las múltiples disoluciones de la arquitectura

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Las mltiples disoluciones de la arquitecturaMi propsito, en las primeras notas de este artculo, consista en reflexionar acerca de las relaciones entre las tendencias arquitectnicas y los desafos del mundo contemporneo, en primer lugar los ambientales un tema imposible de soslayar en estos das, cuando la tragedia de Japn vuelve a poner en crisis las formas de habitacin humana, sin que pueda recurrirse como explicacin tranquilizadora a la corrupcin del sistema sovitico, como hicimos con Chernobyl.Pero me encontr, al escribir, con problemas impensados. Me costaba nombrar con precisin los mismos trminos del conflicto: Se trataba de la vieja oposicin Hombre/Naturaleza, con la Naturaleza advirtiendo dramticamente acerca de su poder para castigar el orgullo humano? O se trataba de que la ciencia y la tecnologa an no haban llegado a determinar las soluciones para estos desafos por ejemplo, un nuevo tipo de energa limpia, almacenable y no extinguible, sin riesgos en pocas de terremotos y tsunamis?Veinte aos antes, para reunir los diversos matices de las posicionesverdes, me hubiera referido sencillamente anuevos naturalismos; mientras hubiera nombrado genricamente comoprogresistas-con la ambigedad valorativa que ya se le otorgaba al humanismo de races ilustradas- a aquellos que sostenan el progreso cientfico como nica solucin. Sabamos que se trataba de dos caras de la misma moneda, en la medida en que los modernismos haban sido construidos en esta duplicidad. Pero apenas acertbamos entonces a comprender que era la misma idea deNaturaleza, construida en los ltimos siglos, la que nos llevaba a tales irresolubles conflictos.Es el concepto de Naturaleza el que entra hoy en revisin, reconocindolo como la ms slida de las construcciones derivadas de lo que en filosofa se conoce como laGran Bifurcacines decir: la divisin drstica entre espritu y materia, entre naturaleza y libertad, que se opera entre los siglos XVII y XVIII. Se habla hoy deposnatural environmentalism, de multinaturalismo, o incluso de pre-naturalismo -en la sugerente versin de Bruno Latour-, sabiendo que se trata de trminos de compromiso, ya que, aunque identificado el quiebre epistemolgico, no acertamos a proponer nuevas narraciones que nos recoloquen en el mundo.[1]Entre los desastres naturales largamente anunciados; las cclicas crisis que cuestionan el sistema mundo -que veinte aos atrs se predeca como nico y en tranquilo devenir-; y la lenta pero inexorable deconstruccin de las realidades ltimas a las que sujetamos nuestras ms ntimas creencias, no pareciera justo pedirle al arquitecto algo ms que precaucin y responsabilidad en su trabajo. Su discurso optimista se encuentra en retirada. La figura del Arquitecto sirvi como metfora negativa de las crticas ecologistas: ya se ha subrayado su orgullo fustico, su propensin a determinar dictatorialmente la vida ajena, su inclinacin vanguardista a la fabricacin de utopas. Pareciera haber aprendido la leccin y, en las dcadas finiseculares, pas de pensar ciudades nuevas aleerjuiciosamente lo que la ciudad real pudiera ensearle, sin someterla a otro juicio que no fuera el consensuado; de la totalidad pas a considerar fragmentos; de las utopas, a ceirse al asunto concreto. En tanto, otras especialidades, algunas de las cuales se haban desprendido siglos atrs del cuerpo maestro, avanzaron sobre la arquitectura: el paisajismo, la ingeniera estructural, y, sobre todo, las prcticas delreal estate business. La figura histrica del Arquitecto se desarma ante nuestros ojos, pero en su lugar no encontramos ni un democrtico colectivo de decisiones, ni un equipo de sabios que renueven el pensamiento sobre el habitar, sino las ms crudas estrategias del mercado global. El Arquitecto, y toda la parafernalia tica y esttica que acompaaron la construccin de esta figura, se desvanece por el lado ms banal, ms peligroso para cualquier manera viable de habitar: por la multiplicacin de las burocracias privadas transnacionales cuya nica lgica es el incremento de las ganancias. Qu pueden entonces significarprecaucinyresponsabilidaden este marco?No es ms fcil la situacin para quienes nos dedicamos a la crtica de arquitectura o a la investigacin terica sobre ella: las races kantianas de la crtica nos llevan inevitablemente a los mismos caminos duales, mientras se sospecha que ninguna teora, en sentido fuerte, ha resistido sus embates. Hemos desarmado los grandes relatos, pero la propia naturaleza de la actividad crtica nos impide cualquier incidenciaoperativano ha de extraar, pues, el divorcio creciente entre quienes trabajan en la profesin y quienes se dedican a especular sobre los caminos de la disciplina. Slo la historia ha quedado como parmetro de verdad, lo que es paradjico, porque en la historia no es posible encontrar ninguna verdad. La ilustre clave temporal, por otro lado, se encuentra tradicionalmente en tensin con el mbito material en el que el arquitecto trabaja: es que la oposicin espacio/tiempo, a pesar de las metforas de reunin, reproduce tambin las jerarquas clsicas el tiempo espiritual, inmaterial, mvil y fluido, versus la extensin, de crasa permanencia, in-significante, ltima pero muda realidad. Los intentos de abandonar esta razn crtica como el muy difundido artculo de Alejandro Zaera Polo, en 1999, proponiendo una cartografa descriptiva de las tendencias del momento, presentada con la metodologa de las prcticas de marketing- redundaron en la aceptacin sin resquicios del sistema poltico-econmico global.[2]Debemos -o ms bien podemos- dejar a otros las consideraciones especficas sobre la construccin del espacio? Bueno, parece difcil encontrar a esos otros. Durante un tiempo no muy lejano, la arquitectura encontr sus interlocutores en la filosofa -o ms precisamente, en el ensayo filosfico- pero, ms all de la innegable productividad del episodio posmodernista en la demolicin de las narrativas modernas, la arquitectura se coloc en situacin de minoridad, replicando las abstracciones de sus amigos.[3]No est en la naturaleza de la filosofa pensar el espacio en trminos concretos y constructivos, aunque muchos indicios -desde las preocupaciones hermenuticas acerca de la escisin animal/humano, la recuperacin de la experiencia, o las versiones foucaultianas del territorio y la biopoltica- nos llevan a reconocer que all tambin se asiste al agotamiento de una manera de pensar.La ciencia, entonces, nos dar soluciones para el habitar? No es raro encontrar hoy, en los trabajos de investigacin terica en arquitectura, un llamado similar al que una vez hicieran las vanguardias clsicas: desembarazarse del peso de las consideraciones histricas y semnticas, desafiar la inercia de la industria de la construccin que contina utilizando tcnicas milenarias, y aprender de los diseadores industriales, incorporando nuevos materiales y, sobre todo, la increble potencia de las tcnicas digitales de produccin y modelizacin. Sin embargo, es el complejo cientfico-tecnolgico el que se encuentra bajo sospecha, ya que constituye la columna vertebral de los tiempos modernos, e indudablemente del sistema actual.Qu sucede con la poltica? No es necesario subrayar que no me refiero a lareal politik, que poco tiene que ver con el sentido existencial que quiero sealar: un grupo de personas actuando juntas hacia el bien comn. Imposible no considerarla para reflexionar sobre la disciplina, en la medida en que, tradicionalmente, el modelo original de Ciudad para Occidente moderno, lapolisgriega, implicaba de manera inescindible un espacio y una poltica. Pero tambin para la idea clsica de lo poltico el espacio es secundario: si no podemos perder de vista, aunque quisiramos, los sentidos polticos de la edificacin en el mundo urbano (tendencialmente: toda la extensin terrestre), es claro que las formaciones polticas concretas no pueden reemplazar sin ms el trabajo especfico de construir un territorio. La dimensin poltica todava acompaa algunas experiencias de punta en la investigacin