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Ruski viaje 1 boda y 7 actos en

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Es la historia del viaje a San Petersburgo por parte de unos cuantos españoles que van a la boda de un familiar. Las costumbres, la cultura y sobre todo el idioma chocarán en esta divertida historia que habla sobre el amor, la amistad pero de las ganas de reírse de todo, empezando por las limitaciones de uno mismo.

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Ruski viaje

1 boda y 7 actos

en

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Equipo español− Familia Chinchín: son tres

miembros. Mi hermana Silvia, mi sobri Noa y mi cuñado Rodrigo. La explicación del nombre “Chinchín” daría para otro libro.

−   Familia Domínguez-Casado: son cuatro miembros, aunque en esta historia se reducen a tres. Mi hermana Belén, mi cuñado José Antonio en el papel estelar de Domínguez y mi sobri Lucía.

−   Viejitos: los abuelos del sufrido novio. Mi padre Alberto y mi madre Pilar.

−   Las chicas: son las hermanas valencianas Arantza y Esther, amigas de los novios.

 −   Narrador: el artífice y único responsable de las consecuencias políticas derivadas del texto.

dra

mat

ispersonae

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Equipo ruso−   Ruski Familia: son cuatro

miembros. Papá y mamá, cuyo nombre no recuerdo; Álex, que hace el papel de ruski cuñao y Verónika, la novia de blanco.

introSe va a celebrar la boda entre

mi hermano pequeño y su novia rusa Verónika. Para tal evento, nos desplazamos todos

a San Petersburgo. 16 personas fue el número total de los asistentes al casamiento.

El texto que se ofrece se parece más a una transcripción fonética de los hechos que se recuerdan más que a un diario o a un cuaderno de bitácora ad hoc.

Se han suprimido los signos de interrogación, admiración... para que sea el lector quien coloque la entonación que crea oportuna.

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Debemos aclarar que el texto que se presenta a continuación es un relato totalmente ficticio. Mi hermano pequeño

nunca se casó en Rusia con su esposa rusa Verónika. Cualquier parecido con la ficción es pura coincidencia con la realidad o un exceso de vodka por nuestra parte.

En cualquier caso, que el lector disfrute del viaje iniciático que se presenta a continuación sobre unos cuantos españoles sueltos en San Petersburgo.

los autores

prólog

o

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día 1

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día 1Sobre las nueve de la noche. Besos.

Despedida. Arrastrar escaleras abajo una maleta de supervivencia de al menos una semana. Llego

tarde y el transporte se impacienta. Lugar de destino, la T1. Hora de vuelo, 23:55 h. Vuelo, LED SU 841.

Nada destacable en el viaje. Una M-40 tranquila, sosegada y oscura nos marca el trayecto. Somos los primeros en llegar a Barajas. Al rato, la familia Chinchín nos alcanza. Ya está completa la primera expedición al asalto a Rusia, el primer grupo que hace de avanzadilla para el resto. Son la vanguardia, en el sentido más literal.

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Más besos. Más despedidas. Nos quedamos solos ante la inmensidad del aeropuerto. Es la soledad del turista, rodeada, como diría la canción, de un montón de gente.

Nos perdemos. Nos encontramos. Nos volvemos a perder. Encontramos al final el sitio para facturar. Los más avezados en estos temas, la familia Chinchín y el novio o futuro esposo, apuran al máximo el peso de la maleta, rozando el límite de lo permitido, la carga de su equipaje. Se felicitan por ello. El otro, el futuro narrador, el más incauto viajero, se queda corto por mucho en el mismo asunto. Habrá que perfeccionar la técnica.

Libres de maletas aunque no de bultos, nos dirigimos al primer control. Es éste. No puede ser, no hay gente. Estará abierto el otro. Puede. Seguro. Venir con dos horas de adelanto

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tiene su explicación. Es el tiempo que tarda uno en orientarse en la jungla de pasillos, maletas y viajeros llamada aeropuerto.

Llegamos. Vacíamos los bolsillos. Desnudos aunque vestidos,

cruzamos los arcos de seguridad. Encontré un portada del New Yorker muy buena que resume el sentimiento.

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Todos aprobamos a la primera, salvo la Chinchina que tiene que repetir convocatoria. Alguien comenta que es estadístico, que llega a pitar por simple seguridad. La explicación

objetiva no convence a la cacheada

que se queja del excesivo celo de la agente de policía. Cabe destacar que el Bebé Chinchín aprueba varias veces para regocijo de los guardias, que parecían casi humanos al verla pasar.

Pasado el primer control, recorrimos un pasillo largo donde nos espera el segundo control, mucho más rápido. Toca esperar. El teléfono manzana del Chinchín senior nos señala nuestra puerta de embarque. Bien. Estamos llegando al principio.

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Subimos al avión. Problemas con el baby car. Sube al fin. Carmen de Mairena disfrazada de azafata rusa nos indica nuestros asientos, que están al final del avión. La próxima vez hay que facturar antes. Si no nos hubiéramos perdido. Es que tú sabías dónde era. Pues claro. Es más preciso señalar que estamos más fuera que dentro del avión.

El Bebé Chinchín es el primero es caer. No espera ni la cena. El segundo bebé de abordo, con cara de marido futuro, se duerme para volverse a despertar y pedir té. Lo hace en ruso. Le contestan en inglés. Lo vuelve a pedir. Le vuelven a contestar. Le traen al fin un té distinto al que jura y perjura que pidió. Termina venciendo el sueño. Todos abrazan a Morfeo. Faltaba el apunte cursi del narrador.

Aterrizamos. Recogida de maletas. Primer

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avión. Llegada a Moscú y vuelta a empezar, pero esta vez descalzos. El Chinchín senior luce calcetines diseñados por Epi y Agatha Ruiz de la Prada.

Tremenda espera para coger el segundo avión. Salimos muy tarde. El narrador se duerme tras despegar. Le guardan la comida para después. Será su comida para después. Será su comida-merienda de ese día.

Nos esperan en la puerta del aeropuerto. Beso. Presentación. Beso. Presentación. Apretón de manos. Presentación. Calor y frío.

Cartel Casaleiz. Nosotros. Boxeador de peli de Scorsese nos escolta tras recoger las maletas. Subimos todos a la furgoneta. Trayecto extraño. Parte de atrás, ruso-inglés. Parte central, español enmudecido y cansado. Zona delantera, ruski-música muy descriptiva. Nadie conoce el autor, ni siquiera los lugareños.

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Llegada al hotel, mil doscientos rublos y una escalera y otra y otra para subir las maletas, el baby car y a nosotros. Entrega de pasaportes, risas, un chiste en rrrrruso. Se queda a las 16:00 pero nadie acude a la cita.

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Tras la siesta, salimos al asfalto, a la aventura rusa. Bajamos. El novio no está. Bares, teatros. Más bares que en toda Noruega. Cambiamos dinero por menos dinero. Alcanzamos la vía central, la Gran Vía Rusa. La arteria cosmopolita se llama Nevsky Pr. Bajamos. Dejamos un enorme McDonald´s y nos mezclamos con la ruski urbe. Fotos más fotos. Caras de sorpresa. Nos sentimos ya con ganas de viaje. Atrás queda la pintoresca burocracia aeroportuaria.

Bajamos, como reiteración, la calle hacia abajo. Nos cruzamos con templos, perritos calientes y una enorme mano pixelada a la cual no nos resistimos a

fotografiar. Vemos a la derecha el edificio al que más hemos fotografiado en el viaje.

Lo denominamos la iglesia del Cristo Reventado, donde no hay Cristo que valga y no

está reventado. En realidad es la iglesia del Salvador sobre la

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Sangre Derramada. Pero el nombre chinchinesco gana adeptos con facilidad. Mañana ajustaríamos cuentas con el Salvador.

Seguimos bajando. La ciudad oscurece y nosotros en un parque infantil. Antes, ríos navegables, coches de la Guerra Fría con conductores suicidas, rusas vestidas de boda, tráfico denso, con tranvías, trolebuses, ruido y mucha ciudad por ver.

Nos dejamos perder para volver a encontrarnos en un viaje en trolebús.

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Con los billetes de juguete, pagamos 26 rublos (que no rupias chinchinas, ni ruskis euros) por cabeza para desandar, al menos, algo de camino.

