la tradicional separación de economía y política

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El (des)amor histórico entre economía y política (versión preliminar) × Cada vez más facultades de economía enseñan que las raíces fundamentales de la economía están en las ciencias sociales y una parte de estas universidades, algo más extremistas, esquematizan la economía como una ciencia mayormente matemática. De ahí que estas corrientes del pensamiento económico tienda a diluir la relación intrínseca que durante varios siglos la economía compartió con la política. Si bien las etimologías de “economía” y “política” proponen actividades distintas 1 , fue Aristóteles quien, preocupado por la obtención de ingresos para las polis, usó con frecuencia la expresión “economía política” (Ferguson 1963: 8-9). Durante la Edad Media, los pensadores, conmovidos por la religión, exaltaron la política a su favor y degradaron a la economía, con lo cual se produjo la primera separación entre ambos conceptos. Siglos después, autores como Adam Smith (1776), David Ricardo (1817) y John Stuart Mill (1848), interesados en definir herramientas de análisis para explicar nuevos fenómenos, realizaron los primeros intentos por rescatar el concepto de economía política y darle un cuerpo coherente a su estudio. Posteriormente, Alfred Marshall (1890) separa nuevamente ambos conceptos y sienta las bases para conducir el estudio económico a través de premisas sociales, apartadas de las políticas. Esta última separación es la norma comúnmente aceptada hasta ahora, sin embargo, en el tintero, surgen nuevas teorías como la nueva economía política o la economía política internacional que nos hace pensar que el divorcio entre política y economía está llegando a su fin, otra vez. Como siempre: partamos de los griegos Los antiguos griegos escribieron sobre conceptos que, relacionados a la economía, son la base para la explicación de los principios de la economía política. En efecto, Smith en “La Riqueza de las Naciones” (1776) introdujo las ideas de Pitágoras, Epicurio, Demócrito y Zenón; y, en mayor medida, de Platón y Aristóteles. Mill, quizás el más estudioso de los clásicos, tradujo y utilizó los escritos de Platón para sus interpretaciones económicas. Marx escribió su tesis doctoral sobre las filosofías naturales de Demócrito y Epicurio (Spiegel 1973: 20). Así, se puede elaborar una lista extensa de autores que revitalizaron el pensamiento antiguo para la elaboración del suyo. Durante la Antigua Grecia, los autores postsocráticos no se preocuparon por centrar sus tratados en temas económicos, aunque sí utilizaron supuestos económicos para explicar la organización de las sociedades. Por ejemplo, Platón (427?-347? a.c.), en su construcción de una sociedad ideal, afirma que debido a la desigualdad en las capacidades de los hombres, la especialización en el trabajo es una medida por la cual las mercancías se producirán en × Por Daniel Alfaro, bachiller de Economía de la Universidad del Pacífico. 1 La palabra “economía” se deriva del griego oikonomike (oikos = todo lo que uno posee; nomos = administración); mientras que “política”, del griego politikè (polis = ciudad-estado; politeia = estar en orden).

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Libro de economía política

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Page 1: La Tradicional Separación de Economía y Política