arquitectnica: sin embargo, su frecuente destino es el mismo que el de las artes hermanas, el de presentar un constructo, o un proceso, como objeto de contemplacin. Esto funciona como denuncia, como sealamiento, como advertencia, o como juego en el prdigo sentido de Schiller, pero disuelve el desafo histrico de nuestra disciplina, que ha pretendido nunca abdicar, en nombre de la apariencia, de la tcnica y el uso.Mencionar la articulacin arte/poltica, refugio para muchos arquitectos que se resisten a subsumir su trabajo en un mundo en el que el capitalismo desregulado ha llevado a tan repulsivos abismos, nos lleva nuevamente a las perplejidades del inicio: porque lo que en las artes visuales, a las que estas tendencias acompaan, resulta patente desde el siglo pasado, es que la reduccin al concepto y el abandono de la habilidad especfica no slo carecen ya de elementos revulsivos, sino que apenas encubren el desprecio por el saber artesano. En todo caso, tambin en la esfera de las artes se perpeta la herencia del pensamiento moderno: la histrica repulsa del cuerpo entendido como recipiente pasivo, ancla del pasado, obstculo en el motor de la Historia. Qu puede hacer con esto la Arquitectura, constructora de cuerpos extensos, pesados, de larga permanencia, entregados a los usos de la vida cotidiana?Este punto nos devuelve al planteo inicial: cmo pensamos un mundo en el que las divisiones entre quienes piensan y quienes hacen, entre quienes son capaces de discurso lingstico y quienes no, entre lo creado y lo fabricado, entre los animales y el Hombre, han entrado en colapso, porque ya carecen de potencia explicativa y resolutiva? Tratndose de la organizacin de espacios y cuerpos concretos, el plano poltico no puede eludirse para pensar. Sin embargo, como intentar demostrar a travs de algunos casos paradigmticos que resumen, a mi entender, el estado de las cosas en la disciplina y la profesin, resulta notable la ausencia de lo poltico entre las variables que las ms publicitadas tendencias toman en cuenta.Para ello, voy a reunir primero, en los puntos siguientes, dos lneas en apariencia opuestas: las investigaciones tericas sobre la disciplina, realizadas con los modernizados registros icnicos que tradicionalmente definieron elproyecto, desarrolladas en su mayor parte en los laboratorios y centros universitarios de arquitectura; y las concreciones profesionales de avanzada, que vuelven a lidiar con programas complejos, fragmentos urbanos e incluso ciudades enteras. Ambas descansan en una renovada confianza en las posibilidades del complejo cientfico-tecnolgico, que ha avanzado a velocidad vertiginosa en las ltimas dcadas.[4]Forma orgnica y paramtricaEl parametricismo emergi en los ltimos aos como la ltima palabra en arquitectura ecolgica: segn Zaha Hadid y Patrick Schumacher, el primer estilo unificado mundial que puede y debe sustituir al modernismo.[5]Enfrentado, segn dicen, al caos metropolitano, desplaza definitivamente los montonos modernismos (sic!) con un orden complejo y abigarrado inspirado en los procesos auto organizadores de la naturaleza. Los parmetros sonadaptables, maleables, dinmicos, receptivos, interconectados, sistmicos. Apenas puede creerse que, una vez ms, tan universal discurso culmine con el ejemplo propio de laTorre Espiralde Barcelona, un centro cultural cuyos logros se basan en la perfeccin de la fachada de proteccin solar, y as en el consecuente ahorro energtico. La banalidad de tal propuesta, que apenas esconde la verdadera clave del xito del edificio (el nombre de Zaha), hara revolverse en su tumba a Wladimiro Acosta: no necesitamos computadoras para construir edificios y dispositivos edilicios que aprovechen luces y sombras, ventilacin cruzada y orientaciones adecuadas.[6]En este punto, el parametricismo -la medicin precisa y veloz de condiciones complejas a travs de algoritmos- no constituye un cambio radical, sino slo un desarrollo esperable de las premisas modernas, que por cierto colocaban el progreso tcnico, frecuentemente, como causa nica del cambio.Pero sera injusto unificar las investigaciones que se toman en serio la revolucin tecnolgica, con la propaganda retrica de las obras particulares, si bien las derivaciones ms ostensibles del diseo por computadora estn constituidas por la multiplicacin de geometras complejas empleadas para la construccin de edificios que recurren a ellas por su necesidad de alto clivaje simblico.No es la primera vez en la historia de la arquitectura en que se lleva al lmite el recurso geomtrico, como bien estudi Robin Evans: la complejidad de las obras de Borromini, Guarini o De lOrme responda a una indagacin avanzada sobre las cualidades del espacio, doblemente anclada en los avances cientficos y en prcticas constructivas de larga duracin, como la estereotoma o trabajo en piedra.[7]Este empeo no es casual, ya que los siglos XVI y XVII son aquellos en los que, vislumbrados los lmites del pensamiento clsico, se emprende dificultosamente la bsqueda de nuevas certezas.La maleabilidad del recurso geomtrico tambin fue utilizada ms recientemente, en la segunda posguerra, como rplica a la ausencia de carcter en los productos generalizados de los modernismos; a la pobreza semntica -y social- de las clulas repetidas en infinitos pabellones; a la tristeza del hormign armado; y (last but not least), a la bsqueda de nuevas claves para habitar. En Sudamrica, permiti el surgimiento de algunas de las arquitecturas de mayor impacto y personalidad: las de Oscar Niemeyer, Amancio Williams o Eladio Dieste.Ahora bien: ninguno de los protagonistas de las tendencias hegemnicas de postguerra pudo pensar en la situacin de un mundo en el que los recursos energticos y espaciales se reconocen como limitados. La apariencia orgnica, ya sea a travs de la utilizacin de curvas libres y superficies regladas, o a travs del regreso a la casita con hogar, o de la utilizacin de los materiales locales apenas trabajados por la industria, resulta tendencialmente tanto o ms brutal en su impacto ambiental que la utilizacin de grillas flexibles, areos pabellones o torres de planta libre. Debe notarse que pocos de estos arquitectos trabajaron en un plano que excediera la apariencia: no ocupaba entonces un lugar primordial la produccin social de la arquitectura (Dieste constituye una notable excepcin).[8]Qu diferencias existen entre estos casos histricos y los actuales proyectos que basan las posibilidades de innovacin formal en el diseo por computadora? En principio, debemos distinguir los trabajos de investigacin proyectual -que abiertamente declaran su ambiciosa intencin de explorar maneras de proyectar que no repitan el camino de la arquitectura moderna-, del uso corriente, ya instalado, de los recursos de la computacin como una herramienta ms. Nos centraremos en las lneas de investigacin, evitando identificar los resultados aparentes de los procesos con la construccin real -ya que por definicin, sus productos slo constituyen fases provisorias.Los resultados de estas indagaciones son por ahora imprecisos y abiertos, pero es posible, despus de tres generaciones que estudian las posibilidades y lmites de la incorporacin de las nuevas tcnicas de informacin y registro, realizar un balance. Lo primero que debe comprenderse es la forma de trabajo, instalada en el mbito asptico de centros universitarios o de similar rango (Columbia, Harvard, UCLA, AA). No se trata de una situacin nueva, ya que el enfoque de un problema circunscripto fue caracterstico no slo de algunas viejas escuelas del movimiento moderno (la Bauhaus y sus secuelas de posguerra), sino tambin, ms recientemente, de las revulsivas tendencias que se conocieron pblicamente con el nombre de posmodernismo. Se trataba, en este caso, de una vuelta de tuerca que someta los mismos principios modernos a rigurosas indagaciones. Los estudios que poseyeron mayor alcance temporal se vincularon con las preguntas al propio lenguaje arquitectnico, hallando por esa va los lmites disciplinares: la crcel del lenguaje se identificaba la crcel de la geometra