Llegada al hotel. Antes, cena en un lugar tranquilo, al lado del hotel. Lo más destacable, una sangría caliente totalmente desconocida y que resucitaría a un siberiano en estado de congelación.

Aparece el novio mohíno. Día largo, cansado. Es el día del principio. Poco más que añadir.

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día 2El móvil suena temprano en

la habitación. Llevamos dos horas más que en España, y allí ya sería madrugar. O

sea, madrugón. Ducha. Gruñido. Comunicación mínima entre dos familiares del mismo sexo que han compartido cama. Olor y ruidos aparte. Recuento de dinero.

Entrega de documentación. Bajada al salón para desayunar. Café solo, muy solo para mí más varios zumos variados y bollería, para el acompañante novio, té caliente, más zumo, más silencio.

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Se avecina día largo. Se habla del día, muchos planes, pocos planes, todo por hacer, todo por descubrir.

Adiós. Adiós. Y no te agobies. No me agobio. Despedida del novio. El narrador continúa su desayuno hasta la llegada de la familia Chinchín. Comienzo de esta bitácora. Llegará el narrador a concluirla. Veremos.

Conocemos a Arantza y a Esther, las intrépidas hermanas que vuelan desde Castellón-Valencia-Madrid-Varsovia-San Petersbugo para el bodorrio. Pedazo ruta.

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21Mi admiración ya la tienen

ganada. Besos, presentación, besos, presentación. Risas cómplices muy de mañana. Buen rollito ibérico. Buena señal. Hacen sus planes. Hacemos nuestros planes. Ya nos veremos. Ya nos veremos. Por aquí estaremos. Nosotros también. Salida a la calle. Días más fresco pero aun así, agradable. Prescindimos del chubasquero. Malditos sean...

Repetimos parte de la ruta anterior pero esta vez con intención y alevosía. El Chinchín senior hace la voz de la guía e informa a la tropa por dónde nos movemos. En la primera encrucijada importante, nos desviamos hacia una maravilla arquitectónica llamada Salvador de la Sangre Derramada, pero como se ha explicado en anteriores líneas, decidimos bautizarlo de una manera más corta, más chinchinesca.

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Se agotan las fotos ante la explosión que emanan de las torres y de las cúpulas. Son caramelo y ladrillo. Casi podría decir que si alguien pensara en una imagen que resumiera lo esencialmente ruso, ésa sería sin duda la estampa elegida. Veremos si es el fotograma clave del viaje en el IPhoto.

Bordeamos un canal, dejamos a la izquierda la arquitectura dulce para adentrarnos en un hermoso parque que la voz ilustrada del guía nos confirma que es el Jardín de Mikaelovsky. Un lugar bonito para las fotos. Venimos aquí. Vendremos aquí. El Bebé Chinchín entabla amistad con otro de su misma especie. Ríen, Se besan a lo ruso. Se despiden. Se vuelven a encontrar. Los niños no tienen fronteras.

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Bajada al río. Llamada a la familia. Tan lejos, tan cerca. Echarse de menos no fue nunca tan fácil ni tan rápido. La distancia hace que los días sean semanas y los kilómetros galaxias insalvables. Paramos en una plaza donde arde una llama eterna en honor a los que cayeron. Pequeño receso.

Es tarde. Hay que comer y reponer provisión de pañales. Se hace lo

último, lo primero, Las necesidades mandan y comer nunca está de las primeras.

Vemos una cúpula azul en el horizonte. Un exterior nos engaña y entramos en un sofisticado restaurante.

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Salimos. Tarde. Ahí está el camarero para no dejarnos huir. Du yu espik inglis? A lítel. Ol rait. Carta bilingüe, aunque sin fotos.

Lástima. No todo podía ser perfecto. Cuando se va un país cuyo idioma se habla cero, que las cartas de los restaurantes tengan fotos ayudan mucho en la comunicación.

Se pide, se come, se paga. Luego nos dirán que veriespensif, pero nos parece justo por lo que nos han ofrecido.

Cae la tarde. Visitamos la casa de los Picapiedra, es decir, el

también conocido como la Fortaleza

de Pedro y Pablo. Chinchín senior y el narrador

deciden torturarse entrando en el Museo

de la Tortura que hay dentro. Lo más terrorífico,

sin duda, dos cosas.

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Una mujer en la puerta. Descripción, cruce entre un familiar de la familia Adams y la hermana fea de la Duquesa de Alba. Ya dentro, se encontraba el segundo elemento inquietante, la taquillera, Dejó a este narrador sin adjetivos.

Se podría destacar cualquier elemento de tortura como hiciera el maestro Krahe. Sólo reseñar que en la

representación de la hoguera alguien había dispuesto un ventilador apuntando a las llamas. Más saña. Ironía, No sabríamos concretarlo. Una

vez fuera, la conclusión fue que todas las torturas se termina

pareciendo en algún momento.

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Paseamos por los alrededores. Descubrimos una señal donde se prohíbe tocar el saxo, ir borracho, tronchar árboles y suicidarse. Analizan el asunto la familia Chinchín y el narrador. No hemos traído el saxo de la chinchina, no hemos probado, que nos acordemos, cerveza alguna, los árboles son centenarios y parece complicado romperlos. Nos queda el suicidio. Lástima. Hemos quedado y nos viene fatal morirnos ahora. Podemos estar tranquilos. Cumplimos de forma estricta todas las prohibiciones rusas.

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Suena el teléfono. Es el tuyo. No, imposible. Es el tuyo, el de la manzana. Ah, pues es verdad, es el mío. Que dónde estamos, pues aquí, donde los Picapiedra. Que si nos vemos. Dónde. Donde la llama eterna. Donde. No, estamos donde la llama eterna, en memoria de los caídos de la Revolución o algo así, no en el Ermitage. Vale. Vale. Media hora después. Llamada. Dónde estáis. Donde la llama eterna. No estáis en el Ermitage. Esta conversación creo que ya la hemos tenido. Sabéis ir a donde está el Cristo Reventado. Pues allí en media hora. LED

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Media hora más tarde. Beso. Salutación. Beso. Beso. Salutación. Tomamos algo. Tomemos algo. Beber. Comer. Ambas cosas. Drinkanit. Un sitio caro, barato. Un sitio, sin más. Genial. Genial. Hablamos como los indios, los de América, claro.

Bajamos. Volvemos. En un entrada lateral. Por aquí, coge el carro. Cojo el carro. Al fondo hay sitio. Como en las películas. Por qué al fondo siempre hay sitio. Y yo qué sé. Pregúntaselo a los rusos, Pregúntaselo tú, no te jode. Id primero. Té, refresco, tarta. Barato. Cerca. Muy barato y muy cerca. Olrait.

Hasta mañana. Veremos. Hay mucho que hacer aún. Frase de despedida extraña. Llegada a la esquina del McDonald´s. Todo recto, al hotel. Encuentro en el hall, entre las habitaciones. Hola chicas. Qué tal. Cómo ha ido el día. Hemos paseado. Mañana, al Ermitage. Nosotros también.

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Nos mandan callar. Hablábamos alto. Sí, eso parece. Nos vuelven a mandar callar. Joder con los rusos y el silencio. Calla, a ver si te van a llevar a Siberrrria. Risas y más risas. Es el chiste contínuo. Todo con acento ruso, salvo el Chinchín senior que le sale como si Cantinflas diera primero de un curso de ruso para españoles a distancia.

Es tarde. Vaya horas. A dormir. A dormir. Mañana vienen los viejitos. Es cierto. Sabemos su hotel. Sí, en Siberrrrrria.

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día 3Nos hemos dormido. Qué

hora es. Tarde, muy tarde. Me ducho primero. Me ducho después. Date

prisa. Vacaciones con horario. Mi sueño cumplido. Voy a necesitar unas vacaciones después de las vacaciones.

Desayuno, chicas, novio huyendo a realizar más compras. Debe quedar algo por comprar. Qué estrés. Pues sí. Estará amueblando la casa en el IKEA.

Qué tarde. Si es que anoche eran las tantas. Hoy seriedad. Por

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supuesto. Nada de trasnochar. Prometido.

