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  • Las noticias sobre la traición deHorus se extienden.

    La Gran Cruzada parece haberalcanzado un punto muerto duranteel cual los primarcas y sus legionesdeciden de qué lado descansará sulealtad, si del lado del Emperador odel lado de Horus el señor de laGuerra. Los Ángeles Oscuros seránpuestos a prueba tanto en elespacio exterior como en su propiapatria, Caliban. Mientras su planetase esfuerza por liberarse delgobierno de las leyes del Imperio,

  • una guerra civil estalla en su interior.Las esperanzas están puestas enLos Ángeles Oscuros que se veráninmersos en un sangriento conflictoen el que todo lo que conocen y enlo que confían quedará enentredicho.

  • Mike Lee

    Los ángelescaídos

    Engaño y traiciónWarhammer 40000. Herejía de

    Horus 11

  • ePUB r1.4epublector 11.06.13

  • Título original: Descent Of Angels:Loyalty and HonorMitchell Scanlon, 2008Traducción: Alicia Meléndez Sousa yVicky Charques Cánoves

    Editor digital: epublectorePub base r1.0

  • LAHEREJÍA

    DEHORUS

  • Una época legendaria

    Héroes extraordinarios combatenpor el derecho a gobernar la

    galaxia. Los inmensos ejércitos delEmperador de Terra han

    conquistado la galaxia en una grancruzada: los guerreros de élite del

    Emperador han aplastado yeliminado de la faz de la historia a

    innumerables razas alienígenas.

    El amanecer de una nueva era desupremacía de la humanidad se alza

    en el horizonte.

  • Ciudadelas fulgurantes de mármol yoro celebran las muchas victoriasdel Emperador. Arcos triunfales se

    erigen en un millón de mundos paradejar constancia de las hazañas

    épicas de sus guerreros máspoderosos y letales.

    Situados en el primer lugar entretodos ellos están los primarcas,

    seres pertenecientes a la categoríade superhombres que han conducidolos ejércitos de marines espacialesdel Emperador a una victoria tras

    otras. Son imparables y magníficos,el pináculo de la experimentación

  • genética. Los marines espacialesson los guerreros más poderosos

    que la galaxia haya conocido, cadauno de ellos capaz de superar a un

    centenar o mas de hombresnormales en combate.

    Organizados en ejércitos inmensosde decenas de miles de hombresllamados legiones, los marinesespaciales y sus jefes primarcas

    conquistan la galaxia en el nombredel Emperador.

    El más importante entre losprimarcas es Horus, llamado El

    Glorioso, la Estrella Más Brillante,

  • el favorito del Emperador, es igualque un hijo es para él. Es el Señor

    de la Guerra, el comandante en jefedel poderío militar del Emperador,dominador de un millón de mundos

    y conquistador de la galaxia. Setrata de un guerrero sin par, un

    diplomático eminente.

    Cuando las llamas de la guerra seextienden por toda la galaxia, los

    paladines de la humanidad se venirenfrentados a su mayor desafío.

  • DRAMATISPERSONAE

    Con la 4.ª FlotaExpedicionaria del

    Emperador

  • LIONEL’JONSON

    Hijo delEmperador,primarca de la ILegión

    HERMANOREDENTORNEMIEL

    Capellán

    CAPITÁNSTENIUS

    Señor de labarcaza decombate CausaInvencible

    SARGENTOKOHL

    Terrano, veteranode muchascampañas

    TECNOMARINEMiembro de laEscuadra de

  • ASKELON Veteranos delsargento Kohl

    MARTHES

    Miembro de laEscuadra deVeteranos delsargento Kohl

    VARDUS

    Miembro de laEscuadra deVeteranos delsargento Kohl

    EPHRIAL

    Miembro de laEscuadra deVeteranos delsargento Kohl

    YUNG

    Miembro de laEscuadra deVeteranos del

  • sargento Kohl

    CORTUS

    Miembro de laEscuadra deVeteranos delsargento Kohl

    TITUS Dreadnought

    En Caliban

    LUTHER

    En su día un grancaballero; ahora,con Jonsonausente, señor deCaliban.

    LORD CYPHER Guardián deSecretos

  • HERMANOBIBLIOTECARIOISRAFAEL

    Gran Maestre /Jefe de losEpistolarios enCaliban

    HERMANOBIBLIOTECARIOZAHARIEL

    Aprendiz debibliotecario

    SEÑOR DELCAPÍTULOASTELAN

    Terrano, uno delos señoresentrenadores deLuther

    MAESTREREMIEL

    Anciano yvalorado maestroentrenador de lalegión.Veterano deSarosh y

  • HERMANOATTIAS

    miembro delcuerpo deentrenamiento

    GENERALMORTEN

    Terrano,comandante delos JaegersCalibanitas

    MAGOSADMINISTRATUM

    TALIA BOSK

    Terrano,burócrataimperial jefe enCalibanAntiguo

  • SAR DAVIEL caballero de laOrden

    LORD THURIELDescendiente deuna nobleza en sudía muy poderosa

    LADY ALERAPertenece a lanobleza y esseñora de su casa

    LORDMALCHIAL

    Hijo de unfamosocaballero, ahoracaído con lostiempos difíciles

    En Diamat

    Gobernador

  • GOBERNADORTADDEUS KULIK

    imperial deDiamat

    MAGOS ARCHOI Señor de la Forjade Diamat

  • PRÓLOGOLEALTAD

    YHONOR

    CalibanAño 147 de la Gran Cruzada del

  • Emperador

    No hubo toque de trompetas paraanunciar su llegada, ni los esperaba unaexaltada multitud para darles labienvenida. Regresaron a Caliban enmitad de la noche tras descender através de las sombrías nubes de una delas últimas tormentas de otoño.

    Una tras otra, las naves dedesembarco traspasaron el encapotadocielo, y las blancas luces de los trenesde aterrizaje atravesaron la oscuridadmientras continuaban el descenso haciala plataforma de aterrizaje. Durante unosinstantes, los negros cascos de las

  • Stormbird se vieron iluminados por elcegador brillo amarillo de las luces delespaciopuerto que resaltaban la insigniade la espada alada de la I Legión delEmperador en las amplias alas de lostransportes.

    Las naves de asalto encendieron losreactores y tomaron tierra sobre laplataforma de aterrizaje entre unainmensa nube de humo y de sibilantevapor. Momentos después se oyó elestruendoso sonido metálico de lasrampas de asalto golpeando elpermacemento, seguido de los pesadospasos de miles de pies acorazados.Inmensos gigantes de anchos hombros

  • emergieron entre la ondulante neblina.La lluvia golpeaba sobre las placascurvas de la servoarmadura negra de losÁngeles Oscuros y empapaba lasblancas túnicas de los guerrerosiniciados. Aquí y allá, algunos lucerosde borrosa luz carmesí escapaban através de las viseras de los yelmos decombate, pero la mayoría de los astartestenían el rostro descubierto ante latormenta. El agua caía sobre sus toscasfrentes y sus pómulos romos, sobre losrelucientes conectores de datos y sobresus cabezas afeitadas. La expresión detodos ellos era dura e impasible como laroca.

  • Los astartes marcharon hasta el otroextremo del permacemento y formaronfilas en silencio de cara a las Stormbirdcon las pistolas bólter en posición depresentando armas. No había orgullososestandartes que elevar sobre las hilerasapretadas, ni audaces campeones queencabezasen las filas con susceremoniales arneses y sus espadas deprecisión. Todos aquellos honores sehabían quedado atrás, con el resto decapítulos que seguían luchando con elprimarca en la 4.ª Flota Expedicionariaen Sarosh. Sus armaduras estabanbruñidas y sin adornos; sólo unos pocospresentaban señales de cicatrices de

  • combate que se habían ido curandodurante el largo viaje de regreso. Desdeque dejaron Caliban para unirse a lacruzada del Emperador tan sólo habíanparticipado en una única campaña; sóloalgunos de ellos habían estado antes enun combate donde recibieron la orden devolver a casa.

    Los reactores rugían a medida quelas Stormbird vacías se elevabanpesadamente para dejar sitio a lasmuchas otras naves de desembarco quedescendían a través del cieloencapotado de color gris metálico. Lasfilas de los guerreros que regresabanfueron aumentando y pronto llenaron el

  • extremo norte de la plataforma deaterrizaje. Se tardaron más de cuatrohoras en transportar a todo elcontingente hasta la superficie delplaneta, y las naves de asalto no dejaronni por un momento de aterrizar ydespegar. Los guerreros congregadosesperaban y observaban en absolutosilencio, imperturbables y quietos comoestatuas, mientras el viento aullaba y latormenta rugía a su alrededor.

    Dos horas antes del alba, la últimaescuadrilla de transportes tomó tierra.Las filas de astartes se movieronligeramente cuando los guerrerossalieron de su meditación y recuperaron

  • el estado de completa atención mientraslas rampas de las últimas Stormbirddescendían y sus pasajerosdesembarcaban.

    Primero llegaron los heridos:astartes que habían sufrido heridasgraves durante el desembarco decombate en Sarosh. Sus figurasinconscientes eran transportadas encamillas gravíticas y atendidas por losatentos apotecarios de la legión. A éstosles siguió la Guardia de Honor,compuesta de los guerreros iniciados demayor rango en el cuerpo. A la cabezamarchaba el hermano bibliotecarioIsrafael, con su adusto rostro oculto bajo

  • las profundidades de una ampliacapucha de brocado. Todos los astartesde la Guardia de Honor vestían túnicasaderezadas con rubíes, zafiros,esmeraldas, adamantinos u oro quesimbolizaban su devoción a uno de losAltos Misterios. Todos excepto uno.

    Zahariel marchaba diez pasos pordetrás del hermano Israfael con lacabeza oculta bajo una capucha al igualque su mentor, y con las manosacorazadas sumergidas entre las ampliasmangas de su austera túnica. Se sentíaincómodo y fuera de lugar entre loscampeones y los iniciados de alto rango,pero Israfael había insistido.

  • —Nos salvaste a todos en Sarosh —declaró el bibliotecario una vez a bordode la Ira de Caliban—, incluido almismísimo primarca. Y últimamentepasas más tiempo junto a Luther quetodos nosotros juntos. Si tú no merecesestar en la Guardia de Honor, ninguno denosotros lo merece.

    La Guardia de Honor seguía demanera acompasada a sus hermanosheridos, que avanzaban lentamente juntoa las filas de Ángeles Oscuros queaguardaban y que después se marcharonen dirección a las extensas instalacionesmédicas de Aldurukh. Israfael detuvo ala Guardia de Honor ante los astartes

  • reunidos y murmuró una repentina mediavuelta. Doce botas golpearon el suelo alunísono sobre el mojado y resbaladizopermacemento y todos los guerreros sepusieron firmes. La lluvia repiqueteabacontra la capucha de Zahariel y poco apoco la iba pegando a su afeitadacabeza.

