lecturas 2010
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JESUS CAE POR PRIMERA VEZ
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Tan desfigurado tenía el aspecto que no parecía hombre, ni su
apariencia era humana” (Is 52,14).
Caes físicamente, pero eres fuerte en el espíritu. No pareces
humano, pero eres “el hombre“. Pesa tanto la cruz…, pero tienes que
seguir adelante. Caes… pero te levantas. El camino hacia el Calvario
sigue ahí. Los caídos de nuestro mundo tampoco parecen humanos, los
evitamos, los marginamos. Nosotros no soportamos tanto peso; si
pudiéramos eludiríamos la caída; y desde luego, ¡qué pocos son los
que se levantan!. Tú caes al suelo porque el hombre yacía en la tierra
derrotado y humillado por el pecado. En la tierra yacen tantos jóvenes
apresados por la droga o el botellón, o por la falta de perspectivas o
trabajo, carcomidos por la desidia y la desesperanza. Son sus primeras
caídas; a veces, ni se dan cuenta. En tu debilidad aprendemos lo real de
nuestra vulnerabilidad. En tu caída aprendemos hasta qué punto te
rebajas para vencer nuestra soberbia. Nuestras caídas nos avergüenzan,
tu caída nos levanta. ¡Oh, Señor, levántanos contigo! ¡Danos la gracia
de la salvación! ¡Muéstranos la grandeza de nuestra dignidad!.
Oración:
Stmo. Cristo de las Tres Caídas, que caes bajo el peso de nuestras culpas y te levantas para nuestra justificación, te rogamos que ayudes a cuantos están bajo el peso del pecado a volverse a poner en pie y reanudar el camino.
A ti, Jesús aplastado por el peso de nuestras culpas, nuestro amor y alabanza por los siglos de los siglos. Amen
Padrenuestro
JESUS CAE POR SEGUNDA VEZ
“Yo soy el hombre que ha visto la miseria bajo el látigo de su furor.
El me ha llevado y me ha hecho caminar en tinieblas y sin luz… me ha
revolcado en la ceniza” (Lam 3,1-2.16).
Segunda caída, agotamiento… Tus fuerzas se acaban, estás
exhausto. Hace unos días, contemplaba a un padre, pidiendo ayuda
para sacar adelante a su familia. El paro, las deudas, el agobio de la
crisis, le habían traído lleno de vergüenza a pedir, nunca lo había
hecho, pero ya no le quedaba más remedio… Había vivido bien,
trabajando honradamente hasta ese momento… en el porte no
aparentaba su necesidad. ¿Cómo levantar a ese hombre? ¿Cómo
devolverle su dignidad? Hemos jugado con fuego y nos hemos
quemado, hemos sembrado vientos y cosechamos tempestades. Hemos
vuelto a caer en los mismos errores… Lo sabíamos, pero no miramos
de frente la miseria, nos autoengañamos y ahora estamos paralizados y
sin esperanza.
La segunda caída es aun peor que la primera, porque ahora decae
incluso nuestro espíritu. ¡¿Levantarnos?! ¡¡Sí!! ¡Desde la verdad y el
amor! ¡La caridad en la verdad! ¡Oh, Señor, que la crisis no oscurezca
nuestras almas ni nuestra esperanza en ti!
Oración:
Stmo. Cristo de las Tres Caídas que caes bajo el peso del pecado del hombre y te levantas con la ayuda de Simón para tomarlo sobre ti y borrarlo, concédenos a nosotros, hombres débiles, la fuerza de llevar la cruz de cada día y de levantarnos de nuestras caídas.
A ti, Jesús, soporte de nuestra debilidad, la alabanza y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Padrenuestro
JESUS CAE POR TERCERA VEZ
Mi aliento se agota, mis días se apagan, sólo me queda la tumba.
Oh, sí, estoy a merced de las burlas y en amargura pasan mis ojos las
noches… ¿Dónde está mi esperanza?” (Job 17,1-2.15).
Caes al suelo nuevamente… La última caída antes del final.
La sombra que congela el alma y encoge las entrañas ya está ahí…
Cuando el ser humano llega a ese momento tiene dos posibilidades: la
esperanza o el terror. En este momento se condensa la vida entera…
Ahora, en este preciso instante, es cuando se muestra si se ha vivido
dignamente o si, por el contrario, todo ha sido sombra y espejismo. En
la última caída, en el último aliento, es cuando mejor se muestra lo que
de veras el hombre lleva dentro. Tú, Jesús, estás a punto del sacrificio,
agotado y en amargura, pero aun así eres el más grande y el más
fuerte… caes con dignidad bajo el peso de la cruz, porque has vivido
con dignidad cada momento… Por última vez besas el suelo y el polvo
en el que te encarnaste porque ya estás a punto de ser definitivamente
elevado para que todo el que crea en ti tenga vida eterna (cf. Jn 3,15).
Muchos en esta última caída sólo muestran desesperanza y desolación,
porque su existir ha sido tan relativo y superficial que no han
sembrado ni una pizca de fortaleza y esperanza. Señor, tú que vas a ser
elevado, levántanos contigo.