Zumo y café in extremis. Mandamos al Bebé Chinchín a negociar un cruasán. Quién le niega a una ricura como ésa algo de comida. Plan con éxito. Si es que a todo el mundo le gusta que los planes salgan bien.

Recuento de existencias, de capital, de frutas y de pañales. Coge la plancha. Qué plancha. Tengo que darle a mamá la plancha esta tarde. No voy a llevar la plancha. Pues yo me llevo la plancha y luego se la damos. Me lo recordáis. Te lo recordamos. Sí, ya como siempre.

Dónde vamos. Vamos al Ermitage. Cómo vamos a volver sin ver el

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Ermitage. Pues no se discute más. Al Ermitage.

Salida del hotel. Recorrido conocido. Incidencia no prevista. Mira cuánta gente. Qué será esto. Parece la fiesta de la leche. Leche, helados... y cerveza. Luego. Que van a pensar que somos unos alcohólicos.

Animales en plan Disney ruso, una cabra, un oso que se quiere comer al Bebé Chinchín, parques hinchables, disfraces y nosotros. Vamos después al Ermitage. Claro. No me voy sin ver el Ermitage. Qué pesada estás con el Ermitage.

Id a dar una vuelta. No vemos en diez minutos. Click. Click. Click. Mierda, se me ha agotado la batería LED

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de la cámara. Tienes otra. Tengo otra. Mierda. Qué. Que no. Que no qué. Que no tengo otra. Mierda. Y sólo son las 12:00 h. Voy al Ermitage sin cámara. Mejor.

Y qué compro. Un sombrero y unos juguetes. Puedes comprarle a los chicos ropa. No me gusta regalar ropa. Marionetas. Ahí ya empezamos a entendernos.

Se nos hace tarde. Hay que llegar al museo. Mira, si hay un concierto.

Qué día más raro, no.

Habrá que comer. Sí, es verdad, ya las tripas se

quejan. Unos saladitos. Vale. Pagas tú.

Echamos cuentas después. La niña

se ha hecho caca. Si es que tiene la

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35hora cogida. Te lo juro. Yo puedo presumir de haber plantado un pino en cada museo. Trolero. Es cierto. En el Louvre aún se comenta. Exagerado. Sabes por qué se llaman pinacotecas. Pues eso. Que me lleven a Siberrrria si miento. Comemos. A ello pues.

Por dónde se entrará al Ermitage. No sé. Míralo en la guía. Se accede por el Palacio de Invierno. Joder con los zares. Pedazo palacio. Por allí. Por allí. Será.

Si no hay cola. Pues todo el mundo no has dicho que había una cola que te cagas. Pues no, ya ves. Ya veo, ya. No parece caro. Cuatrocientos rublos son unos diez euros. No es caro. No es caro.

Du yu espik inglis. Niet. Traditzional. Qué habrá querido decir. Dile tres con los dedos. Tres. Dame pasta, que no me llega. Espasiva. Qué rancia.

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Es increíble que la taquillera-momia esta no hable nada de inglés. Cómo se ha puesto. Sólo hablo rrrrruso traditzional.

Llueve. Mierda. Perfecto. Estupendo. El Bebé Chinchín comienza a llorar. Necesita su siesta, lo sabe. Antes de que cualquier ser humano pudiera reaccionar, la taquillera-momia golpea el cristal que la protege del

aire, no se vaya a deshacer. A buen entendedor,

por muy rusa y muy momia se sea, pocas palabras le bastan para hacer que el Bebé

Chinchín se le aparte de la comunidad respetable

museística. No vaya a ser que el ruido de su llanto moleste a

los cuadros. Nos terminan deportando. Fijo.

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Fotos no. Más rublos. Con más dinero puedo hacer fotos. Da. Da, pues no. Vale. No mochila. Joder con las prohibiciones. Calma. No puedo pasar la mochila. Niet. Vale. Sin mochila. Da. Busco la consigna.

Pasamos. Llevo la plancha. Cómo que llevas la plancha. Sí la he cogido esta mañana y la he metido en el carro. No podemos pasar al Ermitage con una plancha. Pues llevo una plancha y punto. No se van a dar cuenta. Va en el carro. Y el arco de seguridad. Qué arco.... Biiiiiiiiiip. Ése. No viene nadie. No. Sigo. Sigue.

Qué queremos ver. Impresionistas, sí. Arte egipcio, sí. Guerras medievales, no.

Por dónde se sube. Pregunta. Y el ascensor. Out of order. Mira esto sí que te lo ponen en inglés los muy ruskis. Qué cosas. Y la escalera... Coño, qué hacéis aquí. Llevamos cuatro horas en este puto museo. Estáis locas. Un poco. Risas cómplices. Nos vemos en el hotel. Quedamos para tomar una

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sangría caliente. No podéis iros sin probarla. Vale. Vale.

Buscadnos. Lo haremos. Adiós. Adiós. Qué majas. Pues

sí.

Mira, hay vigilantes-momias en cada esquina

de cada sala. Parece que respiran. Pero a qué edad se jubilan en este país.

Hay que nadie se jubila, eso es de capitalistas. La edad de jubilación es

cuando se mueren. Por lo menos.

Han puesto un cristal en el cuadro. No puede ser. A ver... Niet, niet, niet. Pues sí, sí que están vivas las

vigilantes momias.

Sorry, sorry. Espasiva, espasiva. Por qué les das las gracias. Quería decir que lo siento por tocar el puto cristal, pero no sabía decirlo. Y por no quedarme callado, las he dado las gracias. Aplastante tu lógica. A qué sí.

Qué pasada de Rembrandts tienen. Es fantástico. Mira el detalle

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39de... BIIIIIIIIP. Y eso. No sé. No habremos sido nosotros. Me voy a volver a acercar... BIIIIIIIIP. Pues sí, éramos nosotros. Se va a levantar la vigilante-momia. El narrador levanta las manos en señal de detención y cómo diciendo, vale, vale tíoo, ya lo he pillado. No me acerco más al cuadro. Es verdad. Los detalles se pueden apreciar mucho mejor desde lejos. Cierto. No tocar, no tocar ni desde lejos.

Pasillo. Pasillo. Por aquí no. Pasillo. Pasillo. Por aquí ya hemos pasado. Pasillo. Pasillo. Giro. Pasillo. Pasillo. Estos cuadros no tienen cristal pero sí cordón. Además es de los molones. Rojitos, suaves... Niet, niet, niet... Pero qué has hecho esta vez. Pues nada, joder, que he rozado el cordón rojo de seguridad con los dedos. Te digo que nos terminan deportando. Pues lo mismo.

Ahora sí que nos están echando, pero a todos. Apagan las luces y nos van echando. Parecemos ovejas que las encaminan al matadero. Mira.

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Egipto. Lo ves, si al final nos ha dado tiempo verlo. Momias incluidas.

Llueve. Merendamos. Vale. Dónde. WIFI. Esa cafetería tiene WIFI. Pues adentro. Adentro. Id pidiendo. Qué quieres. Té y ese pastel. An esmol aiscrim. Chocolat. Chocolat. Qué haces. Le pido un batido de cholocale. No, has pedido un helado de chocolate. La camarera me ha entendido. Le he hecho unos gestos y lo ha pillado. Ya. Pues claro, soy hombre de mundo. Sí, ya de los mundos de Willy Fog. Manda un mensaje a mi hermano. Estooo y qué le digo. Que dónde quedamos. Qué hora es. Tus padres habrán llegado ya.

Ring, ring, ring. Qué fuerte. Qué. Estaba mandando un mensaje cuando me está llamando tu hermano. Qué fuerte. Holaaaaa. Qué pasa. Qué tal el vuelo. Ajá. Ajá. Que dónde estamos. En una cafetería del centro, pero no te sé explicar. Quedamos en la librería que está al lado del Cristo Reventado. Hola cuñado, qué pasa nen. Sabes

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dónde quedamos ayer. No, en el primer sitio no. En el segundo. Eso es. Pues ahí no, al lado. En la librería. En una hora. Qué. Qué de qué. Que en que has quedado. Hemos quedado en la librería grande, cerca del Cristo Reventado. Excelente. Quiero ver uno libros de diseño. Siempre han tenido unos carteles estupendos. Tú y el trabajo. Qué cansina.