    Al otro lado de la plataforma deaterrizaje, la rampa de asalto de laStormbird descendió con un leve silbidodel sistema hidráulico. Una luz rojizailuminó la rampa y dibujó una largafigura marcial sobre el chamuscadopavimento al tiempo que una figuraacorazada emergía hacia la noche

  • tormentosa.Justo en ese instante, la lluvia

    torrencial amainó y el aullante vientoaflojó, como si contuviese el aliento,mientras Luther pisaba Caliban denuevo. El otrora caballero lucía unareluciente armadura negra y doradaforjada a medida al estilo calibanita enlugar de seguir el pesado patrón de la detipo cruzado que vestían la mayoría delos astartes. En su antebrazo llevabaatado un curvo escudo de combateadamantino con la insignia de unaserpiente calibanita, mientras que suhombrera derecha presentaba la insigniade la espada alada de la I Legión del

  • Emperador sobre un fondo verde oscuro.En la cadera izquierda llevaba aAnochecer, la temible espada de energíaque le había regalado Lion El’Jonson entiempos mejores. A la derecha, en unafunda, descansaba una vieja y gastadapistola que había utilizado en infinidadde ocasiones en los bosques plagados demonstruos de Caliban. Un gran yelmoalado ocultaba los rasgos del caballeroy una pesada capa negra ondeaba sobresus pies mientras avanzaba convelocidad hacia los guerreroscongregados.

    Todas las miradas estaban puestas enLuther, que se detuvo a veinte pasos

  • exactos de los astartes e inspeccionó susfilas con ojos brillantes e implacables.Aunque había recibido gran parte de lasmejoras físicas que habíanexperimentado Zahariel y los demás, adiferencia de ellos Luther ya erademasiado viejo para recibir la semillagenética. Sus hombres le sacaban lacabeza y los hombros, pero su propiapresencia física parecía llenar elespacio que lo rodeaba, lo que le hacíaparecer mucho más grande de lo que enrealidad era. Incluso Israfael, terrano denacimiento, parecía algo cohibido enpresencia del número dos del León. Erala clase de hombre que sólo nace una

  • vez cada mil años, la clase de hombreque podría haber unido a todo Calibande no haber sido por la aparición de otrafigura todavía más poderosa: elmismísimo Lion El’Jonson.

    Luther observó a los astartes unmomento más y después elevó losbrazos y se despojó del yelmo. Su rostroera cuadrado y bien parecido, conpómulos pronunciados y nariz aguileña.Tenía los ojos oscuros y penetrantes,como esquirlas de obsidiana pulida, y elcabello negro azabache y completamenteafeitado.

    Los truenos resonaban por el sur y elviento empezó a levantarse de nuevo,

  • lanzando una cortina de fría lluvia sobrela plataforma de aterrizaje. Luther alzóla vista hacia el cielo y cerró los ojos. AZahariel le pareció vislumbrar un atisbode sonrisa en su rostro mientras lasgotas golpeaban sus mejillas. El aguacayó con más fuerza hasta convertirse denuevo en un aguacero.

    Zahariel observaba mientras Lutherrespiraba hondo y miraba de nuevo a lastropas reunidas. Esta vez la sonrisa eraamplia y de camaradería, pero Zaharieladvirtió que ésta no llegaba hasta losojos del caballero.

    —Bienvenidos a casa, hermanos —dijo Luther con voz poderosa a través de

  • la lluvia y el viento, lo que provocóatribuladas risas entre los astartes de lasprimeras filas—. Siento no poderprometeros un gran banquete como elque recibía a los caballeros de antaño.Si tenemos suerte y le echamos un pocode atrevimiento tal vez podamos asaltarla cocina del maestre Luwin y salircorriendo con algunos víveres frescosantes de empezar las labores diarias.

    Muchos de los Ángeles Oscurosrieron al imaginarlo y al recordar aLuwin, el refunfuñón tirano de lascocinas de la vieja Aldurukh. A pesar deque no era su intención, Zahariel se rióal recordar sus días de aspirante y al

  • rememorar con afecto los pasillos y lospatios de la fortaleza. Por primera vezdesde que habían abandonado Saroshsintió unas ganas inmensas de volver aver Aldurukh.

    Antes de que las risas se apagasenpor completo, Luther se colocó el yelmobajo el brazo derecho e hizo un gesto deaprobación hacia la Guardia de Honor.

    —Muy bien —dijo—. Vayamos aver cuánto ha cambiado la vieja roca ennuestra ausencia.

    Sin decir más, Luther dio mediavuelta y se dirigió a la carretera deacceso de la plataforma de aterrizajecon los hombros rectos y la cabeza

  • erguida. La Guardia de Honor siguió suspasos inmediatamente, y poco despuésel suelo resonó con el estruendo decientos de pies acorazados conforme elresto del cuerpo iniciaba la marchahacia la lejana fortaleza.

    Luther marchaba a la cabeza de lacolumna como un héroe vencedor queregresaba a Caliban cubierto de gloriaen lugar de exiliado. Zahariel pensó quehabía representado una función digna deadmiración, pero se preguntaba si habríaconseguido convencer a alguno de sushermanos.

  • Oficialmente se les había ordenado queregresasen a Caliban porque la GranCruzada estaba a punto de entrar en unanueva fase operativa y la I Legiónnecesitaba urgentemente nuevos reclutaspara cumplir las tareas que elEmperador había planeado para ellos.El León explicó que era necesarioenviar a guerreros con experiencia acasa para acelerar el proceso deentrenamiento, y se redactó una lista denombres que circuló por toda la flota.Tras poco más de una semana de serdesplegados en su primera campaña,

  • Zahariel y más de quinientos de sushermanos (más de medio capítulo)descubrieron que habían sido excluidos.

    La noticia los pilló a todos porsorpresa. Zahariel lo había visto en losojos de sus hermanos de batalla mientrasse reunían en la cubierta de embarquepara iniciar el largo camino de vuelta aCaliban. Si la legión necesitabaguerreros tan desesperadamente, ¿porqué los apartaban a ellos de lasprimeras líneas de combate? Entrenar alos reclutas era tarea de los ancianos, dehombres llenos de sabiduría que yahabían pasado su momento físicoóptimo. Así es como se había hecho en

  • su mundo natal durante generaciones, y anadie le había pasado inadvertido queprácticamente todos los astartesenviados de vuelta eran de Caliban y node Terra.

    El anuncio de que el mismísimoLuther sería el encargado de llevar acabo la campaña de reclutamiento fue,irónicamente, lo que los convenció deque algo no iba bien. No tenía ningúnsentido que Luther, el hombre que habíasido la mano derecha de Jonson durantedécadas y que se había llegado aconvertir en el número dos de la legióna pesar de no ser un astartes,abandonase la cruzada para entrenar a

  • los jóvenes reclutas en Aldurukh. Loestaban enviando lo más lejos posibledel León, y al resto del cuerpo loestaban exiliando con él.

    Siguieron sus órdenes a rajatabla,sin hacer preguntas y sin vacilar, tal ycomo se les había entrenado. PeroZahariel veía la duda en el interior detodos sus hermanos de batalla. «¿Quéhemos hecho?». «¿En qué le hemosfallado?». Pero Luther les dio pocotiempo para especular. Una vez que laIra de Caliban entró en el espaciodisforme, estableció un riguroso régimende mantenimiento del equipo, deentrenamiento de combate y de

  • preparación mental que redujo el tiempolibre al mínimo. A efectos prácticos,parecía que el número dos de la legiónle había tomado la palabra al primarca ypretendía cumplir su tarea de la mejormanera posible. Cuando no estabainspeccionando el equipo osupervisando los ejercicios de combate,Luther se pasaba el resto del tiempoaislado en sus aposentos, diseñandoplanes para supervisar losentrenamientos en Aldurukh.

    Zahariel estaba tan ocupado como elresto, aunque pronto se vio exento de losaspectos más mundanos de lasinspecciones a bordo de la nave y de las

  • prácticas de preparación mental paraentrenar sus poderes psíquicos bajo latutela del hermano bibliotecario Israfaely para ejercer como ayudante de campode Luther extraoficialmente.

    Había recibido la orden pocodespués de comenzar el viaje. Luthernecesitaba un asistente que lo ayudasecon las órdenes para el nuevo plan deentrenamiento y para organizar lasactividades a bordo de la nave. Habíaescogido a Zahariel personalmente parael puesto. La mayoría dieron por hechoque había escogido al joven astartes porsus hazañas compartidas durante elintento de asesinato de los saroshi en el

  • buque insignia del primarca, la CausaInvencible. Y tenían razón, pero no porlas razones que ellos imaginaban.

    Los saroshi eran gentes de grancultura que ocultaban un terrible cánceren el corazón de su civilización. Enalgún momento durante la pesadillaconocida como la Era de los Conflictossellaron un pacto con una terribleentidad a cambio de su propiasupervivencia. Cuando los ÁngelesOscuros asumieron la tarea de dar formaa la sumisión de Sarosh, los líderes delplaneta intentaron asesinar a su primarcametiendo a escondidas una cabezaatómica en su buque insignia. Si Luther y

  • Zahariel no hubiesen descubierto labomba y no se hubiesen encargado deella, la legión habría recibido un golpecatastrófico, o eso se decía.

    Luther nunca mencionó el incidentedurante lo que duró el viaje de regreso aCaliban, pero el asunto flotaba en el aireentre ellos. ¿Habría sospechado Jonsonla verdad? ¿Fue ésa la razón por la quedecidió alejar a Luther? ¿Estabacastigando a Zahariel también en virtudde su relación con aquel incidente?

    No había manera de saberlo.

    Aquel espaciopuerto era uno de cinco en

  • un perímetro de doscientos kilómetroscuadrados alrededor de la fortaleza dela legión, Aldurukh. Zahariel recordabaun tiempo en el que todo aquel terrenoestaba cubierto de espesos bosquesrepletos de plantas y de bestias letales.Los planetólogos imperialesconsideraban que Caliban era un«mundo de muerte», un planeta que nosólo era peligroso, sino que además erahostil para la vida humana. Todos losdías era una lucha por la supervivencia,y la vida era dura y, muy a menudo,corta. Pero la humanidad logrósobrevivir gracias al valor y alsacrificio de las órdenes de caballería

  • del planeta.Lion El’Jonson unió a todas las

    órdenes de caballería bajo su liderazgoy dirigió una exitosa campaña paraerradicar a los monstruos másmortíferos de Caliban, pero el golpefinal lo asestó el Imperio. Losservidores del Emperador descendieronsobre el planeta con enormes máquinasque despejaron decenas de kilómetrosde bosque al día y que dejaban a su pasotierra vacía y sin vida. Despuésconstruyeron minas, refinerías ymanufactórums listos para transformarlos abundantes recursos del planeta envital material bélico para la cruzada del

  • Emperador. Para abastecer la expansiónindustrial, que crecía considerablementede manera vertical y horizontal año trasaño, se fueron levantando ciudades, ylos pueblos y aldeas se fueron quedandovacíos, ya que sus ciudadanos erantrasladados a puestos donde pudiesenservir mejor al Imperio.

