lenguaje y cerebro
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Introducción:
Uno de los temas de mayor importancia e interés en el aprendizaje humano lo es el del
lenguaje por su complejidad y conexión tanto con lo biológico como lo cultural. Ambos
aspectos (el biológico y el cultural) se desarrollan paralelamente en los seres humanos, lo que
da paso a la complejidad de nuestras acciones y las diferencias individuales en el
pensamiento. En esta monografía me propongo a examinar el desarrollo del lenguaje desde
una perspectiva sociocultural, integrando a diversos autores como Jean Piaget, Lev S.
Vygotsky, Jerome Bruner y Humberto Maturana. Explicaré, además, la relación entre
lenguaje y el cerebro desde la neurología, a través de autores como Alexander R. Luria y
Howard Gardner. Realizaré, además, referencias constantes a la ineludible relación entre
lenguaje y aprendizaje humano. Considero que el modelo sociocultural y su entendimiento
sobre el desarrollo del lenguaje, la transformación del cerebro y las implicaciones sobre el
aprendizaje humano comprende una dinámica abarcadora, difícil y ambiciosa. Mi tema estará
dirigido en esta vertiente porque aun siendo explicaciones que apelan al medio social, no se
alejan tajantemente de la explicación biológica. Simplemente añaden un elemento más a
nuestra complejidad humana.
Metodología:
Para abordar el tema se utilizará el análisis de contenido. Se elaborará brevemente de
qué consta el mismo y cómo nos puede ayudar a comprender mejor el tema. Según Baca-
Lobera (2006) este tipo de metodología facilita el análisis de contenidos simbólicos que
normalmente aparecen en los textos y discursos, y que se presentan de manera implícita o
explícita en los mismos. Esta autora, citando a Krippendorff (1980), Titschener (2000),
Navarro y Díaz (1994) explica que dicho método, además de ser un instrumento de análisis
de las ciencias sociales, es subjetivo y dependiente del contexto personal y el marco
Escrito por: Verónica Verdecia ValleFecha de entrega: 4 de agosto de 2010Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras
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académico de quien lo escribe. Por otro lado, no se circunscribe a un solo texto sino a varios
que puedan relacionarse entre sí y que han sido previamente escogidos con una
intencionalidad para producir un meta-texto. Esto quiere decir que se espera producir un
análisis que pueda ser completamente distinto a los anteriores, que aporte nuevas
consideraciones al tema o simplemente lo estudie a profundidad. Es importante establecer
que el meta-texto sigue siendo una producción filtrada por una historia personal, un contexto
y un marco teórico de quien lo escribe.
Contenido:
La propuesta de Jean Piaget sobre la epistemología genética o los orígenes del
conocimiento humano, dan cuenta de un trabajo excepcional sobre el desarrollo y la
capacidad que tenemos para construir conocimiento. Conviene explicar y repasar algunos de
los elementos claves de su teoría para entender su propuesta: asimilación, acomodación,
equilibrio, permanencia de objeto, reversibilidad y estructura son componentes importantes
que nos acercan a una noción activa del sujeto y proporcionan un mejor entendimiento sobre
el lenguaje humano. Uno de los planteamientos de Piaget es el conocimiento como un
proceso activo y de transformación que va de una etapa a otra. A través de la asimilación,
acción que tiene el organismo sobre los objetos, y la acomodación, transformación del objeto
en función de los propios esquemas del sujeto, observamos un intercambio de constante
adaptación al medio (Martí Sala, 1991, p. 112).
Otro de los conceptos, además de la asimilación y acomodación, es el de estructura
como un sistema que presenta sus propiedades pero que no es parcial, sino que es integrado y
que reconoce la biología como base primordial de todo asunto psicológico. Así, la génesis de
una estructura es la “transformación que parte de un estado A y desemboca en un estado B,
siendo B más estable que A” (Piaget, 1986, p. 206). Esto reconoce un principio biológico y
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heredable que es característico en todos los seres humanos, es decir, innato. Sin embargo,
Piaget no relaciona la estructura como algo reducido a la biología, sino que es construida por
el medio social, lo que significa que todo organismo está influenciado por un elemento
externo, y puede modificarse (Piaget, 1986, p. 208).