proyectiva, cuyo desmonte (deconstruccin) arrojara una luz impensada sobre trabajo rutinario del arquitecto.Pocos aos ms tarde, Deleuze y Derrida, la topologa o los sistemas fsicos complejos, ya eran menciones de rigor, aunque slo como citas de autoridad o ingenuas metforas (las mesetas, las fracturas y quiebres, la teora del Caos o la geometra fractal dieron lugar a mltiples figuraciones). El nfasis se traslad desde entonces a las nuevas tecnologas de computacin, lo cual no sorprende considerando que en menos de una generacin se abandon, en las escuelas de arquitectura, el dibujo a mano. La extensin del ordenador personal, y el impresionante desarrollo de los softwarehigh tech(algunos de los ms conocidos vinculados con la renaciente industria de la animacin cinematogrfica), sugirieron una revolucin copernicana en la misma idea deforma.All donde poco antes la crtica a la forma (tanto clsica como moderna, ya que en esencia no haba cambiado) se ejerca con sus propios instrumentos, mediante elegantes dibujos a manos como los de Agrest/Gandelsonas, Silvetti/Machado, o Eisenmann, pasibles de ser interpretados poseyendo un conocimiento sustancial de la tradicin arquitectnica y cultural, los modelos complejos que permiten construir las tecnologas digitales suponen el abandono de las referencias histricas para escapar del estrecho marco de la disciplina. As, la segunda generacin digital se especializ en la investigacin de las formas autoorganizadas del mundo natural, de los procesos vitales, o de la dinmica social no reglada, entendida en trminos similares. An podemos aprender mucho de esto, pero la principal contribucin se mantuvo dentro de los lmites previstos por las palabras desplazando a Deleuze y Derrida por Bataille y Sade. El repertorio lingstico cambi: en lugar de extrusiones y serruchos iluminados por el constructivismo sovitico, emergieron formas monstruosas que sugeran, segn la perspectiva, intestinos, cabelleras, pulpos o ms banalmente, fideos. En todo caso, la segunda generacin de investigadores de la forma no apuntaba a la naturaleza armnica del mundo (patente tanto en las versiones del organicismo como en las del ms extendido funcionalismo) sino a los aspectos frankesteinianos del carcter material, corpreo, y brbaro del mundo. Tal vez la idea depost naturalismopudo ser nombradaporquetales monstruos existan.Tambin de manera acelerada, los arquitectos que poco antes inscriban sus producciones en un campo cultural en estrecha relacin con las ciencias humanas, comenzaron a notar su infinita ignorancia de los avances cientfico-tcnicos: la biologa, la fsica de los materiales, las geometras no euclideanas planteadas un siglo antes. De retomar una posicin materialista, sta no poda ser escindida de los hallazgos cientficos, aun cuando se combatieran sus aspiraciones totalizantes.Pero ya esta segunda generacin, crecida entre los algodones del laboratorio, no pareca consiente de la inevitable brecha entre el producto de la investigacin y la construccin real. Agrest y Gandelsonas no pensaban en edificar su casa escalera; Greg Lynn edifica su Iglesia Presbiteriana Coreana. No se trata slo de la viabilidad de la construccin: se trata de que la investigacin lingstica pona a prueba slo un aspecto aparente de la forma, algo de lo que los ms viejos eran conscientes, pero sobre lo que Lynn no reflexiona. De hecho, la apariencia orgnica que se desprende de las imgenes de los protagonistas de la segunda generacin resulta, como dije, tanto ms impositiva, de cara a sus efectos en el mundo, que una grilla ortogonal.El impacto fue, sin embargo, enorme: Alejandro Zaera Polo, por ejemplo, pas al estrellato con la asombrosa topografa de la terminal martima de Yokohama. Para entonces, la perspectiva crtica estaba cercana a la extincin, de manera que no extraa que la tercera generacin, que creci sin asombro, incorporandonaturalmentelas posibilidades digitales en toda su potencia, haya abandonado toda pregunta sustancial. Seguramente, los ms jvenes estn hartos de tanta literatura inconducente, pero no creo que radique aqu el problema: ms bien, como sucede hoy en todas las profesiones, se encuentran presurosos por ocupar los lugares que los viejos maestros continan monopolizando, por lo que, sea a la escala de una mesa, o a la escala de una ciudad, saben que no pueden esperar mucho para transpolar diagramas en 3D a formas materiales destinadas a la vida.Michael Meredith, que participa activamente de lo que en los ltimos aos se denomindiseo paramtrico, reconoce la ausencia de reflexin social, cultural y poltica en los trabajos de los ltimos aos. The mastering of hi-tech engineering software, escribi en un artculo reciente,is ultimately used to produce ornate architectural decoration: this extremely pragmatic production of doubly curved surfaces can quickly devolve into an aesthetic solely based upon a transformation of parts within a field, a totalizing smooth and singular formal aesthetic built upon the legacy of American formalism.[9]Los proyectos realizados en esta nueva tendencia suponen que la posibilidad de indexar rigurosamente las transformaciones que un sistema provoca sobre otro (como la semilla sobre la superficie), puede resumir las aleatorias variables de la habitacin humana.Meredith us la palabrasmooth, suave: es que ya no vemos monstruos como hace diez aos, sino amables superficies continuas, alfombras mullidas que sugieren una tranquila relacin con el mbito natural, de las que el ejemplo del Rolex Center, de SANAA, es paradigmtico. Se trata acaso de una nueva armona?Estas amables superficies requieren para su materializacin una enorme inversin econmica, y un desarrollado sistema productivo un sistemaprimer mundo. La complejidad geomtrica, llevada a la construccin real, permanece al servicio de otro legado: el delurbanismo estratgico, cuya historia transcurri ntimamente imbricada con las investigaciones posmodernas sobre el lenguaje de la arquitectura. Las primeras objeciones radicales a la planificacin totalizante, la ponderacin del lugar del arquitecto y de la obra elocuente en el espacio pblico, devienen de la poca pre-computadora personal; en dos generaciones -una vez cortados los lazos con la reflexin poltica que caracteriz las primeras investigaciones-, el propsito inicial devino en la bsqueda exclusiva de espectacularidad. Nada de esto condujo a otra cosa que al privilegio de losdevelopersy a fracturas socioespaciales que ciudades como Buenos Aires nunca haba conocido escasamente puede hablarse de armona.Me interesa sealar aqu que, si estas investigaciones pueden ser tan fcilmente reutilizadas, es tambin porque apenas asoma en ellas el problema de la vida urbana de cuya orientacin depende la viabilidad de la habitacin humana en el mundo. El hermoso edificio de SANAA est realizado en el mismo medio mullido y algodonoso del campus en que las investigaciones transcurren. Otros edificios de renombre, derivados del diseo paramtrico, no poseen otro destino, en el mejor de los casos, que el museo Guggenheim de Bilbao, bien que sus premisas pretenden ser distintas. Se podr decir que esto no compromete a las investigaciones disponibles ms de lo que una investigacin bsica sobre el tomo compromete a la guerra atmica: pero bien sabemos que esta neutralidad ya no puede afirmarse. As, no deja de llamar la atencin que el complejo cientfico tcnico sea una vez ms esgrimido, en la investigacin del espacio, con total ausencia de problematicidad.Tal vez esto se deba a la forma de institucionalizacin acadmica en la que estamos todos comprometidos: una forma copiada de las ciencias duras, simplificada, en espera de resultados inmediatos, al servicio de estructuras de validacin que no contemplan siquiera las sutilezas de las ciencias humanas: cmo habrn de contemplar, entonces, las formas novedosas de la disposicin concreta de la materia fsica, con sus rmoras y potencialidades extradas frecuentemente del arcaico pasado, planteadas en funcin de tan vagos resultados como la felicidad comn?Certificado verdeSi esta crtica a la impostacin acadmica de