    En el pasado, más de dos decenas dealdeas y de emplazamientos habíanabastecido la fortaleza de Aldurukh y lehabían proporcionado de todo, desdealimento hasta prendas de vestir, metalesy medicinas para que los caballerospudiesen desarrollar sus habilidades ydefender sus tierras de las bestias.

  • Ahora todo aquello había desaparecido.Las tierras que rodeaban la fortaleza sehabían nivelado y se habíantransformado en un vasto complejomilitar y logístico. A Zahariel le costabarecordar dónde estuvieron situadas cadauna de las aldeas en su día. Ahora,además de los espaciopuertos, habíacentros de entrenamiento, barracones,arsenales, almacenes y centros demantenimiento que se extendían hastadonde alcanzaba la vista, todosdedicados a abastecer a la legión conlos hombres y el equipo que necesitabanpara desempeñar su papel en la GranCruzada.

  • Incluso a esas horas de la noche, eldestacamento pasó casi inadvertidoentre la bulliciosa actividad querodeaba la fortaleza. Los cargueros y laslanzaderas iban y venían por losdistintos espaciopuertos y las estacionesorbitales, trasladando los suministros yel personal destinado a las primerasfilas. Los Ángeles Oscuros pasaronlargos convoys de transportes dearmamento y material y de camiones deabastecimiento que iban y venían de lasplataformas de aterrizaje. Secciones devehículos blindados pasaban a todaprisa en dirección a los centros declasificación al sur de la fortaleza o

  • hacia los campos de entrenanto de lasunidades auxiliares del EjércitoImperial de la legión. En un momentodado, un regimiento de nuevos reclutasse detuvo y se apartó rápidamente de lacarretera para dejar pasar a los astartes.Los jóvenes y las mujeres con susnuevos e impolutos trajes de combateobservaban con la boca abierta a losgigantes y a la figura con armaduradorada que los dirigía.

    Marcharon bajo la lluvia y el vientodurante diez kilómetros, atravesaronmuros de cerramiento de permacementotachonados con generadores de escudosde defensa y emplazamientos de

  • artillería automatizados. Cuanto más seacercaban a Aldurukh, más densos yaltos se volvían los edificios, hasta quefinalmente los astartes se encontrarondescendiendo por unos cañonesartificiales iluminados únicamente porunos globos de luz.

    Pero Aldurukh se alzaba sobre todolo demás; era un bastión de fuerza y detradición rodeado de un mar deconstantes cambios. Sus flancos degranito habían quedado descubiertosgracias a las máquinas de construcciónimperiales. Incluso ahora, las titánicasexcavadoras escalaban sus escarpadoslaterales, recortando los salientes y

  • abriendo túneles profundos en la rocamientras la fortaleza continuabaexpandiéndose hacia el corazón de lamontaña. Zahariel había oído hablar deun plan para crear una serie de puertas asus pies que proporcionarían accesodirecto a los niveles subterráneos de lafortaleza, así como unos ascensores quetransportarían a sus ocupantes hasta elcentro de la fortificación en cuestión desegundos. Por muy útil que pudieseparecer, aquella idea le resultaba untanto ofensiva; los caballeros de laOrden habían recorrido el trayecto queascendía por el Camino del Errantehasta las puertas del castillo durante

  • siglos y habían adquirido granimportancia en sus leyendas ytradiciones. Sus hermanos podíanutilizar los transportes si lo preferían; éltenía intención de recorrer la víaconstruida por sus antepasados mientrasfuese capaz de hacerlo.

    Para su alivio, la fortaleza todavíano había cambiado tanto en los años quehabía estado ausente. En la base de lamontaña, elevándose de maneraincongruente a ambos lados de una calleestrecha y pavimentada que atravesabados altísimos barracones, se alzaban losantiguos y erosionados menhires queindicaban el inicio de la vieja calle. Las

  • vetustas rocas representaban elprincipio y el final de las etapas delviaje de un caballero: el menhir de laizquierda mostraba a un orgullosocaballero que avanzaba con pasodecidido hacia el mundo, pistola yespada sierra en mano; el de la derechamostraba a un guerrero cansado yherido, con la armadura y las armasmaltrechas, arrodillado pero con lacabeza erguida contemplando su vuelta acasa. Zahariel sonrió al ver cómo Lutherdeslizaba los dedos suavemente sobre elmenhir de la derecha mientras pasaba,una tradición que se remontaba a losalbores de su hermandad. Él también

  • repitió el gesto. Al sentir la suavidad dela piedra bajo las puntas de los dedos,pensó en todas las generaciones deantepasados que habían hecho lo mismodurante milenios.

    La tormenta amainó mientrasrecorrían la estrecha y curva calle,aunque el viento seguía meciendo sustúnicas y tirando de sus capuchasmientras las nubes palidecían con laprimera luz del alba. La subida, aunquelarga, acabó más rápido de lo queZahariel esperaba. Después de lo queparecieron sólo un par de horas, seencontró en una plaza amplia ypavimentada que en el pasado había

  • sido un claro arbolado en el que, en sudía, los aspirantes a la Orden tenían quepasar una larga y angustiosa noche antelas puertas del castillo.

    Ahora, a medida que los ÁngelesOscuros se aproximaban, esas puertas seabrieron de par en par, y Zahariel viocon sorpresa que el patio que había alotro lado estaba repleto de filas dejóvenes reclutas formados para crear unpasillo que conducía a los pies de laciudadela externa del castillo. Se notabaque se habían congregado de maneraapresurada; muchos de ellos observabana los recién llegados con una mezcla decuriosidad y de sorpresa.

  • Luther condujo a sus guerreros porel pasillo de hombres como si hubieseestado esperando aquella improvisadaasamblea desde el principio. Al otroextremo de la larga línea de reclutasaguardaban dos figuras: una débil yencorvada a causa de la edad, y la otracubierta con una armadura oscura yenvuelta en una túnica con adornos deoro. Luther se detuvo a una respetuosadistancia de ambos y, tras él, el cuerpode astartes lo imitó con el estruendo desus pies acorazados.

    En ese instante, los reclutas reunidosse arrodillaron e inclinaron la cabezaante el caballero dorado. Desde la torre

  • de entrada sonó una trompeta, la señaltradicional de que un caballeroregresaba a casa tras una larga ypeligrosa misión. El maestro Remiel, enlos últimos tiempos gobernador delcastillo de Aldurukh, también searrodilló ante Luther. Tras él, lordCypher inclinó la cabeza en señal derespeto hacia el número dos de lalegión, aunque Zahariel advirtió un leveatisbo de recreación en los ojos delguerrero.

    Cypher no era un nombre, sino untítulo; uno que se remontaba a losprimeros días de la Orden. Su papel erael de conservar las tradiciones, las

  • costumbres y la historia de lahermandad, así como mantener laintegridad de los Altos Misterios (lastácticas avanzadas y las enseñanzascompartidas con los iniciados másveteranos). Puesto que se trataba de lapersonificación literal de la Orden y desus creencias, una vez que alguienrecibía el cargo de Cypher renunciaba asu propio nombre. Él era la piedra detoque de la hermandad, un caballero degran experiencia y sabiduría que poseíapoco poder real, pero ejercía una graninfluencia en la organización.

    El lord Cypher actual era un enigmatodavía mayor que los demás,

  • principalmente a causa de su juventud ysu falta de antigüedad en la hermandad.Cuando Lion El’Jonson se convirtió enel Gran Maestre de la Orden todo elmundo esperaba que nombrase almaestro Remiel para el puesto; sinembargo, escogió a un caballero menosconocido y más joven que Luther o quemuchos otros hombres de alto rango. Sedijo que el nuevo Cypher había recibidoentrenamiento en una de las fortalezasmenores de la Orden, cerca de lospeligrosos Bosques del Norte en los queabundaban las bestias, pero incluso esono era más que un rumor. Nadie entendíala decisión de Jonson, pero tampoco

  • nadie tenía motivos para quejarse.Según se decía, el Cypher actual era unafigura más dada a recluirse y máserudita que los anteriores portadores deltítulo, y se pasaba largas horasenfrascado en las bibliotecas y en lassalas de archivos del castillo, aunquelas dos pistolas que llevaba en elcinturón indicaban que era tan capaz deluchar como cualquier otro miembro dela hermandad.

    Luther parecía realmentesorprendido ante el gesto de lealtad delmaestro Remiel. De inmediato dio unpaso hacia adelante y extendió la mano.

    —¿Problemas con las rodillas,

  • maestro? —dijo—. Por favor, deje quelo ayude. —Miró a ambos lados y vio alas filas de reclutas arrodillados—.¡Levantaos, por el León! —y su vozresonó por las paredes de la ciudadela—. Somos todos hermanos, nadie estápor encima de nadie. ¿No es así, lordCypher?

    Cypher inclinó la cabeza a modo dereconocimiento una vez más.

    —Así es —respondió con voztranquila y con una leve sonrisadibujada en el rostro—. Y eso es algoque todos debemos recordar.

    El maestro Remiel observó por unmomento la mano estirada de Luther.

  • Vacilante, aceptó la oferta y se levantócon rigidez. Había envejecido mucho enlos últimos años y parecía casi diminutoentre la inmensa figura de Cypher y laestatura aumentada de Luther. Como lamayoría de los miembros más antiguosde la Orden, Remiel había sido aceptadoen la legión, pero era demasiado viejopara recibir la semilla genética de losÁngeles Oscuros. Sorprendentemente, senegó incluso a recibir el aumento y elrejuvenecimiento físico básico quehombres como Luther habíanexperimentado. Era un producto de unaera pasada, una era que se perdía en lanoche de los tiempos.

  • —Bienvenido a Aldurukh, hermano—saludó Remiel a Luther. Su voz sehabía vuelto ronca con la edad, lo quehacía que su tono pareciese más severoe intimidante—. El capitán a bordo de laIra de Caliban nos informó de vuestrainminente llegada, pero no hemos tenidotiempo suficiente para organizar unabienvenida como es debido. —Despuésalzó el rostro con la puntiaguda barbillay miró a Luther con un gesto orgulloso ycasi desafiante—. Los reclutas estánlistos para la inspección. Espero obtenervuestra aprobación.

    Por primera vez, Zahariel advirtió laligera tensión que se respiraba en el

  • patio. Por la ligera rigidez en loshombros de Luther supo que él tambiénlo había notado. El joven astartesobservó detenidamente a los reclutasreunidos y comprendió que laimprovisada bienvenida de Remielpodría haber sido una manera deenviarle un mensaje al cuerpo también.

    «El maestro Remiel cree que el Leónha perdido la fe en él también. ¿Por quési no iba a enviar a Luther y a mediocapítulo de astartes de vuelta a Calibanpara encargarse del entrenamiento de losreclutas?», pensó Zahariel.

    El joven astartes nunca antes habíacuestionado las órdenes de su primarca.

  • La mera idea de que Jonson pudiesecometer errores era inconcebible. Peroahora, un terrible presentimiento hizoque se le pusieran los pelos de punta.

