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LA FALANGE FEMENINA Y CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD DE GÉNERO DURANTE EL FRANQUISMO Sofía Rodríguez López Universidad de Almería En este trabajo pretendo realizar un análisis acerca del modelo de encuadra- miento que el régimen franquista implantó entre las españolas tras su victoria en la guerra civil, y del proceso de construcción de la imagen característica de la mujer nacional-sindicalista, por contraposición al “hombre del Movimiento” y a las “otras”: “rojas” y “extranjeras”, fundamentalmente. La intención principal de este proyecto es estudiar la transición de la democra- cia republicana a la dictadura a través de las mujeres, y el concepto de “feminidad” ideado para ellas durante la autarquía: el correspondiente a una mujer falangista, pero sobre todo, católica y tradicional. Cuando el país salió de su “estado de cuarentena”, el prototipo femenino que quiso imponerse y exportarse era, en cambio, el de una mujer moderna que tenía que adecuarse a los cambios operados por la liberalización económica. Este carácter acomodaticio de la identidad de género tiene un gran interés para la historiografía del franquismo y la investigación cultural y de las mentalidades, en 483 Carlos Navajas Zubeldia (ed.), Actas de IV Simposio de Historia Actual, Logroño, 17-19 de octubre de 2002, Logroño, Gobierno de La Rioja. Instituto de Estudios Riojanos, 2004, pp. 483-504. ISBN 84-95747-77-4.

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Artículo de la historiadora Sofía Rodriguez que analiza la construcción de la identidad de género en la Sección Femenina.

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  • LA FALANGE FEMENINA Y CONSTRUCCIN DELA IDENTIDAD DE GNERO DURANTE EL

    FRANQUISMO

    Sofa Rodrguez LpezUniversidad de Almera

    En este trabajo pretendo realizar un anlisis acerca del modelo de encuadra-miento que el rgimen franquista implant entre las espaolas tras su victoria en laguerra civil, y del proceso de construccin de la imagen caracterstica de la mujernacional-sindicalista, por contraposicin al hombre del Movimiento y a lasotras: rojas y extranjeras, fundamentalmente.

    La intencin principal de este proyecto es estudiar la transicin de la democra-cia republicana a la dictadura a travs de las mujeres, y el concepto de feminidadideado para ellas durante la autarqua: el correspondiente a una mujer falangista,pero sobre todo, catlica y tradicional.

    Cuando el pas sali de su estado de cuarentena, el prototipo femenino quequiso imponerse y exportarse era, en cambio, el de una mujer moderna que tenaque adecuarse a los cambios operados por la liberalizacin econmica.

    Este carcter acomodaticio de la identidad de gnero tiene un gran inters parala historiografa del franquismo y la investigacin cultural y de las mentalidades, en

    483Carlos Navajas Zubeldia (ed.), Actas de IV Simposio de Historia Actual, Logroo, 17-19 de octubre de 2002,Logroo, Gobierno de La Rioja. Instituto de Estudios Riojanos, 2004, pp. 483-504.ISBN 84-95747-77-4.

  • el marco de las transiciones polticas operadas en este pas durante el siglo XX1. Porello, incidimos en la necesidad de historiarlo a travs del anlisis del discurso delas publicaciones peridicas de la organizacin, como Consigna o Medina; de sudocumentacin interna; la prensa oficial del Movimiento en Almera (nuestro par-ticular laboratorio de observacin), y las entrevistas a dos generaciones de mujeres:las de los aos fundacionales y las del ltimo trnsito a la democracia2.

    1. LA EVOLUCIN DICTATORIAL Y LA CONSTRUCCINDEL GNERONo descubrimos nada nuevo si decimos que el rgimen implantado tras la rup-

    tura social y poltica de la guerra civil espaola, experiment cambios significati-vos a lo largo de los casi cuarenta aos de su existencia; sin embargo, an existenreticencias para admitir la evolucin del prototipo de feminidad instaurado oficial-mente y, sobre todo, a la hora de valorar de forma objetiva el papel de las mujeresde Falange en esos cambios. Si nos atenemos a la naturaleza de la dictadura fran-quista, en clara oposicin a las reformas emprendidas por los gobiernos republica-nos y, especialmente contrarrevolucionario respecto a las medidas econmicas ypolticas de urgencia blica, tenemos que matizar an ms la forma en que se lleva cabo esa transicin del 39 al 40.

    Siguiendo las indicaciones del profesor CAZORLA, estamos de acuerdo en larestauracin social que se impuso durante la posguerra en la administracin delestado, a nivel local y, sobre todo, en las relaciones sociales de la vida cotidiana3.

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    1. Recogemos aqu los modelos de transicin local en Espaa: , MRQUEZ CRUZ, Guillermo, Los gobiernos locales en Almera:De la dictadura de Primo de Rivera a la normalizacin constitucional (1923-1931), en Actasdel V Congreso sobre el Andalucismo Histrico. Almera, 26, 27 y 28 septiembre 1991.Sevilla, Fundacin Blas Infante, 1993, 637-656.

    2. Cf. JULI, Santos, Los orgenes sociales de la democracia en Espaa, Ayer, n 15, 1994,165-188.

    3.

  • En estos marcos de lucha y convivencia, la vuelta a los esquemas caciquiles per-vivientes hasta la dictadura del general Primo de Rivera, parece evidente; es por elloque el periodo transicional propiamente dicho, se tratase ms bien de una recu-peracin del CONTROL absoluto: control econmico de los abastos (redes degobernantes, terratenientes e industriales), control poltico de la administracin(falangistas, tradicionalistas y monrquicos), control y coercin social (ejrcito,magistratura y rganos de seguridad del Estado), y control ideolgico de las almas(por la Iglesia catlica, fundamentalmente).

