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El uso del conocimiento en la economía y en la gestión: ¿Pueden los mercados funcionar en las empresas?♦
Wayne A. Leighton
Resumen
¿Se pueden incorporar elementos clave del mercado en las empresas, para asignar mejor los recursos y
producir ganancias? ¿Cuáles son los límites de tales esfuerzos, dadas las diferencias de planificación y
control que existen entre los mercados y las empresas? En este artículo se postula que la tensión
existente entre el control de gestión y el uso de herramientas de gestión basadas en el mercado, tales
como los mercados internos, puede superarse aprovechando los aportes realizados por Ronald Coase y
Friedrich Hayek. Una síntesis de sus contribuciones a la teoría de la empresa y al uso del conocimiento
logra establecer un enfoque más claro de las reglas del juego dentro de la asociación voluntaria
conocida como “la empresa”. Mediante el uso efectivo de las reglas, la estructura de la gestión y la
cultura, se pueden percibir oportunidades que previamente no eran parte de la visión inicial del
empresario, y actuar sobre ellas a fin de incluir las actividades que crean valor, realizadas por los
propietarios, gerentes y empleados. La capacidad de reconocer y establecer reglas, estructuras de
gestión y culturas que aprovechan el conocimiento disperso y tácito de todas las personas que forman
parte de la empresa, para crear un valor superior, es una parte importante, aunque ignorada, de la
iniciativa empresarial.
♦ El autor agradece los útiles comentarios expresados por Juan Carlos Cachanosky, Jerry Ellig, Sergio René Enríquez, Nicolai Foss y
Frédéric Sautet. Se aplicará la exención de responsabilidades habitual.
El uso del conocimiento en la economía y en la gestión: ¿Pueden los mercados funcionar en las empresas?
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Introducción
La teoría de la gestión ha evolucionado en gran medida en el último siglo, pero sólo en los últimos veinte años,
aproximadamente, ha concentrado gran parte de su atención en la forma como el conocimiento de los empleados se
incorpora a las decisiones relativas a la asignación de recursos dentro de la empresa. Esto es tan sorprendente como
lamentable, debido a que gran parte de esta teoría se basa en las obras que datan de la primera mitad del siglo XX,
producidas por dos economistas: Friedrich Hayek y Ronald Coase. Más tarde, cada uno de ellos ganaría el premio Nobel
de Economía. Coase ofreció una teoría de la empresa basada en la existencia de los costos de transacción, que, a su vez, lo
condujo a una amplia investigación sobre el problema de la relación entre el mandante y el mandatario, tanto dentro de la
empresa como fuera de ella. Hayek explicó cómo, dentro de los mercados, el conocimiento se transmite a través del
sistema de precios para asignar eficientemente los recursos.
Los aportes coasianos y hayekianos constituyen los elementos centrales de los enfoques gerenciales claves utilizados hoy,
especialmente los mercados internos y otras herramientas diseñadas para reconocer y explotar el conocimiento que se
encuentra disperso dentro de una organización. Sin embargo, no todos coinciden en que estos aportes sean
complementarios por naturaleza o, incluso, que tengan una importancia fundamental. Si bien los aportes de Hayek sobre
el papel clave que desempeña el sistema de precios constituye un principio fundamental de la Escuela Austriaca de la
Economía, el hecho de que estos conocimientos puedan aplicarse o no a la empresa todavía es objeto de discusión.
Ejemplo de ello es el argumento de que los recursos se asignan al mercado, a través del sistema de precios, o de que se
asignan mediante el control realizado por el propietario o el gerente, y que, en última instancia, no se pueden combinar
ambas formas de asignación. Lo llamaremos la crítica misesiana. En este artículo se tratará de las formas como las teorías
económicas y de gestión han procurado abordar los temas relativos al control y al uso del conocimiento en la empresa.
Luego se aplicará la crítica misesiana, para considerar hasta qué punto los propietarios o gerentes con visión empresarial
pueden producir ganancias superiores mediante la incorporación de elementos del mercado en la empresa.
Este artículo está estructurado así: en la sección I se trata la teoría sobre la empresa, según Coase y la Escuela de Costos
de Transacción; en la II se hace una reseña de las teorías relacionadas de Hayek y la Escuela Austriaca. Las teorías de
gestión, que se inspiran ampliamente en los conocimientos económicos, en especial en el uso del conocimiento y los
incentivos basados en el mercado, se tratan en la III. En la IV se presenta la crítica misesiana, y en la V se abordan los
temas expresados por esta crítica, para determinar en qué circunstancias las instituciones de mercado funcionan en las
empresas y en cuáles no. Finalmente, el trabajo se cierra con una conclusión.
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I. Teoría económica, primera parte: Coase y los costos de transacción
Todo debate sobre economía y gestión suele comenzar con Ronald Coase 1 y la teoría de la empresa. Sin embargo, antes de
la teoría de la empresa –y mucho antes de la teoría de la gestión– existía una teoría del comportamiento económico. Adam
Smith 2 explicó los beneficios económicos de la división del trabajo dentro de la sociedad e ilustró lo dicho con el ejemplo
de una empresa pequeña: una fábrica de alfileres. No obstante, el ejemplo de Smith se utiliza para mostrar los beneficios
de eficiencia que logra un trabajador individual a partir de la especialización, y no la relación entre los trabajadores que se
especializan dentro de una empresa. Alfred Marshall 3 introdujo los conceptos de substitución y de toma de decisiones en
el margen. Coase simplemente aplicó estos conceptos a la organización de la empresa y, al hacerlo, comenzó un debate
que continúa todavía hoy.
Según Coase, la característica distintiva de una empresa es la ausencia del mecanismo de precios que asigna
eficientemente los recursos en la sociedad y que no se utiliza en las empresas. Por el contrario, en ellas un gerente que
responde al propietario asigna los recursos. En este modelo se eliminan las transacciones de mercado. De hecho, esta es la
razón de la existencia de la empresa, la cual existe porque los costos de realizar transacciones en el mercado superan los
de hacerlo dentro de la empresa. Hay un costo por el uso del mecanismo de precios, y un empresario puede economizar
algunos de estos costos si crea una empresa. Sin embargo, una vez que se establece la empresa, el modelo coasiano brinda
pocos aportes. La empresa se considera una caja negra: una organización de “comandos” en la que alguna de las
autoridades toma decisiones relativas a la asignación de recursos.
Los economistas no se apresuraron a la hora de adoptar los aportes de Coase en la organización de la empresa. Treinta y
cinco años más tarde, Armen Alchian y Harold Demsetz 4 trataron de llevar los aportes de Coase un escalón más arriba.
1 Ronald Coase, “The Nature of the Firm”, Economica 4 (November 1937): pp. 386‐405.
2 Adam Smith, An Inquiry into the Nature and Causes of the The Wealth of Nations (Indianapolis, IN: Liberty Fund, 1981).
3 Alfred Marshall, The Principles of Economics, 8th ed. (London: Macmillan & Co., Ltd., 1920).
4 Armen Alchian and Harold Demsetz, “Production, Information Costs, and Economic Organization”, American Economic Review 62,
no. 5 (December 1972): pp. 777‐795.
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Igual que Coase, reconocen que el gerente realiza la asignación de los recursos dentro de la empresa, mientras que la
asignación de los recursos dentro del mercado es efectuada por el sistema de precios. Al contrario de Coase, no suponen la
existencia de contratos a largo plazo con los empleados, sino, en su lugar, se preguntan en qué condiciones sería
provechoso especializarse y producir con la estructura de una empresa en lugar de hacerlo en el mercado, y qué
fundamenta esa estructura. Los autores destacan que la característica clave de la empresa es la producción en equipo, y
que no se trata simplemente de un contrato entre el empleador y el empleado.
Centrarse en la producción en equipo acarrea nuevos problemas, tales como la elusión de responsabilidades y la medición
del desempeño. En el modelo clásico de la empresa, este problema se aborda encargando a alguien (el solicitante residual
o residual claimant) que controle el desempeño de los miembros del equipo, con un incentivo financiero basado en el
derecho a las ganancias netas, después de pagar a los miembros del equipo y otros factores de producción. Por lo tanto, el
desafío para estos propietarios y sus gerentes es producir el mayor valor para los consumidores, al mismo tiempo que se
minimizan todos los costos, incluso los de producción y gestión.
A partir de aquí, la literatura se concentró en desarrollar en detalle los elementos clave de estos costos de transacción, con
contribuciones significativas por parte de Williamson, Jensen y Meckling, Fama y Jensen, y Grossman y Hart, entre otros.
Oliver Williamson 5 identifica ciertos elementos clave que existen naturalmente en los diferentes mercados, pero en
diversos grados. Por ejemplo, los actores económicos operan con información asimétrica (no existen dos personas que
sepan las mismas cosas, y no existe ninguna persona que lo sepa todo) y racionalidad limitada (los actores toman
decisiones óptimas o racionales, si se consideran dentro de las limitaciones de información y habilidades cognoscitivas
limitadas). Además, los actores racionales tienden a ser oportunistas, es decir, a promover su propio interés y aprovechar
el conocimiento limitado de las demás partes (lo que Williamson denomina “interés propio con astucia”). La consecuencia
es que las actividades que desarrolla un mandatario y que no pueden ser medidas, observadas o garantizadas a un
mandante, crean un conflicto potencial en la relación entre el mandante y el mandatario. Ejemplos clásicos de tales
problemas son la selección adversa y el riesgo moral.
5 Oliver Williamson, The Economic Institutions of Capitalism: Firms, Markets, and History (Cambridge: Cambridge University Press,
1985); “The Logic of Economic Organization”, en Oliver Williamson y Nelson Winter, ed., The Nature of the Firm: Origins,
Evolution and Development (Oxford: Oxford University Press, 1991).