El (des)amor histórico entre economía y política (versión preliminar)×

Cada vez más facultades de economía enseñan que las raíces fundamentales de la economía están en las ciencias sociales y una parte de estas universidades, algo más extremistas, esquematizan la economía como una ciencia mayormente matemática. De ahí que estas corrientes del pensamiento económico tienda a diluir la relación intrínseca que durante varios siglos la economía compartió con la política. Si bien las etimologías de “economía” y “política” proponen actividades distintas1, fue Aristóteles quien, preocupado por la obtención de ingresos para las polis, usó con frecuencia la expresión “economía política” (Ferguson 1963: 8-9). Durante la Edad Media, los pensadores, conmovidos por la religión, exaltaron la política a su favor y degradaron a la economía, con lo cual se produjo la primera separación entre ambos conceptos. Siglos después, autores como Adam Smith (1776), David Ricardo (1817) y John Stuart Mill (1848), interesados en definir herramientas de análisis para explicar nuevos fenómenos, realizaron los primeros intentos por rescatar el concepto de economía política y darle un cuerpo coherente a su estudio. Posteriormente, Alfred Marshall (1890) separa nuevamente ambos conceptos y sienta las bases para conducir el estudio económico a través de premisas sociales, apartadas de las políticas. Esta última separación es la norma comúnmente aceptada hasta ahora, sin embargo, en el tintero, surgen nuevas teorías como la nueva economía política o la economía política internacional que nos hace pensar que el divorcio entre política y economía está llegando a su fin, otra vez. Como siempre: partamos de los griegos Los antiguos griegos escribieron sobre conceptos que, relacionados a la economía, son la base para la explicación de los principios de la economía política. En efecto, Smith en “La Riqueza de las Naciones” (1776) introdujo las ideas de Pitágoras, Epicurio, Demócrito y Zenón; y, en mayor medida, de Platón y Aristóteles. Mill, quizás el más estudioso de los clásicos, tradujo y utilizó los escritos de Platón para sus interpretaciones económicas. Marx escribió su tesis doctoral sobre las filosofías naturales de Demócrito y Epicurio (Spiegel 1973: 20). Así, se puede elaborar una lista extensa de autores que revitalizaron el pensamiento antiguo para la elaboración del suyo. Durante la Antigua Grecia, los autores postsocráticos no se preocuparon por centrar sus tratados en temas económicos, aunque sí utilizaron supuestos económicos para explicar la organización de las sociedades. Por ejemplo, Platón (427?-347? a.c.), en su construcción de una sociedad ideal, afirma que debido a la desigualdad en las capacidades de los hombres, la especialización en el trabajo es una medida por la cual las mercancías se producirán en × Por Daniel Alfaro, bachiller de Economía de la Universidad del Pacífico. 1 La palabra “economía” se deriva del griego oikonomike (oikos = todo lo que uno posee; nomos = administración); mientras que “política”, del griego politikè (polis = ciudad-estado; politeia = estar en orden).

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mayor cantidad y calidad. Inclusive, bajo la misma división del trabajo, advierte acerca de las ventajas del comercio exterior sobre el consumo (Idem 1973: 31). Por otro lado, Aristóteles (348-322 a.c.), quien reunió la mayor cantidad de obras sobre economía de su tiempo, afirmó que el principal interés de los economistas es la política (Ferguson 1963: 17). Mientras que la cultura griega fue hacedora de los primeros fundamentos de innumerables ciencias y artes, la cultura romana se basó en la conquista y expansión bajo una visión realista y práctica. En este sentido, los romanos, salvo algunos poetas e historiadores, no dieron mayor luz a la creación de nuevas ideas económicas, por el contrario, fueron un reflejo pálido de lo que habían sostenido los filósofos griegos (Idem 1963: 20). Sin embrago, fue mediante de la expansión del derecho romano donde se encuentran explicaciones de la naturaleza económica aplicada a las leyes. Aún así, la economía y política comenzaron su primer divorcio. El primer rescate de la economía política Durante la Edad Media, las ideas occidentales estuvieron subyugadas a la doctrina cristiana. Así, el derecho canónico, codificado por Graciano en 1142, incorporó el antiguo derecho romano en los procedimientos de la iglesia; mientras que el escolasticismo fusionó la filosofía aristotélica con la doctrina cristiana (Santo Tomás de Aquino, 1225-1274). En efecto, la incorporación del pensamiento romano y griego en la mentalidad medieval oscurantista distorsionó el progreso de la actividad económica al considerarla como terrenal, pues en esos tiempos el mundo presente era tan solo una preparación para el mundo futuro. En este sentido, la actividad económica era considerada como un aspecto de la actividad humana y, como tal, debía ser juzgada bajo normas morales (Idem: 27). Con el surgimiento de las Reformas Protestantes, la iglesia católica permitió la existencia de la independencia nacional, y asumió la aparición del individualismo. En esta coyuntura, al desaparecer el castigo inherente al enriquecimiento personal y al comercio, nacieron los pensamientos mercantilistas y capitalistas. Por un lado, el mercantilismo aparece como una necesidad de enriquecer económicamente a las naciones a través del comercio exterior, mientras que el capitalismo se arraigó en las acumulaciones privadas de capital. De este modo, los nuevos pensamientos obligaron a revivir el estudio de la economía política. En lo que respecta a las bases del capitalismo, John Hales, supuesto autor del “Discurso sobre la prosperidad pública de este reino de Inglaterra” (15812), definió a la economía como una rama de la filosofía moral bajo la hipótesis general de que “...cada hombre busca la máxima ventaja (sic) Lo que es provechoso para cada hombre (sic) es provechoso para el conjunto de la comunidad...” (Spiegel 1973: 110). Así, dentro de la política nacional, la conducción de tal egoísmo se hizo prioridad para el beneficio de la nación y este hecho representó uno de los primeros intentos concretos de juntar los principios de la economía con la política. En esta misma línea, Nicolás Maquiavelo (1469-1527), en “El Príncipe”,

