las comunidades de montes en alava - uam

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LAS COMUNIDADES DE MONTES EN ALAVA JESUS M.a GARAYO URRUELA 1. INTRODUCCION El acceso y disfrute a bienes y de- rechos de aprovechamiento agro- pecuario-forestales comunales viene posibilitado y condicionado por la ve- cindad , lo que se canaliza a través de la integración residencial en el seno de un pueblo en cuanto conforma una comunidad social con una iden- tidad político-administrativa. Las comunidades de montes se configuran como fórmulas comuna- les de organización de la propiedad y los aprovechamientos integradas por dos o más entes locales, bien con personalidad jurídica (municipio, junta administrativa, concejo ...) o sin ella (pueblo o lugar, barrio, cofra- día, caserío, etc.). Pueblos y vecinos se benefician y aprovechan de unos recursos silvopastorales cuyo domi- nio corresponde en comunidad a una titularidad plural formada por la concurrencia de varios pueblos o nú- cleos de población. Las comunidades de montes han constituido históricamente el ele- mento estructurante de cuestiones y conflictos en torno a la titularidad del uso y disfrute de los aprovechamien- tos agropecuario-forestales de suelo y de vuelo, cuestiones y conflictos que, si bien no desaparecieron, en- contraron el marco de referencia adecuado para su amigable resolu- ción, haciendo posible la explotación de unos recursos que, de otro modo, hubieran sido fuente continua de de- savenencias y que, de no suceder así, hubieran hecho peligrar una ra- cional e idónea utilización y disfrute de los mismos. La permanencia en común bajo la fórmula de la comunidad de montes de los bienes con contenidos agro- pecuario-forestales ha servido para sacar mayor partido económico de sus producciones, especialmente de las pastorales, ha sido un elemento que ha frenado la fragmentación ju- rídica dentro de montes y sierras, que constituyen una unidad ecoló- gica, productiva y medioambiental, y en cierto modo , por ello, se han man- tenido los elementos potenciales para una gestión y aprovechamiento de los mismos unificados o, al me- nos, coordinados. Las Comunidades de Montes tie- nen notable peso en los patrimonios concejiles de los entes locales ala- veses, lo que, en parte, está unido a la supervivencia de estructuras terri- toriales vecinales que poseen una personalidad diferenciada y un patri- monio propio distintos y separados al del respectivo municipio en el que están integrados. Los 417 núcleos de población ac- tualmente existentes en Alava forman 324 juntas administrativas y perte- necen a 51 municipios. La formación de buena parte de estos núcleos y entidades de población data o arran- ca de la época altomedieval e, inclu- so anterior. La porción de terreno alavés ocupado por parte de cada uno de estos núcleos de población es el resultado del asentamiento en el mismo de un primitivo grupo social dedicado históricamente a explotar de forma estable los recursos del mismo. Los cond icionantes físicos del terreno y el dinamismo socio- económ ico de cada núcleo de pobla- ción han influido en la extensión de los mismos. Con unos límites fluctuantes que no empezaron a tomar contornos precisos y estables hasta la Baja Edad Media, surgiendo , incluso, pro- blemas de límites en la etapa Mo- derna, los habitantes de un núcleo, en la búsqueda de recursos foresta- les y pastori les , confluyeron con otras colindantes en la explotación de un mismo territorio, compartién- dolocon ellas.Enestesentido,el45 % de los núcleos de poblac ión de Alava poseen patrimonios territoriales en comun idad con otras entidades lo- cales e, incluso, se da el caso de nú- cleos de población sin personalidad jurídica como el caserío de La En- contrada, residuo de una antigua fe- rrería, que participaba como un co- munero más en la propiedad, admi- nistración y explotación del patrimo- nio en común, en este caso, de la Comunidad de la Sierra de Badaya. En el proceso histórico, las formas comunales de tenencia y aprovecha- miento de la tierra han experimenta- 13

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Page 1: LAS COMUNIDADES DE MONTES EN ALAVA - UAM

LAS COMUNIDADESDE MONTES EN ALAVAJESUS M.a GARAYO URRUELA

1. INTRODUCCION

El acceso y disfrute a bienes y de­rechos de aprovechamiento agro­pecuario-forestales comunales vieneposibilitado y condicionado por la ve­cindad, lo que se canaliza a través dela integración residencial en el senode un pueblo en cuanto conformauna comunidad social con una iden­tidad político-administrativa.

Las comunidades de montes seconfiguran como fórmulas comuna­les de organización de la propiedady los aprovechamientos integradaspor dos o más entes locales, bien conpersonalidad jurídica (municipio,junta administrativa, concejo ...) o sinella (pueblo o lugar, barrio, cofra­día, caserío, etc.). Pueblos y vecinosse benefician y aprovechan de unosrecursos silvopastorales cuyo domi­nio corresponde en comunidad auna titularidad plural formada por laconcurrencia de varios pueblos o nú­cleos de población.

Las comunidades de montes hanconstitu ido históricamente el ele­mento estructurante de cuestiones yconflictos en torno a la titularidad deluso y disfrute de los aprovechamien­tos agropecuario-forestales de sueloy de vuelo, cuestiones y conflictosque, si bien no desaparecieron, en­contraron el marco de referenciaadecuado para su amigable resolu­ción, haciendo posible la explotaciónde unos recursos que, de otro modo,hubieran sido fuente continua de de­savenencias y que, de no sucederasí, hubieran hecho peligrar una ra­cional e idónea utilización y disfrutede los mismos.