la disciplina, que multiplicapapersburocrticos, se entiende como una celebracin de la prctica profesional, me apresuro a corregirla. No es infrecuente que, perdido el hilo de la teora y de la crtica, el arquitecto actual contine utilizando como cimiento de sus posturas los principios modernos en que an es educado en la mayora de las escuelas, mientras remoza sus posiciones con un mayor cuidado en los aspectos ambientales que ya estaban implcitos en aquel ideario. No parece justo pedir otra cosa, cuando quien debe edificar en el mundo se enfrenta con aspectos tan dismiles, pero tan ntimamente relacionados, como las finanzas y el lenguaje, el uso y la tecnologa, el equilibrio ecolgico y la irrupcin de la obra humana. Pero esta situacin comprensible adquiere otro tono cuando es colocada en ciertas coordenadas ideolgicas, como las que se defienden considerando la prctica corriente y el sentido comn por encima de las vanas teoras (como si el arquitecto hiciera ladrillos, en lugar de proyectos elproyecto, en palabras de Leon Battista Alberti, esteora). Viceversa, cuando las teoras actuales ignoran las condiciones de la profesin, simplemente desprecian lo que significa resolver un problema real y concreto.Es posible, al igual que en el camino de la investigacin, hallar islas de reflexin tanto ms valiosas por hallarse inmersas en las duras circunstancias que el arquitecto enfrenta para construir. Pero los mejores ejemplos a los que podemos recurrir estn circunscriptos a programas modestos: una casita en el campo, un hotelito de lujo, un pabelln de feria. No es secundario que muchos arquitectos que se niegan a jugar en las ligas mayores al servicio del capitalismo avanzado renuncien a encargos de dimensin metropolitana: pero, aun respetando estas decisiones morales, queda claro que la habitacin en el mundo no se resuelve en una casita con energa solar y paredes verdes.Nos centraremos entonces en un caso que pueden ejemplificar las formas habituales de operar. Eleg, entre los muchos posibles, el de la torreMadero Office, recientemente inaugurada en Buenos Aires, Argentina, del estudio lvarez y Asociados, ya que los lmites de las prcticas profesionales suelen revelarse con mayor crudeza en los pases latinoamericanos.Tmese en cuenta, para quien no vive en Argentina, que Mario Roberto lvarez, veterano arquitecto recientemente fallecido a los 98 aos, es elegido por sus colegas en los ltimos aos como el mejor arquitecto del pas toda una declaracin de la distancia que los profesionales han resuelto tomar de cualquier propuesta innovadora. Por supuesto, no es lvarez quien se encarga personalmente de las obras, aunque suestilo, ya maduro en la dcada del cincuenta, con obras de relevancia como el teatro San Martn, permanece como inflexible gua de la produccin de la oficina. La situacin no es secundaria para comprender el campo en que se mueve hoy la arquitectura argentina, que alguna vez fuera el foco del debate sudamericano.Las laudatorias crticas sobre la torre repiten el mismo discurso de lvarez: se habla de inclaudicable racionalismo, de simbiosis perfecta entre funcionalidad y esttica, de mxima flexibilidad.[10]Pero a estos obvios elogios se suma una cualidad de poca: la torre es presentada como campeona de laconstruccin sostenible. Es que ha obtenido la precertificacinGreenBuilding, otorgada por el USGBC (Consejo de Construccin Ecolgica de los Estados Unidos). Ninguna de las decisiones que han permitido el certificado cambia en lo ms mnimo la lgica proyectual: ni los paneles solares; ni el espacio para estacionar bicicletas en los subsuelos; ni las fuentes que recolectan agua de lluvia para el riego de las escasas plantas en canteros; ni las canillas de cierre automtico de los baos, ni la sealtica didctica. Es que acaso se puede esperar alguna innovacin sustancial de tan transitada tipologa?

Edificios Madero Office y Conurban, Buenos Aires.Fotos: Celina Caporossi

Resulta ilustrativo colocar la torreMadero Officeen relacin con otra torre cercana, el edificio Conurban que Ernesto Katzenstein proyect para la empresa Kokourek en 1969. La excepcional obra de Katzenstein exhibe, como bien lo seal J. F Liernur, una densa trama de referencias semnticas y arquitectnicas ntimamente articuladas con soluciones funcionales y tecnolgicas. La famosa pared de ladrillos, de una escala nunca antes experimentada, se erige simultneamente como smbolo arcaico de fortaleza; negacin del caos metropolitano mientras el edificio abre sus vistas hacia la naturaleza del ro-; sugerencia de formas tradicionales de construccin -el ladrillo-; y proteccin hacia el implacable sol del Oeste. La planta en serrucho aumenta la superficie vidriada hacia la mejor orientacin climtica, logra espacios cualitativamente diferenciales, y al mismo tiempo distingue una organizacin simtrica de los ncleos de circulaciones y servicios. El eclecticismo de las referencias, caracterstico de la tradicin local (el Mies expresionista, Louis Kahn, Alvar Aalto), es sobrepasado en una obra que contina, despus de cuarenta aos, sugiriendo nuevos sentidos en su productiva ambigedad.[11]La Torre de lvarez no abre ningn camino para pensar, excepto por aquello que encarna la convencional arquitectura corporativa- y su distancia con lo que dice encarnar (laarquitectura sustentable).Se dir que las variables fundamentales para decidir siPuerto Madero Officeabre un camino en la reflexin sobre la ciudad y los problemas medioambientales no dependen del estudio de arquitectura. La torre se halla, como su nombre lo indica, en Puerto Madero, el barrio derivado de la refuncionalizacin del viejo puerto cuyo proyecto se inici a principios de 1990. El proyecto urbano inicial buscaba la continuidad del tejido para asomar la ciudad al ro (obsesin histrica de las ciudades litorales argentinas); tal objetivo, por diversos motivos -entre ellos que el barrio se convirti en un enclave de lujo-, no alcanz jams a cumplirse. Pero el florecimiento de los programas de oficinas corporativas -en un barrio que no alcanza, a pesar de sus condiciones excepcionales, a constituirse con la densidad cultural de otros barrios porteos- se enlaza con los famosos rascacielos de Le Corbusier, prstinas formas en el vasto horizonte pampeano. Nunca se construy tan alto en la Argentina.No pensemos que en esta carrera de altura pesa reflexivamente la tradicin de la arquitectura local. Simplemente, se trata de la oportunidad de las desarrolladoras inmobiliarias. Las principales, entre ellas RAGHSA, que llev adelantePuerto Madero Office, operan reservando tierras cuyo destino pueden alterar segn los cambios del mercado inmobiliario -de hecho, el terreno del dique 4 estaba inicialmente destinado a viviendas. Esta manera de accin no parece avenirse con la idea desustentabilidad, ya que ni siquiera toma en cuenta el destino de la ciudad, operando con la lgica de las mayores ganancias. Tampoco queda claro el impacto ambiental de estas grandes torres construidas sobre un frgil aterramiento, ni sus consecuencias en el funcionamiento urbano global. En lo referente a los recursos energticos, es obvio que el enorme gasto que supone esta tipologa apenas puede ser suavizado por el ahorro del 1% de la energa consumida gracias al uso de paneles solares.Tanto para los desarrolladores como para los principales arrendatarios, el contrato con el afamado estudio de lvarez no puede ser ms acertado. Por un lado, porque el estudio se ha dedicado siempre a la arquitectura corporativa: de los tres millones de metros cuadrados que lleva construidos en su larga trayectoria, un tercio obedece a estos programas. En este plano, resuelve con limpieza las solicitaciones del mercado: la mxima economa, la mxima flexibilidad, y una austera indicacin simblica materializada en el prtico estructural, presentado como lapuerta de Buenos Aires, que exhibe el nombre delStandard Bankla compaa financiera que alquila trece pisos de la torre. Recuerdo cmo me llam la atencin, hace dos dcadas, notar en Stuttgart que el lema de la Mercedes Benz coronaba la torre de aires neomedievales