Latinoamérica y así lo anun-ció desde su toma de posesión en un encendido discur-so pronunciado en lengua maya del cual me permitocitar sólo una frase consignada por Jaime Orosa Díazen su biografía de Carrillo Puerto:

La tierra es de ustedes. Ustedes han nacido aquí, aquí han

crecido, han gastado su vida encorvados en el campo

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Convento de Santo Domingo. Universidad, La Habana

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cortando pencas para el amo que se ha apoderado de las

tierras. Pero ustedes las van a recuperar de acuerdo con

las nuevas leyes que reconocen ese legítimo derecho. Y

siendo de ustedes la tierra, lo natural es que las cosechas

también les correspondan.

Ya podrán imaginarse cómo recibió el grupo de ha-cendados deYucatán las palabras deCarrillo Puerto. Así,un puñado de terratenientes que la historia tiene ple-namente identificados al ver afectados sus intereses he-nequeneros organiza una conjura para asesinarlo. Sedice que ofrecieron 250mil dólares por su cabeza. Nofaltó el militar corrupto y venal que, aprovechándosedel levantamiento de Adolfo de la Huerta en contra deObregón, se valiera de la situación para proclamarsepartidario de la revuelta delahuertista y avanzar contrael estado de Yucatán. El general Juan Ricárdez Broca seautonombraGobernador de Yucatán y sale en busca deCarrillo Puerto que, ante tales circunstancias, no le que-da más remedio que refugiarse en el interior del estadoaprovechando su apoyo y popularidad que gozaba entreel campesinado que se había organizado en las “ligas deresistencia”. Desgraciadamente como los socialistas nocontaban con armamento, pues Carrillo Puerto siem-pre se había manifestado en favor de la paz social paraevitar cualquier derramamiento de sangre y el sacrifi-cio inútil de una temeraria defensa, decide huir en com-pañía de varios de sus hermanos y de sus colaboradoresmás cercanos. Se dirige entonces a la costa, a Chiquilá,con objeto de huir. ¿A dónde? Pues ni más ni menosque a La Habana donde intentarían conseguir fondos

y de donde intentarían pasar a los Estados Unidos parapertrecharse e ingresar otra vez a México por el nortepara volver al estado de Yucatán con el armamento ne-cesario para defender y recuperar lo que había logradomediante unas votaciones libres y democráticas.

Cuenta la historia que el 14 de diciembre de 1923Felipe Carrillo Puerto huyendo de la gente de RicárdezBroca llegó con sus hermanos y lugartenientes a Chi-quilá, cerca del ingenio San Eusebio, en las inmediacio-nes del puerto de Holbox. Ahí tenían dispuesta unacanoa de motor “La Manuelita” propiedad de la CuyoCompany que supuestamente los tranportaría hasta LaHabana pero que estaba situada como a dos kilómetrosde la playa, pues por lo poco profundo del mar de lapenínsula no podría fondear en una costa llena de ba-jos y pantanos.Carrillo Puerto y sus colaboradores cons-truyeron unas balsas para llegar a la embarcación, locual lograron a pesar de que la marea y los ventarroneslos regresaban una y otra vez. Zarparon por fin rumboaHolbox pero nunca lograron alcanzar su destino puesen el trayecto el motor de “LaManuelita” se descompu-so y encallaron en un banco de arena dejándolos vara-dos en medio del mar y a merced de sus perseguidores.Al igual que mi amigo Fernando Espejo, aunque heleído infinidad de veces este dramático episodio en susdiversas versiones cada vez que lo releo siento otra vezel deseo insaciable de que Carrillo Puerto logre ahora síescapar, que se salve. Pero desgraciadamente la historiano ocurrió así pues varados como estaban vieron apa-recer a las fuerzas federales. A Carrillo Puerto y a susaliados no les quedó más remedio que llamarlos para