La permanencia en común bajo lafórmula de la comunidad de montesde los bienes con contenidos agro­pecuario-forestales ha servido parasacar mayor partido económico desus producciones, especialmente delas pastorales, ha sido un elementoque ha frenado la fragmentación ju­rídica dentro de montes y sierras,que constituyen una unidad ecoló­gica, productiva y medioambiental, yen cierto modo, por ello, se han man­tenido los eleme ntos potencialespara una gestión y aprovechamiento

de los mismos unificados o, al me­nos, coordinados.

Las Comunidades de Montes tie­nen notable peso en los patrimoniosconcej iles de los entes locales ala­veses, lo que, en parte, está unido ala supervivencia de estructuras terri­toriales vecinales que poseen unapersonalidad diferenciada y un patri­monio propio distintos y separadosal del respectivo municipio en el queestán integrados.

Los 417 núcleos de población ac­tualmente existentes en Alavaforman324 juntas administrativas y perte­necen a 51 municipios. La formaciónde buena parte de estos núcleos yentidades de población data o arran­ca de la época altomedieval e, inclu­so anterior. La porción de terrenoalavés ocupado por parte de cadauno de estos núcleos de poblaciónes el resultado del asentamiento enel mismo de un primitivo grupo socialdedicado históricamente a explotarde forma estable los recursos delmismo. Los cond icionantes físicosdel terreno y el dinamismo socio­económico de cada núcleo de pobla­ción han influido en la extensión delos mismos.

Con unos límites fluctuantes queno empezaron a tomar contornosprecisos y estables hasta la BajaEdad Media, surgiendo , incluso, pro­blemas de límites en la etapa Mo­derna, los habitantes de un núcleo,en la búsqueda de recursos foresta­les y pastori les , confluyeron conotras colindantes en la explotaciónde un mismo territorio, compartién­dolocon ellas.Enestesentido ,el45 %de los núcleos de población de Alavaposeen patrimonios territoriales encomunidad con otras entidades lo­cales e, incluso, se da el caso de nú­cleos de población sin personalidadjurídica como el caserío de La En­contrada, residuo de una antigua fe­rrería, que participaba como un co­munero más en la propiedad, admi­nistración y explotación del patrimo­nio en común, en este caso, de laComunidad de la Sierra de Badaya.

En el proceso histórico, las formascomunales de tenencia y aprovecha­miento de la tierra han experimenta-

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Mapa de Alava con sus principales sierras y cadenas montañosas, en las que selocalizan el mayor número de Comunidades de Montes existentes en la misma.

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do un intenso retroceso, siendo sus­tituidas por una progresiva privatiza­ción primero de las tierras de calidadagronómica altas, después de me­diana, etc., hasta comprender todo elterritorio con vocación agrícola e, in­cluso, silvo-pastoril. Las comunida­des de montes se han visto inmersasen este proceso pero la intensidaddel mismo ha sido bastante ínferior aldel conjunto de las formas comuna­les de prop iedad y aprovechamien­tos agrarios al ocupar terrenos po­bres de pendiente acusada y a granaltitud, colindantes del valle, comar­ca, provincia, región , etc., siendo sudedicación productiva la pastoril y laforestal.

Las partes altas de las principalessierras y alineaciones montañosasde la Provincia de Alava, como SierraSalvada, Arcena, Arkamo, Guibijo,Badaya, Toloño, Cantabria, Codes,Montes de Vitoria, Encia e Iturrieta,Altzania, Urquilla y Elguea, Gorbea,etc., están en su mayor parte ocu­padas hoy en día por comunidadesde montes. Las hectáreas de montede la Provincia de Alava, que estánafectadas por un uso y aprovecha­miento agropecuario-forestal man­comunado o proindiviso y poseencomo titulares domin icales a pueblosy/o ayuntamientos, totalizan alrede­dor de un sexto de la superfic ie fo­restal provincial, aproximadamente

unas 30.000 hectáreas, y abarcan auna cuarta parte de los montes ca­talogados.

En fin, las comunidades de montesrepresentan una forma de organiza­ción del aprovechamiento de los re­cursos naturales, sin cuyo concursoresulta difícil conocer de forma com­pleta el cuadro institucional alavés,así como desarrollar una gestión co­rrecta de los recursos forestales ala­veses.

La vec indad en el pueblo, llave de acceso a los bienes yaprovechamientos comunales. Rebaño de ovejas en Olae­ta (Aramaiona).Foto: Gerardo López de Guereñu.

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2. ORIGEN Y CLASES DECOMUNIDADES DE MONTES

La concurrencia de entes localesalaveses en la proindivisión del apro­vechamiento y propiedad de recur­sos silvopastoriles se ha producido através de diferentes procesos histó­ricos . Estos distintos procesos his­tóricos de acceso a la comunidad debienes, sin que suponga alteracio­nes esenciales en los rasgos jurídi­cos de la proindivisión, provocó , sinembargo, la aparición de diferenciasorganizativas y lingüísticas, lo queha dado lugar a una riqueza de for­mas en la explotación de los recursosforestales bajo la fórmu la de la co­munidad de montes.

El origen de parte de las comun i­dades de montes alaveses estuvo re­lacionado con una econom ía fun­damentalmente pastoril , que arrancade siglos atrás. Desde tiempos pre­históricos, los ganaderos, integradosen distintas organizaciones socialesprimero gent ilicias y, poster iormente,territoriales, confluyeron en el apro­vechamiento y posesión de montesy sierras. El uso ininterrumpido diolugar a que los entes sociales, here­deros de los grupos sociales primiti­vos, fueron adqu iriendo una serie dederechos sobre los patrimonios terri­toriales compartidos que cristaliza­ron en una comunidad de dom inio yaprovechamiento tras una evolucióngradual y pacífica o después de con­flictos resueltos por la vía jurídica(convenios, sentenc ias judiciales,etc.).