Necesitamos dinero. Ahora sacamos. Quítale el abrigo a la niña. Quedamos a las nueve. No llevo hora. Bueno, no te pierdas, no toques nada y que no te regañen o detengan o deporten. No soy un bebé. Por eso te decimos todo esto, porque si lo fueras no haría falta.

Póster. Póster. Póster. Póster. Otro libro. Índice. Lámina. Ilustración. Póster. Toquecito en la espalda. Es el ruski cuñao. Coño, jo ar yu. Fain. Yor parents ar jiar. Ol rait. Nos movemos. Qué tal

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el vuelo. Bien, cansados. Y la pierna. Pues ahí anda, hijo, arrastrándola a todas partes conmigo. Beso. Abrazo. Beso. Abrazo. Todos juntos al fin. La próxima vez que te cases que sea en Cuenca. Pregunta Verónika que qué decimos. Nada, nada. Ol rait, ol rait.

Nos están regañando otra vez. Hablamos muy alto. Seguramente. Esto es una conspiración capitalista. Risas. Venga, venga. Chicos, salgamos fuera. Llueve. Cualquier día de éstos nos terminan deportando, os lo había dicho ya. No es la primera vez que nos tienen que decir algo. Y eso. Antes, en el Ermitage. Buscamos una cafetería cerquita y barata, y os lo contamos. Y lo del Cristo Reventado. Ahí, más adelante.

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43Vaya mierda de iluminación. De lo más espectacular que tienen y la luz es una birria.

Anécdotas, chistes, mucho acento rrrrruso, todo muy exagerado. Cuesta aterrizar la verdad, y eso que aterrizan por ti. Más besos de nuevo. Lluvia. División de caminos. Buena parte de la familia la engulle el metro. La familia Chinchín y el narrador reptan a su hotel.

Cenamos. Dónde. Donde la sangría caliente. Voy a pedir la sopa del otra día. Era borsh, no, o algo así. Cómo vamos de cash. Hay suficiente para la cena. Mañana, otra vez a palmar pasta. Todo muy rico y tranquilo. Se nota el cansancio y los kilómetros de las piernas. Y aún falta carrera. Hay que joderse...

El dinero justo. Plan de mañana. Si madrugamos, Peterhof. Hasta mañana. Al narrador le queda terminar la página. Hora de escritura, 02: 48 h., hora local.

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día 49:00, 9:05. El novio duerme a

pierna suelta pero lo encubrirá más tarde como el canalla que es. Hemos quedado y voy a

ser el único pringao que, como un mal político, cumple lo prometido. Efectivamente, como si lo viera. Dicho y hecho. Desayuno. Café, solo, doble, muy cargado. Zumo, otro, otro más. Cruasán. Yogur. Bol de fruta. Qué luego el día es largo. Reflexión para la bitácora: por qué siempre que desayunas de buffet te pones hasta las trancas cuando en casa te despachas un cola-cao rápido y pelao.

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Aparece al cuarto

de hora el Chinchín senior.

Gruñido. Gesto. Gesto. Gruñido. Fluida comunicación masculina. Primeros vocablos humanos.

Has desayunado. Algo. Te cojo... Me traes otro café. Solo. No contigo, tonto, Siempre el mismo chiste. Ya sabes cuñao.

Otro café. Los ojos se abren del todo. Gruñido. Conversación ya con palabras de más de una sílaba. Buena música. Antes Glenn Miller. Ahora suena La Vie en Rose. Irónico el tema tan temprano, en un país extranjero... Pero qué carajo, la vida podía ser de color de rosa. Por qué no. Tema cine. Peli American Beauty. Peli Sunset Boulevard. Más cine. Más música. Gruñido. Conversación. Gesto. Despedida.LED

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47Pasan uno minutos.

Fea rusa con gafas que se ve desde la ventana. Apunte mental: anotar anomalía visual en el cuaderno de bitácora.

Pasa la camarera. Vuelve a pasar. Vuelve a irse. Vuelve a estar. Se fue. Pero vuelve. Joder que trajín lleva. Por dios, necesita ayuda. Haz algo panoli. Pero no me sale en voz alta, mi ruso es muy flojo.

Hola. Hola. Has desayunado. No llego a contestar. Mejor, no me gusta desayunar sola. Viene y va la camarera. Hoy ha bajado el número de personal. Se está haciendo kilómetros. Rusos, eso sí.

Y la gente. La gente. No sé. Y el novio. Durmiendo. No, no lo estoy ya. Ah, hola. Hola. Desayunamos. Has desayunado. El narrador no llega a contestar. Te traigo café, unos zumos y unos cruasanes. Va y viene el novio, como la camarera, pero mucho más lento y con menos cosas que hacer, o eso parece. Y mi

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tercer desayuno encima de la mesa. Narrador, tienes que aprender a decir que no. De aquí al hospital, por indigestión desayunera.

Ayer te acostaste tarde. Como siempre, la dura vida de narrador. Pues estuve viendo el Señor de los Anillos. No jodas. Como te lo cuento

y en ruso. Hablaban encima de la versión

americana con un cierto desfase.

Qué fuerte tío. Y qué parte era. No

sé, estaba en ruso. Era cuando aparecían los árboles. La tercera. Puede.

Estaba Saruman. Entonces imposible, el actor ya estaba muerto. Sería otra. La segunda. Puede.

Silencio y gruñido. Silencio, gesto, gruñido, conversación.

Joder con el servicio. Qué le pasa. Pues que

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le he pedido que me calentara el biberón y no me ha hecho ni caso. Está ocupada. Ya, pues que contraten más personal. Es domingo. Pero ése no es mi problema. Pues a la chica se le habrá olvidado. Pero las prioridades son los clientes. Vuelve a preguntarle. Si me ha visto. Se le ha olvidado. Termina preguntando con gruñido incluido. Se le había olvidado. Lo ves. Ya, pero eso no te da la razón. Ni a ti tampoco. No discutáis. No discutimos. Que no nos vuelvan a llamar la atención. Eso. Eso. Pero que conste que la chica se ha hecho como un millón de kilómetros. Y que no hay personal. Eso. Pues eso.

Y las chicas. Hola. Hablando del rey de Roma. De las reinas en este caso. Qué tal. Besos, salutación, besos. Desayunáis... Te traemos café, no. Bueno es que...

Salida del hotel. Antes, mareo inoportuno y estancia en el baño superior a la establecida. Serán esos días del mes, masculla el narrador mientras, como diría aquél, suelta

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otro tronco al aserradero. Era inevitable llegar el último. Es que siempre te levantas el último y hay que esperarte. El narrador piensa un si hay que joderse y sale con el resto. El novio se disculpa y se aleja. Hay que ir por la tarta. Pues sí que faltaban cosas por comprar.

Planes. Sacar pasta. Nos pasamos la vida cambiando dinero. Es lo que tiene ser un capitalista de mierda. Después, excursión a Peterhof. Bajada a la calle principal. Búsqueda de cambio. Joder con los intereses. Nos han timado. Es domingo. Es domingo y nos han timado. Pues lo que yo he dicho.

Por dónde vamos. Hay que llegar al Ermitage. Detrás está el

embarcadero.

No tienes frío. No. Pues si todo el mundo va con abrigo.

Exagerados. Los rusos. Voy todo el año en manga corta. Menos

mañana, claro, que iré LED

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de largo. Qué fuerte. Que mañana es

la boda. Qué nervios. Sí. Sí. Y tú tienes que decir unas palabras. Yo. No lo sabías. No qué va, me acabo de enterar. Vaya historia. Vaya marronazo. Ya te digo.

Reunión de chicas. El narrador, el Chinchín senior y el cielo gris de San Petersburgo son excluidos. Siempre nos quedarán los coches. Pedazo coches. Ya te digo. Y las mujeres, las rusas. Por supuesto. Joder con las rusas. Yo he visto una fea. Mientes. Que no, te lo juro.

Foto. Parada. Foto. Pero si es como un 124 de los años 60. Ya,

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pero es que es muy kisch. Fotografías un 124, darling. Calla, que tú ayer le sacaste una a un cartel del IKEA. Y tú al McDonald´s. Es que estaba en ruso. Y el mío. Friki.