La noción de equilibrio es también reconocida como un ente activo o “motor de
cambio” y aunque supone una estabilidad en el conocimiento, no significa inmovilidad del
mismo. Entre la asimilación y la acomodación el sujeto experimenta una alteración que logra
estabilizarse por medio del equilibrio. Piaget ilustra la permanencia de objeto y todo lo
descrito anteriormente, en un niño/a menor de 12 años que no puede determinar en cual de
los vasos hay mayor cantidad (si en el largo o en el redondo). La mayoría de las veces sólo
podrá reconocer mayor o menor cantidad en una de las dos dimensiones pero no en ambas a
la vez. Una vez se identifica que ambos vasos siguen conteniendo la misma cantidad se
“cristaliza” la estructura sobre la permanencia del objeto, surge la reversibilidad y el niño/a
está en un equilibrio progresivo. Para que la permanencia de objeto se logre en los seres
humanos se necesita de la maduración (estructura interna), la influencia del ambiente
(manipulación del objeto) y la transmisión social (estructuras externas).
Por otro lado, entre los 2 y 7 años de edad aproximadamente, a lo que Piaget
denomina etapa preoperatoria, surge la capacidad lingüística con la cual se modifica lo
intelectual y lo afectivo; se desarrolla, además, la capacidad de reconstruir acciones pasadas y
futuras. A nivel sensorio-motriz ocurre la articulación del sonido, de tipo práctico (palabras);
más adelante se constituye el lenguaje egocéntrico, que está fuertemente vinculado a la
acción del niño/a y presente en los juegos, la que antecede a la génesis del pensamiento o el
lenguaje. Para Piaget el lenguaje se iguala a la inteligencia en la medida que permite la
comunicación, viabiliza nociones y conceptos pertenecientes al mundo. Según Maceiras
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(2002), el lenguaje egocéntrico queda ejemplificado en los juegos simbólicos de imitación
tales como las muñecas, la casita, carritos, entre otros. No obstante, Piaget considera este tipo
de lenguaje como auxiliar o estímulo de una acción.
Asimismo, se incluye la función simbólica del lenguaje como constitutiva de los
signos verbales y los símbolos que se vuelven estrictamente individuales y representativos.
“El juego simbólico aparece casi al mismo tiempo que el lenguaje, pero de forma
independiente a él, y representa un papel considerable en el pensamiento de los pequeños,
como fuente de representaciones individuales” [….] (Piaget, 1982, p. 78). Una segunda forma
para tal representación simbólica es creada por la imitación, en la que la imagen se convierte
en representación del objeto aun sin estar presente. Todo lo anterior sostiene el punto sobre el
cual Piaget apoya su idea sobre el lenguaje (egocéntrico) como un producto del desarrollo
que precede al pensamiento y que solo tiene un carácter representativo y auxiliar.
Llegado a este punto podemos entender que Piaget propone una idea del aprendizaje
partiendo de la propia actividad del sujeto, en el cual las estructuras crecen y se fortalecen,
pero no son fijas. Se asimilan, acomodan y equilibran constantemente; el lenguaje
egocéntrico en los niños/as está ligado a sus acciones y son estimulantes del mismo, es decir,
es práctico, por lo que no tiene una intención de comunicar o expresar algo. Todo ello sucede
a partir de los 4 años y disminuye a los 7. La génesis del pensamiento sucede cuando ya el
lenguaje se adapta a los demás, incorporándose y asimilándose, dando un paso a la primera
forma de pensamiento lógico, y lo notamos en la aparición de los juegos con reglas. En ese
sentido el lenguaje egocéntrico se convierte en una característica de la etapa preoperatoria
necesaria para la génesis del pensamiento y próxima etapa: la concreta, siendo el lenguaje un
producto más del desarrollo humano.