En los terrenos de estas comun i­dades de montes, son bastante nor­males los enterramientos funerariosprehistóricos y antiguos. Asimismo,desde las épocas en que se tienennot icias histór icas documentadas,los entes locales comuneros han es­tado const ituidos como unidades so­cialmente diferenciadas y físicamen­te deslindadas . En este grupo, se in­cluyen comunidades de monte comolas de las Sierras de Guibijo, Badayae Izquiz alto y bajo, estas últimas de­saparecidas, la Parzonería Generalde Guipúzcoa y AlavaenAlzania,a lzay Urbía y las otras de Encia-Iturrieta.

Otro grupo de comun idades demontes tuvo su orígen en los méto­dos de repobl ación del territo riopuestos en marcha con la Recon­quista y posterior organización de losterr itor ios ocupados ante riormentepor los árabes. La reorgani~ación

del territorio y de los asentamientosde poblac ión , acometida a partir detales hechos, estuvo basada en lacreación de villas y hermandades,surgidas en ocasiones sobre estruc-

turas territoriales ya vigentes comolos valles.

El proceso de creación de villas,radicado en estrategias po líticasconcretas, bien monárquicas o se­ñor iales , respon dió consecuente­mente a objetivos claramente defini­dos en relación a la distr ibuc ión de lapob lación en el territorio, a la dina­mización económica y social del en­torno , así como a la ordenación/su­bord inación políticas del medio ruralcircundante. Las aldeas de un valleque jurídicamente eran iguales y so­lamente divergían en conten idosfuncionales, entre los siglos XII alXIV, estuvieron sometidos a proce­sos de jerarquización subordinación,concediendo a una de ella la carta devilla y convirtiéndola en cabeza ca­pitalidad de parte o de todas ellas. Enunos casos, la concesión de villazgovino a refrendar y consolidar el di­namismo económ ico y social de al­deas, que ya destacaban sobre elresto. En otros , prevalecieron otroselementos como local izaciones geo­gráficas privilegiadas , potenciaciónde actividades económicas (indus­triales, comerc iales, etc.), situaciónde frontera , protección de la vida depersonas , etc.

La concesión del fuero de villa su­puso la aplicación de un estatus ju­rídico a una entidad local. cuya po-

Los mojones actúan co mo indicador es de los limites delos pueblos. Mojón de los Montes de Vitoria en su divisoriacon el Condado de Treviño.Foto: Mikel Arrazola.

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Junta de la Comun idad de la Sierra de Badaia en la Casade Asquegui que se reúne anualmente el13 de Junio.Foto: Mikel Arrazola.

el Valle o son limítrofes entre sí, pu­diendo pertenecer o no al mismo va­lle o ayuntamiento. El origen de estascomunidades ha venido dado por eluso y posesión continuadas sin tenerrelevancia en ello la adscripción delos pueblos comuneros a un deter­minado ente local superior, sea valle,hermandad, villa, etc. En esta clasede comunidades se encuadran lasComunidades de Altube, la de la Sie­rra de Arcamo, la de la Consierra deArcena, la de Yarto, la de Itesasi, lade Ilarra, la de Quilchano, la de Oca­ramendi, la de Ugarana, etc.

El concepto de propiedad, talcomo se entiende actualmente, al­canzó su plena conformación y ex­tensión en el siglo XIX. Las comu­nidades que disponen de títulos fe­hacientes que acrediten sus dere­chos dominicales, son escasas. Lamayor parte de las comunidades demontes han adquirido el derecho depropiedad a partir de una demostra­da posesión secular e ininterrumpi­da. La posesión es un elemento que,en una y otra forma, está presente enlos distintos tipos enunciados paralas comunidades de montes. La or­ganización del territorio ha incididoen la confirmación documental de losderechos posesorios (carta fuero)y en la composición y ámbito de lospueblos beneficiarios (valles).

Las diferencias y matices compro­bables en las comunidades de mon­tes no se agotan en lo hasta aquídicho, sino que, además, las comu­nidades de montes de la parte ala­vesa, confinante bien con Guipúzcoao bien con Navarra, presentan unasformas específicas de organizacióny denominación lingüística. En lassierras de Alzania, Olza, Urbía y En­cía, las comunidades de montes to­man la forma de Parzonerías mien­tras que, en las sierras de Codes yLoquiz, son conocidas por Face­rías. En este sentido, además de laParzonería General de Guipúzcoa y

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blación se pretendía fomentar me­diante la asignación de los recursosnecesarios para el desenvolvimientoóptico de las bases de riqueza eco­nómica. En este sentido, el rey be­nefició a las villas con la concesiónen plena propiedad de patrimonio te­rritoriales destinados a cubrir las ne­cesidades forestales y ganaderasdemandadas por la población asen­tada en las mismas. La concesión deeste tipo de bienes a una villa con­formada plurinuclearmente, a la villaya los pueblos rurales de su jurisdic­ción, dio lugar a la formación de co­munidades de montes, llamadas eneste caso comunidades de villa y sie­rra. A este tipo de comunidades co­rreponden la Comunidad de la Anti­gua Villa y Tierra de Laguardia enSierra Cantabria, el monte Sotos yVargas, propiedad de Salvatierra yde Alangua, Arrizala, Eguileor y Opa­cua, pueblos anejos a la misma, y losMontes Altos de los Ayuntamientosde Villarreal y Vitoria, entre otros.