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Williamson postula que existen diversos acuerdos institucionales (el uso del mercado o de la empresa, el tipo de estructura
organizacional cuando se utiliza una empresa) como respuesta a estos problemas, especialmente de información y de
oportunismo asimétricos. Cuanto mayor sea el riesgo del oportunismo o cuanto más pronunciada sea la información
asimétrica, mayor será la necesidad de instituciones que respondan a estos problemas por medio de contratos eficientes u
otro tipo de organizaciones. Al concentrarse en la relación existente entre las partes contratantes de la firma, Williamson
abre la caja negra creada por Coase. La visión de Williamson de “contrato” en la empresa, frente a la visión original de
“comandos”, de Coase, enfatiza las similitudes en la asignación de recursos en las empresas y en los mercados. Sin
embargo, igual que Coase, Williamson advierte que una autoridad central (el propietario o gerente) desempeña el papel
crítico de dirigir la forma como la empresa asigna los recursos y en reconocer las diferencias entre las normas que regulan
las transacciones en de la empresa y las que existen en el mercado. Como se verá más adelante, esta visión de la
semejanza de la asignación de recursos en las empresas y en los mercados ha penetrado bastante en algunas formas
actuales de gestión.
Michael Jensen y William Meckling 6 postulan que Alchian y Demsetz hacen un importante aporte al centrarse en la
producción en equipo de las empresas, pero señalan que su enfoque no se centra suficientemente en los contratos entre los
miembros del equipo. En particular, existe una necesidad de concentración en la naturaleza de los contratos entre los
propietarios y las otras partes; por ejemplo, gerentes y empleados. Jensen y Meckling incluso dicen que “no tiene ninguno
o tiene muy poco sentido tratar de distinguir las cosas que están ‘dentro' de la empresa de las que están ‘fuera' de ella”. En
resumen, todo lo que atañe a la empresa se puede ver desde el punto de vista contractual. No existe un “dentro” ni un
“fuera” de la empresa. Por el contrario, la empresa es un conjunto de relaciones complejas, un “nexo de contratos”.
Igual que Alchian y Demsetz, Jensen y Meckling enfatizan la dificultad de medir el desempeño y el potencial de eludir
responsabilidades en la producción en equipo. Describen tres maneras de abordar estos problemas. Las primeras dos,
incentivos relacionados con el desempeño del empleado y con los sistemas efectivos de control, son instituidas por el
mandante. La tercera, la garantía del desempeño u otras garantías, es proporcionada por el mandatario. Las tres ofrecen el
potencial de mitigar los efectos negativos de la elusión de responsabilidades y la dificultad de medir el desempeño; sin
embargo, las tres son también imperfectas, debido a que la información es imperfecta y asimétrica. La superación efectiva
6 Michael C. Jensen and William H. Meckling, “The Theory of the Firm: Managerial Behavior, Agency Costs and Ownership
Structure”, Journal of Financial Economics 3 (October 1976): pp. 305‐360.
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de estas dificultades puede crear ventajas, ya sea en función de menores costos de producción o en la mayor creación de
valor para los consumidores y, como se postula más adelante, puede constituir una función importante dentro de la
iniciativa empresarial.
Eugene Fama y Michael Jensen 7 profundizan aún más en el análisis de los problemas entre mandante y mandatario, y se
concentran en las funciones que desempeñan cada una de estas partes dentro de la empresa. Entre estas funciones,
encontramos la propiedad (que tiene el solicitante residual), la gestión (que realizan los gerentes en nombre del solicitante
residual) y el control (que ejecutan los solicitantes residuales o los gerentes en nombre de los anteriores). Los autores son
cuidadosos al hacer la distinción entre gestión y control. Quienes tienen responsabilidades gerenciales desarrollan las
ideas, mientras que quienes tienen responsabilidades de control escogen qué ideas serán aprobadas. Los que tienen
responsabilidades gerenciales implementan las ideas aprobadas, mientras los que tienen responsabilidades de control
evalúan las actividades nuevas y, si es necesario, las mantienen, las amplían o las eliminan. Fama y Jensen se preguntan
cuándo deben combinarse y cuándo deben separarse estas funciones. Postulan que si se separa a los solicitantes residuales,
como ocurre en las grandes corporaciones, las funciones de gestión y control también deben separarse, para evitar
problemas de representación.
Fama y Jensen también formulan la pregunta de por qué los solicitantes residuales están siempre separados. Se debe a que,
de este modo, los propietarios pueden distribuir el riesgo, mientras reúnen el capital necesario para crear una empresa lo
suficientemente grande como para que sea económicamente eficiente en la industria. Los autores sostienen la opinión de
que las grandes organizaciones son económicamente eficientes y, por lo tanto, prominentes en las industrias que requieren
una gran división del trabajo o en las que existe información compleja, donde la misma es “compleja” si se distribuye a
muchos mandatarios y no se concentra en unas pocas personas. Surge así un problema de conocimiento dentro de la
empresa. Ninguna persona por sí sola sabe cómo hacer un avión o un automóvil. Por el contrario, una sola persona puede
proporcionar asesoramiento legal o financiero. Por lo tanto, las firmas legales o las consultoras financieras pueden ser
organizaciones pequeñas, no complejas, pero las empresas que fabrican automóviles no pueden serlo. Los propietarios que
buscan ganancias estarán sumamente motivados para elegir una estructura empresarial que aborde con eficiencia la
complejidad de la información.
7 Eugene Fama and Michael Jensen, “Separation of Ownership and Control”, Journal of Law and Economics 26 (June 1983): pp. 301‐
325.
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Sanford Grossman y Oliver Hart 8 amplían aún más el análisis hecho por Jensen y Meckling. Postulan que las partes de un
contrato no pueden considerar de antemano todos los resultados posibles. El resultado es un contrato incompleto y la
posible existencia de los comportamientos oportunistas y los problemas de la representación descritos por Williamson. La
literatura sobre contratos incompletos, junto con los aportes posteriores realizados por Hart, se suelen denominar
“literatura de los derechos de la propiedad”, debido a que se concentra en los derechos claramente definidos en un
contrato y los derechos residuales, para hacer lo que no se especifica en ese contrato. El resultado es una teoría de la
empresa bastante precisa, basada en la propiedad de un conjunto de activos, donde se incluyen los derechos residuales
sobre tales activos y los contratos que se conforman en torno a ellos. Aunque la literatura en general no brinda este tipo de
descripción, se presentan oportunidades empresariales cuando se identifican activos que son vitales para el éxito de las
empresas, y que luego se explotan a través de acuerdos/contratos verdaderos que incluyen la posesión de los derechos
residuales.
La consideración de los aportes antes mencionados podría llevarnos a centrarnos en los costos de transacción y a excluir
todo lo demás. Para maximizar el valor de la empresa mediante la creación de una estructura óptima, es condición
necesaria, pero no suficiente abordar los costos de transacción. Como observa Richard Langlois 9 , si suponemos que la
empresa ha tomado la decisión correcta sobre qué producir, la estructura óptima para producirlo minimizará la suma de
los costos relevantes, incluso de los costos de transacción y de producción. En The Theory of the Firm Revisited 10 ,
Demsetz reconoce un problema similar. Postula que
cada empresa está formada por un conjunto de compromisos con la tecnología, con el personal y con los métodos, todos
contenidos y limitados por una capa que aísla la información específica de la empresa, y que este conjunto no se puede
8 Sanford Grossman y Oliver Hart, “The Costs and Benefits of Ownership: A Theory of Vertical and Lateral Integration”, Journal of
Political Economy 94, no. 4 (August 1986): pp. 691‐719.
9 Richard Langlois, “Transaction Costs, Production Costs, and the Passage of Time”, en Steven G. Medema, ed., Coasean Economics:
Law and Economics and the New Institutional Economics (Dordrecht: Kluwer Academic Publishers, 1997), pp. 1‐21.
10 Harold Demsetz, “The Theory of the Firm Revisited”, en Ownership, Control and the Firm: The Organization of Economic Activity,
vol. 1 (Oxford: Basil Blackwell, 1988), chap. 9.
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alterar o limitar fácil ni rápidamente. Los componentes de este conjunto resaltados por la teoría de los costos de
transacción, son importantes, pero no exclusivamente 11 .
Los costos de producción también son relevantes y deben considerarse.
II. Teoría económica, segunda parte: Hayek y el problema del conocimiento
En un ensayo famoso, Hayek 12 preguntó cómo una sociedad puede garantizar el mejor uso de todos los recursos cuando el
conocimiento sobre ellos (su escasez o abundancia, su valor para un uso en comparación con otro, etc.) no es dado a nadie
en su totalidad, sino que, en su lugar, está disperso. Su muy conocida respuesta es que el sistema de precios transmite
efectivamente la información pertinente sobre los recursos a las personas que toman decisiones y permite así su uso
eficiente. La escasez de una materia prima incita al aumento de su precio, que, a su vez, alienta a los usuarios a conservar
mejor este recurso y a buscar substitutos, mientras alienta igualmente a los proveedores a asignar más recursos a su
producción. Ningún productor o consumidor necesita saber la causa de la escasez para tener los incentivos para sentir
incentivada la eficiencia de su comportamiento. Los precios transmiten el conocimiento pertinente.
Para Hayek, toda actividad económica implica el uso del conocimiento para decidir cómo utilizar los recursos y esto, en
este sentido, significa planificación. ¿Quién debe llevar a cabo la planificación? Es decir: ¿quién debe decidir cómo
utilizar los recursos? La pregunta es pertinente tanto en el ámbito de la sociedad como en el de la empresa. En esta última,
el desafío es que el empresario estructure un sistema de gestión que explote del mejor modo posible todo el conocimiento
disponible, para maximizar el valor y minimizar los costos (costos de producción, de transacción, etc.) Esto requiere un
entendimiento cabal del significado de este conocimiento y saber cómo utilizarlo.