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Otra de las explicaciones sobre el lenguaje y aprendizaje desde la perspectiva
sociocultural la realiza Lev S. Vygotsky, que no solo hace una crítica al concepto de lenguaje
egocéntrico de Piaget, sino que transforma su teoría y elabora nuevas concepciones del
aprendizaje humano y de su capacidad lingüística. Influenciado por la teoría marxista,
Vygotsky buscaba explicar el funcionamiento intelectual humano a través de dicha teoría,
extendiendo el concepto de mediación cultural más allá del uso de herramientas, a la que se
añade un sistema de signos (lenguaje, escritura, números) que es creado a partir de la historia
colectiva. Rodríguez - Arocho (1999) señala que al postularse la ley genética del desarrollo
cultural Vygotsky explica que el uso de herramientas y símbolos no son productos de la
evolución, sino que éstas se encuentran primero en el plano social y luego se internalizan o se
vuelven psicológicas. Así, el aprendizaje estimula una variedad de procesos mentales que
ocurren a través de la interacción humana, mediatizada por el lenguaje. De ahí se desprende
la famosa cita de Vygotsky: “Todas las funciones psicointelectivas superiores aparecen dos
veces en el curso de desarrollo del niño: la primera vez en las actividades colectivas, en las
actividades sociales, o sea, como funciones interpsíquicas; la segunda, en las actividades
individuales, como propiedades internas del pensamiento del niño, o sea, como funciones
intrapsíquicas” (Vygotsky, 2007, p.36).
El lenguaje egocéntrico de Piaget es reformulado por Vygotsky y denominado habla
privada, la cual puede no tener un sentido estricto para el adulto, pero es importante en la
medida que crea un rango mayor de posibilidades en la realización de una tarea o actividad. A
diferencia de Piaget, Vygotsky opina que el lenguaje no es solo acompañante de una actividad
infantil sino que tiene una función psicológica dirigida a la solución de problemas. En
consecuencia, las actividades del niño/a se tornan menos impulsivas en la medida que se
internaliza el lenguaje (egocéntrico o privado), dado que en un principio el lenguaje está
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provocado por la actividad, pero luego se desplaza al punto de partida de la misma, de lo que
surge una nueva relación en la cual el lenguaje es guía (Vygotsky, 2009, p. 52). Los medios
de contacto social son los signos y las palabras, por lo que también ese proceso de
internalización del lenguaje (que es parte de una historia compartida) se torna personal al
adquirir un significado propio. “La historia del proceso de internalización del lenguaje social
es también la historia de lo social y de la inteligencia práctica del niño” (Vygostky, 2009, p.
52).
Otra de las diferencias que se encuentran en ambos teóricos respecto al desarrollo del
lenguaje reside en su estructura biológica. Mientras que para Piaget las formas de
pensamiento y de lenguaje tienen un carácter primordialmente madurativo, vinculado a la
estructura biológica, Vygotsky entiende, como un principio fundamental, el aprendizaje del
lenguaje en torno a las estructuras históricas y compartidas colectivamente. El “habla
privada” no es algo producto del desarrollo normal, sino que queda internalizado y nos
acompaña por el resto de la vida. Podemos dar cuenta de ello cuando se nos presenta una
dificultad en cualquier tarea y comenzamos a decirnos lo que debemos hacer, creando
además, una organización o plan mental para su realización.
Uno de los seguidores del modelo sociocultural, que intenta ofrecer explicaciones de
la conducta humana desde una perspectiva que amplifica lo correspondiente a lo
genéticamente heredable, lo fue Jerome Bruner. La propuesta de Bruner otorga gran
importancia a la relación social entre el/la niño/a y adulto/a para la formación del lenguaje,
proponiendo el concepto de formato para su adquisición. En este punto notamos una gran
influencia del pensamiento de Vygotsky, que no deja de ser atractivo para muchos autores y
que hace generar una continuación de su teoría sobre el aprendizaje del lenguaje. Bruner
designa al Sistema de Apoyo para la Adquisición del Lenguaje (SAAL) como aquello que
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establece los formatos para que el niño/a se inicie en el mundo del lenguaje. Así, un formato
es un microcosmos dentro del vínculo social, definido por reglas gramaticales en las cuales el
niño/a y el adulto hacen cosas para y entre sí.