Oración:
Stmo. Cristo de las Tres Caídas que por tu humillación bajo la cruz has revelado al mundo el precio de su redención, concede a los hombres la luz de la fe, para que reconociéndote, tengamos la valentía de seguir el mismo camino, que a través de la cruz y el despojo, lleva a la vida que no tendrá fin.A ti, Jesús, apoyo en nuestra debilidad honor y gloria por los siglos de los siglos. Amen
Padrenuestro
Y yo, ¿Por qué tengo que sufrir?
¿A cuántas personas conoces tú, que no sufran algo en la vida? A veces nos puede dar la impresión de que fulanito o menganito no tienen problemas ni sufrimientos... ¡Parece que todo les sonríe y les salen las cosas como ellos las habían planeado!: tienen dinero, gozan de comodidades, buena fama, de una posición económica y social afortunada, amistades, etc., etc.. Diríamos que son personas con bastante “suerte” o que el “destino” les ha favorecido.¿Quién no ha tenido, en efecto, una enfermedad, un dolor, un accidente? ¿o una pena personal muy honda por motivos económicos, familiares o espirituales? Es más, diría yo sin temor a equivocarme que el dolor es un elemento esencial en la vida de todo ser humano; y con mayor razón de todo cristiano. De todo ser humano, porque nadie vive, de hecho, sin él; y de todo cristiano porque la cruz es el signo de su identidad. ¿Cuál es, si no, lo primero que una madre cristiana enseña a su niño pequeño? A hacer la señal de la cruz. Si somos cristianos, hemos de seguir a Cristo abrazando con fe y con amor nuestra propia cruz. Entonces, ¿por qué nos extrañamos cuando ésta se presenta en nuestra vida?
Marcos 8, 27-35Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará.
Hemos de pedirle a nuestro Señor, más bien, la generosidad, la fortaleza y el amor necesarios para ser cristianos de verdad, siguiéndolo por el mismo camino que va recorriendo El, delante de nosotros.Acompañemos ahora en silencio a nuestro Señor, a nuestra Madre (Según sea el Paso) y presentémosle nuestros sufrimientos y el de aquellos a quien tanto queremos.
Padrenuestro…
Amar al prójimo no es muy fácil, porque requiere darse a los demás, sin ninguna distinción.
Muchas lecciones les ha dado Nuestro Señor a los fariseos, pero ninguna tan bella como ésta. Es de esas ocasiones en las que Cristo da a conocer su doctrina y su mandamiento a todos los hombres, y lo hace de manera muy velada. Amar al prójimo no es muy fácil, porque requiere donarse a los demás, y ese donarse cuesta, porque no a todos los tratamos o queremos de la misma manera. Por ello tenemos que lograr amar a todos por igual, sin ninguna distinción. Quererlos a todos, sin preferir a nadie. Es difícil mas no imposible.Dios nos ha dado el ejemplo al vivir su propia doctrina: "no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos", pero Él no la dio solo por sus amigos, sino también por sus enemigos, y muchos santos han hecho lo mismo.Imitemos a Cristo en su vida de donación a los demás, y vivamos con confianza y constancia su mandamiento: "vete y haz tú lo mismo".Presentemos en este tramo a nuestras familias, aquellos y aquellas por los que vamos gastando la vida.
Padrenuestro…
Lucas 10, 25-37. «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, cercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva." ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» El dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».
La cruz es la compañera inseparable de nuestras vidas.
El Señor nos pide todo nuestro amor, pues el fin de todas las cosas en nuestra vida debe ser Él. Tenemos que arrancar lo que se interponga entre Cristo y nosotros, y rodearnos de lo que contribuya a amarle a Él. Es drástico, pero sencillo en realidad: se trata de estar locamente enamorados de Jesús, como Él lo está de nosotros. No hay que temer amar la vida cuando se ama por y a través de Cristo, nuestros seres queridos, nuestros pequeños o grandes apegos... Lo que me hace ser un auténtico cristiano es el amor a Cristo y a la cruz, el estar dispuesto a seguirle aún teniendo que renunciar a todo: ese es el signo del verdadero discípulo. Si somos sus discípulos y nuestro Maestro carga con una cruz, ¿cómo pretendemos nosotros huir de la cruz sin renunciar de este modo a Cristo? La cruz es la compañera inseparable de nuestras vidas. El mundo con sus ofertas de placer y comodidades consigue a veces camuflar la cruz; pero ésta se nos vuelve a presentar. Si no perdemos de vista a Nuestro Señor en la cruz, la nuestra será más llevadera, porque en los ojos del Maestro recobra su sentido.Son muchos los que no creen, muchos los que ven nuestro sufrimiento sin sentido… Agarra tu varal, coge tu cruz que es la de Cristo y caminemos en silencio junto a el Stmo. Cristo de las Tres Caídas y Ntra. Sra. De la Misericordia, presentándole nuestras peticiones desde lo mas hondo de nuestro corazón.
Lucas 14, 25-33Caminaba con Él mucha gente, y volviéndose les dijo: «Si alguno viene donde mí y no deja a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío. El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío. «Porque ¿quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: "Este comenzó a edificar y no pudo terminar." O ¿qué rey, que sale a enfrentarse contra otro rey, no se sienta antes y delibera si con 10.000 puede salir al paso del que viene contra él con 20.000? Y si no, cuando está todavía lejos, envía una embajada para pedir condiciones de paz. Pues, de igual manera, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.