Los territorios rurales, no integra­dos en el perímetro ocupado poruna villa, tras concesión real comorecompensa a la colaboración pres­tada en las acciones militares de laReconquista, pasaron a depender enbuena parte de la nobleza bajo la fi­gura del señorío. Estas concesionesreales no implicaron necesariamenteuna ruptura con la imperante orga­nización del territorio, manteniéndo­se en muchos casos el valle comoestructura terr itorial de encuadra­miento político-institucional.

De este modo, los diferentes pue­blos del valle, como secularmentehabía venido sucediendo, pudieronsegu ir aprovechándose con junta­mente de los recursos silvopastora­les de las montañas y sierras de suentorno próximo. La secular pose­sión se tradujo en propiedad , cons­tituyéndose una comunidad de mon­tes, cuyos titulares beneficiarios erancada uno de los pueblos histórica­mente integrantes del Valle. A estetipo de comunidades pertenecen laspropiedades forestales del Valle deLaminoria en la sierra del mismonombre, las dos de los valles de Zuyay Cigoitia en el Gorbea, la de Valde­rejo, etc.

Desde el punto de vista del origen,un nuevo tipo de comunidades demontes viene constituido por aqué­llas constituidas por pueblos , colin­dantes entre si o situados al pié deuna determinada montaña o sierra,pero en vertientes contrapuestas ,que coincidieron en el aprovecha­miento y posesión de la misma. Estospueblos , en ocasiones, han formadoparte de una sub-unidad dentro de launidad de conjunto configurada por

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Alava, enclavada en la sierra de AI­zania, Olza, Urbia y la Parzoneria Ge­neral de Encia en la Sierra Encia-Itu­rrieta, caben ser mencionadas las fa­cerías de Gastiain con los pueblosalaveses de Alda, Ullibarri Arana yContrasta en la Sierra de Loquiz y lafacería del pueblo navarro de Zúñigacon Santa Cruz de Campezo en laSierra de Codes, sierra en la que, asímismo, está localizada la «cornune­ría» o comunidad de montes de Her­nán Ruiz integrado por Bernedo(Alava) y la población Meano y Ma­rañón, pueblos navarros.

3. ETAPAS HISTORICAS DE LASCOMUNIDADES DE MONTES

Las comunidades alavesas demontes, dentro de la dinámica y laevolución histórica específica a cadauna de ellas, han recorrido o se en­cuentran en un estadio determinadode un proceso histórico, cuyos ras­gos generales son ya conocidos, almenos, en parte.

La etapa más antigua correspon­dió a una situación, en la que la co­munidad de montes regulaba su fun­cionamiento y la explotación del pa­trimonio silvopastoril por medio deun derecho no escrito, basado en lacostumbre y trasmitido de genera­ción en generación. El uso y explo­tación de los recursos silvopastorilesestuvo marcado por una libertad ab­soluta y total en toda clase de apro­vechamientos.

Algunas comunidades alavesasdemontes, tal como se desprende de ladocumentación histórica disponiblesobre la misma, que, en su mayorparte, es bastante moderna, habíanperdido o modificado las notas pri­migenias apuntadas para la EdadMedia. Así, en la época bajo medie­val y por lo que respecta a la estruc­tura organizativa de lascomunidadesde montes, se situa la vertebracióninstitucional de las Parzonerías lla­madas grandes (Parzonería generalde Guipúzcoa, Alavay Parzoneríage­neral de Encia) al dotarse de ele­mentos organizativos que, a travésde la creación de la Junta de Parzo­nería y de unas reglas mínimas defuncionamiento, dieron a las mismasuna personalidad propia y diferencia­da de sus miembros parzoneros.

Además, por documentación delos siglos XV, XVI Y XVII , puede com­probarse cómo algunas comunida­des de montes adquirieron una ver­tebración institucional y procedierona aprobar unas Ordenanzas de Mon­tes a modo de recopilación escritadel derecho consuetudinario valida­do en la práctica tanto por lo que se

refiere al contenido y atribuciones delos cargos personales y elementosorganizativos colectivos, como a laregulación de determinados aprove­chamientos.

La regulación productiva preten­día hacer frente a aprovechamientosabusivos, tratando con ello de pre­servar la reproducción natural de re­cursos imprescindibles (madera,agua, grana) para la población de­rechohabiente o, simplemente, paragarantizar el disfrute igualitario de losmismos. El incumplimiento de la re­gulación establecida se castigaba enbase a las penas establecidas en laordenanza conforme a un procedi­miento verbal instruido por los car­gos y entes de laComunidad de Mon­tes que gozaba de competencias enmateria de jurisdicción en el ámbitoterritorial comprendido por la propie­dad de la misma.

Comunidades de montes, queaprobaron sus respectivas ordenan­zas de montes en el siglo XV, fueronlas siguientes: Consierra de Arcena(1509), Comunidad de San Andrés(1529), Basaude (1545), Comu­nidad de Lauría (1 546), Altube(1550), Arbina (1552), Izkiz bajo(1553 , 1584), Ramuza (1568),Quilchano (1575), Badaya(1579), etc. Al siglo XVII corres­ponde las ordenanzas de montes delas comunidades de la Sierra de Gui­bija (1601), Izkiz alto (1 612) y mo­dificaciones de las ya aprobadas an­teriormente como suced ió entreotras con las comunidades de Ba­daya (1626) y Basaude (1660). DelXVIII datan las ordenanzas de lasComunidades de Arboro (1706),Abernaboa (1718), Maduraita(1728), San Bernabé (1732),Lauribaso (1 744), Erepia (1758),Jaundel (1 760), Ubarana (1788),etc., así como revisiones de otrasaprobadas en siglos anteriores, cir­cunstancia que afectó, por ejemplo,a la Consierra de Arcena (1785).