    En este contexto de los aos cuarenta, las fuerzas vivas del Nuevo Rgimen,es decir, los viejos caciques conservadores y los nuevos caciques del partido nico,iban a recuperar sus espacios de protagonismo, a expensas de las luchas internasentre gobernadores civiles y jefes provinciales del Movimiento. As, se territoria-liz de nuevo la poltica, los recursos de subsistencia, la cultura popular, los meca-nismos de expansin cvica y de ocio, etc., etc., acotando el acceso a los mismosmediante la radical divisin de la sociedad entre vencedores y vencidos (CASTI-LLEJO y VERA, 1996: 123-147).

    El papel que jugaron las mujeres tanto a nivel factual, como en el imaginariofranquista, iba a estar marcado, igualmente, por un clientelismo y una dependen-cia de viejas ideas patriarcales, as como por elementos renovadores, inspirados enlos fascismos europeos4.

    Por otra parte, para comprender la recreacin cultural de esa exquisita femini-dad, utilizamos el concepto de gnero de la norteamericana Joan W. SCOTT(1989: 81-99, 1990: 23-56), como . De este modo, la articulacin del gneronos aparecer representada en cuatro ejes distintos: simblico, normativo, socialparental, econmico, poltico y subjetivo-identitario, siendo un elemento funda-mental en la construccin del significado a travs del lenguaje; un lenguaje funcio-

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    con el pasado autoritario del liberalismo espaol>>, CAZORLA SNCHEZ, Antonio, Lavuelta a la historia: Caciquismo y Franquismo, Historia Social, n 30, 1998, 119-132.

    4. Vid. SNCHEZ LPEZ, Rosario, Mujer espaola, una sombra de destino en lo universal.Trayectoria histrica de la Seccin Femenina de Falange (1934-1974). Murcia, Universidadde Murcia, 1990 o MOLINERO, Carme, Mujer, franquismo, fascismo. La clausura forzadade un mundo pequeo, Historia Social, n 30, 1998, 97-118.

  • nalista y ajustado a la idea de dispositivo de sexualidad foucaultiana, como meca-nismo histrico de la microfsica del poder (FOUCAULT, 1995).

    Nuestra hiptesis de partida es que la Seccin Femenina de FET-JONS, rganoencargado del adoctrinamiento de las espaolas, recogi el testigo de asociacionespre-republicanas como la ANME o el Lyceum Club, convertidas en espacios desocializacin del feminismo catlico, burgus y conservador, aunque sus ideas fue-ran reaccionarias y fundadas en el falangismo ortodoxo, durante su primera poca5.Ms adelante, su espritu de supervivencia le hara cobrar un rol ms cercano alnacional-catolicismo, burocratizndose al comps del Rgimen, aunque la pervi-vencia de formas y ciertos esquemas ideolgicos de base, hicieron que se conside-rase como el reducto imbatible de la Falange joseantoniana.

    Varias autoras han insistido ya en el papel aglutinador de las asociaciones feme-ninas de derechas, frente a la disgregacin de las feministas de izquierdas, comouna de las causas del xito del sindicalismo catlico (NASH, 2000: 47-67; CERN,2000: 75-89; SCANLON, 1990: 83-100). A esta se unira el escaso inters obreris-ta por la participacin pblica de las mujeres, la influencia ideolgica de la Iglesiaen el apostolado seglar, as como la del discurso cientfico hominista y eugensi-co incluso entre los ms progresistas,... factores estos que coadyuvaron la dbil arti-culacin terica del feminismo ilustrado del que habla AMORS (1986: 41-54), eneste pas.

    Por otra parte, Manuel PREZ LEDESMA (1994: 173-193) ha insistido tantoen las causas internas como externas, que condicionaron los cambios fundamenta-les en la direccin de la poltica franquista a lo largo de su trayectoria. As, lamaniobra que condujo de la fascistizacin de la etapa azul de la dictadura6, a larecatolizacin consolidada como esencia del rgimen en la posteridad, obedecino slo a la situacin internacional tras la Segunda Guerra Mundial, sino tambinal agotamiento del papel de los falangistas tras la fase de implantacin; hecho que

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    5. Cf. JIMNEZ LOSANTOS, Encarnacin, Ideologa feminizadora en el franquismo, orge-nes y evolucin, Estudis dHistoria Contempornia del Pas Valencia, n 9, 1991, 77-100.

    6. Para una ampliacin del concepto de fascistizacin, vid. SAZ CAMPOS, Ismael, ElFranquismo, rgimen autoritario o dictadura fascista?, en TUSELL, Javier et alii, ElRgimen de Franco (1936-1975). Congreso Internacional, Madrid, mayo 1993. Tomo I.Madrid, UNED, 1993, 189-201.

  • se vi plasmado en la disolucin de la oposicin social y una sumisin total de lapoblacin, mediante la represin, el encuadramiento institucional y la propaganda.

    De este modo, despus de la ereccin del Rgimen a travs de las polticasde la victoria7, se desencadenara la fase de mantenimiento, en la que las muje-res jugaran, como siempre en este aspecto, un papel ms que relevante. De ah quela idea de fracaso en la socializacin pretendida por el Frente de Juventudes y laSeccin Femenina sea restringida, ya que estas instituciones cumplieron su funcinoriginaria en una primera etapa, cuyo limes situamos en 1945, dado el rol tan dis-tinto que luego les tocara desempear8.