    A Luther, en cambio, no parecíaafectarle el tono de Remiel y rióagarrando el brazo del maestroafectuosamente.

    —Seguramente habrá olvidado ustedmás sobre cómo entrenar a los hombrespara la batalla de lo que yo sabré nunca,maestro —dijo bien alto para que todosle oyesen—. Hemos venido a ayudaros aentrenar a más reclutas, no a entrenarlosmejor. —Luther se volvió hacia loshombres formados y sonrió con orgullo

  • —. ¡El Emperador ha hablado,hermanos! ¡Espera grandes gestas denuestra legión, y nosotros ledemostraremos que los hombres deCaliban son dignos de su consideración!La gloria os espera, hermanos, ¿tenéis lalealtad y el honor necesarios paraganárosla?

    —¡Sí! —respondieron todos losreclutas con un grito irregular.

    Luther asintió con orgullo.—No esperaba menos de los

    alumnos del maestro Remiel —dijo—.Pero el tiempo apremia, y todavía quedamucho trabajo por hacer. La GranCruzada no espera a nadie, y en breve

  • mis hermanos y yo tendremos queregresar a la gran batalla. Nuestraintención es llevarnos con nosotros almayor número de reclutas posible. ElLeón os necesita. Nosotros osnecesitamos. Y a partir de hoy ospondremos a prueba como jamás oshabían puesto antes.

    El discurso causó un gran revueloentre los reunidos, no sólo entre losreclutas, sino también entre los ÁngelesOscuros que rodeaban a Zahariel.Mirase donde mirase veía expresionesde determinación y de orgullo. Laspalabras de Luther habían transformadola atmósfera en el patio en un instante.

  • Incluso al maestro Remiel parecíahaberlo emocionado el tono entusiastadel número dos de la legión. Eldestacamento también lo sintió. Porprimera vez veían un noble propósito ensu misión en Caliban. No habían sidoolvidados. Pronto regresarían a lasestrellas junto a sus hermanos a lacabeza de un ejército que habíanayudado a crear; un ejército queconduciría a la I Legión a los anales dela leyenda.

    Luther habló de nuevo, esta vez conun férreo tono de mando:

    —Hermanos, ¡romped filas! —ordenó—. Retomad vuestra meditación

  • matinal y preparaos para el ciclo deentrenamiento de hoy. Os encontraréiscon una gran cantidad de nuevosdesafíos conforme vaya progresando eldía, de modo que estad preparados paracualquier cosa.

    Bajo la atenta mirada del maestroRemiel, los reclutas se marcharonrápido y en silencio del patio. Losastartes del destacamento de formaciónpermanecieron en sus filas, esperandolas órdenes de Luther. Zahariel loobservó mientras intercambiaba unaspalabras con Remiel cuando el últimode los reclutas se hubo marchado. LordCypher desapareció en algún momento

  • durante el corto discurso de Luther. Eljoven astartes ni siquiera se dio cuentade cómo o cuándo se había marchado.

    Al cabo de unos instantes, Remiel seinclinó ante Luther y se retiró. Elnúmero dos se volvió hacia los astartesque seguían esperando con expresiónseria.

    —Bien, hermanos, ahora ya veis elreto que nos espera —dijo con unaligera sonrisa—. Cuanto antesterminemos aquí, antes regresaremos ala lucha, de modo que no pienso perderni un solo minuto. Dirigíos a los camposde entrenamiento inmediatamente.Vamos a poner a prueba a estos jóvenes.

  • La Guardia de Honor de Lutherinclinó la cabeza y rompió filas. El restodel destacamento los siguió. Justocuando Zahariel estaba a punto de darsela vuelta para marcharse, Luther lollamó.

    —Unas palabras, hermano —dijo elcaballero al tiempo que le indicaba quese acercase.

    Zahariel se reunió con Luthermientras el resto del cuerpo abandonabael patio. El número dos de la legión leexplicó brevemente las partes del plande entrenamiento que pretendíaimplementar en el transcurso del día.

    —Coordinaos con el maestro

  • Remiel para garantizar que todos losinstructores son informados de loscambios —dijo—. Voy a tener que dejartoda la puesta en práctica en tus manos,hermano. Por ahora estaré ocupadoaveriguando lo que ha sucedido en lafortaleza en nuestra ausencia.

    —Por supuesto —respondióZahariel, sorprendido y halagado de queLuther depositase tanta confianza en él.

    A pesar de la responsabilidad queaquello suponía, por primera vez desdela batalla de Sarosh se encontrabaanimado. En aquel momento los dos seencontraban solos en el inmenso patio.Luther miraba al vacío y tenía la mente

  • en otros asuntos. Sin pensarlo, Zaharieldijo:

    —Bien hecho, hermano.—¿A qué te refieres? —Luther miró

    al joven astartes con socarronería.—A lo que has dicho hace un

    momento —respondió Zahariel—. Hasido muy inspirador. La verdad es quemuchos de nosotros teníamos los ánimosalgo bajos desde que dejamos la flota.Nosotros… Bueno, es agradable saberque no estaremos aquí demasiadotiempo. Estamos ansiosos por regresar ala cruzada.

    Mientras Zahariel hablaba, la miradade Luther se fue apagando.

  • —Ah, eso —respondió con la vozigualmente apagada.

    Para sorpresa del joven astartes,Luther se volvió y miró al cielo nuboso.

    —Era todo mentira, hermano —dijocon un suspiro—. Hemos caído endesgracia y nada de lo que hagamos aquípodrá cambiarlo. Para nosotros, la GranCruzada ha terminado.

  • UNOPREPARATIVOS

    PARALA

    GUERRA

    Gordia IV

  • Año 200 de la Gran Cruzada delEmperador

    El llamamiento del primarca sorprendióal hermano redentor Nemiel en la baseavanzada del Séptimo Capítulo en lasestribaciones de Huldaran, a tan sóloveinte kilómetros al sur de la capitalplanetaria. Faltaban dos horas para elalba, y los hermanos de batalla delcapítulo estaban completando el últimocontrol de sus armas y su equipo. Losúltimos supervivientes de las maltrechasy violentas divisiones gordianas habíaninterrumpido por fin su larga y amargaretirada y habían decidido resistir entre

  • las empinadas colinas gris acero. LosÁngeles Oscuros presentían que éstasería la última batalla de una campañaque ya había durado meses para sometera aquel obstinado mundo.

    La noche en aquellas llanurasazotadas por el viento había sido de unaactividad frenética. El día anterior, elSéptimo Capítulo había recorridodoscientos kilómetros hostigando a laretaguardia gordiana y tenía poco tiempopara prepararse para asaltar lasposiciones fortificadas enemigas.Nemiel había pasado mucho tiempoviajando entre los cuatro campamentosdel capítulo, hablando con todas las

  • escuadras, comprobando que estabanalerta y, cuando se lo pedían, aceptandosus juramentos de batalla en nombre delLeón y del Emperador. Acababa deinformar al señor del capítulo Torannende que estaban listo para el combatecuando recibió el mensaje de la flota:«Hermano redentor Nemiel y escuadra,preséntense en el buque insignia deinmediato. El transporte va en camino».

    La Stormbird tomó tierra menos dequince minutos después, justo cuandolos bombardeos preliminares imperialesempezaban a caer sobre los puestos devanguardia del enemigo. Sorprendido yalgo desconcertado, lo único que podía

  • hacer Nemiel era estrecharle la mano aTorannen, aceptar su juramento debatalla y observar cómo los vehículosblindados del Séptimo Capítulo pasabancon gran estruendo hacia el norte sin él ysin sus hombres.

    En cuestión de minutos, la nave dedesembarco estaba ascendiendo denuevo. Tras describir una sola órbitaalrededor del planeta arrasado por laguerra y tras tomar altura sobre sustempestuosos océanos y las elevadascordilleras coronadas de blanco, elpiloto de la Stormbird estableció elrumbo hacia la escuadra imperialanclada sobre Gordia IV (y todo para

  • tener que detenerse temporalmentemientras la barcaza de batallacompletaba una operación dereabastecimiento y despejaba la cubiertade embarque). Después de que lehubiesen metido tanta prisa, Nemiel tuvoque sentarse y esperar mientrascontemplaba el mundo gris verdoso asus pies y se preguntaba cómo le iría aTorannen y a su capítulo en la batalla.

    Había transcurrido media hora.Nemiel pasaba el rato escuchando através del comunicador que conectabacon la red de mando de la flota y centrósu atención en la constelación de navesde guerra y de transportes que rodeaban

  • la barcaza de batalla del primarca.Recordó una época, cincuenta añosatrás, en la que la 4.ª Flota deExpedición estaba formada por sólosiete naves. En Gordia VI, la naveinsignia estaba acompañada deveinticinco naves de varios tiposdistintos, y eso era apenas una terceraparte de la flota. El resto, organizadasen discretos grupos de combate, estabanen acción a lo largo y ancho de losMundos Escudo, combatiendo contra laLiga Gordiana y contra sus aliados, losdegenerados xenos.

    Los navíos de guerra ancladosalrededor de la nave insignia eran las

  • escuadras de reserva de la flota, asícomo naves dañadas en las últimasacciones contra la pequeña peropoderosa armada espacial de la Liga. Alos lados de los grandes cruceros Duquede Hierro y Duquesa Arbellatris, lostripulantes de unas pequeñasembarcaciones se encargaban de repararlos flancos dañados por la guerra. Lasantorchas de plasma centelleabanfríamente en la oscuridad mientrascientos de servidores reparaban lachapa del casco dañada y losemplazamientos de artilleríadestrozados. Tras varios minutos deobservación ociosa, Nemiel advirtió una

  • frenética actividad alrededor de otradecena de naves. Los cargueros y laslanzaderas no paraban de ir y venirdesde una flota de inmensas naves dereabastecimiento y repartiendo de todo,desde combustible para reactores hastalatas de alimento a una velocidadvertiginosa. Por primera vez sintió unapunzada de inquietud y se preguntó si laLiga habría conseguido lanzar unacontraofensiva sorpresa y coger a lalegión desprevenida.

    Cuando la Stormbird obtuvo por finautorización para aterrizar, Nemieldetectó cierta tensión en el ambiente dela cavernosa cubierta de embarque que

  • sólo sirvió para acentuar sudesasosiego. Nerviosos oficiales ytripulantes trabajaban organizandocientos de toneladas de suministros yestibándolos lo más rápido posible. Lasórdenes y las furiosas invectivas de lossuboficiales quedaron ahogadas bajo elfuerte crepitar de la barrera magnéticade la cubierta mientras dos Stormbirdmás embarcaban en rápida sucesión yaterrizaban justo detrás de la nave deNemiel.

    La rampa de la nave de desembarcotembló bajo el peso de los piesacorazados, y el hermano sargento Kohldirigió a su pelotón hacia la cubierta. El

  • terrano, que se había quitado el yelmo ylo había enganchado en su cinturón,contemplaba la frenética actividad conel ceño fruncido por el desconcierto.Nemiel observó a Kohl mientras el líderdel pelotón se aproximaba hacia él a lospies de la rampa.

