las primeras civilizaciones de la antigüedad (etchart duzoni)

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LAS PRIMERAS CIVILIZACIONES DE LA ANTIGÜEDAD Pueblos del Lejano Oriente. Antes de iniciar el estudio de los pueblos del Cercano Oriente que desarrollaron sus civilizaciones en la parte occidental de Asia y en el Norte de África, consideraremos las civilizaciones de China y de India, que formaron parte de los pueblos del Lejano Oriente, en el extremo oriental y central de Asia. China estuvo habitada desde los comienzos del cuaternario –restos del denominado hombre de Pekín–, pero su verdadera historia comienza en el 1100 a.C. con el establecimiento de dinastías que unificaron y llevaron los límites del imperio casi hasta los de la China moderna. Los chinos se destacaron en las ciencias: fueron notables sus textos sobre geografía y agricultura, inventaron el papel, la tinta, la imprenta, la pólvora, la brújula. Incursionaron en el álgebra y desarrollaron por sí mismos la geometría, la astronomía, la medicina y la cirugía. Este pueblo se caracterizó por su aislamiento, y sólo fue conocido en Europa por los relatos de Marco Polo, y a través de los árabes que transmitieron algunos de sus inventos a Occidente. Un destacado pensador de esta cultura fue Confucio (551-476 a.C.), filósofo y moralista que creó una doctrina convertida en religión oficial. El confucianismo como religión tiende al monoteísmo y da preferencia al culto de los antepasados y de la Naturaleza, y como doctrina moral exalta la práctica de las virtudes: amor filial, honor, sabiduría, abnegación. A la vez aconseja al Emperador tratar paternalmente a sus súbditos y a éstos que respeten y acaten la autoridad del soberano. India estuvo habitada desde antes del siglo XX a.C.: en el 1800 a.C. fue dominada por los pueblos arios, originarios de Europa oriental, que iniciaron el periodo histórico y se mantuvieron a tal punto separados de los vencidos, que establecieron la división en castas. En el siglo VI a.C. la India, que estaba formada por prósperos reinos independientes, fue incorporada por Darío al imperio persa y posteriormente al imperio de Alejandro Magno. Después de un resurgimiento nacional fue invadida por hunos, árabes y

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Page 1: Las Primeras Civilizaciones de La Antigüedad (Etchart Duzoni)

LAS PRIMERAS CIVILIZACIONES DE LA ANTIGÜEDAD

Pueblos del Lejano Oriente. Antes de iniciar el estudio de los pueblos del Cercano Oriente que desarrollaron sus civilizaciones en la parte occidental de Asia y en el Norte de África, consideraremos las civilizaciones de China y de India, que formaron parte de los pueblos del Lejano Oriente, en el extremo oriental y central de Asia.

China estuvo habitada desde los comienzos del cuaternario –restos del denominado hombre de Pekín–, pero su verdadera historia comienza en el 1100 a.C. con el establecimiento de dinastías que unificaron y llevaron los límites del imperio casi hasta los de la China moderna. Los chinos se destacaron en las ciencias: fueron notables sus textos sobre geografía y agricultura, inventaron el papel, la tinta, la imprenta, la pólvora, la brújula. Incursionaron en el álgebra y desarrollaron por sí mismos la geometría, la astronomía, la medicina y la cirugía.

Este pueblo se caracterizó por su aislamiento, y sólo fue conocido en Europa por los relatos de Marco Polo, y a través de los árabes que transmitieron algunos de sus inventos a Occidente. Un destacado pensador de esta cultura fue Confucio (551-476 a.C.), filósofo y moralista que creó una doctrina convertida en religión oficial. El confucianismo como religión tiende al monoteísmo y da preferencia al culto de los antepasados y de la Naturaleza, y como doctrina moral exalta la práctica de las virtudes: amor filial, honor, sabiduría, abnegación. A la vez aconseja al Emperador tratar paternalmente a sus súbditos y a éstos que respeten y acaten la autoridad del soberano.

India estuvo habitada desde antes del siglo XX a.C.: en el 1800 a.C. fue dominada por los pueblos arios, originarios de Europa oriental, que iniciaron el periodo histórico y se mantuvieron a tal punto separados de los vencidos, que establecieron la división en castas. En el siglo VI a.C. la India, que estaba formada por prósperos reinos independientes, fue incorporada por Darío al imperio persa y posteriormente al imperio de Alejandro Magno. Después de un resurgimiento nacional fue invadida por hunos, árabes y mongoles. Finalmente en el siglo XIX la India pasó a integrar el imperio británico hasta su emancipación en 1947.

Tuvieron una importante literatura de contenido filosófico-moral; incursionaron en la astronomía, la química y el álgebra –los llamados números arábigos y la numeración decimal tienen su origen en la India–, en medicina se les debe el método de vacunación contra la viruela, conocido entre ellos seis siglos antes de la Era cristiana y el hipnotismo como terapéutica.

Buda, que se llamada Sidarta Gautama, fue un príncipe hindú del siglo VI a.C. Estableció principios morales que desde el siglo III a.C. adquirieron los caracteres de una religión. Esta religión procura tornar al hombre indiferente al placer o al dolor para lograr la paz interior –nirvana– equivalente a la felicidad a la que todo hombre puede acceder sin diferencia de castas.

Migraciones semitas e indoeuropeas. Hacia el IV milenio a.C. los semitas originarios del desierto de Arabia, que constituían una unidad racial, partieron en bandas nómadas a la conquista de tierras fértiles. Alcanzaron a desarrollar un alto grado de civilización, cuando fueron atacados por pueblos distintos. Éstos, que eran los indoeuropeos ubicados en el Cáucaso, entre los mares Negros y Caspio, y que formaban una sola unidad cultural, hacia el II milenio a.C. partieron de su hábitat. Una rama de los indoeuropeos, los arios, invadieron la India provocando con su presencia cambios catastróficos en los imperios orientales.

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Las tribus semitas que partieron hacia las tierras del Norte de Mesopotamia formaron la nación de los asirios, y previamente habían llegado los acadios y con posterioridad, los caldeos, que establecieron en la ciudad de Babilonia. Mientras que los que fueron hacia las costas del Mediterráneo constituyeron los fenicios y los hebreos.

De los pueblos indoeuropeos, aparte de los mencionados arios de la India, tenemos a los medos y persas que se establecieron en la meseta del Irán, y a los hititas que lo hicieron en el Asia Menor. Indoeuropeos eran también los antiguos helenos (griegos) y los pueblos italiotas que arribaron en su momento a la península itálica.

En el Sur de la Mesopotamia, antes del arribo de los semitas primero y los indoeuropeos después, estaban los sumerios; mientras que en el Mediterráneo oriental se establecieron los pueblos cretenses, y los egipcios al Norte del África oriental. Estos tres últimos eran pueblos diferentes a los semitas e indoeuropeos, y a su vez diferentes entre sí. Fueron los pueblos creadores de las más antiguas civilizaciones.

Resumen de acontecimientos. Hacia el IV milenio a.C. en algunas zonas del Cercano Oriente, con gran desarrollo de la agricultura, aparecieron las primeras grandes civilizaciones, en los valles de los grandes ríos: el Tigris y el Éufrates en Asia y el Nilo en África. En las ciudades y su campaña, que concluyeron por unificarse, se organizaron las instituciones políticos-sociales, económicas y religiosas fundamentales; se inventó la escritura; se construyeron grandes edificios públicos y se expandieron dominando a otros pueblos, llegando así al imperialismo.

También en el Cercano Oriente, con su amplio litoral marítimo sobre el Mediterráneo, surgió Fenicia, que no llegó a constituir un Estado unificado, porque sus principales ciudades –Biblos, Sidón y Tiro– fueron importantes puertos políticamente independientes, frecuentemente rivales entre sí, desarrollando Tiro una gran colonización. Alrededor del siglo XIII a.C., los hebreos que eran semitas nómadas, se establecieron en Palestina. La vida de este pueblo fue difícil y breve, y si bien nunca ejerció influencia política fuera de los límites de su territorio, fue notoria su importancia en la historia de la humanidad.

La mesta del Irán fue habitada por dos pueblos: los medos y persas, que lograron dominar a todos los otros pueblos del Cercano Oriente, organizándolos en un vasto imperio.

LOS PUEBLOS MESOPOTÁMICOS

En el Cercano Oriente se desarrollaron las más antiguas civilizaciones, las de Egipto y Mesopotamia, como ya se ha dicho. Las ventajas de los hombres que habitaban en esas regiones provienen de la naturaleza, porque son países de valles y llanuras, con clima cálido y grandes ríos que aportan agua y favorecen la vegetación; de la existencia de una organización humana colectiva capaz de aprovechar esas condiciones naturales y de la íntima vinculación que existía entre esa organización colectiva y la religión.

Esas ventajas les dieron a los habitantes de Egipto y Mesopotamia una evidente superioridad sobre los vecinos, lo que los transformó en pueblos conquistadores. De allí surgieron pronto los imperios constituidos por pueblos diversos sometidos a una misma autoridad y a una misma ley, con monarquías autocráticas, es decir, absolutas y teocráticas, donde el individuo estaba sometido al Estado. Egipto fue un Estado típicamente teocrático, con monarquía absoluta; Babilonia aportó la realización de un imperio semítico continental; Persia, que la remplazó, fue un imperio indo-europeo, con idea de dominación universal, aunque fracasó frente a Grecia en su intención de extenderse por Europa; Alejandro de

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Macedonia impuso por primera vez la dominación occidental a Oriente, pero murió antes de haber concretado el predominio sobre el mundo de su época; Roma recibió la idea y la herencia.

Si bien la forma típica de gobierno de los pueblos del Cercano Oriente fue el imperio, hubo otra forma que fue la ciudad-Estado, es decir un territorio reducido que comprendía una ciudad y sus alrededores con un gobierno propio y autónomo. Las más antiguas fueron las sumerias gobernadas por un rey o patesí, representante del dios principal con el que cada año en solemne ceremonia renovaba su contrato, aunque de hecho se formaban dinastías; en Fenicia, habitada por un pueblo de comerciantes e industriales, el gobierno fue timocrático, es decir integrado por los más ricos; en Grecia se dio un tipo de ciudad-Estado totalmente diferente a la oriental porque se valorizó al individuo y la ciudad estaba gobernada por asambleas de ciudadanos.

La Mesopotamia

La Mesopotamia es una vasta llanura del Sudoeste de Asia cuyo nombre deriva del griego y significa región entre ríos –de meso: entre y pótamos: río– y en efecto está cruzada por los ríos Éufrates y Tigris que nacen en los montes de Armenia, avanzando al principio en direcciones opuestas, para luego correr paralelos hacia el sur hasta desembocar en el golfo Pérsico.

Antiguamente los ríos desembocaban en forma separada, al oeste el Éufrates y al este el Tigris, pero como consecuencia de los sedimentos aluviales que arrastraron sus cauces se han unido y hoy lo hacen en forma común, por medio del río Chatt-el-Arab. La creciente de los ríos es avasalladora, irregular y breve, lo que obligó a los primeros habitantes a construir canales de irrigación y diques de contención para retener el agua.

La Mesopotamia presenta dos regiones bien diferenciadas: al Norte, la Alta Mesopotamia o Asiria, zona montañosa de clima riguroso, y al Sur, la Baja Mesopotamia, llanura fértil de veranos calurosos e inviernos fríos, que se conoció con el nombre de Sinear o Sumer. La abundancia de cultivos principalmente en la parte sur, la convirtieron en el “granero” del Asia occidental, de ahí las continuas invasiones que sufriera.

Hasta hace poco tiempo, sólo se conocían de la Mesopotamia los relatos transmitidos por la Biblia, los escritos de los historiadores griegos Herodoto y Diodoro de Sicilia, y del sacerdote caldeo Beroso, que vivió en el siglo III a.C. y compuso una Historia de Babilonia de la que se conservan algunos fragmentos. Pero a mediados del siglo XIX los investigadores franceses descubrieron los restos de la importante ciudad de Nínive, cuyo hallazgo entusiasmó a los especialistas ingleses. Entre las ruinas se hallaron numerosas tabletas de arcilla cocida que presentaban inscripciones, testimonios de una escritura. Su desciframiento se debió a la obra del inglés Enrique Rawlinson (1810-1895) que inició una nueva ciencia histórica: la asiriología.

Proceso histórico

En la Baja Mesopotamia o Sinear desde el IV milenio a.C., vivieron dos pueblos que han sido considerados los más antiguos: los súmeros al sur y los acadios al norte. Ambos se fusionaron y durante un breve tiempo floreció un imperio, que fue dominado por los amorreos, procedentes de Arabia. Estos fijaron su capital en Babilonia y vivieron su época de esplendor bajo el reinado de Hammurabi (hacia el 1700 a.C.), quien promulgó el célebre

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código que lleva su nombre que se basó en el de Gudea, rey súmero. Escrito en caracteres cuneiformes, contiene unas 282 leyes. Son notables en él los artículos que reglamentan los contratos, protegen a la familia y a la mujer, aseguran la propiedad privada. En cambio, el derecho penal es muy riguroso, pues se basa en la ley del Talión, según la cual el autor de un delito o de un homicidio debe recibir como castigo el mismo daño que cometió, si el damnificado es de su condición social; en cambio si la víctima es de nivel inferior sólo se le entregará una indemnización.