    2. LA TRANSICIN DE LA GUERRA SANTA A LA PAZ DEFRANCO

    Las primeras integrantes de Seccin Femenina eran familiares de los fundado-res y dirigentes de la Falange, pero sobre todo, mujeres de la CEDA y la elite bur-guesa conservadora, vinculada primero a la Accin Patritica y luego a la AccinPopular, la Comunin Tradicionalista y a las Hijas de Mara, que tanto criticabanlos peridicos anticlericales durante la guerra9.

    Ese carcter clasista se evidencia en estas palabras de Eugenio Montes, pronun-ciadas con motivo del III Congreso Nacional, en 1939: 10.

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    7. Cf. CAZORLA SNCHEZ, Antonio, Las polticas de la victoria: la consolidacin del NuevoEstado franquista (1939-1953). Madrid, Marcial-Pons, 2000.

    8. , JIMNEZ LOSANTOS, Encarnacin, Ideologafeminizadora..., op.,cit., 84.

    9. Cf. QUIROSA-CHEYROUZE Y MUOZ, Rafael, Catlicos, monrquicos y fascistas enAlmera durante la Segunda Repblica. Almera, IEA, 1998. Asimismo, para el caso mala-gueo: BECERRA LPEZ, Mara Teresa, La Seccin Femenina de FET y de las JONS enMlaga (1937-1939), Jbega, n 58, 1987, 60-71.

    10. AGA, Cultura, Caja 7, MONTES, Eugenio, La mujer y la guerra, III Congreso Nacional deSF.

  • Al trmino de la contienda civil, se articulara un discurso sobre las identidadesde gnero de espaoles y espaolas, catlicos y catlicas, que vendra a significarms o menos lo mismo, segn los esquemas ideolgicos franquistas. Pero, aunquepodamos hablar de una construccin permanente de la mstica de la feminidad yla masculinidad11, el prototipo surgido deba ms a la herencia judeo-cristiana quea la inventiva de los Jimnez Caballero, Pemartn o Sinz de Heredia.

    Se cre, eso s, una imagen del pasado miliciano de algunas mujeres, y un con-tramodelo extranjerizante y liberal o comunista, para poder proyectar en ellas todoslos males que podan contaminar a las nuevas vestales de la Patria.

    Como deca Dionisio Ridruejo: 12.

    No obstante, esa idea de mujer con atributos masculinos, demasiado activa eindependiente para la poca y cientficamente denostada a travs de las teoras deVallejo Njera, sera la que recogieran las miembros de Seccin Femenina, no sloen su primera etapa de activismo a favor de los presos y familias falangistas (1934-36), sino tambin en la guerra y durante toda la dictadura. Los mismos argumentosde feminidad y actuacin contra natura utilizados por las adictas al Rgimen, fue-ron los que empujaron a los correligionarios republicanos para retirar a las rojastiorras de los frentes, en 1937, con la creacin del Ejrcito Popular.

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    11. Vid. MARTN GAITE, Carmen, Usos amorosos de la posguerra espaola. Barcelona,Anagrama, 1994, 98-101. A propsito de la representacin de la masculinidad ideal:RODRGUEZ BARREIRA, scar, La construccin de Abel. Discurso visual del Frente deJuventudes (Jornadas Imagen, Cultura y Tecnologa, en prensa).

    12. AGA, Cultura, Caja 7, Discurso del Camarada Dionisio Ridruejo, III Congreso Nacionalde SF.

  • Como indica Mara Teresa VERA (1993: 362-372), la mujer no sera definidacomo sujeto en s misma, sino como objeto contrapuesto al modelo masculino. Elprototipo, nico y por ello citado en femenino singular, fue el mismo antes, duran-te y despus de la Segunda Repblica, que escogemos como etapa de transforma-ciones fundamentales aunque efmeras en la vivencia de lo pblico para todo elsiglo XX. Las mujeres votaron, las mujeres gozaron de una representacin y digni-dad ciudadana inestimada hasta entonces, pero las mujeres siguieron siendo hijas,esposas y madres, en el imaginario de la inmensa mayora de los habitantes de estepas13.

    Incluso durante la guerra civil, cuando las necesidades de mantenimiento de laretaguardia otorgaron un protagonismo pblico inusitado a obreras, campesinas,estudiantes y amas de casa, fueron muy pocos los que consideraron de forma rea-lista la posibilidad de prolongar la revolucin social a una autntica emancipacinfemenina14. Si esto suceda en las filas del Frente Popular, donde militaban femi-nistas reconocidas, no es extrao que la dictadura declarara anatemas y antipatrio-tas, a todas las que violaron las fronteras del hogar y la maternidad.

    Como indica Michael RICHARDS (1998:58), .

    La identidad de gnero femenina, ahora ms que nunca, sera la de la mujer tra-dicional, sacrificada y abnegada en honor del Nuevo Estado y la familia. He aquun ejemplo del discurso dirigido por Clotilde Salazar a las nuevas afiliadas en la pri-mera celebracin de la Santa de la Raza, Teresa de vila, en Almera:

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    13. Cf. RAMOS, M Dolores, Historia social: un espacio de encuentro entre gnero y clase,Ayer, n17, 1995, 101.

    14. Cf. NASH, Mary, Rojas. Las mujeres republicanas en la guerra civil. Madrid, Santillana,1999.

  • .

    Al trmino del acto, Celestino Fernndez, Jefe Provincial de Propaganda, inci-da en el papel educador de las mujeres, que no son, sino que hacen a los hombresnacional-sindicalistas15: 16.