11 Ibid., pp. 150‐151.
12 Friedrich Hayek, “The Use of Knowledge in Society”, American Economic Review 35, no. 4 (September 1945): pp. 519‐530.
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Hayek proporciona una descripción excelente de dos tipos de conocimiento, utilizados para tomar decisiones relativas a la
asignación de recursos. Existe el conocimiento científico, que es sistemático, organizado, se enseña en las escuelas y está
disponible en las bases de datos; y existe el conocimiento de tiempo y lugar, de circunstancias particulares, llamado
también conocimiento local. La asignación eficiente de recursos implica a menudo una combinación de estos dos tipos de
conocimiento.
Relacionado con los dos tipos de conocimiento de Hayek y pertinente para su análisis tanto en el ámbito social como en el
de la empresa, se encuentra la opinión levemente distinta de Polanyi. Para este autor, existe el conocimiento explícito,
paralelo al conocimiento científico. También existe el conocimiento tácito, de una sola persona, pero que no se puede
reflejar ni expresar. Si bien el conocimiento hayekiano de tiempo y lugar puede no referirse a un conocimiento tácito en
todas las instancias, es fácil imaginar muchos casos en los que es muy difícil expresarlo.
En el ámbito de la sociedad, según Hayek, este conocimiento tácito y el conocimiento de tiempo y lugar específicos de
una “persona en el lugar de los hechos” y que no se puede recoger formalmente desempeña un papel vital. Alfred North
Whitehead, al argumentar sobre el crecimiento económico, expresa: “La civilización se expande cuando aumenta la
cantidad de cosas importantes que podemos hacer sin pensar en ellas” 13 . Es decir, el problema del crecimiento económico
es cómo expandir la utilización de los recursos más allá del control de una única mente o recurso. Este problema es
también pertinente para la empresa, punto que discutiremos más adelante. En resumen, ¿depende el crecimiento rentable
de una empresa de su capacidad de expandir la cantidad de actividades que se pueden realizar, sin que ninguna persona
tenga que pensar en ellas? ¿Hasta qué punto es la empresa exitosa un “orden complejo”, en el que el conocimiento de
muchas personas se utiliza de modo efectivo?
Los empresarios que usan el conocimiento también desempeñan una función obvia. Joseph Schumpeter 14 , al escribir The
Theory of Economic Development antes del aporte realizado por Hayek sobre el uso del conocimiento, desarrolla un
modelo en el que el empresario ofrece nuevas tecnologías, nuevos modelos de negocios y nuevas formas de suministrar
bienes y servicios a precios más bajos o de mejor calidad. Lejos del modelo de competencia perfecta, con sus suposiciones
13 Ibid., p. 527.
14 Joseph A. Schumpeter, The Theory of Economic Development (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1934).
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de información exacta y una determinada tecnología, para Schumpeter el proceso de crecimiento económico depende de la
“destrucción creativa” de los empresarios que reemplazan las viejas tecnologías y los antiguos modelos de negocios por
otros más nuevos y eficientes. El empresario es creativo, incluso heroico, precisamente por esta nueva forma de ver y
hacer las cosas, y de destruir métodos menos eficientes.
El papel del empresario en la literatura de la economía fue desarrollado en mayor profundidad por Israel Kirzner 15 . Para
este autor, el modelo perfectamente competitivo está incompleto porque aborda el problema económico de asignar medios
escasos entre extremos que compiten presumiendo que los extremos y los medios son exógenos. El papel central del
empresario en tal modelo no es distinto del de un gerente, al que se ve con una luz mecánica, simplemente como una
persona, casi una máquina, que aprovecha al máximo las ventajas entre de las dificultades que afronta. El problema, sin
embargo, es que este modelo supone un mundo de conocimientos perfectos, donde no hay nuevas oportunidades que
descubrir y nada nuevo que aprender.
La iniciativa empresarial en el modelo kirzneriano se da al reconocer la oportunidad de que los recursos se pueden utilizar
de una manera diferente para crear más valor. A partir de esto, otras partes, como gerentes contratados, pueden
implementar estas ideas. El empresario es, entonces, el que toma las decisiones sobre cómo emplear los recursos de una
manera determinada. La empresa es la organización que surge para ejecutar la decisión empresarial. Es importante tener
en cuenta que, simplemente, tener un conocimiento exhaustivo sobre algo no es lo mismo que la iniciativa empresarial y
puede no ser suficiente para producir dicha iniciativa.
Los modelos kirznerianos y schumpeterianos son semejantes en el sentido de que en ambos participan empresarios que no
aportan ningún servicio de factores a la producción, sino que toman decisiones críticas sobre el uso de los recursos,
decisiones que implican el uso novedoso del conocimiento 16 . Si bien hay diferencias importantes (el empresario de
Schumpeter es una fuerza exógena que rompe con la rutina y es desequilibrante; el de Kirzner es una fuerza equilibrante),
son menos vitales para el análisis que aquí hacemos. Una diferencia más relevante para este análisis se encuentra en la
15 Israel Kirzner, Competition and Entrepreneurship (Chicago, IL: University of Chicago Press, 1973).
16 El empresario puede, por supuesto, aportar factores de producción como el capital, pero, como se explica más adelante, es la
decisión de utilizar los recursos de un modo novedoso, es decir, la iniciativa empresarial.
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perspectiva sobre la posibilidad de la iniciativa empresarial en las grandes corporaciones; es decir, la capacidad que
poseen los empleados de las grandes empresas de ver nuevas oportunidades que generen valor. Schumpeter es escéptico y
considera que el empresario es menos importante para la empresa a medida que pasa el tiempo. Kirzner, por el contrario,
ve potencial en que las corporaciones fomenten las alianzas de empresarios y financien los emprendimientos de negocios.
Además, Kirzner reconoce que, en el mundo real, el individuo que concibe inicialmente una oportunidad de obtener
ganancias a menudo no es la misma persona que financia, organiza y finalmente concreta esa oportunidad. Insiste en que
la propiedad y la iniciativa empresarial son actividades distintas, aunque reconoce que ambas funciones pueden ser
desempeñadas por la misma persona: el empresario.
El empresario que es propietario de la empresa ha descubierto en su estado de alerta empresarial el modo de
implementar los recursos de la empresa para que produzcan un superávit puro de ganancias que supere el valor de
mercado de todos los recursos necesarios […]. [Pero estas ganancias] no se acumulan para el empresario en su
capacidad de propietario de la firma. Él podría obtener las mismas ganancias si empleara (a un valor bajo de mercado) el
complejo de recursos que conforma la empresa de otra persona 17 .
Esta idea es importante para los propietarios y para los gerentes que desean que sus empleados estén alerta y actúen sobre
las oportunidades a fin de crear ganancias para la empresa. El empleado que reconoce y actúa sobre las nuevas formas de
agregar valor actúa con iniciativa empresarial (en este sentido kirzneriano), ya que esta persona podría irse de la firma y
actuar de este modo en otra parte. El estado de alerta es clave, así como también lo es la acción en respuesta a una
oportunidad de obtener ganancias. El control, en cambio, no es suficiente para la iniciativa empresarial. Como observa
Kirzner: “Para nosotros, la cuestión crucial es quién debe estar alerta para detectar oportunidades hasta ahora inadvertidas
y quién es responsable de las decisiones corporativas” 18 . En muchos casos, el conocimiento de los empleados que no
“controlan” la empresa puede crear oportunidades de obtener ganancias y, en tal caso, se le debe autorizar algún tipo de
control sobre los recursos. Además, estas oportunidades para la iniciativa empresarial se pueden dar en todos los niveles
de la empresa. Kirzner postula que:
17 Israel Kirzner, Competition and Entrepreneurship (Chicago, IL: University of Chicago Press, 1973), p. 53‐54.
18 Ibid., p. 57.
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Independientemente de lo complicada que sea la actividad corporativa, no importa lo complejos que puedan ser los
aspectos ‘políticos’, ‘organizacionales’ o ‘sociológicos’ de la relación entre los accionistas y la gerencia, es posible
distinguir sin dificultad la presencia de la iniciativa empresarial en las personas alertas que toman decisiones en los
distintos niveles para la posterior obtención de ganancias 19 .
Una tarea clave para los propietarios y los gerentes, por lo tanto, es crear un entorno en el que los empleados actúen sobre
este conocimiento para generar ganancias. Además, estructurar la empresa para usar mejor el conocimiento de los
empleados ya es en sí mismo un esfuerzo empresarial. El reconocimiento y la implementación del gerente de una
estructura gerencial rentable son análogos al reconocimiento e implementación del empresario de un modelo rentable de
creación de valor.
Lo que este debate ilustra es la diferencia entre el enfoque austriaco y el de los costos de transacción en una teoría de la
empresa. Si bien ambos reconocen disparidades en la información que poseen las distintas partes (por ejemplo, gerente y
empleado, mandante y mandatario), el enfoque de los costos de transacción no considera en realidad al empresario, sino
que ve a los gerentes en un mundo incierto, donde tratan de crear contratos más efectivos y más incluyentes. Los
austriacos, por su parte, han ofrecido pocas perspectivas sobre la estructura de la empresa establecida por el empresario. Si
bien el empresario es responsable de encontrar maneras de abordar los problemas de información asimétrica entre el
mandante y el mandatario, oportunismo y otros desafíos, la forma como se hace recibe poca atención por parte de la
literatura austriaca. Diversos economistas han advertido y tratado de rectificar esta falta de atención, entre los que se
incluyen Nicolai Foss 20 , Richard Langlois 21 , Ulrich Witt 22 y Frédéric Sautet 23 . Pero sigue siendo necesario combinar aún
19 Ibid., p. 63.
20 Nicolai Foss, “Austrian Insights and the Theory of the Firm”, Advances in Austrian Economics 4 (1997): pp. 175‐198.
21 Richard Langlois, “Transaction Costs, Production Costs, and the Passage of Time”, en Steven G. Medema, ed., Coasean
Economics: Law and Economics and the New Institutional Economics (Dordrecht: Kluwer Academic Publishers, 1997) pp. 1‐21.