Llegada al Ermitage. Búsqueda del embarcadero y del barquero. 800 rublos. 800 rublos. Será el

paquete familiar. No, es por persona. Ida y vuelta, 500 ir, 300 volver. Pues no volvemos. Mira tú el gracioso capitalista. Me han dicho que el viaje en barco es precioso, que es como entraron los zares, o algo así. Debe serlo, con lo que vale. Además, hoy va a hacer un tiempo estupendo. El hermano ruso de la novia rusa nos dijo “Guz güider”. O sea que bueno. Vamos, un sol que te cagas.

Ahí está la taquilla. Mira, pone Kacca. Qué tonto eres. Pero si es que lo pone. Dame pasta y calla.

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Billetes comprados. Vamos a esperar a otro barco. Por qué. Porque está cubierto y yo quiero ir en la parte de fuera. Pero si hace frío. No qué va, ya verás cómo se abre el día al final. El ruski cuñao dijo… Sí, ya sé. Buen tiempo. No hay otro barco. Qué timo, no. Lo cogemos. Da igual. Veremos.

Joder con los asientos. Ya te digo, con los 800 napos podrían estirarse un pelín. A nosotras nos ha costado 700. Por qué. Hemos presentado un carné de estudiante. Pero de cuándo. A ver, pero si son del año de la Tana. Pues ni lo han mirado. Si es que es el día de

palmar pasta. No me hables, no me hables, que yo multiplico por dos.

Click. Click. Arrancan motores. Pasan unos minutos. Qué feo se ve desde aquí.

Será sólo el principio.

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Nos hemos sentado mal. Y el mar. No es un mar, ignorante. Bueno, lo que sea. Es el río Neva. Vale. Vale. Qué le pasa. Que no es azul. Ya, ni tampoco lo es el Danubio. Pero es que es de color petróleo. Pues ahora que lo dices. 800 rublos, cuánto es en cristiano. Unos 20 euros. Veinte pavos por ver un río de color petróleo. Qué bajón me acaba de dar. Imagínate a mí que he palmado el doble. Lo dicho, qué bajón.

Más minutos, decenas de ellos. Esto no cambia, sigue igual. Os digo que nos hemos sentado mal. Sólo se ve la parte chunga. Son el edificio colmena de la M-30 pero con rusos.

Silencio. Motores. Bebé Chinchín llorando. Foto, en singular. Silencio. Llegada.

Vaya mierda de viaje. Me he mareado. Esto es claustrofóbico. No protestéis más. Ya hemos llegado. Veréis qué preciosidad de sitio. Y encima con buen tiempo. Me han dicho que es el Versalles del Norte.

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55Ayúdame con el carrito de la nena. Por cierto, se ha hecho caca.

Embarcadero. Turistas despistaos, como nosotros, la verdad. Como todos, en realidad. Hay que pagar. Cómo que hay qué pagar. Hay que volver a pagar. Joder con el capitalismo ruso. De frente, agua petróleo, olas grises. A la derecha, agua metálica sin abrillantar. Izquierda, agua queroseno. Y el espectáculo. Dentro. Dónde. Después de la barrera, tras la caseta. Cuánto hay que pagar. 350 rublos. Hay que pagar otra vez. Nos han traído a un sitio por 800 rublos y para verlo hay que poner 350 más. Eso son… 1150 rublos. Que en euros serán… Unos 30 euros. Hemos pagado 30 eurazos y no hemos visto nada. Exacto. Joder con los ruskis. Joder con la crisis.

Pagamos, unos más, otras menos. Vaya con ser estudiante o parecerlo, qué listas. La niña no paga. No. Algo bueno.

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Llueve. Chispea. Pero si iba a hacer “Guz güider”. Nos la ha colao el ruski cuñao. Los cuñaos hemos sido nosotros. Ya te digo. Cuando volvamos hay que aclarar con el cuñao algunos conceptos. Yo me encarrrrgo. Risas.

Esto es una mierda. Hemos soltado pasta y aquí no hay nada. Caminamos. Por fin algo de verde. Espera y verás. No se me da bien esperar. Pero sí soltar euros. No te contesto. No me contestes. Al menos no multiplico por dos. Qué cabrón. Una por otra.

Qué hora es. Casi la hora de comer. Y dónde. Con lo que hemos soltado, donde sea. Mira, un puesto de perritos. Nos separamos. Las

chicas por un lado, la familia von Trapp y el narrador por otro. La tragedia de las dos Españas. Divide y vencerás.

Para de llover.

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Retomamos fuerzas. Hay WIFI. Perfecto. El narrador escribe

un larguísimo e-mail con el cacharro de la manzana cuñil. Los chicos y la parienta lejos

envejecen el corazón pero se aguanta como se puede. Cuando

no se puede, no se puede y además es imposible. Y caro.

Pues eso.

El día se quita la máscara de lluvia y nos regala el espectáculo de jardines, avenidas y fuentes que hemos venido a apreciar. Con el estómago lleno, el pañal cambiado, la peque de siesta, el

recuerdo de la sangría económica que mengua, se disipa, afilamos las cámaras y desgastamos el botón de disparo. LED

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Vuelve el brillo de los ojos, la búsqueda de la luz, del ángulo extraño. Vuelve la foto de la foto. Un clásico. Fotografiar a quien te fotografía.

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59A pesar de las expectativas, el

lugar remonta y nos cambia la cara. Llevamos varias horas sin soltar

un rublo y eso calma a a cualquiera.

Llamada perdida. Son las chicas. Qué hora es. las cinco.

Habíamos quedado. Sí. Pero ahora es imposible volver. Las

llamamos. No contestan. Buena metáfora de la vida moderna. Constantemente comunicados pero siempre fuera de cobertura o sin saldo. Decidimos posponer el regreso. Aún quedan fotos por archivar y coleccionar, aunque luego las olvidemos. O nos abandonan… Demasiado interno. Primer aviso al narrador por parte del otro narrador, el de los tacos y los acentos extraños.

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Regreso. Embarcadero. Parece mejor este barco. Al menos los asientos. Mucho mejor, dónde va a parar.

Arrancan los motores. Una siesta. Dos. Tres. El narrador lo intenta pero ve que el agua es más azulada que por la mañana, que los rayos se reflejan en el agua mientras desdibujan una ciudad a ritmo de silencio. Demasiado para cerrar los ojos.

Llegada. Caminata. Volvemos a la ciudad que nos mira de forma distinta. Más fotos, más encuadres. Atravesamos un puente y aterrizamos en un barco pirata lleno de nuevos ricos piratas. No se añade más.

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Alcanzamos la calle Nevsky. Estamos casi en casa. Aparecen las chicas. Tal y como salimos, regresamos. Como debe ser. Nos encontramos con un guitarrista excepcional en medio de la calle. Es un tipo al que le falta el dedo corazón y tiene atrofiado el índice, ambos de la mano izquierda. Sin embargo le sobra talento a raudales, Mucho gustito para las orejas como dirían aquéllos. Muy buen rock, la verdad.

Se forma corrillo. No tanto por el músico. Le acompaña, o eso creemos,

un Patrick Swayze, el de Dirty Dancing, bastante calvo que desborda ritmo sin parar.

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Es sin duda el centro de atención. Baila para una rubia con gafas de sol (es de noche) que está en primera fila. Sospechamos que el Hummer negro que está aparcado en doble fila con guardaespaldas o marido incluido, es de su propiedad. El bailarín no para mientras el tímido y extraordinario música hilvana temas. Lástima de la hora, lástima del cansancio. Joder cómo baila el calvo.

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63Próxima cita. Cena. Antes, se

nos une el novio. Ya era hora, no. Subimos. Bajamos. Terminan nuestros cuerpos en una pizzería. Se habla de la boda. De qué se podía hablar. Se habla de quiénes están y de quiénes no. Y de su por qué. El novio explica que el narrador tiene dos hijos. Sí, al principio iba a venir con el mayor. Joder, lo dices como si tuviera bigote y me sacara una cabeza. Papá, papá, que no voy a la boda del tío. Por cierto, fumo y esta es mi novia Francisca. Pero es el mayor. Ya, pero tiene cinco años y aún no ha hecho el servicio militar obligatorio, no te jode. Risas y risas. De aquí nos echan. Seguro. Vuelta al hotel. Recogida tarde. Hora local 03:05 h.