    Esta ambivalencia entre la idea de una mujer entregada enteramente a la patria(mandos de la Seccin Femenina), y el ideal maternal, hogareo y privado que setrataba de transmitir al resto de las espaolas, ha sido sealado ya por varias auto-ras17. Una de ellas, Rosario Snchez Lpez, indicaba ya a finales de los ochenta,algunos de los elementos que la organizacin hered de las clulas femeninas cre-adas prcticamente en todos los partidos polticos y sindicatos del primer tercio delsiglo, con la intencin de asignarles las actividades propias de la mujer18.

    As, volviendo al concepto que pretendemos desarrollar de restauracin social ypoltica durante el rgimen de Franco, podemos observar cmo las miembros de la

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    15. Palabras de Eugenio Montes. Cit. en GALLEGO MNDEZ, M Teresa, Mujer, Falange yFranquismo. Madrid, Taurus, 1983.

    16. H.D.P. Al, Paso de las Flechas Azules a Seccin Femenina, Yugo, 17 de octubre de 1939, 4.17. Vid. JIMNEZ LOSANTOS, Encarnacin, La Mujer en el Franquismo. Doctrina y accin

    de la Seccin Femenina, Tiempo de Historia, n 7 (83), 1981, 4-15 y GALLEGO, M Teresa,Mujer, Falange...op., cit., 106. La que mejor ha sabido definir esta contradiccin es:BARRACHINA, Marie Aline, Ideal de la mujer falangista. Ideal falangista de la mujer, Lasmujeres y la Guerra Civil Espaola. Madrid, Ministerio AA.SS-Instituto de la Mujer, 1991,211-217.

    18. SNCHEZ LPEZ, Rosario, La Secci Femenina: Una instituci legitimadora del fran-quisme, Laven, N 121. 1988; pp. 52-55.

  • Falange se encargaran de recuperar algunos de los proyectos sociales, econmicosy culturales emprendidos antes o durante la Segunda Repblica.

    En realidad, no hay ms que atender a los principios patriticos y natalistas dela dictadura de Primo de Rivera, inspirados en Mussolini, Salazar y elNovecentismo de Eugenio dOrs, para percatarnos de la escasa originalidad pro-gramtica e ideolgica del franquismo19. Tal es el caso del Patronato de Proteccina la Mujer, creado a comienzos del siglo XX con la misma misin moralista y popu-lista de los cuarenta20; los deseos de incursin en Marruecos, para encuadrar a lashabitantes de las haimas21, o las misiones pedaggicas iniciadas por M TeresaLen, miliciana de la cultura, y prolongadas en forma de ctedras ambulantes yotras actividades culturales por Seccin Femenina, como las Escuelas deInstructoras Rurales, etc22.

    Esto es as porque, como indica Alicia ALTED VIGIL (1991: 301), la prerroga-tivas alcanzadas por las mujeres en los aos treinta, no cuestionaron el abandonodel hogar como epicentro del universo femenino, en ningn momento. De acuerdocon esta evidencia, el retorno al hogar proclamado tras la guerra incivil, .

    Finalmente, para poder hablar de la transicin operada a finales de los aos cua-renta, desde esa prevalencia de las ideas fascistas por contagio de las potenciastotalitarias, a la recatolizacin del franquismo, hacemos nuestras las conclusiones

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    19. Cf. GONZLEZ CASTILLEJO, M Jos, Entre lo pblico y lo privado: Mujeres yCiudadana durante la Dictadura de Primo de Rivera, en Mujeres y dictaduras...op.,cit., 49-73.

    20. Vid. CAPEL, Rosa M, La prostitucin en Espaa: Notas para un estudio socio-histrico,Mujer y sociedad en Espaa, 1700-1975. Madrid, Ministerio de Cultura-Instituto de la Mujer,1986 y ROURA, Assumpta, Mujeres para despus de una guerra. Barcelona, Flor del Viento,1998.

    21. Cf. BASAURI, Mercedes G., Una aproximacin al primer movimiento feminista espaol: Lamujer en el reinado de Alfonso XIII, Tiempo de Historia, n 46, 1978, 36.

    22. Vid. LIZARAZU DE MESA, M A., En torno al folklore musical y su utilizacin. El casode las Misiones Pedaggicas y la Seccin Femenina, Anuario Musical, n 51, 1996, 233-245.

  • extradas por Brbara ZECCHI (2000: 295-301) en su magnfico estudio sobre larevista El Ventanal, editada por Seccin Femenina a partir de 1946. En dicho art-culo, la autora pone de nuevo en evidencia la dicotoma entre el modelo catlico demujer tradicional y el modelo falangista de mujer pblica, conservado hasta el finalen el reducto de afiliadas militantes y jerarquas, fascinadas por los mrgenes deactividad e independencia que conquistaron. Su gratitud para con la Falange sedemuestra en la idealizacin que hicieron de su obra, 23.

    En esta revista, como en Medina y tantas otras24, aparece la ambigedad de unorgullo apologtico de mujer nacional, pero fascinado por la independencia de lasextranjeras. Refleja unas aspiraciones autnticamente feministas, de mayor libertadlaboral fundamentalmente; demuestra un gusto por la galantera, tan denostada porel partido nico, e incluso intenta equiparar a Espaa con el contexto internacional,creando una genealoga perfecta de mujeres trabajadoras y con derechos sociales.No obstante, esta peligrosa amplitud de miras, que iba incluso ms all de sushomlogas germanas e italianas, iba a toparse con ese limes, que denominbamosal principio, y que constituye la frontera del primer franquismo, dando paso a ladesfascistizacin y recatolizacin de los cincuenta, que implicaba la vuelta delngel del hogar decimonnico.

    Este artculo visionario del clebre gineclogo Dr. Botella, aparecido enConsigna en 1943, hablaba ya de esa reconstruccin de la mujer en los siguien-tes trminos:

  • cia, que su mxima aspiracin sea pensar en casarse y despus en cuidar a sumarido y a sus hijos. Que ni de soltera ni de casada se salga nunca del crculo dela familia>>25.