    —¿A qué viene todo esto? —preguntó.

    Kohl negó con la cabeza. El sargentoera uno de los astartes sobrevivientesmás antiguos de la legión y habíaparticipado en las primeras batallas dela Gran Cruzada hacía doscientos años.Su rostro, curtido tras siglos de duralucha al servicio del Emperador, era

  • amplio y cuadrado y estaba cubierto deprominentes ángulos y de viejascicatrices. Su negro cabello trenzadocaía alrededor de su corto y anchocuello, y sobre su ceja derecha relucíancuatro brillantes tachones de servicio.Cuando hablaba, su voz era grave comola de un bajo.

    —Jamás había visto algo parecido—dijo con cautela—. Algo ha pasado,de eso no cabe duda. Parece que la flotase está preparando para una batalla.

    El campo de contención de lacubierta de embarque (que estaba cadavez más abarrotada) volvió a crepitar ypermitió el aterrizaje de dos Stormbird

  • más. Las rampas de asalto descendierony más pelotones de astartes, todosveteranos a juzgar por los honores debatalla que decoraban sus petos y sushombreras, desembarcaron con unamezcla de desconcierto y de prestezaprofesional.

    Un tono de alerta resonó a través delos altavoces del comunicador queestaban instalados en el techo.

    Que todos los líderes deescuadra y hombres al mandoacudan al strategiuminmediatamente.

  • Nemiel torció el gesto mientrasobservaba los altavoces. Incluso la vozdel anunciante del puente de mando teníaun inusitado tono de preocupación.

    —Parece que todo el mundo sabealgo que nosotros no sabemos —refunfuñó.

    —Bienvenido a la Gran Cruzada,hermano —respondió Kohl con un gestode la cabeza.

    Nemiel se rió e hizo un gesto deburlona exasperación. Había luchadojunto a Kohl y su escuadra muchas vecesen las últimas décadas y habíaaprendido a apreciar su humorsarcástico, pero esta vez Nemiel

  • advirtió cierto tono de tensión en la vozdel veterano sargento.

    —Vamos —dijo al tiempo que sedirigía hacia los ascensores que seencontraban en el extremo opuesto de lacubierta de embarque—. Intentemosaveriguar qué está pasando.

    La tripulación humana se ponía firmeante Nemiel, y sus compañeros astartesinclinaban la cabeza a su paso en señalde respeto. Cincuenta años de duracampaña habían dejado su impronta enel joven calibanita. Su armadura, salidade las forjas de Marte medio siglo atrás,estaba ahora llena de marcas yabolladuras sufridas en los incontables

  • campos de batalla. Los armeros de lalegión habían reemplazado su hombreraizquierda tras la batalla en Cyboris, y enla nueva le habían grabado escenas querememoraban la carga de su capítulocontra los cazadores asesinoscyborianos. De la hombrera derechacolgaban varios galones fijados con oroy plata derretidos para conmemorar susactos de valor contra muchos de losenemigos de la humanidad. Sobre loshombros portaba la capa de un iniciadoveterano ribeteada con dobles bandasrojas y doradas que denotaban su rangoen los Altos Misterios, una tradición dela vieja Orden de Caliban que había

  • implementado su primarca. Se habíadejado el pelo largo, como sus hermanosterranos, y lo llevaba recogido enapretadas trenzas atadas con hilo deplata. Pero de todas las condecoracionesy galardones que Nemiel había recibidodurante el último medio siglo, del quemás orgulloso se sentía era delreluciente báculo que llevaba en la manoderecha.

    El crozius aquilum lo señalaba comomiembro de la selecta orden de losCapellanes de la Legión, encargada demantener el espíritu de lucha de sushermanos de batalla y de conservar lasantiguas tradiciones de su hermandad.

  • Hacía ya diez años que lo habíannombrado para el puesto, tras el adustoasedio de Barrakan, en el que sucapítulo se había visto aislado por lospielesverdes y estuvo atrapado en labase de fuego de Endriago durantedieciocho meses. Al final tuvieron quedefenderse de los ataques alienígenascon los puños y con trozos de aceroafilado obtenidos de los restos de unafortificación bombardeada, pero a pesarde todo Nemiel nunca flaqueó. Luchócontra los pielesverdes sin descanso yexhortó a sus hermanos a realizar noblesactos de rebeldía a pesar de las escasasprobabilidades de éxito. Con la rodilla

  • destrozada tras recibir el hachazo de unpielverde, el calibanita agarró a labestia por uno de sus colmillos y lapateó hasta la muerte por puroresentimiento. Cuando consiguieronatravesar la última línea de defensa,Nemiel se mantuvo firme frente a uninmenso paladín alienígena y se batió enun épico duelo que proporcionó tiempoal capítulo para lanzar un contraataqueque consiguió acabar con la última delas fuerzas enemigas. Al día siguiente,cuando los guerreros, aliviados,consiguieron abrirse camino en la basede fuego, Nemiel permaneció en lasmurallas y celebró la victoria con el

  • resto de sus hermanos. Tardó variosminutos en advertir las palmaditas sobresus hombros y su espalda, y entonces sedio cuenta de que el resto del capítulono estaba celebrando la victoria, estabaaclamándolo a él. Poco después todosvotaron con unanimidad para queocupase el lugar del hermano redentorBarthiel, caído durante las horas másaciagas del asedio.

    Una década después, todo aquellotodavía le resultaba algo irreal. ¿Él, undechado de los ideales de la legión?Desde su punto de vista, lo único quehabía pasado es que estaba demasiadoenfadado y era demasiado cabezota

  • como para dejar que una panda deasquerosos pielesverdes se saliese conla suya. A solas, solía levantar el báculoy negar con la cabeza con incredulidad,como si perteneciese a otra persona.

    «Esto debería haber sido de Zahariel—se había dicho a menudo a sí mismo—. Él era el idealista, el verdaderocreyente. Yo sólo quería ser uncaballero».

    No pasaba ni un solo mes en el queno se preguntase qué estaría haciendo suprimo en Caliban y se arrepentía de nohaberse despedido en Sarosh. La partidade Luther y del resto había sidorepentina, y en aquel momento Nemiel

  • había dado por hecho, como todos losdemás, que pronto regresarían con laflota. Pero Jonson jamás volvió a hablarde ellos. Ni siquiera leía ya los partesregulares enviados desde Caliban, yrelegó esa tarea a sus subordinados.Luther y los demás parecían haber sidototalmente desterrados de la mente delprimarca y, conforme los años seconvirtieron en décadas, los rumores ylas especulaciones empezaron a circularentre las filas. Algunos opinaban queJonson y Luther habían discutido sobreel desastre que estuvo a punto desuceder en Sarosh, sobre viejos celos ysobre estúpidas enemistades que

  • empezaban a surgir. Otros especulabancon la idea de que Luther y el restotenían parte de responsabilidad porhaber permitido que los saroshihubiesen conseguido introducir labomba en la Causa Invencible, lo queen ocasiones levantaba acaloradosdebates entre las facciones terranas ycalibanitas de la legión. El primarcaJonson no se pronunció acerca de losrumores, y con el tiempo fueronquedando en el olvido. Ya nadie hablabamucho de los exiliados. Sólo se losmencionaba en las lecciones de losnuevos iniciados a modo de ejemplo deque, una vez que alguien cae en

  • desgracia, para Lion El’Jonson lo hacepara siempre.

    «Debería escribirle una carta aZahariel», pensó distraídamente. Habíaempezado varias a lo largo de los añosque habían transcurrido, pero acababaposponiéndolo cada vez que el capítulose preparaba para desplegarse en unnuevo conflicto. Después empezó sututela como capellán, lo que le ocupabatodo el tiempo que no estaba luchando oentrenando para la batalla, y, sin darsecuenta, el tiempo había ido pasando.Decidió volver a intentarlo en cuantohubiesen conseguido controlar la crisisen curso. Nemiel pensó que, fuera cual

  • fuese el problema, Jonson y la 4a Flotaya estarían manos a la obra.

    El strategium de la barcaza de batalla,que daba al puente de mando de la navede guerra y que actuaba como el centrode control de combate tanto de la CausaInvencible como de toda la 4.ª Flota ensí, estaba ya completamente lleno degente cuando Nemiel llegó. Los oficialeshumanos de cubierta inclinaron lacabeza y se apartaron mientras él y Kohlse reunían con sus hermanos junto alprincipal tanque hololítico delstrategium. El ambiente en cubierta era

  • tenso; los rostros de los astartes y de losoficiales humanos reflejaban inquietud,por mucho que intentasen disimularlo.Algunos procuraban ocultar supreocupación haciendo estúpidasbromas; otros se apartaron y centraronsu atención en sus placas de datos orecibiendo informes de sussubordinados por medio de uncomunicador, pero la realidad noescapaba a los ojos de un redentoradiestrado.

    Unos instantes después de la llegadade Nemiel, los reunidos empezaron aagitarse. Los presentes se pusieronfirmes mientras Lion El’Jonson,

  • primarca de la Primera Legión, hacía suaparición en la entrada del strategium.

    Como todos los hijos delEmperador, Jonson era el producto de laciencia genética más avanzada de todala humanidad. No había nacido, habíasido esculpido, desde la fase celular,por las manos de un genio. El brillantecabello color dorado le caía en gruesosrizos sobre los anchos hombros y su pielera suave y pálida como el alabastro.Sus ojos verdes absorbían la luz yparecían brillar desde el interior comoesmeraldas pulidas. Su mirada erapenetrante e intensa como un láser.

    Normalmente, Jonson prefería vestir

  • una sencilla túnica blanca atada con uncinturón de cadenas de oro queacentuaba su imponente presencia física.Sin embargo, esta vez iba preparadopara la guerra, envuelto en la intrincadaservoarmadura que le había regalado elmismísimo Emperador. En las placascurvas de ceramita se habían grabadounas recargadas volutas de oro queenmarcaban la representación dedistintas escenas del distante Caliban.En el peto podía verse una vívidaestampa de un Jonson más jovenluchando contra un aterrador leóncalibanita. La espalda del monstruoestaba arqueada y las zarpas se

  • revolvían con furia hacia el cielomientras los poderosos brazos delprimarca lo agarraban por el cuello conla intención de partírselo. En la cadera,Jonson portaba la Espada de Lion, unagloriosa hoja forjada en Terra por losmaestros armeros del propioEmperador. Una pesada capa verdeesmeralda caía sobre la espalda delprimarca, que avanzaba solemnementecomo un ángel vengador.

    Con la llegada de Jonson la cubiertaquedó en silencio. Nemiel observócómo las expresiones de los hombres yde los astartes cambiaban al ver alprimarca. Incluso ahora, después de

  • haber luchado junto a él durante tantasdécadas, el calibanita se sentíaintimidado en presencia del León. Ennumerosas ocasiones había comentadocon Kohl y con los demás que era algobueno que el Emperador hubiese libradoa la raza humana de las supersticionesreligiosas. De no ser así habríaresultado demasiado fácil mirar a losprimarcas y adorarlos como si fuerandioses.