22 Ulrich Witt, “Does the Kirznerian Entrepreneur Need Firms? A Contribution to a Missing Chapter in Austrian Economics”, Review
of Austrian Economics 11, no. 1‐2 (March 1999): pp. 99‐109.
23 Frédéric E. Sautet, An Entrepreneurial Theory of the Firm (New York: Routledge, 2000).
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más los aportes claves de los costos de transacción y de la literatura austriaca, especialmente porque esto es inherente a la
actividad empresarial de la empresa en sí.
III. Teoría de la gestión: Uso de la economía en la gestión
El artículo de Coase publicado en 1937 generó material bibliográfico muy completo sobre la relación entre los costos de
transacción y la organización de la empresa. Abrió la “caja negra” de la organización de la empresa y consideró desde un
punto de vista crítico la relación entre las partes contratantes. Pero, como se mencionó antes, la teoría de Coase también
planteó esencialmente una visión de “comandos” de la empresa, según la cual los empleados hacen lo que se les pide,
guiados por sus gerentes. Como esta visión era consecuente con el pensamiento vigente en ese entonces sobre la gestión,
el desafió era pequeño, y poco cambió en cuanto a las ideas sobre la gestión durante varios años. Si bien la teoría de la
gestión estaba dando sus primeros pasos en esa época, la visión de “comandos” estaba representada por un experto líder
de ese momento, Frederick Winslow Taylor 24 .
Taylor popularizó “la gestión científica”, un enfoque que recomienda el análisis sistemático y científico de las tareas de
producción, para hacer que cada trabajador sea tan eficiente y productivo como sea posible. Cada paso dado y cada
herramienta utilizada forman parte de un proceso claramente definido, razón por la cual a la gestión científica también se
la denominó gestión de tareas. Taylor creía que el obrero que poseía las mejores habilidades para hacer un determinado
trabajo no era capaz de comprender el proceso completamente. La siguiente cita proporciona un ejemplo:
Hoy en día, uno de los primeros requisitos para un hombre capaz de manejar hierro en lingotes que se dedique a ello
como su ocupación habitual, es ser tan estúpido y tan flemático que su estructura mental se parezca más a la de un buey
que a cualquier otra cosa 25 .
Según los observadores modernos, Taylor resta importancia innecesariamente al conocimiento y a las habilidades de cada
trabajador. Sin embargo, cabe recordar que Taylor no se considera un enemigo del trabajador común. Por el contrario, él
24 Frederick Winslow Taylor, Principles of Scientific Management (New York: Norton, 1911).
25 Ibid., p. 28.
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postula que los intereses de los trabajadores y de la gerencia (propietarios) no son opuestos, un punto que coincide con los
argumentos de los economistas clásicos como Adam Smith, David Ricardo y Alfred Marshal. En resumen, los
trabajadores más productivos ganan más dinero para ellos mismos y para sus empleadores.
Una generación más tarde, Alfred Chandler 26 presentó un enfoque sobre la gestión, que también era coherente con las
teorías de la Escuela de los Costos de Transacción. Escribe:
En muchos sectores de la economía, la mano visible de la gerencia reemplazó lo que Adam Smith denominó la mano
invisible de las fuerzas del mercado. El mercado siguió siendo el generador de la demanda de bienes y servicios, pero las
empresas modernas asumieron las funciones de coordinación de los flujos de bienes a través de los procesos existentes
de producción y distribución, y de la asignación de fondos y personal para la producción y distribución futuras 27 .
Este cambio –ir de la toma de decisiones dentro del mercado a la toma de decisiones por parte de gerentes profesionales
dentro de grandes organizaciones con unidades múltiples– representa un acercamiento a un tipo de capitalismo gerencial.
Según Chandler, el capitalismo gerencial surgió en los Estados Unidos, en industrias específicas, en momentos específicos
y por razones específicas. Las empresas modernas con unidades múltiples, con departamentos funcionalmente separados
que responden a una sede central reemplazaron a las empresas tradicionales y pequeñas, cuando la coordinación
administrativa permitió mayor productividad, menores costos y mayores ganancias que la coordinación en el mercado. En
parte, esto constituye una explicación coasiana. Dicha coordinación ocurrió por primera vez a mediados del siglo XIX en
los ferrocarriles, luego en telégrafos y teléfonos y, posteriormente, en las empresas de automóviles. Las ventajas de esas
grandes empresas eran los menores costos en la compra de suministros, en la distribución y en la coordinación general.
Pero Chandler postula que estas ganancias obtenidas de una mejor coordinación eran más importantes que los menores
costos de transacción de los acuerdos alternativos. Según su teoría, los gerentes desempeñan un papel clave en la
coordinación y el aprovechamiento de las oportunidades posibles, como resultado de tal coordinación. Chandler también
argumenta que los economistas dan demasiada importancia a los beneficios que se obtienen al aumentar el tamaño de la
26 Alfred Chandler, Strategy and Structure: Chapters in the History of the American Industrial Enterprise (Cambridge, MA: MIT
Press, 1962); The Visible Hand (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1977).
27 Ibid., p. 1.
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operación (economías de escala) y no demasiada a los beneficios obtenidos al mejorar la coordinación de la actividad
productiva.
Chandler se refiere a la coordinación de flujos de bienes a través de los procesos existentes de producción y distribución
que, igual que lo que postula Coase, se produce ya sea dentro de los mercados ya de las empresas, según los costos de
transacción. Pero la mano invisible de las fuerzas de los mercados no es específicamente “reemplazada” por la mano
visible de la gestión. En realidad, lo que hacen los gerentes es coordinar en respuesta a la información provista por el
mercado, por ejemplo, en respuesta a los cambios en la oferta y la demanda. Estos gerentes no pueden realizar una
asignación que se oponga a las señales del mercado y, si trataran de hacerlo, fracasarían. La coordinación dentro de las
empresas constituye, simplemente, una manera rentable de realizar esa asignación. Sin embargo, Chandler no explica
cómo la gerencia de las grandes organizaciones puede procesar efectivamente las señales del mercado y la información
que perciben y poseen los empleados.
Edith Penrose 28 ofrece una teoría sobre el crecimiento de la empresa que, de cierto modo, parece notablemente semejante
a las de Coase y Chandler. Ella postula que la función de la empresa es proporcionar una manera efectiva en función de
los costos de organizar los recursos humanos, entre otros, para poder suministrar bienes y servicios al mercado de un
modo rentable. Igual que lo que sostiene Coase, Penrose dice que hay un límite que distingue lo que se realiza en la
empresa de lo que se realiza en el mercado, y que una empresa puede continuar creciendo hasta que llega a un punto en el
que las transacciones dentro de ella son demasiado costosas. Lo mismo que Chandler, argumenta que los gerentes
desempeñan un papel vital, porque coordinan el uso de los suministros, incluso los recursos humanos y otros.
Según Penrose, la mayoría de los gerentes desean el crecimiento rentable de la empresa, mientras que su tamaño pasa a un
segundo plano. Su gran aporte fue desafiar la suposición entonces vigente, relacionada con el mercado y el tamaño de las
empresas. La suposición es que las empresas proporcionan un conjunto determinado de productos y que su crecimiento
está ligado a esos productos. En el análisis neoclásico estándar, la empresa procura operar en el punto más bajo de su
curva de costos promedio, y el crecimiento es simplemente una expansión para poder estar en un mejor punto de la curva
de costos. Por el contrario, Penrose postula que hay algo más que limita a los gerentes de una empresa en lograr el
28 Edith Penrose, Introduction to Theory of the Growth of the Firm, 3rd. ed. (Oxford: Oxford University Press, 1995).
El uso del conocimiento en la economía y en la gestión: ¿Pueden los mercados funcionar en las empresas?
75
crecimiento. Según Penrose, las limitaciones en el crecimiento de la empresa se basan en los recursos que ésta posee,
incluidos el conocimiento y su capacidad de hacer uso de estos recursos. Así, el crecimiento rentable de la empresa se
suele ver limitado por los mismos gerentes. La empresa puede contratar gerentes del mercado, pero sólo hasta cierto
punto, ya que se necesitan gerentes con conocimiento ‘heredado’ (o conocimiento local) de la empresa, con puntos fuertes
específicos, formas únicas de hacer las cosas, etcétera.
Se dice que las opiniones de Penrose sobre la gestión inspiraron lo que se conoce como la Perspectiva Basada en los
Recursos (ResourceBased Perspective RBP), que se concentra en los recursos existentes dentro de la empresa y en
cómo sus líderes o gerentes los aprovechan de modo rentable. No obstante, la teoría de Penrose va más allá de los
modelos de RBP y de los Costos de Transacción respecto de la toma de decisiones en las empresas para superar sus
limitaciones 29 . ¿Qué les falta a estos enfoques? Suponen que la gerencia posee un conjunto conocido de opciones de entre
las cuales escoge, y que simplemente está limitada por problemas de incentivos, problemas entre el mandante y el
mandatario, y cosas por el estilo. El enfoque de Penrose es más coherente con el de Schumpeter y con los de los
economistas austriacos, como Hayek y Kirzner.
Lo mismo que Schumpeter, Penrose considera que el crecimiento es un fenómeno perjudicial y desequilibrante. Su
análisis es más sutil, sin un “empresario héroe” e imágenes coloridas como la de “destrucción creativa”, pero considera
que este proceso dista de no tener complicaciones y restricciones. El empresario no sólo mira las posibilidades de
producción y trata de reducir el costo total promedio. A diferencia de Schumpeter, Penrose se concentra en el aprendizaje
dentro de las organizaciones y, al hacerlo, amplía la teoría de Chandler sobre el papel de los gerentes. También reconoce
elementos tan austriacos (hayekianos) como el papel de la cognición, el aprendizaje y la coordinación. Este constituye un
problema de conocimiento.