de la estacin de ferrocarril que dominaba la plaza principal: en el caso de Stuttgart, se trataba de una empresa nacional; en el del prtico de Madero Office, la marca de un banco que aterriz en 1998, aliado al ICBC de China desde 2008 -el banco ms grande del mundo en trminos de capitalizacin burstil. Toda una declaracin simblica acerca del destino de Buenos Aires.Tanto para los desarrolladores como para elStandard Bank, el contratar a lvarez implic que los valores atribuibles a la obra del viejo maestro (austeridad, contencin, responsabilidad, solidez tcnica) se trasladaron a toda la operacin, lo que conviene en estos tiempos tormentosos para las empresas financieras. Incluso la ausencia de experimentacin de este edificio puede ser leda en trminos favorables para estos errticos negocios. En el marco de la sociedad local, las apuestas arquitectnicas arriesgadas podran entenderse como capricho y as, faltas de confiabilidad.En el mismo sentido, la obtencin degreen certificateno puede sino convenir a la cara pblica de desarrolladores y compaas arrendatarias. La novedad que proporciona el adecuarse a normas internacionales -que apenas se ve reflejada en cambios sustanciales en el proyecto, y que no alteran el impacto ambiental- comienza a ser relevante en otros sentidos -en el de la marcaverde. Pero el proceso de obtener la marca introduce tendencialmente alteraciones en la organizacin del trabajo en la oficina y en la obra, cuyas consecuencias an no han sido sopesadas.En el caso de lvarez, la dimensin y la forma de trabajo del estudio ya eran hace tiempo diferentes de las de la mayor parte de los estudios argentinos, que no perdieron nunca sus aspiraciones de experimentacin, sus pretensiones de insercin en el debate de la cultura arquitectnica, ni la identificacin personal de cada miembro del equipo responsable. Hace aos, tambin, la oficina de lvarez comprendi que la reproduccin del trabajo dependa de consolidar una rama que diseara el negocio, antes que esperar pasivamente a los clientes. Pero la carrera recin iniciada por obtener el certificado verde implica una complejidad adicional.La pre-certificacin LEED (Leadership in energy and environmental design) constituye un reconocimiento formal del USGBC, mediante la garanta del cumplimiento del sistema de directivas, normas y metas de sustentabilidad ambiental. Ahora bien: el estudio de estas normas revela que muchas son derivadas de las reglas tradicionales del arte -establecidas tiempo antes de que avanzara la crisis ambiental-; mientras que otras, especialmente las que dependen de los avances tecnolgicos -como el tipo de aire acondicionado- pueden resolverse localmente, sin multiplicar los expertos o la importacin tecnolgica. Pero estos rubrosdebenmultiplicarse en el sistema actual, especialmente en el caso de los expertos -ya que suexpertiseno pasa por la pericia en temas ambientales, sino por el conocimiento de la forma burocrtica de aplicacin de las normas. Las cuestiones de fondo con respecto a la sustentabilidad no son as abordadas por los arquitectos, que las delegan a burcratas, por lo que no extraa quela formadel edificio diste de constituir algo nuevo.El problema de la adecuacin de normas internacionales al caso local ha sido escasamente tratado, aunque algunas investigaciones desarrolladas por especialistas en la materia han puesto de relieve aspectos complicados: las exigencias del sistema LEED o del sistema BREEAM (britnico) son de difcil cumplimiento en Argentina por sus diferencias con las normas locales IRAM; muchas de las exigencias no son apropiadas por la diferencia de contextos culturales, climticos o tecnolgicos; el costo del proceso de certificacin es significativo, habida cuenta de que no existen certificadores locales.[12]Los mismos resultados ambientales podran obtenerse recurriendo a especialistas locales, e incluso al propio milenario saber arquitectnico.No debe olvidarse que la obtencin del certificado verde implica un arancel, una oficina internacional en este caso, en Estados Unidos-, y una burocracia privada funcionando aunque se trate de una ONG-, ocupando el papel de cada estado nacional en el asunto; una cohorte de expertos en interpretar las normas. Nadie hubiera tomado a la ligera, hace unos aos, la importacin de patentes, procedimientos, formas de pensar, sin que quedara en claro en cunto los mayores costos redundan en una efectiva economa energtica. S queda claro que esta multiplicacin burocrtica implica la profundizacin de las diferencias entre oficinas con capacidad econmica para afrontar la aplicacin de las normas, y pequeos estudios jvenes que slo pueden presentar su inteligencia para resolver estas cuestiones.Pero la estrategia de la corporacin arquitectnica ya no consiste en presionar a los Colegios o Consejos de Arquitectura, o a las oficinas estatales,o a los rganos legislativos provinciales o nacionales, para que afinen y mejoren las normas conducentes a la sostenibilidad ambiental: entregan su confianza a las organizaciones globales.El debate, sin embargo, debiera exceder la pertinencia de las normas, o los cambios en la cultura local del trabajo, e incluso los intereses nacionales: muchos podran objetar a esta reflexin que el adaptarse a las normas constituye un bien mayor y global. Pero en qu consiste este bien mayor? La aplicacin pasiva de las normas exime de cualquier reflexin que problematice la relacin arquitectura/ciudad/ territorio, por lo que lo que termina ofrecindose es simplegreenwash. Como Glenn Murcutt coment recientemente, la viabilidad ecolgica pasa por un conocimiento preciso, y no abstracto, y menos an normativo en el apoltico sentido actual, de las condiciones del lugar -y, sobre todo, por una idea deeconomaque no debiera reducirse a lo que el capitalismo tardo entiende por ella. No se trata de modestas reducciones energticas sobre gastos incalculables:No es posible hablar de sostenibilidad si hay que hacer otro proceso industrial enorme y costoso; (ste) debiera ser tan simple como aflojar un tornillo.[13]En la simplicidad est tambin, dice Murcutt, la belleza.Ciudad de tecnologas limpiasEn el otro extremo del mundo, en el emirato de Abu Dabi, all donde las posibilidades econmicas permitiran obtener todo lo que las nuevas tecnologas brindan, y donde la ausencia de burocracias estatales modernas -de sistemas de educacin pblica, de infraestructura para el comercio, de vida urbana en el sentido estricto- constituan hasta hace una dcada las notas dominantes, brilla el espectacular proyecto de la ciudad ecolgica de Masdar. No resultara en principio adecuado para este caso el juicio con que inici el artculo que los arquitectos haban dejado de pensar en ciudad, ya sea para comprenderla o para transformarla. Aqu tenemos, por el contrario, un emprendimiento que parece evocar los momentos ms audaces del modernismo de posguerra, encarnados en Brasilia. Pero nos equivocaramos mucho en el paralelo si olvidamos de que Brasilia fue iniciativa de un Estado/Nacin. En Masdar, queda de manifiesto no slo la manera en que las burocracias privadas avanzan en situaciones sin trabas, sino tambin cmo la sustentabilidad puede escindirse, sin siquiera reflexionar sobre las consecuencias, de las condiciones polticas concretas. En fin, habremos de preguntarnos si Masdar es, en efecto, una ciudad.Masdar es la perla verde de las intervenciones en Oriente Medio, cuya expansin econmica deriva de la providencial articulacin de la crisis global de Estados Unidos y Europa occidental, con la liquidez financiera de los pases exportadores de petrleo delGulf Cooperation Council, que condujo a plusvalas similares a las de cuarenta aos atrs. Pero hoy los pases del Golfo son ms estratgicos en sus apuestas: la provisin de infraestructura y el desarrollo inmobiliario en la propia tierra adquirieron un lugar relevante, con vistas a colocar estas naciones en el concierto mundial, especialmente en lo que atae a la creacin de atractivos tursticos para sectores exclusivos.Masdar se encuentra en el emirato de Abu Dabi. Su capital, del mismo nombre, es