Con los sucesores de Hammurabi se inició la decadencia del imperio que fue dominado por invasores indoeuropeos, principalmente los kasitas. Estos conquistaron Babilonia e inauguraron sus propias dinastías que duraron varios siglos, hasta que fueron expulsados por los babilonios. Pero como el desorden continuó, Asiria terminó por dominarlos.

En la Alta Mesopotamia se establecieron los asirios, que fueron primero vasallos de los babilonios, pero constituyeron a principios del siglo IX a.C. un poderoso imperio. La fuerza del imperio asirio residió en su potencia militar y en la crueldad de los soldados que renovaban anualmente sus campañas durante las cuales saqueaban e incendiaban las casas, templos y palacios, destruían las estatuas de los dioses, colgaban, despellejaban vivos, vaciaban los ojos, cortaban la lengua o deportaban a los habitantes.

Utilizaban el caballo que empezó a conocerse en la Mesopotamia hacia el 2000 a.C.; con él equiparon sus carros de combate y crearon un cuerpo de caballería, que era empleado para el transporte pues la lucha se sostenía a pie. Cruzaban con habilidad los ríos y para asediar las ciudades, utilizaban máquinas o arietes con cuidada precisión y torres móviles para dirigir el combate. Solían cavar galerías subterráneas bajo el blanco a destruir, colocando en ellas explosivos para ocasionar el derrumbe.

Cuando la ciudadela enemiga se ha rendido o el Rey ha entrado por la brecha empieza el saqueo. Se abaten las almenas por donde se precipitaba el aceite hirviendo y la nafta inflamada sobre la cabeza de los asaltantes; las salas de los palacios y las casas son devastadas e incendiadas. A menudo los habitantes, viendo que la resistencia llega a su fin, entierran sus bienes más preciosos, muchos no volverán jamás a buscarlos. Muchos siglos después los escondrijos son descubiertos, incluso en nuestros días, y su contenido va a parar a los museos. La rapacidad asiria se apodera de los objetos de valor, oro y plata. El Rey vencedor instala su trono a las puertas de la ciudad y los prisioneros desfilan ante él. Al soberano de la ciudad vencida se le reservan los peores suplicios; se le arrancan los ojos y se le encierra en una jaula hasta el día en que el monarca asirio pone fin a esta agonía. Sargón, vencedor del rey de Damasco, le hace despellejar vivo en su presencia. Las mujeres e hijos del vencido irán a parar al harén de Asiria; las mujeres ordinarias serán esclavas. Los soldados matan y decapitan; los escribas llevan la cuenta. Pero no todos los prisioneros son ejecutados; los niños y gente de oficio emprenden la cautividad; quedarán sujetos a los más rudos trabajos, a las construcciones reales, en que la mortalidad debe ser enorme a causa de los pantanos tan abundantes en Mesopotamia. Gran cantidad de prisioneros se ven trasladados al otro extremo del imperio. Esta práctica está destinada a poblar territorios deshabitados y, al mismo tiempo, a neutralizar posibles rebeliones. En efecto: los extranjeros cautivos no serán jamás apoyados por las poblaciones autóctonas. (Contenau, Georges: La vida cotidiana en Babilonia y Asiria).

El imperio asirio llegó a abarcar Asia Menor, Fenicia, Palestina, Babilonia, Persia y Egipto. En esa época de todas partes llegaban los tributos más diversos que convirtieron a todas las ciudades de Asiria y a la nueva capital, Dur-Sarrukin, en los más importantes centros del mundo antiguo. La inhumanidad de los asirios provocaba frecuentes rebeliones entre los pueblos sometidos.

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Los vencedores de los asirios fueron los caldeos, que se habían situado en Babilonia y en las regiones más próximas a la Baja Mesopotamia, y los medos, procedentes de la meseta del Irán. Los caldeos dieron nuevo esplendor a Babilonia, construyendo un nuevo imperio. Uno de sus principales reyes fue Nabucodonosor, que ordenó la destrucción de Jerusalén y la deportación de los hebreos a Babilonia, y arrasó la ciudad fenicia de Tiro. A la muerte de Nabucodonosor, el imperio caldeo decayó, siendo conquistado por el rey persa Ciro, que entró en Babilonia en el año 539 a.C.

Gobierno

Asiria y Caldea estaban gobernadas por reyes con poder absoluto que representaban a los dioses en calidad de vicarios o delegados. Atendían la administración política y religiosa del Estado no sólo en época de paz sino también en tiempos de guerra, pues se consideraba que cuando vencían, sus víctimas pertenecían a los dioses. Inspiraban a sus vasallos gran temor y respeto, vivían lujosamente en sus palacios, comandaban los ejércitos, pero cuando morían no se los divinizaba como a los faraones egipcios. Contaban con la colaboración de gobernadores y sátrapas en las provincias, según fueran reales o vasallas.

Sociedad

En torno del palacio y del templo se concentraron los altos funcionarios y los sacerdotes, que constituían las clases privilegiadas y asesoraban a los reyes en las tareas del gobierno y del culto. Los artesanos, comerciantes, obreros, soldados, agricultores y pastores formaban el pueblo en general, existiendo en una condición inferior los muskinos o libertos, condición intermedia entre el hombre libre y el esclavo propia de Babilonia, y los esclavos, precisamente, situación a la que se llegaba por nacimiento o conquista.

La vida individual no importaba, porque los súbditos vivían para el Estado, pero existían entre ellos notables diferencias, porque una misma falta se castigaba en forma diferente según se tratase de un hombre libre, un muskino o un esclavo.

El matrimonio era monogámico y consistía en una especie de negociación por parte del hombre y en una dote que entregaba la mujer. Entre los babilónicos la mujer conservaba su capacidad para administrar sus bienes y ejercer el comercio, no así entre los asirios; pero de todos modos la mujer mesopotámica estaba en condición de inferioridad respecto del hombre. La autoridad paterna sobre los hijos fue grande; éstos eran libres o esclavos según la condición de sus padres.

Economía

La agricultura tenía un lugar importante en las preocupaciones de los gobernantes. Desde un principio la tierra estuvo registrada en un catastro y toda modificación en su posesión o en su utilización daba lugar a una inscripción obligatoria. Los canales de drenaje e irrigación eran abiertos y cuidados bajo la vigilancia de las autoridades, por un sistema hábil de prestaciones obligatorias de las que nadie podía librarse salvo con un privilegio real. Estaba reglamentada la repartición del agua y se castigaba a los negligentes.

Los principales productos agrícolas eran los cereales, el más corriente fue la cebada. Del sésamo se extraían aceite y mijo, la palmera proporcionaba frutos, vino, miel y fibras

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textiles. Habían domesticado al buey salvaje, al asno, al cerdo, al carnero y a las aves de corral.

También tenía importancia la labor artesanal. En este sentido, existía un gran refinamiento técnico. Trabajaron el oro, la plata, el bronce y el hierro en forma de joyas, objetos de orfebrería y armas; completaban la industria textil con el teñido y bordado de telas, y esmaltaban artísticamente la cerámica.

Todo esto originó una activa vida económica, ya que numerosas caravanas de comerciantes llevaban a Babilonia y a Nínive los productos de la India, de Persia, de Egipto, del Asia Menor y compraban en sus mercados utilizando como medios de cambio los lingotes de oro y plata o las medidas de cereales. Por eso Babilonia y Nínive llegaron a ser durante el siglo VII a.C. las ciudades más ricas del mundo.

Babilonia cruzada diagonalmente por el Éufrates, estaba protegida por un doble muro, entre ellos un foso profundo lleno de agua impedía que el enemigo se acercase a la segunda muralla, de quince metros de altura y tan ancha que podían circular por ella hasta dos carros tirados por cuatro caballos. Más de cien puertas de bronce daban acceso a la ciudad.

Las construcciones más importantes eran de ladrillo con brillantes azulejos, destacándose un elevado zigurat o torre de siete pisos que era más alta que las pirámides egipcias, el templo dedicado al dios Marduk, el palacio del Rey próximo al cual “los jardines colgantes” exhibían flores, plantas y árboles regados por las aguas del río, que llegaban por medio de máquinas hidráulicas, movidas por esclavos… (Contenau, George: Ob. Cit.).

Religión

Por la incorporación al panteón nacional de los dioses de los pueblos conquistados, los mesopotámicos tuvieron un acentuado politeísmo y así en la biblioteca de Asurbanipal en Nínive, se hallaron listas donde figuraban más de mil divinidades. De esta gran cantidad de dioses, algunos fueron adorados en toda la Mesopotamia como Marduk, dios de Babilonia que se impuso durante la dominación de esta ciudad, y Asur, el dios principal de Asiria.

Los dioses eran representados con forma humana, lujosamente ataviados y cuando una ciudad luchaba contra otra, creían que eran sus respectivos dioses quienes se enfrentaban. Las divinidades protegían o castigaban a los hombres por medio de genios o demonios, a los que imaginaban de apariencia animal. Habían creado al hombre, pero cuando éste moría se desentendían de él, abandonándolo en la penumbra eterna (el sheol). Fue una religión sin contenido espiritual, que se inclinó al fatalismo, a la negación de una vida de ultratumba, a la superstición y a la magia, que les proporcionaba los medios de defenderse del mal.

Se rendía culto a numerosos dioses en los templos sacrificando animales en su honor, presentando ofrendas, cantando himnos y salmos, llevándolos en procesión para pedirles larga vida, placeres, riqueza y protección contra los demonios. El Rey era considerado el vicario del dios; el sacerdocio se dedicaba al culto, a los exorcismos o a la adivinación. Los exorcistas eran verdaderos médicos encargados por medio de fórmulas mágicas de echar a los demonios, que consideraban causantes de las enfermedades.

Los adivinos pretendían predecir el futuro del hombre interpretando la voluntad de los dioses y para ello recurrían a la observación del cielo, sacando conclusiones de la posición de los astros que suponían eran los mismos dioses –astrología–, al examen de las

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entrañas de los animales sacrificados, particularmente el hígado y el análisis del vuelo de los aves y de los sueños.

Arte

El arte mesopotámico surgió en Sumer, influyendo sucesivamente en las civilizaciones caldea y asiria. En arquitectura los habitantes de la Mesopotamia no alcanzaron el ideal de eternidad ni de belleza que es propio de las grandes civilizaciones, porque carecían de materiales adecuados para perpetuarlas. Usaron el ladrillo cocido al horno que a veces vidriaban, el adobe secado al sol y escasamente la piedra, por eso son raros los monumentos conservados. Sus construcciones se caracterizaban por el uso de arcos, bóvedas, cúpulas y columnas de invención sumeria.

Los principales monumentos fueron los templos y los palacios. Los primeros se edificaban sobre una terraza. Eran de planta cuadrada o rectangular y comprendían además del santuario, gran número de habitaciones destinadas a oficinas, depósitos y negocios porque allí se administraban las tierras y se hacían operaciones financieras. En los templos más importantes se agregaba una construcción en forma de torre escalonada, llamada zigurat o lugar alto, a la que se ascendía por medio de rampas. Los palacios eran construidos próximos a un templo, sobre una plataforma elevada de planta rectangular que contenían varios patios, alrededor de los cuales se disponían las habitaciones destinadas al Rey a su corte, a las mujeres del serrallo y a los soldados y esclavos.

Las casas eran bajas y sin ventanas, las moradas más importantes tenían tres o cuatro pisos. Las ciudades estaban amuralladas y las puertas de acceso flanqueadas por toros alados para que espantaran a los demonios. Las tumbas eran cavadas en la tierra o presentaban forma de túmulos. En las de los reyes y ricos señores se depositaban objetos de gran valor.

En la escultura mesopotámica alcanzaron marcado naturalismo los bajo-relieves, como el bajo-relieve sumerio conocido como Estela de los Buitres y las estatuas, destacándose varias dedicadas al patesí Gudea. Entre los bajo-relieves caldeos quedaron dos notables: la Estela de la Victoria y la estela en la que figura el Código de Hammurabi. Los bajo-relieves asirios se destacaron por el extraordinario realismo de los animales, escenas de caza, episodios guerreros, como los que se encontraron en los muros del palacio de Sargón. La estatuaria tuvo, en cambio, poco valor.

La pintura se usó sólo como auxiliar de la escultura y de la arquitectura, en cambio se emplearon en abundancia los ladrillos esmaltados.

Las letras

La escritura de los caldeo-asirios se denomina cuneiforme –en latín, cunei: clavo– porque los caracteres presentaban la forma de cuña o clavo. Se supone que fue inventada por los sumerios, que sobre la base de una escritura jeroglífica la fueron estilizando para expresar las ideas por símbolos. Los caracteres cuneiformes se grababan con un punzón triangular sobre ladrillos crudos de arcilla, planos o cilíndricos que luego endurecían mediante la cocción.