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día 5Día D. Hora H. Lugar L. Boda B.

Novio N, digo M.

Llegada al hotel. Nos arrastramos por las escaleras.

Despedida. Solo en la habitación. Me quito el disfraz. Ducha, larga ducha. Son las tantas. Se acabó la boda. Demasiadas ideas, demasiados acontecimientos para poder describirlos. De lo que hay ganas es de romper lo escrito y no amarrarme al duro banco hasta nuevo aviso. Mejor mañana. Mejor. En la cama, regalos para la familia que no pudo venir. La tristeza en forma de presente. Todo por escribir, pero mañana. (…)

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El día amanece con prisas, sin tiempo para desayunar. Una ducha ayuda a centrar lo que hay que hacer hoy. A eso, en definitiva, es a lo que hemos venido, a casarnos. La ducha se malogra. Empezamos mal. Llegada al hotel del ruski cuñao. Llevamos una agenda apretada y nosotros sin saberlo. Salida del hotel, quedada con las chicas. Vamos tropa, vamos, que hay prisa. Señor, sí señor. Joder con la autoridad. Perplejos, seguimos al ruski guía. Todos juntos, a paso ligero, desfilamos hacia el metro. Primer contratiempo. Hay que facturar al Bebé chinchín. Debe ir amarrada al carro durante todo el trayecto. No es negociable, como casi todo, y por dios, hagan callar a la criatura o algo así. Todo esto en ruso. Nos permitimos la licencia poética, una LED

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traducción libre, vamos. Es lo que tienen los gestos y la entonación, que se traducen con facilidad. Escalera eterna hacia los infiernos rusos. Tardamos como tres minutos en bajar. No hay exageración que

valga.

Más lloros en el vagón. Se percibe conflicto internacional en el ambiente. Otros niños rusos miran al

Bebé Chinchín en forma de súplica, con cierto toque de no

sabes lo que te espera como no te calles. Los adultos llevan cara de pocos amigos. Así es la educación capitalista, nos miran sin estar diciendo nada.

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Llegada al destino. Comienza a llover. Se divide la compañía del anillo. Las chicas y el ruski cuñao a casa de la novia. Hay preparativos que ultimar. El narrador y el novio a por el ramo. Chinchín senior y el bebé esperarán al séptimo de caballería, que son los padres del novio más la familia Domínguez-Casado.

Elipsis narrativa. Se vuelve a reorganizar el frente. El narrador se coloca una chapa de Snoopy, en la solapa, a modo de flor. Se le sugiere que desista. No vaya a liarla. Y vaya si desiste. La compañía forma y al trote se acerca a territorio

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hostil, flanqueados por los muros de la guerra fría de una zona militar. Llegada a la casa. Todos disfrazados, vamos accediendo por turnos al medio de transporte vertical, comúnmente llamado ascensor.

Los pasillos amarillentos y con alguna que otra pintada nos conducen y señalan a la casa de los padres de ella.

Entrada. Salutación. Mano. Salutación. Así hasta 16 veces. Besos, no. Comienza el show. El novio debe superar pruebas y si no, a pagar a pagar, a ir desembolsando dinero. Cuánto vale el amor. Cuánto cuesta equivocarse. LED

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Primera prueba. Una enorme flor de papel. Cada pétalo le desea suerte o amor. El novio acierta a la primera. La suerte del principiante. De momento no tiene que soltar un pavo.

Segunda prueba. En un papel, aparecen besos de carmín. Debe adivinar el de su futura esposa. Dado el número abultado de errores, se demuestra claramente que ha catado poco el producto. Se le informa al narrador, a posteriori, que toda la familia ha plantado sus ruski morros en el papel. Sólo imaginar a un serio militar ruso con los labios pintados daría para una sucesión de gags interminables.

Esta prueba tiene un coste y el malogrado novio se le ve flaquear.LED

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71Estaría bueno que a estas alturas

de juego se diera por vencido. El orgullo español bien, que no se diga.

La speaker Arantza, maestra de ceremonias, explica a la concurrida audiencia la tercera prueba. Las puertas de la casa minúscula contienen dibujos.

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Debe adivinar dónde está la novia. Estará en la puerta número uno, estará en la puerta número dos, o estará detrás de la puerta número tres… Acierta a la segunda. Vuelta a soltar ruskis dólares.

Se abre la puerta, al fondo, la blanca novia nos aguarda. Pero antes, corazones de papel se interponen en su camino. Como Indiana Jones en la Última Cruzada, va sorteando dificultades, en este caso, corazones. Termina por llegar a la novia con menos dinero del que entró.72

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Alguien grita Gooooorkaaaaa, que es una especie de vivan los novios pero más corto. Risas y risitas. Pero nada de magreo. Estamos en la casa militar de la novia rusa y aquí, por menos, te empaquetan a Siberia. Siberrria, dicha con más de tres erres al menos.

Pasadas las pruebas, viene el reparto de alcohol. Menos los novios, a los asistentes se les reparte un pequeño refrigerio. Champán ruso con sabor a sidra La Asturiana. Hay empanada. Momento incómodo. Nadie se atreve a empezar. El desaliento, la flaqueza o la poca vergüenza del narrador rompen la situación. Eso y que no había desayunado por culpa del maratón matinal. El narrador coge un trozo y se lo zampa. Se abre la veda

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empanadística. Sigue sin haber besos. Salimos del piso militar, bajamos por turnos en el ascensor.

Llegamos a la calle. Nos conducen a la limusina. El padre lleva sospechosamente dos bolsas azules de deporte. No se separa de ellas en ningún momento. Actos terroristas. Sospechas y conjeturas del narrador que no comparte. Depués entendimos la función de las bolsas.

Un espectacular Hummer de más de 10 m. de largo nos aguarda. El último en subir a ella es el narrador. Lleva dos cámaras, un bolso, un abrigo y su habitual destreza. Primer golpe. Joder, hay que ser torpe, con

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lo grande que esto. Segundo golpe. Tu cuñao mide casi dos metros y no se ha despeinado. Tercer golpe en el costado. Risas y risas. Ya hay tema de conversación. Al menos durante los próximos diez minutos.

Inmenso calor. No se puede gritar, ni beber, ni hacer ruski chistes. Nos llevan a un campo de concentración en limusina. Sensación claustrofóbica de yo

no debería estar aquí. Sesión de fotos. Click. Click. Tres

minutos. Vamos mal de tiempo. Tres minutos. Tres minutos. Joder con el ruski cuñao, qué estrés. Vuelta a la limusina. Muere la

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batería de la cámara del narrador.

Habéis traído arroz. No. Me acordé pero se me olvidó. Pues entonces no te acordaste. Vale, tranquilidad, tranquilidad. Tengo un plan. Tiene un plan. Ahora vengo.

El narrador sale disparado, disfrazado de

camarero calvo sin gracia. Llegada a una tienda 24 h. Tenéis arroz. Rais. Duyuespinquinglis. Niet. Vale. Búsqueda infructuosa del producto. Se decanta por un tipo de lenteja muy típica del lugar. 80 rublos.

Vuelta al registro. Parte de la bolsa se rompe y la ruski gracia se desparrama por el suelo. Joder, qué lío. Lo dicho, nos terminan deportando. Una ruski señora de la limpieza increpa al Chinchín senior que pasaba por allí. El narrador ha huido vilmente y no se come la ruski chapa.

Nos hacen pasar a una sala.

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Secuestran a los novios y a los testigos, que son el ruski cuñao y la speaker Arantza. Nos quedamos con la sensación de estar sin representación familiar en las firmas. No parece una buena señal. Nos quedamos mirándonos las caras. Pasan horas que son realmente unas decenas de minutos. Subimos la primera planta cuando nos lo anuncian en la salita de espera. Las niñas están pocoyizadas. No hay problema a la vista. Subimos. Esperamos. Una rusa macizar del Kremlin nos conduce a una sala espaciosa. El narrador intenta que la rusa le deporte o al menos le haga un cacheo exhaustivo pero no hay suerte.