2 El discurso original tenía la firma de W.S., por lo que se pensó que William Shakespeare fue el autor. Sin embargo, en 1581, Shakespeare tenía 17 años, por ello fue más razonable adjudicarle la autoría a John Hales (m. 1571).

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separa la política de lo moral y religioso. Dicha separación sienta un precedente que será seguido por otras ciencias como la economía: su postulado sobre la naturaleza perversa del hombre será recogido por Smith (1776) para afirmar que el egoísmo es el promotor del comercio y que dicho comercio es una característica natural en todos los hombres. El mercantilismo no fue ni una doctrina política ni económica en sí, sino usó de ambas para perseguir su último fin: la constitución de un estado tan poderoso, independiente y autárquico como fuera posible (Baalam y Veseth 2003). En este sentido, utilizó la llamada política nacional como un glosario de normas y acciones que pudieran cumplir tal fin. En efecto, se levantaron restricciones a las importaciones, y se otorgaron concesiones y subvenciones a las empresas exportadoras, con la objetivo de obtener saldos positivos de balanza comercial que se vean representados en una mayor posesión de metales preciosos. De hecho, el término mercantilista proviene del cambio de mercancías, cultura que se heredó de los metalistas (bullionistas) de la Edad Media. Los clásicos y su amor por la economía política Según Karl Polanyi (1963), Adam Smith excluyó los determinantes geográficos de la producción, y antepuso la capacidad humana antes que el suelo como el principal hacedor de riquezas. Por tanto, la economía debía ser una ciencia humana que estudie todo aquello que era natural en el hombre y no en la naturaleza. Así, estas ideas convirtieron a la economía en una herramienta para aquellos que manejaban la política de un país. El fin último que debía perseguirse era mejorar el bienestar del individuo y para lograr ello era indispensable mejorar el entendimiento de la naturaleza económica conforme iba cobrando mayor relevancia en la vida cotidiana del hombre. Un buen político debía mantener en este campo, aún desconocido y en expansión, el mismo principio ordenador del universo para alcanzar de esta manera el mayor bienestar posible para la población. De los tres clásicos (Adam Smith, David Ricardo y John Stuart Mill), Ricardo hizo el primer esfuerzo por abstraer las relaciones económicas del resto de aspectos presentes en la sociedad. Fue el primero en intentar darle un cuerpo propio y una diferencia analítica a los temas económicos, aunque manteniendo el propósito de elaborar una herramienta poderosa que permita a los políticos alcanzar el mayor bienestar de los individuos. De esta manera, los clásicos enriquecieron el estudio de la economía al prorrogarle premisas humanas en sus tratados, sin embargo, en ninguno de ellos omiten el rol de la política y, por el contrario, reafirman su unión con la economía. A pesar de los esfuerzos por involucrar los conceptos políticos en el estudio de la economía, Alfred Marshall, conocido como el padre de la economía moderna, en su libro “Principios de Economía” (1890), sustituye la palabra economía política por solo economía y restringe en gran medida el campo de estudio de las ciencias económicas. Fue el discípulo de Marshall, Lionel Robbins (1932), quien definió el término como: “Economía es una ciencia que estudia el comportamiento humano como relación entre fines y medios escasos que poseen usos alternativos” (Gilpin 2001: 25). Para Polanyi, curiosamente Alfred Marshall es otro científico con características similares a las de Ricardo quien genera un cambio importante en el desarrollo del pensamiento