Se han encontrado bibliotecas como la de Asurbanipal en Nínive, que contaba con más de veinte mil tabletas de arcilla conteniendo los conocimientos culturales de la época. Entre los textos literarios mesopotámicos que se hallaron figuran poemas épicos, relatos

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religiosos sobre la creación del mundo, himnos y oraciones a los dioses; también obras históricas, de magia y adivinación, y códigos como el célebre Código de Hammurabi.

196. Si un hombre ha saltado el ojo de un hombre libre, se le saltará el ojo.197. Si ha roto un miembro de un hombre libre, se le romperá un miembro.198. Si ha saltado el ojo de un muskino, o roto el miembro de un muskino, pagará una mina de

plata.199. Si ha saltado el ojo de un esclavo de hombre libre o roto el miembro de un esclavo de

hombre libre, pagará la mitad de su precio.Código de Hammurabi

Ciencias

Los mesopotámicos, en particular los babilónicos, cultivaron la matemática con fines prácticos derivándola al comercio, a la medición del tiempo, a la mecánica y a la ingeniería. Idearon los sistemas de numeración decimal, duodecimal, sexagesimal y un sistema completo de pesas y medidas.

El deseo de interpretar la voluntad de los dioses les hizo observar el cielo, surgiendo la astrología y luego la astronomía como ciencia de los astros, lo que les permitió distinguir planetas y estrellas, confeccionar calendarios lunares, estudiar los eclipses de Sol y de Luna, sus movimientos y los de la Tierra.

En medicina los caldeos describieron los síntomas de varias enfermedades, pero como les atribuían causas sobrenaturales y recurrían para curarlas a magos y exorcistas, esta ciencia fue poco cultivada hasta que los asirios vincularon las enfermedades a causas naturales y descubrieron drogas para curarlas.

LOS HITITAS

Los hititas o heteos fueron pueblos indoeuropeos que hacia el segundo milenio a.C. ocuparon el territorio que actualmente pertenece a Turquía. Hasta principios del siglo XX fueron muy poco conocidos, pero los hallazgos de gran cantidad de tabletas cuneiformes en una localidad próxima a Angora, revelaron su importante existencia, pues fue el pueblo más civilizado del Asia Menor. Su estudio resulta interesante porque permite confirmar las leyendas griegas.

Los hititas, que fueron los portadores de las armas de hierro y de los carros de guerra, se establecieron en Asia Menor, dominaron a los pueblos allí radicados y organizaron un imperio, hacia el siglo XV a.C.

Luego se apoderaron de Siria y Fenicia y combatieron a los egipcios, concertándose después una alianza entre los dos pueblos, que fue el primer tratado de paz que se celebró en el mundo1. Sin embargo, la etapa de prosperidad hitita se interrumpió debido a la anarquía interna que permitió su conquista a los asirios, en el siglo VIII a.C.

EGIPTO

1 El tratado entre egipcios e hititas se firmó en Kadesh en el año 1250 a.C.

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El Egipto, situado en el ángulo nordeste de África, está limitado al este y al oeste por los desiertos arábigo y líbico, y se extiende de norte a sur desde el mar Mediterráneo hasta Siena y la primera catarata del Nilo. Tan sólo los últimos mil kilómetros de este río atraviesan su territorio, constituyendo un oasis que en la Antigüedad comprendió unos 40.000 km² de superficie.

El país presentaba dos regiones bien diferenciadas: al norte el Bajo Egipto o delta del Nilo, región muy fértil, de clima cálido y húmedo, densamente poblada y abierta a las invasiones extranjeras; y al sur, el Alto Egipto o valle cerrado entre las cadenas líbica y arábiga, de neta influencia africana. Hasta principios del siglo XIX, sólo se sabía de Egipto lo que habían transmitido los relatos bíblicos y los autores griegos, en particular Herodoto, y los latinos, ya que la obra del sacerdote egipcio Manetón, que escribió una Historia de Egipto en el siglo III a.C., se había perdido casi totalmente.

La importancia del río Nilo

El Egipto es “un don del Nilo” escribió el historiador griego Herodoto que vivió en el siglo V a.C. En efecto, el país sería un desierto sin la existencia del río, que todos los años al iniciarse el verano en el mes de junio (hemisferio norte), aumenta su caudal como consecuencia de las lluvias tropicales y de los deshielos producidos en la zona montañosa de Abisinia e inunda la región que hasta ese momento es un campo de polvo.

Al principio las aguas tienen un color azul claro, luego adquieren una tonalidad verdosa debido a los vegetales que arrastran, y al final se vuelven rojizas a causa de los sedimentos que traen desde Abisinia.

El campesino debía regular la crecida de las aguas, porque de lo contrario podían inundarse sus campos y arruinarse las cosechas; por eso construyó canales. Al terminar el verano las aguas comienzan a descender lentamente, dejando al retirarse un limo fértil que permite sembrar sin grandes trabajos hasta dos veces al año y cosechar con abundancia.

El Nilo tiene unos 6.500 km de largo, nace en la zona central del África, en los lagos Alberto y Victoria Nyanza, descubiertos por exploradores ingleses en la segunda mitad del siglo XIX. Como los egipcios ignoraban cuáles eran las fuentes del Nilo, pues en sus incursiones no habían llegado más allá de Nubia, vivían asombrados por las crecientes periódicas e imaginaron que era un regalo de los dioses y que las crecientes eran las lágrimas derramadas por la diosa Isis ante la muerte de su esposo Osiris.

Proceso histórico

El valle del Nilo estuvo habitado desde las primeras épocas por tribus errantes que al establecerse en tierras fértiles se fueron acostumbrando al sedentarismo, organizándose los clanes. Estos clanes se reunieron formando ciudades-Estados independientes llamadas nomos, con culto, leyes y administración particulares.

Los cuarenta y dos nomos alrededor del año 4000 a.C. se agruparon en dos grandes reinos, el Bajo Egipto al norte y el Alto Egipto al sur. Hacia el año 3200 a.C. un poderoso jefe del Alto Egipto llamado Narmer, fundador de la I dinastía, completó la unificación de los dos reinos, siendo nombrado Faraón o señor de ambas tierras. A partir de Narmer, Egipto se caracterizó por la unidad, desde entonces hasta la conquista del país se sucedieron en el trono veintiséis dinastías de reyes (faraones).

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Hasta el año 2800 a.C. la capital fue Tinis en el Alto Egipto, y al periodo se lo conoce como época tinita (I y II dinastías). La III dinastía trasladó la capital a Menfis, donde permaneció aproximadamente cinco siglos. Por eso al periodo que abarca desde el 2800 al 2300 a.C. se lo llama periodo menfita y su gran momento es la “edad de las pirámides”, que culminó con los faraones de la IV dinastía Keops, Kefrén y Micerino, en el Bajo Egipto.

El predominio pasó después a Tebas en el Alto Egipto. En esta época Egipto alcanzó una gran prosperidad artística y cultural, pero hacia el año 1700 a.C. invadieron el país los hicsos, que formaban aguerridas milicias y se impusieron fácilmente porque contaban con el caballo, animal desconocido por los egipcios, y emplearon carros de guerra y armas de hierro. Todo el territorio, con excepción de Tebas, fue ocupado por los invasores que acabaron por adoptar y asimilar las costumbres de los egipcios. Se supone que en esta época llegaron los hebreos.

Hacia el año 1600 a.C. se produjo la liberación del país, que surgió como potencia conquistadora, convirtiéndose en un gran imperio, que se extendió hasta el Éufrates por razones defensivas. En el siglo XII a.C. las revueltas constantes entre los pueblos sometidos, la debilidad de los faraones que sucedieron a Ramsés II y la afluencia de extraños, como libios y nubios, provocaron el debilitamiento del poder real y el fortalecimiento del sacerdocio. Esto dividió al Egipto –que había perdido casi todas las provincias conquistadas– en dos reinos: el de Napata en Etiopía y el de Sais. Las dinastías sacerdotales reinaron en Napata entre los siglos XII y VIII a.C., y luego dominaron también el reino de Sais, siendo únicos dueños de Egipto en momentos de producirse la breve dominación asiria (c. 670 a.C.).

En 525 a.C. Egipto fue ocupado por los persas y partir de entonces concluyó su vida independiente, pues dos siglos después cayó bajo el vasallaje del conquistador macedónico Alejandro Magno, siendo dominado después sucesivamente por los romanos, los bizantinos y los árabes.

Gobierno

Al unificarse Egipto bajo la monarquía teocrática, el soberano o Faraón, fue considerado dios en vida y después de su muerte. Su poder ilimitado provenía de su condición divina y del prestigio que le daba el supuesto conocimiento de secretos mágicos de suma importancia para la vida y la muerte. Para la vida, porque le permitía comunicarse con los dioses para reglar mejor el gobierno, la economía y el arte, y para la muerte, porque le aseguraba el conocimiento para sobrevivir en el cielo junto al dios Ra.

El Faraón sólo iniciaba en el conocimiento de estos secretos mágicos a una minoría formada por su familia, sus favoritos y los altos funcionarios del Estado, que integraban una aristocracia privilegiada. Sólo ellos tenían asegurada la vida eterna en sus tumbas erigidas en torno de la del Rey, su protector.

Como no existía un derecho dinástico formalmente establecido, el hijo mayor sucedía al padre, aunque a veces se aseguraba la sucesión asociándolo al torno como corregente.

Economía

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La agricultura era el mayor recurso del país. La producción principal eran los cereales, principalmente el trigo y la cebada. Además producía legumbres y árboles frutales, en especial la visa en forma de parral. A esto hay que agregar la cría de ganado: el buey, el asno, el cerdo, el cordero, la cabra y de aves de corral: ocas y patos; la gallina, en cambio, era desconocida.

El país producía también piedras variadas y magníficas, y barro mezclado con cañas y secado al sol, que eran usados para la construcción; oro y plata, cobre, esmeraldas, turquesas y topacios. Faltaban el hierro y las maderas de calidad, que se importaban. Existían también gran número de talleres para trabajar estos materiales. Esta producción artesanal se utilizaba fundamentalmente en los palacios o se encerraba en las tumbas.

El comercio interior no era muy activo; el Estado ejercía un monopolio integral. La población, por lo menos ciertas clases sociales, recibía de los almacenes reales, a título de renta vitalicia, todo lo que necesitaba. La moneda fue desconocida en Egipto hasta el siglo IV a.C.

El comercio exterior era escaso en relación con la producción egipcia y se hacía por medio de caravanas o en barcos que navegaban el mar Mediterráneo y el mar Rojo. Sólo el Faraón poseía los excedentes de la producción agrícola y artesanal, y contaba con los medios materiales para este comercio.

Sociedad

En la sociedad egipcia se distinguen dos sectores: la clase alta o dirigente y la clase popular. En la primera figuraban los nobles, los sacerdotes, los guerreros y los escribas. En la popular, los comerciantes, agricultores, artesanos y esclavos.

Los nobles, encabezados por el Faraón, cuya familia ejercía los más altos cargos sacerdotales y civiles, comprendían a los que, ennoblecidos por sus méritos o por el favor real, lograban situarse en altos cargos del gobierno, que se hicieron hereditarios y ofrecían la ventaja de no pagar impuestos.

Los sacerdotes gozaban de gran prestigio, pues eran los depositarios de la ciencia y administradores de las tierras de los dioses. Los guerreros, que no eran muy numerosos porque el egipcio fue un pueblo pacífico, detentaron los privilegios comunes a los nobles.

Los escribas desempeñaban funciones subalternas de gobierno como llevar la contabilidad del imperio, percibir los impuestos y dirigir las obras públicas, pero según sus condiciones llegaron a ser gobernadores, generales, etc. Podía ser escriba quien supiera leer, escribir y contar, pero se consideraba un ser superior y por ello trataba mal a las clases inferiores.

Los comerciantes, junto con los industriales, se reunían en corporaciones protegidas por el Faraón. En cambio, los campesinos y artesanos vivían miserablemente, al igual que los esclavos que formaban la tercera parte de la población. Estos eran prisioneros de guerra o deudores, a los que se trataba rigurosamente, haciéndolos trabajar en obras públicas, en la construcción de pirámides, templos, canales, caminos.

La familia egipcia estaba sólidamente constituida, era monogámica y el divorcio fue raro, en cambio el Faraón tenía varias esposas, pero se consideraba a su hermana como mujer legítima para mantener así sin mezcla la sangre del dios en su descendencia. El matrimonio se realizaba por compra de la esposa; existía gran respeto de los hijos hacia sus padres, se practicaba la adopción y la mujer gozó de las más altas consideraciones y libertades.

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Carácter y costumbres

El egipcio era optimista, gustaba asistir a fiestas, a sesiones de lucha, fue aficionado a los dados, a la música, a la danza. Sus pinturas y esculturas representaban físicamente esbeltas a las clases superiores, bajos y gruesos a los hombres del pueblo. Tanto los hombres como las mujeres usaban pelucas, se adornaban con joyas y era común en las mujeres el uso de perfumes y cosméticos.

Los egipcios eran jugadores. Los esposos, los amigos jugaban por pasatiempo. Hasta los enemigos podían resolver cualquier disputa por el juego.