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Dos zonas. La gente se sienta a la derecha, según se entra. Esther y el narrador se envalentonan y deciden cruzar la frontera. Se sientan en el lado izquierdo. Todos nos miran raro.

Suena música del Tetris mezclado con algo parecido a Wagner y algo de sintetizador de una orquesta gitana, pero sin cabra. Bueno, estábamos nosotros. El narrador al creer escuchar a Wagner, piensa en invadir Polonia. Se ríe del chiste woodiliano, pero no lo dice en alto.LED

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79Sube la música y una rusa menos

maciza nos anuncia que detrás de la puerta número uno, sólo había una, la verdad, se encuentran los novios y la consorte. Y acierta, claro.

Nervios. Se abre la puerta y con una marcha nupcial rusa del top manta, acceden a la sala.

Dan ganas de decir que vivan los novios pero nos contenemos. Hay que guardar las formas. Suspense. Hablan en ruso. Qué pasa. Silencio. Vale. Más ruso, subida de música, cambio de tono de la maestra de ceremonias. Modulación de voz. Bajada de música. Risita de los novios. Se diría que han pillado el chiste. Más subida de música. Alguien llora. Se dirige la rusa al público como pidiendo una aprobación. Se traduce. Otro alguien llora. El novio llora también. Joder, qué angustia, que me veo llorando también.

Alguien grita Gooorkaaaa. Se aplaude, se ríe, se besan, por fin. Se casaron. Joder, pensaba que no

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llegaba este momento. Gorka, gorka, gorka, que se besen, que se besen… Vivan los novios. Vivan los novios. Qué vivan…

Recomposición de filas. Se baja la escalera. El ruski cuñao y el padre intentan desenvolver lo que parece un cilindro de confeti. El narrador intenta ayudar y casi se establece una ruptura de la política internacional. Con lo que ha costado volverse a hablar con el frente ruso. Sorry, sorry.

Salimos antes que los novios. Se distribuye el alpiste-lenteja rusa para que se lo

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lancemos a los recién casados, como manda la tradición. Mientras, el bloque ruso suelta pétalos y con un tubo en forma de cañón que explota confeti, los hispanohablantes lanzamos por doquier el alpiste, como con saña.

Un ruski barrendero, novio seguramente de la ruski señora de la limpieza, nos increpa en ruso un que si sois unos cochinos, pues vaya una educación capitalista, que si venís de un país bananero, tercermundista. Alguien alega en nuestra defensa que es algo étnico. Étnico, será cabrón. Nadie de los españoles podría firmar tal frase. Desde luego no era uno de los nuestros.

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Se distribuye de nuevo sidra asturiana y más empanada. Será la tradición, ir bebiendo a cada rato. Es la primera vez que el narrador hace botellón con sus progenitores y eso le emociona, se le acelera la patata que tiene por corazón.

Toca sesión de fotos. Hay que hacer tiempo hasta la comida que empieza como a las seis de la tarde. Eso es comer tarde y los demás basura occidental.

Damos un pequeño tour por la limusina-

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83coche de funeraria. El cansancio comienza a hacer mella entre la tropa de la Armada Invencible. Los generales observan como sus mejores soldados se retiran de la batalla.

Llegada al italiano. Joder, parece un chiste de Chiquito. Esto es unos rusos, unos españoles en un italiano… Siete caballos vienen de Siberrria. Risas. Hay que esperar. Último retoques. Entramos. Un millón de globos dorados y plateados pintan el techo. Una mesa larga en forma de L, repleta de comida, nos espera.

La comida, a diferencia de España, no se sirve individualmente. Está colocada en la mesa como cuando celebras un cumple y todo sabe

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a gusanitos y a patatas fritas.

Otro daño colateral del comunismo. Nadie se sienta. Nadie come. Como diría aquél, estábamos tan cómodos como un párroco en un burdel. Comienza la distribución de personal. Otra cosa no, pero los rusos son muy eficientes en cuanto a la disciplina y a la organización. Si hay que llorar, se llora, o se ríe, o se baila, o se come. Todo estaba medido. Toma los mandos del vuelo sideral el comandante ruski cuñao. Nos sentamos al fin.

Se comienza a comer. Suena la música programada. Pasan uno minutos de aparente

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calma. Primera interrupción. Se baja la música. Aparece un pan más o menos grande. Nos explican que se trata de ver quién de los novios muerde el

bocado más grande. Cuenta la tradición que el que gane esta primera contienda marital, será quien lleve los pantalones en casa. Es obvio que la novia se deja ganar. Sabe quien manda y mandará, y lo que diga el juego forma parte de las anécdotas que se cuentan a las futuras

generaciones. Mira, ganó tu padre, tu abuelo, tu bisabuelo español. Qué gracia, a qué sí.

Se acaba el juego. Risas. Toca continuar comiendo. Esta

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especie de ginkana rusa comienza a hacernos poca gracia. Qué ilusos debemos parecer. Nosotros mucho ruski por aquí, mucho Siberrria por allá... Ahora pagamos nosotros las bromas.

Siguiente prueba de humillación-muerte. Trago de vodka para hacer de tripas, corazón. La Armada Española sale al terreno de juego. El cuñao Domínguez con muy pocas ganas ya de tonterías. A ellos, a los de nuestro equipo claro, se les tapa los ojos con un pañuelo. El Chinchín senior balbucea que LED

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87si se le quitan las gafas, el efecto es similar. No pillan la gracia. Se le venda igualmente, como manda el protocolo ruso. Mientras, a las damas, se les pinza literalmente el cuerpo. Que las marionetas españolas den vueltas, al son de la música. Quien despince a su querida esposa, gana la champion. Triunfan los Domínguez, pierde la familia Chinchín. En otra prueba habrá más fortuna, pero no será así.

Nos vuelven a sentar. Seguimos comiendo una especie de entremeses sempiternos. Suena la música. Al poco habrá que bailar la Macarena, y

así ocurre. La Macarena rusa se acaba y salta el siguiente tema. Vaya selección musical... Siguiente punto. Discurso del ruski cuñao. Nos damos cuenta de que aún no hemos bebido lo suficiente. Más vodka. Vodka, conecting people. Un gorka, dos vivan los novios y tres que se

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besen los camareros con los padrinos después, viene un powerpoint. Cuánto daño han hecho a la Humanidad. Sacan de las famosas y sospechosas bolsas azules un marco digital de siete pulgadas, marca Carrefour ruso. Comienzan a aparecer mogollón de fotos de los novios antes de serlo, desde la más tierna infancia de él, el primer desfile militar de ella, hasta el día anterior a la boda, donde se ve a un novio mucho más joven. Lo que desgasta casarse.

Vuelta a la comida. Si es que parece que no se acaba. Comemos algo. Hay que reponer fuerzas, para lo que venga. Toca bailar. Nunca me apetece y menos hoy. No me apetece. No te lo estoy preguntando. Los dos primeros pensamientos, mirada hispánica, lo segundo gesto ruski mosqueado. Se sale a bailar. Este partido lo vamos

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a perder. Este partido lo vamos a perder. Este partido...

Según el planing: risa, comida, baile, comida, estar sensible, risas, comida, baile... Quien dijo que lo espontáneo no se

podía planificar no había estado nunca en una boda rusa. Viene un momento dramático. Instante discursos, en voz alta. Cierta tensión. Volvemos a perder. Se destaca que el narrador comenta que había escrito un poema pero que se le había dejado en el otro traje.

Los psicoanalistas de los asistentes españoles están ya avisados. Viene el juego del plátano. Sacan a cuatro voluntarios forzosos, todos masculinos. Se forman dos parejas. Más vodka, por favor. Emparejan al ruski cuñao con el narrador contra el equipo cuñaos hispánicos. Explicación rápida del juego: dos varones sentados y muy bien peinados (ruski cuñao y el cuñao Domínguez) acomodan sus

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posaderas mientras sostienen entre las piernas un plátano. La analogía parece evidente. El narrador mira de soslayo a sus progenitores para intuir el posible bochorno. Parece que lo encajan bien. Los otros jugadores, de rodillas, deben pelar y/o comer la citada fruta. Todo ello SIN usar las manos. Macabro juego, sin duda. La integridad del equipo visitante, si algo quedaba, se ha ido al garate.