    En el ecuador de la dictadura, una vez consolidado el encuadramiento, los cur-sos para el relevo generacional de los mandos y las bases de la poltica franquistapara las mujeres en escuelas e institutos de enseanza secundaria26, SeccinFemenina constituy un espacio de socializacin, ms despolitizado y cercano alapostolado seglar de Accin Catlica, cuyo funcionamiento era equiparable al dealgunos clubes de la poca alfonsina, donde stas encontraban, 27.

    Carmina Montero, regidora provincia impertrrita del Servicio Social enAlmera, recuerda esos aos, como una etapa difcil para la continuidad de SeccinFemenina:

  • veces que fueron al Escorial, a Franco lo pitaron los chicos. Esto fue cuando des-tituyeron a su jefe, que era estupendo, a Arrese, magnfico,... y hubo un jaleo muygrande, no solamente en Seccin Femenina; tambin del Frente de Juventudes>>28.

    Finalmente, como indica Lourdes Benera, en el campo econmico, el ideal ger-manfilo de feminidad tantas veces aludido, kinder, kche und kirche, se vera supe-rado por la histrica funcin de las mujeres como ejrcito de reserva, movilizadoslo en pocas de prdida de poder adquisitivo en los hogares espaoles. Tal fue elcaso de la msera posguerra, pese a la dura legislacin existente, o de los aossesenta, debido a la emigracin masculina. La progresiva privatizacin capitalistadel ncleo familiar, determinara los importantes avances legislativos del tardofran-quismo, as como una mayor oferta de empleo, condicionada, no obstante, por ladesigualdad salarial, la divisin sexual del trabajo y un techo de cristal en la pro-mocin laboral y la escala de poder de las fminas29.

    3. LA TRANSICIN DE LA DICTADURA A LA DEMOCRACIAAurora MORCILLO (2000) ha sido una de las autoras que ms contundente-

    mente ha valorado el funcionalismo y discrecionalidad con que Seccin Femeninase fue adaptando a los cambios de la dictadura franquista.

    Segn esta autora, la organizacin no sufri el ostracismo experimentado por laFalange durante los cincuenta, por haberse creado su propio estado; un estadode mujeres, en el que podan combinar los principios de Jos Antonio con las nue-vas necesidades que el desarrollismo impona a las madres para salir a trabajar fuerade casa. Por otra parte, con objeto de salvar las contradicciones entre la domestici-dad y la intelectualidad, la rama femenina del SEU se encargara en los ltimosaos de conducir la eleccin de las carreras propiamente femeninas, una vez queel acceso de las jvenes a la educacin superior fue imparable.

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    28. Entrevista a Carmina Montero, regidora provincial de Servicio Social (19 de enero de 2001). 29. Vid. BENERA, Lourdes, Mujer, economa y patriarcado durante la Espaa franquista.

    Barcelona, Anagrama, 1977; BORDERAS, Cristina, Entre lneas. Trabajo e identidad feme-nina en la Espaa contempornea. La Compaa Telefnica (1924-1980). Barcelona, Icaria,1993; CAPEL, Rosa Mara, Mujer y trabajo en el siglo XX. Madrid, Arco Libros, 1999 yFOLGUERA, Pilar, La mujer, en La poca de Franco (1939-1975). Sociedad, vida y cul-tura, Historia de Espaa Menndez Pidal. XVL. Vol. II. Madrid, Espasa-Calpe, 2001, 298-333

  • En opinin de Jimnez Losantos30, el modelo de mujer fascista y, sobre todo,nazi, defendido por las falangistas en los primeros momentos, frente a las rusas sta-janovistas, se mantendra en los 40 pese a la prdida de su lder carismtico, JosAntonio, cuyas directrices se basaban en la idea heraclitea de la violencia y la gue-rra constante, y no en la paz, sobre la que se sustent la propaganda franquista31.As, una vez superada la fase de control y mayor accin social debido a las necesi-dades de la inmediata posguerra, la supervivencia de Seccin Femenina se debi asu sumisin a las polticas y a los polticos de la dictadura, perdiendo influencia afavor de las hermandades obreras catlicas y recomponiendo su imagen anterior.

    Pocos ejemplos tan evidentes de este hecho, como las palabras de la delegadanacional en una circular de la organizacin, fechada en febrero de 1954:

    32.

    La nueva mujer consumista de los sesenta, propulsora del cambio ms por loscondicionantes socioeconmicos que por convicciones polticas, sera capaz dearrogar para s el principio orteguiano de yo soy yo y mi circunstancia. Msdemcratas que feministas, las espaolas volveran a experimentar la socializacinfeminizadora de los aos treinta, aunque ahora escorada hacia la izquierda.

    Una de las investigadoras que mejor ha sabido trazar la evolucin cronolgica eideolgica de las falangistas ha sido, sin duda, Geraldine SCANLON (1977: 5-28).

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    30. JIMNEZ LOSANTOS, Encarnacin, Ideologa feminizadora..., op.,cit., 95.31. , RAH, Fondos Asociacin NuevaAndadura, Carpeta 25, Medina, n 27, 1941. Vase, por contraposicin, la lectura demaggi-ca de Nios y mujeres de la URSS, Medina, n 25, 1941.

    32. AGA, Fondos de Cultura, caja 34 Almera. Circular 49, 4-II-1954 de la Delegacin Nacionalde SF.

  • A finales de los setenta, cuando an perviva la organizacin y se dibujaba el nuevomarco legislativo desde la reforma del Cdigo Civil, hasta la Ley de DerechosPolticos, Profesionales y de Trabajo de la Mujer, presentada ante las Cortes porPilar Primo de Rivera, la hispanista comentaba cmo y, an con sar-casmo, aluda a .