Los niños jugaban también, pero a juegos que no exigían esfuerzo mental. Si los chicos son numerosos se dividen en dos bandos. En cada uno de ellos el jugador rodea con sus brazos el cuerpo del compañero que le precede. Los dos primeros se enfrentan pie contra pie, entrecruzan sus manos y se esfuerzan mutuamente en hacerse caer. Quienes están tras ellos animan a su jefe de fila: “Tu brazo es más fuerte que el suyo, mucho más. ¡No aflojes!”. Los otros responden: “El bando es más fuerte que tú. ¡Arrástrales camarada!”. (Montet, Pierre: La vida cotidiana en el antiguo Egipto).

Religión

Según Herodoto los egipcios constituían el “pueblo más religioso de todos los que se conocen” y se ha afirmado que “Egipto no era más que un inmenso templo”, pues todo lo divinizaron porque estaban convencidos de que su país se debía a los dioses y que todo lo que allí había, pertenecía a ellos.

Entre los caracteres más notables de la religión egipcia sobresalen: el politeísmo –creencia en muchos dioses–, el antropomorfismo –representación de esos dioses con forma humana– y la adoración de los cuerpos celestes –el Sol, la Luna, etc.–, de los elementos de la naturaleza y de los animales.

El sacerdocio creía en la existencia de un dios supremo creador del mundo, el Sol, que recibió distintos nombres de acuerdo con la época de preponderancia de una ciudad sobre las otras: así Ptah el dios de Menfis y Ra el dios de Heliópilis adquirieron importancia durante el periodo menfita; Amón, el dios de Tebas, alcanzó gran difusión en el periodo tebano y, por su carácter de divinidad solar, se unió a Ra, el dios del Sol, formando la dualidad Amón-Ra, que predominó también posteriormente.

Pero el dios popular fue, sin duda, Osiris, también divinidad solar, identificado con la vegetación, con la crecida del Nilo y con el reino de los muertos, que presidía. A él se asociaban una diosa, esposa y madre llamada Isis, y el hijo de ambos, Horus. Esta trinidad representaba respectivamente al Sol en todo su esplendor y al Sol poniente, a la Luna y al Sol naciente.

El culto del buey Apis fue uno de los más arraigados en Egipto. Se mantuvo principalmente en Menfis, donde era considerado la imagen viviente del dios Ptah. Debía reunir características especiales: ser de color negro, con una mancha triangular blanca en el testuz y tener en el lomo una figura de gavilán con las alas extendidas, debajo de la lengua otra de un escarabajo y dobles pelos en la cola. Sólo podía vivir veinticinco años, al cabo de los cuales, los sacerdotes lo ahogaban en una fuente dedicada al Sol. El buey muerto, que los griegos denominaban Serapis, era enterrado en el Serapeum, cementerio de estos

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animales que estaba situado en Menfis y fue descubierto a fines del siglo XIX por el arqueólogo francés Mariette.

Los egipcios, como otros pueblos de la Antigüedad, trataron de explicar los misterios de la naturaleza por medio de mitos y leyendas. Los sacerdotes estaban dedicados al culto y a la ciencia, formaban alrededor del templo un verdadero pueblo con sus casas, almacenes, depósitos. Nombrados por el Faraón, eran numerosos y a veces alcanzaron tanto poder que se impusieron a los soberanos.

El mito popular fue el de Osiris, que gobernaba sabiamente a los hombres cuando fue muerto por su hermano Seth, quien cortó en pedazos su cadáver y los arrojó en diferentes lugares. Su esposa Isis, desesperada, logró hallarlos y con la ayuda de Anubis hizo la primera momia. Por medio de fórmulas mágicas Osiris recuperó la vida, constituyéndose en presidente del tribunal de los muertos. Horus, su hijo, entró luego en lucha Seth y al vencerlo, vengó la muerte de su padre.

Para los egipcios la lucha entre Osiris y Seth, es decir el bien y el mal, que se repite diariamente, explicaba la sucesión de los días y de las noches y la muerte y resurrección de Osiris, se relacionaba con la creciente y el descenso de las aguas del Nilo.

El faraón Amenofis IV fue un gran reformador religioso, que impuso el monoteísmo solar, con la adoración a Atón el propio disco solar. Cambió su nombre por el de Akhenatón, que significa “el que es grato a Atón”, disolvió el sacerdocio de Amón y abandonó Tebas para levantar una nueva ciudad: Ikuhtatón –el horizonte de Atón–, hoy Tell-el-Amarna. Este monoteísmo sólo se practicó durante el reinado de este monarca, pues después de su muerte los sacerdotes de Amón recuperaron su influencia.

Culto de los muertos

Como los egipcios creían en la inmoralidad del alma, rendían culto a sus muertos. Admitían que el ser humano era un compuesto de cuerpo, alma y un tercer elemento o doble, idéntico a la persona pero inmortal, al que llamaban el ka.

La muerta era, pues, la separación del cuerpo de los elementos espirituales que eran alma o ba y el ka. El alma se desprendía del cuerpo y comparecía ante el tribunal de los dioses, para ser juzgada. El ka comenzaba su existencia propia junto al cadáver, de ahí la necesidad de mantener el cuerpo embalsamándolo y alimentándolo, porque si el ka moría su venganza contra los vivos era cruel.

El ka comparecía ante un tribunal presidido por Osiris, que en compañía de cuarenta y dos dioses, juzgaba al difunto. Éste se presentaba al juicio con el Libro de los Muertos que se había colocado junto a la momia, en el que se hallaban las fórmulas de defensa y de prueba, que le permitían demostrar las buenas acciones que había realizado durante su vida.

“¡Homenaje a vos, Señor de la Verdad y la Justicia!¡Homenaje a ti, Dios grande, Señor de la Verdad y la Justicia!¡He venido a ti, oh dueño mío; me presento a ti para contemplar tus perfecciones! Porque te conozco, conozco tu nombre y los nombres de las cuarenta y dos divinidades que contigo están en la Sala de la Verdad y la Justicia, viviendo de los restos de los pecadores y anegándose en su sangre, el día en que se pesan las palabras ante Osiris, el de la Voz justa. ¡Espíritu doble, Señor de la Verdad y la Justicia es tu nombre! Yo, ciertamente, os conozco, Señores de la Verdad y la Justicia; os he traído la Verdad, he destruido por vosotros la mentira. ¡No he cometido ningún fraude contra los hombres! ¡No he atormentado a la viuda! ¡No he mentido en el tribunal! ¡No conozco la mala fe! ¡No he hecho cosa alguna prohibida! ¡No he hecho ejecutar a un capataz de trabajadores, cada día, más trabajo del debido!... ¡No he sido descuidado!¡No he estado ocioso!¡No he quebrantado! ¡No he desfallecido! ¡No he hecho lo que era abominable a los

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dioses!¡No he desacreditado al esclavo cerca de su dueño!¡No he causado hambre!¡No he hecho llorar!¡No he matado!¡No he ordenado el asesinato a traición!¡No he cometido fraude con nadie!¡No he escamoteado los panes de los templos!¡No he quitado las tortas de ofrenda a los dioses1¡No he realizado ganancias fraudulentas!¡No he falsificado las medidas del grano!¡No he quitado un dedo en un palmo!¡No he usurpado en los campos¡!No he realizado ganancias fraudulentas valiéndome de las pesas en el platillo de la balanza!¡No he arrebatado leche de la boca de los niños!¡No he echado a los animales sagrados en sus pastos!¡No he cazado con red las aves divinas!¡No he pescado los peces sagrados en sus estanques!¡No he rechazado el agua en su tiempo!¡No he cortado el paso de un brazo de agua¡!No he extinguido el fuego sagrado a su hora!¡No he violado el cielo divino en sus ofrendas escogidas!¡No he expulsado a los bueyes de las propiedades divinas!¡Soy puro! ¡Soy puro! ¡Soy puro!”. (Máspero, Gastón: Historia antigua de los pueblos de Oriente).

Embalsamiento

Como los egipcios creían que el ka volvía para rencarnarse en los cuerpos, se preocupaban por conservar la forma y características del cuerpo embalsamándolo. Según Herodoto, para embalsamar:

“[…] Empiezan metiendo por las narices del difunto los hierros encorvados y después de sacarles con ellos los sesos, introducen allí sus drogas e ingredientes. Abiertos después los ijares con piedra de Etiopía, aguda y cortante, sacan por ellos los intestinos, y purgado el vientre, lo lavan con vino de palma y después con aromas molidos, llenándolos luego de finísima mirra, de casia, y de variedad de aromas. Después de estos preparativos adobaban secretamente el cadáver con nitro durante setenta días, único plazo que se concede para guardarlo oculto; luego se le faja, bien lavado, con ciertas vendas cortadas de una pieza de finísimo lino, untándole al mismo con aquella goma de que se sirven comúnmente los egipcios en vez de cola. Vuelven entonces los parientes por el muerto, toman su momia, y la encierran dentro de un nicho o caja de madera, cuya parte exterior toma la forma y apariencia de un cuerpo humano, y así guardada la depositan en un aposentillo, colocándola en pie y arrimada a la pared”.

Comenta también Herodoto otras formas de embalsamiento, comunes entre quienes tenían menos recursos.

En las tumbas solían colocar estatuas del difunto a fin de que el ka morase allí si no podía hacerlo en el cuerpo, y gran cantidad de alimentos y objetos de uso personal. Así también acostumbraban pintar en los muros escenas que representaban los pasajes más salientes de su vida o que reflejaban sus gustos.

Arte

El arte egipcio se caracterizó por ser la expresión más acabada de una magnífica civilización, destacando fundamentalmente una gran religiosidad y un ansia de inmortalidad.

ARQUITECTURA.– Se distingue por su solidez, por su grandeza monumental y por su perfección técnica. El egipcio utilizó la piedra, prefiriendo en sus construcciones la línea y la sencillez exterior, creó la ilusión de la perspectiva, inventó la columna y el capitel fue decorado graciosamente con distintos elementos vegetales como el loto, el papiro y la palma.

Los monumentos mejor conservados son las tumbas y los templos, pues se supone que los palacios y las construcciones militares se hicieron en materiales perecederos porque al egipcio sólo le importaba la morada eterna del Faraón divinizado y la casa del dios.

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Las tumbas de los faraones correspondientes a las dos primeras dinastías fueron de diversos tipos: pequeñas construcciones de ladrillo sin cocer que cubrían un foso cavado en la tierra; fosas cubiertas con falsas bóvedas y tumbas que comprendían varios pisos de cuevas, encima de las que se encontraba un túmulo hecho con piedras unidas con yeso. Luego apareció una superestructura de piedra que originó la mastaba, que debió el nombre a su forma, que recordaba la de un banco. La mastaba constaba de dos partes: el sepulcro en el fondo de un pozo y encima la capilla.

Después, la superposición de mastabas originó la pirámide escalonada, como la de Sakkara y la pirámide geométrica como las de Gizeh. Este gran cambio artístico se produjo en la época del reinado de los faraones de la III y IV dinastías. La pirámide escalonada de Sakkara, construida en piedra hacia el año 3000 a.C. obra del arquitecto Imhotep, fue dedicada al faraón Zoser.

Las pirámides de Gizeh son un grupo arquitectónico de tres tumbas reales de los faraones Keops, Kefren y Micerino, de la IV dinastía. Refiere Herodoto que demandó treinta años la construcción de la pirámide de Keops y que los constructores, en grupos de cien mil, se relevaban cada tres meses. Se fue construyendo por peldaños, el vértice de la pirámide fue lo que primero se terminó y luego uno a uno se fueron rellenando los peldaños hasta llegar a la base.

Se cuenta que cuando el general Napoleón Bonaparte estuvo en Egipto, se entretuvo en contar las piedras que contenían las pirámides de Gizeh, concluyendo que con ellas se podría construir un muro de tres metros de alto y treinta y cinco centímetros de espesor, que diera la vuelta a todo el territorio de Francia. La exactitud de este cálculo fue corroborada por el gran geómetra Monge, que acompañaba a la expedición francesa.

Durante el periodo tebano, los faraones siguieron utilizando como sepulcro el tipo de pirámide tradicional, pero rodeado de pórticos. Simultáneamente aparecieron los hipogeos o tumbas cavadas en la roca, que servían para enterrar a los nobles en un principio, pero que después adoptaron también los faraones2. Los soberanos de las últimas dinastías fueron enterrados en lugares algo inaccesibles, para impedir la profanación de los sepulcros.

Los templos fueron edificados en honor de los dioses por mandato real. El estilo completo del templo egipcio no se alcanzó hasta la XVIII dinastía (c. 1500 a.C.). Entre los más famosos se cuentan el de Karnac y el de Luxor, dedicados al dios Amón, en Tebas. Junto a estos templos erigidos al aire libre, se construyeron templos rupestres o cavados en la roca, como el de Abu-Simbel, edificado en la Nubia por Ramsés II.