Dicha interacción humana es traducida en pragmática del lenguaje, esto es, el estudio
de cómo se utiliza el habla para fines sociales en un contexto compartido, pero que no se
limita al estudio de categorías gramaticales únicamente (Bruner, 1984, p.179). Todo lo
anterior supone que debe haber una interacción contingente, una actividad abierta con una
estructura definida y ritualizada, por lo que los formatos crecen, son variados y complejos.
Dado que son compartidos en comunidad se vuelven convencionales y, por lo tanto,
objetivos, lo que proporciona la base para los actos. Suponen una interacción asimétrica en
cuanto a la relación infante/adulto, en el cual el adulto es modelo, organizador y monitor
hasta que el niño/a aprende a provocar y esperar los formatos, asumiendo una iniciativa
mayor y más frecuente (Bruner, 1984, p.180).
Otros autores, como Humberto Maturana, consideran que el surgimiento del lenguaje
debe verse en los modos de vida humana que lo posibilitan: compartir alimentos, convivencia
y cercanía, coordinación de acciones y la emoción. El placer de conversar hace que se viva lo
humano desde la emoción y el lenguaje surge en ese espacio de acciones en los cuales
aceptamos al otro. Así, con el lenguaje dominamos la realidad (el quehacer diario), lo
emocional (el amor) que viabiliza la convivencia en grupos y el razonar como el fluir
coherente del discurso (Maturana, s/f, p. 4). Con ello el autor establece que el lenguaje solo es
posible en torno a los demás y en convivencia, lo que nos diferencia en gran medida de los
animales, que solo viven en su inmediatez y bajo el dominio de instintos de supervivencia.
Tanto Bruner como Maturana explican el surgimiento del lenguaje desde una mirada que
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implica una coexistencia cultural, en determinada época que se puede resumir, incluyendo la
teoría de Piaget, en una sola palabra: actividad.
Del mismo modo, las teorías referentes a la explicación del lenguaje desde el punto de
vista neurológico, esto es, como una función más del cerebro y del sistema nervioso, brindan
información adicional sobre el desarrollo del lenguaje en los seres humanos. Esto propone un
modelo mecanicista de explicación, llegando a comparar el cerebro con el funcionamiento de
una computadora. Sin embargo, las investigaciones sobre el cerebro parecen ser inacabadas
para una explicación amplia y clara sobre el tema. Esto puede deberse precisamente por la
complejidad de nuestro sistema tanto a nivel orgánico (físico) como cultural e histórico. Lo
biológico como lo cultural parecerían estar tan enlazados que se dificulta obtener una
explicación precisa del lenguaje humano. Algunos de los autores que escogí para la
elaboración y discusión de esta monografía sobre el tema neurológico son Alexander Luria y
Howard Gardner.
Alexander Luria fue un neuropsicólogo ruso, discípulo de Vygotsky que constató, a
través de diversos experimentos, la teoría de su mentor Vygotsky. En su escrito: “El lenguaje
y la conciencia del hombre” (1975) expuso sobre el origen del lenguaje humano y del que se
dice existen diversas teorías. La primera subyace en el ámbito espiritual, es decir, explica el
lenguaje como una manifestación de la vida espiritual a través del mundo material. La
segunda propuesta proviene de un orden evolutivo y positivista, y la tercera lo explica desde
un origen en las actividades socio-laborales por la necesidad de transmitir información,
nombrando objetos que figuran en dicha actividad. Según Luria, los sonidos no tenían
existencia independiente sino que iban acompañados de gestos y entonaciones de la actividad
práctica. A través del tiempo fue que se comenzó a separar el lenguaje de la acción, surgiendo
el mismo como un sistema de códigos independientes, lo que también tuvo posterior
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importancia en la formación de la conciencia (Luria, 1975, p. 111). Es a la luz de ésta tercera
explicación que Luria dará un mayor énfasis a sus investigaciones.