    Jonson, sin embargo, parecíacompletamente ajeno al efecto quecausaba en sus subordinados; o tal vezestuviese tan acostumbrado a ello que loaceptaba como un hecho fundamental,

  • como la luz o la gravedad. Saludó a losoficiales de alto rango y a los viejosveteranos como Kohl con sombríasinclinaciones de cabeza antes decolocarse junto al proyector hololíticocircular del strategium. Jonson introdujoun cristal de datos en la ranura delproyector, se detuvo apenas unosinstantes para poner en orden suspensamientos y empezó a hablar.

    —Bienhallados, hermanos —lessaludó Jonson. Su voz, normalmentemelódica, sonaba apagada, como la dealguien que acaba de recibir un terriblegolpe—. Siento haberos hechoabandonar vuestras funciones, pero esta

  • mañana hemos recibido nefastas noticiasdel Emperador. —El León hizo unapausa y miró a los ojos a los oficiales ya los astartes que tenía más cerca ycontinuó—: El señor de la guerra Horusy su legión han roto su juramento delealtad junto con los Devoradores deMundos del primarca Angron, laGuardia de la Muerte de Mortarion y losHijos del Emperador de Fulgrim. Hanatacado con bombas víricas Isstvan III,el mundo más poblado del sistema, y lohan dejado completamente desierto. Secalcula que se han perdido doce milmillones de vidas humanas.

    Muchos de los oficiales de la flota

  • lanzaban ahogados gritos de espanto yde consternación. Nemiel apenas losoía. Sólo sentía sus sienes llenándose desangre y un terrible escalofrío queparecía extenderse como una herida enel pecho. Las palabras del primarcaresonaban en su cabeza, pero no teníansentido. No podían tenerlo. Su mente senegaba a aceptarlas.

    Entonces se volvió hacia Kohl. Laexpresión del sargento veteranopermanecía impasible, pero sus ojos sehabían vuelto vidriosos tras recibiraquel duro golpe. El resto de astartesasimilaba la noticia en silencio, peroNemiel veía cómo aquellas palabras los

  • desgarraban como un cuchillo de tortura.El redentor negó con la cabezalentamente, como para sacudirse laespantosa información de la cabeza.

    El primarca aguardó pacientemente aque los reunidos se tranquilizasen antesde continuar. Presionó una serie decontroles que había en un lateral delproyector hololítico y el dispositivocobró vida. Un detallado mapatridimensional del sector Eridenapareció ante la asamblea. Los sistemasimperiales aparecían en un vivo colorazul y, en el centro, el sistema Isstvanestaba señalado en un brillante rojo.Jonson presionó otra serie de controles

  • y muchos de los sistemas estelares querodeaban Isstvan cambiaron de colorformando una creciente esfera irregular.Nemiel y muchos más estabanespantados al ver la gran cantidad desistemas que cambiaron de azul a rojo ylos muchos otros que cambiaron de azula un apagado gris.

    —Los motivos que han llevado alseñor de la guerra a rebelarse soninciertos, pero la magnitud de sus actosno es exagerada. La noticia de larebelión se ha extendido como un cáncerpor todo el sector y más allá —dijoJonson—, y ha reavivado viejastensiones y ambiciones territoriales.

  • Algunos gobernadores se han declaradoabiertamente a favor de Horus, mientrasque otros ven la rebelión como unaoportunidad de construir sus propios einsignificantes imperios. En tan sólo dosmeses y medio, la autoridad imperial enel Segmentum Ultima se ha vistotremendamente comprometida y ladiscordia se está extendiendo también alSegmentum Solar.

    Jonson hizo una pausa, analizó elpatrón de disturbios representado en elmapa como si albergara secretos quesólo él podía ver.

    —Es probable que agentes leales alseñor de la guerra estén operando en

  • ambos segmentos para ayudar a extenderla creciente discordia. Observad cómolos estallidos de desórdenes seextienden de sistema en sistema por lasrutas disformes más estables que llevana Terra, la dirección desde la que es másprobable que se originen represalias agran escala.

    Nemiel tomó aire y recurrió a lastécnicas psicolingüísticas que habíaaprendido durante los entrenamientospara suprimir sus emociones y centrarseen los datos suspendidos en el airesobre el proyector. A su parecer, loscasos de revuelta en el SegmentumUltima eran muy irregulares, pero Lion

  • El’Jonson era famoso entre la legión (sino en todas partes) por su habilidadestratégica. Tenía una capacidad casiintuitiva para saber cuál era lacorrelación de fuerzas en un conflicto ypara predecir su curso con una precisiónextraordinaria. Eso lo convertía en unode los mejores generales del Emperador,el segundo detrás del mismísimo Horus,y desde el punto de vista de muchosÁngeles Oscuros, quizá fuese inclusomejor que él.

    —En cuanto llegó a Terra la noticiade la rebelión del señor de la guerra, elEmperador empezó a reunir una fuerzapunitiva para enfrentarse a las legiones

  • rebeldes y detener a Horus —continuóJonson con gravedad—. Según el parteque hemos recibido, siete legiones,dirigidas por Ferrus Manus y sus Manosde Hierro, se dirigen en estos momentosa Isstvan, pero tardarán al menos entrecuatro y seis meses en llegar. Mientrastanto, Horus ha enviado a sus tropas aIsstvan V y está fortificando el planetapara defenderse del ataque que se leavecina.

    Con el rabillo del ojo, Nemiel vioque Kohl cruzó los brazos sobre elpecho. Se volvió hacia el sargentoterrano y vio que su rostro, curtido porel paso del tiempo, reflejaba

  • desconcierto.—Los próximos meses serán

    cruciales para Horus y las legionesrebeldes —prosiguió Jonson—. Elseñor de la guerra sabe que elEmperador responderá con todas lasfuerzas que tenga disponibles. Ahoraestoy convencido de que nos envió a losMundos Escudo en un esfuerzo pordispersar a los sirvientes más leales delImperio lo más lejos posible parareducir al mínimo el número de legionesa las que enfrentarse en un momentodado. Aun así, una fuerza de ataque desiete legiones completas supone unaseria amenaza para la supervivencia de

  • Horus; sobrevivir a un asedio de talmagnitud, por no hablar de vencerlo,requeriría transformar Isstvan V en unauténtico mundo fortaleza. Esosupondría una inmensa cantidad desuministros y de equipamiento en muypoco tiempo, la clase de material bélicoque sólo una fragua trabajando a plenorendimiento podría proporcionar.

    El primarca ajustó los controles delproyector y centró la imagen en elsubsector Eriden y sus vecinos. Derepente destacó un sistema muy cercanoa Isstvan que permanecía azul en un margris y rojo.

    —Éste es el sistema Tanagra,

  • situado al borde del colindantesubsector Ulthoris. Como podéis ver,está a tan sólo 52,7 años luz de Isstvan yse encuentra en la ruta disforme másestable de camino a Terra. Este sistemaes también uno de los másindustrializados de todo el sector, con unmundo forja Clase I-Ultra llamadoDiamat y con más de dos decenas deminerías y refinerías dispersas por todoel sistema. Tanagra fue redescubiertopor la legión de Horus y se sometiórelativamente pronto en la GranCruzada, y siempre ha sido unimportante centro logístico para laregión. —Jonson señaló el sistema

  • iluminado con un gesto meditabundo ycontinuó—: No exagero al decir quequien controle el sistema Tanagra podríadecidir el futuro de todo el Imperio.

    Los murmullos se extendieron entrelos reunidos. La voz del primarcacontinuó oyéndose sin problemas porencima de ellos.

    —La traición del señor de la guerranos ha cogido a todos desprevenidos,como era su intención —dijo, y su vozadquirió un tono frío e irritado—. Aestas alturas, nuestras fuerzas estándemasiado enredadas aquí, en losMundos Escudo, como para responderrápidamente a la felonía de Horus; según

  • los cálculos de mi personal, tardaríamoscasi ocho meses en concluir nuestrasofensivas, aun con un plan deemergencia, y en prepararnos para unataque contra Isstvan. E incluso sipudiésemos avanzar más de prisa, losagentes de Horus alertarían al señor dela guerra a tiempo de organizar uncontraataque.

    Jonson hizo otra pausa en sudiscurso y volvió a observar los rostrosde espanto que lo rodeaban, y sus labiosadoptaron una sonrisa rapaz.

    —Sin embargo, una pequeña fuerzaseleccionada cuidadosamente podríalograr lo que una legión entera no puede

  • conseguir —continuó al tiempo queseñalaba el sistema Tanagra—. Diamates la clave. Si conseguimos mantener suriqueza industrial lejos de las manos deHorus, sus legiones y él estaríanacabados.

    Los murmullos entre los reunidospasaron a convertirse en una crecienteagitación. De repente, Nemielcomprendió la actividad frenética quetenía ocupada a la mayoría de la flota yla citación del primarca. Él era uno delos elegidos, junto a los demás astartesque se encontraban a bordo. De repentesintió que un intenso orgullo le inundabael pecho. Y al mirar a su alrededor vio

  • que muchos de sus hermanos estabansintiendo lo mismo.

    Jonson alzó su guantelete para pedirsilencio.

    —Como muchos de vosotros yasabéis, he dado órdenes de que un buennúmero de nuestras escuadras de reservase reabastezcan y se preparen para partirinmediatamente. También he hechollamar a doscientos veteranos de loscapítulos que se encontraban en elmundo a nuestros pies; todos los que heconsiderado que podíamos permitirnosenviar. Como sabéis, la campaña de losMundos Escudo está en un momentocrítico. Llevamos luchando contra los

  • gordianos y contra sus degeneradosaliados xenos desde hace meses, y éstaes nuestra mejor oportunidad de aplastaresa alianza de una vez por todas. Mipersonal más experimentado serátrasladado a bordo del gran cruceroDiezmador dentro de una hora, y sequedará atrás para terminar lasoperaciones aquí, en los MundosEscudo, lo antes posible. Dirigiré laexpedición a Diamat personalmente, conun grupo de batalla de quince naves deguerra. Viajaremos ligeros. Dejaremos alos buques más lentos y a las naves deabastecimiento atrás y confío en quepodamos reabastecernos cuando

  • lleguemos a Tanagra. Nuestro navegantecree que si las actuales condicionesdisformes continúan, llegaremos aDiamat en dos meses. —Jonson se cruzóde brazos y observó a los oficiales de laflota—. Una cosa más. Para la flota y, dehecho, para el resto de la legión, laCausa Invencible y las naves del grupode batalla se están retirando para serreparadas en Carnassus. Llevaremosunas cuantas naves dañadas con nosotrospara no levantar sospechas. Esfundamental mantener la misión ensecreto. Seguramente Horus hayaenviado agentes a la región paravigilarnos, y no deben sospechar en

  • ningún momento hacia dónde nosdirigimos realmente hasta que seademasiado tarde para que pueda haceralgo al respecto. ¿Está claro?

    Los oficiales asintieron conunanimidad. Nemiel y los astartes nodijeron nada. No cabía duda de queseguirían las instrucciones.