la ciudad ms rica del mundo: se encuentra literalmente sentada sobre las mayores reservas petroleras. En este territorio se hallan las famosas Saadiyat Islands, transformadas en un complejo de 30 billones de dlares, con 29 hoteles internacionales, tres marinas, dos canchas de golf, y habitacin para 150 000 personas. No se trata slo de turismo, ya que en la capital se construy la segunda mezquita ms grande del mundo, y el palacio del Sheik parece emerger deLas mil y una noches. En el distrito cultural, se convocaron los nombres de los arquitectos ms prestigiosos (Zaha Hadid, Tadao Ando, Jean Nouvel, Frank Gehry, Norman Foster), y los principales museos del mundo han cedido temporalmente parte de su patrimonio para ser exhibido. Tendremos, pues, otro Louvre, otro Guggenheim, otro British Museum. Para que esto se construya, no slo deben importarse trabajadores -la mayora de los habitantes proviene de Bangla Desh, India, Pakistn, Filipinas- sino, sobre todo, burocracias completas.As relatada, la aventura de este emirato que en el siglo XVIII emprendi un camino independiente al del vecino Dubai, y que an a mediados del siglo XX, ya descubierto el petrleo, descansaba su economa en la bsqueda de perlas, no parece distinguirse mucho de las pocas de la Argentina de lasvacas gordasa principios de siglo pasado, construyendo sobre la pampa vaca (eldesiertosarmientino) edificios y ciudades de dimensiones nunca sospechadas en el viejo continente. Pero aqu terminan los paralelos, en la medida en que Argentina estaba construyendo entonces un estado, una nacin, en la que el debate sobre el sistema poltico, ms o menos restringido, exclua el poder absoluto y la unidad entre poltica y religin. El emirato de Abu Dhabi est gobernado por una familia, de manera que el SheikKhalifa bin Zayed Al Nahayan,emirhereditario y presidente de losEmiratos rabes Unidos, no es, por cierto, figura decorativa: la fortuna de la familia es la fortuna del pas. No hacen falta ms datos para saber que tal ciudad ecolgica en un territorio as gobernado se encuentra sometida a un rgimen poltico sobre el que, al menos, debera reflexionarse cada vez que hablamos deciudad.En un artculo reciente, Norman Foster, proyectista de Masdar, resumi con sensatez y amplitud los retos actuales para crear ciudades sostenibles: la difcil combinacin de urbanizacin inevitable, pero tambin deseable si alentamos comunicacin, igualdad, educacin distributiva- y control del dispendio energtico; el problema de los transportes, en particular del automvil individual; la leccin de las viejas ciudades europeas e incluso estadounidenses (la gua maestra de la igualdad habra llevado, incluso en ciudades industriales como Detroit, a que el 80% de los habitantes usara un transporte limpio como el tranva). Foster describe las maneras en que el proyecto de Masdar intenta trazar una vida ms all de los lmites de las fuentes de energa conocidas, sin perder de vista las formas tradicionales de la habitacin nordafricana, que destilaron con los siglos una manera sensata de adaptarse al clima riguroso. El emprendimiento, iniciado en 2006, es desarrollado por la Mubadala Development Co, compaa de gobierno -y as familiar-, de la que Masdar Co. es subsidiaria. Incluye elMasdar Institute, dedicado a energas renovables, fundado con apoyo del MIT (US), cuya original propuesta consiste en proveer a los estudiantes de la posibilidad de vivir y aprender en un entorno calificado comoliving laboratory environment.Las metas ecolgicas de la pequea ciudad son, sin duda, encomiables. Pero las imgenes que se difunden poseen un inquietante parecido a unshopping-mallcon detalles orientalistas. Por cierto, las perspectivas construidas digitalmente an no aciertan a incorporar los acentos cualitativos que posean los dibujos a mano, pero no es posible atribuir este hiperrealismo kitsch slo a las tcnicas de computacin. La fealdad exhibicionista, abigarrada, con la misma escasa profundidad que posee la imagen digital, no parece un efecto secundario de la forma de abordar los problemas ecolgicos. Si la ciudad parece un Shopping, es tambin porque se trata de un negocio privado, al que la sustentabilidad le otorga un atractivo adicional.Masdar debe presentarse, en consonancia con su nombre de ciudad verde, comoleaderen tecnologas limpias. En esto Foster es ducho: desde temprano, advirti lanaivitde las posturas ambientalistas radicales derivadas del hippismo setentesco, para adentrarse en los secretos de la tecnologa de punta. No sorprende, pues, que muchas de las figuraciones avanzadas por elparametric designsean tomadas en sus aspectos aparienciales por el estudio de Foster. La alta tecnologa posee tambin un costado espectacular, como bien saban los ingenieros decimonnicos: es necesario no slo hacerla sino mostrarla. El orientalismo de Masdar se rene con ostentosas apuestas tecnolgicas, para exorcizar el populismo del modelo de Las Vegas, presentndose como marca del futuro.La poltica es la gran ausente del artculo de Foster, y tambin est ausente en Masdar. No puede ser considerada, porque nuestra versin democrtica de lo poltico no tiene lugar en un pas en el que la riqueza pblica se identifica con la de la familia gobernante. No sorprende entonces que Foster imagine como situacin ideal, a futuro, una especie deententeentre tcnicos de diferentes disciplinas, conducida por el organizador nato, el Arquitecto con visin integral. Tales equipos, a travs de una colaboracin entre el sector privado y los polticos, evolucionaran en forma de consultoras de nuevo tipo que no existen en la actualidad (ntese que se refiere alos polticos, profesionales de los asuntos pblicos, y no ala polticaencarnada en las decisiones de todos -una versin que bien podra ser reconducida al saintsimonismo decimonnico).Las consultoras de nuevo tipo, sin embargo, estn en pleno florecimiento, incluso en Argentina -hemos descripto su huevo prstino en el caso de la torre de Mario Roberto lvarez. Pero no se trata de la produccin de conocimiento interdisciplinario, como supone Foster, sino de una burocracia en constante crecimiento, una vuelta de tuerca con respecto al funcionamiento incipiente que sealamos en el caso de la Torre de Puerto Madero.En relacin con la escala global de los negocios, surgieron en los ltimos veinte aos lasproyect management firms, focalizadas en sugerir, apoyar y acompaar proyectos de desarrollo inmobiliario. El modelo de funcionamiento fue tomado de las consultoras contables, que temprano advirtieron el filn que significaba brindar servicios poco definidos a sus clientes, antes que productos que implicaban pagos fijos y predecibles. En esta versin, la provisin del saber especfico es secundaria con respecto a los servicios de consulta en el desarrollo y manejo de grandes proyectos inmobiliarios. El fenmeno avanz primero en la industria de la construccin, y recientemente se instala en la reestructuracin de oficinas de arquitectura e ingeniera.[14]Estos cambios implican cuestiones que afectan ntimamente a ciertos principios sobre los cuales la profesin estaba edificada. En el caso de lvarez, el estudio an maneja las decisiones acerca de que consultoras contratar; y el servicio al cliente culmina con un producto definido. En el caso de las nuevas organizaciones, el ala consultiva de la reestructurada firma es inevitablemente un alainteresada:el objetivo no consiste en defender los intereses del cliente, sino de defender el saludable negocio del asesoramiento, definindolo de manera dbil pero sugiriendo que sin ste, el cliente se ver implicado en una maraa de cuestiones que ignora. Esto implica un cambio abismal en la tica profesional: en lugar de un producto fijo, con un costo esperable, tenemos un continuo fluir de informacin que mejora las perspectivas del negocio, pero no necesariamente del negocio del cliente.La situacin va ms all de la cuestin tica, ya que de esta manera se ampla la burocracia, al multiplicarse tareas y especialidades que no necesariamente redundan en una optimizacin de los resultados. Oficinas como las de Foster, que extienden su accin por todo el mundo (en Argentina, Foster realiza dos proyectos con socios locales), agregan en su complejidad layers y layers de burocracia.