La vertebrac ión institucional, laaprobación de las Ordenanzas deMontes, la regulación organizativo­productiva contenida en las mismas,etcétera, supuso la introducción deuna serie de aspectos que sirvieronpara mejorar el funcionamiento y ga­rantizar una explotación racionaliza­da de los recursos silvopastoriles deaquellas Comunidades de Montesque procedieron a realizar tales no­vedades. Los cambios introducidos,sin embargo, no alteraron una liber­tad vecinal en el aprovechamiento, sise quiere ya no absoluta sino relativapara determinados usos producti­vos, y, en último término, se produ­jeron sin variación sustancial de tra­diciones y costumbres seculares ni

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cortapisa alguna en la autonomía defuncionamiento por las que se de­se nvol vieron las Co mu nidades deMontes y sus respectivas Juntas. Encualquier caso, se debe tener encuenta que los camb ios apuntadosse dieron solamente en determina­das Comun idades de Montes quepueden considerarse casos repre­sentat ivos y escog idos de los mis­mos pero no representan un númerocuan titativamente importante de lasmismas.

La segunda mitad del siglo XVIII

se correspo nde con una nueva etapahistórica marcada por los primerospasos en la transformación de la or­ganización consuetudinaria de lascom unidades de montes. La con­fluencia de factores tanto internos(prácticas vecinales abusivas y con­trol de los aprovechamientos fores­tales por medio de las Juntas de Co­mun idades con vistas a beneficiarsedirectamente de la expans ión expe­rimentada por la demanda de pro­ductos modurables) como externos(intervención del Estado y, en elcaso de Alava, por ser Territorio foral,de la Diputación Provincial, con el finde preservar intereses de ámbito na­cional como era el suministro de ma­dera destinada a la construcc ión na­val) desembocó en una crisis del sis­tema cons uetudinario y estructurainstitucional vecina l de las com uni­dades de montes , presentandocomo rasgo más interesante un sis­tema intensivo tanto en plantacionescomo en cortas forestales.

Con el Reglamento para el cuidadoy conservación de montes y tontsies,aprobado en las Juntas Generalesde la Provincia celeb radas el 11 dejul io de 1784 y confirmado por RealProvisión de 12 de noviembre de

1793, que, en el caso de AJava, vinoa ser la aplicación a su territorio delas ordenanzas generales de Montesde 7 de diciembre de 1748, se im­plantó la fiscalización técnico-admi­nistrativa de las cortas de arbolado yla absorción de atribuciones en ma­teria penal por parte del Diputado Ge­neral en cuanto Juez y Sub-dele­gado de Montes de Alava, lo que su­puso la base legal para la abo liciónde la libertad vecinal de corta, la re­baja de atribuciones en las compe­tencias jurisdiccionales de órganospersonales y colectivos y, en defini­tiva, una vía de urgerencia de po­deres externos en la vida organizati­va y produc tiva de las Comun idadesde Montes.

La instauración y desarrollo de laRevolución burguesa a lo largo delsig lo XIX conll evó una profundatransformac ión política y socioeco­nómica, a la que hubieron lógica ­mente que adaptarse las Comun ida­des alavesas de monte en su entra­mado organ izativo, product ivo y ju­rídico, abriéndose una nueva etapahistórica todavía sin culminar en to­dos sus aspec tos.

La Revolución liberal burguesa re­presentó la consolidación y culmi­nación de las tendencias apuntadaspara la etapa anterior en lo que res­pecta al conten ido y atribuc iones delos órganos personales y colectivosde las Comun idades de Montes ya laestructura organ izativa de las mis­mas. La Diputación de Alava asumióel cont rol, la inspección técnico-eco­nómica y la guardería de las produc­ciones silvopasto riles de los montes.Los cargos tradicionales de las Jun­tas de las Comunidades de Montes(montaneros, Alguac iles Merinos,Jueces Conservadores, etc.) per-

18Saca de leñas foguerales en Garbea. Foto : Mlkel Arrazola.

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El pastoreo es el uso producti vo predominante de comunidades de montes en sie rrascomo la de Badaia . Foto : G. Lz. de Guereñu.

dieron sus atribuciones jurisdiccio­nales y. en el caso de no ser supri­midos, pasaron a estar ocupados poralcaldes de municipio o regidores depueblos. Los usos vecinales, parti­cularmente los relativos a los apro­vechamientos forestales, fueron pro­gresivamente abolidos por manifes­tarse incompatibles, dada la relaciónexistente entre población y recursos,con la conservación del arbolado.

El modelo de propiedad territorialpromovido por la Revolución burgue­sa, cuya característica más funda­mental consistió en la plena capaci­dad dispositiva sobre la totalidad delbien poseído por parte de un titularindividual, estaba reñido con todasaquellas prácticas consuetudinariasy modelos de apropiación del terri­torio, en los que subyacian la amor­tización, la pluralidad en la titularidady la división en el dominio sobre losproductos obtenidos de la explota­ción agraria, rasgos todos ellos reu­nidos por las comunidades de mon­tes.