29 Para obtener una explicación más detallada de la teoría de Penrose y cómo ella supera los modelos de la Perspectiva Basada en los
Recursos y de los Costos de Transacción, véase: Nicolai Foss, “Edith Penrose: Economics and Strategic Management”, en Christopher
Pitelis, ed., The Growth of the Firm: The Legacy of Edith Penrose (Oxford: Oxford University Press, 2002), chap. 9.
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76
La Perspectiva Basada en los Recursos se distingue de otro enfoque destacado: la Perspectiva del Análisis de la Industria,
desarrollada por Michael Porter. Su análisis se centra en temas más neoclásicos, como las barreras de entrada y la
capacidad de las empresas de actuar en connivencia con otras empresas que se consideran homogéneas. Porter se centra en
actividades más que en recursos y defiende esta diferencia con Penrose de la siguiente manera: “¿Es una empresa una
recopilación de actividades o un conjunto de recursos y capacidades? Claramente, una empresa es ambas cosas. Pero las
empresas llevan a cabo actividades, y éstas son las que definen los recursos y las habilidades correspondientes” 30 .
Porter describe tres estrategias para lograr una posición competitiva en un mercado: liderazgo en el costo, diferenciación y
concentración en segmentos particulares. Rara vez, una empresa puede sobresalir en múltiples estrategias. El empresario
eficiente descubre cuáles de estas actividades puede ejecutar mejor la empresa. Porter resume también lo que él denomina
las “cinco fuerzas” que determinan la rentabilidad de la empresa: intensidad de la rivalidad de los competidores, amenaza
de nuevos competidores, poder de negociación de los proveedores, poder de negociación de los consumidores y amenaza
de productos substitutivos. Todos estos factores deben entenderse muy bien, pero poseer una ventaja en sólo una de estas
fuerzas puede crear una posición competitiva. Este enfoque coincide con la bibliografía tradicional sobre la organización
industrial. Sin embargo, Porter incluye también elementos que están más alineados con las perspectivas austriacas, aunque
no se los describe como tales.
La adopción de estos elementos austriacos clave en la teoría de la gestión fue aún más lenta que los aportes tempranos de
Coase, que no se incorporaron durante décadas. Hoy en día, los aportes de Hayek sobre el uso del conocimiento y la
importancia de un mecanismo efectivo (como los precios) para transmitir dicho conocimiento se pueden encontrar en toda
la teoría de la gestión, aunque, a menudo, sin que se cite o, quizás, sin ser consciente de su génesis. Talvez el teórico de
gestión más relevante que reconoció la influencia de Hayek sea Tom Peters 31 . En Liberation Management, Peters da
crédito a Hayek por su aporte de que cada empleado posee un conocimiento y un entendimiento únicos que se pueden
aplicar a solucionar los problemas de la empresa. Aprovechar el conocimiento local de los empleados puede resultar
efectivo cuando un propietario o gerente debe tomar decisiones sobre la asignación más rentable de los recursos.
30 Michael E. Porter, Competitive Strategy: Techniques for Analyzing Industries and Competitors (New York: Free Press, 1980).
31 Tom Peters, Liberation Management (New York: Alfred A. Knopf, 1992).
El uso del conocimiento en la economía y en la gestión: ¿Pueden los mercados funcionar en las empresas?
77
Robert Jacobson, 32 profesor de marketing, aplica estas ideas de modo aún más específico y propone lo que él llama
escuela “austriaca” de estrategia. Advierte que la teoría tradicional de la gestión utiliza un modelo de organización
industrial tradicional para la estrategia comercial, como es el análisis de la competencia (como lo hizo Porter), mientras
ignora elementos austriacos como la innovación continua, la flexibilidad, la heterogeneidad intertemporal, y las
influencias no observables sobre el funcionamiento de la empresa. Al mismo tiempo, también postula que Porter
incorpora conceptos austriacos, aunque sea sólo indirectamente, en su noción de que la ventaja competitiva proviene del
cambio y de la mejora continua. Si bien la conexión es indirecta, y Porter no habla de Hayek como lo hace Peters, el
alejamiento de los enfoques tradicionales de la organización industrial es claro.
Haciendo eco de Kirzner, Robert Jacobson critica el modelo neoclásico del equilibrio aplicado a la estrategia de gestión,
haciendo notar que son precisamente los estados de desequilibrio los que crean las oportunidades de obtener ganancias y,
así, motivan al empresario a actuar. Como Hayek, enfatiza la importancia del conocimiento y del aprendizaje, y hace
hincapié en que una parte importante del conocimiento pertinente no es científica, sino específica de un tiempo y de un
lugar, y que el uso de ese conocimiento no es algo que se pueda modelar matemáticamente, sino que hay un proceso
constante de descubrimiento e innovación.
Shelby Hunt 33 , al aplicar de otro modo la economía de mercado a la gestión, ofrece lo que él llama la Teoría de Recursos‐
Ventajas, que no debe confundirse con la Perspectiva Basada en los Recursos, de Penrose. Hunt describe la Teoría de
Recursos‐Ventajas como una combinación de la Perspectiva Basada en los Recursos y la teoría de la demanda
heterogénea del marketing, con bases que llegan hasta la economía austriaca. En este modelo, la empresa busca obtener
una ventaja competitiva mediante la explotación de los recursos que crean un valor superior a costos más bajos. En tanto
la Perspectiva Basada en los Recursos ofrece un aporte importante al reconocer los activos móviles heterogéneos e
32 Robert Jacobson, “The ‘Austrian’ School of Strategy”, Academy of Management Review 17, no. 4 (October 1992): pp. 782‐807.
33 Shelby D. Hunt, “Resource‐Advantage Theory: An Evolutionary Theory of Competitive Firm Behavior?” Journal of Economic
Issues 31, no. 1 (March 1997): pp. 59‐77; “The Resource‐Advantage Theory of Competition”, Journal of Management Inquiry 4
(December 1995): pp. 317‐332; “Resource‐Advantage Theory and Austrian Economics”, en N.J. Foss and P.G. Klein, eds.,
Entrepreneurship and the Firm: Austrian Perspectives on Economic Organization (Northampton, MA: Edward Elgar, 2002), pp. 248‐
272.
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78
imperfectos de la empresa, la Teoría de los Recursos‐Ventajas lleva esto aún más allá, agrega segmentos de mercado
heterogéneos a recursos específicos de la empresa y lo presenta como una organización que aprende de la competencia.
Aunque no se indica en estos términos específicos, este aprendizaje (qué recursos específicos de la empresa explotar y en
qué segmentos del mercado) es un acto empresarial si el aporte se aplica para cambiar provechosamente la conducta de la
empresa.
Tyler Cowen y David Parker 34 aplican de un modo útil los principios austriacos a la teoría de la empresa de Coase.
Comienzan con una visión de contratos de la empresa, pero, a diferencia de Coase, acentúan las similitudes, en lugar de
las diferencias entre la asignación de los recursos en las empresas y en los mercados. Las transacciones dentro de la
empresa, si bien no son idénticas a las del mercado, pueden tener características típicas del mercado. Así, Cowen y Parker
plantean el problema del conocimiento de Hayek, pero con un cambio específico para la empresa. Con un lenguaje
paralelo al de Hayek, postulan:
El problema central verdadero de la gerencia es cómo puede la interacción espontánea de las personas dentro de la
empresa, cada una con sólo partes del conocimiento, lograr el éxito competitivo que sólo podría producir la dirección
consciente de una gerencia experimentada que posee el conocimiento combinado de todos sus empleados y
contratistas 35 .
Cowen y Parker argumentan que la empresa puede imitar el mecanismo del mercado, mediante el uso de los precios de
transferencia. Estos precios resultan de la transferencia de recursos dentro de la empresa; pero, a diferencia de los precios
de mercado, deben reflejar también el valor especial que el recurso utilizado tiene para la misma. Es decir, los precios de
transferencia deben reflejar qué recursos brindan una ventaja comparativa a la empresa, de tal modo que, en algunos
casos, las divisiones de una empresa podrán pagar un valor superior al del mercado por estos recursos. Los precios de
transferencia superiores a los del mercado se producen sólo en circunstancias extraordinarias, en las que los recursos
tienen un costo de oportunidad mayor dentro de la empresa que fuera de ella. Además, es posible que, debido a estímulos
imperfectos o información imperfecta, el gerente de un departamento específico no vea el valor para la empresa en su
34 Tyler Cowen and David Parker, Markets in the Firm: A Market Process Approach to Management, Hobart Paper no. 134 (London:
The Institute of Economic Affairs, 1997).
35 . Ibid., p. 16.
El uso del conocimiento en la economía y en la gestión: ¿Pueden los mercados funcionar en las empresas?
79
conjunto, se concentre en la rentabilidad de su departamento y se resista a pagar un precio de transferencia superior al del
mercado. Por lo tanto, decidir cuándo pagar valores superiores a los del mercado dentro de la empresa implicará un grado
inherente de subjetividad e información específica de la empresa y será el papel que deberá desempeñar su propietario. Es
más que una decisión administrativa o de asignación de recursos. Es una decisión relativa a la ventaja comparativa de la
empresa para el presente y para el futuro. Es una decisión empresarial en esencia, a pesar de que, naturalmente, es
probable que el propietario no actúe con iniciativa empresarial, y no pueda dirigir la empresa a fin de crear más valor y,
por lo tanto, más ganancias.
Wayne Gable y Jerry Ellig 36 proporcionan una guía práctica sobre cómo aplicar los conceptos austriacos, en especial los
hayekianos sobre el uso del conocimiento en un marco de gestión. Describen la filosofía gerencial de Koch Industries,
conocida como Gestión Basada en el Mercado (MarketBased Management MBM). Igual que Cowen y Parker, postulan
que el conocimiento necesario para una toma de decisiones eficaz se encuentra intrínsecamente disperso entre muchas
personas y que los expertos no pueden comunicar gran parte de dicho conocimiento a un lugar central. Su enfoque, por
consiguiente, incluye tanto los elementos de Hayek (el conocimiento es disperso) como los de Polanyi (el conocimiento es
difícil de comunicar). Una observación clave de la MBM es que la planificación central de los Gobiernos nacionales falló
debido a los mismos motivos por los cuales fallan las estrategias comerciales autoritarias. En ambos casos son incapaces
de incorporar el conocimiento individual a las decisiones relativas a la asignación de recursos que toman la sociedad o las
empresas. Es decir, no existe un método efectivo para que el conocimiento de un individuo que se encuentra en cierto
nivel, con frecuencia inferior, se incorpore a las decisiones sobre cómo se utilizarán los recursos.