    Corroborando esta idea, se expresaba otra de nuestras informantes, ManuelaLpez, enfermera criada en un hogar de Auxilio Social de Almera, y sujeta a losmandatos de la Falange:

    33.

    Por su parte, Carmen ROMO y Mara Teresa VERA (CASTILLEJO y VERA,1996: 149-176) han sabido diseccionar lo que de tica y de esttica haba en esoscambios trascendentales de la segunda y ltima etapa del franquismo. Las conclu-siones que extraen de este estudio, es que el paso de la asctica fascista al laissezfaire, laissez passer, se deban al seguidismo en el modelo de desarrollo nipn, quetraera el concepto de utilitarismo a la vida de la mujer moderna y a la nueva dis-tribucin de su tiempo.

    Pese al escepticismo inicial, la Seccin Femenina actuara como un catalizadorde los cambios acometidos a partir de 1961, contribuyendo a una mayor permisivi-dad cotidiana, en la que sin duda debi influir el relevo generacional entre granparte de las militantes de dicha organizacin paraestatal. Las mujeres seran utili-zadas pues, como autnticos objetos-sujetos de experimentacin de los cambios:

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    33. Entrevista a Manuela Lpez, enfermera y miembro de SF (Almera, 9 de mayo de 2002).

  • reclamos comerciales de mano de obra y consumo familiar, que crearon unasexpectativas acerca del hedonismo de la rbita occidental en la que Espaa debasituarse.

    El referente extranjero y, sobre todo, estadounidense, convirti a la sociedad deltardofranquismo en un gran teatro aristotlico, en el que se persegua la mmesis delsueo capitalista americano, para provocar la catarsis de la cutre realidad internade nuestro pas. As, se producira el ajuste definitivo entre tradicin y modernidad,a travs de los medios de comunicacin de masas (radio, cine y TV), la censura quesegua operando sobre ellos, y el turismo, mediante una oferta de ocio inusitada yentendida como nueva riqueza de las nuevas clases medias.

    Por otra parte, como indica M del Carmen Naranjo, la larga tradicin funcio-narial de estas mujeres en el seno del Movimiento, hizo que an despus de la diso-lucin de Seccin Femenina en 1977, se experimentase un reciclaje profesional ypoltico de las mismas, pasando a integrar gran nmero de partidos, organismos sin-dicales, cooperativas y asociaciones de mujeres con mayor o menor protagonismosocial. Ms an que sus protagonistas, las actividades emprendidas por la Falangefemenina siguieron desarrollndose en guarderas infantiles, colegios menores,escuelas taller y de adultos, grupos folklricos y de animacin cultural, centros deplanificacin familiar, o el Fondo Nacional de Asistencia Social, demostrando sugran versatilidad34.

    Segn La Voz de Almera, nueva imagen del diario Yugo, prensa oficial delMovimiento durante toda la dictadura, en 1974 haba en Espaa 10.988 mujeres enla administracin, de las cuales, ms de 10.000 seran consejeras locales, 160 pro-vinciales, 678 concejalas, 565 alcaldes, 16 diputadas, 8 procuradoras a Cortes y 5consejeras nacionales... las mximas jerarquas de Seccin Femenina35.

    A travs del inventario y memoria de actividades de 1978, referentes a dichadelegacin provincial, observamos cmo el personal con nmina mecanizada pasa-

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    34. Vid. NARANJO SANTANA, M del Carmen, Inventario del fondo documental de la SeccinFemenina de Las Palmas, en Boletn Millares Carlo, n 13, 1994, 327-338.

    35. Mujeres en altos cargos de la administracin. Cuatro primeros ministros y un presidente, enel mundo, La Voz de Almera, Suplemento especial del Ao Internacional de la Mujer, 4 julio1975, 7.

  • ra a ser considerado en la Transicin democrtica como funcionariado permanen-te del Ministerio de Cultura, con mayor o menor categora. El resto de la plantillalaboral obtuvo su finiquito y, por ltimo, las ctedras saldaron su paso por laorganizacin como las mejor paradas econmicamente, al estar subvencionadas porlos planes de empleo rural, la Direccin General de Desarrollo Comunitario o elIRYDA36. Como indicaba, asimismo, La Voz de Almera, en el suplemento especialdedicado en 1975 al Ao Internacional de la Mujer:

    37.

    Aunque asociaciones como Nueva Andadura, la Hermandad de la ViejaGuardia o la de la Divisin Azul estn repletas de nostlgicos de la ortodoxia y laautenticidad falangista, muchas de las antiguas maestras, enfermeras o instructorasde la Falange, llevaran a cabo una recomposicin de tiempo y lugar en sus vidas,despus de la muerte de Franco, que tuvo como resultado la total reconstruccin deldiscurso y una reinterpretacin del papel histrico de la Seccin Femenina.

    4. CONCLUSIONES SOBRE EL TRNSITO DE LAS MUJERES

    Despus de tan vasto desarrollo, parece evidente que para hablar de SeccinFemenina y para entender el devenir del Rgimen, hemos de atender al continuotrnsito de las mujeres. Un trnsito que, pese a la visin homognea que tiende aexponerse del conjunto del franquismo, corresponde a distintas estrategias polticasy una misma identidad tradicional triunfante. Slo la transicin inicial de la guerraa la posguerra, y la ltima, de la dictadura a la democracia, conllevaran cambiossustanciales en el status poltico, jurdico y social de unas cuantas espaolas.