    El primarca asintió de maneracortante.

    —El grupo de batalla levará anclasy partirá hacia el punto de salto delsistema dentro de diez horas y cuarenta ycinco minutos. Todas las reparaciones ylos reabastecimientos en curso deberánestar completados a esa hora. Sin

  • excepciones. —Jonson dirigió suatención de nuevo hacia el proyectorhololítico—. Calculo que a estas alturasel señor de la guerra habrá enviado unaflota de asalto a Diamat para empezar asaquear los suministros que necesitan —dijo—. Cuando lleguemos al sistemaTanagra, dentro de ocho semanas,deberemos estar totalmente preparadospara la lucha.

  • DOSLA

    TIRANÍADEL

    ABANDONO

    Caliban

  • Año 200 de la Gran Cruzada delEmperador

    Los minúsculos motores lógicos delholoscriptor de bronce zumbabanligeramente mientras escribía los datosen la memoria central portátil. Zaharielhizo una pausa mientras la memoria sevaciaba y revisó los datos y las cifrasalmacenadas en su propia mente.Cuando la luz del indicador instaladasobre el scriptor pasó de ámbar a verde,continuó con el informe.

    —La campaña de reclutamiento delhermano Luther por todo el planeta siguemostrando un constante aumento del

  • veinte por ciento con cada ciclo deentrenamiento; por tercera vezconsecutiva hemos tenido que ampliar eltamaño de nuestros capítulos deentrenamiento para incluir a los nuevosaspirantes, y los informes del magosapothecarium indican que nuestro nuevomodelo de revisión médica ha reducidodramáticamente los casos de rechazo deórganos entre los reclutas. De hecho, enlos últimos dos ciclos de entrenamientono hemos tenido que lamentar ni unasola muerte, y el magos confía en queesto continúe de este modoindefinidamente.

    Zahariel se puso ligeramente

  • derecho con las manos agarradasfuertemente tras la espalda y la cabezaerguida mientras observaba la lente delscriptor y se imaginaba que estabahablando directamente con el primarca ycon su personal superior.

    —De modo que me enorgullececomunicarle que tenemos a cuatro mildoscientos doce nuevos astartes listospara reunirse con sus hermanos en loscapítulos de primera línea de la legión.Esto representa un índice decertificación de un noventa y ocho porciento; un logro extraordinario paracualquier legión del Emperador.También me complace informarle de que

  • el magos logistum ha certificado unstock de doscientas nuevas armadurasMK-IV, cien unidades del nuevo modelode armadura táctica Dreadnought ydoscientas unidades de retrorreactoresdel nuevo modelo Thyrsis listo para sertransbordado a la flota desde las forjasde Marte. Las fábricas de Calibantambién incluyen dos mil nuevasespadas sierra para el arsenal de la flotay doce millones de cartuchos parabólter. Esperamos recibir un envío devehículos blindados del Mechanicum enlos próximos dos meses, se los haremosllegar en cuanto recibamos su vistobueno. Si todo se desarrolla conforme a

  • los planes, irán acompañados desdeCaliban por dos nuevas divisiones deJaeger, que se encuentran realizando susúltimas maniobras de entrenamiento estemes.

    Zahariel se detuvo un momento pararepasar todas las cifras en su cabeza yasegurarse de que no se había dejadonada. Satisfecho, asintió hacia elscriptor.

    —Con esto termina mi informe. Paracuando lo reciba ya habremos empezadonuestro decimonoveno ciclo deformación. El hermano Luther y losmaestros de entrenamiento coinciden enque reducir todavía más el ciclo sólo

  • disminuiría la capacidad de los nuevosreclutas, de modo que hemos alcanzadoun tiempo de entrenamiento óptimo deveinticuatro meses y hemos incorporadouna implantación quirúrgica aceleradaen un continuo régimen de preparación einstrucción. Todo indica que a finalesdel año 315 tendremos a otros cinco milnuevos astartes listos para la batalla. ElMechanicum nos ha garantizado quecontinuarán enviándonos equipo para laguerra de manera acelerada hasta que seles ordene lo contrario.

    Su rostro se ensombreció al llegar alasunto final de su informe.

    —Como postdata, lamento

  • informarle de que el maestro Remiel hadejado la legión a la edad de cientodoce años. Me llena de orgullo decirque nos dejó a caballo recorriendo elCamino del Errante lanza en mano.Todos, y especialmente el hermanoLuther, lamentamos su pérdida. Dudoque volvamos a ver a otro como él.Espero que cuando reciba este informese encuentre al frente de la cruzada delEmperador, haciendo retroceder lassombras de la Vieja Noche yaumentando las glorias de nuestravenerable legión. En cuanto a Luther y alresto del cuerpo de entrenamiento,seguimos siendo vuestros léales y

  • diligentes compañeros de armas.El astartes inclinó la cabeza durante

    un largo instante ante el scriptor.—Victoria ut Imperator. Le ha

    hablado el hermano bibliotecarioZahariel. Corto.

    Zahariel estiró el brazo y desconectóel scriptor del sistema. Los motoreslógicos zumbaron y repiquetearonmientras transferían el resto del mensajea la memoria central. Conformeescuchaba trabajar a la máquinadeliberó si debía continuar o no. ¿Estabaprovocando la ira del primarca? Nohabía manera de saberlo. «Aunque porotro lado, ¿qué es lo peor que podría

  • pasar si así fuera?», pensó conarrepentimiento.

    El scriptor terminó su trabajo.Zahariel se detuvo a ordenar suspensamientos. Después ajustó los discosde la superficie de la máquina. Mientrasésta repiqueteaba y preparaba un nuevoencabezado de mensaje, Zahariel dio unpaso atrás ante la lente. Cuando la luzámbar parpadeó dos veces, dijo:

    —Mensaje adjunto, clasificacióncuatro-alfa, código estándar.Destinatario: primarca Lion El’Jonson, ILegión. —Cuando la luz volvió aponerse verde, Zahariel inspiró hondo yempezó su petición—. Mi señor, le pido

  • perdón de antemano y espero que noconsidere que mis comentarios estánfuera de lugar, pero estaría faltando amis deberes si no hiciese todo lo queesté en mi mano para mejorar la suertede nuestra legión en estos duros tiempos.—El astartes vaciló y escogió suspalabras con sumo cuidado—. Nuestrocuerpo de entrenamiento ha trabajadodiligentemente durante el último mediosiglo y ha perfeccionado el proceso dereclutamiento y de formación paracumplir los desafíos que nos haimpuesto el Emperador. Considero quemis informes, así como la constantecirculación de guerreros y de

  • suministros, certifican nuestradedicación y éxito. Hemos alcanzado ungrado de velocidad y de eficiencia queninguna otra legión podría igualar yestamos muy orgullosos de nuestroslogros. A estas alturas, nuestroprocedimiento está muy bien establecidoy tenemos una infraestructura enfunciones muy capacitada para continuarel proceso de reclutamiento. Ahora loque más necesita la legión es que losguerreros veteranos regresen a casa ycompartan la experiencia que hanadquirido durante los últimos cincuentaaños. Del mismo modo, nuestroshermanos aquí, en Caliban, son

  • perfectamente conscientes de la limitadanaturaleza de su propia experiencia yestán impacientes por afinar sushabilidades contra los enemigos delEmperador en el frente. Y esto se aplicaespecialmente al hermano Luther, quienconsidero que serviría mucho mejor a lalegión a vuestro lado que dirigiendo losreclutamientos aquí en Caliban.

    Zahariel mantenía una expresióntranquila y serena, aunque por dentroluchaba por encontrar el argumentoperfecto para convencer al primarca.

    —Opino que es justo decir quehemos hecho todo lo que hemos podidoaquí, y que, por el interés de la legión,

  • sería conveniente que regresásemos a laflota con nuestros capítulos. Y merefiero especialmente al hermano Luther,cuya capacidad como guerrero y comodiplomático es bien conocida. Sidecidiera llamar a alguien para queregresara a su lado, mi señor, escójalo aél.

    Sus manos, unidas tras su espalda, setransformaron en un puño. Quería decirmás cosas, pero tenía la sensación deque ya había tentado demasiado a susuerte. Zahariel inclinó la cabeza ante lalente.

    —Espero que tras revisar misinformes vea que lo que le pido es

  • lógico. Todos tenemos un deber con elEmperador, mi señor; lo único quepedimos es que se nos dé la oportunidadde cumplirlo como se nos formó parahacerlo: venciendo a sus enemigos ysometiendo a los mundos perdidos de lahumanidad.

    Zahariel esbozó otro golpe, de modoque antes de verse tentado a seguirhablando, estiró el brazo y apagó elgrabador. La pequeña oficina quedó ensilencio, interrumpido únicamente porlos motores lógicos del scriptor y elmurmullo de voces de los centros deoperaciones colindantes. Tras lanzar unleve suspiro, el joven bibliotecario le

  • dio la espalda a la máquina y observó elestrecho y ordenado lugar, con la pulidaunidad gris del panel hololítico y losordenados montones de mensajes quecontenían informes de todo tipo, desdelos horarios de entrenamiento hasta lascuotas de producción de municiones. Alotro lado de la mesa, una alta y estrechaventana daba más allá de la Torre de losÁngeles, hacia el sector meridional dela vasta extensión de armerías,barracones y campos de entrenamientode la legión. Altas agujas se elevabanentre la niebla de última hora de latarde, y sus luces de advertencia denavegación cambiaban de rojo a verde a

  • través de la bruma. El astartes observóla animada actividad, la energéticaindustria de la guerra, y se preguntó quéhabría sido del viejo maestro Remiel.

    Tras un repiqueteo del engranaje, elscriptor expulsó la memoria central.Zahariel tiró cuidadosamente delpequeño cilindro y lo metió en unelaborado tubo de bronce marcado conla heráldica de la legión. Trascomprobar su chrono interno, vio quetenía el tiempo justo para llegar aldestacamento antes de que partiesenhacia el campo de embarque. Presionósu comunicador y llamó a un transporte.Después se colocó la capucha de la

  • túnica y se dirigió hacia los ascensoresfrente al centro de operaciones. Almontarse en el elevador y descenderhasta las profundidades de la granmontaña lo invadió un malpresentimiento.

    Zahariel no sabría decir por qué eltiempo había empezado a pesarle en losúltimos años. La mayor parte del mediosiglo que llevaban allí se le habíapasado bastante de prisa con el ritmo deduro trabajo y las interminablesiteraciones de las estrategias dereclutamiento, los esquemas deentrenamiento y la expansión industrial.Luther vio desde el principio que no

  • bastaría simplemente con acelerar elpaso de los entrenamientos; cumplir losobjetivos del primarca exigía crear unainmensa estructura de apoyo que seextendiese por todo el planeta. Era unatarea hercúlea, y al principio Zahariel sedijo a sí mismo que era un honor queJonson los hubiese escogido a ellos parallevarla a cabo.