Plano del templo egipcio. Para llegar al templo, se atravesaba una avenida bordeada de esfinges al fin de la cual había unos obeliscos de piedra de más de veinte metros de altura. Delante del recinto aparecían dos enormes pirámides truncadas o pilones. A la entrada se encontraban dos estatuas colosales del Faraón que había mandado a construirlo, y que flanqueaban el acceso a un patio, rodeado de columnas y donde en los días festivos se realizaban las procesiones. A continuación se pasaba a la sala hipóstila sostenida por gran cantidad de columnas profusamente decoradas, destinada a las ceremonias públicas del culto; al final se llegaba al santuario donde se hallaba la estatura del dios y que estaba aislado del resto del edificio por un corredor o pasillo. Próximas al templo se hallaban las casas de los sacerdotes, los almacenes y depósitos necesarios para el culto.

2 En 1922, los arqueólogos ingleses Lord Carnavon y Howard Carter descubrieron en el llamado Valle de los Reyes la tumba, intacta, del faraón de la XVIII dinastía Tutankamón.

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ESCULTURA.– Alcanzó entre los egipcios un alto grado de perfección; tallaban obeliscos, esfinges y estatuas colosales. La característica fundamental de la estatuaria egipcia es que fue ideada para verse de frente destacando una monótona rigidez, dentro de los límites de dos dimensiones. El artista desdeñó la realidad y el naturalismo que sólo respetó en la etapa de Tell-el-Amarna, durante el gobierno del reformador religioso Akhenatón.

Una de las más bellas esculturas de la realeza la constituye la estatua de Kefren y la más notable estatua de tipo funerario que se conserva es el Escriba sentado. Fueron también extraordinarios animalistas.

Las representaciones planas como relieves y bajo-relieves, que decoraban las paredes de los templos, tumbas y palacios, fueron realizadas en la roca o en planchas de bronce, siendo su temática muy variada. Pero falta en ellos la proporción y la perspectiva, pues si se trata de un conjunto se destacan en mayor tamaño la figura principal y las cabezas.

PINTURA.– Fue un auxiliar de la arquitectura, de la escultura y del relieve. Usaron los colores puros y con cierto convencionalismo, por ejemplo las mujeres aparecen pintadas de amarillo y los hombres de rojo. La escritura jeroglífica que entre los egipcios fue un verdadero arte se encuentra grabada en los muros y dibujada en los papiros.

En otras expresiones artísticas manifestadas en el mobiliario, alfombras, tapices, vasos de alabastros y objetos de orfebrería, alcanzaron gran perfección.

Ciencias

En este pueblo se encuentran los principios de la ciencia, pues los egipcios poseían un elevado caudal de conocimientos científicos. Así cultivaron la astronomía, pues observaron planetas y estrellas y confeccionaron el primer calendario. El año fue dividido en tres estaciones de cuatro meses cada una, que coincidían con las crecidas del Nilo y los periodos de cosecha y recolección; los meses eran de treinta días y al final del duodécimo mes agregaban cinco días suplementarios. El error de este calendario fue corregido en época de Julio César.

Establecieron las bases de la aritmética, pero ignoraron la multiplicación y no conocían el cero; fundaron la geometría, sabiendo calcular con exactitud superficies y volúmenes necesarios para la construcción de templos, pirámides, obeliscos y para el deslinde de propiedades luego de las periódicas inundaciones del Nilo. Progresaron en mecánica, pues conocieron la palanca y el plano inclinado, y la construcción de canales y diques les permitió avanzar en hidráulica.

La medicina alcanzó cierto relieve, pues puede decirse que Egipto legó al mundo los primeros tratados médicos, los primeros experimentos de cirugía y el primer vocabulario médico. Sabían diagnosticar y curar las enfermedades sobre la base de una acertada farmacopea. La química fue intensamente cultivada, pues llegaron a fabricar el papiro, el vidrio y la pintura, que extraían de sustancias naturales, y a momificar los cadáveres.

Las letras

Los egipcios escribían sobre papiro con un punzón o cálamo y tinta, de derecha a izquierda. Conocieron tres tipos de escritura: la jeroglífica, la hierática y la demótica. La primera fue la más antigua, representaba los objetos o la idea que esos objetos sugieren; la

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hierática o jeroglífica abreviada, usada comúnmente por los sacerdotes y escribas, comenzó a representar sonidos, y la demótica convirtió en letras esos sonidos, popularizándose.

La Piedra de Rosetta es un trozo de basalto negro con caracteres de escritura jeroglífica, hierática y demótica. Se encontraba en la zona del delta del Nilo y fue descubierta por uno de los oficiales del general Bonaparte; años después, Francisco Champollión la descifró iniciando así la egiptología. Contiene un decreto real del siglo II a.C. y actualmente se exhibe en el Museo Británico.

En esta piedra hay grabados cartuchos conteniendo los nombres de Ptolomeo y Cleopatra en escritura jeroglífica, y fueron estos cartuchos los que dieron las claves a Champollión para formar el alfabeto egipcio con que descifró la antigua escritura.

En forma muy ingeniosa, el sabio halló primeramente el nombre de Cleopatra en caracteres demóticos e hipotéticamente reconstruyó el nombre en jeroglífico. Al cabo de unos años pudo corroborar su esfuerzo y alcanzó, entonces, a descifrar el nombre de Ptolomeo, consiguiendo así varias letras del alfabeto egipcio. Con sus conocimientos del copto, lengua muy parecida a la que hablaban los egipcios, y con las letras que halló en 1822 la descifró íntegramente, triunfo que permitió abrir a la humanidad uno de los capítulos más interesantes de su historia.

Dentro del género religioso puede citarse El libro de las Muertos que contiene oraciones y fórmulas mágicas; el épico Textos de las Pirámides, esculpidos en cinco pirámides de los faraones de la V y VI dinastías, y el Poema de Pentaur, descripición de una de las batallas de Ramsés II contra los hititas. La poesía lírica fue rica en himnos que fueron recitados con acompañamiento musical y también se conocen, aunque en forma fragmentaria, ejemplares de la novela y del cuento egipcios.

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FENICIA

Fenicia ocupaba un estrecho territorio de unos doscientos kilómetros de largo por casi cuarenta de ancho, que limitaba al norte con Siria, al sur con Palestina, al oeste con el Mediterráneo y al este con los montes del Líbano.

Es un país montañoso cubierto de bosques de cedros, cipreses, pinos, donde sólo se cultivaban la vid y el olivo, mientras que el Litoral por ser recortado es propicio para el establecimiento de ventajosos puertos. Estas condiciones naturales alejaron al fenicio de la tierra y lo impulsaron a las empresas marítimas, utilizando para la construcción de sus naves las maderas de sus bosques.

Fuera de las fronteras fenicias, nos importa señalar la importancia de las ciudades de Kadesh (hititas), Damasco (en Siria) y Megiddo (en la frontera fenicio-palestina): la primera fue famosa por ser lugar de lucha y de alianza con los faraones del segundo Imperio Tebano; la segunda por ser considerada por los asirios la gran barrera para formar su imperio, y Megiddo o Mageddo porque sirvió de defensa al Líbano y fue un gran obstáculo para las bandas que iban hacia el Éufrates, o las que pretendían acceder a Egipto.

Los fenicios eran pueblos semitas cuya procedencia es incierta, pues mientras algunos especialistas aseguraban que emigraron desde las costas del golfo Pérsico, otros admiten que llegaron desde las orillas del mar Rojo, hipótesis que hoy es más aceptada porque la en la Antigüedad se les aplicó frecuentemente el nombre de púnicos, derivado de punt, término que designaba a los países ribereños de aquel mar. Al ocupar su territorio encontraron a pueblos cananeos, semitas, hititas y egeos.

Proceso histórico

Si bien Fenicia formaba una confederación de ciudades-Estado independientes, a menudo una de ellas ejercía una mayor autoridad sobre las otras; ello permite establecer los siguientes periodos históricos: Biblos (entre el 3000 y el 1600 a.C), Sidón (del 1600 al 1200 a.C.) y Tiro (del 1200 al 700 a.C.).

Desde el punto de vista colonial la época de la preponderancia de Tiro se señala por los viajes de descubrimiento y por la fundación de numerosas colonias, en la región occidental del mar Mediterráneo. La etapa de esplendor de Tiro coincide con la decadencia egipcia y la pérdida del poderío naval cretense. Pero al cabo de dos siglos, como consecuencia de las luchas internas y de los ataques de los soberanos asirios, se debilitó tanto el poderío de Tiro que el rey de Babilonia, Nabucodonosor, logró rendirla después de trece años de asedio (574 a.C.).

Posteriormente, bajo la dominación persa, Tiro recuperó su antigua prosperidad y en la época de Ciro fue el centro de una importante satrapía. Cuando Alejandro dominó Oriente la sometió por completo y al constituirse el Imperio Romano en el siglo I a.C., pasó a integrarlo.

Gobierno

Fenicia fue una confederación de ciudades-Estado independientes; en algunas se impuso el sistema monárquico y en otras el oligárquico, dirigidas por un magistrado llamado sufete. En ambos sistemas el poder fue absoluto, si bien para los asuntos más

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importantes existía un senado o asamblea, formada por nobles o comerciantes, según el régimen que imperase en la ciudad.

A los fenicios les preocupaba poco la política y difícilmente intervenían en conflictos; así, cuando algún pueblo quería dominarlos, aceptaba pagarle un tributo si los dejaba continuar con sus actividades mercantiles.

Sociedad

La sociedad fenicia se componía de una clase alta o aristocracia integrada por los comerciantes, la de los marinos dedicados al comercio y a la guerra y la de los obreros o artesanos, que realizaban los trabajos manuales. Entre ellos no existía la esclavitud, pero el comercio de esclavos fue intensamente practicado pues compraban a otros pueblos sus prisioneros de guerra, raptaban a las mujeres y a los niños, o engañaban a los naturales de un país incivilizado atrayéndolos a sus barcos por medio de objetos de escaso valor. Después solían venderlos en Oriente como preciada mercancía.

Economía

La actividad principal de los fenicios fue el comercio, que realizaron por mar y por tierra. Importantes rutas mercantiles los unían a todos los países del mundo antiguo: las marítimas les facilitaban las comunicaciones por el Mediterráneo; las terrestres, que recorrían en caravanas de camellos, los vinculaban con sus vecinos de Siria y Palestina y aún más lejos con Asia Menor, Egipto y Mesopotamia.

Al principio sólo comerciaban los productos más característicos del lugar, como el vino, el aceite de oliva y las maderas, después actuaron como intermediarios del comercio entre Oriente y Occidente, vendían el incienso y la mirra de Arabia, las especias, el marfil y las maderas olorosas de la India, la seda de China, las telas, tapices y perfumes de Babilonia, los esclavos y caballos del Cáucaso, el algodón de Egipto, el cobre de Chipre, los mármoles de Paros.

Industrias

Aprendieron de los egipcios las técnicas de la fabricación de telas y vidrios y las perfeccionaron, pues su natural ingenio les llevó a obtener de un molusco llamado múrice una sustancia colorante con la que teñían los tejidos, y a inventar el vidrio transparente con el que fabricaron vasos, piedras falsas y joyas que con suma habilidad entregaban a pueblos ignorantes de su valor, a cambio de metales preciosos, productos de calidad y esclavos.

La industria naval fue importante ya que los fenicios utilizaron las maderas de sus bosques para la construcción de barcos. Organizaron verdaderos talleres, en los que producían en gran escala los productos que después comerciaban.

Navegación

Fueron los primeros grandes marinos de la Antigüedad, pues para ellos la navegación era un arte. Si bien al principio navegaron próximos a tierra y solamente durante el día, cuando aprendieron a orientarse por la estrella polar se atrevieron a cruzar grandes distancias, alejándose de las costas.

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Mantenían en secreto sus rutas y los países visitados, prefiriendo hundir sus naves si eran espiados y matar a aquellos que pudieran enseñarlas a otros pueblos.

Navegaron por el Atlántico y llegaron a las proximidades de las costas inglesas y al mar Báltico. En el siglo VII a.C., por orden del faraón Necao II, exploraron las costas africanas en un viaje de circunnavegación que duró tres años, en el que partieron desde el mar Rojo y regresaron por el Mediterráneo. En el siglo VI a.C. llegaron a Inglaterra para buscar estaño.

Colonias

Los fenicios se fueron estableciendo en las costas o en las islas del mar Mediterráneo, con el fin de obtener materia prima, conquistar nuevos mercados y facilitar la emigración de las superpobladas ciudades de la metrópoli. Así surgieron las factorías, las concesiones y las colonias.

Las colonias eran regiones conquistadas o compradas, adonde se trasladaban familias fenicias. De intensa actividad comercial, algunas se establecieron en las islas de Chipre, Rodas, Creta, Sicilia, Cerdeña, Córcega y Baleares, compartidas a veces con los griegos, otras en el continente europeo como en España las ciudades de Málaga, Cádiz, Sevilla, Algeciras, y en África, Cartago.