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CUBA Y YUCATÁN

Vista de la Catedral, La Habana

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pedirles auxilio. Sin embargo, la embarcación federaltampoco se pudo acercar so riesgo de encallar también,así que Carrillo Puerto y sus hombres no tuvieron másalternativa que salir del bote nadando hasta entregarsea las fuerzas federales. Lo que ocurrió después formaparte de una trágica historia que culmina cuando lamadrugada del 3 de enero de 1924 sacan a los prisionerosde la penitenciaría estatal y los transportan al cementeriomunicipal de Mérida donde fusilan a Carrillo Puerto,a tres de sus hermanos y a siete personasmás entre los quese encontrabaManuel Berzunza que fungía comoSecre-tarioGeneral deGobierno.Cuenta el profesorEdmundoBolio que antes de ser fusilado el Consejo de Guerraque lo interrogaba le preguntó qué cargo tenía dentrodel gobierno de Yucatán a lo que Felipe contestó:

No tenía tengo, pues soy hasta estemomentoGobernador

del Estado y Presidente del Partido Socialista, por lo que

conmi carácter de tal protesto enérgicamente por lo ilegal

de este Consejo de Guerra.

Curiosamente la fotografía que le tomaron a Carri-llo Puerto luego de su fusilamiento muestra un asom-broso parecido con la que le tomaron al Che Guevaradespués de su muerte.

V

LaHabana había sido tradicionalmente, o cuandome-nos hasta la primera mitad del siglo XX, el lugar máspróximo a la mente y al corazón de los habitantes de lapenínsula deYucatán. Previo a laGuerra deCastas cuan-do Santiago Méndez y Miguel Barbachano luchabanpor la hegemonía de la península, antes de la divisiónen tres estados, en una lucha de intereses en favor de lasciudades de Mérida o de Campeche que desembocódirectamente en el enfrentamiento de los indios contralos ladinos, La Habana era el lugar obligado para bus-car refugio. Tal fue el caso en el año de 1847 cuandoMéndez recuperó la gubernatura del estado y Barba-chano se vio en la necesidad de exiliarse a Cuba en es-pera de poder cobrar venganza. Y cuando dos años des-pués los indios lograron apoderarse de tres cuartas partesde la península y se encontraban a punto de aniquilar ala raza blanca, los ciudadanosmás pudientes deYucatánvieron en la isla de Cuba su tabla de salvación y aban-donaron la península antes de ser presas de la furia in-dígena. Pero igualmente sucedió cuando la RevoluciónMexicana llegó hasta la península y el general SalvadorAlvarado empezó a impugnar a los principales hacen-dados que, ni tardos ni perezosos, se embarcaron rum-bo a Cuba con todo aquello que podían salvaguardar.

Pero lo que realmente ocurrió es que al margen delas ideologías y de la diferencia de clases, entre Cuba yYucatán o entre Cuba yMéxico ha existido desde siem-pre una afinidad intelectual, política, cultural, climática,de carácter, de modo de vida, de manera de vestir, degusto y pasión por la arquitectura, la música, el baile, lacomida, el trago, la diversión y el deporte.

Contemplada desde el Morro La Habana despliegatoda la magnitud de su belleza y majestuosidad que laconvierte en una de las ciudades más bellas y armóni-cas del orbe. Mérida es una ciudad más modesta peromuchas veces al recorrer el Vedado o Miramar encon-tramos ecos de la Pérez Ponce o del Paseo Montejo ycon frecuencia tiene uno la impresión de hallarse en lamisma ciudad, con el mismo tipo de casa solariega conel jardín al frente, el porche de la entrada, los pisos demosaico fresco, las mecedoras de bejuco, los jardinesinteriores, los frutales y el césped en la parte de atrás,pero sobre todo es la misma tarde con un poco de bo-chorno y humedad, con lamisma luz y elmismo sol queinvita a la siesta o la plácida conversación tomando elfresco. De hecho si mal no recuerdo la idea de los paseos

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Casa señorial, Mérida

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en Mérida surgió a finales del siglo XVIII con Lucas deGálvez en una emulación del Paseo de Paula de LaHabana donde se congregaban los carruajes más ele-gantes de aquellos tiempos a bordo de los cuales ibanlas muchachas más bellas de la sociedad. Y aunque laconcepción del PaseoMontejo correspondemás al gustoafrancesado del porfirismo, no por ello va en desdorode la magnificencia, amplitud y belleza de la QuintaAvenida en La Habana.

