lealtades familiares y elección vocacional
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Lealtades familiares y elección vocacional
Lic. Matías Muñoz
(Artículo publicado en Revista Creciendo en Familia Nro.10, 2008, Prosed.
Universidad Católica Argentina)
En el transcurso del último año escolar, se instala en muchos adolescentes una
pregunta compleja que surge de la incertidumbre y genera ansiedad por remitir
a un futuro desconocido: ¿Quién quiero ser?
Múltiples factores intervienen condicionando favorable o desfavorablemente
la decisión vocacional: aspectos de la personalidad individual (intereses
personales, aptitudes o talentos y otros rasgos de personalidad); características
culturales (oportunidades o dificultades que la cultura le ofrece a sus jóvenes
para insertarse, carreras u ocupaciones valoradas por la cultura, etc.) y
aspectos relacionales y familiares (expectativas de los padres o abuelos,
elecciones vocacionales anteriores en la familia, actividades valoradas o
desvalorizadas en el medio familiar, mandatos, etc.). Me interesa profundizar
en estos últimos, ya que también juegan un papel protagónico en toda elección
vocacional ocupacional.
Somos seres relacionales, con identidad propia y en vínculo constante con los
otros. Desplegamos nuestra identidad y la construimos permanentemente en
las relaciones personales y significativas que tenemos a lo largo de nuestra
historia. Además de la herencia genética y de las experiencias que a lo largo
de la vida moldean nuestra identidad, hay conductas, elecciones y formas de
sentir que se ven condicionadas por valores que se transmiten en la familia de
forma transgeneracional. Las generaciones que nos preceden fueron
transmitiendo de forma explícita o implícita valores, creencias, ideologías,
formas ideales de ser, expectativas, etc.; o sea, todo un conjunto de normas,
leyes y pautas de acción.
¿Cómo influyen estas pautas familiares en el adolescente y en su elección
vocacional ocupacional?
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La lealtad
Bozormenyi Nagy, psiquiatra húngaro-americano especialista en terapia
familiar, utiliza el concepto de lealtad para describir un sentimiento profundo
que circula entre los diferentes miembros de una familia. La lealtad implica un
compromiso de los miembros para con las expectativas del grupo. Facilita que
un integrante acate con sus actitudes aquellas “expectativas compartidas no
escritas”[Nota al final] que están presentes en un grupo familiar y que se
promueven de generación en generación.
Es inherente al rol de padres el hecho de tener deseos sobre el futuro de
nuestros hijos. Los han tenido nuestros padres con nosotros, así como nosotros
con nuestros hijos. Los deseos y expectativas que los padres tenemos para con
nuestros hijos forman parte del libreto que nuestra familia escribe a lo largo de
su historia generacional y que habla sobre cómo es conveniente vivir la vida.
Cada familia posee un mapa que guía el viaje, un guión que condiciona y a la
vez surge de la historia familiar.
La lealtad a este guión atraviesa las diferentes generaciones de la familia, la
mantiene cohesionada y con identidad propia a lo largo de los años. La familia
existe gracias a los lazos que se tejen entre las generaciones. Estos lazos
implican, por un lado, mensajes transmitidos de forma verbal, explícita y
dialogada y, por otro, transmisiones no verbalizadas, implícitas y enunciadas a
través de conductas. Algunas pautas familiares se sostienen de forma
invisible; se respiran en el clima familiar y en las diferentes relaciones
familiares. Los abuelos o los bisabuelos han impartido un estilo deseado de ser
a las generaciones posteriores y los padres son los portadores de este mensaje.
Legados, mandatos y elección vocacional.
Si nos preguntamos sobre nuestros deseos para con nuestros hijos, una primera
respuesta probablemente sea: “quiero que sea feliz”. Si seguimos
profundizando en la pregunta, buscando respuestas alternativas podemos
reconocer lo que para nosotros implica su felicidad. Así podemos toparnos con
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nuestras expectativas y luego podremos comprenderlas en relación a las que
nosotros recibimos como hijos.
Estas pautas o expectativas pueden estar en consonancia con la singularidad
de nuestro hijo, o sea que haya una correlación entre las pautas familiares y
los intereses, aptitudes y deseos personales del adolescente. En estos casos no
surge el conflicto porque el joven siente que el estilo de vida que va eligiendo
le pertenece, es consustancial con su identidad y, al mismo tiempo, forma
parte del legado que su familia le deja.
Pero, en otros casos, hay una clara disonancia entre lo que en la familia se
espera del hijo y lo que él vislumbra como su futuro. Si ambas partes se
mantienen rígidas, las pautas empiezan a ser percibidas o transmitidas como
mandatos. La Real Academia Española define un mandato como una “orden o
precepto que el superior da a los súbditos”. Cuando una pauta familiar deja de
ser un legado para pasar a ser un mandato, el hijo siente la dificultad para
poder elegir libremente. El conflicto se da entre realizar los propios deseos o
motivaciones y acatar para seguir siendo leal al guión familiar. Es un conflicto
entre el si mismo y la familia. En estos casos las pautas constriñen al hijo, lo
sujetan y lo inhiben. Generan angustia, problemas de autoestima y una
sensación de traición al modelo con la culpa que esto conlleva.