Las factorías eran mercados o ferias, ubicadas en países bárbaros, adonde los naturales del lugar acudían a comprar y vender, según las reglas del trueque. Generalmente la factoría se fundaba en un lugar de fácil defensa y era vigilada por marinos y comerciantes. Las concesiones eran depósitos de mercaderías, situadas en países civilizados con consentimiento del soberano, que les permitía beneficiarse con el mercado interno. Fueron famosas Menfis y Sais en Egipto, Tarsis en España.

Cartago había sido la colonia más importante de Fenicia, fundada en el año 814 a.C. en el Norte de África, frente a Sicilia. Sobre sus orígenes se elaboraron diversas leyendas. Así, los griegos referían que Elisa, hermana del rey Pigmalión II de Tiro, había huido al África ante el fracaso de la conspiración que tramara contra su real hermano, en represalia porque éste había asesinado a su esposo, sacerdote del dios Melkart.

Elisa, que fue llamada Dido (la fugitiva), llegó acompañada por sus partidarios a la costa africana, en las inmediaciones de la actual Túnez, pero el rey de Libia, que era dueño de la región, no quiso venderla, y sólo consintió en negociar el espacio de tierra que ocupara una piel de toro. Con suma habilidad, Dido cortó en tiras muy delgadas la piel del animal, que apuntaladas dieron a los fenicios el terreno suficiente como para establecer una ciudad, que los romanos llamaron Cartago.

Dido murió trágicamente porque se negó a contraer matrimonio con el rey de Libia. Según Virgilio, el poeta latino que repitió la leyenda de Dido vinculándola a Roma, la muerte de ésta se debió a su desesperación cuando fue abandonada por el héroe troyano Eneas.

En el siglo VI a.C. el rey Nabucodonosor de Babilonia se apoderó de Tiro. Entonces muchas familias y comerciantes fenicios emigraron a Cartago, que se convirtió en el más importante centro comercial del Mediterráneo. Los cartagineses heredaron las factorías, concesiones y mercados de Tiro; por ello Sicilia, Cerdeña y Córcega pasaron a ser sus colonias, al igual que España, donde fundaron Cartagena, después de vencer a los colonos griegos.

Además se aventuraron a explorar la costa atlántica de África, navegaron hasta Gran Bretaña y enviaron sus caravanas por el sur, hasta el Sudán.

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Religión

Los fenicios fueron politeístas y divinizaron las fuerzas de la naturaleza, como el Sol, la Luna, los ríos, las montañas. Al asentarse en su territorio adoraron como dios nacional a Baal, que significa dueño y señor, representado por el Sol, que gobernaba el mundo. Cada baal tenía su diosa o señora llamada baalit.

El culto era cruel porque exigía sacrificios humanos, preferentemente de niños que eran quemados vivos en honor de Baal-Moloch. La estatua del dios, hecha en bronce, tenía los brazos dispuestos en tal forma que colocada la víctima sobre ellos se deslizaba hasta el suelo, cayendo en una hoguera.

Los sacerdotes, que eran numerosos, oficiaban en santuarios ubicados en lugares altos que se reducían a una pequeña capilla y a un altar para los sacrificios, que generalmente no tenía la estatua del dios sino columnas o piedras que lo representaban.

Arte

Como consecuencia de su comercio con Mesopotamia, Egipto y Grecia, los fenicios recibieron influencias culturales de estos pueblos; por ello su arte no fue original sino de imitación.

En la arquitectura hubo influencia egipcia, pero de los tempos de Biblos, Sidón, Tiro, Cartago y Cádiz que fueron famosos en la Antigüedad sólo quedan referencias literarias. A través de ellas se deduce que los templos fenicios constaban de grandes patios a cielo abierto, para la concurrencia de los fieles y un lugar sagrado, adonde sólo tenían acceso los sacerdotes. Los fenicios suplían su falta de estilo propio recurriendo a una monumental técnica constructiva y recargando sus obras con elementos decorativos.

En lo que respecta a la escultura, los dioses difícilmente se representaban, porque ellos podían identificarse en una piedra, una madera o un menhir y allí eran adorados.

Se destacan las ruinas de la ciudad de Baalbeck, ciudad fenicia renombrada por las construcciones de su acrópolis (parte alta). Era conocida por los griegos como Heliópolis –ciudad del Sol– por el culto que se rendía en ella a Baal. Los templos de estilo corinto fueron construidos cuando la ciudad se convirtió en colonia romana.

Ciencias

Los fenicios cultivaron las ciencias que tenían para ellos utilidad práctica, como la geografía, dejando relatos de viajes realizados en los siglos VI y V a.C. También conocieron la astronomía, la matemática y el dibujo.

Desarrollaron un alfabeto, que constaba de veintidós signos inventados sobre la base de la escritura hierática egipcia. Cada signo o letra representó un sonido que combinados permitían formar sílabas y palabras. Este invento fue perfeccionado por los helenos que le dieron su nombre, derivado de alfa y beta, las dos primeras letras griegas: también incorporaron las vocales de que carecía.

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LOS HEBREOS

Palestina es una región de reducida superficie –unos 25.000 km²– que se extiende entre la costa del Mediterráneo al oeste, las altas cadenas del Líbano y Anti-Líbano al norte y el desierto de Arabia, que la rodea por el este y el sur.

El río Jordán divide a Palestina de norte a sur en dos partes, pero no es navegable ni se puede utilizar para regar, pues su cauce es muy encajonado, constituyendo una verdadera barrera entre esas dos regiones. Como la Palestina quedaba en la ruta entre los principales imperios fue objeto de la ambición de los pueblos vecinos.

Proceso histórico

Según el relato bíblico, hasta su instalación en Palestina los hebreos, que eran nómadas, recorrían con sus ganados el desierto de Arabia y los valles de la Mesopotamia y cada tribu era gobernada por un patriarca, cuya autoridad sobre su gente era absoluta e indiscutida. Uno de estos patriarcas, Abraham, abandonó la Mesopotamia con su familia y ganados, estableciéndose por mandato divino en Palestina, la “tierra prometida” por el dios Jehová, probablemente habitada por los cananeos.

A Abraham le sucedieron como patriarcas su hijo Isaac y si nieto Jacob o Israel, que tuvo doce hijos varones, de los que afirmaban descender las doce tribus en se dividió el pueblo hebreo. El penúltimo de los hijos de Jacob fue José, que era el predilecto de su padre; por lo que sus hermanos, envidiosos, lo vendieron a unos mercaderes que lo llevaron a Egipto donde llegó a ser primer ministro del Faraón. Esto tuvo lugar en una época en que eran frecuentes los viajes de mercaderes semitas a Egipto, especialmente en tiempos de los faraones hicsos.

Al cabo de un tiempo, soñó el Faraón que estaba a orillas del río, y veía subir de él siete vacas hermosas y muy gordas, que se pusieron a pacer las verduras de la orilla; pero he aquí que después subieron del río otras siete vacas feas y muy flacas, y se pusieron junto a las siete que estaba a la orilla del río, y las siete vacas feas y flacas se comieron a las siete hermosas y gordas; y el Faraón se despertó. Volvió a dormirse y por segunda vez soñó que veía siete espigas que salían de una sola caña de trigo muy granadas y hermosas, pero detrás de ellas brotaron siete espigas flacas y quemadas, por el viento solano, y las siete espigas flacas y quemadas devoraron a las siete espigas hermosas y granadas, y se despertó el Faraón. Este fue el sueño. A la mañana estaba perturbado su espíritu y mandó llamar a todos los adivinos y a todos los sabios de Egipto; les contó su sueño pero no hubo quien lo interpretara…

[…] Estaba allí con nosotros un joven hebreo, siervo del jefe de la guardia, y le contamos nuestros sueños, y él nos dio la interpretación; a cada uno le interpretó el suyo, y como lo interpretó él así nos sucedió…

[…] Mandó pues el Faraón llamar a José… El Faraón le dijo: “He tenido un sueño y no hay quien me lo interprete, y he oído decir de ti que en cuanto oyes un sueño lo interpretas”. José respondió “No yo. Dios será el que dé una respuesta favorable al Faraón”…

[…] José dijo al Faraón: El sueño del Faraón es uno solo. Dios ha dado a conocer al Faraón lo que va a hacer. Las siete vacas hermosas son siete años y las siete espigas hermosas, siete años, el suelo es uno solo. Las siete vacas malas y flacas que subían detrás de las otras son otros siete años, y las siete espigas secas y quemadas del viento solano son siete años de hambre… Vendrán siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto, y detrás de ellos vendrán siete años de escasez, que harán se olvide toda la abundancia en la tierra de Egipto, y el hambre consumirá la tierra… Nombre el Faraón intendentes, que visiten la tierra y recojan el quinto de la cosecha de la tierra de Egipto en los años de la abundancia; reúnan el producto de los años buenos que van a venir y hagan acopio de trigo a disposición del Faraón para mantenimiento de las ciudades, y consérvenlo para

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que sirva a la tierra para los siete años de hambre que vendrán sobre la tierra de Egipto, y no perezca de hambre la tierra.

El Faraón dijo entonces a José: “Tú serás quien gobierne mi casa, y todo mi pueblo te obedecerá; sólo por el trono seré mayor que tú”.

Biblia, Antiguo Testamento, Génesis 39-41.

Hasta allí llegaron sus hermanos a comprar trigo y éste los perdonó permitiéndoles que se instalaran en las tierras del Nilo todos los descendientes de Israel. Su prosperidad en Egipto coincidió con el gobierno de los faraones hicsos, indoeuropeos semitizados. Pero los hebreos se multiplicaron en tal forma que transcurrida una generación, el nuevo Faraón, temeroso del número y poder del pueblo extranjero, lo sometió a esclavitud y ordenó que se diese muerte a los varones hebreos recién nacidos.

Moisés, que se había salvado de la muerte, ya hombre se dirigió al desierto donde tuvo las primeras revelaciones, recibiendo la orden de Jehová de regresar a Egipto para dirigir la salida de su pueblo, época que coincide con la expulsión de los hicsos y el consiguiente deterioro de la situación de los hebreos en Egipto. Como el Faraón no autorizó su partida, porque los hebreos eran utilizados en construcciones, trabajos agrícolas y estaban sometidos a servidumbre, diez plagas azotaron a Egipto. Ante este hecho Moisés pudo conducir a su pueblo al desierto, marcha que se conoce cono el nombre de éxodo (1460-1400 a.C.). Al llegar al mar Rojo, Moisés separó las aguas para que los hebreos pudiesen atravesarlo y cuando las fuerzas de caballería egipcia que los perseguían iniciaron su cruce, las aguas volvieron a juntarse y ahogaron a todos los soldados.

Durante su huida, los hebreos llegaron al pie del monte Sinaí donde acamparon. Moisés subió varias a su cima para comunicarse con Jehová y allí en medio de una gran tormenta recibió las dos tablas de piedra con los diez mandamientos de la Ley de Dios o Decálogo. Pero al descender de la montaña, Moisés encontró a su pueblo adorando un becerro de oro, entonces encolerizado porque habían abandonado a Dios, rompió las tablas de piedra, reprendió a los israelitas por su idolatría y destruyó el becerro. Después de esto, los hijos de Israel se mostraron arrepentidos y Jehová los perdonó, prometiéndoles conducirlos a la “tierra prometida” y sus mandamientos fueron grabados nuevamente sobre dos tablas de piedra.

Durante los cuarenta años que permanecieron en el desierto, Moisés se reveló como un extraordinario jefe, pues no sólo superó todas las dificultades sino que logró reunir a los hijos de Israel en torno de la común adoración a Jehová. Pero la entrada a Canáan fue realizada bajo la conducción de Josué, porque Jehová había dispuesto que Moisés no entrase a la “tierra prometida” y murió poco antes.

Para establecerse debieron luchar contra los cananeos, que desde el III milenio a.C. habían habitado los valles interiores de Palestina, pero como no los pudieron desalojar acabaron por mezclarse con ellos y les impusieron su culto a Jehová, aunque prevaleció la cultura de los cananeos.

Después de instalarse en Palestina, los hebreos tuvieron que enfrentar los ataques de los filisteos, llegados desde el Asia Menor y las costas del mar Egeo. Entonces surgieron los jueces, verdaderos caudillos militares que obedeciendo el mandato divino dirigían la defensa de las tribus en peligro. La Biblia menciona quince jueces, entre ellos Gedeón, Jefté, Sansón y Samuel.

[…] aconteció que [Sansón] se enamoró de una mujer […] la cual se llamaba Dalila. Y vinieron a ella los príncipes de los filisteos y dijéronle: Engáñale y sabe en qué consiste su grande fuerza y cómo lo

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podríamos vencer, para que lo atemos y lo atormentemos […] Y Dalila dijo Sansón: Yo te ruego que me declares en qué consiste tu grande fuerza […] y aconteció que apretándole cada día con sus palabras e importunándole, su alma fue reducida a mortal angustia.

Descubrióle pues su corazón y díjole: Nunca a mi cabeza llegó navaja […]; si fuere rapado, mi fuerza se apartará de mí, y seré debilitado, y como todos los hombres. Y viendo Dalila que él le había descubierto todo su corazón, envió llamar a los príncipes de los filisteos diciendo: Venid esta vez, porque él me ha descubierto su corazón […].