    Luther se implicó en todos losaspectos de la administración planetaria,desde las pequeñas estructuras hasta lasconstrucciones industriales yarcológicas, y Zahariel seguía sus pasos.Luther contaba con él cada vez más y ledejaba tomar decisiones que afectaban a

  • las vidas de decenas de millones depersonas a diario. Al principio, el pesode toda aquella responsabilidad loaterraba, pero se armó de valor y estuvoa la altura de las circunstancias,decidido a enmendar su error a los ojosdel primarca. Los bosques de Calibancada vez se veían más reducidos y en sulugar se establecían minas, refinerías ycomplejos industriales. Inmensasconstrucciones arcológicas se ibanelevando como montañas artificiales portodo el paisaje conforme la poblacióndel planeta aumentaba. La civilizaciónse extendía por todo el globo. Las filasde la legión iban aumentando cada vez

  • más de prisa. Luther fue encontrando elmodo de reducir los ciclos deentrenamiento de ocho años a dos.Mientras tanto, los informes de lashazañas de Jonson iban llegando aCaliban y henchían sus corazones deorgullo al ver que los Ángeles Oscurospasaban de una victoria a otra. Naves detransporte procedentes de cientos demundos distantes trasladaban loshonores de batalla y los trofeos deguerra que atestiguaban el valor delprimarca y de los capítulos combatientesde la legión hasta Aldurukh. Losmiembros del cuerpo de entrenamientoadmiraban todos los objetos que

  • enviaban sus hermanos y fanfarroneabanentre bromas sobre cómo ellos lo haríantodavía mejor cuando volviesen allamarlos a la lucha.

    Pero las décadas fueron pasando ynadie los llamó. Jonson jamás volvió aCaliban. Las dos visitas que se habíanplaneado se cancelaron en el últimomomento argumentando que habíanrecibido nuevas órdenes del Emperadoro que había sucedido algo inesperado enla campaña en curso. A cada año quepasaba, la promesa de Luther en el patiodel castillo iba sonando cada vez másvana, pero ni uno solo de los guerreroslo culpaba por ello. Más bien al

  • contrario, su lealtad hacia Luther habíaaumentado durante su exilio. Élcompartía sus cargas, elogiaba suséxitos y les inspiraba valores como eltrabajo duro, la humildad y el carismapersonal. Aunque sabía que lo negaríansi alguien les preguntase, Zaharielestaba convencido de que muchos de sushermanos le eran más leales a Lutherque al distante primarca, y eso era algoque lo inquietaba cada día más.

    Era sus momentos más privados,cuando viajaba por Caliban pararealizar inspecciones en las fábricas odurante las largas horas de trabajo juntoa Luther en el sanctasanctórum del Gran

  • Maestre, Zahariel veía reflejada lainquietud en los ojos de aquel granhombre.

    Las noticias cada vez tardaban másen llegar a Caliban, ya que las flotasexpedicionarias avanzabaninexorablemente por la galaxia. Lostransportes que traían los botines y lostrofeos los visitaban cada vez con menosfrecuencia. Por si fuera poco,recientemente habían recibido noticiasde que el Emperador había nombrado aHorus Lupercal como su señor de laguerra y había dejado a las legiones dela cruzada en sus manos para regresar aTerra. Al principio, Luther intentó

  • ocultar la noticia, pero fue unaestupidez. Los hermanos de batalla notardaron en descubrirlo y empezaron ahablar de lo que había sucedido y de loque este hecho significaba para ellos.

    No eran estúpidos. Sabían que laGran Cruzada estaba entrando en la fasefinal y que su última oportunidad deobtener la gloria se les escapaba parasiempre.

    Tras varios largos minutos, elascensor depositó a Zahariel en la basede la montaña, entre las cavernosasáreas de vehículos blindados de lalegión. Las antorchas de plasmasilbaban y chisporroteaban mientras los

  • tecnomarines y los servidorestrabajaban para reparar los importantesdaños de los tanques Rhino y Predatorque habían sido enviados de vuelta aCaliban desde las primeras líneas decombate. Nada más abandonar la cámaradel elevador, un transporte personal decuatro ruedas salió silenciosamente deldepósito de vehículos y se detuvo anteel bibliotecario. Zahariel entró en elcompartimento para pasajeros, que eralo bastante espacioso como paraacomodar a dos astartes con susarmaduras.

    —Sector cuarenta y siete, capítulode entrenamiento número cinco, campos

  • de reunión principales —ordenó alservidor en el compartimento delconductor, y el vehículo partióinmediatamente, ganando velocidad trasllegar a uno de los túneles de tránsito dela caverna.

    Zahariel no paraba de darle vueltasa la cabeza mientras pasaban a todaprisa junto a los transportes de tropas,los tanques y los vehículos de asaltoestacionados. No paraba de darlevueltas a la memoria central en su manoy se preguntaba a qué vendría esainquietud presente en los recovecos desu mente. Ni siquiera las técnicas demeditación de Israfael habían

  • conseguido suavizar el terriblepresentimiento que tenía. Era como situviese una astilla bajo la piel que nocesaba de recordarle dolorosamente supresencia y lo desafiaba a que intentasesacársela.

    No sabría decir por qué le parecíatan importante que Luther regresasejunto a Jonson. Todos se habíanenfrentado a su exilio con estoicismo ydedicación al deber, como lo habríahecho cualquier astartes, y Luther másque la mayoría. Por supuesto, Zaharielsabía por qué; el número dos de lalegión buscaba redimirse por lo quehabía estado a punto de hacer a bordo de

  • la Causa Invencible. Luther habíadescubierto la bomba que la delegaciónsaroshi había conseguido introducir enla barcaza de batalla de los ÁngelesOscuros y no había hecho nada alrespecto. Durante un breve espacio detiempo dejó que sus celos por los logrosde Lion El’Jonson se apoderasen de él,pero en el último momento recobró eljuicio e intentó hacer bien las cosas.Zahariel y él estuvieron a punto de morirpara deshacerse de la bomba saroshi,pero de alguna manera el primarcasospechó el lapso previo de Luther y loexilió a Caliban. Ahora Luther trabajabapara expiar su culpa, pero sus esfuerzos

  • pasaban inadvertidos.Pero ¿qué elección tenía Luther?

    Incluso si decidiera desobedecer losdeseos de Jonson, ¿qué opciones tenía?¿Exigir justicia y regresar a la primeralínea? Para hacer eso tendría queabandonar Caliban y salir en busca delprimarca, violando directamente susórdenes, y eso suponía una injuriosarebelión. Luther jamás haría algo así.Era inconcebible.

    Pero si Jonson no hacía nada, sipermitía que aquellos leales guerrerospermaneciesen allí sentados mientras lacruzada tocaba a su fin, la herida que seabriría entre los de su hermandad jamás

  • cicatrizaría. Ese tipo de heridas tendía aenconarse con el tiempo, hasta que elcuerpo entero llegaba a peligrar. En laantigüedad, esto ya había sucedido enCaliban frecuentemente.

    Zahariel se frotó la frente mientras eltransporte salía del túnel hacia la luz dela tarde. No quería ni imaginar que segenerase discordia en la legión, pero elpensamiento no dejaba de acosarlo.

    El bibliotecario agarró el tubo conel mensaje fuertemente. Si provocaba laira del primarca, que así fuese. Esto eramucho más importante.

    Tardó casi una hora en llegar desdela montaña hasta el centro de

  • entrenamiento del capítulo en el sectorcuarenta y siete. Pasaron los controlesde varios muros de defensa antes dellegar a una amplia plaza de armasrodeada por tres lados de barracones,campos de tiro y centros de simulaciónde combate.

    Zahariel permanecía sentado,erguido y con gesto preocupado mientrasel transporte se detenía. La plaza estabavacía. Volvió a comprobar su chrono.Según el horario de embarque deberíahaber mil astartes preparados con suequipo de combate esperando paraembarcar en un transporte que lossacaría del planeta.

  • —Espera aquí —dijo al servidor altiempo que saltaba del vehículoestacionado para dirigirse a paso ligerohacia el cuartel del señor del capítulo.

    Zahariel presionó el código paraentrar y corrió hacia la sala depreparativos, donde encontró al señordel capítulo en una reunión de carácterinformal con sus líderes de escuadrarecién entrenados. Los jóvenes astartesse volvieron al ver que el bibliotecariose acercaba, y sus rostros noconsiguieron ocultar su desconcierto.

    —Señor del capítulo Astelan, ¿quésignifica esto? —preguntó Zahariel convoz sosegada pero severa—. Tus

  • astartes deberían estar reunidos paraembarcar en estos momentos, pero laplaza está vacía.

    Astelan observó con los ojosentrecerrados al bibliotecario que seaproximaba. Él era uno de los pocosterranos sirviendo con la legión enCaliban y había sido enviado a Aldurukhunos quince años después que Luther yel resto del cuerpo de entrenamiento.Era un veterano guerrero que habíaascendido rápidamente al mando de uncapítulo pocos años después de queJonson se convirtiera en primarca, y surepentino nombramiento fue tandesconcertante para Zahariel como el

  • suyo propio. Daba por hecho que Lutherestaría al tanto de las circunstancias,pero si Astelan había sido exiliado delas flotas expedicionarias como el restode ellos, el señor de Caliban no lo habíahecho público. En lugar de ello, nadamás llegar le asignó al terrano el mandode uno de los capítulos de entrenamientorecién reorganizado y lo trató con elmismo respeto y la estima que mostrabaa todos los demás hermanos de batalla.El carisma y las dotes de liderazgo deLuther no tardaron en conquistar aAstelan, y ahora Zahariel no podríaseñalar a ningún otro miembro de lalegión más fiel al señor de Caliban.

  • —La reunión se canceló hace doshoras —respondió Astelan con vozprofunda.

    El rostro del terrano era defacciones cuadradas y una prominentefrente ensombrecía sus profundos ojos.Una blanca cicatriz dividía su cejaderecha y se extendía por toda la frentehasta el principio del cuero cabelludo.Cuando llegó a Caliban llevaba el pelolargo, recogido en apretadas trenzas,pero a los pocos días se afeitó la cabezay decidió mantenerla así.

    —¿Quién ha dado la orden? —inquirió Zahariel.

    —Luther, por supuesto —respondió

  • Astelan—. ¿Quién si no?El bibliotecario frunció el ceño.—No lo entiendo. Tus guerreros

    tienen permiso para desplegarse. Yomismo he visto el informe.

    Astelan se cruzó de brazos.—Esto no tiene nada que ver con

    mis astartes, hermano. Luther hacancelado todos los despliegues alexterior.

    De repente, Zahariel reparó en eltubo con el mensaje que llevaba en sumano izquierda.

    —No puede ser —dijo—. Esimposible.

    Astelan levantó ligeramente la ceja

  • de la cicatriz.—Pues parece que Luther opina lo

    contrario —apuntó.Uno de los líderes de escuadra se

    rió, pero el señor del capítulo lo hizocallar lanzándole una mirada de soslayo.

    —Él es quien está al mando aquí,¿no?

    Zahariel pasó por alto el tonodesafiant