Respecto al patrimonio de pueblosy municipios, el Estado liberal defen­dió diferentes estrategias pero todasellas orientadas a la consecución delobjetivo central de su reforma agra­ria: la propiedad libre, plena e indi­vidual de la tierra. La medida políticapor excelencia en esta materia fue ladesamortización, pero allá donde re­sultó difícil su aplicación, el Estado ydemás instituciones públicas supra­locales se conformaron con disolverla proindivisión dominical.

Al margen de la legislación desa­mortizadora aprobada en Cortes, laAdministración dictó una serie denormas administrativas de rango in-

ferior por las que ordenó la venta delos bienes propios y la partición delos bienes comunales pertenecien­tes a comunidades de ciudad y tierra,villa y tierra, o, simplemente, de tierrapor la fórmula de común acuerdo. Laventa de los bienes de propios de es­tas instituciones locales, a las que setachó de organismos anticonstituCio­nales,vino regulada por laRealOrdende 31 de mayo de 1837 y la particiónde las propiedades proindivisas delas mismas estaba ordenada por laReal Orden de 22 de diciembre de1840.

Con el argumento de que la co­munidad era fuente de conflictos ymotivo de abandono productivo, losentes públicos supralocales orienta­ron su actuación a la promoc ión dela división de los aprovechamientos,con lo cual la comunidad perdió con­tenido y vida, y, en lo posible, a ladivisión de la propiedad del suelocon vistas a consegu ir que cada pue­blo o muncipio dispusiese como úni­co dueño de una superficie forestalseparada y distinta. El lema..una pro­piedad, para una persona» o "unapropiedad , un propietario», recogi­dos por el Código Civil francés,se tra­ducía por lo que respecta a la pro­piedad forestal concejil en: ..montepara cada pueblo o municipio».

Las medidas de ámbito generalcomentadas fueron confirmadas yadaptadas a las especificidades lo­cales de cada Provincia por sus res­pectivas Diputaciones . Así, en elcaso de la Provincia de Alava, lasJuntas Generales, en las sesionesdel mes de noviembre de 1859, apro­baron la supresión de Parzonerlas,Comunidades y demás corporac io-

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nes encargadas de la administraciónde los montes así como la agiliza­ción en la conc lusión, impulso y pro­moción de los expedientes tramita­dos por división del arbolado de co­munidades de montes .

La primera medida no resultó ope­rativa pero la segunda dio pie a unproceso largo, que se prolongó hastafinales del XIX, y de notable impor­tancia ya que, por lo menos, unas se­senta comun idades de montes, algoasí como un tercio de las existentes,entre las que se encont raban la Par­zonería General de Encía (1 859),Armuru (1860), Lauribaso (1 861),Parzonería de Itu rr ieta (1861),Bengobasoa (1862), Ancobaso(1862), Sierra Salvada alta (1 862),Lamin oría (1863), Maduraita(1 868), Izkin alto (1 870), Basau­de (1890), San Bernabé (1894),Altube (1896), etc., dividieron entresus propietarios comuneros el arbo­lado aprovechado hasta entonces deforma proindivisa.

La Revo luc ió n bu rguesa com­prende un paquete de medidas agra­rias que no se agotan en las trans­formac iones en el ámbito jurídicosino que abarcaron también los as­pectos técnico-económicos de laproducción agraria. La reforma agra­ria burguesa, por tanto, no cons istesolamente en la consagración del ré·gimen individual de la propiedad sinoque también encerró un determinadomodelo econó mico basad o en elmercado, y una serie de nuevos sis­temas y técnicas de producción queintervienen a modo de soporte y ve­hículo del esquema general liberalde cambio agrario.

La introducción y penetración delas relaciones de mercado en la es­fera de las relaciones de mercado re­presentó la crisis de las costumbresy normativas vecinales de aprove­chamiento de productos forestalespero no llevó pareja la aplicac ión delos principios y técnicas productivasde las ciencias forestales. Intentosde someter las talas a reglas daso­cráticas, la regeneración forestal me­diante acotados , la experimentacióncon diferentes coníferas y, en fin,propu estas de actuación orientadasa la compatibilización de rendimientoeconómico y conse rvación forestalson conocidas para la segunda mitaddel siglo XIX. Desde esta perspecti­va, puede hacerse mención del Pro­yecto de Administración, Régimen eInspección de los Montes de la Par­zonería de Encia, vigente en el pe­ríodo 1848-1859, según el cual el ar­bolado quedaba dividido en diez por­ciones y las talas se concentraban deforma rotativa en uno de ellos por eltiempo de un decen io, o la política

forestal emprendida por los sesentadel siglo XIX destinado a reforzar elproceso natural de colonización delpino silvestre de terrenos anterior­mente poblados por el hayedo en laSierra de Arcena. Todas ellas son, sinembargo, intervenciones limitadasen el tiempo o el espacio abarcando ,pudiéndose interpretar como tími­das y puntuales medidas de trans­formación técnico-económicas de laproducción forestal de las Comuni­dades de Montes.

De cualquier modo , en la historiaforestal, el siglo XIX se correspondecon una etapa de intensa desfores­tación. Las comunidades de montesalavesas se vieron también inmersasen ese proceso con intervención deparecidas o iguales causas: el pas­toreo excesivo, particularmente decabras, los incendios, las cortas sinsujeción a regla desonómica algunaejecutadas por parte de los pueblos,acuciados por las deudas contraí­das con motivo de guerras, las pla­gas forestales, etc.