[15]Los estudios locales que lidian con trabajos de envergadura debern optar por este tipo de consultoras. De manera que la conexin entre Masdar y la torre de lvarez no radica en una sutil interpretacin crtica, sino en la prctica concreta que las grandes firmas de arquitectura e ingeniera estn desarrollando, sin que nadie advierta sus derivaciones.La anunciada revolucin verde, asociada en el imaginario comn -bizarramente- con la libertad individual, culmina en la multiplicacin de instancias burocrticas que sobrepasan con mucho la combatida burocracia estatal, sin que ello garantice la sustentabilidad efectiva del proyecto; burocracias que colocan a los estados y gobiernos nacionales en situacin de garantes de estas multimillonarias y complejas inversiones. De ms est decir que ellas no obedecen a la lgica del bien ciudadano, sino a la de los contadores que advirtieron por donde pasaban las ganancias.Sera injusto, y poco productivo, pensar que Foster o lvarez actan cnicamente. La propia mecnica de los asuntos los ha colocado frente a estos problemas bien que no como vctimas. La experiencia de Masdar, que parece reunir tecnologa y ambientalismo, me llev a reflexionar, de nuevo, sobre las ciudades latinoamericanas. No es slo que no se pueda hacer Masdar: tal vez no se quiera hacer Masdar. Y an queda pendiente el problema maysculo de las grandes metrpolis formas habituales en Latinoamrica-, problema que la experiencia de ciudades pequeas como Masdar apenas consideran.Lo grave no es el experimento en s, del que indudablemente podrn extraerse muchas lecciones tecnolgicas, sino la inconsistencia de la opinin pblica, y en particular de la corporacin arquitectnica, para identificar el tipo de problemas que estas formas de producir ciudad suponen. Coloco el trmino ciudad entre comillas, ya que lo grave en la versin de Masdar es que excluye por definicin una esferapblicaque pone entredicho, entonces, la misma idea de ciudad.No se crea, sin embargo, que esto sucede slo en emiratos hereditarios o en pases tercermundistas, ya que responde a la expansin de las empresas trasnacionales, que tienden a colocarse por encima de los poderes pblicos visibles. La burocracia pblica tiene ciudadanos o usuarios, la burocracia privada tieneclientes. Los poderes de mercado que quitan a la poltica su autonoma, tambin quitan al individuo su iniciativa. Operan en nombre de la Tcnica, y ejercen su poder sin asumir ni las funciones ni las responsabilidades del gobierno, aunque son quienes realmente gobiernan.Es en relacin a esta situacin que debemos preguntarnos si la extincin del trabajo tradicional del arquitecto es deseable; si cabe en esta mecnica una reflexin acerca de la sustentabilidad de la habitacin humana; si, en fin, lo que continuamos llamando ciudad sobrevive cuando las claves de su produccin se encuentran en este cruce entre burocracias privadas en continua ampliacin y poderes pblicos funcionando como reaseguro de sus ganancias.Arquitectura: ciudad, naturaleza, polticaSi necesitamos pensar maneras viables de habitar la superficie terrestre, es fundamental comprender la Ciudad. Pero aquello que nombrbamos como ciudad parece haberse desvanecido: hasta la palabrametrpolicarece de potencia descriptiva. Sin embargo, cualquiera sea el nombre con el que definamos hoy la vida urbana (post-metrpoli, ciudad territorio, etc.), la consideracin acerca de lo poltico contina siendo fundamental: el comn denominador de los casos presentados se encuentra en la renuncia a enfrentarlo.Podra objetarse que lo poltico, aquello que defini histricamente la existencia de la vida urbana, nada tiene que ver con la objetividad de los asuntos de la naturaleza. En esta versin, la poltica tratara slo de los asuntos humanos, de las cuestiones opinables, de las instituciones que garantizan cierto tipo de funcionamiento representativo; mientras que la naturaleza reclamara la razn de la ciencia -o, en versiones ms radicales, la hermenutica de una nueva metafsica, de una nueva religin. En pocas de declinacin del Humanismo, y habida cuenta de los desastres que jalonan la trayectoria de los hombres, pareciera que eliminar la poltica -y por ende, la ciudad-, resulta no slo inevitable sino hasta cierto punto deseable, en funcin de dejar al desnudo una realidad definida, sin contradicciones aparentes, en las coordenadas de la economa y de la naturaleza.Sin embargo, como bien expresa Bruno Latour, no slo los temas de la naturaleza han entrado de lleno en el tradicional dominio de la poltica, sino que esta irrupcin ha hecho ms evidente lo inadecuado de las lecturas que suponan que el giro desde el reinoaparentede lo poltico al reino sustantivo de la Naturaleza implicara el fin de conflictos y controversias, el acuerdo debido a certezas, el abandono de las pasiones por una razn inclusiva.[16]Por el contrario, como resulta evidente slo repasando los casos aqu tratados, lo que sucedi es que cuestiones que antes eran colocadas por fuera del debate de opinin -el clima, los terremotos, o las instituciones cientficas y la eficacia tcnica- adquirieron en los ltimos aos una relevancia clave como tpicos polticos, alejndose de la neutralidad que antes les otorgbamos.Hasta hace pocos aos -y an hoy, arrastrados por la costumbre- considerbamos que las instituciones polticas representaban slo a personas. Hoy sabemos que ellas deben hablar tambin por un mundo infinitamente ms amplio, que incluye desde animales y rboles hasta suelos y vientos. Esta nueva arena es claramente poltica, en la medida en que nadie puede atribuirse la ltima palabra en nombre de una verdad cientfica, ni de una primaca espiritual; nuevas instituciones debern ser imaginadas, sabiendo que las controversias seguirn sucedindose. Pero incluso inmersos en esta escena novedosa seguimos pensando en los trminos clsicos de separacin entre Naturaleza y Artificio, como silo naturalhubiese sido creado de una vez y para siempre, y los objetos tcnicos constituyeran una superestructura que no compete a la Tierra.Ante esto, Latour propone, en su proyecto de manifiestocomposicionista, una perspectiva original: en lugar de rasgar velos con el hacha de la crtica negativa, o caer en lanaivitnew agepor qu no dedicarnos a reparar, cuidar, ensamblar y reensamblar, pegar o colocar juntos cuerpos y objetos dismiles?[17]Sin renunciar a una ideaprogresivadel desarrollo humano (debe sealarse aqu un claro matiz respecto del trminoprogresista), Latour imagina una va que es, al mismo tiempo, terica y prctica -algo que para los arquitectos, que se mueven en ambas esferas, resulta de gran importancia.Me llam la atencin, en particular, que la palabracomposicinexpresara la dimensin sustantiva del manifiesto. En la historia reciente de la arquitectura, el concepto de composicin fue recuperado en contra de la mecnicaproyectualhabitual en el proceso productivo del arquitecto moderno.Componersignificaba ordenar y articular materiales diversos, reteniendo cada una su heterogeneidad y sus cualidades diferenciales: modelos y fragmentos condensados por la historia, materiales fsicos brindados originariamente por la creacin natural.Proyectarsignificaba, en cambio, imponer una Idea que en s misma contena todos los posibles desarrollos futuros. El resultado del proyecto, inevitablemente, era inferior a la brillante Idea preconcebida;lo realfue siempre su adversario. Entonces, lo real debi ser convertido en material homogneo para garantizar el efecto de la Idea, como si sobre la entera superficie terrestre se pasara el cepillo del Arquitecto (o, para el caso, del cientfico, del socilogo, del planificador).El rescate de la palabracomponer, para Latour, posee un sentido constructivo, deliberadamente banal -su alusin al compromiso, sucorrectoolor acompost-, albergando lo mltiple. Esta eleccin le permite rechazar la irrelevante divisin entre lo que es construido y lo que no los es, para poner la atencin en lo que estbien o mal construido. Ni la universalidad, ni la identidad local son datos: las partes son heterogneas y nunca culminarn en un todo completo, sino un frgil, revisable, abiertocompuesto. Rechaza tanto las ideas setentescas de un gobierno de sabios para solucionar las cuestiones urgentes de la Naturaleza (no existira entonces una vuelta a la naturaleza, como concepto definido de manera indisputable) como a una ciencia de la poltica -o de la economa- que se colocara, tambin, ms all de los conflictos.Latour no es el nico que ha identificado estas tradicionales divisiones como el problema/obstculo de nuestro tiempo, otorgndole un estatuto eminentemente poltico. Giorgio Agamben se ha ocupado de ella enLo abierto,afirmando que el conflicto poltico decisivo que gobierna todo otro conflicto es, en nuestra cultura, el conflicto entre la animalidad y la humanidad del hombre, por lo que la poltica occidental fue siemprebiopoltica.