Comienza el juego. Con ahínco, el narrador arranca de un bocado el principio de la banana. Ya que hay que humillarse, mejor ganar o morir ahogado en el intento. Chinchín senior se atraganta con el plátano, pedazo plátano el del cuñao

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Domínguez. Ser pequeño, voraz y tener el instrumento corto ayuda a la victoria. Regalo y más vodka, que ya queda menos. Vencedores, ruski cuñao y el narrador.

Toca comer. Después regalos. Corbatas, bufandas, pañuelos, joyeros. La parte española hace lo que puede para seguir el ritmo. Hemos venido claramente

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desentrenados para el evento nupcial. Tensión internacional. La novia sale al baño a enjugarse alguna lagrimita. Será la tensión. Será.

Comienzan a sacar los primeros platos de comida. Todo lo anterior eran los aperitivos. Carne y pescado. No hay elección posible. La hubo alguna vez. Las fuerzas del batallón hace rato que salieron por la puerta.

Otra prueba más. Juego del teléfono escacharrado versión rusa. Los abuelitos se niegan a combatir. Sale nuestra jugadora Banesto. Más vodka, más fotos, más risas, más llantos. Joder con la boda... A qué hora nos vamos. Falta la pizza. Es verdad, que estábamos en un italiano. El diámetro de la pizza es descomunal. Los platos normales parecen de juguete del país de Liliput. Más comida no, por piedad. Alguien ha visto el vodka...

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Toca firmar. Sacan un tarjetón de los chinos repleto de corazones con un anillaco en el centro que recuerda a una imagen de El Señor de los Anillos. Firmar. Hay que expresar gratitud. Da. Buenos deseos. Da. El narrador decide escribir alrededor del anillaco. Un anillo para unirlos... A estas alturas, su élfico no es muy fluido. Será por el vodka. Si le viera

su maestro Légolas, qué decepción, qué decepción...

Va quedando menos. Hay tarta. Cómo que hay que tarta. Novio, ya no podemos más. Que sus generales arríen nuestra bandera, pero de tarta, nada. LE

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Momento tenso. Siempre que hay una discrepancia entre ambas partes, se produce tensión. Tarta, sí. Tarta, niet. Antes karaoke. Cantar. Obligatorio. Cantan una pero como no tiene demasiado éxito, se aborta la Operación Triunfo. Se termina sacando la tarta pero no se parte ni se come. Hay que llevársela. No gracias, espasiva, que no, no os molestéis, de verdad, que no podemos más. Niet. Joder, que no lo pillan. Tarta. Llevar. Go. Acatamos de nuevo el amable y taxativo imperativo, todo sea por el novio. Total, una tarta más, un plátano menos. Se marchan los novios. Tendrán cosas que hacer, afilar lápices, cosas así.

Se recogen los globos del italiano y se sueltan a la calle. La gravedad, el aire y el gas hacen el resto.

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95La noche se cierra. Las estrellas

comienzan a brillar. Zenkiu very mach. Espasiva. Espasiva. Besos. Salutación. Apretón de manos. Salutación. Abrazo. Apretón de manos.

El metro. Dos calles más abajo. Operación inversa a la matinal. Empaquetado del Bebé Chinchín, moneda de los coches de coche en los torniquetes, escaleras eternas again al infierno. Y mientras el novio estrenándose. Joder, qué panorama.

Las caras de derrota-cansancio parecen maquillar nuestros rostros. Las luces de neón añaden cierto tono a la descolorida tez.

Llegada al hotel. Nos arrastramos por las escaleras. Despedida. Solo en la habitación. Me quito el disfraz...

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día 6Mal humor. Amanece el día

gris y con un golpe en la puerta. Bajas a desayunar. Niet. Niet. Vago recuerdo

de la boda. Resaca narrativa y eso que ayer no escribí nada. Salimos a la ciudad. Búsqueda del puñetero barquito. Tour de 1 h. Se comienza a escribir a trancas y barrancas el día 5. Joder, por dónde empezar. Chapa en ruso desde el altavoz. El narrador va con retraso, lo sabe. El editor le va a crujir cuando vuelva si el trabajo no está completo. Se cuestiona mandar todo al infierno e incluso se plantea hacer el viaje. Desiste de la idea.

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Subida al barquito. Suena la manzana. Qué tal la boda. Mal. Y eso. Luego te lo cuento. Pero ha pasado algo. No. Estás raro. Estoy cansado. Y la boda. Y el cole de los niños. No quieres hablar de la boda. Niet. Pero tan malo ha sido. Sí, no... no sé. Oye te tengo que dejar, que la azafata me está diciendo que hay que apagar los teléfonos móviles, abrocharse el cinturón y poner el asiento en posición vertical durante el despegue. Pero si vas en barco. Exacto. Cuelga. Cuelgo.

La ciudad despierta y el narrador con ella. Las palabras comienzan a fluir y la historia regresa del lugar que ocupa en la memoria para perpetuarse por escrito. Qué cursi, no.LED

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99Quedada en el Ermitage con

los abuelos. Nos vamos a comer. El viejito estrena su Master Card y todos tan contentos. Salimos a tomar té a la calle Nevsky. Pagamos los pobres. Qué menos, después de la comilona...

Poco queda por hacer. En la pupila, la boda continúa brillando. La familia se agrupa para volverse a separar en un librería del centro. Unos a Moscú en tren, otros pensando ya en el viaje de vuelta a Madrid, con escalas incluidas. Durante, intercambio de chascarrillos y anécdotas. Cada uno vivió su propia boda y será imposible reflejarlas todas.

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Nos tomamos unos helados en la suite presidencial de las chicas. Pedazo habitación. El narrador sabe que su zulo no es visitable. Se recuerda la boda, las ruskis pruebas. Si el novio ha afilado el lápiz. Grosero. Adiós. Adiós. Todos a dormir.

El narrador no tiene sueño. Sale al hall y continúa con el día cinco, que mira que está saliendo largo. Por dónde iba... Salen las chicas de la habitación. Ah, coño, estás aquí. Sí, claro. Qué haces. Estoy con el diario. Podemos leer algo. Leemos algunos

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párrafos, corregimos otros. Risas. Pequeño escándalo. Ahora sí. Buenas noches. Buenas noches.

El narrador se marcha a la habitación. No pone la tele. Se lava los dientes y se imagina el diario como el guión de una peli por hacer. Quizás una obra de teatro... No sabe qué hora es. Su despertador estará afilando el lápiz, again. Será cabrón.

Todo listo para la vuelta. El narrador observa la dichosa tarta sin catar. Mañana. Mañana. La novia preguntó por enésima vez. Habrá que mentir.

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día 7No hay despertador. La luz

entra por la ventana. Mal humor inexistente. Tiempo justo para terminar de

recoger lo que queda. La maleta va a tope. Llegada justo a tiempo para desayunar. Hoy no se perdona. La tarta me sigue mirando. Aparto la vista. El poder de la culpa.

Hay que gastar los ruski rublos que nos quedan. Hay que hacer gasto, cumplir con la familia, llevar el plato a la abuela que ponga Recuerdo de San Petersburgo. Vamos, lo usual.

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Quedan detalles pero el narrador los olvida

adrede y los borra de su bitácora con menos

premeditación que alevosía.

Burocracia aeroportuaria. Maletas. Despedida. Muchos zenkius, muchas espasivas. Beso. Beso. Beso. Beso. Beso y abrazo.

Terminales. Embarque. Requisar una navaja. Retrasos. Comida. Vuelo. Chino cudeiro tirándose pedos en el asiento de delante. Llegada.

El clímax narrativo pasó hace páginas. Dime lector, de qué sirve demorar el final cuando al final de los finales, como dijo el flaco, es posible que no le sigan dos puntos suspensivos.

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epílogoMentiría como el bellaco

que soy si dijera que no nos lo hemos pasado rematadamente bien en la

aventura rusa. Escribo estas palabras después de editar este libro, cuando las imágenes de la retina se diluyen poco a poco.

Este libro está dedicado a mi hermano y a su mujer, porque a pesar de los pesares se quieren con locura.

Si hemos logrado sacar al paciente lector una sonrisa, ya ha merecido la pena construir el viaje LED SU 841.

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