Algo semejante podríamos decir de la música quecompartimos por “el efecto Caribe” mediante el cualnos identificamos con el bolero, el bambuco, la trova,el danzón, la rumba, el mambo o el chachachá sinimportarnos demasiado de dónde provienen o cuál essu verdadero origen.

Y qué decir del gusto por el ron como bebida favo-rita de ínsula y península, producto derivado de la cañade azúcar que se inicia en la isla y que de pronto seempieza a destilar también en la península bajo diver-sas marcas pero cuya denominación principal era la de“habanero”, pues se trataba de un ron que emulaba elsabor cubano que se dejaba reposar en barricas de robleblanco español, de buena calidad y con las paredes cur-tidas con el jerez que se importaba de la península ibé-rica. Yo recuerdo demi infancia que el ron se dividía enla península en blanco ymanchado, para distinguir cuálera el añejo y entre las marcas famosas de la penínsulafiguraban, como epígonos de Bacardí, las familias ro-neras como la deGumersindo Pavón, el Ron Berrón, elRon Palma, el Arceo Colonial y cómo olvidar la famo-sa marca del Ron Holcatzín que se destilaba en unahacienda de la familia del mismo nombre ubicada cercadel pueblo deHopelchén y que en sus buenas épocas seconvirtió en el sinónimo del ron peninsular.

¿Y el deporte? El poeta cubano Norberto Codina,ateo de corazón, inicia uno de sus mejores poemas dán-dole las gracias al creador por haber inventado el juegode pelota, deporte nacido en los Estados Unidos peroadoptado de corazón y cojones por Cuba, por la penín-sula de Yucatán, el Golfo de México y por buena partedel Caribe al grado de que en la región se ha converti-do en el deporte nacional y por consiguiente muchosde los peloteros de las grandes ligas provienen de esasregiones.Tal vez a ello se deba la leyenda de que un altomando de la revolución cubana iba un día en su jeepcon un contingentemilitar en el interior de la isla cuan-do de pronto vio a unos guajiritos jugando al futbol.Extrañado, el militar pidió que detuvieran el convoy ypara sorpresa de sus subalternos se despojó de las armas,del cinturón, de la cartuchera y, como un niño más, seunió a jugar con losmuchachitos en plenomonte. Des-pués los guajiritos aquellos se enteraron de que quiense había detenido a jugar con ellos era ni más ni menosque el comandante Che Guevara que, nostálgico del

futbol de su infancia y juventud en un país donde sólose practica el béisbol, decidió darse el lujo de echarseuna “cascarita”.

La única, la gran diferencia que existe entre ínsula ypenínsula, entre Cuba y México y lo que le confiereuna innegable identidad a nuestros países es nuestra razaindia y la raza negra cubana, ese mestizaje que le impri-me carácter y espiritualidad a nuestras naciones y noshace diferentes de nuestros conquistadores españolesasí como del resto del mundo. En un librito de recienteaparición, Ambrosio Fornet conjuntó dos novelitas cu-banas del siglo XIX, Una pascua en San Marcos de Ra-món de Palma y Romay y El ranchador de Pedro JoséMorillas, en un solo volumen ofreciendo así una visiónde los dos polos entre los que oscilaba el pueblo cuba-no antes de la revolución, el de los señoritos burguesesde origen español y el de los cimarrones negros de ori-gen africano, “blanco arriba, negro abajo” que, segúnnosrecuerda Fornet, Nicolás Guillén denominara como“color cubano”, término que también podría aplicarse,con sus respectivas singularidades, al “color mexica-no”. En Yucatán la fuerza de trabajo recaía en la razamaya, encargada de sembrar y cortar el henequén queprodujo las grandes fortunas de los criollos yucatecosasí como enCuba los negros eran los encargados de sem-brar y cortar la caña de azúcar que enriqueció a las fa-milias cubanas de origen español. Fue sólo una vez queesa dicotomía se vio superada; que nuestro mestizaje,que nuestras luchas, nuestras culturas y nuestras reli-giones, llámense sincretismo prehispánico católico osantería, nos llevaron a tener una cosmogonía propia ya aspirar a aquello que Alejo Carpentier definió como“el reino de este mundo”.

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CUBA Y YUCATÁN

Paseo Montejo, Mérida

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