La introducción de las relacionesde mercado y de las transformacio­nes técnico-económicas en los sis­temas y técnicas de aprovechamien­to forrajero del monte se produjerona un ritmo y con intensidad menoresal arbolado. Por algún dato como laconstitución de una asociación entrelos ganaderos disfrutantes de lospastos de Sierra Salvada alta en 1846con vistas a la mejora de la raza va­cuna, de cuya andadura nada se co­noce, puede apuntarse que hubo in­tentos aislados de mejora pastoril.La gestión de los pastos se mantuvodentro de un modelo tradicional deaprovechamiento tanto en cuanto acondiciones de acceso (ganado li­bre de cuotas y con total movilidadgeog ráfica) como en cuanto a téc­nicas de aprovechamiento (pasto­reo extensivo forzadamente deam­bulante por una decrec iente y bajafertilidad de las praderas naturales).

En este contexto de máximo apro­vechamiento del pastizal sin preo­cupación alguna por la reproduccióndel mismo y por la preservación desu calidad y valor nutritivos, al quehay que sumar la comisión de frau­des y abusos en el aprovecham iento,la segunda mitad del siglo XIX y pri­mer tercio de xx coincidieron en lascomunidades de montes con losconflictos entre pastores de ganadolanar con los de vacuno. La necesi­dad de mantener un equilibrio entrelos pastos estivales de montaña y elcenso ganadero y el criterio de darprioridad al ganado mayor o «gana­do de villa»se concretaron en una se­rie de medidas como límites en elnúmero de cabezas con derecho a

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pastos, acotados, recargos por so­brepasar los límites establecidos,cuotas de pasturación, etc.

Medidas como el establecimientode topes al ganado con derecho apastos gratuitos, la imposición de re­cargos y el establecimiento de canonde pasturación, inicialmente, aplica­das al ganado ovino acabaron porextenderse también al ganado rna­yor. Así, la Parzonería General de En­cia, que había limitado el número decabezas de ganado ovino con dere­cho a pastos en 1855 y les había im­puesto un recargo de pasturación en1894, aplicó tales medidas al ganadomayor por las ordenanzas de 1928en base a los cuales todo ganado ,mayor y menor, estuvo sometido alimitaciones en el número de cabe­zas exentas y en el pago de cuotasde pasturación.

La declaración de utilidad públicay consiguiente inclusión de buenaparte de las comunidades alavesasde monte en el Catálogo ProvincialdeMontes de Utilidad Pública (1900)conllevó para ellas la excepción de ladesamortización y la asignación deun estatus jurídico especial que lepreservaba de posibles actuacionesabusivas, así como consagraba lainspección técnico-facultativa sobrelas mismas por el Estado, asumidasen el caso concreto de Alava por laDiputación Foral de Alava.

Los núcleos de población integra­dos en una unidad de ámbito mini­comarcal o comarcal (villas y tierra,hermandades, etc.), por una serie defactores políticos , hacend ísticos ,sociológicos, etc., en un proceso ini­ciado en el XVI y proseguido en lossiglos siguientes, se desgajaron delente-matriz, adquiriendo un términopropio con su correspond iente juris­dicción ordinaria y con una perso­nalidad político-administrativa dife­renciada.

Este proceso de desmembraciónexperimentado por los entes mini-co­marcales, incluso comarcales, de re­presentación y organización políti­co-administrativa, que representa­ban valles y villas, se lleva a cabo porlo general sin proceder al reparto delos bienes proind ivisos de uso sitvo­pastoril, creando una situación de va­cío y desfase institucional al quedarsuprimidos los canales organizativosque encuadraban a las diferentes en­tidades congozantes por la desinte­gración territorial de la entidad terri­torial titular de los mismos. Esta si­tuación afectó, por ejemplo, a lospueblos riojanos de Cripán, Lancie­go, Elvillar, Moreda de Alava, Oyón,Yécora, Baños de Ebro , Elc ieg o,Leza, Navaridad, Samaniego, La­guardia y Lapuebla de la Barca,

miembros de la Antigua Villa y Tierrade Laguardia respecto a la Sierra deCantabria y, en igual caso, se encon­traron los municipios cantábricos deAmurrio, Ayala, Lezama y Oquendoy la Junta de Ordunte , que integra­ban la Antigua Hermandad de Ayalarespecto a la Sierra Salvada o Zal­duondo, componente de la desapa­recida Hermandad de Asparrena,respecto a las participaciones deésta en las Parzoneríasde Guipúzcoay Alava y en la General de Encia.

La salida a los problemas surgi­dos por este motivo ha consistido enla constituc ión de una Junta y en laredacción de Ordenanzas de Montesreguladoras tanto del funcionamien­to de aquéllas como de los aprove­chamientos silvopastoriles, lo que hasido puesto en práctica por laAntiguaHermandad de Ayala en 1932 y porla Antigua Comunidad de Villa y Tie­rra en 1957 tras el fallido intento de1894.

La siguiente etapa, en la que, ac­tualmente, están inmersas las co­munidades de montes. está marcadapor un cambio de tendenc ia en lagestión productiva de las mismas. Elgiro señalado, que ha supuesto laculminación de actuaciones previasde carácter limitado y puntual, acae­cidos con anterioridad a los añostreinta de este siglo, empezó a serpercept ible desde los años cincuen­ta y, claramente, a partir de los se­senta. Asimismo, las transformacio­nes ju rídicas , introdu cidas en elsiglo XIX en el régimen de propiedadproindivisa, plantearon una serie deproblemas que se manifestarán entoda su dimensión a lo largo delsiglo xx y, más particularmente , des­de los años cincuenta.