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económico. La fuerte búsqueda por profundizar sus conocimientos de la teoría económica existente y refinar sus propias ideas en el campo lo condujeron a construir un marco teórico más abstracto y complejo, analíticamente mucho más independiente que cualquier otro aspecto de la vida del hombre. De este modo, la escuela de pensamiento marshaliana cobra paulatinamente mayor fuerza a través de la historia. Sin embargo, será otra rama de esta escuela la que ganó prestigio rápidamente en el campo. John Maynard Keynes, alumno predilecto de Marshall, retoma el interés de los clásicos por construir una teoría general sobre el funcionamiento de la economía, recuerda de manera más explícita que el fin último de la economía debe ser lograr el máximo bienestar para los individuos y fundamentalmente pone de relieve, a diferencia de su maestro, la estrecha relación existente entre la política y la economía. Sin duda, este fue uno de los intentos más importantes por sentar las bases para el desarrollo de la nueva economía política. Ello se ejemplifica en el pensamiento keynesiano que inspiró la creación de las instituciones de Breton Woods –Bando Mundial y Fondo Monetario Internacional-, las cuales a partir de la necesidad de difundir premisas políticas, como son la democracia y el liberalismo, vienen modelando el desarrollo económico hasta nuestros días. Así, a finales del Siglo XX, el término economía política se puso de moda. Sin embargo, el significado que adquirió fue distinto, lo que trajo una controversia acerca la definición misma. Según Robert Gilpin (2001: 25-26), la escuela de Chicago la considera como un ensanchamiento del sujeto-objeto que el economista estudia. Así para economistas neoclásicos como Gary Becker, Richard Posner y Anthony Downs el modelo de comportamiento racional de los agentes es aplicable a todos los ámbitos del comportamiento humano, desde la demanda por hijos hasta la elección de representantes políticos. A partir de esta concepción, el comportamiento puede ser explicado por los esfuerzos individuales de optimizar su propio interés. Algunos críticos, especialmente marxistas, argumentan que la economía se ha separado del mundo real debido a su excesiva formalidad, a las matemáticas y su abstracción. Ellos argumentan que el problema es el aislamiento de las características históricas, sociales y políticas en las que el comportamiento económico toma importancia. Ante ello, los neoclásicos afirman que la economía política es el sistema sociopolítico compuesto por grandes empresas, estados, grupos civiles que compiten por la potestad de implementar políticas, impuestos y otras cosas con el fin de maximizar su propio interés. Dentro de esta nueva dialéctica, surgen nuevas teorías más complejas que intentan, con la ayuda de otras disciplinas como las relaciones internacionales, redefinir las herramientas de estudio para los fenómenos económicos en el mundo. Susan Strange pone la primera piedra al definir el cuerpo de estudio de la economía política internacional, la cual por su carácter multidisciplinario se convierte en la herramienta más útil para analizar en un ámbito global la relación entre economía y política. En conclusión, podríamos afirmar, a la luz del breve análisis histórico realizado, que el amor entre economía y política, lejos de ceder a la tentación del divorcio, se robustece y renueva con el tiempo.

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Bibliografía

Ferguson, John (1963). Historia de la Economía. México D.F.: Fondo de Cultura Económica. 3era. ed. Gilpin, Robert (2001). Global Political Economy: Understanding the International Economic Order. Princeton University Press.

Polanyi, Karl (1963). La Gran Transformación. Spiegel, Henry W. (1973). El Desarrollo del Pensamiento Económico. Barcelona: Ediciones Omega. S.A. Traducido por Carmen Soler. Strange, Susan. La Retirada del Estado: la difusión de poder en la economía mundial. Cambridge: Cambridge University Press. Balaam, David y Michael Veseth (2004). Introduction to International Political Economy. London: Paerson. 3era. edición.