Y ello hizo que él se durmiese sobre sus rodillas; y llamado un hombre, rapóle […] y comenzó a afligirlo, pues su fuerza se apartó de él […] Mas los filisteos echaron mano de él y sacáronle los ojos, y le ataron con cadenas, para que moliese en la cárcel. Y el cabello de su cabeza comenzó a crecer, después de rapado […]. Y aconteció que, yéndose alegrando el corazón de ellos, dijeron: Llamad a Sansón para que divierta delante de nosotros. Y llamaron a Sansón de la cárcel, y hacía de juguete delante de ellos; y pusiéronlo entre las columnas […] Y la casa estaba llena de hombres y mujeres […] que estaban mirando el escarnio de Sansón […]. Asió luego Sansón las dos columnas del medio sobre las cuales se sustentaba la casa, y estribó en ellas, la una con la mano derecha, y la otra con la izquierda, y dijo Sansón: Muera yo con los filisteos. Y estribando con esfuerzo, cayó la casa sobre los príncipes, y sobre todo el pueblo que estaba en ella.

Biblia, Antiguo Testamento, Libro de los Jueces, c. XVI, v. 5 a 30.

Cuando el peligro filisteo despertó el espíritu nacional, las doce tribus hebreas, que correspondían a los descendientes de los doce hijos de Jacob, se unieron en una monarquía. De acuerdo con la voluntad del pueblo, y por inspiración divina, Samuel, que fue el último juez, nombró como Rey a Saúl, instaurándose así la monarquía (siglos XI a X a.C.).

Y un día antes de que Saúl viniese, Jehová había revelado al oído de Samuel, diciendo: Mañana a esta misma hora enviaré a ti un varón de la tierra de Benjamín, al cual ungirás por príncipe sobre mi pueblo Israel, y salvará mi pueblo de la mano de los filisteos […] y descendiendo ellos al cabo de la ciudad, dijo Samuel a Saúl: Dí al mozo que vaya delante, más espera tú un poco para que te declare palabra de Dios […].

Tomando entonces Samuel una ampolla de aceite, derramóla sobres su cabeza, y besolo y díjole: ¿No te ha ungido Jehová por capitán sobre su heredad? […] Y el espíritu de Jehová te arrebatará, y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre.

Biblia, Antiguo Testamento, Samuel, c. IX, v. 15 y c. X v. 1 y 6.

Saúl venció a los filisteos y a otras tribus del desierto, pero pretendió independizarse de Samuel que esperaba ser el verdadero gobernante. Entonces éste ungió en privado a David y poco después Saúl, al sufrir un contraste militar, se dio muerte.

David unió las doce tribus en un Estado fuerte y estableció la capital del reino en Jerusalén, antigua ciudad de Cananea, y llevó allí el Arca que contenía las tablas de la Ley o Arca de la Alianza.

A su muerte le sucedió su hijo Salomón, que no era guerrero y prefirió vivir en paz con sus vecinos aunque ejerció un gobierno despótico y gustó del lujo y de la vida fastuosa. Durante su reinado Jerusalén se transformó en una ciudad magnífica en la que se erigió un hermoso templo en honor de Jehová para el que debió importar los materiales de Fenicia, porque Palestina era pobre en recursos. Salomón impuso entonces pesadas contribuciones a su pueblo, que debió trabajar duramente, cundiendo entonces el descontento.

A su muerte se produjo el cisma constituyéndose dos reinos, al norte el de Israel con capital en Samaria, que no reconoció como Rey al hijo de Salomón, y al sur el de Judá con capital en Jerusalén, que se mantuvo fiel a la dinastía.

Durante más de dos siglos los dos reinos vivieron separadamente: el Norte permeable a las influencias extranjeras, especialmente cananeas y fenicias, que a veces los llevaron a la idolatría, hasta que en el año 772 a.C. los asirios conquistaron el reino de Israel y a su capital.

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El reino de Judá sobrevivió, pero llevando una vida azarosa hasta que en el año 587 a.C. el rey caldeo Nabucodonosor puso sitio a Jerusalén, que se defendió con valor, pero fue arrasada y sus habitantes llevados en cautiverio a Babilonia.

Fue en este periodo cuando surgieron hombres de una religiosidad muy profunda, los profetas o inspirados, que combatieron el lujo, la inconducta, las influencias religiosas extrañas y predijeron la llegada de un redentor o Mesías, que los salvaría de todos los males. Todos ellos lucharon para mantener como único culto el de Jehová que adquirió carácter universal a partir del cautiverio.

Ezequiel fue el profeta del cautiverio, que infundió en su pueblo esperanzas en un futuro mejor, que en parte se cumplió cuando en el año 539 a.C. el rey persa Ciro entró en Babilonia y permitió a los hebreos regresar a sus tierras. Los hijos de Israel que retornaron a Palestina se instalaron especialmente en Judá y reconstruyeron el templo a Jehová. Sin embargo, los hebreos no volvieron a reconquistar su libertad política y vivieron bajo la dominación persa, macedónica y romana.

Los romanos saquearon Jerusalén, destruyeron su templo en el año 70 d.C., y ordenaron la dispersión de los hebreos por todo el imperio, fundándose entonces en las principales ciudades del mundo colectividades judías, las que conservaron su ley religiosa y desarrollaron un activo comercio. Esta emigración efectuada antes y después de la destrucción del Templo se llama diáspora, y es la causa de la presencia de los judíos en casi todas las naciones.

Gobierno

La primera forma de gobierno que tuvieron los hebreos fue el patriarcal. El patriarca era jefe de la familia o de la tribu y desempeñaba funciones de sacerdote, de rey y de juez. A su muerte lo sucedía generalmente su hijo primogénito, al que otorgaba su bendición.

Al salir de Egipto, el pueblo hebreo fue gobernado por Moisés, que tenía muchos poderes, pero después de él se estableció una forma de gobierno muy particular, la de los jueces, a veces elegidos por voluntad popular y otras de modo providencial frente a la patria amenazada. Tenían funciones ejecutivas y judiciales.

Hacia el año 1000 a.C. los hebreos adoptaron la monarquía, que aparentemente era absoluta y sin embargo estaba limitada por la Ley. La Ley mosaica además de contener los preceptos religiosos era un verdadero código civil y una constitución política. Jehová gobernaba a su pueblo por medio de delegados: patriarcas, jueces o reyes, según la época, que no adoptaban decisión alguna sin consultarlo. Este predominio de la religión sobre el Estado fue la característica del pueblo hebreo.

Javeh o Jehová castigaba o premiaba la conducta del pueblo de Israel otorgándole prosperidad o castigo, como la dominación extranjera y la guerra. Los profetas inspirados por Dios fueron los encargados de recordar sus deberes a los judíos, amenazarlos con castigos si se alejaban de la Ley y mantener viva la esperanza de la llegada del Redentor.

Los Consejos de Ancianos tuvieron especial importancia, reuniéndose en circunstancias excepcionales durante la monarquía, pero cuando Israel cayó bajo la dominación extranjera, se volvieron permanentes. Además de eso Consejos locales reunidos en ciudades y aldeas, hubo un Consejo o Senado de doce ancianos llamado Gran Senadrín de carácter nacional y con facultades religiosas y civiles. Desapareció cuando se produjo la dispersión de los judíos después del sitio de Jerusalén (año 70 d.C.).

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Sociedad

La Ley del Sinaí promulgada por Moisés constituyó para este pueblo un verdadero código civil y religioso, el más evolucionado de la Antigüedad. En el orden civil establecía la igualdad ante la Ley. Entre los hebreos no existieron castas, aunque se puede considerar como tal a la clase sacerdotal.

La esclavitud era muy atemperada, más bien se la consideraba una servidumbre no hereditaria. El esclavo –que generalmente llega a esa situación por haber vendido su libertad– podía liberarse en el “año del Jubileo”, que se celebraba cada cuarenta y nueve años.

La Ley prohíbe el matrimonio entre parientes, recomienda la caridad y la justicia y el respeto al padre y a la madre.

El derecho penal era muy riguroso, aplicándose la “ley del Talión”. Se castigaban con la muerte la idolatría, el incumplimiento del descanso sabático, el homicidio, etc.

La sociedad se basaba en la monogamia y predominaba el patriarcado. La mujer era profundamente respetada y gozaba de una cantidad de derechos, que desconocían las antiguas sociedades orientales. En sus costumbres prevalecían la sencillez y la sobriedad, eran pacíficos y llevaban una vida tranquila, observando estrictamente el descanso sabático.

Economía

La propiedad de la tierra fue comunal en los primeros tiempos, pero cuando se establecieron por segunda vez en Palestina empezó a desarrollarse la propiedad privada.

Cultivaron la tierra y también se dedicaron a la industria y al comercio para los que demostraron excepcionales condiciones. Cada siete años, año sabático, la tierra se dejaba descansar. Cada cincuenta años se celebraba el año jubilar: descansaban la tierra, caducaban las deudas, los presos eran puestos en libertad y los que se habían visto obligados a vender sus tierras las recuperaban, con lo que se trataba de evitar la formación de latifundios.

La religión

Israel concibió la creencia en un Dios único, eterno, universal y abstracto, Jehová o Iaveh, autor del mundo, que recompensa el Bien y castiga el Mal. Jeohvá creó a los ángeles, espíritus de inteligencia superior y de gran poder. Su jefe, Lucifer o Belzebú, que se rebeló contra Dios, fue arrojado al Infierno junto con otros ángeles, y envidioso del género humano provocó su caída al inducir a Eva e pecar (pecado original o de origen). Entonces Jehová compadecido de los hombres, prometió el envío del Mesías o Redentor, pero con la condición de “esperar” su llegada y de observar los preceptos de la Ley.

Abraham recibió la promesa de Jehová de que el Redentor saldría del pueblo hebreo, que se consideró por ello, el “predilecto de Dios”. Pero durante los trescientos años que vivieron en Egipto, los hebreos se inclinaron a la idolatría, por lo que Moisés en el monte Sinaí recibió una nueva proclamación de la Ley.

Moisés estableció y reglamentó el culto mosaísta, presagiando tremendos castigos contra los que profesaran cultos extranjeros. Por su mediación el Señor contrajo una Alianza con el pueblo de Israel; su símbolo era el Arca o cofre donde se habían depositado las Tablas de la Ley. Este cofre de madera enchapado en oro por dentro y por fuera, con dos

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ángeles esculpidos encima y una nube que manifestaba la presencia de Jehová, fue llamado Arca de la Alianza, y como era portátil precedió al pueblo hebreo en su marcha por el desierto, o a los ejércitos en los combates. En tiempos de paz se encerraba en una tienda o tabernáculo adornado de láminas de oro, que comprendía dos partes: el Santo, donde se levantaba el altar de los sacrificios y el Santo de los Santos (Sancta Sanctorum), donde estaba el Arca.

Salomón construyó el Templo de Jerusalén de dimensiones reducidas comparadas con las de los templos egipcios o caldeos, pero fue muy lujoso. La Ley establecía que se debía levantar un solo templo como prueba de la unidad de Dios, y no se admitían imágenes por temor a caer en la idolatría. Por eso los hebreos fuera de Jerusalén se congregaban en sinagogas o casas de reunión, donde separados los hombres de las mujeres, entonaban salmos de alabanza al Señor y escuchaban la explicación de párrafos de la Biblia.

El culto era ejercido por la tribu de Levi o levitas, que vivía de los diezmos que pagaba el pueblo. Los sacerdotes, que estaban repartidos en doce clases, ejercían durante un mes su ministerio y durante ese tiempo vivían en el templo, mantenían castidad, no debían beber alcohol y vestían de lino.

Las grandes fiestas eran tres y duraban siete días cada una. La Pascua recordaba su liberación de los egipcios, Pentecostés –cincuenta días después de Pascua– era en memoria de la proclamación de la Ley, y los Tabernáculos, a fines del verano, en conmemoración de los cuarenta años pasados en el desierto.

Se ofrendaban en el culto bueyes, corderos y palomas, algunas se arrojaban al fuego, lo que constituía el holocausto. En la fiesta de la Expiación que rememoraba la necesidad de la expiación, se inmolaba una cabra y otra, “la cabra emisaria”, que cargaba simbólicamente con los pecados de Israel, era arrojada al desierto.

La Biblia

La Biblia es un libro único que encierra toda la historia de Israel y las bases del cristianismo, escrito por inspiración divina es Sagrada Escritura y palabra de Dios.

El hebreo fue el primer pueblo que concibió la creencia en un dios único, universal, abstracto, creador del cielo y de la Tierra llamado Javeh o Jehová y el único pueblo de la Antigüedad que ha dejado testimonio escrito de su historia, que se mezcla con su religión.

La reunión de todos sus relatos literarios constituye el Antiguo Testamento, que fue escrito en hebreo y arameo. Los judíos lo dividieron en tres partes principales: la Ley o Torah, los Profetas y los Escritos. La Ley es más conocida para los cristianos con el nombre de Panteteuco o Cinco Libros que son atribuidos a Moisés. El Panteteuco narra la historia de la creación del mundo hasta la muerte de Moisés y está dividido en cinco libros: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. En el Éxodo figuran los diez mandamientos impuestos por Jehová a su pueblo:

1- No tendrás otro Dios que a mí.2- No te harás esculturas ni imagen alguna de lo que hay en lo alto de los cielos, ni de

lo que abajo sobre la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas, y no las servirás porque soy yo Javeh, tu Dios.