Gable y Ellig reconocen, sin embargo, que la empresa y el mercado no son idénticos. La empresa existe para cumplir una
misión específica, planteada por el empresario y, por lo tanto, existe una planificación. El mercado, por el contrario, no
existe por ningún objetivo o misión en particular, sino como un medio para permitir que las personas logren sus planes o
misiones específicas. En otros aspectos, sin embargo, las similitudes entre las empresas y los mercados están más
desarrolladas y pueden ser explotadas por un empresario astuto. Por ejemplo, se puede hacer que las funciones que
desempeñan los empleados y sus responsabilidades sean similares a los derechos de propiedad, pero no idénticos a ellos,
donde los empleados aumentan (disminuyen) la riqueza y obtienen más (menos) recursos bajo su control. Además, la
remuneración puede estar ligada a esta creación de la riqueza, así como las ganancias y las pérdidas forman parte del
36 Wayne Gable and Jerry Ellig, Introduction to MarketBased Management (Fairfax, VA: Center for Market Processes, 1993).
JOURNAL of MANAGEMENT for VALUE
80
mercado. Otro elemento importante de los mercados y de las empresas es la cultura en la que operan, que es, quizás, el
más difícil de definir o describir. Sin embargo, como se explica más adelante, la cultura puede ser uno de los elementos
más importantes, en tanto en cuanto un propietario inteligente la considere cuidadosamente. En conclusión, así como el
mercado asigna recursos a través del mecanismo de precios, el propietario puede utilizar los precios para asignar los
recursos dentro de la empresa. Denominados mercados internos en el marco de la MBM y en el resto de la bibliografía
sobre gestión, este es en esencia el mismo concepto propuesto por Cowen y Parker. Un mercado interno no es equivalente
al mecanismo de precios del mercado, pero puede proporcionar muchos beneficios similares.
En otro documento, Ellig 37 proporciona una descripción más detallada sobre qué son los mercados internos y cómo
deberían funcionar. Explica que el comercio en los mercados internos debe, en su mayoría, ser voluntario. Es decir, en
algunos casos debe existir el derecho de comprar bienes o servicios de proveedores externos, a pesar de que en otros los
cargos no sean voluntarios. Por ejemplo, en casos especiales, algunas unidades o departamentos de una empresa cobrarán
a otras unidades por sus bienes o servicios, y estas últimas no tendrán la opción de obtener estos bienes o servicios en otra
parte. Dichos cargos obligatorios se deben asociar a los bienes y servicios relacionados con la ventaja comparativa de la
empresa, esencialmente el argumento postulado por Cowen y Parker.
Ellig advierte también que este concepto de los mercados internos aparentemente contradice lo establecido por Coase,
quien postula que la asignación ocurre en el mercado o en la empresa. Como se describe anteriormente, Coase considera
que los precios no desempeñan ninguna función dentro de la empresa, y en su modelo los precios se ven sólo en el
mercado, no en la empresa. Según Coase, el hecho de que el sistema de precios se utilice o no está relacionado con los
costos de transacción de realizar la actividad en el mercado o en la empresa. Ellig argumenta que los mercados internos, si
bien no encajan perfectamente en este modelo de costos de transacción, sí calzan en la teoría de clubes, y este argumento,
decididamente, está influenciado por Hayek:
Las capacidades se basan fundamentalmente en el conocimiento. El conocimiento no se agota, pero el acceso a él puede
ser limitado. Por lo tanto, las capacidades basadas en el conocimiento son bienes semipúblicos. El conocimiento sobre el
que se basan implica un consumo sin rivalidades, donde es posible excluir a los que no pagan. Un club es, por lo tanto,
37 Jerry Ellig, “Internal Markets and the Theory of the Firm”, Managerial and Decision Economics 22 (August 2001): pp. 222‐237.
El uso del conocimiento en la economía y en la gestión: ¿Pueden los mercados funcionar en las empresas?
81
una forma viable de organización para producir y utilizar las capacidades de la organización basadas en el
conocimiento 38 .
Según Ellig 39 , los demás conceptos austriacos son relevantes para la teoría de la gestión basada en los principios del
mercado. Por ejemplo, además del uso del conocimiento disperso y tácito a través del sistema de precios, Ellig destaca
que la descripción de Hayek sobre la naturaleza de la competencia realiza aportes importantes al papel desempeñado por
el empresario. Hayek 40 describe la competencia como un proceso dinámico con características que el modelo de
competencia perfecta supone lejanas. Las suposiciones de este modelo (libre ingreso al mercado, ninguna diferenciación
entre productos y servicios, y el total conocimiento de todos los factores pertinentes por parte de todos los participantes)
no describen la realidad. Estas suposiciones eliminan la necesidad del empresario e ignoran el hecho de que es la misma
competencia la responsable de descubrir lo que los consumidores desean, cuál sea la forma más barata de elaborar estos
bienes o prestar estos servicios, etc. Lo mismo ocurre con los consumidores, quienes mediante la competencia, se enteran
de qué opciones tienen. Esto es pertinente para la teoría de la gestión, porque la empresa exitosa considera a la
competencia desde este punto de vista. Las ganancias surgen de explotar las ventajas comparativas de la empresa. Las
ganancias sostenidas surgen de hacerlo constantemente. Es bastante distinto del modelo de competencia perfecta.
Más recientemente, Thomas Malone 41 realizó un análisis más específico del valor de los mercados internos. Describe tres
maneras distintas de utilizar tales mercados internos, que incluyen: la asignación de servicios de asistencia, de capacidad
de producción e ideas de comercio. Un ejemplo de la asignación de servicios de asistencia sería cuando el departamento
contable de una empresa cobra a las divisiones por los servicios contables prestados. Los gerentes de las divisiones que
38 Ibid., p. 231.
39 Jerry Ellig, “Organizational Economics and the Market‐Based Management Framework: Toward a Common Research Agenda”,
Journal of Private Enterprise 12, no. 1 (Autumn 1996): pp. 73‐88.
40 Friedrich Hayek, “The Meaning of Competition”, en Individualism and Economic Order (Chicago, IL: University of Chicago Press,
1948).
41 Thomas Malone, “Bringing the Market Inside”, Harvard Business Review 82 (April 2004): pp. 106‐114.
JOURNAL of MANAGEMENT for VALUE
82
utilizan los servicios contables sin los mercados internos no son conscientes de los costos de oportunidad de estos
servicios y, por lo tanto, existe un incentivo para sobreutilizar el recurso.
Malone ilustra cómo los mercados internos pueden ayudar a asignar eficazmente la capacidad de producción con la
experiencia de Intel Corporation. La empresa estableció un intercambio interno, en el cual el equipo de producción de
chips para microprocesadores realiza ofertas para venderlas al equipo de ventas, y el equipo de ventas hace ofertas para
comprarlas. El intercambio incluye un mercado de futuros y permite tener diferentes precios de producción en distintos
lugares. El resultado es que se transmite información importante tanto al personal de producción como al de ventas. El
personal de producción ve que los precios suben en ciertos momentos y tiene el incentivo para asignar más recursos a la
producción durante esos momentos. Por ejemplo, el precio más alto ofrecido por el personal de ventas ansioso de
satisfacer al cliente podría ser lo suficientemente alto como para cubrir el pago de horas extras del personal de producción.
El personal de ventas estará incentivado para comprar más durante los períodos de baja producción a fin de evitar los
cargos de horas extras, si esto se puede hacer de modo rentable luego de considerar los costos de almacenamiento del
inventario y otros costos relacionados. El personal de ventas también estará incentivado para tratar de anticipar mejor las
necesidades de sus clientes, ya que al hacerlo podrá comprar chips a un menor costo. Es importante destacar que es
probable que un vendedor con un cliente que quiere un gran volumen de productos de inmediato no haga “lobby” al
supervisor del equipo de producción. Por el contrario, deberá tratar de ganar la producción a otros vendedores de la
empresa.
Finalmente, Malone argumenta que una empresa podría permitir también a los empleados hacer apuestas o comerciar
según lo que ellos creen que ocurrirá en los mercados pertinentes, como, por ejemplo, en el mercado de los materiales
clave para los productos de la empresa o para los productos de su competencia. Es probable que algunos empleados del
equipo de producción sean los que realicen los mejores aportes respecto del mercado para la materia prima que utilizan,
mientras que los vendedores posean la mejor información sobre el mercado para los productos de la empresa. Al
compararse con el uso de los mercados internos para la asignación de la capacidad de producción, los mercados internos
para las ideas son más teóricos y están menos desarrollados en la industria. Sin embargo, esto no significa que el concepto
no esté desarrollado. Robin Hanson 42 propuso un “mercado de ideas” que permitiría a las personas (por ejemplo, a los
especuladores) estimar las consecuencias de las políticas o los eventos y obtener los beneficios resultantes de la
estimación precisa de estos efectos. El modelo está diseñado para brindar incentivos a fin de que las personas compartan
42 Robin Hanson, “Decision Markets”, IEEE Intelligent Systems 14, no. 3 (May/June 1999): pp. 16‐19.
El uso del conocimiento en la economía y en la gestión: ¿Pueden los mercados funcionar en las empresas?
83
el conocimiento pertinente. Al mismo tiempo, algunos consultores de gestión postulan que es posible que las empresas
con muchos trabajadores del conocimiento creen mercados donde se comparta información valiosa para la empresa 43 .