Como ejemplos, podemos pensar en aquellas familias en las cuales hay
profesiones altamente valoradas, que se repiten de generación en generación y
que en algunos casos operan como mandatos, mientras que otras ocupaciones
son altamente desvalorizadas por ser consideradas inferiores en categoría
profesional. Una carrera puede ser un mandato familiar difícil de eludir. El
privilegio de pertenecer al grupo será una variable de peso a la hora de tomar
una decisión.
Por otra parte, existen familias en las que el padre o la madre no han podido
llevar a cabo el legado de sus propios padres y le transmiten a sus hijos la
pauta de realizar el deseo del abuelo que ha quedado trunco y que puede
transformarse en un mandato para el nieto que intentará saldar una cuenta
pendiente de alguno de sus padres.
En aquellas familias que tiendan a un modo rígido de funcionamiento y en las
que haya mandatos, aquel hijo que desoiga el mandato será vivido como un
traidor al modelo. Se le hará difícil a este hijo una elección que le permita
diferenciarse.
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Por el contrario, en familias con un funcionamiento más flexible, se admite
que sus miembros desarrollen diferencias individuales; se buscará un
mantenimiento del estilo familiar pero sin obligar a nadie a conservarlo a costa
de su propia realización. Las pautas flexibles reconocen la importancia de la
individualidad y de la subjetividad de los miembros de la familia.
El dialogo familiar facilita la diferenciación y la libertad de nuestros
hijos.
Construimos expectativas constantemente en nuestras relaciones, pero suponer
la libertad implica favorecer que el otro elija un bien para él aunque éste no
coincida con nuestras expectativas. Difícil tarea para los padres: hacer un
duelo por la propia expectativa y valorar y reconocer como genuina la
decisión de nuestros hijos y su búsqueda de independencia. Esto no excluye
que podamos ayudarlos a pensar si consideramos que lo que elige no le hace
bien o si percibimos que busca un estilo de vida perjudicial para él. En ese
caso seguiremos siendo el faro que lo oriente, pero cuando veamos en él la
salud y lucidez suficiente para elegir un estilo de vida que lo plenifique, está
en nosotros aceptar sus decisiones como válidas y personales.
Hablemos con nuestro hijo sobre nuestras expectativas y sobre sus deseos e
ideales.
Ayudémosle a reconocer las aptitudes que desplegó en su historia hasta el
momento actual. Explicitemos en el diálogo la importancia de que él aprenda
a ejercer su libertad.
Es nuestro derecho como padres desear, pero, al mismo tiempo, nuestros hijos
tienen su derecho a no satisfacernos, a elegir algo diferente y, como
consecuencia, defraudar nuestra ilusión. Al madurar, tomarán de nuestro
legado lo que les ayude a crecer y dejarán en el camino aquello que no vivan
como propio. Podremos así educar hijos libres que logren una realización
personal desplegando su propio ser.
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Conflicto de lealtades. Revisando modelos en la pareja. (Recuadro aparte)
En algunas familias existe un conflicto de lealtades ya que los hijos perciben
que las expectativas que su padre y su madre tienen para con él son muy
diferentes. Es un conflicto de difícil solución ya que al ser leal a un progenitor,
inevitablemente traicionará o desilusionará al otro. En estos casos es
fundamental que los padres revisen cada uno sus modelos a través de un
diálogo profundo. Al conversar en intimidad acerca de las expectativas sobre
su hijo y sobre la relación entre estas expectativas y las respectivas familias de
origen, se hará más fácil transmitirle al hijo un mensaje acordado e integrado.
Se creará entre dos un nuevo modelo renovado. La ansiedad muchas veces se
calma con información. Saber lo que se espera de uno es fundamental para
poder decidir libremente en qué medida se responde o no a esa expectativa.
Preguntas para pensar juntos.
¿Cómo imagino y deseo que sea la vida de mi hijo en unos años? (Intentar
imaginarse cómo nos gustaría que sea un día de su vida)
¿Encuentro relación entre estas expectativas y el estilo de crianza que recibí en
mi familia de origen?
¿Cómo creo que mi hijo se siente frente a mis expectativas? ¿Vivirá alguna de
ellas como un mandato familiar? ¿Sentirá mi hijo que puede elegir
libremente?
¿Qué significa para nuestro hijo ser feliz? ¿Hay consonancia entre su idea
sobre la felicidad y la nuestra?
Lic. Matías Muñoz
Psicólogo.
matiasmunozQhotmail.com
Profesor Universitario (UCA)
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