Según la Real Academia Española (2006), se define la afasia como una pérdida de la
capacidad del habla debida a una lesión en las áreas del lenguaje de la corteza cerebral. Se
distinguen diferentes tipos de afasia y se le adjudica a Paul Broca (francés) y Wernicke
(alemán) el descubrimiento para el estudio posterior de la localización de las funciones
cerebrales. Se explica que la afasia de Broca sucede en pacientes que tienen alteraciones del
lenguaje expresivo (lenguaje motor), localizándose la condición en “el tercio posterior del
giro frontal inferior izquierdo”, identificado como el centro para las imágenes motoras de las
palabras. La afasia de Wernicke es considerada como la pérdida de la habilidad para
comprender el lenguaje audible, localizada en “el tercio posterior del giro temporal superior
izquierdo”, identificado como el centro de las imágenes sensoriales de las palabras (Luria,
1984, pp. 20-22). A partir del descubrimiento de estas localizaciones y síntomas se
condujeron investigaciones en lo referente al cerebro y su actividad respecto al lenguaje.
Por otro lado, realizando diversos experimentos Luria logró concluir que el lenguaje
produce un modelo organizacional y regulador de la conducta, lo que significa, además, el
origen del acto voluntario. El lenguaje se interioriza por medio de la subordinación de la
instrucción verbal, lo que reorganiza la atención del niño/a, tiene una base social y, el
nombre, junto al movimiento que se le da al objeto, queda fijado en la memoria (Luria, 1984,
p. 110). “El lenguaje permite destacar dichos objetos, fijar la atención en ellos y retenerlos en
la memoria. En virtud de ello, el hombre se hace capaz de relacionarse con los objetos del
mundo exterior hasta en ausencia de éstos” (Luria, 1975, p.111). Para que el niño/a pueda
seguir la instrucción verbal debe superar primero lo visual (el movimiento) y esto se consigue
entre los 3 y los 5 años de edad, cuando maduran los lóbulos frontales del cerebro. En este
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nivel podemos constatar que habiendo puesto a prueba la teoría sociocultural de Vygotsky,
Luria no se alejó de una propuesta genética al seguir privilegiando la actividad del cerebro y
su consecuente desarrollo.
El neurólogo estadounidense Howard Gardner explica en su libro: Arte, Mente y
Cerebro que el haber estudiado la afasia contribuyó al conocimiento del funcionamiento
cerebral, sin embargo, continua siendo un enigma el saber cómo están organizadas las
funciones cognitivas respecto a los hemisferios del cerebro. Según se sabe, el hemisferio
izquierdo (en personas diestras) es dominante para el lenguaje, la producción de sonidos
consonánticos, las reglas gramaticales y la clasificación de objetos. Por otro lado el
hemisferio derecho tiene mayor importancia en lo relativo a las actividades de percepción
espacial, orientación, manipulación de imágenes, reconocimiento de rostros y texturas
(Gardner, 1987, p. 308). Mucha de las personas afectadas con afasia cerebral, siendo diestras,
exhiben diferencias relacionadas al lenguaje por lo que el autor recalca que ambos
hemisferios del cerebro son significativos cuando se produce el lenguaje. Las investigaciones
se han realizado en personas con diferentes afecciones (tumores, epilepsia, accidentes), pero
existe poco conocimiento sobre el desempeño de un cerebro normal y de los zurdos; en estos
últimos parecería ser más compleja la situación para determinar que hemisferio es dominante.
El dominio de un hemisferio sobre otro y de los que se dice están orientados a
distintas tareas sobre el pensamiento, la percepción, la memoria y los sentimientos, queda
insuficiente dado que las investigaciones demuestran que no todos los cerebros humanos
están organizados del mismo modo y, el lado derecho, tiene igual importancia que el
izquierdo sobre el lenguaje. Los síntomas de diversos trastornos tales como la alexia, agrafia,
anomia, afasia de conducción y afasia mixta transcortical, muestran la uniformidad con que
están organizadas las capacidades lingüísticas en personas diestras (Gardner, 1987, p. 315).