3- No tomarás en falso el nombre de Javeh, tu dios.4- Acuérdate del día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y el séptimo día

es día de descanso, consagrado a Javeh, tu dios.

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5- Honra a tu padre y a tu madre para que vivas largos años en la tierra que Javeh, tu dios, te da.

6- No matarás.7- No cometerás adulterio.8- No robarás.9- No levantarás contra tu prójimo falso testimonio.10- No desearás la casa de tu prójimo, ni su mujer, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey,

ni su asno, ni nada cuanto le pertenezca.

En el segundo grupo además de los libros de las Profecías se incluyen los históricos: Josué, Jueces, Samuel y Reyes. En ellos se explica la vida del pueblo hebreo desde la ocupación de Palestina hasta la conquista persa. Entre los libros proféticos se encuentran las Lamentaciones atribuidas a Jeremías, el Cantar de los Cantares y las Preces u Oraciones.

La tercera parte de los Escritos o Escrituras abarca los Salmos y los libros de contenido filosófico y moral: el Libro de Job, los Proverbios y el Eclesiastés.

El Antiguo Testamento es una obra maestra de tradición nacional, un notable poema de belleza perdurable, aunque la narración resulta a veces contradictoria, recargada con largas genealogías y con minuciosos detalles ceremoniales.

Además de la ley escrita se destaca la ley oral conservada de generación en generación, elaborada y discutida por los rabinos, que fue codificada en el Talmud.

El legado hebreo

La influencia religiosa y moral del pueblo hebreo ha sido muy grande, pues fue el precursor de los pueblos cristianos. En primer lugar, afianzó el triunfo del monoteísmo y el de una religión espiritual y de contenido moralizador, que proviene de la época de los profetas, pues éstos predicaron que para honrar a Dios no se necesitan sacrificios ni ritos, ya que la verdadera piedad está en el corazón de los fieles.

También los profetas enseñaron que entre Jehová y los creyentes nadie podía interponerse, y ello da a la religión hebrea un contenido subjetivo, desconocido hasta entonces, que está expresado en el Deuteronomio: “La Ley está muy cerca de ti, la tienes en la boca y en el corazón”. De esta concepción religiosa derivó una importante conclusión moral: la responsabilidad individual, a la vez que se condena la responsabilidad colectiva que castigaba al culpable, a sus descendientes y a su familia: “No se hará morir a los padres por los hijos, ni a éstos por aquéllos, se hará morir a cada uno por su pecado”.

La Biblia sirvió como fuente de inspiración a gran parte de la literatura y del arte del Renacimiento, además fue fuente de derecho.

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PERSIA

Los medos y persas habitaron la meseta del Irán, situada en Asia a mil metros sobre el nivel del mar. Estaba limitada al norte por el mar Caspio, al sur por el Golfo Pérsico, al oeste por los montañas de Asiria y el río Trigris, al este por el río Indo. La mayor parte de la región es un desierto con clima muy variable que llega a temperaturas extremas y con fuertes vientos fríos o sofocantes.

La población se agrupó al pie de las montañas porque el agua de los deshielos les proporcionaba abundante riego para los cultivos, o en las proximidades del mar Caspio y del golfo Pérsico. En la época de su mayor apogeo, con Darío, comprendía desde Tracia y Egipto hasta la India; jamás el mundo antiguo había conocido un imperio tan extenso.

Los medos y los persas eran pueblos indoeuropeos, de tez blanca, de cabellos lacios y oscuros, de barba abundante. Hablaron el zend, lengua del grupo indoeuropeo y escribieron en caracteres cuneiformes que luego simplificaron, elaborando un alfabeto. Fueron hábiles jinetes y excelentes guerreros, aunque se mostraron generosos con los pueblos vecinos. Herodoto ha transmitido relatos más o menos legendarios sobre estos pueblos y también el griego Jenofonte se ocupó de ellos.

Proceso histórico

Hacia el milenio II a.C. la meseta del Irán sufrió la invasión de los medos y persas. Los primeros se situaron en el Norte, en los alrededores del mar Caspio, y los persas al sur, en la zona del golfo Pérsico.

Los medos formaron diversas tribus vasallas de Asiria, que se unificaron a fines del siglo VIII a.C. bajo una dinastía absoluta y hereditaria. Pero un Rey medo fue destronado por su nieto Ciro, que se proclamó rey de los persas y de los medos, surgiendo así el imperio persa a mediados del siglo VI a.C.

Dos fueron los grandes reyes que gobernaron ese imperio, Ciro y Darío. Ciro, notable guerrero, se adueñó de Babilonia, Siria, Fenicia y Palestina, pero trató a los vencidos con tanta generosidad y clemencia, que pudo decirse que se comportó más como liberador que como conquistador. Darío después de pacificar su reino, emprendió campañas militares hacia la India, contra los pueblos que habitaban el Norte del Danubio y contra los griegos con quienes inició las llamadas guerras Médicas. Fue también un extraordinario organizador pero sus sucesores, que se mostraron incapaces, fueron vencidos por los griegos en repetidas oportunidades hasta que Alejandro Magno en el año 330 a.C. incorporó el imperio persa a Macedonia, desapareciendo con este hecho el más importante imperio oriental de la Antigüedad.

Gobierno. Ciro y Darío fueron los grandes organizadores del imperio persa, integrado por pueblos que mantenían sus autonomías regionales y formaban una confederación difícil de integrar por que eran diferentes racial, religiosa y culturalmente.

A la cabeza del imperio se hallaba el Gran Rey, que se consideraba de origen divino y detentaba un poder absoluto a semejanza de los monarcas orientales. Una rigurosa etiqueta regía la vida de la Corte, que residía alternativamente en las tres grandes capitales del imperio: Persépolis, Susa y Pasargadas.

El Rey debía sobresalir en la guerra, ser juez supremo y preocuparse por el bienestar del pueblo; su persona era protegida por una guardia de dos mil caballeros y otros tantos

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infantes que pertenecían a la nobleza. En parte limitaba su autoridad el consejo real, formado por nobles y sacerdotes designados con carácter vitalicio.

Desde el punto de vista político-administrativo, el imperio fue dividido en más de veinte satrapías o provincias, al frente de las cuales se hallaba un sátrapa o gobernador, nombrado por el Rey y encargado de ejecutar las órdenes reales, cobrar los impuestos y reclutar soldados. También en cada satrapía actuaba un jefe militar que dirigía las tropas de la misma y dependían directamente del Rey. Junto a ellos, pero actuando con independencia, había un secretario, que informaba al Rey sobre la conducta ambos.

Para asegurarse la buena administración y la fidelidad de los funcionarios, el monarca contaba con un cuerpo de inspectores que periódicamente recorrían el imperio, presentándose de improviso en las satrapías. Se llamaron ojos y oídos del Rey y fueron una verdadera policía real que podía hasta deponer al sátrapa por las faltas comprobadas.

Tenían excelentes caminos para enviar los correos, transportar tropas y efectuar el comercio con los lugares más alejados del imperio.

Sociedad

Desde el punto de vista social había marcadas diferencias. La nobleza era propietaria de la tierra, trabajada por el pueblo que tenía como principal actividad la agricultura; los extranjeros se ocupaban del comercio y de la artesanía, o eran esclavos.

Los fuertes tributos pagados en metálico por los pueblos dominados le permitieron a Darío acuñar monedas, llamadas dáricos, cuyo uso se generalizó en Oriente.

“Después del valor y esfuerzo militar, el mayor mérito de un persa consiste en tener muchos hijos; y todos los años el Rey envía regalos al que prueba ser padre de la familia más numerosa, porque el mayor número es para ellos la mayor excelencia. En la educación de los hijos, que dura desde los cinco hasta los veinte años, solamente les enseñarán tres cosas: montar a caballo, disparar el arco y decir la verdad. Ningún hijo se presenta a la vista de su padre hasta después de haber cumplido cinco años, pues antes vive y se cría entre las mujeres de la casa; y esto se hace con la mira de que, si el niño muriese en los primeros años de su crianza, ningún disgusto reciba por ello su padre”. (Heródoto, Los nueves libros de la Historia, Libro I, CXXXVI.).

Ejército

A pesar de que las rebeliones no fueron frecuentes pues los reyes persas toleraron la religión, la lengua y las costumbres de los pueblos sometidos, equiparon poderosos ejércitos integrados por tropas nacionales y de los territorios dominados. La base del ejército nacional era la guardia de los inmortales, compuesta por diez mil soldados seleccionados entre los medos y persas.

Los soldados combatían con arcos y flechas, jabalinas, dagas, cimitarras, yelmos, escudos de mimbre y de metal, corazas de cuero, elefantes, carros de guerra y formaban una turba desordenada que se imponía por el número, pero que estaba destinada a fracasar cuando se midiese con un ejército reducido pero bien disciplinado.

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Religión

Al principio los persas practicaban el politeísmo, pero por obra de un reformador llamado Zaratustra, o Zoroastro según los griegos, que vivió en el siglo VII a.C., se inclinaron al monoteísmo.

Sobre la base de la existencia de un dios supremo, Ahura-Mazda, se elaboró el mazdeísmo o zoroastrismo, doctrina religiosa que se halla contenida en el Zend-Avesta, libro sagrado de los persas, del que sólo se conservan algunos fragmentos. El sacerdote Zaratrustra admitió la existencia de un dios creador y único, Ahura-Mazda, llamado también Ormuz, principio del bien y de la luz, que enfrentaba constantemente a Ahriman, principio del mal y de las tinieblas.

Cada uno actuaba con un ejército de genios buenos o espíritus del mal, respectivamente, cuya lucha concluiría con la derrota del mal al colaborar todos los hombres con Ormuz y sus espíritus del bien. Posición optimista porque si la vida significaba para el persa un continuo combate contra las fuerzas del mal, se mantenía la esperanza del triunfo definitivo del bien.

Sus sacerdotes, o magos, formaron una clase poderosa con más influencia política que religiosa, porque el culto no se celebraba en los templos ya que sus dioses no tenían representación y sólo consistía en encender el fuego sagrado, símbolo del dios, en las montañas o en lugares elevados.

Zoroastro admitía también la inmortalidad del alma. Los persas creían que cuando el hombre moría su alma era conducida por el viento ante Ormuz, que juzgaba sus acciones. Si era justa y había obrado bien pasaba al reino de la luz, si era culpable caía en el reino de las tinieblas, y si sus acciones se equilibraban iba al reino de los pesos iguales.

El cadáver era considerado una cosa impura, porque estaba dominado por Ahriman, y como no podía ser quemado, enterrado, ni arrojado al río porque se contaminaban el fuego, la tierra y el agua que eran considerados elementos puros, se los abandonaba en torres abiertas para que las aves de rapiña los devoraran. Cuando más tarde se generalizó la costumbre de enterrarlos, se los aislaba de la tierra cubriéndolos totalmente con cera.

El arte

El arte persa en la época de su plenitud alcanzó cierta originalidad, si bien se manifiesta la influencia que ejercieron sobre él los mesopotámicos, egipcios y griegos.

En Pasargadas, Persépolis y Susa quedan ruinas de su arquitectura: palacios y tumbas destinadas a exaltar la gloria de sus reyes. Edificaron palacios sobre enormes terrazas, adonde se llegaba por anchas escalinatas que gradual y espaciadamente conducían a la entrada, que aparecía flanqueada por toros alados. La parte principal del palacio era la sala de audiencias, la apadana, sostenida por esbeltas columnas con capiteles en forma de cabezas de toros3.

3 La apadana del palacio de Susa (siglo IV a.C.). La originalidad de la columna estriba en el capitel que termina en volutas sobre las que se asienta una pareja de toros arrodillados; sobre sus lomos se sostienen las vigas de cedro del techo. La columna llega a medir hasta doce veces su diámetro. La apadana o “sala de las cien columnas” era la gran sala de audiencias y estaba inspirada en las salas hipóstilas de los templos egipcios.

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Ejecutaron en los muros originales bajo-relieves utilizando ladrillos esmaltados o cerámica vidriada. Los más bellos proceden del palacio de Darío en Susa y son el friso de los leones y el friso de los arqueros. En escultura representaron hombres y animales, los primeros con expresión menos cruel que los realizados por los asirios y los animales en forma real o imaginaria, generalmente alados, como el león, el toro, el caballo o la cabra de los montes.

Fueron hábiles orfebres y cinceladores, confeccionando joyas de gran belleza.

Letras

De la antigua literatura persa el libro más conocido es el Zend-Avesta, atribuido a Zoroastro, que es principalmente un libro de teología, pero que también contiene escritos sobre temas de arte, ciencias, costumbres.

También elaboraron tratados de magia, pero los árabes en el siglo VII d.C. destruyeron muchas de sus obras.