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    36. AGA, Cultura, Caja 2, Ministerio de Cultura, Inspeccin General de Desarrollo Comunitario-Almera, 1978-79. Esta informacin nos ha sido proporcionada, asimismo, por la que fueraregidora de Personal e instructora de Seccin Femenina, Carmen Arenas, encargada de depo-sitar el fondo documental de la SF de Almera en el Archivo Histrico Provincial (entrevista-da el 5 de octubre de 2000).

    37. La mujer y el trabajo. Igualdad de derechos y oportunidades en todas las actividades profe-sionales, La Voz de Almera, Suplemento especial, viernes 4 julio 1975, 5.

  • As, hemos podido observar la vigencia de 1) una imagen fascistizada demujer hasta 1943 o 1945, en donde se prolongara su rol pblico masculinizado,proveniente de la Repblica y la contienda civil, y coincidente con el papel de losFasci feminile italianos o el Winterhilfe alemn. A sta, le sucedera 2) otrafase de des-falangistizacin, recatolizacin y refiminizacin, que ocupara elperiodo comprendido entre el final de la Segunda Guerra Mundial y el Plan deEstabilizacin aproximadamente, cuando se van sentando las bases del nuevo ordengeopoltico internacional y se pone en evidencia la restauracin social operada enel pas, mediante el re-equilibrio de las fuerzas caciquiles pervivientes desde prin-cipios de siglo y solapadas por el ropaje azul de los primeros tiempos .

    Las dos ltimas etapas o dos ltimas transiciones del rgimen franquista, corres-ponderan as con: 3) la que inaugura la aparicin del desarrollismo econmico yuna sociedad de consumo, directamente asociada a los gobiernos tecncratas y alnuevo marco legislativo, creado para la adaptacin de las mujeres a un precariomercado laboral, marcado por la fuga de capital humano (masculino) y unas posi-bilidades de empleo especialmente aptas para las mujeres: administracin, traba-jo a domicilio, industria ligera y sobre todo, servicios, ampliados por la oferta turs-tica de los sesenta. Todos ellos absorberan a las primeras cohortes de estudiantesuniversitarias y a multitud obreras de baja cualificacin, provenientes del xodorural experimentado en estos aos, provocando un crecimiento desorbitado de lasciudades por efecto de la especulacin constructora en el suelo urbano.

    4) Finalmente, el reciclaje de los gobiernos de Arias-Fraga y, sobre todo, deAdolfo Surez y la UCD, a partir de 1977, supuso la adaptacin del personal delMovimiento a la democracia, constituyendo la ltima transicin de las falangistas,y quiz el salto cualitativo ms amplio y difcil... una plusmarca que signific el tar-do y esperado retorno de la ciudadana poltica a la mayora de mujeres de estepas.

    Aunque estos ltimos avances, puedan aplicarse al programa de mnimos deun feminismo conservador propio de aquella poca, creo que, para el caso concre-to de Seccin Femenina, podemos aplicar enteramente las conclusiones extradaspor Linda ALCOFF (2002:18-41), acerca de las mujeres antifeministas:

  • generalmente recurriendo a una teora esencialista de la feminidad. Al postularque la poltica personal se cimenta en una identidad esencial, se priva de cualquiercomplejidad tanto la identidad como la relacin existente entre sta y la poltica, ycon ello, a su vez, se impide la agencia implcita en las acciones poco determina-das>>.

    De hecho, como indica Encarnacin Jimnez Losantos, si la mistificacin de lamaternidad haba cumplido un papel reivindicativo del movimiento femeninoilustrado de principios de siglo o incluso entre las feministas de la diferencia euro-peas de los sesenta, en el entramado ideolgico de la Falange supona el principalaval discriminatorio. Siguiendo pues, con sus argumentos, tenemos que entenderla pervivencia de dicha institucin en las coordenadas del triunfo feminizadorsobre el feminismo igualitario durante los aos veinte y treinta en Espaa. Laautarqua franquista sera pues, el caldo de cultivo favorable para la instrumentali-zacin de las contradicciones evidenciadas en la dbil lucha de las mujeres, agudi-zadas an ms por la guerra civil38.

    Esta situacin des-acompasada, posibilit que a finales de la dictadura muchasmujeres educadas en los valores de Seccin Femenina, comulgaran con la ilusinde un falso feminismo burgus, muy sui generis y a la espaola, que sin dudafacilit la funcin poltica de las falangistas.

    Segn Victoria L. ENDERS (1992: 673-680), la continuidad misional deSeccin Femenina slo puede entenderse por la coincidencia de sus intereses falan-gistas con los de la Iglesia catlica, de manos de una lite espiritual que supo asu-mir el antifeminismo de Jos Antonio, expresado en el clebre discurso de DonBenito en 1935. Esa elite, compuesta por las cabezas polticas de la organizacin,consagrara su vida a la vida pblica de la institucin, en una suerte de maternidadsocial, que tena como ejemplo el modelo secular de Isabel la Catlica y el mode-lo eclesial de Santa Teresa de Jess.

    Como indica dicha autora, el activismo de esta minora fue el instrumento quehabra de desactivar al resto de las espaolas, en su especial misin de redencinantirrepublicana y regeneracin moral. No obstante, como ella, tendremos que pre-

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    38. JIMNEZ LOSANTOS, Encarnacin, Ideologa feminizadora..., op.,cit.

  • guntarnos si el ejercicio de mantener dicho mensaje antifeminista en boca de unacohorte de chicas liberadas de clase media, en los epgonos de la dictadura, actua-ra como revulsivo de sus congneres, una mayora de obreras o estudiantes hastia-das por el ejemplo hipcrita de feminidad que el estado franquista les segua impo-niendo.