Dichos mercados deben estar bien estructurados, brindar a los usuarios un acceso fácil a la información útil y brindar a los
proveedores incentivos suficientes para compartir su conocimiento. Dentro de la empresa, permitir que los empleados
exploten ampliamente el conocimiento tácito podría proporcionar información importante al empresario potencial.
IV. La crítica misesiana: El problema de la aplicación de los principios del mercado a la empresa
Nicolai Foss 44 realiza una de las críticas más duras y completas, tanto de la teoría de los Costos de Transacción como de
aquellos que aplican elementos austriacos (específicamente, hayekianos), para promover conductas similares a las del
mercado en las empresas. Su argumento afecta tanto a los economistas –Gable y Ellig, Cowen y Parker, y otros– como a
los teóricos de la gestión –Peters, Malone, y los que promueven los mercados internos–. Esta crítica es importante, porque
cuestiona la aplicación de los aportes de Coase y Hayek. Se la denominará crítica misesiana, porque aprovecha las ideas
de Ludwig von Mises.
La crítica misesiana no implica que todas las ideas de los economistas y teóricos sobre la gestión, discutidas con
anterioridad en este texto, estén equivocadas. De hecho, Foss está de acuerdo con muchas de sus conclusiones. Reconoce
los aportes importantes de la Escuela de los Costos de Transacción, incluso la información asimétrica (como, por ejemplo,
la información dispersa que crean los costos de transacción), la especificidad de los activos (que posibilita las rentas) y la
realidad del interés propio (que puede crear oportunismo y riesgo moral). Como Kirzner, Foss postula que la teoría
moderna de la empresa supone mercados eficientes, que se encuentran en equilibrio y, por lo tanto, ignora el proceso por
el que atraviesan los mercados para ajustarse a los cambios y a las nuevas oportunidades: el papel ignorado que
43 Véase, por ejemplo, Lowell L. Bryan, “Making a Market in Knowledge”, The McKinsey Quarterly, no. 3 (August 2004).
44 Nicolai Foss, “Economic Organization in the Knowledge Economy: An Austrian Perspective”, en Nicolai J. Foss and Peter G.
Klein, eds., Entrepreneurship and the Firm: Austrian Perspectives on Economic Organization (Aldershott, UK: Edward Elgar, 2002),
chap. 3.
JOURNAL of MANAGEMENT for VALUE
84
desempeña el empresario. Lo mismo que Ellig, argumenta que faltan algunos elementos austriacos distintivos en la teoría
de la empresa, como, por ejemplo, el uso del conocimiento, el papel desempeñado por los incentivos y la importancia de
los derechos de propiedad. También reconoce la idea hayekiana de que el conocimiento está disperso dentro de la empresa
y debe utilizarse eficazmente para poder lograr la máxima creación de valor.
Pero, según Foss, los esfuerzos de aplicar los principios del mercado a la empresa pueden ir demasiado lejos, y es aquí
donde surge la crítica misesiana. Esta crítica sostiene que las empresas no son mercados y que no pueden serlo, porque la
esencia del mercado es la falta de control centralizado, mientras que en la empresa, “la función del empresario no se puede
separar del control de los factores de producción” 45 . Muchas ideas austriacas, principalmente basadas en los aportes de
Hayek, orientan al empresario (o propietario) en el ejercicio del control. Por ejemplo, el propietario puede delegar para
hacer posible una mejor coordinación, una mejor toma de decisiones por parte de aquellos que poseen el conocimiento
pertinente o disponen de mayores economías de escala a la hora de tomar decisiones. Mises reconoce este punto y advierte
que muchos propietarios de empresas delegan tareas en los empleados de menor jerarquía, les asignan responsabilidades
sobre las ganancias o pérdidas de esa parte de la empresa que se encuentra bajo su control, y como consecuencia los
recompensan 46 . Pero que el propietario (o el gerente como mandatario del propietario) trate de imitar al mercado lo más
posible es “jugar al mercado”, como lo describen Mises y Foss. Al hacerlo, el propietario cede control, algo que él nunca
debería hacer. Según Foss, esos esfuerzos ponen en riesgo la creación de un “escenario hayekiano”, en el que los
propietarios o los gerentes tratan de ofrecer a los empleados incentivos similares a aquellos que se encuentran en el
mercado, cuando, en realidad, el control gerencial de los recursos de la empresa (y el derecho a las ganancias obtenidas de
su uso efectivo) no son resignados por los propietarios de la empresa.
Para ilustrar este punto, Foss postula que existen problemas inherentes al tratar de utilizar el mecanismo de precios, como
los mercados internos, en el entorno planificado de la empresa. Frédéric Sautet 47 y Peter Klein 48 también destacan este
aspecto y observan que los precios de transferencia son significativos sólo si pueden compararse con los precios del
45 Ludwig von Mises, Human Action: A Treatise on Economics (Chicago, IL: Contemporary Books, 1949), p. 305.
46 Ibid., pp. 310‐315.
47 Frédéric E. Sautet, An Entrepreneurial Theory of the Firm (New York: Routledge, 2000).
48 Peter Klein, “Economic Calculation and the Limits of Organization”, The Review of Austrian Economics 9, no. 2 (1996): pp. 3‐28.
El uso del conocimiento en la economía y en la gestión: ¿Pueden los mercados funcionar en las empresas?
85
mercado. Como expresa Sautet, “no existen mercados dentro de la empresa, sólo existe un sistema contable –que se puede
basar en ciertos precios virtuales– que proporciona información a los gerentes sobre el uso de los suministros que realizan
los distintos departamentos y divisiones de la empresa” 49 . Ante la ausencia de un precio de mercado, la empresa carece de
la información necesaria para fijar un precio de transferencia a fin de lograr una asignación eficiente de recursos. Este es
esencialmente el mismo problema que afrontan los planificadores socialistas, porque el precio lo fijaban las fuerzas del
mercado o, como ocurre en el socialismo, al fin algún gerente tiene la autoridad de fijarlos. Este control y esta autoridad
para fijar precios no existen en el mercado.
Este punto es incluso reconocido por los que proponen a la gerencia los enfoques basados en el mercado. Como han
postulado Ellig, Cowen y Parker, y otros, el empresario ha ejercido y debe ejercer dicha autoridad, elegir cuándo el precio
del mercado interno se debe fijar sobre el precio del mercado, o cuándo los precios externos deben ser utilizados por la
empresa, en todos los casos, sobre la base de las ventajas comparativas de la misma. En un sentido importante,
concuerdan con Foss y Mises respecto al papel central que desempeña el empresario. La pregunta, sin embargo, es hasta
qué punto el empresario puede y debe incorporar mecanismos similares a los del mercado en la empresa.
V. La síntesis: Cuándo funcionan los mercados en las empresas y cuándo no
Una mirada más de cerca a los aportes realizados por Coase, Hayek y la bibliografía posterior revela similitudes en cuanto
a su relevancia para las teorías de gestión y el papel que desempeña el empresario, así como las limitaciones para
aplicarlas en forma independiente. La visión coasiana de la empresa como un enfoque para minimizar los costos de
transacción –lo que más adelante se describirá como un nexo de contratos– se mejora al entender en qué sentido dichos
costos de transacción están relacionados con el conocimiento disperso y tácito. La visión hayekiana de que los precios
transmiten información y asignan recursos eficientemente en una economía de mercado y, de modo similar, pueden
asignar recursos eficientemente en una empresa, mejora al reconocer las limitaciones relacionadas con el problema de los
costos de transacción. Coase y Hayek brindan aportes complementarios pero que se deben aplicar con conocimiento de la
crítica misesiana.
49 Frédéric E. Sautet, An Entrepreneurial Theory of the Firm (New York: Routledge, 2000), p. 125.
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86
La crítica misesiana de “jugar al mercado” dentro de la empresa es útil, porque demuestra que, en última instancia, es el
empresario el que toma las decisiones vitales. Al mismo tiempo, el empresario, propietario o gerente pueden asignar
recursos eficientemente dentro de la empresa, pero sólo mediante el uso del conocimiento disperso y tácito de los
empleados. Algunos medios para aprovechar este conocimiento (es decir, algunos enfoques gerenciales) serán más
efectivos que otros. Para la mayoría de los gerentes, la información necesaria para tomar decisiones efectivas (por
ejemplo, qué proporcionar a los consumidores; qué combinación de recursos utilizar dentro de qué tipo de arreglos
contractuales) estará totalmente en manos de esa única persona. Esto ocurre principalmente a medida que la empresa
crece, lo que permite hacer que una analogía con la observación de Alfred North Whitehead (que la civilización progresa
cuando se expanden las actividades que se pueden realizar sin pensar en ellas) sea especialmente apta para los gerentes de
las empresas grandes o en crecimiento.
En parte, el desafío para la persona que toma las decisiones es cómo aprovechar este conocimiento disperso cuando
existen asimetrías en la información, y cuando los propietarios y los empleados se ven ante incentivos diferentes. Este es
un problema entre mandante y mandatario, relacionado con los costos de transacción. Más aún: el desafío es crear un
ambiente en el que todas las personas de la empresa tengan incentivos para estar alerta, utilizar la información que quizá
sólo ellos posean, y actuar sobre las oportunidades que quizá sólo ellos perciban. Los propietarios y los gerentes (actuando
de un modo decididamente empresarial) pueden crear un valor adicional al crear una estructura organizacional que
optimice estos incentivos, para que todos los empleados puedan utilizar el conocimiento y realizar acciones que generen
ganancias.
Esto no significa que la empresa y el mercado sean equivalentes. Pero las diferencias pueden estar menos relacionadas con
la efectividad de los precios en la asignación de recursos, y más con quién fija las reglas para el uso de los precios y quién
crea las instituciones en las que opera la empresa. No existe la creación de un orden espontáneo en la empresa ni en
ninguna otra parte; sólo la cultura, las reglas y otras instituciones hacen que el orden sea posible. En resumen, la cultura
de la empresa (que se comentará más adelante) y sus reglas del juego son determinadas por procesos muy diversos en la
sociedad, si la comparamos con la empresa. Como han advertido James Buchanan y otros 50 , las reglas sobre la toma de
50 James Buchanan and Geoffrey Brennan, The Reason for Rules: Constitutional Political Economy (Cambridge: Cambridge
University Press, 1985); James Buchanan and Gordon Tullock, The Calculus of Consent (Ann Arbor: University of Michigan, 1962).