La expansión y desarrollo econó­mico experimentados por la econo­mía alavesa a partir de los años cin­cuenta y sesenta, tuvo su traducciónen las zonas rurales en la pérdida depoblación y mano de obra agrícolas,en la intensificación de los procesosde cambio agrario, mereciendo aquíuna mención especial la mecaniza­ción agraria y la definitiva integracióndel campo alavés en el sistema ca­pitalista de producción y modos ur­banos de vida. El descenso de la car­ga productiva sobre el monte ha de­rivado en un desarrollo espontáneode la vegetación arbustiva, produ­ciéndose una evolución natural haciasu poblamiento forestal. Los pue­blos, con el objeto de obtener recur­sos con los que financiar las obrasnecesarias para dotarse de los mí­nimos equipamientos colectivos, hanoptado por una política de foresta­ción y explotación intensivas, orien­tación productiva que, en ocasiones,

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no concuerda con la orientación ele­gida por labradores residentes en losmismos o en los colindantes, entran­do en contradicción con determina­das prácticas agrícolas y ganaderasy surgiendo diferentes expectativasproductivas, cuyo adecuado plantea­miento discurre forzosamente por laordenación forestal.

La partición del arbolado excluyóde la propiedad y explotación proin­divisas al aprovechamiento de mayorvalor económico. Esta exclusión su­puso una disolución de los conteni­dos comunitarios , cuyos primerosefectos comenzaron a notarse en lagestión administrativa de las Comu­nidades de Montes, manifestándoseen un descenso de los recursos eco­nómicos manejados por las mismasy traduciéndose finalmente en unareducción de la vida comunitaria(reducciones, contactos periód i­cos) de las Juntas de Comunidadesde Montes.

Las divisiones del arbolado aun­que, inicialmente, simplificaron la ad­ministración de las comunidades demontes, a medio y, sobre todo, largoplazo, complicaron la gestión de lasmismas por los conflictos de usossurgidos por la división en la titulari­dad de los aprovechamientos. En losdocumentos , se hizo constar que ladivisión afectaba al arbolado, per­maneciendo en común los aprove­chamientos del suelo. Al dividirse lasmasas arboladas existentes pero noregularse las condiciones de su fu­turo crecimiento en los terrenos cal­vos de las porciones de terreno asig­nadas, estas divisiones, cuando seha tratado de proceder al fomento fo­restal por la vía de regeneración na­tural o por lade repoblación, han pro­vocado la aparición de conflictos se­gún las diferentes expectativas deuso que, sobre los mismos, soste­nían los agentes interesados en laganadería o en la silvicultura.

La salida entrevista para estascuestiones ha sido la división delsuelo con el objeto de refundir en unespacio único la diversidad de titu­laridades jurídicas existentes y, portanto, adjudicar a cada pueblo co­munero un trozo de monte para suexclusiva propiedad. De este modo,se completaba el proceso iniciadopor la división del arbolado que, sien­do un paso parcial, trató de resolverla problemática más importante plan­teada a las Comunidades de Montescomo las de la Sierra Cantabria, Sie­rra Salvada, Sierra de Encia-Iturrietahan debatido el asunto sin llegar por

ahora a tomar decisión alguna. Sinembargo, en torno a partir de los se­senta, la división del suelo tuvo ciertaaplicación en las comunidades demonte de la Montaña Alavesa, bienpor la materialización práctica de losacuerdos de partición tomados a fi­nales del XIX, caso de la comunidadde montes de Izkiz bajo, que lo ha­bía hecho en 1889, o bien por di­solución entonces acordada, cir­cunstancia que, por ejemplo, afectóa la comunidad de Bengobasoa, enla que habían participado histórica­mente Antoñana, Oteo y Silbando.

Quizá, el aspecto más relevante ala vez que indicador del cambio detendencia apuntado en las comuni­dades de montes a partir de los añoscincuenta es la política de recupe­ración forestal por ellas emprendidacon el asesoramiento técnico delServicio de Montes de la DiputaciónForal. Las plantaciones de especiesforestales de crecimiento rápido convistas a la colonización forestal de te­rrenos desarbolados se realizaron enterrenos a comunidades de montescon anterioridad a 1950, pudiéndosecitar, entre otras, las repoblacionesde las sierras de Garbea (1923,1930, 1931), Cantabria (1925), AI­tube (1929) , Apota-Ubarrundia(1929), Sierra de Elguea (Ozaetabajo, Elorduizábal, 1932) pero va aser en torno a esos años cuando lareforestación de terrenos de comu­nidades de montes adquirió conti­nuidad, ritmo y volumen, llevándosea cabo repob lac iones en Garbea(1952-53, 1968-69, 1975), Toloño(1947-51, 1980), Altube (1955),Sierra de Laminaría (1958), Sierrade Elguea (1959,1962, 1964-65,1975), Sierra de Encia (1967-68).

La apuntada evolución históricacon sus diferentes etapas, y en par­ticular la última, debe ser considera­da como el resultado de la observa­ción de hechos importantes por susignificado pero no necesariamentepor su extensión cuantitativa. Lasetapas consideradas han servidopara marcar tendencias y procesos,que no se agotan en la etapa de re­ferencia sino que pueden habersedado antes y después de la misma:todavía hoy en día pueden encon­trarse comunidades de montes queno disponen de elementos institucio­nales u organizativo alguno, o co­munidades, que no han introducidonovedad alguna en el modelo tradi­cional proindiviso de propiedad yuso, o comunidades que no estáncatalogadas, etc.