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La gravedad de la afasia no está relacionada con la localización de la lesión, sino con su
tamaño y, según Gardner, es selectiva en cuanto al daño que ocasiona, por lo que infiere lo
siguiente: “Estudios sobre la afasia indican que el lenguaje no es más que una de las
competencias simbólicas del hombre” (Gardner, 1987, p. 318-320). Lo anterior revela no solo
la compleja organización del cerebro, sino que trae el debate filosófico sobre la relación en
torno al pensamiento. El desempeño de ambos lados del cerebro parecería estar tan intrincado
y desconocido aún, que su organización sigue siendo un misterio.
Tanto Luria como Gardner reconocen la importancia del cerebro y del sistema
nervioso para la explicación del desarrollo, la capacidad de aprendizaje y de adquisición del
lenguaje. Luria hace una revisión sobre los términos de función, localización y síntoma para
su reflexión dentro de la formación histórica, cultural y personal de los seres humanos.
Entiende que éstos términos son complejos en su estructura y dinámica, se formalizan a lo
largo de la ontogenia, son cambiantes y la base de la actividad consciente. La actividad
consciente se configura por medio de las herramientas culturales, las cuales a su vez ayudan a
crear nuevos “nudos” en la actividad del cerebro y de la mente (Luria, 1984, p. 31). Esto
concuerda con lo que postula Humberto Maturana en “El origen de lo humano” sobre los
modos de convivencia como base para comprender la evolución de la civilización.
Otros autores, como Klein (s/f), están de acuerdo con el hecho de que la evolución
humana fue a la par de la evolución cultural y que el lenguaje, como el pensamiento, es un
continuo activo que permanece por el resto de la vida. El hecho de que la función,
localización y síntoma para el estudio de la actividad cerebral se torne complejo y no rinda la
luz necesaria para comprender el funcionamiento cerebral, es revelador por temas que
incluyen la plasticidad de éste órgano, en otras palabras, la capacidad que tenemos para
aprender. La dependencia del humano sobre otro ser que lo haga introducirse en los modos de
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vida proporcionan la base para un análisis múltiple al que debe someterse toda investigación
sobre el asunto del lenguaje humano.
Conclusión:
Una vez se examinó el origen del lenguaje humano desde el modelo sociocultural,
frente a la perspectiva neurológica a la que también se le denomina mecanicista, podemos
decir que tanto uno como el otro ofrecen explicaciones necesarias para estudiar el lenguaje.
Tanto la epistemología genética de Jean Piaget como el modelo socio-histórico de Vygotsky
proponen un sujeto con mayor actividad sobre su ambiente, al que no solo observan como
producto de ese medio sino como negociador del mismo. Esto significa que entre el medio
social y el sujeto hay una relación móvil que puede ser modificada. El aprendizaje humano
es, desde el punto de vista de éstos teóricos: actividad constante con el entorno.
Por otro lado, la neurología ha producido un saber vital sobre nuestro funcionamiento
interno y del sistema nervioso, pero aún quedan áreas del cerebro desconocidas que se
escapan a las explicaciones. Alexander Luria investigó sobre el origen del acto voluntario,
encontrado el lenguaje como el centro organizador de toda actividad consciente y su origen se
encuentra en las relaciones socio-laborales del humano. Esto coincide con las ideas de
Maturana e incluso de Gardner quienes aceptan que el lenguaje es una capacidad simbólica
exclusivamente humana y que permite que nos desarrollemos tanto intelectual como
emocionalmente. Las investigaciones sobre la afasia se torna igual de importante para
describir las características respecto a ciertas zonas del cerebro que son parte del proceso del
habla y la comunicación.
Por tal motivo, el sistema nervioso es un factor clave en nuestra explicación sobre el
tema del lenguaje. El ser humano desde que nace, teniendo una carga genética, se inscribe en
un escenario tan complejo como su propia biología y es lo que conocemos cultura. Parecería
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ser que tanto lo biológico como lo cultural se cruzan de manera inminente en nuestra historia
de vida que da paso a una complejidad mayor de nuestros actos, además de diversas teorías
que intenta explicar nuestro origen.
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