    Finalmente, coincidimos con Alicia Alted Vigil, en la limitada capacidad demovimiento de la Falange femenina durante el franquismo, y en sus , pese a su total lealtad aFranco39. Prueba de ello es el siguiente comentario de una directiva del departa-mento de Cultura en Almera hasta 1977:

  • plir lo mejor posible tu puesto de trabajo y que lo que firme el delegado provinciales lo que firmara yo>>40.

    Compartimos tambin la visin de esta organizacin durante gran parte de suexistencia como , pero no la idea de que su objetivo primordial fuese elevarel nivel cultural de las espaolas, aunque ello le costase renunciar a una vida priva-da y al matrimonio, como una especie de rara avis, de monjas laicas41.

    En realidad, la Seccin Femenina del Movimiento aspir en vano a un controldirecto de todas las espaolas, mediante el encuadramiento escolar y profesional delas mujeres, ligadas en algn momento de sus vidas a instituciones pblicas, a tra-vs de la escuela, las Tardes de Enseanza para Organizaciones Juveniles, delcada vez ms desprestigiado Servicio Social, la sindicacin obrera, la Hermandadde la Ciudad y del Campo, que extenda sus tentculos a todo el mundo rural, y lademarcacin de lo que estaba y no estaba permitido a los vencidos y vencidas, porparte de los vencedores y vencedoras de la contienda civil.

    No obstante, el avance de la propia dictadura y el cumplimiento de las metaspolticas y represivas que se haban ido marcando en cada provincia, hizo que trasesa primera fase de mayor actividad, vinieran otras de relajamiento y prdida deautoridad, conformndose con una actividad cultural y catequtica.

    Por ltimo, en lo concerniente a la soltera de las falangistas, algo en lo que yase ha insistido bastante42, no creemos que fuera una imposicin, sino un status nosiempre deseado, segn las propias entrevistadas, aunque a muchas de ellas sirvie-ra de estrategia para medrar, alcanzar una mayor independencia y posibilidades derealizacin personal43. No slo como acto de entrega a los dems, como le exiga

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    40. Entrevista a Mara Teresa Jimnez de la Fuente, responsable de folklore en el departamentode Cultura de la SF de Almera hasta 1977 (febrero de 2001).

    41. Ibid.42. Cf. JARNE MODOL, Antonieta, Models formals y sentimentals al servei de la feminidad:

    la posguerra a Lleida (1939-1945), Ilerda. n 49, 1991, 189-207.43. Vid. BORDERAS, Cristina, Emigracin y trayectorias sociales femeninas, Historia

    Social, n 17, 1993, 75-94, sobre la eleccin de las mujeres migrantes de abandonar su loca-lidad natal y aprender un oficio, con mayor o menor ayuda de sus madres, para eludir el matri-monio y trazarse un plan vital ms alentador que el que le auguraba su pueblo de la Espaaprofunda.

  • la consigna, sino tambin como demanda propia de una nueva mujer interclasis-ta, abierta a los cambios, con capacidad y deseos de consumo, que vi en SeccinFemenina la posibilidad de salir de su pueblo, ganar algn dinero y consideracinsocial, relacionarse, viajar, o simplemente, entretenerse en el hasto de los lti-mos captulos de la dictadura franquista. Prueba de ello son estas palabras:

    44.

    5. SELECCIN BIBLIOGRAFA EMPLEADA- ALCOFF, Linda (2002), Feminismo cultural versus post-estructuralismo: La

    crisis de identidad de la teora feminista, Debats, n 76, 18-41.

    - ALTED VIGIL, Alicia (1991), Las mujeres en la sociedad espaola de losaos cuarenta, en Las mujeres y la guerra civil espaola. Madrid: MinisterioAA.SS-Instituto de la Mujer, 296-303.

    - AMORS, Celia (1986), Algunos aspectos de la evolucin ideolgica delfeminismo en Espaa, en BORREGUERO, Concha et alii, La mujer espaola: dela tradicin a la modernidad (1960-1980). Madrid, Tecnos, 41-54.

    - CASTILLEJO, M J., y VERA, M T., (coords) (1996), Mujeres y dictadurasen Europa y Amrica: el largo camino. Mlaga, Universidad de Mlaga.

    - CERN TORREBLANCA, Cristian Matas (2000), Entre la utopa y la rea-lidad: mujer y educacin durante la dictadura de Franco, en BARRANQUEROTEXEIRA, Encarnacin y PRIETO BORREGO, Luca (coords.), Mujeres en lacontemporaneidad: educcin, cultura, imagen. Mlaga, Universidad de Mlaga,75-89.

    - ENDERS, Victoria L. (1992), Nationalism and feminism: The SeccionFemenina of the Falange, History of European Ideas, vol. 15, n 4-6, 673-680.

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    44. Entrevista a Mara Teresa Jimnez de la Fuente (Almera, febrero 2001).

  • - FOUCAULT, Michel (1995), Historia de la Sexualidad. Vol. I. La voluntad desaber. Madrid, Siglo XXI.

    - MORCILLO, Aurora (2000), True Catholic Womanhood. Gender ideology inFrancos Spain. Illinois, Northern Illinois University Press.

    - NASH, Mary (2000), El mundo de las trabajadoras: identidades, cultura degnero y espacios de actuacin, en PANIAGUA, J., PIQUERAS, J.A., SANZ, V.,(eds.), Cultura social y poltica en el mundo del trabajo. Valencia, FundacinInstituto Historia Social, 47-67.

    - PREZ LEDESMA, M. (1994), Una dictadura por la Gracia de Dios,Historia Social, n 20, 173-193.

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