[18]En trminos ms terrenos y operativos, pero reconociendo la necesidad poltica de repensar esta divisin, Richard Sennet afirma que cuando uno empieza a trazar divisiones absolutas entre lo que es sordo y mudo y lo que puede hablar, puede fcilmente imaginarse que esto no es un camino ideal para establecer cualquier suerte de democracia.[19]Para Sennet, la frrea jerarqua en la que an nos debatimos remite al mito griego, en cuyo teatro de iguales muchos personajes humanos no tenan lugar: ni las mujeres ni los esclavos, entregados de distintas formas a lo animal. As, el trabajo destinado a la manutencin de la vida las labores de la tierra, las labores de la casa- jams alcanzaba la luz pblica. Pero tampoco tenan lugarpolticolos artesanos, a pesar de su papel relevante en la construccin de la escena que permita la emergencia de la poltica -tampoco, entonces, los arquitectos. Es notable cmo los arquitectos no hemos sabido defender que, en nuestro campo, la accin tcnica significa tambin enfrentar con conciencia reflexiva los desafos ticos y polticos.No extraa, pues, que las tendencias y casos que he abordado chapoteen en el cieno de las certezas heredadas de siglos. Mientras las tendencias paramtricas miran asombradas, con voluntad mimtica, el trabajo de los cientficos -que supuestamente, al escapar de lo opinable, otorgara una plataforma objetiva a la disciplina en plena disolucin-, los profesionales que deben enfrentarse con el da a da se excusan de sus producciones esgrimiendo la lgica de la realidad, que se mueve en el mbito indiscutible de la economa global, como si este mundo fuera cierto y nico. Proponiendo neutras tecnologas a su servicio, embellecindolas con formas simblicas que an el capital financiero necesita, ignoran que estas condiciones aparentemente objetivas fueron recurrentemente desafiadas -como dijo John Maynard Keynes, una vez que nos permitimos desobedecer la prueba de los beneficios de un contable, hemos empezado a cambiar nuestra civilizacin.[20]En cuanto a los sueos de aquellos que, como Norman Foster, intentan reunir tecnologa, economa y sustentabilidad ambiental, es la deliberada ignorancia de la dimensin poltica la que los coloca de lleno en una improductiva red burocrtica, que produce literalmentede todo, menos posibilidades para pensar con libertad los problemas maysculos que nos convocan.Probablemente el gran obstculo que la disciplina enfrenta hoy como tal es rmora de la famosa frase de Le Corbusier,arquitectura o revolucin: el sueo de eliminar el conflicto que lo poltico siempre supuso, en funcin de las certezas de la tecnologa, de la ciencia, de los nmeros del contador, de una utopa futura de reconciliacin, o de la Naturaleza.GSBibliografa Giorgio AGAMBEN,Lo abierto. Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires, 2007. Jean BAUDRILLARD y Jean NOUVEL,Los objetos singulares. Arquitectura y Filosofa. Fondo de Cultura Econmica, Mexico, 2000. Robin EVANS,The projective cast. Architecture and its three geometries, MIT Press, 1995. GRIS PBLICO AMERICANO (compiladores),Paraformal: ecologas urbanas, Centro Cultural de Espaa en Buenos Aires (CCEBA) y Bisman Ediciones, Argentina, 2011 Zaha HADID y Patrick SCHUMACHER,Edificios adaptables, en Babelia, suplemento cultural de El Pas, Espaa, 22/01/011. Bruno LATOUR,Steps Toward the Writing of a Compositionist Manifesto, New Literary History 41, 2010. Bruno LATOUR,Politics of nature: East and West perspectives,en Ethics & Global Politics, Vol. 4, No. 1, 2011. J. F. LIERNUR,La importancia de ser Ernesto, en Ernesto Katzentein Arquitecto, Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires, Argentina, 1999 Michael MEREDITH,Never enough. 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Notas[1]Bruno Latour, Steps Toward the Writing of a Compositionist Manifesto,New Literary History 41, 2010, pp 47190.[2]Alejandro Zaera Polo, Un mundo lleno de agujeros, El Croquis n 88/89, Madrid, 1998, pp. 308-323[3]Ver, por ejemplo, el triste papel del arquitecto en las conversaciones que mantuvieron Jean Baudrillard y Jean NouvelenLos objetos singulares. Arquitectura y Filosofa. Fondo de Cultura Econmica, Mexico, 2000[4]He decidido, como estrategia de este artculo ya de por s largo, centrarme en lo ms difundido en los medios; he dejado afuera, as, muchas experiencias prometedoras, aunque escasamente visibles en sus aspectos ms interesantes, que enfrentan el replanteo de lo poltico y del lugar tradicional del arquitecto- para pensar la construccin del habitar. Cf., por ejemplo: Paraformal: ecologas urbanas, taller de investigacin que rene, a travs de una red universitaria, experiencias multidisciplinarias de Buenos Aires, Montevideo, San Pablo y Santiago de Chile.[5]Zaha Hadid y Patrick Schumacher, Edificios adaptables, enBabelia, suplemento cultural de El Pas, Espaa, 22/01/011[6]Wladimiro Acosta, arquitecto ruso-argentino, fue un pionero en el diseo al servicio de las condiciones climticas. Su sistema Helios, cuyos primeros ensayos datan de 1932, permanece como referencia insoslayable en la historia de la arquitectura local.[7]Robin Evans,The projective cast. Architecture and its three geometries, MIT Press, 1995.[8]Para ampliar este juicio sobre Eladio Dieste, cf Graciela Silvestri, "Eladio Dieste: una biografa uruguaya", en Eladio Dieste.Opera Completa, Electa Mondadori, Miln, 2003[9]Michael Meredith, Never enough. (transform, repeat and nausea) en AAVV, From control to design.Parametric/algorithmic architecture. Verb monograph, Barcelona/New York, 2008[10]CfArq, suplemento de arquitectura del diario Clarn, Buenos Aires, 15 de marzo de2010.[11]J. F. Liernur, La importancia de ser Ernesto, enErnesto Katzentein Arquitecto, Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires, Argentina, 1999[12]S. de Schiller y J.M. Evans, Desarrollo y aplicacin de criterios de sustentabilidad en un proyecto urbano de Buenos Aires, enAvances en energas renovables y medio ambiente, Centro de Investigacin Hbitat y Energa, FADU/UBA, vol 10, 2006.[13]Cf entrevista a Glenn Murcutt, La sustentabilidad es una frase hecha, enLa Nacin,Buenos Aires, 21/08/2008.[14]Agradezco a Jorge Silvetti y a Paul Schlapobersky el detallado informe acerca del funcionamiento de las proyect management firms y sus consecuencias en el mbito de la profesin.[15]En 2010, PHA consult (Piers Heath), un team consultor de ingeniera sustentable, se uni con Foster and Partners, ampliando el rango de servicios prestados por la firma. PHA presenta estos servicios subrayando su experiencia en los sistemas internacionales de indicadores para establecer la sustentabilidad de proyectos (precisamente LEED, BREEAM, etc).[16]Bruno Latour Politics of nature: East and West perspectives,enEthics & Global Politics, Vol. 4, No. 1, 2011, pp. 7180.[17]Bruno Latour, Steps Toward the Writing of a Compositionist Manifesto,New Literary History 41(2010): 47190.[18]Giorgio Agamben,Lo abierto. Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires, 2007. p 146[19]Richard Sennet,El artesano, Anagrama, Barcelona, 2009.[20]Citado por Tony Judt enAlgo va mal, Santillana ediciones generales, Buenos Aires, 2010, p. 45