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decisiones son vitales para determinar los resultados. En una sociedad, las reglas constitucionales (o meta) proporcionan
un marco idealmente diseñado para proteger los derechos fundamentales, como, por ejemplo, el derecho a la propiedad.
Dentro de este marco de reglas, las personas negocian, cooperan, contratan y comercian en acuerdos de mejora paretiana.
La empresa también opera dentro de este conjunto de reglas establecido por la sociedad. Sin embargo, el empresario
agrega otro nivel de reglas, en este caso diseñadas alrededor del juego de la creación de riqueza, además de cualquier otra
cosa que produzca utilidad para él.
Las reglas del juego desempeñan un papel central en la opción pública, en la nueva economía institucional y en la
economía austriaca. Pero estas reglas, útiles para explicar la asignación eficiente de recursos dentro de una sociedad, han
sido aplicadas pocas veces a la teoría de la empresa y a la función del empresario. Excepciones notorias incluyen las obras
de Langlois, Gifford y Foss.
Desde el punto de vista de la opción pública, Adam Gifford 51 postula que existe una analogía clara entre los acuerdos
institucionales creados por el empresario y la constitución establecida por una política. En ambos casos existen para
ayudar a proteger las inversiones realizadas por los miembros. Ante la ausencia de protección, el comportamiento
oportunista de otros miembros puede limitar seriamente la inversión u otras actividades que aumentarían la riqueza de la
sociedad o de la empresa. Así como los derechos mal definidos reducen los incentives de inversión y, por lo tanto, la
creación de riqueza en la sociedad, lo mismo ocurre con las reglas organizacionales mal estructuradas, que reducen los
incentivos para que los empleados contribuyan con la empresa.
Desde la perspectiva austriaca, Foss 52 postula que los modelos de organización de la empresa suelen adoptar uno de los
dos enfoques (igualmente equivocados). El enfoque adaptativo considera que las personas aprenden y se adaptan de
maneras que finalmente se equilibran y que más o menos se parecen a una empresa. El enfoque del diseño racional
considera al empresario (o a los ejecutivos de más jerarquía) como la persona que diseña las reglas que claramente
51 Adam Gifford, “A Constitutional Interpretation of the Firm”, Public Choice 68 (January 1991): pp. 91‐106.
52 Nicolai Foss, “The Use of Knowledge in Firms”, The Journal of Institutional and Theoretical Economics 155, no. 3 (September
1999): pp. 458‐486.
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coordinan las actividades de los subordinados. Foss argumenta que el enfoque del diseño racional sufre de “pretensión de
conocimiento”, ya que los líderes de la empresa no saben qué conocimiento está en manos de sus empleados, y este
conocimiento tampoco se puede transmitir completamente. También explica que el enfoque adaptativo se aleja demasiado
hacia la dirección opuesta, esencialmente eliminando las actividades organizacionales que forman una empresa.
Recomienda una posición (austriaca) intermedia, que incorpora tanto elementos de planificación como adaptativos. Desde
esta perspectiva, Foss expresa que parte de la planificación puede ser opcional, como, por ejemplo, la práctica duradera de
muchas empresas de participar en ejercicios de planificación estratégica. Si estos ejercicios ayudan a las empresas a
cambiar sus planes, a fin de incorporar el conocimiento o la información local de sus empleados, para responder mejor a
los cambios del mercado, entonces las empresas se están adaptando y están planificando. Desde una perspectiva austriaca
similar, Langlois 53 sostiene que las teorías más tradicionales de la empresa ignoran esta necesidad de la misma de abordar
los aspectos típicos y previsibles de su negocio, así como los aspectos particulares e imprevisibles. De este modo, un
modelo basado en una perspectiva totalmente racional o totalmente adaptativa sería un modelo incompleto.
Más aún: quizá no sea suficiente para el empresario simplemente comprender y elegir las reglas correctas. Esto se debe a
que la empresa es más que un conjunto de reglas, y el éxito puede volcarse más hacia la selección óptima de las reglas y
de la cultura de la empresa. Como explicó William Ouchi 54 , un marco organizacional no necesita encajar perfectamente
dentro de la división simple de un mercado de contratación libre o de una organización burocrática de contratación rígida.
Ouchi presenta, por el contrario, tres categorías: mercados, burocracias y clanes. La definición de Ouchi de un clan surge
de Emil Durkheim 55 : una asociación “orgánica” de personas muy cercanas, pero no relacionadas.
Lo mismo que Williamson, Ouchi postula que si un mercado, burocracia o clan es sumamente eficiente, abordará las
circunstancias específicas que estén a su alcance. Señala dos factores como los más determinantes: la dificultad de medir
53 Richard Langlois, “Do Firms Plan?” Constitutional Political Economy 6, no. 3 (October 1995): pp. 247‐261; “Coherence and
Flexibility: Social Institutions in a World of Radical Uncertainty”, en Israel M. Kirzner, ed., Subjectivism, Intelligibility, and
Economic Understanding: Essays in Honor of Ludwig M. Lachmann (London: Macmillan& Co. Ltd., 1986), pp. 171‐181.
54 William G. Ouchi, “Markets, Bureaucracies, and Clans”, Administrative Science Quarterly 25, no. 1 (March 1980): pp. 129‐141.
55 Emile Durkheim, The Division of Labor in Society (New York: Free Press, 1933).
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el desempeño individual y la falta de congruencia entre los objetivos del empleado y los del empleador. Los acuerdos
formales o burocráticos son eficientes cuando estas dos condiciones son elevadas (es decir, es difícil medir el desempeño,
y el empleado y el empleador tienen objetivos muy divergentes). Los mercados son eficientes cuando no se aplica el
primer factor (el desempeño se puede medir) y cuando sí se aplica el segundo (el empleador y el empleado, o el mandante
y el mandatario, tienen objetivos substancialmente diferentes). Por el contrario, los clanes pueden ser eficientes en
situaciones totalmente opuestas a las que hacen que los mercados sean eficientes, donde es difícil medir el desempeño,
pero existe congruencia entre los intereses del empleador y del empleado.
Esta observación de Ouchi plantea otros interrogantes. Si bien la responsabilidad del propietario o del gerente es
comprender hasta qué punto se pueden medir el desempeño y el nivel de congruencia entre sus objetivos y los de los
empleados, ¿se puede crear esta congruencia? Si es así, ¿qué se debe hacer para que se produzca? Si tal congruencia
provoca el mejor uso del conocimiento y la creación superior de valor, y si eso proviene de las instituciones creadas
(reglas, cultura, etcétera), los esfuerzos para crear mejores reglas y una mejor cultura mejor constituyen una actividad
empresarial importante dentro de las empresas.
Entonces, ¿cómo se aplica el proceso empresarial del descubrimiento a la selección de las instituciones de una empresa,
tales como sus reglas y su cultura? Los propietarios y los gerentes están evaluando constantemente las formas de mejorar
los sistemas de incentivos de las empresas y los procesos para compartir conocimientos, e incluso su cultura. Cuando un
propietario o gerente percibe y actúa sobre nuevos modos de estructurar las instituciones que crean un valor superior, esto
constituye un acto empresarial. Precisamente, debido a que estos enfoques no fueron previstos antes, existen
oportunidades de obtener ganancias.
Para brindar un simple ejemplo, puede haber una oportunidad de obtener ganancias para el propietario que renuncia a
parte del control y establece una regla mediante la cual sus subordinados pueden “obviar su opinión” en asuntos
específicos (presumiblemente porque poseen un mejor conocimiento o información). Al aceptar la crítica misesiana, se
debe, sin embargo, advertir que el propietario que participa en tal autorestricción lo hace precisamente porque es rentable,
y este propietario podría reafirmar el control total, en caso de que fuera más rentable tomar ese enfoque. La estructuración
de las reglas de este modo podría crear una serie de incentivos y una cultura en la que todos estén motivados a utilizar su
conocimiento o información local para agregar valor.
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En resumen, los propietarios y los gerentes deben reconocer que la empresa, igual que el mercado, es un proceso en el que
se produce un intercambio en virtud de un conjunto determinado de reglas, junto con las reglas no escritas plasmadas en la
cultura. Sin embargo, a diferencia del mercado, dentro de la empresa una única entidad (el solicitante residual) tiene un
amplio poder para establecer reglas y alentar una determinada cultura diseñada para producir un resultado en particular. El
descubrimiento y la implementación de un conjunto de reglas y de una cultura que creen un valor superior es una función
empresarial importante y poco entendida.
Conclusión
Después de varios años de olvido, muchas teorías económicas y de gestión reconocen la importancia de utilizar el
conocimiento disperso y tácito que tienen los empleados. Sin embargo, este conocimiento no se puede aprovechar
perfectamente debido a que los propietarios y los gerentes del mundo real afrontan costos de transacción. Por lo tanto, es
un error que los propietarios y los gerentes supongan que los precios de las empresas pueden o deben funcionar del mismo
modo que los precios del mercado. La empresa tiene un elemento de planificación y de control. Al mismo tiempo, es
igualmente erróneo presumir que los propietarios o gerentes con mentalidad empresarial no deben tratar de fomentar esas
instituciones que hacen posible el complejo orden en el que muchas personas con conocimiento disperso y tácito crean un
valor superior y, así, mayores ganancias para la empresa. El desafío requiere la creación de reglas y una cultura que utilice
efectivamente este conocimiento, a fin de maximizar el valor y minimizar los costos. Hacerlo es crear valor en formas no
previstas, lo que constituye la esencia de la iniciativa empresarial.
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